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TEMA 6 El final de los Neandertales y el Paleolítico superior inicial en la Península Ibérica José Manuel Maíllo Fernández 1. Introducción La Transición entre estos dos periodos del Paleolítico debe entenderse globalmente antes de conocer la evidencia que aportan los datos obtenidos en la Península Ibérica. Las hipótesis interpretativas de esta Transición se puede dividir en dos tendencias. - Hipótesis rupturistas: los investigadores que apoyan esta tendencia consideran que la transición fue un proceso brusco y rápido. Además, dentro de esta tendencia es indisociable el hecho de una transición cultural y biológica, ya que la llegada de una nueva especie a Eurasia (el Homo sapiens sapiens o humanos modernos) está ligada al tipo de cultura material que poseían, el Auriñaciense. Así, los humanos modernos portadores del Auriñaciense se propagarían por Europa de manera muy rápida a partir del 40-35.000 B.P. y sustituirían muy pronto a las poblaciones autóctonas de Neandertales que habitaban Europa con una cultura material menos adaptada a la competitividad entre especies. Al paso de los humanos modernos por Europa, los neandertales intentarían imitar los utensilios de los nuevos habitantes sin demasiado éxito, generando los denominados tecnocomplejos transicionales como el Chatelperroniense, el Uluzziense, el Szeletiense, etc. - Hipótesis continuistas: básicamente, proponen el paso entre el Paleolítico Medio y el Superior como un proceso paulatino y local en diferentes regiones de Europa. Este paso podría estar producido por los humanos modernos que llevarían varios milenios en Europa como proponen algunos autores para la Suabia alemana, en lo que se ha venido a denominar la Kulturpumpe, o la región de Moravia. Pero la mayoría no especifica el tipo de humano responsable de dicha transición y consideran que los orígenes del Paleolítico Superior están enraizados, en mayor o menor 1

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TEMA 6

El final de los Neandertales y el Paleolítico superior inicial en la Península Ibérica

José Manuel Maíllo Fernández

1. Introducción

La Transición entre estos dos periodos del Paleolítico debe entenderse globalmente antes de conocer la evidencia que aportan los datos obtenidos en la Península Ibérica. Las hipótesis interpretativas de esta Transición se puede dividir en dos tendencias.

- Hipótesis rupturistas: los investigadores que apoyan esta tendencia consideran que la transición fue un proceso brusco y rápido. Además, dentro de esta tendencia es indisociable el hecho de una transición cultural y biológica, ya que la llegada de una nueva especie a Eurasia (el Homo sapiens sapiens o humanos modernos) está ligada al tipo de cultura material que poseían, el Auriñaciense. Así, los humanos modernos portadores del Auriñaciense se propagarían por Europa de manera muy rápida a partir del 40-35.000 B.P. y sustituirían muy pronto a las poblaciones autóctonas de Neandertales que habitaban Europa con una cultura material menos adaptada a la competitividad entre especies. Al paso de los humanos modernos por Europa, los neandertales intentarían imitar los utensilios de los nuevos habitantes sin demasiado éxito, generando los denominados tecnocomplejos transicionales como el Chatelperroniense, el Uluzziense, el Szeletiense, etc.

- Hipótesis continuistas: básicamente, proponen el paso entre el Paleolítico Medio y el Superior como un proceso paulatino y local en diferentes regiones de Europa. Este paso podría estar producido por los humanos modernos que llevarían varios milenios en Europa como proponen algunos autores para la Suabia alemana, en lo que se ha venido a denominar la Kulturpumpe, o la región de Moravia. Pero la mayoría no especifica el tipo de humano responsable de dicha transición y consideran que los orígenes del Paleolítico Superior están enraizados, en mayor o menor medida, con el sustrato Musteriense previo, cuyo ejemplo más claro sería el de los tecnocomplejos transicionales.

2. La transición Paleolítico medio-superior en la Península Ibérica.

Pese al avance de los diferentes tipos de estudios, métodos de recuperación de datos y análisis de laboratorio, el panorama científico para poder realizar un estudio detallado y completo de este complejo momento se ve mermado por una serie de dificultades generales que se resumen en las siguientes:

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1. Existen muy pocos yacimientos arqueológicos con cronologías pertenecientes a la aquí tratada (50-35.000 B.P.). Además tampoco existen excesivos sitios en donde encontremos grandes secuencias estratigráficas que permitan un estudio diacrónico de las diferentes industrias. Debemos añadir, por otro lado, el hecho de que la mayoría de los yacimientos estén en cuevas y con una importante concentración geográfica (básicamente circunscrita a las zonas calizas), dando la impresión de grandes áreas despobladas en la península debido a la dificultad de encontrar yacimientos en éstas áreas como la Meseta o la zona occidental andaluza.

2. El método de datación más empleado para conocer la cronología de los yacimientos de este periodo, el carbono 14, está al límite de su empleo de manera fiable ( 40.000 años). Por tanto, los resultados de las dataciones para la Transición pueden no ser todo lo seguras que se desearía. Además, el hecho de que las dataciones de C14 se realicen sobre muestras de diferente naturaleza (carbón, hueso, diente...) hace más complicado el poder compararlas entre sí y realizar síntesis de carácter cronológico.

3. Las colecciones arqueológicas de las que disponemos para realizar una visión de conjunto son, en muchas ocasiones, fruto de intervenciones arqueológicas antiguas (con el sesgo que ello conlleva), son escasas en efectivos o bien, éstos, son poco significativos para ser clasificados dentro de uno u otro tecnocomplejo.

Aún así, la Península Ibérica resulta, hoy día, uno de los lugares clave en el debate de este controvertido periodo (figuras 6.1). A los elementos industriales y simbólicos del Musteriense final de la región cantábrica (que se comentaron en el tema anterior) debemos añadirle, a partir del 40.000 B.P., una realidad muy compleja. Por un lado, tenemos en el noreste un Auriñaciense muy temprano rondando los 40.000 años en yacimientos como L´Arbreda o Reclau Viver (Girona); en la región cantábrica industrias transicionales como el Auriñaciense de Transición en la cueva de El Castillo (con las mismas dataciones) y el Chatelperroniense algo más reciente. Por su parte, el resto de la Península Ibérica presenta un Musteriense que perdura en casi toda la Península hasta el 30.000 B.P. en algunos yacimientos del Levante español como Cova Negra, otros en Andalucía como La Carihuela o Zafarraya y en Portugal como Fox do Enxarrique o Columbeira.

<aquí figura 6.1.tif><Figura 6.1: Mapa de dispersión de los principales yacimientos

auriñacienses.>

<aquí figura 6.2.tif><Figura 6.2: Mapa de dispersión de los principales yacimientos

gravetieneses.>

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Este hecho genera un panorama que puede resumirse como Auriñaciense al norte y Musteriense al sur, aunque, por supuesto si descendemos a escala regional encontramos una realidad bastante más compleja como ocurre en la cornisa cantábrica. La situación general ha llevado a João Zilhão a plantear la hipótesis de la Frontera del Ebro, es decir, que la cuenca del Ebro representó una barrera biológica importante que no hizo atractivo el paso de la misma para los Humanos modernos que ya poblaban el norte de la misma, más ligada al resto de Europa en cuanto a su biomasa. De hecho, la aparición de los primeros tecnocomplejos del Paleolítico Superior al sur del Ebro son más tardíos que los cantábricos y encuadrados dentro del Auriñaciense evolucionado. Aunque de forma general sigue siendo válido, este modelo ha sido contestado y puesto en entredicho por otros investigadores arguyendo que las condiciones biológicas al norte y sur de la cuenca del Ebro no son tan relevantes como para que varíe de manera sustancial la flora y la fauna y que existen una serie de yacimientos musterienses muy tardíos al norte de dicho río como el cántabro de El Esquilleu el asturiano de la Güelga y los catalanes de la Roca des Bous y Ermitons o el hecho de que no conozcamos de manera empírica que tipo humano realizó las primeras fases del Auriñaciense.

Por todo, trataremos la situación entre el 50-35.000 en la Península Ibérica haciendo tres grupos de carácter regional, por un lado la cornisa cantábrica y Cataluña al norte del Ebro y, por otro, el resto de la Península Ibérica.

2.1. Cornisa cantábrica

Incluimos también el norte de Aragón, Navarra y La Rioja. En la región cantábrica el panorama se presenta realmente interesante, ya que encontramos una serie de tecnocomplejos como son el Musteriense final, el Auriñaciense de Transición, el Chatelperroniense y el Auriñaciense arcaico. Las dataciones obtenidas para ellos los presentan como coetáneos según se tomen las fechas radiométricas de los yacimientos (figura 6.3).

El Musteriense Final presenta una serie de innovaciones de carácter tecnológico y simbólico. Entre las primeras hablaríamos de la producción de hojitas, algunas de ellas retocadas en hojitas Dufour, con ejemplares muy típicos y que se extraen a partir de núcleos prismáticos en yacimientos como El Castillo y Cueva Morín (Cantabria), aunque este tipo de producción también se ha localizado en yacimientos como La Viña (Asturias), Covalejos (Cantabria) o Lezetxiki (País Vasco). Entre los elementos de carácter simbólico tenemos el canto punteado de El Castillo o las conchas empleadas como colgantes de Lezetxiki. Por tanto, disponemos de elementos, hasta ahora, característicos del Paleolítico Superior en yacimientos ocupados por Neandertales.

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En cuanto a la cronología, el Musteriense final de la zona cantábrica es, en algunos casos, bastante tardío como demuestran las dataciones de El Esquilleu (nivel VI) con 34380 670 B.P., La Güelga (zona D) con 32000 1600/1350 B.P. o Arrillor (Álava) con 37.000 1000 B.P. En el resto de yacimientos, como por ejemplo El Castillo, Cueva Morín o Covalejos, los niveles clasificados como Musterienses desaparecen en torno a los 40.000 B.P.

Tras el Musteriense Final aparecen dos tecnocomplejos, tan sólo ubicados en la región cantábrica, que podemos denominar como Transicionales. Son el Auriñaciense de Transición y el Chatelperroniense.

<aquí figura 6.3.word>< Figura 6.3. Dataciones radiométricas de la Transición Paleolítico

Medio-Superior.>

2.1.1. El Auriñaciense de Transición.

Hasta el momento, sólo se ha identificado en la cueva de El Castillo (Cantabria), concretamente en los niveles 18c y 18b. Se trata de dos niveles arqueológicos encuadrados dentro de la Unidad estratigráfica 18, la cual está ubicada entre dos niveles estériles de gran potencia (más de 50 cm). La secuencia completa (de muro a techo) sería la compuesta por la Unidad 20 (Musteriense dividido en cuatro niveles); la Unidad 19 (estéril); la Unidad 18 (con tres niveles 18c y 18 b Auriñaciense de Transición y 18a estéril); Unidad 17 (estéril) y Unidad 16 (Auriñaciense arcaico). La cronología de los dos niveles del Auriñaciense de Transición viene dada por una serie de dataciones de C14 y ESR que han dado una media de 40.000 B.P. para el nivel 18c y 38.500 B.P. para el 18b.

La materia prima lítica más frecuente en este tecnocomplejo es la cuarcita de grano muy fino. Tecnológicamente, la producción lítica está dominada por los esquemas operativos de concepción discoide con dos métodos bien definidos: unifacial y bifacial. De forma más discreta, se ha identificado un esquema operativo laminar de hojitas muy similar al descrito para el Musteriense Final.

Tipológicamente se caracteriza por (figura 6.4):a) El conjunto está dominado por las piezas de sustrato, es

decir, de tradición musteriense (sobre todo las raederas).b) Desde un punto de vista cualitativo, lo más destacado son las

piezas de tipo Paleolítico Superior. Los raspadores son bastante más abundantes que los buriles. Entre los raspadores destacan los de tipo auriñaciense (carenados, en hocico espeso y nucleiformes).

c) Los soportes sobre hojitas no son muy numerosos, tan sólo contamos con una hojita Dufour en el nivel 18c.

d) La industria ósea es escasa, pero significativa: azagayas, anzuelos y punzones formarían parte de este repertorio.

<aquí figura 6.4.tif>

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<Figura 6.4. Útiles característicos del Auriñaciense de Transición, cueva de El Castillo (Cantanbria).>

El conjunto lítico del Auriñaciense de Transición está dominado por una tecnología que podríamos denominar musteriense, como ya hemos comentado en otro epígrafe de este trabajo. Lo realmente significativo de esta industria es que sobre estos soportes de tipo musteriense se realizan piezas de tipo Paleolítico Superior.

Pero lo verdaderamente interesante y sorprendente del Auriñaciense de Transición es la serie de piezas que deben ser encuadradas dentro de los elementos de carácter simbólico. Así en el nivel 18c disponemos de un fragmento distal de cincel en el que se observan una serie de incisiones cortas y rectilíneas, un fragmento mesial de metápodo de ungulado que presenta una serie de incisiones en la cara Superior y un fragmento óseo aplanado que presenta trazos pintados en su cara superior, que ha sido interpretada como una cabeza de animal. El nivel 18b, datado en 38.500 BP presenta varias piezas, destacando el fragmento proximal de un hueso hioides, posiblemente de Cervus elaphus, con decoración de trazos grabados y pintados en su cara superior conformando la pata delantera de un animal (figura 6.5). También procedente de este nivel tenemos una plaqueta de arenisca de morfología triangular que presenta cuatro trazos grabados sobre una de sus caras.

< aquí figura 6.5.tif ><Figura 6.5. Hioides grabado con protomo delantero de cérvido

(Cueva de El Castillo, Auriñaciense de Transición).>

2.1.2. El Chatelperroniense.

Se ha identificado sólo en la región cantábrica, desde Asturias hasta el País Vasco. Los yacimientos no son muy numerosos: La Güelga en Asturias, Cueva Morín en Cantabria, Labeko Koba y Ekain en el País Vasco son los pocos yacimientos que pueden ser considerados como Chatelperronienses en la Península Ibérica. Historiográficamente una serie de yacimientos han sido considerados como Chatelperronienses, pero actualmente deben ser, al menos, puestos en duda debido a problemas estratigráficos o de resolución de sus colecciones arqueológicas, como A Valiña (Lugo) o El Pendo (Cantabria).

La ubicación cronológica del Chatelperroniense es un tema problemático en la actualidad. Con los datos disponibles, la base del Chatelperroniense la debemos ubicar hacia los 39.000 B.P. en Cueva Morín y sus momentos más recientes alrededor del 30.000 B.P. según las dataciones aportadas por La Güelga (niveles 4a y 4b). A todas luces, nueve mil años de permanencia del Chatelperroniense en la cornisa cantábrica nos parecen excesivos, poniendo una vez más en entredicho la realidad de las denominadas dataciones absolutas y evocando los problemas de estudio que planteábamos al

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inicio de este tema. Probablemente, esta horquilla temporal debe ser reducida, lo más probable en su etapa final, en algunos milenios.

El Chatelperroniense de la Península Ibérica presenta, desde el punto de vista tecnológico un esquema operativo de concepción discoide como el principal, bajo el método unifacial con superficies jerarquizadas: una como plano de percusión y la otra como plano de explotación. Desde un punto de vista cualitativo, los esquemas operativos laminares resultan más interesantes y relevantes. Dos son los métodos empleados: prismático unipolar y prismático bipolar (figura 6.6). A partir de éste último se obtienen hojas de morfología rectilínea que son destinadas, en su gran mayoría, a la elaboración de puntas de Chatelperrón.

<aquí figura 6.6.tif><Figura 6.6. Esquema operativo de producción laminar bipolar del Chatelperroniense de Cueva Morín, Cantabria (Maíllo Fernández,

2005).>

No existe una producción específica de hojitas ya que las que aparecen en dicho nivel son obtenidas de manera accidental durante la explotación de hojas.

En cuanto a la composición tipológica, este tecnocomplejo presenta las siguientes características (figura 6.7):

a) El morfotipo o útil más significativo de este tecnocomplejo, la punta de Chatelperrón, se encuentra en muy baja proporción en las series estudiadas. Lo mismo ocurre con las piezas de dorso, tanto parciales como totales.

b) Debemos comentar que no hay raspadores sobre hoja. c) Los buriles se hallan en menor proporción que los

raspadores y son muy destacadas las piezas de sustrato, así en Morín representan casi el 54% de los útiles retocados.

d) La industria ósea es muy escasa en el Chatelperroniense europeo, en donde debemos destacar el impresionante conjunto del nivel X de Arcy-sur-Cure (Francia). En el Chatelperroniense de la cornisa cantábrica sólo el nivel IX de Labeko Koba presenta restos de industria ósea, concretamente un fragmento distal de azagaya de sección ligeramente aplanada u oval. Además, algunos útiles que entran dentro de lo que se denomina industria de hueso poco elaborada, como una escotadura retocada sobre tibia de caballo, una esquirla con retoque y una lasca ósea. Además de cinco bases de asta de desmogue de Megaceros interpretados como percutores.

<aquí figura 6.7.tif><Figura 6.7. Útiles característicos del Chatelperroniense de Cueva

Morín.>

Algunos autores han clasificado el Chatelperroniense cantábrico como atípico al carecer del número de puntas de Chatelperrón que existen en otros yacimientos franceses denominados clásicos como Quinçay (nivel En) o Roc-de-Combe 8, en

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los que este útil retocado sobrepasa el 35% del total del material retocado. Sin embargo, aún reconociendo que las puntas de Chatelperrón son discretas en las colecciones cantábricas, están en armonía con otros yacimientos chatelperronienses más próximos como Gatzarria Cjn3 y Les Tambourets (ambos en el sur de Francia), donde no llegan al 5%. Por tanto, no deberíamos hablar de un Chatelperroniense atípico, sino que, tal vez, la poca aparición de puntas de Chatelperrón en los conjuntos se deba a elementos, que aunque desconocidos por el momento, presentan un marcado carácter regional (cornisa cantábrica y norte de los Pirineos). Además, este hecho está ligado a un bajo empleo de la talla de tipo prismático bipolar en todas las colecciones.

Tras estos complejos transicionales y la pervivencia del Musteriense en algunos yacimientos (por ejemplo El Esquilleu en Picos de Europa) aparece en la región cantábrica el Auriñaciense arcaico en torno al 36.500 B.P. en yacimientos como La Viña en Asturias o Cueva Morín y algo más tarde se documenta en el resto de yacimientos de la región (El Castillo, Labeko Koba y Covalejos). Este tecnocomplejo, que será definido en detalle más adelante, se caracteriza por una producción de hojitas rectilíneas y un empleo muy abundante de las hojitas Dufour. En contra de lo que parece que sucede en otras regiones europeas, este tecnocomplejo presenta desde un punto de vista industrial pervivencias que pueden rastrearse en el Musteriense, como ocurre con la importancia de las piezas de sustrato (raederas, muescas y denticulados) entre el conjunto retocado o el lascado de tipo discoide entre la tecnología.

Uno de los hitos diferenciadores del Paleolítico Superior es el empleo de rocas de mejor calidad que en el Musteriense para la talla. Analizando los tipos de rocas o materias primas seleccionadas para realizar los instrumentos líticos en la cornisa cantábrica, no observamos una gran diferencia en cuanto a los porcentajes de tipos de rocas empleados, es decir, no aumenta el sílex frente a otras rocas, simplemente porque ésta ya era usada de manera predominante en muchos yacimientos.

Por último, la caza especializada sería otro de estos factores que caracterizarían, tradicionalmente, la llegada del Paleolítico Superior. Pero tras el estudio realizado en los yacimientos de El Castillo, Cueva Morín y El Pendo comprobamos como la especie más cazada desde el Musteriense final hasta el Auriñaciense arcaico es el ciervo (Cervus elaphus) que se caza durante la misma temporada del año, teniendo éstos la misma edad, lo que desdibuja esta mayor optimización de los recursos cinegéticos por parte de los humanos que realizaron las primeras fases del Paleolítico Superior.

2.2. Cataluña.

En la zona catalana encontramos un Musteriense final bastante monótono en sentido industrial, sin ningún elemento innovador como los que hemos visto en la cornisa cantábrica, salvo tal vez, dos excepciones. Por un lado, en el yacimiento de La Roca des Bous

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(Lleida) que presenta dos niveles musterienses y en el que se observa un aumento del empleo del sílex en el nivel más reciente. El otro caso se da en varios yacimientos como Ermitons (Girona) o Belvis (este último en el sur de Francia) en donde encontramos en conjuntos musterienses una serie de piezas muy similares a puntas de Chatelperrón, pero que a diferencia de las empleadas en el Chatelperroniense, no están realizadas mediante núcleos prismáticos bipolares, sino que son lascas más o menos laminares extraídas a partir de métodos de lascas. Cronológicamente, este Musteriense Final desaparece entorno a los 40.000 B.P. aunque existen algunos yacimientos con dataciones más recientes como La Roca des Bous (nivel R3) con 38.8000 1200 B.P. o Ermitons (nivel IV) con 33.190 660 B.P., lo que también invalidaría, en parte, el modelo de la Frontera del Ebro.

Tras este Musteriense Final se asienta en la región un Auriñaciense arcaico muy temprano, con fechas entorno a los 39-38.000 B.P. en yacimientos como L´Arbreda, Reclau Viver (Girona) o Abric Romaní (Barcelona). Este Auriñaciense arcaico, muy similar desde un punto de vista tecno-tipológico al identificado en la cornisa cantábrica, ha sido interpretado por autores como N. Soler y J. Maroto como foráneo en la secuencia regional, probablemente de origen mediterráneo.

En aspectos como el empleo de las materias primas estos investigadores argumentan esta ruptura entre el Musteriense y el Auriñaciense arcaico. Así, de forma genera, durante el Auriñaciense arcaico crece el porcentaje de sílex en los yacimientos, un sílex que tiene su procedencia, en algunos casos en afloramientos que están a más de 100 km. del mismo como ocurre en L´Arbreda.

2.3. Resto de la Península Ibérica.

En el resto de la Península Ibérica el modelo que encontramos tras el estudio de los diferentes yacimientos es el de un Musteriense final que perdura hasta alrededor del 30.000 B.P. y en el que no se observan rasgos que anuncien una transición gradual hacia el Paleolítico Superior inicial, como ocurre en la cornisa cantábrica. Las tradiciones industriales, los modelos de ocupación de territorio o los patrones de subsistencia no parecen ser muy diferentes tras el 50.000 B.P. a como eran con anterioridad a esta fecha. Estos rasgos, un tanto monótonos, que pueden rastrearse en yacimientos de la fachada mediterránea como Cova Negra(Valencia), Andalucía como La Carihuela o Zafarraya, quedan muy bien ejemplificados en el caso de la Estremadura portuguesa. La ocupación del territorio de los grupos del Paleolítico medio (en los grandes cursos fluviales) está más ligada con el Paleolítico inferior que con el Paleolítico superior en donde se ocupan valles secundarios de la red fluvial y macizos secundarios. También resulta interesante comprobar como las cuevas con importantes niveles musterienses no presentan ocupaciones del Paleolítico superior y viceversa (excepto en el yacimiento de Almonda), lo que nos hace pensar que ambos grupos

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humanos tenían necesidades diferentes. En los aspectos económicos aún no se disponen de datos de síntesis sobre los patrones de subsistencia y, por tanto, sólo con el estudio de la economía de las materias primas se puede vislumbrar, de nuevo, este fenómeno de ruptura: durante el Paleolítico Medio las rocas más empleadas son el cuarzo y la cuarcita, mientras que durante el Paleolítico Superior Inicial se emplea de manera principal el sílex.

Como ya hemos comentado, el musteriense en el sur de Península Ibérica perdura hasta más allá del 30.000 B.P. según se desprende de las dataciones obtenidas en algunos yacimientos como Columbeira, Figueira Brava o Salemas en Portugal, La Carihuela, Cueva Horá (Granada), Zafarraya (Málaga), Cova Negra (Valencia), El Salt (Alicante) o Gorham´s Cave (Gibraltar) por poner algunos ejemplos. Tras esta ocupación musteriense se producen en la vertiente mediterránea y la zona central de Portugal (sigue existiendo un vacío en el interior de la Península) las primeras ocupaciones del Paleolítico superior inicial. Estas primeras ocupaciones se corresponden con las fases finales del Auriñaciense, concretamente el Auriñaciense evolucionado y son acordes, desde un punto de vista cronológico, con las del mismo tecnocomplejo en el norte de la Península y el resto de Europa.

La presencia del Auriñaciense evolucionado en la vertiente mediterránea se constata en yacimientos como Mallaetes, Foradada, Ratlla de Bubo (Alicante) o Bajondillo (Málaga), junto a otros en estado de revisión o con industrias poco significativas como Beneito (Alicante) en el primer caso o Gorham´s Cave (Gibraltar) en el segundo. En la zona central de Portugal la ocupación Auriñaciense también reproduce las pautas ya comentadas para la región mediterránea, pero algunos investigadores, como L. Raposo, ponen en duda la atribución Auriñaciense de esos yacimientos y propone al Gravetiense como el primer tecnocomplejo del Paleolítico superior inicial en Portugal.

2.4. Síntesis.

Recapitulando lo hasta ahora visto, podemos resumir la transición entre el Paleolítico medio y superior de la Península Ibérica en los siguientes puntos:

- Existe una diferencia evidente en los modelos de transición entre el norte y el sur de la Península Ibérica. - En la Cornisa cantábrica existe un Musteriense final con elementos que podemos definir como innovadores que apuntan en mayor o menor grado hacia el comportamiento moderno y el Paleolítico superior como son los métodos de obtención de hojitas y los objetos clasificados como simbólicos.- En Aragón y Cataluña, tras un Musteriense típico y monótono se documenta en la región una ocupación de Auriñaciense arcaico entorno al 39-38.000 B.P.- En el resto de la Península, el Musteriense perdura hasta fechas entorno al 30.000 B.P. y es sustituido por industrias del Paleolítico

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superior inicial muy escasas y que se clasifican como Auriñaciense final y Gravetiense.- Las industrias transicionales tan sólo se documentan en la cornisa cantábrica y son el Auriñaciense de Transición ( 40.000 B.P.) y el Chatelperroniense (desde el 38000 B.P.), ambas con muy poca representación.

3. El Paleolítico superior inicial (Auriñaciense y Gravetiense).

Tradicionalmente se asocia la llegada del Paleolítico Superior con la aparición de los Humanos modernos en Europa y, por ende, en la Península Ibérica. Sin embargo, para las primeras fases del Auriñaciense la incógnita en torno a quién fue su autor sigue completamente vigente al no tener ningún resto fósil que clarifique este dilema.

El Paleolítico Superior Inicial está, en líneas generales, muy poco documentado en la Península Ibérica, estando concentrado en la periferia costera de la misma. El interior peninsular sigue siendo, con muy escasa excepciones, un despoblado debido a las características sedimentarias de la misma.

3.1. El Auriñaciense

El Auriñaciense representa el primer tecnocomplejo del Paleolítico Superior y de los humanos modernos en Europa. Fue definido siguiendo el modelo presentado en el sudoeste de Francia y exportado con mayor o menor similitud al resto de regiones limítrofes. En la Península Ibérica son tres las fases reconocidas, estas son Auriñaciense arcaico, Auriñaciense antiguo y Auriñaciense evolucionado.

<aquí figura 6.8.tif><Figura 6.8. Rasgos básicos de los útiles más característicos del

Auriñaciense.>

3.1.1. Auriñaciense arcaico

Representa la primera fase de este tecnocomplejo en la península. También se conoce como Protoauriñaciense, término propuesto por G. Laplace dentro del modelo denominado Sintetotipo y que promulgaba que el paso entre el Paleolítico medio y el superior era gradual y evolutivo.

Geográficamente se localiza en dos zonas: la primera es la cornisa cantábrica, en yacimientos como La Viña (Asturias), Cueva Morín (niveles 8 y 9), El Castillo (nivel 16) o Covalejos (nivel B) en Cantabria y Labeko Koba (nivel VII) en el País Vasco; mientras que la segunda es Cataluña con los yacimientos de L´Arbreda y Reclau Viver (Girona) o Abric Romaní (Barcelona). En esta última región es donde aparece con mayor antigüedad, en torno a los 39-38.000 B.P.

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siendo una de las regiones de Europa donde aparece más temprano. En la cornisa cantábrica es algo posterior, estando las dataciones C14 más antiguas entorno a los 36.500 B.P. Recientemente se ha querido ver un nivel Auriñaciense arcaico en Zafarraya (Granada), pero los problemas geomorfológicos de la cueva y la propia naturaleza de la muestra (extraída dentro de un nivel Musteriense) nos hace, por el momento, descartar dicha hipótesis.

Tecnológicamente, el Auriñaciense arcaico está caracterizado por un esquema operativo laminar a partir de núcleos de morfología prismática de gestión unipolar (figura 6.9). Una de las características esenciales es que existe un continuum entre la producción de hojas y de hojitas a partir de la reducción paulatina de estos núcleos prismáticos. Podemos afirmar que la búsqueda de hojitas es el objetivo principal de la explotación laminar, a tenor del material retocado. La técnica empleada es la de la percusión directa con percutor blando.

<aquí figura 6.9.tif><Figura 6.9. Esquema operativo laminar principal del Auriñaciense

arcaico cantábrico.>

Existe una producción de hojitas a partir de otros esquemas operativos como son el de tipo raspador carenado y buril carenado. Son algo más comunes en Castillo 16 y Labeko Koba VII, que en Cueva Morín 9 y 8. Sin embargo, en todos los casos su peso específico en la producción laminar es muy limitado.

La obtención de lascas, a partir de esquemas operativos de concepción discoide, sigue teniendo una gran importancia. De hecho, las lascas son los productos más numerosos, tanto en los soportes brutos como entre los retocados en yacimientos como Cueva Morín.

Tipológicamente, está caracterizado por una prevalencia casi absoluta del Grupo Auriñaciense frente al Grupo Perigordiense, es decir de los útiles con retoque escamoso sobre las piezas con retoque abrupto. Además se caracteriza por los siguientes aspectos (figura 6.10):

a) En cuanto a los morfotipos, sin duda, el más característico es la hojita Dufour. Ésta se encuentra en porcentajes importantes en muchos de los conjuntos con corpus numéricos publicados. Estas Dufour son, en su mayoría, catalogadas dentro del subtipo Dufour y se caracterizan por ser de perfil rectilíneo, ligeramente curvas y no presentar torsión.

b) Los raspadores son más numerosos que los buriles y destacan, entre los primeros los de tipo carenado, aunque su peso en el total de las series retocadas es variable. En este caso presentan frentes anchos y son considerados como núcleos de hojitas. Las hojas auriñaciense están presentes de manera discreta (no sobrepasando el 2 %).

c) Debemos destacar el papel que representan las piezas con retoque lateral en uno o dos lados con porcentajes muy elevados (> del 15 %).

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d) Tenemos que constatar la importancia en algunos conjuntos de las piezas de sustrato (raederas, denticulados y muescas).

e) El conjunto de buriles no muestra un peso muy importante en las series analizadas, no llegando en ningún caso al 6%, y siendo más numerosos los diedros que los buriles sobre truncadura, excepto en Labeko Koba VII, donde las truncaduras presentan un porcentaje importante en el conjunto.

f) La industria ósea es muy escasa. Sólo en el caso de L´Arbreda es bastante significativa. Destacan una serie de tres azagayas de base hendida y algunas piezas apuntadas sobre costilla y marfil. En el resto de yacimientos debemos destacar algunas azagayas de sección aplanada, punzones, compresores-cinceles, etc.

<aquí figura 6.10.tif><Figura 6.10. Útiles característicos del Auriñaciense arcaico (Cueva

Morín).>

Con todo esto, los conjuntos analizados dentro del Auriñaciense arcaico tienen su relación más próxima con los vecinos yacimientos de Gatzarria (niveles Cjn1 y Cjn2) y del nivel C4d de Isturitz, ambos en el País Vasco francés. Ampliando el marco geográfico también se le puede relacionar con el Auriñaciense arcaico del arco mediterráneo, francés e italiano con yacimientos como La Laouza 2b, Esquicho Grapaou, Rainaude o la más alejada Arcy-sur-Cure.

3.1.2. Auriñaciense antiguo

Desde un punto de vista historiográfico, este tecnocomplejo se ha definido por su industria ósea, más concretamente por las azagayas de base hendida. Como en muchos de los tecnocomplejos paleolíticos, el Auriñaciense antiguo o Auriñaciense I fue definido para el Perigord francés y su traslación a la Península Ibérica obligó a una serie de transformaciones. Lo más destacado es que en la Península Ibérica no encontramos las dos facies detectadas en la región francesa, nos referimos a las facies Castanet y Ferrasie. La primera, caracterizada por la casi ausencia de buriles y la abundancia de raspadores y de hojas retocadas. La segunda caracterizada por la presencia de raspadores auriñacienses en proporciones elevadas y de buriles (pero siempre en menor número que los raspadores), así como por lo escaso de las hojas auriñacienses. En la Península, debemos hablar de un Auriñaciense antiguo o típico genérico, sin facies internas.

Geográficamente debemos ubicar este tecnocomplejo de nuevo en la región cantábrica y en la zona catalano-aragonesa. En la cornisa cantábrica el número de yacimientos no se amplía respecto a la fase anterior, destacando los yacimientos de Cueto de la Mina y, probablemente La Güelga (Asturias) Cueva Morín, niveles 7 y 6, Covalejos, nivel A (Cantabria), Labeko Koba, Lezetxiki (nivel III) o Polvorín I (País Vasco), Peña Miel, nivel C (La Rioja) o Reclau Viver A (Girona). Cronológicamente tenemos que ubicarlo grosso modo a

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partir del 31.000 B.P. en yacimientos como Labeko Koba (nivel V) o Reclau Viver (nivel A), al igual que ocurría con el Chatelperroniense, las dataciones más recientes deben ser puestas en duda debido a lo amplio de la cronología que presentan, ya que están en algún yacimiento alrededor de los 27.000 B.P. o más recientes.

Tecnológicamente, lo primero que debemos comentar, en relación con el tecnocomplejo anterior, es la disociación entre la producción de hojas y de hojitas. Las primeras, que son relativamente anchas y aristas paralelas, se obtienen a partir de núcleos prismáticos de gestión unipolar y las segundas a partir de núcleos del tipo raspador-carenado.

La producción de lascas está constada en estos niveles, pero su peso específico es más limitado. Los esquemas de tipos discoide se mantienen de manera casi testimonial. Pero se buscan otro tipo de lascas. Nos referimos a las lascas espesas y corticales destinadas a la elaboración de núcleos de tipos raspador carenado.

Tipológicamente se caracteriza este tecnocomplejo por los siguientes aspectos (figura 6.11):

a) Aumento de los raspadores carenados y espesos, aunque de manera discreta y un descenso, aunque parezca paradójico, del material sobre hojita, sobre todo la hojitas Dufour, las cuales son muy escasas.

b) Las hojas auriñacienses aumentan en relación con el Auriñaciense arcaico, aunque de manera moderada, sólo en Labeko Koba IV llega al 6,6%.

c) La presencia de buriles es discreta en todas las series, destacando los diedros sobre los realizados sobre truncadura.

d) La industria ósea del Auriñaciense antiguo está caracterizada y definida por la azagaya de base hendida (Labeko Koba nivel VI, Polvorín nivel I y Covalejos nivel B). Sin embargo, muchos de los yacimientos de este momento localizados en la cornisa cantábrica carecen de industria ósea.

e) El porcentaje de piezas de sustrato (raederas, denticulados y muescas) no presenta una tendencia clara en relación con el tecnocomplejo anterior, siendo escasas en algunos yacimientos como Cueva Morín y muy abundante en otros como Labeko Koba V y IV.

<aquí figura 6.11.tif><Figura 6.11. Útiles característicos del Auriñaciense antiguo de Labeko Koba, niveles IV y V (a partir de Arrizabalaga y Altuna,

2000).>3.1.3. Auriñaciense evolucionado

Dentro de la escasez de yacimientos clasificados dentro de este complejo, podemos afirmar que a partir de este momento es cuando el Auriñaciense ocupa el resto de la Península Ibérica al localizar sitios con este tecnocomplejo en la cornisa cantábrica, litoral mediterráneo (Desde Girona hasta Málaga y probablemente Gibraltar), y Portugal. Queda, como viene siendo la tónica en el Paleolítico superior inicial, el vacío de la Meseta. Recordemos que

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con este tecnocomplejo llega el Paleolítico superior inicial a la mayoría de la Península Ibérica (excepto el tercio norte) estemos o no de acuerdo con el modelo de La Frontera del Ebro propuesto por J. Zilhão.

Espacialmente se distribuye por la cornisa cantábrica con yacimientos entre los que destacan La Viña (Asturias), Hornos de la Peña, El Ruso, Cueva Morín, El Pendo (con dudas), El Otero en Cantabria; Antoliñako Koba, Labeko Koba (País Vasco); L´Arbreda (Girona), Mallaetes, Beneito, Cova Foradada (Alicante), Bajondillo (Málaga); Gato Preto, Vale de Porcos, Pego do Diabo en Portugal. Muchos de estos yacimientos y algunos otros de menor importancia, presentan muy pocos efectivos líticos como para poder clasificarlos dentro de este tecnocomplejo y se incluyen por las dataciones radiométricas que se han obtenido en los mismos, con lo que, en muchas ocasiones, generamos un problema más que lo resolvemos.

Tecnológicamente, lo primero que debemos constatar es que sigue existiendo una dicotomía entre los esquemas de producción de hojas y de hojitas. Las primeras se obtienen a partir de núcleos de morfología prismática y gestión unipolar. Mientras, las segundas se obtienen mediante esquemas operativos de tipo raspador carenado y de buril carenado.

La producción específica de lascas es muy marginal, aunque éstas están muy presentes en las colecciones, y proceden de la preparación de los núcleos laminares.

En líneas generales, el Auriñaciense evolucionado se puede caracterizar, desde un punto de vista tipológico, por (figura 6.12):

a) Una mayor presencia de los raspadores sobre los buriles.b) Entre los raspadores, baja la presencia de los carenados que

van a presentar frentes triangulares y son más numerosos los raspadores planos en hocico.

c) Entre los buriles, siguen destacando ampliamente los diedros sobre los realizados sobre truncadura, algunos de ellos de tipo busqué como en La Viña XI. Las hojas auriñacienses están más presentes que en momentos anteriores, aunque en porcentajes discretos.

d) La industria sobre hojitas, sobre todo la presencia de hojitas Dufour, es muy escasa en las colecciones excavadas en fechas más recientes como La Viña, Antoliñako Koba o El Otero. Algunos yacimientos portugueses, como Pego do Diabo, presentan como único componente lítico de su industria, a las hojitas Dufour.

e) Las piezas de sustrato (raederas y denticulados) son poco importantes en las series estudiadas y en algún yacimiento como Gato Preto se realizan sobre materias primas de peor grano como son la cuarcita y el cuarzo.

f) La industria ósea es, también, poco abundante. Se caracteriza por azagayas losángicas de sección oval o las fusiformes y aplanadas.

<aquí figura 6.12.tiff>

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<Figura 6.12. Útiles característicos del Auriñaciense evolucionado de Cueva Morín (a partir de González Echegaray y Freeman, 1971).>

3.2. El Gravetiense

Este tecnocomplejo, también denominado Perigordiense superior, en su versión europea ha sido denominado por algunos investigadores como la Edad de oro del Paleolítico. Sin embargo, su expresión ibérica es mucho menos llamativa, en parte, por el desconocimiento que en muchos aspectos aún tenemos de este momento, en parte por la calidad del propio registro arqueológico. Se trata de un periodo en el que comienzan a vislumbrarse de manera más o menos neta los primeros pasos hacia la regionalización que va a ser mucho más marcado en periodos posteriores como el Solutrense y el Magdaleniense. Tres son las áreas en la que debemos vertebrar el Gravetiense de la Península Ibérica: la cornisa cantábrica, la vertiente mediterránea y Portugal.

<aquí figura 6.13.tif>< Figura 6.13. Rasgos básicos de los útiles más característicos del

Gravetiense.>

En la cornisa cantábrica, aunque más numerosos que en el Auriñaciense, los yacimientos con niveles Gravetienses no son muy abundantes. Destacan yacimientos como el abrigo de La Viña, Llonín, Cueto de la Mina (Asturias), Cueva Morín, El Castillo (Cantabria), Amalda, Aitzbitarte III, Antoliñako Koba, Lezetxiki, Usategui o Bolinkoba (País Vasco).

Cronológicamente, tenemos identificadas con garantías ocupaciones Gravetienses en esta región desde el 27.000 B.P. hasta el 20.000 B.P.

Culturalmente, identificamos dos fases en el Gravetiense cantábrico. Una primera con abundancia de buriles de Noailles y una segunda fase en donde los elementos diagnósticos son las puntas de tipo Isturitz, las puntas pedunculadas (puntas de Font-Robert) y las piezas de dorso.

En ambas fases podemos comentar algunas características comunes como, por ejemplo, que las puntas y las micropuntas de la Gravette están presentes siempre en proporciones bajas o que el número de raspadores y buriles está equilibrado en la mayoría de los niveles.

En la vertiente mediterránea el Gravetiense se encuentra muy poco representado, siendo los yacimientos más destacables L´Arbreda, Reclau Viver, Roc de la Melca o Balma de la Griera en Cataluña; Mallaetes, Parpalló, Barranc Blanc, Beneito y Cendres en la Comunidad Valenciana y Nerja y Bajondillo en Andalucía.

En cuanto a su cronología se ubica este tecnocomplejo entre el 29.000 y el 21.000 B.P., aunque, de facto, no disponemos de dataciones más antiguas del 25.500 B.P. Para algunos autores, como V. Villaverde, el Gravetiense de esta región debe ser anterior al

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Gravetiense con buriles de Noailles del Suroeste de Francia, cornisa cantábrica y norte de Italia.

En cuanto a su caracterización industrial debemos comentar que presenta una escasa variación industrial en su eje diacrónico. Los siguientes aspectos deben de destacarse desde un punto de vista industrial (figura 6.11):

- Dominio de los raspadores sobre los buriles, excepto en Roca de la Melca y Bajondillo que ocurre lo contrario.

- Presencia de puntas de La Gravette y microgravettes.- Presencia en porcentajes variables de hojitas de borde

abatido.- Ausencia de buriles de Noailles.- Escaso utillaje en asta y hueso, destacando las azagayas

monobiseladas, punzones y las puntas dobles.- Los esquemas de talla más destacados son prismáticos

unipolares para la producción de hojas.

<aquí figura 6.14.tif><Figura 6.14. Útiles característicos del Gravetiense de Reclau Viver

en Girona (según Soler, 1994).>

Por último, en Portugal encontramos tres fases del Gravetiense. En primer lugar el Gravetiense antiguo con una cronología estimada entorno al 27-26.000 B.P. en sus momentos iniciales en yacimientos como Vale Comprido-Cruzamento (el único datado), Vascas o Caldeirão (nivel Jb). Se caracteriza por (figura 6.15a):

- La tecnología está dominada por los núcleos prismáticos unipolares para obtener hojas y hojitas. El núcleo comienza explotándose para obtener hojas y continúa con la producción de hojitas cuando el volumen y tipometría del mismo han sido reducidas, es decir, existe un continuum entre un tipo de producción y otra.

- Las lascas se emplean para realizar piezas de sustrato (raederas, muescas y denticulados) y buriles.

- Tipológicamente destacan las hojas con retoque lateral, las muescas y los denticulados. Entre los útiles sobre hojita debemos destacar las hojitas de borde abatido, las microgravettes y las piezas de dorso curvo.

<aquí figura 6.15.tif>< Figura 6.15. Útiles característicos del Gravetiense de Portugal:

Gravetiense antiguo. 1. Buril de Vale Comprido; 2. Buril de Noailles; 3. microgravette de base truncada. Fontensantense. 4-7- Puntas de

Casal do Felipe.; Gravetiense Final. 8-9. Hojas con retoque continuo; 10. Hojita de dorso con truncadura inversa; 11. Hoja de dorso

(modificado a partir de Zilhão, 1996).>

El Fontesantense se ha identificado en yacimientos como Fonte Santa y Casal do Felipe, ambos en la Etremadura portuguesa. La

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datación de esta facies es controvertida, ya que la obtenida por TL para Fonte Santa no debe ser tenida en cuenta por lo antigua que resultó y la única manera de datar este momento es mediante relaciones geomorfológicas de los yacimientos de Casal do Felipe y Terra do Manuel, obteniéndose una fecha estimada entorno a 22.000 B.P., por tanto se trata de una facies reciente del Gravetiense anterior al Gravetiense Final. Se caracteriza por (figura 6.15b):

- Talla de núcleos prismáticos con el objetivo de obtener soportes alargados que se destinan a cuchillos o puntas (punta de Casal do Felipe).

- Las hojitas se obtienen de las piezas esquirladas y de núcleos de tipo raspador carenado.

- El utensilio típico es la punta de Casal do Felipe. Se trata de una punta simétrica con negativos convergentes. Los dos bordes se modifican por retoque abrupto.

La etapa final del Gravetiense en Portugal está representada por el Gravetiense Final y aparece en yacimientos como Cabeço de Porto Marinho, Buraca Escura, Terra de Manuel o Lagar Velho en la zona central de Portugal o Cardina I en la cuenca del Duero. Este momento debemos ubicarlo también alrededor del 22.000 B.P. Se caracteriza por (figura 6.15c):

- La tecnología de hojas está dominada por los núcleos prismáticos de los que se obtienen soportes de tamaño variable. Existe un continuum entre la producción de hojas y de hojitas como ocurría en el Gravetiense antiguo.

- Tipológicamente se caracteriza por las hojas con retoque continuo, las hojitas de dorso y truncadura inversa y las hojas de dorso.

3.3. Subsistencia

El estudio y análisis de los restos de fauna encontrados en los yacimientos resultan una herramienta muy útil no sólo para conocer la dieta cárnica de los grupos humanos, sino también para poder inferir, a través de dichos restos, aspectos como la estacionalidad u ocupación de los diferentes asentamientos, el territorio o los biotopos ocupados.

En la primera fase del Paleolítico Superior Inicial no encontramos muchas diferencias en comparación con las fases anteriores (Musteriense Final) en cuanto al tipo de presas aportadas a los yacimientos. Para esta primera fase, el Auriñaciense, nos centraremos en la cornisa cantábrica al ser la región en donde mayor ocupación de este tecnocomplejo encontramos. Así el ciervo es la especie mayoritaria en la mayoría de los yacimientos, junto con bóvidos y caballos, que se encuentran en los valles (por ejemplo El Castillo, Cueva Morín), mientras que en los yacimientos de altura son la cabra y el rebeco los más abundantes (El Esquilleu o Rascaño en Cantabria), lo que indica una adecuación de los humanos al entorno. Tampoco los modelos de estacionalidad de los diferentes asentamientos parecen modificarse en demasía entre el Musteriense

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Final y el Auriñaciense como se ha demostrado en los valles centrales de Cantabria. Así en la cueva de El Castillo, la ocupación y apresamiento de los ciervos se llevó a cabo desde inicios del invierno hasta finales de la primavera en ambos periodos.

Como en los demás periodos del Paleolítico Superior, los biotopos terrestres son los más utilizados, pero el uso de recursos marinos es conocido pero sin la intensidad que veremos en momentos posteriores como el Magdaleniense. La presencia en algunos yacimientos de conchas de lapa (Patella), o bígaro (Littorina) nos indica que estos biotopos se aprovechaban, aunque no de manera muy intensiva. Más espectacular es el hallazgo en la Unidad 18 de la Cueva de El Castillo de un diente de cachalote (Physiter macrocephalus), seguramente procedente de un animal muerto en la costa, hecho éste habitual en la región. Los grandes mamíferos como el mamut (Mammuthus) están presentes en Castillo 18b, y varios tipos de rinocerontes (Dicerorhinus) en Castillo 18b, 18c y en la Unidad 20, Otero 5 y Conde B, o Coelodonta en Lezetxiki o Labeko Koba. Los carnívoros son habituales en todos los yacimientos, bien porque usaban las cuevas como cubiles, bien porque eran cazados por su piel.

Durante el Gravetiense en la cornisa cantábrica encontramos ciertos elementos que indican cierta especialización en la caza. La especie más común en la mayoría de los yacimientos es el ciervo, pero existen algunos yacimientos como en Lezetxiki (nivel II) donde el rebeco es la especie principal. El resto de especies en los yacimientos es escasa en cuanto a número de restos, pero abundante en cuanto al número de especies representadas. Sin embargo, encontramos otra serie de yacimientos en donde aparece casi de manera exclusiva una sola especie representada como ocurre en Bolinkoba o Amalda con el corzo.

En la vertiente mediterránea encontramos, durante el Gravetiense, una diferenciación regional en cuanto al tipo de especie cazada. Así, en la zona septentrional es el caballo la especie principal, mientras que en la centro-meridional es la cabra. En la mayoría de los yacimientos la gama de especies encontradas en los yacimientos está polarizada en una o dos, frente a la amplia panoplia que encontrábamos en la cornisa cantábrica. Debemos destacar también el importante aporte de los lagomorfos (conejo, liebre) en los yacimientos estudiados, muchos introducidos por los humanos y otros por los carnívoros como el zorro.

3.4. Estructuras de habitación

En los momentos del Paleolítico Superior Inicial europeo es común en muchos yacimientos la aparición de estructuras de combustión (hogares) en los yacimientos, así como diferentes tipos de estructuras de habitación, bien sean paravientos o cabañas como las del Chatelperroniense de Arcy-sur-Cure (Francia) o el poblado de Pavlov (Rep. Checa). En la Península Ibérica los hallazgos de este tipo son mucho más modestos. El más numeroso es la aparición de

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estructuras de combustión más o menos complejas que, en la mayoría de los casos, son concentraciones de carbones sin estructura definida.

Sin embargo, en Cueva Morín durante el Auriñaciense arcaico la cueva fue condicionada para su empleo como vivienda gracias a una estructura interpretada como una cabaña (figura 6.16). Ésta sólo pudo ser rescatada de manera parcial en el transcurso de las excavaciones dirigidas por J. González Echegaray y L. G. Freeman al haber sido destruida, en parte, por las excavaciones de principios del s.XX de J. Carballo y el Conde de la Vega del Sella. Esta estructura, ubicada a unos pocos metros de la entrada de la cueva, tenía una longitud de 2,6 metros y se estima que pudiese tener hasta 3,9 metros de anchura. Estaba excavada unos veinte centímetros dentro de las ocupaciones musterienses de la cueva y se desconoce que sistema de techumbre pudo haber sido empleado al no disponer de huellas de agujeros de poste en el interior. Éstos, sí aparecen en el exterior de la cueva con una finalidad no definida. En el interior de la estructura apareció en el lado más alejado de la boca de la cueva un hogar en cubeta con abundantes restos de carbón, huesos y piedras calcinadas. Dicho hogar tenía un canal que salía al exterior y que se interpretó como una toma de aire para la combustión.

<aquí figura 6.16.tif><Figura 6.16. Estructura de habitación y sepulturas del Auriñaciense

de Cueva Morín (según González Echegaray y Freeman, 1973).>

3.5. Restos humanos

Como ya hemos comentado más arriba el Paleolítico Superior Inicial supone la llegada a la Península Ibérica del Homo sapiens sapiens, nuestra especie, aunque bien es cierto, no se tengan restos fósiles en Europa con anterioridad al 31.000 B.P. en contextos claros.

Los restos humanos en la Península Ibérica son, para estos momentos, muy escasos incompletos, como ocurre con el fragmento de occipital del Gravetiense de Mallaetes o los restos humanos de Cova Foradada (estos últimos aún están en estudio). Sin embargo, existen en la Península Ibérica dos yacimientos que han aportado restos de sepulturas, tanto para el Auriñaciense como para el Gravetiense, lo que nos ayuda a comprender y estimar las creencias de estos grupos humanos en relación con la muerte y la religiosidad. Estos ejemplos lo aportan Cueva Morín para el Auriñaciense y Lagar Velho (Portugal) para el Gravetiense.

En Cueva Morín se pusieron en evidencia los restos de, al menos, cuatro sepulturas. Se trata de sepulturas con fosa excavada y túmulo sobre los estratos musterienses. De los cuatro, sólo Morín I y Morín II están completas, ya que las otras dos (Morín III y Morín IV) fueron severamente mutiladas en el transcurso del enterramiento de los individuos de las dos primeras (figura 6.16). Lo excepcional de estas sepulturas es que los restos de la inhumación no son restos orgánicos, sino pseudomorfos de sedimento fino de carácter arcilloso,

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los cuales formaron un molde, parcialmente deformado por el propio peso de los sedimentos, de los cuerpos humanos. La explicación a este proceso es que en ciertas condiciones de elevada humedad y temperatura, los tejidos de un cuerpo se convierten en grasa cadavérica o adipocira. Además, Morín I y II presentaban pseudomorfos de restos animales interpretados como ofrendas.

Resulta difícil definir la especie humana sepultada en las diferentes tumbas de Cueva Morín, en un primer momento fueron asignadas al Homo sapiens sapiens, ya que en los años de su descubrimiento estaba más que asumido que el Paleolítico Superior era obra de éstos. Sin embargo, hoy en día, con la ausencia total de humanos modernos hasta cerca del 30.000 BP y los matices que tiene la transición entre el Paleolítico medio/superior en la región cantábrica debemos poner en cuarentena aquella conclusión.

Igual de interesante resulta el hallazgo de una sepultura en el yacimiento portugués de Lagar Velho, en donde apareció el cuerpo de un niño de entre unos cuatro y siete años en un contexto de Gravetiense terminal o final (figura 6.17). El cuerpo fue depositado sobre la espalda en una pequeña fosa no muy regular en el fondo del abrigo, estando uno de los lados apoyados sobre la roca del mismo. El cuerpo fue cubierto por un sudario impregnado en ocre. Este hecho queda constatado por la cantidad de éste contenido en los huesos y el sedimento circundante, tanto en su parte superior como en la inferior. Sobre la base de la fosa se encontraron abundantes restos de carbón de pino, lo que sugiere el empleo de un fuego ritual previo a la inhumación. El cuerpo del niño (conocido también como el niño de Lapedo) llevaba una especie de capucha con caninos atrofiados de ciervo cosidos, así como un collar de conchas. La inhumación se completaba con un conejo subadulto que fue depositado en la parte superior del enterramiento y dos pelvis de ciervo en el lado derecho a modo de ofrendas.

<aquí figura 6.17.tif><Figura 6.17. Sepultura del niño de Lapedo en el yacimiento de

Lagar Velho, Portugal (Fotografía de J. Zilhão, cortesía del autor).>

El enterramiento de Lagar Velho, de especial importancia para el Paleolítico peninsular ha sido datado entorno al 22.000 B.P. El tipo humano, al igual que en Cueva Morín, también es motivo de controversia. En principio, si seguimos la tradición historiográfica, los restos del niño de Lapedo deberían ser catalogados como pertenecientes al Homo sapiens sapiens. Sin embargo, el equipo que ha estudiado los restos humanos encabezados por J. Zilhão y E. Trinkaus abogan por clasificar a este resto humano como un híbrido entre Homo sapiens sapiens y Neandertal, hecho que complicaría la ya compleja Transición entre el Paleolítico Medio y el Superior en la Península Ibérica. El hecho de lo excepcional del hallazgo y lo criticado de dicha hipótesis por parte de muchos investigadores hace que debamos ser cautos ante esta interpretación, que, por otro lado,

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no sería demasiado estridente en el marco de una transición local, y ponerla, por el momento, en cuarentena.

4. Bibliografía

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