Zoraida Vazquez Josefina - Historia de La Historiografia

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    JOSEFINA ZORAIDA VZQUEZ

    HI STOR IA

    DE LA

    HISTORIOGRAFA

    EDICIONES ATENEO, S. A.

    Mxico, D. F.

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    Primera edicinFebrero de 197810 000 ejemplares

    Derechos Reservados1978 Josefina Zoraida Vzquez1978 Ediciones Ateneo, S. A.Hroes 82. Mxico. D. F.

    ISBN 968 -7006-03'X

    Impreso en Mxico Printed in Mxico

    Impresora Qalve, S. A. CJn. de 3. Antonio Abad 39. Mxico 8, D. F.

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    A Lothar

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    "La historia es de todas las ciencias la que ms seacerca a la vida. En esta relacin indestructible con lavida, reside para la historia su debilidad y su fuerza.

    H ace variables sus normas, dudosa sit certidum bre, pero al mismo tiempo le da su universalidad, su importancia,

    su gravedad. .

    H u i z i n g a

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    Introduccin

    Nada ms difcil que intentar la explicacin de un concepto conocido y quin no sabe lo que es historia? El hombre,

    siempre amenazado por eso que le da tan hondo signifi-cado a la vida, la limitacin inexorable de la muerte, siem-pre ha guardado memoria de sus hechos, ha dejado noticia de su pasado. Y no slo eso, sino que siempre ha contado con ese pasado y, no obstante que grandes y pequeos

    hombres hayan negado la existencia de un conocimiento que pueda aprehender ese pasado o lo hayan rechazado como daino, el hecho es que este sigue presente y que,

    por otra parte , lo que somos, nuestras actitudes vitales, estndeterminadas por lo que hemos sido, es decir, por nuestrahistoria.

    En varios id iomas, y el nuestro entre ellos, la palabra historia, derivada de la istora de Herodoto, sirve para

    designar principalmente dos cosas. En primer lugar, lo pa-sado, los hechos ocurridos, lo que ms precisamente po-dramos llamar lo histrico. E>i segundo lugar, entendemos tambin como historia el relato de esos hechos, la historianarrada, lo que nosotros denominaremos historiografa, esdecir, historia escrita. Nos quedara para la palabra historiatodava un ltimo significado, el concepto de ese pasadoen una forma total. De esta manera, entendemos que la

    historiografa intenta aprehender lo histrico y contiene generalm ente ese concepto to tal, que vara de poca a po-ca, segn las necesidades del momento y la visin del mun-do y de la vida. Por eso resulta apasionante seguir el pro-ceso vivo de la historiografa y observar en cada momento histrico a travs de ella las relaciones vitales que el hom-bre tuvo con su pasado. As podernos entender el sentido profundo de la historia y la importancia que ha tenido y

    que tiene, quiz ahora ms que nunca.

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    y si el hombre ha contado siempre con su historia, tienesta que tener una razn de ser poderosa. Al decir de Cassircr, es un rgano de conocimiento de nosotros mis-mos, un instrumento indispensable para construir nuestro universo humano. La historia, en efecto, resulta la mxi-ma frmula de autoconocimiento; su objeto, aclarar elenigma que es el hombre, tratar de llegar a l por la nica va ci acceso de, que disponemos, que es precisamente esa,la historia. Ortega y Gasset, con su afirmacin el hombre no tiene naturaleza, tiene. . . historia, abri un nuevo ho-rizonte en la concepcin histrica, dndole una importancia bsica como clave de la explicacin del hombre. El hombrees historia, el resultado de todo ese pasado.

    Por eso el historiador no slo debe ser erudito, debe antetodo ser comprensivo y para serlo tiene que vivir y vivirintensa, hondamente. Podemos recordar la inmensa intui-cin de Vico, increble en el momento en que le toc vivir, al afirmar que dado que lo nico que el hombre ha hechoes la historia, es ello lo nico que puede verdaderamente conocer con alguna garanta y no la naturaleza, obra de Dios y, por tanto , sin relacin directa con el hombre. Si

    bien es cierto que al contar con su vida personal el histo-riador corre el riesgo de perder la objetividad inyectndole

    sus ideas y sus pasiones, tambin es cierto que es el medio que le ayuda a comprenderla; si se cumpliera aquella granaspiracin de la historiografa cientfica, de neutralizar lavida personal, de romper el puente entre el hombre queconoce y su pasado, se privara al historiador de la nica referencia que tiene para juzgarlo. Cmo juzgar otrasexperiencias humanas si no se cuenta con las propias?

    A l acercarnos a la historia de la historiografa tenemos,pues, que apelar a nuestra m xima comprensin y, desdela madurez que supone el viv ir . en el siglo xx, tratar deexplicar las relaciones vitales de esa interpretacin con losmomentos en que fueron elaboradas. As, cada interpreta-cin histrica nos expresar vivamente el inters dominante

    y la cosmovisin del historiador y de su tiem po, y auncuando el tamao del pensador puede darle un grado de originalidad, las inquietudes y la respuesta , que d a stas

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    tendrn siempre una estrecha relacin con las de los pro-blemas y las vigencias del momento en que vive. Tenemos que tener presente esto cuando analicemos una obra historiogrfica; quiz para nuestro momento parezca inadecua-da, pero habr que medir el grado de captacin de la

    problemtica de su tiem po, qu contiene y qu valor tuvo en su propio contexto.Realizar un esquema sint tico de la historiografa occi-

    dental resulta verdaderamente atrevido, pero creemos queest haciendo una gran falta, sobre todo porque los intentosrealizados han padecido de dos caractersticas que los man-tienen alejados del pblico general y no especializado: obien son eruditos, llenos de anotaciones bibliogrficas y can-

    sadas aclaraciones, o se elevan, convirtindose en verdaderosensayos de filosofa de la historia. El presente intento tieneuna ambicin limitada, quiere hacer un esquema generaldel proceso de la historiografa, subrayando sus grandesmomentos. Tiene solamente el papel de una introduccin,insistiendo en temas y problemas bsicos que guen futuros estudios o llenen una curiosidad no erudita. Es claro que

    empeo semejante ha tenido un obstculo importante, aveces parecer que las individualidades se han diluido enel empeo de caracterizar un periodo, o bien, el periodo mismo parece no contener suficientemente a los historiado-res agrupados en l. Llamamos la atencin para qu setenga ello presente y recordamos que la existencia de la

    periodizacin ha nacido de la necesidad de facilitar la apre-hensin del pasado. Por tradicin visualizamos el pasado como una sucesin de pocas a las que encontramos dota-das de cierta individualidad huella viva aun del legadocristiano y aunque a medida que nos adentramos en elanlisis ms hondo de' una poca encontramos cun redu-cida es la validez de las periodizaciones, el hecho es quelas pocas nos son familiares y as son comprensibles paranosotros. Por extensin, siendo tan complejos los hechos

    humanos, necesitamos no slo de pocas, sino an de una periodizacin muchas veces injusta , pero que nos ayuda acomprender la complejidad del pasado. Hemos tratado decaracterizar pocas y periodos valindonos de los rasgos

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    ms salientes y profundos, aquellos que mejor revelan lasmaneras de la vida humana.

    Iniciarnos nuestra historia de la historiografa con losgriegos, ya que a ellos se remonta la aparicin de la his-toriografa occidental. Antes de Hecateo, que sera nuestro

    lmite, podramos sealar formas seudohistoriogrficas, peroaun los hechos humanos se explican mticamente, refiriendo los hechos a voluntades siempre ajenas a los seres hu-manos.

    Herodoto es, en realidad, el que nos va a introducir enla gran aventura del pensamiento, detener el tiempo, ex-

    plicar el pasado, dar sentido a la sucesin cronolgica dehechos. El hombre, aterrado ante el tiempo que lim ita su

    vida y que parece pasar imperturbable sobre los hombresy la naturaleza, valientemente se enfrenta a l y decide ex-plicar su vida ante su paso. Herodoto aun colinda con elmundo mtico y por lo mismo nos introduce en un mundo maravilloso. Todava las guerras se explican por los raptos

    y las conquistas con los sueos pro fticos y, a despecho desu decidida voluntad racionalista de averiguar la verdaddel pasado entre las leyendas, aun lo explica por un destino

    inexorable y unos dioses vengativos.Despus de Herodoto, un salto gigantesco: Tucdides.

    A pesar de que slo los separa una generacin, con stedesaparece todo aquel mundo de maravillas para iniciarsela conceptuacin y la mecanizacin de la historia. La his-toria universal se resume para Tucdides en la tragedia quea l le toca vivir, la guerra del Peloponeso, que interpreta como un resultado de todo el pasado. Al preguntarse porlas causas, Tucdides trata de evitar engaarse con las apa-riencias. Encuentra un mtodo que postula como nicovehculo de llegar a la verdad; ste le conduce a inquirircada vez ms profundamente hasta llegar a determinar lacausa ltima de las guerras, la naturaleza humana del hom-bre, su afn de dominio.

    Grecia se desintegra y en su ltimo gran esfuerzo se re-nueva en la conquista del mundo. Al contacto con otrasculturas, adquiere un sentido ms universal, pero su mo-mento histrico ha pasado y toca el turno a una nueva

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    cultura, Roma. El ms grande imperio de la Antigedadentra al escenario casi misteriosamente, no lo acompaan las grandes explicaciones legendarias, smbolo del pasado.Pero tampoco encuentra el gran historiador que merecanlos grandes cambios que introdujo en la historia. Los dos intentos de explicar la significacin de Roma fueron ex-

    traos a la cultura romana: uno fue del cautivo griegoPolibio; los otros, de los padres de la Iglesia. La inter-pretacin de Polibio qued incompleta, ya que a l le toc ver slo el ascenso de Roma al poder; los padres de la

    Iglesia la vean a travs de una nueva fe, encontrndole sentido slo en relacin a la religin.

    El m undo antiguo sufre tremendos cambios con las con-

    quistas. Las diversas culturas y creencias diluyen la unidadde la cultura grecorromana y aceleran su decadencia. Pa-ralelamente a este fenmeno aparece y se desarrolla lareligin que haba de revolucionar la cultura occidental,cambiando sus races ms profundas: el cristianismo. En el nuevo mundo cristiano medieval que se produce con loselementos contradictorios de la cultura romana, los pueblos brbaros y la religin cristiana, aparece un nuevo tipo dehistoria, una historia elaborada por hombres que conocen la Verdad, que no necesitan bascar las primeras causas, nilos ltimos fines, porque les han sido revelados. Puede haber semejanza entre el grecorromano, que ante todo quiere ver, y el cristianismo, cuya nica gua es la fe? Elmundo se convierte en un mundo de seales, de alegoras.

    La historia es la interpretacin de la obra y de la palabra

    de Dios; con tal motivo tiene tres hechos fundamentales que iluminan el proceso entero: Creacin, Redencin, Fin de los Tiempos. Su personaje nico, Cristo. El hombrelibre no interviene en el desarrollo de la historia; Dios lo ha hecho providencialmente, su libre albedro nicamente le lleva a cumplir el fin para el que fue creado, la sal-vacin.

    Desde el Renacim iento, especie de rebelin contra Dios,el hombre intentar la autonoma y va a tratar de subs-tituir el lugar de Dios por la naturaleza o la razn. La historia moderna va a tener un sentido inmanente y su

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    serfrecuentem ente la humanidad, que caminagmmd* por la razn hacia el progreso. Esta clase de his-toria va q. desarrollarse en dos corrientes principales: laprimera, deducida a priori, pensar que la realidad todaes racional y la historia nicamente una forma en que la

    razn encarna. El hombre realiza a la razn, por mediode la historia. La segunda postular la historia como unproceso de un lento caminar hacia una m eta de progreso.

    E l siglo x ix vio multiplicarse las interpretaciones hist-ricas, as como bajo un intento de limitacin del campo del conocimiento histrico con la ambicin de convertirla en ciencia la historia se transform en un quehacer

    preciso y definido. La historia cientfica careci de m u-chos defectos, pero es indudable que hizo grandes apor-taciones, se seal metas y pretendi ser fin en s mis-ma. Bajo su nombre se han cobijado muchos quehaceresmezquinos; con todo, su significacin es fundamental.

    Antes de terminar el siglo x ix , increblemente fecundo,se originaron dos corrientes que an siguen teniendo granvigencia: la interpretacin materialista de la historia y elhistoricismo. El historicismo era la culminacin de una co-rriente que vena desenvolvindose como reaccin al racio-nalismo y a la ilustracin. Su idea bsica es simple: el sujeto de la historia es la vida humana en su totalidad y multipli-cidad. Este tipo de historia no pretenda encontrar leyes, ni

    form ular sistemas, sino ahondar tanto como fuera posible la infinita variedad de formas particulares. Antes del his-

    toricismo se pensaba al hombre como algo invariable, siem-pre fundam entalm ente el mismo. Con la aportacin historicista se llegaba a la concepcin de que el hombre noes una cosa hecha sino el resultado del proceso que es

    su pasado. En cada escaln de ese largo proceso el hom -bre ha tenido una forma peculiar de vida y pensamiento ajustado a su circunstancia. La valoracin tiene que ser,

    entonces, relativa al momento en que un hecho o una obra tuvo lugar o fue concebida. El materialismo hist-rico, por su parte, signific tambin una gran revolucin en la interpretacin histrica al dar por primera vez un

    papel fundam ental a las fuerzas econmicas en la historia.

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    La historiografa contempornea ha pasado por una lar-ga crisis, pero no ha dejado de aprovechar las aparen-temente contradictorias lecciones de la historiografa del

    siglo xix. E l mtodo cientfico se ha afinado, las fuerzaseconmicas son consideradas en toda su importancia, seutilizan tambin las aportaciones de las ciencias sociales

    y al mismo tiempo el historiador mantiene presente laslimitaciones que le marcara el historicisrno.

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    I. Historiografa griega

    Co mo r e s u l t a ya casi tradicional en las historias de lahistoriografa, podramos empezar justificando nuestro intento de comenzar con la historiografa griega afirmandoque en ella se da el caso singular de la aparicin de laconciencia histrica; pero, estaramos seguros de ser justos con las culturas no occidentales? Creemos que no. Portanto, empezaremos con los griegos slo porque a ellos seremonta el nacimiento de la tradicin histrica occidental con caracteres definidos.

    La cultura griega, desarrollada en un marco geogrficoamplsimo que iba del Mar Negro hasta la pennsula ibri-ca, pudo absorber influencias de otras culturas y, a tra-vs del contacto cultural y ms tarde del choque violentocon otras civilizaciones, cobr conciencia de s misma.

    En su mundo peculiar, amenazado por los cambios b-sicos violentos, el griego empez luchando para sobreviviren un medio estrecho y adverso. Una vez cuando hubosobrevivido y organizado su vida, lanzndose al mar ycomerciando para compensar la tierra pobre que le ha-

    ba tocado, asombrado, empez a observar el m undo quele rodeaba. Pero encontr que era muy difcil concluiralgo del espectculo que tena delante de s, todo cam-

    biaba violentamente , todo llevaba un movimiento acelera-do. Y el griego, en bsqueda de lo permanente en mediode ese continuo cambio, decidi intentar una maravillosaaventura del pensamiento: la conjuracin del movimiento

    para explicarse el m undo en el que viva.Para adentrarse en tan terrible problema, el hombre

    griego no contaba ms que con su vista, sensible y ra-

    cional, con la cual se decidi a ver bien para descubrirlo permanente.Lo primero que investig fue, por supuesto, el mundo

    natural; en l encontr un orden y postul una esencia

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    fundamental, un algo real detrs del cambio continuoaparente.

    Paralelamente a este mpco que lleva al descubrimien-to del conocimiento teortico, las circunstancias histricasempujaban a los hombres a reflexiones adicionales. Desdeantiguo, las colonias del Asia Menor tenan caractersti-cas muy particulares; al contacto con numerosas culturas,algunas de ellas superiores, ponan a menudo a pruebalos fundamentos de la cultura griega. Los viajeros queoan los diversos mitos que trataban de explicar fenme-nos similares, se iban haciendo escpticos.

    Este proceso lento se hizo ms evidente cuando en546 A.G. empezaron a caer bajo el yugo persa las ciu-

    dades griegas del Asia Menor y los ciudadanos libres pasa-ron a ser siervos de una cultura extraa, de tradicin sor-prendentem ente m ilenaria. El choque con esa realidad eraestimulante; sin embargo, la conmocin interior fue in-tensa al poner frente a frente las ingenuas explicacionesde los griegos y las complicadas concepciones asiticas. Elsentido crtico se despert y el griego se vio obligado adesprenderse de sus creencias para iniciarse en la averi-

    guacin de la verdad. As, el hombre se introduca en elestudio de una clase especial de movimiento, el movimien-to histrico, que afectaba al mundo poltico.

    Durante los siglos vi y v A.C., como una consecuenciadel escepticismo, aparecen los llamados loggrafos, comoCadmo de Mileto, Acusilao de Argos, Carn de Lampsaco, Hecateo de Mileto, etc. En ellos notamos empeosmuy acusados. En primer lugar, hay una denuncia de

    los mitos griegos y, en su bsqueda de la verdad, un in-tento de reparar los hechos humanos de las cosas divi-nas. En segundo lugar y para dar mayor fuerza a laseparacin de la tradicin, el abandono del verso porel uso de la prosa en sus narraciones, significando quecuentan verdades.

    Hecateo de Mileto (fines del siglo vi A.C.) visit las cos-tas del M ar Egeo como soldado del ejrcito persa. De suexperiencia escribi Viaje alrededor del mundo, descrip

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    cin geogrfica del mapa de Anaximandro. Pero su obrams crtica e interesante, como lmite entre la pica y lahistoria la constituye las Genealogas. Aparece ya Hecateo opinando en primera persona y utilizando su vistacomo testimonio indubitable. Es ya este tipo de hombre

    que abandona todo para ir en bsqueda de la verdad,a travs de la comparacin de los argumentos recogidos.Con ello nos encontramos delante de un empeo hist-rico: definir el pasado, explicarlo y dar una versin deste que nos parece la verdadera.

    Herodoto

    Aunque dentro de la epopeya de Homero podramos en-contrar huellas de inters vitalmente humano, que podra-mos aceptar como origen de la historiografa, y aun enLos trabajos y los das de Hesodo encontraramos ya unadivisin de las pocas de la historia en edad de oro, de

    plata, de bronce y de hierro; como los factores divinosintervienen y determinan el proceso, no podemos decirque sea an historia. Es Herodoto el encargado de separar,verdaderamente, la historia de la pica.

    Nacid o hacia 485 A.C. en H alicarnaso, ciudad de lacosta del Asia Menor, se encuentran noticias suyas hasta420 A.C. Expatriado por causas polticas, viaj por grari

    parte del m undo conocido, perm aneciendo en Atenas en

    la poca de Pericles, donde trab una gran amistad conSfocles, quien le dedic uno de sus dramas. Ms tardeparticip en la fundacin de una colonia en la M agnaGrecia, a donde permaneci hasta 443. Fue la suya unavida intensamente vivida y en un momento tan crucialque casi podemos decir que las circunstancias le obliga-ron a convertirse en padre de la historia.

    Su obra, conocida por la divisin de los sabios alejan-drinos como Los nueve libros de la historia, tiene comotema central las Guerras Mdicas (492478 A.C.). Divi-dida, como su nombre lo indica, en nueve libros con elnombre de una musa al frente, podemos en ella distin-

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    guir, sin embargo, tres partes diferenciadas por la mate-ria de que se ocupan. La primera trata de los reinadosde Ciro y Cambises; en ella, adems de los hechos deconquista de estos monarcas, encontramos la descripcinde Persia, Egipto, Asiria, Arabia, la India, es decir delAsia (Clo, Euterpe y Tala). La segunda parte se ocupadel reinado de Daro y nos describe Europa; el libro cuar-to (Melpmene) contiene una cuidadosa descripcin desu concepcin del mundo: el quinto y el sexto libros(Terpscore y Erato) contienen ya los preliminares dela guerra. La tercera parte circunscribe su inters al Hlade y a los acontecimientos de la guerra durante el rei-

    nado de Jerjes; el momento culminante del libro sptimo(Polimnia) es el paso de las Termopilas; el del librooctavo (Urania) es la batalla de Salamina, y el ltimolibro (Calope), centrado en la batalla de Platea, parecehaber quedado incompleto o bien rematado curiosamente,ya que tennina con el relato de los amores de Jerjes.

    Al primer vistazo parecera una obra sin estructura yslo de acumulacin, pero una vez que se penetra en ellapodemos percibir una composicin a m anera de dram a.Primero presenta a los actores, desde luego ms larga ydetenidamente al poderoso y extrao: los medas. En se-guida, una vez que hemos seguido el engrandecimientode los medas leyendo la descripcin de cada nueva pro-vincia, nos introduce en la lucha y, por ltimo, nos presen-ta el desenlace. Es decir, la historia est vista como un

    espectculo del cual el historiador est fuera.El libro nos pinta dos culturas antagnicas e irreduc-tibles. Siente a Grecia y a Persia como polaridades his-tricas, pero no le anima un patriotismo especial. El br-

    baro con su tradicin milenaria, sus riquezas y podero , ledeja sobrecogido. As le vemos tmido ante los sabios sa-cerdotes egipcios y asombrado ante la escena de la revistade Jerjes a sus tropas. Pero ante tal esplendor, el griego,aunque pobre e ignorante, presenta una cualidad que su-ple sus deficiencias: la sagacidad.

    La obra tiene un aire de ingenuidad que encanta. Herodoto fue resumiendo toda clase de cuentos, datos y ver-

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    siones a travs de sus viajes de muchos aos. Los depurpor medio de la com paracin o dndonos las versiones di-versas cuando no ha llegado a decidirse por una comola ms veraz.

    Aunque es crtico exigente, an cree en los dioses y portanto, ellos tienen su intervencin caprichosa a favor oen contra de los hombres.

    Herodoto trata ya de encontrar la causa profunda dela guerra entre griegos y medas. Influido an por lasleyendas, remonta el problema a los raptos de Europa,Helena, Medea e lo. Piensa que la historia de los grie-gos representa, al fin, la reparacin de una injusticia muyvieja, iniciada cuando los fenicios robaron la primer mujergriega. El cosmos de los griegos, si recordamos la idea deAnaximandro, estaba transido de justicia, de manera queal suscitarse cualquier injusticia tendera naturalmente asu reparacin. La guerra entre medos y griegos era, pues,un conflicto inevitable para recobrar la justicia perdidadesde los viejos raptos.

    Herodoto nos pinta al protagonista de la historia, elhombre, como un ser hambriento de gloria, vctima tan-to de la inexplicable fortuna como de los dioses. Al es-caprsele el mecanismo profundo de la historia intentaexplicarlo por medio de sueos y orculos, los cualesdesempean el papel de causalidad sobrenatural. A lap regunta eterna sobre la felicidad, contesta que es casi

    inalcanzable. La vida del hombre es una serie de cala-midades. El ideal seria mantenerse en el justo medioporque m ucha fortuna anuncia desgracias futuras.

    No puede an postular un sentido en la historia; leconmueve la inestabilidad, el drama de la guerra, perocomo no acierta a encontrar otro modo mejor de detenerel movimiento continuo, decide relatamos todo lo que

    viene a su conocimiento:Persuadido, pues, de la inestabilidad del poder humano yde que las cosas de los hombres nunca permanecen cons-tantes en el mismo ser prspero ni adverso, har mencinigualmente de unos Estados y de otros, grandes y pe-queos.

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    L !in de su relato es, pues, un intento de detener elpara que no llegue a desvanecerse con el tiem-

    po la memoria de los hechos pblicos de los hombres, niitenos a obscurecer las grandes y maravillosas hazaascomo las de los brbaros.

    T ucdides

    Antes de las Guerras Mdicas las ciudades griegas goza-ban de una independencia bastante real, y aunque habarelaciones muy cercanas y un sentimiento de unidad na-cional por raza, lengua, religin y cultura, no formaban

    un Estado unificado. La transformacin poltica va a te-ner lugar al terminar la lucha que efectan unidos losgriegos contra el imperio persa (492479 A.G.), despusde la cual se perfilan dos poderes antagnicos que tardeo temprano lucharn por la supremaca: Esparta y susaliados y Atenas, que contaba para entonces con tribu-tarios.

    La guerra inevitable que tuvo lugar de 431 a 404 A.C.,vino a significar la desintegracin del sentimiento de uni-dad espiritual. Frente a esos grandes cambios en el mun-do griego, aparece Tucdides, tal vez el ms importantehistoriador antiguo.

    Nacido hacia 460 A.C., de fam ilia acom odada, goz deuna educacin esmerada en donde no tuvieron poca in-fluencia los sofistas. La primera parte de su vida la hizo

    en Atenas, movindose en el medio poltico. En 424 A.C.le fue confiado el mando de una expedicin naval y alfracasar fue desterrado, viviendo durante veinte aos ensus posesiones de Tracia. Retorn a Atenas despus de verla derrota de sta en 404 A.C. Muri asesinado hacia396 A.C., cuando an escriba la Historia de la Guerra del Peloponeso.

    Su obra cuenta con la ventaja de haber sido su autor,actor y espectador a la vez. La primera parte de la guerrala vive Tucdides desde dentro, actuando en ella como

    poltico y m ilitar. Estar entre telones le perm ite conocer

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    todos los resortes que mueven los hechos. La segundaparte de la guerra la va a ver desde lejos, en su des-tierro de Tracia, pudiendo analizar con perspectiva yfrialdad los hechos y or las versiones encontradas de losdos bandos. A esto y al carcter fundamentalmente ra-

    cional y poltico del autor, se debe el aire de objetividadque alcanz el libro.Elige el tema pensando que es el acontecimiento ms

    importante:

    El ateniense Tucdides escribi la guerra que tuvieron en-tre s los peloponenses y atenienses, comenzando desde el

    principio de ella, por creer que fuese la mayor y ms dignade ser escrita que ninguna de todas las anteriores, puesunos y otros florecan en prosperidad y tenan todos los re-cursos necesarios para ella y tambin porque todos losotros pueblos de Grecia se levantaron en favor y ayudade la una o la otra parte. . . de las guerras anteriores,especialmente de las ms antiguas, es imposible saber locierto y verdadero, por el largo tiempo transcurrido, y alo que yo he podido alcanzar, por varias conjeturas, no las

    tengo por muy grandes, ni por los hechos de guerra, nien cuanto a las otras cosas.

    La obra consta de ocho libros, aunque podemos distin-guir en ella tres partes naturales. La primera parte seralo que se conoce como libro Arqueolgico, es decir ellibro I. La segunda parte abarcara desde el libro II

    hasta el captulo 25 del libro V, que llega a la paz deNiceas, fin de la prim era etapa de la guerra. Form andola tercera parte, el resto del libro.

    Tucdides adolece de la limitacin inherente a los his-toriadores que hacen historia contempornea, es decir,valorar exageradamente el acontecimiento que se presen-cia. No obstante, en todos los otros aspectos significa un

    avance tan gigantesco sobre Herodoto que parece incre-ble. Por fin son superados el m ito y los elementos sobre-naturales. Tucdides se enfrenta a la historia con un es-

    p ritu profundam ente crtico y racional. Cree que elmtodo histrico tiene dos sencillas reglas: no dar crdito

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    a los poetas que adulteran la verdad en busca de la be-lleza de expresin y acercarse con escepticismo a todaslas fuentes.

    Aunque a ratos su objetividad y seriedad le hacen can-sado, ya que no se permite ninguna clase de digresiones,como Herodoto, hay una cosa en la que es maestro: losretratos psicolgicos.

    Para l la historia es un proceso mecnico que se re-pite constantem ente , puesto que es producto de la natu-raleza misma del hombre. Tal naturaleza, el afn dedominio, es la causa profunda de las guerras, problemafundamental de la historia, inevitable y necesaria, comoresultado de la carrera entre los Estados para adquirir

    el dominio. Por ello, Tucdides no necesita de la fortuna,los orculos y los sueos, para explicar la causalidadde los hechos. Todo puede explicarse, todo es previsible,aunque literariamente necesita valerse de un subterfugio

    para encadenar los hechos y explicar motivos e inten-ciones: los discursos que pone en boca de sus personajes.

    En el libro Arqueolgico nos presenta un resumen dela historia de Grecia, desde los tiempos primitivos has-

    ta las Guerras Mdicas, para describir el desarrollo delpodero ateniense. En l realiza una hazaa: escribe node lo que presencia, sino de lo que imagina debi habersucedido. Reconstruye el desarrollo del podero, segn suhiptesis, rechazando tradiciones y leyendas. Ve la histo-ria de Grecia como la lucha por las tierras ms frtiles,sealando la cultura y la economa como base para eldesarrollo del poder. Deshace las leyendas alrededor deMinos y Troya. Al primero lo explica lanzndose al marpor necesidad. La guerra de Troya originada por temory no por rapto alguno.

    El primer acontecimiento verdaderamente histrico paraTucdides lo constituye el establecimiento de las ciudades;antes no haba historia. Nos va sealando cmo despusdel asentamiento de los grupos helnicos van desarrolln-dose diferentes formas de podero. Atenas llega a funda-mentar, venciendo la pobreza de sus tierras, el poderoeconmico. En cambio, Esparta llega a desarrollar pode

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    ro poltico en sus tierras frtiles. Al enfrentarse con lacausa profunda de la guerra no se engaa; apunta clara-mente que los insultos, violacin de tratados, etc., son slopretextos. La causa verdadera es el miedo que Espartatiene del podero ateniense. La guerra es, pues, lucha por

    el poder y conflicto entre dos formas de vida.Con Tucdides la historia cobra realmente importancia.No es ya un medio de detener el paso del tiempo, quiereser algo til, prctico. Es educacin obligada para el po-ltico. Dado que el hombre es igual en esencia, la historiaes algo previsible. Nuestro autor aspira a verdades uni-versales para alcanzar fines pragmticos. Causas parecidas

    producen efectos semejantes, po r tanto, por medio de lahistoria podemos calcular para dominar el futuro.

    Historiografa de la decadencia

    Indudablemente, las guerras intestinas que se sucedieron

    a partir de la guerra del Peloponeso, provocaron una de-cadencia espiritual que se retrata claramente en la histo-riografa. Representativos de esta poca van a ser Iscratesy Jenofonte.

    Iscrates (436338 A.C.) no fue estrictamente un histo-riador, pero indudablemente merece un lugar en la his-toriografa. Aunque su empeo era formar polticos ense-ando el arte de la oratoria, sus discursos y pensamientosgiraron alrededor de temas histricos; por eso incit asus discpulos a cultivar la historia, formando dos quehaban de ser clebres: Eforo y Teopompo.

    En Iscrates encontramos un empeo histricopolticooriginado por el impacto que le produce ver la decadenciade su patria, Atenas, y de todos los Estados griegos. Trata,a travs de sus discursos, de convencer a los griegos de la

    necesidad de una nueva guerra contra Persia, fcil de ven-cer ahora que se hallaba en decadencia. Crey que esaguerra sera el nico medio de lograr la consolidacin dela unidad griega, por encima de todo localismo. Iscrates

    piensa que las guerras se ganan cuando la causa que las

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    ha movido es justa. Por ello, los griegos lograron vencera los poderosos medas. En cambio, las guerras intestinasno han dejado otra cosa que calamidades.

    Jenofonte, que vive casi la misma poca (435355 A.C.)y, por tanto, la misma triste situacin de Grecia, reacciona

    de modo distinto. Su educacin esmerada, sus encuentroscon Scrates, su carrera militar que le ha permitido laexperiencia de servir a Ciro el Joven, le llevan a buscaren la historia algo diferente.

    Su obra ms famosa y, por la cual apareca junto aHerodoto y Tucdides en la Antigedad, es el Anbasis,conocida tambin como La expedicin de los diez mil.

    Memorias de sus aventuras en Asia Menor, Jenofonte laescribe en tercera persona con una frescura y agilidad ex-cepcionales. La ciropedia, ensayo pedaggico, intenta haceruna biografa de Ciro, mostrando cul fue la educacinque dio por resultado un gran hombre. Llamaba la aten-cin de los griegos de su poca hacia las costumbres sen-cillas. Pone de relieve las virtudes de su hroe como sol-

    dado; para l, el soldado es prcticamente el verdaderohombre, el nico que logra vencer no slo a los elementosy al enemigo, sino tambin a s mismo.

    Amn de otras obras (La constitucin de los lacedemonios, Los memorables, etc.), Jenofonte intent su obrahistrica ms seria en Las helnicas, que hoy resulta lamenos interesante. En ella pretende continuar a Tucdides,relatando los sucesos del ao 411 al 362. Su intencin esacusadamente pragmtica, quiere instruir a sus lectores.Preocupado por la situacin de decadencia moral y polticade su tiempo, escribe para mostrar la educacin que puedeformar hombres rectos, sanos, que resulten buenos ciu-dadanos o gobernantes. Polticamente le preocupa el fra-caso histrico de Esparta y busca en la historia sus cau-sas; ante el panorama desolador de la anarqua griega,

    trata, por ltimo, de mostrar las ventajas del gobiernounipersonal, que empieza a aparecer como la nica solu-cin posible.

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    Hacia el tiempo en que muere Jenofonte, se efecta ungran cambio en el mundo griego: la unificacin de Greciaa travs de la conquista de Grecia y el Asia por Alejandro

    el Grande (334323). Aunque efmero, el imperio de Ale-jandro trajo grandes cambios en la cultura y en la con-cepcin de la historia. En primer lugar, la civilizacingriega rebas las fronteras y se puso en vivo contacto conias otras culturas. Esto dio como resultado que la rigidezde un mundo concebido como dividido en griegos y br-

    baros se rom piera y abriera paso a un universalismo. Ade-ms surgi el inters por seguir un proceso de la historia,superndose la limitacin de hacer solamente historiacontempornea. Con este nuevo empeo apareci el m-todo llamado de autoridades, al considerarse que laindagacin directa ya era insuficiente.

    Durante el siglo siguiente (m A.C.) iba a tener lugar elcambio ms importante del mundo antiguo: la fundacindel Imperio Romano. Iniciada su gran expansin con las

    dos primeras Guerras Pnicas (264241 y 218202 A.C.),Roma se convirti en conquistadora. Durante el siglo iiA.C. derrota a las fuerzas griegas y anexa sus territoriosal podero romano.

    Es esta la poca que vivir el ltimo gran historiadorgriego, Polibio de Magalpolis (210126 A.C.). Destacadoen la poltica desde su juventud, fue entregado entre losmil ciudadanos griegos rehenes, que Roma exigi para ga-rantizar la paz. Llevado a la gran capital, le toc en suertevivir en la casa de Paulo Emilio, donde tuvo ocasin deobservar de cerca la austera vida de los Escipiones; as seinteres en la tradicin patricia romana y en las institu-ciones del pueblo que se estaba haciendo dueo del mun-do. De esc impacto formidable iba a surgir su Historia, queoriginalmente constaba de cuarenta libros y de los cuales

    slo nos han llegado cinco.Es indudable que la hazaa histrica que tena lugarera tan trascendental que un temperamento despierto ibaa sentirse invitado a tomarla como tema. Polibio estaba

    La ltima etapa

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    consciente de la importancia del periodo que nos relata, loscincuenta y tres aos entre 220 y 168 A.G., que sorpren-dentemente haban permitido a los romanos someter todoslos pueblos a sus leyes y dominio. Reitera la trascendencia

    de aquella poca y explica cmo escribir historia universal,advirtindonos la estrechez en que, incurren los autores dehistorias parciales; las cuales, para l, carecen de todo sen-tido. Pretende una ambiciosa tarea: describir la historiade todo el mundo, trazando en su conjunto la marcha delos acontecimientos, para llegar al panorama generalde su tiempo.

    No ha de dedicarse a analizar ms que una parte de lahistoria de Roma, aquella desde el momento en que re-

    basa el particularismo, no slo porque cree que no se tie-nen noticias crebles de los orgenes romanos, sino, ade-ms, porque es el universalismo de su tiempo lo que loconmueve verdaderamente. Antes de tal poca, los pueblosestn aislados. En cambio, a partir del momento que a lle interesa, la historia no forma, por decirlo as, ms que

    un solo cuerpo y todo converge hacia un mismo fin.La historia para Polibio debe ser algo ms que la na-

    rracin ordenada del acontecer, porque el simple relatode los hechos puede ser interesante, pero no es provecho-so ; mas si le agregamos la exposicin de las causas, en-tonces se convierte en algo til y obtendremos la leccinde qu resultados han tenido condiciones semejantes a las

    que nosotros vivimos, para actuar consciente y acertada-mente. Es decir, es una forma de prever el porvenir , detomar las precauciones y llevar adelante, ms osadamente,una resolucin sobre las huellas de nuestros antecesores.

    Para este historiador, la historia de Roma presenta dosfacetas importantes: el anlisis del ms hermoso gobiernoque conocemos y la leccin viva de cmo la historia se

    ha hecho universal, en apenas cincuenta y tres aos de laaccin sorprendente de una sola ciudad.Aunque Polibio es capaz de encontrar un sentido pro-

    fundo a la historia que relata, como representante delmundo antiguo no deja de ver en ella un proceso fatal-mente cclico, repitindose siempre. Las sociedades surgen

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    biles, sobrevivientes de una calamidad (diluvio, hambr ,pestes, guerras), se organizan por necesidad; surge luegon hombre fuerte o una organizacin apropiada que llevaa esa sociedad a grandes hazaas y una vez que lega a'os lmites de la gloria, decae. Por eso la historia es la edu-

    ccin imprescindible del hombre de accin. Sin embargoEncuentra que es muy difcil hacer conjeturas sobre elEstado romano. Por un lado, porque no sabemos nadade sus orgenes, por el otro, por la complicacin a quehan llegado sus instituciones. Quiz es por ello que le pre-ocupa tanto el ambiente de inmoralidad que empieza arotar en auge a su alrededor; parece ser la seal de pe-

    ligro de que a su admirada Roma le afecte tambin eldestino, tal vez inexorable, de todos los hombres.

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    II. Historiografa romana

    C o n e l dicho de Grecia cautiva, cautiv a Roma suelepensarse en la cultura rom ana simplemente como derivadade la griega. No obstante la influencia evidente que tuvoGrecia sobre Roma, el genio latino, tan diferente del grie-go, y el desarrollo poltico tan extraordinario que alcanzRoma, haban de influir para constituir una cultura to-talmente distinta y, por supuesto, una historiografa com-

    pletam ente diferente.Lo que s resulta excepcional es que el pueblo que llega ser capaz de realizar la fantstica aventura de saltarde la pequea ciudadEstado al imperio ms grande de laAntigedad, no haya logrado una historiografa a la alturade las circunstancias, a pesar de ser la poltica el tema

    principal de la historia en el m undo antig uo. L a nicagran interpretacin de la portentosa hazaa, cuando an

    no estaba cumplida, qued en manos del griego Polibio.Los romanos, aunque tuvieron en sus manos un temade tan grandes proporciones, no nos han legado ningunagran figura historiadora. No es que necesariamente se de-

    biera a fa lta de inters en el pasado; sabemos por Cicerncmo los nobles romanos gustaban verse ensalzados enpoesas que can taban las hazaas de sus antepasados y

    con qu cuidado conservaban constancia de toda clase dehechos en los anales. Seguramente se debe a lo obscura-mente que surgi el pueblo romano, sin los elementos he-roicos de los cuales se haba desprendido la historiagriega. El elemento legendario de la historia romana esun producto artificial, elaborado tardamente bajo la ins-piracin de la mitologa griega, cuando iniciada la con-quista del Mediterrneo, sintieron la necesidad de explicar

    sus orgenes.Por otra parte, la historiografa romana tropez cons-

    tantemente con un gran obstculo: siempre estuvo al ser

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    vicio de la poltica. Y hay que anotar que el pragmatismodel romano no busc la leccin que sealaba la fatalidadcon que la historia repeta sus hechos. La tendencia prc-tica del romano convirti a la historia en un apoyo paralos estadistas y los oradores que queran justificar sus ac-ciones o, las ms de las veces, en la necesidad que sentan

    los historiadores de justificar la grandeza romana.De esta manera, el historiador se tuvo que enfrentar a

    su tarea con una pauta preconcebida, el relato tena queconducir necesariamente a colocar a Roma como corolariodel proceso histrico. Con ello la historiografa romana,prcticam ente d a la idea de haber llegado a su m eta: lagrandeza de Roma segn voluntad de los hados. Este em-

    peo tan poltico, que lim it en muchos aspectos la histo-riografa haca, sin embargo, que el hroe de las hazaasfueran no ya los personajes particulares, sino el pueblo ro-mano en annimo.

    Ahora bien, si en cuanto a la interpretacin histricalos historiadores romanos no alcanzaron la altura de losgriegos, y en el mtodo resultaron menos rigurosos, dado

    que el valor dependa del grado de gloria que daban aRoma, en un aspecto lograron destacarse: la eleganciaen la expresin. Por ello, quiz, han sido ledos con tantaavidez en tiempos posteriores y han tenido gran influenciaen algunas pocas, como en el Renacimiento.

    E l despertar de la historiografa romana

    Segn vimos en el captulo anterior, la historiografa grie-ga se desprendi de los poemas picos, naciendo el sentidohistrico de la crtica aguda a las falsedades de las le-yendas. En cambio, Roma, nacida con un carcter su-mamente prctico no tuvo pica original. La historia

    romana se desprende de los anales aparecidos hacia el si-glo ii i A.C. y que subsistieron hasta fines de la repblica.Dichos anales imitaban el registro de acontecimientos quellevaba el Pontfice Mximo con fines administrativos yreligiosos. Los anales empezaban siempre desde los orge-

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    nes de la ciudad y fueron escritos primeramente en griego,debido a las necesidades polticas. Sin embargo, con MarcoPorcio Catn (234149 A.C.) y sus Orgenes, los analesempezaron a escribirse en latn.

    En el siglo i A.C., ante la atmsfera tensa de la ltimapoca de la repblica y los choques personalistas, vemos

    aparecer un nuevo gnero historiogrfico en el que ya noimporta llevar el relato de los acontecimientos hasta losorgenes, sino cuyo inters se reduce a una poca deter-minada o a un hecho en particular. En este tipo de histo-riografa sobresalen las figuras de Julio Csar (10044) yde Cayo Salustio (8737 A.C.).

    Julio Csar, el famoso general y dictador, nos ha legadouna pieza literaria de relieve en sus Comentarios a las Gue-

    rras de las Galias. Bajo la inspiracin del Anbasis de Je-nofonte, Csar trata de presentar la grandeza de sus haza-as ante el pueblo romano. Hbilmente narrados, con unafrescura y llaneza dignas de encomio, sin elogios directos,logra la impresin de objetividad, cumpliendo con ello elcometido poltico para el cual fueron escritos. De menoscalidad, Csar dej tambin sus Comentarios a las Guerras

    Civiles.Salustio tambin tuvo una actividad poltica de impor-tancia y bajo la proteccin de Csar lleg a ser procnsul;a la muerte de ste, se retir a la vida privada y escribientonces sus obras: la Guerra de Yugurta y la Conjuracinde Catilina. Hace historia ya que de todas las ocupa-ciones que ejercitan la mente, ninguna tan til comorecordar los hechos pasados. Confiesa el objetivo prag-

    mtico de conservar la memoria de los varones virtuosos,seguramente para presentarlos como ejemplo ante la so-ciedad de una poca poseda de nuevos males, el amor allujo, la riqueza, la corrupcin. En realidad, detrs de sus

    propsitos declarados de carcter m oralizante, hay un in-tento velado de defender a Csar, atacando a Pompeyo.

    Aunque sin formar parte de los analistas, pero contem-porneo, encontram os una figura notable, tal vez la msrepresentativa del pensamiento romano y que medit con

    profundidad sobre la historia y la tarea del historiador.

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    Nos referimos, por supuesto , a M arco Tulio Cicern(10643 A.C.), que en su obra Dilogos del orador nosentrega su visin de la historia como: testigo de los tiem-pos, luz de la verdad, vida de la m emoria , m aestra de lavida, mensajera de la Antigedad.

    Se duele Cicern de que la historia escrita entre los ro-manos se desgasta en la elocuencia y cree que la historiadebe ceirse a unas cuantas leyes:

    Quin ignora que la primera ley de la historia es que elescritor no diga nada fabo, que no oculte nada verdadero,que no haya sospecha de pasin y de aborrecimiento?. . . Lanarracin pide orden en los tiempos, descripcin de las re-giones, y como en los grandes sucesos lo primero que se haconsignado es el propsito, lo segundo el hecho y lo postreroel resultado, necesario es que indique el historiador, no slolo que se hizo y dijo, sino el fin y el modo como se hizo, ylas causas todas, dando a la fortuna, a la prudencia o a latemeridad la parte que respectivamente tuvieron, y no ha delimitarse a estas acciones, sino retratar la vida y costumbres

    de todos los que en fama y buen nombre sobresalieron. El es-tilo debe ser abundante y sostenido, flido y apacible, sin laaspereza judicial ni el aguijn de las contiendas forenses.

    Y por supuesto que al quejarse tan to de no hab er al-canzado la cultura romana a tener un Herodoto o un Tucdides, es porque encuentra que la historia es un conoci-miento de utilidad inmediata:

    Ignorar lo que sucedi antes de nacer uno, es permanecersiempre nio. Qu sentido tendr la vida humana sin la

    posibilidad de conectar el pasado con el p resente? Piensoque la rememoracin de las antiguas cosas y la exposicinde los ejemplos del pasado enriquecen al discurso y le pro-

    porcionan m ucha au toridad .

    Aunque Cicern lleg a una concepcin profunda de lahistoria e incluso postul las reglas necesarias de cmodeba escribirse, no encontr discpulos, si bien inmedia-tamente despus de Cicern aparece el historiador nacionalde Roma: Tito Livio.

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    La poca de la gran historiografa romana

    El fin de la segunda Guerra Pnica (202 A.G.) significel principio de la hegemona romana en el mundo antiguo.Las conquistas que se sucedieron rpidamente, transforma-

    ron la sobria y austera sociedad romana e iniciaron ladescomposicin de sus instituciones y de sus costumbres.Los cambios fueron, en verdad, muchos. No slo habacambios econmicos al pasar la agricultura de pequea

    propiedad a un segundo plano y aparecer el latifundio,haba tambin trastornos sociales con la entrada de milesy miles de esclavos y tambin una profunda transforma-cin espiritual, el contacto con mltiples cultos nuevos

    provocaron el escepticismo y la influencia helnica, tanimportante. Todo ello condujo a la descomposicin de larepblica en el siglo i A.G., lo que despus de un largo

    periodo de luchas civiles conducira al establecim iento delImperio.

    Cuando en el ao 27 A.C. Octavio Augusto restablecela repblica, en realidad est inaugurando la nueva poca,

    aunque con buen cuidado que no parezca tal. Con la pazinterna, Paz Augusta, coincide un florecimiento de laciencia y las artes, ya con un marcado carcter nacio-nalista.

    Tito Livio (59 A.C.17 D.G.) vive precisamente esta po-ca. Al servicio de Augusto siempre mantuvo cierta dis-tancia y una actitud digna que nunca lleg al endiosa-

    miento del emperador. Representa, eso s, en la historia, elempeo de Augusto de moralizar la vida romana, cosa pordems natural para Livio, que conceba la historia comouna fuente de educacin patritica y de enseanza de lasvirtudes cvicas.

    Se lanz 'lito Livio a la obra ambiciosa de abarcar todala historia romana en Desde la fundacin de la ciudad,

    con ciento cuarenta y dos libros, de los cuales desgracia-damente nos quedan slo treinta y cinco.En Desde la fundacin de la ciudad encontramos an,

    adems del empeo de ir hasta los orgenes, alguna huella

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    de los analistas, como el hecho de narrar los aconteci-mientos por consulados. Su estilo es claro y elegante, loque no era poco adelanto si atendemos a las acres crticasde Cicern en cuanto a la forma de escribir de los histo-riadores romanos.

    Indudablemente se acerc a toda clase de fuentes dis-ponibles, tan to documentos como literatura , aunque se dacuenta de que la mayor parte de los anales pontificios yotros documentos pblicos se haban perdido durante elincendio de la ciudad. Trata las fuentes con un gran senti-do crtico, a pesar de que a menudo nos parece excesiva-mente crdulo, por ejemplo, respecto a las leyendas de los

    prim eros tiempos, que na rra sin m ayor seleccin o crtica.No hay que olvidar que ve en la histo ria una leccin ypor ello, hasta cierto punto, un tanto in tocable aun en loinverosmil, como hoy da cuando con piedad y sentidocvico mantenemos cuidadosamente algunos mitos. Sinatreverse a resolver el problema de los orgenes, se limitaa decir que en su opinin el origen de una ciudad tan

    grande y el establecimiento de un imperio que sigue enpoder al de los dioses, se debi a los hados .

    No slo no critica las leyendas, sino que en su histo riafrecuentemente hace intervenir a los dioses y tienen cabidainnumerables prodigios y presagios. Pero ello se debe quiztambin al empeo que tuvo Augusto de tratar no slode moralizar, sino de establecer la piedad en los romanos.

    Lo que s es indudable es que da a la fortuna un papelfundamental en la causalidad histrica y tal vez por ellosu obra carece de intento por ahondar en las causas y sededica con entusiasmo al relato de episodios brillantes, es-pecialm ente, y con predileccin, blicos. j

    Desde la fundacin de la ciudad resulta por eso un cantoa la grandeza de Roma, destilando hondo patriotismo.

    Parece querer mostrar la superioridad de los romanos ycmo desde los principios haba portentos que anunciabanla misin que Roma cumplira ms tarde, unificando elmundo civilizado. Tal visin confiere unidad al procesode la historia romana, asimilando pasado, presente y fu-turo.

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    Su concepto pragmtico de la historia hace que TitoLivio conciba que el principal objeto de sta sea ponerante la vista, en luminoso momento, enseanzas de todognero que parecen decirnos: esto debes hacer en provechotuyo 0 en el de la repblica; esto debes evitar porque es

    vergonzoso pensarlo o vergonzoso hacerlo. De ah que sino proporciona nada ms el escribir la historia, ya resultauna gran satisfaccin perpetuar la memoria de las gran-des cosas realizadas por el primer pueblo de la tierra.

    Y pesar de su gra n seguridad en la grandeza de supatria , piensa que vive en una poca decadente. Comoalgunos otros, cree que la Edad de Oro fue el periodoentre la segunda y la tercera Guerras Pnicas. Precisa-mente esa idea de la decadencia moral romana es el mo-tor que le hace escribir historia: quiere mostrar cmolas virtudes llevaron a Roma a la grandeza.

    Pero su fe en Roma es total, es el centro unificador ynunca existi repblica ni mayor, ni ms virtuosa, ni msfecunda en buenos ejemplos, ni en la que tanto hayan tar-dado en penetrar la avaricia y la lujuria, ni donde tanto

    tiempo fueran honradas la pobreza y la frugalidad. . .Livio pareca esperar la regeneracin de la moral me-diante la paz que, despus de las luchas fratricidas, ofrecael Imperio. Mas la riqueza, las conquistas y el podero deRoma haban desplazado para siempre las antiguas tradi-ciones de vida sencilla. El Imperio continuaba su caminoy a pesar de la descomposicin espiritual que tena lugar,

    an se haba de vivir prosperidad y victorias durante pocoms de un siglo.

    En la poca que cae entre los reinados de los Flaviosy los Antoninos surge el otro gran historiador romano,Cornelio Tcito (55120). Vive la poca de madurez delImperio en que ya se ha estabilizado su organizacin yms que a la expansin, tiende a la consolidacin de lasconquistas. Tcito ya no escribir con el optimismo aningenuo de l ito Livio, sino eon un gran realismo y, desdeluego, con mayor penetracin.

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    Muy poco sabemos de la vida de T cito fuera de lo quel mismo nos cuenta. Sabemos s que su vida se movi enla poltica cercana a la corte. Nos ha dejado dos obrasimportantes, las Historias y los Anales, as como algunasotras secundarias, como la Germnica y la Vida agrcola.Como historiador romano que es, su obra tiene una gran

    calidad literaria y, a pesar de su tono muchas vcces ro-trico, nunca nos suena falso.Como historia de acontecimientos contemporneos, sus

    fuentes muchas veces deben haber sido testimonios orales.Sin embargo, los maneja con gran habilidad y agudezacrtica. Desde luego, conoci las obras importantes y es-tuvo cerca de la documentacin oficial, aunque no dice

    nada al respecto.El problema principal al que se enfrentaba Tcito, erala cercana a los acontecimientos que iba a narrar. Esto ledio una limitacin de perspectiva, como a Tucdides, yle hizo ocuparse demasiado de las pequeas intrigas pol-ticas de la corte romana y perder de vista el gran procesode la historia. l cree que est ante una materia histricadifcil de ser tratada a causa de la falta de grandes acon-

    tecimientos, y as dice:Muchas de estas cosas que he relatado, o que he de relatar,tal vez parezcan menudas e indignas de quienes se ocuparonde la historia antigua del pueblo romano, listos trataban deguerras importantes, de asedios de ciudades, de derrotas ycapturas de reyes, o si trataban de asuntos interiores seofrecan a la libertad de sus disgresiones las discordias entre

    los cnsules y los tribunos, las leyes agrarias y del trigoy las luchas entre patricios y plebeyos. Mi trabajo es in-grato y limitado. Una paz constante y poco alterada, cala-midades en la capital, un emperador poco preocupado porextender sus dominios. Y, sin embargo, no sera infructuosoexaminar estos acontecimientos, sin importancia a primeravista, de los cuales con frecuencia se originan grandes cam-bios. . . A ntiguam ente, cuando gobernaba la plebe o cuando

    los patricios iban ganando ascendiente, era preciso conocerla naturaleza del pueblo y los procedimientos para condu-cirla prudentemente, y aquellos que mejor conocan el es-

    p ritu del Senado y de los grandes eran consid erados como

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    sabios y conocedores de su poca. As ahora, cambiadas lascosas, cuando todo depende del dominio de uno solo, ser

    bueno an o ta r y referir estos hechos, porque pocos son los ca-paces de distinguir lo que honra de lo que degrada, o loque es til de lo que es perjudicial: por lo dems, aunqueesto sea provechoso, da muy poco deleite. La descripcin

    de las costumbres nacionales, las vicisitudes de las batallas,las muertes de los grandes jefes, mantienen y reaniman elnimo de los lectores. Pero yo tengo que presentar una su-cesin de mandatos tirnicos, de acusaciones continuas, deamistades falsas, de condenas a inocentes, de hechos que tie-nen todos anlogo desenlace, y he de luchar contra la mo-notona y la fatiga.

    Aunque se queja de la materia, que le reduce a la pin-tura de personalidades, su penetracin psicolgica es ex-traordinaria y sus retratos resultan magistrales en ocasio-nes, como el de Tiberio. Le toca vivir en una pocamontona si se compara con la que le cupo historiar aLivio y como los actos son pequeos, habr que distinguirlos que honran, de los que degradan. De tal forma, la

    historia se convierte para Tcito en supremo tribunal, cuyojuicio es implacable. Por esto, el principal objeto de lahistoria es el no silenciar las virtudes y despertar el miedoa la reprobacin de la posteridad para las acciones y losdichos malvados.

    La historia es, entonces, una forma de suprema justiciay con una gran importancia pragmtica como leccin. Perole salta un problema a Tcito: Me pregunto con incertidumbre si las cosas mortales se desarrollan segn la vo-luntad del destino y segn una necesidad inmutable, o bienal azar? Profundo problema ante el cual todo historiadory filsofo con verdadera conciencia histrica, ha tenido queenfrentarse. No se aventura a mayores meditaciones sobreel tema, no trata de penetrar hasta los resortes profundosdel acontecimiento y llegar a conocer la verdad absoluta.Se conforma, fiel representante romano, con presentarnossu verdad til, como ejemplo y enseanza.

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    La historiografa menor

    Contemporneos de Tcito encontramos a dos bigrafoscuya celebridad impide no mencionarlos: uno griego, Plu-tarco (46P120), el otro, romano, Suetonio (75160).

    Habamos mencionado cmo, al principio, la historia

    estaba narrada en funcin del pueblo tratado. Las perso-nalidades estaban diluidas ante los hechos gloriosos deRoma. Pero con el Imperio y el papel cada vez de mayorimportancia que desempeaba la figura del emperador, elhistoriador fij ms su mirada en las personalidades. Yahemos dicho cmo el mismo Tcito era excelente retratista.

    Cayo Suetonio Tranquilo, de noble familia, mediante laamistad de Plinio el Joven, entr al servicio del emperadorTrajano. Ms tarde sirvi al emperador Adriano en ladireccin de archivos, cargo que le dio acceso a toda clasede documentos de la historia romana. De esta maneraconoci la vida de la corte imperial bien de cerca, comolo prueban sus descripciones de las costumbres de los em-

    peradores y el mismo hecho de haber cado en desgracia

    con Adriano por haberse permitido demasiadas familia-ridades con la emperatriz. Al ser retirado de la cor-te, inici la composicin de sus obras, quiz como unasilenciosa venganza hacia el emperador que lo haba re-tirado. Desgraciadamente no nos ha dejado los retratosde los emperadores que conoci y sirvi, en los cuales

    podramos adivinar ms fcilmente su parcialidad. Parece

    ser que escribi varias obras, pero solamente nos han lle-gado Los doce cesares y algunas breves Vidas de Lucano,Juvenal, Persio, Terencio y Horacio. Los doce cesares nospresenta una p intura com pleta de las costumbres del im -perio rom ano, aunque le falta una visin general de lahistoria, debido sobre todo a que a Suetonio le interesanicamente un individuo, el emperador. Se entretiene entodo gnero de minucias y detalles, relatando ancdotas ychistes sobre cada uno de sus augustos personajes.

    La importancia de Suetonio estriba en que ha tenidoposteriormente m ucha in flu encia ; representa el tipo de es-

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    critor que intenta divertir, aun a costa de la insistenciaen toda clase de relatos desagradables. Los emperadoresresultan un buen tema; no se enjuician ni su actuacinni su importancia, pero sabemos cmo eran fsicamente,cules eran sus debilidades y costumbres, su grado de reli-giosidad, sus gustos, cuntos monumentos inauguraron y

    cuntas fiestas dieron para fomentar su popularidad entrela plebe. Escritor ya de una poca de decadencia, insisteprecisam ente en los hechos con que los em peradores im -presionaban al pueblo. Nos describe cmo Augusto diomuchas fiestas populares y construy monumentales tem-

    plos; cmo T iberio no seal su imperio con ningnmonumento de valor y los nicos que emprendi los dejsin terminar; asimismo, nos relata cmo Tito no cedi

    en magnificencia a ninguno de sus predecesores y as, des-pus de la dedicacin del A nfiteatro y de la rp ida cons-truccin de los baos prximos a este edificio, dio unespectculo de los ms prolongados y ms hermosos, enel cual hizo representar, entre otras cosas, una batalla na-val en la antigua naumaqua; dio tambin un combate degladiadores y present en un solo da cinco fieras de todaespecie.

    Plutarco, cuya obra alcanz tambin un xito sorpren-dente a travs de los tiempos, dej cincuenta biografas,trabajadas en pares de un griego y un romano excep-tuando cuatro personajes conocidas bajo el nombre deVidas paralelas. En l encontramos el afn moralizantetan tpico de la historiografa romana, pero sus Vidas

    constituyen una buena muestra de lo que significa unaverdadera biografa; cada personaje est situado perfec-tamente en su poca y presenta una muestra de un tipode papel humano ante la vida.

    Hacia la segunda mitad del siglo n el Imperio Romanoentr ya en una franca decadencia. Los factores que in-tervinieron en ella son mltiples, como en todo aconteci-

    miento humano. Tuvieron su papel, desde luego, la crisismilitar, la econmica y la espiritual. Estas crisis, ya pa

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    tentes desde los primeros momentos del Imperio, fueroncausadas por la absorcin de toda clase de ideas, supersti-ciones y religiones ajenas que propiciaron el escepticismoy ms tarde abonaron el terreno para la expansin de laprdica cristiana.

    Junto con todas las formas culturales, la historiografa

    entr en decadencia. Ya bien entrado el siglo n, encontra-mos una figura interesante de comentar, no como histo-riador, pero s como teorizador de la historia: Luciano deSamosata (120180), que en su pequea obra, Cmo hade escribirse la historia, fija una serie de normas necesarias

    para hacerlo, en las que ridiculiza los vicios que encontrabaen los historiadores de su tiempo. Considera, desde luego,

    que debe abandonarse el relato de lo fabuloso y buscar loverdadero, ya que es esto lo que puede ser til para pro-ceder con acierto en lo presente. Cree de mayor valorlo visto que lo odo, porque piensa que en lo posible elhistoriador debe haber sido testigo de los hechos que na-rra, y en cuanto se atenga a lo relatado por otros debe ircon gran cuidado y sujetndolo a una crtica incisiva, tra-

    tando de elegir los hechos ms probables.Pero en la historia romana ya era difcil encontrar unameta, a pesar de los consejos y las stiras de Luciano. Enel siglo v Ammiano Marcelino (330400) quiso continuarla obra de Tcito, cubriendo el periodo de 96 a 378. Suobra no logr del todo su objetivo, pero sus dieciocho librosal menos son una fuente de tradicin romana, sobre un

    periodo que conocemos casi exclusivamente por los escri-tores cristianos que la historiaban.

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    III. Historiografa medieval

    A p a r t i r del siglo ni el Imperio Romano entra en plenadecadencia. Las razones son tantas y tan discutidas queresulta casi intil referirlas. No cabe duda que sus huellasson notorias en todos los campos de la actividad humana:economa, poltica, cultura y religin. Dos acontecimientosaceleran la crisis que vena viviendo el mundo antiguo:

    la expansin del cristianismo y la invasin de los brbarosa partir del siglo iv.Los dos eventos resultan importantes en la constitucin

    de los nuevos tiempos, pero para nuestro punto de vistala revolucin cultural, filosfica y sobre todo religiosa quesignifica el cristianismo es la fundamental. Sin brillo al-guno, ni ruido ninguna historia contempornea hacereferencias la religin que se iba formando del culto

    judaico en que se fundam entaba la religin de Cristo, sehaba ido fortaleciendo hasta llegar a constituir una fuer-za que cambiara las bases que sustentaban la cultura ycivilizacin antiguas y que reemplazara con otras nuevas.El cambio era rotundo, y si nos sorprende al primer vis-tazo, podemos comprenderlo si advertimos que el cris-tianismo encierra la solucin a todos los problemas que se

    p lanteaba el hom bre antiguo, a los cuales no haba podidodar una respuesta satisfactoria.La etapa de crisis, trnsito que el hombre hace de vi-

    vir prendido a unas cosas y apoyarse en ellas, a vivir pren-dido y apoyado en otras, al decir de Ortega y Gasset,dur desde fines del siglo n hasta el siglo v. Despus vieneaquel largo periodo denominado Edad M edia, desde el si-

    glo v hasta el siglo xv. Como caracterstica comn de estaera podramos sealar la conviccin profunda de que lanica realidad autntica es Dios. El cristianismo incorpor,

    ju n to a sus races hebreas, m uchas ideas clsicas, no obs-

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    tante lo cual significaba un cambio completo en la visindel mundo y de la vida. Ello se deba a que algunas delas ideas judaicas introducidas por el cristianismo, llevabanconsigo una verdadera revolucin filosfica. La primeraera la introduccin del concepto de nada y, en consecuen-cia, la afirmacin de un Dios todopoderoso que crea. Yano se trata del taumaturgo griego que ordena la materiaen desorden, el caos, sino de un Dios que crea de la nada.Adems se trata de un dios personal que seala una fina-lidad al hombre, siempre en relacin directa con el indi-viduo, que hace posible su salvacin en un otro mundo; conello se introduce el elemento sobrenatural.

    El hombre es una criatura creada por Dios en un mo-

    mento especial, a su imagen y semejanza. Es pues, unacriatura sui generis, equilibrio entre dos naturalezas contra-dictorias, la bestial y la angelical y a la cual Dios otorga la

    gracia de salvarse. Esta idea es bien contraria al conceptogriego de un hombre como animal, inmerso en la naturale-za. El hombre cristiano cree en un privilegio que le dife-rencia de las bestias: la libertad. Es decir, es autnomo,

    puede incluso pecar, rebelarse ante Dios. Precisamentetener que vivir en este mundo es el castigo a tal falta.

    Pero, hay ms. A diferencia del hombre antiguo quebuscaba el ser de las cosas, el cristianismo lo conoce porrevelacin, tiene un libro que contiene toda la verdad, notiene que buscarla. Lo nico que hace es interpretarla,

    porque Dios la ha entregado en smbolos y alegoras. Lava primaria de conocimiento la constituye la je, no im-

    porta lo que nuestros sentidos im perfectos nos muestren.De esta manera, la ciencia queda supeditada a la revela-cin. Toda accin de conocimiento queda reducida ahermenutica. El mismo mundo se puebla de seales, a lascuales se llega no por sabidura, sino por virtud.

    Qu visin de la historia tendra entonces el hombremedieval? La vida humana se ve como un castigo, el pe-regrinaje obligado para lograr la salvacin. Y puesto quela posibilidad de salvacin la ha permitido la venida deCristo, Jess resulta la figura histrica ms importante: elcentro de la historia.

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    Como no hay que buscar la verdad, dado que el cris-tianismo la conoce, la historia es solamente la manifesta-cin de Dios, con tres momentos importantes: en el pasado,la creacin con el drama de la cada; en el presente, laredencin con el drama de la crucifixin, y en el futuro,el fin de los tiempos con el draina del juicio final.

    La historia est adems dividida en edades, cada unadistinta en su valor y contenido. Con la venida de Cristose ha inaugurado, para algunos, la sptima y ltima, queal fin purgar el mal y perfeccionar el universo. Mascon ello se vive en un mundo ya viejo, del cual se sabasu principio y se experimentaba con resignacin la pro-funda conviccin de la cercana de su ocaso prximo.

    En suma, la historia, a pesar de la libertad del hombre

    para pecar, ha sido totalm ente predeterm inada y comotodo se dirige a su fin, la historia se convierte en unalnea recta que conduce hacia un destino nico. As sedesenvolva y terminaba el crculo eterno de los antiguos.Para el cristianismo el drama de la historia consiste, pre-cisamente, en que sucede solamente una vez, no se repitenunca. Tambin desaparece el azar; los acontecimientosestn dirigidos por una inteligencia superior, la Providen-cia. No quiere decir que los eventos pierdan completa-mente su importancia, sino que la tienen slo como uneslabn del proceso iluminado hacia la figura de Cristo.

    El pasado todo, era el teatro de sucesos efmeros, queno cobraban sentido sin relacionarlos a los acontecimien-tos histricos divinos, los nicos verdaderos. De esta ma-nera todas las manifestaciones del pasado contienen la

    promesa de Cristo, o bien resultan consecuencia de suvenida.Antes del acontecimiento central, la redencin, existie-

    ron dos historias, la sagrada, que preparaba el adveni-miento de Cristo, o historia verdadera, y la profana, quecobra sentido slo en relacin con la sagrada. Despus dela venida de Cristo, las dos historias constituyen ya unanica historia, porque ya no hay pueblo elegido, ahoratoda la humanidad es pueblo elegido, el Evangelio am-

    p ara a todo el orbe sin impedim ento alguno.

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    La narracin de los hechos histricos va perdiendo suintento de precisin en cuanto a tiempo y espacio, porqueel acontecer en s no tiene importancia:su sentido lo en-cierra solamente la referencia al plan divino. A pesar deello, la historia posterior le debe una gran aportacin a la

    historiografa medieval: la cronologa, basada en el naci-miento de Jess y originada en el empeo de dividir lostiempos de acuerdo con el punto central de la historiacristiana.

    La patrstica

    Con este nombre se conoce al periodo cultural cristianodurante los ocho primeros siglos de nuestra era. Los pri-meros padres de la Iglesia realizan la obra formidable dedefinir la posicin cristiana, sostienen polmicas, hacen laapologa del cristianismo y sistematizan sus conceptos.

    La historia se present, en los primeros tiempos cris-

    tianos, como un conocimiento prcticamente imposibledentro de la nueva religin. Cmo justificar la dedicacinal estudio de realidades romanas en el pasado, si esta vidaes meramente un trnsito hacia la verdadera? Dentro deestas limitaciones, la nica historia posible era la sagrada,pero ella se mezclaba con la teologa. L a defensa de laautonoma de la historia, frente a la nueva doctrina, se

    debe tambin a uno de los Padres de la Iglesia.

    Eusebio de Cesrea (265339), tambin conocido comoPanfilio, vive en el Bajo Imperio Romano en un periodoque empieza a sealar la desintegracin de la unidad jo -mana^y en el .cual se destacan los em peradores Dioclesiano^Constan tino.

    Con Constantino (emperador de 325337) y el Conciliode Nicea, presidido por l en 325, el cristianismo pasa de!a poca de las persecuciones a la del afianzamiento de sufuerza. A Eusebio le toca vivir en un periodo de un cris-tianismo casi triunfante, hecho que no tiene poca influen-cia en su pensamiento, puesto que va a tener la vivencia

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    de que el fin de la historia se est consumando con eltriunfo de Cristo y de su Iglesia.

    Eusebio nos leg dos principales obras: la Crnica (C-nones cronolgicos y eptome de la historia universal delos griegos y brbaros) y la Historia Eclesistica. Adems,dej varias otras obras histricas y un panegrico a la

    piedad del em perador, en su Vida de Constantino.L a Crnica contiene un resumen de la historia profana

    y unos cuadros que muestran paralelamente los hechosprofanos y religiosos desde A braham h asta Constantino.Este libro sirvi de modelo durante toda la Edad Media.

    La Historia Eclesistica se ocupa de la historia de laIglesia, desde Cristo hasta la poca de Constantino, pre-

    cedida de una introduccin en el Libro I, en que exponelos antecedentes en el Antiguo Testamento.Como queda ya mencionado, la importancia de Euse-

    bio estriba en separar la histo ria de la teologa, l mismose da cuenta de la novedad de su trabajo:

    Porque siendo nosotros los primeros en acometer este asuntointentamos ahora avanzar por un camino nuevo, no trillado

    todava por ningunos pasos, esperando y deseando que ha deacompaarnos el mismo Dios en calidad de gua de nuestroviaje y que nos ha de ay ud ar el pod er de C risto . . . M eparece haber em prendido este trabajo im pulsado por cierta necesidad, puesto que me es de sobra conocido que hastaaqu ninguno de los escritoios eclesisticos ha emprendidoesta clase de escritos.

    La figura de Cristo es la base de su comprensin de lahistoria universal. La historicidad de DiosHombre justi-fica su inters por el pasado; as, todo est visto en fun-cin de la redencin. La historia marcha, por supuesto,hacia el triunfo de la Iglesia y su finalidad es, como enlas batallas, la defensa de la verdad y de la religin, ms

    bien que p a ra proteger la p a tria y los hijos .

    No obstante la im portancia que Eusebio tiene para lahistoriografa cristiana, la figura ms destacada de la pa-trstica es la del Obispo de Hipona, San'Agustn (354

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    430). Se ha dicho que es el ltimo hombre antiguo y elprim er acabado cristiano, afirm acin que no deja de tenermucho de verdad, ya que l traz una verdadera lneadivisoria entre los dos mundos y contribuy notablementea la construccin orgnica de la religin cristiana.

    Nacido en N um idia se educ dentro de la cultura cl-sica. Durante su juventud Se adhiri a la secta maniqueay en Miln se convirti a la nueva religin por interven-cin de San Ambrosio. Al volver al frica se orden yalcanz la jerarqua de obispo. Muri en su ciudad du-rante el asedio de los vndalos a Hipona, habiendo vistola cada de Roma en poder del visigodo Alarico, que pa-

    reca significar el fin de los viejos tiempos y el anunciode la llegada de la nueva poca, de la verdadera victo-ria de la Iglesia.

    San Agustn presenci las acusaciones que los miembrosde los viejos grupos filosficos lanzaron contra el cristia-nismo como causante del gran desastre. Ello le hizo escri-bir su libro L a Ciudad de Dios, en el cual, con los ele-

    mentos de la cultura clsica, iba a rebatir las acusacionesde los gentiles a la religin cristiana.

    En el entretanto, Roma fue destruida por la invasin e m-pe tu arro llador de los godos, acaudillados por A la rico. J.osadoradores de muchos dioses falsos, cuyo nombre, corrienteya, es el de paganos, empeados en hacer responsable dedicho asolamiento a la religin cristiana, comenzaron a blas-femar del Dios verdadero con una acti tud y un amargordesusados hasta entonces. Por lo cual, yo, ardiendo en elcelo por la casa de Dios, tom por mi cuenta escribir estoslibros de la Ciudad de Dios contra sus blasfemias o errores.

    Precisamente en busca de las pruebas con que defendera los cristianos se introduce a la historia. La obra tiene

    veintids libros, de los cuales los diez primeros son de ver-dadera polmica para combatir las blasfemias de los gen-tiles. Sostiene San Agustn que el desastre no puede deberseal cristianismo, porque Roma haba padecido numerosascalamidades antes de la venida de Cristo. Por otra parte,

    precisa: no llam arlas calam idades sino mutaciones, es

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    decir, reflejos de la voluntad divina. La historia enteraest determinada por la Providencia. La historia, antesde realizarse en el tiempo, ha florecido en la eternidad,en el consejo de los pensamientos divinos. El discursode la historia es misterioso, pero hay suficientes sealesque nos permiten conocer la voluntad de la Providencia.

    Para l es claro que la grandeza de Roma perseguauna finalidad especial: favorecer con la unidad existentela prdica de la fe cristiana.

    Los ltimos doce libros abarcan la parte histrica, desdela creacin hasta el fin de los tiempos. Los primeros cuatrolibros de esta segunda parte explican el origen de las ciu-dades, primero en el cielo con la rebelin de los ngeles

    y ms tarde en la tierra con el asesinato de Can. Ah seinicia la existencia de dos comunidades: la Ciudad deDios y la Ciudad Terrena, las cuales coexisten mezcladasy a cuya dualidad se debe el mecanismo profundo de lahistoria.

    Para el obispo de Hipona el hombre es un ser especial:equilibrio entre dos naturalezas contrarias, la anglica y labestial; lo cual si bien convierte su vida en una agona,le permite decidir su destino. Con tal concepcin se creandos problemas importantes para San Agustn. El primeroes explicar el funcionamiento simultneo de libertad per-

    sonal y providencia lismo en la historia. Explica que elhombre, como persona, es libre de tomar el camino de laverdad o el del pecado, pero escoja uno u otro, contribuyesiempre a la realizacin de la voluntad divina. El segundo

    problema es el de la existencia del mal, que poda inter-preta rse como una imperfeccin de la obra div ina. SanAgustn afirma que el mal no ha sido creado, sino queapareci con el hombre cuando ste no supo gobernar sunaturaleza bestial por medio de su naturaleza anglica. Lamuerte es el castigo a su falta, aunque no es una muerteverdadera, sino un trnsito a la otra vida, la vida ver-dadera.

    En los libros XV a XVII describe el autor el discursode las dos ciudades. Paralelamente se desarrollan lavida de la comunidad de Dios, el pueblo de Israel, y

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    la comunidad terrena, aquella que prefiere los bienes deeste mundo a la verdad. Con Cristo y la Redencin lahumanidad entera se convierte en pueblo elegido; la dispora representa el cambio de la naturaleza de la historia ,con ella est palpable que la gracia ya alcanza a toda lahumanidad. Slo queda pendiente un hecho histrico, el

    triunfo completo de la Iglesia, para concluir el procesodel plan divino de la historia.Los ltimos cuatro libros nos llevan a la metahistoria,

    a la liquidacin de la humanidad y la separacin de lasdos ciudades hacia el cumplimiento de sus destinos.

    El proceso mismo de la historia se llevar a cabo ensiete edades, tantas como das de creacin. La primera

    se cuenta desde Adn hasta el diluvio. La segunda,desde el diluvio hasta Abraham. Una tercera, desde Abraham hasta David. La cuarta, hasta el cautiverio de Ba-

    bilonia . La quin ta , desde tal hecho hasta el nacimientotemporal de Cristo. La sexta transcurre ahora y nodebe ser cortada a un nmero determinado de generacio-nes, por razn a estas palabras: No os corresponde a vos-

    otros conocer los tiempos que el Padre tiene reservadosa su Poder. Tras sta, Dios descansara como en el dasptimo.

    Basta decir que la sptima ser nuestro sbado, que no ten-dr tarde, que concluir en el da dominical, octavo da yda eterno, consagrado por la resurreccin de Cristo y quefigura el descanso eterno, no slo del espritu, sino tambin

    del cuerpo. All descansaremos y veremos; veremos y ama-remos; amaremos y alabaremos. He aqu la esencia del finsin fin, y qu fin ms nuestro que a rrib ar el reino que notendr fin!

    Historiografa bizantina

    Desde el siglo iv, cuando ya los brbaros empezaban apresionar sobre las fronteras, Teodosio decidi dividir elImperio Romano para su mayor defensa. A pesar de ello,el Imperio de Occidente cay en poder de sucesivas ondas

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    de invasores germ nicos a principios del siglo v. L a org a-nizacin romana fue destruida y aunque parte de la culturaiba a sobrevivir, la nica institucin que resisti la inva-sin fue la Iglesia. Por ello, en Occidente, Su supremacafue tan grande cuando los reinos germanos se empezarona formar. La Iglesia, que les llevaba ventaja en la expe-riencia administrativa, heredada a su vez de la organiza-cin imperial romana, logr sujetarlos no slo religiosa-mente sino an polticamente. El dominio de la religincristiana produjo una sujecin de la cultura clsica enforma total; subsisti slo aquello que la nueva doctrinamisma asimil.

    En cambio, en el Imperio de Oriente se logr resistirla invasin de las tribus brbaras. No hay que olvidar

    que Constantinopla no cay bajo un poder invasor hastael siglo xv (1453). El Imperio Romano del Oriente, quesiempre haba tenido una mayor influencia del griego yde la cultura griega, una vez desintegrada la unidad, sefortaleci. Pero adems de esta diferencia hubo algunasotras importantes, tanto en el aspecto poltico como en elcultural.

    El cristianismo se extendi tambin por el Imperio delOriente, pero el dominio sobre las almas no significel dominio poltico, porque la Iglesia no se encontr, comoen el Occidente, sobreviviente organizada y fuerte ante unvaco polticoreligioso, sino por el contrario, frente a lasinstituciones bizantinas estructuradas a bas de la tradicinromana. La Iglesia, por tanto, tuvo que plegarse al poder

    del Estado. De ah, no slo el diferente matiz de relacionesentre el Estado y la Iglesia, sino el hecho mismo de quela cultura clsica se mantuviera presente vivamente, aun-que con las transformaciones obligadas por la aceptacinde la doctrina cristiana.

    El contacto con la tradicin historiogrfica griega diopor resultado una evidente superioridad critica y ademsse mantuvo ms apegada a intereses mundanos.

    El principal historiador bizantino es Procopio de Cesrea(siglo vi), que viviendo durante el intento de la recons-

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    rest importancia a la historiografa de por s, pero ade-ms el inters histrico estuvo siempre determinado porel religioso. Por ello la produccin medieval es un tantopobre y se reduce a dos formas: las crnicas y los anales,en donde se haca un registro de los acontecimientos msimportantes del ao, a la manera de los registros que se

    llevaban en la poca de los romanos.Pero los acontecimientos mismos hicieron que el hom-

    bre volviera o tra vez a centrar sus m iradas en su personay en este mundo. Las luchas entre la Iglesia y el Estado,tanto como el contacto ms cercano entre los diversosgrupos europeos, iban a empujar el progreso de una nuevahistoriografa profana.

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    IV. Historiografa del Renacimiento

    L a s C r u z a d a s (10961270), promovidas inicialmentc conun ferviente propsito cristiano, significan, a la vez quela culminacin de la vigencia de las creencias cristia-nas, la iniciacin de la crisis de las mismas. El hombreeuropeo entraba en contacto con la vida bizantina, quehaba mantenido el gusto por los refinamientos mundanos

    y se asomaba a otras culturas, lo que le despertaba unanueva curiosidad por los hombres y el mundo.

    En la historiografa podemos seguir el proceso de inte-reses cada vez ms y ms humanos. Las Crnicas iniciadasantes, desde la creacin del hombre, empiezan a ser substi-tuidas por historias de reinos y ciudades. Las hagiografas,que antes centraban su relato en la milagrera, vienen a ser

    reemplazadas por simples biografas. Un ejemplo muy elo-cuente de la revolucin que se efectuaba en el criteriocon que se empezaba a trabajar la historia, lo representa elrey Alfonso X, el Sabio (12211284), que organiza equi-

    pos de colaboradores para estudiar toda clase de fuentesbblicas, rabes, medievales, necesarias para realizar laredaccin de la Primera crnica general de Espaa.

    El movimiento lento de despego de Dios se va a ace-lerar a partir del siglo xvi, notndose cada vez ms acusa-damente un individualismo y un inters grande en la na-turaleza y el mundo. El individualismo es evidente en elhecho de que empiezan a desaparecer las obras annimas.Ahora un pintor, escultor o escritor deja siempre su firmaen la obra, muestra de que ya no est enteramente diri-

    gida a Dios, sino a los otros hombres. El gusto por la na-turaleza, pecaminoso para el cristiano, empieza a justifi-carse como inters por la obra de Dios.

    La secularizacin de la cultura hace que aparezcan lossabios laicos, que ya no se interesan en temas religiosos y

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    que centran ms y ms inters en el hombre y sus posibi-lidades en este mundo. El gusto mismo por la Antigedadno slo va a ser consecuencia de la admiracin, sino unanecesidad de volcarse a una poca no contaminada decristianismo. Tales ideas hacen que el pensamiento his-trico cambie totalmente. En primer lugar, la historia

    pierde su carcter de mostracin de Dios para volver aser prctica, til, con lo que se devuelve la dignidad cice-roniana a la historia. Se elimina desde luego la idea deque la providencia determina el curso de la historia, para

    buscar un sentido inm anente al proceso histrico hum a-no. Tambin se excluye el universalismo cristiano paravolver a un inters particular. Por ltimo, se cree en la

    verdad, lo que se pone en duda es el camino utifcadohasta ahora para encontrarla. En realidad, el problemams importante de los tiempos modernos va a ser preci-samente ste, la bsqueda de un mtodo adecuado, yaque no se duda de que la razn sea capaz de alcanzar laverdad.

    El humanismo. Los precursores

    Italia, con su caracterstica fisonoma de unidad espiri-tual y divisin poltica, sus ciudades prsperas y su pasadograndioso, va a ser la cuna del movimiento que sealarla entrada a los tiempos modernos.

    Toca a Francisco Petrarca (13041374) iniciar el caminode renovacin de la historiografa. Sus obras, Hombresilustres y De las cosas memorables, tienen ya un intentosecularizante, a la vez que una bsqueda del pasado porfuentes que no son las Sagradas Escrituras. Todo lo con-trario, una gran parte de su vida fue ocupada en la revi-sin de archivos y bibliotecas en la bsqueda de las obras

    histricas clsicas perdidas. Su finalidad era conocer me-jo r el pasado de grandeza de su patria , consolndose enesa forma de la divisin y anarqua floreciente que erala Italia de su tiempo. Su tono es, como sus modelos re-

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  • 8/13/2019 Zoraida Vazquez Josefina - Historia de La Historiografia

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    tricos romanos, ma