Vida social y económica

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Autores: Miguel Bernad Rato, José Aráujo Sánchez, Félix Enrique García, Joaquín Fernández Fernández, Serafín García Zarandieta, José Antonio Delgado y Miguel Buñuel.Editorial Doncel, 2ª Edición 1975.Obra declarada de texto para la enseñanza de Educación Cívico-Social y Política, 1er Curso, 1er Grado de Formación Profesional.

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Esta obra ha sido realizada conjuntamente por la Delegación Nacional de la Sección Femenina del Movimiento y la Delegación Nacional de la Juventud.

Vida social y económica

2ª Edición 1975.

Delegación Nacional de la Juventud.

Obra declarada de texto para la enseñanza de Educación Cívico-Social y Política, 1er curso, 1er Grado de Formación Profesional.

• Colaboraron como autores en esta obra: Miguel Bernad Rato, José Aráujo Sánchez, Félix Enrique García, Joaquín Fernández Fernández, Serafín García Zarandieta, José Antonio Delgado, Miguel Buñuel.

• Fotografías: Archivo Doncel.

• Cubierta: García Sánchez.

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índice EL ORDEN SOCIAL I. El orden social ................................................................................................................7 1. Dimensión social del hombre 2. La sociedad 3. Elementos de las relaciones sociales 4. El orden social II. La organización social .................................................................................................11 1. Estructura y orden social 2. Formas de organización social 3. Formas actuales de organización social 4. Grupos sociales III. Las tensiones sociales..................................................................................................15 1. Continuidad, ruptura y cambio social 2. Las tensiones sociales 3. El cambio social 4. Factores del cambio social 5. El hombre, artífice de su sociedad IV. Fundamentos del Estado español ................................................................................18 1. El Estado en general 2. El Estado nacional 3. El Estado nacional español 4. Fines del Estado español 5. Elementos del Estado español 6. Leyes Fundamentales 6. Funciones del Estado español V. Estructura del Estado español......................................................................................21 1. La Jefatura del Estado 2. Consejo del Reino 3. Cortes españolas 4. Consejo Nacional del Movimiento 5. Administración de Justicia LA JUSTICIA SOCIAL VI. La justicia social ...........................................................................................................24 1. Noción de la justicia 2. Noción de la justicia social 3. Justicia y orden social 4. La cuestión social 5. Estado y justicia social VII. Política social ..............................................................................................................27 1. Justicia o igualdad social 2. Noción de la política social 3. La igualdad de oportunidades 4. La promoción social 5. La justa distribución de las riquezas VII. Justicia social española................................................................................................30 1. Justicia e igualdad 2. Igualdad de oportunidades

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3. Promoción social 4. Justa distribución de la riqueza LA ACTIVIDAD ECONÓMICA IX. La producción...............................................................................................................36 1. La actividad económica 2. Bienes y necesidades 3. Bienes libres y bienes económicos 4. El orden de los bienes 5. Producción y oferta 6. El mercado X. Factores de la producción ............................................................................................40 1. Factores originarios de la producción 2. El trabajo 3. La tierra o naturaleza 4. El capital, factor derivado de la producción 5. La empresa XI. La empresa ...................................................................................................................43 1. La división del trabajo 2. La dimensión de la empresa 3. La titularidad de la empresa XII. Sectores y magnitudes económicas ............................................................................46 1. Los sectores de la producción 2. El producto nacional 3. La renta nacional XIII. La actividad económica en España ...........................................................................49 1. La producción por sectores 2. El comercio exterior 3. La empresa en España LA PROPIEDAD Y SU FUNCIÓN SOCIAL XIV. La propiedad como derecho natural............................................................................53 1. Derecho natural y derecho positivo 2. El concepto objetivo y subjetivo del derecho 3. Concepto y contenido de la propiedad 4. La propiedad útil y la propiedad especulativa 5. El derecho a la propiedad XV. Subordinación de la propiedad al bien común............................................................57 1. La propiedad desde el punto de vista objetivo y subjetivo 2. Evolución histórica del concepto de propiedad 3. La función social de la propiedad 4. Distintos tipos de sociedad XVI. La propiedad en nuestras Leyes Fundamentales......................................................60 1. El reconocimiento a la propiedad privada 2. La propiedad en la Ley de Principios Fundamentales 3. Acceso a la propiedad y facultad expropiatoria 4. La función social de la propiedad XVII. Transformaciones económicas y movimientos sociales ............................................64 1. El concepto de crisis

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2. Transformaciones o cambios XVIII. Evolución histórica ..................................................................................................67 1. El «siglo de las luces» 2. Burguesía, liberalismo y nacionalismo 3. Las fuerzas económicas y sociales hacia 1848 4. La agitación social a finales del siglo XIX XIX. Panorama actual......................................................................................................70 1. Los cambios del siglo XX 2. Los cambios económicos y sociales 3. Las estructuras sociales LIBERALISMO, SOCIALISMO Y MARXISMO XX. Doctrina liberal y capitalismo......................................................................................74 1. Antecedentes históricos 2. Caracteres generales 3. Liberalismo político 4. Liberalismo económico 5. Épocas de la escuela liberal 6. Capitalismo 7. Capitalismo financiero 8. Capitalismo industrial XXI. El neocapitalismo.....................................................................................................78 1. Neocapitalismo europeo 2. El Estado y el neocapitalismo 3. Crítica del sistema liberal capitalista XXII. Doctrinas socialistas .................................................................................................81 1. Antecedentes históricos 2. Socialismo utópico 3. El cooperativismo 4. Anarquismo XXIII. Marxismo y colectivismo ..........................................................................................84 1 Aspectos generales del socialismo 2. Marx y el socialismo científico 3. Desarrollo del comunismo 4. El colectivismo 5. Crítica del socialismo marxista EL MOVIMIENTO NACIONAL XXIV. Los movimientos sociales en España ......................................................................88 1. La sociedad española desde 1800 hasta 1868 2. Evolución de la sociedad española en este período 3. La sociedad española en el último tercio del siglo XIX 4. Los movimientos sindicales antes de 1936 XXV. El nacionalsindicalismo.............................................................................................91 1. Sus orígenes 2. Afirmaciones políticas 3. Panorama económico 4. Doctrinas económicas 5. La empresa y el sindicato vertical 6. Subsistencia de la propiedad personal familiar

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7. Consideraciones finales XXVI. El Movimiento Nacional ...........................................................................................94 1. Comunión de ideales 2. Los Principios del Movimiento Nacional 3. La participación en el Movimiento Nacional 4. Las asociaciones 5. La organización del Movimiento INTERVENCIÓN DEL ESTADO EN MATERIA SOCIAL Y ECONÓMICA XXVII. Posturas abstencionistas e intervensionistas..........................................................98 1. El liberalismo económico 2. El marxismo 3. Intervencionismo y abstencionismo del Estado. XXVIII. Planificación económica ......................................................................................100 1. La planificación frente a las crisis 2. La planificación del desarrollo 3. La planificación imperativa 4. La planificación indicativa XXIX. El desarrollo en España.........................................................................................103 1. El grado de desarrollo económico 2. Niveles del desarrollo en España 3. La planificación del desarrollo en España CUESTIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS XXX. El problema social en el mundo..............................................................................108 1. Los sistemas de producción de bienes 2. Los países subdesarrollados 3. Factores del subdesarrollo XXXI. Interrelaciones económicas ...................................................................................110 1. Relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados 2. La ayuda económica a los países pobres 3. La explotación de los recursos naturales 4. La ayuda tecnológica 5. Las empresas multinacionales 6. Intervención de los Estados en el comercio mundial 6. La crisis monetaria internacional XXXII. Organismos internacionales .................................................................................114 1. Finalidades económico-sociales 2. Organismos de carácter monetario 3. Organismos de carácter social 4. Organismos para desarrollar el comercio internacional 5. Organismos para promover el desarrollo económico 6. Organismos para integrar las economías de diferentes países Vocabulario ......................................................................................................................117

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El orden social I. El orden social

II. La organización social

III. Las tensiones sociales

IV. Fundamentos del Estado español

V. Estructura del Estado español

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I El orden social 1. Dimensión social del hombre.—2. La sociedad.—3. Elementos de las relaciones

sociales.—4. El orden social.

1. Dimensión social del hombre

Dignidad del hombre

La cualidad que caracteriza y distingue al hombre de los animales es la racionalidad * (Véase en el vocabulario, a final del libro, el significado de las palabras que se señalan con un asterisco), es decir, la capacidad de conocer y de querer. El hombre puede por ello definirse como «animal racional». Por consiguiente, es el único animal capaz de progresar.

Sólo el hombre, en virtud de su racionalidad, puede ser persona*, sujeto a derechos y obligaciones, ya que la propia dignidad del hombre exige su reconocimiento como miembro activo de la comunidad.

Esta afirmación de que todo hombre, por ser tal, es persona, es el punto esencial de toda construcción social y política. Destacar únicamente el aspecto social del hombre supondría degradar la dignidad propia del mismo; por el contrario, exagerar la dimensión individual de la persona destruiría la concepción comunitaria de la sociedad y el propio orden social.

La trayectoria humanística de nuestra cultura se basa en la defensa y respeto de la persona, como se refleja en nuestras Leyes Fundamentales, principio V de la Ley de Principios del Movimiento Nacional: «La comunidad se funda en el hombre como portador de valores eternos».

El reconocimiento y respeto de la dignidad del hombre exige que ningún poder político o de otro tipo ataque su libertad e integridad. Precisamente el artículo 30 de la Declaración Universal de Derechos del Hombre de las Naciones Unidas de 10 de diciembre de 1948 expresa: «Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiera derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la superación de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración».

El hombre como ser social

El hombre no es un ser perfecto que se baste a sí mismo. Para su perfección ha de vivir en unión con otros hombres, en sociedad.

Por ello el hombre es naturalmente social, siendo definido por Aristóteles como «animal social», que sólo alcanza su desarrollo integral relacionándose con otros hombres; pese a que otros pensadores como Hobbes defiendan que es un ser exclusivamente individualista al afirmar que «el hombre es un lobo para los otros hombres».

Esta exigencia de la sociabilidad humana se manifiesta desde distintos aspectos: biológico, personal e interpersonal.

a) Aspecto biológico

El hombre es la criatura que nace más necesitada y que tarda más tiempo en subsistir por sí misma. Baste comparar a un niño de pocas semanas con un animal (perro, gato, gorrión...) de su mismo tiempo, y veremos que estos animales se independizan de sus madres mucho antes que un niño, el cual necesita durante bastantes meses, y aún años, de los cuidados de sus padres.

b) Aspecto personal

El hombre no sólo ha de desarrollarse biológicamente. También tiene que desarrollar su carácter y personalidad.

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El hombre, para tomar conciencia de su propia personalidad*, necesita de otros, ya que sin esta relación no puede obtener una completa conciencia de sí mismo. Es decir, el hombre necesita verse semejante a los demás y a la vez distinto de ellos. De ahi su individualidad, su propia forma de ser.

c) Aspecto interpersonal

Pero el hombre, además de su desarrollo biológico y de la conciencia de sí mismo, necesita para desarrollarse plenamente influir en los demás y ser influido por ellos. Así se logra el progreso.

Y es que los hombres, al vivir relacionados entre sí, se influyen recíprocamente, perfeccionándose a sí mismos y perfeccionando a los demás. Pensemos como las opiniones, los inventos, las creaciones... de unos influyen en el resto.

2. La sociedad

La sociedad* es el resultado de todas las actividades del hombre que tienden hacia los demás. El hombre, al relacionarse con los otros, crea unos lazos a los que llamamos relaciones sociales. El conjunto de estas relaciones, creadas por la actividad del hombre, constituye la sociedad.

La sociedad humana se diferencia de las sociedades animales en que éstas se regulan instintivamente, repitiendo las mismas formas, y en la regu-larización de la sociedad humana intervienen la libertad y la razón, con lo que se origina una sociedad progresiva, capaz de conseguir fórmulas más perfectas de convivencia. Por ejemplo, la organización de un hormiguero, de una colmena, siempre es igual, mientras que la organización de una ciudad ha cambiado y está cambiando continuamente desde su fundación.

Frente a la concepción integral de la sociedad, ya formulada, existen otras concepciones como las teorías individualista y colectivista de la sociedad.

Para la teoría individualista, la sociedad es sólo un nombre que no responde a ninguna realidad; lo único que existen son los individuos.

La teoría colectivista, por el contrario, admite que sólo existe la sociedad, y los individuos aislados sólo son elementos subordinados a ella.

Ambas teorías, como ya dijimos al principio, al destacar el elemento individual o social sobre el otro, impiden concebir y realizar los fines sociales*, al proponer como únicos fines la utilidad del individuo aislado, sin relacionar los fines interindividuales o la utilidad social.

En una concepción integral de la sociedad han de armonizarse la utilidad o el fin de cada individuo, con la utilidad de todos los miembros que la integran. En definitiva, lo que se pretende armonizar en la sociedad es el fin individual (la perfección del hombre), con el fin social (la perfección de la comunidad integrada por todos y cada uno de sus miembros).

3. Elementos de las relaciones sociales

Toda forma de agrupación y relación social, todo tipo de sociedad, presenta ciertos rasgos comunes, fundamentalmente en razón de que sus componentes son siempre los hombres. Vamos, pues, a estudiar estos rasgos o elementos comunes.

Posición y función social

Cada persona ocupa un puesto en la sociedad (padre, labrador, guardia, arbitro, alumno...). A cada una de ellas, la sociedad le señala una función o tarea.

Como consecuencia de esta distinta posición * y esta distinta función * los hombres cooperan* unos con otros y aprenden a organizarse y dividirse el trabajo. Ya desde las sociedades primitivas los hombres cooperaron entre sí: unos cultivan la tierra, otros

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crían el ganado, otros hacen los tejidos... En la sociedad actual civilizada se ha llegado a una división del trabajo muy fragmentada y especializada, que ha logrado un progreso tecnológico rápido e intenso.

Valores y normas sociales

Los valores aceptados y estabilizados socialmente se reflejan en las normas* sociales. Estas normas regulan la conducta del hombre en sus relaciones con los demás. La violación de las normas sociales lleva siempre consigo una sanción: o la simple desaprobación de los demás miembros de la sociedad o el castigo previsto por las leyes.

Los usos sociales* son las normas que nacen de una repetición de actos socialmente aceptados y cuya violación sólo acarrea la desaprobación de los demás hombres.

Las normas jurídicas* son aquellas que nacen como una declaración expresa de la autoridad y cuya infracción trae como consecuencia un castigo, al ser estas normas impuestas obligatoriamente a todos los que forman parte de la sociedad.

Las normas jurídicas regulan los derechos y deberes de cada miembro de la sociedad, dando a cada uno lo suyo, lo justo. El Derecho * constituye, por ello, una ordenación de la vida social con fuerza vinculante. Esta ordenación o normas jurídicas, en cierto modo, están impuestas por la naturaleza de las cosas, orientando la conducta de los hombres, haciéndoles elegir el bien y rechazar el mal, y entonces constituye lo que se llama Derecho natural*. Pero, aparte de esto, las normas de la vida social las establece el hombre, y éstas constituyen el Derecho humano o positivo.

El Derecho positivo*, para que sea tal derecho, ha de estar inspirado en los principios de la ley natural. Ejemplo de ley natural: no matarás. Ejemplo de ley positiva: «El que matare a otro será castigado...» Aunque no toda norma positiva coincida con la natural. Por ejemplo: la norma de circular en carretera por la derecha no está inspirada en ningún principio de la ley natural.

Como consecuencia de todo esto, cada miembro de la sociedad debe conocer las obligaciones que tiene que cumplir y cuáles son sus derechos, y ello se refleja en la regulación social*, en las normas jurídicas que rigen en su sociedad.

En el Estado español, como en cualquier Estado, existen una leyes que constituyen el fundamento de la convivencia nacional, lo que se llaman Leyes Constitucionales y, en España, Leyes Fundamentales. Junto a ellas hay otras leyes que regulan la vida ordinaria de los hombres, como la ley de caza o el código de la circulación.

Las Leyes Fundamentales que contienen los principios y las bases de la convivencia nacional española son las siguientes:

— Ley de Principios del Movimiento Nacional.

— Fuero de los Españoles.

— Fuero del Trabajo.

— Ley Orgánica del Estado.

— Ley Constitutiva de las Cortes Españolas.

— Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado.

— Ley de Referéndum Nacional.

Poder y autoridad

Para que la vida social sea posible, los hombres admiten la posición y la función del que manda o ejerce el poder.

En todo grupo social podemos reconocer a los que mandan y los que obedecen: el padre y los hijos, el capitán y los soldados, el alcalde y los vecinos...

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Cuando el ejercicio del poder es reconocido y aceptado por los miembros de la sociedad, recibe el nombre de autoridad.

El ejercicio del poder, a través de la autoridad, constituye una función social, que, para su legitimidad, ha de tener en cuenta los fines sociales.

Así, pues, poder, autoridad, función social y fin social, en su conjunto, da lugar a la conformación del orden social*.

4. El orden social

La vida en sociedad exige un orden y una adecuación constante de las relaciones que la integran, para que las actividades de los hombres puedan alcanzar los fines sociales en un conjunto armónico.

El orden social, como todo orden, no es estático, sino esencialmente dinámico. El propio orden exige que haya cambio para lograr la armonía y proporción social, cuando varíe cualquiera de los elementos de las relaciones sociales.

En la sociedad, el orden no puede consistir en mantener permanentemente una situación determinada. Por el contrario, el orden reclama que toda forma de sociedad se desarrolle para poder responder a las necesidades de la realidad social de cada momento.

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II La organización social

1. Estructura y orden social.—2. Formas de organización social.—3. Formas actuales de organización social.—4. Grupos sociales.

1. Estructura y orden social

El orden social precisa una organización, ya que sin la existencia de una estructura*, no es posible el orden.

En la organización de la sociedad humana, cada miembro de esa sociedad debe ocupar un puesto con una función determinada para que el grupo social* alcance su perfeccionamiento y convivencia con los demás.

Todo grupo de hombres que quiere conseguir algo en común necesita una organización y unas normas que señalen los derechos y deberes de cada uno y requiere una autoridad que determine y coordine las actividades de los miembros del grupo. En una asociación de jóvenes en un club deportivo es necesario que existan unas normas (los estatutos o reglamentos) y una persona o varias que velen por su cumplimiento (presidente y junta directiva).

Admitida la necesidad de una organización para mantener el orden

2. Formas de organización social en la sociedad, es necesario ver cómo y en qué forma se ha llevado a cabo ésta organización.

Para simplificar las múltiples clasificaciones que se suelen hacer respecto a las formas de organización social, éstas las reducimos a tres clases: formas de organización determinadas por el parentesco, por el sistema económico y por la estructura social.

Formas de organización determinadas por el parentesco

Es cierto que el parentesco * constituye la base de las sociedades primitivas, y también que la familia es la célula fundamental de las sociedades modernas. Aunque estas dos realidades, parentesco y familia, estén estrechamente relacionadas, la estructura del parentesco determina, a través de las formas de ostentación de la autoridad, unas formas de organización. Por ejemplo:

a) Sociedad matriarcal

La sociedad matriarcal*, propia de algunas sociedades primitivas, es aquella en que la autoridad la detenta la mujer y se transmite por línea de hembras. Por consiguiente, la mujer es el cabeza de familia. En este tipo de sociedad, el esposo suele residir en la casa de los padres de la mujer como un miembro más de la familia.

b) Sociedad patriarcal

En la sociedad patriarcal*, la autoridad reside en el padre o en el abuelo paterno, y se trasmite por línea de varones. Por ejemplo, la sociedad judía representada en el Antiguo Testamento, la sociedad de la cultura árabe, la sociedad familiar romana en la que el padre de familia ostentaba todos los derechos sobre su mujer e hijos.

En esta sociedad, la mujer pasa a residir en la casa del padre del marido, o a un nuevo domicilio que instituye el marido, y es éste quien a todos los efectos, como cabeza de familia, ejerce la potestad sobre los hijos.

c) Sociedad igualitaria

En oposición a las anteriores formas de sociedad, en la igualitaria se tiende a compartir la autoridad por ambos cónyuges.

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En realidad, más que una forma de organización social, es una aspiración o tendencia de las sociedades evolucionadas.

Formas de organización determinadas por el sistema económico

Las formas de explotación de los recursos económicos y la actividad económica predominante a la que se dedican los individuos de una sociedad determinan, en cierto grado, la propia organización social. Podemos ver cómo la organización social es diferente en las sociedades primitivas de recolectores, en las agrícolas y ganaderas, en las mercantiles y en las sociedades industriales.

a) Sociedad de recolectores y cazadores

Esta forma de organización social es la más primitiva de las conocidas y se basa en la recolección de los productos de la tierra, que el hombre no cultiva, y en la caza de los animales no domesticados.

Su organización social es muy simple, no llega a sobrepasar las estructuras familiares y es nómada*.

b) Sociedad agrícola y ganadera

Esta organización social alcanza una mayor complejidad, es ya una sociedad establecida de modo fijo sobre un territorio, es sedentaria* y su estructura más amplia que la familia. Origina la tribu y la aldea.

Su organización social está basada sobre el cultivo de la tierra y la explotación de los animales domésticos.

c) Sociedad mercantil

La sociedad mercantil se basa en el intercambio de los productos, en el comercio y lleva consigo el desarrollo del transporte.

Su organización social es más amplia y compleja que las anteriores y origina los burgos o ciudades, que llegan a tener una estrecha relación entre sí.

d) Sociedad industrial

Esta forma de organización social nace con el invento y desarrollo de la máquina de vapor, que origina la multiplicación de los bienes, la concentración de las poblaciones en determinados lugares y las nuevas relaciones sociales (empresarios-trabajadores).

El desarrollo industrial, basado en la producción en cadena, producirá un crecimiento desmesurado de los núcleos urbanos y el despoblamiento de las zonas rurales.

Formas de organización determinadas por la movilidad social

Otro factor de la organización social es la movilidad de la misma. De acuerdo con este elemento de la movilidad social, podemos destacar dos tipos de organización social: sociedad estamental y sociedad abierta.

a) Sociedad estamental

Se caracteriza por la división y separación rígida de sus componentes y es de tipo primitivo. Cada uno de sus miembros tiene una posición y función muy definida. El señor guerrea o caza y el siervo explota la tierra.

Los distintos estamentos* sociales se encuentran aislados entre sí, sin posibilidad alguna de que un miembro de un estamento pase a otro distinto. En este tipo de sociedad los integrantes de cada estamento se dedican a una actividad determinada que les viene impuesta socialmente, e incluso la admiten como natural.

b) Sociedad abierta

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Por el contrario, la sociedad abierta no establece separación entre sus componentes, la movilidad social es total, y ningún miembro de ella tiene cerrado el acceso a cualquier puesto de la sociedad.

3. Formas actuales de organización social

En la actualidad se delimitan dos formas de organización social, las tradicionales y la tecnificada y desarrollada. Con todas las posibles variantes que pueden darse en la transición de una a otra forma de sociedad.

Sociedad tradicional-subdesarrollada

La sociedad tradicional es una sociedad relativamente estable y de cambio lento. Sus características principales son:

— Es una sociedad relativamente cerrada. En general es una sociedad estamental en la que la movilidad social de sus componentes es escasa y difícil de lograr.

— La actividad económica principal es agrícola o extractiva.

— Su regulación social se basa sobre todo en la tradición.

— La cultura es localista o regionalista, y el nivel instructivo general bajo.

— Tiene altos índices de natalidad y mortalidad.

— Existe una marginación de la mayoría de sus miembros de las funciones directivas dentro de la sociedad.

— Su estructura política suele ser oligárquica.

— Estas sociedades dependen política o económicamente de otras más desarrolladas.

Sociedad técnica-desarrollada

Este tipo de sociedad se basa en el desarrollo tecnológico y en la racionalización* de la producción, al lograr el aprovechamiento integral de los recursos económicos de que dispone, atendiendo las necesidades de sus miembros.

Entre sus características más notables podemos destacar:

— Es sociedad abierta, de gran movilidad social.

— Su actividad económica principal es la industrial.

— Planifica su desarrollo por espacios de tiempos determinados (planes de desarrollo).

— Su regulación social se basa, en gran parte, en la innovación.

— La cultura se hace universalista y su nivel de instrucción general es alto.

— Posee bajos índices de natalidad y mortalidad y aumenta la duración media de la vida de sus miembros.

— Existe mayor participación de sus componentes en las tareas dirigentes de la sociedad.

— Interdependencia económica y política dentro de grandes bloques.

Dentro de este tipo de sociedad se distinguen dos formas de organización social: individualista y colectivista.

La forma de organización social individualista se da en los países de sistema liberal-capitalista, es decir en las denominadas Democracias occidentales. En estas sociedades los derechos individuales ocupan el primer plano, la actividad económica se rige por la ley del libre mercado, y se reconoce la propiedad privada de los medios de producción. No es ajeno a este sistema de organización una cierta intervención del estado, de carácter subsidiario, a través de la planificación económica que es solamente indicativa.

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La forma de organización social colectivista se da en los países de sistema comunista, en las llamadas Democracias populares. En ella la economía se rige por el sistema de dirección central, a través de una planificación total y vinculante, no se reconoce la propiedad privada de los medios de producción y el interés de la colectividad se superpone a los derechos individuales.

4. Grupos sociales

Se define al grupo social como conjunto de individuos relacionados por una determinada posición, intereses, valores o sentimientos.

Las personas, al relacionarse en una determinada posición (alcalde-vecino), persiguiendo unos mismos intereses comunes (alumbrado de las calles, festejos), ateniéndose también a unos valores comunes (mejora de la calidad de la vida) e impulsados por sentimientos compartidos (costumbres, folklore) constituyen un grupo social (el municipio, en este caso).

Existen muy variadas clasificaciones de grupos sociales atendiendo a diversos criterios. Así, por ejemplo, tenemos:

— Grupos voluntarios (una asociación juvenil), y grupos necesarios (la familia).

— Grupos primarios (la familia), grupos secundarios (un club de fútbol).

— Grupos simples (un matrimonio), y compuestos (la nación).

— Grupos naturales (la ciudad), y grupos artificiales (una sociedad cultural).

Cualquiera de los grupos sociales conocidos pertenece simultáneamente a varias de estas clasificaciones y no se excluyen entre sí.

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III Las tensiones sociales

1. Continuidad, ruptura y cambio social.—2. Las tensiones sociales.—3. El cambio social.—4. Factores del cambio social.—5. El hombre, artífice de su sociedad.

1. Continuidad, ruptura y cambio social

Como vimos en las lecciones anteriores el orden social exige el cambio, la adaptación de la sociedad a las nuevas realidades de cada día ya que, en las organizaciones sociales más evolucionadas, la movilidad y el cambio son una de sus características principales.

Pero este cambio* y movilidad social* se realizan dentro de un orden y de una forma de organización social. Por ello, no hay que contraponer, de una parte, las nociones de continuidad y movilidad social, y, de otra, continuidad y cambio social. Sólo son términos antagónicos continuidad y ruptura social.

La ruptura social* supone rechazar de un modo absoluto las formas sociales anteriores, se rompe la continuidad social sin aprovechar los factores o elementos sociales positivos de la anterior organización. Como consecuencia, la construcción del nuevo orden social parte de cero, la organización social ha de construirse por completo de nuevo; y trae como consecuencia, aunque el paso pueda ser notablemente positivo respecto a la anterior, la paralización durante bastante tiempo de la evolución y progreso de la nueva sociedad.

El cambio social, por el contrario, es capaz de armonizar los elementos tradicionales positivos de la sociedad con las nuevas exigencias. La sociedad se modifica desde su propio orden y evoluciona hacia formas más perfectas de convivencias, sin necesidad de rechazar las aportaciones sociales de las generaciones anteriores.

2. Las tensiones sociales

Las tensiones sociales * nacen cuando un individuo o grupo no encuentra dentro del orden social el medio de realizar sus aspiraciones, o cuando los grupos establecidos* pretenden perpetuar el orden social existente negando la posibilidad del cambio. En estas circunstancias se originan tensiones en el seno de la sociedad producida por las aspiraciones contrapuestas de los grupos.

Las tensiones sociales, en cierto modo, constituyen un medio de integración social* en las relaciones dinámicas y complejas de nuestras sociedades. De estas relaciones conflictivas nacen nuevas formas de integración superadoras.

La tensión social, el conflicto social* que plantea y la cooperación, no pueden separarse. Son fases de un mismo proceso más amplio: el cambio social*.

Estas tensiones son precisamente las que ponen en marcha el cambio, al plantear un conflicto entre distintos grupos.

Ni en la ruptura, ni en la estabilización a ultranza de la sociedad, puede comprenderse la realidad de las tensiones sociales, que han de ser resueltas por el cambio dentro del orden social.

Las organizaciones sociales deben valorar, por ello, las tensiones sociales existentes, para dar curso a todas las que sean compatibles con el orden social. Sin dejar, por otro lado, que la organización social sea arrastrada por los grupos que tengan interés en evitar todo cambio o en crear la ruptura social. Debiendo admitir incluso la necesidad de reformar el propio orden social, con el fin de contener en su seno todas las nuevas realidades sociales.

3. El cambio social

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Ya ha quedado dicho que la sociedad, el orden social, es un sistema dinámico que exige su constante adaptación para encontrar el equilibrio entre los distintos factores sociales. Cuando varía o se modifica alguno de los elementos sociales se altera el mismo sistema social, que cambia en el fondo aunque se mantenga la misma organización.

Al hablar del cambio social es necesario hacer tres consideraciones en torno al origen y ritmo* del cambio, así como de las actitudes frente al mismo.

Origen del cambio social

A este respecto puede distinguirse entre el cambio que se origina desde dentro de la sociedad y el que se origina desde fuera de ella.

Ejemplo de cambio interno fue el sufrido por la sociedad inglesa como consecuencia de su propia revolución industrial, y, de cambio externo, el que están sufriendo las sociedades tradicionales y subdesarrolladas (los pueblos africanos) al contado de la tecnología de las sociedades desarrolladas.

El ritmo del cambio social

El cambio social puede producirse de una forma lenta, como ocurrió con las sociedades europeas antes de la revolución industrial, o, por el contrario, puede producirse rápidamente, como está ocurriendo en las sociedades desarrolladas desde hace cien años, motivado por los progresos constantes de la invención, tecnología e industria.

Actitudes frente al cambio social

Ante el cambio social son posibles diversas actitudes que vamos a intentar resumir: a) Una primera actitud consiste en ignorarlo, no querer enterarse, pretender que los cambios no tienen importancia, no existen en la realidad.

b) Esta actitud es más terminante: el cambio existe pero es malo. Esta actitud puede reflejarse en las frases conocidas «siempre se cambia para peor» o «más vale malo conocido que bueno por conocer».

c) La tercera actitud, que podemos calificar como «progresismo ingenuo» es la contraria de la anterior. Todo cambio es bueno, todo lo nuevo es para mejorar.

d) Por último, ante el cambio se puede tener una actitud abierta, «prudentemente optimista». Esta es la actitud del hombre realista y moderno, la del que sabe que muchos cambios son necesarios, que no desconoce el riesgo de los mismos, pero intenta realizarlos o seguirlos del modo más útil para la sociedad.

4. Factores del cambio social

El problema del porqué se ha realizado el cambio se relaciona estrechamente con los factores de las tensiones sociales. Vamos a señalar algunos de estos factores:

a) Los deseos y decisiones de los individuos constituyen un factor importante del cambio. Por ejemplo, la decisión de reducir la familia, con pocos hijos, en los países del norte y centro de Europa ha producido un cambio de sus sociedades.

b) Los actos individuales influidos al variar las condiciones sociales. Ejemplo, las migraciones* de los hombres hacia las ciudades, al ofrecerles éstas mejores condiciones de vida y trabajo, ha producido el paso de una sociedad rural a otra urbana.

c) Los deseos y decisiones de los grupos sociales enfrentados por aspiraciones distintas y opuestas. Por ejemplo, las luchas sociales entre patronos, que buscan su beneficio, y trabajadores, que pretenden mejores salarios y condiciones de trabajo, originan un nuevo tipo de sociedad.

d) Las influencias externas a la sociedad pueden determinar importantes cambios. Ejemplo, la conquista de una sociedad por otra (la conquista romana o la invasión árabe en España), o los contactos culturales (influencias fenicias en las costas mediterráneas españolas) determinan cambios importantes en la sociedad.

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e) La influencia de un individuo o una minoría preeminente. Por ejemplo, Gutenberg, al inventar la imprenta, y los misioneros españoles, en América, tuvieron una importancia decisiva en el cambio producido en las sociedades europeas y americanas.

f) El caso fortuito* o el simple azar puede influir también en el cambio de una sociedad. La aparición de petróleo en los países árabes ha cambiado la estructura de estas sociedades, e incluso su posición puede afectar la vida internacional.

g) La manifestación de un propósito común puede dar lugar al cambio de una sociedad o al nacimiento de una nueva. Por ejemplo, las aspiraciones del pueblo judío, diseminado por el mundo, de crear un Estado judío, ha originado una nueva sociedad (el Estado de Israel) y un cambio importante en las sociedades del Oriente Medio.

5. El hombre, artífice de su sociedad

El hombre, por ser capaz de perfeccionarse y progresar, es el principal protagonista del cambio social. Esta actuación del hombre se realiza individualmente o por grupos, como se ha visto al estudiar los factores del cambio social.

Puede afirmarse que todos los cambios sociales son deliberados, por ser resultados de actos voluntarios del hombre. Ahora bien, estos actos pueden producir consecuencias no previstas y en tales casos decimos que en el cambio intervienen elementos fortuitos. Pero en todo caso siempre es el hombre el que puede originar el cambio, o, al menos, acomodarlo a sus intereses.

Cada hombre, como miembro de la sociedad, desde su distinta posición realiza una función o tarea social que constituye el cambio y perfeccionamiento de la sociedad en que vive. Por ello todas las tareas sociales son importantes, ya que desde ella se puede lograr el cambio y perfeccionamiento social.

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IV Fundamentos del Estado español

1. El Estado en general.—2. El Estado nacional.—3. El Estado nacional español.—4. Fines del Estado español.— 5. Elementos del Estado español.—6. Leyes Fundamentales.— 7. Funciones del Estado español.

1. El Estado en general

Todo estado se fundamenta en: un territorio, extensión de superficie terrestre con unos límites llamados fronteras; una población, conjunto de personas que pueblan ese territorio y que son subditos de esa organización ; y, el poder, conformado por un grupo de personas que dirigen la organización de ese Estado.

El Estado defiende lo que es suyo y para eso une sus fuerzas armadas, mantiene la paz interior, hace carreteras, crea escuelas, etc. En definitiva, se puede decir que el Estado es el ordenador de la sociedad.

2. El Estado nacional

La mayoría de los Estados actuales tienen como base de su organización una sola nación y por esta razón se denominan Estados Nacionales. Pero ¿qué es nación? Para el filósofo Bergson «nación es como una misión». Sin embargo, José Antonio Primo de Rivera la define con mayor exactitud: «Nación es una unidad de destino en lo universal», o sea, una unidad que no acentúa su diferencia con respecto a los demás y que se impone la tarea de realizar valores en el orden social, político, cultural y religioso con el fin de perfeccionar costumbres o conductas válidas y utilizables para todos.

3. El Estado nacional español

En la nación española hay tres instituciones públicas con carácter unitario, cada una de ellas en su propio campo.

1. El Estado que es «la suprema institución de la comunidad nacional». El Estado nacional español está formado principalmente por nueve Altos Órganos cada uno de ellos con su propia esfera de acción, la cual se encuentra delimitada por las Leyes Fundamentales. Estos nueve Altos Órganos son:

— Jefatura del Estado.

— El Gobierno.

— Consejo del Reino.

— Cortes Españolas.

— Consejo Nacional.

— Consejo de Estado.

— Tribunal Supremo de Justicia.

— Consejo de Economía Nacional.

— Tribunal de Cuentas del Reino.

2. El Movimiento, institución original y exclusivamente española a quien le corresponde la promoción política en «régimen de ordenada concurrencia de criterios». El Movimiento incluye, aparte de sus órganos provinciales y locales, Asociaciones y Hermandades las cuales poseen carácter autónomo.

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3. La Organización Sindical está constituida por «los españoles en cuanto participan en el trabajo y en la producción». La Organización Sindical consta de veintiocho Sindicatos Nacionales encuadrando cada uno de ellos asociaciones de empresarios, técnicos y obreros.

4. Fines del Estado español

El fin general del Estado es el bien común público. Ahora bien, los fines fundamentales del Estado español son cinco y se definen en el artículo 5.° de la Ley Orgánica del Estado. Estos son:

— «Defensa de la unidad entre los hombres y tierras de España.»

— «Mantenimiento de la integridad, independencia y seguridad» frente al exterior.

— «Salvaguardar el patrimonio espiritual y material de los españoles.»

— Atender «el amparo de los derechos de la persona, de la familia y de la sociedad».

— «Promoción de un orden social justo en el que todo interés particular quede subordinado al bien común.»

5. Elementos del Estado español

Al hablar del Estado en general se significaban tres componentes del mismo: Territorio, Población y Poder. Estos conceptos de carácter general sobre los elementos del Estado se concretan en el Estado español de la forma siguiente:

1. Territorio. El territorio nacional español está constituido por la Península Ibérica (excepto Portugal, Andorra y Gibraltar), Archipiélagos Canario y Balear, las plazas de soberanía de Ceuta y Melilla y la provincia del Sahara. A este territorio, rodeado de costas, le corresponden las aguas jurisdiccionales de 12 millas de ancho.

2. Población. La población la constituyen los españoles que tienen esta nacionalidad.

3. Poder. Es un elemento esencial e inmaterial del Estado. El poder del Estado no sólo es necesario para evitar choque de intereses dentro de la comunidad, sino también para llevar a cabo la coordinación de los esfuerzos y trabajos de los ciudadanos, así como tomar las determinaciones imparciales para solucionar las situaciones conflictivas.

6. Leyes Fundamentales

El régimen político español posee como base constitucional las Leyes Fundamentales del Reino.

El nuevo régimen político español surgió tras la Cruzada de 1936-1939 y paulatinamente fue estructurando las bases de tipo político, social y jurídico de la convivencia nacional. Los documentos en donde han ido recogiéndose estas bases son las Leyes Fundamentales. Las Leyes Fundamentales son normas que gozan de mayor permanencia que las demás y para modificarlas es necesario un referéndum * nacional.

I. Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958).

En ella se fijan las bases doctrinales, orgánicas y programáticas de nuestra convivencia política. Esta Ley por su carácter especial es inalterable, es decir no puede modificarse o derogarse.

II. Fuero de los Españoles (1945).

III. Fuero del Trabajo (1938).

IV. Ley Orgánica del Estado (1967)

V. Ley Constitutiva de las Cortes (1942)

VI. Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947).

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VII. Ley de Referéndum Nacional (1945).

7. Funciones del Estado español

Función es acción y ejercicio de una facultad. Por tanto se denominará «funciones del Estado» las acciones y ejercicios que desempeñe el Estado. Las tres funciones de todo Estado son: legislativa, judicial y ejecutiva.

Función legislativa. Consiste en elaborar las normas por las cuales se ha de regir la vida nacional. Estas normas se llaman leyes y han de tener las características de generalidad y justicia. En España la función legislativa la llevan a cabo las Cortes.

Función judicial. Es la que comprueba y juzga si lo que dice la ley es realizado en la vida social correctamente o no. A la función judicial no sólo le compete la resolución de las controversias que puedan derivarse de la aplicación de la ley sino que también es de su competencia el averiguar los delitos que se cometen y aplicar al delincuente la pena legalmente establecida.

Función ejecutiva. Es la que realiza el Gobierno y la Administración. Por ella se toman las decisiones políticas fundamentales de la vida nacional y administra los bienes y servicios públicos.

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V Estructura del Estado español 1. La Jefatura del Estado.—2. Consejo del Reino.—3. Cortes Españolas.—4. Consejo

Nacional del Movimiento.—5. Administración de Justicia.

1. La Jefatura del Estado

Las Leyes Fundamentales consideran hasta nueve Altos Órganos (citados en la lección anterior). El primero de ellos es la Jefatura del Estado pues el Jefe del Estado es el «representante supremo de la nación».

2. Consejo del Reino

Su cometido es asistir al Jefe del Estado en los asuntos que son competencia exclusiva de éste. No tiene reuniones fijas y lo acordado en sus reuniones es secreto, salvo que el Jefe del Estado haga pública la resolución. En tal resolución se hará constar que ha sido adoptado «previo dictamen» o «de acuerdo» con el Consejo del Reino.

Cometidos esenciales:

1. Asistir al Jefe del Estado en asunto de máxima importancia.

2. Presentarle ternas* para que elija: Presidente del Gobierno, Presidente de las Cortes, del Tribunal Supremo, de Cuentas del Reino y Consejo de Economía Nacional.

Proponerle la resolución de los recursos de contrafuero.

3. Cortes Españolas

Las Cortes son una gran Asamblea de procuradores que representan al pueblo español y su misión es la de asumir esa representación popular de la nación en la resolución de asuntos de gran importancia. La función primordial de las Cortes es la función legislativa.

Composición de las Cortes

Orgánicamente la comunidad nacional es el conjunto de tres entidades naturales: Familia, Municipio y Sindicato, a las que la Ley añade otra cuarta entidad, el Movimiento.

Las Cortes están constituidas por procuradores elegidos a través de estos cauces y la forman cuatro grupos mayores y cuatro grupos menores. Los grupos mayores son:

— Grupo del Movimiento, Consejeros Nacionales.

— Grupo Sindical.

— Grupo Local.

— Grupo Familiar.

Los grupos menores son:

— Designados por el Jefe del Estado.

— Grupo cultural.

— Altos cargos.

— Colegios profesionales y asociaciones.

Funciones de las Cortes

— Elaborar las Leyes en las Comisiones y aprobarlas o rechazarlas en el Pleno sin perjuicio de la posterior sanción por parte del Jefe del Estado.

— Aprobar los presupuestos del Estado y los Planes de Desarrollo.

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— El Jefe del Estado debe recabar la previa autorización de las Cortes para declarar la guerra o acordar la paz y ratificación de los tratados que afecten a nuestra soberanía o integridad del territorio.

4. Consejo Nacional del Movimiento

El Movimiento Nacional es la comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a la Cruzada. Según la Ley Orgánica del Estado, «el Movimiento informa el orden político, abierto a la totalidad de los españoles y, para el mejor servicio de la Patria, promueve la vida política en régimen de ordenada concurrencia de criterios» (artículo 4).

El Consejo Nacional es la representación colegiada del Movimiento. Y sus funciones principales son:

— El fortalecimiento de la unidad de la Patria.

— Defensa de la integridad de los Principios del Movimiento.

— Vigilar que se cumpla la justicia social y de los derechos y libertades.

— Contribuir a la formación de las juventudes españolas en la fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional e incorporar las nuevas generaciones a la tarea colectiva.

— Estímulo de la participación popular.

— Encauzamiento del contraste de pareceres.

Al servicio de estos fines se encuentran las atribuciones del Consejo Nacional en materia de defensa constitucional y de su gestión e información al Gobierno, por propia iniciativa o previa consulta de éste.

La composición del Consejo Nacional integra consejeros designados y elegidos.

5. Administración de Justicia

La Administración de Justicia está compuesta por órganos jerárquicamente establecidos. El órgano judicial de mayor categoría es el Tribunal Supremo de Justicia. Su jurisdicción abarca toda la Nación y tiene su sede en Madrid.

El Tribunal Supremo tiene la misión de conocer los recursos extraordinarios que hayan sido promovidos contra las sentencias dictadas por los Tribunales.

En un escalón inmediatamente inferior al Tribunal Supremo se encuentran las Audiencias Territoriales, cuya jurisdicción abarca, para cada una de ellas, unas determinadas demarcaciones geográficas. Existen 15 Audiencias Territoriales en España.

Después de las Audiencias Territoriales están las Audiencias Provinciales, las cuales entienden fundamentalmente en materia penal. Hay una por provincia.

Hasta este escalón de las Audiencias Provinciales, los órganos judiciales son colegiados, integrados por varios jueces, que reciben el nombre de magistrados.

Siguen en el orden descendente los juzgados de Primera Instancia (en lo civil) e Instrucción (en lo penal). Son órganos unipersonales, cuya jurisdicción abarca un «partido judicial» o un solo Municipio, si es grande. A veces, hay varios juzgados en el mismo Municipio, debido al elevado número de habitantes.

En el último peldaño de esta escala se encuentran los jueces de paz, que tienen su esfera de actuación en los pueblos pequeños y en asuntos de menor importancia.

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La justicia social VI. La justicia social

VII Política social

VIII Justicia social española

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VI La justicia social

1. Noción de la justicia.—2. Noción de la justicia social.— 3. Justicia y orden social.—4. La cuestión social.—5. Estado y justicia social.

1. Noción de la justicia

En la lección primera decíamos que las normas jurídicas regulan los derechos* y deberes* de cada miembro de la sociedad, dando a cada uno lo suyo, lo justo. Aludíamos con ello a un factor fundamental en toda convivencia humana: la Justicia.

La noción de justicia brota de lo más profundo del ser del hombre como un sentimiento de necesidad, como algo que la propia naturaleza humana no puede por menos exigir.

En un sentido amplio, justicia es rectitud. De ahí que se llame justo al hombre que obra rectamente. La justicia es, ante todo, una rectitud de las acciones de los hombres. Por ello el calificativo de «justo» se aplica primero a las obras, y después, de modo secundario o derivativo, se aplica también al sujeto que las realiza. En este sentido la justicia es el hábito* por el cual el hombre quiere y obra rectamente.

La justicia es proporción, conformidad, adaptación de las acciones humanas. Esta proporción exige que se ajusten las acciones a su propio fin. La justicia es adecuación de la conducta humana a las exigencias esenciales de su naturaleza racional y social. La justicia viene a ser, de este modo, el ideal que perseguimos.

Y todo ello exige, a su vez, la relación* o referencia a otro.-Lo propio de la justicia es la ordenación de los actos del hombre respecto a los otros hombres.

Si la justicia regula las acciones de los hombres en su relación con otros dentro de la sociedad, se puede afirmar que las acciones externas constituyen la materia propia, el verdadero objeto de la justicia.

«La justicia es la virtud que consiste en dar a cada uno lo suyo». Por «lo suyo» se debe entender lo que corresponde a cada uno, a los otros, según una exigencia, un derecho. Así, «lo suyo», lo que corresponde al que se muere de hambre no es su hambre, sino el pan que necesita aunque sea de otro. Dar a cada uno lo suyo equivale, pues, a dar a cada uno su derecho, lo que le es debido, a reconocerle aquello que está ordenado al bien inmediato de su naturaleza individual para el cumplimiento del fin social.

La justicia, cuando regula las relaciones entre los miembros del grupo social, es decir, de hombre a hombre, y en un plano de igualdad, entre iguales, recibe el nombre de justicia conmutativa. Ella, al regular las relaciones privadas de individuo a individuo, establece la proporción entre lo que se ha de dar y lo que se ha de recibir según un criterio de estricta igualdad.

2. Noción de la justicia social

Decíamos que la justicia mide también las relaciones entre los miembros del grupo social y los demás, es decir las relaciones del nombre y la sociedad. A esta función de la justicia se llama justicia social.

La justicia social regula las relaciones de la sociedad con cada uno de sus miembros, satisfaciendo el derecho de todo hombre a que reciba de los otros lo que le es debido por su dignidad de persona humana.

La sociedad y cada grupo social debe organizarse de manera que a cada grupo y a cada uno de sus miembros corresponda aquella parte del bien social a que tiene derecho, garantizando la satisfacción de los bienes y derechos que exige la dignidad de la persona humana, y de aquellos bienes a los que tiene derecho en proporción a los esfuerzos o servicios prestados a los demás.

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La justicia social suele tener su campo de aplicación en la vida económica y social, en la que en muchos casos es necesaria la intervención del Estado para poder obtener las demandas de la justicia social que de otro modo no se alcanzaría.

Las exigencias o postulados * de la justicia social pueden estar recogidas, y de hecho muchas lo están en la realidad, en las leyes positivas, pero puede ocurrir que no lo estén. No por ello dejan de ser postulados de la justicia social, pues al ser exigencias sociales impuestas por la propia naturaleza del hombre son potencialmente susceptibles de recogerse en las leyes positivas, y en todo caso constituyen deberes jurídico-naturales*.

En el plano de la colectividad, al igual que en el individual, es necesaria la existencia de la justicia como aglutinante del grupo social.

En primer lugar, por razones de orden moral. Porque la convivencia será buena, justa, si está regida por leyes razonables y todos los hombres del grupo la cumplen. Ser recto, obrar en justicia, consiste en cumplir las leyes como medio de mantener el orden social.

En segundo lugar, la existencia de la justicia viene determinada por razones de orden social. La convivencia resultaría imposible si no hubiera una justicia, un orden justo.

3. Justicia y orden social

Ya vimos en las lecciones anteriores que el orden social cambia y varía, que la propia idea de orden exige el cambio, la adaptación a las nuevas realidades sociales. Pues bien, si el orden social cambia, en el sentido de que existen distintas formas de organización social y multitud de formas de transición, la idea de justicia, por el contrario, es siempre la misma. Pero esta permanencia de la justicia se combina con su aplicación a las distintas organizaciones sociales y aparece en múltiples casos y relaciones sociales.

La justicia viene a ser una meta de lo que deben ser las relaciones humanas, pero que aún no se ha conseguido en todos sus aspectos. Se puede afirmar que la idea de justicia siempre exigirá una forma de organización más perfecta, más óptima. La justicia, en definitiva, es una idea que siempre marcará el rumbo del progreso de las relaciones sociales.

La justicia constituye el fundamento del orden social y la base más firme de una paz estable entre los hombres y los grupos. Con razón decían los antiguos que, siendo la paz la mejor de todas las cosas, era obra exclusiva de la justicia, ya que olvidada ésta no podía afirmarse que existiera orden, porque el origen de toda discordia, de todo desorden social, se encuentra en una injusticia.

4. La cuestión social

Si bien la idea de justicia es una y permanente a través de todos los tiempos y en todas las organizaciones sociales, no es menos cierto que algunos aspectos de la misma adquieren especial relieve en determinados momentos históricos y en determinadas organizaciones sociales.

De esta forma, aunque los aspectos sociales de la justicia fueron destacados por los antiguos pensadores griegos, sólo adquiere la justicia social su importante trascendencia en la aplicación a la vida económico-social con el nacimiento de los movimientos obreros, al destacarse los aspectos o exigencias de igualdad real entre los distintos miembros de la sociedad.

La igualdad de oportunidades fue un principio, pero la realidad fue la desigualdad en las posibilidades de la vida. El hombre que había sido llamado a vivir en igualdad con los otros hombres se encontró, en el siglo xix y en las sociedades individualistas e industrializadas, de hecho, en una situación desigual. La sociedad liberal dio origen de esta forma a una serie de problemas, denominados la cuestión social.

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La cuestión social se configura por la combinación de dos factores: el primero, que consiste en que los hombres que se estiman iguales se encuentran en una situación social desigual; y, el segundo, que esta situación social desigual se considera injusta.

La desigualdad social, en el presente momento histórico, es considerada como injusticia. En otras épocas anteriores la desigualdad social se admitía como algo natural (la esclavitud entre griegos y romanos, los estamentos en las sociedades medievales...). Pero en la actualidad no puede justificarse la desigualdad. Por ello la cuestión social es problema de nuestro tiempo.

5. Estado y justicia social

La realización de la justicia social supone la determinación de lo que la sociedad y cada grupo social ha de dar a cada uno de sus miembros, la determinación de lo suyo en las relaciones de la sociedad con sus miembros.

En la sociedad y en los grupos sociales amplios, la distribución de los bienes o, mejor, de las posibilidades de vida entre los hombres, no puede realizarse espontáneamente. Por el contrario, cada grupo social pretende conservar aquella parte de los bienes sociales de los que disfruta, negándose a la distribución de los mismos. Nacen los conflictos sociales y de ahí que la distribución tenga que ser impuesta.

El orden social impuesto constituye el derecho positivo, el establecido por el poder político que en nuestras sociedades ejerce el Estado.

En la sociedad actual, desde hace más de cien años, el Estado tiene que ocuparse de la realización de esos aspectos de la justicia, a la que llamamos justicia social, porque, por imperativo del propio orden social, su cumplimiento no puede quedar en manos de los particulares.

El Estado debe garantizar, pues, la realización de la justicia social para evitar las desigualdades sociales. Es misión específica del Estado dar a cada miembro de la sociedad, cualquiera que sea la situación o posición social que ocupe, lo que exige su dignidad de hombre y aquello a lo que tiene derecho en proporción a los servicios prestados a los demás, posibilitando con ello que cada hombre alcance la situación que por su talento y esfuerzo le corresponde en la sociedad.

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VII La política social

1. Justicia o igualdad social.—2. Noción de la política social.—3. La igualdad de oportunidades.—4. La promoción social.—5. La justa distribución de las riquezas.

1. Justicia o igualdad social

La justicia social pretende la igualdad real entre los distintos miembros de la sociedad. El individuo, dotado de facultades y estímulos, tratará de superarse a sí mismo y sobrepasar a los demás. Con frecuencia, la diferencia no habrá sido ganada por su propio esfuerzo, sino por haber partido ya de un peldaño superior. De cualquier forma, la libertad consustancial al ser humano exige que no se limiten sus aspiraciones de superación.

Ahora bien, es un hecho real que entre los miembros de la sociedad existen desigualdades y diferencias, a menudo importantes, que no son justas.

El Estado, como realizador de la justicia social, debe tratar de reducir tales diferencias injustas.

La primera igualdad, como principio básico de todo orden social, es la igualdad ante la ley.

La igualdad ante la ley significa que todos somos iguales a la hora de aplicarla, y no cabe, en consecuencia, hacer diferencias ante las distintas posiciones sociales.

De este principio de igualdad ante la ley se desprende:

a) Todo hombre, por ser persona, es sujeto de derechos y obligaciones.

b) Toda persona es distinta de las demás y, por ello, a cada una debe reconocérsele el derecho a que sus aptitudes individuales y el orden social le den preferencia sobre las demás.

c) Dentro de los derechos individuales, todo orden implica una preferencia.

En resumen, el principio de igualdad ante la ley, no significa tanto la igualdad absoluta, como una igualdad proporcionada a las circunstancias de cada persona.

2. Noción de la política social

Si la justicia social pretende conseguir la igualdad proporcionada entre los hombres, dando a cada uno las posibilidades que su condición de persona exige, la acción política encaminada a conseguir esa igualdad y esas posibilidades de vida se denomina política social, de cuyo desarrollo y aplicación se encarga el Estado.

La política social es, por tanto, toda actividad política encaminada a hacer desaparecer las injustas diferencias y desigualdades entre los hombres.

La acción de la política social se refiere y dirige a todos los miembros de la sociedad. Si bien, como ya se ha admitido, la existencia de grandes desigualdades en la sociedad actual, beneficiará principalmente a los miembros que ocupan posiciones y realizan funciones consideradas inferiores, es decir, con menor prestigio social y remuneración.

En una primera etapa el destinatario de la política social fue el obrero. Eran los tiempos en que surgió la cuestión social. De ahí que la política social haya sido durante mucho tiempo política de protección al obrero, tratando de remediar su débil situación frente al patrono y la miseria en que se encontraba.

En la actualidad, el destinatario de la política social es el hombre en general, si bien se dirige principalmente al hombre económicamente más débil, sea cualquiera su posición y función en la sociedad.

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Los ideales y postulados en la política social se concretan: en la igualdad de oportunidades, la promoción social y la justa distribución de las riquezas.

3. La igualdad de oportunidades

La idea de la igualdad de los hombres no ha sido siempre aceptada como algo natural. Durante mucho tiempo, se pensó que los hombres eran naturalmente desiguales, que la desigualdad era lo normal, lo justo.

En las sociedad clásicas de Grecia y Roma, el orden social se basaba en la división de los hombres entre libres y esclavos.

Sólo el hombre libre era ciudadano, y como tal participaba del gobierno de la ciudad, era propietario y gozaba de la posibilidad de adquirir una cultura.

El esclavo, por el contrario, era quien se encargaba de producir las cosas que necesitaba el hombre libre. El esclavo, al ser propiedad del hombre libre, no tenía derecho alguno, ni oportunidad de promoción o de cultura. No existía, en suma, igualdad de oportunidades entre el hombre esclavo y el libre.

La llegada y difusión del cristianismo dio un giro total a esta teoría de la desigualdad natural. El cristianismo define la igualdad de todos los hombres por cuanto los hombres son hijos de Dios, y creados a su imagen y semejanza. Esta afirmación traerá como consecuencia, que, al tener todos los hombres igual naturaleza, se reconozca que deban tener los mismos derechos y las mismas posibilidades. No obstante, aún pasarían muchos siglos hasta que estas ideas cristianas de igualdad natural entre los hombres fuesen totalmente aceptadas.

En la Edad Media, la sociedad se ordena en unos estamentos perfectamente estructurados. Cada hombre pertenece a algunos de los estamentos sociales (noble, clérigo, siervo, artesano) y la igualdad de oportunidades queda reducida a los miembros del propio estamento para promocionarse dentro de él (así el artesano podrá, con el dominio de la técnica de su oficio, ganar riquezas, ampliar su taller, adquirir fama incluso, pero no llegará a ser noble). Vemos que tampoco existía en la práctica una verdadera igualdad de oportunidades.

Con el liberalismo* se proclamaría el principio de igualdad ante la ley, rompiendo definitivamente con la sociedad estamental. El libre juego de las libertades individuales, proclamadas por el liberalismo, determinó el nacimiento de las clases sociales.

Por clase social se entiende los distintos grupos que componen una sociedad, y que están formados por todos los individuos que poseen una semejante formación, el mismo género de vida, similares sentimientos y sobre todo ejercen la misma o parecida actividad profesional y tienen análogo nivel económico.

El orden social en el que las clases sociales se insertan aparece como una sociedad abierta. Pero a nivel de clase, en la práctica continua cerrado, ya que los miembros de una misma clase, al tener intereses comunes, llegan a defender sus posiciones sociales, políticas y económicas, excluyendo de la participación de los bienes sociales que detentan a los demás miembros de la sociedad, los de otras clases sociales.

Ante esta situación, el Estado, por imperativos de justicia social, tuvo que ocuparse de la realización del principio de igualdad de oportunidades. De esta forma el Estado trata de conseguir que todos los individuos, en especial los miembros de las clases inferiores, puedan alcanzar la posición y realizar la función que corresponda a su capacidad y esfuerzo.

4. La promoción social

La realidad social ha demostrado frecuentemente que no es suficiente con que el Estado garantice la igualdad de oportunidades. Es necesario que asuma también las tareas de la promoción social.

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La promoción social es la posibilidad efectiva y concreta para cada uno de los miembros de la sociedad de alcanzar cualquier situación o posición dentro de ella.

La promoción social comprende una doble dimensión, la cultural y la profesional.

El aprendizaje, el estudio, la adquisición de unos conocimientos generales y unas técnicas profesionales, exige una capacidad personal, pero también un ambiente propicio, unos medios adecuados, y sobre todo que este ambiente y estos medios estén al alcance de todos los miembros de la sociedad.

Es, pues, un postulado de la promoción social que la participación de la cultura no se realice a través de la clase social de origen, sino que se desarrolle directa y abiertamente, sin más limitaciones que la pertenencia a la propia sociedad y las aptitudes* personales.

En su dimensión profesional, la promoción social aspira, por un lado, a que cada hombre dentro de su profesión pueda llegar a los puestos más altos; y, por otro, a facilitar el paso de una profesión a otra, posibilitando que el hombre alcance la más acorde con su vocación y aptitudes.

5. La justa distribución de las riquezas

Por lo general el hombre pretende mejores condiciones de vida, a través de una retribución suficiente de su trabajo para satisfacer sus necesidades y aspiraciones.

La retribución del trabajo debe comprender dos aspectos: la aportación del trabajo a la empresa (que devenga un salario) y la aportación, a través de ese trabajo, a la construcción de la sociedad. Es decir, el trabajador, en este segundo aspecto, no sólo crea riqueza sino que también está contribuyendo eficazmente a la conformación de una sociedad más perfecta.

Por otra parte, el Estado, a través de los impuestos, del sistema tributario, y la prestación de servicios públicos, como la Seguridad Social, tiende a nivelar económicamente a los ciudadanos, protegiendo a los más débiles, realizando con ello una redistribución de las riquezas. Un sistema tributario que pretenda ser un eficaz instrumento de la redistribución de la riqueza no ha de ser igual para todos, sino proporcional a la riqueza de cada uno: los que tienen más, que paguen más impuestos.

Así mismo, ha de ser considerada como un aspecto de la justa distribución de las riquezas la intervención del Estado en la regulación de las condiciones del trabajo: salario mínimo, jornada de trabajo, vacaciones, etcétera.

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VIII Justicia social española

1. Justicia e igualdad.—2. Igualdad de oportunidades.— 3. Promoción social.—4. Justa distribución de la riqueza.

1. Justicia e igualdad

Vamos a considerar algunos de los aspectos más destacables de la justicia e igualdad social según aparecen en el momento actual de la realidad española.

En el preámbulo del Fuero del Trabajo, una de nuestras Leyes Fundamentales, aparece ya claramente esta preocupación por la justicia social: «La voluntad de poner la riqueza al servicio del pueblo español».

Y la igualdad está también expresamente definida dentro del campo de lo social al declarar: «El trabajo, como deber social, será exigido inexcusablemente, en cualquiera de sus formas, a todos los españoles no impedidos (Fuero del Trabajo, c. 1.5).

Esta igualdad y justicia sociales no sólo figuran como aspiraciones o principios generales en nuestras Leyes Fundamentales, sino que en ellas mismas se determinan ya los medios concretos para conseguir su realización práctica. Así, en el mismo Fuero del Trabajo se establece: «A través del Sindicato, el Estado cuidará de conocer si las condiciones económicas y de todo orden en que se realiza el trabajo son las que en justicia corresponden al trabajador» (F. T. III 5).

La misión del Sindicato español de velar por la implantación de la justicia e igualdad social exige de éste un constante perfeccionamiento para poder desempeñar mejor esta tarea, procurando ser cada vez más auténticamente representativo y eficaz. >En este sentido, el sindicato deberá exigir del gobierno la adecuación constante de los salarios al coste de la vida.

No sólo corresponde al sindicato velar por la justicia social. También en el Fuero del Trabajo se establece la creación de un órgano especial con dicho cometido: «Se creará una nueva Magistratura del Trabajo, con sujeción al principio de que esta función de justicia corresponde al Estado» (c. VII).

Por último, en los Principios del Movimiento Nacional, que constituyen la síntesis fundamental de las aspiraciones y directrices de nuestro sistema político y de su Constitución, se hace constar taxativamente: «El ideal cristiano de la justicia social reflejado en el Fuero del Trabajo, inspirará la política y las leyes» (Principio IX).

Y, más expresamente, en el Principio XI, al tratar de los elementos que constituyen la empresa (hombres y medios) se establece: «Las relaciones entre los elementos de aquella (la empresa) deben basarse en la justicia y en la recíproca lealtad, y los valores económicos estarán subordinados a los de orden humano y social».

Cómo se llevan a cabo en la práctica estos principios, aplicados a diferentes campos concretos, es lo que se va a tratar a continuación desde tres aspectos: la igualdad de oportunidades, la promoción social y la justa distribución de la riqueza.

2. Igualdad de oportunidades

El principio de igualdad de oportunidades tiene sus dos campos de acción más importante en lo laboral y en lo cultural.

En el campo laboral

«Todos los españoles tienen derecho al trabajo», declara el capítulo VIII del Fuero de los Españoles. En la actualidad diversas instituciones y medios tienen como misión asegurar el cumplimiento de esta declaración. Entre ellas podemos citar: primero, las oficinas de colocación

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sindical, que tienen como misión poner a disposición de los trabajadores aquellos puestos vacantes que estén de acuerdo con sus aptitudes'* profesionales; segundo, cuando no existan puestos de trabajo suficientes el Estado promueve la creación de nuevos puestos, bien asumiendo directamente una actividad productiva (Instituto Nacional de Industria, planes de obras públicas), bien estimulando la iniciativa privada por medio de concesión de beneficios especiales (Polos de Desarrollo, zonas de localización preferente, actividades primadas, etc.); por último, cuando no es posible la creación de nuevos puestos, el Estado garantiza una retribución a los trabajadores en paro a través de un subsidio*: el subsidio de paro.

En cuanto a la igualdad en las condiciones del trabajo se establece: «El Estado se compromete a ejercer una acción constante y eficaz en defensa del trabajador, su vida y su trabajo. Limitará convenientemente la duración de la jornada para que no sea excesiva y otorgará al trabajo toda suerte de garantía de orden defensivo y humanitario» (F. T. II. 1).

Para garantizar la igualdad en las relaciones laborales, el Estado, en cumplimiento de los principios formulados, tiene establecido, entre otros, los siguientes medios:

a) Establecer las condiciones mínimas laborables, a través de la Ley del Contrato de Trabajo y las reglamentaciones laborales, que exige la igualdad de las partes contratantes.

b) En la Ley de Convenios Colectivos el Estado promueve la igualdad de trabajadores y empresarios para la negociación de mejoras por encima de las condiciones mínimas, llegando incluso, cuando la negociación no concluye satisfactoriamente para ambas partes, a imponer una norma obligatoria, llamada norma de obligado cumplimiento.

c) Así la Magistratura del Trabajo es órgano independiente para resolver las controversias específicamente laborales.

d) La Inspección del Ministerio de Trabajo para velar por el cumplimiento de las normas laborales y contractuales, entre otros aspectos.

e) Como conclusión de esta igualdad en las relaciones laborales el Estado establece la seguridad y continuidad en el trabajo, impidiendo el despido injusto (F. T. III. 6).

El Estado, velando por el descanso como una de las condiciones fundamentales de todo trabajador como hombre, establece: «Todo trabajador tendrá derecho a unas vacaciones anuales retribuidas para proporcionarle un merecido reposo, organizándose al efecto las instituciones que aseguran el mejor cumplimiento de ésta disposición.»

También en los apartado 1 y 2 del mismo capítulo se establece la limitación de la duración de la jornada laboral y el descanso semanal. Para procurar la calidad del descanso de los trabajadores el mismo Estado ha creado instituciones que promueven el turismo social y el empleo del tiempo libre, como la Obra Sindical de Educación y Descanso.

Otro de los logros de nuestra Constitución es el haber perfeccionado el papel de la seguridad social de los trabajadores: «El Estado español garantiza a los trabajadores la seguridad y amparo en el infortunio y les reconoce el derecho a la asistencia en los casos de vejez, muerte, enfermedad, maternidad, accidente de trabajo, invalidez, paro forzoso y demás riesgos que puedan ser objeto de seguro social» (F. E. 28).

El Instituto Nacional de Previsión, los Montepíos y Mutualidades, entre otras, son instituciones que tienen encomendadas la cobertura de los riesgos sociales. Entre estos riesgos se encuentran especialmente desarrollados los de asistencia médica y farmacéutica (Seguro de Enfermedad), jubilación e invalidez (subsidios), atenciones a la familia del trabajador (orfandad, viudedad y ayuda familiar).

En el campo cultural

En el campo cultural la igualdad de oportunidades también constituye una preocupación de nuestras Leyes Fundamentales.

«Todos los españoles tienen derecho a recibir educación e instrucción. El Estado velará para que ningún talento se malogre por falta de medios económicos» (F. E. 5.°). «Todos los

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españoles tienen derecho a una educación general y profesional, que nunca podrá dejar de recibirse por falta de oportunidades para el acceso a la cultura» (L. P. M. N. IX).

En este sentido está clarísima la línea de la nueva Ley General de Educación que establece la obligatoriedad y gratuidad de la enseñanza en los niveles de la Educación General Básica y la Formación Profesional de primer grado, previéndose incluso la extensión de la gratuidad a los restantes niveles educativos.

El sistema de becas, ayudas y subvenciones para el estudio de todos aquellos que carezcan de medios económicos, se lleva a cabo a través de diversos cauces. El más importante de ellos es el Patronato de Igualdad de Oportunidades (P.I.O.) que anualmente convoca concursos para la concesión de estas ayudas. Como último logro se encuentra, en la convocatoria para el curso escolar 1974/75, establecer para la continuidad en el disfrute de la beca las mismas condiciones académicas que a los demás alumnos para la continuidad en sus estudios. Junto a la actuación del Patronato de Igualdad de Oportunidades, cabe destacar la del Seguro Escolar, Organización Sindical, Mutualidades Laborales y de Funcionarios de las distintas Delegaciones del Movimiento, etc.

3. Promoción social

La eficaz aplicación del principio de igualdad de oportunidades, colocó a España bajo el signo de la promoción social. Ciertamente, una vez sobrepasada la etapa de reconstrucción nacional, el nuevo Estado del Movimiento Nacional se fijó como meta de su política social la elevación del nivel cultural de los trabajadores y de sus hijos, y la mejora de su bienestar personal, familiar y social.

Los postulados de la promoción social, elevación del nivel de vida del trabajador, el acceso a la propiedad, la capacitación y educación técnica del productor, se establecen en el Fuero del Trabajo (III. 3.° y V. 2.°) y en el Fuero de los Españoles (artículo 31).

Las realizaciones españolas llevadas a cabo en esta materia son múltiples. Entre ellas vamos a destacar las más importantes:

a) El acceso a la propiedad se realiza a través de la difusión de la propiedad del hogar familiar, mediante la política de construcción y protección oficial a la vivienda realizada por el Instituto Nacional de la Vivienda. La protección al patrimonio familiar que es inembargable. La política de acceso a la propiedad de la tierra de aquellos que la cultivan por medio de los planes de colonización; la protección a los cultivadores directos de la tierra para llegar a ser sus propietarios. Las facilidades para adquirir cualquier forma de propiedad a través de los créditos o préstamos oficiales.

b) La participación en la gestión de la empresa es otro principio establecido en nuestras leyes laborales que tuvo su primer expresión en el Fuero del Trabajo. Los trabajadores habrán de estar informados por la Empresa de la marcha de la producción (F. T. III. 7).

c) Las Universidades Laborales, dependientes del Ministerio de Trabajo, constituyen un servicio de promoción social, pues su razón de ser es proporcionar y garantizar a los trabajadores y a sus hijos la participación en la cultura, y, con ello, la participación en el desarrollo político, en el desarrollo económico y en el desarrollo social.

d) Las becas-salario, aportación generosa de la Seguridad Social a la promoción integral, constituyen una ayuda que cubre no sólo los gastos derivados de la educación, sino también supone el pago de la equivalencia de un salario que el beneficiario no puede aportar a su familia.

e) La formación y promoción profesional del trabajador se realiza por el Programa de Promoción Profesional Obrera (P.P.O.), facilitando el perfeccionamiento profesional del trabajador que exige las nuevas técnicas y conocimientos, así como el acceso a las nuevas profesiones que requiere la sociedad de nuestros días y las ansias de promoción social de nuestros trabajadores.

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f) La educación permanente de adultos ofrece a éstos la oportunidad de seguir estudios equivalentes a los contenidos de los diversos niveles educativos: así la posibilidad de obtener el Título de Graduado Escolar o, en su defecto, el Certificado de Escolaridad para los mayores de 14 años; la obtención del Título de Formación Profesional de primer grado, para los mayores de 18 años; y el acceso a la Universidad de los mayores de 25.años que no posean la titulación exigida para el ingreso en la misma. La modalidad de los estudios nocturnos y las enseñanzas a distancia son otros tantos medios de la educación permanente, que pone al alcance de los españoles que desean promocionarse por el estudio la posibilidad de realizar sus aspiraciones sin tener que dejar su trabajo.

g) El Servicio de Extensión Agraria, dependiente del Ministerio de Agricultura, atiende a la formación y promoción profesional de nuestros agricultores por medio de los Planteles de Extensión Agraria y los cursos que realiza de actualización y orientación de técnicas de explotaciones agrarias.

h) La Delegación Nacional de la Juventud, con sus cursos de Formación Social o Misiones Culturales, cubre la formación de los jóvenes españoles que tempranamente se incorporan a los puestos de trabajo y abandonan los centros docentes. A través de ellos, nuestros jóvenes adquieren una serie de conocimientos y actitudes necesarios para ser auténticos protagonistas en el mundo laboral. En análogo sentido, y respecto a la mujer española, la Sección Femenina del Movimiento monta sus cursos y cátedras.

i) La formación y promoción profesional de los españoles tiene también su campo de acción dentro del Ejército español. En él, nuestros jóvenes que se incorporan a la vida militar durante un cierto tiempo, tienen la posibilidad de adquirir unos conocimientos profesionales en los cursos de especialistas del ejército, que tienen su equivalencia en la vida civil. Así como en otro tipo de cursos profesionales que nuestras Fuerzas Armadas montan en colaboración con otros Organismos en beneficio de nuestro jóvenes.

4. Justa distribución de la riqueza

Ya vimos como el nuevo Estado español, desde sus orígenes, se propuso como meta la mejora del bienestar de todos los españoles. Esta aspiración supone, en última instancia, realizar la distribución de las riquezas nacionales de acuerdo con las exigencias de los postulados de la justicia social.

Las riquezas, los beneficios económicos, tienen una dimensión social indiscutible que el Estado español no ignora y su justa distribución entre los miembros de la sociedad es una de las primeras tareas de nuestro Estado.

En esta línea el principio IX de la Ley de Principios del Movimiento Nacional señala inequívocamente: «Todos los españoles tienen derecho a una equitativa distribución de la renta nacional* y de las cargas fiscales.» Se pone el acento en los dos aspectos más importantes, primero, la justa distribución de las riquezas nacionales entre todos los españoles y, segundo, la distribución equitativa de las cargas fiscales.

En efecto, por el sólo hecho de vivir en sociedad, estamos obligados a dar lo que debemos, es decir, cuanto podamos dar, para que la sociedad asegure así a cada uno de sus miembros el máximo bienestar que le permita vivir su vida con toda dignidad.

En nuestro país el camino del impuesto progresivo se ha establecido a través del impuesto general sobre las rentas de las personas físicas, que viene a convertirse en la suma de todos los impuestos (entre otros el de rendimiento del trabajo personal), y grava más intensamente a quienes más rentas o ingresos poseen.

También está prevista la participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa: «El beneficio de la empresa, atendiendo un justo interés del capital, se aplicará con preferencia a la formación de las reservas necesarias para su estabilidad, al perfeccionamiento de la producción y al mejoramiento de las condiciones de trabajo y vida de los trabajadores». (F. T. VIII. 4).

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Los cauces efectivos de la participación en los beneficios de la empresa los constituyen los Jurados de Empresas, creados en 1947; las empresas cooperativas y la nueva experiencia social que son las Sociedades Anónimas Laborales.

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La actividad económica IX. La producción

X. Factores de la producción

XI. La empresa

XII. Sectores y magnitudes económicas

XIII. La actividad económica en España

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IX La producción

1. La actividad económica.—2. Bienes y necesidades.—3. Bienes libres y bienes económicos.—4. El orden de los bienes.— 5. Producción y oferta.—El mercado.

1. La actividad económica

La actividad económica no es un mundo reservado a los hombres de empresa o a los economistas. Todos realizamos actividades que tienen mucho que ver con la economía. Tanto, que son la economía misma.

Elijamos como ejemplo una actividad cualquiera de las que habitual-mente realizamos: ir al cine. Tomamos la decisión de ir al cine porque suponemos que nos va a gustar la película, porque nos merecen confianza los protagonistas o porque alguien nos ha convencido de que es buena.

Pero hay otro aspecto de esta actividad que no podemos ignorar: hemos tenido que pagar en la taquilla, y este aspecto ha tenido su importancia en la elección del local (no cuesta lo mismo un cine que otro), en la elección de la localidad y en la renuncia a otras posibles actividades.

Pues bien, este aspecto tan corriente del pago por un servicio con la renuncia a otras actividades constituye la actividad económica, que, en definitiva, se reduce a alcanzar unos fines con medios limitados.

La limitación es el verdadero determinante de la actividad económica. No es necesario que intervenga el dinero; lo fundamental es que los medios que se utilizan son limitados, escasos.

2. Bienes y necesidades

Bien, en economía, es todo aquello que posee las propiedades de ser apto para satisfacer, directa o indirectamente, una necesidad humana.

¿Y qué es una necesidad? La palabra necesidad nos trae inmediatamente a la imaginación la idea de algo preciso, indispensable, idea totalmente correcta y amparada por la autoridad de la Academia de la Lengua. Sin embargo, en términos económicos, su sentido es mucho más amplio. Cuando tenemos que viajar de un lugar a otro, decimos que tenemos necesidad del transporte, aunque realicemos el viaje por gusto. Cuando nuestro traje está deslucido y queremos cambiarlo decimos que tenemos necesidad de un traje. En economía se llama necesidad al deseo de tener algo que uno cree que le hace falta. De este modo surge la demanda*.

3. Bienes libres y bienes económicos

Definidos los bienes y las necesidades, resulta que hay unos bienes libres, como el aire, cuya gran abundancia, para satisfacer la necesidad de respirar, los deja fuera del campo de la economía. Otros bienes, como los diamantes, son escasos para satisfacer las necesidades, estos bienes se llaman escasos o económicos.

Bienes escasos, bienes limitados y bienes económicos son expresiones equivalentes.

Claro que el aire y los diamantes son dos ejemplos extremos. Entre uno y otros existen una gran multitud de bienes, Además, la escasez y la libertad de los bienes son relativas. Por ejemplo, la arena es libre en los desiertos, pero escasa en las ciudades.

4. El orden de los bienes

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El hombre satisface sus necesidades con bienes. Si estos son bienes libres no tiene porque preocuparse en producirlos ni en adquirirlos. Pero, frecuentemente, los bienes son escasos. El hombre no dispone de ellos en el lugar, la forma o el instante en que los necesita. Tiene que transformarlos.

Las transformaciones que se efectúan de los bienes no suponen necesariamente una modificación de las propiedades de las cosas.

Entre otras, se efectúan las siguientes transformaciones:

a) Cambio en las propiedades o en la forma de los bienes. Así, la conversión del hilo en tejido.

b) Desplazamiento del bien. Este, que se encuentra alejado del consumidor, en otra ciudad, nación o continente, e incluso dentro de la misma ciudad, es llevado a dicho consumidor por algún medio. Es lo que se llama transporte.

c) Selección. Por ejemplo, se separan diversos tipos de naranjas o de minerales, para distintos consumidores.

d) Conservación. En determinados casos, el bien se encuentra precisamente en la misma situación geográfica que la necesidad, pero esta no se ha producido aún, por lo cual el bien se debe conservar. Es el caso de las cámaras para conservar huevos, carne, pescado o verduras. Es el caso también de toda clase de almacenes en que se guardan mercancías para atender futuras necesidades. A esto se llama transporte en el tiempo.

En el tráfico de bienes se encuentran algunos que ya están dispuestos para satisfacer de inmediato una necesidad, unos pueden ser directamente consumidos, en tanto que otros deben ser sometidos a un gran número de transformaciones para que puedan ser consumidos.

La ciencia económica ha clasificado los bienes según el número de transformaciones necesarias para que puedan satisfacer determinadas necesidades :

Bienes de primer orden: Los que ya están dispuestos para satisfacer directamente una necesidad. El pan para comer, el reloj para saber la hora, el automóvil para viajar.

Bienes de segundo orden: Son los que necesitan una transformación para convertirse en bienes de primer orden. La harina para producir pan, el metal para el reloj, la chapa de acero para el automóvil.

Bienes de tercer orden: Son los que con una transformación se convierten en bienes de segundo orden. El trigo para la harina, el mineral para el metal, el acero en lingotes para la chapa.

Bienes de orden «n»: En general, se llaman bienes de orden «n» aquellos que sirven para obtener bienes de orden n-1.

Es interesante destacar que un mismo bien puede ser de uno u otro orden según el proceso de producción en que está incluido. Así, el azúcar que, expendida en un comercio de comestibles es un bien de primer orden, pasa a ser de segundo orden en una pastelería.

La producción es la transformación de un bien cualquiera en otro de orden inferior.

Algunos procesos de producción requieren una sola transformación y otros necesitan múltiples transformaciones. Su objetivo es siempre el mismo : acercar los bienes al consumidor.

5. Producción y oferta

La producción es la transformación de bienes con el fin de adecuarlos a la satisfacción de las necesidades de la sociedad.

La producción tiene como meta final la oferta*. Se produce para ofrecer y se ofrece lo que se ha producido.

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La oferta es la cantidad de mercancía que se encuentra dispuesta para la venta a un determinado precio y se realiza con todos los bienes de producción existentes sea cual fuere su tipo de orden: primario, secundario, etcétera.

La suma de todo lo obtenido por una rama de la producción es lo que se denomina oferta de ese sector y que afluye al mercado.

Los principales elementos de la oferta son la necesidad monetaria del vendedor, la utilidad de la moneda, el coste de la producción, la competencia de los compradores, etc.

Hay tres clases de oferta: elástica, rígida y conjunta.

Elástica: Cuando una pequeña variación en el precio ocasiona una variación relativamente grande en el oferta.

Rígida: Cuando el aumento o disminución en el precio de un artículo causa poca variación en la oferta.

Conjunta: A la de aquellos artículos que se producen en un solo proceso y que no pueden sostenerse separadamente. Ejemplos, el cordero y la lana, el trigo y la paja, etc.

6. El mercado

Mercado en sentido físico es el lugar donde vendedores y compradores se reúnen para intercambiar bienes o servicios.

Mercado en concepto amplio es el acto de poner en relación la oferta y la demanda de bienes económicos sin necesidad de que las partes contratantes se encuentren físicamente presentes. Los comerciantes pueden hallarse repartidos en el ámbito de una población, región o país y aún así constituir mercado ya sea mediante ferias, reuniones, publicación de listas de precios, exposiciones, etc.

Los requisitos para que exista mercado son: bienes, precios, vendedores y compradores.

Los elementos más importantes que pueden considerarse en el mercado son los siguientes:

Las relaciones externas del mercado. Cuando el mercado es autónomo, por esta característica de la autonomía surge la libertad de cambio. Es lo que se denomina mercado libre. Por el contrario, cuando un factor extraño al mercado impone en las transacciones cantidades, precios o ambas cosas a la vez, no existe el principio de libertad de cambio y entonces el mercado se denomina regulado o intervenido.

La contextura interna del mercado. Es probable que la estructura del mercado permita que todos los sujetos se pongan en estrecha relación de modo que cada comprador conozca todas las propuestas de todos los vendedores y que cada vendedor conozca todas las propuestas de los compradores. En este caso el mercado posee la propiedad de transparencia y se rige por el principio de unidad de precio. En el caso de que falte dicha transparencia se dice que el mercado presenta fricciones o rozamientos.

Los elementos reales del mercado. Cuando las propiedades de las mercancías están perfectamente definidas y delimitadas, de modo que en ella no se establezcan diferencias, el mercado posee la propiedad de la homogeneidad de la mercancía, y por ello se denomina mercado perfecto. Cuando no existe tal uniformidad el mercado se ll«ma imperfecto.

Elementos personales en cuanto a los sujetos integrantes del mercado. Si cada sujeto considera el precio como independiente de su actuación y opina que dicho precio se forma por la acción conjunta de las fuerzas que concurren en el mercado, sin que ningún sujeto pueda modificar dicho precio, en este supuesto rige el principio de independencia del precio y el mercado se llama normal. Sin embargo, en el caso de que un sujeto pueda actuar sobre el precio o el volumen de transacciones no existe tal principio y el mercado se llama forzado.

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Cabe destacar que el mercado es el factor fundamental de la formación del precio. La uniformidad y el conocimiento de los precios varían con la rapidez de los medios de comunicación y transporte, la extensión del mercado y la clase de mercancía.

Modernamente se entiende que no sólo la oferta y la demanda determinan el nivel del precio sino que éste, a su vez, determina la cuantía de la oferta y la demanda.

El precio sufre variaciones por múltiples motivos: valor de la moneda, impuestos, mala cosecha, distinto coste de producción, diferente servicio de transporte, carestía de materias primas, conflictos internacionales...

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X Factores de la producción

1. Factores originarios de la producción.—2. El trabajo.— 3. La tierra o naturaleza.—4. £1 capital, factor derivado de la producción.—5. La empresa.

1. Factores originarios de la producción

Un bien cualquiera de primer orden, por ejemplo, el pan, ha sido obtenido con bienes de segundo orden: la harina, el horno, las herramientas, el trabajo del panadero, etc.

Podríamos analizar cada uno de los bienes de segundo orden mencionados para averiguar con qué bienes de tercer orden han sido producidos. Elijamos uno, la harina. Podemos observar en seguida que la harina ha sido producida con los bienes de tercer orden: el trigo, el molino, el trabajo del molinero, etc.

Volviendo al origen de estos bienes de tercer orden, por ejemplo, el trigo, observamos que ha sido producido con bienes de cuarto orden: las semillas, el abono, la maquinaria agrícola, el trabajo del agricultor, la tierra, etc.

Siempre que se asciende en el orden de los bienes, acaba uno por encontrarse al trabajo y a la tierra, bienes que no han sido producidos por la mano del hombre y que se denominan factores originarios de la producción, ya que ellos son el origen de la producción.

2. El trabajo

Directa o indirectamente, el hombre está presente en todo proceso de producción. Su intervención, ya sea con la utilización de la fuerza física, ya por la aplicación de su capacidad mental, es el trabajo. El trabajo es pues, el primer factor de la producción y el factor más importante, por múltiples razones.

El trabajo es toda actividad del hombre voluntariamente prestada y aplicada al mundo exterior con vistas a su realización personal y a la producción de bienes para la sociedad. El hombre, en compensación de la prestación de su trabajo, recibe una remuneración, generalmente denominada salario. Según las ocasiones o la forma particular del trabajo, recibe también los nombres de sueldo, honorarios, prima, semanada o jornal.

Cuando manejamos el bolígrafo, tomamos un bocadillo o vamos al cine, si nos detenemos a pensar podemos fácilmente comprender que en la producción de los bienes que estamos consumiendo o utilizando se encuentra incorporada una gran cantidad de trabajo procedente de los lugares más insospechados del globo. Este trabajo se ha incorporado unas veces directamente en el mismo bien y otras veces en la maquinaria necesaria para su producción. La vida económica actual no sería posible sin una división mundial del trabajo y un intercambio cada vez más amplio de los productos fruto del trabajo humano.

3. La tierra o naturaleza

Es el segundo de los factores originarios de la producción. Recibe indistintamente ambos nombres: tierra o naturaleza. Está constituida por todos aquellos bienes que se encuentran en el universo sin haber sido producidos por la mano del hombre.

La tierra de labor (haciendo abstracción de las transformaciones efectuadas por el hombre), los ríos, manantiales, el mar, la pesca, la caza, el aire (en calma o en movimiento), son formas del factor tierra.

La historia y las transacciones económicas entre los hombres han determinado que exista un derecho de propiedad sobre la tierra que, en gran parte, tiene hoy sus propietarios. Estos

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propietarios de la tierra perciben por el uso de este factor de la producción un beneficio que se llama renta* de la tierra.

A su vez, los factores que integran la formación de las rentas son:

— Retribución del trabajo.

— Interés del capital.

— Beneficio del empresario.

4. El capital, factor derivado de la producción

Uno de los conceptos más equívocos que se emplean en la economía es el de capital. La idea de capital es distinta para cada persona. Según el concepto más vulgar, el capital está constituido por un gran patrimonio o conjunto de propiedades. Nadie ha determinado el límite, pero casi todo el mundo tiene una idea sobre qué cantidad constituye ya un capital para un hombre cualquiera. Para otros, el capital es una masa de dinero.

Sin perjuicio de que más tarde tengamos que detenernos en desmenuzar el concepto, parece oportuno afirmar aquí que ninguna de las creencias expuestas más arriba es económicamente satisfactoria. La definición más generalmente admitida en la ciencia económica considera al capital como el conjunto de bienes producidos que sirven para producir. De ahí la denominación bienes de capital.

Se puede ver que esta definición excluye inmediatamente dos grandes grupos de bienes: los de primer y último orden. En efecto, los bienes de último orden o factores originarios de la producción no son capital porque no han sido producidos sino que son el origen de toda la producción. Los bienes de primer orden no son capital porque no sirven para producir sino para consumir.

Quedan clasificados, pues, como bienes de capital o capital a secas, los bienes comprendidos entre el segundo y penúltimo orden, ambos inclusive.

En un principio el hombre primitivo obtuvo los frutos de la tierra para su consumo directo. Cuando éste fabricó un instrumento de trabajo que no estaba destinado para su consumo directo, sino para obtener con una facilidad los bienes de consumo, dio lugar a la aparición del primer bien de capital.

En adelante, sirviéndose de ese bien de capital el hombre pudo, con su trabajo, hacer cada vez más productiva la tierra obteniendo bienes de capital cada vez más complicados y útiles. Por tal motivo, al capital se denomina factor derivado de la producción, ya que es una derivación de la unión de la tierra con el trabajo. El beneficio que se percibe de este bien de capital se llama interés.

5. La empresa

Naturalmente el trabajo, la tierra y el capital producen los bienes pero existe otro factor de gran importancia en la producción: la empresa. La empresa es un factor de la producción cuyo cometido consiste en la combinación del trabajo, la tierra y el capital para la producción de los bienes necesarios a la sociedad.

La empresa necesita para funcionar de los tres factores: trabajo, tierra y capital. De estos factores, la tierra y el capital son útiles, se utilizan para producir. Pero el otro factor, el trabajo, tiene una característica especial: nace de la capacidad del hombre y éste no es útil, es digno, precisamente, por ser hombre. Por consiguiente la tierra y el capital son elementos inertes en la empresa y los hombres que participan en la misma con su trabajo elementos vivos constituyentes de una comunidad.

Dentro de la actividad económica, cada empresa se mueve como una unidad que participa en el mercado, comprando bienes para producir otros. En esta unidad conviven los hombres

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que la constituyen. Por otra parte, la existencia de esta unidad es consecuencia de la misma naturaleza humana que la requiere para la producción de los bienes que necesita para la realización de su trabajo. Por ello, sin que deje de ser cierta la definición anterior, se la puede mejorar con la siguiente: La empresa es una unidad de convivencia en cuyo seno el hombre proyecta su trabajo sobre el capital y la tierra para la producción de los bienes necesarios a la sociedad.

La empresa adquiere en el mercado los productos que necesita. Abona, entre otros gastos, el interés del capital y el salario del trabajo. Vende los bienes producidos. La diferencia que queda es la renta de la empresa que se llama beneficio. Cuando las cosas van mal y los gastos son mayores que los ingresos, en lugar de beneficio existe una pérdida. Es decir, que la renta del empresario puede ser positiva o negativa, mayor o menor según haya sido su acierto en combinar los factores de la producción.

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XI La empresa

1. La división del trabajo.—2. La dimensión de la empresa. 3. La titularidad de la empresa.

1. La división del trabajo

Desde los tiempos primitivos el hombre ha ido descubriendo incesantemente nuevas modalidades en cada tipo de trabajo y se ha especializado en ellas.

Esta especialización se ha ido acentuando y se ha operado así el fenómeno de la división del trabajo, al que el economista Smoller califica como «el fenómeno de mayor trascendencia en la vida social».

De tal modo se ha dividido el trabajo que, a veces, se ha llegado a operaciones tan simples que puede realizarlas una máquina. De esta forma, la máquina ha ido sustituyendo al hombre en los trabajos más elementales, llegando a la situación actual en que, gracias a la introducción sucesiva e incesante de las máquinas el hombre ha llegado a producir infinidad de veces más productos de los que hubiera podido producir sin ellas.

La división del trabajo mejora la calidad, cantidad y precio de los bienes producidos, aumenta las posibilidades económicas de los trabajadores, permite la sustitución del trabajo por las máquinas en las tareas más duras y elementales y permite la dedicación del hombre a las tareas superiores del espíritu.

La división del trabajo lleva consigo las siguientes ventajas:

a) Economía de tiempo.

b) Economía de capital.

c) Se pueden asignar las tareas a los mejores dotados con lo cual aumenta el rendimiento.

d) La tarea es más fácil porque disminuyen los tiempos de aprendizaje.

e) Al ser simplificada la tarea, ésta puede ser hecha mediante máquinas.

2. La dimensión de la empresa

Debido a la especialización del trabajo, las empresas se hacen cada vez más grandes, con lo que su dimensión * aumenta. A medida que aumenta la dimensión van disminuyendo los costes, por lo que estas empresas pueden vender más barato o bien pueden mejorar la calidad sin aumento de los precios. Ahora bien, las empresas pequeñas no pueden competir con las grandes en calidad y precios. Y este proceso va eliminando a las pequeñas empresas del mercado.

Sin embargo, existen unos límites al crecimiento de las empresas, que son distintos según la actividad económica a que se dediquen. Esto es debido a que, al aumentar la dimensión y el número de trabajadores, aumentan también los problemas de organización y control, llegándose a un punto en que su coste es mayor que los beneficios obtenidos por el aumento de la dimensión.

Se llama dimensión mínima de la empresa aquella por debajo de la cual sólo se producirán pérdidas.

Se llama dimensión máxima de la empresa aquella por encima de la cual no puede crecer sin experimentar pérdidas.

Por consiguiente hay una dimensión mínima y una dimensión máxima para cada tipo de actividad económica y estas dimensiones varían con el tiempo, a medida que se aplican nuevos procedimientos técnicos. Las empresas que tengan una dimensión superior a la mínima

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e inferior a la máxima, tendrán seguramente beneficios si no hay otras circunstancias que lo varíen como la mala organización o deficiente gestión de la empresa, la falta de productividad*, etc. En estas condiciones, los menores beneficios se producirán en las que tengan justamente las dimensiones máxima o mínima. Y en el intervalo de esa mínima-máxima habrá una dimensión que produzca los máximos beneficios posibles. Es la dimensión óptima.

Se llama dimensión óptima de la empresa aquella por encima y por debajo de la cual descienden los beneficios.

3. La titularidad de la empresa

La empresa combina los factores de la producción, pero ¿quién es el titular de la empresa? Preguntar quien es el titular de la empresa es lo mismo que preguntar quien es el empresario, es decir, el responsable de combinar esos factores y el que, en última instancia, va a tener un beneficio si se han combinado bien o una pérdida en caso contrario.

Las formas más comunes que en la actualidad tiene la titularidad de la empresa son las siguientes:

a) Empresario individual

Es aquel que gestiona por su cuenta la empresa, percibiendo los beneficios y respondiendo con su patrimonio* personal de las pérdidas.

b) Sociedad mercantil

Es un grupo de personas que gestionan colectivamente la empresa, distribuyéndose los beneficios o las pérdidas proporcionalmente a la cantidad de dinero invertida por cada uno de ellos. Para poder hacer efectiva la gestión, los socios eligen un consejo de administración. El sistema para elegirlo es la votación, siendo los votos proporcionados a la participación de cada socio en el capital de la sociedad. Este consejo de administración suele designar una persona, llamada gerente, que dirige la empresa por cuenta y riesgo de sus socios.

Los tipos más corrientes de sociedades mercantiles son:

Sociedad regular colectiva (S.R.C.), en la que los socios responden con todo su patrimonio de las pérdidas que pueda experimentar la empresa.

Sociedad de responsabilidad limitada (S.R.L. o S.L.), en la que los socios sólo responden de las pérdidas hasta el límite de capital convenido al constituir la sociedad.

Sociedad anónima (S.A.), en la que los socios, además de responder de las pérdidas sólo hasta el límite de su participación en la sociedad, expresada en unos títulos llamados acciones, pueden vender libremente estas acciones a cualquier persona.

c) Sociedad cooperativa

Es un grupo de personas que gestionan colectivamente una empresa de la cual son usuarios, distribuyéndose los beneficios o las pérdidas en proporción al uso que hayan hecho de la empresa.

En la sociedad cooperativa, llamada también simplemente cooperativa, los socios eligen a una junta rectora por el principio de «un hombre, un voto». Ésta junta rectora tiene funciones similares a las del consejo de administración de las sociedades mercantiles y suele también designar una persona llamada director o gerente, que dirige la empresa por cuenta y riesgo de los socios, también llamados cooperadores o cooperativistas.

Los tipos más corrientes de cooperativas son los siguientes:

Cooperativas de consumo. Son agrupaciones de consumidores que se reúnen para crear un establecimiento que suministra bienes de consumo a los propios socios. Se reparten los posibles beneficios entre ellos mismos en proporción a los bienes consumidos. De esta manera, los consumidores compran a bajo precio, ya que no existe el beneficio mercantil de los intermediarios.

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Cooperativas del campo. Son agrupaciones de agricultores y ganaderos que se reúnen para hacer una empresa que transforme los productos de sus tierras. Esta empresa puede ser una bodega para los viticultores, una azucarera para los remolacheros, una central lechera o matadero para los ganaderos, etc. Se reparten los beneficios en proporción a los productos suministrados por los socios a la cooperativa. De este modo, los agricultores y ganaderos pueden obtener los mejores precios posibles para sus productos, ya que tampoco existe el beneficio mercantil.

Cooperativas de trabajo asociado. Son agrupaciones de trabajadores que se reúnen para hacer una empresa a la que aportan su trabajo. Los beneficios se distribuyen proporcionalmen-te al trabajo efectuado. Así los trabajadores cobran su trabajo en las mejores condiciones posibles, ya que no existe beneficio para un empresario ajeno. Por otra parte, al ser los titulares de su empresa se encuentran más identificados con ella y acatan con más facilidad la autoridad de la junta rectora que ha sido elegida por ellos mismos.

Cooperativas juveniles y escolares. Son agrupaciones de jóvenes que se reúnen para hacer una empresa que les presta un servicio, como el de suministro de material escolar o deportivo o la realización de tareas comunes. También obtienen, como en el caso de las cooperativas de consumo, una economía en la adquisición del material al repartirse los beneficios en proporción a los artículos adquiridos. Otra finalidad de estas cooperativas es la adquisición por los jóvenes de hábitos democráticos y cooperativos.

d) Empresa pública

Es aquella en que el empresario es un ente público, como el Estado, la Diputación o el Municipio. Sus beneficios constituyen un ingreso de la colectividad, como si fuera un impuesto. Las pérdidas son también abonadas por toda la colectividad. A veces puede interesar a la colectividad que la empresa pública venda sus bienes más baratos aunque tenga pérdidas, como ocurre casi siempre en el caso de los transportes. Otras veces, por el contrario, interesa que produzca muchos beneficios monetarios para la colectividad, cumpliéndose con ello dos fines: que existan más ingresos para el Estado a la vez que disminuye el consumo de algunos artículos, por resultar más caros. Esto suele ocurrir en el caso del tabaco y la gasolina.

El fin de la empresa pública no es la obtención de un beneficio sino el servicio a la colectividad en su conjunto.

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XII Sectores y magnitudes económicas

1. Los sectores de la producción.—2. El producto nacional.— 3. La renta nacional.

1. Los sectores de la producción

La empresa es la unidad elemental en el conjunto productivo. Es como la célula de todo el tejido económico, el conjunto de las empresas es el sistema productivo y en él se pueden distinguir grupos de empresas que se dedican a parecidas actividades productivas. A estos grupos se les denomina sectores.

Se han hecho muchas clasificaciones de los sectores, desde las que comprenden tres sectores hasta las que abarcan centenares de ellos. El número de sectores depende de la amplitud que se dé a la semejanza entre las empresas que comprende. Si el concepto «parecidas actividades» se entiende de una forma muy amplia, aparecerán muy pocos sectores, mientras que estos serán muchos cuando las actividades tienen que ser casi iguales para considerárselas parecidas.

Una clasificación muy aceptada es la que distingue tres sectores económicos : primario, secundario y terciario.

El sector primario comprende la agricultura, la ganadería, el pastoreo, la selvicultura, la pesca y la caza.

El sector secundario comprende la minería, la construcción, la industria y la producción de energía.

El sector terciario comprende el comercio, los transportes y los servicios.

En los países menos desarrollados, casi toda la población se dedica a los trabajos del sector primario. Sin embargo, la producción agrícola, ganadera y pesquera de estos países suele ser muy inferior a la de los países más desarrollados, porque estos cuentan con maquinaria y abonos que hacen que el trabajo de cada hombre rinda mucho más.

En los países en vías de desarrollo; el sector secundario experimenta un rápido crecimiento. A medida que se desarrolla el país es más necesaria la producción de energía, la fabricación de maquinaria y vehículos, la producción de abonos, la construcción de edificios, etc. Para poder producir todos estos bienes industriales tiene que aumentar también la fabricación de acero, hormigón, productos químicos, y en general, de todas las actividades industriales. Todo ello motiva un aumento de la población dedicada a estas actividades, población que abandona el campo para acudir a la industria en la que cobran mejores salarios.

Mientras tanto, en el campo se compra más maquinaria agrícola para poder sustituir a la población que se marcha. Se compran también más abonos. Aumenta con ello la producción agrícola por trabajador y estos pueden ser mejor pagados. Las mejoras en los salarios de los trabajadores agrícolas y las que han experimentado los que abandonaron el campo para ir a la ciudad les permiten un mayor poder adquisitivo. Esto es un nuevo estímulo para la producción del sector secundario que se desarrolla y, a su vez, hace que se desarrollen también los otros sectores.

El sector terciario es el que mayor cantidad de beneficios obtiene. Las mejoras en el comercio y en los transportes facilitan la adquisición de los bienes más precisos. Además, algunas actividades incluidas en los servicios, como la ingeniería, la medicina, la organización de empresas y la educación, son capaces de promover un gran aumento de la producción. Piénsese en la aplicación de un nuevo invento técnico, en la eliminación de una epidemia que restaba millones de horas de trabajo a la producción, o en la conversión de un peón analfabeto en un obrero cualificado o técnico. El descubrimiento del maíz híbrido, debido a una sola persona, ha podido producir más toneladas de maíz que el trabajo de muchos hombres. Las

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horas de trabajo ganadas a la enfermedad por el descubrimiento de la penicilina han sido superiores al trabajo de una nación entera durante un año.

2. El producto nacional

Se llama producto nacional al valor de los bienes producidos durante un año por los ciudadanos de un país.

A simple vista, parece que para obtener el producto nacional de un país bastaría sumar el valor de la producción de todas y cada una de las empresas del mismo. Sin embargo, si se hiciese así resultaría que el valor de algunos bienes se sumaría varias veces. Por ejemplo, el valor en pesetas de la producción de algunos bienes en España en 1970 fue el siguiente:

Hierro 2.304.022.000

Acero 44.993.595.000

Automóviles 43.569.417.000

Total 90.867.029.000

Sumando las tres producciones, da un total de más de noventa mil millones de pesetas. Pero cuando la empresa automovilística vende un coche, incluye en su precio el valor del acero y lo mismo hace la empresa siderúrgica con el valor del hierro cuando vende el acero. Si se procediese simplemente a sumar las tres cantidades, como hemos hecho, resultaría que el precio del hierro se habría contado tres veces.

Para calcular el producto nacional se suma el valor de la producción de todas las empresas nacionales, después de haberle restado el valor de las compras efectuadas.

Una parte de la producción del país se debe destinar cada año a reponer la parte del capital que durante el año se ha gastado o se ha retirado por vieja. Si no se hiciese así, cada año habría menos capital y por lo tanto, menos producción. Las cantidades destinadas a este fin se llaman amortizaciones.

Se llama producto nacional bruto (se representa en siglas por P.N.B.) al producto nacional antes de restarle las amortizaciones.

Se llama producto nacional neto (se le representa en sigla por P.N.N.) al producto nacional después de restadas las amortizaciones.

En todos los países, las empresas deben pagar al Estado unos impuestos llamados impuestos indirectos, en proporción a los bienes producidos por ellas. El importe de estos impuestos indirectos se aumenta al precio de los productos, de manera que al final los pagan los consumidores. De ahí su denominación de indirectos, porque los pagan las personas pero no directamente, sino a través de sus compras a las empresas.

El producto nacional neto toma distintos valores según se calcule con impuestos o sin ellos. Si no se le restan los impuestos indirectos se le llama producto nacional neto a los precios de mercado. Si se le restan, su valor será menor y se llama producto nacional neto al coste de los factores.

3. La renta nacional

Se denomina renta nacional a la suma de las rentas percibidas por los factores de la producción de un país.

Recordemos cuales son las rentas de los factores de la producción:

Factor Renta que percibe

Trabajo salario

Tierra renta de la tierra

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Capital interés

Empresa beneficio

Para hallar la renta nacional bastará, pues, sumar todos los salarios, rentas de la tierra, intereses y beneficios de los factores nacionales.

Observemos una interesante relación. Hemos visto que el producto nacional se hallaba sumando el valor de los bienes producidos por todas las empresas del país después de haberle restado a cada una de ellas el valor de las compras realizadas. También vimos que el beneficio era la diferencia que quedaba a la empresa después de restarle los ingresos percibidos por las ventas, las amortizaciones, los impuestos indirectos, los salarios, los intereses y las rentas de la tierra. Es decir:

compras de productos + amortizaciones + impuestos indirectos + salarios + intereses + rentas de la tierra + beneficios = ventas

Pues bien, si al valor de las ventas se le resta el de las compras para obtener el producto nacional bruto, al producto nacional bruto se le restan las amortizaciones para obtener el producto nacional neto a los precios de mercado y a éste último se le restan los impuestos indirectos para obtener el producto nacional neto al costo de los factores, resulta que:

P.N.N. (p.f.) = salarios + intereses + rentas de la tierra + beneficios.

O lo que es lo mismo, que el valor de la renta nacional es el mismo que el del producto nacional neto a los precios de los factores. Esta identidad es lógica. Por una parte, el valor de la producción va a parar a manos de los factores de la producción en forma de rentas y por la otra, estos gastan sus rentas precisamente en adquirir los productos que no habrían alcanzado ningún valor si no hubieran sido vendidos precisamente a las personas que disponen de rentas para gastárselas.

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XIII La actividad económica en España

1. La producción por sectores.—2. El comercio exterior.— 3. La empresa en España.

1. La producción por sectores

Se dice de España que es un país eminentemente agrícola. Esta imagen no responde ya a la realidad. Durante los últimos treinta años, se ha experimentado una transformación económica tan importante en nuestra Patria que la población ocupada en el sector primario, que era el 51,9 por 100 del total en el año 1940, ha llegado a ser el 29,2 por 100 en 1970. Como corresponde a un país desarrollado, el sector secundario es el que ocupa hoy más trabajadores. Por lo que se refiere a la producción, el sector terciario ha llegado a colocarse en cabeza como puede verse en la tabla siguiente sobre la población activa y el producto nacional bruto en 1970.

En el sector primario, los cultivos más importantes son los cereales, con una producción en 63.639 millones de pesetas en 1970 y las frutas, con una producción en 63.639 millones de pesetas y 44.419 millones de pesetas, respectivamente, en 1970. Siguen a continuación las hortalizas y ya a mucha distancia las feculentas (patatas principalmente).

En el sector secundario, las industrias de transformados metálicos y la construcción de automóviles con 101.875 y 52.406 millones de pesetas respectivamente, son hoy las más importantes por el volumen de su producción. Hay que destacar el gran impulso que en estos años ha experimentado también la industria de la energía y la siderurgia*. Estas dos actividades están en la base de un gran número de sectores productivos. Sin las construcciones de embalses y centrales térmicas realizadas a lo largo

Primario Secundario Terciario

Población activa (millones de habitantes)

3,7 4,7 4,3

PNB al p.f. (millones de pesetas) 280 740 1.061

de cuarenta años y sin la creación de altos hornos para la producción de acero, el desarrollo de la mayoría de actividades industriales que necesitan imprescindiblemente de estos productos hubiese sido imposible.

En el sector terciario destaca por su extraordinaria importancia el impulso experimentado por el turismo, que en 1973 produjo unos ingresos en divisas de 3.150 millones de dólares (179.307 millones de pesetas). Gracias a estas divisas, cuyo volumen crece incesantemente desde 1959, España ha podido adquirir en el exterior los bienes de capital necesarios para la potenciación del resto de las actividades económicas. Por eso es conveniente cuidar esta fuente de ingresos, de cara al creciente desarrollo del país.

2. El comercio exterior

Ninguna nación, ni siquiera las que gozan de una gran extensión y población como China, Rusia y los Estados Unidos de América, pueden producir todo lo que necesitan. Siempre hay países que producen mejor algunos bienes, sea porque las condiciones naturales del país reúnen mejores condiciones, como es el caso de la fruta y las hortalizas en España o el café y el azúcar en América, sea porque la población trabajadora ha alcanzado una alta perfección técnica, como ocurre con la fabricación de instrumentos de precisión en Suiza. En otras ocasiones, el producto se da en exclusiva en unos pocos países, como el mercurio en España,

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Italia y Rusia, o el petróleo en los países árabes, Venezuela, Estados Unidos de América y Rusia. El caso es que, como decíamos antes, es siempre necesario importar artículos extranjeros.

En ocasiones, aunque no sea absolutamente necesario, es más conveniente importar ciertos artículos que producirlos en el país. Este caso se da cuando el coste de producción medido en horas de trabajo es superior dentro de la nación. Por ejemplo, para España es más conveniente importar carbón con las divisas obtenidas por la exportación de barcos, que extraerlo de las minas españolas. Mientras que un barco se construye en España con menos horas de trabajo que en la mayoría de los países, para extraer una tonelada de carbón se emplea el doble o el triple de horas de trabajo que en Polonia o Rusia.

Este razonamiento tan elemental había sido ignorado en España durante más de sesenta años. Desde finales del siglo pasado España quiso cerrarse al comercio exterior pretendiendo fabricarlo todo en el país. La consecuencia fue el retraso económico y el estancamiento. Mientras que en los países más abiertos al comercio exterior mejoraba la calidad de los productos y la competitividad de las empresas, en España las calidades permanecían deficientes y las empresas continuaban mal organizadas por falta de una competencia exterior.

A partir del año 1959 se dictaron una serie de medidas conocidas con el nombre de Plan de Estabilización. Con ellas, la economía española se abrió al comercio exterior, experimentándose una notable variación que ha influido favorablemente en todos los sectores económicos.

En la actualidad, las importaciones* más importantes que se realizan en España son las de artículos fabricados (máquinas, calderas, etc.), combustibles y materias primas. Los productos fabricados son necesarios para el desarrollo industrial. Cualquier instalación de una nueva industria necesita maquinaria española pero también extranjera. La importación de combustibles es imprescindible a causa de la casi inexistencia en España de petróleo y el bajo nivel productivo de las minas de carbón. La industria y los transportes no pueden funcionar sin energía y ésta se ha de producir con los combustibles importados.

Las principales exportaciones* españolas son las que figuran en el siguiente cuadro:

Capítulos del arancel*, Millones

en 1972 de pts.

8. Frutos comestibles 20.873

64. Calzado 17.631

84. Calderas, máquinas y

aparatos 17.378

73. Fundición, hierro y

acero 17.221

89. Buques 16.651

19. Conservas vegetales 10.999

87. Vehículos automóviles 10.053

Como puede verse, los productos industriales han adquirido una gran importancia en el comercio exterior de España, pudiéndose decir que ha finalizado la época en que nuestras exportaciones estaban compuestas casi exclusivamente de naranjas, aceite de oliva y vino.

3. La empresa en España

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La mayoría de las empresas españolas son excesivamente pequeñas. Muchas de ellas se encuentran por debajo de la dimensión mínima de sus correspondientes sectores en el resto del mundo.

La insuficiencia de la dimensión de la empresa se da en los tres sectores productivos antes mencionados.

En la agricultura existen nada menos que 2.559.000 empresas o explotaciones agrarias, de las cuales más de medio millón son menores de una hectárea. Como es natural, en unas explotaciones tan diminutas es imposible introducir maquinaria agrícola, tractores y cosechadoras, porque tendrían que estar paradas todo el día. En algunas de ellas no tendrían ni siquiera espacio suficiente para evolucionar. También hay que considerar la importancia del terreno perdido en lindes, acequias y caminos, así como el tiempo perdido por los agricultores que tienen que trabajar en varias explotaciones para percibir ingresos suficientes.

Igual ocurre en muchas actividades del sector secundario, como la industria de la construcción, donde existen unas 12.000 empresas, la industria farmacéutica con más de 500 laboratorios y la industria del calzado en la que existen 2.800 fábricas.

En el sector terciario, el problema de la dimensión de la empresa se presenta con mayor gravedad en el comercio interior. Nada menos que 391.434 establecimientos de venta al por menor existían en España en 1971. Con tan alta cifra de establecimientos resulta que existe uno por cada veinte familias. Esta dimensión encarece los precios de venta de los productos ya que han de recaer entre muy pocas personas los gastos diarios de cada establecimiento.

No en todas las industrias se da el problema del minifundio * empresarial. Las industrias en que la dimensión de la empresa puede compararse con las del resto del mundo son, entre otras, la producción de energía eléctrica, la industria siderúrgica, la construcción de barcos, las refinerías de petróleo y la banca. La industria de electrodomésticos, que llegó a estar extraordinariamente fragmentada, ha conseguido reestructurarse, de tal manera que en la actualidad sólo existen unas doce empresas. Esto es un ejemplo de que es posible seguir el mismo camino en el resto de las industrias.

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La propiedad

como derecho natural XIV. La propiedad como derecho natural

XV. Subordinación de la propiedad al bien común

XVI. La propiedad en nuestras leyes fundamentales

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XIV La propiedad y su función social

1. Derecho natural y derecho positivo.—2. El concepto objetivo y subjetivo del derecho.—3. Concepto y contenido de la propiedad.—4. La propiedad útil y la propiedad especulativa.

1. Derecho natural y derecho positivo

Si el derecho es el objeto de la justicia y de la equidad y hay un derecho natural implícito en la propia esencia racional del hombre, que existe en función de que la persona es un ser social y sociable, surge inmediatamente el problema de cuál sea el fundamento de esta ordenación y valoración en la vida concreta y cotidiana de los hombres o, más exactamente, de los grupos sociales.

Pero, además de ese derecho natural, podemos comprobar cada día y en cada momento que hay otras normas o reglas de conducta que, teniendo las mismas características que el derecho natural, son dictadas por los hombres, y, más concretamente, por los hombres que tienen autoridad. La prohibición de aparcar en determinados lugares, o la obligación de pagar unos impuestos, o la exigencia de acomodar la conducta a unas reglas concretas en una comunidad de vecinos, por ejemplo, son «normas» que evidentemente no nacen directamente del derecho natural.

Hablaremos entonces de derecho positivo, o normas dictadas —promulgadas— por la voluntad concreta de los hombres organizados social-mente. Pero, ¿cuál es esta «organización social» que dicta esas normas jurídicas? Fundamentalmente, se trata de la organización social conocida con el nombre de Estado, es decir, el conjunto de personas que, asentadas en un territorio, con vínculos históricos, económicos, geográficos, etcétera, constituyen una nación, y ordenan su convivencia mediante normas jurídicas emanadas de una organización que abarca a todas ellas llamada Estado, y cuyas normas tienden al bien común de todos los individuos.

El derecho positivo será, por tanto, el derecho que los hombres, social-mente organizados, promulgan en una época concreta. Pero, entonces, ¿es que existe una oposición o contradicción entre el derecho natural y el derecho positivo? Naturalmente que no, o, al menos, no debe existir. Si el primero acompaña al hombre y le señala unas normas generales de conducta, el segundo amplía y concreta dichas normas, aplicándolas a situaciones específicas de la vida social. La tendencia de uno y de otro es la justicia y la equidad: el derecho natural la plantea en términos generales, y el derecho positivo en términos concretos.

2. El concepto objetivo y subjetivo del derecho

Hasta ahora nos hemos referido al derecho en su significado de norma o regla de conducta. Y a que el hombre debe acomodar su actuación, en relación con los demás, a estas reglas del derecho natural y del derecho positivo. En ambos casos nos hemos referido, por tanto, al derecho en su sentido objetivo: el derecho como norma, el derecho como ley.

Pero, en las conversaciones de cada día, se dice muchas veces: «Tengo derecho a que me den tal cosa», o «no hay derecho a que fulano haga esto o lo otro», o «se han lesionado los derechos de mengano». En todos estos casos se utiliza la palabra derecho en sentido subjetivo, no como norma, sino como facultad o posibilidad.

Tenemos, por tanto, dos acepciones o significados de la palabra derecho: la objetiva, en cuanto se trata de una norma o regla de conducta, y la subjetiva, en cuanto es una facultad o posibilidad reconocida a una persona para hacer algo o recibir algo.

¿Cuál es la relación, entonces, entre derecho y objetivo y derecho subjetivo? La primera acepción la hemos de identificar con la palabra ley, que nos dará, quizá, un concepto más claro y exacto. La segunda se identifica con la posibilidad o facultad reconocida a una persona. Según esto, la relación entre ambos conceptos vendrá dada en la propia noción de derecho

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subjetivo: «la facultad o posibilidad, reconocida por la ley, que una persona tiene para exigir de otra o de otras un determinado comportamiento, o para hacer o no hacer ella determinada acción».

Es decir, que el derecho subjetivo existe porque previamente lo ha reconocido así el derecho objetivo —tanto natural como positivo—. Cuando el vendedor «tiene derecho subjetivo» a exigir del comprador el pago del precio, es porque el derecho objetivo ha establecido antes que el comprador está obligado & pagar el precio al vendedor. (Tanto el derecho natural como el derecho positivo establecen esta obligación.)

3. Concepto y contenido de la propiedad

Si todo lo anterior pretendía situarnos en una panorámica exacta acerca del entorno del hombre en relación al derecho, tanto objetivo como subjetivo, ello ha sido para penetrar más claramente en un concepto que es propio a la condición del hombre: el sentido de la propiedad, que luego ha de convertirse en el concepto de la propiedad y en el derecho de propiedad e, incluso, en el derecho a la propiedad. Si observamos a un niño veremos cómo siente y defiende lo que considera suyo; tiene un sentido de la propiedad que todavía no es un concepto de la propiedad porque carece aún de reflexión, pero indudablemente sabe lo que es suyo y tiende a hacer suyo lo que le gusta.

Se dice que en la propiedad del hombre sobre las cosas se vierte la personalidad. O que la personalidad se completa en la propiedad sobre las cosas. Pero, ¿qué es la propiedad? Podemos decir que propiedad es lo mismo que dominio. El propietario de una cosa domina a ésta, la puede usar, la puede prestar, la puede vender o la puede regalar. Tiene, en suma, una serie de atribuciones o posibilidades que cualifican la propiedad y la destacan de otros tipos de derechos. Así, por ejemplo, el propietario tiene derecho a usar y disfrutar de la cosa; diremos que también el inquilino de un piso puede usar y disfrutar de la vivienda que ocupa, pero con unas limitaciones que no tiene el propietario: el inquilino no puede vender el piso, ni hacer reformas por su cuenta sin autorización del dueño. El propietario, sin embargo, sí puede disponer de la cosa casi sin limitaciones.

Hemos dicho casi sin limitaciones, porque la propiedad es un sentido o vivencia del hombre sobre las cosas: busca hacerlas suyas; es, además, un clarísimo concepto de dominio sobre ellas; y, por último, constituye todo un amplio derecho subjetivo.

Quizá una definición de la propiedad que pueda, de momento, sernos útil es la contenida en el artículo 348 del Código Civil español: «La propiedad es el derecho de gozar y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes.»

Es ésta una definición de derecho positivo, por cuanto se halla contenida en una ley, como es en este caso el Código Civil. Pero, de acuerdo con esa relación que veíamos anteriormente entre el derecho natural y el derecho positivo, fácilmente se deduce que este concepto es una definición de lo que la propia naturaleza del hombre lleva implícito: la idea de propiedad.

Pero hemos dicho que el hombre vive en sociedad. Luego no podremos tener de la propiedad un concepto absoluto, lo que los romanos definían como el derecho de usar y abusar de la cosa. La propia condición del hombre como ser social y sociable introduce, precisamente, limitaciones a esa propiedad: nadie puede usar de una cosa suya si con el uso que de ella haga causa un perjuicio o daño a los demás; el propio interés de la cosa, su utilidad, por ejemplo, para la nación, limita al propietario una serie de actos —destruir la cosa, descuidarla— que pueden llevar a su pérdida o extinción, causando perjuicios a los demás.

En lecciones posteriores ampliaremos esas limitaciones a la propiedad basadas, precisamente, en el compromiso social del hombre. Bástenos ahora decir que la propiedad nace del derecho natural, y es ampliamente reconocida en el derecho positivo, en las leyes. Pero que las facultades o posibilidades que el propietario tiene sobre la cosa no son absolutas, aun con ser muy amplias: se hallan sometidas a limitaciones, todas ellas conducentes a conseguir el bien común de la colectividad. ¿Puede el propietario de una obra de arte

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destruirla, aun alegando que «es suya»? ¿No lesiona con ello el interés general al perder un elemento del patrimonio artístico? ¿Puede el dueño de una industria, que produce bienes útiles para satisfacer las necesidades humanas, arruinar aquélla o cerrarla por su simple voluntad, con el perjuicio para los trabajadores de la misma? En ambos ejemplos deducimos claramente que no, porque esa posibilidad de disponer de la cosa que tiene el propietario se halla limitada, en el primer caso, por una necesidad cultural y artística común; y, en el segundo, por una función social inmediata que realiza la industria en su tarea de producción.

4. La propiedad útil y la propiedad especulativa

En términos generales, la propiedad es un concepto único, rodeado de posibilidades o capacidades de actuación en favor del propietario. Quien es dueño de una cosa tiene una vinculación directa con ella. Las demás personas, por tanto, deberán respetar la cosa, no podrán alterar el dominio que el propietario ejerce sobre ella.

Pero si hemos visto cómo hay unas limitaciones sobre el uso que de la propiedad puede hacerse, también hay distintas clases de propiedad según la función que de cada cosa pueda realizarse. Así, tendremos el concepto de la propiedad útil y de la propiedad especulativa.

De la primera podemos decir es «la proyección directa del hombre sobre sus cosas: es un atributo elemental humano». Naturalmente que no podemos hacer una enumeración de qué cosas constituyen esta propiedad útil, sobre todo porque la situación del hombre dependerá de su nivel económico, del país en el que viva y, por supuesto, de la época histórica que analicemos. Pero, de todos modos, todas aquellas cosas que sirvan para la directa proyección del hombre en la vida inmediata, constituirán su propiedad útil.

La propiedad que llamamos especulativa surge de una acumulación de cosas por parte de unas pocas personas. El rendimiento de estas cosas supone un aumento de riqueza, esto es, de la valoración económica que las mismas producen. Y, por consiguiente, se especula con ellas, procurando que los beneficios derivados de las mismas sean mayores. En otras palabras: entran dentro de la economía.

¿Cuál es la función de la economía? Simplemente, la de ordenar racionalmente la distribución de unas cosas o bienes, que están escasos, para satisfacer necesidades de los hombres. Y la propiedad que hemos llamado útil entra también dentro del proceso económico, pero al observarla desde el punto de vista de la persona, ha perdido ya ese carácter económico por cuanto ha pasado al uso directo del hombre.

Por último, diremos que el más característico bien especulativo es el dinero, en cuanto constituye un «valor económico común de cambio», es decir, que sirve para adquirir o apropiarse de unas cosas o para ceder otras.

5. El derecho a la propiedad

Ya hemos visto qué es la propiedad. Hemos visto también su carácter excluyeme hacia los demás, que se hallan obligados a respetar la relación directa que el propietario tiene con la cosa de la que es dueño. Veamos ahora cómo se da el derecho a la propiedad del hombre sobre las cosas.

El hombre, en la vida de cada día, necesita satisfacer una serie de necesidades: debe alimentarse, ha de disponer de una vivienda, precisa vestirse y abrigarse, e, incluso, debe cubrir otras necesidades no materiales en sí mismas, pero sí cultivadoras de su espíritu, su inteligencia y su cultura, como leer un libro o informarse de los acontecimientos de su país o del mundo. Entonces, para satisfacer esas necesidades, la persona debe disponer de los elementos que puedan satisfacer esas necesidades: el alimento, la vivienda, el vestido, el libro... Pero, además, debe disponer de ellas con la mayor amplitud de disposición posible, sin que se halle coartado o limitado en ese uso directo. Debe tener, en suma, derecho a disponer de esas cosas.

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Lógicamente, cada día el hombre debe realizar una serie de actividades que le permitan tender a esa perfección que es su último fin, entendiendo por perfección la satisfacción de sus necesidades materiales y espirituales. Entonces se deduce fácilmente que las leyes habrán de posibilitar el acceso de la persona a esas cosas que necesita. Y, además, las leyes deberán proteger al hombre cuando disponga de esas cosas, determinando el respeto de los demás.

Podemos decir, por tanto, que el derecho a la propiedad se compone de dos elementos:

a) Interno, entendido como posibilidad de apropiación del hombre hacia las cosas que satisfacen sus necesidades.

b) Externo, estableciendo la protección del hombre en la pacífica posesión de las cosas de las que es dueño.

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XV Subordinación

de la propiedad al bien común

1. La propiedad desde el punto de vista objetivo y subjetivo.—

2. Evolución histórica del concepto de propiedad.—3. La

función social de la propiedad.—4. Distintos tipos de pro

piedad.

1. La propiedad desde el punto de vista objetivo y subjetivo

La propiedad es privada en cuanto pertenece a una persona, pero también debe servir para la colectividad o la sociedad. Habrá, naturalmente, cosas que por sí mismas sean privadas en su objeto y en su función: un vestido, un libro, un mueble... Pero otras, aun siendo privadas, deben servir en alguna forma a la sociedad, tanto por su propia utilidad colectiva como porque su propietario acrecienta con ellas su riqueza.

Cabe, entonces, hablar de dos puntos de vista de la propiedad:

1. Punto de vista subjetivo. Considerada desde la persona que es su dueño, la propiedad sobre una cosa supone una serie de facultades o posibilidades que aquel puede realizar: cambiarla, venderla, regalarla... Se contempla aquí la utilidad directa que al propietario proporciona la cosa. 2. Punto de vista objetivo. Contempla la propiedad desde la sociedad misma, y determina que, además de su utilidad inmediata o próxima, las cosas tienen también una utilidad mediata o general. Ningún hombre puede rechazar que los bienes de la tierra son para, en último término, la utilidad común de todos los hombres, y un sentido cristiano y social nos llevará a comprender, precisamente, la necesidad de comunicación de los bienes. De igual forma que la ley protege al propietario contra todo aquel que quiera arrebatarle la propiedad sobre una cosa de forma injusta, también es la ley la que establece que el hombre debe usar los bienes no sólo para su utilidad, sino, en muchos casos, en beneficio común.

2. Evolución histórica del concepto de propiedad

Básicamente, las distintas concepciones históricas sobre la propiedad pueden dividirse en cuatro etapas:

1. En la época romana, la propiedad es un derecho individualista que concede al dueño un poder unitario o global y absoluto sobre la cosa. El «derecho a usar y abusar» de la cosa es suficientemente expresivo. El propietario, además, tiene un derecho de exclusión hacia las demás personas. No hay ningún sentido social de la propiedad.

2. En la Edad Media, merced al régimen feudal, se produce un desmembramiento de la propiedad territorial entre el señor y el vasallo. Aunque aquél continuaba siendo propietario, el vasallo tenía prácticamente a perpetuidad el disfrute de las tierras del señor. Ello hizo que el vasallo llegase a considerarse como propietario, y aquel concepto unitario de la propiedad se dividió en dos: dominio directo se llamó a la propiedad del señor sobre las tierras y dominio útil a ese disfrute continuado y prácticamente perpetuo del vasallo sobre las mismas.

3. En la Edad Moderna se vuelve al sentido unitario de la propiedad, como resultado de la abolición del feudalismo y la consiguiente liberación del dominio directo —que pierde el señor feudal, al desaparecer como tal— en favor de quienes tienen el dominio útil. Estos, que en la etapa anterior eran vasallos, han dejado de serlo por una serie de razones históricas, entre ellas el reforzamiento del poder del Rey, y se convierten en terratenientes, es decir, «los que poseen la tierra».

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4. La época que arranca del siglo xix, a raíz de lo que en derecho se conoce como época de la codificación, que, respetando el concepto unitario de la propiedad como conjunto de facultades en favor del dueño, introduce determinadas limitaciones. Pero estas limitaciones —reflejadas en el Código Civil español— no tienen un sentido social, colectivo, porque la época de la codificación coincide con la idea filosófica del «liberalismo», que exalta al individuo, aislándolo del contorno social en que se mueve.

Estas limitaciones siguen teniendo, por tanto, un carácter individual, próximo e inmediato. Así, una de las más claras limitaciones de la propiedad en el Código Civil la constituye el conjunto de servidumbres que pueden afectar a la cosa. Por ejemplo, en una finca que carezca de acceso desde la carretera o camino, el dueño de otra lindante deberá permitir el paso a la primera: he aquí una limitación, al obligarle la ley a que pueda pasar por su finca el propietario de la otra que carece de acceso directo.

A las cuatro etapas históricas señaladas podemos añadir una quinta, la de nuestro tiempo, donde los derechos privados de la persona no son algo absoluto, sino dirigido a un orden social o colectivo.

3. La función social de la propiedad

Función social directa

Es la derivada de la propia entidad o esencia de la cosa. Una industria, al producir unos bienes que satisfacen necesidades de los hombres, da trabajo a una serie de personas que intervienen en el proceso productivo, y forma parte de la actividad económica del país. Por supuesto que a su propietario le produce una utilidad privada o personal, pero también está cumpliendo una función social al proporcionar puestos de trabajo y activar el sistema económico nacional.

Por eso, las leyes no permiten que un propietario cierre su industria, sino en los casos previstos por las mismas leyes. O existe una tutela de los trabajadores de esa industria, que no pueden cesar en su trabajo por decisión del dueño, sino en los casos previstos por las leyes y mediante la decisión de un juez. Es decir, que en este caso, la función social directa arranca de la propia cosa en sí misma, de su utilidad.

Función social indirecta

Puede darse el caso de que el propietario de una o de muchas cosas las posea sin que produzcan esos bienes que veíamos en el apartado anterior. Puede ser también que se trate de cosas no directamente productivas, pero sí de valor económico comprobado o de una riqueza que se acumula en el propietario.

¿Cómo orientar en este caso la función social de la propiedad? Sencillamente, contribuyendo proporcionalmente el propietario al sostenimiento de esos servicios públicos que atienden Lis necesidades generales de los hombres. La defensa nacional, las obras públicas —carreteras, autopistas, puertos—, la educación, la sanidad, etc., son actividades que debe llevar a cabo el Estado, y para cuyo mantenimiento necesita recaudar un dinero que le permita pagar el coste del material y de las personas que llevan a cabo estas tareas.

Por eso, un criterio objetivo y justo será que al mantenimiento de esos servicios contribuya cada persona en la medida de su riqueza. Ya tenemos la función social indirecta de la propiedad: el impuesto.

Función social correctora

Por último, la propiedad privada no es exclusiva del titular, del dueño. Pero, aunque en ocasiones tenga una función social directa —porque produce bienes, proporciona trabajo, etcétera—, o indirecta —porque su dueño paga los impuestos proporcionales a su riqueza— se darán casos en que esa función social sea más importante de forma inmediata, y sea preciso

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privar al propietario de la cosa para obtener un beneficio que alcance al mayor número de personas. Es lo que se llama la función social correctora de la propiedad.

La razón es que un interés social o colectivo próximo y a veces, urgente, mueve a expropiar, es decir, a quitar la propiedad de una cosa a la persona que hasta entonces fue su dueño. Y de la expropiación se encarga necesariamente el Estado, el cual procede a la misma por causa social justificada, y mediante una compensación a tenor de una valoración denominada justiprecio.

Fácilmente se comprenderá la justificación de la actividad expropia-toria con un ejemplo: ¿quién no conoce las autopistas, o las autovías, o, incluso, las cómodas y modernas carreteras? Todas buscan la línea recta en su trazado, porque ello reduce riesgos, permite mayor velocidad y un menor tiempo en llegar de un sitio a otro. Pues bien: los terrenos sobre los que pasa la autopista, o la carretera, han sido expropiados, es decir, se ha privado de su propiedad a los dueños de esas tierras.

4. Distintos tipos de propiedad

Son muy numerosas las clasificaciones que se hacen de la propiedad. Unas atienden a los fines; otras, a las facultades o posibilidades del propietario, según sean más o menos limitadas. Hay otras que atienden al número de personas propietarias de la misma cosa, y a la vinculación que cada uno de ellos tiene con la cosa, etc. Pero nosotros atenderemos, en este caso, al punto de vista social o colectivo, y, siguiendo a Efrén Borrajo, clasificaremos los tipos de propiedad de la siguiente forma:

a) Propiedad individual privada. El propietario o dueño es una persona física, un ciudadano particular : Juan Pérez es propietario de un coche; Juan García es dueño de una casa.

b) Propiedad social o colectiva privada. En este caso, la palabra social es un adjetivo derivado de sociedad: una sociedad anónima, una empresa. El propietario es una persona jurídica, una sociedad o empresa: una compañía de seguros, un banco, etcétera, c) Propiedad pública. El propietario es el Estado o algún otro ente público: la diputación, el ayuntamiento... Entonces suele hablarse, también, de cosas o bienes de dominio público. Lo más importante de esta clasificación es que la propiedad puede ser social sin ser propiedad pública. Por ejemplo, en una sociedad anónima, los propietarios son los socios o accionistas, es decir, todas aquellas personas que han aportado dinero en porciones fijas —acciones— para poner en marcha la sociedad y obtener unos beneficios. Todos los accionistas tienen derecho a percibir los beneficios proporcionales al dinero que aportaron : se trata de una propiedad colectiva.

Pero incluso podemos ir a otra conclusión: en el ejemplo anterior veíamos como los propietarios de la empresa son los accionistas, esto es, quienes han aportado dinero para formar el capital de la empresa. ¿No sería más justo que hubiera, además, otros propietarios en la empresa? Porque con el capital solo no se produce: es preciso unirle el trabajo —esfuerzo y técnica— para obtener resultados en la producción. No cabe duda que compartir la propiedad de la empresa entre quienes aportan dinero y quienes aportan trabajo sería más justo el resultado en esa función social de la propiedad.

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XVI La propiedad en nuestras Leyes Fundamentales

1. El reconocimiento a la propiedad privada.—2. La propiedad en la Ley de Principios Fundamentales.—3. Acceso a la propiedad y facultad expropiatoria.—4. La función social de la propiedad.

1. El reconocimiento a la propiedad privada

Todo el sistema constitucional español vigente, contenido en las Leyes Fundamentales, armoniza el respeto y reconocimiento de la propiedad privada con la necesidad social de que la propiedad no sea útil sólo a su propietario, sino al resto de la comunidad social, es decir, al resto de la nación.

Quizá lo más destacable de las referencias que a la propiedad hacen las Leyes Fundamentales sea la armonía o equilibrio entre ese derecho natural del hombre a la propiedad y la exigencia de que la propiedad esté siempre al servicio de la sociedad. Se reconoce a cada persona su derecho a ser dueño de las cosas; pero este reconocimiento no es exclusivo ni ex-cluyente, sino que debe adecuarse a esa función o utilidad social que revierte en todos los ciudadanos.

2. La propiedad en la Ley de Principios Fundamentales

Promulgada en 1958, la Ley de Principios del Movimiento Nacional establece los criterios básicos en orden a los cuales debe dirigirse toda la actividad política, social y económica del Estado. La Ley señala las líneas maestras o principales a que debe acomodarse la actuación inmediata y cotidiana del Estado a través de la función ejecutiva (el Gobierno), así como la actividad mediata del Estado a través de la función legislativa (las Cortes).

En relación con la propiedad, el Principio X establece:

«Se reconoce al trabajo como origen de jerarquía, deber y honor de los españoles, y a la propiedad privada, en todas sus formas, como derecho condicionado a su función social. La iniciativa privada, fundamento de la actividad económica, deberá ser estimulada, encauzada y, en su caso, suplida por la acción del Estado.»

Muy claramente pueden extraerse de este Principio X algunas conclusiones :

a) Se reconoce la propiedad privada como derecho del hombre, pero este derecho está condicionado, sometido a la función social que la propiedad debe desempeñar en la convivencia y en la justicia social de todos los españoles.

b) La iniciativa privada se reconoce asimismo, y su estímulo corresponde al Estado. Pero esta iniciativa privada no podrá tener en sus designios exclusivos la marcha del país en lo económico y en lo social, y por ello podrá ser «suplida por la acción del Estado». (Ejemplo claro de ello es la existencia del Instituto Nacional de Industria, el I.N.I.)

Luego veremos, en el Fuero de los Españoles y en el Fuero del Trabajo, cómo este respeto a la propiedad privada se amplía y especifica, pero siempre teniendo en cuenta la relación social a la que, en último término, debe servir siempre la propiedad.

3. Acceso a la propiedad y facultad expropiatoria

Otra Ley Fundamental que forma parte de nuestro esquema constitucional es el Fuero de los Españoles, promulgado en 1945 y modificado por otra Ley Fundamental, la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de 1967. El Fuero de los Españoles establece los derechos básicos de los españoles y determina las garantías que éstos tienen en un Estado de derecho, es decir, en un Estado regido y sometido a las leyes.

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Todos los sistemas constitucionales prevén, en su contenido, unas directrices o normas a las que el Estado debe acomodar su actuación, así como los derechos básicos del ciudadano y las garantías del respeto a ellos por parte de los demás ciudadanos e incluso del propio Estado.

Veamos lo que, con respecto a la propiedad, dice el Fuero de los Españoles :

«Artículo treinta y uno. El Estado facilitará a todos los españoles el acceso a las formas de propiedad más íntimamente ligadas a la persona humana : hogar familiar, útiles de trabajo y bienes de uso cotidiano.»

«Artículo treinta y dos. En ningún caso se impondrá la pena de confiscación de bienes.

Nadie podrá ser expropiado sino por causa de utilidad pública o interés social, previa la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto en las Leyes.»

El artículo treinta y uno no sólo sigue reconociendo esa propiedad privada, sino que determina que el Estado procurará el acceso de todos los españoles a la propiedad de aquellos objetos que más directamente contribuyen a la sosegada existencia de cada persona: su vivienda, en la que desarrolla su intimidad humana y familiar; sus útiles o instrumentos de trabajo, que le permiten integrarse como miembro activo en la sociedad.

El artículo treinta y dos también amplía lo expuesto en el Principio X de la Ley de Principios del Movimiento. Si la propiedad privada quedaba ya en él reconocida, el artículo treinta y dos establece la garantía de esa propiedad. En efecto, a nadie se le podrá confiscar sus bienes, es decir, privarle de la propiedad de los mismos sin indemnización alguna, ni siquiera como pena impuesta en una sentencia criminal. Sí existirá la posibilidad de expropiación, pero ésta irá acompañada de una indemnización, y sólo podrá darse en los casos previsto por las leyes. Casos que podemos resumir en dos: la utilidad pública o el interés social. Como ejemplo de la primera, acordémonos del ejemplo de la autopista o de la carretera en la lección anterior. Como ejemplo del segundo, la Ley General de Educación prevé la posibilidad de expropiar terrenos cuando las necesidades aconsejen construir en esa zona un centro de enseñanza.

4. La función social de la propiedad

Si el Fuero de los Españoles contiene los derechos básicos de los ciudadanos, el Fuero del Trabajo establece los derechos básicos de los españoles más cualificados: los que trabajan, los que prestan su esfuerzo humano —físico o intelectual— para ser útiles a la sociedad en que viven y, al mismo tiempo, para contribuir al engrandecimiento de España por uno de los caminos que a ello conducen: el de la prosperidad económica dentro de una justicia social.

También el Fuero del Trabajo, Ley Fundamental promulgada en 1938 y modificada por la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de 1967, se refiere a la propiedad en su Declaración XII:

«1. El Estado reconoce y ampara la propiedad privada como medio natural para el cumplimiento de las funciones individuales, familiares y sociales. Todas las formas de propiedad quedan subordinadas al interés supremo de la Nación, cuyo intérprete es el Estado.»

«2. El Estado asume la tarea de multiplicar y hacer asequibles a todos los españoles las formas de propiedad ligadas vitalmente a la persona humana: el hogar familiar, la heredad' de la tierra y los instrumentos o bienes de trabajo para uso cotidiano.»

«3. Reconoce a la familia como célula primaria natural y fundamento de la sociedad, y al mismo tiempo como institución moral dotada de derecho inalienable y superior a toda ley positiva. Para mayor garantía de su conservación y continuidad, se reconocerá el patrimonio familiar inembargable.»

Vuelve en este caso el Fuero del Trabajo a establecer ese reconocimiento a la propiedad privada, y muestra su preocupación por el acceso de los españoles a las formas de propiedad útil que más directamente pueden contribuir a su existencia sosegada y justa. Así, el hogar familiar, es decir, la vivienda, debe ser patrimonio al que accedan todos los españoles. Los

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instrumentos de trabajo, como arma eficaz que el hombre tiene para librar la diaria batalla de la existencia, deben ser también suyos en lo posible. Y la heredad familiar, la tierra que el hombre cultiva, deben ser asimismo protegidos: los poblados del I.R.Y. D.A. (Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario) son un ejemplo de esta preocupación o mandato de las Leyes Fundamentales; en estos poblados se crea ese patrimonio familiar, que debe permitir a cada familia un sistema racional de cultivos, una mejora en la producción ganadera y, en consecuencia, un bienestar mayor.

Por último, la inembargabilidad del patrimonio familiar, establecida en esta Declaración XII del Fuero del Trabajo y recogida en las leyes. Cuando a una persona se le embargan sus bienes en virtud de la sentencia de un juez, hay una serie de ellos que nunca pueden serlo. (Recordemos que el embargo es la orden judicial para que sean vendidos en pública subasta los bienes de una persona que debía una cantidad de dinero a otra, según se ha determinado en la sentencia de un juez. Con el importe de la venta de los bienes se atenderá al pago de la deuda.) Pues bien: el artículo 1.449 de la Ley de Enjuiciamiento Civil —la ley que señala el procedimiento judicial— establece que no se embargará nunca «el lecho cotidiano del deudor, de su cónyuge e hijos, las ropas del preciso uso de los mismos, los instrumentos necesarios para el arte u oficio a que aquél (el deudor) pueda estar dedicado...». Y luego se establecen unos porcentajes para el embargo o retención del salario; pero esta retención no es total, sino parcial y proporcional a la cuantía de aquél. Es decir, que aun en estos casos en que una sentencia judicial ha establecido la existencia de una deuda y la necesidad de embargar los bienes del deudor, a éste se le dejan los bienes que más directamente constituyen su patrimonio inmediato y aquellos otros que han de permitirle continuar su trabajo.

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Los movimientos sociales XVII. Transformaciones económicas y movimientos sociales

XVIII. Evolución histórica

XIX. Panorama actual

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XVII Transformaciones económicas y movimientos sociales

1. El concepto de crisis.—2. Transformaciones o cambios: 1. Evolución religiosa. 2: Nueva filosofía. 3: Aumento demográfico. 4: Progreso técnico. 5: Cambio económico. 6: Evolución político-social.

1. El concepto de crisis

La palabra «crisis» se aplica, prácticamente, a casi todos los valores que califican a nuestra sociedad: «crisis de la persona», «crisis de la familia», «crisis de la sociedad». Su significación es amplia, desde la estrictamente médica —«tal enfermedad ha hecho crisis»— hasta la más extendida, según la cual se trata del «momento decisivo de alguna idea, que produce una mutación o cambio de consecuencias importantes».

Señala Fraga Iribarne cómo ante la idea general de «crisis» cabe adoptar, al menos, dos actitudes: la catastrófica, según la cual «el mundo está roto y se está haciendo añicos», o, con mayor serenidad, la que concibe la crisis como una era de reforma de evolución o transformación.

Para comprender los porqués de nuestro tiempo de crisis, debemos analizar, con ánimo esperanzado, las causas u orígenes de este cambio, que, referido a «lo económico» y «lo social», se producen.

2. Transformaciones o cambios

Siguiendo a Fraga Iribarne, vamos a ver cuáles han sido las distintas transformaciones o cambios que en el orden colectivo, social, político y económico, se han producido:

1. Evolución religiosa

Tiene sus orígenes en la Revolución Francesa como raíz más próxima, y se concreta en la separación de la Iglesia y el Estado en Francia. Fórmula atacada en principio, y luego puesta como solución por el Concilio Vaticano II. Entre una y otra actitud —la «preconciliar» y la «postconciliar»— hay todo un entorno histórico y social.

Por otro lado, una «aceleración» muy rápida hace crujir en muchas ocasiones no sólo los sectores sociales, sino la comprensión de los hombres, en ocasiones no excesivamente preparados para ese «retorno a lo evangélico» propugnado por la reforma eclesiástica y teológica del Vaticano II.

2. Nueva filosofía

Al estallar la Revolución Francesa, la filosofía tradicional había sido sustituida por un positivismo*, un utilitarismo y un pragmatismo que, en muchas ocasiones, pretendía más una supresión radical de lo anterior que una real construcción de esquemas válidos para el pensamiento humano.

Y, así, la filosofía se adscribió a sistemas doctrinarios particularistas, que fueron combinándose según los intereses de unos y otros hasta llegar a «la miseria de la filosofía». Ello condujo, como denota Ortega, a la especialización excesiva, tecnificada en extremo, sin la compensación de la adecuada cultura a la que la filosofía debía y podía dar apoyo suficiente.

3. Aumento demográfico *

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Una serie de hallazgos comenzaron a producir en Europa, a partir del año 1700, y con un ritmo acelerado a partir de 1800, un gran aumento de la población. Los progresos médicos fueron aumentando la duración de la vida media en los individuos y el decrecimiento de la mortalidad infantil fue tan intenso que Europa pasó a tener, de 118 millones de habitantes en 1700, a unos 187 millones en 1800. La proporción aumenta vertiginosamente, y en 1850 son ya 266 millones, para alcanzar los 400 en 1900. Dos guerras mundiales en lo que va del siglo xx y todas sus calamidades y asesinatos en masa no han impedido que en la actualidad Europa rebase los 600 millones de habitantes.

Naturalmente, este aumento enorme de población desbordó todos los cuadros y estructuras económicas, sociales y políticas. Lo más importante es que, frente a los pequeños grupos primarios —estamentales y gremiales—, se origina el problema del control y gobierno de masas. Grandes masas de hombres tuvieron que emigrar a nuevas zonas industriales o coloniales, desvinculándose de su paisaje, su folklore y su tradición.

4. Progreso técnico

Desde finales del siglo XVIII comienzan a producirse grandes progresos y descubrimientos técnicos. La sustitución de las herramientas por las máquinas y la invención de aparatos capaces de mover éstas con nuevas fuentes de energía ahora liberadas o descubiertas (el vapor, el petróleo y la electricidad). Los progresos de la siderurgia, de la industria textil, etc., permiten pasar rápidamente del artesanado al sistema de «fábrica» y al maqumismo.

Al mismo tiempo, los perfeccionamientos técnicos modificaban el sistema de transportes, permitiendo las redes de ferrocarriles, mejores carreteras, sistemas de canales, etc. Lo mismo puede decirse de los «medios de comunicación» de noticias, de datos y de acontecimientos: anotemos la invención sucesiva del telégrafo, el teléfono, la radiotelegrafía, el teletipo y la televisión.

Todos estos avances han modificado asimismo la estructura social, y que, incluso, de una «sociedad industrial» iniciada en el siglo xix hemos pasado ya, y estamos viviendo, una «sociedad tecnológica».

5. Cambio económico

El progreso técnico fue una de las causas más directas y poderosas, pero no la única, del cambio económico. Porque, en realidad, este cambio tiene cuatro aspectos que conviene diferenciar :

a) Industrial, en que los nuevos medios técnicos permiten la producción en serie de artículos de todas clases, abaratando su costo y logrando una mayor perfección del producto. Pero ello va unido al control de las materias primas y fuentes de energía, lo que desencadena una concentración de los recursos financieros (el dinero) en unas pocas manos.

b) Agrícola, con nuevos métodos de cultivo, el descubrimiento de los abonos minerales y la aplicación de maquinaria a la agricultura.

c) El financiero no fue menor. Los sistemas monetarios comienzan a basarse en un patrón-oro, que a través de la enorme expansión de los bancos, se hace elástico a través del papel-moneda y, posteriormente origina todo un sistema crediticio que le permite a toda esta «organización» bancada el dominio de las fuentes financieras.

d) El comercio, por último, llega a convertirse en un torrente continuo de compras y ventas de todos a todos. El mercado semanal, asentado en una localización geográfica permanente, deja paso a los grandes mercados mundiales, con complejos mecanismos de defensa de los productos nacionales, grandes almacenes, ventas al por mayor, importación y exportación... todo lo cual ha convertido a nuestra época en la era del vender por vender. Y —todo hay que decirlo— muchas veces la del comprar por comprar: por consumir.

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6. Evolución político-social

Las transformaciones o evoluciones que han quedado expuestas tenían que producir, lógicamente, profundos cambios en la sociedad y en la vida política de ésta. Pero convendrá, para una mayor claridad, analizar cada elemento o línea fundamental que ha originado estos cambios:

a) Transformación ecológica. Supone la aparición de las grandes ciudades, inimaginables hace poco más de dos siglos. Las «áreas metropolitanas» superan ya el simple concepto de «ciudad» o «núcleo de población grande».

b) Transformación de la estructura social. El antiguo sistema de élites* o grupo dirigentes, surgidos de un sistema aristocrático de sangre o hereditario, es sustituido por las nuevas élites del capital, esto es, del dinero, y de las grandes industrias, constituyendo oligarquías* y monopolios * de férreo poder económico y político.

c) Transformación constitucional. El principio de la monarquía absoluta, según el cual el Rey recibe el Poder de la Providencia y con él actúa sobre el pueblo, es sustituido por el principio de legalidad democrática, como un intento de construir el Estado desde abajo, partiendo de unos derechos individuales cuyo reconocimiento y garantía quedan asegurados no ya en la voluntad de una persona, sino en una ley especial, denominada Constitución. Pero esa concepción individualista del hombre, típica del Estado liberal del siglo xix que sustituye a la idea teocrática*, no ampara la dignidad de la persona, a la que se aseguran unas libertades formales o externas pero no se remedia la miseria de grandes masas trabajadores, ni se les otorgan mecanismos de actuación solidaria. Por eso, modernamente, el Estado es intervencionista en la vida pública colectiva. El Estado moderno tiene una doctrina y una moral, y con arreglo a ella dirige la vida social mediante las leyes. d) Transformación en el sistema internacional. A partir del Congreso de Viena, los bloques, dentro y fuera de Europa, van a marcar zonas y áreas de enfren-tamiento entre las naciones. Las dos guerras mundiales (1914-18 y 1939-45) han supuesto el derrumbamiento, no sólo de los regímenes políticos derrotados, sino la liquidación del colonialismo y la aparición de un Tercer mundo * compuesto por naciones nuevas y, por tanto, jóvenes.

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XVIII Evolución histórica

1. El «siglo de las luces».—2. Burguesía, liberalismo y nacionalismo en Europa.—3. Las fuerzas económicas y sociales hacia 1848.—4. La agitación social a finales del siglo XIX.

1. El «siglo de las luces»

La denominación clásica del siglo xvm es, precisamente, ésta: el «siglo de las luces». La ampliación de los conocimientos técnicos, los descubrimientos científicos y el auge de las comunicaciones y del comercio fueron los apoyos que recibió, para su justificación histórico-política, una nueva concepción de las ideas.

Desde Francia, las «luces», la «Ilustración», se difundió por toda Europa. Su cultura racionalista era el fundamento de quienes en Alemania, en Su cultura racionalista era el fundamento de quienes en Alemania, en Italia, en Rusia y en cualquier otra parte se preciaba de culto.

Con la transformación del pensamiento coincidía otro fenómeno: el desarrollo de la burguesía*. A ello se unió el aumento del poder del Estado, que desplazó a la Iglesia en su tradicional rivalidad con el poder temporal. La expansión de la economía contribuyó también a proporcionar a los reyes un dominio más directo sobre sus súbditos. Dicho control les impuso una mayor responsabilidad por el bienestar de sus pueblos.

Compartían el optimismo de los «filósofos» sobre el porvenir de la Humanidad, y, como ellos, habían absorbido el espíritu del racionalismo experimental. Protegieron las investigaciones científicas para mejorar la agricultura y la industria en sus Estados; simplificaron los organismos de gobierno complicados que habían heredado; reformaron la administración de la justicia y adoptaron leyes que enriquecieron la economía comercial de sus reinos.

La ilustración en España

Nuestro país, que había sostenido con oro y sangre, dentro y fuera de las fronteras, a la Iglesia, ahora atacada por los «filósofos», había mantenido con mayor tesón la religión católica tradicional de Trento. Era también la nación donde los comerciantes e industriales habían ido perdiendo importancia, mientras la nobleza había conservado la totalidad de sus tierras. Todo parecía indicar que España no participaría de ese aire renovador de la Ilustración. Quedaba una posibilidad: que un monarca «ilustrado» ocupara el trono y favoreciese el nuevo espíritu. La dinastía borbónica, singularmente Carlos III, intentó llevar a cabo esa posibilidad.

Marañón dice: «España, tal vez, no se incorporó como nación al movimiento ilustrado, que acaso fue en todas partes actitud de minorías selectas. Pero tuvo, como siempre, entre sus hombres, los grandes titanes aislados encargados de que no se rompiese la línea de continuidad de la civilización.»

Sería injusto, pues, negar que en el siglo xvín, sobre todo en su segunda mitad, quiso modelar una España nueva. Todo ello, a pesar de que los reformadores españoles encontraran, en su propio país, obstáculos sin cuento.

2. Burguesía, liberalismo y nacionalismo

Hemos preferido, de intento, pasar el hecho concreto de la Revolución Francesa para analizar mejor sus consecuencias. Nos interesa más el estudio social de sus resultados que detener nuestro camino en el acontecimiento concretado en unas fechas. Pero por ello hay que decir que, como consecuencia de la Revolución Francesa, extendida en sus planteamientos sociales o ideológicos al resto de Europa, se produce a comienzos del siglo xix un radical cambio de estructuras. La sociedad estamental es sustituida por la sociedad de clases. Y,

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sobre ellas, destaca claramente el triunfo de la burguesía * ante las nuevas situaciones político-sociales que se dan en Europa.

El tránsito de una estructura a otra se consigue cuando los altos cargos dejan de reclutarse entre los altos estamentos; cuando se produce un aburguesamiento de la aristocracia, que participa en empresas mercantiles e industriales ante el escaso rendimiento de sus bienes agrícolas. Por fin, el paso decisivo lo constituye la supresión de los privilegios estamentales, tales como los mayorazgos*, que permitían la concentración de los recursos agrícolas en el primogénito de cada generación.

La sociedad de clases, de estilo burgués, que se afianza en Europa a lo largo del siglo xix, tiene sus fundamentos doctrinales en los principios del liberalismo. Los fundamentos jurídicos estribarán en la igualdad formal o teórica ante la ley.

Por otra parte, en la Europa de comienzos del siglo xix aparece el nacionalismo como aglutinante de los Estados, que intentan así, en muchas ocasiones, ocultar las desigualdades reales de las clases sociales integradas en la nación. El fundamento del nacionalismo se encuentra en razones étnicas*, histórico-políticas y hasta la romántica tesis que propugnaba el monolingüismo como dato justificador.

El nacionalismo entró en la historia con la Revolución Francesa y fuertemente ligado a los principios liberales burgueses.

3. Las fuerzas económicas y sociales hacia 1848

Si lo que nos interesa es analizar los cambios y movimientos sociales, bien podemos, en cierto modo, pasar con cierta brevedad sobre la revolución europea de 1830 —esencialmente política— y detenernos con mayor exactitud y pormenor sobre la revolución de 1848. La primera fue resultante de los nacionalismos, esto es, fue esencialmente política. La segunda se originó con un carácter eminentemente social, aun sin desdeñar la carga política concreta que llevaba consigo.

La revolución de 1848, tuvo un marcado carácter económico y social, y sirvió, al menos, para delimitar los campos de actuación de la política liberal y de la realidad social. En los alrededores de 1848 el poder económico de la burguesía se afianza; mediante la apertura de nuevas vías de transporte y de comunicación; mediante la seguridad política para su predominio económico. La apertura de mercados propició el producir más, mejor, en menos tiempo y con menores costos. Aparece el mercado bursátil, donde el dinero ya no se destina a la adquisición de bienes inmuebles, sino que compra acciones (participaciones) en sociedades mercantiles dedicadas a construir ferrocarriles, nuevas industrias o nuevas concentraciones industriales.

Con la revolución de 1848 surge ante el campo de la Historia el «cuarto estado»: el proletariado. Se trata de las masas que luchaban para garantizar su seguridad social, esto es, su estabilidad laboral, su salario justo y digno, su sosegado vivir, en una palabra. El pueblo que hizo la revolución de 1848 luchaba por realizaciones materiales concretas.

En 1846-47 se desencadenó en Europa occidental la gran crisis de la producción agrícola, motivada por el éxodo del campo a la ciudad de miles y miles de hombres.

4. La agitación social a finales del siglo XIX

A lo largo de todo el siglo xix, el poder económico de la burguesía se ha concentrado y fortificado, constituyendo el capitalismo. Si decíamos que la aristocracia, a comienzos del siglo, abandona la producción agrícola para invertir su dinero en valores mobiliarios, en acciones de grandes empresas, bien podemos señalar que estas grandes empresas concentran el dinero, esto es, el capital. Junto a ello, el mundo del trabajo por cuenta ajena, o asalariado, sufre un gran crecimiento numérico.

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El salario continúa muy bajo en la mayoría de los oficios, y se está muy lejos del pleno empleo. Hay un paro obrero crónico y la inmensa y continuada emigración de «los pobres» atestigua la pervivencia de una pobreza masiva.

El trabajo permanece en situación de manifiesta inferioridad, incluso en los países europeos más evolucionados. La concentración de capital es muy grande: en 1913, la riqueza nacional de Gran Bretaña, en su 85 por 100, se halla en manos del 5 por 100 de su población.

El empresario comienza a estudiar atentamente un problema económico: dividir el trabajo para acrecentar sus ganancias. En estas condiciones, el maqumismo permite aumentar la producción y reducir el personal obrero. Dicho en otras palabras: el trabajo individual, personal, de un obrero o de otro, con distintos rendimientos, debe ser sustituido por el trabajo de la máquina, a la que vigila otro obrero, pero éste especializado.

La agitación social es evidente a finales del siglo xíx. O parte del socialismo de Estado, o propugna un cooperativismo en cierto modo separado de la fuerza política y legal del Estado. Carlos Marx ha planteado un materialismo histórico, según el cual la lucha de clases es el único medio de alcanzarla dictadura del proletariado. La división de los marxistas arranca de los anarquistas de Bakunin y Proudhon y de los comunistas de Lenin.

Al terminar el siglo, en Europa, el sindicalismo rechaza la acción política o se adhiere francamente a un programa reformista más que revolucionario en aquellos países —Inglaterra, Alemania, Estados Unidos— donde ha visto aumentar notablemente sus efectivos. Ello no quiere decir que en el sindicalismo no existan diversas tendencias, como en Alemania, donde se divide en la cristiana, liberal y socialista.

El «trade-unionismo» respalda al partido laborista británico, y desaprueba la acción directa que preconizan Tillet y Mann. La misma línea se sigue en Bélgica, Holanda y Austria, donde las organizaciones confesionales rechazan todo llamamiento a la violencia.

Francia ofrece el espectáculo de un sindicalismo que, por desconfianza hacia el socialismo político marxista, practica una acción absolutamente autónoma en el marco de la Confederación General del Trabajo. La C.G.T. francesa, que afirma estar más cerca del anarquismo que del marxismo —recordemos la escisión de Bakunin, creador del anarquismo—, emprende una clara acción laboral, propugnando la unión de los trabajadores.

En España, en 1888, Pablo Iglesias funda el Partido Socialista Obrero Español, y, juntamente, la Unión General de Trabajadores. Más tarde, ya en 1911, se constituye en toda España la Confederación Nacional del Trabajo, que toma posiciones frente a la U.G.T. El socialismo arraiga entre las masas obreras de la industria pesada del Norte (Asturias y Vizcaya), pero alcanza escaso éxito entre el proletariado del resto del país, los cuales siguen apegados al anarco-sindicalismo más o menos terrorista y caótico.

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XIX Panorama actual

1. Los cambios del siglo XX .—2. Los cambios económicos y sociales.—3. Las estructuras sociales.

1. Los cambios del siglo XX

En el presente siglo se ha conmocionado la jerarquía de los continentes y de los Estados al poner fin a la preponderancia económica de Europa. Consecuentemente, y en ocasiones de forma paralela, la sociedad ha sufrido también el cambio correspondiente. Sin embargo, Europa sigue siendo, en el plano de las ideas, la «institutriz» del mundo. Su función creadora no está agotada.

El antiguo régimen económico ha quedado gravemente maltrecho. Por una parte, el capitalismo ha presenciado cómo se le escapaba un gran sector del mundo y más de un tercio de sus habitantes, que se han integrado en el llamado «bloque comunista», donde la producción se encuentra totalmente planificada por... otro capitalismo, el «capitalismo del Estado». Por otro lado, la parte del mundo donde el viejo capitalismo subsiste ha sufrido profundas alteraciones. Su incapacidad para adaptar la producción al consumo, crear mercados susceptibles de absorber una producción desordenada y al mismo tiempo satisfacer las necesidades reales de las masas humanas, han provocado una intervención del Estado cada vez más activa.

En la actualidad, la crisis del capitalismo, aun sustituido por un neocapitalismo más realista, plantea el problema de su duración y de su muerte. Schumpeter comprueba la esclerosis del capitalismo, su decadencia histórica, y prevé el advenimiento de una socialización progresiva de los recursos económicos y financieros. Menos optimista, James Burnham anuncia la desaparición del capitalismo privado y su sustitución por un capitalismo de Estado. Lo cierto es que la economía occidental ha llegado a un crecimiento cero en los países altamente desarrollados, singularmente en Estados Unidos, y el progreso económico se ve obligado a moderarse. Las oleadas inflacionistas que se manifiestan en todos los países constituyen un peligro mortal para la estructura capitalista, al cuartear sus planteamientos de aparente libre competencia y economía de mercado.

Tampoco el sistema oriental europeo sigue exactamente el camino hacia las metas teóricamente trazadas. La economía de dirección central en la que el Estado determina los costos, los beneficios y los precios, ha sido desfasada por un deseo de bienestar material que difícilmente se alcanza con este sistema.

Políticamente, la aparición del «tercer mundo» ha condicionado en gran medida la reforma del panorama mundial. Los países «tercermundistas», recién salidos del colonialismo político, quieren salir ahora del colonialismo económico. De tradicionales productores de materias primas y compradores de productos manufacturados, desean pasar a dictar las condiciones en que venderán las primeras y comprarán los segundos. La crisis del petróleo iniciada en 1973 —con las fuertes repercusiones políticas, económicas y sociales que tiene— es una buena muestra de ello.

Hay en el mundo una actitud, y una actitud rápida, de cambio. El dualismo entre capitalismo y marxismo, debe ser superado por una tercera solución, que arranque de la consideración y respeto hacia la persona humana, huyendo de la masificación en que uno y otro sistema hacen caer al hombre.

2. Los cambios económicos y sociales

El capitalismo clásico, pues, se ha visto en crisis. Un Estado cada vez más intervencionista en la marcha de la vida social intenta modificar o, al menos, limitar esa capacidad absoluta de

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actuación que en la segunda mitad del siglo xix y primer tercio del xx caracterizaban al poder del dinero. El establecimiento de impuestos sobre las rentas, las invocaciones al ahorro y la ingerencia del Estado en el campo del crédito le permiten controlar la distribución, regular las inversiones, fijar los precios y orientar la producción, apoyar o desinteresarse por tal o cual actividad, modificar el reparto de la renta entre los diversos grupos sociales y tomar en sus manos —o intentarlo, al menos— la economía del país.

La planificación económica ya nadie la discute, y en nuestro país son buen ejemplo los sucesivos Planes de Desarrollo, donde existe una previsión para el futuro inmediato de cuatro años.

Junto al cambio económico, y en estrecha relación con ello, se observa una decadencia del «internacionalismo» socialista, al adaptarse los movimientos sociales a la situación y estructura real de cada país. Las naciones más desarrolladas, las naciones «opulentas» no han hecho prácticamente nada para estabilizar el precio de las materias primas y de los productos agrícolas que constituyen el único recurso de los países subdesarrollados para ayudarles a diversificar su producción y crear industrias de transformación. Este sería el único medio de remediar su desequilibrio, que la pujanza demográfica agrava cada día. Con algunas excepciones, los países más industrializados son los que más se han beneficiado del enorme incremento del potencial industrial en los últimos treinta años.

La desigualdad económica-social se acentúa en lugar de atenuarse: el 15 por 100 de la población del mundo no soviético posee el 62 por 100 de la renta mundial, mientras que la gran mayoría del mundo carece de lo necesario.

En los últimos treinta años, uno de los hechos más característicos ha sido la reacción contra esta desigualdad. Ninguna clase acepta que se la proclame inferior, ni reconoce la superioridad de otra. Por otra parte, los derechos reconocidos en las Constituciones de viejo corte decimonónico son solamente formales, cuando no simplemente teóricos, sin verificación en la realidad. La aspiración es que esos derechos y esas libertades, para ejercerlos, precisan de un nivel de vida —educativo, económico— suficiente. De lo contrario, el contraste entre la igualdad política y jurídica por una parte y la «irritante desigualdad» económica y social por otra, producen el sentimiento de que la estructura social es injusta.

3. Las estructuras sociales

La sociedad es, ante todo, organización. Todo sistema social presenta, por elementales que sean, unos sistemas estructurales que encarrilan las vidas y quehaceres de los miembros de la sociedad.

Sin embargo, la organización social tiene múltiples aspectos que no es fácil deslindar. En la sociedad es complicado distinguir la organización económica de la jurídica, o ésta de la organización política. Sin entrar en un análisis más exhaustivo, sí conviene perfilar la diferencia que existe entre organización social y estructura social. La primera podemos definirla como «el sistema de obligaciones que existe entre los grupos que constituyen una sociedad dada». La estructura social es «la que afecta a la colocación y posición de los individuos y de los grupos dentro de este sistema de obligaciones-relaciones». Tanto la organización como la estructura sociales forman, juntas, el sistema de status (situación) de una sociedad. Todos estos conceptos los debemos a Brown y Barnett, sociólogos americanos.

Efectivamente, no basta que exista una simple agrupación de personas para que exista sociedad: hay que añadirle la organización. Por ello, es en relación con las funciones de la sociedad como cobran sentido e importancia las estructuras sociales. Ahí reside la clave de toda la organización.

En la sociedad de clases la diferenciación se basa en el poder económico. Dice Fraga Iribarne que la clase ociosa no necesita ningún título más que su dinero para disfrutar de su confort* material. El problema está en saber vender a buen precio —especulación *—

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cualquiera que sea la importancia o interés social de los productos. El mercado, con su arbitrariedad, decide los precios y la relación entre la oferta y la demanda.

Aunque las declaraciones políticas de las Constituciones del siglo xix —copiadas íntegramente en muchas de las actuales— establecían la teórica igualdad de los hombres, lo cierto es que ciencias auxiliares, como la sociometría, demostraban la creación y aumento de las barreras sociales entre las distintas clases. Esta sociometría ha podido hacer mensurables conceptos como el de distinción social, que, traducido al lenguaje de nuestro país, es lo que se llama el «prestigio social». Ambos conceptos —similares, por lo demás— iban creando barreras: en la educación, en la urbanística, en la vida total.

El marxismo ha pretendido montar una nueva interpretación de la sociedad. Clase social, en tesis del ruso Bujarin, es «un conjunto de personas que juegan un papel análogo en la producción y tienen en el proceso productivo relaciones idénticas con otras personas, estando estas relaciones expresadas también en las cosas».

Pero el dogmatismo marxista le ha llevado a su propia contradicción y ha identificado marxismo —que es, a fin de cuentas, una tesis político-socio-económica— con comunismo, que es un intento de realización efectiva de las tesis marxistas. Por eso, un defecto del marxismo de hoy es el de identificar como burgués todo lo que es enemigo del Partido Comunista, desconociendo los muy distintos problemas que las clases sociales tienen en la sociedad de nuestros días.

Pero incluso en la propia Unión Soviética, ya en 1937—una generación después de la revolución—, habían reaparecido las clases sociales, quizá con mayor virulencia que en el esquema tradicional de «ricos», «pobres» y «medio-pobres» (por otro nombre, clases medias). Timasheff estimaba que en la Rusia de 1937 se podía señalar con toda seguridad una clase alta, subdividida en dos categorías, lo que totalizaba un 13 por 100 de la población total, netamente separada de la masa de obreros y campesinos.

Resulta, por tanto, que la estructura clasista sigue vigente, incluso burlándose del mayor experimento hecho en contra suya: el marxismo. Porque ningún planteamiento que no surja de la propia sociedad y de la específica consideración del hombre en su profunda dimensión como persona, conseguirá otra cosa que masificar a los individuos, o aislarlos frente a unas estructuras de poder político que, a pesar de declaraciones formales, impidan la comunicación de anhelos y de intereses.

Por último, hemos de enlazar los conceptos de clase y de nación. Aun superando el concepto exclusivista de un nacionalismo excluyente, y dentro de la armonía que los países del mundo deben buscar, el concepto de nación arranca ya de la Edad Moderna. Luego vendrá el concepto de clase, pero en nuestros días ambas corrientes —la de clase y la de nación— se equilibran en algún sentido, y de su misma tensión resulta buena parte del planteamiento de algunos de los problemas más típicos de la coyuntura político-social presente. El contraste es, al mismo tiempo, lo bastante fuerte para que los nacionalismos extremos, o el clasismo puro de tipo marxista, sean ya insostenibles. Rusia ha tenido que volver a la idea nacional, y la dialéctica clasista ha llegado hasta Inglaterra.

Nación y clase, en definitiva, desembocan en la política, en el ámbito de las relaciones de poder. Pero, a su vez, toda política arranca de una estructura social, se mueve dentro de sus límites y sirve a fines que están previamente dados por todo un mundo de valores e intereses que son ya tradición, vida social.

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Liberalismo, socialismo y marxismo XX. Doctrina liberal y capitalismo

XXI. El neocapitalismo

XXII. Doctrinas socialistas

XXIII. Marxismo y colectivismo

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XX Doctrina liberal y capitalismo

1. Antecedentes históricos.—2. Caracteres generales.—3. Liberalismo político.—4. Liberalismo económico.—5. Épocas de la escuela liberal.—6. Capitalismo.—7. Capitalismo financiero.—8. Capitalismo industrial.

1. Antecedentes históricos

La burguesía, durante el período del antiguo régimen *, había impuesto su criterio político propio, al hacerse cargo, frente a las clases privilegiadas de la nobleza y el clero, de la dirección del mundo económico. Esta burguesía se enfrentará a estas clases privilegiadas como elementos que afectaban de modo negativo a su gestión económica y que les impedía el acceso a los cargos públicos hereditarios en la administración y el ejército.

El régimen gremial, protegido hasta entonces por la intervención del Estado, irá perdiendo paulatinamente su virtualidad, y las teorías mercantilistas* dejarán su lugar al libre-cambismo* y libertad de trabajo.

Dos hechos históricos representarán el momento decisivo del cambio que se avecina: la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y la Revolución Francesa.

En el texto de la «Declaración Unánime de los Trece Estados Unidos de América», se observa al respecto algunos rasgos significativo, cuando dice: «Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales, que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales se cuentan el derecho de la Vida, a la Libertad y al alcance de la Felicidad.»

Del mismo modo, en la «Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano», se aprecian los mismos rasgos significativos, en su artículo 1.° que dice: «Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales no pueden estar fundadas más que en la utilidad común.»

2. Caracteres generales

Básicamente, el liberalismo como sistema político se define como la «forma de organización de la libertad».

Aunque el término libertad resulta de tal amplitud y vaguedad, que no sirve demasiado para clarificar y definir un sistema político, ya que la libertad es comúnmente utilizada como fórmula necesaria y apetecible por sistemas tan poco parecidos, como pueden serlo el comunismo ruso o las distintas formas de dictadura.

La libertad —define el liberalismo— existe cuando todos los individuos pueden llegar a decisiones mediante el uso de sus propias facultades críticas, y en la medida en que pueden actuar, sobre la base de las decisiones a que han llegado.

La libertad, por lo tanto, implica:

— Unas capacidades individuales que le permiten tomar decisiones.

— Unas condiciones externas que hacen posible esta capacidad de obrar.

Esto no significa que los liberales mantengan el principio de la libertad absoluta, sin limitaciones, sino que atendiendo a las relaciones entre los hombres, introduce un nuevo principio: la tolerancia. La norma social genérica es «la actuación de todos los hombres de un modo tolerante y moderado dentro del engranaje de unas instituciones, que garantizarán el ejercicio de la máxima libertad».

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3. Liberalismo político

Su expresión política es la democracia parlamentaria y el gobierno representativo.

Según los ideólogos del liberalismo, el primer principio del sistema exige que se gobierne sobre la base de la deliberación, en una asamblea de representantes libremente elegidos, y una distribución equitativa del poder entre los miembros de la comunidad nacional, acompañada de una gran tolerancia para todos los disidentes u opositores.

El segundo principio de la ideología liberal es el de la igualdad, pero no entendida en el sentido de la uniformidad humana, sino como idéntica posibilidad para actuar. La igualdad es referida únicamente a «igualdad de derechos» para todos los ciudadanos.

La garantía de la libertad y de la igualdad de derechos para todos se complementa con un modo de actuar de carácter individualista. Individualismo que determina uno de sus mayores males: el egoísmo individualista enfrentado en la mayor parte de los casos a los intereses de la colectividad.

Los postulados generales del liberalismo político son:

1. Libertad personal, que incluye el habeas corpus*, el juicio por jurados*, la estricta observancia de los procedimientos legales, la abolición de la servidumbre y esclavitud, etc.

2. Libertad de pensamiento y, en consecuencia, de expresión, pues el hombre desarrolla su libertad en la medida en que puede expresarla.

3. Libertad política, que incluye el sufragio libre* y la libre elección de candidatos, la libertad de asociación y la libertad de reunión.

4. Igualdad moral, que significa en este caso, la abolición de los privilegios y la igualdad de oportunidades para todos los miembros de la comunidad: educación, trabajo, religión, etc.

5. Gobierno constitucional, que representa la limitación del ejercicio de gobierno por una serie de normas de rango superior, votadas por todos los ciudadanos como garantía de sus derechos; la división de poderes políticos en legislativo, judicial y ejecutivo; la limitación de derechos, tanto de las mayorías como de las minorías; independencia de la judicatura *; y un procedimiento establecido para la pacífica aprobación, revisión y derogación de las leyes.

4. Liberalismo económico

Propugna la libertad económica, en el sentido de la mayor difusión posible de los medios de producción, de su libre uso y de un mercado libre regido exclusivamente por las leyes de la oferta y la demanda*. Y la no intervención del Estado en el libre juego económico.

La riqueza de las naciones, frente a la teoría mercantilistas fundamentada en la supremacía de la balanza de pagos * y la abundancia de las reservas de oro y plata de un país, está basada en su capacidad productiva. ...

Otro fundamento del sistema es el concepto de las armonías económicas, consistente en la existencia de unas leyes invariables en todo libre juego económico, lo que permite la corrección automática de todos aquellos fenómenos que afectan al equilibrio, sin necesidad de un intervencionismo de las instituciones públicas.

5. Épocas de la escuela liberal

1. Comprende el último tercio del siglo xviii, siendo su principal representante Adam Smith. Su principal fundamento es el «lais-sez faire, laissez passer»*. La libertad económica queda justificada por el aumento de los bienes de producción que a la larga redundaría en beneficio de todos.

2. Primera mitad del siglo xix, encabezada por David Ricardo y James Mili. Su postura es netamente pesimista. Sus aportaciones a la economía se sitúan en el orden de la distribución

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de las riquezas. Ricardo creó la teoría natural de los salarios, consistente en la inferencia de precios-salarios, después de demostrar que una subida de salarios repercute inmediatamente en una elevación de los precios y viceversa, establece el concepto de salario natural*.

3. Con la personalidad de John Stuart Mili, se cierra el primer ciclo del liberalismo económico. Es el período que podemos considerar del humanismo, dentro de la dostrina liberal. Hizo su primera objeción al «no intervencionismo» del Estado en la distribución de los bienes producidos. Sin embargo, siguió fiel a la doctrina del «laissez faire» en materia de relaciones de producción. Del mismo modo, se muestra partidario de la relación oferta demanda como sistema ideal para el establecimiento de la cuantía de los salarios.

6. Capitalismo

No constituye un sistema político en sentido estricto, sino un sistema económico. Sus fundamentos ideológicos se desprenden de la ideología liberal. Su desarrollo implacable ha hecho de la fuerza económica un factor condicionante de la gestión política, haciendo válido el principio de que el «poder económico genera poder político». A partir de ese momento el «capital» será elemento fundamental del ejercicio del poder.

Su nacimiento hay que relacionarlo con el momento histórico en el que la industria desplaza de su papel fundamental a la agricultura y el comercio, como fórmulas de creación de riqueza, pasando al primer plano del universo productivo.

Las diferentes épocas del capitalismo son coetáneas* de los descubrimientos tecnológicos debidos al desarrollo de las ciencias positivas*:

1. A mediados del siglo XVIII. Maquinaria textil, manufactura del hierro, máquina de vapor.

2. Mediados del siglo XIX. El acero desplaza al hierro: industria siderúrgica; ferrocarriles, buques de vapor y productos químicos.

3. Comienzos del siglo XX. Período de la energía: electricidad y petróleo: motores de explosión.

4. Época actual. Desarrollo de la electrónica y la energía nuclear.

La aceleración de los descubrimientos científicos impone un fuerte ritmo en los procesos económicos de la industria: creación de nuevas industrias y renovación continua de los equipos o medios de producción. La consecuencia inmediata para hacer frente a las exigencias de la nueva situación, es la concentración cada vez mayor de capitales. El capital pasa a ser elemento fundamental de la nueva economía.

7. Capitalismo financiero

Se mueve únicamente dentro de la órbita del capital, a través de las formas de financiación de los procesos productivos.

En esta estructura superior de la producción, la capitalización inicia un tipo de juego económico a través de la Bolsa*, consistente en el intercambio de acciones, respaldadas en el beneficio posible que cada acción percibirá al final de los ciclos de producción, en forma de dividendos correspondientes al capital invertido.

Este juego económico de la compra-venta de acciones, de acuerdo con sus cotizaciones en la Bolsa, se convierte en el fiel reflejo de la salud económica de una empresa determinada y hasta la de todo un país.

En los comienzos de este siglo, este capitalismo alcanzó un explendor inusitado, llegando a crear un fácil e ideal espejismo de la riqueza. Todo el mundo, con poco dinero, podría en un margen reducido de tiempo conseguir una fortuna con el simple juego de la compra-venta de acciones. La regla no podría ser más simple y a la vez más difícil: consistía simplemente en comprar acciones que se encontrasen en baja cotización de mercado y esperar a vender

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cuando éstas subieran. Los beneficios de la operación «siempre ventajosa» eran nuevamente invertidos en otras acciones. Pero todo ello no dejaba de ser un juego, por añadidura peligroso.

Así, la gran crisis económica de 1929 en la Bolsa de Nueva York, que no sólo afectó a Norteamérica, sino al resto del mundo serviría para que, frente a la tesis del liberalismo económico del equilibrio de las fuerzas productivas y la armonía económica, y la existencia de las leyes invisibles de control que impedirían los desfases a través de la corrección automática, se viese la necesidad de la intervención del Estado como poder moderador.

8. Capitalismo industrial

Su finalidad es el beneficio a través del aumento de la productividad, apoyado en el crecimiento de la demanda de mercado: el consumo.

Y se basa en un crecimiento masivo del consumo que avala la producción cuantitativa y en serie, y esto repercute en los costes de modo favorable, abaratándolos, y por consiguiente, en unos precios más bajos para el consumo.

La competencia, que en los primeros momentos era el fundamento de la estabilidad de precios, tiende cada vez más a las grandes concentraciones de carácter monopolista; es el caso de los grandes «trust»* y los «holding»*, que impiden o limitan la competencia destructiva para el beneficio y estabilidad del sistema.

Pero las tendencias monopolistas obligan a los diferentes Estados de signo liberal a continuas intervenciones a través de leyes que impidan todas aquellas prácticas que eliminen o restrinjan la competencia.

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XXI El neocapitalismo

1. Neocapitalismo europeo.—2. El Estado y el neocapitalismo.—3. Crítica del sistema liberal y capitalista.

1. Neocapitalismo europeo

El capitalismo europeo, a diferencia del americano, se inicia sobre la fuerza expansiva de los amplios mercados exteriores que representaban sus territorios coloniales.

La nota más destacada del llamado «estado de bienestar social europeo» (neocapitalismo) es el carácter reformista de las situaciones sociales, frente a las situaciones de injusticia social que había producido el primitivo capitalismo, y acuciado por la expansión de las doctrinas socialistas que hace peligrar el mantenimiento del sistema.

Sin renunciar al mercado como criterio de organización económica, se apropia del principio socialista de la planificación centralizada* y la introduce en el sistema. Los tres pilares que lo sustentan son:

— La demanda del consumo.

— La oferta de producción.

— La dinámica empresarial.

La demanda del consumo

Ante las fluctuaciones del mercado de consumidores, el neocapitalismo no permanece estático, sino que se introduce en él creando sistemas para la formación de nuevos mercados o ampliación de los existentes.

Ha nacido una nueva ciencia, el «marketing»*, que estudia la naturaleza y dinámica de los mercados, sus leyes y estructuras. Para poder influir en el consumo, se crean los sistemas de publicidad dirigida, que no sólo tienden a crear una imagen más o menos idealizada del producto que se pretende vender, sino que hace sentir su necesidad.

Se ha creado con ello, una nueva imagen de la sociedad ideal: la sociedad del consumo.

La oferta de producción

El sector productivo ha experimentado, en los últimos tiempos, fuertes transformaciones. Independientemente de los mercados y su evolución, en la formación de precios intervienen una serie de factores que es necesario destacar:

— Rentas del capital.

— Rentas del trabajo.

— Materias primas.

— Renovación tecnológica: investigación.

Rentas del capital

Como norma general, el capital acude siempre a aquellos campos en los que puede obtener mayores beneficios. Esto origina una gran movilidad de los mercados de capitales, que a veces no sólo se trasladan de uno a otro campo productivo, sino que salta las propias barreras nacionales, internacionalizándose. Este capital internacionalizado llega a dominar, de acuerdo con sus intereses, amplios mercados de diferentes países, determinando en muchos casos la evolución de los precios internacionales y dejando a los mercados nacionales totalmente supeditados a su determinación.

La tendencia del máximo beneficio y en el menor tiempo, ocasiona la total descapitalización de sectores que aún siendo necesarios resultan deficitarios por estar supeditados al principio

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de utilidad pública y obliga al Estado a una intervención para su mantenimiento. El Estado crea la empresa pública como fórmula ideal para cubrir estas deficiencias. A título de ejemplo enumeramos una serie de sectores en los que viene a ser clásica la intervención del Estado: transporte, beneficiencia, educación, obras públicas, investigación espacial.

Rentas del trabajo

En forma generalmente de salarios imponen ante la continua subida del nivel de vida, un alza constante que incrementa los costos de la producción.

El trabajo se hace cada día más especializado y exige mayores esfuerzos de los trabajadores para poder adaptarse a las diferentes funciones que las nuevas técnicas exigen, por lo que sus retribuciones han de ser más elevadas.

Cuantitativamente, el mercado de trabajo pasa a veces por fuertes presiones de la demanda que obliga a una importación de trabajadores de otros países menos desarrollados. En otros momentos de crisis económica, se produce el fantasma de paro y el Estado ha de intervenir a través de las obras públicas o los subsidios de paro*.

Materias primas

Las materias primas son un factor importante en el desarrollo económico. Los países productores de las mismas, pertenecientes a las áreas menos desarrolladas, controlan la oferta a fin de obtener una elevación de los precios internacionales y poder de este modo acumular los capitales necesarios para iniciar su despegue económico.

Últimamente hemos asistido a la fuerte elevación de los precios de los crudos petrolíferos y sus repercusiones en la economía de los países industriales en forma de elevación general de precios.

Renovación tecnológica

La investigación en el seno de la industria es un elemento que cada vez se hace más imprescindible para su evolución. El pago de «royalties»* grava considerablemente los costos de producción y conduce a un tipo de dependencia tecnológica que imposibilita un más rápido ritmo de crecimiento y de competitividad internacional. Por eso todas las empresas tienen que invertir parte de sus beneficios en sus propios gabinetes de investigación o contribuir en una parte de los costos, de las instituciones que el Estado mantiene para este fin.

El perfeccionamiento de los equipos es un elemento que exige también continuos desembolsos de capital, pues la competencia internacional obliga de modo permanente a la renovación de técnicas y productos.

La dinámica empresarial

Consecuencia de todo lo expuesto es la exigencia de nuevas fórmulas de gestión empresarial. Al propietario-gestor han venido a sustituirle los directores-gerentes que conocen todas las técnicas de organización y se rodean de todo un equipo de dirección compuesto de los más variados especialistas: ingenieros, abogados, psicólogos, técnicos de mercados...

2. El Estado y el neocapitalismo

Frente a las primitivas tesis liberales de su no intervención, pasa a ser elemento imprescindible de la ordenación económica.

Se ha podido apreciar en los últimos años, cómo el Estado se convertía en auténtico motor del desarrollo económico a través de la planificación indicativa de sus planes de desarrollo.

El Estado de los sistemas neocapitalistas interviene además a través de la creación de las empresas públicas en la financiación de ciertos sectores que son de utilidad general, o por crédito a largo y medio plazo a la empresa privada para que invierta en determinadas condiciones, ejemplo: los polos de desarrollo*.

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3. Crítica del sistema liberal y capitalista

La gran teoría de la libertad es tan sólo la libertad para imponer su dominio político, apoyado en un dominio económico detentado por burgueses.

El sufragio universal* queda reducido a aquellos que poseen una propiedad mínima, de modo que excluye a las clases más pobres. El término «todos los hombres», queda simplificado al «todos los burgueses».

La libertad de trabajo coloca al asalariado en una situación de total dependencia al empresario. Así utilizando palabras de José Antonio Primo de Rivera: «Sois libres de trabajar lo que queráis, nadie puede compeleros a que aceptéis unas y otras condiciones que nos parecen; vosotros, ciudadanos libres, si no queréis, no estáis obligados a aceptarlas; pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal.» El obrero, depende en cada momento, cada día, él y su familia, de la retribución percibida por su trabajo para poder subsistir mientras que el empresario no necesita, de modo inmediato, del trabajo del obrero, para poder alimentarse y mantener a su familia.

La división del trabajo en las empresas capitalistas, hace que el hombre se encuentre ante una nueva dimensión de su actividad. Cada trabajador se encuentra en un paso cualquiera de la cadena productiva, repitiendo los mismos movimientos a lo largo de toda la jornada, lo que éste realiza de un modo automático, sin ver en ningún momento el producto final al que ha contribuido en una pequeña proporción. El trabajo como actividad dignificante se transforma de este modo en una pesada carga que es necesario realizar.

Otra consecuencia del sistema capitalista, es la continua proletarizacion de los pequeños productores. El pequeño comerciante e industrial no pueden resistir la competencia de las grandes empresas y son finalmente absorbidos y convertidos en asalariados de éstas. La tendencia es por tanto la mayor concentración económica en un número reducido de personas que se convierten, de este modo, en auténticos dictadores de la economía.

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XXII Doctrinas socialistas

1. Antecedentes históricos.—2. Socialismo utópico.—3. El cooperativismo.—4. Anarquismo.

1. Antecedentes históricos

Algunos de los principios de la ideología socialista, en su aplicación práctica, ya existieron en algunos pueblos antiguos donde se mostraba frecuentemente la propiedad en común. En Grecia, concretamente en Esparta, persiste el tipo de vida comunitaria hasta el final del período helénico. En la Edad Media la organización agrícola de los feudos y de las órdenes monásticas ofrece características que tienen gran analogía con el tipo de organizaciones propugnadas por el socialismo.

Los ideales de vida comunitaria aparecen bajo la forma de utopía. Ejemplos son «La República» de Platón, «La Utopía» de Tomás Moro, «La ciudad del sol» de Campanella.

A finales del siglo xvm tienen lugar dos acontecimientos de vital importancia para el desarrollo del pensamiento socialista: La revolución industrial y la Revolución Francesa.

La revolución industrial

Hacia 1760, gracias a los descubrimientos científicos y sus aplicaciones técnicas, se inicia en Gran Bretaña la era del maquinismo, con lo que se produce la primera gran revolución en el mundo moderno y su consiguiente nueva constitución del orden político, económico y social. La revolución industrial supuso:

1. Mejora de la producción y las comunicaciones.

2. Crecimiento de la población debido, aparte del descenso de mortalidad, al aumento del nivel de vida.

3. Trasvase de mano de obra entre los distintos sectores de la producción.

4. La formación de grandes núcleos urbanos como consecuencia de la migración a los centros industriales.

5. Se establece un nuevo sistema de estratificación social* debido al intercambio del factor trabajo en los diferentes sectores.

6. Las nuevas y más constantes relaciones sociales aceleran el cambio social.

La Revolución Francesa

Francia, hasta el momento de la revolución es un país netamente cortesano en la capital y feudal en la zona rural. Esto da lugar a que los gravámenes de todo tipo vengan siendo soportados por los menos fuertes económicamente. Está establecido un sistema de diferenciación de clases altamente acusado. Sin embargo, son los estamentos hasta entonces privilegiados —clero y nobleza— quienes van a ser el motor de arranque de la Revolución. Las causas de la revolución francesa se pueden resumir:

1. Debilitación del poder feudal con el acceso a la propiedad territorial de la burguesía y de una parte del campesinado.

2. Auge del comercio que se encontraba en manos de la burguesía.

3. Los precios y los salarios sufrieron alzas excesivas y discordantes que acrecentaron la miseria de las masas.

4. La rápida propagación de las ideas sociales, favorecidas por la creación de sociedades ilustradas.

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5. El aumento de los impuestos de la realeza para mantener los gastos de guerra y extender su percepción hasta para el clero y la nobleza hasta entonces privilegiados.

2. Socialismo utópico

Entre los teóricos del socialismo se distinguen dos clases: los utópicos y los científicos.

Mientras los utópicos se basan en un naturalismo e incluso en concepciones religiosas y abogan por un humanitarismo social, los científicos se basan en la concepción materialista de la historia y propugnan la lucha de clases.

A continuación vamos a tratar las teorías de los utópicos, con su derivación al anarquismo, pasando por el cooperativismo. Dejemos para la lección siguiente las teorías de los científicos : el marxismo, con su derivación al comunismo, pasando por el colectivismo.

Saint Simón (1760-1825). La base de su doctrina se halla en la idea de que la tarea y deber esencial del hombre es el trabajo y que en el nuevo orden social no se tendría consideración a ningún hombre, sino en proporción al servicio que mediante su trabajo prestase a la comunidad. Su gran contribución a la teoría socialista estriba en afirmar que la sociedad, a través del Estado, transformado y controlado por los productores debe planificar y organizar el uso de los medios de producción a fin de marchar a la par con los descubrimientos científicos.

Fourier (1772-1837). Sus teorías sociales, al igual que en Saint Simón, están estrechamente relacionadas con sus concepciones religiosas. Para que reine la armonía en el mundo político y económico propone el establecimiento de grupos de familia, reunidas en comunidades, el conjunto de las cuales constituiría una gran federación.

Blanc (1811-1882). Destacó el papel del Estado en la reforma de la sociedad. Creó los llamados «talleres sociales» donde los salarios serían iguales y la jerarquía lo sería por elección. Los beneficios se repartirían en tres partes: a) Para engrosar los salarios, b) Para previsión social, c) Para nuevas inversiones.

Owen (1771-1858). Su doctrina es el resultado de experiencias prácticas y las unidades sociales mediante las cuales pretende la reconstrucción de la sociedad son: comunidades erigidas sobre una base agrícola, apoyada en el principio de la asociación de trabajo, de consumo y de propiedad, así como de iguales privilegios, y en la que todos los miembros han de tener intereses mutuos y comunes. Su influencia fue grande en la creación de sociedades cooperativistas.

Proudhon: Rechaza todas las formas de gobierno. Critica el derecho de propiedad al que considera como el resultado de la injusticia y del despojo. Se opone también a la propiedad común que resultaría de un estado socialista por lo que se vislumbra la separación entre socialismo y anarquismo.

3. El cooperativismo

La puesta en práctica del socialismo utópico, llamado también presocia-lismo, se realizaba a través del cooperativismo en los medios de producción.

Los puntos básicos de estas cooperativas son:

1. Libre adhesión de sus asociados, sin limitación de número.

2. Cada asociado posee un voto, independientemente del número de acciones o participaciones que posea.

3. La distribución de beneficios de las acciones se realiza no según el número de acciones, sino según el volumen de compras a la sociedad cooperativa. Aparte, a estos beneficios se le distrae una cantidad para autofinanciación y obras sociales.

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4. Interés limitado del capital.

5. Venta al contado.

Por lo que se refiere a España, hubo corrientes cooperativas en Barcelona, sostenidas por partidarios de la doctrina de Saint Simón, entre los que se destacaban Fontcuberta, Raüll, De la Sagra. En Cádiz surgió otro movimiento cooperativista basado en las teorías de Fourier, cuyos propulsores eran Abreu, Orta, Huarte. Finalmente, en Madrid, Garrido trajo las experiencias foráneas del cooperativismo fundamentado en las ideas de Owen y Proudhom.

Todos estos experimentos cooperativistas, nacionales y extranjeros, fueron muy limitados y efímeros.

4. Anarquismo

El anarquismo es la doctrina que preconiza la absoluta libertad del individuo, la abolición del Estado y la supresión de la propiedad privada de los medios de producción.

El primer pensador al que podemos llamar anarquista fue Willian Godwin (1756-1836). Proudhon es el más importante de los teóricos anarquistas, sin serlo él propiamente. Bakunin es otro de los principales ideólogos del anarquismo. Fue a finales del siglo xix cuando el anarquismo alcanzó su plenitud y se enriqueció con las teorías de pensadores como Reclus y Kropotkin.

Han existido dos corrientes anarquistas, la individualista y la comunista. Ambas estaban de acuerdo en destruir el régimen de la propiedad privada pero diferían en el tipo de sociedad que deseaban construir. El anarquismo individualista aceptaba la propiedad privada de los bienes de consumo, mientras que el anarquismo comunista exigía la propiedad colectiva en todos sus aspectos.

En el seno de la I Internacional se formaron dos corrientes, la anarquista y la socialista. Los anarquistas fueron expulsados por no aceptar las ideas de Marx, pero siguieron influyendo en España, Italia y la Suiza francesa.

La acción terrorista seguida por el anarquismo, alejó de sus filas a las masas obreras. Surgió entonces el anarcosindicalismo. Este defendía el apoliticismo y la acción directa por la cual los conflictos entre capital y trabajo debían ser resueltos por patronos y obreros directamente, propugnando como táctica, para la consecución de sus objetivos, la huelga general.

Después de la primera guerra mundial se debilitó en Europa la influencia anarcosindicalista. Tan solo en España continuó prosperando debido a la acción de la C.N.T. (Confederación Nacional del Trabajo) fundada en Barcelona en 1911 y que hasta el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera (1924) se mantuvo fiel a los postulados anarcosindicalistas.

Actualmente el movimiento anarquista está diluido por el mundo en células reducidas o pequeños grupos de activistas, cuyo cometido o manifestación no va más allá de la práctica del terrorismo.

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XXIII Marxismo y colectivismo

1. Aspectos generales del socialismo.—2. Marx y el socialismo científico.—3. Desarrollo del comunismo.—4. El colectivismo.—5. Crítica del socialismo marxista.

1. Aspectos generales del socialismo

Las corrientes sociales que circulan por Europa durante los siglos xvm y xix terminan por recibir un nombre común denominador: socialismo.

Los pasos que el socialismo dio hasta quedar suficientemente delimitado como política se pueden resumir en los siguientes apartados:

1. Descripción de un futuro social perfecto, acompañado de la crítica del sistema social vigente.

2. Tipo de política que la clase obrera había de seguir en su lucha por la conquista del poder político, con lo cual se produciría la identificación entre éste y el movimiento obrero.

3. Con el socialismo desaparecerían las diferencias entre trabajo intelectual y manual, como también desaparecería cualquier clasismo o división de clases.

4. Extinción del Estado, con lo que se llegaría al culmen de la sociedad socialista.

El socialismo se cristaliza como doctrina revolucionaria más extendida en el pensamiento de Carlos Marx.

2. Marx y el socialismo científico

Carlos Marx (1818-1883), pensador alemán es el creador de la doctrina que lleva su nombre. Marx estuvo influido en su pensamiento por el también filósofo alemán Hegel. Y de éste aplica su filosofía como instrumento crítico de la sociedad existente. Este contacto intelectual con la filosofía de Hegel le llevó, progresivamente, a tomar contacto con las realidades sociales de la época. Es durante esta época cuando tuvo conocimiento de los movimientos obreros más caracterizados: el francés e inglés, como asimismo del socialismo y comunismo utópicos de Fourier, Owen, Saint Simón, etc.

Son Carlos Marx y Federico Engels quienes dan al socialismo una metodología y estructura científica. De ahí su denominación de socialismo científico.

3. Desarrollo del comunismo

El desarrollo del comunismo lo podemos dividir en diferentes etapas:

1. Marx y Engels: El «Manifiesto Comunista» de 1848. Este manifiesto efectúa en su primera parte una amplia revisión de toda la historia humana. Se formula la tesis del materialismo dialéctico que viene a decir que las relaciones jurídicas, las formas políticas del Estado, las formas ideológicas religiosas, artísticas o filosóficas no pueden ser comprendidas por sí mismas sino que venían condicionadas por unas necesidades humanas, unas relaciones de producción, y por tanto, por una estructura económica. Se considera la historia de toda sociedad pasada como una historia de la lucha de clases, de una parte la clase explotadora y de otra la oprimida que es el proletariado. Marx publica otras obras fundamentales para el sistema: «El capital» y «Teoría de la plusvalía», que complementa la anterior. Con Marx el socialismo adquiere una categoría internacional. Adquiere también un aspecto mate-tialista. Se manifiesta con energía contra las instituciones y estados de su época. Considera que esa etapa supone una lucha encarnizada entre el capital y el trabajo, con la consiguiente explotación de este por aquel. El trabajo crea una plusvalía de la que se aprovecha el capital, siendo la plusvalía los ingresos procedentes de la venta de artículos que no pasan al trabajador en forma

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de salario. La gran paradoja fue que Marx consideró que el comunismo triunfaría en los países superindustrializados, por el aumento continuo de su proletariado, tales como Inglaterra y Alemania, pero sin embargo fue Rusia el país que protagonizó dicho acontecer. El caso es que Marx sentó las bases del socialismo de Estado.

2. La época leninista. Dentro del mandato de Lenin se pueden distinguir dos fases. La primera ha sido denominada la del comunismo de guerra (1918-1921), fundada sobre «slogans» tales como «disciplina férrea» y «sumisión sin réplica». Los años anteriores a 1921 significan el empobrecimiento del país, la ruina de los capitales y el retroceso demográfico. Comienza así la segunda etapa con el nombre de Nueva Política Económica, que significa el retorno a una organización más atenuada de socialismo de Estado, de sindicalismo, de corpo-rativismo y de algo de individualismo. El leninismo supone la aplicación revolucionaria de la doctrina de Marx y la primera creación en la historia de un Estado marxista o socialismo de Estado.

3. La época stalinista. A la muerte de Lenin, José Stalin y León Trotsky se disputaron la sucesión del partido. En 1928, Stalin abre paso a una época nueva en la economía rusa, después de realizar purgas sistemáticas y un control absoluto. Se inicia entonces el primer plan quinquenal, al que en 1932 sucede otro. El ideal es la autarquía económica. Los planes quinquenales impulsaron la industrialización del país. Se extendió el sistema de propiedad colectivista de la tierra cultivada.

4. El deshielo. A la muerte de Stalin le sucede Nikita Kruchev que acusa a aquel de déspota. No se produce ningún cambio sustancial, sino una cierta liberalización interior y un mayor intercambio comercial con el extranjero.

4. El colectivismo

El colectivismo es el sistema económico que propugna la propiedad en común de los medios de producción.

El colectivismo se remonta épocas primitivas de las sociedades humanas, y algunos aspectos han perdurado hasta nuestros días como puede advertirse en la existencia de tierras o aguas comunes de propiedad colectiva.

Como sistema económico se encuentra en todas las utopías políticas, apareciendo como rasgo definidor del socialismo.

Actualmente el colectivismo, en forma agraria fundamentalmente, se encuentra establecido en Rusia, Israel y China.

Colectivismo ruso: el Koljós

En Rusia se estableció el Koljós como una de las formas, propugnada por Lenin, de pasar del modo de producir precapitalista al socialista. Este tipo de sociedad socialista agraria se extendió a partir de la campaña de colectivización de 1929-1930.

La tierra, propiedad del Estado, está cedida al Koljós a perpetuidad en disfrute gratuito. La maquinaria, tractores, edificios y demás bienes son de propiedad cooperativa. El Koljós vende su producción al Estado y directamente a otros consumidores a través de su propio mercado. Las ventas individuales se establecen con base a la unidad día-trabajo. Actualmente parece ser que se tiende a tomar como base la unidad cantidad-calidad.

El Kibbutz israelí

En el Kibbutz israelí los principios colectivos se aplican a los métodos de producción y al aprovisionamiento y quehaceres domésticos. Esta forma de economía colectiva se ha impuesto por diversas razones: Técnicas, la ayuda en el trabajo era necesaria para unos inmigrantes que poseían conocimientos muy limitados; económicos por no estar dispuesto el capital extranjero a invertir en el desierto; psicológicas, ya que el solo afán de lucro no hubiese sido suficiente a los pioneros para sostener una vida tan dura, si hubieran tenido la sensación de trabajar como asalariados.

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La tierra pertenece al Fondo Nacional de Israel. Las compras y las ventas se hacen por intercambios de organismos cooperativos con la central sindical.

Las comunas populares chinas

Desde 1953 comenzaron a organizarse en China las «cooperativas de producción agrícola», las cuales en un principio eran muchas y muy pequeñas. En 1958 se realizó una concentración de las anteriores cooperativas tomando éstas el nombre de «comunas populares». Esta nueva comuna popular la componen hasta 50.000 y más agricultores. Reduce al mínimo la vida familiar e instaura la comunidad. Organiza una permanente movilización de la mano de obra masculina y femenina e impone a los trabajadores alistados en las brigadas de trabajo una disciplina casi militar.

La comuna intenta la industrialización de las regiones rurales, creando una industria local cuya mano de obra sigue siendo esencialmente campesina.

La administración de la comuna forma parte de la administración del Estado. La penuria de los años 1960 y 1961 impusieron una nueva etapa de moderación colectivista que se ha reflejado, principalmente en un proceso de descentralización de las comunas.

5. Crítica del socialismo marxista

José Antonio Primo de Rivera (1903-1936) ha dicho sobre el socialismo marxista:

«Por eso tuvo que nacer, y fue justo su nacimiento (nosotros no recatamos ninguna verdad), el socialismo. Los obreros tuvieron que defenderse contra aquel sistema que sólo les daba promesas de derechos, pero no se cuidaba de proporcionarles una vida justa.»

«Ahora que el socialismo, que fue una reacción legítima contra aquella esclavitud liberal, vino a descarriarse, porque dio, primero, en la interpretación materialista de la vida y de la Historia; segundo, en un sentido de represalia; tercero, en una proclamación del dogma de la lucha de clases.» «El socialismo, contrafigura del capitalismo, supo hacer su crítica, pero no ofreció el remedio, porque prescindió artificialmente de toda estimación del hombre como valor espiritual; así en Rusia, inhumanamente, no se ha pasado aún del capitalismo del Estado, y es cada día menos probable que se llegue al comunismo.»

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El Movimiento Nacional XXIV. Los movimientos sociales en España

XXV. El nacional sindicalismo

XXVI. El Movimiento Nacional

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XXIV Los movimientos sociales en España

1. La sociedad española desde 1800 hasta 1868.—2. Evolución de la sociedad española en este período.—3. La sociedad española en el último tercio del siglo XIX.—4. Los movimientos sindicales antes de 1936.

1. La sociedad española desde 1800 hasta 1868

El siglo xix es un período en el que una sociedad a base de estamentos se transforma en una sociedad de clases. A lo largo de este siglo, los componentes de la burguesía mercantil (es decir, los que no son nobles ni viven del campo) comienzan a poblar las ciudades, viviendo exclusivamente del comercio, rompen con las estructuras anteriores y logran que la sociedad y el Estado se organicen alrededor de ellos, de tal modo, que la jerarquía le da la mayor posesión de dinero o de bienes materiales para comerciar, estableciéndose así el sistema liberal.

En la anterior sociedad no podía pasarse de un estamento a otro, porque no lo permitían desde arriba quienes pertenecían a la clase más elevada. En la nueva situación, la posesión de dinero abría paso franco de un grupo a otro. Esto daría lugar a una clasificación que, de un modo elemental, puede establecerse como de tres estadios, a lo largo del primer tercio del siglo xix: clase alta, clase media y clase baja.

1. Clase alta: Compuesta por nobles que conservan grandes riquezas y por la alta burguesía comercial, industrial y de grandes banqueros. La nobleza sigue en este grupo, por su riqueza y no por una diferencia social. Los hidalgos, nobles que no tienen dinero, porque lo han perdido o no pueden conservarlo, se ven obligados a descender de nivel, hacia las clases media y baja.

2. Clase media: Con límites poco definidos está compuesta por gentes de economía más bien modesta: intelectuales seglares o religiosos, funcionarios, propietarios de casas en la ciudad o de fincas pequeñas en el campo, comerciantes medios o detallistas.

3. Clase baja: Compuesta por artesanos, pequeños labradores y peones. Comienza a surgir el proletariado urbano e industrial, es decir aquellos que viven exclusivamente de un jornal cuando lo encuentran.

2. Evolución de la sociedad española en este período

Sociedad y política están íntimamente unidas en esta época, y por ello el cambio político de 1868, puede considerarse como una auténtica reforma social dentro del siglo xix español.

Se pueden distinguir tres etapas distintas :

1. Desde 1800 a 1833. Puede denominarse de formación de la nueva estructura. De un modo claro se mezclan los restos estamentales con los nuevos principios burgueses. Hay un conflicto entre la vieja y la nueva sociedad.

2. Desde 1833 a 1843. Viene caracterizada por la consolidación de la burguesía, que va organizando la sociedad y el Estado al modo liberal, en lucha con la vieja aristocracia.

3. Desde 1843 a 1868. Suele denominarse «edad dorada de la burguesía». Esta consigue el dominio que persigue, de las ideas liberales, aunque en el último período se verá acosada por el proletariado que empieza a tomar importancia.

En el conjunto de esta época de 1800 a 1868 se produce la desamortización de Mendizábal, ministro de Hacienda que vendió en pública subasta los bienes que tradicionalmente estaban en manos de la Iglesia y llamados de «manos muertas» porque no producían beneficios. Por otra parte, tuvo lugar el desarrollo de la industria que da poder a la burguesía. En Vizcaya, por ejemplo, se producen los Altos Hornos; en Navarra y Aragón, se

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enriquecen determinadas familias con el comercio. La industria naval va a producir empresas, como la Euskalduna, de construcción y reparación de buques de gran tonelaje.

Pero, frente a este triunfo burgués, va apareciendo, sobre todo en Cataluña, un movimiento obrerista. Sus primeros intentos logran un éxito en 1839, en que se promulga una ley autorizando a los obreros a asociarse con fines benéficos. En 1840 se funda, al amparo de esta ley, la Asociación Mutua de Obreros de la Industria Algodonera, que viene a ser el primer antecedente de las actuales Mutualidades Laborales.

De todas formas, la edad dorada de la burguesía tiene lugar cuando se realiza la construcción de los primeros ferrocarriles que dan trabajo a numerosos obreros y son el motivo del auge de las modernas empresas bancarias.

3. La sociedad española en el último tercio del siglo XIX

Hacia 1868 los enfrentamientos existentes entre las clases se atenúan ligeramente. Es cuando aparecen los primeros políticos en el sentido actual de la palabra. Surgen los llamados agitadores, especie de conspiradores románticos, hombres de café, mitad políticos, mitad literatos, que han hecho la revolución de 1868 que destronó a Isabel II y que organizan el cantonalismo en algunas regiones españolas (Cartagena fue el fenómeno más pronunciado), consistente en la formación de cantones o provincias unidas federalmente al resto de España. Son revolucionarios burgueses que, a través de periódicos de pequeña tirada, de la oratoria o de sus posturas republicanas, reclutan algunos adeptos, más bien de opinión que de acción real. Concretamente, en el último tercio del siglo xix se produce:

1. El mundo campesino. Se abre paso el principio de que la tierra es para el que la trabaja y algunos campesinos ocupan tierras que pertenecen a propietarios que viven alegremente en la capital; tanto, que ni se enteran del fenómeno.

2. El mundo obrero. En este campo se produce claramente la conversión de los antiguos artesanos en proletarios.

3. El obrerismo internacional. Los obreros consiguen, especialmente en Cataluña, grandes avances. Se fundan mutualidades, periódicos de clase y un Ateneo Obrero.

Dentro del obrerismo español se forman dos grupos: los marxistas-socialistas de Pablo Iglesias y los anarquistas cuyos dirigentes exactos se desconocen, ya que estos han tenido siempre buen cuidado de ocultarse. Pero mientras la alta burguesía lograba un apogeo económico, el movimiento socialista no produjo nada aprovechable, si bien tuvo un origen justo en lucha por la justicia social.

José Antonio señalaría que «no se consiguió ni poco ni mucho la liberación de los obreros». Y este es un gran reproche a la cuenta de sus dirigentes: Pablo Iglesias, Indalecio Prieto, Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro.

4. Los movimientos sindicales antes de 1936

El sindicalismo español, más caracterizadamente el marxista, estuvo unido al grupo más intelectual de la clase obrera, que fue el de los tipógrafos. Tuvo figuras como las ya indicadas, especialmente Pablo Iglesias se significó en el Congreso de Sevilla en 1882, donde se aprobaron los Estatutos de la Unión Nacional de Trabajadores, que desde 1888 cambió su nombre por el de Unión General de Trabajadores (U.G.T.). La Unión General de Trabajadores logró gran número de afiliados. En 1905 había 60.000 afiliados; en 1931, un millón.

En cuanto a sus fines, la Unión General de Trabajadores tenía por objeto mejorar las condiciones de trabajo, unir las distintas agrupaciones obreras y mantener estrechas relaciones con las federaciones obreras de los demás países. Sus métodos consistían en la acción política y en la huelga general o parcial. Reclamaban de los poderes públicos una serie de medidas para favorecer las condiciones del trabajo, tales como la jornada de ocho horas, la fijación de un salario mínimo, la igualdad de salarios entre hombres y mujeres.

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El movimiento anarquista, opuesto al socialista, arrancó de un grupo formado por Fanelli en Barcelona. Aglutinaba grupos autónomos bajo una federación. Antes del cantonalismo de la I República de 1873, dio varios golpes terroristas en Montilla, Pozoblanco, Fuenteovejuna y Alcoy.

La organización externa del anarquismo fue la Confederación Nacional del Trabajo (C.N.T.) relacionada con el sindicalismo francés. Acogió en su seno a la Federación Anarquista Ibérica (F.A.I.), pero pronto se desligaron ambas organizaciones porque la Confederación Nacional del Trabajo era más sindicalista que terrorista y fue derivando hacia el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña.

El comunismo español no llegó a constituirse sindicalmente, ya que el sindicalismo surge de la base mientras que el comunismo supone una fuerte organización político-burocrática encomendada a minorías. El comunismo español, a partir de 1920, se organizó en células, luego en centrales y finalmente en una confederación. Hacia 1935 unos 100.000 obreros se hallaban encuadrados en el partido comunista que, por cierto, fue un gran enemigo de la U.G.T. y de la C.N.T.

El movimiento sindical católico arranca en España de los círculos creados, a partir de 1864 por el padre Vicent en Manresa y generalizados a partir de 1869. Estos círculos se reunieron en asambleas en Tortosa (1887) y en Valencia (1893) y desde esa fecha, se federaron, constituyendo el Consejo Nacional de Corporaciones Católicas Obreras. Paralelamente nació el Banco León XIII. Sus objetivos eran religiosos, formativos y gremiales. Disponían de bolsas de trabajo, economatos, mutualidades y cooperativas, pero no eran propiamente sindicatos. Todo ello se debía al paternalismo de los empresarios, que con la excusa de la protección, imponían condiciones de trabajo intolerables para empresarios que se decían católicos.

En rigor no puede hablarse de sindicalismo católico antes de 1936. Los intentos fueron desbordados por el anarcosindicalismo, especialmente en partes de Andalucía y de Aragón. Frente a él, el sindicalismo católico no resultó eficaz porque le faltaba el motor político que tenían sus rivales. Hubo un llamado Partido Social Popular sobre los patrones del activo sacerdote italiano Dom Sturzo, pero tampoco tuvo éxito.

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XXV El nacional-sindicalismo

1. Sus orígenes.—2. Afirmaciones políticas.—3. Panorama económico.—4. Doctrinas económicas.—5. La empresa y el sindicato vertical.—6. Subsistencia de la propiedad personal y familiar.—7. Consideraciones finales.

1. Sus orígenes

La II República española había sido implantada por dos sectores sociales muy diferentes: una clase media liberal, que deseaba adquirir bajo el nuevo régimen los privilegios detentados por la burguesía desde la desamortización*, y las clases proletarias*, prácticamente marginadas hasta entonces de la orientación política del país.

Los liberales constituyeron partidos de corte democrático y parlamentario, favoreciendo la organización capitalista de la economía. Las clases proletarias se integraron en los sindicatos socialistas y anarquistas, de talante revolucionario, formando los cuadros de dichos partidos.

El pueblo español, al que se le iba a aplicar uno de los regímenes políticos europeos de más moderna factura, era sin embargo de los de más baja renta, con una pobreza cercana a la miseria, y elevado porcentaje de analfabetismo.

Una sociedad que arrastraba estas secuelas desde hacía varios siglos, creaba un nuevo régimen, para acabar con la crisis y la monarquía. Pero como había escrito Salvador de Madariaga en 1930: «No está sólo en crisis la monarquía. Lo está la nación. Lo está la raza. No se ventila sólo la capacidad de los españoles para organizar un estado monárquico o republicano, sino su capacidad para organizarse en nación.»

Ante esta situación, considerándose defraudados por la República, que no iba a lograr superar la crisis* apuntada, un grupo de jóvenes crearon una ideología nueva y renovadora.

En 1931, Ramiro Ledesma Ramos lanza en Madrid «La Conquista del Estado», manifiesto en el que colaboran otros intelectuales y estudiantes. En el mismo año, Onésimo Redondo crea en Valladolid las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, organización que propugna una estructura gremial agraria, en la que se integran pequeños empresarios. Ambos grupos se fusionan, dando lugar a las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. Han nacido las J.O.N.S., y con ellas, el nacionalsindicalismo.

Las J.O.N.S., ya no son un periódico con un grupo de intelectuales, ni una organización de base agraria. Es una ideología política, que tiene una concepción nueva del Estado y de la estructura socioeconómica a la cual el Estado debe servir.

Esta ideología, se perfecciona y recibe interesantes aportaciones. El 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera funda Falange Española, la cual trae el concepto de Patria, como misión integradora de todos los españoles, y el concepto cristiano del hombre. Formula, al mismo tiempo, una crítica del liberalismo y del socialismo, y busca ya una solución superadora, que lo sea también de los conceptos de derechas e izquierdas, motores de toda acción política hasta entonces, y que determinaban posturas de enfrentamiento y división social.

La Falange y las J.O.N.S. se fusionan en un movimiento, que recibe el nombre de Falange Española de las J.O.N.S., y que nace en Valla-dolid el 4 de marzo de 1934.

2. Afirmaciones políticas

El nacionalsindicalismo pretendía, ante todo, la creación de un Estado para todos los españoles. Un Estado al servicio de la Patria, a la que consideraba como una suprema realidad, que había que fortalecer, elevar y engrandecer, mediante el trabajo de todos.

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Esto solamente podría lograrlo un Estado fuerte, que encauzase las energías nacionales, sustentado sobre la unidad de los hombres y las tierras. Para lograr esta unidad, el Estado debería proponer a todos los españoles una sugestiva empresa común. La novedad de esta doctrina radicaba fundamentalmente en la unión del sentido nacional y el social. El liberalismo y capitalismo imperantes en España se oponían a la justicia social. El socialismo marxista llegaba con un espíritu de revancha de la clase proletaria, ignorando el sentido nacional y la existencia de la Patria.

3. Panorama económico

El nacionalsindicalismo nace en una época de crisis económica manifestada en todo el mundo desde 1929 y que en España se dejaba sentir con especial virulencia en 1933, con un aterrador paro obrero y una renta nacional mísera. Todo ello, parecía indicar el fracaso del capitalismo como sistema económico capaz de crear riqueza y distribuirla automáticamente.

No era mejor el panorama de la agricultura, con una distribución de la propiedad del suelo que, según las zonas, era predominantemente latifundista* o minifundista*, con el fantasma del paro estacional en las zonas de latifundio, y en todas las zonas con el problema de la pobreza, el caciquismo* y el desarraigo social.

Como consecuencia de esta situación, el movimiento nacionalsindica-lista estima que ha de partirse de una acción revolucionaria. Se pretende todo un orden nuevo, y para eliminar las resistencias del orden vigente, aspira a la revolución nacional. La revolución significaba un cambio rápido de todas las instituciones políticas, sociales y económicas, para lograr la justicia social, el orden y la paz, al tiempo que se consolidaba la unidad nacional.

4. Doctrinas económicas

En primer lugar, el Estado nacional-sindicalista controlaría de un modo directo, si fuera preciso mediante la nacionalización, la gran industria, especialmente la industria básica, los transportes, la banca y el comercio exterior.

Se respetaría la propiedad privada de aquellos bienes que satisfagan las necesidades personales y familiares, así como los instrumentos de producción ligados al trabajo personal, pero se aboliría la propiedad capitalista, por considerar que la acumulación de capital, no se queda en ser una acumulación de medios de producir, sino que pasa a ser también una acumulación de poder ejercido sobre los hombres, distinto del único poder legítimo que es el del Estado.

5. La empresa y el sindicato vertical

La gestión y dirección de la empresa correspondería a personas elegidas por todos los trabajadores del mismo ramo de la producción, en consideración a sus aptitudes. En esa elección tendrían capacidad decisoria los propios integrantes de cada empresa.

Así pues, todo el factor humano de cada unidad productiva constituía una asociación de personas, de diferente jerarquía, según fuera la función asignada en el trabajo, unos como gestores, otros como técnicos, otros como obreros. Esta asociación formaba el sindicato de empresa. Y todos los sindicatos de empresas del mismo ramo de la producción constituirían un sindicato vertical.

La retribución económica sería asignada por los representantes del personal para cada categoría laboral, de acuerdo con las normas generales dadas por el sindicato vertical.

El personal de la empresa recibiría sus retribuciones de los beneficios de la misma, una vez atendido un fondo de reserva económico que la pusiera a cubierto de crisis pasajeras, y sirviera para la amortización del capital y adquisición de nuevo utillaje. Aparte se atendería al pago de intereses del capital invertido.

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El capital de la empresa no auto-financiado* tendría una doble procedencia. Parte del mismo sería aportado por ahorradores particulares que percibirían un interés fijo, sin derecho a participar en la gestión de la empresa en mayor medida que los propios trabajadores. Otra parte sería aportada por la banca nacional, atendiendo a la planificación de inversiones hecha por los sindicatos verticales.

6. Subsistencia de la propiedad personal y familiar

El montaje sindicalista no eliminaba la propiedad familiar, ni la pequeña industria artesana, sino que las protegía al eliminar el peligro que para su supervivencia suponía la existencia de grandes monopolios* capitalistas, contra los cuales, poco a poco, sucumbían las pequeñas unidades de producción. Estas también estarían encuadradas en el sindicato, a través del cual podrían obtener protección para sus intereses, eficaz gestión del crédito, orientación de la producción, análisis de mercados, etc.

7. Consideraciones finales

Las luchas políticas, en las cuales la violencia era un ingrediente constante, la juventud de los fundadores y seguidores del movimiento nacional-sindicalista, y el escaso tiempo que tuvo la doctrina para desarrollarse hasta el comienzo de la guerra, impidió que se llegara a una perfección mayor en la formulación doctrinal y a una necesaria madurez en sus concepciones. Desgraciadamente, los tiempos violentos en el plano político y la incapacidad del Estado para garantizar la convivencia civil, hicieron casi imposible el que los pensadores de esta doctrina pudieran invertir su tiempo en actividades puramente especulativas, teniendo que convertirse, muy a su pesar, en líderes políticos de acción.

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XXVI El Movimiento Nacional

1. Comunión de ideales.—2. Los Principios del Movimiento Nacional.—3. La participación en el Movimiento Nacional.— 4. Las asociaciones.—5. La organización del Movimiento.

1. Comunión de ideales

El Movimiento Nacional es la comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a la Cruzada.

La comunión es la participación en algo común. La participación en unos ideales comunes para la ordenación de la sociedad española en el presente y en el futuro es garantía de convivencia pacífida* y construcción de una sociedad civil ordenada. Pero toda comunión de personas ha de tener una organización en la que sustentarse y a través de la que pueda cumplir sus funciones.

El Movimiento cuenta una organización, integrada por los que dirigen el esfuerzo para llevar a cabo esos Principios en la vida española, y por los que quieren participar con su actividad personal en dicha tarea.

2. Los Principios del Movimiento Nacional

La Ley Fundamental de 17 de mayo de 1958 promulgaba dichos principios en doce apartados.

Los Principios del Movimiento no son todos del mismo contenido. Unos formulan unas creencias políticas. Otros despliegan un esquema de instituciones. Y otros, por último, describen una acción concreta de gobierno. Los primeros son los principios doctrinales. Los segundos, los principios orgánicos. Los terceros, los principios programáticos *.

Los principios doctrinales se formulan sobre todo en los cinco primeros apartados de la Ley, en la forma siguiente:

El principio I establece la unidad nacional y el deber de todos los españoles de servir a la Patria.

El principio II declara el acatamiento de la Nación española a la Ley de Dios formulada por la Iglesia, cuya doctrina inseparable de la conciencia nacional, inspirará nuestras leyes.

El principio III señala la aspiración de España a la instauración de la justicia y la paz entre las naciones.

El principio IV otorga al Ejército el deber de defender la unidad, la integridad y la independencia de la Patria.

El principio V funda la comunidad nacional en el hombre y en la familia.

Subordina el interés particular al bien común, y pone a todos los españoles bajo el amparo de la Ley.

Los principios orgánicos se expresan principalmente en los apartados VII y VIII de la Ley del modo siguiente:

El principio VII instaura la Monarquía como forma política, con las notas de tradicional católica, social y representativa.

El principio VIII ordena la participación política a través de la familia, el municipio y el sindicato, dejando abierta la posibilidad de que las leyes reconozcan otras entidades con representación orgánica. La participación política es respuesta al carácter representativo del orden político.

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Los principios IX al XII describen un programa de gobierno.

El principio IX declara el derecho de los españoles a una justicia independiente, a los beneficios de la educación, a los de la asistencia y seguridad sociales, y a una equitativa distribución de la renta nacional y de las cargas fiscales.

El principio X reconoce la dignidad del trabajo. Reconoce así mismo la propiedad privada con ciertas condiciones. Compromete al Estado en el estímulo a la misma, y prevé la posibilidad de que el mismo Estado la sustituya.

El principio XI define a la empresa, subordinando los valores económicos a los de orden humano. Esto es, subordinando las máquinas a los hombres, el capital al trabajo.

El principio XII señala nuevos compromisos para el Estado: el procurar perfeccionar la salud de los españoles y asegurarles dignas condiciones de trabajo, mejorar la agricultura, multiplicar los regadíos y reformar socialmente el campo; orientar el crédito público; salvaguardar y fomentar las explotaciones mineras; intensificar las industrialización; patrocinar la investigación científica y favorecer las actividades marítimas.

Así vemos cómo el Estado formula sus creencias básicas: unidad nacional, sentido trascendente de la acción política al servicio del hombre, aspiración a la paz y la justicia entre las naciones. Estas creencias impregnan las leyes y la acción estatal, y configuran las instituciones creadas para servirlas: especial relieve a la familia, a la comunidad nacida de la vecindad, y a la nacida del trabajo; instauración de la Monarquía social, y participación política de los españoles a través de unos cauces naturales.

En estas instituciones se produce el encuentro entre el ciudadano y el poder, mediante la participación. Y en el más alto escalón de la jerarquía estatal, la figura del Rey.

3. La participación en el Movimiento Nacional

Vemos claramente que los Principios del Movimiento Nacional proponen unas creencias que son punto de partida, unas instituciones y un programa de gobierno, y que todo ello en plenitud, constituye un ideal a alcanzar. La actividad política consiste, pues, en cumplir ese ideal. Y nuestra participación en el Movimiento consistirá en orientar nuestra vida y nuestra actividad social a colaborar en que esas metas se cubran y se cumplan esos ideales. Y en expresar por los cauces establecidos o que se establezcan nuestra opinión acerca de la actividad de gobierno más acertada para lograrlo.

El artículo 8.° del Estatuto Orgánico del Movimiento expresa los medios a través de los cuales todos los españoles podrán participar en las tareas del Movimiento Nacional.

Se puede participar, simplemente, con votar en las elecciones que se convocan regularmente para constituir los Consejos del Movimiento, locales, provinciales y nacional.

Se participa en el Movimiento encuadrándose* en las organizaciones del mismo. Las organizaciones disponen de unos estatutos, unos fines y unos mandos establecidos por la superioridad del Movimiento, para el mejor cumplimiento de los fines del mismo y del bien común. Un ejemplo de estas organizaciones lo constituye la Organización Juvenil Española, a la que pertenecen voluntariamente los jóvenes que desean perfeccionar su formación en el servicio a España.

Las Hermandades son otro medio de participación, que une a personas que desean prestar su fidelidad a los Principios del Movimiento, porque ellos expresan los ideales que desde el pasado unen a estas personas. Las Hermandades están constituidas en base a ello por los hombres que tienen esa fidelidad y esos comunes ideales, que clavando sus raíces en el pasado, tratan de configurar un mejor futuro.

Y por último, como medio de participación, existen las asociaciones, integradas por personas que deciden crearlas, desde una plataforma actual, sin que necesariamente hayan compartido ideales en el pasado, y que tratan de encontrar una común coincidencia de convivencia futura, o la mejor defensa de sus intereses comunes.

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4. Las asociaciones

Hay cinco clases de asociaciones.

1. Asociaciones familiares. Tienen como objeto la defensa y promoción de los intereses de la familia en todos los órdenes (educación de los hijos, cultura, atención sanitaria, emigración, protección de menores, ayuda a subnormales y a familias numerosas, vivienda, consumo, etc.).

Estas asociaciones son promovidas y tuteladas, sin pérdida de su autonomía, por la Delegación Nacional de la Familia.

2. Asociaciones juveniles. Integradas por jóvenes, tienen fines de entretenimiento del ocio mediante actividades de todo orden, y cabe en ellas una finalidad formativa. Son orientadas por la Delegación Nacional de la Juventud.

3. Asociaciones profesionales. Sirven para defender los intereses de quienes ejercen una profesión no sindicada, ni integrada en un colegio profesional. Son reconocidas por la Delegación Nacional de Acción Política y Participación.

4. Asociaciones culturales. Promueven los valores culturales al servicio del pueblo español, o estudian los Principios del Movimiento con vistas a su incorporación a la vida social. Se insertan en la Delegación Nacional de Cultura.

5. Asociaciones políticas. Tienen su fundamento jurídico en el artículo 15 del estatuto orgánico del Movimiento, que dice: «Podrán constituirse asociaciones en el movimiento, con el fin de contribuir a la formulación de la opinión sobre la base común de los Principios del Movimiento, en servicio de la unidad nacional y del bien común, para la concurrencia de criterios, de conformidad con el artículo 4.° de la Ley Orgánica del Estado y el artículo 2.° de la Ley Orgánica del Movimiento y su Consejo Nacional. Estas asociaciones contribuirán a promover el legítimo contraste de pareceres, con plena garantía de la libertad de la persona, en orden a la posibilidad de un análisis crítico de las soluciones concretas de gobierno y la formulación ordenada de medidas y programas que se orienten al servicio de la comunidad nacional.»

5. La organización del Movimiento

Está constituida por los órganos a través de los cuales actúa. Son los siguientes:

1. La Jefatura Nacional, ostentada con carácter vitalicio* por Francisco Franco, Caudillo de España. Al cumplirse las previsiones sucesorias, le corresponde al Jefe del Estado, y por delegación de éste, al Presidente del Gobierno.

2. El Consejo Nacional, que es la representación colegiada del Movimiento.

3. La Secretaría General es el órgano de ejecución de los acuerdos del Consejo Nacional. Dirige las Delegaciones, Organizaciones y Servicios del Movimiento, bajo la autoridad del Jefe Nacional y las orientaciones del Consejo.

4. Los consejos provinciales y locales, representación colegiada del Movimiento, en los ámbitos provincial y local, respectivamente.

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Intervención del Estado

en materia social y económica

XXVII. Posturas abstencionistas e intervensionistas

XXVIII. Planificación económica

XXIX. El desarrollo en España

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XXVII Posturas abstencionistas e intervencionistas

1. El liberalismo económico.—2. El marxismo.—3. Intervencionismo y abstencionismo del Estado.

1. El liberalismo económico

Sabemos que el liberalismo económico es una corriente científica que mantiene la creencia de que la mejor forma de que exista una actividad económica eficaz es abandonarla al libre juego del mercado.

Hoy no existen partidarios absolutos del liberalismo económico. Fue durante los siglos xvm y xix cuando tal doctrina contó con más defensores.

Según esta teoría:

1. El Estado debe abstenerse de toda intervención en la actividad económica. Por tal motivo se llama a esta postura abstencionista. El Estado no debe preocuparse de los precios ni de los salarios; no debe poner obstáculos al libre tráfico de mercancías, incluso ni a través de las fronteras.

2. El equilibrio económico se logra por si solo. Si los precios están demasiado altos, inmediatamente aparecerán en el mercado personas dispuestas a vender, y este aumento de la oferta hará disminuir los precios.

Mientras que otros que pensaban comprar, no lo harán, y esta disminución de la demanda hará bajar también los precios hasta alcanzar el equilibrio. Si los precios están demasiado bajos, aumentará la demanda y disminuirá la oferta, elevándose en consecuencia los precios. También en este caso se producirá el equilibrio.

3. El mejor motor de la economía es el afán de beneficio de los empresarios, que para aumentar sus beneficios fabricarán y venderán los bienes que tengan un alto precio y dejarán de fabricar y vender los que tengan el precio bajo. De esta manera empujarán los precios al equilibrio.

4. Habrá un punto de equilibrio en donde nadie podrá obtener beneficios extraordinarios y los precios serán los más justos para todos, incluido el salario, que es el precio de venta del trabajo.

5. En ese punto de equilibrio, todos quedarán satisfechos, no quedándose ningún producto sin vender. No sobrarán ni faltarán bienes.

2. El marxismo

La experiencia demostró ampliamente que, cuando se abandonaba la actividad económica a las libres fuerzas del mercado, no aparecía el punto de equilibrio. Los precios de venta eran muy superiores a los precios de coste. Algunos empresarios se enriquecían desmesuradamente. Los trabajadores cobraban salarios que no le permitían atender ni siquiera a su subsistencia. Frecuentemente aparecían crisis en las que sobraban mercancías y se arruinaban los empresarios, quedándose millones de obreros sin trabajo.

Apareció entonces el marxismo que defendía precisamente todo lo contrario del liberalismo económico. Como tantas veces ocurre, cuando un péndulo se encuentra muy desplazado a la derecha, el movimiento siguiente consiste en desplazarse totalmente a la izquierda. Algo así ocurrió con la aparición del marxismo.

El marxismo mantiene que el Estado deberá intervenir totalmente en la actividad económica. Es una postura intervencionista. Esta intervención lleva consigo:

1. El Estado debe ser propietario de todos los medios de producción.

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2. El Estado dirige toda la vida económica del país, que se rige por un plan.

3. El plan dicta las cantidades que deben producirse de cada bien y los precios a que éstos se venderán.

4. También el plan dictará los diversos empleos que deberán existir y los salarios que se cobrarán.

Con el cumplimiento de estos principios se prentendía eliminar las injusticias y los desequilibrios de la economía capitalista. La experiencia está demostrando que en las economías donde estos principios se aplican, el plan estatal no ha podido prever los millones de posibilidades que existen en una economía. En algunos sectores se cometen excesos de producción que se desperdician mientras que en otros hay grandes escaseces, originándose entonces el fenómeno llamado estrangulamiento*. La calidad de muchos bienes es deficiente por falta de estímulos. Pero el inconveniente más importante de este sistema es la falta de libertad.

3. Intervencionismo y abstencionismo del Estado

Los defectos más importantes de la economía liberal son el individualismo y la injusticia social.

Los defectos más importantes de la economía marxista son el estatismo* y la falta de libertad.

El hombre necesita un sistema económico que le permita realizarse libremente y vivir con dignidad. Esto es imposible cuando se niega la libertad por el intervencionismo total del Estado. También es imposible cuando sólo tienen libertad unos pocos privilegiados por el abstencionismo total del Estado.

Un Estado justo deberá abstenerse en las libres decisiones del hombre que no sean perjudiciales para la libertad de los demás, y deberá intervenir cuando la libertad o la justicia estén en peligro. Porque existe una línea divisoria entre intervencionismo y abstencionismo que los legisladores, los gobernantes y la opinión pública deberán ser capaces de descubrir en cada caso.

En una economía justa:

1. La persona humana tiene derecho a la libertad de empleo, oficio y residencia, así como a la propiedad.

2. El Estado deberá limitar el derecho de propiedad e incluso llegar a la expropiación * cuando así lo exija el interés colectivo.

3. Las personas y las empresas tienen libre acceso al mercado para comprar y vender bienes libremente.

4. El Estado deberá intervenir en las condiciones de mercado para evitar la formación de monopolios*.

5. Un sistema fiscal justo obligará a tributar más a quienes más poseen para realizar obras y gastos de interés colectivo.

6. El Estado deberá garantizar la libertad de cada persona frente a los abusos físicos y económicos.

7. El Estado garantizará la igualdad de oportunidades mediante un sistema educativo al que tengan acceso efectivamente todas las personas para que éstas puedan alcanzar niveles educativos acordes con sus aptitudes.

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XXVIII Planificación económica

1. La planificación frente a las crisis.—2. La planificación del desarrollo.—3. La planificación imperativa.—4. La planificación indicativa.

1. La planificación frente a las crisis

Cuando la actividad económica se rige exclusivamente por el mercado, se producen períodos de gran actividad seguidos de crisis fulminantes que llevan a la bancarrota a miles de empresas y dejan sin trabajo a millones de trabajadores. Es natural que esto ocurra cuando el equilibrio de la economía depende del afán de beneficio de miles de empresas. Cada empresa persigue su beneficio particular. Ninguna empresa conoce suficientemente lo que piensan hacer las demás. Como los procesos de producción duran algún tiempo, la empresa debe comenzar a producir los bienes apoyándose en una estimación incierta de lo que ocurriría en el mercado dentro de unos meses. Si la estimación falla sobreviene el fracaso.

Imaginemos que en un momento determinado la venta de electrodomésticos produce más beneficios que cualquier otra producción. Muchas empresas se decidirán a fabricarlos en busca de grandes beneficios. Estas empresas deberán comprar maquinaria para la fabricación. Una vez instalada la maquinaria, comenzarán su proceso productivo. Cuando los electrodomésticos lleguen por fin al mercado, habrá tal cantidad de oferta que la demanda* existente será incapaz de absorberla. Bastantes empresas se quedarán sin vender sus productos y las demás venderán menos de los que habían previsto o a más bajo precio. Se producirán quiebras de empresas que no podrán pagar la maquinaria comprada. Por otra parte, los fabricantes de maquinaria verán que muchos de sus clientes no les pagan. Además, como habían aumentado tanto sus ventas de maquinaria, creerían que continuarían aumentando, por lo que a su vez habrán fabricado más artículos aún, que ahora se quedan sin vender por el fracaso de los fabricantes de electrodomésticos. El mismo problema que están sufriendo las industrias de electrodomésticos se traslada a las de maquinaria e incluso a las de acero. El resultado es el cierre masivo de empresas y el despido de trabajadores.

Estas crisis pueden ser más o menos grandes según el número de industrias y de sectores afectados. Cuando las crisis se generalizan suponen un colapso para la economía del país que a veces se extiende por todo el mundo con su secuela de obreros parados y empresas arruinadas.

Si las economías privadas, por su visión muy particular y poco informada del conjunto económico no puede prever el futuro, el Estado, con indudables posibilidades de visión y disposición sobre la actividad económica puede encauzar en la mejor dirección la economía. Y como puede, debe hacerlo para evitar los grandes males que de su abstención se originan. La forma de hacerlo es la planificación.

La planificación económica es la elaboración de un plan sistemático para eliminar o, al menos, disminuir las imprevisiones e incertidumbres de la libre actividad económica.

2. La planificación del desarrollo Los países crecen y se desarrollan indefectiblemente. Durante los últimos años, la

intervención de los Estados para conseguir un desarrollo armónico ha experimentado un gran impulso. En todo país hay tendencias deseables y tendencias indeseables. Dejadas a su libre impulso, puede darse el caso de que las tendencias indeseables prevalezcan sobre las deseables. La planificación económica pretende también establecer los estímulos convenientes para que prevalezcan las tendencias deseables.

Con tal objeto, los diversos Estados van estableciendo planes económicos que suelen proponerse los siguientes objetivos:

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1.° El crecimiento de la renta nacional, porque a medida que ésta crece, mejora el nivel de vida de los habitantes del país que pueden disponer de más bienes materiales y espirituales. 2.° La distribución más equitativa de la renta nacional, de manera que el mayor crecimiento del nivel de ingresos se produzca precisamente en aquellas clases sociales que en el momento de partida se encuentren menos favorecidas. 3.° El pleno empleo* de los factores de producción, especialmente del trabajo, para que no se produzca ningún derroche de los recursos productivos del país. 4.° La estabilidad* de precios, ya que la inflación* disminuye la capacidad de compra de los consumidores. Vista la importancia que tiene la planificación para el desarrollo de las naciones, podemos mejorar la definición anterior diciendo que la planificación económica consiste en la elaboración y ejecución de un plan sistemático para el desarrollo económico de un país, conteniendo entre sus propósitos el crecimiento de la renta nacional, su distribución equitativa, el pleno empleo de los factores de la producción y la estabilidad de precios.

De hecho, no todos los propósitos enunciados pueden cumplirse. A veces, el plan se ve obligado a elegir entre estabilidad y pleno empleo, porque si aumenta el empleo disminuye la estabilidad y si aumenta la estabilidad disminuye el empleo. Otras veces entran en contradicción el crecimiento de la renta y su distribución más justa. La elaboración de un plan exige, pues, la elección de unos límites en cada uno de los objetivos propuestos.

3. La planificación imperativa

La primera experiencia de planificación tiene lugar en la Rusia soviética en 1927. El gobierno ruso se había propuesto en dicho año la elaboración de planes quinquenales para el estímulo de la producción industrial. El primer plan debía iniciarse en 1928, pero no tiene aplicación hasta 1929. Desde entonces se desarrollaron los planes quinquenales de 1929-1932, 1933-1937, 1938-1940 (interrumpido por la guerra mundial) 1946-1950, 1951-1955. En 1957 se interrumpe el plan 1956-1960 y se toma la decisión de elaborar planes septenales.

La planificación soviética no se propuso desde el principio casi ninguno de los objetivos enumerados anteriormente. El único propósito del plan quinquenal es la superación del atraso ruso en la actividad industrial, especialmente en la industria pesada. Se pretende, sobre todo, con el plan, elevar el potencial bélico de Rusia para convertirla en una potencia de primer orden. Eso sólo se logra disminuyendo la producción de bienes de consumo.

Puesto que no existe libertad de mercado ni libre iniciativa de las empresas, el plan no deja tampoco ningún resquicio a la libertad de quienes han de cumplirlo.

De ahí surge el plan imperativo, cuyo cumplimiento es obligatorio para todos los sujetos económicos del país. La planificación imperativa es propia de los países socialistas y su mayor defecto es, por tanto, la privación de la libertad económica.

4. La planificación indicativa

Los países en que se concede importancia al mercado y a la libertad económica han comprendido la necesidad de elaborar también planes para conseguir el desarrollo armónico de la economía. El primero de estos planes se puso en marcha en Francia en 1948.

De acuerdo con el principio de libertad económica de estos países, el plan obliga únicamente a las empresas públicas y a la administración. Para las empresas privadas es solamente una indicación del camino que probablemente seguirá la actividad económica en los próximos años, para que puedan realizar sus previsiones e inversiones con mayor conocimiento del futuro. De ahí su nombre de plan indicativo.

El camino para llegar a este futuro es, por supuesto, más incierto que en los planes imperativos, porque depende de la decisión de las empresas de adaptarse al plan. Pero, de todas formas, el Estado no se limita a cruzarse de brazos esperando que se realicen sus previsiones. Existen instrumentos en sus manos que le permiten realizar algunas acciones para el cumplimiento del plan. Estos instrumentos son los siguientes:

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1. El plan es vinculante para las empresas públicas y la Administración. Nada menos que el 32 por 100 de las inversiones totales españolas son realizadas por el Estado. Si estas se cumplen obligatoriamente, ya se ha cumplido el 32 por 100 del plan.

Aparte que todas las empresas que producen los bienes que el sector público ha de necesitar para sus inversiones deberán cumplir por lo menos el plan y las empresas que necesitan los productos del sector público se deberán ajustar suficientemente al plan.

2. Mediante la acción concertada, el Estado puede establecer conciertos con grupos importantes de empresas. Por estos conciertos las empresas se obligan en contrato a cumplir los objetivos del plan como si fuera imperativo a cambio de subvenciones o exenciones de impuestos. 3. El Estado tiene en sus manos la fijación del tipo de interés, la circulación de dinero, la elevación o disminución de los impuestos que, manejados intencionalmente, pueden incitar a las empresas a cumplir los objetivos del plan. Vemos, pues, que el plan indicativo es aquel cuyo cumplimiento es obligatorio para el sector público y voluntario para los demás sujetos económicos, que lo cumplen en la medida en que es beneficioso para sus intereses.

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XXIX El desarrollo en España

1. El grado de desarrollo económico.—2. Niveles de desarrollo en España.—3. La planificación del desarrollo en España.

1. El grado de desarrollo económico

Existe un amplio acuerdo sobre la base de que el desarrollo económico es deseable para todos los países. Entre otras, se han observado las siguientes ventajas en los países más desarrollados:

a) El mejor nivel sanitario prolonga la vida media del hombre. Mientras que la vida media es de unos treinta años en los países subdesarrollados, llega a los setenta en los países mas desarrollados.

b) La jornada de trabajo es más reducida, mientras que la cantidad de bienes y la posibilidad de elegir entre ellos es mayor.

c) Los avances técnicos eliminan muchas duras tareas domésticas, lo que permite la liberación de la mujer y su dedicación a otras tareas.

Para medir el grado de desarrollo de los diversos países se utiliza la renta per cápita* medida en dólares. De acuerdo con ella, se dividen los países en tres clases:

Subdesarrollados: Menos de 750 dólares.

Desarrollados: Entre 750 y 3.000 dólares.

Altamente desarrollados: Más de 3.000 dólares.

La renta per cápita española se estimó en 1970 en 1.678 dólares. Por consiguiente, España está dentro de los países desarrollados.

Otro indicador para medir el desarrollo de los países es el porcentaje de población activa dedicada a la agricultura. Según este indicador, el grado de desarrollo de los países se clasifica de la siguiente forma:

Nive-

les

Denominación Porcentaje

de

población

agraria I Pre-industrial 50 o más

II Subdesarrollado 35 a 49

III Semi-industrial 25 a 34

IV Industrial 15 a 24

V Post-industrial 14 ó menos

En el último censo de la población española de 1970, la población agraria alcanzaba el 29,2 del total de la población trabajadora. Por consiguiente, España es un país semi-industrial. Ambos criterios coinciden en presentar a España como un país en desarrollo y con el camino por delante para llegar al nivel del alto desarrollo.

2. Niveles de desarrollo en España

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Hemos visto anteriormente la situación de España respecto al grado de desarrollo. No siempre ha sido así. En realidad no son muchos los años que separan a nuestro país del subdesarrollo. Si seguimos el criterio de la población agraria, podemos ver cuando se ha ido alcanzando cada uno de los niveles de desarrollo. En 1950, todavía trabajaba en la agricultura el 50,7 por 100 de la población. La situación se encontraba en el borde superior del nivel pre-industrial sin llegar al subdesarrollado. De acuerdo con los datos de los censos * de población que se realizan cada diez años, los diversos niveles se han alcanzado en los siguientes años:

Censo P. Agraria Nivel

1950 50,7 Pre-industrial

1960 39,8 Subdesarrollado

1970 29,2 Semi-industrial

¿Cuándo se llegará a los niveles siguientes? Según las previsiones de población del III Plan de Desarrollo Económico y Social, en 1975 se habrá reducido la población agraria al 23,7 del total. Por tanto, se puede prever probablemente:

1975 23,7 Industrial

No se piense por ello que en 1975 se llegará al nivel industrial automáticamente, sin intervención de nadie. Para ello será preciso que la actividad económica, obra de hombres libres, se desarrolle de acuerdo con las previsiones efectuadas.

Frecuentemente se olvida que el grado de desarrollo no es uniforme en todo el país. En España la distribución de la renta, y por consiguiente, de la actividad económica es muy irregular, de forma que el grado de desarrollo económico es muy diferente en las diversas regiones. Incluso dentro de las mismas regiones existen también diferencias notables. Siguiendo el mismo criterio de la población agraria, existen provincias en todos y cada uno de los niveles de desarrollo, como puede verse por las cifras siguientes:

1. Pre-industrial (50 ó más):

Albacete (53,1), Avila (54,2), Badajoz (53,0), Cáceres (53,1), Ciudad Real (50,9), La Coruña (50,2), Cuenca (64,1), Granada (51,2), León (53,3), Lugo (79,7), Orense (58,2), Pontevedra (56,7), Soria (64,6), Teruel (55,5), Zamora (55,5).

2. Subdesarrollado (35 a 49): Almería (44,9), Burgos (46,3), Córdoba (47,1), Guadalajara (43,6), Huelva (38,4), Huesca (45,6), Jaén (42,0), Lérida (38,4), Logroño (37,5), Murcia (35,8), Palencia(36,5), Salamanca (40,0), Tenerife (35,6), Segovia (40,1), Tarragona (35,8), Toledo (40,0).

3. Semi-industrial (25 a 34):

Álava (27,6), Alicante (29,8), Baleares (25,9), Cádiz (25,7), Castellón (29,3) Gerona (24,5), Málaga (28,0), Navarra (32,0), Oviedo (31,7), Las Palmas (25,8), Santander (28,6), Sevilla (33,6), Zaragoza (28,9).

4. Industrial (15 a 24):

Valencia (21,1), Valladolid (21,6).

5. Post-industrial (14 ó menos):

Barcelona (6,3), Guipúzcoa (7,6), Madrid (2,5), Vizcaya (7,4).

El esquema responde con bastante aproximación al nivel de desarrollo aparente alcanzado por las diversas provincias españolas aunque, en determinados casos por tratarse de una economía agrícola muy productiva, pudiera colocarse alguna provincia en niveles superiores. Esta clasificación pone en evidencia las extraordinarias diferencias que existen entre las provincias españolas. La planificación del desarrollo en España no puede olvidar estas diferencias.

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3. La planificación del desarrollo en España

En España se sigue desde el año 1964 el criterio de la planificación indicativa. Antes de este año, no existía planificación de ámbito nacional. En algunos casos se habían efectuado planes concretos como el Plan Jaén y el Plan Badajoz, que como sus nombres indican se habían limitado al ámbito de dos provincias.

El I Plan de Desarrollo Económico y Social de España se elaboró entre los años 1962-1963 y se proyectó para el cuatrienio 1964-1967. Su elaboración fue realizada por un gran número de personas entre funcionarios y representaciones obreras y patronales de los sindicatos, a través de ponencias y comisiones.

Los propósitos del I Plan fueron los siguientes:

1) Crecimiento anual del P.N B del 6 por 100.

2) Fomento del desarrollo regional mediante la creación de polos en Burgos, Huelva, Vigo, La Coruña, Valladolid, Zaragoza y Sevilla.

3) Mejora agraria mediante la elevación de la productividad del campo y la elevación del nivel de vida de los campesinos.

El II Plan, que se elaboró entre 1966 y 1967, tuvo vigencia durante el cuatrienio 1968-1971.

Las diferencias sobre el I Plan fueron muy pocas:

1) Creación de los polos de Asturias, Córdoba, Granada y Logroño.

2) Política urbanística.

3) Establecimiento de unas señales de alerta para avisar de las desviaciones que se produjesen en la economía.

1960 1970 1980

Renta per cápita (en dólares) ......... 290 818 2.000 Consumo de carne (Kg. por hab/año) 19 45,7 94 Analfabetos (por 1.000 hab. ............. 11 6 0,7 Enseñanza superior (miles de alumnos). 71 175 277 Teléfonos (por 1.000 hab.) .......... 59 135 320 Automóviles (por 1.000 hab.) .......... 9 70 225 Televisores (por 1.000 hab.) .......... 5 70 400 Energía eléctrica (Kw/por hb/año). 612 1.515 4.130

El III Plan, elaborado entre 1971 y principios de 1972 y en vigencia en la actualidad por ceñirse al cuatrienio 1972-1975, presenta una particularidad sobre los dos anteriores: Trata de realizar proyecciones a más largo plazo estableciendo un horizonte 1980. Por su interés observemos en el cuadro anterior algunas de las previsiones, comparándolas con las de 1960 y 1970 para dar una idea de la intensidad del desarrollo.

Como puede verse, de cumplirse las previsiones del horizonte 1980, el salto de la economía española entre 1970 y 1980 no desmerece del de la década anterior.

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La importancia de la política de desarrollo ha justificado la creación de un Ministerio de Planificación del Desarrollo por Decreto de 11 de junio de 1973.

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Cuestiones sociales

y económicas a nivel mundial XXX. El problema social en el mundo

XXXI. Interrelaciones económicas

XXXII. Organismos internacionales

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XXX El problema social en el mundo

1. Los sistemas de producción de bienes.—2. Los países sub-desarrollados.—3. Factores del subdesarrollo.

1. Los sistemas de producción de bienes

Los sistemas políticos vigentes hoy en el mundo han generado sus propios sistemas de ordenación de la producción de bienes. Así, el liberalismo organiza la economía a través del sistema capitalista, mientras que el socialismo lo hace a través de sistemas colectivistas.

En el sistema capitalista, la plusvalía* es atribuida al propietario del capital en forma de beneficio. En el sistema socialista, revierte al Estado, y como en el bloque socialista la planificación económica se hace unitariamente para todos los países del bloque, que han de seguirla obligatoriamente, se ha establecido la dependencia económica de naciones menos favorecidas con respecto a la más favorecida, que es la U.R.S.S. Mientras aquellas solamente han podido desarrollar su industria transformadora, la U.R.S.S. se ha reservado la producción de la industria básica, con lo cual se ha establecido una relación de dependencia y una situación de dominio imperialista en el campo de la economía a favor de dicho Estado.

Ambos sistemas son de raíz materialista, y consiguientemente, no se pone la economía al servicio de los fines del hombre. De tal modo, que el progreso económico ha desembocado en un proceso injusto al que vamos a referirnos.

La producción en el sistema capitalista no está dispuesta de forma que pueda satisfacer las necesidades de todas las personas, sino solamente de aquellas que puedan pagar por los bienes el precio que se establece en el mercado, porque la finalidad de la producción es simplemente obtener la mayor ganancia posible. Y cuando una persona, o un grupo social, o un país, no pueden pagar por los bienes los precios que se les exigen, sencillamente se quedan sin ellos, ya que el capitalismo no puede perder su ganancia. Y cuando por cualquier causa, la producción de bienes ha sido superabundante, por ejemplo, en las grandes cosechas agrícolas, los excedentes se almacenan o se destruyen, esperando que la escasez determine en el futuro un precio más remunerador. Pero jamás se destinan a remediar las necesidades de los que carecen de todo.

Mientras tanto, la incesante necesidad de crecimiento económico de los países ricos les lleva a sostener unas elevadas tasas de producción, y, consiguientemente, a consumir cada vez más. Prácticamente, no se produce para consumir, sino que se consume para producir.

Este desequilibrio se compensa a base de inutilizar continuamente lo que se acaba de producir, convenciendo al consumidor de que tiene que adquirir un nuevo producto, que tiene innovaciones importantes, que hacen inútil y pasado de moda el anterior. Todo esto, con un montaje publicitario, que trata de convencernos de que la felicidad consiste en disponer de una serie de objetos, siempre nuevos, últimos modelos, que se nos ofrecen en «cómodos plazos», y recogiéndonos el aparato usado, a cambio de un descuento en el precio del nuevo.

El capitalismo no produce para dignificar y fortalecer la vida terrena del hombre, sino más bien para satisfacer las necesidades artificiales de los grupos privilegiados de población. Y así, vive de espaldas a los grupos sociales y los países pobres.

Consecuencia de ello es la existencia de países que viven en la opulencia, mientras otros se debaten en la miseria. La existencia de las fronteras del subdesarrollo, que dividen a los pueblos, separan mucho más radicalmente que las diferencias ideológicas o políticas.

2. Los países subdesarrollados

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Son países subdesarrollados los que no han alcanzado un nivel de vida que permita a su población tener cubiertas sus mínimas necesidades, en cuanto a alimentación, sanidad, vivienda y cultura. Los individuos, y se advierte más en los niños, aparecen desnutridos. Los índices de morbilidad* y mortalidad, son muy elevados. Las familias viven hacinadas en chozas o en chabolas, en fin en viviendas donde no hay la necesaria separación por habitaciones, con lo que aparece la promiscuidad*. Los porcentajes de analfabetos son también muy elevados.

La falta de trabajo, o la dependencia de una agricultura estacional, trae consigo la falta de ingresos familiares, causante en parte de estos males. Los servicios del Estado son insuficientes y de ahí las deficiencias sanitarias y culturales. Casi siempre la situación se agrava con la mala distribución de la propiedad, concentrada en muy pocas manos.

Como es lógico, esta situación no favorece los deseos de paz mundial tantas veces expresados por la O.N.U., y ante la misma O.N.U., incluso por el papa Pablo VI.

Si trazamos sobre un mapa-mundi un polígono, cuyos vértices estén situados en San Francisco, Barcelona, Milán, Moscú y Quebec, habremos acotado la zona de mayor desarrollo del mundo. Habríamos de incluir solamente Japón y Australia. Fuera de esa zona y de esos dos países, estaríamos en países en vías de desarrollo, o simplemente subdesarrollados.

Los países que hemos incluido dentro del polígono del desarrollo (más Japón y Australia), producen aproximadamente el noventa por ciento de toda la industria mundial, quedando el otro diez por ciento para el resto del mundo. Y en esta zona subdesa-rrollada, viven casi las tres cuartas partes de la humanidad.

3. Factores del subdesarrollo

Hay cierta relación entre clima y desarrollo. Así vemos que el máximo subdesarrollo corresponde a la vez a las zonas glaciales del Norte y del Sur, a la zona ecuatorial y a las zonas desérticas y subtropicales. El super-desarrollo máximo corresponde a las zonas templadas (América del Norte, Europa, Australia, Nueva Zelanda y Japón).

La población es otro de los factores a considerar. Se da la paradoja de que mientras en Europa el crecimiento extraordinario de la población que se produjo en la segunda mitad del siglo xvm y la primera del xix, debido a los avances de la medicina, estimuló el crecimiento económico, en las zonas tropicales, el aumento de la población frena el desarrollo. Factor determinante es, sin duda, el nivel cultural medio de los habitantes de un país, ya que ello determina su capacidad para el trabajo especializado sin el cual la producción masiva es imposible.

Además, la producción de bienes necesita una acumulación previa de capital y una infraestructura económica, que proporcione a la industria, la agricultura y la pesca medios de funcionamiento.

Así, la industria necesita fuentes de energía. Esta puede ser eléctrica, de carbón, o petróleo. En el primer caso, son necesarias las centrales hidráulicas, térmicas o nucleares que la produzcan. En el segundo, se precisa una adecuada explotación minera. Y en el tercero, medios de transporte de petróleo crudo y refinerías.

La agricultura necesita regadíos, lo que presupone obras públicas que previamente necesitan una suficiente producción de cemento y de hierro. Necesita abonos, que a su vez supone la existencia de una industria química. Y necesita maquinaria.

La pesca demanda la existencia de toda una industria auxiliar naval.

Y todo ello se complementa con una suficiente red de carreteras, ferrocarriles y puertos.

Podemos imaginarnos el enorme esfuerzo que le cuesta a un país emprender el camino del subdesarrollo al desarrollo. Este esfuerzo, solamente lo hacen los ciudadanos movidos por una verdadera ilusión nacional, que muy pocos regímenes políticos han podido suscitar, o bien mediante el establecimiento de gobiernos fuertes, capaces de unir bajo su voluntad las voluntades de los ciudadanos.

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XXXI Interrelaciones económicas

1. Relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados.—2. La ayuda económica a los países pobres.—3. La explotación de los recursos naturales.—4. La ayuda tecnológica.—5. Las empresas multinacionales.—6. Intervención de los Estados en el comercio mundial.—7. La crisis monetaria internacional.

1. Relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados

En la lección anterior se ha visto el gran esfuerzo que le cuesta a un país subdesarrollado emprender el camino del desarrollo. Evidentemente, con sus propias fuerzas casi no podrá hacerlo, a no ser que su régimen político sepa dirigir a toda la población al logro de ese objetivo.

Pero hay otra posibilidad. Que el país recibe la ayuda de una nación desarrollada. Con el suficiente capital, que se puede recibir a crédito, y la necesaria aportación de la técnica extranjera, puede lograrse la meta propuesta con mayor prontitud y eficacia.

En primer lugar, habrían de crearse las industrias básicas con la aportación de capital y la tecnología necesaria, y al mismo tiempo, realizar una intensa labor educativa y de formación profesional, para que la población asimilara las técnicas y los modos de vida del desarrollo. También pueden adquirirse los capitales necesarios a cambio de materias primas que posea el país subdesarrollado.

Una vez que el país ha cubierto sus necesidades de infraestructura* e industria básica, puede completarse el desarrollo solicitando autorización para producir en empresas nacionales artículos de patente extranjera, mediante el pago de ciertos derechos o «royalties». Con ello se ofrecen puestos de trabajo a los trabajadores nacionales y se frena la emigración.

Con el mismo objeto, se puede autorizar a una empresa extranjera a establecerse en el país.

2. La ayuda económica a los países pobres

Son muy raras las ocasiones en que un país desarrollado ayuda a otro pobre mediante la concesión de un préstamo en dinero efectivo. Si los países que reciben ayuda, la recibieran de este modo, lógicamente, con el dinero prestado podrían adquirir bienes en cualquier parte. Y el que concede la ayuda quiere recibir al menos cierto beneficio.

Así, lo normal es que se le conceda un crédito para retirar de las empresas del país desarrollado las mercancías que necesite, fijándose las fechas aplazadas para los pagos. Prácticamente, una venta de mercancías o prestación de servicios con pago aplazado.

Si no se obtiene el pretendido aumento de producción, el endeudamiento del país es cada vez mayor, y su situación sigue siendo de pobreza.

Así, de 1957 a 1967, las deudas del continente sudamericano se triplicaron. Al principio de esa década, ascendían a 4.300 millones de dólares. Al final de la misma, eran ya 10.200 millones. En 1965, para pagar intereses y amortizar deudas, Sudamérica hubo de gastar 1.600 millones de dólares, mientras que el total de sus ventas a otros países, ascendió a 9.600 millones. En 1965, el producto nacional sudamericano había crecido en un 2,5 por 100, mientras que sus deudas con el extranjero, subían un promedio de 11,5 por 100 cada año.

La causa de este fracaso no siempre es la mala administración de los países pobres. Tiene mucha parte en él las cláusulas* de neta ventaja que establecen los países donantes, los cuales no buscan directamente prestar una ayuda, sino obtener un beneficio.

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3. La explotación de los recursos naturales

En ocasiones, un país ha concedido a compañías de otro el derecho de explotación de recursos mineros u otros productos naturales. Con ello se pretende la creación de puestos de trabajo y el estímulo a actividades comerciales. España, en la segunda mitad del siglo xix y parte del primer tercio del XX, concedió a compañías extranjeras numerosos permisos de investigación y explotación minera, que no sirvieron más que para retrasar nuestro desarrollo al ser controladas las materias primas por extranjeros. La experiencia ha sido prácticamente igual en otras partes.

Como consecuencia de esto, en los últimos años se ha extendido la política de nacionalizaciones, es decir, adquisición por el país de las explotaciones situadas en su propio territorio. Y recientemente se dan los acuerdos entre los países productores y exportadores de ciertos productos para elevar y unificar los precios de los mismos. Tal es el caso del petróleo, con las consiguientes repercusiones económicas a nivel internacional.

El petróleo, el cobre, la bauxita, el algodón, el yute, el azúcar, el cacao, han aumentado o aumentarán su precio, pero este aumento puede servir para disminuir un poco las grandes diferencias del desarrollo, siempre que se sepa orillar los intereses de los monopolios distribuidores.

4. La ayuda tecnológica

El hombre puede aprovechar las experiencias y descubrimientos de los demás hombres. Y así, cualquiera puede tener acceso a los procedimientos de fabricación industrial descubiertos por otros. Pero no sería lícito obtener un beneficio gracias al esfuerzo ajeno. Por eso los derechos de propiedad intelectual están protegidos internacionalmente.

Diseñar un nuevo modelo de automóvil supone muchas horas de estudio, de cálculos, de investigación, de experiencias, de pruebas, que han significado grandes cantidades de dinero. Si otra persona distinta de los inventores quiere fabricar ese automóvil en serie, deberá abonar una cantidad para cubrir los gastos de investigación y diseño, y proporcionar a los autores del mismo un justo beneficio. A esa cantidad, se le llama internacional-mente «royalty», que equivale a derecho de patente o de autor.

5. Las empresas multinacionales

Una sociedad mercantil puede registrarse en tantos países como ejerza sus actividades. Como consecuencia de ello, sus accionistas pueden pertenecer a diferentes naciones, y su capital, aunque se exprese en una determinada moneda, está constituido por bienes adquiridos con divisas diferentes.

Este tipo de empresas, extendidas hoy por numerosos países, dedicadas a gran variedad de actividades industriales o mercantiles, reciben ya el nombre de empresas multinacionales.

La mayoría de ellas son de capital norteamericano, y se dice, que son el medio actual de dominio de la economía de un país, por los grupos económicos dominantes en el mercado internacional. De este modo, el colonialismo imperialista, se sustituye por un colonialismo económico.

Las empresas multinacionales instaladas en países en vías de desarrollo, reciben los beneficios en materia de impuestos, o de crédito oficial en las favorables condiciones, que la legislación del país disponga, precisamente para fomentar la industrialización.

Para dar una idea del poderío económico de las grandes empresas multinacionales, basta señalar estos datos:

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En 1969, la General Motors alcanzó una producción total valorada en 24.309 millones de dólares. El producto nacional bruto de España en el mismo año fue ligeramente superior: 28.700 millones de dólares.

La Ford, que instalará una factoría Valencia, produjo en 1969 por valor de 14.000 millones de dólares, cifra superior al producto nacional de Dinamarca de aquel año.

La Standard Oil de Nueva Jersey, una de las empresas distribuidoras del petróleo del Oriente Medio, valoró su producción en 15.000 millones. Los productos nacionales de Pakistán, Turquía, Austria, Noruega y otros muchos países, son inferiores cada uno de ellos, a las cifras señaladas.

6. Intervención de los Estados en el comercio mundial

Cada Estado controla la actividad comercial internacional de sus ciudadanos.

El control se efectúa con un procedimiento de contabilidad denominado balanza de pagos y se forma anotando el importe total de los bienes y servicios prestados al extranjero y los que los países extranjeros han efectuado a nuestro cargo. Comparando ambas sumas, se sabe si el importe de nuestros servicios es mayor o menor que el importe de los servicios que hemos recibido, y consiguientemente nuestra situación deudora o acreedora.

De ahí que los gobiernos establezcan medidas para restringir las compras al extranjero, con el fin de equilibrar la balanza de pagos, o con el de proteger a la industria nacional contra la competencia de las industrias extranjeras. Estas medidas son los aranceles de aduanas o la limitación de las cantidades de artículos a adquirir en el exterior.

Un arancel es un sobreprecio que se paga en forma de impuesto, al introducir en el país una mercancía adquirida en el extranjero.

Los Estados establecen, de acuerdo con determinadas convenciones internacionales, los valores de sus monedas con respecto a las de los demás países. Son los llamados tipos de cambio.

Está acordado también que los tipos de cambio no serán modificados más que en circunstancias extraordinarias. Pero en ocasiones, algunas monedas tienen mayor demanda. Esa moneda tenderá a aumentar su cotización, a subir. Pero los acuerdos internacionales establecen oscilaciones para estos casos, con un máximo del 2,25 por 100 en más o en menos. Para rebasar este porcentaje, hay que acudir a la devaluación o a la revaluación.

Cuando se devalúa una moneda, se reduce su valor frente a las demás y frente al oro. La re valuación, es lo contrario: aumentar el valor de una moneda, frente a las otras y frente al oro.

Cuando un país devalúa su moneda, vende con más facilidad sus mercancías a los países extranjeros, pues a estos, les resultan más baratas. Al devaluar la peseta, de sesenta pesetas dólar a setenta, resulta que con un dólar, se pueden ahora comprar mercancías en España, por valor de setenta pesetas, y antes, con ese mismo dólar, solamente nos daban bienes por valor de sesenta. Así, pues, una devaluación es como una baja general de precios de las mercancías y servicios del país que ha tomado esa medida, a los demás países. Una revaluación es lo contrario. Con la devaluación, aumentan las exportaciones, aunque a menor precio, y disminuyen las importaciones, por ser más caras.

7. La crisis monetaria internacional

En el año 1944, en la conferencia financiera de Bretton-Woods, se crea el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo y también el Fondo Monetario Internacional. Se tomaron acuerdos tendentes a armonizar las diferentes políticas monetarias, el valor de las monedas y se llegó a establecer que el pago entre los diferentes países para liquidar sus deudas, en el comercio internacional, habrían de realizarse en oro o en dólares.

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Por este acuerdo el gobierno de los Estados Unidos tuvo el privilegio de emitir, sin control internacional, los dólares necesarios con el fin de facilitar el comercio nacional e internacional. A cambio de ello cualquier gobierno podía, a través de su banco oficial, transformar sus dólares en oro del tesoro norteamericano.

En aquel año, las reservas de oro de los Estados Unidos eran de unos 25.000 millones de dólares, lo cual daba total confianza en las posibilidades de este país para respaldar su moneda. Pero a partir de 1950 las intervenciones militares americanas y el auge creciente de las empresas multinacionales norteamericanas, con sus enormes inversiones determinó el aumento excesivo de la circulación de dólares en Europa.

En diciembre de 1967, el general De Gaulle anunció que Francia transformaría en oro todos sus dólares. Y en enero de 1968, el presidente Jhonson anunció un plan de austeridad* para reducir los gastos en el extranjero.

Con ello aumentó la demanda de oro y subió su precio por encima de la cotización oficial de modo inquietante.

En febrero de 1973, la crisis se hizo insostenible. Mientras las reservas de oro de los Estados Unidos se estimaban en torno a los 12.000 millones de dólares, en Europa había, en poder de personas particulares, y sobre todo de empresas multinacionales, una cantidad estimada en 70.000 o quizá 80.000 millones de dólares en papel moneda. Tal masa de dinero, puesta en circulación, podía hacer bajar la cotización del dólar.

En ese mismo mes de febrero, el gobierno norteamericano devaluó el dólar. Pero la mayoría de las monedas europeas, ya no mantenían un tipo de cambio fijo con respecto al dólar sino que el cambio se determinaba, según la oferta y demanda de las diferentes monedas. A esto se le llama dejar la cotización de la moneda en flotación.

Esta crisis vino a demostrar la ineficacia actual de los acuerdos de Bretton-Woods y la necesidad de establecer un patrón monetario más seguro.

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XXXII Organismos internacionales

1. Finalidades económico sociales.—2. Organismos de carácter monetario.—3. Organismos de carácter social.—4. Organismos para desarrollar el comercio internacional.—5. Organismos para promover el desarrollo económico.—6. Organismos para integrar las economías de diferentes países.

1. Finalidades económico sociales

Parece que los políticos y los economistas de todo el mundo están de acuerdo, al menos, en que el fundamento del desarrollo económico se encuentran en la cooperación* internacional, y que la ayuda a los países pobres es garantía de la paz y la estabilidad mundial*. Las economías nacionales son complementarias, y es precisa la existencia de organismos de coordinación que, al mismo tiempo, tiendan a equilibrar los grandes desniveles en la distribución del bienestar mundial.

Los objetivos que se proponen lograr los organismos internacionales con facultades en el campo de lo socioeconómico son los siguientes:

1. Establecer un sistema seguro y fiable para efectuar los pagos internacionales, salvando las dificultades inherentes a la variedad de moneda.

2. Conseguir que desaparezca el hambre del mundo. Elevar la cultura y, al menos, suprimir el analfabetismo. Mejorar las condiciones del trabajo.

3. Asegurar el desarrollo del comercio exterior y garantizar el abastecimiento de materias primas.

4. Promover el desarrollo económico de todos los pueblos.

5. Facilitar las uniones de los países, con finalidad económica.

Como quiera que la Organización de las Naciones Unidas tiene unos fines más amplios que los que aquí vamos a estudiar, no la incluimos en este tema, pero nos referimos a aquellos Organismos u Organizaciones especializadas que, bajo la dependencia de la O.N.U., se encargan de los fines que nos interesan.

2. Organismos de carácter monetario

La creación del Fondo Monetario Internacional se acordó en la Conferencia de Bretton-Woods, en julio de 1944 y comenzó a funcionar en diciembre de 1945. Tiene su sede en Washington, y los países socialistas se mantienen al margen de este organismo. Sus funciones son: favorecer la cooperación internacional en asuntos monetarios, facilitando los pagos internacionales en diversas monedas; asistir financieramente, es decir, con préstamos en cualquier moneda, a los gobiernos de países que estén atravesando problemas transitorios* en relación con sus pagos a otros países; asesorar a los países miembros, sobre el tipo de cambio de sus monedas, y aprobar las devaluaciones de las mismas.

El Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo, conocido comunmente por Banco Mundial, fue creado al mismo tiempo que el Fondo Monetario Internacional. Su finalidad es ayudar a las inversiones en actividades económicas productivas, de modo especial, para mejorar la producción de las zonas subdesarrolladas. Concede o garantiza préstamos* con un interés entre el 5 y el 7 por 100, por un período de quince años.

3. Organismos de carácter social

La F.A.O., Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, fue fundada el 16 de octubre de 1945 en Quebec (Canadá). Tiene como fin aumentar el nivel de

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vida y alimentación de las poblaciones rurales, de tres formas: primero, asegurando la estabilidad de los precios en los mercados agrícolas; segundo, proporcionando a los Estados miembros ayuda técnica para mejorar los rendimientos de la producción del campo; y tercero, luchando contra los desastres naturales, procurando mitigar sus efectos.

La U.N.E.S.C.O., Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, se fundó el 4 de noviembre de 1946. Tiene como fin reforzar, mediante la educación, la ciencia y la cultura, la colaboración entre las naciones.

La O.I.T., Organización Internacional del Trabajo, fue creada el 11 de abril de 1919 por el Tratado de Ver-salles. Después de la segunda guerra mundial, adoptó una Constitución autónoma*. Tiene como función la mejora de las condiciones de trabajo. Se preocupa también de elevar el nivel de vida y procurar la estabilidad económica y social de todos los países. Aconseja normas sociales de carácter internacional y redacta convenios sobre todos los asuntos relativos al trabajo, tales como salarios, edades para trabajar y para obtener la jubilación, seguridad social, vacaciones, etcétera.

Dentro de esta organización se reúne anualmente la Conferencia Internacional del Trabajo, que se compone de las delegaciones de todos los países miembros. Cada delegación está formada por dos delegados nombrados por su gobierno, un delegado patronal y un delegado obrero, que también son designados por el gobierno, pero con el acuerdo de los sindicatos.

Las decisiones que adopta esta conferencia son recogidas por los gobiernos en sus leyes laborales.

4. Organismos para desarrollar el comercio internacional

El Acuerdo General sobre las Tarifas Aduaneras y el Comercio (G.A.T.T.), creado en 1947, tiende a evitar que las naciones apliquen sus aranceles aduaneros discriminadamente*, estableciendo diferentes tipos de arancel para diferentes naciones. Todos los países miembros se comprometen a aplicar a todos los demás, en cada producto, el arancel más bajo.

La O.C.D.E., Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, procede de la Organización Europea de Cooperación Económica, O.E.C.E., que fue fundada el 28 de julio de 1948, con el fin de coordinar la ayuda americana a Europa del llamado Plan Marshall. En un principio, reunía a Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Finlandia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Gran Bretaña, Países Bajos, Portugal, Suecia, Suiza y Turquía. En 1949, se incorporó Alemania Occidental. En 1958, España. La labor realizada por este organismo ha sido muy importante en orden a la reconstrucción europea después de la guerra, y en la restauración de los intercambios comerciales. En 1960, se reemplazó por la O.C.D.E., que ha intensificado la cooperación europea, pero que está integrada, además, por tres países no europeos: Estados Unidos, Japón y Canadá. Este cambio ha dado lugar a que el organismo dejase de tener un carácter exclusivamente europeo.

5. Organismos para promover el desarrollo económico

La Alianza para el Progreso tenía como finalidad el desarrollo de los pueblos de Iberoamérica. Fue fundada a instancias de los Estados Unidos en Punta del Este, el 17 de agosto de 1961. Establecía un programa de aumento de la renta nacional de los países iberoamericanos y un crédito de 20.000 millones de dólares, que concedían los Estados Unidos por un plazo de diez años. El presidente Kennedy pensaba evitar así la extensión del castrismo*. El asesinato de dicho presidente ha dificultado de manera sustancial la aplicación del proyecto.

La Asociación Internacional para el Desarrollo (A.I.D.) fue instituida en septiembre de 1960 por el Banco Mundial, con el objeto de conceder a los países poco desarrollados préstamos en condiciones muy favorables, destinados a financiar proyectos importantes de desarrollo.

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6. Organismos para integrar las economías de diferentes países

El más importante es la Comunidad Económica Europea, conocido también como Mercado Común Europeo. Fue creada por el Tratado de Roma, el 25 de marzo de 1957, y entró en vigor el 1 de enero de 1958. Englobó a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, cuyos miembros componen la nueva comunidad, a saber, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia y Alemania Occidental. Últimamente, se han integrado también Inglaterra, Irlanda y Dinamarca. Los Estados miembros se comprometen a hacer desaparecer todos los obstáculos que se oponen a los intercambios comerciales y a la Ubre circulación de los trabajadores. Se logra con esto, que cualquier producto pueda venderse en todos los países miembros de la comunidad, siempre que se haya producido en cualquiera de ellos. Y así mismo, cualquier trabajador puede escoger un país de la comunidad en donde desempeñar su empleo, sin que se tenga para nada en cuenta el país del que procede, siempre que pertenezca a dicha comunidad. La implantación de estas medidas se hizo progresivamente hasta 1970. Por lo tanto, los tres países de nuevo ingreso, que se incorporaron después del año mencionado, han tenido un tiempo de adaptación mucho menor. Ello se deja notar principalmente en Inglaterra, donde un importante sector de la opinión pública se muestra contrario a su permanencia en la comunidad.

La mayor dificultad surgió en la armonización de las políticas agrícolas de los países miembros, dadas las grandes diferencias en cuanto a la producción y a los costos de la misma entre ellos.

Actualmente se trata de armonizar plenamente las políticas fiscales* y sociales de todos los países miembros de la comunidad, y establecer acuerdos firmes y estables de la comunidad con otros países. Algunos de estos acuerdos, concluidos con naciones, como España, que aspiran al ingreso en el futuro, son necesariamente provisionales. Grecia se asoció a la C.E.E. en noviembre de 1962.

España había concluido un acuerdo preferencial con la C.E.E., cuando esta solamente contaba con sus seis miembros fundadores, pero al ingresar tres nuevos miembros, el acuerdo preferencial ha de adaptarse a la nueva situación.

Ocho países de la Europa del Este fundaron el Consejo de Ayuda Mutua Económica (C.O.M.E.C.O.N.) en enero de 1949, como réplica al Plan Marshall y a la O.E.C.E. Los países fundadores fueron: Bulgaria, Hungría, Polonia, República Democrática Alemana (Alemania Oriental), República Popular de Mongolia, Checoslovaquia, la U.R.S.S. y Albania. Albania se retiró en 1961. La sede del consejo está en Moscú.

El propósito del organismo es el de integrar la economía de estos países en la de la U.R.S.S., por medio de una rigurosa planificación*, que los países miembros han de seguir obligatoriamente, y una estrecha coordinación. La planificación se ha realizado, de forma que en la Unión Soviética se establece la industria pesada básica, mientras que en los demás países de esta comunidad se monta industria de transformación, con lo cual todos estos países tienen una estructura económica que depende de la soviética.

En 1968, el gobierno de Checoslovaquia dictó medidas económicas que se salían del marco de la planificación, así como otras medidas políticas, y como consecuencia de ello, su territorio fue invadido por las fuerzas del Pacto de Varsovia, y depuestos sus dirigentes.

La Organización Común Africana y Malgache (O.C. A.M.), funciona dentro del marco de la Organización para la Unidad Africana (O.U.A.). Tiene como fin, el reforzar la cooperación y la solidaridad entre los Estados africanos y Malgache. Su sede está en Yaunde (Camerún). Es un intento de cooperación económica, aunque tiene sus finalidades políticas, fundamentalmente integrar más en la O.U.A. a los Estados del África negra de habla francesa.

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Vocabulario

Antiguo Régimen. Se conoce con este nombre al sistema político de los Estados europeos, anterior a la Revolución Francesa, bajo la forma de la monarquía absoluta y el dominio de las clases privilegiadas: aristocracia, nobleza y clero.

Aptitud. Capacidad o disposición natural positiva.

Arancel. Cuerpo legal que comprende las tarifas que gravan las mercancías en los comercios de importación, exportación y tránsito.

Autofinanciación. Fórmula por la cual una empresa adquiere con cargo a sus beneficios sus propios aumentos de capital.

Autónomo. Independiente.

Balanza de pagos. Es el registro de todas las transacciones económicas realizadas por los habitantes de un país con los de otros países. Si en estas transacciones o intercambios las ventas superan a las compras, se dice que hay «superávit» (saldo favorable), en caso contrario se dice que hay «déficit» (saldo negativo o desfavorable).

Bolsa. Mercado institucionalizado en el que compran y venden valores: acciones, obligaciones, hipotecas, etc.

Burguesía. Conjunto de ciudadanos de la clase media acomodada.

Caciquismo. Situación en la que determinada persona, por ostentar una situación de dominio económico, dirige abusivamente la vida de una localidad o comarca, suplantando o dominando a las autoridades legítimas.

Cambio social. Modificación en uno o varios de los factores sociales.

Caso fortuito. Acontecimiento en el que no interviene la voluntad del hombre.

Castrismo. Ideología política socialista marxista adoptada por Fidel Castro en Cuba.

Censo. Medición de la población que se realiza el 31 de diciembre de los años terminadosen cero.

Ciencias positivas. Son aquellas que basan su sistema en el método experimental.

Clausula. Cada una de las disposiciones de un contrato, tratado u otro documento público o privado.

Coetáneo. Personas o hechos que viven o se producen en una misma época o tiempo.

Conflicto social. Lucha entre distintos grupos sociales enfrentados por aspiraciones contrapuestas.

Confort. Cómodo, que favorece el bienestar material.

Contrafuero. Contradicción de una disposición general del Gobierno que lesiona una Ley Fundamental.

Cooperación. Acción de obrar juntamente unos con otros para la obtención de un mismo fin.

Crisis. Situación de lucha, de inseguridad, de división.

Deber. Necesidad de observar una determinada conducta. Como contraposición a derecho subjetivo, constituye la necesidad de observar una determinada conducta impuesta por las leyes.

Deber jurídico-natural. Necesidad moral de observar una determinada conducta impuesta por el derecho natural (ver derecho natural).

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Demanda. Cantidad de bienes producidos que están dispuestos a adquirir los compradores a determinado precio.

Demografía. Parte de la estadística que estudia la población.

Derecho (I). Conjunto de leyes por la que se rige la comunidad.

Derecho (IV). Aquí entendido como derecho subjetivo, es la facultad reconocida a una persona por la ley, que le permite exigir de otra persona una conducta determinada.

Derecho natural. Conjunto de normas o principios que regulan la vida de los hombres concebida por la razón e impuesta por la propia naturaleza de las cosas.

Derecho positivo. Conjunto de normas que regulan la conducta de los hombres en sociedad, creadas por los órganos adecuados de la comunidad y cuya observancia garantiza el Estado mediante oportunas sanciones.

Desamortización. Acción emprendida durante el reinado de Isabel II, bajo la dirección del ministro Mendizábal, que consistió en la apropiación por el Estado, y venta en pública subasta, de todas las fincas propiedad de la Iglesia, los Ayuntamientos, Diputaciones y Mayorazgos. Lo que podría haber supuesto un reparto de tierras entre los campesinos sin ellas, por lo que se habría contribuido a paliar las enormes diferencias económicas, sirvió para enriquecer más a los que ya más poseían. Con ello, la Corona trató de crear una clase burguesa fuerte que fuese su apoyo.

Dimensión. Tamaño de una empresa. Puede expresarse por la cifra de ventas, el número de trabajadores o la cuantía de su capital.

Discriminación. Trato de inferioridad injusto dado a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.

Encuadramiento. Encaje en determinada organización, aceptando la ordenación de ésta y su jerarquía.

Élite. Grupo o clase que se considera o es considerado como el más preparado intelectualmente o mejor dotado económicamente.

Especulación. Procurarse provecho o ganancia fuera del margen mercantil. Operación comercial que se realiza con ánimo de lucro.

Estabilidad. Situación de la economía en que no existen aumentos importantes en los precios.

Estabilidad mundial. Sistema de relación y equilibrio entre los estados con vistas a mantener la coexistencia pacífica.

Estamento. Sistema tradicional de la jerarquía social, en la que existen grupos aislados y separados entre sí con distintas normas y especialización profesional.

Estatismo. Absorción de todas las personalidades por la suprema del Estado.

Estrangulamiento. Falta o exceso de bienes en el mercado que produce pérdidas y desperdicios.

Estratificación social. Acción y efecto de formar estratos o clases la sociedad.

Estructura. Forma en que se materializa la organización de una sociedad y es fundamento del orden social.

Étnico. Perteneciente a una nación o raza.

Exportación. Venta al extranjero de bienes producidos en el país.

Expropiación. Desposesión o privación de una cosa a su propietario.

Fines sociales. Metas o aspiraciones hacia las que tiende la sociedad. Función. Papel o tarea específica desempeñada por un individuo o un grupo en un conjunto social.

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Vida social y económica – digitalizado por Falange Española de las JONS - 119 -

Garantizar préstamos. Manifestarse dispuesto a pagar en vez del deudor, si este no puede hacerlo.

Grupo social. Conjunto de individuos relacionados por una situación, intereses o sentimientos.

Grupos establecidos. Los que ostentan el poder dentro de la sociedad.

Habeas corpus. Cuerpo de leyes que protegen al ciudadano del libre arbitrio del poder ejecutivo, regulando sus derechos.

Hábito. Costumbre adquirida por la repetición de un acto.

«Holding». Es una modalidad diferente de agrupación de empresas, en la que cada una sigue teniendo su propia personalidad, pero la gestión es realizada en común, a través de la nueva empresa creada holding.

Importación. Compra de bienes a empresas situadas en el extranjero.

Impuesto progresivo. Gravamen fiscal que aumenta en relación con los ingresos de las personas.

Inflacción. Fenómeno de alza generalizada e importante de los precios.

Infraestructura. Literalmente significa la parte de obra de una edificación que está situada bajo tierra. En términos generales, significa todas las obras básicas necesarias para realizar la actividad económica. En un país, la infraestructura son sus carreteras, ferrocarriles, puertos, líneas de conducción de energía, líneas de comunicación telefónica y telegráfica, etc.

Integración social. Cuando individuos de diferente grupo social alcanzan uno superior o cristaliza su posición en otro diferente del que procedía.

Judicatura. También denominada poder judicial, está constituida por el conjunto de jueces y tribunales de cada país. Juicio por jurados. Sistema judicial, de tipo sajón, en el que un grupo de ciudadanos elegidos dictaminan sobre la culpabilidad del sujeto juzgado.

«Laissez faire, laissez passer.» «Dejad hacer, dejad pasar» referido a que los Estados han de dejar hacer a los ciudadanos, libremente, las gestiones económicas que estimen necesarias, por acuerdos fijados por ellos.

Latifundio. Gran extensión de tierra que constituye una explotación agraria, en manos de un solo propietario, con lo que se convierten en sus asalariados todos los campesinos de la zona.

Librecambio. Teoría basada en la libertad del mercado. Los sujetos que intervienen en el intercambio (compra-venta) fijan libremente las condiciones.

Liberalismo. Doctrina político-social que afirma la supremacía absoluta de la libertad individual y el libre juego de los individuos dentro de la sociedad, negando la posibilidad de intervención del Estado para garantizar la efectividad de esas mismas libertades.

Marketing. Estudio y planificación del mercado con el fin de asegurar la venta de uno o varios productos comerciales.

Matriarcado. Estado social en que la mujer ostenta la autoridad.

Mayorazgo. Antigua costumbre instituida que tenía por objeto vincular en una familia la propiedad de ciertos bienes que se transmitían al hijo mayor de la misma.

Migración. Movimiento de población hacia un lugar determinado.

Minifundio. Pequeña porción de tierra, de menos de media hectárea a veces, resultante de sucesivas divisiones hechas a lo largo de generaciones de fincas mayores. Su explotación es muy poco rentable.

Monopolio. Situación del mercado en la cual uno solo es el que vende determinado producto, fijando libre y abusivamente casi siempre, el precio.

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Morbilidad. Proporción de personas que enferman en un sitio y tiempo. Tendencia a enfermar.

Movilidad social. Paso de los individuos de un grupo a otro en el seno de una sociedad.

Nómada. Que practica un modo de vida que consiste en no tener residencia fija.

Norma. Ley, regla o principio de conducta de los hombres.

Norma jurídica. Regla que rige la conducta de los hombres, dentro de la organización social, con carácter coactivo.

Oferta y demanda. El conjunto de bienes que se ofrecen al mercado se conoce con el nombre de oferta. Y el conjunto de bienes que se solicitan por los consumidores se denomina demanda.

Oligarquía. Gobierno en el que varias personas asumen todos los poderes del Estado.

Orden social. Resultado de la estabilización de las distintas clases sociales.

Parentesco. Relación de lazos de consanguinidad entre los miembros de una sociedad.

Patriarcado. Estado social en que el hombre ostenta la autoridad.

Patrimonio. Conjunto de propiedades de una persona.

Persona. Es el hombre en cuanto que, por su dignidad y libertad, es sujeto de derecho y obligaciones dentro de la sociedad.

Personalidad. Referente a la persona. Lo que es propio de la persona.

Plan de austeridad. Conjunto de normas emitidas por un gobierno para disminuir el consumo, fomentar el ahorro y de este modo fortalecer la economía del país.

Planificación. Conjunto de normas encaminadas a que la economía, de uno o varios países, se organice de una manera determinada y cubra unos objetivos establecidos.

Planificación centralizada. A diferencia de la economía de mercado, la planificación centralizada supone un estudio por el estado de las necesidades económicas del país en un plazo de tiempo determinado, y de acuerdo con ellas, se elabora el plan económico a seguir por todas las empresas privadas y públicas durante ese período.

Pleno empleo. Situación económica difícil de alcanzar en la que no existe ninguna fracción de tierra ni de capital sin utilizar y todas las personas en estado de trabajar realizan una actividad.

Plusvalía. Incremento, en su valor, que experimentan las cosas en cada proceso de producción. Ejemplo: la harina al transformarse en pan.

Política fiscal. Sistema de impuestos de un país y bases del mismo.

Polo de desarrollo. Zona en donde el Estado concede beneficios fiscales y de crédito con el fin de que se establezcan industrias.

Posición. Situación definida de un individuo o un grupo social en relación a otros dentro de la sociedad.

Positivismo. Sistema filosófico que propugna el método experimental para el conocimiento de la realidad de las cosas.

Postulado. Proposición que se admite como cierta.

Problemas transitorios. Que se manifiestan en un plazo breve de tiempo y pueden ser resueltos momentáneamente.

Productividad. Del capital: producción por unidad de capital empleada. Del trabajo: producción por horas de trabajo.

Programático. Incluido o correspondiente a un programa.

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Proletario. Trabajador asalariado que no posee otros ingresos que su salario. Como no tiene más propiedad que sus hijos —su prole— recibe el nombre de proletario.

Promiscuidad. Mezcla desordenada de personas de distintas edades y sexos en un mismo marco de intimidad familiar.

Racionalidad. Capacidad de reflexión y voluntad.

Racionalización. Esfuerzo para adaptar los medios a los fines.

Referéndum. Consulta que se hace a todo un cuerpo electoral. Es nacional cuando se refiere a toda la nación.

Regulación social. Conjunto de medios a través de los cuales la sociedad hace respetar sus normas.

Relación. Referencia a otro, conexión de uno a otro.

Renta. Se llama así en general a los ingresos recibidos por los diversos factores de la producción. También se utiliza en particular para designar el pago de la tierra.

Renta nacional. Suma total de todos los bienes y servicios económicos que produce y recibe durante un año una nación.

Renta per cápita. Es el resultado de dividir la cifra de la renta nacional por el número de habitantes.

Ritmo. Por ritmo del cambio social se entiende la velocidad del cambio.

Royalty. Arancel o impuesto que se paga por la explotación de una patente o pago de un derecho por un producto de importación.

Ruptura social. Modificación total y rápida de la estructura social.

Salario natural. Remuneración mínima que el obrero y la familia, que de él depende, necesitan para poder subsistir.

Sedentario. Modo de vida de poca agitación o movimiento. Dícese del pueblo o tribu que se dedica a la agricultura.

Siderurgia. Metalurgia del hierro, que comprende desde la obtención del mismo hasta la producción de materias primas para las industrias metálicas.

Sociedad. Agrupación natural o pactada de personas que constituyen unidad distinta de cada uno de sus componentes, con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de la vida.

Subsidio. Socorro, ayuda o auxilio económico.

Subsidio de paro. Pago que se efectúa al trabajador cuando éste se encuentra sin trabajo.

Subvencionar. Pagar el Estado una cantidad a alguna persona o empresa.

Sufragio libre y universal. Cuando los ciudadanos emiten su opinión sobre cualquier tema propuesto, de modo general, a través de un «voto» que se deposita en las «urnas». Aceptándose la opinión de la mayoría.

Tensión social. Situación que nace de las aspiraciones encontradas de dos grupos en el seno de la sociedad.

Teocracia. Gobierno en que el poder supremo está basado en Dios.

Teoría mercantilista. Doctrina económica de los siglos XVII y XVIII que propugnaba aumentar la riqueza natural basada en el incremento de metales preciosos: oro y plata, a través del intercambio comercial.

Tercer mundo. Países que se encuentran en vías de desarrollos.

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«Trust». Agrupación de empresas que se funden en una nueva sociedad que adquiere personalidad jurídica propia (las empresas fusionadas dejan de existir en cuanto a tales, perdiendo su personalidad jurídica).

Usos sociales. Comportamientos o modos ordinarios de conducta regulados por la tradición que los hombres respetan.

Vitalicio. Por toda la vida.

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«VIDA SOCIAL Y ECONÓMICA», 2a EDICIÓN TERMINÓSE DE IMPRIMIR DURANTE EL MES DE JULIO DE 1975 EN LOS TALLERES DE MATEU CROMO, S. A. DE MADRID (ESPAÑA).