Stavrakavis, Yannis - Lacan y lo político

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LACANy lo poltico

Yannis Stavrakakis

.prometeo^ '

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l i b r o s

Universidad Nacional de La Plata

Yannis Stavrakakis realiz estudios de ciencias polticas en Atenas y obtuvo luego su doctorado en la Universidad de Essex. Ensea actualmente en Essex y Nottingham. Es autor de numerosos trabajos sobre la relevancia del psicoanlisis freudiano y lacaniano para la teora social y el anlisis poltico, el construccionismo social y las teoras del riesgo, la historia y estructura del discurso ideolgico "verde", y los desarrollos tericos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.

L\CAN Y LO POLlTlCCT

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATAPRF.SIDENTK

Arq. Gustavo Adolfo AzpiazuVlCEPRESlDENTi;

Lie. Ral Anbal PerdomoSECRETARIO GENERy\L

Arq. Fernando A. TauberPROSECRETARIO GENER/\L

Lie. Carlos Armando GuerreroDIRECTORA EDITORIAL

Dra. Florencia Saintout

Yannis Stavrakakis

Lacan y lo poltico

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Universidad Nacional d e Di Plata Iicullad ) E, 114-45: la cosa fieudiana o sentido del retorno a Frcud en psicoanlisis (1955*. E, 146-78:1 a inslaneia de la Icvra en e! inconscienie o la razn desde Freud (1957). E, 179-225: De una cueslic'm preliminar a lodo iraianiienio posible de la psicosis (1457 8), E, 226-80: La direccin de la cura y ios principios de su poder (1958), E, 281 -91: l a signiicacin del Falo (1958), E, 292-325: Subversin del sujelo y dialclica del deseo en el inconscienlc Ireudiano (1960),

IntroduccinSobre algunas cuestiones preliminares a todo anlisis posible de Lacan y lo poltico Qu tiene que ver Lacan con lo poltico? No es Lacan ese oscuro psicoanalista mstico convertido en filsofo que no tiene nada que ver con la consideracin del mbito poltico? Esta es una de las potenciales respuestas que puede generar el presente libro. En este tipo de respuesta, encontramos dos objeciones diferentes al proyecto encarado aqu. La primera est relacionada con la idea general de reunir al psicoanlisis y a lo poltico. Es una idea que parece ajena tanto a los dentistas sociales como a los psicoanalistas, aunque, sin duda, se espera que la lectura de este libro no est limitada a estas dos categoras profesionales. La primera de estas dos categoras de eventuales lectores siempre recela de cualquier reduccin de lo social, del nivel "objetivo", a un anlisis a nivel del individuo, al nivel "subjetivo", y no sin razn. No hay duda de que el reduccionismo psicolgico, es decir la comprensin de los fenmenos sociopolticos refirindolos a alguna clase de substratum psicolgico, a una esencia de la psique, es algo que debe ser evitado con claridad. Como ha sido sealado correctamente por Wrong, el reduccionismo psicoanaltico en el estudio de los problemas sociopolticos (tales como atribuir la guerra a estallidos de agresin reprimida, la revolucin rusa a una revuelta contra "la imagen del padre nacional", y el "nacionalsocialismo alemn" a una cultura paranoide, es decir, tratar a "la sociedad como a un paciente" poseedor de un inconsciente colectivo o un supery y que sufre un trastorno psicopatolgico) ha conferido a los psicoanalistas una merecida mala reputacin entre los historiadores, los socilogos y los cientistas polticos (Wrong, 1994: 172).' En ese sentido, Fredric Jameson est en principio en lo correcto cuando llama nuestra atencin' La ingenuidad de Wilhem Reich y de algunas versiones del freudomarxismo obviamente no son inocentes en relacin con esta cuestin. La teora lacaniana, sin embargo, tambin ha sido acusada de acarrear el peligro de un reduccionismo de esa naturaleza. Considrese

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hacia la severa advertencia de LfS Regies de Mcthodc St)cioii);git(ue (Las recites del mctodo socioltgito) que "siempre que un fentimeno social es explicado directamente por un fenmeno psicolgico, podemos estar seguros de que la explicaciii es falsa" (Durkheim en Jameson, 1982: 339).'por ejemplo, la siguiente afirmacin de Sluart Hall: Creo C|ue el lacanismo corre el peligro de sustituir un esencialismo psicoanalKico por un cscntialismo de clase" (I lall, 1988: 68). Si bien Mal est hablando de csencialsmo, el problema es, claramenic, la reduccin de lo social a una esencia psicoanaltica o de clase. No obstante, en la medida en que todo anlisis presupone la elucidacin de un campo o problema particular reliricndolo a un elemento que es usualmente externo a l, y de esa manera articula un determinado mciadiscurso (si estudiamos un fenmeno lingistico, ste sera un discurso mctalingiiistico; si es un fenmeno psicolgico, se puede hablar de una metapsicologa), todo anlisis se vuelve, hasta cierto punto, reduccionista. Aun la ms "objetiva" (casual) lectura de un texto, el ms simple anlisis de una cuestin, estn contaminados por cierto reduccionismo. Un ese sentido, el reduccionismo es inevitable (lo mismo se puede decir del esencialismo; nuestra referencia a la afirmacin de Hall no era tan inocente), si bien el crudo reduccionismo criticado por Wrong es sin duda evitable (cont seala l.acan. "las tentativas, siempre renovadas y siempre falaces, para fundar en la teora analtica nociones tales como la de la personalidad modal, la del carcter nacional, o la del supery co/cclivo deben ser distinguidas de ella por nosotros con el mayor rigor" -1966a: 16). Por otro lado, csle hecho ine\'itable no significa que sea posible articular una reduccin cerrada exitosa, un nicialenguaje cerrado exitoso. Segn Lacan, la posicin metalingstica es algo necesario (lodo lenguaje es metalenguaje -III: 226) pero en ltima instancia imposible (es imposible un metalenguaje -E: 3 1 1 - porque toda formalizacin metalingstica del lenguaje tiene que usar el mismo lenguaje y as se socava su carcter puro -XX: 119). Sin duda, la estrategia de Lacan es mostrar que no hay metalenguaje; pero esta revelacin slo puede tener lugar mediante el reconocimiento de la imposibilidad implicada en toda operacin metaUngistica. Para demostrar esto, es necesario ubicarse en el terreno del metalenguaje. Si el metalenguaje fuese negado desde el afuera, entonces se sostendra la fantasa de evitarlo por completo y con ella permanecera intacta la entera posicin metalingstica. En ese sentido, Lacan articula una negacin metalingstica del metalenguaje; la operacin metalingstica est presupuesta pero slo como una operacin fallida. De modo parecido, ir ms all o ms bien crear una distancia del reduccionismo, presupone cierto riesgo de reduccionismo. Cuando se abordan el reduccionismo, el esencialismo y otras categoras y posiciones por el estilo desde un punto de vista lacaniano, es necesario evitar las posiciones absolutas -el "absolutismo" presupone la represin- e introducir un conjunto de juegos de lenguaje que permita un manejo ms sutil pero electivo del problema. La cuestin importante no es "reduccin o no reduccin" sino "qu tipo de reduccin?". Para crear una distancia de la reduccin cruda, es necesario operar dentro del campo de la reduccin; es necesario reducir la reduccin a su propia imposibilidad. ' Por otra parte, no obstante, se podra sostener que en una poca de trabajo interdisciplinario y de comunicacin (sin distorsiones?) entre diferentes campos cientficos y corrientes tericas, es decir, en una poca de apertura (si bien este no es el cuadro completo sino ms bien aquel en el que el intelectual occidental gusta identificarse), sera absurdo quedar fijado dentro de fronteras establecidas a priori. Esta posicin, sin embargo, no debera entenderse como una lgica de "vale todo", una posicin imposible en s misma: debera llevar a una reevaluacin y rediseo ms que a una abolicin "posmoderna" de todo tipo de fronteras y lmites. Ese rediseo es lo que siempre est enjuego, aun cuando se fantasea con la posibilidad de una abolicin.

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Una olijecin similar .se dirige a menudo a los psicoanalistas, quienes tambin parecen escpticos acerca de la confluencia del p.sicoanlisis y el anlisis sociopoltico. "Qu tiene para decir un psicoanalista sobre estos tpicos?", pregunta Jacques-Alain Miller, y dice: "Hay que preguntarse si no es un despropsito hablar de poltica desde el punto de vista analtico, porc[ue entrar en anlisis es un acto sumamente individual". El anlisis, sin embargo, no es una teora aislada, la psicologa de un individuo en soledad (Lacan se opuso a cualquier forma de psicologa atomista), y el analizante no es un "vagabundo solitario": el analizante se convierte en analizante en el encuadre analtico al vincularse con otro, con su analista. Lsta conexin constituye un lazo social en el anlisis, lo que Miller denomina el lazo social mnimo. De all que "el trabajo preliminar de Freud fue mostrar que la relacin analtica proporciona el ncleo del lazo social. Y eso es lo que autoriza nuestro pensamiento en relacin a la esfera social" (Miller, 1992; 8). La autorizacin a la que se refiere Miller puede relacionarse tambin con los propios ejercicios de Freud en un anlisis sociopoltico psicoanaltico, particularmente en Psicologa de las masas y anlisis del yo {Massenpsychologie und Ich-Analyse) (1920), pero tambin en otros trabajos del ltimo perodo de su vida, es decir, en E porvenir de una ilusin {Die Zukunft einer Illusion) (1927) y en E! malestar en la cultura {Das Unbehagen in der Kultur) (1930), as como en su respuesta a la invitacin de Albert Einstein, auspiciado por la Liga de las Naciones, a escribir un breve artculo acerca del fenmeno de la guerra {Por qu la guerra? -Warum Krieg- 1933). Adems, como seala Lacan en "La cosa freudiana" (1955), Freud consideraba al estudio de la lengua y las instituciones, la literatura y el arte, es decir, del mundo social, como un prerrequisito necesario para la inteligencia de la experiencia analtica misma: "Por haber tomado l mismo all su inspiracin, sus procedimientos de pensamiento y sus armas tcnicas... Pero no juzg superfluo poner esa condicin a toda institucin de una enseanza del psicoanlisis" (E: 144). En efecto, Lacan llega hasta el punto de sostener que la falta de ese inters, especialmente por parte de los analistas ms jvenes, acarrea el peligro de una "objetivacin psico-sociolgica donde el psicoanalista en sus incertidumbres va a buscar la sustancia de lo que hace, siendo as que no puede aportarle sino una abstraccin inadecuada donde su prctica se empantana y se disuelve" (E: 144). El propio Lacan era reconocido por su inters y sus prstamos creativos de campos que abarcan el discurso filosfico (especialmente Platn, Aristteles, Descartes, Kant y Hegel), la antropologa estructuralista (Lvi-Strauss), la lingstica (Saussure y Jakobson) y la topologa.

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No obstante, la manera en que Freud y Lacan tratan la relacin entic el nivel individual y el colectivo dista de ser idntica. Aqu se pueden sealar similitudes y diterencias. Es cierto que, como sostienen LacoueLabanhe y Nancy, el psicoanlisis, "la ciencia treudiana, es por derecho propio una ciencia de la cultura, y en consecuencia una ciencia poltica" porque en el esquema de Freud "el contraste de lo social y lo individual cae dentro de los lmites del psicoanlisis" (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1997: 9). Como el propio Freud seala al comienzo de Psicologa de las masas, "la psicologa individual es simultneamente psicologa social... todos los vnculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanlisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenmenos sociales". En consecuencia, para Freud, "la oposicin entre actos anmicos sociales y narcisistas... cae ntegramente dentro del campo de la psicologa individual" (Freud, 1991: 95-6). En este sentido, podemos afirmar que el psicoanlisis tiene el derecho a embarcarse en el anlisis social justamente porque lo social mismo se reduce a lo individual: "La sociologa, que trata la conducta de los hombres en la sociedad, no puede ser otra cosa que psicologa aplicada. En sentido estricto slo existen dos ciencias: la psicologa, pura y aplicada, y la ciencia natural" (Freud, 1973: 216). Lacan, si bien acuerda con Freud en la plausibilidad y legitimidad de un anlisis de inspiracin psicoanahtica de lo social, no comparte ese enfoque fuertemente "reduccionista". Parece tomar muy en serio la observacin del propio Freud de que Habra que ser muy precavido, no olvidar que a pesar de todo se trata de meras analogas, y que no slo en el caso de los seres humanos, sino tambin en el de los conceptos, es peligroso arrancarlos de la esfera en la que han nacido y se han desarrollado. (Freud, 1982:81) Si Freud parece, en ocasiones, ignorar este peligro,^ Lacan es mucho ms cuidadoso. En una fecha tan temprana como 1950 realiz la siguiente afirmacin:' Este parece ser especialmente el caso con el libro de Freud sobre el presidente Wilson. Este libro, una biografa psicolgica del presidente, que fue el resultado de la colaboracin entre Freud y su ex paciente, el embajador norteamericano en Pars, W. C. BuUitt, fue publicado recin en 1967 (Freud y BuUitt, 1967). Si bien la injerencia exacta de Freud en la redaccin de este libro no est clara, su originalidad no est en disputa. En lugar de servir de modelo para un estudio que atraviese los lmites entre el psicoanlisis y la poltica, debera leerse ms bien como un compendio de lo que hay que evitar en una empresa de ese tipo. Como concluye Roazen, "hay algunos puntos especficos en el libro de Wilson que nos pueden ensear qu es lo que hay que evitar" (Roazen, 1969: 319).

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rorc|Lie ecctivamenle si, en razn ele la limiacin al individuo de la experiencia C|ue constituye, no puede el psicoanlisis pretender caplar la loialidad de objeto sociolgico alguno, ni aun en el conjunto de las palancas t|ue actualmente mueven nuestra sociedad, sigue en pie que ha descubierto en sta tensiones relacinales que parecen desempear en toda sociedad una luncin bsica, conro si el malestar de la civilizacin luese a desnudar la articulacin misma de la cultura con la naturaleza. Se pueden extender sus ecuaciones, con la reserva de efectuar su correcta iranslormacin, a las ciencias del hombre que puedan utilizarlas. (1996a: 14) l:s necesario combinar este enfoque -el movimiento desde el individuo hacia lo social- con las ahrmaciones ms sociocntricas incluidas en la tesis doctoral de Lacan (1932) y en otros lugares, que indican un mo\Tmiento opuesto, desde lo social hacia lo individual: "Hemos admitido como explicativa de los fenmenos de la psicosis la nocin dinmica de tensiones sociales, cuyo estado de equilibrio o desequilibrio normalmente define la personalidad en el individuo" (Lacan en Borch-Jacobsen, 1991: 22). La consecuencia es que, desde ei principio, Lacan estaba advertido de un movimiento de doble va entre el nivel individual y el nivel social. A medida que su trabajo evolucion y se radicaliz su enfoque, se vio inducido a deconstruir la entera divisin esencialista entre los dos niveles. Como veremos, consigue esto introduciendo una novedosa concepcin de subjetividad, una concepcin "sociopoltica" de la subjetividad no reducida a la individuahdad, una subjetividad que abre un nuevo camino a la comprensin de lo "objetivo". Por esa razn, la mayora de los intentos contemporneos de articular un enfoque lacaniano del nivel de lo colectivo o de lo sociopoltico, el nivel objetivo, se basan en la premisa del sujeto lacaniano. Pero, como sostendremos, la importancia de Lacan para una consideracin de lo poltico no termina all. El sujeto lacaniano slo puede ser el punto de partida. En este contexto, lo que resulta ms importante en la teora lacaniana es que permite una verdadera implicacin o interimplicacin y no una mera "aplicacin"- entre el psicoanlisis y el anlisis sociopoltico; no queda atrapada en el marco tradicional que "aplica" el psicoanlisis a las cuestiones sociopolticas, aadiendo simplemente una teora de la subjetividad al campo del anlisis poltico. Como ,eala Ernesto Laclau, la teora lacaniana permite la confluencia de estos dos campos

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ni como la adicin de un suplcincnio ai primero [el (pos)niarxismol por parle del segundo [el psicoanlisis], ni como la introduccin de un nuevo elemento causal -el inconsciente en lugar de la economasino como la coincidencia de los dos en lomo a la lgica del signilicante como lgica... de la dislocacin [real]... la lgica ciue preside la posibilidad/imposibilidad de la consiilucin de toda identidad. (Laciau, 1990; 96) Ms all de su concepcin "sociopoltica" de la subjetividad, Lacan articula toda una nueva concepcin del nivel objetivo,' del nivel de la realidad social, como el nivel cuya construccin (la construccin de la objetividad social y la identidad poltica como una estructura cenada, autocontenida) es en definitiva imposible pero, no obstante, necesaria (estamos necesariamente abocados todo el tiempo a la construccin de identidad justamente porque es imposible construir una identidad plena). Con respecto a esto, la teora lacaniana es indispensable para demostrar que comprender la realidad social no es equivalente a entender qu es la sociedad, sino aquello que le impide ser (Laciau, 1990: 44). Ls en el momento en que aparece este impedimento, que simultneamente genera - o causa- nuevos intentos de construir ese objeto imposible -la sociedad-, que el momento de lo poltico sale a la superficie y vuelve a salir una y otra vez. Otra objecin presupuesta en el escepticismo ante la confluencia de la teora lacaniana y lo poltico tiene que ver con el particular status de la teora lacaniana. Aqu es posible discernir una cantidad de cuestiones diferentes, si bien relacionadas. La primera concierne a las complejidades del discurso de Lacan, a su estilo barroco y complicado. Generalmente se considera a Lacan como una lectura complicada. Parece, al menos al principio, que, como Nietzsche, "hizo prcticamente todo lo que estuvo a su alcance para alentar la confusin y el malentendido" (Conway, 1997: 119). Como resultado, ha sido acusado repetidamente de ser deliberadamente oscuro en un sagaz intento de evitar la evaluacin crtica.' Obviamente, el discurso lacaniano no se presenta como un Como veremos, se puede sostener tambin que es justamente gracias a su concepcin no * reduccionista de la subjetividad que Lacan est en condiciones de alcanzar una nueva concepcin del orden sociosimblico del Otro: "El advenimiento del sujeto escindido seala una divisin o ruptura correspondiente del Otro" (Fink, 1995a: 46). Ver especialmente Roustang, 1982 y 1990. La critica a Lacan, ya sea como terico o como ^ clnico, toma muy a menudo la forma de un ataque personal y vitrilico. Lacan es presentado invariablemente como un agente daino, una figura malvada comparable con Sade, como el fundador de un edificio terico e institucional monstnioso que retrotrae el psicoanlisis a los aos 1920 (Castoriadis, 1991: 81-95) o incluso, ms recientemente, simplemente

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sistema cerrado, coherente, listo para una apropiacin y aplicacin graduales. Tambin es cierto |UC esto es intencional: "No me sorprende C|ue mi discurso pueda causar un cierto margen de malentendido", ])ero est hecho "con una intencin expresa, totalmente deliberada, la de llevar a cabo este tliscurso de modo C|ue otrezca la ocasin de no comprenderlo por completo" (Lacan en Samuels, 1993: 16). En opinin de Lacan, es un signo de rncsis, de parte del lector, el no comprender demasiado rpido (XX: 79) y parece determinado a cultivar en su audiencia esta nueva cultura de la lectura: el suyo es un texto cscbibh y no legible. En este contexto, Lacan saba muy bien que su discurso era especialmente inadecuado para la reapro]Tacin acadmica: "Mis cts no sirven para una tesis, la universitaria particularmente: antitticos por naturaleza, pues lo que lormulan slo cabe tomarlo o dejarlo" (1977: vii).'' Quizs fue muy optimista entonces cuando, en Tlvi.sion, afirm que diez aos seran suficientes para que todo lo que haba escrito se volviera claro a todos (] 987: 49). Es absurdo, sin embargo, interpretar semejante estrategia como un intento de evitar la crtica; en electo, es cierto lo opuesto: este alegado oscurantismo ha sido un punto nodal ca]5ital en la crtica dirigida a la teora lacaniana. Cmo hay que interpretar entonces hoy esta estrategia? Parece que la dihcultad en el discurso lacaniano constituye un dispositivo protector -no siempre exitoso, hay que admitirle)- ante la aceptacin cmoda de su teora, una aceptacin facilitada por la identificacin con Lacan como el Maestro absoluto (para retomar el ttulo del libro de BorchJacobsen -Borch-Jacobsen, 1991). La ambigedad del discurso de Lacan es, en efecto, un desafo a todo lector, un desalo que hay que aceptar, una dihcultad que hay que reconocer; slo reconociendo la irreductible ambigedad e indeterminacin de su discurso se puede desplegar el deseo de trabajar con l. Este es el desafo C|ue Lacan nos hace: "No estn'obligados a comprender mis escri-

como "el psiquiatra del infierno", un "psicpata fsicamente atractivo" culpable de daar a "pacientes, colegas, amantes, esposas, hijos, correctores, editores y opositores"; realmente os un milagro cjue el autor de ese artculo haya sobrevivido, a pesar de ser obviamente un opositor. Quiz su artculo sea la prueba del dao que le inlligi su encuentro con lo muy poco que parece haber entendido del "legado luntico" de Lacan -el xito de Lacan slo puede atribuirse al "aura que lo rode"-; bien, despus de todo era un "dandy elegante" Clallis, 1997: 20). " Ls cierto que la obra de Lacan constituye una entidad compleja de la que resulta imposible extraer algunos fragmentos inientras se ignora a lodos los otros, sin llegar a conclusiones )',rotcscas (Verhaeghe, 1997: 91). Esto es evidente en la reciente critica de Alan Sokal al uso de formulaciones matemticas por parte de Lacan. No resulta sorprendente que, aisladas de MI contexto amplio, no tengan ningn sentido.

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tos. Si no los entienden, mucho mejor: eso les dar la 0]iortunidad de explicarlos" (XX; 34). Lacan insisti siempre en que el anlisis no apunta a la adaptacin a travs de la identificacin del analizante con el analista en tanto modelo del rol que encarna el bien socialmente aceptable o "polticamente correcto". Como seal en Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanlisis (1964), "Todo anlisis cuya doctrina es terminar en la identificacin con el analista revela cjue su verdadero motor est elidido. Hay un ms all de esta identificacin" (XI: 271-2). De modo parecido, la enseanza de Lacan no se ofrece ella misma fcilmente para identificaciones de esa clase, y con justicia. Sin embargo, al llegar a este punto surge un problema adicional. Lo que generalmente no se percibe es que este particular status del discurso de Lacan no legitima la imitacin de su estilo por pane de otros comentadores "lacanianos", un resultado de la idealizacin transferencia!. De esta manera, la identificacin vuelve a entrar por la puerta trasera. Hay una tradicin antisistemtica oscurantista en la literatura lacaniana que, tratando de imitar las complejidades del discurso de Lacan, reproduce, en otro nivel, los problemas que el propio Lacan critic a la Ego Psychology; en ese sentido, su estrategia no result del todo exitosa. Desafortunadamente, una parte considerable de la bibhografta lacaniana reciente -especialmente en el mundo anglosajn donde, en contraste con el Continente, ha estado, en gran medida, dirigida hacia la exploracin de la relevancia del trabajo de Lacan para reas de investigacin tales como la literatura, la teora del cine, el feminismo y, ms recientemente, la poltica y la teora poltica- pertenece a esta tradicin.'' Aqu, el peligro es, como ha sealado Malcolm Bowie, que la importancia de Lacan pueda quedar oscurecida por el parloteo de sus admiradores incondicionales (Bowie, 1991: 203). En ese sentido, an es pertinente articular una sistemtica y simple -pero no simplista y por ende petrificante- exposicin de la relevancia de Lacan para una consideracin del mbito poltico, y el presente estudio est concebido como un paso en esa direccin. Una segunda dificultad relacionada con el status del discurso lacaniano es su inestabifidad consustancial, debida no slo al peculiar estilo de Lacan sino tambin a su radical desarrollo en el tiempo; en la obra de Lacan, los momentos de enfrentamiento del tipo Lacan contre Lacan no' Sin embargo, no debera olvidarse que durante estos ltimos diez aos han aparecido algunos trabajos muy interesantes y estimulantes acerca de la relacin entre Lacan, la filosofa y lo poltico, debidos a las intervenciones innovadoras de tericos como Slavoj Zizek, Ernesto Laclau, Thanos Lipowatz y otros. Sin esos trabajos, este libro no habria sido posible y seguramente no seria el mismo.

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son raros. I'cro si e.s posible discernir varias fases diferentes en la evolucin terica de Lacan, cmo |)otlenios entonces orientar nuestro anlisis a travs de ellas? Cul consielacin de conceptos y definiciones ]iodemos utilizar sin crear conflicto y confusin conceptuales? Parece que este problema -la naturaleza variable de la enseanza de Lacan- ya dejaba perpleja a su audiencia en los tempranos aos sesenta. En su seminario medito Lu angusa (1962-3) afirma, como si respondiera a una conviccin generalizada, que no crea c|ue existieran dos fa.ses diferentes en su enseanza, una localizada en su concepcin de lo "imaginario", en la 'lase del espejo", y otra articulada en torno a su concepcin de lo "simblico". Moy es jiosible aadir una fase ms, la que comienza con su seminario Lo.s cuatro concepto^, undamcntaks del psicoanlisis, en la que el concepto de lo "real" se convierte en el punto nodal de su di.scurso; siendo lo "imaginario", lo "simblico" y lo "real" las tres categoras ms importantes, o registros, mediante las cuales Lacan describe la experiencia humana. Naturalmente, este esquema tripartito no es la nica descripcin posible de la trayectoria terica de Lacan." Ln todo caso, no leemos razn para creer C|ue la respuesta de Lacan a todos estos intentos de espacializar y sedimentar su elusivo discvirso sera diferente hoy de la (|ue dio en 1962. Lacan sostiene, por ejemplo, que las referencias al rol del signicante estaban presentes en su discurso y en sus trabajos desde los aos cuarenta, lo mismo se puede decir del concepto de lo real, que ya estaba presente en sus primeros seminarios.* La razn por la que no uAvisle. a eslas dimensiones con el mismo peso lerico que dio a lo imaginario es, segn su opinin, que su auditorio no estaba an hsto para aceptarlo en esa poca (seminario del 28 de diciertibre de 1962). No obstante, seria muy difcil presentar el discurso de Lacan como el pausado desarrollo lineal de un nico conjunto de conceptos tericos, ya que el propio Lacan, si bien se mantuvo firme en el uso de un aparato conceptual casi fijo (con algunas excepciones notables), nunca dej de brin" Adems, aun cuando lo prioritario es un esquema tripartito, las marcas que dividen estas lies fases no son siempre idnticas. Por ejemplo, si bien generalmente se acepta que la icicera fase parte aproximadamente del undcimo seminario, tambin se ha afirmado que (.la fase comienza en I960, extendindose la primera fase desde la publicacin de la tesis (Ir Lacan hasta 1953, y la segunda desde 19.53 hasta finales de la dcada (Benvenuto y K.iuicdy, 1986). ' II desarrollo radical de la teora de Lacan est unido a una insistencia paralela en la iiulizacin de un conjunto de conceptos esenciales que permanecen centrales, si bien . (iiiiinuamente redefinidos. Por ejemplo, Lacan dedica uno de sus ltimos seminarios a los 1 (iiKcpios de lo Real, lo .Simbhco y lo Imaginario (R.SI -1974-5), un ttulo casi idntico a !( exposicin de 195.3 acerca de lo Simblico, lo Imaginario y lo Real.

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dar mltiples e incluso incompatibles deliniciones tie catla uno de los conceptos y categoras contenidas en l. Una vez ms, su obra invita a la interpretacin. El reto para todo lector de Lacan es articular su propia lectura, sin reducir la complejidatl del pensamiento lacaniano a su particular sedimentacin y sin suturar cierta indeterminacin que tiene que ser preservada como una huella de lo real sin representacin. I:n trminos simples, en lugar de imitacin necesitamos interpretacin, una interpretacin que no busque al recil y delinitivo Lacan, y t|ue, para evitar esa seduccin de omnipotencia terica, elija concentrarse en la constitutividad del real lacaniano, el elemento que interacta con lo imaginario y lo simblico desbaratando las certezas que articulamos mediante estos ltimos. Otro obstculo para la posible confluencia de Lacan y lo poltico es el debido a los problemas en la accesibilidad de la obra de Lacan. Adems de las dificultades que plantea el hecho de que Lacan present sus ideas principalmente en su seminario -un acontecimiento cultural en si mismo- y no en artculos escritos, de tipo acadmico (en la forma que l denomin poubellicationy^, con la consecuencia de C|ue la transcripcin de su presentacin oral ha transmitido su enseanza "iguales que el mbar que preser\'a la mosca para nada saber de su vuelo" (1977: xv), estos seminarios -27 en total- no estn an disponibles en su mayora, debido a un lento proceso de establecimiento del texto que ha sido muy criticado e incluso demandado ante la Justicia. Esta demanda revela slo una pequea parte de las luchas "polticas" asociadas al proyecto lacaniano casi desde su mismo inicio. No resulta sorprendente entonces que, para muchos, la nica relacin entre Lacan y lo poltico se encarne en esa especie de poltica psicoanalitka (para recurrir a otro ttulo de un relevante libro de Sherry Turkic; Turkic, 1992) caracterstica de la relacin de Lacan con el estabsiment psicoanaltico y con sus propios seguidores, y de los interminables debates en torno a su legado. Y si bien esta cuestin no puede ser pasada por alto, todo este libro constituye un intento de demostrar que la relevancia de Lacan para una consideracin de lo poltico no est, de ningn modo, limitada a eso. Para recapitular, nuestra hiptesis principal ser que la teora lacaniana no es relevante y efectivamente crucial para la revitalizacin de la teora poltica y el anlisis sociopolitico, solamente por introducir una concepcin "sociopoltica" "no reduccionista" de la subjetividad. Lacan adhiere al legado freudiano de un anlisis sociopolitico de inspiracin'" Aqu no se pueden dejar de lado las similitudes entre la posicin de Latan y la po.siLn de otros pensadores como Saussure y Wittgenstein.

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psicoanalitica, articulando un con|unio de conceptos y nociones C|ue |)ertenccen pcv %c al ni\'el "objetivo", si bien ste es un "objetivo" no reductible al enloc|ue escncialista tradicional de la objetividad social, n ese sentido, lo C|ue revela la gran signilicacin poltica de la obra de Lacan es el hecho c|ue su sujeto escindido est relacionado con un "obje10 escindido', una escisin en nuestras construcciones de la objetividad sociopolitica. Cul es la naturaleza de esta escisin? Cul es su causa? ,;l:n qu sentido est exactamente relacionada con lo poltico? Cmo se administra esta escisin en el mundo sociopollico? Cules son las herramientas tericas t|ue ofrece la teora lacaniana para nuestro anlisis de todo este mbito? Estas son algunas de las principales preguntas que guan nuestra discusin. Nuestras respuestas a ellas no pretenden ser linales ni totales. De hecho, hay que plantear desde el principio que el objetivo de este libro es limitado, en el sentido que ciertas maneras de conectar a Lacan y lo poltico no se exploran en absoluto ni se analizan en detalle. Por ejemplo, no nis referimos a la teora de Lacan de los cuatro discursos (uno de los cuales es el discurso del amo) que ha sido utilizado fructferamente en varios anlisis polticos (Lipowatz, 1982; iiracher, 1993, 1994; Verhaeghe, 1995). Este tipo de exclusin en nuestra lectura poltica de Lacan de ningtin modo muestra un descuido de las herramientas tericas o de los resultados de la investigacin en cuestin, y se debe nicamente a las limitaciones de espacio de este volumen, a los intereses particulares del autor y a la articulacin contingente de la estructura de este libro. No obstante, es importante estar advertidos de estos lmites que son siempre constitutivos, ya que, como seal Lacan, "la condicin de una [de cualquier] lectura es evidentemente imponerse limites" (XX: 65). Si bien, como ya sealamos, el peligro del psicologismo, cuando se trabaja con la teora lacaniana, es limitado y claramente evitable, esto no significa que la diferencia entre psicoanhsis y teora poltica pueda eliminarse, llevando a una suerte de metadiscurso unificado, a una fusin M lmites de poltica y psicoanlisis. Resulta entonces pertinente formuU lar una advertencia antes de encarar nuestro recorrido terico-poltico. Aun si la teora lacaniana se pudiera compatibilizar con la teora poltica, I acan no es, claramente, un terico poltico, ni siquiera un filsofo. Esto rs lo que lo diferencia de otras figuras destacadas de nuestro mbito icorico actual. Fue ante todo un psicoanalista. Como seala en su seminario indito La identificacin (1961-2), su enseanza est determinada |H)r los senderos de la experiencia analtica (seminario del 30 de mayo de T'iii), su entera ontologa se funda en esta experiencia (seminario del 27

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tACAN Y10 p o i i i i r o

de junio de 1962). Si l^ien no nos extcndciemos sobre este aspecio clnico crucial de la teora lacaniana. es in\portante no perder de vista en nuestro horizonte argumentativo la proveniencia de las ideas de i.acan. En ese sentido, el ttulo de este libro debe leerse, en primer lugar, como Lacan y lo politico. Su primera dimensin crucial es presentar algunas de las categoras bsicas y concepciones tericas C(ue Lacan extiae iirincipalmente de su experiencia clnica. Nuestro titulo, sin embargo, debe leerse tambin como Lacan y lo poltico en el sentido que estamos particularmente interesados en estos conceptos lacanianos c|ue pueden resultar titiles para enfocar y dar cuenta de, en primer trmino, nuestra realidad sociopoltica, y, luego, de lo poltico tou cotut. Lin ltimo trmino ]3ero no menos importante, nuestro ttulo debe leerse como Lacan y lo poltico. Precisamente porque Lacan no es un terico poltico y porque los caminos polticos no conducen necesariamente a encrucijadas psicoanaliticas, este "y" es de primordial importancia. Da cuenta del trabajo de una variada gama de tericos, cuyas intervenciones abren el camino para la interimplicacin de Lacan y lo poltico (y cuyas contribuciones sern reconocidas a lo largo de este texto) y realza el carcter de "tierra de nadie" del terreno explorado en este libro. En lo que concierne a la estructura concreta de mi argumentacin, he intentado introducir al lector paso a paso en un conjunto de conceptos y teoras lacanianas que revelan gradualmente la relevancia de Lacan para nuestra consideracin de lo poltico. En trminos simples, los tres primeros captulos de este libro establecen las precondiciones tericas, epistemolgicas e incluso ticas para la confluencia de Lacan y lo poltico. El primer capitulo est dedicado al sujeto lacaniano, el punto de partida en la mayora de las apropiaciones sociopolticas de la teora lacaniana. Si bien es enormemente fructfero, este tipo de enfoque muchas veces oculta la contribucin que Lacan puede realmente hacer para una consideracin del nivel de la objetividad sociopoltica per se. A partir de all, en el segundo captulo, nuestro inters se centra en compreirder la conceptualizacin lacaniana del nivel "objetivo", el campo general de la realidad sociopoltica (el objeto lacaniano en el ttulo de este captulo no se refiere exclusivamente a la categora lacaniana de objet petit a sino a una multiplicidad de conceptos y esquemas tericos, que constituyen la contribucin de Lacan para cualquier estudio de la objetividad social en general). El tercer captulo est articulado en torno a una lectura lacaniana de la realidad poltica stricto sensu y al intento de definir una concepcin lacaniana de lo poltico. No es necesario decir que nuestro intento de presentar la relevancia de Lacan para todas estas cuestiones y campos de

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in\estigacin no est articulado de manera aislada o en oposicin a lodos los otros enfoc|ues existentes; por el contrario, una de las tareas principales de este estudio es la de analizar la relacin de la teora lacaniana con otras teoras, paradigmas y herramientas (incluyendo la teora del discurso, el construccionismo social, la sociologa del riesgo, la deconstruccicn y otras), para subrayar las similitudes y los acuerdos y precisar las diferencias y las divergencias. Si los tres primeros captulos apuntan a recuperar la importancia del aparato conceptual y terico lacaniano para el anlisis poltico y la teora de la poltica, los dos captulos que les siguen estn pensados para mostrar algunas de las vas por las cuales ese aparato conceptual puede conducir a novedosos y exigentes enfoques en reas c|ue son cruciales para la teora poltica y la praxis poltica, a saber, la crisis de las polticas utpicas y la fundameniacin tica de un proyecto democrtico radical. Aqu lambin sostendremos que tanto el anlisis histrico como el terico revelan que las polticas de la utopa -que durante mucho tiempo han ilominado nuestro horizonte poltico- conducen a un conjunto de peligros que ningn anlisis poltico ni praxis poltica deberan descuidar. Su crisis actual, en lugar de ser fuente de desilusin y pesimismo poltico, crea la oportunidad de "liberar" nuestra imaginacin poltica del chaleco de fuerza impuesto por la fanta.smtica tica de la armona, y de desarrollar an ms el potencial democrtico de esta imaginacin, en una poca en la que toda suerte de particularismos y fundamentalismos xenofbicos, neofascistas y nacionahstas vuelven a mostrar sus feos rostros. La teora lacaniana puede ser uno de los catalizadores de esas "liberaciones" polticas, ofreciendo al mismo tiempo una base tica de noliindamento para su articulacin. Resea biogrfica" Jacques Marie mile Lacan naci el 13 de abril de 1901, un ao despus de la publicacin de La interpretacin de los sueos, de Freud. Fue el" 1 sia resea biogrfica se basa principalmente en el estudio histrico de Elisabetli Roudiii

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pero si la segunda alirmiuin es verdadera, la primera es neeesarlameme falsa. (Builer, 1993:207) Lo que en realidad Butler reitera aqu es la muy conocida paiadoja de lipimnides quien, cretense l mismo, afirmaba que "todos los cretenses son mentirosos". Si esta afirmacitn es verdadera, entonces \ tambin es un mentiroso, pero si l es un mentiroso, entonces su afirmacin no puede ser verdadera. En ambos casos la paradoja es irresoluble. Sin embargo, lo que sealan estas paradojas es justamente la falta leal en nuestro medio simblico, los lmites reales de todo proceso de significacin y de resolucin simblica. Y aunque nunca podemos simbolizar lo real en s mismo, es posible cercar (aun en modo metafrico) los lmites que impone a la significacin y a la representacin. Aunque es imposible alcanzar lo real, es posible cercar su imposibilidad, debido justamente a que esta imposibilidad siempre emerge en la simbolizacin. De all la posicin de Lacan: "Yo digo siempre la verdad: no toda, porque de decirla toda, no somos capaces. Decirla toda es materialmente imposible: faltan las palabras. Precisamente por este imposible, la verdad aspia a lo real" (1987: 7). Ms all del ideal imaginario del conociiriiento absoluto, "la verdad no es otra cosa sino aquello de lo cual el saber no puede enterarse de que lo sabe sino haciendo actuar su ignorancia" (E: ZQ).*^ En ese sentido, la afirmacin de Butler es engaosa porque el enunciado "lo real se resiste a la simbolizacin" no es una simbolizacin de lo real per se' sino una expresin simblica de los lmites que ste impone, un reconocimiento de su causalidad estructural tal como se revela en su relacin con el mundo de la simbolizacin." En el segundo caso, tenemos'' Esta verdad, sin embargo, no es algo fcil de aceptar: "La dimensin de la verdad es misteriosa, inexplicable, nada permite captar decisivamente su necesidad, pues el hombre se acomoda perfectamente a la no-verdad" (III: 2 H ) . En otras palabras, no debemos subestimar la tendencia de los humanos a preferir la ignorancia de esta verdad, de un peligro posible que no son capaces de manipular (Douglas y Wildavsky, 1982: 66). ' Tambin esto es ignorado por Lacoue-Labarthe y Nancy cuando afirman que "Lacan adapta incansablemente su discurso, de muy variadas maneras, a la posibilidad de una representacin, una verdadera representacin adecuada de esa cosa misma que excede la representacin" (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: xxx; cursivas mas). Retornaremos en breve al argumento de Lacoue-Labanhe y Nancy. '' Estos lmites son traspuestos todo el tiempo en la medida en que las simbolizaciones se reemplazan unas a otras, pero esta dimensin ntica no cambia la causalidad ontolgica de lo real cjue no cesa de inscribirse a travs del fracaso de la simbolizacin. La causalidad de lo real .se imscribe a s misma dentro de la simbolizacin al no cesar de no inscribirse, es decir, al permanecer siempre fuera del campo de lo simblico y de la representacin lantasmtica, y asi es capaz de dislocarlos mostrando su falta interna, al revelar el hecho de que no puede ser domesticada.

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un gesto simblico que no tiene sentido positivo-representaciona! Suh yace a esta concepcin la idea de Cjue la prctica psicoanaltica inalmen te subvierte -pero no puede eliminar- las distinciones filosficas enire lo discursivo y lo extradiscursivo, lo lingstico y lo extralingstico, lo real y el conocimiento. Lo que se manifiesta a veces en la experiencia clnica (un analista o un analizante pueden saber algo de eso) es que el discurso analtico es capaz de producir cambios en la jouissntc real del sujeto, sin reducirlo (a l o a su imposibilidad) a una representacin positiva (como en el caso de un guin fantasmtico). l-ue l'oucauk quien formul esta pregunta crucial a principios de los aos sesenta en Lcrs palabras}' las cosas, con esta frase: "Cmo hacer que el hotnbre piense lo que no piensa |y lo real en Lacan es algo que est ms all de cualquier cosa que podamos pensar acerca de l), habite aquello que se le escapa en el modo de una ocupacin muda, anime, por una especie de movimiento congelado, esta figura de s mismo que se le presenta bajo la forma de una exterioridad testaruda?" (f-oucaull, 1989: 323). Y aunque su posicin cambi ms tarde, su respuesta en ese momento era que el psicoanlisis, en lugar de darle la espalda a este continente oscuro de lo impensado, apunta directamente a l, a los lmites de la representacin, deshaciendo la positividad del hombre creado por las ciencias humanas. (Foucault, 1989: 374-9). li\ psicoanlisis pertenece a una forma de reflexin que plantea "por primera vez la interrogacin acerca del ser del hombre en esta dimensin de acuerdo con la cual el pensamiento se dirige a lo impensado y se articula en l" (Foucault, 1989: 32 5). lista postura est inscripta en ]a nocin freuiana de inconsciente. Lo inconsciente es una instancia psquica cuya existencia "estamos obligados a suponer", a inferirla desde sus efectos, "pero de la que no sabemos nada" (Freud en Roazen, 1969: 49). Freud afirma que lo inconsciente -y esta es la dimensin real de lo inconsciente- es incognoscible como tal y por lo tanto no simbolizable en s mismo. El psicoanlisis apunta a formular una lgica de relaciones y conexiones que "intentan cercar esta incognoscibilidad", representar el lmite de lo simblico (del lenguaje y del conocimiento) y atravesar la clausura de la fantasa, un movimiento que resulta posible justamente porque este lmite aflora en el orden simblico del lenguaje y el conocimiento; este lmite es un lmite interno, una exterioridad interna (Samuels, 1993: 144). Bajo esta luz, si la pregunta es "cmo sabemos en primer lugar que lo real se resiste a la simbolizacin?", la respuesta debe ser "justamente porque esta resistencia, este lmite de la simbolizacin, aparece en el nivel de la representacin", ti psicoanlisis se basa en la idea de que lo real se

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iiiuestia en ciertos efectos que persisten en el discurso" -aunc|ue carece tic representacin per se- y que es posible representar los gestos simblicos que permiten cercar estos momentos de "mostracin"; "Sobre lo que no puede ser demostrado, algo verdadero puede, empero, ser dicho [y "tenemos que mostrar" cmo puede hacerse esto]" (XX: 119). La pregunta c(ue permanece abierta es cul es la naturaleza de estos gestos simblicos. No es tanto una cuestin de "si" sino una cuestin de "cmo": "Cmo podemos conocer lo real, si todo lo que puede ser categorizado y explicado en el marco de utia teora cientfica pertenece a la realidad? Cmo puede un discurso reflejar algn conocimiento autntico de lo real?" (Lee, 1990: 137). Thurston hace una pregunta similar: "Cmo puede escapar una instancia del lenguaje a las condiciones semiticas de representacin?" (Thurston, 1998: 158); pregunta que formul Badiou en los siguientes trminos: "Cmo puede llegar una verdad al saber, cuyo propio ser, o relacin con el ser, no puede ser conocida?" (Badiou, 1996: 24). Ante todo, es imposible hacerlo mediante la articulacin de alguna clase de metalenguaje puro; para Lacan, no hay metalenguaje excepto uno fracasado, precisamente porque toda funcin metalingstica tiene que ser articulada en el lenguaje (XX: 122). Todo lo que podemos mostrar acerca de lo que escapa al lenguaje, tiene que ser mostrado en y a travs del lenguaje, especialmente a travs de los puntos donde el sentido est interrumpido. La aspiracin metalingstica de articular un conocimiento imposible de lo real tiene que obrar entre palabras, entre lneas. Se trata de denunciar a qu gnero de real nos da acceso. Se trata de mostrar adonde va la formalizacin (mise en forme), ese metalenguaje que no es, y que hago ex-sistir. (XX, 119) Hay que localizar entonces los puntos exactos en la representacin lingstica o discursiva donde aflora lo real. Est en juego aqu nuestra capacidad de inscribir, sin neutralizarla, de reconocer utilizando una estrategia simblica, la imposibilidad ltima de lo real tal como se revela en nuestros encuentros traumticos con l (traumtico en el. sentido de que desorganizan las formas habituales de simbolizacin); lo que est en juego es nuestro "recuerdo" de lo poltico ms all del "olvido" orquestado por la realidad poltica. Est claro que Lacan cree que es posible' Como ha sealado Laclau, no hay forma directa de significar los hmites de la significacin, "lo real, si quieren, en el sentido lacaniano... excepto a travs de la subversin del proceso de la significacin misma. Sabemos, por el psicoanlisis, cmo lo que no es directamente representable -el inconsciente- slo puede encontrar como medio de representacin la subversin del proceso significante'' (Laclau, 1996: :39).

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escapar a la ilusin de la clausura y aproximarse a lo real por medio tic un estudio de estructuras representacionales paradjicas y extraigas como la topologa (el nudo borromeo, por ejemplo puede mostrar cierto real; "representa" lo real; XX: 133). En su seminano de 1972-3 Aun, establece que lo real slo puede inscribirse sobre la base de una impasse de formalizacin (XX: 93). A travs de los fracasos de la simbolizacin -el juego de la paradoja, las reas de inconsistencia e incompletud- es posible asir "los lmites, los puntos de impasse, de sin salida, que muestran a lo rea! accediendo a lo simblico" (Lacan en Lee, 1990: 171). No es slo una coincidencia que esos momentos habitualmente sean acompaados por angustia. Tambin es posible cercar lo real a travs del arte. No es necesario que sea arte abstracto. De hecho, la expresin artstica que utiliza el realismo ms ingenuo -la representacin de una pipa por Magritte que apunta al dominio absoluto de lo real por la realidad (la pipa de Magritte no pretende ser la representacin de una pipa sino la pipa en s misma)- es ms exitosa en subvertirlo desde su interior: la inscripcin "esto no es una pipa" subvierte esta fantasa al revelar en el lugar ms inesperado el fracaso de la representacin para capturar lo real, "mostrando" lo real al revelar la distancia entre la representacin y lo real. Este fracaso es mucho ms evidente porque Magritte utiliza la va ms literal de expresin artstica; utiliza "el literalismo para que se socave a s mismo" (Harkness, 1983: 9). Permite que el viejo campo de la representacin gobierne, pero slo temporalmente, slo en la superficie; debajo de ella hay nada: la representacin ms literal se transforma en una lpida de la representacin realista misma (Foucault, 1983: 41). Lo que permanece como un trazo de lo real es una ausencia inscripta en el campo de la representacin (Foucault, 1983: 54).' Pero no solo en el arte; tambin en la filosofa e incluso en la poUtica. Como intentaremos mostrar en nuestro anlisis de la tica lacaniana en el captulo quinto, sera posible inscribir un reconocimiento de lo real, instituir el momento de lo poltico en el espacio de la poltica."'" Los lextos de Lacan abundan en referencias al arte. Por ejemplo, analiza Loi embajadores de Holbein en su seminario XI y El grito de Muncfi en Prohlema cruciales para el mcoanlisK. Tambin se refiere a Magritte en su seminano El objf to del |Kicoanli.si.s (seminario del 25 de mayo de 1966). Aunque Jacques-Alain Miller tambin se ha referido a Magritte, para un anlisis lacaniano de la obra de Magritte en general ver Zizek, 1993 (especialmente pp. 103-8). '' Como ha dicho Ernesto Laclau, "si bien la completud y la universaUdad de la sociedad son inalcanzables, su necesidad no desaparece: siempre se mostrarn a travs de la presencia de su ausencia" (Laclau, 1996: 53). Quiero sugerir que lo que est en juego aqu es nuestra capacidad de sealar y de hacer visible esta ausencia como o que aflora de una imposibilidad consritutiva, sin reducirla a la accin del Otro; brevemente, de detectar, ms all de la escenificacin fantasmtica de la castracin, la causaUdad de un real no domesticacl, no imaginarizado.

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No tib.slante, la afirmacin de Butler supone otro malentendido. Pairee implicar que el discurso lacaniano eleva lo real al status de un tab. AL|U resulta muy importante la siguiente formulacin de Zizek c\ propos del anlisis histrico; Lacan est muy lejos de convertir lo real en "tab", de elevarlo a entidad intocable exenta de anlisis hisinco; antes bien, para l, la nica posicin tica verdadera es asumir plenamente la tarea imposible de simbolizar lo real, incluyendo su fracaso necesario. (Zizek, 1994a: 199-200) Ante la irreduciibilidad de lo real no tenemos otra opcin que la de simbolizar; pero esta simbolizacin puede tomar al menos dos formas: primero, una fantasmtica, que intentara reprimir lo real y eliminar de una vez y para siempre su causalidad estructural. El psicoanlisis se inclina por la segunda y ms compleja de las dos: la articulacin de construcciones simblicas que incluirn un reconocimiento de los lmites reales de lo simblico e intentar "institucionalizar" simblicamente la falta real. Permtaseme ilustrar este punto retornando a uno de los ejemplos que utilic previamente, el de la naturaleza. La cuestin crucial con respecto a nuestro acceso al mundo natural es ahora: cmo podemos entonces, si en reahdad podemos, aproximarnos a la naturaleza antes de que se vuelva Naturaleza, a lo real antes de que se vuelva realidad, antes de su simbolizacin? Esta es la pregunta planteada por Evernden: cmo podemos retomar a las cosas "antes de que fueran capturadas y explicadas, cul fue la transaccin en la que cesaron de ser ellas mismas y se volvieron en cambio funcionales en el mundo del discurso social"? (Evernden, 1992: 110). Cmo podemos enfrentar al Otro presimblico en su radical otredad, una otredad que escapa a todas nuestras representaciones, si siempre est "ms all"? (ibd.;118). Bien, de hecho, no podemos; lo que podemos hacer, sin embargo, es reconocer este fracaso, esta imposibilidad constitutiva, en el interior de nuestras simbolizaciones. Atrapados como estamos dentro del mundo del significado social, todas nuestras representaciones de la realidad estn condenadas al fracaso debido a su carcter simblico. Todo intento de construir lo que es imposible de ser construido fracasa debido a nuestra captura en el mundo de la construccin. El nico momento en el que estamos cara a cara ante lo real irreductible ms all de la representacin es cuando nuestras construcciones estn dislocadas. Slo cuando la naturaleza, nuestra construccin de la realidad externa, encuentra un obstculo, algo cjue no puede ser

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integrado simblicamente, nos acercamos a lo real de la naturaleza. I.a naturaleza, la Naturaleza construida, no es sino "un modo de ocullamiento, un manto de abstracciones que oscurece ese salvajismo incmodo que desafa nuestra prisa paranoide por delinear los lmites del Ser" (Evernden, 1992: 132). Solo cuando colapsan estos lmites, en ese intermedio minsculo antes de que tracemos otros nuevos, podemos sentir lo Unheimiich de la naturaleza real. Es en ese sentido que -como se explic en e! captulo segundo- la teora lacaniana abre el camino a un construccionismo realista o a un realismo construccionista; lo hace aceptando la prioridad de un real que es, no obstante, irrepresentable, pero que, sin embargo, puede enfrentarnos en el fracaso de toda construccin. Una cuestin final antes de concluir esta seccin: cuando se lo aplica a nuestro propio discurso, este reconocimiento no introduce cierto principio tico? Reconocer al mismo tiempo la imposibilidad de dominar lo real y nuestra obligacin de reconocer esta imposibilidad a travs del fracaso de nuestros intentos de simbolizarla, parece introducir efectivamente un principio que no puede ser pasado por alto. Este es un principio que necesariamente afecta a la estructura del conocimiento y de la ciencia en las sociedades modernas tardas. Lo que est en juego aqu es nuestra actitud hacia el componente de negatividad e incertidumbre inherente a la experiencia humana. La impredictibilidad y la severidad de las fuerzas naturales, por ejemplo, han impulsado a los hombres, desde tiempos inmemoriales, a intentar entenderlas y dominarlas por medio de procesos de representacin imaginaria e integracin simblica. Por lo general, esto comporta una simbolizacin de lo real de la naturaleza. El producto de esta simbolizacin frecuentemente ha sido descrito como un "relato" o un "paradigma" acerca de cmo funciona el mundo. Podemos rastrear esos relatos, o varios relatos enfrentados, en cualquier civilizacin o conjunto cultural. Los pueblos primitivos entendieron a menudo las fuerzas planetarias y los acontecimientos naturales desastrosos como actos divinos. Como seala Mircea Eliade en E! mito d eterno retorno, para las sociedades tradicionales, los acontecimientos histricos profanos tales como las catstrofes naturales, desastres y desgracias, es decir, todo encuentro con lo real de la naturaleza, denota el "vaco", lo no-existente, lo irreal par excellence. En consecuencia, slo pueden producir un terror insoportable. Slo pueden tolerarse si se los concibe como producidos por la violacin de un tab, por la accin mgica de un enemigo o por la voluntad divina; slo si se los integra, por ejemplo, en un esquema de repeticin indefinida de arquetipos revelados ab origine por dioses y hroes y repetidos por los hombres

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en rituales y mitos cosmognicos de creacin. Tan pronto como se precisa su causa, el sufrimiento del encuentro con lo real de la naturaleza se vuelve tolerable, obtenemos la simbolizacin de lo real. lil sufrimiento tiene ahora un "sentido [fantasmtico] y una causa, por lo tanto puede encajar en un sistema y ser explicado" (Eliade, 1989: 98). Est integrado simblicamente en un "relato" o un "paradigma". Lo crucial aqu no es la forma exacta de esta construccin sino su capacidad de brindar un sentido capaz de aliviar el carcter extrao de la experiencia. La modernidad est asociada ante todo con la dislocacin de las construcciones tradicionales de este tipo. Lo inesperado, y la duda, resurgen en el horizonte y se inscriben, por primera vez quiz con tanta fuerza, en el discurso cientfico y filosfico y en la imaginacin poltica. El ejemplo de Descartes es revelador, ya que la totalidad de su empresa se basa en el reconocimiento de la naturaleza constitutiva de la duda. Pero esta posicin no elimina el carcter traumtico de la negatividad. Resulta entendible que los hombres habituados a buscar construcciones absolutas continuaran necesitndolas en el universo moderno del sentido. Por esa razn la ciencia moderna "reocup" el campo de las certidumbres premodernas. No se debe olvidar que, aun en el razonamiento de Descartes, la constitutividad de la duda es tomada en cuenta solo para ser eliminada, en un segundo momento, por la emergencia de la certeza absoluta. En consecuencia, el reconocimiento de la duda provoca nuevos estallidos antimodernos que nuevamente intentan eliminar la duda y crear nuevas certezas que podran poner fin al cuestionamiento continuo supuesto por la modernidad en su dimensin crtica (Beck, 1997). Aunque la ciencia moderna se funda sobre la crtica de las certezas premodernas, de la razn "objetiva" en el vocabulario de Horkheimer, no consigui abandonar la idea de una armona entre el pensamiento y el mundo, sino que slo reemplaz la idea medieval de que esta armona estaba preestablecida por la nocin de que pensamiento y mundo podran armonizarse con el uso de un discurso cientfico "neutral" y "objetivo". (Szerszynski, 1996; 107-8) En ambos casos, la finalidad fue eliminar la distancia entre lo real y la realidad, articular representaciones privilegiadas del mundo con validez universal independientemente de cualquier contexto social, cultural o discursivo (ibd.). En consecuencia, la modernidad se identific a s misma con la emergencia de certezas absolutas en el lugar de .sus equivalentes

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preniiidernos dislocados, lil problema at|u es C|ue la bisc|ueda de respuestas (inales y objeti\'as y el fracaso en reconocer C|ue toda respuesta de esta clase es finita, articulada en un contexto histcinco y social particular, seala un retorno al m u n d o prcmoderno (Douglas y Wildavsky, 1982: 30). Al negar su propio momento fundante, el momento de la duda y la critica, la Ilustracin C|ueda atrapada en el apremio premoderno por dominar la totalidad de io real, por alcanzar la certeza absolvita. Este es el proyecto de una ciencia real [wya\: El proyecto de un conocimiento que podra unificar esta multiplicidad de "cosas por conocer" en una estructura reprcsentable homognea, la idea de una posible ciencia ele la estructura de lo real, capaz de explicitarlo, por fuera de cualquier falsa apariencia, y de asegurar el control sobre este real sin los riesgos de la interpretacin (en consecuencia una autolectura cientfica de lo real, sin fallas ni falta); este proyecto corresponde obviamente a una urgencia tan vivida, tan universalmente "humana", atada (anudada) tan bien (en torno a la misma apuesta de dominacin/resisterrcia) a los intereses de los sucesivos amos de este mundo, as como a los de los condenados de la tierra, que el fantasma de semejante conocimiento efectivo, manipulable y transmisible no poda evitar histncanrente utilizar cualquier medio para materializarse a si mismo. La promesa de una ciencia real [royal] tan conceplualmente rigurosa como las matemticas, tan concretamente efectiva como las tecnologas materiales, tan omnipresente como la filosofa y la poltica cmo podra la humanidad resistirse a semejante bendicin del cielo? (Pcheux, 1988: 640) En este aspecto, Lacan es sumamente claro. Por medio de esta fantasa, la sociedad moderna retorna al estado de mito: Cmo volver, si no es con un discurso especial, a una realidad prediscursivaf" Este es el suetio, el sueo fundador de toda idea de conocimiento. Pero es igualmente lo que ha de considerarse como mtico. No hay ninguna realidad prediscursiva. Cada realidad se funda y se define con un discurso. (XX: 32) En oposicin a semejante actitud "regresiva", la teora lacaniana promueve un retorno al momento fundaiite de la modernidad. Reconocer el carcter irreductible de la imposibilidad, la constitutividad de lo real tal como se expresa ante todo en el fracaso de nuestro m u n d o discursivo y

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S continua rearticulaciri a travs de actos de identificacin, lejos de ser U un ademn posmoderno, revela el carcter verdaderamente moderno del proyecto lacaniano; conduce, no a un misticismo posmoderno, sino a una reorientacin de la ciencia y el conocimiento. Reconocer la constitutividad de lo real no implica que dejeinos de simbolizar; significa que comencemos a tratar de incorporar este reconocimiento dentro de lo simblico mismo, significa en efecto que, en tanto lo simblico implica la falta como tal, nos abstengamos de recubrirlo con construcciones fantasmticas; o, si se acepta que siempre estamos atrapados en el campo de la fantasa, que nunca dejamos de atravesarlo. El principio que gua esta clase de aliordaje es el desplazamiento ms all de la fantasa, hacia un gesto simblico autocrtico que reconozca el carcter contingente y transitorio de toda construccin simblica. Este es un discurso cientfico diferente de la ciencia reificada de la modernidad corriente. En relacin a esto, sigo el texto de Lacan La ciencia y la verdad (es la conferencia de apertura de su seminario de 1965-6 El objeto del psicounlisis). En este texto en particular, Jacques Lacan despliega una crtica de la ciencia moderna tal como ha sido articulada hasta ahora, es decir como un discurso que identifica constantemente el saber que produce con la verdad de lo real. Si el carcter constitutivo, no reductible de lo real, introduce una falta en la realidad humana, en nuestras construcciones cientficas de la realidad por ejemplo, la ciencia usualmente intenta suturar y ehminar esta brecha. Lacan, por su parte, acentiia la importancia de lo que pone en peligro esta naturaleza autosatisfactoria de los axiomas cientficos; la importancia de lo real, del componente c(ue no se desarrolla segn lo que pensamos de l. En ese sentido, la ciencia la Lacan implica el reconocimiento de la causalidad estructural de lo real como la resistencia que interrumpe el suave fluir de nuestras representaciones fantasmticas y simblicas de la realidad. En este contexto, este real, el obstculo con el que tropieza la ciencia corriente, no fue evitado discretamente sino que fue introducido en la teora, a la que puede desestabilizar. La cuestin aqu es que la verdad como el encuentro con lo real es "enfrentada" cara a cara (Fink, 1995a; 140-1). En este sentido, el psicoanlisis puede ser descripto como una ciencia de lo imposible, una ciencia que no reprime lo real imposible. Para Lacan, de lo que se trata en la estructuracin del discurso de la ciencia es de una Verwerjung de la Cosa presupuesta por el ideal del conocimiento absoluto, un ideal que "todos saben... se revela a fin de cuentas en la historia como representando un

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fracaso" (Vil; 131). Un otras jialabras, no podernos estar seguros de c|uc el conocimiento definiii\o sea asequible. En electo, para Lacan, la cerlcza no es algo c|ue deberamos atribuir a nuestro conocimiento de las cosas. La certeza es una caracterstica que define a la psicosis. En la perspectiva de Lacan, constituye su fenmeno elemental, la base de la creencia delirante (111; 75). Abrir nuestros recursos simblicos a la incertidumbre es, por otro lado, el nico paso prudente cjue podemos dar. Lo que podejnos conocer tiene que ser expresado dentro de la estructura del lenguaje, pero esta estructura tiene que incorporar el reconocimiento de sus propios lmites. Esta no es una novedad que debiera causar malestar; como seala Nancy En qu se convertir nuestro mundo, es algo que no podemos saber, y ya no podemos creer que seremos capaces de predecirlo o comandarlo. Pero podemos actuar de modo tal que este mundo sea un mundo capaz de abrirse a su propia incertidumbre en tanto tal... La invencin siempre es algo que no tiene modelo ni garanta. Pero que efectivamente implica enfrentar la conusin, la angustia, incluso el desorden. Donde caen las certezas, all tambin se renen las fuerzas que ninguna certeza puede igualar (Nancy en Lacoue-Labarthe y Nancy, 1997: 157-8)

Acerca de El ttulo de la letraLlegados a este punto en nuestro anlisis de la negociacin lacaniana entre lo real y lo siinblico, sera pertinente realizar una breve digresin. El motivo es que, en su obra El ttulo de a letra, Jean-Luc Nancy y Philippe Lacoue-Labarthe se abocan, ante todo, a esta parte crucial de la obra de Lacan. En Aun, Lacan haba elogiado el libro, diciendo que nunca fue mejor ledo, aunque objet la parte conclusiva de la argumentacin deconstructiva de Nancy y Lacoue-Labarthe, y sus comentarios son a veces bastante irnicos. Sin embargo, las puntualizaciones de los autores son m u y eficaces en resumir la posicin de Lacan en una c a n t i d a d de cuestiones. En primer trmino, en relacin a la lingstica saussureana, reconocen que Lacan desafa rigurosamente a la teora lingstica tradicional, poniendo en acto una "desviacin" de la lingstica. Continan, n o obstante, afirmando que, en u n segundo m o m e n t o , Lacan reintroduce algunos de los temas que esta desviacin intenta subvertir, y asi, para ellos, su proyecto resulta paradjico, no tan radical-

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mente diferenciado de las formas clsicas del lundacionalismo y la sistematicidad filosficos, examinemos estos dos argumentos, uno por uno. '^ Primero, Lacan, al introducir el algoritmo de la significacin, disloca la unidad del signo saussureano; el signo y su funcin representacional son sometidos a un tratamiento de efectos destructivos, o mejor arm, disruptivos: la barra entre signiiicante y significado representa ahora su disyvmcin radical. Ll significante desustancializado se vvielve efectivamente autnomo, ya que no puede haber acceso al significado, que C[ueda asi perdido. El signo, por consiguiente, est descartado como punto nodal de la reflexin lingiiistica. La lingstica lacaniana, su linguistciic, se centra alrededor de la brecha, el agujero localizado en el centro del sentido y representado por la barra: "Lo primordial (y fundador) es de hecho la barra" (Lacoue-Labarihe y Nancy, 1992; 36). El sentido depende de la lgica del significante, una lgica "paradojalmente 'centrada' en un agujero, en la falta" (Lacoue-Labarihe y Nancy, 1992: 49). Segundo, Lacoue-Labarthe y Nancy postulan que a esta desviacin de la lingstica sigue, en el discurso de Lacan, una reintroduccin de un sistema filosfico unitario, centrado, en el que el punto de la barra, el agujero en el sentido, sirve como el centro alrededor del cual emerge cierta unidad sistemtica, con un arjc y tdos: "La barra es de jundamcnto o de origen. Es el arj de un sistema que, pese a sistematizar la divisin, la falta, o el agujero en los lugares del origen, no ha dejado de conservar all, sin volver a ponerlo en juego, su propio valor 'arcaico' de sistematicidad, es decir, de origen o centro" (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: 112). Este argumento se reitera en relacin a una variedad de niveles: por ejemplo, en el nivel del sujeto, si bien la lingstica de Lacan revela la escisin y el carcter alienante del sujeto barrado, la subjetividad como tal nunca es puesta en cuestin: lo que subvierte al sujeto es, al mismo tiempo, su fundamento ultimo. La falta en el sujeto crea un deslizamiento metonmico del deseo -un deseo condicionado por la bsqueda de un dominio del sentido que equivale a la emergencia de una subjetividad sustancial completa-, lo que adquiere la forma de una teleologa (aunque una teleologa que nunca alcanza su ths, excepto en el propio discurso de Lacan, donde el tlos de la metonimia es posible c(ue "advenga") (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: 75, 113). La teora lacaniana se revela'^ La primera parte de su argumento ya es abordada en nuestro anlisis del captulo primero, de modo que nos concentramos en la segunda parte. No obstante, con el propsito de presentar su argumento con cierta coherencia, no se podr evitar alguna repeticin. Tainbin ser de ayuda para el lector tener presente nuestro anlisis de la teologa negativa en la cuarta nota de ese capitulo.

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as como una teora "negativa", pero, no obstante, una teora Incapaz de escapar a las trampas de la superacin y de la ontologa, caj^az nicamente de dcs]ilazar pero no de sub\'ertir la metafsica. El principio de su movimiento sigue siendo la "mediacin y, en consecuencia, Aujhclnin{(' (Lacoue4.abarthe y Nancy, 1992: 124). Lacan es presentado como si, en ltima instancia, adoptara los objetivos de lo lilosfico en sus ululaciones cartesiana y hegeliana, incluyendo la apropiacin de un conocimiento de la verdad (como la alcthcia heideggeriana), la sistematicidad y el dominio del fundamento (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: xxix). Esta es la paradoja de Lacan: "[| La menor paradoja de este texto, dedicado a la subversin de la autoridad 'clsica' del discurso, no reside en esta suerte de reconstruccin de otro discurso clsico [?]" (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: 11). Resulta entonces que la totalidad de la estrategia lacaniana se socava a s misma? Examinemos los argumentos de Lacoue-Labarthe y Nancy uno por uno. En un nivel bastante simple se puede sostener que, como ya se mencion ms arriba, Aujlicbung y superacin decididamente no son las metas del proyecto de Lacan. Para Lacan no hay Aufhebung. Sabemos desde [-reud que el psicoanlisis slo puede prometer la transformacin de la desdicha histrica en infelicidad comn, y tambin sabemos que, para Lacan, el psicoanli.sis no promete ninguna clase de armona. Su fin no puede reducirse a ningn logro milagroso. No intenta recubrir la falta constitutiva que marca la condicin humana y hace imposible cualquier resolucin final en trminos de completud social y subjetiva. Como ha sealado Miller, "el psicoanlisis no promete armona, ni logros, ni xito ni el llenado de ninguna falta, que es, por el contrario, estructural" (Miller, 1997: 98). Para refutar esta sustantiva objecin, Lacoue-Labarthe y Nancy pueden, por supuesto, alegar que su argumento principal es que, si bien esto puede ser cierto en los trminos del contenido concreto del discurso de Lacan, no ocurre lo mismo con la estructura de su argumentacin, que aspira a cierta sistematicidad y clausura. Este punto es crucial porcjue se relaciona con nuestra discusin previa: la estrategia lacaniana es reconocer la causalidad de lo real en lo simblico localizado ms all de la clausura de su domesticacin fantasmtica (una posicin dominante en la vida cotidiana y en la reflexin filosfica) o es ella una mera reocupacin de esta misma estrategia? En el discurso de Lacoue-Labarthe y Nancy, Lacan es presentado como alguien que, al intentar evitar la ortopedia, no puede impedir que su proyecto se vuelva ortopdico; su nico logro es la articulacin de una "ortopedia antiortopdica" (Lacoue-Labarthe y Nancy 1992: 90). Su onto-

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logia negativa, una ontologia "abierta -y untlada, lo que signitica, necesariamente, clausurada- sobre una hiancia, que oculta su tondo pero deja ceir su contorno", se parece a la tradicin metatisica de la teologa negativa. La teora lacaniana es reducida a una repeticin -rigurosa, para el caso- de la teologa negativa (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992; 127). Ms all del malestar filosfico, semejante punto de partida puede crear tambin un malestar poltico. Judith Butler parece perpleja ante la centralidad estructural de la falta y el Iracaso en la teora de Laclan (y aun en la suya propia) cuando se pregunta: si el fracaso... no resulta una especie de condicin universal... hasta qu punto estamos tambin ligados mediante este "fracaso"? De qu manera la limitacin en la constitucin del sujeto llega a ser, extraamente [sic], una nueva fuente de comunidad o colectividad o una presunta condicin de universalidad? (Butler, 1997:10) Aunque este argumento no contiene una referencia directa a la teora lacaniana, es sumamente relevante para nuestro anlisis. El temor detrs de todas estas objeciones filosficas y poltico-tericas es claro; es que la estrategia de Lacan vis vis el cercado simblico de lo real reproduce los problemas metafsicos y tericos que intenta desplazar. As, si bien constituye una subversin o negacin de la teorizacin tradicional, sin embargo permanece inscripto dentro del mismo marco discursivo. Es sta, no obstante, una critica plausible a Lacan? Es verdad que, para Lacan, es necesario un mnimo de sistematicidad y formalizacin. Ms bien, es imposible evitar este mnimo de sistematicidad; como seres humanos estamos condenados a simbolizar. Si el discurso de Lacan se articula alrededor de un punto nodal, es justamente porque resulta imposible articular un argumento sin disponer de uno (excepto que nos movamos dentro del territorio de la psicosis, un territorio "sin Ley"). La naturaleza paradjica de su proyecto se debe al hecho que intenta conscientemente desesencializar este punto de referencia; en lugar de las piedras angulares de la metafsica y la filosofa, localiza un agujero como el sitio donde la verdad golpea lo real. Para Lacan, la cuestin crucial es: cmo podemos preservar dentro de nuestras simbolizaciones un espacio para el reconocimiento de la imposibilidad de su clausura? Como he tratado de demostrar hasta ahora, Lacan emplea una serie de estrategias para conseguir este efecto. Por ejemplo, introduce una serie de conceptos y categoras, como lo real (y su radicalismo iconoclasta es evidente en la eleccin de esta palabra; su eleccin de utilizar la pie-

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dra angular del objetivismo realista como la seal de una im]iosibilidad siempre en fuga e irrepreseniable), y estructura su argumento de mani'ra lal Cjue atraviesa la fantasa de clausura. El sistema lacaniano es lal vez lo ms cerca que podamos llegar de un discurso que se abra a s mismo hasta lo que excede sus propios limites. Para perder esta dimensin de la enseianza de Lacan, habra que priorizar su escritura en un punto particular, reduciendo el discurso indeterminado de Lacan a un cuadro esttico, y, adems, evitar toda referencia a conceptos como lo real. No sorprende entonces que sea justamente eso lo c|ue hacen Lacoue-Labarthe y Nancy Vale la pena destacar, por ejemplo, que su critica est articulada sobre la base de la lectura de un solo texto lacaniano. Adems, si esta estrategia lacaniana es algo que hay que develar, es difcil ver desde qu punto de vista proviene esta crca. Como si fuera posible ir ms all de este punto, corno si fuera posible articular alguna svierte de metalenguaje puro que resolviera este problema de una vez por todas. Bien, para Lacan semejante metalenguaje es inexistente. Si lo que excede la representacin aflora en los lmites de la representacin y si para hablar acerca de l - o , para el caso, acerca de cualquier otra cosanecesitamos un mnimo de sistematicidad, es difcil entonces ver qu otras posibilidades permanecen abiertas; o bien la invencicn de un metalenguaje puro, capaz de representar lo irrepresentable por fuera del lenguaje comn (una teologa filosfica), o bien el silencio total. Dado que ninguna de estas dos opciones parecen compatibles con la posicin de Lacoue-Labarthe y Nancy (aunque fue escrito en un perodo de deconstruccionismo militante, es difcil ver cmo semejante punto de vista podra sostener una teologa filosfica o el silencio absoluto, especialmente debido a que la propia deconstruccin siempre trabaja "sistemticamente" dentro de un texto o una tradicin, apropindose de los recursos que pueden conducir a su subversin -adems, ellos mismos articulan una lectura filosfica de Lacan), qu es lo errado entonces en la estrategia de Lacan? En este punto, aflora cierta indeterminacin en la argumentacin que llevan a cabo. Mientras que al principio objetan la supuesta reocupacin por parte de Lacan del terreno de la metafsica tradicional, gradualmente acaban por estigmatizar su ambigedad, como si fuera posible subvertir esta rgida metafsica sin recurrir a la ambigedad y la paradoja. En todo caso, aqu es donde hay algo errado en el anlisis que ellos hacen. Es imposible que ocurra de ambas maneras (la Aujhebung no puede ser paradjica). Esta confusin irresuelta se expande a medida que prosigue su anlisis, hasta el punto de amenazar la coherencia de la exposicin que reali-

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zan. Despus de 120 pginas, es posible preguntarse; el proyecto lacaniano es una repeticin de la teologa negativa, como ellos afirman inicialmente, o una "atcologa negativa", como afirman ms adelante? (LacoiieLabarthe y Nancy, 1992: 127). Una vez ms, me |:)arece t|ue ambas cosas no pueden darse al mismo tiempo. Es ilegtimo igualar estas dos posiciones, ya que ms all de la teologa ilostica y del silencio, la teologa negativa y la ateologa negativa (diferente de la teologa negativa en C|ue apunta a la unin no inefable con dios) parecen ser dos alternativas elegibles pero distintas. Y aunc|ue Lacan coijuetea con la primera -para Lacan, las jaculaciones msticas (incluyendo a la teologa negativa) "son, a fin de cuentas, lo mejor que hay para leer" (XX: 76)- la teora lacaniana, junto con la deconstruccin, parece estar localizada en el lado ateolgico. Qu es lo errado, despus de todo, en una ateologa negativa? Este carcter de ateologa negativa es el responsable de la indecidibilidad de Lacan, del carcter radical de su texto, el cual aflora constantemente y no puede ser silenciado. Incluso Lacoue-Labarthe y Nancy finalmente tienen que reconocer: Pero si el discurso de Lacan efectivamente se presta a esta interpretacin, no obstante la excede, y toda nuestra lectura intenta poner en evidencia las fuentes de esta ambivalencia... [Lacan] intenta sacar a la luz algo que "trabaja" y perturba a la filosofa desde su propia clausura. (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: xxix) Ms adelante se preguntan "si la desviacin llega a desviar el sistema que parece (re)constituirse en el discurso lacaniano, o si, al contrario, semejante (re)constitucin convierte en sistema a la propia desviacin. A menos, por supuesto, que se revele que esta alternativa tampoco puede decidirse absolutamente" (Lacoue-Labarthe y Nancy, 1992: 106). Si este fuera el caso, entonces la epistemologa de lo real de Lacan demostrara estar muy bien balanceada, aun desde una perspectiva decontruccionista. Sin duda, este es un balance dinmico que puede describirse negativamente como una paradoja. No obstante, esta paradoja o tensin es precisamente lo que hace a la obra de Lacan original, interesante e importante para la teora pohtica.

Poltica y tica: un esbozoLlegamos as a la segunda dificultad. Si la primera dificultad era de naturaleza epistemolgica y teortica, la segunda es de naturaleza tico-

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poltica. No tiene que ver con la posibilidad de mostrar y cercar lo real en lo simblico, sino con lo polticamente deseable de ese movimiento, es deseable cercar lo poltico dentro de la poltica?, ciu cambios en nuestra realidad poltica podra inspirar un intento as? Esos cambios estn ticamente justificados? Todo este anlisis tiene que ver, ante todo, con la naturaleza supuestamente reaccionaria de la posicin de Lacan. Esta critica, que guarda semejanza con la crtica de L^eleuze y Guattari al carcter reaccionario del psicoanlisis (tanto lacaniano como no lacaniano) (Elliott, 1994: 31) y desplegada, para dar solo un primer ejemplo, por Anthony Elliott en su Social Theory and Psychoanalysis in Transition, se basa en el hecho de que Lacan postula "una condicin humana inevitable que es el callejn sin salida de la falta y el antagonismo" (Elliott, 1992: 191). Por eso, para ir a otro ejemplo de la teorizacin crtica contempornea, debido a su juicio "pesimista" de la condicin humana, Lacan ha sido acusado de "ocultar las elecciones polticas y el autoritarismo implcitos en su posicin antihumanista" (Frosh, 1987; 271). Bien, es verdad, para Lacan no hay Aufhchung, no hay una solucin utpica para el sufrimiento humano; "Cuando se hace dos de uno, ya no se puede dar marcha atrs. No viene a ser lo mismo que hacer uno, ni siquiera uno nuevo. La Aujhebung no es ms que un bonito sueo de la filosofa" (XX; 86). Es imposible la eliminacin de la falta por medio de una simbolizacin precisa de lo real. Sin embargo, esta es la condicin de posibilidad de nuestra libertad, pues eso significa que ningn orden, no importa cuan represivo sea, puede adquirir un carcter estable: "La formulacin de Lacan de lo que podra ser denominado una causalidad circular entre lo simblico y lo real, permite considerarla responsable del hecho de que los sujetos individuales son producidos por el discurso y sin embargo se las ingenian para conservar alguna capacidad de la resistencia" (Bracher, 1994: 1). Adems, la tica del psicoanlisis, tal como se la formula en la tradicin lacaniana, seala la posibilidad y la superioridad tica del reconocimiento simbhco y de la institucionalizacin del momento poltico de la falta real, y esto abre un gran campo de creacin, del cual la revolucin democrtica constituye solo un ejemplo, quizs el ms importante. Por qu entonces los intentos de demostrar la centralidad de la problemtica lacaniana en la construccin de un proyecto tico-poltico para nuestros tiempos -y pienso sobre todo en la obra de Zizek y Laclau y Mouffe- han provocado tantas crticas? Tomemos el ejemplo de Bellamy, Butler y Lane. La preocupacin de Bellamy se articula en el nivel subjetivo: "Es posible caracterizar tilmente a determinadas formas de compromiso poltico (un 'nosotros' colectivo c(ue debe ser conformado a par-

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tir de la diversidad y del conflicto) como la superacin del conilicto psquico?" (Bellamy, 1993: 35). La preocupacin de Butler se articula en el nivel social. Su temor es que acentuar la irreductibilidad y constitutividad del "antagonismo (o, con ms propiedad, la "dislocacin" poltica qua encuentro con lo real) pueda "excluir la posibilidad misma de una rearticulacin futura de esa frontera que es esencial para el proyecto democrtico que promueven Zizek, Laclan y Mouffe" (Butler, 1994: 206-7). En un tono similar. Lane pregunta [Jpor qu la izquierda contina proponiendo la contingencia y la alienacin como si ambas no fuesen simplemente una condicin psquica par excellence sino tambin un motivo de celebracin? llPor qu el argumento de que la sociedad es radicalmente incompleta y ahora de una alarmante crispacin genera cierto optimismo[?] (Lane, 1996: 115) Segn mi lectura, Bellamy, Butler y Lane cuestionan el valor de reconocer los efectos y la causalidad estructural de lo real en la sociedad; en lugar de lo poltico, priorizan la poltica, en reahdad, la pohtica tradicional fantasmtica. Este parece ser el ncleo de su argumento: aun si este mo\'imiento resulta posible -cercar la modalidad poltica ine\table de lo real-, es eso realmente deseable, es tica y polticamente satisfactorio? El temor detrs de todas estos enunciados es el mismo; es el de que el acento sobre lo poldco qua encuentro con lo real excluya la posibilidad de presentar un fundamento ms o menos estable (presente o futuro) para la tica y la democracia, que socave su carcter universal y la posibihdad de cualquier reconciliacin final tanto en el nivel subjetivo como en el social. Frosh resume esto mismo propos de la cuestin de los derechos humanos: "Si el humanismo es una impostura [como insiste Lacan] y no hay entidad humana fundamental que pueda ser valorada en cada persona [una esencia de la psiquis, tal vez?], uno se queda sin medios para defender los 'derechos bsicos' del individuo" (Frosh, 1987: 137). En los dos captulos finales de este libro, sostendr que la razn detrs de todos esos miedos es la persistente hegemona de una tica de la armona. Contra esa posicin, la tica de lo real imphca el reconocimiento de la irreductibilidad de lo real y el intento de institucionalizar la falta social. As sera posible lograr una institucin tica y polticamente satisfactoria del campo social ms all de la fantasa de clausura que se ha mostrado tan problemtica, si no catastrfica. En otras palabras, la mejor forma de organizar lo social sera una ciue reconociera la imposibilidad ltima en torno a la cual est estructurada siempre.

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Cules podran ser algunos de los parmetros de esta nueva or^unl zacin de lo social en nuestro mbito moderno tardo? La teora de Ulrlch Beck parece relevante en este aspecto. Segilm nuestra lectura del esquema de Beck, las sociedades contemporneas se enfrentan con el retorno de la incertidumbre, un retorno de lo reprimido .sin duda, y la incapacidad de dominar la totalidad de lo real. As estamos forzados a reconocer la ambigedad de nuestra experiencia y a articular una posicin autocrtica ante nuestra capacidad de dominar lo real. Se revela ahora que, aunque la duda reprimida y la incertidumbre pueden brindar una temporaria seguridad de sentido, esta es sin embargo una estrategia peligrosa, una estrategia que depende de una ilusin fantasmtica. Esta comprobacin, a diferencia de cualquier reaccin nihilista, no es ms que el punto de partida para una nueva forma de sociedad que emerge alrededor de nosotros, junto con, por supuesto, los intentos reaccionarios de reinstalar una modernidad envejecida: Tal vez la declinacin de la estrella de la Ilustracin -individuo, identidad, verdad, realidad, ciencia, tcnica, etc.- es el prerrequisito para el comienzo de otra Ilustracin que no le tema a la duda, sino que la convierta en un elemento vital, en un elemento de supervivencia. (Beck. 1997: 161) No resulta llamativo que la teora lacaniana est a la vanguardia de la lucha para cambiar nuestras opiniones acerca de todas estas fantasas grandiosas? Beck postula que esa apertura a la duda puede aprenderse de Scrates, Montaigne, y otros; se podra sumar a Lacan a esta lista. En otras palabras, la duda, lo que amenaza nuestras falsas certezas, puede convertirse en el punto nodal para otra modernidad que respete el derecho a errar. El escepticismo contrariamente al extendido error, posibilita todo lo nuevo: las preguntas y el dilogo, por supuesto, pero tambin la creencia, la ciencia, el conocimiento, la crtica, la moral, la sociedad, slo de un modo diferente,.. ms abierto... a lo inesperado, a lo inconciliable, y con la tolerancia, basado y enraizado en la ltima certidumbre del error. (Beck, 1997:163) En ese sentido, lo que est en juego en nuestro mbito teorticopoltico actual no son las categoras centrales o los proyectos de la modernidad per se (las ideas de crtica, ciencia, democracia, etc.) sino su status ontolgico, sus cimientos. La crisis de sus cimientos actuales debilita su carcter absolutista y crea la oportunidad de basarlas en fundamentos

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ms apropiados (Laclau, 1988a). Las dudas liberan; hacen c(ue las cosas sean posibles. Ante todo, la posibilidad de una nueva concepcin de la sociedad. Una visin antiutpica fundada en el principio "Dubio crgo sum'" (Beck, 1997: 162), ms cercana a la duda subversiva de Montaigne que al escepticismo engaoso de Descartes. Aunque Lacan pensaba que en Montaigne el escepticismo no haba adquirido la forma de una tica, sin embargo seal que Montaigne se centra, no en un escepticismo, sino en torno al momento vivo de la ajanisis del sujeto. Y por eso es fecundo, gua eterno, que rebasa todo lo que fue capaz de representar respecto al momento por definir de un viraje histrico. (XL 223-4) Este es un punto de vista a la vez crtico y autocrtico: no existe un fundamento "de tanta amplitud y elasticidad para una teora crtica de la sociedad (que entonces tambin sera forzosamente una teora autocrtica) como el de la duda" (Beck, 1997: 173). La duda, el champagne vigorizante del pensamiento, apunta a una nueva modernidad "ms moderna que la vieja modernidad industrial que conocemos. Esta ltima, despus de todo, est basada en la certeza, en repeler y suprimir la duda" (ibd.: 173). Beck nos pide luchar por "una modernidad que comienza a dudar de s misma, que, si todo sale bien, hace de la duda la medida y el constructor de su autolimitacin y de su automodificacin" (ibd.. 163). Nos pide, para utilizar la frase de Paul Celan, "construir sobre inconsistencias". Esta ser una modernidad instituyente de una nueva poltica, una poltica que reconozca la incertidumbre del momento de lo poltico. Ser una modernidad que reconozca la constitutividad de lo real en lo social. Una modernidad verdaderamente poltica (ibd.: 5). En los prximos dos captulos intentar mostrar de qu manera la teora poltica lacaniana puede actuar como catalizador de este cambio. La actual crisis de la poltica utpica, en lugar de generar pesimismo, puede convertirse en el punto de partida para una renovacin de la poltica democrtica dentro de un marco tico radicalmente transformado.

4. MS ALLA DE LA FANTASA DE UTOPA. La apora de la poltica y el desafo de la democracia

utopa o distopa? Nuestra poca es claramente una poca de fragmentacin social, desencanto poltico y cinismo abierto, caracterizada por la declinacin de las mutaciones polticas del universalismo moderno - u n universalismo que, reemplazando a Dios por la Razn, reocup el terreno de una aspiracin premoderna de representar por completo y de dominar la esencia y la totalidad