catedra bolivariana

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República Bolivariana de Venezuela. Ministerio del Poder Popular para la Defensa. Universidad Nacional Experimental Politécnica de las Fuerzas Armadas. Núcleo Delta Amacuro. Facilitador: Bachilleres: Prof. Emir Narváez. Guzmán, Patricia. Rojas, Glaibiris. IV- Semestre.Adm. De Desastre. Rojas, Marisela. Morillo, Joanna. 1

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República Bolivariana de Venezuela.

Ministerio del Poder Popular para la Defensa.

Universidad Nacional Experimental Politécnica de las Fuerzas Armadas.

Núcleo Delta Amacuro.

Facilitador: Bachilleres:

Prof. Emir Narváez. Guzmán, Patricia.

Rojas, Glaibiris.

IV- Semestre.Adm. De Desastre. Rojas, Marisela.

Morillo, Joanna.

Montilla, Jorge Luís.

Noviembre, 2010.

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Índice.

Pág.

Introducción………………………………………………………………………….

Contenido…………………………………………………………………………….

Conclusión………………………………………………………………………………

Bibliografía………………………………………………………………………………

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Introducción.

La cotización de una moneda en términos de otra moneda es el tipo de cambio, el cual

expresa el número de unidades de una moneda que hay que dar para obtener una unidad de otra

moneda.

La oferta de divisas se origina en las transacciones activas o créditos de la balanza de

pagos, tales como: exportación de bienes y servicios, ingresos sobre inversiones del país en el

extranjero, donaciones y remesas recibidas por residentes o importación de capital no monetario.

El componente más estable de la oferta es el que se origina en la exportación de bienes y

servicios.

El estado adquiere bienes por cualquiera de estas dos vías, según actúe como particular o

haga de su carácter de ente soberano. Usualmente será por medio de la expropiación, decomiso y

la requisición la manera en que el poder público obtenga bienes; podríamos agregar la obra

pública como otro modo, dentro del derecho público, en que el estado obtiene pleno dominio.

Es el acto unilateral de la administración pública para adquirir bienes de los particulares,

por causa de utilidad pública y mediante indemnización. Por lo tanto no se requiere el

consentimiento del particular afectado; si bien no es cierto que en ocasiones la administración

pública procura obtener los bienes requeridos por otro medio, por ejemplo compraventa o

permuta; ello se debe mas a razones de economía en los procedimientos administrativos que a un

requisito teórico o legal, de intentar con antelación a la expropiación, otros medios de adquirir

bienes.

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Contenido.

1. Control de la entrada económica.

La cotización de una moneda en términos de otra moneda es el tipo de cambio, el cual

expresa el número de unidades de una moneda que hay que dar para obtener una unidad de otra

moneda.

Factores que intervienen en la oferta y la demanda.

La cotización o tipo de cambio se determina por la relación entre la oferta y la demanda

de divisas; alternativamente, puede decirse que el tipo de cambio se determina por la relación

entre oferta y demanda de moneda nacional para transacciones internacionales del país:

efectivamente, la oferta de divisas tiene como contrapartida la demanda de moneda nacional y la

demanda de divisas tiene como contrapartida la oferta de moneda nacional.

Origen de la oferta de divisas.

La oferta de divisas se origina en las transacciones activas o créditos de la balanza de

pagos, tales como: exportación de bienes y servicios, ingresos sobre inversiones del país en el

extranjero, donaciones y remesas recibidas por residentes o importación de capital no monetario.

El componente más estable de la oferta es el que se origina en la exportación de bienes y

servicios.

Origen de la demanda de divisas.

La demanda de divisas se origina en las transacciones pasivas o débitos de la balanza:

importación de bienes y servicios, pagos por rendimientos de la inversión extranjera en el país,

donaciones y remesas enviadas por residentes y exportación de capital no monetario; el

componente más estable de la demanda es el referido a la importación de bienes y servicios. Los

movimientos de capital son los componentes menos estables, más dinámicos, del mercado de

divisas.

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El mercado cambiario.

El mercado cambiario está constituido, desde el punto de vista institucional moderno, por

el Banco Central o agencia oficial que haga sus veces como comprador y vendedor de divisas al

por mayor cuando la oferta está total o parcialmente centralizada, la banca comercial como

vendedora de divisas al detal y compradora de divisas cuando la oferta es libre o no está

enteramente centralizada, las casas de cambio y las bolsas de comercio.

Tipos de Cambios.

a) Cambio rígido y flexible.

Cambio Rígido: Es aquel cuyas fluctuaciones están contenidas dentro de un margen

determinado. Este es el caso de patrón oro, en que los tipos de cambio pueden oscilar

entre los llamados puntos o límites de exportación e importación de oro, por arriba o por

debajo de la paridad.

Cambio Flexible: Es aquel cuyas fluctuaciones no tienen límites precisamente

determinados, lo que no significa que tales fluctuaciones sean ilimitadas o infinitas. Este

es el caso del patrón de cambio puro y del papel moneda inconvertible.

b) Cambio fijo y variable.

Cambio fijo: Es aquel determinado administrativamente por la autoridad monetaria como

el Banco Central o el Ministerio de Hacienda y puede combinarse tanto con demanda

libre y oferta parcialmente libre, como con restricciones cambiarias y control de cambios.

Cambio Variable: Son las variables que se introducen en el sistema de control. La

velocidad de reacción es la variable dependiente y todo lo que puede cambiar la velocidad

de reacción debe ser controlada mantiene constante, para que sólo miden los efectos de la

concentración. 

c) Cambio único y múltiple.

Cambio Único: Es aquel que rige para todas las operaciones cambiarias, cualquiera que

sea su naturaleza o magnitud. Se tolera cierta diferencia entre los tipos de compra y de

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venta de la divisa como margen operativo para los cambistas en cuanto a sus gastos de

administración y operación y beneficio normal.

Alcance de los Sistemas de Control de Cambio.

Los límites cuantitativos, generalmente se fijan en base a la naturaleza de la actividad, ya

sea esta importación, remesa de capital, etc.

Sujeto del Sistema: Los sistemas cambiarios están dirigidos fundamentalmente a los

nacionales y residentes de un país determinado.

Objeto del Sistema: Los sistemas de control de cambio van dirigidos generalmente a las

operaciones a la vista de su moneda y una moneda extranjera, por lo cual no impedirán que

los sujetos del sistema participen en los mercados futuros de su propia moneda, o de una

moneda extranjera.

Actividades Sujetas al Control: Los sistemas de control de cambio abarcan todas las

transacciones donde los nacionales adquieren divisas extranjeras. Dentro de estas

encontramos cuatro categorías:

a. Las Importaciones: En primer lugar la importación requiere del cumplimiento de algún tipo

de formalidad o permiso de importación, además deberá obtener licencia para la compra de

divisas suficientes para el pago de la importación. Bajo los regímenes de importación sujetos

a licencia, los volúmenes de inventarios importados tienden a ser más altos que cuando la

importación es libre. Esto se debe a que la tramitación de los permisos agrega un factor de

tiempo a los pedidos lo cual los obliga a realizar con mayor anticipación.

b. Las Exportaciones: Los sistemas de control de cambio obligan a los exportadores a vender

las divisas provenientes de sus operaciones directamente a las autoridades cambiarias.

c. Divisas de Servicio: Éstas abarcan los ingresos y egresos en moneda extranjera por concepto

de servicios, tales como transportes, seguros, actividades bancarias, etc. También se ha

incluido el pago o cobro de patentes y marcas de fábrica, pero estos últimos en su aspecto

pasivo aparecen en reglamentos más completos sobre inversiones extranjeras.

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d. Movimientos de Capital: Éstos abarcan operaciones de endeudamiento externo y

operaciones de inversión en valores denominados en la moneda local sujeta a control de

cambio.

2. Confiscación de Bienes.

El estado adquiere bienes por cualquiera de estas dos vías, según actúe como particular o

haga de su carácter de ente soberano. Usualmente será por medio de la expropiación, decomiso y

la requisición la manera en que el poder público obtenga bienes; podríamos agregar la obra

pública como otro modo, dentro del derecho público, en que el estado obtiene pleno dominio.

Concepto de Expropiación.

Es el acto unilateral de la administración pública para adquirir bienes de los particulares,

por causa de utilidad pública y mediante indemnización. Por lo tanto no se requiere el

consentimiento del particular afectado; si bien no es cierto que en ocasiones la administración

pública procura obtener los bienes requeridos por otro medio, por ejemplo compraventa o

permuta; ello se debe mas a razones de economía en los procedimientos administrativos que a un

requisito teórico o legal, de intentar con antelación a la expropiación, otros medios de adquirir

bienes.

Elementos de la Expropiación.

La autoridad expropiante.

El particular afectado.

El bien expropiado.

La causa de utilidad pública que motiva el acto y la indemnización.

Bienes que pueden ser expropiados.

Cualquier bien puede ser explotado sea este mueble o inmueble siempre y cuando este

pertenezca a un particular, ya que el estado no puede auto expropiarse bienes. Para que un bien

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sea susceptible de expropiación se requiere que sea precisamente el adecuado para satisfacer la

causa de utilidad pública que pretende ser atendida con él. Resulta difícil la expropiación de

dinero, pues es con dinero como se cubre la indemnización.

Procedimiento para decretar la expropiación.

La expropiación se efectúa a través de un decreto presidencial, a publicarse en el diario oficial

de la federación y con el refrendo de los secretarios de desarrollo urbano y ecología, de

programación y presupuesto y de la dependencia directamente involucrada en el acto. También

deberá existir un decreto presidencial con los mismos requisitos antes mencionados para declarar

de utilidad pública. Esta declaratoria de utilidad pública suele incluirse en el mismo decreto de

expropiación, de tal manera que el decreto presidencial se refiere a tres cosas: la declaratoria de

utilidad pública, la expropiación y la incorporación del bien al dominio público.

Con motivo de la aplicación de la ley de expropiación, el particular puede interponer el

recurso de revocación. Recurso que deberá interponerse ante la secretaría expropiadora en un

término de 15 días.

Concepto de indemnización o justo precio.

Indemnización: Es la compensación que el estado hace al particular por la merma

efectuada a su patrimonio.

Junto con la utilidad pública: Es el eje de la expropiación; ya hemos hecho algunas

consideraciones acerca de esta cuestión que resulta de gran importancia para el particular

que ha visto mermado su patrimonio en virtud del acto de expropiación.

El decomiso .

Por medio es éste pasan a propiedad del estado los objetos, los instrumentos y el producto

involucrados en la comisión de algún ilícito. Su delito es intencional se decomisarán

instrumentos, objetos y productos lícitos e ilícitos; se el delito es no intencional solamente los

ilícitos pasaran al estado. El particular pierde bienes a favor del estado, como una sanción por su

conducta ilícita penal o administrativa.

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Los Esquilmos.

Son frutos y provechos que se sacan de las haciendas y ganados. Se refiere en derecho

administrativo a un modo de adquisición de bienes por parte del estado.

La Requisición.

Surge en el derecho militar, dándose ante una situación de guerra con el exterior o conflicto

interior. Por medio de esta figura el estado va adquirir bienes de manera temporal. La idea del

constituyente de regular la requisición sintetiza la finalidad que las normas jurídicas en este punto

han tenido desde hace siglos para limitar la acción de los ejércitos a efecto de preservar a la

población civil de posibles saqueos, de los cuales muchas fueron víctimas en el pasado.

Las características de Requisa:

Ha de ser decretada por una autoridad militar.

Obedecerá a una situación excepcional.

Debe ser mediante indemnización y no implica perder la propiedad.

La indemnización será proporcional a la temporal merma patrimonial que sufra el

gobernado por la desposesión.

Requisa de servicios personales. Adquirir derechos a favor del estado.

La confiscación.

Es utilizado como sinónimo de cualquier medida arbitraria, es decir, no jurídica, que lleguen a

tomar el juzgador o los órganos administrativos en detrimento del patrimonio del gobernado, es

en realidad, una medida de carácter político.

La confiscación ha existido como una sanción a los enemigos del poder público, por medio de

la cual se les priva de sus bienes y que éstos pasen a favor del estado.

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3. Correcta administración de bienes.

Evolución histórica de los bienes del poder público.

El poder público siempre ha tenido bienes que le han permitido llevar a cabo sus

funciones, para lo cual tenían un régimen jurídico separado. Así, en la antigua Roma,  se hacía

mención a las cosas públicas. Con la implantación del Estado Constitucional y el Estado Liberal,

la situación respecto a estos bienes experimentará un gran cambio. Según las teorías liberales, el

Estado será quien preste una serie de servicios mínimos que lógicamente no supongan ningún

tipo de rentabilidad, constituyendo el llamado principio de mínima intervención del Estado.

Además, al surgir el Estado Liberal, la Iglesia, los municipios, las compañías religiosas, etc. eran

propietarios de grandes cantidades de terrenos y de otros tipos de bienes que no se podían tocar,

las llamadas posesiones en manos muertas. Por lo tanto, existirá un gran conflicto entre las ideas

y principios liberales y el estatus de estos grupos sociales y sus bienes. Por ello, y con el fin de

solucionarlo, se postularía la necesidad de desamortizar esos bienes, dándose las llamadas leyes

desamortizadoras, las cuales consiguieron que determinados bienes que estaban en situación

estática pudieran entrar en el comercio, y así pudieran ser enajenados.

Dentro de esta corriente desamortizadora, deberemos distinguir diferentes etapas:

Primera Etapa : A finales del siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos IV y la dirección de

Godoy (1798-1809). En esta etapa se dictan las Reales Órdenes del 25 de septiembre de

1798, que propiciaron la desamortización de determinados bienes que pertenecían a la

Compañía de Jesús y Colegios Mayores. La razón que llevaría a emprender estas acciones

fue la precaria situación de la Hacienda Pública.

Segunda Etapa : Fue dirigida por Mendizábal e incluye las leyes desamortizadoras

dictadas entre 1836 y 1841. Durante estos años, un conjunto de bienes que estaban en

manos muertas pasará a los particulares a través de una enajenación al mejor postor.

Principalmente se llevaron a cabo para intentar subsanar los gastos originados por las

Leyes Carlistas del siglo XIX Español.

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Tercera Etapa : Dirigida por Pascual Madoz a través de la Ley de 1 de mayo de 1855. Es

una desamortización que consiguió que una gran cantidad de bienes fuera a manos

privadas, siendo los beneficiarios burgueses, abogados, médicos, etc.

El proceso desamortizador produjo una reducción importante de los bienes que eran posesión

del Estado. Pero, lógicamente, el Estado se quedó con otros tantos, que se deducen de la

existencia de una organización administrativa destinada a la gestión de bienes. Dentro de esta

organización se encuentra la Dirección General de Rentas, que pasará a ser la Dirección General

de Propiedades y Rentas del Estado. La propia Ley Madoz relacionó algunos bienes que se le

confieren al Estado, así como leyes específicas como la de Montes Públicos, de 1863 o incluso la

Ley de 12 de mayo de 1865, que regula el patrimonio de la Corona. De esta forma, y a pesar de la

importancia de las operaciones desamortizadoras, el Estado siguió conservando bienes públicos.

Pero con el paso del tiempo, se llegará a la instauración del Estado Social y, con él, el poder

público asumirá nuevas responsabilidades para satisfacer nuevas necesidades colectivas, siendo

necesarios más bienes y más dinero. De esta forma, el Estado se hará cada vez con más

adquisiciones, generalmente en la forma de empresas públicas. Sin embargo, todo ello quedará

atrás con el devenir de los años y en la actualidad nos encontramos con una postura contraria, con

una tendencia a la privatización, hasta el punto de que algunos sectores de la sociedad hablan de

las nuevas amortizaciones.

Régimen jurídico.

Adquisición de bienes por la Administración: Las normas sobre la adquisición,

gravamen y disposición de los bienes de la Administración se encuentran, principalmente,

en la Ley del Patrimonio del Estado y en el Reglamento de Bienes de las Corporaciones

Locales. Así, el artículo 19 de la Ley del Patrimonio señala que el Estado podrá adquirir

bienes y derechos por:

Atribución por ley.

A título oneroso, con ejercicio o no de la facultad de expropiación.

Por herencia, legado o donación.

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Por prescripción.

Por ocupación.

Formas de adquirir bienes por parte de la Administración.

Adquisición por atribución de la Ley : Las diferentes leyes pueden atribuir bienes y

derechos de contenido patrimonial a la Administración, presumiéndose por el artículo 20

de la Ley del Patrimonio el carácter de patrimoniales de los mismos. Por tanto, se

establece que no serán bienes de dominio público salvo que se destinen a un uso o

servicio público. Asimismo, deben ser mencionados los bienes mostrencos, bienes

vacantes y sin dueño conocido, y por ello la Ley de Mostrencos. De este modo, la Ley de

Mostrencos no imposibilita a los particulares para que tomen posesión con efectos

adquisitivos de las fincas abandonadas, sino que otorga al Estado una facultad de

apropiación protegida por una acción reivindicatoria y con la carga de la prueba de que el

poseedor o detentador no es el dueño de la finca. Ejemplos de este tipo de adquisiciones

por parte del Estado son las cesiones urbanísticas, ya que su legislación impone

determinadas zonas para espacios públicos; la Ley 10/1983 relativa al asunto Rumasa y la

Ley de Aguas de 1985, donde se califican las aguas subterráneas como aguas públicas.

Adquisición a título oneroso : La adquisición a título oneroso se recoge en el artículo 19

de la Ley del Patrimonio del Estado, autorizando a la Administración a adquirir bienes a

través de la expropiación forzosa. Sin embargo, también podrá llevarse a cabo de igual

forma que entre particulares, a través de ciertos contratos civiles o administrativos, y por

tanto, mediante la traditio, en cualquiera de las formas del artículo 609 del Código Civil.

Asimismo, la Ley del Patrimonio establece que los bienes inmuebles deben ser

adjudicados por concurso público, si bien hay una serie de excepciones en las que éste se

puede obviar y puede realizarse por contratación directa:

a. Cuando lo autorice el Consejo de Ministros para la adquisición de terrenos no

destinados a la construcción de edificios.

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b. Cuando el Ministerio de Hacienda pretenda bienes necesarios para satisfacer

necesidades urgentes que no puedan demorarse.

Adquisición por herencia, legado o donación : En cuanto a la herencia, debemos señalar

que su aceptación deberá producirse a beneficio de inventario. Por lo que se refiere al

legado o a la donación, su adquisición estará condicionada a la instrucción de un

expediente administrativo, en el que deberá constar que las deudas de esos bienes que se

donan no superan los beneficios que reportarán al Estado, evitando así que un particular

pretenda desprenderse de bienes gravados con hipotecas.

Protección de los bienes de la Administración.

Los bienes públicos se defenderán, con carácter general, con todos aquellos instrumentos

con los que cuenta cualquier particular, pero a parte de éstos de carácter civil, la legislación

administrativa establece algunas especialidades. Así, la protección de esta clase de bienes se

llevará a cabo mediante los siguientes mecanismos:

Inventarios y catálogos.

Inscripciones en el Registro de la Propiedad.

Potestad de deslinde.

Reintegro posesorio.

Acción de investigación.

Desahucio administrativo.

Evolución histórica del Dominio Público.

La distinción entre bienes de dominio público y bienes patrimoniales tiene su origen en el

Derecho francés. Sin embargo, esta diferenciación es desconocida en el Antiguo Régimen en el

que todos los bienes eran de dominio de la Corona y tenían el carácter de imprescriptibles e

inalienables. Con la Revolución Francesa los bienes de la Corona pasan a ser titularidad de la

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Nación, y se le priva de este régimen jurídico de protección, desapareciendo cualquier categoría

de bienes del Estado. Este concepto se fue extendiendo también a los bienes de uso general, como

edificios destinados a servicios públicos, y se señaló la conveniencia de fijar un régimen de

protección diferente, más o menos intenso, según el tipo de bien de dominio público de que se

trate y su afectación al dominio público, que es la denominada escala de demanialidad de Duguit.

En España, antes de la publicación del Código Civil, el concepto del dominio público se

limitaba a los bienes del Estado destinados al uso de todos, siendo los demás de dominio privado,

aunque estuvieran destinados a un servicio público; ejemplo de ello es la Ley de Aguas de 1866

que citaba de dominio público las playas, ríos, caminos, muelles y puertos públicos; y de dominio

particular, aunque se satisfagan intereses colectivos, los montes, minas, arsenales, fortalezas y

edificios militares. Así, la distinción aparece en nuestro Derecho con la aprobación del Código

Civil, incorporando el sistema francés y siendo el criterio de la afectación al uso o servicio

público el elemento definidor de estos bienes de dominio público.

El Dominio Público .

Es el conjunto de bienes y derechos, cualquiera que sea su naturaleza, cuya propiedad

corresponde a la Administración pública aunque quizás ente público sería más conveniente y que

están afectados directamente a una utilidad pública, como consecuencia de lo cual se encuentran

sometidos a un régimen jurídico especial, distinto al establecido en el Código Civil para la

propiedad privada. Por lo tanto, para poder calificar un bien de demanial, aparte de la titularidad

de un Ente público, el bien debe estar afectado a una utilidad pública y sometido a un régimen

más exorbitante que el aplicado a los bienes patrimoniales.

Elementos que conforman el Dominio Público son:

Titularidad pública de los bienes.

Afectación de los bienes objeto de dominio público a una finalidad de utilidad pública

prevista por la ley.

Aplicación de un régimen especial administrativo de protección y uso de los bienes.

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Régimen de utilización del dominio público:

Uso común general: Es el uso común propiamente dicho y se suele definir por la

doctrina como el que puede ser realizado por cualquier ciudadano como tal sin que

requiera una cualificación especial y sin más título que su pertenencia a la comunidad, e

incluso a veces sin este requisito, pues no es necesario ni ser nacional.

Uso común especial: Es el uso de los bienes demaniales que corresponde a todos, pero al

concurrir en el mismo circunstancias especiales de peligrosidad, intensidad o cualquier

otra semejante, se hace depender de un título especial de autorización o licencia.

4. Medidas adversas para corruptos.

La corrupción, obviamente, tiene que ver y así fue desde siempre, con el orden social

imperante, especialmente con aquel tipo de sistema en que priva el lucro personal como horizonte

de determinado status dentro de la comunidad, para el ascenso a posiciones políticas y

lógicamente, para el logro de una vida rodeada de riqueza material, de necesidades satisfechas y

de comodidad. En América, concretamente en los territorios bajo el dominio colonial español,

dos cuestiones pesaron de manera particular en relación con la corrupción.

En primer lugar, las concepciones mercantilistas imperantes, que privilegiaban la

acumulación de oro, plata, metales y piedras preciosas, elementos que, a diferencia de las tesis

fisiocráticas, son considerados los factores principales de riqueza de cualquier Estado, por encima

de la tierra y de la producción agropecuaria.

En segundo lugar, influyó el hecho de que los dominios coloniales españoles fueron

objeto de una actividad conquistadora y colonizadora en que tuvo participación preponderante un

sector de nobles venidos a menos, hijosdalgos e incluso hombres de baja condición, no pocas

veces delincuentes, criminales o expresidiarios, que viajaban a América enfebrecidos por el ansia

de riqueza que les permitiría el inicio de una vida mejor.

La España que vino a América, fue la España que con tanta fidelidad quedó retratada en la

novela picaresca de la época de Carlos V en el siglo XVI. Un ejemplo lo encontramos en la obra

Lazarillo de Tormes, de autor anónimo, donde se reflejan con suprema claridad los extremos a

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que había llegado esa España de pícaros. El proceso de conquista y colonización, al revertir con

su caudal de riquezas sobre España, sobre su economía, su sociedad, su política, su cultura, dio

más impulso aún al fenómeno de hacerse la vida no tanto con el esfuerzo, la disciplina y el

trabajo, como por la audacia, la viveza y la maña para abrirse camino.

Es decir, que en nuestra historia, desde épocas muy remotas, enriquecerse fue visto como

un ejercicio no del trabajo sino de la habilidad. Pero, además, debemos resaltar otro elemento.

En nuestra cultura siempre se consideró un delito cualquier conducta que actuara contra el

patrimonio privado. No así con respecto del patrimonio público. En este caso, parecía perdonable,

lógico y hasta lícito que los funcionarios públicos intentaran desde sus cargos hacerse de un

patrimonio propio, apelando a los más diversos mecanismos de corrupción.

Para el Libertador, como hombre de Estado, siempre fue la corrupción una preocupación

principal. Su visión del fenómeno tuvo varios aspectos: el problema de la burocracia que

complica la administración, que resulta tan costosa y que presenta bajos rendimientos; la cuestión

del contrabando que producía estragos a la Hacienda Pública; el flagelo del peculado, consistente

en la apropiación de dineros públicos por parte de funcionarios, que en el presente es denominada

corrupción administrativa, y la venalidad de los jueces en la aplicación de justicia. Es por esto

que, buscando cambiar el antiguo orden, el Libertador emite entre 1813 y 1823 decretos sobre

materias económicas, sociales y administrativas entre las cuales destacan las últimas, referidas a

la probidad en la administración del Estado.

En enero de 1825, decreta en Lima, la constitución de una Junta de Calificación que

dictaminaría, en relación con la probidad, aptitudes y servicios de los que aspiren a hacerse

empleados públicos. La Junta Calificadora recibirá los documentos, los evaluará y decidirá.

Siempre se tomará en cuenta en último lugar a quien, más allá de la documentación requerida,

haga alguna gestión particular, es decir, los que apelen a alguna forma de tráfico de influencia. La

Junta remitirá mensualmente al Gobierno la lista de las personas calificadas exponiendo de

manera sencilla el mérito de cada una para el cargo de que se trate, y esta lista será publicada en

la gaceta y servirá de norma para la adjudicación correspondiente.

Para la designación de prefectos, establece que cuarenta vecinos, cabezas de familia de la

ciudad, de integridad, consejo y decidido amor al país, propongan una terna para designar al

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prefecto, el cual debe ser de probidad incorruptible, aptitud conocida y servicios positivos. Por

otra parte, en relación con los funcionarios de Hacienda, ordena que sean removidos de sus

cargos siempre que existan datos fundados de mala conducta en el servicio, que sean ineptos, que

sin impedimento legal falten a sus labores en las horas señaladas por la ley o que, a pesar de su

asistencia no se dediquen al trabajo con la laboriosidad y esmero que corresponde.

No son pocas las oportunidades en que se establece en alguna ciudad una contaduría

mayor, con el objeto de que todos los administradores de Hacienda y sus respectivas

dependencias rindan cuentas sobre toda clase de contribuciones a la mencionada contaduría.

En otras ocasiones, su gobierno llama a todos los ciudadanos para que denuncien las

malversaciones que conozcan por parte de comisionados y otros agentes que colectan los dineros

del Estado, así como granos y caballos, a fin de castigar ejemplarmente a cualquiera que en

medio de las angustias de la Patria se atreva o haya atrevido a robarla.

Son famosas las expresiones del Libertador vertidas en carta dirigidas a un diputado en

1821: A propósito o sin propósito, se me olvidaba decir a usted, que he sabido de algunas quejas

contra algunos funcionarios públicos. Para el gobierno nada será más útil y más satisfactorio que

corregir los abusos de la administración, porque nada desea tanto el gobierno como el verse

apoyado por los legisladores para rectificar la mancha de los negocios. Que se acusen a cuantos

comentan faltas y todos se corregirán: yo el primero.

En materia de Hacienda, frecuentemente el Libertador impartía instrucciones a

intendentes y gobernadores, a los contadores, a los tesoreros, a los administradores y demás

recaudadores de rentas, exhortándolos a l responsabilidad, a la puntualidad, a la honradez, a la

vigilancia y al celo patriótico en el cobro de los impuestos.

En materia de contrabando, endémico mal desde los años coloniales, también dictó

disposiciones el Libertador. El régimen comercial monopólico establecido en América por la

metrópoli española, así como la política asfixiante en materia de Impuestos, tempranamente al

comercio ilegal. En la historia de Venezuela, el siglo XVII fue “el siglo del contrabando”,

actividad que tomó impulso desde que en 1634 los holandeses ocuparon Curazao.

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Durante muchas décadas, fue el comercio ilegal el nutriente principal de la actividad

económica en estos territorios. El tabaco, afectado por una medida de estanco, y el cacao,

producto puntero durante el siglo XVIII, estuvieron en el centro del comercio ilegal durante la

colonia. Años antes, en 1819, desde Pamplona (Colombia), había tomado medidas para evitar

malversaciones, fraudes y extorsiones al cobrar un donativo.

En esta oportunidad establece que todo comisionado que reciba un donativo llevará un

cuaderno en el cual asentará la cantidad recibida, el nombre del donante, el pueblo de su vecindad

y la fecha. La constancia será firmada por el donante y el comisionado y este discursos, prólogos,

último dará a aquél un recibo.

En materia de probidad administrativa, fue el Libertador sumamente vigilante. En su

opinión, después de una investigación muy seria y rigurosa debía procederse a castigar a los

malversadores haciendo conocer el delito que habían cometido, sometiéndolos al escarnio de la

población y despedazándolos en los papeles públicos.

En enero de 1824, puso en vigencia en Lima (Perú), su decreto más severo contra la

corrupción administrativa. El texto del decreto, es el siguiente:

Art.1º. Todo funcionario, a quien se le convenciere en juicio sumario de haber malversado o

tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos arriba, queda sujeto a la pena capital.

Art.2°. Los jueces a quienes según la Ley compete este juicio, que en su caso no procedieran

conforme a este decreto, serán condenados con la misma pena.

Art.3°. Todo individuo puede acusar a los funcionarios públicos del delito que indica el artículo

10.

Art. 4º. Se fijará este decreto en todas las oficinas de la República, y se tomará razón de él en

todos los despachos que se libraren a los funcionarios que de cualquier modo intervengan en el

manejo de los fondos públicos.

Entre 1823 y 1827, los años más luminosos de su carrera política y militar, vivió dentro de

la mayor austeridad. El 29 de mayo de 1823, en carta a su sobrino Anacleto Clemente dice: "No

quiero lujo en nada; pero tampoco indecencia." A Santander, el 27 de noviembre de 1823, señala

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que los congresantes del Perú "me han señalado cincuenta mil pesos de sueldo pero yo he

contestado que no los admito, porque no es justo ni noble que yo me ponga a sueldo del Perú". Al

presidente del Congreso de Colombia, el 9 de enero de 1824, dice renuncio desde luego a la

pensión de treinta mil pesos anuales que la munificencia del Congreso ha tenido la bondad de

señalarme; yo no la necesito para vivir en tanto que el tesoro público esté exhausto.

Así mismo, a los legisladores de Lima que, el 12 de febrero de 1825, acordaron asignarle

un millón de pesos por sus servicios, respondió: "Sería una inconsecuencia monstruosa que ahora

yo recibiese de manos del Perú, lo mismo que había rehusado a mi Patria." Y como los

representantes insistieran agregó: "sea cual sea la tenacidad del Congreso Constituyente, no habrá

poder humano que me obligue a aceptar un don que mi conciencia repugna". No obstante, en

junio de 1825, desde el Cuzco (Perú), le confiaba a Pedro Briceño Méndez: "tendré que pasar por

el dolor de girar contra el tesoro público, porque actualmente no tengo un peso de que disponer".

5. Medidas de Emergencia.

En Bogotá el l9 de mayo de 1830, el Congreso acordó un decreto a favor del Libertador.

Bolívar necesitaba este auxilio porque estaba reducido a la mayor pobreza aquel hombre que

dominara desde el Orinoco hasta el Potosí, y que por tantos años, casi con un poder ilimitado,

manejó las pingues rentas del Perú y de Colombia, no tenía casi con qué costear su viaje fuera del

país. El Libertador tuvo una visión muy amplia en materia de este fenómeno, multifacético de por

sí, presentó manifestaciones diversas desde el período colonial. En general, se le considera

asociado al Estado, a los funcionarios y más precisamente a aquellos que desde alguna posición

pública realizan manejos irregulares en relación con sus funciones.

El Estado moderno va a desarrollar un conjunto de instituciones que incidirán

directamente sobre la sociedad. Eso produjo el fenómeno conocido con el nombre de burocracia,

el segmento de funcionarios que se especializan en las funciones de la administración pública. En

nuestros países, desde los primeros tiempos de la creación de las nuevas repúblicas, la burocracia

tendió a crecer cada vez más, hasta llegar a ser inmensa, y frecuentemente innecesaria, una de sus

distorsiones más agudas.

El otro impacto negativo remite a la pesadez que proyecta sobre el aparato del Estado una

cantidad excesiva de funcionarios, al perderse los trámites públicos en medio de un mar de

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empleados, de requisitos y papeles que sólo producen lentitud en todas las actividades. En el

curso de la Guerra de Independencia y después, en el establecimiento de la República,

menudearon las quejas de Bolívar sobre esta problemática. La disipación de las rentas

particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces magistrados,

legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la república porque la obligó a

recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda sin otra garantía que la fuerza y las

rentas imaginarias de la Confederación. Años después, al referirse al mismo problema, en los

marcos de la Gran Colombia, precisa que la Hacienda sufre muchas dificultades porque en lugar

de aumentarle sus entradas se aumentan sus salidas con la innumerabilidad de empleados que se

mantiene en ella. En numerosas ocasiones volvió sobre la cuestión, hasta censurar el surgimiento

de situaciones similares en el propio ejército. En este último sentido, instruyó sobre la

eliminación de cargos innecesarios, así como de la necesidad de controlar celosamente los gastos

militares.

El Libertador considera necesario, no sólo suspender el nombramiento de nuevos

empleados, sino que aconseja el despido de aquellos que no están a la altura de sus funciones y

responsabilidades. Y esta posición es sostenida por él de la manera más radical: Es su clásica

fórmula de la virtud oculta buscar los individuos de mérito sin esperar que vengan en solicitud de

los cargos. Especialmente para los funcionarios judiciales se empeña en descubrir y premiar al

mérito oculto, es decir, al positivo valor moral e intelectual. La receta definitiva contra tan

polifacética dolencia en la justicia es emplear hombres honrados aunque sean enemigos.

En septiembre de 1813, el brigadier Simón Bolívar, desde el cuartel general de Puerto

Cabello, lanzó un decreto contra los defraudadores de la renta del tabaco. Este decreto

encomendaba al Director General de Rentas Nacionales que ordenara a los jueces abreviar los

trámites judiciales, precisaba que, igualmente, sufrirían penas los jueces o personas que no

aplicaran cabalmente la ley y señalaba categóricamente:

Todo aquel que fuere convencido de haber defraudado los caudales de la renta nacional de

tabaco, o vendiéndolo clandestinamente fuera del estanco, o dilapidándolo con robos y manejos

ilícitos, será pasado por las armas y embargados sus bienes para deducir los gastos y perjuicios

que origina. Y, en 1824, adopta medidas igualmente drásticas desde Trujillo en el Perú. En esta

oportunidad precisa que, todo empleado de Aduana, Resguardo o Capitanía de Puertos o

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cualesquiera otro destino de Hacienda Pública, que tomara parte en los fraudes que cometan

contra ella, bien sea interviniendo como principal, bien sea sabiendo el fraude y no delatándolo,

queda sujeto a la pena capital que se le aplicará irreversiblemente.

Como se comprenderá, en los años de la república independiente debe haberse convertido

en una empresa muy difícil la vigilancia de las costas, única forma de frenar el comercio ilegal.

Las extensas costas de Venezuela, ubicadas frente al Caribe y a centros de contrabando como el

mencionado Curazao, Aruba y Bonaire, Jamaica y Trinidad, hacían mucho más difícil la defensa

de la Hacienda Nacional.

Esto es bastante más significativo si tomamos en cuenta que, por esta época, las

recaudaciones de Aduanas tanto en materia de importación como de exportación constituían la

forma casi exclusiva de captar ingresos, tan indispensables para el sostén de todo el aparato

administrativo. La dureza misma de los decretos de Bolívar sobre esta materia, confirma cuán

perjudiciales eran estas actividades para recaudación hacendística.

Cristóbal Mendoza, al referirse a las gestiones de Bolívar con respecto a la política

administrativa, nos señala: no fue, desde luego, un perito en asuntos de finanzas, ni estructuró

sabios sistemas para la solución de los graves problemas que fueron el signo invariable en el

proceso emancipador sin embargo, debido a la convulsión revolucionaria que se dejó sentir en

todos los órdenes de la vida y que tuvo resonancia particular en el aspecto de la riqueza pública y

privada, arruinadas por la contienda, y en los métodos tributarios, desorganizados y

desmoralizados hasta los mayores extremos, al paso que los compromisos del Estado crecían en

exorbitantes proporciones y ante el apremio de la guerra y la administración, fue dictado a lo

largo de su vertiginosa carrera una serie de eficaces medidas de índole fiscal y hacendística.

En 1825 dirigiéndose desde Lampa, Perú, al mariscal Antonio José de Sucre le expresa su

rechazo al uso de los fondos públicos para festejar recibimientos. En esta oportunidad el

Libertador manifestó al mariscal de Ayacucho su desacuerdo con que el general Guillermo Miller

hubiera dispuesto de seis mil pesos de los fondos del Departamento de Puno, Perú, para su

recibimiento, dándole instrucciones en el sentido de que la suma fuera reintegrada de inmediato.

Y en su mensaje al Congreso del Perú este mismo año explicó en forma clara la situación

existente: Las rentas nacionales están en un desorden lastimoso. Se han aumentado y corregido

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algunos de sus abusos, se han puesto penas terribles contra los agentes del tesoro que contribuyan

a defraudar las rentas públicas. Yo sé que las penas capitales participan de la crueldad; pero la

existencia del Estado es preferente a todo. Así, no he vacilado en mostrarme severo contra los

delincuentes que se alimentan de la sangre de sus conciudadanos.

El Congreso sabe que la inmoralidad es trascendental a la existencia misma de la sociedad

por tanto, he juzgado de una necesidad vital la aplicación de leyes severas.

Por otra parte, se hace necesario subrayar la atención que brindó el Libertador a los

jueces, a las cualidades que debían exhibir y al procedimiento que debía seguirse para su

designación. En mayo de 1824, puso en vigencia un decreto muy amplio en materia de

administración de justicia y sobre la responsabilidad de los jueces.

En este decreto asienta enfáticamente que son prevaricadores los jueces que, a sabiendas,

juzgan contra derecho, por afecto o desafecto a alguno de los litigantes u otras personas. Que

cualquier magistrado que incurra en este delito será privado de su empleo e inhabilitado para

algún otro y deberá pagar al perjudicado las costas y perjuicios, y cuando se tratare de causa

criminal pagará además la misma pena que impuso injustamente al indiciado.

Este decreto es muy revelador en relación con los vicios judiciales existentes en esa

época. Por una parte, contempla la sanción de los jueces que transgredan el derecho porque a él o

a su familia se le haya dado o prometido dinero, otros efectos o esperanza de mejor fortuna; así

mismo para los magistrados que, de por si o por su familia, reciban, convengan en recibir dádivas

de los litigantes, o en nombre o en consideración de éstos, aunque no lleguen por ello a juzgar

contra derecho.

Igualmente será objeto de sanción el magistrado o juez que seduzca a mujer que litiga,

que es acusada, citada como testigo o que se halle presa. En este mismo orden de ideas se

aplicarán medidas contra los jueces de comprobada embriaguez repetida, inmoralidad

escandalosa o de conocida ineptitud o desidia habitual.

La conducta ejemplar del Libertador, en el sentido de la pulcritud administrativa,

constituye un paradigma invaluable para todos los pueblos americanos, especialmente para

aquellos pueblos que libertó. En este sentido, Luis Beltrán Prieto afirma: En Colombia donde la

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corrupción había llegado a límites inconcebibles pues muchos generales victoriosos que querían

cobrar fuera de las estipulaciones de la Ley, las ejecutorias de sus sables y de sus lanzas, Bolívar

mostraba las manos limpias, para que desde lejos mirasen como señal de aviso, como bandera

agitada sobre una cumbre solitaria, a fin de que el pueblo tuviere en su conducta, guía segura de

moralidad y de fe.

Para finalizar esta parte, es conveniente dejar dicho que el Libertador tuvo sentido de formar el

personal de la administración pública. Siempre creyó que los funcionarios debían ser educados en

la mística, en el respeto a la ley, y en la capacitación referida a sus funciones en el trasfondo de

las cuales debía estar como factor fundamental la honestidad. No pocas veces se refirió a la

importancia de la educación aplicada a este aspecto de la problemática existente en las repúblicas

nacientes.

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Conclusión.

En materia de probidad administrativa, fue el Libertador sumamente vigilante. En su

opinión, después de una investigación muy seria y rigurosa debía procederse a castigar a los

malversadores haciendo conocer el delito que habían cometido, sometiéndolos al escarnio de la

población y despedazándolos en los papeles públicos.

En enero de 1824, puso en vigencia en Lima (Perú), su decreto más severo contra la

corrupción administrativa. El texto del decreto, es el siguiente:

Art.1º. Todo funcionario, a quien se le convenciere en juicio sumario de haber malversado o

tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos arriba, queda sujeto a la pena capital.

Art.2°. Los jueces a quienes según la Ley compete este juicio, que en su caso no procedieran

conforme a este decreto, serán condenados con la misma pena.

Art.3°. Todo individuo puede acusar a los funcionarios públicos del delito que indica el artículo

10.

Art. 4º. Se fijará este decreto en todas las oficinas de la República, y se tomará razón de él en

todos los despachos que se libraren a los funcionarios que de cualquier modo intervengan en el

manejo de los fondos públicos.

Entre 1823 y 1827, los años más luminosos de su carrera política y militar, vivió dentro de

la mayor austeridad. El 29 de mayo de 1823, en carta a su sobrino Anacleto Clemente dice: "No

quiero lujo en nada; pero tampoco indecencia." A Santander, el 27 de noviembre de 1823, señala

que los congresantes del Perú "me han señalado cincuenta mil pesos de sueldo pero yo he

contestado que no los admito, porque no es justo ni noble que yo me ponga a sueldo del Perú". Al

presidente del Congreso de Colombia, el 9 de enero de 1824, dice renuncio desde luego a la

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pensión de treinta mil pesos anuales que la munificencia del Congreso ha tenido la bondad de

señalarme; yo no la necesito para vivir en tanto que el tesoro público esté exhausto.

Bibliografía.

WWW. Wikipedia.com.

WWW.monografias.com.

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