Annick Lemperiere -El Paradigma Colonial en La Historiografia Latinoamericanista

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    El paradigma colonial en lahistoriografa latinoamericanista

    Annick Lemprire1

    El paradigma colonial se reere al problema del estatus y dela identidad histrica de los dominios espaoles entre el siglo

    XVI y las independencias. Permiten las voces colonia y

    colonial dar cuenta cabal de la historia hispanoamericana

    desde el siglo XVI hasta la independencia y nuestros das?

    No ser acaso oportuno cuestionar el uso que los historiadores

    latinoamericanistas solemos hacer de estos trminos para ca-

    licar y describir sin discriminacin cualquier dato, cualquierfenmeno histrico ocurrido en Amrica durante el periodo

    anterior a la independencia? El recurso al concepto de co-

    lonia y a la categora colonial (colonia es un concepto?,

    colonial una categora descriptiva, analtica, axiolgica?)

    no ser un tanto acrtico y maquinal, tendencioso y reicado?

    1 Historiadora de la Universidad de Paris-I/MASCIPO UMR 8168 (CNRS-

    EHESS). Una versin previa de este artculo fue publicada en la revista elec-

    trnica del MASCIPO (Ecole de Haute Etudes de Sciences Sociales, Pars),

    Nuevo Mundo-Mundos Nuevos, http://nuevomundo.revues.org/index437.

    html. Posteriormente fue publicado en la Revista Istor, ao V, nmero 19,

    invierno del 2004.

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    Lo que sigue no pretende acabar con el tema. El punto de

    vista es el de una historiadora, por lo tanto no es necesariamen-te similar al de los antroplogos; la perspectiva privilegiada es

    la de la historia poltica concebida de manera amplia, pero sin

    tocar las cuestiones de historia econmica. Tratar sobre todo

    de Hispanoamrica, sin que ello impida comparaciones con

    otras regiones de colonizacin europea.

    Reifcacin de un conceptoSon varias las formas mediante las cuales se reican o cosi-

    can valga el neologismo los conceptos, las nociones y

    las categoras de anlisis. La reicacin es a menudo el desco-

    nocimiento del carcter construido de las nociones y su utiliza-

    cin como categoras no-pensadas y autctonas en el campo

    de una disciplina.

    En el caso del quehacer histrico, la reicacin sobreviene,primero, al aplicar categoras y calicativos idnticos a pocas

    distintas dentro de un extenso periodo; segundo, cuando se ol-

    vida que los conceptos y las categoras no son esencias y sus-

    tancias eternamente iguales a s mismas, sino que tienen una

    historia, cargan una memoria y ostentan unos signicados tan

    distintos como las formaciones sociales en las cuales nacieron

    y se siguen empleando. Segn las pocas, las sociedades y losgrupos socioculturales, las voces y los conceptos cobran sen-

    tidos sumamente diferenciados, sentidos que a su vez pueden

    llegar a implicar, como en el caso de la palabra colonia y sus

    derivados, valores y valoraciones altamente polmicas, carga-

    das de afectividad, de ideologa, de pasiones y del recuerdo

    de experiencias militantes o vitales. De colonia a colonial se

    pas, en el siglo XIX, a colonialismo, con lo cual la cues-tin colonial entr de plano en el campo de la ideologa y de

    la poltica. La historia colonial latinoamericanista no poda

    de ninguna manera salir ilesa de tales avatares.

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    Historia colonial de Amrica Latina, desde hace muchas

    dcadas, no remite a otra cosa que al periodo de estudio queabarca los siglos anteriores a la independencia: la poca co-

    lonial y, como corolario, a una subparte de la materia acad-

    mica Historia de Amrica Latina. La frmula, en s misma,

    se ha vuelto neutral, gris, no polmica. Colonial es una seal

    de identidad especca para los historiadores que estudian los

    siglos XVI a XVIII. Normalmente se podra prescindir de re-

    petir sucesiva y reiterativamente las alusiones a lo coloniala lo largo de los estudios claramente ubicados dentro del pe-

    riodo colonial. Sin embargo, no sucede as. Al estudiar la so-

    ciedad, los sistemas de trabajo, la economa, la scalidad entre

    el siglo XVI y el XIX, la mayora de los historiadores siente

    la necesidad de aadir el calicativo colonial a cualquier

    descripcin. Se habla de rgimen colonial, pero, qu quiere

    decir colonial en este caso? Qu sentido aade al anlisisdel sistema poltico, si de eso se trata? Si signica que las ins-

    tituciones son distintas de las de la pennsula, colonial es

    suciente para calicarlas? Explotacin colonial, frmula

    de moda en la poca de Chaunu y de la preponderancia de la

    historia econmica, remite al sistema econmico global: alude

    a la extraccin de bienes primarios y a la explotacin del tra-

    bajo indgena o de la esclavitud negra, al mercantilismo y alcomercio exclusivo con la metrpoli.

    Hoy en da se preere pacto colonial, expresin que vie-

    ne a rematar, de manera uida y elstica, un conjunto de datos

    bastante distintos entre s: a veces se trata de los acuerdos

    entre caciques indgenas y autoridades peninsulares sobre la

    organizacin del trabajo indio, a veces del conjunto de las

    instituciones polticas, econmicas, etctera, que regan a lassociedades americanas sin distincin de condicin, otras veces

    de las relaciones entre los colonos criollos y las instancias de

    poder en la metrpoli, se trate del comercio o de la asignacin

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    de los empleos pblicos, sin que se identique siempre de ma-

    nera muy clara quines fueron los actores y los sujetos con-cretos de dicho pacto. Asimismo, colonial sirvi, durante

    dcadas, para calicar a todas las producciones artsticas de

    los dominios ultramarinos hasta el siglo XIX (el famoso arte

    colonial). En nuestros das, colonial se aplica tanto a las

    cuestiones de gnero como a las relaciones entre los grupos

    tnicos o a la religiosidad propia de la misma poca. Aca-

    so tales fenmenos sociales, estudiados para los siglos XIX oXX, se calican de nacionales o independientes? Huelga

    decir que la costumbre se encuentra en los escritos de los his-

    toriadores latinoamericanos, norteamericanos y europeos de

    todas las nacionalidades: forma parte de nuestra lingua franca

    historiogrca. Ahora bien, estamos frente a un uso que va

    ms all de la neutral identicacin de un grupo de especia-

    listas a un periodo y a un territorio. Lleva consigo un sistemade valoraciones, las ms de las veces peyorativas. He aqu la

    cuestin colonial que quisiera discutir en las pginas que

    siguen.

    Los orgenes del paradigma colonial:

    independencias, colonialismo y dependencia

    Tal vez la comparacin ms inmediata y til para abordar la

    cuestin colonial hispanoamericana sea con la historiogra-

    fa norteamericana. Como aqulla, la norteamericana tiene su

    historia colonial. Sin embargo, salta a la vista una gran dife-

    rencia. Los rebeldes de las Trece Colonias, una vez lograda su

    independencia mediante una guerra y una revolucin poltica

    llevada a cabo por ellos mismos, no renegaron de su pasado

    colonial, de sus instituciones coloniales, de su estatuto de

    colonos, pobladores y actores del desarrollo econmico de

    sus territorios y del comercio colonial con la Gran Breta-

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    a. La ruptura con la metrpoli, fundamentada en el derecho

    natural y en los derechos polticos a los cuales los colonosse consideraban acreedores, no implic el rechazo del pasado

    ingls y britnico y de la pertenencia a una tradicin poltica,

    jurdica y religiosa inglesa. No implic la renuncia al sistema

    socioeconmico basado en la esclavitud que los colonos ha-

    ban adoptado para explotar el territorio que iban poblando.

    Tampoco puso en tela de juicio el tipo de relaciones guerra

    y comercio entre naciones segn el derecho de gentes quese haban entablado de antemano entre los colonos y los au-

    tctonos, quienes siguieron siendo excluidos del ecumene de

    losEnglishmen.

    En cambio, en el caso hispanoamericano, las modalidades

    de acceso a la independencia llevaron a los colonos, cuando

    escogieron el camino de la insurgencia, a inventarse una as-

    cendencia imaginaria. Enfrentados violentamente a las huestesrealistas, se identicaron con los indios cuyos reinos e impe-

    rios sus propios antepasados haban conquistado y destruido

    tres siglos antes. Los patriotas criollos renegaron de su pasado

    de colonizadores y colonos para hacer suya la condicin de

    colonizados. Renunciaron a su antigua identidad de vasallos

    de los reinos indianos, orgullosamente asumida hasta 1810-

    1811, para hablar de su propia tierra como de colonias, lo cualimplicaba, al revs de lo que sucedi en los Estados Unidos,

    el rechazo del pasado y de la herencia espaola.2Colonia se

    volvi sinnimo de despotismo en lo poltico y de oscurantis-

    mo y poder inquisitorial en lo cultural y religioso despotis-

    mo y oscurantismo cuyas vctimas habran sido, durante tres

    siglos, lo mismo los criollos que los estratos sociotnicos sub-

    2 Estas lneas se basan en Franois-Xavier Guerra, The implosion of the

    Spanish Empire: Emerging Statehood and Collective Identities, en Luis

    Roninger y Tamar Herzog, The Collective and the Public in Latin America.

    Cultural identities and Political Order, Sussex Academic Press, 2000, pp.

    71-94.

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    yugados mediante la conquista y la esclavitud. Con ello, las

    dicultades a las cuales se enfrentaron los antiguos territoriosespaoles a la hora de volverse Estados-naciones, se atribuye-

    ron no a las modalidades de la colonizacin impuestas por los

    colonos durante tres siglos, sino a la herencia espaola: los

    usos y costumbres y la situacin sociocultural de la inmen-

    sa mayora del pueblo ignorancia, fanatismo, pasividad y

    otros tantos vicios, segn las propias palabras de las lites

    ilustradas fueron calicados como consecuencias de la do-minacin espaola y considerados todos como contrarios al

    progreso y al engrandecimiento de las nuevas naciones.

    Por cierto, hace falta matizar. Desde el inicio de la era in-

    dependiente hubo tambin publicistas, historiadores y pol-

    ticos, tradicionalistas o conservadores, que conrieron a lo

    colonial un valor altamente positivo. La contienda entre las

    dos corrientes de interpretacin del pasado espaol se sum alas luchas polticas entre liberales y conservadores en el siglo

    XIX, o entre hispanistas e indigenistas en el siglo XX en

    los pases donde exista una numerosa poblacin indgena.3

    Sin embargo, la valoracin negativa de lo colonial fue la

    que prevaleci en Hispanoamrica a medida que se perlaban

    las dicultades para impulsar las reformas modernizadoras.

    Pero eso ocurri varias dcadas antes de la gran ola decimo-nnica de expansin y colonizacin europea, y a partir de una

    3 Cabe observar que, en el caso de Mxico, la corriente indigenista en el

    caso de Manuel Gamio, por ejemplo fue proclive a reconocer que la le-

    gislacin indiana (colonial) haba sido a n de cuentas ms favorable a los

    indgenas que la supuestamente igualitaria de los liberales decimonnicos.

    Tal valoracin iba a la par con la elaboracin del nacionalismo posrevolu-

    cionario, que tendi a integrar dentro de la historia y de la identidad na-

    cional los aportes de las sucesivas pocas desde antes de la Conquista. Cf.

    A. Lemprire, Dun centenaire de lIndpendance lautre (1910-1921).

    Linvention de la mmoire culturelle du Mexique contemporain, en F. X.

    Guerra (ed.),Mmoires en devenir. Amrique latine XVIe-XXesicles, Bur-

    deos, Maison des Pays Ibriques, pp. 269-292.

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    situacin histrica derivada de las modalidades de la indepen-

    dencia sobre las cuales volver ms adelante. Quienes crearonla valoracin negativa de lo colonial fueron primero los colo-

    nizadores hispnicos, herederos del imperio y de las socieda-

    des que sus antepasados haban contribuido a fundar. Aunque

    llegaron a reivindicarlo ocasionalmente incluso hasta nues-

    tros das, las lites criollas no eran las herederas intelectuales

    y morales de De Las Casas y Vitoria. Al lado de la liacin

    imaginaria indigenista, las lites criollas se dotaron de unanueva liacin europea, imaginada tambin pero ms adrede

    respecto de sus nes inmediatos, en el Siglo de las Luces y la

    Revolucin francesa.4

    La crtica anticolonialista, como bien se sabe, naci a

    raz de la expansin europea del ltimo tercio del siglo XIX.

    Numerosos pensadores y hombres polticos europeos se per-

    cataron de lo negativo y nefasto de la colonizacin y la de-nunciaron en calidad de colonialismo e imperialismo. A

    partir de entonces, fuera por parte de los partidarios o de los

    adversarios de la expansin colonialista, colonia cobr una

    signicacin nica: la de un territorio extranjero sometido a

    una dominacin poltica casi exclusivamente dirigida hacia la

    explotacin econmica llevada a cabo por los capitalistas me-

    tropolitanos en provecho de la potencia econmica y militardel Estado-nacin.5En cuanto al fardeau de lhomme blanc

    4 Franois-Xavier Guerra, LAmrique latine face la Rvolution franaise,

    enLAmrique latine face la Rvolution franaise, Caravelle, n 54, 1990,

    pp. 7-20.

    5 Argelia es uno de los pocos casos decimonnicos que se asemejan de cer-

    ca a la colonizacin espaola renacentista: conquista militar, coexistencia

    desigual entre los vencidos y un gran nmero de pobladores oriundos de

    la metrpoli, as como la tentativa llevada a cabo por Napolen III y luego

    frustrada de crear un orden jurdico protector de los indgenas. Obvian

    las diferencias, entre las cuales sobresale primero la supervivencia vigorosa

    de la religin musulmana, segundo la no-coincidencia entre el sistema po-

    ltico propio de los colonizadores (Estado-nacin, ciudadana poltica) y el

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    y a la misin civilizadora, nadie hoy en da se atrevera a

    decir que fue otra cosa que una mscara ideolgica, aun cuan-do los servicios sanitarios y educativos instrumentados por al-

    gunos colonizadores pudieron a veces surtir efectos positivos

    para las poblaciones colonizadas.

    La colonizacin decimonnica y su squito de crticas pro-

    dujeron, lo que fue bastante normal e inevitable, una relectura

    del pasado colonial de Amrica Latina en trminos de naci-

    miento del colonialismo europeo o de primer imperialismomoderno.6Si bien tal relectura pareci haber culminado con

    la teora de la dependencia en los aos sesenta y setenta del

    siglo XX,7no deja de hacer sentir sus efectos y su vitalidad

    hasta nuestros das.Las venas abiertas de Amrica latina, el

    paneto imaginativo y sombro de Eduardo Galeano publicado

    por primera vez en 1971 alcanza valiosamente su septuagsi-

    mocuarta edicin en el momento en que se publica en FranciaLe livre noir du colonialisme, cuyo primer captulo est dedi-

    cado al aniquilamiento de los habitantes de las islas caribeas

    a partir de 1492.8En cuanto a la conmemoracin del quin-

    to centenario del descubrimiento colombino, ms que abrir

    una nueva poca en la valoracin negativa del colonialismo

    estatus (desprovisto de derechos polticos) de los colonizados.6 Tal es la posicin, por ejemplo, de Carmen Bernand: La premire forme

    moderne de limprialisme occidental fut loeuvre de lEspagne et du Por-

    tugal, Imprialismes ibriques, en Marc Ferro,Le livre noir du colonia-

    lisme. XVIe-XXIe sicle: de lextermination la repentance, Pars, Robert

    Laffont, 2003, pp. 137-179.

    7 En el campo historiogrco, una muestra es Stanley J. Stein y Barbara Stein,

    The colonial heritage of Latin America: Essays on Economic Dependance in

    Perspective, Oxford, Oxford University Press, 1970.

    8 Marc Ferro, op. cit. El ttulo se inspira directamente enLe livre noir du com-

    munisme. Crimes, terreur, rpression(Robert Laffont, 1997) y es inevitable

    que provoque el mismo tipo de polmica ; vase, por ejemplo, el conjunto de

    lecturas crticas Lanticolonialisme (cinquante ans aprs). Autour du Livre

    Noir du colonialisme, en Afrique et histoire. Revue internationale, Pars,

    Verdier, n 1, 2003, pp. 245-267.

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    europeo, permiti escenicar la mutacin de los paradigmas

    propios del memorial de agravios anticolonialista ocurridaen la dcada anterior. Rebasadas las esperanzas marxistas y

    teolgicas de liberacin socioeconmica, el fundamentalis-

    mo identitario de las organizaciones polticas de los pueblos

    autctonos sustituy la dominacin multipolarizada y la

    globalizacin al capitalismo y a las multinacionales de

    antao, el etnocidio a la dependencia, la exigencia del re-

    conocimiento constitucional de los pueblos y nacionalidadesindgenas a la apuesta revolucionaria. Contra el colonialismo,

    las culturas originarias; contra el universalismo revoluciona-

    rio, el comunitarismo identitario.9

    Es imposible, y hasta cierto punto no deseable, que el que-

    hacer de los historiadores latinoamericanistas quede inmune

    contra las representaciones colectivas que, surgidas dentro y

    fuera de los recintos acadmicos, tien las lecturas del pasadocon los vivos colores de los temas candentes de la actualidad.

    Los imaginarios, los ideales propios y controvertidos de las

    sucesivas generaciones, son obviamente vividos y compar-

    tidos, consciente o inconscientemente, por los historiadores.

    Sin embargo, si pretendemos hacer historia no es slo para

    compartir emociones y utopas, sino tambin para entender

    y explicar el pasado y el presente. La posicin del historia-dor no lo obliga a operar siempre una distincin entre historia

    y conmemoracin, lo mismo que entre historia y militancia,

    historia y hagiografa, crtica y denuncia? En la medida que

    colonia y colonial desde hace mucho tiempo, y hoy en

    da ms que nunca, son conceptos que implican valoraciones

    tanto positivas (en nuestros das escasas: vase la suerte de la

    9 Una ilustracin de esta mutacin es el testimonio de Rigoberta Mench, cf.

    Annick Lemprire, Moi, Rigoberta Mench, tmoignage dune indienne

    internationale, enLe parti pris du document, Communications, n 71, pp.

    395-434, tambin en lnea, http://nuevomundo.revues.org/index51933.

    html.

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    En efecto, fue a partir de nales del siglo XVII cuando co-

    lonia empez a cobrar un signicado econmico que pas delfrancs a los idiomas ingls y espaol durante el siglo XVIII.

    El monopolio comercial (uno de los puntos fuertes del sistema

    mercantilista que fue adoptado por todas las potencias de la

    poca) se estableca con las colonias, para la utilidad de la

    metrpoli.11En la poca de las reformas borbnicas, dentro

    de los crculos de la corte madrilea se empez a hablar de los

    dominios ultramarinos en calidad de colonias con una claraconnotacin econmica, y en el sentido de que la utilidad

    producida por Amrica haba sido, hasta la fecha, demasiado a

    favor de esta ltima. Sin embargo, fue tambin en la segunda

    mitad del siglo XVIII cuando los ilustrados espaoles, entre

    ellos Campomanes de manera notable,12conceptualizaron la

    idea de formar un solo cuerpo de Nacin (la Nacin espa-

    ola) y de estrechar los vnculos de amistad y unin entrelas provincias potentes y considerables del imperio espaol.

    Lo cual quiere decir que las Indias podan ser al mismo tiempo

    colonias en lo econmico y reinos o provincias en lo

    poltico, y que se trataba de instaurar una complementariedad,

    ms que un antagonismo de intereses, entre la pennsula y los

    territorios ultramarinos.

    En todo caso, y he aqu el punto medular, en aquel enton-ces y hasta bien entrado el siglo XIX, colonia y colonial

    no tenan contenido ideolgico alguno. Su signicado no era

    negativo, tampoco unvoco. Se aceptaba que la creacin de

    colonias responda a numerosos motivos que no eran primor-

    dialmente econmicos, pudiendo ser polticos, religiosos o

    militares. Adems, se saba que la palabra colonia remita

    a realidades muy distintas entre s: no se identicaba a lasplantaciones esclavistas de las islas caribeas con los estable-

    11 Ibid.

    12 Informe de Campomanes, 1768, cit. en ibid., p. 54.

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    cimientos espaoles continentales.13Cuando el abate Raynal

    o Turgot criticaban las colonias espaolas, era porque no re-portaban sucientes utilidades econmicas a la metrpoli, la

    cual, al contrario, se haba empobrecido al mantener la defensa

    y la administracin de sus desproporcionadas posesiones. En

    cuanto a Adam Smith, no condenaba el sistema de gobierno

    espaol en las Indias por ser colonial, sino por ser mercanti-

    lista y por tanto contrario al libre cambio que pregonaba en su

    Riqueza de las naciones: se trataba de economa, no de moralni de ideologa. El mismo Carlos Marx, hasta 1870, integr

    los fenmenos de colonizacin dentro de su esquema histrico

    evolucionista y no denunci las colonias per se: defendi la

    colonizacin britnica en la India al ver en ella un proceso

    favorable a la expansin del capitalismo, en calidad de instru-

    mento ms ecaz de la modernizacin deseable para los anqui-

    losados sistemas socioeconmicos del Oriente lejano.14

    Por lo tanto, la primera expansin europea de los siglos XV

    a XVIII tuvo lugar mucho antes de que dicha expansin, fuera

    hecha hacia territorios vrgenes de habitantes o llevada a cabo

    en detrimento de pueblos autctonos, cobrara para muchos

    sectores de la intelectualidad europea un sentido altamente ne-

    gativo. Exista ms bien un consenso acerca de la utilidad de

    las colonias, fuera desde el punto de vista demogrco, mili-tar, poltico o econmico, sin hablar de los motivos religiosos

    que, aunque bajo modalidades muy distintas entre s, no estu-

    vieron ausentes de ninguna de las colonizaciones europeas del

    Antiguo Rgimen.

    Vale la pena aadir que tampoco el fenmeno de las con-

    quistas, que en el caso espaol fue la condicin previa a la co-

    lonizacin propiamente dicha, fue concebido bajo un punto de

    13 Carlos Rodrguez Braun,La cuestin colonial y la economa clsica, Ma-

    drid, Alianza Editorial, 1989, p. 19.

    14 Ibid., p. 14.

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    vista negativo. Desde la antigedad hasta la Revolucin fran-

    cesa y las guerras napolenicas, la nocin de conquista no fuepeyorativa. Por una parte, la guerra justa poda desembocar

    en una conquista no menos justa segn las codicaciones pro-

    pias del derecho natural y de gentes; por la otra, se tena muy

    claro que la mayor parte de la historia universal, incluso la

    de la propia Europa, se haba desarrollado bajo el signo de las

    conquistas y del auge y declive de los imperios. En el caso

    de Europa, tales conquistas fueron en varios casos seguidas oacompaadas por verdaderas colonizaciones, baste con citar

    el ejemplo de los caballeros teutnicos en el oriente germ-

    nico-polaco o de la colonizacin de Irlanda bajo la Inglaterra

    renacentista de Enrique VIII, otros tantos episodios de la his-

    toria europea que no suelen ser ordenados bajo la etiqueta de

    poca colonial en las historiografas nacionales.

    Ahora bien, tal neutralidad frente a los fenmenos colonia-les nos remite nicamente a las opiniones de los colonizadores

    europeos, con lo cual es fcil oponer a la argumentacin de-

    sarrollada en los prrafos anteriores la voz de los vencidos.

    Sin embargo, cabe recordar que dicha voz no exista como tal

    en ninguna parte del mundo y existi al menos tericamen-

    te slo poco tiempo antes de que naciera el colonialismo

    y sus corolarios, el anticolonialismo y las luchas de liberacinnacional. La profunda injusticia de la colonizacin como do-

    minacin no negociada sobre pueblos extranjeros autctonos

    no apareci no slo en Europa sino tambin en el mundo

    entero hasta despus de la elaboracin de una serie de con-

    ceptos y principios enteramente nuevos respecto a lo que se

    conceba como la justicia y el derecho en las relaciones entre

    las comunidades humanas y dentro de ellas: igualdad de los in-dividuos en el estado natural y ante las leyes civiles, derechos

    del hombre y del ciudadano, soberana de los pueblos y de las

    naciones, derecho de los pueblos a su autodeterminacin.

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    Basta con releer las primeras pginas de El imperialismo,

    de Hannah Arendt, para percatarse de la necesidad de dotar alos conceptos de un sentido histrico para lograr una aproxi-

    macin no ideolgica y no valorativa de los problemas. Aren-

    dt, en efecto, distingue de manera esclarecedora los antiguos

    imperios del moderno imperialismo, interpretando a ste como

    uno de los sntomas de la crisis del Estado-nacin. No mencio-

    na una sola vez, por lo dems, el caso de los imperios espaol,

    portugus o francs de los siglos XVI a XVIII. Al subrayar lacontradiccin interna entre el cuerpo poltico de la nacin y

    la conquista considerada como un medio poltico, deja muy

    claro el hecho de que el imperialismo moderno, el de los siglos

    XIX y XX, no desemboc en la construccin de verdaderos

    imperios polticos, sino en la expansin en calidad de meta

    poltica permanente y suprema, o sea un concepto entera-

    mente nuevo en los anales del pensamiento y de la accin po-ltica. Nuevo en el sentido de que se trataba, en realidad, no

    de una metapoltica, sino de motivos y objetivos enteramente

    ubicados en la esfera econmica y mercantil.15No solamente

    el cuerpo poltico de la nacin, en cuanto produce un dere-

    cho cuya aplicacin est por denicin estrictamente acanto-

    nada dentro de las fronteras del territorio nacional, se revela

    incapaz de fundar imperios,16sino tambin conduce a los co-lonizados a la toma de conciencia de su identidad nacional

    con su squito de guerras de liberacin. Los nicos procesos

    de conquista y colonizacin que, llevados a cabo por Estados-

    15 Hannah Arendt, El imperialismo, enLes origines du totalitarisme. Eich-

    mann Jerusalem, edicin dirigida por Pierre Bouretz, Pars, Gallimard,

    2002, p. 376.

    16 H. Arendt: A diferencia de las autnticas estructuras imperiales, donde las

    instituciones de la metrpoli estn diversamente integradas en el Imperio, el

    imperialismo se caracteriza por el hecho de que las instituciones nacionales

    siguen siendo distintas de la administracin colonial, aunque tengan el poder

    de ejercer un control sobre esta ltima, ibid., p. 379.

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    29ELPARADIGMACOLONIALENLAHISTORIOGRAFALATINOAMERICANISTA

    naciones en el siglo XIX, no dieron lugar a la fundacin de

    imperios mercantiles sino a la integracin jurdica, dentro delEstado, de territorios y poblaciones, fueron los que empren-

    dieron los gobiernos argentino y chileno, casi simultneamen-

    te, en contra de los indios bravos que vivan ms all de las

    fronteras heredadas del imperio espaol. Contempornea de

    estos acontecimientos, la conquista del oeste por parte de

    los colonos norteamericanos sigui pautas distintas, al dejar al

    margen de la ciudadana estadounidense, no slo socioecon-mica sino jurdica y polticamente, a los pobladores indgenas.

    O sea que fue un proceso equiparable al de la conquista del

    mundo por parte de la Europa industrializada a menos que

    queramos adherir a las doctrinas de las fronteras naturales o

    del destino maniesto.

    Antes de las revoluciones de nales del siglo XVIII y prin-

    cipios del XIX, fue el derecho natural y de gentes el encargadode dictar lo justo en cuanto al ordenamiento poltico y jurdico

    de las comunidades humanas, fueran estassui generis o el re-

    sultado de conquistas y colonizaciones. Fue el derecho natural

    (que no los derechos humanos) el que dict a los telogos

    espaoles de la poca de la conquista la denuncia de los ex-

    terminios y violencias acometidos por los conquistadores, as

    como la idea, retomada por la corona, de legislar en torno deltipo de relaciones que era deseable se establecieran entre los

    vencidos y los conquistadores. En suma, fue el derecho natural

    el que proporcion el ordenamiento jurdico, poltico y moral

    que transform la conquista y los establecimientos espaoles

    de ultramar, fundados en lo econmico sobre el trabajo ind-

    gena y en lo religioso sobre la destruccin de las religiones

    autctonas y la evangelizacin, en una estructura poltica im-perial integradora de territorios y pueblos muy diversos entre

    s: en una monarqua.

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    30 ANNICKLEMPRIRE

    Colonizacin de Antiguo rgimen y cambios

    socioculturales

    Despus de la destruccin de las Indias, e incluso en el mo-

    mento mismo en que se produca, un proceso de refundacin y

    reconstruccin de comunidades humanas con carcter poltico

    fue llevado a cabo por una multitud de actores: el monarca y

    los agentes de su soberana en la pennsula y en las Indias, los

    frailes y prelados de las rdenes religiosas, los conquistadores

    (por lo menos algunos de ellos) y los sucesivos pobladores y,

    last but not least, las autoridades indgenas y el conjunto de

    los indios vencidos. Sea cual sea el nombre que le demos al

    proceso y a sus resultados, lo cierto es que el conjunto abarca

    una larga duracin tres siglos.

    Es difcil admitir, para cualquier historiador, que una mis-

    ma palabra, en este caso colonial, pueda designar realidades

    absolutamente idnticas a lo largo de tres siglos; ms an si

    pensamos en la diversidad de realidades que supone la exis-

    tencia de un conjunto territorial y humano del tamao de la

    Amrica espaola. En los ltimos aos algunos historiadores,

    entre los cuales me incluyo, hemos adoptado la costumbre de

    evocar ciertas realidades socioculturales y polticas hispano-

    americanas bajo el trmino de Antiguo Rgimen. Jacques

    Poloni-Simard analiza los mecanismos de una colonizacin

    de Antiguo Rgimen,17mientras Pedro Prez Herrero compi-

    la, sin escoger entre ellos, los distintos trminos de la disputa

    al hablarnos de las sociedades de Antiguo Rgimen colonia-

    les indianas.18Por lo menos para un historiador de tradicin

    europea, desde el punto de vista historiogrco la frmula de

    Antiguo Rgimen es ms precisa, y por lo tanto ms satisfac-

    17 Jacques Poloni-Simard, LAmrique espagnole: une colonisation dAncien

    Rgime, en Marc Ferro, pp. 180-207.

    18 Pablo Prez Herrero,La Amrica colonial (1492-1763). Poltica y sociedad,

    Madrid, Sntesis, 2002.

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    31ELPARADIGMACOLONIALENLAHISTORIOGRAFALATINOAMERICANISTA

    toria que el calicativo colonial. No obstante, su uso indis-

    criminado plantea el mismo tipo de problema: el AntiguoRgimen, sea en Europa o en Amrica, es idntico a s mismo

    entre el siglo XVI y principios del siglo XIX? El Antiguo R-

    gimen es una esencia o, como cualquier otro dato histrico, el

    resultado altamente variado de una produccin humana?

    Ahora bien, tal vez una conceptualizacin que incluya de-

    clarativamente las dimensiones temporal y espacial permita

    salir de la disyuntiva, antao planteada por Ricardo Levene,entre colonias (la visin nacional-decimonnica que here-

    damos) y reinos (la visin neoimperial no desprovista de

    arrire-pensespolticas e ideolgicas en el caso de Levene).19

    En efecto, es fcil armar que las Indias no eran colonias al

    adoptar un punto de vista estrictamente jurdico. De hecho,

    la incorporacin de los territorios recin descubiertos y con-

    quistados dentro del patrimonio de la corona de Castilla losconvirti legalmente en reinos. El suceso fue, obviamente,

    de gran trascendencia en el sentido que permiti transformar el

    otorgamiento de soberana concedido por la bula de 1493 en la

    construccin de una monarqua universal o imperio. Los rei-

    nos, en calidad de tales, suponan al mismo tiempo la inte-

    gracin, bajo la forma corporativa heredada de la edad media,

    del conjunto de la poblacin indgena y espaola dentrode unos estamentos claramente denidos por sus respectivos

    derechos.20

    19 Ricardo Levene, Las Indias no eran colonias, Madrid, Espasa-Calpe, 3a.

    ed., 1973 [1a. ed., 1951].

    20 El otorgamiento de una identidad poltica la de reinos a los territorios

    ultramarinos se revela tambin decisivo, desde el punto de vista historiogr-

    co, a la hora de entender la naturaleza de las reformas borbnicas en Am-

    rica. Consideradas durante mucho tiempo no slo como un esfuerzo para

    aanzar el carcter absolutista del poder monrquico (lo que no deja lugar a

    dudas), siguen siendo tambin interpretadas como el principio de la ruptura

    del pacto colonial en el campo scal, militar, administrativo, etctera. Se

    olvida solamente una cosa: todas las reformas que fueron llevadas a cabo en

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    32 ANNICKLEMPRIRE

    Sin embargo, el problema no puede limitarse a la arma-

    cin de un ordenamiento jurdico y a la toma en considera-cin de las formas polticas del dominio. El anlisis tiene que

    extenderse a la cuestin de la dimensin social, o ms bien

    sociolgica, de tales reinos. Si los historiadores europestas,

    y despus de ellos los latinoamericanistas, se plantean desde

    hace tiempo el problema del nationbuilding y de la integracin

    social y poltica de las ciudadanas durante el siglo XIX, por

    qu los latinoamericanistas no se enfrentaran a la cuestin dela imperializacin de las poblaciones hispanoamericanas a

    partir del siglo XVI? La pregunta: cuntos siglos son necesa-

    rios para que una sociedad colonial deje de serlo y se vuel-

    va, sencilla y llanamente, una sociedad?, plantea una hiptesis

    plenamente histrica e historiogrca que no podemos pasar

    por alto al encararnos con una duracin de tres siglos.

    Hasta cierto punto, la respuesta depende del esclarecimien-to de algunos conceptos que, trasplantados de la sociologa a

    la historia, nos llevan a darles ciertas interpretaciones a una

    serie de fenmenos que, considerados desde el punto de vista

    histrico del cambio y de las mutaciones ligadas al pasar del

    tiempo, cobraran otra signicacin. Tales son los conceptos

    de reproduccin, integracin, o control social para ci-

    tar algunos pertenecientes a la lingua franca latinoamericanis-ta e historiogrca en general cuya importacin se sustituye

    a veces a la reexin sobre los caracteres propios del objeto

    estudiado. Al analizar la reproduccin del sistema colonial

    Amrica por ejemplo la creacin de las intendencias, o bien las reformas

    religiosas fueron tambin adoptadas en la pennsula, antes, mientras o

    despus de Amrica segn los casos. Lo mismo puede decirse del turning

    point del despotismo ministerial desde la consolidacin de vales reales

    hasta la rarefaccin de los pocos espacios de libertad asociativa y de prensa

    concedidos en la poca de Carlos III que se dieron igualmente en Amrica

    y en la pennsula, y por la misma razn, el miedo al contagio revoluciona-

    rio.

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    33ELPARADIGMACOLONIALENLAHISTORIOGRAFALATINOAMERICANISTA

    mediante la adaptacin rpida y exitosa de los elementos de la

    hispanidad, en este caso la integracin de la poblacin indge-na dentro del sistema espaol de la administracin de justicia,

    Poloni-Simard deja claro, de manera sumamente convincente

    y matizada, que la Justicia fue un espacio de participacin

    capaz de integrar a los indgenas dentro del orden colonial.

    Con ello, segn el autor, la justicia form parte de la fuerza

    del marco colonial y permiti su renovacin.21Entonces,

    reproduccin o renovacin? Por qu no suponer que larenovacin no fue la reproduccin del sistema colonial, sino

    la creacin de un nuevo orden de cosas? Se puede ir ms all,

    aadiendo a la justicia (un elemento, por supuesto, fundamen-

    tal) aspectos de la vida social colonial que han sido estudia-

    dos de cerca en los ltimos aos la vida religiosa llevada

    a cabo dentro de las asociaciones caractersticas de la poca

    (cofradas, doctrinas), o las ceremonias pblicas, religiosas ydinsticas. Este conjunto de prcticas sociales, tantas ve-

    ces calicadas en trminos de instrumentos de control y de

    reconduccin de la dominacin, pueden ser interpretados

    tambin en calidad de medios de socializacin, aprendizaje,

    formacin de hbitos e inculcacin de valores y saberes que

    no slo integraban a los indios, sino que eran productores

    de autonoma individual y colectiva. Los indios mismos, aligual que los otros grupos por lo dems, los integraban y los

    volvan suyos. La colonizacin de lo imaginario no par en

    el aprendizaje y la interiorizacin, ms o menos impuestos por

    los vencedores y mestizados por los vencidos, de las cate-

    goras espacio-temporales, estticas, lingsticas, religiosas de

    los colonizadores, sino que indujo la apropiacin de saberes

    21 Poloni-Simard, art. cit. En este caso y entre otras cosas, la renovacin

    consiste en el trnsito de los cacicazgos a la consolidacin de comunidades

    campesinas autnomas, lo que efectivamente constituye un hecho de gran

    trascendencia en el campo de la historia no solamente social, sino tambin

    poltica, a la hora de la revolucin liberal, como veremos ms adelante.

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    polticos y jurdicos que se fueron difundiendo, a medida que

    pasaban el tiempo y las generaciones, a capas cada vez msextendidas de la poblacin, la indgena en primer lugar, pero

    no solamente ella.22

    En otras palabras, la aculturacin (Nathan Wachtel) o la

    colonizacin de lo imaginario (Serge Gruzinski), conceptos

    forjados para introducir la historia y el cambio en la antropo-

    loga contra la idea de las identidades puras e inmutables,

    remiten a procesos que si bien nunca acaban, conocen sin em-bargo etapas y turning points ms o menos decisivos. Es nece-

    sario reconocer, por lo tanto, que las identidades individuales

    y colectivas pueden terminar por cambiar radicalmente, o que

    por lo menos las nuevas identidades se suman a las antiguas

    a menos que estemos dispuestos a aceptar el dictamen de los

    fundamentalismos identitarios y reencontrar las culturas

    originarias. La aceptacin del nuevo orden de cosas asu-mida por los sujetos individuales y colectivos mediante una

    amplia gama de actitudes, desde el no-rechazo y la no-rebelin

    hasta el disentimiento explcito y la rebelin argumentada en

    trminos inteligibles por el conjunto de una sociedad23 sig-

    nica, al n y al cabo, no la prolongacin de una dominacin

    no negociada, sino la produccin de una dominacin legitima-

    da, aunque en su origen haya sido radicalmente ilegtima. Porlo tanto, es necesario reconocer que no slo los indios, sino

    todos los grupos que integraban la abigarrada sociedad india-

    na de nales de la poca espaola, se reconocan como partes

    integrantes del orden jurdico, poltico y cultural que tena tres

    siglos de cambiante existencia en vsperas de la independen-

    22 Cfr. por ejemplo la difusin de la idea de bien comn entre las comunida-

    des andinas a nales del siglo XVIII, S. Elisabeth Penry, The Rey Comn:

    Indigenous Political Discourse in Eighteenth-Century Alto Per, en Ronin-

    ger y Herzog, pp. 219-237.

    23 Lo que fue el caso de la mayora de las rebeliones populares que ocurrieron

    en la poca colonial hispanoamericana.

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    cia, y que se identicaban plenamente con l. Es lcito con-

    ceptualizar tal orden, para el siglo XVIII como mnimo, comoun Antiguo Rgimen en la medida en que el conjunto de las

    instituciones monrquicas, corporativas y estamentales den-

    tro de las cuales se desempeaba el quehacer social, presenta

    efectivamente rasgos muy similares a los de las sociedades

    europeas contemporneas, aun incluyendo el factor espec-

    camente indiano de la diversidad tnica.

    No puede ocurrir slo reproduccin a lo largo de tressiglos, sino que acontecen incesantemente creaciones, inno-

    vaciones, hibridaciones, mutaciones. La integracin es de

    doble sentido, objetiva y subjetiva. El control social (las ms

    de las veces de la Iglesia en el idioma latinoamericanista)

    puede interpretarse ms a menudo como la participacin cons-

    ciente, motivada y racional de los actores en las asociaciones

    y en las prcticas individuales y colectivas. Queremos tomaren cuenta lo que los actores sociales, sean indgenas o no, nos

    cuentan, mediante un sinnmero de documentos de archivo,

    de su propia vida y de sus propios valores, o nos conviene

    ms considerarlos en calidad de sujetos-objetos eternamente

    sometidos a los grupos dominantes y ajenos a s mismos? La

    reproduccin, al n y al cabo, reconduce la estructura de la

    Thorie du Grand Partage entre ellos y nosotros.24

    Ahora bien, el tiempo tiene que ser articulado con el es-

    pacio. Los territorios hispanoamericanos bajo la dominacin

    espaola no constituan de ninguna manera espacios homo-

    gneos desde el punto de vista poltico, jurdico, poblacional,

    econmico, militar y religioso. Existan centros y perife-

    rias y, adems, el proceso de colonizacin no par en el siglo

    XVI. No todas las poblaciones indgenas incluso dentro delecumene hispnico fueron sometidas de manera simultnea

    24 Jack Goody,La raison graphique. La domestication de la pense sauvage,

    Pars, Les Editions de Minuit, 1979.

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    y bajo modalidades idnticas. Tampoco todas fueron incluidas

    de manera igualmente intensa y voluntarista dentro del ordenjurdico-cristiano-poltico de la monarqua espaola. No slo

    existan fronteras de colonizacin y de guerra con los indios

    bravos, sino tambin abundaban los islotes y archipilagos

    desprovistos de las seales de la polica y de la civiliza-

    cin dentro de los reinos. As que seguan formndose y

    el fenmeno, obviamente, continu ms all de la independen-

    cia; vase, entre otros ejemplos, el de las guerras yaquis en elMxico porriano sociedades coloniales, mientras los de-

    ms espacios poblados desde antes ya se haban transformado

    en sociedades de Antiguo Rgimen.25

    Para concluir con este punto, y con las salvedades expre-

    sadas en el anterior prrafo, si creemos que cualquier proce-

    so social y poltico es una construccin dinmica y continua,

    llevada a cabo por actores individuales y colectivos concretosque cambian a medida que se suceden las generaciones y las

    experiencias, no hay ninguna razn para suponer que el siste-

    ma colonial tal como fue iniciado en el siglo XVI, se repro-

    dujo idntico a s mismo durante trescientos aos. Ms bien

    se podra armar que, mientras en 1570 los establecimientos

    indianos eran ms colonias que reinos, despus de 1770 eran

    ms reinos que colonias.

    El paradigma colonial, problema del Estado-Nacin

    Esto, y con ello llego al ltimo apartado de este ensayo, nos

    remite al problema de la naturaleza de la independencia y de

    sus consecuencias, as como a la cuestin de la relacin cau-

    25 Agradezco a Anath Ariel de Vidas sus muy sugestivos comentarios al res-

    pecto, basados en su conocimiento de la situacin de los indios tenek en el

    pasado y en la actualidad; cfr. su libroLe tonnerre nhabite plus ici. Culture

    de la marginalit chez les Indiens teenek (Mexique), prefacio de Nathan

    Wachtel, Pars, EHESS, 2002, 476 pp.

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    sal que sea posible establecer entre la dominacin espaola en

    Amrica y el devenir social y poltico de las nuevas naciones.En efecto, se puede hablar en trminos de continuidad y de

    causalidad slo si se pasan por alto una serie de datos que,

    al contrario, hablan a favor de una ruptura, si no radical, por

    lo menos decisiva, entre las postrimeras del periodo espaol

    y los principios de la era independiente. Entre 1808 y 1825,

    en efecto, no ocurre nada menos que una revolucin poltica

    y una guerra civil casi ininterrumpida de diez a quince aosde duracin segn las regiones. La tesis de antao segn la

    cual las guerras de independencia habran producido nada ms

    una revolucin de los poderes a nivel regional, prescindiendo

    casi por completo de una revolucin social, hoy en da est

    rebasada y abandonada. Por lo tanto, es necesario reconsiderar

    tambin la relacin que se estableca, en tiempos de la pre-

    ponderancia de la historia socioeconmica y de la teora de ladependencia, entre, por una parte, el imperialismo europeo-

    norteamericano (un continuum entre los siglos XV y el XX)

    y el colonialismo interno, o, en trminos ms generales, las

    abrumadoras desigualdades econmicas y la marginalizacin

    sociocultural que caracterizaron a unas sociedades americanas

    por otra parte encaminadas hacia la modernizacin y el de-

    sarrollo.No se pueden pasar por alto los datos siguientes: primero,

    el alto grado de integracin logrado por las sociedades india-

    nas a principios del siglo XIX; segundo, el hecho de que la

    crisis del imperio a diferencia de lo que sucedi en las Trece

    Colonias no ocurri en Amrica sino en la pennsula; no fue

    originada por las reivindicaciones de los hispanoamericanos

    sino por la invasin napolenica;26 y la revolucin poltica,originada en la vacatio regis peninsular, precedi a la inde-

    26 Francois-Xavier Guerra,Modernidad e independencias. Ensayos sobre las

    revoluciones hispnicas, 1a. ed., Madrid, MAPFRE, 1992.

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    pendencia; tercero, las llamadas guerras de independencia

    fueron guerras civiles que no fueron clasistas ni tnicas,sino que involucraron en ambos bandos, realista e insurgente,

    a todos los grupos sociales y tnicos; y cuarto, la revolucin

    poltica (entre otras cosas, nada menos que el derrumbe del

    absolutismo monrquico, la formacin de poderes cuya legiti-

    midad descansaba en el principio de la soberana del pueblo o

    de los pueblos, la Constitucin de Cdiz y el nacimiento de la

    ciudadana, la cual incluy de entrada a los indios y a los mes-tizos), aadida al estado de guerra civil omnipresente, implic

    la destruccin y la recomposicin de las jerarquas sociales y

    de los poderes a nivel local y regional, con numerosos fen-

    menos de movilidad social y poltica que abarcaron a todos los

    grupos sin excepcin.

    Con ello, Hispanoamrica en 1825 era muy distinta de lo

    que fue en 1808. Pero hay ms. A pesar de que las lites crio-llas, debido a su nivel cultural y a su papel dentro de la econo-

    ma indiana, se creyeron acreedoras al derecho de gobernar los

    nuevos Estados, hoy abundan los estudios que muestran hasta

    qu punto su pretensin se revel ilusoria o, por lo menos,

    muy difcil de concretar.27

    Apenas lograda la independencia, en todas las regiones

    las cpulas sociopolticas de los nuevos Estados vieron supoder desaado y sus proyectos nacionales rechazados por

    los pueblos, o sea: las ciudades capitales de provincia y los

    pueblos campesinos, todos los cuales, despus de ampliar, al

    favor de la revolucin y de la guerra, sus antiguos espacios de

    autonoma, no estuvieron dispuestos a entregarlos en prove-

    cho de gobiernos centralizados desprovistos de recursos y de

    27 Antonio Annino y Franois-Xavier Guerra (coords.)Inventando la nacin.

    Iberoamrica. Siglo XIX, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2003; Fe-

    derica Morelli, Territorio o nazione. Riforma e dissoluzione dello spazio im-

    periale in Ecuador, 1765-1830, Soveria Manelli, Rubbettino Editore, 2001,

    466 p.

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    legitimidad. Con ello y la fragmentacin de la soberana, se

    vio trabada la reconduccin de la obediencia hacia los nuevosgobernantes y, sobre todo, de los antiguos procesos de requisi-

    cin del trabajo que haban sido vinculados con una parte del

    sistema de contribuciones.28Los criollos, por lo tanto, tuvieron

    que renegociar todos los trminos de su antigua superioridad

    social, antes garantizada por el orden monrquico, conquis-

    tar su preeminencia poltica y luchar por imponer y aanzar

    sus proyectos de modernizacin sociocultural y econmica. Sila llamada dominacin colonial fue, y de hecho lo fue, la

    preponderancia social de los colonos criollos sobre las pobla-

    ciones indgenas, mestizas, negras, etctera, sta no fue recon-

    ducida sino parcialmente durante las primeras dcadas de vida

    independiente y mediante la negociacin de nuevos pactos

    que se caracterizaron por su extrema labilidad.

    El problema de la construccin de comunidades polticasviables, dentro de las cuales se pudiera organizar un nuevo or-

    den jurdico, legal y constitucional, naci de la desintegracin

    del imperio espaol29mediante una revolucin y unas largas

    guerras ms que de la dominacin espaola propiamente dicha.

    A falta de un poder poltico efectivo, de una legitimidad con-

    vincente y de capitales cuantiosos capitales que se evapora-

    ron a lo largo de las guerras europeas (igual que en Espaa) yamericanas entre 1792 y 1825, los criollos acogieron muy

    pronto a los inversionistas y comerciantes europeos y norte-

    americanos como a potenciales aliados, no slo para lograr

    la anhelada modernizacin de sus pases mediante el libre

    cambio, sino tambin y sobre todo para aanzar sus gobiernos,

    mediante los prstamos externos que aseguraban la naliza-

    28 El auge y apogeo de la esclavitud en el Brasil independiente, comparable

    al que conocieron los Estados Unidos o Cuba, contrasta con su superviven-

    cia casi vergonzosa aunque en varios casos prolongada hasta mediados

    del siglo XIX en Hispanoamrica.

    29 Annino y Guerra, op. cit.

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    cin del presupuesto estatal. Que el estado de mayor debilidad

    scal, militar y poltica de los territorios hispanoamericanos (yms generalmente hablando, iberoamericanos) haya coincidi-

    do temporalmente con el auge de la industrializacin europea

    y con los inicios del imperialismo inversionista (la utilidad

    econmica sin las responsabilidades polticas) no puede ser

    atribuido a la dominacin o a la herencia espaola, o al

    sistema colonial. Tampoco el hecho de que la entrada de

    Amrica Latina, a nales del siglo XIX, en el sistema econ-mico internacional como productora de materias primas segn

    la doctrina de las ventajas comparativas, haya coincidido

    con la difusin internacional del darwinismo social, el que

    permiti a las cpulas sociopolticas latinoamericanas darle

    una explicacin tnico-racista a los problemas planteados por

    la modernizacin econmica, atribuyendo a amplios sectores

    de sus propias sociedades, mediante categoras de pensamien-to naturalistas y una sociologa racista, la responsabilidad de la

    supuesta errtica marcha del progreso en Amrica Latina.

    Lo que s puede atribuirse a la dominacin espaola en

    calidad de tal o sea a la existencia de una monarqua cen-

    tralizada en torno de las regalas del soberano referentes al

    manejo de la paz, de la guerra y de los tratados internaciona-

    les fue la casi inexistencia, al nacer las nuevas naciones,de unas lites preparadas para asumir la responsabilidad de la

    negociacin en el terreno internacional y de la consideracin

    crtica de las realidades geopolticas de su poca. Tal vez otra

    comparacin con los territorios del norte pueda esclarecer el

    problema. A diferencia de las regiones hispanoamericanas, las

    Trece Colonias recibieron la ayuda de las potencias rivales de

    Inglaterra y los padres fundadores tuvieron que volverse di-plomticos al mismo tiempo que hombres de Estado; la guerra

    concluy con un tratado internacional, lo que nunca consiguie-

    ron los insurgentes hispanoamericanos. Adems, los Estados

  • 7/25/2019 Annick Lemperiere -El Paradigma Colonial en La Historiografia Latinoamericanista

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    41ELPARADIGMACOLONIALENLAHISTORIOGRAFALATINOAMERICANISTA

    Unidos tuvieron que tomar en cuenta la existencia a su alrede-

    dor de fronteras realmente internacionales (con Francia, Espa-a, Inglaterra y naciones indias) mientras los nuevos estados

    hispanoamericanos compitieron o convivieron con ex partes

    del mismo conjunto imperial, teniendo por lo dems que forjar

    un derecho internacional especco a partir del derecho comn

    a todos, o sea la legislacin espaola e indiana. Asimismo, a la

    ausencia de guerras en Amrica durante el periodo espaol, se-

    guida por la fragmentacin extrema del poder militar ocurridadurante las guerras civiles, se puede atribuir la gran dicultad

    para construir Estados modernos basados en la disciplina

    social y la consecucin de recursos tributarios al mismo tiem-

    po estables y mediatizados por la legitimidad representativa.30

    En suma, las ciencias del Estado que se venan desarrollan-

    do en Europa desde el siglo XVII, obviamente no conocieron

    en Amrica un desarrollo semejante, por razones estructura-les la existencia de la estructura imperial, y coyunturales

    la ausencia de las potencias europeas en el proceso de con-

    secucin de la independencia hispanoamericana. Vanse las

    convulsiones que vivieron el ex imperio austrohngaro en el

    entre guerras, o la ex Yugoslavia despus de 1989, para perca-

    tarse de lo que quiere decir construir un Estado a partir de un

    imperio, desde el punto de vista geopoltico y militar.Puede ser que haya algo de colonial en la bisecular esqui-

    zofrenia de las clases dirigentes latinoamericanas, divididas

    entre el amor y el odio, la compasin y el desprecio hacia las

    sociedades de las que forman parte, o en la tentacin recu-

    30 Cf. al respecto la comparacin sumamente esclarecedora entre Europa y

    Amrica Latina, desde la perspectiva de Charles Tilly sobre la formacin del

    Estado, conducida por Fernando Lpez-Alves, The Transatlantic Bridge:

    Mirrors, Charles Tilly, and State Formation in the River Plate, enMiguel

    Angel Centeno y Fernando Lpez-Alves (eds.), The Other Mirror. Gran

    Theory through the lens of Latin America, Princeton y Oxford, Princeton

    University Press, 2001, pp. 153-176.

  • 7/25/2019 Annick Lemperiere -El Paradigma Colonial en La Historiografia Latinoamericanista

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    42 ANNICKLEMPRIRE

    rrente de granjearse las utilidades econmicas sin asumir la

    responsabilidad poltica de la integracin de los pueblos. Perosi de eso se trata, hay que esforzarse, y no solamente con el

    quehacer historiogrco, por explicar lo que quiere decir, real-

    mente, colonial. En cuanto a las perspectivas desarrolladas

    en estas pginas, el objetivo no fue sustituir a los colonos crio-

    llos o a las clases dirigentes latinoamericanas a la colonia en

    el papel de fuente del mal, sino intentar identicar algunos de

    los hoyos negros y de los puntos ciegos que a menudo oscure-cen las problemticas de nuestra historiografa.

    Quizs el apego a una historia basada en un enfoque siste-

    mticamente colonialista, al reducir drsticamente la identi-

    dad iberoamericana a lo colonial, tenda a aislar el conjunto

    de nuestra historiografa de otras que, dedicadas tambin a

    grandes conjuntos polticos y culturales, bien podran propor-

    cionarnos modelos de referencia e instrumentos heursticosen cuanto a lo aparentemente singular de nuestro objeto de

    estudio. Tal es el caso del imperio otomano: a pesar de que es

    contemporneo del imperio espaol, los latinoamericanistas lo

    ignoramos soberanamente a la hora de analizar un fenmeno

    tan relevante para nosotros como, por ejemplo, la creacin de

    un conjunto poltico basado en sociedades sumamente hete-

    rogneas, diseminadas a lo largo de territorios muy extensos,cuya convivencia conoci una duracin plurisecular.