Vision actual de la educacion Pedro Ortiz.

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VISIÓN ACTUAL DE NUESTRA EDUCACIÓN PEDRO ORTIZ CABANILLAS Todos estos modelos de conducta se muestran e imponen a niños y jóvenes, previamente acostumbrado al plagio de los exámenes, al incumplimiento de las tareas, a la impuntualidad, a las bajas calificaciones, al irrespeto por las normas y reglamentos, a la imperfecciones que fomenta el propio subdesarrollo y, sobre todo, a la anomia prevaleciente en el mundo dominado por el liberalismo y la enseñanza del axioma según el cual quien tiene dinero, todo lo puede. Para el sistema social actual, todo es posible hacer, todo está permitido y solo uno es responsable de sus actos; de cada quien depende su educación, su salud y, por lo tanto, su destino y vida. La sociedad no existe, excepto como conglomerado de individuos libres, que mientras más se estimen a sí mismo, mas egoístas serán y poco o nada les importara la vida de los demás. El yo, el ego, el self, aunque se cuida menos que la piel, es lo que se venera, sin saber en qué consiste, ni que se supone que sea venera. La vida se comparte solo en las grandes fiestas, en los grandes espectáculos, todos supuestamente más excitantes mientras más estridentes sean los ritmos y los gritos, menos líneas o puntos luminosos perturben la oscuridad y mientras más drogas se consuman. La vida no tiene pasado ni futuro: es solo presente, y este depende del dinero, sin importar como se obtenga. Y para que los hombres sean más y mas libres, el Estado tiene que reducirse a su mínima expresión. Pero, eso sí, con el poder necesario para enlazar o denigrar a quien corresponda, según la demanda de quienes buscan un voto, un cargo, una prebenda, e impidiendo que trabajen quienes no tienen las competencias que el mismo Estado no se las dio. Por consiguiente, el maestro tiene que saber de qué cata dura es la sociedad donde tiene que educar. No puede dedicarse a enseñarse como si todo estuviera en orden, con la vaga idea que el mundo, el subdesarrollo y las personas sin objetivos son amorales por su propia naturaleza; presuponiendo que todo está bien y que solo ella, o el, podría estar al borde de infringir un código de moral que, por añadidura, apenas conoce; de tal modo que la maestra debe estar convencida, o al maestro

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VISIÓN ACTUAL DE NUESTRA EDUCACIÓN

PEDRO ORTIZ CABANILLAS

Todos estos modelos de conducta se muestran e imponen a niños y jóvenes, previamente acostumbrado al plagio de los exámenes, al incumplimiento de las tareas, a la impuntualidad, a las bajas calificaciones, al irrespeto por las normas y reglamentos, a la imperfecciones que fomenta el propio subdesarrollo y, sobre todo, a la anomia prevaleciente en el mundo dominado por el liberalismo y la enseñanza del axioma según el cual quien tiene dinero, todo lo puede. Para el sistema social actual, todo es posible hacer, todo está permitido y solo uno es responsable de sus actos; de cada quien depende su educación, su salud y, por lo tanto, su destino y vida. La sociedad no existe, excepto como conglomerado de individuos libres, que mientras más se estimen a sí mismo, mas egoístas serán y poco o nada les importara la vida de los demás. El yo, el ego, el self, aunque se cuida menos que la piel, es lo que se venera, sin saber en qué consiste, ni que se supone que sea venera. La vida se comparte solo en las grandes fiestas, en los grandes espectáculos, todos supuestamente más excitantes mientras más estridentes sean los ritmos y los gritos, menos líneas o puntos luminosos perturben la oscuridad y mientras más drogas se consuman. La vida no tiene pasado ni futuro: es solo presente, y este depende del dinero, sin importar como se obtenga. Y para que los hombres sean más y mas libres, el Estado tiene que reducirse a su mínima expresión. Pero, eso sí, con el poder necesario para enlazar o denigrar a quien corresponda, según la demanda de quienes buscan un voto, un cargo, una prebenda, e impidiendo que trabajen quienes no tienen las competencias que el mismo Estado no se las dio.

Por consiguiente, el maestro tiene que saber de qué cata dura es la sociedad donde tiene que educar. No puede dedicarse a enseñarse como si todo estuviera en orden, con la vaga idea que el mundo, el subdesarrollo y las personas sin objetivos son amorales por su propia naturaleza; presuponiendo que todo está bien y que solo ella, o el, podría estar al borde de infringir un código de moral que, por añadidura, apenas conoce; de tal modo que la maestra debe estar convencida, o al maestro

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convencido, de que basta con repetir a la masa de alumnos los textos que alguien pone en sus manos, si es que la pone, y seguirlas instrucciones de un manual sinópticamente aprendido.

En el debate teórico no puede faltar el tema de los objetivos de la educación y de cómo se deberían cumplir tales objetivos de la educación y de cómo se deberían cumplir tales objetivos o lograr las competencias. Un debate que se reduce a tratar de imponer alguna idea del autor más conocido a través de los medios que el mismo poder económico trasnacional se encarga de distribuir. De este modo, quien decide el destino de los pobres, que se supone nunca podrán superar por si mismo su propia pobreza, es algún representante de la teoría que defiende y justifica las cosas tal como están.

De aquí nuestro problema fundamental no es tanto el contenido de lo cual curso, ni el método del cómo enseñarlo: el problema que nos parece más esencial es que se nos ha impuesto una teoría zoológica acerca de la naturaleza del sujeto de la educación, que es incompartible con el desarrollo moral de las personas y la superación de la inmoralidad social. En el mundo desarrollado no tiene la menor importancia que los niños que van a la escuela sean animales - superiores, complejos, acabados, o no -, como dicen las ciencias naturales: basta tener dinero, por ser rico da poder y eso es suficiente para hacer un ciudadano competente para cubrir las necesidades del mercado. Además, tratar como animales al resto del mundo facilita mantener la tranquilidad de la conciencia, de manera que si los pobres se mueren de hambre, no saben ni dejan trabajar, son incapaces de crear producir sus propios medios de vida, es problema de ellos mismos, de su incompetencia genética, de su incompetencia muscular de su incompetencia cerebral. El hombre desarrollado solo se valora a sí mismo y niega que llego a ese grado de desarrollo por la dominación que siempre ejerció sobre los subdesarrollados. Por eso, en cualquier parte del mundo, a quien tiene poder le encanta bendecir su destino, su talento, su competencia para inventar, vender y dominar. El es inocente de los cargos de la explotación de los esclavos, de la servidumbre, del obrero, del desempleado. Su concepto de sociedad formada por individuos libres lo vuelve inocente de las necesidades de

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quienes lo único que puede vender es su fuerza de trabajo, es decir, su vida misma.

Los maestros son, efectivamente, ubicado en ese ´´sector´´ de la población que lo único que puede vender a los nuevos propietarios de las empresas de la educación, donde se ubica el mismo Estado, es su capacidad personal, no tan formada porque así conviene bienestar de todos. Si la profesora o el profesor no ha aprendido, aunque fuera porque no tenía con que comprar su material de estudio, ya no es problema de la empresa. Y así como en la industria se puede despedir al trabajador mal formado en la misma empresa, así también “el sector educación”, como empresa, tiene la competencia de decidir quién ingresa a ella, cuánto debe ganar y cuando tiene que salir por incompetente: por sus mecanismos de defensa ha reprimido la culpa, tanto por no pagar impuestos, como por defender sus ganancias.

Los maestros pueden asociarse como quieran, solo que dentro de los criterios que la misma empresa estima apropiados a su nivel de competencias. Pero si la suma de competencias superara a las del proletariado, real o virtual, la respuesta del empresario consiste , por un lado, en adjetivarlo como incompetente, con elegancia o en la lengua vulgar que mejor se entiende; y, por el otro, en convencer al usuario, a los alumnos y a sus padres de cuán incompetentes son quienes le enseñan, que son los empleados formados por la propia empresa.

Los maestros tienen que saber, entonces, que la formación de sus alumnos se da dentro de una estructura social que no es ciertamente solidaria, libre o justa. Ellos deben saber que su trabajo se realiza, mejor dicho, se vende, en un mercado donde faltan solidaridad, libertad y justicia. De modo que para encubrir esta realidad inmoral se aplican muy bien las ideas de las Ciencias Naturales – La Biología, la Ecología - , que explican la supuesta naturaleza animal del hombre y se extrapolan a la educación de los niños y de los hombres en general.

Prof Juber Huaripata

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