6 Don Julián Patrón Airiarte - La Historia de Coveñas

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Capítulo 2. Reseña de Julián Patrón Airiarte y su obra

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Gabriel Moré Sierra RANCHO GRANDE – La Historia de Coveñas

2. DON JULIÁN PATRÓN AIRIARTE. 1869-1934

Nacido en Tolú en 1869, hijo de los descendientes de españoles Don Luis Felipe Patrón Redondo y Doña Leonor Airiarte. Con acendrada vocación hacia los negocios, desde los 18 años Julián inició y fue parte de la que sería una de las más singulares y extraordinarias aventuras económicas y empresariales de la costa atlántica y del país.

Figura 1. Don Julián Patrón Airiarte. Tolú, 1869 – Panamá, 1934

Foto por cortesía de Virginia Patrón Pisarro

2.1 SEMBLANZA DE DON JULIÁN

El escritor e historiador toludeño Donaldo Bossa Herazo, quien conoció y compartió momentos gratos con Don Julián Patrón Airiarte, cuenta que:

Nuestros Patrones descienden de españoles avecindados en Italia y debieron desembarcar en nuestras costas a fines del siglo XVIII [...]. La hacienda de ‘Santa Bárbara de Cobeña’ es muy vieja [fue una hacienda de esclavos]. En 1634 fue del Escribano Público y de Gobernación de Cartagena Don Francisco López Nieto. Desde mucho antes de 1726 la poseyó el Capitán Don Manuel de Melida y Pueyo, quien en 1693 era miembro del Cabildo de Cartagena, y era nieto materno del escribano López Nieto. Ignoro la fecha en que pasó a ser propiedad de la familia Sotomayor, pero ya el siglo pasado [XIX] la hacienda era llamada Los Sotomayores, hasta cuando una heredera, Doña Maria Antonia Sotomayor, contrajo matrimonio con un Patrón, cuyo nombre propio no he retenido. Cobeña la integraban 24 caballerías de tierra, algo mas de 10.000 hectáreas.9

Don Juan Patrón Sotomayor, que desciende directamente de doña María Antonia, a mediados del siglo XIX poseía ya las tierras de Santa Bárbara de Cobeña; su hijo Don Luis Felipe Patrón Redondo, casado con Leonor Airiarte, tuvo dos hijos: Julián y Amira, que eran gemelos. Leonor falleció tempranamente y siendo viudo Luis Felipe tuvo tres hijos mas: Clemente Patrón Orozco en Purísima, Sergio Patrón Luna en Sabaneta y Manuela Patrón en Tolú. Mas adelante Luis Felipe se casó en segundas nupcias con Elisa González, con quien tuvo dos hijas: Leonor Patrón González (Nono) y Ana Luisa Patrón González. Tales personas: Amira, Clemente, Sergio, Manuela, Leonor y Ana Luisa, fueron los seis hermanos de Don Julián.10

Sobre la personalidad de Don Julián expresa Donaldo Bossa Herazo:

9 BOSSA HERAZO, Donaldo. Don Julián Patrón. En : El Universal Dominical, El Universal, Cartagena, Colombia : (5, Ago., 1990); p. 610 Hay Anexo con el árbol genealógico básico de Julián Patrón Airiarte.

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Julián no era hombre de muchas palabras, mas bien con tendencia al aislamiento y dedicado a su trabajo. No era amigo de tragos ni de fiestas o parrandas; disfrutaba organizando o mas bien otorgando los toros para la centenaria ‘corraleja’ anual de Tolú, celebrada el día del Santo Patrono Santiago el Mayor. [...] no fue el nunca sujeto jaranero ni amigo de comilonas y tragos. Todo lo contrario, muy parco, casi frugal. Y abstemio por añadidura. Frecuentaba, por la muerte de un obispo, a Don Pepe Risco,11 que era su vecino y pariente. Sus amigos fueron el doctor Gómez Recuero, su abogado; el doctor Alfredo E. Carrón, su médico; Don Carlos y Don Fernando Vélez, sus socios esporádicos; Don Mariano de Lavalle, su cuñado; Don Joaquín Pizarro, su suegro y Don Rafael Patrón Grau su primo y su agente en Cartagena. Socarronamente parecía darle muy poca importancia a eso de su fortuna. Me dijo en alguna ocasión:

— ‘Yo fuera realmente un hombre rico si recuperara lo que he pagado por fianzas de allegados míos’. —Y me soltó algunos nombres que no puedo repetir.

Si a un bolivarense del gran Bolívar, antes de ser descuartizado, y uso a propósito este término vacuno, le hubieran preguntado quién era el hombre mas rico del departamento, habría respondido sin vacilar: Don Julián Patrón, anteponiéndolo a Don Fernando Vélez, Don Arturo García o Don Samuel Martello, quienes eran mas ricos indudablemente. Pero a Don Julián, aún desde cuando vivía, lo empezó a envolver esa onda fantástica, implacable y sin muchos miramientos por la verdad, que se llama la leyenda.12

La fortuna del señor Patrón A., es fruto de su propio esfuerzo personal. A pesar de su inmensa fortuna, su trato es afable y sin afectación, lo que le ha valido, no solo el respeto, sino el cariño y la adhesión de todas las gentes de la comarca. La Iglesia Parroquial le debe su reconstrucción. Los pobres y de una manera particular el señor cura, encuentran en él un verdadero amigo. El partido conservador lo cuenta en sus filas y le ha confiado allí su dirección. Hombres del temple del señor Patrón A. son un hermoso exponente de la comarca y de una raza.13

Figura 2. Iglesia de Santiago Apóstol. Tolú , 1905

11 José María del Risco fue también el administrador de los negocios de Don Julián en Tolú, especialmente de La Bodeguita, bodega de cocos y mercancía. N. del A.

12 BOSSA, Op. cit., p. 713 NOLASCO DONOSO, Pedro. Álbum de Cartagena de Indias, 20 de enero de 1533 – 20 de enero de 1933. Paris : s.n., 1933. p. 90.

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Figura 3. Iglesia de Santiago Apóstol con la torre y dos puertas laterales agregadas durante la reconstrucción realizada por 1930. Tolú, 1999

Ambas fotografías por cortesía de Sandra Mendoza Patrón

Pero a la febril actividad empresarial de Don Julián se sumó la que sería su mas notable adquisición, la hacienda Santa Bárbara de Cobeña, (así, con b labial y sin s), que fue recibida en herencia de su padre Don Luis Felipe Patrón Redondo, quien la recibió también del suyo, Don Juan Patrón Sotomayor. Según relatos del historiador Donaldo Bossa Herazo, cuando Don Julián Patrón Airiarte recibió la hacienda en herencia, esta “[...] no tenía siembras ni ganado; tierras únicamente, menos mal que sin colonos ni invasores, fenómeno social desconocido entonces”. 14

Es evidente que la adquisición de Don Julián Patrón, por herencia de sus padres, de la hacienda Santa Bárbara de Cobeña fue muy importante, pero la incorporación de las nuevas tierras aledañas mediante compra sucesiva le llevarían a ser el hombre mas rico de la región, y el mas respetable, dado su carácter apacible y su seriedad comercial y personal. Bien consciente de ello, no eran sin embargo sus pretensiones que se le reconociera como tal, de forma que vivía serenamente su vida de trabajo y negocios alternado entre la apacible frescura de la Casa Grande de Madre de Dios en Coveñas y en su casa de Tolú, situada esta, como era de esperar para ese entonces, en una de las esquinas de la plaza, la Suroeste; casa que, después de la muerte de su esposa Mercedes Pisarro en 1956, y hasta la fecha, sería propiedad de la familia del doctor César Tous.

Mi tío Julián era gordito, de ojos azules. El era quien hacía las fiestas de toros en Tolú, o mejor dicho, la mandaba hacer ya que ponía los toros y hacía construir la corraleja. Toda la cuadra frente al parque era de mi tío Julián, incluyendo la casa que después fue del Dr. Horacio Navarro y de su esposa Leonor Patrón, hija de Julián, a quien él se la dio; casi toda la cuadra donde tenía la oficina mi tío Julián también era de él excepto la casa de mi tío Clemente y la de Don Alberto Gómez Recuero, que era la de la esquina frente a la del Dr. Navarro, casa esa que se quemó. Al lado de la casa, donde ahora está Bancolombia, mi tío Julián tenía una prolongación y en ella un balcón donde se sentaba a descansar y, en la época de toros, a ver la corraleja.15

Figura 4. Casa de Julián Patrón. Tolú, 2003

14 BOSSA, Op. cit., p. 715 ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarro, sobrina de Julián Patrón. Bogotá, marzo de 2003.

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Foto por cortesía de Raquel Romero Sierra. Esta fotografía ha sido editada eliminando algunos elementos actuales para exponer más fielmente la arquitectura sobreviviente de la casa. Edición fotográfica y nota del autor.

Sobre la casa de don Julián, visitada en 1917, Robert Cunninghame Graham expresa: La antigua y solariega casa de don Julián Patrón estaba situada, con muchas comodidades, en una esquina de la plaza de Tolú. Era una de esas sólidas casas coloniales que se encuentran con frecuencia en Colombia, con el talante de dignidad de las del viejo mundo. Su arquitectura no exhibía ningún rasgo especial, pero dejaba traslucir que había sido construida para algún personaje y para que la viviera cualquiera, lo que caracteriza todas las casas españolas en América. Conforme el plan casi universal para casas de esa naturaleza, era baja16

y larga, con paredes espaciosas que de un modo u otro le daban un aspecto conventual. El patio conducía a un jardín y bajo una especie de pórtico, sentado en una hamaca y sorbiendo el café negro endulzado con panela, que en Colombia toma todo el mundo, encontramos a don Julián Patrón, esperándonos para darnos la bienvenida.17

Y Donaldo Bossa Herazo indica:

Había olvidado referirme a las actividades políticas, por darle un nombre, de Don Julián. Los conservadores en toda región importante del país tenían uno o varios, muy pocos, jefes locales sobre los que descansaba la hegemonía aquí en Bolívar. El General González Porto en Corozal, los Martínez y el General Torralbo en Lorica, los Cabrales y el General Lázaro Pérez en Montería, los Burgos en Ciénaga de Oro, etc. El emirato de Don Julián lo integraban Tolú, San Onofre, Palmito, es decir la Provincia del Morrosquillo. El recibió ese legado y lo mantuvo, sin perseguir a nadie ni mayores problemas, porque en verdad aquello no le quitaba el sueño.

Don Julián me dijo una noche, sentados en la esquina del Resguardo y la Bodega, frente al mar, allá en mi pueblo:

— ‘Los conservadores de Tolú se acuerdan de mi cuando hay elecciones. Después me entero de lo que pasa cuando los interesados están ya nombrados y posesionados’.

Era la persona más importante de Tolú, ¡claro!, pero ese papel lo asumió sin vacuos alardes, sin molestar a ninguno. Cumplió un encargado inherente a su posición personal, y lo cumplió bien. 18

De paso por Tolú en 1917, al hablar sobre Don Julián, Cunninghame Graham agregaría:

16 Cuando Cunninghame Graham habla sobre casa “baja” muy probablemente se refiere a que era de un solo piso, no a su altura. De hecho, la casa de Don Julián era de las mas altas del pueblo. N. del A.17 CUNNINGHAME GRAHAM, Robert Bontine. Cartagena y las Riberas del Sinú. 2 ED. Bogotá : Incora, 1979. Traducción de Remberto Burgos Puche. Capítulo XVII, p 216.18 BOSSA, Op. cit., p. 6

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Don Julián se levantó y nos ofreció su casa, viendo de refilón la firma puesta al pie de la carta que le habíamos llevado, “Cualquiera que mi buen amigo Eustaquio me recomiende, dijo, es bien llegado”. Dio unas palmadas y en seguida se presentó una negrita con café y sabrosos biscochos, exactamente iguales a los que los moros ofrecen en ocasión similar en Marruecos, en una bandeja de plata.Mi hospedero no era ciertamente un hombre común. Sus maneras aunque sin cumplidos, eran corteses y dignas de un hombre que ha pasado la mayor parte de su vida a caballo, porque, como los patriarcas antiguos, sus dehesas y sus rebaños eran su principal fuente de ingresos y su orgullo. Tenaz y de complexión vigorosa, con el rostro aceitunado, tostada la piel color claro por el sol y las vicisitudes, sus piernas un poco arqueadas por tanto cabalgar, su cabello espeso y gris, enteramente liso pero ligeramente crecido en el cuello, no le faltaba sino un casco sobre su cabeza para parecer un conquistador auténtico. Sus manos eran duras y bronceadas, sus pies pequeños y bien formados, un poco cuadrados, como se ven frecuentemente en hombres de sangre española. Sus maneras, delicadas en extremo, eras las de quien estimándose a sí mismo, se considera igual a todos los hombres (no superior), y uno experimentaba que su cortesía tenía el justo origen de toda cortesía; el innato respeto de sí mismo.19

Don Julián era, sin duda, y al igual que sus hermanos Clemente y Sergio, un hombre culto; a pesar de la afirmación de Donaldo Bossa Herazo en el sentido que “no se ocupó toda su vida sino de criar ganado”, nada mas que en referencia a su mas notable y fructífera actividad comercial, como resultado de sus frecuentes viajes al exterior, de su roce con la mas aquilatada sociedad bolivarense y de la lectura de la numerosa literatura que mantenía en su despacho de Tolú, tenía un acervo cultural que, con su carácter apacible y reservado, no expresaba comúnmente.

Figura 5. Don Julián Patrón en su oficina de Tolú.

Fotografía tomada del Álbum de Cartagena de Indias, Op. Cit., p. 90.Un esbozo de ello lo relata Cunninghame Graham con ocasión de su visita a la Casa Grande de Madre de Dios, así:

Por varias horas permanecimos sentados y hablamos ‘tomando el fresco’; sin embargo yo no he olvidado enteramente lo que conversamos, aunque sin precisión. Imagino, como es usual en tales conversaciones y en semejantes lugares, que la conversación versó, no sobre la guerra o acerca de París, Londres o Nueva York, sino sobre Colombia, Bogotá, el río Magdalena, los llanos allende los Andes que se extienden a lo largo del río Meta hacia el Orinoco; sobre culebras y boas constrictoras, suertes con el lazo y las distancias que los caballos podían cubrir en un día.

19 CUNNINGHAME, Op. cit. p. 217

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Cuando los hombres de las ciudades hablan con los que moran mas en contacto con la naturaleza, alrededor de una fogata, los menos avezados a las cosas del mundo siempre tienen muchas mas cosas que decir, porque hablan sin reservas de los diarios incidentes de sus vidas y porque los habitantes de las ciudades no tienen con frecuencia incidentes importantes para mencionar en la conversación. Esta clase de personas nos dominan en los reinos del alumbrado eléctrico; de las calles olorosas a petróleo y a estiércol de caballo de la sutil disección de nuestros móviles; del por qué y las causas y los detalles del último caso de divorcio; del estilo literario de Fulano de Tal; de si un pintor debería poner en un cuadro lo que ve o simplemente cubos de lo que ve; de la sórdida rivalidad entre los políticos y de toda la infinita e intrincada espiral de la vida en las urbes, que las vuelve tan insípidas como una revista de modas, reñidas con las praderas, los bosques vírgenes o los desfiladeros de las montañas. Los que los escuchasen no solo no los entenderían sino que el errado hombre de cultura no podría por lo mismo afrentar con pláticas sobre futilezas a quienes han pasado su vida en la acción y enfrentados a los hechos.

Así sucedió en la solitaria hacienda sobre el mar caribe. Nosotros vagamos con los conquistadores, río Magdalena arriba, nos fatigamos con ellos en los pantanos y en los helados pasos de los Andes en la marcha hacia Bogotá. Nos parecía tan natural hablar de estas cosas, como lo es en Roma hablar de los Césares. Bolívar, el mas interesante hombre que las Américas haya producido y su fantástica vida y extraordinaria carrera, aparecieron completamente naturales explicadas por don Julián Patrón. Las diversas revoluciones, que ponen tan perplejos a los europeos, se tornan tan claras como el mediodía y cuando las relatan hombres que han tomado parte en ellas, involuntariamente se pone uno de un lado o de otro y está pendiente de las aventuras de algún desconocido general o de otro, como si las víctimas se contaran por miles en lugar de un record miserable de dos. Cuando nosotros hablábamos, grandes murciélagos se mecían ocasionalmente en el aire, tan silenciosos como lechuzas y los monos chillones nos daban una serenata o celebraban un mitin sobre sus asuntos políticos: no importa hasta que hora los colombianos se trasnochen hablando: al amanecer todos están en acción.20

Como era de esperarse, Don Julián tenía otras propiedades urbanas en Tolú. Una de ellas era la bodega de cocos y mercancía llamada La Bodeguita, situada frente a la playa, al lado de sus oficinas y en la proximidad del antiguo resguardo de rentas, para la época llamado Gendarmería, (declarando con su nombre su rancia estirpe francesa). La Bodeguita, estructura que ocupaba casi toda la cuadra frente al mar, construida con un alto pretil para permitir el trasiego de las mercancías al hombro de los peones, era administrada por José María (Pepe) del Risco y allí se depositaban las mercancías que debían transportarse en las lanchas de Don Julián entre Tolú y Cartagena y viceversa.

“Casi todas nuestras preguntas sobre lo que veíamos digno de atención en Tolú obtuvieron después iguales respuestas: “son de don Julián Patrón”. Suyo es el único muelle de atraque con que cuenta el puerto de Tolú. Contiguas al muelle están las oficinas y las extensas bodegas de carga, y en la plaza del pueblo se levanta el gracioso “Chalet” destinado a su residencia habitual”. 21

Figura 6. Casa de Virginia Patrón , donde su padre Julián tenía las oficinas. Tolú, 2003

Figura 7. Resguardo de Rentas (Gendarmería), vista suroeste, frente al mar y diagonal a las oficinas de Don

Julián Patrón. Tolú, década de 1950

20 Ibid., p. 22221 NOLASCO, Op. cit., p. 90.

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Foto por cortesía de Raquel Romero Sierra Foto por cortesía de Sandra Mendoza Patrón

En la esquina de la cuadra de La Bodeguita y diagonal a la Gendarmería, Don Julián tenía sus oficinas de Tolú, en la casa que, a su fallecimiento, heredó su hija Virginia Patrón Pisarro y que habitó hasta su fallecimiento en el 2007. Frente a esas oficinas, también en terrenos de su propiedad, Julián construyó el Hotel Núñez, edificación de madera destinada a albergar los frecuentes visitantes que llegaban a Tolú a conocer o tratar asuntos de negocios con Don Julián.

“El Hotel Núñez era una construcción de madera como la del Resguardo de Rentas, pero de un solo piso; era bastante largo ocupando una gran parte de la cuadra hacia donde después estuvo el Hotel Narza”.22

“El Hotel Núñez fue construido por mi papá, frente a la casa de dos pisos del Resguardo de Rentas (llamado Gendarmería). Construyó el Hotel porque quienes llegaban a Tolú a conocerlo, visitarlo o a hacer negocios con él, quería alojarse en su casa así que, ya con el hotel, mi papá los enviaba para que allí se alojaran cómodamente, para él y para ellos”.23

Figura 8. El Hotel Núñez. Después de servir como primera sede del Colegio Santa Teresita, fue la casa de Amira Bustamante, nieta de Julián Patrón

Foto por cortesía de Gabriel González Bustamante

22 ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarro. Bogotá, marzo de 2003.23 ENTREVISTA con Virginia Patrón Pisarro de García, única hija sobreviviente (2003) de Julián Patrón. Tolú, noviembre de 2001.

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El Hotel Núñez era prácticamente una casa de huéspedes o Club de Don Julián. Allí concurrieron las mas altas personalidades que por esas épocas llegaban o pasaban por Tolú y hacían reuniones de negocios los empresarios de las mas aquilatada sociedad bolivarense; no era raro ver varios huéspedes desafiantes del clima a la usanza de la época, ataviados con trajes de lino blanco, corbata o corbatín, tomando vino francés y hablando inglés en los salones del hotel. Allí, al igual que en su casa familiar de Tolú, con su esposa Mercedes, Don Julián atendía a sus visitantes con la mas caballerosa cortesía y se servían los manjares de la costa y de la cocina toludeña en mesas con manteles de Damasco, cubiertos de plata, vajilla de fina porcelana y vinos de la mas rancia procedencia (aunque los anfitriones eran abstemios).

Entre los personajes que visitaron o fueron huéspedes de la casa de Don Julián y algunos del Hotel Núñez, se encuentran: en la época de los primeros negocios, Pedro Sondereguer, escritor, periodista y novelista oriundo de Villanueva, Guajira, hijo de padre francés; Mr. Robert B. Cunninghame Graham, (1852-1936), escritor ingles de origen escocés, muy ligado a Argentina y Colombia, cuyo nombre original fue Robert Bontine; miembro varias veces de la Cámara de los Comunes, radical y contestatario, amigo de George Bernard Shaw. Tanto Sondereger como Cunninghame destacaron en sus libros la personalidad y figura de Don Julián, mas Cunninghame Graham quien tuvo ocasión de tratarlo mas de cerca que Sondereger. Durante la época de la Colombia Products Co. fueron huéspedes o visitantes del Hotel Núñez, además de algunos de los socios de la empresa (Carlos y Fernando Vélez Danies), el abogado de Don Julián, Dr. J. A. Gómez Recuero; su médico, el sincelejano doctor Alfredo E. Carrón; el inglés Mr. George Maynard Stainforth, representante de The International Products Co.; Cyrus French Wicker, secretario de la Colombia Products Co.; Earl H. Austin, jefe de Ingenieros e ingeniero residente; los ingenieros auxiliares: Archie de Groot, (segundo jefe), Jack A. Arthur de Gattlinburg y don Antonio Bernal; August J. Durlacher, jefe de trabajadores; J. Santiago Conners, segundo jefe de trabajadores; Mr. T. Howard Barnes, ingeniero consultor y Dick Burton, Superintendente de construcción.

Después de 1934, desaparecido Don Julián, no tenía objeto la permanencia del Hotel Núñez por física falta de huéspedes (que solo eran sus invitados), por ello, a fines de los años 30 su viuda, la niña Merce - Mercedes Pisarro de Patrón -, mujer de aquilatadas virtudes y gran corazón, vislumbró la necesidad creciente que Tolú tuviera un colegio para niñas que les diera la oportunidad de capacitarse y de servir a su familia y a la comunidad. Convocó entonces la niña Merce a las monjas teresianas y convirtió el Hotel Núñez en la primera sede del colegio Santa Teresita, que funcionó en esa edificación frente a la playa durante varios años. Con el tiempo el edificio se hizo pequeño para el colegio por lo que:

La niña Merce trajo las monjas desde antes de 1940 para que instalaran el colegio Santa Teresita en Tolú, que funcionó primero en el Hotel Núñez y en 1942 debido a que esas instalaciones ya no eran suficientes ni adecuadas para el colegio, ella compró a Don Pablo Olier la inmensa casa-almacén que tenía al lado de la iglesia y construyó allí el nuevo colegio de las Teresitas en el sitio y en las condiciones en que actualmente se encuentra.

Ella también le mandaba la comida a las monjas hasta cuando se pudieron instalar adecuadamente. Les mandaba leche ― porque en casa de mi abuelo Julián y mi madrina Mercedes se vendía leche, pero a las monjas y a muchas otras personas se las regalaba ―, como también le regalaba muchas cosas a la gente. Realmente la venta de leche era como una distracción ya que a ella no le hacía falta ese ingreso porque tenían mucho dinero. Era una excelente persona que no tenía reparos para ayudar a los demás. Mis hermanas Carmen y Roquelina Sierra Patrón y Teresita Patrón (hija de mi tío Pedro Pablo Patrón) fueron las primeras internas y las primeras alumnas matriculadas en el Colegio. La niña Merce era mi madrina de bautismo; también fue mi madrina del matrimonio en 1948 y murió en 1956 de una enfermedad de los riñones.24

Figura 9. Primeras alumnas internas del colegio Santa Teresita; algunas son, primera de izquierda a derecha,

Emeli Amín, tercera, Carmen Sierra, cuarta, Olga González Gómez. Con ellas el padre Villanueva y la

madre Genoveva. Tolú, década de 1940

Figura 10. Grupo de estudiantes del colegio Santa Teresita. Los estudiantes varones también asistían al preescolar y primaria del

colegio. Tolú, década de 1940

24 ENTREVISTA con Ana Luisa Sierra Patrón, nieta de Julián Patrón. Extrabajadora de Sagoc y Ecopetrol. Bogotá, enero de 2002.

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

“Mi mamá Mercedes Pisarro de Patrón le mandaba leche y, de vez en cuando, arroz con cangrejo a las monjas del colegio. Ella sabía que no les gustaba el cangrejo pero se lo hacía cocinar en el arroz de manera que no se percataran que clase de carne era la que contenía; las monjas se lo comían y le decían que el arroz estaba muy rico”.25

Figura 11. Colegio Santa Teresita construido donde estaba la casa-almacén de don Pablo Olier. Tolú, 2003.

Foto por cortesía de Raquel Romero.

La habilidad y la visión de Julián para los negocios no reñían con su bonhomía y altruismo. Con su propio peculio y sin el menor ánimo de lucro realizó la reconstrucción total del colonial templo parroquial del pueblo y compró e instaló en Tolú la primera planta eléctrica que llegó allí. Mantenía la planta y a su único empleado, quien era el mismo encargado de cobrar el servicio de alumbrado.

“Al lado del Resguardo de Rentas, frente a la playa y frente a las oficinas de mi tío Julián, estaba la planta eléctrica de Tolú. Esa planta era de él; estaba en una casa de madera y techo de zinc. Allí también se instaló el primer teléfono de Tolú”.26

25 ENTREVISTA con Virginia Patrón Pisarro de García. Tolú, noviembre de 2001.26 ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarro. Bogotá, marzo de 2003.

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La planta eléctrica era manejada por un negro robusto, quien también era el que cobraba el servicio de alumbrado eléctrico. Todas las casas de Tolú tenían alumbrado eléctrico y en cada una de las esquinas había por lo menos un bombillo. Julián era el personaje mas importante de Tolú y sus alrededores, de esos gamonales buena persona que buscaba el beneficio de la gente y no su lucro personal. Cuando el negro llegaba a decirle:

Mire, Don Julián, fulano debe un centavo (o un centavo y medio, que era la tarifa de la energía eléctrica); ¿que hago, le quito la luz?, Él le respondía:

Mijo, si no ha pagado será porque no puede, ¡déjale la luz!.27

Don Julián hizo instalar por su cuenta los postes de energía y el cableado eléctrico en todo el pueblo y en todas las casas. Habida cuenta de las dificultades y alto costo que representaría para la gente la adquisición de electrodomésticos como neveras, (rarísimas para la época), simultáneamente con la planta eléctrica, dotó al pueblo de una planta de hielo, con la que buscaba que se mejorara la calidad de vida de los pobladores. Así se fomentó la venta de bebidas frescas, las habituales chichas de arroz, maíz y tamarindo, que eran elaboradas en las casas y vendidas en tiendas.

Las bebidas se conservaban frías dentro de ingeniosas “neveras” fabricadas en la costa; las mas elaboradas consistían en cajones de madera, mas o menos del tamaño de los actuales congeladores horizontales, con su interior forrado en láminas lisas de zinc. Eran surtidas con las correspondientes bebidas caseras embotelladas y tapadas con tapones de madera de balso o de corcho; entre las botellas se distribuían grandes pedazos de hielo, los que recibían una dosis generosa de afrecho de arroz para ayudar a mantener la refrigeración.

En Tolú, como ocurriera mas adelante en muchos sitios de la costa norte de Colombia, los bloques de hielo procedentes de la planta de Don Julián y las neveras de madera y zinc no solamente hicieron historia sino que fomentaron el progreso individual y colectivo y permitieron el desarrollo de microempresas familiares, que entonces no se llamaban así, pero que fueron el sustento de numerosas familias con la elaboración de bebidas que se podían conservar frías por mas tiempo; y permitieron el agregado de los negocios de paletas y helados, estos hechos en máquinas manuales, que eran una especie de baldes de madera con dos compartimientos: el central, donde estaban los ingredientes, dotado de una especie de molinillo para la rotación de la mezcla, y el exterior, donde se ponía hielo con sal para que no se descongelara; y también de los tradicionales raspaos de hielo con esencias dulces de diversos sabores, hechos primero a mano con un raspador y luego con una máquina manual a modo de prensa con cuchillas en la base, que eran promovidos y vendidos en la calle en vasitos cónicos de papel parafinado, hasta el día de hoy.

Durante casi cuarenta años, desde alrededor de 1915 y durante la existencia de Don Julián Patrón (hasta su muerte en 1934) la planta eléctrica se mantuvo en funcionamiento proporcionando al pueblo la electricidad que le era esquiva a muchos otros pueblos de la costa norte colombiana. También se mantuvo la planta de hielo. Al fallecer Don Julián no hubo quien tomara las riendas ni de los negocios, ni menos aún de un servicio tan poco lucrativo como lo eran la energía eléctrica y la planta de hielo, por lo que ambas desaparecieron y Tolú debió permanecer, prácticamente hasta los años cincuenta, sin energía eléctrica debiendo volver a la iluminación con lamparitas de gas (kerosene) y sin posibilidades inmediatas de mitigar el calor o la sed con refrescos fríos de las neveras de madera, ni con paletas, helados ni raspaos. El hielo debió ser entonces llevado en lanchas desde Cartagena, cubierto de afrecho para conservar los grandes bloques que seguían desembarcando en La Bodeguita, ya de los herederos de Don Julián.

2.2 PRIMEROS NEGOCIOS

Las difíciles comunicaciones terrestres existentes, la precariedad de la comunicación fluvial con el interior del país, la existencia de variados productos agrícolas regionales y la disponibilidad de un mar sin límite, fueron entonces condiciones propicias para comerciar con mercaderías de uso común y de mas expedita consecución en

27 ENTREVISTA con Manuel Ramón “Moncho” Patrón Navarro, sobrino de Julián Patrón. Bogotá, marzo de 2003.

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Colón, Panamá, sitio a su vez importante para los mismos negocios de venta de productos de la costa colombiana.

Radicado desde temprana edad en Cartagena, los primeros pasos de Don Julián en la actividad comercial se iniciaron a sus 18 años con su primo y socio Mateo Sotomayor Patrón, desde 1887, y se dirigieron a llevar ñame a Colón, Panamá, en las entonces casi primitivas lanchas a vela (canoas o goletas) que, bordeando a pocos kilómetros de la costa, hacían el viaje hasta Colón en varios días. Y regresaban de allí con jabón de pino, azúcar, gas de alumbrado y café, productos que a su vez vendía el joven Julián en Cartagena y en las entonces incipientes poblaciones de la costa colombiana del golfo de Morrosquillo. Así que los bolivarenses y costeños en general tomaban café y consumían el azúcar llegados de Panamá, productos mas probablemente procedentes de Costa Rica hacia esa región, para entonces todavía parte de Colombia.

Una vez recibida la hacienda Santa Bárbara de Cobeña, su herencia de veinticuatro caballerías (alrededor de 10.000 hectáreas), se encontraría con una soleada playa de arena blanca salpicada de algas moradas, resguardada por miles de cocoteros, refugio de millones de cangrejos blancos y azules que pululaban en los manglares y en los esteros de agua salada dejados por la marea, bordeada por árboles de uvita de playa, arbustos de icacos y matas de lirios blancos, tapizada a retazos por bejucos de verdolaga de flores moradas, extensas zonas del mangle legendario y el cálido mar azul cristalino pletórico de mojarras, lentos y gigantes caracoles rosados, veloces y escurridizas jaibas, langostas en sus vírgenes bancos de coral, cardúmenes de anchoas, sardinas, rayas ocultas en la arena; aguas donde se veían retozar juguetones a numerosos bufeos y volar por los cielos, sin desazones, las tijeretas negras en veloz y preciso picado hacia sus presas; gaviotas pendencieras rapando las sardinas a sus congéneres; pelícanos grises adeptos a fingir que recogían peces y la belleza natural del paisaje matinal y crepuscular sin fin; esos fueron los primeros testigos de los pensamientos visionarios de Don Julián Patrón Airiarte.

Las canoas a vela llegaban a las poblaciones del litoral en búsqueda de alimentos, para reparaciones menores y resguardo contra el mal tiempo o el mar de leva. También era frecuente encontrar nativos y visitantes que requerían transporte para otros sitios. Si bien era exigua la población, también era cierto que muchas personas, especialmente de las poblaciones costeras de lo que hoy (2003) son los Departamentos de Córdoba y Sucre, requerían de un medio de transporte frecuente y disponible para viajar por razones de negocios o de estudio entre sus pueblos de origen y Cartagena.

Habiendo conocido su ruta de trabajo por los continuos viajes en canoa hacia Panamá, Julián vio la oportunidad de prestar ese servicio de transporte marítimo, de manera que organizó otro transporte, un grupo de lanchas, adecuadas con bancas para los pasajeros, barandillas en los pasillos exteriores y siempre impulsadas sus velas por el viento.

“Don Julián no se ocupó toda su vida, relativamente corta, sino a criar ganado. Al lado del gran negocio manejó una empresa de navegación a vela entre Tolú y Cartagena, que hizo próspera por su tesón y constancia. Una vez le pregunté si eso era buen negocio. Me respondió: — Lo es, porque el combustible, que es el viento no cuesta nada”. 28

Fueron esas sus lanchas de pasajeros, cuyos nombres no parecen haber quedado en el recuerdo para la posteridad, las antecesoras de las otras, con otros dueños, que años después, con motor y camarotes, saldrían de Montería por el río Sinú pasaban por Cispata hacia Coveñas, Tolú y llegaban a Cartagena transportando mercancías y pasajeros en esa rica región de la costa colombiana.

Mi abuelo tenía canoas para cargar cocos, mercancías y ganado para llevar a Panamá y Cuba; también tenía lanchas de pasajeros pero yo no las conocí. Entre 1940 y 1943, cuando estudiaba en Cartagena, viajábamos con los demás estudiantes en las lanchas Rusara, Santamaría y después en la Montería y la Colombia. Esas no eran de mi abuelo Julián. Tenían unas bancas de madera incomodísimas y unos camarotes para los tripulantes. Eran de motores y nosotros nos mareábamos mucho durante el viaje, que duraba varias horas. Salían de

28 BOSSA, Don Julián Patrón, Op. cit., p. 6

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Montería, bajando por el río Sinú pasaban por Lorica, San Bernardo del Viento, Cispatá, luego por Coveñas y después por Tolú. En cada sitio se embarcaban los estudiantes para viajar a Cartagena; los de Montería se embarcaban allí, (entre ellos Judith Sánchez); los de Lorica y San Bernardo del Viento, (entre ellos Ignacia ― Nacha ― Vargas Lozano y Ana Elvira Olivares Prado), en Lorica; los de San Antero se subían en Cispatá, yo me embarcaba en Coveñas, y en Tolú los estudiantes de Tolú, Sincelejo, San Marcos, Ayapel y San Onofre, (Ana Elvia Pérez era de Sincelejo y Mary Espinosa Pupo era de Ayapel). La lancha Rusara, era la mas pequeña y tenía unos pocos camarotes que casi no los usaban los pasajeros; el viaje en esta lancha era el peor porque era muy pequeña y se movía mucho; La Santamaría era mas grande que la Rusara. Las otras lanchas, La Montería y La Colombia, que llegaron después, eran realmente unos barcos grandes, cada una con tres o cuatro camarotes para unas veinte personas, pero solo algunos de los pasajeros los usaban para descansar un rato. La parte mas pesada del viaje era cuando pasábamos por la zona que llamaban Tigua, cerca de Cartagena, donde el mar era muy picado y casi todos los pasajeros se mareaban y vomitaban. Las lanchas tenían cocina y comedor y nos daban almuerzo. De Montería salían alrededor de las 8 de la mañana y llegaban a Coveñas a las 10; a Cartagena llegábamos aproximadamente a las 4 de la tarde. En Coveñas las lanchas atracaban en el muelle que construyó la Colombia Products Co., en Tolú fondeaban lejos de la playa porque el muelle era muy pequeño y los pasajeros eran llevados en botes hasta las lanchas. En esas lanchas también llevaban carga y los pasajeros llevaban sus pertenencias en baúles de madera ya que en esa época no había maletas. 29

Don Julián, ejemplo de dedicación y esfuerzo personal, durante muchos años de arduo trabajo también logro obtener una importante fortuna con el establecimiento de una empresa de transporte de carga de mercancías y productos de la región con canoas a vela entre Tolú y Cartagena, las mismas que hacían la travesía hasta Panamá para llevar coco y copra y regresaban de allí con diversas mercancías. En esas lanchas transportaban desde Tolú los productos agrícolas traídos desde las poblaciones cercanas, (Coveñas, San Antero, Sincelejo, Toluviejo, San Onofre, entre otras), para abastecer los mercados de la creciente Cartagena y desde esta llevaban a la Provincia del Morrosquillo los artículos manufacturados o importados requeridos en la región.

Figura 12. Canoa de carga de dos mástiles (Goleta) de Julián Patrón Airiarte. Coveñas, 1920.

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler.

En el Álbum de Cartagena de Indias, 20 de enero de 1533 – 20 de enero de 1933, registro de los más destacados personajes, empresas y acontecimientos de la ciudad y del departamento de Bolívar, se comenta así con respecto a esta actividad de Don Julián Patrón:

Varias son las líneas de vapores que hacen la carrera entre Cartagena y los puertos del río Sinú, con primera escala en el de Tolú; pero además de eso hay también para el transporte de carga una Empresa de navegación directa entre Cartagena y Tolú que cuenta con cuatro goletas veleras de cuarenta toneladas cada una. Su

29 ENTREVISTA con Ana Luisa Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002.

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propietario es el señor Julián Patrón A., acaudalado vecino de Tolú. Tolú es el puerto obligado para la exportación e importación de toda la extensa y rica región de las sabanas de Bolívar.30

Sobre los nombres, cantidad y destinación de las goletas de Don Julián Patrón, probablemente la versión mas ajustada a la realidad es la de su hija Roquelina, quien estuvo al lado de su padre y conoció las naves de primera mano y que indica que para el transporte de cocos tenía las siguientes tres canoas: La Amira, La Transacción y La Diamante; después se agregaría La Chiquimula, también como nave de carga, y fue esta la que sobrevivió por mas tiempo. Que para el transporte de ganado tenía los barcos: Culebro, Mil Cien y Ucayali, entre otros. Así, Don Julián tenía por lo menos: cuatro canoas de cocos, los tres barcos ganaderos mencionados (probablemente eran mas de tres) y otras goletas para el transporte de mercancías y pasajeros.

La actividad de transporte y comercialización de mercancías y productos agrícolas en sus goletas fue el inicio de la construcción de la fortuna de Don Julián Patrón.

2.3 EL NEGOCIO DE COCOS

La posibilidad más inmediata de explotación de la recién recibida hacienda Santa Bárbara de Cobeña, que estaba además a la vista, era el negocio de cocos. En la importante extensión de playa, resguardada en la serenidad del cálido mar del golfo de Morrosquillo, cuya mayor parte de extensión sería después solo una fracción de la gran hacienda, el cocotero, su mayor y natural plantación crecía fructuoso y silvestre con miles de elegantes y apretujados árboles.

Allí estableció Don Julián Patrón una casa de trabajo que llamó La Calzada, a un tercio del camino entre Coveñas y Punta de Piedra ― su cuartel inicial ―, en su finca costera de La Coquera, para la recolección y procesamiento de los frutos, con lo cual inició su negocio de exportación de coco y copra 31 a Panamá, sitio ya asas conocido por él.

Con los réditos de su empresa de transporte y con los nuevos ingresos de la venta de coco y copra, Don Julián, avezado comerciante, comienza la adquisición de más tierras.

“A lo largo de la costa, en una extensión de diez kilómetros de longitud se extiende una hermosa y fértil plantación de cocos. Las esbeltas palmeras de luengo talle y gracioso abanico se cimbreaban suavemente al favor de la brisa matutina. Preguntamos por su propietario y se nos dijo era el señor Patrón A. Esta coquera forma parte de la gran hacienda Francés y Guacamayos, de su propiedad”. 32

Figura 13. Casa de La Calzada, primera sede del negocio de cocos de Don Julián Patrón. Coveñas, alrededor de 1935.

30 NOLASCO, Op. cit., p. 9031 Copra: Pulpa de coco desecada de la cual se extrae el aceite de coco. N. del A.32 NOLASCO, Op. cit., p. 90

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Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón.

Después de sus actividades comerciales iniciadas en Cartagena en 1887, los mayores ingresos de Don Julián Patrón provendrían del negocio de exportación de coco y copra hacia Panamá. Con esos nuevos ingresos comenzó la adquisición de las tierras aledañas a la hacienda Santa Bárbara de Cobeña, ya para entonces llamada simplemente Coveñas.

Don Julián compra las tierras de: San José, Las Animas, Madre de Dios, San Jerónimo del Monte, Macayepo, Alicante, Punta de Piedra, Las Galias, Loma Colorada, Buenos Aires, Torrente, La Esmeralda, El Paraíso, Guacamayas, El Francés, La Ciénaga de Leche, El Ubérrimo y Trementina; con lo cual extiende considerablemente sus terrenos hasta llegar a poseer alrededor de 20.000 hectáreas que comprendían casi toda la extensión del Golfo de Morrosquillo bordeando la costa, desde Cispatá, pasando por El Bobo, Madre de Dios, Coveñas, Coveñitas, La Calzada, Puerto del Medio, Punta de Piedra, La Boca de la Ciénaga, Marta, Palo Blanco, Puerto Viejo, La Perdiz, Pechelín, llegando a Tolú y mas allá del pueblo hasta la hacienda El Francés y desde la costa de Coveñas hacia adentro en confines de grandes extensiones de tierras continentales que incluyeron, entre otras, las tierras aledañas a las poblaciones de Guayabal, Punta Seca, El Reparo, Mamey, Aserradero, Mocha Nariz, el Hueso, El Tigre, Sacana, por el sur hasta llegar a Momil y Purísima y los límites de Sabaneta, en lo que hoy es el Departamento de Córdoba y por el Este hasta Palmito, en el hoy Departamento de Sucre. Fue entonces cuando Don Julián construyó la Casa Grande de Madre de Dios, en reemplazo de La Calzada; ésta continuaría como uno de los centros de acopio de cocos.

LA CASA GRANDE DE MADRE DE DIOS. AGREGAR AQUÍ LA ILUSTRACIÓN DE GLORIA POLO BARCENAS: THE CARIBBEAN LADY, CON NOTA DESCRIPTIVA.

Madre de Dios, una de las haciendas incorporadas al haber de Don Julián Patrón fue, después de La Calzada, el asiento y sede de las actividades comerciales del visionario. En una punta de tierra a la orilla del mar en lo que hoy es Coveñas, en la playa más bella, virgen y paradisíaca, construyó una casa con techo de palma y paredes de bahareque a la que llamó La “Casa de la Punta”, mas tarde conocida como la Casa Grande de Madre de Dios o simplemente Madre de Dios, donde estableció su vivienda y fue sede de sus actividades comerciales y recreo para su familia. Los capataces, trabajadores de oficios varios y algunos de los vaqueros habitaban también en doce casas de palma y bahareque construidas en los alrededores de la Casa Grande en el complejo habitacional de Madre de Dios. La inusual altura de la Casa Grande de Madre de Dios, su techo de palma, blancas paredes de bahareque, puertas dobles con trancas interiores, los árboles que en su derredor la proveían de sombra y la proximidad de la brisa del mar, hacían de la estancia un sitio de especial frescura y tranquilidad.

Figura 14. La Casa Grande de Madre de Dios. Coveñas, 1939

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Por el norte, de frente al mar un amplio corredor frontal con horcones de madera preside la entrada por la puerta principal a la sala comedor, estancia de grandes dimensiones con salida hacia la parte posterior por una puerta de dos hojas, igual a la de ingreso; en la sala-comedor, la mesa redonda y giratoria, raro y extraordinario mueble mandado a hacer por Don Julián, constituía la atracción de propios y extraños.

A los lados de la casa las amplísimas habitaciones están comunicadas entre si por puertas dobles. El corredor circunda la casa. Por la parte posterior y separada de la casa principal se encontraba una casa más pequeña destinada a la cocina; a su lado y detrás de ella otros árboles de mango, cocoteros, nísperos, mamey, aguacate, guayaba y coloridas matas de bonche y veraneras contribuían a refrescar y embellecer el paisaje tropical de la Casa Grande de Madre de Dios. Todo el conjunto en su parte posterior estaba lleno de cocoteros y árboles frutales.

Con ocasión de su visita a Colombia y paso por Tolú, don Robert Cunninghame Graham, por invitación y en compañía de Don Julián, tuvo oportunidad de viajar a caballo desde Tolú hasta Coveñas donde conoció y pernoctó en la Casa Grande de Madre de Dios. El relato de su viaje a galope bordeando la costa del golfo es la siguiente:

“Tolú ciertamente no es mucho lo que depara al alcance del visitante de puntos de interés, por lo tanto, después del almuerzo todos se retiraron a pasar la siesta en sus hamacas, hasta que refrescara bastante la tarde, para verificar a caballo una jornada de doce millas mas o menos, a lo largo de la playa, a fin de ver un puerto pequeño donde en tiempos anteriores embarcaban ganado para las Antillas y para los Estados Unidos. Nuestra ruta corría por la costa marítima, bordeada a veces por palmeras y de cuando en cuando por una floresta tan tupida que semejaba una muralla vegetal. Numerosos arroyitos descendían de los montes hacia la playa, formando todos arenas movedizas, en las cuales los caballos se hundían hasta arriba de las rodillas y cada regajo tenía su banco de arena en miniatura que causaba un poco de marejada con menudas olas largas fluyendo regularmente hacia la playa. Por encima de la floresta sobresalían árboles altos, cubiertos con flores moradas, rojas o amarillas, mientras las lianas, abrazándolas como hiedras en sus repliegues, pugnaban por conseguir luz y los coronaban con manojos de grandes capullos florecidos y así no era fácil descubrir si las flores brotaban de los árboles o de las parásitas. Seguimos por una bahía amplia y, aunque en una hora de viaje vimos el punto hacia el cual viajábamos, la puesta del sol se aproximaba, antes de que pasáramos por Punta de Piedra y nos encontráramos dentro de una bahía mas pequeña, abrigada por puntas de tierra que la hacen casi cerrada y serena como una laguna. Don Julián, quien había cabalgado enhiesto y grave como una estatua, de

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pronto puso a andar su caballo a paso largo y señalando con el foete una casa baja metida entre cocoteros, dijo:

“Esa es la Hacienda de la Punta de Madre de Dios, mi casa y la de ustedes. Piquemos las bestias con las espuelas y apuremos, para tomar algo de agua de coco fresca antes de que se ponga el sol”.

Su airoso caballo tordo comenzó al instante un furioso “sobrepaso” tal, que tuvimos que galopar para mantenernos a su lado y con el calor y las salpicaduras de la marejada, al lado del cual trotamos tan próximos que algunas veces lavaba las rodillas de las bestias, nosotros pudimos también habernos zambullido en el mar. (El “sobrepaso” es una marcha artificial usada y conocida por los jinetes de la Edad Media con ese nombre. En él, el caballo trota con las patas traseras y galopa con las delanteras. Es sumamente cómodo y el caballo de don Julián podía recorrer nueve millas en una hora y mantenerlo todo el día [...]). Un último arroyo teníamos que salvar antes de llegar a la casa. Para señalar el vado, don Julián iba adelante, aguijoneando sin cesar con sus zapatos fuertes los ijares del caballo, porque el caballo pasero siempre debe conservar su paso. Afortunadamente el vado no era muy profundo y con brega a través de la arena movediza salimos a terreno duro.33 A un cuarto de milla de este lugar estaba la casa de la hacienda. Cabalgando hasta la puerta, encontramos al ocupante, tendido en su hamaca, de la cual se levantó perezosamente y, extendiendo su mano, dio la bienvenida a su patrón y llamó a varios peones para que tomaran nuestros caballos. Entonces, con las ínfulas de un hombre que ordena un coctel, dijo:― “Ustedes se tomarán uno o dos cocos de agua después de su viaje”.Un muchacho indígena, a una señal suya, subió aprisa un cocotero elevado, con tan poco esfuerzo como si hubiera sido por una escalera y tiró algunos cocos al suelo. Uno de los peones los pelaba y abría en la mano, treta de prestidigitadores que ejecutaba con un machete como de tres pies de largo. Estaban tan frescos como si se hubieran producido debajo de la floresta y no los calentara todo el día el sol tropical.34

La mesa redonda del comedor de Don Julián Patrón en la Casa Grande de Madre de Dios merece destacarse por su singularidad. Era un mueble circular hecho en madera de caoba, de aproximadamente dos metros de diámetro para ocho o mas personas; se sostenía sobre un pie, grueso pedestal de caoba torneada con soportes laterales en su base, que le daban estabilidad; un orificio en el centro de la mesa albergaba un buje metálico para recibir el eje de la otra plataforma de madera de unos 80 centímetros de diámetro, suspendida a unos diez centímetros de altura de la plataforma principal sobre la cual giraba. Sobre la plataforma superior se situaban las fuentes con las viandas y generalmente, adornos, candelabros y flores; los comensales, situados alrededor de la mesa redonda, que les permitía estar en contacto visual con los demás y sentados en sillas también de caoba, hacían girar la plataforma superior para servirse los alimentos, sin necesidad de solicitar a los demás que les pasaran las fuentes.

Figura 15. Mesa redonda de pino canadiense, similar a la de Don Julián Patrón. Obsérvese la plataforma giratoria central para situar las fuentes. Tolú, 2003

33 Cunninghame Graham se refiere aquí, muy seguramente, a la desembocadura al mar del arroyo de Villeros en La Boquita, el último de los arroyos antes de llegar a Madre de Dios. Para 1917, año de su visita, no se había construido la represa de Villeros; por ello el caudal de las aguas en la desembocadura del arroyo del mismo nombre era mas constante y fuerte que después de la represa y que actualmente. N. del A.34 CUNNINGHAME, Op. Cit. p. 218

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Foto de Raquel Romero Sierra

Habría de ser un verdadero espectáculo ver el comedor de Madre de Dios con su mesa redonda giratoria, mantel bordado y especialmente diseñado para la plataforma principal, con orificio central, florero de decoración en el centro de la sección superior; en esta, cubierta con tapete bordado, fuentes de porcelana alrededor del florero, platos de porcelana y cubiertos de plata; copas de plata y, como una suerte combinada de elegancia práctica y buen gusto culinario costeño, chicharrón, servicios de queso costeño, bollo limpio, de mazorca, de coco o el morado de plátano; yuca y suero para el desayuno y sancocho costeño y arroz con coco para el almuerzo. En una de las esquinas de la sala-comedor, un tinajero de caoba, ricamente tallado, con entrepaños para las copas de plata y los vasos y jarras de cristal, albergaba una gran tinaja de barro con tapa donde se depositaba el agua lluvia para el consumo de los huéspedes, que se sacaba muy despacio con un largo cucharón de aluminio para no revolver el sedimento. Colgada sobre la mesa una gran lámpara en un soporte circular de madera sostenía varios quinqués de keroseno dispuestos para la iluminación de las viandas y de los comensales; los caballeros, ataviados con vestidos de lino blanco almidonado, camisas blancas de seda y corbatines de lazo; las damas, con trajes bordados de finos encajes y una flor de bonche decorando el cabello recogido con peinetas de carey.

Como en un semicírculo por la parte de atrás y cerca de la playa por la parte derecha (oriental) de la Casa Grande, había doce casas de menor tamaño que estaban destinadas, entre otras, para: la bodega de guardar cocos, la casa de los carpinteros (“Cardile” era uno de ellos), la casa del capataz (Catalino Monterroza) y otras a servir de habitación para la servidumbre de la Casa Grande, los vaqueros y algunos de los peones de la hacienda. Los árboles de mango, clemón y matarratón, de sombra fresca, los arbustos de icaco y los palos de coco, estaban distribuidos alrededor de la casa.

En El Ranchón, un kiosco de grandes dimensiones, de horcones y palma, que tenía un horno de leña, después de sus labores de vaquería los vaqueros y peones descansaban, se refrescaban y tomaban un refrigerio con la brisa del mar de Madre de Dios. 35

Figura 16. Kiosco El Ranchón. Coveñas, Madre de Dios, 1921

35 ENTREVISTA con Roquelina Patrón Gómez, hija de Julián Patrón y primera maestra de Coveñas. Coveñas, noviembre de 1972.

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler.

EDITAR. Desde la Casa Grande de Madre de Dios, Don Julián dirigía sus negocios de recolección y mercadeo del coco, así como el pastoreo y exportación de ganado. La casa principal de Madre de Dios aun existe, fue comprada en 1938 por la compañía Sagoc con ocasión de la adquisición de los terrenos para su instalación. Desde antes de la Sagoc ya era residencia de Antonio Camacho y su familia, quienes continuaron viviendo en ella después de su remodelación y posteriormente la adquirieron por prescripción de dominio. Así que, desde hace más de 50 años ha sido propiedad de la familia Camacho Martínez, quienes la han conservado casi tal cual era desde su reconstrucción realizada en 1939.

Sobre las propiedades de Don Julián y las coqueras, el padre Pedro Nolasco Donoso también agregaría:

La Hacienda Santa Bárbara de Coveñas, con una extensión de 10.000 hectáreas es igualmente propiedad suya. [...] En dicha hacienda, orlando el mar con un marco de móvil y ondulante verdura, vemos nuevamente otra inmensa coquera de la misma extensión de la anterior, cuyos productos se destinan a la exportación. Entre las propiedades de menor extensión que posee así mismo el señor Patrón A., anotamos las siguientes: San Jerónimo del Monte, con 1.200 hectáreas; San José de las Ánimas, con 1.200 hectáreas; Trementino con 2.000 hectáreas y Macayepo con 1.200 hectáreas. 36

De los terrenos del golfo de Morrosquillo, lo único que no poseía Don Julián, pero que era propiedad de su hermano fue La Ensenada, terreno situado entre Punta de Piedra y La Boca de la Ciénaga. Los terrenos de la Ensenada eran de Juan Patrón Sotomayor (abuelo de Julián) quien la vendió a Julián Sotomayor y este se la vendió a mi papá, Sergio Patrón Luna. Papá siempre decía que mi tío Julián era quien lo había hecho a él porque siempre le aconsejaba y le recomendaba realizar negocios y comprar propiedades y fue él quien lo sacó de Sabaneta y lo orientó para que hiciera negocios y adquiriera tierras y ganados. Estando en Sabaneta, en 1934, mi tío Julián le propuso a mi papá que juntara unas cincuenta reses, que él se las compraba para que adquiriera otra finca; cuando ya papá tenía las cincuenta reses le comentó a Julián y este mandó a sus hijos Juliancito y Luis Felipe a buscarlas. Tío Julián se enfermó y hubo que llevarlo a Panamá donde falleció inesperadamente. Como en esos negocios no había nada escrito, los hijos de mi tío no le pagaron las reses a papá ni le dieron la finca que habían pactado entre el y mi tío Julián.37

El negocio de cocos consistía en la recolección de los frutos caídos en las inmensas extensiones de cocoteros entre Tolú y Coveñas, por la playa del Golfo de Morrosquillo, pelarlos, empacarlos y transportarlos en canoas para venderlos en Colón, Panamá. También se recogían los cocos secos que se pelaban y abrían para sacar la

36 NOLASCO, Op. cit., p. 9037 ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarro. Bogotá, marzo de 2003.

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pulpa desecada (copra) y venderla en Colón, Panamá para la elaboración de aceite de coco. Los peones, montados en las angarillas de los burros, recogían los cocos con una garrocha y los depositaban en los jolones, cajones de madera amarrados a cada lado del burro, para luego llevar la carga hasta los pañoles donde la almacenaban.

Mi abuelo Julián tenía a lo largo de la playa, cada dos kilómetros, una casa destinada para que vivieran los peones que recogían el coco. Cerca de cada casa había otra, una especie de depósito que llamaban el "pañol", donde almacenaban el fruto recogido; en el pañol los peones los pelaban con una pinza especial parecida a dos cucharas unidas y con mangos de madera con las que le quitaban la concha rápidamente; después los guardaban en sacos de fique, cada uno de los cuales contenía cien cocos. Llevaban los sacos en burros hasta el muelle pequeño de La Troja o hasta el muelle grande que estaba cerca de la Casa Grande de Madre de Dios o al de San José. La Calzada era la mas grande de las casas de recolección, en ella vivimos nosotros unos seis años. Ya papá y mamá tenían la finca “El Sol” y tenían ganado pero en La Calzada ellos también recogían coco y criaban cerdos. Los sitios donde había casas y pañoles para la cosecha eran: La Perdiz, Puerto Viejo, Palo Blanco, Marta, La Boca de la Ciénaga, Punta de Piedra, Puerto del Medio, La Calzada, Coveñitas, La Troja, Madre de Dios, San José y El Bobo. Las canoas que transportaban el coco eran tres: La Transacción. La Diamante y La Amira. Eran unas canoas inmensas de madera que tenían dos velas. No había motores en esa época.38

Figura 17. Hacienda y coquera de Madre de Dios. De izquierda a derecha: bodega de guardar cocos, casa de los Carpinteros, casa del Capataz y detrás de varios cocoteros, la Casa Grande. Madre de Dios, 1920

Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Figura 18. En primer plano, parte de la casa y el muelle de San José y al fondo la casa y el muelle de El Bobo. Coveñas, 1920

Figura 19. La Boca de la Ciénaga. Tres canoas de Julián Patrón están atracadas en la orilla. En la margen oriental un

automóvil Ford modelo T de 1923. Coveñas, 1924

38 ENTREVISTA con Ana Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002.

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

En Madre de Dios había una bodega o pañol donde guardaban el coco sin pelar y también guardaban los árboles (mástiles o palos de las velas) de las canoas. La bodega tenía una ventana pequeña por donde metían el coco y la puerta de esa bodega solo se abría cada ocho días para pelar el coco que era recogido en Madre de Dios, (el que traían de los otros pañoles estaba ya pelado y ensacado). En Coveñas los puertos para el embarque de coco eran: Madre de Dios, San José, El Bobo y La Troja. San José era una casa que quedaba cerca de Madre de Dios [Un poco hacia el Oeste de la Casa Grande de Madre de Dios].39

El coco que había sido recogido y ensacado era almacenado en Madre de Dios, San José, en la Boca de la Ciénaga y en la casa de El Bobo; ésta última estaba en la playa y tenía su correspondiente muelle, en el sitio que mas tarde sería el Balneario Córdoba de Marcelino Sotomayor. En la Boca de la Ciénaga las lanchas atracaban en la orilla cuando el caudal se hacía de suficiente profundidad para que llegaran, porque en época de verano la boca de la ciénaga se cerraba y se podía pasar a pie por la arena de un lado a otro. En esos sitios se embarcaba el coco en las canoas que llegaban de la coquera de la Ciénaga, ya cargadas con el coco recogido de los pañoles cercanos y se llevaba a Colón, Panamá.40

La actividad de explotación de las coqueras mediante la recolección de coco y copra para exportación la mantendría como su principal fuente de ingresos por varios lustros, hasta alrededor de 1900 cuando, ya con mas tierras y ganados, fue superada por el negocio de crianza y exportación de bovinos. Pero el negocio de los cocos continuaría realizándolo hasta sus últimos días.

2.4 EL NEGOCIO DE GANADO

El departamento de Bolívar era reconocido por su fortaleza en la ganadería. Según relata Donaldo Bossa Herazo:

[...] los ganaderos bolivarenses pusieron a comer nuestra carne de res a Cuba, Santo Domingo, Guadalupe, Martinica, México (área de influencia económica y geográfica de Veracruz), zona del Canal, Antillas Holandesas, Venezuela y el Perú. Los titanes que forjaron aquel imperio se limitaban, simplemente, a criar ganado y exportarlo, embarcándolo por Amaya41 (Cispata) habilitado como puerto de salida.Se llamaban Carlos y Fernando Vélez Daníes, Diego Martínez Lora y sus hijos los Martínez Recuero y los Martínez Sosa, los herederos del doctor Manuel Burgos, Arturo García, Joaquín Pisarro, Julián Patrón, Samuel Martelo, Anselmo Percy, Adolfo Támara Herazo, José de Jesús Pérez, Joaquín Tovio, Pedro Herazo Jaraba, Pablo Barrasa, etc. Todavía en la época de la Primera Guerra Mundial, D. Mariano de Lavalle, desde Tolú, exportaba carne salada a La Habana. El famoso tasajo de los cubanos. La casa Vélez Daníes & Cía. mantenía en la isla de Cuba, en terrenos propios o arrendados, más de sesenta mil reses.[...] la economía del campo bolivarense, como la del resto del país, era la continuación del sistema colonial, ya que la república no nos trajo sino libertad política. Era la nuestra una economía rudimentaria de pastoreo. Una

39 ENTREVISTA con Virginia Patrón Pisarro de García. Tolú, Noviembre de 2001.40 ENTREVISTA con Roquelina Patrón. Coveñas, 197241 Como se observará mas adelante, un sitio denominado Amaya, dónde se cultivaba arroz, se encontraba situado en la hacienda San José, muy cerca de la Casa grande de Madre de Dios; al parecer había otro del mismo nombre en cercanías de Cispata. N. del A.

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hacienda grande se manejaba con un capataz y dos vaqueros mal pagados y sin ninguna clase de prestaciones sociales.42

Simultáneamente con la adquisición de tierras Don Julián fue abasteciendo sus fincas de ganado que, entre otras cosas, se reproducía rápida y casi silvestremente; organizó el cultivo de los pastos y los potreros para el pastoreo en un proceso de crecimiento acelerado que lo llevó a poseer, en su mejor momento, 40.000 cabezas de ganado. Para entonces Don Julián ya tenía establecida su vivienda permanente en Tolú.

Mr. Earl H. Austin, que fue ingeniero residente de la construcción de la planta del Packing House de Coveñas, conoció a Don Julián y fue su huésped en Tolú; en carta del 25 de marzo de 1962, ya retirado y viviendo en los Estados Unidos, comentaría así a su yerno Max E. Crawford sobre la posesión de ganados de Don Julián:

“Don Julián Patrón poseyó toda la tierra de Tolú a Coveñas a una profundidad de 21 kilómetros y siempre tenía 40.000 cabezas de ganado en sus fincas de pastos. Don Julián siempre tenía 15.000 vacas en el Ciénaga de Leche, su finca de pastos de cría”. 43

La crianza y exportación del ganado se convirtió entonces en su principal actividad que conservó con notable éxito hasta su muerte en Panamá a los 65 años de edad (en 1934), por una falla cardiaca después de una cirugía de próstata.

Las fincas que tenía destinadas para los pastos de ganado eran: Torrente (al sureste de Coveñas), Buenos Aires (al sureste de Torrente), La Esmeralda y La Ciénaga de Leche (por El Francés), de las cuales era administrador Domingo Torrente. Pero también tenía ganado en sus haciendas de toda la región: San José, Las Animas, San Jerónimo del Monte, Macayepo, Alicante, en Coveñas; Las Galias, Guacamayas, El Francés, El Ubérrimo y Trementina, en Tolú; Loma Colorada (cerca del actual aeropuerto de Tolú, después llamada “La Loma”) y El Paraíso, al sureste de Aserradero, colindante con El Hueso.

“Dicha hacienda, además de unas dos mil hectáreas de pastos naturales, comprende unas 1.800 hectáreas de pasto artificial o de cultivo, todos destinados a la ganadería”. 44

Las haciendas ganaderas estaban divididas en potreros en los que pastaba secuencialmente el ganado. En cada uno de los potreros tenía casas para los cuidanderos y los vaqueros de manera que la gente de la región, toda la cual trabajaba con él, se encontraba dispersa por las múltiples casas de las haciendas y unos pocos en las nacientes poblaciones donde los conglomerados humanos se iban asentando progresivamente. El ganado para la exportación era llevado a los corrales de acopio cercanos a los pequeños muelles de embarque que tenía en Coveñas: La Troja, Madre de Dios, San José, El Bobo y a los corrales de la Ciénaga, donde eran embarcados en los barcos Culebro, Mil Cien, Ucayali, entre otros, también de su propiedad y solo destinados para el transporte de ganado hacia el exterior. Uno de los mayores corrales era el de la Troja, en Coveñas; se encontraba situado en una extensa planicie muy cercana a la playa, sitio que años mas tarde sería utilizado como campo de béisbol. Este lugar, por su extensión, facilidad de acceso y cercanía al muelle era propicio para el acopio de las reses que debían ser exportadas.45

Figura 20. Muelle de ganado en La Troja; dos balsas están cerca de la orilla y otra al final del

muelle. Coveñas, 1919

Figura 21. Detalle del muelle de ganado en La Troja para destacar a los peones y su indumentaria de trabajo.

Coveñas, 1919

42 BOSSA HERAZO, Donaldo. Vacas y Tabaco. En : Lecturas Dominicales, El Tiempo, Bogotá : (10, Jun., 1990); p. 343 CARTA del ingeniero Mr. Earl H. Austin a su yerno, Max E. Crawford, Gerente General de la Colombian Petroleum Co., (COLPET), del 25 de marzo de 1962. Sin lugar de remisión. Mr. Austin era padre de Norma, la esposa de Max E. Crawford y fue el ingeniero residente en la planta del Packing House de Coveñas durante su construcción. Del archivo personal del autor.44 NOLASCO, Op. cit., p. 9045 Ver plano de Coveñas durante la Colombia Products Co., de 1924 donde se localizan los corrales de ganado. (Figura 39, p. 140)

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

Durante su paso por Coveñas don Robert Cunninghame Graham realmente no tuvo ocasión de presenciar una carga de ganado; el relato que al respecto ofrece en su libro es el fruto de su experiencia en otras latitudes pero su descripción de las maniobras es esencialmente la misma que se realizaba para la época; sobre la actividad de carga del ganado Cunninghame Graham, describe:

Nada mas primitivo puede verse en la manera de cargar un barco, excepto, quizá, en alguna de las islas del pacífico o en las costas arábigas. En la cabeza del muelle hay un corral para encerrar ganados, construido con varas de bambú. Para cargar el barco emplean una espía, la cual fijan en derredor de una palmera, para mantenerlo estable. Los ganados los llevan directamente de los potreros a menos de una milla de distancia y los arrean por el muelle hacia bordo del buque. Si una res cae al agua, nada hasta tierra y la juntan con el ganado nuevamente. El novillo queda en la playa, “contenido” como se dice, por vaqueros montados a caballo y la escena entera, montés y curiosa, hace recordar a los bucaneros,46 quienes probablemente embarcaban con frecuencia ganado en el mismo puerto para llevarlo a Cuba o mas lejos, al Maine, a algún escondite seguro, para salar o secar su carne al humo y al aire, de donde tomaron su nombre.47

Y Roquelina, hija de Don Julián, cuenta que:

En el muelle del embarcadero de ganado los animales eran subidos a los planchoncitos o balsas hechas de troncos de cocos; después halaban esos planchoncitos hasta los barcos que estaban fondeados mas adentro del mar, porque las embarcaciones eran muy grandes y no podían llegar hasta los muelles. Eran varios los barcos de mi papá que llevaban el ganado para el exterior desde antes de 1915; de ellos recuerdo los nombres de: Culebro, Mil cien y Ucayali y La Chiquimula, entre otros.48

Los primeros muelles eran rudimentarios, estaban construidos con palos de mangle asegurados con tablas; el piso por donde transitaba el ganado era de piedras y tierra; por su escasa longitud no permitían el atraque de las naves; por ello, el ganado debía ser embarcado en balsas hechas con troncos de cocos que eran conducidas hasta mas adentro del mar donde el ganado se trasladaba a las canoas. Los muelles posteriores fueron hechos con mayor longitud para evitar el uso de balsas cuyo manejo complicaba el traslado del ganado. Por su parte, las balsas de troncos de cocos fueron reemplazadas progresivamente por bongos o planchones más livianos, con mayor facilidad de flotación y con resguardos laterales mas altos para contener el ganado.

Figura 22. Reforzando el muelle de ganado de La Troja. Piso de rocas y tierra protegido a los lados con

mangle y tablas. Coveñas, 1919

Figura 23. Momento de descanso de los peones. Coveñas, 1919

46 “La palabra francesa boucaner significa acecinar y acecinar quiere decir salar las carnes y secarlas al humo y al aire. De modo que las palabras inglesa buccaneer y española bucanero, vienen de dicha palabra francesa”. Nota del traductor Remberto Burgos Puche en : CUNNINGHAME, Op. cit., p 225.47 CUNNINGHAME, Op. Cit. p. 22448 ENTREVISTA con Roquelina Patrón Gómez. Coveñas, noviembre de 1972.

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Figura 24. Muelle de ganado cerca de Madre de Dios, donde se construiría el muelle principal de la Colombia Products Co. Un bongo o planchón flota cerca de la punta del muelle. Coveñas, 1919

Foto por cortesía de Muriel A. KeelerComo se observa en las fotografías de la época (Figura 23), la indumentaria de trabajo de los peones era realmente simple. El uniforme consistía en camisetas blancas o rosadas de algodón con mangas tres cuartos (hasta hace pocos años aún en uso en los campos de la costa atlántica), o camisas del mismo material, pantalón blanco, sombrero de felpa similar a un casco, solo propicio para protección del sol pero seguramente muy caluroso; algunos llevaban calzado pero la mayoría utilizaba las tradicionales abarcas “tres puntá”, sandalia con suela de grueso cuero de ganado asegurada al pié con cuerdas de cuero liso y trenzado. Aunque la vestimenta, por ser color claro y tipo de tela liviana era la mas apropiada para trabajar en el clima cálido de la región, es claro que no eran esos precisamente los tiempos de preocupaciones sobre la protección de los trabajadores ni de reconocimiento y práctica de su seguridad y salud laboral.

En contraste, y a pesar del clima, el día de pago era ocasión especial para vestir mejores prendas. Los vaqueros y peones, ataviados siempre con sombreros o gorras, llevaban sacos y pantalones de lino. Los niños acompañantes, algunos de los cuales también eran peones, llevaban pantalón pescador ya que solo usarían pantalón largo al cumplir la mayoría de edad. Así que los niños no vestían como adultos pero si trabajaban como ellos.

Figura 25. Día de pago. Los peones reciben su pago semanal. Coveñas, 1920. Los niños visten con pantalón a media pierna y varios adultos con saco de lino blanco.

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Foto por cortesía de Muriel A. Keeler

En una región con escasa población, con una riqueza ganadera de la magnitud poseída por Don Julián, seguramente no era posible que hubiera una demanda importante de consumo de carne ni el suficiente mercadeo que pudiera manejar 40.000 reses, lo que llevaba al riesgo de perder progresivamente ganado por envejecimiento o enfermedad y a decrecer el haber por física imposibilidad de manejar tal cantidad.Desde mucho antes de 1915, Don Julián Patrón “estableció contacto con Horacio Stevenson para negociar el ganado y exportarlo a Cuba, el que después también pudo ser transportado en barcos de mayor tamaño hacia Buenaventura a través del Canal de Panamá” 49, inaugurado en 1914. Ya para esa época enviaba mil novecientas vacas semanalmente de Coveñas a la Zona de Canal Panamá y/o a La Habana, Cuba.50 Aun con el inicio de esta actividad, la magnitud de la posesión crecía mas rápidamente que su salida, creando un complejo superávit de cabezas de ganado, situación a la que no eran ajenos los demás ganaderos del Departamento de Bolívar.

El ganado de Don Julián era fundamentalmente de la raza Cebú, pero también tenía ganado criollo de origen venezolano, al decir de Cunninghame Graham: [De piel] ordinaria, sus cuernos inmensos y en sus llanos nativos probablemente eran tan veloces de patas como los antílopes”, al decir de Cunninghame Graham, quien también agrega: [...] muchos de los cuadrúpedos eran de la raza extraña y gibosa conocida como cebú, que alcanzaban gran estatura [...]. El ganado era el mas manso que yo viera en pradera alguna, llegaba en líneas largas y los vaqueros nunca fueron forzados a galopar o a gritar [...]. En consideración al largo tiempo que había pasado sin una gota de lluvia, el ganado estaba en excelentes condiciones. Casi todo era del vivo color bayo del cervato o bayo y blanco [...]. Unos pocos ejemplares eran multicolores, pardos o negro y blanco. Y, sobre el ganado venezolano continúa: Traídos por barcos desde Venezuela un año antes, no habían cebado bien todavía [...].

De color rojo oscuro, muy altos en pie, Don Julián los señalaba con orgullo cuando caminábamos despacio a través de los dóciles ganados que se apartaban mecánicamente a nuestro paso. Dijo que esos animales provenían de un cruce de un toro cebú que había importado de la Isla de Jamaica. Ciertamente eran especimenes espléndidos, no solo por su tamaño y volumen, sino por su calidad. Un toro joven de solo tres años de edad, pesaba veinte quintales y, al parecer su padre era mas pesado. Don Julián explicaba con orgullo que esa raza era inmune a las garrapatas, alcanza gran porte y, como tuvo su origen en el trópico, está poco sujeta a las enfermedades que atacan a las razas procedentes del norte. 51

Después de mucho andar para arriba y para abajo y cuando nos dábamos por vencidos en la búsqueda, dimos con el “portento”, el viejo toro cebú del cual don Julián había hablado con tanta admiración y respeto. Cuando miró con ira a los vaqueros desde un matorral, bajo cuya sombra se defendía en pie del sol, realmente pareció portentoso y como un habitante de un mundo primitivo. Pardo oscuro, tan oscuro que en la sombra parecía

49 ENTREVISTA con Roquelina Patrón Gómez. Coveñas, noviembre de 1972.50 CARTA del ingeniero Mr. Earl H. Austin, del 25 de marzo de 1962, citada.51 CUNNINGHAME, Op. Cit. p. 232

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enteramente negro, sus enormes paletas y sus patas relativamente livianas, lo hacían exactamente semejante a un búfalo. De unos seis años de edad, había adquirido en la nuca y los hombros, como si estuvieran dentro de una armadura, tan espesamente caía la piel en pliegues sobre la papada, el aspecto que frecuentemente toman los toros cuando avanzan en edad. Su propietario calculaba que pesaba por lo menos veintidós quintales [...], y yo creo que este avalúo era correcto. Pocos vaqueros en posesión de su juicio, a no ser que estuviesen montados sobre caballos excepcionalmente fuertes se habrían arriesgado a enlazarlo, y aún así hubieran tenido una extraordinaria tarea. Nosotros no intentamos la aventura de enlazarlo, sino que prudencialmente pasamos a su derredor a poca distancia, con los ojos bien abiertos en previsión de una embestida repentina, cosa que, según nos dijo don Julián, tenía la propensión a ejecutar”. 52

Donaldo Bossa Herazo dice que la visita de don Robert B. Cunninghame Graham no tenía como objeto explorar la posibilidad de establecer un Packing House en Colombia. Con respecto a ello, señala:Los gobiernos aliados, particularmente el Reino Unido, sospecharon que desde ‘El Inalámbrico’53 de Cartagena se suministraba información a los submarinos alemanes que merodeaban en el Caribe, torpedeando barcos mercantes.

Un buen día de 1916 llegó de riguroso incógnito, a casa de la señorita Camila Walters, cartagenera hija de Ingleses, Mr. Arthur E. W. Mason, [...]. Mr. Mason vino como alto funcionario de la Inteligencia de su patria, a averiguar lo que se pudiera sobre las actividades desarrolladas por ‘El Inalámbrico’, con la cooperación o no de colombianos germanófilos. Aquí permaneció Mr. Mason como ocho o nueve meses y algún tiempo después de su partida tocó tierra en nuestras playas Mr. Robert B. Cunninghame Graham [...]. Vino a lo mismo que había venido Mr. Mason [...]. Don Roberto no podía venir a Cartagena de ocurtis, como dijo el gi tano y aquí llegó con el cuento de venir a estudiar nuestra ganadería y la posibilidad de que nosotros vendiéramos carne a los gobiernos aliados. Después de escudriñar lo de ‘El Inalámbrico’ decidió conocer el río Sinú, y su región, y con el cuento ya sabido del interés por nuestra ganadería, al Sinú viajó desembarcando en la vieja villa de Tolú, donde conoció a Don Julián Patrón, quien lo impresionó vivamente, porque en verdad Don Julián parecía un personaje de los creados por Don Roberto en sus trabajos de literato. [...] con Don Julián se deslumbró, y dejó sobre él en su libro ‘Cartagena y las orillas del Sinú’ editado en Londres en 1920 en inglés y dedicado a la señorita Walters, simpáticos, afectuosos y justos conceptos.

Habrá que advertir que tanto Don Julián como los Martínez, de Lorica; los Burgos, de Ciénaga de Oro y otros ganaderos sinuanos, creyeron que Don Roberto tenia entre manos el proyecto de un Packing house, lo que no era cierto ni Don Roberto dejó escapar sobre eso la menor alusión, como tampoco sobre la guerra, ni sobre la segura germanofilia de sus contertulios. El vino a lo de “El Inalámbrico” y a calibrar la prepotencia de la influencia alemana en Cartagena y su zona histórica, o sea los departamentos de Bolívar y el Atlántico, lo que fue la antigua gobernación de Cartagena de Indias de Don Pedro de Heredia.

Estas confidencias me las hizo una noche en Bogotá, en su casa, mi amiga Camila Walters, en 1940 o 1944, fallecida hace algunos años y a edad avanzadísima. Todavía para aquella fecha Camila hablaba con el mayor sigilo, como si la primera guerra no hubiera concluido un cuarto de siglo antes.54

A pesar de lo dicho por Donaldo Bossa sobre la naturaleza de la visita, el mismo Cunninghame Graham hace varias referencias en su libro, que dan mejor luz sobre ello: una de ellas cuando expone sobre su parecer de las ventajas del ganado criollo en relación con su inmunidad a las garrapatas, su adaptabilidad y su fuerte constitución, así como su concepto que “la carne cebú es ordinaria” y que “[...] consideraría como un infortunio que la raza cebú se propagara en Colombia”; allí agrega: “Esto probablemente no importaría mucho porque durante la última guerra quedó demostrado que el feroz ganado de las pampas es tan apropiado para los packing-house como el de las mejores razas”55

52 Ibid., p. 23553 Con el nombre de El Inalámbrico se conocieron en Cartagena dos torres de transmisión de telegrafía inalámbrica y la estación misma, que habían sido instaladas en el barrio Manga en la primera década de 1900 por una empresa alemana. N del A.54 BOSSA, Don Julián Patrón, Op. cit. p. 7.55 CUNNINGHAME, Op. Cit. p. 233

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Otra de las alusiones de Don Roberto fue durante su visita con Don Julián a la población de Palmito; allí tuvo la oportunidad de reunirse con varios personajes ganaderos de la localidad, invitados para el efecto:

Don Julián presidía la mesa con toda la majestuosidad de un conquistador. Según es costumbre, varios ‘notables’ de Palmito habían sido invitados para acompañarnos. Como sabían que el objeto de mi visita a Colombia era establecer un packing-house, si se probaba que eso era factible, y en su mayoría eran ganaderos, la conversación giró acerca del lugar apropiado para instalarlo y las cantidades de ganado que eran obtenibles; sobre eso se divagó, por decirlo así, en un sitio de belleza encantadora. Había la sensación de que el generoso corazón de la nación colombiana, suspiraba siempre por Inglaterra.56

De la entrevista con los invitados en Palmito, Don Roberto describe uno de los discursos pronunciados:

Usted, señor, dijo un joven orador, encarna para nosotros la realización de nuestras esperanzas. Inglaterra un día nos envió sus legiones para derramar su sangre por nuestra libertad, bajo las gloriosas banderas del Libertador [...]. El packing-house que Inglaterra va a fundar preparará el camino para ensanchar la mutua estima entre nuestros pueblos. Nuestro fértil y prolífico suelo tropical no necesita sino el fecundo influjo de capital [...]. de capital inglés [...]. Nuestros corazones son vírgenes y de nuestro suelo virgen saldrá una ferviente y generosa respuesta. ¡Viva el packing-house!, ¡Vivan Inglaterra y la victoria de los aliados! [...]. ¡Viva la libertad! 57

Elocuencia y calor oratorio ante el cual Cunninghame ya habría comentado que: “Todos estaban bien al corriente de la suerte cambiante de la guerra y todos eran partidarios de los aliados”.58 Expresión que probablemente confirma parte de lo dicho por Donaldo Bossa en el sentido que Cunninghame vendría también a evaluar lo de la germanofilia de sus contertulios.

El traductor del libro de Cuninghame Graham, don Remberto Burgos Puche, al referirse a este episodio anota:

Inglaterra no instaló el packing-house de Coveñas, como lo esperaban los vecinos de Tolú y Palmito: pero poco después de la visita de Cuninghame Graham, un grupo de capitalistas norteamericanos y colombianos, lo fundó en ese lugar y estuvo listo para funcionar en los comienzos de la década de los años veinte; pero nunca se sacrificaron ganados allí ni para la exportación ni para el consumo del país. Los propietarios del packing-house prefirieron dedicarse al negocio de comprar y cebar ganados para exportarlos en pie. [Realmente los propietarios del packing-house, como veremos en extenso mas adelante, no “prefirieron” la exportación de ganado en pie sino que, ante la falta de mercado externo para los productos del packing-house de Coveñas, se vieron forzados a continuar con esa actividad, que era la misma que tenían desde finales del siglo XIX]. Hacia 1937, la South American Gulf Oil Company compró todas las instalaciones y terrenos que la ‘Colombia Products Company’59, así se llamaba la empresa del packing-house, tenía allí y ha convertido eso en lugar de exportación de los hidrocarburos que explota en la región petrolera del Catatumbo. En la hacienda “Berástegui”, por ejemplo, de que habla el autor de esta obra mas adelante, la Colombia Products Co. cebaba permanentemente hasta 25.000 novillos. 60

Así que don Roberto finalmente si había venido a ver la posibilidad de instalación del packing-house, o por lo menos eso es lo que dice en su libro.

A su regreso de Palmito:

56 Ibid., p. 242-24357 Ibid., p. 24458 Ibid., p. 24059 La compra de los predios de la Colombia Products Co. la realizó la Sagoc en 1938 por escritura pública número 348 de 1938 de la Notaría Segunda de Cartagena. N. del A.60 CUNNINGHAME, Op. cit., p. 244

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Don Julián, a despecho de nuestros ruegos, anduvo con nosotros como media legua por el camino, sentado firme y semejante a la estatua del Comendador de la ópera. Le di las gracias y él hizo la promesa de visitarnos en Inglaterra, en donde yo le aseguré que tenía un servidor y una casa. De igual manera el puso su mansión de Tolú una vez mas enteramente a mis órdenes y nos estrechamos las manos. Tan pronto como se cumplió esta ceremonia pinchó con las espuelas su caballo, lo frenó e hizo empinar y, volteando en el aire, emprendió de repente un rápido sobrepaso por el sendero hacia la casa. A cincuenta yardas de distancia o así, paró y gritó: ¡Adiós don Roberto!, a lo cual contesté: ¡Adiós don Julián, vaya con Dios!. El desapareció dentro de la nube de polvo que ha envuelto a tantos amigos hospitalarios y buenos de Sur América, amigos algunas veces de un día o dos, pero inolvidables. 61

Además de Tolú, otros sitios cercanos en la distancia pero de difícil acceso por la inexistencia o precariedad de las vías de comunicación eran Palmito, San Antero, Lorica y Sincelejo, entonces en el Departamento de Bolívar, y Cartagena, la capital. En ellos Don Julián tenía no solamente familiares suyos y de su esposa, Mercedes, sino entrañables amigos, coincidentemente hombres de negocios y poderosos ganaderos con altas y similares visiones que Don Julián.

2.5 LA FAMILIA DE DON JULIÁN 62

LOS HERMANOS

Don CLEMENTE PATRÓN OROZCO fue gran hombre de bien, un ciudadano ejemplar, de gran cultura orientada hacia la jurisprudencia y poseedor de excelente y refinado trato personal. Vivía en Tolú en una alta casa de palma situada en la proximidad de la plaza principal, con amplios corredores, cerca de las oficinas de su hermano Julián, en el sitio que hoy ocupa la empresa Telecom en esa ciudad. “Don Clemente Patrón Orozco fue varias veces diputado a la asamblea departamental, primer prefecto de la Provincia del Morrosquillo — obra suya —, y alguna vez representante al Congreso Nacional”. 63

Don SERGIO PATRÓN LUNA fue un verdadero patriarca de una gran familia de “Patrones”. También hombre de amplísima cultura, de discreción y bonhomía sin par, vivió hasta avanzada edad en Tolú, en la calle principal, en unión de su esposa Salomé Navarro ―la niña Salo― y de su extensa y distinguida descendencia. Suya fue la hacienda ganadera Pasatiempo, ahora de sus hijas; también los terrenos de La Ensenada, que legaría a sus hijas a su fallecimiento. Al decir de Donaldo Bossa Herazo: “Don Sergio Patrón Luna fue Alcalde, varias veces, de Tolú. Le tocó el 9 de Abril y con el concurso de liberales y conservadores dio el mas alto ejemplo de civismo al país”. Fue, durante muchos años y hasta su muerte, corresponsal de excelencia en Tolú del diario El Espectador.

LEONOR PATRÓN GONZÁLEZ DE MANOTAS, “fue una señora de gran belleza, de piel muy blanca y ojos azules; estuvo casada con Ricardo Manotas, y vivió hasta edad avanzada en Tolú de la iglesia hacia abajo. Ya anciana se fue a vivir a Lorica. Entre sus hijos estuvo Ligia Manotas Patrón”.64

ANA LUISA PATRÓN GONZÁLEZ, vivía en una de las casas de Julián en Tolú, casa que, a la muerte de Ana Luisa, pasó a ser de su hermano Clemente Patrón Orozco.

AMIRA FRANCISCA PATRÓN AIRIARTE, era la hermana gemela de Julián. “La hermana de mi tío Julián, mi tía Amira Francisca, se llamaba realmente Casimira. Vivía diagonal a Julián, en la casa de la esquina de la cuadra de la iglesia. Ella se casó con Mariano de Lavalle y su hija Carmen de Lavalle Patrón se casó con Julio Bustamante, de Cartagena con quien tuvo once hijos entre quienes están: Amira (Amirita), Marina, Carmen, Julio, Antonio”.65 De Amira y su esposo Eduardo González es la extensa y distinguida descendencia de los once hermanos González Bustamante de Tolú.

61 Ibid., p. 25462 Hay Anexo del árbol genealógico (parcial) de Don Julián Patrón Airiarte.63 BOSSA, Don Julián Patrón, Op. cit., p. 664 ENTREVISTA con Ana Sierra Patrón. Bogotá, enero de 2002.65 ENTREVISTA con Maruja Patrón Navarro. Bogotá, Marzo de 2003.

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MATRIMONIOS, UNIONES E HIJOS

Don Julián se casó en primeras nupcias con Ana Luisa Pisarro González, hija de su amigo tolimense (de Ambalema), Joaquín Pisarro, ganadero y empresario del tabaco radicado en Ovejas, (hoy Sucre). 66 Ana Luisa falleció tempranamente y con ella Don Julián no tuvo hijos. Julián se casó entonces con la hermana de Ana Luisa, MERCEDES PIZARRO GONZÁLEZ, cariñosamente llamada la niña Merce y misia Merce, con quien tuvo la siguiente descendencia: Julián, que fue su primer hijo de su mismo nombre y quien murió siendo niño; Luis Felipe, Leonor del Socorro, Pedro Pablo, Virginia y Julián Francisco.

“Como simpática anécdota se registrará que en 1889, cuando Cartagena celebró el primer centenario del naci-miento del prócer doctor José Fernández de Madrid, una hija del señor Pisarro, Mercedes, entonces una niña, representó a Talía en el gran cuadro plástico de la Gloria, Cartagena, la Fama, Minerva y las Musas. Años más tarde doña Mercedes fue esposa de Don Julián Patrón, de Tolú”. 67

Dentro y fuera del matrimonio Don Julián Patrón Airiarte fue muy prolífico. Además de los anteriores seis hijos, tuvo los ocho siguientes: Manuel Patrón Toro, Rafael Patrón del Toro, Roquelina Patrón Gómez, Rafael Patrón Núñez, Domingo Patrón Buendía, Lucila Patrón, José Francisco Patrón García y María del Socorro Patrón Martínez.

LUIS FELIPE PATRÓN PISARRO, el mayor de los hijos de Don Julián, ayudaba a su padre en el manejo de algunos de los negocios o tareas de las grandes haciendas ganaderas, especialmente en la organización de los potreros y en el pago de los salarios a los peones. Luis Felipe, se casó con Marina Isla Bula, con quien tuvo a Sonia del Socorro, casada a su vez con José María del Risco Otero, a su vez hijo de José María del Risco (administrador de las haciendas y de la Bodeguita de Don Julián Patrón). Otra de las hijas de Luis Felipe por fuera del matrimonio fue Virginia Patrón (“Vire chiquita” para distinguirla de Virginia Patrón Pisarro, hija de Julián). Vire, mujer de personalidad afable, culta y bondadosa, vivió en Tolú y estuvo casada con Don Miguel González con quien tuvo a sus dos hijos: Adolfo y Álvaro, éste llamado cariñosamente “el mono González” personaje extrovertido muy apreciado en Tolú y sus alrededores, de gran vitalidad y carisma, heredero de la bonhomía y don de gentes de sus dos padres; Alvaro tuvo y manejó una empresa pesquera en Tolú y murió trágicamente siendo bastante joven.

LEONOR DEL SOCORRO PATRÓN PISARRO fue la segunda hija de Don Julián; vivió durante toda su juventud y la mayor parte de su vida adulta en Tolú y, en la madurez y vejez, en Cartagena. Leonor, para cuando se inició la Colombia Products Co., tendría unos quince años; habiendo llegado a Coveñas esta empresa, e instalado allí el hospital, también llegó un médico de la Universidad Nacional, el Dr. Horacio Navarro, quien se casó con ella y tuvieron a sus hijos: Horacio, quien también fue médico y se suicidó; Mercedes Teresa y Dorila (que desde su adolescencia no quería que le dijeran Dorila sino Doris). Ellos vivían en la gran casa de madera de alto corredor que Julián dio a su hija Leonor y a su esposo el Dr. Horacio Navarro en la esquina Noroccidental del parque.

Figura 26. Casa de Leonor Patrón Pisarro y de su esposo el Doctor Horacio Navarro. Tolú, 2003

66 BOSSA HERAZO, Donaldo. Vacas y Tabaco, Op. cit., p. 367 Ibid., p. 3

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Foto por cortesía de Raquel Romero.(Esta fotografía ha sido editada eliminando algunos elementos interpuestos, con el fin de exponer más fielmente la arquitectura

sobreviviente de la casa. Edición fotográfica y N. del A.)

Leonor, al igual que sus hermanos, solamente realizó los estudios básicos (además se casó a los quince años) y, como era costumbre para las mujeres de la época, no se capacitó en arte u oficio alguno; ella y su esposo, el Dr. Navarro, vivieron en Tolú muchos años y después se fueron a vivir a Cartagena, regresando por temporadas a Tolú. A pesar de que el Dr. Navarro era el médico que trataba a la familia, ellos vivían retraídos y casi ocultos en su casa; no fueron personas de trato afable ni lo que se dice, familiar. El era un médico de gran prestigio en toda la región, muy reconocido por sus aciertos y su consultorio en Tolú era asiduamente visitado por los pacientes durante sus esporádicas visitas. La preferencia que la gente observara hacia él se derivaba ― sin duda alguna ― de su fama y prestigio bien logrados como médico, porque el consultorio instalado en su casa de Tolú, como espacio físico, era un despacho con presentación deplorable: en una oficina oscura tenía su escritorio; detrás de él una serie de estantes de madera llenos de libros viejísimos cubiertos de polvo, como si una mano amiga del orden y aseo nunca hubiera rondado por esos lares; la camilla de madera y tapiz de cuero estaba medianamente limpia a fuerza de pasar por ella la ropa de los pacientes; las telarañas abandonadas y empolvadas colgaban orondas en el techo del recinto y en el cable del bombillo central, mientras otras nuevas adornaban las esquinas del cuarto. Su trato con los pacientes era parco, mas bien brusco y bastante poco informativo; era de esas épocas en la que el médico no le explicaba al paciente nada sobre su estado de salud, así que el Dr. Navarro se limitaba a examinar al paciente y extenderle una fórmula médica, pero cuando algún paciente sensato se inquietaba por su enfermedad y le preguntaba sobre ella, su enojo no se hacía esperar y le soltaba algo como: Si no se cura con dos o tres fórmulas de las mías entonces es que es un cáncer; con lo cual no solamente despachaba al paciente con mas incertidumbre y desazón de la que ya tenía, sino que también se aseguraba de su regreso a las consultas subsiguientes; nunca cobraba las consultas médicas que le hacía a los miembros de la familia pero a instancias de sus hijos, las hacía anotar en un cuaderno de cuentas por cobrar que tenía disponible para hacerlas efectivas meses o años después, como en efecto lo hizo. Pero su alto prestigio profesional opacaba cualquier otra falencia o condición humana; de sus hazañas se cuenta que en una ocasión asistió a lomo de mula hasta una apartada región de las haciendas de Don Julián para atender a un joven gravemente enfermo; el diagnóstico: apendicitis aguda; el tratamiento: cirugía inmediata. A falta de otra opción operó al paciente en la misma casa con el instrumental esterilizado que llevaba, claramente en condiciones de difícil asepsia pero, providencialmente, con total éxito y recuperación del joven enfermo.

PEDRO PABLO PATRÓN PISARRO, el tercero de los hijos de Don Julián heredó una gran hacienda en Sabaneta y aún en épocas relativamente recientes (alrededor de 1960), se decía que tenía alrededor de 10.000 reses. Hizo crecer sus haberes y los conservó de forma razonable pero con la dificultad derivada de las pérdidas por abigeato. Sus primeros hijos fueron: Felipe, alto, apuesto y reservado joven quien murió a temprana edad

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después de dos intentos de suicidio; Celedonio, y Teresita. Ya en edad madura Pedro Pablo se casó con Juana Luna; de su unión son sus hijos: Pedro Segundo, Ofelia, Carmelo, Julián y Sergio.

VIRGINIA PATRÓN PISARRO, nacida en 1915, la cuarta de las hijas de Don Julián y quien sobrevivió hasta el 2007, estudió en el Colegio Los Ángeles de Medellín y tenía 19 años cuando murió su padre. Regresó entonces a Tolú al lado de la niña Merce para vivir con ella y acompañarla. Cuenta que a su padre no le gustaba llevar a los hijos a las fincas, pero cuando iban a Coveñas disfrutaban paseando a caballo por los prados y potreros. Virginia era evidentemente una niña de casa; fuera de sus esporádicas y fugaces visitas de paseo a Coveñas, no conocía los negocios ni las propiedades de su padre – asunto por demás vedado a las mujeres - , por lo que sus recuerdos de la época son pocos y fragmentarios. Se casó con Alejandro García, ganadero de Sucre, con quien no tuvo hijos. Poseedora de una notable vitalidad física y gran lucidez mental, en sus últimos años vivió en Tolú con una de sus sobrinas segundas y sobrinos-nietos terceros, en su casa esquinera que construyó frente al mar, al lado Este de la Bodeguita, en el mismo sitio donde tuvo su oficina Don Julián, diagonal a donde estuvo la Gendarmería o Resguardo de Aduanas y Rentas y al lado Oeste de lo que una vez fue el Hotel Núñez de su padre.

Figura 27. Virginia Patrón Pisarro (1915-2007), hija de Julián Patrón Airiarte. Tolú, 2006

Foto del autor

JULIÁN FRANCISCO PATRÓN PISARRO fue el quinto y último de los hijos legítimos de Don Julián. Familiarmente llamado Juliancito, en vida de su padre le asistía en algunas de las actividades de las haciendas, pero era el hijo jaranero, amigo de las fiestas y, especialmente del trago. Eran famosas sus correrías a caballo por las diversas poblaciones a donde iba a hacer “negocios” de su padre; por supuesto, llevaba una considerable cantidad de dinero y también una banda de músicos a quienes, blandiendo la inefable botella de ron, acicateaba para que tocaran diciéndoles: “Adelante camisola que pollerín va atrás”. Entraba a las cantinas con la banda y con el caballo a beber, bailaba cumbias y porros sabaneros con billetes encendidos en la mano a modo de velas y repartía ron a todos los parroquianos. A la muerte de su padre recibió gran cantidad de tierras en herencia, desde Madre de Dios (y San José) hasta Cispatá, y también las tierras entre la Boca de la Ciénaga y Tolú, todas ellas fueron rápidamente vendidas y el dinero resultante gastado en las interminables farras que acostumbraba. En su vejez, alcohólico, sin tierras, ganados, propiedades ni dinero, fue acogido por su hermana Virginia hasta el fin de sus días. Virginia le proporcionaba vivienda y sustento pero no le patrocinaba el trago, por lo que Juliancito, con su pequeña estatura y sus piernas arqueadas, igual que las de Don Julián, se paseaba por Tolú pidiendo plata a sus conocidos y familiares para comprar “una botella de ron Blanco”. Julián Francisco no se casó y tuvo dos hijos: Luis Francisco, quien murió y Teresa, quien vive en Cartagena.

Aunque los hijos legítimos de Don Julián no se caracterizaron por seguir las huellas de empresario de su padre ni se preocuparon por adquirir conocimientos o estudiar, seguramente por la existencia de la inmensa riqueza de su padre, en general fueron personas apreciadas por su carácter bondadoso y su buen trato para con los allegados y con los empleados de Don Julián.

ROQUELINA PATRÓN GÓMEZ, ― Mimi ― (1900-1975), hija de Julián con Julia Gómez, una de las tres hijas mujeres de los ocho hijos naturales conocidos del hacendado, nació en Tolú y fue la hija mas cercana y afín a

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Don Julián Patrón. Mimi era el apodo dado a Roquelina por uno de sus nietos y nombrarla por él se restringía casi al ámbito familiar.

Mimi fue un personaje bien conocido por su don de gentes, su generosidad, capacidad de trabajo y su desprendimiento de los bienes materiales; cualidades que merecen destacarla como persona humana y también por el hecho de haber sido la primera maestra de Coveñas y la persona que, mediante sus recuerdos y relatos fue la inspiradora de la construcción de esta Historia de Coveñas.

Menuda de estatura, morena, de modales suaves y delicados, entre sus cualidades estaban su personalidad culta y su acendrado altruismo, así como su amor y dedicación por los suyos y por los demás. Realizó estudios primarios en la escuela de Tolú donde vivió con su padre, la niña Merce y sus otros hermanos, mientras su madre, Julia Gómez vivía a dos cuadras de la casa de Don Julián.

Roquelina se destacó desde temprana edad por sus habilidades manuales, especialmente por la costura. Dedicaba su tiempo libre para hacer los vestuarios de la iglesia de Santiago Apóstol en Tolú y la ropa de sus hermanos; sus realizaciones costureras destacaban por la finura de los acabados y la falta de visibilidad de las costuras. Las prendas que sufrían alguna rotura recibían sus especiales cuidados con un hilvanado hecho con tal destreza y detalle que el remiendo era absolutamente imperceptible. Mimi manejaba con especial destreza su máquina de coser, con la que hacía bordados y cosía la ropa; era la época de las máquinas Singer de pedal, con una sola aguja, volante inferior unido al superior con una cuerda de cuero, en las que solo las costureras expertas podían hacer los bordados, costuras y demás malabares que ahora hacen casi solas las máquinas modernas computarizadas.

También era la época en que la ropa era almidonada y planchada con planchas de hierro macizo que se calentaban en grupo en los fogones de leña. La labor requería de especial cuidado para no ensuciar nuevamente la ropa con carbón, cenizas o tizne. A fines de los años 50 llegarían unas planchas voluminosas, también de hierro, pero con un compartimiento donde se les echaba el carbón encendido y un respiradero superior a modo de chimenea para escapar el humo. Estas planchas fueron prácticamente una novelería y quienes las adquirieron las abandonaron con la misma rapidez por su gran incomodidad, derivada del volumen y peso que tenían, debiendo regresar enseguida a las viejas planchas de hierro macizo calentadas en los fogones de leña.

Figura 28. Alumnas de la escuela de niñas de Tolú. Roquelina Patrón Gómez es la tercera de izquierda a derecha, fila superior. Tolú, 1907

Figura 29. Roquelina Patrón Gómez y Carlos Sierra Monterroza. Coveñas, 1960

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón

Otra de las habilidades que Roquelina cultivó, especialmente cuando fue a vivir en su finca El Sol, fue la culinaria, arte que desempeñaba en casa con especial dedicación para sus allegados y amigos elaborando el delicioso sancocho con leña, la carne asada o el viudo de carne salada, el arroz con coco, patacones, bollo limpio, de coco o de mazorca, el queso blandito hecho a mano con la leche de las vacas de El Sol, el suero costeño casero y la chicha de arroz o de maíz, batidas con molinillo, o el jugo del limón mandarina que tenía en la huerta, de corozo, tamarindo, mamón o de guayaba, como refresco.

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Mimi vivió en Tolú desde sus primeros años en casa y bajo los cuidados de su padre con quien, con ocasión de los inicios de la construcción del Packing House de Coveñas y siguiéndole los pasos, se fue a vivir en la Casa Grande de Madre de Dios.

Como lo hiciera su padre años atrás, a los 18 años inició su vida laboral; en 1918 trabajó en la Colombia Products Co. elaborando la ropa del Hospital y, finalizado ese trabajo, debido a que también se había orientado hacia la docencia desde su temprana edad fue la primera maestra de la escuela pública Coveñas, de la cual Roquelina fue directora y única profesora e impartía educación a los niños de la región durante la construcción del Packing House entre 1919 y 1921 y en los años subsiguientes.

En mayo 4 de 1921, Roquelina fue nombrada oficialmente como maestra de la Escuela mediante la siguiente carta, cuyo contenido, breve, conciso pero con un delicioso estilo narrativo y manuscrito con una bellísima caligrafía merece destacarse como documento valioso por su estilo literario y su grafía, que dice:

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Figura 30. Facsímil de la carta de Juan Olier a Roquelina Patrón, del nombramiento como la primera maestra de Coveñas. Tolú, mayo 4 de 1924

TRANSCRIPCIÓN : República de Colombia

Departamento de BolívarInspección Local de I. Pública

Tolú, Mayo 4 de 1924SeñoritaRoquelina PatrónCoveñas

Pláceme comunicar a Ud. Que el Sr. Inspector Seccional por medio de un telegrama fechado ayer se sirve decirme que la Dirección General de Instrucción Pública ha tenido a bien nombrar a Ud. Directora de la Escuela alternada de ese lugar. Si como es de esperar, Ud. acepta la designación, espero se sirva tomar posesión ante el Sr. Prefecto de la Provincia para proceder cuanto antes a la instalación de la referida Escuela.

De Ud. Atto. S.S. Juan Olier S. 68

En efecto Mimi tomó posesión de su cargo, pasando de trabajadora de la Colombia Products Co. a funcionaria de la Inspección Local de Instrucción Pública de Tolú. Posteriormente, en 1924, su nombramiento fue ratificado

68 Facsímil de carta de Juan Olier a Roquelina Patrón, de nombramiento como maestra, de mayo 4 de 1924.

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ya como Directora de la Escuela el 11 de diciembre de 1924 por la Dirección General de Instrucción Pública del Departamento de Bolívar según documento N° 99 que reza:

“Cartagena, 11 de diciembre de 1924. Señorita Roquelina Patrón. Tengo el honor de llevar a su conocimiento que, por Decreto N° 3953 la Gobernación del Departamento ha tenido a bien nombrar a usted Directora de la escuela (ilegible)”.69

Figura 31. Cédula Departamental N° 27 de Roquelina Patrón, Directora de la Escuela Pública de Coveñas. Tolú, enero de 1925

Facsímil del documento original cortesía de Carmen Sierra Patrón.

Durante su trabajo como maestra y debido a que vivía con su padre en Madre de Dios, donde tenía todo lo necesario, le dijo que quería comprar un terreno que fuera de ella. Siendo hija natural Roquelina sabía de los nulos derechos legales que tendría frente a una eventual falta de su padre, así que deseaba tener sus propiedades adquiridas con sus propios recursos; convino entonces con Don Julián que le guardara el salario de maestra para ir amortizando hasta cuando tuviera suficiente para comprarle un terreno.

Ese fue el proceso de adquisición informal de El Sol, su finca de 30 hectáreas que fue poseída por ella, su esposo e hijas desde mucho antes del inesperado fallecimiento de su padre en 1934; propiedad que no fue formalizada en vida de Don Julián. Debido a que las tierras fueron repartidas entre los hijos legítimos y a que la mayor extensión en la cual estaba incluida El Sol se le otorgó a su hija legítima Virginia y ésta, conociendo los antecedentes, hizo escritura pública de cesión de tal terreno a su hermana.

La finca El Sol, de 30 hectáreas, situada después de Punta Seca, fue donde vivió Mimi hasta sus últimos años y donde crió a sus hijas y a muchísimos ‘ahijados’, hijos de gente de la región, que conocedoras de su altruismo le pedían el apadrinamiento.

69 Hay un facsímil de la comunicación N° 99 relativa al Decreto N° 3953, de nombramiento de Roquelina Patrón como Directora de la Escuela de Coveñas, de diciembre 11 de 1924.

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Siendo maestra de la escuela, Roquelina conoció a Carlos Sierra Monterrosa, natural de Palmito, con quien se casó. Su tío Clemente Patrón, también su confidente, con ocasión de una consulta de Roquelina, le respondió a su sobrina así:

Tolú, 17 de Mayo de 1924 SeñoritaRoquelina Patrón G.,Madre de Dios

Querida Roque:En correspondencia a tu muy grata cartita, que no tengo a la vista en este momento, y por medio de la cual me pides concepto en relación con un pretendiente que tienes y que responde al nombre de Carlos Sierra, y quien por otra parte he podido comprender, no te es indiferente; me permito manifestarte con toda franqueza, que lo conozco, y que lo tengo en concepto de muchacho serio, trabajador y juicioso, solo que al tener simpatías por él, como lo creo, soy de la opinión que debes comenzar por autorizarlo, para que al respecto se entienda con mi hermano Julián a quien avisarás previamente.

Te abraza tu tío que te quiereClemente Patrón Orozco. 70

Una vez casados Carlos y Roquelina, se fueron a El Sol donde volvió a instalar su escuela, ahora privada pero gratuita. Mimi conocía como nadie a los habitantes de Punta Seca ― población aledaña a su finca ― y, si bien no era acaudalada y vivía de los negocios de ganado de Carlos, de la moderada producción de sus vacas (unas 30 a 40 cuando mas) y de los productos de la tierra (yuca, ñame, arroz, maíz, plátano, mango, guayaba, ciruelas, mamón), conocedora de las carencias y necesidades de sus vecinos, compartía con ellos todos sus haberes por lo que literalmente se sacaba el pan de la boca para darlo a los demás.

Figura 32. Casa de El Sol. La puerta de la derecha era la entrada a la tienda. Coveñas, El Sol, 1960

Figura 33. Cosecha de arroz de las plantaciones de El Sol. Alrededor de 1960

Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

A instancias de Roquelina, Carlos le puso una tienda le surtía regularmente con víveres y donde, en las diarias visitas de sus ‘ahijados’, se escuchaban conversaciones del siguiente tenor:

Ahijado: Buenos días madrina.Mimi: Buenos días mijo.A: Le manda decir mi mamá que si le fía una libra de arroz.M: Bueno mijo, y..., ¿con qué va a hacer el arroz tu mamá?.A: Yo no sé madrina.

70 Hay facsímil de la carta de Clemente Patrón Orozco a su sobrina Roquelina Patrón, del 17 de Mayo de 1924.

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M: Bueno, llévate este medio coco y este aceite. Mira, y ¿qué mas van a comer?.A: Nada mas madrina.M: Bueno, llévate esta panela y estos plátanos......, y pasa por el corral para que te llenen de leche ese ‘chocorito’ . 71

La ollita o ‘chocorito’ como le llamaban, era llevada expresamente para la leche pero no era mencionada por el ahijado durante la conversación, aunque sí era convenientemente puesta a la vista de Mimi esperando su habitual mandato de ir a llenarla de leche al corral.

Y así sucesivamente se repetía diariamente la visita de mas de cincuenta ‘ahijados’, otros que no lo eran pero que también le llamaban ‘madrina’ y otros que le llamaban Tía Roque, a quienes Mimi aperaba con similares o mayores raciones ‘fiadas’ que, obviamente, nunca fueron pagadas por los supuestos acreedores. Cuando se acababan las provisiones de la tienda ella acudía a Carlos para que se la surtiera nuevamente ya que “ todo estaba fiado”. La tienda la mantuvo hasta comienzos de la década de 1960 cuando, ya por física imposibilidad económica y personal, debió cerrarla. Mamá atendía por la mañana la escuela que tenía en El Sol, después de despachar a los “ahijados” que venían con sus ‘chocoritos’ a llevar la leche y las demás provisiones que ella les daba. Allí, en la sala o en el corredor de la casa, recibía entre 30 y 40 niños a quienes enseñaba en cartillas y pizarras que ella misma les compraba. También les hacía la ropa porque muchos de ellos llegaban sin camisa y con el único pantalón muy sucio. Mamá aprovechaba la tela que le quedaba de la ropa que cosía para papá y para otras personas (gratis) y les hacía la ropa a los niños de su escuela. 72

Figura 34. Roquelina Patrón de Sierra en El Sol rodeada de sus alumnos y “ahijados”, con ocasión de una ceremonia religiosa. Coveñas, El Sol, 1950

Foto por cortesía de Carmen Sierra Patrón

Las hijas de Carlos y Roquelina fueron Ana, Carmen y Roquelina; iban a nacer a Palmito a la casa de los abuelos paternos Simeón Sierra y Felipa Monterrosa (esta última era tía del padre Eladio Monterrosa, párroco de Sincelejo durante muchos años). Ana Sierra Patrón, la mayor de las hijas, estudió sus primeros años en Tolú, después continuó en Sincelejo y, entre 1940 y 1943, estudió Secretariado Comercial en el Instituto Comercial de Cartagena.

Yo no estudié en el colegio de las Teresitas porque cuando viví en casa de mi abuelo y mi madrina en Tolú, entre 1933 y 1934, recibí clases de 2° y 3° de primaria de mi prima Isabel Alicia Patrón, hija de mi tío Clemente, en la escuela que tenía en el patio de su casa; después me mandaron a estudiar a Sincelejo, al Colegio de las Mercedes, para terminar primaria y luego me fui a estudiar Secretariado Comercial en el

71 ENTREVISTA con Ana Luisa Sierra Patrón. Bogotá, junio de 2003.72 Ibid.

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Instituto Comercial de Cartagena [de propiedad de Don Luis Delgado Paniza, entidad que después se llamaría Escolombias].73

Al terminar sus estudios Ana regresó a Coveñas y se vinculó laboralmente a la compañía Sagoc donde permaneció durante 27 años en los cargos de secretaria de la superintendencia y cajera; continuó con Ecopetrol entre 1976 y 1978 donde fue la Jefe del campo en Coveñas. Se casó con Rafael Moré Bonfante y sus hijos son: Rafael, Carlos y Gabriel.

Carmen, la segunda hija de Carlos y Roquelina, continuó estudiando en Tolú donde se recibió como maestra en el Colegio de las Teresitas; trabajó en Sagoc donde fue secretaria de la Superintendencia de Sagoc y manejó durante muchos años las comunicaciones con los barcos y aviones, así como los documentos relacionados con el embarque de petróleo; luego continuó en Ecopetrol en el mismo cargo hasta su jubilación; se casó con Washington Romero Paredes de Sincelejo, con quien tuvo a su hija Raquel.

La tercera hija de Carlos y Roquelina, con su mismo nombre: Roquelina, también estudió en Cartagena Secretariado Comercial, con su esposo y primo Víctor de la Ossa tuvo a sus hijos: Víctor, Alberto, Judith, Carlos e Isabel.

Para esa época, década de 1940, era realmente difícil que las personas estudiaran y se capacitaran pero, aún viviendo en una región donde la instrucción no era habitual, menos para las mujeres, Carlos y Roquelina siempre tuvieron en mente la necesidad que sus hijas recibieran la mejor educación posible y se defendieran por sí solas en la vida, máxime con el ejemplo a la vista de sus tíos, que habían heredado una cuantiosa fortuna y no sabían siquiera como manejarla. Ello los condujo a enviarlas a estudiar aunque fuera lejos de casa.

Carlos Sierra Monterrosa fue un trabajador incansable del campo en la actividad de cultivo y en negocios de crianza y compraventa de ganados. Poseedor de un extraordinario buen humor y de una risa estridente y contagiosa, gustaba hacerles bromas a todas las personas con quienes trataba, incluyendo a sus hijas, nietos, yernos, y a su esposa Roquelina. Tenía gran habilidad para ponerle apodos precisos a sus trabajadores y a casi todas las personas que conocía, excepto a sus familiares, (algunos apodos tan extraños como Mochilanga, Frijolito, Cabeza de zoco, Tortolita, Cabeza de chorlito; y hasta a los animales eran objeto de sus extraños vocablos, como la mula ‘cartula’, por tener deforme una de las orejas).

“A papá todos en la región lo quería mucho por su sencillez, su buen humor y su bondad; conocía a todas las personas y se paseaba por Punta Seca llamando a cada uno de los habitantes por su apodo (el que él mismo les había puesto) y así como él les manifestaba su aprecio, las personas le correspondían. Los trabajadores que tenía en la finca eran de Punta Seca”. 74

Cuando sus nietos, en época de vacaciones escolares, iban de paseo a El Sol les decía: “el que no trabaja no come”. Sentencia extensiva a sus amigos y que causaba gran angustia a Roquelina pero que para ellos era como un juego divertido que, a su vez, les enseñaba el valor del trabajo.

El abuelo procedía a indicarles las tareas que debían cumplir: recoger tantas manos de arroz, tantas mazorcas de maíz, desyerbar tal o cual sitio, traer agua del estanque, levantarse por la madrugada a ordeñar, etcétera; labores que procedían a realizar conjuntamente con los trabajadores de la finca, de manera diligente y completa, ya que él mismo abuelo les fiscalizaba los resultados y no aceptaba que les dieran ayuda diferente a la de indicarles la manera correcta de hacer la cosecha o de ordeñar. Así mismo era deferente con ellos y disponía de los caballos y los aperos para que fueran a pasear después de la jornada de trabajo. También les instaba a realizar labores gratificantes, como la siembra de árboles frutales, y cada uno de ellos plantó y cuidó durante años su propio árbol de mango en la huerta de El Sol.

73 Ibid.74 Ibid.

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Figura 35. Fin de semana en El Sol. En la fotografía se encuentran, en el corral de ganado: arriba, de izquierda a derecha: José Luis y Carlos Jaimes, Rogelio Camacho, Gabriel y Rafael Moré Sierra, Antonio Camacho Martínez, Carlos Moré S. Abajo; Ana Sierra Patrón, Rafael Moré Bonfante, Mayito Romero con su sobrina Alicia Margarita López, Carlos Sierra Monterroza y frente a él Beatriz Ramírez

Sierra y Judith Romero. Coveñas, 1964

Foto por cortesía de Ana Sierra Patrón

Aprovechando las dotes culinarias de Mimi, de sus correrías de negocio de ganado por la región, Carlos le traía los mas diversos especimenes animales (micos, babillas, loros, iguanas, hicoteas, guartinajas, etc.), debidamente sacrificados, sin piel y descuartizados, para que no se evidenciara su origen y se los entregaba para que los cocinara y después los ofrecía a sus invitados, no pocos de los cuales corrían a vomitar cuando, acabada la cena, Carlos les decía que clase de animal habían comido, mientras explotaba con su tormenta de risa en burla de sus comensales.

La fauna de la región, además de abundante, era muy variada: venados, conejos, guartinajas (guaguas o chigüiros), babillas, loros, iguanas, hicoteas, armadillos, serpientes de variados colores y clases, garzas, tórtolas, micos, titíes y hasta tigres se encontraban fácilmente hasta los años 50.

Los únicos animales que Carlos no le traía a Roquelina eran las serpientes, a las cuales ella les tenía especial aversión rayana en el pánico, cosa extraña para quien vivió gran parte de su vida en el campo. Ante la presencia, aún a la distancia de uno de tales reptiles, Mimi sucumbía y perdía el conocimiento. Era tal su terror a las serpientes que la sola visión de ellas en una fotografía o un grabado de un libro le hacían perder el sentido.

Para 1938, Carlos, Roquelina y sus hijas se fueron a vivir a La Calzada donde Carlos administraba el negocio de la recolección de cocos de las coqueras que fueron de Don Julián y tenía una cría de cerdos. Mientras tanto en El Sol dejaron unos cuidanderos. Permanecieron en La Calzada durante seis años y en 1944 regresaron a vivir en El Sol dónde, por muchos años compartieron sus modestos recursos con sus vecinos menos afortunados y tomaron, con la mayor naturalidad y si la menor retribución material, el papel de benefactores. Carlos falleció de edad avanzada en Coveñas en 1973 y Roquelina murió en Sincelejo dos años después en 1975; ambos fueron sepultados en el cementerio de Tolú.

A la muerte de Don Julián Patrón (1934) también se acabó el negocio de venta de coco y copra a Panamá. En la coquera se continuó con el negocio de recolección de los cocos, que entonces era de su viuda, Misia Merce, para

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continuar empacándolos en sacos (costales) y venderlos por cientos a Tolú, San Antero, Palmito y Sabaneta, negocio menos complejo y también menos rentable que el de exportación a Panamá; en La Calzada Carlos Sierra tenía también crías de cerdo, eran restos de la gran cría que tenía Don Julián y que sirvieron, por poco tiempo, para poner en funcionamiento la maquinaria del Packing House y extraer la manteca de cerdo, jamones y tocino.

2.6 LA HERENCIA DE DON JULIÁN

De sus hijos se dice que no aprovecharon los haberes ni heredaron la habilidad empresarial ni el tesón de Don Julián. “Cuando nadie lo esperaba murió a los 65 años de edad en Panamá. El imperio se derrumbó. Sus hijos varones no dieron la talla, y se salvó lo que heredaron sus hijas, muy bien casadas por cierto”.75

Figura 36. Don Julián Patrón Airiarte en sus últimos años de vida. Tolú, alrededor de 1933

Foto tomada de : BOSSA HERAZO, Donaldo. Don Julián Patrón. En : El Universal Dominical, El Universal, Cartagena, Colombia : (5, Ago., 1990); p. 6.

Cuando murió Julián Patrón, las tierras fueron distribuidas así:

Las de Leonor (con su esposo el Doctor Horacio Navarro), fueron 2.000 hectáreas constituidas por la finca de Alicante, desde Villeros hasta Punta de Piedra, incluyendo las tierras aledañas a Guayabal.Desde Guayabal hacia el sur (Punta Seca) y Torrente hasta Aserradero era de Virginia (con su esposo Alejandro (Alejo) García). Pedro Pablo tenía la tierra desde Aserradero hasta los límites de Sabaneta. Julián, “Juliancito”, tenía las tierras desde Madre de Dios (y San José) hasta Cispatá, también tenía tierras entre la Boca de la Ciénaga y Tolú. Luis Felipe heredó alrededor de 1.000 hectáreas de las tierras de El Paraíso, llegando a Sabaneta.76 La de Roquelina, comprada a Julián Patrón (padre) eran las 30 hectáreas de El Sol.La Ensenada hasta La Boca de la Ciénaga era de Sergio Patrón Luna, tierra comprada a su sobrino Luis Felipe Patrón. La parte Coveñas donde se encontraban las 30 hectáreas del Packing House, que habían sido cedidas gratuitamente por Julián a la empresa Colombia Products Co. y 2.602 hectáreas mas, vendidas por él a la misma empresa, para un total de 2.632 hectáreas, pasaron a ser propiedad, en 1938, de la empresa South American Gulf Oil Company – Sagoc ― que instalaría allí el terminal del oleoducto Petrólea-Coveñas y el puerto marítimo de exportación petrolera.

La principal herencia que pudo haber dejado Don Julián a sus descendientes no fueron sus haberes sino su tesón y constancia, su visión, su bonhomía, y su don de gentes; porque sus bienes, por lo menos en términos de administración, en general fueron mal manejados por sus hijos y vendidos progresivamente hasta cuando se acabó el último metro de la tierra de Don Julián. Con la existencia de un padre con tanto dinero, bonachón,

75BOSSA, Don Julián Patrón, Op. cit., p. 676 ENTREVISTA con Manuel Ramón Patrón Navarro. Bogotá, 2001.

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desprendido y seguramente muy paternalista y poco exigente en cuanto a la disciplina y el estudio, los hijos varones, excepto Pedro Pablo, no aprendieron ni desarrollaron habilidades administrativas que les permitiera manejar los negocios dejados por su padre.

Los hijos varones legítimos (Pedro Pablo, Luis Felipe y Julián) disfrutaron de su dinero viviendo bien, viajando al exterior y conociendo el mundo pero no conocían ni el proceso de la exportación de cocos ni de ganado, ni los pormenores del funcionamiento de empresas como la Colombia Products Co., de la cual Don Julián era socio, ni manejaban la cría de ganado ni su comercialización dentro del país (exceptuando a Pedro Pablo). Las hijas mujeres legítimas “muy bien casadas por cierto”, al decir de Donaldo Bossa, siendo solteras disfrutaron ampliamente de los bienes de Don Julián, vivieron bien, viajaron y conocieron parte importante del mundo posible en esa época. Leonor, casada desde los quince años, pudo conservar las tierras heredades durante muchos años y aumentar su caudal gracias a la habilidad emprendedora de su esposo, el Dr. Horacio Navarro. Virginia también conservó y aumentó sus bienes con la tutela de su esposo Alejandro García ― Alejo ―, hombre de amplia experiencia ganadera y hábil comerciante. De los hijos de Don Julián solo Roquelina, la hija mas afín a su padre, protegida y compañera suya en Tolú y en la Casa Grande de Madre de Dios, se destacó no solo por el cuidado de sus haberes, que conservó hasta su muerte, sino por su desarrollo personal y de su familia, por su altruismo sin límites.

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