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  • 8/13/2019 Silver Beverly_Fuerza de Trabajo

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    Fuerzas de trabajoLos movimientos obreros y la globalizacin

    desde 1870

    Beverly J. Silver

    . - * - \ r

    alai

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    Diseo de cubierta

    Sergio Ramrez

    Ttulo origina!

    Forces o f Labor. W orkers Movements and Globalization since 1870

    Traduccin de

    Juan Mari Madariaga

    de multa y privacin de libertad quienes

    reproduzcan sin la preceptiva autorizacin o plagien,

    en todo o en parte, una obra literaria, artstica o cientfica

    fijada en cualquier tipo de soporte.

    Beverly J. Silver, 2003

    publicado originalmente por The Press Syndicate of the University of Cambridge Ediciones Akal, S. A., 2005

    para lengua espaola

    Sector Foresta, i

    28760 Tres Cantos

    Madrid - Espaa

    Tel.: 918 061 996

    Fax: 918 044 028

    www.akal.com

    ISBN-10: 84-460-2146-3

    ISBN-13: 978-84-460-2146-9Depsito legal: M-2.446-2005

    Impreso en Lavel, S. A.

    Humanes (Madrid)

    BIBLIOT

    ECA

    http://www.akal.com/http://www.akal.com/
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    ndice de figuras y cuadros ........................................................................... 9

    Prefacio y agradecimientos........................................................................... I I

    Captulo I. Introduccin....................................................... ....................... 15

    I. Crisis de los movimientos obreros y de los estudios laborales........... 15

    II. Debates sobre el presente y futuro de los trabajadores y de los

    movimientos obreros ....................................................................... 17

    III. La conflictividad obrera desde una perspectiva histrico-mundial:

    marco conceptual y terico ............................................................. 26

    IV. Estrategias de investigacin............................................................... 38

    V Trabajadores del mundo en el siglo xx: un esquema del lib ro ........... 51

    Captulo 2. Los movimientos obreros y la movilidad del capital.................... 55

    I. Pautas histricas de comportamiento de la militancia obrera

    en la industria automovilstica........................................................... 57

    II. De Flint a Ulsan: pautas de comportamiento recurrentes de las

    principales oleadas de huelgas registradas en la industria del automvil .. 61

    III. Una solucin tecnolgica posfordista?............................................. 8 1

    IV Trazado de fronteras y contradicciones de la produccin

    ajustada-y-dual.................................................................................. 84

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    Captulo 3. Los movimientos obreros y los ciclos de productos ................... 91

    I. El ciclo del producto automvil......................................................... 93

    II. El ciclo del producto del complejo textil desde una perspectiva

    comparada......................................................................................... 9T

    III. Ciclos, soluciones y conflictividad laboral en el sector del transporte.... I 14

    IV. Una nueva solucin articulada mediante el lanzamiento de nuevos

    productos?......................................................................................... 120

    V Conclusin......................................................................................... 140

    Captulo 4. Los movimientos obreros y la poltica mundial .......................... 143

    I. Guerras mundiales y conflictividad laboral ........................................ 144

    II. La globalizacin de finales del siglo XIX y el ascenso del movimiento

    obrero moderno............................................................................... 150

    III. El crculo vicioso del conflicto interno e internacional...................... 157

    IV Conflictividad laboral, guerra mundial y liberacin nacional en el mundo

    colonial ............................................................................................ 164

    V Hegemona estadounidense, consumo de masas y pactos sociales

    desarrollistas..................................................................................... 168

    VI. De la crisis de la hegemona estadounidense a la crisis del movimiento

    obrero mundial................................................................................. 180

    Captulo 5. La dinmica actual desde una perspectiva histrico-mundial....... 189

    I. Una carrera hacia el abismo?........................................................... 189

    II. El final de la brecha Norte-Sur?....................................................... 190

    III. Debilitamiento del poder estructural de los trabajadores?............... 191

    IV Cmo evolucionar la relacin entre la guerra y los derechos de los

    trabajadores?..................................................................................... 194

    V Un nuevo internacionalismo obrero?................................................ 198

    Apndice A. La base de datos del World Labor Group: conceptualizacin,

    mediciones y procedimiento de recogida de datos........................................ 203

    Apndice B. Instrucciones para el registro de datos a partir de los ndicesde los peridicos ......................................................................................... 22

    Apndice C. Clasificacin de los pases......................................................... 227

    Bibliografa.................................................................................................... 229

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    I nd i c e de f i g u r a s / cuad ros/

    FIGURAS

    Figura 2.1. Distribucin geogrfica de las menciones de conflictividad laboral en la industria automovilstica, 1930-1996, p. 58

    Figura 3.1. El ciclo vital de la produccin automovilstica y las correspondientes oleadas de conflictividad laboral, p. 94

    Figura 3.2. El ciclo vital de la produccin textil y las correspondientes oleadas de con

    flictividad laboral, p. 100Figura 3.3. Conflictividad laboral por sectores, 1870-1996, p. 114Figura 3.4. Conflictividad laboral en los distintos subsectores del transporte, 1870-1996,

    p. 115

    Figura 4.1. Conflictividad laboral mundial, 1870-1996, p. 145Figura 4.2. Conflictividad laboral, pases metropolitanos, 1870-1996, p. 146Figura 4.3. Conflictividad laboral, pases coloniales y semicoloniales, 1870-1996, p. 147

    CUADROS

    Cuadro 2 .1. Mximos de conflictividad laboral en la industria automovilstica mundial,1930-1996, p. 59

    Cuadro 3.1. Mximos de conflictividad laboral en las industrias textil y del automvil,1870-1996, p. 99

    Cuadro 3.2. Mximos de conflictividad laboral en el sector de la enseanza, 1870-1996,

    p. 133Cuadro 4 .1. Conflictividad laboral durante el siglo X X , a escala mundial (estadstica

    descriptiva), p. 149

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    otra vinculada a la creacin y anlisis de la base de datos del WLG. En este contexto

    Terence K. Hopkins (19281997), presidente del tribunal de mi tesis, dej una profun-

    da impronta en lo que acabara convirtindose en este libro. Tambin deseo agradecer

    a Immanuel Wallerstein, otro miembro de aquel tribunal, sus consejos y apoyo durante

    la realizacin del proyecto.

    Poco despus de mi llegada a la Universidad Johns Hopkins organic un pequeo

    grupo de investigacin co n tres estudiantes de doctorado, Bruce Podobnik, M ahua Sarkar

    y Nettie Legters. Nos reunimos regularmente durante 1993 y al final de aquel ao pre-

    sentamos los resultados de los trabajos en el encuentro anual de la Social Science His

    tory Association. Me convenc de que una de las formas ms fructferas de llevar ade-

    lante el proyecto sera mediante un anlisis comparativo de las industrias globales. Al hilo

    de las discusiones e investigaciones de aquel grupo, di mis primeros pasos hacia las formu-

    laciones comparativas, que se convirtieron, finalmente, en el captulo 3.

    Esta investigacin comparativa de la industria global fue apoyada en parte por unabeca del programa de sociologa de la National Science Foundation en 1993, que, junto

    con una beca en 1989 de la World Society Foundation (Zurich), supusieron un impor-

    tante apoyo material y moral en momentos cruciales del proyecto.

    Durante los ltimos diez aos pasados en la Universidad Johns Hopkins, numerosos

    estudiantes de licenciatura y doctorado h an trabajado conm igo en diversos aspectos del

    proyecto, com o la puesta al da y amp liacin de la base de datos del W LG . A todos ellos

    quiero dar las gracias, junto con mis excusas por no dar aqu el nombre de cada uno.

    Durante la dcada de los noventa emprend otro importante proyecto de investiga-cin, que constitua un desvo significativo del camino que llevaba a una rpida conclu-

    sin de este libro, pero tambin una oportunidad para pensar con mayor profundidad

    sobre las relaciones entre la conflictividad social y la dinmica de la poltica mundial. Ese

    proyecto surgi originalmente en un Grupo de Trabajo e Investigacin del Femand Brau

    del Center sobre la comparacin entre distintas hegemonas mundiales, y culmin con el

    libro Ca os y orden en el sistema-mundo mod erno (Minnesota, 1999; Cuestiones de antago-

    nismo 9, Madrid, Akal, 2001). Creo que ese desvo ha reforzado el anlisis de la relacin

    entre movimiento obrero, guerra y poltica mundial construida en el presente libro.

    Agradezco aqu los detallados comentarios y sugerencias, y el apoyo que he recibido

    de numerosas personas que leyeron el manuscrito durante la primavera y verano de 20 01 :

    Giovanni Arrighi, John Markoff, Ravi Palat, Leo Panitch, Saskia Sassen, Alvin So, Sidney

    Tarrow y PoKeung Hui. Tambin agradezco los tiles comentarios de los estudiantes de

    doctorado del seminario sobre Sociologa Comparativa e HistricoMundial celebrado

    en la universidad Johns Hopkins durante la primavera de 2001. Gracias a esa retroali

    mentacin, pude clarificar y desarrollar (y creo que mejorar significativamente) las

    argumentaciones presentadas en diversos puntos del libro. Tambin deseo expresar mi

    agradecimiento a David Harvey, que fue quien sugiri el ttulo del libro.

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    El intervalo temporal cubierto por el libro va desde finales del siglo XIX hasta el pre

    sente. Cualquier autor que escribe un libro sobre el presente siente una fuerte tentacin

    de incluir hasta los ltimos titulares. El primer borrador completo del manuscrito qued

    acabado en marzo de 2001, esto es, antes del 11 de septiembre. El libro entr en prensa

    en la primavera de 2002, antes de la importante oleada de conflictividad laboral en lospuertos de la costa oeste de Estados Unidos durante el otoo de 2002. Despus del 11 de

    septiembre de 2001 aad un prrafo al captulo 1 y una nota a pie de pgina en el cap-

    tulo 5; y, aunque me gustara escribir ms sobre las relaciones entre la dinmica de la con

    flictividad laboral y la guerra contra el terrorismo en otro contexto, el 11 de Septiem-

    bre y sus consecuencias han servido para subrayar uno de los argumentos centrales del

    libro: que las trayectorias de los movimientos obreros estn profundamente insertas en la

    dinmica de la guerra y la poltica mundial. Del mismo modo, aunque merecera la pena

    emplear cierta energa en un anlisis del reciente conflicto en los muelles portuarios, este

    acontecimiento ha servido, en cualquier caso, para subrayar otro argumento central del

    libro, esto es, que los trabajadores del transporte han ocupado y siguen ocupando una

    posicin estratgica en la economa capitalista mundial y en el movimiento obrero mun-

    dial. Sin duda, antes de que este libro sea distribuido, nuevos titulares aportarn nuevas

    tentaciones para desarrollar ms los argumentos del libro, pero creo que tambin apor-

    tarn nuevas confirmaciones de la utilidad del marco conceptual presentado aqu para

    entender el presente y el futuro de los movimientos obreros.

    Este libro est dedicado a mis padres Robert y Rose Silver, quienes siempre cre-

    yeron que acabara saliendo bien.

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    iIntroduccin

    I. CRISIS DE LOS MOVIMIENTO S OBREROS Y DE LOS ESTUDIOS LABORALES

    Durante las dos ltimas dcadas del siglo XX ha habido un consenso casi absoluto

    entre los socilogos en que los movimientos obreros se hallaban inmersos en una crisis

    profunda y general. La disminucin de la actividad huelgustica y otras expresiones

    manifiestas de militancia obrera (Screpanti, 1987; Shalev, 1992), la cada de las tasas

    de afiliacin sindical (Western, 1995; Griffin, McCammon y Botsko, 1990) y la dismi-

    nucin de los salarios reales y la creciente inseguridad en el empleo (Bluestone y Harri

    son, 1982; Uchitelle y Kleinfeld, 1996) son tendencias bien documentadas. La mayor

    parte de la literatura emprica se refera a los pases ricos (especialmente Norteamrica

    y Europa occidental), pero muchos vean esa crisis a escala mundial, afectando adver-

    samente a los trabajadores y a los movimientos obreros en todo el planeta.

    Esa sensacin de que los movimientos obreros afrontaban una crisis profunda y

    general contribuy a su vez a una crisis en el campo, antes vigoroso, de los estudios

    laborales. Como sealaba William Sewell (1993, p. 15): Dado que parece cada vez

    menos probable que la clase obrera organizada asuma el papel liberador que le asigna-

    ban tanto los discursos revolucionarios como los reformistas, el estudio de la historia de

    la clase obrera ha perdido parte de su apremio (vase tambin Berlanstein, 1993, p. 5).

    Para muchos, esta doble crisis de los estudios laborales y de los movimientos obreros

    es a largo plazo y estructural, y est ntimamente ligada a las gigantescas transformacio-

    nes que han caracterizado las ltimas dcadas del siglo XX bajo el apelativo genrico de

    globalizacin. Para algunos, la crisis no slo es profunda, sino terminal. Aristide Zoll

    berg, por ejemplo, argumenta que las transformaciones de finales del siglo XX han pro-

    vocado la prctica desaparicin de la formacin social especfica que denominbamos

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    clase obrera. En la sociedad postindustrial, los trabajadores a cuyas luchas debemos

    los derechos laborales estn desapareciendo rpidamente y hoy en da constituyen

    una especie residual en peligro ([1995], p. 28). De forma parecida, Manuel Castells

    argumenta que el inicio de la era de la informacin ha transformado la soberana

    estatal y la experiencia del trabajo de un modo que socava la capacidad del movimiento obrero para actuar como fuente de cohesin social y en representacin de los tra-

    bajadores. Tambin ha socavado cualquier posibilidad de que los trabajadores se pue-

    dan convertir en sujetos de una emancipacin futura o en depositarios de un nuevo

    proyecto identitario destinado a reconstruir las instituciones sociales y la sociedad

    civil. Los movimientos identitarios no basados en la clase son para Castells los nicos

    sujetos potenciales en la era de la informacin ([1997], pp. 354 y 360).

    Sin embargo, desde finales de la dcada de los noventa un nmero creciente de obser-

    vadores detectaban un nuevo repunte del movimiento obrero, sobre todo en la crecien-

    te reaccin popular contra los trastornos provocados por la globalizacin actual. Entre losacontecimientos que marcaban esa reaccin estaba la masiva huelga general en Fran-

    cia contra la austeridad en 1995, que Le M onde llam, desde una ptica eurocntrica,

    la primera rebelin contra la globalizacin1 (citado en Krishnan [19 96 ], p. 4). Co n

    ocasin de la Asamblea de la Organizacin Mundial del Comercio en Seattle, en

    noviembre de 199 9, la fuerza de esa reaccin bast para impedir el inicio de otra ronda

    de liberalizacin del comercio y ocup los titulares de los peridicos en todo el mundo.

    Los comentaristas empezaron a sugerir que las manifestaciones de Seattle, junto con la

    nueva actitud activista (organizadora) de la AF L C IO (Federacin Am ericana del Tra-

    bajoCongreso de Organizaciones Industriales), indicaban que en Estados Unidos un

    movim iento obrero revitalizado estaba renaciend o de las cenizas del antiguo (Woods

    e ta l . [1998]; con mayor extensin, Panitch [2000]). Inspirados por ese nuevo activismo,

    los socilogos de Estados Unidos, que era donde se haba escrito con mayor insistencia

    el obituario del movimiento obrero y de los estudios laborales, mostraron un nuevo

    inters por el movimiento obrero. Se fundaron nuevas revistas que trataban de anali-

    zarlo desde el punto de vista acadmico (por ejemplo, Working USA), se organizaron

    grandes conferencias acadmicas sobre el nuevo movimiento obrero y, en el ao 2000,

    se cre una nueva seccin, dedicada a l, en la American Sociological Association.Para algunos, ese nuevo activismo (aunque todava disperso y dbil) supona poten-

    cialmente la primera sacudida de un inminente terremoto de insurgencia laboral masi-

    va. Otros, en cambio, pensaban que probablemente permanecera demasiado dbil y

    1 De hecho, para aquellos cuyo campo de visin se extenda ms all de los pases ricos del Norte,

    ya en la dcada de los ochenta se poda observar en los pases subdesarrollados una oleada interna-

    cional sin precedentes de protestas de masas contra la poltica de austeridad impuesta por el Fondo

    Monetario Internacional (FMI) (Walton y Ragin [1990], pp. 876877 y 888).

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    disperso como para afectar a las fuerzas desorganizadoras, mucho ms poderosas, de la

    globalizacin.

    Cul de esas expectativas divergentes sobre el futuro del movimiento obrero es ms

    plausible? Este libro parte de la premisa de que, para responder adecuadamente a esa

    pregunta, hay que insertar los estudios laborales en un marco histrico y geogrfico deanlisis ms amplio que el habitual. Las evaluaciones sobre el futuro de los movimien

    tos obreros se basan explcita o implcitamente sobre un juicio acerca de las noveda

    des histricas del mundo contemporneo. Q uienes ven una crisis terminal en los movi-

    mientos obreros suelen entender la poca actual como fundam entalm en te nueva y sin

    precedentes, y creen que los procesos econmicos globales han reconfigurado totalmente

    a la clase obrera y el terreno sobre el que deben operar los movimientos obreros. Por el

    contrario, quienes esperan el resurgimiento de movimientos obreros significativos sue-

    len aludir a la dinmica cclica del capitalismo histrico, que supone una continuarecreacin de contradicciones y conflictos entre trabajo y capital. As pues, las previ-

    siones sobre el futuro de los movimientos obreros deben basarse en una comparacin

    entre la dinmica actual y periodos anlogos en el pasado, ya que slo mediante esa

    comparacin podemos distinguir los fenmenos histricamente recurrentes de los ver-

    daderamente nuevos y sin p recedentes.

    En las secciones III y IV de este captulo expondremos las cuestiones tericas, con-

    ceptuales y metodolgicas planteadas por el estudio de la conflictividad laboral como

    fenmeno histrico mundial; pero antes repasaremos, en la siguiente seccin, algunos

    de los debates actuales sobre el presente y futuro de los movimientos obreros que motivan

    nuestro estudio del pasado. El primero de ellos se refiere a la cuestin de si los procesos

    de globalizacin actuales han conducido a un debilitamiento estructural, claro y sin pre-

    cedentes, de los trabajadores y de los movimientos obreros a escala mundial, generando

    una carrera hacia el abismo en los salarios y condiciones de trabajo. El segundo debate

    se refiere a la cuestin de si la globalizacin est creando condiciones objetivas favorables

    al surgimiento de un fuerte internacionalismo obrero.

    II. DEBATES SOBRE EL PRESENTE Y FUTURO DE LOS TRABAJADORES Y DE

    LOS MOVIMIENTOS OBREROS

    Una carrera hada el abismo?

    Una explicacin habitual de la crisis de los movimientos obreros es que la hipermovi

    lidad del capital productivo a finales del siglo XX ha creado un mercado laboral unificado

    en el que todos los trabajadores del mundo se ven obligados a competir. Como dice Jay

    Mazur ([2000], p. 89), al trasladar la produccin (o amenazar con hacerlo) al otro extre-

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    L e i c h t ([1997], pp. 378379) argumentan que mientras que el sistema fordista tradi-

    cional de produccin en masa estandarizada proporcionaba un suelo frtil para el desa-

    rrollo del movimiento obrero [...] el desarrollo de un sistema posfordista [...] ha trans-

    formado ese contexto organizativo. Adems, las presiones competitivas globales han

    obligado a los patronos de todo el mundo a seguir su ejemplo, poniendo en prctica el

    nuevo sistema de produccin flexible, si no quieren perecer en la lucha competitiva.

    Como consecuencia de esas transformaciones, una clase obrera anteriormente estable

    se ha visto sustituida por redes de relaciones efmeras y endebles con empresas de sub

    contratacin y agencias de trabajo temporal. El resultado es una clase obrera estruc

    turalmente descompuesta y desorganizada, ms inclinada a una poltica de resenti-

    miento que a los sindicatos tradicionales de la clase obrera y la poltica de izquierdas

    (vase tambin Hyman [1992]).

    Aunque la tesis de la carrerahaciaelabismo y sus variantes estn muy difundidas

    en la literatura, deberamos ser prudentes co n la conclusin de que las fuerzas econm i-cas mundiales estn produciendo una tendencia declinante general de las condiciones

    de trabajo y de los movimientos obreros a escala mundial. Existen interpretaciones

    alternativas de cada una de las dinmicas puestas de relieve en la tesis de la carrera

    hacia el abismo expuesta anteriormente. Con respecto a la movilidad del capital, esta

    tesis insiste en el movimiento del capital desde las zonas de elevados salarios hacia las

    de bajos salarios, en busca de trabajo bara to. S in embargo, en contra de esa opinin, un

    reciente informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarro-

    llo (U NCT AD) muestra que la mayor parte de los flujos de inversin directa extranjera

    siguen producindose dentro del Norte (entre pases de elevados salarios). As, en 1999

    ms del 75 por 100 del total de esos flujos fue a parar a pases de renta alta. Los 276.000

    millones de dlares invertidos en Estados Unidos superaban por s solos el total con-

    junto de 226.0 00 millones invertidos en Amrica Latina, Asia, Africa y Europa central

    y oriental (UNCTAD [2000], pp. 23).

    Es evidente que se ha venido produciendo una reubicacin del capital industrial

    hacia zonas de bajos salarios, que para ciertas industrias y regiones ha sido masiva. Sin

    embargo, como argumentaremos en el cap tulo 2, el impacto de esa reubicacin ha sido

    macho menos unidireccional de lo que sugiere la tesis de la carrerahaciaelabismo.Aunque el movimiento obrero se ha visto debilitado en los lugares de los que emigraba

    el capital productivo, en los nuevos lugares de inversin se ha creado y reforzado una

    nueva clase obrera. As, los milagros econm icos del trabajo barato durante las d ca-

    das de los setenta y ochenta desde Espaa y Brasil hasta Sudfrica y Corea del Sur

    crearon una nueva clase obrera, estratgicamente situada, lo que a su vez gener un

    nuevo y potente movimiento obrero situado estratgicamente en las crecientes industrias

    de produccin en masa. Estos movimientos obreros no slo consiguieron mejoras de sa-

    larios y de las condiciones de trabajo, sino que tambin fueron un sujeto clave en la

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    difusin de la democracia a finales del siglo XX. Segn Ruth Collier, la literatura com-

    parativa y terica [sobre la democratizacin] ha minusvalorado con frecuencia la impor-

    tancia de la clase obrera y del movimiento obrero en los procesos de democratizacin

    durante las dcadas de los setenta y ochenta [...]. En la abrumadora mayora de los casose l pape l do los r iind i rn tns y pnrfidnr. rnn n f i l inr inn nhrpra f i ip m n rh o m s impnrran l p dp

    lo que acostumbra a sugerir la literatura al respecto ([1999], p. 110)2.

    Adems, como argumentaremos en los captulos 2 y 3, el impacto sobre los trabaja-

    dores de las transformaciones en la organizacin de la produccin es menos unidirec-

    cional de lo que se suele pensar. De hecho, como veremos en el captulo 2, en algunas

    situaciones la produccinjust-in-time en realidad incrementa la vulnerabilidad del capi-

    tal frente a las interrupciones en el flujo productivo y aumenta as el poder de negocia-

    cin de los trabajadores, basado en la accin directa en el lugar de produccin. Y esto se

    aplica no slo a las industrias que utilizan mtodosjust-in-time, sino tambin a los tra-

    bajadores de los sectores del transporte y las comunicaciones, de cuya fiabilidad de-pende ese mtodo de produccin; por lo que es razonable pensar que, cuanto ms se glo

    balicen las redes de produccin, ms amplias sern las ramificaciones geogrficas

    potenciales de los trastornos, incluidos los provocados por los trabajadores.

    En realidad hay cierta irona en el hecho de que los observadores de las transforma-

    ciones asociadas al fordismo a comienzos del siglo XX estuvieran seguros de que aquellos

    cambios suponan la muerte del movimiento obrero. El fordismo no slo dej obsoletas

    las habilidades de los obreros ms sindicalizados, sino que tambin permiti a los patro-

    nos recurrir a nuevas fuentes de trabajo, dando lugar a una clase obrera que se juzgaba

    irremisiblemente dividida por la etnicidad y otras diferencias, y atomizada por un espan-toso conjunto de tecnologas fragmentadoras y alienantes (Torigan [1999], pp. 336337).

    Slo ex post facto con el xito de la sindicalizacin de la produccin en masa lleg a

    considerarse que el fordismo reforzaba intrnsecamente a los trabajadores, ms que de-

    bilitarlos. Podra suceder que estuviramos en vsperas de otro cambio de perspectivaex post fa ct o ?

    Finalmente, existe un intenso debate sobre si se ha producido, y en qu grado, una

    autntica erosin de la soberana estatal. De hecho, muchos consideran la carrera

    haciaelabismo como el resultado de un conflicto poltico, ms que de procesos eco-

    nmicos globales inexorables que socavan la soberana estatal. Vista desde esta perspec-tiva, la retrica en torno a la globalizacin (especialmente la frase no hay alternativa

    de Margaret Thatcher) sera un escudo deliberadamente creado para proteger a los

    2 Sobre Sudfrica y Brasil, vase Seidman (1994); sobre Estados Unidos y Mxico, vase Cowie (1999) y, sobre Corea del Sur, vase Koo (1993, 2001). Vanse tambin Evans (1995), pp. 227229,

    Beneria (1995), Markoff (1996), pp. 2031, Moody (1997), Arrighi y Silver (1984), pp. 183216 y Silver (1995b, 1997).

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    presentaba anteriormente, recurra a trminos excesivamente dicotmicos, como un

    juego de suma cero entre lo global y lo n acional. Com o seala Saskia Sassen, los Esta

    dos son participantes clave en la creacin de los nuevos marcos en los que se lleva a

    cabo la globalizacin ([1990a], p. 158; [1999b]), aunque no todos ellos lo sean. A s pues,

    hablar de tendencias generales en cuanto a la soberana estatal, como se suele hacer en

    la literatura sociolgica, tiene poco sentido. Para algunos Estados, la globalizacin es un

    ejercicio de soberana estatal4; para otros, supone una nueva vuelta de tuerca en una

    larga situacin de soberana dbil o inexistente (del colonialismo a la globalizacin,

    pasando por el neocolonialismo). Esto tiene a su vez importantes consecuencias para el

    debate sobre el internacionalismo obrero, del que nos ocuparemos ahora.

    Un nuevo internacionalismo obrero?

    Muchos de los temas tratados en el apartado anterior reaparecen en los debates sobre siestn surgiendo a comienzos del siglo XXI condiciones favorables para un vigoroso interna

    cionalismo obrero. De hecho, hay quienes argumentan que, en el mismo proceso que ha dado

    lugar a la crisis del viejo movimiento obrero, se hallan las semillas de un nuevo internacio-

    nalismo. Con la globalizacin de la produccin, segn esa opinin, las tendencias polari

    zadoras operan ahora, ante todo, dentro de cada pasms que entre ellos, y, como conse-

    cuencia, la brecha NorteSur se est haciendo cada vez ms irrelevante (Harris [1987];

    Hoogvelt [1997]; Burbachy Robinson [1999]; Heldeta!. [1999]; Hardty Negri [2000]).

    Se est formando una nica clase obrera mundial homognea, con condiciones de trabajoy de vida similares (e inaceptables). En palabras de William Robinson y Jerry Harris ([2000],

    pp. 1617 y 2223), los actuales procesos transnacionales estn dando lugar a una divi-

    sin acelerada del mundo en una burguesa global [o clase capitalista transnacional] y

    un proletariado global. Esa clase capitalista transnacional es cada vez ms una claseen

    s y una clase paras [...] con un proyecto clasista de globalizacin capitalista. La clase

    obrera transnacional (aunque todava no sea una claseparas) es cada vez ms una

    claseens, lo que proporciona una base objetiva para el internacionalismo obrero.

    De hecho, muchos observadores de las protestas de masas contra la globalizacin (y

    participantes en ellas), empezando por las manifestaciones de Seattle en noviembre de 1999

    4 Los Estados poderosos han ejercido esa soberana bajo mltiples presiones, incluidas las deri-

    vadas de las luchas de los trabajadores y otros grupos subordinados en todo el planeta. De hecho, un

    argumento central del captulo 4 es que el rgimen socioeconmico construido tras la Segunda Gue-

    rra Mundial (un ejercicio de soberana estatal por parte de Estados Unidos) incorporaba elementos rela-tivamente favorables a los trabajadores, precisamente debido a ese tipo de presiones. Por las mis-

    mas razones, no es probable que los Estados poderosos, que ahora establecen los nuevos marcos

    mediante los que se lleva a cabo la globalizacin, introduzcan elementos favorables a los trabajado-

    res en las nuevas estructuras, a menos que se sientan parecidamente amenazados desde abajo.

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    contra la OMC (Organizacin Mundial del Comercio), vieron esas manifestaciones

    como la primera seal del nuevo internacionalismo obrero emergente. Segn un edi

    torial de The Nation ([1999], p. 3), Seattle supuso un hito para un nuevo tipo de pol-

    tica en el que el movimiento obrero estadounidense sustituy su nacionalismo por

    una nueva retrica intemacionalista y solidaria. A raz de los sucesos de Seattle, JayMazur (presidente del Comit de Asuntos Internacionales de la AFLCIO) mantena

    que la brecha no se sita ahora entre el Norte y el Sur, sino entre los trabajadores de

    todo el mundo y la gran concentracin de capital y los gobiernos que ste domina

    ([2000], p. 92).

    Adems, la produccin globalizada, se argumenta, no slo crea una clase obrera

    mundial que comparte cada vez ms unas mismas condiciones de vida y trabajo, sino

    que tambin crea una fuerza de trabajo a escala mundial que se enfrenta a menudo al

    mismo patrono m ultinacional. La amenaza de enfrentar a los trabajadores de un rincn

    de un imperio empresarial contra los de otro rincn ha llevado a los activistas y los ob-servadores del movimiento obrero a argumentar que los trabajadores deben construir

    organizaciones con el mismo mbito geogrfico que sus empresas multinacionales (Mazur

    [20 00 ]; Cowie [19 99 ]; Moody [ 19 97 ]). El declive de la soberana estatal tambin justi-

    ficara esa idea, ya que, si los Estados estn sufriendo un importante declive de facto en

    su soberana frente a agentes supranacionales, est claro que los trabajadores no halla-

    rn satisfaccin a sus reivindicaciones dirigindolas hacia sus propios gobiernos nacio-

    nales. Si el terreno real del poder se sita ahora a escala supranacional (ya sea en forma

    de empresas multinacionales privadas, o de instituciones internacionales de gobierno

    global, como el Fondo Monetario Internacional y la OMC), la poltica obrera tambinse debe mover a escala supranacional.

    Pese a estos argumentos, conviene, sin embargo, guardar cierta precaucin antes de con-

    cluir que nos estamos dirigiendo a un contexto mundial favorable al internacionalismo

    obrero, ya que las recientes investigaciones empricas sobre la desigualdad de ingresos a

    escala mundial no se armonizan fcilmente con la imagen de una emergente clase obrera

    global homognea. Estas investigaciones muestran que las desigualdades entre pases, ms

    que las existentes dentro de cada pas, todava explican una proporcin abrumadora de la

    desigualdad de renta total existente a escala mundial, proporcin que se sita entre el 74 yel 86 por 100 (Milanovic [1999], p. 34; Korzeniewicz y Moran [1997], p. 1017). De forma

    parecida, un clculo ms elemental, basado en los datos del Banco Mundial, muestra que el

    Producto Interior Bruto (PIB) medio per cpita en los pases del Tercer Mundo sigue sien-

    do una fraccin minscula del PIB medio per cpita de los pases del Primer Mundo: el 4,5

    por 100 en 1960, el 4,3 por 100 en 1980 y el 4,6 por 100 en 1999 (calculado a partir de World

    Bank [1984, 2001]; vase Arrighi, Silver y Brewer [2003]). Esta desigualdad extrema de

    ingresos no desmiente por s misma los argumentos en favor de los beneficios tcticos que se

    derivaran de la coordinacin internacional de las acciones de los trabajadores de la misma

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    empresa multinacional, pero plantea al internacionalismo obrero un desafo que no cabe

    subestimar, el de documentar la existencia de una unidad de destino real en la que el dao

    causado a otros se comprende como causado a uno mismo (Levi y Olson [2000], p. 313).

    Parte de la argiimpnrarinn en favor del internacionalismo obrero se basa en la sen

    sacin de que slo un movimiento obrero global puede hacer frente eficazmente a las

    organizaciones e instituciones globales. Pero, para quienes consideran un mito el decli

    ve de la soberana estatal, y creen que los Estados (o al menos ciertos Estados) cuentan

    todava con la capacidad de proteger a su propia ciase obrera, invertir en solidaridad

    obrera internacional no es la nica opcin poltica, ni siquiera la mejor, al alcance del

    movimiento obrero. Por el contrario, desde esta perspectiva la estrategia ms eficaz para

    el movimiento obrero sera la presin sobre su propio gobierno para que pusiera en

    prctica medidas favorables a los trabajadores5.

    Alternativamente, si uno cree que ciertos Estados poderosos son los actores clave quedeterminan los parmetros de la globalizacin (mientras que otros Estados son efectiva-

    mente impotentes), entonces el objetivo estratgico clave para el movimiento obrero

    sera ese puado de Estados poderosos. Desde este punto de vista, los trabajadoresciu-

    dadanos de esos Estados poderosos estaran situados en un nivel diferente al de los tra-

    bajadoresciudadanos de Estados menos poderosos. Dicho de otro modo, estaran mejor

    situados para emprender luchas polticas destinadas a presionar a los objetivos m s estra-

    tgicos los gobiernos nacionales que s cuentan co n el poder para reformar las institu-

    ciones y organizaciones supranacionales. Los trabajadoresciudadanos de esos Estados

    poderosos podran utilizar su situacin privilegiada de una forma favorable a los intereses

    de los obreros de todo el mundo, como vanguardia del internacionalismo obrero. Sin

    embargo, la magnitud y persistencia de la brecha existente, en trminos de renta, entre

    No rte y Sur, plantea la cuestin de si las luchas de los obreros del No rte destinadas a refor-

    mar las instituciones supranacionales son pasos hacia la formacin de una clase obrera

    global paras, o indicios de una nueva forma emergente de proteccionismo nacional.

    De hecho, los delegados de los pases del Tercer Mundo presentes en la asamblea de la

    OMC en Seattle interpretaron las manifestaciones que all se produjeron, no como prue-

    ba de un nuevo internacionalismo obrero, sino, por el contrario, como expresin de unaagenda proteccionista nacional por parte de los trabajadores y los gobiernos del Norte6.

    5 Esto no supone que no se deba intentar movilizar la solidaridad internacional para presionar

    sobre el propio gobierno, como sera el caso, por ejemplo, en la estrategia de bumern planteada

    por Keck y Sikkink ([1998], pp. 1213). Para la evaluacin de diferentes combinaciones posibles

    entre lo nacional y lo internacional, es muy til la distincin que hacen Doug Imig y Sidney Tarrow

    ([2000], p. 78) entre la escala de movilizacin de las protestas y el objetivo de stas.

    6 El hecho de que un mes antes de la manifestacin del 30 de noviembre el presidente de la AFL

    CIO, John Sweeney, se hubiera unido a un grupo de importantes empresarios en la firma de una carta

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    En las semanas anteriores a la asamblea de la OMC, los pases del Tercer Mundo apro-

    baron una resolucin unnime en la que se oponan a la inclusin en los acuerdos

    comerciales de clusulas sociales que exigan niveles ms altos de proteccin para los tra-

    bajadores y el medio ambiente. Esas clusulas sociales, segn argumentaban, no expre

    saban una preocupacin incernaciunalisia pur el bienestar de los trabajadores dtl TercetMundo, sino, ms bien, constituan una nueva forma de erigir barreras a la entrada de

    exportaciones del Tercer Mundo en los pases ricos: proteccin disfrazada de idealismo

    (Dugger [1999]). Hubo tambin una resistencia inesperada de los sindicalistas del Sur

    a una propuesta de normas laborales bsicas que se haban de cumplir en todo el mundo,

    y los delegados del congreso de la Confederacin Internacional de Organizaciones Sin-

    dicales Libres (IC FT U/C IO SL ), en abril de 2000 , argumentaron que las sanciones por la

    violacin de las normas laborales eran, al menos potencialmente, armas proteccionistas

    nacionales (Agencia FrancePresse, 2000).

    En resumen, las tendencias y acontecim ientos recientes verificables en la poltica obre-

    ra internacional estn dando lugar a interpretaciones radicalmente diferentes. Interven-

    dremos en ese debate en varios momentos. En los captulos 2 y 3, por ejemplo, mostrare-

    mos que la globalizacin de la produccin industrial ha sido un proceso contradictorio que

    generaba al mismo tiempo elementos de convergenciay de divergenciaen la situacin mate-

    rial de una clase obrera geogrficamente dispersa, proceso contradictorio que tambin

    tiene consecuencias antinm icas para el pasado y el futuro del internacionalismo obrero7.

    En el captulo 4 intentaremos reubicar este proceso en el largo siglo XX, en el que se inser-

    tan las relaciones entre movimientos obreros, soberana estatal y poltica mundial. Mos-traremos que el poder de negociacin de los trabajadoresciudadanos frente a sus Estados

    aument con la escalada de rivalidad interimperialista y guerra que se produjo a finales del

    siglo XIX y comienzos del XX, cuando los obreros se convirtieron en engranajes cada vez ms

    importantes (tanto en la industria como en el frente) de la maquinaria de guerra. Duran-

    te la primera mitad del siglo XX, cuando los trabajadores utilizaron ese poder de negocia-

    cin acrecentado en luchas militantes, los Estados pretendieron garantizar su lealtad

    aumentando sus derechos como ciudadanos y como trabajadores.

    Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, E. H. Carr sugera que esa incorporacinde los trabajadores a proyectos estatalnacionales haba sido la razn del colapso del

    que respaldaba la agenda comercial del gobierno de Clinton para las negociaciones de la OMC (Moody

    [1999], p. 1) aliment sin duda esa opinin. Sobre las tensiones NorteSur que condujeron al esta-

    llido de Seattle, vase OBrien ([2000], pp. 8292).

    7 En la seccin III de este captulo examinaremos si la tendencia hacia la homogeneizacin de la

    situacin de los trabajadores favorece realmente el desarrollo de la solidaridad obrera entre trabaja-

    dores de diferentes naciones, razas, gneros, etc., algo que se suele dar por supuesto, sin ms, en gran

    parte de la literatura optimista sobre el internacionalismo obrero.

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    internacionalismo obrero del siglo XIX. En el siglo XIX, cuando la nacin perteneca a

    la clase media y los obreros no tenan patria, el socialismo era internacional, pero, en

    opinin de Carr, la crisis de 1914 mostr de repente que [...] la mayora de los traba-

    jadores saban instintivamente de qu parte deban situarse [la de su propio Estado].

    As, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el socialismo internacional se

    hundi ignominiosamente ([1945], pp. 2021).

    Favorece de nuevo la situacin poltica global al florecimiento de una nueva fase de

    internacionalismo obrero? Por lo que llevamos dicho hasta ahora, ello depende en parte de

    cmo juzguemos la naturaleza de la soberana actual, el carcter del poder de negociacin

    de los trabajadores y la especificidad de la brecha NorteSur, ya que, aunque (algunos) Esta-

    dos puedan poner en prctica medidas favorables a los trabajadores, cuentan stos con

    la fuerza necesaria para hacer que sus gobiernos utilicen ese poder en el sentido indicado?

    Y, si algunos trabajadores cuentan con la fuerza necesaria, la utilizarn (y respondern los

    gobiernos) de una fonna que consolide la brecha entre el Norte y el Sur, o de una formaque la disminuya? Alternativamente, si los trabajadores ya no cuentan con el poder de

    negociacin necesario para influir sobre sus gobiernos, se sentirn de nuevo sin patria y

    la poltica del movimiento obrero se har instintivamente de nuevo intemacionalista?

    Volveremos sobre todas estas cuestiones en el captulo 5. Su respuesta, no obstante,

    depende de una evaluacin de la dinmica a largo plazo del poder de negociacin de

    los trabajadores frente a sus Estados, frente a sus patronos y frente a los poderes exis-

    tentes, sea cual sea el nivel al que se encuentren. As pues, antes de continuar, debe-

    mos precisar algunos instrumentos para el anlisis de la evolucin de las fuentes y de lanaturaleza del poder de negociacin de los trabajadores.

    III. LA CONFLICTIVIDAD OBRERA DESDE UN A PERSPECTIVA HISTRICO-

    MUNDIAL: MARCO CON CEPTU AL Y TERICO

    Fuentes del poder obrero

    Las aseveraciones sobre la situacin del movimiento obrero a escala mundial se

    basan en valoraciones del impacto de la globalizacin actual sobre el poder de nego-

    ciacin de los trabajadores. Un punto de partida til para diferenciar distintos tipos de

    poder de negociacin de los trabajadores es la distincin planteada por Erik Olin

    Wright ([2000], p. 962) entre poder asociativo y estructural. El poder asocia tivo es el

    que resulta de la formacin de una organizacin colectiva de los trabajadores (sobre

    todo, de los sindicatos y partidos polticos). El poder es tructura l, en cambio, es el que

    los trabajadores pueden ejercer simplemente a partir de su situacin [...] en el sistema

    econmico. Wright divide adems el poder estructural en dos subtipos: el primer

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    subtipo de poder estructural (lo que llamaremos poder de neg oc iacin en el m ercado de

    trabajo) es el que deriva directamente del equilibrio o desequilibrio entre oferta y de

    manda en el mercado laboral. El segundo tipo de poder estructural (que llamaremos

    pod er de negociacin en el lugar de trabajo ) es el que resulta de la situacin estratgica

    de un grupo particular de trabajadores dentro de un sector industrial clave.El poder de negociacin en el mercado laboral puede adoptar diversas formas, que

    incluyen: (1) la posesin de habilidades escasas, que cuentan con una gran demanda por

    parte de los patronos, (2) un bajo nivel de desempleo general y (3) la capacidad de los

    trabajadores para prescindir del mercado laboral y recurrir a fuentes de ingresos no sala-

    riales8. En cuanto al poder de negociacin en el lugar de trabajo, podramos decir que es

    tanto mayor cuanto ms interrelacionados estn los trabajadores en procesos de produc-

    cin integrados en cadenas, en los que una interrupcin del trabajo en un eslabn clave

    puede provocar trastornos a una escala mucho ms amplia. Este poder de negociacin

    se ha puesto de manifiesto cuando toda una lnea de montaje se ha visto interrumpida

    por un paro en un eslabn determinado, o cuando empresas enteras que dependan de

    la entregajust-in-timede determinadas piezas han tenido que interrumpir su produccin

    por un paro en las lneas ferroviarias u otros medios de transporte9.

    Quienes atribuyen a la globalizacin la generacin de una crisis profunda y/o termi-

    nal de los movimientos obreros, consideran que sus distintas manifestaciones socavan

    todas las variantes de poder de negociacin detentado por los trabajadores (vase la

    seccin II). Desde esa perspectiva, el poder de negociacin en el mercado de trabajo se

    ha visto socavado por la movilizacin de un ejrcito de reserva a escala mundial, que hagenerado un exceso de oferta global en ese mercado. Adems, en la medida en que la

    difusin global de la agricultura y la industria capitalistas contrae las fuentes no sala-

    riales de ingresos e integra a cada vez ms gente en el proletariado, el poder de nego-

    ciacin en el mercado de trabajo se ve an ms disminuido. Finalmente, al debilitar la

    soberana estatal, la globalizacin ha socavado el poder de negociac in asociativo de los

    trabajadores. Histricamente, su poder asociativo estaba inserto en marcos legales esta-

    tales que garantizaban el derecho a crear sindicatos, as como la obligacin de los patro-

    nos de negociar colectivamente con stos. El debilitamiento de la soberana estatal haprovocado tambin un decaimiento del poder de negociacin en el mercado de trabajo,

    8 Sobre este ltimo tipo de poder de negociacin en el mercado de trabajo, vase la exposicin

    de Erik O. Wright sobre la parbola del shmoo ([1 99 7] , pp. 4 9 ); y vase tambin Arrighi y Silver([1984], pp. 193200).

    9 Sobre el poder de negociacin en el lugar de trabajo, vase Arrighi y Silver ([19 84 ], pp. 19 319 5) .

    Para conceptos anlogos, vanse los lmites del control tcnico de Edwards (1979) y el poder

    situacional de Perrone (1984), utilizado tambin por Wallace, Griffin y Rubin (1989). Vase tam-

    bin Tronti (1971). Sobre el poder de negociacin en el lugar de trabajo de los trabajadores del sec-

    tor exportador en el Tercer Mundo, vase Bergquist (1986).

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    sostenido anteriormente por polticas estatales de bienestar que constituan una red

    de seguridad social y limitaban la competencia en el mercado de trabajo.

    Muchos creen que la globalizacin ha creado un crculo vicioso en el que el debili

    tn.mT1l~r> pnrW d f npgniiarinn pn pl merrarlo lahnral snrava el poder asociativo , y

    viceversa. As pues, la movilizacin de las reservas globales de fuerza de trabajo no slo

    ha socavado directamente el poder de negociacin de los trabajadores en el mercado

    laboral, sino que tambin ha contribuido a deslegitimar a las organizaciones sindicales

    y los partidos obreros existentes a ojos de muchos trabajadores, haciendo cada vez ms

    difcil a esas organizaciones obtener beneficios para sus afiliados. Adems, los ataques

    directos de los patronos y de los Estados co ntra las organizaciones obreras (con el colap-

    so de los pactos sociales de posguerra) socavan directamente el poder asociativo de los

    trabajadores, lo que ha contribuido tambin a la erosin del poder de negociacin de

    los trabajadores en el mercado laboral, tomando cada vez ms arduo a las organizacio-nes obreras defender/ampliar con xito las redes de seguridad social estatales.

    Por otra parte, adems de esta creencia general de que la hipermovilidad del capital

    ha socavado el poder asociativo y el poder de negociacin en el mercado de trabajo,

    tambin se considera que las transformaciones posfordistas en la organizacin de la

    produccin y del proceso de trabajo han socavado el poder de negociacin en el lugar

    de trabajo. As, la subcontratacin y otras formas de desintegracin vertical.se piensa

    que han invertido la tendencia histrica hacia el aumento del poder de negociacin en

    el lugar de trabajo, derivado de la difusin del sistema fordista de produccin en masa.El fordismo tenda a aumentar espectacularmente el poder de negociacin en el lugar de

    trabajo, incrementando la vulnerabilidad del capital frente a la accin directa de los tra-

    bajadores en l. Evidentem ente, el flujo productivo contin uo (incluida la lnea de mon -

    taje) tenda a disminuir el poder de nego ciaci n de los trabajadores en el mercado labo-

    ral, al homogeneizar y desespecializar el trabajo industrial, haciendo posible (incluso

    preferible) recurrir al ejrcito de reserva latente, aunque su experiencia industrial fuera

    escasa o nula. Adems, el flujo productivo continuo tenda a debilitar el poder asocia-

    tivo de los trabajadores introduciendo en el proletariado una masa de obreros no orga-

    nizados que no se integraban fcilmente en los sindicatos artesanales o en los partidospolticos de izquierda existentes.

    Sin embargo, el poder de negociacin de los trabajadores en el lugar de trabajo

    aumentaba en muchos otros aspectos. En primer lugar, como qued claro en Estados

    Unidos en la dcada de los treinta, y se demostr repetidamente en todas partes duran-

    te las dcadas siguientes, la lnea de montaje permita que un nmero relativamente

    pequeo de activistas estratgicamente situados interrumpieran la produccin de toda

    una fbrica (vase el captulo 2). En segundo lugar, con la creciente integracin de la

    produccin de distintas plantas de una misma empresa, una huelga en una planta queproduca un componente clave podra llevar a la paralizacin de todas las dems de la

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    empresa. Finalmente, con la creciente concentracin y centralizacin de la produccin

    tambin aumentaban los trastornos provocados en la economa de un pas por una

    huelga en una empresa o industria clave (incluido el sector del transporte, que vincu-

    l a pntre s las distintas fbricas v stas con los mercados). As suceda especialmente

    en el caso de los trabajadores pertenecientes a un sector del que dependa abrumado

    ramente el tipo de cambio de un pas. Como argumentaba Charles Bergquist (1986),

    grupos relativam ente pequeos de trabajadores en las principales industrias exportado-

    ras y en los transportes (puertos, ferrocarriles, aeropuertos...) de determinados pases

    del Tercer Mundo tenan la capacidad de trastornar toda una economa, un sector o

    una empresa10.

    Uno de los temas centrales de los captulos 2 y 3 es hasta qu punto el poder aso-

    ciativo y el poder de negociacin en el mercado laboral y en el lugar de trabajo se han

    visto socavados por las transformaciones posfordistas en la organizacin de la produc-cin, como sugiere la mayora de los anlisis recientes. En los captulos 3 y 4 tambin

    exploramos la posibilidad de que no exista una correspondencia directa entre el poder

    de negociacin de los trabajadores y el uso real de esa capacidad para luchar por mejo-

    res condiciones de trabajo y de vida. De hecho, algunos textos del debate sobre la glo

    balizacin y el trabajo mencionados anteriormente argumentan que la crisis del movi-

    miento obrero se debe, no tanto a las transformaciones en las condiciones estructurales

    que ste ha afrontado, sino a las transformaciones en el entorno discursivo. En particu-

    lar, la creencia de que no hay alternativa ha tenido un potente impacto desmovilizador sobre los movimientos obreros. Como dicen Francs Piven y Richar Cloward ([2000],

    pp. 413414), la propia idea del poder ha sido una fuente importante del poder de

    los trabajadores. Durante el pasado siglo, las movilizaciones obreras se vean alimenta-

    das por la creencia de que los trabajadores cuentan efectivamente con cierto poder y

    de que ste puede utilizarse para transformar eficazmente sus condiciones de trabajo y de

    vida. Lo que la globalizacin ha conseguido, ms que cualquier otra cosa, es vaciar esa

    creencia de ms de un siglo en el poder obrero y crear un entorno discursivo que ha

    desinflado espectacularmente la moral poltica popular y la voluntad de luchar por el

    cambio. Esas modificaciones en las creencias de los trabajadores reflejan en parte las

    10 El poder de negociacin en el lugar de trabajo apunta a una relacin entre la concentra-

    cin/centralizacin de la produccin y el poder de capacidad de negociacin de los trabajadores, dife-

    rente a la que suele poner de relieve la literatura marxista (vase, por ejemplo, Wright [1997]), que

    atiende ms bien al efecto de la concentracin y centralizacin del capital sobre el poder asociativo

    de los trabajadores. Dicho de otra forma, al poner en contacto a las masas obreras y hacerlas inter

    dependientes, el avance del capitalismo favorecera el desarrollo de la conciencia colectiva y la orga-

    nizacin de los trabajadores. Pero, en uno u otro caso, se considera en general que las transforma-

    ciones posfordistas que promueven la desintegracin vertical y a fragmentacin de la produccin debilitan a los trabajadores.

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    transformaciones en su poder asociativo y estructural, pero tambin desempean un

    papel propio, sin duda, en la dinmica de los movimientos obreros.

    Para tratar de desentraar cmo han ido cambiando en el tiempo y en el espacio

    estas distintas formas de poder obrero, nuestro anlisis se guiar por dos conjuntos de

    hiptesis con respecto a las relaciones entre conflictividad laboral y procesos de acu-mulacin del capital a escala mundial. Ambos se centran en las contradicciones socia-

    les insertas en la transformacin del trabajo en mercanca, pero, mientras que el primer

    conjunto se centra en la irregularidad temporal de esa transformacin, el segundo lo

    hace en su irregularidad espacial. Examinemos brevemente cada uno de esos conjuntos

    de hiptesis.

    El trabajo, mercanca ficticia

    Karl Marx y Karl Polanyi ofrecen lentes tericas distintas, pero relacionadas, para

    observar el desarrollo histrico mundial de los movimientos obreros. De formas dife-

    rentes, ambos insisten en que el trabajo es una mercanca ficticia y en que cualquier

    intento de tratar a los seres humanos como una mercanca como cualquier otra con-

    duce necesariamente a reivindicaciones profundamente sentidas y a la resistencia. Sin

    embargo, como expondremos ms adelante, nuestra lectura de Marx nos lleva a insis-

    tir en la evolucin temporal de las transformaciones de la resistencia obrera que ha

    caracterizado al capitalismo histrico, mientras que nuestra lectura de Polanyi nos lleva

    a insistir en el carcter pendular de esa resistencia.

    Para Marx, el carcter ficticio de la mercanca fuerza de trabajo se revela en el

    lugar oculto de la produccin. En el volumen I de El Capital, Marx resuma (simpli-

    ficando la argumentacin) que en el mercado de trabajo imperan la libertad, la igual-

    dad, la propiedad y Bentham ([2000], Libro I, t. I, p. 236); por consiguiente, la fuerza

    de trabajo se intercambia libremente por un salario que representa todo su valor (esto

    es, el coste de su reproduccin). Sin embargo, el comprador de esa fuerza de trabajo

    constata pronto que no se trata de una mercanca como cualquier otra, sino que se

    encama en seres humanos que se quejan y resisten cuando se les explota durante dema-siado tiempo o con demasiada intensidad o velocidad. La lucha se hace as endmica y

    define, en teora, la relacin trabajocapital en el lugar de produccin.

    Si para Marx la fuerza de trabajo revela su carcter ficticio en el lugar de produc-

    cin, para Polanyi su carcte r ficticio (y, por lo tanto, inflexible) es ya visible en la cre a-

    cin y el funcionamiento de un mercado para esa mercanca. Trabajo, tierra y dinero

    son factores esenciales de la produccin, pero no son mercancas reales porque no son

    producidas (tierra), o son producidas por razones distintas a las de su venta en el mer-

    cado (trabajo y dinero). El trabajo no es, sin embargo, ni ms ni menos que los propiosseres humanos que forman cualquier sociedad; y la tierra no es ms que el medio natu-

    30

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    ral en cada sociedad existente. Incluir al trabajo y a la tierra entre los mecanismos del

    mercado supone subordinar la sustancia misma de la sociedad a las leyes del mercado

    (Polanyi [1944], p. 71 [126]).As pues, para Polanyi la ampliacin/profundizacin de mercados desregulados para el

    trabajo y otras mercancas ficticias provoca inevitablemente una contratendencia para

    proteger a la sociedad mediante lo que Polanyi denominaba un doble movimiento

    ([1944 ], p 130 [21 5]) . Cada ampliacin o profundizacin del mercado laboral se ve con -

    trarrestada por una movilizacin para regular y restringir el mercado en el que se com-

    praba y venda ese factor de la produccin conocido como fuerza de trabajo mediante

    una variedad de mecanismos que incluyen la legislacin social, las leyes fabriles, el segu-

    ro de paro y los sindicatos ([1944], pp 176177 [286]). Pero esa desmercantilizacin rela-

    tiva del trabajo slo se puede convertir en una solucin estable en una sociedad que

    subordine la bsqueda de beneficios a la mejora de las condiciones de vida.

    El anlisis de Polanyi proporciona una lente til para observar la trayectoria del movi-miento obrero en el siglo XX. Con esta lente podemos detectar un movimiento pendular.

    Cuando el pndulo oscila hacia la mercantilizacin de la fuerza de trabajo, provoca fuer-

    tes contratendencias que exigen proteccin. As, la globalizacin de finales del siglo XIX y

    principios del XX provoc un fuerte contramovimiento de los trabajadores y otros grupos

    sociales (vase el captulo 4) Co mo respuesta a la crecien te militancia obrera, y a raz de las

    dos guerras mundiales y la depresin, tras la Segunda Guerra Mundial el pndulo oscil

    hacia la desmercantilizacin del trabajo. La creacin de bloques sociales, nacionales e inter-

    nacionales, que vinculaban trabajo, capital y Estados, protega parcialmente a los trabaja-

    dores frente a los caprichos de un mercado global desregulado, pero estos bloques que pro-

    tegan el nivel de vida acabaron percibindose como trabas crecientes a la rentabilidad, que

    fueron derribadas por la oleada de globalizacin desencadenada a finales del siglo XX (vase

    el captulo 4). Si observamos los procesos actuales de globalizacin a travs de la lente de

    Polanyi, podemos esperar una nueva oscilacin del pndulo, y, de hecho, numerosos ana-

    listas contemporneos han recurrido al anlisis de Polanyi (1944) del siglo XIX y comien-

    zos del XX como fundamento terico para explicar las reacciones actuales contra la glo

    balizacin y para predecir futuras (y crecientes) reacciones (o contratendencias) (vanse

    Kapstein [1996], pp. 1628; [1999], pp. 3839; Rodrik [1997]; Mittleman [1996]; Gily Mittleman [1997]; Block [2001]; Stiglitz [2001]; Smith y Korzeniewicz [1997]).

    De acuerdo con el anlisis de Polanyi, la ampliacin del mercado autorregulado

    provoca resistencia, en parte porque resquebraja bloques sociales establecidos y

    ampliamente aceptados sobre el derecho al sustento; con otras palabras, alimenta una

    sensacin de injusticia. Pero en ese anlisis est en gran medida ausente la idea de

    poder, ya que un mercado m undial desregulado sera finalmente abatido desde arri-

    ba incluso si los de abajo carecieran de un poder eficaz, al ser un proyecto simple-

    mente utpico e insostenible en sus propios trminos, que provocara tales estragos

    31

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    ]

    que sera sustituido desde arriba, sea cual fuere la eficacia de las protestas organizadas

    desde abajo11.

    El anlisis de Marx, en cambio, insista tanto en el poder como en la injusticia, al carac-

    terizar los lmites del capital. El capitalismo produce simultneamente una creciente mise-

    ria de masas y un creciente poder proletario. De acuerdo con el anlisis de Marx, el capitalno es nada sin el trabajo, y el propio desarrollo capitalista conduce a largo plazo a un for-

    talecimiento estructural de los poseedores de esa fuerza de trabajo. Hacia el final del volu-

    men I de El Capital,por ejemplo, Marx explicaba que el avance del capitalismo conduce no

    slo a la miseria, degradacin y explotacin de la clase obrera, sino tambin a un fortaleci-

    miento de su capacidad y voluntad de resistirse a la explotacin. Es una clase cad a vez ms

    numerosa, educada, unida y organizada por el propio mecanismo del proceso capitalista de pro-

    duccin ([2000] Libro I, t. III, p. 258, cursiva aadida). Esta valoracin se planteaba an

    ms claramente en el Manifiesto Comunista: El progreso de la industria, cuyo promotor

    involuntario es la burguesa, sustituye el aislamiento de los obreros resultante de la compe-

    tencia por su unin revolucionaria mediante la asociacin. As, el desarrollo de la industria

    moderna socava bajo los pies de la burguesa las bases sobre las que sta produce y se apro-

    pia de lo producido ([2001], p. 37). La formulacin de Marx sugiere que, aunque el avan-

    ce de la industria puede debilitar el poder de negociacin de los trabajadores en el mercado

    laboral, tiende a aumentar supoder de negociacin en el lugar d e trabajoy supoder asociativo.

    La formulacin de Marx ha sido blanco de muchas crticas en la literatura sociol-

    gica de los estudios laborales, especialmente en la medida en que ha constituido la base

    de la llamada gran narracin, una narracin lineal generalizada, segn la cual la proletarizacin conduce necesariamente a la conciencia de clase y a la accin revolucio-

    naria (triunfante) (vase Katznelson y Zollberg [1 98 6] , para una crtica detallada). Sin

    embargo, una lectura del conjunto del volumen I de El Capital sugiere un progreso

    mucho menos lineal del poder de la clase obrera, que se acomoda extraordinariamente

    a la dinmica contempornea. El ncleo del volumen I puede leerse como una historia

    de la dialctica entre la resistencia obrera frente a la explotacin en el lugar de pro-

    duccin y los esfuerzos del capital para superar esa resistencia revolucionando cons-

    tantemente la produccin y las relaciones sociales. Con cada modificacin desde la

    manufactura a la maquinofactura, pasando por el sistema fabril, las viejas formas de

    poder de negociacin de los trabajadores se malogran slo para dar lugar a nuevas for-

    mas a una escala mayor y ms subversiva.

    Esta lectura de Marx nos lleva a esperar una transformacin constante de la clase

    obrera y de las formas del conflicto trabajocapital. Las revoluciones en la organizacin

    11 Esta conclusin queda algo difuminada en el anlisis de Polanyi de la dcada de los treinta, qu

    tambin sugiere que la naturaleza y la fuerza de los movimientos populares puede determinar la forma

    que adopta el inevitable alejamiento de los mercados autorregulados (fascismo, comunismo o New Deal).

    32

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    de la produccin y en las re laciones sociales pueden desorganizar algunos segmentos de

    la clase obrera, convirtindolos en especies en peligro de extincin, como han hecho,

    sin duda, las transformaciones asociadas a la globalizacin contem pornea (vase la sec -

    cin I). Pero tambin surgen nuevas agencias y nodos de conflicto con nuevas reivin

    dicaciones y formas de lucha, reflejando el inestable terreno sobre el que se desarrollanlas relaciones trabajocapital. As pues, mientras que nuestra lectura de Polanyi sugie-

    re un movimiento pendular (o repeticin), nuestra lectura de Marx sugiere una suce-

    sin de etapas en las que la organizacin de la produccin (y, por lo tanto, la clase obre-

    ra y el terreno sobre el que lucha) se transforma continua y fundamentalmente.

    La idea de que la fuerza de trabajo y el movimiento obrero se rehacen continua-

    mente proporciona un importante antdoto contra la tendencia habitual a la rigidez

    excesiva al especificar quin constituye la clase obrera (sean los trabajadores profesio-

    nales del siglo XIX o los trabajadores de la produccin en masa del siglo XX). As pues,

    en lugar de ver un movimiento histricamente superado (Castells [1997]), o una es-

    pecie residual en peligro de extincin (Zollberg [1995]), ante nuestros ojos aparecen

    los primeros signos de una nueva conformacin de la clase obrera, as como una reac-

    cin de resistencia de los segmentos que se van deshaciendo. La identificacin de

    las respuestas emergentes desde abajo, tanto frente a los aspectos creativos como a los

    destructivos del desarrollo capitalista, se convierte as en una tarea clave.

    Nuestra investigacin de la dinmica a largo plazo de la fuerza de trabajo mundial

    atender, por lo tanto, a la combinacin de los conflictos laborales de tipo marxiano

    con los de tipo polanyiano. Por conflictividad laboral de tipo polanyiano nos referimosa la resistencia obrera frente a la extensin de un mercado global autorregulado, en

    particular a los segmentos de la clase obrera erosionados por transformaciones eco-

    nmicas globales, as como a los trabajadores que se haban beneficiado de los bloques

    sociales establecidos, cuando stos se ven abandonados desde arriba. Por conflictividad

    laboral de tipo marxiano entendemos las luchas de la nueva clase obrera emergente,

    que se ven reforzadas, como resultado no pretendido del desarrollo del capitalismo his-

    trico, en el mo men to mismo e n que los viejos segmentos de la clase obrera se van des-

    componiendo.

    Trazado de frontera s y contradicciones espaciales del capitalismo histrico

    La discusin precedente sugiere una contradiccin fundamental del capitalismo his-

    trico. Por un lado, la expansin de la produccin capitalista tiende a reforzar a los tra-

    bajadores y, por lo tanto, enfrenta recurrentemente al capital (y a los Estados) con fuer-

    tes movimientos obreros. Las concesiones realizadas para poner bajo control a estos

    movimientos obreros tienden, a su vez, a hacer caer al sistema en una crisis de rentabi-

    lidad. Por otro lado, los esfuerzos del capital (y de los Estados) para restaurar los bene-

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    ficios suponen invariablemente la quiebra de los bloques sociales establecidos y una

    intensificacin de la mercantilizacin del trabajo, produciendo as crisis de legitimidad

    y reacciones de resistencia.

    Estas dos tendencias crisis de rentabilidad y crisis de legitimidad definen una ten

    sin continua en el seno del capitalismo histrico. Un tipo de crisis slo se puede resol-ver mediante medidas que acaban generando el otro tipo de crisis. Esta alternancia crea

    una oscilacin peridica entre fases histricas caracterizadas por un desplazamiento

    hacia la desmercantilizacin del trabajo y la creacin de nuevos bloques sociales y fases

    caracterizados por la remercantilizacin del trabajo y el resquebrajamiento de los viejos

    bloques sociales.

    Esta dinmica temporal est fuertemente entrelazada con una d inmica espacial. Co n

    otras palabras, las oscilaciones peridicas en el tiempo, entre fases tendentes a la mercan

    tilizacin y a la desmercantilizacin del trabajo, se entrelazan con un proceso continuo de

    diferenciacin espacial entre distintas zonas geogrficas con respecto al nivel/intensidadde la mercantilizacin del trabajo. C omo primera aproximacin para entender este e ntre -

    lazamiento de las dinmicas temporal y espacial, podemos recurrir a la idea de Immanuel

    Wallerstein de que el capitalismo histrico se caracteriza por un problema sistmico.

    Esto es, se pueden conseguir beneficios aun a pesar de la desmercantilizacin parcial del

    trabajo y el establecimiento de caros pactos so ciale s mientras esas concesiones se hagan

    a un pequeo porcentaje del proletariado mundial. Como dice Wallerstein, refirindose

    al pacto social establecido tras la Segunda Guerra Mundial: Se puede integrar a varios

    cientos de millones de trabajadores occidentales sin que el sistema deje de ser rentable,pero, si se pretendiera integrar a los miles de millones de trabajadores del Tercer Mundo,

    no quedara nada para la acumulacin de capital ([1995], p. 25).

    De hecho, como argumentaremos en el captulo 4, fue la brecha abierta entre las pro-

    mesas discursivas que apuntaban a la globalizacin del consumo de masas de corte esta-

    dounidense, y la incapacidad para cumplirlas sin daar la rentabilidad, lo que se con-

    virti en un lmite decisivo de la hegemona estadounidense instituida tras la Segunda

    Guerra Mundial. Adems, la evidencia de esa contradiccin durante la dcada de los se-

    tenta proporcion el conte xto en el que iba a tene r lugar una nueva oscilaci n del pn-

    dulo hacia mercados globales autorregulados (la fase actual de la globalizacin).

    Ms en general, podemos constatar que se libra una lucha continua no slo acerca

    del contenido de los derechos de la clase obrera, sino tambin sobre el tipo y pro-

    porcin de los trabajadores con ac ceso a esos derechos. La forma y ve locid ad con que

    se llega a una nueva crisis de legitimidad/rentabilidad est determinada en gran parte

    por estrategias espaciales, esto es, por los esfuerzos realizados para establecer lmi-

    tes que separen a quienes permanecern dentro de quienes quedarn fuera.

    De hecho, una crtica feminista clave a la corriente predominante de los estudios labo-

    rales es su desatencin hacia la omnipresencia e importancia de las estrategias de esta-

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    lo indicado anteriormente), al tiempo que una redefinicin de los derechos de dudada

    na (y, por lo tanto, de los derechos laborales) contribua a desactivar el potencial explo-

    sivo de la clara brecha que exista entre el discurso universalista y la prctica real.

    Otro ejemplo es el de la reaccin de los Estados coloniales o poscoloniales es a los

    persistentes lazos de los trabajadores urbanos africanos con sus comunidades rurales. Lacultura de la clase obrera indgena produca y reproduca fronteras borrosas que ame-

    nazaban con dar cuerpo a un movimiento obrero de masas que desbordara el contexto

    urbano y abarcara regiones enteras. Temiendo el potencial de conflictividad incontro-

    lable que abran esas fronteras borrosas, los capitalistas y los gobiernos trataron de esta-

    blecer nuevos lmites, creando y vigorizando barreras sectoriales rgidas entre lo urba-

    no y lo rural y entre el sector primario y secundario. Su objetivo era producir una

    fuerza de trabajo compacta, estable y razonablemente bien pagada, separada del resto

    de la sociedad africana (Cooper [1996], p. 457). Al demarcar un sector notorio, perorelativamente pequeo, de trabajadores urbanos con derechos laborales especiales, se

    esperaba hacer coexistir armoniosamente legitimidad, control y beneficios.

    Para Mahmood Mam dani ( [1 99 6], pp. 2 18 28 4), el caso de la Sudfrica del apartheid

    supona una variacin sobre el mismo tema. En 1948, con la victoria del Partido Nacio-

    nalista, Sudfrica se apart bruscamente de la poltica de estabilizacin de la fuerza de

    trabajo, sustituyndola por la expulsin masiva de africanos de las ciudades y el control

    riguroso de la inmigracin y la residencia en ellas (Cooper [1996], p. 6). Como conse-

    cuencia, los obreros inmigrantes sudafricanos, segn escribe Mamdani, se convirtieron en

    correas de transmisin entre el activismo urbano y el descontento rural. En la dcada

    de los cincuenta transmitan las formas de militancia urbana desde las ciudades hacia las

    reservas [...] y la llama de la rebelin desde las zonas rurales a las urbanas, en la dcada

    de los sesenta, lo cual culmin en el levantamiento de Soweto de 1976. En la dcada pos-

    terior, el Estado sudafricano se vio obligado a recurrir de nuevo a polticas de estabili-

    zacin de la fuerza de trabajo, tratando de erigir una muralla china entre las pobla-

    ciones inmigrantes y urbanas de las ciudades y de limitar el derecho de organizar

    sindicatos a los trabajadores residentes, mientras que apretaba la tuerca del control

    sobre el flujo de inmigrantes. Esta estrategia de creacin de fronteras contribua a suvez a convertir una diferencia entre trabajadores urbanos residentes e inmigrantes en

    una fractura cargada de tensiones (Mamdani [1996], pp. 220221)14.

    En resumen, las estrategias de creacin de fronteras han adoptado tres formas prin-

    cipales interconectadas entre s: segmentacin de los mercados de trabajo (emprendida

    principalmente por el capital), limitacin de la ciudadana (emprendida principalmente

    14 Para otras historias anlogas sobre las estrategias de trazado de fronteras que han creado y

    separado a dos clases de trabajadores urbanos y ruralesinmigrantes con diferentes derechos de ciu-dadana y laborales, vase Solinger (1999) sobre China y Roberts (1995) sobre Amrica Latina.

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    por los Estados) y construccin de identidades de clase excluyentes, en funcin de eri

    terios que no son de clase (emprendida principalmente por los propios trabajadores).

    Ms que sugerir que el establecimiento de fronteras excluyentes corresponda invariable-

    mente a la iniciativa de un grupo especfico, en este libro asumimos como premisa que

    el capitalismo histrico se ha caracterizado por un problema sistmico que otorga granrelevancia a la prctica del establecim iento de fronteras. No se puede determinar a prio-

    ri, a partir de consideraciones tericas, quin y cmo utilizar esa creacin de fronteras

    para intentar resolver/explotar ese problema, sino que debe estudiarse a partir de anli-

    sis histricos y empricos. Parece plausible sugerir que los trabajadores que afrontan una

    competencia intensa de trabajadores diferentemente localizados adoptarn una estrate-

    gia de exclusin, mientras que la nueva clase obrera emergente excluida del pacto social

    intenta cuestionar y borrar las fronteras existentes. Pero la interaccin de estas tenden-

    cias con la propensin excluyente/incluyente de los Estados y los capitalistas complica

    considerablemente la dinmica actual de trazado y difuminacin de fronteras.

    IV ESTRATEGIAS DE INVESTIGACIN

    La conflictividad laboral en el tiempo y en el espacio

    Como se mencion al comienzo de este captulo, una premisa central de este libro

    es que una comprensin en profundidad de la dinmica del movimiento obrero actualrequiere insertarla en un marco histrico y geogrfico ms amplio que el habitual. Las

    evaluaciones sobre el futuro del movimiento obrero se basan explcita o implcita-

    mente en un juicio sobre la novedad histrica del mundo contemporneo. Quienes

    hablan de una crisis terminal del movimiento obrero suelen considerar la poca con-

    tempornea como algo fu ndam enta lm en te nuevo y sin preceden tes, una poca en la que

    los procesos econmicos globales han reconfigurado totalmente a la clase obrera y/o el

    terreno sobre el que deben operar los movimientos obreros. Por el contrario , quienes espe-

    ran el resurgimiento de movimientos obreros significativos suelen aludir a la dinmicacclica del capitalismo histrico, que supone una continua recreacin de contradicciones

    y conflictos entre trabajo y capital. En la medida en que esta ltima perspectiva es plau-

    sible, sugiere que las previsiones sobre el futuro del movimiento obrero deben basarse en

    una comparacin de la dinmica actual con dinmicas anlogas en periodos histricos

    anteriores. Por eso este libro retrocede en el tiempo en busca de pautas de recurrencia y

    evolucin, para poder destacar lo que sea verdaderamente nuevo en la situacin que

    actualmente afrontan los movimientos obreros.

    La justificacin para ampliar el mbito geogrfico del anlisis ms all de lo que

    suele ser tpico en los estudios laborales est en parte relacionada con la misma cues-

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    tin de la novedad.Actualmente es un lugar comn asumir que el destino de los traba-

    jadores y de los movimientos obreros en determinado lugar puede afectar decisivamen-

    te al resultado del conflicto trabajocapital en otro lugar (especialmente mediante los

    procesos de movilidad del capital y comercio). Sin embargo, esa suposicin se conside-

    ra en general relevante slo para el estudio de los movimientos obreros a partir de fina-

    les del siglo XX, y no para periodos anteriores, puesto que la globalizacin actual se

    entiende como una fractura histrica fundamental.

    Sin embargo, si se entiende que la globalizacin significa un incremento del alcance

    geogrfico de interacciones sociales localmente relacionadas (Tilly [1995]), entonces,

    como argumentan muchos, el periodo actual de globalizacin no sera ni mucho menos el

    primero. Entre quienes entienden la globalizacin como un fenmeno recurrente, existe

    cierto debate acerca de lo lejos que se debe retroceder en la historia para identificar razo-

    nablemente procesos de globalizacin15, pero al menos existe un acuerdo generalizado en

    que hay notables analogas entre la fase actual de globalizacin y la de finales del siglo XIX.De hecho, algunos argumentan que la interconexin de las economas y las sociedades

    nacionales no es mayor hoy da que a finales del siglo XIX, esto es, el periodo que para casi

    todo el mundo seala el nacimiento del movimiento obrero moderno.

    Un ejemplo claro de la interconexin de finales del siglo XIX (con un impacto signifi-

    cativo sobre los trabajadores y el movimiento obrero) es la masiva migracin global de los

    trabajadores de aquel periodo16. Esa migracin desempe un importante papel, ta nto en

    la transmisin de estilos de conflictividad laboral, como en el desencadenamiento de

    movimientos de autoproteccin de tipo polanyiano (esto es, campaas para restrin-

    gir la inmigracin). Este ejemplo demuestra simultneamente la estrecha interconexin

    existente entre las economas y sociedades de finales del siglo XIX y la importancia de esa

    interconexin para el comportamiento y resultados del movimiento obrero, al tiempo que

    sugiere que la globalizacin de finales del siglo XX (con sus fuertes restricciones a la movi-

    lidad de los trabajadores) no es una simple repeticin del pasado.

    As pues, y en trminos generales, una premisa metodolgica central de este libro es que

    los trabajadores y los movimientos obreros de diferentes pases/regiones estn vinculados

    entre s por la divisin del trabajo a escala mundial y por procesos polticos globales.

    Una comprensin de los procesos relacinales entre casos a escala mundial conceptualizadosespacial y temporalmente es fundamental para entender la dinmica de los movimientos

    obreros, al menos desde finales del siglo XIX.

    Para una muestra del debate, vase Tilly (1995), Wallerstein (1979), Gills y Frank (1992),

    ChaseDuna (1989) y ORourke y Williamson (1999).

    16 Como han mostrado David Held y sus colaboradores, los flujos de migracin a finales del siglo XIX

    y comienzos del XX, en relacin con la poblacin mundial, fueron ms amplios que a finales del siglo XX

    (Held et al. [1999], cap. 6; vase tambin ORourke y Williamson [1999], caps. 78).

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    A lo largo de todo el libro dedicaremos especial atencin a los procesos relacinales,

    tanto directos como indirectos. En el caso de los procesos relacinales directos, los

    agentes son conscientes de los lazos existentes entre unos y otros casos y los promue-

    ven deliberadamente. Estos procesos relacinales directos pueden adoptar dos formas

    diferentes: difusin y solidaridad. En el caso de la difusin, los agentes ubicados encasos separados en el tiempo y en el espacio se ven influidos por la transmisin de

    informacin sobre el comportamiento de otros y sus consecuencias (Pitcher, Hamblin y

    Miller [1978]). El contagio social es una imagen habitual en la literatura metodol-

    gica sobre la difusin, de la que sera un ejemplo el contagio del vocabulario de los dere-

    chos laborales recogido por los sindicalistas africanos (del que hemos hablado anterior-

    mente) . Este tipo de difusin puede tener lugar sin la cooperacin activa entre la fuente

    y el receptor del malestar social (en nuestro ejemplo, sin la cooperacin entre los sin-

    dicalistas europeos y africanos). Por el contrario, el segundo tipo de procesos relacina-

    les directos, sealado anteriormente esto es, la solidaridad, supone un contacto per-

    sonal y el desarrollo de redes sociales, transnacionales en el caso del internacionalismo

    obrero (Tarrow [1998]; McAdam y Rucht [1993], pp. 6971; Keck y Sikkink [1998]).

    En el caso de procesos relacinales indirectos, los agentes afectados suelen no ser

    totalmente conscientes de los vnculos relacinales, sino que, ms bien, se ven afectados

    por procesos sistmicos que incluyen las consecuencias involuntarias de una serie de

    acciones y reacciones frente a lo que venimos llamando el problema sistmico. Si un

    potente movimiento obrero lleva a los capitalistas a responder reubicando la produc-

    cin en un nuevo lugar (debilitando as a los trabajadores del lugar desindustrializado,pero reforzando a los del recientemente industrializado), podemos decir que estos dos

    conjuntos de trabajadores estn vinculados por procesos relacinales indirectos. De

    hecho, el argumento implcito que subyace en la literatura sobre la nueva divisin

    internacional del trabajo es que ia industrializacin de zonas de bajos salarios y la

    desindustrializacin de zonas de elevados salarios no son sino dos caras de la misma m oneda

    (vanse, entre otros, Frbel et al. [1980]; Bluestone y Harrison [1982]; Sassen [1988];

    MacEwan y Tabb [19 89] ; Dicken [1 99 8] ).

    En el ejemplo de la emigracin a finales del siglo XIX podemos detectar procesosrelacinales tanto directos como indirectos, que vinculan en el tiempo y en el espacio

    a distintos movimientos obreros. La difusin de ideologas y prcticas militantes a me-

    dida que los trabajadores se trasladaban a distintos puntos del planeta (a la que ya nos

    hemos referido antes) es un ejemplo de difusin, pero tambin podemos detectar pro-

    cesos relacinales indirectos decisivos. El xito del movimiento obrero estadounidense

    al conseguir que se prohibiera la inmigracin masiva en la dcada de los veinte prepa-

    r la escena para la estabilizacin de la clase obrera estadounidense y contribuy as a

    las subsiguientes victorias del CIO (Congreso de Organizaciones Industriales) en la d-

    cada de los treinta. Al mismo tiempo, sin embargo, ese xito del movimiento obrero

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    Aunque alguno de los trabajos recientes ms interesantes en los estudios laborales

    proviene del enfoque histricocomparativo, esa estrategia de investigacin impide un

    acceso en profundidad a lo que consideramos una variable explicativa clave del com-

    portamiento del movimiento obrero y de sus resultados (esto es, las relaciones entre los

    distintos casos). Como ha sealado, entre otros, Charles Tilly ([1984], p. 146), los re-sultados de un anlisis basado estrictamente en la comparacin entre casos nacionales

    pueden ser equvocos. La conexin de una unidad social determinada con el sistema

    total de relaciones sociales en los que est inserta produce con frecuencia efectos que

    parecen propiedades autnomas de esa unidad social. En consecuencia, la diversidad

    postulada entre unidades sociales par ece coherente con las explicaciones basadas en la

    bsqueda de variaciones transnacionales. En la literatura antropolgica esto se deno-

    mina problema de Galton: en una situacin en la que los casos se suponen indepen-

    dientes pe ro estn, de hecho, vinculados relacio nalm ente, las relaciones entre ellos seconvierten en una variable oculta (no examinada). En los ejemplos ofrecidos anterior-

    mente, y a lo largo de todo el libro, la semejanza/diferencia no es slo el resultado de ca-

    ractersticas internas independientes y preexistentes, semejantes/diferentes, sino que,

    por el contrario, las relaciones entre los casos, y entre stos y la totalidad, constituyen

    aspectos clave de la explicacin de los resultados semejantes o diferentes18.

    En resumen, la perspectiva adoptada en este libro requiere una estrategia analtica

    sensible a los procesos relacinales entre los principales agentes (trabajadores, capital,

    Estados) en el conjunto del sistema, as como a las restricciones sistmicas que afectan

    a esos agentes. No hace falta decir que tal enfoque supone una enorme complejidad y

    que se precisa una estrategia para reducir esa complejidad y posibilitar la investigacin.

    La estrategia ms conocida para reducir la complejidad del anlisis histrico mundial es

    la que Tilly (1984) llam