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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFÍCO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 'JAVIER J. MENESES ROCHA, **MARIA EUGENIA MONROY AUDELO Y JUAN CARLOS GOMEZ CHAVARRIA RESUMEN A principios del Mesozoico se crearon dos cuencas sedimentarias en el Sur de México; la Cuenca de Tlaxiaco al oriente, y la Cuenca de Guerrero-Morelos al occidente. El origen de la primera parece haber estado asociado a la evolución del Golfo de México; mientras que el origen de la segunda está relacionado a la subsidencia que se producía detrás de un arco magmàtico que existía a lo largo de la Costa del Pacífico. El espesor de la columna sedimentaria mesozoica en ambas cuencas es del orden de 6, ООО m, y en ella se observa que en algunos lugares existe una discordancia entre el Jurásico Superior y el Cretácico Inferior, y otra entre el Cenomaniano y el Cretácico Superior. En ambas cuencas se registran dos eventos tectónicos regionales. El más antiguo tuvo lugar a fines del Jurásico y principios del Cretácico. Este evento parece estar asociado al calentamiento, engrosamiento y enfriamiento de la corteza, como consecuencia de la expansión hacia el oriente del arco magmàtico del Jurásico. El evento tectónico más joven es correlacionable con la Orogenia Laramide y ocurrió entre el Paleoceno y el Eoceno Medio. Esta deformación dio lugar a fallas inversas de gran ángulo ("up- thrusts") y fallas de desplazamiento lateral izquierdo en la Cuenca de Tlaxiaco, y a plegamientos y fallas de desplazamiento a rumbo asociados a cizalla pura en la Cuenca de Guerrero-Morelos. ABSTRACT At the beginning of the Mesozoic, two sedimentary basins were formed in Southern Mexico: the Tlaxiaco Basin in the east, and the Guerrero-Morelos Basin in the west. The origin of the first basin seems to be associated to the evolution of the Gulf of Mexico; whereas the origin of the second basin is related to subsidence produced behind a magmatic arc that existed along the Pacific Coast. In both basins, the thickness of the Mesozoic sedimentary column is about 6, ООО т. In this section there is an unconformity between the Upper Jurassic and Lower Cretaceous, and another one between the Cenomanian and the Upper Cretaceous. The Tlaxiaco and Guerrero-Morelos Basins underwent two tectonic events. The older event took place at the end of the Juras- sic and beginning of the Cretaceous. This event seems to be associated to heating, thickenning, and cooling of the crust, as a result of an eastward expantion of the Jurassic magmatic arc. The younger tectonic event is correlated with the Laramide Orogeny and took place between the Paleocene and Middle Eocene. This deformation produced upthrusts and left-lateral strike-slip faults in the Tlaxiaco Basin, and folding and strike-slip faulting associated to pure shear in the Guerrero-Morelos Basin. * Pemex (PEP) Gerencia de Programación у Evaluación. México, D.F. * * Pemex (PEP) Región Sur. Gerencia de Exploración. Su deceso fue en mayo de 1990. BOL. AMGP, VOL. XLIV, NUM. 2, JULIO-DICIEMBRE, 1994, p. 18-45

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B O S Q U E J O PALEOGEOGRÁFÍCO Y T E C T Ó N I C O DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO

'JAVIER J. MENESES ROCHA, **MARIA EUGENIA MONROY AUDELO Y JUAN CARLOS GOMEZ CHAVARRIA

R E S U M E N

A principios del Mesozoico se crearon dos cuencas sedimentarias en el Sur de México; la Cuenca de Tlaxiaco al oriente, y la Cuenca de Guerrero-Morelos al occidente. El origen de la primera parece haber estado asociado a la evolución del Golfo de México; mientras que el origen de la segunda está relacionado a la subsidencia que se producía detrás de un arco magmàtico que existía a lo largo de la Costa del Pacífico. El espesor de la columna sedimentaria mesozoica en ambas cuencas es del orden de 6, ООО m, y en ella se observa que en algunos lugares existe una discordancia entre el Jurásico Superior y el Cretácico Inferior, y otra entre el Cenomaniano y el Cretácico Superior.

En ambas cuencas se registran dos eventos tectónicos regionales. El más antiguo tuvo lugar a fines del Jurásico y principios del Cretácico. Este evento parece estar asociado al calentamiento, engrosamiento y enfriamiento de la corteza, como consecuencia de la expansión hacia el oriente del arco magmàtico del Jurásico. El evento tectónico más joven es correlacionable con la Orogenia Laramide y ocurrió entre el Paleoceno y el Eoceno Medio. Esta deformación dio lugar a fallas inversas de gran ángulo ("up-thrusts") y fallas de desplazamiento lateral izquierdo en la Cuenca de Tlaxiaco, y a plegamientos y fallas de desplazamiento a rumbo asociados a cizalla pura en la Cuenca de Guerrero-Morelos.

A B S T R A C T

At the beginning of the Mesozoic, two sedimentary basins were formed in Southern Mexico: the Tlaxiaco Basin in the east, and the Guerrero-Morelos Basin in the west. The origin of the first basin seems to be associated to the evolution of the Gulf of Mexico; whereas the origin of the second basin is related to subsidence produced behind a magmatic arc that existed along the Pacific Coast. In both basins, the thickness of the Mesozoic sedimentary column is about 6, ООО т. In this section there is an unconformity between the Upper Jurassic and Lower Cretaceous, and another one between the Cenomanian and the Upper Cretaceous.

The Tlaxiaco and Guerrero-Morelos Basins underwent two tectonic events. The older event took place at the end of the Juras­sic and beginning of the Cretaceous. This event seems to be associated to heating, thickenning, and cooling of the crust, as a result of an eastward expantion of the Jurassic magmatic arc. The younger tectonic event is correlated with the Laramide Orogeny and took place between the Paleocene and Middle Eocene. This deformation produced upthrusts and left-lateral strike-slip faults in the Tlaxiaco Basin, and folding and strike-slip faulting associated to pure shear in the Guerrero-Morelos Basin.

* Pemex (PEP) Gerencia de Programación у Evaluación. México, D.F. * * Pemex (PEP) Región Sur. Gerencia de Exploración.

Su deceso fue en mayo de 1990.

BOL. AMGP, VOL. XLIV, NUM. 2, JULIO-DICIEMBRE, 1994, p. 18-45

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INTRODUCCIÓN

El trabajo que aquí presentamos se basa en un pro­yecto de geología regional que realizamos para Pe­mex (Región Sur) entre los años de 1987 y 1988. Este proyecto tuvo como objetivo integrar los trabajos geo­lógicos realizados, con el fin de elaborar mapas pa­leogeográficos que sirvieran como base para identificar áreas con potencial petrolero. El área de estudio cu­brió una superficie aproximada de 85,300 km ^ que se distribuyen entre los Estados de Guerrero y Oaxa-ca (Fig. 1). Esta área tiene como límites al sur y occi­dente a la costa del Océano Pacífico; al norte, al paralelo 18°00' de latitud; y al oriente, una línea dia­gonal orientada al NW 20° que pasa por la Ciudad de Oaxaca. El límite septentrional se fijó siguiendo un criterio administrativo más que geológico, ya que el paralelo 18° 00' es eílímite entre la "Región Nor­te" y la "Región Sur" de Pemex.

dos primeras provincias constituyeron depocentros en los que se acumuló una secuencia sedimentaria que ac­tualmente alcanza un espesor del orden de los 6,000 m. La historia geológica mesozoica de estos dos depocen­tros, conocidos como Cuenca de Tlaxiaco (CT) y Cuenca de Guerrero-Morelos (CGM) es, por lo tanto, la parte medular de este estudio. Por cuestiones admi­nistrativas, este estudio se concentró en la parte central y meridional de estas cuencas; pero no por esto deja­mos de incluir información geológica clave de las par­tes septentrionales. Tal fue el caso de la información geológica obtenida por los pozos Ticumán 2 y Zoquia-pan 1, situados en la Región Norte de Pemex.

Anteriormente a este estudio, en Pemex (Región Sur) únicamente se habían elaborado planos paleo­geográficos de determinadas regiones (e.g., Gonzá­lez Alvarado, 1970; López Ticha, 1969); pero no se había intentado hacer planos paleogeográficos en que se integrara la información geológica del Mesozoico

Fig. 1.- Mapa de localización del área de estudio con pozos y principales localidades geográficas mencio­nadas en el texto.

De acuerdo con el mapa de "Provincias Geológi­cas de la República Mexicana" empleado por Pemex, el área de estudio forma parte de las provincias de Tlaxiaco, de Guerrero-Morelos, de la Sierra Madre del Sur y de Manzanillo. Durante el Mesozoico las

de las cuencas de Tlaxiaco y de Guerrero-Morelos. No obstante, sí existían estudios paleogeográficos de México en los que se observa la situación paleogeo-gráfica de estas cuencas (e.g. Erben, 1957; López Ra­mos, 1984; Salvador, 1987). Con respecto a estudios

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tectónicos regionales, recientemente Vélez (1990) pu­blicó una interpretación tectónica de la Cuenca de Guerrero-Morelos. En lo referente a estratigrafía y geología económica petrolera, López Ticha (1988) pu­blicó un estudio de la Cuenca de Tlaxiaco. En cuan­to a trabajos geológicos regionales destacan entre otros los de Salas (1949)*, De Cserna (1965), Ortega-Gutiérrez (1981) y Campa y Coney (1983).

Este bosquejo paleogeográfíco y tectónico del Me­sozoico del Sur de México, como su nombre lo indi­ca, es un ensayo, un intento y, por lo tanto, de nin­guna manera consideramos que el lema esté acaba­do. Es esencialmente un trabajo de interpretación geo­lógica regional que se fundamenta en el trabajo de campo realizado por geólogos de Pemex; pero que re­fleja únicamente nuestro particular punto de vista. En una escala menor, pero no por ello menos importan­te, también se basa en estudios publicados por geólo­gos de otras instituciones; y en un reconocimiento de campo de la mayor parte de las localidades descritas.

Por su carácter regional y por el tipo de informa­ción existente, este trabajo tiene entre otras las siguien­tes limitaciones: 1. Los ambientes sedimentarios de cada una de las unidades litoestratigráfícas estudia­das se establecen a un nivel muy general. 2. Las uni­dades litoestratigráfícas terrígenas no tienen un estudio adecuado sobre su madurez textural y proveniencia. 3. Al no hacerse ninguna reconstrucción palinspásti-ca, los elementos tectónicos no se muestran en su lu­gar exacto. 4. La interpretación tectónica no es más que una hipótesis de trabajo que requiere, para su eva­luación, de una verifícación completa de campo y de información sísmica del subsuelo.

A pesar de estas limitaciones, nosotros estamos se­guros que, para fines de exploración j>etrolera, los ma­pas paleogeográficos que presentamos sí tienen una aplicación práctica, sobre todo si son empleados pa­ra elaborar mapas de "plays". Esta certeza y la es­peranza de que este ensayo aumente el debate y la inquietud entre los interesados en la geología del Sur de México, es una justificación más que suficiente para haber elaborado este trabajo.

MARCO TECTÓNICO REGIONAL

Desde un punto de vista regional, el límite tectó­nico septentrional del área de estudio lo constituye el Eje Neovolcánico Transmexicano, el cual representa una franja de vulcanismo transcontinental calcoalca-lino relacionado genéticamente con la Trinchera de

Mesocimérica (Mooser, 1972a; Mooser, 1972b). Hacia el oriente, el área está limitada por la Falla Tomellín, la cual separa a un terreno con basamento formado de orto y paragneises del Precámbrico (Ortega-Gutiérrez, 1981), de un terreno constituido por rocas volcánicas y sedimentarias del Jurásico Superior-Cre­tácico Inferior, metamorfizadas a facies de esquistos verdes (Terreno Juárez; Campa y Coney, 1983). Ha­cia el sur el área tiene como límite tectónico a la Trin­chera de Mesoamérica, en la cual la Placa de Cocos se subduce hacia el noreste por debajo de las placas de Noneamérica y del Caribe (.\uboin er ai., 1981) (Fig. 2).

C O M P L E J O

C U E N C A D E G U E R H t H O -M O R E L O S

COMPLEJO

C U E M C Û D £ TLAKLOCO [53

D D I Í P L E J O O W A O U E W D

C U E M C A D £ O A X A C A

PALEOZOICO H T B M O S F C O

R g . 2.- Marco tectónico regional del área de estudio. 1. Terreno Guerrero, 2. Terreno Xolapa, 3. Terreno Mixteco, 4. Terreno Oaxaca, 5. Terreno Juárez, 6. Terreno Maya, S M = Sierra Madre Oriental, CV = Cuenca de Veracruz, T M A = Trinchera de Me­soamérica, ENV = Eje Neovolcánico, f1 = Falla Ta-mazulapan, f2= Falla Tomellín.

Atendiendo a la edad y al tipo de basamento de la secuencia sedimentaria y volcánica que aflora en el área de estudio, ésta se puede dividir en tres regio­nes que de acuerdo al mapa de terrenos estratotectó-nicos de la República Mexicana de Campa y Coney (1983) corresponden a los siguientes terrenos: Xola­pa, Mixteco, Oa.xaca y Guerrero.

El Terreno Xolapa fue definido por Campa y Co­ney (1983) como un complejo metamórfico-plutónico-migmatítico de probable edad mesozoica. El Terre­no Mi.xteco fue descrito originalmente por Coney (1981) con el nombre de Acadán. Este terreno fue de­finido por ese mismo autor como un terreno' con ro­cas metamórficas paleozoicas cubiertas por depósitos continentales del Mesozoico Inferior, y por rocas se­dimentarias marinas del Mesozoico Superior. El Te­rreno Oaxaca fue definido como un terreno con

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basamento precámbrico cubierto por rocas sedimen­tarias marinas del Cámbrico-Ordovícico, Mississípi-co, Pensilvánico y Pérmico, por rocas sedimentarias continentales del Mesozoico Inferior, y por rocas se­dimentarias marinas del Mesozoico Superior. El Te­rreno Guerrero fue descrito por Campa y Coney (1983) como un terreno formado por rocas mesozoi­cas sedimentarias y volcánicas submarinas, intrusio-nadas por plutones del Mesozoico Tardío.

Aún no existe un concenso respecto a la naturale­za y ubicación de los límites entre los terrenos men­cionados (Fig. 2). Ortega-Gutiérrez (1984) propuso que al norte de Pochutla, Oaxaca, el límite entre el Terreno Oaxaca y el Terreno Xolapa lo constituye una franja de milonitas, cuyo arreglo estructural su­giere una falla inversa y lateral combinadas. Por otro lado, el límite entre el Terreno Xolapa y el Terreno Mixteco también se ha reportado como tectónico (Maldonado y Moreno, 1983); pero sin que exista un acuerdo con respecto a la polaridad del fallamiento inverso que lo constituye. Grajales eí ai. (1984) pro­ponen que en la región de Reforma y Villa Nueva, Oax., el Terreno Mixteco se desliza sobre el Terre­no Xolapa; mientras que en la misma región Zaldí-var y Morales (1985) opinan que es este último terreno el que cabalga al Terreno Mixteco. En apoyo a la pri­mera propuesta, se tiene el estudio realizado por Sa­linas (1984), quien observó que al noreste de Ayutla, Oro., se encuentra una zona de milonitas, en la cual el Terreno Mixteco cabalga al Terreno Xolapa.

Con respecto al límite entre el Terreno Guerrero y el Terreno Mixteco, tampoco existe un acuerdo ge­neral con respecto a su naturaleza, ni aun en lo que concierne a su ubicación. Esto último es consecuen­cia de que no se sabe con certeza si las rocas meta­mórficas paleozoicas que conforman al Complejo Acadán (basamento del Terreno Mixteco) se encuen­tran por debajo de las rocas cretácicas que afloran ha­cia el occidente. Así podemos ver que Campa eí ai. (1981), al considerar el límite oriental aflorante de la secuencia volcano-sedimentaria, observaron que en la región de Chilacachapa-Teloloapan, dicho límite está marcado por una falla inversa, en la cual esta se­cuencia cabalga a las calizas cretácicas que supuesta­mente tienen como basamento al Complejo Acatlán. Por otro lado. Salinas (1984), al considerar el límite occidental aflorante del Complejo Acatlán, observó que en la cuenca del alto Río Balsas, el límite está marcado por una falla inversa, a través de la cual es­te complejo cabalga, ya sea a calizas del Cretácico Me­

dio, o a rocas clásticas del Cretácico Inferior, que su­puestamente tendrían como basamento a rocas cris­talinas de composición y edad diferentes a las del Complejo Acatlán.

A diferencia de los límites entre los terrenos que se han mencionado, el límite entre el Terreno Mix­teco y el Terreno Oaxaca parece estar mejor defini­do. Ortega-Gutiérrez (1978, 1981) reporta que al sur de Tehuacán, Pue., el límite está definido por una zona de rocas cataclásticas con rumbo norte-sur, cu­ya geometría sugiere un fallamiento inverso y lateral combinados. Más al sur, dentro del área de estudio, la traza de esta falla se alinea burdamente con la tra­za de la Falla Tamazulapan, que ha sido mapeada por geólogos de Petróleos Mexicanos con un rumbo N-NW a través de 100 kilómetros. Estos geólogos con­sideran que dicha falla debe constituir el límite entre los terrenos Mixteco y Oaxaca, debido a que separa dos regiones, que además de tener un basamento di­ferente, su historia geológica pre-cretácica es contras­tante, como quedó demostrado en el Pozo Yucudá 1, en el que no se encontraron las rocas jurásicas que afloran al occidente de esta falla.

El línúte entre el Terreno Oaxaca y el Terreno Juárez debe corresponder, como lo sugieren Araujo (1981) y Lopez Ticha (1985, 1988), con la traza de la Fafla Tomellín, la cual es una gran falla que se extiende a través de 270 km, con un rumbo N-NW, separan­do una región occidental con basamento metamòrfi­co precámbrico, de una región oriental con basamento constituido por rocas volcánicas y sedimentarias del Jurásico Superior-Cretácico Inferior, metamorfizadas a facies de esquistos verdes (Terreno Juárez).

PALEOGEOGRAFÍA

La paleogeografía del Sur de México se bosqueja­rá en once mapas (Figs. 5 a 15), la simbologia usada en estos mapas se explica en la figura 4 y las unida­des litoestratigráficas del Mesozoico se ilustran en la figura 3.

T R I A S I C O TARDÍO (? ) -JURASIC0 T E M P R A N O

Pliensbaquiano. 230-193 Ma

La paleogeografía del Triásico Tardío (?)-Jurásico Temprano del Sur de México no es fácil de recons­truir y resulta muy especulativa, debido a lo restrin­gido de los afloramientos y a la falta de precisión con respecto a su edad.

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CUENCA DE GUERRERO-MORELOS

CUENCA DE TLAXIACO

CUENCA DE OAXACA

O o o <

o o co < Q:

O o (f) <

MAASTRICHTIANO

CAMPANIANO

SUR SANTONIANO M E X C A L A Y U C U N A M A Y U C U N A M A

CONIACIANO

TURONIANO CUAUTLA

MEDIO CENOMANIANO

ALBI ANO

TAMAULIPAS

INFERIOR M O R E L O S

A P U A N O < ^ XOCHICALCO < ^

TEPOSCOLULA Y E S O S

TLALTEPEXI

S A N ISIDRO

TITHONIANO

KIMMERIDGIANO

OXFORDIANO

METAVOLCANICAS Y

METASEDIMENTARIAS.

LUTITAS C A R B O N O S A S

ETAMORFIZADAS ,

CALLOVIANO LUTITAS CALC.CON AMONITAS

MEDIO BATHONIANO

BAJOCIANO

AALENIANO

TOARCIANO

INF. PLIENSBAQUIANO ROCAS CON AMONITAS

SINEMURIANO

HETTANGIANO

SUR NORIANO

CARNIANO

MEDIO LADINIANO

ANISIANO

INF SCYTHIANO

A L A C R Á N ^

S A B I N A L M A P A C H

CALIZA CHIMECO

TECOCOYUNCA

VESOS \ p C O T L A N > Y Ü S H E TLALTEPEXI

YUCUNUTI OTATERA

SIMON TABERNA ZOftf^lLLÚ

CONGLOMERADO

IGNIMBRITAS LAS L L U V I A S

C U A L A C

ROSARIO

LAVAS Y TOBAS ANDESITICOS-BASALTICAS

S A N ISIDRO JALTEPETONGO

Sa o

I o

i o

i S S3

Fig. 3.- Correlación de Unidades Litoestratigráficas del Mesozoico de las Cuencas de Guerrero, Morelos, Tlaxiaco y Oaxaca.

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En el área de Tezoatíán, Ochoterena (1981) reportó "lavas y tobas andesítico-basálticas" que por cubrir al Complejo Acadán y estar por debajo de la Forma­ción Rosario (Toarciano-Aaleniano Temprano), con­sideró que tenían una edad pre-Toarciano (Fig. 3). Si estas rocas en realidad fueran post-pérmicas, po­drían correlacionarse en tiempo con las "Ignimbri-tas Las Lluvias" que yacen en discordancia sobre el Pérmico, y subyacen también en discordancia al Con­glomerado Cualac (Aaleniano tardío-Bajociano tem­prano), en el área de Huamuxtitlán (Corona Esqui-vel, 1981).

El marco tectónico regional que prevalecía en este tiempo sugiere que estas rocas volcánicas podrían in­dicar que la zona de rift intracontinental que existía en el oriente de México (Salvador, 1987, Rueda Ga-xiola et al., 1991), se pudo extender hasta la Cuenca de Tlaxiaco. De esta manera, el inicio de esta cuenca puede estar asociado a un graben o medio graben, en el cual la Falla Tamazulapan pudo jugar un papel importante (Fig. 5).

A M B I E N T E S D E D E P O S I T O

L I T O L O G I A

CONGLOMERADO

ASENISCA

L I H O L I I A

L U I i l A

ARENISGA

C A L G A R E A

C A L I Z A

A R E N O S A

CAL IZA

DOIOHIA

ANHIDRITA

N O M A R I N O F L U V I A L . L A C U S T R E P L A N I C I E D E L T A I C A

M A R I N O , S O M E R O D E L T A ,

P L A T A F O R M A

o C7 . o

t\ l\ h r\ A A A A

M A R I N O P R O F U N D O

T A L U D - B A T I A L

MAR ? EPICONTINENTAL

500

Fig. 5.- Mapa paleogeográfíco del Triásico Tardíol?)-Jurásico Temprano (Pliensbaquiano). CT.- Cuenca de Tlaxiaco. C G M . - Cuenca de Guerrero-Morelos. La información paleogeográfica del Oriente de Mé­xico y del Golfo de México fue tomada de Salvador (1987).

En la Cuenca de Guerrero-Morelos, la paleogeo­grafía para este lapso aún es más difícil de bosque­jar, ya que como lo ha comentado Salvador (1987), el único dato que existe y que podría dar luz acerca de las condiciones de sedimentación, es el reporte que hizo Burckhardt (1930) acerca de una amonita colec­tada en una localidad no defínida del Estado de Gue­rrero, y que él asignó al Pliensbaquiano tardío. Esta determinación, que fue confirmada años más tarde por Erben (1956a), sugiere que esta cuenca pudo cons­tituir una bahía conectada directamente hacia el mar que ocupaba el centro de México (López-Ramos, 1984; Salvador, 1987), y que por sus características podría considerarse como un mar epicontinental en el sentido de Heckel (1972) y Hallam (1981).

JURÁSICO TEMPRANO-JURÁSICO MEDIO

Toarciano-Aaleniano temprano. 193-185 Ma

m 31 M a c i z o d e

CHIAPAS

[ílíid OAXAQUEMO

pr:r] COMPLEJO

t;si t e r r e n o

JUAREZ

m COMPLEJO

XOLAPA

TIERRA

EMERGIDA

METAVOLCANICOS

^«TASEaNCNTARl05

ULTRA MARCAS

Rg. 4.- Símbolos usados en los mapas paleogeográ­ficos y de litofacies.

En el Sur de México, las rocas del Toarciano-Aaleniano temprano constituyen a la Formación Ro­sario (Erben, 1956a), que aflora únicamente en la par­te central de la Cuenca de Tlaxiaco, al occidente de la Falla Tamazulapan (regiones de Tezoatíán, Petlal-cingo y Chalcatongo). Esta unidad cubre en discor­dancia al Complejo Acatlán o sobreyace a rocas vol-

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canicas (Tezoatíán), y está formada de litarenitas de grano fino a medio, limolitas cafés, y lutitas negras carbonosas (Fig. 3). Localmente, se observan conglo­merados que según Erben (1956a) podrían provenir del Complejo Acadán y de los demás estratos infe­riores de esta unidad; sin embargo, de acuerdo a Ochoterena (1981) estos conglomerados están com­puestos de rocas volcánicas, cuarcita y lutita, lo cual podría indicar que las rocas e.xtrusivas subyacentes también constituyeron una fuente importante de apor­te. El espesor máximo de esta formación es de 280 m (Pedalcingo) y el mínimo de 50 m (Tezoadán). La abundancia de plantas permitió a Burckhardt (1930) asignau- a esta formación al Liásico y denominarle "Capas inferiores con plantas", mientras que el con­tenido de vetas de carbón Uevó a Cortés Obregón (en Erben, 1956a) a denominarle "'Formación Carboní­fera Inferior".

El tamaño general de los granos en la Formación Rosario y la ausencia de volcánicos podría indicar una disminución en la actividad tectónica del área. Co­mo residtado, corrientes fluviales pudieron haber pro-gradado, acarreéuido suficiente cantidad de arena y limo. De esta manera, planicies de inundación se pu­dieron haber formado a un lado de los canales acti­vos o abandonados, produciéndose y preser\ándose en ellíis la materia orgánica, en un clima probable­mente húmedo (Fig. 6).

R g . 6.- Mapa paleogeográfico del Toarciano-Aale­niano temprano.

De acuerdo a Galloway y Hobday (1983), para que la materia orgánica se presers-e como residuo orgáni­co y sea transformada a carbón, el área de depósito debe estar protegida de cualquier aporte de material

detrítico y el nivel máximo del agua debe permane­cer coincidiendo con la superficie de depósito o muy cerca de eUa. Conforme el área se sujeta a subsiden­cia, el nivel del agua debe elevarse para estar en pro­porción con el crecimiento vertical de los residuos or­gánicos. Por otro lado, según Fielding (1987), el equi­librio entre subsidencia y sedimentación es el factor principal que controla la preservación del residuo or­gánico, ya que una subsidencia muy rápida o muy lenta no la favorecen. Si éste fuera el caso para las condiciones de depósito de la Formación Rosario, su contenido de carbón sería consecuente, entonces, con la disminución del tectonismo y subsidencia que he­mos postulado. Asimismo, la ausencia de la Forma­ción Rosario en el área de Huamuxtidán nos podría indicar que el área de sedimentación y tectonismo es­tuvo más restringida con respecto a la del Triásico Tardío-Jurásico Temprano.

Aaleniano tardío. 185-183 Ma

Este lapso está representado por el Conglomerado Cualac (Guzman, 1950) que aflora en la Cuenca de Tlaxiaco al occidente de la Falla Tamazulapan (re­giones de Huamuxtitlán, Tezoadán y Tla.xiaco). Se trata de granos y guijas de cuarzo blanco incluidos en una matriz arciUo-arenosa que se presentan en ca­pas de 50 cm y 1.5 m de espesor. En Tezoadán, su edad se ha asignado por posición estratigráfica, ya que sobreyace por disconformidad a la Formación Rosa­rio y subyace a la Formación Tecocoyunca del Bajociano-Calloviano (Erben, 1956a). En Huamux­tidán, Mixtepec y Tlaxiaco cubre discordantemente al Complejo Acatlán y subyace a la Formación Te­cocoyunca (Fig. 3). Tanto su espesor máximo como mínimo se ha medido en Tlaxiaco y es de 120 m y 2 m, respectivamente (López-Ticha, 1969).

La transición vertical de las litarenitas de la For­mación Rosario al Conglomerado Cualac sugiere que durante el depósito de éste, la actividad tectónica aumentó probablemente a trave», ae la rcr.ctivación de antiguas fallas normales que aceleraron la subsi­dencia y que se propagaron hacia el sur (Tlaxiaco) y occidente (Hua nuxtidá"^. De esta manera, la Cuen­ca de Tlaxiaco se extendió hacia esas direcciones y en ella se acumularon depósitos fluviales-alu\-iales que interrumpieron la acumulación de residuos orgáni­cos (Fig. 7). Evidencias de que el Conglomerado Cua­lac se depositó en un régimen de inestabilidad tectóni­ca y probablemente en un clima húmedo podrían

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ser los variables espesores que se han reportado, la baja proporción de minerales inestables y su inma­durez texturaJ.

MAR

EPICONTINENTAL

Fig. 7.- Mapa paleogeográfico del Aaleniano tardío.

Bajociano-Bathoniano. 183-169 Ma

Las rocas de esta edad han sido identificadas ple­namente en la Cuenca de Tlaxiaco al occidente de la Falla Tamazulapan con los siguientes nombres: "Ca­pas superiores con plcintas" (Burckhardt, 1930), "For­mación Carbonífera Superior" (Cortés Obregón en Erben, 1956a), "Capas Tecocoyunca (Guzmán, 1950), Grupo Tecocoyunca (Erben, 1956a) y Forma­ción Tecocoyunca (López Ticha, 1969).

En la región de Tezoatíán, Erben (1956a) observó que el Grupo Tecocoyunca contiene cuatro formacio­nes que fueron depositadas durante este lapso: Zo­rrillo, Taberna, Simón y Otatera (Fig. 3). En gene­ral, estas unidades forman dos ciclos transgresivos so­brepuestos. El más antiguo lo forman areniscas con estratificación cruzada, limolitas con plantas y luti­tas carbonosas con vetas de carbón (Formación Zo­rrillo, 20-80 m), que subyacen a lutitas, margas, li­molitas y calizas con amonitas y estructuras de bio-perturbación (Formación Taberna, 50-60 m). De acuerdo a Erben (1956a), la unidad superior se debe asignar al Bathoniano temprano-Bajociano medio con base a sus amonitas; por lo tanto, cabe la posibilidad que la unidad inferior se pueda asignar al Bajociano temprano. El ciclo transgresivo más joven lo forman areniscas conglomeráticas de grano grueso y medio, limolitas con plantas y lutitas carbonosas con vetas de carbón (Formación Simón, 80-100 m), que sub­

yacen a limolitas, lutitas y calizas con abundantes os-treas y amonitas (Formación Otatera, 50-70 m). Se­gún Erben (1956a), una amonita de la unidad supe­rior es del Bathoniano superior y, por lo tanto, la uni­dad inferior por su posición estratigráfica se puede asignar al Bathoniano medio.

En otras localidades de la Cuenca de Tlaxiaco (Hua­muxtitlán, Mixtepec, Tlaxiaco y Chalcatongo) no se han podido distinguir con precisión las cuatro forma­ciones identificadas por Erben (1956a), aunque sí se ha observado la transición general de un ambiente con­tinental a marino (López Ticha, 1969; Quezada-Muñe-tón, 1971; Ham Wong, 1982). En el área de Pedalcin­go se observa un caunbio lateral entre el Grupo Tecoco­yunca y la Formación Tecomazúchil. Esta formación consiste de conglomerados de cuarzo y rocas metamór­ficas de 135 m de espesor (que probablemente se co­rrelacionan con el conglomerado Cualac), a los que sobreyacen 600 m de areniscas, limolitas y lutitas ro­jizas y amarillentas (Pérez-Ibargüengoitia et ai., 1965).

Si sobreponemos la secuencia transgresiva inferior (Formación Zorrillo-Formación Taberna) al Conglo­merado Cualac, se puede inferir que durante el Aa­leniano tardío-Bathoniano temprano la subsidencia se incrementó, y al combinarse con una elevación del nivel del mar causó que la Cuenca de Tlaxiaco fuera invadida por aguas marinas, suspendiéndose así la acumulación de conglomerados, ya que sus fuentes de aporte quedaron sumergidas (Fig. 8). La secuen­cia transgresiva superior (formaciones Simón y Ota­tera) nos puede estar indicando que en el Bathonia­no medio pudo haber ocurrido un descenso en el ni­vel del mar dando lugar a que sedimentos costeros (Formación Simón) progradaran sobre sedimentos ne­tamente marinos (Formación Taberna). Esta fase pro­bablemente fue seguida por una nueva elevación del nivel del mar que permitió la transgresión de la For­mación Otatera (Bathoniano Superior) sobre la For­mación Simón. Es posible que estos cambios al nivel del mar hayan sido eustáticos, ya que a graso modo pa­recen coincidir con la curva eustática del Jurásico ela­borada por Hallam (1978 en Halláhi, 1981).

Siguiendo el criterio de Fielding (1987) relativo a los factores que controlan la preservación del residuo orgánico, se puede deducir que la presencia de car­bón en las Formaciones Zorrillo y Simón podría de­berse a que durante su depósito la subsidencia se man­tuvo en equilibrio con la sedimentación. A diferen­cia de los depósitos de carbón de la Formación Rosa­rio que se formaron en planicies de inundación, los

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depósitos de carbón de estas dos formaciones proba­blemente se formaron en lagunas costeras.

Fig. 8.- Mapa paleogeográfico del Bajociano-Batho­niano.

Desde un punto de vista regional, la litologia y fau­na de las unidades descritas significan que el mar inun­dó por primera vez a la Cuenca de Tlaxiaco al co­menzar el Bathoniano (Fig. 8). Es decir, a partir de este tiempo la Cuenca de Tlaxiaco pasó a formar parte del mar epicontinental que invadía paulatinamente el centro de México desde el Triásico Tardío (López Ramos, 1984; Salvador, 1987). Esto es consistente con un modelo paleogeográfico, en el que las aguas ma­rinas que provenían del Pacífico (Imlay, 1980; Sal­vador, 1987) invadieron primeramente a la Cuenca de Guerrero-Morelos durante el Jurásico Inferior (amonita identificada por Burckhardt, 1930; y Erben, 1956a), y llegaron posteriormente a la Cuenca de Tla­xiaco. Hacia el noreste de esta cuenca existía un sis­tema fluvial-aluvial, en el que se acumulaban los clás­ticos terrígenos de la Formación Tecomazúchil. Este modelo paleogeográfico de la Cuenca de Tlaxico en el que capas rojas se interdigitan con formaciones car­boníferas es semejante al reportado por Van Houten (1961) en rocas del Pensilvánico de los Estados Uni­dos de América, e indica que las capas rojas se depo­sitaron en un ambiente predominantemente húmedo.

Calloviano. 169-163 Ma

Las rocas de edad Calloviano se han identificado en la Cuenca de Tlaxiaco al occidente de la Falla Ta­mazulapan y en la Cuenca de Guerrero-Morelos. En la primera, corresponden a la parte superior del Grupo

Tecocoyunca, la cual ha sido identificada por Erben (1956b) con el nombre de Formación Yucuñuti. En la región de Tezoatíán, este autor describió a esta uni­dad como una secuencia de 35 a 200 m de espesor, formada por calizas, calizas margosas, lutitas y limo-litas con abundantes coquinas sueltas y amonitas que la ubican en el Calloviano inferior-superior. Estas ro­cas también se han reportado en las regiones de Hua­muxtitlán, Petlalcingo, Mixtepec, Tlaxiaco y Chal­catongo.

En la parte suroriental de la Cuenca de Guerrero-Morelos, en las cercanías de Colotlipa, Rangel-Rincón (1979) reportó 400 m de lutitas calcáreas laminares con escasas amonitas, intercaladas con bancos de os-treas que gradúan hacia la parte media y superior a limolitas y areniscas de cuarzo ligeramente calcáreas. De acuerdo a Cantú {en Rangel-Rincón, 1979), la amonita encontrada se clasifica como Reinekia sp., del Calloviano Medio. Este hallazgo es el único dato confiable con que se cuenta para inferir las condicio­nes de depósito de la parte meridional de la Cuenca Guerrero-Morelos.

Con la información anterior se puede postular que durante el Calloviano, la Cuenca de Tlaxiaco y la Cuenca de Guerrero-Morelos constituían una bahía marina somera, situada en el extremo meridional del mar epicontinental que ocupaba gran parte del cen­tro de México (Fig. 9) (Salvador, 1987). La exten­sión de este mar y la ausencia de clásticos gruesos y de volcánicos probablemente reflejan un periodo de quietud tectónica que coincide con la fase final de la etapa de rompimiento ("rifting stage") del Golfo de México.

Fig. 9.- Mapa paleogeográfico del Calloviano.

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 27

El límite nororiental de la bahía de Tlaxiaco se pue­de ubicar en la región de Peüalcingo, ya que como se dijo anteriormente en ese lugar se observa un cam­bio lateral entre la Formación Tecocoyunca y la For­mación Tecomazúchil, que es eminentemente conti­nental. Es posible entonces, que para este tiempo la fase de subsidencia inicial de la Cuenca de Tlaxiaco estuviera llegando a su fin.

JURÁSICO SUPERIOR

Oxfordiano. 163-156 Ma

Las rocas del Oxfordiano únicamente han sido identificadas en la Cuenca de Tlaxiaco al occidente de la Falla Tamazulapan. Estas rocas fueron repor­tadas por primera vez en la región de Tlaxiaco por Felix y Lenk (1899 en Burckhardt, 1930), y posterior­mente fueron descritas por Burckhardt (1930) en la región de Tezoatíán con el nombre de "capas con Ci-daris" ("couches avec Cidaris"). Este término tam­bién fue empleado por Cárdenas (1966) y López Ti­cha (1969) para referirse a las rocas del Oxfordiano de la región de Mixtepec y por Martínez Kemp (1987) en la región de Huamuxtitlán. A diferencia de estos geólogos, Pérez-Ibargüengoitia et al. (1965) utilizó el término de Caliza Chimeco para referirse a las rocas del Oxfordiano de la región de Petlalcingo (Fig. 3).

De acuerdo a López-Ticha (1969), en la región de Tlaxiaco, el Oxfordiano consiste de capas de 40 a 80 cm de espesor de calizas oolíticas con fragmentos de ci-darios, parathyridinas, nodulos de pedernal negro y nodulos de óxidos de hierro, que hacia la parte me­dia se interestratifican con lutitas, limolitas y lutitas calcáreas con exogyras. Su espesor varía de 86 m en la región de Tlaxiaco (López Ticha, 1969) a 590 m en la región de Huamuxtitlán (Martínez Kemp, 1985)*. Según Bonet (1973), en la región de Tlaxia­co estas rocas reflejan un ambiente marino que pau­latinamente se hacía más profundo, desde una plata­forma interna con aporte de terrígenos a una plata­forma externa y a talud con fauna pelágica muy es­casa. Es importante destacar que en esta unidad no se ha reportado fauna de amonitas como es el caso de las unidades que le subyacen y sobreyacen.

En la Cuenca de Guerrero-Morelos no se ha re­portado una secuencia carbonatada semejante a la Ca­liza Chimeco. Hasta el momento, la información dis­ponible permite inferir que durante el Jurásico Tar­dío se acumularon en esta cuenca dos unidades bien

diferenciadas en cuanto a su litologia y distribución geográfica; pero semejantes en cuanto al metamor­fismo de facies de esquistos verdes que las afecta. Al oriente se acumuló la unidad que aquí denominamos informalmente "unidad de lutitas carbonosas meta­morfizadas", y al occidente se acumuló la unidad que denominamos también informalmente "unidad de ro­cas metavolcánicas y metasedimentarias" (Fig. 3).

La "unidad de lutitas carbonosas metamorfizadas" se distribuye aparentemente en una franja casi norte-sur, ya que ha sido cortada por el Pozo Zoquiapan 1 y probablemente por el Pozo Ticumán 2, situado a 20 km al sureste de Cuernavaca, Mor. El primer po­zo encontró a esta unidad en su parte más profunda (2,947-2,953 m), en contacto por falla (?) con una se­cuencia de dolomías, calizas y anhidritas del Cretá­cico Medio-Inferior (?). Según Mújica* (informe fi­nal del pozo) la secuencia consiste de limolitas calcáreo-arenosas con cuarzo y escasos feldespatos con clorita, sericita y bandas de carbón que sobreyacen a lutitas arenosas y calcáreas con pirita afectadas por metamorfismo de bajo grado, probablemente de con­tacto, que hacia la base se intercalan con areniscas finas y cuarcíferas que alternan con bandas de clori­ta, muscovita y calcita. La aparente posición estrati­gráfica de esta unidad, su distribución geográfica y su posible correlación con las rocas metamórficas cor­tadas por el Pozo Ticumán 2 parecen sugerir una edad de Jurásico Tardío. El Pozo Ticumán 2 cortó por de­bajo de un conglomerado basai del Cretácico Inferior (Formación Nexapa) a una secuencia de pizarras, es­quistos y metacuarcitas. De acuerdo a Palacios* (In­forme final del pozo) las primeras contienen cuarzo, abundante grafito; las metacuarcitas contienen seri­cita, muscovita, calcita, pirita y escasas plagioclasas sódicas. La edad de este metamorfismo de facies de esquistos verdes fue datada en el IMP con un rango de 145 a 159 Ma (Oxfordiano-Tithoniano según la escala de tiempo geológico de Palmer, 1983). La li­tologia y la presencia de pirita y carbón parecen in­dicar que la "unidad de lutitas carbonosas metamor­fizadas" se acumuló en un ambiente marino sujeto a condiciones euxínicas y a un flujo intermitente de clásticos-terrígenos.

La "unidad de rocas metavolcánicas y metasedimen­tarias" también parece extenderse en una franja casi norte-sur, ya que se infiere que abarcaba desde las in­mediaciones de Ixtapan de la Sal, Méx. a Chapolapa, Gro. Esta unidad forma parte del Complejo Tierra Caliente en el sentido de Ortega-Gutiérrez (1981)

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O del subterreno Teloloapan-Ixtapan correspondien­te al Terreno Guerrero en el sentido de Campa y Co­ney (1983). En la región de Ixtapan de la Sal, Cam­pa eí al. (1974) reportaron una secuencia de lavas andesíticas-dacíticas, tobas y aglomerados, filita, meta-arenisca, cuarcita y caliza foliada, con amonitas, la­melibranquios y tintínidos del Tithoniano-Neocomia-no (?)-Aptiano. La ubicación regional en espacio y tiempo de esta secuencia sugiere, sin embargo, que su edad en la porción basal podría ubicarse en el Ox­fordiano.

En el borde suroccidental de la Cuenca de Gue­rrero-Morelos sobre el Complejo Xolapa, De Cser-na (1965), González Alvarado (1972) y diversos geó­logos más han mapeado una unidad metamorfizada denominada Formación Chapolapa que de acuerdo al primer autor alcanza un espesor de 800 m. Debi­do al metamorfismo, la edad de esta unidad no se ha podido precisar. Por un lado. De Cserna (1965) y González Alvarado (1972), en base a la litologia, con­sideran que esta secuencia es el equivalente metamòr­fico de las formaciones Rosario y Cualac de la Cuen­ca de Tlaxiaco. Por otro lado, Grajales y López In­fanzón (1983) han postulado que esta unidad es post-Jurásico Temprano-pre-Albiano, ya que sus obser­vaciones indican que durante el Jurásico Temprano los ortogneises del Complejo Xolapa estuvieron so­metidos a un plutonismo granítico seguido de meta­morfismo de facies de anfibolita que no afectó a la For­mación Chapolapa. Según estos autores, esta unidad consiste de una alternancia de rocas metavolcánicas y metasedimentarias con metamorfismo de facies de esquistos verdes. En este trabajo, nosotros supone­mos que la Formación Chapolapa podría asignarse al Jurásico Tardío en base a los argumentos de Gra-jídes y López Infanzón (1983), y al hecho de que su metamorfismo es similar al de las secuencias que he­mos descrito.

La información disponible sugiere que durante el Oxfordiano empezó a manifestarse la presencia de un arco volcánico (¿ submarino ?) en el extremo occiden­tal de la Cuenca Guerrero-Morelos (Fig. 10). Este arco pudo haber formado una barrera que inhibía la circu­lación del agua, de tal manera que hacia la Cuenca de Guerrero-Morelos las corrientes de fondo marinas comenzaron a ser completamente anaeróbicas, cam­biando de este modo las condiciones de depósito que prevalecieron durante el Calloviano. En condiciones euxínicas y probablemente por debajo del nivel base de las olas se acumulaban lutitas carbonosas que du­

rante determinadas periodos eran cubiertas por clás­ticos terrígenos más gruesos que probablemente pro­venían del Complejo Xolapa. Sin embargo, en la Cuenca de Tlaxiaco, las condiciones bioquímicas eran diferentes, como lo demuestra la presencia del banco carbonatado que representa la Formación Chimeco. Este marco paleogeográfico sugiere que durante el Ox­fordiano ocurrió un cambio importante en la sedimen­tación y magmatismo en el Sur de México, ya que la actividad magmàtica y la acumulación de clásticos terrígenos gruesos ya no ocurren en la Cuenca de Tla­xiaco como sucedió en el Triásico Tardío-Jurásico Temprano, sino que tienen lugar en el extremo occi­dental de la Cuenca de Guerrero-Morelos. Este cam­bio en la polaridad del magmatismo y sedimentación sugiere la formación de una zona de eugeosinclinal y de una zona de miogeosinclinal sobre el antiguo mar­gen meridional del mar epicontinental del centro de México. En este marco, el arco volcánico constitui­ría el geoanticlinal de Umgrove (1947, en Cady 1950).

Desde un punto de vista de la Nueva Tectónica Glo­bal, el marco tectónico y sedimentológico en el Sur de México de occidente a oriente sería el siguiente: una zona de arco volcánico-submarino que se extendía de norte a sur a la adtura de Ixtapan de la Sal y Teloloa­pan (Fig. 10). Este arco pudo evolucionar sobre cor­teza continental con características calcoalcalinas co­mo lo sugieren Vidal Serratos (1991) y Monod y Fou-re (1991). Una zona de post-arco ("back arc area") con sustrato continental (Complejo Acadán), en la que se depositaban en un ambiente marino restringido lu­titas, limolitas y areniscas (Cuenca de Guerrero-More­los); una zona de post-arco con sustrato continental (Complejo Acatlán) y adyacente al cratón (Complejo Oaxaqueño), en la que se acumulaban carbonatos en un ambiente marino somero. En este marco tectóni­co, la subsidencia en la Cuenca de Guerrero-Morelos podría asociarse a una anomalía térmica provocada por la aparición del arco volcánico. La subsidencia en el área de la Cuenca de Tlaxiaco, sin embargo, sí po­dría atribuirse al enfriamiento de la litosfera, ya que en el Oxfordiano se inició la etapa de deriva ("drif­ting stage' ') en el Golfo de México (Winker y Buffler, 1988). La ausencia de clásticos terrígenos gruesos y la transgresión de carbonatos sobre terrígenos (Forma­ción Chimeco/Formación Tecomazúchil) sugieren que la subsidencia fue continua y aparentemente estuvo acompañada de un ascenso en el nivel del mar.

La aparición de una margen activa en el extremo meridional del mar epicontinental del centro de Mé-

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 29

? A R C O V O L C Á N I C O - f -C U E N C A D E P O S T - A R C O E U X I N I C A

Fig. 10.- Mapa paleogeográfico del Oxfordiano.

xico es contemporánea a la etapa de deriva del Golfo de México (Salvador y Green, 1980) y representa la extensión hacia el sur del arco volcánico que existía en la parte occidental de América del Norte desde el Triásico Tardío-Jurásico Temprano (Coney, 1983). Cabe hacer notar que si la Formación Chapolapa fuera más antigua que el Jurásico Tardío, entonces sería posible que este arco volcánico hubiera estado pre­sente desde el Jurásico Medio.

Kimmeridgiano-Tithoniano temprano. 156-148 Ma

Al igual que las rocas del Oxfordiano, las rocas de esta edad han sido identificadas en la Cuenca de Tla­xiaco únicamente al occidente de la Falla Tamazula­pan. Estas rocas fueron descritas por primera vez por Felix v Lenk (1891, en Burckhardt, 1930) con el nom­bre de Lutitas La Virgen. Años más tarde Burckhardt (1930) consideró que las rocas estudiadas por esos autores en realidad pertenecían a "las capas limítro­fes entre el Jurásico y el Berriasiano", ya que encon­tró al norte de Amoltepec, Oax. una amonita {Idoce-ras d.gr. planula) que le permitió correlacionarlas

con las capas de Idoceras del Kimmeridgiano de Ma-zapil. Este autor citó entonces a dicha unidad bajo el título de "Capas limítrofes y Berriasiano" ("Conches limitrophes et Berriasien") y las describió como "lu­titas margosas cafés, blanquecinas por intemperismo, muy bituminosas, con trazas de hierro, manganeso, cobre y muy ricas en restos de peces". En años más recientes, López Ticha (1970) propuso cambiar el nom­bre de Formación La Virgen por el de Grupo Sabi­nal, y posteriormente Ham Wong (1981), Maldona­do (1981), Cartagena (1981), Várela (1981) y Sán­chez Martín (1981)* emplearon el término de Forma­ción Sabinal para reportar a las rocas del Kimmerid­giano-Tithoniano (Fig. 3). Ham Wong (1981) describe a la Formación Sabinal de la siguiente manera: mud-stone y wackestone arcilloso, margas y lutitas bitumi­nosas color gris oscuro a negro con abundantes con­creciones calcáreas y amonitas {Idoceras) dispuestas en estratos que van de laminares a delgados de 5, 10 y 20 cm, observándose abundantes impregnaciones de aceite ligero en líneas estilolíticas". Según Bonet (1973), la Formación Sabinal ha sido reportada en las re­giones de Tezoatíán, Tlaxiaco, Chalcatongo y sur

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de Huamuxtidán, con espesores que varían de 700 m a 1,000 m. López Ticha (1969) asignó esta unidad al Kimmeridgiano-Tithoniano temprano por su conte­nido de cf. Sublanites; Ataxioceras sp.; Moceras, deter­minados por Cantú Chapa.

Hacia el norte de la Cuenca de Tlaxiaco, la For­mación Sabinal cambia a facies más someras, se hace más arenosa y recibe el nombre de Formación Ma-pache (Figs. 3 y 11). En la región de Pedalcingo, Pé­rez Ibargüengoitia eí al. (1965) describieron a esta unidad como una secuencia de 400 m de espesor de calizas arcillosas interestratificadas con limolitas y li­molitas calcáreas que cubren concordantemente a la Caliza Chimeco y subyacen en discordancia al Cre­tácico Medio y al Eoceno. Esta secuencia está des­provista de amonitas; pero presenta abundancia de os-treas y braquiópodos. Rocas similares en edad y lito-logia han sido reportadas en la parte norte de la re­gión de Huamuxtidán (Martínez Kemp, 1987; Mora eí al., 1991).

una situación semejante en la distribución de las ro­cas jurásicas de Europa. Según este autor, cuando una región experimenta una subsidencia más rápida que las regiones que la circundan, se crea una topografía irregular, en la que en las partes más bajas se inhibe la circulación de agua y se crean condiciones euxíni­cas que contrastan con las condiciones aeróbicas que persisten en las partes topográficamente más altas.

Desde un punto de vista regional, el marco paleo­geográfico y tectónico para este tiempo parece haber sido semejante al que se ha postulado para el Oxfor­diano, ya que las condiciones de sedimentación en la Cuenca de Guerrero-Morelos parecen haber sido las mismas (Fig. 11). Tal vez un incremento en el nivel del mar, acompañado con una mayor subsidencia, pu­do ayudar a reestablecer las condiciones ecológicas pa­ra que en la Cuenca de Tlaxiaco volvieran a vivir los amonoideos. A diferencia del Oxfordiano, para este lapso sí existen evidencias que permiten además bos­quejar la relación paleotectónica entre esta cuenca,

R g . 11.- Mapa paleogeográfico del Kimmeridgiano-Tithoniano Temprano.

La distribución restringida que tienen las facies bi­tuminosas de la Formación Sabinal en la Cuenca de Tlaxiaco podría interpretarse de acuerdo a la idea pro­puesta por Hallam y Bradshaw (1979) para explicar

el arco volcánico de Ixtapan-Teloloapém y los demás subterrenos del Terreno Guerrero que afloran al occi­dente (Campa y Coney, 1983). Según Ortiz Hernán­dez y Lapierre (1991) en la región de Arcelia-

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 31

Guerrero afloran lutitas negras con amonitas del Titho-niano que se intercalan con rocas ultramáficas y la­vas tholeíticas que podrían indicar la presencia de una cuenca alrededor de estratovolcanes submarinos que constituían la fase incipiente de un arco intraoceáni-co. Monod y Foure (1991) consideran, sin embargo, que esta secuencia representa una cuenca de intra-arco que se establecía sobre el arco continental "Teloloapan-Zihuatanejo" a partir del Albiano, lo que quiere decir que estos autores no consideran al Tithoniano como edad más antigua de la secuencia. Un poco más al occidente, en la región de Huetamo, Johnson (1990) reportó capas delgadas de pedernal, limolitas silíceas, conglomerados y areniscas que por su posición estratigráfica asignó tentativamente al Ju­rásico Superior. Según este autor, estas rocas pudie­ron acumularse en una cuenca cercana a la margen continental de México, probablemente en un marco tectónico como el Golfo de California, en una cuen­ca de interarco, o en un mar marginal como el Mar de Japón. Aún más al occidente, en la región de Zi-huatanejo, Vidal Serratos (1991) observó que por de­bajo de la Formación Zihuatanejo del Albiano ("ar­co volcánico sobre corteza continental"), se encuen­tra una secuencia tipo flysch que forma la matriz de bloques de rocas básico-ultrabásicas y de rocas vol-cano-sedimentarias, que probablemente represente "un complejo de subducción".

La discusión de las ideas expuestas por los autores que acabamos de mencionar está más allá del alcan­ce de este trabajo; por lo tanto, el esquema paleotec-tónico del Terreno Guerrero que se muestra en la fi­gura 11 es tentativo y se basa en las sugerencias pro­puestas por dichos autores. Sí queremos señalar, sin embargo, que en este marco se observa que a dife­rencia del clásico modelo de "retroarc basins" pro­puesto por Dickinson (1976) para márgenes activas de tipo andino, en nuestro caso no existió una faja de pliegues y cabalgaduras entre el arco volcánico y la Cuenca de Guerrero-Morelos, y además el arco vol­cánico se encontraba aún en una etapa incipiente y su actividad era submarina. Por lo tanto, en este tra­bajo consideramos que para este tiempo, tanto esta cuenca como la Cuenca de Tlaxiaco podrían descri­birse como cuencas de antepaís en el sentido de Jor­dán y Alonso (1987). Estos autores, al revisar las Cuencas terciarias de los Andes, usaron el término de "foreland basin" con un sentido geográfico: "una fosa de sedimentos que se acumula en el lado cratónico de un cinturón orogénico con o sin una faja de cabal­

gaduras entre el arco volcánico y la cuenca". Sin una faja de pliegues y cabalgaduras es difícil

atribuir la subsidencia de la Cuenca de Guerrero-Morelos a una flexura por carga (flexural loading), por lo que al igual que en el Oxfordiano, la subsidencia se podría asociar a una anomalía térmica producida por la evolución del arco volcánico. La subsidencia en la Cuenca de Tlaxiaco durante este tiempo, cree­mos que puede seguir atribuyéndose a un enfriamiento cortical.

Tithoniano tardío. 150-144 Ma

En la Cuenca de Tlaxiaco, el Cretácico Inferior está ausente o es discordante sobre el Jurásico Superior, y se caracteriza por cambios verticales y horizontales entre carbonatos y clásticos terrígenos, que reflejan ambientes de mar abierto, plataforma somera y con­tinentales (Fig. 3). Evidencias de la ausencia del Cre­tácico Inferior y de la discordancia entre esta serie y el Jurásico Superior son:

1. La presencia de un conglomerado de clastos de caliza en la base del Cretácico Inferior en sec­ciones estratigráfícas medidas en la región de Tlaxiaco (López-Ticha, 1969).

2. La relación discordante que se observa en el Ho-moclinal de Petlalcingo entre el Tithoniano (Formación Mapache) y el Cretácico Medio. Es­ta discordancia está marcada por un conglome­rado de clastos de gneises al SE del homoclinal (Quezada-Muñetón, 1979).

3. La relación discordante que se observa en la par­te sur de la región de Huamuxtidán entre el Ca­lloviano (Formación Tecocoyunca) y el Albiano-Cenomaniano (García Palomares eí al., 1983).

En la Cuenca de Guerrero-Morelos, la discordan­cia entre el Jurásico Superior y el Cretácico Inferior está marcada por las siguientes evidencias:

1. La relación discordante que guarda el Cretáci­co Inferior con el Calloviano en la parte sur-oriental de la cuenca (González Alvarado, 1972; Rangel-Rincón, 1979).

2. La presencia de un conglomerado de esquistos, roca verde y calizas en la base de la Formación Acahuizotla en la región de Taxco Viejo (On-tiveros, '1973).

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3. La presencia de un conglomerado de tobas an-desíticas en la base del Cretácico Inferior (For­mación Nexapa) cortado por el Pozo Ticumán 2. Este conglomerado cubre a la unidad de lutitas carbonosas metamorfizadas, cuyo metamorfis­mo es de facies de esquistos verdes, y está do­tado con un rango de 159-145 Ma.

La sincronía entre un evento metamòrfico y la dis­cordancia finijurásica, así como la litologia y distri­bución de los medios ambientes de depósito del Cre­tácico Inferior, permiten suponer que un movimien­to tectónico comenzó a fines del Tithoniano y se ex­tendió hasta el Cretácico Temprano.

La información disponible únicamente nos permite elaborar una hipótesis de trabajo con respecto al ori­gen de este evento tectónico, basada en las ideas pro­puestas por Jordán y Alonso (1987), De Celles (1986), Heller ef ai. (1988) y Heller y Paola (1989), y que se somete a las siguientes restricciones:

1. En el Sur de México aparentemente no hay evi­dencias de la existencia durante el Jurásico Tardío-Cretácico Temprano de un cinturón ca­balgado entre el área de Ixtapa-Teloloapan y la Cuenca de Guerrero-Morelos.

2. Al no haber existido dicho cinturón cabalgado, la subsidencia en la Cuenca de traspais no es­tuvo relacionada a una carga tectónica. Es de­cir, no fue de tipo flexural.

3. Al no haber sido la subsidencia de tipo flexu­ral, no cabe esperar un incremento de la subsi­dencia hacia el occidente, o sea que la cuenca de traspais haya sido una depresión que se pro­fundizaba hacia el cinturón cabalgado. Esto lo corrobora la distribución de ambientes de de­pósito y los espesores de las unidades de los blo­ques a que hemos hecho referencia.

4. Si no existió un cinturón cabalgado, no cabe es­perar el depósito sintectónico de conglomera­dos hacia el occidente y de sedimentos más fi­nos hacia el oriente. Esto lo corrobora la distri­bución de ambientes de depósito y los marca­dos cambios de espesor que se observan.

5. Al no haber existido subsidencia flexural por carga tectónica, no cabe esperar un levanta­miento flexural isostático ("isostatic rebound". Heller ef ai., 1988) una vez terminada la sub­sidencia por carga tectónica.

6. Si no tuvo lugar este levantamiento flexural isos­tático tampoco cabe esperar una fase de erosión de los sedimentos previamente depositados en la cuenca (Heller ef al., 1988).

Por lo tanto, en este trabajo se postula que a fines del Jurásico Tardío tuvo lugar la emersión y expan­sión hacia el oriente del arco volcánico de Ixtapa-Teloloapan dando lugar a un levantamiento térmico regional acompañado de engrosamiento cortical, que produjo una superficie irregular que se extendió has­ta el Terreno Zapoteco (Fig. 12). De este modo, fue posible que un conglomerado basal se acumulara en las partes topográficamente más bajas.

Este evento tectónico finijurásico ha sido detectado anteriormente por Erben (1956b) y por López-Ticha (1969), y recientemente ha sido discutido por Vélez (1990). Erben (1956b) dedujo que no se trataba de un evento "orogénico", sino "epirogenético"; López Ticha únicamente se limitó a mencionarlo; y Vélez lo relacionó a la acreción de los "arcos volcánicos del Jurá­sico Tardío-Cretácico Temprano" al Terreno Mixteco.

La relación entre el evento tectónico que aquí se postula con la geodinámica de los elementos tectóni­cos que existían hacia el occidente del arco de Ixtapan-Teloloapan la desconocemos. Tal vez podría haber una relación con un cambio en la geometría de la zo­na o zonas de subducción que existían en esa región. No es el propósito de estas notas abundar en esta cues­tión, pero sí queremos enfatizar que cualquier mo­delo que sea propuesto para explicar la evolución del Terreno Guerrero, deberá incluir su relación con la discordancia finijurásica que internampió la subsiden­cia del Terreno Mixteco.

CRETACICO TEMPRANO

Berriasiano-Aptiano. 144 113 Ma

En el Cretácico Temprano aparece un nuevo do­minio de sedimentación al oriente de la Falla Tama­zulapan, el cual se puede considerar como una ex­tensión de la Cuenca de Tlaxiaco {sensu stricto) hacia esa dirección, o bien, se puede identificar con el nom­bre de Cuenca de Oaxaca (CO), como ya lo han he­cho Oviedo y Martínez Kemp (1992). Este nuevo do­minio de sedimentación evolucionó sobre los gneises precámbricos del Complejo Oaxaqueño (basamento del Terreno Zapoteco) y su sección del Cretácico In­ferior es predominantemente continental en su mar­gen occidental (Formación San Isidro) y transgresi-

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 33

— A R C O V O L C Á N I C O —I Z O N A D E E R O S I O N — ¿ E M E R G I D O ?

0 Km 5 0

1 I I

Fig. 12.- IVIapa paleogeográfico del Tithoniano tardío.

va en su borde septentrional (Formación Jaltepe-tongo).

En la Cuenca de Guerrero-Morelos, el patrón se­dimentario del Cretácico Inferior es muy semejante al de la Cuenca de Tlaxiaco y está representado por las Formaciones Nexapa, San Juan, y Acahuizotla (Fig. 3). Hacia el occidente, la Formación Acahuizo­tla se interdigita con rocas del arco Ixtapan-Teloloapan (Nicolás, 1986; Guerrero Suástegui ef al., 1991).

En la cuenca de traspais se pueden distinguir los siguientes dominios de sedimentación en el Cretáci­co Temprano (Fig. 13):

1. Acahuizotla-Xochicalco: dominado por una se­cuencia de carbonatos de plataforma somera en la base y de cuenca en la parte superior. Su es­pesor varía de 50 m en el occidente a 300 m en el oriente.

2. San Juan: formado por clásticos-terrígenos con­tinentales, y en menor proporción por calizas de plataforma somera. Su espesor varía de 220 m en la parte sur a 3,250 m en la parte norte.

3. Tlaxiaco: formado por clásticos-terrígenos con­tinentales y calizas de plataforma en proporcio­

nes variables. Su espesor puede variar de 250 a 2,500 m.

4. San Isidro: constituido por clásticos terrígenos continentales que descansan sobre los gneises del Complejo Oaxaqueño. Su espesor varía de 300 a 1,000 m.

5. Jaltepetongo: constituido por una secuencia transgresiva de calizas y clásticos terrígenos finos que descansan sobre los gneises del Complejo Oaxaqueño. Su espesor varía de 240 a 1,000 m.

Estos dominios de sedimentación probablem.ente se produjeron como respuesta al enfriamiento corti­cal que fragmentó la cuenca de traspais a través de una subsidencia diferencial.

CRETACICO MEDIO

Albiano-Cenomaniano. 113-91 Ma.

Del Eratema Mesozoico, las rocas del Cretácico Medio son las que tienen mayor distribución en el Sur de México. En la Cuenca de Guerrero-Morelos ocu­pan un cincuenta por ciento de su superficie, y аПо-

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3 4 MENESXS ROCHA, MONROY AUDELO Y GOMEZ CHAVARRIA

, , CUENCA DE .ANTEPAIS , , , < .C_: . i4 : г - р ---:-Л-'-~Н I t l a x i a c o | s a n | j a l t e p e t o n g o - |

F i g . "В . - Мара р ' " г г з г ' г с ' T e m p r a n o .

TtwBí ¡Mre incq ía lD t ies i i te en las sumas axiales de los antkli-i D i a J l e & . Cini l a Ouienea de Tlaadaco y en la Cuenca d e

Oa3¡aiD% aüanran piríinc^íalmente e n bandas orientadas (ée NW a SE que constitcuQpen los illancos de grandes s Q s d i m a l l e s y iniQS№dSnaks~ £ ^

cñm MesSiiiQ) está (oomstitiutkki tinkamiente por cadbona-№2S y <e«^№iottas qtfie Bnan skik» descritos con diferentes mmAss^s &mmiaiáimaS«s CF%. 3).

La y distribuídSn del Crtítáideo Medio in-«Skca i oae a piti№dp№№ «M ADlMai^ (^0]lj№<tUld t t »c«&nD^ (OQatt№a& « laie I JK» Iho^r a i o n aiiEíoi^ y uuna SQuBssideinida (mntdiniuia <q[iuie p r o p d i é et desarroUb (zfe luuna «sd№ai] fiDal fibmiía carbonatada h/mr wm. ^msjEn pante «fe Utos iteiireatios ineitanEt&tfiícos que « » № i w Í K i r t Q ) a i i i&mB[^áii№ «ftaraattite eS Qixsiíács» Tempraioo, y «guie (OQonstiitciuiiajm l a p r i a i i c q » ! fiaente de a^jorte de d i a s » k s № M t ! m % e s M ! s ( F % . H ). Laexssx&siéndeestapla-Qa£mniyii MsiQi «pie las Ouieawca y «fie Ciruietrae)ni»-'M«2«relkas peanfiesan su iodividhjialidad y jtaumttas ( O Q i i i i s t m i n m y ^ a a n un ;iran hams» carbonatado lk~ omütaii&ü) aD «aniratiite y mscM^ix: pzar sottas arredilóles

tlán y Arrecife Yextda). En la zona lagimar se depor­taron lodos calcáreos con gran rantidad de milióKdos (i&wàes 7 y 8, Wilson, 1975); y en las «mas de supra-marea se aoimiilarmn egaptwritas y dolomías- Encimar аЫеПо que bordeaba a esta platafimna, se deposita­ron lodos carbonatados fiinos ссш gran cantidad de or-^unismos planctónicos ^fennacizHiies ТагтаиНфаз Infe­rior y Yushe). Hacia di occidente, los deposites de mar аЫшо геоЬаш d аур«ж1№ de Ш11 arco ií>okáim^ tía bada esa direcciSn durante esfee njempo (Guenreco-

i er af., 1991). U n a caractexistica particular de esta platafimna carbcntalaidk^-ev^pioritica que pue­de tisosT importancia eemMSmicsí-pefirdksra es d bedbo de que las evaporxlas están ausentes en la parte CHÍen-tal de la Cuenca de Haxiaco {mam sñmM}- esto puede deberse a que la püattafearana se d^joeatto soSwe una ai-petficie inegolar.

Desde un punto de vista más rc^^oraal, la plattafiw-ina carbonatada-evapoffMca «M Suor «fie Méxim era UTO de los grandes baíleos carbona&asfios qme bordeaban al GoMb de Méadeo durante di A l I b à r a o < > a B o m a n i a n o

(e.g., Stuart CSíy Tkeaad, PllaBalfeinnnia«ite V a t e EJ Ahra. m Doctor, ToiUmán, «te Oro, PUaatafiasnimaíteChia-

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 35

pas, etc.). A diferencia de estas plataformas, la plata­forma del Sur de México limitaba al occidente con de­pósitos volcánicos y volcaniclásticos que representan, según Guerrero-Suástegui eí ai. (1991), la última fase de la actividad del arco Ixtapan-Teloloapan.

A R R E C I F E Y E X T L A

en el caso de la parte occidental de la plataforma del Sur de México no debe descartarse la idea de Fries (1960) y De Cserna (1965), en el sentido de la influen­cia de pulsos tectónicos verticales relacionados con el emplazamiento de cuerpos graníticos.

A R R E C I F E O C O T L A N

Fig. 14.- Mapa paleogeográfico del Cretácico Medio (Albiano-Cenomaniano).

A fines del Cenomaniano, la parte más occidental de la plataforma carbonatada del Sur de México em­pezó a experimentar una cierta inestabilidad tectóni­ca, que se manifestó en la emersión de la región que actualmente corresponde al Anticlionorio de Chilaca-chapa (De Cserna eí ai., 1978), y en la presencia de conglomerados con clastos derivados de la Formación Morelos, en la base de la Formación Cuautla (Fries, 1960). Esta emersión ocurrió en forma irregular, de tal modo que en ciertas áreas no solamente se erosio­naron las calizas arrecifales del Albiano-Cenomciniano, sino también las rocas más antiguas, llegando incluso a quedar expuestas rocas metamórficas como en el ca­so de la región de Taxco, Gro. (De Cserna eí ai., 1978). Esta inestabilidad de la plataforma fue contemporánea a una fase de intrusiones graníticas y metamorfismo que ocasionaron la emersión sobre el nivel del mar del arco magmàtico (Fase Austriaca; Bonneau, 1972); y también fue contemporánea a la erosión de una parte de los sedimentos depositados previamente sobre las demás plataformas que circundaban al Golfo de Mé­xico. Aunque es evidente que este periodo de erosión de las plataformas estuvo directamente relacionado con el descenso del nivel del mar que ocurrió a nivel mun­dial durante el Cenomaniano medio (Vail eí ai., 1977),

CRETÁCICO TARDÍO

Turoniano-Maastrichtiano. 91-66.4 Ma

El Cretácico Superior aflora en mayor proporción en la Cuenca de Guerrero-Morelos que en la Cuenca de Tlaxiaco. En la primera se pueden distinguir dos facies. La inferior, restringida al Turoniano, está for­mada mayormente por calizas de banco calcáreo (For­mación Cuautla); la superior abarca todo el Senonia-no y se compone principalmente de clásticos terríge­nos que representan la facies flysch de la Orogenia La­ramide (Formación Mexcala); Hernández García (1973)* reporta un espesor de 400 m; mientras que Fries (1960) reportó un espesor de 750 m. En la Cuenca de Tlaxiaco, tanto el Turoniano como el Senoniano es­tán representados por una facies flyschoide denominada Formación Yucunama que llega a medir 450 m.

A principios del Turoniano, la mayor parte de Mé­xico, incluyendo al Sur de México, se encontraba di­vidida en una parte occidental y meridionad emergi­das, y en una parte marina en la cual se depositaron mayormente los sedimentos derivados de la erosión de las tierras emergidas. En el caso específico del área de

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36 MENESES ROCHA, MONROY AUDELO Y GOMEZ CHAVARRIA

estudio, la región cubierta por la plataforma carbona­tada se redujo considerablemente, ya que un aumento en el nivel del mar, en combinación con una rápida subsidencia, permitió que sedimentos clástico-terrígenos (Formación Yucunama) se depositaran en un mar abierto que cubrió la parte central y oriental de la pla­taforma carbonatada (Fig. 15). De este modo, la pla­taforma (Formación Cuautla) quedó bordeada hacia el norte por zonas arrecifales que la separaban del mar abierto en donde se depositaban lodos calcáreos y te­rrígenos fmos (Formación Mexcala).

OROGENIA LARAMIDE

Edad

En el área de estudio, la Orogenia Laramide se ma­nifiesta estratigráficamente por la presencia de una se­cuencia de areniscas, lutitas y conglomerados continen­tales (Conglomerado Tamazulapan y Grupo Balsas) del Eoceno Tardío-Oligoceno Medio, que descansan en dis­cordancia angular sobre rocas mesozoicas de diferente edad y litologia. Esta secuencia se puede considerar co-

Fig. 15.- Mapa paleogeográfico del Cretácico tardío (Turoniano-Maastrichtiano)

Durante el Coniaciano-Maastrichtiano, la continua emersión de gran parte del Occidente de México, en combinación con una subsidencia general, dio lugar al depósito de sedimentos clásticos terrígenos en un mar abierto que ocupaba la mayor parte del área de estu­dio (formaciones Mexcala y Yucunama). Este mar abierto constituía la parte más meridional de un mar epicontinental que se extendía para ese tiempo desde el Océano Artico hasta el Golfo de México, en el cual se depositaban clásticos-terrígenos que eran los se­dimentos pre- y sinorogénicos de la Orogenia Lara­mide.

mo un depósito post-orogénico (molasse); mientras que las rocas del Cretácico Superior de las formaciones Mexcala y Yucunama se consideran depósitos pre-y sin­orogénicos (flysch). Por lo tanto, en el área de estudio el máximo pulso de la Orogenia Laramide puede da­tarse como Paleoceno-Eoceno Temprano. Esta edad contrasta con la edad de Eoceno Medio que han asig­nado Mossman y Viniegra (1976) al máximo pulso de la Orogenia Laramide en la Provincia de Veracruz. Es­tos autores sugieren como evidencia de este pulso tec­tónico a la discordancia que se observa a ese nivel en­tre sedimentos de mar abierto del Eoceno Inferior y

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 37

del Eoceno Superior. Entonces, podemos decir que des­de un punto de vista regional, el pulso de deformación laramídico en el Sur de México experimentó una mi­gración progresiva de occidente a oriente, tanto en tiem­po como en espacio.

DESCRIPCIÓN DE L A S E S T R U C T U R A S L A R A M I D I C A S

DEL A R E A D E E S T U D I O

En esta sección nos ocuparemos principalmente del pa­trón estmctural laramídico que exhiben las rocas sedimen­tarias de las Provincias Geológicas de Tlaxiaco (Cuen­cas de Tlaxiaco y de Oaxaca) y de Guerrero-Morelos.

1. Provincia de Tlaxiaco

a. Límites de la secuencia sedimentaria aflorante

En las Imágenes Landsat (Fig. 16) se puede observar que en la Provincia de Tlaxiaco destacan regiones to­pográficamente altas en las cuales se encuentra expues­to el basamento. Al oriente destaca la presencia de la gran masa de gneises de edad precámbrica conocida co­mo Complejo Oaxaqueño. Al sur se observan las rocas metamórficas del Complejo Xolapa, y al occidente se pueden observar los esquistos paleozoicos del Comple­jo Acatlán. La región comprendida entre estos "altos" de basamento está ocupada por rocas sedimentarias me­sozoicas plegadas y falladas, cubiertas discordantemente por rocas continentales y volcánicas del Terciario.

b. Fallas y Plegamientos

En la Provincia de Tlaxiaco, los plegamientos y fallas tienen una orientación norte-noroeste, y se encuentran expuestos mayormente en la parte central y meridional. Las fallas son principalmente de carácter inverso, y en­tre éstas destacan por sus dimensiones las fallas Tome­llín y Tamazulapan. La primera se extiende con un rumbo NW 25° a lo largo de 270 km, y constituye el límite entre una región oriental cuyo basamento está compuesto por rocas metamórficas del Jurásico Supe­rior-Cretácico Inferior de una región occidental cuyo basamento lo constituye el Complejo Oaxaqueño. La Falla Tamazulapan tiene un rumbo N-NW 20° y se extiende por cerca de 100 km, separando a una región con basamento Precámbrico (Terreno Zapoteco) de una región con basamento Paleozoico (Terreno Mixteco).

Los plegamientos son de tres tipos: anticlinales, sin­clinales y monoclinales. Los primeros se encuentran concentrados principalmente en el área que está inme­diatamente al oriente de la Falla Tamazulapan, en don­de forman una serranía alargada de norte a sur cono­cida como Sierra de Teposcolula. En el núcleo de es­tos anticlinales afloran rocas carbonatadas del Cretá­cico Medio. A diferencia de la distribución tan redu­cida de los anticlinales, los sinclinales tienen una mayor área de exposición en esta provincia. De hecho podría­mos decir que estructuralmente esta provincia se ca­racteriza por presentar amplios sinclinales limitados por estrechos anticlinales. En la mayor de las veces, el

50 K m

DAXACA

Bg. 16.- Bosquejo tectónico de la Cuenca de Tlaxiaco.

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3 8 MENESES ROCHA, MONROY AUDELO Y GOMEZ CHAVARRIA

núcleo de los sinclinales se encuentra ocupado por ro­cas del Cretácico Superior. De hecho, la distribución de las unidades Utoestratigráficais hace ver a la Cuenca de Tlaxiaco como un gran sinclinorium, con rocas del Jurásico Superior-Cretácico Inferior en sus flancos, y con rocas del Cretácico Superior en su núcleo.

Otro rasgo estructural que caracteriza a esta pro­vincia es la presencia de grandes monoclinales, cuyo núcleo lo constituyen las rocas de basamento precám-bricas (monoclinal San Isidro) y paleozoicas (mono-clinal de Pedadcingo y monoclinal Juxüahuaca).

Se puede observar que el límite septentrional de las estructuras descritas lo constituye un alineamien­to que se extiende con orientación noroeste desde los alrededores de la Ciudad de Oaxaca, hasta el sur de Huajuapan de León. En su sección más suroriental este alineamiento fue descrito por geólogos de Pemex con el nombre de Falla Huitzo. En este trabajo noso­tros sugerimos, como lo veremos en la próxima sec­ción, que se trata de una falla que al menos durante la Orogenia Laramide funcionó como lateral izquier­da, en bcise a su orientación con respecto al rumbo que presentan las fallas inversas y los plegamientos.

2. Provincia Guerrero-Morelos

a. Límites de la secuencia sedimentaria aflorante

En esta provincia, la secuencia mesozoica plegada y fa-Dada se encuentra limitada hacia el norte por el Eje Neo-volcánico, hacia el sur por el Complejo Xolapa, al oriente por el Complejo Acadán, y al occidente por las rocas volcano-sedimentarias del Terreno Guerrero (Fig. 17).

b. Alineamientos Mayores

En las Imágenes Landsat (Fig. 17) se puede ob­servar que en la Provincia Guerrero-Morelos existen dos sistemas de alineamientos bien diferenciados en cuanto a su orientación. El primer sistema tiene un rango angular que oscila entre 40 y 50°; y los tres ali­neamientos que lo conforman tiene una longitud que varía de 70 a 185 km (Fallas 1, 2 y 3). El segundo sistema también se compone de tres alineamientos principales; pero en este caso su rango angular de­crece en sentido contrario a las manecUlas del reloj de 315° a 300°; y su longitud varía de 70 a 120 küó-metros (fallas a, b y c). Los alineamientos que con­forman a estos dos sistemas no se intersectan entre sí, pero se observa que los alineamientos con orien­tación hacia el NE parecen desplazar y segmentar a los alineamientos con rumbo NW.

c. Plegamientos

Los anticlinales de la Cuenca Guerrero-Morelos es­tán abiertos generalmente en rocas carbonatadas del Cretácico Medio, y sus ejes presentan un rango an­gular que varía de 10 a 350° (Fig. 17). Los anticlina­les cuyo rumbo es mayormente hacia el norte, se en­cuentran generalmente en las partes occidentales, nor-occidental y norte de esta provincia, en tanto que aquéllos que se orientan cd NW, se encuentran prin­cipalmente en las regiones central, oriental y meri­dional. En ocasiones, los anticlinales están cortados en sus flancos por fallas inversas.

5 0 K m

I G U A L A

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Rg. 17.- Bosquejo tectónico de la Cuenca de Guerrero-Morelos.

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 39

d. Relación angular entre las fallas de desplazamiento

lateral y los anticlinales

En la figura 17 es posible observar que los anticli­nales con orientación hacia el NW-W están limita­dos en sus extremos por el sistema de fallas con rum­bo hacia el NE, formando con éstas un ángulo que varía de 15° a 90°. Por otra parte, los anticlinales con orientación casi hacia el norte tienen en muchos ca­sos sus cierres asociados a las fallas con rumbo hacia elNW, formando con éstas un ángulo casi recto. En ambos casos, podemos observar que si tratamos de llevar a su posición original a los anticlinales, ya sea mediante un movimiento lateral izquierdo o un mo­vimiento lateral derecho, no se logra una correspon­dencia entre los ejes de los anticlinales situados a am­bos lados de las fallas. Esto puede ser un indicio de que la formación de los pliegues fue posterior o se rea­lizó en forma independiente al movimiento de las fallas.

De esta manera, la relación angular entre los ejes de los anticlinales y las fallas de desplazamiento late­ral nos permite describir el patrón estructural de esta provincia como un conjunto de bloques rectangula­res limitados por fallas de desplazamiento a rumbo, que contienen anticlinales de cortas dimensiones. En este trabajo se han observado siete bloques estructu­rales con características bien definidas a los cuales he­mos designado con las letras. A, B, C, D, E, F y G (Fig. 17).

Los bloques A, B, C y D contienen anticlinales cu­yos ejes están orientados preferentemente hacia el nor­te, y se puede decir que son los de mayores dimen­siones en esta provincia. Los bloques D, E, F y G con­tienen a anticlinales con orientación casi al noroeste.

INTERPRETA CION CINEMA TICA

(NE-SW). En la siguiente sección haremos una com­paración entre la dirección que presentan las estruc­turas y la dirección de las estructuras que teóricamente debieron haberse formado a partir de un esfuerzo de compresión o, =60°.

al. Provincia de Tlaxiaco

Si comparamos la dirección de las estructuras que teóricamente se formarían a partir de un o, = 60° con aquellas macroestructuras que se observan en la Pro­vincia de Tlaxiaco (Fig. 16), podemos hacer las si­guientes observaciones:

a. La orientación de los ejes de los plegamientos de la Provincia de Tlaxiaco es paralela a la orientación del plegamiento que teóricamente generaría un o, con orientación 60°.

b. La orientación de estos plegamientos es para­lela a la orientación de los plegamientos de la Provincia de Veracruz o Provincia de Papa-loapan, la cual se encuentra situada en el ex­tremo meridional de la Sierra Madre Oriental.

c. La orientación de las fallas Tamazulapan y To­mellín es paralela a la orientación de las fallas inversas que teóricamente se formarían a par­tir de un o, =60°; así como también a la orientación de las fallas inversas que cortan a los anticlinales de la Provincia de Veracruz.

d. La orientación de la Falla Huitzo es paralela a la orientación de la falla conjugada lateral iz-quiera que teóricamente se formaría a partir de un O] = 60°.

e. En el Complejo Oaxaqueño se observa una se­rie de fracturas cuya orientación preferente es paralela a la orientación de fracturas o fallas de tensión que teóricamente se producirían a partir de un Oj = 60°.

a. Orientación de Oj regional

Para sugerir una interpretación cinemática del pa­trón estructural que se observa en las provincias de Tlaxiaco y de Guerrero-Morelos, primeramente asu­miremos que la dirección del esfuerzo de compresión mayor (o,) que generó las macroestructuras fue pa­ralelo a la dirección en que la Placa de América del Norte convergía con la Placa Farallón durante el pe­riodo comprendido entre los 80 y 40 Ma. Esta di­rección, según Coney (1971), era del orden de 60°

Por lo tanto, podemos sugerir que las macroestructu­ras que se observan en la Provincia de Tlaxiaco pueden corresponder a las que se formarían fin un elipsoide de deformación sujeto a un mecanismo de cizallamiento puro, en el que la dirección del esfuerzo de compre­sión principal que lo generó era aproximadamente 60°.

a2. Provincia Guerrero-Morelos

El arreglo estructural que hemos descrito para la Provincia de Guerrero-Morelos puede interpretarse

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40 MENESES ROCHA, MONROY AUDELO Y GOMEZ CHAVARRIA

de dos maneras distintas. La primera se basaría en el supuesto de que la orientación de la bisectriz del ángulo agudo, que forman entre sí los dos sistemas de fallas principales, es igual a la dirección del esfuerzo mayor de compresión que generó a ambos sistemas. Esta dirección sería 85°. La segunda interpretación se basaría en la aceptación de que la orientación de esfuerzo de compresión mayor ( O j = 60°), que cree­mos que generó las macroestructuras de la Provincia de Tlaxiaco, también actuó en la misma dirección en esta provincia (Fig. 17).

La primera interpretación justificaría la relación an­gular actual entre los dos sistemas de fallamiento de esta provincia, así como la orientación casi al norte de algunos de los ejes de los anticlinales. Sin embar­go, no explicaría la orientación al NW y W que tie­nen los anticlinales de la parte meridional de esta pro­vincia. Tampoco le sería fácil justificar las causas de la diferencia en la orientación de O j entre esta pro­vincia y la Provincia de Tlaxiaco.

Por otro lado, si asumimos que la dirección de O j en la provincia de Guerrero-Morelos fue 60°, enton­ces, para justificar la dirección actual de las macroes­tructuras tendríamos que postular que el patrón es­tructural de esta provincia es el resultado de un pro­ceso de cizalla pura, durante el cual el conjunto de fallas conjugadas fueron rotadas paulatinamente en dirección opuesta al eje de máximo esfuerzo compre­sivo. Como consecuencia de esta rotación, los bloques plegados que se formaron entre estas fallas necesaria­mente tuvieron que estar sujetos a esa rotación.

La rotación de pliegues y fallas conjugadas ha si­do mostrada experimentalmente por Closs (1955), usando un molde de arcilla montado sobre una tela de alambre. Closs observó que conforme este molde se va deformando, las fallas conjugadas empiezan a rotar en dirección opuesta al eje de máximo esfuerzo compresivo. El desplazamiento a rumbo de estas fa­llas ocurre después de una deformación considerable (20%), y el ángulo entre ellas, que inicialmente era de 55 a 60°, se incrementa hasta 90° o más, cuando el acortamiento es del 50 %.

b. Reconstrucción tectónica

bl. Provincia de Tlaxiaco

Durante el proceso de cizalla pura que deformó y levantó a las rocas de la Provincia de Tlaxiaco, la pre­sencia de antiguos levantamientos influyó directamen­

te en el patrón estructural resultante. De acuerdo a Lowfell (1974), cuando una región que ha estado su­jeta a fallamiento normal experimenta una compre­sión tangencial, las superficies de falla pre-existentes se convierten en superficies potenciales de fallamien­to inverso, en el cual el movimiento de los bloques es principalmente vertical ("upthrust"), y las estruc­turas compresivas resultantes se restringen a la parte superior de los bloques fallados. Según este autor, la asimetría resultante se manifiesta en un cambio a pro­fundidad en el salto de la falla, de inverso en la parte superior, a normal en la parte inferior ("structural inversion", Lowefl, 1974). De acuerdo a Harding (1983), este proceso de "inversión estructural" está controlado por el basamento, el cual, cuando está su­jeto a un acortamiento, se deforma menos dúctil que la cubierta sedimentaria.

Desde el punto de vista de la Nueva Tectónica Glo­bal, Dickinson (1981) sugiere que este proceso tectó­nico, en el que está involucrado el basamento, podría estar asociado a los grandes esfuerzos que se crean cuando una placa oceánica subduce en forma subho-rizontal a una placa continental. Por otro lado, Lo-weU (1974) ha postulado que este proceso ocurre co­mo respuesta al empuje vertical que ocasiona la "flo-talidad" de una placa oceánica que subduce a bajo ángulo a una placa continental.

Siguiendo las ideas de Lowell (1974), en la sección estructural que se presenta en este trabajo (Fig. 18, modificada de Ham Wong, 1982), podemos obser­var que si consideramos a una fase distensiva del Triá­sico Tardío-Jurásico Temprano, y a una fase com­presiva finijurásica, entonces podemos asumir que las fallas inversas generadas durante la deformación La­ramide tuvieron un movimiento casi vertical, de tal modo que si variamos ligeramente su ángulo de in­clinación, se podrían marcar incluso como fallas nor­males.

Este movimiento esencialmente vertical puede jus­tificar el hecho de que si respetamos, tanto el espesor de la secuencia sedimentaria aflorante como el atra­vesado en pozos (Teposcolula-1, Yucudá-1), podemos observar un desnivel de 9 km en una distancia de 20 km entre las rocas del Complejo Acatlán que aflo­ran en la parte occidental de la provincia y las del mis­mo complejo que se supone están sepultadas en el Mo­noclinal Juxdahuaca. También podría justificar el des­nivel de cinco kilómetros que existe entre las rocas del Complejo Oaxaqueño que afloran en el borde oriental de la provincia y las del mismo complejo

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BOSQUEJO PALEOGEOGRÁFICO Y TECTÓNICO DEL SUR DE MEXICO DURANTE EL MESOZOICO 41

que se supone que están sepultadas a 1,600 metros al occidente, debajo del Sinclinal Yutanduchi.

Por las razones mencionadas en incisos anteriores, en este trabajo se considera que el fallamiento inver­so, casi vertical, estuvo acompañado del movimiento lateral izquierdo de la Falla Huitzo. En la figura 19 podemos observar que un movimiento de este tipo a

zo es mayor conforme se desplaza dicho segmen­to a lo largo de la primera falla.

Otra observación que merece atención es el hecho de que la traza de esta falla coincide burdamente en cambios litológicos y sedimentológicos que se tie­nen en las rocas del Jurásico Superior (Formación

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M O N O C L I N A L

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C R E T A C I C O S U P E R I O R

C R E T A C I C O MEDIO

CRETACICO I N F E R I O R

( G P O . TLAXIACO)

CRETACICO I N F E R I O R ( F S A N I S I D R O )

VOLCÁNICOS (TERCIARIO)

Fig. 18.- Sección estructural a través de la Cuenca de Tlaxiaco (modificada de Ham Wong, 1982). Para su ubicación ver la figura 16.

través de esta falla, asumiendo que el Bloque Y se mantuvo fijo con respecto al Bloque X, nos podrá ex­plicar los siguientes rasgos:

a. La presencia de pliegues anticlinales (Sierra de Teposcolula) en la región de traslape entre los segmentos A y B del Bloque X y los segmentos 1 y 2 del Bloque Y, respectivamente.

b. La presencia del sobrecorrimiento de los gnei­ses del Complejo Oaxaqueño sobre las calizas del Cretácico Inferior en la región de traslape entre el segmento C del Bloque X y el segmen­to 3 del Bloque Y (Estación Parian).

c. La presencia de una fosa de forma triangular en la región en la que el segmento D del Blo­que X tiende a hundirse, debido a que la dis­tancia entre la Falla Tomellín y la Falla Huit-

Sabinal-Formación Mapache) y del Cretácico Infe­rior (Grupo Tlaxiaco-Formación Jaltepetongo). Es­to podría ser un indicio de que el movimiento lateral izquierdo ocurrido a través de la Falla Huitzo se rea­lizó a lo largo de una antigua zona de debilidad que pudiese corresponder a una falla normal.

El modelo estructural resultante en la Provincia de Tlaxiaco se manifiesta como una serie de bloques fa­llados que incluyen en su superficie grandes mono­clinales y sinclinales que, al flexionarse cerca de las fallas, forma anticlinales estrechos y alargados.

b2. Provincia de Guerrero-Morelos

A continuación, trataremos de demostrar que el ac­tual arreglo estructural que presenta la Cuenca de Guerrero-Morelos pudo haber sido generado por un mecanismo de cizalla pura, durante el cual las fallas conjugadas experimentaron una rotación en dirección opuesta al eje de máximo esfuerzo compresivo.

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42 AÍEiVESES ROCHA, MONROY AUDELO Y COMEZ CHAVARRIA

S u p e r f i c i e P o t e n c i a l d e f a l l a .

A n t i g u a F a l l o

T o m e l l í n .

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Fig. 19.- Reconstrucción cinemática a través de la Falla Huitzo. a.- Situación anterior al movimiento de la falla, b.- Situación posterior al movimiento de la falla.

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T X O L A P A

Fig. 20.- Reconstrucción cinemática de las estructuras mesozoicas de la Cuenca de Guerrero-Morelos. Ver texto para su explicación.

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En la figura 20a se han marcado las principales fa­llas y plegamientos de esta provincia con una orien­tación que corresponde a la que teóricamente debie­ron haber tenido en una etapa temprana de deforma­ción, en la que o¡ tenía una orientación 60°. En la figura 20b se observa que a medida que el acortamien­to del área seguía avanzando, el problema de reduc­ción de espacio fue resuelto geométricamente al ro­tar las fallas, a, b y c en sentido de las manecillas del reloj. En este caso, por razones de ilustración, hemos asumido una rotación aproximada de 15°. Como con­secuencia de esta rotación, los ejes de los anticlinales que se encontraban en contacto con esas fallas gira­ban en el mismo sentido, adquiriendo una orienta­ción cada vez más hacia el norte. En una etapa avan­zada de deformación (Fig. 20c), las fallas con direc­tion NW continuaron su rotación en sentido de las manecillas del reloj, hasta que los anticlinales limita­dos por éstas alcanzaron una orientación casi norte. Al mismo tiempo empezaron a rotar hacia el sur las fallas 1, 2 y 3, provocando el movimiento paulatino hacia el NW-W de los anticlinales limitados por esas fallas (bloques E, F y G). En esta rotación continua de bloques, el bloque A se mantuvo esencialmente en su lugar, razón por la que sus anticlinales experimen­taran la mayor compresión.

La interpretación estructural de la Cuenca de Guerrero-Morelos a partir de fallas de transcurren-cia ha sido propuesta previamente por Vélez (1990). Tanto en la Provincia de Tlaxiaco como en la de Guerrero-Morelos, la presencia de una gruesa sección de evaporitas en el Cretácico Medio pudo haber ocasionado que algunos de los anticlinales y fallas inversas tengan como plano de despegue a esas eva­poritas.

RECONOCIMIENTOS

Agradecemos al Ing. Raúl González García, Sub­director de Exploración de PEP, su autorización pa­ra publicar este artículo. Asimismo, queremos darlas gracias a los ingenieros Juan Manuel Quezada Mu-ñetón, Salomón Rangel Rincón y Dionisio Rodríguez Figueroa por sus comentarios y sugerencias. Al Ing. Rafael Sánchez Montes de Oca agradecemos su in­terés en que se publicaran estas notas. Los errores u omisiones de este artículo son responsabilidad exclu­siva de los autores.

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