TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

31

description

Con un lenguaje seductor, pleno de hallazgos y una técnica narrativa depurada, Miguel Ángel Fornerín, conduce al lector por el mundo de un grupo de niños que de pronto toca las puertas de la adolescencia y la adultez, sin saber lo que les esperaba, en un tiempo – entre el merengue y la bachata− signado por el sexo, la corrupción política, la lucha foquista y el asesinato de Estado. Carlos, el poeta, El Cojo, La Monja, Juliette y el Diputado, entre otros actores juegan en un fresco cruzado por la Historia que transcurre entre 1968 a 1980. Tú siempre crees que viene una guagua es la épica de una generación atrapada en la sordidez que se desplaza del barrio a la ciudad hasta llegar a la estructura nacional. Una crónica de las prácticas políticas bajo el gobierno de los doce años de Joaquín Balaguer, el inicio del reino de la bachata y la emigración. Lea el primer capítulo y al final encontrará donde podrá seguir leyendo esta historia.

Transcript of TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Page 1: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN
Page 2: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

2

Con un lenguaje seductor, pleno de hallazgos

y una técnica narrativa depurada, Miguel Án-

gel Fornerín, conduce al lector por el mundo

de un grupo de niños que de pronto toca las

puertas de la adolescencia y la adultez, sin sa-

ber lo que les esperaba, en un tiempo – entre

el merengue y la bachata− signado por el se-

xo, la corrupción política, la lucha foquista y

el asesinato de Estado. Carlos, el poeta, El Co-

jo, La Monja, Juliette y el Diputado, entre

otros actores juegan en un fresco cruzado por

la Historia que transcurre entre 1968 a 1980.

Tú siempre crees que viene una guagua es la épi-

ca de una generación atrapada en la sordidez

que se desplaza del barrio a la ciudad hasta

llegar a la estructura nacional. Una crónica de

las prácticas políticas bajo el gobierno de los

doce años de Joaquín Balaguer, el inicio del

reino de la bachata y la emigración.

Page 3: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

3

Miguel Ángel Fornerín

TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA

GUAGUA

Novela

EN EL JARDÍN DE MAMA VICA Y TATA IOAN

PARA MI AMADA ESPOSA GABRIELA

Page 4: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

4

ÍNDICE

Azul el cielo | 9

Uno | 11

Dos | 25

Tres | 35

Cuatro | 45

Cinco | 49

Seis | 57

Siete | 61

Ocho | 65

Nueve | 79

Diez | 83

Once | 89

Doce | 93

Trece | 99

Catorce |105 Quince |109

Dieciséis |113

Diecisiete |117

Dieciocho |123

Diecinueve |127

Veinte |133 Veintiuno |141

Veintidós |147

Veintitrés |151

Postfacio |157

Page 5: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

5

Azul el cielo y el mar que nos circundan; ro-

tunda la pena por la muerte del amigo. Famé-

lica la angustia, difamada la flor del futuro. El

mundo que nos vio crecer es violencia, dispa-

ro, realidad que acuchilla los sueños. Éramos

cardúmenes, bandadas de pequeños instantes

que se juntaban, crecían; forjábamos memoria,

tejíamos la historia, desde el barrio, la ciudad,

la República. Armas, fuego, metralleta, perse-

cución. La muerte nos perseguía a cada paso.

Los guardias vigilaban las enredaderas. No

había amor en los balcones, porque no tenía-

mos balcones. Ahora lo que sigue es en honor

a Carlos: una llama, una idea, como la lucha

misma… y luego, claro, la tarde volver{ a caer

como una naranja. Porque nos vamos ponien-

do viejos y nos mata el recuerdo…

Page 6: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

6

UNO

La muerte de Carlos me sumió en la medita-

ción más profunda de mi vida. Todavía inten-

to recuperar los hechos, el tiempo que pasa

como una guagua amarilla. Trato de poner en

claro los sucesos que en mi memoria borran el

fluir de los días y soy como un viejo trashu-

mante que cuelga de las ramas del viento.

Habíamos salido de la casa con la alegría de

dedicarnos por entero a los juegos. La tarde

era tan redonda como nuestra esperanza. Co-

rríamos hacia el campo de aviación, al que

llegaban los inversionistas hoteleros. En esos

días se había inaugurado una línea aérea que

cubría rutas en toda la isla. Al acercase los

aviones salíamos en tropel a ver la gente que

llegaba. Los hombres, de gruesos anteojos y

las mujeres delgadas, de gafas negras y chal

violeta. Conformábamos una pandilla que se

regustaba en el polvo de la carretera, y los

Page 7: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

7

merengues de Johnny Ventura. Las tardes nos

arropaban con el sol canicular y los rayos ana-

ranjados de las seis. Caminábamos cada calle

del barrio, conocíamos sus callejones, las casas

en construcción, los graffitis; los clubes cultu-

rales y las guirnaldas de Navidad, todo el

mundo era nuestro. Apenas eran unos metros,

las casas en hileras, las esquinas, que cono-

cíamos con su gente, sus puestos de chimichu-

rri; sus olores. Desde hacía un tiempo el barrio

se había llenado de putas y luces rojas.

La música se escuchaba en cada casa. Era el

reino de la radio, del son, del merengue; pa-

samos rápidamente del campo a la ciudad; del

perico ripiao al saxofón de Félix del Rosario y

al ritmo endiablado de Juan de Dios Ventura

Soriano. Cada esquina era un rumor, cada ca-

sa una nota musical. Allá, en la Juan XXIII

abajo, un cuero corría detrás de El Cojo, gri-

tándole que le pagara el polvo de la noche an-

terior. Nuestro mundo era pequeño, tan pe-

queño como los pies de un niño: la pandilla

Page 8: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

8

(el poeta, El Cojo, La Mujer y Carlos, como fi-

gura que nos agrupaba). Una tarde nos dije-

ron que venían los políticos, y ese día empezó

la desgracia para nosotros. Una desgracia lar-

ga que aún no ha terminado.

Llegó Carlos, que era el más grande; alto, mo-

reno y de pantalones largos, y nos dijo que

desarrollaríamos un plan. Pero antes dijo que

tendríamos que realizar el juramento de los

Trinitarios. Nos contó y se cercioró de que

éramos cinco y faltaba uno; al final quedamos

tres. Y a El Cojo podíamos meterlo en el gru-

po. Total, deberíamos reclutar a un compañe-

ro. Le preguntamos por el plan, pero se negó a

dar detalles. Dijo que, para que la conspira-

ción tuviera efecto, debíamos ser un grupo

original de tres o seis personas y ahora falta-

ban dos o sobraba uno. Y dijo que se fuera La

Mujer. Así le decíamos porque no era macho

macho. El día que nos hicimos adolescentes,

nos habíamos ido donde la puta de todas las

putas. La puta Filo y allí nos hicimos hom-

Page 9: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

9

bres, por veinticinco centavos. Con una chica

mayor, de grandes tetas, fuimos llamados uno

a uno. Pero La Mujer se negó. Y de ahí su

nombre. Lo aceptamos a regañadientes en el

grupo.

Cuando La Mujer se marchó, diciendo impro-

perios y maldiciendo a la madre de Carlos,

quien lo persiguió por varias cuadras sin po-

der alcanzarlo. Porque eso sí, era veloz como

una gacela. Carlos volvió jadeante y nos dijo

que debíamos hacer el juramento de los Trini-

tarios si queríamos que nos confiara su plan.

Eran las vacaciones y no teníamos forma de

conseguirlo, por lo que nos propusimos bus-

car copia del juramento en la escuela que es-

taba cerrada. La noche avanzó y, luego de

contarnos muchos chistes y reír al recordar la

tarde en que vimos a La Brugalita corriendo

detrás de El Cojo para que le pagara el último

polvo, nos fuimos a dormir. A la mañana si-

guiente el barrio se levantó muy animado. Era

día de cobro, y los comerciantes sacaron sus

Page 10: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

10

mesas, hicieron mercado. Las carnes jugaban

con las moscas y las longanizas colgaban en

los escaparates. Mi padre era carnicero y yo

tenía que salir a vender la carne, unas veces

de chivo y otras de pollo. Pero esa mañana

nos fuimos a la escuela. Entramos por un por-

tillo de la verja. Sabíamos como distraer al

guardia cuando hablaba con la gente, luego de

una noche de borrachera. Y entramos a la ofi-

cina del director, que siempre estaba abierta.

Quedamos de juntarnos esa noche para reali-

zar el juramento. Nos dijo Carlos, nuestro jefe.

Más tarde llegó El Cojo, que no se dejaba ver

por la esquina, por el temor de que La Bruga-

lita le cobrara con sangre el placer que le ha-

bía regalado la noche anterior. Nos había di-

cho que viniéremos bien vestidos. Esta acción

inusual podía despertar la sospecha de nues-

tros padres; cómo salir de casa a jugar al ba-

rrio ataviados como si fuéramos para un

cumpleaños. Esto llamaría la atención, pensé.

Así que la ropa de domingo, un viernes, nos

Page 11: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

11

obligaba a salir a hurtadillas a la media noche,

cuando todos dormían.

Allí, mis pensamientos, recorrieron el globo

terráqueo. La campana que nos dada el mere-

cido reposo a las 5:15 de la tarde, y un librero

polvoriento, con libros amarillentos... Allí en-

contramos los envejecidos libros de Alcides

García Lluberes, y buscamos el juramento de

los Trinitarios. Arrancamos la página. Carlos

se la echó en el bolsillo. Sin soltar una palabra

sobre el plan, a pesar de nuestra insistencia.

Nos fuimos a beber refrescos Dumbo. A pegar

chivos en los coches que pasaban despacio. Y

quedamos de encontrarnos en el local que los

grandes tenían en el barrio, como un Club cul-

tural en defensa de no sé qué cosa, ahora está-

bamos completos. Yo nunca entendía cuando

hablaban en voz baja, para que nadie los oye-

ra; ni tan siquiera los policías que pasaban en

motoras mirando con sus ropas y sus perfiles

grises. Sólo se les iluminaba el rostro cuando

veían a las muchachas en faldas cortas o en

Page 12: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

12

eso que estaba de moda en el barrio, los

shorts. Esos pantalones pegados que usaban

las muchachas y ponían en actitud rabiosa a

las mujeres serias del barrio, como a Olga, la

esposa del Cabo de la guardia que vivía en la

calle Cambronal.

Salí de casa. Y qué susto, vi a doña Provida,

como un fantasma, depositar unas flores y al-

gunos objetos en el cruce de la calle Abelardo

Pérez con la Adamanay. Sí, a una esquina de

Leoncito, el negro que celebraba cada año la

fiesta de palos del barrio. Lo recuerdo como

ahora, se pasaba todo el día frente a la Basílica

pidiendo limosna. En la tarde regresaba con

sus bártulos, vestido de fuerte azul; el rostro

negro y aceitoso.

Parecía un hombre bueno. No supe sino mu-

cho tiempo después que los variados trabajos

que aparecían en la esquina eran una escena

más de las pendencias entre espiritistas.

Cuando pasé por la esquina me encontré a El

Page 13: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

13

Cojo que, haciendo una reverencia cristiana,

cogió el dinero que había depositado en el

trabajo la Provi y desapareció como alma que

lleva el diablo.

En el local de la calle Juan XXIII, al lado de la

iglesia, nos reunimos. Como no había luz,

prendimos una vela y Carlos comenzó a leer

el juramento.

Yo tuve miedo de lo que pasaría; mi corazón

latía fuerte; no sé qué tenía que ver esa cere-

monia con el trabajo espiritista que había visto

en el cruce. Pero Carlos aplacó mis temores y,

poco a poco, pude adaptarme a ver a los tres

conjurados frente a la bujía que nos dejaba

configurados en las paredes. Entonces, Carlos

comenzó a leer el juramento.

Y el poeta le dijo que no se podía jurar como

los trinitarios. En primer lugar porque no sa-

bíamos qué vaina íbamos a hacer. Y que los

trinitarios, tenían novias, vestían muy bien…

era gente de clase y nosotros, unos pelagatos

Page 14: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

14

que no teníamos novias ni nada y que no sa-

bíamos qué queríamos. Que de una vez nos

explicara, coño, en qué consistía el juramento

y por qué juraríamos.

Carlos agarró a el poeta por el cuello y casi lo

ahorca: “No sabes que debes respeto al Jefe de

la pandilla, maricón. Aquí se hace lo que yo

digo.” Y yo temblé una vez m{s. Y quise sepa-

rarlos. Pero me contuve. La sangre no llego al

río. Carlos, serenamente, nos explicó que para

leer el juramento teníamos que hacernos una

herida como Duarte, Sánchez, Mella y los de-

más fundadores de la Trinitaria. Rompió una

botella de ron que había dejado el sacristán

Perdomo y todos presentamos la mano dere-

cha, y uno a uno nos fue saliendo la sangre sin

saber cuál era en realidad el plan que debía-

mos ejecutar.

Leímos y repetimos a coro y en voz baja el ju-

ramento de los Trinitarios. Luego nos mar-

chamos a la casa llevando en nuestros cora-

Page 15: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

15

zoncitos una idea, como una luz que no po-

díamos comunicar a nadie. Así comenzó la

adolescencia. La infancia había quedado atrás.

Teníamos que buscar una novia, vestir bien,

leer muchos libros, como los trinitarios y so-

bre todo, constituirnos en una nueva genera-

ción para la República.

Corrían los años setenta. El barrio se había

ampliado con nuevas casas y algunos chalés

de beneficencia social. Los nuevos residencia-

les eran el lujo del lugar. La gente más com-

prometida con el nuevo gobierno había reci-

bido casas en Savica y Nazaret. Allí fueron a

parar los desalojados de los terrenos donde se

construyó la Basílica.

El verano era caluroso y nos pasábamos los

días jugando en la calle. Muchas veces nos

íbamos a matar lagartijas en la ribera del arro-

yo, a tirar piedras a las aves rapaces que lo

circundaban. Otras, con Marino y Joselo, nos

íbamos al río. Aunque a mí nunca me dejaron

Page 16: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

16

bañar en sus aguas. Alguna gente pescaba;

otros se dedicaban a bañarse en el río con el

temor a la bilharziasis.

Recuerdo la tarde del verano anterior cuando

Carlos organizó la visita de la pandilla a la ca-

sa de la Filo. Sé que por esa esquina del barrio

pasaban muchos hombres y que, en las noches

más oscuras, merodeaba una patrulla de la

policía, y entraba a buscar lo suyo. Cobraban

en dinero o en especie. La Filo tenía allí algu-

nas muchachas, pero en verdad cuando vino

al barrio era una puta administradora; se ha-

bía jubilado, pero de ese oficio nadie se retira

del todo.

Tenía una linda michera, con la cara redonda,

iba uno a uno pasándonos la mano por el ca-

bello, miraba con picardía, nos miraba el pipí

y nos lo lavaba con manos virginales, como si

fuera con agua bendita. Pero antes, la Filo mi-

raba socarronamente y extendía sus manos

huesudas y usadas en los menesteres del amor

Page 17: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

17

hasta que dejábamos caer los veinticinco cen-

tavos. La madama iluminaba su cara con una

sonrisa, mientras la muchacha colocaba las

manos blancas detrás de la nuca y apretaba al

iniciado abriendo su mundo caliente. Dejaba

ver su montañita negra y hasta que hacía un

comentario: “cuanto has crecido, papito.” Y

suspiraba profundamente, y el mundo se iba

poniendo jugoso y redondo.

Ese día cada uno tuvo en su corazón un peda-

zo de cielo. Luego, aprendimos a pelar chinas.

A hablar duro. A montar yeguas. A fornicar, a

tener pelos en el pecho. A guerrear como

hombres verdaderos, porque el amor com-

prado era nuestro. Ya éramos unos hombreci-

tos con pantalones largos.

Habíamos pasado por la mano de una admi-

nistradora del amor. Sabíamos lo que era tra-

bajar para lograr la satisfacción del sexo com-

prado; ahora teníamos que desenvolver la

tradición, acostarnos con un pasado de vio-

Page 18: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

18

lencia y sangre y salir a la calle como los nue-

vos pollitos del barrio a coger a las chicas, en-

gañar a las cueras, bailar el merengue, quemar

la bachata y expandir el pecho como si fuéra-

mos Charles Atlas.

Ya comenzaba la internalización de Johnny

Ventura. “Los indios, los mismos indios…”

“El tabaco es fuerte pero hay que fumarlo.” La

oposición se retiró y el vice de Balaguer orga-

nizó otro partido. Mi padre fue a una de esas

reuniones, a pesar de que, luego del incidente

del Central Romana, no se había vuelto a me-

ter en actividades públicas. Era siempre muy

callado, prefería no tratar temas de política en

la casa, pero le brillaban los ojos cuando ha-

blaba de las conquistas de los trabajadores,

del sindicalismo y todas esas cosas.

Mi madre, por su parte, tenía el dolor por mi

tío muerto en la guerra del 65, en la toma del

palacio, y veía con mucha distancia las cosas

que ocurrían en el país. Por lo menos eso era

Page 19: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

19

lo que yo podía entender.

Los precios del azúcar habían subido. La

siembra de caña iba en aumento en la región

del este y seguían llegando campesinos al ba-

rrio que, de momento, se llenó de gente veni-

das del valle de la Magdalena, donde la Gulf

and Western compraba todas las tierras.

En la radio continuaban los anuncios y uno

sin darse cuenta los tarareaba: “donde hay un

hombre, hay Brugal.” Había muchos propa-

gandistas, que luego se reunían a dar los pre-

mios en el Teatro. Mi padre no faltaba. Era

como una guerra entre Brugal y Bermúdez.

De vez en cuando, el león le daba duro a mi

padre, pero no puedo decir que lo viera nunca

de mal humor o enfermo por el mal que pro-

duce el alcohol al día siguiente. “Síguele el

pasito al setenta.”

Eran los años en que cada día amanecía al-

guien muerto. Todo porque había estado en la

guerra o porque no simpatizaba con el go-

Page 20: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

20

bierno. Mi madre comentaba las noticias que

se escuchaban en la radio con Julio César, un

sindicalista amigo de mis padres, que siempre

pasaba por la casa y, de vez en cuando, me

daba bola en la guagüita azul que tenía y que

la llenaba de campesinos que venían a la ciu-

dad a reclamar sus derechos. O venían para

que les dieran algún pedazo de la tierra que se

perdía entre los códigos de las leyes agrarias.

En diciembre del setenta mandaron a hacer

mis primeros pantalones largos. Eran de po-

liéster, que estaba a la moda. En el barrio,

Nelson abrió una moderna tienda en la que se

hizo habitual que la pandilla comiera pan con

salsa de tomate y refresco de melocotón, que

llamábamos merengue. Había que estar por

esos lados aunque uno no encontrara qué ha-

cer. Escuchando historias de chulos y cueros.

Allí aprendimos cuál era el color de la cosa de

las mujeres, el mal sabor del ron, la Presidente

Page 21: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

21

con clamatto e, imperturbable, la presencia de

los esbirros de Balaguer, que llenaron el ba-

rrio.

Ese año comenzaron la construcción de la ca-

rretera de Yuma. Venían muchos camiones.

Yo recuerdo como desviaron el arroyo, cons-

truyeron un puente en el que jugábamos a

lanzarnos al vacío. Los pájaros de la ribera del

arroyo pronto se fueron.

Eran muchos los trabajos con modernas palas

mecánicas, el asfalto apestoso, el removido de

lodo. Detrás de los camioneros, las putas. En-

tonces trabajé un poco como limpiador de

camiones. Los brillaba y me encantaba llenar

el tanque de gasolina en la estación del viejo

Pancho. Era algo grande para mí. En un tiem-

po me olvidé de la pandilla. Quería ser ca-

mionero de peso pesado, o arquitecto cons-

tructor de calles.

Mientras seguía el desarrollo de la ciudad el

asma prematura me mataba. Había mucho

Page 22: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

22

polvo en la avenida José Audilio Santana. La

radio seguía pasando noticias sobre la muerte

de Amín Abel Hasbún. La lucha seguía en la

universidad. Tiempo atrás, cuando Balaguer

vino al pueblo en un carro presidencial, toda

la pandilla estuvo allí, siguiendo las órdenes

de Carlos. Cuando bajó el cristal de su carro

negro, para repartir unos pesos, me quedé mi-

rando fijamente sus manos; luego vimos como

se alejaba “el muñequito de papel” que todos

odiábamos. Alargó la mano y me dio un triste

peso. Lo doblé con rabia. Pero mi mundo y mi

rencor no eran del tamaño del de mi madre

que lloraba a solas la pérdida de su hermano.

No recuerdo si Balaguer vino a inaugurar la

carretera o a hacer campaña política. Descarto

lo segundo porque la oposición se retiró al no

haber garantía de elecciones libres. La noche

anterior, Carlos pasó por casa y me dijo que

teníamos que reunirnos. Los que habíamos ju-

rado con sangre, afirmamos de nuevo no ha-

ber hablado con nadie sobre nuestro com-

Page 23: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

23

promiso y nuestras acciones; secretos que lle-

varíamos a la tumba, como algo nuestro. Ya

éramos hombres y entrábamos a la vida con

una responsabilidad ineludible.

La arenga de Carlos me reconfortó y poco a

poco fui perdiendo el temor. Allí estábamos

en el viejo club los que habíamos coreado el

juramento de los Trinitarios. Carlos nos dijo

que debíamos dedicarnos más a los estudios

porque si queríamos salir con vida de la em-

presa que nos proponíamos ejecutar, debe-

ríamos estar preparados para lo que fuera.

Nos invitó a ver el mitin de Balaguer. Nos dijo

que observáramos todo y que no le quitára-

mos la mirada a los policías. Que una de nues-

tras tareas era poder identificar a los soplones,

a los guardianes secretos que lo acompaña-

ban. Yo no le entendí. Nos fuimos con la pro-

mesa de juntarnos pronto si la situación lo

permitía. Carlos, en los últimos años, se dedi-

caba como ningún otro a los estudios. Leía de

Page 24: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

24

todo. Siempre nos prestaba libros, aunque es-

taba muy claro en lo que pensaba, algo muy

raro en un niño de su edad. Su padre era un

abogado y su familia tenía un colegio en el

centro de la ciudad, donde estudiaban las ri-

quitas del pueblo.

El poeta y él se pasaban los veranos leyendo

enciclopedias. Hablaban de literatura, de so-

ciología. Y últimamente de filosofía. Pero yo

estaba más dedicado a las cosas del mundo.

Pasaba los días entre la gente que iba a las ba-

rras y las noches entre borrachos y putas y de

vez en cuando estudiaba. En ese tiempo me

gustaba el diseño. Y dejaba mi marca en la ca-

lle junto a mi amigo Kirova quien en una sola

noche grafiteó toda la ciudad. Decía que era

pintor. Pero yo no. Apenas estudiaba. En la

escuela, el profesor Pastor Castillo me enseñó

a amar la Historia. Eran unos años felices. Re-

cuerdo mi salón, mis libros. Las maestras jó-

venes que venían a coquetearle al profesor,

que era guapo, elegante e inteligente. Era mi

Page 25: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

25

héroe pedagógico. Teníamos que aprender, a

la buena o a la mala. No había términos me-

dios.

Por la noche comenzaban las verbenas. Llega-

ban las orquestas. Había una disputa entre Fé-

lix del Rosario y Johnny Ventura. En un prin-

cipio tomé partido por el jazz y el saxo de Fé-

lix, pero el ritmo loco del Combo Show lo des-

tronó con la gracia de Luisito, Pablito y luego

el Kinder, el nuestro, el hatomayorense, Ant-

hony Ríos… la vida se hacía divertida y jugo-

sa. En una fiesta del Combo Show en el patio

español del Hotel Naranjo conocí a Carmen.

Era una muchacha dulce que vivía cerca de mi

casa. Yo no lo sabía, había llegado de El Seibo

recientemente.

Aquella noche fue sensacional, estaban en la

fiesta todos los de Savica, los de San Martín,

Cambelén y el Centro. Había terminado el ve-

rano y la escuela nos esperaba. Me encontré

con ella y bailamos merengue. Disfrutamos la

Page 26: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

26

noche haciendo filigranas, jugamos a la velo-

cidad de la tambora y al ritmo frenético de los

saxos de Félix del Rosario. En verdad que esa

noche “se rompió el muñeco”, y “a burujún

puñao”, al día siguiente, le dolían los pies. Me

dolía la cabeza, por primera vez me habían

hecho tomar Brugal y los sesos se me explota-

ban y no dejaba de sentir el mal olor de los

yaniqueques y comenzaba a soñar con ella.

Desde entonces, mi vida se ha llenado del

amor y del erotismo de una muchacha de ba-

rrio que no puedo borrar de mis pensamien-

tos, y de una pena tan larga que no puedo re-

correr a toda la redonda de la ciudad.

No hubo pleitos esa noche entre los de San

Martín y Savica. No podíamos robarles sus

mujeres ni andar confiados por sus calles. Ese

día la Banda hacía de las suyas. Habían apare-

cido muertos varios estudiantes de la UASD,

Expresión Joven, en su conjunto estaba en la

cárcel; a Luis Días, los guardias le rompieron

la boca y la ciudad se llenó una vez más de

Page 27: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

27

guardias vestidos de verde olivo. Un verde

que aprendí a odiar desde que tuve mis pri-

meros pantalones largos. Esa tarde, pasé por

la casa de abuela, preparé un café y leí varios

capítulos de Over.

Luego salí a buscar a los muchachos, me pre-

guntaron que si no sabía la noticia del día. Un

comando, dijo, Carlos mantenía a rayas a todo

el ejército de Balaguer en la capital. La cosa se

estaba poniendo buena. Pronto al mariquita lo

iban a echar del poder. Escuché, no dije nada

porque nada sabía decir. Pero regresé a casa

de la abuela y puse el radio Sharp azulito en

sintonía. Se escucharon los tiros. Los periodis-

tas competían con Lilín Díaz, narraban los

acontecimientos como un partido de béisbol.

Al día siguiente, salieron en El Nacional las

fotos de los jóvenes que heroicamente habían

enfrentado al ejército sanguinario, a la policía,

a los helicópteros artillados que llegaron de

Puerto Rico, a todos los duros de la bolita del

Page 28: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

28

mundo. Se habló de un tal La Chuta y un

Amaury Germán Aristy. Tipos que salieron de

la guerra, se educaron en China y combatie-

ron con honor en la trinchera. Dicen que tum-

baron a un coronel que entró a la cueva. Que

duraron todo el día y casi toda la noche arti-

llados, Amaury subía y bajaba con una ame-

tralladora. Y no se rendía. Y tiros por aquí y

tiros por allá.

Y Balaguer asustado. “Ay, jardinera tú que es-

t{s tan tiste. ¿Dime qué fue lo que te pasó?”

Hasta a los forasteros les había quedado muy

mal el meterse en nuestra tierra. “Yanqui,

vuelve a tu casa. Vuelve a tu casa yanqui.”

Esos días todos quisimos ser guerrilleros ur-

banos. Para darle duro a Balaguer, “el muñe-

quito de papel” y su maldita Banda Color{.

El día siguiente no hubo clases en el Liceo, pe-

ro sí en mi escuela, la Hermanos Trejo; fuimos

todos llenos de dolor y gloria porque la juven-

tud se respeta y la juventud es el camino de la

Page 29: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

29

patria. Esa mañana, Pastor estaba distraído y

nosotros repasábamos la lección de historia en

el libro de Núñez Molina; aquella maestra que

siempre lo sacaba de sus deberes, vino a la

puerta, coqueta, bella, y lo llamó: “¡Pas-

toooor!” Mientras hacía ciertos movimientos

que no podíamos descifrar. Y él se echó el ca-

bello negro hacia un lado y salió a hablar con

ella. Entonces aprovechamos para dejar los

útiles escolares. Margarito vigilaba. Y nos pu-

simos a escenificar golpes y patadas a lo Kung

Fu y a representar la escena de los guardias de

Balaguer muertos por los jóvenes revolucio-

narios.

Nuestra lucha llegaba a su fin cuando una pa-

tada alcanzaba a alguien o un dedo se metía

en el ojo de otro y llegaba la voz de alarma:

que ya viene el profesor, y todos salíamos co-

rriendo hasta alcanzar los pupitres y quedar

en un mutis que el profesor mismo no creía. Y

entonces, sacaba la correa, lisa, pequeña, a la

moda, que corría quinientos kilómetros por

Page 30: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

30

hora entre los tirantes de poliéster, e iba de-

jando ronchas y marcas en nuestros cuerpos;

pero habíamos desafiado la autoridad y a Ba-

laguer y a los guardias de quienes nos mofá-

bamos.

Por la tarde salíamos de la escuela en bandas;

nos tirábamos gajos de china. Nos hacíamos

maldades lanzando cadillos y lagartos a las

muchachas y así atravesábamos las calles y

doblábamos las esquinas, con libros viejos

comprados de segunda mano, uniformes mal

cosidos y zapatos del año pasado. Reíamos y

gozábamos. Y nos burlábamos los unos de los

otros. Nada era extraordinario, ni los autos

modernos que nos dejaban su estela de polvo.

Ni El Cojo corriendo frente a La Brugalita, que

no cesaba de pedirle que le pagara el polvo de

la última noche.

®Derechos reservados de acuerdo a la ley. Prohibida le reproducción por cual-

quier medio.

Siga leyendo...

Page 31: TÚ SIEMPRE CREES QUE VIENE UNA GUAGUA NOVELA DE MIGUEL ÁNGEL FORNERÍN

Tú siempre crees que viene una guagua

31

¡! Móntate en la guagua!!

En e-book:

amazon.com/fornerin

Está disponible en:

Cuesta Centro del Libro: Santo Domingo, Santiago

Librería Avante

Librería Luna

La Filantrópica

Thesaurus

Librería La Trinitaria, Santo

Domingo

Librería Norberto González,

Río Piedras, Cayey...

Librería La Tertulia, Río

Piedras, San Juan

Centro de Estudios Avanzados de Puerto

Rico y el Caribe

Lulu.com/Media Isla