Dáz-Castoriadis, Imaginarios e Instituciones. Una Reflexión
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
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Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
En este artículo se recuperan algunas de las
aportaciones de la reflexión de Castoriadis1 con
relación al individuo y la sociedad, básicas para la
comprensión de su teoría institucional. Asimismo se
propone una interpretación de las posibilidades del
1 Cornelius Castoriadis (1922-1977) un pensador “proteiforme que fue con igual pasión militante político, economista, psicoanalista y filósofo” (Escobar, Godicas y Vernay, 2006; Castoriadis, 2006c). Estudió Derecho y Economía en Atenas, aunque su lugar de nacimiento fue en Estambul. Realizó importantes contribuciones a la filosofía, ciencia política, integra el psicoanálisis a la dimensión social que conforma la teoría de los imaginarios sociales.
Yamil Omar Díaz Bustos cambio institucional con base en el andamiaje
teórico de Castoriadis, especialmente con los
procesos adaptación-confrontación psíquica del
individuo en el entorno institucional.
Comprender los textos de Cornelius Castoriadis no
es una tarea fácil, en tanto que plantea enfoques para
la comprensión de lo social e institucional, desde
una perspectiva radicalmente distinta a los textos
involucrados en la explicación y descubrimiento de
las instituciones.
[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
Desentraña la unidad de clausura entre psique y el
ámbito social e institucional, hace difícil la
apropiación del centro mismo de la identidad
individual y coligarlo con una identidad
institucionalizada.
Del escrito quedan más preguntas que respuestas, lo
cual considero como justo, porque Castoriadis ha
marcado diferencia en su enfoque. Cada concepto
marca diferencia: mónada psíquica, significación
imaginaria, sociedades heterónomas y autónomas,
instituciones imaginarias, proyecto de autonomía,
etc. Estos conceptos han venido a enriquecer y
apreciar de forma diferente el discurso institucional.
Sobre todo porque en la interpretación de las
dimensiones institucionales y organizacionales,
frecuentemente se privilegian los enfoques
orientados hacia la racionalidad instrumental, que se
asocia principalmente con la mejor selección de
medios para la satisfacción o la obtención adecuada
de los fines y propósitos, es, asimismo, una
racionalidad subjetiva que determina fuertemente
las tareas y acciones inherentes a los procesos
involucrados.
Sus expresiones generalmente se encuentran en las
dimensiones prolépticas2 institucionales, tales como
399
2 Prolepsis es una anacronía que se asocia con eventos futuros. El posible conocimiento anticipado de una parte
los planes y programas, mediante los cuales es
posible realizar la acción instrumental con
orientación a determinados objetivos, propósitos o
fines.
La adaptación de medios afines es comprendida por
Habermas (1989: 25) como una relación de eficacia:
“La eficacia de la acción guarda una relación interna
con la verdad de los pronósticos condicionados
subyacentes al plan de acción o a la regla de la
acción”. Esta relación entre medios y fines, en
Castoriadis (2006d) se asocia en su teoría
institucional (y con la teoría de los imaginarios
sociales) que es comprendida en un espectro más
amplio que él denomina como dimensión conjuntista
identitaria.
En esta dimensión predomina la lógica, la
racionalidad, el conteo, etc. Para algunos se presenta
como una jaula de hierro, este poderoso entorno,
especialmente el racional económico, al cual se
asocia, como señala Berman (2004), una visión de
orden legal y burocrática.
“Para decirlo brevemente -señala Castoriadis (2006)
-asistimos a la dominación íntegra del imaginario
capitalista: centralidad de la economía, expansión
del futuro recibe esta denominación. Los planes y programas tienen estas intenciones anticipatorias, y por lo mismo, son prolépticos.
[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
indefinida y supuestamente racional de la
producción, del consumo, y del ‘tiempo libre’ más o
menos planificados y manipulados”.
Sin embargo, para Castoriadis lo problemático no es
estar inserto en un mecanismo burocrático, ni
siquiera en un ámbito de racionalidades
instrumentales o teleológicas, lo problemático sería,
entonces que estos ámbitos no son necesariamente
autónomos. Por este motivo, como se verá más
adelante, Castoriadis incluye la dimensión
propiamente imaginaria.
La racionalidad instrumental del sistema se presenta
como primordial para el logro de los objetivos. No
obstante, habría que preguntarse si son coincidentes
con los deseos de los hombres que en el sistema
actúan. Si sus propios deseos y perspectivas son
ajenos a la racionalidad instrumental, entonces se
entrará en procesos de reificación y de
extrañamiento con relación al orden establecido. De
esta manera el individuo perdería autonomía.
Quedaría replegado a la esfera privada,
entendiéndose como tal, la esfera aislada de la
participación social, contentándose la población,
como sugiere Castoriadis (2006) “… con tiempo
libre y artefactos, con algunas reacciones puntuales y
corporativistas que no tienen consecuencias. No
alimenta ningún deseo colectivo, ningún proyecto
aparte de la salvaguarda del status quo”.
Como se verá un poco más adelante, el proyecto de
autonomía de Castoriadis, es una lucha constante
contra este proceso de reificación y extrañamiento
del individuo ante el entorno social.
De la racionalidad instrumental al proyecto de autonomía
Para autores como Smith (2009), la visión sobre
modernidad de Castoriadis se centra en la tensión
entre dos puntos de vista polarizados: por una parte
del dominio de la racionalidad –instrumental-,
mientras que por la otra, se encuentra el proyecto de
autonomía.
Sin embargo, en el entorno de las significaciones
imaginarias (sociales) preponderantes, está la
realidad económica cuyo fundamento principal es el
de la racionalidad instrumental. Habermas hace
referencia a las acciones-racional teleológicas, las
cuales examina “…desde dos aspectos diversos: el
de la virtualidad empírica de los medios técnicos y el
de la consistencia de la elección entre medios
adecuados” (Habermas 1981: 32).
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
En la racionalidad instrumental, si bien es cierto que
se orienta a determinados fines, lo que importa es la
selección adecuada de los medios. En este ámbito, lo
destacable es el desarrollo de determinadas
capacidades intelectuales tales como las de
“clasificación, conclusión, deducción”, que no es
otra cosa que la razón subjetiva a la cual hace
alusión Horkheimer (1973: 15).
Es la adecuación correcta, apropiada (en cierto
sentido optimiza) de los medios a los fines. En este
tipo de racionalidad lo que se privilegia es la
selección del medio con respecto al fin, pero no se
racionaliza sobre el fin mismo. Por eso es que
Horkheimer señala que la racionalidad (subjetiva) se
formaliza y, al realizar este acto, la razón ya no da
sentido (ético, moral, etc.) sobre el fin mismo, la
razón se niega a sí misma y se vuelve un medio, por
eso es que Horkheimer la denomina como razón
instrumental.
Se establece entonces, que en términos generales, el
recurso, el medio o el instrumento forman parte
importante del proceso decisorio optimizador
orientado hacia el logro de determinados fines o
propósitos. Condiciona, además el actuar de los
hombres que, incluso hipotéticamente, pueden ser
vistos como agentes racionales. Este agente tiene a
su disposición un conjunto de alternativas técnicas,
de las cuales, bajo ciertas restricciones, puede
seleccionar racionalmente de acuerdo a los
propósitos establecidos.
La técnica, es decir, el instrumento que se
transforma en racionalidad, llega, de acuerdo con
Habermas (1992) a una conducción más refinada de
la acción: los propósitos se orientan hacia fines
pragmáticos definidos por los patrones de
interacción es determinado por el modelo
instrumentado. Pero el modelo, el sistema
capitalista depende de la racionalización. Como
señala Habermas (1992: 54): “la ‘racionalización’ de
la sociedad, depende de la institucionalización del
progreso científico y técnico, en la medida en que la
ciencia y la técnica penetran en los ámbitos
institucionales de la sociedad, transformando de este
modo a las instituciones mismas, empiezan a
desmoronarse las viejas instituciones”.
En este mismo sentido es que Castoriadis señala que
“el capitalismo es el primer régimen social que
produce una ideología según la cual sería racional”,
en tanto que todos los demás regímenes serían
“míticos, religiosos o tradicionales” (Castoriadis,
2006: 66).
La racionalidad se presenta como algo indiscutible y
por ende instituida, con lo cual se quiere decir que
forma parte de la razón de ser del sistema. En
términos generales, una empresa o negocio, si bien
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
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es un ente social, -sus bienes o servicios sirven para
la satisfacción de necesidades sociales- no por ello
dejará de tratar de asegurar beneficios, forman parte
de su razón de ser.
Por esto es que el empresario como agente racional,
decide asumir el riesgo de hacer una inversión,
calcula si es razonable realizarla bajo diferentes
metodologías o estudios de mercado. Cuando
resuelve ampliar su negocio o su producción,
sucede algo similar. Incluso, para su permanencia en
el mercado siempre estará tomando decisiones
consideradas como racionales. Bajo estas
circunstancias es que se dice que la racionalidad
queda instituida, forma parte de la esencia del
sistema.
Para Castoriadis, señala Ojeili (2008), el dominio de
lo racionalidad capitalista no sólo abarca a la
racionalidad instrumental –la conformidad de la
operación a su meta-, sino que va más allá: el fraude,
violencia, extorsión, coaliciones, manipulación del
consumidor, destrucción del ambiente, etc., en este
orden de ideas estas significaciones sociales son
pseudo racionales, pseudo dominantes. En este
sentido es que este tipo de significaciones van en
contra del proyecto de autonomía de Castoriadis.
El imaginario en el pensamiento de Castoriadis
Una respuesta alternativa a la racionalidad
instrumental imperante, a la simple visión
utilitarista, conlleva la reconsideración del elemento
imaginario. De acuerdo con Franco (2003), el
elemento imaginario se relaciona con dos
dimensiones, una psíquica y otra social. La primera,
se asocia con la facultad de crear representaciones
desde el ámbito del imaginario radical; en tanto que
la social, con el imaginario social instituyente.
Por otro lado, es conveniente resaltar el aspecto
crítico del imaginario que resalta Juárez (2005),
pues de acuerdo con él, las generaciones de
pensadores surgidas después de la segunda guerra
mundial (por ejemplo Foucault, Bourdieu o Derridá
entre otros) se encaminaron a cuestionar las
“necesidades de control y dominación del poder
estatal” (Juárez, 2005: 17), es decir, se plantea la
utopía, un mundo más imaginario que real.
De acuerdo con Kenwey y Fahey (2009: 110) para
Castoriadis son poco satisfactorias las concepciones
comunes sobre la imaginación como lo son aquéllas
que la asocian con “la conexión con imágenes” o
con “la invención o creación”. La imaginación es un
proceso de ruptura contra lo dado, una rebelión
contra la determinación.
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
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La imaginación no es fantasía y no es susceptible de
“una completa validación empírica” (Patalano, 2007:
230). Sino más bien, forma parte de la capacidad
intelectual humana de pensar innovadoramente, más
allá de lo dado, de lo instituido, de lo real. El que
imagina puede visualizar todo aquello que los demás
no pueden ver, en muchos sentidos forma parte de
las revoluciones del intelecto, como lo son los
cambios de institucionales o cambios en los
paradigmas sociales.
Castoriadis parte de la filosofía de la imaginación,
que de acuerdo con Kenway y Fahey (2009) puede
ser pensada desde dos perspectivas: una dominante y
otra subordinada. La noción aristotélica de
imaginación, es aquella que se sitúa en el plano entre
la sensación y el intelecto, es decir es la que se
conoce como imaginación segunda (cfr. Kenway y
Fahey, 2009). Esta visión es criticada por
Castoriadis en la medida en que circunscribe a la
imaginación al realismo psicológico. En otras
palabras no implica creación, innovación, sino que la
imaginación segunda se basa en lo ya existente, en
combinaciones de lo que se conoce y es de alguna
manera, imitativa.
La imaginación segunda es, por tanto, imitativa,
reproductiva o ser el resultado de combinaciones ya
establecidas, en este sentido no es fundamental. Por
otro lado, Castoriadis toma en cuenta otra alternativa
aristotélica con respecto a la imaginación: la
imaginación primera, aquella que no es pensada –
racionalizada-, “que se orienta a una fantasía
totalmente diferente, sin la cual no puede haber
pensamiento y que, posiblemente precede a
cualquier pensamiento” (citado por Kenway y
Fahey, 2009: 112).
A Castoriadis (2006), no le interesa, o más bien,
privilegia, lo no causal del ámbito psíquico, en éste
se encuentra la imaginación creativa, innovadora,
inventora, lo cual es mucho más elemental en la
medida que surge de lo espontáneo del radical
imaginario. Por lo tanto, la imaginación en este
sentido implica un acto constructivo, no
necesariamente desde las visiones tradicionales de
causa-efecto, o de los primeros principios, o de la
lógica.
Pero ¿qué es este imaginario del cual habla
Castoriadis? Para él, el imaginario se vincula con la
imaginación, con las representaciones que se tienen
de las cosas, cierto tipo de imaginación para llegar al
conocimiento de ellas. No es un tipo de racionalidad
a la cual estamos acostumbrados, por ejemplo a la
racionalidad de la elección de los medios orientados
hacia ciertos fines, o de la racionalidad vinculada a
la causa-efecto. Para él las significaciones son
imaginarias “porque no son ni racionales (no
podemos “construirlas lógicamente”) ni reales (no
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
podemos derivarlas de las cosas); no corresponden
a” ideas racionales”, y tampoco a objetos naturales”
(Castoriadis, 2006: 79).
Para comprender esto hay que remitirse a Freud
porque para él, el inconsciente “no tiene tiempo e
ignora la contradicción”. Pero es una imaginación
que corresponde a lo social, es decir son
compartidas, participadas “por ese colectivo
anónimo, impersonal” (Laborde y Radosh, 2005:
90).
Así, a partir de la imaginación primera, Castoriadis
desarrolla el concepto de imaginación radical, la
cual es anterior a la distinción entre real y ficticio.
Lo que existe para la imaginación radical es el
significado o un “magma constitutivo de
significado” (Kenway y Fahey, 2009: 112).
Castoriadis, entonces, no pierde de vista la parte
individual del imaginario, al cual lo asocia con lo
que él llama un “nuevo radical” es decir, un poder de
creación dimanado de los hombres mismos y no de
factores deterministas, teológicos, racionalistas o de
principios primeros. Este nuevo radical se liga con la
posibilidad de la constitución de un nuevo sujeto,
que vincula la psique individual con el colectivo
social. Es un imaginario que no es el reflejo o
imagen de algo, sino más bien, se trata de un proceso
de creación, de representación y de innovación
incesante del ser humano, este ser considerado tanto
desde el punto de vista social-histórico, como desde
su individualidad, que abarca a lo psíquico.
La imaginación la relaciona con el imaginario
radical es decir con el “flujo de representaciones,
afectos y deseos” (Ojeili, 2008: 112), que es el
ámbito de la psique en el cual no existe un
pensamiento lógico, más bien creativo: deambulan
los deseos, las imágenes, los recuerdos, sin una
funcionalidad o lógica que los pueda explicar.
Castoriadis al vincular la parte individual del
imaginario con el concepto de nuevo radical o
radical profundo, en realidad está haciendo énfasis
en el poder de creación de los propios sujetos y no
de factores deterministas, teológicos, de principios
primeros o factores racionalistas, Antes bien, el
nuevo radical lleva a un proceso poiético del
individuo, que vincula la psique individual con lo
social. Es un imaginario que no es el reflejo o
imagen de algo, sino más bien, se trata de un proceso
de creación, de representación y de innovación
incesante del ser humano. Esta red de significados la
denomina Castoriadis como un magma, el magma de
las significaciones imaginarias sociales.
Al ser poiético, el sujeto es capaz de innovación, de
generar su propia realidad, de construirla. Por eso
cuando Castoriadis hace referencia a la realidad, se
trata precisamente de la construcción, creación e
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
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innovación que dan como resultado un conjunto de
representaciones sociales que se interiorizan en los
individuos, que forman parte de sus pensamientos y,
de ahí, de sus acciones.
A las significaciones que son compartidas, que le
dan sentido a la unidad social, Castoriadis las
denomina como significaciones imaginarias
sociales (Castoriadis, 2006). Este imaginario no es
otra cosa que el imaginario o la imaginación
segunda, lo cual ya está instituido y por lo tanto, se
manifiestan en instituciones sociales específicas. Por
lo tanto, se puede decir que las significaciones
segundas, son las significaciones primeras que están
ya instituidas, que forman parte de lo existente, de
las normas, los valores, las creencias, de la
educación, democracia, política, etc. Otra forma que
tiene Castoriadis de apreciar a las significaciones
sociales es negar su contingencia, es decir,
considerarlas como metacontingentes.
De cualquier modo, el sentido es lo que importa,
esto es, que sin las significaciones sociales “no hay
vida humana, ni individual ni social”, para él, las
significaciones no provienen de ningún absoluto,
“su fuente es nuestra propia actividad creadora de
sentido” (Castoriadis, 2006).
Imaginarios e instituciones
Desde el punto de vista de los imaginarios sociales,
la institución es un acto humano, no necesariamente
deliberado. “Es una creación original de lo histórico-
social –colectivo anónimo que sobrepasa toda
producción posible de los individuos o de la
subjetividad” (Cabrera, 2006: 68). Es de suma
importancia resaltar el elemento imaginario para la
interpretación institucionalista, Castoriadis define a
la institución de la siguiente manera:
Regreso ahora a mi primera pregunta. Lo que mantiene unida a una sociedad es desde luego su institución, la suma total de sus instituciones particulares, a las cuales, yo llamo "la institución de la sociedad como todo". La palabra institución está tomada aquí en su sentidor más amplio y radical: normas, valores, lenguaje, instrumentos, procedimientos y métodos para tratar con las cosas y hacer cosas, y, desde luego, también como el yo individual, en el tipo y la forma tanto particular como general (por ejemplo, las distinciones: hombre/mujer) que se le da en cada sociedad. (Castoriadis s/f).
Para Castoriadis (2006) el concepto de institución,
como se ve, es bastante amplio, incluso lo que él
denomina como instituciones particulares, el sentido
es el mismo. Cuando digo institución, tomo la
palabra en su sentido más profundo y más vasto, es
decir, el conjunto de las herramientas, del lenguaje,
de las maneras de hacer, de las normas y de los
valores, etcétera.
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
No obstante, lo social y lo individual se asocian a
través del elemento institucional, va desde las
normas y valores culturales o sociales, hasta los
aspectos del yo individual.
Así, en lo institucional coexisten componentes
funcionales, derivados muchos de ellos de la
racionalidad instrumental y componentes
imaginarios. Castoriadis las referencia como las
dimensiones conjuntistas identitarias y la dimensión
propiamente imaginaria (cfr. Castoriadis, 2006). De
otra manera no podría entenderse la posibilidad del
cambio institucional.
Relacionado con la visión precedente se encuentran
las categorías de imaginario social instituyente e
imaginario social instituido. El primero se presenta
como una potencia, una posibilidad real, como lo es
la posibilidad de aprender un lenguaje para un recién
nacido, o la posibilidad de actuar de manera social
por medio de las religiones, o las creencias
democráticas, etc., es decir son poderes
esencialmente sociales que se manifiestan en la
socialización. Son imaginarios que contemplan toda
una red de significados, son apropiados,
interiorizados por los individuos, por medio de los
cuales incluso los individuos son capaces de
representar su mundo. El imaginario social
instituyente se relaciona con el poder humano de
creación, mas no necesariamente con la creación
misma. Es a la vez un imaginario colectivo y un
imaginario radical, dependiente en este último caso
de la psique individual.
Para Castoriadis, la creación es una creación ex
nihilo (de la nada) en cierto sentido espontáneo, sin
una lógica o racionalidad más que la de la
imaginación humana. La creación imaginaria, no es
determinista ni racionalista, como tampoco
metafísica en el sentido de la creación teológica.
El segundo, el imaginario social instituido, se puede
apreciar como un conjunto de reglas, normas
procedentes de las instituciones. Este imaginario es
cercano a la dimensión conjuntista identitaria. Es el
imaginario colectivo que ha sido instituido, que ha
sido apropiado por los individuos y que ha sido
institucionalizado socialmente.
Las instituciones son el canal y la expresión de lo
instituido: la educación, la política, la guerra, el
estado, la religión, la familia, etc., conforman las
instituciones, y como se expresó, de lo instituido.
Estructuran nuestras ideas, creencias, valores y
formas de actuar. Hay que recalcar que para
Castoriadis (2006), lo que importa de las
instituciones es que son portadoras de significado,
no asociadas a la lógica ni a la realidad, por lo que se
entiende que son significaciones imaginarias
sociales.
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
Con el tiempo, las instituciones y las significaciones
imaginarias sociales, tienden a consolidarse, a
solidificarse; cuando esto sucede, se tiene entonces
la categoría imaginario social instituido el cual
“asegura la continuidad de la sociedad, la
reproducción y la repetición y de las mismas formas,
que de ahora en más regulan la vida de los hombre y
permanecen ahí hasta que un cambio histórico lento
o una nueva creación masiva venga a modificarlas o
remplazarlas radicalmente por otras formas”
(Castoriadis, 1998).
De acuerdo con Ojeili (2008), el imaginario social
tiene para Castoriadis tres funciones: estructura las
representaciones del mundo, designa fines para la
acción y establece los tipos de afectos que
caracterizan a la sociedad. Así, no puede concebirse
otra forma de actuar del imaginario social más que
por medio de las instituciones.
Patalano (2007: 230) señala que “la imaginación
radical no se encuentra aislada de las estructuras
sociales, en las cuales se desarrollan los individuos,
pero ante todo, se socializa, puesto que es un
elemento esencial que vincula a los individuos con el
medio ambiente externo”. En este proceso de
socialización los individuos internalizan importantes
aspectos de la vida social que incluye tanto los
componentes reales como los imaginarios del ámbito
institucional.
En el pensamiento de Castoriadis, el imaginario,
como se expresó, no es exclusivamente social, la
información para los individuos existe sólo cuando
es percibida y representada, formando parte de “su
repertorio representacional subjetivo” (Patalano,
2007: 229). Así, en la psique individual reside la
imaginación radical “en el sentido de que es ola o
flujo de representaciones, de deseos y de afectos.
Esta ola es emergencia ininterrumpida” (Castoriadis,
2006: 98). Es la capacidad de los seres humanos de
“representar/imaginar más allá de lo que realmente
existe” (Patalano, 2007: 230). Aunque, hay que
subrayar, esta imaginación radical se asocia con el
ámbito de la psique en la cual no hay un
pensamiento lógico, donde deambulan los deseos,
imágenes, recuerdos, anhelos, no hay una
funcionalidad en la imaginación. “Esta autonomía
de la imaginación de la realidad externa es la base de
la creatividad humana porque permite una expansión
de la imaginación más allá de los datos reales”
(Patalano, 2007: 230). Por ejemplo, Castoriadis
indica que los humanos son capaces de dejarse matar
por la gloria, sin embargo, se pregunta en qué
consiste la funcionalidad de obtener la gloria. No
hay respuesta racional, más bien es lo simbólico, el
significado, lo que importa.
El pensamiento de Castoriadis conduce a pensar a la
creación de las sociedades desde el punto de vista al
de un magma, de una red de significados sociales,
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
compartidos, que no preceden de una lógica, sino
más bien son espontáneos, lo lleva a la construcción
teórica de las institución imaginaria de la sociedad.
Sociedades heterónomas y autónomas
El imaginario social puede conducir a una sociedad
heterónoma, un concepto que utiliza para hacer
referencia a aquel conjunto de normas, incluyendo a
las creencias que no provienen del propio individuo.
Más bien, su fuente, es el propio imaginario social
instituido: la familia, el Estado, la religión, “-los
espíritus, los antecesores, los dioses, o lo que sea- no
son… de su propia creación” (Ojeili, 2008: 112).
Entonces, estar en una sociedad heterónoma, implica
estar gobernado por el/los otros, lo cual restringe la
autonomía –regirse por ley propia de los individuos-
la cual es producida por ellos mismos.
Desde una perspectiva individual, existirá la
autonomía cuando la realidad y los deseos
individuales no se contrapongan, en otras palabras
que existan una correspondencia adecuada entre las
pulsiones derivadas del ello; que la racionalización
del yo con el entorno que no se contraponga con los
ideales del superyo. El yo y el superyo mantienen
una fuerte vinculación con el entorno (el yo de
manera directa y el superyo de forma indirecta), de
esta manera constituye su autonomía a través de las
relaciones (sociales) con los otros; por ende, en sus
decisiones toma en cuenta el sentir de los otros. Es
decir no se trata de individuos aislados o que tomen
decisiones sin tomar en cuenta que se está están en
un ámbito social.
En contraparte, la sociedad heterónoma reconoce
cierto determinismo social, lo cual viene dado por el
imaginario social que ha sido instituido. Esto último
permite, por medio de las instituciones, la
socialización –que no necesariamente conduce a la
autonomía- entre los individuos, la absorción de la
institución de la sociedad, de sus significaciones, y
por supuesto de su interiorización individual:
“cuando esta socialización opera, la imaginación
radical, hasta cierto punto, se encuentra ahogada en
sus manifestaciones más importantes y su expresión
adquiere un carácter de conformidad y de repetición.
En estas condiciones la sociedad en su conjunto es
heterónoma” (Castoriadis, 2006: 97). Los individuos
también lo son, porque establecen juicios
individuales, pero que, bajo la perspectiva de
Castoriaids en realidad mantienen un criterio social.
El riesgo de una sociedad heterónoma es que puede
conducir a la generación de individuos privatizados,
es decir, al que no le interesa ni su propia autonomía
ni el de la sociedad. Es “la retirada de la población
de la esfera de la política; la `población se ocupa de
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
sus asuntos, mientras que los asuntos de la sociedad
parecen escapara de su acción´” (Escobar, Gondicas
y Vernay, 2006: 11), porque es un individuo que se
ha retrotraído sobre sí mismo, con poco contacto con
el exterior y de ahí que su poder de decisión quede
menguado en tanto que declina o cede a otros el
poder de decisión. Es lo contrario al ser político, al
ser que le importa su entorno y que participa de
manare activa en él. El individuo privatizado
diferencia fuertemente el entorno propio y el social,
privilegia el primero y ve con indiferencia al
segundo. El ello se sobrepone a las demás instancias
de la psique.
Proyecto de autonomía
Uno de los primeros trabajos de Castoriadis (1976)
se relaciona con la crítica a las organizaciones
burocráticas y autoritarias, especialmente aquellas
derivadas de los países socialistas de la época
estalinista. Pero no es sólo la burocracia socialista la
que es puesta en el trasfondo de la crítica, sino
también las formas de burocratización capitalista.
Estas formas burocráticas, de acuerdo con sus tesis
políticas y sociales de 1945-1955, implicaban un alto
grado de fusión entre el capital y el estado, así como
un incremento en la organización de la producción,
la jerarquización de toda la sociedad y el desarrollo
de antiguas formas organizacionales de la clase
trabajadora, lo que en términos generales ponía en
marcha la “maquinaria de la explotación capitalista”
(Ojeili, 2001: 229).
Frente a estas jaulas de hierro institucionalizadas,
Castoriadis desarrolla su gran proyecto de autonomía
que es un concepto central, tanto desde la
perspectiva individual –o psíquica- como social. Un
proyecto de autonomía llevaría a los individuos a la
creación y conducción de sus propias instituciones.
En cierto sentido sería un proyecto espontáneo y no
exógenamente determinado por lo que los individuos
a través de actos imaginativos y siempre tomando en
cuenta al otro, conformarían sus propias
instituciones.
El proyecto de autonomía no sólo se circunscribe a
lo propiamente institucional, en la medida en que
abarcaría la generación, por los individuos, de sus
propias leyes. Lo normativo de las leyes tendría que
detentar una fuerte influencia con las normativas
institucionales, no habría separación.
Una sociedad extrañada de sí misma, determinada
por otros, se considera como heterónoma. Para
Castoriadis, la mayor parte de la historia humana ha
sido una historia de sociedades heterónomas.
Excepto para la sociedades griegas y las sociedades
modernas del renacimiento, no ha habido proyectos
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
de sociedades autónomas (cfr. Ojeili, 2001). Es
decir, sociedades que no están determinadas por
nadie, excepto por sus propios miembros, crean sus
propias leyes, sus instituciones, son autoreguladas.
Es en este sentido que las sociedades son autónomas.
Una sociedad que propendiera a su autonomía
tendría que ser crítica sobre sus instituciones, es
decir sobre el tipo de racionalidad instituida. Pero
Castoriadis va más allá y señala que la crítica abarca
a la especificidad y relatividad sociohistórica del
sistema capitalista, a la realidad efectiva de la
institución y la ideología teórica de este sistema (cfr.
Castoriadis, 2006: 68).
Por estos motivos es que la sociedad burocrática
conduce a una pérdida de sentido y además a la
pérdida de autonomía: lo que conduce a por otros,
sin canales de participación, es decir, constituirse en
sociedades heterónomas.
Para Castoriadis, como se ha mencionado, un sujeto
individualizado es un sujeto que pierde su
autonomía, deja todas las decisiones a los otros. En
la autonomía, el fin, el propósito del sujeto no es la
individualización, el aislamiento, la no participación
social. Por ello, Castoriadis hace al individuo
responsable de su propia sociedad, en otras palabras
el individuo autónomo no debería estar determinado,
no ser un ente pasivo, individual o aislado de la
sociedad, de ser así contribuiría a la heteronomía.
El proyecto de autonomía no es un proyecto
personal, es una creación histórico-social, depende
del imaginario. “la atomización de los individuos, no
es autonomía… cuando un individuo compra un
frigorífico o un coche está haciendo lo que otros 40
millones de individuos, no hay en ello ni
individualidad, ni autonomía, esta es precisamente
una mistificación de la publicidad actual”
(Castoriadis, 1998: 99).
En el sentido histórico, de acuerdo con Castoriadis,
la historia humana siempre ha sido creación “decir
que la historia es creación significa que no es posible
explicar ni deducir una determinada forma de
sociedad a partir de factores reales o consideraciones
lógicas” (Castoriadis, 1998: 100). De no ser así, se
derrumbaría la teoría de las significaciones
imaginarias sociales. De nada serviría el imaginario,
ni social ni radical. La sociedad es obra del
imaginario colectivo anónimo, lo que, de acuerdo
con Castoriadis, conduce a la institución imaginaria
de la sociedad.
El proyecto de autonomía no es para él una utopía,
porque la utopía es el no lugar, lo no accesible. Por
el contrario, el proyecto de autonomía es realizable,
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
es un proyecto individual, y al mismo tiempo social
y colectivo.
Habría que preguntarse en qué consiste
específicamente este proyecto que es a la vez social
e individual. Castoriadis (2006: 20) resalta el sentido
político de autonomía: “es el proyecto de una
sociedad en la cual todos los ciudadanos tienen igual
posibilidad efectiva de participar en la legislación,
en el gobierno, en la jurisdicción y en definitiva en
la institución de la sociedad”.
Observa que no se trata de una participación que
implique sólo el votar cada determinado tiempo por
personas ignotas para el ciudadano, como tampoco
se trata de votar por personas que neófitas o hasta
ignorantes de su realidad social. El sentido de la
autonomía reside en un autogobierno, para lo cual
son necesarios cambios sociales e individuales.
En el plano social, en el sistema actual, implicaría
una lucha contra “la dominación de una oligarquía y
pasividad y privatización del pueblo” (Castoriadis,
2006: 21).
Su propuesta de autonomía se fundamenta en una
sociedad democrática. En sociedades de este tipo
deberían confluir las esferas pública, privada, así
como una esfera abierta a todos, que denomina como
esfera público-privada. Castoriadis señala que bajo
el totalitarismo las tres esferas están totalmente
confundidas, en tanto que en la oligarquía liberal
“hay a la vez dominación más o menos clara de la
esfera pública por una parte de la esfera pública-
privada (el “mercado”, la economía) y supresión del
carácter efectivamente público de la esfera pública
(carácter privado y secreto del estado
contemporáneo)” (Castoriadis, 2006: 21).
Para él, la autonomía se vincula con el carácter
democrático de la sociedad, para ello es necesario
que estas tres esferas estén correctamente articuladas
y un autenticidad de lo que es la esfera pública. De
acuerdo con lo anterior es necesaria la participación
de todos en los asuntos públicos, comunes y exige, a
la vez, el surgimiento (o creación) de instituciones
que lo permitan. El prerrequisito es una “igualdad
política efectiva… en todo poder social instituido
que exista en la sociedad” (Castoriadis, 2006: 21).
Coexistencia de lo simbólico y lo racional
Los significados constituyen una parte importante de
las formas en que los individuos representan a las
sociedades, de acuerdo con Castoriadis (s/f), cada
sociedad desarrolla su propio mundo de
significaciones imaginarias, las cuales son
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
compartidas por sus miembros, por lo tanto forman
parte de sus valores y de su cultura.
Las sociedades no puede vivir sin instituciones. En
éstas cohabitan los ámbitos simbólico e
instrumental: el primero se relaciona con la poiesis,
lo imaginario, lo creativo, o como señala Patalano
(2007: 230) “en el nivel imaginario, los significados
se desarrollan y consolidan, esto es, induciendo la
construcción de imágenes, v.gr. visiones
compartidas de la realidad”, en tanto que en el
segundo ámbito, conviven lo racional y lo
funcional. Incluso, estos últimos atributos son vistos
como la parte real de las instituciones, las
instituciones representan, desde este punto de vista,
las formas externas de las significaciones
imaginarias sociales.
En el imaginario lo que se privilegia es el ello, el
aparato inconsciente; en la parte instrumental lo que
prepondera es la racionalidad del yo. En lo
heterónomo, lo instrumental domina a lo imaginario;
en tanto que en la autonomía lo imaginario sobre
determina a lo funcional.
412
De cualquier manera, las instituciones son
reguladoras, y a la vez conforman el ámbito de
socialización humana. Si los individuos son capaces
de creación de instituciones, entonces también son
capaces de autoregularse de crear su propia nomos -
sus leyes, normas reglas y regulaciones-, que en el
caso de las instituciones existe la tendencia a ser
transhistórica: el lenguaje, la familia, las
instituciones religiosas, etc. En este sentido las
instituciones sostienen las leyes, las regulaciones y
normas existentes en las diferentes sociedades.
Sin embargo, las instituciones heterónomas no son
autónomas en el sentido que no existe
correspondencia entre la autonomía individual y la
colectiva; aunque por otra parte, son formas en que
los hombres socializan, influyen en su conducta, en
su personalidad, transforma el sentido del individuo
original (especialmente aquella parte del sentido
originada por las pulsiones primarias) y le
proporciona a este individuo otro tipo de
significación: una significación colectiva a la que
Castoriadis denomina como significación imaginaria
social.
Por medio de las instituciones el hombre se
socializa. Pasa, el individuo, de la representación
solipsista a la social3: la institución “provee a la
psique de otra fuente de sentido: la significación
imaginaria social. Socializándose –convirtiéndose en
un individuo social- y aprende, que el verdadero
3 Implica pasar de la referencia exclusiva del yo a la referencia social. Por el proceso de socialización, el yo deja de ser la única realidad tangible.
[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
sentido de la vida se encuentra en otro lado”
(Castoriadis, 2006).
Este aparato institucional no sólo se aprecia,
entonces, desde la perspectiva de la razón
burocrática, es decir, de la racionalidad instrumental,
implica también una red simbólica que la da sentido
al quehacer de los individuos. Por lo tanto, en las
instituciones –no en todas, ni en todo tiempo y lugar-
, encontramos este componente tipo weberiano de
racionalidad orientada a fines, funcional, que
permite instrumentar la mejor alternativa entre
medios y fines, es decir una racionalidad objetiva.
Pero también se encuentra la red simbólica que se
asocia al componente imaginario. Esto último más
compatible con la visión de Castoriadis, porque
como se ha dicho, la red simbólica se asocia al
aparato inconsciente, en tanto que lo racional, al
consciente.
Instituciones primeras e instituciones segundas
Además, si el componente imaginario proporciona el
sentido a los individuos, el componente funcional le
otorga los recursos para “constituir ese sentido para
ellos mismos”. Pero el sentido está asociado con el
componente radical de los individuos, es decir, con
su psique con el inconsciente que se asocia con la
parte innovadora y creativa, con su imaginación que,
junto con el componente, funcional-racional de la
institución, permite la objetivación de su creación.
Sin embargo, aquellas instituciones que no han sido
de su propia creación, como por ejemplo, como el
mismo Castoriadis señala: son las sociedades
faraónica, la hebraica, la norteamericana o la
francesa, etc., las que generan sus instituciones
particulares y, en ese sentido, se constituyen como
instituciones primeras de la sociedad: “La
institución primera de la sociedades es el hecho de
que la sociedad se crea a sí misma como sociedad, y
se crea cada vez otorgándose instituciones animadas
por significaciones sociales específicas de la
sociedad considerada” (Castoriadis, 2006: 124).
Por otro lado, la institución primera social se articula
y se instrumenta con las instituciones segundas, a las
cuales se agrupan en dos categorías: las que son, de
alguna forma abstractas, transhistóricas, como lo es
el lenguaje, el individuo, la familia, etc., en tanto que
otras instituciones segundas son las instituciones
específicas, como lo puede ser el individuo en
nuestro actual sistema, o la empresa capitalista que
lo caracteriza. Estas instituciones, sustentan las
significaciones imaginarias sociales.
Por otro parte, es necesario recalcar que en las
instituciones también prepondera cierta orientación
racional: la racionalidad orientada a fines, que es
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
cercano a lo que denomina como la dimensión
conjuntista identitaria, que es un concepto más
amplio que el de la racionalidad instrumental,
porque de alguna manera abarca a los códigos del
lenguaje o las relaciones de conteo, de actuar y de
pensar de forma racional o de acuerdo a la teoría
lógico-matemática. Esta dimensión se distingue de la
dimensión propiamente imaginaria, que se asocia a
la significación, innovación, procesos creativos y al
deseo.
¿Pueden las instituciones cambiar?
Bajo la perspectiva de Castoriadis, las instituciones
tales como el lenguaje, la familia, el mercado, etc.,
han sido instituidas y por ende forman parte del
instituyente social. No obstante, Patalano (2007)
nos recuerda que las significaciones son creadas por
los individuos y ellos mismos Este autor reitera que
“para Castoriadis cada sociedad crea ‘su propio
mundo de significaciones imaginarias´, por medio de
las cuales modela la organización de las
interacciones” (Patalano, 2007: 233).
Un cambio en la estructura mental de los individuos
puede llegar a cambiar a las instituciones (que hasta
antes del cambio en la estructura mental se
consideraba como estable y con poca probabilidad
de cambiar). El cambio en la percepción, en las
imágenes, en la imaginación, debe ser un cambio
compartido por la mayor parte de los individuos, de
otra manera no se podría materializar en la plano
social. En otras palabras el cambio debe darse en el
magma o en la red de significaciones existentes, que
también cambia.
El magma o red de significaciones es poderoso
porque al cambiar el magma también lo hacen
muchos aspectos de la vida social, siendo las
instituciones el canal principal del cambio. El
cambio en las instituciones es de diferentes maneras,
pero el motor primario es la imaginación (lo
emotivo) y los valores que se manifiesta en el plano
de lo simbólico.
Esto es porque la imaginación se expresa por este
medio “que el imaginario social materializa en
formas posibles del orden social” (Patalano, 2007:
234), como lo pueden ser el lenguaje, la familia, etc.
que en un proceso de cambio pueden ser
reflexionados, reinterpretados o como la propia
Patalano observa, “intuitivamente evocados”, o
simplemente cambiados o transformados. Por otra
parte, este tipo de imaginación queda, a su vez,
sedimentada en la parte real, en lo social, en objetos
que tienen una función simbólica.
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
Por eso es que Patalamo (2007) expresa que las
instituciones pueden ser concebidas como sistemas
de relaciones simbólicas las cuales son socialmente
reconocidas y sancionadas.
De acuerdo con Patalano el pasar de lo simbólico a
lo institucional conlleva al parecer dos pasos, el
primero de ellos, es el compartir, en el plano social,
el conocimiento y los aspectos histórico culturales
que le dan significado a los símbolos. En tanto que
el segundo, “específicamente se refiere a las
instituciones formales y consiste en la sanción de los
símbolos por medio de normas, convenios
instituidos e instrumentos legales” (Patalano, 2007:
235).
Este proceso de socialización reviste, además, un
carácter psíquico, que de acuerdo con una de las
expresiones metafóricas de Castoriadis: “La
sociedad llora al simple ser humano desde el
universo cerrado de la mónada psíquica4,
obligándolo a permanecer en el penoso mundo de la
realidad, y a cambio de ello, le ofrece significado”
(citado por Ojeili, 2001: 237).
Este intercambio o compensación se puede apreciar
como un proceso de sublimación que hace al mundo
415
4 De acuerdo con la visión de Castoriadis, la mónada psíquica correspondería al núcleo (microcosmos) de la psique, es decir lo fundamental de las funciones sensitivas, afectivas y mentales de los individuos.
posible: “la sublimación5, no es otra cosa que los
aspectos psico o idiogenéticos de la socialización o
la socialización de la psique considerada como un
proceso psíquico” (Castoriadis, World in
Fragments… citado por Ojeili, 2001: 237).
En este proceso de socialización el sujeto se
desplaza desde el placer autista –entonces la
consideración del otro no es inevitable- “de la
mónada psíquica, al placer derivado de los objetos y
representaciones que son parte del imaginario
social” (Castoriadis en Gourgouris, citado por Ojeili,
2001: 237).
En el proceso de socialización el sujeto pierde parte
de su autonomía, es decir el sistema inconsciente no
es negado, abolido por la socialización. En realidad
se trata de un proceso dialéctico, imaginativo e
innovador, mediante el cual el sujeto entra en
relación con el otro, incluso ese otro puede ser la
institución. La relación puede ser cambiante porque
nos siempre el sujeto acepta la dominación o las
leyes y normas del otro.
El segundo paso, implica considerar a las
instituciones, es decir ya no sólo se trata de
compartir significados y valores, sino que en el
5 La sublimación conlleva cambio de un estado a otro: la socialización hace funcionar a la psique que actúa transformando a la mónada psíquica.
[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
plano de las instituciones, estas son capaces de
sancionar los símbolos con toda una serie de normas,
convenciones instituidas e instrumentos legales (cfr.
Patalano, 2007).
En la relación con la institución, el sujeto pierde,
como se dijo, autonomía, pero gana objetividad, en
el sentido que comúnmente se le da a las acciones
racionales y establece roles y funciones sociales. La
institución, por tanto, es fuente de sentido, es la
forma en que el hombre (se) socializa, introyecta lo
social y los cambios sociales, pierde un tanto de
autonomía para considerar a los otros e interactuar
con ellos socialmente, la institución es la fuente
inmediata de lo externo, por ejemplo, si la familia, la
religión, las normas sociales son consideradas como
instituciones, entonces, son el contacto inmediato de
la psique del individuo con su entorno.
Así, al cambiar la institución se socializa el cambio,
porque en ellas se objetiva el magma de
significaciones sociales, que son la pauta para el
cambio social e institucional.
Aún más, Castoriadis reconoce que en el cambio
puede haber resistencia de las instituciones,
especialmente de las instituciones políticas, del
poder establecido. Lo que hace posible un cambio
revolucionario en el sentido de Castoriadis, no es
otra cosa que el despertar de la imaginación de “este
imaginario social instituyente cuestione una cantidad
de otras dimensiones –formalmente instituidas o no-
de la vida social” (Castoriadis, 2006: 202).
La sociedad entra en una etapa instituyente, en
potencia, que trata de romper con lo instituido, por
eso es que a este proceso de cambio Castoriadis lo
denomina como revolucionario, porque es una
incesante lucha entre lo instituyente, derivado del
imaginario social, y lo instituido, lo que ya está
dado.
Conclusiones
El pensamiento de Castoriadis ha sido poco
abordado por las escuelas neoinstitucionalistas (cfr.
Powell y Di Maggio, 1999). Algunas de ellas como
la sociología crítica mantienen ciertos puntos
coincidentes como la crítica al funcionalismo o las
visiones racionalistas en las cuales se privilegia la
racionalidad instrumental. De forma similar a la
sociedad, las instituciones son producto de los
propios individuos que la componen que a la vez son
socializados por estas. La psique individual es
socializada por medio de ellas, pero para que ello
suceda la institución debe proporcionarle al hombre
un sentido, para su vida, para su forma de vivir.
Forman parte de la representación del mundo,
porque ellos lo representan primordialmente a través
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
de ellas. Además, las instituciones son el mecanismo
que le da significado a la existencia e interpretación
y representación del mundo de los hombres, por lo
que las aportaciones de Castoriadis implican que
debe de haber una coherencia entre las
significaciones imaginarias sociales y las
instituciones. El sentido del mundo puede proveerse
por la dimensión conjuntista, identitaria (asociada a
la lógica ensídica, a la dimensión funcional y
dimensión racional), pero ello no implica la
negación de la dimensión propiamente imaginaria,
las cuales perviven también en las instituciones y
forman los elementos sobre los cuales se proyecta el
cambio institucional.
El cambio institucional no podría entenderse sin la
clausura: psique-sociedad- institución, es el estado
unitario del desarrollo de la teoría de los imaginarios
de Castoriadis.
Cuando la psique se identifica con el entorno, con lo
social y lo institucional, entonces el cambio no será
espontáneo en la medida en que haya
correspondencia entre los deseos y representaciones
individuales y el mundo de vida, que en gran medida
se asocia a la realidad institucional.
La crisis individual con el mundo de vida significa
un rompimiento del ego, el yo, con el mundo
externo, lo cual no siempre conducirá al cambio
porque pueden observarse compensaciones que
cubran la pérdida inicial de significado.
Estas compensaciones pueden ser de carácter
material, simbólico o de significado, que de forma
alguna pueden ser extrañas a al unidad de clausura.
Fuera de esta unidad no hay significado, no existen
las significaciones sociales imaginarias. De no
existir las compensaciones, habrá una contradicción
en los términos de la unidad psique-sociedad-
institución, lo cual propulsará el cambio social e
institucional.
En una sociedad cerrada, con fuertes procesos
identitarios, las instituciones y las relaciones sociales
perdurarán más tiempo por la profunda
correspondencia entre la psique y su entorno, porque
existen elementos compensatorios a los procesos de
socialización de la mónada psíquica.
La apropiación identificatoria que hace que las
instituciones se conserven, no es otra cosa que la
desviación de las contradicciones hacia aspectos
constructivos con el entorno que la psique acepta
para transformarlo o comulgar con él.
Las contradicciones se aceleran si la psique no
encuentra o no se les proporciona sustitutos
adecuados que le den significado, lo que lleva a la
reticencia de la mónada psíquica a la aceptación de
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[Ide@s CONCYTEG 5(58): Abril, 2010] Díaz
Castoriadis, imaginarios e instituciones. Una reflexión
lo extraño, lo que podría ocasionar un cambio social
o institucional. Se dice podría porque no se sabe con
certeza cuándo, pero lo que sí se puede asegurar es
que existen las condiciones que pueden dar origen al
cambio.
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