SANT VICENÇ DE CARDONA
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SANT VICENÇ DE CARDONA
Románico Catalán
Suele ser bastante fascinante, como en medio de la modernidad podemos, aun
encontrarnos con un mundo aun lleno de historia, que deja testimonio de un pasado. La
Edad Media siempre ha sido un periodo asombroso tanto por sus leyendas y castillos,
como por sus iglesias y monasterios, y la gran cantidad de mensajes, símbolos y
misterios sublimes, que quedaron marcados, en infinidad de lugares.
El románico, ha sido un arte, que va desde finales del siglo X a los primeros
años el XIII; y que desarrollo un estilo diferente de construir basado en el cristianismo.
El románico esta dividido en tres fases, las referencias cronológicas presentan
variaciones según áreas geográficas. La geografía peninsular durante el románico,
aparecerá definida entre diferentes reinos, entre los que se encuentra Cataluña, que
refleja una gran arquitectura muy definida y característica por su homogeneidad que
abarca un siglo de producción desde las primeras décadas del siglo XI. A diferencia de
la gran arquitectura monumental mas conocida como románica por su signo netamente
europeo, la ausencia absoluta de escultura y la severidad funcional de la estructura la
sitúan en intima unión con las maneras típicas de construir de los anónimos maestros
lombardos, constructores que se adentraron en el país a renovar los edificios religiosos
en un momento inicial de reconstrucción en el que dejaron las huellas inconfundibles de
un estilo”1 Cataluña fue la primera región ibérica que se vio envuelta en la corriente de
integración en Europa.
1 LA ESPAÑA ROMANICA, Cataluña / 1, volumen 6
Dentro de esta región se encuentra Sant Vicenç de Cardona, iglesia que escogí,
para desarrollar el trabajo. Por lo que en primer lugar hay que conocer un poco del arte
catalán que en aquella época se desarrollaba y en el cual, se gesta la iglesia.
España, a diferencia del resto de Europa hacia el año 1000 tenia una situación
política y social, diferente. Debido a sus enfrentamientos con el Islam. En la España
cristiana del siglo XI, se estaba gestando un arte propio, mezcla de las creaciones árabes
y cristianas, como el arte asturiano. Con la penetración del románico se impidió este
injerto, sin embargo la influencia de lo árabe en lo hispano-cristiano es perceptible en
lugares tan lejanos como León y Barcelona. No obstante es importante aclarar que el
arte románico, se limita solo a la zona cristiana, atravesada por los caminos de
peregrinación a Santiago, con excepción de Toledo, el sur de la península vive en otro
contexto político y cultural, el musulmán.
La arquitectura románica en Cataluña, esta marcada, por una clara influencia
exterior, los primeros influjos del estilo vienen de Francia y norte de Italia a finales del
siglo X y durante el siglo XI. Que es el primer románico, románico lombardo o
románico lombardo-catalán que dejo importantes monumentos con su característico
aparejo de sillarejo irregular, lesenas y arquillos lombardos.
Aunque el Camino de Santiago quedó alejado de tierras catalanas, también
abundan los buenos monumentos del llamado segundo románico, románico pleno o
internacional. En Barcelona y Cataluña se erigieron numerosos monasterios románicos.
De ahí la abundancia de claustros. Otro aspecto destacado es la existencia de
importantes muestras de pintura mural. En fin, se puede decir, que a lo largo y ancho de
Barcelona, en el Vallés, Bages, Berguedà y Osona han quedado imponentes templos
edificados desde el siglo X al XII pertenecientes a todas las épocas del románico.
El primer románico, o románico lombardo, al que pertenece Sant Vicenç de
Cardona. Se introduce con fuerza en fecha temprana, con nuevo modo de construir,
diferente al que antes se desarrollaba en toda la península cristiana, apegada todavía a la
arquitectura visigótica y mozárabe. Del norte de Italia (Lombardía) llegan a tierras de
los condados pirenaicos cuadrillas de arquitectos y albañiles, que trabajan de manera
trashumante y repiten unos mismos tipos constructivos. Basada en la piedra escuadrada
pero no pulida, ábsides de semitambor, arcuaciones ciegas ( arquillos lombardos)
apoyadas en franjas verticales, que parcelan el paramento, y la gran torre son los signos
distintivos; pero fuera de este ornamento geométrico de las arcuaciones la parquedad
decorativa se impone al resto del edificio.
Sant Vicenç de Cardona es un edificio de gran perfección técnica y artística que
representa la obra maestra del primer arte románico en la región. La importancia del
monumento, merece que se trate su cronología. Su historia coincide de algún modo con
la del vecino castillo, que protege la frontera cristiano frente al Islam y que mas
localmente, servia también para vigilar una montaña de sal explotada durante la Edad
Media. Era propiedad de una familia vizcondal cuyo papel fue considerado en Cataluña.
Tenemos noticia de que en el año 981 existía un templo dedicado a San Vicente
y seis años mas tarde como aparece en el contenido de la Carta Puebla de Cardona “La
Carta da privilegios para facilitar la repoblación y salvaguarda de de la plaza de
Cardona; normas para la administración de justicia; exención de la cuarta parte del
“toloneo”, con excepción del dinero, la cera y el diezmo que se prestaba a la casa de S.
Vicente.”2, el conde de Barcelona le hacia donación de unas rentas y da a entender que
hay se estaba formando una comunidad de clérigos.
La iglesia estaba ubicada en el castillo, en la cúspide cónica de la montaña que
domina la villa, por cuyo valle corren las aguas del río Cardener. Al estar situada en lo
alto de la montaña, le concede una situación estratégica, que tanto favoreció la
importancia de su destacado castillo, había sido motivada en gran parte por las
montañas de sal natural que ya desde los primeros tiempos históricos habían atraído la
fijación del contenido humano.
La localización de esta, en la comarca del Bergadá, en el limite meridional del
condado de Urgel, fue aprovechado para dominarlo militarmente junto con Ausona y el
castillo de Casserres, cuando Ludovico Pío se decidió, en el 798, a apoyar la presión del
dominio franco por la parte central de Cataluña, lo que por ende aseguro la rendición de
Barcelona el año 801. las luchas internas y las vicisitudes que culminaron el 826 con la
despoblación del territorio de Ausona hasta los Pirineos condujeron al abandono de
Cardona, al igual que el resto de fortalezas del país. La desolación termino medio siglo
mas tarde cuando el conde de Urgel, Wifredo el Velloso, cuando le fueron adjudicados
los condados de Barcelona, y Gerona, actuales provincias, emprendió la repoblación del
enclave constituido por el condado de Ausona en el 879. El conde otorgo las máximas
garantías a cuantos decidieron establecerse en terrenos del castillo de Cardona, con
perpetuo reconocimiento de la plena posesión sobre sus bienes y concesión de la cuarta
parte del teloneo, con exención absoluta de tributos sin otro censo a pagar que lo que
pertenecía a la iglesia en primicias, décimas y ofrendas, extendiendo además la garantía
2 BACH, Antonio, CARDONA, Villa Ducal (Guía Histórico-Turística), 1977
de seguridad a cuantos se presentaren aunque fueran siendo fugitivos, adúlteros,
ladrones, falsarios o culpables de otros crímenes.
La estabilización del castillo durante el largo periodo subsiguiente de
estancamiento de la reconquista, que condujo a debilitar las defensas y a desguarnecer
los fronterizos castillos de la Marca Hispánica (confederación de condados bajo
hegemonía francesa), se tradujo en menoscabo de su importancia. La terrible incursión
de Almanzor, que halló el paso abierto sin resistencia a sus huestes hasta llegar al
saqueo de Barcelona el año 985, obligo al conde Borrell a reorganizar la frontera. El 4
de abril del 986 estableció la nueva repoblación de Cardona poniendo en vigor, el
anterior decreto de su abuelo, el conde Wifredo, dotándola con otras concesiones y
prerrogativas y pasando el territorio a la potestad y dominio del vizconde de Ausona,
Ermemiro, y a sus descendientes, originándose la casa vizcondal de Cardona, tan ilustre
en hombres de armas y en dignidades eclesiásticas, que se transformo en condado en
1375 y finalmente en ducado a partir de 1491.
No ha sido posible precisar la fecha, desde cuando existiría junto a la cima del
castillo la iglesia dedicada a San Vicenç. Pudo ser erigida en la primera ocupación del
798, si es que no data de un periodo anterior. En todo caso merecería restauraciones en
las dos repoblaciones del 879 y 986. cinco años antes de esta ultima fecha, consta en
una donación efectuada a la casa de San Vicente, fundada en el castillo de Cardona, y
con motivo de la ultima repoblación le fueron otorgadas diversas concesiones. Basta
señalar el legado testamentario dejado por Arnulfo, que murió en 1010 siendo obispo de
Ausona, y los bienes concedidos en 1015 por sus sobrino el vizconde Bremundo.
Bajo el gobierno de este, que aparece como varón piadoso y sin descendencia,
llega el momento en que se produjo la transformación de la iglesia. Reconociendo,
como confiesa él mismo, ser muy difícil estar exento de culpa quien se halla sublimado
por las riquezas o por el poder secular, a fin de exonerarse de las culpabilidades que
gravaban su conciencia, acudió al consejo del patriarca mas venerado de su época, el
insigne Oliba abad de Ripio y de Cuixá y obispo de Ausona, quien le decidió a rehacer
el patrimonio de la iglesia desperdigado por incuria de sus antepasados y a aumentarlo
por su parte con otros bienes suficientes para establecer una comunidad canonical
presidida por un abad, inexperto en el uso de las armas y dotado de probidad y de
santidad de vida, que enseñara y gobernara al clero y al pueblo. Así lo realizo el
vizconde Bremundo en 1019 con beneplácito de a autoridad condal de Barcelona y
Urgel y aprobación del obispo de esta ultima demarcación, el santo Ermengol, a cuya
diócesis pertenecía Cardona, otorgando la carta de dotación de la iglesia de San Vicente,
aumentando el numero de servidores que tenia y sujetándolos a la regla canónica
aquisgranesa bajo la dirección del primer abad, Guillermo, que ya consta los presidía a
principios del año siguiente. En el decenio posterior debió de perfeccionar su plan,
ideando la construcción de una iglesia que sustituyera al antiguo edificio y lo superara
en grandiosidad. Pero la muerte le alcanzo a últimos de 1029 o principios del siguiente
cuando solo habían sido apenas trazados los cimientos.
La obra de la iglesia fue realizada por su sucesor en el vizcondado, su hermano
Eriballo, a la ocasión arcediano de Gerona y luego obispo de Urgel desde 1035, quien la
llevo a termino para ser solemnemente consagrada el 23 de octubre de 1040, dos meses
antes de su muerte ocurrida en Pomposa, en la diócesis de Narbona, cuando apenas
había iniciado su viaje a Tierra Santa. Se ignora si fueron seguidos los planes del
vizconde Bremundo y si en su ejecución fue invertido lo que aquel pudiera haber
dispuesto, quedando el hermano Eriballo como simple ejecutor de una voluntad
determinada. De igual forma, no es posible comprender si este pudo variar el plan y dar
otro empuje a una obra que realmente sobrepaso a los edificios religiosos de la época,
con unas características tan definidas que aun actualmente se percibe el influjo que
proyecto sobre tantas construcciones. La fecha de 1040 es absolutamente segura para
esta iglesia, tan importante para su arquitectura, iniciada apenas un decenio antes y cuya
cripta fue objeto ya al año siguiente de una donación efectuada por el primer abad
Guillermo. Si entonces no quedo perfectamente acabada, a pesar de la consagración que
por lo menos supone la utilización interna del templo, su remate no pudo prolongarse
mucho dada la absoluta unidad que preside a la estructura de toda la obra.
El cenobio que paso de la vieja a la nueva iglesia con un numero que no pasaría
de la docena de canónigos, unido en la vida común según la regla de Aquisgrán, fue
objeto de la reforma gregoriana que introdujo la regla de San Agustín según el modelo
de San Rufo de Aviñon hacia el año 1083. la reforma debió ser impuesta por el
vizconde Folch II, arcediano de la canónica, a quien paso el vizcondado por muerte de
su hermano, Raimundo Folch, que mas tarde fue sucesivamente obispo de Urgel y de
Barcelona. A su muerte ocurrida 1099 se manifestaron conatos de resistencia a la
reforma por parte de los residentes, quienes tuvieron que someterse por imposición, del
legado pontificio, el cardenal Boson. La abadía de Cardona, cuantioso en rentas, en
prioratos e iglesias filiales, alcanzo gran prestancia compartiendo el dominio oriental de
una mitad de la montaña con el castillo residencial de los vizcondes, edificado a su lado,
que dominaba la otra mitad. La ausencia de los señores en tiempos mas tardíos y la
paulatina relajación de la disciplina disminuyo el esplendor de su pasado hasta que fue
decretada la secularización en 1592. Quedo entonces reducida a colegiata, como se
conoce actualmente, presidida por un abad. Los canónigos construyeron ss viviendas
independientes entre las nuevas obras que convirtieron el castillo en fortaleza artillada,
con extensión de nuevas murallas y baluartes por las pendientes de la colina a partir de
las guerras del siglo XVII que, al aprovechar su estratégica posición, acabaron por
desafectar la iglesia destinada a cuartel de tropas y almacenes en 1794. la colegiata se
refugio en una iglesia de la villa sin que lograra poseer iglesia propia, hasta que fue
definitivamente suprimida en 1851.
El castillo, organizado por Ludovico Pío y repoblado por los condes de
Barcelona como un extremo del condado de Ausona, residencia otrora de una de las
familias mas distinguidas del país, quedo como una inquebrantable fortaleza militar que
transformo el interior del templo con tabiques y pisos superpuestos hasta tiempos
recientes en que, liberado de semejante servidumbre, acaba de ser devuelto el
patrimonio artístico con una inteligente restauración que al despojarle de tantos
añadidos ha devuelto la emoción estética que se percibe en la contemplación de una
obra modélica y perfecta.
Sant Vicenç de Cardona, con su austeridad y desnudez. Muestra un arte
extremadamente desnudo, como sabían realizar los constructores lombardos. Las
instituciones que tomaron forma dentro de la vida de los condados catalanes no cuenta
solo el afianzamiento de la organización eclesiástica que los obispos procuraron
arraigar en las villas rurales de sus diócesis, ni el influjo ejercido directamente por los
cenobios en las iglesias radicales en sus predios dominicales, para explicar la intensidad
de renovación que repercute en las construcciones de iglesias desde principios del siglo
XI.
Hay, además, una corriente profunda de sentir religioso que, aun al lado de
ciertas manifestaciones de bárbaro proceder y de violentas pasiones, emerge en la
exteriorización de los individuos que se aúnan para levantar su iglesia parroquial en las
tierras de que forman parte, de los próceres que erigen su capilla en sus alodios y de las
casas señoriales que, si no llegan a procurarse un obispado como Tallaferro, conde de
Besalú, fundan al menos o dotan monasterios y reductos religiosos con aspiraciones de
gobierno temporal en familia y deseos de garantía en el sepulcro. La existencia colectiva
que parece cobrar conciencia de sus tradiciones y usos en la compilación de los Usatges
en 1058, primera legislación de un pueblo macerado por siglos de luchas anteriores que
todavía tiene a corta distancia una amplia frontera de expansión, se desarrolla animada
por un espíritu de fe inconmovible que la lleva a exaltar sus propios ideales y
desbordarse en un florecer de construcciones religiosas que precipitan la intensidad en
la difusión de un estilo.
La proyección de Cardona en este conjunto es un eslabón mas en la cadena
normal de los acontecimientos. Su fundación se produce en unos momentos de madurez
y bajo el aire de renovación que ofrece la época, adelantándose a una reforma al
promover la vida en común de los clérigos y fomentarla con instituciones adecuadas, y
su construcción se eleva a un alto rango de ejemplaridad arquitectónica gracias a una
serie de factores coincidentes: potencialidad económica que no limita las facultades de
creación; espíritu innovador y universalista cual el del obispo Oliba que aconseja la
fundación; intervención a la vez señorial y eclesiástica del obispo Eribal, ejecutor de la
obra ideada por su hermano el vizconde Bremundo, y sobretodo la presencia de un
maestro constructor que, dentro de la corriente del nuevo estilo que se difunde,
interpreta el ambiente en que se mueve y le da forma con el impulso de una fuerza
integradora de elementos constructivos para lograr un resultado que, si bien tiene
paragón con otros edificios similares esparcidos por el área dominada por el arte
lombardo, no hace mas que afirmar su perfecta asimilación y la aceptación con que fue
recibido.
La iglesia es una composición arquitectónico de extremado rigor y que da una
desnudez total, con volúmenes muy bien distribuidos. Se encuentra en frente del
castillo, esta se encuentra en la punta oriental al cabo de una subida entre fosos y
poternas y callejones que conducen a su atrio a través del patio y del claustro gótico,
reducto medieval que evoca la residencia, mitad señorial, mitad monástica.
La iglesia de Cardona presenta una unidad de conjunto tan grande que puede
admitirse que el plan original, concebido sin duda poco antes de 1030, fue realizado sin
grandes cambios. Si bien los trabajos no habían sido solamente terminados, para 1040,
cuando fue consagrada, se hallaban ya muy avanzados. Las preocupaciones litúrgicas de
los canónigos presidieron sin vacilar el proyecto en su conjunto, ya que todavía se
aprecian con claridad en el sistema arquitectónico elegido. De ese acuerdo intimo entre
la función y la expresión nace un autentico logro artístico.
En cuanto, al análisis formal, el edificio de
San Vicente de Cardona, se extiende en planta
basilical, con una nave central, y dos laterales, con
un transepto, cúpula, cabecera de tres ábsides y una
cripta. Los elementos de soporte, son el muro y los
pilares, que exhiben formas complejas, y dividen
las naves en tres tramos, “son de planta cruciforme,
con resaltes de los que arrancan los dilatados arcos
que sostienen la bóveda de cañón elevada en la
central a 19,80 m. de altura y los arcos torales que la seccionan en tres tramos,
recayendo sobre medias pilastras incrustadas en las paredes laterales.”3 El edificio es
prácticamente abovedado, ya que tanto la nave central, como las laterales y los brazos
del transepto están cubiertos con bóveda. Cada tramo de la nave central, tiene bóveda de
cañón, y es correspondiente a tres pequeñas bóvedas de crucería en las naves laterales.
3 Rutas Románicas en CATALUÑA/ 1 (provincia de Barcelona), Madrid, 1996
El abovedamiento de la nave central esta dividido por arcos fajones en los tres tramos
cuadrados, con las dimensiones del crucero, que hace de modulo, “se había proyectado
dotar a los arcos fajones de un rollo doble, al igual que a las grandes arcadas.”4
Espacialmente la iglesia, en su interior esta bien definida, es el doble de alta y de
ancha que las laterales, lo que permite que halla una iluminación directa, que viene de la
diferencia de altura, cada tramo esta iluminado por dos ventanas, una al sur y otra al
norte.
En cuanto al crucero, reaparece después de su desaparición en el Canigó. Será
desde ahora una norma para todas las comunidades monásticas o de canónigos,
precisamente por ofrecer al coro la posibilidad de nuevas ampliaciones. No obstante, el
crucero de San Vicente, apenas sobresale de la nave y además es mas bajo que ella: es
lo característico del “falso crucero”. Esta resuelto, con bóvedas semicirculares en los
lados que sobre salen poco de la planta de las naves, y la bella cúpula central se apoya
sobre trompas en los ángulos, hacia fuera se ve como un cimborio octogonal. En el
fondo d cada parte se abren los absidiolos lisos franqueando el presbiterio formado por
un espacio rectangular que precede al hemiciclo del ábside mayor. Se accede a su plano
mediante dos escaleras que ganan el desnivel motivado por la cripta inferior a la que se
baja por la escalera central. El conjunto de este ámbito queda moldeado por la
4 DURLIAT, Marcel, El arte románico, 1982
presencia, en las paredes de cada parte, e dos altas hornacinas, elemento que se repite
luego en el circuito interno del ábside. Una ventana al centro de cada absidiolo y en las
paredes de fondo del crucero, además de otra a cada lado del presbiterio que se aloja
dentro de las hornacinas, aseguran la luminosidad de la cabecera. Como en las
construcciones de época anterior todos los ventanales son de derrame simple hacia el
interior y con dovelaje tallado.
El área del presbiterio y del ábside se extiende sobre el pavimento sostenido por
las bóvedas de crucería que cubren la cripta inferior en un espacio. Va dividida en tres
naves por diez columnas reutilizadas quizá de la iglesia anterior, rematadas por rústicos
bloques a manera de capiteles sin esculpir, amoldados para dar el paso de la base
circular a la cuadrada de arranque de los elevados arcos y aristas que pasan a recaer
sobre los muros laterales en resaltes apoyados sobre una banqueta, en una forma
idéntica a la cripta coetánea de la catedral de Vic.
La galilea o atrio, del que dispone, precede al ingreso del templo adosada a la
fachada, que tiene solo un ventanal circular en lo alto. Consta de tres tramos cubiertos
con bóvedas de crucería y en los extremos se desarrollaron las escaleras helicoidales
dentro de las torres desaparecidas que subirían al tejado. En su parte alta forma la
galería incorporada al fondo de la nave central con el fin de ser utilizada como una
tribuna por los residentes del castillo.
Al exterior la iglesia, se ve como un conjunto deformado en sus partes altas por
la sobreelevacion del piso sobre los laterales, posiblemente terminados en terraza, y por
otras construcciones que afean al cimborio. Pero los muros laterales, reforzados por
rudimentarios contrafuertes, muestran al aire libre la profusa decoración de dobles
arcuaciones entre lesenas que se extienden al crucero y revisten los ábsides. Igual que
en Casserres y en Ripoll, las ventanas ciegas anidan bajo las arcuaciones del ábside
mayor invadiendo asimismo los muros próximos del crucero.
Los característicos bloques en pequeña piedra tallada utilizados en la
construcción ofrecen un paramento regular al servicio de una estructura que, si al
exterior admite el adorno de arcuaciones, lesenas y arcos ciegos, en el interior se
muestra perfectamente lisa con solo los resaltes de los arcos torales y formeros y de las
simples impostas que se interponen para condicionar los grandes arcos. La forma,
inspirada en la distribución basilical en conjunción con un crucero para sostén de la
cúpula, prevé perfectamente las soluciones a dar en la manera de cubrir los espacios
utilizando el cañón seguido en la nave central y extremos del crucero en combinación
con las aristas en las laterales sobre el cruce de arcos reducidos al mínimo de soportes.
Así logra mantenerse la mayor elevación del cuerpo central para aprovechar la
luz de los altos ventanales y mantener el equilibrio de la construcción con los
rudimentarios contrafuertes que aguardan al exterior el empuje de los arcos torales. Las
admirables proporciones obtenidas en la distribución de los ámbitos, en la esbeltez de
los arcos y en la misma altura de los ábsides, se centran en un perfecto dominio de la
obra que, según Puig y Cadafalch, supone un artista conocedor de su arte y formado por
una tradición anterior, que se esmera en la producción
de un edificio en el que no aparecen los tanteos de
ensayo. No hay elementos nuevos que no estuvieran
ya en el dominio del arte lombardo mas próximo a los
tipos basilicales; ni en la disposición, ni en los detalles
ni aun en la misma profusión de hornacinas que
rodean el presbiterio. La sabia ordenación que los
elige y armoniza en la creación del conjunto responde
a una estructura absolutamente prevista desde los
cimientos que logra el perfecto equilibrio de las proporciones.
Pocas obras como esta, superan la evolución
de las formas basilicales que todavía entonces se
prodigaban en el país, u ofrecen en un momento dado
una tal riqueza de elementos, que tendrían su
profunda repercusión en multitud de iglesias
beneficiadas por su influjo. Con razón puede
presentarse la iglesia de Cardona como el modelo
mas acabado que caracteriza una época.
En la iglesia se ha podido recuperar la decoración de las tres bóvedas del atrio.
El conjunto esta formado por franjas decorativas en losa rcos y por círculos en las
bóvedas, rodeados de ángeles y profetas. En su interior hay los temas del Pantocrátor,
de la Virgen sedente con el Niño, y la Presentación del Niño en el templo. Es una obra
del siglo XII de la esceula del maestro de Polinyá.
Cabe anotar, como dato importante, que la iglesia de Sant Vicenç de Cardona,
no esta pensada a escala humana, y que por ello resalta considerablemente su
integración con el entrono. Principalmente con el castillo. Y el ámbito natural que la
rodea. Sera, asimismo, este conjunto arquitectónico, un edificio de culto.
En general y por lo demás, Sant Vicenç de Cardona se caracteriza por su
extremada desnudez,. No tiene ningún elemento esculpido, y su ornamentación se
reduce a las bandas lombardas que tapizan el exterior de los muros y a los pequeños
nichos que subrayan las cornisas de la cabecera. A ello hay que añadir, sin embargo, ya
en el interior, otra serie de nichos ciegos, mas importantes, que animan los muros del
ábside y del coro. En este ultimo caso se trata de un sistema decorativo de origen
romano, sin duda llegado a través de Italia, como otros tantos elementos del primer arte
románico meridional.
Como conclusión, es importante anotar, la importancia y trascendencia que tuvo
el estilo de esta iglesia, ya que marco un arte limpio y puro, característico del románico,
que trascendería por muchas otras obras. Fue además una representación del arte
románico catalán, tanto por sus particularismos, como por sus típicas características, que
la asemejan aun estilo concreto, como es el propio románico, que se iba afianzando cada
vez mas y en importancia, de los influjos que sobre este tuvo el arte lombardo.
BIBLIOGRAFÍA
ISIDRO G. Bango Troviso, El arte Románico, Historia 16, numero 13
ISIDRO G. Bango Troviso/ ABAD Concepción, Arte Medieval I, Historia 16,
tomo 4
LA ESPAÑA ROMANICA, Cataluña /1, volumen 6
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MARCEL, Durliat, España Románica, Madrid, 1993
Rutas Románicas en CATALUÑA /1 (provincia de Barcelona), Madrid, 1996
FERNÁNDEZ, A. –BARNECHEA, E. –HARO, J., Historia del Arte, Vicens
Vives, Barcelona
BACH, Antonio, CARDONA, Villa Ducal (guía histórico-turística), 1977