Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

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LA LEY BUENOS AIRES, REPUBLICA ARGENTINA ISSN 0024-1636 I. La valoración del daño a la persona en la Argentina y el principio de la reparación plena o integral Uno de los desafíos más delicados que plantea en la actualidad la tarea judicial es la de cuantificar las indemnizaciones de daños, en particular en los casos de muerte y de le- siones. De nada sirve tener la sentencia mejor fundada, si ello no se refleja en una razonable cuantificación. Valorar el daño significa esclarecer su con- tenido intrínseco o composición material y las posibles oscilaciones de agravación o de disminución, pasadas o futuras. Consiste en estimar el perjuicio mismo: cuál ha sido el bien patrimonial menoscabado y cuál la entidad de la lesión, qué circunstancias nocivas se han presentado, cuánto tiempo han subsistido y si han empeorado o ami- norado. Determinar el valor del daño es apreciarlo no ya en su naturaleza, sino en su repercu- sión económica: la medida patrimonial del desmedro sufrido por la víctima. Mientras la apreciación del daño se vincula con el supuesto de hecho de la responsabilidad, vale decir: qué resarcir, la indagación del valor se traslada a la consecuencia jurídica: vale decir: con cuánto indemnizar. (1) Finalmente, liquidar el resarcimiento equi- vale a establecer la cuantía de la indemniza- ción, precisando la medida dineraria justa en que el daño debe ser reparado. (2) Ahora bien, el derecho a la reparación del daño injustamente sufrido ha sido empla- zado por la Corte Suprema de Justicia, en numerosos fallos, como un derecho constitu- cional que tiene fundamento en el principio naeminem laedere” del artículo 19 de la Constitución Nacional. Así, a través de una interpretación extensiva del mencionado art. 19 CN, la Corte Suprema ha perfilado y complementado racionalmente las bases del derecho a no ser dañado y a obtener una justa y plena reparación. (3) A la jerarquización del Derecho de Daños, a través de su análisis a partir de la víctima, consi- derada integralmente como persona humana, y a la consagración del concepto de “indemniza- ción justa” (entendida como “plena o integral”) se ha llegado a partir de la interpretación de la norma constitucional antes citada, a lo que se sumó la inclusión de supuestos concretos de reparación plena en materia ambiental y de consumidores y usuarios y la inclusión en el plexo constitucional argentino de los tratados internacionales a los que ha adherido nuestro país, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), que en su artículo 21, luego de señalar que “Ninguna persona puede ser privada de sus bienes, dispone que en caso de serlo tiene derecho a una “indemnización justa. Se entiende por indemnización justa a aque- lla que intenta volver a la situación anterior al detrimento o menoscabo, recomponiendo económicamente a la víctima, de modo que quede indemne de las pérdidas patrimoniales o extrapatrimoniales padecidas. En ese orden de ideas comparto la opinión que sostiene que la existencia de “topes” o “máximos” implica mantener un margen de perjuicio en cabeza del damnificado, reparando el daño sólo en parte o limitadamente. Así, la cuantificación con un tope o límite máximo produce una especie de “discriminación a la inversa” al indemnizar, cuando se aplica el tope, situaciones diferentes como si fueran iguales. (4) El principio de la reparación “integral” res- ponde, entonces, al concepto de “reparación justa” entendiéndose por tal, como ha sosteni- COLUMNA DE OPINION El proyectado artículo 19 del Código Civil. Comienzo de la existencia de la persona humana Por Salvador Bergel ......................................................................................................................... 1 DOCTRINA Base jurisprudencial para la cuantificación del daño Por Mabel Alicia De los Santos .......................................................................................................... 1 NOTA A FALLO La dilación procesal indefinida o irrazonable Por Carlos G. Gerscovich................................................................................................................. 5 El plazo razonable en el derecho administrativo sancionador Por Marcos Morán ............................................................................................................................. 5 Control de convencionalidad: ¿Complemento del control de constitucionalidad o nueva especie de control judicial? Por Fernanda Moray.......................................................................................................................... 5 DIRECTOR: JORGE HORACIO ALTERINI AÑO LXXVI N° 162 La base de cuantificación de daños constituye un sistema indicativo y flexible para la homogeneización de las sentencias judiciales, sobre la base de la utilización de la analogía con precedentes jurisprudenciales. Su virtud radica en la flexibilidad que le es inherente, corrigiendo algunos inconvenientes que plan- tea el sistema de libre apreciación judicial de cada caso. TOMO LA LEY 2012-E FRANQUEO A PAGAR CUENTA N° 10269F1 CORREO ARGENTINO CENTRAL B Síganos en facebook.com/thomsonreuterslaley @TRLaLey BASE JURISPRUDENCIAL PARA LA CUANTIFICACION DEL DAÑO POR MABEL ALICIA DE LOS SANTOS Miércoles 29 de agosto de 2012 (Continúa en pág. 2) → SUMARIO: I. La valoración del daño a la persona en la Argentina y el principio de la reparación plena o integral.- II. La base jurisprudencial de cuantificación de da- ños como sistema indicativo y flexible. Su aplicación en el dictado de sentencias.- III. Diversas aplicaciones de la base de cuantificación.- IV. Algunas conclusiones. Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723) (1) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, “Resarci- miento de daños” , t. 4 (Presupuestos y funciones del Derecho de daños), Hammurabi, 1999, p. 481. (2) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., p. 481. (3) Ver causas “Santa Coloma”, Fallos, 308:1160 (LA LEY, 1979-D, 615 (35.292-S); “Ghunter” , Fallos 308:1118; “Luján” , Fallos 308:1109 (La Ley Online) y, más recientemente, en la causa “Aquino” , Fallos 327:3753, la Corte declaró la inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1º de la ley 24.557 (Ley de Riesgos del Tra- bajo) (Adla, LV-E, 5865), que estableció indemniza- ciones tarifadas que toman sólo en cuenta la pérdida de la capacidad de ganancias del trabajador, vedando el derecho a obtener una reparación plena. (4) MOSSET ITURRASPE, Jorge, “Inconstitucio- nalidad de los topes indemnizatorios de origen legal respecto de los daños injustos” , p. 128, en Revista de Derecho de Daños, t. 2001-1, Cuantificación del daño, Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2001. NOTAS El proyectado artículo 19 del Código Civil Comienzo de la existencia de la persona humana POR SALVADOR BERGEL 1. El proyecto de Código Civil actual- mente en el Congreso establece en su artículo 19 que la existencia de la persona humana comienza con la concepción en el seno materno. En el caso de técnicas de reproducción humana asistida, comienza con la implantación del embrión en la mujer, sin perjuicio de lo que prevea la ley especial para la protección del embrión no implantado. En sus fundamentos expresa que es im- portante señalar que dentro de un Código Civil la persona es regulada a los fines de establecer los efectos jurídicos que tienen fuente en esa personalidad, tanto en el orden patrimonial como en el extrapatri- monial en el ordenamiento civil, sin ingresar en otros ámbitos como puede ser el derecho penal, conducido por otros principios. Desde la publicación del anteproyecto se han expresado diversas críticas tanto en relación con el comienzo de la existencia de la persona humana como en el diferente tratamiento que se le da al embrión implan- tado con relación al embrión in vitro. Respecto al primer tema mientras algunas críticas, provenientes sobre todo del sector científico, cuestionan que sea la concepción el punto inicial de la vida, otras apuntan a la par- te final de la oración “en el seno materno” . Es obvio señalarlo, un Código Civil no es un tratado de biología ni de embriología, sino que simplemente trata de afirmar la seguridad jurídica a través de la determi- nación de un punto concreto en el que se ubica el comienzo de la vida. Recogiendo esta realidad indiscutible, Labrousse Riou, destacada civilista y bioeticista francesa, nos recuerda que los médicos y los biólo- gos se agotan en descripciones puramente naturalistas del comienzo del desarrollo COLUMNA DE OPINIÓN (Continúa en página siguiente) → JURISPRUDENCIA RAZONABILIDAD DE LA DURACION DEL PROCESO. Aplicabilidad de la garantía constitucio- nal al procedimiento administrativo. (CS) ..................................................................................... 4 DAÑOS Y PERJUICIOS. Responsabilidad por la falsa denuncia de falta de ética profesional. (CNCiv.) ......................................................................................................................................... 10

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LA LEYBUENOS AIRES, REPUBLICA ARGENTINA ISSN 0024-1636

I. La valoración del daño a la persona en la Argentina y el principio de la reparación plena o integral

Uno de los desafíos más delicados que plantea en la actualidad la tarea judicial es la de cuantificar las indemnizaciones de daños, en particular en los casos de muerte y de le-siones. De nada sirve tener la sentencia mejor fundada, si ello no se refleja en una razonable cuantificación.

Valorar el daño significa esclarecer su con-tenido intrínseco o composición material y las posibles oscilaciones de agravación o de disminución, pasadas o futuras. Consiste en estimar el perjuicio mismo: cuál ha sido

el bien patrimonial menoscabado y cuál la entidad de la lesión, qué circunstancias nocivas se han presentado, cuánto tiempo han subsistido y si han empeorado o ami-norado.

Determinar el valor del daño es apreciarlo no ya en su naturaleza, sino en su repercu-sión económica: la medida patrimonial del desmedro sufrido por la víctima. Mientras la apreciación del daño se vincula con el supuesto de hecho de la responsabilidad, vale decir: qué resarcir, la indagación del valor se traslada a la consecuencia jurídica: vale decir: con cuánto indemnizar. (1)

Finalmente, liquidar el resarcimiento equi-vale a establecer la cuantía de la indemniza-ción, precisando la medida dineraria justa en que el daño debe ser reparado. (2)

Ahora bien, el derecho a la reparación del daño injustamente sufrido ha sido empla-zado por la Corte Suprema de Justicia, en numerosos fallos, como un derecho constitu-cional que tiene fundamento en el principio “naeminem laedere” del artículo 19 de la Constitución Nacional. Así, a través de una interpretación extensiva del mencionado art. 19 CN, la Corte Suprema ha perfilado y complementado racionalmente las bases del derecho a no ser dañado y a obtener una justa y plena reparación. (3)

A la jerarquización del Derecho de Daños, a través de su análisis a partir de la víctima, consi-

derada integralmente como persona humana, y a la consagración del concepto de “indemniza-ción justa” (entendida como “plena o integral”) se ha llegado a partir de la interpretación de la norma constitucional antes citada, a lo que se sumó la inclusión de supuestos concretos de reparación plena en materia ambiental y de consumidores y usuarios y la inclusión en el plexo constitucional argentino de los tratados internacionales a los que ha adherido nuestro país, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), que en su artículo 21, luego de señalar que “Ninguna persona puede ser privada de sus bienes”, dispone que en caso de serlo tiene derecho a una “indemnización justa”.

Se entiende por indemnización justa a aque-lla que intenta volver a la situación anterior al detrimento o menoscabo, recomponiendo económicamente a la víctima, de modo que quede indemne de las pérdidas patrimoniales o extrapatrimoniales padecidas. En ese orden de ideas comparto la opinión que sostiene que la existencia de “topes” o “máximos” implica mantener un margen de perjuicio en cabeza del damnificado, reparando el daño sólo en parte o limitadamente. Así, la cuantificación con un tope o límite máximo produce una especie de “discriminación a la inversa” al indemnizar, cuando se aplica el tope, situaciones diferentes como si fueran iguales. (4)

El principio de la reparación “integral” res-ponde, entonces, al concepto de “reparación justa” entendiéndose por tal, como ha sosteni-

coLumnA de opInIonEl proyectado artículo 19 del Código Civil. Comienzo de la existencia de la persona humanaPor Salvador Bergel ......................................................................................................................... 1

docTRInABase jurisprudencial para la cuantificación del dañoPor Mabel Alicia De los Santos ..........................................................................................................1

noTA A FALLoLa dilación procesal indefinida o irrazonablePor Carlos G. Gerscovich ................................................................................................................. 5

El plazo razonable en el derecho administrativo sancionadorPor Marcos Morán ............................................................................................................................. 5

Control de convencionalidad: ¿Complemento del control de constitucionalidad o nueva especie de control judicial?Por Fernanda Moray .......................................................................................................................... 5

DIRECTOR: JORGE HORACIO ALTERINIAÑO LXXVI N° 162

La base de cuantificación de daños constituye un sistema indicativo y flexible para la homogeneización de las sentencias judiciales, sobre la base de la utilización de la analogía con precedentes jurisprudenciales. Su virtud radica en la flexibilidad que le es inherente, corrigiendo algunos inconvenientes que plan-tea el sistema de libre apreciación judicial de cada caso.

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base jurisprudencial para la cuantificaciOn del dañO

Por Mabel alicia De los santos

Miércoles 29 de agosto de 2012

(Continúa en pág. 2) →

SUMARIo: I. La valoración del daño a la persona en la Argentina y el principio de la reparación plena o integral.- II. La base jurisprudencial de cuantificación de da-ños como sistema indicativo y flexible. Su aplicación en el dictado de sentencias.- III. Diversas aplicaciones de la base de cuantificación.- IV. Algunas conclusiones.

especial para La Ley. derechos reservados (Ley 11.723)

(1) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, “Resarci-miento de daños”, t. 4 (Presupuestos y funciones del Derecho de daños), Hammurabi, 1999, p. 481.

(2) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, op. cit., p. 481.

(3) Ver causas “Santa Coloma”, Fallos, 308:1160 (LA LEY, 1979-D, 615 (35.292-S); “Ghunter”, Fallos 308:1118; “Luján”, Fallos 308:1109 (La Ley Online) y, más recientemente, en la causa “Aquino”, Fallos 327:3753, la Corte declaró la inconstitucionalidad del art. 39 inc. 1º de la ley 24.557 (Ley de Riesgos del Tra-bajo) (Adla, LV-E, 5865), que estableció indemniza-ciones tarifadas que toman sólo en cuenta la pérdida

de la capacidad de ganancias del trabajador, vedando el derecho a obtener una reparación plena.

(4) MOSSET ITURRASPE, Jorge, “Inconstitucio-nalidad de los topes indemnizatorios de origen legal respecto de los daños injustos”, p. 128, en Revista de Derecho de Daños, t. 2001-1, Cuantificación del daño, Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2001.

NOTAS

El proyectado artículo 19 del Código Civil

Comienzo de la existencia de la persona

humana

Por Salvador Bergel

1. El proyecto de Código Civil actual-mente en el Congreso establece en su artículo 19 que la existencia de la persona humana comienza con la concepción en el seno materno. En el caso de técnicas de reproducción humana asistida, comienza con la implantación del embrión en la mujer, sin perjuicio de lo que prevea la ley especial para la protección del embrión no implantado.

En sus fundamentos expresa que es im-portante señalar que dentro de un Código Civil la persona es regulada a los fines de establecer los efectos jurídicos que tienen fuente en esa personalidad, tanto en el orden patrimonial como en el extrapatri-monial en el ordenamiento civil, sin ingresar en otros ámbitos como puede ser el derecho penal, conducido por otros principios.

Desde la publicación del anteproyecto se han expresado diversas críticas tanto en relación con el comienzo de la existencia de la persona humana como en el diferente tratamiento que se le da al embrión implan-tado con relación al embrión in vitro.

Respecto al primer tema mientras algunas críticas, provenientes sobre todo del sector científico, cuestionan que sea la concepción el punto inicial de la vida, otras apuntan a la par-te final de la oración “en el seno materno”.

Es obvio señalarlo, un Código Civil no es un tratado de biología ni de embriología, sino que simplemente trata de afirmar la seguridad jurídica a través de la determi-nación de un punto concreto en el que se ubica el comienzo de la vida. Recogiendo esta realidad indiscutible, Labrousse Riou, destacada civilista y bioeticista francesa, nos recuerda que los médicos y los biólo-gos se agotan en descripciones puramente naturalistas del comienzo del desarrollo

Columna de opinión

(Continúa en página siguiente) →

JuRISpRudencIARAZoNABILIDAD De LA DURACIoN DeL PRoCeSo. Aplicabilidad de la garantía constitucio-nal al procedimiento administrativo. (CS) ..................................................................................... 4

DAÑoS y PeRJUICIoS. Responsabilidad por la falsa denuncia de falta de ética profesional. (CNCiv.) ......................................................................................................................................... 10

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2 Miércoles 29 de agosto de 2012 LA LEY

del ser humano para tratar de deducir de ellas las calificaciones jurídicas, aunque los indicadores biológicos son impotentes para fundar por sí mismos una representación normativa. (1)

La comisión redactora eligió una de las soluciones posibles, que por otra parte condice con nuestra tradición jurídica. El proyecto de 1988, que en muchos aspectos sirvió de importante fuente para el pro-yecto que nos ocupa, había establecido en su artículo 15 que “la existencia de las personas comienza con la concepción, sin más agregados”.

2. Una de las críticas más duras al ante-proyecto de 2012 apunta a la parte final de la oración “en el seno materno”.

Vélez Sarsfield, en su artículo 70 había establecido que “desde la concepción en el seno materno comienza la existencia de la persona”. No escapa a mi criterio, y no preten-do soslayarlo del análisis, que en esa época sólo podía comenzar la vida humana en el seno materno, mientras que en la actualidad sabemos que ello puede ocurrir fuera del seno materno (el embrión in vitro).

Esta circunstancia, en cierta forma tras-cendente, nos lleva a preguntarnos si debe merecer igual trato jurídico el embrión implantado en la mujer que el concebido in vitro.

El embrión humano, separado del cuerpo materno, es para Labrousse Riou una nueva realidad para la ley que debe juzgarlo, no por lo que representa ontológicamente, sino por lo que es lícito o ilícito hacer con esta realidad. A ese fin hay que representar la realidad, concebirla, darle una forma jurídica, preguntándose qué sustento tiene y qué consecuencias están unidas a esta representación. (2)

Por mi parte considero que el distinto tra-tamiento jurídico del embrión implantado con relación al que no lo está obedece a razones que no podemos desconocer.

Permitir que el debate en torno a su con-dición jurídica se limite en todos los casos a considerar al embrión, sin más precisiones —lo hemos referido en anterior oportuni-dad—, implica adoptar una postura sectaria ab initio, ya que resulta más fácil y menos cuestionable asignar al embrión la categoría de persona, lo que lleva a descartar toda investigación y toda intervención sobre las etapas primarias del desarrollo de la vida humana. (3)

Para ubicarnos en el tema traigo al debate dos opiniones calificadas. La primera de ellas perteneciente a Juliana González Valenzuela, destacada filósofa mexicana, quien señala que un cambio indudablemente esencial es el que implica el pase del estado preim-plantatorio del embrión a su implantación en el seno materno. Antes de este momento el embrión está ciertamente separado, existe en sí, no ha comenzado para él ese hecho medular de su literal incorporación al otro, que es el útero materno; allí comienza su constitutiva condición de ser —en relación— rasgo humanizante de la vida. (4)

A su vez el Consejo Nacional de Ética alemán sostiene en una opinión que “no resulta convincente el argumento que la fusión del espermatozoide con el óvulo sea el único punto determinante, no arbitrario, en el proceso —por demás continuo— de la génesis de la vida humana. De una validez al menos igual, si no mayor, es la anidación la cual convierte por primera vez al em-brión en un fruto del cuerpo y constituye la premisa indispensable para su desarrollo ulterior”. (5)

El proyectado...(Viene de la página anterior)

Columna de opinión

do el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al interpretar el art. 50 de la Convención Euro-pea, la que “ubica al peticionante, dentro de lo posible, en una situación equivalente a la que se encontraría si no hubiese habido violación del derecho”. (5)

Para que el principio de la reparación integral sea efectivo la doctrina requiere el cumplimien-to de cuatro reglas básicas:

* El daño debe ser fijado al momento de la decisión;

* La indemnización no debe ser inferior al perjuicio,

* La reparación no debe ser superior al daño sufrido;

* La apreciación debe formularse en con-creto. (6)

El sistema de reparación plena presenta los siguientes caracteres:

* Confiere libertad al juzgador para la valo-ración y cuantificación,

* Favorece la dinámica permanente y la adaptación inmediata a las nuevas situaciones individuales que el caso concreto plantea,

* Es especialmente útil en los países afec-tados por la inflación para corregir las graves secuelas de este fenómeno.

Sin embargo, plantea los siguientes incon-venientes:

* Supone la necesidad de un proceso judicial y el consiguiente recargo del sistema jurisdic-cional. (7)

* Es difícil de compatibilizar con el seguro obligatorio (aunque en Francia hay seguro obligatorio e indemnización integral mediante la combinación del sistema del cálculo por punto de incapacidad y la aplicación de pautas jurisprudenciales de cuantificación).

* Genera consecuencias económicas dis-valiosas —por desigualitarias— en algunos tipos de daños, como el daño moral, en los que normalmente las diferencias carecen de justificación.

* Crea incertidumbre, al no poder deter-minarse anticipadamente el monto de la condena. Se alude a una verdadera “lotería forense”, agravada por la dificultad de unificar criterios, al tratarse de una cuestión fáctica, no revisable en casación o por vía de recurso extraordinario.

* Torna difíciles, ante la aludida incertidum-bre, las transacciones y conciliaciones.

La posibilidad de predecir aproximadamente el contenido de las decisiones judiciales cons-tituye un valor relevante en la escala axiológica del proceso civil, que debe conjugarse con otros como la justicia, la eficiencia y la economía de costos y esfuerzos. Sucede que es deseable y conveniente que los litigantes y sus defenso-res puedan barruntar el sentido y extensión indemnizatoria de la futura sentencia, para así calibrar la conveniencia de demandar o no, de allanarse a la pretensión o de concertar un acuerdo transaccional o conciliatorio.

En nuestro medio existe un sistema de libre apreciación de la reparación del daño a la per-sona que ha prevalecido sobre propuestas de tarifación o la aplicación de baremos, aunque la doctrina ha destacado la necesidad de encon-trar pautas que permitan superar la anarquía de los montos indemnizatorios. Como señalara Bustamante Alsina, escapa al sentido común que la cuantía de la indemnización pueda

depender del tribunal donde tramite la pos-tulación resarcitoria, lo que viene a establecer una suerte de “lotería judicial”. (8) La seguridad jurídica se resiente y la equidad resulta afectada cuando en casos similares o próximos se otor-gan indemnizaciones dispares, por el diferente criterio empleado por los diferentes tribunales o, lo que es peor, por el mismo tribunal.

Ahora bien, como recurso para solucionar los aludidos inconvenientes se creó en el año 1988 la Base de Cuantificación de Daños en el ámbito de la Justicia Nacional en lo Civil de la Capital Federal, que recoge y sistematiza infor-mación jurisprudencial de los tribunales del fuero y sirve de parámetro estimativo, a través de la comparación del caso, para la adecuada y equitativa cuantificación de la medida patri-monial del desmedro sufrido por la víctima.

II. La base jurisprudencial de cuantifi-cación de daños como sistema indicativo y flexible. Su aplicación en el dictado de sentencias

La Base de Cuantificación de Daños de la Justicia Nacional en lo Civil de la Capital Federal argentina registra desde el año 1993 precedentes de daños a las personas —en con-cepto de valor vida, incapacidad por lesiones físicas, psíquicas y estéticas, daño psicológico, tratamiento psicoterapéutico, gastos médicos por tratamientos futuros y daño moral— es-tablecidos en casos de accidentes de tránsito, accidentes laborales y responsabilidad profe-sional médica. Desde el año 2002 se comenza-ron a incorporar también los restantes casos en que se reclaman daños y perjuicios (vgr. daños por incumplimiento contractual, cuestiones de vecindad, daños causados por la actividad de entidades financieras, daños derivados del divorcio o del reclamo de filiación).

La Base contiene una selección de preceden-tes realizada según criterios fijados por la Cá-mara, los que se han ido modificando a través del tiempo conforme a las necesidades de los usuarios y a la evolución del derecho.

Los datos de la base son sólo parámetros de referencia para el usuario, quien suministra los rangos de utilidad para la búsqueda deseada y el cruzamiento de la información respecto de los montos indemnizatorios establecidos por las distintas Salas de la Cámara de Apelaciones en lo Civil en casos análogos. Los registros de la Base son documentos secundarios o derivados del documento principal o fuente (sentencia), al que el usuario podrá remitirse para su lectura a los fines de una mejor comprensión de los datos obtenidos.

Los criterios de selección para el ingreso de los casos a la Base son los siguientes:

1. En principio se seleccionan todas las sentencias —precedentes jurisprudenciales generales— que contengan, por los menos, un reclamo indemnizatorio apelado.

2. Como regla general, para ingresar un caso a la base, el fallo debe contener decisión de la Sala sobre el monto indemnizatorio estableci-do —mediante la confirmación o modificación de las sumas fijadas en la sentencia apelada de primera instancia—, respecto de cualquiera de los conceptos que integran el reclamo confor-me los ítems a registrar (valor vida, incapacidad sobreviniente, lesión estética, daño psicológi-co, tratamiento psicológico, gastos médicos futuros y daño moral).

3. No constituyen, en principio, preceden-tes válidos para su inclusión en la Base los fallos en los que se declaró desierto el recurso por ausencia o insuficiencia de motivación recursiva, como tampoco los montos fijados en primera instancia que han quedado firmes

por no haber sido apelados. El fundamento es que en tales situaciones el tribunal de alzada no se ha expedido sobre la indemnización. La excepción se plantea cuando se incorporan casos que son únicos en su género, novedosos o jurídicamente trascendentes, aunque no medie decisión del tribunal superior en la determina-ción del monto de la indemnización. En tales casos se realiza la pertinente observación, dejando constancia de que el monto proviene de la sentencia de primera instancia.

A la base puede accederse a través de la pági-na del Poder Judicial de la Nación (Acceso a In-tranet: http://intranet.pjn.gov.ar o por Internet: www.pjn.gov.ar) y su uso se halla disponible para todo aquel que quiera conocer los montos indemnizatorios acordados en función de las particularidades de cada caso.

Si bien el registro de precedentes fue creado en el año 1988, debido al cambio de moneda austral-peso, se decidió sustraer de la base la registración de los casos del período compren-dido entre 1988 y 1993 y almacenarlos en una base residual. No cabe duda que la eficacia del sistema depende de la adecuada y constante registración de los datos que surgen de los precedentes (factores endógenos) y, por otro lado, de la estabilidad monetaria y económica (factores exógenos), pues el fenómeno infla-cionario genera que sólo puedan compararse los casos de fecha más reciente, lo que reduce notablemente las posibilidades comparativas y de información que brinda el sistema.

Es frecuente la alusión a la comparación de los precedentes con el caso a decidir en los fundamentos de las sentencias de primera y segunda instancia relativos a la determinación de las diferentes partidas indemnizatorias. Ta-les consideraciones también forman parte de los argumentos esgrimidos en las expresiones de agravios o fundamentos de los recursos de apelación dirigidos a modificar los montos establecidos en las sentencias recurridas.

La comparación de los datos de los prece-dentes y de las sumas fijadas en casos análogos se sustenta en el principio constitucional de igualdad ante la ley que consagra el art. 16 de la Constitución Nacional y en la equidad como principio general del Derecho.

Si bien es cierto que “para la determinación del resarcimiento, las normas aplicables con-fieren a la prudencia de los magistrados un significativo cometido, ello no los autoriza a prescindir de uno de los requisitos de validez de los actos judiciales, cual es la fundamenta-ción”. (9) No puede hacerse mera mención de los aspectos tomados en consideración para cuantificar el resarcimiento de los daños, sino que debe explicitarse el proceso racional que lleva a la conclusión adoptada. Por otra parte la fundamentación debe ser completa, coherente, no contradictoria y constringente.

La Corte ha insistido en este rumbo, afirman-do reiteradamente que “la motivación no tiene pautas “asépticamente jurídicas”, sino que al juzgar prudencialmente sobre la fijación del resarcimiento, no deben desatenderse las reglas de la propia experiencia y del conocimiento de la realidad”. (10)

Con particular referencia a las pautas me-tajurídicas, la Corte Suprema otorga especial relevancia a los criterios de realidad econó-mica, gestados en el derecho tributario, que han sido extendidos al derecho de daños. Así se ha dicho que “A los fines de indemnizar a la víctima del accidente no cabe considerar sólo el aspecto laboral, sino las demás conse-cuencias que afectan a la víctima, tanto desde el punto de vista individual como social”. (11) Sobre la base de dicha pautas, laxas e impre-

(Viene de pág. 1) →

(5) Casos “Piersack” y “König” citados por WYLER, Eric, “L’illicite et la condition des person-nes privées”, Pedone, París, 1995, p. 280, citado por KEMELMAJER de CARLUCCI, Aída, “Evaluación del daño a la persona: ¿Libre apreciación judicial o sistema de baremos?”, en Revista de Derecho de Daños citada, Cuantificación del daño, p. 308 y ss.

(6) PIZARRO, Daniel, “El principio de reparación plena del daño. Situación actual. Perspectiva”, en Anales de la Academia Nacional de Derecho de Córdoba, 1997, p. 111.

(7) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, “Evalua-ción del daño a la persona: ¿Libre apreciación judicial o sistema de baremos?”, en Revista de Derecho de Daños citada, Cuantificación del daño, p. 309.

(8) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, “Teoría general de la responsabilidad civil”, 7ª edición, Abeledo Pe-rrot, Buenos Aires, 1992, p. 233.

(9) CSJN, 04/10/1994, “González”, JA, 1995-II-19.

(10) CSJN, 10/11/1992, JA, 1994-I-159.

(11) CSJN, 06/10/1992, JA, 1995-III, síntesis.

NOTAS

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LA LEY Miércoles 29 de agosto de 2012 3

Frente a esta nueva realidad, traída por los avances de la ciencia, se impone tratar en el plano jurídico de forma separada al embrión implantado y al que no lo está.

Si permitiéramos un tratamiento común, considerando que en ambos casos la exis-tencia de la persona humana comienza con la concepción, se producirían importantes efectos que no cabe apartar del análisis.

En los hechos desaparecería la posibi-lidad de admitir el empleo de técnicas de reproducción humana asistida, ya que los embriones no implantados serían “personas humanas” descartadas que en el mejor de los supuestos quedarían crioconservadas a la espera de un destino incierto.

Tampoco sería admisible el diagnóstico preimplantatorio, que como todos sabemos soluciona graves problemas de la heren-cia genética, por cuanto ello importaría “seleccionar” a una persona y en su caso “descartar” otras personas portadoras de genes deletéreos.

Menos aún podrían destinarse a investi-gaciones médicas los embriones sobrantes de los procesos de fecundación médica asis-tida, por cuanto ello importaría manipular “personas humanas”.

Importaría una actitud insostenible el admitir en todos los casos la condición de “personas humanas” y paralelamente pro-clamar la licitud de tales prácticas.

En consecuencia, se impondría prohibir todas estas prácticas, solución que evitan mencionar en la mayor parte de los casos quienes proclaman tal concepción unitaria, para no ser tildados de “retrógrados”.

En una posición de principios —res-pondiendo a estos cuestionamientos— la persona humana no admitiría ser criocon-servada, ni ser elegida para su implante o ser desechada para igual fin, ni ser admitida para ningún tipo de investigación que im-plique manipularla.

La comisión redactora optó en este caso por enfrentar la realidad de la mejor forma posible con claro conocimiento de la exis-tencia de opiniones adversas a su propuesta. Para ello estimó que estaba legislando para una sociedad plural en la que caben diversas manifestaciones de las creencias religiosas, éticas y filosóficas.

3. ¿Significa lo proyectado que el em-brión no implantado es una cosa, sin más adjetivos?

Considero que no. La propia lectura del artículo nos anoticia de ello: “sin perjuicio de lo que prevea la ley especial para la pro-tección del embrión no implantado”.

Tal vez el encontrar una salida a este inte-rrogante nos lleve a poner en tela de juicio la distinción binaria que nos acompaña desde lejos entre persona y cosa.

En este conflicto —vuelvo a rescatar la lúcida opinión de Labrousse Riou— “es evidente que por una parte resulta impensa-ble confinar la cuestión en una calificación binaria (persona o cosa), cuando el embrión in vitro no es una cosa ni la otra; y por otra parte es igualmente inaceptable dejar la calificación bajo la sola decisión subjetiva de los particulares”. (6)

Para salir de este aparente dilema sin entrar en disquisiciones filosóficas o jurídi-cas cabe acudir a algunas pistas del propio proyecto. En primer lugar la norma del artículo 19 in fine aclara “sin perjuicio de la que prevea la ley especial para la protección del embrión no implantado”, admitiendo

El proyectado...(Viene de la página anterior)

Columna de opinión cisas, la Corte ha anulado sentencias cuyo “resultado importa un notorio apartamiento de la realidad económica, contradicho por los postulados que el juez enuncia como pauta para la correcta solución del caso, con grave menoscabo de la verdad jurídica objetiva y de la propiedad y la defensa en juicio... desenten-diéndose de las consecuencias patrimoniales que produce”. (12)

III. diversas aplicaciones de la Base de cuantificación

Además del beneficio de homogeneizar los criterios indemnizatorios, el auxilio que brinda la Base de Cuantificación resulta útil como instrumento para la solución alternativa de los conflictos. En efecto, la posibilidad de pre-decir o estimar anticipadamente el resultado económico de un reclamo favorece la solución consensuada de los conflictos a través de me-dios alternativos, tales como la transacción, la mediación prejudicial y la conciliación judicial en la audiencia preliminar.

Para resolver el conflicto en el menor tiempo y con un costo más reducido para las partes, es menester hacer uso de algunas herramientas procesales que, combinadas con la informa-ción que resulta de la base de cuantificación de daños, permiten a los contendientes reali-zar una adecuada ponderación de la relación costo-beneficio de eventuales acuerdos extra-judiciales o judiciales.

Analizaré a continuación algunos institutos procesales que, adecuadamente utilizados, facilitan la conciliación de pretensiones in-demnizatorias del daño y que son posibles con el auxilio de las pautas objetivas que suministra la registración de los precedentes jurisprudenciales.

3. a. La mediación previa al proceso

Por Ley 24.573 se instituyó con carácter obligatorio la mediación previa a todo juicio para promover la comunicación directa entre las partes a los fines de la solución extrajudi-cial de la controversia. Se trata de un recaudo previo para poder acceder a la justicia, (13) que instaura una instancia “prejudicial” de carácter público. (14)

Cabe puntualizar que el mediador colabora con las partes para que ellas encuentren la solución que satisfaga sus pretensiones, asegu-rando la confidencialidad de las actuaciones.

La ley de mediación antes citada ha sido modificada recientemente por Ley 26.589 y su reglamentación por decreto 1467/2011, previendo la actuación del mediador con pro-fesionales asistentes formados en disciplinas afines con el conflicto que sea materia de la mediación (art. 10). Esos profesionales podrán ser médicos, psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales, contadores, ingenieros, etcétera y deberán inscribirse en el registro respectivo. Su intervención en la mediación puede ser propuesta tanto por el mediador como por las partes, si advirtieren que es conveniente para la solución del conflicto, encontrándose supeditada su participación a la conformidad

expresa de la totalidad de las partes (art. 7 de la reglamentación).

Así, por ejemplo, en materia de daños corpo-rales derivados de la responsabilidad médica, la intervención en la etapa de mediación de profesionales de dicha especialidad puede resultar sumamente esclarecedora, a los fines de que las partes cuenten con la información necesaria para ajustar sus pretensiones y resolver la disputa, con el auxilio combinado del dictamen extraprocesal del experto en la cuestión controvertida y la información sobre los precedentes que suministra la base de datos de cuantificación.

Si tal mecanismo resultara insuficiente para dar certeza a las partes respecto de los extremos necesarios para convenir la indemnización, siempre podrán las partes requerir judicial-mente la realización de una prueba pericial anticipada que brinde precisiones sobre la existencia e implicancias de la secuela física involucrada y su relación causal con la acción u omisión antijurídica invocada. Cabe recordar a tal efecto que las diligencias preliminares y la prueba anticipada se encuentran excluidas del procedimiento de mediación prejudicial obligatoria (art. 5, ley 26.589) (Adla, LXX-C, 2137).

Es cierto, sin embargo, que el Código Proce-sal Civil y Comercial de la Nación supedita la admisibilidad de la prueba anticipada a que ésta resulte “imposible o muy dificultosa en el período de prueba” (v. art. 326 CPCC). No obstante ello considero que en caso de solicitud conjunta por las partes de producción antici-pada de prueba a los fines de la mediación, no habría óbice alguno a disponer su realización con fundamento en los deberes y facultades que consagra el art. 36 inc. 3 y 4 del CPCCN.

3. b. La conciliación judicial en audiencia preliminar

La antes citada ley 24.573 (Adla, LV-E, 5894) modificó también el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, incluyendo la audien-cia preliminar con un contenido más acotado que el que es propio de este tipo de audiencias previas en los procesos denominados “por audiencias”. Se introdujo así una instancia conciliatoria necesaria en todo proceso de conocimiento pleno, que se realiza una vez cerrada la etapa de postulación y que es previa a la apertura de la etapa probatoria.

Su objeto consiste en intentar la conciliación de las partes ante el juez, quien propondrá fór-mulas conciliatorias y, de arribarse a un acuer-do, lo homologará. En caso de fracaso de la conciliación, se fijarán los hechos a probar y se resolverá la apertura a prueba y la producción de las pruebas admisibles, debiendo recibirse la confesional y designar una audiencia para la recepción de la prueba testimonial (art. 360 CPCC, modificado por ley 26.589).

La práctica de una prueba pericial anticipada a pedido de las partes, que determine la exis-tencia del daño corporal y su relación causal, así como la incidencia de la secuela que padece la víctima permitirá, con el auxilio de la base

de cuantificación, contar con bases ciertas para conciliar la pretensión.

Recientemente la Provincia de Corrientes, República Argentina, ha incorporado a su Có-digo Procesal Civil y Comercial el art. 326 bis, que establece un claro “mecanismo predispo-nente”, (15) para convencer a las partes de la conveniencia de conciliar (al que han dado en llamar “pericial prevalente”). (16)

No obstante las críticas esbozadas a ciertas deficiencias de redacción de la norma, (17) se trata de un mecanismo predisponente de la conciliación que, con el aporte de los pre-cedentes jurisprudenciales para cuantificar el daño, facilitará sin duda la conciliación de las causas.

3. c. Las denominadas “tutela anticipada” y la “medida autosatisfactiva” para la preven-ción del daño o su agravamiento

Los procesos o técnicas de urgencia, en sus variantes de tutela anticipada provisoria y de tutela satisfactiva autónoma, imponen mecanismos adecuados para evitar perjuicios irreparables derivados del tiempo que insume el proceso. También para evitar que el derecho mismo se frustre si no se obtiene la satisfacción inmediata de una pretensión sobre cuya proce-dencia no existen dudas. Cabe recordar que los institutos de tutela urgente no se fundan sólo en la urgencia, sino también en la evidencia de que el derecho invocado existe. En su trámite se reduce la cognición o se posterga la bilatera-lidad con el objeto de acordar una protección oportuna y eficaz al derecho involucrado. (18) Las tutelas anticipadas, ya sean provisionales o definitivas (autosatisfactivas), pueden consistir, en cuanto al modo de operar sobre la realidad, en una tutela inhibitoria o satisfactiva.

Tanto la tutela anticipada como la autosatis-factiva son medidas urgentes generadas por la necesidad de asegurar la garantía de la tutela judicial efectiva que, para ser tal, debe tutelar los derechos de modo oportuno.

La incorporación de estos institutos de ur-gencia ha sido advertida no sólo desde el ámbi-to de la doctrina procesal (ante la insuficiencia de la regulación de las medidas cautelares para resolver el anticipo de tutela material, provisio-nal y definitivo), sino también por la doctrina civilista. No debe soslayarse que las tutelas urgentes constituyen un instrumento valioso para la prevención del ilícito o para evitar el agravamiento del daño. Cabe recordar que “en el marco de protección de las víctimas, en las últimas décadas se ha llegado a comprender que sólo se alcanzará la efectividad del de-recho, cuando éste brinde instrumentos más aptos para la prevención que para la reparación del daño”. (19)

La prevención del ilícito a través de tutelas de urgencia, inhibitorias o satisfactivas no era concebible mientras prevaleció en Europa continental y en iberoamérica la concepción declarativa del derecho que definía el rol del juez en los términos de Montesquieu, (20) lo que impedía a los magistrados judiciales dar ór-denes. (21) La tutela declarativa, precisamente

(12) CSJN 15/10/1996, DJ, 1997-I-911; ídem, 24/08/1995, LA LEY, 1995-E-104.

(13) DUPUIS, Juan Carlos, “Mediación y concilia-ción”, Abeledo Perrot, 1997, p. 89.

(14) DE LOS SANTOS, Mabel., “Aspectos proce-sales de la ley de mediación y conciliación 24.573”, JA, 1996-III-683.

(15) PEYRANO, Jorge W., “Anotaciones sobre la gestión conciliatoria. Estímulos y predisponentes. La llamada pericial prevalente”, Revista de Derecho Procesal, t. 2010-2, pp. 97/106.

(16) Art. 326 bis CPCCCorrientes: “Prueba pe-ricial anticipada: En todas las acciones judiciales donde las partes hayan ofrecido la prueba pericial y acompañado los interrogatorios periciales con los puntos a peritar, una vez contestada la demanda por los emplazados, el tribunal, antes de ordenar la producción de la restante prueba ofrecida por las partes, designará a los peritos que interven-drán para el correspondiente informe pericial,

que se practicará con intervención de las partes y de los consultores designados por las partes, que refrendarán la pericia o practicarán las observa-ciones de impugnaciones que correspondieren”.Audiencia de conciliación: Inmediatamente de concluida la pericia y resueltas las observaciones e impugnaciones practicadas por las partes el tri-bunal convocará a una audiencia de conciliación a la que concurrirán las partes personalmente, sus letrados, el perito y los consultores técnicos de parte, en la que se procurará con los resulta-dos de la pericia, que las partes se avengan a un acuerdo resolutorio de todas las cuestiones en litigio, homologándose por el tribunal, en su caso, lo convenido por las partes”. Ausencia de acuerdo: En caso de no lograrse en dicha audiencia que las partes se avengan para dar por concluido el proceso, las actuaciones proseguirán en la forma dispuesta por este Código.”

(17) FERREYRA, César, “Prueba pericial preva-lente...”, Revista J.S., n° 94, citado por PEYRANO, op. cit., p. 105.

(18) DE LOS SANTOS, Mabel, “La medida cautelar innovativa y el anticipo de la sentencia: su ubicación entre los llamados ’procesos urgentes‘”, JA, 1996-I-633, donde se indica como nota característica del proceso urgente que en su estructura “prevalece el principio de celeridad, que obliga a reducir la cogni-ción o a postergar la bilateralidad” para así brindar oportuna tutela a los derechos.

(19) NICOLAU, Noemí, “La tutela inhibitoria y el nuevo artículo 43 de la Constitución Nacional”, La Ley, 1996-A, Sección Doctrina, p. 1245 y ss.

(20) “Les juges de la Nation ne sont, comme nous avons dit, que la bouche qui prononce les paroles de la loi, des êtres inanimés” (“De L’esprit des lois”, lib. XI, cap. 6).

(21) TARELLO, Giovanni, “Storia della cultura giurìdica moderna”, Bologna, Mulino, 1976, pp. 287-291 y ver art. 1142 del Código de Napoleón, que rezaba que “Toda obligación de hacer o no hacer, en caso de incumplimiento, se resuelve en pérdidas y daños”.

NOTAS (Continúa en pág. 4) →

Page 4: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

4 Miércoles 29 de agosto de 2012 LA LEY

que cabe considerarlo y tratarlo con los cuidados del caso.

Por su parte el artículo 17 del proyecto —si bien se refiere al cuerpo humano y sus partes, lo que en principio excluye al em-brión— puede servir de guía interpretativa para la protección del embrión in vitro en cuanto establece que los derechos sobre el cuerpo humano y sus partes no tienen un valor económico sino afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social, y sólo pue-den ser disponibles por su titular cuando se configure alguno de esos valores y según lo dispongan leyes especiales.

En esta dirección recuerdo que la reciente reforma de las leyes francesas de bioética, si bien admitió la investigación en embriones y el diagnóstico preimplantatorio, lo hizo bajo limitaciones y controles muy estrictos, ratificando el tratamiento especial que cabe dar al embrión preimplantatorio, por ser producto humano.

Los autores del anteproyecto no han sido ajenos a esta problemática, que co-rrespondería atender —en su caso— a una ley especial.

4. Por último deseo referirme a las ob-jeciones de carácter constitucional que se hicieron a la norma proyectada.

Entiendo que lo proyectado no viola nin-guno de los instrumentos internacionales incorporados a la Constitución, en especial el Pacto de San José de Costa Rica y la Con-vención sobre Derechos del Niño.

El Pacto de San José de Costa Rica, si bien en su artículo 4 establece que se respeta la vida de toda persona a partir del momento de la concepción, incluye en su texto la expresión “en general”; lo que habilita que en determinadas circunstancias sea posible apartarse del precepto enunciado.

Con relación a la Convención sobre los Derechos del Niño cabe recordar que la Corte Suprema en un reciente caso (F.A.L. del 13/02/12) sostuvo que el artículo 2º de la ley 21.849 —que ratificó la Convención— en cuanto establece en su artículo 1º que la norma debe interpretarse en el sentido que se entiende por niño a todo ser humano desde la concepción “no constituye una reserva en los términos del artículo 2 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados que altere el alcance de la Convención sobre Derechos del Niño”. Esto —según lo entiende la Corte— porque surge del texto mismo de la ley que el Estado ar-gentino efectuó una reserva con relación al artículo 21, y respecto al artículo 1 se limitó a plasmar una Declaración Interpretativa.

Conforme a este criterio, la “Declaración Interpretativa” no constituye óbice para que el legislador elabore una norma como la comentada.u

(1) LABROUSSE RIOU, C., “Ecrits de bioéthi-que”, PUF, París 2007, p. 161.

(2) LABROUSSE RIOU, C., op. cit.

(3) BERGEL, S. D., “Células madre y libertad de investigación”, en: Revista Bioética, Vol. 17 Nº 1, Brasilia, Consejo Federal de Medicina, 2009, p. 13.

(4) GONZÁLEZ VALEZUELA, J., “Genoma hu-mano y dignidad humana”, Anthropos, Barcelona 2005, p. 153.

(5) Consejo Nacional de Ética Alemán: Acer-ca de la importación de células madre, Berlín, 2002, p. 18.

(6) LABROUSSE RIOU, C., op. cit.

El proyectado ...(Viene de la página anterior)

Columna de opinión

porque no determina un hacer o un no hacer, resulta impotente para permitir la prevención del daño y, principalmente, la tutela de las nuevas situaciones jurídicas que en su mayoría poseen contenido extrapatrimonial.

Todo esto revela que el sistema clásico no fue pensado para permitir la tutela preven-tiva, o más aún, que la doctrina clásica no se preocupaba por la tutela preventiva de los derechos, pues entendía que la única tutela contra el ilícito se constituía mediante la reparación del daño. (22) Sin embargo, no cabe duda que resulta preferible conservar y proteger los intereses valiosos, en lugar de recomponerlos después de su menoscabo. (23) Hoy día las leyes sustanciales consagran tutelas urgentes específicas, vgr. la protección del medio ambiente (principio precautorio) o de la intimidad, lo que hace necesario que la ley procesal suministre técnicas idóneas de protección de esos derechos.

No cabe duda que prevenir el daño o su agravamiento constituye una de las funciones más excelsas del sistema jurídico y que si es im-prescindible una tutela preventiva, también es necesaria la construcción de un procedimiento autónomo y suficiente para la prestación de esta modalidad de tutela.

Cuando la vigencia misma de la garantía de la tutela efectiva depende del tiempo en obtener la respuesta jurisdiccional, se hace necesario contar con un procedimiento ágil y adaptable a la urgencia del caso. (24)

En el ámbito del derecho de daños encon-tramos precedentes jurisprudenciales que dan cuenta de la aplicación de este tipo de medidas en la Argentina, pese a que a la fecha sólo han

sido reguladas en algunos códigos provinciales, mas no en el Código Procesal Civil y Comercial federal. Sin embargo, ello no ha sido óbice a que los tribunales las hayan dispuesto a la luz del mandato constitucional de acordar tutela efectiva y mediante una interpretación extensiva de la po-testad cautelar genérica o innominada, regulada en el art. 232 del CPCCN, que funciona como norma de clausura del sistema cautelar. (25)

Así, por ejemplo, el art. 68, 5to. Párrafo, de la Ley Nacional de Tránsito (Ley 24.449) con-sagra la obligación a cargo del asegurador de abonar “los gastos de sanatorio o velatorio de terceros” de modo inmediato, sin perjuicio de los derechos que se pueden hacer valer luego. Y agrega que “el acreedor por tales servicios puede subrogarse en el crédito del tercero o sus derechohabientes.”

El cumplimiento de dicha obligación ha sido requerido y otorgado por vía de medida autosatisfactiva con fundamento en que no estaba controvertido que el accidente ocurrió y fue protagonizado por la actora y el hijo del demandado y que este último estaba asegu-rado por La Holando Sudamericana Cía. de Seguros S.A. Se trata de una “obligación legal autónoma”, establecida en dicha normativa, que impone a la aseguradora el deber de abo-nar de inmediato los gastos aludidos y que la víctima puede reclamar en función de la acción directa. (26)

Tratándose de un derecho evidente, claro, la vía del proceso urgente, autosatisfactivo, permite hacer operativo el derecho sustancial involucrado, impidiendo la frustración del derecho sustancial y acordando una tutela efectiva y oportuna, permitiendo así la ejecu-ción forzada de la obligación legal.

Ahora bien, cuando lo que se solicita es un anticipo de la indemnización pretendida en la

demanda, para evitar algún perjuicio irrepara-ble, como aconteció en el caso “Camacho Acos-ta c. Graffi Graf SRL”, (27) fallado por la Corte Suprema de Justicia argentina el 7/8/1997, nos hallamos ante una tutela anticipada o coinci-dente. En tal supuesto, contar con un dictamen pericial y las pautas de la base de cuantificación de daños puede resultar sumamente útil para acordar una suma que permita evitar un agra-vamiento del daño derivado del tiempo que insume el proceso.

Es cierto que las tutelas mencionadas deben conceder estrictamente lo necesario para evitar perjuicios irreparables —o concreta-mente lo autorizado por la ley en el supuesto de la tutela autosatisfactiva—; sin embargo, cuando alguna determinación deba hacerse estimativamente, las pautas de la base de cuantificación de daños contribuirán a la decisión sobre el monto.

IV. conclusiones

La base de cuantificación de daños cons-tituye un sistema indicativo y flexible para la homogeneización de las sentencias judiciales, sobre la base de la utilización de la analogía con precedentes jurisprudenciales.

Su virtud radica en la flexibilidad que le es inherente y que impide toda afectación del derecho a la reparación plena —en el sentido de indemnización justa—, corrigiendo algunos inconvenientes que plantea el sistema de libre apreciación judicial de cada caso.

Para su mejor funcionamiento resulta importante insistir en la necesidad de una completa y constringente fundamentación de cada caso, debiendo exigirse un análisis circunstanciado de los precedentes y las pautas consideradas para la fijación de los montos indemnizatorios.u

(22) DE LOS SANTOS, M., “El amparo y la medida autosatisfactiva como vías procesales para la pre-vención del daño”, comentario a fallo publicado en la Revista Argentina de Derecho Procesal., 2002-2, Rubinzal Culzoni, p. 387 y ss.

(23) ZAVALA DE GONZÁLEZ, M., “Resarci-miento de daños”, t. 4: “Presupuestos y funciones del Derecho de daños”, Hammurabi, Buenos Aires, 1999, p. 420.

(24) MARINONI, Luiz G., “Tutela inhibitoria: la tutela de prevención del ilícito”, conferencia dicta-da en las Jornadas sobre Responsabilidad Civil en Homenaje al Prof. René Padilla, 13 al 15 de mayo de 1999 y publicada en ED, 186-1127.

(25) DE LOS SANTOS, Mabel, “La medida cautelar genérica o innominada”, en Medidas Cautelares, t. I, Rubinzal Culzoni, 2010, p. 573 y ss.

(26) V. fallo del Superior Tribunal de Justicia de San Salvador de Jujuy, República Argentina, 18/02/2008, comentado por PAGES LLOVERAS, Roberto, “El seguro obligatorio, la medida autosatisfactiva y la obligación legal autónoma”, en ElDial.com, del 04/11/2011.

(27) CSJN, 07/08/1997, Fallos 320:1634. Ver también CNCiv., Sala F, 10/05/2000, comentado por GHERSI, Carlos, “Tutela anticipada. Actos de gobierno y privación de derechos económicos. Obra pública”, en JA, 2000-IV-523.

RAZonABILIdAd de LA duRAcIon deL pRoceSo

Aplicabilidad de la garantía constitucional al procedimiento administrativo.

Véase en página 5, Notas a Fallo

Hechos: En el marco de un proceso admi-nistrativo que se extendió por más de 20 años, la Cámara desestimó los recursos de apelación interpuestos contra la resolución del Banco Central de la República Argenti-na que impuso multas —inc. 3, del art. 41 de la ley 21.526— por diversas infracciones al régimen financiero cometidas por quie-nes actuaron como directores o síndicos de varias sociedades anónimas. Contra ese pronunciamiento, fueron interpuestos sendos recursos extraordinarios. La Corte Suprema de Justicia de la Nación revocó la decisión impugnada.

La dilación del procedimiento administra-1. — tivo que se extendió por más de 20 años es irrazonable, siendo esto incompatible con el derecho al debido proceso amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional y por el art. 8 de la CADH, si los hechos investiga-dos no exhiben una especial complejidad, pues tratan de incorrecciones contables y suministro de información distorsionada, incumplimiento de disposiciones relativas

al régimen de efectivo mínimo y deficien-cias que restaban confiabilidad a registros contables, y los sumariados no obstacu-lizaron el curso del procedimiento, sino que los prolongados lapsos de inactividad procesal son atribuibles inequívocamente a la autoridad administrativa, situación que se presenta como el principal motivo de la dilación.

El “plazo razonable” de duración del pro-2. — ceso al que se alude en el inc. 1 del art. 8 de la CADH, constituye una garantía exigible en toda clase de proceso, difiriéndose a los jueces la casuística determinación de si se ha configurado un retardo injustificado de la decisión.

Ante la ausencia de pautas temporales 3. — indicativas de la duración razonable de un proceso, deberá tenerse en cuenta a) la complejidad del asunto; b) la actividad procesal del interesado; c) la conducta de las autoridades judiciales y d) el análisis global del procedimiento.

Son procedentes los recursos extraordi-4. — narios interpuestos, pues existe cuestión federal bastante, al encontrarse en dis-cusión el alcance que cabe asignar a la garantía de obtener un pronunciamiento sin dilaciones indebidas, derivada del art. 18 de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales referidos a ella, en especial, la Convención Americana sobre Derechos Humanos en su art. 8.

116.520 — CS, 2012/06/26 (*). - Losicer, Jorge Alberto y otros c. BCRA - Resol. 169/05 (expte. 105666/B6 SUM FIN 708) .

[Cita on line: AR/JUR/32230/2012]

dictamen de la procuración General de la nación:

Suprema Corte:

-I-

Contra el pronunciamiento de la Cámara Nacio-nal de Apelaciones en lo Contencioso Administra-tivo Federal (sala II) por el que se desestimaron los recursos interpuestos contra la resolución 169/05 del Banco Central de la República Argentina (fs. 1074/1083), los señores Jorge Alberto Losicer y Roberto Antonio Punte interpusieron los recur-sos extraordinarios de fs. 1092/1110 y 1112/1126, respectivamente, que fueron concedidos a fs. 1169 por estar enjuicio el alcance, la interpretación y la aplicación de la ley 21.526.

Los apelantes sostienen que el decisorio es arbitrario porque: a) consideró no prescripta la acción represiva transcurridos veinte años desde los hechos que la motivaron; b) entendió que cualquier acto del sumario tenía carácter interruptivo de la prescripción prevista en el

NOTAS

(Viene de pág. 3) →

jurisprudencia

(*) citas legales del fallo núm. 116.520: leyes nacionales 21.526 (Adla, XXXVII-A, 121); 23.054 (Adla, LIII-D, 4125).

Page 5: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

LA LEY Miércoles 29 de agosto de 2012 5

I. Introducción

Constituye una verdad incontrastable que en cierto sector de la comunidad científica nacional se ha instalado el concepto de “control de con-

vencionalidad” con pretensiones de especificidad que permiten diferenciarlo sustancialmente del tradicional “control de constitucionalidad”.

Ello ha suscitado una línea de investigación sobre la materia, que ha advertido la incompati-

bilidad entre un “control de convencionalidad” con las pretensiones de especificidad apunta-das, y el principio de soberanía judicial.

La señalada perspectiva, a partir del respeto de ese principio que ilumina nuestro derecho público nacional desde el texto mismo de la Constitución, descarta la amplitud del concepto así concebido y concluye que la expresión “control de convencio-nalidad” carece de gran utilidad práctica a la luz de tal límite constitucional. En definitiva y como se verá seguidamente, advierte que, adecuadamente ajustado a los límites impuestos por aquel principio fundamental, aquél solamente resulta útil para designar el fenómeno de incorporación de cierto elemento —a saber, pautas jurisprudenciales— a todo un sistema de control judicial harto conocido y aplicado en nuestro país.

Por las razones que habremos de exponer a con-tinuación adherimos a la teoría que niega la posibi-lidad de una nueva especie de control judicial bajo la denominación “control de convencionalidad”.

Sobre igual premisa del debido respeto de nuestro derecho público nacional y a propósito de una reciente sentencia de la Corte Suprema de la Nación, es nuestra intención resaltar que, a más del principio de la soberanía judicial, el principio de separación de poderes viene a desempeñar un obstáculo insalvable en orden a la validación de un concepto con la especifidad apuntada.

II. Algunas cuestiones en torno al control de convencionalidad

Una rápida mirada a la guía de contenidos de la Biblioteca de nuestra Excma. Corte Suprema de Justicia (1) permite corroborar la nutrida labor doctrina desplegada en torno a este nuevo insti-tuto, descripto por los autores como el control de la adecuación de las normas jurídicas internas a la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH), incorporada al texto de nuestra Consti-tución Nacional por obra de la reforma del año 1.994 (art. 75, inc. 22).

En el ámbito jurisprudencial, nuestra Corte Su-prema de Justicia en “Ekmekdjian”. (2) y luego en

I. Antecedentes del asunto

Comentamos este fallo dictado por nuestro más Alto Tribunal de Justicia en una causa de las deno-minadas “sumario en lo financiero” que tramitan ante el Banco Central de la República Argentina

por supuestas o presuntas infracciones a la ley 21.526 de “Entidades Financieras” (L.E.F.) (Adla, XXXVII-A, 121) y sus reglamentaciones o circula-res (en rigor Comunicados o Comunicaciones “A”, “B”, etc.) que dicta el mencionado organismo.

Tras veinte años transcurridos desde que ocu-rrieron los hechos imputados, se habían impuesto multas que fueron recurridas y confirmadas,

hasta que la Corte entendió procedentes los recursos extraordinarios interpuestos y revocó la sentencia que había dictado la Sala 2da. de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo.

II. otras causas resueltas con anterioridad

Ya había considerado antes la misma Corte en otros fallos que existe una “garantía a obtener un pronunciamiento judicial —sin dilaciones inde-bidas— derivada del art. 18 de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales referi-dos en ella (arts. 7º, inc. 5º, y 8º, inc. 1º, Conven-ción Americana sobre Derechos Humanos”: C.S. 21/08/2007, en A. 2554. XL; RHE “Acerbo, Néstor”, causa Nº 51.221, t. 330, p. 3640).

También había dicho que ello es susceptible de ocurrir “al verificarse la existencia de una injustificada demora del proceso hasta el punto de comprometer las garantías de defensa en juicio y el debido proceso adjetivo (art. 18 de la Constitución Nacional y arts. 7°, inc. 5° y 8° inc. 1° de la Convención Americana sobre Derechos

Humanos), circunstancia agravada cuando es dable presumir que hasta la sentencia final podía transcurrir un lapso tan prolongado que, por sí solo, irrogaría [al procesado] un perjuicio de difícil reparación ulterior” —del dictamen de la Procura-ción General, al que remitió el Excmo. Tribunal—, en M. 2710. XLII; REX, “Moyal, José Armando s/asociación ilícita”, 23/10/2007, t. 330, p. 4539.

En otra causa -por contrabando- en la que se ha-bían reclamado daños y perjuicios por la privación de la libertad debido a la duración irrazonable de la prisión preventiva —que duró más de 20 años—, habiendo sido el acusado sobreseído, expresó la Corte que tal duración “viola ostensiblemente las garantías del plazo razonable y del derecho de defensa del imputado, y las consecuencias de ese incumplimiento o ejecución irregular del servicio de administración de justicia a cargo del Estado Nacional deben ser reparadas.” Y que “el planteo no debe encuadrarse en el marco de la doctrina en ma-

En el fallo dictado en la causa L.216.XLVI., “Losicer, Jorge Alberto y otro c. BCRA – Resol. 169/05 (expte. 105666/86 - SUM FIN 708)”, del 26 de junio de 2012, la Corte Suprema de Justicia de

la Nación dejó sin efecto multas aplicadas por el Banco Central de la República Argentina por diversas infracciones al régimen financiero come-tidas por quienes habían actuado como síndicos o directores de una compañía financiera.

Para ello, el Alto Tribunal tuvo en cuenta, esen-cialmente, dos cuestiones. La primera, consistente en que la garantía a ser juzgado en un plazo razo-nable resulta plenamente aplicable en el ámbito del derecho administrativo sancionador. En este, sentido se refirió a lo dispuesto en la Constitución Nacional y en la Convención Americana de Dere-chos Humanos. Asimismo, recordó jurisprudencia

del Tribunal y también de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La segunda, la excesiva demora que surgía del trámite del sumario administrativo involucrado, el cual fue detalladamente descripto y analizado por la Corte.

De tal modo, el Máximo Tribunal concluyó en que “... resulta claramente que el trámite su-marial ha tenido una duración irrazonable. En efecto, los hechos investigados no exhiben una especial complejidad, pues se trataba de inco-rrecciones contables y suministro de información distorsionada, en la integración de la fórmula 2965 —estado de los activos inmovilizados—; incumplimiento de las disposiciones relativas al régimen de efectivo mínimo y deficiencias que restaban confiabilidad a los registros contables. Tampoco se observa que los sumariados hayan obstaculizado el curso del procedimiento. Por el contrario, los prolongados lapsos de inactividad

procesal —puestos de manifiesto por la propia autoridad administrativa (confr. fs. 801 vta.)— atribuibles inequívocamente al Banco Central se presentan como el principal motivo de la dilación del sumario que —cabe reiterarlo— tuvo resolu-ción sólo después de haber transcurrido diecio-cho años desde el acaecimiento de los hechos supuestamente infraccionales y tras quince años de haberse dispuesto su apertura... por lo tanto, cabe concluir que la irrazonable dilación del pro-cedimiento administrativo resulta incompatible con el derecho al debido proceso amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional y por el art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.”(1)

Resulta interesante analizar del fallo comen-tado lo referente a la aplicación del instituto del plazo razonable en el ámbito del derecho

la dilaciOn prOcesal indefinida O irrazOnable

Por carlos G. Gerscovich

SUMARIo: I. Antecedentes del asunto.- II. otras causas resueltas con anteriori-dad.- III. encuadre del caso que se comenta y sus elogiables consideraciones.- IV. ¿Cómo se determina la demora irrazonable?- V. Conclusiones.

nota a Fallo

el plazO razOnable en el derechO administrativO sanciOnadOr

Por Marcos Morán

cOntrOl de cOnvenciOnalidad: ¿cOmplementO del cOntrOl de cOnstituciOnalidad O

nueva especie de cOntrOl judicial?

Por FernanDa Moray

SUMARIo: I. Introducción.- II. Algunas cuestiones en torno al “control de con-vencionalidad”.- III. Acerca del carácter vinculante de las sentencias de la Corte IDH: el control de convencionalidad como complemento del clásico control de constitucionalidad.- IV. Posiciones que propician un control de convenciona-lidad como sistema autónomo del control judicial.- V. La sentencia de la Corte Suprema de Justicia en el caso “Losicer”.

art. 42 de la ley de entidades financieras; c) violó el principio de congruencia cuando admitió como válido: el sobreseimiento a la entidad financiera pero no a sus directivos; d) no tuvo en cuenta que para la imposición de la multa se aplicó una reso-lución del BCRA posterior a la fecha de los hechos sancionados; e) consideró desiertos los recursos en cuanto a los hechos de fondo y, por tanto, no dio debida respuesta a las defensas opuestas.

-II-

Ante todo, a mi modo de ver, cabe señalar que tiene dicho V.E. que las reglas que rigen la pres-cripción —en lo que interesa, tanto lo relativo al cómputo de sus plazos como a la determinación de los actos procesales susceptibles de ser consi-derados interruptivos— constituyen materia pro-pia de los jueces de la causa y ajena, en principio, a la jurisdicción extraordinaria, por tratar esen-cialmente sobre cuestiones fácticas, de derecho común y procesal, salvo que el pronunciamiento

recurrido carezca de fundamentación suficiente o se aparte de la normativa aplicable.

Estos supuestos de excepción no concurren en el presente, desde que la Cámara —si bien reco-noció la tardanza con la que se tramitó el sumario y remarcó la existencia de la resolución del banco rector para investigar dicha negligencia— trató y re-lató puntualmente cada acto interruptivo y dio por integrado el trámite dentro de los plazos procesales establecidos por la ley de entidades financieras, sin que se advierta arbitrariedad en su examen que conlleve una invalidez jurisdiccional.

Sin perjuicio de ello, podrá V.E. considerar si, en el caso particular de autos, la demora comprobada —si bien, como se dijo, sin incumplir la norma— de casi veinte años entre el hecho detectado por el BCRA y su resolución sancionatoria, se verifica como injustificada hasta el punto de comprome-ter las garantías de defensa en juicio y de debido proceso alegadas por los recurrentes.

En otro orden, cabe precisar que V.E. tiene reiteradamente dicho que las resoluciones que declaren desierto un recurso ante el tribunal de alzada, no son, debido a su naturaleza fáctica y procesal, impugnables por la vía del art. 14 de la ley 48, salvo que lo decidido revele un exceso ritual susceptible de frustrar la garantía de la defensa en juicio (Fallos: 307:1430; 311:2193; 324:176, entreoíros)

Sobre la base de tal criterio, estimo que en el presente no concurren los supuestos de excepción que permiten revisar, en ese sentido, la sentencia apelada. Ello es así, toda vez que aquélla se pro-nuncia sobre todas las cuestiones oportunamente planteadas y conducentes para la resolución del caso, de tal manera que los agravios esgrimidos por los apelantes constituyen, a mi modo de ver, una mera discrepancia subjetiva respecto de lo evaluado adecuadamente por la alzada. Desde este punto de vista, al reconocer las amplias fa-

cultades de los jueces de la causa para calificar los recursos y peticiones de las partes, no existe en el sub examine una relación directa e inmediata con las garantías constitucionales invocadas.

Por último, toda vez que los demás agravios ver-san sobre la arbitrariedad de la sentencia en punto a su contradicción y omisión de tratamiento de ciertas cuestiones y la alegada tacha fue denegada sin que los apelantes ocurrieran en queja, resulta improcedente que V.E. los examine.

-III-

Por lo expuesto, corresponde confirmar la sentencia en lo que fue materia de recurso ex-traordinario.

Buenos Aires, agosto de 2010. — Laura M. Monti.

(Continúa en pág. 6) →

especial para La Ley. derechos reservados (Ley 11.723)

(1) CSJN, causa L.216.XLVI., “Losicer, Jorge Alberto y otro c/ BCRA – Resol. 169/05 (expte. 105666/86 – SUM FIN 708)”, del 26 de junio de 2012, considerandos 14 y 15.

NOTAS

(Continúa en pág. 8) →

especial para La Ley. derechos reservados (Ley 11.723)

(1) Ver: http://www.csjn.gov.ar/biblio/jsp/index.jsp?nivel=WU

(2) Fallos 315:1492 (1992).

NOTAS

(Continúa en pág. 8) →

especial para La Ley. derechos reservados (Ley 11.723) (Continúa en pág. 6) →

Page 6: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

6 Miércoles 29 de agosto de 2012 LA LEY

Buenos Aires, junio 26 de 2012.

Considerando:

1} Que contra la sentencia de la Cámara Nacio-nal de Apelaciones en lo Contencioso Administra-tivo Federal, Sala II, por la que se desestimaron los recursos de apelación interpuestos contra la resolución 169/05 del Banco Central de la República Argentina —que impuso multas por aplicación de lo establecido por el inc. 3, del art. 41 de la ley 21.526, por diversas infracciones al ré-gimen financiero cometidas por quienes actuaron como directores o síndicos de Agentra Compañía Financiera S.A., continuadora de Pérez Artaso Compañía Financiera S.A.-, los señores Jorge Al-berto Losicer y Roberto Antonio Punte dedujeron los recursos extraordinarios de fs. 1092/1110 y 1112/1126 vta. que fueron concedidos mediante el auto de fs. 1169.

2) Que los mencionados recursos extraordi-narios son formalmente procedentes pues existe cuestión federal bastante, al encontrarse en dis-cusión el alcance que cabe asignar a la garantía de obtener un pronunciamiento sin dilaciones indebidas, derivada del art. 18 de la Constitución Nacional y de los tratados internacionales referidos a ella, en especial, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) en su art. 8.

3) Que el caso de autos tiene su origen en un sumario, llevado a cabo por el ente rector del sistema monetario y bancario -sobre la base de lo dispuesto por el art. 41 de la Ley de Entidades Financieras— que tuvo por objeto la investigación de diversas infracciones a la normativa financiera, y que culminó con la aplicación de sanciones pecuniarias administrativas.

Si bien inicialmente este sistema sancionatorio carecía de una regulación del instituto de la prescrip-ción, la ley 21.526 lo introdujo en el art. 42 de la Ley de Entidades Financieras donde se estableció que aquélla operaría, respecto de la acción sancionatoria, a los seis años desde la comisión del hecho, y que tal plazo se interrumpiría por la comisión de otra infrac-ción y por los actos y diligencias del procedimiento inherentes a la sustanciación del sumario.

4) Que, sin embargo y según lo señala la señora Procuradora Fiscal en su dictamen de fs. 1179/1180, pese a la dilatada tramitación del sumario admi-nistrativo —que se extendió hasta casi veinte años después de ocurridos los hechos supuestamente infraccionales detectados por el superintendente financiero— el plazo de prescripción no llegó a cumplirse debido a las interrupciones que se pro-dujeron por diversas diligencias de procedimiento que tuvieron lugar, en cada caso, antes de que se completara el plazo legal de prescripción.

5) Que, en consecuencia, resulta menester examinar y resolver la cuestión constitucional que fue oportunamente planteada por los recurrentes y que consiste en determinar si, en el caso, como resultado del extenso trámite de las actuaciones administrativas, se vulneró la garantía de defensa en juicio (art. 18 de la Constitución Nacional) y el derecho a obtener una decisión en el “plazo razonable” al que alude el inc. 1, del art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos Huma-nos, pues los apelantes reclaman que se declare extinguida la acción sancionatoria por prescrip-ción como forma de consagrar efectivamente dichas garantías.

6) Que en este orden de ideas, se impone señalar que el art. 75 inc. 22 de la Constitución Nacional que reconoce con jerarquía constitu-cional diversos tratados de derechos humanos, obliga a tener en cuenta que el art. 8 inc. 1 del Pacto de San José de Costa Rica, referente a las

garantías judiciales, prescribe no sólo el derecho a ser oído, sino también el de ejercer tal derecho con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable; y a su vez, el art. 25 al consagrar la protección judicial, asegura la tutela judicial efectiva contra cualquier acto que viole derechos fundamentales reconocidos por la Constitución Nacional, la ley o la Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.

7) Que, por lo demás, el derecho a obtener un pronunciamiento judicial sin dilaciones previas resulta ser un corolario del derecho de defensa en juicio consagrado en el art. 18 de la Constitución Nacional —derivado del “speedy trial” de la en-mienda VI de la Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica—. En este sentido se ha expedido esta Corte al afirmar que “la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, de-finiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del modo más rápido posible, a la situación de incertidumbre de innegable res-tricción que comporta el enjuiciamiento penal” (Fallos: 272:188; 300:1102 y 332:1492).

En el mismo orden de ideas se sostuvo que las garantías que aseguran a todos los habitantes de la Nación la presunción de su inocencia y la inviolabilidad de su defensa en juicio y debido proceso legal (arts. 5, 18 y 33 de la Constitución Nacional) se integran por una rápida y eficaz de-cisión judicial (Fallos: 300:1102) y que “el Estado con todos sus recursos y poder no tiene derecho a llevar a cabo esfuerzos repetidos para condenar a un individuo por un supuesto delito, sometién-dolo así a las molestias, gastos y sufrimientos, y obligándolo a vivir en un continuo estado de ansiedad e inseguridad, y a aumentar también la posibilidad de que, aún siendo inocente, sea hallado culpable” (Fallos: 272:188).

8) Que, ello sentado, cabe descartar que el ca-rácter administrativo del procedimiento sumarial pueda erigirse en un óbice para la aplicación de los principios reseñados, pues en el estado de derecho la vigencia de las garantías enunciadas por el art. 8 de la citada Convención no se encuentra limitada al Poder Judicial —en el ejercicio eminente de tal función—, sino que deben ser respetadas por todo órgano o autoridad pública al que le hu-bieran sido asignadas funciones materialmente jurisdiccionales. Ha sostenido al respecto la Corte Interamericana de Derechos Humanos que cuando la Convención se refiere al derecho de toda perso-na a ser oída por un tribunal competente para la determinación de sus derechos, esta expresión se refiere a cualquier autoridad pública, sea admi-nistrativa, legislativa o judicial que a través de sus resoluciones determine derechos y obligaciones de personas. Por la razón mencionada, esa Corte considera “que cualquier órgano del Estado que ejerza funciones de carácter materialmente juris-diccional, tiene obligación de adoptar resoluciones apegadas a las garantías del debido proceso legal en los términos del art. 8 de la Convención Americana” (caso “Tribunal Constitucional vs. Perú”, sentencia del 31 de enero de 2001, párrafo 71).

En un fallo posterior esta doctrina fue ampliada por i ese Tribunal que consignó que si bien el art. 8 de la Convención Americana se titula “Garantías Judiciales”, su aplicación no se limita a los recursos judiciales en sentido estricto, sino al conjunto de requisitos que deben observarse en las instancias procesales a efectos de que las personas estén en condiciones de defender adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que pueda afectarlos. Es decir, en palabras de la mencionada Corte, que “cualquier actuación u omisión de los órganos estatales dentro de un proceso, sea administrativo sancionatorio o juris-diccional, debe respetar el debido proceso legal”, pues “es un derecho humano el obtener todas

teria de “error judicial”, sino que deberá resolverse a la luz de los principios generales establecidos para determinar la responsabilidad extracontractual del Estado por actividad ilícita.” Además decidió que en tal caso procede el resarcimiento por daño moral, ya que “el sometimiento a un proceso de una prolongada e inusitada duración le ha ocasionado al reclamante un padecimiento de esa índole, no ya por haber delinquido, sino para saber si ha delinquido o no.”(1)

Entre las decisiones anteriores son también destacables otras dos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a saber:

(i) La recaída en el caso “Baena” citado por nuestra Corte en este fallo (Considerando 8º in fine), en el que 270 trabajadores habían sido despedidos y se condenó a reparar integralmente los daños. (2)

(ii) La sentencia del caso “Ivcher Bronstein”, por privación de su nacionalidad, que duró 13 años cuando la ley fijaba 6 meses para la decisión. Se trató también sobre el plazo razonable y su aplica-bilidad extensiva a cualquier proceso. (3)

III. encuadre del caso que se comenta y sus elogiables consideraciones

El tema es eminentemente procesal y la demora conspira contra la máxima del principio de cele-ridad en los procedimientos.

También cabe encuadrarlo conceptualmente en su opuesto, o por oposición a otro instituto procesal, aunque no ha tenido muy difundida aplicación.

Me refiero a la tutela anticipada de los dere-chos, instituto que puede definirse como un an-ticipo jurisdiccional [cautelar] emitido antes de la sentencia definitiva que recae sobre el objeto sustancial de las pretensiones esgrimidas por las partes en el proceso y presupone la necesidad de satisfacer la pretensión del peticionario de ma-nera urgente, total o parcialmente, (4) el cual a nuestro modo de ver no ha gozado de demasiada

aceptación judicial, quizás por la misma razón que afecta a la demora indebida tratada en los casos citado. Esto es, el derecho de defensa en juicio al que me referiré seguidamente.

Este nuevo y elogiable pronunciamiento del Alto Tribunal no se fundamenta solo en lo procesal, sino que lo hace en disposiciones de fondo, especial-mente constitucionales, y condensa profundamen-te las pautas y las ideas que conforman el instituto nuevamente examinado por el tribunal.

De inicio, el tema de las dilaciones procesales, administrativas o judiciales, forma parte de los mayores problemas que conllevan la defensa en juicio y la seguridad jurídica.(5)

Junto a estos principios jurídicos se halla el estado de derecho, que es la base de sustentación de todo el ordenamiento jurídico, plasmado en la misma Constitución Nacional.

Ya había dicho Kelsen que “el principio del estado de derecho ... en esencia, es el principio de la seguridad jurídica. (6)

Remarco que en el caso habían transcurrido unos veinte años contados desde que se habrían cometido las infracciones, lo cual ponía en tela de juicio otras instituciones jurídicas específicas, como la caducidad y la prescripción (que en el caso el tribunal inferior había considerado interrumpida por distintas diligencias de procedimiento).

Uno de los aspectos centrales del pronuncia-miento es el que alude a la jerarquía constitucio-nal de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), artículo 8, inciso 1º, que asegura la tutela judicial efectiva, que juega aun cuando derechos funda-mentales reconocidos por la Constitución Nacio-nal hayan sido violados en ejercicio de funciones oficiales (Considerando 6º). Y también cuando el fallo menciona el speedy trial (juicio rápido) de la VIª enmienda de la constitución estadounidense, junto a la defensa en juicio (Considerando 7º), e incluso cuando descarta –en análogo sentido- que

el carácter administrativo del referido procedi-miento sumarial pueda obstar a la aplicación de los principios y garantías mencionados, ya que ellos deben ser respetados por todo órgano o au-toridad pública, sea administrativa o judicial.

Estos razonamientos no mencionan y sí excluyen a la caducidad o a la prescripción in-terrumpida en juicio, que podría oponerse a las conclusiones del fallo. Pero en cambio nos dan pie a nosotros para introducirnos en ellas.

Doctrinalmente se diferencia la prescripción de la caducidad, (7) “con el fin de precisar el alcance de cada una de estas figuras y dar el perfecto senti-do a los efectos que ellas representan en el universo jurídico, pues su uso indiscriminado confunde las instituciones e indisciplina su tratamiento.”

“Se ha observado que la prescripción transfor-ma una situación de hecho en una situación de derecho, lo que trae consigo la adquisición o la pérdida de un derecho” (en rigor, para nosotros el concepto se aplica —en cuanto a la prescripción liberatoria en la Argentina, Cód. Civil, artículo 3949— a la acción y no al derecho, lo que puede motivar sea su adquisición por usucapión, arts. 3947 in fine, 3999 y concordantes, o incluso su extinción, precisamente por haberse extinguido la acción para ejercer ese derecho).

En cambio la caducidad importa la no adqui-sición de un derecho (o para algunos autores su pérdida), también por el transcurso del tiempo; como la prescripción, pero fundamentalmente en razón de no haberse satisfecho oportunamente alguna carga, establecida por la ley justamente para preservar el derecho sustancial.

Y sigue diciendo el autor citado: “El simple pasar del tiempo consolida la adquisición de un derecho o consagra su extinción. Es un fenómeno que tiene más carácter sustantivo que procedimental en el derecho sancionador, en donde, por lo demás, todas las normas de obligatoria referencia tocan directamente con los ilícitos y las sanciones.”

“Pero el devenir de los días, por sí solo, no opera como mecanismo extintivo de la pena o de la in-fracción... el discurrir temporario en la prescripción

determina la imposibilidad del Estado para ejercitar dicha potestad (sancionadora). De allí se sigue que cuando la infracción ha prescrito, ésta no se tiene por inexistente, pues el ilícito existe y sigue existiendo a pesar del tiempo; pero una vez vencidos los plazos, el sujeto pasivo de la acción, o titular de la represión sancionatoria, no puede ser objeto de sanción. La acción gubernamental se torna ilícita.

En aras de la seguridad jurídica el Estado tiene un límite para ejercer el ius puniendi, fuera del cual las autoridades públicas no pueden iniciarlo o proseguirlo, pues de lo contrario incurren (tam-bién) en falta de competencia...”(8)

Pues bien, deduzco entonces que la inexistencia de un plazo concreto para el dictado de un pronun-ciamiento no conlleva que un tribunal justifique las dilaciones incurridas en el instituto de la prescrip-ción interrumpida, si la causa tuvo una dilación indefinida y excedió el tiempo razonable para su tramitación. Esto parece ser lo primero, sustancial, que se deduce del pronunciamiento de la Corte.

En cuanto a la caducidad, otro autor (9) expresa que supone “una exigencia legal notablemente más rígida que la prescripción. El ordenamiento jurídico permite a los titulares de la potestad san-cionadora la prosecución (rectius: persecución) de la conducta antijurídica durante determinado espacio de tiempo (el de la prescripción), pero una vez iniciados los trámites necesarios para acometer dicho enjuiciamiento y la represión, estos deberían necesariamente finalizar en otro plazo considera-blemente inferior (el de caducidad). Por tanto, la prescripción y la caducidad disponen el nacimien-to de dos distintas obligaciones para la administra-ción: instruir el expediente sancionatorio y castigar la infracción en un plazo determinado.”

“Por el lado del infractor surgen dos derechos: el derecho a que la tramitación del procedimiento sancionatorio se haga en un determinado tiempo (el de la caducidad) y el derecho a que la sanción sólo puede imponérsele durante la vigencia de los plazos de prescripción”.

Cabe además tener en cuenta que, en función de los conceptos precedentes y según recuerda el

(Viene de pág. 5) →

(1) CS, 2011/11/08. – “Poggio, Oscar Roberto c. EN —Mº de Justicia y Derechos Humanos s/daños y perjuicios”. [Cita La Ley Online: AR/JUR/66662/2011]. Destacamos este considerando en particular: “El derecho humano a un procedimiento judicial gobernado por el principio de cele-ridad, sin dilaciones indebidas, está íntimamente vinculado con el concepto de denegación de justicia, que se configura no sólo cuando a las personas se les impide acudir al ór-gano judicial para la tutela de sus derechos —derecho a la jurisdicción—, sino también cuando la postergación del trámite del proceso se debe, esencialmente, a la conducta irregular del órgano judicial en la conducción de la causa,

que impide el dictado de la sentencia definitiva en tiempo útil (Doctor Lorenzetti según su voto en “Mezzadra, Jorge” —08/11/2011; LLO— al cual remite).

(2) Caso “Baena Ricardo y otros vs. Panamá”, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Sentencia de 2 de febrero de 2001 (Fondo, Reparaciones y Costas), estaba disponible en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Seriec_72_esp., ver p. 91 y ss.doc

(3) Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso “Ivcher Bronstein Vs. Perú”, Sentencia de 6 de febrero de 2001, (Reparaciones y Costas), se hallaba disponible

en:http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Seriec_74_esp., p.48 y ss.doc

(4) Conf. FERNÁNDEZ BALBIS, Amalia, “El proceso civil. Un cambio en su ingeniería que hace operativa la tutela anticipada: la inmediata cuantificación del daño a la persona”. En ED, [tº 245], 25/10/2011, nro 12.862.

(5) A cuyo respecto recordamos y puede consultarse a KAUFMAN, Gustavo Ariel y otros, “La seguridad jurídica y el progreso económico”, premio ADEBA, Tesis, Grupo Norma, Buenos Aires, 1993.

(6) KELSEN, Hans, “Teoría pura del derecho”, UNAM, México, p. 260

(7) OSSA ARBELÁEZ, Jaime, “Derecho administra-tivo sancionador”, 2ª ed., Legis, Bogotá, México D.F., Buenos Aires, Caracas, Lima, Santiago, 2000, p. 605, nº 2.6.2. y ss.

(8) OSSA ARBELÁEZ, ob. cit., p. 606.

(9) GARBERÍ LLOBREGAT, José, “Tribunal Constitucional Español”, S.T.S. 5, 27/10/87, “El procedimiento administrativo sancionador”, Tirant Lo Blanch, Valencia, 1994, p. 141.

NOTAS

la dilaciOn... (Viene de pág. 5) →

Page 7: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

LA LEY Miércoles 29 de agosto de 2012 7

las garantías que permitan alcanzar soluciones justas, no estando la administración excluida de cumplir con ese deber. Las garantías mínimas deben respetarse en el procedimiento administra-tivo y en cualquier procedimiento cuya decisión pueda afectar los derechos de las personas” (caso “Baena Ricardo y otros vs. Panamá”, sentencia del 2 de febrero de 2001, párrafos 124 y 127).

9) Que tampoco es óbice a la aplicación de las mencionadas garantías la circunstancia de que las sanciones como las aplicadas por el Banco Central en el caso de autos hayan sido calificadas por la jurisprudencia de esta Corte como de carácter dis-ciplinario y no penal (Fallos: 275:265; 281:211, entre otros), pues en el mencionado caso “Baena” la Corte Interamericana —con apoyo en precedentes de la Corte Europea— aseveró que la justicia realizada a través del debido proceso legal “se debe garantizar en todo proceso disciplinario, y los Estados no pueden sustraerse a esta obligación argumentando que no se aplican las debidas garantías del art. 8 de la Convención Americana en el caso de sanciones disciplinarias y no penales, pues admitir esa inter-pretación “equivaldría dejar a su libre voluntad la aplicación o no del derecho de toda persona a un debido proceso” (caso “Baena”, párrafo 129) .

10) Que, por lo dicho, el “plazo razonable” de duración del proceso al que se alude en el inciso 1, del art. 8, constituye, entonces, una garantía exigible en toda clase de proceso, difiriéndose a los jueces la casuística determinación de si se ha configurado un retardo injustificado de la decisión. Para ello, ante la ausencia de pautas temporales indicativas de esta duración razonable, tanto la Corte Interamericana —cuya jurisprudencia puede servir de guía para la interpretación de los precep-tos convencionales (Fallos: 318:514; 323:4130, entre otros)— como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos —al expedirse sobre el punto 6.1 de la Convención Europea para la Protección de los

Derechos Humanos y Libertades Fundamentales que contiene una previsión similar— han expuesto en diversos pronunciamientos ciertas pautas para su determinación y que pueden resumirse en: a) la complejidad del asunto; b) la actividad procesal del interesado; c) la conducta de las autoridades judiciales y d) el análisis global del procedimiento (casos “Genie Lacayo vs. Nicaragua”, fallada el 29 de enero de 1997, párrafo 77 y “López Alvarez v. Honduras”, fallado el Io de febrero de 2006; “König”, fallado el 10 de marzo de 1980 y publicado en el Bo-letín de Jurisprudencia Constitucional 1959-1983 en Madrid por las Cortes Generales).

11) Que tales criterios resultan, sin duda, apro-piados para apreciar la existencia de una dilación irrazonable, habida cuenta de lo indeterminado de la expresión empleada por la norma. En tal sentido, cabe recordar lo expuesto por esta Corte en el sentido de que la garantía a obtener un pronunciamiento sin demoras indebidas no podía traducirse en un número fijo de días, meses o años (Fallos: 330:3640).

En otras palabras, las referidas pautas dan contenidos concretos a las referidas garantías y su apreciación deberá presidir un juicio objetivo sobre el plazo razonablemente admisible para que la Administración sustancie los pertinentes sumarios y, en su caso, sancione las conductas antijurídicas, sin perjuicio de las concretas dis-posiciones de la Ley de Entidades Financieras sobre la prescripción de la acción que nace de las infracciones, debido a la laxitud de las causales de interrupción previstas por dicha normativa, como forma de consagrar efectivamente el dere-cho de defensa y debido proceso de los recurren-tes según se indicó en el considerando 5°.

12) Que en el sub examine, tras rechazar el acae-cimiento de la prescripción en el sumario admi-nistrativo, la cámara subrayó que si bien no podía

desconocerse que los actos inherentes a éste se en-contraban acreditados y que habían sido celebrados sin que se cumpliera íntegramente el plazo de pres-cripción entre el dictado de uno y otro, el transcurso de casi veinte años en la sustanciación del sumario resultaba evidentemente contrario al principio de celeridad, economía y eficacia que rige la actividad administrativa y podría implicar una mengua en la garantía del juicio sin dilaciones indebidas fuera ya por la duración del retraso, las razones de la demora y atendiendo tanto al perjuicio concreto que a ellos les hubiera podido irrogar esa prolongación, como a la posibilidad de que éste pudiera ser reparado.

En línea con este razonamiento, señaló (fs. 1077 vta.) que la propia autoridad administrativa —una vez notificada la resolución sancíonatoria— había dispuesto que fueran remitidas copias de las actua-ciones a la gerencia de auditoría de servicios cen-trales para que analizara, si habían sido cumplidos los plazos administrativos fijados por la normativa vigente, teniendo en cuenta los prolongados lapsos de inactividad procesal que evidenciaba el expe-diente (v. fs. 801 vta. y 802 vta.).

13} Que, pese a tales observaciones, el tribunal a quo no descalificó la validez de la resolución administrativa, pues, como se señaló, su sentencia se centró —en este aspecto— en el examen de la prescripción. Sin perjuicio de ello, la prolija reseña efectuada por la Cámara sobre el trámite del sumario es útil para el examen sobre la existencia de una “de-mora irrazonable”, según las pautas ya expuestas.

En efecto, la Cámara señaló que los hechos repro-chados se extendieron hasta el 24 de abril de 1987/ que la apertura del sumario fue dispuesta por la resolución 763 del 10 de agosto de 1990 y notificada a los recurrentes el 17 de mayo y el 27 de agosto de 1991; que la apertura a prueba tuvo lugar el 15 de octubre de 1993 y fue notificada el 18 de noviembre de ese año; que el cierre de la etapa probatoria se dispuso el 10 de agosto de 1999 y fue notificada el 25

de agosto de ese año; y, finalmente, que la resolución sancionatoria 169/05 fue dictada el 29 de julio de 2005 y notificada en agosto de ese año.

14) Que de tal reseña cronológica —que surge de la compulsa de las actuaciones y del propio reco-nocimiento del Banco Central— resulta claramente que el trámite sumarial ha tenido una duración irrazonable. En efecto, los hechos investigados no exhiben una especial complejidad, pues se trataba de incorrecciones contables y suministro de información distorsionada, en la integración de la fórmula 2965 —estado de los activos inmoviliza-dos/ incumplimiento de las disposiciones relativas al régimen de efectivo mínimo y deficiencias que restaban confiabilidad a los registros contables. Tampoco se observa que los sumariados hayan obstaculizado el curso del procedimiento. Por el contrario, los prolongados lapsos de inactividad procesal —puestos de manifiesto por la propia autoridad administrativa (confr. fs. 801 vta.)— atribuibles inequívocamente al Banco Central se presentan como el principal motivo de la dilación del sumario que —cabe reiterarlo— tuvo resolu-ción sólo después de haber transcurrido diecio-cho años desde el acaecimiento de los hechos supuestamente infraccionales y tras quince años de haberse dispuesto su apertura.

15) Que, por lo tanto, cabe concluir que la irra-zonable dilación del procedimiento administrati-vo resulta incompatible con el derecho al debido proceso amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional y por el art. 8 de la Convención Ameri-cana sobre Derechos Humanos.

Por ello, oída la señora Procuradora Fiscal, se hace lugar a los recursos extraordinarios y se revoca la sentencia apelada con el alcance que resulta de lo expuesto en la presente. Con costas. Notifiquese y devuélvase. — Ricardo Luis Lorenzetti. — Juan Carlos Maqueda. — Elena Highton de Nolasco. — Carlos S. Fayt. — E. Raúl Zaffaroni.

autor citado, extrayendo otros elementos conse-cuentes de sentencias del Consejo de Estado de España, aplicables en nuestro derecho:

1- La prescripción debe ser alegada por la parte y no se puede aplicar de oficio;

2- La caducidad es y debe ser declarada de oficio

3- La prescripción puede ser renunciada por el interesado; obvio que la caducidad no, debido a lo que antecede.

4- La prescripción puede suspenderse e inte-rrumpirse; la caducidad no.

5- La caducidad opera erga omnes sin limita-ciones; en cambio la prescripción puede no correr respecto de ciertos sujetos por sus condiciones personales (vgr. por su incapacidad)

En la doctrina española, según González Pérez, (10) El artículo 24.2, CE (Constitución de 1978 de ese país), reconoce el derecho a un proceso “sin dilaciones indebidas” utilizando la misma expre-sión que el artículo 14,3.b) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966, referido al proceso penal”. Aclara que no obstante “ello no veda que dentro del concepto general de la efectiva tutela judicial deba plantearse como un posible ataque al mismo las dilaciones injustifica-das que puedan acontecer en cualquier proceso. Fundamenta más esto en dos consideraciones: 1ª) La tutela del citado punto 6.1. establece que “toda persona tiene derecho a que su causa sea oída equitativamente, públicamente y dentro de un plazo razonable, por un tribunal independiente e imparcial...”; 2ª) este plazo razonable fue interpre-tado por el Tribunal Europeo de los Derechos del Hombre primeramente para los procesos penales (asuntos Neumeister y Ringeisen) y posteriormen-te extendido para los procedimientos ante las jurisdicciones administrativas: caso König, Corte Europea, 23/4/1977, serie A, nº 27, p.34. (11)

IV. ¿cómo se determina la demora irrazo-nable?

Otra cuestión importante que surge del fallo es que difiere a los jueces la determinación del retraso injustificado en las decisiones. Pero no se limita a esto,

sino que además brinda ciertas pautas hasta con un sentido didáctico. Y lo hace como si existiera un plazo para que en estos casos la autoridad administrativa competente, o el mismo B.C.R.A., se expidan, cuya casuística aparece ejemplificada en el Considerando 10º con cita de los supuestos y los casos de la Corte Internacional que allí se mencionan.

IV.1. Ejemplificación de las dilaciones

Ellas se conocen doctrinalmente y fueron expues-tas como el contenido concreto de las dilaciones y si son o no indebidas. Esto es, que deben verse las circunstancias específicas de cada causa, como ser: 1) su complejidad; 2) los tiempos de duración de otras causas de similar contenido 3) el interés que arriesgan los sumariados; 4) sus conductas procesales y las de las autoridades; 5) cual habría de ser el alcance del pronunciamiento; 6) si cesó la dilación al interponerse un amparo, debiendo verse en este supuesto si se dictó alguna resolu-ción que alarga innecesariamente el trámite del proceso, etc. (12)

La Corte dice también, y cabe compartirlo, que la existencia de una dilación irrazonable no puede apreciarse en un número fijo de días, meses o años. Pero sí debe ameritarse a fortiori —en este orden de ideas— la demora en dictar las resoluciones dentro de los correspondientes plazos fijados en las normas procesales.

Existe una desigualdad obvia entre los plazos que se suele tomar la administración para dictar resoluciones y los que tienen los administrados para contestar vistas, por ejemplo. (13)

Veamos un poco el derecho comparado. En materia penal se quiso en España (Ley orgánica 10/1980) agilizar la imposición de penas en los delitos “leves. En el ámbito del derecho adminis-trativo sancionador y a falta de plazos regulados en la Ley de Procedimientos Administrativos, ha de estarse a lo previsto en el Código Penal para la prescripción de las faltas, que ha ratificado el Tribunal Supremo en sentencias múltiples”. Dicho procedimiento sancionador ha de ser tramitado en un tiempo razonable (art. 6.1. de la Convención Europea de Derechos Humanos - y sentencia del tribunal europeo de los derechos humanos, casos Zimmerman y Steiner).

También en España la doctrina sobre un proceso con dilaciones indebidas y vulneración del art. 24.2 de la Constitución fue reconocida por sentencias del Tribunal Constitucional del 13 de abril y 14 de diciembre de 1983, donde se definió el concepto jurídico indeterminado, que ha de ser dotado de contenido en cada caso concreto (como hemos dicho antes), debiendo tenerse en cuenta la complejidad del caso, la conducta de los litigantes, y las autorida-des, las consecuencias del litigio para aquéllos, que habrá de predicarse del proceso en cualquier orden jurisdiccional (sentencia del Tribunal Constitucional m- nº 5/1985, de 23 de enero). Más tarde los crite-rios de determinación se ampliaron a los mismos aspectos reseñados: 1) la complejidad del asunto; 2) los márgenes ordinarios de duración de litigios si-milares; 3) las consecuencias que pueden depararse para los litigantes; 4) la conducta de las autoridades tramitadoras; 5) los medios disponibles.

En estos sentidos se dictaron numerosas sen-tencias y en algunas se calificó a la conducta de la Administración como de “irregularidad irrazona-ble”, excesivo retraso, negligencia o inactividad de los órganos encargados de los trámites. (14)

En nuestro medio el tema también ha sido doctrinalmente tratado y damos algunas refe-rencias para consultarlo en general y para casos especiales, como agentes, apoderados, despa-chantes, etc. (15)

En particular, para el caso de los sumarios “en lo financiero” que se tramitan en el Banco Central, había dicho Highton: “Lo que hace posible que los sumarios tarden holgadamente más de quince años antes de ser resueltos, es el art. 42 de la Ley de Entidades Financieras mencionado supra, en cuanto dispone que los actos y diligencias del sumario interrumpen la prescripción. Esta norma es entonces abiertamente contraria a la norma de jerarquía constitucional (y compromiso de nuestro país ante la comunidad internacional), que garantiza ser oído por un tribunal de justicia dentro de un plazo razonable.”(16)

Pues bien, el fallo en comentario le ha dado la razón en cuanto la Corte se apartó del instituto de la prescripción aplicado por el tribunal ad quem y revocó su sentencia.

Y al respecto debe tenerse en cuenta que los sumariados tienen vedado promover prontos despachos o amparos por mora, dado que el re-glamento interno de procedimientos del propio B.C.R.A. excluye la aplicación de la L.P.A. a dichos sumarios (Circ. Runor 1-296, cap.xvii, artículo 1.2.2.12.2).

V. conclusiones

La lectura de este encomiable fallo nos mueve a las siguientes reflexiones finales, incluso como síntesis de lo expuesto.

1- Desde el punto de vista procesal el asunto tratado constituye la contrapartida de la “tutela anticipada”.

2- Es de naturaleza inicialmente procesal, pero involucra normas de fondo especialmente constitucionales.

3- El dictado de sentencias o resoluciones dentro de plazos razonables, más allá de lo que dispongan las normas de procedimiento, es ya doctrina firma y consagrada por la Corte.

4- El plazo razonable para el dictado referido tiene raigambre constitucional en el derecho de defensa en juicio y la seguridad jurídica.

5- La Corte no se limita a fijar los conceptos de dilación indebida o de plazo razonable, sino que además brinda pautas con sentido didáctico para que sean aplicados por los tribunales inferiores.

6- Se impone para no incurrir en una virtual denegación de justicia.

7- Tal doctrina es aplicable más allá del juego de la prescripción que pudo haber sido interrumpida en casos concretos.

8- La “naturaleza administrativa” de ciertos pro-cesos, como el sumarial del caso juzgado, no obsta a la aplicación de la doctrina del fallo comentado.

Confiamos en que los tribunales inferiores del país, incluso aquellos administrativos que tienen funciones “cuasijurisdiccionales” apliquen la doctrina emergente de este fallo, en virtud de la autoridad moral que tienen los pronunciamientos del Alto Tribunal. u

(10) GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús, “El derecho a la tutela jurisdiccional”, Civitas, 2ª edición, Madrid, 2001, p.318, nº 2: “El derecho al proceso sin dilaciones indebidas”.

(11) Puede consultarse el llamado “König Case” de la Eur. Court, decisions del 23/04/77 y 28/06/78, en la separata titulada: Publications of the European Court of Human Rights, Series A: “Judgments and Decisions”, Vol. 27, Carl Heymanns Verlag KG, Colonia, Berlin, Bonn, Munich, 1978, esp. p. 27 y ss.

(12) GONZÁLEZ PÉREZ, “El derecho a la tutela juris-diccional”, cit., p. 332.

(13) Lo anterior se puede ampliar en DOMÍNGUEZ VILA, Antonio, “Constitución y derecho sancionador administrativo”, Marcial Pons, Madrid, 1997, p. 337 y ss., b), del que rescato lo que sigue en el texto.

(14) DOMÍNGUEZ VILA, ob. cit. p. 339.

(15) GORDILLO, Agustín, “Derechos Humanos, Fundación de Derecho Administrativo”, 4ª edición, Buenos Aires, 1999, pp. 11-29 y 11-30 en relación con el art. 8 y sobre el plazo razonable; PASTOR, Daniel R., “El plazo razonable en el proceso del Estado de Derecho”, Konrad Adenauer Stittung y editorial Ad Hoc, Buenos Aires, 2002; también LOSADA, Luis Gustavo y ROMBOLA, Carolina, “La tutela efectiva del derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas en casos

especiales (despachantes de aduana, importadores/exportadores, agentes de transporte, apoderados gen-erales de auxiliares aduaneros, escribanos)”, ED, 246, 08/02/2012, p. 1.

(16) HIGHTON, Federico R., “Inconstitucionalidad del art. 42 Ley de Entidades Financieras (interrupción de la prescripción por las diligencias del sumario)”, JA, 2004-II, fascículo nº 2, 14 de abril de 2004, p. 16.

NOTAS

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8 Miércoles 29 de agosto de 2012 LA LEY

administrativo sancionador (ya sea en el ámbito disciplinario o infraccional).

A tal fin, cabe recordar que el derecho ad-ministrativo sancionador abarca “... aquella parte del ordenamiento jurídico que regula los principios de la potestad sancionadora de la Administración, las normas para su ejercicio (procedimiento) y las especialidades que pre-senta el régimen de las infracciones y sanciones administrativas en cada uno de los sectores en que se desarrolla la actividad administrativa”. (2) Puede ser definido como el conjunto de normas jurídicas que disciplinan el ejercicio de la de la potestad sancionadora por parte de las Adminis-traciones Públicas.

En esta área del derecho ha sido motivo de discusión en reiteradas oportunidades, tanto en el ámbito académico, como en el de los tribu-nales, nacionales e internacionales, si resultan aplicables los principios del derecho penal al derecho administrativo sancionador. Esta dis-cusión no ha encontrado aún una respuesta acabada, sobre el punto “... no sólo restan en ella aspectos aún no suficientemente discutidos, sino que frecuentemente la dinámica de la realidad desborda la reflexión teórica y obliga a continuas reelaboraciones.”(3)

Distintas han sido las fórmulas que han con-sagrado la garantía referida y ya desde el año 1968, en numerosos pronunciamientos, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha reconocido, interpretando los principios de progresividad y preclusión, el derecho de todo imputado a obte-ner una sentencia que determine, de forma defi-nitiva, su situación frente a la ley y a la sociedad en un “plazo razonable”, poniendo fin –del modo más breve– a su situación de incertidumbre, como

incluida en la garantía constitucional de la defensa en juicio regulada por el art. 18 de la Constitución Nacional. (4)

En este sentido, el Máximo Tribunal ha soste-nido que la idea de justicia impone que el dere-cho de la sociedad a defenderse contra el delito debe conjugarse con el del individuo imputado, de modo que ninguno de ellos deba sacrificarse por el otro. En efecto, el propósito constitu-cional de afianzar la justicia, y los derechos y garantías que aseguran a todos los habitantes la presunción de su inocencia, la inviolabilidad de su defensa en juicio y el debido proceso legal, deben integrarse con una rápida y eficaz decisión judicial. (5)

Cabe mencionar que el instituto del plazo razonable se encuentra consagrado no sólo a nivel nacional sino también a nivel suprana-cional. (6)

Ahora bien, los pronunciamientos del Alto Tribunal anteriormente citados, casi en su mayoría, han sido dictados en causas vinculadas con materia estrictamente penal y no en procesos que involucren cuestiones relacionadas con el derecho administrativo sancionador. (7)

Es en este contexto, que la cuestión planteada resulta sumamente relevante. Pues, es de público conocimiento que la Administración al momento de ejercer su potestad sancionadora muchas ve-ces excede ampliamente los plazos que podrían considerarse “razonables” para poner fin a los dis-tintos sumarios o procedimientos administrativos llevados adelante al efecto. Ese abuso ocasiona injustos perjuicios, como puede ser —a simple vista— la incertidumbre de encontrarse sometido

sine die a una investigación de naturaleza penal, con las consecuencias que lógicamente pueden resultar de la misma.

Si bien es común que en los distintos regímenes que regulan la potestad sancionatoria de la Ad-ministración en diferentes materias se establezca un plazo para desarrollar los sumarios, lo cierto es que valiéndose de esos mismos regímenes en la realidad se evidencia que los procedimientos para aplicar sanciones se prolongan durante varios años erigiéndose en una sanción por sí mismos. (8)

Este problema no encuentra respuesta en los institutos de la caducidad y la prescripción. En efecto, en la mayoría de los casos el transcurso de los plazos previstos para poder hacer valer cualquiera de las dos figuras antes mencionadas es interrumpido o suspendido por la autoridad correspondiente según establecido en las normas aplicables en cada caso. A tal fin, la Administra-ción se vale de distintos mecanismos previstos en los respectivos regímenes para mantener, como se dijo, viva la acción sancionadora.

En este contexto, es claro que el instituto del “plazo razonable” no sólo resulta de aplicación en el ámbito del derecho administrativo sancionador, tanto en su faz administrativa como judicial, sino que su aplicación constituye un deber jurídico por constituir el mismo una garantía constitucional del imputado.

Pues, si bien parece “... ser evidente hoy día que ciertos principios generales del derecho y determinadas normas constitucionales consustanciadas con el Estado de Derecho y el sistema republicano de gobierno no están destinadas a ser aplicadas únicamente en el proceso judicial...”, sino que “... también la Ad-ministración está sometida a esos principios y su procedimientos...”, (9) y que dentro de ellas puede situarse a la garantía a ser juzgado en un

plazo razonable, lo cierto es que la aplicación de esta última no es habitual en el ámbito de la Administración ni en el de nuestros tribunales. Más aún, cuando esa misma realidad demuestra la creciente morosidad del Estado para instruir y culminar distintas actuaciones en materia sancionadora en sus deferentes áreas.

No se me escapa que la jurisprudencia inter-nacional y, en menor medida la nacional, viene teniendo grandes avances sobre el punto. (10) Tampoco el hecho de que tal vez resulte difícil pensar que su aplicación pueda ser admitida por la propia Administración o, aún plenamente por nuestros tribunales, pues los efectos de esa apli-cación frente a la ya referida creciente morosidad de la Administración tal vez implicarían dejar sin sanción muchas faltas o infracciones socialmente repudiables, con la complejidad que tal dilema conlleva.

Sin embargo, es la tendencia que ha adopta-do la jurisprudencia mencionada en la primera parte del párrafo anterior y la del fallo que aquí se comenta la que, aunque excepcional en la actualidad, en definitiva marca un camino ya iniciado hace mucho tiempo, olvidado y retomado, el cual deberá seguirse para la con-sagración de la aplicación de la garantía con la amplitud que corresponde. De otro modo, como enseñaba Alberdi, “... la ley, la constitu-ción, el gobierno, son palabras vacías, si no se reducen á hechos por la mano del juez, que, en último resultado, es quien los hace ser realidad ó mentira.”. (11)

Es por todo ello que debe celebrarse la decisión adoptada por el Alto Tribunal en la causa “Losi-cer” y esperar que dicho fallo sea el principio de la consagración plena de la garantía constitucional involucrada. Ello, sin perder de vista los distintos aspectos que deben verificarse en cada caso con-creto para su aplicación. u

“Mazzeo” (3) y “Videla”, (4) incorporó la doctrina del “control de convencionalidad” que emplea la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) cuando resuelve los litigios plan-teados ante sus estrados. (5) De otro lado, como postura mayoritaria, admitió que tal control debe efectuarse aun sin mediar petición de parte en aplicación de la jurisprudencia de ese tribunal internacional. (6)

Pero dejando a salvo tales aportes, la jurispru-dencia menciona en forma muy general al llama-do “control de convencionalidad”; circunstancia ésta que originó una intensa actividad doctrinaria con la finalidad de delinear los alcances del instituto.

Asistimos así en la actualidad al proceso de conformación paulatina de los contornos de

este novedoso objeto de investigación jurídica, que plantea —entre otros— los siguientes inte-rrogantes: a) Cómo interpretar la fuerza de los precedentes de la Corte IDH cuando el Estado no ha sido parte en el litigio; y b) Si nuestro dere-cho público admite el ejercicio de un control de convencionalidad que traduzca la inaplicación de la norma contraria a un tratado con jerarquía internacional prescindiendo de la declaración de inconstitucionalidad.

Las respuestas ensayadas a esas cuestiones serán el marco de nuestra reflexión personal so-bre la posibilidad de reconocer la validez de un control de convencionalidad como especie dife-renciable dentro de la genérica actividad judicial de control de adecuación de las normas inferiores al “bloque de constitucionalidad” surgido con la reforma de 1994.

Nos proponemos analizar en estas páginas, si el llamado control de convencionalidad es un complemento o mera porción del tradicional control de constitucionalidad; o si, por el con-trario, corresponde reconocerlo como especie diferente de la genérica actividad de control judicial.

III. Acerca del carácter vinculante de las sentencias de la corte IdH: el control de con-vencionalidad como complemento del clásico control de constitucionalidad

En torno al carácter de los precedentes de la Corte IDH cuando el Estado no ha sido parte en el litigio se han expuesto opiniones disímiles en la doctrina nacional.

Un grupo de juristas sostiene sin reservas, que la interpretación de la CADH por parte de la Corte IDH es vinculante para nuestros tribunales; otros sostienen igual opinión pero con cierta reserva; y un tercer grupo toma a la jurisprudencia de

la Corte IDH sólo como pauta o guía, sin efecto vinculante. (7)

Dentro del tercer grupo se enrolan —entre otros autores— Badeni y Gozaíni, quienes entienden que los precedentes de la Corte IDH constituyen una “guía” o “pauta” a seguir por los Estados que no han sido parte en la controversia. El primero de esos autores señala, consecuentemente, que el control de convencionalidad está compren-dido dentro del control de constitucionalidad tradicional. (8)

En idéntica línea, Gozaíni afirma que el control de convencionalidad constituye una “porción específica del control de constitucionalidad”. Re-salta que la obligación impuesta a los Estados por el nuevo Derecho Internacional de los Derechos Humanos de dictar normas internas acordes con las necesidades del hombre y su destino universal no traduce la “crisis del control de constituciona-lidad”; menos aún cuando los Derechos Humanos acceden a las leyes supremas. Ilustra así que el

el plazO... (Viene de pág. 5) →

(2) FUENTES BARDAJI, Joaquín (dir.), “Manual de De-recho Administrativo Sancionador”, Navarra, Ministerio de Justicia – Thomson Aranzadi, 2005, p. 117.

(3) SILVA FORNÉ, Diego, “Posibles obstáculos para la aplicación de los principios penales al derecho administrativo sancionador”, en DIEZ RIPOLLÉS, José Luis, ROMEO CASABONA, Carlos María, GRA-CIA MARTIN, Luis Gracia y HIGUERA GUIMERÁ, Juan Felipe (editores), “La ciencia del derecho pe-nal ante el nuevo siglo: Libro homenaje al profesor doctor don José Cerezo Mir”, Buenos Aires, Tecnos, 2003, p. 173.

(4) CSJN, 1968, “Mattei”, Fallos, 272:188; 1978, “Mozzatti”, Fallos, 300:1102; 1979, “Baliarde”, Fa-

llos, 301:197; 1989, “Sudamericana de Intercambio S.A.C.I. y F.”, Fallos, 312:2075; 2004, “Egea”, Fallos, 327:4815; 2009, “Salgado”, Fallos, 332:1512, entre muchos otros.

(5) CSJN, “Mattei”, cit.

(6) Declaración Americana de los Derechos y De-beres del Hombre, arts. XVIII y XXV y Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), arts. 8 y 25, ambos instrumentos se encuentran entre los que ostentan jerarquía constitu-cional incluidos en el art. 75, inc. 22, de la Constitucio-nal Nacional; Convención Europea de Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales

de 1950, art. 6 y Constitución Norteamericana, Sexta Enmienda.

(7) CSJN, 1968, “Mattei”, Fallos, 272:188; 1978, “Moz-zatti”, Fallos, 300:1102; 1979, “Baliarde”, Fallos, 301:197; 1989, entre muchos otros.

(8) En este sentido v. BUTELER, Alfonso, “Límites a la potestad sancionadora de la administración”, op. cit. También en materia de infracciones financiera sancionadas por el Banco Central de la República Argentina. V. HIGHTON, Federico, “Los sumarios del Banco Central y un fallo plenario”, LA LEY, 21/07/2012, p. 5.

(9) ECHEN, Diego E., “Garantías de los particulares en el procedimiento administrativo sancionador”, RAP Nº 374, p. 96, citando a GORDILLO, Agustín, “Tratado de derecho administrativo”, t. II., Buenos Aires, Fundación de Derecho Administrativo, 1998, p. IX.4 y ss.

(10) Ver, por ejemplo, CIDH, caso “Baena, Ricardo y otros c. Panamá” fallado el 2-2-2009; CSJN, 1989, “Sudamericana de Intercambio S.A.C.I. y F.” y, 2009, “Fiszman”, 332:1492 (estos últimos en materia de derecho aduanero y tributario respectivamente).

(11) ALBERDI, Juan Bautista, “Bases y Puntos de Partida para la Organización Política de la República Argentina”, Buenos Aires, Librería El Foro, 1852, p. 68.

NOTAS

cOntrOl... (Viene de pág. 5) →

(3) Fallos 330:3248 (2007).

(4) Fallos 327:3117 (2005).

(5) Si bien desde el caso “Myrna Mack Chang v. Gua-temala” (sentencia del 25/11/2003, serie C, nº 101) la Corte IDH viene sosteniendo que ejercita el mencionado control, aquel Tribunal introduce la locución “control de convencionalidad” en sus fallos a partir de la sentencia emitida en “Almonacid Arellano y otros vs. Chile” (Serie C, n° 154; 26-09-2006), donde expresó: “...el Poder Judicial debe ejercer una especie de control de convencionalidad entre las normas jurídicas internas que aplica en los casos concretos y la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la intepre-

tación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete último de la Convención Americana”.

(6) En Ekmekdjian estableció que “... la interpre-tación del Pacto [de San José de Costa Rica] debe, además, guiarse por la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, uno de cuyos objetivos es la interpretación del Pacto de San José”. Sentencias posteriores como Horacio David Giroldi, Julio L. Mazzeo y Videla han ratificado este criterio. En este último fallo, en aplicación de los fundamentos de la Corte IDH en el precedente “Banco Comercial de Finanzas”, luego reforzado en “Trabajadores Cesados del Congreso” por aquel órgano internacional, dijo la Corte Suprema: “esta Corte ha precisado que a los

efectos de resguardar las obligaciones asumidas por el Estado argentino en el sistema interamericano de protección de los derechos humanos, la jurispruden-cia de la Corte Interamericana es una insoslayable pauta de interpretación para los poderes constituidos argentinos en el ámbito de su competencia y que dicho tribunal internacional ha considerado que el Poder Judicial debe ejercer una especie de “control de con-vencionalidad” entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y la Convención Ameri-cana sobre Derechos Humanos, tarea en la que deben tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana” (considerando n° 8). A ello agregó que

más allá de las opiniones individuales sostenidas por sus integrantes, “el Tribunal viene adoptando desde el año 2011 como postura mayoritaria con arreglo a la cual una decisión de esa naturaleza [declaración de inconstitucionalidad] es susceptible de ser tomada de oficio” (considerando n° 10).

(7) Una completa síntesis de los distintos pun-tos de vista doctrinarios sobre esta materia puede verse en BIANCHI, Aberto B., “Una reflexión sobre el llamado control de convencionalidad”, LA LEY, 2010-E, 1090.

(8) BADENI, Gregorio, “Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Corte Suprema de Justicia”, LA LEY, 2009-E, 1018.

NOTAS

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LA LEY Miércoles 29 de agosto de 2012 9

cambio es de naturaleza estructural y no funcio-nal, ya que lo que se ve modificado es el vértice de la pirámide normativa imaginada por Kelsen, la que no es ya una punta de un solo filo, sino varias agujas reunidas en lo que suele llamarse “bloque de constitucionalidad”. (9)

Por su parte, enrolado en igual posición doc-trinaria, Bianchi ha producido lo que en nuestra opinión constituye un importante avance en el plano de justificación científica del control de convencionalidad al tratar esta cuestión.

A partir del principio de soberanía judicial que ilumina nuestro sistema jurídico desde el texto mismo de la Constitución, esta autor niega que la Corte IDH ejerza sobre nuestra Corte una suerte de stare decisis interamericano. Y en ese contexto advierte que, según los alcances e inter-pretaciones que le demos, el “concepto de control de convencionalidad” puede ser tanto un simple e inofensivo juego de palabras, como el peligroso abandono de nuestra soberanía judicial.

Señala así: a) que tanto la Corte IDH en “Almonacid Arellano” como la Corte Suprema de la Nación en “Mazzeo”, lejos de establecer una obligación, formulan una recomendación al decir: “....el Poder Judicial [de los Estados] debe tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana”; b) que bajo la CADH, la Corte IDH no puede imponer otra obligación que la de “tener en cuenta” su jurisprudencia, destacando que no existe norma alguna de la CADH que le otorgue a la Corte IDH poder para imponer a los Estados integrantes del SIDH la obligación de “acatar” su jurisprudencia bajo pena de incurrir en responsabilidad inter-nacional; responsabilidad que solamente surge frente al incumplimiento de los fallos recaídos en los casos en los cuales los Estados son parte. De conformidad al artículo 68 (1 de la CADH, solamente tales sentencias son obligatorias; y c) que no puede sostenerse que el artículo 75 inc 22 de la Constitución nacional, al haberle otorgado jerarquía constitucional a la CADH, ha modificado el sistema judicial argentino.

Fundamenta esta última afirmación en dos órdenes de razones:

Desde el punto de vista formal, remitiendo a la opinión de Badeni y a los términos del dictamen de la Procuración General de la Nación en el caso “Acosta”, argumenta que aún tras la ratificación y aprobación de la CADH por nuestro país y la incorporación de ese Pacto entre los tratados de jerarquía constitucional que enumera el artículo 75 inc. 22 de nuestra Carta Fundamental, nuestra Corte siguió siendo Tribunal de última instancia en materia convencional y constitucional en razón de lo dispuesto en los arts. 108 y 116 de la Consti-tución; preceptos que no pudieron ser alcanzados por la reforma del año 1994.

Y desde el punto de vista sustancial, afirma que si bien la reforma elevó la jerarquía de la CADH al rango de constitucional, no por ello modificó su texto, el cual sigue siendo el mismo que ratificó la República Argentina en 1984. Sostiene que, por ende, si antes de la reforma la Corte Suprema era el tribunal de última instancia en materia consti-tucional (y convencional) de nuestro país, luego de ella no ha dejado de serlo. En otras palabras, la “recomendación” formulada por la Corte IDH en “Almonacid Arellano” y repite nuestra Corte en Mazzeo”, no es fruto de la reforma constitucional, sino de la pertenencia a nuestro país al SIDH.

Sobre tales bases concluye que el “control de convencionalidad”, ejercido de conformidad a los precedentes de la Corte IDH, es un complemento del control constitucionalidad tradicional que sólo traduce, en relación a los tribunales nacio-nales cuando nuestro país no ha sido parte en la controversia, la obligación de tener en cuenta dicha jurisprudencia. Es decir, que al fallar, tanto nuestra Corte como los demás tribunales del país, deben hacer mérito y evaluar, según su sano criterio, si corresponde la aplicación de los precedentes emanados de aquel órgano internacional. (10)

La conceptualización propuesta por esta corriente doctrinaria impone, en consecuencia, un control de convencionalidad respetuoso de las pautas que rigen y caracterizan el control de constitucionalidad en general en nuestro país.

Así, en tanto especie de control judicial que trasunta el deber de controlar la adecuación de normas internas a los Tratados sobre Derechos Humanos teniendo en cuenta la jurisprudencia de la Corte IDH cuando la estimen aplicables al caso sometido a su decisión, no surge dato alguno que permita distinguirlo sustancialmente del clásico control de constitucionalidad.

A esta posición doctrinaria adherimos, advir-tiendo que así conceptualizado, no cabe entender que el control de convencionalidad se encuentre exento de los requisitos que rigen el tradicional control de constitucionalidad en nuestro país; en particular, de aquel recaudo conforme al cual sólo puede inaplicarse la norma infraconstitucional rectora del caso mediante la pertinente declara-ción de inconstitucionalidad.

IV. posiciones que propician un control de convencionalidad como sistema autónomo de control judicial

A diferencia de la corriente doctrinaria antes descripta, existen posiciones que proponen el ejercicio del control de convencionalidad eximido del requisito de la declaración de inconstitucio-nalidad de la norma contraria a la Constitución cuando el juez decida inaplicarla por tal circuns-tancia.

Tales teorías traducen, por tanto, el recono-cimiento de aquel control como una especie diferente del clásico control judicial de consti-tucionalidad, dada la ausencia en aquél de una las principales pautas que rigen el ejercicio del tradicional control de constitucionalidad.

IV. a) Teorías que justifican un peculiar ejer-cicio de control de convencionalidad por vía hermenéutica

Cierta corriente de opinión se manifiesta de conformidad con el dictado de las sentencias comúnmente denominadas “atípicas”, de raíz primordialmente pragmática, que se generaron inicialmente países adscriptos en su mayor parte al sistema “austríaco” o concentrado de control de constitucionalidad y han terminado por proyec-tarse finalmente a Estados donde rige el sistema difuso. (11)

Enrolado en esta línea, Bazán realza el rol que aquellas sentencias cumplen en remisión a los fundamentos expuestos por la doctrina foránea; a saber, “como instrumento de minimización del impacto de las decisiones de inconstitucio-nalidad sobre el sistema, en la búsqueda de un equilibrio entre la necesidad de eliminar normas inconstitucionales y la de no crear lagunas o dis-

continuidades que pondrían en duda el carácter de ordenamiento jurídico.

Justifica así ese autor las soluciones jurispru-denciales brindadas en nuestro país y en otros Estados americanos por medio de pronuncia-mientos “atípicos” a las “omisiones inconstitu-cionales” en la comprensión de que en la hora actual las alternativas “constitucional” o “incons-titucional” y la correlativa clasificación de las sentencias en “desestimatorias” o “estimatorias” resulta insuficiente para modelar variantes de sentencias que permitan desempeñar de modo más adecuado el relevante rol que están llama-dos a cumplir. (12)

Diversas clasificaciones de las sentencias ge-néricamente llamadas “atípicas” se han ensayado en doctrina; área donde no existe consenso sobre los alcances de cada especie reconocida, ni la denominación que cabe asignarles.

Una de dichas propuestas distingue, dentro del género de las sentencias “atípicas”, las “manipula-tivas” -con las subespecies “aditivas”, “admisorias” y “sustitutivas”-, y las “exhortativas”, también llamadas “apelativas” o “con aviso”.

Mientras las “manipulativas” traducen la opción por una interpretación de la norma que se entien-de adecuada a la Constitución, las “exhortativas”, en cambio, ante una norma inconstitucional o que el juez “presume” inconstitucional”, encomienda al Poder Legislativo la sanción de un nuevo texto acorde con la Constitución. (13)

IV. b) Teoría doctrinaria que propicia el reco-nocimiento de un “control de convencionalidad con caracteres diferenciadores del clásico control judicial de constitucionalidad”

Sagüés, por su parte, marca en nuestro país cier-ta diferencia entre el control de convencionalidad y el control de constitucionalidad, aun cuando reconoce que ambas especies de control judicial son muy parecidas entre sí.

Describe los caracteres del control de conven-cionalidad atendiendo el doble papel que éste cumple: a) uno, destructivo o represivo: los jueces locales no deben aplicar las normas nacionales, incluyendo las constitucionales, opuestas al Pacto de San José de Costa Rica (CADH), y a la juris-prudencia de la Corte IDH sobre dicho Pacto; b) otro, de tipo “constructivo”: los jueces nacionales deben interpretar al derecho nacional conforme al mencionado Pacto y a la referida jurisprudencia; variable dentro de la cual afirma que se impone una verdadera reinterpretación (o “recreación”, si se prefiere) de todo el derecho doméstico, en consonancia con el Pacto y su jurisprudencia supranacional.

En contraposición con tal descripción del control de convencionalidad, expone con gran precisión los caracteres del control de constitucionalidad en nuestro país a través de un texto que merece su reproducción literal: “El control de constitucionalidad de oficio no altera la capacidad interpretativa del juez. Tiene que manejarse con las pautas vigentes en la materia: la ley se presume constitucional, en caso de duda debe entendérsela conforme, y no contraria, con la Constitución. Además, el juez no debe ocupar el lugar del legislador, de tal manera que la discrecionalidad legislativa en la instrumentación de la Constitución per-manece incólume. Vale decir, la Constitución normalmente, otorga al Poder Legislativo una multiplicidad de opciones para actuar. Al juez no le toca decir cuál de ellas es la preferible,

sino, solamente, excluir las respuestas legisla-tivas opuestas a la Constitución.”(14)

De ello puede inferirse que en opinión de este autor, mientras en el terreno del control de cons-titucionalidad el juez no puede elegir la norma a aplicar, debiendo limitarse a “excluir” el precepto interno contrario a la Constitución (en la inteligen-cia de “declarar su inconstitucionalidad”), en el ejercicio de control de convencionalidad se impone la “opción” normativa por parte del juez a favor de la norma con jerarquía constitucional aplicable. En ese contexto, entendemos que admite un control de convencionalidad por vía de la aplicación directa del instrumento internacional correspondiente sin declaración de inconstitucionalidad alguna.

IV. c) Nuestra opinión

A nuestra anterior propuesta de conceptua-lización del control de convencionalidad en respeto del principio de la soberanía judicial por los fundamentos que sustenta calificada doctrina nacional, añadimos ahora que aquella conceptua-lización debe respetar también el principio de la separación de poderes.

Lo segundo responde a la siguiente premisa fundamental: Si bien no es posible negar que el resultado útil o efectivo del proceso debe primar sobre la técnica de los procedimientos judicia-les, (15) también es verdad que cierta relación entre los principios sobre la organización de los poderes del Estado y los derechos reconocidos en la Constitución impone ciertos límites infran-queables a las técnicas y métodos empleados en sede judicial. (16)

En ese sentido, la separación de poderes —al igual que otros principios de nuestro derecho público como la supremacía constitucional, la reserva de ley, o la autonomía de la magistratu-ra— desempeña el rol de instrumento de garantía institucional que informa y determina la actividad estatal en orden a asegurar la vigencia efectiva de los derechos fundamentales. (17)

Los órganos del Estado se encuentran impe-didos a consecuencia de ello de apartarse de lo que tales principios fundamentales traducen o representan en el ejercicio de sus competencias específicas, aun cuando ejercitan control de adecuación del derecho interno a los Pactos In-ternacionales de Derechos Humanos. Así, nuestra Corte Suprema ha esclarecido adecuadamente que la sentencia que provoque en los hechos la derogación o la suspensión de la vigencia de la ley destruye el principio de separación de los poderes; desde que el Poder Judicial resultaría arrogándose el ejercicio de funciones esencial-mente legislativas. (18)

La Procuración General de la Nación se ha manifestado en ese sentido en el caso “Acos-ta” por medio del dictamen que cita Bianchi; dictamen que no sólo trasunta su oposición a la extensión automática de la jurisprudencia de la Corte IDH cuando nuestro Estado no ha sido parte.

Efectivamente, en lo que aquí atañe, aquel dictamen advierte en su punto III que la Ley 24.309 —que declaró la necesidad de la reforma constitucional— no atribuyó a la Convención competencia para modificar las normas de la Constitución relativas a la organización y atribu-ciones del Poder Judicial de la Nación. Y señala en base a ello: “Por lo tanto la Convención no podía alterar la competencia de los tribunales locales...” (19)

(9) GOZAÍNI, Osvaldo, “El marco conceptual del control de convencionalidad en algunos fallos de la Corte Suprema Argentina”, en obra colectiva “El control de convencionalidad”, Susana Albanese Coordinadora, Ediar, Buenos Aires, 2008, p. 115.

(10) BIANCHI, Alberto B., “Una reflexión ...”,ob. cit.

(11) Sagüés ha objetado en duros términos a las citadas corrientes. Entiende que practican una “so-breactuación interpretativa”, ensayan a troche y moche mutaciones interpretativas de la Constitución general-mente mediante contrabandos ideológicos, al servicio de doctrinas foráneas, importadas y manipulas sin el menor escrúpulo (SAGÜÉS, Néstor P., “Control de cons-titucionalidad de oficio y control de convencionalidad”, LA LEY, 2011-B, 779).

(12) BAZÁN, Víctor, “Inconstitucionalidad e incon-vencionalidad por omisión”, LA LEY, 2009-E, 1240. Pone acento este autor en la exigencia de lograr una pacífica articulación entre el derecho internacional de los derechos humanos y el derecho interno mediante su retroalimentación y complementariedad a favor

de la solidificación del sistema general de derechos, y pugnar por el cumplimiento por parte del Estado de los compromisos internacionalmente asumidos en la materia, evitando que éste incurra en responsabilidad internacional por acción u omisión tareas en cuyo despliegue la magistratura jurisdiccional (...).asume un rol protagónico”.

(13) Cfr. clasificación en SAGÜÉS, “Las sentencias constitucionales exhortativas (“apelativas” o “con aviso”) y su recepción en la Argentina”, LA LEY, 2005-F, 1461.

(14) En GELLI, Ma. Angélica - GOZAÍNI, Osvaldo Alfredo - SAGÜÉS, Néstor P., “Control de constitucio-nalidad de oficio y control de convencionalidad”, LA LEY, 2011-B, 779.

(15) MORELLO, Augusto M., “¿Reformas en la ca-sación o reformas integradas en la justicia?, en AA.VV., “Derecho Procesal Constitucional Americano y Europeo”, Victor Bazán (Coordinador), t. I, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2010, p.297.

(16) Se ha afirmado así: “El catálogo de derechos y los principios sobre la organización de los poderes, no constituyen dos partes distintas de la Constitu-ción, sino dos perfiles conexos...Una especie de hilo negro ideal, capaz de vincular las primeras Cartas Constitucionales con las más recientes y complejas constituciones, puede asociarse a la intención común de atribuir a las Constituciones la tarea de garantizar y reconocer a la persona humana sus derechos funda-mentales “(ROLLA, Giancarlo, “Técnicas de garantía y cláusulas de interpretación de los derechos funda-mentales. Consideraciones sobre las Constituciones de América Latina y de la Unión Europea”, en AA.VV., “Derecho Procesal Constitucional Americano ......”, ob. cit. t. I, p. 202).

(17) Explica Barra que los principios que menta el art. 27 CN no son las concretas normas constitucionales en sí mismas, sino los principios que las inspiran, tal como fuera destacado en el voto emitido por el Ministro de la CSJN Boggiano en sentencia “Servini de Cubría” (Fallos 315:1943): “El artículo 27 de la Constitución nacional se refiere a los principios, no a las normas o disposiciones

constitucionales específicas, de modo que los trata-dos deben guardar armonía con aquellos principios constitucionales, sin los cuales la propia Constitución se desvirtúa”. (BARRA, Rodolfo Carlos, “Tratado de Derecho Administrativo”, t. I, Editorial Ábaco de Rodolfo Depalma, Buenos Aires, 2002, p. 352.).

(18) Entre otros pronunciamientos, la Corte se expidió sobre la cuestión en “Montero” (Falos 319:2617), donde enfatizó: “... el ingente papel que en la elaboración del derecho incumbe a los jueces —en tanto que órganos propios de interpretación y aplicación de las normas jurídicas— no llega hasta la facultad de instituir la ley misma (causa K. 33 y K. 34 XXIV, “Kerimbohn, Germán y otro c. Caja Administradora del fondo especial de se-guro (CASFEC) y otro”, del 2 de diciembre de 1993), por cuanto los jueces no deben atribuirse el rol del legislador sino aplicar la norma tal como éste la concibió (Fallos: 315:790), guardando acatamiento tanto a su letra como a su espíritu”.

(19) Dictamen del 10/03/10 – Expediente 93/2009, letra A. Ver www.mpf.gov.ar.

NOTAS (Continúa en pág. 10) →

Page 10: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

10 Miércoles 29 de agosto de 2012 LA LEY

En esos términos el citado consejo se opone también a la posibilidad de interpretar que la reforma pudo traer aparejada una ampliación de la competencia del Poder Judicial que implique un avance sobre las facultades del Legislador atribuyendo al primero facultades para derogar o suspender la vigencia de las leyes.

Aceptado mayoritariamente en la actualidad que la Constitución más los Tratados de Derechos Humanos con jerarquía constitucional forman un único “bloque de constitucionalidad”, y que como ha dicho la Corte Suprema, el constituyente ya ha realizado un control de constitucionalidad al darle jerarquía constitucional a dichos Pactos, (20) no puede predicarse contradicción o incompatibi-lidad alguna entre los principios fundamentales de nuestro derecho público y el texto de aquéllos, que no derogan artículo de la primera parte de la Constitución.(21)

El artículo 2 de la CADH, que consagra el deber de los Estados Partes adoptar las medidas legis-lativas o de otro carácter que fueran necesarias para hacer efectivos los derechos y libertades re-conocidos en su artículo 1, no puede interpretarse ni aplicarse, en consecuencia, en contradicción con los principios de nuestro derecho público nacional. Esto implica que en el ámbito del Poder Judicial, las “medidas” que impone el mentado artículo 2 de la CADH deben instrumentarse, indefectiblemente, por las vías y los métodos que nuestra Constitución admite o posibilita a la luz de aquellos principios.

Y la separación de poderes es una de las bases fundamentales del Estado de Derecho, ya que tiende a asegurar el objetivo más importante del constitucionalismo, que es la conformación de un gobierno limitado en resguardo de los derechos y libertades esenciales de las perso-nas. (22)

V. La sentencia de la corte Suprema en el caso “Lociser”

V. a) El caso

La sentencia dictada por nuestra Corte Su-prema de Justicia el 26 de junio del presente año en “Lociser”(23) constituye un claro ejemplo de sentencia “atípica”.

La dispositiva interna rectora del caso allí sus-citado es el art. 42 de la Ley de Administración Financiera, que fija el plazo de prescripción de la acción sancionatoria del Banco Central de la República Argentina por infracciones a las precep-tivas de dicho cuerpo legal, así como las causales de interrupción de aquel plazo. (24)

En aplicación de esa normativa interna la sentencia dictada en la causa por la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Conten-cioso Administrativo Federal rechazó los recursos de apelación interpuestos en sede judicial por los actores en contra de las multas que les fueran aplicadas por el Banco Central, por diversas in-fracciones al régimen financiero.

Fundó el a quo su decisión, en la interrupción del plazo de prescripción que se había configura-do sucesivamente en el procedimiento a la luz de dicho precepto legal; lo que impedía el progreso de la pretensión de los actores.

V. b) La sentencia de la Corte:

Por su parte, la Corte hizo lugar a los recursos extraordinarios interpuestos contra aquel pro-nunciamiento en aplicación del artículo 8.1 de la CADH —referido a las garantías judiciales— que prescribe, no sólo el derecho a ser oído, sino también el de ejercer tal derecho con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable.

Ponderó que al consagrar la garantía del “plazo razonable”, el citado artículo 8.1 de la CADH difi-rió a los jueces la determinación de la casuística

de configuración del retardo injustificado de la decisión, omitiendo fijar pauta temporal alguna a tal fin.

Con base en tal premisa evaluó las pautas para la configuración de “dilación irrazonable” emergentes de la jurisprudencia internacional de los derechos humanos, a la que atribuyó expresa-mente el valor de “guía de interpretación de los preceptos convencionales” siguiendo su criterio de anteriores precedentes. (25)

Concluyó la Corte -previa reseña cronológica de los antecedentes de la causa- que el trámite sumarial subyacente al caso había tenido una duración irrazonable a la luz de aquellas pautas; razón por la cual resultaba incompatible con el derecho al debido proceso amparado por el artículo 18 de la Constitución Nacional y por el citado artículo 8 de la CADH.

A resultas de ello revocó la sentencia de Cáma-ra, mas omitió declarar la inconstitucionalidad del artículo 42 de la Ley de Entidades Financieras implicado en la controversia.

V. c) Análisis crítico de la técnica jurispruden-cial implementada

Es posible sostener que la Corte “adecuó” en esta nueva sentencia el artículo 42 de la Ley de Administración Financiera al artículo 8.1 de la CADH, en cuanto extendió los efectos beneficio-sos de la prescripción de la acción sancionatoria en cuestión más allá de los límites fijados por dicha dispositiva legal.

En efecto, aun cuando reconoció que no se configuraba la situación de hecho prevista en esa norma para que operen los efectos de la prescripción, el máximo Tribunal hizo lugar a la demanda por entender que la exclusión de los actores de tal beneficio resultaba inconstitucio-nal en atención a las particulares circunstancias de la causa, aunque omitió declarar la inconsti-

tucionalidad del citado precepto normativo que regía el caso.

Este fallo muestra los caracteres de lo que en doctrina se ha dado en llamar sentencia “manipulativa-aditiva”, en la variante que im-porta incluir a alguien excluido de un beneficio o situación legal, para tornarlo compatible con la constitución. (26)

En nuestra opinión, la técnica allí implemen-tada traduce un claro ejemplo de inaplicación normativa contraria al principio de la sepa-ración de poderes conforme los fundamentos arriba sustentados, en cuanto traduce, lisa y llanamente, la inaplicación de la ley sin la pertinente declaración de inconstitucionali-dad. (27)

No advertimos cuál podía ser el obstáculo para esto último; (28) conducta que se encon-traba ampliamente justificada en atención de las peculiaridades que exhibía el caso, y que la misma Corte se ocupó de poner de relieve en una completa fundamentación sentencial. (29) Como señaláramos antes, ese máximo Tribunal reconoció en anteriores precedentes que el con-trol de adecuación del derecho interno a la norma internacional debe ejercitarse en sede judicial aún sin petición de parte.

Mientras un control de convencionalidad que soslaya la declaración de inconstitucio-nalidad correspondiente resulta un atentado contra el principio de separación de poderes, (30) la declaración de inconstitucionalidad, lejos de alterar el equilibrio de los poderes, lo promueve. (31)

Aún hoy está vigente la frase de Alberdi. (32)

“La Corte Suprema declara inconstitucionales a las leyes que no son. No las deroga, porque no tiene el poder de legislar. Declarada la inconsti-tucionalidad de la ley, sigue siendo ley hasta que el Congreso la deroga”.u

dAÑoS Y peRJuIcIoS

Responsabilidad por la falsa denuncia de falta de ética profesional.

Hechos: Contra la sentencia que admitió parcialmente la demanda de daños a raíz de la denuncia que el demandado había efectuado en su contra ante el Tribunal de Ética del Consejo Profesional de Ciencias Económicas, se alzaron las partes. La Cámara confirmó la decisión.

El reclamo de los daños derivados de la denuncia por falta de ética profesional efectuada contra el actor, y que fuera des-estimada, es procedente, pues aun cuan-do no hay elemento de convicción con

suficiente certeza de que el demandado hubiera tenido conocimiento de la false-dad de lo denunciado, de haber actuado con mayor diligencia, hubiera conocido la realidad de lo sucedido y advertido que la imputación no tenía asidero.

el hecho dañoso:

Falsa denuncia.

componentes del daño: Daño extrapatrimonial

Daño moral genérico: $ 20.000

116.521 — CNCiv., sala F, 2012/04/09. - Berna-ter, Eduardo c. Comber, Andrés Tomás s/daños y perjuicios.

[Cita on line: AR/JUR/34934/2012]

2ª Instancia. — Buenos Aires, abril 12 de 2012.

A las cuestiones propuestas el Dr. Galmarini dijo:

I.- E. B. promovió demanda contra Andrés Tomás Comber solicitando el resarcimiento de los daños y perjuicios que habría padecido con motivo de la denuncia efectuada en su contra por el accionado ante el Tribunal de Ética Profesional del Consejo Profesional de

Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El juez de primera instancia hizo lugar par-cialmente a la demanda, condenando a Andrés Tomás Comber a abonar al actor el importe de $10.000 con más sus intereses y las costas del proceso.

Apelaron ambas partes. El actor expresó agravios a fs. 378/81 y el demandado lo hizo a fs. 384/5. Los memoriales no fueron repli-cados.

II.- Agravios relativos a la responsabilidad atribuida por el sentenciante:

Ha quedado acreditado en autos y se encuentra fuera de discusión que el día 24 de agosto de 2007,

(20) El art. 75, inc. 22 de la Constitución, en lo que aquí interesa, confiere jerarquía constitucional a los Tratados de Derechos Humanos allí enumerados y dispone que éstos “...no derogan artículo alguno de la primera parte de la Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos.” Enseña Bidart Campos que es una pauta hermenéutica harto conocida, la que enseña que en un conjunto normativo cuyos elementos integrativos com-parten un mismo y común orden de prelación dentro del ordenamiento jurídico —como es el caso del articu-lado constitucional y los Instrumentos internacionales con jerarquía constitucional— todas las normas y todos los artículos de aquel conjunto tienen un sentido y un efecto, que es el de articularse en el sistema sin que ninguno cancele a otro, sin que a uno se le considere en pugna con otro, sin que entre sí puedan oponerse irreconciliablemente. A cada uno y a todos hay que asignarles un sentido y un alcance de congruencia armonizante, porque cada uno y todos quieren decir algo; este algo” de uno o de varios no es posible que quede neutralizado por el “algo” que se le atribuye a “otro o a otros” (BIDART CAMPOS, Germán J., “Tratado elemental de derecho constitucional argentino”“, Ediar, Buenos Aires, t. VI, pp. 560 a 561).

(21) CSJN Fallos 317:1282 y posteriormente 318:2645; 319:1464 y 321:1030.

(22) SABSAY, Daniel, Diario La Nación, Sección Política, 25/03/07.

(23) “Losicer, Jorge Alberto y otros c. BCRA - Resol.169/05- 26/06/2012.

(24) El at. 42, sexto parágrafo de esa Ley reza: “La prescripción de la acción que nace de las infracciones a

que se refiere este artículo, se operará a los seis (6) años de la comisión del hecho que la configure. Ese plazo se interrumpe por la comisión de otra infracción y por los actos y diligencias de procedimientos inherentes a la sustanciación del sumario, una vez abierto por resolu-ción del presidente del Banco Central de la República Argentina. La prescripción de la multa se operará a los tres (3) años contados a partir de la fecha de la notifica-ción de dicha sanción firme.”

(25) El fallo enuncia las siguientes pautas, emergentes de la jurisprudencia de la Corte IDH y el Tribunal Euro-peo de Derechos Humanos: a) complejidad del asunto; b) la actividad procesal del interesado; c) la conducta de las autoridades judiciales; y d) el análisis global del procedimiento. de las se expide sobre tales pautas fijadas por la Corte IDH (Considerando n° 10).

(26) Esa clase de sentencias recibe también la de-nominación de “integradores” en función del objetivo señalado (Cfr. SAGÜÉS, Néstor P, “Las sentencias cons-titucionales...”, ob. cit.).

(27) El voto emitido por el Dr. René Mario Goane en la sentencia de la CSJTuc N° 66 del 25/02/1997 en la causa “Santillán” , cita la jurisprudencia de la CSJN en “Montero” (ver cita n° 19), y añade sobre el tema en remisión al voto del Vocal Dr. Guibourg en el plenario de las Cámaras Nacionales del Trabajo del 23/03/90 en el caso “Drewes”: “Una tesis que lee ‘ampliar’ donde el legislador escribe ‘restringir’ me parece más legislativa que interpretativa, aunque su resultado pudiese satisfacerse axiológicamente”. Ya antes había afirmado que es cierto (...) que en la tarea interpretativa el elemento axiológico desempeña siempre un papel insoslayable, pero ese papel no ha de ser definitorio ni preponderante si se pretende man-

tener un esquema donde interpretar no signifique lisa y llanamente legislar y donde legislar signifique que algo más que sugerir o proponer. Es que la función ju-risdiccional, en el régimen institucional argentino, es el ius dicere y no el ius concedere; los jueces debemos aplicar el derecho tal como es y no como estimamos que debería ser.”

(28) Con gran claridad advierte Bianchi que en el sistema de control difuso de constitucionalidad no resulta enjuiciada la norma en sí, de manera abstracta, sino que se enjuicia su aplicación al caso concreto. De tal modo, no juzga lo legislado en el Congreso, sino que declara la inaplicación (inconstitucionalidad) de la ley en el caso concreto. Si una norma está vigente no hay razón jurídica para no aplicarla, salvo que se la declare inconstitucional (con el efecto señalado); pero sin esa declaración no hay justificativo alguno para la absten-ción en su aplicación (Bianchi, Alberto B., “Control de Constitucionalidad”, Editorial Ábaco Depalma, Buenos Aires, 2002, t. 1. pp. 222 y 264).

(29) La doctrina administrativista argentina ha anali-zado las situaciones especiales donde cabe excepcionar la regla conforme la cual debe tenderse a la preservación de la potestad sancionatoria estatal en el marco de los sumarios administrativos en razón del orden público comprometido. Así, Miriam Ivanega advierte en torno a la caducidad de tales procedimientos administrativos: “....el ejercicio de una potestad y la necesidad de preser-varla, no puede ir en desmedro del agente y del propio interés público que justamente se trata de proteger con la inaplicabilidad de aquel instituto. Y ello sucede cuando el procedimiento de ser una vía idónea para investigar los hechos y también ejercer el derecho de defensa, se convierte en un simple cúmulo desordenado de fojas que

dilata la resolución del caso y en una carrera de obstá-culos (...) En definitiva, corresponde que en materia de procedimiento administrativo disciplinario el análisis de la caducidad deba ir acompañado del de la eficiencia y eficacia.” (IVANEGA, Miriam M., “Cuestiones de potestad disciplinaria y derecho de defensa”, Ediciones Rap, 2010, pp. 134 a 135).

(30) El considerando n° 14 establece: “Que de tal reseña cronológica (...) resulta claramente que el trámite sumarial ha tenido una duración irrazonable. En efecto, los hechos investigados no exhiben una especial complejidad (...) Tampoco se observa que los sumariados hayan obstaculizado el curso del proce-dimiento. Por el contrario, los prolongados lapsos de inactividad procesal (...) atribuibles inequívocamente al Banco Central se presentan como el principal mo-tivo de la dilación del sumario que-cabe reiterarlo- tuvo resolución sólo después de haber transcurrido dieciocho años desde el acaecimiento de los hechos supuestamente infraccionales y tras quince años de haberse dispuesto su apertura”. Y el Considerando n° 15 concluye: “Que, por lo tanto, cabe concluir que la irrazonable dilación del procedimiento administrativo resulta incompatible con el derecho al debido proceso amparado por el art. 18 de la Constitución Nacional y por el art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos”.

(31) Cfr. BIANCHI, Alberto B., “Control de Constitu-cionalidad”, ob. cit., t. 1, p. 220.

(32) ALBERDI, Juan B., “Sistema económico y rentísti-co de la Confederación argentina según su Constitución de 1853”, Primera Parte, cap. III, art. II, párrafo XV, Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1998, pp. 128 y 129.

(Viene de pág. 9) →

NOTAS

CUANTIFICACION DEL DAÑO

Page 11: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

LA LEY Miércoles 29 de agosto de 2012 11

el demandado, Andrés Tomás Comber, formuló una denuncia contra el actor ante el Tribunal de Ética Profesional del Consejo Profesional de Ciencias Económicas, argumentando que este último había violado el art. 25 del Código de Ética durante su actuación como profesional dictami-nante de los estados contables de Visión Express Argentina S.A.

Como fundamento de su denuncia el Sr. Com-ber señaló que al momento de desempeñarse como auditor de Visión Express Argentina S.A., el actor revestía el carácter de socio de un estudio contable del cual uno de los integrantes, era el padre de Fernando López Ojeda, accionista de la firma antes referida.

Con fecha 22 de abril de 2008 la Sala IV del Tribu-nal de Ética del consejo antes mencionado resolvió que no había existido por parte del actor violación alguna del Código de Ética Profesional y dispuso el archivo de las actuaciones pertinentes.

Conforme surge de las constancias obrantes en la causa iniciada con motivo de la denuncia efec-tuada por el aquí demandado ante el Tribunal de Ética Profesional referido anteriormente -que en este acto tengo a la vista-, en dichas actuaciones se probó que el Dr. E.B. no formaba parte, como socio, del estudio contable “López Castro, Ferrari y Asociados” cuando se desempeñaba como auditor de “Visión Express Argentina S.A.” y que cuando se produjo la incorporación del actor a dicho estudio, el Dr. Roberto Antonio López Cas-tro, padre de uno de los dos accionistas de “Visión Express Argentina S.A.”, ya se había desvinculado de aquél.

El magistrado consideró que el hecho que motivó estas actuaciones no puede calificar-se de “acusación calumniosa” por cuanto la denuncia en cuestión no se efectuó ante la Justicia Penal ni se imputó al actor la comisión de un delito de acción pública. No obstante ello, entendió que la conducta del demandado constituyó un hecho ilícito encuadrable en el art. 1089 del Código Civil, toda vez que el Sr. Comber habría realizado una imputación que no tenía asidero (art. 1089 y 1072 del Código Civil) y que aun cuando no se compartiera tal encuadre jurídico, aquél igualmente resultaría responsable por entender que la denuncia hu-biera obedecido a un actuar ligero, imprudente o negligente de conformidad con lo establecido en el art. 1109 del Código Civil.

El demandado se agravia de la responsabili-dad que le atribuyó el magistrado y únicamente alega en su defensa que la sentencia dictada por el Tribunal del Consejo Profesional de Ciencias Económicas -mediante la cual se desestimó la denuncia en cuestión y en la que el actor fundó su demanda- nunca le fue notificada y por lo tanto no se encontraría firme.

La circunstancia alegada por el Sr. Comber en su memorial y de la cual intenta valerse para solicitar el rechazo de la pretensión del actor no fue oportunamente planteada al contestar la demanda, por lo que su introducción en esta instancia resulta extemporánea, de ahí que en principio se trataría de una cuestión que excedería de la materia sobre la cual el Tribunal puede pronunciarse (arg. art. 277 del Código Procesal). Sin perjuicio de ello, es de señalar que conforme surge del art. 50 del Reglamento de Procedimiento Disciplinario del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (ver copia agregada en la causa 26.369 acompañada por cuerda) sólo resultan apelables las senten-cias condenatorias. Por lo tanto la sentencia que rechazó la denuncia efectuada por el de-mandado era inapelable. Además, la misma alegación de este último y su participación en estas actuaciones son reveladoras de que está anoticiado del resultado de su denuncia, y pese a ello no surge que haya formulado recurso o cuestionamiento alguno, por lo que cabe en-tender que el pronunciamiento del Tribunal de Ética se encontraría firme. Todo lo cual deja sin sustento al agravio vertido en el punto 2.1 del memorial de fs. 384/5.

El actor cuestiona el encuadre jurídico efec-tuado por el Sr. Juez en tanto el magistrado juzgó configurado el delito civil contemplado en el art. 1089 del Código Civil, y el recurrente pretende que se circunscriba en el delito civil de acusación calumniosa previsto en el art. 1090 del mismo cuerpo legal, por entender que debe subsumirse al Consejo Profesional de Ciencias Económicas como autoridad competente en sede administrativa.

Aun cuando en lo concerniente a la responsa-bilidad ambos encuadramientos no modificarían la solución, juzgo que en razón de encontrarse cuestionado el marco jurídico aplicable, incum-be al Tribunal pronunciarse con sustento en el principio “iura novit curia”.

Coincido con el magistrado en que no resulta aplicable al caso la figura de la acusación ca-lumniosa, pues en autos no se trató de la impu-tación de un delito de acción pública, requisito indispensable para que se configure tal delito civil. Tampoco, a mi juicio, se presenta otro de los recaudos exigidos para la configuración de la acusación calumniosa cual es el conocimien-to de la falsedad por parte del acusador, que en este delito ha de actuar con dolo (Jorge J. Llambías, “Obligaciones”, T.IV-A, p. 132, n° 2390, Lexis Nexis - Abeledo Perrot, Tercera Edición, actualizado por Patricio Raffo Benegas, Bs. As. 2005). Aunque discrepo con el Sr. juez en tanto consideró acreditado que el demandado tuvo la voluntad y conciencia de efectuar una imputa-ción que no tenía asidero, coincido con el criterio también señalado por él en cuanto la reparación pretendida es procedente por haber obedecido a un actuar ligero, imprudente o negligente de quien efectuó la denuncia. Aunque no se trate de una acusación calumniosa, de todos modos nos encontramos ante un supuesto de falsa de-nuncia culposa en tanto importó una acusación de falta de ética profesional, que afecta la honra del actor. Es de recordar que el factor subjetivo de imputación no se limita al dolo como surgiría de la letra del art. 1090 del Código Civil, sino que ‘la falta de este último elemento no excluye que la acusación pueda ser culposa, en cuyo caso comprometería, en cuanto cuasidelito civil, la responsabilidad del acusado (conf. CNCiv. Sala B, noviembre 14/1980, J.A. 1981-III, p. 538, fallo nº 30.701; CNCiv. Sala C, agosto 14/2001, “Spa-lluto, Eduardo Néstor c/Telecom Arg.Stet France s/daños y perjuicios” L. 308.355; Jorge Joaquín Llambías, Obligaciones, op. y loc. cit., ps. 132 y 133), por aplicación del art. 1109 del Código Civil. Lo mismo ocurre con relación al delito de calumnia o injuria contemplado por el art. 1089 del Código Civil.

He juzgado conveniente aclarar que lo subs-tancial en los supuestos de falsa denuncia por culpa del denunciante ha de encontrarse en que no toda denuncia es apta para generar res-ponsabilidad civil en la eventualidad de que los denunciados resultasen ajenos al hecho o los hechos referidos no constituyesen delito. Por lo cual, la jurisprudencia se ha inclinado por el criterio de que sólo procede la reparación de los perjuicios derivados de una denuncia o querella cuando el denunciante actúa con temeridad o al menos con ligereza culpable (CNCiv. Sala C, marzo 18/1993, autos “Falbo, Oscar Horacio y otro c/ Banco de la Ciudad de Buenos Aires s/ daños y perjuicios”, L. 122.061; id. Sala C, abril 18/2000, “Canavides, Juan Car-los c/ Banco Central de la República Argentina s/ daños y perjuicios”, L. 283.100; id. Sala F, julio 18/2005, “Silva Horacio Carlos y otro c/ Meda Silvia Mónica s/ daños y perjuicios”) (ver mi voto en CNCiv. Sala L, agosto 26/2010, “Levalle, Arturo Alfonso c/ Luces, León Rubén Atilio s/ daños y perjuicios” L. 113.011). En el caso juzgo que aun cuando no hay elemento de convicción con suficiente certeza de que el denunciante hubiera tenido conocimiento de la falsedad de lo denunciado, de haber ac-tuado con mayor diligencia hubiera conocido la realidad de lo sucedido y advertido que la imputación contra el actor no tenía asidero, como señala el magistrado, pero discrepo con él en que no se ha probado que el demandado tuviera conocimiento de la falsedad. Fue una denuncia formulada sin adoptar las mínimas precauciones, con ligereza culpable. De ahí proviene su responsabilidad.

En un caso resuelto por la Sala C, he con-siderado que aun cuando se trate de una de-nuncia ante el tribunal de ética de un colegio profesional resultan aplicables la normativa mencionada y la jurisprudencia antes citada (CNCiv. Sala C, julio 11/ 2002, “López Gaude-rio, Fernando Adrián c/ Padilla, Miguel Manuel y otro s/ daños y perjuicios”, L. 342.218). Sea que se encuadre el caso como cuasidelito de injuria (art. 1089 y 1109 del Cód. Civil) o como falsa denuncia culposa (art. 1090 y 1109), en el supuesto de que, con amplitud de criterio se considerase que el Tribunal ante el cual se efectúo la denuncia en cuestión revistiera el carácter de “autoridad competente” tal como lo sostiene el recurrente, el denunciante es responsable de los perjuicios ocasionados al actor.

Con las aclaraciones precedentes voto por que se confirme lo resuelto en primera instancia sobre la responsabilidad.

III.- Daño moral:

El magistrado fijó para resarcir esta partida indemnizatoria la cantidad de $10.000. El actor se queja por considerar insuficiente el importe concedido por el rubro en cuestión, mientras el demandado solicita su rechazo.

Sostienen el demandado que la tramitación de la denuncia efectuada ante el Tribunal de Ética antes mencionado es confidencial y secreta por lo que la cuestión no pudo trascender a terceros y por ende no ha podido generarle al actor daño moral alguno.

Las características del hecho ilícito cometido por el demandado me llevan a considerar pro-cedente la indemnización del rubro en cuestión, sin que obste a ello el carácter de confidencial y secreto del trámite de la denuncia efectuada contra el actor.

Y digo ello por cuanto la acusación a un pro-fesional -en el caso contador público- efectuada ante el Tribunal de Disciplina del Consejo Pro-fesional de Ciencias Económicas de que aquél habría transgredido las normas del Código de Ética, constituye un agravio al que se suma la intranquilidad que comúnmente generan las denuncias de estas características en el des-empeño de la actividad profesional del actor. Los hechos imputados, cuya calificación fue desestimada por el órgano competente, tienen entidad suficiente para generar la lesión de los derechos extrapatrimoniales de los reclaman-tes, sin necesidad de otra prueba. Asimismo, el texto del art. 1089 del Código Civil no obsta a la procedencia del resarcimiento del daño moral, ya que éste se rige por el art. 1078, y bien pue-de existir daño moral aunque no se produzca ninguno material o patrimonial (arg. art. 1099) (Aída Kemelmajer de Carlucci en “Código Civil y leyes complementarias, comentado, anotado y concordado” dirigido por Augusto César Belluscio, T. 5, p. 251/252), autora ésta que también pone de resalto que el daño moral debe presumirse en esta clase de delitos o -agrego- cuasidelitos, pues surge in re ipsa, aunque se trate de una presunción que admite prueba en contrario (autora, op. y loc. cit. P. 252), prueba que no se produjo en este caso (en tal sentido CNCiv. Sala “C”, julio 11/2002, “López Gaudeiro, Fernando c/ Padilla, Miguel s/ daños y perjui-cios”, L.342.218).

Sentado ello, considero que en atención a las características del hecho ilícito que motivó estas actuaciones, las cuales fueron explicitadas pre-cedentemente, la suma de $10.000 fijada por el magistrado en concepto de “daño moral” resulta exigua por lo que propongo elevarla a $20.000.

IV.- Lucro cesante:

Se agravia el actor por cuanto el magistrado desestimó el reclamo efectuado en concepto de “lucro cesante”. Sostiene que desde que re-cibió la notificación de la denuncia de marras hasta que el tribunal se expidió , por razones de ética, limitó el desempeño del ejercicio de su profesión, absteniéndose de presentar certificaciones, informes o dictámenes profe-sionales ante el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, lo cual le ocasionó un importante daño económico.

La admisión de la existencia de lucro cesante presupone una prueba certera de las ganancias dejadas de percibir y de su cuantía. Quien for-mule esta petición debe traer al pleito la prueba que demuestre su extensión o, por lo menos, dejar en el ánimo del juez la certeza de que no se produjo una ventaja por haberlo impedido la acción del responsable o corresponsable del hecho dañoso (CNCiv., Sala C, mayo 17/2005, L. 405.657 “González, José Mario c/Gil, Nelio Omar s/daños y perjuicios”).

Toda vez el actor no ha ofrecido prueba alguna tendiente a acreditar las ganancias que habría dejado de percibir a consecuencia del hecho ilícito que originó estas actuaciones, habrá de confirmarse la sentencia apelada en cuanto rechazó el reclamo efectuado en concepto de “lucro cesante”.

V.- Costas:

Se agravia el demandado de que el senten-ciante le haya impuesto la totalidad de las costas del proceso y solicita que éstas sean

soportadas en el orden causado en atención a que la pretensión de actor sólo fue acogida en forma parcial.

Esta Sala ha entendido que tratándose de una reparación de daños por un hecho ilícito, corresponde, en principio, si el hecho resulta probado y la responsabilidad del demandado determinada -al menos en parte-, imponer las costas a éste para mantener íntegra la reparación, sin perjuicio de que los honorarios se adecuen al monto que en definitiva acoge la sentencia (conf. CNCiv. Sala “F”, febrero 2/2004, “De Robertis, Amadeo Alfredo c/Muscolino, Hernán Dario y otros s/daños y perjuicios”, L.377.122).

Atento a ello habrá de confirmarse este aspecto del pronunciamiento.

VI.- Intereses:

Se agravia el demandado de que el Sr. juez haya fijado intereses a la tasa del 6% anual desde la fecha de la denuncia que motivó estos actuados hasta la fecha del dictado de la sentencia. Sos-tiene que si, conforme lo expresó el magistrado, el valor del monto de condena fue fijado a valor actual resulta infundada la aplicación de intere-ses por el período referido.

El agravio referido no puede prosperar, toda vez que ante la doctrina legal emanada del plenario “Gómez, Esteban c/ Empresa de Trans-portes (del 16-12-58, publicado en L.L. 93-667), los intereses en las indemnizaciones por hechos ilícitos corren desde la producción de cada per-juicio, y en el caso no se ha formulado agravio concreto y razonado sobre el momento en que el Sr. juez señaló como comienzo del curso de los intereses, esto es, la fecha de la denuncia, en el que se habría originado el daño moral admitido. La circunstancia de que se haya fijado el resarcimiento a valores actuales, no obsta a la procedencia de intereses cuyo curso comienza en la oportunidad señalada en el fallo plenario antes citado. La determinación a valores actuales a la fecha de la sentencia sólo puede incidir en la tasa aplicable para el lapso corriente entre la producción del perjuicio y la sentencia, que el magistrado la estableció en el 6% anual, punto sobre el que tampoco se ha formulado crítica concreta y razonada. Por ello habrá de confir-marse este aspecto del fallo.

En mérito a lo expuesto, voto por que se con-firme la sentencia recurrida, salvo en cuanto al monto de la indemnización del daño moral que se eleva a la suma de $20.000. Con costas de al-zada al demandado que resultó sustancialmente vencido (art. 68 del Código Procesal).

Por razones análogas a las aducidas por el vocal preopinante los Dres. Posse Saguier y Zan-noni votaron en el mismo sentido a la cuestión propuesta.

Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo que antecede, se confirma la sen-tencia recurrida, salvo en cuanto al monto de la indemnización del daño moral que se eleva a la suma de $20.000. Con costas de alzada al demandado.

Toda vez que se ha modificado lo decidido por el Sr. Juez “a quo”, deberán adecuarse los honorarios de los profesionales intervinientes de conformidad con lo dispuesto por el art. 279 del Código Procesal.

En atención a los trabajos realizados, apre-ciados por su importancia, extensión y calidad, etapas cumplidas, resultado obtenido, teniendo en cuenta lo dispuesto por los arts. 6, 7, 9, 10, 19, 37, 38 y concs. de la ley 21.839 -mod. por ley 24.432-, se regulan los honorarios de la DRA. M.B., letrada patrocinante de la parte actora, en pesos cuatro mil doscientos ($4.200). Asimismo, se regulan los honorarios de los Dres. D.C. y G.N., apoderado y patrocinante respectivamente de la demandada, en pesos tres mil cuatrocientos ($3.400), en conjunto.

Por labor realizada por el perito contador M.A., apreciada por su importancia y calidad, teniendo en cuenta lo dispuesto por el decre-to ley 16.638/57 y en lo pertinente por la ley 24.432, se regula sus honorarios en pesos mil cien ($1.100).

Por la labor de alzada (art. 14 del arancel) se regulan los honorarios del DRA. M.B. en pesos mil cuarenta ($1.040) y los de la DRA. G.N. en pesos ochocientos cincuenta ($850). — José Luis Galmarini. — Fernando Posse Saguier. — Eduardo A. Zannoni.

Page 12: Base jurisprudencial para la cuantificación del daño.

LA LEYMiércoles 29 de agosto de 2012

Propiedad de La Ley S.A.e. e I. Administración, Comercialización y Redacción: Tucumán 1471 (C. P. 1050 AAC) Teléfono: 54-11-4378-4765Buenos Aires, República Argentina - Registro Nacional de la Propiedad Intelectual Nº 4984552

El Juzgado Nacional de 1ª Instancia en lo Civil N° 63, a cargo del Doctor Pablo Jorge Torterolo, Secretaría Unica a cargo del Dr. Marcelo Salomone Freire, hace saber, que atento al acervo hereditario de-nunciado, se cita a herederos y acreedores de ENRIQUE EDUARDO THOMPSON, por el plazo de treinta días, a los efectos que comparezcan a hacer valer sus derechos. Publíquese por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 12 de julio de 2012Marcelo Salomone Freire, sec. int.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 47, Secretaría única, sito en Av. de los Inmigrantes 1950, piso 4 de esta ciudad, cita y emplaza por treinta días a los herederos y acreedores de los causantes VILA MARTA CRISTINA y MENDEZ RAUL ENRIQUE, conforme el art. 699 inc. 2 del Código Procesal Civil y Comercial. Publíquese por tres días.

Buenos Aires, 9 de agosto de 2012Silvia R. Rey Daray, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 36 cita y empla-za a los herederos y acreedores del Sr. ADALBERTO CLAUDIO NANNOIA a los efectos de hacer valer sus derechos por el término de treinta días. Publíquese por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 1 de agosto de 2012María del Carmen Boullón, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 30, Secretaría Unica, sito en Av. de los Inmigrantes N° 1950, entrepiso, de esta Ciudad de Buenos Aires, en los autos caratulados, “LOPEZ DE NAVETA DORA MARTA s/ SUCESION AB-INTESTATO”, (expte. N° 107508/96), cita y emplaza por el término de treinta días a los herederos y acreedores de la Sra. DORA MARTA LOPEZ DE NAVETA. El presente deberá publicarse por el plazo de tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 2 de agosto de 2012Alejandro Luis Pastorino, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

El Juzgado Nacional de 1ª Instancia en lo Civil N° 96, Secretaría Unica de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores para que com-parezcan a hacer valer sus derechos en la sucesión de Doña THELMA CESIRA RUSSO, DNI 2.300.144. Publíquese por tres días.

Buenos Aires, 10 de agosto de 2012María Constanza Caeiro, sec. int.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 53, secretaría única, sito en Av. de los Inmigrantes 1950, planta baja, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de doña CLAUDIA JAZMIN ROCCATAGLIATA, a los efectos de que hagan valer sus dere-chos. El presente edicto deberá publicar-se por tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 7 de agosto de 2012Aldo di Vito, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

58838/2012. ARONOFF ROSA Y BLANCO SERAFIN s/ SUCESION AB-INTESTATO. Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 51, Secretaría Unica, sito en Uruguay 714, piso 2°, Capital Federal, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedo-res de ARONOFF ROSA y de BLANCO SERAFIN, a efectos de estar a derecho. El presente edicto deberá publicarse por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 13 de agosto de 2012María Lucrecia Serrat, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

58736/2012. GARCES DIONICIA s/ SUCESION AB-INTESTATO. Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 51, Secretaría Unica, sito en Uruguay 714, piso 2°, Capital Federal, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de DIONICIA

GARCES, a efectos de estar a derecho. El presente deberá publicarse por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 13 de agosto de 2012María Lucrecia Serrat, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 20, sito en Talcahuano 550, sexto piso, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por 30 días a herederos y acreedores de VAZQUEZ MARIA DOLORES. Publíquese en La Ley por el término de 3 días.

Buenos Aires, 31 de julio de 2012Juan Carlos Pasini, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

El Juzgado Nacional en lo Civil N° 109, Secretaría Unica, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de YOLANDA CATALINA BRANDONI, a fin de que comparezcan a hacer valer sus derechos. Publíquese por tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 17 de agosto de 2012Pilar Fernández Escarguel, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

GHIRARDI AMELIA MANUELA s/ SUCESION AB-INTESTATO. El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 35, cita y emplaza a herederos y acreedores de AMELIA MANUELA GHIRARDI, para que dentro del plazo de 30 días comparezcan en autos a hacer valer sus derechos. Publíquense edictos por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 22 de junio de 2012Gustavo G. Pérez Novelli, sec.

LA LEY: I. 28/08/12 V. 30/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil y Comercial Federal Nro. 8, Secretaría Nro. 15, sito en Libertad 731, 7° piso de Capital Federal, hace saber que KATHIA AMPARO ENCISO CIFUENTES, nacida en Cartagena – Colombia, el día 6 de mayo 1978, con DNI N° 94.280.945, ha peticionado la concesión de la ciudadanía argentina, a fin de que los interesados hagan saber a este Juzgado las circunstancias que pudiesen obstar a derecho pedido.

Buenos Aires, 14 de junio de 2012José Luis Cassinerio, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 27/08/12

El Juzgado Nacional en lo Civil N° 13, Secretaría única, cita y emplaza por el tér-mino de 30 días a herederos y acreedores de MIRTA BEATRIZ FUCCILLO. Publíquese por 3 días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 6 de julio de 2012Diego Hernán Tachella, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado de Primera Instancia en lo Civil y Comercial Nro. 7 de Morón, cita y emplaza por 30 días a herederos y acreedores de JUAN ZUMBO y/o JUAN FRANCISCO ANTONIO ZUMBO. El presente deberá publicarse por tres días en el diario La Ley de Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Buenos Aires, 13 de julio de 2012Roberto Veiss, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

52266/2012. Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 51, Secretaría Unica, sito en Uruguay 714, piso 2°, Capital Federal, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de TOLMINO ANTONIO DE MATTHAEIS, a efectos de estar a derecho. El presente edicto deberá publicarse por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 16 de agosto de 2012María Lucrecia Serrat, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 16, Secretaría Unica, sito en Av. de los Inmigrantes N° 1950, en-trepiso, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de JOSE CARLOS TURCO y ESTHER BOLLINI a efectos de que hagan valer sus derechos. El presente deberá publicarse por tres días en La Ley.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2 de noviembre de 2011

Adrián E. Marturet, sec.LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

43031/2012. GHIOTTI ADOLFO ENRIQUE Y GIANINI CELIA SUSANA s/ SUCESION AB-INTESTATO. El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 11, Secretaría Unica, cita y emplaza

por treinta (30) días a herederos y acree-dores de GHIOTTI ADOLFO ENRIQUE y GIANINI CELIA SUSANA. Publíquese por tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 13 de junio de 2012Javier A. Santiso, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 89, sito en Talcahuano 550 piso 6°, Secretaría única, cita y emplaza por el término de treinta días a herederos y acreedores de MARCELA BENEGAS AYERZA para que hagan valer sus derechos. Publíquese por tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 16 de agosto de 2012Juan Pablo Iribarne, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional en lo Civil N° 24 cita y emplaza por treinta días a acreedores y herederos de NELLY ESTHER MARTI para que hagan valer sus derechos. Publíquese tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 13 de junio de 2012Maximiliano J. Romero, sec. int.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Civil N° 95 cita y emplaza por 30 días a herederos y acreedores de ARGELINO LISANDRO ROJAS. Publíquese por 3 días.

Buenos Aires, 17 de agosto de 2012Juan Pablo Lorenzini, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

53071/2011. DAVALLE MARTHA T E R E S A s / S U C E S I O N A B -INTESTATO. Juzgado Nacional en lo Civil N° 31 cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de MARTHA TERESA DAVALLE. Publíquese por tres días.

Buenos Aires, 19 de junio de 2012María Cristina García, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 21, secretaría única con sede en Talcahuano 490 piso 1° de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de MARIA DE LAS MERCEDES TERESA CAROSSINO a los efectos que hagan valer sus dere-chos. El presente deberá publicarse por tres (3) días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 9 de agosto de 2012Horacio Raúl Lola, sec.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 69, a cargo de la Dra. Laura González, Secretaría Unica, interinamente, a cargo del Dr. Juan Martín Balcazar, sito en Av. de los Inmigrantes 1950, planta baja, Capital Federal, en los autos caratu-lados “MENCHACA VEGA, MARIA ELENA MAXIMA c/ GRAND HOTEL FRANCAIS Y OTROS s/ DAÑOS Y PERJUICIOS EXP. 26932/05”, se ha dictado la siguiente resolución: “Buenos Aires, 29 de agosto de 2007. Atento lo solicitado a fs. 135 y que el demanda-do — Sr. Diego Gómez— se encuentra debidamente notificado del traslado de la demanda tal como surge de la cédula obrante a fs. 80, no ha comparecido durante el plazo de la citación, se lo declara rebelde en los términos del art. 59 del Código Procesal. Notifíquese por edictos. Fdo.: Laura González, juez.” Publíquese por dos (2) días en La Ley.

Buenos Aires, 3 de febrero de 2012Juan Martín Balcazar, sec. int.

LA LEY: I. 27/08/12 V. 28/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 45, secretaría única, hace saber que en los autos caratu-lados “LOPARDO ROBERTO ANIBAL s/ SUCESION AB-INTESTATO” expediente N° 29801/2012, se cite a herederos y acreedores del causante a estar a derecho por el plazo de 30 días a los efectos de hacerles saber que deberá comparecer a hacer valer sus derechos. Publíquese por 3 días en el diario La Ley. Dado sellado y firmado en la Sala de mi público despacho en la Ciudad de Buenos Aires.

Ciudad de Buenos Aires, 30 de mayo de 2012

Andrea A. Imatz, sec.LA LEY: I. 27/08/12 V. 29/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nro. 59, a cargo del Dr. Daniel Floreal Fognini, Secretaría Unica a cargo interinamente del Dr. Santiago Villagrán, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de FRANCISCO DE SETA y ELVIRA MANES. El presente edicto deberá publi-carse por tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 21 de agosto de 2012Santiago Villagrán, sec. int.

LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 99, Secretaría única, cita y emplaza por treinta (30) días a herederos y acreedores de ADA ALBA GASPARRINI, a los efectos de que hagan valer sus derechos. El presente edicto deberá publicarse por tres (3) días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 7 de agosto de 2012Guillermina Echagüe Cullen, sec.

LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 20, Secretaría Unica, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de doña MARIA ESTHER DADIN. Publíquese por tres días en el diario La Ley.

Buenos Aires, 8 de agosto de 2012Juan Carlos Pasini, sec.

LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

El Juzgado de Primera Instancia en lo Civil N° 98 a cargo del Dr. Alberto Jorge Primero Narvaez, secretaría Unica a mi cargo, sito en la Av. de los Inmigrantes 1950, piso 6, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por 30 días a herederos y acreedores de Doña ANGELINA GRANDE a los efectos que hagan valer sus derechos.

Buenos Aires, 6 de julio de 2012José Luis González, sec.

LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 34, Secretaría Unica, sito en Uruguay 714, piso 5, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza a herederos y acreedores de ALBERTO CARLOS LARRALDE, para que dentro de los treinta días comparezcan a estar a de-recho conforme art. 699, inc. 2°, CPCCN. Publíquese por tres días en La Ley.

Buenos Aires, 17 de agosto de 2012Susana B. Marzioni, sec.

LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

111119/2011. MENENDEZ DOLORES s/ SUCESION AB-INTESTATO. El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil N° 43, Secretaría Unica, sito en la calle Uruguay 714, EP, de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cita y emplaza por el término de 30 días a he-rederos y acreedores de doña DOLORES

MENENDEZ a fin de que hagan valer sus derechos. El presente deberá publicarse por 3 días en La Ley.

Buenos Aires, 7 de agosto de 2012María Cristina Espinosa de Benin-

casa, sec.LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

El Juzgado de Primera Instancia en lo Civil N° 20 Secretaría Unica de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires General, cita y emplaza por 30 días a herederos y acreedores de ANA MARIA ENRIQUETA ETCHART. El presente edicto debe pu-blicarse por tres (3) días en el diario La Ley de la localidad de Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 9 de agosto de 2012

Juan Carlos Pasini, sec.LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12

54954/2012. TAUROZZI STELLA MARYS LUISA s/ SUCESION AB-INTESTATO. El Juzgado Nacional en lo Civil N° 71 cita y emplaza por el plazo de treinta días a herederos y acreedores de STELLA MARYS LUISA TAUROZZI a presentarse en autos a fin de hacer valer sus derechos. Publíquese por tres días.

Buenos Aires, 30 de julio de 2012Inés M. Leyba Pardo Argerich,

sec. int.LA LEY: I. 29/08/12 V. 31/08/12