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A AMADO NERVO La tortuga de oro camina por la alfombra y traza por la alfombra un misterioso estigma; sobre su carapacho hay grabado un enigma y círculo enigmático se dibuja en su sombra. Esos signos nos dicen al Dios que no se nombra y ponen en nosotros su autoritario estigma: ese círculo encierra la clave del enigma que a Minotauro mata y a la Medusa asombra. Ramo de sueños, mazo de ideas florecidas en explosión de cantos y en floración de vidas, sois mi pecho suave, mi pensamiento parco. Y cuando hayan pasado las sedas de la fiesta, decidme los sutiles efluvios de la orquesta y lo que está suspenso entre el violín y el arco.

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  A AMADO NERVO

La tortuga de oro camina por la alfombra y traza por la alfombra un misterioso estigma; sobre su carapacho hay grabado un enigma y círculo enigmático se dibuja en su sombra.

Esos signos nos dicen al Dios que no se nombra y ponen en nosotros su autoritario estigma: ese círculo encierra la clave del enigma que a Minotauro mata y a la Medusa asombra.

Ramo de sueños, mazo de ideas florecidas en explosión de cantos y en floración de vidas, sois mi pecho suave, mi pensamiento parco.

Y cuando hayan pasado las sedas de la fiesta, decidme los sutiles efluvios de la orquesta y lo que está suspenso entre el violín y el arco.

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  A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

¿Tienes, joven amigo, ceñida la coraza para empezar, valiente, la divina pelea? ¿Has visto si resiste el metal de tu idea la furia del mandoble y el peso de la maza?

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza que vida con los números pitagóricos crea? ¿Y, como el fuerte Herakles al león de Nemea, a los sangrientos tigres del mal darías caza?

¿Te enternece el azul de una noche tranquila? ¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila cuando el Angelus dice el alma de la tarde?...

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta? Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta. La belleza te cubra de luz y Dios te guarde.

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    AÑO NUEVO

A las doce de la noche, por las puertas de la gloria y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre, sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria, San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara, de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión; y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina, y su capa raras piedras de una ilustre Visapur; y colgada sobre el pecho resplandece la divina Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero? Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno el inmenso Sagitario no se cansa de flechar; le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco

Invierno y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora; doce aljabas cada año para él trae el rey Enero; en la sombra se destaca la figura vencedora del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo misterioso y fugitivo de las almas que se van, y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes, del celeste Vaticano se detiene en los umbrales mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes inmortales.

Reza el santo y pontifica; y al mirar que viene el barco donde en triunfo llega Enero, ante Dios bendice al mundo; y su brazo abarca el arco y el Arquero.

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 A PHOCÁS, EL CAMPESINO

Phocás el campesino, hijo mío, que tienes en apenas escasos meses de vida, tantos dolores en tus ojos que esperan tantos llantos por el fatal pensar que revelan tus sienes...

Tarda a venir a este dolor adonde vienes, a este mundo terrible en duelos y en espantos; duerme bajo los Ángeles, sueña bajo los Santos, que ya tendrás la Vida para que te envenenes...

Sueña, hijo mío, todavía, y cuando crezcas, perdóname el fatal don de darte la vida que yo hubiera querido de azul y rosas frescas;

Pues tú eres la crisálida de mi alma entristecida, y te he de ver, en medio del triunfo que merezcas renovando el fulgor de mi psique abolida.

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DE INVIERNO

En invernales horas, mirad a Carolina. Medio apelotonada, descansa en el sillón, envuelta con su abrigo de marta cibelina y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina, rozando con su hocico la falda de Aleçón, no lejos de las jarras de porcelana china que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño: entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris; voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis. Abre los ojos; mírame con su mirar risueño, y en tanto cae la nieve del cielo de París.

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DEL CAMPO

¡Pradera, feliz día! Del regio Buenos Aires quedaron allá lejos el fuego y el hervor; hoy en tu verde triunfo tendrán mis sueños vida, respiraré tu aliento, me bañaré en tu sol.

Muy buenos días, huerto. Saludo la frescura que brota de las ramas de tu durazno en flor; formada de rosales, tu calle de Florida mira pasar la Gloria, la Banca y el Sport.

Un pájaro poeta rumia en su buche versos; chismoso y petulante, charlando va un gorrión; las plantas trepadoras conversan de política; las rosas y los lirios del arte y del amor.

Rigiendo su cuadriga de mágicas libélulas, de sueños millonarios, pasa el travieso Puck; y, espléndida sportwoman, en su celeste carro, la emperatriz Titania seguida de Oberón.

De noche, cuando muestra su medio anillo de oro bajo el azul tranquilo, la amada de Pierrot, es una fiesta pálida la que en el huerto reina, toca en la lira el aire su do-re-mi-fa-sol.

Curiosas las violetas a su balcón se asoman. Y una suspira: «¡lástima que falte el ruiseñor!» Los silfos acompasan la danza de las brisas en un walpurgis vago de aromas y de visión.

De pronto se oye el eco del grito de la pampa; brilla como una puesta del argentino sol; y un espectral jinete como una sombra cruza, sobre su espalda un poncho; sobre su faz, dolor.

—¿Quién eres, solitario viajero de la noche? —Yo soy la Poesía que un tiempo aquí reinó: Yo soy el primer gaucho que parte para siempre, de nuestra vieja patria llevando el corazón.