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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA OCTOGÉSIMOOCTAVA ENTREGA 88 Año III/ 19 de octubre de 2012 Religión y heterodoxias en el mundo hispánico; ss XIV-XVIII Ricardo Izquierdo Benito y Fernando Martínez Gil (coords.) Editorial Sílex, Madrid, 2011; 304 pags; 24 En un libro pionero y de muy sugerente título, Las formas complejas de la vida religiosa, el antropólogo-historiador Julio Caro Baroja defendía de principio, partiendo de unos versos de Verlaine, la necesidad del matiz. “La nuance es para muchos filósofos de la religión, para algunos teólogos también, algo fundamental en el mundo que investigan; incluso del campo de las experiencias e intuiciones individuales” 1 . Considerando impropias la intransigencia de teólogos y filósofos de la religión, así como las explicaciones totales y por ende simplistas- de sociólogos y antropólogos, don Julio reivindicaba el papel que podía y debía desempeñar el historiador en el estudio de una manifestación tan puramente humana, y por tanto compleja, como es la vivencia religiosa, a la que podía aportar la constatación del matiz, siempre el matiz, en todas partes y en todas circunstancias, aparte el cambio histórico a que la religión, como todo lo humano, está sujeta. Este marco se vuelve aún más complejo y apasionante si introducimos en la ecuación dos elementos que el libro que el lector tiene en sus manos ha tratado de explorar. De un lado, la noción de heterodoxia o, mejor, heterodoxias, pues si la religión no es una y monolítica, mucho menos pueden serlo las actitudes y comportamientos que para unos son desviados y para otros, por el contrario, correctores y garantes de la autenticidad primigenia. Llámase heterodoxia al “desacuerdo con cualquier doctrina tenida por verdadera” y, por antonomasia, el “desacuerdo con el dogma católico” 2 . Es la acepción que tuvo presente Marcelino Menéndez Pelayo en su magna Historia de los heterodoxos españoles cuando se propuso probar lo que ya desde el punto de partida consideraba un axioma: “El genio español es eminentemente católico; la heterodoxia es entre nosotros accidente y ráfaga pasajera” 3 . El polígrafo santanderino metió en su cajón heterodoxo a los herejes, impíos, sectarios ocultos e iluminados (culto demoníaco o brujería, restos idolátricos, supersticiones fatalistas) y, en fin, los apóstatas (judaizantes, moriscos, etc.) 4 . Claro que, en esta concepción de la heterodoxia, sólo se considera, o poco menos, la que se 1 Julio Caro Baroja, Las formas complejas de la vida religiosa. Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII, Madrid, Akal, 1978, p. 24. 2 María Moliner, Diccionario del uso del español, Madrid, Gredos, 2007, 3 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1986, 4ª edic, tomo I, p. 48. 4 Ibídem, p. 41.

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LIBROS Y NOMBRES

DE CASTILLA-LA MANCHA

OCTOGÉSIMOOCTAVA ENTREGA

88 Año III/ 19 de octubre de 2012

Religión y heterodoxias en el

mundo hispánico; ss XIV-XVIII

Ricardo Izquierdo Benito y

Fernando Martínez Gil (coords.)

Editorial Sílex, Madrid, 2011; 304 pags;

24 €

En un libro pionero y de muy sugerente

título, Las formas complejas de la vida

religiosa, el antropólogo-historiador Julio

Caro Baroja defendía de principio,

partiendo de unos versos de Verlaine, la

necesidad del matiz. “La nuance es para

muchos filósofos de la religión, para

algunos teólogos también, algo fundamental

en el mundo que investigan; incluso del

campo de las experiencias e intuiciones

individuales”1. Considerando impropias la

intransigencia de teólogos y filósofos de la

religión, así como las explicaciones totales

–y por ende simplistas- de sociólogos y

antropólogos, don Julio reivindicaba el

papel que podía y debía desempeñar el

historiador en el estudio de una

manifestación tan puramente humana, y por

tanto compleja, como es la vivencia

religiosa, a la que podía aportar la

constatación del matiz, siempre el matiz, en

todas partes y en todas circunstancias,

aparte el cambio histórico a que la religión,

como todo lo humano, está sujeta.

Este marco se vuelve aún más complejo y

apasionante si introducimos en la ecuación

dos elementos que el libro que el lector

tiene en sus manos ha tratado de explorar.

De un lado, la noción de heterodoxia o,

mejor, heterodoxias, pues si la religión no

es una y monolítica, mucho menos pueden

serlo las actitudes y comportamientos que

para unos son desviados y para otros, por el

contrario, correctores y garantes de la

autenticidad primigenia. Llámase

heterodoxia al “desacuerdo con cualquier

doctrina tenida por verdadera” y, por

antonomasia, el “desacuerdo con el dogma

católico”2. Es la acepción que tuvo presente

Marcelino Menéndez Pelayo en su magna

Historia de los heterodoxos españoles

cuando se propuso probar lo que ya desde el

punto de partida consideraba un axioma:

“El genio español es eminentemente

católico; la heterodoxia es entre nosotros

accidente y ráfaga pasajera”3. El polígrafo

santanderino metió en su cajón heterodoxo

a los herejes, impíos, sectarios ocultos e

iluminados (culto demoníaco o brujería,

restos idolátricos, supersticiones fatalistas)

y, en fin, los apóstatas (judaizantes,

moriscos, etc.)4. Claro que, en esta

concepción de la heterodoxia, sólo se

considera, o poco menos, la que se

1 Julio Caro Baroja, Las formas complejas de la

vida religiosa. Religión, sociedad y carácter en

la España de los siglos XVI y XVII, Madrid,

Akal, 1978, p. 24. 2 María Moliner, Diccionario del uso del

español, Madrid, Gredos, 2007, 3 Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de los

heterodoxos españoles, Madrid, Biblioteca de

Autores Cristianos, 1986, 4ª edic, tomo I, p. 48. 4 Ibídem, p. 41.

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manifestó en el ámbito de, como dirían los

historiadores franceses, “el pensamiento

claro” o la abierta disidencia a la religión

verdadera y, como tal, ortodoxa. Pero si

partimos de la idea de religiosidad en su

sentido de práctica, escrupulosa o no, de un

culto basado en creencias, habremos de

convenir en que pronto nos hallaremos en el

terreno de lo complejo y lo heterogéneo.

Muchas de esas prácticas no tuvieron

conciencia de ser heterodoxas; muy al

contrario, la etiqueta les fue impuesta desde

arriba, cuando la institución oficial no se

reconocía en ellas. Luego el “desacuerdo”

no provendría siempre de parte del

“heterodoxo”, sino de la percepción

pretendidamente unitaria del que a sí mismo

se consideraba “ortodoxo”. Una vuelta de

calcetín que para el estudioso no ha de ser

en modo alguno baladí y que relativiza el

concepto, rebajando su rango de categoría,

al que se aferraba don Marcelino, al de

circunstancia no precisamente contingente

pero sí sometida al cambio histórico. En

suma, los matices de don Julio. Los que nos

llevan a preguntarnos: ¿Dónde está la

frontera entre ortodoxia y heterodoxia?

¿Fue moviente su trazado, como lo fueron

en el tiempo las fronteras territoriales? ¿La

heterodoxia era percibida por el que la

practicaba o, por contra, fue “inventada”

por los guardianes oficiales del dogma?

¿Son perceptibles cambios y matices en la

comprensión de ese mismo dogma, y por

eso mismo ha variado en cada época lo que

se denunciaba como “heterodoxo”? ¿Cuáles

eran las distintas formas en que se

manifestaba tal heterodoxia, unas veces

declarada y precisa, pero vaga y difusa en la

mayoría de las ocasiones? ¿Por qué una

práctica concreta fue admitida y aún

promovida para, al cabo del tiempo, ser

desechada por heterodoxa? En definitiva, el

esclarecimiento de las dos nociones

enfrentadas y de su papel histórico pasaría

por su radical cuestionamiento, tanto en el

pasado como, sobre todo, en el presente,

una época en que la globalización exige un

revisionismo de las, hasta hora excluyentes,

identidades y alteridades.

El segundo elemento, también piedra

angular de este libro, es el Mundo

Hispánico al que se refieren todos los

trabajos: un ámbito interoceánico e

inmenso, geográficamente diverso, pero que

en el transcurso de tres largos siglos

funcionó como una unidad política y en

buena medida cultural. Aun cuando, en la

Edad Media, este mundo hubiese estado

reducido a los contornos de la Península

Ibérica, ya contenía los rasgos que lo

caracterizarían en los tiempos modernos:

era una sociedad de frontera,

permanentemente forjada en confrontación

con la alteridad islámica; y por fuerza hubo

de organizarse como una sociedad

multicultural, que acogía en su seno no sólo

al cristianismo más puro, con sus

correspondientes heterodoxias, graduables

entre la herejía y la simple superstición,

sino a las religiones con las que

históricamente aquél venía compitiendo

desde hacía siglos. Cierto que el

cristianismo dominante se desembarazó

pronto de estas indeseadas minorías con

sendas expulsiones (si bien no del todo,

como la persistencia de la cuestión

judeoconversa y de la morisca se

encargaron de demostrar), pero la coetánea

proyección del mundo hispánico a las

Indias y su consiguiente redimensión

territorial, ahora planetaria, volvieron a

situarlo en el punto de partida, frente a una

frontera inabarcable y en un universo de

interacción multicultural sin precedentes.

Hoy la lengua y la cultura como

aglutinantes; antaño también la unidad

territorial, política y económica. Hoy como

ayer resulta sumamente apasionante rastrear

la pervivencia de aquella unidad histórica,

pero también descubrir la extraordinaria

complejidad y diversidad –los matices una

vez más- con que se manifestó la vida

religiosa en la aparente unicidad de una

monarquía que se decía y se quería

“católica”. ¿La heterodoxia era entendida

del mismo modo en las Indias y en la

metrópoli? ¿Eran allí las prácticas

heterodoxas el resultado de la pervivencia

de cultos indígenas o de su adaptación a las

imposiciones de la nueva religión

dominante? ¿Puro sincretismo? ¿O también

jugó su papel la importación de

heterodoxias peninsulares? ¿Hubo

interinfluencias de ida y vuelta que

contribuyeron a unificar y, a la vez,

diversificar ambos mundos? ¿En qué

medida la religiosidad, compuesta por

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elementos atávicos o recibidos, contribuyó

a forjar nuevas identidades?

El volumen que ahora presentamos es el

resultado de las Quintas Jornadas

organizadas por el Seminario y que

desarrollaron sus sesiones en los días 17, 18

y 19 de noviembre de 2009, bajo el título de

Religión y heterodoxias en el Mundo

Hispánico (ss. XIV-XVIII). Fue su origen la

relación científica que los miembros de este

Seminario vienen manteniendo desde hace

años con el profesor Henrique Urbano y su

grupo de investigación de la Universidad

“San Martín de Porres” de Lima (Perú),

interesados en los procesos de extirpación

de idolatrías que se siguieron en el mundo

andino durante el siglo XVII. Se trataba de

propiciar un debate a partir de la

confrontación cultural y religiosa entre las

dos orillas del Atlántico, muy alejadas

espacialmente pero integrantes de un

mismo mundo. Utilizando el Concilio de

Trento como principal referencia, nos

propusimos estudiar las similitudes y

diferencias de las heterodoxias percibidas

en España y sus Indias, su evolución

histórica en el tiempo largo que engarza las

sociedades multiculturales de la Edad

Media y la Edad Moderna, y en fin la

tolerancia o el rigor con que fueron tratadas

en el tiempo y en el espacio. ¿Fue el

Concilio de Trento un hito en la definitiva

caracterización de la heterodoxia y marcó,

tanto en España como en América, la

estrategia a seguir en su represión? ¿Se

emplearon las mismas técnicas en la

persecución de las idolatrías que las que

utilizó el viejo mundo al combatir la

herejía, la profanidad o la superstición? Tal

vez los trabajos que componen este libro no

den las respuestas definitivas a estas y otras

preguntas, pero sin duda alguna dejan

buena constancia de la riqueza de matices,

de situaciones, de experiencias y de formas

complejas de la vida religiosa que contiene

la sólo aparente homogeneidad e

inmovilidad del catolicismo hispánico.

El volumen es producto del encuentro de

múltiples perspectivas, de metodologías y

sensibilidades diversas, de disciplinas

diferentes y complementarias, como la

Historia Medieval, la Historia Moderna, la

Historia del Arte y la Antropología. Para

ello contamos con la generosa aportación de

nuestros colegas peruanos y de otros

estudiosos de distintas Universidades

españolas. La primera serie de ponencias se

centra en la Península Ibérica, en donde ya

desde tiempos medievales las heterodoxias

se mostraban en diferentes caras, que

fueron evolucionando hasta encontrar en

Trento una decisiva redefinición. Una

segunda serie está dedicada al mundo

americano, en especial al ámbito andino en

que se llevó a cabo la extirpación de las

idolatrías, pero también tienen cabida

algunos ejemplos referidos al virreinato

novohispano o incluso a las Indias remotas

y al otro océano en cuya inmensidad se

volvieron a trazar, con dimensiones

gigantescas, los límites del nuevo Mundo

Hispánico, siempre fronterizo y

multicultural.

La temática a debatir fue perfectamente

enmarcada por la ponencia del profesor

Ignasi Saranyana, en la que aclara que el

Renacimiento y el Barroco persiguieron las

heterodoxias fundándose en una abusiva

lectura de la agustiniana Ciudad de Dios, la

misma que en la Edad Media había

justificado actitudes hierocráticas y que

después, en reacción pendular, se erigió en

piedra angular del cesaropapismo y de la

exitosa fórmula de “cuius regio, eius

religio”. La hechicería y las prácticas

mágicas chocaron muy pronto con la

ortodoxia cristiana, que intentó erradicarlas

por diversos medios. Los sínodos

provinciales constituyen una fuente

abundante y privilegiada para calibrar la

actitud de la Iglesia frente a los adivinos,

sortílegos y hechiceros, como bien

demuestra el recorrido minucioso que

María José Lop realiza en su ponencia por

la legislación castellana y pretridentina de

los siglos XIV al XVI. Ya en plena Edad

Moderna, Alfredo Rodríguez, a partir del

estudio de procesos judiciales sustanciados

ante tribunales eclesiásticos y seculares,

tanto en España como en América, pone de

manifiesto hasta qué punto era inestable la

frontera entre ortodoxia y heterodoxia y la

forma arbitraria en que se perseguían o no

las conductas sospechosas de hechicería,

brujería o superstición. María Tausiet se

detiene en un interesante proceso

inquisitorial, el sufrido por Juan Girona, un

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viejo carmelita que exorcizaba demonios de

forma muy peculiar, lo que le hizo ser

denunciado ante el Santo Oficio. El proceso

revela prácticas cercanas al erotismo

alumbrado y la leve condena con que

finalizó deja entrever la condescendencia de

los inquisidores, que atribuían semejantes

conductas a “burlerías” del diablo. No

solamente la brujería y la magia

preocupaban a las jerarquías eclesiásticas.

El concilio de Trento trató de evitar

también que en las ceremonias y fiestas se

introdujesen elementos profanos,

desordenados o deshonestos. El trabajo de

Fernando Martínez muestra cómo, en orden

a estos principios, el cabildo de la Catedral

de Toledo llevó a cabo una depuración de

sus fiestas, lo que conllevó la modificación

de unas y la desaparición de otras, como la

del obispillo, las farsas navideñas y sobre

todo los autos del Corpus Christi. La

ideología contra-reformista vio a la mujer

como una forma heterodoxa en sí misma,

una especie de hombre invertido e

incompleto. Y para controlar sus

desviaciones, como explica Palma

Martínez-Burgos en su ponencia, ideó una

pedagogía que tendía a convertirla en un

“castillo interior”, inexpugnable, aislado y

silencioso. La historia del arte, y en

concreto la pintura, refleja muy bien el

papel y la consideración que se reservó a la

mujer en aquella sociedad, tutelada tanto en

el matrimonio como en el convento.

El bloque americanista está introducido por

la esclarecedora ponencia del profesor

Henrique Urbano, que analiza los textos del

jesuita Pablo José de Arriaga sobre la

extirpación de las idolatrías en los Andes

peruanos, a los que ve como una retórica

jesuítica que posee indudables raíces en la

literatura inquisitorial del viejo mundo. Por

su parte, Juan Carlos García indaga en los

orígenes de dicha extirpación de idolatrías y

el papel que jugaron en ellos el sacerdote

Francisco de Ávila, en pugna con los

caciques indígenas, y el arzobispo

Bartolomé Lobo Guerrero, que ya había

realizado un experimento semejante en

Nueva Granada, encomendándolo, cómo

no, a los jesuitas. Paulina Numhauser

observa en el virreinato andino un doble

discurso evangelizador promovido por la

propia administración: el de una

evangelización a ultranza, perseguidora de

las idolatrías, y una tolerancia tácita con

fines instrumentales, como la que el virrey

Francisco de Toledo aplicó en Potosí para

asegurar la producción de plata. Ello se

refleja en la Nueva Corónica y Buen

Gobierno atribuida a un mestizo, Felipe

Huamán Poma de Ayala, pero que la autora

considera escrita más bien por un religioso.

El lingüista Julio Calvo introduce una

perspectiva diferente por medio del estudio

de la normalización que experimentaron las

lenguas quechua y aymara según se

adaptaban a las necesidades de la

predicación y doctrina católicas. El autor

rechaza asimismo la idea de que los

redactores de los vocabularios ocultaban las

palabras que tenían que ver con las

prácticas religiosas tildadas de heterodoxas.

Gerardo Fernández combina la

investigación etnohistórica y el trabajo de

campo en el estudio del culto a los muertos

en las comunidades aymaraes. Dicho culto

incluye elementos que la Iglesia ha

rechazado por idolátricos y heterodoxos,

desde el agasajo de los cadáveres a los

rituales en torno a las calaveras. Pese a

todo, aún perviven algunos de esos ritos,

como el de las ñatitas en el cementerio de

La Paz en el día de Todos Santos o el

llamado Niño Compadrito del Cuzco.

En el virreinato de Nueva España, como

refiere Carlos Vizuete, se desarrolló un

apasionante debate iconográfico a partir de

un culto, el de la Virgen de la Luz, que,

nacido en el sur de Italia, recaló en la

vecina España y llegó hasta México, donde

se hizo muy popular, hasta tal punto que en

la actualidad aún pueden encontrarse

muchas imágenes que en el siglo XVIII

fueron reprobadas. Alex Coello, en fin, nos

traslada a los más alejados límites del

mundo hispánico. Hasta las islas Marianas

llevaron los jesuitas sus actividades

misionales, si bien se vieron turbadas por

frecuentes malentendidos culturales con los

chamorros. Tales dificultades, sin embargo,

procuraron a la orden un refuerzo sustancial

de su retórica hagiográfica, alimentada por

nuevos martirios y por las reliquias que

éstos generaban.

Fernando Martínez Gil y Ricardo

Izquierdo Benito: Prólogo del libro

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Javier Lorenzo Candel

Territorio frontera

Premio Jaime Gil de Biedma, 2012

Colección Visor de poesía nº 826;

Madrid, 2012; 72 pags.

El pasado mes de junio un jurado

presidido por el crítico Gonzalo

Santonja otorgó el vigésimo segundo

premio de poesía Jaime Gil de Biedma

al poemario Territorio frontera del

escritor albacetense Javier Lorenzo

Candel (nacido en 1967). Santonja

destacó en el libro premiado, al que

calificó de „emocionante‟ la intensidad,

la ternura y un „toque cultural‟ sin duda

producto de las “muchas lecturas”

acumuladas por el autor.

Este no es el primer premio de ámbito

nacional que obtiene el poeta de

Albacete, que ya había conseguido con

anterioridad el Emilio Alarcos, de

Oviedo, y los premios Fray Luis de

León y Antonio Machado, este último

en 2006.

Javier Lorenzo, poeta y crítico literario,

vinculado al grupo poético de La

Confitería, viene publicando poemarios

con cierta regularidad, además de

desarrollar su labor crítica en algunas

publicaciones, en papel y digitales.

El premio Gil de Biedma, que convocan

la Diputación y el Ayuntamiento de

Segovia, fue creado hace ahora 22 años,

y ha sido ganado, entre otros, por poetas

de la talla de Diego Jesús Jiménez,

Clara Janés o Victoriano Crémer. El

libro ha sido publicado por Visor en su

colección de poesía.

La palabra redime pero también

constituye en sí misma una realidad, un

mundo, un tiempo, un ámbito “no

gramatical”, esto es, fuera de la lógica

de las palabras. En la primera parte del

libro (formada por 10 poemas) aparecen

junto a abundantes referencias a la

Naturaleza un cierto aire elegíaco con

ribetes clásicos, en el discurso que no en

la forma.

También alude el poeta al paso del

tiempo con su poso de experiencia, de

“conquistas mínimas”, de conocimiento.

La Naturaleza (lo que contempla el

poeta) no es sólo un objeto exterior sino

también el entorno de su propia vida.

Pero además de ello, en esta primera

parte aflora otro tema central del libro:

la culpa y el perdón. Una culpa que -

dice el autor- tal vez sea posible

“agotarla, quizás al compartirla”.

La segunda parte (con 17 poemas)

contiene algunas afirmaciones que

definen la actitud vital del autor:

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“Estoy cansado de tanta certidumbre” o

“el hombre es limitado”

Así como un esbozo de la toma de

postura ético-política del poeta:

“Mi lealtad no era sólo valor y

compromiso

Sino más bien conciencia de

civilizaciones”.

Y vuelve a aparecer el tema de la culpa:

“Una herida profunda en mi naturaleza

El dolor de mi historia”

La tercera y última parte (más breve,

que la anterior: 10 poemas) se abre con

un magnífico poema que habla de la

función de la poesía. Ésta para el poeta

viene a ser

“sólo el aire que envuelve”

Para acabar en nuevas definiciones

“El hombre es un espectador

Escindido de todo lo que observa”

Y una confesión de aceptación y

también de esperanza:

“Y busca lo que fuiste, sabiendo que has

llegado a ser lo que eres”.

En resumen, se trata de una reflexión

honda, que busca lo auténtico, no el

brillo fútil de las palabras vanas; es una

autoexploración densa e íntima en un

tono siempre clásico, y a veces elegíaco.

Una búsqueda del sentido de las

preguntas claves: el tiempo, el

compromiso, la culpa, a través de una

mirada honda, sin estridencias ni

alharacas.

Una mirada, una palabra la de Javier

Lorenzo que alcanza en este libro su

madurez expresiva.

Alfonso González-Calero

Javier Manzano

El poeta que firma crónicas

"Con dinero y sin unión" es el último libro de

Javier Manzano. Descrito Ediciones

aprovecha su lanzamiento para promocionar

sus títulos de poesía a 1,99 euros

Carlos Deza, el protagonista de Los

gozos y las sombras, reconocía en esta

impresionante novela de Gonzalo

Torrente Ballester -de la que en 2012 se

cumplen cincuenta años-, que vivía

«viendo vivir a los demás». Cualquier

persona que lea Con dinero y sin unión

(Descrito Ediciones), el último

poemario de Javier Manzano Fijó

(Madrid, 1975), reconocerá en los

versos de este sólido escritor un gran

talento a la hora de trazar la crónica

cotidiana de los demás. Sin embargo, a

diferencia de Carlos Deza, Manzano

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renuncia a la aséptica condición de

espectador para participar en el

tumultuoso día a día de una funcionaria

detenida ante el paso de peatones, la

subida del Euribor, comerciales por

teléfono y profesoras de Secundaria

que, si pudieran, cruzarían la M-30 sin

mirar. A lo largo de casi treinta

pequeños poemas, este autor -que

resultó finalista en el Premio

Internacional de Poesía Fundación

Loewe en 2011 por Ira ya no es Moscú,

publicado por la misma editorial,

Descrito Ediciones- se consolida como

uno de los mejores representantes de su

generación en la ciudad de Toledo.

Manzano Fijó trasciende el impacto de

la postmodernidad para adentrarse en

una senda mucho más madura. Con

dinero y sin unión explora los

vericuetos del spleen del siglo XXI sin

temor a cierto realismo sucio, a la

sensación de mancharse las manos en el

día a día de la gran ciudad. La madurez

de los jóvenes autores reside en la

capacidad de encontrar inspiración en

las páginas de un periódico sin

sonrojarse. Desde Descrito Ediciones

hablan de «romanticismo depredador»

que deja espacio para la esperanza por

mucho que la hayamos minado en

nuestra cotidiana e inconsciente

búsqueda de la felicidad en el chalet

adosado y las clases en la escuela de

idiomas. El resultado es Con dinero y

sin unión, publicación con la que

Descrito Ediciones continúa

profundizando en el brillante camino al

que nos tiene acostumbrados y que la

joven firma de Alfredo Copeiro pone a

la venta al irresistible precio de 1,99

euros, una alternativa a la crisis por

parte de estos pioneros toledanos en el

doble formato de libros de arte y

ebooks. En sus páginas cobra fuerza la

constancia de que «los niños ya no

tienen escopetas de perdigones con las

que disparar a los gatos», vidas «de

azafatas y perros de presa», periodistas

de televisión que penetran en las casas

con ganas de robar. «Son muchas las

desgracias que nos aguardan / en la

visita a una gran ciudad: / la gente te

manda donde quiere, / y los periódicos

están por el suelo. / Pero qué son esos

pequeños dramas, / ante la impotencia

de un cajero automático fuera de

servicio, / ante la ausencia de perros por

la calle y niños con balón».

Definitivamente, Javier Manzano no es

Carlos Deza. Vive mientras ve vivir a

los demás.

La Tribuna de Toledo Adolfo de Mingo

8 de octubre de 2012

Falso movimiento

Miguel Casado

Ed. Musa a las 9

Libro electrónico

Desde la consciencia de la escritura

como forma de ficción y, por

consiguiente, del poeta como fingidor,

Casado pone en escena un entorno

cotidiano, en el que se desarrolla la

experiencia del sujeto poético, un

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ámbito formado por los objetos

habituales, que conviven con el hombre

actual, convertidos, a veces, en correlato

del universo. El lenguaje directo y

convencional que, sin embargo, no cae

en el prosaísmo, debido a la emoción

lírica que impregna los versos y a la

tensión de las imágenes, ofrece, sin

ironía, la plasmación de cualquier halo

mítico, en el que se entrecruzan la

historia personal y la colectiva.

Web de Musa a las nueve

Vicente Fisac publica el primer

Diccionario Daimieleño-Español

La pasada semana vio la luz uno de los

libros más curiosos escritos sobre la

localidad, el Diccionario Daimieleño-

Español. Su autor es Vicente Fisac,

responsable de comunicación de

algunas de las empresas más

importantes del sector farmacéutico

internacional y escritor de más de una

quincena de libros entre los que

encontramos obras de carácter histórico,

humorístico, novelas, teatro o poesía.

Durante más de dos años Fisac se ha

dedicado a indagar e investigar sobre

nuestra cultura más cercana para

confeccionar este diccionario que

califica como “necesario”, dado que

recoge, entre sus 2.000 términos,

algunos exclusivos de Daimiel “que

estaban cayendo en el olvido”, además

de muchas otros propios de La Mancha

y otros que, si bien no son propias de

Daimiel, se utilizan de manera peculiar

o con mucha frecuencia.

Según explicó, todo surge, una vez más,

a través de las redes sociales,

concretamente en un grupo de facebook

denominado „Me encanta Daimiel‟.

En él, “se propuso recopilar entre todos

sus miembros palabras típicas de

Daimiel”, y ante la gran cantidad de

términos encontrados, el escritor

daimieleño decidió seguir investigando

hasta que en 2010 publicó una primera

recopilación, con “unas 900 palabras”,

dentro de su libro Humor Inefable.

Dos años después y con el doble de

vocablos sale este glosario en el que

podemos encontrar palabras exclusivas

de Daimiel como „aparranarse‟ (estar

apoltronado en el sofá sin querer hacer

nada) o „cuerda‟ (unidad de medida).

También recoge expresiones propias de

nuestra tierra como „estar al sopesquete‟

(estar atento) o „eres peor que arrancao‟

(ser muy mala persona).

El autor explicó que la obra pretende ser

un reflejo de la cultura “sencilla, llana y

popular” daimieleña y animó a todo

aquél que quisiera a que la complete

con aquellas palabras o expresiones que

eche de menos. El libro se puede

conseguir en edición digital o impresa

desde la web www.bubok.es.

Lanza 23-IX-2012

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Felipe G. Peces Rata

Los obispos en la Ciudad del

Doncel (589-2012)

Sigüenza, El Autor, 2012, 248 pp.

Con la tinta aún fresca acabamos de recibir

este libro que su autor, el canónigo-

archivero de la catedral seguntina Felipe-

Gil Peces, dedica a D. Laureano Castán

Lacoma, obispo de Sigüenza desde 1964

hasta 1980, con motivo de celebrarse el

primer centenario de su nacimiento.

Una “Carta al lector” del también canónigo

de la catedral de Sigüenza Jesús de las

Heras Muela -director del semanario

Ecclesia y de Ecclesia digital-, da a conocer

las claves de fondo del libro que

comentamos: la diócesis como “una porción

del Pueblo de Dios, que se confía a un

obispo para que la apaciente con la

cooperación del presbiterio, de suerte que,

adherida a su pastor y reunida por él en el

Espíritu Santo por medio del Evangelio y

de la Eucaristía, constituya una iglesia

particular, en la que verdaderamente está y

obra la Iglesia de Cristo, que es una, santa,

católica y apostólica”, según definición del

Concilio Vaticano II, a través de su decreto

Christus Dominus (1965), que viene a

coincidir con el canon 369 del Código de

Derecho Canónico (1983). De donde

procede la importancia de las diócesis y el

importante papel que en ellas juegan los

obispos.

Diócesis que, en el caso de Sigüenza,

cuenta con al menos mil cuatrocientos años

de antigüedad; es decir, desde el 589, como

queda de manifiesto en las firmas de los

obispos asistentes al III Concilio de Toledo,

hasta nuestros días, aunque, claro está, con

algunas modificaciones debidas a su propia

evolución como el cambio de sus límites,

que debían coincidir con los provinciales,

llevado a cabo en 1955 por decreto de la

Santa Sede, o el cambio de denominación

sufrido en 1959 en que de ser diócesis de

Sigüenza pasó a convertirse y denominarse

de Sigüenza-Guadalajara.

Según lo anterior, podemos decir que en

una diócesis son necesarios tres elementos:

su cabeza, es decir, el obispo; quienes lo

ayudan en su labor pastoral o presbiterio, y

los fieles. Ahí, precisamente, radica la

importancia de este libro; en que los tres

son necesarios y se complementan.

Y para saber quién es quién y cuáles han

sido los obispos que se han ocupado del

pastoreo de la diócesis seguntina a lo largo

del tiempo se ha escrito este libro que, tras

la Carta comentada, comienza con una

“Isagoge” (introducción o exordio) de su

autor, en la que manifiesta los deseos y

propósitos que le han movido a escribirlo:

el poner al alcance de los amantes de la

Iglesia multisecular de Sigüenza una parte

importante de su historia, la identificación

de los distintos obispos a través de sus

efigies, contenidas en soportes tan variados

como pueden ser el papel, la madera, los

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tejidos, los metales, la cera, etc., incluyendo

las de aquellos obispos que no la tienen y

que se han suplido por otras, idealizadas,

realizadas por las benedictinas de Madrid

sobre papel apergaminado.

Sigue un segundo apartado “A guisa de

proemio”, en el que Peces Rata alude a la

existencia de un episcopologio seguntino,

escrito nada menos que por el que fuese

obispo de su diócesis entre 1898 y 1917 -el

obispo número 87 del actual episcopologio-

, fray Toribio Minguella y Arnedo, autor de

una interesantísima Historia de la Diócesis

de Sigüenza y de sus Obispos, publicada en

tres voluminosos tomos, que llega hasta

finales del siglo XIX, y completada -hasta

donde pudo- por el entonces canónigo-

archivero de la catedral Aurelio de Federico

Fernández (fallecido en mayo de 2001).

Obra, esta Historia de fray Toribio que, al

decir de Atilio Bislenghi en su libro La

mesnada del Doncel, “[…] sigue siendo una

historia “erudita”, concebida y estructurada

como los grandes Compendios de los siglos

anteriores, casi rígidos en su cronología y

su fe ciega en los documentos. Falta, por

supuesto, una visión sintética de la historia,

donde tienen también su importancia los

acontecimientos sociales y económicos:

visión que se impuso en la historiografía

varios decenios después. […] porque su

amplitud, su riqueza de datos, su carácter

pormenorizado podría llenar muchos días,

de otra manera, vacíos y solitarios. Pocos

son los estudiosos de cosas seguntinas que

pueden decir que conocen a fondo estos tres

libros, y si varios han intentado reescribir,

con diferentes éxitos, la historia de esta

diócesis, ni uno ha podido prescindir de un

examen detallado de la gran piedra miliar

que es la “Historia” del Padre Minguella”.

Por ello, en el tercer apartado, Felipe Peces,

como canónigo-archivero de la catedral de

Sigüenza, indica que con este libro quiere

completar -todavía más- las obras

anteriores, rescatando imágenes, ya que en

Sigüenza no existía una galería de retratos, -

actualmente ubicada en el edificio

plateresco de la “Contaduría” del Cabildo,

que fue Palacio y Casa de Estudios en la

propia catedral, según el apartado cuarto del

libro “La nueva ubicación”- y datos de los

obispos, de entre los viejos papeles que

custodia el archivo.

En el sexto apartado -“Los obispos en

Sigüenza”- se ofrecen algunos datos acerca

de las obras que mandaron realizar dichos

obispos: la catedral, el castillo. Seminarios,

hospitales, parroquias, ermitas. Y comienza

el libro propiamente dicho con obispos la

serie de los visigodos, que fueron siete,

desde Protógenes (589-610), hasta

Sisemundo I (851); los del siglo XII,

comenzando por D. Bernardo I de Agén

(1121-1152) y terminando con San Martín

de Hinojosa (1186-1192); y así

sucesivamente hasta completar el

episcopologio seguntino con el obispo que

hace el número 96, Atilano I Rodríguez

Martínez (2011- ). No termina aquí la serie,

ya que se incluye un breve apéndice

correspondiente a los obispos denominados

“apócrifos”, es decir, aquellos que han sido

considerados fabulosos o supuestos: Sergio-

Paulo (del año 76), San Sacerdote (del 570),

Don Gonzalo (1299) y D. Luis Osorio de

Acuña (1456).

En un sentido “Epílogo”, el autor quiere

recordar al lector a Herodoto cuando

escribía aquello “de que no se perdiese la

memoria de las grandes y maravillosas

hazañas”, que es lo que él ha pretendido

con la edición de este libro, así como dejar

constancia de que ha procurado hacerlo con

la mayor sinceridad, aunque, como sucede

con toda obra humana, no esté exenta de

errores Una amplia bibliografía completa

los textos. Es la primera vez que vemos una

gran cantidad de retratos obispales reunidos

en un solo libro. ¡Enhorabuena por esta

obra, tan sencilla e interesante al tiempo!

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

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El „hospital inglés‟ de Huete (de

las Brigadas Internacionales)

Manuel Olarte Madero

Ayto. de Huete; Diputación de Cuenca;

UNED-Cuenca; 160 pags. 15 €

Este libro constituye la primera

aproximación a la Guerra Civil teniendo

como escenario la ciudad de Huete

(Cuenca). Aunque de forma colateral,

ya que trata sobre el “Hospital Inglés”

que los Internacionales crearon en el

Convento de la Merced, aporta datos

sobre la sociedad optense en los aciagos

años de la contienda civil que padeció

España hace 74 años.

Este trabajo, profusamente

documentado, (contiene fotografías

inéditas) abre camino a futuros

investigadores sobre ese período de la

historia reciente de Huete, tan lejano y,

a la vez, tan próximo a pesar de los años

transcurridos. Se presenta en este libro

uno de los hospitales más importantes

creados en España por las Brigadas

Internacionales.

El “Hospital Inglés” de Huete salvó

vidas, aquí se presentan las historias

humanas de los que lo hicieron posible.

Manuel Olarte Madero nació en 1953,

es licenciado en Filología Inglesa por la

Universidad Complutense, es

catedrático de inglés del Instituto de

Educación Secundaria “Fernando

Zóbel” de Cuenca y Profesor-Tutor en

el Centro Asociado de la UNED. Ha

publicado varios libros relacionados con

su profesión: “Ejercicios de inglés”

(1983) y “La Fonética inglesa en el

aula” (1993). Ha participado con un

estudio sobre los orígenes de “La

expresión „OK‟” en la revista de

investigación Studia Academica

(UNED, nº 15). En 2002 obtuvo el

tercer premio en el certamen

denominado I Premio de Investigación

“Ciudad de Huete” creado por el

Excmo. Ayuntamiento de Huete con la

obra “Huete en el s XVIII según sus

actas municipales”.

Aunque nacido en Huelva, Manuel

siempre ha estado vinculado a Huete

por lazos familiares y es, sin duda, su

pueblo de referencia, por lo que nada

que concierna a Huete le es ajeno. Este

trabajo que hoy se presenta es un buen

ejemplo. Más información:

http://www.hospitalinglesdehuete.com/

Web de LA LIBRERÍA DE

CAZARABET

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El Gabinete de Historia Natural

del infante don Luis Antonio de

Borbón en Boadilla del Monte

Francisco García Martín

Ledoria Ed.; Toledo, 2012; 208 pags.

El Infante don Luis Antonio de Borbón

y Farnesio (1727-1785; hijo de Felipe V

e Isabel de Farnsesio) formó, en su corte

itinerante a través de los palacios de

Velada (Toledo), Arenas de san Pedro

(Ávila) y Boadilla del Monte (Madrid),

uno de los Gabinetes de Historia

Natural más espléndidos del momento

en Europa. El profesor e investigador

toledano Francisco García Martín ha

querido volver a reunir, mediante este

estudio, las piezas que en su día se

reunieron en este último palacio y

posteriormente viajaron a Toledo, al

palacio arzobispal, donde se reunieron

con las del homónimo Gabinete,

también magnífico, del cardenal

Francisco Antonio de Lorenzana.

Las medidas desamortizadoras hicieron

que la colección se dispersara hacia

múltiples destinos, siendo el Instituto de

Toledo –hoy IES “El Greco”-, uno de

los lugares que cobijaron las piezas y en

el cual se atesoran aún, ya

musealizadas, algunas de tan fastuoso

conjunto. Las incautaciones, donaciones

o pérdidas ha hecho que la colección

esté dispersa entre museos de Madrid,

colecciones privadas o, simplemente,

desaparecidas. Los libros que formaron

parte de los Gabinetes, se custodian hoy

bajo el título “colección Borbón-

Lorenzana” en la Biblioteca Regional

del Alcázar de Toledo.

El Ayuntamiento de Boadilla del Monte

(Madrid), actual propietario del palacio

que en su día mandara construir el

infante don Luis Antonio de Borbón a

Ventura Rodríguez, naufraga entre

escándalos e imputaciones judiciales,

mientras que el patrimonio cultural le

trae sin cuidado, razón por la cual el

autor, profesor e investigador del

Instituto “El Greco” de Toledo, ha

tenido que recurrir al Ministerio de

Cultura a través de su política de

difusión cultual y educativa para

permitirnos disfrutar de este libro que

ahora se publica que nos aclara el

destino de tan rica colección hoy tan

estimada por su alto valor científico y

técnico, que hacen apetecibles sus

piezas para el préstamo hacia museos y

exposiciones como la que ahora se

presenta en el Palacio Real de Madrid

entorno a Goya y la corte madrileña.

LyN de CLM

Page 13: 88 entrega

El color de la tinta

NOTAS DE UN LECTOR

Con la publicación de “El color de la tinta”

(Vitruvio, Madrid, 2012), Nicolás del

Hierro celebra 50 años al pie de las letras.

Nacido en Piedrabuena (Ciudad Real), en

1934, ha sido -y es- un escritor polifacético,

que además de cultivar la prosa -tiene en su

haber tres novelas y dos libros de cuentos-,

ha ejercido la crítica literaria con generosa

dedicación.

Pero su verdadera devoción ha sido siempre

la poesía. Este género, le ha proporcionado

sus mayores satisfacciones -además de un

buen número de galardones y

reconocimientos- y a él, le ha entregado lo

mejor de su decir. El poeta manchego, es

claro y emotivo a la hora de expresar ese

mensaje cargado de fe lírica cuando escribe

en su poema “Tiempo de silencio”: “Si

alguien viniera para hacer,/ con su palabra,

mi verso menos íntimo/ y que no fuera esta

tarde una tarde/ como todas las tardes en

silencio del mundo: (…) ¿Quién va a venir?

¿Quién me va a visitar,/ sabiendo que es mi

espacio para el verso?”.

Espacio y tiempo poéticos, pues, expuestos

aquí y ahora como prueba fehaciente de ese

amor a la palabra, al verso cálido y

cadencioso de sus composiciones, a su

domino métrico y al equilibrio emocionado

que desborda el alma lectora, a veces ya

cansada de tantos pretenciosos oropeles y

fallidos remedos vanguardistas.

En el cántico de Nicolás del Hierro, el

verbo se torna sensible y renovador y fluye

sabiamente por las venas, porque llega

impregnado de sensualidad, de

sentimentalidad, de humano vitalismo: “Si

se pudiera hacer mi voluntad,/ si tuviera el

poder que Dios/ no concedió al mortal en su

andadura,/ pondría el universo en esa copa/

donde anidan los sueños./ Así, lentamente,

sorbo a sorbo,/ degustaría las esencias/ que

la divinidad concede/ a quien se asoma cada

tarde/ al balcón ilusorio de la dicha”, afirma

en su libro “Desde mis soledades”.

En el espléndido estudio con el que Pedro

A. González Moreno abre este volumen,

desentraña las claves principales de los

quince poemarios que se recogen en esta

compilación: desde “Profecías de la

guerra”, editado en 1962, hasta “El color de

la tinta”, que da título al conjunto e inédito

hasta ahora. Y como coda, el citado

prologuista utiliza una exacta definición del

autor manchego: “Nicolás del Hierro, el

poeta, el hombre. Un hombre de la calle que

aprendió las palabras de la cal, de la vida, y

que concibió siempre la poesía como

diálogo con los demás”. Y es esta, en

verdad, una de sus mayores virtudes,

porque el acento de su verso se posa en los

signos, en los nombres, en las huellas que

reclaman luz, amor y vida.

Su poesía, al cabo, íntima y sugeridora, está

impregnada de celebración y desconsuelo,

de caducidad y permanencia, de plenitud y

dolor, como se aprecia en el poema que

sirve de cierre a este necesario volumen:

“Porque tenía el alma rota,/ crecía en la

razón de su esperanza:/ amaba en el silencio

(…) Le tenían por loco, iluso, cándido…/

pero era un ángel libre, que consumió sus

horas escribiendo/ sobre la perfección de

los humanos”.

Jorge de Arco en "Andalucía Información" 5

al 10 de Octubre de 2012