Suplemento Cultural 17-03-2012

8
RAMÓN ÁVILA 50 años en Guatemala Suplemento Cultural Una idea original de Rosauro Carmín Q. Guatemala, 17 de marzo de 2012

description

Suplemento Cultural 17-03-2012

Transcript of Suplemento Cultural 17-03-2012

Page 1: Suplemento Cultural 17-03-2012

RAMÓN ÁVILA50 años en Guatemala

Supl

emen

to C

ultu

ral

Una

idea

orig

inal

de

Ros

auro

Car

mín

Q.

Guat

emal

a, 1

7 de

mar

zo d

e 20

12

Page 2: Suplemento Cultural 17-03-2012

2 Suplemento Cultural Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Co m o ya he escrito en re-petidas ocasio-

nes sobre su pintura y su dibujo, incluso en el her-moso catálogo de esta exposición, trataré en este artículo de propiciar un acercamiento crítico y afectivo a su escultura como paso previo a aná-lisis más profundos y ri-gurosos sobre su estética y lo que con ella gana la expresión obra del artis-ta y el arte y la cultura de Guatemala.

A pr ime-ra vista resalta en las escultu-ras de Ramón Ávila el mismo origen impulsi-vo y vital que se observa en sus dibujos y pinturas. Tam-bién en ellas el artista parte de un impul-so muy íntimo que se mani-fiesta, prime-ro, como irre-frenable afán constructivo que, luego, se desarrolla compulsiva-mente como análisis y re-flexión de sus propios ha-llazgos for-males y expre-sivos en eta-pas sucesivas de creciente complejidad y lucidez que podrían pro-longarse inde-finidamente.

Este impul-

so íntimo se canaliza original-mente como trazo y dibujo y ciertamente se puede decir que toda su obra “abstracta” parte de estos trazos primi-genios e instintivos; pero de la misma manera en que sus pinturas no son dibujos co-loreados, sus esculturas tam-poco son pinturas en tercera dimensión. Los dibujos son dibujos, las pinturas, pinturas y las esculturas, esculturas, y aunque todas estas formas de expresión obedecen al mis-mo impulso original, se pue-de decir que ese impulso sabe transformarse en cada caso, por sus propias necesidades internas, en línea, en color o

en volumen, y adoptar con naturalidad la “lógica” for-mal de cada género.

Así, como los árboles a los que finalmente aluden, las esculturas de Ramón Ávila parecen surgir de la tierra y desplegar en el aire el laberinto hipnótico que su vitalidad ensimisma-da recorre una y otra vez, en órbitas excéntricas y asimétricas en torno a sus profundas preocupaciones afectivas y reflexivas.

Cada una de sus escul-turas es, evidentemente, una estructura formal. Lo que se condensa alrededor de ellas no se ve, no pue-

de verse, pero de la energía que genera esa es-tructura dinámi-ca que, como ya dijimos, se eleva desde la tierra, se desprende una atmósfera aco-gedora que qui-zás proviene del aire que circula por los espacios interiores o de las rendijas que están en el nú-cleo, pero que en todo caso es lo que “la estruc-tura respira” y lo que se respira en la estructura. ¿Y qué decir de las vetas de la madera, que son cómo un ritmo que se ha forma-do lentamente en la naturaleza y que ahora le da a la estructura for-mal que son sus esculturas su na-turalidad como forma y su inevi-tabilidad como expresión?

El jueves 15 de marzo en El Túnel y en la nueva Galería de Rozas Botrán se inauguró la gran exposición re- trospectiva con la que Ramón Ávila celebra sus 50 años en Guatemala. Es un grato recorrido no sólo por las diferentes etapas estilísticas (realistas, expresionistas, críticas, simbólicas, abstractas) y temáticas (paisajes, retratos, toros, máscaras, iglesias) de su trabajo artístico sino también por las diferentes soluciones técnicas

(dibujo, grabado, pintura y, ahora, escultura) a través de las cuales ha canalizado sus necesidades expresivas y de comunicación.

POR JUAN B. JUÁREZ

Galería de artistas

Las escuLturas de ramón ÁviLa

Page 3: Suplemento Cultural 17-03-2012

Suplemento Cultural 3Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Semana Santa en la ciudad de Santiago de Guatemala

Cofradía de Jesús NazareNodel Milagro

Ermita de la Cruz del Milagro. Martes Santo al atardecer. A la vera del río Pensativo, a las espaldas del templo y con-

vento de la Limpia Concepción, los vecinos del barrio de Chipilapa, levantaron en 1713, una ermita en el mismo lugar donde una cruz de madera tembló por sí sola.

El Cronista Juarroz refiere que ante testigos el juez ecle-siástico autenticó el hecho, por consiguiente, la ermita fue

llamada de la Cruz del Milagro.POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

Se sabe que la ermita se edificó a expensas del vecino del barrio de Chipilapa, don Antonio Espinoza de los Monteros. Las

paredes que no gozaron de la de-bida conservación ni protección como monumento histórico, no soportaron el paso del tiempo y cedieron a su derrumbe. Los escombros que aún permanecen en pie, reflejan que la ermita fue pequeña, sencilla y de una sola nave.

La pequeñez de la ermita en sus inicios, se afirma con las va-rias peticiones que los vecinos y del prioste de la ermita hicieron al Noble Ayuntamiento para so-licitar licencia de ampliación. El 18 de mayo de 1703 “el Ayun-tamiento dió traslado al síndico procurador para que resuelva si es conveniente la ampliación de la Ermita de la Cruz del Mi-lagro.” (1)La misma petición se repitió el 8 de junio del mismo año y el 20 de julio de 1728 (2) El 2 de diciembre de 1727 “El Pbro. Feliciano Rubio, prioste de la ermita de la Santa Cruz de los Milagros…’ en represen-tación de los mayordomos de ella, en que piden se les conce-da licencia para ocupar vara y media en cuadro, de tierra, con unos estribos para fortaleza de la ermita…’ Se otorgó previa vista de ojo, la licenciado soli-citada.” (3)La ermita de la Cruz del Milagro tuvo en sus altares, obras meritísimas de los imagi-

neros coloniales. Un Cristo de una vara atribuido al escultor Antonio de Rodas, Nuestra Se-ñora del Patrocinio, San José con el Niño Dios y Jesús Naza-reno que fue conocido como de los Milagros. Esta bella imagen es atribuida a Alonso de la Paz y Toledo. Nosotros lamentamos tanto la falta de confirmación de los escultores e imagineros que legaron verdaderas obras de arte y que tuvieron sus talle-res en la ciudad de Santiago de Guatemala.A falta de referencia documental fehaciente, se tiene que usar el término de atribuida, porque con facilidad se incurre en un error imperdonable. Los archivos de las Cofradías se per-dieron intencionalmente o por dejadez.

O están refundidos en las iglesias o archivos sin que na-die se ocupe de rescatarlos. Lo lamentable sería que esos va-liosos documentos hayan sido comidita de polillas, ratoncitos y cucarachas. Sigo creyendo que el temor que vivieron los vecinos rebeldes al traslado y el abandono a que fue sometida “la arruinada ciudad” de Santiago de Guatemala, dejó secuelas ne-gativas con la pérdida de su refe-rencia histórica. La indiferencia fue otro elemento decisivo. He contado que en el año de 1948 aún permanecían en sus altares y a la intemperie, las imágenes de la iglesia de San Gaspar Vivar. Los vecinos fueron obligados a trasladarse al nuevo asentamien-

to donde formaron un barrio con ese nombre y tal parece que todo lo dejaron abandonado. Por ejemplo, encontrar el documen-to sobre el Estudio del Valle de la Virgen por tres Oidores y que dí a conocer en El Imparcial, me costó, más de veinte años de búsqueda permanente en cual-quier archivo que consultaba hasta lograrlo. La investigación necesita paciencia pero a la vez tenacidad. Las Hermandades actuales, carecen de su respal-do documental histórico. Eso me llevó a sugerir –hace varios años- a las actuales Herman-dades de Pasión de la ciudad de Antigua Guatemala, no solo la conveniencia sino la urgen-cia de que entre sus miembros directivos, cuenten con un Cro-nista que se ocupe, cabalmente de recuperar su documentación histórica y la presente la ordenen en archivos de fácil consulta. Es-pero que valoren su importancia y la realicen.La imagen atribui-da a Alonso de la Paz, tiene una expresión en la mirada que im-pacta. Sacude las fibras internas de quien se considere fuerte. Es irresistible demostrar ante El, humildad. Tiene en conjunto, una mansedumbre admirable alejada de lo terrenal. La corona de espinas hierre su frente y sus labios están resecos por la sed y la fatiga.En esta Ermita los veci-nos le rindieron culto a la Ima-gen de Jesús Nazareno con una solemne procesión el Martes Santo al atardecer. Después de recorrer las calles del barrio de

Chipilaba, se alejaba por las de la ciudad hasta la Plaza Mayor para hacer estación en la S. I. Catedral como era costumbre de la época. Por ser una procesión de luces, retornaba de noche entre un mar de cirios encen-didos que portaban los vecinos que le acompañaron en todo el recorrido. En la oscuridad de la noche tuvo que ser una estampa misteriosa como salida de uno de los cuentos. Ya hemos dicho que por los daños causados por el terremoto de Santa Marta, don Martín de Mayorga –desde la Ermita- prohibió en principio las procesiones de la Semana Santa del año 1774, ya sea porque el paso en las calles se dificultaba. Aun permanecían los escom-bros y las edificaciones ofre-cían peligro por haber quedado dañadas. Ese año se permitió que lo hicieran únicamente en el compás del atrio y del cemente-rio. En 1775 todas las cofradías solicitaron licencia para sacar de nuevo a sus procesiones y entonces don Martín de Mayor-ga accedió con ciertas limita-ciones. Los Cofrades de Jesús Nazareno del Milagro, también pidieron licencia para sacar su procesión el Martes Santo como era costumbre. “Cofrades de la Cruz del Milagro como mas aya lugar ante V. parecemos y deci-mos que siendo tan decidido y conforme el dar culto a la Ma-jestad de Dios Ntro. Señor espe-cialmente en este tiempo en que hazemos recuerdo de la Pasión Sagrada de Ntro. Redentor por esta y por que ha sido costumbre celebrar el Martes Santo por la tarde a la sacratísima imagen de Jesús con una procesión que sale

por las calles de esta ciudad, a de servir Vno. De dar su licencia para que verifique este devoto acto y por tanto esta licencia que solicita vajo las mas condicio-nes que concedieron a las demas hermandades…” La respuesta de don Martín de Mayorga fue que “…concede la licencia…con tal que la procesión haya de estar devuelta en su iglesia a las seis de la tarde y de ninguna ma-nera a otra hora que competa a la noche…” (4)

Al igual que otras veneradas imágenes, la de Jesús Nazareno del Milagro, fue llevada en el año de 1780 al templo de San José en el nuevo asentamiento de la Ermita. El culto Divino desapareció por un tiempo. Fue hasta 1870 cuando de nuevo se fundó la Cofradía de Jesús Na-zareno de los Milagros. Hasta 1954 fue una procesión muy sencilla que recorría las calles del barrio de San José. La de-voción y el entusiasmo de don Mario Ruata, revivió su culto de tal manera que hoy es una de las grandes procesiones del Do-mingo de Ramos en la Semana Santa de la Ciudad Capital de Guatemala. Y la venerada ima-gen es conocida como el SO-BERANO SEÑOR DE LOS MILAGROS...

NOTAS1.- Pardo, J. Joaquín. Efeméri-des, p. 1302.- Pardo, J. J., ob cit. P. 1653.- Loc. Cit. p 1644.- Álvarez Arévalo, Miguel: Se-mana Santa: Procesiones en la época de Terremotos. Guatema-la. El Imparcial, miércoles 28 de marzo de 1979

Jesús Nazareno de los Milagros. Foto LA HoRA: CLAUDIo oBREGÓN

Page 4: Suplemento Cultural 17-03-2012

4 Suplemento Cultural Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012 Suplemento Cultural 5Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Ramón Banús es uno de los guatemaltecos más universales, por sus viajes y cosmopolitanismo. Más a la vez, en su mundo plástico, uno de los universos más guatemaltecos. Banús representa en la plástica esa tendencia tan guatemalteca de sentir como necesidad la concreción de su propia realidad. Sus temáticas

oscilan siempre en esa búsqueda de llevarnos al espejo.Jaime Barrios Carrillo

artista de lo humano

Colaboraciones

ramón Banús,

FOTO LA HORA: ARCHIVO FOTO LA HORA: ARCHIVO

El Policía Amor si fueras aire y respirarte

Ingresar al mundo, a los mundos de Banús, es una expedición a la imagine-ría de lo guatemalteco, esa ontología desgarrada desde siempre, plasmada

en una plástica que se busca y que busca. Origen y futuro de la mano en esta historia de Bonam-paks y Méridas.

Ramón Banús nace en 1938 en la Ciudad de Guatemala. La madre Carmen Mongrell es una valenciana cuya familia huye de los estragos de la Guerra Civil. El padre José “Pepe” Banús, guate-malteco de ascendencia catalana. Hombre de empresa y energía inacabable y múltiples oficios. El matrimonio se realiza por poder en España bajo el dramatismo de la huida de la familia y la perdida de sus bienes. Amigos ligados a los Ferrocarriles españoles ayu-dan a Carmen a salir de España y llegar a Guatemala a finales de 1936, dejando atrás los cañones todavía humeantes y la sangre de más de un millón de españoles.

El padre de Carmen Mongrell, abuelo de Ramón, es el artista José Mongrell Torent (1870-1937) nacido en Valencia, pintor de colorido brillante y de gran producción. Aquí un antecedente familiar en lo que será muchos años después el interés primor-dial del nieto guatemalteco: la pintura.

Ramón Banús se va de Gua-temala en 1961 a la edad de 23 años. Viaja en un carguero italia-no con unos cuantos dólares en la bolsa y la cabeza llena de sueños. Europa ha comenzado a marchar de nuevo después del espanto de la segunda Guerra Mundial. Ya no están las vanguardias, todos los ismos han acallado sus vo-ces, pero quedan todavía artistas como Picasso, Matisse o Braque, que se han convertido en “kult-gestalter”, con algo de reyes Mi-das. La pintura de Buffet refleja

las angustias de la conciencia poética frente a la amenaza de la destrucción masiva, el peligro atómico y los estragos de las ar-mas mortíferas modernas.

El periodo europeo de Banús será una década de acumulación de experiencias. En Italia se com-penetra del Renacimiento que marcará para su incuestionable perfección en el dibujo. Banús dice de este primer período eu-ropeo:

“Hubo una época en la que yo estuve muy entusiasmado con Matisse, con Chagal, con Paul Klee...Simplificaba muchísimo las figuras, pero obviamente no era una cosa natural. Después pasé a una época negra, en Bar-celona, influenciado por Goya. pero con personajes que Yo cono-cía en la calle, sobretodo en La Bodega Bohemia; los cantantes, los ancianos, los mendigos de Barcelona que como Lorca de-cía: “Sacan a solear sus pecados a las ramblas”.

La escuela de Viena, llamada también del Realismo Fantásti-co, marca la sensibilidad estética y poética de Banús. Conoce per-sonalmente y trabaja con uno de los principales representantes de esta escuela como Fuchs.

Pero no son sólo las escuelas y sus artistas representativos los que lo influyen y los forman. También es la escuela de la vida donde Banús encuentra, como Gorki, sus universidades. Es en la calle, en las tabernas, en tra-bajos como estibador de muelles, empleado de una agencia navie-ra, extra de cine, traductor, agente cinematográfico y gerente de una casa disquera, en donde Banús se compenetra de mundos dispares pero entrelazados esencialmente por la médula única que caracte-riza en el fondo todo lo humano.

Las exposiciones del joven Banús en Europa dejaban ya en-trever ese camino al origen. Es

invitado a exponer en el Palacio Real de Milano. El gran maestro de Chirico visita una de sus ex-posiciones y lo elogia. La crítica europea, usualmente poco gene-rosa con los artistas que proceden de pueblos sin historia, sin lugar en el mapa del arte mundial, le trata con respeto. En la Revista Europea-Barcelona 1967 se dice:

“ Un dibujante a la pluma en plan artístico no es corriente en-contrarlo en estos momentos en los cuales el trazo nervioso y la marcha ofrecen a nuestra sen-sibilidad la vibración exigida, Banús, el artista guatemalteco, cultiva esta difícil modalidad con carácter y auto exigencia técnica rigurosa.”

Y el connotado crítico Santos Torroella escribe una reseña so-bre una exposición del joven ar-tista guatemalteco Ramón Banús, en el Diario El Noticiero Uni-versal de Barcelona, también en 1967:

“La habilidad paciente y reite-rada del joven expositor es mu-cha, posee un acuciado sentido de las formas y no son pocos sus aciertos en trance de dar viabili-dad positiva a las extremosidades fantasiosas de sus temas.

Tiende en estos al sarcasmo, a poner en evidencia los más fuer-tes contraste entre la belleza y la fealdad, esta subrayada en lo infrahumano, y a enlazar de tal modo, con todas las fabulaciones fustigadoras de lo caído y lo gro-tesco que van del Bosco a Goya.”

Retorna en 1971. Tras una corta estancia en San Salvador se esta-blece definitivamente en Guate-mala y comienza ganarse la vida “vendiendo tractores, sin saber manejar automóvil.” Siguen tra-bajos diversos y alejados del arte. Gerente de ventas y productor de comerciales para televisión. Pinta entonces 40 metros cuadrados de “pintura erótica” para un conoci-do motel de la Capital. Hasta que en 1979 renuncia a todo menos al arte y decide no hacer otra cosa

que pintar. Banús levanta en los años 80

una obra plástica gigantesca y original. Nos lleva a menudo a espacios disímiles, donde puede experimentarse lo común que pueda haber entre un pordiosero y un magnate, entre una pros-tituta y una dama oligarca. Al mismo tiempo que los persona-jes venidos del submundo, de los burdeles, de las cantinas de mala muerte, tienen también los rasgos humanos que caracterizan a ve-ces a sectores idealizados en la sociedad clasista y vertical gua-temalteca.

En 1986 publica partes de sus cuadernos de apuntes. Dibujos que había hecho a vuela pluma mientras caminaba por parques y sitios populares de la Ciudad de Guatemala. El “Cuaderno de Apuntes y Dibujos” Ala gran Flauta despierta de inmediato un

interés vivo que lleva hasta el de-bate y a una mesa redonda. Sur-gen las preguntas infaltables: So-mos así? Por qué ellos y no otros? Quienes son los guatemaltecos?

EsCriBE En la introduCCión:

“Guatemala capital!. Hormi-guero de rostros que en otros rostros repiten afanes y sueños. Parques y calles de Guatemala capital que nos obligan al reen-cuentro con nosotros mismos.

Y posiblemente- si nos los pro-pusiéramos- al encuentro de una solución. Solución a qué? Se pre-guntará más de alguno...

Yo estoy seguro que en esos par-ques y en esas calles podemos en-contrar la respuesta al verdadero perfil de nuestro destino.”

En sus espacios pictóricos apa-recen los marginados. Sin que falte la empleadita doméstica de

origen campesino e indígena que recibe una carta de su novio que está haciendo el servicio militar en algún lugar “lejano” de nues-tro pequeño país.

Sin acudir a panfletos, ni conde-nas, ni proclamas capta plástica y magistralmente esa presencia que desgarra, que se deja sentir, que vibra en las atmósferas citadinas y en esos encuentros sociales que crea Banús en sus calles, en sus fiestas, en sus reuniones en torno a una mesa. Como en La Parran-da, o en El Cabaret, cuadros que contienen esa opresión silencio-sa, ese secreto callado y general, ese y en término de Foucault ese nombre que se presta a una situa-ción estratégica compleja en una sociedad dada. Es decir: el poder.

Banús recorre parques y lugares públicos de la ciudad de Guate-mala. No la capital metropolitana, con algo de Miami sin dejar nun-

ca petates y zarabandas. Como pintor de la Ciudad de Guatemala no se dedica a plasmar en sus te-las edificios y lugares, sino más bien su verdadera pasión son las gentes, las personas que pasan, hablan y desarrollan en esas mis-mas plazas y calles toda la gama delas relaciones sociales. Banús es pintor de la condición huma-na, el maestro de los rostros, esas máscaras que usamos para miti-gar el embate de las relaciones sociales presionadas y compun-gidas por el signo de la despro-porción y los contrastes.

Ramón Banús es también como retratista de la condición huma-na, el maestro de los rostros, esas máscaras que usamos para miti-gar el embate de las relaciones sociales presionadas y compun-gidas por el signo de la despro-porción y los contrastes. Rostros frívolos es una expresión de la

dramaturgia humana. Del teatro guatemalteco, unas veces cómi-co y grotesco, otras trágico. Y también burlesco. Dolorido, de-safiante, contestatario y a la vez sumiso. La doble o triple natura-leza del guatemalteco. El indio, el ladino, el riquillo blanquito, el ricote moreno y mafioso, el pobre de solemnidad pero honrado, el político deshonesto y cínico, el campesino en su pobreza pero in-crustado en un sueño bucólico y pastoral, el obrero sin empleo, el burócrata empedernido.

En sus recorridos antropomór-ficos nos introduce a espacios donde reconocemos lo que no somos. Lo que no queremos ser. No se trata de retratos simplis-tas de prostitutas y delincuentes. Sino encontramos en sus perso-najes, los perfiles de la maldad confundida con la ternura, de la bondad traspasada por lo cruel. No es blanco ni negro, sino hu-mano claroscuro. Quizás influen-cia del Bosco o del período de los Caprichos de Goya. No hay en otras palabras ni moralismo ni denuncia. Ni panfleto, ni prédica. Una cosa es segura alguien desde ahí, nos mira, nos habla, nos des-cubre, nos envuelve y nos lleva hasta las secuencias más hondas de las trepidaciones abismales que nos retuercen el alma. Como en El Comepiedras, que lleva la nostalgia de muerte en la mirada y la fuente mineral y última del universo en la mano.

Banús no se preocupa “del pue-blo” en abstracto. Ni de las dia-lécticas abstractas que se esfuman en polémicas sin fin, en cafeterías y paraninfos. Banús simplemente nos recuerda que existen indivi-duos que se debaten entre la ilu-sión y el miedo. Que las prostitu-tas no son malas, ni buenas. Que también tienen sueños, angustia, hambre, sed de ser amadas. Por esta razón Ramón Banús es amar-gado entre sonrientes y sonriente entre amargados. Progresista en-tre oligarcas y conservador entre

“revolucionarios”. Su arte no es ni popular, ni elitico. Es arte. Por eso conmueve. Puede gustar o molestar pero no pasa indiferen-te. Es el caso de esa gran obra al óleo que es El Pueblo, pintada a inicios de los 80 en un período de especial violencia.

Pero no encontramos un grito de protesta, ni una masa compac-ta que se muestra como sujeto de la historia. Sino aglomeraciones de gestos, miradas furtivas, genu-flexiones de dolor, de miedo, de sueño, de angustia, de desolación masiva. Encontramos simple-mente al pueblo, a la gente que se debate diariamente entre el deseo de vivir y los límites que impone la sobrevivencia. Gente que nos mira y que son mirados: el pueblo somos todos y en concreto nadie.

Manuel José Arce habla de Banús como del cosmopolitano atitleco; la expresión no deja de cautivar, porque se pierde de pronto en el lago sin fondo donde está el Xocomil de las pasiones

de la vida, del amor, de la mise-ria, de la aurora y la noche. Banús no gusta de dioses ni de falsos adoradores del fuego. Ningún ismo. Ningún opio. Sea nacional o internacional. Le interesa la condición humana. Y en el retra-to de un personaje simple, está la cotidiana verdad de la belleza, la prosaica realidad de existencias atrofiadas, reprimidas. Justamen-te ahí donde se juntan los lagos mágicos de Guatemala con los cielos eléctricos de la noche de Leonard Cohen, Bob Dylon. Y Verdi. Y Wagner. Y el marim-bista más humilde de San Rafael Pie de la Cuesta. El artista Banús el más guatemalteco de los cos-mopolitas y el más cosmopolita de los guatemaltecos no quiere retratar a Kukulkán, sino mos-trarnos el Kukulkán que lleva-mos adentro. Y como el antiguo Terencio, podría también Ramón Banús decirnos, con toda su for-midable obra: “Nada humano me es ajeno”.

Page 5: Suplemento Cultural 17-03-2012

4 Suplemento Cultural Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012 Suplemento Cultural 5Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Ramón Banús es uno de los guatemaltecos más universales, por sus viajes y cosmopolitanismo. Más a la vez, en su mundo plástico, uno de los universos más guatemaltecos. Banús representa en la plástica esa tendencia tan guatemalteca de sentir como necesidad la concreción de su propia realidad. Sus temáticas

oscilan siempre en esa búsqueda de llevarnos al espejo.Jaime Barrios Carrillo

artista de lo humano

Colaboraciones

ramón Banús,

FOTO LA HORA: ARCHIVO FOTO LA HORA: ARCHIVO

El Policía Amor si fueras aire y respirarte

Ingresar al mundo, a los mundos de Banús, es una expedición a la imagine-ría de lo guatemalteco, esa ontología desgarrada desde siempre, plasmada

en una plástica que se busca y que busca. Origen y futuro de la mano en esta historia de Bonam-paks y Méridas.

Ramón Banús nace en 1938 en la Ciudad de Guatemala. La madre Carmen Mongrell es una valenciana cuya familia huye de los estragos de la Guerra Civil. El padre José “Pepe” Banús, guate-malteco de ascendencia catalana. Hombre de empresa y energía inacabable y múltiples oficios. El matrimonio se realiza por poder en España bajo el dramatismo de la huida de la familia y la perdida de sus bienes. Amigos ligados a los Ferrocarriles españoles ayu-dan a Carmen a salir de España y llegar a Guatemala a finales de 1936, dejando atrás los cañones todavía humeantes y la sangre de más de un millón de españoles.

El padre de Carmen Mongrell, abuelo de Ramón, es el artista José Mongrell Torent (1870-1937) nacido en Valencia, pintor de colorido brillante y de gran producción. Aquí un antecedente familiar en lo que será muchos años después el interés primor-dial del nieto guatemalteco: la pintura.

Ramón Banús se va de Gua-temala en 1961 a la edad de 23 años. Viaja en un carguero italia-no con unos cuantos dólares en la bolsa y la cabeza llena de sueños. Europa ha comenzado a marchar de nuevo después del espanto de la segunda Guerra Mundial. Ya no están las vanguardias, todos los ismos han acallado sus vo-ces, pero quedan todavía artistas como Picasso, Matisse o Braque, que se han convertido en “kult-gestalter”, con algo de reyes Mi-das. La pintura de Buffet refleja

las angustias de la conciencia poética frente a la amenaza de la destrucción masiva, el peligro atómico y los estragos de las ar-mas mortíferas modernas.

El periodo europeo de Banús será una década de acumulación de experiencias. En Italia se com-penetra del Renacimiento que marcará para su incuestionable perfección en el dibujo. Banús dice de este primer período eu-ropeo:

“Hubo una época en la que yo estuve muy entusiasmado con Matisse, con Chagal, con Paul Klee...Simplificaba muchísimo las figuras, pero obviamente no era una cosa natural. Después pasé a una época negra, en Bar-celona, influenciado por Goya. pero con personajes que Yo cono-cía en la calle, sobretodo en La Bodega Bohemia; los cantantes, los ancianos, los mendigos de Barcelona que como Lorca de-cía: “Sacan a solear sus pecados a las ramblas”.

La escuela de Viena, llamada también del Realismo Fantásti-co, marca la sensibilidad estética y poética de Banús. Conoce per-sonalmente y trabaja con uno de los principales representantes de esta escuela como Fuchs.

Pero no son sólo las escuelas y sus artistas representativos los que lo influyen y los forman. También es la escuela de la vida donde Banús encuentra, como Gorki, sus universidades. Es en la calle, en las tabernas, en tra-bajos como estibador de muelles, empleado de una agencia navie-ra, extra de cine, traductor, agente cinematográfico y gerente de una casa disquera, en donde Banús se compenetra de mundos dispares pero entrelazados esencialmente por la médula única que caracte-riza en el fondo todo lo humano.

Las exposiciones del joven Banús en Europa dejaban ya en-trever ese camino al origen. Es

invitado a exponer en el Palacio Real de Milano. El gran maestro de Chirico visita una de sus ex-posiciones y lo elogia. La crítica europea, usualmente poco gene-rosa con los artistas que proceden de pueblos sin historia, sin lugar en el mapa del arte mundial, le trata con respeto. En la Revista Europea-Barcelona 1967 se dice:

“ Un dibujante a la pluma en plan artístico no es corriente en-contrarlo en estos momentos en los cuales el trazo nervioso y la marcha ofrecen a nuestra sen-sibilidad la vibración exigida, Banús, el artista guatemalteco, cultiva esta difícil modalidad con carácter y auto exigencia técnica rigurosa.”

Y el connotado crítico Santos Torroella escribe una reseña so-bre una exposición del joven ar-tista guatemalteco Ramón Banús, en el Diario El Noticiero Uni-versal de Barcelona, también en 1967:

“La habilidad paciente y reite-rada del joven expositor es mu-cha, posee un acuciado sentido de las formas y no son pocos sus aciertos en trance de dar viabili-dad positiva a las extremosidades fantasiosas de sus temas.

Tiende en estos al sarcasmo, a poner en evidencia los más fuer-tes contraste entre la belleza y la fealdad, esta subrayada en lo infrahumano, y a enlazar de tal modo, con todas las fabulaciones fustigadoras de lo caído y lo gro-tesco que van del Bosco a Goya.”

Retorna en 1971. Tras una corta estancia en San Salvador se esta-blece definitivamente en Guate-mala y comienza ganarse la vida “vendiendo tractores, sin saber manejar automóvil.” Siguen tra-bajos diversos y alejados del arte. Gerente de ventas y productor de comerciales para televisión. Pinta entonces 40 metros cuadrados de “pintura erótica” para un conoci-do motel de la Capital. Hasta que en 1979 renuncia a todo menos al arte y decide no hacer otra cosa

que pintar. Banús levanta en los años 80

una obra plástica gigantesca y original. Nos lleva a menudo a espacios disímiles, donde puede experimentarse lo común que pueda haber entre un pordiosero y un magnate, entre una pros-tituta y una dama oligarca. Al mismo tiempo que los persona-jes venidos del submundo, de los burdeles, de las cantinas de mala muerte, tienen también los rasgos humanos que caracterizan a ve-ces a sectores idealizados en la sociedad clasista y vertical gua-temalteca.

En 1986 publica partes de sus cuadernos de apuntes. Dibujos que había hecho a vuela pluma mientras caminaba por parques y sitios populares de la Ciudad de Guatemala. El “Cuaderno de Apuntes y Dibujos” Ala gran Flauta despierta de inmediato un

interés vivo que lleva hasta el de-bate y a una mesa redonda. Sur-gen las preguntas infaltables: So-mos así? Por qué ellos y no otros? Quienes son los guatemaltecos?

EsCriBE En la introduCCión:

“Guatemala capital!. Hormi-guero de rostros que en otros rostros repiten afanes y sueños. Parques y calles de Guatemala capital que nos obligan al reen-cuentro con nosotros mismos.

Y posiblemente- si nos los pro-pusiéramos- al encuentro de una solución. Solución a qué? Se pre-guntará más de alguno...

Yo estoy seguro que en esos par-ques y en esas calles podemos en-contrar la respuesta al verdadero perfil de nuestro destino.”

En sus espacios pictóricos apa-recen los marginados. Sin que falte la empleadita doméstica de

origen campesino e indígena que recibe una carta de su novio que está haciendo el servicio militar en algún lugar “lejano” de nues-tro pequeño país.

Sin acudir a panfletos, ni conde-nas, ni proclamas capta plástica y magistralmente esa presencia que desgarra, que se deja sentir, que vibra en las atmósferas citadinas y en esos encuentros sociales que crea Banús en sus calles, en sus fiestas, en sus reuniones en torno a una mesa. Como en La Parran-da, o en El Cabaret, cuadros que contienen esa opresión silencio-sa, ese secreto callado y general, ese y en término de Foucault ese nombre que se presta a una situa-ción estratégica compleja en una sociedad dada. Es decir: el poder.

Banús recorre parques y lugares públicos de la ciudad de Guate-mala. No la capital metropolitana, con algo de Miami sin dejar nun-

ca petates y zarabandas. Como pintor de la Ciudad de Guatemala no se dedica a plasmar en sus te-las edificios y lugares, sino más bien su verdadera pasión son las gentes, las personas que pasan, hablan y desarrollan en esas mis-mas plazas y calles toda la gama delas relaciones sociales. Banús es pintor de la condición huma-na, el maestro de los rostros, esas máscaras que usamos para miti-gar el embate de las relaciones sociales presionadas y compun-gidas por el signo de la despro-porción y los contrastes.

Ramón Banús es también como retratista de la condición huma-na, el maestro de los rostros, esas máscaras que usamos para miti-gar el embate de las relaciones sociales presionadas y compun-gidas por el signo de la despro-porción y los contrastes. Rostros frívolos es una expresión de la

dramaturgia humana. Del teatro guatemalteco, unas veces cómi-co y grotesco, otras trágico. Y también burlesco. Dolorido, de-safiante, contestatario y a la vez sumiso. La doble o triple natura-leza del guatemalteco. El indio, el ladino, el riquillo blanquito, el ricote moreno y mafioso, el pobre de solemnidad pero honrado, el político deshonesto y cínico, el campesino en su pobreza pero in-crustado en un sueño bucólico y pastoral, el obrero sin empleo, el burócrata empedernido.

En sus recorridos antropomór-ficos nos introduce a espacios donde reconocemos lo que no somos. Lo que no queremos ser. No se trata de retratos simplis-tas de prostitutas y delincuentes. Sino encontramos en sus perso-najes, los perfiles de la maldad confundida con la ternura, de la bondad traspasada por lo cruel. No es blanco ni negro, sino hu-mano claroscuro. Quizás influen-cia del Bosco o del período de los Caprichos de Goya. No hay en otras palabras ni moralismo ni denuncia. Ni panfleto, ni prédica. Una cosa es segura alguien desde ahí, nos mira, nos habla, nos des-cubre, nos envuelve y nos lleva hasta las secuencias más hondas de las trepidaciones abismales que nos retuercen el alma. Como en El Comepiedras, que lleva la nostalgia de muerte en la mirada y la fuente mineral y última del universo en la mano.

Banús no se preocupa “del pue-blo” en abstracto. Ni de las dia-lécticas abstractas que se esfuman en polémicas sin fin, en cafeterías y paraninfos. Banús simplemente nos recuerda que existen indivi-duos que se debaten entre la ilu-sión y el miedo. Que las prostitu-tas no son malas, ni buenas. Que también tienen sueños, angustia, hambre, sed de ser amadas. Por esta razón Ramón Banús es amar-gado entre sonrientes y sonriente entre amargados. Progresista en-tre oligarcas y conservador entre

“revolucionarios”. Su arte no es ni popular, ni elitico. Es arte. Por eso conmueve. Puede gustar o molestar pero no pasa indiferen-te. Es el caso de esa gran obra al óleo que es El Pueblo, pintada a inicios de los 80 en un período de especial violencia.

Pero no encontramos un grito de protesta, ni una masa compac-ta que se muestra como sujeto de la historia. Sino aglomeraciones de gestos, miradas furtivas, genu-flexiones de dolor, de miedo, de sueño, de angustia, de desolación masiva. Encontramos simple-mente al pueblo, a la gente que se debate diariamente entre el deseo de vivir y los límites que impone la sobrevivencia. Gente que nos mira y que son mirados: el pueblo somos todos y en concreto nadie.

Manuel José Arce habla de Banús como del cosmopolitano atitleco; la expresión no deja de cautivar, porque se pierde de pronto en el lago sin fondo donde está el Xocomil de las pasiones

de la vida, del amor, de la mise-ria, de la aurora y la noche. Banús no gusta de dioses ni de falsos adoradores del fuego. Ningún ismo. Ningún opio. Sea nacional o internacional. Le interesa la condición humana. Y en el retra-to de un personaje simple, está la cotidiana verdad de la belleza, la prosaica realidad de existencias atrofiadas, reprimidas. Justamen-te ahí donde se juntan los lagos mágicos de Guatemala con los cielos eléctricos de la noche de Leonard Cohen, Bob Dylon. Y Verdi. Y Wagner. Y el marim-bista más humilde de San Rafael Pie de la Cuesta. El artista Banús el más guatemalteco de los cos-mopolitas y el más cosmopolita de los guatemaltecos no quiere retratar a Kukulkán, sino mos-trarnos el Kukulkán que lleva-mos adentro. Y como el antiguo Terencio, podría también Ramón Banús decirnos, con toda su for-midable obra: “Nada humano me es ajeno”.

Page 6: Suplemento Cultural 17-03-2012

6 Suplemento Cultural Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Las intimidades de Frida KahLo

Justamente esto parecía que sucedería con una serie de fotografías per-sonales que cuidadosa-mente fue colectando, conservando y miman-

do la artista mexicana Frida Kahlo durante su vida joven y adulta. Cuando la pintora murió, su es-poso Diego Rivera las tomó y a su vez, pidió a la persona encargada de administrar su legado, conser-varlas y abrir la caja 15 años más tarde. Pese a la recomendación, la caja se mantuvo cerrada va-rias décadas, hasta ser finalmente expuesta al público en 2007. En 2012, gracias al Aritsphere, cen-tro cultural perteneciente al con-dado de Arlington, parte del área metropolitana Washington D. C., y puesto que es ciudad hermana de la delegación mexicana de Co-yoacán, la colección de fotos de Frida Kahlo ha sido expuesta en Estados Unidos por primera vez, lo que nos permite tener disponi-bles ante el público anglosajón más pistas acerca de las características personales de la insigne artista, en lo que es un modélico ejercicio de cooperación cultural del que tam-bién han participado el Instituto Mexicano de Cultura, la Embajada Mexicana además de los Museos de Kahlo y de Rivera en México.

Y es que hace rato que Frida Kahlo conquistó al gran público mundial, sin embargo, su apor-te al arte contemporáneo y a la cultura latinoamericana ha sido precedido por una enigmática

De otras partes

Normalmente la gente va acumulando en sus cajones –principalmente en los de la mesilla de noche– objetos tan variados como personales. Notas, fotos, suvenires, confesiones escritas, rastros de aventuras y otras muchas intimi-dades. Generalmente también cuando una persona muere hay varias posibilidades: o sus pertenencias son tiradas a la basura, o bien son guardadas en un depósito o se le rinden tributo con lágrimas que las van decolorando, pero inexorablemente poco a poco suelen quedar en el olvido.

POR FADRIQUE IGLESIASaureola. Frida ha desarrollado sus propuestas a partir de la in-trospección, de contradicciones vitales y de la lucha por la igual-dad, en términos simbólicos. Todos temas plenamente vigen-tes, desde el terreno sociológico hasta el estilístico, marcado por la actualidad de sus temas en el marco de la sencillez intimista, en la que justamente ahora in-cursiona con gran fuerza nue-vamente la literatura o el cine independiente.

Entre las piezas guardadas por Kahlo había retratos de su padre, el también fotógrafo pro-fesional Guillermo Kahlo, había una serie de fotos tomadas por ella, otras incluso recortadas ar-bitrariamente y escritas a mano con notas, algunas piezas to-madas a ella posando y a otros amigos suyos, firmadas por ar-tistas conocidos como Edward Wetson, Man Ray, Brassai y Tina Modotti. La sensación tras ver la muestra es haber entrado por un instante en la intimidad de la artista, en su espacio privado, llámese su habitación o en tér-minos actuales su Facebook, y esa es la gran novedad que logra el curador de la muestra, Pablo Ortiz Monasterio.

El resultado ha sido que el Artisphere se ha visto casi des-bordado con el inusitado interés de las casi 2000 visitas del día de la inauguración, repitiéndose las varias centenas a lo largo de las siguientes semanas. Además, con

tal motivo, se han preparado una serie de eventos paralelos, tenien-do en cuenta tanto a su público habitual –de por sí heterogéneo– como a la abundante comunidad hispana que vive en los alrede-dores. Se han proyectado dos ciclos de cine, uno relacionado con mujeres y el otro con la obra de Robert Rodríguez, además de talleres para niños y adultos sobre Surrealismo, dictados por un mago. Además de varios con-ciertos de indiscutible calidad, el primero de la banda mexicana de bluegrass Rana Santacruz, el se-

gundo de la cantante de flamenco versión ceutí La Shica y el tercero de la banda denominada por el Instituto Mexicano del Sonido quienes fusionan diversos ritmos de diferentes épocas -podrán ver-se en España en el festival Sono-rama-, algo que solamente puede calificarse como ecléctico, en la onda precisamente del Artisphe-re. Por último, para cerrar el mes de marzo, habrá también un tur-no para bailar con el día de “La Mujer en la Salsa” y la actuación de los también mexicanos Los Quetzales.

En el Artisphere ya saben ampliamente como combinar los sueños, lo contemporáneo, lo vanguardista, lo rupturista con lo que es atractivo para quienes buscan arte del bueno, siempre mostrando hacia dónde apun-tan las nuevas tendencias, y qué mejor que hacerlo recordando a una de las grandes artistas con-temporáneas del mundo hispa-no, en el año designado por el Banco Mundial como el del es-tudio de la igualdad de género y en el día internacional que se la recuerda, el 8 de marzo.

Page 7: Suplemento Cultural 17-03-2012

Suplemento Cultural 7Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

Cofradía del Santo CriSto de trujillo

En 1642, los piratas holandeses inva-dieron, saquearon y quemaron la ciu-dad de Trujillo en Honduras. La Igle-

sia católica no se escapó a su, codi-cia, furia y destrozo. Las imágenes sufrieron mutilaciones y otras fue-ron quemadas. Fray Anselmo de las Huertas, rescató –no sin esfuerzo y peligro- dos piezas de un crucifijo venerado. La cabeza y el brazo de-recho y en calidad de reliquias, las llevó a la iglesia de San Francisco El Grande de la ciudad de Santiago de Guatemala. La comunidad francis-cana las recibió con gran sentimien-to de dolor y las hizo colocar en una urna con cristales, en el primer cuer-po del altar mayor. (1)

El Cronista Fray Francisco Vás-quez, describe los pormenores del ataque de los piratas holandeses a la ciudad de Trujillo y la forma cómo llegaron al templo y causaron los da-ños irreparables a sus imágenes. (2)

Estas reliquias fueron veneradas por los fieles y la Cofradía que se formó en torno suyo. Entre los cultos que les rindieron estaba el de una procesión

Semana Santa en la ciudad de Santiago de Guatemala.

Iglesia de San Francisco El Grande. Miércoles Santo en la mañana. Otra procesión que alcanzó renombre y solemnidad durante la Semana Santa, en la ciudad de Santiago de Guatemala, fue la del Santo Cristo de Trujillo. Para muchos lectores son desconocidas estas procesiones e imágenes. POR MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

Reliquia Rescatada. El rostro del Cristo de Trujillo. Se nota el agujero de un disparo en el labio superior derecho.

FOTO LA HORA: MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

la otRa pieza rescatada fue el brazo derecho. FOTO LA HORA: MARIO GILBERTO GONZÁLEZ R.

Ya vamoS a Ser ‘‘guateCoS’’

Por otra parte, se está ge-neralizando el vocablo CHAPINES, que en una época fue adversa-do, pues decían que era como decirnos pantu-

flas, pero en estos días lo veo escrito, lo veo en televisión, lo oigo decir por la radio… a mí me gusta que me di-gan chapín.

Desde mi butaca

Todo es cuestión de modas y modismos que se van imponiendo gradualmente, unos se quedan y otros se van. La vez anterior me referí a la forma como gritan los ayudantes de camionetas y de ruleteros los nombres de sus destinos: “YA” por Maya; NIZO, por Granizo; LAGRO, por el Milagro, etc. Y dentro de eso de acortar palabras se está introduciendo el de no decir GUATEMALA, sino GUATE, con lo que dejaríamos de ser guatemaltecos, para ser única-mente GUATECOS. No sé si les gustaría eso… a mí no.

POR JOSÉ ANTONIO GARCÍA URREAA propósito, se me ocurre que

deberían imprimir playeras que di-jeran: SOY PURO GUATEMALTE-CO, SOY CHAPÍN, GUATEMALA EL MÁS BELLO PAÍS DEL MUN-DO, y otros sobre el mismo tema que se les ocurrieran.

El nombre lo adversan por lo de MALA, pero nuestra patria no es mala, al contrario, los chapines so-

mos pero requetebuena gente, hay sus excepciones como en todo con-glomerado, pero es algo a lo que se refieren los extranjeros que nos visi-tan y de donde resulta que muchos de ellos se trasladan para acá. Recuerdo de un diplomático (norteamericano), que su período de estancia en Gua-temala era de dos años, pero se las ingenió para estar cuatro y cuando

se fue, se llevó a la cocinera porque le gustaba la comida chapina y hasta el loro, y, según dijo, al jubilarse se ven-dría a vivir acá.

Mi maestro de cine (ya me he referido a él) era yugoslavo, ciuda-dano norteamericano por adopción; estuvo viviendo aquí varios años haciendo trabajos cinematográficos para una entidad internacional. A la vez de su alumno, fui su ayudan-te; me pagaba: fue quien, lo dije una vez, rescató la cabeza de Maximón de Atitlán, porque un cura español lo quemó, como lo había filmado, del negativo, yo tenía entonces mi cuarto oscuro, también soy fotógra-fo, hice una serie de fotografías de todo el entorno de la cabeza tamaño 8 X 10” y de acuerdo a ellas, en Ar-tes Plásticas la reprodujeron y él se la llevó a la Cofradía respectiva. Lo requetequerían.

Pues un día, míster Richard tuvo que ir a Santa Bárbara, California, en donde tenía su casa y se fueron con su esposa, pero las personas de la casa aquí, en donde ellos estaban hospe-

dados se pusieron a llorar y él me decía: “¿Por qué la gente de aquí llora cuando uno se va? si es cosa de tomar el avión, viene y se va y regresa.” -Le dije: es que así somos los guatemalte-cos, querendones, a ustedes les tienen cariño y por eso lloran.

Él trató de fundar una escuela cine-matográfica, fue novedad, hubo mu-chas y muchos inscritos, era gratuita, se reunían en el salón de actos del Institu-to Central para Varones, pero al ver que el estudio era serio fueron desertando, nos quedamos cinco, de ellos yo.

Pues van a ver, a míster Richard le gustaba el nombre de Guatemala, ja-más reparó en el apócope, e incluso te-nía el propósito de venir a vivir aquí.

Pues el caso es que me parece que las autoridades de Gobierno co-rrespondientes, no sé si Turismo o el Congreso de la República deben to-mar cartas en el asunto para detener eso ya de andar mutilando el nombre de nuestra Patria, y que se diga verbal o escrito claramente: GUATEMALA, y se sancione a todo aquel que por es-nobismo lo esté acortando.

MonuMental templo de San Francisco El Grande.

FOTO LA HORA: ARCHIVO Alba Lucerna Rosal (+)

solemne matutina, por las calles de la ciudad de Santiago de Guatemala.

Fuentes y Guzmán en su Recor-dación Florida, se refiere a su solemne procesión el Miércoles Santo por la mañana. Nos dice “…aquí consagra-dos y piadosos cultos, con júbilo y una devotísima y educativa procesión, el Miércoles Santo, por la mañana, se predican y ejercitan los desagravios de tantos sacrificios impropios, que fuera de separar y resumir los san-tos miembros de su sagrada efigie el golpe violento y atrevido de rabiosas descomulgadas manos de aquellos herejes, manifiesta una sangrienta y rota herida derecho del labio infe-rior, de donde dicen que al tiempo de recibirla de aquellos impulsos sa-crílegos, vertió de ella la sangre que hoy se manifiesta haber corrido de su cisura, que como de un cuerpo natural se ve desunido y separado en un cutis del otro…”

“Es verdaderamente hermosísi-ma y edificativa su divina imagen, y que la hace más venerable y devota el celo y el cuidado de su atentísi-mo culto; pues solo gozan los fieles el consuelo de verla y venerarla una sola vez en el año…” (3)

Esta procesión que por las ma-ñanas del Miércoles Santo, salió de la iglesia de San Francisco El Grande, contó con el acompañamiento de las principales Autoridades del Reino y de numerosos fieles, cuando enfila-ba por la Calle de la Nobleza hacia el barrio de Santo Domingo y luego en su estación en la S. I. Catedral. Su re-torno al templo era a media tarde.

Después del terremoto de Santa Marta, junto con otras imágenes de especial veneración, fueron trasla-dadas a la iglesia de San Francisco en el nuevo asentamiento de la Ermita, donde al correr de los años se extin-guió su veneración y procesión.

Notas 1.- Lamadrid, Fray Lázaro. Ex-

tracto de la guía turística de San Fran-cisco en Antigua Guatemala., p. 19.

2.- Vásquez, Fray Francisco. Cró-nica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús. t. IV, ps. 275-288.

3.- Fuentes y Guzmán, Francis-co. Recordación Florida, t.1, p. 239.

Page 8: Suplemento Cultural 17-03-2012

POR EDUARDO VILLATORO

Palabras de papel celofán

ChiviriCuarta, Cuentos y poemas de Álvaro arrivillaga

Á lvaro Arrivi-llaga Cortez es un joven médico que además de ser ferviente lec-

tor, también es, hasta el mo-mento, un aficionado a escribir relatos de ficción, pero que, si se lo propone, podría convertir-se en uno de los escritores gua-temaltecos contemporáneos singulares, sobre todo porque, como en su primera seria incur-sión en el mundo de las letras, tiene la facilidad de exponer en blanco y negro acontecimien-tos o circunstancias reales o ficticias que son propias de la idiosincrasia guatemalteca.El libro recién entregado al au-tor durante un acto especial, lleva el sugestivo nombre de Chiviricuarta, que, para mu-chos compatriotas de las actua-les generaciones, no implica ningún significado específico, pero a los adultos, especial-mente de la tercera edad, les traerá recuerdos de su niñez y juventud porque se trata de un juego que era la diversión co-lectiva entre los menores de un barrio, una cuadra, un colonia de cualquier ciudad o poblado de la Guatemala de antaño.Es más explícita la escritora Lorena Flores Moscoso, en la contraportada de la obra, edita-da por IDEART, al señalar que “Chiviricuarta de Álvaro Arri-villaga nos transporta cuadros de costumbre contemporáneo (porque) los relatos descri-ben, algunas veces, con sátira y otras con nostalgia, los am-bientes, costumbres, oficios, tipos de personas en una socie-dad guatemalteca o quizás uni-versal. Las personas nos dejan una sensación de marginalidad, pero también de ternura, inclu-so de ingenuidad. “En estas páginas podemos encontrar un particular espacio donde la infancia y la adultez se fusionan y todo lector puede encontrar un vínculo”.El libro recoge mayoritaria-mente cuentos, pero, asimis-mo, da cabida a unos cuantos poemas de inclinación román-tica, que deviene en una extra-ña mezcla de prosa y verso, y, de esa cuenta, el también escri-tor Jorge Eduardo Benavides, del Centro de Formación de Novelistas, de España, asevera que “Los cuentos y los poe-mas de Álvaro Arrivillaga nos

muestran el delicado tapiz de una sociedad bulliciosa e hir-viente de complejidad. “Son pequeñas estampas que abordan con precisión y agu-deza los diversos registros de esa misma sociedad, captando como al vuelo su pulso más íntimo y revelándonos los mu-chos microcosmos que la con-forman. Arrivillaga maneja con pericia muchos recursos del oficio y ello se nota claramente en estos textos”.

CONFESIONESEl mismo autor de Chiviricuar-ta admite que los relatos nacen de la necesidad de expresar historias propias de nuestro escenario guatemalteco. Son estampas que no pretenden más que describir situaciones que a pesar de su cotidianidad, pareciera que muchas veces no vemos o simplemente no que-remos ver.En todo caso, los cuentos in-tentan ser un reflejo de nues-tra sociedad, describiendo “nuestras condiciones de vida, nuestra idiosincrasia y nuestra multipluriculturalidad, ponien-do en evidencia cómo funcio-namos, cómo nos interrelacio-namos y cómo vemos nuestro día a día”.Al margen de las historias cu-yos contextos son propias de la violencia, la pobreza, la enfer-medad y otras lacras de las cla-ses populares, que persiguen que el lector no permanezca ajeno a esas encrucijadas de la vida, también se encuentran relatos que basados en el rea-lismo mágico buscan adulterar la realidad y traspasar esa fron-tera que no siempre es común, en vista de que cada quien pue-de terminar de construir en su imaginación lo que no culmina en el texto.Confiesa Arrivillaga que al-gunos de estos cuentos surgen desde hace muchos años atrás, pero su contenido sigue tenien-do vigencia en virtud de que, en esencia, “seguimos siendo los mismos”, al contrario de lo que el chileno Pablo Neru-da evoca en uno de sus veinte versos de amor: “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”.El autor revela que otros cuen-tos son el fruto de talleres lite-rarios en los que ha participado y que, en su momento, fue-ron escritos en una modalidad

8 Suplemento Cultural Nueva Guatemala de la Asunción, 17 de marzo de 2012

corta, pero que el tiempo y la experiencia los convirtieron en textos más extensos, de ma-nera que “se constituyeron en historias redondas de principio a fin”.Arrivillaga justifica la presen-cia de poesías en un pequeño volumen de prosa, al indicar que no clasifican ni son seg-mentos de los cuentos, sino que los trata de ubicar como “pinceladas de otro género li-terario” que sólo aspiran sumar “realidad al libro”.El nombre de la obra surge

del hecho de que varios de los relatos tienen a niños como protagonistas, fuera de que chiviricuarta “es un vocablo muy guatemalteco que hace referencia a un juego infantil”, mientras que la portada, que muestra a un niño de tez oscu-ra y que caracteriza a un chico de barriada aspirando el humo de un cigarrillo, insinúa que en Guatemala las condiciones atinentes a la educación., la vi-vienda, la salud y el desarrollo siguen siendo inmensamente desiguales, y de ahí que los

menos afortunados tienen “que crecer a empujones, a golpes y caídas”.En resumen, Chiviricuarta no sólo es un libro de cuentos que resulta un espejo de la reali-dad circundante de las clases medias bajas y populares, con incrustaciones de poemas, que podría llamar a la reflexión al estrato social propio de la existencia real y no imaginaria de Álvaro Arrivillaga Cortez, además de que entretiene en la soledad de las noches sin ho-rizontes.