5mayo antologia

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Antología poética

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Antología poética

5 de mayo de 1862A la victoria del cinco de mayo

Composición leída la noche del 20 de mayo de 1862, en honor al triunfo

alcanzado por el Ejército Mexicanoel 5 de Mayo, en las orillas de Puebla,

sobre el Ejército Francés.

Débil mi voz, en medio se levantadel agitado pueblo en la victoria,

porque a los ecos de su eterna gloria,tomo esa lira que el pesar quebranta.

Siempre a sus cuerdas armonía trajeronlos ecos de los libres, en mis manosun horrible anatema a los tiranos

sus primeros vagidos desprendieron.

Ante el pasado, con la mente inquieta,mis mayores evoca el pensamiento,

y recibí la inspiración y alientodel gran Netzahualcóyotl el poeta.

El espíritu fuerte que yacíaen el polvo del tiempo adormecido, se alza terrible al bélico estampido,los sudarios dejando, patria mía.

América asentada en las ruinasde cuatro siglos, ve con arrogancia

a ti, reina del mundo, altiva Franciaque ante un usurpador la frente inclinas!La gran revolución deja en tu abono,

horrible torcedor dentro del pecho,el sable de un traidor sobre el derecho,

la guillotina sosteniendo un trono!

Tiende a la Italia temblorosa manoy retrocede al vacilante solio;

le asuste Garibaldi: en Capitoliove a transformar el viejo Vaticano.

¡Teme la libertad! En sus altaresdejó el pueblo francés su ofrenda santa…En el Louvre una sombra se levanta,

negra como el vapor sobre los mares.

¡La marsellesa! ¡Oh Dios! ¡Memoria triste! Y la apaga con sangre. ¡Pobre Europa!

Marchad al Septentrión con viento en popa, dice con ronca voz, ¡quién nos resiste!

¡Sebastopol! ¡Magenta! ¡Solferino! Pero al nombrar Italia se estremece,un recuerdo importuno lo oscurece…

Marca el puñal de Bruto su destino.

Cubre su frente del rencor el ala,posa en el globo su siniestra mano,

y en el vasto confín del Océano a la virgen América señala…

Afrontaste las huestes extranjeras que medio siglo acarició la gloria,

añadiendo una página a tu historia, colgando un nuevo triunfo a tus banderas.

Trajo el destino su brillante día como la Luz del sol sobre la niebla, en los campos históricos de Puebla

Dios bendijo tus armas, patria mía.

Esa memoria vivirá en el alma porque en tu frente virginal la ostentas,la trae el Oceano [sic] en sus tormentas

y la lleva el pacífico en su calma.

Débil en tu poder, al mundo asombra la sed de gloria que tu seno agita, si aquí la libertad queda proscrita

en los escombros vagará su sombra.

¡Vida del corazón! ¡Santa creencia!Divina libertad, para escudarte

aún nos queda de Hidalgo el estandarte:¡Reforma! ¡Libertad! ¡Independencia!

Juan A. Mateos

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 464-465.

El 5 de mayo de 1862

¡Sol del alma inmortal! Cántico eterno que al brotar en sonoras vibraciones,

enalteces el ser de los humanos, divinizas el ser de las naciones:

amor al héroe, pompa del guerrero: deidad brillante a quien el sabio adora,

para el bardo altanero, del mar arrullo, y esplendor de aurora…

¡Gloria, gloria feliz! Tu luz intensa reluciendo en los valles y en los montes como linfa de llama inunda inmensa

el Océano y los anchos horizontes, Gloria, orgullo, laureles patria mía,

diga la fama con fragor de rayo al saludar con himnos de alegría

la quinta luz de Mayo!

Hosanna, ¡oh pueblo!; de tus bellos ojos, el llanto enjuga que la vista empaña;

¡Hosanna, oh pueblo, elévate gigante y mis cantos magníficos acompaña!

Tuyo fue, ¡oh pueblo!, el indomable brío: tuya la fe que superó en la guerra:

tuya, tuya la sangre, ¡oh pueblo mío!, que bautismo de gloria dio a la tierra.

Tú el Hércules mendigo, el que gimiendo siglos y siglos atraviesa el mundo, pan y sosiego sin cesar pidiendo;

tú el Sansón poderoso, que se entrega confiado al seno de alevoso dueño,

y débil y ludibrio de asesinos despierta encadenado de su sueño.

Tú que con jugo de tu propia carne das riego al suelo, al prócer tu riqueza;

tú eres el vencedor de la batalla:México, en pie, descubre tu cabeza…

Saluda a lo que llaman la Canalla…Salud y bendición, pueblo adorado.

¡Oh, qué hermoso es tu lauro de martirio cual de rubís con sangre salpicado!

¡Qué hermosas en tu pecho campesino en lienzo que de pólvora negrea, relucen las medallas de Crimea quitadas al terror de Solferino!

Gloria a ti, gloria a ti, gloria a tu gloria.

No lauros por el bélico ardimiento, ni por alzar al cielo en áurea copa

sangre para el rencor libar sediento; no porque hallara tumba el asesino

donde soñó botín: no por el gozo de enaltecidas ver nuestras banderas, vengar de nuestra patria los ultrajes y doblegarse a los que hacer soñaron

fácil caza de tímidos salvajes…Se alza el alma, se alienta nuestro pecho,

palpita en su victoria entusiasmado, por el triunfo sublime del derecho;

del torpe asalto del brutal soldado!¿Miráis? ¿Huyen? ¿Es caza de los corsos,

asesino del pueblo, la milicia? ¿Huyen de nuestras huestes? No, ¡que corren

porque vieron airada la justicia!

Cantos divinos, virginales flores, llevan sobre la frente de la gloria:

¡Porque se ensalza la conciencia humana y porque es del derecho la victoria!

Pobre, sangrando en lecho de tortura, seguidos de bandidos y traidores,

te vienen a insultar, hacen ludibrio de tus formas divinas, arrancaron de tus heridas la insegura venda, y al verte débil, mísera, doliente, escupen arrogantes a tu frente,

te retan a la bárbara contienda.

Tú sorprendida, ¡oh patria!, le decías: ¿No fuiste amigo en mis aciagos días?

¿No te di los tesoros de mi suelo? ¿No te doy las caricias de mis bellas? ¿No ostenta para ti dulce mi cielo, su sol de vida y su dosel de estrellas?

¿No quito al pueblo el pan, y de sus labios lo paso a ti para calmar tu encono y que no me sonrojen tus agravios?

Vano clamar… Las lises de la Francia son caretas que encubren a traidores;

los laureles hermosos de Crimea tejen al odio báquica corona,

y harto de alcohol y henchido de rencores, exclama con furor: “la guerra sea.”

Y fue la lid, ¿la veis? Retumba el bronce y sus nubes de muerte el aire hiende.

¿Puebla, escuchaste? ¿Miras de tus cerros los plumeros de nieves? ¿Los gemidos

de gargantas metálicas no escucha tu terrible ansiedad? ¡Dios de los pueblos!

¡Grande y sublime Ser! Tiende tus manos,da a la justicia generosa ayuda;

¡son mi sangre, gran Dios, son mexicanos!

Gime el bronce tenaz, zumba del rifle rasgando el viento la perdida bala; solloza la razón, gime el derecho…Crece el estruendo, avívase la duda.

¿Esos vagos sonidoslos lamentos serán de los heridos?¿Es esa nube fuerza que acomete?

¿De ese corcel errante en medio el humo,fue algún caudillo el infeliz jinete?...

Tres veces la contienda enmudecida vacilar hizo a la indecisa suerte; tres veces del imperio las legiones

triunfos buscaron que frustró la muerte, ¡nuestras plantas besando sus pendones!...¿México, lo recuerdas? ¿Lo recuerdas

cuando el pueblo impaciente,

en congoja mortal se revolvía luz inquiriendo de la lid distante

que el nervio del telégrafo vibrante con inquietud febril nos transmitía?

Nuevo silencio… Las espesas nubesrompen alegres las marciales dianas;

un rayo puro alumbra de la luna que hace que se adivinen los colores de mi adorado pabellón de iguala, del triunfo de los hijos de Dolores!

Esa bandera, es ala de un arcángel que dosel forma a tus gloriosas sienes, Zaragoza inmortal, ¡astro modesto

que enciende Dios en nuestro patrio suelo!Hijo del pueblo y por su amor soldado;

¡Su flor, su lauro, su terrible espada, y en sus horas supremas, su consuelo!

Tuya y de tus valientes fue la gloria;Hosanna, ¡oh pueblo!; honor a tu victoria.

¿Por qué, oh valientes que la historia admira, vástagos de Austerlitz, nobles guerreros,

al servicio ponéis de la mentira y la traición los ínclitos aceros?

¿Por qué dejáis que caigan de los pechos, como de ramas de árbol lindas flores,

las cruces de Palestro y de Magenta que os cubrieron de honores?

¿Dejáis que como efímeras centellascaigan de vuestras bélicas legionesesas medallas y las cruces bellas

que son admiración de las naciones?

¿Por qué os hacéis dogales de un verdugo trayendo el exterminio y la desgracia?¡Ha destrozado vuestro infame yugo,

esbirros, la divina democracia!

Se eleva con honor nuestra bandera porque aquende del mar le da lecciones

a ese Arlequín que vende a las naciones;¡ruin diptongo de zorra y de pantera!

¡Muertos sin nombre, tumbas ignoradas, cenizas que no buscan ni el recuerdo,

del amor solo sin cesar lloradas!¡Muertos sin nombre! La hostia sacrosanta

de mi memoria, con amor levanto:¡que caiga en vuestros huesos,

Como raudal de lágrimas, mi canto!

¡Audiencia al corazón! Venid, hermanos, y ese fango sangriento

que el agua forma, que ennegrece el viento, empape nuestras manos,

¡y con él señalemos vengadores la frente vil de Almonte y los traidores!

Hez de lujuria, aborto del delito, monstruo sin madre… Perderás tu nombre,

y al irte a mencionar dirá la historia: ¡El maldito! ¡El maldito!

Derrochador de tu heredada gloriade los lacayos de tu grey lacayo,

hundido en fango morirás proscrito;sobre tu tumba, al esplendor de Mayo,

llena de horror esculpe la victoria:¡El maldito! ¡El maldito!

Y ésas, ¡oh Dios!; las víctimas que fueron, pasarán al bramar de la tormenta

en procesión sangrienta, y al perderse en el éter infinito

prorrumpirán en dolorido grito: ¡Mengua y baldón al Judas de su patria!

¡El maldito! ¡El maldito!

Suele en sendero oscuro torcer la planta errante peregrino,

y con paso inseguroir de abismo en abismo en su camino.

Ya le vence el dolor, ya la fatiga…Y al romper el breñal de una espesura

que forma un muero al intrincado monte,bañado en luz hallar un horizonte

y el mar brillando con la luz amiga.

¡Qué expansión! ¡Qué places! Blandas las olascual bandadas de garzas de albas plumas

rizan sobre las rocas sus espumas.

Y se acerca bogando en lontananzaal aire dando la flotante lona,

la nave que le brinda su esperanzade salvación y gozo la corona.

Tal fuiste, patria mía;así encontraste de tu gloria el día,

así te brinda generosa el cieloel porvenir radiante y el consuelo.

Vástagos de la raza que en Doloreslos hierros de tres siglos destrozaron

estallando en combates vengadores…Renuevos que de Hidalgo en los planteles,

las tumbas percibís de nuestros padresbajo bosques de palmas y laureles;

juventud de mi patria, sangre nueva de su gran corazón; álzate ardientey con sangre invasora borra y lava

esa mancha de infamia de tu Oriente.

¿A ti, mi patria, tan horrendo ultraje?¿A ti, tan noble, el dolo y la matanza?¿A ti, tan tierna, el batallar salvaje?Venganza, ¡oh Dios! Venganza.

Suena el clarín. ¡Al arma mexicano!como una amada halágate la muerte,que no es infamia sucumbir al fuerte;

la afrenta estriba en transigir villano.

¡Guerra sin tregua, pueblos infelices,sacrílego luchar, armas impías,al bailar en las ricas Tullerías,

siervos y meretrices,por el triunfo del sable y del manteo,que aquí protege Napoleón pigmeo!

Guerra sin fin, que cuenta con riquezas,y es la Francia gigante en las naciones;

cuando sacude la imperial cabeza,se arrodillan millares de legiones.Guerra sin fin, que cuenta trofeos, que la hacen en el orbe enaltecida,y flor de los guerreros su milicia.

Pero guerra sin fin: ¡será vencida,porque falta a su causa la justicia!

Y tú, modesta, como blanco rayo de tibia luna en el ramaje umbrío;

tú, mi patria, sin pompa, sin grandeza,un escudo tendrás en cada pecho;el ardimiento supla la pericia,

y vencerás, que es tuyo el buen derecho, y combate a tu lado la justicia.

¡Omnipotente Dios! Dios de los pueblos,tú que ahuyentas risueño las tinieblas,

marcando el vuelo a la dorada aurora;tú que encadenas en la nube el rayo y haces que duerma la ola gemidorajunto al escollo en lánguido desmayo;

Tú, el Señor de Moisés y del Mar Rojo,da a nuestras armas lauro, al pueblo arrojo;

¡renueva, eterno Dios, su sol de Mayo!

Y así erguida en sonoras vibracionescual chorros de diamantes, de mi lira brotarán palpitantes mis canciones,

y en medio de guerreros y matronas,bajo lluvias de lauros y coronas,

la pasión y el placer con su demencia,casi espontánea templarán mi lira,

y clamaré: triunfó la Independencia;triunfó el pueblo del odio y la mentira.

Guillermo Prieto

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 466-472.

Cinco de MayoI

TreS eran, mas la Inglaterravolvió a lanzarse a las olas,

y las naves españolastomaron rumbo a su tierra.

Sólo Francia gritó: “¡Guerra!”soñando, ¡oh, patria!, en vencerte,

y de la infamia y la suertesirviéndose en su provecho,

se alzó, erigiéndose en derecho,el derecho del más fuerte.

IISin ver en lid tan sangrienta

tu brazo era más pequeño,la lid encarnó en su empeñola redención de tu afrenta.Brotó en luz amarillenta

la llama de sus cañones,y el mundo vio a tus legiones

entrar al combate rudo,llevando por solo escudosu escudo de corazones.

IIIY entonces fue cuando al grito

lanzado por tu denuedo,tembló la Francia de miedo

comprendiendo su delito.Cuando a tu aliento infinito

se oyó la palabra sea,

y cuando al ver la pelea terrible y desesperada

se alzó en tu mano la espaday en tú conciencia la idea.

IVDesde que ardió en el oriente

la luz del ese sol eternocuyo rayo puro y tierno

viene a besarte en la frente,tu bandera independiente

flotaba ya en las montañas,mientras las huestes extrañas

alzaban la suya airosa, que se agitaba orgullosa del brillo de las hazañas.

VY llegó la hora, el cielo

nublado y oscurecidodesapareció escondido

como en los pliegues de un velo.La muerte tendió su velosobre la espantada tierra

y entre el francés que se aterray el mexicano iracundo,

se alzó estremeciendo al mundotu inmenso grito de guerra.

VIY allí el francés, el primero

de los soldados del orbe,

el que en sus glorias absorbe todas las del mundo entero,

tres veces pálido y fierose vio a correr obligado

frente al pueblo denodadoque para salvar tu nombre,

te dio un soldado en cada hombre¡y un héroe en cada soldado!

VII¡Tres veces! Y cuando hundida

sintió su fama guerrera,contemplando su banderamanchada y escarnecida,

la Francia, viendo perdidala ilusión de su victoriaa despecho de su anhelo,

vio asomar sobre otro cieloy en otro mundo la gloria.

VIIIQue entre la niebla indecisaque sobre el campo flotaba,

y entre el humo que se alzababajo el paso de la brisa,su más hermosa sonrisa

fue para tu alma inocente,su canción más elocuente

para entonarla a tu huella,y su corona más bella

para ponerla en tu frente.

IX¡Sí, patria! Desde ese díatú no eres ya para el mundo lo que en su desdén profundo

la Europa se suponía;desde entonces, patria mía,

has entrado a una nueva era,la era noble y duradera

de la gloria y del progreso,que bajan hoy, como un beso de amor, sobre tu bandera.

XSobre esa insignia bendita

que hoy viene a cubrir de floresla gente que en sus amores

en torno suyo se agita,la que en la dicha infinita

con que en tu suelo la clava,te jura animosa y brava,

como ante el francés un día,morir por ti, patria mía,

primero verte esclava.

Manuel Acuña

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 478-481.

Cinco de mayo

¡Allí están! ¡Ellos son! Ved cómo llegan cual águilas pujantes que confían

En su fuerza y valor… Ved cual desplieganlas columnas y altivas desafían

a la ciudad y al fuerteansiando el triunfo y sin rehuir la muerte.

¡Ellos son! Los soldados de Crimea,los héroes de Magenta y Solferino,haciéndolo su aliado en la pelea…

¿Y no habrán de encontrar en su caminoquién el furor ataje

y en espanto convierta su coraje?

Raza de Cuauhtémoc; raza abnegada,tú que también naciste en la roca,y por la loba fuiste amamantada,

el santo nombre de la patria invoca,y el combate a que el galo te provoca

acepta denodada;lanza de guerra de formidable grito,en el cráter del odio el alma templa,

y no temas, allí en el infinitoMorelos te contempla!

Ya intentan el asalto las legiones,redobla el tambor, la trompa suena, se encabritan y piafan los bridones,

y el cañón formidable el aire atruena.El viento arremolina los pendones,

que circunda con épica aureolaardiente luz febea,

y ascienden, como asciende la marea,empujando una ola a la otra ola.

¿Y no acudes aún a la pelea?¿Y no respondes al terrible reto?

¿En vez de hombres, tímidas mujeresamparan Guadalupe y Loreto?

¿Qué esperas que no hieres?Ya la invasora grey toca atrevida,

con el pecho desnudo,la muralla que sírvete de escudo…

Mas quedaste ateridacuando Negrete al esgrimir la espada

de santa ira y patriotismo ciegodice con voz de Aquiles, inspirada:

¡En el nombre de Dios, arriba, y fuego!...

Y retumba el cañón en la muralla;se empeña la refriega,

y cual la hoz cortante la mies siega,así las vidas siega la metralla.

Retrocede el francés, mas pronto vuelvecon ímpetu bravío,

que el nombre de la Francia le devuelveenérgico el valor y fiero el brío.

Abajo, en la llanura,con entusiasmo heroico,

abrirse paso a la ciudad procura:

ataca en su furor la Ladrillera,y allí se encuentra con Porfirio estoico,

que intrépido lo espera,lo resiste y destroza y los desbanda,en formidable empuje lo persigue,

y triunfo más completo no consigue,que Zaragoza a replegar lo manda.

No desmaya el francés, torna, acomete,el cerro defendido

por Berriozábal, Méndez y Negrete,y el indio enardecido,

cual torrentoso río que engrosadopor la ruda tormenta en la montaña,

y por recio huracán aguijoneadono encuentra dique a su implacable saña,

salta los muros y traspasa el fosoy cuerpo a cuerpo a su enemigo reta.Calla el cañón su acento de coloso,

sólo se oye reñir la bayoneta.

¡Ni pacto de respiro, ni intervaloNi tregua ni cuartel… Lucha furente

que implacable devora al que se abate,y la sangre del indio y la del galo

corren revueltas en arroyo hirviente,prosiguiendo el combate.

¡Horrible caos! Confusión terribleen que procura la ventura en vano,distinguir al francés del mexicano

para otorgar el lauro inmarcesible.

Ya el débil crece dominando al fuerte,ya el que sucumbe muéstrase triunfante,hasta que el Genio airado de la muerte,

cansado de inmolar suena jadeantela mellada segur del brazo inerte.

¡Al francés rechazamos!¡Puso la Gloria punto a la porfía,

Dios estuvo neutral y al fin triunfamos!“¡Vencimos!”… Clamó el indio entre el asombro,

la dicha y la alegría.“¡Vencimos!”, dijo el humeante escombro;

“!Vencimos!”, repetíaLa diana al vibrar parche reacio; Y la campana de la erguida torre,

“¡Vencimos!”, pregonaba en el espacio.

Vertiginoso el ámbito recorrela fausta nueva en alas de la loma

y a la alta Sierra desde el valle cunde;el monte sobre el monte se encaramapara admirar, en su avidez de gloria

a Zaragoza, en cuya sien difundesu luz en nimbo el Sol de la Victoria.

Rafael de Zayas Enríquez

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 483-486.

5 de mayo de 1862

erA la aurora. El sol resplandecíarasgando los jirones de la niebla,

y entre los rayos de la luz que envíasurgen las torres de la heroica Puebla.

Escúchase redoble de tambores el clarín rompe el aire con su acento,

los jardines suspenden sus oloresy ni un pájaro cruza por el viento.

Se agitan con orgullo las banderas,del campo se levantó un ronco grito,

se estremece el soldado en las trincheras,se siente palpitar el infinito.

Algo grande y tremendo se prepara…¿Por qué el cañón corona las alturas?

Ya la opalina atmósfera se aclaray se tiñen de rojo las llanuras.

¡Ellos son! ¡Allá vienen! Son los zuavosque deslizan su cuerpo entre las grietas.Avanzan sobre Puebla como bravos

y brillan con el sol las bayonetas.

¡Qué momento de expectación, Dios mío!Allí la suerte de la patria juega…Se agita el corazón callado y frío,porque el aliento de la muerte llega.

Y de repente la erizada cumbredel fuerte Guadalupe se iluminabrilló bramando la rojiza lumbrey estremeció sus flancos la colina.

El soldado francés, valiente y fieropor la falda subió con arrogancia.

Lleva en su diestra el matador acero y en su pecho el recuerdo de la Francia.

Ocultó la humareda el panoramade aquella cruenta y gigantesca lucha,

y sólo del cañón se ve la llamay sólo el trueno retumbar se escucha.

¿Qué sucede? ¿Habrá vencido el zuavo?¿Habrá vencido el mexicano arrojo?¡Huyó el francés irresistible y bravo

dejando el campo ensangrentado y rojo!

Y al aclarar la niebla que arrebuja a los fuertes cual capa mortuoria,

la enseña mexicana se dibuja,mecida por el viento de la gloria.

¡Salud, oh patria! ¡Tu pujanza admiro,tu valor, tu nobleza y osadía,tu cielo esplendoroso de zafiro

en donde brilla refulgente el día!

Con tus glorias mi pecho se avasallay de placer mi corazón rebosa…

¡Mexicanos! ¿Qué viva la batallaen que triunfó el valiente Zaragoza!

Gregorio Torres Quintero

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 486-487.

Recuerdos de mayo

Cuando ya el cuerpo sustentacerca de cuarenta abriles,y ya pico en los cuarenta,la memoria se alimentade recuerdos infantiles.

Voy a narrar una historia oportuna en este mes,

mes de recuerdos de gloria;es un hecho, una memoria

que tiene algún interés.

Sano, fuerte y bullicioso,creyendo en muchas quimeras,

era yo un rapaz dichoso;como que estaba orgullosode mis trece primaveras.

Del mundo sólo sabíalo que a la inocente tropa

enseña la geografía:que hay Asia, África y Europa

y América y Oceanía.

Aún estaban en fermentomis gustos y mis ideas,

juzgaba la historia un cuentoy el amor un sentimientoque se apaga ante las feas.

Estudiaba sin desmayo,conversaba sin misterio,era por activo un rayo,

y así llegué a un mes de mayoen la época del Imperio.

El pueblo a Maximilianole llamaba sin temor,en estilo liso y llano

en lugar de “soberano”:“intruso y usurpador”.

Los estudiantes, ajenosa las pompas imperiales,

escuchábamos serenosesos epítetos llenos

de resabios liberales.

En nuestros pechos ardíala libertad como norma,como faro, como guía;eran nuestra idolatría

los hombres de la Reforma.

A la estudiantina greynada importaba la corte

ni los festejos del rey;sabía sólo que la Ley

andaba en Paso del Norte.

Por fin, en una ocasiónse puso a prueba el colegio

con una extraña función:¡La solemne recepción

De un huésped preclaro y regio!

Cada cual se disponíaa la fiesta sorprendenteque agitados nos tenía;

¡El Emperador vendríaa vernos el día siguiente!

Y era la fecha elegidauna que en gloria rebosa

de nuestra historia en la vida:¡La que en Puebla dejó ungida

con su triunfo Zaragoza!

Convenimos con recatoen conmemorar tal hecho

dando al gobierno un mal rato;¿cómo? ¡Ostentando el retratoDe Zaragoza en el pecho!

Fue un complot hecho de bruces,cada cual tendió la manojurando por las tres crucesser muy digno a todas luces

de llamarse mexicano.

Y en ademán decisivoque mi memoria no olvida,

juramos por el Dios vivoponernos tal distintivo a una señal convenida.

Llegó el momento anhelado,pusieron en un salón

todo el colegio formadoya dispuesto y arregladopara la gran recepción.

Entra el monarca y atentosaluda, suena un rumory en un solo movimiento,

cada cual muestra contentola efigie del vencedor.

—¿Qué es esto? —Maximilianodice, y sin temer revesesun chico responde ufano:“¡Un jefe republicano

Que derrotó a los franceses!”

El director quedó mudoy los que estaban allí

ante un responder tan rudosacó el príncipe un escudo, lo dio al chico y dijo así:

“Vuestra lealtad es notoriay yo la debo premiar,

de los héroes es la gloriay en el mundo y en la historia

la debemos respetar.”

Prodújose un gran rumorque retumbó como un rayoy aquel grupo encantadoren vez de “al Emperador”vitoreó “al 5 de Mayo”.

Juan de Dios Peza

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 497-500.

Cinco de Mayo

Pasaron Moctezuma Ilhuicamina,Cuauhtémoc y Cortés con sus hazañas,la indomable ambición de las Españas,

la enamorada, intrépida, Marina.El águila de Anáhuac, peregrina,

Vuelve altiva a posarse en sus montañas;mas, ¡oh Patria infeliz!, huestes extrañas

vienen , después, a pretender tu ruina.Oponiendo la fuerza a tu derecho,

hollar quieren tu honor republicano,pero encuentran un héroe en cada pecho,un Cuauhtémoc en cada mexicano…Y al dar a Francia la lección severa,

respetó el universo tu bandera.

María Pino Suárez

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, p. 503.

En la muerte del héroedel 5 de mayo

Poesía leída en el Panteónde San Fernando en las honras

del general Ignacio Zaragoza.

¡CADáver imponente! ¡Espectro augusto!¡Ser de la nada! ¡Nada de la vida!

¿Qué pretendes de mí? ¿Tu labio abiertose ha reservado su postrer gemido

para lanzarlo aquí, sublime muerto?¿Eres una expiación? ¿En su venganza

quiso implacable el bárbaro destinohundir en el ocaso de la tumba

el sol consolador de la esperanza?

Ser de vindicación, no, tú no mueres;¿Cómo morir tan bueno y tan amado?¿Cómo morir, cuando era la victoria?¿Cómo morir, el fuerte, el inspirado?

¿Cómo muere la fe? ¿Cómo la gloria?

¡Y tú allí estás, cadáver implacable!Y Tú allí estás, mentís de la existencia,

sol sin su luz, encina sin su savia, rambla de arena de agotado río,muerte… muerte… Dios mío.

¿Adónde está el guerrero venturoso, relámpago al moverse, al herir rayo,

que enarboló nuestro pendón hermoso,resplandeciente con el sol de mayo?

¿Dónde el escollo está, que en la tormentadestrozó con empuje diamantino

las olas que inundaron a Magentay que tiñó con sangre Solferino?

¿Por qué inmóvil estás, noble soldado,que al clamor de metal de tus cañones,

presentaste del orbe a las nacionesel nombre de tu patria vindicado?

A ti el incienso del amor del pueblo:a ti los rayos de su nueva aurora:

a ti los ecos de sus cantos puros:a ti el alma de su alma que te adora.

Esfuerzo de león, alma de niño,después de la campaña turbulentase inclinaba al herido con cariño,olvidando al verdugo de los suyos

por honrar al valiente de Magenta.

Esfuerzo de león, alma sublime,desprecia del contrario los ultrajes

y le repite al que entre hierros gime:“Libre eres como el aire, ¡oh prisionero!”

Así es como se vengan los salvajes.¿Cómo perderte así? Luego modesto

detrás de tus legiones te escondías,como sereno sol tras los celajes

recoge sus divinos resplandores,

y los viste de mágicos coloresdejando sólo adivinar su frente.

O como ola potenteque después de su curso turbulento,

se aduerme en un remanso transparentey allí humilde retrata el firmamento.

Cadáver inflexible, ojo sin vida,¿qué pretendes de mí? ¿No ves que mi alma

tiembla entre mis entrañas de quebranto?¿No esta mi voz, que incrédulo divago,

la sientes empapada con mi llanto?¿Quién razona el dolor? ¿Quién es quien pueda

decirle al corazón, “oye, medita”,cuando está desbordándose en gemidos

el intenso dolor que al pecho agita?

Patria, Patria, de lágrimas, mi Patria,basta ya, basta ya; mira tu cáliz

con sangre de tus héroes rebosando;madre infeliz, las tumbas de tus hijos,

como de carne humana, están sangrando.

Alza esa frente a tu dolor rendida;retira de tus ojos el cabello,

y grande en tu dolor, águila herida,que te halle el infortunio erguido el cuello.

Grande es tu corazón, linda tu frente;esfuerza tu valor, renueva el brío,

que aún tienen sangre que verter las venas,

que aún flotan tus banderas en Oriente,que aún ha de hallar en invasor impío

quien a los tigres de África escarmiente.

¿Ese cadáver ves? Fue que Dios quiso consagrar con la muerte tanta gloria,y que ese nombre fuera para el pueblo

un canto de victoria!

¿Ese cadáver ves? Un laurel era en medio del terror de la matanza,

pues Dios le trajo así, para que fueraen los cielos un astro de esperanza.

¿Ese cadáver ves? Era un caudillo,pues Dios le transformó, le dio su brillo,

y al envolvernos el presente oscuro,esa tumba hablará, dirá a los pueblos:¡México, vencerás: fe en el futuro!

Y tú allí estás, cadáver impasible, tenaz despojo que mi vista espanta.

¿Miente la realidad? ¿Pues por qué creoque a marchar con sus huestes se levanta?

¡Horrible delirar! Barca atrevidaque burló los escollos altanera,

y que a un revés del inconstante vientoinútil flota en las inquietas olas…

¡Horrible delirar! Ayer le viste,México, ufano atravesar gozoso

tus calles de palacio, trascendiendo

de heroísmo y juventud. Ayer le visteardiente en el festín alzar su copa,

y al brindar por tu nombre y tu decoro,¡oh patria!, y por tu próspero destino,

Esos ojos sin luz, derramar lloroSobre la llama del hirviente vino!

Ayer le viste tú, madre amorosa,hoy bulto de dolor, mujer de llanto,

inclinando su frente victoriosapara besar tu mano con encanto:

ayer feliz dejabas en su frentecomo una bendición tu ósculo amante,y cual vibra en el aura la armonía,como la flor se goza en su perfume,

al decirte su acento un “madre mía”,de delicia tu ser se estremecía

como ahora de tormento se consume…

Y tú, su niña, su pimpollo, su ángel,paloma que en su nido de laureles

vino el destino a herir… Ave que en vanohuérfana busca su tronchada rama;

colibrí que revuela sin consuelojunto a la flor marchita: Dios protejacon la sombra de su ala tu inocencia.

Flor del alma de un héroe, el pueblo amparecon el culto agradecido tu existencia.

Y el cadáver allí… ¡Por qué no inclinastu faz al pueblo, herido por su queja?

Hombre pueblo eras tú, cuando aspirabas

en tu horizonte inmenso su grandeza,tú eras su corazón, tú palpitabas,

con la invencible fe de su entereza!Hombre pueblo eras tú; si en el combate rasgando el viento horrenda la metralla

de mortífero bronce la muralla a tu ímpetu rayo se oponía,

a tu voz entre gritos de contento,el pueblo la muralla derretía.

Ídolo de nosotros la canalla,la fe brilló sobre tu excelsa frente,desde que osado el criminal pirata

profanó con sus plantas nuestro Oriente.Fe, mirada del alma, excelsa altura

que abarca el porvenir: llama encendidacomo faro en los mares de la vida;fe, brazo omnipotente, que doblega la misma furia del falaz destino,

fe, soplo del Señor… Fe, rumbo cierto que lleva al marinero combatido

al seno amigo del seguro puerto…Fe, mira tu hijo allí… Cuando el presagio

la derrota en combates imposibles,tu esfuerzo al hombre pueblo transformaba

en vencedor sublime de invencibles…

Y dijo Dios: morid; que la tinieblaenvuelva para siempre esa existencia

y que no haya mortal que decir pueda, “Yo hundí en la fosa al defensor de Puebla.”

Héroe de mayo, adiós: esos valientes

que te llamaron generoso amigo, que el pan de la miseria y la desdicha

partieron, ¡ay!, contigo,por vez primera derramaron llanto!Esas banderas, del guerrero gala,

que en cauda de iris desplegó el ambiente, que símbolo de amor nos legó Iguala,que en luz de gloria acariciaba el cielo,

se inclinaron dolientes como sauces y se cubrieron con crespón de duelo.

Llevaron implacable en sus entrañas,despertaron el eco en las montañasque temblaron oyendo sus gemidos.Ídolo del soldado, su confianza,

su jefe, su querer, su alma, su pompa; tu nombre oirás al resonar la trompa.

Y el cadáver allí… Prorrumpe, clama con voz de tempestad y de torrente,

que se propague en la ala de la llama que abrace de Colón el continente

“Pueblos, en pie, a la lid, pueblos hermanos,los lauros de los libres se marchitansi no los riegan sangre de tirano.

Pueblos, en pie, y en fraternal abrazoodio jurad al invasor impío,

y odio mire la cumbre del Quendíoy odio alumbre terrible el Chimborazo.

Pueblo, hoguera de espíritus más grandeen que Dios hace palpitar la vida;

pueblo, huracán terrible, y manso lago,gigante de poder que Dios renueva

con cada nueva luz… Tu imperio sea,esa horda de jaguares de Crimea!

Lucha, lucha sin fin; mi sombra quiereamor de hermanos, odio a los traidores.

Yo os enseñé a vencer… Cómo se muereenseñad a los viles invasores.

Los labios de mi tumba gritan guerra,guerra por la justicia y el derecho,

guerra al perverso inquietador del mundo,guerra a la corrompida monarquía,

guerra, y entre los brazos de mi patriala libertad del orbe alumbre el día.”

Guillermo Prieto

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 503-509.

A orillas del mar

eSoS bosques de ilamos y de palmasque refrescan las ondas murmurantes

del cristalino Tecpan, al cansadopero tranquilo labrador convidenpen los ardores de la ardiente siesta

a reposar bajo su sombra grata,que él sí podrá sin dolorosa lucha,

libre de aganes, entregarse al sueño.

Mas yo que el alma siento combatida de tenaces recuerdos y cuidados

que sin cesar me siguen dolorosos,olvido y sueño con esfuerzo inútil

en vano procuré; la blanda alfombrade césped y de musgo, horrible lecho

de arena ardiente y de espinosos cardosfue para mí; de la inquietud la fiebre

me hace de allí apartar, y en mi tristeza, vengo a buscar las solitarias dunas

que el ronco tumbo de la mar azota.Esta playa que abrasa un sol de fuego,

esta llanura inmensa que se agitadel fiero Sud al irritado soplo,y este cielo do van espesas nubes

negro dosel en su reunión formado,al infortunio y al pesar convienen.Aquí, los ojos en las ondas fijos

pienso en la Patria ¡ay Dios! Patria infelice,de eterna esclavitud amenazadapor extranjeros déspotas. La ira

hierve en el fondo del honrado pechoal recordar que la cobarde turba

de menguados traidores, que en mal horala sangre de su seno alimentara,

la rodilla doblando ante el injusto,el más injusto de los fieros reyes

que a la paciente Europa tiranizan,un verdugo pidiera para el pueblo,

que al fin cansado rechazó su orgullo.

Vencidos en el campo de combate,a pesar de su rabia, por las huestes

que la divina libertad exalta,su dominio impostor aniquilado

por la verdad que al fin esplendorosatras de la noche del terror alumbra.

Sacrílegos alzando en los altarescon la cruz del Profeta de los pueblos

el pendón de la infame tiranía,y allí sacrificando, no a la excelsa,no a la santa virtud, sino al odiosoídolo de Moloc de sangre lleno,vampiro colosal que no soñara

la barbarie, jamás, en esos siglosde crimen y de error que las tinieblas

de antigüedad lejana nos ocultan.

Nunca hiciera procaz el sacerdociode la mentida religión pagana,

tantos, al pueblo, desastrosos malescomo el que sirve al Dios de las virtudes

de México infeliz en los santuarios.Que los dioses de Menfis y de Tebas el horror a Cambises predicaban,

y aquel acento que inspiraba en Delfosla voluntad del servidor de Apolo

el valor de la Grecia sosteníacontra el terrible Persa, que su imperio

sobre inúmeros pueblos extendiera, y aquel acento prometió la gloria

de Maratón, Platea y Salaminay la acción de Leonidas admirable.

El Capitolio o Cannas deplorando, al africano con su voz contuvo,

del templo de Isarael salió radiosopara triunfar el bravo Macabeo;

y de los Druidas la sagrada encinamiró a sus pies las águilas de Varus.

¿Quién no admira al teopixque valerosoen el templo mayor del Marte azteca,convocando al sonar del cuerno sacrode Acamapich a los heroicos hijos,a defender al moribundo imperio?

¿Quién no ve del imán la mano airadadirigiendo el alfanje del creyente

sobre el fiero francés que oprime al Cairo?

¿Quién no olvida del monje el fanatismoel dos de mayo, al recordar sus irasy al mirarle después en Zaragoza

sobre un montón de escombros humeantes?

Sólo tú, sacerdocio descreído, llamas al invasor y lo encaminas,

y lo recibes en tapiz de flores,y alabanzas le entonas sobre el campo

que aún empapa la sangre de los héroesque el honor de la Patria defendieron,

y que riega con lágrimas el hijo digno de una nación desventurada.

Y aun sacrílego invocas todavíaen favor del verdugo que llamaste,

en sacrificio odioso, las divinasbendiciones de Dios, ¡como si el alto u omnipotente Ser a tanta mengua

a tu clamor infame, descendiese!

Y después, las cadenas que forjasteofreces al tirano, en tu venganza

cobarde y vil, soñando con la eterna esclavitud de México, ominosa,

¿Y es posible, gran Dios, que tal permitas?

¡Ah sacerdocio! A mi infelice puebloy a México jamás, ¿qué bien hiciste?Es el oro tu Dios, tus templos antrosdo enseñas la traición, ¡maldito seas!Tu nombre manchará baldón eterno y horror será del espantado mundo.

El alma misma del francés patriotacon profundo desprecio te contempla

¡Santo amor de la patria! Tú que animas

los pechos todos, ¿te repugna acasoel alma negra y vil del sacerdote

que allí no ardió jamás tu puro fuego?

¡Digna alianza del crimen! Los magnatesque tantos años hace, envilecidos, ante el corcel de sangre salpicado

de los sátrapas todos, se prosternan,vienen también mostrando halagadores

en el marchito seno de sus hijas su tributo humillante y oprobioso;

y sus frentes, manchadas con el limode todas las vergüenzas, inclinandodelante del francés, parias le rinden.

¡Cómo abrigan las águilas francesasbajo sus alas que meció la gloria,

y sólo dan su sombra a los valientes,a esos bandidos que rechaza airada

doquier la humanidad, ¡nunca los bosquesde la áspera Calabria, ni la arena

del árabe desierto, ni las torvassoledades del Norte, que ligero

cruza el indio feroz, vieran un díatantos delitos bárbaros y horribles

cual cometieran en su infanda luchaen mi patria infeliz, los despiadadosguerreros de la cruz y de la iglesia!

¡Francia! País de corazón tan grande,de pensamiento generoso y libre,

tú que alumbras al mundo esclavizado

y soplaste en el alma de los pueblos,en los modernos siglos, ese odio

que va minando el trono de los reyes;tú que llevando escrita en tus banderascon sangre y luz la libertad del mundo,

en su solio espantaste a los tiranosu en su altar sepultaste al fanatismo:

Tú que recuerdas con tremenda iralas orgías del inglés en tus hogares,

y el insultante grito del cosacoal pisar el cadáver del imperio,

¿cómo vienes ahora en tus legionesel lábaro feroz de la ignorancia

y de la injusta y negra servidumbrea un pueblo libre que te amó, trayendo?

¿Tu misión olvidaste con tu historiay manchas tus blasones, despreciando

tu pura fama, al interés vendida?¿Es que existen naciones como existen

embusteros profetas, que fingiendo sacrosanta virtud, al cielo ultrajan,

borrando el hecho lo que dijo el labio?

Yo te miro república nacienteahogar la débil libertad de Roma;

yo te miro después apresuradadar un abrazo al Austria sobre Hungría;

yo te miro más tarde abandonando de los zares al fiero despotismo

la suerte, ¡ay!, de la infeliz Polonia,y voy a maldecirte… y me detengo;

no eres tú, no eres tú, pueblo grandiosoque a la divina libertad consagras

dentro de tu corazón ardiente culto, sino el tirano odioso que te oprime,raquítico remedo de aquel hombre colosal que cayó, cuya grandezade escaño sirve y pedestal y asilo

a la ambición del mísero pequeño.

Tal el nombre de César y de Augustotiranos, sí, más grandes, elevara

la oscura mezquindad de Cayo el loco,de imbécil Claudio de Enobarbo infame.

Tú gimes, tú también, pueblo de libresencadenado ahora al solio férreoque tu paciencia sufre y abomina;mas su injusticia y sus furos acusan

el grito de tus nobles desterrados y la voz varonil de tus tributos y la cólera santa que te agita.

En tanto de mi Patria los fecundoscampos abrasa el fuego de la guerra,gimen sus pueblos y la sangre correen los surcos que abriera laborioso

el labrador que con horror contemplael paso de tus huestes destructoras.

Ruge el cañón, y con su acento anunciala elevación de un rey en esta tierra

de la América libre, cuyo jugoes veneno letal a los tiranos,

y esta nueva desgracia, todavíami triste Patria a tus soldados debe.

El trono del Habsburgo se levantasobre las bases de sangre y de ruina;¿cómo existir podrá, si sus cimientosEl amor de los pueblos no sostiene?

Su ejército servil corre furioso,a sangre y fuego su pendón llevando:

la falacia precede tentadora,que a las almas mezquinas avasalla;y se diezman del pueblo las legionesy los pechos menguados desfallecen.¡Y en el cielo parece que se eclipsa de Libertad la fulgurante estrella!

¡Solemne instante de angustiosa dudapara el alama de cieno del cobarde!

¡Solemne instante de entusiasmo fieropara el alma ardorosa del creyente!

¡Oh no, jamás! La libertad es grande,como grande es el Ser de donde emana.¿Qué pueden en su contra los reptiles?

Ya encendido en el cielo el sol parece entre nubes de púrpura brillando…

¡Es el astro de Hidalgo y de Morelos,nuncio de guerra, de venganza y gloria,

y el que miró a Guerrero en su infortuniofaro de libertad y de esperanza,

y el que vio Zaragoza en Guadalupela sublime victoria prometiendo!

A su esplendor renuévase la lucha;crece el aliento, la desgracia amengua;

la ancha tierra de México agitadase estremece al fragor de los cañones,

desde el confín al centro, en las altivasmontañas que domina el viejo Ajusco.Del norte en las llanuras y en las selvas fieras de Michoacán, y donde corren el Lerma undoso y el salvaje Bravo;de Oaxaca en las puertas que defienden

nobles sus hijos de entusiasmo llenos,y en el áspero sur, altar grandiosoa libertad por siempre consagrado,

y en las playas que azota rudo Atlantey en las que habita belicoso puebloy el Pacífico baña majestuoso.

Si, dondequiera en la empeñada lucha,altivo el patrio pabellón ondea:

¿qué importa que el cobarde abandonando las filas del honor, corra a humillarse del déspota a las plantas, tembloroso?

¿Qué importa la miseria? ¿Qué la duraintemperie y las bárbaras fatigas?

¿Qué el aspecto terrible del cadalso?Este combate al miserable aparta

del desamparo, el fuerte no se turba,sólo el vil con el número bravea.

¡Cuán hermoso es sufrir honrado y libre,y al cadalso subir del despotismo

por la divina libertad, cuán dulce!

Oh, yo te adoro Patria desdichaday con tu suerte venturosa sueño,me destrozan el alma tus dolores,

tu santa indignación mi pecho sufre.Ya en tu defensa levanté mi acento,tu atroz ultraje acrecentó mis odios;hoy mis promesas sellaré con sangre,que en tus altares consagré mi vida!

El triunfo aguarda, el porvenir sonríe, pueda el destino favorable luego,

dar a tus hijos que combaten bravosmenos errores y mayor ventura.Pero si quiere la enemiga suerte

de nuevo hacer que encadenada llores,antes que verte en servidumbre horrenda

pueda yo sucumbir, oh Patria mía.

Ignacio Manuel Altamirano

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 514-522.

Francia y México

FrAnCiA, Francia, la urna transparenteen que el humano espíritu se agita;eco que al grito del dolor responde,inmenso, eterno corazón, en donde

toda la vida universal palpita!Eres la madre de los pueblos, erescomo ánfora de amor inagotable,como bálsamo tibio que consuela;

música que deleita los oídos,la mano que levanta a los caídos,y el ala para todo lo que vuela!

Caliente hogar de todas las naciones,en ti distintos pueblos se congregan,

pobres, desnudos a tus puertas llegan,les das tu ciencia, tu saber, tu vida,

de ti reciben la soberbia palma,todo les das y cuando nada tienescomo su eterna enamorada, vienes

a darles, Francia pálida, tu alma.Tú eres el fluido que circula

por las venas del mundo, sabia fuenteque en flores y ramajes se transforma;

hirviente sangre, chispa prometea,para el grave filósofo, la forma,

para el artista y el cantor, la idea!

¡Ah!, no seré yo nunca quien te injuriemofa haciendo y baldón de tus tristezas,

siento el hervor del corazón latinoy si me duele, a veces, tu destino,

convierto la mirada a tu grandeza.No la corona de punzante cardoquiero ceñirte sin piedad, primerohe de romper mi cítara de bardoy mi espalda leal de caballero.

No te confundo, no, con esas huestes,para tu daño y nuestro mal venida;

Ésa no fue la Francia de la espada,la señora de todas la naciones, era la pobre enferma devoradapor la lepra de viles ambiciones.

Tú, raza Bonaparte, en tu destinovistes horrible dualidad, primero el augusto y amplísimo caminode laureles magnífico reguero;

después la torva rutaen mil ásperas quiebras dividida,

el declive forzoso de la suerte,la absorción de las aguas de la vidapor las aguas plomizas de la muerte;

hallando el mundo a tu poder estrecho,quisiste altiva dominar la tierra,y tu caída, raza audaz, encierra

las grandes represalias del derecho.No es la suerte ciega la que trama

las peripecias de tu vida loca:viene de Dios la fuerza que provoca

el desenlace trágico del drama.Vencer creíste de soberbia llena,

Y tu ambición nuestro poder redujo,¡oh, pobre fuego fatuo que produjo

Un cadáver disyecto en Santa Elena!

Tus águilas, las águilas altivas,bajando al suelo con el ala rota,mejor quisieron perecer cautivas

que volver anunciando la derrota.Hoy pueden ya volver: su forma adusta

atraviesa, cerniéndose, la sierra,y trágica se aleja en el espacio;

¡ya no hay Césares, Francia, en el Palacioni planta de invasor en nuestra tierra!

Los pueblos son hermanos: Dios no quiereeste odio universal, esta locura,

esta guerra implacable que convierteal mundo en un tablado en que pasea

esa terrible trágica: la muerte.Es preciso arrojar del santuarioa aquellos mercaderes de la tierra

que juegan a los pueblos y si pierden pagan con la moneda de la guerra!

¡Despierta, Patria! Vigoroso arreotoma para el combate; sólo llora

la débil hembra sin valor; ya es hora de romper tus cadenas, Prometeo.

Tus fuertes brazos de la cruz desclava;ni muda tiembles, ni cobarde llores,no más guerras civiles; pobre esclava

que tienes a tus hijos por señores!¡Todos en ti, sacrílegos, las manos

hemos puesto, mi Patria, todos, todos!De tu amargo dolor hemos reídoy en tu pecho cobardes y villanos

cien veces el puñal hemos hundido.

Mas hoy, como pasados caballerosDe sus espadas por la cruz juraban, ¡juramos, patria, respetar tus fueros,secar el llanto que tu rostro quema,

irnos a confundir en tu regazo,ser nada más en esta lid suprema,

un corazón, una palabra, un brazo!¿Qué siempre habrás de ser eterna Dido,

amante abandonada que suspirapor sus justas y muertas libertades?

¿Con sangre siempre correrán tus ríos?¿Qué nunca han de torcer nuestros navíos

El cabo de las negras tempestades?

Es fuerza, pobre Antígone, que veastrocadas en verdad tus ilusiones,abriendo tu cerebro a las ideas

y tus puertos a todas las naciones:ha pasado la edad del odio eterno,

surge nuevo horizonte de improviso,y aparece de súbito, en tu infierno,

la Beatriz que conduce al Paraíso.Lejos de aquí las bizantinas luchas

de torpes o serviles pretorianos:no han de darte los Cides, Patria mía,

la honrada solución de la miseria;has menester la industria y el talento,

las alas del vapor en la materia,y en la mente el vapor del pensamiento.Que nunca ociosas las viriles manos ´

guarden tus hijos, pálida matrona,si hombres son y nacieron mexicanos;

les sobra aliento y ánimo esforzado,y en esta lid suprema, quien te ame,quien trabaje contigo, es el honrado,

¡quien se alce en rebelión, es el infame!

Manuel Gutiérrez Nájera

Fuente: A cien años del 5 de mayo de 1862, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público,

1962, pp. 522-525.

Selección de textos: David Guerrero FloresDiagramación: Adriana Pulido Solares

Mayo, 2012