01 Sagrada Escritura

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En el principio... El último Concilio ecuménico recomendaba insistentemente a todos los fieles [..J la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Flp 3,8), «pues desconocerla Escritura es desconocer a Cristo» (Const. Dei Verbum, 25). Y, de hecho, la Biblia, como palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo (ibid., 9), está muy presente en las páginas de nuestra revista: artículos especiales, reseñas bibliográficas, trabajos teológicos, comentarios litúrgicos, etcétera. Pero, desde hace tiempo, bastantes lectores nos venían sugiriendo añadir a las secciones habituales en Palabra, una dedicada específicamente a la Sagrada Escritura. Hemos estudiado su propuesta, y publicamos hoy la primera colaboración de una serie, en la que se proporcionan elementos para una lectura, integral y ordenada, del Antiguo y del Nuevo Testamento. En la citada Constitución conciliar se subrayaban, entre otras, tres claves para acceder a la Biblia: * Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras (n. 12). * La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita; por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, y la analogía de la fe (n. 12). * A la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues «a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras» (n. 25). Para ayudar a nuestros lectores en ese cometido, contamos con una firma verdaderamente autorizada: la del Dr. Francisco Varo Pineda, hasta hace unos días Decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, en la que es profesor de Sagrada Escritura (Antiguo Testamento). C uenta el Evangelio de San Mateo que en cierta ocasión se acercaron a jesús unos fariseos para preguntarle si es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo. Se tra- taba de una de las cues- tiones debatidas en los ambientes rabínicos de aquel momento: las cau- sas que se podrían con- siderar suficientemente graves como para que el marido despidiese a su esposa dándole el libelo de repudio previsto en la Ley (Dt 24,1). La respues - ta de jesús se remite a los textos fundamentales de la Torah, aquellos que hablan del proyecto origi- nario de Dios sobre el mundo: —¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por tan- to, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hom- bre (Mt 19,4-6).

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En el principio...El último Concilio ecuménico recomendabainsistentemente a todos los fieles [..J la lecturaasidua de la Escritura para que adquieran laciencia suprema de Jesucristo (Flp 3,8), «puesdesconocerla Escritura es desconocer a Cristo»(Const. Dei Verbum, 25). Y, de hecho, la Biblia,como palabra de Dios, en cuanto escrita porinspiración del Espíritu Santo (ibid., 9), está muypresente en las páginas de nuestra revista:artículos especiales, reseñas bibliográficas,trabajos teológicos, comentarios litúrgicos,etcétera.Pero, desde hace tiempo, bastantes lectores nosvenían sugiriendo añadir a las seccioneshabituales en Palabra, una dedicadaespecíficamente a la Sagrada Escritura. Hemosestudiado su propuesta, y publicamos hoy laprimera colaboración de una serie, en la que seproporcionan elementos para una lectura,integral y ordenada, del Antiguo y del NuevoTestamento.En la citada Constitución conciliar sesubrayaban, entre otras, tres claves paraacceder a la Biblia:

* Dios habla en la Escritura por medio dehombres y en lenguaje humano; por lo tanto elintérprete de la Escritura, para conocer lo queDios quiso comunicarnos, debe estudiar conatención lo que los autores querían decir y Diosquería dar a conocer con dichas palabras (n. 12).

* La Escritura se ha de leer e interpretar con elmismo Espíritu con que fue escrita; por tanto,para descubrir el verdadero sentido del textosagrado hay que tener muy en cuenta elcontenido y la unidad de toda la Escritura, laTradición viva de toda la Iglesia, y la analogía dela fe (n. 12).

* A la lectura de la Sagrada Escritura debeacompañar la oración para que se realice eldiálogo de Dios con el hombre, pues «a Dioshablamos cuando oramos, a Dios escuchamoscuando leemos sus palabras» (n. 25).Para ayudar a nuestros lectores en esecometido, contamos con una firmaverdaderamente autorizada: la del Dr. FranciscoVaro Pineda, hasta hace unos días Decano dela Facultad de Teología de la Universidad deNavarra, en la que es profesor de SagradaEscritura (Antiguo Testamento).

Cuenta el Evangeliode San Mateo queen cierta ocasión se

acercaron a jesús unosfariseos para preguntarlesi es lícito a un hombrerepudiar a su mujer porcualquier motivo. Se tra-taba de una de las cues-tiones debatidas en losambientes rabínicos deaquel momento: las cau-sas que se podrían con-siderar suficientementegraves como para que elmarido despidiese a suesposa dándole el libelode repudio previsto en laLey (Dt 24,1). La respues -

ta de jesús se remite a lostextos fundamentales dela Torah, aquellos quehablan del proyecto origi-nario de Dios sobre elmundo:

—¿No habéis leído queal principio el Creadorlos hizo hombre y mujer,y que dijo: Por eso dejaráel hombre a su padre y asu madre y se unirá a sumujer, y serán los dosuna sola carne? De modoque ya no son dos, sinouna sola carne. Por tan-to, lo que Dios ha unido,que no lo separe el hom-bre (Mt 19,4-6).

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Jesús es consciente deque con el paso del tiem-po la debilidad del serhumano, e incluso su re-sistencia a rectificar (loque en lenguaje bíblicose expresa como «durezadel corazón»), había per-mitido que se fueran in-troduciendo usos y cos-tumbres, que las propiasautoridades religiosas delpueblo habían tolerado,pero que a la larga se de-mostraban perjudicialespara las personas y la so-ciedad. Por eso, no se de-ja atrapar en las redes delo que la opinión comúndaba por establecido, si-no que asume el reto convalentía, llegando al fon-do, al proyecto origi-nario de Dios sobre elhombre y el mundo.

La escena del Evange-lio es plenamente actual.Buscar la verdad sobre elser humano, la familia yla sociedad hasta las últi-mas consecuencias exigerenunciar a componen-das fáciles, pero a la largadestructivas, y explorarsin miedo, con aperturade mente y de corazón,

el proyecto del Creador.Es decir, volver al princi-pio.

LOS ONCE PRIMEROSCAPÍTULOSDEL GÉNESIS

Una mirada a la histo-ria antigua de los hom-bres en todos los pueblospone de manifiesto queen distintas partes de latierra y en culturas dife-rentes, las preguntas defondo que se plantea elser humano son muy si-milares: ¿quién soy?, ¿dedónde vengo y a dóndevoy?, ¿por qué existe elmal?, ¿qué hay despuésde esta vida? Estas pre-guntas son decisivas. Dela respuesta que se les dédepende la orientaciónde la propia existencia yel éxito o fracaso de la vi-da. Aparecen en los Veday en los Avesta, en Con-fucio y Lao-Tze, en lospoemas homéricos, o enlos escritos filosóficos dePlatón y Aristóteles, tam-bién se plantearon en elantiguo Oriente Medio y

en los escritos sagradosde Israel.

Las palabras con lasque comienza la narra-ción del libro del Génesis `«En el principio, Dios creó... » manifiestan la inten-ción de afrontar a fondodesde sus orígenes, esascuestiones decisivas. A lavez, reflejan el propósito,e incluso el contenido delprimer libro de la Biblia:mostrar cómo actuó Diosen el origen del mundo,del hombre, de las nacio-nes, y, sobre todo, en elcomienzo del pueblo deIsrael. No cabe, por tanto,buscar en él una explica-ción científica de la natu-raleza o de la historia.Conviene tener presenteeste aspecto para com-prender rectamente el li-bro cuyo nombre de Gé-nesis, que se le dio al sertraducido al griego en els. III a. C., significa senci-llamente «dos orígenes».

La primera parte dellibro del Génesis abar-ca once capítulos, ycontiene lo que podríallamarse la prehistoria dela salvación. Presenta los

orígenes del mundo, delhombre, del mal y de lospueblos que habitan latierra. Dentro de ese con-junto de relatos acerca delos orígenes, se puedendistinguir varios pasajes,separados entre sí, comosucede en todo el librodel Génesis, por la frase«estas son las genera-ciones, que viene a mar-car el ritmo de las sucesi-vas etapas:

La primera sección tra-ta de la creación delmundo (Gen 1,1 — 2,3).En el principio Dios creólos cielos y la tierra. Du-rante los tres primerosdías va creando los ele-mentos que marquen unaseparación en el caos pri-mitivo y establezcan unorden; los tres días si-guientes va llenando decriaturas el firmamento,los océanos y la tierra, ycrea finalmente al hom-bre a su imagen y seme-janza. El séptimo día des-cansó.

En Gen 2,4 la frase «es-tas son las generacionesda paso a otro relato so-bre la creación, más cen-

Los mitos que nos han legado lospueblos antiguos, especialmente Meso-potamia, Egipto y Canaán, no puedenconsiderarse sin más como historias fal-sas, sino que son expresiones simbóli-cas de realidades que no pueden serexpresadas en un lenguaje racional, niser encerradas en las categorías de lahistoria normal de lo que acaece en eltiempo.

Así, mediante mitos, en los pueblosque rodeaban al antiguo Israel se explica-ba la existencia de los dioses, el origendel mundo y del hombre, y el actuar delas fuerzas de la naturaleza.

Se conocen actualmente algunosejemplos de relatos mitológicos de pue-blos del próximo Oriente acerca de los

orígenes del mundo y del hombre, quesirven para hacerse idea de las concep-ciones acerca de estos temas fundamen-tales que eran corrientes ya en el segun-do milenio antes de Cristo.

Hay algunos que tratan sobre el des-orden que había al principio del mun-do. Unos. procedentes de Egipto:

«(El faraón) fue engendrado en elNun [océano primordial] /mientras queaún no había cielo, lcuando todavía noexistía la tierra /cuando aún no había or-den» (Párrafo 1040 de los textos de laspirámides, fechado entre 2500 y 2300).

Otros, de Mesopotamia:«Cuando, arriba, los cielos no han si-

do nombrados, ly cuando, abajo, la tierrano tenía nombre, /cuando el Apsu primor-

dial, el que engendró a los dioses, ly Ta-mat la que dio a luz a todos ellos, lmez-ciaban indistintamente sus aguas, lcuan-do no podían verse las cañas de lasmarismas, ly ninguno de los dioses habíahecho todavía su aparición, la/ no haberrecibido todavía nombre ni destino fijos,lentonces nacieron los dioses, /del senode Apsu y de Tiamat» (Enema Elis 1, 1-14. Babilonia, s. XXIII-XX a.C.)

Además de relatos mitológicos acercade los orígenes del mundo, de los diosesy del hombre, también abundan narracio-nes de sucesos situados en épocas «pri-mordiales», muy anteriores a las que sepueda tener noticia de ellas por docu-mentos escritos contemporáneos a losacontecimientos que narran. Habitual-

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trado en los orígenes dela humanidad (Gen 2,4-4,26). El Señor creó alhombre y a la mujer, ylos puso en el jardín delEdén, donde les impusoun mandato para contras-tar el uso que hacían desu libertad. Sin embargo,la serpiente sedujo a lamujer, y ésta pecó e indu-jo a pecar al hombre. Co-mo consecuencia de supecado, el Señor los ex-pulsó del Edén. La prime-ra pareja humana engen-dró hijos e hijas, quedesde el principio sientenel desorden, consecuen-cia de esa ruptura con losdesignios divinos: Caínmató a Abel.

La frase «estas son lasgeneraciones» en Gen 5,1introduce una nueva sec-ción en donde se presentaun elenco de los descen-dientes de Adán hastaNoé, es decir, los llama-dos «patriarcas antedilu-vianos» (Gen 5,1 - 6,8). Apartir del primer hombreAdán, se inicia una genea-logía de patriarcas que lle-ga hasta Noé.

De nuevo, en Gen 6,9

vuelve a aparecer la frase«estas son las genera-ciones» que en esta oca-sión introduce una pausaen las genealogías paradar paso al relato de Noéy el diluvio (Gen 6,9-9,29). La tierra se habíacorrompido, y Dios deci-dió enviar un castigoejemplar, del que sólo sesalvaría Noé y su familia,con algunas parejas deanimales de todas las es-pecies.

Otra vez la frase «estasson las generaciones,ahora en Gen 10,1, marcala terminación de la his-toria de Noé, y se reem-prenden las genealogíasque aluden a la repobla-ción de la tierra tras eldiluvio (Gen 10,1-11,9).Cada uno de los hijos deNoé engendró a muchoshijos; en la genealogía detodos ellos se recoge lafamilia de todos los pue-blos que habitan en latierra. La humanidad,constituida por muchospueblos estaba unida, ydecidieron edificar unatorre para hacerse famo-sos; Dios castigó su arro-

gancia confundiendo suslenguas, y así se produjoen Babel la dispersión delgénero humano.

Una mirada superficiala estos pasajes podría re-

sultar decepcionante parael lector contemporáneo.Hoy día, las ciencias hanlogrado resultados espec-taculares en el conoci-miento y dominio de las

mente se trata de composiciones de tiporeligioso y valor ritual. Una de las más co-nocidas es la Epopeya de Gilgamés, elgran héroe de la ciudad de Uruk. En la ta-blilla undécima hay un relato del diluvio,en el que hay bastantes detalles queguardan un asombroso parecido con elrelato bíblico. He aquí algunos párrafos:

«Los grandes dioses decidieron sus-citar el diluvio. (...) Destruye tu casa,construye un barco, /renuncia a las ri-quezas, no busques ya más que la vida,/desprecia los tesoros si quieres salvarla vida, embarca en el barco todas lasespecies vivas. (...) /Subí al barco y ce-rré la puerta. (...) /A las primeras lucesde la mañana, /he aquí que sube delhorizonte una nube negra; (...) Nergalarranca la compuerta de la bóveda ce-lestial /que contiene las aguas. /Avanza

también Ninurta que hace derribarse lasexclusas celestiales. (...) /Seis días ysiete noches, /e/ viento sopla, la tempes-tad, el verdadero diluvio, arrasa el país./Cuando llegó el día séptimo, la tempes-tad, verdadero diluvio, como un combatese aplacó. /Ella, que se había revueltocomo una mujer en parto, /la mar se cal-mó, la tempestad se hizo silenciosa, eldiluvio cesó. /Llené entonces la boca deaire y el calor del sol rozó mis mejillas./Miré el día: un silencio de muerte reina-ba por doquier. /Pues la totalidad de lagente había vuelto al barro. /Un prado seextendía uniforme como un techo. /Mequedé arrodillado, llorando; /las lágrimascorrían por mis mejillas. /Escudriñé losríos hasta el confín del mar: /a doce ve-ces doce dobles cañas se elevaba unaespecie de isla. /Era el monte Nitsir en

donde el barco encalló. /E/ monte Nitsirdetuvo el barco sin permitir que se mo-viera. /Así un primer día y un segundo,/así un tercero y un cuarto, /así un quintoy un sexto; /cuando el día séptimo llegó,/hice salir una paloma que quedó libre;/la paloma se alejó y luego volvió; /comono había descubierto ningún lugar, poreso volvió. /Hice salir una golondrinaque quedó libre; /la golondrina se alejó yluego volvió; /como no había descubiertoningún lugar, por eso volvió. /Hice salirun cuervo que quedó libre; /el cuervo sealejó al ver que las aguas habían bajado,/come, revolotea, grazna y ya no vuelve./Decidí la salida a los cuatro puntos car-dinales; hice un sacrificio /y puse unaofrenda de incienso en la cima de lamontaña» (Epopeya de Gilgamés, tabli-lla XI, Nínive, s. VII a. C.)

PALABRA 484, XI-04 f633 i 57r

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leyes físicas, químicas yde la naturaleza. En lostextos de historia se exigerigor en la selección y va-loración de las fuentespara llegar a afirmacionescontrastadas. Frente aeso, ¿qué pueden decirunos relatos de aparien-cia ingenua, más cerca-nos al estilo fantástico eimaginativo de los cuen-tos infantiles que al len-guaje ,preciso de la astro-nomía, la biología, laantropología o la his-toria?

Sin embargo, des-preciar esos textos an-tiquísimos por su apa-rente ingenuidad es loque constituye una fal-ta de rigor científico.Se trata, precisamente,de una de las obrasmaestras de la literatu-ra universal y puntode referencia para lacomprensión de la cul-tura contemporánea.Pero, debido a su anti-güedad, están redacta-dos con unos moldesliterarios que es nece-sario investigar y co-nocer a fondo paracaptar tanto la bellezade su forma como elvalor de su contenido.

VERDADESPRIMORDIALES, ENLENGUAJE MÍTICO

En esas bellísimaspáginas, cargadas de luzy de misterio, se refleja laíntima relación que huboentre Israel y los pueblosvecinos. El pueblo elegi-do no rechazó sistemáti-camente la cultura de lospueblos con los que serelacionaba, sino que su-po acoger sus riquezas.En la redacción de la his-toria de los orígenes se

realizó una cuidadosa se-lección de los elementosliterarios que podían ser-vir para explicar de mo-do adecuado e inteligi-ble a la sensibilidad deaquellos tiempos elmensaje original que elEspíritu Santo quería tras-mitir al pueblo de Israel,y a través de su experien-cia religiosa a toda la hu-manidad.

En la «historia de los

orígenes» hay textos conunas características litera-rias específicas que per-miten encuadrarlos en lastradiciones yahvista ysacerdotal. No obstante,conviene hacer notar queactualmente, aunque sesigue conservando la de-nominación dada porWellhausen a sus hipo-téticos documentos pre -

vios a la composición delPentateuco, ya no se co-rresponde el contenidode esos términos con loque él había postulado.Como se va haciendo ca-da vez más patente, elyahvista y el sacerdotalson dos momentos redac-cionales independientesde tradiciones antiguas,cada uno con sus caracte-rísticas literarias propias,y a la vez con notables

relaciones entre sí. Ha-bría que situar a ambosen la época del destierroo después.

Es muy posible que,durante la cautividad deBabilonia, algunos de losjudíos deportados pudie-ran conocer más a fondola cultura y tradicionesmesopotámicas sobre losorígenes, y encontraran

en ellas la inspiración li-teraria necesaria paraplasmar los nuevos avan-ces de la Revelación divi-na en ese momento.

Es cierto que la Biblia,para expresar el misteriode los orígenes, se ha ser-vido en gran medida deese lenguaje tan impor-tante en la antigüedadque es el lenguaje de losmitos. Sin embargo, enella ese lenguaje está

despojado de su ta-lante politeísta y ri-tual, e impregnadode la fe en el Diosde Israel. De estemodo ha sido posiblemanifestar, de un mo-do inteligible a todos,verdades fundarrienta-les sobre el mundo ysobre el hombre, y,en consecuencia, ver-dades que tienen unaconnotación histórica,como la creación, ladignidad del hombre,y la existencia delmal.

LOS «MISTERIOSDEL COMIENZO»

La «historia de losorígenes», colocadapor los autores sagra-dos al principió delGénesis, ex fresa conlenguaje solemne los«misterios del comien-zo»: la creación, la caí-da y la promesa de

salvación.• Creación

Dios ha creado elmundo con toda su ri-queza y orden admirable.El primer relato de lacreación (Gen 1,1-2,4a)está constituido comouna secuencia de seisdías de trabajo divinoque culminan con el re-poso del día séptimo. Al

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La acción creadora de Dios alcanzó su culminación en elhombre. La narración sacerdotal presenta a Dios deteniéndo-se a proyectar cuidadosamente la creación del hombre (Gen1, 26-28). La palabra «hombre» tiene en este texto un sentidocolectivo: todo ser humano, por su misma naturaleza, es ima-gen y semejanza de Dios. El que Dios cree al hombre así, de-liberadamente a su imagen y semejanza, «significa no sóloracionalidad y libertad como propiedades constitutivas de lanaturaleza humana, sino además, desde el principio, capaci-dad de una relación personal con Dios, como `yo' y 'tú', ypor consiguiente, capacidad de alianza, que tendrá lugar conla comunicación salvífica de Dios al hombre» (Juan Pablo II,Dominum et Vivificantem, n.34).

Se podría decir que Dios se ha complacido en la creaciónde cada ser humano, mujer u hombre, y ha volcado en cadauno su capacidad de amar. Joseph Ratzinger ha hecho notarmuy acertadamente que «Dios ha creado el universo para en-tablar con los hombres una historia de amor». Ninguno vieneal mundo por casualidad, sino que todos existimos gracias ala benevolencia de Dios que ha querido bendecir el amor denuestros padres haciéndose presente con la creación de unanueva vida. Y, así como Dios ha dejado impreso el designiode su sabiduría en las leyes que rigen la Creación con un or-den admirable, también tiene un proyecto de amor para ca-da ser humano. A todos llama a la Bienaventuranza. Pero acada uno, hecho con unos rasgos físicos y psíquicos singula-res que configuran una personalidad irrepetible, le traza uncamino personal para alcanzar su perfección humana y lo lla-ma a recorrerlo. Sólo siguiendo ese itinerario personal es po-sible realizar plenamente todas las capacidades que el Señorha puesto en el corazón.

En el relato yahvista, contenido en el capítulo segundo delGénesis, se hace notar que la existencia del ser humano esconsecuencia de una acción singular de Dios (cf. Gen 2,7). Elser humano, que tiene un cuerpo material, pertenece a la tie-rra. Es frágil, quebradizo como el barro. Sin embargo, lopropio del hombre entre todas las criaturas consiste en habersido hecho partícipe de la vida de Dios, y esto lo expresasimbólicamente el texto al decir que «Dios insufló en sus nari-ces aliento de vida». Esto es algo específico del ser humano.4unque también los animales respiran no se habla en el textosagrado de una intervención singular de Dios para crear sucuerpo ni para darle vitalidad.

Si se hace notar que Dios infunde la vida al hombre deese modo significa que, aunque por su corporeidad éste parti-cipa de la materia, su existencia como ser vivo procede direc-tamente de Dios: está animado por un principio vital (el alma oespíritu) que no proviene de la tierra. Este principio de vida re-cibido de Dios, hace que también el cuerpo humano tengauna dignidad propia y se sitúe en un orden distinto al de losanimales.

final del trabajo realizadocada uno de los días sedice que «vio Dios que erabueno», ya que las criatu-ras reflejan la sabiduría ybondad divina. El serhumano, hombre ymujer, es la cumbre dela creación pues está he-cho a imagen de Dios,une en su propia natura-leza el mundo material yel espiritual, y Dios lo es-tableció en la amistadcon El. Está llamado ahacer las veces delCreador entre sus cria-turas mediante su tra-bajo. Por eso el hombredebe respetar ese ordensapientísimo impreso porel Creador en ellas y cui-dar la bondad propia decada una respetando lanaturaleza.• Caída

El hombre está llama-do a vivir su amistad conDios respetando el ordenpropio de las cosas, y portanto sometido libremen-te a su Creador. Este es elsentido que tiene lo queel relato bíblico expresaen lenguaje mítico comola prohibición hecha alhombre de comer del ár-bol de la ciencia del bieny del mal (Gen 2,16-17):que el hombre dependedel Creador, está some-tido a las leyes de laCreación y al orden es-tablecido en ella, quedebe regular el uso de lalibertad propia de su na-turaleza, como regula lanaturaleza propia de to-das las criaturas.

Sin embargo, desobe-deció al mandamientodivino, se prefirió a símismo y quiso ser co-mo Dios. De este modoentró el pecado en elmundo y rompió la ar-monía original: la crea-ción se vuelve hostil al

hombre, el trabajo se ha-ce penoso, y la muerteentra en su vida de modoque el mismo hombre ha-ya de volver al polvo delque fue tomado. A partirde ese momento el peca-do se difunde por elmundo: Caín mata a suhermano Abel, y se ex-tiende la corrupción uni-versal como consecuen-cia del pecado.• Esperanza de salva-ción

A pesar de todo, Diosno abandonó al hombretras su caída y le anuncióde modo misterioso lavictoria sobre el mal, yla venida de un descen-diente de la mujer sobrela serpiente, tras un durocombate: «Pondré enemis-tad entre ti y la mujer, en-tre tu linaje y su linaje: élte pisará la cabeza mien-tras acechas tú su calca-ñar» (Gen 3, 15).

Esa salvación, anun-ciada ya desde el princi-pio, se va realizando enuna serie de etapas, lasprimeras de las cualesforman parte de la «histo-ría de los orígenes». Enconcreto, la Alianza conNoé después del diluvioes el punto de partida dela atención divina a las«naciones», esto es a loshombres agrupados «se-gún sus países, cada unosegún su lengua y segúnsus clanes (Gen 10, 5). Lallamada a salvaguardar elorden originario a pesarde la tensión entre la uni-dad del género humano yla pluralidad de las nacio-nes es una tarea que sirvepara limitar el orgullo deuna humanidad caídaque busca restaurar launidad por sí misma almargen de Dios como enBabel (cf. Gen 11, 4-6). ■Francisco Varo Pineda

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