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1 VALORES HUMANOS Y CONDUCTA SOCIAL 1 Elena M Zubieta. Facultad de Psicología, UBA CONICET La dimensión subjetiva de la Cultura Dentro de las múltiples definiciones de cultura, ésta puede concebirse como un conjunto de conocimientos compartidos por un grupo de individuos que tienen una historia común y participan en una estructura social (Triandis, 1995; Markus, Kitayama y Heiman, 1996). De este modo, cultura refiere a los patrones de conducta que se producen porque las personas valoran y siguen ciertas normas y orientaciones de acción. Los valores compartidos juegan roles claves para el funcionamiento psicológico de los individuos. Como las culturas no pueden reducirse sólo a un conjunto de conocimientos compartidos en la mente de los miembros de una sociedad, algunos autores plantean que lo esencial para el funcionamiento de una cultura es la existencia de constricciones y refuerzos institucionales. Surgen entonces una visión institucional o situacional y de roles de la cultura frente a una visión más psicológica o internalizada. Según la concepción institucional, la cultura actúa mediante la presencia de cierto tipo de escenarios que sancionan y refuerzan determinadas conductas. Cuando esas regulaciones externas desaparecen o cambian, lo mismo ocurre con los patrones de conducta. Desde la perspectiva subjetiva o psicológica, las personas internalizan valores, actitudes y creencias que les disponen a actuar de determinada manera (Hofstede, 1999). En la explicación de la cultura son razonables tanto la explicación situacional o institucional como la disposicional o subjetiva de la acción (Páez & Zubieta, 2004). Es importante remarcar también que la socialización en una cultura determinada no excluye los cambios en las actitudes, creencias y rasgos psicológicos. La perdurabilidad relativa de los cambios no implica que sean permanentes ni monolíticos. Además, la conducta no se explica ni se deriva únicamente de las creencias que comparten las personas y es por eso que la Psicología Social aporta suficiente evidencia sobre la fuerza 1 En MM Casullo (Comp). Prácticas en Psicología Positiva. Buenos Aires: Lugar Editorial. 203-229

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VALORES HUMANOS Y CONDUCTA SOCIAL1

Elena M Zubieta.

Facultad de Psicología, UBA

CONICET

La dimensión subjetiva de la Cultura

Dentro de las múltiples definiciones de cultura, ésta puede concebirse como un conjunto de

conocimientos compartidos por un grupo de individuos que tienen una historia común y

participan en una estructura social (Triandis, 1995; Markus, Kitayama y Heiman, 1996).

De este modo, cultura refiere a los patrones de conducta que se producen porque las

personas valoran y siguen ciertas normas y orientaciones de acción. Los valores

compartidos juegan roles claves para el funcionamiento psicológico de los individuos.

Como las culturas no pueden reducirse sólo a un conjunto de conocimientos compartidos

en la mente de los miembros de una sociedad, algunos autores plantean que lo esencial

para el funcionamiento de una cultura es la existencia de constricciones y refuerzos

institucionales. Surgen entonces una visión institucional o situacional y de roles de la

cultura frente a una visión más psicológica o internalizada. Según la concepción

institucional, la cultura actúa mediante la presencia de cierto tipo de escenarios que

sancionan y refuerzan determinadas conductas. Cuando esas regulaciones externas

desaparecen o cambian, lo mismo ocurre con los patrones de conducta. Desde la

perspectiva subjetiva o psicológica, las personas internalizan valores, actitudes y creencias

que les disponen a actuar de determinada manera (Hofstede, 1999). En la explicación de la

cultura son razonables tanto la explicación situacional o institucional como la

disposicional o subjetiva de la acción (Páez & Zubieta, 2004).

Es importante remarcar también que la socialización en una cultura determinada no

excluye los cambios en las actitudes, creencias y rasgos psicológicos. La perdurabilidad

relativa de los cambios no implica que sean permanentes ni monolíticos. Además, la

conducta no se explica ni se deriva únicamente de las creencias que comparten las

personas y es por eso que la Psicología Social aporta suficiente evidencia sobre la fuerza

1 En MM Casullo (Comp). Prácticas en Psicología Positiva. Buenos Aires: Lugar Editorial. 203-229

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que las características situacionales tienen en la explicación de la conducta social. (Ross y

Nisbett, 1991).

Páez y Zubieta (2004) extractan respecto de la cultura dos grandes familias de definiciones

que pueden diferenciarse: la cultura objetiva, entendida como patrones de conducta en un

hábitat, y la cultura subjetiva, como estructuras de significado compartidas. En ésta última

se incluyen las creencias o conocimiento denotativo indicando qué es verdad, las actitudes

y valores o conocimiento connotativo indicando qué es bueno y deseable y las normas y

roles (conductas, emociones y cogniciones consideradas adecuadas a las interacciones en

general y a posiciones sociales en particular), así como el conocimiento de procedimiento

(conocimiento implícito sobre cómo se hacen las tareas).

A modo de esquema, los componentes de la cultura subjetiva, según Triandis (1994),

serían los siguientes:

a) Las creencias: lo que es, cómo se designa (categorías, lenguaje, estructuras de creencias) y evalúa (actitudes).

b) Los roles: las conductas esperadas y proscritas para los sujetos que tienen posiciones definidas en la estructura social.

c) Las normas: reglas y expectativas que regulan las conductas, creencias y emociones deseables e indeseables para los miembros de la cultura.

a) Los valores: los fines y principios relevantes en la vida, con los que las personas evalúan lo que es deseable, bueno o bello y que sirven de guía de la conducta diaria o como enunciados acerca de cómo deben ser las cosas (Triandis, 1994).

De los componentes mencionados, los valores han tenido en los últimos años un

creciente interés en la investigación psicosocial y transcultural y en lo que hace al

esclarecimiento de la temática de la estructura de los sistemas de valores ha sido

fundamental la figura de Milton Rokeach. Para Rockeach (1973), los valores no existen

de manera aislada, y raramente una actitud o comportamiento singular son funciones de

un solo valor, de modo que no intentaba estudiar solamente algunos valores sino que su

meta era identificar todos los valores principales que existen a lo largo de las culturas

humanas. Abordó la problemática asumiendo que los valores eran relativamente pocos

en número y aunque nunca dio una respuesta precisa sugirió que el número de valores

humanos deberían estar relacionados a necesidades básicas biológicas y sociales. Sus

investigaciones demostraron la utilidad de examinar los efectos de los sistemas de

valores en las actitudes y los comportamientos (Pastor Ramos, 1986). Muchos

investigadores han usado las contribuciones de Rokeach para avanzar en el estudio de

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los valores, entre ellos, Shalom Schwartz ha desarrollado la Teoría de los Valores

Humanos que aparece como la perspectiva estándar elegida por los investigadores en

psicología social.

En su teoría general de los valores humanos Schwartz (1992) los define como metas

deseables y transituacionales que varían en importancia, que sirven como principios en

la vida de una persona o de otra entidad social. De esta definición, se deduce que los

valores: 1- sirven a los intereses de alguna entidad social; 2- pueden motivar a la acción

– dándole dirección e intensidad emocional; 3- funcionan como criterios para juzgar y

justificar la acción y, 4- se adquieren tanto a través de la socialización en los valores del

grupo dominante como a través de la experiencia personal de aprendizaje. El aspecto

fundamental del contenido que diferencia los valores es el tipo de meta motivacional

que expresan, en este sentido, los valores representan, en forma de metas concientes, las

respuestas que todos los individuos y sociedades deben dar a tres requisitos universales:

- las necesidades de los individuos en tanto organismos biológicos,

- los requisitos de la interacción social coordinada, y

- los requisitos para el correcto funcionamiento y supervivencia de los grupos

De los datos obtenidos en sus investigaciones -más de 97 muestras de 44 países de los

distintos continentes- Schwartz (1992) encuentra diez tipos motivacionales de valores

(véase figura 1). Aunque estos diez tipos de valores no sean exhaustivos de todos los

tipos reconocibles en las distintas culturas, se puede afirmar que es posible clasificar

virtualmente todos los ítems encontrados en listas de valores específicos procedentes de

distintas culturas en cada uno de estos diez tipos motivacionales de valores.

Figura 1: Tipos motivacionales

Definición Poder: Estatus Social sobre las personas y los recursos.

Logro: Éxito personal mediante la demostración de competencia según criterios sociales. Hedonismo: Placer y gratificación sensual para uno mismo Estimulación: Entusiasmo, novedad y reto en la vida. Autodirección: Pensamiento independiente y elección de la acción, creatividad, exploración. Universalismo: Comprensión, aprecio, tolerancia y protección del bienestar de todas las personas y la naturaleza. Benevolencia: Preservación e intensificación del bienestar de las personas con las que uno está en contacto personal frecuente. Tradición: Respeto, Compromiso y aceptación de las costumbres e ideas que proporciona la cultura tradicional o la religión. Conformidad: Restricción de las acciones, inclinaciones e impulsos que pudiesen

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molestar o herir a otros y violar expectativas o normas sociales. Seguridad: Seguridad, armonía y estabilidad de la sociedad, de las relaciones, de sí mismo.

(Schwartz, 1992).

Schwartz (1992) plantea que existe además un conjunto de relaciones dinámicas entre

los tipos motivacionales de valores que surge del supuesto subyacente de que las

acciones emprendidas para realizar cada tipo de valor tiene consecuencias psicológicas,

prácticas y sociales que pueden entrar en conflicto o ser compatibles con la realización

de otro tipo de valores. El análisis de los conflictos y compatibilidades que pueden

ocurrir cuando las personas intentan realizar estos valores de forma simultánea, pueden

ser la base de formulación de hipótesis sobre las relaciones entre prioridades de valores.

Desarrollar los valores de logro puede entrar en conflicto con la persecución de los

valores de benevolencia: la búsqueda del éxito personal es posible que sea un obstáculo

para aquellas acciones orientadas a mejorar el bienestar de los demás que necesitan

nuestra ayuda. De la misma manera, el intentar mantener valores tradicionales puede

entrar en conflicto con la búsqueda de la estimulación: aceptar las costumbres culturales

y religiosas y las ideas transmitidas del pasado puede inhibir la novedad, el desafío y el

entusiasmo. Por otro lado, sostener valores de benevolencia y conformidad resulta

compatible pues ambos tipos de valores implican un comportamiento que cuenta con la

aprobación de nuestro grupo íntimo (Schwartz, 2005).

Estos valores en competición se organizan en dos dimensiones bipolares: Apertura al

Cambio vs. Conservación y Autopromoción vs. Autotrascendencia (ver Figura 2).

Figura 2: Dimensiones Bipolares Básicas Subyacentes

Apertura al Cambio Conservación

Valores que enfatizan la independencia de juicio y la acción y favorecen el

cambio (autodirección y estimulación)

Valores que ponen el énfasis en la auto-represión sumisa, la preservación de

prácticas tradicionales, y la protección de la estabilidad

(seguridad, conformidad y tradición) Autopromoción Autotrascendencia

Valores que enfatizan la búsqueda del éxito personal y el dominio sobre otros

(poder y logro).

Valores que destacan la aceptación de otros como iguales así como la preocupación por su bienestar

(universalismo y benevolencia) (Schwartz, 1992).

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La estructura de estos diez valores individuales básicos y las relaciones dinámicas que

entre ellos se dan pueden ser representadas en un círculo (Figura 3) donde los tipos

antagónicos de valores se hallan en las direcciones opuestas del centro del círculo y los

complementarios están cerca uno del otro. Frente a una diagramación jerárquica de los

tipos motivacionales Schwartz (1992) propone una estructura circular que corresponde a

la asunción teórica de que los valores forman un continuo motivacional en el que el

significado de cada valor puede ser inferido a partir de su proximidad o adyacencia o,

desde una asociación negativa con otros.

Figura 3: estructura circular de los valores (Schwartz, 1992)

Universalismo

Auto-dirección

Estimulación

Hedonismo

Logro

Poder

Seguridad

Conformidad Tradición

Benevolencia

Como puede verse en la Figura 3, los valores de Logro son opuestos gráficamente a los

valores de Universalismo y de Benevolencia y cercanos a los de Poder. Es esperable que

aquellos individuos que priorizan sobre todo el éxito personal, enfaticen también el

estatus social y el control sobre los demás y muestren poco interés por la igualdad de

oportunidades y la justicia social, o por el bienestar de otras personas (Zlobina, 2004).

Los últimos avances en la investigación realizada por más de diez años en los países que

representan los cinco continentes y las mayores religiones del mundo, han demostrado la

universalidad y la validez de la estructura de valores propuesta tanto a nivel individual

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como colectivo (Smith y Schwartz, 1997). Asimismo, las investigaciones muestran la

asociación de la tipología de valores con otros síndromes culturales como el

Individualismo-Colectivismo de Hofstede (1999) y Triandis (1995).

Al nivel individual, Triandis (1995) denomina ideocentrismo al individualismo personal

y alocentrismo al colectivismo personal, dando cuenta de conjuntos de procesos de

cognición, motivación e identidad similares a los que se dan a nivel cultural. Así, los

ideocéntricos valoran más la independencia y la autorrealización mientras que los

alocentricos dan mayor importancia a la seguridad, las buenas relaciones interpersonales

y la armonía endogrupal.

Para Schwartz (2001) los individualistas serían de dos tipos, los que dan prioridad a los

valores de Autopromoción o Apertura al Cambio mientras que los colectivistas serían

los que consideran como más importantes los valores de Tradición, Conformidad y los

de Benevolencia, por ser los que favorecen a miembros del endogrupo. Tanto los

valores de Seguridad como los de Universalismo servirían tanto a los intereses del

individualismo como del colectivismo. Asimismo, habría dos tipos de colectivistas, los

que favorecen fundamentalmente a los endogrupos porque la benevolencia es uno de sus

valores tipo prioritarios y los colectivistas que valoran en primer lugar el universalismo.

Ros y Gómez (1997) encuentran datos que apoyan esta distinción al comparar a nivel

individual el modelo de Triandis y el de Schwartz. Asimismo, es abundante la literatura

que da cuenta de la relación de los valores personales con la dimensión individualismo-

colectivismo de Hofstede (1999) y otras dimensiones de la cultura (Páez, Fernández,

Ubillos y Zubieta, 2004). La exploración realizada por Ros y Gouveia (2001) sobre la

validez de los modelos transculturales de los valores es también una excelente síntesis.

El nivel cultural de los Valores

Cuando las culturas y no los individuos son las unidades de análisis, las configuraciones

de valores reflejan las estrategias diferentes que las sociedades o los grupos utilizan en

la regulación de la actividad humana. Así, los valores individuales pueden concebirse

tanto como el producto de la herencia cultural compartida como de la experiencia

personal única (Schwartz, 1994). Por su parte, los valores culturales dan cuenta de la

herencia en términos de promedios de prioridades valorativas que se observan en una

sociedad.

Para Smith y Schwartz (1997), a través de las medias nacionales en valores se describen

la esencia de socialización de los individuos integrantes de una sociedad más allá de las

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diferencias en las experiencias individuales. Los autores remarcan que los valores

individuales y los culturales están relacionados conceptualmente y que aquellos últimos

expresan ideas abstractas, socialmente compartidas de lo correcto y deseable en una

sociedad o un grupo. Así, las instituciones expresan estas prioridades en valores en sus

objetivos y formas de actuación. Por ejemplo, en las sociedades donde las ambiciones y

éxitos individuales son altamente valorados y se refuerzan, los sistemas económico y

legal tienden a ser competitivos (p.ej., el sistema capitalista del mercado y el

procedimiento jurídico adversario); al contrario, el énfasis cultural en el bienestar grupal

puede ser expresado en un sistema más cooperativo (p.ej., el Estado de Bienestar y

mediación) (Smith y Schwartz, 1997).

Páez (2007) plantea que los individuos aprenden durante la socialización los valores que

corresponden a los intereses principales de la sociedad y es al desempeñar sus roles en

las instituciones sociales cuando recurren a los valores culturales en términos de decidir

los comportamientos más adecuados y justificar así sus elecciones. De este modo, se

puede apreciar que la necesidad de competencia es una tendencia natural de los

individuos hacia la exploración y el dominio del medio a la vez que son lo marcos

culturales los que determinan si las recompensas tienen un carácter hedónico, más

propias del individualismo, o relacionales, más características del colectivismo.

Para Schwartz (2001), las dimensiones de valores a nivel cultural se relacionan con tres

requisitos que surgen al nivel de los grupos y sociedades: 1) las relaciones entre

individuo y grupo, similar al Individualismo-Colectivismo de Hofstede (1999) que

opone a la autonomía versus la dependencia del grupo; 2) la conducta social responsable

en términos de las formas de motivar a las personas a respetar el bienestar de los demás

y coordinarse con ellos; y 3) la relación de ser humano con el mundo social y natural ya

sea en términos de sometimiento, ajuste o explotación.

Los valores en su nivel colectivo de análisis, se ordenan en tres dimensiones bipolares

cuya denominación difiere de las dimensiones de nivel individual para evitar la

confusión.

Del primer requisito mencionado surge la primer dimensión de Conservadurismo versus

Autonomía. En el Conservadurismo se ubicarían las culturas que dan importancia a la

dependencia con el grupo, el mantenimiento del status quo, la conveniencia y la

restricción de las acciones que puedan amenazar la solidaridad grupal o el orden

establecido. En la Autonomía se ubicarían aquellas culturas en la que sus miembros se

ven como individuos únicos que buscan expresar sus atributos internos tales, como

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preferencias, motivos, sentimientos. Aparecen aquí tanto la autonomía afectiva (el

conseguir experiencias afectivas individuales positivas como el placer, vida variada,

etc.) como la autonomía la intelectual (énfasis en ideas independientes y los derechos

del individuo con valoración de curiosidad, creatividad, etc.).

La segunda dimensión, Jerarquía versus Igualitarismo, alude a la forma de resolución

de temas como la distribución de los recursos, el poder y las oportunidades. Mientras

que las culturas que priorizan el igualitarismo conciben a los individuos como

semejantes y socializan a sus miembros en la valoración de cooperación voluntaria,

preocupación y respeto por los demás; en las culturas jerárquicas el comportamiento

socialmente responsable se rige por el desempeño de roles adscritos. Se da importancia

al cumplimiento de las obligaciones y roles y existen fuertes sanciones para su

incumplimiento.

La tercera dimensión Dominio versus Armonía responde al tercer requisito y refiere a

actitudes hacia el mundo en general. De esta manera, las culturas que valoran el

Dominio socializarán a sus miembros en la búsqueda de dominación y cambio tanto del

mundo social como de la naturaleza. Estos individuos valoran el control y explotación

del mundo para satisfacer las necesidades personales o grupales además de conseguir

objetivos por medio de acciones asertivas (ambicioso, exitoso, atrevido, competente).

Por el contrario, las culturas que enfatizan la armonía aceptan el mundo como tal

intentando preservar más que cambiar o explotarlo. Se trata de adaptarse

armoniosamente al entorno (unidad con la naturaleza, mundo en paz, mundo de

belleza). Finalmente, el tercer tipo de la actitud hacia el mundo - el de sumisión - no es

común en las culturas contemporáneas.

A la hora de describir una cultura en términos de las prioridades valorativas en ella es

importante tener en cuenta su posición relativa en las dimensiones culturales en

comparación con otras sociedades.

VALORES PERSONALES Y TEMAS SOCIALES

Las teorías de los valores a nivel personal sirven para establecer relaciones entre las

prioridades valorativas y los comportamientos de los individuos o grupos que los

sustentan. Ros (2001) remarca que los estudios orientados en esta perspectiva toman a

los valores como variables dependientes y a los factores sociales, políticos y

económicos como variables independientes mientras que otros estudios consideran a los

valores, tanto individuales como colectivos, como variables independientes capaces de

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explicar los comportamientos de los individuos o las sociedades. Subyace a ambas

líneas el interés por mostrar cómo un perfil de valores sirve de orientación a un conjunto

de comportamientos, sentimientos o de tipos de self tanto individuales como colectivos

(Ros, 2001).

Al nivel individual los valores considerados como orientadores de la acción han sido

relacionados con un conjunto de comportamientos como el contacto intergrupal, la

reducción del prejuicio, la orientación y el voto político, la mejora del rendimiento

académico, la conducta pro-ambiental, el consumo de alcohol, la competitividad o la

dominancia social, entre muchos otros. Son también cada vez más las investigaciones

realizadas en los últimos años (Caprara & Zimbardo,2004; Saraglou, Delpierre &

Dernelle, 2004) que dan cuenta del poder explicativo de los valores respecto de las

conductas por sobre aspectos sociodemográficos o los rasgos de personalidad.

Se propone a continuación un recorrido por algunas de las temáticas en las que se ha

incorporado la perspectiva de los valores desarrollada por Schwartz.

Religiosidad

El primer estudio que puso en relación la teoría de los valores humanos y la religión o

religiosidad fue el desarrollado por Schwartz y Huismans (1995) en el que se observa

cómo las religiones protestante calvinista, católica y judía comparten un conjunto de

valores que sirven para reforzar la trascendencia de los propios intereses a favor de los

demás, mantener el orden social y proteger a los individuos de la incertidumbre

mientras que devalúan la autoindulgencia, y la apertura intelectual y emocional al

cambio. Los resultados fueron sistemáticos independientemente de la edad, género,

nivel de educativo e ingresos de las personas entrevistadas.

El meta-análisis realizado por Saroglou, Delpierre y Dernelle (2004) sobre estudios que

analizaron la relación entre valores y religiosidad, muestra que en las 21 muestras

analizadas la religiosidad se asocia a una fuerte importancia atribuida a los valores de

Conservación, -básicamente a Tradición y Conformidad- al mismo tiempo que muestra

una baja relación con Auto-dirección, Hedonismo y Estimulación. Salvo dos

excepciones, las asociaciones son también bajas con Logro y Poder. De manera

interesante, aún cuando las personas religiosas tienden a valorar la ayuda a otros, el

perdón, honestidad y lealtad (Benevolencia), el interés por el bienestar de los otros es

limitado: la religión no aparece asociada a una fuerte importancia atribuida al

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Universalismo –comprensión, tolerancia y protección por el bienestar de todos los

individuos y la naturaleza.

Datos similares se encontraron en el estudio realizado con población adulta joven

urbana de la ciudad de Buenos Aires (Zubieta, Mele & Casullo, 2006) a la vez que

concuerdan con los resultados del primer estudio sobre valores y religión realizado por

Schwartz y Huismans (1995). Los autores ya marcaban como dato interesante el énfasis

puesto por parte de las personas religiosas en el valor de Benevolencia pero no en el de

Universalismo, indicando una mayor focalización de aquellos en el bienestar del

endogrupo y la probable presencia de favoritismo endogrupal y discriminación

exogrupal en función de la religión como también señalan Jackson y Hunsberger

(1999). En el estudio con estudiantes universitarios de universidades confesionales y no

confesionales, Zubieta, Filippi, Boso & Rodríguez (2007) encontraron que en términos

de valores de Autotrascendencia, los estudiantes de la universidad católica enfatizan

más el valor de Benevolencia mientras que son los estudiantes de la universidad no

confesional quienes mayor importancia dan al valor de Universalismo.

Es vasta también la literatura empírica que relaciona religiosidad con distintos tipos de

conserdavurismo a la vez que –como ya se mencionara- dan cuenta de que los valores

parecen ser predictores más fuertes de la religiosidad que los rasgos de la personalidad

(Roccas et al., 2002). Asimismo, Schwartz y Sagie (2000) muestran, de manera

interesante, cómo la modernización y el desarrollo económico influyen en un cambio de

valores básicos desde una perspectiva tradicional religiosa hacia otra secular racional, es

decir, de un nivel de supervivencia hacia otros de mayor auto-expresión. Los datos

empíricos muestran que a medida que crece el nivel de desarrollo de un país menos

positiva es la relación de la religión con valores de Conservación (tradición-

conformidad-seguridad) y menos negativa es la correlación de la religión con la Auto-

dirección, el Universalismo y el Logro. En los países más desarrollados la correlación

de la religiosidad con Benevolencia es más positiva, y con el Poder más negativa

(Inglehart & Baker, 2000).

La fe religiosa, la importancia de la religión y el tradicionalismo religioso se relacionan

generalmente positivamente con el bienestar subjetivo aunque hay datos que no

corroboran fuertemente la asociación. La revisión de estudios muestra que la religión

está asociada con los beneficios de la salud mental especialmente cuando la religiosidad

es medida por la conducta religiosa como la asistencia a la iglesia y la participación en

grupos religiosos más que por escalas de actitudes (Barrientos, 2005). La red social y la

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integración institucional en tanto apoyo social aparecen como fuertes elementos

intervinientes.

Personalidad

Rokeach (1973) veía a los rasgos de personalidad como antecedentes de los valores que,

mientras estables, pueden repriorizarse sobre la base de la experiencia y las expectativas

sociales. Costa y MaCrae (1998; McCrae y Costa; 1999) traen conjuntamente lo

genético, las diferencias fisiológicas, personalidad, valores y ambiente en su teoría de

los cinco factores de la persona. Tres componentes centrales de la personalidad son:

“tendencias básicas”, “características de adaptación” y “autoconcepto”, un sub

componente de la anterior. En este marco, los valores personales son “características de

adaptación prototípicas”, “habilidades adquiridas, hábitos, actitudes y relaciones que

resultan de la interacción individuo-ambiente; son manifestaciones concretas de

tendencias básicas” (McCrae & Costa, 1999).

Las características de personalidad y los valores provienen de tradiciones intelectuales

diferentes, las primeras de la psicología de la personalidad y los segundos de la

psicología social. Del trabajo realizado por Caprara y Zimbardo (2004) se ha

confeccionado un cuadro que esquematiza las dinámicas diferenciales subyacentes de

estos dos elementos que aparecen sustanciales en el análisis de la conducta.

Características de Personalidad

Valores

Refuerzan disposiciones

Refuerzan metas

Describen cómo es la gente Refieren a lo que las personas consideran importante.

Varían en frecuencia e intensidad de ocurrencia

Varían en su prioridad como estándares para juzgar el comportamiento, hechos y sujetos.

Aunque de forma distintiva, operan en concierto como componentes del mismo

auto-sistema y se influencian recíprocamente.

(Fuente: Caprara & Zimbardo, 2004)

Luk & Bond (1993) proveen una evaluación explícita de la relación entre los cinco

factores de personalidad desarrollados por Costa y McRae (1998), usando el NEO-PI-R,

y los valores de Schwartz en una muestra china. Encontraron relaciones entre los tres

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factores menos afectivos, principalmente rasgos intelectuales –Apertura, Agradabilidad

y Conciencia, y valores personales. La apertura (Openess) se asocia a los valores de

Autotrascendencia y Apertura al Cambio. Agradabilidad (Agreeableness) se asocia

valores de Auto-trascendencia y Conservación. Conciencia (Conscientiousness) se

asocia positivamente a los valores de Conservación.

Olver y Mooradian (2003) citan en su trabajo una serie de estudios que no encuentran

relaciones consistentes entre los valores y los principales rasgos afectivos, Extraversión

y Neuroticismo. Asimismo, encuentran que el rasgo Apertura a la experiencia

contribuye a la prioridad que los individuos otorgan a los valores de Apertura al cambio

y Autotrascendencia. Agradabilidad contribuye a valores hacia la Auto-trascendencia y

Conservación. Conciencia, contribuye a valores de Conservación y Autopromoción.

Mientras el ambiente ciertamente tiene un efecto formativo en los valores de un

individuo, las predisposiciones básicas parecen colorear la influencia de los factores del

ambiente en formas predecibles.

De manera interesante, la sorprendente relación entre Conciencia-Conformidad

encontrada por Luk y Bond (1993) atribuida a una cultura colectiva como la china se

ratifica en la amplia muestra occidental norteamericana trabajada por Olver y

Mooradian (2003) sugiriendo que la relación es más universal que un artefacto cultural.

Los autores consideran que los datos hallados pueden enriquecer una mejor

comprensión de la dimensión “conciencia” que integra y alude a aspectos que expresan

la complacencia con normas sociales, la preferencia por la forma de vida establecida y

la aversión al riesgo. Ante estos elementos, no debería sorprender entonces la asociación

universal conciencia-conformidad.

Finalmente, personalidad y valores capturan claramente características distintivas y

diferenciales de los individuos. Personalidad y Valores han sido usados de manera

independiente como predictores de resultados comunes de interés, como el bienestar

subjetivo, el liderazgo y las reacciones a mensajes persuasivos, entre otros muchos, por

lo que deberían incorporarse modelos integrales que incorporen variables explicativas

tanto de nature –naturaleza- como nurture –crianza-.

Páez y Zubieta (2001a) señalan que la extraversión predispone a tener una mayor red

social y contribuye a vivenciar más intensamente los hechos positivos de carácter social

aunque también se constata que vivencian más positivamente todo tipo de hechos. Hay

estudios que con firman la idea de que las personas extravertidas tienden más fácilmente

a estar alegres al imaginarse en situaciones positivas y cuesta más inducirles un estado

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de ánimo negativo. El interés en otras personas, la implicación social activa, el

optimismo y la autoestima se asocian a la afectividad positiva y la extraversión pero no

al neuroticismo, que se asocia a la afectividad negativa y a bajos niveles de competencia

social.

La responsabilidad o el ser concienzudo se relaciona con la autoeficacia, el control

social de los impulsos y a la realización de tareas. Hay aquí una tendencia a minimizar

el impacto de los sucesos vitales evaluándolos de forma optimista, como un desafío, e

implicándose en formas activas de afrontamiento. Al deseo de control subyace la

motivación por controlar los sucesos que ocurre en el medio y es típico de individuos

asertivos y capaces de manipular los hechos con el fin de obtener los resultados

esperados.

La agradabilidad se asocia a la confianza y cooperación en la relación interpersonal

mientras que en la apertura a la experiencia cabe suponer que ser abierto a la

experiencia e inteligente puede llevar a un incremento tanto de las emociones positivas

como negativas, produciendo un equilibrio entre ambas aunque no se afecte el bienestar

subjetivo.

Relaciones Intergrupales

Rokeach (1973) dedicó mucho esfuerzo en el estudio del papel de los valores en las

relaciones intergrupales y Schwartz utilizó su teoría para analizar la congruencia de

creencias con relación al prejuicio examinando la relación entre percepción de similitud

intergrupal de valores y la agresión hacia el exogrupo (Struch y Schwartz, 1989). Así, el

nivel de impacto del conflicto intergrupal percibido sobre la agresión se encuentra

mediado por las diferencias que se perciben en un conjunto de valores. Sagiv y

Schwartz (1995) encuentran que la mayor apertura al contacto exogrupal correlaciona

positivamente con el énfasis en el valor de Universalismo y la Autodirección mientras

que la asociación es negativa cuando se enfatizan valores de Conservación. Para

Schwartz (2001), la falta de similitud percibida en ciertos valores como la Benevolencia

es crítica para deshumanizar al exogrupo o ciertos valores aparecen como relevantes a la

hora de fundamentar el conflicto entre los grupos como puede ser el caso del poder.

La teoría de la dominancia social -Social Dominance Theory- (Sidanius y Pratto; 1999),

postula que la aceptación de ideologías que legitiman la desigualdad y conductas que

promueven la desigualdad está en parte determinada por el deseo general de los

individuos de dominación de unos grupos sobre otros. La orientación de dominancia

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social puede ser vista como una actitud general de orientación hacia las relaciones

intergrupales, igualitarias versus jerárquicas, ordenadas a lo largo de una dimensión

superior-inferior. En un estudio con estudiantes universitarios de la ciudad de Buenos

Aires, Zubieta, Delfino y Fernández (2007) encontraron que la orientación de

dominancia social se asocia positivamente con el Poder y el Logro y negativamente con

la Auto-dirección, el Universalismo y la Benevolencia. En términos de las dimensiones

subyacentes a las metas motivacionales, la asociación es positiva con la Autopromoción

y negativa con la Auto-trascendencia. Estos datos son congruentes con lo reportado por

Marques et al. (2005) que encuentran que quienes comparten creencias de dominación

están más de acuerdo con valores de Poder y comparten menos valores de Benevolencia

y Universalismo.

Los individuos que enfatizan el status sobre las personas y recursos –Poder- y, por

tanto, con una alta orientación de dominancia social tenderán a ser miembros de

instituciones y elegir roles que mantienen o incrementan la desigualdad social mientras

que aquellos con baja orientación de dominancia social, por el contrario, formarán más

parte de instituciones y elegirán roles que reducen la desigualdad (Pratto, Sidanius,

Stallworth y Matle, 1994).

En términos de “disposición al contacto”, para Schwartz (2001), los valores de

conservación deberían correlacionar negativamente con la disposición al contacto

siendo el valor Tradición el que reporte la mayor negatividad. El autor explica que el

contacto implica exponerse a tradiciones y costumbres diferentes que pueden atemorizar

a quienes dan relevancia a la tradición. La correlación negativa con Conformidad se

explicaría porque el contacto con minorías culturales pone a la persona en una situación

en la que las normas familiares no son aplicables dificultando las relaciones ágiles y en

las que se eviten las violaciones de expectativas. La Seguridad se vería también afectada

ya que los miembros del exogrupo que se sienten discriminados pueden ser percibidos

como amenazantes para el orden prevaleciente. De manera inversa, los valores

involucrados en la Apertura al cambio deberían favorecer la disposición al contacto ya

que la Estimulación y Autodirección promueven los contactos intergrupales y la

exposición a formas de vida y oportunidades de exploración y aprendizaje.

Los valores de Autotrascendencia deberían tener una relación positiva con la

disposición al contacto exogrupal siendo más fuerte aún en el Universalismo que

expresa mayor tolerancia y atención a los demás en comparación con la Benevolencia

que alude más a las relaciones con el endogrupo. Las correlaciones deberían ser

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negativas con la Autopromoción y no se espera ninguna con el Hedonismo porque el

contacto intergrupal es irrelevante para este tipo de valor (Schwartz, 2001).

Rokeach (1973) encontró que igualdad, un mundo de belleza y armonía interna (valores

de universalismo) correlacionan positivamente con disposición al contacto, y que

salvación, obediente y educado –valores que apuntan a la tradición y la conformidad-

estaban negativamente correlacionados (Schwartz, 2001).

Struch y Schwartz (1989) hacen también hincapié en la coincidencia o no en la jerarquía

de valores que sustentan los grupos. Para Gómez y Huici (2001), las creencias que un

grupo tiene acerca de los valores básicos que el otro grupo enfatiza son mucho más

informativas que los estereotipos a la hora de predecir el antagonismo intergrupal.

Resulta así interesante la importancia relativa que se supone que el otro grupo atribuye a

valores prosociales como la igualdad , la ayuda o el perdón frente a valores hedónicos

asociados al placer o la vida confortable. Si los integrantes de un grupo suponen que

otro grupo tiene una jerarquía de valores distinta y dan importancia a valores de placer y

poco a los prosociales, se tendrá una imagen del exogrupo como poco humano y

favorecerá el antagonismo hacia él.

Política

Desarrollo y Democracia

Ros y Grad (1999, en Ros 2001) analizaron los antecedentes políticos del perfil de

valores culturales de un total de 26 países de Europa occidental y oriental y encontraron

que el sistema político que tenía cada uno de los países entre los años 1982 y 1985

resultó un buen predictor del perfil cultural de valores europeo en los años 90. La

democracia como sistema político estaba positivamente asociada al alto valor que los

países daban al Compromiso Igualitario y al poco valor otorgado a los valores de

Conformidad y Tradición.

Schwartz & Sagie (2000) en un estudio realizado con 42 países, encontraron que el

desarrollo y la democratización se asocian positivamente con la importancia de la

Apertura al cambio y Autotrascendencia y negativamente con la prioridad de valores de

Conservación. Esto se relaciona con el proceso de secularización asociado a la

modernización. Como se señaló previamente en el apartado referido a la religiosidad, en

su revisión de valores en 65 países, Inglehart y Baker (2000) encontraron que el

desarrollo económico y la modernización lleva a moverse de valores tradicionales-

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religiosos a valores seculares-racionales y desde valores de supervivencia a valores de

auto-expresión.

Los análisis realizados al nivel cultural, dan cuenta de que la confianza en las personas y

la mayor percepción de control sobre la vida se asocian positivamente a la balanza de

afectos, la satisfacción vital y la felicidad mientras que la relación se invierte respecto

de la violación de los derechos humanos (Basabe, 2004).

Inglehart (1999) diseñó – en base a la jerarquía desarrollada por Maslow (1954)- un

instrumento que evaluara las necesidades que preocupan a los sujetos de las naciones a

largo plazo sobre la base de la tesis de que la satisfacción de necesidades fisiológicas

lleva a poner mayor énfasis en metas no-fisiológicas o postmaterialistas. Así, hay

ciertos valores que indican una mayor orientación materialista -seguridad física y

económica- mientras que otros responden a concepciones más postmaterialistas -

autoexpresión, integración, satisfacción intelectual o estética. Son indicadores de

postmaterialismo, en general, una mayor individualización, laicización y especialización

profesional mientras que los valores materialistas estarían más asociados a experiencias

de inseguridad y enfatizan el orden social y la estabilidad así como las gestiones

políticas y económicas que se creen que los hacen realidad (Páez y Zubieta, 2001a). Las

metas más materialistas se corresponden, como señalan Schwartz y Bilsky (1994) con

los valores adyacentes de Poder y Seguridad. Los valores postmaterialistas enfatizan las

libertades individuales, la participación ciudadana, la igualdad y la preocupación por el

medio ambiente y se corresponden en la estructura circular de valores con aquellos que

se oponen a los otros dos tipos de valores.

Los países ricos, de mayor desarrollo socio-económico en los que se respetan los

derechos humanos y se promueve una mayor igualdad social reportan mejores niveles

de bienestar subjetivo colectivo o nacional. El Producto Nacional Bruto mantiene una

correlación positiva con el bienestar subjetivo indicando que el desarrollo económico

permite satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones de cada nación facilitando

una buena alimentación, baja mortalidad infantil, alta expectativa de vida y acceso a

condiciones higiénicas (Páez y Zubieta, 2001b).

Orientación Política

En lo que hace al estudio de las orientaciones y el comportamiento político, las

puntuaciones en los valores de Universalismo versus Seguridad son claramente

relevantes aunque Schwartz (2001) aclara que la estructura de valores implica a su vez

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un conjunto más amplio de asociaciones entre las prioridades de valores y la orientación

política. Hay dos dimensiones fundamentales de la ideología política en las que difieren

los partidos políticos de varios países (Janda, 1980, en Schwartz, 2001) y que se pueden

relacionar con las dos dimensiones básicas de la estructura de valores: el liberalismo

clásico e igualitarismo político.

Schwartz (2001) indica que el liberalismo clásico alude a la implicación del gobierno en

la salvaguarda y cultivo de las libertades individuales y los derechos civiles o a proteger

el statu quo social controlando la desviación que provenga desde dentro o de afuera. La

dimensión valorativa básica, Apertura al cambio versus Conservación, es relevante para

el respaldo del liberalismo clásico. Dado que el logro de sus metas centrales está

afectado por las diferencias en las medidas políticas sobre libertad versus control, las

asociaciones con Autodirección yTtradición deberían ser intensas. Es decir, en la

medida en que un partido enfatice las libertades individuales a expensas de la protección

del statu quo, tendrá más apoyo de aquellos individuos que valoren la Autodirección y

den escasa importancia a la Tradición. Valores como Conformidad y Seguridad, que

integran junto a la Tradición, la dimensión de Conservación, también deberían

promover mayor apoyo a partidos que favorezcan el statu quo mientras que los valores

de Apertura al cambio, como Estimulación y Hedonismo, deberían promover mayor

apoyo en los partidos que enfatizan la libertad.

Los resultados del estudio realizado por Barnea y Schwartz (1992) en Israel sobre

preferencias políticas y prioridades de valores, dio apoyo a la hipótesis acerca del patrón

integrado de asociaciones que la estructura de valores representa en relación a cualquier

variable externa. Así, si se comienza desde la autodirección en términos del liberalismo

clásico, las asociaciones se vuelven menos positivas a medida que nos movemos en

ambas direcciones en torno al círculo, hacia un valor de menor asociación como por

ejemplo la tradición.

En relación al igualitarismo político, Schwartz (2001) indica que refiere a si los

gobiernos debieran dedicarse más a promover la igualdad mediante la redistribución de

los recursos o a proteger la habilidad de los ciudadanos para retener la riqueza que

generen en orden a reforzar el crecimiento y la eficacia económica. La dimensión básica

de Autotrascendencia versus Autopromoción es relevante para el respaldo de esta

ideología política. Los individuos con una mayor orientación igualitaria deberían

enfatizar los valores de benevolencia y universalismo y dar poca importancia al poder

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ya que el logro de estos tipos de valores está fundamentalmente afectado por las

diferencias en políticas de distribución de recursos.

En los últimos años se ha observado el reclamo por la poca atención que la literatura en

Psicología Política le ha dedicado a estudios basados en valores. Para Feldman (2003),

la estructura de valores y las relaciones entre ellos, es fundamental para el desarrollo de

teorías sobre las actitudes políticas; considera también que la teoría de Schwartz

proporciona una perspectiva prometedora. Es así como en el marco de los trabajos

teóricos y empíricos que abordan los determinantes del voto y las preferencias políticas

los estudiosos de las actitudes se mueven de manera creciente al análisis de los valores

políticos nucleares que sirven para analizar actitudes y creencias más específicas hacia

el gobierno, los ciudadanos y la sociedad.

En este sentido, se sostiene que la información política que el público “digiere” está

fuertemente mediatizada por sus preferencias, creencias y expectativas. Las

investigaciones actuales están enfatizando el rol central de los valores en la política

indicando que a todos los sistemas de creencias políticas subyacen valores

fundamentales que especifican el estado final de la política pública. Los valores,

permiten a las personas a organizar sus evaluaciones políticas de una manera

relativamente consistente.

Caprara y Zimbardo (2004) encontraron que los factores sociodemográficos

tradicionales no tienen utilidad en discriminar entre votantes de las principales

coaliciones políticas como los ingresos, la educación, la edad y el género. En fuerte

contraste, tanto las características de personalidad como los valores probaron predecir

de manera efectiva y estos últimos más que los primeros. Así, los votantes de centro

derecha puntúan más en Poder y Seguridad y menos en Universalismo y Benevolencia,

en comparación con los de centro-izquierda. Para los autores, esto alude a lo que

tradicionalmente ha concernido a la derecha respecto del reconocimiento de los logros

individuales y el orden social, y a la izquierda respecto de la igualdad y la justicia social

señalado tanto por Rockeach (1973) como Bobbio (1995).

En relación al posicionamiento ideológico, Zubieta, Delfino y Fernández (2007)

encontraron que los sujetos más identificados con la ideología de izquierda presentaban

puntuaciones más altas en los valores de Auto-dirección, Universalismo y

Benevolencia. Por el contrario, quienes estaban más cerca ideológicamente de la

derecha obtenían puntuaciones más altas en Tradición, Conformidad, Seguridad, Poder

y Logro. En relación a las dimensiones que subyacen a los valores, el posicionamiento

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ideológico más cercano a la izquierda se asociaba positivamente a la Auto-trascendencia

y a la Apertura al Cambio y negativamente a la Conservación

Otros comportamientos

Ros (2001) extracta los resultados de una serie de estudios en los que el sistema de

valores ha sido aplicado para explicar conductas tales como el consumo de alcohol y las

conductas pro-ambientales. En lo que hace al consumo de alcohol, un estudio realizado

con estudiantes de enseñanza media de Valencia –España- encontró a través del análisis

de clusters que la importancia concedida a los valores de hedonismo y conformidad

aparece como la variable que mejor discrimina entre abstemios y consumidores

abusivos. Los valores de autodirección, seguridad, poder y logro apenas tenían poder

discriminante entre ambos grupos. Ros (2001) explica que el nivel de consumo de

alcohol relacionadas con las prioridades de valores genera una función que desciende

monotónicamente desde los valores de hedonismo –mayor correlación positiva con la

función- hasta los valores de conformidad –mayor correlación negativa con la función-

y luego vuelve a incrementarse monotónicamente siguiendo el orden de las dimensiones

de valor en la estructura circular.

Respecto de la relación entre el sistema de valores y el comportamiento pro-ambiental,

Karp (1996, en Ros 2001) distingue en su estudio tres tipos de comportamiento pro-

ambiental: 1) el buen ciudadano, que es el que recicla latas, papeles y trata de no

ensuciar; 2) el activista, que contribuye económicamente o con su esfuerzo al apoyo de

grupos ambientales, y; 3) el consumidor sano, que es quien evita comprar comida con

preservantes, suele comprar productos criados orgánicamente. Las puntuaciones altas en

Autotrascendencia y Apertura al cambio aparecen significativamente relacionadas con

los tres comportamientos pro-ambientales.

En lo que hace a la competitividad y las conductas más competitivas, en el estudio

realizado por Zubieta (2007) con estudiantes universitarios de la ciudad de Buenos

Aires, se observa que la competitividad se asocia positivamente a los valores de

Conformismo, Estimulación, Logro y Poder y negativamente al Universalismo y la

Benevolencia. Estos datos se corroboran con los resultados hallados en otro estudio

transcultural realizado con estudiantes universitarios de Argentina y Chile en el que la

competitividad mantiene una asociación positiva con las subdimensiones de

Autopromoción, Apertura al Cambio y Conservación, y negativa con la subdimensión

de Autotrascendencia (Zubieta, Filippi, Boso y Rodríguez; 2007). En términos de salud

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y bienestar, la mayor competitividad de la vida social se asocia a un peor bienestar

subjetivo y es más característica de los países más pobres con predominio de valores

colectivistas interdependientes y jerárquicos. En los países en vías de desarrollo la

escasez de recursos y de recompensas promueven un individualismo feroz que coexiste

con la dinámica de la familia extensa, clan o linaje (Páez y Zubieta; 2001b)

Basabe (2004) analizó los factores vinculados a la satisfacción vital y el bienestar

subjetivo al nivel colectivo o de las naciones. Sobre la base de los resultados obtenidos

en cinco estudios puso en relación los valores culturales e indicadores socioeconómicos

con mediciones de afectividad positiva y negativa, y de satisfacción vital y felicidad.

Utilizando los valores en su nivel cultural o colectivo, encontró que la satisfacción vital

y felicidad se asocian positivamente a la Autonomía Afectiva e Intelectual y al

compromiso Igualitario mientras que la asociación es negativa con el Conservadurismo,

la Jerarquía y el Dominio y Control.

VALORES Y AXIOMAS SOCIALES

Los Axiomas Sociales o las creencias de las personas acerca de cómo funciona el

mundo proveen diferentes tipos de orientaciones globales y pueden ser una herramienta

eficaz para predecir y comprender las conductas sociales. Bond et al. (2004) realizaron

un estudio en los que combinaron los axiomas sociales con los valores de Schwartz para

evaluar la compatibilidad de ambas tipologías en pos de una mejor comprensión de los

comportamientos de las personas. Las regresiones realizadas muestran que valores y

axiomas sociales no se solapan mucho y que son relativamente independientes aunque,

cierto solapamiento permite pensar en la pertinencia de combinar ambas tipologías.

Leung et al., (2002) encontraron un conjunto de cinco dimensiones en estas creencias

acerca del mundo en los que los individuos funcionan a los que denominan Axiomas

Sociales que resultan por demás enriquecedoras para abordar las creencias que están

detrás de las conductas.

El cinismo social representa una evaluación negativa de la naturaleza humana y de los

hechos sociales (la gente amable-de corazón usualmente sufre pérdidas). La recompensa

por esfuerzos refiere a la posición de que la inversión de los recursos humanos lleva a

resultados positivos (la gente que trabaja duro logra más al final). La complejidad social

se refiere a la visión de que hay soluciones múltiples a los temas sociales, y que el

resultado de los eventos es incierto (uno tiene que lidiar con temas de acuerdo a

circunstancias específicas). El control del destino refiere a una creencia general de que

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los eventos sociales están influenciados por fuerzas impersonales externas (el destino

determina los fracasos y éxitos que uno tiene). Finalmente, la espiritualidad –

posteriormente denominada religiosidad- refiere a la visión de que fuerzas espirituales

influencian el mundo humano y que las instituciones religiosas ejercen un efecto

positivo en los resultados sociales (las personas religiosas están más dispuestos a

mantener estándares morales). Estas cinco dimensiones y los ítems que las forman, han

sido identificados en 40 grupos nacionales.

Los datos muestran que quienes suscriben a posiciones más cínicas acerca de la vida

social están más motivados a perseguir su propio bienestar, y se mueven en una

tendencia psicológica más amplia a estructurar el mundo social en términos de poder.

En un estudio realizado en Alemania, Rupf y Boehnke (2002) encontraron una relación

significativa entre el cinismo social y el auto-interés jerárquico, que refiere a una

percepción de las relaciones interpersonales como jerárquicas y de auto-beneficio. Los

sujetos de creencias más cínicas son probablemente altos en la orientación de

dominancia social (SDO, Sidanius & Pratto, 1999) que, como se mencionara

previamente en otro apartado, se asociaba positivamente a los valores de Poder y Logro

mientras que la asociación era negativa con la Auto-dirección, el Universalismo y la

Benevolencia (Zubieta, Delfino & Fernández, 2007).

Las creencias sobre recompensas por el esfuerzo se asocian a la Conservación y Auto-

trascendencia. Los valores que integran la última dimensión son Benevolencia y

Universalismo que son compatibles con el énfasis de equidad que subyace a premiar el

esfuerzo. La dimensión Conservación integra Conformismo, Tradición y Seguridad, por

lo que Bond et al. (2004) consideran que la creencia en recompensa ante el esfuerzo

provee un apoyo cognitivo para una visión del mundo socialmente conservadora,

ayudando a estabilizar la política llevando a que las evaluaciones de los resultados están

justamente determinadas por el esfuerzo individual.

La complejidad social se asocia positivamente con la dimensión de Autotrascendencia.

Quizás, una visión más compleja acerca de cómo opera el mundo social se asocia con

un sentido de interdependencia social y compasión por los otros. Por su parte, el control

del destino se asocia con Conservación, quienes creen en la eficacia de agentes

impersonales en la vida humana aprecian la vulnerabilidad del status quo a la disrupción

y en consecuencia se preocupan en preservar en lo que se ha obtenido socialmente.

Finalmente, la religiosidad se refiere a la visión de que fuerzas no materiales e

instituciones religiosas influencian positivamente el funcionamiento del mundo

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humano. Se asocia a la dimensión de valores de Conservación y Auto-trascendencia

positivamente y a la Autopromoción negativamente. Este conjunto de hallazgos es

consistente, para los autores, con la alineación de las personas religiosas con la

regulación de la auto-asertividad en la vida civil y la ideología política (Keung & Bond,

2002). La religiosidad es un conjunto de cogniciones sobre el efecto socialmente

armonizador de la religión y sus prácticas institucionales que llevan a una orientación

motivacional hacia la abnegación, la preocupación por los otros y la auto-limitación.

Bond et. al (2004) plantean, a partir de sus estudios, algunas relaciones interesantes de

algunos valores con los estilos de resolución de conflictos y de afrontamiento. Aquellos

sujetos que sostienen valores de conservación exhiben una tendencia a adoptar estilos de

acomodación mientras que quienes enfatizan valores de autopromoción tienden a

adoptar estilos más competitivos. Por otra parte, los individuos tienden a adoptar un

estilo de acomodación si sostienen que la inversión de recursos lleva a obtener

recompensas –pagos- mientras que la religiosidad predice la acomodación y la

competición.

El cinismo social se asocia negativamente con los estilos de compromiso y colaboración

en términos de resolución de conflicto mientras que lo inverso sucede con la

complejidad social. Los individuos adoptan más estilos de compromiso y colaboración

si tienen creencias fuertes acerca de la compleja determinación de las conductas

humanas.

En lo que hace a los estilos de afrontamiento, los sujetos caracterizados por la

complejidad social tienden a adoptar la resolución de problemas a la hora de afrontar

dificultades mientras que quienes se orientan por el control del destino, se caracterizan

por el distanciamiento o pensamiento ilusorio. Cuando la creencia en el destino es

fuerte, tienden a distanciarse ellos mismos o a tener un pensamiento no realista. En lo

que hace a los sujetos más proclives al cinismo social, también se orientan por un

pensamiento ilusorio, es decir, tienden a fantasear al afrontar dificultades.

En términos de calidad de vida, los datos sobre los estilos de afrontamiento aportados

por las investigaciones no son determinantes. Barrientos (2005) señala que si bien un

estilo de afrontamiento activo se asocia positivamente a la calidad de vida hay también

reportes que indican la ausencia de asociación o la existencia de una relación positiva.

Hay autores que sugieren que el afrontamiento activo disminuye las calidad de vida en

algunas patologías específicas al incrementar los niveles de cansancio y deterioro en el

estado de ánimo y en la habilidad para funcionar en la vida diaria.

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Respecto de los resultados positivos vinculados al uso del afrontamiento centrado en el

problema, reestructuración cognitiva, búsqueda de información y apoyo social,

Barrientos (2005) da cuenta de resultados que muestran el incremento en los niveles de

estrés, ansiedad, depresión, pobre ajuste social y psicológico, peor manejo de la

enfermedad, incremento del dolor y el impedimento funcional se asocian a un

afrontamiento centrado en la emoción, en el pensamiento fantasioso y la evitación o

distanciamiento. Es importante destacar que la “adaptabilidad de una estrategia” está en

función de las características del contexto o la situación y de los recursos que los

individuos poseen para afrontarla. La interrelación individuo-medio hace que lo que es

efectivo en una determinada situación no sea efectivo en otra. La evaluación cognitiva y

los recursos de afrontamiento de los que las personas disponen hace que lo que es una

amenaza para una sea un desafío para otra.

A lo largo del presente capítulo se ha pretendido presentar de forma clara y sencilla un

marco para abordar los valores en tanto elementos fundamentales de la dimensión

subjetiva de la cultura. La Teoría de los Valores Humanos de Schwartz es la perspectiva

más utilizada en el área de la psicología social, cultural y transcultural y, dados los

reportes de las investigaciones actuales acerca de su fuerza explicativa respecto de las

conductas sociales, es de esperar que la tendencia siga creciendo. La dimensión cultural

es fundamental para comprender, predecir y prevenir los comportamientos de las

personas por lo que cualquier abordaje quedaría incompleto o relativamente abordado si

no se la integra. Pérez (2004), al enfatizar la importancia de los contextos culturales,

señala que éstos no son meros escenarios externos donde se expresan los individuos

sino que proveen las herramientas significantes que determinan el funcionamiento

mental de los individuos que participan en ellos.

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