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El campesinado y su persistencia en la actualidad mexicanaTanalís PadillaCoordinadora

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Índice

Introducción Tanalís Padilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Primera parteHistoria y representación del campesinado

1 . El campesino dentro de la historiografía de la revolución Heather Fowler-Salamini   . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 292 . Hacia una cartografía rural del cardenismo Benjamin T. Smith   . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 623 . Los campesinos en los primeros cuarenta años del cine

mexicano, 1896-1936 Ricardo Pérez Monfort  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106

Segunda parteCaminos de lucha y resistencia

4 . “Mi corazón y mi pensamiento son otros, ya no es el silencio”

Tanalís Padilla  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1515 . La lucha que sigue y sigue: los movimientos campesinos

independientes en la década de los ochentas Neil Harvey   . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

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6 . nuevas actoras políticas en el medio rural mexicano: logros y desafíos de las mujeres indígenas y campesinas

Gisela Espinosa Damian y Aída Hernández Castillo  . . . . . . . 219

Tercera parteTradiciones religiosas e identidades étnicas

7 . La procesión de la esperanza de un mundo campesino que se desvanece

Victor Hugo Sánchez Reséndiz  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2678 . Las parroquias transnacionales: desde el campo

de Michoacán al campo de Idaho Luis Murillo  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3089 . Migrantes mexicanos indígenas Jonathan Fox  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 346

Cuarta parteEstrategias de preservación campesina

ante el neoliberalismo

10 . Resistencias de las sociedades campesinas: ¿control sobre la agrodiversidad y la riqueza genética de sus maíces?

Elena Lazos Chavero  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38911 . La nueva ruralidad comunitaria y las actividades

no-proletarias generadoras de excedentes Mara Rosas y Mario Fuente  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42612 . construyendo el nuevo mundo del campesino

mexicano David Barkin  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 468

Notas sobre los autores  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501

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Introducción

El 31 de enero de 2008, más de 200 mil personas se manifestaron en la ciudad de México para exigir una renegociación del capítulo agrario del Tratado de Libre comercio de América del norte . Los contingentes llegaron de todos los rincones del país, y en diversos estados también hubo marchas, tomas de secretarías y plantones .1 durante esa tarde, en el centro de una de las ciudades más grandes del mundo, el medio rural se hizo presente por medio de la colum-na de tractores que emprendieron el viaje desde ciudad Juárez, las vacas que fueron puestas a pastar a un lado del monumento a la Revolución, las mantas colocadas a lo largo del Paseo de la Refor-ma... todo clamaba por la protección del maíz, el frijol y el azúcar.

Fue en el contexto de esta marcha que surgió la idea del pre-sente volumen . no es que la manifestación de aquel día fuera inédi-ta ni particularmente dramática . Tan sólo en la primera década del siglo xxi, este tipo de escena se repitió varias veces en la ciudad de México . A lo largo de 2003 hubo grandes manifestaciones cuyo nom-bre mismo —El campo no Aguanta Más— representa la condición tan desesperante que se vive en el ámbito rural . En 2002, los ejida-tarios de Atenco, con sus enérgicas manifestaciones y su emblemá-tico símbolo del machete en mano, lograron frenar la construcción de un aeropuerto en sus tierras ejidales . En 2001, la Marcha del color de la Tierra del Ejército Zapatista de Liberación nacional

1 Véase La Jornada, 1 de febrero de 2008 .

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(ezln) ocupó importantes espacios de la capital, y sus integrantes, encapuchados y con su vestimenta tradicional, tomaron todo tipo de tribunas, incluyendo la del congreso de la Unión . Escenas como éstas son algunas expresiones dramáticas de la tradición campesi-na cuya relación con la clase dominante, en cualquier momento de la historia, como expresó John Berger, ha sido subversiva y heréti-ca, por lo que confunde a administradores y teóricos .2

Estas manifestaciones son memorables por los enormes con-trastes que evocan sus escenas . son contrastes que representan la disyuntiva a nuestro mundo globalizado y su aparente moderni-dad, ante la cual está la osadía de la supervivencia campesina . El campesinado, escribió Berger, ha logrado perdurar durante siglos, cualesquiera que hayan sido los sistemas económicos globales: feu-dal, capitalista, socialista . En sus escritos de la década de 1970, Ber-ger hacía notar que la mayoría de la población en el mundo seguía siendo campesina . “sin embargo”, destacó, este hecho “ocultaba otro más importante . Que por primera vez en la historia, es posible que esta clase de supervivientes, deje de existir” .3

También en la década de 1970, Arturo Warman enfatizaba, en sus escritos desde México, el aire épico que tenía la supervivencia cotidiana del campesino, “expresado en actos cotidianos siempre repetidos y al mismo tiempo siempre nuevos” .4 su presencia mis-ma, escribió Warman, venía a contradecir . contradecían “con su quehacer a los nuevos explotadores, los que promueven el ‘desa-rrollo y la modernización’ basada en la explotación que se impone por la violencia y que se justifica con la soberbia del poderoso y a veces con su estupidez” .5

La osadía que implica la supervivencia campesina poco tiene de romántica y más bien señala el conjunto de relaciones sociales que han ido forjando la realidad del México actual . como tal, la crisis que desde hace tiempo acoge al campo, es síntoma de una

2 Berger, Pig Earth, p . 196 .3 Idem . La tradución es de la autora .4 Worman, ... Y venimos a contradecir, p . 13 .5 Ibid., p . 17 .

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problemática mucho más amplia . El mismo término “crisis” es poco apropiado para hablar de una situación que, desde hace décadas, pareció establecer su permanencia . no es que hubiera necesaria-mente una contradicción entre la vida campesina y la modernidad, sino que la supuesta modernidad es en verdad la profundización de un sistema capitalista que degrada la economía campesina y hace de ella una de sus principales víctimas .

desde una perspectiva interdisciplinaria, los trabajos aquí re-unidos, exploran las diversas dinámicas que han marcado distintas facetas del mundo rural mexicano . La atención al campesinado tie-ne una larga tradición académica . desde historiadores que han do-cumentado la multitud de levantamientos rurales durante el perio-do colonial, pasando por la participación de los campesinos en la guerra de Independencia y la Revolución, y a los debates entre los “campesinistas” y “descampesinistas” que tanto destacaron en la disciplina antropológica durante las décadas de 1970 y 1980, hasta los multitudinarios estudios sobre migración, comunidades indí-genas, y diversos aspectos de la economía campesina a nivel local, el campesinado permanece como fuente de fascinación, perplejidad, pesimismo y esperanza .

Hablar del campesinado hoy día es hablar de un mundo com-plejo, diverso y cambiante . En este volumen, empleamos el término en el sentido más amplio de la palabra . cómo será evidente a través de los diferentes capítulos, en verdad estamos hablando del Méxi-co rural y su población pobre —la que está ligada a la tierra si ya no material, sí culturalmente . En su libro sobre la identidad cam-pesina en México, el historiador christopher Boyer ofrece la si-guiente definición del campesino:

una persona rural que vive de manera modesta a partir del traba-jo de la tierra, lo que representa para él o ella su actividad econó-mica primaria (ya se trate de alguien que practica la agricultura de subsistencia, de alguien que arrienda la tierra de otra persona, o de un jornalero), y que tiende a basar sus estrategias económicas en una unidad doméstica, más que sobre la base individual y

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quien, yo sostendría, reconoce algún grado de afinidad política o económica con otras personas empobrecidas y vulnerables que viven en el medio rural .6

Esta caracterización representa un útil punto de partida para el mundo, las tradiciones y la cultura que abordamos en este libro . Pero habría también que añadir la definición de Guillermo Bonfil Batalla sobre el México profundo, esa civilización negada que re-presenta una “diversidad de pueblos, comunidades y sectores so-ciales [que se distinguen] del resto de la sociedad mexicana [por-que] son grupos portadores de maneras de entender el mundo y organizar la vida que tienen su origen en la civilización mesoame-ricana, forjada aquí a lo largo de un dilatado y complejo proceso histórico . Las expresiones actuales de esa civilización son muy di-versas: desde las culturas que algunos pueblos indios han sabido conservar con mayor grado de cohesión interna, hasta la gran can-tidad de rasgos aislados que se distribuyen de manera diferente en los distintos sectores urbanos” .7

Los autores aquí reunidos representan distintas disciplinas aca-démicas en los Estados Unidos y en México . casi la mitad somos historiadores . Escriben también antropólogos, politólogos y es-pecialistas en economía rural . Esperamos que esta perspectiva interdisciplinaria y binacional haga de esta obra, si no un trabajo exhaustivo, sí uno representativo de las diferentes formas de acer-carse al medio rural y de entenderlo .

En la primera parte abordamos el tema desde la historiografía y el medio visual . Empezamos con una exploración de los movi-mientos campesinos de la Revolución mexicana y continuamos con una explicación de la dinámica que adquirió el cardenismo en su sistema de consolidación de Estado . En esta misma parte incluimos una revisión cinematográfica, puesto que el cine es uno de los prin-cipales medios por los cuales se ha recreado el campo mexicano .

6 Boyer, Becoming Campesinos, p . 320, n . 6 . Traducción de Lucía Rayas .7 Bonfil Batalla, México profundo, una civilización negada, p . 21 .

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Heather Fowler-Salamini hace una revisión historiográfica del campesinado durante la Revolución mexicana . La autora empieza su capítulo recordándonos esta importante observación que hizo Friedrich Katz: “lo que ante todo distingue a los campesinos mexi-canos no es tanto el número de sus levantamientos, como su grado de participación en las revoluciones nacionales” .8 de allí, Fowler-salamini plantea su análisis a partir de cuatro preguntas . La prime-ra, reconoce, es vieja: “¿Fue la rebelión zapatista tan sólo una re-vuelta agraria impulsada por excomuneros que buscaban reclamar sus tierras usurpadas, o fueron otros los insurgentes rurales quienes participaron en el movimiento?” Empieza por el zapatismo, ya que fue el primer levantamiento agrario de la Revolución; fue un movi-miento a base de guerrillas que contribuyó al colapso del régimen porfirista y llevó a cabo un exitoso programa de repartición de tierra. de allí provienen sus siguientes preguntas: “¿sirvió el exitoso mo-vimiento zapatista como modelo para otras rebeliones campesinas regionales a lo largo del país? ¿cuál era la naturaleza de la relación entre los líderes y las bases en estos movimientos campesinos? y ¿cómo han adquirido significado político, cultural y económico los términos ‘soldado’, ‘agrarista’ y ‘campesino’?” A partir de estas interrogantes, Fowler-salamini examina las tendencias historiográ-ficas populistas, revisionistas y posrevisionistas. Su texto termina con un recuento de cómo la generación actual de historiadores han enfatizado la diversidad y la complejidad de los movimientos cam-pesinos que dieron forma a la Revolución mexicana .

ni el zapatismo ni el villismo, concluye, pueden utilizarse como modelo para entender todos los movimientos . En cuanto a la rela-ción entre los líderes y las bases, destaca cómo el sucesivo aleja-miento de la tendencia historiográfica de concentrarse en los grandes héroes llevó a buscar “maneras alternativas de estudiar el lideraz-go”, unas que tomaran “en cuenta las relaciones entre líderes, in-termediarios y las bases” . de allí la importancia de reexaminar el significado de términos como “soldado”, “agrarista” y “campesino”.

8 Katz, “Introducción”, Revuelta, rebelión y revolución, p . 23 .

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Entre otras cosas, esta reexaminación ha permitido el desarrollo de otras categorías de análisis, como género e identidad étnica, y la investigación de los diversos niveles culturales, políticos y de clase dentro del propio agrarismo .

No debe sorprender que existan paralelos historiográficos entre el conjunto de obras que examina el papel del campesino durante la Revolución y el que estudia al cardenismo . Benjamin smith, por ejemplo, enfatiza la diversidad regional con la que se presenció el sexenio cardenista . Inicialmente analizado sólo desde arriba como un proyecto de Estado, a partir de la década de 1980 la atención de los historiadores empezó a descentralizarse . con la apertura de ar-chivos estatales y la influencia de la microhistoria, se fueron expo-niendo versiones muy distintas del cardenismo, cada una influida por su propio contexto político, cultural y social . son tres los ejes con los cuales smith estructura su discusión . En el primero, exami-na la evolución del agrarismo, la educación socialista y el indige-nismo, ya que fueron éstas las principales políticas que estructura-ron la relación del Estado con los campesinos . En el segundo, traza la combinación de estas políticas en tanto se llevaron a cabo en diversas localidades . El tercero está dedicado a una detallada revi-sión de sistemas locales de propiedad de la tierra, el poder de la élite y la religiosidad . no obstante que en su minucioso análisis de la historiografía cardenista apunta a una fuerte diversidad de pro-cesos de consolidación de Estado, smith muestra que hubo patrones en común y que “los pactos regionales, cimentados durante el sexe-nio cardenista, produjeron un sistema político marcadamente flui-do”, que puede explicar la relativa estabilidad del Estado mexicano a largo plazo .

si los trabajos históricos analizados por Fowler-salamini y smi-th se esfuerzan por comprender el qué y el cómo pasó, el análisis del género fílmico que hace Ricardo Pérez Montfort, muestra cómo esa historia fue representada, simplificada y constantemente tergi-versada en las películas . El capítulo de Pérez Montfort abarca el periodo de 1896 a 1936 y detalla la forma en que los campesinos fueron presentados como elementos definitorios de la imagen na-

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cionalista mexicana. Desde los primeros documentales del porfiria-to que mostraban las grandes haciendas y los paisajes marcados por magueyes, nopales y maíz, hasta las batallas revolucionarias y sus protagonistas vestidos de calzón blanco y sombrero, con las muy difundidas escenas rancheras, el universo campesino fue siem-pre un referente clásico para denotar el contexto mexicano . El mun-do rural, como se representó en las películas, constituyó una base fundamental para el nacionalismo mexicano . Este nacionalismo tenía fuertes tendencias conservadoras ya que se “cargaba de nos-talgias campiranas muy ligadas al folclorismo y a ciertos valores autoafirmativos, que reivindicaban las jerarquías sociales, la fe ca-tólica, el imperio del macho y la humildad de la mujer” . o sea, mientras que la Revolución había sido la expresión máxima del conflicto social, y el “proyecto cardenista avanzaba tratando de dar salida a esas demandas con un cúmulo enorme de conflictos, el cine ranchero las obviaba y las ponía en desuso generando cuantiosas ganancias” . La imagen del campo que se presentó durante esas décadas, concluye Pérez Montfort, “terminó imponiéndose con un claro afán de desapego a la realidad” .

En la segunda parte de este libro, “caminos de lucha y resis-tencia”, los autores analizan los movimientos campesinos posrevo-lucionarios desde tres ópticas distintas: la intelectual, la estratégica y la de género . cada marco analítico muestra una importante di-mensión de la combatividad campesina en las últimas cuatro déca-das . A partir del conocimiento generado desde el proceso mismo de lucha, mi propio capítulo construye una narrativa desde las vo-ces del medio rural . Basado en una heterodoxa colección de testi-monios publicados desde la década de 1970, este capítulo parte del supuesto de que el saber y las percepciones de la población del campo, especialmente la que se encuentra en pie de lucha, consti-tuyen un rico material intelectual digno de ser analizado en sus propios términos . Estas voces de hombres y mujeres sencillos, apor-tan una conmovedor a visión de lo que es la vida en la marginalidad . Tanto en la organización del texto como en las cuestiones que des-taco, me guié por los temas recurrentes dentro de los testimonios

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mismos . Empiezo por los textos del guerrillero y profesor rural, Lucio cabañas, y el líder campesino comunista Ramón danzós Pa-lomino . de allí retomo testimonios colectivos de comunidades indí-genas de oaxaca y chiapas que describen una historia que da cuen-ta del racismo y la pobreza, estructuras que en México son dos caras de la misma moneda . Asimismo, las mujeres de comunidades zapatistas dan testimonio de lo que significa el sistema patriarcal, que se manifiesta tanto a nivel estructural como cultural. Concluyo con textos de tres intelectuales indígenas, destacados aquí como una forma de enfatizar las posibilidades de que el proceso de dis-cusión teórica pueda venir de sus mismos protagonistas, no sólo como sujetos, sino como partícipes creadores .

En su artículo sobre los movimientos campesinos independien-tes, neil Harvey capta una importante dinámica sobre la lucha cam-pesina . si bien desde la década de 1940 el campesinado había logra-do sobrevivir, en gran parte gracias al reparto agrario y los subsidios agropecuarios, a partir de 1980 la precariedad rural se intensificó debido a la crisis económica que el Estado decidió enfrentar median-te la reducción de recursos . La enumeración que hace Harvey de organizaciones campesinas de la década de 1980 es, a cierto nivel, una radiografía de la intensa crisis que vivió el campo y de la diver-sidad de estrategias por parte de su población para evitar el desastre que implicaba la política que entonces decidía tomar el gobierno . Las luchas que destaca son una muestra de cómo, en cada momen-to histórico, existe una diversidad de caminos a seguir . Las que ha escogido el Estado mexicano han tenido un alto costo social . La crisis del campo, por lo tanto, nunca fue inevitable: fue producto de una política consciente que se implementó a costa del campesinado . Ellos se organizaron y respondieron con diversas formas de protesta que lograron articular “nuevas redes nacionales, con demandas ahora presentadas en forma de derechos y no tanto como peticiones al Estado” . Una importante manifestación de estas alianzas fue, por ejemplo, de la coordinadora nacional Plan de Ayala (cnpa) que, no obstante tener como planteamiento central la lucha por la tierra, también se preocupó por demandas de tipo cultural, evitando así la

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cooptación de líderes indígenas a quienes el Estado intentaba se-ducir ofreciendo programas de educación bilingüe o patrocinando eventos culturales . diez años antes de la rebelión zapatista, destaca Harvey, la cnpa ya exigía el respeto a las formas de organización política y social de las comunidades indígenas .

“Quizás el mayor logro de las organizaciones campesinas no se dio en el ámbito económico, que con el paso de los años se ha vuel-to aún más adverso para los pobres”, concluye Harvey, “sino en la construcción de nuevas actitudes y capacidades políticas” . Una de ellas, de gran impacto a nivel nacional y, me atrevería a añadir, in-ternacional, fue el ezln. El capítulo de Gisela Espinosa Damián y Aída Hernández castillo muestra los diversos niveles a los que nos referimos al hablar de la resistencia campesina . Es bien conocido el impacto que tuvo la rebelión zapatista dentro de los círculos del poder . El ezln ayudó a desenmascarar la farsa de modernidad que el presidente Carlos Salinas de Gortari había querido hacer doctrina nacional . Fue un movimiento que desde un rincón del sureste mexi-cano, a nivel nacional e internacional, inspiró a toda una generación de activistas en su lucha contra el neoliberalismo . Por todas las re-percusiones que en su momento tuvo la rebelión zapatista, su im-pacto sobre las bases populares en chiapas probablemente sea de mucha mayor importancia y duración . En efecto, es un proceso que aun sin la atención que originalmente recibió, sigue dando frutos .

son estos frutos los que Espinosa damián y Hernández casti-llo detallan en su exploración de los logros y desafíos de las mujeres indígenas y campesinas . su capítulo hace una detallada recopilación del proceso organizativo de las mujeres indígenas y campesinas que, desde sus mismas bases están haciendo teorizaciones propias . su impacto ha sido trascendental, explican Espinosa damián y Her-nández castillo, ya que las mujeres indígenas han logrado expandir los términos del debate feminista . El feminismo histórico, explican las autoras, surgió de la clase media y urbana y se caracterizó a nivel general por la preocupación por las desigualdades entre hom-bres y mujeres y la escasa o nula presencia que éstas tenían en los espacios públicos. Sus demandas incluían la participación ciuda-

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dana y, a partir de la década de 1990, sus reivindicaciones estuvie-ron ligadas al cuerpo, la sexualidad, la despenalización del aborto y la lucha contra la violencia hacia las mujeres . En contraste, el fe-minismo popular, en el cual se inscribe la experiencia de las muje-res pobres, está mucho más ligado a la lucha de clases . Al lado de sus compañeros, por ejemplo, habían participado en movilizaciones por la tierra, por la defensa de sus recursos naturales y su indepen-dencia del Estado. Más aún, tenían “escasa educación formal y gran diversidad lingüística, [y sus] experiencias y formas de entender la participación comunitaria y la distribución del poder al interior de la familia se enraizan en las culturas originarias” . Llevan a cabo, por lo tanto, una doble militancia: como mujeres y como parte del mo-vimiento indígena mixto . Al mismo tiempo, “pugnan por reconcep-tualizar los feminismos mexicanos, también han confrontado a los que usan los discursos sobre derechos de las mujeres como argu-mento para negar los derechos culturales de los pueblos indígenas” .

Es en la cultura indígena y en las tradiciones culturales y reli-giosas rurales donde parecen darse hoy en día las más claras mani-festaciones de la persistencia del mundo campesino . Ya no es este un entorno como aquel descrito por Berger o Warman en la década de 1970, pero sí se desprende de los procesos descritos en esta ter-cera parte un afán de persistencia ante una globalización que todo quiere convertir en mercancía . “La procesión de la esperanza de un mundo campesino que se desvanece”, el capítulo de Victor Hugo sánchez Reséndiz, muestra esta dinámica de una forma clara y con-movedora. Aunque a lo largo y ancho de la república las manchas urbanas siguen creciendo, diversos aspectos de las tradiciones y culturas del mundo rural siguen vivos y, en ocasiones, aunque sea por instancias efímeras, retoman los espacios que una vez les perte-necieron. A partir de dos fiestas religioso-populares de Jiutepec y Tejalpa, dos poblados de origen prehispánico, ahora conurbados con la ciudad de cuernavaca, sánchez Reséndiz retrata la naturaleza dinámica y cambiante de las festividades ligadas a la tierra, al agua, a la siembra y la celebración de los santos . En un espacio dominado ahora por fraccionamientos, fábricas y pavimentación, estas celebra-

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ciones tienen un aire de otra época . Y es que “los campesinos no fueron a las ciudades” nos recuerda el autor: “las ciudades fueron a ellos” . La “modernidad” llegó por asalto . En su “afán de perma-necer se recrean tradiciones ya perdidas, o en último caso, se inven-tan . Eso sucede cuando una civilización, no sólo un ‘estilo de vida’, una cultura, una forma de ver el mundo, está por perderse” . Y tal vez por eso, plantea el autor, “las fiestas tradicionales en los viejos pueblos, ahora devorados por la feroz urbanización, son cada vez más grandes, más ‘lucidoras’” . su texto produce una doble impre-sión: devastadora, por un lado, ya que describe una urbanización salvaje que ha contaminado ríos y deshecho paisajes; y festiva por el otro, puesto que esta imagen contrasta con su crónica del ambien-te de celebración que producen las festividades en honor al del señor santiago y a san Juan, el Parrandero . Es en esta historia de los pue-blos, sus tradiciones y su pasado campesino, concluye, donde “se encuentran, en buena medida por su mitificación, los arsenales para la construcción de una alternativa de sociedad” .

sería imposible hablar del campo mexicano sin abordar el tema de la migración . Irónicamente, con la migración, el medio rural se ha tanto despoblado como sostenido . Ante un gobierno que desde hace ya varias décadas abandonó al campo, son las remesas de di-nero enviadas al país por sus antiguos habitantes, que hoy viven y trabajan en los Estados Unidos, las que permiten que sus familiares sigan cultivando, yendo a la escuela y celebrando importantes fes-tividades . Esta inmensa migración y las conexiones que los migran-tes mantienen con sus lugares de origen han dado lugar a las lla-madas comunidades transnacionales . El capítulo de Luis E . Murillo nos muestra las implicaciones que este proceso ha tenido en la vida parroquial en ambos lados de la frontera —muestra de cómo la crisis rural en México ha llevado a una reconfiguración del medio rural estadunidense . En México, explica Murillo, la realización de casamientos y bautizos poco a poco va ocupando espacios antes dedicados a imágenes católicas locales o nacionales . Esto se debe a que, con un significativo porcentaje de la población viviendo fuera, los festejos tradicionales, aunque continúan, tienen menos

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participantes . sin embargo, debido a que tantos mexicanos o mexi-cano-americanos que, aun establecidos ya en los Estados Unidos, regresan a sus comunidades de origen para llevar a cabo bautizos y bodas, estas celebraciones se han convertido en el punto focal de identidad y comunidad . Las anécdotas con que Murillo empieza su capítulo son reveladoras: coeneo, Michoacán, una pequeña co-munidad de 4 500 habitantes, se llena de mexicano-americanos que vienen desde “el otro lado” a bautizar a sus hijos. Igual de llamati-va resulta la escena en la parroquia en Idaho, en el noroeste de los Estados Unidos, los feligreses se organizan para vender tamales cada 4 de julio, fecha en la que se conmemora la independencia estadunidense, la celebración más patriótica del año en ese país .

La aportación de Jonathan Fox nos muestra otra faceta impor-tante de la migración . su capítulo analiza el gran porcentaje de indígenas que actualmente forma parte de la población de origen mexicano que vive en los Estados Unidos . Mientras que hasta la década de 1980 la mayoría de los migrantes representaba un estra-to de la población ranchera, que se caracterizaba como mestiza, en la actualidad existe una proporción significativa de comunidades indígenas . Fox explora las implicaciones que este cambio demográ-fico tiene para la identidad colectiva como se ha concebido tradi-cionalmente . “Para quienes migraron a los Estados Unidos”, expli-ca, “la mexicanidad es al mismo tiempo nacional, racial y étnica, pero, ¿cuál es cuál, cuándo y por qué?”, plantea el autor . La res-puesta a esta interrogante tiene implicaciones para “unir marcos de referencia intelectuales, así como lecciones prácticas tanto de los eua como de América Latina” . En los Estados Unidos, la visión dominante tiende a concebir a los mexicanos en particular, y a los latinoamericanos en general, en términos raciales . ser hispano o latino, es ser parte de una minoría más . Pero Fox muestra cómo la construcción de una identidad específicamente mexicana-indígena ha ido complicando esta simplificada categorización. Más aún, Fox contextualiza esta dinámica señalando que, para los migrantes in-dígenas, esta “racialización” (proceso histórico-social mediante el cual una determinada población, se convierte en “raza”) empieza

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desde México. Significativamente, para la población indígena que migra, sus referentes se van transformando de locales en étnicos, pan-étnicos y raciales . Este proceso tiene importantes implicaciones organizativas que se manifiestan tanto en los Estados Unidos como en México . como hace Murillo en su análisis de las prácticas reli-giosas de la población mexico-americana, Fox muestra hasta qué punto la migración mexicana ha producido cambios en los para-digmas raciales establecidos dentro de los Estados Unidos .

La cuarta parte de este libro explora las posibilidades de crear espacios de resistencia ante el proceso de globalización que ame-naza con acabar con una serie de formas de vida, en especial la campesina . La reestructuración económica neoliberal ha sido de-vastadora para la población rural . Lejos de ser una condición inevi-table, importantes sectores del campo han logrado resistirla duran-te décadas . En la segunda parte de esta obra, “caminos de lucha y resistencia”, se muestran algunos de estos ejemplos . desde los lí-deres campesinos que en la década de 1970 lucharon en contra de la corrupción de los ideales revolucionarios, hasta las organizacio-nes campesinas independientes que en la década de 1980 forjaron amplias alianzas para tratar de romper con el control oficial, y las mujeres indígenas que en la década de 1990 lograron ampliar los términos del debate en torno al medio rural, puesta en su contexto histórico, vemos que la implementación del modelo neoliberal se hizo no sólo a costa del campesinado, sino a pesar de las voces que advertían acerca de sus devastadores efectos . no obstante la fuerza del actual sistema, la resistencia en el medio rural continúa. Los autores de la cuarta y última parte, “Estrategias de preservación campesina ante el neoliberalismo”, exponen la posibilidad de que se pueda seguir resistiendo la embestida neoliberal mediante la exploración de algunos espacios donde no rige la lógica capitalista .

Elena Lazos chavero se concentra en el tema de la agrodiver-sidad: contrasta el caso de oaxaca, donde los cultivadores han lucha-do por la defensa de sus semillas, particularmente de sus maíces locales, con el de Sinaloa, donde los productores usan y defienden los transgénicos . La dinámica que Lazos chavero retrata en oaxaca

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muestra la existencia de una economía moral, aunque ésta aparece completamente asediada y torna evidente la metáfora con que Ja-mes C. Scott empieza su libro sobre la economía moral del campe-sino. El campesinado, escribe Scott, es como aquel “hombre que está parado permanentemente con el agua hasta el cuello, así que una pequeña gota puede ahogarlo” .9 Los ejidatarios y pequeños cultivadores que Lazos chavero estudia sobreviven gracias a una multiplicidad de estrategias, que incluyen sus “diversos conoci-mientos sobre la variabilidad genética y ambiental y las tradiciones de la selección de las poblaciones”, y los arreglos sociales entre familias . Los campesinos siguen cultivando y preservando sus se-millas con tenacidad y en condiciones sumamente agrestes donde “la estructura de precios de los productos agrícolas provoca que sea más barato comprar el maíz, la sopa Maruchan y las pastas en las tiendas diconsa que producir sus propios maíces y los cultivos asociados que enriquecen la dieta de las sociedades indígenas y campesinas” . no sorprende que la tecnología se haya impuesto en el ámbito de la agricultura . En sinaloa, el otro caso que Lazos cha-vero estudia, los dueños de grandes extensiones de tierra tienen “acceso a la tecnología, básicamente el riego, una sofisticada meca-nización, semillas mejoradas y un paquete de agroquímicos, y el acceso a los subsidios” . A pesar de los esfuerzos del Movimiento Agrícola sinaloense por preservar el control de las semillas y man-tener la riqueza genética de los maíces locales, se depende ahora casi enteramente de la compra de semillas híbridas a transnacionales . Esto significa que “no sólo han perdido el control de sus recursos fitogenéticos, sino que el interés en desarrollar experimentaciones sobre un fitomejoramiento local”. Los que ahora siembran la tierra, muestra Lazos chavero al citar a un ingeniero de la zona, más que agricultores, parecen empleados de maquiladoras . Las compañías como Monsanto han establecido su dominio y han transformado los latifundios en monocultivos de maíz donde “los grandes producto-res sinaloenses han caído en las trampas de la modernidad, que si

9 Scott, The Moral Economy of the Peasant, p . vii, Elena Lazos (trad .) .

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bien han alcanzado altos rendimientos”, también tienen costos eco-lógicos y alimenticios muy elevados .

En el fondo, el proceso de modernización de la agricultura, como se ha llevado a cabo en México y en casi todo el mundo, ha sido fundamentalmente excluyente: expulsa a la población del campo y acaba con la diversidad y con la milenaria tradición de conservar semillas. Mucho menos aún ha resuelto el problema del hambre o la desnutrición, que son las justificaciones con que se ha defendido a las transnacionales comercializadoras de granos . En este contexto, escriben Mara Rosas y Mario Fuente, las soluciones que vienen de arriba para la protección del campesino, ya sea del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, o del propio gobierno mexicano, están acotadas por una de dos opciones: “transformar su ‘capital social’ en una estructura de tipo empresarial con capacidad para aprovechar las ‘oportunidades’ de un mercado abierto competitivo, o luchar por mantenerse como una unidad familiar de autoconsumo a partir de los subsidios, las remesas de migrantes o los programas gubernamentales asistencialistas” . dentro de la misma lógica, des-tacan Rosas y Fuente, se inscribe la noción de “nueva Ruralidad” . como alternativa a esta visión, proponen “el tema de la permanen-cia campesina y su articulación con el sistema capitalista en su fase neoliberal desde una perspectiva de resistencia y reconfiguración de la organización y reproducción campesina” . Rosas y Fuente ex-ploran el concepto de la “nueva Ruralidad comunitaria” que pro-viene de movimientos campesinos cuya reproducción doméstica parte de otras racionalidades, principalmente de un ethos comunita-rio que toma los saberes locales como fundamentos para la construc-ción de un proyecto de nación incluyente y multicultural . desde esta perspectiva, “dan cuenta del desarrollo de las capacidades culturales, organizativas y productivas de estos grupos para desplegar diversas estrategias que posibilitan la construcción de procesos autonómicos y de sustentabilidad ambiental” . Esta visión es importante porque representa una negativa a la resignación o aceptación de una mo-dernidad excluyente .

desde esta misma lógica, concluimos con el capítulo de david

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Barkin que explica cómo, a partir de la crisis que las élites mexicanas generaron en el campo, los movimientos de resistencia plantean la necesidad de formular otra estrategia y lógica de producción . Ya no intentan arrancar concesiones al Estado, sino que definen y realizan sus propios modelos de progreso . Esto lo hacen a partir de la cons-trucción de alianzas nacionales e internacionales . Barkin traza im-portantes precursores históricos, como la lucha en contra de que el gobierno otorgara concesiones forestales privadas, el movimiento del ezln, propuestas para el comercio justo, ventas solidarias, pro-ducción orgánica, el ecoturismo o nuevos insumos para fabricar “productos que pudieran tener éxito sin amenazar la integridad de sus ecosistemas” . Entre las más emblemáticas propuestas, sostiene Barkin, está la renovada fuerza en torno a la defensa del maíz . con el Tratado de Libre comercio de américa del norte (tlcan) la polí-tica de Estado redujo los apoyos internos para la producción tem-poralera, retiró asistencia técnica y créditos; así, el gobierno mostró “su desdén por el cultivo del maíz y la cultura que la engendró” . Pero los campesinos siguen sembrando maíz, destaca Barkin . Las estadísticas que reportan “un reducido número de personas en la fuerza de trabajo agropecuaria es engañosa”, nos dice, ya que muchos campesinos son captados como albañiles, sirvientes o vendedores, pero “siguen sus actividades tradicionales de cultivo como parte de su terca insistencia por defender sus comunidades y las tradiciones que las definen”. No sólo mantienen actividades campesinas: algunas comunidades, describe Barkin, llevan a cabo innovaciones sociales y tecnológicas que “han generado una amplia gama de nuevos pro-ductos que logran dar mayor valor a los espacios productivos tradi-cionales, nuevos sistemas para la gestión de sus recursos sociales y naturales y nuevas formas para su gobernanza” . A partir de estos espacios que retoman como modelo algunas características básicas de la economía campesina, Barkin encuentra la posibilidad de crear alternativas al actual e injusto estado del mundo .

Mediante la exploración de distintos temas, periodos y facetas del campo, ofrecemos aquí una radiografía del México rural duran-te el siglo xx y el umbral del xxi . En momentos esperanzador, el

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diagnóstico en su totalidad es preocupante . Los campesinos, su cultura y sus tradiciones persisten, pero lo hacen en condiciones cada vez más adversas . son, citando una vez más al escritor John Berger, una clase de supervivientes. Decirlo así, “pudiera confirmar lo que las ciudades, con su habitual arrogancia, siempre han dicho de los campesinos —que están atrasados, que son una reliquia del pasado” .10 sin embargo, ante el actual estado de las cosas, y ante un mundo que estamos destruyendo, nos convendría entender al campesinado, no como una reliquia del pasado, sino como el con-junto de posibilidades que su visión pudiera ofrecer en la creación de un futuro .

Bibliografía

Berger, John, Pig Earth, nueva York, Pantheon Books, 1979 .Boyer, christopher, Becoming Campesinos, Politics, Identity, and Agrarian

Struggle in Postrevolutionary Michoacán, 1920-1935, stanford, stan-ford University Press, 2003 .

Katz, Friedrich (coord .), “Introducción, las revueltas rurales en Méxi-co”, Revuelta, rebelión y revolución, México, era, 2a . ed ., 2004 .

Pérez, Matilde, et al ., “Multitudinaria exigencia para que se renegocie el tlc”, La Jornada, México, 1 de febrero de 2008 .

Scott, James C., The Moral Economy of the Peasant, Rebellion and Subsis-tence in Southeast Asia, new Haven, Yale University Press, 1976 .

Warman, Arturo, . . . Y venimos a contradecir, los campesinos de Morelos y el Estado nacional, México, Ediciones de la casa chata, 1976 .

10 Berger, Pig Earth, p . 200 .

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PRIMERA PARTE

HIsToRIA Y REPREsEnTAcIón

dEL cAMPEsIno

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El campesinado y la Revolución mexicana: movimientos sociales, liderazgo y la construcción

del campesino*

Heather Fowler-Salamini

A más de un siglo de la irrupción de la Revolución Mexicana de 1910, parece adecuado hacer una re-evaluación del papel del cam-pesinado en este suceso singular . cualquier estudio acerca del cam-pesinado mexicano debiera empezar por la conocida observación de Friedrich Katz que dice: “lo que ante todo distingue a los cam-pesinos mexicanos no es tanto el número de sus levantamientos, como su grado de participación en las revoluciones nacionales” .1 con esto en mente, el objetivo del presente trabajo es plantear cua-tro preguntas en torno al papel del campesinado en el proceso re-volucionario mexicano . La primera de ellas es una interrogante vieja: ¿fue la rebelión zapatista tan sólo una revuelta agraria impul-sada por ex comuneros que buscaban reclamar sus tierras usurpa-das, o fueron otros los insurgentes rurales los que participaron en el movimiento? sin lugar a dudas el zapatismo fue el primer levan-tamiento agrario de la Revolución mexicana, así como el más exi-toso . nacido en 1909, este movimiento de base guerrillera confron-tó a las autoridades morelenses al llevar a cabo invasiones de tierras para recuperar las suyas, con lo que contribuyó al colapso del régi-men de Porfirio Díaz. Durante una década mantuvo el control de un territorio de dimensiones significativas y repelió las incursiones del ejército federal en el estado . Además, lanzó un plan de acción

* Traducción de Lucía Rayas.1 Katz, “Introducción”, Revuelta, rebelión y revolución, p . 23 .

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agraria y realizó un exitoso programa de reforma en la tenencia de la tierra al interior de la zona que ocupaba . Por lo tanto, la segunda pregunta por plantear es: ¿sirvió el exitoso movimiento zapatista de modelo para otras rebeliones campesinas regionales a lo largo del país? En tercer lugar, ¿cuál era la naturaleza de la relación entre los líderes y las bases en estos movimientos campesinos? Por últi-mo, ¿cómo han adquirido significado político, cultural y económi-co los términos “soldado”, “agrarista”, “campesino”?

Para empezar, se tomará como base la muy amplia definición de “campesino” elaborada por christopher Boyer:

una persona rural que vive de manera modesta a partir del traba-jo de en la tierra, lo que representa para él o ella su actividad eco-nómica primaria (ya se trate de alguien que practica la agricultura de subsistencia, de alguien que arrienda la tierra de otra persona, o de un jornalero), y que tiende a basar sus estrategias económicas en una unidad doméstica, más que sobre la base individual y quien, yo sostendría, reconoce algún grado de afinidad política o econó-mica con otras personas empobrecidas y vulnerables que viven en el medio rural” .2

En vísperas de la Revolución mexicana, los campesinos sostenían una actividad múltiple: podían ser comuneros, jornaleros, peque-ños propietarios, artesanos y vendedores ambulantes al mismo tiem-po, de tal modo que su visión del mundo era mucho más compleja y detallada de lo que originalmente se supuso .

Mientras que el sector campesino ha disminuido en importan-cia a lo largo de las últimas dos décadas, producto del enfoque neoliberal del Estado, no quiere decir que ha dejado de jugar un papel económico, social y culturalmente importante en la sociedad mexicana . La implementación del tlcan y la llegada al poder del Partido Acción nacional (pan) en el año 2000 también ha sido afec-taron la economía campesina . no obstante, el campesinado es y

2 Boyer, Becoming Campesinos, p . 320 .

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sigue siendo una parte integral de la herencia de México . Para comenzar cualquier discusión en torno a los recientes desarrollos analíticos en los estudios sobre los campesinos mexicanos, parece apropiado resumir brevemente las tres principales interpretaciones de la Revolución mexicana, y cómo se ha considerado cada una el papel del campesinado .

Populismo, revisionismo y posrevisionismo

Muchos de los participantes contemporáneos de la Revolución mexi-cana, inicialmente dibujaron este movimiento como populista, cam-pesino, anti-extranjero y nacionalista .3 La interpretación populista visualizaba a la Revolución como una rebelión campesina encarna-da en el movimiento zapatista . Emiliano Zapata, el líder agrario de Morelos, condujo a las personas a una revuelta cuyo objetivo era recuperar tierras comunales absorbidas por las plantaciones de azúcar vecinas durante el porfiriato. Recuperar estas tierras y res-taurar la autonomía de los poblados locales se convirtieron en los principios que guiaron la interpretación populista de la Revolución . A los cultivadores de azúcar, que controlaban no sólo la economía azucarera sino también la política local y estatal, se les caracterizaba como villanos. Según la versión populista, el movimiento de base zapatista mantuvo a raya, con éxito, al odiado ejército federal, de 1910 a 1919 . También puso en práctica el Plan de Ayala de 1911, que hacía un llamado a la toma inmediata de dos tercios de las tierras de las plantaciones para otorgarlas a campesinos sin tierra, para que las trabajaran como propiedad comunal o como cooperativas rura-les . Para los populistas, la restauración de las tierras comunales y la destrucción de los avariciosos terratenientes representaba una reivin-dicación para el campesinado, y el retorno a un “pasado ideal” . Así, para John Womack, el movimiento zapatista trataba esencialmente de campesinos y “de cómo su anhelo de vivir una vida tranquila en

3 Florescano, El nuevo pasado mexicano, pp . 72-73 .

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un lugar con el que estaban familiarizados, dio lugar a una lucha violenta” .4 Bajo el liderazgo de Zapata, el campesinado abrió cami-no para la Revolución. Huelga decir que el zapatismo no fue el úni-co tipo de experiencia revolucionaria pero “sí fue, creo yo, la que tuvo mayor significación”.5

El revisionismo divergía de la perspectiva populista al sostener que la Revolución mexicana era una revolución incompleta o in-acabada porque fue cooptada por el movimiento burgués de Ve-nustiano carranza, políticamente más oportunista . Los revisionistas retaban el supuesto de los populistas de que la revolución agraria significaba una ruptura con el viejo régimen porfiriano y la formación de algún tipo de nueva sociedad “moderna”, democrática, posrevo-lucionaria . Aplicaban una mirada de largo plazo al proceso revolu-cionario y sostenían que la continuidad de la estructura capitalista era más significativa que el colapso político del viejo régimen. Esto implicaba que los movimientos populistas del zapatismo, el villismo y el maderismo simplemente fueron interrupciones temporales que pavimentaron el camino para el surgimiento de un Estado urbano, autoritario, dominado por la burguesía, que inició el movimiento constitucionalista de Carranza. Más aún, enfatizaban que los efec-tos destructivos de esta guerra civil no fueron tan desastrosos ni tan extensos como se pensó al principio . de hecho, hubo poco cam-bio socioeconómico estructural, en cuanto a la distribución de re-cursos entre clases y al interior de las regiones . Así, los revisionistas le restan éxito a la movilización popular, y para ellos, Zapata se volvió el ejemplo paradigmático de “aquello que la Revolución debió haber sido y no fue” .6

A fines de la década de 1980 surgió una tercera mirada a la Re-volución mexicana que combinaba elementos de populismo y revi-sionismo . El posrevisionismo una vez más centraba la atención en

4 Womack, Zapata y la Revolución mexicana, pp . xi-xii . (citado en Floresca-no, ibid., p . 81) .

5 Womack, ibid., p . xii .6 Brunk, Emiliano Zapata, p. 237. Véase Florescano, op. cit., pp . 78-79; tam-

bién Gilly, La revolución interrumpida y Meyer, La revolución mexicana .

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el papel principal que jugó el campesinado en el proceso revolucio-nario, pero aceptaba el argumento revisionista de que la continui-dad del sistema capitalista evitó que los insurgentes reestructuraran la sociedad mexicana de manera fundamental . Los movimientos populares, sostenían, habían enfrentado al creciente poder del Es-tado dirigido por la burguesía, se habían negociado con él y se habían ajustado a éste, contribuyendo con ello, de manera activa, a una síntesis posrevolucionaria final. Alan Knight atacó al revisio-nismo por su insistencia en el papel primordial de las causas eco-nómicas de la revolución, cuestión que vinculaba de manera direc-ta las políticas porfiristas de modernización con la rebelión agraria.7 sostenía que tres formas muy distintas de rebelión rural se desa-rrollaron a lo largo de la república, cada una basada en condiciones socioeconómicas locales específicas. En la parte central del país, los campesinos se rebelaron para volver a hacerse del control de sus tierras comunales . En la periferia, es decir, principalmente en los estados norteños y costeros, los rancheros con propiedades peque-ñas o medianas que vivían en poblados serranos autónomos inicia-ron sus propias revueltas en principio para retener su autonomía política . En aquellas regiones en las que el sistema de haciendas permanecía intacto, los campesinos recurrieron a una tercera forma de resistencia: el bandidaje social .8 Influido por los escritos de James C. Scott sobre la resistencia campesina cotidiana, Knight sostuvo que el campesinado se hizo consciente de que su estatus económico y sociopolítico iba en declive, lo que afectó su mentalidad y su deseo de resistir . Estos sentimientos subjetivos se transformaron en accio-nes rebeldes en algunos sitios, pero no en otros, debido a las varia-bles condiciones regionales .9

Gilbert Joseph y Daniel Nugent le añadieron la dimensión cul-tural al posrevisionismo, al buscar dar sentido a la compleja relación entre cultura popular y formación del Estado . Los rebeldes campe-

7 Knight, The Mexican Revolution, t . 1, pp . 83-88, 101-105 y 153 .8 Ibid ., pp . 104-127 y 152-154 .9 Ibid ., pp . 165-166; Knight, “Weapons and Arches”, pp . 36-37 y 41-45 .

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sinos, del mismo modo que otros rebeldes populares, afirmaban, negociaron con las autoridades estatales para hacerse de concesiones y preservar prácticas y tradiciones . de esta manera, los grupos sub-alternos participaban en la formación estatal y limitaban su capaci-dad para ejercer hegemonía . Argumentaban que la voluntad popu-lar o, en este caso particular, las acciones de los campesinos, eran la clave para “mirar la hegemonía, la cultura, la conciencia y la expe-riencia en movimiento histórico” .10 En tanto los campesinos [no tuvie-ron suficientes] herramientas para negociar, [seguirían] constante-mente comprometidos a recurrir a todas sus opciones para mejorar su estatus .

Este breve resumen de los tres enfoques principales que hay sobre el papel del campesinado en la Revolución de 1910 prepara el camino para analizar los estudios recientes que se plantean las cuatros preguntas señaladas al principio de este texto . comenza-remos con la primera de ellas: ¿era el movimiento zapatista tan sólo una revuelta agraria impulsada por ex comuneros en busca de re-clamar sus tierras usurpadas, o participaron en el movimiento otros insurgentes rurales?

La readecuación del zapatismo y la nacionalización de su alcance

La readecuación del zapatismo descansa principalmente sobre tres argumentos nuevos: el reconocimiento del prolongado proceso de los agravios sufridos por los campesinos, la demostración de que sus objetivos e ideología eran nacionales más que regionales, en cuanto a su alcance, y el desvelamiento del lado menos presentable del zapatismo para sugerir que sus prácticas arbitrarias y en oca-siones brutales eran estrategias pragmáticas seguidas para mante-ner la lealtad de los caciques que ejercían un liderazgo regional . Los neozapatistas, en esencia, afirman que el zapatismo puede en efecto

10 Joseph y Nugent, “Popular Culture and State Formation in Revolutionary Mexico”, pp . 12-13 .

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fungir como modelo de otras rebeliones campesinas, ya que tenía la visión de una sociedad mexicana futura .

Quizá la contribución más significativa hecha por los neozapa-tistas sea el reconocimiento de que la insurgencia zapatista tiene orígenes que datan de un pasado lejano . sostienen que los agravios agrarios no surgieron por primera vez durante el porfiriato, sino al final del periodo colonial, cuando se empezó a consolidar el siste-ma de plantaciones . En otras palabras, los neozapatistas ponen el mayor énfasis en la continuidad de las estructuras capitalistas, y en la resistencia campesina ante sus excesos. En efecto, desde fines de la colonia, poblados como Anenecuilco, se empezaron a quejar ante las autoridades españolas por la pérdida de su propiedad co-munal . Además, los quejosos no eran sólo los pobladores indígenas comuneros, sino también los trabajadores mestizos y mulatos . Más que conceptualizar a las bases zapatistas como campesinos “tradi-cionales” ávidos de volver a sus viejas costumbres, Paul Hart su-giere que estos campesinos sin tierra ya se habían transformado en trabajadores rurales proletarizados para mediados del siglo xix .11 El punto de vista a largo plazo de Felipe Arturo Ávila Espinosa es un poco más complejo y detallado: afirma que el tema de la tierra era crítico desde la época colonial, pero centra su atención en mayor medida en los campesinos de medianos ingresos, el arrendatario, el mediero y el aparcero, que rentaban terrenos de las plantaciones y cultivaban tierras templadas para producir maíz y frijol. Del mis-mo modo que los comuneros, fueron desplazados por la introduc-ción del ferrocarril y la consolidación del sistema de plantaciones durante el porfiriato. Estos campesinos de ingresos medios no sólo resintieron la pérdida de su autonomía municipal, sino también la ruptura de su pacto moral con el terrateniente . Había “un deseo de restablecer una situación de justicia que se concebía perdida, sen-timientos todos catalizados y canalizados por los rebeldes con el fin de establecer un pacto moral”.12

11 Hart, Bitter Harvest, pp . 28-34 .12 Ávila Espinosa, Los orígenes del zapatismo, pp . 17, 32-33 y 37-84 .

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Ávila Espinosa introduce otro tema muy importante para expli-car por qué el movimiento zapatista se hizo de un apoyo tan fuerte en el campo y permaneció cohesionado incluso después de que Fran-cisco I. Madero derrocó a Porfirio Díaz y asumió la Presidencia en 1911 . Los niveles de violencia de clase y el abuso perpetrado por el ejército federal sobre la población civil no disminuían . cuando las tropas federales ocuparon grandes porciones de Morelos durante largos periodos, concentraron por la fuerza a los pobladores simpa-tizantes del zapatismo en regiones particulares . Quemaron estas comunidades y abusaron de estos pobladores de manera tan brutal, que el ejército no sólo no los sometió, sino que prácticamente los empujó a los brazos de los zapatistas . Incluso algunos integrantes de las clases medias se unieron a los insurgentes debido a las atroci-dades que cometió el ejército, apoyado por las clases dominantes .13 En resumen, la interrelación entre la población civil, el ejército fede-ral y los zapatistas era compleja y cambiaba constantemente .

otra aproximación al resurgimiento del zapatismo ha tomado la forma de una revisión de su ideología, en particular del Plan de Ayala y de las reglamentaciones creadas para construir una sociedad colectiva agraria autosuficiente, funcional. Arturo Warman sostiene que su proyecto político apoyaba libertades individuales, libertades municipales y daba una nueva forma a los gobiernos estatal y fe-deral, así como la reforma agraria . Pedía que los trabajadores tu-vieran derechos, que los civiles dominaran por sobre los asuntos militares y que se organizaran partidos políticos fundamentados en consejos de base . Haciéndose eco de la aseveración de Armando Bartra, en el sentido de que el Plan de Ayala proveyó al campesi-nado mexicano de un nuevo proyecto, Warman arguye que el za-patismo fue el único movimiento campesino de base que se funda-mentaba en un proyecto político común que le permitió convertise en un movimiento político genuino .14 del mismo modo, Ávila Es-

13 Ibid ., pp . 266-277 .14 Warman, “La plataforma política del Zapatismo”, pp. 297-305; Bartra, Los

herederos de Zapata, p . 15 .

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pinosa sostiene que la ideología zapatista permitió que el zapatismo se consolidara como movimiento regional de bases y le dio un al-cance nacional . su visión combinaba radicalismo agrario, populis-mo y una concepción del Estado al servicio de las clases subalternas . El movimiento campesino pudo entonces extenderse y salir de los valles de cuautla y cuernavaca hacia otras regiones en las que al-gunos grupos tenían necesidades agrarias similares . “La revuelta se convirtió más adelante en revolución, al madurar ideológicamen-te y darse un proyecto político propio que golpeó los pilares de la dominación de clase .”15

La dispersión del zapatismo a regiones contiguas sustenta la idea de que, en efecto, se volvió un movimiento nacional debido a su al-cance geográfico. Existe poca duda de que su atractivo se haya ex-tendido mucho más allá de los valles centrales morelenses . Aunque el zapatismo se desplegó de maneras muy diversas en la periferia, penetró los altos boscosos del valle del Ajusco, Puebla, el Estado de México, las regiones tropicales de Guerrero, la frontera de oaxaca, así como partes de Tlaxcala y Michoacán .16 no obstante, uno debe tener la cautela de recordar que no todos los “zapatistas” aceptaban los principios del Plan de Ayala . Muchos rebeldes rurales locales, incluyendo a algunos rancheros y ex porfiristas, se apropiaban del término “zapatistas” con frecuencia, para legitimar su resistencia ante los esfuerzos de Madero y carranza por centralizar la autoridad militar y política. Por ejemplo, en Veracruz, bandas conservadoras de huertistas y felicistas, que se autodenominaban “zapatistas”, asal-taron propiedades municipales, tomaron depósitos de armas e in-cursionaron en almacenes agrícolas, todo en nombre de la autonomía política local y del statu quo, más que en el de la reforma agraria .

Los neozapatistas también ponen énfasis en la composición social diversa del movimiento para apoyar la idea de que el zapa-tismo tenía atractivo nacional . no sólo los pobladores campesinos, sino también los trabajadores sin tierra y los jornaleros se habían

15 Ávila Espinosa, Los orígenes, op. cit., pp . 304 . 16 Ibid ., p . 14 .

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resistido a la usurpación que las haciendas hacían de las tierras de los pueblos desde la época colonial . A principios del siglo xx, estos trabajadores explotados, descontentos, se unirían al movimiento zapatista . sus quejas provenían no tanto de su pérdida de tierras, sino de su necesidad de sobrevivencia económica y su deseo de libertad individual .

Al contrario de las imágenes románticas de campesinos puebleri-nos y trabajadores intentando frenar el tiempo y luchando por un mundo perdido, los campesinos y trabajadores estaban tratando de llevar al acto su propia visión de futuro . Adoptaron ideas mo-dernas y exigieron derechos de igualdad y las libertades indivi-duales que el liberalismo propugnaba .17

de hecho, Hart va tan lejos que llega a sugerir que las experiencias económicas de los trabajadores rurales en Morelos eran similares a las de sus pares jornaleros en chihuahua y durango, que se unirían al movimiento villista .18

Por último, en su biografía política de Zapata, Samuel Brunk reexamina la importancia del liderazgo en el movimiento zapatista . La obra se sostiene en la tradición del “gran-hombre”, en un inten-to por restaurar la imagen de Zapata como un gran héroe revolu-cionario después de varias décadas de descuido . sugiere que sus dotes de líder práctico, su ideología y su habilidad natural para desarrollar una organización con una disciplina coherente signifi-caron la supervivencia del movimiento durante muchos años .19 La voluntad de Zapata de colaborar con líderes regionales controver-siales y de comportarse de manera brutal él mismo, con el fin de mantener cierto nivel de disciplina al interior de sus fuerzas alta-mente descentralizadas, “llevaron al zapatismo el grado de cohe-rencia y éxito militar que logró” .20 Pasemos ahora a nuestra segunda

17 Ibid ., p . vii .18 Hart, Bitter Harvest, p . viii .19 Brunk, Emiliano Zapata, pp . xvi y 233-234 .20 Ibid ., p . 234 .

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pregunta . ¿sirvió el zapatismo de modelo a otros movimientos cam-pesinos regionales a lo largo del país?

Ni zapatismo ni villismo

Mientras más estudiamos los movimientos campesinos mexicanos, más descubrimos su diversidad y complejidad . Pese a que el zapa-tismo parece haber sido más homogéneo y endogámico, en términos de su liderazgo y sus adherentes, que otros movimientos, incluso su composición social era bastante heterogénea . El villismo surgió de una base de clases mucho más mixta, ya que caciques y terra-tenientes se unieron con trabajadores rurales, pobladores de colo-nias militares y pequeños propietarios para luchar por la justicia económica y política . En la periferia, lejos de la ciudad de México, “los campesinos del norte siguieron dejando que los caudillos los encabezaran” .21 ¿Por qué los campesinos del norte se mostraban tan prestos a aceptar el liderazgo externo de los hacendados y la clase media? Katz sostiene que una fuerte tradición decimonónica de re-sistencia común surgió entre indios, pobladores de las colonias mi-litares, rancheros, vaqueros y grandes terratenientes en sus batallas en contra de los apaches . La diferencia principal entre los movimien-tos revolucionarios norteño y sur-central, apunta, era que en el nor-te todas las clases sociales participaron .22 Además, la población in-dígena era escasa y nómada, de manera que el cultivo comunal era prácticamente inexistente . Más bien, los colonos militares, los tra-bajadores rurales, los trabajadores semiagrícolas y los rancheros se levantaron en armas contra formas cada vez más monopolistas de agricultura comercial, practicadas por terratenientes extranjeros y locales por igual, para reclamar su propiedad privada y volver a hacerse del control sobre su autonomía municipal . El caudillo de Chihuahua, Francisco Villa, no era un ávido defensor de la reforma

21 Katz, “Las rebeliones rurales a partir de 1810”, p. 469.22 Ibid ., p . 482 .

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agraria; le preocupaba mucho más alimentar a sus tropas y a los pobres urbanos, así como mantener la lealtad de sus generales otor-gándoles haciendas . A pesar de los primeros y extraordinarios éxi-tos militares de Villa, su caballería fue finalmente derrotada por las tropas de carranza, entrenadas de manera más profesional .

Muchas otras rebeliones locales no se ajustan al modelo zapa-tista o villista de insurgencia rural. Tenían la influencia de rasgos locales idiosincráticos, más que de fuerzas exteriores . sirve examinar las incipientes rebeliones locales desde abajo, tomando en cuenta lo que Scott ha llamado “el constante y agobiante conflicto por el tra-bajo, el alimento, la autonomía y el ritual —como formas diarias de resistencia— .”23 con frecuencia estos movimientos locales de base eran simplemente respuestas a las tendencias más autoritarias del maderismo, el zapatismo, el villismo y el carrancismo . Para ilustrar este fenómeno, describimos brevemente tres movimientos popula-res maderistas, muy distintos, en Tlaxcala, Guanajuato y La Laguna, donde se llevó a cabo una mayor participación campesina .

El movimiento revolucionario de Tlaxcala estuvo fuertemen-te influido por el maderismo, el zapatismo y el carrancismo, para posteriormente rechazar las tres tendencias . La economía indígena minifundista de las regiones densamente pobladas sureñas y cen-trales se encontraba en competencia directa con la economía capi-talista ya desde el siglo xix, y los campesinos se veían forzados a trabajar en haciendas comerciales o en fábricas textiles para lograr su subsistencia . se desarrolló una fuerte tradición de protesta agra-ria entre estos pequeños terratenientes, quienes se esforzaban por adquirir tierras adicionales de los hacendados y por luchar contra los opresivos impuestos estatales . A diferencia de Morelos, Tlaxca-la tenía una débil tradición de propiedad comunal y un sistema comercial agroindustrial menos rapaz . Aunque ambos movimien-tos eran fundamentalmente agrarios, en términos de su composi-ción y sus quejas, el grueso del movimiento tlaxcalteca así como su liderazgo provenían de una tradición “trabajadora-campesina” .

23 Scott, Weapons of the Weak, p . xvi .

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Además, la proximidad geográfica de Tlaxcala con el ferrocarril ciudad de México-Veracruz hizo que algunos grupos de intelectua-les urbanos y de clase media, sumidos en las tradiciones radicales del Partido Liberal Mexicano, continuamente buscaran dominar las políticas estatales desde afuera .24

En mayo de 1910 una banda de campesinos, inspirados por Aquiles serdán, el revolucionario maderista poblano, intentó cap-turar al gobernador del estado fuera de la capital del mismo . El atentado falló y la respuesta represiva porfirista forzó a los anti-porfiristas a refugiarse en la clandestinidad hasta que Serdán re-tomó los esfuerzos organizativos para apoyar la revuelta armada maderista . Para la primavera de 1911, los maderistas se habían hecho con el control total de las municipalidades del sur de Tlaxcala, cerca de la ciudad de Puebla . La fortaleza de la movilización rural y una élite dividida llevaron a la elección de un popular trabajador-campesino como gobernador, por la vía de las urnas . El programa agrario del gobernador Antonio Hidalgo incluía la devolución de las tierras que se habían adueñado los terratenientes porfiristas, la abolición de impuestos sobre la pequeña propiedad, la creación de colonias agrícolas para quienes no poseían tierras la mejora de las condiciones laborales y el retiro de los rurales del estado . Aunque los maderistas tlaxcaltecas juraron lealtad a Zapata, su movimien-to tenía poco parecido con el zapatismo . Raymond Buve sostiene que “quedó como una zona marginal del control zapatista” .25 Más aún, los insurgentes tlaxcaltecas desarrollaron una relación com-pletamente diferente con el Estado maderista . Los zapatistas jamás establecieron instituciones estatales como lo hicieron los tlaxcalte-cas . Estaban en confrontación constante con el régimen de Madero, en tanto que el gobernador Hidalgo recibió aceptación y apoyo federales . Aunque el régimen hidalguista sólo sobrevivió un año antes de ser derrocado por una coalición contrarrevolucionaria, encabezada por terratenientes, fue lo suficientemente poderoso

24 Ibid ., 120-127 .25 Buve, El movimiento revolucionario en Tlaxcala, pp . 117 y 142 .

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como para colocar peones, campesinos-trabajadores y trabajadores en cargos locales de poder estatal, así fuera por poco tiempo .26 Esta experiencia de movilización campesina demostraría más tar-de ser invaluable para el caudillo militar local, domingo Arenas, cuando rompió tanto con carranza como con Zapata para poder mantener el control regional sobre lucrativos recursos, tanto co-merciales como de tierras .

El movimiento revolucionario guanajuatense exhibía una hete-rogeneidad aún mayor en cuanto a liderazgo y composición de base que el tlaxcalteca, debido a la diversidad de la estructura socioeco-nómica estatal . En consecuencia, los insurgentes jamás fueron capa-ces de crear una rebelión campesina unificada del tipo zapatista o villista. El movimiento antiporfirista tenía poca semejanza con el zapatismo, ya que no había una tradición comunal en el estado, y la reforma agraria nunca se erigió como demanda importante . Las quejas en cuanto a la situación agraria eran similares a las del norte, donde los agricultores querían dividir las haciendas y crear peque-ñas propiedades privadas o ranchos .27 Mónica Blanco arguye que la experiencia guanajuatense tenía más en común con el villismo que con el zapatismo, ya que aquí los hacendados sí participaron y los grupos insurgentes eran muy heterogéneos . En muchos sentidos, esto se debió a que había una gran población flotante que se movía entre la agricultura y la minería . A diferencia del villismo, no obs-tante, el movimiento guanajuatense jamás disfrutó de un liderazgo unificado, ya que los líderes constantemente reñían entre sí. Además, no surgió grupo alguno de participantes rurales que cohesionara y creara solidaridad entre las bases combatientes, del modo que lo-graron unidad los colonos militares en chihuahua .28 En suma, pese a la naturaleza populista de las múltiples rebeliones locales, el con-flicto básico entre los objetivos políticos de los acaudalados ha-cendados y rancheros y los objetivos económicos de los aparceros,

26 Ibid ., pp . 127-138, 145-147 y 314 . 27 Blanco, El movimiento revolucionario en Guanajuato 1910-1913, pp . 23, 51-52

y 55 .28 Ibid ., p . 54 .

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jornaleros y pequeños propietarios, no pudo resolverse. La única victoria significativa de movimiento guanajuatense, después de una serie de huelgas rurales prolongadas y manifestaciones urbanas, fue un aumento en los salarios rurales .29

La Laguna es la tercera región en la que la diversidad social del movimiento maderista explica parcialmente su falta de cohesión una vez derrocado Porfirio Díaz. La movilidad de los trabajadores rurales, más que su estabilidad, caracterizaba a esta región norteña, a la que decenas de miles de trabajadores temporales migraban anualmente para la cosecha del algodón . Los mineros también ju-garon un papel significativo en el descontento rural, e incluso al-gunos de ellos estuvieron entre sus más importantes líderes . de acuerdo con William Meyers, cuando los campesinos se sublevaron, lo hicieron para resistir la modernización de la industria algodone-ra a manos de corporaciones extranjeras, y para enfrentarse a los terratenientes que se habían apoderado de sus tierras . Los trabaja-dores temporales, aparceros y pequeños propietarios mestizos, así como los indios, se unieron todos a los líderes locales para apoyar a la rebelión de Madero y resolver estas injusticias agrarias . Fueron la chispa que detonó la culminación de la sangrienta y popular toma de Torreón, por 7 000 guerrilleros, en mayo de 1911.30 como en muchas otras regiones, una vez que Madero asumió la presidencia en 1911, sus políticas de pacificación, que llamaban al desarme de los antes grupos guerrilleros, lo distanciaron de a estos grupos po-pulares, que se acercaron más a los villistas . Aunque los insurgen-tes de la región lagunera carecían de un liderazgo unificado o de objetivos claros, probablemente cuencamé produjo más generales para el movimiento villista que cualquiera otra región .31

ni el zapatismo ni el villismo parecen ser buenos modelos, luego de analizar estos tres movimientos campesinos regionales . Estas insurgencias rurales jamás se desarrollaron hasta volverse

29 Ibid ., pp . 37-50, 119-127 y 135 .30 Meyers, “La segunda División del Norte”, pp. 413-416. 31 Ibid ., p . 414 .

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movimientos campesinos masivos a gran escala, debido a que in-tervinieron fuerzas nacionales externas, a que su liderazgo se frac-turó demasiado y a que no compartían una ideología unificada. Aunque se implementaron algunas reformas socioeconómicas en el campo, los movimientos populistas de Tlaxcala, Guanajuato y La Laguna se habían destruido irremediablemente mucho antes del derrocamiento de Madero, en febrero de 1913 .32

La importancia del liderazgo nos conduce a la tercera interro-gante . ¿cuál fue la naturaleza de la relación entre los líderes y las bases en estos movimientos campesinos, durante y después de la Revolución?

Liderazgo e intermediarismo

conforme nos alejamos de las teorías de la historia que se centran en el tema de los “grandes hombres” debemos encontrar maneras alternativas de estudiar el liderazgo que tomen en cuenta las rela-ciones entre líderes, intermediarios y las bases . sin lugar a dudas, los tradicionales patrones clientelistas de reclutamiento dominaron al interior del liderazgo revolucionario . Pero los líderes de fuera, de los sectores medios, empezaron a jugar un papel cada vez más importante en la movilización campesina durante la Revolución mexicana . Katz observó que una de las diferencias fundamentales que distingue a los movimientos campesinos del siglo xx de los del siglo xix, fue la presencia creciente de un liderazgo exterior, no campesino, a medida que las revueltas se transformaron de movi-mientos locales en regionales y nacionales .33 de hecho, los media-dores o intermediarios adquieren nuevo significado.

La cosificación de Zapata y de Villa como superhéroes en la ideo-logía oficial revolucionaria dificultó, durante largo tiempo, filtrar las

32 Blanco, El movimiento revolucionario, op. cit., p . 13; Meyers, “La segunda división, op. cit., p . 430; Buve, El movimiento revolucionario, op. cit., pp . 137-138 .

33 Katz, “Rebeliones rurales”, pp. 468-469.

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verdaderas cualidades revolucionarias de muchos líderes de la épo-ca . Los estudiosos populistas los trataban como los héroes de las modernas y nuevas revoluciones campesinas del siglo xx, ya que ligaban sus objetivos rurales tradicionales con las plataformas na-cionales de los intelectuales de clase media urbana, radicales .34 Los neozapatistas también tienden a poner énfasis en los aspectos ejem-plares del liderazgo de Zapata . Brunk encomia su capacidad para “equilibrar prioridades y presiones de manera práctica” . Estas cua-lidades le permitieron mantener una cierta disciplina y un buen nivel de coherencia al interior de sus desiguales fuerzas guerrilleras, tan vitales para su éxito militar . La caída de Zapata se debió a una simple falla personal . Era un héroe trágico, que cometió el error fatal de confiar en su enemigo acérrimo, Venustiano Carranza.35 Ávila Espinosa lo coloca en la tradición popular caudillesca deci-monónica, que incluye a José María Morelos y Pavón, Vicente Gue-rrero y Juan Álvarez . sugiere que su liderazgo tenía “un carácter plebeyo, popular, radical, de tipo tradicional, que desafió a los po-deres regionales y al gobierno” .36 Esta conceptualización sugiere que hay continuidad en el liderazgo rural, y lo eleva al panteón masculino de héroes decimonónicos .

La evaluación que hace Friedrich Katz de las capacidades de liderazgo de Villa es más matizada. Villa tenía una personalidad casi quijotesca, sostiene. Era capaz de llevar a cabo actos de gene-rosidad extraordinarios, pero también otros de extraordinaria cruel-dad . Él y sus generales masacraron a civiles inocentes a sangre fría o dispararon contra algunos socios cercanos, simplemente porque habían traicionado su confianza. La violación y asesinato de solda-deras en namiquipa fue un acto particularmente atroz .37 Lo que es más controversial y queda abierto al debate, sostiene Katz, son las razones de su espectacular ascenso a un puesto prominente al

34 Wolf, Peasant Revolutions in the Twentieth Century, pp . 24-36; Bartra, Los herederos de Zapata, p . 15 .

35 Brunk, Emiliano Zapata, pp . xvi, 234 y 239 .36 Ávila Espinoza, Los orígenes del zapatismo, p . 13 .37 Katz, Life and Times of Villa, pp . 805 y 891-892 .

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interior del movimiento revolucionario entre 1910 y 1911, y espe-cialmente entre 1913-1915, así como la cuestión de su ideología . A diferencia de Zapata y de otros líderes como domingo Arenas, no tenía experiencia como organizador comunitario o como integran-te de algún grupo político antiporfirista. Ni siquiera queda claro por qué se unió a la revolución de Madero, para empezar, a excep-ción de algún resentimiento muy enraizado en contra de la oligar-quía de durango . Pero incorporaba en sí todas las características típicas del caudillo, mismas que se centraban en la virilidad: era carismático, audaz, violento y estaba dispuesto a tomar riesgos en lo personal . su genuina dedicación a sus hombres y su bienestar lo hacían inusualmente popular entre su tropa, que no fue el caso de otros líderes revolucionarios. “Una característica esencial de Villa era su habilidad de identificarse personal, material e ideológica-mente con sus hombres” .38 También fue un “administrador de re-cursos extremadamente eficiente y un creador de consensos sor-prendentemente capaz”, lo que le permitió moverse de un lugar que ocupaba fuera de la ley a ser un líder guerrillero, a ser el coman-dante de un ejército de entre 40 mil a 100 mil hombres .39 Moldeó su división del norte para hacerla una fuerza de combate en extremo efectiva y móvil, hasta que se topó contra la estrategia de guerra de trincheras de Álvaro obregón, en celaya .

En términos ideológicos, continúa Katz, Villa era tanto un tra-dicionalista como un modernizador . odiaba a las oligarquías de durango y quería redistribuir la tierra de las haciendas y volver al sistema de poblados libres, de chihuahua . Por otro lado, era un sólido defensor de la educación y, durante su administración como gobernador de chihuahua, fomentó su desarrollo .40 En tanto que algunos líderes revolucionarios mexicanos tenían mucho en común con los caciques regionales del siglo xix, otros fueron mucho más ágiles para transformarse en mediadores del poder civil, modernos,

38 Ibid ., pp . 805-807 .39 Ibid ., p . 807 .40 Ibid ., p . 808 .

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empleando nuevos mecanismos políticos para ejercer el poder . sa-turnino cedillo y cándido Aguilar fueron dos ejemplos del caudi-llo moderno . Ambos eran producto de base de la cultura ranchera, pero fueron capaces de convertirse en intermediarios clave entre sus clientes rurales y el Estado moderno, revolucionario, que surgía .

Romana Falcón examina el surgimiento del caudillo popular y carismático, saturnino cedillo, en la Huasteca potosina . Mientras que la autoridad tradicional de los terratenientes había descansado en la legitimidad familiar heredada y el paternalismo hacia sus trabajadores, cedillo, por ser ranchero, debió hacerse de legitimi-dad ganándose la lealtad de sus hombres a través de relaciones personales y cálidas, y la distribución de los botines de guerra, incluyendo parcelas .41 Él y sus dos hermanos comenzaron a orga-nizar peones y medieros en 1912, en el Valle del Maíz, para protes-tar por las terribles condiciones de trabajo en las haciendas . Incluso invocaron el Plan de Ayala zapatista para legitimar su rebelión . Estos insurgentes rancheros y jornaleros, con frecuencia tomaron y ocuparon tierras de haciendas .42 La lealtad personal de sus tropas paramilitares y su cercana cooperación militar con los presidentes posrevolucionarios permitieron a cedillo construir un fuerte cau-dillaje que sobrevivió hasta fines de la década de 1930.

La transformación de cándido Aguilar, de líder revolucionario en caudillo civil moderno, representa un agudo contraste respecto de la sostenida dependencia de Cedillo de una base militar. Hijo de un pequeño propietario empobrecido, Aguilar creció a las afueras de Córdoba, Veracruz, donde cuidó del pequeño rancho de su tío. Aún joven se involucró fuertemente en la política organizando un club del plm y apoyando en secreto la campaña electoral de Madero . después de la fraudulenta reelección del presidente díaz el 1 de julio de 1910, Aguilar lanzó una rebelión rural para proclamar pre-sidente constitucional a Madero . sin embargo, su llamado a las ar-mas fue grandemente desatendido, de modo que se dirigió al norte

41 Falcón, “Carisma y tradición”, p. 373. 42 Ibid ., pp . 381-386 .

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para unirse a los maderistas en Coahuila. Sólo regresó a Veracruz para encabezar el ejército constitucionalista en contra de Victoriano Huerta .43 Una vez que carranza lo designó gobernador provisional, trasladó la capital del estado a córdoba, que se transformó en su centro de operaciones; ahí colocó a miembros de su familia en posi-ciones militares y políticas clave, en su búsqueda por construir su propio caudillaje . La familia Aguilar quedaría, así, bien posicionada para dominar la región durante varias décadas en el futuro, del mismo modo en que la familia cedillo lo haría en san Luis Potosí . no obstante, cándido no se rodeó de caciques rurales, sino de pro-fesionistas cordobeses con experiencia que habían servido previa-mente en el régimen porfirista. Su ley de reforma agraria de 1914 y su legislación laboral de 1918, así como su implementación parcial, le valieron el apoyo de base de segmentos importantes del campe-sinado y de la fuerza de trabajo organizada . su entrada a la élite posrevolucionaria urbana nacional se la garantizó su matrimonio con la hija de Carranza. Fungió como ministro de Relaciones Exte-riores en el gabinete de Carranza, pero seguía influyendo sobre la política de Veracruz. Aunque se le forzó a exiliarse tras el derroca-miento de carranza, volvió en la década de 1930 y logró ejercer de nuevo influencia política como un distinguido político civil. “Agui-lar se desempeñó como el verdadero hombre fuerte de la entidad, independientemente de que ocupara o no la silla de gobierno .”44

Tanto cedillo como Aguilar sirvieron de mediadores posre-volucionarios u “hombres bisagra” en las negociaciones entre sus bases campesinas y el Estado revolucionario . Estos hombres-nexo se originaron en las clases medias; eran pequeños propietarios, co-merciantes, maestros o artesanos, que desarrollaron sus propias redes, yendo y viniendo entre la plantación/hacienda y las econo-

43 Corzo, González y Skerritt, Nunca un desleal, p . 16 .44 Ibid., 224. Fowler-Salamini, “Revuelta popular y regionalismo en Ve-

racruz, 1906-1913”, pp. 179-180; Corzo, González y Skerritt, Nunca un desleal, pp . 19-20 .

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mías de subsistencia .45 Del mismo modo que Zapata y Villa, el co-merciante de caballos y el mulatero fueron testigos de la creciente relación desigual entre estos dos mundos, y lo resintieron . Así, crea-ron redes entre los pobladores libres, los rancheros o los trabajado-res con quejas añejas en contra de los grandes terratenientes y el Estado. Allen Wells y Gil Joseph han mostrado cómo, diestramen-te, unieron a comuneros y peones en torno a sus quejas e identida-des comunes a finales del porfiriato. Aunque sus fuerzas tuvieron poca permanencia, eran cabecillas rurales “eminentemente de bases populares: de origen local, con demandas locales y orgánicamente legítimos” y contaban con una base campesina .46 cedillo y Aguilar tuvieron mucho más éxito como mediadores entre las fuentes de poder y los campesinados veracruzano y potosino, a largo plazo, que los cabecillas de Yucatán, donde el sistema de plantaciones quedó intacto después de la Revolución .

Para terminar, iremos a nuestra última pregunta. ¿Cómo es que los términos “soldado”, “agrarista” y “campesino” han adquirido significado político, cultural y económico?

Reexaminación del significado de “soldado”, “agrarista” y “campesino”

Analizar los movimientos populares desde abajo, da mayor agency47 al campesinado y exige la redefinición de los significados de “sol-dado”, “agrarista” y “campesino” . de manera más importante, “ser soldado” requiere un análisis de género, y debe verse a los campe-sinos como agentes de cambio .

En el pasado, se veía a los líderes de la Revolución como su-perhéroes, ya se tratara de los hermanos Flores Magón, de Zapata, de Villa, de Madero, de Carranza o de obregón. Se les integraba

45 Wells y Joseph, Summer of Discontent, Seasons of Upheaval, p . 181 .46 Ibid ., pp . 245-246 y 234-235 .47 El término agency destaca la importancia del sujeto como actor . [n . de la

coord .]

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cuidadosamente a la mitología revolucionaria oficial.48 Esta pers-pectiva androcéntrica asumía que los hombres eran los combatien-tes armados y las mujeres las proveedoras y cuidadoras de la tro-pa . Algunos análisis recientes exploran la relación entre género y guerra . México tiene la añeja tradición proveniente del siglo xix, de la soldadera, o seguidora de los campamentos militares, que acom-pañaba a su hombre a la batalla para hacerse cargo de sus necesi-dades personales . Esta práctica existió en todo el mundo hasta que los ejércitos profesionales establecieron cuerpos acuartelados con la misión específica de alimentar a sus tropas. Una vez profesionaliza-do el ejército mexicano, en la década de 1920, las soldaderas ya no pudieron seguir a las compañeros en sus campañas militares, pero sus tribulaciones y andanzas se recogen en autobiografías, novelas, corridos y poesía . Las mujeres, de hecho, jugaron una variedad de roles que iban mucho más allá del papel tradicional de “mujer ab-negada” . Las soldaderas usualmente se hacían cargo de las necesi-dades personales de los soldados o acompañaban a los ejércitos como vendedoras de alimento, pero las soldadas lucharon al lado de sus compañeros, e incluso crearon sus propias unidades de ca-ballería . Algunos novelistas y antropólogos nos han provisto de lo que tal vez sea el mejor material biográfico sobre algunas mujeres rurales que participaron o lucharon con los ejércitos revoluciona-rios .49 Al menos 35 veteranas solicitaron pensión al gobierno después de la Revolución, sosteniendo que habían participado en la lucha armada .50 El sesgo de género no sólo limitó la participación de las mujeres como combatientes armadas, sino que también afectó a las

48 o’Malley, The Myth of the Revolution; Fowler-Salamini, “Género y la re-volución mexicana”, pp. 369-400; Fowler-Salamini y Vaughan “Introducción”, Mujeres del campo mexicano, pp . 27-46 .

49 Reséndez Fuentes señala esta diferencia en “Battleground Women”, pp . 525-553; salas, “La soldadera en la Revolución Mexicana, pp . 159-175; Ponia-towska, Hasta no verte Jesús mío; Kelley, Yaqui Women . Rocha, “The Faces of Rebellion”, pp . 10-36 .

50 Rocha, “The Faces of Rebellion”, pp. 10-36.

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leyes posrevolucionarias, que asumieron que los hombres jefes de familia debían recibir tierras .51

Quizás el caso de la soldada que más se conoce es el de Amelia (o) Robles, campesina de Guerrero que adoptó una identidad mas-culina . Mientras que numerosas mujeres practicaron el trasvestismo para tener acceso al ejército o para protegerse de la violencia sexual, Amelia (o) optó por cambiar su identidad de género por completo . “su cambio radical de identidad de género y sexual no obedeció simplemente a un afán de disfrutar de las ventajas sociales de los hombres, sino que fue fruto de un deseo vital y profundo . Un deseo, felizmente realizado, de negar su anatomía sexual de nacimiento y masculinizarse de manera radical, en todos los aspectos de su vida .”52 Acogió todas las cualidades revolucionarias ideales del ma-cho: valentía, osadía, capacidad de llevar a cabo actos de violencia, habilidad en el manejo de las armas y de los caballos y un estilo dominante en sus relaciones con mujeres .53 Mantuvo su identidad transgénero, masculina, toda la vida, después de que se le desmo-vilizó como oficial del ejército zapatista.

La reconceptualización del término “agrarista”, cosificado en la ideología revolucionaria oficial, ha inspirado un debate aún más intenso . La visión del agrarista heroico, un soldado de sombrero blanco, luchando por la justicia social, comenzó a venirse abajo cuan-do Jean Meyer sugirió, en su estudio de la cristiada (1926-1929), que los agraristas no fueron siempre actores heroicos . colaboraron con el Estado posrevolucionario en la imposición de la Reforma Agraria y de los proyectos anticlericales que socavaron los valores mexicanos tradicionales . La revuelta cristera fue, de hecho, sostuvo Meyer, otra forma de insurgencia agraria para mantener las tradiciones mexica-nas como el catolicismo, la propiedad privada y la autonomía polí-tica . crecientemente se interpreta a la cristiada como una visión del

51 Arizpe y Botey, “Las políticas de desarrollo agrario”, pp. 133-150.52 Cano, “Inocultables realidades del deseo. Amelio Robles, masculinidad

(transgénero) en la Revolución Mexicana”, p . 64 .53 Ibid ., p . 40 .

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mundo populista, agraria, alternativa y de derecha, que se enfrenta a la visión modernista del Estado posrevolucionario .54

Los agraristas podían, en ocasiones, ser tan brutales, oportu-nistas y egoístas como la clase terrateniente que intentaban derro-car . Invasiones a tierras, asesinatos, despojo de posesiones perso-nales e imposición de autoridades políticas fueron tácticas usadas por los agraristas para tomar el control de tierras o regiones . Timo-thy Henderson sostiene que la reforma agraria era fácilmente ma-nipulada por las élites para apoyar a grupos de interés específicos, para crear o restaurar la estabilidad política y para legitimar su propia hegemonía . A nivel local, “los caciques agrarios —jefes po-líticos cuya reputación se sostenía sobre su capacidad de entregar tierra a sus seguidores— esperaban erigir carreras políticas sobre las ruinas de las grandes haciendas” .55 El cacique carrancista do-mingo Arenas, que operaba en la región de Tlaxcala-Puebla,

se dedicó con pasión a la causa de tomar y distribuir tierras [ . . .] [sus] fuerzas en ocasiones ocupaban y confiscaban propiedades de alto potencial comercial, y las trabajaban de manera directa y rapaz con el fin de obtener fondos de guerra. La corrupción, irre-gularidad y arbitrariedad levantaban sus horrendas cabezas

Los zapatistas no actuaron de manera muy distinta en el corredor ferroviario Puebla-Tlaxcala, con lo que alentaron una forma de ile-galidad nada saludable para la población civil .56 En suma, los su-puestos agraristas, los zapatistas, arenistas, carrancistas y villistas por igual, distribuyeron tierra no con base en un criterio generaly público, sino decidiendo caso por caso y frecuentemente con la fi-nalidad de enriquecerse . Las distribuciones forzadas de tierra para satisfacer las demandas campesinas de justicia social, encajaban con

54 Meyer, La cristiana; “Revolution and Reconstruction in the 1920s”, Be-thell (coord .), p . 202, y López Ulloa, Entre aromas de incienso y pólvora, y Purnell, Popular Movements and State Formation.

55 Henderson, The Worm in the Wheat, pp . 1-3 .56 Ibid ., pp . 61, 68-69 .

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la construcción de caudillajes locales autónomos, en ausencia de un gobierno central fuerte .

Las arbitrarias, e incluso violentas, tomas de tierra por parte de comandantes militares y/o de gobernadores, quienes se dijeron agra-ristas, no concluyeron junto con las hostilidades más importantes en la década de 1920 . Una nueva generación de caudillos regionales, militares y civiles buscó establecer su dominio sobre algunos terri-torios que salían del control de la ciudad de México . En ocasiones fueron tan brutales, corruptos y oportunistas como lo habían sido los caudillos porfiristas. Por ejemplo, en Veracruz, el revolucionario agrarista, Adalberto Tejeda, movilizó a paramilitares agraristas para implementar la reforma agraria, así como para promover sus obje-tivos políticos . del mismo modo que otros caudillos regionales, se alió con algunos caciques agrarios locales, carentes de escrúpulos, para construir su propia base política. Más aún, el agrarismo se construyó sobre los mismos valores militaristas masculinos del cau-dillismo y podía llevar a corrupción, abuso y a una imagen de he-roísmo masculino .57 Para hacer frente a estos estereotipos dicotómi-cos, comenzó a surgir una mirada multifacética del agrarismo .

Bartra ha identificado tres formas muy diferentes, y hasta an-tagónicas, de un agrarismo que el campesinado apoyó durante la década de 1920 . La primavera fue la del verdadero agrarismo re-volucionario conducido por agraristas radicales, tales como Úrsu-lo Galván que, siguió el llamado de Zapata para lograr “Tierra y libertad” . La segunda forma fue creada por el Estado posrevolucio-nario: su agrarismo “oficial” o “institucionalizado” tenía el objetivo de distribuir tierra para hacer que el campesinado fuera más de-pendiente del propio Estado . La tercera forma de agrarismo se de-sarrolló al interior del movimiento cristero . Aunque se ha llamado contrarrevolucionarios a los cristeros, porque se oponían al su-puesto Estado “revolucionario”, tenían amplio apoyo popular y raíces rurales . “será necesario reconocer que tanto en el agrarismo

57 Baitenmann, “Stories of Men’s Wars”.

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revolucionario como en los cristeros de base se expresaron reivin-dicaciones válidas del movimiento campesino .”58

otra manera de acercarse al agrarismo es verlo desde una pers-pectiva cultural, en un proceso histórico en constante cambio . Las identidades políticas agrarista y católica pueden verse como algo que incorpora “dos conjuntos distintos de entendimiento popular de los derechos de propiedad, la cultura católica y el papel legítimo del Estado en la comunidad rural” . La clase, la etnicidad o la reli-giosidad no necesariamente explican por sí mismas estas diferen-cias, ya que las relaciones coyunturales entre quejas de larga data y represión de corto plazo llevaron a una región a seguir el agraris-mo patrocinado por el Estado y, a otra, a apoyar al movimiento cristero avalado por la Iglesia en Michoacán . Jennie Purnell sostie-ne que los insurgentes agrarios y la élite deben entrar en alguna forma de negociación y encontrar “un marco discursivo común”, para usar la terminología de Joseph y nugent, sobre el cual nego-ciar .59 En su búsqueda de la formación de la identidad política cam-pesina, Purnell arguye que la rebelión cristera sostenida en los es-tados centro-occidentales requería de tres condiciones necesarias: “la supervivencia de un número significativo de comunidades con su base territorial” después de las reformas liberales; “una densa red de organizaciones católicas de base” y una confrontación direc-ta con el Estado revolucionario, a nivel local, en torno a los temas del anticlericalismo y la reforma agraria .60 En cambio, las comuni-dades agraristas, en particular en la región de Zacapu, desarrollaron “relaciones simbólicas e institucionales [enteramente diferentes] entre la práctica religiosa, los derechos de propiedad y la autoridad política local” . Estas comunidades habían perdido sus tierras hacia fines del porfiriato, y el poder político se había turnado a terrate-nientes, mestizos y españoles . Además, las prácticas religiosas se

58 Bartra, Los herederos de Zapata, pp . 22-57 .59 Purnell, Popular Movements and State Formation, pp . 10-11 y 191-192 (cita

textual de la p . 15) .60 Ibid ., pp . 82-110 (cita textual de la p . 73) .

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volvieron más directamente asociadas con la Iglesia institucional .61 En Zacapu, los esfuerzos del Estado revolucionario por consolidar su control a nivel estatal, se mezclaron con las aspiraciones locales por recuperar el control sobre sus tierras y por retirar a las élites mestizas y a los líderes religiosos, lo que intensificó la fusión de un movimiento agrarista vibrante .62

El término “agrarista” se había cargado políticamente con sig-nificados tanto positivos como negativos, para fines de la década de 1920, en Michoacán . Los revolucionarios de los pueblos tendían a poner énfasis en la lucha de clases y la ciudadanía como compo-nentes fundamentales del agrarismo .63 Aunque el agrarismo expan-dió la participación popular en la esfera política, nunca se volvió un movimiento masivo en Michoacán, porque su radicalismo dis-tanciaba a grandes segmentos de la población . En lugar de ello, el término “campesino” se sustituyó crecientemente por el de “agra-rista”, tanto por el Estado posrevolucionario como por los revolu-cionarios campesinos, para describir a todos los pobladores rurales . Siguiendo un punto de vista de arriba abajo, Guillermo Palacios delinea los debates que se llevaron a cabo entre algunos intelectua-les al interior de la sep, que tuvieron que ver con el maestro o maes-tra rural y su relación con el campesinado . Por su parte, christopher Boyer utiliza una mirada de abajo a arriba para mostrar cómo los revolucionarios o intermediarios michoacanos de los poblados se apropiaron de este término para poder identificar a su clientela y legitimar sus propias campañas por la justicia económica y social .

En el Michoacán posrevolucionario, el concepto “campesino” tomó un giro identitario cultural más que de clase, con el que los pobladores rurales se podían identificar más fácilmente. Según Bo-yer, se refería a un conjunto de valores que incluían la etnicidad, la religión, la clase, el género y la nacionalidad . Tenía sus raíces en los ideales de la solidaridad en contra del rico, el derecho a la tierra y

61 Ibid ., pp . (cita textual de la p . 111) y 111-133 .62 Ibid ., p . 132 .63 Boyer, Becoming Campesinos, p . 3 .

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un estatus privilegiado, como principales beneficiarios de la Revo-lución . “La identidad campesina en Michoacán, de este modo, se originó como la expresión cultural de la militancia agraria .”64 Las personas rurales encontraron que la política en torno a la identidad campesina, en vez de agrarista, era un medio útil para sostener su presencia política en el México posrevolucionario .65 no obstante, los revolucionarios de los pueblos no estaban solos en la construc-ción de una nueva identidad campesina .

Las élites intelectuales posrevolucionarias deseaban integrar los términos “campesino” y “campesinado” a su ideología oficial. ya no concebían al campesinado como los tecnócratas porfirianos lo habían hecho: tan sólo como un segmento retrógrada de la so-ciedad que desaparecería con la modernización . En lugar de ello, estos pedagogos esperaban integrarlos a la sociedad mexicana mo-derna . En su análisis de la publicación de la sEP, El maestro rural, Palacios encuentra dos corrientes políticas pedagógicas: los pro-ductivistas, que adoptaron el enfoque pragmático y técnico de su integración como un productor económico vital para la economía nacional, y la tendencia culturalista, que fue “más atenta a especi-ficidades étnicas y tradiciones locales e interesada en una acultura-ción integral” en la creación de una cultura nacional .66 El maestro o la maestra rural se volvería la persona intermediaria cultural cla-ve en este proyecto nacional . de este modo, la escuela y el maestro o la maestra colaborarían para la cultura nacional mediante la trans-formación de la cultura campesina . A diferencia de la visión liberal, que consideraba al campesinado un obstáculo al progreso, la visión de la sep veía al campesinado y su comunidad como investidos de capacidades intelectuales y espirituales, mismas que podían ser moldeadas por el maestro .67 desafortunadamente, la dimensión de género no se desarrolla en forma adecuada en la reformulación del campesino . La campesina permanece tan sólo como preservadora

64 Ibid ., pp . 5-6 y 25 .65 Ibid., pp. 12, 25 y capítulos sobre Múgica y Cárdenas.66 Palacios, La pluma y el arado, pp . 12 y 24 .67 Ibid ., pp . 40 y 61-62 .

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de los valores tradicionales o como copartícipe de la expansión de la movilización popular y la ciudadanía revolucionaria .68

En conclusión, es imposible separar al campesinado de la Re-volución mexicana de 1910 o, para el caso, de cualquier revolución social previa al siglo xxi . Este artículo se ha concentrado en responder cuatro preguntas en torno al papel del campesinado en el proceso revolucionario: la primera de ellas, ¿cuál fue la verdadera natura-leza del movimiento zapatista? Los neozapatistas han intentado renovar la idea del zapatismo como movimiento social, y sugerir que era una rebelión mucho más compleja de lo que se pensó pre-viamente . Las quejas agrarias de larga data que retomaba, su du-rabilidad como movimiento militar y político y su impacto ideoló-gico y social fuera de Morelos, sugieren que debería vérsele como un movimiento no simplemente regional, sino nacional . La segun-da pregunta: ¿puede el zapatismo considerarse un modelo para las revueltas campesinas que se llevaron a cabo en diferentes regiones de la república? Los estudios sobre las “otras” revueltas campesinas parecen indicar que surgieron muchos tipos diferentes de insur-gencias del campesinado debido a una mayor heterogeneidad en cuanto a su composición social, a la desunión de su liderazgo, y a las condiciones específicas locales, socioeconómicas y políticas. La tercera pregunta: ¿cuál fue la naturaleza de la relación entre el lide-razgo y las bases en estos movimientos campesinos? La importancia de los intermediarios entre el campesinado y el liderazgo nacional se reconoce hoy como un componente clave para entender las re-beliones campesinas, así como la construcción de cacicazgos y cau-dillajes revolucionarios y posrevolucionarios. Por último, ¿cómo cambiaron los significados de los términos “soldado”, “agrarista”, y “campesino” a lo largo del proceso revolucionario? Estos términos se redefinieron para reflejar identidades políticas, culturales y de cla-se . de este modo, la década de 1920 ya no se puede considerar sim-plemente como un periodo de desmovilización de los movimientos

68 Ibid ., p . 93; Boyer, Becoming Campesinos, p. 6, y Vaushan, La política cultu-ral en la Revolución .

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campesinos para facilitar la formación del Estado revolucionario, ya que el campesinado siguió siendo agente de cambio, en constan-te negociación con terratenientes y con el Estado, para hacerse de mayores derechos agrarios y políticos .

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Hacia una cartografía rural del cardenismo*

Benjamin T. Smith

El 4 de abril de 1936, el maestro rural de la escuela de suchitepec, oaxaca, se quejó de que los campesinos mixtecos locales habían invadido el plantel, hecho trizas algunos carteles, quemado los pu-pitres y declarado “muerte al maestro, muerte a Lázaro cárdenas, muerte al agrarismo y muerte a todos los ateos” . sin embargo, cua-tro años más tarde, un grupo muy distinto de campesinos del mis-mo poblado se dirigió a las autoridades educativas para solicitar el regreso del mismo maestro rural . Expresaron su gratitud por el eji-do que “cubrió las necesidades de nuestras familias”, alabaron el trabajo de los educadores estatales previos y concluyeron afirman-do que eran “cardenistas leales y entusiastas”, y que apreciaban la “obra redentora” del presidente .1 Tal como la sugieren estos ejem-plos, diferentes grupos de campesinos, incluso del mismo poblado, vivieron el sexenio cardenista de formas radicalmente opuestas . conforme los campesinos y los intermediarios políticos negociaban, resistían, ignoraban o se apropiaban de los dictados del gobierno central, las políticas nacionales agraristas en torno a la educación socialista e indigenista reverberaban por las redes políticas locales

* Traducción de Lucía Rayas.1 Archivo General del Poder Ejecutivo de oaxaca, Asuntos Agrarios, 29.1,

Liga Central de Comunidades Agrarias de la República al Gobernador Cons-tantino chapital, 16 de diciembre de 1936; Archivo Histórico de la secretaría de Educación Pública, C4,Comité Ejidal de Suchitepec a la Secretaría de Edu-cación Pública, 3 de abril de 1940.

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de México de innumerables maneras, y dieron por resultado “la forja simultánea de una multitud de arreglos regionales” .2 Este pro-ceso de difusión, politiquería y conflicto, es la base de este artículo. Aunque la multiplicidad de la experiencia cardenista puede parecer caótica e incoherente, hubo patrones en común. La mayor parte de las primeras apreciaciones del cardenismo debatían el grado de radicalismo del proyecto nacional . Pasado el entusiasmo populista inicial, los académicos revisionistas empezaron a desplazarse hacia una condena amplia de su deshonestidad intelectual, aplicación cínica y resultado corporativista y capitalista .3 durante la década de 1980, la descentralización gradual, la apertura de archivos esta-tales y la puesta en boga de la microhistoria, precipitaron un giro de la polémica hacia apreciaciones más sutiles de los resultados regionales del régimen posrevolucionario .4 Los académicos mexi-canos se distanciaron de las generalizaciones a nivel nacional y gradualmente reconocieron no sólo “muchos Méxicos”, sino tam-bién los “muchos cardenismos” que la desagregación geográfica produjo .5 numerosos historiadores e historiadoras descubrieron que el Estado cardenista no fue un floreciente Leviatán sino, de hecho, un Estado relativamente débil, “incapaz de poner en prác-tica un proyecto de reforma nacional a largo plazo”, dependiente de la “negociación de la autoridad” entre los actores de la élite y diversos grupos populares .6 En ocasiones, cárdenas pudo imponer su voluntad política de manera efectiva, por ejemplo con la expul-sión de Plutarco Elías calles, la contención del levantamiento de

2 Rubin, Decentering the Regime, p . 13 .3 Para una apreciación populista, véase Weyl y Weyl, The Reconquest of Mexi-

co; Townsend, Lázaro Cárdenas, Mexican Democrat . Para un punto de vista revi-sionista, véase córdova, La política de masas del cardenismo; Ianni, El Estado ca-pitalista en la época de Cárdenas .

4 Para una revisión de este giro, véase Martínez Assad, Balance y perspecti-vas de los estudios regionales en México .

5 Bantjes, As if Jesus Walked on Earth, p . xiv .6 Joseph y Nugent, “Popular Culture and State Formation in Revolutionary

Mexico”, p . 12; Boyer, Becoming Campesinos; Vaughan, Cultural Politics in Re-volution .

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saturnino cedillo o la destitución de un puñado de gobernadores de la oposición . no obstante, el Presidente también se vio forzado con frecuencia a “ceder ante otros intereses poderosos, tanto elitis-tas como subalternos, para poder mantener su autoridad” .7 Las estructuras locales de poder se desarrollaron dentro de contextos históricos, políticos, culturales y sociales diversos y, por lo tanto, implementaron versiones distintas de las mismas políticas en dife-rentes regiones y momentos, los cuales promovieron la paridad económica y la inequidad institucionalizada, estimularon la auto-nomía e impusieron el control político, generaron consenso y di-senso, engendraron estabilidad y desataron guerra civil . En con-secuencia, tal como sostiene Alan Knight, un mapa detallado del México posrevolucionario mostraría miles de puntos —algunos rojos, otros rosados y otros más blancos— que representarían res-puestas comunitarias a los proyectos de reforma agraria, al anticle-ricalismo, a los derechos de los trabajadores y a la educación .8

Al alejarse de este lienzo puntillista y observar los patrones que surgen, este artículo se aboca a “sintetizar los estudios populistas, revisionistas y regionales”, a mostrar la amplia gama de arreglos provinciales, y a exponer la manera en que estos pactos locales delinearon las relaciones futuras entre el campesinado y el Estado mexicano .9 El artículo se divide en tres secciones . La primera traza brevemente la evolución de las principales políticas estatales que tendían a incorporar al campesinado —principalmente el agraris-mo, la educación socialista y el indigenismo— . La segunda sección examina las fuerzas que dieron forma a la difusión de estos proyec-tos en las diversas localidades . Aunque cárdenas ocasionalmente impuso políticas federales sin consentimiento de los gobernadores, tales muestras burdas de fuerza fueron relativamente escasas . Las necesarias alianzas políticas, surgidas de conflictos nacionales al interior de las élites, frecuentemente forzaron a cárdenas a aceptar

7 Dwyer, The Agrarian Dispute, p . 8 .8 Knight, “Popular Culture and the Revolutionary State in Mexico, 1910-

1940”, p . 438 .9 Joseph y Wells, “Seasons of Upheaval”, pp. 164-165.

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la designación de gobernadores menos radicales, quienes consis-tentemente se oponían a la reforma social. Aún más, a nivel local, los pasados divergentes en cuanto a solidaridad de la élite, propie-dad de la tierra, cultura política y religiosidad, también perfilaron resultados múltiples. La tercera sección examina estos resultados con mayor detalle . Aunque simplemente por su cantidad, no es posible hacer una interpretación esquemática o llegar a un consen-so teórico de dichos arreglos locales, sugiero una categorización amplia que va de la autonomía indígena a la victoria de los hacen-dados, pasando por el control corporativista .

Las políticas del cardenismo

Aunque el Estado cardenista introdujo una gran variedad de es-trategias políticas dirigidas al campesinado mexicano, incluyendo reforma laboral, cuidado de la salud, infraestructura y conserva-ción, sus tres proyectos más importantes fueron la reforma agraria, la educación socialista y el indigenismo . A lo largo del periodo inmediatamente posterior a la Revolución, el Estado mexicano si-guió una política de reforma agraria moderada, institucionalizada en el artículo 27 de la constitución, para apaciguar aquellas regio-nes con intensa movilización agraria y rebeliones potenciales . En los periodos presidenciales de obregón y calles, se distribuyeron, en forma de ejido, 4 872 095 hectáreas de tierra, antes hacendarias, a los campesinos de las regiones centrales del villismo y el zapatis-mo, de las regiones centro-occidentales de la revuelta cristera .10 sin embargo, a principios de la década de 1930, calles intentó frenar este agrarismo político limitado .11 Pero esta política “veterana”, que buscaba promover la pequeña propiedad tanto como proteger las propiedades de la nueva élite revolucionaria, enfrentó oposición . En diversas regiones, las presiones económicas de la Gran Depresión

10 Escobar Toledo, “La ruptura cardenista”, t. I, pp. 9-38.11 Meyer, Historia de la Revolución Mexicana, 13, pp . 173-187 .

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estadunidense instigaron “tomas de tierras esporádicas, huelgas rurales recurrentes y una renovada agitación local y nacional en torno a la distribución de tierras” .12 En respuesta, los gobernadores más militantes, los de Michoacán, Veracruz, Puebla, Querétaro y Tamaulipas, formaron organizaciones campesinas estatales, se en-frentaron a las élites regionales, e incrementaron el ritmo de la re-forma agraria .13 Por último, el partido en el poder: el Partido Nacio-nal Revolucionario (pnr) se vio forzado a actuar . Pese a la oposición de los veteranos, el Plan sexenal del pnr, diseñado durante su con-greso nacional, en diciembre de 1933, prometía acelerar la reforma agraria, así como mejorar la educación rural, promover cooperativas entre los trabajadores e introducir prácticas de cultivo modernas .14 El año siguiente, el presidente Abelardo Rodríguez introdujo un nuevo código Agrario que extendía el derecho a solicitar tierra hacendaria a peones acasillados, democratizaba las comisiones agra-rias estatales y creaba el departamento Agrario (da) para completar reformas regionales .15

En diciembre de 1934, Lázaro cárdenas asumió la Presidencia de México . durante los siguientes seis años el apoyo a la reforma agraria se colocaría en el centro de la política gubernamental . En marzo de 1935, Cárdenas sostuvo que “un gran número... de cam-pesinos” no habían recibido la tierra que la Revolución les había prometido y se comprometió a resolver tal situación .16 Además, cárdenas concebía la distribución de tierras, no simplemente como una herramienta política para amortiguar potenciales disturbios, sino como el fundamento de una nueva economía agraria, basada en el ejido .17 durante su sexenio animó así a los campesinos a soli-

12 Knight, “Mexico c. 1930-1946”, pp. 3-82. 13 Ginzburg, Lázaro Cárdenas, gobernador de Michoacán; García Uguarte, Gé-

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citar ejidos, facultó al da para actuar con presteza y eficiencia para satisfacer las peticiones y ofrecer a los presuntos ejidatarios apoyo económico, militar y político . En 1935 estableció el Banco nacional de crédito Ejidal, planteado para ofrecer créditos de fácil acceso con intereses bajos a los ejidatarios .18 En febrero de 1936 respaldó la defensa armada de las tierras obtenidas por los agraristas, y anun-ció que el gobierno les “daría los Máusers con los que se había hecho la Revolución . . . para que puedan defender el ejido y la es-cuela” y creó la Reserva Agraria, compuesta por 70 mil personas .19 Finalmente, en 1938, reconfiguró al pnr como una organización política de masas y colocó en su centro a la nueva unión campesina, la confederación nacional campesina (cnc) .20 Los resultados fue-ron impresionantes . durante el sexenio cardenista se distribuyeron cerca de 18 millones de hectáreas a 771 636 ejidatarios.21 Para 1940, los ejidos contaban con 47% de la tierra cultivable, comparada con 15% que ocupaban en 1930 .22

Al mismo tiempo, el Estado cardenista intentó continuar la “verdadera revolución cultural” fundamentada en la escuela local que se introdujo durante el maximato .23 Al aumentar el número de maestros federales, federalizar las escuelas estatales y ampliar el sistema educativo a las regiones rurales alejadas del país, la políti-ca pública mexicana no sólo intentaba movilizar al campesinado, sino también aumentar el alfabetismo, desarrollar la cooperación económica, realzar el sentimiento nacionalista y, como elemento más controversial, reducir la influencia de la Iglesia católica.24 Aun-que el secretario marxista de educación de México, narciso Bassols, había promulgado algunas reformas anticlericales a principios de

18 Escobar Toledo, “La ruptura cardenista”, t . II, pp . 9-38 .19 Sosa Elízaga, Los códigos ocultos del cardenismo, p . 109 .20 González Navarro, La Confederación Nacional Campesina en la reforma agra-

ria mexicana, pp . 81-96 .21 Silva Herzog, El agrarismo mexicano y la reforma agraria, p . 405 .22 Knight, “Mexico c. 1930-1946”, p . 20 .23 Bantjes, As if Jesus, op. cit., p . 20 .24 Vaughan, Cultural Politics in Revolution, pp . 25-46 .

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la década de 1930, el proyecto alcanzó un crescendo en diciembre de 1934 cuando el gobierno cambió el artículo 3o . de la constitución .25 Ahora decía que la educación debía ser “socialista . . . y excluir toda doctrina religiosa”, así como “combatir el fanatismo y los prejui-cios”, de manera que los niños reciban un “concepto racional y exacto del universo y la vida social” .26 Los edictos gubernamentales instruían a los profesores para efectuar un proceso para acabar con el fanatismo mediante la persuasión, la educación y la iconoclasia . se esperaba entonces que los educadores llevaran a cabo una “trans-ferencia de sacralidad”, de los símbolos del catolicismo tradicional local hacia los íconos y las imágenes nacionalistas, revolucionarias .27

Más aún, el Estado cardenista intentó centrar esta amplia cam-paña cultural en los grupos indígenas aislados del país mediante la política llamada “indigenismo” . A lo largo de la década de 1920, los antropólogos, arqueólogos, lingüistas, maestros y funcionarios públicos indigenistas habían buscado la “incorporación” de grupos indígenas a la nación por la vía de una combinación de reforma económica, educación y reconocimiento cultural . La sep alentó a los maestros federales a armonizar clases dogmáticas sobre higiene, dieta e historia nacional, con celebraciones periódicas de danza, música y “arte popular” indígena.28 Aunque cárdenas en lo perso-nal favorecía una “estrategia incorporacionista” amplia, y seguía considerando a la población indígena mexicana como una rama del campesinado particularmente desnutrida y poco educada, toleraba y crecientemente alentaba el surgimiento de una tendencia más radical del indigenismo, que buscaba “validar al indio moderno”, defender la cultura indígena contemporánea e incluso remodelar México sobre la base de los valores indígenas .29 El 1 de enero de 1936 creó el departamento Autónomo de Asuntos Indígenas (daai) . A lo largo de lo que restaba de su sexenio, quintuplicó el presupuesto

25 Britton, Educación y radicalismo en México, t . I, pp . 30-45 .26 Vázquez de Knauth, “La educación socialista de los años treinta”, p. 413.27 Bantjes, “Burning Saints, Moulding Minds”, pp. 271-273.28 Knight, “Racism, Revolution and Indigenismo”, pp. 71—113.29 Dawson, Indian and Nation in Revolutionary Mexico, pp . 123-128 .

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del daai, transfirió la educación indígena al departamento, nombró un director radical para el mismo, Luis chávez orozco, y reconoció los beneficios de la educación bilingüe, así como de cierto grado de autonomía indígena .30

Algunos académicos revisionistas han criticado fuertemente las credenciales radicales de las tres políticas, sosteniendo que se desa-rrollaron deliberadamente, ya sea para promover un control políti-co directo —gracias a un floreciente aparato corporativista—, o para garantizar el estable auge de la burguesía .31 sin embargo, tal y como arguyen algunos historiadores recientes, aunque el cardenismo gra-dualmente se desdijo del archiradicalismo del periodo 1934-1938, estos cambios revolucionarios de inicio no pueden interpretarse sim-plemente como el “epifenómeno de la ingeniería social revoluciona-ria o como el simple artefacto de la política clientelista” .32 En una perspectiva vertical, estas políticas funcionaron “en tándem” como parte de un “movimiento genuinamente radical” dispuesto a expe-rimentar con el “control cuasi-socialista de los medios de produc-ción”, si no es que a empujar este plan hacia una conclusión inevi-tablemente desestabilizadora y conflictiva.33 Aunque las reformas con frecuencia se ponían en práctica por razones políticas, en gene-ral, sólo eran efectivas porque respondían a demandas subalternas genuinas .34 Más todavía, aun cuando no respondieran a demandas campesinas de manera directa, se negociaban, apropiaban y trans-formaban tan pronto como llegaban al miasma de la política local .

La política de la reforma social

En otros estados de aspiración socialista, los gobiernos poderosos pusieron en práctica, agresivamente, reformas sociales de gran enver-

30 Gabbert, Becoming Maya . 31 Córdova, La política de masas del cardenismo, p . 38 .32 Boyer, “old Loves, New Loyalties”, p. 423.33 Bantjes, As if Jesus, op. cit., p . xv .34 Knight, “Land and Society in Revolutionary Mexico”, p. 86.

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gadura en contra de grupos locales y en detrimento de los mismos .35 Pero, a diferencia de los regímenes estalinista o maoísta, el Estado cardenista nunca fue lo suficientemente persuasivo al interior o vi-goroso al exterior como para implementar una campaña tan inflexi-ble .36 Tal y como sostiene Alan Knight, el cardenismo fue “más una carcacha que un tractor”, perpetuamente paralizada y, en conse-cuencia, transformada por las condiciones locales .37 En primer lugar, los cardenistas jamás conformaron una élite vanguardista, ideoló-gicamente convincente, sino una “coalición cambiante, heterogénea y desarticulada” de radicales, reformistas, moderados, oportunistas y reaccionarios velados .38 En segundo lugar, el aparato estatal mexi-cano no estaba suficientemente financiado, ni contaba con mucho personal; estaba pobremente informado y, quizá lo más relevante, altamente intervenido por los intereses locales para poder lograr beneficios propios.39 Además, las facciones políticas infiltraban las organizaciones cada vez más, y las reorientaban según lo que per-cibían como las necesidades locales .40 En tercer lugar, el cardenismo se enfrentaba a un país con una gama desconcertante de culturas políticas regionales, herencia del colonialismo, de la formación es-tatal decimonónica y del conflicto revolucionario. Como el agraris-mo, la educación socialista y el indigenismo interactuaron con estas narrativas entretejidas en torno a la acción política recíproca, la trans-formación económica, las relaciones entre etnias y el simbolismo cultural, y se transformaron de un sinfín de maneras .

Múltiples factores contingentes, incluyendo la capacitación a nivel federal, los patrones de la migración de retorno y las enfer-

35 Scott, Seeing Like a State .36 Davies y Wheatcroft, The Years of Hunger: Soviet Agriculture; Thaxton,

Catastrophe and Contention in Rural China y Li, Village China under Socialism and Reform.

37 Knight, “Cardenismo”.38 Ibid., p . 80 .39 Knight, “The Weight of the State in Modern Mexico”, pp. 216-217; Wil-

kie, The Mexican Revolution, pp . 158-159 .40 Gillingham, “Ambiguous Missionaries”; Smith, “Inventing Tradition at

Gunpoint”; Fallaw, Cárdenas Compromised”, pp . 125-157 .

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medades de las cosechas, dieron forma al desarrollo local del car-denismo .41 sin embargo, los cinco factores más importantes que afectaron el resultado final de las políticas estatales fueron: el per-fil político del gobernador estatal; la eficacia de las élites locales; los patrones de tenencia de la tierra; las culturas políticas regionales, y la religiosidad . durante el sexenio, cárdenas utilizó la fuerza militar en una ocasión para expulsar al caudillo de san Luis Potosí, saturnino cedillo, del poder .42 no obstante, las muestras de poder federal abiertamente en contra de los gobernadores estatales eran poco comunes . En aquellos estados receptivos, cárdenas por lo general aprovechaba la coincidencia de la influencia federal y de las divisiones al interior de la élite para regir sobre los gobernado-res recalcitrantes o para imponer a otros, leales, quienes llevaban a la práctica las reformas centrales como se les pedía . Por ejemplo, en 1936, en durango, cárdenas orquestó la elección de Enrique calderón, seguidor suyo, quien venció a Alejandro Antuna López, su poderoso contrincante . durante los siguientes cuatro años cal-derón apoyaría la educación socialista, la movilización campesina, la reforma agraria a gran escala y el indigenismo entre los tepehua-nos .43 sin embargo, la administración federal, en general, era de-masiado débil como para manipular el voto de los gobernadores . Por otro lado, las disputas políticas nacionales necesitaban alianzas a nivel estatal contra-intuitivas . En 1935, la distancia entre calles y cárdenas forzó al Presidente a expulsar a un puñado de grupos moderadamente radicales de Querétaro, Puebla, Tabasco y sonora y a aliarse con una gran cantidad de figuras sospechosamente re-accionarias conectadas con élites desfavorecidas . Por ejemplo, en sonora, cárdenas se vio forzado a apoyar al candidato obregonista

41 Sobre la importancia de las escuelas normales, véase Vaughan, Cultural Politics in Revolution, pp . 55-56 . sobre la importancia de los migrantes que vuel-ven, véase craig, The First Agraristas, pp . 91-94 . sobre la importancia de las enfermedades de las cosechas véase smith, Pistoleros and Popular Movements, pp . 207-208 .

42 Ankerson, Agrarian Warlord, pp . 165-191 . 43 Navarro Valdez, El cardenismo en Durango .

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antiagrarista, Román yocupicio Valenzuela, para poder purgar a los seguidores de Rodolfo Elías calles .44 Aun sin las presiones del conflicto nacional entre facciones, Cárdenas encontraba difícil “des-tronar la base del poder de los grupos dominantes en lo económico y en lo político” .45 Tal y como Ben Fallaw sostiene, las élites regio-nales con experiencia podían movilizar apoyo, manipular las elec-ciones estatales, e imponer a sus propios candidatos a lo largo del sexenio . Por ejemplo, las élites provincianas de Yucatán, moviliza-ron a la Confederación General de Trabajadores, al Sindicato Fe-rrocarrilero y a otros grupos sindicales para alejar al gobernador cardenista, Fernando López cárdenas, del poder y colocar en su lugar a Florencio Palomo Valencia, una persona más reaccionaria.46

Incluso en aquellos estados en los que había gobernadores no-minalmente cardenistas, las élites locales, si permanecían lo sufi-cientemente unidas, podían emplear el arsenal completo de las “ar-mas de los poderosos” para resistir al cardenismo .47 Por ejemplo, las élites del norte de Guanajuato, no sólo compartían el interés general de mantener sus grandes latifundios, sino que también los unía una red de parentesco en común, así como la herencia colonial y la ani-mosidad del clero católico frente al anticlericalismo estatal . En con-secuencia, pese a que cárdenas destituyó al gobernador reacciona-rio Melchor ortega, en 1935, los hacendados como Jorge Lambarri, Salvador Aranza y Luis Martínez Vértiz contuvieron a las “defensas sociales”, intimidaron a los agraristas y mantuvieron intacta la ma-yor parte de sus propiedades .48 Aun cuando el Estado federal donó tierras en san Antonio, Presita o La noria, el terrateniente León Peña limitó la dotación, eligió a los beneficiarios de entre sus pa-rroquianos y creó “ejidos fantasmas” de manera efectiva .49 Aun en

44 Bantjes, As if Jesus, op. cit., pp . 62-67 . 45 Hernández Chávez, Historia de la revolución mexicana, 16, p . 61 .46 Fallaw, Cárdenas Compromised, pp . 97-124 .47 Brass, Peasants, Populism, and Postmodernism, pp . 100-102 .48 Fallaw, An Uncivil Society.49 Sepúlveda Garza, Políticas agrarias y luchas sociales. Véase también, Lom-

nitz-Adler, Exits from the Labyrinth, pp . 153-204; Fallaw, An Uncivil Society.

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aquellas regiones de reciente transformación económica, una ame-naza severa podía hacer que diversos grupos de élite se unieran para resistir el cardenismo. En Veracruz, Marcial Montaño fundó una alianza interregional de terratenientes, que incluía a Manuel Parra, en Almolonga, y a Luis Velázquez, en Coatepec, para formar La Mano negra, un grupo paramilitar de pistoleros que asesinó a cien-tos de agraristas e invadió múltiples ejidos durante los últimos años de la década de 1930 .50

no obstante, en aquellas regiones en las que las élites no com-partían historia o cultura de cooperación, el cardenismo floreció. En esos sitios las presiones de la reforma social dividieron a las élites, y los grupos en conflicto buscaron echar mano de la movilización cam-pesina y la reforma agraria para hacer frente a sus opositores . Esta situación prevalecía particularmente en regiones que habían visto un veloz influjo de la agricultura comercial, por parte de mexicanos o de extranjeros, durante el porfiriato. En Tuxtepec, oaxaca, algunos mexicanos, cubanos, estadunidenses y británicos habían edificado enormes fincas comerciales dedicadas a la producción de caucho, plátano y tabaco a fines del siglo xix .51 durante la década de 1920, el gobierno estatal había sofocado al incipiente radicalismo por la vía de la cooptación y la fuerza . Pero, para mediados de la década de 1930, los sindicatos de campesinos y las comunidades agrarias habían incrementado la presión por lograr la reforma social . Para 1934 había 92 solicitudes de tierra pendientes . conforme las élites terratenientes se daban cuenta de que debían aceptar ciertos sacrifi-cios, se dividían . Los terratenientes locales utilizaban contactos en los gobiernos estatales para infiltrar a la confederación campesina local y promover que las dotaciones solicitadas para ejido se obtu-vieran de las fincas de los extranjeros y de los terratenientes ausentes. Aunque algunos campesinos se resistieron a la regimentación de es-tos activistas neófitos y siguieron en la lucha por sus tierras, la ma-niobra, por lo general, tuvo éxito . Las dotaciones federales de tierra

50 Santoyo, La Mano Negra, pp. 143-156; Hoffman, Tierras y territorio en Xico .51 Chassen-López, From Liberal to Revolutionary Oaxaca, pp . 149-161 .

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se concentraban en las propiedades de los extranjeros y en compa-ñías que tenían oficinas en la ciudad de México, tales como la Stan-dard Fruit Banana company, la compañía Exportación Tropical, Kansas Land and American Land y Loma y Basurto . Mientras tanto, la élite, con base en Tuxtepec, se las arregló para salvarse dividiendo sus fincas entre integrantes de sus familias.52

Aunque el poder de la élite sin duda demarcaba el alcance re-gional de la reforma social, las historias subalternas de desarrollo socioeconómico, las relaciones estatales y la religiosidad también se filtraron y transformaron al cardenismo a nivel local. Tal y como menciona david Brading, “la aplicación de las reformas posrevolu-cionarias se determinaba en gran medida por la naturaleza de la economía regional” .53 y, a pesar de los intentos porfiristas de desa-rrollar una agricultura capitalista y lograr integración económica, las economías regionales y los patrones de tenencia de la tierra va-riaron inmensamente .54 no obstante, “la falla estructural principal del agrarismo era que promovía soluciones únicas a problemas agra-rios diversos” .55 En particular, la legislación agraria sólo reconocía dos formas desiguales de tenencia de la tierra . En primer lugar, el artículo 27 de la constitución se basaba en el modelo maniqueo de tenencia de la tierra de Andrés Molina Enríquez, quien vislumbraba el campo mexicano como un medio esencialmente dividido entre las usurpadoras haciendas y los pueblos independientes .56 En se-gundo lugar, el código Agrario de 1934 hizo una adaptación menor de la legislación al reconocer que muchos trabajadores rurales po-bres carecían de centros de población independientes y ofrecía a los peones acasillados que vivían en las haciendas la oportunidad de hacerse de ejidos . sin duda, estas dos representaciones tenían algo

52 Smith, Pistoleros and Popular Movements, pp . 202-211 .53 Brading, Haciendas and Ranchos in the Mexican Bajio, p . 217 . 54 Escobar ohmstede, “Reseña de Edgar Mendoza García”, pp 303-320; Kouri,

“Economía y comunidad en Papantla”, pp . 199-214 .55 Butler, Popular Piety and Political Identity in Mexico’s Cristero Rebellion, p . 52 .56 Kouri, “Interpreting the Expropriation of Indian Pueblo Lands in Porfi-

rian Mexico” .

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de verdad . En algunas regiones, en especial las ubicadas en torno a los centros mercantiles provincianos, la tenencia de la tierra seguía dividida entre las haciendas invasivas y los poblados independien-tes . En otras áreas, en particular en las regiones tropicales bajas, las fincas habían usurpado tierras comunales de manera efectiva, y ahora empleaban un proletariado relativamente desarraigado . En consecuencia, en muchas de estas regiones la reforma agraria fun-cionaba, ya fuera al transferir tierras de las haciendas a los poblados independientes, o al establecer nuevos centros ejidales .

sin embargo, en otras regiones, las reformas de la época liberal y la modernización económica porfiriana habían delineado patrones distintos de tenencia de la tierra, tal y como Jennie Purnell sostiene: “pese a la creciente presión estatal para llevar a cabo la privatiza-ción de las tierras comunales a lo largo del porfiriato, la im-plementación de la Ley Lerdo seguía siendo parcial y estaba en contienda en vísperas de la Revolución” .57 En el territorio serrano predominantemente indígena, como la sierra norte de Puebla, la sierra P’urhepecha o la sierra Juárez de oaxaca, las tierras comu-nales permanecieron .58 En el Bajío, a lo largo de la sierra occidental, desde el Estado de México a los Altos de Jalisco, y en partes de la Huasteca, dominaban los ranchos en pequeña escala .59 En el norte de oaxaca, partes de Veracruz y de Hidalgo, los grupos indígenas habían transformado las tierras comunales en sociedades agrícolas o condueñazgos .60 Las primeras dotaciones de tierra habían com-plicado su tenencia todavía más . En las regiones de chihuahua y del sur de oaxaca, las haciendas, los ranchos y los pueblos indepen-dientes ahora colindaban con grandes colonias militares de ex

57 Purnell, “With All Due Respect”, p. 99. 58 McNamara, Sons of the Sierra; Mendoza García, Los bienes de comunidad y

la defensa de las tierras en la Mixteca oaxaqueña; calderón Mólgora, Historias, pro-cesos políticos y cardenismos, pp . 44-46 .

59 La literatura sobre rancheros es muy vasta, para una introducción, véa-se Barragán, “Los Rincones Rancheros de México . cartografía de sociedades Relegadas” .

60 Smith, Pistoleros and Popular Movements, p . 226; Escobar ohmstede y schryer “Las sociedades agrarias en el norte de Hidalgo”, y Kouri, A Pueblo Divided .

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revolucionarios .61 En Zacatecas, el gobierno estatal había experi-mentado, de manera sucesiva, con la división y venta de ex hacien-das a pequeños granjeros, creando una nueva generación de ran-cheros .62 Esta miríada de tipos de tenencia de la tierra definía las distintas respuestas locales no sólo al agrarismo, sino también a la educación socialista y al indigenismo. Mary K. Vaughan sostiene que, sin el atractivo de la reforma agraria, las comunidades indíge-nas de habla náhuatl de la sierra norte de Puebla se resistieron a la educación socialista a lo largo de la década de 1930 .63 En el cora-zón mismo de la zona ranchera, una clase propietaria de burguesía campesina “sentía que su propiedad les confería orgullo y un esta-tus social al que el poblador promedio jamás podría aspirar” . En consecuencia, desechaban la idea misma de dividir los ranchos de gran tamaño para convertirlos en ejidos comunales .64 Al mismo tiempo, los nuevos rancheros de Zacatecas pronto asumieron una posición similar, y se enfrentaron a los posibles ejidatarios .65 .En chihuahua, los agraristas no sólo se enfrentaron a los rancheros fronterizos y a los restos de la clase terrateniente porfiriana, sino que también tuvieron disputas con ex villistas de las colonias mili-tares en torno a las reformas, los límites y los derechos de pastoreo .66

si la tenencia de la tierra sugería la posibilidad de llevar a cabo reformas, las culturas políticas regionales —definidas aquí como maneras de hacer frente a los problemas políticos internos y exter-nos— históricamente determinadas y específicas para cada locali-dad marcaban su puesta en práctica .67 Los historiadores apenas empezaron a trazar el surgimiento de las culturas políticas regio-nales y sus diferentes repertorios de acción colectiva a lo largo del

61 Domínguez Rascón, La política de reforma agraria en Chihuahua; smith, “He-liodoro charis castro and the soldiers of Juchitán” .

62 De la Peña, Zacatecas Económico, p . 126 .63 Vaughan, Cultural Politics in Revoluion, pp . 107-136 .64 Schryer, The Rancheros of Pisaflores, p . 60 .65 De la Peña, Zacatecas Económico, p . 125 .66 Domínguez Rascón, La política de reforma agraria en Chihuahua, p . 105 .67 Guardino, The Time of Liberty, p . 8 .

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siglo xix . Pero, tal y como Purnell menciona, estas concepciones distintas de “derechos de propiedad, cultura, y el papel legítimo del Estado” implicaban expectativas y estrategias posrevoluciona-rias diferentes .68 como se describe arriba, había un repertorio que claramente distinguía la respuesta de los rancheros, y que combi-naba el orgullo por la propiedad privada con una exigencia de-fensiva de autonomía e interacción estatal limitada . de hecho, probablemente había tantas respuestas como comunidades, pero la investigación reciente identifica cuando menos otros cinco patro-nes . El primero, en las regiones de desarrollo reciente, de trabajado-res agrarios mestizos, sin vínculos con comunidades tradicionales o redes religiosas, y capacitados en política sindical, que dieron una amplia bienvenida al “paquete revolucionario” de las reformas agrarias y anticlericales .69 Por ejemplo, en el sur del Valle del yaqui, los trabajadores mestizos exigieron tierras, recibieron ejidos y en-viaron animosamente a sus hijos a las escuelas locales.70 El segundo, en la otra punta del espectro táctico, de algunos grupos indígenas que habían descubierto que tener la reputación de ser hostiles, estar aislados y responder con hosquedad podía ser una táctica útil en contra de las incursiones no deseadas . En consecuencia, los indios triquis, mayos y yaquis mantuvieron una postura de oposición a toda interferencia estatal, bien reflexionada, tratando no sólo a los posibles hacendados, sino también a los generosos ingenieros agra-rios, a los afables maestros y a los perceptivos antropólogos con el mismo desdén .71 de hecho, los indios mayos mantuvieron un an-tagonismo tan extremo a la presión exterior que tendieron a recurrir a revueltas milenarias para expresar su descontento hasta la década

68 Purnell, Popular Movements and State Formation in Revolutionary Mexico, p . 15 .

69 Knight, “Popular Culture”, p . 427 . 70 Vaughan, Cultural Politics in Revolution, pp . 163-188 .71 Parra Mora y Hernández Díaz, Violencia y cambio social en la región triqui;

crumrine, The Mayo Indians of Sonora, y Vaughan, Cultural Politics in Revolu-tion, pp . 137-162 .

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de 1950 .72 Tercero, de algunas comunidades indígenas que habían negociado acuerdos ampliamente favorables con el Estado liberal, y utilizaron métodos similares de intimidación militar e infiltración burocrática para establecer un tipo de cardenismo local, único. Por ejemplo, a cambio de apoyo armado para el régimen liberal, los campesinos zapotecos de la sierra de Juárez emprendieron una campaña exitosa para defender la autonomía municipal, las tierras y los derechos laborales durante el porfiriato. En la década de 1930, los zapotecos emplearon tácticas similares, oscilando entre la ame-naza de la revuelta y una negociación intensa con la burocracia edu-cativa federal, para establecer una especie de cardenismo post-serra-no, que combinaba la autonomía política con una educación bilingüe bien financiada.73 En cuarto lugar, de los rancheros mestizos de la frontera, quienes habían visto a sus tierras subsumirse gradualmen-te en las estancias cercanas, combinaron un estilo de radicalismo social distintivo con un sentido de autonomía y orgullo rancheros debido a la propiedad adquirida . consecuentemente, tal y como daniel nugent sostiene, los campesinos de namiquipia solicitaron la restitución de sus tierras comunales . Pero cuando recibieron un ejido en dotación, aceptaron con recelo, ya que la oferta no sólo los vinculaba con el Estado, sino que también insinuaba que jamás ha-bían poseído la tierra .74 En quinto lugar, de algunos trabajadores de hacienda, en especial en aquellos raros casos de agricultura comer-cial, pero aislada, quienes razonaron que apoyar al cardenismo no sólo generaba recompensas inciertas, sino que implicaba demasiado riesgo. En Ciénega de Chapala, John Gledhill arguye que las consi-deraciones en torno a la seguridad de subsistencia convencieron a muchos peones de rechazar la reforma agraria para evitar la posibi-lidad de vivir situaciones de “desempleo, caos y desolación” que la lucha requería .75 de manera similar, en algunas regiones de agricul-tura de temporal, “en particular tratándose del café”, los peones

72 Crumrine, The Mayo Indians of Sonora, pp . 124-150 .73 Smith, “Defending ‘our Beautiful Freedom...’”, pp. 125-153.74 Nugent, Spent Cartridges of the Revolution . 75 Gledhill, Casi Nada.

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permanentes llegaron a una conclusión similar, al contrastar su posición de penuria que, con todo, era comparativamente favorable respecto a la de los trabajadores enganchados irregulares .76

Por último, la religiosidad también delineó las respuestas lo-cales a las reformas cardenistas. Matthew Butler sostiene, en su estudio de la revuelta cristera, que las diferencias en las creencias, la práctica y la presencia institucional religiosas moldearon las cul-turas políticas y filtraron las respuestas al Estado posrevoluciona-rio .77 Aunque la mayor parte de los mexicanos eran católicos, las experiencias diversas en torno a la Iglesia colonial, las reformas liberales y las innovaciones de la Rerum novarum bosquejaron una serie de “líneas litúrgicas” que dividían a los católicos ortodoxos, clericales, de los creyentes menos conformistas e institucionaliza-dos . El catolicismo colonial se dividió entre un catolicismo indígena, fuertemente sincrético, basado en las estructuras comunitarias pre-hispánicas y en las geografías espirituales del centro de Mesoamé-rica, y un sistema de creencias centrado en los curas, más ortodoxo, mestizo e inmigrante . Éste se desarrolló en la creciente frontera de la nueva España, que iba del Bajío hacia el norte . no obstante, durante el siglo xix esta simple dicotomía se volvió más complica-da . durante la segunda mitad del siglo xix, conforme las haciendas se expandían sobre las tierras comunales, muchos más católicos ortodoxos de Jalisco, Guanajuato, Aguascalientes, Querétaro y Mi-choacán se alejaron de su intenso apego a la iglesia del pueblo y al cura local, para acercarse a un catolicismo más laico, anticlerical en potencia .78 Además, de 1890 en adelante, las reformas, que incluye-ron el establecimiento de nuevas diócesis pequeñas, y dinámicas, la creación de círculos de obreros, de sociedades católicas y escuelas confesionales, complicaron la cartografía de la creencia aún más. Por un lado, algunas redes religiosas densas comenzaron a absorber e inspirar a campesinos y peones en torno a capitales diocesanas y

76 Toledo Tello, Fincas, poder y cultura en Simojovel, Chiapas, p . 138 .77 Butler, Popular Piety, pp . 1-12 .78 Ibid., pp . 29-49 .

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provinciales a lo largo de México .79 Por otro lado, un puñado de prelados y curas con conciencia social comenzaron a adaptar el catolicismo ortodoxo a las necesidades de comunidades indígenas más aisladas, autorizando y ofreciendo apoyo a devociones contro-versiales y espacios sagrados, construyendo iglesias y capillas y estableciendo organizaciones laicas .80

Este complejo mosaico de catolicismos locales e identidades religiosas distintas mediaron y modificaron el cardenismo. Muchos católicos clericales del centro y el occidente combatieron la educa-ción socialista y las reformas estatales que la acompañaban con el uso de la fuerza . A partir de 1934, Lauro Rocha en Jalisco, José Velasco en Aguascalienes, Federico Vásquez en Durango, y Ramón Aguilar en Michoacán condujeron a alrededor de 7 500 católicos armados en una segunda cristiada que se centró en los ejidos, las escuelas federales, los maestros y los agraristas .81 Fuera del corazón geográfico cristero, hubo otras irrupciones aisladas de violencia motivadas por la religión . Por ejemplo, Enrique El Tallarín Rodrí-guez, en Morelos, y david Rodríguez, en el sur de oaxaca, combi-naron vivas a cristo Rey con ecos de agrarismo zapatista .82 david Raby estima que estos cristeros mataron alrededor de 300 maestros rurales .83 sin embargo, la mayor parte de los católicos clericales resistieron los extremos perniciosos de la educación socialista me-diante métodos menos confrontativos . Por un lado, en muchas regio-nes, una alianza de curas y de organizaciones femeninas laicas orga-nizaron demandas, encabezaron huelgas contra la escuela federal y

79 Ceballos Ramírez, El Catolicismo Social .80 Cummings o’Hara, “Transforming the Sierra Tarahuamara: Indians, mis-

sionaries and the state in chihuahua, Mexico, 1890-1960”; smith, “Anticlerica-lism and Resistance”, pp . 474-483 .

81 Guerra Manzo, “El fuego sagrado”, pp. 513-575; Valles, “La contrarrevo-lución en Jalisco”; Meyer, “La segunda cristiada en Michoacán”; Avitia Her-nández, El caudillo sagrado; camacho sandoval, Controversia educativa entre la ideología y la fe, pp . 67-68, 162-165, 218-219 .

82 Warman, We Come to Object, p . 91; Meyer, El Conflicto religioso en Oaxaca, pp . 123-128 .

83 Raby, Educación y revolución social en México .

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establecieron locales educativos privados, de un salón, bajo su cui-dado .84 Asimismo, en 1935, el obispo de Aguascalientes sostuvo que alrededor de 500 niños asistían a las escuelas públicas, en tanto que 20 mil asistían a instituciones eclesiales privadas, pequeñas .85 Por otro lado, los católicos también usaron el “voto morado” o voto católico para derrotar o reorientar a los candidatos a quienes se percibía como anticlericales . En campeche, los católicos clericales y las élites de provincia se aliaron con élites provinciales y los pe-queños caciques del Partido socialista para vencer al candidato cardenista radical, Felipe Enrique Angli Lara, en 1935 .86

Las políticas estatales, la solidaridad de élite, la tenencia de la tierra, la cultura política regional y la religiosidad formaban una compleja matriz de factores regionales que en conjunto afectaron el resultado final del cardenismo. Estos factores con frecuencia se superponían y reforzaban mutuamente . Las élites poderosas de manera reiterada procuraron el establecimiento de gobiernos esta-tales reaccionarios, lo que a su vez fortalecía la solidaridad entre ellas . Las demandas de los rancheros por autonomía y la defensa de la propiedad privada comúnmente se entretejían con un intenso catolicismo clerical, que elogiaba la tenencia privada . con todo, México era lo suficientemente diverso en lo político, lo económico y lo religioso, y sus historias políticas lo suficientemente complejas, que no se produjo una clara jerarquía y cada factor podía jugar un papel determinante en el resultado final de las reformas cardenistas.

Muchos cardenismos

Las complicaciones de la infrapolítica local crearon un sinfín de res-puestas al proyecto cardenista, pero hay seis que se ponen de relieve: la expropiación masiva; el agrarismo clásico; la autonomía negociada;

84 Boylan, “Gendering the Faith and Altering the Nation”.85 Camacho Sandoval, Controversia educative, op. cit., p . 150 . 86 Fallaw, “‘Anti-Priests’ versus Catholic-Socialists in 1930s Campeche”.

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el pacto clerical; el triunfo de los rancheros, y la victoria de los ha-cendados . de 1936 a 1940, cárdenas promulgó una serie de distri-buciones masivas de tierras agrícolas comerciales, desde Baja cali-fornia hasta chiapas . Por ejemplo, en octubre de 1936, cárdenas fue a la región algodonera de La Laguna y decretó algunas reformas contundentes que expropiaron casi 250 mil hectáreas que distribu-yó entre casi 30 mil campesinos en 300 ejidos . La escala del esfuer-zo exigía innovación económica . Para evitar la dispersión de las grandes unidades productivas, el gobierno mexicano guió a los ejidatarios para que establecieran ejidos colectivos más que parcelas individuales . Los colectivos compartirían la tierra, la maquinaria, los créditos, y las ganancias se distribuirían de acuerdo con el tra-bajo invertido . El Banco de crédito Ejidal otorgaba créditos, asesoría técnica y reglamentaciones . Los maestros socialistas y otros burócra-tas estatales ofrecían educación gratuita, así como servicios médicos y recreativos .87 durante los siguientes tres años, el Estado promulgó programas similares de colectivización integrados en Baja califor-nia, Yucatán, sonora y Tamaulipas en 1937, en sinaloa y Michoacán en 1938, y en chiapas en 1939 .88 Además, fuera de estas regiones bien conocidas, el Estado también promulgó expropiaciones masi-vas, más graduales pero no menos ambiciosas, y también colectivi-zaciones de tierras agrícolas comerciales en regiones como nayarit, que se convirtió en “el estado del ejido” .89

Estas expropiaciones integradas eran gestos políticos verticales, grandiosos iconos de la visión utópica cardenista del futuro de Méxi-co. En consecuencia, se complementaban con despliegues manifiestos

87 Knight, “Mexico, c. 1930-1946”, pp . 35-36 . 88 Para Mexicali, Baja California, véase Dwyer, The Agrarian Dispute, pp . 44-

76; sobre el Valle del yaqui, Sonora, véase Bantjes, As if Jesus Walked on Earth, pp . 123-56; sobre Yucatán, véase Fallaw, Cárdenas Compromised, pp . 80-96; para el soconusco, chiapas, véase Lewis, The Ambivalent Revolution, pp . 157-180; para El Manche y santa Bárbara, Tamaulipas, véase Ashby, Organized Labor and the Mexican Revolution under Lázaro Cárdenas, pp . 103-104; sobre La nueva Italia y La Lombardía, Michoacán, véase Glantz, El ejido colectivo de Nueva Italia; sobre Los Mochis, Sinaloa, véase Morett y Paré, “La pequeña Rusia”.

89 Contreras Valdés, Reparto de tierras en Nayarit.

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de drama político que incluían la asistencia personal del Presiden-te, bailables, obras de teatro, discursos y una cobertura de prensa copiosa .90 Más aún, con frecuencia también se cubrían objetivos políticos secundarios, en especial en Michoacán, en Yucatán y en el Valle del yaqui, tales como socavar a los gobernadores anticarde-nistas y construir bases de poder corporativistas alternativas .91 sin embargo, no se trataba simplemente del producto de la ingeniería federal, sino de la compleja interacción entre el agrarismo oficial y las historias de movilizaciones campesinas previas . Los trabajado-res agrícolas predominantemente mestizos en Michoacán, el Valle del Yaqui, sinaloa, chiapas, Mexicali, e incluso Yucatán hasta cier-to punto, tenían viejas tradiciones de movilización . Por ejemplo, los trabajadores agrícolas de Mexicali habían presionado al latifundio estadunidense, compañía del Río colorado, para que efectuara reformas laborales desde la Revolución . Al principio, el Estado fe-deral fue lento en demostrar su apoyo, e incluso y había hecho prisioneros a algunos anarquistas y agraristas en las Islas Marías, en 1930 . cinco años más tarde, cárdenas negoció una venta gradual de las tierras de la compañía a algunos mexicanos con capacidad financiera, pero no se consideró que esta acción fuera suficiente. durante los siguientes dos años, los campesinos “se resistieron al Estado cardenista y lo forzaron a alterar la aplicación local de la política federal agraria a su favor” . El gobierno de cárdenas tuvo que actuar y distribuyó casi 100 mil hectáreas de propiedad de irri-gación en la forma de ejidos comunales .92 de este modo, cuando el gobierno se decidía a intervenir, no se trataba tanto de ejecutar ac-ciones desde el principio, sino de adecuarse a las olas de activismo ya existentes, así fuera reencausándolas . Los campesinos de estas regiones consideraban el repentino apoyo del gobierno no como manipulación, sino como la respuesta final y lógica a décadas de exigencias provenientes de las bases. Los ejidatarios del Valle del

90 Anguiano, El Estado y la política obrera del cardenismo, p . 50 .91 Fallaw, Cárdenas Compromised, pp . 128-156; Bantjes, As if Jesus Walked on

Earth, p . 184 .92 Dwyer, The Agrarian Dispute, pp . 44-45 .

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Yaqui veían la iniciativa gubernamental más importante no en sus expresiones retóricas de apoyo, el influjo de los ingenieros agrarios o de maestros amistosos, sino en la provisión de armas con las que pudieran defender sus bien habidas ganancias . En consecuencia, tal y como sostuvo un receptor de las expropiaciones del Valle del yaqui: “Aquí en el 37, no creas que se repartió porque cárdenas era muy bueno para repartir, sino porque se dio una lucha sindical . se orga-nizaron los campesinos porque se estaban muriendo de hambre” .93

Estas expropiaciones masivas, y la creación de múltiples ejidos colectivos, pudieron haber sido bienvenidas por la mayoría de quie-nes recibieron dotaciones, pero eran intrínsecamente problemáticas . Por un lado, permanecían la desigualdad y la pobreza . Las élites de estas regiones mantenían porciones de tierra reducidas, pero bien irrigadas, y también suficiente capital para invertir en innovaciones tecnológicas y vínculos comerciales con las importantes compañías exportadoras . Así, sus tierras seguían siendo productivas, y se man-tenían de manera efectiva como la clase alta regional. Según Robert Wasserstrom, la reforma agraria en el soconusco: “sirvió para ro-dear las grandes propiedades con terrenos amortiguadores forma-dos por ejidos de baja producción y subfinanciados, lo que contri-buía [por medio de mano de obra barata] a la prosperidad de los agricultores privados” .94 Además, pese al intento de la colectiviza-ción tanto de la producción como de las ventas, los imperativos del mercado permanecieron . Los campesinos se veían forzados, ya fue-ra por necesidad o por coerción, a recibir préstamos no estatales tanto de las élites comerciales urbanas como de sus compañeros más exitosos o más poderosos .95 de este modo, tal y como dice Jean Meyer, los kulak: que otorgaban crédito comenzaron a dominar a todos los ejidos, exceptuando a aquellos que tenían mayor apoyo .96

93 Morett Alatorre, La lucha por la tierra en los valles del yaqui y mayo, p . 47 . 94 Wasserstrom, Class and Society in Central Chiapas, p . 164 .95 Boege (coord.), Desarrollo del capitalismo y transformación de la estructura de

poder en la región de Tuxtepec, Oaxaca, pp . 73-111 . 96 Meyer, “ ‘Los Kulaki’ del ejido (los años 30)”, pp. 23-43; Buve, El movi-

miento revolucionario en Tlaxcala, pp . 513-514 .

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Por otro lado, la magnificencia socioeconómica estatal tenía un cos-to político . A cambio de créditos y apoyo, el Estado exigía lealtad . como miembros de comités ejidales, se esperaba que los ejidatarios se unieran a la cnc, apoyaran al pnr y votaran por sus candidatos locales .97 Esta estructura corporativista dio origen a una nueva ge-neración de caciques agrarios regionales, una burguesía burocráti-ca campesina que utilizaba sus conexiones con los funcionarios del partido para castigar a quienes no cumplieran y extraer grandes beneficios de la empresa colectiva.98 como Mariano Azuela descri-biera, estos nuevos burócratas formaron una nueva élite: “Jamás nuestros viejos hacendados comieron, se vistieron, o vivieron de manera tan principesca como ellos . . . Las masas tan sólo cambiaron de gobernantes” .99

Sin embargo, las deficiencias de estas grandes expropiaciones no deben exagerarse . como han señalado historiadores recientes, pueden no haber eliminado las divisiones socioeconómicas, pero sí lograron mejorar la condición de la mayor parte de quienes las recibieron . Pese a las dudas de las élites, la producción sí incremen-tó en estas regiones . En La Laguna, la producción algodonera au-mentó drásticamente después de la expropiación . Aunque cayó de 1939 a 1941, volvió a subir durante la segunda guerra mundial .100 de manera similar, en Mexicali, la redistribución territorial “ayudó a aumentar tanto la cantidad de acres que se dedicaban al algodón como el número de pacas producidas”.101 de hecho, aun el personal consular estadunidense, difícilmente defensor de la economía co-lectivista, debieron admitir que estos esfuerzos “no habían dado por resultado un decremento en la producción agrícola mexicana” y concluyeron que “sólo quienes no pueden despertar del sueño hipnótico de los días previos a la guerra de Don Porfirio pueden no

97 Glantz, El ejido colectivo; Eckstein y Restrepo, La explotación colectiva en México .

98 Bartra, Agrarian Structure and Political Power in Mexico .99 Azuela, “La nueva burgesía”, p. 25.100 Knight, “Mexico, c. 1930-1946”, p . 22 .101 Dwyer, The Agrarian Dispute, p . 86 .

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admitir que el ejidatario actual es mejor para construir los cimientos del progreso económico . . . que el peón servil de 1910” .102 Al mismo tiempo, el esfuerzo integrado del Estado, así fuera improvisado, produjo resultados benéficos a nivel individual. Tal como arguye Alan Knight: “el nivel de vida de los campesinos de La Laguna se elevó, tanto en términos absolutos como relativos, al menos hasta 1939” . Los salarios mínimos rurales, iguales al promedio nacional para 1934-1935, eran un tercio superiores en 1939 .103 de manera si-milar, Mary K. Vaughan ha observado cómo las campañas de alfa-betización, higiene y salud fueron ampliamente exitosas en el Valle del Yaqui .104

Además, parece que el nivel de control estatal engendrado por las reformas durante la era cardenista se ha exagerado de manera extrema . como Ben Fallaw sostiene, aunque las rivalidades entre las élites acabaron por interrumpir sus planes, cárdenas tenía la intención de que la expropiación de plantaciones henequeneras en Yucatán trajera consigo un grado de democracia económica y alen-taba a las “asambleas de ejidatarios verdaderamente democráticas” a criticar la reforma estatal hacia fines de la década de 1930.105 Aun Tomás Martínez saldaña, en su crítica a las reformas en La Laguna, afirma que, al menos al principio, los campesinos a cargo de los co-lectivos individuales “controlaban a los líderes” mediante la Unión central de sociedades de crédito colectivo Ejidal .106 de hecho, aun-que los burócratas estatales y los caciques “modernos” llegaron a dominar estas regiones, gracias a instituciones establecidas duran-te la era de cárdenas, las tradiciones de movilización eran tan fuer-tes que este proceso no sucedió sino hasta la presidencia de Miguel Alemán Valdés (1946-1952). En el Valle del yaqui, los ejidatarios

102 Archivo del Departamento de Estado, Washington, D.C., embajador de Estados Unidos a consulados estadunidenses en México, 17 de diciem-bre de 1946 .

103 Knight, “Mexico, c. 1930-1946”, p . 22 .104 Vaughan, Cultural Politics in Revolution, pp . 163-188 .105 Fallaw, Cárdenas Compromised, pp . 158-167 .106 Martínez Saldaña, El costo social de un éxito político, p . 33 .

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comentaban que, a principios de la década de 1940, todavía podían expulsar a los líderes campesinos sin escrúpulos, “ya que el espíri-tu de Cárdenas aún reinaba en el Banco Ejidal”. Sólo para “la épo-ca de Alemán esto dejó de ser posible” .107

Pese a estas reformas de alto perfil, la mayor parte del agraris-mo durante la era cardenista se efectuó a un ritmo burocrático, más gradual . Este “agrarismo clásico” se llevó a cabo en regiones en las que el poder de la élite estaba constreñido, la propiedad territorial tenía patrones apropiadamente ortodoxos y la cultura política cam-pesina estaba abierta a interferencias externas . En particular, el agra-rismo y la educación socialista florecieron en las regiones produc-toras de alimentos en torno a los poblados comerciales del México central . Aquí, los nuevos políticos astutos trataban de hacerse de partidarios y destituir a las viejas élites al alentar la reforma agraria . La propiedad territorial se asemejaba a la bifurcación simple de la legislación agraria, y se dividía entre haciendas pobremente capi-talizadas que proveían cosechas para los mercados locales y unos pocos poblados que permanecían independientes. Por último, los peones de hacienda y los pobladores no sólo poseían recuerdos agobiantes del uso de la tierra comunal y de pérdidas recientes, sino que también tenían, por lo general, un buen entrenamiento en organización, movilización y capacidad negociadora con las élites estatales . Por ejemplo, como la agricultura en los valles centrales se limitaba a la producción de alimentos para la ciudad de oaxaca, las haciendas nunca se expandieron de manera exponencial duran-te el porfiriato, y los poblados independientes aún sobrevivían.108 no obstante, los mestizos y los campesinos indígenas aculturados, seguían viendo al primer agrarismo revolucionario con entusias-mo y solicitaron, desde 1917, regresar a las tierras comunales pre-vias . durante la década de 1930, una nueva generación de políti-cos, más radicales, basados en la ciudad de oaxaca, consideraron a los campesinos del Valle Central como una fuente potencial de

107 Morett Alatorre, La lucha por la tierra, op. cit., p . 65 .108 Cassidy, Haciendas and Pueblos in Nineteenth Century Oaxaca .

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apoyo popular y dieron nueva vida a las demandas agrarias . Los campesinos formaron o reformaron los comités agrarios de buena gana, hicieron peticiones al gobernador y recibieron tierras, prime-ro de manera provisional, y luego como restituciones presidencia-les . Para 1940, los ejidos dominaban la producción alimenticia para la ciudad provincial, y las haciendas de la élite local se habían re-ducido a pequeñas propiedades de menos de 50 hectáreas .109

El agrarismo clásico no sólo produjo una transición bastante simple de la hacienda al ejido, sino que también generó una adhe-rencia negociada a los programas culturales más controversiales del Estado . En particular, conforme las élites dejaban de apoyar a la iglesia local, los campesinos menos apegados a la Iglesia se vol-vían cada vez más tolerantes del anticlericalismo militante del Es-tado, e incluso le daban su apoyo . En regiones como Zitácuaro, Michoacán; Tecamachalco, Puebla, el sur de Guanajuato o el Estado de México, los ejidatarios nuevos o en prospecto fundaron escuelas, defendieron a maestros, empezaron comités anticlericales, cerraron iglesias y daban información sobre sacerdotes locales . En oposición a esto, los terratenientes locales financiaban pequeños movimientos antiagraristas, cristeros, así como organizaciones católicas y escue-las locales .110 El conflicto, que lanzaba a los agraristas anticlericales en contra de los católicos clericales apoyados por la élite, se aseme-jaba al ideal imaginado por el Estado . En consecuencia, las autori-dades federales y regionales se ponían del lado de los campesinos, enviando armas a los ejidatarios, estableciendo reservas agraristas y ubicando unidades del ejército en las regiones en confrontación .

Estas regiones de agrarismo clásico también generaron un po-der político campesino considerable . Respaldados por políticos locales obstinados, aunque oportunistas, y equipados con armas federales, los ejidatarios comenzaron a buscar y ganar cargos en los

109 Smith, Pistoleros and Popular Movements, pp . 216-225 .110 Butler, Popular Piety, pp. 80-105; Vaughan, Cultural Poltics in Revolution,

pp . 77-106; Fallaw, An Uncivil Society; Montes de oca navas, La educación socia-lista en el Estado de México .

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consejos municipales locales . Por ejemplo, entre 1936 y 1938, en san Felipe del Progreso, Estado de México, cárdenas aprobó 52 solici-tudes de tierra. Según Bárbara Louise Margolies, las expropiaciones provocaron la ruina total del poder del hacendado . “Ya no era el jefe económico, la autoridad civil o el consabido proveedor .” des-pués de décadas de un gobierno de la élite, en 1939 los ejidatarios eligieron a un campesino radical, Mateo sánchez, para la presiden-cia municipal .111 sin duda, muchos de estos presidentes campesinos tardíos, de la década de 1930, si evitaban las balas, gradualmente se transformaban de activistas radicales a caciques agrarios y con-ducían a sus bases al aparato corporativista . Pero, en particular en estas regiones de agrarismo militante, el caciquismo de largo plazo requería un grado de negociación democrática y, si no, pruebas repetidas de donaciones estatales .112

Los pactos cardenistas en las regiones de agricultura de expor-tación o de producción alimenticia local se daban sobre negociaciones en torno a la reforma territorial y la obediencia política . no obstante, en otras regiones de México, los campesinos indígenas, en particular, llegaron a acuerdos alternativos que evitaban una reforma socioeco-nómica a gran escala a cambio de cierto grado de autonomía política . Los estudiosos de las políticas indigenistas de cárdenas han sos-tenido que la actitud estatal asimilacionista y condescendiente pro-vocó la regimentación de los grupos indígenas en la estructura del partido en el poder . sin duda, éste fue el caso en ciertas regiones . En chiapas, el daai se alió con algunos líderes indígenas y con mestizos ambiciosos para formar la Unión de Trabajadores Indígenas, vincu-lada con el prm, para engatusar a estos últimos y llevarlos a las fincas de las tierras bajas, y para dominar las elecciones municipa-les .113 Pero, en el embrollo por descubrir las raíces del Estado cor-porativista, los historiadores han tendido a pasar por alto una serie

111 Margolies, Princes of the Earth: pp. 37-54. Véase también Fauret Tondato, De medieros a ejidatarios, pp . 104-116

112 Knight y Pansters (coords.), Caciquismo in Twentieth-Century Mexico . 113 Benjamin, A Rich Land, A Poor People, Politics and Society in Modern Chia-

pas, pp . 195-222 .

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de compromisos menos conflictivos y autocrácticos, establecidos por los grupos indígenas con largas historias de negociación con el Estado central. Durante el porfiriato, los zapotecos y mixtecos de oaxaca y los nahuas de la sierra norte de Puebla habían diseñado acuerdos de funcionamiento con el Estado liberal, que mantenían coherencia étnica, independencia política y tierras comunales al alternar entre profesar y demostrar lealtad, y amenazar con revuel-tas armadas .114 durante la época cardenista, emplearon métodos similares para poner de relieve regiones de interferencia estatal li-mitada . Por ejemplo, los zapotecos de Juchitán emplearon su capital político, ganado con servicio militar, apoyo abierto a la educación socialista, y la amenaza ocasional de hacer revueltas, para crear lo que Jeffrey Rubin ha denominado un “dominio de soberanía” claro, durante los años cardenistas . Pese a la creación de un aparato par-tidario local con fuerte presencia mestiza, los seguidores indígenas del cacique zapoteco Heliodoro charis castro controlaron las agen-cias federales y el poder municipal hasta la década de 1950 .115

si el agrarismo y la educación socialista operaron en tándem para abrir oportunidades para la democracia económica y política en algunas regiones, en otras, la intervención federal limitada o mal dirigida precipitó acuerdos más conservadores . En regiones de ca-tolicismo clerical, el anticlericalismo de la educación socialista pro-vocó tanto revueltas armadas como resistencia organizada . Aunque Cárdenas disminuyó el jacobinismo estatal en 1936, el conflicto per-manecía . Los sacerdotes, las organizaciones católicas laicas y ex cristeros seguían militando en contra de la educación federal y de una mayor interferencia estatal hasta bien entrada la década de 1950 . En el Bajío, donde se había implementado el “agrarismo clásico” de manera amplia, los cristeros se aliaron con las élites terratenien-tes desposeídas, se separaron de la jerarquía eclesiástica y se mo-vilizaron para formar la Unión nacional sinarquista, que combatió

114 Thomson, Politics, Patriotism and Popular Liberalism in Mexico, pp . 211-278; Mcnamara, Sons of the Sierra, pp . 93-155 .

115 Rubin, Decentering the Regime, pp . 45-63 .

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al aparato electoral del partido nacional logrando diversos niveles de éxito de fines de la década de 1930 en adelante.116 no obstante, en regiones con un predominio menor del agrarismo (en particu-lar, en las regiones rancheras del centro-oeste) los representantes del Estado y los católicos clericales se replegaron de la confronta-ción directa . A cambio de estabilidad y aquiescencia electoral, los gobernadores retiraron gradualmente su apoyo a los ideólogos an-ticlericales y en silencio permitieron la vuelta de la enseñanza reli-giosa y el gobierno municipal de líderes católicos laicos y ex criste-ros. Por ejemplo, Matthew Butler demuestra cómo en Coalcomán, Michoacán, “los caciques de dios” sobrevivieron al final de la gue-rra cristera, dominaron la política local con el consentimiento del Estado y se las arreglaron para mitigar intentos por lograr cambios revolucionarios .117

Incluso, fuera de las regiones de un catolicismo clerical intenso, los rancheros de Guerrero, Hidalgo y de partes de San Luis Potosí y de Veracruz, negociaron un acuerdo similar que mantuvo el statu quo socioeconómico y cultural . Por ejemplo, Frans schryer relata cómo Porfirio Rubio, el líder ranchero de la Sierra Gorda, apoyó a Lázaro cárdenas durante la campaña presidencial de 1934 . A cam-bio, el gobernador cardenista de Hidalgo, Javier Rojo Gómez, per-mitió que continuara el dominio ranchero de cara a la oposición de los maestros socialistas y de los agraristas . En el Mezquital, el go-bierno estatal enfrentó los esfuerzos de la sep por socavar el reclu-tamiento forzoso de mano de obra de pobladores nahuas efectuado por los rancheros. En Pisaflores, Rojo Gómez vetó la petición de un ejido presentada por los agraristas . Para 1938, Rubio cimentó su alianza con el Estado al crear la sección local de la Unión de Vete-ranos de la Revolución, que se esforzaba por lograr apoyo para el

116 Serrano Álvarez, La batalla del espíritu; Meyer, El Sinarquismo, el cardenis-mo y la iglesia .

117 Butler, “God’s Caciques: Caciquismo and the Cristero Revolt in Coalco-mán”, pp. 94-112; también véase Contreras Valdés, Reparto de tierras en Nayarit, pp. 130-135; Martínez Saldaña y Gándara Mendoza, Politica y sociedad en Méxi-co, pp . 5-47 .

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prm a cambio de una intervención estatal limitada .118 de manera semejante, la cooperación del gobierno estatal también benefició a los ganaderos de la parte central de Veracruz. En este caso, David Skerritt Gardner sostiene que, pese a lo limitado de las dotaciones de tierra que “redujeron las propiedades de las grandes familias de rancheros”, “mantuvieron la hegemonía sobre la actividad [gana-dera]” hasta entrados los años cincuenta del siglo xx .119 Tal y como afirma Moisés de la Peña, estas regiones occidentales de dominio ranchero que iban “desde colima hasta chiapas”, y orientales, de “soto la Marina en la Huasteca a Yucatán”, fueron el espacio prin-cipal en el que las élites regionales pudieron evitar o contender con éxito contra todo intento de reforma social . En estos sitios en la era poscárdenas, los ganaderos relativamente ricos continuaron pose-yendo grandes franjas de tierra y controlando el poder político local . Incluso en aquellas regiones en las que se establecieron ejidos, per-mitían que sus rebaños pisotearan sus cosechas, intimidaban a los ejidatarios para que entregaran sus parcelas y recurrían a pistoleros para forzar a los campesinos a trabajar como jornaleros .120

Aunque el agrarismo cardenista, como dice Alan Knight, “efec-tivamente terminó con el régimen de las grandes estancias”, algu-nos hacendados, al igual que los rancheros, se las arreglaron para evadir la reforma estatal .121 La supervivencia de las haciendas fue más común en aquellos estados en los que las élites regionales ha-bían infiltrado las instituciones estatales o habían forjado fuertes alianzas con éstas . Por ejemplo, durante la década de 1930, grandes terratenientes de Guerrero colonizaron la Liga de Comunidades Agrarias a grado tal, que los delegados agraristas de coyuca de Catalán eran miembros de las familias Brugada y Gómez, que eran

118 Schryer, The Rancheros of Pisaflores, pp . 85-100 . 119 Skerritt Gardner, Una historia agraria del centro de Veracruz, p . 242 . 120 De la Peña, El pueblo, su tierra: Mito y realidad de la reforma agraria en Méxi-

co, pp . 371-372 . 121 Knight, “Land and Society in Revolutionary Mexico”, p . 96 .

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dueñas de 14 mil y 8 mil hectáreas, respectivamente .122 no obstan-te, las alianzas políticas convenientes con frecuencia no eran sufi-cientes para empañar la expectativa popular . de hecho, para que los hacendados lograran tener éxito, también requerían, ya fuera de un monopolio sobre fuerzas armadas (cuestión lograda en el caso de los líderes de La Mano Negra en Veracruz o de William Jenkins en Atencingo, Puebla) o de un aislamiento geográfico sufi-ciente como para tender alianzas potenciales entre políticos radi-cales y posibles ejidatarios .123 sólo algunos activistas comunistas temerarios llegaron a las remotas y enormes fincas cafetaleras de Pochutla, oaxaca, durante el sexenio cardenista . En dos años, los terratenientes locales habían asesinado a los líderes y forzado al resto a retirarse. De este modo, aunque habían establecido múltiples comunidades agrarias, sindicatos y escuelas locales durante este periodo, sus esfuerzos fueron vanos . sin apoyo, los gobiernos es-tatal y federal ignoraban las demandas campesinas y permitían que los finqueros se rehicieran de la hegemonía política y económica. En un caso de 1942, un agente federal se sorprendió de notar que las autoridades locales permitieran que unos terratenientes alema-nes izaran banderas nazis fuera de sus grandes propiedades .124

de la misma manera que la reforma agraria, la educación so-cialista y el indigenismo penetraron el campo mexicano, y fueron aceptados, rechazados, transformados y redirigidos . no obstante que los seis resultados de los que se ha hablado (expropiación ma-siva, agrarismo clásico, autonomía negociada, pacto católico, triun-fo ranchero y victoria de los hacendados) representaban el grueso de los acuerdos regionales, otros pactos, sin duda estabilizadores, también surgieron. Aún existe poca investigación sobre los efectos sociales del cardenismo en los estados norteños de Tamaulipas, chihuahua, nuevo León y sinaloa, y pocos historiadores han in-vestigado los intentos de la sep o del daai de incorporar a los grupos

122 Gillingham, Force and Consent in Mexican Provincial Politics: Guerrero and Veracruz, pp . 14, 53 .

123 Ronfeldt, Atencingo . 124 Smith, Pistoleros and Popular Movements, p . 160 .

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indígenas norteños como los mayos, los tepehuanes o los tarahu-maras . Además, estos seis resultados también se sobrepusieron . Algunas regiones en las que los rancheros fueron victoriosos, en particular en Jalisco y en Michoacán, coincidieron con pactos cató-licos de no interferencia cultural . Algunas regiones de agrarismo clásico con frecuencia se desparramaron y entraron en conflicto con las zonas de importancia decisiva de los rancheros y con regiones católicas, perpetuando las tensiones en ebullición .

Conclusiones

A medida que los programas sociales cardenistas penetraban los poblados campesinos de México en diferentes ritmos y grados, se producían diversos acuerdos regionales . Estos pactos negociados definieron tanto las estrategias campesinas futuras como el alcance rural del Estado posrevolucionario . conforme el Estado, después de 1940, buscó regimentar a los políticos campesinos, limitar el crédito y negar reformas potenciales, los campesinos en aquellas regiones de expropiación masiva o de agrarismo o de “agrarismo clásico”, se adaptaron gradualmente a las reglas del juego, inter-cambiando préstamos incrementales y ampliaciones territoriales por cumplimiento político, o migraron, o recurrieron a las viejas tradiciones de movilización, uniéndose a grupos autónomos o em-pezando sus propios grupos .125 A medida que el Estado empezó a animar la expansión de la agricultura comercial (en particular de la industria maderera y el café) hacia regiones indígenas antes in-dependientes, los líderes se reapropiaron de los mitos fundaciona-les del indigenismo y la autonomía regional, y formaron nuevas coaliciones radicales .126 Por último, conforme las carreteras, la radio y la televisión llevaron alternativas socioeconómicas y culturales a

125 Padilla, Rural Resistance in the Land of Zapata; castellanos, México arma-do, pp . 23-98 .

126 Rubin, Decentering the Regime, pp . 102-160 .

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las regiones de supremacía de los rancheros, de los hacendados o del catolicismo clerical, los campesinos, los peones y los medieros se empezaron a movilizar para lograr cambios . sin embargo, en-contraron que las rutas oficiales a la reforma territorial o educativa estaban bloqueadas por las élites locales, que habían ocupado roles gubernamentales desde la era cardenista . En consecuencia, frecuen-temente recurrían a las uniones no oficiales, a la invasión de tierras, o a la revuelta armada .127

no obstante estas aproximaciones divergentes a la intrusión es-tatal y capitalista, el Estado seguía siendo notablemente resistente . Los pactos regionales, cimentados durante el sexenio cardenista, pro-dujeron un sistema político marcadamente fluido, mismo que, como sostiene Alan Knight, intercambió fuerza por estabilidad con éxito .128 Por un lado, al permitir que las culturas políticas individuales adap-taran las políticas estatales a las necesidades regionales, el Estado pudo, a partir de entonces, dar seguimiento y controlar los estallidos de inquietud popular al interior de esas regiones, con una burocracia limitada y un ejército subfinanciado. Los métodos variaban: desde llevar a cabo reformas populares hasta destituir a funcionarios im-populares y realizar golpes militares contra ciertos objetivos . Por otro lado, la resistencia de un grupo regional siempre abría la puerta para que otro grupo profesara su lealtad . de este modo, los políticos fe-derales y estatales podían balancearse de un extremo del espectro ideológico hacia el otro, contando con apoyo garantizado .

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Los campesinos en los primeros 40 años del cine mexicano 1896-1936

Ricardo Pérez Montfort

Entre lo “mexicano” y los grandes contrastes nacionales

Desde las primeras vistas cinematográficas que se realizaron en México hacia finales del siglo xix hasta la mal llamada Época de oro, el campo y los campesinos aparecieron en la pantalla grande como elementos definitorios de la imagen nacionalista mexicana. si bien, en un principio, la dimensión completa de esta imagen combinaba asuntos tan disímbolos como edificios coloniales o sel-vas tropicales con infraestructuras portuarias y ferroviarias, perso-nalidades y clases asociadas con el poder político y económico, así como celebraciones, tradiciones y ritos urbanos y rurales, no cabe duda de que el mundo campesino logró colarse desde sus inicios por las primeras lentes que intentaron atrapar la realidad mexicana en movimiento .

A partir de la aparición de las primeras fotografías en el terri-torio nacional, a mediados del siglo xix, este mundo rural, con su gran diversidad de habitantes y recursos visuales, ya había llamado la atención de los aficionados y profesionales de la alquimia foto-gráfica, de la misma manera como había sucedido entre los ilustra-dores y artistas a lo largo de ese siglo . En las tomas del paisaje y el entorno, así como en las tarjetas de visita, en retratos personales o de costumbres, en las representaciones de artistas nacionales, pero particularmente en los registros de los viajeros y los primeros turis-tas, el universo campesino mexicano parecía ser el recurso clásico

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que daba la nota de la especificidad local. Eran los horizontes cam-piranos, los hombres y las mujeres del campo, especialmente los indígenas y los mestizos, inmersos en sus hábitats naturales y rea-lizando sus labores cotidianas, los temas que marcaban las dife-rencias entre México y los demás países del orbe . cierto que en las ciudades podía concentrarse mucho de lo que eventualmente se identificó como lo propiamente mexicano; sin embargo, fueron sobre todo las costumbres llamadas “autóctonas”, las actividades y los atuendos “típicos”, así como los paisajes extensos y abier-tos, con sus montañas, sus lagos, sus llanos y sus cielos, los que finalmente se reconocieron como los recursos definitorios de la “mexicanidad” .1

Así, los primeros aparatos cinematográficos arribados a estas orillas del Atlántico repitieron lo que ya habían hecho las cámaras fotográficas, los lápices y los pinceles varios lustros atrás: buscaron aquellos elementos que les resultaban distintos o “exóticos” y los reprodujeron para el disfrute de un público que pretendía asom-brarse ante la diferencia y la novedad. Cierto es que dicho público era principalmente urbano al que el simple hecho de presentarle ciertos elementos indígenas o tradicionales del campo mexicano bien podría parecerle digno de asombro . sin embargo, hay que tomar en cuenta que las propias ciudades, grandes y pequeñas, de este país todavía se vinculaban muy estrechamente con la vida cam-pirana, por lo que aquel exotismo estaba más destinado a un pú-blico extranjero que a uno nacional .

En materia cinematográfica, no obstante, llama la atención que, muy a pesar de los afanes por mostrar una nación que estaba sa-liendo de la precariedad económica y que se encaminaba a una modernidad representada por el cosmopolitanismo y el progreso, el campo y los campesinos eran más muestra de lo primero que de lo segundo . En las pocas vistas que se conservan de aquellos pri-meros momentos de cine documental, entre desfiles y cotidiani-

1 García Barragán, “El imaginario de la revolución mexicana”. pp. 1227-1243; Pérez Montfort, “Folklore e identidad” . pp . 15-34 .

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dades de la ciudad de México, es posible ver una sociedad muy contrastada con fuertes reminiscencias campiranas . A través de las indumentarias “rancheras”, es decir, de grandes sombreros de pal-ma o fieltro, rebozos, camisas y pantalones de manta, vestidos de percal, sarapes y huaraches, se acusa la presencia indiscutible del campo en la ciudad . Pero también es cierto que las levitas, los bom-bines, los carretes y los vestidos de soirée están también muy pre-sentes en la sociedad que retrata el cine . Algunos documentos ci-nematográficos de los estertores del porfiriato incluso tienen como tema central ese mundo campesino incursionando en las esferas urbanas . Tal es el caso de Amansador de caballos, Desayuno de indios al pie del árbol de la Noche Triste, El paseo por el Canal de la Viga, o in-cluso el Desfile de Rurales o Salida de Misa de 12 que los representan-tes franceses de los hermanos Lumiere, Gabriel Vyere y Ferdinand Bon Bernard, así como los primeros productores y cineastas mexi-canos, Enrique Rosas, salvador Toscano y los hermanos Alva, pre-sentaron a un público que poco a poco empezó a gastar sus tiempos de distracción y ocio en ir al cine .2

Aunque para 1900 ya existían poco más de 20 sitios en la ciudad de México a los que ir para sentarse y mirar las vistas cinematográ-ficas, los propios cineastas convirtieron su oficio en ambulante y recorrieron buena parte del interior de la república. De esa manera, el cine llegó al campo, principalmente alrededor de las grandes haciendas, y a los pequeños y medianos poblados . La cotidianidad campesina fue rota ocasionalmente por la presencia de este moder-no invento que muchas veces mostró el atractivo bullicio de las ciudades, pero que también retrató lo mismo que se podía ver a simple vista en el campo mexicano: la riqueza concentrada en pocas manos y mucha miseria . Lo que generalmente se retrataba eran las grandes haciendas y los hacendados . Rara vez se incorporaba a los campesinos y sus quehaceres cotidianos o sus trabajos, en el reper-torio de los incipientes cineastas ambulantes .

2 De los Reyes, Medio siglo de cine mexicano, p . 38 .

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Pero al contemplar ese campo en aquellas primeras vistas se reiteraba la presencia de elementos distintivos como los magueyes, los nopales, el maíz, y sobre todo, la vida miserable de los cam-pesinos-indígenas . como tales imágenes no presentaban mayores novedades, el afán noticioso se orientó a documentar aquellos asun-tos que rompían con la cotidianidad . Fue entonces que empezaron a retratarse algunas tradiciones y costumbres como el baile del ja-rabe, la fiesta brava o los desfiles, y algunas tragedias como la inun-dación de Guanajuato de 1905 o el gran temblor del centro-sur del país durante el calamitoso año de 1907 .3

En 1908, por ejemplo, los hermanos Alva documentaron am-pliamente las celebraciones patrias en Morelia . si bien las imágenes mostraban una ciudad bastante bien equipada con edificios colonia-les, parques y avenidas, la concurrencia a dichas fiestas era clarísima evidencia de una sociedad severamente dividida . El documental descubría un sector muy pequeño, orgullosamente bien vestido, que de pronto se encaramaba en un automóvil y salía de cuadro, mien-tras que cientos de individuos pobremente ataviados con sus gran-des sombreros y sus calzones de manta dudaban a la hora de orien-tar su mirada hacia la cámara o hacia aquellos que acababan de abandonar el sitio . Hay un momento en que un jovencito descalzo y moreno, de claro origen rural, evidenciado por su sombrero y su ropa hecha jirones, se asoma a la cámara para echarle un vistazo al centro de la lente . El espectador apenas alcanza a atisbar sus ojos hambrientos, justo en el instante en que un hombre de levita y som-brero Borsalino lo jalonea para retirarlo del encuadre .4

Este momento podría representar tanto las intenciones del por-firiato tardío de no querer mostrar la miseria de la gran mayoría de los campesinos e indígenas habitantes del territorio nacional, como la propia voluntad de los cineastas de sólo querer documentar aquello que desarticulaba la aburrida cotidianidad de la vida cam-pesina mexicana . de cualquier manera, ese mundo rural invadía

3 Ibid., p . 30; Miquel, Acercamientos al cine silente mexicano, pp . 115-121 .4 Michoacán, selección, curaduría y notas de Ricardo Pérez Montfort .

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prácticamente toda referencia a la realidad mexicana de principios del siglo xx y, por lo tanto, se colaba con la mayor naturalidad en los monóculos de las cámaras . Así sucedió también en las célebres tomas de las Fiestas del centenario de la Independencia que hicie-ron famosas tanto los hermanos Alva como salvador Toscano . Por más que los objetivos estuvieran puestos en los carros alegóricos, en las notables figuras de los mandamases octogenarios o en los mo-numentos inaugurados y proyectados, el campo y los campesinos que acudieron a tales fiestas quedaron registrados con sus atuendos rancheros, sus anónimas presencias y sus agudas miserias . se trata-ba pues de una sociedad y un país que vivían en una desigualdad tan evidente, que no tardaría en confrontarse y derivar hacia la vio-lencia y la tragedia . El campo agónico y los campesinos miserables estaban ahí, por más que se intentara mostrar lo contrario .

El cine y la revolución popular

La Revolución mexicana irrumpió en el quehacer cinematográfico de manera puntual mostrando una faceta del campo y el campesi-nado que contrastó notablemente con la que había aparecido unos años antes . no son pocos los registros de las batallas y de los hom-bres armados que revelan cómo las llanuras y los montes se pueblan de movilizaciones militares, entre explosiones y marejadas de in-fanterías y caballerías . En ellas se ve claramente a los campesinos de carrillera y fusil y a los rancheros a caballo, igualmente armados apenas, luchando contra un ejército federal enemigo, uniformado y bien pertrechado . Las tomas de trenes seguidos por multitudes populares, los planos largos de mujeres enrebozadas y hombres sombrerudos, con carabina y sarape, que avanzan a pie entre los campos polvosos, o entre los desfiles militares que entran y salen por las principales calles de las ciudades de provincia o por la pro-pia ciudad de México, dejan ver invariablemente a aquellos habi-tantes campiranos de muchas regiones de este país que tomaron las armas para participar en esa revolución .

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La presencia de los campesinos en el proceso revolucionario está claramente documentada en el cine noticioso de aquellos años que si bien pretendió registrar los acontecimientos militares y po-líticos más relevantes del momento, también logró mostrar cómo la vida rural y la urbana se vieron brutalmente conmocionadas . Algunas notables referencias documentales al campo revoluciona-rio destacan durante este periodo que va de 1910 a principios de la década de 1920 . La presencia, una vez más, de los hermanos Alva en muchas de las acciones de guerra, de Jesús H. Abitia al lado de los militares encumbrados y de salvador Toscano recopilando ma-teriales, tan sólo para mencionar a los tres más conocidos, permitió que la Revolución quedara ampliamente registrada en el celuloide . Gracias a su tenacidad y a su oficio, que poco a poco empezó a ser más y más valorado por los propios revolucionarios, los documen-talistas fueron testigos de primera mano de muchos de los momen-tos que ahora se identifican como “históricos” en la demagogia y la historiografía oficiales de la Revolución mexicana. Si bien muchos de estos documentales tienen un claro afán justificador y reivindi-cador del poderoso en turno, no pocos muestran las terribles reali-dades vividas durante ese par de lustros de violencia y destrucción .

otra vez los magueyes, los nopales y los maizales entre hori-zontes montañosos y cielos claros dan la nota visual, pero ahora se ven arrasados por las explosiones y los galopes de los caballos, por los propios hombres y mujeres armados disparando sus fusiles, atrincherados o sembrando de muertos los campos de batalla . Los contrastes entre los distintos sectores sociales que participan en la Revolución son menos notorios que los que se vieron durante el porfiriato; sin embargo, no se han diluido del todo. Llama la aten-ción que ahora la miseria es mucho más evidente entre mujeres y niños que entre los hombres armados. Estos últimos entran dentro de la aparente uniformidad que les otorga el arma, las carrilleras cruzadas y el sombrero, una especie de uniforme que se convertirá en referencia obligada del campesino revolucionario . no obstante, sus compañeras y sus vástagos muestran los estragos del hambre, la insalubridad y la pobreza . El mundo del campo y el campesino

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violentados es uno de los grandes temas del cine documental de la Revolución .5

son célebres las imágenes de los zapatistas de calzón blanco y sombrero de palma que luchan contra los federales lanzándoles piedras desde un matorral atrincherados . Estos hombres del campo sureño representaron en la imagen a un ejército pobre que luchaba contra un poder usurpador y anquilosado . Eran los indígenas cam-pesinos reivindicando su derecho a la tierra y a la justicia social . Eran los ejércitos pequeños del sur que se distinguían por sus som-breros grandes, sus camisas y pantalones de manta, sus huaraches y su muy escaso armamento, que contrastaban con los uniformes grises de kepí, camisa y pantalón del mismo color gris, cinturón, pistola, rifle y botas, características de las fuerzas federales. Si bien las tomas de estas acciones bélicas en el mundo rural de Morelos o Puebla son contadas, lo cierto es que poco a poco se convirtieron en imágenes emblemáticas de la propia Revolución .6

Lo mismo puede decirse de las secuencias protagonizadas por los ejércitos villistas en plena acción bélica, utilizando los trenes o entrando a las poblaciones en formación de desfile. Si se busca en-tre las multitudes no es difícil encontrar a estos hombres y mujeres del campo mexicano con sus clásicos atuendos rancheros en cir-cunstancias excepcionales de insurgencia . sus vestimentas campe-sinas sencillas se muestran bajo las carrilleras cruzadas, acompa-ñados por un 30-30, una pistola o un caballo . Aparecen como aquellos zapatistas escoltando a Francisco I . Madero en su visita a cuerna-vaca en 1911, como rebeldes villistas apoyando las acciones contra

5 Miquel, Pick y De la Vega, Fotografía, cine y literatura de la Revolución mexi-cana .

6 Véase el muy socorrido documental Memorias de un Mexicano que realiza-ra Toscano de Moreno sánchez, con materiales recopilados y producidos por su padre Salvador Toscano, en 1950, y el Vol. II de la serie La vida en México en el siglo xx que contiene los documentales Y vino el remolino (1911-1915) de Gon-zález casanova y Se está volviendo gobierno (1916-1920) de Barbachano, unam, 2006. También se pueden consultar los magníficos materiales de la serie Héroes anónimos. Los que hacen la Historia realizada por Juan Ramón Aupart cisneros, s/e 2005-2009 .

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Pascual orozco o a la par de Francisco Villa y Emiliano Zapata desfilando por el Paseo de la Reforma en 1914. Son esos mismos campesinos los que en las imágenes en movimiento ayudan a subir los pertrechos de guerra a los convoyes, los que acampan en las inmediaciones de las haciendas tomadas o los que protagonizan las acciones de guerra capturadas por el celuloide .

Son bastante conocidas las circunstancias en que Francisco Vi-lla aprovechó el cine documental para promover su personalidad y su causa entre el público estadunidense a través de sus contratos con la Mutual Film co .7 sin embargo, su propio origen campesino y su lealtad a las causas populares de la Revolución finalmente lo alejaron de ser él mismo una “estrella” de cine para seguir siendo una figura capital revolucionaria, y en gran medida una referencia mítica en el mundo rural norteño mexicano . no en vano, Emiliano Zapata, la otra gran figura popular de la Revolución mexicana, tam-bién acusó su origen campesino sureño, convirtiéndose rápidamen-te en símbolo de las causas agrarias nacionales. Tanto Villa como Zapata representaron la vertiente rural de la revuelta popular y contribuyeron con mucho a la dotación de un contenido campesino a las demandas revolucionarias . Los dos fueron vistos como líderes surgidos del campo, y por lo tanto, como netos representantes del universo campesino mexicano levantado en armas durante los años que van de 1910 a 1920 .

El cine documental de la Revolución, al igual que la fotografía, dejaron una impronta en la propia imagen del campesino en armas que apuntaló la creación del estereotipo revolucionario mexicano . En ella, los líderes populares, tanto zapatistas como villistas, sirvie-ron de modelos reinterpretados para entrar de lleno a un proceso de desvirtuación y simulación .8 El nacionalismo cultural emergente a lo largo del periodo revolucionario, pero sobre todo durante las décadas de 1920 y 1930, junto con la aparición de nuevos medios de

7 De los Reyes, Con Villa en México .8 Un estudio particular sobre el estereotipo revolucionario puede consul-

tarse en Pérez Montfort, Estampas de nacionalismo popular mexicano, pp . 149-170 .

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comunicación masiva, sirvieron de aliados para la justificación pos-revolucionaria, con toda su demagogia en torno al campo y a sus demandas . de cualquier manera, ese mismo cine documental que retrató a los campesinos armados y a sus líderes durante la segunda década del siglo xx fue referencia fundamental para los quehaceres cinematográficos de ficción de los años siguientes. Su dimensión testimonial quedó como evidencia de la movilización campesina vivida durante aquel decenio de violencia y transformación . si bien en un principio su recreación cinematográfica acusó pretensiones de realismo semidocumental, las influencias literarias, la construc-ción de estereotipos culturales y el interés comercial no tardaron en distorsionar las representaciones de estos campesinos armados que fueron actores principalísimos del proceso revolucionario .

Las primeras ficciones nacionalistas y el campo

El cine mexicano de ficción tuvo un primer impulso coincidente con los años finales de la Revolución y los primeros de la década 1920. Como ya han señalado Aurelio de los Reyes, Emilio García Riera, Jorge Ayala Blanco y Eduardo de la Vega, sin duda los más destaca-dos historiadores del séptimo arte en México, este despegue inicial estuvo ligado a dos circunstancias que podrían resumirse de la si-guiente manera: por un lado, la primera guerra mundial, en Europa, limitó con mucho las producciones del viejo continente; y por otro, la cercanía con el emergente cine hollywoodense permitió que al-gunos de los insumos necesarios para la producción nacional fueran un tanto más accesibles para los productores mexicanos .9 Llama la atención la gran cantidad de películas de ficción que se realizaron en los años que van de 1917 a 1922. En total fueron cerca de 70 filmes de argumento en los cuales el tema campesino no pudo faltar .10

9 De los Reyes, Medio Siglo; García Riera, Historia documental del cine mexi-cano; García Riera, México visto por el cine extranjero; Ayala Blanco, La aventura del cine mexicano; y De la Vega, La industria cinematográfica mexicana.

10 De los Reyes, El nacimiento de ¡Que viva México!, pp . 58-94 .

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sin embargo, hasta bien entrada la década de 1930, las referen-cias a los campesinos y al campo mexicano en este cine de argu-mento se hicieron fundamentalmente a través de las miradas y las ideas de realizadores y productores nacionales que claramente per-tenecían a sectores de clase media alta o, de plano, a la aristocracia venida a menos . Muchos de ellos conocían la literatura costumbris-ta decimonónica mexicana, y por ello, no era raro que las cintas mostraran, sobre todo, una idea del campo un tanto trasnochada, en contraposición con lo que podría esperarse por el momento re-volucionario y posrevolucionario en que se filmaron.

El paisaje y los “tipos” mexicanos se convirtieron en temas centrales de películas como Triste crepúsculo (1917) de Manuel de la Bandera, La barranca trágica o El eco del abismo (1917) de santiago J . sierra, o El caporal (1920) de Miguel contreras Torres . La huella li-teraria fue evidente en La llaga (1919) de Luis G. Peredo, o en El Zarco y los Plateados (1920) de José Manuel Ramos . La primera tomó como punto de partida una novela de Federico Gamboa y la segun-da se basó en la clásica pieza de Ignacio Manuel Altamirano . sobre todo esta segunda remitía a un campo decimonónico en el que los héroes y las heroínas pertenecían a un medio social bastante aco-modado, por cierto no muy ligado al trabajo campesino y sí más al bandidaje y a la intriga . sin embargo, en estas películas es justo suponer que los retratos de campesinos o del mundo rural estu-vieran más cerca de un afán por divulgar la belleza paisajista y el pintoresquismo de sus habitantes que las imágenes documentales realistas .

Tal vez la película más conocida de esa época, El automóvil gris (1919) de Enrique Rosas, trató de salirse de esa dinámica costum-brista al narrar en un serial de 12 episodios las aventuras y desmanes de aquella famosa banda de rateros que asoló la ciudad de México en 1915. Además de la impactante escena final tomada del material documental filmado durante el fusilamiento “real” de los malhe-chores, llama la atención el retrato de una ciudad rodeada por lla-nuras campestres y el propio origen humilde y campesino de algu-nos de los miembros de dicha banda . cuando Rosas reconstruyó

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los momentos en que la autoridad captura a uno de los maleantes en su propia casa, en algún lugar de la provincia mexicana, no es-catimó en mostrar las condiciones miserables, los jacales y la pobre-za en que vivían los familiares del susodicho . sin embargo, ésa sería una clara excepción que difícilmente podría caber en la corriente nacionalista del cine de ficción del momento.

Además del espíritu decimonónico que pudo impregnar estas cintas, hubo otra intención que estuvo presente entre los producto-res, realizadores y artistas de ese primer impulso que bien podría calificarse de nacionalismo romántico o de “costumbrismo realista”, como lo ha planteado Aurelio de los Reyes . se trató de una clara influencia del nacionalismo revolucionario emergente, aunque fue-ra sólo de palabra y sentimiento, con evidentes muestras antiyankis, dadas las constantes representaciones tendenciosas estadunidenses que denostaban a ese México violento y revolucionario en las pro-ducciones de Hollywood .

En efecto, a principios de la década de 1920, el tratamiento es-tereotípico en la producción cinematográfica mexicana tuvo una connotación de fuerte rechazo hacia lo estadunidense, con aprecia-ciones que hacían énfasis en la autenticidad del mundo campesino y de las haciendas nacionales, pero también con cierta identificación de una oposición entre lo rico y lo pobre, entre el lujo universal y la precariedad local . La argumentación de los críticos llegaba inclu-so a generalizaciones que rayaban en lo chovinsta y lo absurdo . Por ejemplo, en una reseña de la película En la hacienda de los Estudios camus, en 1922, cuya temática incluía los clásicos escenarios mexi-canos de nopales, jacales y artesanías, con sus charros, sus inditos y sus chinas, se afirmaba lo siguiente:

comparando nuestra producción nacional, con la extranjera, par-ticularmente la norteamericana [ . . .] es innegable nuestra superio-ridad artística [...] En el teatro cinematográfico norteamericano todo sucede en palacios lujosos, y los tipos, falsos, afectados, arti-ficiosos de una absurda ingenuidad carecen de contextura huma-na, de vitalidad de carácter [ . . .] nuestra producción nacional, has-

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ta este momento, dicho sea en buena hora, busca sus argumentos en la realidad que todos vivimos, más frecuentemente triste, do-lorosa y mísera que lujosa y cómoda [ . . .] Lo fundamental del valor artístico de nuestra producción, es la exactitud de los ambientes, su realidad humana y viva, y sobre todo su contextura de los ca-racteres, que tienen alma temperamento y vida propia [ . . .] Esto es lo que pinta, refleja, estudia y analiza nuestro teatro cinematográ-fico: las modalidades de nuestra idiosincrasia, como tipo, como pueblo, como raza [ . . .] 11

La cinta En la hacienda sería un claro antecedente de los melodramas rancheros que tanto éxito tendrían durante la siguiente década . descontando las referencias a las canciones mexicanistas, ya que se trataba de cine mudo, la confrontación entre un peón y un hacen-dado por el amor de una ranchera guapa sería la línea argumental de prácticamente todas estas cintas . La idealización del campo se resumía en la siguiente descripción que apareció en un “Guión de película de tema campesino” registrado en 1921 . El autor descono-cido apuntaba:

La silueta del Ixtlalxíhualt [sic] bañada en los primeros fulgores de la mañana resplandecía como una Esfinge de diamante o como un inmenso cadáver cristalizado en ese tibio amanecer del mes de junio que era todo un poema de vida y de alegría [ . . .]

sí, era ofrenda de vida el olor de la tierra mojada, el perfume de los mirtos y de los rosales y el cintilar de las gotas sobre las verdes hojas y sobre el verde musgo terciopelo de los tecorrales [ . . .]

En tanto frente a la casa de don Antonio Romero, hombres y mujeres de la peonada se apresuraban a saludar al amo y a ofer-tarle ya la cocona gorda y bien emplumada, el gallo bálique o los canastotes de flores y de frutos, y diez o doce amigos de confianza,

11 Cosmos Magazine Mensual, México, febrero de l922 .

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mientras abría la puerta de la casa, donde seguro les esperaba un magnífico almuerzo, cantaban acompañado de guitarras:

despierta, Toño, despierta [ . . .]12

En estas cintas ya estaban presentes muchos de los elementos que definirían una idea bastante elemental y transparente del campo y los campesinos del cine ranchero mexicano, como parte de lo que impli-caba la construcción del estereotipo cultural nacionalista mexicano .13

sin pretender profundizar en el proceso particular del origen y el auge de los estereotipos, vale por lo menos dejar claro que, para aquellos años posrevolucionarios, éstos fueron producto de una combinación de recursos del nacionalismo cultural empleados tan-to por los gobiernos posrevolucionarios como por ciertos sectores específicos de la sociedad mexicana. Estos estereotipos “mexicanis-tas” se consolidaron como herencia de una corriente introspectiva revitalizada por el proceso revolucionario y mezclada con una visión profundamente conservadora de lo que sucedía en el país durante las décadas de 1920 y 1930 . El conservadurismo de corte nacionalis-ta se cargaba de nostalgias campiranas muy ligadas al folclorismo y a ciertos valores autoafirmativos que reivindicaban las jerarquías sociales, la fe católica, el imperio del macho y la humildad de la mujer . El peso de las tradiciones representadas en las rígidas es-tructuras familiares y eclesiásticas, por una parte, y por otra, en las suertes de los caballerangos y en los bailes rancheros que reinaban en las actividades cotidianas, así como la organización y elaboración de atuendos, fiestas y ritos de corte indígena, unos, y de raigambre mestiza, otros, dejaba muy poco espacio para la reivindicación del trabajo o de la propia producción de la vida campesina . Las carac-

12 Archivo General de la Nación (agn), Propiedad Artística y Literaria, vol . 352, exp . 14965 .

13 La construcción de los estereotipos nacionales y regionales a lo largo de la primera mitad del siglo xx la he abordado en tres libros: Estampas de nacio-nalismo popular mexicano; Avatares del nacionalismo cultural (2000) y Expresiones populares y estereotipos culturales en México (2007) .

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terísticas tradicionalistas y folclóricas se fueron refinando y estili-zando gracias al constante recreo que de ellas mismas se hizo en los eventos y las efemérides oficialistas y educativas, y desde luego también debido a su insistente explotación en los medios de comu-nicación masiva emergentes .

Las llamadas “figuras representativas del folclor nacional” se constituyeron con lo que, tanto las autoridades culturales del país como estos sectores conservadores y los medios de comunicación, creyeron que era la conjunción de los valores identitarios populares de un país entero . A través de atuendos como los del charro y la china poblana, actitudes como la fanfarronería del machismo ran-chero o la humildad y la obediencia recelosa del indito y de las mujeres, de estilos musicales como el del mariachi y de bailes como el Jarabe Tapatío, se fueron consolidando las “invenciones” de un país y de sus habitantes . “El mexicanismo —decía un autor de aquel momento— está en lo esencialmente pintoresco de nuestras cos-tumbres, en la verdadera fuerza de expresión del lenguaje popular; en el espíritu, mezcla de resignación y de fanfarronería, de la raza .”14 Estas invenciones de un México típico entre popular y aristocrático, muy pronto se convirtieron en artículo favorito de consumo y ex-portación . sus espacios naturales eran las haciendas y los ambien-tes rurales en los que destacaba más la fiesta o la competencia que el trabajo. Así, el campo mexicano empezó a identificarse, sobre todo, con esa fiesta mexicana realizada en una “arcadia bucólica” que parecía encontrarse en las nostalgias del Bajío o de Jalisco, o a los pies de los volcanes, en la altiplanicie mexicana, y que clara-mente constituyó una geografía imaginaria .15

Aunque el mundo urbano también crearía sus propios estereo-tipos desde tiempos anteriores a la décad de 1920 —como “el pela-dito” o la prostituta “pobre pero honrada”— fue principalmente la vida cultural de la ciudad de México la sancionadora de los “valores

14 Ramírez de Aguilar, alias Jacobo Dalevuelta, Estampas de México, pról . El Abate Benigno, p . vi .

15 Pérez Montfort, “La invención del México típico”.

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nacionales”, sobre todo de aquellos con los que pretendía asociar al pueblo con la provincia, a la cultura nacional con el campo y el cam-pesino . El “indio mexicano”, por ejemplo, fue más una versión ima-ginaria y urbana de los pobladores autóctonos del valle de México y sus alrededores, que un retrato imposible de aquel ente totalizador conocido como “los indígenas habitantes originarios de la nación” . su manera de hablar característica y su forma de vestir —manta blanca, huaraches, sombrero de palma y, ocasionalmente, un sara-pe— fue recreada a partir de elementos teatrales y “artísticos” explo-tados principalmente por las “élites intelectuales” y algunos sectores populares de la ciudad de México . Algo parecido sucedió con los rancheros, que finalmente terminaron representados por los charros y las chinas en prácticamente todas las fiestas oficiales o kermeses escolares . A la capital también arribaron los primeros mariachis, procedentes del estado de Jalisco que, por circunstancias varias, pronto se convirtieron en el “símbolo musical de México” . Y simpli-ficando un tanto ese mismo proceso, lo mismo sucedió con el Jarabe tapatío, que no fue sino hasta que la bailarina rusa Ana Pavlova lo aprendió de Eva Pérez, una partiquina avecindada en la ciudad de México, que se convirtió en “baile mexicano” por excelencia .16

Algo parecido sucedió con los atuendos y las actitudes, esa “mexicanidad” que poco a poco se convirtió en una categoría om-niabarcadora . Los “charros” y las “chinas poblanas” —bailando el Jarabe tapatío a la menor provocación— se asumieron como “re-presentantes típicos de México”, tanto para nacionales como para visitantes. Gracias a la insistencia de las autoridades educativas, y también al teatro popular y a la prensa, a la radio y al cine, una gran cantidad de mexicanos se fueron identificando cada vez más con estos estereotipos, hasta convertirse en las “figuras nacionales” por excelencia, representativas de “lo mexicano”, sobre todo para un público amplio, ajeno a los ambientes académicos que, por cier-

16 Flores y Escalante y Pablo Dueñas, Cirilo Marmolejo; dallal, La danza con-tra la muerte .

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to, también se encontraban discutiendo sobre dicho tema y sus derivaciones .17

Hacia la creación de los estereotipos culturales mexicanos

Establecidos en la ciudad de México, tanto los nuevos gobiernos como los representantes de las antiguas élites estuvieron de acuerdo en que el cuadro “mexicano” por antonomasia era el charro con su china bailando el Jarabe tapatío, y que su entorno era la totalidad de la provincia mexicana . cierto es que había otros tipos genuinamen-te mexicanos, como “la tehuana” o “el jarocho”, que bailaban otros sones y tenían otros atuendos muy vistosos, pero la “mexicanidad” radicaba principalmente en el cuadro aquel del Jarabe tapatío . Así lo llegó a confirmar el libro enciclopédico multinacional ilustrado de los primeros años de la década de 1940, titulado El mundo pintoresco. En él se afirmaba categóricamente: “Muchas coloridas y abigarradas indumentarias típicas encontraremos en este país, pero ningunas más célebres que las de “charro” y “china poblana”, que ofrecen una nota alegre y gárrula en todas las fiestas populares”.18

Como podrá verse más adelante, tal enunciado se confirmó constantemente en muchas películas mexicanas y extranjeras que trataban de dar la nota de “autenticidad” sobre México . El cuadro típico del charro y su china sirvió de referencia obligada para la afirmación de “esto es el México de a deveras”. Pero justo es decir que este cine le debió mucho al teatro popular de las décadas de 1920 y 1930, que con el sobrenombre de “teatro de revista” combi-naba música con escenificaciones cargadas de símbolos y referen-cias localistas reivindicativas del México “típico” o del desde en-tonces llamado Mexican Curious .

17 Pérez Montfort, Expresiones populares, y especialmente en “Muralismo y nacionalismo popular 1920-1940”, pp . 173-206 .

18 El Mundo Pintoresco, Buenos Aires, W .M . Jackson Inc ., l942, p . 770 .

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Aquellos charros muy trajeados y sus sonrientes chinas poblanas bailando el Jarabe tapatío, entre obreros morenos y campesinos ensa-rapados atendiendo los mítines políticos, entre léperos achaplinados y bataclanas autóctonas protagonizando espectáculos “sicalípticos”, entre inditos sombrerudos y maestras rurales de largas trenzas que cumplían con su deber frente a un telón de fondo plagado de ma-gueyes, nopales, volcanes y cielos de nubes espléndidas, se convir-tieron en las síntesis visuales y literarias de “los mexicanos” .

Pero hay que aclarar que, en los teatros de revista, la presencia del mundo revolucionario no se había quedado atrás, como sí su-cedió en el cine de charros y chinas . El campo representado en el escenario seguía agitado por las revueltas, y por lo tanto, el este-reotipo revolucionario, es decir, el del campesino armado, siguió vigente hasta bien entrada la década de 1930 .

Si bien este estereotipo encontró su encarnación en figuras tan representativas de “lo revolucionario popular” como Francisco Vi-lla o Emiliano Zapata, la aspiración de la síntesis simbólica fue precisamente desligarse de las personalidades concretas y presen-tar un ente más “universal”, más anónimo, más masivo con preten-ciones de verse a sí mismo tal vez más campesino . Aun así, los dos revolucionarios citados, al adquirir una dimensión mítica capaz de absorber la mayoría de las características que conformarían aquel estereotipo —que en sus representaciones permitieron la conjuga-ción de identidad grupal con identidad nacional—, se convirtieron, como ya se ha visto, en los símbolos populares de la Revolución campesina por excelencia . A ninguno de los dos puede escatimár-seles su condición de figuras prototípicas de aquel periodo y menos la de su representatividad de los “campesinos mexicanos” .

Tanto la cultura académica como la popular hicieron de Pancho Villa y de Emiliano Zapata dos pilares del estereotipo del revolucio-nario mexicano . Personajes centrales de la representación pictórica y de la novelística de la Revolución, los dos adquirieron un espacio privilegiado en los ambientes populares . Los dos capitalizaron la temática del corrido revolucionario, a los dos se les caricaturizó y se comentó acerca de ellos constantemente en la prensa cotidiana, y a

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los dos se les representó en el cine y en las escenificaciones popula-res como ejemplos de “líderes campesinos revolucionarios” . Mues-tras de ello hubo miles, y van desde el “General Zapatón” que apa-reció en la revista El País de la Metralla (1913)19 o el famoso grabado Tierra y Libertad de xavier Guerrero, que se convirtió en el logotipo de “El Machete” en 1923, o el clásico Zapata con su caballo blanco, pintado por diego Rivera en el Palacio de cortes en cuernavaca hacia finales de la década de 1920;20 desde el corto cómico de Mack sennet Villa of the Movies (l917)21 hasta el personaje de Pancho Villa-gordo que se albureaba con cástulo ombligón, Plutarco callejuelas y Rodolfo de la Puerta en una pulquería llamada “Las Glorias de Celaya” en la escenificación de la obra Locura nacional de Guz Águi-la, en l922 .22 como se verá más adelante los dos personajes entrarán al cine mexicano de la década de 1930 de la mano de uno de los ci-neastas más solventes de aquel momento: Fernando de Fuentes .

Pero todavía en el cine mexicano de los años veinte y principios de los años treinta del siglo xx hubo una clara pretensión de mostrar a los campesinos pobres de manera un tanto más pacífica y dócil, con algunas referencias a la mezcla entre los aires indígenas humil-des y cierta fanfarronería mestiza. En el campo, según este cine, habitaban los hacendados, los caporales y los rancheros de a caballo que finalmente fueron los que terminaron por reivindicar la figura del charro como la representativa del campo idealizado mexicano .

Y fue entonces cuando el germen del cine “ranchero mexicano” mostró interés por los valores regionales mestizos, aunque justo es decir que sobre todo los charros y las chinas de aquella geografía imaginaria del Bajío interesaron sobremanera a los productores, quienes empezaron a orientar la producción nacional en ese senti-do . sin embargo también hubo excepciones importantes a la hora de retratar la provincia mexicana del momento. Gabriel García Mo-

19 De María y Campos, El teatro de género chico, p . 123 .20 Brenner, Ídolos tras los altares, p .298 y Pérez Montfort, “La peripecias di-

plomáticas de un mural o diego Rivera y la hispanofobia”, pp . 465-490 .21 García Riera, México visto, op. cit., p . 103 .22 De María y Campos, El teatro, op. cit., pp . 281-282 .

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reno, por ejemplo, filmó en orizaba El tren fantasma (1927) que dejó entrever un campo ligado al medio ferroviario que poco se ligaba al mundo ranchero y sí mucho al del western norteamericano . Fue, sin embargo, Guillermo Indio calles quien tocó por primera vez la temática indígena norteña mostrando otra idea del campo, un tan-to distante de las haciendas y los ranchos . Los paisajes agrestes del noroeste estaban bastante lejos de las abundancias del Bajío o el sur . de cualquier manera, las realizaciones de calles respondieron al ascendente exotismo mexicanista que ya se explotaba en el medio hollywoodense, al cual él mismo fue muy afecto. En sus filmes Raza de Bronce, Sol de Gloria y El Indio Yaqui parecía existir cierta denun-cia, aunque de pronto no se distanciaba demasiado de una presen-tación folclórica .23

El indigenismo y el campo conservador en el cine

En materia de registro de costumbres indígenas y sobre el apoyo metodológico para la investigación arqueológica e histórica habría que destacar el uso que Manuel Gamio pretendió darle al cine do-cumental en épocas tan tempranas como la que va de 1920 a 1925 . Siguiendo una vertiente muy innovadora en el quehacer científico antropológico, Gamio fue de los primeros en utilizar el registro cinematográfico para estudiar y divulgar las circunstancias en las que subsistía el mundo indígena en el México posrevolucionario . Ése fue el objeto de sus principales estudios en el Valle de Teotihua-can y en otras latitudes nacionales .24 si bien en el reducido pietaje de su autoría que hoy está disponible se ve un campo mexicano asociado con el mundo indígena, ya sea reivindicando su antigua gloria en monumentos prehispánicos, como las pirámides de Teo-tihuacan, Palenque o chichen Itzá, registrando a talentosos artesa-nos a la hora de fabricar un sarape o una pieza de barro, o docu-

23 Dávalos, Albores del cine mexicano, pp . 46-47 .24 De los Reyes, Manuel Gamio y el cine .

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mentando bailes y ritos, no cabe duda que su intención fue, ante todo, la de presentar un cuadro realista y reivindicativo de los apor-tes culturales que el mundo indígena prestaba al México de prin-cipios del siglo xx . su, breves cortos sobre las Fiestas de Chalma (1922) o La población del Valle de Teotihuacán (1923) muestran a ese campo mexicano todavía semi-despoblado que arropa a grupos indígenas muy capaces de ser vistos como enlaces vivos entre el pasado pre-hispánico de este territorio y el mundo contemporáneo .

no así el cine de Miguel contreras Torres, a quien ya se men-cionó al hablar de temáticas costumbristas . sus intereses se orien-taron hacia el mundo de clara raigambre hispana, particularmente al ambiente taurino, y por lo tanto, hacia el reino de los caporales y hacendados . En películas como Oro, sangre y sol (1923) o El reli-cario (1926) mostró cómo su nacionalismo hacía gala de intereses prohispanistas y conservadores, en claro sentido contrario al del indigenismo de Calles o de Gamio. En sus producciones de cine sonoro será más que evidente un nacionalismo que “desborda en el discurso cívico, patriotero, en la tarjeta postal y en el folclorismo barato” .25

Pero hay que reiterar que, a finales de la década de 1920, el espíritu conservador puso en evidencia el vínculo del cine de cha-rros y rancheros, de hacendados y chinas, con un sector específico de la sociedad mexicana, y en el cual Miguel contreras Torres tuvo bastante que decir .26 Una buena cantidad de terratenientes afecta-dos por la Revolución se convirtieron en miembros de las primeras sociedades de charros fundadas durante aquella década . La pri-mera Asociación nacional de charros, que se creó en 1921, tuvo entre sus principales integrantes a figuras como Carlos Rincón Gallardo, Ramón Cosío González, Alfredo B. Cuéllar, Fernando de la Garza, Crisóforo B. Peralta, y Enrique Torres ovando, todos ellos conocidos terratenientes o miembros de cierta élite claseme-diera, cuyas fortunas fueron puestas en peligro —cuando no direc-

25 De los Reyes, Medio siglo, p . 90 .26 Ibid ., pp . 89-94 .

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tamente afectadas— por los gobiernos posrevolucionarios . Algunos miembros de esta asociación combinaban sus labores en las cáma-ras de Propietarios Agrícolas con las de la charrería, mientras otros apoyaban clandestinamente a cristeros y a opositores, a la vez que cultivaban el arte del caballo y la mangana .27 no en vano, algunos nombres relevantes de la charrería también aparecieron como figu-ras destacadas de diversos movimientos de derecha mexicanos .28 El epónimo de este grupo fue sin duda Carlos Rincón Gallardo, conde de Regla y marqués de Guadalupe, último jefe de rurales del régimen de Porfirio Díaz y después secretario de Agricultura al servicio del gobierno de Victoriano Huerta.29

Así, bastante más ligado a la actividad de los conservadores de la Asociación nacional de charros que al ambiente revolucionario o populachero de los años veinte del siglo xx, el cine mexicano de ficción abordó la temática rural a través del charro y de la imagen del campo y los campesinos que estos hacendados y miembros de las clases medias altas pretendieron imponer . como productores, realizadores y actores, figuras como Alfredo B. Cuéllar, Carlos Rin-cón Gallardo, Gustavo Sáinz de Sicilia y el propio Miguel Contreras Torres, participaron en la hechura de una buena cantidad de pelí-culas que trataban el tema charril . En ellas se pretendía no sólo reivindicar al mexicano frente a las denigrantes cintas estaduni-denses, como ya se dijo, sino que se buscaba recuperar, en imagen y geografía, la tradición y las actividades propias de las haciendas porfirianas y de sus guardianes del orden: los hacendados, los caporales y, sobre todo, los rurales . no en vano, el propio traje de

27 Rodríguez García, La Cámara Agrícola Nacional Jalisciense; díaz y Rodrí-guez, El movimiento cristero, Sociedad y Conflicto en los Altos de Jalisco . También véase la novela de Luis Rivero del Val, Entre las patas de los caballos .

28 De los Reyes, “El nacionalismo en el cine. 1920-1930”, p. 284. Destacan entre estos miembros de la derecha mexicana los hermanos sáenz de sicilia, fundadores del Partido Fascista Mexicano en l922 . Georgette, El relevo del Cau-dillo, pp . 62-76 .

29 Ballesteros, Origen y evolución del charro mexicano .

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charro terminó siendo una mezcla del atuendo del rural con el del hacendado .30

La imagen de aquel campo mexicano en donde todo era armo-nía y gozo, en donde se festejaba y se vivía sin mayor complicación, bajo la paternal mirada del hacendado, era también una forma de reivindicar el pasado porfirista inmediato. Con el argumento de re-tratar “nuestras costumbres” y “el alma de nuestro pueblo”, estos cineastas-charros proyectaron aquel estereotipo como una clara síntesis de su propio nacionalismo conservador, aplicándole even-tualmente su identificación con un Bajío que sólo parecía existir en su nostalgia . Para ellos, la nación-región era la hacienda y sus na-cionales-regionales eran el charro y la china poblana . Empezando por películas como El Caporal (1921) de Miguel contreras Torres, y continuando hasta llegar a La boda de Rosario (1929) de Gustavo saínz de sicilia, no sólo actuaron como charros los mismos contre-ras Torres y Carlos Rincón Gallardo, sino que el mensaje de estas cintas exaltaba la vida “tranquila” de las haciendas y el carácter “humanista y generoso” del hacendado hacia sus peones . sobra decir que el charro era el héroe regional de estos fotogramas, que a la manera del cowboy, vencía el mal con toda clase de acciones, desde las más violentas hasta las más románticas .

Estos primeros cineastas-charros fueron, pues, los pioneros que trazaron el camino que recorrería la comedia ranchera mexicana, con sus típicos charros-cantores y sus abnegadas chinas en un cam-po en donde se disfruta la vida y rara vez se trabaja . Federico dá-valos comenta que la propia películo La boda de Rosario, filmada en la hacienda del Cristo, propiedad de Rincón Gallardo,

es una película de un nacionalismo conservador de filiación his-pana y católica que exalta las jerarquías y las tradiciones que pri-vaban en la vida de las haciendas [ . . .] cuenta una anécdota muy simple: un hacendado mata a un sinvergüenza que intenta des-

30 Vaderwood, Los rurales mexicanos .

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honrar a su novia, una joven de sociedad; después se casa con ella y son felices .31

Así identificando al charro y la china como protagonistas principa-les y a la hacienda como geografía universal, el cine ranchero no tardaría en lograr su glorificación.

Cine, propaganda y política agrarista

El campo y los campesinos en el cine mexicano de la década de 1930 siguió por una triple ruta: por un lado, continuó hasta lograr la apoteosis de la comedia ranchera; por otro, mostró las tragedias vividas durante la Revolución, apoyándose en la literatura surgida de una visión crítica y poco condescendiente de la misma; pero también le cantó a algunos de sus logros, apuntalando los linea-mientos de la propaganda política cinematográfica que, siguiendo cierta moda internacional, poco a poco se fue imponiendo desde las altas esferas del gobierno revolucionario .

En este último sentido, valdría la pena destacar que al inicio de los años treinta del siglo xx el cine documental continuó su clara afirmación nacionalista, muy acorde con la orientación que los go-biernos del Maximato dictaban para tratar de paliar la crisis econó-mica declarada a partir de 1929 . El nacionalismo había sido una palanca bastante útil para salir del cisma político provocado por el asesinato del presidente electo Álvaro obregón, en julio de 1928 . Reagrupada en el pnr la élite gobernante trató de justificarse con muchos recursos, entre los que destacaron las muestras cinemato-gráficas de sus logros, queriendo incorporarse a los cauces de una propaganda moderna, que poco a poco se ponía de moda .

Algunos partidos políticos locales, y no pocos actores intere-sados apoyaron la realización de documentales que, como en el caso Alma tlaxcalteca (1931) de Ángel E . Álvarez, dieron pie para hacer

31 Dávalos, Albores del cine mexicano, pp . 50-51 .

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proselitismo político con cierto tinte cultural, aunque sin olvidar la pretensión masiva . Apuntalados por las semanas nacionalistas, organizadas por el Poder Legislativo durante los meses de septiem-bre de los años de 1930, 1931 y 1932, estos filmes pretendían refor-zar las consignas oficiales, y en el caso de la citada Alma tlaxcalteca, además de regodearse en pasajes de clara promoción política, pre-sentaban una imagen del mundo provinciano muy acorde con lo que sería esa visión idílica que tanto explotaría la comedia ranche-ra. Eduardo de la Vega y Rosario Vidal Bonifaz describen la última escena de dicho documental de la siguiente manera:

El bloque postrero se intitula “Una tarde Huamantleca” y muestra a un grupo de charros y chinas que parecen dedicados a cortejar-se, bailar, cantar acompañados de guitarra y lucirse en las suertes de “floreo”, todo ello como una manifestación apoteósica de na-cionalismo a la que sólo le falta el sonido para convertirse en cua-dro folclórico-musical como las que habrán de caracterizar a las abundantes “comedias rancheras” filmadas a raíz del éxito de Allá en el Rancho Grande [ . . .]32

Tal parece que esa visión idílica del campo y los campesinos vestidos de charros y chinas disfrutando de la vida que los conservadores cineastas apuntalaron explotándola desde años atrás —y que en otros medios, como el de la música y el teatro, se reivindicaron como representaciones ampliamente populares—, ahora también era sus-tentada por la propia élite política . Quizá sin darse cuenta, los rea-lizadores oficialistas de Alma tlaxcalteca estaban haciéndole el caldo gordo a los conservadores afianzando una imagen del campo que no tardaría en integrarse al mundo del cine sonoro comercial . de cualquier manera, este tipo de cine propagandístico y regionalista tuvo un amplio desarrollo ulterior que rendiría abundantes frutos .

En un sentido semejante, de propaganda ligada a los logros de la política posrevolucionaria valdría la pena destacar los materiales

32 De la Vega Alfaro y Vidal Bonifaz, “Cine y propaganda”, p. 137.

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producidos en el estado de Tabasco durante el gobierno del radical y polémico Tomás Garrido Canabal. Con un claro sentido del regis-tro y de la difusión de su proyecto de transformación en el campo y en la sociedad tabasqueña, este gobernador patrocinó la realiza-ción de una serie de pequeños documentales en los que se retrataba la actividad campesina y la implantación de la nueva política edu-cativa “desfanatizadora” que se estaba llevando a cabo en aquel “laboratorio de la Revolución” . El puntual estudioso del garridismo, carlos Martínez Assad, logró rescatar estos materiales que muestran un amplio panorama de lo que se propuso como reforma agraria, educativa y anticlerical en Tabasco entre 1926 y 1934 .33 En algunas tomas es posible ver a los jóvenes garridistas arando un campo exu-berante, arreando ganado y asistiendo a los mítines . El medio tro-pical y selvático rodea prácticamente todas las actividades retrata-das; y una imagen poco convencional del campo y los campesinos aparece en estos rollos de celuloide . si bien estos documentales tu-vieron un evidente fin propagandístico, no dejan de ser una viva representación de otro tipo de campo mexicano: aquel que cosecha principalmente frutos tropicales y explota una ganadería resistente a los calores y a los grandes humedales . El campo tabasqueño se presenta como el escenario de una magna transformación revolu-cionaria que beneficiará a los jóvenes del momento, aquellos que, siguiendo la lógica propagandística, serán el futuro de Tabasco y de México . nada que ver con los charros cantores y las chinas bailadoras .

Por otra parte dos personalidades del mundo artístico del mo-mento también realizaron algunos materiales fílmicos documenta-les que tocaron el mundo campesino de manera tangencial . Uno fue carlos chávez, y el otro, Miguel covarrubias . si bien el prime-ro se interesó sobre todo por el mundo indígena, particularmente por los huicholes y sus fiestas, el segundo intentó retratar ciertas costumbres campiranas ligadas a dos geografías emblemáticas de México: el istmo de Tehuantepec y el lago de Pátzcuaro . Mientras

33 Martínez Assad (selec. de imágenes y comentario), Tabasco entre el agua y el fuego, ojeda (ed .) .

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el primero tuvo la pretensión de hacer un registro semicientífico, el segundo vinculó su propia experiencia lúdica con el quehacer do-cumental. Los dos resultados cinematográficos mostraron, sin em-bargo, que el universo indígena y, en general, el campirano eran vistos en condiciones de alteridad, muy en el sentido de un registro antropológico, como ya lo había hecho en sus documentales primi-genios Manuel Gamio.34

El propio chávez sería un convencido de la importancia del cine como expresión artística generadora de conciencia social y política, como lo demostró al participar en la producción de Redes (1934) de Fred Zinneman y Emilio Gómez Muriel.35 si bien esta película no se ocupa de los campesinos ni del campo, ya que la trama sucede en el puerto de Alvarado y sus protagonistas son pescadores, la foto-grafía del estadunidense Paul strand tomaba muchos elementos del arte comprometido con las causas de los trabajadores y de la denun-cia social ligada a las vanguardias socialistas soviéticas y norteame-ricanas del momento .36 En Redes hay una escena en la que aparece claramente la idea de un campo integrado a la producción y al me-joramiento de las condiciones socioeconómicas de las clases traba-jadoras campesinas, muy acorde con el discurso revolucionario re-vitalizado de mediados de los años treinta .

El protagonista, Miro, en una asamblea se dirige a los pesca-dores con las siguientes palabras:

¿cuanto vamos a aguantar? ¿Por qué razón no podemos cambiar nuestro pescado con los que crían ganado, con los que cosechan maíz, con los que fabrican mantas? ¿Quién nos impide ese cambio? Unos cuantos con dinero que han sabido apoderarse de los botes, de las redes, de las plantas y del transporte . Los acaparadores con-trolan todo y por eso nos pagan lo que quieren . Los pobres de otras

34 Chávez, Los huicholes; covarrubias El sur de México y Pátzcuaro . Estos do-cumentales forman parte del Acervo de la Filmoteca de la unam .

35 García Riera, Historia documental, p . 69 .36 Bendavid-Val, Propaganda and dreams .

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partes no pueden comer pescado . La pobreza no es ley de la natu-raleza, ni ley de dios [ . . .]37

El mensaje iba claramente dirigido a quienes insistían en las jerar-quías y en un orden establecido, sancionados por la tradición y la Iglesia católica, muy en la línea de la visión que presentaba el cine de argumento campirano conservador .

Pero justo es decir que, avanzados esos años treinta, diversas propuestas documentales lograron trascender aquella visión de la “arcadia bucólica” mexicana que tanto acompañaría a la comedia ranchera . Estas propuestas mostraban panoramas bastante más com-plejos del campesinado mexicano de entonces y de sus múltiples y complicados entornos .

Los documentales producidos durante las campañas de prose-litismo político del general Lázaro cárdenas como candidato a la Presidencia de la República en 1933 y 1934, financiados por el pnr, mostraron una provincia mexicana completamente distinta a la de los charros y las chinas . La injusticia social seguía campeando el mundo rural mexicano, y al solicitar el voto campesino, el candi-dato oficial no dudaba en insistir que mucha de la responsabilidad la tenían tanto los grandes terratenientes como la Iglesia católica .

Una vez en el poder, el propio general cárdenas constituyó la dirección Autónoma de Prensa y Propaganda (dapp)38 que entre sus múltiples funciones tuvo la de producir documentales sobre los pro-pios procesos de cambio que se estaban viviendo en el país . desta-caron en este sentido las cintas realizadas en torno a la magna crea-ción del ejido de La Laguna en coahuila o la inauguración del ingenio azucarero Emiliano Zapata en Zacatepec, Morelos, en 1938 .39

como ejemplo del cine propagandístico en torno al mundo indígena y del proyecto campesino del gobierno realizado durante el régimen de cárdenas y producido por la dapp, valdría la pena

37 Zinneman, Strand y Gómez Muriel, Redes (1934) . 38 De la Torre Saavedra, La propaganda en México durante el periodo entre

guerras.39 Estos documentales forman parte del Acervo de la Filmoteca de la unam.

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detenerse en el documental Centro de Educación Indígena Kherendi Tzitzica (Flor de Peñas) en Paracho, Michoacán, realizado en 1938 por Gregorio Castillo. Esta breve pieza documental se inserta claramen-te en las propuestas centrales de la “educación socialista” implan-tada por el régimen cardenista, al mostrar un panorama inicial sobre la situación de miseria y abandono de los indígenas y campesinos en aquel estado . El texto con el que comienza el documental es particularmente elocuente:

El indio, creador de los monumentos Arqueológicos que engran-decen nuestro pasado como Pueblo y de los colores en que dejó impreso su propio sentimiento artístico; el indio vencido por la conquista y agobiado por una tradición de dominio que facilitó a sus explotadores la manera de hacer fracasar cuantos intentos gu-bernamentales se han hecho en su favor, todavía es dueño de su ejemplar fortaleza y constituye un valor económico y social muy apreciable para la vida del Estado Mexicano .

En seguida aparecen las instalaciones de una escuela modelo en la que se ve a los niños barriendo, marchando, en clase de gimnasia, bañándose, dejándose vacunar, sentados en un comedor, trabajando en diversos talleres, en tornos de pie y telares de cintura, mujercitas cuidando su costura, asistiendo a la enseñanza del castellano y es-cribiendo en un pizarrón, en clases de deporte y, finalmente, disfru-tando de sus músicas y bailes regionales. El comentarista tiene un tono muy pro-gubernamental que de pronto resulta poco afortuna-do; sin embargo, el propio documental cumple de manera fehacien-te como pieza de registro y de propaganda oficialista. La imagen de los mundos indígena y campesino accediendo a los beneficios de la educación impartida por el Estado en un proceso claramente inte-gracionista es muy elocuente . En seguida el documental salta a una asamblea campesina en Ixtlahuaca, Estado de México, en la que un líder solicita al presidente una escuela . La imagen de la pobreza campesina es muy impactante, sobre todo a la hora de mostrar los pies descalzos o con huaraches que se dirigen a la asamblea . Final-

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mente, en dicha reunión se aprueba la moción de la solicitud y el documental concluye con un cartón con la siguiente frase:

La incorporación del indio a la civilización moderna debe hacerse no como un acto de caridad sino de justicia . . .

Lázaro Cárdenas40

después de 1940, este tipo de documentales se convertiría en un recurso de propaganda oficialista que, poco a poco, iría gastando el discurso tanto visual como textual hasta convertirse en clara de-magogia y autojustificación del gobierno en turno. Desaparecida la dapp, algunas oficinas gubernamentales siguieron haciendo docu-mentales propagandísticos, pero que bien podían diferenciarse de los materiales producidos en la década de 1930 . Un claro ejemplo, y siguiendo en tierras michoacanas, podría ser el documental Cam-pos de Michoacán, producido por el Banco de crédito Ejidal a me-diados de la siguiente década . El documental es una especie de canto apologético de dicho banco, que muestra un campo pujante y con claras tendencias hacia la modernización . sus imágenes con-trastan las formas de explotación agrarias antiguas con los esfuerzos para mecanizar la producción . se hace una verdadera loa a la irri-gación y a los recursos contemporáneos con los que los michoacanos podían contar si recurrían a los beneficios que otorgaba el banco. El tono pedagógico se confunde entre las buenas tomas y la de-magogia oficialista. De cualquier manera este documental es mues-tra de la situación en la que se encontraba el campo michoacano a mediados del siglo xx y de cuáles eran las medidas que los gobier-nos de los años cuarenta pretendían tomar para solucionar sus múltiples problemas.41

40 Pérez Montfort (selección, curaduría y notas), Michoacán, 2006 .41 Idem .

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Poco a poco, en este tránsito de los años treinta a los años cua-renta del siglo xx, también empezaron a aparecer los documentales de promoción turística en los que el campo, los campesinos y los indígenas mexicanos eran vistos más como fenómenos “típicos” de la idiosincrasia nacional, que como sectores explotados o aban-donados por el proyecto posrevolucionario . sin embargo, sería el cine de ficción mexicano, y particularmente el de corte ranchero, el que daría la pauta para catapultar, a partir de la segunda mitad de la década de 1930, esa visión estereotípica del México-charro a nivel internacional .

La mirada externa

En diciembre de 1930 arribó a México una figura de gran relevancia para cine el internacional, que sería determinante para el desarrollo de la imagen nacionalista, tanto conservadora como liberal, de este país . después de una estancia poco afortunada en los Estados Uni-dos, el cineasta soviético sergei Eisenstein inició un periplo cine-matográfico en territorio mexicano que produciría una gran canti-dad de secuelas . Miembro de la vanguardia artística de la urss y reconocido maestro del montaje, Eisenstein, junto con su fotógrafo Edouard Tissé y su asistente Gregory Alexandrov, planeó y filmó en diversas regiones del país los materiales que debían convertir-se en una magna cinta titulada ¡Que viva México! si bien el soviéti-co nunca pudo ver concluida su obra, por una serie de circunstan-cias que se han narrado en múltiples ocasiones,42 su presencia en territorio mexicano tuvo una buena cantidad de secuelas que pu-dieron sentirse en gran parte del medio artístico nacional . Tanto pintores como pedagogos, periodistas, actores, fotógrafos y cineas-tas siguieron las andanzas de Eisenstein en el territorio nacional y

42 De la Colina, “El más bello de los films inexistentes”; Garcia Riera, Méxi-co Visit; Geduld y Gottesman, Sergei Eisenstein and Upton Sinclair; De la Vega Alfaro, Del muro a la pantalla; y de los Reyes, El nacimiento de ¡Que viva México!

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registraron sus propuestas en múltiples escenarios. Retratado por diego Rivera y Roberto Montenegro en sus murales o dejando sus puntuales enseñanzas en fotógrafos como Luis Márquez y Agustín Jiménez, el cineasta ruso permaneció en México el tiempo justo para coincidir con los festejos de las campañas nacionalistas . su mirada del campo y los campesinos reincidía en la línea del paisajismo mexicanista, explotando su belleza plástica muy en la línea de lo que ya había sucedido en el cine mexicano de la década anterior . La diferencia parecía estar en la puesta en escena de un universo campesino plagado de injusticia social y con una fuerte presencia de la muerte y la tragedia, que acusaba estrechos vínculos entre el mundo prehispánico y el actual .

sin embargo, como se sabe, Eisenstein nunca terminó su pelí-cula y probablemente tampoco vio la mayoría de sus negativos revelados, dado que estos fueron confiscados por sus productores norteamericanos . de cualquier manera [ . . .] las imágenes que él mis-mo creó y legó al mundo cinematográfico a manera de rushes, apor-tan enormemente a una estética plagada de magueyes, pirámides, haciendas e iglesias, indios con sarapes y sombreros, mujeres con-trastantes entre el mundo indígena enrebozado, el ambiente semi-desnudo y tropical del istmo de Tehuantepec y las manolas hispá-nicas de las plazas de toros, los charros atrabancados y fanfarrones, las procesiones plagadas de dolor y devociones, en fin [...] toda una colección de imágenes que daría la vuelta al mundo para contribuir de manera fehaciente a la identificación de un México entre indí-gena y mestizo, capaz de ver la muerte y la vida de manera muy particular, inmerso en un paisaje inconfundible .

La experiencia de Eisenstein vino como anillo al dedo para quienes insistían en la confrontación de nacionalismos, de “lo nor-teamericano” frente a “lo mexicano” . si bien fueron pocos los que vieron los materiales de Eisenstein, el crédito que éste recibió a la hora de representar al México “real” fue mucho mayor que el de cualquier otro cineasta . Una crítica de Adolfo Fernández Bustaman-te, en 1932, decía, por ejemplo:

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Eisenstein y los suyos no han hecho una escena que pudiera lla-marse internacional; todo es absolutamente mexicano, todo tiene el carácter, la psicología de lo nuestro, y sin embargo no hay nada de mal gusto, no hay un solo detalle que resulte molesto para nuestra nacionalidad [ . . .] maneja grupos, conjuntos que van dando ideas más claras de las emociones, y olvidan el estilo yanqui de los héroes ridículos, siempre triunfadores gracias a su tipo atrayente o a su mayor o menor pericia en jugar ese deporte canibalesco del “rugby” [ . . .]43

La importancia de Eisenstein en la construcción del nacionalismo cinematográfico mexicano se pudo confirmar muchos años y mu-chas películas después de aquellos primeros años treinta del siglo xx. Un claro ejemplo de nacionalismo cinematográfico de inspira-ción eisensteineana fue nada menos que el cine de El Indio Fernán-dez, quien lo reconoció sin ambages . En 1985, en una entrevista, El Indio contaba que, mientras vivió en Estados Unidos entre 1932 y 1933, un día lo invitaron a ver unos “rushes” de lo que llamaban entonces “cine mexicano”: “Me llevaron y me metieron y ahí los estaban editando, y ¡que voy viendo yo a mi México! Eran materia-les de Sergei Eisenstein, quien tuvo una serie de dificultades, que luego los dejó, e hicieron un menjunje con la película [ . . .]”44

como es bien sabido, al regresar Eisenstein a los Estados Uni-dos, se le confiscaron sus filmaciones mexicanas por desavenencias con su productor, el periodista Upton sinclair, y los estudios de Hollywood . Estos materiales después fueron entregados al director sol Lesser para que realizara la fallida producción titulada Tormen-ta sobre México (1933) .45 Es muy probable que aquellos rushes que vio El Indio Fernández en Hollywood contuvieran las ya famosas imágenes eisensteineanas del istmo de Tehuantepec, con sus tehua-nas semidesnudas, sus hombres lánguidos y su exuberancia tropi-

43 Nuestro México, año 1, núm. 1 de marzo de l932.44 Programa especial de Los que hicieron nuestro cine: Emilio “Indio” Fernán-

dez y Films Mundiales, realizado por Pelayo .45 García Riera, Historia documental, p . 19 .

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cal, además de los igualmente famosos retratos sobre la vida en Tetlapayac, la hacienda pulquera, y las demás filmaciones hechas en Yucatán y en el altiplano mexicano . Lo cierto es que El Indio Fernández reconoció que la mirada de Eisenstein lo había influi-do de tal manera que, a partir de aquellos momentos, lo que sería su propio cine y su propia inspiración tendrían un profundo sello asociado a la estética eisensteineana .

Habría que reiterar que buena parte de esta estética también se sustentó en una “geografía imaginaria” que identificaba a la tehuana y al trópico como aquello que pintores como diego Rive-ra, Fermín Revueltas y Miguel covarrubias no cejaban de explotar frente a públicos recién advertidos sobre el nuevo arte mexicano, y que consistía en reconocer que, tanto la mujer istmeña como los paisajes tropicales que la acompañaban, eran la justa dimensión ideal y un tanto primitiva de la intrínseca “otredad” mexicana .46 El mismo pintor Adolfo Best Maugard, quien fuera censor y laza-rillo de Eisenstein durante su estancia en México, se mostró clara-mente en favor de la imagen mexicana que el soviético ofrecía, frente a las falsas representaciones de los mexicanos hechas por el Hollywood de ese entonces . decía Best en un tono inclusivo, muy de aquellos años:

nuestra raza, nuestro país de indios, criollos y mestizos, no sabe de sentimentalismos hechos de cartón; sólo sabe de dramas cons-truidos con piedra y sangre . Y pues si eso es lo que nos ha revela-do al extranjero como distintos, como dignos de ser tomados en consideración, a qué seguir caminos que no son para nuestras plan-tas [ . . .] (Eisenstein) vino a nuestro país, para, tras el señuelo de nuestras leyendas, encontrar la verdad estética de las maravillas mexicanas, tanto más desconocidas en el extranjero, cuanto más calumniadas [ . . .]47

46 Sierra Torre, Geografías imaginarias .47 Best, “Nuestro México”, 1932, p. 220.

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La mexicanidad de los magueyes y los henequenales, del campo con sus horizontes montañosos y sus cielos claros adornados por nubes gordas, de las tehuanas y el trópico istmeño de oaxaca, de las ruinas de Chichen Itzá con sus perfiles mayas, y de Teotihuacan con sus indígenas en lontananza, de las corridas de toros y sus manolas, de los charros fanfarrones y revanchistas, de la extraña presencia de la muerte y, sobre todo, de la importancia de las cos-tumbres y tradiciones locales; en fin, de tantas cuestiones ligadas a la identidad nacional, y todo ello asumido como bandera cultural, fue mostrado por el lente de Eisenstein al mundo, con la clara anuencia de intelectuales, artistas y promotores culturales de finales de los años veinte y principios de los años treinta del siglo xx, muy con-vencidos y orgullosos de que lo propio de los mexicanos era su clara diferencia del resto del mundo occidental .

La mirada extranjera se reiteraba como referencia obligatoria en la construcción de lo que ya se empezaba a llamar “lo mexicano” y que inevitablemente contribuía a definir la imagen del campo y los campesinos nacionales . Ya se vio cómo fue presentado el mun-do de los pescadores en la película Redes con la fotografía de Paul strand . Pero esa mirada foránea apareció de manera un tanto com-placiente en otra figura bastante interesante, que también tendría cierta presencia en el quehacer cinematográfico ranchero cercano a la apoteosis de Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuen-tes . se trató del también ruso Arcady Boytler que, siguiendo en parte los lineamientos de Eisenstein, filmó la cinta Mano a mano en 1932, pero que tuvo un mayor reconocimiento con películas como La mujer del puerto (1933), Águila o Sol (1937) y, sobre todo, Así es mi tierra (1937). Esta última reunió el mundo folclórico de los charros y las chinas con el de la Revolución que, por cierto, también ya había sido presentado con cierta madurez por el propio Fernando de Fuentes, como se verá más adelante .

Antes de entrar de lleno en el cine ranchero, vale la pena men-cionar otra secuela inmediata y bastante importante de las miradas extranjeras al campo mexicano, y una vez más en los ambientes michoacanos . La película Janitzio (1936), dirigida por carlos nava-

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rro, pero concebida y articulada por el cubano Luis Márquez, reto-mó algunas remanencias eisensteineanas, pero las vinculó sobre todo con el indigenismo cardenista, que mucho tenía que decir en los momentos en que se filmaba. También emparentada con Redes, la trama de Janitzio presentaba un mundo indígena explotado por los acaparadores blancos y particularmente resistente a la moder-nización del país . Esa pequeña sociedad de pescadores y ese campo michoacano no tardaron en convertirse en referencia mexicanista por excelencia . El principal protagonista era nada menos que El Indio Fernández que logró identificarse como un “adonis” puré-pecha muy digno de las simplificaciones estereotípicas de Luis Márquez, quien se encargaría de difundir masivamente ese México de tarjeta postal y consumo turístico .48

De la desilusión a la comedia

Aun cuando el cine sonoro mexicano surgió con temas más ligados al espacio urbano —como el del ambiente prostibulario de Santa (1931) de Antonio Moreno o el de la provincia orizabeña en pleno auge industrial de La Calandria (1933) de Fernando de Fuentes—, el campo y los campesinos no tardaron en irrumpir en los argu-mentos que se filmarían con las nuevas técnicas de sonorización implantadas en México a partir de 1930 . El nacionalismo en boga no podía dejar atrás a quienes eran parte integral de ese sujeto his-tórico relativamente nuevo emanado de la Revolución que era el “pueblo” mexicano: ese ente masivo, pobre, tradicionalista, apega-do a la tierra e inculto . Los campesinos y la propia gesta armada, ahora sonorizados con alguno que otro regionalismo mexicano, pero al parecer con mucho acartonamiento,49 continuaron apare-ciendo como temas relevantes en películas como Revolución o La

48 “El imaginario de Luis Márquez”. Para consultar la condición de “ado-nis” de El Indio Fernández, véase The National Geographic Magazine, p . 637 .

49 García Riera, México visto por el cine extranjero, pp . 32 y 50 .

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sombra de Pancho Villa (1932) de Miguel contreras Torres o Enemigos (1933) de chano Urueta .

sin embargo, quizá quien trató esos dos temas de manera más puntual en esta primera etapa del cine sonoro mexicano fue Fer-nando de Fuentes . En su trilogía revolucionaria, armada con las cintas El prisionero 13 (1933), El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935), Fuentes mostró una visión desencantada de la Revolución que no se escapaba de la crítica al militarismo ni tampoco caía en la complacencia demagógica . no en vano, se apo-yó en dos de los grandes autores de la novela de la Revolución: Mauricio Magdaleno y Rafael F . Muñoz .

Los campesinos sureños derrotados que aparecen en las prime-ras escenas de El compadre Mendoza revelan un crudo realismo de miseria y decepción, capaz de evidenciar las vivencias recientes de la Revolución en el cineasta y los actores . si bien la cinta está sus-tentada en un claro ejemplo del oportunismo traicionero del hacen-dado rico, el ambiente rural revolucionario está particularmente bien logrado . Esa misma inclemencia vivida hacía apenas unos lustros en los campos mexicanos asolados por la Revolución se muestra en Vámonos con Pancho Villa, cuya visión pesimista termina por irradiar toda la película, a pesar de la viveza inicial con que son presentados los famosos Leones de San Pablo al integrarse a las filas del Centau-ro del norte . La película empieza con un ánimo justiciero y un tan-to desenfadado para, poco a poco, irse recrudeciendo hasta eviden-ciar el desencanto del último de aquellos Leones. La escena final tuvo que ser eliminada precisamente por la imagen tan negativa que se mostraba de uno de los próceres de la Revolución y tal vez de la Revolución, misma. En dicho final, el superviviente de los Leones, Tiburcio Maya, se encuentra con su hijo labrando su parcela cuando un Pacho Villa vencido se le aparece para convencerlo de seguir en la lucha. Al no lograr su propósito, el propio Villa termina matando a la mujer y a los hijos de Tiburcio, con el fin de eliminar los pretex-tos que el ex villista le había esgrimido para no reincorporarse a las filas revolucionarias. La evidente presentación de una Revolución devorando cruelmente a sus hijos llevaba al extremo la profunda

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desilusión que muchos mexicanos, y justo es decirlo, muchos cam-pesinos, compartían en la primera mitad de la década de 1930 .

sin embargo, este campo desencantado, con sus millares de jornaleros que seguían viviendo en precariedad extrema y que ve-rían en el cardenismo emergente la posibilidad de una revitalización de los postulados agrarios de la Revolución, rápidamente quedó desbancado por la imagen alegre, bullanguera y fanfarrona que impuso la comedia ranchera . En 1936, tres películas de ambientes campiranos, embriagados de canciones, de tramas simplonas y de “color nacional” invadieron el mercado mexicano para después conquistar las taquillas internacionales y, así, apuntalar la incipien-te industria cinematográfica mexicana. Se trató de las cintas ¡Ora Ponciano!, de Gabriel Soria; Cielito lindo de Roberto o’Quingley, y Allá en el Rancho Grande de Fernando de Fuentes . Las tres explotaban la consabida idea de que el campo mexicano era esa especie de “ar-cadia bucólica” en la que mucho se cantaba, se jugaba y se reía, en la que ocasionalmente se sufrían penas de amores, pero muy rara vez se trabajaba . La visión folclórica y costumbrista, muy al estilo de la opereta y el género chico, imperaba en todo acontecer rural, siendo los principales protagonistas los hacendados-charros, los rancheros, las chinas, las inditas ingenuas o los toreros, pero, sobre todo, las canciones . El campo mexicano aparecía entonces como un mundo idílico en el que los conflictos entre terratenientes y peones eran muy escasos, y por lo general, si los había, sabían resolverse de manera armónica y benévola .

La imagen conservadora del campo, fundamentada en la jerar-quía social inamovible, sancionada por la Iglesia católica y dedica-da principalmente al disfrute de los beneficios que el mundo rural supuestamente ofrece, terminó imponiéndose con un claro afán de desapego a la realidad .50 El cine ranchero abrevó a partir de enton-ces en esta concepción de un campo y unos campesinos ideales, que servían más para huir de las duras cotidianidades que para apelar a la conciencia y a la movilización . El tipo ranchero se enfrentaba

50 Ibid., p . 132 .

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a “su realidad” con canciones y fanfarronerías, dominaba a las mu-jeres y a los caballos con su seducción y su coquetería “tan mexica-na”, y se la pasaba de lo lindo en aquel país inventado muy a la manera de un Rancho Grande .

El éxito de este cine ranchero se debió a múltiples razones que diversos especialistas han revisado en numerosas ocasiones .51 Tal vez habría que reiterar que, al insertarse en una tradición de esce-nario popular musical, en un costumbrismo semiliterario y en un impulso nacionalista, este cine logró afirmar esa tendencia conser-vadora que seguirá vigente durante muchos años en la imagen y el imaginario mexicanos . no en vano, se podrán ver antecedentes de cine ranchero en muchas de las propuestas más ambiciosas de ci-neastas consagrados como Emilio El Indio Fernández o Ismael Ro-dríguez, avanzada la década de 1940 .52

Sin embargo, ya hacia finales de los años treinta esta imagen ranchera del país propugnada por el cine comercial y su reiteración extrema, por parte de ciertos sectores medios urbanos, sin duda muy reaccionarios, hacía protestar al periodista Rubén salazar Ma-llén con el siguiente argumento:

Podría argüirse que el hombre del campo, el ranchero, el ser hu-milde de nuestro agro y a veces de nuestras ciudades, da su con-tribución de sangre a toda conmoción social que en México se produce . Y es verdad . Mas no debe olvidarse que, apenas el mo-vimiento social ha triunfado, surgen los administradores del en-tusiasmo popular, que ya vienen de otra clase, y que ellos moldean los oscuros apetitos de la gente ingenua y entusiasta que vertió su sangre, o bien los deforman o, por último, los olvidan [...]53

Y en efecto, ese cine ranchero parecía estar también dirigido a eva-dir los enormes problemas que se ceñían en el campo mexicano y

51 De los Reyes, Medio siglo, pp. 142-154; García Riera, México visto, op. cit., pp . 128-135 .

52 Agustín Mahieu, Panorama del cine iberoamericano, p . 69 .53 García Riera, México visto, op. cit., pp . 173-174 .

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a enfilar las demandas agrarias surgidas de la Revolución por los rumbos de la relegación y el abandono . contradictoriamente, mien-tras el proyecto cardenista avanzaba, tratando de dar salida a esas demandas con un cúmulo enorme de conflictos, el cine ranchero las obviaba y las ponía en desuso generando cuantiosas ganancias .

Así, 40 años después del arribo del cine a México ya se podía afirmar que existía una especie de género cinematográfico “ranche-ro” que representaba al país . Lamentablemente, poco tenía que ver con la realidad del mismo y mucho menos, con la del campo y los campesinos mexicanos .

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SEGUNDA PARTE

cAMInos dE LUcHA Y REsIsTEncIA

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”Mi corazón y mi pensamiento son otros, ya no es el silencio”

Tanalís Padilla1

A la memoria de Carlos Montemayor, maestro inolvidable

Lucio cabañas, líder campesino que en 1967 formó una guerrilla en la costa grande de Guerrero, solía quejarse del aburguesado Partido comunista Mexicano (pcm) al que alguna vez perteneció . “Llegan a enseñar, a enseñar, a enseñar, y pues nomás no entra” decía . Y es que los autodenominados teóricos, “llevan la teoría, pero no, no es la teoría; la teoría sacada del libro es teoría muerta si no primero se saca del pueblo” .2 Así se expresaba cabañas sobre quie-nes, reivindicando el concepto de revolución a nivel abstracto, no se detenían a escuchar las voces que venían de abajo . Para compren-der y asimilar esta visión, aseveraba cabañas, había que “ser pue-blo, hacer pueblo, estar con el pueblo” . Esta frase del guerrillero resume su visión sobre la necesaria relación entre la teoría y la prác-tica . Es también un llamado a tomar en cuenta el saber que se pro-duce desde abajo, desde la pobreza, la explotación, la exclusión y, sobre todo, desde las trincheras de la lucha .

La historia intelectual no es un género que suela asociarse con los pobres . Al contrario, el estudio de la producción y transmisión de ideas tiende a ser el dominio de una élite académica cuyo mun-

1 Agradezco a Cindy Forster y Robert Herr los valiosos comentarios que hicieron sobre este artículo . de manera especial quisiera agradecer a Luis Her-nández navarro quien me sugirió varios de los textos que aquí se tratan y cuyas incisivas observaciones mejoraron el capítulo .

2 Suárez, Lucio Cabañas, el guerrillero sin esperanza, p . 137 .

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do erudito rara vez entra en contacto con la “puerca tierra” .3 Por eso denunciaba cabañas a “esos señores [que] han dicho que para hacer una revolución se tiene que hacer primero un análisis exhaus-tivo de la realidad en que vive . cuando vimos a los compañeros tirados, es natural que nosotros no necesitamos ningún examen”.4 Las ideas revolucionarias, hace notar cabañas con este ejemplo, provienen primeramente de la experiencia de opresión . Es a partir de esta experiencia que se produce la teoría, se formulan las estra-tegias de lucha y surge la liberación . no es que la teoría sea pres-cindible, es necesario estudiarla, “no para imponerla, sino para compararla con la que uno va aprendiendo del pueblo” .5

Entendidas así sus declaraciones, tenemos a un guerrillero no opuesto a la elaboración de un marco teórico intelectual, sino a que ese marco se constituya en ausencia de las voces de quienes viven su comprobación práctica . son los movimientos populares, después de todo, los que producen cambios en las formas de pensar y de analizar los procesos históricos y a sus protagonistas . sin embargo, entre los que se encuentran en pie de lucha prevalece la sensación de estar fuera de la narrativa histórica, ya ni se diga de la producción intelectual .

El presente texto intenta expandir los parámetros de la historia intelectual mediante la formulación de una narrativa a partir de las voces de importantes protagonistas del México rural . se parte del supuesto de que el saber generado desde la vida y experiencia de lucha representa una importante dimensión para comprender el campo mexicano . Utilizando testimonios producidos a partir de la década de 1970, destilamos temas recurrentes, entre ellos, el proce-so de concientización, los avatares de la lucha, la identidad comu-nitaria, la concepción de género y la importancia de la autonomía indígena . La visión generada desde el conjunto de estas experien-

3 Puerca Tierra de John Berger es la primera obra de una trilogía que deta-lla conmovedores episodios de la vida campesina en un pueblo francés, en los Alpes, donde el escritor inglés ha vivido desde 1962 .

4 Suárez, Lucio Cabaña, op. cit ., p . 55 .5 Ibid., p . 137 .

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cias es un importante contrapeso a la historia oficial y, esperamos, una forma de rendir homenaje al conocimiento popular, general-mente anónimo y con demasiada frecuencia ignorado dentro de la torre de marfil.

El desafío está en sus voces

El género testimonial ha sido una herramienta central para la recu-peración de las voces de quienes se encuentran en pie de lucha . El testimonio moderno tiene su origen en la década de 1960 y surge principalmente en los países pobres o entre las minorías nacionales o subculturas en las naciones occidentales . Los textos pueden tener diferentes formatos, desde entrevistas, a memorias, hasta crónicas . Asimismo, el formato de publicación varía y puede encontrarse en forma de libros comerciales, revistas, panfletos, o folletos mimeogra-fiados.6 con frecuencia, la producción de testimonios se da en con-junto con un interlocutor que proviene del mundo letrado o tiene acceso a él . Entre los más emblemáticos ejemplos de este género están “Si me permiten hablar [...]”, testimonio de Domitila, una mujer de las minas de Bolivia, Miguel Mármol, y Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia .7 La relación entre el narrador y el compilador ex-pone en sí la dinámica de poder entre los que tienen acceso o no a la producción de la historia, y los que construyen e imponen los pará-metros del debate, la cultura y la historiografía . sin embargo, el con-tacto también es emblemático de “la alianza entre fuerzas populares e intelectualidad ‘progresiva’ que ha sido en la práctica tan decisiva en la formación de movimientos de liberación” .8

La noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska es probablemente el testimonial más reconocido de México . La obra destaca por varias razones, incluyendo la trascendencia del hecho histórico del que se

6 Beverley, “Anatomía del testimonio”, pp. 8-9.7 Viezzer, “Si me permiten hablar”; dalton, Miguel Mármol; Burgos, Me llamo

Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia .8 Beverley, “Anatomía del testimonio”, p. 15.

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ocupa . La masacre del 2 de octubre de 1968 fue notoria por la esca-la y el nivel de represión, porque ocurrió en la capital del país cuan-do los ojos del mundo estaban sobre un México que utilizaba las olimpiadas para mostrarse moderno, y porque las víctimas fueron estudiantes urbanos de clase media .9 Hay que añadir que la cele-bridad de la misma Poniatowska, descendiente de nobleza polaca, nacida en París, que se convirtió en importante periodista después de que su familia se exiliara en México a partir de la segunda gue-rra mundial, influyó también en el reconocimiento de la obra que se ha re-editado múltiples veces.

Por su tiraje masivo, sus orígenes urbanos y el reconocimiento propio de Poniatowska, La noche de Tlatelolco contrasta con los tes-timonios que aquí se rescatan . Éstos provienen del medio rural, tienen un tiraje reducido y fueron publicados por editoriales pe-queñas . Estas mismas características hacen difícil una revisión com-pleta de las obras que podrían formar parte de este género . La dis-cusión se basa, por lo tanto, en una mezcla heterodoxa de fuentes populares que pone al centro las voces campesinas e indígenas . Más que una recopilación exhaustiva, los testimonios agrupados aquí son representativos: recuperan distintos ciclos de lucha en el cam-po mexicano en las últimas cinco décadas. Tienen una diversidad geográfica, temporal, étnica y temática. En ellos, con frecuencia se entremezclan la vida del parlante, la misión que se asigna, la lógica de su lucha y sus propuestas de transformación social .

Empezamos con Lucio cabañas y Ramón danzós Palomino, líderes campesinos cuyas obras fueron publicadas en la década de 1970 . El texto de cabañas, compilado por Luis suárez, periodista y también jefe redactor de la revista Siempre!, contiene una serie de grabaciones y escritos del líder guerrillero . Estos documentos, de los cuales se apoderó el ejército mexicano después de una redada al campamento de cabañas, fueron publicados por suárez bajo el tí-

9 Mientras que diversos sectores de la población participaron en las movi-lizaciones de 1968 y murieron la noche de la masacre, el movimiento es recor-dado como estudiantil .

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tulo, Lucio Cabañas: el guerrillero sin esperanza en 1976 . El testimonio de danzós, Desde la cárcel de Atlixco: vida y lucha de un dirigente cam-pesino, fue publicado dos años antes por Ediciones de cultura Po-pular, y está más estructurado de acuerdo con el clásico formato testimonial, ya que se narra en forma biográfica, enfatiza el proce-so de concientización y es contado a un interlocutor (Gerardo Pe-láez) con el explícito propósito de ser publicado . como veremos más adelante, los temas recurrentes en ambos textos son, por un lado, la pobreza y desilusión generadas por la dirección que los gobernantes dieron a Revolución mexicana, y por otro, una visión socialista como forma de estructurar una sociedad más justa . Estas preocupaciones muestran un vivo retrato de la visión de lucha que prevalecía en gran parte de los círculos populares de la izquierda durante las décadas de 1960 y 1970 .

Para la década de 1980 revisaremos, sobre todo, testimonios colectivos . Uno de los textos ejemplares dentro de esta categoría recoge la historia de Yalalag, comunidad zapoteca de oaxaca . Pu-blicado por la editorial Equipo Pueblo en 1988, este testimonio tie-ne importantes paralelos con los textos de cabañas y danzós: la represión, la pobreza, la resistencia que brota y día con día renue-va la esperanza . sin embargo, los testimonios de Yalalag dan un salto impresionante en la exploración de la temática indígena . son voces zapotecas cuya misma conciencia étnica es un indicador del proceso de lucha de los pueblos indios que en las décadas de 1990 y de principios del siglo xxi iría adquiriendo cada vez más fuerza . Asimismo, Voces de la Historia: Nuevo San Juan Chamula, Nuevo Huix-tán, Nuevo Matzam, publicado por la Universidad Autónoma de chiapas en 1989, hace un recuento de la formación de tres ejidos cuyos habitantes decidieron reunirse para contar su propia histo-ria, “para que nadie olvide nuestra plática; para que no olviden nuestros hijos que no son nativos de este lugar, para que no lo olviden tampoco los hijos de nuestros hijos”.10 Ante los vertiginosos

10 Calvo et al. (coords .), Voces de la historia, p . 5 .

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cambios causados por la migración, ambas narrativas vinculan tie-rra, historia y cultura .

dentro de este mismo apartado de testimonio colectivo explo-raremos las voces de las mujeres indígenas y la forma en que se conciben a sí mismas dentro de una comunidad en lucha . Aquí, el levantamiento zapatista de chiapas en 1994 fue fundamental para poner al frente la tan excluida voz de la mujer indígena . El levan-tamiento del Ejército Zapatista de Liberación nacional (ezln) fue un parteaguas en muchos sentidos: por sus reivindicaciones explí-citamente indígenas, por el protagonismo que tuvieron las mujeres, por ser una guerrilla armada que no ha seguido el camino de las armas y por su negativa a tomar el poder . como movimiento, ejem-plifica el proceso de continuidad y cambio de las históricas luchas del campo mexicano . La rebelión indígena sorprendió al mundo, al haberse dado en un país de supuesta estabilidad política, en un momento en el cual la caída del Muro de Berlín parecía anunciar el fin de luchas populares anti-capitalistas. Por si fuera poco, el ezln apareció en escena justo en el umbral de la coronación neoliberal simbolizada por la entrada en vigor del Tratado de Libre comercio . sus protagonistas reivindican al héroe revolucionario Emiliano Za-pata y los derechos otorgados por la constitución de 1917, pero van más allá del proyecto proclamado por la Revolución mexicana al luchar por la autonomía indígena y una ley revolucionaria para la mujer . no sorprende que parte del desafío que esta rebelión repre-senta sea la toma de la palabra por quienes han estado siempre en las trincheras, pero nunca en el estrado . En los testimonios recopi-lados por Guiomar Rovira y publicados en 1996, mujeres zapatistas hacen un recuento de las condiciones que las llevaron a participar en el levantamiento del ezln . de esta forma, Mujeres de maíz: la voz de las indígenas de Chiapas y la rebelión zapatista constituye una im-portante intervención dentro de la narrativa campesina .

Terminamos ofreciendo una discusión a partir de los textos producidos por intelectuales indígenas . La naturaleza de estos tra-bajos difieren de los anteriores en que fueron elaborados por figu-ras cuya preparación académica les da acceso al mundo letrado . sin

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embargo, su relevancia para el presente artículo se encuentra en dos niveles: el compromiso expreso que los autores tienen con sus comunidades de origen y el hecho de que su concepción teórica está elaborada desde una perspectiva colectiva en proceso de lucha contra la visión dominante . Figuras como Floriberto díaz, Francis-co López Bárcenas y Adelfo Regino, desde sus comunidades y fren-tes de lucha, han intercedido para corregir la tendencia paternalis-ta que, en el mejor de los casos, trata al indígena como sujeto y no como actor de su propio destino . Planteada desde la perspectiva de la asimilación de un proyecto mestizo, la política indigenista mexi-cana ha sido presentada desde una lógica que niega la cultura in-dígena. De Francisco Javier Clavijero, a Justo Sierra, a José Vascon-celos, admiradores de las grandes civilizaciones precolombinas, el énfasis se puso siempre en la incorporación a un modelo occidental . como bien lo expresa Regino:

En particular, el diseño de la educación hecho por José Vasconce-los bajo la idea del nacimiento de una nueva raza denominada por él “raza cósmica”, originó un tipo de pensamiento con pre-tensiones homogeneizantes e individualistas, con la clara consig-na de que el pasado mexicano era indio, pero el futuro sería todo menos eso .11

En contraste, la labor de intelectuales indígenas, como díaz, López Bárcenas y Regino, se preocupa tanto por interceder en el debate oficial para acabar con esta relación paternalista como por formar una educación comunitaria indígena . Es este espacio de autoges-tión es donde se podrá ir ganando terreno no sólo en la preserva-ción y transmisión de la cultura indígena, sino en la reivindicación de los derechos negados desde la colonia . no por nada, como veremos más adelante, la autonomía representa una preocupación central .

11 Regino Montes, “Los pueblos indígenas: diversidad negada”, p. 24.

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Cumplir nuestra promesa con los muertos

Entrevistado en la cárcel de Atlixco, Puebla, por Gerardo Peláez en 1974, Ramón danzós Palomino hace un recuento de su vida como dirigente campesino . danzós nació en 1918 en Bacadéhuachi, so-nora . desde muy pequeño observó con inquietud la injusticia de la vida en el campo, que está “por lo regular oculta y sin explica-ción, por la ignorancia, la desorientación social y política y la falta de organización que priva en el medio rural” .12 En la década de 1930, danzós ingresó en la Escuela normal Rural en Ures, sonora, donde, con el fervor cardenista de esos años, adquirió su conciencia política .

Junto a otros estudiantes y profesores [relata], salíamos a las co-munidades rurales, principalmente indígenas, de la región del Mayo, sonora, para contribuir en la organización y en la lucha por la tierra de los campesinos, de los indígenas mayos, y en otras actividades en comunidades donde ya la habían adquirido .

de esta forma, señala, “la Revolución mexicana, fue indiscutible-mente el factor más decisivo en mi formación y canalización de mis inquietudes políticas” .13

Pero con el transcurso de los años, y especialmente a partir de su experiencia con el pueblo yaqui, danzós da cuenta de las limi-taciones estructurales del proyecto revolucionario mexicano . Una variedad de mecanismos de explotación seguían dominando el cam-po. Danzós cita el caso concreto de la venta de cosecha de la fibra y semilla que, en sonora, estaba dominada por “monopolios impe-rialistas yanquis como la Anderson clayton, Hoember, Mac Faden y otros que acaparan la fibra para exportación y las semillas para aceites y alimentos de animales, en condiciones leoninas para los

12 Peláez, Ramón Danzós, p . 12 .13 Ibid ., p . 15 .

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agricultores” .14 Desde organizaciones como la Unión General de obreros y campesinos Mexicanos (ugocm), en la que formó parte del comité ejecutivo en la década de 1950, hasta la fundación de la confederación campesina Independiente (cci) en los sesenta, dan-zós luchó por la creación de organizaciones agrícolas con la espe-ranza de contrarrestar el dominio del Partido Revolucionario Ins-titucional (pri). Por esta rebeldía fue objeto de múltiples represalias. “Mientras más se reflejaba la organización y más resueltas eran las luchas y las movilizaciones de la mayoría de los indígenas junto con nosotros, mayor era la represión y persecución de las autorida-des militares y civiles ( . . .) Por lo menos en tres ocasiones fui dete-nido, encarcelado o acuartelado”, relata .15 Así respondía el pri a quienes levantaban la voz y rehusaban ser comprados .

La militancia dentro del pcm y su participación con el pueblo yaqui, aparecen en el recuento de danzós como experiencias que estructuraron su largo camino de lucha . danzós sintió con el pcm “la canalización más justa y adecuada a mis inquietudes, a mi re-beldía y a mis aspiraciones revolucionarias” . La ideología marxista lo dotó de la necesaria herramienta para entender y criticar la rea-lidad opresiva del México posrevolucionario mientras que le otor-gaba un marco analítico para formular las condiciones y estrategias de lucha . danzós

En su doctrina clasista, en su orientación filosófica, científica y humana y en la esencia de sus objetivos y propósitos encontré la posibilidad de una mejor formación política e ideológica, para encauzar la lucha de los pobres y explotados de la ciudad y del campo, hasta lograr su completa y verdadera liberación, que no será otra que la edificación socialista.16

14 Ibid ., p . 24 .15 Ibid ., pp . 43-44 .16 Ibid ., p . 72 .

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Más que descriptivo, el testimonio de danzós se caracteriza por ser una denuncia política hecha desde una retórica marxista . Lo que le da textura a su narrativa son los frecuentes momentos en que invo-ca la historia, tradición y lucha del pueblo yaqui que caracteriza como “un maravilloso ejemplo de dignidad, de perseverancia, de sufrimiento y valentía y una experiencia de incalculable valor” . danzós mismo alude a su propia herencia indígena: “Bacadéhua-chi, mi pueblo natal, es de origen ópata y correspondió al territorio de esta tribu yaqui y pertenece a la rama de ésta . Yo desciendo de la tribu ópata, mi abuela era indígena pura de esta tribu” .17 La re-beldía, quiere decirnos, la lleva en la sangre . de los intentos espa-ñoles de colonizarlos, a la guerra porfirista donde fueron deportados a las plantaciones henequeneras de Yucatán, a las luchas posrevo-lucionarias contra los latifundistas, que siguen en control de sus tierras, la historia yaqui muestra la continuidad de los procesos de explotación . Pero también representa un vivo ejemplo de resisten-cia, debido a que, en la tribu yaqui,

hay ejemplaridad de orgullo, de rebeldía y de persistencia en el mantenimiento de la lucha en defensa de su tierra, de su dignidad y de su independencia, a pesar de los sufrimientos, de la miseria, de la sangre derramada en las masacres y asesinatos, de las per-secuciones y deportaciones y del terror de que los han hecho víc-timas los distintos gobernantes: colonialistas, feudales y capitalis-tas mexicanos .18

La intersección de sus dos principales puntos de referencia —el análisis marxista y la resistencia indígena— aparece ejemplificada en la anécdota de danzós sobre la repetida tendencia del gobierno a tachar de comunista a cualquier movilización popular . Entre los yaquis, comenta danzós, el intento de desorientar mediante la in-vocación de una doctrina que, se presumía, era la encarnación del

17 Ibid ., pp . 25-26 y 32 .18 Ibid ., p . 55 .

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mal, carecía de efecto, ya que la explicación que daba el marxismo a la condición de explotación —y más aún, al proyecto que plan-teaba de organización social— tenía resonancia entre los yaquis . “Era aceptada con naturalidad o ingenuidad por los indígenas quie-nes se referían a sí mismos como ‘nosotros los comunistas’” .19 sin entrar en polémicas sobre el significado del comunismo, los yaquis asumían como propia una propuesta de sociedad basada en la igua-litaria distribución de la riqueza . después de todo, ¿cómo no iba a ser relevante para un pueblo con su historia de opresión? ¿Qué tan nociva podía ser esa doctrina, si el gobierno que los reprimía la despreciaba por “exótica”? A partir de esta lógica, danzós invertía las acusaciones oficiales de que el marxismo representaba una ideo-logía completamente ajena a México . Los comunistas eran los ver-daderos patriotas, declaraba danzós, ya que “defendemos con calor revolucionario los intereses nacionales, la riqueza natural y huma-na de nación mexicana frente a una minoría privilegiada de capi-talistas” . Los problemas del campo, sostenía, se debían no a la ins-titucionalización de la Revolución, sino a que el proyecto nacional era capitalista y “el desarrollo capitalista mediatizado de México no resuelve en lo esencial, en lo fundamental, los graves problemas de las grandes masas de la población” .20

danzós murió en 2002, a los 90 años . Para entonces, su trayec-toria de lucha incluía la candidatura a la Presidencia de la Repúbli-ca por parte del Frente Electoral del Pueblo en 1963, partido al que fue negado el registro pese a que cumplía con los necesarios requi-sitos . Pareciera descabellado lanzarse contra el pri en la década de 1960, pero la campaña tenía una lógica: luchar contra el poder por todas las vías posibles, luchar porque el proceso mismo de lucha generara un legado combatiente que fuera después retomado por otras generaciones, luchar porque allí se forman las masas y se suscita la posibilidad del cambio social, y luchar porque, como lo

19 Ibid ., p . 42 .20 Ibid ., pp . 77 y 56 .

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diría luego cabañas en una contienda muy distinta, sólo así se po-dría “cumplir nuestra promesa a los muertos” .21

Es interesante comparar la filosofía de una figura como Danzós Palomino, que luchó siempre por la vía legal, con la de Lucio caba-ñas, el guerrillero de la sierra de Guerrero que tomó las armas con la voluntad de hacer esa nueva revolución que México requería . caba-ñas nació en El Porvenir, municipio de Atoyac de Álvarez, en 1938 . como danzós, cabañas provenía de una familia campesina pobre; como danzós, estudió en una normal rural y participó allí en impor-tantes movilizaciones y, como danzós, veía la necesidad de hacer una revolución socialista . Pero cabañas tenía una relación muy proble-mática con el pcm a cuyos líderes tachaba de teóricos aburguesados . Y mientras que la visión de cabañas era socialista, su forma de ex-presarse era menos doctrinaria; partía más de la minuciosa asimila-ción de detalles que engendra el ritmo de la vida y la pobreza del campo . con ellos formulaba comprensibles explicaciones de com-plejos conceptos analíticos . La dialéctica materialista, por ejemplo, la expone a partir del ciclo de crecimiento de la planta de maíz .22 Era el conocimiento popular, antes que nada, lo que guiaba su praxis .

desde muy temprano, sentía ya cabañas inquietud por la con-dición de pobreza que prevalecía en el campo .

Yo me acuerdo, [relata] que estaba en sexto de primaria cuando hicimos la primera asamblea con cinco compañeros [ . . .] nos reuni-mos: “compañeros, estamos estudiando, no hemos terminado la primaria: ¿qué vamos a hacer por el pueblo? Parece que vamos a hacer una revolución” . Ah, pues que hablar de revolución los de sexto de primaria era muy raro . Entonces nosotros hablábamos de revolución antes de irnos a la escuela . Y unos muchachos dicen que de repente Lucio se puso a estudiar libros marxistas y ya se volvió revolucionario .23

21 Suárez, Lucio Cabañas, op. cit., p . 58 .22 Ibid ., pp . 53-54 .23 Idem .

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como lo haría a lo largo de su vida, cabañas no aceptaba que a la revolución se llegara a través de los libros: tenía que partir del co-nocimiento de la pobreza . Era esta experiencia, mediada después por la teoría explicativa, la que creaba la conciencia .

cabañas ingresó en la Escuela normal Rural de Ayotzinapa en 1956 donde, como tantos otros campesinos, alimentó su inquietud contra la injusticia . Las normales rurales cristalizaban toda una serie de procesos para la toma de conciencia . El contexto creado en un internado habitado por jóvenes pobres de diferentes partes del país, en instituciones educativas donde los ideales de la educación socia-lista seguían vigentes a pesar de su abandono oficial, fue para mu-chos alumnos una fuente de comprensión y lucha en contra de la explotación . La Federación de Estudiantes campesinos y socialistas de México (fecsm), organización de la cual cabañas fue secretario general en 1962, fue imprescindible para diseminar la politización del alumnado, ya que unía a las normales rurales de todo el país y mantenía vivo el compromiso social de la educación pública.

Los de Ayotzinapa, los de la Escuela normal Rural [relata] nos metimos por todos los pueblitos y dondequiera anduvimos ha-ciendo mítines y todo, y acarreando al campesinado . Incluso cuan-do estuvimos de dirigentes en Ayotzinapa dábamos ropa a los pobrecitos campesinos que no tenían con qué vestirse y se acerca-ban a Ayotzinapa .

cabañas concebía la educación como un medio para cambiar a la sociedad y desdeñaba su función de ascenso social individual . “Yo me fui a estudiar como pude —recuenta— y cuando vimos el su-frimiento dijimos muchos de los que nos fuimos a estudiar: vamos a estudiar pero para el pueblo, no para engordar, para ponernos cachetones de tanto comer, ganar sueldo de maestros, comprar co-ches, cargar buenas viejas” .24

24 Ibid ., pp . 53 y 159 .

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La militancia de cabañas continuó durante su labor docente en Guerrero; le era imposible callar ante la injusticia. Esta cualidad lo llevó a una confrontación con la directora de la escuela primaria Juan Álvarez . La directora no sólo llevaba malos manejos del pre-supuesto escolar, también insistía en que los estudiantes portaran uniforme . Pero si apenas tenían para comer, reclamaba cabañas, mucho menos iban a poder comprar la requerida vestimenta . cuan-do cabañas y varios padres de familia organizaron un mitin de protesta en el centro de Atoyac el 18 de marzo de 1967, fueron ata-cados por la policía, lo que dejó un saldo de cinco muertos . Pero, como señaló cabañas,

El de 1967 no era un movimiento puramente escolar . dondequie-ra se dijo que por sacar a una directora de una escuela estatal hubo una balacera y de allí se lanzó Lucio . no se daban cuenta que antes, y eso a los que están aquí les consta, que antes tuvimos movimien-tos de pueblo en la sierra contra las compañías madereras, y que antes tuvimos en el pueblo de Atoyac un movimiento contra ca-ballero Aburto .

Más que enfatizar que su lucha no se reducía a un simple asunto escolar, las palabras de cabañas describen el largo proceso de mo-vilizaciones pacíficas que necesariamente anteceden a un movi-miento armado . “no era un problemita allí de escuela”, sintetiza, “lo que sí es cierto, es que con una matanza nos decidimos a no esperar otra” .25 Las palabras del guerrillero dan una idea de la vio-lencia oficial que conduce a la vía armada.

Aunque siguieron caminos distintos, los paralelos entre la lucha de Cabañas, en Guerrero, y de Danzós, en Sonora, son notables. Am-bos citan la rapiña con la que se extraía la riqueza natural y el pro-ducto del trabajo campesino; ambos muestran el papel que en esta estructura juegan los poderes locales, ya sean caciques o gobernado-res; y para ambos, su lucha local tuvo implicaciones nacionales, ya

25 Ibid ., p . 54 .

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que tanto Cabañas como Danzós identificaban al capitalismo como el enemigo común. Había que luchar, decía Cabañas, por “la demo-cracia socialista, que habrá de considerar a todos los trabajadores en plenitud de derechos y obligaciones y colocar a la mujer en un plano de igualdad ante el hombre, ante el trabajo y ante la sociedad” .26 cabañas era claro que la revolución sería hecha por los pobres . El nombre de su organización, Partido de los Pobres, revela claramente su visión —una filosofía que partía de la vida y experiencia de los destituidos . cabañas criticaba así, no sólo las condiciones estructu-rales de explotación, sino también las teorías de liberación pregona-das por quienes eran completamente ajenos a la pobreza . cabañas articulaba su ideología por medio de una sencilla pero elocuente enumeración de contrastes que revelan la vasta laguna que separa al mundo de los acomodados del de los desposeídos:

se necesita ser pueblo para que uno se haga de pueblo, pero si tú mientras el pueblo anda ahuarachadito, come frijoles, come torti-llas con sal, habla palabras sencillas, habla con puro disparate y tú te pasas, como dicen aquí en la costa, muy físico, pura palabra elevada, pura palabra con “s”, aquí donde ni siquiera se usa, y muy enzapatizadito, y muy perfumado y muy encorbatado, y muy ropa de casimir, y muy barrigoncito de pura comida buena y muy en coche, y muy en cine, y muy con chamaca bonita, y muy con cha-maca burguesa, y muy cervecero, y muy borrachero, y muy des-pilfarrador, y muy lector y muy discursivo tipo pri con discursos bien elevados, pues eso no es pueblo .27

cabañas invierte la lógica burguesa: los símbolos arquetípicos de la gente bien —el habla, la vestimenta y la comodidad— se vuelven muros que impiden un cambio progresivo . Y cabañas va más allá: “Todo lo que hay sobre la tierra de riquezas, de coches, de casas, de edificios, de almacenes, de tiendas, de medicinas, de radios, de

26 Ibid ., p . 90 .27 Ibid ., p . 54 .

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grabadoras, de lo que sea, todo ( . . .) ha nacido de las manos de los pobres” .28 Al concretar este vínculo entre los objetos materiales, símbolos del progreso, con el trabajo de los pobres, cabañas invier-te el papel que a sí mismos se han dado las clases pudientes, que en su consumismo creen personificar el progreso.

La concepción de cabañas era por un cambio del mundo en su totalidad . Adelantándose a su época, se discierne hasta una preocu-pación ambientalista . Expresaba, por ejemplo,

la revolución no viene a beneficiar nomás a los campesinos, viene a beneficiar a los perros de los campesinos, a los venados de los montes, a las chachalacas y a todo eso; todo eso viene a beneficiar. Y hasta los arroyos, porque si nosotros vemos los arroyos que se están secando, algún día el hombre pensará que mientras más aguas corran por la sierra mejor” .

Es más, la revolución sería hecha no sólo por los hombres

si estas revoluciones las hacen los niños también, si estas revolu-ciones las hacen las mujeres . Una mujer que hace rato estaba echan-do tortilla dirá “Yo no puedo ayudar en nada” . ¡Ah!, pero está echando tortillas para el grupo armado . ¡cuántas mujeres de la sierra no han echado tortillas para el grupo armado! Un montón de mujeres . ¡cuántos niños no nos hacen un favor!29

Es significativa la invocación que hace Cabañas del papel de la mu-jer y de los niños, es su forma de rendir homenaje al amplio sector del pueblo que sostuvo su lucha . Es también su forma de mostrar cómo el Partido de los Pobres emerge del pueblo mismo .

Y fue sobre ese pueblo que se lanzó el gobierno en una guerra cuya responsabilidad, concluyó un reporte de la Fiscalía Especial para los Movimientos sociales y Políticos (femospp), llegaba hasta

28 Ibid ., p . 322 .29 Ibid ., pp . 185 y 124 .

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sus más altos niveles. Fue una política oficial que incluyó la tortura, la desaparición y crímenes de lesa humanidad .30 La lógica de esta estrategia se puede entender a partir de las propias palabras de cabañas: “Ellos sólo son poquitos . . . son tan poquitos, pero orita tienen aquí los guachos por dondequiera . . . es que los ricos se valen de muchas cosas para poder estar dominando” . Pero, concluyó cabañas, “los justos nos debemos conmover y luchar por aquellos que sufren en cualquier parte del mundo” .31 Por este ideal dio la vida cabañas, acribillado por el ejército en 1974, poco antes de cum-plir 36 años .

“Nos unimos con nuestras palabras”

Yalalag: testimonios indígenas dibuja una comunidad en resistencia . El tema recurrente es la lucha por la autonomía indígena, que como pudiera esperarse, resulta ser una lucha en contra del caciquismo . Pero de esta dinámica se desprenden otros temas importantes como la educación a partir de las tradiciones indígenas, la migración, la historia y las implicaciones del mismo proceso de lucha . Para los yalaltecos, la recuperación de tradiciones e historia son parte misma de la lucha por la autosuficiencia: “De ahí pensamos retomar toda la producción tradicional, que debe ser maíz, frijol, calabaza, chile y panela: cinco productos”, recuentan. “Sobre este núcleo debe es-tar basada la economía de la comunidad. Sobre este núcleo debe estar basada nuestra lucha política y la lucha cultural” . no es de sorprender que se ponga tanto énfasis en la producción comunita-ria, es un aspecto de la lucha en contra del caciquismo, una de las principales formas en que se ha estructurado en el campo mexica-no el poder local que permite la explotación económica . Por eso,

30 “official Report Released on Mexico’s ‘Dirty War’”, 21 de noviembre de 2006 .

31 Suárez, Lucio Cabañas, op. cit., “Guachos” es el término con el que los cam-pesinos suelen referirse a los soldados . pp . 324 y 331 .

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reconocen los yalaltecos, una nueva educación se tendrá que hacer “en aras de la lucha” .32

En el caso de Yalalag, la preocupación por recuperar la historia estuvo directamente ligada a la lucha en contra del cacicazgo, siendo ésta la que trajo en primera instancia la atención de los migrantes . se amplió así la definición de comunidad para incluir a la diáspora oaxa-queña y, “el camino de la migración”, señalan los coordinadores del testimonio, “comienza a recorrerse en sentido inverso”,33 ya que la lucha misma en Yalalag inspiró una toma de conciencia en los nuevos lugares donde residían los migrantes . Hubo un interés por entender la historia de Yalalag en el contexto nacional y se empezó a desarrollar un sentimiento de solidaridad un tanto diaspórica . si, de por sí, el pasado indígena corre el riesgo de ser canibalizado por la narrativa homogenizadora nacional, para los migrantes, que se encuentran tan lejos de su lugar de origen, la identidad local se convirtió en una fuente fundamental de conciencia . Los comentarios en torno al tipo de educación que se necesitaba revelan una clara concepción de los diversos niveles que condicionan la explotación. Afirmaban los ya-laltecos, por ejemplo, que era necesario dar a los alumnos,

una capacitación para que conozcan la historia de los grupos indígenas, la historia de su grupo étnico desde todos los puntos de vista . Porque de nada servirá luchar por una secundaria, lu-char por un internado, si estábamos produciendo gente que al final de cuentas iba a servir de carne de explotación. y si habrían de salir de la comunidad, cuando menos que no perdieran su conciencia como indígenas, ni perdieran su conciencia como ex-plotados .34

Historia, colectividad y resistencia se van mezclando y creando posibilidades para un nuevo futuro: “Estamos convencidos de que

32 Sin autor, Yalalag, pp . 35 y 33 .33 Ibid ., p . 40 .34 Ibid ., p . 32 .

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la educación es muy importante, pero debe ser una educación que realmente contemple las características culturales, una educación en donde se forje la preocupación, la inquietud, el amor en los niños por el tequio, por el servicio municipal, por la lengua, por la músi-ca, por la historia” . de la misma forma en que cabañas se oponía a la teoría revolucionaria sacada simplemente de un libro, en Yalalag se contrapone el conocimiento ancestral a “las fórmulas librescas que les transmiten en la escuela” . Al contrario, aseveran, debemos emplear “la tecnología que nos heredaron nuestros antepasados, que se ha utilizado durante siglos” .35

La acción misma de reunirse para dar voz y constancia de su presencia ha sido, para comunidades indígenas, un paso impor-tante en el proceso de concientización . Esto se ve claramente en Voces de la Historia, testimonio colectivo publicado en 1989 . “Toman la palabra así como toman la tierra”, destacan los coordinadores de la obra que reúne las memorias de ejidatarios de Nuevo San Juan chamula, nuevo Huixtán y nuevo Matzam, tres ejidos del estado de chiapas . “Hicimos la historia con puras discusiones . En cada reunión fuimos juntando las experiencias de los distintos com-pañeros, nos unimos con nuestras palabras” . Así presentan la ex-periencia de redactar su propia historia, un ejercicio que los llevó a reflexionar sobre “la vida de los viejitos y abrimos un poco los ojos . . . o sea que entendimos bien; despertamos y nos dimos cuen-ta de cuál era la mera raíz de que estamos tan pobres” . como lo fue en el testimonio de cabañas, el marco recurrente para estas comu-nidades tzetzales y tzotziles de chiapas, es la pobreza, un sistema en el cual los precios del café, la apropiación de la tierra y “el cas-tilla”, son principales canales mediante los cuales se reproduce una condición de miseria . detallan, por ejemplo, “nos fuimos a hacer el trabajo de los ricos, de los dueños de la tierra; con nuestro traba-jo se hicieron ricos los patrones . sembramos su café, lo cosechamos,

35 Ibid ., pp . 44 y 33 .

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por nuestra fuerza es que tienen mucho dinero los finqueros, aun-que nosotros seguimos igual en nuestra pobreza” .36

Quizá más que cualquier otro de los textos aquí tratados, el ham-bre permea su recuento recordándonos lo que significa, al nivel más elemental, vivir en una condición de marginalidad . En este sentido, es sumamente conmovedor su descripción de los refugiados guate-maltecos con quienes compartieron solidaridad y miseria: “dejaron su país por la guerra, pasaron por las montañas y sufrieron mucho de hambre; nosotros salimos de nuestros parajes porque no teníamos tierra para sembrar, no teníamos maíz y sufríamos bastante . Ellos salieron por el miedo, nosotros por la pobreza” . con estas palabras los ejidatarios expresan un punto importante de conexión entre la represión política y la económica. Vista desde abajo, la persecución y la pobreza tienen más puntos en común que de diferencia. “Ellos son trabajadores del campo, son campesinos guatemaltecos y noso-tros campesinos mexicanos, igual sabemos trabajar la tierra” .37 se da así una conciencia que enfatiza la relación entre identidad étnica y rural poniendo en evidencia la forma en la cual el racismo ha sido uno de los principales ejes para estructurar la injusticia .

A cada momento, sus palabras revelan qué tan excluidos se sienten de la narrativa oficial: “nosotros, los ejidatarios y fundado-res, vimos cómo pasaron las cosas y quisimos dejar este recuerdo para que sepan todos que sí tienen historia los trabajadores del campo” .38 Resaltan su preocupación por la historia y empiezan sus testimonios detallando las razones por las cuales decidieron dejar-la registrada, escrita en español tzeltal y tzotzil . su razonamiento refleja el sentido de desprecio que viven:

Lo hemos sabido nosotros que casi sólo los kaxlanes tienen sus historias escritas y que esos libros así como el de ciencias sociales, cuentan lo que ha pasado anteriormente en las ciudades, cuáles

36 Calvo et al. (coords .), Voces de la historia, pp . 2, 5-6 y 13 .37 Ibid ., p . 84 .38 Ibid ., p . 4 .

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han sido los trabajos de los Gobiernos; hablan sobre el petróleo, sobre la Revolución . Todo eso sirve para que se conozca cómo son los ricos, o los gobiernos, o la ciudad; nunca mencionan cómo vi-vimos los campesinos, no hablan de los indígenas, no se piensa nada de nosotros . dicen que esas historias son muy importantes y hasta a los niños se las dan a conocer . Así pasa que nuestros hijos leen en la escuela lo que sucede a los ricos en las ciudades.39

La oralidad, el pensamiento colectivo y la necesidad de dejar cons-tancia son temas recurrentes en sus recuentos . Es necesario escribir su historia también en español, explican más adelante, para “que llegue a la ciudad con los ajwaliles para que vean que no es inven-tado el sufrimiento de los campesinos” . Entre lo que quieren que se sepa “hasta en otros países [es] que el problema más fuerte es el de la tierra” .40

no sorprende que su historia empiece planteada a través del problema de la tierra, ya que tuvieron que salir de su lugar de ori-gen en los alrededores de san cristóbal de las casas hacia tierra caliente, porque “donde vivíamos antes son bastantes los campe-sinos que no tienen tierra, o lo que tienen no les alcanza para vivir . Así lo llegamos a encontrar nosotros cuando nacimos y así nos cria-mos, aguantando el hambre” . La falta de tierra los obligó a vender su mano de obra en las fincas cafetaleras, situación que perpetua la concentración de riqueza en unas cuantas manos y deja a las comu-nidades indígenas en condiciones miserables . “Los más pobres de nosotros” relatan, “llevamos siempre a nuestras esposas, donde íbamos [...] Traen abrazados a sus hijos las mujeres y tienen que dejarlos sentados en el cafetal mientras cumplen su tarea . La mujer trabaja como el hombre, pero el patrón se aprovecha más de ella porque le paga más barato” .41 Este nivel adicional de explotación que sufre la mujer, y que el testimonio parece mencionar casi de

39 Ibid ., p . 7 .40 Ibid ., p . 8 .41 Ibid., pp . 11 y 14 .

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paso, sería retomado con particular énfasis por el ezln, que además de crear conciencia sobre la prevalencia del racismo, hizo que mu-chos abrieran los ojos sobre el poder y la forma en la cual las rela-ciones patriarcales rigen el sistema de injusticia .

Poco después del levantamiento zapatista, apareció como con-signa en san cristóbal de las casas, una cita de la escritora Rosario castellanos . Ésta decía: “Mujer, si te han crecido las ideas, de ti van a decir cosas muy feas” . Percatadas, las autoridades querían arres-tar a la tal Rosario castellanos .42 Aparte de ser un indicador de la profunda ignorancia de los agentes chiapanecos, la pinta anuncia-ba la expansión misma de la teoría revolucionaria . Las mujeres indígenas y campesinas siempre habían participado en las luchas populares, pero su voz y liderazgo nunca fue tan contundente como lo ha sido dentro del ezln . Mujeres como la comandante Ramona, una de las principales figuras en la negociación con el gobierno durante el diálogo de san Andrés, o la comandante Es-ther, quien dio el discurso ante el congreso de la Unión durante la Marcha del color de la Tierra, en 2001, hicieron explícito el his-tórico pero poco reconocido papel de la mujer indígena en las re-beliones rurales .

como lo fue para la voz indígena, el levantamiento del ezln abrió un importante capítulo para la mujer del campo, cuya histo-ria de explotación y resistencia por fin atrajo la atención del mundo entero . “A todos sorprendió el movimiento armado que surgió en el sureste mexicano . Pero entre las cosas que más asombraron era que muchos de los guerrilleros eran mujeres y que la radio que ellos habían tomado repetía una Ley Revolucionaria de Mujeres” .43 como sus compañeros, las mujeres tuvieron que cubrirse el rostro y em-puñar un arma para ser vistas . se fueron a la guerra . Pero como ellas mismas lo describen, su vida cotidiana de por sí se asemejaba bastante a la guerra . La mayor insurgente Ana María, por ejemplo, explica:

42 Rovira, Mujeres de maíz, p . 36 .43 Ibid ., p . 335 .

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no sentimos nada la muerte . o sea, ya desde antes nos sentíamos como desaparecidas, nunca nos tomaron en cuenta . Ha habido muchas muertes en los pueblos de hambre y enfermedades, noso-tros decimos que es como si siempre estuviéramos en la [ . . .] guerra . nosotras las mujeres estamos convencidas de nuestra lucha y no nos da miedo morir . Es más doloroso ver a los niños morirse de enfermedades curables, cólera, sarampión, tos ferina, tétanos, en-fermedades que el Gobierno dice que ya no existen.44

Para la mujer pobre, la muerte está presente hasta en sus labores cotidianas . Irene, una mujer de las bases de apoyo zapatistas, relata:

Trabajamos en el campo, somos amas de casa, no tenemos los ser-vicios suficientes para facilitar nuestras labores ... Nunca nadie se ha preocupado por el humo en los ojos, el humo en la cara, en los pulmones no sólo una vez al día sino cada una y todas las veces en que hay que cocer nixtamal, hervir agua, hacer las tortillas, poner a cocer los frijoles o preparar el café. o sea siempre.

de allí la necesidad de incorporarse a la lucha . En un contexto en el cual la muerte es un hecho cotidiano, explica Maribel, mujer de 26 años y capitán en el ezln, hasta se le pierde el miedo:

aquí en las comunidades la muerte aparece de pronto, con diarrea, con vómito, con calentura, por eso lo que decimos nosotros, los insurgentes, es que la vida más difícil no es ser insurgente, no es ser miliciano, la vida más difícil es la que padece el pueblo, los sufrimientos, las injusticias, la falta de educación, la falta de ali-mentación .45

son diversos los temas que emergen con los relatos de las mujeres indígenas del ezln, pero la pobreza se muestra, una vez más, como

44 Ibid ., p . 83 .45 Ibid., pp . 193 y 83-84 .

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eje central . La carencia que describen aparece mediada por su con-dición de género mostrando así la múltiple dimensión de su lucha. Aquí, el tema de los hijos es una constante. Mientras que algunas mujeres se integraron a la guerrilla para escapar de una vida do-méstica de marido e hijos que no escogieron, la preocupación revo-lucionaria de otras deriva precisamente de su condición como ma-dres y protectoras del hogar . ¿cómo realizar esta condición que la sociedad les ha asignado, si esta misma sociedad mantiene una jerarquía económica que no permite que las mujeres pobres ejerzan el cuidado más básico de sus hijos? “otra manera de sufrir [de] las mujeres”, explica la comandante Andrea, “es cuando se enferma un niño, a veces no tienen dinero para su medicina, a veces ni tienen qué comer cuando está grave el hijo, no se sabe si se salvará o qué medicina necesita, no puede hacer nada porque no tiene dinero, así era antes y así nomás” .46

Las palabras apuntan a uno de los análisis más interesantes que hacen las mujeres del ezln: la indeleble relación entre la explo-tación de clase y la de género . su experiencia es un vivo ejemplo de la calidad patriarcal del capitalismo. Desde la mira oficial y aun en muchos círculos liberales, la subyugación de las mujeres indí-genas se plantea como uno de los muchos atrasos culturales de los pueblos indios. Pero en sus reflexiones, las mujeres zapatistas pre-sentan esta condición como parte integral de la estructura de ex-plotación que han vivido sus pueblos por más de cinco siglos . La comandante María, por ejemplo, reflexiona:

nosotras ya entendemos que está en la ley que la mujer tiene de-recho de hacer cosas, así como los ricos, que tienen doctoras, en-fermeras, licenciadas . Pero nosotros como pobres casi no hay, no hay . La mayoría están en su casa . no tenemos estudios porque no hay dinero, por eso a veces no terminamos la primaria, a lo mejor

46 Ibid ., pp . 299 .

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por falta de cuadernos, de lápiz o a veces porque en la comunidad no hay primaria .47

En esta visión, la injusticia que padece la mujer está más mediada por una situación social que niega a los pobres, por un lado, los recursos más básicos, y por otro, la posibilidad de cualquier reali-zación profesional . La capitán Maribel hace más explícito el víncu-lo al resumir el sentir de sus compañeras: “no, pues vemos que aquí, dentro mismo de nosotros, en las poblaciones, existen injus-ticias que el pensamiento de ricos ha metido entre los hombres y ellos quieren dominar a las mujeres . Ése es un pensamiento que no nos sirve a nosotros” .48 o sea, la exclusión y dominación proviene de la clase dominante, pero residen en los espacios más recónditos . si no se lucha contra esta explotación económica estructural, será imposible la igualdad de género .

La doble opresión que padecen las mujeres pobres empieza desde muy temprano . ¿cómo no iban a demandar equidad, si des-de niñas cumplen con las mismas exigencias que sus hermanos? norma, mujer de 18 años miembro del servicio de sanidad del ezln, recuerda:

Yo cuando estaba en mi casa, a los ocho años o los siete, mi papá me decía pues ahora ya sos grande, tienes que ayudarme en mi trabajo . [ . . .] Entonces yo empecé a agarrar el machete, a bajar la milpa, a tapiscar, a cargar maíz, a sembrar maíz, a sembrar frijol, todo lo que hace un hombre lo hace igual una mujer, también en el campo .

La mujer no sólo trabaja a la par de un hombre, sino que sufre la misma explotación . comprender la naturaleza de esa explotación fue una fuente importante de concientización política . Maribel, ca-pitán tojolabal cuenta,

47 Ibid ., p . 250 . 48 Ibid ., p . 148 .

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Y es así como ya empezamos a entrar las mujeres en el ezln, porque la misma necesidad nos obligaba a hacer eso . La misma política nos daba a entender que la explotación no es sólo para el hombre sino también para las mujeres . Entonces la mujer si es explotada tiene derecho y tiene el deber de luchar por algo más justo .49

En este proceso de lucha se encuentran todavía pero, como lo re-cuenta Pascuala, en el folleto Mujeres indígenas de Chiapas:

Mi abuela y mi madre se fueron en silencio y sólo conocieron los colores del huipil de la Virgen del Rosario. Hoy, mis hijas siguen durmiendo en la tierra con hambre y enfermas pero la paz que queremos es otra, aunque tenemos que caminar mucho para con-seguirla . Me puedo ir de esta tierra, pero mi corazón y mi pensa-miento son otros, ya no es el silencio .50

Intelectuales indígenas

Ha sido sólo en los últimos 25 años que las intervenciones de inte-lectuales indígenas han ido ganando espacio . desde planteamientos en el marco jurídico, teórico e histórico-popular, esta nueva gene-ración ha sido fundamental para transformar los ejes del debate cuya óptica había sido siempre la asimilación a un modelo mestizo, a costa de la identidad indígena . Floriberto díaz, indígena mixe, por ejemplo, desarrolla una importante crítica desde una cosmovi-sión indígena que incluye especial atención a la lengua nativa . díaz nació en 1951, en santa María Tlahuitoltepec, oaxaca . cursó sus estudios en varias instituciones del país, incluyendo la escuela nor-mal particular Juan Ponce de León, de Puebla, y la Escuela nacional de Antropología e Historia . después de graduarse, regresó a su comunidad, donde fundó varios proyectos productivos y culturales .

49 Ibid ., pp . 91 y 145 .50 Citado en ibid ., p . 335 .

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Allí se dedicó a desarrollar la unificación del alfabeto ayuujk. La recuperación del idioma es fundamental, no sólo por su dimensión cultural, sino porque está íntimamente ligada a formas de concebir el mundo . “Poder pensar en mixe, poder contar en mixe y no tra-ducir el castellano al mixe” explica díaz, “es hurgar en los recón-ditos espacios de nuestras capacidades para proponernos recuperar nuestra creatividad, la cual necesitamos frente a un futuro incierto en el que los poderosos se disputan a muerte las oportunidades” .51

El enfoque lingüístico es apenas el punto de partida, puesto que mediante su recuperación emergen, como círculos concéntricos, una serie de posibilidades . El idioma no es sólo un conjunto de palabras que permiten la comunicación, sino una estructura que acoge dentro de sí un sistema de valores y representaciones cultura-les . de allí que díaz enfatiza la necesidad de “utilizar nuestra lengua materna, y ello nos debe obligar a hablar de nuestra realidad, de nuestra vida, y provocar que los alumnos se expresen libremente . si seguimos enseñando en castellano, estaremos construyendo una personalidad pasiva, no participativa” .52 Este énfasis en la lengua nativa tiene importantes implicaciones para el proyecto educativo de la nación. Más aún, representa una fuerte crítica al modelo edu-cativo como ha sido concebido históricamente en México, ya que, al propagar la aculturación, ha negado el potencial generador de la cultura indígena . de allí el énfasis en la autonomía, puesto que sería ésta una manera de formar “refugios culturales, no para eludir o separarse de la realidad, sino para generar propuestas constructivas” .53 Partiendo desde una visión freiriana en la que “pensar el mundo es juzgarlo”,54 y donde la formulación de proyectos justos necesaria-mente parte de un diálogo creador con los oprimidos, díaz muestra los límites de la visión occidental en su manejo de la cuestión indí-gena. Esto puede ejemplificarse en la cuestión de la tierra. “La ley”, escribe díaz, “hecha con mentalidad occidental, no entiende de

51 Robles Hernández y Cardoso Jiménez (coords.), Floriberto Díaz, p . 338 .52 Ibid ., p . 313 .53 Ibid ., p . 338 .54 Fiori, “Aprender a decir su palabra”, p. 14.

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igual manera la comunidad: para ella es la suma de individuos, para nosotros es la tierra que nos comuna” .55

desde la visión indígena, el enfoque que la cultura occidental otorga al individuo representa una fuerte limitación para el desa-rrollo integral de los pueblos indios . Uno de los más claros expo-nentes de esta visión es Adelfo Regino, indígena mixe originario de santa María Alotepec, oaxaca . Regino lleva una larga trayectoria de lucha promoviendo los derechos indígenas . durante los Acuer-dos de San Andrés, firmados en 1996, fue asesor del ezln y duran-te la Marcha del color de la Tierra expuso una importante defensa de la autonomía indígena ante el congreso de la Unión . siendo abogado, Regino ha dedicado mucha de su obra a la justificación jurídica de la autonomía indígena . Toma como punto de partida la actual insuficiencia constitucional sobre los derechos indígenas y propone expandir el significado y aplicación de los derechos hu-manos . “se necesita garantizar la validez y vigencia de los derechos colectivos en el derecho de nuestro país como un paso previo para que los derechos humanos individuales sean efectivos en la vida cotidiana”, declara . no se trata de ignorar los derechos individua-les sino de “armonizar y complementar los derechos individuales con los derechos colectivos, para así darles una doble dimensión a los derechos humanos” . Tienen, asevera Regino, una “interdepen-dencia mutua” .56 La explicación que hace Regino sobre esta interde-pendencia es contundente:

desde nuestro punto de vista, los indígenas obtenemos nuestra identidad en tanto somos miembros de una familia y de una co-munidad, y nunca de manera aislada, como individuos separados . Así pues, no es que para nosotros no existan derechos individua-les, ni que éstos se contrapongan a nuestros derechos colectivos . Lo que ocurre es que nuestros derechos y obligaciones individua-

55 Robles Hernández y Cardoso Jiménez (coords.) Floriberto Díaz, p . 26 .56 Regino Montes, p. 28.

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les derivan de los derechos y obligaciones que tenemos por ser miembros de una colectividad .57

Por eso la importancia del reconocimiento a la población indígena como pueblos, “pues constituye el punto de partida para que se admita que tenemos derechos colectivos .”58 Asimismo lo plantea díaz, enfatizando que los derechos indígenas son comunitarios, colecti-vos e históricos . “dentro de estos derechos”, declara, “cualquier pueblo indígena sostiene claramente que el derecho a la propiedad de la tierra es su fundamento” .59 Regino profundiza: “Lo determi-nante es, pues, el hecho de formar parte de un grupo de parentesco y de una comunidad, pues sólo a partir de eso se relaciona una persona con la tierra . de ahí la importancia de la forma comunal de tenencia de la tierra entre nosotros” .60

desde esta concepción, es claro que, para atender la autonomía indígena, es esencial resolver el problema de la tierra —una cuestión al centro de la Revolución mexicana que no recibió una solución a prueba de los años, y permanece al fondo de muchas de las dificul-tades que actualmente aquejan al país . no es posible aquí hacer una detallada exploración de la cuestión agraria versus la cuestión in-dígena, pero sí se considera que la tierra es un punto de conexión entre el mundo campesino y el indígena . Es por ello que la cuestión de la autonomía representa una amenaza tan profunda para el Es-tado y los intereses económicos que protege . Por eso el ezln fue para el gobierno un actor tan incómodo pues “emergía en el esce-nario nacional proponiendo una nueva relación entre los pueblos indígenas, la sociedad en general y el gobierno, basada fundamen-talmente en el reconocimiento de derechos colectivos para la re-constitución de la vida indígena” .61 La demanda por la autonomía es el resultado de un largo proceso de resistencia indígena de más

57 Ibid ., p . 29 .58 Idem, énfasis en original .59 Hernández y Cardoso Jiménez, p. 29.60 Regino Montes, p. 27.61 Idem, énfasis en original .

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de cinco siglos y representa una reformulación de la estructura gobernante .

Francisco López Bárcenas, indígena mixteco, también abogado y maestro en desarrollo rural, es veterano de largas luchas y ha de-dicado gran parte de su trabajo a “darle a lo jurídico una visión in-dígena, en lugar de darle a lo indígena una visión jurídica” .62 nació en 1962 en santa Rosa caxtlahuaca, en el estado de oaxaca . sus múltiples publicaciones abordan, por un lado, la historia indígena de su estado natal, y por otro, un minucioso análisis del Estado mexi-cano, su constitución, las leyes internacionales y las fórmulas y po-sibilidades para la construcción de una autonomía indígena . López Bárcenas reconoce que la demanda por la autonomía representa un nuevo frente de lucha, tanto para reformar la constitución como para hacer de esas reformas una realidad . “La construcción de autono-mías por los pueblos indígenas”, asevera, “es una respuesta especí-fica a la necesidad de formular, de manera seria, una política que dé respuesta a la pluriculturalidad de la nación mexicana, reconocida en nuestra constitución política, pero negada en la realidad” .63

López Bárcenas sitúa la lucha indígena dentro de la larga tra-yectoria de movilizaciones campesinas y traza la forma en que las demandas por la tierra y el control de los procesos productivos fueron abriendo camino para introducir cuestiones netamente in-dígenas . La conmemoración, en 1992, de los 500 años de la con-quista abrió un espacio importante para hablar del tema en círculos más amplios . Pero fue, más que nada, la rebelión del ezln en 1994 la que permitió que se pasara de la discusión a la acción . Escribe López Bárcenas: “El inicio de procesos de construcción de gobiernos autonómicos, como las discusiones anteriores a ellos, corrió a cargo de organizaciones indígenas que ya tenían años trabajando el tema y la rebelión zapatista les había proporcionado la coyuntura nece-saria para proceder a su implementación” .64

62 Hernández Navarro, “Presentación”, Rebeliones indígenas en la mixte-ca, p . 15 .

63 López Bárcenas, Los movimientos indígenas en México, p . 105 .64 Ibid ., p . 101 .

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no sorprende que el gobierno rechace las demandas por la au-tonomía, puesto que no representa, como lo dice López Bárcenas, una reforma cualquiera, sino que “cuestiona la estructura misma del Estado y exig[e] su transformación” .65 díaz es más enfático: “Es ne-cesario repetirlo hasta el cansancio: el Estado mexicano burgués sabe cuáles son los problemas de los pueblos indios y cuáles podrían ser las respuestas más adecuadas, pero las elude al propósito” .66 Las elude porque México ha seguido un proyecto capitalista y éste im-plica que la riqueza de unos cuantos se obtenga a costa de la ma-yoría . Entre estas mayorías se encuentra la población indígena, que no sólo ha sido víctima de una explotación económica, sino de un asalto cultural . sin embargo, han preservado sus tradiciones y man-tienen una viva resistencia . En muchos sentidos, la demanda de autonomía implica canalizar esta habilidad de resistencia hacia pro-puestas y estrategias que sirvan no sólo como eje para su continua preservación, sino para un desarrollo integral y un proyecto de nación más justo .

La autonomía indígena no sólo es hacer justicia a la larga his-toria de colonización: en ella se encuentra la posibilidad de crear un futuro que no repita los modelos paternalistas . Es, expresa díaz, “una manera práctica y concreta de hacer realidad la libre determinación” .67 Regino profundiza:

desde nuestro punto de vista autonomía es la capacidad de deci-dir no sólo sobre nuestro destino, sino también sobre las cuestiones y acciones más inmediatas y diarias en las comunidades, con una identidad y conciencia propia, y con la suficiente capacidad de apertura para comunicarse con los demás ciudadanos del país y del mundo .68

65 Ibid ., p . 36 .66 Robles Hernández y Cardoso Jiménez (coords.) Floriberto Díaz, p . 317 .67 Ibid ., p . 218 .68 Regino Montes, “Los pueblos indígnas”, p. 30.

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Relatos para la historia

Reunir estos testimonios en el presente capítulo tiene un doble pro-pósito . se hace, en primera instancia, como una forma de incorpo-rar la visión que viene de abajo a un ámbito donde suele estar au-sente; y en segunda, para establecer un diálogo horizontal entre los textos mismos, con la esperanza de que tenga una utilidad para sus protagonistas . A diferencia de las autobiografías escritas desde las esferas del poder, las voces de estos testimonios tienen poco afán protagónico . Quieren, antes que nada, dejar constancia . Pero esta modestia no logra ocultar la dignidad de su vida y lucha . su resis-tencia, hemos visto, se da ante varios frentes: el económico, el po-lítico, el cultural y ante el sistema patriarcal y racista que sigue prevaleciendo en el México rural .

Quizá por la particular dinámica que el pri dio al siglo xx mexi-cano, el Estado tiene una cualidad omnipresente en los relatos . del ejército que asedia a Cabañas, a las organizaciones agrarias oficiales —ya ni se diga la misma cárcel— que enfrenta danzós, a los caci-ques y finqueros que aparecen una y otra vez en los testimonios colectivos, a la visión oficial de la historia que Díaz, López Bárcenas y Regino desmitifican, el peso del sistema de dominación es inexo-rable . Ante este peso, los protagonistas insisten en la justicia de su causa, la importancia de conocer su propia historia, así como de valorar y reproducir sus propias tradiciones .

con la excepción de Un guerrillero sin esperanza y Mujeres de maíz, estas publicaciones han tenido una circulación excesivamen-te limitada, lo cual, a pesar de que la intención era totalmente la contraria, refleja la enorme dificultad para que estas voces tengan un impacto, ya sea en los debates públicos o en los académicos. Sin embargo, los textos quedan guardados con orgullo en las comuni-dades mismas; en los hogares, aparecen al lado de las fotos de bo-das, bautizos o al festejo de algún evento comunitario. En este con-texto, con poco acceso a la educación formal, donde existen aún altos niveles de analfabetismo, el testimonio tiene una gran impor-

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tancia . Es un género en el que la población pobre del campo se puede ver reflejada, en el que ha registrado su propia visión y su propia historia —en sus propias palabras . Estas palabras van a con-tracorriente, lo que es el reflejo mismo de su condición material de marginalidad, pero también de su lucha en contra de esa margina-lidad. Es el tema de la historia, finalmente, el que tiende a destacar una y otra vez en los relatos . Hay una idea muy clara de su impor-tancia, y los protagonistas hablan para esa historia, para que sea esa historia quien los juzgue .

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La lucha que sigue y sigue: los movimientos campesinos independientes

en la década de 1980

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En la década de 1980 la permanencia del campesinado estaba es-trechamente vinculada con las luchas de una cada vez más amplia gama de movimientos campesinos a lo largo y ancho del país . si en las décadas anteriores el modelo económico fue visto como un aten-tado contra su permanencia, el Estado cumplía un papel eminen-temente político al conservar una base campesina lo suficientemen-te grande para garantizar el voto para el partido oficial y, de cierta forma, legitimarse con la bandera agrarista de la Revolución mexi-cana . El debate teórico entre los que preveían la descampesinización del medio rural y los que abogaban por una vía campesinista de desarrollo, estaba enmarcado precisamente en estas dos grandes tendencias: la creciente penetración del mercado capitalista en las zonas rurales y el concomitante proceso de proletarización de la mano de obra, por un lado; y por el otro, la continua reformulación de las relaciones clientelares entre el Estado mexicano y el sector ejidal del medio rural .

sin embargo, la década de 1980 introdujo cambios importantes en dichos procesos y creó nuevos escenarios, actores y discursos que, a la larga, terminaron modificando la relación Estado-campesinado en México . En este ensayo, intento explicar estos cambios mediante

1 Parte del análisis incluido en este capítulo ha sido publicado en dos tra-bajos del mismo autor, The New Agrarian Movement in Mexico, 1979-1990 y La Rebelión de Chiapas: la lucha por la tierra y la democracia (2000) .

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el análisis de los movimientos campesinos que surgieron a finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo xx, con el fin de en-fatizar la acción social autónoma como el factor más importante que dio permanencia a algunos sectores del campesinado .

En las décadas posteriores a la Revolución mexicana, la persis-tencia de los campesinos dependía en gran medida de su capacidad de ganar protección y apoyo del gobierno, sobre todo por la vía del reparto agrario y los subsidios agropecuarios . Las diversas luchas locales y regionales evitaron en más de una ocasión que los cam-pesinos desaparecieran, aunque la tendencia, a partir de 1940, no era muy favorable a su reproducción en una economía cada vez más sesgada hacia las demandas de la población urbana . Las crisis financieras de la década de 1970 dieron otro golpe a la economía campesina, mientras que en los ochenta el Estado terminó el repar-to agrario y, en plena crisis económica, reduce drásticamente su capacidad (y su voluntad) de canalizar recursos al campo . Al mis-mo tiempo, vemos una proliferación de organizaciones campesinas locales y regionales que lograron articularse en nuevas redes na-cionales, con demandas ahora presentadas en forma de derechos y no tanto como peticiones al Estado . Es decir, la permanencia del campesinado en los ochenta se basaba más en la acción de los pro-pios campesinos, quienes estaban siendo cada vez más abandona-dos por un Estado cuya atención se destinaba a la competencia global con un creciente abandono al bienestar social .

Nuevas formas de hacer política en el campo

El año de 1968 representa un parteaguas en la historia moderna de México . El régimen priísta sufrió una profunda crisis de legitimidad a raíz de la masacre de estudiantes en la plaza de Tlatelolco, el 2 de octubre de ese año . Este evento y las corrientes de izquierda que sur-gieron del movimiento estudiantil llegaron a transformar las rela-ciones entre el Estado y los campesinos en las décadas posteriores . El gobierno de Luis Echeverría (1970-1976) empezó a abrir el sistema

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político con reformas de muy limitado alcance; sobre todo, dado el contexto de crisis económica en que vivía el país . Echeverría inten-tó revivir el populismo agrarista y el reparto de tierras en algunas zonas, pero, en los hechos, su gobierno fue rebasado . Por un lado, los empresarios agrícolas reaccionaron fuertemente a la redistribución agraria en el noroeste del país, lo cual provocó una confrontación política entre las nuevas cúpulas empresariales y el gobierno eche-verrista en 1976 . Por otro lado, los movimientos campesinos, alen-tados por la promesa agrarista, siguieron luchando con tácticas di-rectas, como la toma de tierras .

Una corriente importante dentro del movimiento estudiantil: llamada Política Popular (pp) (la cual surgió en 1968) criticaba las estrategias políticas de los partidos de izquierda, principalmente el Partido Popular socialista (pps) y el Partido comunista Mexicano (pcm), por su falta de trabajo de base y su forma centralizada y vertical de organizarse . A diferencia de estos partidos, los estudian-tes proponían la organización desde las bases de nuevos movimien-tos de masas que pudieran expresar las necesidades de los sectores populares sin tener que depender de las dirigencias partidistas . durante los setenta, miles de estudiantes salieron a comunidades campesinas y barrios urbanos para promover la teoría maoísta de Línea de Masas, una estrategia de largo plazo que buscaba la gra-dual politización de las demandas populares y la simultánea reso-lución de algunas de las necesidades más sentidas (por ejemplo, el acceso a la tierra, vivienda, crédito o servicios urbanos) .

Esta forma de concebir la lucha popular se distinguía tanto de las estrategias electorales como de las organizaciones guerrilleras . Mientras los partidos de izquierda carecían de fuertes bases socia-les, las cuales estaban cooptadas por el pri, —y no había posibili-dades reales de competir con el partido oficial en elecciones libres y equitativa—, la izquierda tenía que encontrar otros caminos para incidir en la vida política . Asimismo, la brutal represión de los dis-tintos movimientos armados durante la “guerra sucia” en los seten-ta, también impactó en las posibles formas de construir organiza-ciones populares, incluso en el campo . A mediados de los setenta,

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la corriente maoísta de pp se dividió en dos organizaciones: Línea de Masas (lm) en el ámbito urbano, y Línea Proletaria (lp), en el campo y en algunos sindicatos nacionales .

En el campo, los estudiantes empezaron a unir sus esfuerzos con los de los dirigentes campesinos locales, muchos de los cuales habían recibido formación como maestros o catequistas de la co-rriente católica de la teología de la liberación . Juntos criticaron la corrupción y falta de representatividad de la oficialista Confedera-ción nacional campesina (cnc) y expresaron la necesidad de luchar de una forma más independiente para lograr sus demandas . En aquellas regiones con una larga historia de resistencia campesina, los nuevos activistas empezaron a buscar una independencia cada vez mayor frente a los partidos políticos y a enfatizar un incremen-to en la participación local . Este énfasis, menos partidista y más basista, se manifestaría durante los ochenta en dos nuevas redes nacionales: la coordinadora nacional Plan de Ayala (cnpa) y la Unión nacional de organizaciones Regionales campesinas Autó-nomas (unorca) .

La cnpa y la lucha por la tierra

En su libro Los herederos de Zapata, Armando Bartra describe algunos de los factores económicos que explican el resurgimiento de la lucha por la tierra en las décadas de 1970 y 1980 . En las décadas posterio-res al gobierno de Lázaro cárdenas, el Estado mexicano dio cada vez más atención y recursos a la agricultura comercial de exporta-ción que al llamado sector social, compuesto de ejidos y comuni-dades agrarias . dicha política provocó una fuerte crisis de produc-tividad del sector social, obligando a muchos campesinos a buscar ingresos como obreros agrícolas o migrantes en las ciudades o en los Estados Unidos . Este proceso de semiproletariadización del cam-pesinado fue acompañado por la gradual terminación del reparto de tierras y la lentitud y corrupción de la burocracia agraria . Para mediados de los setenta, el número de campesinos sin tierra había

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subido de 1 .4 millones en 1950 a 2 .5 millones, mientras los pequeños productores que sí tenían tierra habían bajado de 2 .5 millones en 1950 a 2 .1 millones .2 El crecimiento económico fue tan débil en el sector industrial que no logró absorber la creciente población sin tierra, y el resultado en varias regiones del país fue una intensifica-ción de la lucha por la tierra .

durante los setenta, surgieron nuevas organizaciones campe-sinas a lo largo y ancho del país para exigir la continuidad del re-parto agrario y, en algunas instancias, como forma de resistencia en contra de la construcción de represas o la expansión de proyec-tos ganaderos, aerocomerciales y turísticos a costa de las tierras ejidales. A finales de su mandato, en diciembre de 1976, el presi-dente Echeverría intentó expropiar las tierras de riego de un grupo de empresarios agrícolas para fomentar los ejidos colectivos en so-nora. Ese reparto resultó ser el último de su tipo, porque el nuevo gobierno de José López Portillo (1976-1982) empezó su sexenio bus-cando reconquistar la confianza y el apoyo de los sectores empresa-riales . Las invasiones de tierras, que habían sido frecuentes durante el sexenio anterior, ya no fueron toleradas y se vio un incremento en el uso de la represión .3 Los incipientes movimientos locales en-frentaron así la cerrazón de las autoridades, y las confrontaciones se volvieron comunes . En dicho contexto, los distintos movimientos empezaron a ver la necesidad de unir sus fuerzas y buscar meca-nismos de coordinación .

En 1979 se celebraron varios eventos para conmemorar el cen-tenario del natalicio de Emiliano Zapata y discutir el futuro del campesinado . Por ejemplo, en el mes de marzo se realizó un foro en la Universidad Autónoma de Guerrero con la presencia de re-presentantes de varios nuevos movimientos campesinos que estaban luchando por la tierra en los estados de oaxaca, Puebla, Veracruz y Guerrero. Este espacio permitió, por primera vez, el intercambio de experiencias, testimonios y propuestas para alcanzar una mayor

2 Bartra, Los herederos de Zapata, p . 99 .3 Bartra, “Crisis agraria y movimiento campesino en los setentas”.

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unidad nacional . El mes siguiente, la Unión de Ejidos Emiliano Zapata (ueez), en Morelos, convocó a un encuentro nacional de movimientos campesinos independientes . Ese encuentro fue im-portante para ratificar la demanda por el reparto agrario, a pesar de la postura gubernamental, y también impulsó una lucha de gran simbolismo político que ayudó en la consolidación de esta nueva red nacional . se trataba de una serie de acciones en contra de un plan del gobierno federal para llevar los restos de Zapata desde cuautla, Morelos, al monumento a la Revolución en la ciudad de México, en donde yacerían al lado de los restos de Venustiano Ca-rranza. En esta lucha por el control simbólico de la figura de Zapa-ta participaron estudiantes, maestros y campesinos, quienes blo-quearon el acceso al zócalo de cuautla para así evitar que se llevaran los restos. Esta lucha ayudó a acelerar el proceso de unificación del movimiento campesino independiente en el país . En junio de 1979 se volvieron a reunir representantes de más de 40 grupos de 16 estados en un Encuentro nacional campesino convocado por la Universidad Autónoma de chapingo . El encuentro terminó con un llamado a formar un nuevo frente nacional .

En agosto del mismo año, el Movimiento nacional Plan de Ayala (mnpa), una de las organizaciones que había llamado a la creación de dicho frente, organizó su primer congreso nacional e invitó a todas las organizaciones que habían asistido a los foros anteriores . Llegaron alrededor de 30 organizaciones campesinas . sin embargo, también asistieron organizaciones priístas que estaban participando en los planes oficiales para conmemorar a Zapata, pero su intento de controlar el encuentro con el fin de crear un nuevo pacto con el Estado fue rechazado por las organizaciones indepen-dientes .

En octubre se celebró el primer encuentro nacional de organi-zaciones campesinas en Milpa Alta, al sur de la ciudad de México . En esta reunión quedó manifiesto un conflicto entre los grupos priís-tas y los independientes . Los primeros argumentaron que era ne-cesario apoyar las políticas del gobierno dirigidas a los pequeños productores en zonas de temporal, enarboladas en el nuevo plan

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oficial llamado Sistema Alimentario Mexicano (sam) . Los grupos independientes se opusieron a cualquier alianza con el gobierno, debido al hecho de que el sam no ofrecía ninguna solución para los millones de campesinos sin tierra . Para estos grupos, el Estado era visto como enemigo, debido a los actos de represión que habían sufrido en sus luchas por la tierra .

Las propuestas en favor de apoyar las políticas del gobierno fueron rechazadas por la mayoría, que insistía en la importancia de seguir luchando por la tierra . como resultado de este encuentro se formó la cnpa el 14 de octubre de 1979, conformada por 11 organi-zaciones campesinas (cuadro 1) .

cuadro 1organizaciones que Formaron la cnpa, octubre 1979

Unión campesina Independiente

(uci) (Puebla y Veracruz)

Unión de comuneros Emiliano Zapata

(ucez) (Michoacán)

comuneros organizados de Milpa Alta

(coma) (distrito Federal)

Unión de Ejidos Independientes de sinaloa

(ueis) (sinaloa)

Alianza campesina Revolucionaria

(acr) (Tamaulipas y Guanajuato)

central Independiente de obreros Agrícolas y campesinos

(cioac) (nacional)

Movimiento nacional Plan de Ayala

(mnpa) (nacional)

consejo nacional de Pueblos Indígenas

(cnpi) (nacional)

coalición de Ejidos Colectivos de los Valles Yaqui y Mayo

(cecvym) (sonora)

organización y desarrollo de la comunidad

(odeco) (nacional)

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La base social de la cnpa estaba compuesta de indígenas, campesinos pobres, campesinos sin tierra y trabajadores agrícolas . Este hecho explica por qué para la cnpa las luchas más importantes han sido la implementación del reparto agrario y la defensa de las tierras y re-cursos naturales de los pueblos indígenas . También ha luchado por el reconocimiento de los sindicatos de trabajadores agrícolas y por la defensa y promoción de las culturas indígenas . A medida que se iba consolidando durante los ochenta, la cnpa también dio mayor atención a demandas de corte económico, como por ejemplo, el ac-ceso al crédito y mayor control de los procesos de comercialización .

Estas posiciones fueron reflejadas en las resoluciones tomadas en el primer encuentro nacional de la cnpa en Milpa Alta .4 Aunque su primer eslogan decía: “Hoy luchamos por la tierra, mañana por el poder,” denotaba que la cnpa no estaba limitada a demandas sectoriales; el énfasis de su trabajo siempre estaba enfocado en en-contrar soluciones a la falta de tierras de sus integrantes . Al parti-cipar en la lucha agraria, la cnpa se enfrentaba inevitablemente con las relaciones de poder existentes (caciquiles, en muchas regiones), pero no elaboró un programa de transformación política en el país . Asimismo, la cnpa logró mantener su independencia como coordi-nadora frente a los partidos políticos . dejaba a cada persona decidir libremente sus preferencias electorales, siempre y cuando su par-ticipación política no contradijera los principios y objetivos de la cnpa . Esta postura evitó que un solo partido absorbiera a la cnpa como una nueva clientela campesina, mientras promovía un movi-miento de bases campesinas, con liderazgo campesino, y una es-tructura más horizontal y descentralizada . criticaba precisamente la estructura vertical y jerárquica de la cnc, en donde las bases no participaban de forma independiente .

La estructura de la cnpa impulsaba mayor participación de las bases y la rotación de dirigentes . Tales prácticas ya se estaban uti-lizando en algunas de sus organizaciones locales como la ucez en

4 cnpa, “Resoluciones del Primer Encuentro nacional de organizaciones campesinas Independientes”, pp . 110-112 .

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Michoacán y la ocez en chiapas .5 Los miembros habían formulado una crítica a las formas tradicionales de organización interna y de liderazgo, resultado de las interacciones de una nueva generación de campesinos con asesores externos, por ejemplo, maestros de la corriente independiente del sindicato nacional, estudiantes de la co-rriente lp, ya mencionada, y catequistas de la teología de la liberación . Las soluciones a los problemas no deberían depender de los diri-gentes o asesores, sino de los miembros de las comunidades, en donde todos debían participar .

Empezando con este nivel, las asambleas comunitarias elegían a sus representantes para una asamblea plenaria de su organización regional, la cual, por su parte, elegía representantes a la asamblea nacional de la cnpa . La asamblea nacional seleccionaba a los miem-bros que conformaban una comisión permanente que residía en la ciudad de México por un año, con el cargo de implementar las re-soluciones de la asamblea nacional y gestionar los trámites agrarios con dependencias del gobierno . La comisión permanente se con-formaba de un representante por organización . La asamblea nacio-nal también elegía a cuatro comisiones responsables de asuntos relacionados con prensa y propaganda, mujeres campesinas, víncu-los con otras organizaciones, y asesoría legal . Las organizaciones locales también organizaban su trabajo en comisiones, de acuerdo con las necesidades específicas de cada grupo.

El segundo encuentro nacional de la cnpa fue convocado por la ucez y se llevó a cabo en santa Fe de la Laguna, Michoacán, en abril de 1980 . Esta comunidad purépecha estaba envuelta en un conflicto, a veces violento, con ganaderos de la región por la pose-sión de las tierras comunales . En este encuentro se denunció la represión gubernamental en contra de las organizaciones de la cnpa y se acordó apoyar al nuevo Frente nacional contra la Represión (fncr), el cual aglutinaba a diversos grupos de derechos humanos

5 Gledhill, “Agrarian Social Movements and Forms of Consciousness”; Har-vey, “Personal networks and strategic choices in the Formation of an Inde-pendent Peasant organisation” .

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en el país . cabe señalar que, en vez de silenciar al movimiento cam-pesino, la violencia ejercida por el gobierno tuvo el efecto de mo-vilizar y unificar a las diversas organizaciones. Después de este encuentro, los grupos que apoyaban las políticas del gobierno se salieron de la cnpa mientras otras organizaciones se afiliaron.

En noviembre de 1980, la cnpa realizó su tercer encuentro na-cional en Tlapacoyan, Veracruz, convocado por la uci . de nuevo, la cnpa manifestó su rechazo al sam y a la nueva Ley de Fomento Agropecuario, y acordó celebrar una marcha a la ciudad de México para protestar en contra de la política agropecuaria y el uso de la represión en el campo . Asimismo, acordó entablar alianzas más estrechas con otros movimientos populares como la coordinadora nacional de Trabajadores de la Educación (cnte) .

Este momento representó el auge de la cnpa como un movi-miento social independiente de amplia convocatoria . En mayo de 1981, campesinos de por lo menos 16 estados participaron conjun-tamente con maestros de la cnte en una marcha al Zócalo de la ciudad de México, donde exigieron la liberación de campesinos pre-sos y la resolución de más de 300 solicitudes de reparto agrario . En los meses siguientes: la represión se hizo más común. En julio y agosto, la cnpa y el fncr organizaron una huelga de hambre, la cual consiguió la liberación de varios presos . Al mismo tiempo, la marcha de mayo llevó a que otras organizaciones se afiliaran a la cnpa antes de su cuarto encuentro nacional, convocado por la coalición obre-ra, campesina, Estudiantil del Istmo (cocei) y realizado en Juchitán, oaxaca, en agosto del mismo año . sin embargo, el gobierno respon-dió con una ola de represión al rápido crecimiento de la cnpa y, para finales de 1981, ésta asumió una posición defensiva. Por ejemplo, durante 1981 tres dirigentes de la Casa del Pueblo en Venustiano carranza, chiapas, fueron detenidos, torturados y encarcelados en el penal de Cerro Hueco, en Tuxtla Gutiérrez. El gobierno intentó imponer en la misma comunidad un nuevo comisariado de bienes comunales que estuviera alineado con el pri y la cnc .6 En el mismo

6 Mejía Piñeros y Sarmiento, La Lucha Indígena, p . 134 .

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año, en oaxaca surgió el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (mult) para denunciar la represión en contra de sus comunidades y el fraude electoral a nivel municipal .7 Asimismo, en la costa chica de Guerrero, el candidato opositor a la presidencia municipal, quien contaba con el apoyo del movimiento campesino independiente, fue asesinado en diciembre de 1981 por pistoleros al servicio de los ca-ciques de la región .8

En este contexto, empezaron a surgir diferentes posturas al interior de la cnpa entre quienes argumentaban que era necesario seguir organizando movilizaciones de tipo nacional, y otros que decían que hacía falta concentrarse más en las capacidades locales y atender problemas que habían quedado pendientes debido a las confrontaciones con el gobierno .

A pesar de estas dificultades, la cnpa logró organizar su segun-da marcha nacional en junio de 1982, aunque con menos apoyo que en el año anterior . El mes siguiente celebró su quinto encuentro nacional en la comunidad de Venustiano Carranza, Chiapas. En esta reunión se elaboró un programa de lucha más conciso, el cual incluía demandas de las mujeres campesinas y de “rescatar, defender y desarrollar las manifestaciones culturales de los grupos étnicos .”9 También se dio más atención a problemas relacionados con la pro-ducción, crédito y comercialización. El documento final del encuen-tro manifestó una clara posición de clase en favor del “cambio social para acabar con la explotación y la opresión social” . Al mismo tiem-po, la cnpa cambió su eslogan: “Hoy luchamos por la tierra y tam-bién por el poder”, lo que reflejaba la politización de sus demandas. En este encuentro se afiliaron tres organizaciones más, llevando el número total de la cnpa a 19, con presencia de representantes de 10 grupos étnicos .

Según Mejía Piñeros y Sarmiento, la demanda central de las organizaciones de la cnpa era la tierra, pero esto no significaba que

7 Ibid ., p . 81 .8 Ibid ., p . 76 .9 Citado en Mejía Piñeros y Sarmiento, La lucha indígena, p . 205 .

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las demandas de tipo cultural fueran relegadas a un segundo pla-no .10 El gobierno buscaba cooptar a nuevos intermediarios indíge-nas mediante programas de educación bilingüe y de fomento a las actividades culturales, pero sin tocar el problema agrario, que en el fondo era el motivo del descontento rural que unía tanto a cam-pesinos indígenas como a campesinos mestizos . Al hacer central la lucha agraria, la cnpa buscaba evitar la cooptación de dirigentes indígenas en el nuevo discurso de “indigenismo de participación” que el gobierno empezaba a promover a principios de los ochenta . La cnpa insistía en que la tierra era la base indispensable para cualquier proyecto de defensa y promoción hacia los pueblos in-dígenas . Al mismo tiempo, reconocía que los pueblos aportaban sus propias formas de valorar la tierra en todas sus dimensiones económicas, políticas, culturales y espirituales . La lucha de la cnpa se basaba en una articulación de las demandas de tipo étnico con las demandas de clase . Facilitaba así una relación más estrecha entre diversos grupos y resistía las divisiones que provocaban las dependencias gubernamentales, sobre todo el Instituto nacional Indigenista (ini) .

Para 1983 la cnpa había desarrollado una capacidad de movi-lización que era mucho mayor que su capacidad de negociación . Sus acciones fueron clave en posponer el fin del reparto agrario y, por lo tanto, contribuyó a la permanencia del campesinado en al-gunas regiones, sobre todo de población indígena, a pesar de las políticas macroeconómicas . sin embargo, la cnpa tuvo que recono-cer en su sexto encuentro nacional, realizado en la ciudad de Méxi-co en septiembre de 1983, que no había formulado una alternativa para el campo para hacerle frente a la política de austeridad . Por lo tanto, las organizaciones locales adoptaron reacciones defensivas ante la implementación de las políticas de austeridad, tales como la reducción del gasto público en el campo, el retiro de subsidios y la caída y eventual eliminación de los precios de garantía . El movi-miento campesino se “regionalizó”, debido a que cada organización

10 Ibid., pp . 200-205 .

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enfocaba sus energías en sobrevivir la crisis a nivel local y regional . no obstante esta tendencia, la cnpa todavía logró convocar marchas nacionales a la ciudad de México, el 10 de abril de 1984 y de 1985 .

diez años antes de la rebelión zapatista, la cnpa ya estaba in-corporando las demandas indígenas a su plataforma . Las resolu-ciones de su primer congreso nacional (realizado en Tlaxco, Tlax-cala, en enero de 1983), dan cuenta de la articulación política que estaban construyendo las organizaciones presentes . Aparte de la demanda principal de la tierra, las resoluciones incluyeron la lucha por el respeto a la cultura indígena .11

Las luchas de las comunidades indígenas por el respeto a sus tierras y recursos naturales primero tuvieron que enfrentar la opo-sición de redes de poder locales . Los gobiernos estatales y munici-pales muchas veces eran los cómplices de caciques regionales que organizaban sus “guardias blancas”, o grupos paramilitares, para reprimir a las organizaciones independientes . Esta colusión fue ampliamente documentada en un informe publicado por el orga-nismo no gubernamental de derechos humanos Amnistía Interna-cional (ai) en 1986 . su estudio reveló la forma en que dirigentes de organizaciones campesinas que no estaban vinculadas con el pri fueron blanco de represión en varios municipios de oaxaca y chia-pas .12 cabe señalar que estos ataques afectaban a miembros de la cnpa en sus localidades, haciendo el trabajo de ésta más difícil a nivel nacional . se gastaba cada vez más tiempo en las gestiones y movilizaciones para liberar presos y exigir respeto a los derechos humanos, lo cual llevaba a un desgaste de muchas organizaciones y sus miembros . Tal parece que la estrategia de desgaste que luego se implementaría en contra de las comunidades zapatistas en la década de 1990 ya estaba siendo probada en contra del movimien-

11 La séptima resolución de dicho Congreso dice: “La cnpa reivindica la de-fensa de todos los valores culturales y artísticos de los pueblos indígenas, en especial su lengua y su formas de organización política y social y exige una educación bilingüe y bicultural que responda a sus verdaderos intereses .” ci-tado en Mejía Piñeros y sarmiento, La lucha indígena, p . 211 .

12 Amnistía Internacional, 1986.

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to campesino independiente en los ochenta . sin embargo, la persis-tencia de muchas de las organizaciones locales, junto con otros fac-tores, ayudó a desarticular las redes de poder regionales en varias zonas del país. Esto dio pie a una diversificación de movimientos populares que, si bien no lograron cambiar el rumbo general de las políticas agropecuarias, sí construyeron nuevas formas de repre-sentación en el campo, y así le restaron a la cnc su posición de in-terlocutor privilegiado .

El vuelco hacia lo regional también fue una consecuencia de las diferentes opiniones acerca de las alianzas con partidos políticos . como ya mencionamos, a nivel nacional, la cnpa promovía la lucha independiente, sin alianzas partidistas, pero en las distintas regio-nes encontramos una variedad de prácticas locales . El Partido Re-volucionario de los Trabajadores (prt) era el de mayor presencia en la cnpa, debido a su alianza con la coordinadora Revolucionaria campesina Independiente (ccri), la cual trabajaba a mediados de los ochenta en los estados de Veracruz, Guerrero, Coahuila y Sono-ra . con las elecciones federales de 1985 en la mira, la ccri fue acu-sada de intentar manipular a la cnpa para que sus miembros vota-ran por los candidatos del PRT. El conflicto fue tan grave que, debido a las acciones del PRT y de la ccri, tres de las organizaciones más grandes se salieron de la cnpa (la ucez, la acr y oipuh (organización Independiente de Pueblos Unidos de las Huastecas) .

En 1985 y 1986 la cnpa perdió cinco organizaciones más: el co-mité de defensa Popular (cdp) de chihuahua; la cocei; comuneros organizados de Milpa Alta (coma), la ccri y la organización de Pueblos del Altiplano (opa). Las dos últimas se juntaron con el PRT Para formar la Unión General obrera Campesina Popular (ugocp), mientras que la cocei formó una alianza con el Partido socialista Unificado de México (psum) . La creciente importancia de los partidos políticos tuvo el efecto de dividir a la cnpa, restándole su capacidad de convocatoria y presencia nacional . Aunque para 1989 todavía participaban en cnpa 18 organizaciones, la tendencia hacia la regio-nalización o localización de sus luchas no había sido revertida .

En su encuentro nacional, realizado en agosto de 1989, varios

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representantes de las organizaciones de la cnpa criticaron abierta-mente su evolución . Las estructuras internas democráticas ya no estaban siendo respetadas, no se promovía la participación de las bases, faltaba un serio análisis de la coyuntura nacional y no se había elaborado una estrategia o plan de lucha . La raíz del proble-ma fue la intolerancia entre diferentes opiniones políticas y la in-capacidad de crear mecanismos internos para resolver conflictos, lo cual había resultado en la salida de muchas organizaciones . La cnpa también terminó la década como un movimiento más en un escenario nacional mucho más diverso de lo que había existido en 1979 . El surgimiento de la competencia electoral, que llegó a dimen-siones inéditas en la contienda de 1988, marcó un giro en la vida política nacional, para lo cual la cnpa no estaba bien preparada . Al mismo tiempo, la década los ochenta vio surgir otra red de peque-ños productores con tierra que empezaron a luchar por tener mayor control sobre el proceso productivo .

La apropiación campesina del proceso productivo

Mientras la cnpa se enfrentaba al gobierno en sus luchas por la tierra, otras organizaciones intentaron negociar soluciones a otro tipo de problemas que afectaban al campesinado en la década de 1980 . Una estrategia pragmática fue evidente en las luchas en con-tra del intermediarismo y por la apropiación campesina de los pro-cesos productivos y comerciales . Esta estrategia también fue posible debido a una relativa apertura por parte del Estado hacia las orga-nizaciones de productores que no estaban afiliadas al pri a princi-pios de los ochenta . En este contexto, los activistas vinculados con la corriente de izquierda maoísta lp promovían acciones que no provocarían una respuesta represiva por parte del gobierno . con el tiempo, las organizaciones de pequeños productores se presen-taron como una solución a los problemas del campo, logrando ga-nar cierto apoyo de funcionarios del gobierno federal si no siempre de los gobiernos locales . Las experiencias más notables de lp en el

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campo fueron las de la cecvym en sonora, y la Unión de Uniones Ejidales y Grupos Campesinos Solidarios de Chiapas (uu) .

después del reparto de tierras efectuado en los valles Yaqui y Mayo de Sonora en diciembre de 1976, las organizaciones afiliadas al gobierno perdieron apoyo de sus bases cuando los dirigentes firmaron un acuerdo con el Banco Nacional de Crédito Rural (Ban-rural) para pagar indemnizaciones a los anteriores propietarios . El acuerdo también decretó el regreso de aquellos predios con edificios e infraestructura a los antiguos propietarios . Los nuevos ejidatarios reaccionaron en contra de este acuerdo tomando las instalaciones de Banrural y exigiendo que el banco revirtiera su decisión . Este triunfo inicial dio pie a la formación de la coalición independiente . En los años siguientes, la cecvym luchó en contra de la corrupción, ineficiencia y clientelismo que caracterizaba a Banrural y a la Ase-guradora Nacional Agrícola y Ganadera (anagsa) . En 1978 la coali-ción logró la dependencia tradicional de los productores en anagsa al crear un fondo común al cual todos los miembros de la coalición aportaban . Los recursos de este fondo permitieron el funcionamien-to de dos departamentos, de asistencia técnica y de reproducción de semillas, con lo que se establecieron alternativas independientes para los miembros de la organización . banrural reaccionó amena-zando con recortar el flujo de crédito a aquellos Productores que no estaban asegurados por anagsa . debido a estas amenazas, la cecvym vio la necesidad de crear su propia unión de crédito para ganar mayor independencia financiera. Para octubre de 1980 la Unión de Crédito Ejidal de los Valles yaqui y Mayo estaba ya fun-cionando y fue un paso más en el intento de liberarse del control ejercido por los intermediarios (o “coyotes”) locales . Al mismo tiem-po, la coalición formó su propia comisión de comercialización para trabajar conjuntamente con su unión de crédito . su objetivo fue el de tomar mayor control de las decisiones relacionadas con la pro-ducción y la comercialización:

[la comisión de comercialización surge] con el fin de independi-zarnos del control del comité de comercialización del Banco Ru-

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ral, con el que operábamos los créditos antes de formar nuestra Unión de crédito, para poder decidir nosotros mismos directa-mente la venta de nuestra producción y no a través de dos o tres gentes que hacen los convenios y / o contratos sin que haya parti-cipación de los ejidos .13

El objetivo de los activistas de LP en la coalición era construir apa-ratos económicos viables en donde los mismos campesinos tendrían mayor control de las decisiones que les afectan . La coalición con-centró sus esfuerzos en cada área de la toma de decisiones, desde los seguros agropecuarios hasta el acceso al crédito y la comercia-lización . Además de estas acciones, impulsó una serie de proyectos para mejorar la asistencia técnica, la capacitación, el bienestar social y la vivienda . su éxito pionero atrajo la atención de otras organiza-ciones de productores con problemas similares, por ejemplo, la uu de chiapas .

La uu fue formada en septiembre de 1980, representando a casi 10 mil familias de 10 municipios . su proceso de formación empezó en los primeros años de los setenta con el trabajo de catequistas de la diócesis de san cristóbal de Las casas, y con la asesoría de acti-vistas de lp que se involucraban en la lucha por la tierra y por la comercialización de café en la selva lacandona . A partir de 1978, los asesores dieron más énfasis a la comercialización porque implicaba tener menos conflictos con el gobierno federal. Se nota un cambio de estrategia, del radicalismo al pragmatismo, en el periodo cuando el gobierno de López Portillo estaba usando la represión en contra de aquellas organizaciones que mantenían la lucha por la tierra . Los asesores de lp consideraron que la correlación de fuerzas no estaba a favor de seguir luchando por la tierra y que era necesario adoptar una estrategia más conciliatoria . Esta estrategia se pudo aprovechar debido a una apertura a nivel federal hacia las nuevas organizaciones de productores . La introducción de subsidios del sam en 1980-1982 dio a organizaciones como la uu un mayor margen de

13 Flores Lúa, Paré y Sarmiento, Las Voces del Campo, p . 147 .

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maniobra a nivel local, aunque en la práctica haría más estrecha la alianza con funcionarios del gobierno federal . sus principales ob-jetivos eran de corte económico, aunque, según sus asesores, los avances en la esfera de producción debían ser acompañados del surgimiento de nuevos actores sociales del desarrollo:

debemos utilizar la transformación de nuestro sistema de produc-ción para superar el paternalismo, para discutir diferentes sistemas de producción de maíz y de café, para empezar a formar a un nuevo tipo de productor capaz de tomar la iniciativa, que es res-ponsable, con una mejor calidad de vida y trabajo y no una perso-na conformista, dependiente, irresponsable y dominada .14

En 1982 la uu logró un acuerdo de la comisión nacional Bancaria que le permitió establecer su propia unión de crédito con una ope-ración de 125 millones de pesos . cada miembro de sus 156 ejidos contribuyó con dos mil pesos para juntar el capital inicial . Al igual que en sonora, la Unión de crédito en chiapas fue vista como un mecanismo para independizarse de los coyotes e intermediarios que por muchos años controlaron el acceso al financiamiento con altos intereses . sin embargo, la creación de este nuevo aparato eco-nómico provocó nuevos problemas al interior de la uu . La forma acelerada en que fue establecida la unión de crédito significaba que la toma de decisiones estaba controlada por un reducido grupo de asesores que gozaban de buenas relaciones con funcionarios del gobierno federal . Las acusaciones en el sentido de que no se habían respetado los mecanismos democráticos de la uu llevaron a un gra-ve conflicto y a la división de la organización en dos partes.

La capacidad que tenían algunas organizaciones campesinas para utilizar sus relaciones con el Estado fue demostrada en el caso de las comunidades de indígenas asentadas en la selva lacandona . Estas comunidades se habían organizado en 1975 en la Unión de

14 uu, “Usemos la transformación de nuestro sistema de producción para transformar nuestro sistema social” .

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Ejidos Quiptic Ta Lecubtesel (la unión es nuestra fuerza) . La ue Quiptic había participado en la formación de la UU en 1980, pero salió de ésta en 1983, criticando la falta de democracia en la forma en que fue creada la unión de crédito .15

Los habitantes de estas comunidades vivían con la constante amenaza de desalojo: debida a un decreto presidencial de 1972 que sólo reconocía los derechos agrarios de la comunidad lacandona en la zona . Habían creado sus ejidos antes de dicho decreto y habían estado tramitando sus títulos cuando, de repente, estaban informa-dos de su inminente desalojo . En 1981, las comunidades afectadas fueron notificadas por la Secretaría de Reforma Agraria (sra) que se iban a retractar las órdenes de desalojo, pero algunos madereros locales, con el apoyo del gobernador, intentaron evitar la perma-nencia de estos ejidos en la selva .

La ue Quiptic respondió a la falta de solución y buscó el apoyo del gobierno federal para neutralizar a sus enemigos locales . Para lograrlo, presentó un proyecto de manejo sustentable y conserva-ción de la selva, lo cual ya era un tema de discusión a nivel nacional entre ecologistas que estaban alarmados por la creciente tasa de deforestación en el país . Algunos ecologistas le echaban la culpa a los campesinos y sus prácticas de roza-tumba-quema . Los asesores de la ue Quiptic aprovecharon las relaciones con los medios de comunicación y con foros organizados por el centro de Investiga-ciones Ecológicas del sureste (en chiapas), y argumentaron que los campesinos estaban obligados a utilizar mayores extensiones de tierra porque les faltaba el apoyo técnico y financiero necesario para elevar la productividad en las parcelas que ya tenían . dicho apoyo no llegaba porque la sra había negado otorgar títulos definitivos a las comunidades afectadas . En 1986, los asesores llevaron su pro-puesta a altos funcionarios del gobierno federal, incluyendo al en-tonces secretario de Presupuesto y Programación, carlos salinas de Gortari, y Manuel Camacho Solís (entonces secretario de Desarrollo

15 uu (Unión de Uniones), “nuestra lucha por la tierra en la selva lacando-na”, pp . 151-163 .

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Urbano y Ecología) . camacho publicó una carta reconociendo los derechos agrarios de las comunidades, y esto ayudó a aislar la po-sición del gobernador y a crear un ambiente más favorable a una solución .

Las experiencias de organizaciones regionales como la cecvym, la uu y la ue Quiptic fueron importantes para la formación de la Unión nacional de organizaciones Regionales campesinas Autó-nomas (unorca) en marzo de 1985 . La unorca fue creada después de varios encuentros de organizaciones campesinas que no encon-traban soluciones a sus demandas, ni con la cnc ni con movimien-tos independientes como la cnpa . Al tiempo que la cnpa iba per-diendo fuerza, la unorca creció de 26 organizaciones, en 1985, a 73 en 1989, con una presencia en 21 estados .16

En su primer boletín, la unorca aclara que es una red de orga-nizaciones campesinas autónomas . Por su carácter de red, no estaba afiliada con ningún partido político, sino que respetaba la autonomía de cada grupo en su decisión de apoyar o no a diversos candidatos . como resultado, la unorca incluía a simpatizantes del pri y, en 1988, del Frente nacional democrático (fdn) dirigido por cuauhté-moc cárdenas, que un año después se transformó en el Partido de la Revolución democrática (prd) . sin embargo, los objetivos eran sociales y no políticos, enfatizando la lucha por el desarrollo social y económico de los ejidos y regiones en donde tenía presencia . La unorca basaba su proyecto nacional en las lecciones derivadas de experiencias locales, poniendo el acento en la solución de problemas económicos . A diferencia de algunas corrientes de la cnpa, no cri-ticaba abiertamente a los partidos políticos, pero compartía su opo-sición a las estructuras verticales y centralizadas de las grandes confederaciones como la cnc . Al igual que la cnpa, la unorca bus-caba crear un nuevo tipo de organización que fuera más horizontal y democrática . Por lo tanto, las asambleas comunitarias elegían representantes locales para trabajar en comisiones de las organiza-ciones regionales . Representantes regionales también eran elegidos

16 Costa, unorca: Documentos para la historia .

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al comité coordinador nacional, el cual seleccionaba a una comisión permanente de cuatro miembros y una asamblea general de repre-sentantes de cada organización dentro de la unorca .

La estrategia política de la unorca refleja el “cambio de terre-no” promovido por los asesores de lp . En vez de confrontar al Es-tado con una posición intransigente, la unorca ha enfatizado la necesidad de utilizar al Estado lo más que pueda para provecho de sus miembros . En consecuencia, la lucha política se emplea sola-mente para enfrentar problemas muy puntuales: “si tenemos que actuar políticamente, pues debe servir para resolver nuestros pro-blemas con el crédito, los precios de garantía, la vivienda, etcétera” .17

La priorización de demandas económicas por encima de de-mandas políticas puede ser interpretada como una respuesta a los efectos negativos de la crisis en el campo . Los problemas inmedia-tos de cómo defender la producción y comercialización campesina eran los más urgentes . Al mismo tiempo, el retiro del Estado de sus funciones tradicionales significaba que se abrían nuevos espacios de gestión económica que, potencialmente, las organizaciones de productores rurales podrían ocupar . Esta situación ayuda a explicar por qué el gobierno buscaba tener mejores relaciones con los grupos afiliados a la unorca, cuyas propuestas eran vistas como necesarias para mitigar el impacto de la crisis . En particular, el gobierno fede-ral empezó a dar más credibilidad a las organizaciones más desa-rrolladas en los ámbitos de la producción y la comercialización .

sin embargo, las tensiones y contradicciones al interior del go-bierno eran inevitables, debido a la profundización de la crisis y las políticas de austeridad . La descapitalización del sector social se manifestaba en la reducción de subsidios y de la inversión pública en el campo . Asimismo, a la precaria situación económica de la mayoría de los campesinos había que agregar otro factor: el alza de los precios de insumos como los fertilizantes, la luz, la maquinaria y las semillas mejoradas . A mediados de los ochenta los grupos más golpeados eran los pequeños productores de granos básicos, quienes

17 Ibid ., p . 1 .

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dependían de la estabilidad de los precios de garantía . como con-secuencia de la crisis y las políticas de austeridad, entre 1982 y 1986, el valor de los precios de garantía cayó en 43% en el caso del maíz, 52% el frijol, 62% el trigo, y 23% el arroz.18

El problema que generó el mayor descontento fue la caída de los precios de los granos básicos . cabe señalar que la unorca logró por primera vez convocar tanto a organizaciones priístas como in-dependientes para hacer frente común a este problema. A partir de 1983 los campesinos realizaron protestas a lo largo del país, inclu-yendo el bloqueo de carreteras y la toma de bodegas de la compañía nacional de subsistencias Populares (conasupo) . En 1986 pequeños y medianos productores pertenecientes a la Alianza campesina del noroeste (alcano) organizaron bloqueos en el estado de chihu-ahua para evitar el transporte de maíz de las bodegas de la cona-supo . Luego, siguieron más acciones en el sur de chihuahua con la participación de más de 20 mil campesinos, organizados en el Mo-vimiento democrático campesino de chihuahua (mdc), quienes ocuparon pacíficamente 69 bodegas. Aprovecharon la coyuntura de los comicios para elegir gobernador, lo cual redujo la posibilidad de que el gobierno estatal los reprimiera . En 1986 la competencia del Partico Acción nacional (pan) por la gubernatura estaba muy fuer-te y el pri no necesitaba crear más conflictos que le pudieran costar la elección . como resultado de estas presiones y negociaciones, el mdc ganó un incremento de 15% del precio de garantía del maíz para los productores en chihuahua .

no obstante, en el mismo año de 1986, protestas similares en otros estados no lograron los mismos resultados, debido a la corre-lación de fuerzas en cada entidad . Por ejemplo, en nayarit un mo-vimiento afiliado a la unorca también combinó la movilización directa (bloqueos de carreteras y ocupación de bodegas) con nego-ciaciones, pero recibieron un incremento menor del precio de garan-tía, debido al hecho de que no había elecciones como en chihuahua, y el gobierno del estado no sentía la misma urgencia de atender las

18 Equipo Pueblo / Instituto Maya, Desde Chihuahua hasta Chiapas, p . 51 .

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demandas campesinas . Mientras tanto, en el estado de chiapas más de 30 mil pequeños productores de maíz, dirigidos por Germán Jiménez, un ex líder de la cnc estatal, ocuparon 54 bodegas de co-nasupo . cuando el gobierno del estado se negó a aceptar sus de-mandas, un contingente de campesinos bloqueó la carretera Pana-mericana, lo cual llevó a la intervención del ejército y el arresto de los manifestantes . Jiménez y otros cinco dirigentes fueron encarce-lados, un hecho que reflejaba tanto un conflicto personal con el gobernador, el general Absalón castellanos domínguez, como el uso tradicional de la represión en contra de movimientos opositores en chiapas .19

Una nueva ola de protestas surgió como respuesta a la firma por parte del gobierno, empresarios y sindicatos oficiales del Pacto de solidaridad Económica (pse) en diciembre de 1987, el cual bus-caba controlar la hiperinflación mediante el congelamiento de pre-cios al consumidor y la imposición de topes salariales . Para el sector agropecuario, las medidas del pse significaron un alza inmediata del costo de insumos, debido a recortes del presupuesto público y el retiro de subsidios, mientras los precios de garantía se mantu-vieron al mismo nivel que en 1987 .

Los movimientos campesinos frente al salinismo y al neocardenismo

En 1988 las protestas en torno a los precios de garantía se iban po-litizando cada vez más, a medida que el movimiento en favor de la candidatura de cuauhtémoc cárdenas a la Presidencia amenazaba con quitarle votos al pri y a su candidato Carlos Salinas de Gortari. El pri tradicionalmente controlaba el voto en zonas rurales median-te la entrega de despensas; el transporte de votantes a las casillas y las presiones y amenazas de caciques locales eran tácticas bien cono-cidas . Por su parte, muchas de las nuevas organizaciones campesinas

19 Hernández Aguilar, En nombre del maíz, México, Equipo Pueblo, 1986 .

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preferían distanciarse de todos los partidos políticos y concentrar-se en demandas agrarias y económicas .

Por lo tanto, la contienda presidencial en 1988 representó un cambio importante de este escenario, aunque Salinas finalmente fue proclamado el ganador de las elecciones, en parte por la canti-dad de votos recibidos en distritos rurales . Los triunfos del fdn y el pan estaban concentrados en los sectores más urbanos y moder-nizados, lo cual revelaba el nuevo sentir de las clases medias y los nuevos movimientos populares que buscaban alternativas políticas para poner fin al régimen priísta. No obstante estas grandes ten-dencias, en el campo también el voto fue muy reñido en algunas partes del país, demostrando el malestar de muchos campesinos con las políticas neoliberales del gobierno de Miguel de la Madrid y, por lo tanto, con la plataforma de su probable sucesor, carlos Salinas de Gortari.

de hecho, el rechazo a salinas y el apoyo para cárdenas fueron ampliamente manifestados en los mítines de campaña de este últi-mo en febrero de 1988 . en la región de La Laguna . Los ejidatarios dieron una muy cálida recepción a cárdenas, a diferencia de las protestas con que fue recibido salinas en su gira por la zona . Estos campesinos se habían beneficiado del reparto agrario impulsado por el padre de cuauhtémoc, Lázaro cárdenas Presidente, de 1934-1940. En este contexto, miles de campesinos abandonaron las filas de la cnc y se organizaron en una nueva central campesina car-denista (ccc) con el fin de movilizar el apoyo para Cárdenas en las elecciones del 6 de julio de 1988 .20

cárdenas también fue bien recibido en regiones que contaban con una larga historia de lucha agraria, como por ejemplo, algunas partes de Michoacán, la región mixteca de oaxaca, Morelos y el sur de Veracruz. Los campesinos no estaban respondiendo simplemen-te al mito de Lázaro cárdenas, sino que estaban impulsando una alternativa a las políticas dañinas del gobierno priísta . Por ejemplo,

20 Proceso, “Los campesinos esperaron cincuenta años y cárdena volvió, reencarnado en su hijo”, 15 de febrero de 1988, pp. 6-11.

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el programa del fdn incluía el reparto de cinco millones de hectáreas que estaban sujetas a la expropiación, y la inversión de mayores recursos para promover el desarrollo del sector social en el campo .21

sin embargo, fue más fácil para el gobierno cometer el fraude en las zonas rurales que en las ciudades en las que los partidos de oposición tenían mayor presencia y vigilancia del proceso . Una semana después de los comicios y de la ya infame caída del sistema de cómputo, el gobierno anunció que salinas había ganado 50 .36% del voto, derrotando así a cárdenas (31 .12%) y al candidato panis-ta Manuel clouthier (17 .07%) . sin embargo, la oposición insistió en que el pri había cometido muchas violaciones al proceso electoral; por ejemplo, la destrucción de boletas en favor de cárdenas, y la práctica de rellenar urnas con votos para el pri (las llamadas “urnas embarazadas”) .

La falta de credibilidad de los datos oficiales hace difícil anali-zar el voto rural en 1988 . dado este hecho, sorprende que muchos analistas hayan concluido que salinas ganó la elección gracias al apoyo recibido por parte de los campesinos . otra explicación es que el fraude y el abultamiento de los votos (y no tanto el apoyo político) simplemente fueron más marcados en el campo,22 mientras un estudio hecho por el pms encontró que el resultado en favor de Salinas fue inflado por 2.2 millones de votos, mientras 1.5 millones de votos fueron sustraídos de Cárdenas. Es significante que 1.1 mi-llones de estos votos perdidos de cárdenas correspondieron a esta-dos con una alta población rural (Veracruz, Guerrero, Michoacán, chiapas, oaxaca, Puebla y coahuila) .

En las protestas que siguieron, los candidatos de la oposición demandaron la anulación de las elecciones y fueron apoyados por inmensas manifestaciones en las ciudades más grandes del país . Sin embargo, el Congreso (con mayoría priísta) ratificó los resulta-dos en septiembre y salinas fue investido Presidente el 1 de diciembre de 1988. Había ganado, pero sin convencer al público de la legitimidad

21 Paré, “The Challenge of Rural Democratisation in Mexico”, pp. 94-5.22 López Monjardín, 1990.

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de su victoria . sin embargo, los nuevos diputados cardenistas de-cidieron ocupar sus lugares en la cámara de diputados, en vez de seguir con actos de desobediencia civil . En el campo, las protestas y acciones de desobediencia civil por parte de los neocardenistas sí continuaron y se extendieron a las elecciones municipales en varios estados, durante 1989 . Las añejas demandas en contra de la corrup-ción de autoridades municipales encontraron en el neocardenismo un nuevo canal de expresión política .

Por ejemplo, la Unión de Ejidos de la Costa Chica de Guerrero (afiliada a la unorca) apoyó a cárdenas en 1988 y luego participó en las protestas en contra del fraude electoral en su región . Entre diciembre de 1988 y julio de 1989 se registraron acciones de grupos campesinos neocardenistas, incluyendo la toma de presidencias municipales, en por lo menos 11 estados: Tabasco, Veracruz, Chia-pas, Morelos, oaxaca, San Luis Potosí, Hidalgo, Guerrero, Durango, Puebla y Michoacán . El gobierno salinista reprimió fuertemente a los neocardenistas . El prd, que nació en 1989 para formalizar el frente electoral de cárdenas, sufrió más de 300 asesinatos de sus militantes durante los primeros tres años del gobierno de salinas . La mayoría de estos asesinatos ocurrieron en estados como Gue-rrero y Michoacán, en donde las organizaciones campesinas partici-paban en las disputas por el poder local en contra de los cacicazgos y sus cómplices en el gobierno .

Por otra parte, salinas tuvo que implementar una estrategia para ganar mayor legitimidad . En este sentido, puso en marcha dos mecanismos en 1989: la firma de convenios de concertación con di-versas organizaciones campesinas y la creación del congreso Agra-rio Permanente . durante los primeros tres meses de 1989, funcio-narios de la secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (sarh) firmaron 10 convenios con 66 organizaciones de productores en 18 estados. Entre los grupos señalados para la firma de estos convenios había muchos que pertenecían a la unorca . Al mismo tiempo, sa-linas dio varios discursos en los cuales enfatizaba la necesidad de respetar la autonomía de las organizaciones campesinas y de dejar atrás el paternalismo tradicional del Estado mexicano .

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El 6 de enero de 1989, durante la ceremonia oficial para con-memorar la reforma agraria de Venustiano Carranza de 1915, Sali-nas dijo que ya era hora de reconocer la madurez de las organiza-ciones campesinas y de dejar que ellas controlaran directamente el manejo del crédito, los fertilizantes y otros insumos . Propuso un nuevo papel del Estado y la transferencia de funciones y recursos a las organizaciones de productores, reflejando una demanda de la unorca . Estas ideas fueron luego incorporadas al Plan nacional de desarrollo (pnd) para el periodo 1989-1994 .

En dicho plan, bajo el rubro “La modernización del campo”, el gobierno afirmó su intención de apoyar convenios de concertación. Dijo que iba a descentralizar los recursos y funciones a los estados; fortalecer el carácter autónomo de las organizaciones de producto-res; cooperar con los gobiernos estatales y las organizaciones cam-pesinas en la formulación e implementación de programas de de-sarrollo rural para hacer un uso más racional de recursos locales y federales, y promover mayor eficiencia en la producción agrope-cuaria . En resumen, la concertación requeriría de la modernización de las relaciones entre el Estado y los campesinos . La nueva relación significaría que las autoridades dejarían de ejercer cualquier forma de tutelaje corrupto y anacrónico . El pnd también empezó a pro-mover asociaciones entre el capital privado y las organizaciones campesinas en un intento de atraer nuevas inversiones al campo .

Al mismo tiempo, la cnc estaba bajo presión para modernizar sus propias estructuras internas . En un congreso general extraor-dinario de la cnc: en mayo de 1989, el líder del pri, Luis donaldo colosio, admitió que las viejas prácticas verticales ya no funciona-ban y que eran rechazadas por las bases de la confederación . Llamó a los dirigentes estatales a hacer propuestas para realizar elecciones democráticas para los comités agrarios . colosio agregó que la de-mocratización permitiría la transformación de viejos cacicazgos en nuevas formas legítimas de coordinación para servir mejor a la población rural . debido a las presiones ejercidas por los movimien-tos campesinos independientes y por los resultados de las eleccio-nes de 1988, la cnc tuvo que reconocer la necesidad de modernizar

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sus propias formas de organización o correr el riesgo de perder a más miembros ante los grupos de oposición .

El segundo mecanismo empleado por salinas fue la creación del congreso Agrario Permanente (cap). Gobiernos anteriores ha-bían intentado organizar a los diversos movimientos campesinos en un frente común, pero todos habían fracasado, sobre todo porque las organizaciones independientes fueron excluidas por el pri . A partir de ahora, el gobierno no tenía más opción que reconocer la presencia de muchas organizaciones independientes si quería que una alianza de este tipo tuviera impacto . de hecho, salinas tuvo que responder a la unificación de todos los movimientos independientes en diciembre de 1988, cuando 10 organizaciones firmaron el Conve-nio de Acción Unitaria (cau) . Estas organizaciones incluían a grupos neo-cardenistas y aquellos sin partido. La firma del cau se basó en la ratificación de las siguientes demandas: un incremento de la pro-porción del presupuesto federal dedicado al campo; precios de ga-rantía más justos; la participación de las organizaciones campesinas en los aparatos de toma de decisiones de las instituciones estatales que operan en el campo; reducción de la extensión de propiedades privadas y abolición de los certificados de inafectabilidad que am-paraban a terratenientes de la expropiación; un cese a la represión, y el respeto a los derechos humanos y a los derechos de los pueblos indígenas y de los jornaleros agrícolas temporales . Estas demandas reflejan los principales ejes de lucha del movimiento campesino durante la década de 1980 . cabe señalar que las demandas del cau no se limitaron a cuestiones económicas, sino también incluyeron el respeto a los derechos de los pueblos indígenas .

con el apoyo de salinas, la cnc respondió a la creación del cau con un llamado a formar un frente aún más amplio que incluyera a la misma cnc y a otras organizaciones oficiales. En enero de 1989 se estableció un comité con el fin de organizar el primer congreso del cap, con la presencia de dos representantes de las 10 organiza-ciones que apoyaban la nueva propuesta . Estas organizaciones in-cluían seis grupos que habían firmado el cau (ugocp, cioac, ccc, unta, coduc y unorca) y cinco organizaciones oficiales (cnc, cci,

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cam, mncp y ugocm). Cuatro grupos que habían firmado el cau no se afiliaron al cap, mientras que la Alianza campesina del noroes-te (alcano) se afilió al cap más tarde .

de las organizaciones que se negaron a participar en el cap en 1989, la más importante, por su presencia nacional, fue la cnpa, que prefirió mantener el estatus de observador solamente, argumentan-do que hacía falta que el gobierno cumpliera con la demanda del cese a la represión a sus miembros antes de considerar su participa-ción en el cap . durante los primeros tres meses del gobierno salinis-ta fueron asesinados más de 30 campesinos de organizaciones in-dependientes, lo cual reflejaba los límites de las nuevas políticas de concertación y modernización .

Por su parte, la mayoría de las organizaciones vieron la crea-ción del cap como una oportunidad para presentar sus demandas y propuestas y así incidir en la elaboración de la política agrope-cuaria . En abril de 1989, salinas invitó al cap a hacer propuestas para que fueran incorporadas al Plan nacional de cooperación Agraria. A finales de mayo se celebró la asamblea constituyente del cap; ahí se reafirmaron las posiciones del cau, incluyendo la reduc-ción del tamaño de la propiedad privada y la demanda por la ple-na participación campesina en la toma de decisiones . La asamblea también exigió la destitución del gabinete agropecuario, el cual fue acusado de promover la privatización del sector ejidal . como con-secuencia, el cap parecía adoptar una posición radical e indepen-diente hacia el gobierno y los intereses de los terratenientes .

Por otro lado, surgieron problemas con el cap que, con el tiem-po, se hicieron cada vez más evidentes . El más obvio fue la contra-dicción entre la defensa de los pequeños productores ejidales y de comunidades indígenas y la política macroeconómica del gobierno de salinas . La cnc y las organizaciones priístas siguieron apoyando a Salinas, y su decisión de firmar una extensión del pse, en junio de 1989, creó mucha división al interior del cap . dicho pacto no sólo impactó negativamente en la rentabilidad de la producción campe-sina (elevando el costo de insumos y bajando los ingresos de sus ventas), sino que también estaba firmado sin el consenso de las ba-

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ses, ni siquiera de la misma cnc . En julio de 1989 el gobierno también anunció su intención de abolir los precios de garantía y dejar que el mercado dictara los precios pagados al productor . Ya era claro que la política agropecuaria estaba siendo diseñada no por los integran-tes del cap, sino por el gabinete agropecuario de salinas y los fun-cionarios del Banco Mundial . Por ejemplo, aun antes de las eleccio-nes de 1988, en febrero de aquel año, la sarh había firmado un acuerdo con el Banco Mundial para acceder a un préstamo de 300 millones de dólares . Las condiciones para el otorgamiento del prés-tamo incluían la privatización de las empresas paraestatales que operaban en el campo, incrementos en el costo del crédito y la eli-minación de subsidios para el uso del riego y la distribución de fertilizantes . Rendón y Escalante señalaron que la política agrope-cuaria fue condicionada por un monto relativamente pequeño de dinero .23 ni este acuerdo, ni otro préstamo por 500 millones de dóla-res, en 1989, incluían medidas para incentivar a los pequeños pro-ductores en zonas de temporal .

En este contexto, varios analistas cuestionaron el real alcance del cap y empezaron a calificarlo como un nuevo tipo de corporativismo, más que una democratización de la relación entre los campesinos y el Estado. Bartra, por ejemplo, calificó la tendencia durante los ochents como un cambio del corporativismo agrario al corporativismo agrí-cola, expresado en la crisis de la lucha por la tierra, el auge de las nuevas organizaciones de productores y la modernización del control político en aras de promover las políticas neoliberales .24

Conclusiones

Para finales de la década de 1980 la permanencia del campesinado estaba de nuevo en cuestión . no obstante los grandes esfuerzos de

23 Rendón y Escalante, “Neoliberalismo a la mexicana”, pp. 115-145.24 Bartra, “Pros, contras y asegures de la ‘apropiación del proceso produc-

tivo’: notas sobre las organizaciones rurales de productores” .

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miles de campesinos de organizarse en nuevos movimientos inde-pendientes que exigían cambios en las políticas gubernamentales, el gobierno de salinas avanzó rápidamente en la privatización del sector agropecuario . Las reformas al artículo 27 constitucional, en 1992, permitirían la venta de tierras ejidales y la entrada del capital privado, mientras la firma del Tratado de Libre Comercio de Amé-rica del norte (tlcan), a finales de 1993, abriría las fronteras a la entrada masiva de granos básicos de los Estados Unidos, arrasando con miles de pequeños productores mexicanos . Aunque el panora-ma en los noventa fue devastador para los campesinos, las tenden-cias ya eran evidentes en los ochenta .

cabe preguntar ¿qué impacto tuvieron las organizaciones in-dependientes en los ochenta? Resultaría injusto criticar a estas or-ganizaciones por su incapacidad de alterar el rumbo de las políticas macroeconómicas, una tarea que atañe a más actores de todos los sectores económicos y a los dirigentes políticos . Las alianzas, en 1988, con el neocardenismo fueron sugerentes en este sentido de la posibilidad de vincular demandas sectoriales con una visión alter-nativa de la nación . sin embargo, el fraude y la represión no dejaron mucho margen para lo que era también una alianza más coyuntu-ral que orgánica . El carácter coyuntural de la alianza permitió que salinas lograra separar lo sectorial de lo político, atendiendo, con los convenios de concertación, a ciertas necesidades muy puntuales, mientras reprimía a los grupos que todavía luchaban por elecciones democráticas .

Quizás el mayor logro de las organizaciones campesinas no se dio en el ámbito económico, que con el paso de los años se ha vuelto aún más adverso para los pobres, sino en la construcción de nuevas actitudes y capacidades políticas . Las ricas experiencias acumuladas de los hombres, mujeres y niños que participaron en organizaciones como la Coalición de Ejidos Colectivos de los Valles yaqui y Mayo, la Unión de Uniones de chiapas o la organización campesina Emi-liano Zapata son imprescindibles para entender la tenacidad del cam-pesinado mexicano en su defensa de opciones de vida . se formó toda una generación de dirigentes locales que buscaban independizarse

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de los caciques, los intermediarios y los dirigentes de la cnc y el pri . Inventaron o reinventaron formas de organización interna que promovían mayor participación en la toma de decisiones y una nueva actitud frente al Estado, que implicaba el rechazo al cliente-lismo y la construcción de la ciudadanía .

si el ejercicio de la ciudadanía incluye los derechos civiles, po-líticos y sociales, podemos afirmar que los movimientos campesinos han contribuido en cada uno de estos rubros, desde las luchas con-tra la impunidad de caciques locales, hasta la afirmación del derecho de libre asociación en organizaciones independientes y la defensa del sector ejidal como un derecho conquistado por la Revolución y los movimientos agraristas. En las décadas posteriores, los conflic-tos entre los promotores del neoliberalismo y el mundo rural se agudizarían aún más y les tocaría a otros luchar por su permanen-cia con nuevas tácticas y discursos . Pero sería imposible entender las nuevas revueltas rurales, como el movimiento zapatista en chia-pas o la resistencia al Plan Puebla-Panamá en el istmo de Tehuante-pec y san salvador Atenco, sin reconocer la paulatina construcción de nuevos sujetos políticos que resistieron su supuesta desaparición inevitable . como insistía el viejo líder de la ucez, Efrén cápiz: en el campo, la lucha sigue y sigue .

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Nuevas actoras políticas en el medio rural mexicano: logros y desafíos de las mujeres indígenas y campesinas

Gisela Espinosa Damián y Aída Hernández Castillo1

En las últimas tres décadas, en el espacio político de nuestro país irrumpieron procesos organizativos, luchas y voces de mujeres cam-pesinas e indígenas que, a la vez que comparten agendas con sus organizaciones mixtas, advierten los mecanismos de opresión que operan contra ellas y enarbolan sus propias reivindicaciones de género . Aun cuando las campesinas e indígenas han participado en las luchas y la resistencia de las sociedades rurales desde tiempos de la Colonia, su presencia creciente en las últimas décadas y sus agendas de género sólo son comprensibles en el marco de una cri-sis crónica del campo mexicano, que —con breves lapsos de recu-peración— se inicia en la década de 1970, y se profundiza con el ajuste estructural de los años ochenta, así como en el marco de los movimientos campesinos e indígenas mixtos, en los que las mujeres rurales comenzaron como silenciosas acompañantes de los varones, pero en un proceso relativamente corto se han ido construyendo a sí mismas como nuevos sujetos sociales y políticos .2

En los últimos 30 años, las regiones indígenas y campesinas han sufrido acelerados cambios en las dinámicas comunitarias, relacionados en gran medida al efecto de las políticas agrícolas y sociales neoliberales . La apertura comercial y la desregulación de

1 La autoría de este artículo es compartida y los nombres de las autoras apa-recen por orden alfabético .

2 Hernández Castillo, “Entre el etnocentrismo feminista y el esencialismo étnico” .

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los mercados, la privatización de activos públicos, el adelgazamien-to del Estado, la sustitución de una política social por una política selectiva y asistencial de combate a la pobreza, la idea de “primero crecer y luego distribuir”, todo ello, ha gestado la ruina de la eco-nomía campesina, creado mayor dependencia alimentaria, reducido las opciones de empleo e ingreso para la población del campo, in-crementado la pobreza y emigración en gran escala y generado un desaliento —especialmente de la juventud—, en relación con la vida y la actividad rural . Ante la crisis del campo mexicano y las deman-das de los movimientos rurales, los gobiernos respondieron con proyectos de “desarrollo” que apuestan al agro-negocio antes que a la satisfacción de necesidades sociales, y que imponen una mo-dernización instrumental, a la vez que niegan o desdeñan las visio-nes del mundo, las formas de organización social y política, de producción y de relación con la naturaleza de las sociedades cam-pesinas e indígenas .

Frente a la visión instrumental, etnocéntrica, empresarial y sexista del desarrollo como proyecto cultural del capitalismo global, se han levantado voces disidentes . Los intensos movimientos agra-rios, la lucha por la “apropiación del proceso productivo” (autonomía política frente al Estado y autogestión en la producción, comerciali-zación, crédito y abasto rural), los movimientos político-militares, las luchas por la democracia y la ciudadanía, los discursos y pro-yectos de la teología de la liberación, la relación con el feminismo y con la academia, la acción de agencias internacionales, e incluso algunos programas oficiales, han contribuido a crear espacios de encuentro de las mujeres rurales, al aportar elementos para la cons-trucción de agendas de género culturalmente situadas, pues las mujeres rurales se apropian, pero filtran o resemantizan, elementos de otros discursos sobre los problemas, aspiraciones y derechos de las mujeres .

En este capítulo expondremos las críticas planteadas por mu-jeres indígenas y campesinas organizadas que están haciendo teo-rizaciones propias —a partir de sus intelectuales orgánicas— y que replantean no sólo las políticas económicas hacia el agro mexicano

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sino, en un sentido más amplio, las relaciones de los seres humanos con la naturaleza, y las normas de convivencia y justicia social en-tre mujeres y varones .

Las voces de las mujeres campesinas se empiezan a escuchar en los años ochenta, como parte de una amplia vertiente de moviliza-ciones y luchas de mujeres urbanas y rurales que participaban en los movimientos populares (sindicales, urbano populares y campe-sinos), desde donde inician la crítica a las desigualdades e injusticias de género . Las mujeres del movimiento campesino fueron parte de ese proceso, pionero en la construcción de un feminismo popular en su versión rural,3 que tuvo muchos puntos de tensión con el lla-mado feminismo histórico mexicano —surgido en los años setenta en espacios urbanos, universitarios, de sectores medios, y en algunas ocasiones, con una ideología de izquierda—, aunque también exis-tieron intereses comunes que no confluyeron en una lucha unitaria. Entre éstos estaba la preocupación por las desigualdades entre hom-bres y mujeres que se daban en el espacio familiar y —durante los ochenta— por la escasa o nula presencia de las mujeres en el espacio público y en la dirección de sus organizaciones. ya en los noventa, la preocupación fue por la participación ciudadana, no siempre en-tendida de la misma manera, pues para muchas mujeres indígenas la participación electoral o partidista no era una prioridad . El claro contraste con el feminismo histórico se da a partir de las pertenencias de clase: unas populares, otras de clase media, y esto está ligado al contexto sociocultural, en el cual las mujeres rurales tienen escasa educación formal y gran diversidad lingüística, y cuyas experiencias y formas de entender la participación comunitaria y la distribución del poder al interior de la familia se enraízan en las culturas origi-narias . Las urbanas, por otra parte, en su mayoría universitarias y mestizas, son hablantes del español y están más cercanas a la cultu-ra occidental y al pensamiento liberal. Difieren, por otro lado, las pertenencias políticas y los imaginarios sociales . Las campesinas pertenecían a organizaciones rurales mixtas y participaban en mo-

3 Espinosa Damián, “Ciudadanía y feminismo popular”.

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vimientos “de clase” compartidos con sus compañeros, que inclu-yen luchas por la tierra, la defensa de sus recursos naturales y la independencia o autonomía política frente al Estado . En contraste, el feminismo histórico se mantuvo como un movimiento autónomo, relativamente alejado de los movimientos populares, aunque en muchas ocasiones asumiera un discurso de izquierda . Asimismo, contrastan el contenido y las prioridades de las agendas; el feminis-mo histórico priorizó las reivindicaciones relativas al cuerpo, la sexualidad, la despenalización del aborto y la lucha contra la vio-lencia hacia las mujeres . Las mujeres rurales, por su parte, fueron dotando de una perspectiva de género a sus demandas gremiales y formularon nuevas reivindicaciones surgidas de sus problemas en el mundo rural. También difieren las alianzas para impulsar los proyectos de cambio . En general, las mujeres rurales se mantuvieron en el movimiento campesino: y en su interior construyeron sus gru-pos de género, mientras que el movimiento feminista se construyó como otra vertiente de los movimientos sociales y sólo algunas de sus integrantes tuvieron doble militancia: en los grupos feministas y en las organizaciones de izquierda . Finalmente, las mujeres rura-les gozan de menos recursos materiales e intelectuales para impul-sar sus ideas y proyectos .4

si bien, al igual que las feministas urbanas, las mujeres del cam-po apuntaban a deconstruir múltiples formas de subordinación, opresión y discriminación asociadas a su ser mujer, sus diagnósticos y agendas fueron, desde el principio, una creación contextuada, en diálogo conflictivo, y algunas veces complementario, con el feminis-mo histórico, nunca una simple repetición de los discursos o deman-das de éste .

desde los años ochenta y hasta hoy —pese a sus vaivenes—, la movilización de las mujeres rurales ha cobrado cada vez mayor amplitud y relevancia, sobre todo a raíz del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación nacional ezln en 1994, que no sólo propi-ció el auge de los movimientos étnicos, sino que detonó un proceso

4 Espinosa Damián, “Feminismo y movimientos de mujeres”.

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de organización y lucha de las mujeres indígenas y rurales que lleva ya más de tres lustros . Hoy, ellas no sólo son apoyo o compa-ñeras silenciosas en los movimientos campesinos e indígenas, sino que son activas partícipes con visiones y propuestas propias .

La lejanía y dispersión de sus comunidades, la pobreza econó-mica y la fuerza del patriarcado rural condicionan su avance, pero a 30 años de sus primeros pasos, la lentitud y fragmentación de sus procesos no impide observar la riqueza de su reflexión y de su apor-te, ni la continuidad en medio de la discontinuidad, o la articulación en medio de la fragmentación de sus organizaciones . Hoy, las mu-jeres rurales han abierto una brecha para la equidad de género en un espacio donde, por siglos y hasta hace poco, sólo contaban las voces y perspectivas masculinas .

En este artículo exponemos, primero, el análisis de las mujeres rurales en el escenario de los años setenta y hasta el primer lustro de los noventa, cuando iniciaron la reflexión en torno a sus proble-mas de género y desarrollaron múltiples experiencias organizativas en el seno del movimiento campesino . En un segundo momento, analizamos cómo, luego de que el alzamiento zapatista irrumpe en el espacio político, un amplio movimiento de mujeres indígenas rurales —que comparte con el movimiento mixto la lucha por sus derechos y su autonomía— también levanta la voz para hacer una crítica a las inequidades de género naturalizadas por la sociedad no indígena y por sus propios pueblos, y construye organizaciones de mujeres para luchar por sus derechos específicos. Finalmente, hacemos un recuento de luchas actuales de mujeres rurales, mesti-zas e indígenas, sopesando la trascendencia política y cultural de sus procesos y la naturaleza de los retos que enfrentan al iniciar la segunda década del siglo xx .

Las mujeres en las luchas campesinas

La emergencia de los movimientos de mujeres en el medio rural se relaciona con el auge de las movilizaciones campesinas que desde

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la década de 1970 se volcaron a la lucha por la tierra,5 saliéndose del control de la confederación nacional campesina y de los tor-tuosos y lentos procedimientos legales, diseñados más para soste-ner el clientelismo político y el control corporativo, que para hacer efectivo el derecho a la tierra, consignado en el artículo 27 consti-tucional . durante toda la década de 1970, a lo largo y ancho del país, el campesinado pobre disputó a terratenientes, caciques, em-presarios y al propio Estado, su medio de producción más anhela-do .6 Invasiones y tomas de tierra, fueron común denominador de cientos de grupos y luchas campesinas que, ya en 1979, lograron constituir la coordinadora nacional Plan de Ayala cnpa, cuyo lema: “Hoy luchamos por la tierra y también por el poder”, refleja el ca-rácter agrario y político de la contienda rural de aquellos años .

durante toda la década de 1970, en las violentas luchas por la tierra encabezadas por varones, estuvieron presentes las mujeres, codo a codo, como fuerza de apoyo o en momentos de gran tensión y riesgo de represión, poniéndose al frente de las movilizaciones o de las invasiones de tierra, bajo la idea, no siempre confirmada, de que por ser mujeres no se actuaría tan brutalmente contra ellas .7 Las mujeres participaban en las luchas y asistían a las discusiones cam-pesinas, pero rara vez tenían voz y voto; su papel político era secun-dario; más bien asumían tareas consideradas tradicionalmente feme-ninas, como elaborar los alimentos o —mientras sus compañeros participaban en el movimiento— atender la actividad agrícola y sos-

5 La tierra fue la reivindicación más generalizada del movimiento campe-sino en los años setenta, pero no fue la única, también se dieron importantes movilizaciones por el aumento de precios agrícolas, por el crédito rural, por salarios y condiciones de trabajo, contra la burocracia estatal, contra la impo-sición política de representantes en los comisariados ejidales o comunales, y de alcaldes en los municipios. Ver Bartra, Los herederos de Zapata .

6 Ibid . 7 Por ejemplo, Garza y Toledo refieren que en Simojovel y Venustiano Ca-

rranza, chiapas los enfrentamientos por la tierra eran muy violentos y la es-trategia popular consistía en que mujeres, ancianos y niños se encargaran de la defensa de los predios tomados, bajo el supuesto de que, por ser débiles serían respetados . “Mujeres, agrarismo y militancia”, p . 196 .

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tener a la familia. Pero callar no significa no pensar, y su presencia en asambleas y movilizaciones también las familiarizó con un dis-curso agrario y político radical construido en el medio rural . Por su lucha agraria, los campesinos se identificaban con el zapatismo re-volucionario; pero también se identificaban con lo popular —como parte de los movimientos populares—, del pueblo explotado y subal-terno que reunía al movimiento campesino, al sindicalismo indepen-diente, al movimiento urbano popular y al movimiento estudiantil . De la misma forma: hay afinidad con la izquierda social indepen-diente del partido de Estado y prosocialista que surge luego del mo-vimiento de 1968 . En ese contexto, las mujeres rurales empezaron a compartir una perspectiva política y un proyecto de cambio social .

Las campesinas toman la palabra

Al comenzar los ochenta, procesos gestados en otros espacios inci-den en el reposicionamiento de las mujeres rurales en los movi-mientos sociales y en la construcción de un novedoso discurso de género: en 1980, varias asociaciones civiles y grupos de educación popular cercanos a la teología de la liberación y a los movimientos populares,8 convocaron a un Primer Encuentro nacional de Mujeres, con la intención de abrir la discusión de la “problemática de la mujer” en los sectores populares .

Al encuentro, realizado en la ciudad de México, arribaron sin-dicalistas, colonas (pobladoras de barrios urbanos pobres) y cam-

8 Las convocantes al encuentro fueron Comunicación, Intercambio y De-sarrollo Humano en América Latina Ac (cidhal), a quien le habían ofrecido un financiamiento para organizar una reunión con mujeres dirigentes de Amé-rica Latina . algunas comunidades Eclesiales de Base, la Red de Educación Po-pular, Mujeres Para el Diálogo y el Grupo Educación y Familia, que prepara-ron el encuentro tratando de que asistieran mujeres de todos los sectores populares. Véase, Espinosa y Paredes, “Pioneras del feminismo en los secto-res populares . La experiencia de cidhal 1977-1995” .

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pesinas de varias organizaciones de la cnpa .9 El evento se realizó en tres días, en los que se abordaron temas jamás tocados en sus organizaciones mixtas: “familia y sexualidad”, “mujer y trabajo” y “participación política de la mujer” .10 Las campesinas tenían expe-riencia en múltiples batallas rurales, pero en el encuentro por pri-mera vez empezaron a salir a flote sus problemas como mujeres.

En colectivo se descubrieron subordinadas y tratadas con des-igualdad en todos los espacios de su vida personal y política: en su hogar y ante su familia, en sus comunidades y sus organizaciones campesinas . Empezaron a analizar la peculiar amalgama de con-flictos clase-género en el espacio social, pero también salieron a relucir contradicciones y conflictos con los compañeros con los que compartían aspiraciones sociales, trabajo y lucha; hogar, parcela, recámara y cocina . Un chispazo se había producido, pero faltaba un largo trecho para que sus reflexiones iniciales se expresaran en movimiento, organización y cambios reales .

9 Asistieron núcleos de Veracruz, de la comunidad Venustiano Carranza, chiapas, donde la organización campesina Emiliano Zapata tenía un trabajo organizativo; y de Aquila, Michoacán, donde la Unión campesina Emiliano Zapata también daba fuertes luchas agrarias .

10 Aun cuando entre las convocantes había mujeres con un claro discurso feminista, en el encuentro ni siquiera se mencionó el [nombre], pues las orga-nizaciones populares tenían reticencias contra ese movimiento: era bien sabido que tan pronto se iniciaba el cuestionamiento a las desigualdades de género, las dirigencias argumentaban que dividían al movimiento y eran pequeño-burgue-sas . Y es que las mujeres de sectores populares ya no sólo visualizaron a los “enemigos de clase” en el espacio social o público, también empezaron a criti-car el sexismo y las desigualdades de las mujeres ante sus hermanos de clase y en los espacios privados y de la organización, lo cual generaba malestar en las agrupaciones populares y en las parejas de las activistas . no se advertía el potencial revolucionario ni la radicalidad del pensamiento crítico que estaban desarrollando las mujeres, así que hablar de “mujeres” impedía que el antife-minismo de las organizaciones mixtas obstaculizara los procesos que se des-ataron después de éste . Hablar de la problemática de la mujer “neutralizaba” el tema . Tampoco se utilizaba el concepto “género” (su uso se extendió en los noventa) ni se hablaba de demandas feministas o de género, sino de proble-mas “de mujeres”, demandas “de mujeres” y movimientos “de mujeres” . Fue en este tenor que se convocó al Primer Encuentro nacional de Mujeres .

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Entre los acuerdos más importantes de aquella reunión estuvo el realizar encuentros sectoriales, de trabajadoras, colonas y campe-sinas, por separado, con el fin de ampliar la reflexión desde la base y preparar otro encuentro nacional de mujeres, más numeroso y representativo . Luego de varias reuniones locales, y en vista de las dificultades económicas y la dispersión de las comunidades rurales, entre 1983 y 1985, las campesinas que promovían el proceso deci-dieron impulsar encuentros regionales . se realizó uno en Jalisco, otro en sonora y tres en el sureste, en Morelos y chiapas . A ellos asistieron campesinas de la cnpa, más abocada a la lucha por la tierra, agrupaciones rurales volcadas a la “apropiación del proceso productivo”, que ya en 1984 había constituido la Unión nacional de organizaciones Regionales campesinas Autónomas, unorca,11 e integrantes de comunidades eclesiales de base (ceb) . En algunos casos llegaron mujeres organizadas en cooperativas de producción y venta de artesanías, en torno a la salud o la nutrición y colectivos estructurados como la Unidad Agrícola e Industrial de la Mujer (uaim), grupos creados para el manejo autogestivo de molinos de nixtamal, de parcelas colectivas o proyectos de ganado menor . Pero quizá la mayoría era simplemente parte del movimiento campesino mixto, sin instancia ni actividad específica como mujeres.12

La promoción y los procesos organizativos fueron apoyados por organismos civiles como Mujeres para el diálogo, cidhal-cuer-navaca, el Equipo Pueblo, las ceb —que tanto en chiapas como en Morelos tenían un amplio trabajo en el medio rural—, y sepac (ser-vicios de Educación Popular, A .c .) . Entre ellos, durante el primer lustro de los ochenta, cidhal fue clave para desatar procesos de

11 La cnpa integraba a pequeños productores, jornaleros y demandantes de tierra; la unorca sólo a pequeños productores. Aunque ambas se identificaron como “campesinas”, en las dos, muchos de esos campesinos eran simultánea-mente indígenas y, en este sentido, la cnpa y la unorca constituyen un antece-dente político importante del movimiento que años más tarde reivindicaría, más que su identidad campesina, sus identidades étnicas .

12 En conjunto, los encuentros fueron nutridos por pequeños núcleos de los estados de Hidalgo, Tlaxcala, Michoacán, Guanajuato, Puebla, Tabasco, Vera-cruz, oaxaca, Chiapas, Guerrero, Sonora, Morelos y Jalisco.

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reflexión con un enfoque de género, pues asumía abiertamente su compromiso con mujeres de sectores populares y su posición críti-ca ante las desigualdades de género . Algunos grupos, como el Equi-po Pueblo o Mujeres para el diálogo, tenían más relación con el movimiento campesino, pero sólo cidhal había desarrollado me-todologías de educación popular y temas específicos para mujeres de sectores populares . de ahí su importancia y su impronta femi-nista en la construcción de nuevos discursos e identidades de las mujeres campesinas .

En febrero de 1986, en el distrito Federal, se llevó a cabo el Primer Encuentro de Mujeres campesinas de la coordinadora na-cional Plan de Ayala. Para entonces, la reflexión de género se había abonado en múltiples reuniones locales y regionales, en las que se habían tocado temas como la mujer campesina en la familia y la comunidad, derechos agrarios de la mujer, la Unidad Agrícola e Industrial de la Mujer, trabajo doméstico y trabajo agrícola, coope-rativismo, sexualidad, salud y nutrición . La reunión de 1986 fue rica en reflexiones. Las campesinas constataron ser pobres entre los pobres, reconocieron sus deficiencias alimentarias y múltiples pro-blemas de salud, sus largas e intensas jornadas debido a la carencia de servicios básicos en sus hogares y comunidades. Sus reflexiones desbordaron el discurso político del movimiento campesino: se descubrieron invisibles en sus organizaciones rurales; sin voz ni voto en asambleas a pesar de participar codo a codo en las luchas agrarias; ninguneadas por todas las instituciones públicas, pese a trabajar arduamente en la agricultura; con escaso acceso a la tenen-cia de la tierra; maltratadas por sus parejas y sin posibilidad de decidir sobre su maternidad . El encuentro fue prometedor, pero los conflictos internos del movimiento campesino desarticularon la frágil coordinación nacional que ellas habían logrado luego de va-rios años, evidenciando la jerarquía de sus pertenencias e identida-des políticas y su subordinación al interior del gremio .

En esa circunstancia, los procesos se fueron fortaleciendo en el plano local o regional, en parte por el empuje de las mujeres y una mayor aceptación de sus proyectos en el mundo rural, pero también

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por la multiplicación de organismos civiles que apoyaron, y apoyan, sus procesos . Entre ellos destaca la Red nacional de Promotoras y Asesoras Rurales, que agrupa a mujeres de diversos organismos civi-les y que, desde la segunda mitad de la década de 1980 y hasta hoy, se mantiene como instancia de formación e intercambio de experiencias de trabajo con mujeres rurales desde un enfoque de género . También habría que sumar la “ola” de financiamientos condicionados a la adopción de una “perspectiva de género” y, en relación con ello, a la feminización de importantes programas sociales que llegan al me-dio rural, como Oportunidades y sus antecesores: Progresa y Pronasol .13

Una cualidad de los movimientos campesinos que surgen en los años ochenta: y hasta el alzamiento zapatista de 1994, es que en las agendas e identidades campesinas quedaron subsumidas las rei-vindicaciones e identidades de género e indígenas, pues lo campesino destacaba el vínculo con la tierra, la pugna por “apropiarse del pro-ceso productivo”, su confrontación con el capitalismo, con el sistema político y con el corporativismo oficial; su lucha contra la explotación campesina en todos los mercados (tierra, trabajo, productos, dinero), y su propuesta democratizadora en los espacios sociales .14

13 El Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa), impulsado por Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), dio continuidad al Progra-ma Nacional de Solidaridad (Pronasol), diseñado por Carlos Salinas de Gorta-ri (1988-1994) . Ambos focalizan la pobreza y se apoyan en la “corresponsabi-lidad social” . Oportunidades es el nombre con que se rebautizó al Progresa en el sexenio de Vicente Fox (2001-2006), pero es semejante a su antecesor: Pro-gresa y oportunidades parten del reconocimiento del papel reproductivo de las mujeres rurales y lo refuerzan mediante recursos y acciones . Aunque en algunos casos la disposición de recursos que no dependen de la pareja mas-culina mejora la posición de las mujeres al interior de la familia y la comuni-dad, estar en el padrón de oportunidades las sobrecarga de trabajo: la “co-rresponsabilidad” es reglamentada desde arriba y exige asistir a reuniones, aceptar revisiones médicas, realizar faenas colectivas o cumplir ciertas fun-ciones de representación, todo lo cual dificulta su autonomía en las decisio-nes y propicia que los varones se desentiendan de tareas domésticas y familia-res . Para una crítica feminista al programa oportunidades, véase Mora Bayo, La descolonización de la política.

14 Véase, Espinosa Damián, Dircio Chautla y Sánchez Néstor (coords.), La Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas .

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La emergencia de las luchas rurales de género desdobló las identidades campesinas, pero la irrupción de la diferencia tuvo y sigue teniendo un carácter conflictivo y reivindicador, pues exige reco-nocimiento de la legitimidad de las diferencias . Así, los procesos de las mujeres tendieron a enriquecer el movimiento campesino, pero implicaron tensiones y conflictos en su interior. En el mismo sentido y durante muchos años, en las organizaciones de mujeres campesinas quedaron subsumidas las identidades étnicas de mu-jeres que, siendo indígenas, sólo aparecieron como campesinas . Es así que varios de los procesos que entre 1980 y 1994 dieron vida al movimiento de mujeres campesinas, reaparecerán, en la segunda mitad de los años noventa y hasta hoy, como parte de los movi-mientos de mujeres indígenas, que ya sin ninguna traba, ponen por delante sus identidades y pertenencias étnicas .

Convergencias y conflictos de género

Los procesos de mujeres rurales adoptaron diversas formas en dis-tintas regiones del país, pero compartieron algunos elementos . En chiapas, como en la mayoría de las entidades, los primeros contac-tos entre las mujeres rurales de distintas regiones estuvieron en-marcados por el movimiento campesino, que abrió espacios y pro-porcionó la agenda básica de sus primeras reuniones,15 pero los

15 El caso de Chiapas ilustra cómo, al ser las mujeres parte de los movi-mientos mixtos, se familiarizaron con cierto tipo de discursos agrarios, polí-ticos, sociales, productivos, religiosos y de clase: en las décadas de 1970 y 1980 coincidieron en la entidad las luchas campesinas por la tierra (encabezadas por la ocez, entre otras) y por la “apropiación del proceso productivo” (la Unión de Uniones de chiapas fue una de las organizaciones emblemáticas del país en esta vertiente de la movilización rural que agrupó a campesinos-indígenas ca-fetaleros) con movilizaciones magisteriales (la coordinadora nacional de Tra-bajadores de la Educación ha tenido en chiapas a uno de sus principales bastio-nes), conflictos religiosos (al tiempo que la Diócesis de San Cristóbal trabajaba intensamente, también se intensificó el proselitismo de otras religiones, diver-sificando las identidades religiosas); en Chiapas, además, miles de refugiados guatemaltecos poblaron la selva fronteriza . En esta entidad, como en el país,

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procesos organizativos fueron apuntalados también por otros ac-tores, organismos civiles que fueron construyendo su perspectiva de género, o bien la “Pastoral de la mujer”, que buscó “promover a las campesinas en sus familias, comunidades y organizaciones desde una religiosidad comprometida [ . . .] respetando el ‘plan de dios’ [para incorporarlas] más activamente a las luchas contra las condiciones de explotación” .16 Las religiosas comenzaron alfabeti-zando y creando grupos en torno a la salud o para la “reflexión y análisis de la realidad”, pero pronto surgieron “tímidos cuestiona-mientos a la sumisión de la mujer” y se organizaron encuentros de mujeres campesinas del sur en 1986 . Así se inició un largo proceso que en 1994 llevaría a la creación de la coordinadora diocesana de Mujeres (codimuj) .17

En ciertas coyunturas electorales, se crearon programas oficiales dirigidos a mujeres, y las organizaciones campesinas empezaron a apropiarse de recursos y espacios abiertos por las dependencias . Fue el caso de sna Jolovil (casa del tejido), abierta por el Fondo nacional

las luchas por la tierra ocuparon un lugar preponderante en los años setenta, mientras que las luchas por la “apropiación del proceso productivo” tomaron mayor fuerza en los años ochenta, pero ni una ni otra vertiente de los movi-mientos campesinos excluyeron luchas por la democracia, por la procuración de justicia, por recursos naturales y reivindicaciones sociales. Véase Bartra, Los herederos de Zapata; Rubio, Explotados y excluidos, y Garza y Toledo, “Muje-res, agrarismo y militancia” .

16 Garza y Toledo, “Mujeres agrarismo y militancia”, p. 197.17 La Coordinadora Diocesana de Mujeres se forma en febrero de 1994, un

mes después del levantamiento zapatista, cuando mujeres indígenas, repre-sentantes de los casi 700 grupos de reflexión vinculados con la diócesis de San cristóbal, se reunieron en esta ciudad para articular sus esfuerzos . En estos primeros encuentros se reflexionó sobre los retos que enfrentaban las mujeres en el nuevo contexto de guerra, pero también se volvió explícito el objetivo de buscar nuevas formas de aproximarse al Evangelio desde la experiencia feme-nina . Al leer el Evangelio a la luz de la vida cotidiana, las mujeres indígenas empezaron a cuestionar no sólo las desigualdades que vivían como indígenas y como campesinas, sino también como mujeres . Para un análisis más profun-do de este proceso organizativo véase Gil Tébar, Caminando en un sólo corazón; Hernández castillo, “Indígenas y Religiosas en chiapas, y santana, Mujeres organizadas de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas .

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para el Fomento de las Artesanías (Fonart) en 1979; o de la coopera-tiva Jpas Joloviletik (las que hacen tejido), promovida por el ini, de cuyo seno surgió, ya en los años noventa, la Jolom Mayaetik (Tejidos mayas), apoyaba a Kinal Antzetik (tierra de mujeres), A .c .18 otro eje importante de organización de las mujeres indígenas de chiapas ha sido la salud, en torno a la cual, se promovió primero la organización de médicos tradicionales y el rescate de la medicina herbolaria, y luego, con el apoyo de organismos civiles, se han realizado múltiples tareas con parteras en torno a la salud reproductiva .19

En Puebla, las mujeres participaron en la construcción de la cooperativa Agropecuaria Regional Tosepan Titataniske (Unidos venceremos),20 pero las identidades de género se diluyeron en la cara masculina de la cooperativa hasta que en 1985 “se inicia un proceso organizativo de artesanas en la comunidad de san Andrés Tzicuilan [ . . .] ya eran socias pero a nivel de cooperativa local, luego de dos intentos fueron aceptadas [en la Tosepan y] en 1987 había ya 300 artesanas” .21 su proceso estuvo apuntalado por académicas del colegio de Postgraduados en ciencias Agrícolas del Estado de México, quienes asumieron la capacitación en temas de organiza-ción, proyectos productivos, calidad artesanal, comercialización y cuestiones de género desde una postura abiertamente feminista .22

18 Garza Caligaris, Género, interlegalidad y conflicto en San Pedro Chenalhó, p . 129 .19 Araya, Los conocimientos de las parteras indígenas frente a las políticas de in-

tegración/apropiación neoliberales .20 Esta cooperativa se constituyó a mediados de los setenta y ya en la déca-

da de los noventa tenía cerca de 10 mil socios . Los proyectos de producción y comercialización de maíz y café han sido ejes muy importantes de su articu-lación . La Tosepan ha tenido un destacado papel en el movimiento de los pe-queños productores rurales por la apropiación del proceso productivo y de la vida social. Véase Martínez Borrego, Organización de productores y movimientos campesinos; Bartra, cobo y Paz Paredes, Tosepan Titataniske .

21 Pérez Nasser, “El proceso de empoderamiento de mujeres indígenas or-ganizadas desde una perspectiva de género”, pp . 71-72 .

22 Hay que destacar que la reflexión sobre género ha abarcado muy varia-dos temas: desigualdad de género en un contexto rural, mujeres en el desarro-llo (med), género en el desarrollo (ged), intereses prácticos y estratégicos, em-poderamiento, salud sexual y reproductiva, violencia hacia las mujeres . Para una reconstrucción histórica de la experiencia de las mujeres de cuetzalan,

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Todo ello fortaleció al colectivo de mujeres nahuas, pero su madu-ración como organización también trajo problemas al interior de la Tosepan, pues las artesanas empezaron a manejar sus propios pro-yectos y recursos y sintieron que a la comisión de mujeres se le imponían decisiones de la asamblea general predominantemente masculina. En vista de los conflictos internos, el grupo pionero de la organización artesanal inició los trámites para obtener su registro como sociedad de solidaridad social y desde ahí emprender el pro-yecto de un centro de capacitación . Fue la gota que derramó el vaso y propició la ruptura en 1992 .23 La organización de artesanas Ma-seualsiuamej Mosenyoltchicauanij (Mujeres indígenas que trabajan juntas), es producto de esta desavenencia . Tras su separación han cristalizado relevantes proyectos artesanales y turísticos, y hoy son reconocidas actoras sociales y referente para otras mujeres rurales .24

En la zona centro de Guerrero ocurrió un proceso similar: mu-jeres de la sociedad de solidaridad social Zanzekan Tinemi (segui-mos estando juntos), organización mixta inscrita en la vertiente del movimiento campesino por la apropiación del proceso productivo, iniciaron su organización en torno a proyectos productivos (moli-nos de nixtamal, talleres de costura y granjas de pollo) . cuenta una de sus promotoras:

véase Mejía Flores, “Resistencia y acción colectiva de las mujeres nahuas de cuetzlalan: La construcción de un feminismo desde la necesidad .”

23 Había conflictos entre la comisión de artesanas y las asesoras con la di-rectiva de la Tosepan, “ellos no querían que siguieran trabajando las asesoras con nosotras [...] ¿por qué las íbamos a sacar, porque los señores dijeran?” (tes-timonio citado por Pérez nasser, “El Proceso de empoderamiento”, op. cit., p . 77 . otro asunto fue que las artesanas recibieron recursos “y como ellos manejaban todo eso [...] dijimos [...] a lo mejor si nosotras tenemos nuestro propio registro vamos a poder hacer más proyectos” (idem.) .

24 Actualmente la Tosepan tiene una comisión regional de mujeres con 480 socias que trabajan en diversos proyectos productivos . ciertamente, el curso de la Tosepan y de las mujeres que salieron de ella para formar su propia coo-perativa no sólo muestra los problemas, sino los cambios culturales y políticos que están reposicionando a las mujeres rurales en la vida comunitaria, orga-nizacional y familiar. Véase las obras de Mejía Flores, “Los derechos de las mujeres nahuas de cuetzalan” y “Resistencia y acción colectiva de las mujeres nahuas de cuetzlalan” .

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no había ni una sola mujer . En las comunidades participaban puros hombres, en las tiendas comunitarias puros hombres. La última palabra y la primera era de ellos . Y entonces, me dieron la tarea de supervisora [ . . .] Era doble trabajo: supervisar el transporte y pro-mover la organización de mujeres [ . . .] ya en 94, 95 nos constituimos formalmente como área de mujeres [ . . .] Los compañeros de la Zan-zekan decían: “somos integrales y aquí están las mujeres” [ . . .] Pri-mero era yo, después el área de la mujer campesina [ . . .] se desarrolló muy rápido la organización de mujeres [ . . .] Las broncas empezaron cuando empezamos a protestar por la toma de decisiones . cuando había un evento nos tocaba hacer la comida: ¡La comida mujeres! Ah, ya ni buscaban a la mujer campesina [ . . .] así que empezamos a decir: ¿Y yo por qué? ¿Por qué? Mejor que se rife y a quien le toque, ni modo . no nos correspondía ( . . .) me tocó ser presidente del comi-té financiero y [...] vigilancia de la Zanzekan [...] Había que hacer la planeación de gastos y me decían: oye, el dinero quiero que lo pasen al área tal, allí no hay . Y yo: no, es que ya hice cuentas y nos queda esto . Y esto nos sirve para dos o tres meses y seguir trabajando . no —me decían— si ya se utilizó en gastos operativos como el teléfono ¿por qué nosotras teníamos que pagar el teléfono de todos? Me cayó el veinte y digo: ¿voy a continuar así? no, no más [ . . .] cuando iban los representantes de una fundación, pues sí, también los recibíamos las mujeres, pero ellos los acaparaban [ . . .] Que nosotras vendiéramos artesanía sí, pero que yo intentara platicar con la persona de la fun-dación [ . . .] Eso no [ . . .] cosas como esas hicieron que nos desligára-mos [ . . .] con las compañeras decidimos constituirnos en triple ese, la Titekititoke Tajome sihuame (Las mujeres estamos trabajando), pero eso a los señores, obviamente, no les gustó: ¿Para qué quieren otra organización si aquí está ésta?, decían .25

La Titekititoke llegó a agrupar a más de 300 socias .26 sin embargo, la dificultad de la dirigencia de la Zanzekan para aceptar que las

25 Chautla Ramos, “Háblame en castilla”, pp. 397-399.26 Canabal, “Mujeres de la Montaña de Guerrero”.

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mujeres manejaran sus propios recursos y proyectos, y que tuvieran un papel más importante en la organización mixta y ante sus agen-cias financieras, llevó a la ruptura y a que ellas constituyeran otra figura jurídica: la Noche Sihuame Zanze Tajome (Todas las mujeres como una sola) .27

Al igual que sus compañeras de Puebla, las guerrerenses han reflexionado y actuado en torno a problemas y desigualdades de género, pero, en ambos casos, fue su amarga experiencia dentro de la organización mixta la que las orilló a rebelarse . Los dos pro-cesos de mujeres nahuas que al inicio de los noventa se reconocían como campesinas, hoy son pilares del movimiento de mujeres in-dígenas, tanto en sus estados como en el plano nacional .

En oaxaca, donde también las luchas agrarias de los años se-tenta fueron álgidas y la contienda por la apropiación del proceso productivo fortaleció a una poderosa vertiente del movimiento cam-pesino, mujeres de muy diversas regiones impulsaron luchas y movilizaciones. A fines de los ochenta, la caída de los precios inter-nacionales del café y el retiro del Instituto Mexicano del café (In-mecafé, la paraestatal que apoyaba a los productores del grano), propició el surgimiento de la coordinadora Estatal de Productores de café de oaxaca (cepco), que articuló nueve procesos regionales . En 1992, la cepco promovió la formación de grupos de mujeres, que tuvieron que superar muchos rezagos al arrancar sus procesos: “nos informaron que había recursos para trabajar las artesanías [ . . .] te-níamos que ir a la ciudad de oaxaca [ . . .] nos dieron el teléfono y la dirección y nos fuimos rezando porque no sabíamos cómo llegar” .28 Los proyectos productivos, de servicios y salud fueron los prime-ros en desarrollarse, pero poco a poco las mujeres ampliaron sus áreas de trabajo y sus reflexiones, hasta abarcar la crítica a las rela-ciones de género:

27 Chautla Ramos, “Háblame en castilla”, pp. 397-399.28 Acuña Rodarte, “Cafetaleras de la Mixteca oaxaqueña”, p. 185.

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Al principio les dio mucho gusto a las mujeres lo del molino (de nixtamal), pero no llegaban a las reuniones porque sus maridos no las dejaban, les decían: ¡Mejor dedícate a tus quehaceres! [ . . .] por eso tenían miedo de tener comisión [ . . .] pero me di cuenta de que aunque somos personas de poca capacidad y no nos expresa-mos bien pues crecimos con la lengua materna, no por ello debe-mos quedarnos calladas [ . . .] dicen los hombres que no debemos ir porque no sabemos hablar ni hacer cuentas ni escribir [ . . .] pero yo digo que podemos entender lo del cargo en el molino .29

En 1998 ya había 277 grupos de mujeres . Acuña revela cómo, en la Mixteca Alta oaxaqueña, estos grupos presionaron a su organiza-ción mixta para que sus proyectos tuvieran reconocimiento y re-cursos, experiencia que las condujo a otras reflexiones y acciones, ya no sólo para impulsar proyectos productivos, de salud o de ser-vicios, sino para luchar contra desigualdades de género que les impedían desplegar su potencial y ejercer libertades mínimas .

En Álamos, sonora, se inicia uno de los procesos organizativos de campesinas que luego confluirían en eventos y discursos de mu-jeres indígenas . Al principio, en 1979, la salud fue el problema que más interés despertó entre las yaquis, y se constituyeron cuatro gru-pos abocados a él; en 1985 ya había 25 grupos en torno a la salud, pero no sería sino hasta 1986 (después del encuentro de mujeres de la cnpa), cuando entran en contacto con “diversas experiencias, bus-can apoyo para realizar una reunión y llevan a cabo el Primer En-cuentro Regional de Mujeres campesinas de Álamos”30 donde, a di-ferencia del periodo anterior —que tenía la salud como tema único—, se tocaron problemas específicos de la mujer y de sus procesos de organización. De ahí en adelante avanzaron en una reflexión crítica sobre la situación de las mujeres campesinas y las relaciones de gé-nero y fueron diversificando sus áreas de acción. En 1988, en el mar-

29 Idem.30 Alonso, Botey, Luzanilla y Mancilla, “Álamos y sus mujeres. Historia de

un proceso organizativo”, p . 359 .

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co de su III Encuentro Regional, cuestionaron la prioridad, casi ex-clusividad que las instituciones otorgan a los varones en programas de crédito y desarrollo rural. En 1989, al concluir su IV Encuentro Regional constituyeron la organización Regional de Mujeres de Ála-mos, que luego dio lugar a otras figuras asociativas, como la Sociedad de solidaridad social susana sawyer y la Red de Mujeres de unorca, que finalmente se convertiría en la Asociación Mexicana de Mujeres organizadas en Red (ammor), con cerca de 16 mil socias, que ahora tienen una personalidad jurídica propia .31 Esta amplia red de ahorro y préstamo impulsa diversos proyectos productivos y realiza encuen-tros y reflexiones con temas feministas como el empoderamiento de las mujeres o la masculinidad; pero también ha cuestionado a la unorca que haya definido a la “apropiación del proceso productivo” como su lucha central, ignorando que el problema agrario es una asigna-tura pendiente para las mujeres, pues muy pocas tienen títulos agra-rios y acceso directo a la tierra, lo que las limita como “sujetos” de crédito y de programas de fomento productivo, al tiempo que las coloca como “beneficiarias” de políticas asistenciales que refuerzan la división sexual del trabajo y niegan el papel productivo que ellas están jugando en sus familias y comunidades .

En muchos de los procesos de mujeres rurales se conjugó la reflexión sobre temas de organización, producción, salud, alfabeti-zación o artesanía con problemas que viven en el mundo privado o en relación con sus decisiones reproductivas, cosas no abordadas en sus organizaciones mixtas, que se fueron politizando, y se pro-piciaron cambios personales y familiares . He aquí el testimonio de una mujer nahua de Guerrero.

Para salir a los cursos de capacitación [ . . .] yo tenía que pedir per-miso y mi esposo me decía: sí, te vas a ir, pero llévate a la niña [ . . .] si no, no vas. Llegó un tiempo en que le dije: ¿sabes? yo ya no voy a salir, porque yo ya no quiero cargar con la niña . Entonces, me

31 Serrano, “El ahorro y el préstamo ¿una alternativa para la organización de las mujeres de la ammor-unorca?”

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dice: Deja a la niña y dile a tú mamá que te cuide a la niña. o key —dije yo—. Llegó un momento en el que le dije: ¿sabes? Voy a un curso, me voy tal día y llego tal día . Y me dice: está bien, vete . Yo vi que la organización dejó muchos cambios, no nada más para mí [ . . .] porque llegó el momento en que mi esposo me decía: si te vas a ir, pues yo te ayudo. Tú haz esto yo hago lo otro y no te preocu-pes, si tú te vas, yo lavo mi ropa.32

Diálogos entre los feminismos civiles y rurales

Como se ha dicho, los procesos de reflexión y organización de cam-pesinas-indígenas han sido apoyados e influenciados por académi-cas, por organismos civiles laicos o cercanos a la teología de la li-beración y por organismos civiles feministas o con perspectiva de género . cidhal y Mujeres para el diálogo fueron pioneras en ello, pero al paso de los años se sumaron otros organismos civiles, ya no sólo abocados al apoyo a mujeres campesinas, sino a los emergen-tes movimientos de mujeres indígenas . Entre ellos destacan coma-letzin A .c ., que se constituyó en 1987 y ha trabajado con indígenas y campesinas de Morelos, Puebla, sonora y chiapas; el centro de Investigación y Acción para la Mujer (ciam) y el Grupo de Mujeres de san cristóbal de las casas, ambos constituidos en 1989, trabaja-ron con mujeres de Los Altos de Chiapas y con refugiadas Guate-maltecas; el Equipo de Mujeres en Acción solidaria (emas), que a fines de los ochenta había creado una sede en Michoacán y traba-jaba con mujeres purépechas . La Red nacional de Asesoras y Pro-motoras Rurales, ha sido una de las instancias con mayor perma-nencia en el apoyo a procesos de mujeres indígenas y rurales .

si bien los procesos organizativos de las mujeres campesinas serían inexplicables sin el empuje y el discurso del movimiento campesino, tampoco son comprensibles sin la perspectiva de géne-ro que promueven los organismos civiles que las apoyan y que

32 Riqueño Sánchez, “Cuando volví no era la misma”, pp. 355-356.

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halla su fuente en el pensamiento crítico del feminismo rural y en las propuestas de educación popular . desde los primeros años de la década de 1980, el feminismo —en voz de académicas y de orga-nismos civiles que apoyan los procesos rurales, muchas de ellas autodenominadas feministas rurales— y las mujeres campesinas, entablaron un diálogo desordenado y tenso, pero medular en la construcción de sus discursos, identidades y acciones .

La educación popular, primero (alfabetización, cooperativismo y reflexión-acción basados en la teoría de Paulo Freire), después la capacitación vinculada con procesos organizativos, así como los en-cuentros y reuniones de mujeres campesinas e indígenas, han sido espacios privilegiados para el diálogo e interacción cultural y políti-ca entre unas y otras . Ahí, a la vez que se recrearon viejas lecciones feministas, se estaban construyendo nuevos discursos y proyectos emancipatorios que respondían a problemas y visiones de mujeres en contextos rurales . Es verdad que promotoras y campesinas recha-zaban, y rechazan, un feminismo etnocéntrico que implícita o explí-citamente supone la superioridad de la cultura occidental, urbana y liberal, y que intenta imponer sus agendas a mujeres con otras raíces culturales, étnicas, socioeconómicas y políticas, como las campesinas e indígenas que aquí nos ocupan; pero el feminismo histórico y los grupos que le suceden no son un bloque homogéneo, también ha contado con activistas comprometidas con mujeres de sectores po-pulares, y es falso que el discurso subversivo de las mujeres rurales sea ajeno totalmente al discurso feminista . En algunos casos, había un rechazo a la autodefinición como feministas por las construcciones negativas que existen en el imaginario popular en torno al feminismo, como una ideología separatista y antihombres que no permite la lucha colectiva . sin embargo, es importante reconocer que este re-chazo también se sustenta en experiencias de exclusión que las mu-jeres campesinas han vivido en espacios feministas .33

33 Dicen Garza y Toledo que la naciente academia chiapaneca tenía una actitud hostil y desconfiada hacia el feminismo. “La percepción más común era que se trataba de un puñado de inconformes radicalizadas que poco

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No podemos hablar de una posición única, rígida o cerrada de las mujeres indígenas ante el feminismo . La historia muestra a su-jetos sociales en diálogo y construcción, propuestas políticas en pugna, conceptos en debate ahí donde se dieron los encuentros y los diálogos, nada que ver con discursos acabados, puros o construi-dos en aislamiento; hay influencias mutuas, encuentro y choque político y cultural, pero es enmedio de ese mar de relaciones que se van construyendo y reconstruyendo los procesos, las agendas y las identidades políticas .34

Algunos momentos ilustran estas afirmaciones: el IV Encuen-tro Feminista de Latinoamérica y El caribe, realizado en Taxco, Guerrero, en 1987, logró convocar a mil 500 mujeres de sectores populares (del Movimiento Urbano Popular, mup, sindicalistas y campesinas), lo cual muestra el terreno ganado por el pensamiento crítico feminista en los sectores populares, pero también evidenció la dificultad para que ambas vertientes se reconocieran y aceptaran sus diferencias . Prácticamente se desarrollaron dos encuentros, pues una parte del feminismo histórico consideró la presencia de mujeres de sectores populares como una pérdida de radicalidad de su proyecto, debido a que no enarbolaban la demanda más consensuada del feminismo (despenalización del aborto) ni com-partían plenamente sus teorizaciones o sus posiciones políticas . A la vez, las mujeres de sectores populares rechazaban el feminismo por “pequeño burgués”, por querer imponer sus agendas y dis-cursos y por desentenderse de la multiplicidad de problemas que aquejaban a las mujeres de sectores populares . Las integrantes de organismos civiles que apoyaban a campesinas, sindicalistas y co-lonas, se convirtieron en un frágil puente entre las posiciones ex-tremas: unas las tacharon de “populáricas” por su trabajo con mujeres de sectores populares, otras, de feministas radicales poco

podían aportar al conocimiento de las luchas legítimas de los pobres”, Muje-res, agrarismo y militancia, p . 206 .

34 Véase Espinosa Damián, Cuatro vertientes del feminismo en México.

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comprometidas con las luchas populares, por sus vínculos con el feminismo .

A pesar de estos desencuentros, las mujeres de sectores popu-lares estaban desarrollando críticas y acciones orientadas a decons-truir diversas formas de subordinación, exclusión, discriminación, desigualdad, injusticia o violencia contra las mujeres y, en ese sen-tido, iban incubando su identidad feminista: aunque el término fuera asumido casi sólo por las dirigentes, mientras muchas mujeres de base mantenían actitudes prejuiciosas hacia el término . También el feminismo urbano, pero sobre todo las ong, se vio influenciados por las reivindicaciones y luchas de mujeres de sectores populares y fue articulando a su discurso feminista una perspectiva social y cultural, en su trabajo en salud, educación y proyectos productivos .

La reflexión crítica sobre las relaciones de género entre mujeres campesinas, no fue resultado “natural” de los procesos rurales, sino producto de ese diálogo tenso con el feminismo y con sus propias organizaciones mixtas; apropiación y reelaboración de temas femi-nistas en el ámbito indígena y campesino, aceptación desde la resis-tencia . Martha sánchez, dirigente amuzga del movimiento nacional indígena, describe estos diálogos y alianzas en los siguientes términos:

En ese camino las alianzas creadas han sido diversas: con otras mujeres indígenas, con académicas, feministas, intelectuales, regi-doras, líderes de organizaciones diversas . Han sido posibles, pero también en el proceso ha habido separación de caminos con algunas grandes aliadas, por visiones distintas de cómo dirigir los procesos, por las diferencias en el ejercicio del poder, de liderazgos, de las agendas de interés, por las concepciones distintas sobre la lucha .35

ciertamente, las organizaciones rurales mixtas no vieron con sim-patía que las mujeres dijeran su palabra ni se organizaran o tuvieran recursos propios . Acusarlas de “divisionistas” fue un argumento

35 Sánchez, “Los retos de los liderazgos femeninos en el movimiento indí-gena de México: La experiencia de la anipa” .

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común para impedir o entorpecer sus iniciativas. En algunos casos, los obstáculos desmantelaron procesos incipientes, pero en otros radicalizaron a las mujeres y las orillaron a luchar contra viento y marea por sus proyectos e ideas . Todo ello abonaría el terreno para que, a mediados de los noventa, el movimiento de mujeres indíge-nas, que emerge con el neozapatismo y el movimiento indígena nacional, expresara, desde un inicio, un discurso crítico no sólo ante la explotación de clase y la discriminación étnica, sino también ante las desigualdades de género .

Las nuevas identidades indígenas y las demandas de género

La década de 1990 trajo consigo el surgimiento de nuevas identi-dades indígenas que desplazaron a las identidades campesinas como espacios de organización política y que se visibilizaron a partir del llamado V Centenario del Encuentro de Dos Mundos, en 1992 . La organización colectiva en contra de las celebraciones oficiales creó espacios de confluencia entre campesinos de todo el continente que empezaron a reivindicar sus identidades indígenas .

Pero este movimiento de resistencia era sólo la punta del ice-berg de procesos político-organizativos más amplios que han con-vertido el concepto “indígenas” de un término analítico y legal en un concepto de autoadscripción, creando un nuevo imaginario co-lectivo y un espacio transnacional que ha permitido compartir ex-periencias, pensar estrategias conjuntas y establecer vínculos entre grupos tan diferentes como los maorí de nueva Zelanda, los adiva-ci de la India o los mayas de México y Guatemala. El lobby en la organización de naciones Unidas (onu) que durante más de 20 años realizaron indígenas de los cinco continentes para promover una declaración de derechos de los Pueblos Indígenas,36 se convirtió

36 Finalmente aprobada el 13 de septiembre de 2007 por la Asamblea Ge-neral de la organización de naciones Unidas con el nombre de convención

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en punto de encuentro para dirigentes e intelectuales indígenas de regiones tan distantes como oceanía, canadá o América Latina, que compartieron experiencias de lucha y concepciones identitarias .37

Mientras representantes indígenas planeaban una estrategia de resistencia a la celebración del V Centenario, el discurso sobre lo indígena transitaba por los caminos rurales del continente, llegan-do a aldeas aisladas a través de talleres, marchas, encuentros, en los que dirigentes comunitarios, integrantes de ongs o religiosos de la teología de la liberación, empezaban a popularizar el concep-to para referirse a los “pueblos originarios” y denunciar los efectos del colonialismo en sus vidas y territorios . Así, a la autoadscripción local de zapotecos, mixes, aymaras, etcétera, se añadió un nuevo sentido identitario: el ser indígena, que vino a construir una nueva comunidad imaginada con pueblos oprimidos de todo el mundo. Va-rios analistas señalan que el movimiento por los derechos indígenas nació siendo transnacional,38 ya que desde sus orígenes fue más allá de las luchas y autoadscripciones locales .

Los estudios sobre el movimiento indígena mexicano de esa época no mencionan a las mujeres, pero los testimonios de ellas muestran que se encargaron de la “logística” de marchas, planto-nes y encuentros documentados en aquellos análisis .39 su papel de “acompañantes” las dejó en la sombra y las excluyó de la toma de decisiones, pero les permitió reunirse y compartir experiencias con mujeres indígenas de distintas regiones del estado .

de naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas, con el voto en favor de 143 países, la abstención de 11 y los votos en contra de Estados Unidos, Australia, canadá y nueva Zelanda .

37 Véase Brysk, From Tribal Village to Global Village.38 Véase Tilley, “New Help or New Hegemony?”39 Aunque, a nivel periodístico, algunas feministas se esforzaron por dar

cuenta de la participación de las mujeres en estos movimientos, los trabajos académicos publicados hasta ahora y que han sistematizado esta experiencia, han silenciado las voces de las mujeres indígenas . Por ejemplo, sobre el movi-miento indígena y campesino a nivel nacional véase Mejía y sarmiento, La lucha indígena . sobre el movimiento indígena en chiapas, véase Morales Ber-múdez, “El Congreso Indígena de Chiapas: Un testimonio”.

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seguidores de la teología de la liberación jugaron un papel muy importante en la promoción de espacios de reflexión, sobre todo en las zonas de influencia de las diócesis de San Cristóbal, Chiapas; oaxaca y Tehuantepec, en oaxaca; y Tlapa, Guerrero. Las diócesis no promovían una reflexión de género, pero en sus cursos y talleres, al analizarse las desigualdades sociales y el racismo de la sociedad mestiza, las mujeres indígenas empezaron a cuestionar también las desigualdades de género que vivían al interior de sus comunidades . Una catequista de la sierra Madre de chiapas describe su proceso de “toma de conciencia” en estos términos:

Yo misma busqué mi marido, él era catequista y yo también, los dos estábamos estudiando la palabra de dios y analizando nues-tra situación, todavía no se daban los cursos de Trabajo Común organizado,40 pero ya teníamos conciencia y discutíamos sobre la pobreza de la sierra y las injusticias y el racismo de los ricos . de novios a él le gustaba mucho que yo participara y aprendiera, me ayudaba a entender las cosas . Así que me casé contenta pensando que ahora sí había encontrado mi compañía . después las cosas cambiaron, a él no muy le gusta que yo viaje [ . . .] Ése es el proble-ma que tenemos, hemos aprendido mucho [ . . .] pero a los compa-ñeros todavía les cuesta apoyar a sus mujeres a que participen . necesitamos concientizarlos, hablar más con ellos, hacer talleres, para que entiendan que también nosotros somos personas, que juntos podemos avanzar más, que la justicia no sólo se construye afuera, sino que se debe de empezar desde la casa .41

Paralelamente, los organismos civiles feministas que desde años atrás combinaban su apoyo a proyectos productivos con la reflexión para promover una conciencia de género, le dieron continuidad a su tarea, ahora en los espacios indígenas que reivindican el derecho

40 Se refiere al taller Trabajo Común organizado (tco) impartido por la Igle-sia católica para reflexionar sobre la importancia del trabajo colectivo.

41 Testimonio de Luz, mujer mam de la Cooperativa de Mujeres Indígenas nuevo Amanecer de la sierra, citado en Hernández castillo, La Otra Frontera.

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no sólo a la tierra, sino también a una cultura propia y al control del territorio. Pero fue a partir de la aparición pública del ezln, en 1994, que las mujeres indígenas empezaron a levantar sus voces en espacios más amplios, no sólo para apoyar las demandas de sus compañeros o los intereses de sus comunidades, sino para exigir el respeto a sus derechos específicos como mujeres.42

desde entonces, llamó la atención la importancia numérica y política de las mujeres indígenas en la organización político-militar del ezln: varias estuvieron al frente de la toma de presidencias municipales; las comandantes Ramona, Trini y Andrea, la teniente Ana María, se convirtieron rápidamente en símbolo de la resisten-cia de las mujeres indígenas . Lo que desde un principio diferenció al zapatismo de otros movimientos guerrilleros latinoamericanos en los que también han participado mujeres, fue la inclusión de demandas de género en su plataforma de lucha . La llamada Ley Revolucionaria de Mujeres43 resultó de una consulta que varias zapatistas realizaron entre militantes y bases de apoyo, y es cono-cida —según un comunicado del subcomandante Marcos—, como “el primer levantamiento zapatista” .44

La ley no pretende ser un manifiesto feminista y no ha sido reivindicado como tal por las zapatistas ni por las mujeres feminis-tas urbanas; sin embargo, rompe con muchas de las exclusiones patriarcales que seguían caracterizando las normatividades de gé-

42 Esta participación en los espacios públicos ha encontrado como respues-ta la represión, tanto por parte del Estado como de sus propios compañeros y comunidades . Para un análisis de la violencia que han tenido que enfrentar las mujeres organizadas véase Hernández castillo (coord .), La otra palabra: mu-jeres y violencia en Chiapas. Antes y después de Acteal. Para un análisis de otras problemáticas enfrentadas en los procesos organizativos de mujeres indíge-nas, véase Magallón, “La participación de las mujeres en las organizaciones campesinas: algunas limitaceiones” .

43 Esta ley se dio a conocer a través del órgano informativo del ezln, “des-pertador Mexicano”, distribuido en distintos lugares de chiapas el 1 de enero de 1994, y ha sido reproducida por la prensa nacional e internacional . Para una descripción y análisis detallado de la Ley Revolucionaria de Mujeres véa-se Rovira, Mujeres de maíz, y Millán, “nuevos espacios, nuevas actoras”, p . 125.

44 La Jornada, 30 de enero de 1994 .

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nero en las regiones indígenas y exige derechos que tienden a mo-dificar las relaciones de poder entre mujeres y varones desde un imaginario más equitativo y libre . La citada ley consta de 10 puntos, entre los que se encuentran el derecho de las mujeres indígenas a la participación política y a los puestos de dirección, a una vida libre de violencia sexual y doméstica, a decidir cuántos hijos tener, a un salario justo, a elegir con quién casarse, a buenos servicios de salud y de educación, entre otros . Aunque esta ley no es conocida en detalle por todas las indígenas, se ha convertido en símbolo y posibilidad de una vida más justa para ellas, y en un documento fundamental en los encuentros de mujeres . El impacto que estos espacios de confluencia han tenido en las identidades de género es descrito por Márgara Millán:

dentro de las políticas culturales del ezln, los encuentros de mu-jeres han sido la forma de diseñar políticas de género más inclusi-vas y equitativas . nuestra hipótesis es que todo esto ha ido alterando poco a poco el sentido común de lo genérico dominante, eviden-ciándolo como un orden sujeto a modificaciones importantes. Son sobre todo mujeres jóvenes, en su mayoría solteras, quienes están argumentando en el sentido de modificar la doxa de género .45

Es bajo la influencia del zapatismo y de su Ley Revolucionaria de Mujeres que surge por primera vez en México un movimiento de dimensiones nacionales —con muchas tensiones internas— en el que se articulan distintos esfuerzos locales por incorporar las demandas de género a la agenda política del movimiento indígena .

El movimiento nacional de mujeres indígenas

En 1997, en el marco del Encuentro nacional de Mujeres Indígenas, construyendo nuestra Historia, al que asistieron más de 700 mujeres

45 Millán, “Nuevos espacios, nuevas actoras”.

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de diferentes lugares del país, se constituyó la coordinadora nacional de Mujeres Indígenas (cnmi) . Esta organización agrupaba a mujeres de alrededor de 20 pueblos indios, con presencia en chiapas, Mi-choacán, Morelos, Distrito Federal, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Estado de México, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Veracruz y oaxaca .46 En su folleto de presentación señalan entre sus objetivos:

Fortalecer el liderazgo de las mujeres indígenas desde una perspec-tiva de género, partiendo para esto desde nuestra identidad cultural; establecer una red de comunicación a nivel nacional de las mujeres indígenas; capacitar y dar formación a las mujeres indígenas a nivel nacional; gestionar recursos económicos para implementar proyec-tos regionales productivos, de capacitación y de servicio para los pueblos indios; sensibilizar a los pueblos indígenas y a la sociedad nacional sobre el respeto de los derechos humanos de las mujeres indígenas, incluyendo la visión de género; en relación a la capacita-ción, se debe tener en cuenta una metodología apropiada tomando en cuenta la identidad y género de acuerdo a nuestra cosmovisión.47

Aunque las integrantes de la cnmi —como dijimos antes— no se reivindicaron públicamente como feministas, sus demandas de gé-nero y su interés explícito por deconstruir —como las feministas populares e históricas— diversas formas de poder, subordinación, discriminación, violencia e injusticia contra las mujeres indígenas y por reconstruir las relaciones de género desde una perspectiva más equitativa y justa, llevó a algunas analistas a hablar de la gé-nesis de un “feminismo indígena” .48 si bien la participación de las

46 Una historia del Congreso Nacional de Mujeres Indígenas y su trabajo organizativo en el estado de oaxaca se puede encontrar en Artía Rodríguez, “desatar las voces, construir las utopías: la coordinadora nacional de Muje-res Indígenas en oaxaca” .

47 Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, folleto, 1997.48 Véase Marcos, “Mujeres indígenas: Notas sobre un feminismo nacien-

te”; Hernández castillo, “Entre el etnocentrismo feminista”, y Espinosa da-mián, Cuatro vertientes del feminismo en México .

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mujeres en la lucha indígena y campesina no es nueva y antecede en siglos al movimiento zapatista, la creación de una organización nacional y la lucha por sus demandas específicas como mujeres, es un hecho inédito en la historia del movimiento indígena .

Las mujeres indígenas han tenido una doble militancia (en ins-tancias de mujeres y en el movimiento indígena mixto), lo cual les permite conjugar sus reivindicaciones de género con las luchas por la autonomía de sus pueblos, de ahí su interés por permanecer en sus organizaciones mixtas que luchan por la tierra y el control del territorio y por derechos políticos y culturales . Esta doble militan-cia ha tenido que enfrentar la oposición y la crítica del movimiento feminista y del movimiento indígena —como el feminismo popular de los años ochenta—, qunque ambos movimientos se han visto estimulados: las feministas, a incorporar la diversidad cultural en su visión de la desigualdad de género; el movimiento indígena, a incorporar el género en su visión sobre la desigualdad étnica y clasista que viven los pueblos indios .

desde su creación, en 1996, el congreso nacional Indígena (cni, uno de los principales espacios de convergencia del movimiento indígena, luego del levantamiento zapatista) contó con la participa-ción activa de mujeres en sus mesas de trabajo; ahí, las dirigentes más activas pugnaron por la creación de mesas específicas para mu-jeres . nuevamente, como ha sucedido en la historia de la izquierda latinoamericana, el fantasma del divisionismo se enarboló para ne-garles el derecho a un espacio propio . Finalmente, en la reunión del cni celebrada en nurío, Michoacán, en marzo de 2001, con la pre-sencia de la comandancia zapatista, se logró abrir una mesa de mu-jeres . A pesar del compromiso de la dirigencia del cni, a la hora de la discusión, muchos líderes indígenas demandaron que la mesa se abriera a los hombres . Mujeres purépechas, mixes, zapotecas y cho-choltecas, explicaron con paciencia a sus compañeros que no se tra-taba de una iniciativa para dividir al cni, sino de una estrategia de trabajo para crear un clima de confianza en el que las mujeres indí-genas —muchas monolingües— pudieran expresar su sentir . Un dirigente purépecha canceló de tajo la discusión, arrebatando el

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micrófono a la coordinadora de la mesa y exigiendo a los asistentes que empezaran a discutir las cosas “realmente serias” . La mesa ter-minó siendo “mayoritariamente” de mujeres . Este incidente mues-tra la difícil lucha de las indígenas para abrirse espacio y democra-tizar las relaciones de género en su movimiento mixto .

A 15 años de la creación de la cnmi, sus activistas han tenido que enfrentar no sólo la resistencia de sus compañeros de lucha, sino el faccionalismo interno de la coordinadora, de donde han salido importantes dirigentes . Las diferentes posturas de las orga-nizaciones indígenas, con respecto a la relación con el Estado y con el movimiento zapatista, dificultan la consolidación de un movi-miento nacional de mujeres indígenas . Paralelamente, la falta de financiamiento para sostener el trabajo de base mediante talleres y promoción de procesos organizativos dificultó la continuidad del trabajo de la coordinadora en distintas regiones del país . Ante este panorama, muchas dirigentes que se formaron en el marco de los movimientos de solidaridad con el zapatismo y que ocuparon car-gos importantes dentro de la cnmi, han optado por concentrar su trabajo político y organizativo a nivel local .

Estas dificultades condujeron al repliegue y debilitamiento de la cnmi y de sus articulaciones nacionales, pero el aprendizaje polí-tico que se logró está contribuyendo a la consolidación de procesos locales o estatales, en torno a la justicia comunitaria, la participación en gobiernos locales, el desarrollo sustentable, la salud, entre otros temas . Aunque sigue siendo difícil hablar de una identidad feminis-ta indígena nacional, hay momentos que expresan puntos de identi-ficación relevantes: la mesa de Feminismo Indígena del Encuentro nacional Feminista —realizado en 2010, en la ciudad de Zacatecas— contó con amplia y destacada participación de un centenar de muje-res indígenas; las conclusiones de su discusión fueron consideradas por algunas reconocidas feministas como las mejores del encuentro por su contenido, profundidad y alcance político . Hoy no sólo cuen-ta la experiencia de las mujeres zapatistas, sino la de la cnmi, la de la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas y la de decenas de procesos locales que están en curso . Todo ello obliga a reconocer

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que las luchas contra el racismo, el sexismo y la explotación económi-ca, pueden y deben ser complementarias, simultáneas y articuladas .

Las voces de las mujeres en el debate legal

Al mismo tiempo que las voces de las mujeres indígenas pugnan por reconceptualizar los feminismos mexicanos, también confron-tando a los que usan los discursos sobre derechos de las mujeres como argumento para negar los derechos culturales de los pueblos indígenas . Así ocurrió en el debate sobre la autonomía y los dere-chos indígenas que estuvo en el centro desde 1994; y que alcanzó su clímax cuando la iniciativa de ley elaborada por la comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), con base en los Acuerdos de San Andrés (firmados por representantes del ezln y del gobierno fede-ral), fue enviada por el presidente Vicente Fox al Congreso de la Unión para su eventual aprobación . A pesar de las amplias movi-lizaciones políticas en apoyo a la ley de la cocopa —que incluyeron el recorrido de miembros de la comandancia del ezln por 12 estados de la República—, del apoyo a la iniciativa de ley de 3 383 delegados indígenas de 41 grupos étnicos reunidos en nurío, Michoacán, y de la histórica comparecencia de la comandancia zapatista ante el congreso de la Unión, las principales demandas autonómicas de esta iniciativa fueron rechazadas por la mayoría de las dos cámaras del congreso, aprobando una ley indígena muy limitada que el ezln y el movimiento indígena nacional consideraron como una burla a sus demandas y una traición a los Acuerdos de san Andrés .49

49 La iniciativa de la Cocopa fue retomada por el presidente Vicente Fox en enero del 2001 y enviada al congreso de la Unión para su discusión . El 28 de marzo de 2001, en un hecho histórico en nuestro país, representantes de la co-mandancia general del ezln subieron a la tribuna del congreso de la Unión y defendieron la iniciativa de la cocopa . El 25 de abril del mismo año, el senado de la República en pleno (incluyendo a los senadores de “izquierda” del prd) aprobaron una ley indígena que modifica sustancialmente en forma y conteni-do la iniciativa original . Una semana más tarde, la cámara de diputados, por mayoría (esta vez con la oposición de los diputados del prd), ratificó la decisión

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La nueva Ley Indígena respondió a las presiones contra la autono-mía que desde 1996 —cuando se desconocieron los Acuerdos de san Andrés— han ejercido el conservadurismo de derecha y el li-beralismo etnocentrista, que sólo conciben la ciudadanía en térmi-nos de igualdad de derechos y rechaza cualquier política de reco-nocimiento cultural .

Las mujeres indígenas jugaron un papel muy importante en la defensa de la iniciativa de ley de la cocopa: fue una mujer la que dio el mensaje político más importante del ezln ante el congreso . El 28 de marzo de 2001, ante los diputados mexicanos inició así su discurso: “Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora . soy zapatista, pero eso tampoco importa en este momento . soy indígena y soy mujer, y eso es lo único que importa ahora”. La comandanta Esther y María de Jesús Patricio —médica tradicional nahua e inte-grante del cni— expresaron una concepción dinámica de la cultura . Las dos reclamaron el derecho a una cultura propia y, a la vez, re-firieron sus esfuerzos por transformar elementos de la tradición que consideran opresivos y excluyentes en sus propias comunidades . Ambas mujeres son representantes de un movimiento que dentro y fuera del zapatismo se ha dado a la tarea de confrontar tanto las visiones idealizadas como las que descalifican a la cultura indígena. Las mujeres indígenas han demandado frente al Estado sus dere-chos colectivos como pueblos, y frente al movimiento indígena, su derecho a cambiar las formas culturales que atentan contra sus derechos humanos . su participación en el congreso de la Unión,

del senado . Una comparación entre la ley de la cocopa y la ley aprobada, así como un análisis de sus limitaciones, se puede encontrar en Gómez, “La cons-titucionalidad pendiente”, y López Bárcenas, “La lucha por la autonomía indí-gena en México” . La Ley Indígena aprobada puso una serie de candados a la autonomía propuesta en la ley de la cocopa, y remite a las legislaturas de los estados la atribución para determinar cómo se reconocerá la autonomía de los pueblos indígenas, niega su derecho colectivo al disfrute de sus tierras y terri-torios y el status jurídico de sus sistemas normativos . como la mayoría de los congresos estatales están bajo el control de fuerzas caciquiles, la autonomía reconocida en la nueva ley no pasará de ser una figura discursiva sin sustento jurídico que permita operativizarla .

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dentro del congreso nacional Indígena y en sus espacios propios, da la pauta para repensar la autonomía desde culturas abiertas y cambiantes, para reivindicar el derecho a la autodeterminación y concebir la identidad como una construcción histórica que se for-mula cotidianamente . se trata de una reivindicación del carácter multicultural de la nación que incluye no sólo las voces y represen-taciones hegemónicas de la cultura, sino la diversidad de voces y procesos contradictorios que dan sentido a la vida de un colectivo humano .

Nuevas coyunturas nacionales y luchas locales en el siglo xxi

Las luchas por el reconocimiento de la ley de la cocopa y por la autonomía indígena de los primeros años de este siglo, fueron una escuela política para las indígenas del país, pero es importante re-conocer que las intensas movilizaciones también desgastaron a muchas dirigentes y las alejaron del trabajo “hormiga” local que habían hecho las organizaciones indígenas y campesinas en los años ochenta y noventa del siglo xx . El desencanto ante las limitaciones de la Ley Indígena aprobada y de las posibilidades de la lucha le-gislativa, o la fuerza que algunos procesos locales habían tomado, llevó a muchas dirigentes de la cnmi a revalorar el trabajo de base y a reorientar su energía hacia la promoción de espacios de reflexión colectiva en torno a sus necesidades y demandas como mujeres y como indígenas .

Más que una desarticulación del movimiento nacional de mu-jeres indígenas, consideramos el actual repliegue a las luchas loca-les como otro momento en el que los aprendizajes en espacios na-cionales por la autonomía y los derechos indígenas, y la reflexión sobre sus problemas específicos de género, están siendo colectiviza-dos a nivel comunitario, regional o estatal . Este repliegue empezó ya a retomarse en 2010, mediante nuevas convocatorias de mujeres in-dígenas para reactivar sus vínculos y acciones nacionales y continen-

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tales .50 A la par que esto ocurre se están fortaleciendo redes organi-zativas en torno a la reconstitución de la justicia comunitaria, la resistencia a megaproyectos de desarrollo, la lucha por la salud de las mujeres y por erradicar la violencia contra ellas, la búsqueda de alternativas sustentables y la defensa de sus derechos .

Uno de los espacios en los que las mujeres están replanteando “las tradiciones y costumbres” —producto del aprendizaje de tres lustros de movilización en torno a los derechos y la autonomía— es el de la justicia comunitaria . En diversas partes del país, los proce-sos organizativos de las mujeres indígenas las han llevado a incidir y, en algunos casos, a participar de manera directa en los espacios de justicia comunitaria . se trata de experiencias incipientes cuyo análisis no podría ser generalizado para todas las regiones indíge-nas de México, pero que tienen una importancia simbólica en los nuevos discursos e imaginarios en torno al derecho indígena .

Algunas de las experiencias relevantes en esta línea son los espacios de justicia zapatista en las Juntas del Buen Gobierno, en chiapas, en las zonas tzeltal, tzotzil y tojolabal;51 el caso del Esta-tuto comunitario de Tlahuitoltepec, oaxaca, en la zona mixe;52 el Juzgado Indígena de cuetzalan, Puebla, en la zona nahua,53 y la coordinadora Regional de Autoridades comunitarias (crac), de Guerrero.54 se trata de experiencias muy disímiles en lo que respec-ta a la justicia comunitaria, pues en el primer caso tenemos un es-pacio totalmente autónomo y no reconocido por el Estado, en el

50 La cnmi, el Enlace continental de Mujeres Indígenas y la Alianza de Mu-jeres Indígenas de Centroamérica y México, convocaron al VI Encuentro continental de Mujeres Indígenas, realizado en la ciudad de México, en mar-zo de 2011 . Evento que marcó un nuevo esfuerzo por mantener vivas sus redes e iniciativas .

51 Mora Bayo, La descolonización de la política, y Millán, “nuevos espacios, nuevas actoras”.

52 Vianey, Las mujeres de Tlahuitoltepec mixe, frente a la impartición de la justi-cia local y el uso del derecho internacional, 2000-2007 .

53 Mejía, Cruz Martín y Rodríguez, “Género y justicia en comunidades na-huas de cuetzalan”; Terven, Justicia Indígena en Tiempos Multiculturales.

54 Sierra Camacho, “Las mujeres indígenas ante la justicia comunitaria”.

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que las bases de apoyo zapatistas están ejerciendo su propia justicia, sin ninguna intervención de las instituciones estatales . En el segun-do caso, se trata de un espacio de justicia propia que ha sido reco-nocido por las reformas constitucionales que se han dado en oaxa-ca en la última década. El Juzgado Indígena de la zona mixe fue creado por el Estado mismo, en el marco de una serie de reformas judiciales que se proponían descentralizar la justicia y que ha sido re-apropiado por las organizaciones indígenas de la región . Final-mente, la crac es una experiencia de procuración e impartición de justicia que surge “desde abajo”, en 1996, en la que mujeres tlapa-necas y mixtecas han empezado a incorporar valiosas considera-ciones de género cuando se trata de impartir justicia a mujeres .

En todos los casos se trata de experiencias que reivindican la justicia comunitaria indígena y el derecho de los pueblos a la auto-determinación . Pero no se reivindica un “derecho indígena” está-tico de origen milenario cuyos preceptos no se pueden modificar, sino un derecho propio de carácter procesal que ha ido cambiando con el tiempo y que es capaz de incorporar y enriquecerse con la experiencia y las reflexiones de las mujeres indígenas organizadas. En los cuatro casos, las mujeres han dado una lucha ante las auto-ridades tradicionales y/o autonómicas por participar en la impar-tición de justicia y por reconstituir el derecho propio a partir de la inclusión de sus demandas específicas como mujeres.

En el consejo del Juzgado Indígena de cuetzalan por ejemplo, la participación de doña Rufina Villa y la permanente presencia de las compañeras de la casa de la Mujer Indígena en ese espacio de justicia, han permitido que las mujeres no sean obligadas a ca-sarse con quien no quieren o que se fuerce a mujeres golpeadas a “conciliarse” y regresar con el marido golpeador .55 de igual mane-ra, la modificación del estatuto comunitario del municipio mixe de Tlahuitoltepec, a partir de una consulta con las mujeres, ha permi-tido la participación de éstas en los espacios de gobierno munici-

55 Terven, Justicia Indígena en Tiempos Multiculturales.

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pal .56 se trata de pequeños logros que han empezado a reconstituir el imaginario colectivo en torno al “deber ser” de las mujeres y han contribuido a la construcción de una vida más justa .

otros problemas que han cobrado fuerza en organizaciones lo-cales o estatales de mujeres indígenas son la salud y la violencia, pero hoy se enfrentan desde una perspectiva de género y derechos: dere-cho social a la salud, derechos reproductivos y derecho a una vida libre de violencia. La reflexión y conciencia de que estos problemas son una expresión más de la marginación y discriminación social, étnica y de género, fortaleció procesos organizativos en diversos es-tados. En Guerrero, Puebla, oaxaca y Chiapas, por ejemplo, mujeres indígenas y organismos civiles que trabajan con ellas están operando autogestivamente casas de salud, cuyos objetivos son disminuir la muerte materna, mejorar la salud de las mujeres embarazadas, di-fundir sus derechos, prevenir y erradicar la violencia contra ellas, desarrollar tareas de sensibilización —con mujeres, varones, jóvenes y autoridades comunitarias—, crear redes de parteras y promotoras de salud. El impacto de estos procesos es múltiple: en lo organizati-vo, pues sus propias promotoras y las redes que están creando son, en algunas regiones, el soporte del movimiento de mujeres indíge-nas; en la construcción de un discurso y una praxis que conjuga los planos social, étnico y de género en el terreno de la salud y que ine-vitablemente toca, de manera crítica, a las instituciones públicas —al reclamar cumplimiento de sus derechos, respeto a sus decisiones reproductivas, establecimiento de un diálogo intercultural que reco-nozca sus concepciones de salud—; en enfermedad y maternidad, reconocimiento a los saberes de parteras y curanderas y a las propias organizaciones indígenas como interlocutoras autónomas frente al Estado . En este sentido, las luchas por la salud están siendo, simul-táneamente, procesos en los que se construye la ciudadanía de las mujeres indígenas . Las experiencias autogestivas en salud no sólo apuntan a otra relación con el Estado y sus agencias, sino que inciden

56 Vianey, Las mujeres de Tlahuitoltepec mixe frente a la impartición de la justi-cia local y el uso del derecho internacional.

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en cambios culturales de género en sus pueblos y en sus propias familias, donde las mujeres intentan modificar su posición subordi-nada y la violencia, que llega a traducirse en muerte para ellas .

Vale la pena decir que los proyectos productivos y los grupos de ahorro y préstamo que se inician en los años ochenta, han tenido continuidad y crecimiento . Al comenzar el nuevo siglo también emer-gen luchas de mujeres rurales de nuevo tipo, como las ecologistas que protegen sus bosques, las que se organizan en torno al uso y cuidado de los ríos y el agua, las que protestan contra la contamina-ción, las que incursionan en la agroecología . no es posible incluir con detalle el abanico de experiencias y luchas que están dando las mujeres campesinas e indígenas, pero los aprendizajes de las últimas décadas se ven reflejados en muchos de los discursos y prácticas de sus movimientos, donde la participación de las mujeres va siendo un requisito indispensable para la consolidación organizativa .

Retos y logros de los movimientos de mujeres rurales

A pesar del largo e intenso camino recorrido por las mujeres rura-les e indígenas y de los procesos de cambio que su participación social está implicando, el trecho que falta parece inconmensurable: persiste la desigualdad de género en la tenencia de la tierra y el acceso a recursos naturales, la falta de reconocimiento a su trabajo agrícola y a su trabajo doméstico, el acceso restringido al crédito y a programas de fomento, la paga menor por sus jornales, la desva-lorización de sus múltiples tareas de traspatio, la invisibilidad de su papel en la alimentación y en la cultura alimentaria .

si bien va creciendo su participación en decisiones familiares y comunitarias, persisten las inequidades de género, de clase y ét-nicas, ante instituciones oficiales, pueblos y hogares; tanto en el espacio público como en el privado y al interior de los movimientos campesinos e indígenas . Por ejemplo, a las intensas movilizaciones de 2001 —para defender la ley de la cocopa— les sucedería el Mo-vimiento el campo no Aguanta Más (mcnam) que, al comenzar

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2003, aglutinó a una docena de las más amplias organizaciones rurales, algunas construidas en los años setenta y ochenta —como la cnpa y la unorca—, otras más recientes, e incluso algunas cen-trales corporativas del otrora partido de Estado (el pri), colocadas ya en la oposición al llegar el pan al gobierno federal . El mcnam obligó al gobierno a abrir una mesa de negociación para reactivar al decaído y desahuciado campo mexicano . Más allá del curso y los resultados del movimiento —que generaron un fuerte debate al interior del mcnam—, interesa destacar que, a pesar de la experien-cia y maduración de los procesos de mujeres campesinas e indíge-nas, sus organizaciones tuvieron escasa participación en la direc-ción y en la negociación del Acuerdo nacional para el campo que firmaron las organizaciones campesinas y el gobierno.

La campaña sin Maíz no Hay País, en la que convergen orga-nizaciones campesinas y organismos civiles que trabajan en el cam-po, muestra otra cara del mismo problema, pues, aunque en ella participa un gran número de mujeres, los problemas y reivindica-ciones de género han sido poco relevantes en la campaña . Los avan-ces organizativos y de lucha, las reflexiones y perspectivas de gé-nero que las mujeres campesinas e indígenas van construyendo desde hace décadas no siempre se reflejan en los espacios cotidianos ni en sus movimientos mixtos . La lucha por visibilizarse y lograr su reconocimiento sigue vigente .

Como hemos visto, en las últimas décadas, la vida de las mu-jeres rurales, la construcción de sus identidades, experiencias y proyectos políticos y de género, están sufriendo profundos cambios . Éstos están asociados, por un lado, a las políticas de ajuste estructu-ral y a una perspectiva empresarial, etnocéntrica y sexista del de-sarrollo, que descampesiniza, niega las culturas y visiones del mundo que surgen en las sociedades indígenas y campesinas, y sobrecarga de responsabilidades y trabajo a las mujeres . Por otro, han ocurrido dentro del contexto de los movimientos agrarios, pro-ductivos, por la democracia, contra la discriminación étnica y por los derechos políticos y territoriales que surgen en el campo, en resistencia al proyecto hegemónico; movimientos donde, durante

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muchos años, las mujeres han jugado un papel secundario, pero que también han sido escuela política y espacio de su construcción como sujetos sociales, en los que van alzando la voz para plantear malestares y nuevos imaginarios sociales . Finalmente, son también producto del contacto con discursos feministas que difunden o construyen los organismos civiles que apoyan sus procesos, pro-puestas políticas de las que se apropian y reelaboran, o con las que se confrontan, pero que sin duda les facilitan la configuración de su propio discurso feminista .

El contexto económico y político neoliberal plantea grandes retos para la sobrevivencia de las comunidades campesinas e in-dígenas; sin embargo, el aprendizaje político de las últimas décadas ha influido en que las mujeres rurales desarrollen sus propias es-trategias para confrontar este proyecto civilizatorio que las exclu-ye junto con sus pueblos . desde las orillas de los movimientos indígenas y campesinos mixtos y desde los márgenes de los mo-vimientos feministas empiezan a visibilizarse sus prácticas y teo-rizaciones sobre las inequidades o exclusiones de género, étnicas y de clase, así como sus creativas formas de imaginar modernida-des alternativas .

La experiencia y el pensamiento de las mujeres campesinas e indígenas están cuestionando una visión etnocéntrica del feminis-mo académico y político en México y evidencian su dificultad para comprender que la subordinación y las desigualdades de género no están aisladas, sino que se cruzan y empalman con exclusiones étnicas y de clase, etarias, y religiosas . Ambas cuestiones obligan a replantear el concepto “género” como una categoría multidimen-sional, y a reconocer la multiplicidad de formas en que se articulan las identidades y proyectos de género a una constelación de actores y movimientos del México diverso y desigual . Los aportes de las mujeres indígenas y campesinas, hablan de la necesidad de cons-truir un feminismo que reconozca la pluralidad del sujeto “mujer” en el contexto mexicano .

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TERcERA PARTE

TRADICIoNES RELIGIoSAS E IdEnTIdAdEs ÉTnIcAs

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La procesión de la esperanza de un mundo campesino que se desvanece

Victor Hugo Sánchez Reséndiz

Los campesinos y los poblados rurales de hoy en día se parecen poco a las imágenes arquetípicas tan celebradas por muralistas como diego Rivera . Hay diversos aspectos, evidentes para un observador quisquilloso o para algún turista: a juzgar por de la forma de vestir y de mirar, son ahora más “modernas” y retadoras . Las viejas casas de adobe con teja se han derribado (o modificado) y en su lugar se levantan casas de ladrillo con techo de “losa”, las calles de los pue-blos han sido pavimentadas . Ahora, los pueblos se parecen más a las colonias populares que a la imagen idealizada del “pueblito” . Los procesos de transformación social han dado lugar a otros cambios no tan evidentes para el observador común. Ha aumentado, por ejem-plo, la escolaridad de los hijos, la esperanza de vida es mayor, lo mismo que el acceso a los servicios de salud y recreativos . En el con-junto de la sociedad se ha dado una transformación de los valores asociados con el trabajo: ahora se busca que la actividad laboral sig-nifique un esfuerzo menor, y la gente del campo no es ajena a esta tendencia, como tampoco es ajena, por otra parte, a la valorización positiva que se da a los objetos: el magnífico espectáculo de las mer-cancías, sea un vistoso reloj chino, un potente aparato de sonido o el masivo consumo de refrescos. Los hijos de los campesinos optan por actividades que les retribuyan un mayor ingreso monetario . depen-diendo de su cercanía con las ciudades, obtienen ingresos de una multitud de actividades, como taxistas, obreros, empleados públicos o privados o de diversas profesiones (médicos, abogados, maestros,

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etc .) . Incluso, actividades que eran parte del ritual y expresión de la vida tradicional de los pueblos, como ser músico de una banda de viento, se han profesionalizado . con esta dinámica, la agricultura se ha vuelto, en el mejor de los casos, una actividad más .

Esta situación se agudiza en las áreas que circundan las grandes ciudades, las cuales crecen sobre terrenos de cultivo, absorbiendo poblados y ciudades pequeñas . Miles de hectáreas de uso agrícola son integradas al espacio urbano, y otras tantas, que sobreviven en las periferias o en medio del marasmo urbano, son consideradas parte de la reserva territorial, el espacio destinado al crecimiento de la urbe . Este proceso de urbanización es particularmente acele-rado y amplio en los valles de Toluca, en los de Morelos, Puebla y, por supuesto, en la antigua cuenca de México, donde quedan ape-nas tristes residuos de los antiguos lagos . Paradójicamente, muchos de los referentes arquetípicos de lo “campesino” y lo “rural” sur-gieron de estas regiones, lo mismo que los cuexcomates poblanos y morelenses dibujados por diego Rivera, o la “típica” revolución zapatista, e incluso el drama campirano del cine nacional, repre-sentado por la cinta María Candelaria, escenificada en xochimilco.

Ante el peligro de disolución de la comunidad y del desdibu-jamiento de su particularidad identitaria, las redes sociales creadas alrededor de las imágenes religiosas se vuelven un referente im-portante en los pueblos originarios ya urbanizados . Y ello se debe a que los pueblos del Altiplano mexicano fueron refundados —des-pués de la Conquista y la devastación demográfica del siglo xvi—, a partir del núcleo simbólico de sus conventos y parroquias. Sus instituciones sociales fundamentales surgirían a partir de allí, en torno a lo que llamamos religiosidad popular, en donde se conjun-tan prácticas y creencias de diverso origen, tanto prehispánicas y católicas como de la población descendiente de esclavos de origen africano . Muchas de estas creencias, ritos y prácticas son esenciales en el ciclo agrícola . La religiosidad popular mantiene vivos los orí-genes de la comunidad, memoriza su propia historia oralmente y proyecta su permanencia en el futuro . Y por ello, también en sus luchas sociales las imágenes religiosas acompañarán a los habitan-

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tes de los pueblos, como se ejemplifica en las tropas zapatistas al entrar en la ciudad de México portando estandartes de la Virgen de Guadalupe.

Este artículo da una mirada al proceso de urbanización, a par-tir del asombro y la persistencia de los pueblos originarios, a pesar de encontrarse sumergidos en el caos urbano . Y nos centraremos en dos festividades de Jiutepec y en una de Tejalpa, dos poblados de origen prehispánico pertenecientes al municipio de Jiutepec, en el estado de Morelos . Estas poblaciones, hace 40 años, eran esencial-mente rurales y campesinas, pero han sido integradas a la zona me-tropolitana de cuernavaca . no obstante, conservan espacios agrí-colas y una fuerte identidad comunitaria, a través de redes sociales y símbolos de origen campesino .

La tierra se vende y los pueblos persisten

¡Madre! te podremosllamar de mil formas,

pero muchos se han idoy otros ya partiremos

sin hacer nunca lo suficienteen contra de los ingratos sepultureros

que cavan tus entrañasy edifican sus torres de avaricia

con el pretexto del progreso mezquino .

Alberto simón Jiménez Mendoza1

“¡Tinacolandia!”,2 no puede uno dejar de expresar al ver el paisaje de lo que fue el ejido de Tezoyuca, en el municipio Emiliano Zapata,

1 Maestro de música, compositor y promotor cultural de Jiutepec, Morelos.2 Expresión popular para referirse al paisaje que se observa en los fraccio-

namientos de reciente construcción, donde un elemento característico y que resalta es precisamente el tinaco .

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al sur de Jiutepec . donde hasta hace cinco años había arrozales y cañaverales, ahora se han construido miles de casitas, con su pe-queño jardín, diseñadas y construidas por las empresas Geo y Ara. Allí, un sector de población con pretensiones clasemedieras, que sólo logran a través del fetiche de la propiedad, compra sus mini-casas endeudándose de por vida. Estas minúsculas unidades se vuelven el sueño de quien desea tener una propiedad para disfru-tar sus fines de semana en “Cuerna”, aunque esas casas estén cons-truidas en xochitepec, Emiliano Zapata y Temixco, municipios del estado de Morelos que se han conurbado con cuernavaca . La capi-tal del estado de Morelos ha sido una ciudad considerada de “re-creo” por los defeños . Estas casas están construidas sobre tierras que fueron de cultivo o, como en el caso de Tezoyuca, según la tradición popular, se encuentran sobre el camino mítico por el que transitaba Moctezuma en su recorrido al sur . Al desaparecer ese mítico camino, los pobladores perdieron un geo—símbolo entra-ñable para ellos .

Las empresas constructoras se apropian de las riberas, de los apantles y los venden como un atractivo más .3 o son usados como desagüe . de cualquier forma se afecta la cantidad y calidad del agua que requieren los terrenos de cultivo . Y en el caos organizado por el libre mercado, llevado hasta la irracionalidad en esas tierras, no hay quien regule . Y por eso, las empresas inmobiliarias construyen sobre “joyas” y ciénagas, y en época de lluvias, los apantles aumen-tan su caudal y las joyas y ciénagas vuelven a llenarse de agua y los nuevos fraccionamientos se inundan; pero ésa es otra historia . “son los chaneques”, dice don Federico Argüelles, desconfiando de sus propias palabras ante la burla de sus nietos, “es que ya no se les respeta ni se les hace oración” .4 El aumento de población ha trans-formado a Jiutepec, como lo menciona don Miguel Vázquez, ejida-tario de Jiutepec:

3 Éste es el caso, por ejemplo, del fraccionamiento La Ciénaga de Jiutepec .4 Entrevista hecha por el autor y Rosío García Rodríguez en agosto de 1994,

Tejalpa, Morelos, México .

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Ahora es un municipio cosmopolita porque tenemos gente de to-dos lados, se han adherido formas de vida de gente que viene de otros estados . Ha crecido más el municipio de Jiutepec porque se están creando más zonas habitacionales y nos estamos acabando lo poco que queda en Jiutepec . Las parcelas son ahora zonas habi-tacionales . Han acabado con el campo, con la vida que se llevaba antes, que era una vida tranquila . Mucha gente desconoce real-mente la cultura de Jiutepec, no la conocen a pesar de que ya llevan años, desconocen la vida de Jiutepec . Y desconocen con mayor razón lo que era antes Jiutepec .5

La tierra se vende . El campo ya no da . Los ejidatarios están viejos . La tierra se vende. Los hijos, los nietos se van al norte. La tierra se vende. Los hijos, los nietos estudiaron y ahora son licenciados, maes-tros, ingenieros . La tierra se vende . cerraron el ingenio de oacalco . La tierra se vende . se roban la cosecha . La tierra se vende . no hay apoyos al campo . La tierra se vende . necesito comprar una com-putadora para mi hija. La tierra se vende. Quiero un coche. La tierra se vende . necesito dinero . La tierra se vende . Quiero ser moderno . La tierra se vende . Y en Jiutepec, la Misa de Espiga, en agradeci-miento por la buena cosecha, la realizan los ejidatarios de Jiutepec, entre altas bardas de lujosas residencias y de las pobres casas de aquellos expulsados de sus pueblos guerrerenses por la pobreza y atraídos por el sueño del “progreso” y la posibilidad de satisfacer las necesidades que imperan en la pobreza, y a la vez, los consumos que la sociedad moderna impone y que la economía campesina tradicional no puede satisfacer . Ricos y pobres asentados en las tierras antaño sembradas de caña y arroz, ven con indiferencia el ritual agrícola .

El Altiplano mexicano —con sus valles fríos de Puebla y Toluca, los valles cálidos morelenses, la cuenca de México, los llanos de Apan, en el estado de Hidalgo— antes era ejemplo de vida campe-sina . Y ahora esas tierras —primigenias en la formación de nuestro

5 Entrevitas hechas por el autor, 19 de febrero de 2007.

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imaginario de lo campesino y lo rural— se encuentran cubiertas de grandes unidades habitacionales, colonias populares o residenciales, fraccionamientos, universidades públicas y privadas. Los canales, por donde transitaban trajineras con hortalizas, han sido convertidos en vías rápidas, los apantles que regaban los arrozales fueron con-vertidos en desagües, los magueyales, en pista de aviones militares . Y sin embargo, de repente, en el cielo resuena un “¡pum!” Y alzando la vista al cielo uno ve unas nubecillas blancas, “¡pum!, ¡pum!, ¡pum!” Y en algunas ocasiones, desde un alto paso a desnivel, entre techos de concreto con trebejos y ennegrecidos tinacos, se ve la torre envejecida de una iglesia. y al bajar se descubren callejones y aún algunas casas de adobe y tejas. Ciertamente grafiteadas, pero uno alcanza a percibir olores, sentires diferentes, formas distintas de relacionarse de la gente: “¡¿cómo que todos se conocen?!” Es el pueblo de Iztacalco, te dicen, es el barrio de La candelaria, es el pue-blo típico de Metepec, es el pueblo indígena de Tejalpa .

A pesar de la urbanización, de los periféricos, de los segundos pisos, de Angelópolis, de los aeropuertos, de los Wal-Mart y de las ciudades industriales, allí siguen, tercos, los pueblos . Pasamos a su lado y apenas nos damos cuenta de su existencia, porque la mayo-ría de la arquitectura vernácula ha desaparecido o se ha transfor-mado, porque las familias han cambiado . se tiran los gruesos mu-ros, y los pueblos parecen dejar de serlo, y las parcelas se venden y se deja de usar sombrero y huarache . Pero mucho de lo que los antropólogos estudiaron en los años treinta, cuarenta y décadas subsiguientes —lo que ahora los académicos llaman “las redes so-ciales”— siguen presentes . de hecho, la identidad en ocasiones se ha fortalecido ante el peligro de desaparición y para ello se rescatan o se reinventan tradiciones como veremos más adelante .

La urbanización que se ha dado en la mayor parte del territorio mexicano durante las últimas décadas, carece de una integridad estructural . Es caracterizada por parques industriales y gigantescos conjuntos habitacionales, que por su inmenso consumo de recursos son poco sustentables a largo plazo . Este crecimiento urbano en el centro del país se realiza sobre terrenos agrícolas y viejos pueblos,

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teniendo un significativo impacto en términos culturales, sociales y medioambientales . En ese contexto lo “campesino” y “tradicio-nal”, en torno a lo cual se construyeron los imaginarios, desapare-cen tragados por el cemento, fugados a los nuevos mitos: el progre-so, las ciudades y el “norte”, ese lugar de nunca jamás y siempre presente en los sueños y esperanzas . En las regiones que hemos mencionado, los “campesinos” no fueron a la ciudad, sino que la ciudad vino a ellos, encareciendo la tierra, volviéndola una atrac-tiva mercancía y mostrando el trabajo, el esfuerzo de sacar vida a la tierra, como una actividad pesarosa y arriesgada . sin embargo, las redes sociales pueblerinas continúan. Los mayordomos siguen estando en las iglesias, cuidándolas, peleándose con los sacerdotes, recolectando los dineros para los fuegos pirotécnicos . Y muchos de esos viejos siguen usando sombrero y hasta huaraches .

Mientras que los viejos ya están muy cansados o “ya descan-san”, los nietos canalizan su energía al hip-hop o al ska . Pero otros se convierten en promotores culturales . Ahora forman un comité, como en Jiutepec, en el que los encargados de la fiesta del Señor santiago Apóstol son jóvenes, hombres y mujeres y hasta avecin-dados . Y ante el peligro de desaparición total del pueblo, se forta-lecen las identidades, se recrean, ¡se reinventan!, porque en medio del caos urbano, los pueblos son un espacio de vida comunitaria . La convivencia comunitaria da la certeza de pertenencia y de origen . La red social creada, fundamentalmente en los tiempos de preemi-nencia de lo agrícola, da una seguridad, afectiva y de apoyo material . Las creencias proyectan el pasado al futuro, dando seguridad a la existencia y a la muerte .

La urbanización en Jiutepec: del pueblo a la sociedad del consumo

Y hoy que mi pueblo es ciudadahora ya no es lo mismo

aquello ya no está,

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se ha poblado ese lugary de casas se ha rodeado

ese camino .

Carlos Sánchez Lara6

La urbanización es un proceso que está modificando lo campesino y lo rural . sin embargo, muchas de sus expresiones culturales y de sus redes sociales permanecen. Lo ejemplificaremos con el caso de las festividades del señor santiago Apóstol, la ofrenda al manantial del ojo de agua de Tejalpa y la fiesta de san Juan el Parrandero en Jiutepec.

Jiutepec se encuentra inmerso en la zona metropolitana de cuernavaca .7 El proceso de metropolización comenzó con la insta-lación de la Ciudad Industrial del Valle de Cuernavaca (civac), a mediados de la década de 1960, como parte de la política de des-centralización industrial de la ciudad de México . En 1963, de acuer-do con un plan de descentralización de la industria en el ya satu-rado y contaminado valle de México, y buscando “un desarrollo regional más equilibrado”, se hizo un estudio de la periferia de la ciudad de México” .8 A partir de esto, se desarrolló una nueva po-lítica de industrialización y se trasladaron industrias o se instalaron nuevas, principalmente automotrices, en parques industriales cons-truidos exprofeso alrededor del distrito Federal . de esta forma, se buscaba el crecimiento económico, privilegiando el desarrollo de los artículos de consumo duradero, entre otros, automóviles, apa-ratos eléctricos y fotográficos, relojes y llantas.9 Las nuevas indus-trias instaladas contaban con altos niveles de inversión de capital

6 Compositor y promotor cultural, originario de San Luis Acatlán, Gue-rrero, avecindado en Jiutepec desde su infancia .

7 Esta zona metropolitana se ha extendido a los municipios de Temixco, Jiutepec, Emiliano Zapata y áreas de Huitzilac y yautepec, y en los últimos cinco años se ha extendido hacia xochitepec. Vía la carretera a Cuernavaca-cuautla, se ha creado un continuo semiurbano entre estas dos ciudades .

8 Van Beuren y Lazos, Procesos y demandas políticas en un pueblo en transi-ción, p . 12 .

 9 Gracida, “El desarrollismo”, en Historia Económica de México, p . 59 .

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y uso intensivo de tecnología, por lo que devino una reconcentra-ción industrial y una mayor presencia de capital extranjero . Al mis-mo tiempo, la generación de empleos fue relativamente baja, pero las expectativas fueron muy altas .10

En la folletería que publicó la administración de civac, citada por Ingrid van Beuren Bruun y Elia Teresa Lazos ochoa, los facto-res considerados para la instalación de la zona industrial en el VA-LLE de cuernavaca fueron tres: la cercanía al d .F . (menos de 75 km), la abundancia de agua y la existencia de buenas vías de co-municación (la autopista México-cuernavaca, la supercarretera México-Acapulco y la línea de ferrocarril México—cuernavaca) . El proyecto fue aprobado por el Presidente de la República, Gustavo díaz ordaz; el gobernador de Morelos era Emilio Riva Palacio .11

En 1965 fueron expropiados casi cuatro millones de m² de te-rrenos comunales del pueblo de Tejalpa . Aunque la nissan empezó operaciones en 1966, no fue sino hasta 1968 que se empezó a cons-truir la infraestructura de la ciudad industrial .12 civac fue planifica-da no sólo como una zona industrial, sino como un centro urbano .

Las industrias automotriz, química y farmacéutica contamina-ron los ríos, los canales de riego y las tierras . Años después, las autoridades tomaron cartas en el asunto, y en lugar de castigar a las empresas contaminantes, prohibieron a los campesinos sembrar hortalizas .13 Los ancestrales apantles que cruzaban el pueblo fueron

10 Ibid ., 60 .11 Beuren y Lazos, Procesos y demandas..., op. cit., p . 12 .12 Arias, y Bazán, civac, p . 21 .13 Fue de tal magnitud la contaminación sobre las aguas y tierras de la

cuenca del río Las Fuentes que, a partir de 1991, se prohibió sembrar hortali-zas regadas con sus aguas . Esto ocurrió el 27 de octubre de 1991 por parte de la comisión nacional del Agua, la secretaría de salud y la de Recursos Hi-dráulicos . Fueron afectados más de dos mil productores, la mayoría pertene-cientes a ejidos de la cuenca del río Apatlaco, por ejemplo, Alta Palmira y Acat-lipa, del municipio de Temixco; Progreso, Tejalpa y San Gaspar, de Jiutepec y chipitlán, de cuernavaca . Al prohibirse la siembra de productos comerciales se dejó de contratar a 3 500 jornaleros. Las tierras afectadas fueron 36 mil hec-táreas. Véase, Sparza, y González Martínez (relatores), ¡Luchamos por agua lim-pia para la agricultura!, pp . 38-39 .

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tapados debido al insoportable olor y la contaminación, producto de los desechos de las fábricas . Tal como sucedió con la fábrica de cemento que afectó a las huertas, las cuales terminaron por desapa-recer, y las cuatro fábricas textiles que se instalaron en Jiutepec a fines de los años cincuenta, fueron las que empezaron a contaminar las aguas .14 Las industrias atrajeron a miles de migrantes: los más pobres de oaxaca, Puebla y principalmente, de Guerrero a trabajar en la construcción de las fábricas y con la esperanza de entrar como obrero en una de ellas . También llegaron personas de la clase media del d .F ., como técnicos, y a su vez buscaban ocupar puestos direc-tivos en las nuevas empresas .

La instalación de civac trajo consigo un cambio cultural . Para muchos de los nativos de Jiutepec significó la posibilidad de acceder al “progreso”, definido como el acceso a bienes de consumo y a un estilo de vida urbano . Así lo expresa Ramón Maya, quien relata: “yo lo vi con mucha alegría porque pensé que la industria iba a ocupar a nuestra gente y que además de eso iba a pagar un buen impuesto y que el municipio se iba a ir para arriba” .15 Por supues-

14 Los procesos textiles requieren grandes cantidades de agua, por lo que las empresas se instalaron en Jiutepec dada la abundancia de agua en el terri-torio . Las fábricas fueron del grupo Textiles Morelos, con sus unidades en Jiute-pec, junto al manantial de Las Fuentes; Textiles del Valle de Cuernavaca, loca-lizado en Tlahuápan, Hilados Morelos, en Tejalpa . En el vecino municipio de cuernavaca se encuentra el gran manantial de chapultepec, con el que se irri-gan grandes extensiones de terrenos agrícolas de Jiutepec y Tejalpa . Las empre-sas textiles dañaron los apantles con aguas contaminadas por diversos agentes químicos .

15 Entrevista realizada el 10 de abril de 2008, en Jiutepec, Morelos, México . Las exenciones de que gozaron estas industrias fueron las siguientes: a) del impuesto sobre ingresos mercantiles correspondientes al Estado; b) Reduc-ción del impuesto predial en 50% en lo referente al valor de las construcciones industriales; c) Exención de impuestos prediales; d) Exención de impuestos sobre traslación de dominio; e) Reducción de 50% de los derechos por actos sujetos al Registro Público de la Propiedad y el Comercio. Además, los promo-tores de civac estaban exentos del impuesto predial de lotes no vendidos, de derechos de agua potable, por aprobación de proyectos, por los derechos de supervisión de urbanización, por los derechos de instalación de alumbrado, teléfono y tubería de agua potable, por instalación de pozos, por los derechos

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to que la aceptación de la instalación de civac no fue posible sino realizando promesas de progreso o abriendo la posibilidad a nuevas formas de consumir; también hubo amenazas veladas, como lo re-cuerda Federico Argüelles: “vino el gobernador [Emilio] Riva Pa-lacio y dijo, ‘vendan sus tierras, si no, se las van a quitar’”.16

Asimismo, se transformó la tierra agrícola en urbana mediante actos más o menos legales, como la “cesión” de derechos ejidales a los nuevos poseedores de terrenos . o se vendían las parcelas cuando, por ley, estaba prohibido . En ambos casos se contaba con la acepta-ción del ejidatario .17 Pero la tierra agrícola también podía ser ocupa-da, a pesar de la oposición de sus poseedores, lo cual significaba que los “invasores”, ocupantes ilegales de terrenos, lo hicieran de mane-ra violenta, con un alto grado de organización y con apoyos externos (los cuales podían ser de organizaciones progubernamentales o de oposición) . Pero, en ocasiones, las invasiones eran promovidas por parte de ejidatarios o comuneros, para evitar el despojo por parte de poderosos fraccionadores, como ocurrió en La Barona en 1964 (Ahua-tepec) o en La Lagunilla (El salto), y en Huachiles (Jiutepec) en 1976 .

Jiutepec: fe, identidad, fiesta

Mi gente camina serena por la procesión de esta vida, y aunque el viento sopla en contra y fuerte,

su gran fe la sostiene al frente .

Alberto Simón Jiménez Mendoza

de explotación de minas de arena, grava y cal (Arias y Bazán, civac, pp . 21 y 23). Las exenciones fiscales llegaron a ser de hasta 30 años.

16 Federico Argüelles, entrevista por el autor y Greg Berger, 1998. La mis-ma aparece en el videodocumental Berger (dir .), El crucero de Tejalpa.

17 La prohibición de vender las parcelas ejidales, consideradas patrimo-nio familiar y transgeneracional, fue modificado a iniciativa del ex presiden-te Carlos Salinas de Gortari en 1992, para beneplácito de los desarrollos in-mobiliarios .

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Es noviembre en Jiutepec, comienzan las secas . En el cerro Pelón los pocos cazahuates que no han sido derribados se llenan de flores blancas . En la casa de don Miguel —viejo ejidatario, ex obrero, tex-tilero y aspirante a abogado, que tuvo que dejar sus estudios uni-versitarios por problemas económicos— el huele-de-noche inunda con su olor la huerta, el jardín, el corredor y sale como una suave fragancia a la calle . Algunos viejos de sombrero y huarache buscan en el día desesperadamente una sombra en el modernizado zócalo, ahí donde fueron talados los árboles y se demolió el kiosko en que se vendían jugos y tortas para dejar un lugar que, en 2008, se volvió un espacio con pretensiones de macroplaza regiomontana . Los an-cianos recuerdan cuando se colocaba allí el corral de toros y los muchachos de las palomillas de Tejalpa, Parres, Jiutepec y sobre todo, los valientes de San Gaspar, se reunían a jugarse la suerte y arriesgar la vida o un ojo, delante de uno de esos toros que pastaban en los cerros y jalaban bien las yuntas .

Los viejos se refugian en cualquier sombra, pero será más fácil encontrarlos apoyados en las barditas del palacio municipal, allí ven pasar la vida y también la muerte. Estos viejos quizá son los únicos que todavía hablan de la tierra, del temporal que hubo o de la próxi-ma reunión en la Casa Ejidal. Quizá sean los únicos que se han dado cuenta, en el fragor de una ciudad de casi 300 mil habitantes, que ha iniciado la época en que no llueve y la tierra se reseca y espera .

Considerando lo sucedido en los últimos 45 años, lo sorpren-dente es que se sigan sembrando las tierras de Jiutepec . diversos profesionistas, taxistas y obreros, una pintora conceptual, tienen todavía parcelas dispersas de tierra que cultivan ellos directamen-te en sus días de descanso, o pagan a jornaleros . Algunos han rea-lizado importantes inversiones en gigantescos viveros, en donde, aplicando grandes cantidades de químicos, sacan hasta tres o cua-tro cosechas de rojos jitomates .

Y se sigue sembrando, a pesar de que las parcelas se encuentran rodeadas de casas, algunas pobres, otras ricas . Y como sea, se reali-za cada año, en el tercer sábado de octubre, la Misa de Espiga, en cualquier campo, aunque sea en un campo deportivo o en el balnea-

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rio Las Fuentes . La misa es para agradecer por la buena cosecha, “¿de goles?” preguntaría irónicamente Margarito, ejidatario en cuya parcela, ahora cancha de futbol, se ha realizado la misa . Anterior-mente, en su terreno sembraba arroz y caña, después jitomate, lue-go pasto . sin embargo, allí se celebra la misa . Y el altar se adorna con las llamadas localmente “palomitas” hechas con espigas de arroz, también se colocan varas de caña de azúcar y maíz, pero [...] ya no hay de eso en Jiutepec, de modo que se debe viajar y buscarlo .

¿Qué sentido tiene entonces una festividad así? El objetivo es preservar una tradición . Y la tradición es una ventana a un mundo pasado, ese pasado campesino y comunitario . Y ese pasado, su mis-ma existencia, es capaz de cuestionar el orden dominante existente, porque, como dice John Berger al hablar sobre la cultura campesina, “en cualquier momento de la historia, con la cultura de la clase dominante ha sido, por lo general, subversiva y herética” .18 Y sobre la tradición e historia, nos dice el mismo autor: “el camino del fu-turo cruzado de futuras emboscadas es la continuación de otro ca-mino viejo por el que han llegado los supervivientes del pasado [ . . .] el camino es la tradición transmitida mediante instrucciones, ejem-plos y comentarios” .19 Y así lo expresa Adriana Alanís, joven que fue tesorera del comité santiago Apóstol de Jiutepec:

Existe eso que es la tradición que me enseñaron mis padres o yo hice desde niña y yo se la enseño a mis hijos. Es algo que te trans-miten . Es algo vivencial que sabes que es de tu pueblo, que sabes que es único. Tal vez haya lugares que lo hagan más lúcido, más bonito, pero es parte de tu esencia, parte de lo que te enseñaron, de lo que vives y de lo que te identifica.20

Las palabras de Adriana muestran cómo la identidad da a los pue-blos un sentido de vida y una predilección por un proyecto de fu-

18 Berger, Puerca Tierra, p . 236 .19 Ibid ., p . 243 .20 Adriana Alanís, entrevista hecha por el autor, 1 de octubre de 2008.

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turo . Y esto adquiere particular importancia en procesos de cambio y de transformación acelerada . Fundamental en la conformación de la identidad es la tradición: en Jiutepec, de la fiesta en honor del señor santiago, santo patrono del pueblo .

La festividad al Señor Santiago y la reinvención de la tradición

Por las calles de mi pueblomontado en su caballo

va santiaguito Peregrinocon rumbo a un hogar

recibido con cariñoantes de su fiesta anual

Carlos Sánchez Lara

corriendo al santuario con rollo de ocotes,pidiendo al patrón, santiago de los Pobresque cuide la milpa, que proteja a mi gentey que respete al pobre y lo poco que tiene

Alberto Simón Jiménez Mendoza

santiago apóstol, en su imagen más popularizada, la del bravo gue-rrero, mata moros montado en un brioso caballo y blandiendo una espada . En tiempos de modernidad y urbanización es, en Jiutepec, un elemento identItario campesino, como lo manifiesta Adriana Alanís:

La gente que todavía conserva unas tierras, que es campesino o que fue, se identifica con el señor Santiago. Incluso los hombres se identifican más con él. Por ejemplo, cuando entré al Comité deci-dimos hacer un nuevo sello . se nos ocurrió poner la imagen del

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señor santiago Peregrino, no el del caballo, pero la gente pensaba que era Jesús y nos pedía “el del caballito”. La gente se queda con la imagen de ese santiago a caballo, con la cual los campesinos se identificaron en su momento.

Esta identificación de los campesinos se da porque Santiago fue

uno de los primeros santos en ser asociados al agua, con más pre-cisión, al trueno, que precede a la tormenta . La cualidad de ser “hijo del trueno” permitió que tomara automáticamente caracte-rísticas del señor de la lluvia, lo que unido a su condición de gue-rrero invencible, lo afincó en la mítica de los pueblos mesoameri-canos .21

La festividad en honor al señor santiago se compone de diversos rituales llenos de simbolismo, pero queremos señalar sólo algunos aspectos que se refieren a la constitución de nuevas territorialidades y expresión en la reinvención de la tradición .

La procesión que se realiza la noche de la víspera, recorre la estación larga, por las calles que marcan los linderos del antiguo pueblo, los límites históricos del pueblo, su fundo legal .22 A través de la incorporación a los rituales comunitarios del pueblo, se esta-blece una relación con los asentamientos humanos circundantes, que inicialmente no tienen ninguna relación afectiva con el viejo pueblo . Y con estos rituales se les integra a los procesos organiza-tivos tradicionales . En ese sentido, un importante papel lo cumple el llamado santiago Peregrino que es una copia de la imagen prin-cipal (tallada en la época colonial) que se localiza en el ex convento de Jiutepec, actual parroquia, y que históricamente ha recorrido el fundo legal del viejo poblado . La imagen de santiago Peregrino recorre las colonias que se han ido formando alrededor del pueblo

21 Merlo Juárez, “El culto a la lluvia en la Colonia”, p. 65.22 La “tierra” no sólo se refiere al lugar donde se encuentra la parcela, sino

también al espacio de la huerta y de intercambio comunitario (el pueblo) .

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de Jiutepec . Para los habitantes, migrantes de diversos puntos de la república, es una manera de integrarse a una sociabilidad signi-ficativa, de ser incluidos, por lo que se sienten identificados con un territorio histórico y, de alguna forma se contrarresta la anomia social, tan característica de las urbanizaciones de reciente creación . Lo anterior queda ejemplificado con el siguiente testimonio de Adria-na Alanís, del comité santiago Apóstol de Jiutepec:

Hace un año lo llevamos a la colonia Ampliación 28 de agosto y la gente estaba bien emocionada porque nunca habíamos ido para allá . Los citamos para hacer la entrega [de la imagen] en Joya del Agua, y pues nos tuvimos que ir en procesión a la colonia . de regreso dijimos que íbamos a ir por él en una camioneta. y nos dijeron: “no, ¡cómo creen!, si quieren allá nos esperan, nosotros lo llevamos” .23

con el afán de permanecer, se recrean tradiciones ya perdidas o, en último caso, se inventan. Eso sucede cuando una civilización, no sólo un “estilo de vida”, una cultura, una forma de ver el mundo, está por perderse. y tal vez por eso las fiestas tradicionales en los viejos pueblos, ahora devorados por la feroz urbanización, son cada vez más grandes, más “lucidoras” . En esta reinvención, la “cabal-gata” del señor santiago será ejemplar . Todavía hace 10 años, la cabalgata era realizada por unos 10 o 12 jinetes . En 2009, aproxima-damente 120 caballos salieron a las calles del pueblo . El “capitán” marcha al frente, encapotado con la capa del santo señor y un es-tandarte con la imagen de santiago en la mano . Este recorrido se hace a la luz de las “luminarias”, que son pequeñas fogatas de oco-te puestas a la entrada de las casas del pueblo, las cuales, según la tradición oral, sirvieron para marcarle el camino al señor santiago, proveniente de xochimilco y rumbo a su templo en Jiutepec.

Pero esta cabalgata tiene un poco más de 30 años de realizarse, y al principio eran pocos caballos . Tal pareciera que en la medida

23 Adriana Alanís, entrevista hecha por el autor, 1 fr octubre de 2008.

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que desaparecen los caballos como medio de transporte y trabajo, la tradición de la cabalgata se amplía, aunque ahora los caballos no sean esos pequeños y flacos de los pueblos y que aparecerían en las fotos de los zapatistas . Ahora los caballos son de gran alzada, fuer-tes y bien cuidados, propiedad de los miembros de las asociaciones de charros locales . Y la cabalgata logra crear lazos de unión entre los poblados que conforman el municipio de Jiutepec y que antes sembraban caña, arroz y hortalizas. y allí están jinetes de San Gas-par, Progreso, cuahuchiles y, por supuesto, Jiutepec .

La preservación de las tradiciones, su rescate y su cuasi-inven-ción, muestran las contradicciones que se viven al interior de la comunidad, la forma en que se concibe su inserción en la sociedad moderna y los tiempos en que acontece la recreación de la tradición . Esto se ejemplifica en dos festividades ligadas al ciclo agrícola: la ofrenda al ojo de agua en Tejalpa y la fiesta en honor a San Juan el Parrandero en Jiutepec .

La ofrenda al ojo de agua en Tejalpa: ejemplo de conflicto simbólico

En Tejalpa hace 50 años se hablaba náhuatl, el llamado “mexicano” . La actividad principal del pueblo era el cultivo de caña de azúcar y arroz . Tejalpa, en la época prehispánica, era el “guardián” de las aguas del altépetl de xiutepec, ya que en la zona norte “boscosa”, es decir, en el Texcal, nacen varios manantiales donde todavía hay una densa selva baja caducifolia . En Tejalpa, como parte del ciclo agrícola, ligado al santoral católico, se realizaban rituales propicia-torios . Así, en mayo se iba a una cueva que se encontraba en el Texcal, junto a la Laguna seca, y allí se solicitaba a los “aires” las semillas que se iban a sembrar durante el temporal .24 Posteriormen-

24 Aires y chaneques forman parte de la cosmovisión de origen prehispá-nico, en donde “los antiguos nahuas creían que los poderes de la Tierra y el Agua se manifestaban sobre la tierra en el alimento, en la energía vital, en el crecimiento, en la reproducción, en el contagio y la muerte . su sustancia hacía

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te, se realizaban otras fiestas como las de la Virgen de la Asunción, san Miguel, san Pedro y sAn Lucas . Federico Argüelles ha sido un continuador de la tradición . se trata de un eslabón entre las gene-raciones que vivieron un Tejalpa, la esencialmente rural, y la del nuevo espacio social urbano .25 Don Federico señala que la fiesta de san Miguel es un momento importante del ciclo agrícola:

Para Tejalpa, la fiesta de San Miguel significaba la bendición de la cosecha, ya que hasta esta fecha debía de levantarse el maíz . A la medianoche —del día 28 de septiembre— se hacían las cruces de flor de pericón y se colocaban en las esquinas de las milpas. Esto se hacía para que no entrara el demonio . También se colocan cruces de pericón en las puertas y ventanas de las casas y en los graneros familiares .26

que las plantas germinaran, crecieran, fructificaran y murieran”. López-Aus-tin, Tamoanchan y Tlalocan, p . 171 . “El mundo subterráneo de la tierra y las aguas era concebido por los antiguos nahuas como fuente de aires” . Ibid., p . 172 . “Los tlaloques retiran y guardan en la bolsa y el cofre el poder de creci-miento de la vegetación: el celic·yotl itzmolinc·yotl . . . “semillas” o “corazones” son una parte considerable del tesoro subterráneo” . Ibid ., p . 186 .

25 Federico Argüelles, entrevista por el autor y Rosío García, agosto de 1994. Toda la información atribuida a don Federico, proviene de esta entrevista .

26 “En la cosmovisión campesina contemporánea, San Miguel se ha trans-formado de ‘jefe de los ejércitos celestiales’ en ‘trabajador del tiempo’, ‘nahual rayo’, ‘el que dirige a los ángeles que riegan las aguas para la siembra’; con su ‘espada flamígera’ o ‘machete bendito’, abre el temporal y controla las inunda-ciones ‘por su gran poder sobre las aguas,’ bendice la primera cosecha para que rinda más el maíz y las familias ‘no pasen hambres’” . sierra carrillo, El demonio anda suelto, p . 146 . Por otra parte, el yauhtli o pericón “tiene un poder y un comportamiento análogos a los de san Miguel, ambos comparten la misma función cósmica: el arcángel lucha con su espada, símbolo del rayo, el fuego, la luz y el calor, contra el demonio para proteger a hombres y cultivos; la flor, con la fuerza de su aroma, su poder caliente, el amarillo color del sol y la esencia divina que se le ha otorgado desde tiempos ancestrales, se enfrenta al diablo, representado y oculto en esos aires emanados de diversos sitios hierofónicos, para vencerlo y evitar que destruya la vida, la salud, la armonía y el patrimo-nio familiar de los agricultores” . Ibid ., p . 139 . “El comportamiento análogo del cual participan Tláloc, san Miguel y el pericón, y los atributos que compar-ten, nos hablan de un complejo significativo que tiene un sustrato común”. Ibid ., p . 146 .

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El día 18 de octubre se celebra a san Lucas . sobre esta importante festividad nos cuenta don Federico: “Mi mamá me decía que se propuso ese día para festejar y dar gracias a dios y a los aires, para llevarles la ofrenda, porque este mes de octubre ya se cosecha, ya se dio la siembra” . como punto importante en la reproducción social de la comunidad, el ritual era realizado por los siete mayordomos del pueblo . de esta manera, intervenía todo el pueblo a través de las redes sociales que sustentaban las mayordomías . Era el momento en que se aprovechaba para limpiar el apantle principal, por parte de los ejidatarios y pequeños propietarios con parcelas irrigadas . La mayoría de los miembros del pueblo tenían acceso al riego .27

La festividad se realizaba el domingo más cercano al 18 de octubre . En las casas de los mayordomos se preparaba la comida que se ofrendaba en el manantial y que se ofrecía a los visitantes; don Federico señala que “los siete encargados invitaban a sus casas a los familiares, a los compadres, a todas las señoras para que fue-ran a ayudar a la casera . Allí se soplaba el pipían, se limpiaba, se doraba, se molía a metate” . Los alimentos que se preparaban eran: mole verde, tamales nejos y los llamados iztloatamalle .

A las tres de la mañana del domingo repicaban las campanas para que se reunieran los mayordomos y la gente del pueblo . salían a las cuatro de la mañana a visitar las siete casas, que eran represen-tadas por los hogares de los mayordomos . Terminaban las visitas a las cinco o seis de la mañana: a esa hora, el tamborilero que había encabezado la procesión se iba al ojo de agua . En ese sitio se encon-traban los “apantleros”, y don Federico recuerda que “comenzaban [a limpiar] en un lugar llamado Apatlaco y seguían hasta el ojo de agua . cuando llegaban, los señores del pueblo ya estaban allí” . En la zona del manantial del ojo de agua, que es el mayor manantial, se localizan otros brotamientos de agua que emergen entre la roca

27 Las personas consideradas del pueblo, no eran todos los habitantes, sino aquellos que tenían una responsabilidad . Y para tenerla era necesario el acce-so a recursos . Y fundamental, para tener responsabilidades y recursos era imprescindible tener reconocimiento . de tal forma, quedaban excluidos los peones migrantes que se quedaban a vivir en el lugar .

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volcánica y que van confluyendo en el cauce mayor. En cada uno de los pequeños manantiales existe un pequeño montículo de piedras coronado por una cruz . En la zona se localizan grandes ahuehuetes, árboles importantes en el ritual, ya que desde la época prehispánica estaban asociados con los rituales cosmogónicos y agrícolas .28

La procesión salía del templo de la Asunción y se llevaba la ofrenda al manantial ojo de agua: los cántaros de mole, los chiqui-güites y tamales, las varas de mando, el sahumerio, las velas, la bebida, los cigarros, las flores. Encabezando el cortejo iba la banda de música. Se caminaba rezando, echando cohetones y cantando alabanzas, tocando música. Al llegar al ojo de agua, como señala el señor Argüelles, echaban cohetones, “así se les daba gusto a las personas de los aires, que se llaman chaneques” .29

don Federico Argüelles rememora a los mayordomos que ador-naban las cruces que se localizan en el manantial,

a cada cruz se le ponía un plato de mole, unos tamales y una cera . cada mayordomo ponía un plato de mole en el altarcito, en las escalinatas se ponía un plato de tamales, una cera y un sahumerio

28 Montúfar López, “Ahuehuete: símbolo nacional”, pp. 66-69. Por otra parte, López-Austin, retomando la crónica de fray diego durán de Historia de las Indias, señala que

“ . . .los antiguos nahuas adoraban a Tláloc como señor del bosque, de los cerros y de las aguas . En su honor levantaban un bosque en el patio del templo . En el centro de este bosque había un árbol altísimo . Alrededor de este árbol ponían otros cuatro pequeños unidos al central con sendas sogas . El sentido es claro: Tláloc es señor de un bosque —Tlalocan— en el que hay un árbol central, inmenso —el árbol de Tamoanchan— del que dependen otros cuatro árboles —los cuatro árboles de las esquinas del mundo”, Tamoanchan y Tlalocan, p . 187 .

El espacio del ojo de agua sería la mejor representación de la descripción anterior .

29 Los auxiliares de Tláloc se manifiestan de diversas maneras, como lo señala López Austin, ya sea como tlaloques que surcan los aires conduciendo las nubes, las lluvias y los truenos, como enanos de largos cabellos enmaraña-dos que cuidan los manantiales, las fuentes y los ríos . Estas características se conjuntarán en los “aires” y “chaneques” . Estos seres divinos serán tanto be-néficos como dañinos, y se distribuyen por todo el mundo del hombre, en el cielo y bajo la tierra . Tamoanchan y Tlalocan, p . 195 .

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para que, con mucho copal, todo eso suba al cielo . se rezaba un rosario y al terminar, una señora se metía al pie del manantial a darle la ofrenda a los chaneques . Allí vaciaban el mole, una copa de alcohol de caña, le prendían una cerita y se gritaba: “¡Le damos gracias a dios y a los chaneques que ya nos dieron la cosecha para nuestro sustento y les damos gracias porque se dio!”

También se hacía una “oración” de agradecimiento a los chaneques; durante muchos años Federico Argüelles fue el responsable de ofrendar al manantial y de dirigirle la oración en náhuatl:

Otihuala lepichan, (ya venimos todos los del pueblo) otionsxas maza tamalliotioktakuatiske kapékua, (vamos a comer con ustedes y con nosotros)tunikatlaiske, (vamos a tomar)tlekocuite tunka, (te trajimos tu sahumerio)tetlapilzake, (la música)ke kapehua konekua, (vamos a bailar con ustedes y con nosotros)tonostin lepichan, (todos los del pueblo)Iniello Tletazokamatl, (ya nos vamos, mucha gracias) .30

30 Es necesario precisar que el señor Federico Argüelles no es hablante del náhuatl . Es una lengua que escuchó en su infancia, de sus padres y entorno social . Las palabras del ritual eran pronunciadas por los mayores de don Fe-derico, que usaban el “mexicano” en su vida cotidiana . Las palabras pronun-ciadas por él son parte de una lejana memoria, y sin el uso cotidiano de la lengua; de allí que no respondan fielmente al léxico, pronunciación y sentido originales .

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de esa manera se daba paso a echar los cohetones y la gente se despedía . Eran comunes las lágrimas, “porque a lo mejor el próxi-mo año ya no estarían” . Las señoras grandes se ponían a llorar, se tocaba la despedida, se daban el abrazo y ya se iban . don Federico menciona que “era una cosa triste y gustosa”, la banda tocaba y el rezandero cantaba la despedida:

Adiós Reina del cielomadre del salvadorpermíteme que vuelvatus plantas a besar

Adiós oh Virgen Madre [...]¡¡Adiós, adiós, adiós!!

La herencia reconstruida

El señor Federico Argüelles narró la forma en que se llevaba a cabo el ritual para ofrendar al ojo de agua, cuando Tejalpa vivía aún de la agricultura y existían fuertes lazos comunitarios, e inclusive se podía entonces escuchar en calles y plazas la melodiosa lengua “mexicana” . don Federico nos platicó lo anterior mientras elaboraba las llamadas “varas de mando”, porque el ritual se sigue realizando, pero ha cam-biado mucho en su forma y sentido profundo . Tan sólo mencionare-mos tres elementos fundamentales de la cosmovisión de este pueblo, que hoy en día han cambiado: lo primero es que ya no existen ma-yordomías, lo segundo es que no se habla el náhuatl y, por último, han desparecido un número importante de canales de riego.

Estas transformaciones surgieron tras varios motivos . En el siglo xx hubo diversos factores que contribuyeron a los cambios culturales de Tejalpa, es decir, a la forma de relacionarse de la gen-te y su manera de comprender el mundo entrado el siglo xx . Un importante papel lo tuvo el proceso de escolarización, el cual tendió a crear “una cultura nacional” en detrimento de las formas regio-

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nales y propias de los diversos pueblos de México . En ese sentido, los profesores que llegaron a Tejalpa prohibían que se hablara en náhuatl; esto sucedió en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo xx, cuando todavía se hablaba el llamado “mexicano” . En Te-jalpa, recuerda Prudencia Rodríguez, “existía una escuela primaria y uno de los maestros que llegaron en ese tiempo a impartir las clases prohibía que se hablara el náhuatl” .31

Este proceso de ingreso en la modernidad, es decir, negando la cultura propia, se aceleró con la instalación de las industrias de civac, como una especie de justificación respecto al progreso. El periodista Francisco Javier Arenas, quien visitó el estado de More-los en 1967, lo explicó de la siguiente manera:

Ya se ha inaugurado la datsun, fábrica de automóviles de origen japonés, ya se han comenzado a construir los muros y cascos de nuevas industrias, atraídas por las garantías que el gobierno da, y de verdad que da gusto ver cómo se pueblan estos lugares, donde antes hubo sólo hierbas, hierbas bonitas en tiempos de primavera, ahora; hay promesas de máquinas que darán acero y plástico y grasas elaboradas electrónicamente, y otras muchas cosas que hoy desconocemos, pero que han venido a inyectar optimismo y esperanza a nuestras ambiciones y que, incluso, nos harán soñar con poseer algún día un carro propio, al alcance de nuestro mo-desto dinero, para poder pagar, alguna vez, esta visita que hoy realizan a nuestra tierra .32

El cambio cultural se produjo en los aspectos más visibles, por ejem-plo, la vestimenta: “usaron zapatos, tiraron los huaraches, se pu-sieron suéter y algunos hasta corbata . Luego fueron llegando cien-tos, miles, que veían con rareza y desprecio las tradiciones, y los hijos se empezaron a avergonzar de hablar en náhuatl y dejó de

31 Arines y Rodríguez, “Historia del pueblo de Tejalpa y las cebs”, p . 89 .32 Arenas, Un viaje por México. Estado de Morelos, p . 151 .

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interesarles sembrar el campo”33 y ese avergonzarse se debía al desprecio con el que los recién llegados veían a la cultura y también a los habitantes de Tejalpa, tal y cómo lo recuerda doña Prudencia: “a los del pueblo nos decían indios, que no sabíamos, que éramos ignorantes” .34

Los desechos industriales contaminaron el agua y la Laguna Seca (realmente y de manera definitiva), quedó seca. Las interrela-ciones que se tenían con los poblados vecinos disminuyeron, lo mismo que las relaciones al interior del pueblo . Muchas de las cau-sas para estar juntos empezaron a desaparecer, junto con la tierra; principalmente se vendía la de temporal, pero también la de riego . Los apantles se fueron secando: primero los que atravesaban el pueblo, luego aquellos que regaban los campos . Algunos de los pobladores querían seguir vendiendo la tierra, otros se negaban a desprenderse de ella . se aceleró la ocupación ilegal de terrenos en el Texcal, incluso allí donde se encontraban los lugares sagrados .35 dejó de irse a las cuevas, dejaron de realizarse conjuros a los “aires” para que hubiera un buen temporal, y fue así como se modificó la percepción respecto a las labores agrícolas y las relaciones sociales que las sustentaban; y puesto que ya no se realizaban y tampoco había objeto para continuarlos, los rituales de los mayores fueron haciéndose de lado por parte de los jóvenes .

33 Ariens y Rodríguez, “Historia del pueblo”, op. cit., p . 90 .34 Prudencia Rodríguez, entrevista por el autor y Greg Berger, 1998. La mis-

ma, aparece en el videodocumental de Berger (dir .), El crucero de Tejalpa .35 El Texcal es una amplia zona de pedregal, y de origen volcánico. La com-

parten los municipios de Tepoztlán y Jiutepec, siendo los pueblos de santa catarina y Tejalpa los que la circundan por el norte y por el sur, respectiva-mente . El Texcal es una zona importante de recarga de acuíferos; en la parte sur, el agua afluye en diversos manantiales. Por esta razón, en la zona se loca-lizan diversos sitios sagrados, los cuales son de origen prehispánico . Tradicio-nalmente, los pobladores tenían una importante relación con estas tierras, ya que se recolectaban plantas medicinales, se obtenían productos forestales y se realizaba la caza . Fue en la parte sur del Texcal que se levantó civac, y desde entonces ha sufrido una constante presión por parte de las “invasiones”, que han dado en ocupar, ilegalmente, las tierras .

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A pesar de todo, los viejos mayordomos siguieron yendo, ter-camente, a dejar sus ofrendas para agradecer por las cada vez más escasas cosechas, caminando por el viejo camino Real a Yautepec, por el que tradicionalmente habían caminado para llegar al ojo de agua . Pero ahora se había transformado el camino en una calle sin pavimentar que llevaba a las nuevas colonias, con casas construidas precariamente, pero que rápidamente se transformaban, debido al tabicón y la varilla . Los ríos se volvieron el desagüe de los nuevos asentamientos humanos . Los malos olores y venenos de la industria dañaban la salud de los nativos y de los recién llegados .

dio comienzo una nueva etapa del ritual en el ojo de agua de Tejalpa . El grupo Ixtelloatl lo ejemplifica, tanto por su permanencia en el escenario público (más de 10 años de existencia) como por los apoyos que concitó, en sus orígenes y también porque explicitaron —por escrito— sus motivaciones y su relación con la festividad . En su folleto explican que Ixtelloatl significa “ojo de agua” en náhuatl, el antiguo idioma de los habitantes de Tejalpa . El grupo participó en el Movimiento ciudadano en defensa del Medio Ambiente (moced-ma), fundado en noviembre de 1992, que aglutinó a ejidatarios de la zona agraria alrededor de la ciudad de cuernavaca, afectados por la prohibición de sembrar hortalizas a causa de la contaminación de las aguas . Ellos argumentaban que eran los afectados y no los culpa-bles de la contaminación . En el mocedma también participaron colo-nos del área urbano-metropolitana de cuernavaca, e intelectuales .

Ixtelloatl tuvo sus orígenes en las ceb, las cuales tuvieron pre-sencia en Tejalpa, a partir de 1972 . Las cebs se conciben como una comunidad, “hermanos que quieren reflexionar juntos desde sus pequeños núcleos en torno a su realidad vivida [...] para después actuar juntos como cristianos para cambiar y transformar esa mis-ma realidad conforme al proyecto de dios” .36 En las reuniones de las cebs “se analizaba la Biblia con la realidad de nuestro pueblo, se cantaban cantos para hacer conciencia de la situación que vivía-

36 Bravo, Diccionario de religiosidad popular, p . 31 .

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mos” y “se trabajó con la metodología del ver, pensar y actuar” .37 La realidad social, analizada, se da a partir de una revalorización de la propia cultura, la cual se identificaba como “indígena”. Este regreso a los orígenes, hace que el grupo mire al pasado prehispá-nico, visión que está marcada por la escolarización, en donde lo “mexicano” es ahistórico e intemporal; por lo tanto, “los aztecas” son forjadores de la esencia nacional . Pero también el grupo será influenciado por el creciente movimiento de la mexicanidad y, bajo este impulso, es “que inspirado por las cebs se motivan a defender la zona de la reserva ecológica El Texcal y dar apoyo al rescate de la celebración Prehispánica” .38

A fines de la década de 1980, el grupo dio a conocer, pública-mente, sus objetivos en un cuadernillo:

Ixtelloatl es una organización popular que nació en 1987, a partir de las comunidades Eclesiales de Base, y su objetivo es combatir la contaminación proveniente de las industrias de civac (esta zona industrial se encuentra en terrenos que pertenecieron a Tejalpa) . Estas industrias tienen la obligación de purificar el agua y el aire usados en las fábricas . Pero no lo hacen o lo realizan de forma deficiente. La consecuencia es que los campesinos regaban con agua envenenada las hortalizas, hasta que la comisión nacional del Agua, junto con el gobierno estatal, prohibió su cultivo a los ejidatarios .39

El grupo Ixtelloatl menciona también los daños a la población, las enfermedades y hace un llamado a la acción: “por eso nació Ixte-lloatl, para que la gente se organizara para combatir la muerte de plantas, animales y hermanos; ¡para defender la vida!” . El grupo ambientalista y religioso veía como necesario rescatar la tradición

37 Arines y Rodríguez, “Historia del pueblo”, op. cit ., pp . 90 y 91 .38 Ibid., p . 93 .39 Cuadernillo publicado con el título “La lucha por la vida”, sin fecha vi-

sible de publicación; el año posible de realización sería 1993 .

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prehispánica de respeto hacia la naturaleza . se involucró con la fiesta, a partir del siguiente argumento:

El pueblo de Tejalpa celebra, desde hace siglos, la fiesta del ojo de Agua, en el lugar donde existió una fuente riquísima de abundan-te agua pura . con mucha gratitud y razón, los habitantes se re-unían cada tercer domingo de octubre en el lugar donde brotaba el agua, la cual se encontraba en tal cantidad que en el sitio existían un gran número de grandes ahuehuetes y todo esto rodeado de piedras volcánicas . Pero el ojo de Agua se secó, ahora apenas tie-ne lágrimas para llorar por tanta agua robada al pueblo pobre y es entregada a balnearios y fraccionamientos de gente rica y extra-ña . con el apoyo de Ixtelloatl se trata de concientizar a los que siguen celebrando la fiesta, para transformarla en una oportunidad de pedir perdón por tanto abandono y de organizarse mejor para defender este elemento vital para la vida del pueblo .40

El planteamiento de Ixtelloatl encaja perfectamente con lo mencio-nado por García de León, respecto a una de las necesidades del pasado, reinventado, para la acción política en el presente:

Bajo la lógica de los recuerdos evocados, buscamos asideros fir-mes, culpabilizando a otros de nuestros olvidos voluntarios, de nuestro abandono y orfandad autoflageladas, de nuestra herencia convertida en una “red de agujeros” [ . . .] si todas nuestras caren-cias son culpa del capitalismo o del neoliberalismo, entonces te-nemos que asirnos desesperadamente de lugares que creemos conocidos, que podemos pisar sin temores; de un antes, un pasa-do mítico, u otras formas de relación social y política en donde colocar nuestras nuevas ilusiones, y poner a salvo nuestras gol-peadas certidumbres .41

40 Idem .41 García de León, “Historia y región”, p. 112.

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La recuperación de la festividad contó con el escepticismo y des-aliento de los pobladores de Tejalpa, quienes “decían que para qué, si de todas maneras ya todo se había acabado, que los que llegaban de afuera se burlaban de que todavía hablaban náhuatl” .42 sin em-bargo, a la procesión empezaron a asistir nuevos actores sociales, como los miembros de las cebs, mayoritariamente mujeres, y mu-chos de ellos migrantes recién llegados . se empezaron a realizar misas en el ojo de agua, y los sermones, dados por los sacerdotes identificados con la teología de la liberación, tuvieron un sesgo “ecologista” . También se distribuía propaganda y en el espacio del ojo de agua se colocaban periódicos murales que abordaban la pro-blemática medioambiental .

En 1982 finalizaba el largo obispado de Sergio Méndez Arceo. La labor pastoral que éste llevaba fue modificada por su sucesor, el conservador obispo Juan José Posadas ocampo . Las cebs dejaron de tener un apoyo institucional, incluso fueron expulsadas de los espa-cios parroquiales, acusadas de “comunistas y políticos”, por el apo-yo que habían brindado a las huelgas de civac, a las luchas de libe-ración en centroamérica, y en general, por su perspectiva de vida y del compromiso social a partir de su interpretación del cristianis-mo .43 desde el obispado se dio apoyo a los grupos conservadores, como los de la Adoración nocturna, y al nuevo sacerdote; éste, de hecho, con el apoyo del obispo, “cerró tres días la Parroquia para cambiar las chapas y candados de la iglesia, apoyado por elementos de seguridad [de la Secretaría] de Gobernación”.44 El objetivo de dicha acción fue el expulsar a los mayordomos de los espacios que históricamente habían ocupado en la iglesia, “imponiendo así sus cambios y desconociendo las costumbres del pueblo” .45

sumado a lo anterior, la presión sobre las tierras libres y existen-tes, principalmente en la zona del Texcal —que eran ejidales de uso común—, había desatado una importante división en la comunidad.

42 Arines, y Rodríguez, “Historia del pueblo”, op. cit., p . 93 .43 Ibid., p . 9444 Idem .45 Idem .

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se generalizaron las invasiones sobre esos espacios, lo que daba como resultado un nuevo precio a la tierra, hasta entonces considerado un erial sin valor económico . Este nuevo valor de la tierra generó una profunda división en la comunidad originaria de Tejalpa, entre los que buscaban la lotificación del Texcal y los que pretendían conser-varlo como reserva ecológica; entre aquellos que apoyaban las inva-siones y los que se oponían a ellas . Esta división afectó a toda la co-munidad, sus relaciones sociales y familiares, lo mismo que al ciclo ritual y festivo . Así, si antes se reunían en casa de alguno de los ma-yordomos para hacer los tamales, ese hecho social básico cambió, al grado que se solicitó a la autoridad civil que los tamales se hicieran en el nuevo edificio de la recién creada delegación de Tejalpa.

A pesar de lo anterior, o quizá por ello mismo, año con año, diversos actores aparecerán en escena . Personas y grupos, expresión de la nueva realidad social, demográfica y productiva del valle de cuernavaca y del resto de Morelos . A la procesión, acompañando a san Lucas, se hacían presentes miembros de las cebs de otros poblados y colonias; algunas personas del interior de la comunidad misma empezaron a cargar sus grandes cámaras de video y tomaban escenas de la festividad . También se incorporaron migrantes indí-genas de la montaña de Guerrero, de origen tlapaneco y nahua, antiguos peones que habían llegado inicialmente para el corte de caña y los trabajos del arroz y hortalizas, y que se asentaron defini-tivamente en Tejalpa. La incorporación de estos migrantes a la fies-ta de san Lucas daría un sesgo importante, ya que al mantener ellos viva la lengua “mexicana”, ésta se incorporó al ritual católico, pues-to que se hacía una lectura del Padrenuestro en ese idioma . También se incorporaron ciertos elementos de su cultura, como la danza del torito, dedicada a san Lucas .46 después, en un creciente interés por la llamada “cultura popular” y la defensa del medio ambiente, se agregarían cronistas, sociólogos, historiadores, antropólogos, vi-deoastas profesionales y ecologistas . Estos agentes culturales, “esos nuevos gambusinos y desarraigados trashumantes —como los llama

46 Lucas es uno de los cuatro evangelistas, quien es identificado con un toro.

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García de León— preparan ya el descubrimiento de nuevos veneros insondables de lo que en el futuro será la tradición” .47 Aparecieron reportajes sobre la fiesta en la prensa estatal, en suplementos cul-turales y revistas, e igualmente se realizaron videodocumentales por profesionales de la comunicación .

El primigenio ritual de agradecimiento por el fin de la cosecha se convirtió en una festividad, en donde la presencia institucional de la Iglesia católica fue adquiriendo mayor relevancia . durante la festividad se explicitaban los conflictos que sucedían al interior de la comunidad, en donde la disputa por el uso del territorio afloraba de forma permanente. Este proceso de ritual/festividad se masifi-caría, convirtiéndose, para algunos, en “un paseo nada más”,48 y para otros, en un elemento de una identidad naciente, de un nuevo Tejalpa urbano que hunde sus raíces en lo rural e indígena . La ma-nera en que se transformaría dicho ritual iría aparejada a los cam-bios políticos, en los ámbitos civil, religioso y comunitario . Ya sea que hagan acto de presencia grupos adscritos a la llamada “mexi-canidad”, o que burócratas del ayuntamiento de Jiutepec organicen presentaciones de danzas folclóricas, o que la reinvención de lo prehispánico lleve a transformar el mayor de los mogotes en una pirámide, con sus taludes y escalinatas . En este sentido, el ritual agrícola se ha transformado, modernizándose constantemente .

San Juan el Parrandero, el culto al agua y la preservación de la vida comunitaria

semos inditos, siñores y por eso defendemossiñores, dizque nuestras

tradiciones, pos qué caray,no faltaba más

47 García de León, “Historia y región”, p. 113.48 Comentario de un asistente a la procesión, captado en el videodocumen-

tal de Berger (dir .), El crucero de Tejalpa, entrevistas realizadas por Greg Berger y el autor .

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que gentes presumiditasnos quisieran enseñar

hacer nuestras fiestecitastan güeñas, a todo dar .

Filemón Tapia Flores49

cada 23 de junio, en la víspera del día de san Juan, las calles de Jiutepec se llenan de alegres brincadores que, al son de la banda de viento, bailan con la imagen de un suigÉneris san Juan, la cual está vinculada con la rica cultura del agua, ya que tradicionalmen-te ha sido llevado al manantial de Las Fuentes . como señala Eduar-do Merlo: “a este santo se le reza y ofrenda en donde hubo sitios sagrados asociados al agua brotante, o bien en donde tradicional-mente se hacían peticiones a los dioses del agua” .50

La festividad de san Juan es el 24 de junio, “apenas tres días después del comienzo exacto del solsticio de verano, cuando el régimen de lluvias es ya evidente o se advierte la sequía terrible .51 Es entonces cuando sale a las calles san Juan el Parrandero” . A él se le solicitaba que hubiera un buen temporal porque como dice simón: “aquí en Jiutepec no se honra a san Isidro Labrador, se le deja toda la responsabilidad por las buenas lluvias a san Juanito” .52 Este papel, fundamental de san Juan en el ciclo agrícola, lo expresó con claridad la señora Maximina Ruiz, o doña chimina, como era conocida popularmente y que fue mayordoma en 1998:

Un tiempo se dejó de sacar a san Juan y dejó de llover, y la gente corría a sacar al santísimo señor de la columna y ya lo sacaban y empezaba a llover, pero los viejitos decían “ya ven, por no sacar a

49 Cronista local.Es parte de la primera oleada de migrantes a Jiutepec. Su familia llegó en la década de 1930 a trabajar en las labores agrícolas .

50 Merlo Juárez, “El culto a la lluvia en la Colonia”, p. 67.51 Idem .52 Alberto Simón Jiménez Mendoza, entrevista por el autor, 8 de septiem-

bre de 2008 .

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san Juan” . Aquí en Jiutepec estaba lleno de apantles, y las barran-cas llevaban mucha agua . Aquí en la barranca de san Juan, la gen-te se metía y se acostaba al san Juanito y se le bañaba . Y siempre entonando la canción “Ya se va san Juan / a pedir el pan”.53

La tradición continúa, a pesar de que cada vez hay menos campos de cultivo .

La imagen de san Juan el Parrandero no se encuentra en el ex convento franciscano de Jiutepec . san Juanito pasa todo el año en el hogar del mayordomo en turno, allí se le prepara un lugar especial . y el día de su fiesta, el 23 de junio, víspera de san Juan, es llevado al templo, donde se le hace una misa . Posteriormente, sale a las calles y a los cursos de agua . La imagen es, para un observador externo, lla-mativa, ya que viste con los ornamentos propios de san Juan Evange-lista (túnica verde y capa roja), aunque a quien se celebra es a san Juan Bautista . Esta escultura lleva sombrero de palma, morral de ixtle y botoncitos, es decir el santo es reconfigurado a partir de atributos campesinos . Pero san Juan el Parrandero también lleva en una de sus manos una botella de alcohol, y en su boca, un cigarro de tabaco .

En el Jiutepec prehispánico se sacralizaban los espacios vitales para la vida . se ofrendaba a los aires del agua, a los tlaloques (actual-mente nombrados “chaneques”), en los nacimientos de agua y en las cuevas . A la llegada de los españoles y con el proceso de cristianiza-ción, las imágenes cristianas fueron asimiladas y se les atribuyeron las características de las antiguas deidades; los antiguos ritos a la tierra y al agua continuaban, pero ahora bajo una imagen cristiana .

En ciertos aspectos, la celebración a san Juan es similar a la de las otras imágenes del pueblo . doña chimina, describe los prepa-rativos de la fiesta:

Una se empieza a preparar desde dos meses antes, comprando los cohetones, las bombas, los toritos . Para la comida, una se compra su caja de tomate para la salsa de los tamales. Compro arroz, frijol,

53 Entrevista realizada por el autor, junio de 1998.

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hago unas carnitas . El mero día 23, visto a san Juanito con su ropa nueva, le pongo su sombrero, sus botines, sus pantalones . A las dos de la tarde llega la banda, a la hora de la comida, y está toca y toca, y la gente viene a comer .54

Y sí, a esa hora ya está el san Juan muy paradito en la calle, se le ponen sus flores y no puede faltar el tequila y sus cigarros. Entre copita y copita, escuchando a la banda, la gente espera el momento para ir a la iglesia . A las cuatro se van a misa . con el redoblar de las tarolas y los platillos y los saxofones, de la banda de viento, la procesión, que cada vez crece más, se dirige al manantial de Las Fuentes, que todavía se encuentra limpio . Antes, la gente se detenía en el puente de san Juan, en el barrio del mismo nombre; allí se metían al río con san Juanito y jugueteaban con él, dejando que la corriente lo arrastrara, agarrándolo, dejándolo ir una vez más . Pero eso ahora es imposible, ya que las aguas están contaminadas .

La celebración a san Juan es similar en los pueblos que confor-maban el altépetl de xiutepec. Por ejemplo, en Tezoyuca, cada año se elaboraban pequeñas imágenes de san Juan, con madera de zom-pantle, a las cuales se les ponían collares de flores de cacaloxóchitl.55 con ellas se recorrían las calles del pueblo, al son del sonecillo:

Tihuix, tihuix, tihuix, tihuix, tihuix,ya se va san Juan, ya llegó san Pedro . . .

Y se iban al apantle de lavar (había otro donde se tomaba el agua), y allí se ofrendaban los sanjuanes, dejando que la corriente de agua se los llevara .56

En san Francisco Zacualpan (hoy Emiliano Zapata) se encuen-tran elementos similares en la celebración de los sanjuanes, y el

54 Idem.55 La flor de cacaloxóchitl ha sido utilizada en diversos rituales, “se usaba

mucho en la fiesta de tlaxochimalco y estaba reservada para los señores” . He-yden, “Jardines botánicos prehispánicos”, p . 19 .

56 Ulises Nájera, entrevista por el autor, 18 de junio de 2008.

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sonecillo tradicional se ha preservado .57 En este pueblo la gente sacaba pequeñas imágenes de san Juan el Parrandero, con las cua-les recorría las calles . Estas esculturas estaban adornadas con colla-res de flores de cacaloxóchitl. La gente, con las imágenes a cuestas, se detenían ante los altares construidos con carrizos y colocados a la puerta de algunas casas construidas, en donde se instalaba, sobre la mesa cubierta de blancos manteles, la imagen de san Juan . La gente iba cantando el sonecito:

Tihuix, tihuix, tihuix, tihuix, tihuix,tihuix, tihuix, tan .saquen la escalera, ya llegó el san Juanquiere que le demos chocolate y panTihuix, tihuix, tihuix, tihuix, tihuix,tihuix, tihuix, tan .saquen la escalera, ya llegó san Juanarriba del cielo, tienen que sembrararroz y garbanzo pa’l señor san Juan .Tihuix, tihuix, tihuix, tihuix, tihuix,tihuix, tihuix, tan .saquen la escalera, ya se va san Juan,ya va a ser san Pedro, ya se va san Juanporque no le dieron chocolate y pan .

Al igual que en Jiutepec, se les arroja agua a los fiesteros, la cual se había dejado serenar, mientras los alegres sanjuanes entonan la cancioncilla: “Agua para el señor san Juan, ¡mójenme! / El señor san Juan está conmigo” .

En Jiutepec, el manantial de Las Fuentes se encuentra a dos kilómetros del centro del pueblo de Jiutepec . Las aguas del manan-tial, junto con las que arrastra la barranca de La Gachupina, dan nacimiento al río Las Fuentes . Este río riega un fértil valle, lo cual

57 Recopilación realizada por el profesor Pedro Villasana, a partir de in-formes de díaz, Danzas y bailes de Morelos, p . 342 .

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permitió, durante siglos, el cultivo de caña de azúcar y arroz, prin-cipalmente, pero también de diversas hortalizas y maíz para la ven-ta . En el área del manantial, convertido en balneario ejidal, el ma-yordomo y la mayoría de la gente se mete a las albercas, junto con san Juan el Parrandero .

El regreso a Jiutepec por la calle Emiliano Zapata se hace con el regocijo del deber cumplido ya que, en la mayoría de las ocasio-nes, llueve a cántaros . La primera parada que se realiza es en el panteón que se encuentra entre el pueblo y el manantial . A las puer-tas del camposanto se pide por los antepasados, principalmente por los custodios de la tradición de san Juan . Luego, se hace un recorrido por las casas de las personas que se llaman “Juan o Juana”, en donde se reparten tamales y atole . siempre acompañados por una banda de música. Como parte de las “atenciones” dadas por los anfitriones son lanzadas cubetadas de agua a los asistentes; los vecinos participan con entusiasmo mojando a la procesión . Pero, como parte de la “modernidad”, un camión cisterna, proporciona-do por el Ayuntamiento, va mojando a todos . nadie se salva de ser empapado . Esta agua, como dice doña chimina, “no hace mal, por-que es agua bendita” .58

La procesión, sin embargo, continúa hasta la noche, cuando se llega al jardín del Ayuntamiento; allí se libera a los presos de deli-tos menores y se les hace bailar con san Juanito . se vuelve a dar café y tamales a la gente . Así anda el santo, de parranda en parranda, y va entrando en la casa del mayordomo al amanecer del día 24 .

La presencia de san Juanito recuerda a la gente de Jiutepec que el agua es un líquido vital para la vida, pero también para la diver-sión . El 23 de junio, la memoria de algunos va a la época en que las calles de Jiutepec eran atravesadas por apantles con agua limpia y cristalina . cuando, en el río que cruza por en medio del pueblo, se podía pescar, e incluso bañarse . no olvidar es esencial, porque a partir de esa memoria es posible construir un futuro en que vuelva el agua limpia a Jiutepec . Es claro que no se verá como “natural” e

58 Entrevista realizada por el autor, junio de 1998.

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inevitable que la barranca lleve aguas negras, porque “si antes había agua limpia ¿por qué en un futuro no?” Y tal vez la memoria de los viejos despierte el interés de los jóvenes y de los niños que el día de san Juan son empapados, y entonces se hagan la pregunta de si es posible otro Jiutepec, si es posible que vuelva a existir agua limpia en el río . Y tal vez san Juan el Parrandero, al ritmo del sonsonete con el que es bailado, responda: “sí, otro mundo es posible .”

Pero no sólo es la reflexión y la racionalización. Debe haber una ruptura de la vida cotidiana, y eso se da en la fiesta, ya que rompe con los cánones y tabúes, volviéndose un acto de rebeldía en sí mismo . Porque, al estar juntos, avecindados, viejos campesinos, antiguos peones, sociólogos y músicos, se logra una superación de la individualización, del aislamiento y la soledad, que son los pa-radigmas de la modernidad . como escribe Max Horkheimer: “La emancipación del individuo no es una emancipación respecto de la sociedad, sino una superación de la atomización” .59

La historia y la tradición: una modernidad alternativa

Las fiestas en las sociedades tradicionales no sólo son un momento de ruptura, de diversión . son un elemento esencial de los rituales, que permiten la reproducción de la sociedad misma . de tal forma, “las festividades (cualquiera que sea su tipo) son una forma pri-mordial determinante de la civilización humana” .60 Esta centralidad de la fiesta y el ritual se debe a que están relacionados “con los objetivos superiores de la existencia humana, es decir, el mundo de los ideales. Sin esto, no existe clima de fiesta”.61

Las festividades son parte de una serie de rituales . Lo que identificamos como “religioso” no tiene un sentido limitado a la vida privada —la creencia en ciertas ideas y el culto del indivi-

59 Citado por Girola, Anomia e individualismo, p . 232 . 60 Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, p . 14 . 61 Idem .

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duo—, sino que se inscribe en todos los órdenes de la vida, se co-necta con la comunidad y le da sentido y trascendencia . Pero, además, hay un bienestar de por medio, ya que, como menciona sironneau, “las funciones manifiestas de la religión consisten en la satisfacción de una cantidad de deseos que se acercan mucho a los problemas de la afectividad” .62 La afectividad es “interior”, un estar bien consi-go mismo, en situación de gozo (“escapar a la angustia de la con-dición humana” y “deseo de disminuir el sufrimiento”), seguridad (“deseo de obtener la protección de potencias sagradas”) y pers-pectiva de futuro (“la expresión de su deseo latente en el porvenir de una ilusión”). y este porvenir (que inevitablemente nos refiere a un orden social total), apela a “leyes universales consideradas inmutables e intangibles (sagradas), es decir sobre un cosmos sagrado” .63

Ahora bien, en la tradición se expresa tanto la aceptación del orden social como su impugnación, pero “las contradicciones y los conflictos sociales se manejan en términos culturales”.64 Es a través de la cultura como los grupos subordinados pueden establecer “una estrategia de reproducción social y para cuestionar los intentos de avance del orden hegemónico” .65 Pero para que un grupo, en cual-quier ámbito, pueda actuar colectivamente, debe tener una identi-ficación como tal, compartir códigos, tener lazos afectivos y redes sociales, de tal forma:

Es en el ámbito cultural donde se establecen códigos específicos que permiten la reproducción de la identidad colectiva de un pue-blo y donde se formulan constantemente en las percepciones de la realidad. Por su misma naturaleza (su codificación), éste es un terreno difícil de conquistar para aquellos ajenos a él .66

62 Sironneau, “El retorno del mito y lo imaginario sociopolítico”, p. 40.63 Ibid., pp . 39 y 40 .64 Devalle, “La etnicidad y sus representaciones”, p. 45.65 Idem .66 Ibid., pp . 47-48 .

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La cultura campesina es ya, en sí misma, un espacio, un tiempo de resistencia, por la inteligibilidad de sus códigos por las clases do-minantes .67 Al ser la cultura un espacio primordial de resistencia, la “tradición” aparece en sí misma como cuestionadora del orden y las ideas dominantes . Un ejemplo es la feria, que con su existencia cuestiona el orden hegemónico, el cual subordina el espacio a su capitalización, a la rápida circulación de bienes, siendo el principal los autos, de manera que las calles se vuelven un espacio para la incesante circulación de vehículos y personas, una caótica circulación . Las ferias recuperan los espacios para devolverles su función de encuentro . En ellas se recupera la convivencia del caminar despacio, observar y oír . Por supuesto que ahora encontramos contradiccio-nes respecto a en qué se han transformado las ferias tradicionales .

Los defensores de las ferias argumentan que “la feria existía antes que los coches” . Es decir apelan a la historia y

cuando los sectores subalternos apelan a su identidad histórico-cultural expresan preocupaciones y puntos de vista sobre cuestio-nes relativas a la cultura y la desculturación, el autorrespeto, la autodeterminación, el derecho a la especificidad lingüística y opi-nan sobre la naturaleza desigual de las relaciones socioeconómicas existentes y, en particular, sobre su derecho a participar en políti-ca . A menudo esta participación se busca fuera de las estructuras existentes (fuera de los políticos establecidos), redefiniendo los contenidos de lo político .68

Y es que, cuando se apela a la historia, se cuestiona el orden exis-tente:

67 De allí el éxito y efectividad del régimen priísta, ya que ese partido se nutrió de líderes locales, muchos de ellos con prestigio e integrados a su co-munidad . Por ello podían funcionar como intermediarios y traductores de y para el sistema, en un proceso “de ida-vuelta”, del poder hacia las comunida-des y de los pueblos hacia el poder .

68 Devalle, “La etnicidad y sus representaciones”, p. 51.

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El reconocimiento y la relación del pasado como presente, contra-ataca la funcionalización del pensamiento por y en la realidad establecida . Milita contra la anulación del mundo del lenguaje [ . . .] La intersección del pasado en el presente descubre los factores que hacen los hechos, que determinan la forma de vida, que establecen a los amos y los servidores, proyecta los límites y las alternativas .69

Es entonces que, en la historia de los pueblos, en sus tradiciones, en su pasado campesino se encuentran, en buena medida por su mitificación, los arsenales para la construcción de una alternativa de sociedad .

El pueblo se desvanece, murmura el recuerdo .La ciudad es grande, balbucea un futuro dormido

Margarito Meraz70

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pular . su parcela pasó, en pocos años, de la producción de jitomate a la siembra de pasto a cancha de futbol, y actualmente renta el lugar, con alberca instalada, para fiestas y campamentos familiares. Su poema (sin título) fue publicado en la revista Tiempo Híbrido 1 (mayo de 2007): p . 23 .

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Las parroquias transnacionales: desde el campo de Michoacán al campo de Idaho*

Luis E. Murillo1

durante la temporada navideña del año 2004, en una escena que se repetía por todo el centro de México, el pueblo de coeneo, Michoacán —situado a unos 400 kilómetros al noroeste de la ciudad de Méxi-co—, estaba lleno de bullicio y actividad; una multitud de camione-tas pick-up último modelo, vehículos todoterreno, y “minivans”, llenas a toda su capacidad de pasajeros, transitaban por la calle prin-cipal con estruendo de música ranchera y de banda. La población de Coeneo, que es un pueblo de aproximadamente 4 500 personas, iba aumentando conforme la gente iba llenando las banquetas . En esa temporada, la iglesia parroquial de nuestra señora del Rosario, solía tener al frente una aglomeración de personas bien vestidas pululando en espera de que se iniciara la misa para una quincea-ñera, o una boda, o un bautizo . Una ceremonia así tuvo lugar el 26 de diciembre, precisamente a la 1:15 p .m ., en la capilla auxiliar de la iglesia. Para contender con la enorme demanda, el padre Gómez, cura párroco, bautizó a 20 bebés . Los padres, los padrinos y los

* Traducción de Federico Besserer.Este capítulo es la traducción de una versión modificada del artículo “Ta-

males on the Fourth of July: The Transnational Parish of coeneno, Michoacán”, publicado en Religion and American Culture: A Journal of Interpretation, 19:2 (2009), pp . 137-168 . se publica aquí con el debido permiso .

1 Quisiera agradecer a los empleados de la parroquia de Coeneo por su ayuda. La investigación para este artículo fue patrocinado por una beca Gar-cía Robles Fulbright y por la Universidad de Trinity .

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amigos maniobraban para conseguir un lugar adelante, en la capi-lla sencillamente decorada y repleta de cámaras de video y digita-les. Al entrar en la capilla, el padre Gómez rápidamente instauró el orden en aquel caos, organizando el evento al permitir que sólo los padres y padrinos se quedaran al frente con sus bebés; el resto de la gente debía apretujarse al fondo de la capilla . Tras organizar a las familias alfabéticamente, el padre Gómez empezó la ceremonia, avanzando eficientemente de un bebé a otro, hasta que los 20 habían sido bautizados en menos de media hora, ya que tenía que oficiar otros servicios .2 Este bautizo en grupo fue un evento extraordinario ya que, en promedio, los sacerdotes de la parroquia de coeneo bautizaron a cerca de 225 bebés en todo 2004 .3

Este artículo propone que la bulliciosa escena de coeneo y la ceremonia del bautizo tienen tanta relevancia para comprender las dinámicas de cambio del catolicismo mexicano en el campo rural, como la tienen para entender los cambios dramáticos que han ocu-rrido en el catolicismo estadunidense a lo largo de los últimos 30 años. El desfile de minivans y camionetas que pasó por el pueblo tenía —salvo algunas excepciones— placas de los Estados Unidos . Una mayoría de los invitados que asistieron a la ceremonia de bau-tizo vivían, trabajaban e iban a misa en los Estados Unidos . Entre los 20 bebés que bautizó el padre Gómez, cinco habían nacido en los Estados Unidos: Melvin, salvador, Anahí, Efrén, y Julio césar .4

2 Esta descripción se basa en una visita hecha en diciembre de 2004. Para una breve descripción de las prácticas católicas transnacionales en otras par-tes del centro de México y de los Estados Unidos, véase Hirsch, A Courtship after Marriage, pp . 57-75; cahn, All Religions Are Good in Tzintzuntzan, pp . 20-26, y Martínez, Crossing Over, pp . 139—161 .

3 Archivo de la Notaría de la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario (anpnsr), Libro de Bautismos, núm. 51 (1997-2007). Las cifras promedio fueron tomadas de los años 1999—2004 . Los registros bautismales contienen el nom-bre del niño, su fecha de nacimiento, los nombres de los padrinos y una sección para anotar cuándo y dónde, en su caso, se casa el niño por la Iglesia católica, si así lo elige .

4 Los nombres fueron tomados del anpnsr, Libro de Bautismos, núm. 51. Para proteger la privacidad de los parroquianos, todos los nombres se han cambiado, así como algunos de los lugares donde nacieron .

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Para la parroquia de coeneo, estos niños constituyen parte de una tendencia reciente, en la cual un número significativo de niños na-cidos en los Estados Unidos se hacen católicos en México; son ciu-dadanos estadunidenses y católicos mexicanos . En el periodo de seis años, entre 1998 y 2004, por ejemplo, hubo al menos 225 niños que se convirtieron en ciudadanos estadunidenses / católicos mexi-canos en Coeneo, representando 17% del total del número de niños bautizados allá durante este periodo .5

Estos bautizos, junto con las bodas y celebraciones de quincea-ñeras, deben ser considerados ceremonias religiosas transnaciona-les, que ayudan a los migrantes a mantenerse conectados con otros miembros de su comunidad que viven en diferentes partes de los Estados Unidos y México, ya sea como mexicanos o como mexica-no-americanos .6 Los cinco niños estadunidenses que fueron bauti-zados el 26 de diciembre nos remiten a comunidades de los Estados Unidos que tienen una población originaria de Coeneo, significati-va . Melvin y su familia son del sur de california, hacia donde los miembros de la comunidad de coeneo han migrado —por más de 100 años—, a ciudades tales como oxnard, Los Ángeles, Riverside, santa Ana y Watsonville .7 salvador, por su parte, nació en los alre-

5 Basado en una revisión de los registros parroquiales de bautismo.6 Levitt, “’you Know, Abraham Was Really the First Immigrant’”, p. 851.

En este artículo uso los términos “mexicano” y “mexicano-americano” para diferenciar aspectos de la ciudadanía . El término “latino” se usa como un tér-mino amplio que incluye a la población centroamericana, puertorriqueña y cubana . El término “hispano” se usa sólo en aquellos casos en los que ciertas instituciones en particular, como la Iglesia católica estadunidense, usan la de-finición gubernamental para la población que incluye a mexicano-americanos, cubano-americanos, centroamericanos, y puertorriqueños . En el texto se usa en ocasiones “american” como gentilicio, y en otras ocasiones el acrónimo U .s . antecediendo, por ejemplo, al término “católico” como en “U .s . catolicism” . En el primer caso, se traduce como “americano” y en el segundo caso como “esta-dunidense” . Así, en ocasiones se leerá “catolicismo americano” y en otras “ca-tolicismo estadunidense” . [n . del trad .]

7 En los Estados Unidos, Melvin y su familia constituyen parte de los “nue-vos católicos”, la presencia mayoritaria de mexicanos y mexicano-americanos, junto con centroamericanos, que llenan las iglesias parroquiales del área de Los Ángeles, una arquidiócesis que ha pasado por una dramática renovación

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dedores de chicago, donde se han asentado parroquianos de coeneo durante los últimos 30 años, en sitios como Round Lake, Liberty-ville, y cicero . Al regreso, salvador se unirá a unos 500 mil michoa-canos que viven en el área de chicago . son tantos, que existe ahí una federación de clubes de Michoacán, de Illinois . desde 2004, esta federación patrocina La Presencia Michoacana en Illinois cada mes de junio . La celebración empieza con una misa y la bendición en el altar de Nuestra Señora de Guadalupe —la omnipresente santa patrona de México— en des Plaines, Illinois . Para demostrar la importancia de esta celebración, el arzobispo de Morelia, cuya ju-risdicción incluye a coeneo y a todo el estado de Michoacán, fue a la inauguración y dio la bendición a los eventos del año 2004 .

Los últimos tres niños estadunidenses que fueron bautizados el 26 de diciembre de 2004, Anahí, Efrén, y Julio césar, viajaron con sus padres desde sus lugares de nacimiento en el sudeste de Idaho . En los últimos 20 años, habitantes de Coeneo han empezado a migrar a áreas rurales del estado de Idaho, localizado en el noroeste de los Estados Unidos . Los primeros migrantes llegaron a trabajar de jor-naleros agrícolas cuando se expandió el área de irrigación del snake River . Es interesante notar que, en años más recientes, el mismo contexto rural del estado ha sido una fuente de atracción para mi-grantes de coeneo que, aun ubicados ya en ciudades en california o Illinois, deciden mudarse a Idaho . En muchos condados del su-deste de Idaho, los mexicanos y los mexicano-americanos confor-man la mayoría de la población católica y ahora están a cargo de muchas de las parroquias .

En mayo de 2006, en la parroquia de san nicolás en Rupert Idaho, un pueblo de cinco mil personas —un número de habitantes similar al de coeneo—, observé la situación actual del catolicismo, y la cultura estadunidenses sobre la que estos tres niños y sus fa-milias han influido. En la primera de dos misas que se ofrecen en español en esta parroquia rural, mexicanos y mexicano-americanos

católica, que constituye incluso una época dorada, como lo sostuvo reciente-mente el New York Times. Véase Reiff, “Nuevo Catholics”.

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de todas las edades llenaron la iglesia . durante un intenso sermón, hablado en un español sin errores pero con un fuerte acento del habla ingresa, el sacerdote de la parroquia detalló las diferencias entre el amor de dios (agape) y el amor humano (philo), y yo, junto con una gran parte de la congregación, me distraje . Empecé a leer el boletín de la parroquia, y me percaté de que la sociedad nuestra Señora de Guadalupe local, buscaba voluntarios para hacer tamales todo el día el 8 y el 9 de junio, para las celebraciones del 4 de julio, día de la independencia estaunidense que se acercaban . La idea de los tamales hechos por mexicanos y mexicano-americanos de coeneo, como miembros de la Sociedad Nuestra Señora de Guadalupe en Idaho, para una celebración del 4 de julio, captura la complejidad del catolicismo transnacional que mexicanos y mexicano-america-nos practican .

Los niños bautizados en diciembre de 2004 en coeneo, y sus familias, regresan a los Estados Unidos, donde se convierten en parte del 40% de la población católica estadunidense que es latina; una población latino-católica que constituye poco más del 70% del crecimiento poblacional del catolicismo estadunidense desde 1960 .8 Estos parroquianos transnacionales pronto serán parte de la pobla-ción mayoritaria de la Iglesia más grande de los Estados Unidos, la Iglesia católica . A pesar de estas cifras, viven en los márgenes de la sociedad estadunidense, trabajando en la construcción, la agri-cultura, el empaque de carne y la industria de servicios . También

8 Según el Comité para Asuntos Hispanos de la Conferencia de obispos católicos de los Estados Unidos (usccb por sus siglas en inglés), cerca del 40% de la población católica estadounidense es hispana, y la población hispana representa poco más de 70% del crecimiento de la población católica estadu-nidense desde 1960 . Para el porcentaje de católicos que son hispanos, véase el U.S. Census Bureau, Hispanic Population in the United States, Population Characte-ristics, marzo 2001 . Para el incremento en el porcentaje, véase usccb Committee on Hispanic Affairs, Hispanic Ministry at the Turn of the New Millennium, 1999 . Uso las categorías mexicano y mexicano-americano aquí para diferenciar el estatus de la ciudadanía legal . El tema es importante en términos de la posibi-lidad de cruzar la frontera libremente y participar en prácticas católicas trans-nacionales sin consecuencias severas, como las que experimentan frecuente-mente quienes carecen de documentos oficiales.

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habitan aún la periferia de la Iglesia católica estadunidense y con-tinúan, pese a las súplicas de algunos académicos, en los márgenes de una historia católica estadunidense .9

con base en investigación de archivo, entrevistas y observacio-nes hechas en coeneo y en Idaho, este artículo explora la impor-tante —aunque poco investigada— experiencia del transnaciona-lismo, y cómo éste se expresa en las vidas religiosas de los católicos mexicanos y mexicano-americanos, con el afán de dar alguna luz, generar algunas preguntas, y con la esperanza de estimular más investigación al respecto . Este trabajo demuestra claramente que las vidas transnacionales que llevan los mexicanos y los mexicano-americanos han cambiado significativamente el ritmo de la vida parroquial a ambos lados de la frontera . En el caso de las parroquias rurales mexicanas, el ritmo de la vida parroquial se ha alejado de las celebraciones tradicionales de las imágenes católicas, locales y nacionales —celebraciones que aún ocurren, pero con menor par-ticipación, debido a que muchos personas viven en los Estados Unidos—, y se observa más gente en la celebración de casamientos y bautizos . Estas celebraciones religiosas en México se han trans-formado en el punto focal de la identidad y de la comunidad, en esta experiencia transnacional mexicana y mexicano-americana . Por otro lado, se usan ahora frecuentemente imágenes de la Virgen de Guadalupe, santa patrona de México, en iglesias parroquiales es-tadunidenses, remplazando a las imágenes católicas locales de Jesús y de María .

Mi argumento surge de un estudio de caso histórico (1890 al presente) de los parroquianos de nuestra señora del Rosario en

9 Para una revisión del lugar periférico que ocupan los mexicanos y los mexicano-americanos, véase Gómez y Vásquez, “Hispanic Ministry Study”. La referencia a los márgenes de los márgenes es de Woodcock Tentler “on the Margins” . Aunque ésta es una referencia de hace más de 15 años sobre la marginalidad de la historia católica estadunidense, la situación sigue siendo la misma . Tentler notaba el análisis “analíticamente estrecho” respecto al ca-tolicismo hispano (129) . El catolicismo mexicano-americano sigue, mayormen-te, inexplorado, y en los márgenes de la historia católica americana .

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coeneo, Michoacán .10 Estado predominantemente rural y pobre del centro de México, Michoacán obtiene algunas ganancias del turismo en sus ciudades coloniales, como Morelia y Pátzcuaro . Localizada dentro de la meseta purépecha, una zona montañosa con tierra de cultivo limitada, habitada por purépecha, la parroquia de coeneo apenas se asemeja a sí misma 11 meses al año, hasta que todos regresan para las vacaciones de navidad .11 La parroquia de coeneo se asienta fundamentalmente en el municipio del mis-mo nombre y, según los datos del censo de México del año 2000, la población del municipio ha tenido un crecimiento negativo de 1.5% para el periodo 1995-2000, y se espera que disminuya de 23 946 habitantes, en el año 2000. a 18 050 en el 2030. En la parroquia viven los dos sacerdotes que están a cargo . coeneo incluye unas 14 co-munidades más, con poblaciones que van de los 500 a los 1 500 habitantes, lo que da a la parroquia una población total de unas 10 mil personas .12

Este artículo comienza con una revisión del cada vez más con-fuso concepto de “transnacionalismo” y de cómo los estudios sobre la migración se han acercado a los fenómenos religiosos . Para poder apreciar mejor la dinámica de las organizaciones religiosas y las prácticas transnacionales, los académicos han propuesto con insis-tencia que uno debe empezar “de abajo hacia arriba” .13 Esta inves-tigación del transnacionalismo de coeneo, por ahora nos lleva a la conclusión de que, para comprender mejor las vidas transnaciona-les de muchos mexicanos y mexicanos-americanos, la base de es-

10 Véase también mi trabajo sobre política parroquial local en el México cen-tral hacia finales del siglo xix, The Politics of the Miraculous .

11 Es difícil saber cuántos regresan, pero yo estimo que se trata de cientos de miles . Por migración entiendo simplemente aquellos que se van y no parti-cipan activamente en su comunidad de origen .

12 Las poblaciones rurales que pertenecen a Coeneo incluyen a San Pedro Tacaro, El Rodeo, El durazno, ojo de Agüita, cofradía, Quencio, san Isidro, Pretoria, Transval, Tunguitiro, El cobrero, colonia Benito Juárez y Zipiajo . Según el Consejo Nacional de Población, en el año 2000 poco más del 34% de la población vivía en 9 505 comunidades rurales de menos de 2 500 habitantes.

13 Levitt, “Redefining the Boundaries of Belonging”, p. 5.

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tudio debe ser la unidad de la parroquia, unidad que necesita vol-verse a pensar como unidad analítica en dos sentidos importantes . Primero, la manera en que la vida parroquial en el México rural ha sido predominantemente conceptualizada incluye el hecho de que su ritmo gira en torno al calendario ritual tradicional, centrado en las celebraciones comunitarias de ciertos días religiosos festivos y devociones votivas locales . Esta manera de ver la vida parroquial debe ser remplazada por otra, en la que el ritmo de las celebraciones comunitarias se centre en los sacramentos del bautismo y del ma-trimonio, debido a la irregular asistencia a las celebraciones comu-nitarias católicas tradicionales . En el centro de México, la vida pa-rroquial cambia dramáticamente durante las vacaciones navideñas, cuando los transnacionalistas regresan brevemente a México . El catolicismo posVaticano II puede haber cambiado muchos elemen-tos de la práctica católica, pero los sacramentos del bautismo y el matrimonio tienen que tener lugar en la iglesia parroquial, y mu-chos mexicanos y mexicano-americanos deciden tomar estos sacra-mentos en México . Al mismo tiempo, también debe tomarse en consideración que, para los mexicanos y mexicano-americanos, los sacramentos del bautismo y el matrimonio tienen muchos signifi-cados que no solamente incluyen las doctrinas universales del ca-tolicismo, sino que abarcan también nociones de familia, comuni-dad y un particular aprecio por el paisaje sacralizado de su capilla mexicana .14 En segundo lugar, debe reconsiderarse la percepción de las fronteras parroquiales como fijas, y las afiliaciones parroquia-les como singulares, porque muchos mexicanos y mexicano-ame-ricanos que viven en los Estados Unidos se consideran a sí mismos miembros activos de por lo menos dos parroquias: una en México y una, o más, en los Estados Unidos .

14 Aquí la experiencia católica mexicano—americana comparte mucho con la conceptualización de orsi de domus. Véase orsi, The Madonna of 115th Street, pp . 75-150 .

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Transnacionalismo y religión: catolicismo mexicano y mexicano-americano

La circulación continua de mexicanos y mexicano-americanos re-presenta un nuevo fenómeno en la migración mexicana a los Esta-dos Unidos, un fenómeno que se da concurrentemente con otras formas más tradicionales de migración . Hasta la década de 1970, la migración mexicana seguía un patrón temporal, en el que la mayo-ría de los migrantes llegaban por periodos cortos de tiempo para el trabajo agrícola estacional, o por trabajo industrial más extendi-do; o bien, algunos migrantes venían y se quedaban permanente-mente en los Estados Unidos y tenían limitadas conexiones con México . después de 1970, el patrón migratorio mexicano cambió, conforme los migrantes y sus familias se asentaron cada vez más en áreas urbanas del suroeste de los Estados Unidos, y se despla-zaron hacia áreas no tradicionales a lo largo y ancho de ese país, incluyendo Idaho . Estos migrantes, que llegaron en fechas poste-riores a la década de 1970, a diferencia de los que llegaron en fechas anteriores, viven sus vidas de manera cada vez más transnacional, yendo y viniendo con mucha más frecuencia .15 Regresan como una unidad familiar durante la temporada navideña, o mandan a sus niños “a casa” en el verano .

desafortunadamente, el historiador Roger Rouse ignoró el tema de la religión en su estudio .16 Esto no es de sorprender, pues muchos trabajos sobre las comunidades rurales mexicanas tienden a pasar por alto las prácticas religiosas, a menos que dichas prácticas tengan componentes indígenas . Tomemos, por ejemplo, a Tzintzuntzan, tal vez la comunidad rural más estudiada en el mundo, que está a unos 50 kilómetros de Coeneo. Con la llegada de George Foster, en la década de 1940, muchos antropólogos y sus asistentes han estu-

15 Roberts, Frank, y Lozano-Ascencio, “Transnational Migrant Communi-ties and Mexican Migration to the Us”, pp . 238-266 .

16 Véase Rouse “Mexican Migration and the Social Space of Postmodernism”.

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diado a Tzintzuntzan, y la comunidad se ha transformado en un verdadero laboratorio del departamento de Antropología de Ber-keley, en la Universidad de california . sin embargo, Foster y los demás investigadores no han mostrado mucho interés en la reli-gión . Los investigadores aplicaron seis censos a nivel de toda la comunidad (1945, 1960, 1970, 1980, 1990, 2000) haciendo un amplio número de preguntas. Adicionalmente, los investigadores llevaban una lista de 41 objetos materiales que podían estar en la casa . En ninguna de las encuestas los investigadores preguntaron qué reli-gión se practicaba en ese hogar .17

Los académicos transnacionales se unen a los antropólogos en su falta de atención hacia la religión, una laguna significativa que sólo recientemente ha sido atendida por sociólogas como Helen Rose Ebaugh y Peggy Levitt.18 con base en su propio trabajo y en la extensa investigación sobre comunidades religiosas en Boston que ella y su equipo de sociólogos realizaron, Levitt sostiene, ten-tativamente, que hay tres patrones o modelos en las organizaciones religiosas transnacionales que impactan, a su vez, sobre la natura-leza de la vida religiosa transnacional . El primero se relaciona con “el patrón extendido de la Iglesia católica que permite a los migran-tes que así lo decidan, moverse casi sin contratiempos entre las parroquias y los grupos de movimiento religioso de un país de origen a otro de recepción” . Este patrón extendido difiere de una segunda forma de organización, negociada, propia de los grupos religiosos protestantes, que frecuentemente carecen de la cobertura geográfica que tiene la Iglesia católica. El tercer patrón incluye a grupos como el hinduista de Gujarat, cuya experiencia transnacio-nal “refuerza fuertemente los vínculos de sus miembros con el país

17 Cahn, All Religions Are Good in Tzintzuntzan, p . 10 .18 Para una revisión de los pocos estudios dedicados a la religión y el trans-

nacionalismo a nivel mundial, véase las siguientes obras de Levitt: “Redefi-ning the Boundaries of Belonging”, pp . 1-18, y “You Know, Abraham Was Rea-lly the First Immigrant’”, pp. 74. Levitt también explora el transnacionalismo entre los católicos dominicanos en Transnational Villagers. Véase también Ebaugh y saltzman (coords .), Religion across Borders.

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de origen, frecuentemente a costa de una mejor integración social en el país de acogida” .19

Los análisis de Levitt son agudos y útiles. Sin embargo, Levitt extrae sus conclusiones sobre el patrón católico extendido, princi-palmente, de observaciones de la experiencia de los irlandeses y los irlandeses-americanos, la cual que difiere significativamente de la de los mexicanos y mexicano-americanos . Los irlandeses tomaron muy rápidamente papeles de liderazgo en la Iglesia católica esta-dunidense, mientras que los latinos aún luchan por tener una voz. como se mencionará con más detalle en breve, la persistencia del racismo, algunos asuntos relacionados con la ciudadanía y una indiferencia institucional general por parte de la Iglesia católica estadunidense hacia los mexicano-americanos, han impedido que el patrón extendido se presente sin alteraciones importantes . Así, la vida religiosa transnacional de las personas de coeneo, tiende a incluir dos de los patrones de transnacionalismo de Levitt —el ex-tendido, y el que refuerza los vínculos de los miembros con su país de origen. Por ejemplo, el patrón extendido se manifiesta claramen-te en la manera en que el papeleo fluye entre los Estados Unidos y México . durante el periodo en que realizaba mi investigación en la parroquia de coeneo, en los veranos de 2003 y 2004, la gente llega-ba continuamente a preguntar por los registros de bautismo, con-firmación y casamiento de los miembros de la familia que vivían en los Estados Unidos . Fue interesante ver el estado mental trans-nacional en acción. Nadie dijo que sus familiares vivían en los Es-tados Unidos; más bien, las personas pedían los papeles y comen-taban sobre sus parientes diciendo que “están allá” . Quienes viven en los Estados Unidos, mexicanos y mexicano-americanos, pueden tomar las clases relacionadas con el bautismo y con el matrimonio —frecuentemente en español— y después venir a coeneo y realizar los trámites . La iglesia católica estadunidense, sea en Idaho o en california, provee todo el papeleo necesario en español, haciendo la vida del secretario de la parroquia en coeneo, mucho más fácil .

19 Levitt, “Redefining the Boundaries of Belonging”, pp. 3-4.

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Para muchos, el patrón extendido puede estar muy lejano de presentarse sin alteraciones; un patrón lleno de dificultades que van más allá de los obstáculos relacionados con la ciudadanía y una frontera cada vez más difícil de cruzar . En particular, al menos durante los últimos 20 años, las políticas de la Iglesia católica esta-dunidense dictan que la práctica del catolicismo y la afiliación pa-rroquial estén atadas a la asistencia a la iglesia .20 Esto se vuelve problemático por una serie de razones, la mayoría de las cuales tienen su origen en diferencias culturales que van más allá del len-guaje . Mientras muchos mexicanos y mexicano-americanos asisten consistentemente a una iglesia parroquial distinta en los Estados Unidos, no están familiarizados con la idea de registrarse en una parroquia . En el México rural uno, de entrada, nace en una parro-quia . En una entrevista con el padre camacho, en octubre de 2006, nacido y capacitado en México, pero que ejerció el ministerio du-rante 25 años en Idaho, señaló que incluso la manera en que las parroquias estadunidenses están abiertas al público, puede ser pro-blemática. La mayor parte de las parroquias allá prefieren que los feligreses vayan durante la semana para arreglar los papeles nece-sarios para celebrar bautismos y matrimonios, explicó, “pero a los mexicanos les gusta arreglar todo justo después de misa, de modo que me debía quedar un largo rato para hablar con ellos” .21 Para complicar más las cosas, muchas parroquias usan las contribuciones semanales, dinero metido en sobres, como evidencia de asistencia, otra práctica que no es común en México. Los mexicanos y los mexi-cano-americanos no están familiarizados con estas costumbres . sin prueba de asistencia o papeles de registro, la mayor parte de los párrocos católicos estadunidenses no bautizarán o casarán a estos católicos mexicanos y mexicano-americanos que viven en los Es-tados Unidos .22 La movilidad de muchas de las personas transna-

20 Stevens-Arroyo, “From Barrios to Barricades”, p. 348.21 Entrevista realizada por el autor, 18 de mayo de 2006.22 Diversos sacerdotes latinos expusieron este problema en entrevistas que

se realizaron telefónicamente en el mes de abril de 2006, y de manera presen-cial, en mayo de 2006 .

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cionales de coeneo, que migran para trabajar a lo largo del país, conduce al hecho de que no puedan asistir tan sólo a una parroquia de los Estados Unidos o que, frecuentemente, no puedan encontrar servicios religiosos católicos . Finalmente, algunos no asisten a la iglesia por una serie de razones, incluidos el racismo y la insensi-bilidad cultural .

Si bien resulta difícil cuantificarlo con exactitud, con base en la observación y la entrevista al personal de la parroquia de coeneo, puede decirse que una cantidad considerable de personas transna-cionales mexicanas y mexicano-americanas no pueden cumplir con el papeleo requerido . Por ello, la mayoría tienen que volver antes a coeneo, durante la navidad, para terminar el papeleo necesario y tomar las clases requeridas para celebrar los importantes sacra-mentos del bautismo y el matrimonio, para disgusto del personal de la parroquia, quienes rápidamente quedan abrumados por toda la demanda . Así, este grupo tiene vínculos mucho más sólidos con su vida católica mexicana que con una vida católica estadunidense, aunque viven predominantemente en los Estados Unidos . Estos sujetos encajarían mejor en el tercer patrón postulado por Levitt.

Por supuesto, los tres patrones de Levitt constituyen tan sólo pasos preliminares para comprender el transnacionalismo religioso . Como ella y otros autores han afirmado, “lograr entender las prác-ticas transnacionales y colocarlas en una perspectiva adecuada, aún requiere de mucho trabajo conceptual, metodológico y empírico” .23 Para comenzar, Levitt hace la adecuada sugerencia de que “para entender el papel de la religión en la migración transnacional [ . . .] debemos comenzar de abajo hacia arriba” .24

Para el antropólogo e historiador William christian, hay “dos niveles del catolicismo —el de la Iglesia universal, basada en los sacramentos, la liturgia romana, el calendario romano, y una local, fundamentada en lugares sagrados, imágenes y reliquias particu-

23 Levitt, DeWind, y Vertovec, “International Perspectives on Transnatio-nal Migration”, p . 565 .

24 Levitt, “Redefining the Boundaries of Belonging”, p . 5 .

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lares, santos patronos seleccionados localmente, ceremonias idio-sincráticas y un calendario único conformado a partir de la propia historia sagrada del poblado” .25 christian usó el término “local” más que “popular”, porque sostenía que las distinciones con base en la educación, la clase y la ubicación, se superaban a nivel local .

dado que christian se enfocó en el catolicismo del campo es-pañol, no resulta sorprendente que su conceptualización se pueda aplicar al México rural . En las localidades del centro de México exis-te una práctica católica vibrante, con santos patronos seleccionados localmente, ceremonias idiosincrásicas y un calendario único. En efecto, la parroquia de coeneo tiene su propio calendario en torno a la santa patrona, nuestra señora del Rosario, representada por una estatuilla de 15 cm, a la que se le atribuyen poderes milagrosos . La fecha de su celebración principal es el 7 de octubre, día en que mestizos y purépechas asisten por igual a una serie de misas para luego peregrinar por las calles en compañía de los músicos. Duran-te los siglos xix y xx la comunidad se reunía para ver los fuegos ar-tificiales, señal de que empezaban las festividades que durante una semana combinaban lo sagrado y lo profano . A los curas no siempre les agradaba esta combinación, pero a los partícipes se les empezó a hacer de lo más natural . cada día había un jaripeo, y en las noches, un concierto. Según lo recuerda uno de los asistentes, el aroma de pollo rostizado, frijoles y enchiladas invadía todo el centro. Allí se ponían mesas de juego donde la gente jugaba baraja y tomaba cer-veza y chapare . Los novios se encontraban y los padres observaban a sus hijos divertirse. Era un momento de escape para una población que trabajaba largas horas cultivando las tierras . como es el caso

25 Christian, Local Religion in Sixteenth-Century Spain, p . 3 . Recientemente, Robert orsi ha argumentado en el mismo sentido, proponiendo que toda reli-gión debería ser considerada local, si uno considera que la religión vivida es importante . Él argumenta que las culturas religiosas son locales, y que estu-diar la religión es estudiar mundos locales . no hay tal cosa como un “metodis-ta” o un “bautista del sur” que pueda ser resumido nítidamente por un recuen-to de las historias de las denominaciones o de la teología . orsi, Between Heaven and Earth, p . 167 .

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con todos los santos patronos locales, la presencia de la Virgen del Rosario no se reducía a la parroquia ni se celebraba sólo en octubre . Antes de empezar la primera siembra del año, tanto hacendados como mestizos e indígenas invocaban su nombre y pedían su ben-dición . Era nuestra señora del Rosario quien protegía y bendecía las casas de adobe en coeneo y los jacales donde vivían los indíge-nas .26 En la actualidad, muchas de estas casas están vacías durante gran parte del año, y mientras que en la celebración de octubre se sigue llenando la iglesia, la asistencia ha disminuido, ya que muchos no pueden regresar durante esas fechas . Los de coeneo que están “del otro lado” se conforman con ver las celebraciones vía Youtube, donde comentan cuánto extrañan a su pueblo .27

El modelo de Christian resulta útil porque, para poder entender la práctica católica transnacional mexicana y mexicano-americana, se debe tomar en cuenta el papel crítico y central de las imágenes sagradas veneradas localmente, el cual domina el paisaje religioso en el México rural . Además, debe enfatizarse que la gran mayoría de las imágenes milagrosas que son veneradas en México tienen sus orígenes en localidades rurales aisladas .28 Estas imágenes sa-gradas, la mayoría de la Virgen María y de Jesucristo, se entretejen desde hace tiempo con las vidas de los miembros de las comunida-des rurales . se asocia cada imagen sagrada local con una serie de rituales particulares y días específicos de celebración, que no se traducen con facilidad a la experiencia estadunidense . sin duda, gracias a una larga historia de veneración y a los intensos esfuerzos de la clerecía católica mexicana para promover a la Virgen de Gua-dalupe a fines del siglo xix, esta virgen es omnipresente . sin em-bargo, en muchas comunidades rurales de Michoacán, los católicos veneran a una multitud de imágenes locales, más que a la Virgen

26 Para una descripción del festival, véase Murillo, Memorias, p . 39 . so-bre la bendición del maíz y las casas, véase Murillo, De lo Íntimo del corazón, pp . 246-251 .

27 youtube, http://www.youtube.com/watch?v=Uu6VBj7gyzy.28 Véase, Taylor, Magistrates of the Sacred, pp . 267-275 y schneider, Cristos,

santos, y vírgenes .

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de Guadalupe. En Coeneo, por ejemplo, no se encuentra ninguna representación de la Virgen de Guadalupe en la iglesia parroquial.

La poderosa devoción votiva en coeneo incluye a nuestra se-ñora del Rosario y a varias otras imágenes católicas. En los últimos años, justo al lado de la entrada principal de la iglesia parroquial, se ha puesto una estatua tamaño natural de un Jesucristo ensan-grentado que lleva una corona de espinas y una manto púrpura. Esta imagen de un Jesucristo golpeado puede encontrarse en mu-chas otras parroquias de Michoacán, y los feligreses mestizos le llaman Jesucristo nazareno, en tanto que entre la población indíge-na se le refiere como El Padre nazareno. Como en muchas parro-quias, los feligreses de Coeneo cuelgan en su túnica, fotos, cartas y otros exvotos diversos, ya sea para pedirle que interceda ante dios o agradeciéndole por haberlo hecho .29 La devoción votiva activa que rodea a esta imagen en coeneo, incluye a muchos mexicanos y mexicano-americanos que viven en los Estados Unidos . Piden protección para cruzar la frontera, para encontrar empleo, para mantener la salud, para tener vidas exitosas y para una gran canti-dad de otros favores . durante una buena parte de 2003, hubo dos fotos de marines del ejército de los Estados Unidos, ataviados en completa gala militar, prendidos a la túnica. Las fotos de los mari-nes fueron enviadas a coeneo por sus madres, que vivían en los Estados Unidos, en busca de consuelo, mientras sus hijos peleaban por los Estados Unidos en Irak .30 También había fotos de marines dentro de la cubierta de vidrio que protege a nuestra señora del Rosario . no obstante, se debía obtener permiso para abrir esa caja de vidrio, mientras que los feligreses tenían acceso directo a Jesu-cristo nazareno .

29 Éstos estaban pegados a la estatua de Cristo, y no cerca de la estatua de 23 cm de altura de nuestra señora del Rosario, encerrada en la parte trasera del altar; el cura párroco había decidido limitar el acceso porque quería tener un altar “limpio” .

30 Visité y trabajé en cuatro parroquias de Michoacán durante el verano de 2003, y tres tenían exvotos relacionados con mexicano—americanos, miem-bros del ejército de los Estados Unidos, ubicados en Irak .

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Estos exvotos particularmente dolorosos, de marines estadu-nidenses, enfatizan la devoción religiosa, localizada, de muchos mexicanos y mexicano-americanos del México central . dicho sim-plemente: las madres no podían encontrar consuelo y protección suficiente en sus iglesias católicas estadunidenses, iglesias que pro-bablemente tenían imágenes de la Virgen de Guadalupe. El centro y sur de México están repletos de estas manifestaciones de fe en extremo localizadas (esto es, ubicadas en un sitio preciso) . Tan sólo en Michoacán, existen docenas de imágenes, y algunas tienen se-guidores regionales, incluyendo a la Inmaculada concepción de María, la Virgen de la Salud, en Pátzcuaro, o la Virgen de la Espe-ranza, en Jacona . En estos centros regionales, o en otros más locales, como en los ejemplos de El señor de Araró, en Araró, o El cristo de la Lámpara, en charo, uno encuentra exvotos de mexicanos y mexicano-americanos que viven en los Estados Unidos .31 En todas estas iglesias, la veneración de la Virgen de Guadalupe es, en el mejor de los casos, secundaria .

con frecuencia hay una larga historia de cada una de estas imágenes rurales que se vinculan directa y específicamente a una comunidad en particular . Por ejemplo, una petición en 1880 de miem-bros de la comunidad de Araró, en Michoacán, en la que se expone al arzobispo su relación con El señor de Araró, explica vívidamen-te esta creencia . La comunidad describía:

El rico tesoro de la divina Misericordia está siempre listo para desbordarse sobre los hombres . Algunas veces dios, nuestro se-ñor, establece imágenes singulares que representan a Jesucristo o a la Bendita Virgen María y de esa manera Él nos provee de pro-tección especial para nuestras necesidades y nos da consuelo para nuestras penas y aflicciones o dulce resignación ante nuestras gran-des angustias. Así es como en muchos pueblos, la devoción al Hijo

31 Con base en las visitas a estas iglesias durante los veranos de 2000 a 2004 y la temporada navideña de 2003 . En el verano de 2003, en charo, también había fotos de marines de los Estados Unidos .

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de dios o la tierna Madre se ha desarrollado a través de estas imágenes singulares o manifestaciones divinas . Y así es como en nuestro pueblo, humilde y pequeño, empezó y se desarrolló el gran culto, la cálida devoción que nosotros, los habitantes de Araró y de poblados vecinos, tenemos por Jesucristo a través de la más noble y santa imagen de Jesús Crucificado, que existe en nuestro santuario .32

En la actualidad, el santuario de El señor de Araró está lleno de peticiones de personas que viven en los Estados Unidos .

Las madres que enviaron fotos de sus hijos, marines de los Estados Unidos, a coeneo, entendieron y creyeron que los poderes milagrosos de dios estaban íntimamente vinculados a la parroquia y a la tierra que la rodea, a un lugar fijo. Ésta es una de las formas en que las tradiciones religiosas rurales difieren de las urbanas. Las imágenes religiosas suelen originarse en la tierra, como es el caso de nuestra señora del Rosario, que fue hallada en las montañas aledañas, o bien pueden estar hechas de maíz o de la savia, flores y lodo . En coeneo se puede comprar una multitud de copias de la imagen de nuestra señora del Rosario . Estas imágenes se encuen-tran en artículos diversos que van desde llaveros, uno de los artí-culos predilectos, hasta grandes fotos laminadas . con todo, estas reproducciones, si se encuentran en los Estados Unidos, carecen del significado y poder de la estatua original albergada detrás del altar en la iglesia parroquial . Tal y como la octogenaria cristpina Rangel señaló, la imagen de nuestra señora del Rosario la mantie-ne a ella en coeneo, a pesar del hecho de que todos los miembros de su familia (más de 80 personas), con la excepción de su esposo y de una hija, viven en Santa Ana, California. Me dijo que su fami-lia siempre está intentando que se vaya a vivir a los Estados Unidos, pero que se queda porque su “Virgencita” sólo se encuentra en

32 “Los que suscribimos vecinos del Pueblo de Araró (10/16/1880)”, Archi-vo Histórico casa de Morelos (ahcm), series de iglesias del siglo xix . caja 281, fólder 526 .

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Coeneo. Mantiene una relación íntima con su Virgencita y se recon-forta en el hecho de poderla visitar en cualquier momento, en la iglesia parroquial .33 Por supuesto que se puede quedar en coeneo gracias al apoyo que recibe de su extensa familia, que ha estado migrando a santa Ana, california, desde principios de la década de 1950, cuando primero su esposo, y después sus hijos, fueron parte del Programa Bracero .

En tanto que la conceptualización de christian encaja bien para el caso de coeneo, los problemas persisten al tratar de captar la esencia del oficio del historiador: describir el cambio en detalle. El calendario local único tiene una cualidad intemporal, y las ceremo-nias idiosincrásticas se han sucedido, tal y como las personas loca-les a lo largo del México central gustan de decir siempre, “desde tiempos inmemoriales” . christian mismo señala que en las comu-nidades campesinas rurales, “algunos aspectos de su religión tienen una permanencia notable y quizá desorientadora” .34 con base en años de investigación etnográfica, por ejemplo, Foster notó cambios “increíbles” en Tzintzuntzan durante las décadas de 1960 y 1970, pero en 1979 observó que, en “las diversas actividades que atesti-guan la importancia de la religión ha habido algunos cambios, [aunque] la imagen es, en gran parte, tal como se describió hace casi 20 años” .35 En tanto que las actividades religiosas de Tzintzunt-zan permanecían constantes, Foster también detalló cambios sus-tantivos y radicales en la estructura de la cofradía, en la participa-ción, en la identidad y en otros aspectos fundamentales .

La capilla transnacional de Coeneo

¿cómo se captan entonces los cambios que ocurren bajo la aparien-cia de permanencia en el campo rural? En parte, ésta proviene de

33 Las entrevistas se hicieron el 15 de julio de 2003, en la casa de Cristpina Rangel, en coeneo .

34 Christian, “Folk Religion”, p. 372.35 Foster, Tzintzuntzan, p . 195 .

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centrar la atención en un calendario local único. Ciertamente, las celebraciones tradicionales para nuestra señora del Rosario en Coeneo continúan, pero en los últimos 30 años, el número de los asistentes ha disminuido consistentemente . En el pasado, cuando el trabajo migrante era más estacional y se podía cruzar la frontera con facilidad, muchos regresaban para el festival de octubre . sin embargo, en los últimos 30 años, los mexicanos y mexicano-ameri-canos viven sus vidas cada vez más en los Estados Unidos y no pueden regresar en octubre . debido a las responsabilidades labo-rales, escolares, u otros compromisos . Además, la creciente milita-rización de la frontera estadunidense ha hecho más caro y peligro-so cruzar la línea, manteniendo así a alguna gente fuera, a la vez que evita que otros salgan. La celebración aún se lleva a cabo, pero su papel como evento comunitario ha cambiado .

No obstante, si se considera un calendario local único, con base en el itinerario de los eventos sacramentales importantes, tales como los bautizos y los matrimonios, más que en las ceremonias idiosin-craticas, entonces el impacto de la migración y el transnacionalismo se ve de inmediato, más claramente . En muchos sentidos, los ma-trimonios, bautizos y las conmemoraciones de 15 años se han vuel-to las celebraciones religiosas principales . como cualquiera que haya pasado tiempo en el medio rural puede atestiguar, las cere-monias matrimoniales con frecuencia incluyen a gran parte de la comunidad y pueden durar días . En un matrimonio, en diciembre de 2005, en el rancho Pretoria, una de las muchas rancherías que son parte de la parroquia de coeneo, la pequeña iglesia estaba llena al máximo y con gente que se desbordaba hasta la explanada exte-rior. El interior estaba decorado con flores y había guías de adorno que cruzaban la iglesia . Afuera, dos grandes autobuses estaban es-tacionados en la terracería . Habían transportado a algunos de los invitados de áreas cercanas, así como una buena cantidad de comi-da para los varios cientos de asistentes —una cantidad de personas impresionante, dado que la población de Pretoria es de sólo alrede-dor de 500 pobladores . detrás de la iglesia, sobre la plaza central del poblado que usualmente fungía de cancha de basquetbol, se había

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erigido una gran torre con luces de discoteca y complejos sistemas de sonido, en preparación para la fiesta. Un grupo musical, com-puesto por 15 integrantes, ensayaba en la antesala para las ocho horas de función que se les había contratado . Este era sólo uno de los muchos matrimonios que se llevarían a cabo durante la tempo-rada navideña en la parroquia de coeneo . son durante estas bodas cuando uno puede volver a oler el pollo rostizado, jugar baraja y platicar sobre los últimos sucesos. Es el momento en que la comu-nidad rural se vuelve íntegra, con celebraciones que se pagan con el dinero que se gana en los Estados Unidos .

El matrimonio de Pretoria durante el periodo navideño es ca-racterístico de una tendencia reciente en coeneo, donde la mayoría de las bodas suceden en esta época del año . La realidad transnacional ha tenido un efecto sobre la época del año en que los parroquianos eligen casarse en coeneo . durante gran parte de la década de 1970, e incluso a principios de la de 1980, los parroquianos celebraban los matrimonios católicos a lo largo del año . En la temporada de lluvias, los meses de junio, julio y agosto, era cuando se celebraban el menor número de matrimonios. Desde la segunda mitad de la década de 1990, sin embargo, se ha dado un giro notable en la calendarización de los matrimonios, privilegiando los meses de diciembre y enero . de hecho, desde el año 2000, la mayor parte del año la iglesia parro-quial está prácticamente vacía; pasan meses enteros sin que se cele-bren matrimonios . sin embargo, en diciembre, la iglesia empieza a parecerse a una capilla matrimonial de Las Vegas, en los Estados Unidos, con la celebración de varios matrimonios al día . En tanto que en la década de 1970 el porcentaje de matrimonios celebrados en enero y diciembre iba del 22 al 36%, en la década de 1990 el porcen-taje varió de 40 a 80% . Algunas comparaciones de año con año mues-tran vívidamente el dramático cambio . En 1970 hubo 90 matrimonios en la iglesia parroquial de coeneo; 20 fueron en diciembre y enero . En cambio, en 1997, también hubo 90 matrimonios, de los cuales, 62 se llevaron a cabo en diciembre y enero . de manera más elocuente, desde 1995 el porcentaje de matrimonios celebrados en diciembre y enero no ha bajado del 60%. Incluso esta cifra no refleja la realidad

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por completo, ya que la mayor parte de las bodas que se cuentan en diciembre y enero suceden a lo largo de un periodo de 30 días, que van de mediados de diciembre a mediados de enero .36

de este modo, la tendencia observada para los matrimonios católicos revela un reordenamiento significativo del ritmo de la vida de la parroquia de coeneo y, por lo tanto, de la vida rural en el Mexico central . En esto se nota con claridad lo que los académicos de la transnacionalidad con frecuencia señalan como un factor prin-cipal en las vidas de los migrantes transnacionales: el poder del Estado .37 Si bien sólo la investigación etnográfica detallada dará las razones definitivas, los datos superficiales parecen indicar que, cuando se toma en cuenta el ritmo de la vida parroquial en coeneo, se deben considerar las políticas y las leyes de migración estaduni-dense . El cambio en la temporalidad de los matrimonios a lo largo del año sucedió, grosso modo, cuando la Immigration Reform and control Act (irca) de 1986 se volvió ley . Esa legislación dio amnis-tía a más de tres millones de trabajadores indocumentados, y pa-rece que muchos provenían de la parroquia de coeneo . con la ciudadanía estadunidense no sólo viene la residencia, sino también facilidades para cruzar la frontera de manera legal, así como tam-bién para volver durante las vacaciones . de manera igualmente importante, también se puede empezar el proceso para obtener la residencia estadunidense para otros integrantes de la familia . El impacto del irca fue casi inmediato, ya que, de 1988 a 1989, la can-tidad de matrimonios en diciembre y enero se elevó de 10 a 48%, para crecer sostenidamente y mantener un promedio de alrededor del 65% para la década de 1990 (con excepción de 1992 cuando descendió a 40%, y de 2001 cuando aumentó a 80%) .38

36 Las tendencias en los matrimonios se basan en la extrapolación de los datos de anpnsr, Libro de Registros Matrimoniales, núm. 19 (1981-2007).

37 Levitt, DeWind y Vertovec, “International Perspectives on Transnatio-nal Migration”, p . 568 .

38 Estas tendencias y la discusión subsecuente se basan en la extrapolación de datos de los registros de bautizo de quienes fueron bautizados en coeneo en los años que van de 1955 a 1982, esto es, aquellos que tenían entre 20 y 40 años de

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El matrimonio de Sergio Herrera Valencia con Banesa, el 1 de enero de 2005, sintetiza este fenómeno . nacido en la ranchería de El cobrero, se la parroquia de coeneo, sergio ha vivido en Roundlake, Illinois (en las afueras de chicago), durante más de 10 años . Tiene ciudadanía estadunidense gracias a su abuelo, quien la consiguió con la amnistía e hizo el papeleo para el padre de sergio quien, a su vez, lo hizo para sergio . Por su parte, Banesa nació en Mundelein, Illinois . sus padres eran de El cobrero, y posteriormente migraron a Mundelein . También obtuvieron la ciudadanía bajo el acuerdo de amnistía . A pesar de vivir en los Estados Unidos, a 100 millas el uno del otro, el cortejo entre Banesa y sergio comenzó y prosiguió pos-teriormente en El cobrero, cuando ambos regresaban con sus fa-milias para las vacaciones de navidad . sergio y Banesa celebraron nupcias en una ceremonia civil en Roundlake, Illinois, en 2004, y decidieron también casarse en la iglesia parroquial de coeneo, aun-que eran integrantes activos de la parroquia de saint Joseph en Roundlake . debe señalarse que su decisión de casarse en coeneo no tenía que ver con el hecho de que algunos miembros de la fami-lia vivieran en México . de hecho, con la excepción de algunos bis-abuelos, todos los miembros de ambas familias viven en los alre-dedores de chicago, de modo que más de 100 parientes debieron volver a México para asistir a la boda . cuando le pregunté a sergio

edad en 2004, que fue el último año del análisis. Véase anpnsr, Libro de Bautis-mos núms. 40-51. Para contextualizar mejor los datos, se deben resaltar dos fac-tores importantes: en primer lugar, hay una reducción importante de la pobla-ción, para el área que corresponde a la parroquia de coeneo, por el impacto de la migración intensiva . En segundo lugar, en coeneo, como en muchos otros luga-res de México, por ley se requiere el matrimonio civil, y el gobierno mexicano no reconoce ninguna ceremonia religiosa . Por ello, casarse por la Iglesia católica es una decisión personal que no todos los parroquianos toman . Muchos se casan fuera de la Iglesia, por la ley, o en uniones civiles. Varía de un año al otro, entre 40 y 50%, el porcentaje de los bautizados en Coeneo que finalmente participan del sacramento católico del casamiento . Este porcentaje es consistente con la po-blación nacida entre 1930 y 1973 . La caída en el porcentaje de casamientos de la población que nació en 1973 o después, se explica por su relativa juventud, la mayoría tiene menos de treinta años . dicho lo anterior, y como se ha hecho no-tar, hay una disminución general de matrimonios católicos en coeneo .

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por qué se quería casar en coeneo, respondió: “Pues, usted sabe, es más bonito aquí” . cuando insistí para que me diera más detalles sobre qué era “bonito”, no lo pudo expresar, pero sí dijo que su cultura y su religión estaban conectadas con México .39

Aquí se puede escuchar con claridad el eco de la noción de domus de Robert orsi; el hogar y la familia de los italianos “es la religión de los italianos-americanos” .40 Mientras que tanto sergio como Ba-nesa asistían activamente a la iglesia de saint Joseph en Roundlake, Illinois, y algunas veces participaban en las festividades de la capi-lla de Nuestra Señora de Guadalupe en Des Plaines, Illinois, el cen-tro de su identidad cultural yacía con su familia y la comunidad extensa de El cobrero, en la parroquia de coeneo . La importancia del lugar y la familia se vuelven más evidentes al revisar los archivos matrimoniales de la parroquia de coeneo . Para casarse ahí, tanto la novia como el novio, así como uno de los testigos de cada uno de los contrayentes, debe responder a una serie de preguntas, que van desde aquellas que inquieren sobre su participación religiosa hasta aquellas que se refieren a si la pareja ya está casada por lo civil, e incluso si contraen matrimonio libremente .

A la pregunta sobre dedicación y compromiso religioso —que implica ir a misa y seguir los rituales católicos, tales como la confe-sión, regularmente— la mayoría de los novios, y casi la mayoría de las novias, responden con tibieza, muchas veces hablando de que participan “más o menos” en rituales . sólo una clara minoría res-pondió con un simple “no” .41 no obstante, todas estas novias y no-vios potenciales, la mayoría de quienes, como sergio y Banesa, viven en los Estados Unidos y ya están casados por lo civil, insisten en casarse por la Iglesia católica en México . Lo hacen, en parte, porque durante las vacaciones de navidad las desperdigadas comunidades transnacionales de El cobrero, que viven en distintos lugares de

39 Entrevista hecha el 23 de diciembre de 2004. Banesa no dijo mucho du-rante la entrevista, ya que estaba ocupada con su hija de dos años.

40 orsi, The Madonna of 115th Street, p . 77 (las cursivas son del original) .41 Basado en la revisión de los expedientes de matrimonios, anpnsr, de

1995 a 2003 .

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México y los Estados Unidos, se vuelven a unir, al menos durante un mes . Al casarse por la Iglesia católica los parroquianos se conec-tan con su familia y comunidad más amplia y, al casarse en México, unen a esa familia y comunidad en el campo rural .

El matrimonio de sergio y Banesa también es típico de los ma-trimonios en coeneo durante la temporada navideña, porque se trata de parejas jóvenes . sergio tenía 21 años y Banesa, 19 . Hay ex-cepciones, sin duda, como el caso de Roberto y María, que se casaron en Coeneo en diciembre de 2004. Vivieron en Cicero, Illinois, duran-te más de 25 años y volvieron con sus hijos adultos para casarse en la Iglesia católica en coeneo, en 2003, a pesar de haber estado casa-dos por lo civil desde hacía 20 años en los Estados Unidos . La ma-yoría, no obstante, son parejas jóvenes, menores de 23 años, listas para casarse en la iglesia parroquial y volver a los Estados Unidos .

El irca también parece haber inspirado a los parroquianos de coeneo a casarse en los Estados Unidos . La seguridad de la ciuda-danía posibilitó el empezar una vida matrimonial, católica, en los Estados Unido . La imposibilidad de cruzar la frontera también hizo que el matrimonio católico en los Estados Unidos fuera una opción más atractiva . El registro de matrimonios católicos revela una ten-dencia sorprendente al analizar la cantidad de matrimonios anua-les en los Estados Unidos . durante gran parte de la década de 1970 fueron muy pocos los parroquianos de coeneo que se casaron en los Estados Unidos y, antes de esa década, casi ningún parroquiano de coeneo se casó en una iglesia católica estadunidense . Esa canti-dad aumentó regularmente a lo largo de la década de 1980, pero siguió representando un porcentaje pequeño, menor al 10%, com-parado con la cantidad de parejas que se casaron en coeneo . La década de 1990 narra una historia distinta, ya que las comunidades sombra se establecieron mejor y, cada vez más, una mayor cantidad de parejas eligieron bodas católicas en los Estados Unidos, cuestión que llegó a 32% para el periodo 2001 a 2003 .42

42 Quienes se casan en los Estados Unidos también tienden a ser jóvenes . Mientras que entre 4 y 6% de quienes fueron bautizados entre 1955 y 1963 se

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El cambio reciente hacia casarse en ciertas comunidades som-bra en particular puede entenderse mejor si examinamos los casa-mientos en el sur de Idaho, donde los parroquianos de coeneo se han casado en Nampa, Rupert, Boise, Glenns Ferry, Pocatello, Jero-me, Burley y Sun Valley, siendo Rupert la opción numero uno. En ese campo rural, el primer casamiento en el sureste de Idaho tuvo lugar en 1976, y fue el único casamiento de esa década. En la déca-da de 1980, nueve parroquianos de coeneo eligieron casarse en Idaho, y después, el número saltó a 42 en la década de 1990. Sin embargo, justo en los años 2000 a 2003, 60 parroquianos eligieron casarse en Idaho, lo que representa un incremento dramático . Los registros de bautismo indican que, junto con las comunidades de Idaho, hay otras dos áreas establecidas: california —oxnard, Los Ángeles, Riverside, Ventura y Watsonville; e Illinois— Chicago, Ci-cero, Libertyville, Mundelein y Roundlake . Éstas son las comunida-des sombra más antiguas . Mientras que la mayoría de los casamien-tos en Idaho tuvo lugar de 2000 a 2003, en Roundlake y chicago, la gran mayoría de los matrimonios estadunidenses ocurrieron en los años noventa .

Mientras que los matrimonios en coeneo se concentran entre diciembre y enero, no sucede lo mismo para las personas de coeneo que deciden casarse en los Estados Unidos . Éste es otro indicador del impacto del transnacionalismo . A lo largo del periodo de cinco años que va de 1998 a 2002, aproximadamente 130 hombres y mu-jeres que habían nacido y sido bautizados en coeneo se casaron en iglesias católicas en los Estados Unidos, y sólo ocho de ellos se ca-saron en diciembre y enero, lo que representa aproximadamente el

casaron en los Estados Unidos (al tiempo que entre 18 y 30% se casaban en otras partes de México), para los nacidos a partir de 1964, el porcentaje empie-za a aumentar, llegando a un máximo 27% para quienes nacieron en 1982 . Hay que reconocer que éste es un grupo mucho menor, dada su edad de 20 años en 2002, pero el hecho de que 27% se case en los Estados Unidos, vinculado con otro 18% que se casó en otras partes de México, significa que cerca de la mitad (45%) de este grupo de jóvenes se casa fuera de Coeneo, que es otro reflejo de la emigración masiva .

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seis por ciento . La mayoría se casó, como es costumbre en los Esta-dos Unidos, en los meses del verano .

Mientras que la tendencia en los matrimonios católicos parece ser dictada por la vida de una población migrante transnacional en los Estados Unidos, que también se orienta hacia ese país, la ten-dencia en los bautizos complica el panorama . Los parroquianos de coeneo pueden casarse, cada vez más, fuera de la parroquia, pero también han regresado crecientemente a coeneo a bautizar a sus hijos nacidos fuera de ahí. El fenómeno de bautizar en Coeneo a los niños nacidos en los Estados Unidos es reciente y, nuevamente, son las comunidades sombra del sureste de Idaho las que juegan el papel más significativo. A lo largo de la década de 1970, solamente hubo 33 niños y bebés, nacidos en los Estados Unidos, que fueron con sus padres a ser bautizados a coeneo . no es de sorprender que la mayoría viniera de las comunidades sombra; 11 de los 33 bebés habían nacido en Idaho (tan sólo nueve en Rupert), ocho en cali-fornia, y otros siete en el área de chicago . En 1970 casi todos los padres llevaron a sus bebés, en el plazo de unos pocos meses des-pués de su nacimiento, a ser bautizados a coeneo, demostrando que estos padres podían cruzar fácilmente a México . Además, no había un patrón general con relación a los meses en que los padres de las parroquias bautizaban a los niños en coeneo .

La década de 1980 presenció el nacimiento en los Estados Uni-dos de 97 bebés, , que fueron bautizados en coeneo . como en el caso de las tendencias en los matrimonios, el irca jugó un papel significativo, ya que 37 de los 97 bebés fueron bautizados entre 1988 y 1989 . Igual que en los setenta, las tres áreas sombra predominan-tes están bien representadas . sin embargo, el año de 1980, y espe-cialmente los bebés de finales de esa década, revelan dos nuevos fenómenos . El primero de éstos es el incremento de casos de niños mayores llevados a coeneo para ser bautizados . En 1988, por ejem-plo, más de la mitad de los niños bautizados tenían más de un año de edad, lo que excede, en mucho, los tres meses de edad que tenían en promedio los niños nacidos en coeneo . Luis y Eva Arriaga lle-varon desde Rupert, Idaho, a sus hijas de seis y siete años de edad,

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para ser bautizadas en diciembre de 1988 . dada la importancia que los católicos dan en coeneo a bautizar a los bebés tan pronto como se pueda, este retraso indica la importancia que tiene, para algunos, que sus hijos sean bautizados en su parroquia, si es posible. Lo más seguro es que hayan llevado a sus hijas a México en automóvil, después de poner en orden sus papeles de la amnistía . Al hacer el largo —y en ocasiones peligroso— viaje, demostraban la continui-dad de su participación como parroquianos en coeneo .43 claramen-te, la universalidad de los sacramentos católicos y la proximidad de una Iglesia católica en su comunidad en los Estados Unidos no pudieron competir con el deseo de los padres de que sus hijos se hiciesen católicos en coeneo .

Este bautizo transnacional celebrado en 1988, es un ejemplo de una práctica religiosa popular católica, sancionada positivamente por un sacerdote de la Iglesia católica oficial, pero no necesariamen-te alineada con la doctrina universal . En coeneo, los sacerdotes ca-tólicos locales parecían no comprender por qué alguien emprendería un viaje tan arduo cuando, desde su punto de vista, el sacramento del bautismo en sí mismo es esencial, pero no es tan relevante dónde se realiza. El hecho de que Luis y Eva hayan bautizado a sus hijas mayores en diciembre, revela el segundo fenómeno novedoso . Al seguir las tendencias del matrimonio, 70% de los bebés y niños na-cidos en los Estados Unidos fueron bautizados en coeneo durante la temporada navideña de 1988 . En la década de 1990 y hasta el año 2003 (el último año incluido en este estudio), la tendencia a que los bautizos se realizaran en diciembre y enero continuó reflejando esta nueva dinámica en la vida de las parroquias mexicanas .

Además, podemos advertir dos fenómenos interesantes en este periodo . El primero involucra a la parroquia de Burley, del sureste de Idaho. Al inicio de 1995 y hasta 2002, un número inusual de bebés nacidos en Burley fueron bautizados en coeneo, especial-mente si se compara la información con el vecino poblado de Rupert .

43 Concluyo que la mayoría manejó, con base en las entrevistas y por haber observado una multitud de vehículos en coeneo .

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En 1997, María y Eliazar Rodríguez llevaron a sus cuatro hijos, de edades que iban desde un año hasta cinco, a ser bautizados a coeneo . de acuerdo con varios parroquianos, la causa podía haber sido el párroco de Burley de aquella época, quien, a pesar de hablar espa-ñol, era considerado por muchos como poco accesible . En vez de confrontar al sacerdote, los padres traían a sus hijos hasta Coeneo. El segundo fenómeno fue la expansión creciente de la población de Coeneo. Hacia el final de la década de 1990, las tres áreas sombra aún predominaban, pero los bebés nacidos en Florida, Kansas, Ken-tucky, Michigan, Montana, Georgia, Carolina del Norte y oregon eran llevados, para ser bautizardos, a coeneo .

Los parroquianos transnacionales en los Estados Unidos

Gilberto Hinojosa ha sostenido que la “Iglesia católica ha jugado siempre un papel importante en las comunidades de fieles mexica-no-americanos” . Al mismo tiempo, caracterizó ese papel como “ambivalente” . Hizo notar que la Iglesia católica, algunas veces, “abrigaba las creencias populares”, y en otras ocasiones, “los obje-tivos de las autoridades eclesiásticas han estado en conflicto con los de la comunidad mexicano-americana” .44 Puesto de manera senci-lla, para muchos, la Iglesia católica estadounidense durante largo tiempo expulsó a muchos mexicanos y mexicano-americanos . En segundo lugar, para muchos académicos y teólogos, hay elementos distintivos del catolicismo mexicano-americano, elementos que no necesariamente incluyen el aporte parroquial o institucional .45

44 Hinojosa, “Mexican-American Faith Communities in Texas and the South-west” .

45 Véase, por ejemplo, Matovina y Riebe-Estrella (coords.), Horizons of the Sacred, donde solamente uno de los artículos se centra en el estudio de una parroquia. La antología también detalla los múltiples problemas que han te-nido los mexicanos y mexicano—americanos con la Iglesia católica de Estados Unidos .

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Los mexicanos y los mexicano-americanos se volvieron extran-jeros en su propia tierra después de la guerra entre Estados Unidos y México, y estuvieron sujetos a la diferenciación desde el principio . Eran católicos que necesitaban el cuidado de los misioneros para corregir sus caminos, y después fueron puestos en iglesias para inmigrantes o en iglesias nacionales mexicanas para facilitar el pro-ceso de americanización . Uno podría trazar una línea recta que empezara inmediatamente después de la conquista de los Estados Unidos sobre el territorio noroeste mexicano y abarcara los conflic-tos que surgieron en nuevo México sobre las prácticas culturales y católicas locales . Por un lado, los sacerdotes mexicanos, como el padre Antonio José Martínez, buscaron limitar los cambios y, por el otro, los representantes católicos estadunidenses, como el arzo-bispo francés Lamy, deseaban “modernizar” las prácticas católi-cas .46 durante una buena parte de los siglos xix y xx, las experiencias mexicana y mexicano-americana fueron objeto de oposición prejui-ciosa e incomprensión por parte de los sacerdotes y los católicos angloamericanos . Los sacerdotes católicos estadunidenses, por su parte, frecuentemente lamentaron la “superstición del catolicismo mexicano”, que “no era una fe de razón” .47 Aun cuando los sacer-dotes que hablaban español tomaron y revitalizaron las capillas que eran predominantemente mexicanas y mexicano-americanas (como cuando algunos padres españoles vinieron a la catedral de san Fer-nando en san Antonio, Texas, en la década de 1930), había discri-minación . Los sacerdotes españoles “expresaron que los católicos de ascendencia mexicana sufrían de ‘ignorancia religiosa’ y reque-rían ‘mucha atención’ para mantenerles ‘con constancia en la prác-tica de su religión’” .48

46 La literatura sobre el maltrato de la jerarquía católica a mexicanos y mexi-cano—americanos durante el siglo xix en el suroeste de los Estados Unidos es extensa . Para una revisión concisa, véase Matovina, “conquest, Faith, and Re-sistance in the southwest”, pp . 19-34 .

47 Treviño, The Church in the Barrio, p . 89 .48 Matovina, Guadalupe and Her Faithful, p . 108 .

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Los parroquianos anglo-americanos también rechazaban fre-cuentemente a los parroquianos mexicanos y mexicano-americanos . El arzobispo de san Antonio se lamentaba diciendo que “estamos literalmente forzados a erigir dos iglesias en las mismas localidades, una para los católicos americanos y la otra para los mexicanos, porque, como lo indicó recientemente uno de nuestros misioneros —‘Una iglesia americana para la gente blanca y una misión para los ilotas, los parias de la comunidad, nuestra gente mexicana ca-tólica pobre y sus pequeños’” .49 En un reporte de 1999, el comité de Asuntos Hispanos de la conferencia de obispos católicos de los Estados Unidos notó que aún existía el mismo problema, aunque el nivel de insensibilidad era mucho menor . Al nivel de la parro-quia, concluyeron que “un problema, que se encuentra a menudo, en particular en los lugares donde la población hispana es relativa-mente nueva o pobre, es que los hispanos no se sienten incluidos en el proceso de toma de decisión de la parroquia” . El reporte con-tinúa citando a un líder laico, quien lamentaba que “estoy desani-mado por el hecho de que los hispanos no cuentan en esta parroquia . Venimos a misa en grandes números, y nuestras misas realmente están llenas de espíritu . Pero todo el poder está en las manos de un grupo (no-hispano) que contribuye con mucho dinero a la iglesia” .50 no es de sorprender entonces que muchos sostengan que los mexi-cano-americanos tienen una actitud, en el mejor de los casos, am-bivalente hacia las parroquias locales, y no comparten la experiencia católica euro-americana en la que “vecindario, parroquia y religión frecuentemente se entreveran” .51 La iglesia parroquial en el barrio daba una sensación totalmente diferente .

Hay un creciente consenso, entre académicos y teólogos por igual, en el sentido de que un conjunto de prácticas separan a los católicos mexicanos y mexicano-americanos de los católicos anglo-americanos . El argumento que se sostiene es que estas diferencias

49 Citado en Treviño, The Church in the Barrio, pp . 86-87.50 Gómez y Vásquez, “Hispanic Ministry Study”.51 McGreevy, Parish Boundaries, p . 22 .

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van más allá del idioma, e incluyen lo que Anthony stevens-Arro-yo llama “idiosincrasia cultural”,52 y lo que Robert Treviño recien-temente acuñó como “etno-catolicismo [ . . .] una manera mexicano-americana de ser católico” .53 Treviño hace notar elocuentemente que este catolicismo tiene elementos del cristianismo español ante-rior a la Reforma, así como sensibilidades mesoamericanas . de acuerdo con Treviño, el catolicismo mexicano-americano “favorecía la veneración de los santos, la adoración en altares domésticos y las celebraciones religiosas comunitarias que borraban las líneas divisorias entre lo sacro y lo secular, mientras que tendía simultá-neamente a participar selectivamente en la Iglesia católica institu-cional, pero manteniéndola a distancia” .54 En el argumento de Tre-viño resuena el trabajo del teólogo Virgilio Elizondo, que sostenía que los mexicano-americanos practicaban una cristiandad mes-tiza, que combinaba las espiritualidades española, africana y meso-americana, misma que la Iglesia de los Estados Unidos debía in-corporar . Interpretándolo como una forma de resistencia cultural, Elizondo describió un calendario sacro particular que incluía el miércoles de ceniza, el viernes santo, el 12 de diciembre, cuando los mexicanos y los mexicano-americanos celebraban el poder mi-lagroso de Nuestra Señora de Guadalupe.55 Aquí encontramos un eco de la idea de Christian sobre un calendario único; sin embargo, para Elizondo y para otros, mucho del catolicismo mexicano-ameri-cano incluye, sólo tangencialmente, las devociones populares rela-cionadas con una parroquia . Los líderes comunitarios y las personas mayores de edad dirigen ceremonias como las posadas y pastorelas, que son representaciones públicas de milagros. Adquieren mayor importancia eventos particulares en el ciclo de vida, como los bau-tizos y celebraciones de 15 años, y el foco de la celebración es, al mismo tiempo, familiar y comunitario . Los eventos auspiciados por la Iglesia, como el via crucis, que es la representación de la cruci-

52 Stevens-Arroyo, “From Barrios to Barricades”, p. 585.53 Treviño, The Church in the Barrio, p . 4 .54 Ibid ., pp . 4-5 .55 Elizondo, Galilean Journey .

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fixión, por ejemplo en Pilsen, Chicago, es un suceso multidimen-sional en el que el papel de la parroquia es secundario .56 Los mexi-canos y mexicano-americanos son seguidores, además, de los santos aprobados por la Iglesia, de santos populares como El niño Fiden-cio, y buscan el alivio físico y espiritual de curanderos .

sin negar la importancia y centralidad de estas prácticas y creen-cias católicas mexicanas y mexicano-americanas, haría falta una mayor atención a los estudios sobre parroquias, especialmente las rurales, por una serie de razones . como ha sido apuntado por algu-nos estudiosos, toda esta discusión académica sobre la diferencia, tiende a marginalizar aún más a los mexicano-americanos, e ignora que muchos de ellos sí participan en las iglesias católicas estadu-nidenses institucionales .57 En este sentido, tanto los académicos como los funcionarios de las iglesias indican que los mexicanos y los mexicano-americanos llenan las bancas de los templos . La mi-rada desde coeneo también indica que, en una serie de iglesias, los parroquianos transnacionales de coeneo, junto con otros mexicanos y mexicano-americanos, han inundado las parroquias desde Rupert, Idaho, hasta Roundlake, Illinois, y oxnard, california . conforme los mexicanos y los mexicano-americanos, junto con otros grupos lati-nos, se convierten en el grupo mayoritario en sus parroquias, la manera más efectiva de examinar el impacto de estas poblaciones es el estudio de la parroquia . sin embargo, dada la movilidad de mucha de esta población y el transnacionalismo, uno debería con-siderar cuidadosamente la revaloración de McGreevy con respecto a la afiliación parroquial. McGreevy sostiene que “la intensa iden-tificación católica con una y sólo una parroquia geográfica, resulta ser una contingencia histórica, una parte del resurgimiento del ca-tolicismo que tuvo lugar en Europa y en los Estados Unidos a me-diados del siglo xix, y que cambió abruptamente en la década de

56 Dávalos, “The Real Way of Praying”.57 Aquí estoy pensando en otto Maduro quien en cada reunión dice que,

como los elementos mestizos de la cristiandad latina revelan elementos de resistencia y persistencia cultural, las prácticas religiosas de los latinos tien-den a ser exóticas. “Vayan a los suburbios”, sugiere frecuentemente.

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1960” .58 Por lo tanto, los migrantes y transmigrantes de coeneo de-muestran que la afiliación parroquial única debe ser puesta a con-sideración nuevamente, porque muchos mexicanos y mexicano-americanos que viven en los Estados Unidos se consideran miembros activos de, por lo menos, dos parroquias: una en México y la otra en los Estados Unidos . Los mexicanos y los mexicano-americanos par-ticipan en múltiples parroquias porque, aun cuando hay un núme-ro importante de prácticas diferentes que no necesariamente se centran en la parroquia, siguen buscando y necesitando a los sacer-dotes, así como la sanción institucional de la Iglesia .

Tómese, por ejemplo, la enorme popularidad de las fiestas de 15 años, que se han convertido en una industria con revistas propias y desfiles de modas. Este rito de paso, en el que una joven de 15 años se transforma en mujer, es consistente con la idea del sincretismo católico y la persistencia cultural mexicano-americana . Aunque no es el centro de la atención de la revista QuinceGirl, es importante señalar que muchas celebraciones de 15 años inician con una misa o con una bendición que, de acuerdo con usccb, se ha convertido crecientemente en un “’rito litúrgico’ no oficial que es regulado en algunas diócesis por ciertas normas y lineamientos” .59 En aquellas parroquias que tienen una población mexicana y mexicano-ameri-cana establecida ya desde hace tiempo, como es el caso de san Fer-nando en san Antonio, Texas, hay una larga historia de celebración de las quinceañeras. Para Guadalupe Alvarado, quien llegó a San Antonio en la década de 1950 como una joven adolescente, “su pri-mer recuerdo vívido de la parroquia (fue) la celebración de sus 15 años” . conoció a su esposo, otro mexicano, cuando actuaron de María y José en la gran posada de san Fernando .60 sólo con un en-foque parroquiales y un estudio puede uno seguir el desarrollo de esta celebración popular a nivel local, en áreas como ésta, en Idaho .

58 McGreevy, “Religious Roots”, p. 420.59 Véase el memorándum de usccb “Fifteen Questions on the Quinceañe-

ras” . Es interesante notar que el memorándum hace referencia a los orígenes mesoamericanos de esta ceremonia .

60 Matovina, Guadalupe and Her Faithful, p . 147 .

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El padre camacho, un sacerdote mexicano radicado en Idaho desde hace mucho, y que con su programa de radio es ahora tam-bién una fuerza cultural, narró con alguna frustración cuán lenta-mente respondió la Iglesia católica a los inmigrantes que llegaron en la década de 1980 de Michoacán, Jalisco y Zacatecas . Las familias que querían celebrar a sus quinceañeras no podían encontrar a un sacerdote que no fuera él para participar porque, estando en Idaho, sus prácticas no coincidían con las prácticas católicas estandariza-das de los Estados Unidos . sin embargo, la comunidad inmigrante mexicana encontró otras formas de hacer sus celebraciones . El padre camacho supo de estos esfuerzos porque recibía llamadas de sa-cerdotes episcopales preguntándole si podía darles instrucciones de qué hacer en un servicio para una quinceañera .61 La situación empezó a cambiar al inicio de los noventa, cuando un historiador notó que “los anglos han aprendido a gustar de muchas costumbres locales hispanas: la celebración de las quinceañeras, de nuestra se-ñora de Guadalupe, de las posadas, y las fiestas en honor de los santos” .62 En la celebración de 15 años de Andrea Murguía, en julio del 2006, el padre camacho incluso cantó una de sus propias can-ciones. Andrea, impresionada, dijo: “no solamente es un sacerdote, también da buenos consejos y me ha ayudado mucho . Lo tengo registrado en mi teléfono celular” .63 cada parroquia en Idaho tiene ahora a alguien que se encarga de organizar las celebraciones de 15 años que, al menos en algunos lugares del estado, sirven como fuer-te vínculo entre la parroquia y el sacerdote .

ciertamente, la iglesia parroquial de st . nicholas, en el entorno rural de Rupert, y st . Mary, en Boise, son algunas de las iglesias parroquiales de Idaho que ofrecen ahora clases para quienes serán quinceañeras, dando un destacado lugar a dichas clases en los bo-letines de la iglesia, junto a los anuncios de matrimonio y bautismo . La mirada desde coeneo sugiere que no son pocos los que también

61 Camacho, entrevista de mayo de 2006.62 Arrington, History of Idaho, p . 287 .63 Popkey, “Rev. Camacho Ministers with Love and Soccer”.

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toman las clases para el matrimonio en Idaho . Para el periodo de 2000 a 2003, por ejemplo, alrededor de 25% de todos los parroquia-nos bautizados en coeneo se casaron en Idaho . desde la sociedad de Nuestra Señora de Guadalupe, que prepara tamales para la ce-lebración local del 4 de julio, hasta la celebración llena de energía de las misas en español, pasando, por supuesto, por los mexicano-americanos que salen en el mes de diciembre de la parroquia en los Estados Unidos para reunirse con su comunidad parroquial más amplia de coeneo, en México, durante la época navideña, las per-sonas transnacionales han empezado a cambiar el ritmo de la vida parroquial a ambos lados de la frontera .

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Migrantes mexicanos indígenas1

Jonathan Fox

En los Estados Unidos, cuando se usan los términos “multiétnico”, “multicultural” y “multirracial” para referirse a migrantes mexi-canos, por lo general se alude exclusivamente a la relación entre éstos y migrantes de otras nacionalidades y grupos sociales que viven en el país . sin embargo, la sociedad mexicana es, en sí misma, multiétnica y multirracial . desde la perspectiva de los derechos

1 Traducción de Lucía Rayas . Este capítulo es una versión sustancialmente modificada, ampliada y ac-

tualizada de Fox, “Reframing Mexican Migration as a Multi-Ethmic Process” . Algunas secciones recogen partes de Jonathan Fox y Gaspar Rivera-Salgado, “Introducción”, en Indígenas mexicanos migrantes en los Estados Unidos, coords . Jonathan Fox y Gaspar Rivera-Salgado (México, Ed. Miguel Ángel Porrúa, uaz, 2004), pp . 9-75; y de Jonathan Fox, “Indigenous Mexican civil society in the United states” (presentación ante la Asociación de Estudios Latinoameri-canos, Las Vegas, Nevada, octubre, 2004), que incluyen una bibliografía aca-démica más completa . Para escribir este trabajo me inspiré en conversaciones sostenidas a lo largo del tiempo con Gaspar Rivera-Salgado, Rufino Domín-guez Santos, Romualdo Juan Gutiérrez Cortés, odilia Romero y Leoncio Vás-quez del Frente Indígena de organizaciones Binacionales (fiob), antes conoci-do como Frente Indígena oaxaqueño Binacional . El autor también le agradece a Sylvia Escárcega, Martha García ortega, olga Nájera-Ramírez, María Dolo-res París Pombo y Lynn Stephen. El enfoque representado aquí refleja tam-bién el diálogo sostenido dentro de la facultad de Estudios Latinoamericanos y Latinos en la University of california, santa cruz, en torno al proceso de “traducción conceptual”, un enfoque que intenta fomentar el intercambio al hacer explícitos los supuestos detrás de los conceptos. Gracias a Lucía Rayas por su traducción, y a Mauricio sánchez Álvarez por su ayuda con la redac-ción. El autor es el único responsable del contenido.

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indígenas, la nación mexicana incluye a muchos pueblos distintos . Tomemos el indicador menos ambiguo de diferenciación étnica: más de uno de cada diez mexicanos proviene de una familia en la que se habla una lengua indígena .1 Actualmente, hay un número creciente de activistas indígenas mexicanos en las comunidades migrantes, que son trilingües . Incluso, para algunos que inmigraron siendo niños o adolescentes, el español no es ni su primera ni su segunda lengua . Aun así, en los Estados Unidos, buena parte de los académicos, de los grupos de derechos civiles, de los trabaja-dores de la cultura, de los organizadores sindicales, así como de las clínicas de salud y de agencias financiadoras, tratan a los mexi-canos como si fueran étnicamente homogéneos . Esta suposición implícita ocasiona tanto invisibilidad como visibilidad: mientras muchos migrantes indígenas sumergen sus culturas e identidades, otros “salen” en defensa del respeto por la igualdad racial y la diferencia cultural .

La población migrante mexicana en los Estados Unidos refleja cada vez más la diversidad étnica de la sociedad mexicana, pero esto aún no se manifiesta en nuestros marcos conceptuales. Este ensayo explora una serie de enigmas conceptuales que surgen en torno a la formación de la identidad colectiva, una vez que se reco-noce la diferencia étnica dentro de la población migrante mexicana . El primer asunto es que las identidades colectivas mexicanas, tanto de los migrantes como de los indígenas, están complicando las ideas que se han sostenido durante tiempo sobre raza, etnicidad e iden-tidad nacional . A pesar de que estos tres conceptos con frecuencia se usan indistintamente cuando se habla de mexicanos en los Esta-dos Unidos, la raza, la etnicidad y la identidad nacional no son si-nónimos . si estos tres conceptos son analíticamente distintos, ¿dón-de y cuándo termina uno y comienza el otro? En segundo lugar, cuando las identidades migrante e indígena se traslapan, como en el caso de los migrantes indígenas mexicanos, los problemas con

1 Serrano Carreto, Embriz osorio y Fernandez Ham (coords.), Indicadores socioeconómicos de los pueblos indígenas, 2002 .

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respecto a cómo distinguir entre las identidades raciales, étnicas y nacionales se agudizan . Una aproximación comparativa y binacio-nal sugiere que es útil ver las experiencias e identidades específicas de los migrantes indígenas mexicanos en los Estados Unidos con lentes que retomen elementos de marcos conceptuales que se cen-tran tanto en procesos de racialización como en aquellos que enfati-zan la construcción social de las identidades colectivas con base en la etnicidad, la región o la religión . En otras palabras, esta aproxi-mación se despliega en la intersección de los marcos conceptuales de los estudios étnicos y de áreas .

El punto de partida para el análisis de la formación de la iden-tidad colectiva es que tanto en los Estados Unidos como en México, los migrantes indígenas se encuentran subordinados en su calidad tanto de migrantes como de indígenas . En lo económico, trabajan en los niveles inferiores de mercados laborales étnicamente segmen-tados . Asimismo, en la esfera social se enfrentan a la discriminación y actitudes racistas profundamente arraigadas por parte de otros mexicanos en uno y otro país, así como de la sociedad estaduniden-se dominante . Además, son objeto de una discriminación lingüís-tica sistemática por parte de las autoridades públicas, lo cual agra-va las violaciones a sus derechos humanos en ambos países .2 En el ámbito cívico-político de ambos países, y al igual que otros migran-tes mexicanos, a los indígenas migrantes se les impide gozar de la totalidad de sus derechos como ciudadanos . Al mismo tiempo, como también sucede con otros migrantes, los mexicanos indígenas llevan consigo una amplia gama de experiencias en materia de acción colectiva para el desarrollo comunitario, justicia social y democra-tización política; estos repertorios influyen sobre sus decisiones respecto a con quién trabajar y cómo construir sus propias organi-zaciones en los Estados Unidos .

2 Véase, por ejemplo, Padgett y Mascarenas, “Can a Mother Lose Her Child Because she doesn’t speak English?” .

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Contexto histórico

Hasta la década de 1980, en efecto, la mayoría de los migrantes mexicanos tenía un origen social similar: provenían principalmen-te de comunidades rurales mestizas de los estados centro occiden-tales. Muchos se identificaban con una cultura ranchera, ubicada en una posición intermedia en la jerarquía social mexicana, entre las sociedades urbana e indígena .3 Esta región expulsora “histórica” configuró de manera profunda la comprensión, tanto académica como popular, de la migración mexicana a los Estados Unidos . no obstante, a lo largo de las últimas dos décadas, la población migran-te mexicana se ha diversificado notablemente —en lo étnico, en lo social y en lo geográfico—, tanto en términos de su lugar de prove-niencia como respecto a dónde se asienta en los Estados Unidos .

La mayor parte de los primeros indígenas mexicanos que mi-graron a los Estados Unidos eran del estado centro-occidental de Michoacán, de origen purépecha, así como mixtecos y zapotecos de oaxaca, en el sur . La migración indígena mexicana a Estados Unidos se remonta cuando menos a principios del siglo xx . En efec-to, el padre de Ricardo Flores Magón, nacido en oaxaca, revolucio-nario transfronterizo, y más tarde exiliado político, era indígena . En la década de 1920, Manuel Gamio, pionero en el estudio acadé-mico de los mexicanos en los Estados Unidos documentó la exis-tencia de migrantes de origen “mesoamericano”, aunque no dio más especificaciones étnicas.4 Asimismo, devra Weber señala el papel de Primo Tapia y de otros purépechas que se unieron a los Trabajadores Industriales del Mundo mientras estaban en los Es-tados Unidos, antes de volver a encabezar las luchas agraristas de la década de 1920 .5 En efecto, Weber revalora su propia investiga-

3 Farr, Rancheros in Chicagoacán .4 Véase García ortega, Nómadas, viajeros y migrantes: La comunidad sin lími-

tes de la región Nahua del Alto Balsas, Guerrero, y García ortega, “Nahuas en Es-tados Unidos”, pp . 75-91 .

5 Véase Deira Weber, “Un pasado no visto”.

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ción al tomar en cuenta las identidades purépechas, que previa-mente habían permanecido “no vistas” en las historias orales que realizó con los inmigrantes que vinieron a los Estados Unidos en esa década . Más tarde, y como sucede en general con la migración mexicana, el Programa Bracero (1942-1964) jugó un papel funda-mental en impulsar las redes sociales comunitarias indígenas que sostuvieron la migración posterior .6 Aunque sólo una pequeña pro-porción de los reclutados para el Programa Bracero provino del sur de México, la evidencia testimonial indica que los primeros migran-tes mixtecos a los Estados Unidos viajaron después de haber mi-grado al norte de México .7

Hasta hace muy poco, no obstante, la mayor parte de los mi-grantes indígenas trabajaba en México, ya sea en las grandes ciuda-des o como jornaleros agrícolas, como es el caso, de larga data, de los migrantes temporales provenientes de Los Altos de chiapas, y que trabajaban en la agricultura de plantación .8 El proceso de emi-gración rural masiva que impulsó la urbanización de México a me-diados del siglo xx era sustancialmente indígena en su origen, y generó una literatura antropológica considerable en los años seten-

6 Con respecto a la experiencia nahua, García ortega escribe que “los bra-ceros, los ‘norteños de antes’, los pioneros de la inmigración a Estados Unidos, fueron los encargados de imprimir cierta imagen de ‘el norte’ y de pulir, a través de sus versiones, los detalles de mayor contraste con la realidad del lugar de origen [ . . .] Las crónicas de la experiencia transcomunitaria fueron repoblando las mentes nahuas y nutriendo las razones innumerables para sa-lir a ‘el viaje’ . Estos insumos alimentaron la esperanza y la construcción de proyectos de vida individuales, aunque enmarcados en el presente inacepta-ble, familiar y comunitario [ . . .] con toda certeza, la seducción de tales imáge-nes se mezclaba con aquellas otras figuras esbozadas por las crónicas de los ‘viajeros’ y ‘viajeras’ que iban y venían ‘por todo México’, desde Tijuana hasta Cancún”. “Nahuas en Estados Unidos”, p. 80.

7 Domínguez Santos, “Los primeros Ñuu Savi en los Estados Unidos”. Gil Martínez de Escobar, Fronteras de Pertenencia, p . 66 .

8 En el año 2000 se estimaba que la población de trabajadores agrícolas en México era de más de tres millones, de los cuales aproximadamente dos ter-cios no tenían tierra, y otro tercio correspondía a minifundistas por debajo del nivel de subsistencia . salinas Álvarez, Demanda educativa de la población jornalera agrícola migrante, p . 49 .

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ta y ochenta .9 En la década de 1960, por ejemplo, los zapotecos de la sierra norte de oaxaca comenzaron a mudarse a la ciudad de Méxi-co; ahí formaron asociaciones de oriundos, desarrollaron prácticas de ayuda mutua y compartieron identidades colectivas más amplias con base en la región de origen, que son muy similares a las que crean los migrantes contemporáneos a los Estados Unidos .10

En oaxaca, los mixtecos comenzaron a dejar sus pueblos para volverse jornaleros temporales a principios del siglo xx, migrando a pie a las costas de oaxaca y Veracruz en la década de los treinta, en tanto que otros llegaron incluso hasta chiapas .11 Los jornaleros mixtecos comenzaron a migrar al valle de culiacán en sinaloa en los años cuarenta, y en los setenta habían extendido sus circuitos migratorios hasta sonora y Baja california . Hubo una amplia par-ticipación mixteca en las campañas de sindicalización de los jorna-leros en sinaloa, primero bajo el estandarte de la central Indepen-diente de obreros Agrícolas y campesinos (cioac) .12 En estas luchas también intervino la organización del Pueblo Explotado y oprimi-do (opeo), cuya base estaba en sus pueblos de origen . Posteriormen-te, sus activistas trasladaron sus actividades al Valle Central de california, y la opeo se convirtió en una instancia fundadora de la primera coalición binacional de indígenas migrantes .13 otros mix-

9 Véase Sánchez Gómez, “Algunos aportes de la literatura sobre migración indígena y la importancia de la comunidad”, y Sánchez Gómez, “La impor-tancia del sistema de cargos en el entendimiento de los flujos migratorios in-dígenas” .

10 Véase Hirabayashi, Cultural Capital, y Hirabayashi, “The Politicization of Regional Identity among Mountain Zapotec Migrants in Mexico city” .

11 Véase Guidi, Estigma y prestigio .12 Véase López Monjardín, “organization and Struggle among Agricultu-

ral Workers in México”, y Posadas segura, Movimientos sociales de los trabajado-res agrícolas asalariados en el noroeste de México .

13 Este párrafo se basa en Domínguez Santos, “Migración y organización de los indígenas oaxaqueños” . domínguez santos fue uno de los fundadores de la opeo . El nombre de opeo se escogió en 1984, y expresa resistencia a la subordinación económica y social, a la vez que implica resistencia a un siste-ma de castas de facto y, por lo tanto, prefigura lo que se conoció después como subalterno .

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tecos migrarían a la ciudad de México a partir de los treinta . En 1981, los trabajadores del Metro originarios de san Miguel Tlacote-pec fundaron una de sus primeras asociaciones de poblados de origen, el comité cívico Popular .

La migración oaxaqueña a Baja california comenzó con la pri-mera generación de migrantes mixtecos temporaleros durante los años cincuenta y sesenta . Allí establecieron contactos con migrantes mestizos del centro de México, que estaban más familiarizados con las maneras de llegar a los Estados Unidos . En efecto, los migrantes indígenas a Baja california se referían entonces a quienes les ayu-daban a cruzar la frontera como “camaradas”, más que como “co-yotes”, lo que implica una percepción de solidaridad interétnica .14 Para los años ochenta, la economía agroexportadora de Baja cali-fornia creció de manera significativa, y familias oaxaqueñas com-pletas empezaron a establecerse allí, lo que llevó a una ola de ocu-pación territorial que reclamaba el derecho a la vivienda . durante este periodo, una nueva cohorte de migrantes, que se identificaban a sí mismos como oaxaqueños, nació en Baja california . Algunos decían “nací aquí en la colonia, pero soy de oaxaca” .15

dirigiéndose al norte desde Baja california, los migrantes in-dígenas empezaron a aumentar en proporción al total de la pobla-ción migrante que cruzaba la frontera a principios de la década de 1980, siguiendo lo que en ocasiones se conoce como la “ruta mix-teca”. En la década de 1990, la migración de carácter tanto perma-nente como circular incrementó de manera más notable en califor-nia urbana y rural, y cada vez más en Texas, nueva York, nueva Jersey, Florida, carolina del norte, oregón y Washington . Aunque los migrantes con frecuencia se establecen donde tienen paisanos, esto no implica que todos o la mayor parte de los migrantes de cierto poblado terminen haciéndolo en un mismo sitio, o que los miembros de determinado grupo étnico se establezcan en la misma región . Por ejemplo, los migrantes purépechas se han establecido

14 Camargo Martínez, 2004.15 Ibid., p . 84 .

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en carolina del norte, la región del medio oeste y en california .16 A nivel “translocal”, muchas comunidades de origen forman co-munidades satélite o “hijas”, que se dispersan ampliamente a lo largo de los Estados Unidos .17 Por ejemplo, en el caso de san Juan Mixtepec, oaxaca, Federico Besserer documentó la emisión de re-mesas desde 151 localidades diferentes ubicadas en siete estados mexicanos y 15 estadunidenses .18

Los cálculos del tamaño total de la población migrante indíge-na varían según el enfoque. Así, un enfoque consiste en aprovechar la distinción que hace el censo estadunidense, con sus preguntas distintas sobre la autoidentificación racial y la autoidentificación étnica. Aquellos que eligen autoidentificarse como indígenas ame-ricanos en términos de raza y también como hispanos-latinos en términos de su origen étnico, pueden considerarse como migrantes indígenas latinoamericanos (suelen ser mexicanos, pero también se incluye a guatemaltecos) . En el caso del censo de 2000, si uno com-bina ambas categorías (con sus preguntas respectivas sobre raza y etnia), se encuentra una población total de 407 mil indígenas mi-grantes .19 no es posible arribar a una cifra más precisa empleando el criterio de la autoidentificación, ya que las preguntas de segui-miento del censo oficial inquieren sobre la pertenencia a una “tribu” (que no es un concepto significativo para los pueblos indígenas de origen latinoamericano) . Más de la mitad de estos migrantes indí-genas autoidentificados están en el oeste, región para la que se re-portan 154 mil en california, seguidos de 22 mil en Arizona, 15 mil en colorado y 12 mil en nuevo México . si nos desplazamos hacia el este, se reportan casi 50 mil en Texas, seguidos por 30 mil en nueva York, casi 13 mil en Illinois y 11 mil en Florida . En california, los migrantes indígenas organizados realizaron una campaña para

16 Véase Leco Tomás, Migración indígena a Estados Unidos y Martínez, Cros-sing Over .

17 Véase Stephen, Transborder Lives .18 Topografías transnacionales .19 Véase Huizar y Cerda, “Migrantes mexicanos indígenas en el Censo del

año 2000 en Estados Unidos” .

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alentar a sus comunidades a que se autoidentificaran en el censo de 2000 . si bien los esfuerzos gubernamentales y de la sociedad civil en la década de los noventa aparentemente redujeron el subregistro, sin duda el censo de 2000 también pasó por alto una cantidad sus-tancial de migrantes indígenas . no obstante, los hallazgos constitu-yen una base definida para establecer tanto el creciente aumento de migrantes indígenas como su distribución geográfica relativa.

Los indígenas migrantes no sólo se están dispersando cada vez más a lo largo de los Estados Unidos, sino que también provienen de un espectro crecientemente más diverso de grupos étnicos mexi-canos, en el que figuran incluso mayas. En efecto, en tanto que la literatura académica sobre migración indígena se enfocó principal-mente en oaxaca durante un largo periodo, en años recientes la investigación etnográfica sobre la migración maya de yucatán se ha ampliado de manera significativa. Más recientemente, ha aumenta-do la migración a los Estados Unidos de mayas jóvenes provenien-tes de Los Altos de chiapas, y el alcance de la literatura académica también está creciendo . En efecto, investigadores que estudian chiapas han señalado que la migración ha aumentado marcada-mente a pesar de la sustancial redistribución agraria que siguió al levantamiento zapatista —aparentemente demasiado limitada y demasiado tarde .20

Uno de los esfuerzos más significativos por documentar los patrones de la migración indígena a los Estados Unidos es la En-cuesta nacional de Trabajadores Agrícolas del departamento del Trabajo(naws, por sus siglas en inglés) .21 Aunque muchos migran-tes indígenas entran directamente a empleos en servicios urbanos, como el caso de los zapotecas en Los Ángeles,22 también represen-tan una proporción creciente de la fuerza de trabajo agrícola a lo largo del país . Los autores de la exploraron diferentes maneras de

20 Villafuerte Solís y García Aguilar, “Crisis rural y migraciones en Chiapas”.21 Gabbard et al ., “Identifying Indigenous Mexican and central American

Immigrants in survey Research” .22 Véase López y Runsten, “El trabajo de los mixtecos y los zapotecos en

california” .

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preguntar sobre temas relacionados con la lengua y la raza, a fin de lograr una mayor precisión, en vista de las ambigüedades inheren-tes a la autoidentificación indígena. La encuesta encontró que la proporción de trabajadores agrícolas de origen mexicano prove-nientes del sur del país creció de 9% en 1990-2002 a 27% en 2005-2007, particularmente en el valle de san Joaquín y en la costa central de california, san diego,23 en el sur de Florida,24 y en el valle Willa-mette de oregon,25 y que últimamente ha llegado hasta los estados de Washington26 y carolina del norte, y también a la península delmarva27 . Para los años 2005-2007, 8% de los trabajadores agríco-las reportaron haber crecido en hogares donde los adultos hablaban lenguas indígenas, mientras la mitad afirmó que su lengua materna era indígena. Las preguntas en torno a la identificación racial mos-traron un incremento de 3%, en 1990-1992, a 13%, en 2005-2007, mientras que con la combinación de los indicadores de lengua y raza aumentó la proporción de trabajadores agrícolas indígenas de los Estados Unidos a 15%, en 2005-2007 .28 La proporción indígena de la fuerza de trabajo agrícola de california se proyectó hasta en 20% para el año 2010 .29

Un estudio innovador a gran escala sobre redes de migrantes de poblaciones indígenas entre trabajadores agrícolas en california revela ciertos patrones de distribución geográfica de las comunida-des de origen . Las principales regiones de salida se ubicaban en el occidente y sur de oaxaca, así como en el oriente de Guerrero, ad-yacente a las dos primeras . En total, 73% de las comunidades que

23 Véase Martínez, Runsten y Ricardez, “The Mexican Migrant Communi-ty in san diego county” .

24 Véase Schmidt y Crummett, “Herencias recreadas”, pp. 435-450.25 Véase Stephen, Transborder Lives.26 Holmes “An Ethnographic Study of the Social Context of Migrant Health

in the United states” .27 Kissam et al., “no Longer children” .28 Gabbard et al., “Identifying Indigenous Mexican and central American

Immigrants in survey Research”, pp . 18-20 .29 Kissam, “Trends in the Ethnic Composition of the California Farm La-

bor Force” .

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expulsan están en oaxaca, 15% en Guerrero, y las demás (12%), en Chiapas, Michoacán, Puebla y Veracruz. Asimismo, más de 80% de las comunidades expulsoras son pequeños poblados de menos de tres mil habitantes . Este estudio también ha documentado la seg-mentación étnica de los mercados laborales, mostrando que hay una mayor presencia de trabajadores agrícolas indígenas en las tareas más arduas (por ejemplo, la recolección de fresas y uvas pasas) . El estudio también abarcó las regiones expulsoras, donde encontró que las personas jóvenes de aquellas comunidades que cuentan con redes más establecidas suelen pensar dos veces antes de cruzar la frontera, debido al costo y al peligro, mientras que “en algunas de las redes más pobres y recientes, la gente se sigue sintiendo obliga-da a partir al norte debido a la falta de opciones” .30

Acercamientos comparativos y binacionales a las identidades raciales, étnicas y nacionales

como tales, los conceptos de raza, etnicidad e identidad nacional se refieren a maneras de entender y expresar la identidad colectiva, y de alguna manera, también a cierta descendencia en común; por otra parte, cada concepto enfatiza en un aspecto identitario dife-rente . Para quienes migraron a los Estados Unidos, la mexicanidad es al mismo tiempo nacional, racial y étnica, pero ¿cuál es cuál, cuándo y por qué? Aunque en definitiva, estos tres conceptos se traslapan, también se supone que son un tanto diferenciables; el reto entonces consiste en identificar esas distinciones con mayor precisión. Para resolver este desafío conceptual puede resultar útil unir marcos de referencia intelectuales así como lecciones prácticas tanto de los Estados Unidos como de América Latina . En el ámbito de la cultura política nacional dominante de México, desde hace

30 Comunicación personal vía correo electrónico con Rick Mines, coordi-nador de la Encuesta de Trabajadores Agrícolas Indígenas (Indigenous Far-mworker Survey), 17 de febrero de 2009 . Para ver los resultados en un formato bilingüe y multimedia: http://indigenousfarmworkers.org.

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tiempo se ha considerado, sobre todo por parte de las élites políti-cas, que tanto los pueblos indígenas como los migrantes que cruzan la frontera, son ciudadanos de segunda . Este poderoso legado his-tórico sólo comenzó a transformarse de manera significativa en México en la década de 1990. El presidente Vicente Fox cambiaría drásticamente el discurso oficial al describirlos como “héroes” más que como traidores o pochos. Más aún, Fox sostuvo que todos los ciudadanos estadunidenses de ascendencia mexicana eran integran-tes de la diáspora nacional, opacando así la añeja distinción entre mexicanos y mexicano-estadunidenses .

En la práctica, en México aún se le niega el disfrute amplio de los plenos derechos político-democráticos, tanto a los migrantes como a los pueblos indígenas . sin menoscabo de los cambios en el discurso político oficial, incluso una rápida revisión de los medios de comunicación masivos dominantes muestra que, en lo cultural, también permanecen excluidos del imaginario nacional . En tanto que los indígenas mexicanos pueden acceder a una “mexicanidad plena”, en la medida en que renuncien a su lengua y a compromi-sos relacionados con la autonomía étnica, muchos mexicanos aún consideran que los migrantes diluyen su mexicanidad al exponerse a la cultura estadounidense y mexicano-estadunidense . Ésta es una de las razones por las cuales el derecho a votar en el extranjero, que se le había prometido desde hace mucho a los migrantes, se man-tuvo en el limbo político hasta el 2005. Más aún, todavía hay influ-yentes actores políticos de la élite que consideran que los ciudada-nos mexicanos en los Estados Unidos son demasiado vulnerables a la manipulación por los intereses estadunidenses como para con-fiarles el derecho al voto. Tanto para los migrantes como para los pueblos indígenas, el hecho de no tener un dominio total del español es otro mecanismo poderoso que los excluye de una pertenencia igualitaria en el cuerpo político y en el imaginario nacional mexica-no . Tomemos en cuenta la similitud de estas dos frases análogas: esos mexicanos que “ni siquiera hablan inglés” (en los Estados Uni-dos), y esos indios que “ni siquiera hablan español” (una referencia común en México a los pueblos indígenas “monolingües”). En otras

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palabras, tanto la diferencia étnica como la movilidad transfronte-riza permanecen en tensión con respecto al enfoque dominante en materia de identidad nacional mexicana .31

En la década de 1990, para la mayor parte de los migrantes mexi-canos de primera generación, el origen nacional prevalecía como identidad colectiva primaria por encima de los constructos estadu-nidenses de latinidad o hispanidad.32 Incluso, es posible que los mi-grantes mexicanos rechacen, modifiquen o pospongan la aceptación de identidades étnicas de mayor arraigo en los Estados Unidos, como chicano o mexicano-americano, sobre todo en regiones que cuentan con una masa crítica de migrantes de primera generación . A pesar del jalón de la identidad nacional, los migrantes mexicanos también se encuentran insertos en una jerarquía social estadunidense que les asigna una categoría racial . Es decir: en los Estados Unidos, la mexi-canidad de los migrantes, que es subjetivamente nacional, se trata ampliamente como una identidad racial . de hecho, allá el concepto de raza se está aplicando cada vez más para entender las experien-cias latinoamericanas . Para comprender más cabalmente cómo las dinámicas de los procesos de racialización afectan a los mexicanos en los Estados Unidos habría que efectuar una comparación siste-mática entre distintas regiones del país. Mejor aún, una perspectiva que tome en cuenta casos de ambos lados de la frontera profundi-zaría nuestro entendimiento del proceso, ya que, para muchos mi-

31 Además, recuérdese que, desde hace tiempo, quienes han inmigrado a México y que son considerados diferentes en términos raciales han tenido di-ficultades para ser aceptados plenamente como mexicanos, incluso después de la primera generación . Esto es cierto para los mexicanos de ascendencia china, japonesa, judía y árabe (algunas veces se hace referencia a estos últi-mos como “turcos”) . Un ejemplo vívido de ello se dio durante la elección para gobernador de oaxaca de 1998, cuando surgió un lema político inusual . El candidato opositor más fuerte (del prd) había comenzado su carrera política con la organización zapoteca cocei, en tanto que su rival, el candidato del pri (entonces en el gobierno) era un oaxaqueño de ascendencia árabe . La campaña del prd lanzó el contagioso lema “Vota por el de aquí, no por el iraquí”.

32 Entre los latinos en los Estados Unidos que han nacido en el extranjero, 68% se identifica más con su país de origen, que como latinos o hispanos. Cen-tro Hispánico Pew/Fundación Familia Kaiser, “national survey of Latinos” .

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grantes indígenas, la racialización empieza en México y prosigue en las comunidades mexicanas en los Estados Unidos .

En el caso de los migrantes mexicanos mestizos, su racialización se vincula estrechamente cona sus ubicaciones en el mercado labo-ral, que a su vez se vincula con el proceso de trabajo y el uso de la lengua, pero sólo muy vagamente con el fenotipo . En el discurso popular estadunidense, la frase “el trabajo que hacen los mexicanos” [“Mexican work”] se ha entendido desde hace tiempo como aquel que ni siquiera los estadunidenses de bajos ingresos harían, al menos no por los salarios que se ofrecen .33 Pero además, la diferencia racial y étnica entre los propios trabajadores migrantes mexicanos también juega un papel relevante en la cambiante división del trabajo . En los campos californianos, después de que aproximadamente un millón de trabajadores agrícolas indocumentados regularizaron su estatus tras la amnistía de 1986, y con ello lograron cierta movilidad laboral, por lo cual se desocuparon los peldaños inferiores del mercado de trabajo —repitiendo una larga historia de “sucesión étnica” en el campo californiano . Al mismo tiempo, algunos empleadores y con-tratistas siguieron estrategias de reclutamiento laboral que fomen-taron las diferencias étnicas entre su fuerza de trabajo .34

El detallado estudio etnográfico que realizó Holmes sobre los recolectores de fresas triquis en el estado de Washington, encontró una estrecha correlación entre la división del trabajo, la etnicidad y el nivel de peligro, fatiga, estrés y humillación que implican ciertas tareas . En el proceso de trabajo son objeto tanto de regaños frecuen-tes como de burlas e insultos de tipo racial, tales como “perros, burros, oaxacos (un peyorativo de oaxaqueño), o indios estúpidos”.35

33 El uso del término “Mexican work” data al menos de los años veinte. Véase Arredondo, Mexican Chicago: Race, Identity and Nation .

34 Véase Krissman, “Manzanas o naranjas?” 35 Holmes, “An Ethnographic Study of the Social Context of Migrant Health

in the United states”, p . 1782 . Para otros ejemplos de insultos étnicos en contra de gente indígena, una lista exclusivamente guerrerense incluye: “nacos, guan-cos, huarachudos, montañeros, piojosos, indios pata rajada, calzonudos, co-maleros, sombrerudos, sin razón, paisanitos, indio bajado a tamborazos de la Montaña, metlatontos (de Metlatónoc), tlapanacos (tlapanecos), son de Tlapa

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Uno de los indicadores más claros de la racialización de la di-visión del trabajo es que, de alguna manera, se entiende como na-tural que los trabajadores indígenas deban constreñirse a los em-pleos más extenuantes . Tal y como Holmes encontró:

cuando se le preguntó al supervisor de la cosecha de manzanas de la Granja Tanaka por qué había tan pocos triquis cosechando manzanas [labor reconocida por ser la mejor remunerada], explicó en detalle que “son demasiado bajos para alcanzar las manzanas y, de todos modos, no les gustan las escaleras” . Luego prosiguió diciendo que los triquis son perfectos para recolectar moras y fre-sas porque están “más cercanos al suelo” . Por otra parte, cuando se le preguntó a una trabajadora social mestiza mexicana que tra-baja en el estado de Washington por qué los triquis sólo consiguen empleos como recolectores de fresas y moras, ella explicó que “a los oaxaqueños les gusta trabajar agachados”, mientras que —agre-gó—, “a los mexicanos [mexicanos mestizos] les duele si trabajan en el campo” .36

no obstante, las identidades colectivas que los propios migrantes generan, pueden contraponerse a estas jerarquías sociales y econó-micas racializadas, así impuestas .37 Cuando uno se fija en la inte-racción de raza, etnicidad e identidad nacional entre los migrantes mexicanos que se han involucrado en la acción colectiva sostenida en tanto mexicanos, sucede que, en su mayoría, hacen hincapié en su identificación primaria con otras identidades colectivas . Por ejem-plo, en el caso de la Asociación Tepeyac en nueva York, esta iden-tidad tiene una fuerte base en la fe . sin embargo, es más frecuente

de me conformo (Tlapa de Comonfort), tu no savi, tu sí savi (tú no sabes, tú sí sabes), mixtequillo, indiorante (ignorante), paisa, mixterco (mixteco terco)”. Gar-cía Leyva, “Por los caminos del sur indígena” .

36 Holmes, “An Ethnographic study”, op. cit ., p . 1787 .37 Analistas de la formación de la identidad colectiva entre migrantes in-

dígenas en Baja California difieren con respecto a si este proceso se debe más factores externos que a factores internos .

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que estas identidades adicionales sean territoriales y sub-nacionales; esto es, que se basen en sus comunidades, regiones o estados de origen en México, tal y como puede observarse en el notable creci-miento de los clubes de oriundos y de las federaciones en que se agrupan paisanos originarios de un mismo estado . En otras pala-bras, el hecho de que los migrantes compartan sumexicanidad, ya sea que se entienda primordialmente en términos nacionales, étni-cos o raciales, es una condición necesaria pero no suficiente para explicar cómo y por qué las identidades colectivas se convierten en acción colectiva . La existencia de estos distintos tipos de identida-des compartidas que inspiran acción colectiva demuestra que los migrantes buscan expresar su sentido de ser mexicanos mediante una amplia gama de modalidades (al igual que los mexicanos en México) . Uno podría ir más allá y sostener que estos patrones bas-tante extendidos de formación de identidad y de acción colectiva entre migrantes mexicanos, basados en identidades transfronteri-zas, translocales, así como regionales y locales, constituyen una forma de resistencia a la racialización, reminiscente de los mutua-listas de principios del siglo xx. Sin embargo, antes de explorar aún más las formas específicas que adoptan las identidades y las accio-nes de los migrantes indígenas, vale la pena reflexionar sobre cómo las diversas tradiciones políticas e intelectuales en el continente americano contextúan lo indígena.

En los Estados Unidos, usualmente se conceptualiza a los pue-blos indígenas como constitutivos de una raza, mientras que en América Latina se les tiende a ver como grupos étnicos . Esto plantea otro problema que da pie a interrogantes respecto de cómo se defi-nen y aplican los conceptos de raza y etnicidad . ¿dónde termina la etnicidad y comienza la raza? dado que con frecuencia se traslapan, tanto en términos conceptuales como en la práctica, ¿se pueden des-anudar? ¿son los pueblos indígenas diferentes a otros mexicanos en lo racial, en lo étnico o en ambas cosas? Para ponerlo de otro modo, ¿la sociedad mexicana es multirracial, multiétnica o las dos cosas? La respuesta a ambas preguntas es: las dos cosas .

Pocos pueblos indígenas en México se identifican como nacio-

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nalidades, a diferencia de lo que sucede en algunos otros países la-tinoamericanos (por ejemplo, Ecuador), y a diferencia de lo que sucede en los Estados Unidos . Aunque las reservaciones del tipo de las de este país se consideran, por lo general, un anatema en México, en ellas existe una idea —limitada— de soberanía territo-rial, de autogobierno, y al menos un reconocimiento legal como pueblo, que actualmente no existe en México . A partir de una re-forma constitucional de 1991, el gobierno de México reconoció de manera oficial que los pueblos indígenas son étnicamente distintos y que México es una sociedad multicultural . En 2001, después de que los zapatistas se dirigieron al congreso de la Unión, el artículo 2 de la constitución se reformó una vez más para reconocer algunas expresiones modestas de autonomía (sin embargo, los defensores de los derechos indígenas no lo consideraron un paso hacia ade-lante) . Al mismo tiempo, en ambos países, para los pueblos nativos el patriotismo ha sido una fuerza poderosa desde hace tiempo . En México, a lo largo del espectro político, las organizaciones de los pueblos indígenas reclaman como propios la bandera nacional y el legado nacionalista de la Revolución mexicana, tal y como lo puso de relieve la reverencia oficial del ezln hacia ambos símbolos en conjunto . Ejemplos claros los constituyen los mismos nombres del ezln y del congreso nacional Indígena .

En México, el concepto de raza se asocia ampliamente con la reivindicación del Estado posrevolucionario de la identidad mesti-za que subyace a la noción de la raza cósmica; la cual, como estrategia discursiva fue sumamente poderosa, enfrentándose al privilegio eurofílico de la piel blanca, que se asociaba con el régimen pre-re-volucionario, pero, al mismo tiempo, promovió una mirada étnica-mente homogénea sobre la identidad colectiva mexicana . desde este punto de vista, para alcanzar la mexicanidad había que asimilar culturalmente a los pueblos indígenas, cosa que implicaba la caste-llanización monolingüe de cualquiera que tuviese acceso a la educa-ción formal, al menos hasta fines de los años setenta —incluyendo las escuelas internado, que no eran muy distintas de aquellas infa-mantes en los Estados Unidos . En otras palabras, este punto de vista

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promovía la igualdad racial en teoría, en tanto que negaba la igualdad étnica en la práctica . Lo que proponía el régimen era la “inclusión”, con base en criterios de clase, para los campesinos mexicanos, a cambio de que renunciasen a su autonomía, tanto en términos de su derecho a sostener identidades indígenas, como en términos de li-bertad de asociación, en un sentido más general .

En América Latina, la identidad indígena se vincula con el li-naje y con la percepción de fenotipo de manera menos estricta que en los Estados Unidos, en forma similar a la flexibilidad con la que se entiende la negritud en la región . En América Latina, desde hace tiempo, los pueblos indígenas se han definido principalmente por criterios tales como pertenencia a la comunidad, uso de la lengua y sus tradiciones comunitarias . Algunas de éstas, si se las inspec-ciona más de cerca, pueden resultar siendo mecanismos coloniales y neo-coloniales de control autoritario impuestos por mediadores locales de la élite, sostenidos por el gobierno —tal y como Jan Rus demostró en el caso del consumo ritual de alcohol en Los Altos de chiapas— .38 A diferencia de los Estados Unidos, lo indígena en Amé-rica Latina raramente se define en términos tribales —excepto, por ejemplo, para referirse a algunos pueblos amazónicos, y también a algunos pueblos indígenas transfronterizos, como los yaqui . sin embargo, tal y como da a entender la obra de Peter Wade, los pro-cesos de construcción social de la raza en Latinoamérica no son tan contingentes como para eludir toda diferencia entre identidad racial e identidad étnica .39

Regresando a las tradiciones intelectuales estadunidenses, las aproximaciones clásicas a la identidad chicana también encuentran dificultades para tratar con el concepto de un México multiétnico. Quienes reconocen el componente indígena de lo mestizo tienden a homogeneizar las distintas identidades indígenas, traduciendo las raíces aztecas/mexicas/nahuas en un imaginario implícitamen-te nacional . sin embargo, para muchos otros pueblos indígenas,

38 Rus, “The ‘Comunidad Revolucionaria Internacional’ ”.39 Wade, Race and Ethnicity in Latin America .

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los aztecas representaron una fuerza externa . Aun hoy, los nahuas —aunque numéricamente constituyen el grupo etnolingüístico más grande, entre los pueblos indígenas mexicanos—, representan, cuando mucho, una cuarta parte de ese 10% de mexicanos que cabe dentro de la definición oficial de identidad étnica, basada en crite-rios lingüísticos .40 Por razones que no están claras, los nahuas re-presentan una fracción considerablemente más pequeña de la mi-gración mexicana indígena a los Estados Unidos, que, la cual se compone de manera desproporcionada por zapotecos y mixtecos de oaxaca y por purépechas de Michoacán .

desde el punto de vista dominante en los Estados Unidos, y en contraste con México, aun una descendencia indígena parcial es suficiente para conferirle a una persona el estatus racial de minoría, aunque la pertenencia formal (regulada por el Estado) a una tribu resulta contingente a definiciones más estrechas de linaje (frecuen-temente sesgadas según el género). La mayoría de las tribus usan una definición de quantums de sangre para determinar la pertenen-cia, empleando comúnmente reglas distintas para miembros mas-culinos y femeninos que se casan con personas que no son miembros . cuando se pone en duda la membresía a la tribu, el criterio de raza puede prevalecer sobre los de cultura e historia compartidas —como sucedió en el debate en torno a la exclusión de los pueblos mixtos, indígenas-afrodescendientes, de su membresía tribal en oklahoma . Más recientemente, se encontró que los intereses económicos tam-bién pueden dividir tribus. En California, el liderazgo oficial de al-gunas “tribus que viven del juego” está expulsando a cientos de integrantes con perspectivas más tradicionalistas para poder aumen-tar los ingresos provenientes del juego y las apuestas para quienes permanecen (en el discurso oficial se les “desinscribe”). Es decir, en los Estados Unidos, uno puede considerarse a sí mismo como indí-gena, ser tratado por la sociedad estadunidense como tal en términos raciales, pero, por otra parte, ser expulsado de su tribu .

40 Serrano Carreto, Embriz osorio y Fernández Ham, “Indicadores socioeco-nómicos de los pueblos indígenas”.

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Históricamente, a los nativos americanos oriundos de los Es-tados Unidos se les negó la ciudadanía estadunidense hasta 1924, ostensiblemente debido a su membresía tribal . Esta fecha marca la primera ocasión en que pudieron votar en elecciones nacionales . A los migrantes indígenas se les trató de manera diferente . como parte de una política más general, que excluía a los inmigrantes no blancos del derecho a naturalizarse ciudadanos estadunidenses, esta exclusión política de tipo racial se extendió a los migrantes mexicanos que parecían indígenas . sólo se le permitió a los indíge-nas mexicanos volverse ciudadanos estadunidenses después de que el Acta de nacionalidad (Nationality Act) de 1940 permitiera que se naturalizaran los inmigrantes no blancos .

A diferencia del enfoque del “quantum sanguíneo” estaduniden-se, desde hace tiempo la identidad indígena latinoamericana se ha visto en América Latina como contingente a lo social y lo cultural . Por décadas se ha considerado que la gente indígena que se asienta en las ciudades y parece haber dejado atrás prácticas culturales colectivas, el uso de la lengua y la adscripción a una comunidad, ha cambiado su identidad étnica . sin embargo, con frecuencia, los sistemas domi-nantes de opresión todavía los “racializan” abiertamente, aunque los procesos y mecanismos para hacerlo varían enormemente de país a país, yendo de los cholos en las ciudades andinas a los indios urbanos en la ciudad de México . En efecto, muchos indígenas urbanos en México —de manera similar a los indígenas migrantes en los Estados Unidos— siguen manteniendo vínculos con sus comunidades de ori-gen . Hirabayashi ha documentado que hay patrones notablemente similares entre la organización de los pueblos de origen de los mi-grantes, así como en el modo en que construyen sus identidades re-gionales politizadas, y las experiencias de los indígenas migrantes a los Estados Unidos .41 Asimismo, Gil Martínez de Escobar documenta la construcción que los migrantes hacen de formas de gobierno mul-ti-situadas, a través de las cuales el poder y la representación cívicas locales se comparten entre la comunidad de origen y las comunidades

41 Hirabavashi, Cultural Capital.

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de residencia, ubicadas ya sea en los Estados Unidos o en ciudades mexicanas .42 sin embargo, mientras que los migrantes en los Estados Unidos con frecuencia ganan más que los migrantes que laboran en otros sitios en México, y por lo tanto, pueden contribuir más a las inversiones de desarrollo comunitario en sus pueblos de origen, a menudo les resulta más difícil regresar personalmente a sus hogares y proveer servicios comunitarios cuando se les pide que lo hagan —aun para los que tienen documentos migratorios . considérese, por ejemplo, la experiencia de Leoncio Vásquez, intérprete trilingüe y miembro del equipo directivo del centro Binacional para el desarro-llo Indígena oaxaqueño, con sede en Fresno, california . cuando se le pidió que prestara su servicio a su comunidad de origen (el tequio), asumiendo el papel de secretario del agente municipal, tomó una li-cencia de su empleo y viajó para cumplir con su cargo por un año .43 sin embargo, poco después de que empezara su servicio, se le requi-rió en Fresno para servir de jurado durante dos semanas —un caso inusualmente claro de los retos que implica la construcción de prác-ticas de “binacionalidad cívica”: el proceso de volverse un pleno participante de la vida cívica en ambas sociedades .

Formación de identidades colectivas entre migrantes indígenas mexicanos

Hasta hace relativamente poco, la referencia principal para la iden-tidad colectiva indígena en México estaba claramente localizada . La mayor parte de la gente indígena mexicana se identificaba, en primer lugar, con su comunidad de origen, luego (y en diferente medida), con su región, y sólo de manera ocasional con su grupo etnolingüístico más amplio (su pueblo, en el sentido amplio) .44 desde

42 Gil Martínez, Fronteras de pertenencia.43 Comunicación personal vía correo electrónico, 1 de abril de 2009.44 La literatura fundamental sobre comunidades migrantes transnaciona-

les mexicanas, asociaciones de oriundos y sus federaciones, va más allá de los límites de este ensayo .

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hace tiempo, la membresía se ha regulado, de manera interna, por las normas tradicionales de cada comunidad, y los derechos de pertenencia usualmente dependen del cumplimiento de un alto nivel de contribuciones materiales obligatorias y servicio público (tequio) . En respuesta a la migración, algunas comunidades han flexibilizado los requisitos de pertenencia, en tanto otras se man-tienen firmes y, literalmente, expulsan a quienes no cumplen, me-diante un proceso que algunos integrantes llaman “muerte cívica” .45

El papel central que tradicionalmente ha desempeñado la co-munidad en la definición de la etnicidad se sintetiza en la ambigüe-dad inherente al significado dual que tiene el término “pueblo”, que en México se usa para referirse tanto a la comunidad como a un grupo étnico entero. Este significado dual fue crucial para per-mitir que tanto el gobierno como los representantes del movimien-to indígena estuvieran de acuerdo con el texto de los Acuerdos de san Andrés sobre los derechos y la cultura Indígenas (1996) . Para el gobierno, aceptar la posibilidad de autonomía para los pueblos indígenas era factible siempre y cuando se referiera al nivel comu-nitario, pero no tanto si se refería a un grupo étnico que revindica-ba sus derechos como pueblo .

Estas identidades como “pueblo” son construidas socialmente . El enfoque de la “racialización”, que se enfatiza en las experiencias compartidas de opresión con base en la raza, resulta más claramen-te relevante en el proceso más amplio de la construcción social de la identidad indígena mexicana, étnica y pan-étnica . carole nagengast y Michael Kearney fueron pioneros en analizar cómo la experiencia migrante oaxaqueña compartida de discriminación etno-racial en el noroeste de México y en california impulsó el proceso de “amplia-ción” organizativa identitaria, a partir de las identidades indígenas (de por sí amplias, pero también específicas) mixteca, zapoteca, e incluso oaxaqueña (en este caso panétnica) .46 En estas experiencias

45 Véase Mutersbaugh, “Migration, Common Property and Communal La-bor”, y Gil Martínez, Fronteras de pertenencia.

46 “Mixtec Ethnicity”. La migración no es la única vía por la cual, en Méxi-co, se amplían las identidades colectivas indígenas, basadas inicialmente en

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de “racialización” concurren tipos de opresión basados tanto en la clase como en la cultura, en formas que algunos considerarían clási-camente subalternas . Esta experiencia compartida ayuda a superar la percepción de conflictos de interés heredados de viejas rivalidades en los lugares de origen (conflictos muy generalizados que le han convenido a las élites regionales y estatales) . Para los trabajadores agrícolas indígenas, las diferencias de lengua y cultura en relación con sus actuales empleadores son bases clave de la discriminación étnica, pero también se les oprime con base en características físicas asociadas con diferencias específicamente raciales. Por ejemplo, la estatura se volvió una base amplia de trato despectivo, tal y como se resume en el diminutivo peyorativo “oaxaquito”, de amplio uso . Este término en particular, al homogeneizar las diferencias étnicas de oaxaca, también las “racializa” . En consecuencia, en el contexto de la migración indígena, el término “oaxaqueño” adopta un significado que rebasa su implicación territorial, y funciona como indicativo de una identidad indígena panétnica .

La relevancia de este enfoque sobre la formación de la identi-dad, que relaciona la migración, la opresión racial y la resistencia con la transición, desde identidades indígenas localizadas hacia otras más amplias, se confirma en la trayectoria actual del Frente Indígena de organizaciones Binacionales . La organización se llamó primero Frente Binacional Mixteco-Zapoteco, y luego cambió su nombre a Frente Indígena oaxaqueño Binacional, para reflejar la inclusión de otros grupos étnicos de ese estado . Este enfoque inclu-yente eventualmente atrajo a migrantes indígenas no oaxaqueños hacia la organización, sobre todo en Baja california y california, lo

lazos locales. A lo largo de las últimas dos décadas, diversos ciclos de acción y conflicto colectivos, combinados con coaliciones con otros actores sociales, han alentado la consolidación de una gama muy diversa de identidades indí-genas “ampliadas”, de tipo regional, cívico-político, étnico y panétnico. Véase Fox, “How does civil society Thicken?”, y Fox, Accountability Politics . Efecti-vamente, en México, la autorrepresentación indígena organizada ha adopta-do principalmente la forma de organizaciones de membresía masiva regiona-les sociales, cívicas y económicas .

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que provocó un debate interno en torno a si se debía prescindir del término regional “oaxaqueño” en su nombre . Los miembros del fiob en Baja california también son migrantes, aunque no han cruzado la frontera . En marzo de 2005, los delegados que representaban a varios miles de integrantes del fiob en oaxaca, california y Baja california, acordaron cambiar el nombre, pero mantener las siglas . El nombre actual es Frente Indígena de organizaciones Binacio-nales . Esa asamblea eligió a una comisión binacional que incluyó a integrantes de cuatro pueblos indígenas mexicanos diferentes, incluyendo a un ingeniero de origen purépecha del contingente ubicado en Baja california .47 Para decirlo en los términos del espí-ritu que informa este ensayo, el de recontextualizar la migración mexicana como un proceso multi-étnico: esos representantes inclu-yen a hablantes de cinco lenguas mexicanas diferentes.

Ahora bien, las migraciones nacionales rurales-urbanas y trans-fronterizas no son las únicas que han cuestionado en qué medida el ser indígena depende de nociones, alguna vez rígidas, de perte-nencia local a comunidades, lengua compartida y territorio ances-tral . El caso más conocido de movilización indígena en México sur-gió de un proceso de migración rural-rural . La región original de la rebelión zapatista —Las cañadas— está habitada, principalmen-te, por migrantes de otras regiones chiapanecas y sus familias, des-de hace cuando menos dos generaciones . Las ideas de la teología de la liberación, que abrevaron considerablemente del libro del Éxodo, resultan fundamentales para su historia cultural y política . Antes de abandonar Los Altos para ubicarse en Las cañadas y en la selva baja, estas comunidades también habían tenido una amplia expe-riencia previa como trabajadores temporales migrantes en busca de trabajo asalariado en plantaciones, proceso en el cual se mezcla-ron étnicamente . no es una coincidencia que su sentido de identi-dad indígena sea profundamente multiétnico, con organizaciones de base que se distinguen por etnia, y que a la vez están unidas bajo un liderazgo político indígena multiétnico . después, adoptaron un

47 Cano, “Los indios sin fronteras”.

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discurso explícito de solidaridad racial, en el que los líderes hablan de los intereses compartidos, no obstante las divergencias ideoló-gicas, con gente que es del “color de la tierra” .

En este sentido, el ezln y el fiob pueden considerarse organiza-ciones multiétnicas que surgieron primero en comunidades de mi-grantes ya asentados . Aunque, en el primer caso, la migración original se dirigió al sur, y en el segundo, al norte, en ambos, las respectivas experiencias y la comprensión del ser indígena sólo pueden explicar-se refiriéndolas a sus procesos migratorios (a pesar de ser muy dis-tintos) . Ambos casos no sólo surgieron de comunidades migrantes, sino que tanto en uno como en otro, un pequeño número de activistas de izquierda jugó un papel fundamental, alentando el crecimiento y la ampliación de identidades colectivas previamente establecidas .

Las trayectorias políticas de ambas organizaciones coincidieron brevemente a fines de la década de 1990, de manera más notable, cuando el fiob organizó puestos de votación en Estados Unidos para el referéndum cívico nacional mexicano, que exigía tanto el reconoci-miento de los derechos indígenas en México como el derecho de los migrantes a votar en las elecciones mexicanas .48 si bien comparten la misma meta, la autodeterminación y la autonomía, difieren diame-tralmente en materia de estrategia . Mientras que el ezln no participa en elecciones, el fiob participa activamente en la política electoral local y estatal en coalición con el prd . Mientras que el ezln ha creado su propia estructura paralela de gobierno y poder municipal, el fiob funciona al interior del sistema oaxaqueño de usos y costumbres, para alentar una mayor participación y rendición de cuentas en mu-nicipios ya existentes . En california, el fiob promueve la participación electoral y campañas para una reforma migratoria .

En resumen, el fiob trabaja en la creación de espacios y repre-sentaciones autónomas “al interior del sistema”, tanto en los Esta-dos Unidos como en México, mientras que el ezln permanece firmemente fuera del sistema, condicionando su integración a

48 Rivera-Salgado, “Binational Grass-Roots organizations and the Expe-rience of Indigenous Migrants” .

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transformaciones institucionales más radicales . Asimismo, la rela-ción política que cada uno mantiene con la diáspora también es marcadamente diferente . Para el fiob, mantener el equilibrio en la relación binacional ha sido todo un reto . sin embargo, mientras que el fiob surge de un proceso de migración al otro lado de la frontera y ha generado una cosmovisión y estructuras de representación que toman en cuenta la migración, el ezln aún debe edificar una estra-tegia política amplia que involucre, desde lejos, a la juventud za-patista migrante. Su enfoque varía según la región, dependiendo de la presencia de tradiciones previas de migración interna (como en los casos de Los Altos y de la zona norte) . de acuerdo con el estudio más profundo acerca de este proceso:

Hasta la fecha, la cuestión de la migración de las bases zapatistas ha sido gestionada exclusivamente en el ámbito comunitario, y no en el del movimiento . Es decir, los pueblos zapatistas han tenido total autonomía para construir sus acuerdos comunitarios y em-prender las acciones correspondientes para hacerle frente a la sali-da de sus jóvenes . como sostiene uno de los miembros de la Junta “Hacia la Esperanza” a la que pertenece María Trinidad: “cada pueblo tiene sus acuerdos, y nosotros no nos podemos meter” . La Junta es consciente de que sería difícil intentar aplicar en los pueblos zapatistas acciones estandarizadas para gestionar la emigración, ya que cada comunidad tiene sus formas propias de organizarse y so-lucionar sus problemas, y porque en muchas comunidades convi-ven población zapatista con no-zapatista . A la Junta lo que le inte-resa es que las comunidades logren construir sus acuerdos para que “no se rompa el sentido comunitario .49

La diversidad de posiciones tomadas por las comunidades emiso-ras organizadas tanto en chiapas como en oaxaca, subraya lo ínti-ma que es la decisión de migrar (pues ocurre en el seno familiar), los impactos cívicos y socioeconómicos que ésta tiene a nivel de la

49 Aquino Moreschi, “Entre las luchas indias y la migración transnacional”.

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comunidad, así como la dificultad para desarrollar un contacto más amplio y más politizado, a fin de alentar la “militancia desde lejos” en un ámbito que frecuentemente resulta extraño .

Los migrantes indígenas, el ser parte de un pueblo y la territorialidad

En América Latina, como en otras partes del mundo, las definicio-nes clásicas de derechos indígenas, en particular aquellas que inclu-yen demandas de autonomía y de auto-determinación, se relacionan estrechamente con el concepto de “territorio”, que incluye, pero a la vez es más amplio, el del derecho agrario a la tierra. Este último se limita a individuos, familias, grupos o comunidades determinadas, mientras que la territorialidad se asocia con el concepto más amplio de ser parte de un pueblo histórico, que, por lo tanto, se constituye en un cimiento de la identidad étnica del mismo . La base etnohis-tórica de los reclamos agrarios y territoriales es claramente distinta a las demandas de derechos que se fundamentan en, por ejemplo, el resarcimiento de injusticias raciales, lo cual no depende de tener que demostrar que ciertos territorios lo son por derecho ancestral . En la mayor parte de América Latina, los reclamos agrarios etno-históricos han tenido mejores resultados, quizá debido a que son más acotados que los de carácter territorial, que parecen más difí-ciles de resolver .

En este contexto, la profusión dramática de la emigración en las regiones indígenas de México, presenta interrogantes serias sobre la naturaleza del vínculo entre identidad étnica y su base territorial, ya que muchos integrantes del pueblo en cuestión ya no habitan su territorio ancestral, en ocasiones desde hace varias generaciones . En efecto, ni el fiob, ni gran parte del ezln fundamentan sus reclamos en derechos de dominio ancestral sobre determinado territorio . En lugar de ello, ambos usan discursos más incluyentes, multiétnicos y panétnicos, para sostener demandas basadas en la discriminación racial, en la opresión de clase y los derechos humanos .

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En su redefinición de la relación entre la pertenencia a un pue-blo y la territorialidad, los migrantes indígenas oaxaqueños han ido más lejos y han construido socialmente un espacio público trans-fronterizo que se conoce como “oaxacalifornia” . Esta esfera trans-nacionalizada surge a partir de los procesos migratorios mixtecos y zapotecos de la década de los ochenta, de oaxaca a Baja california, al sur y al valle central de california (arribando también a oregon y Washington) .50 En oaxacalifornia, los migrantes conjuntan su vida en los Estados Unidos con la de sus comunidades de origen, soste-niendo comunidades desterritorializadas, a partir de las que han surgido nuevas formas de participación social, cívica y cultural .51

En este contexto, los migrantes oaxaqueños usan el término “paisano” en lo que se podría denominar como una especie de “iden-tidad territorial situacional”, de carácter distintivamente indígena . Tal y como mencionó el ex coordinador de oaxaca del fiob, Ro-mualdo Juan Gutiérrez Cortés:

La palabra paisano tiene interpretaciones que se pueden dar en distintos niveles [ . . .] la interpretación mas inmediata [ . . .] va pega-da al contexto en que se pronuncie . si . . . estamos en una comunidad determinada, dices paisano como parte de esa comunidad [ . . .] sig-nifica un nexo de hermandad muy cercana [...] una palabra muy distinguida para la persona, que muestra su honorabilidad [ . . .] sin embargo, este término ha sido parte de la cultura de los pueblos [ . . .] porque con esa palabra sentimos que fomentamos la identidad como pueblos indígenas . [ . . .] la necesidad de migrar a otros luga-

50 Véase Stephen, Transborder Lives.51 La misma “oaxacalifornia” es un ejemplo inusual de un término acuñado

por un académico —el antropólogo Kearney—, que a su vez fue ampliamente aceptado y apropiado por parte de las propias comunidades migrantes, lo cual, incluso, se puede constatar hojeando las páginas del diario binacional El Oaxa-queño. Véase las siguientes obras de Kearney, “Mixtec Political Consciousness”; “The Effects of Transnational Culture, Economy, and Migration on Mixtec Iden-tity in oaxacalifornia”; “Transnational oaxacan Indigenous Identity”; y el pe-riódico www .eloaxaqueno .com y una comunidad virtual multimedia, estilo Facebook: Zapotecos del Mundo en http://zapotecosdelmundo.ning.com/

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res, nos lleva a encontrar a a otras personas con quienes, después de una charla sabemos que son de la región . . ., un sitio en que no solamente confluyen personas de una región determinada sino incluso de otros estados . Pues, se hace el ejercicio de este concep-to para distinguirnos entre nosotros y para hermanarnos más . Es una palabra que refleja nuestra identidad como hermanos.52

Aquí vemos cómo la identidad colectiva “amplía su escala”, desde la comunidad de origen a la región de origen común, a lo largo del proceso migratorio. Al mismo tiempo, su significado territorial re-sulta ser inseparable de su carácter étnico, y sirve tanto para unir a los indígenas oaxaqueños como para distinguirlos de los mexicanos de otros estados . La identidad regional se funde entonces con la identidad étnica .

En este contexto, surge un nuevo problema analítico: ¿por qué, a pesar de los retos que la migración impone, dentro de ciertos gru-pos étnicos, algunas comunidades tienden más a crear sus propias organizaciones y espacios públicos que otras? Consideremos la ex-periencia migratoria de los nahuas . Aunque representan aproxima-damente una cuarta parte de los hablantes de lengua indígena (sien-do el grupo más grande en México), y a pesar de que algunos grupos han estado migrando durante quizá un siglo, los migrantes nahuas no han mantenido organizaciones visibles, que los agrupen, en los Estados Unidos . sin embargo, esto no quiere decir que no estén organizados, ni que no sean capaces de emprender acciones colec-tivas transfronterizas . Al contrario, en 1991, los migrantes nahuas apoyaron una campaña pionera exitosa, en defensa de sus comuni-dades de origen y en contra de una presa hidroeléctrica que se pla-neaba establecer en la región guerrerense del norte del Alto Balsas .53 dicha campaña coincidió con el Quinto centenario y, en la misma, su sentido como pueblo nahua se definió por este sentido de iden-

52 Romualdo Juan Gutiérrez Cortés, entrevista por el autor, Huajuapan de León, oaxaca, mayo de 2000 .

53 Véase García ortega, “Nómadas, viajeros y migrantes”, y Good, “‘Ma-king the struggle, one Big one’” .

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tidad regional compartida, que a su vez se forjó gracias a una doble amenaza común: la eventualidad de sufrir inundaciones y de ser objeto de despojo . En esos momentos, los migrantes que apoyaron la resistencia ante la construcción de la presa mostraron su identidad étnica y regional en un sentido pleno . Esta experiencia tiene en co-mún, con la rebelión chiapaneca y la creación de oaxacalifornia, la estrecha vinculación entre la identidad colectiva (pan)étnica, y las identidades regionales construidas socialmente .

Para enmarcar este proceso de redefinición de la base territorial de la identidad y la pertenencia, vale la pena explorar algunos de los conceptos que los antropólogos y los sociólogos han utilizado para referirse a las identidades migrantes transfronterizas que se han vuelto una base para la acción colectiva . El naciente proceso por el que los migrantes están creando sus propios espacios públicos y organizaciones de membresía en ambos lados de la frontera, se ha construido sobre los cimientos de aquello que se denomina cada vez más como “comunidades transnacionales”, un concepto que se refiere a grupos de migrantes cuyas vidas cotidianas, empleo y relaciones sociales traspasan las fronteras nacionales . Las comuni-dades transnacionales tienen su fundamento en que combinan el sostenimiento de sus relaciones a ambos lados de la frontera con el sostenimiento de la reproducción de su legado cultural en los Estados Unidos. Algunas generan sus propias esferas públicas, tal como sucede en el notable ejemplo de los festivales músico-dan-císticos de la Guelaguetza oaxaqueña, de los cuales se celebran al menos ocho distintos en california —cada uno organizado por un conjunto de organizaciones diferente .54 El término zapoteco “Guela-

54 En Los Ángeles se celebran dos Guelaguetzas anualmente: la ya men-cionada, a cargo de la organización Regional oaxaqueña, y una segunda, or-ganizada por la Federación oaxaqueña (focoica) . La coalición de comunida-des oaxaqueñas e Indígenas (cocio), del norte del condado de san diego, celebra la suya en la Universidad Estatal de california, san Marcos, junto con mecha . El fiob también celebra Guelaguetzas en Fresno (valle central), y en Santa Ma-ría (la costa del condado de Ventura). Además, los oaxaqueños de Salem, ore-gon, odessa, Texas y Bakersfield, San José y de Santa Cruz en California re-cientemente también empezaron a organizar Guelaguetzas anualmente. En

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guetza” se refiere a la costumbre del intercambio mutuo. El festival se hace en honor del dios del maíz; la Iglesia se lo apropió parcial-mente, y luego lo hizo el gobierno del estado de oaxaca . En este proceso, el festival se convirtió en una celebración panétnica, así como en un punto principal del orgullo oaxaqueño, tanto en el pueblo de origen como en la diáspora .

Estas festividades son la encarnación de oaxacalifornia como una esfera pública autónoma panétnica, que es mexicana, tanto por su singularidad como por su papel diferenciador . se celebran en parques, en auditorios de escuelas secundarias, en campus univer-sitarios, y la más grande, en la Arena deportiva de Los Ángeles —la antigua sede del equipo de basquetbol los Lakers de Los Án-geles . En cada uno de estos eventos, cientos de personas entregan su tiempo de manera voluntaria para poder reunir a miles, para que los padres puedan compartir su cultura con sus hijos. En efecto, cuando vivían en oaxaca, pocos habían tenido la oportunidad de asistir a este acontecimiento . A su vez, estos grupos de danzantes de migrantes oaxaqueños, en los que coinciden varias generaciones, tienen una fuerte demanda y, por ende, muchas actividades, pero además también expresan la existencia de una red de organizaciones mas amplia. Cada Guelaguetza revela una radiografía de las redes sociales y estilos organizativos de diferentes tendencias de la trama de la sociedad civil oaxaqueña en california . Por ejemplo, algunas son estrictamente culturales, otras trabajan con políticos y organi-zaciones locales latinas, algunas colaboran con el gobierno estatal oaxaqueño, en manos del pri, en tanto que otras, como el fiob, vi-gilan su independencia política con fiereza.

Algunos analistas usan el concepto de “ciudadanía cultural” para referirse a casos en que la acción colectiva migrante ha trans-formado la esfera pública en los Estados Unidos. Este término “de-

oaxaca, el gobierno del estado ha organizado la celebración anual principal desde principios de la década de los treinta. Véase Poole, “Mestizaje, Dis-tinction and the Political Language of Culture in oaxaca”. Véase también las fiestas purépechas con música y baile en Seattle, Portland y Los Ángeles en Youtube .

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signa a una gama de prácticas sociales que, tomadas en conjunto, reclaman y establecen un espacio social definido para los latinos en este país” [los Estados Unidos], y sirve como “un vehículo para entender mejor la formación de comunidades [ . . .] Involucra el de-recho a mantener la diferencia, al tiempo que también logra el ser reconocido como miembro la sociedad” .55 Este proceso puede estar o no ligado a la pertenencia a una comunidad basada en el territo-rio, ya sea en el país de origen o en los Estados Unidos . Más bien, puede impulsarse a partir de otros tipos de identidades colectivas compartidas, tales como identidades generizadas y racializadas de clase, como trabajadores o trabajadoras latinas . La idea de la ciu-dadanía cultural es complementaria, pero a la vez bastante distinta de la noción de comunidad transnacional, por cuanto ésta se centra en un tipo específico de identidad colectiva y pone énfasis en la adscripción continua a una comunidad transfronteriza .

Una tercera manera de conceptualizar a los migrantes como actores sociales considera que éstos construyen una forma de facto de lo que puede llamarse “ciudadanía comunitaria translocal” . Este término se refiere a los procesos por los que los migrantes indígenas se convierten en miembros activos, tanto de las nuevas comunida-des en las que se asientan como de sus comunidades de origen . La obra de Besserer elabora en detalle la forma en que los migrantes indígenas construyen formas de participación, representación y gobernanza multisituadas56, Al igual que la idea de comunidad transnacional, la de ciudadanía comunitaria translocal se refiere a la ampliación transfronteriza de los límites de un ámbito social ya existente . Por ende, la idea de ciudadanía comunitaria translocal incluye límites mucho más explícitos a la membresía y participación en los asuntos públicos de una comunidad geográficamente disper-sa, o “desterritorializada”. No obstante, cuando se reconfigura la gobernanza de una comunidad indígena para incorporar la repre-sentación de sus paisanos en diáspora, la pertenencia se reterrito-

55 Flores y Benmayor, “Constructing Cultural Citizenship”, p. 1.56 Véase Besserer, Topografías transnacionales.

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rializa .57 Asimismo, esta autora señala que estas formas emergentes de gobernanza comunitaria, compartidas y multisituadas son muy diferentes de las asociaciones de oriundos . En tanto la pertenencia a estas asociaciones es voluntaria, y frecuentemente toma la forma de una filantropía de base transfronteriza, la ciudadanía transna-cional implica las obligaciones que dan soporte al derecho de per-tenecer a la comunidad . Los retos inherentes al sostenimiento de este proceso de pertenencia a distancia han dado por resultado una amplia gama de respuestas y propuestas comunitarias .58

de modo similar al término ciudadanía cultural, el de “ciuda-danía comunitaria” se refiere a un sentido de pertenencia social-mente construido, usualmente gracias a la acción colectiva, pero difiere del primero en, al menos, tres maneras. En primer lugar, la “ciudadanía” comunitaria incorpora el término que de hecho usan los propios actores sociales para nombrar sus propias experiencias en materia de pertenencia . En comunidades indígenas a lo largo del México rural, a un miembro respetado de la comunidad —que cum-ple con obligaciones específicas y, por lo tanto, puede ejercer dere-chos específicos— se le llama “ciudadano” de la misma (a menudo se trata, pero no siempre, de un hombre) .59 nótese que este uso del término “ciudadano” en comunidades indígenas locales, para re-ferirse a una situación de pertenencia plena, parece ser previo al uso extendido del término por parte de organizaciones de la sociedad civil . En cambio, no queda claro si la idea de ciudadanía cultural ha sido objeto de apropiación por parte de aquellos a quienes hace referencia . En segundo término, la idea de comunidad translocal especifica el espacio público dentro del cual se ejerce la pertenencia,

57 Véase Gil Martínez, Fronteras de pertenencia.58 Véase Kearney y Besserer, “Gobernanza municipal en oaxaca en un

contexto transnacional” .59 Sobre género y pertenencia comunitaria indígena, con respecto tanto a

migración como a comunidades de origen, véase stephen, Transborder Lives, y Velasco ortiz, “Experiencias organizativas y participación femenina de indí-genas oaxaqueños en Baja california” . Para uno de los pocos estudios sobre masculinidad entre migrantes indígenas, véase Hernández Sánchez,”Género, poder y trabajo en la comunidad transnacional” .

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en tanto que “ciudadanía cultural” es un término deliberadamente abierto en cuanto a la arena de inclusión (¿local, regional o nacional?; ¿territorial o sectorial?) . En tercer lugar, dadas sus metas, el con-cepto de ciudadanía cultural abordado por Flores y Benmayor60 se centra de manera muy apropiada en el proceso fuertemente dispu-tado de negociar nuevos términos de incorporación a la sociedad estadunidense, a diferencia del énfasis que subyace a la idea de ciu-dadanía comunitaria translocal, con respecto al reto de sostener una pertenencia binacional en una comunidad transfronteriza .

El concepto de ciudadanía comunitaria translocal también pre-senta sus propias limitaciones . no incorpora las perspectivas más amplias, basadas en los derechos, que trascienden la adscripción a comunidades específicas fundadas en la territorialidad (o “territo-rializadas”), tales como el movimiento migrante en favor del voto para los mexicanos en el extranjero, o el énfasis que hace el fiob en los derechos humanos e indígenas . Estas identidades colectivas se comparten más allá de comunidades específicas. La idea de lo trans-local también es limitada, por cuanto no engloba el proceso, frecuen-temente integrado por múltiples niveles, de interacción y compro-miso entre las organizaciones de migrantes y el Estado mexicano, a nivel nacional, estatal y local .

Estos distintos conceptos que se usan para describir a los mi-grantes como actores sociales son todos complementarios, pues reflejan dimensiones importantes del proceso en cuestión. Aunque cada uno se refiere a procesos sociales identitarios y organizativos de los migrantes que pueden traslaparse, difieren entre sí, tanto en la teoría como en la práctica . sin embargo tampoco logran capturar toda la gama de identidades colectivas migrantes . La idea más am-plia de “sociedad civil migrante” provee de un concepto incluyente para describir diversos patrones de asociación y acción .61 “sociedad civil migrante” se refiere a organizaciones e instituciones públicas con-formadas y conducidas por migrantes, y abarca cuatro ámbitos muy

60 Flores y Benmayor, “Contructing Cultural Citizenship”.61 Fox, Accauntability Politics.

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tangibles de acción colectiva: organizaciones de membresía, ongs, medios de comunicación y espacios públicos autónomos. Se podría considerar a algunos elementos de la sociedad civil migrante como instancias de una “rama” estadounidense de la sociedad civil mexi-cana, mientras que otras constituirían la rama mexicana de la socie-dad civil estadounidense, y otras abarcarían arenas en que ambas se traslapan, tal como sucede en el caso del mismo fiob . si bien las organizaciones de migrantes mexicanos se están involucrando cada vez más en la vida cívica y política tanto de los Estados Unidos como de México, el fiob sigue siendo una de las pocas organizaciones de base que representa a sus integrantes tanto en los Estados Unidos como en México .

Conclusiones

Las prácticas colectivas por las cuales se está comenzando a cons-truir una sociedad civil específicamente mexicana-indígena, nos están mostrando una faceta nueva de un proceso que ha sido, por lo demás, implacablemente devastador para las comunidades in-dígenas mexicanas: su inserción abrupta en el capitalismo global, al emprender una migración internacional en busca de trabajo asa-lariado . sin embargo, esta experiencia migratoria también ha am-pliado y transformado identidades, hasta entonces locales, en iden-tidades étnicas, panétnicas y raciales, a la vez que ha cuestionado la comprensión homogénea, sostenida por muchos, en torno a la identidad nacional mexicana . Al mismo tiempo, “la pertenencia a larga distancia” a comunidades de origen, así como la construcción de nuevos tipos de organizaciones que no se basan en vínculos con la tierra, presentan interrogantes, aún sin respuesta, sobre la clási-ca asociación estrecha entre la tierra, el territorio y la identidad indígena . La experiencia de los migrantes mexicano-indígenas tam-bién obliga a replantear el proceso de “racialización”, que más que nada se ha visto a partir de una perspectiva estadunidense . La ya abundante literatura sobre migrantes oaxaqueños demuestra que,

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para muchos mexicanos indígenas, “la ‘racialización’ comienza en casa”: esto es, en México y en el encuentro con otros mexicanos en los Estados Unidos— .

Tanto los migrantes mexicanos como los pueblos indígenas buscan formas de autorrepresentación mediante múltiples estrate-gias, coaliciones y repertorios . También comparten la experiencia de haber sido percibidos desde hace tiempo como masas sin rostro, tanto en México como en Estados Unidos . Hasta hace poco, se les reconocía ya sea como víctimas o como una amenaza, pero no como actores colectivos . Tanto los migrantes como los indígenas mexica-nos se encuentran hoy en medio de un proceso a largo plazo de construcción de sus capacidades respectivas de autorrepresentación en sus ámbitos respectivos . Los migrantes indígenas mexicanos no son la excepción . ¿Acaso sus organizaciones representan el ala in-dígena de un movimiento migratorio transfronterizo más amplio que, de otro modo, podría haberlos excluido? ¿Acaso representan el ala migrante de un movimiento indígena nacional más amplio que, de otra manera, también los habría excluido? En ambos casos, la respuesta a estas dos preguntas es afirmativa. Pero, sobre todo, se representan a sí mismos: como indígenas y como migrantes .

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cUARTA PARTE

ESTRATEGIAS DE PRESERVACIóN cAMPEsInA AnTE

EL nEoLIBERALIsMo

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Resistencias de las sociedades campesinas: ¿control sobre la agrodiversidad

y la riqueza genética de sus maíces?

Elena Lazos Chavero1

Algunos autores han descrito las sociedades campesi-nas como agregados amorfos, carentes de estructuras

propias, otros han aludido a ellas como “tradiciona-les”, etiquetando a esas poblaciones con el calificativo

“ligadas a la tradición” y juzgándolas como lo opuesto a lo moderno [ . . .] Me he esforzado, en este libro, en

explicar las causas tanto de la persistencia como del cambio entre las poblaciones campesinas del mundo .2

Eric Wolf

Este estudio de la política y de las rebeliones campesi-nas comienza con la metáfora de Tawney quien descri-be la posición de la población rural como aquel “hom-

bre que está parado permanentemente con el agua

1 Agradezco el tiempo, la confianza y las reflexiones a las familias campe-sinas oaxaqueñas y a los productores de sinaloa en las largas pláticas que tu-vimos para entender sus intereses, sus problemas y sus sueños . Agradezco el entusiasmo y la responsabilidad de la antropóloga dulce Espinosa, quien co-ordinó el trabajo de campo en varias de las etapas. Sin el financiamiento otor-gado por la Dirección General de Apoyo al Personal Académico de la unam, al proyecto Dimensiones Sociales de la Tecnología Genética. Percepciones, Res-puestas y Acciones de los Actores involucrados (IN402202), estas reflexiones no hubieran sido posibles .

2 Wolf, Los campesinos, p . 6 . Traducción de la autora .

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hasta el cuello, así que una pequeña gota puede aho-garlo”. Tawney sitúa el problema crítico de la familia

campesina —lograr una subsistencia segura— en el centro del estudio de la política campesina, donde yo

creo que pertenece . Trato de demostrar cómo el miedo al fracaso explica otros arreglos anómalos técnicos,

sociales y morales en la sociedad campesina [ . . .] El pro-blema de la explotación y de la rebelión [ . . .] es una

cuestión de concepciones campesinas de justicia social, de derechos y obligaciones, de reciprocidad .3

James C. Scott

Quienes nos preocupamos por el devenir de millones de familias campesinas en América Latina seguimos debatiendo sobre “las cau-sas y las consecuencias tanto de la persistencia como del cambio de las poblaciones campesinas del mundo”; discusiones que se realizan hoy en día bajo otros cristales, frente a otros procesos y contextos, con nuevas y viejas preguntas bajo diversos paradigmas . Treinta años después de que los grandes clásicos contendieran sobre las sociedades campesinas, éstas siguen viviendo permanentemente con “el agua al cuello”, o incluso se encuentran ya sumergidas bajo los embates de un ajuste estructural de un neoliberalismo extremo que pretendía su incorporación al mercado laboral industrial . El resultado actual es indigno y deplorable para tantas familias segre-gadas por las migraciones, la mayoría en situaciones de extrema po-breza por la continua explotación, ya no sólo de sus productos y de su trabajo: ahora se les ha desprovisto de la base de su subsistencia, sus recursos naturales, sus recursos fitogenéticos y sus semillas.

Desde hace más de cuatro décadas, múltiples investigaciones en agronomía, biología, antropología, geografía, economía rural, entre otras, señalaron que el cultivo de una gran variedad de semi-llas, las técnicas de siembra y de cosecha, y el manejo de espacios

3 Scott, The Moral Economy of the Peasant, p . vii . Traducción de la autora .

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y de los tiempos formaban parte de los “arreglos tecnológicos” de las sociedades campesinas para hacer frente a los múltiples riesgos.4 En muchas sociedades asiáticas (orissa en la India, los meuong en Vietnam, los sistemas conocidos como pekarangan en Indonesia) y americanas (las regiones mesoamericana y andina) la estrategia para lograr la subsistencia fue desarrollar una alta diversificación de poblaciones de cultivos .5 Igualmente, los “arreglos sociales”, expresados en diversas instituciones sociales, normas, reglas de intercambio y acceso a tierras comunales, coadyuvaban al mismo propósito .6

En la actualidad, a pesar de los cambios estructurales del neo-liberalismo y de la agresividad de las políticas agrarias nacionales, el valor del conjunto de conocimientos y prácticas ecológicas y agrí-colas y la gran heterogeneidad de arreglos sociales —incluyendo el acceso mismo a las tierras, la organización productiva y comer-cial—, las alianzas y redes de intercambio de las sociedades cam-pesinas les han otorgado la “tenacidad Brechtiana”7 o, en palabras de Warman, “su terca persistencia”,8 pero que no los dirime de los levantamientos armados y no armados, las marchas, las manifesta-ciones. Múltiples movimientos campesinos e indígenas quedan en

4 Véase Dumont, La culture du riz dans le delta du Tonkin, p . 593; Hernán-dez-xolocotzi, “La agricultura”, p. 2; Gourou, Les paysans du delta tonkinois, p . 666 .

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6 Véase Davis (coord.), The Social Challenge of Biodiversity Conservation; Pi-chón, Uquillas y Frechione (coords .), Traditional and Modern Natural Resource Management in Latin America; y ostrom, El gobierno de los bienes comunes .

7 En varias obras teatrales de Brecht, los personajes tejen alianzas sociales que los hacen resistir tenazmente, a pesar de enfrentar miles de obstáculos . En este sentido, las sociedades campesinas a pesar de todas las barreras pues-tas por el mercado y por las políticas agrarias, desarrollan arreglos institucio-nales que los hacen resistir .

8 Warman, La historia de un bastardo .

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el olvido, o se les cataloga como levantamientos espontáneos, o como conflictos locales o como revueltas “atrasadas que van contra la corriente de la historia” .9 Recordemos desde las insurrecciones que barrieron el Sudeste Asiático durante la Gran Depresión de la década de 1930; la rebelión saya san en Burma, y la rebelión nghe-Tingh Soviets en el Vietnam central, hasta las demandas zapatistas vertidas en los Acuerdos de san Andrés sakam ch’en de los Pobres en la década de 1990 . Algunos movimientos comenzaron con la lucha por tierras, otros con el intento de derogar las leyes que atentaban contra su bienestar, otros demandaban acceso a salud y educación, otros han tenido la meta de la autonomía, cuyo significado se ha construido con base en la autodeterminación y control sobre su te-rritorio . Los movimientos ecologistas de organizaciones rurales e indígenas nacen por la defensa de sus recursos naturales, sean bos-ques, suelos, aguas o recursos fitogenéticos. Desde 1970, el abrazo de los árboles durante el movimiento chipko en la provincia de Uttar Pradesh, en la India, se convirtió en el símbolo del “ecologis-mo de los pobres” .10 Actualmente, no sólo luchan por sus árboles, sino también en contra de las semillas transgénicas que amenazan su propia diversidad de cultivos .

décadas de resistencias y de demandas han pasado y muchas sociedades campesinas en los países en vías de desarrollo aún viven bajo la economía moral11 y la ética de la subsistencia, en términos de James Scott. Es decir, luchan y buscan los arreglos tecnológicos

9 Eric Hobsbawm, citado en Scott, The Moral Economy of the Peasant, p . 3 .10 Véase Martínez Alier, De la economía ecológica al ecologismo popular.11 La economía moral está basada en la equidad y la justicia, y se circuns-

cribe a pequeñas comunidades, donde los principios de la cooperación mu-tua priman sobre la búsqueda individual de ventajas. En esas economías, los individuos no se relacionan entre ellos como actores económicos anónimos que compran y venden, sino que ponen en juego su estatus, su reputación, sus necesidades, y las ideas de justicia y reciprocidad . El término fue acuña-do por E .P . Thompson al explicar el comportamiento popular en los motines de subsistencia del siglo xviii. A partir de entonces, varios científicos sociales lo utilizaron para describir los comportamientos económicos que se definen a partir de valores morales o normas culturales, en general distintos a los que presupone la ciencia económica .

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y sociales para garantizar el mínimo de su vida . La fuerza social de esta ética, la cual varía de comunidad en comunidad, representa el modelo normativo de equidad y justicia social y económica . sin embargo, debemos preguntarnos: ¿qué tanto sigue presente esta fuerza en las comunidades de nuestro país? después de los movi-mientos campesinos de las décadas de 1970 y 1980, cuya demanda central era la lucha por la tierra, y cuyos efectos se sentían en casi todos los estados del país,12 podríamos pensar que, 30 años des-pués, la situación hubiera cambiado en beneficio del campesinado y, por ende, las instituciones sociales en las comunidades se hubie-ran fortalecido . sin embargo, el enfrentamiento del campesino por acceso a la tierra, por una mejor distribución del crédito, por una infraestructura productiva y por mejores precios de sus productos se desarrolla en el marco de una fuerte represión gubernamental por medio del ejército, de la policía y de las guardias blancas al servicio de latifundistas y caciques .13 Estos procesos, junto con una política agraria desfavorecedora para las familias campesinas que ha provocado un éxodo rural feroz,van minando las instituciones sociales, las organizaciones, las acciones colectivas, y van sumer-giendo las esperanzas en los ríos contaminados de burocracia y corrupción .

En este contexto y con este sentir, el objetivo de esta reflexión es entender las resistencias y las demandas del mundo campesino en México, en torno a la defensa de su agrodiversidad; en particu-lar, de su riqueza de diversidad maicera . Me interesa destacar aquí

12 En su estudio, Resistencia campesina y explotación rural en México, Rubio plantea que el movimiento campesino adquiere mayor fuerza y frecuencia en dos regiones del país: la zona norte (sinaloa, sonora, Tamaulipas, san Luis Potosí, Jalisco) y la zona centro-sur (Veracruz, México, oaxaca, Chiapas, Hi-dalgo, Puebla) . Bartra señala la concentración de tomas de tierras en Hidalgo, sonora, Zacatecas y sinaloa, llegando a ocupar hasta 300 mil hectáreas . sin embargo, desde la década de 1980, el movimiento campesino avanza en su coordinación, con directrices que confluyen en acciones conjuntas, en cues-tionamientos comunes y con la creación de grandes coordinadoras que abar-can más estados. Véase Bartra, “Seis años de lucha campesina”.

13 Rubio, Resistencia campesina, op. cit., p . 20 .

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los retos y las luchas de las organizaciones campesinas en defensa de sus semillas, particularmente de sus maíces locales, en dos es-cenarios contrastantes por su historia, su cultura, su geografía y su entorno natural: oaxaca y sinaloa . Entre los arreglos tecnológicos, privilegiaré el manejo de los maíces también llamados “criollos o nativos” en espacios y tiempos que hacen las familias campesinas con el fin de lograr su subsistencia.

Para esta investigación, realizamos un extenso trabajo de cam-po (de 2003 a 2006), con base en un recorrido de las tierras de co-munidades, ejidos, pequeñas, medianas y grandes propiedades de las diversas regiones de oaxaca y sinaloa . En total, un equipo de es-tudiantes en antropología social14 entrevistó a 313 campesinos y campesinas en La Mixteca, La cañada, sierra norte de Juárez, sie-rra sur, Papaloapan y el istmo de Tehuantepec en el estado de oaxa-ca, y a 44 ejidatarios, medianos y grandes propietarios en 10 muni-cipios de sinaloa (Ahome, Angostura, culiacán, choix, Elota, El Fuerte, Guasave, Navolato, Sinaloa, Salvador Alvarado).15

Arreglos tecnológicos y sociales

Todas las sociedades rurales, indígenas o mestizas, han desarrollado complejos sistemas agrícolas con base en la biodiversidad de la re-gión a través de un manejo cuidadoso de los espacios y de los tiem-pos. Los espacios significan un cúmulo de conocimientos sobre las interacciones continuas entre los propios cultivos, entre los cultivos

14 El equipo coordinado por Elena Lazos Chavero y Dulce Espinosa de la Mora tuvo en diversos momentos la participación de Leonel Barrera, Karla Cruz, Emeterio Cruz, Rodrigo Fuentes, Juan Carlos Gómez, Josefa Guzmán, Gabriel Hernández, Delia Pérez, Eduardo Quintanar, Fernanda Rodríguez y Claudia Vázquez.

15 Los ejidos visitados fueron Ejido Maripa, en Sinaloa de Leyva; Villa Juárez, san Luciano, en Angostura; Los capomos de El Fuerte, Ejido El Progreso, Ejido Tamasula y Ejido Crucero, en Guasave; Ejido de Agua Blanca, Ejido de Agua Caliente, en Choix; Ejido Emilio Portes Gil, San Miguel Zapotitlán, Guamúchil, Ejido Alhuey, Ejido San José de Guay Parime, Ejido Guadalupe, Ejido El Vergel.

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y las plantas arvenses, y entre los cultivos y la fauna (particularmen-te microorganismos e insectos) en procesos complejos de competen-cia, comensalismo, dependencia y simbiosis por los nutrientes, por la luz y por la humedad . Por ejemplo, los agricultores conocen los ciclos de las plagas y las controlan dependiendo de varios factores, el tipo de plaga, el avance de la plaga, la disponibilidad de humedad que incide en el desarrollo de la plaga y el desarrollo del propio cultivo . Todos estos conocimientos son tomados en cuenta tanto para el control de las plagas como de las plantas arvenses . sin embargo, estos conocimientos se encuentran inmersos en otras redes de diná-micas socioeconómicas . Aunque los agricultores conozcan el ciclo de plagas o de las malezas, si se ven obligados a migrar en esa se-mana, los trabajos de control no podrán ser iniciados y los daños provocados serán mayores para cuando regrese el productor . Ade-más, estos arreglos tecnológicos y sociales también están sumergidos en dinámicas culturales . Las pérdidas de los cultivos provocadas por algunos pájaros, por el venado o por los conejos se consideran parte de la reciprocidad establecida entre naturaleza y sociedad . Los pájaros y venados comerán de su cultivo un día, pero al siguiente, la familia del agricultor comerá venado o cazará algún ave para su alimentación . Esto nos genera gradientes y estadios sucesionales, mosaicos y parches que las familias agricultoras aprovechan a dis-tintos ritmos . Los tiempos se transforman en un enmarañado ca-lendario agrícola, en el que la biodiversidad en diferentes espacios interacciona con los cultivos de parcelas y huertos familiares .

Así, la agrodiversidad no sólo comprende a todos los seres vivos, incluyendo plantas, animales y microorganismos, que las sociedades han manipulado con el fin de satisfacer sus necesidades, sino que igualmente comprende todos estos procesos interactivos en espacio y tiempo . La agrodiversidad tiene tres dimensiones: la variación genética intra e interespecífica, el número de especies y la preservación del hábitat . Los recursos genéticos de las plantas incluyen tanto variedades antiguas como poblaciones locales de cultivos relacionadas con las especies silvestres y arvenses, en con-tinua transformación por las sociedades y poblaciones de plantas

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y animales en procesos de domesticación . Las fronteras entre las plantas y los animales domesticados y las especies silvestres son difusas, ya que interaccionan constantemente .

Las sociedades agrícolas transforman continuamente sus am-bientes, y han adquirido conocimientos acerca de múltiples estra-tegias para el manejo de sus recursos con el menor riesgo, para obtener mejores cosechas . Los patrones de distribución de cultivos intercalados y la rotación de cultivos, por un lado, controlan de manera más efectiva las malezas y las plagas, y por otro lado, man-tienen la fertilidad de los suelos. Varios autores han señalado que, en la integración de la biodiversidad con la agricultura pueden encontrarse los beneficios de la producción de alimentos de la for-ma más sustentable .16 Harold conklin describió agroecosistemas en Filipinas que incluían más de 80 plantas cultivadas manejadas y toleradas . 17 Los trabajos de George Freytag y Daniel Debouck18 demuestran las interacciones continuas entre especies silvestres y cultivadas en el caso del frijol.

La optimización del espacio y la combinación de cultivos de-pende de un gran número de factores.19 En primera instancia, la interacción entre la cosmovisión, los conocimientos locales, la sim-bolización y los ecosistemas regionales nos dan los parámetros de la riqueza biológica;20 en segunda instancia, la dinámica y organi-zación, tanto familiar como comunitaria, para el acceso y uso a los

16 Thrupp, Cultivating Diversity . 17 Conklin, “Hanunóo Agriculture”.18 Freytag y Debouck, “Taxonomy, distribution and ecology of the genus Phase-

olus” .19 Véase Spedding, The Biology of Agricultural Systems; Ellen, Environ-

ment, Subsistence and System; Bartlett, “Adaptive Strategies Inpeasant Agri-cultural Production”; chambers, Rural Development; Altieri, Agroecología”; Hecht, “The Evolution of Agroecological Thought”; González Loera, Agroeco-logía y Desarrollo Sustentable; Rist, Si estamos de buen corazón, siempre hay producción .

20 En este contexto, se vuelve pertinente la pregunta formulada por Rist: “¿Qué sentido le otorgan los diferentes miembros de las comunidades campe-sinas al desarrollo y a la revalorización de sus formas tradicionales de vida y de producción, y cuáles son en ese proceso los patrones de interpretación par-

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recursos, dependen de la tenencia de la tierra,21 las necesidades,22 las normas, los límites; en tercera instancia, el contexto económico y político, no sólo regional sino nacional, nos enmarca los rumbos del cambio de uso de suelo . como señala Thrupp, “la conservación de la biodiversidad está también ligada a la riqueza cultural y al conocimiento de hombres y mujeres que vienen de sociedades tra-dicionales que mantienen sistemas efectivos para la pequeña pro-ducción como para una más amplia producción” .23 Altieri también define los sistemas agrícolas como complejas interacciones entre los procesos internos y externos, tanto biológicos como sociales,24 ya que, como explica Ellen, los sistemas agrícolas, siendo creaciones humanas, no se limitan a condiciones ecológicas y bióticas, sino que manifiestan las estrategias de subsistencia y condiciones materia-les .25 Por lo tanto, como detalla Hecht,

ticularmente relevantes?” Rist, Si estamos de buen corazón, siempre hay produc-ción, p . 41 .

21 Dary (Género y biodiversidad en comunidades indígenas de Centroamérica, p . 67), corrobora para muchas comunidades indígenas centroamericanas la exis-tencia de una alta agrodiversidad de especies vegetales en espacios muy pe-queños de terrenos . “sin embargo, esto no responde siempre a una lógica con-servacionista per se, sino que en muchos casos es un fenómeno estrechamente relacionado con la tenencia de la tierra y con la pobreza . A medida que la con-dición económica de la familia mejora, la extensión de tierra que poseen es mayor, y la tendencia al monocultivo comercial aumenta, así como su desinte-rés por las enseñanzas sobre la agrodiversidad, la agroforestería y los insu-mos orgánicos.” Igualmente para el caso de Retalhuleu en Guatemala, Dary (Ibid ., p . 68) observó la combinación de siembra entre piña y maíz . En este caso, “los k’iche’ explicaron que era mejor tener esos cultivos separadamente, pero que no tenían tierra para llevar a cabo esta práctica” .

22 La tendencia en el valle de Talamanca, Costa Rica, ha sido el paso de un po-licultivo a un sistema menos diverso, donde el plátano constituye el cultivo prin-cipal, debido a que proporciona mejores ingresos a los hogares campesinos . Las necesidades de los bribis son cubiertas por la venta del plátano, “ellos compran ropa, pagan la educación de los hijos y una parte de sus alimentos”. Ibid ., p . 69 .

23 Thrupp, Cultivating Diversity, p . 1 .24 Alttieri y Nichols, Agroecología .25 Ellen, Environment, Subsistence and System .

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El tomar en cuenta factores como la disponibilidad de trabajo, acceso y condiciones de créditos, subsidios, riesgos percibidos, información de precios, obligaciones de parentesco, tamaño de la familia y el acceso a otras formas de subsistencia es indispensable para el entendimiento de la lógica de un sistema agrícola .26

Estas interacciones entre los arreglos tecnológicos y los sociales —en términos de James C. Scott y de Efraím Hernández-xolocotzi, entre muchos otros agrónomos y antropólogos—, nos expresan las múltiples formas de resistencia de las sociedades campesinas para subsistir y para lograr un bienestar social para sus familias . sin embargo, estos arreglos no se han valorizado socialmente, y muy por el contrario, se encuentran en contradicciones profundas . El acervo de conocimientos, las prácticas agrícolas tradicionales, el manejo de una alta agrodiversidad, fueron menospreciados ante las promesas de la tecnología impuesta por la revolución verde . chambers describe este proceso como el “encuentro desigual entre la modernización y la tradición” .27

En este sentido, considerando siempre las interacciones entre arreglos tecnológicos y sociales, describiré el manejo actual de las parcelas en oaxaca y en Sinaloa, con el fin de analizar sus proble-máticas y sus contradicciones . En un segundo momento expondré los retos, las demandas y las luchas de las organizaciones indígenas y campesinas para defender su agrodiversidad . Las políticas agra-rias diferenciales han llevado a caminos desiguales a los agriculto-res de oaxaca y sinaloa: mientras que los primeros trabajan mini-fundios, pero todavía con una diversidad de cultivos, los segundos

26 Hecht, “The Evolution of Agroecological Thought”, pp. 6-7, traducción de la autora .

27 “Desde los profesionales de los países ricos y los profesionales urbanos en los países del tercer mundo hasta los trabajadores extensionistas asumen que el conocimiento científico moderno es sofisticado, avanzado y válido, y en contraste, todo lo que pueda saber la población rural es asistemático, impreci-so, superficial y a menudo simplemente erróneo”. Chambers, Rural Develop-ment, p . 76, traducción de la autora.

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han transformado sus latifundios en monocultivos de maíz . El pa-pel de las empresas transnacionales ha sido fundamental en este devenir agrícola . Los grandes productores sinaloenses han caído en las trampas de la modernidad que, si bien han alcanzado altos rendimientos, sus costos ecológicos y alimentarios son también muy altos . Los pequeños productores oaxaqueños no han recibi-do los apoyos financieros necesarios y se encuentran en un mer-cado adverso a sus productos, por lo que han caído en un fuerte éxodo rural y en una pauperización agrícola . El siguiente análisis, basado en nuestro trabajo de campo, nos da más elementos para entender estas divergencias .

Agrodiversidad y maíz en oaxaca

En algunas comunidades, hace todavía dos décadas, de acuerdo con sus relatos de primera mano, los campesinos cultivaban hasta siete u ocho pequeñas parcelas, ubicadas en distintas zonas con el fin de tener una heterogeneidad microclimática que aumentara las posibilidades de una buena cosecha . sin embargo, ahora sólo tienen una, dos o tres parcelas . La tendencia es cultivar una sola parcela, debido a la falta, o al alto costo de la mano de obra o a la lejanía de la parcela del poblado .

A partir de nuestras entrevistas en las sierras, laderas, llanos y cañadas oaxaqueñas, los mixes, zoques, zapotecos, huaves, mix-tecos, triquis, cuicatecos, mazatecos y mestizos cultivan en total 18 poblaciones locales de maíces (tomando en cuenta color, sa-bor, ciclo productivo, resistencia a plagas, topografía, preferen-cia por los animales domésticos), y en los llanos, cinco maíces híbridos introducidos por planes de desarrollo en diferentes pe-riodos . La selección de las poblaciones de maíces depende, por un lado, de las necesidades y de los gustos de cada productor, debido al tamaño y a la estructura familiar y, por otro lado, de las condiciones microclimáticas, la fisiografía y del tipo de suelos de sus parcelas .

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Tabla 1Frecuencia de siembra de las poblaciones de maíces según

las características de selección mencionadas por los agricultores

Poblaciones de maíces nativos

Características

amar

illo

azul

 / m

orad

o

blan

co

elote

ro / 

híbr

ido

nara

njeñ

o

negr

o

pint

o

rojo

H

color 7 9 31 1 3 0 1 5 2Peso 10 2 6 1 1 0 0 1 3sabor 7 8 15 12 4 0suavidad 2 5 12 0 1 1 2 0Textura 1 3 4 1 1 0 0 3 1Grosor del olote 8 4 12 0 3 0 0 5 2Tamaño de mazorca 5 3 13 1 2 0 0 1 2conservación 11 3 18 0 3 0 0 2 1Resistencia a plagas 14 3 23 0 4 1 0 0 1Resistencia a vientos 11 6 7 0 2 1 0 2 2Tipo de suelos 9 7 14 0 3 3 0 5 1Topografía 8 5 15 0 1 0 0 4 0Es más llenador 10 3 12 0 3 0 0 1 0Rendimiento 10 2 12 0 5 0 0 0 1Palatable a animales 16 4 23 0 2 1 0 5 3Uso ritual 10 3 16 0 2 1 0 2 0Uso de otras partes 6 2 15 4 0

H = maíces híbridos.Fuente: 44 entrevistas realizadas en la región de las Mixtecas y de la cañada (julio 2003) .

sin embargo, a pesar de la alta variabilidad, domina siempre una población de maíz sobre las otras . En las parcelas con más de dos poblaciones de maíces, el maíz blanco ocupa el mayor porcentaje de la superficie (hasta 85% de la parcela). Las otras poblaciones (amari-llas, rojas, negras, naranjas, moradas) son cultivadas en pequeñas superficies, incluso sólo dos o tres surcos. En las parcelas sembradas

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por un solo maíz, el blanco es el favorito . nunca hemos encontrado una parcela cultivada enteramente con maíz de otro color .

Los productores identifican las poblaciones de maíces blancos y amarillos con base en dos variables: por ciclo de desarrollo (corto y largo) y por el grosor del olote (grueso y delgado) . Además, los maíces blancos también son distinguidos con base en otra variable: por el tipo y tamaño del grano (bolita y cuadrado) . Por tanto, las combinaciones se incrementan —algunas con más frecuencia que otras . sin embargo, el grosor del olote que distingue a algunas po-blaciones puede deberse no a una característica genética definida, sino a diferencias de precipitación del año en cuestión .28 soleri y cleveland encontraron diferencias en la categorización de las po-blaciones de maíces entre dos pueblos cercanos en los valles cen-trales de oaxaca .29 Mientras que, en santa María, las variedades de maíz blanco eran categorizadas con base en las características del grano y de la mazorca (cuadrado y bolita), en san Antonio, la cate-gorización se hizo con base en la duración del ciclo de desarrollo (el tardón, de ciclo largo, y el violento, de ciclo corto) . Los producto-res de santa María percibieron que los maíces bolita y cuadrado tenían diferentes ciclos de desarrollo . sin embargo, los campesinos no coincidían en cuál de los maices se relacionaba con el ciclo más largo . Por lo tanto, la falta de correlación entre poblaciones y ciclo no apoyaba la hipótesis de que el tipo de mazorca fuera un criterio de selección indirecto para la duración del ciclo .30

En nuestro trabajo tenemos 10 entrevistas por cada comunidad visitada . Pero no podemos hablar de un patrón de selección de las poblaciones de maíces por comunidad ni por región . Tenemos dis-tintos patrones de selección, incluso dentro de cada comunidad . En general, el maíz más seleccionado para cultivo es el blanco de olo-te delgado . Las familias seleccionarán las poblaciones de maíces por la duración del ciclo, dependiendo de si tienen acceso a tierras

28 Ingeniero Flavio Aragón, comentario personal, inifap, oaxaca, 2003 .29 Soleri y Cleveland, “Farmers’ Genetic Perceptions Regarding their Crop

Populations”, pp . 112-113 .30 Ibid., p . 113 .

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en zonas frías, templadas o cálidas . sin embargo, aunque los pro-ductores señalan estas diferencias, no encontramos un patrón de-finido. En la comunidad de San Antonio, en los valles centrales, existen diferencias significativas en la duración del ciclo de los maí-ces violento y tardón,31 pero durnte el ejercicio de relacionar las ma-zorcas fenotípicamente con la duración del ciclo no se determinaron diferencias . Los autores explican que posiblemente después de años de cultivo y de polinización cruzada, los fenotipos (mazorcas y granos) no puedan distinguirse tan fácilmente .

Todos los agricultores entrevistados mencionaron también que la selección de la semilla para la siguiente siembra se realiza a par-tir de las mejores mazorcas, escogiendo inclusive, los granos más grandes, sanos y limpios de la parte central de la mazorca . sin em-bargo, en los experimentos de fitomejoramiento participativo, So-leri y cleveland no encuentran que los productores establezcan una clara correlación entre el tamaño de la semilla y el desarrollo vigo-roso de la planta o la cantidad de cosecha .32 Algunas familias sí detectaron una correlación cuando las parcelas estaban en las óp-timas condiciones productivas . Esto nos demuestra no sólo los di-versos conocimientos sobre la variabilidad genética y ambiental y las tradiciones de selección de las poblaciones, sino la compleja red de factores que determinan la conservación de los maíces nativos . Tanto la variabilidad dada por el ambiente como la variabilidad genética son reconocidas por varias familias . sin embargo, las co-rrelaciones explicadas por los productores varían mucho . Por ejem-plo, algunos productores mencionan que el grosor del olote puede estar relacionado con la precipitación, mientras que otros aseguran que depende de la variedad de maíz . El tamaño de la mazorca pue-de estar relacionado con la precipitación, el tipo de suelo, el uso de fertilizante o la variedad de maíz . Algunos productores le dan ma-yor o menor importancia a la influencia de estos factores en las características morfológicas, mientras que otros aseguran que sólo

31 Ibid., pp . 121-122 .32 Ibid., pp . 106-128 .

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es por la variedad de maíz: “Esta mazorquita así siempre es, así, aunque llueva o no llueva, siempre así de chiquita” . “Esta mazorca está así porque le puse harto fertilizante, así creció .” “El tamaño (de la mazorca) está mejor cuando llueve más .” Todas las opiniones pueden ser válidas, ya que, en efecto, hay una alta variabilidad genética y otra variabilidad dada por cuestiones ambientales . La mazorca de la raza nal Tel es pequeña; en cambio, las mazorcas del tuxpeño o el vandeño tendrán tamaños distintos, dependiendo de factores ambientales .

En cuanto a los cultivos asociados, desde hace dos o tres déca-das han disminuido en número y en superficie. Los productores nos relatan que, anteriormente, en las milpas se sembraban, por lo general, hasta 15 cultivos asociados . Hoy en día, los agricultores siembran, excepcionalmente, hasta los 15 cultivos; varios siembran, generalmente, hasta siete, pero, en promedio, siembran sólo tres . La reducción en esta agrodiversidad se debe a la falta de fertilidad de sus tierras, el crecimiento descontrolado de malezas, los altos costos de las semillas, los altos costos y la falta de mano de obra para el deshierbe manual, la proliferación de plagas y los altos cos-tos de los agroquímicos. Esta tendencia al monocultivo se refiere igualmente a la reducción en las superficies sembradas. Los cultivos intercalados y aledaños, en conjunto, no llegan a la media hectárea . Don Anastasio, agricultor triqui, nos habla de las dificultades para seguir sembrando los cultivos asociados al maíz: “Ya no podemos con el frijol o la calabaza: se emplagan, se llenan de maleza, no podemos con el trabajo sólo nosotros, no podemos pagar un peón . Antes sí, con mis hijos, podía con cargas de frijol, de camote, de yuca, de chilacayote . ora ya casi nada de eso . Yo sólo siembro maíz, así sólo, sin nada en medio” .33

sin embargo, a pesar de estas tendencias que obedecen a la grave problemática productiva (bajos rendimientos, fuerte erosión de suelos, malezas, sequías, plagas de almacenamiento, bajos pre-

33 Anastasio Avelino Sánchez, triqui de Llano del Nopal, perteneciente al mult, con una familia de seis, tres hijos migrantes, entrevista 3 de marzo de 2003.

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cios, falta de créditos), todavía algunas familias milperas siguen cultivando en policultivo . son familias numerosas que destinan la mayor parte de su producción al autoconsumo . dos productores mixtecos nos describen aún la riqueza de sus milpas y el acceso a una gran diversidad de recursos alimenticios:

Yo solo tengo una parcela de dos hectáreas en tierra fría . somos siete en la familia, todavía tengo hijos pequeños. Siembro mi maíz con calabaza, con frijol blanco y negro, un pedacito de calabacita, calabaza boluda y chilacayota . siembro del maíz blanco, sólo poco morado y rojo . Tengo un pedacito de chayote . Recojo quelites de la milpa; la mostaza, el violeta y el quintonil . no tenemos café, pero tengo unas matas de aguacate y de durazno .34

Asimismo, Marcial Félix Pérez, mixteco de santiago nuyoo, re-cuenta:

siembro ocho parcelitas, tres en tierra caliente baja y cinco en tierra húmeda (templada). En total, son ocho hectáreas de temporal y una de riego . Yo tengo de dos tipos de maíces, son blanco de 5 meses y el amarillo de 8 meses . Tengo dos tipos de calabazas, la larga y la chilacayota y dos frijoles, el negro y el conejo [...] Tengo un surco de camote blanco . Pero casi todo lo tengo sembrado de café, del criollo, son como ocho mil matas . [ . . .] de la milpa, mi mujer trae chepil, quintoniles, verdolagas y quelites violetas [ . . .] Vamos al monte a buscar hongos de champiñón, los de leche, los unos delgaditos y el que le llaman iyicana .35

34 Mario García Bautista, entrevista, mixteco de yucubey de Cuitláhuac, oc-tubre 25, 2004 .

35 Marcial Félix Pérez Sanabria, mixteco de Santiago Nuyoo, entrevista hecha el 20 de octubre de 2004 . Pérez sanabria tiene ocho de familia, tres mi-grantes (dos en México y uno en los Estados Unidos) . Además, en sus parcelas y en su huerto tiene sembrado aguacate hass, durazno, naranja, piña y pláta-no esperón . Es miembro del consejo Indígena Popular oaxaqueño (cipo) y pertenece a sociedades de solidaridad social .

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Aunque son pocas las familias que aún siembran policultivos en oaxaca, encontramos todavía una riqueza genética que debiera ser fortalecida para que siguiera en manos de los propios agricultores . Un ejemplo de esta riqueza es el manejo de leguminosas alimenti-cias . Existen hasta 17 variedades: en la sierra norte de Juárez, en total, encontramos ocho variedades de frijoles (amarillo, rojo, rosa-do, negro delgado, negro grueso, alaya, frijolón, cuarenteno); en la región mixe, cuatro variedades (negro, blanco, rojo, cuarenteno); en la cañada en cuicatlán registramos cinco (amarillo de milpa, amarillo de bejuco, negro, mosquito, jamapa); en la Mixteca, hasta 12 (enredador, de mata, bayo, blanco, rojo, grande, frijol suave, negro, san juanero, conejo, ayocote, haba) . El manejo de las legu-minosas alimenticias nos da cuenta de la alta heterogeneidad de recursos genéticos en el mismo estado de oaxaca . sin embargo, esta diversidad de frijoles se siembra en superficies cada vez más pe-queñas (entre dos y cuatro surcos, es decir, como máximo un cuar-to de hectárea), y como máximo, entre una y cuatro variedades sembradas por familia .36

Las comunidades visitadas en oaxaca nos demuestran la com-plejidad de arreglos tecnológicos existentes en el manejo de su agro-diversidad, incluidos los saberes y conocimientos del entramado agrícola . sin embargo, los arreglos sociales se encuentran minados por múltiples factores, que han provocado una pérdida de la agro-diversidad y una disminución en las prácticas agrícolas y de con-servación . La estructura de precios de los productos agrícolas pro-voca que sea más barato comprar el maíz, la sopa Maruchan y las pastas en las tiendas diconsa, que producir sus propios maíces y los cultivos asociados que enriquecían la dieta de las sociedades indígenas y campesinas . sin embargo, no todas las familias tienen dinero para comprar productos industrializados, por lo que sigue

36 El total de leguminosas alimenticias (17) resulta de la suma total de va-riedades encontradas en las comunidades. Se distinguieron únicamente por los nombres comunes dados por los agricultores en las distintas regiones . sin embargo, como no se hizo una colecta, no se tiene su catalogación científica. Por ello, cabe aclarar que puede haber una repetición de poblaciones .

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en muchos pueblos la tendencia a cultivar sus tierras, aunque sea en pequeñas superficies. La falta de apoyos institucionales, a través de una política agrícola poco interesada en el devenir de las comuni-dades, acelera los procesos de migración . Los arreglos tecnológicos de las milpas y de los espacios naturales no bastan para lograr una subsistencia digna . Los arreglos sociales son determinantes para que las familias puedan colectivizar acciones con el fin de reprodu-cir los ejes más importantes de la economía moral .

La tecnología y el asalto a la biodiversidad en Sinaloa

contrastantemente, en sinaloa existen dos mundos claramente dife-renciados . Están, por un lado, los medianos y grandes productores que cultivan desde 60 hasta mil hectáreas de maíz, así como las hor-talizas altamente especializadas para la exportación hacia Estados Unidos . Por otro lado están los pequeños y medianos productores que cultivan entre cinco y 40 hectáreas de maíz combinadas con otros cultivos . Las diferencias no sólo estriban en los tamaños de los cam-pos cultivados, sino también en el acceso a la tecnología, básicamen-te el riego, una sofisticada mecanización, semillas mejoradas y un paquete de agroquímicos, así como el acceso a los subsidios .

“Por ello, las productores medianos pueden moverse hacia una alternativa o hacia la otra . Algunos productores de 60 hectáreas tenderán a la especialización para la exportación; pero otros pro-ductores que aunque tengan menos terreno cultivado (entre las 30 y 40 hectáreas), tienen acceso a la tecnología que los convierte en productores medianos y que pueden construir su camino hacia la diversificación agrícola”.

En cuanto a diferencias tecnológicas, entre la más importante, según los productores, está la distribución del riego . Mientras que los grandes productores acaparan la gran mayoría de las cuotas de agua, los pequeños y medianos no cuentan con riego . del total de

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848 730 de hectáreas destinadas al cultivo de maíz, 844 042 son de riego y 4 688 de temporal.37 debido a que la mayor parte de la pro-ducción de maíz se obtiene bajo riego, los agricultores temporaleros se encuentran en grandes desventajas competitivas . Los grandes productores minimizan la producción de temporal, incluyendo los sistemas maiceros tradicionales, con el cultivo de maíces nativos .

Entre los grandes agricultores, únicamente aquellos que for-man parte del Movimiento Agrícola sinaloense (mas) resaltan la importancia de, en primera instancia, conservar el control de las semillas y, en segunda, de mantener la riqueza genética de los maí-ces locales . sin embargo, a pesar de sus esfuerzos por lograr una agricultura más independiente de las transnacionales y de su orga-nización, tanto en la producción como en la comercialización, los asociados al mas cultivan únicamente híbridos y variedades mejo-radas compradas a distintas agroempresas transnacionales como Pioneer, Asgrow o duPont . Los integrantes del mas están en contra de la introducción de maíz transgénico . su presidente, Alonso cam-pos declara:

Estamos entregando, con el establecimiento de campos experimen-tales de maíz transgénico, un activo que actualmente representa una verdadera fuente de riqueza para nuestros productos: la semi-lla de maíz . Todo ello en aras de responder a los intereses de em-presas transnacionales que promueven las semillas transgénicas . Es evidente que en la escala de valor de los alimentos, los transgé-nicos están en última instancia, por ello esta decisión tomada uni-lateralmente por el gobierno de México y el estado de sinaloa re-presenta una verdadera torpeza que atenta no solamente contra los intereses de los productores sino contra la nación misma .38

El resto de los productores organizados en las distintas asociaciones agrícolas que forman parte de la confederación de Asociaciones

37 Anuario Estadístico: Sinaloa (inegi, 2002) .38 Entrevista, Alonso Campos, junio 2010.

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Agrícolas del Estado de sinaloa (caades)39 no se inquieta por la pér-dida de las poblaciones locales de maíces, aunque sí cuestiona el monocultivo . Uno de sus asesores, el licenciado Palau, añora tiempos pasados, cuando sembraban una diversidad de cultivos . Estos cam-bios los atribuye a la falta de una política agrícola en el país:

Hablamos de 450 mil hectáreas de puro maíz . ¡Imagínese! El ren-dimiento es excelente, pero nos están volviendo monoproductores . Prácticamente, en realidad, no tenemos más que el maíz como cul-tivo rentable . El otro cultivo que tiene una gran practicidad es el frijol, pero es un cultivo sumamente especulativo. No está más que el maíz, un poco de garbanzo y a veces, el frijol. El cártamo, pues, realmente ya casi no se produce . Fuimos productores de cártamo, sorgo . La producción agrícola es un poco errática, no tiene una tendencia clara, sube y baja porque no hay certidumbre agrícola de nuestro país, la política agrícola, como buenos mexicanos, es como los aviones: es estresante; así está nuestra política, como el aero-puerto de la ciudad de México; no hay reglas claras, prácticamente la manejan como abarrote y ahí están las consecuencias .40

desde los inicios de la década de 1990, los grandes productores dependen totalmente de la compra de semillas a las empresas trans-nacionales . Para el total del estado se calcula, con base en la tierra cultivada bajo riego, que 93% de la superficie sembrada de maíz utiliza semilla mejorada, lo cual significa que existe una dependen-cia de la compra de semillas de forma generalizada .41 Por esto, no sólo han perdido el control de sus recursos fitogenéticos, sino el

39 organización de interés público, autónoma, con personalidad jurídica, constituida en 1932, actualmente conformada por 10 asociaciones agrícolas, mismas que agrupan alrededor de 25 mil socios (www .caades .org .mx) .

40 Licenciado Palau, asesor de caades, entrevista, 28 de diciembre de 2005 .41 Anuario Estadístico: Sinaloa (inegi, 2002) . no existen estadísticas sobre

superficies cultivadas con maíces híbridos y nativos. Sin embargo, se puede afirmar que casi la totalidad de la superficie irrigada está cultivada con maí-ces híbridos .

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interés en desarrollar experimentaciones sobre un fitomejoramien-to local . Inclusive, añoran tiempos pasados cuando, como lo expre-sa un agricultor; “antes, verdaderamente uno era agricultor, ahora ya uno sólo es un maquilador de las empresas” .42

El licenciado Palau nos cuenta que, desde hace cinco años, el gobierno federal ha tratado de encauzar la producción maicera hacia una producción de maíz amarillo para las compañías almi-doneras, pero la reconversión no ha tenido éxito, aun cuando se han repartido las semillas de forma gratuita:

Tampoco hay una política clara de diversificación de cultivo. Este año por primera vez se intentó diversificar el cultivo del maíz ama-rillo, lo cual es una buena alternativa porque nos permite atender el mercado de almidón que requiere maíz amarillo . Prácticamente no compramos maíz amarillo más que en condiciones muy espe-ciales . sin embargo, el proceso de conversión es complicado, es lento este año, si hay unas 10 mil hectáreas va a ser mucho . Algu-nos querían llevarla hasta 50 mil inclusive el gobierno federal dio ciertos apoyos . Por ejemplo, la semilla la dio como un apoyo, bajo un esquema de agricultura por contrato . La agricultura por con-trato significa una salida diferente a nuestro mercado tradicional para el maíz . El contrato estaba hecho con las almidoneras, básica-mente es de la industria de derivados químicos, son dos transna-cionales, una se llama cti Ingredientes y la otra se llama Almidones Mexicanos . Eso va a empezar a aliviar un poco la situación pero va a ser un proceso lento .43

Inclusive, muchos de estos agricultores, invitados a los campos experimentales de Monsanto y de Pioneer en los Estados Unidos, convencidos de la importación de la biotecnología e “ignorantes”, tal como ellos dicen, de la importancia de la conservación de los maíces locales, han propuesto la introducción del cultivo de maíces

42 Señor Godoy, entrevista, Culiacán, 27 de diciembre de 2005.43 Licenciado Palau, entrevista, Culiacán, 28 de diciembre de 2005.

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transgénicos . Es particularmente interesante hacer notar que el ex presidente de la caades, el ingeliero Juan Haberman, apoya el cul-tivo del maíz transgénico con los razonamientos dados por las pro-pias empresas transnacionales (inclusive habla de documentales y videos proporcionados por ellas) . Particularmente, el ingeniero Ha-berman niega los posibles daños provocados por los transgénicos y por lo tanto, propone que se inicie poco a poco su cultivo ya que le da ventajas por la resistencia a plagas, la reducción del uso de agroquímicos y las promesas futuras de los transgénicos resistentes a sequías . su lógica es que, como no se ha comprobado que los transgénicos hagan daño, para ser competitivo ante países como Brasil y Argentina, es necesario utilizarlos . El ingeniero argumenta que es hasta más sano

porque no tienes que aplicar agroquímicos al cultivo ni al medio ambiente . Ya viene en la semillita un gen que, si llega el gusanito y la muerde ahí queda; entonces yo siento que es algo a lo que tenemos que ir, como caades . Estamos de acuerdo que, con los transgénicos, tenemos que ir con el cuidado y con las reservas que ameritan [ . . .] no hay por qué tenerle miedo; si queremos competir a niveles internacionales, tenemos que entrarle . A nivel mundial se están sembrando transgénicos ¿verdad? Yo no he visto que haya problemas; entonces, con el debido cuidado, paso a pasito, poco a poquito tenemos que entrarle, ir probándolo . Los documentales, claro, las semilleras son los que los producen; nosotros hemos te-nido diferentes pláticas con organizaciones y, bueno, por ejemplo, hay un maíz que nos presentaron que aguanta la sequía, por ejem-plo, perfectamente bien . se están sembrando transgénicos y uno ve que van creciendo, y el que no es transgénico, ahí se queda abajo porque son lugares donde no hay agua y falta alimentación .44

En sus grandes parcelas, muchas de ellas rentadas a los ejidatarios, la agrodiversidad cultivada por los grandes y medianos producto-

44 Ingeniero Haberman, entrevista, Culiacán, diciembre 27, 2005.

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res se restringe a dos variedades mejoradas de maíces, casi siempre, de la misma compañía . Así aseguran una asistencia técnica conti-nua . no intercalan cultivos, por el contrario tienen altas densidades de maíz, favorecidas por el riego y por la elevada inversión en fer-tilizantes químicos (una tercera parte de los productores entrevis-tados combinan fertilizantes de gas con fertilizantes químicos) y herbicidas preemergentes. Con el fin de reducir costos productivos, las prácticas agrícolas se basan en una alta mecanización con poca inversión en trabajo .

no hay una preocupación de restaurar la calidad de los suelos, ni de suministrarlos con materia orgánica, como incorporación de abonos verdes, restos vegetales . Es en estas tierras donde se dan los mayores porcentajes de pérdida de nutrientes, de un mayor proceso de lixiviación y salinización por fertilizantes, debido al riego por inundación . Esta falta de interés en la conservación de sus parcelas responde a la tenencia de la tierra; la mayor parte de las tierras son rentadas . Los grandes productores llegan a rentar hasta 500 hectá-reas al año a los ejidatarios que viven cerca de sus propiedades . Por algunas referencias sabemos que existen ejidos completos rentados entre varios grandes productores. Esta superficie oscila según las cuotas otorgadas de riego para ese año y los montos de los apoyos gubernamentales (principalmente, el subsidio a la comercialización) .

Es importante hacer notar que la gran mayoría de los produc-tores (pequeños, medianos y grandes) aseguran no tener problemas con plagas durante el desarrollo del maíz . ocasionalmente utilizan insecticidas cuando se presentan plagas . En particular, como dice un gran productor de maíz de culiacán, los agricultores tienen el control del gusano cogollero: “nosotros tenemos un buen control, sólo vemos que empieza el gusano cogollero, y rápido lo controla-mos, una fumigada, pero sólo en algunas plantas, no fumigamos parejo, pues gastamos mucho y no vale la pena” .45 En otras parcelas, cultivan hortalizas para la exportación con un alto consumo de

45 Sergio Paredes, gran productor de hortalizas para exportación y de maíz, entrevista, culiacán, 27 de diciembre de 2005 .

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plaguicidas y fertilizantes, y con una alta inversión de mano de obra en el trasplante de plántulas, deshierbe y cosecha . Básicamente, son cuatro cultivos: pimiento (verde, amarillo y rojo), berenjena, pepino y calabacita; y en pequeñas superficies, brócoli y algunos chiles. Estos cultivos son seleccionados y embalados en empacadoras es-pecializadas, con altas inversiones de trabajo femenino . Estos agri-cultores, además, tienen otras actividades agrícolas y no agrícolas, lo que favorece la reducción de costos: por ejemplo, controlan trans-portes o bodegas de almacenamiento e intervienen en las decisiones productivas favorecedoras a su sector . Este conjunto de actividades les permite monopolizar ciertas líneas productivas o comerciales .

Los pequeños y medianos productores de las planicies cultivan también maíces híbridos, cuyas semillas son compradas a las em-presas transnacionales . Actualmente, sólo algunos productores cul-tivan, a la par, poblaciones locales de maíces . Tres décadas atrás, estos productores sembraban sus propias semillas . sin embargo, los bajos rendimientos de los maíces nativos no pudieron competir con los altos rendimientos de los maíces híbridos y el paquete tec-nológico ofrecido . Las compañías transnacionales, a través de las filiales mexicanas, anunciaban sus semillas, ofreciendo asistencia técnica y créditos . Frente a la falta de alternativas, los productores fueron convencidos por las empresas de comprar el paquete tecno-lógico, que incluía las semillas de los maíces . En esos tiempos, la década de 1980, las instituciones públicas de desarrollo agropecua-rio también fueron promotoras de dicho cambio . Un ejidatario de navolato nos cuenta que, desde hace tiempo, los ejidatarios de esa región perdieron la semilla, porque ya no les interesaba sembrar los maíces nativos: “desde hace mucho tiempo, perdimos ya la semilla . se daba muy poco, ya no rendía, luego toda la familia mi-gró, nos quedamos solos, así ni rinden ni se pueden mantener, pues a nadie les interesa” .46

46 David Arredondo, ejidatario de Navolato con 10 hectáreas, parte de rie-go para garbanzo y frijol, y parte de temporal para maíz. Entrevista, 18 de octubre, 2002 .

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Los productores de maíces locales tienden a ser pequeños agri-cultores de las sierras . Esto quiere decir, que sólo en 7% de la super-ficie podemos encontrar poblaciones de maíces criollas o variedades híbridas ya criollizadas . Esta agricultura temporalera adolece de una precipitación baja e irregular . En el municipio de choix, la precipi-tación media anual fue de 784.5 milímetros; la máxima fue de 1 176 milímetros, y la mínima, de 485 .2 milímetros .47 Las poblaciones lo-cales más representativas son el maíz blanco y el maizón blanco, utilizados para hacer los coricos; el pinto amarillo, con el cual se hace una tortilla amarilla más pesada; el chapalote usado principalmente para hacer pinole, atole y una bebida con base en el esquite con leche; el dulce, el cual, como su nombre lo indica, es dulce . Los menos encontrados fueron el chapito breve, un maíz precoz; el olote colo-rado, cultivado en la sierra; el ocho carreras, el cual se adapta mucho a las condiciones de sequía y de suelos poco fértiles; el cuenchito y el jileño fueron mencionados por uno o dos productores . Las varie-dades híbridas ya criollizadas son el costeño culiacán, el carrasco y el quitalambre . Los productores mencionan que fueron introducidas mediante programas gubernamentales, pero después fueron aban-donadas y algunos productores siguieron cultivándolas .48

En cuanto a los cultivos asociados, los pequeños productores sinaloenses han perdido las semillas debido a factores ecológicos, como la gran irregularidad de la precipitación, la proliferación de malezas, las plagas y la baja fertilidad de los suelos . La pérdida también se debe a razones agronómicas, como bajos rendimientos —una condición intensificada por las superficies tan pequeñas que cultivan . Finalmente, están las estructuras socioeconómicas, como los bajos precios con los que no se logra pagar la inversión de tra-bajo. Se presentan entonces las altas tasas de migración como única alternativa, lo que conlleva a una falta de mano de obra . La gran mayoría sólo siembra dos o tres poblaciones de maíces en pequeñas

47 Anuario Estadístico, Sinaloa (inegi: 2002) .48 Tabla completa reportada en Lazos (2008).

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superficies. No cuentan con riego, pero utilizan agroquímicos, prin-cipalmente fertilizantes químicos .

Esperanzas y luchas para la conservación de los maíces locales

Realidades contrastantes, contradicciones profundas, vidas encon-tradas, intereses construidos bajo experiencias distintas son parte de nuestro México rural . sinaloa y oaxaca han compartido en su historia las malas políticas agrícolas impuestas desde el gobierno federal . Todos los agricultores, pequeños y grandes, se quejan de la falta de una política agrícola coherente y establecida a largo pla-zo . cada año se convierte en una gran incógnita y es fuente de una negociación política . Mientras que los productores de países como los Estados Unidos y de la Unión Europea tienen una política agrí-cola certera al menos por una década; en México, los agricultores no pueden planear ni sostenerse en una línea productiva y comer-cial por varios años. Desde finales de la década de 1980, la política de ajuste estructural recortó todas las instituciones públicas fede-rales, que si bien muchas de ellas habían caído en clientelismos y corrupción, la solución no era anularlas . se crearon vacíos institu-cionales con respecto a la producción (semillas, fertilizantes), a la asesoría técnica, al acceso a créditos a largo plazo, a la comerciali-zación (construcción de bodegas, mejoramiento del transporte,) y al mercado (estructura de precios, falta de subsidios para lograr canales alternativos de distribución) . Estos vacíos fueron llenados por las compañías transnacionales agroalimentarias . El regalo del capítulo agrícola en la firma del tlcan es la muestra más contun-dente del abandono del campo . El capítulo agrícola no fue defen-dido por la contraparte mexicana en las negociaciones del tlcan, pues los propios funcionarios no consideraban la agricultura mai-cera como una fuente de importante de divisas . se esperaba una alta producción hortícola en el norte, la cual no aumentó a partir de la firma del tlcan. Al contrario, las barreras fitosanitarias im-

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puestas por los Estados Unidos y la competencia con otras econo-mías emergentes exportadoras de hortalizas a bajos precios pro-vocaron pérdidas importantes para las economías de los grandes productores . La diversidad de cultivos en el norte se sustituyó por la maicificación, subsidiada por el gobierno federal . Las empresas transnacionales aprovecharon este paisaje para implementar sus paquetes tecnológicos y controlar la producción, la comercialización y la distribución del maíz . Pero, además, las empresas han recorrido todos los rincones posibles donde puedan instalarse . En el centro y sur del país, encontramos campos sembrados con semillas vendidas por ellas . En las planicies productivas de oaxaca, los productores mixes y mestizos también compran todo el paquete tecnológico ofre-cido por Monsanto y Pioneer (a través de sus diversas filiales).

En ambos polos, tanto en oaxaca como en sinaloa, la agrodi-versidad nunca ha formado, parte de la política agraria ni a nivel federal ni a nivel estatal . Al parecer, los burócratas y políticos tienen una dieta basada en un solo cultivo, pues nunca ha habido un fo-mento a los policultivos o un apoyo a las interrelaciones sustenta-bles a largo plazo . se ha escrito mucho sobre los fracasos de la re-volución verde, pero los tomadores de decisiones no han podido construir alternativas a partir de las enseñanzas de los espejismos . La forma tradicional de comprender la agricultura se enfoca en una causa-efecto (plagas-insecticidas, erosión-fertilizantes) y no parte de una perspectiva integral, menos aún podemos esperar un diá-logo interdisciplinario . Esta forma de atomizar el conocimiento, además, se guía por el progreso tecnológico y la modernización agrícola . El miedo a quedar rezagados tecnológicamente lleva a establecer una carrera tecnológica con los ojos vendados . Bajo el espejismo del progreso y la modernización, los políticos toman decisiones meramente tecnológicas y políticas, donde unos salen claramente beneficiados y otros quedan olvidados.

Aunque la agroecología se define como a partir de desde la década de 1970, y a pesar de que ha tenido auge desde las discu-siones sobre los trabajos clásicos de silent spring, donde se demos-traba el alto uso de agroquímicos en la agricultura moderna, y el

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Reporte Brundtland, donde se alertaba sobre la importancia de la conservación de la biodiversidad (incluida la agrodiversidad), las políticas agrícolas en nuestro país insisten en los monocultivos y los paquetes tecnológicos de las empresas transnacionales .49 En 1992, se firma el Convenio de Biodiversidad, pero se siguen pro-poniendo plantaciones en monocultivo que, incluso, no tienen un mercado asegurado . Entonces, ¿por qué no se fomentan políticas de diversificación?, ¿por qué no dejan de llenar los bolsillos de los altos funcionarios o por qué los productores pobres no importan?, ¿por qué el hecho de luchar por una agrodiversidad se vuelve sub-versivo?, ¿o luchar porque el control de los recursos fitogenéticos quede en manos de los propios productores los convierte en “trai-dores a la patria”, ya que “niegan” el progreso del país? ¿Por qué el gobierno federal, representado por sagarpa, semarnat, cibiogem, ha decidido, bajo el mismo lema de progreso y modernización agrícola que los seguidores de la revolución verde ponen en peligro la agro-diversidad en México, particularmente la riqueza genética de los maíces locales? ¿Habrá tanta corrupción que se antepone la depen-dencia tecnológica de las agroempresas transnacionales a la búsque-da de alternativas agroecológicas o a la construcción de caminos que llevarían a la soberanía alimentaria?, ¿por qué los políticos mexicanos rechazan “oficialmente” la dependencia alimentaria vía las importaciones de maíz, pero aceptan la dependencia tecnológi-ca en la agricultura y en la alimentación, y por ende, en una de-pendencia alimentaria cuando, además, sabemos de las facilidades otorgadas a las empresas para la importación de maíz?

49 Véase el Programa del Trópico Húmedo de sagarpa, que es un progra-ma estratégico “que busca detonar la producción de cultivos emblemáticos del Trópico Húmedo en los 9 estados del Sur Sureste de México: Campeche, Chiapas, Guerrero, oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y yuca-tán . se trata de productos, cuyo consumo interno depende del exterior en más de un 90% y que tienen potencial mercado, pero que por su largo periodo pre-productivo no han sido incorporados al financiamiento”. Uno de los subpro-gramas impulsa el establecimiento de plantaciones de hule, palma de aceite, palma de coco, cacao, café robusta, vainilla, pimienta, henequén, piña md2, yuca y malanga .

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Las respuestas son difíciles de dar, ya que los discursos políticos son ambiguos . En la asamblea nacional del consejo nacional Agrí-cola de 2008, el presidente calderón declaró su compromiso para proteger los maíces criollos, pero también su apoyo para la tecnolo-gía transgénica: “Estamos decididos a proteger todas las variedades de maíz criollo y sus parientes silvestres ante la presencia de mate-riales transgénicos, pero al mismo tiempo sabemos la importancia de la genética y de la tecnología en material transgénico que es vital para aumentar la productividad del campo mexicano” .50

En este sentido, las declaraciones son enigmáticas, sobre todo cuando analizamos los hechos . Así, sagarpa, semarnat y cibiogem “defienden” públicamente los maíces nativos. Sin embargo, a pesar de los múltiples foros donde se han expuesto los riesgos para los maíces nativos a pesar de que no hacen falta los funcionarios del gobierno, están convencidos de la importancia de la introducción de los maíces transgénicos para el “desarrollo” de México .

Ante una clara falta de interés en la soberanía alimentaria y en el desarrollo rural por parte del Estado, los pequeños y medianos agricultores, mestizos e indígenas, han demostrado una gran capa-cidad de resistencia a través de movimientos reivindicativos y ac-ciones de protesta, pero también de proyectos alternativos con base en prácticas agroecológicas . Las marchas, plantones, manifestacio-nes de los agricultores desde 2002, que se concretizaron en el Acuer-do nacional para el campo (anc)51 en 2003, fueron burladas por el

50 xxV Asamblea Nacional del Consejo Nacional Agrícola, Consejo Nacio-nal Agropecuario, 29 de julio de 2008 .

51 El Acuerdo Nacional para el Campo por el Desarrollo de la Sociedad Ru-ral y la Soberanía y Seguridad Alimentarias fue firmado el 28 de abril del 2003.

Este Acuerdo nacional para el campo reconoce la propuesta de las organi-zaciones campesinas y de productores, planteada en las diferentes mesas del “diálogo por una Política de Estado para el campo”, de la necesidad de un verdadero cambio estructural [ . . .] En el marco de la ley, el Ejecutivo Fe-deral y las organizaciones campesinas y de productores de México suscri-ben este anc . En él, nos pronunciamos por la vigencia plena del Estado de Derecho, lo que significa dar cumplimiento a los mandatos constituciona-les vigentes y a las leyes y reglamentos específicos que de ahí se deriven, así

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gobierno federal . después de una fuerte presión política y del des-crédito del gobierno mexicano a nivel internacional, las mesas de diálogo fueron muy enriquecedoras . Los productores expusieron temas que iban desde la calidad de sus tierras hasta los aspectos sociales más complejos, como la pobreza extrema en el medio rural, la subalimentación, el desempleo, las amenazas a la cohesión co-munitaria, la ausencia de una buena educación y la infraestructura de salud . se discutieron alrededor de 200 puntos fundamentales, y los acuerdos, con sus 282 numerales, quedaron redactados de una manera nuevamente ambigua . En el anc se habla de soberanía ali-mentaria, pero no existe ningún programa actual para fortalecer este punto . Los programas de sedesol y de sagarpa quedaron cor-tos frente a las demandas . cientos de campesinos marcharon para exigir la renegociación del capítulo agrícola del tlc . sin embargo, las promesas del ex presidente Fox, se esfumaron . Los agricultores nuevamente fueron traicionados . La unorca52 nos da una interpre-tación de lo sucedido:

Llegamos a abril del año pasado con la convicción de que “el cam-po ya no aguanta mas” . Es justo decir que Usabiaga (secretario de sagarpa de ese entonces) ya no aguantaba más, su descrédito y

como a su fortalecimiento, para consolidar el proyecto de nación al que aspiramos los mexicanos . En concordancia con lo establecido en la Ley de desarrollo Rural sustentable, se reconoce como base fundamental de este anc la soberanía y seguridad alimentarias (las cursivas son de la autora) .52 “La unorca (Unión nacional de organizaciones Regionales campesi-

nas Autónomas) es una organización de representación indígena y campesina de amplia participación, de lucha, de trabajo y de propuesta, que se constitu-yó en el VII Encuentro Nacional realizado en Cuetzalan, Puebla, en marzo de 1985 . A la unorca la integran campesinos, pequeños productores, jornaleros, avecindados, colonos, jóvenes, mujeres, pescadores y trabajadores del campo de Campeche, Chiapas, Chihuahua, Colima, Distrito Federal, Durango, Gua-najuato, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, México, Michoacán, Morelos, Nayarit, oaxa-ca, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, san Luis Potosí, sinaloa, sonora, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, yucatán, Zacatecas. La unorca es integrante del movi-miento campesino internacional, como La Vía Campesina, la Coordinadora Latinoamericana de organizaciones del campo y la Federación Internacional de Productores Agricultores.” (http://www.unorca.org.mx)

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cerrazón ante el campo, lo hacían la pieza más frágil del gabinete, se llegó a apostar que ése sería el próximo único cambio en el cam-po . con el anc a él sí le cambio la situación: de tener una bomba de tiempo, la firma del acuerdo significó un tanque de oxígeno para el gobierno . El hecho generó tal margen de maniobra al gobierno federal que los programas 2003 los aplicó retrasados y a medias . Así un año después, el campo sigue viviendo en crisis, ya no aguan-ta más; el gobierno por su parte, los funcionarios del sector, toda-vía tienen para rato .53

La unorca hace recordar que el anc fue producto de la inconfor-midad campesina, que demandaba protección para el campo y un plan de soberanía alimentaria . Los sectores populares montaron todo tipo de acciones —marchas al zócalo, ayunas, tomas de puen-tes, fronteras y puertos— que generaron amplio apoyo e hicieron de este asunto tema de primera plana durante tres meses . Estas ac-ciones pusieron en evidencia, según la unorca, el carácter “ciego, sordo y mudo” que el gobierno mantiene hacia el campo .54 de hecho, la unorca hace una larga enumeración del incumplimiento de lo acordado en el anc, que va desde la falta de una re-evaluación seria del tlcan, a la ausencia de programas de fomento para el frijol y el maíz blanco, y hasta la negativa a proteger la biodiversidad .55

creo que queda muy clara la ambigüedad política del gobierno federal hacia el campo mexicano y las pocas esperanzas en lograr un cambio estructural como fue anunciado en el anc . Frente a esta situación, los productores aprovechan algunos espacios y desarro-llan alternativas . Hacer frente a los monocultivos y a la agricultura industrial productivista genera productores que reinventan, re-adaptan y readoptan técnicas y conocimientos . si bien es cierto que estos modelos pueden ser sustentables desde el punto de vista am-biental, no siempre lo son desde la óptica económica . Las altas in-

53 unorca, El Acuerdo nacional para el campo, ¿CoRREGIR o CoNTI-nUAR? ver página 579 del original . Taller

54 Idem .55 Idem .

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versiones de trabajo para lograr una cosecha diversificada compiten con la simplificación en el uso del herbicida o del fertilizante quími-co . Algunos pequeños agricultores siembran abonos verdes, colocan cercas vivas, fabrican insecticidas con base en plantas y jabones, y hacen una minuciosa selección de las mejores semillas . Todas estas actividades, muchas veces efectuadas de manera colectiva, ameritan inversiones de trabajo y esfuerzos para decidirlas y realizarlas . Por lo tanto, hay que demostrar que la bondad ecológica de las prácticas agrícolas es compatible con la recuperación económica . como sabe-mos, esto no es fácil . Los precios de los productos no pagan la con-servación de suelos ni la ardua selección y conservación de semillas . A veces los precios de productos orgánicos apenas comienzan a pa-gar la no utilización de fertilizantes químicos y de agroquímicos . Por lo tanto, esto remite a una nueva organización productor-consumidor y a experimentar diversos canales de comercialización .

Esto incluye no sólo el cambio o el regreso a patrones produc-tivos anteriores, sino que implica reconvertir las relaciones sociales entre los agricultores y numerosos actores, y entre los agricultores y su entorno natural . La no dependencia de fertilizantes químicos, en semillas mejoradas o en plaguicidas provoca una transformación de las relaciones sociales y de poder entre múltiples actores. En el juego del clientelismo político, los programas federales crean de-pendencia hacia estos paquetes . organizaciones campesinas de-pendientes promueven fertilizantes, pero también transportes, carreteras, viviendas (láminas para el techo o pisos de cemento) para obtener votos. Romper con esto es fragmentar múltiples rela-ciones de dependencia .

Varias organizaciones independientes han tenido éxito en sus planes de desarrollo (véase cepco, ucizoni o uzachi en oaxaca,56 el

56 Coordinadora Estatal de Productores de Café de oaxaca, A.C. (cepco), constituida en 1989, reunió a diversas organizaciones de pequeños producto-res de café de las distintas regiones cafetaleras de oaxaca . En la actualidad la cepco está integrada por 34 organizaciones regionales y comunitarias . desde el inicio, el objetivo prioritario fue comercializar directamente a nivel nacio-nal e internacional . (www .cepco .org .mx) La Unión de comunidades Indígenas

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Movimiento Agrícola sinaloense) . Un buen liderazgo que realmen-te vele por los intereses de la organización o de la comunidad, un tejido de solidaridad entre los miembros y una clara definición de reglas y compromisos, son algunos de los factores señalados por los productores para tener éxito . Asimismo, es importante un mi-nucioso trabajo a nivel micro . Esta forma de incidir conduce a un reconocimiento de lo propio, una valorización del conocimiento y genera autoestima . Los fracasos que señalan estos mismos produc-tores se deben a la ruptura de reglas, el fuerte paternalismo que queda en la ideología de muchos compañeros, los conflictos entre organizaciones, la excesiva carga de trabajo de los líderes, un mer-cado difícil o errático, la falta de comunicación, la falta de mecanis-mos eficientes para tomar decisiones, el mal manejo del dinero, el anquilosamiento de las estructuras que dificultan la existencia de mayores formas de participación y la falta de nivel educativo en las personas que toman los talleres .

En este sentido, los retos son internos y externos y a distintos niveles . ¿Hasta dónde los proyectos comunitarios pueden conver-tirse únicamente en islas de conservación de la agrodiversidad?, ¿cómo crear las bases de interlocución con el sector público? A pe-sar de estos retos, las organizaciones rurales decidieron iniciar la construcción de la soberanía alimentaria con una producción de policultivos saludables . Las experiencias de los promotores del centro de desarrollo Integral campesino de la Mixteca Hita nuni (oaxaca), del Proyecto de Desarrollo Rural Integral Vicente Gue-rrero (Tlaxcala) y de la aric Unión de Uniones Independiente y democrática (chiapas) tienen resultados de un manejo de los re-

de la Zona norte del Istmo (ucizoni) se constituyó legalmente en 1985, aunque las primeras acciones organizativas se remontan a 1979 . Agrupa a 84 comuni-dades y colonias mixes, zapotecas, zoques, chinantecas, barreñas, mixtecas y mestizas en el istmo de Tehuantepec . se ocupa de la defensa de derechos hu-manos, tierras indígenas, salud, programas productivos, equipamiento comuni-tario, reforestación y defensa cultural . (www .Ucizoni .org .mx) . Unión de comu-nidades Zapoteco-chinanteca (uzachi), formada en 1989 . es una organización compuesta por tres comunidades zapotecas y una chinanteca para el manejo forestal sustentable .

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cursos naturales que tiende a la sustentabilidad . A través de la me-todología “campesino a campesino”, han logrado construir redes y alianzas para, por un lado, el fortalecimiento organizativo, y por otro, la adopción de la agricultura sostenible y la defensa de sus territorios .57 Sin estos modelos productivos diversificados continua-ríamos con una alimentación en patrones homogéneos dirigidos y controlados por las empresas agroalimentarias transnacionales . se tendrá que levantar una correlación de fuerzas socio-políticas que les permitan obtener ganancias a partir de la venta de sus produc-tos agrícolas . sin esta negociación de fuerzas, los productores ten-drán accesos restringidos a los nuevos nichos de mercado . Para ello, los productores deben tener un reconocimiento nacional y luchar contra la política de desarrollo que hasta ahora ha imperado, ya que ésta ha generado dependencia y subordinación . Las instituciones gubernamentales condicionan los apoyos, imponen sus paquetes tecnológicos y ejercen diversas vías para mantener su poder . Las organizaciones tienen que hacer una labor de hormiga con sus pro-pios compañeros de comunidad: desde la lucha contra la cultura del uso de los agroquímicos, la cual impera en la mayor parte de las comunidades, hasta la adopción de alternativas productivas más demandantes de trabajo . deben lograr un fortalecimiento organi-zativo y un nivel de conciencia política para que ellos mismos con-dicionen los apoyos gubernamentales y no sólo serán receptáculos de la política agrícola, pecuaria o forestal .

La conservación de la agrodiversidad y el control de los recur-sos fitogenéticos en manos de los productores forman parte de la lucha por la soberanía alimentaria . Los derechos de los pueblos para definir su propio sistema alimentario y agrícola comienzan con la lucha por guardar e intercambiar sus recursos fitogenéticos, pero exigen un compromiso con otros actores con el fin de proteger

57 La metodología de “campesino a campesino”, iniciada desde fines de la década de 1980 en Guatemala, es un método participativo de transmisión de experiencias y conocimiento entre los mismos campesinos y campesinas . Bus-ca de manera recíproca y colectiva la sostenibilidad del desarrollo rural, y abor-da, por esta vía, tareas sociales, políticas y culturales .

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y regular sus propios modelos productivos, de distribución y de consumo. La resistencia campesina se ha expresado en múltiples arreglos tecnológicos y sociales . sin embargo, serán necesarias las alianzas con diversos actores sociales para tejer conjuntamente las alternativas productivas, comerciales, nutricionales y ambientales .

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La nueva ruralidad comunitaria y las actividades no-proletarias generadoras de excedentes

Mara Rosas y Mario Fuente

La noción de la “nueva Ruralidad” (nr) ha venido a ofrecer un marco analítico para explicar y comprender la permanencia cam-pesina en el contexto del proceso de globalización económica actual . La nr se preocupa especialmente por mostrar la proletarización y crisis económica en la que se encuentra el territorio rural, ubica sus debilidades y propone algunas soluciones que identifican las po-tencialidades que tiene la adopción de medidas, como el pago por servicios ambientales, el cual se caracteriza por hacer dependientes a las economías comunitarias de empresas privadas, y obstruye la construcción de vías alternas de desarrollo autónomo . Este marco se encuentra casi totalmente impregnado del discurso ortodoxo1 y desaparece expresiones de autonomía y emancipación de movi-mientos sociales, las cuales son indispensables para estudiar el de-venir económico y social que han construido las comunidades ru-rales en los últimos años.

En esta nueva fase de acumulación de capital, el discurso orto-doxo pretende explicar y justificar el cambio de responsabilidades

1 Con la denominación de “ortodoxo” nos referimos principalmente al dis-curso político y académico derivado de las premisas de la economía neocon-servadora, la cual ha sido el sustento del diseño y la instrumentación de las políticas derivadas del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos multilaterales afines, como la organización de las Nacio-nes Unidas para la Agricultura y la Alimentación y que han sido, impulsadas por el gobierno mexicano. Véase sagarpa, Hacia una nueva sociedad rural .

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del Estado hacia la sociedad campesina . La incorporación del cam-pesino a los procesos que impone la integración económica inter-nacional se valora como destino . Planteada de esta manera, la permanencia campesina está acotada a por una de dos opciones: transformar su “capital social” en una estructura de tipo empresa-rial con capacidad para aprovechar las “oportunidades” de un mer-cado abierto competitivo, o luchar por mantenerse como una uni-dad familiar de autoconsumo, a partir de los subsidios, las remesas de migrantes y/o los programas gubernamentales asistencialistas . Ambos procesos contienen una fuerte dosis de exclusión social .

En contraparte a esta visión, nuestro artículo explora el tema de la permanencia campesina y su articulación con el sistema capi-talista en su fase neoliberal, desde una perspectiva de resistencia y reconfiguración de la organización y reproducción campesina con-tra la injusticia que genera esta exclusión social . dada la heteroge-neidad de respuestas campesinas en este sentido, este ensayo ex-plora las estrategias alternativas desplegadas por las comunidades campesinas con ascendencia mesoamericana en la construcción de un nuevo ethos comunitario: la comunalidad . El estudio se basa en el análisis de casos en los que y en comunidades han logrado cons-truir estrategias económicas propias, ya que son capaces de generar excedentes económicos, los cuales, se utilizan para mejorar los me-dios de producción, actividades de conservación e inversión social . Estas comunidades muestran resultados positivos en el manejo sustentable de recursos naturales, en la disminución de la pobreza y en la adaptación de conocimientos y tecnologías provenientes de instituciones de investigación .

La categoría de actividades no-proletarias generadoras de exceden-tes (ange) y la de comunalidad son los ejes analíticos que dan cuenta del desarrollo de las capacidades culturales, organizativas y pro-ductivas de estos grupos para desplegar diversas estrategias que posibilitan la construcción de procesos autonómicos y de sustentabi-lidad ambiental . A esta emergencia campesina alterna, que se carac-teriza por el despliegue de acciones hacia una mayor articulación entre la responsabilidad social (combate a la exclusión) y la ambien-

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tal (sustentabilidad), se le denomina nueva ruralidad comunitaria (nrc). Una característica esencial de estos procesos está definida en su intento por desarrollar estrategias para fortalecer sus procesos autonómicos y disminuir su dependencia de las lógicas del poder que imponen el Estado neoliberal y el mercado .

La hipótesis del trabajo plantea que, ante la exclusión derivada de la racionalidad económica neoliberal, hay una emergencia de heterogéneos movimientos campesinos que desarrollan procesos de reproducción doméstica campesina desde otras racionalidades . Los grupos campesinos con ascendencia en la cultura mesoameri-cana se identifican como organizaciones sociales que poseen racio-nalidades e instituciones diferentes de las emergidas del proyecto civilizatorio occidental .2 se considera que en estas comunidades existen diferentes niveles de organización de base comunitaria (po-lítica y económica) y procesos autonómicos; algunos de ellos con mayor capacidad para el despliegue de procesos de generación de excedentes fuera de la lógica de acumulación capitalista . Al mismo tiempo, se considera que una implicación en el cambio de estrate-gias de generación y distribución de excedentes (no capitalista) no sólo repercute en un enfrentamiento para combatir los procesos de la exclusión social, sino también en el diseño de políticas de apro-piación social de la naturaleza . se indica que, paralelamente a estos procesos, una de las estrategias de transformación de la reproduc-ción doméstica campesina fuera de la lógica de acumulación capi-talista está cimentada en la capacidad para integrar y reconfigurar a la unidad familiar con un nuevo ethos comunitario . Las autono-mías local y regional se constituyen en importantes referentes para identificar la emergencia de una nrc .

La exploración del tema de la permanencia campesina se rea-liza desde cuatro niveles de aproximación . En la primera parte se desarrolla una introducción general al tema de la nueva relación entre el Estado mexicano y la sociedad campesina . Las políticas de

2 Véase Martínez-Alier, El ecologismo de los pobres; carpintero, La bioecono-mía de Georgescu-Roegen .

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ajuste y cambio estructural son una manifestación de las nuevas orientaciones de la relación . En la segunda sección se aborda la noción ortodoxa de la nueva ruralidad, identificándola con los pro-cesos de exclusión social inherentes al modelo económico neolibe-ral. La sección termina con una reflexión sobre la noción de la nue-va ruralidad comunitaria como estrategia campesina incluyente . La categoría de las ange es el motivo central de la reflexión de la ter-cera sección . se destaca como una noción que se enfoca al tema de la articulación entre la lógica capitalista y la campesina (o no capita-lista) de una manera alterna al discurso ortodoxo, por ello se cons-tituye en un concepto articulador para diferenciar a la nr de la nrc . El cuarto nivel de aproximación representa un intento de realizar una representación formal de los puntos de articulación de la nrc, a partir de tres procesos específicos dados en la sociedad rural con ascendencia en la cultura mesoamericana: la asociación comunita-ria (comunalidad), la autonomía y el diseño de políticas de apro-piación social de la naturaleza . de esta simbiosis se desprenden una explicación sobre la construcción de la nueva ruralidad comunita-ria como totalidad y la construcción de la sustentabilidad como expresión de articulación entre la responsabilidad social y la am-biental . Finalmente, se formulan conclusiones sobre el modelo ana-lítico presentado .

El Estado mexicano neoliberal y la sociedad rural

durante la posguerra mundial el campo mexicano fue imprescin-dible para la instauración del modelo de industrialización por sus-titución de importaciones (isi) basado en una idea de desarrollo “hacia adentro” . En este modelo, el Estado mexicano orientó su política económica hacia el desarrollo del mercado interno como el motor del crecimiento económico; el campo y los campesinos pro-porcionaron las bases materiales (alimento, mano de obra) para impulsar el incipiente desarrollo y la estabilidad social . A pesar de las limitantes estructurales, el modelo fue una propuesta incluyente

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del sector rural dentro del modelo de nación . Aun cuando la rela-ción Estado-sociedad rural mantuvo puntos de tensión .

En general, provocaba fuertes tensiones la concepción de que la modernización del país sólo se conseguiría a través de la indus-trialización y el continuo desplazamiento de las actividades cam-pesinas . Fue tal la confrontación, que la relación Estado-campesi-nado estuvo acotada por dos procesos políticos simultáneos: por un lado, el Estado asumía parte de los compromisos de la Revolu-ción para procurar el principio de justicia social, y por otro, instru-mentaba acciones de tipo corporativistas ad hoc a un sistema carac-terizado por un Poder Ejecutivo federal fuerte y una democracia representativa débil .

La instauración del modelo neoliberal modificó de manera sig-nificativa las relaciones entre el Estado mexicano y la sociedad. Se constituyó, en palabras de Meyer, en la segunda muerte de la Re-volución mexicana .3 En este proceso, el Estado mexicano cede gran parte de sus responsabilidades históricas, sociales y ambientales al mercado . El poder político representado en la institución del Esta-do se subordina a las reglas impuestas por el modelo de la integra-ción económica internacional . Así, las políticas de ajuste y cambio estructural emprendidas desde mediados de la década de 1980 son ratificadas desde las instrucciones emanadas del llamado “consen-so de Washington” . Las medidas de control macroeconómico se constituyen en una obsesión de la política pública, subordinadas a las esferas de la política ambiental, alimentaria, rural y, en general, del “desarrollo sustentable” ante estas premisas .4

Los procesos de apertura, desregularización, privatización, li-beración y el cambio tecnológico, forman parte de los factores liga-dos a la globalización económica que han impactado la relación Estado-sociedad rural . con el cambio de la política rural se cues-tionaron —descontextualizada y unilateralmente— las causas de la “baja productividad” del campo y el papel “paternalista” y “cor-

3 Véase Meyer, La segunda muerte de la revolución mexicana .4 Véase Calva (coord.), Política económica para el desarrollo sostenido con equidad .

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porativo” que había jugado la relación Estado-campesinos .5 Existe un doble discurso acerca de los sistemas productivos campesinos: se les reconoce como ecológicamente sustentables, pero económi-camente inviables . Por esa razón, a diferencia de programas como conasupo que garantizaba un nivel de precios y la compra de los productos campesinos, los apoyos de programas gubernamentales como el Procampo se han traducido en subsidios a la alimentación de familias en lugar de avanzar en la generación de mecanismos de fomento a la actividad agrícola campesina .

Una de las manifestaciones formales del cambio de modelo económico se dio en el marco de la aprobación de la reforma agra-ria de 1992 y con la apertura comercial del sector agropecuario en el Tratado de Libre comercio de América del norte, tlcan .6 dadas las desiguales condiciones en la negociación, y la ausencia de polí-ticas compensatorias, se reconoce que el “acuerdo benefició mayor-mente a canadá y a los Estados Unidos en detrimento de México, que fue el gran perdedor de esta contienda” .7

con la reforma agraria de 1992 se le ofrece a los campesinos la certeza de posesión de la tenencia de la tierra, pero al mismo tiem-po se desmantelan las instituciones que contribuían a regular el sistema de distribución de mercancías agrícolas de una manera alterna a las azarosas dinámicas del mercado, y se destruyen los mecanismos de apoyo financiero-comercial vinculados con la re-producción doméstica campesina . se declara, por otra parte, que el reparto agrario había llegado a su fin.

otra implicación poco analizada de la reforma agraria está re-lacionada con los intereses colectivos de los pueblos indígenas . Al

5 sagarpa, Hacia una nueva ruralidad .6 Este proceso “no representa un fenómeno aislado a nivel internacional

sino que, en las perspectivas de las organizaciones financieras internaciona-les y los gobiernos neoliberales, constituye un eje complementario de las polí-ticas de desregulación de los mercados agrícolas”. Léonard, Quesnel y Veláz-quez (coords .), Políticas y regulaciones agrarias, p . 5 .

7 Fritscher, “Libre Comercio e Integración en Norteamérica: el Caso de la Agricultura”, p . 125 .

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respecto, Floriberto díaz advertía de la diferencia que existe en el manejo de unos conceptos jurídicos en la reforma —como el cambio de instancia de “autoridad” a “órgano” conferido a la asamblea comunitaria .8 Es decir, se transformaba una instancia con facultades de decisión por otra de tipo “administrativo, representante y gestor sin poder”. otro ejemplo incluye el párrafo segundo, fracción VII, del artículo 27 constitucional en el que quedó plasmado que: “La ley protegerá la integridad de las tierras de grupos indígenas”, en vez de la propuesta de: “La ley garantizará la integridad territorial” . Al respecto díaz indica lo siguiente:

Jurídicamente, la diferencia entre garantizar y proteger es enorme, porque el primer concepto implica un trato de iguales, mientras que el segundo se refiere a una relación de mayor a menor. “La integridad de la tierras”, queda en una nimiedad frente a “la inte-gridad territorial”, más aún cuando el concepto de “territoriali-dad” está antes definido, aceptado y recomendado por el Convenio 169 como sinónimo de tierra, en el sentido que le dan los pueblos indígenas al mundo —incluyendo los de México .9

Acorde con la dinámica de la globalización económica, la reforma agraria ofrece la “oportunidad” a la propiedad social de la tierra (ejidal y comunal) de someterse a nuevos procedimientos para fa-vorecer la inversión privada, o sea de participar conforme a las leyes del mercado. El instrumento para tales fines fue el Procede, el cual fue concebido como una de las herramientas10 del Estado mexicano para agilizar la transformación de las bases estructurales

8 Díaz, “Comunidad y comunalidad”, pp. 25-27.9 Ibid., 26 .10 La reforma al artículo 27 constitucional y la promulgación de la Ley Agra-

ria, así como su Reglamento en Materia de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de solares, y las normas Técnicas para la delimitación de las Tierras al Interior de Ejido, estructuran el marco jurídico-técnico que funda-menta y especifica los procedimientos y requisitos que, bajo la voluntad de los ejidatarios y comuneros, se deben cumplir al adoptar las decisiones para el aprovechamiento de sus tierras y el ejercicio de sus derechos .

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de la producción campesina con tenencia de tierra en las políticas de ajuste y cambio estructural iniciadas en la década de los ochenta, y en la coyuntura de las negociaciones de la firma del tlcan . El obje-tivo del Procede se centró en “dar certidumbre jurídica a la tenencia de la tierra a través de la entrega de certificados parcelarios y/o certificados de derechos de uso común, o ambos según sea el caso”.11 con la ejecución de dicho programa, el gobierno federal esperaba incidir de manera significativa en el desarrollo económico del sec-tor rural . La premisa se basa en la idea de que la certidumbre sobre la tenencia de la tierra facilitaría la libre celebración de contratos de asociación, renta, aparcería o mediería, y con ello se propiciaría “una mayor presencia de inversiones en el sector agropecuario, así como en otras actividades ligadas a los núcleos agrarios, como las forestales, turísticas, de desarrollo urbano, etcétera” .12

En este nuevo contexto, las nociones de “productividad”, “com-petitividad”, “rentabilidad”, “progreso”, “desarrollo”, “moderni-zación” se usan como los pilares del desarrollo rural y en sustitu-ción del precepto de justicia social y justicia distributiva . El libre mercado, la apertura comercial y la innovación tecnológica ligada a la productividad fungen, desde esos años, como el motivo central de las políticas del desarrollo rural . En esta perspectiva, el culto a la competitividad, desprendido de la racionalidad económica orto-doxa, no sólo está impregnado en los organismos multilaterales y el sector gubernamental, sino que también forma parte de un seg-mento del discurso académico . En el contexto del tlcan, la globa-lización económica se presenta como destino, y el índice de la pro-ductividad, como el referente de progreso para el campo:

Los profundos cambios que están ocurriendo en el contexto inter-nacional, acompañados de los programas de ajuste y de la rees-tructuración de la política económica en el plano internacional, imponen a México la necesidad de transformar sus estrategias y

11 Registro Agrario Nacional, Programas Procede.12 Idem .

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enfoques para lograr la competitividad que le permita participar en los mercados globales .[ . . .] Existen dos Méxicos: el próspero y competitivo, con una población pequeña, y el otro, sobrepoblado, hundido en el atraso .13

Este tipo de análisis ortodoxo sobre la modernización rural evade incorporar el ángulo histórico14 y el análisis del tema de los conflic-tos económicos y ambientales distributivos, generados por la apli-cación de la racionalidad económica productivista . En todo caso, no sobra decir que el impacto de los procesos de apertura comercial ha sido muy heterogéneo en la sociedad rural . Por un lado, se re-conoce que una parte del sector, el agropecuario exportador, se ha visto beneficiado, pero también un grupo importante de campesi-nos se enfrentó directamente a una agudización de procesos de desigualdad y proletarización .15

En este entorno económico, la noción de la nr es incorporada como una locución para referirse a las gamas de integración de los sujetos campesinos (nuevos actores rurales) en el proceso de la glo-balización económica .16 Con el fin de especificar y diferenciar la emer-gencia de respuestas campesinas contestatarias y alternas a la ra-cionalidad económica, se les denomina en este documento como procesos de una nueva ruralidad comunitaria. En los siguientes dos apartados se ampliará esta necesaria diferencia de enfoques .

13 Valle y Solleiro (coords.), El cambio tecnológico en la agricultura y las agroin-dustrias en México, p . 11 .

14 El impacto de estos procesos en la generación de los daños a los ecosis-temas y en la calidad de vida de la población como resultado de la moderni-zación del agro mexicano fue abordado de manera amplia por Hewitt de Al-cántara, La modernización de la agricultura mexicana .

15 Quintero (coord.), Contexto nacional e internacional del sector agropecuario; Cartón de Grammont, “La nueva ruralidad en América Latina”, Revista Mexi-cana de Sociología .

16 Véase Barkin, “Local governance”, y Giarraca, ¿Una nueva ruralidad en América Latina?

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La permanencia campesina y la racionalidad económica neoliberal

dado el contexto excluyente de la globalización económica, el de-bate sobre la persistencia, reconfiguración y reproducción domésti-ca campesina adquiere matices más complejos que lo descrito por el trabajo clásico de A.V. Chayanov y el debate mexicano dado en los años setenta y ochenta .17 Ahora el tema de la reproducción cam-pesina se ve ligado a las transformaciones y actualizaciones de los movimientos campesinos contra lo que Villoro denomina “escapar del poder injusto” que se expresa en procesos de exclusión social .18 Así, las legendarias luchas por la tierra siguen vigentes, pero se in-corporan de una manera más nítida las luchas por la apropiación de los excedentes económicos, la reivindicación de los derechos so-ciales y de autodeterminación . El tema ambiental, el género y la multiculturalidad también se han incorporado a la agenda analítica .

En todo este proceso, persiste una serie de heterogéneas res-puestas ante la exclusión social . Una de ellas, la cual es motivo de reflexión en este documento, la constituye la respuesta expresada en una reconfiguración de la unidad doméstica (la familiar) a una escala de mayor integración como lo representa la comunidad o, en algunos casos, la región . se trata de la emergencia de un nuevo ethos comunitario que favorece una mayor capacidad de respuesta para enfrentar la exclusión . El movimiento indígena zapatista, El Campo No Aguanta Más, La Vía Campesina, Sin Maíz No Hay País, la silvicultura comunitaria, movimientos de afectados ambientales y otras “cien historias”19 son una muestra de la heterogeneidad de respuestas campesinas . Formas de resistencia violenta y no violen-ta aterrizan en la organización social o comunitaria y crean opor-

17 Véase Paré, “El debate sobre el problema agrario en los setenta y ochenta”.18 Villoro, Los retos de la sociedad por venir, p . 20 .19 Se denomina “cien historias” en referencia a la recopilación de experien-

cias aglutinadas en el seminario organizado en la unam bajo el título de “cons-truyendo sociedad en el siglo xxi: cien historias” .

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tunidades para la transformación social, política y productiva que depende de los imaginarios sociales de las comunidades .

A continuación se presentan dos interpretaciones sobre la di-reccionalidad de la reproducción campesina con relación a su arti-culación al sistema de acumulación capitalista . La primera se en-cuentra bajo las premisas, instituciones y marcos de la racionalidad económica en su fase neoliberal, o sea el concepto ortodoxo de la nueva ruralidad, y la segunda, desde una dinámica emergente y con-testataria que denominamos nueva ruralidad comunitaria .

La nueva ruralidad y la exclusión social

El proyecto de la modernidad occidental fue marcado (o arraigado) por las premisas de la racionalidad económica capitalista . con esta racionalidad la investigación ortodoxa y la política económica son guiadas sobre la lógica del individualismo metodológico y de sus instituciones: la propiedad privada, la democracia representativa, el mercado y el estado-nación . con la crisis económica generada por la deuda externa de los países latinoamericanos en las décadas de 1970 y 1980, y posteriormente, con el derrumbe del llamado socialismo real, la racionalidad económica capitalista encontró un ambiente político propicio para una nueva expresión y transforma-ción: las políticas de ajuste y cambio estructural acordes a los pro-cesos de la globalización económica .

A pesar de las evidencias manifestadas en la actual crisis eco-nómica, estas políticas, así como las formulaciones académicas ba-sadas en la economía neoclásica o en su versión neoinstitucional, se pretenden consagrar como el paradigma del modelo de desarro-llo de la sociedad . El discurso ortodoxo de desarrollo sustentable y de la nr surge en este marco de transformación de la racionalidad económica . A continuación se presenta una caracterización de este discurso aplicado al análisis de lo rural, para, posteriormente, des-cribir algunas de sus limitantes epistémicas para el contexto latino-americano .

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En esta tesitura, la racionalidad económica ha renovado cons-tantemente su discurso académico y político para explicar la exis-tencia y la necesidad de la incorporación de la sociedad campesina a las lógicas de la acumulación del capital . Así, la persistencia cam-pesina de fines del siglo xx dada en el marco impuesto por los pro-cesos de integración económica internacional, dio pauta —paralela-mente en Europa y Latinoamérica— para el surgimiento del citado discurso de la nr y del “capital social” . con la nr se reconoce la necesidad de una apertura analítica para abordar las limitantes del discurso de la “vieja” ruralidad, centradas, entre otros aspectos, en la dicotomía rural-urbana, la producción agrícola-no agrícola . Incor-pora la noción de la pluriactividad rural como un medio de obten-ción de ingresos salariales en actividades proletarias, el tema de la desterritorialización de la ruralidad, las nuevas funciones de los sujetos rurales, así como la relación de estos sujetos con las reglas que impone la globalización económica, entre otros aspectos .20 Re-valora, al mismo tiempo, la viabilidad de la reproducción campe-sina a factores como el papel de las instituciones sociales campesi-nas (como capital social), al conocimiento local y su vinculación con los procesos de la innovación tecnológica. Edelmira Pérez identifi-ca un conjunto de aportaciones analíticas derivadas de la noción de la nr .21 Menciona que con esta noción se posibilita la disminución del sesgo sectorial del desarrollo rural que antes sólo se enfocaba a lo agrícola . La implicación de ello lleva a considerar lo rural como una desagrarización del mundo rural . Por otra parte, también se reconoce la heterogeneidad de los territorios y de los sistemas pro-ductivos . desprendido de lo anterior, se rompe con la tradicional dicotomía entre lo urbano y lo rural, pero, al mismo tiempo, se amplía el concepto de población rural, reconociendo como tal a campesinos, mineros, pescadores, artesanos, empresarios agrícolas y trabajadores del sector servicios . otros elementos incorporados en la noción de

20 Véanse Keilbach, “Apuntes para una ruralidad reflexiva”; cedrssa-cá-mara de Diputados / Lx Legislatura, Nueva ruralidad .

21 Pérez, “Nueva ruralidad en Colombia”.

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nr lo representan el tema de la equidad de género, el reconocimien-to de la importancia del uso y conservación de los recursos natura-les, la importancia del mantenimiento de la población rural para lograr el manejo adecuado del territorio y todos sus recursos, y fi-nalmente, la relevancia de la participación social y política de los actores rurales en el desarrollo .

En el discurso ortodoxo, estos elementos analíticos son reco-nocidos en la medida que se ajustan principalmente a los fines de la racionalidad económica . Las implicaciones de una mayor gober-nabilidad y un menor deterioro ambiental son bienvenidas en la medida que no afecten los procesos de acumulación . Así, el discur-so hegemónico de la nr trata de explicar, en un primer momento, la persistencia campesina, pero también, de justificar las nuevas estrategias que se deberán de seguir para su incorporación a las instituciones de la racionalidad económica en su fase neoliberal, sobre todo en un mercado abierto competitivo .

Por ello, el tema de la productividad ocupa un lugar especial como estrategia para mejorar la competitividad, según las nuevas reglas e instituciones que imponen los procesos de la globalización económica .22 como resultado de dicha racionalidad, la orientación dominante de las políticas se ha justificado desde el discurso de las “oportunidades que ofrece la globalización económica”, la “com-petitividad”, la “rentabilidad”, la “modernización” —en suma, del capital .23

El discurso ortodoxo de la nr evade incorporar la exclusión social y el deterioro ambiental que, desde la racionalidad económi-ca neoliberal, generan las estrategias de reproducción campesina .

22 Véase Dutrénit, Jasso y Villavicencio (coords.), Globalización, acumulación de capacidades e innovación .

23 De esta forma, el marco de la innovación tecnológica queda integrado por los siguientes elementos: a) la necesaria inversión en innovación tecnoló-gica → b) aumento productividad→ c) aumento plusvalía → d) uso del merca-do como el mecanismo la asignación eficiente de los recursos → e) necesidad de mayor innovación tecnológica para responder de manera eficiente a las ne-cesidades del mercado “globalizado”. Véase Barkin, Fuente y Rosas, “Fortale-ciendo la tradición, Innovando” .

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Esto se da incluso en los procesos de innovación, definidos en el “primer mundo” desde su “evangelio de la ecoeficiencia” y de la “desmaterialización del consumo”, como bien lo apunta Martínez-Alier .24 El modelo de reproducción campesina, desde la citada ra-cionalidad económica, genera atributos (costos socio ambientales) que no pueden ser considerados como valoraciones universales de justicia social ni de sustentabilidad —menos aún para el caso de las comunidades rurales de Latinoamérica, donde prevalecen meca-nismos estructurales que acentúan dichos costos, que atentan con-tra la equidad y la diversidad cultural y biológica de la región . Los desarrollos biotecnológicos instrumentados por la corporación Mon-santo como semillas-plaguicidas y los organismos genéticamente modificados25 son un ejemplo .

La nueva ruralidad comunitaria

desde una perspectiva distinta a la lógica de la racionalidad eco-nómica neoliberal, existen movimientos sociales contra-hegemóni-cos que plantean la asociación comunitaria como un nuevo ethos rural .26 sus propuestas procuran realizar procesos de generación de excedentes fuera de la cadena de acumulación capitalista .27 A

24 Martínez Alier, El ecologismo de los pobres. 25 La ingeniería genética se ha especializado en generar semillas transgé-

nicas que tienen características específicas de control de plagas y son resisten-tes a determinados entornos climáticos. Según el Instituto Nacional de Ecolo-gía, los organismos Genéticamente Malificados (ogm) son organismos vivos cuyas características han sido cambiadas en laboratorios con la incorporación de genes de otros tipos de seres vivos . La ley de bioseguridad prevé riesgos de transferencia de material genético modificado a otros organismos, crecimien-to de transgénicos en lugares no deseados, y daño tóxico a otros organismos en la coexistencia de agricultura tradicional y orgánica .

26 Véase Leff, Racionalidad Ambiental; y Garibay, “El dilema corporativo del comunalismo forestal” .

27 Véase Barkin y Rosas, “¿Es posible un modelo alternativo de acumulación?”; Barkin, “superando el paradigma neoliberal”; Bartra, El Capital y su laberinto; con-cheiro, “nueva Ruralidad y la formación de nuevos sujetos sociales” .

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estos procesos heterogéneos se les denomina en este artículo como nueva ruralidad comunitaria (nrc) . Una de las tesis mantenidas en este trabajo resalta que estos procesos de nrc, al no someterse a la racionalidad económica, favorecen la emergencia de otro tipo de responsabilidad28 social y ambiental en los procesos de reapropia-ción social de la naturaleza .

Dado que el interés de este trabajo está enfocado a identificar las estrategias de reproducción campesina ante los nuevos procesos de reestructuración económica y de sus políticas públicas, a conti-nuación destacamos una tipología que representa cuatro procesos o transformación de los sujetos rurales . Estos son:

Tipo I . Tienen acceso (posesión) a la tierra y posibilidades (tec-nológicas, de inversión, comerciales, mercado laboral) para desarrollar procesos de acumulación privada .

Tipo II . Tienen acceso a la tierra, pero no cuentan con estrategias que favorezcan la generación de excedentes, por lo que su producción es de subsistencia y requieren necesaria-mente completar sus ingresos con trabajo asalariado . su unidad de reproducción se realiza básicamente desde la familia .

Tipo III . Están perdiendo o han perdido su acceso (posesión) a la tierra y sólo cuentan con su trabajo asalariado como ingreso . También tienen a la familia como la unidad de reproducción .

Tipo IV. Tienen acceso a la tierra y cuentan con estrategias para la generación de excedentes económicos sobre una or-ganización basada en la asociación comunitaria .

28 Se incorpora la noción de responsabilidad como lo retoma Morales L.; “el concepto de responsabilidad reapareció precisamente en el marco de un dilema provocado por la incapacidad de los Estados para cubrir las demandas de sociedades [ . . .] surge, precisamente, cuando termina de incubarse una cri-sis de responsabilidad del Estado como consecuencia de una preminencia del mercado que le arrebata, literalmente, la competencia”, ¿De quién es la respon-sabilidad?, p . 12 .

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Figura 1Prpcesos de transformación y respuestas campesinas

al contexto de la globalización económica: la nueva ruralidad y la nueva ruralidad comunitaria

Racionalidad económica nueva Ruralidadexclusión

I Con tierra Liberalilsmo individual

Acumulación privada AgroEmpresarios

II Con tierra Liberalilsmo individual

Sin excedentes

Campesino en proceso de

proletarización

III Sin tierra Liberalilsmo individual

Ingreso asalariado Proletarización

IV Con tierraAsociación

comunitariaExcedentes colectivos

Nuevo ethos comunitario

Va Exclusión

nuevo Ruralidad comunitaria

otras Reaccionalidades

Los procesos del tipo I, pero sobre todo, y fundamentalmente, los tipo II y III son ubicados en este trabajo como las tendencias inherentes a los procesos neoliberales; es decir, como consecuencia de la instrumentación de las políticas de corte neoliberal centradas en el indicador de productividad, de competitividad . Bajo estas lógicas de un neodarwinismo social implícito en la racionalidad económica, el mercado seleccionará a los más aptos (I), y los otros (II y III) tenderán a la extinción a su proletarización .

Los sujetos rurales ubicados en el tipo I que logren “adaptarse” a las exigencias impuestas por el modelo económico vigente son el “modelo ideal” de desarrollo rural neoliberal bajo la denominación

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ortodoxa de nr . Pero por su fuerte arraigo para someterse a la racionalidad económica (obtener la mayor acumulación del capital), este modelo tiene limitantes estructurales para instrumentar un desarrollo incluyente y de respeto al ambiente .29

La necesidad de obtener plusvalía en las condiciones que im-pone un mercado altamente competitivo implica realizar prácticas agrícolas con grandes dosis de externalización de costos, incluyen-do los de la generación de deterioro . El monocultivo especializado, con altas tasas en el uso de insumos y la explotación de los ecosis-temas, se convierte en un requerimiento estructural para su perma-nencia . En esta perspectiva, y dado que el interés de las políticas públicas de corte neoliberal es desarrollar indicadores macroeco-nómicos favorables en la balanza comercial, los apoyos al campo se destinarán entonces prioritariamente al modelo I . Los procesos indicados (en la figura 1) como II y III recibirán apoyo a través de programas asistencialistas cuya característica —entre otras parti-cularidades— es la de contribuir a romper los lazos de la asociación comunitaria .

En contraparte a estas respuestas, también existe otro tipo de estrategias campesinas que han desplegado caminos alternativos a la racionalidad económica . A éstas las hemos agrupados en el tipo IV, como parte de un proceso de la citada nueva ruralidad comunita-ria . Este grupo de campesinos es el referente desde el cual se desa-rrolla la exploración de las estrategias de reproducción campesina . como se puede ver, se trata de un problema de articulación entre la lógica de producción campesina y la racionalidad capitalista .

desde este esquema, se reconoce que no todas las comunidades se encuentran en el mismo grado de generación de alternativas . Unas se encuentran en fases de lucha frente a conflictos por la au-tonomía financiera o política, y otras, luchando por recuperar o conservar sus recursos naturales y por la posibilidad de autoges-tión. Más aún, otras están consolidando sus nuevas estrategias, conformando redes de comunidades, generando cooperativas o

29 Quintero (coord.), Contexto nacional e internacional del sector agropecuario .

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empresas de propiedad comunal, tratando de crear canales de co-mercialización de sus productos que deriven en precios justos, o buscando tecnologías compatibles con el medio ambiente .

Las ange como estrategia económica en la construcción de procesos de nrc

La noción de la nrc implica la necesidad analítica de diferenciar las estrategias de articulación de la comunidad campesina con la lógi-ca de acumulación capitalista . La categoría analítica de ange res-ponde a ese reto . Una primera aproximación a esta articulación plantea de manera explícita la necesidad de hacer un análisis dife-renciado al interior del sector rural, el cual se puede dividir, por un lado, en la parte que responde al sistema dominante, la lógica de producción capitalista, la agroindustria y la pequeña producción capitalista; y por otro, en la parte que corresponde a la lógica de producción no capitalista, que está compuesta por una diversidad de ange como parte de la citada estructura social, denominada en este documento como nrc .

En la nrc, la pluriactividad se entiende como una estrategia campesina e indígena para mantener activo su sistema de produc-ción y de organización política y social . Es una resistencia a la pro-letarización, mediante la adquisición de ingresos salariales comple-mentarios que los ayuden a mantenerse como dueños de sus medios de producción .30 “Para algunos autores, hubo una tendencia fuerte hacia el multiempleo y la pluriactividad como una estrategia ten-diente a captar ingresos extraprediales no agrícolas (off-farm activi-ties), canalizables hacia inversiones en la explotación, de modo tal de continuar en el campo (proceso de resistencia)” .31

30 Véase Barkin, “Superando el paradigma neoliberal”; Barkin, “Una estra-tegia para crear nuevos beneficiarios del comercio mundial”.

31 Tapella, “Reformas Estructurales en Argentina y su impacto sobre la Pe-queña Agricultura”, p . 6 .

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La resistencia no se constituye en repliegue; más bien, es una propuesta para construir nuevas estructuras sociales y reposicionar a las comunidades en sociedades incapaces de integrar a sus miem-bros en un proceso organizado de avance hacia la prosperidad . El término de “capital social” se refiere precisamente a las posibilida-des productivas provenientes de una organización social que posee una combinación particular de lo concreto-abstracto, que posibilita relaciones de confianza, reciprocidad, solidaridad y cooperación —relaciones que se materializan en instituciones de cooperación comunitaria . sin embargo, el término de “capital social” no se uti-liza en la nrc porque consideramos que no es posible reducir las cualidades organizativas comunitarias a un término que hace refe-rencia simplemente a un factor de producción .

La combinación compleja de la lucha indígena-campesina por su reconocimiento y una visión generalizada de que los métodos de producción y la organización socioeconómica, cultural y polí-tica son una alternativa viable de protección al medio ambiente y al manejo sustentable de recursos naturales, abre una brecha de oportunidades para las comunidades indígenas alrededor del mundo .32

Hasta el momento, este reposicionamiento se ha manifestado en la adaptación de una serie de proyectos . Entre ellos están un gran número de empresas comunitarias forestales y ecoturísticas; una de las más reconocidas internacionalmente es el aserradero de la comunidad de san Juan nuevo Parangaricutiro (México), que ha generado cadenas productivas con la creación de 20 empresas de propiedad comunal . Asimismo, existen proyectos de producción de bienes básicos de consumo con un alto valor agregado como la carne de puerco baja en colesterol (Michoacán) y la elaboración de botanas y galletas de amaranto (Puebla) . En el istmo de Te-huantepec se han recuperado aguas de uso doméstico para la

32 Véase Borrini-Feyerabend et al ., Sharing Power; Little, “Indigenous Peoples and sustainable development subprojects in Brazilian Amazonia”, Pinedo-Vasquez y Rerkasem, “What Is the Future for Smallholders in the Face of Ex-panding Global Agribusiness?”.

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agricultura, mediante la construcción de plantas de tratamiento de bajo costo, que tienen un sello sustentable debido a que algunos materiales provienen de plástico reciclado y a la mano de obra de las comunidades .

Una de las experiencias más evidentes de estos procesos de construcción de una nrc lo constituyen las Empresas comunales Forestales . En recientes años, las comunidades han estado resca-tando de manos de empresas rentistas, tanto privadas como esta-tales, sus bosques; algunas de ellas están en las comunidades de Ixtlán de Juárez, capulálpam de Méndez y san Pedro el Alto, en oaxaca; san Juan nuevo, Michoacán; el ejido de Laguna Kana, Quintana Roo, entre otras .33 de esta forma se han empezado a crear áreas naturales protegidas que favorecen la participación de los ejidatarios en la conservación .

Elementos como la diversificación productiva, el uso creativo de recursos naturales y la participación local en la planeación e implementación de técnicas productivas, además de la autodeter-minación, son fundamentales para entender la existencia de una relación económica diferente entre ciertos espacios rurales y la pro-ducción capitalista .34 Los sistemas de producción y reproducción social de los pequeños productores, unidades familiares campesi-nas y comunidades se han transformado, originando una nueva estructura de ange . Pero éstas son posibles por una combinación de factores: las cuestiones de equidad de género, la sustentabilidad del medio ambiente, la innovación, la generación de redes entre comunidades y con ongs e instituciones de investigación, y la am-pliación de canales de comercialización justa .

Adicionalmente a los casos de México en América Latina, te-nemos una serie de experiencias, tal como se muestra en el siguien-te cuadro

33 Véase Bray y Merino, La experiencia de las comunidades forestales en México . 34 Véase Barkin, “Superando el paradigma neoliberal”.

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cuadro 1Proyectos productivos de América Latina consolidados

o en proceso

Proyecto ActividadCantidad de gente

que involucra

Impacto social, económico

y en la gestión de recursos

Lét Agogo, Haíti (2005)

Asociación de productores lecheros

Beneficiarios directos: 600 familias Benefi-ciarios indirec-tos 5,000

– Mejora en la seguridad alimentaria

– Incremento en 100% de los ingresos de los participantes

– Captación de agua en pozos para siembra de forrajes y animales .

Programa in-tegrado de cul-tivos andinos, C.A.U.Que.Va., Argentina

cooperativa agropecuaria . Producción de cultivos orgánicos (maíz y variedades de papá andina)

140 socios – Mejora en condiciones de vida

– Mejor acceso al mercado (producto tradicional no-vedoso) rescate de semillas nativas .

Programa no-reste de Prona-turaleza, Perú

Acciones de conservación local con proyectos que incrementan ingresos

42 mil personas – Consoli-dación de organización grupos locales, incremento de ingresos y recuperación de especies en peligro

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Proyecto ActividadCantidad de gente

que involucra

Impacto social, económico

y en la gestión de recursos

Producción sostenible de truchas en el

cultivo de truchas

31 socios – Incremento de 250% de ingresos

sistema exten-sivo e intensivo en lagunas y jaulas, Perú

– Conservación de especies y mantenimien-to de lagunas

Mejoramiento de posturas y lucha contra el kellu-kellu. Perú

Erradicación de maleza vene-nosa y rescate de tierras de cultivo y pastos para ganados

773 familias – Rescate de más de 16 mil hectáreas, producción de alfalfa, cebada, carne y leche de ovino, in-cremento de ingresos

Tejidos de punto a mano en alpa-ca de prendas de vestir desde los Andes perua-nos, Artesanías Pachamama, Perú

Producción y comercializa-ción de tejidos a mano

67 socias – Principal fuen-te de ingresos, fortaleci-miento de la autonomía de la mujer rural, producción que no genera impacto ecoló-gico

Manejo y trata-miento de aguas residuales con lenteja acuática, lechuguín y totora, Ecuador

Plan de desarro-llo integral . Tratamiento de aguas residua-les e incremento en la produc-ción artesanal . Proyecto ecotu-rístico

42 familias – Protección que alimenta las vertientes del lago y evitar erosión de zonas altas . Incremento de ingresos

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Proyecto ActividadCantidad de gente

que involucra

Impacto social, económico

y en la gestión de recursos

Proyecto ecotecnológico PRodEnER Y ALIsEI . Bolivia

Generación de electricidad en comunidades rurales (mi-crocentrales eléctricas) . Empresas comunitarias de energía eléctrica

3,700 personas – Cuatro proyectos productivos, incremento en calidad de vida. Genera-ción de elec-tricidad con bajo impacto ecológico

Fuente: cepal (2007) Innovación social . América Latina y el caribe .

Pronaturaleza, el programa de mayor impacto por la cantidad de gente que involucra, es impulsado por la Fundación Pronatura-leza, cuyo objetivo fue diseñar alternativas productivas que permi-tiran la conservación de especies en peligro de extinción y, que al mismo tiempo, generaran ingresos a los habitantes asentados en la Reserva nacional Pacaya-samiria . En esta zona, más de 85% de la población vivía en indigencia y no llegaba a satisfacer sus necesida-des básicas de vivienda, salud y alimentación . El programa se eje-cutó creando capacidades locales para el manejo sustentable de los recursos naturales y, a través de capacitación y fortalecimiento de organizaciones locales para la recuperación de especies amenazadas y la elaboración e implementación de planes de manejo de flora y fauna . Un ejemplo de esto es la protección de palmeras con valor comercial, para lo cual, se hizo una evaluación de la cantidad de palmeras por especie, a partir de la cual se fijó la cantidad que se podía aprovechar y la cantidad que debía de ser sembrada . Especí-ficamente en el caso de la palmera huasai (Euterpe precatorial), se estableció que por cada palmera derribada se sembraran cuatro;

cuadro 1 . Continuación

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además, se empezó un programa de reforestación en las zonas más depredadas . de esta forma se incrementaron los kilos de palmito vendidos .35

Para el manejo del aguaje se sustituyeron viejas técnicas de cosecha de la palmera con técnicas nuevas, con las cuales no es necesario derribarlas . se utilizan “subidores”, “triángulos o estro-bos”, confeccionados con madera y soga, una técnica desarrollada en Brasil que permite la utilización productiva de la palmera du-rante casi 40 años . El valor económico que recibe una comunidad con esta sustitución es de cerca de 500% superior; (cuadro 2) .

cuadro 2Valor económico de uso directo

Método de cosecha (usd 1/ha por año)

2001 2002 2003

con subidor 171 171 171

Tala 51 40 29

diferencial 120 131 142

1 usd año 2003 (3.5 soles, moneda del Perú, equivalen a 1 usd) Fuente: cepal (2007) .

Los proyectos que se presentan en el cuadro 1 obtuvieron los pri-meros lugares de la convocatoria de innovación social de la cepal de 2006 . sin embargo, la convocatoria data de 2004, con un evento por año, y una participación promedio de mil proyectos por even-to . Éstos no sólo corresponden a proyectos productivos; hay pro-yectos de salud comunitaria, de educación y atención a jóvenes y mujeres, que se ponen en marcha con la participación local de los afectados y con asesoría de expertos .

35 Véase ProNaturaleza, “El Programa noreste de Pronaturaleza” .

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Caracterización de las ange

Bajo el nuevo contexto socioeconómico y ecológico, las comuni-dades están creando sus propias estrategias de generación de ex-cedentes sin tener que adoptar la organización social de la pro-ducción capitalista . Así, en lugar de ser testigos de la desaparición de comunidades locales —lo cual tenía previsto la sociología y la teoría económica— surgen formas de sincretismo y sinergias socia-les que están jugando un doble papel que mejora la calidad de vida de los campesinos y regenera y mantiene la naturaleza . Estas accio-nes muestran la errada conceptualización antropológica que con-cibe a los indígenas y campesinos como pobres semiproletarizados, incapaces de generar procesos internos de desarrollo .36

El re-posicionamiento de la situación económica indígena, que nosotros llamamos nrc, tiene como objetivo fundamental el estudio de las ange, a través del análisis de las características que hacen posible el mejoramiento de los términos de intercambio de la pro-ducción indígena en el mercado capitalista, y la generación de ex-cedentes para la reposición y ampliación de los medios de produc-ción, y para generar condiciones de bienestar colectivo . Esta visión no deja de lado la constante lucha social vigente de las comunidades para lograr la autogestión de sus recursos . Bien sabemos que “el nuevo pensamiento indígena se ha ido construyendo desde abajo, contra la corriente, al calor de la coyuntura, en la lucha contra cuer-pos doctrinarios que tienen asideros poderosos en las iglesias, fun-daciones, los partidos políticos, las ong internacionales o el Estado” .37

Actualmente es necesaria la cohesión social en la que se incor-pore los valores, normas y principios de regulación colectiva social y ambiental . dicha necesidad contrasta con la visión egoísta e in-dividualista de la racionalidad humana de la teoría económica do-minante, que deriva en la destrucción de la base material de la

36 Véase Hernández Navarro, “El laberinto de los equívocos”.37 Idem.

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producción: los recursos naturales . Ahora más que nunca debe ser evidente que “hablar de desarrollo no sólo puede estar referido al ser humano en tanto individuo, sino a la naturaleza en su conjunto y a cada uno de sus componentes en particular, incluyendo al hom-bre-pueblo” .38 La nueva manera de contemplar al campo y sus po-sibilidades nos da la pauta para trabajar en la investigación de un tipo de sociedad en la que el desarrollo sea una consecuencia de la organización social .

La vinculación entre cultura, producción y manejo de los re-cursos naturales genera reglas claras de inclusión y exclusión de acceso a los recursos naturales en las comunidades. Genera, ade-más, una regulación sobre el uso de los recursos, compatible con el interés colectivo, y posibilita una organización social de cargos, por lo que el sistema de producción de las comunidades está impreg-nado de aspectos culturales, sociales y políticos (figura 2).

Figura 2Actividades no-proletarias generadoras de ingreso

38 Idem.

Estructura Ruralidad Real Actividad Humana: Lógica no capitalista

organización: comunal

Relación de Propiedad Mixto

Régimen de Propiedad Mixto

ProducciónEmpresas comunitarias

Redes de Unidades domésticas

Técnica TrabajoMedios de producción

nueva Tecnología

comunero Familiar Mano vuelta

contratado

conocimientoRecurso naturales

Manejo sustentable de Recursos naturales

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La noción de “excedente” es fundamental para diferenciar las capacidades que han ido construyendo las comunidades rurales . El concepto de excedente existe bajo cualquier tipo de formación socioeconómica; su definición es la simple diferencia entre el gasto en consumo productivo corriente y la reparación del desgaste cau-sado por las instalaciones productivas en un periodo de tiempo, respecto al volumen de producción de ese mismo período. Según Paul Baran el excedente se clasifica en real y potencial:

El excedente potencial es la diferencia entre la producción que podría obtenerse en un ambiente técnico y natural dado con la ayuda de los recursos productivos utilizables, y lo que pudiera considerarse como consumo esencial . su realización presupone una reorganización más o menos drástica de la producción-distri-bución del producto social, e implica cambios de alcance en la estructura de la sociedad” .39

La organización social de la producción comunitaria es capaz de generar un plusvalor que es apropiado de forma colectiva a través de la inversión social . El excedente potencial se puede considerar como cualquier recurso natural que pudiera aprovecharse en el presente, pero que . sin embargo, la comunidad desea conservar, con el fin de no sobreexplotarla. Esto es posible porque la lógica de producción no es capitalista .

Los mecanismos de comercialización alternativos, como el “co-mercio justo” y “solidario”, no solamente se consideran como un segmento de mercado en el que los campesinos pueden vender sus productos con mejores precios: representan una nueva relación entre consumidores y productores; los consumidores tienen infor-mación de la calidad del producto y de los métodos de producción empleados, así como de la gente . saben que los productos son fru-to del esfuerzo de comunidades rurales que poseen conocimientos que posibilitan una producción de alta calidad, cuyos métodos de

39 Baran, Excedente económico e irracionalidad capitalista, p . 74 .

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producción son compatibles con un manejo sustentable de los re-cursos naturales . de esa manera, productores y consumidores ma-nifiestan en el intercambio de mercado una relación de intereses compartidos .

El manejo de la combinación de tradicionales y nuevos métodos del sistema de producción de las ange se relaciona con el mejora-miento del uso de los recursos naturales con una visión participativa . El conocimiento y las habilidades tradicionales han generado una construcción sincrética más o menos consolidada y práctica . El dina-mismo del cambio en el manejo de los recursos naturale, se presenta como parte de una visión más optimista, tanto por el lado de la ocu-pación racional de los recursos naturales como por los niveles de bienestar . Éstos son los elementos que, en términos generales, son base para la interpretación de un segmento de la población rural .

La Comunalidad y la construcción de procesos de nrc

David Barkin y Víctor Manuel Toledo proporcionan una pauta ana-lítica para acercarse a la comprensión de la interacción entre la re-producción campesina, la apropiación social de la naturaleza y la articulación con la racionalidad económica capitalista .40 Tomando como referencia a estos autores y el proceso empírico de diversas comunidades con ascendencia en la cultura mesoamericana, sobre todo en aquellas que habitan los ecosistemas forestales, a continua-ción se presenta una propuesta de modelo analítico en el que se expresan las estrategias contestatarias de comunidades rurales en los procesos de reproducción campesina y apropiación social de la naturaleza, alternos a la racionalidad económica . no sobra decir que dicho modelo está en fase de construcción y en la identificación de “indicadores empíricos” que favorezcan la comprensión de las estrategias campesinas . Las categorías centrales del modelo recaen en la articulación de la categoría de comunalidad, como base material

40 Barkin, Riqueza, pobreza y desarrollo sustentable; Toledo, La paz en Chiapas .

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para la construcción de las nociones de autonomía y las políticas de reapropiación social de la naturaleza.

La comunalidad representa una forma de “contrato social” he-redada, en muchos casos, de la cultura mesoamericana .41 constitu-ye una perspectiva ética diferente de la organización social, ante la racionalidad económica, para la asignación de recursos, y en los procesos de apropiación social de la naturaleza . no es la represen-tación conjunta de los intereses individuales sobre los colectivos, como sucede en la noción ortodoxa de “contrato social” heredada del absolutismo de Hobbes o del liberalismo de Locke .

La caracterización de la nueva ruralidad comunitaria se pre-senta como una propuesta analítica para comprender las respuestas campesinas ante los procesos de exclusión impuestos por el mode-lo neoliberal, y que repercuten directamente en el mantenimiento (producción y reproducción) de un tipo de relaciones sociales de producción alterna a la disciplina proletaria . A nivel local, la comu-nalidad se expresa como un ethos comunitario . La comunidad es el eje organizador de la reproducción económica de la población local hacia un “orden social de carácter comunitario corporativo” .42 se presenta como una institución activamente participante en la asig-nación de recursos y permite la introducción del principio de la justicia distributiva y la ecojusticia frente a los criterios del mercado como asignador de recursos . Analíticamente, representa procesos orientados hacia una cooperación de todos en la producción y dis-tribución de oportunidades entre los miembros de la comunidad (y redes) para la generación de bienestar .

La comunalidad está conformada por varios procesos, inclu-yendo la democracia participativa o consensual, alimentada por el ejercicio cotidiano y tradicional en la asamblea ciudadana, comu-nal . La democracia participativa representa un importante contrape-so ante el poder elegido a través de procesos de la democracia formal,

41 Véase Díaz, “Comunidad y comunalidad”; Fuente, “nueva Ruralidad co-munitaria y sustentabilidad”; y Martínez Luna, Comunalidad y desarrollo.

42 Garibay, “El dilema corporativo del comunalismo forestal”, p. 252.

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que se expresa en la autoridad municipal . se constituye, a la vez, en una defensa para no concentrar el poder político, ni vincularlo con el poder económico. Esto último se favorece en virtud de que la asunción de cargos y autoridad se determinan en función del prestigio dado por el servicio . La ausencia de partidos políticos en estos procesos es otro elemento adicional que alimenta la democra-cia participativa . Esta situación se presenta con mayor claridad en las comunidades con ascendencia mesoamericana de oaxaca, en los que las reformas en materia electoral permiten incorporar el sistema de normas consuetudinarias (“usos y costumbres”) para elegir a sus autoridades municipales .43 otro proceso importante que con-forma la comunalidad es la organización del trabajo comunitario, el cual se desarrolla sin ninguna compensación monetaria, sino ligado a otro tipo de valoraciones, como el desarrollo de prestigio local o de compromisos impuestos desde la comunidad “para se-guir perteneciendo a ella” . se expresa a través de una diversidad de actividades . Martínez destaca la asamblea para la decisión, el cargo para la coordinación, el tequio para la construcción y la fies-ta para el goce .44 Es necesaria también la posesión territorial comu-nitaria . Esto es importante no sólo para la cohesión social basada en el bien común, definido cultural e históricamente (como puede proporcionarlo la tenencia de la tierra ejidal, y sobre todo, la comu-nal), sino también para la preservación del espacio vital . de igual modo, es importante como base territorial para la transformación, la expresión de los conocimientos específicos sobre la utilización de los recursos naturales que constituye el territorio, y como la base material para la autonomía política . En este punto, no sobra desta-car el impacto del citado instrumento de la reforma agraria de 1992 (el Procede) en las comunidades ubicadas en proceso de una nrc . Mientras que en otras comunidades se ha fragmentado la propiedad social en individual, las citadas en este artículo han ratificado a la

43 Véase Hernández Díaz (coord.), Ciudadanías diferenciadas en un Estado mul-ticultural.

44 Martínez Luna, Comunalidad y desarrollo.

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propiedad comunitaria como estrategia de organización social y productiva . La cosmovisión es un proceso ligado al anterior, pero con determinadas peculiaridades con alto grado de dificultad para expresarse empíricamente . En este proceso se agrupan y exploran todas aquellas manifestaciones sobre la percepción cultural de la naturaleza .45 Por ello su trascendencia en la indagación que la rela-ciona con los procesos de apropiación social de la naturaleza . Fi-nalmente, la construcción de identidad cultural es una noción com-pleja que se alimenta de diversas vertientes, entre ellas, el sustento territorial y las representaciones religiosas espirituales, la rituali-zación del pasado en el presente, la cosmovisión, la música, el ape-go a la tierra. Las fiestas patronales realizadas por las comunidades y los barrios de manera anual, constituye un ejemplo de este tipo de representaciones .46 Hay un elemento significativo y novedoso para la construcción de identidades: los procesos migratorios, en los que: “El drama de la desterritorialización se convierte en estra-tegia para no perder la cercanía con la comunidad de origen” .47 Hay diversos estudios que muestran cómo, a partir de los nuevos espa-cios transnacionales, los migrantes reconfiguran su nivel de parti-cipación comunitaria y gobernanza. Griselle Velasco y José Luis chávez apuntan, por ejemplo:

La migración de san miguelenses [cuevas, oaxaca] a Estados Uni-dos es un proceso antiguo que ha sentado raíces en ambos lados [ . . .] La comunidad es transnacional y la elección de cargos político-administrativos, se realiza tanto en san Miguel como en eua pero predominan las decisiones de la asamblea que se celebra cada año en fresno, california . Los cargos político-administrativos los ocu-

45 Véase Broda y Báez-Jorge (coords.), Cosmovisión, ritual e identidad de los pueblos indígenas de México .

46 Véase Díaz, “Comunidad y comunalidad”.47 Rangel y Sánchez, “La construcción de las identidades étnicas en la mon-

taña de Guerrero”, p. 86.

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pan los migrantes quienes proporcionan sus servicios a la comu-nidad durante un año sin recibir salario .48

La autonomía constituye otro proceso importante para la produc-ción y reproducción del ethos comunitario frente a los poderes del mercado y de las expresiones del Estado neoliberal . Este proceso se forja en la comunidad local, pero tiene su mayor expresión en la constitución de redes de comunidades, o a nivel regional . Uno de los resultados del desarrollo autonómico se manifiesta en la capa-cidad para la generación de excedentes . El grado de integración o desfase de estos procesos a las lógicas de acumulación capitalista determinará en gran medida los alcances de la autonomía financie-ra . Así, por ejemplo, las remesas por migración pueden o no con-tribuir a la diversificación de la esfera productiva o de goce de la comunidad, en función del grado del ethos comunitario alcanzado .

Entre los principales procesos que integran este concepto, se destacan al menos cinco componentes . El primero de ellos es el de la formación político-cultural. desde ésta se define la relación po-lítica entre comunidades y el gobierno, en la cual se expresan las relaciones, ya sea de subordinación, resistencia o mayor autonomía política frente al gobierno . Es una esfera donde se construyen lazos entre la sociedad política y la sociedad civil, pero, al mismo tiempo, se expresan las relaciones estructural versus cultural y la intercultu-ralidad —multiculturalidad .49 Un segundo elemento es el aportado por el componente denominado, en este trabajo, como el desarrollo de las fuerzas productivas comunitarias . con este elemento se quiere expresar el desarrollo tecnológico, los grados de apropiación tecno-lógica y la posibilidad de la diversificación productiva; por ejemplo, empresas ecoturísticas, plantas de purificación de agua y tiendas comunitarias. Se manifiesta también en actividades amplias, como las llamadas “multifucionales” o la “pluriactividad” .50 Asimismo,

48 Velasco y Chávez, “Migración a Estados Unidos, transnacionalismo so-cio-político en san Miguel cuevas”, p . 93 .

49 Véase otero (coord.), México en transición .50 Véase Giarraca (coord.), ¿Una nueva ruralidad en América latina?

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se relaciona con el desarrollo de proceso productivos más eficientes (energética, material y financieramente) y generadores de mayor “valor comercial”, como lo representa, por ejemplo, la transforma-ción de procesos forestales únicamente de extracción de madera en otros, como la elaboración de muebles, para el caso de las comuni-dades de la sierra Juárez de oaxaca y de Michoacán. La diversifi-cación del mercado es considerada como un tercer factor en la cons-trucción de la autonomía . se caracteriza por ser un proceso basado en la búsqueda de alternativas de circulación, fuera de las acciones azarosas del mercado . El comercio justo . basado en una economía solidaria, representa una importante estrategia en este sentido .51 La formación de redes de apoyo es componente de acompañamiento . con este elemento se quiere resaltar la importancia de la interacción de diversas instancias de la sociedad civil y de instituciones de educación y desarrollo tecnológico, y ongs . En este sentido se ubi-can los estudios desarrollados por los círculos de trabajo indicados al inicio, en el que se parte de estas premisas para el despliegue de actividades con las organizaciones sociales y productivas locales .

Finalmente, la soberanía alimentaria se considera como pieza fundamental para dar soporte a una autonomía integral . con este elemento se definen las estrategias de producción, abasto e inten-sidad de uso . se trata de un proceso complejo y polémico, como lo advierte Barkin, que enfrenta la integración económica internacio-nal, que promueve la especialización a través del monocultivo .52

Las políticas de apropiación social de la naturaleza —las ecoló-gicas, por un lado, y las socioeconómicas y culturales, por otro —se han constituido en uno de los temas ampliamente debatidos en la academia, dada su complejidad para integrar valoraciones espacial y temporalmente diferentes . La noción de metabolismo social ha contribuido en este aspecto .53 Así, se han desarrollado diversas pro-puestas metodológicas para la formulación de indicadores y atributos

51 Véase Cadena Barquín (coord.), De la economía popular a la economía de solidaridad .

52 Barkin, Riqueza, pobreza y desarrollo sustentable .53 Véase Toledo, La paz en Chiapas .

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para valorarlas y evaluarlas como la denominada mesmis.54 Una for-ma general de acercarse a este concepto se desarrolla a partir de sus cuatro campos y actividades que lo constituyen, y que se pueden identificar en diversas acciones por parte de la comunidad local como “pares extendidos”55 y los proporcionados por la investigación básica .56 Éstos incluyen el ordenamiento (comunitario, micro regio-nal, municipal, regional), la restauración (hábitats, comunidades, poblaciones, genética), la conservación (paisajes, hábitats, comuni-dades, poblaciones, genes) y aprovechamiento (extractivos, pesque-ro-acuícolas, forestales, ganaderos, agrícolas) .

Asimismo, incorporamos una quinta forma de relación con la naturaleza: la derivada de la cosmovisión ligada a la cultura meso-americana . Es decir, la percepción cultural de la naturaleza. El ma-nejo comunitario de los bosques no se limita exclusivamente al apro-vechamiento, sino a las otras esferas de la gestión . Así, la lucha por la recuperación de las concesiones forestales (dada en la década de 1980) inicia como una demanda de mayor responsabilidad social (justicia distributiva, equidad), pero ésta se transforma en una res-ponsabilidad ambiental o lucha verde . Estos atributos han sido reconocidos internacionalmente con las certificaciones otorgadas por la Forest stewardship council .57

54 Véase Massera y López-Ridaura, Sustentabilidad y manejo de recursos na-turales . Uno de los retos que se han planteado en el marco del desarrollo sus-tentable es el diseño de marcos operativos que permitan evaluar de manera tangible la sustentabilidad de diferentes proyectos . El Marco de Evaluación de sistemas de Manejo de recursos naturales incorporando Indicadores de sustentabilidad (mesmis) surge de esa necesidad, y se dirige a proyectos agrí-colas, forestales y pecuarios llevados a cabo colectiva o individualmente, y que se orientan al desarrollo o a la investigación . se pretende que el marco de evaluación no sea un instrumento meramente calificador de opciones, sino que sirva como punto de apoyo para hacer operativo el concepto de sustenta-bilidad en la búsqueda de un desarrollo social más equitativo y ambiental-mente sano de las comunidades rurales .

55 Funtowicz y Ravetz, La ciencia posnormal ciencia con la gente.56 Véase Toledo, “Ecología”.57 “En México, el proceso de certificación es reciente, entre 1997 y 2003 se

certificaron los bosques de 20 comunidades y ejidos en los estados de oaxaca, Michoacán, durango, Quintana Roo y chihuahua; este proceso comienza con

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A manera de conclusiones

El discurso ortodoxo de la nr ofrece nuevas perspectivas para el análisis de la reproducción campesina, pero no considera la emer-gencia de procesos de reproducción campesina fuera de los marcos e instituciones de la racionalidad económica capitalista . Ello tiene diversas implicaciones analíticas, identificadas como “anomalías” paradigmáticas. Se identificó, por ejemplo, la prevalencia de un fuerte sesgo derivado de su enfoque basado en la perspectiva del individualismo metodológico y del énfasis en colocar al mercado como el mecanismo más eficiente para la asignación de recursos. Las consecuencias de dicho sesgo se reflejan en utilizar de manera dogmática el lenguaje monetario (expresado en el precio) como la unidad conmensurable de valoración de la naturaleza, y el aumen-to de la productividad como el indicador de progreso por su aso-ciación con el mito del crecimiento económico ilimitado y generador de plusvalía .58 La importancia del capital social de las instituciones campesinas, por consiguiente, se valora en función del grado de concordancia con el mercado y con la gobernabilidad .

otra consecuencia de esta “anomalía” del modelo neoliberal en el contexto latinoamericano es la evasión de la relación que hay entre el criterio de “progreso” y los costos éticos y ambientales . Los mecanismos para la distribución bajo los principios de equidad y justicia social quedan relegados, por lo que el tema de la distribu-ción de los conflictos económicos y ambientales no está presente.

la existencia de comunidades y ejidos que recuperaron sus bosques y tienen unidades de aprovechamiento forestal. La certificación la realiza Rainforest Alliance en colaboración con el consejo civil Mexicano para la silvicultura sustentable A .c . (ccmss); a través del programa smartWood (sw) acreditan la certificación ante el Forest Stewardship Council (fcs) . de esta forma el ccmss evalúa el manejo forestal de forma integral, considera aspectos silvícolas, am-bientales, sociales y económicos en el aprovechamiento forestal, además de la cadena de custodia, que es el proceso desde la transformación del árbol hasta la elaboración de un producto terminado”, Guzmán y Colín, p. 46.

58 Barkin, Fuente y Rosas, “Fortaleciendo la tradición, innovando”.

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Este punto está ligado al llamado colonialismo epistemológico, el cual se deriva del diferente contexto de los países occidentales del centro . Así, los procesos de crecimiento económico y la instrumen-tación de consensos racionales entre sujetos iguales (democracia ordenada) aplicados en los países occidentales desarrollados, apa-ciguaron los problemas de justicia social y de los conflictos econó-micos y ambientales distributivos .

El enfoque ortodoxo está enclavado dentro de un contexto de la globalización económica como destino y visión única del mundo. Han tomado como bandera la máxima sentencia de Margaret That-cher: “There is no alternative” (tina) . desde esta visión se trata de imponer el modelo de sociedad y de modernidad de corte liberal derivado del proyecto civilizatorio occidental . Ante esta ceguera de la importancia de los procesos de la interculturalidad, diversos movimientos sociales altermundistas plantean que “otros mundos son posibles” . Así, frente a la hegemonía del modelo del liberalis-mo individual, en varias comunidades con ascendencia en la cul-tura mesoamericana se manifiestan rasgos de un modelo de or-ganización social basado en otras racionalidades e instituciones: la propiedad comunitaria, la democracia consensual y la asocia-ción comunitaria .

En este capítulo se reconocen diversas vertientes de la reproduc-ción y reconfiguración campesina. Una de ellas es la que se da a nivel de la unidad doméstica familiar (generalmente, de autoconsumo), así como las que se dan desde las premisas del “contrato social” desprendido de la racionalidad liberal capitalista, promovido por el discurso ortodoxo de la nr para la formación de agroempresarios . Pero también se identifica un tercer tipo de reconfiguración —aque-lla basada en una reproducción sentada sobre bases comunitarias . Así, la comunalidad se presenta como eje de estrategias campesinas alternativas frente al modelo hegemónico emanado de la racionali-dad económica capitalista . En esta perspectiva, la noción y construc-ción de la autonomía desempeña un papel fundamental para definir la direccionalidad de este ethos comunitario y su posibilidad para enfrentar la exclusión social y la insustentabilidad .

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La experiencia desplegada en las citadas comunidades rurales aporta estrategias específicas para enfrentar los retos que implica la construcción de un país bajo los principios de interculturalidad, justicia social y sustentabilidad . Estas praxis campesinas aportan luchas comunitarias que tienen su auge en la década de 1980 para tomar en sus manos un relativo control de los procesos de apropia-ción social del territorio (en muchos casos, ligado al aprovecha-miento forestal) que, a su vez, favorecen la reconfiguración de un nuevo orden social basado en un ethos comunitario: la comunalidad . En este sentido, sus acciones muestran una articulación de su or-ganización social tradicional con novedosas estrategias para la construcción de una sustentabilidad que favorece la conciliación con una responsabilidad social .

Por otro lado, hemos indicado que estas praxis comunitarias, ubicadas dentro de lo que se ha denominado como nrc, también representan aportaciones epistémicas . son prácticas heterogéneas que se pueden identificar como saberes locales (praxis), que son fundamentales y se deben considerar en la construcción de un pro-yecto de nación incluyente y multicultural . contribuyen a enrique-cer la interpretación del tema rural en diversos ámbitos: el ético-histórico (cultural y político), el ambiental (cosmovisión y manejo de recursos naturales), el territorial (extensión, calidad y tipo de propiedad colectiva) y la organización productiva comunitaria y demográfica.

casos como los referidos (la silvicultura de la sierra norte de oaxaca) son representaciones que han mostrado estrategias inno-vadoras para resolver los conflictos socioambientales distributivos de una manera alterna, frente al mercado y al Estado, para promo-ver la justicia distributiva . son, en todo caso, estrategias que se encuentran, como el resto de la sociedad mexicana, ante una encru-cijada: ¿cómo resistir o reconfigurar sus estrategias de reproducción campesina ante la agudización de los conflictos socioambientales distributivos impuestos ideológica, política y estructuralmente por la racionalidad económica neoliberal?

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La construcción del nuevo mundo del campesino mexicano

David Barkin1

Aunque México está en crisis y las condiciones de vida de su pobla-ción están deteriorándose dramáticamente, importantes grupos de sus pobladores rurales están forjando nuevos entornos que les ase-guren una mejor calidad de vida y una cierta autonomía de los em-bates del neoliberalismo . En contraste con sus desempeños en an-teriores periodos de crisis, estas acciones campesinas e indígenas representan un desafío frontal a la política neoliberal implantada por las administraciones públicas. Su praxis refleja un rompimiento histórico, un abandono de la estrategia de colaboración y de acomo-do con los gobiernos de la Revolución, empeñados en incorporarlos al proceso de modernización globalizante mediante su participación en los programas oficiales. Frente a la política de integración inter-nacional y modernización urbano-industrial excluyente importantes segmentos de la sociedad rural están proponiendo sus propias es-trategias alternativas . Esta nueva comunalidad insiste en sustituir el mercado, y define cómo asignar recursos, cómo garantizar un nivel de vida digna para todos sus miembros, donde se puedan crear nichos para generar nuevas oportunidades económicas y sociales, así como respetar las exigencias ambientales . Asimismo, esta nueva comunalidad hace posible una verdadera sustentabilidad, fincada en

1 Se agradecen los comentarios muy perspicaces de Blanca Lemus y Tanalís Padilla que contribuyeron a mejorar la claridad y fuerza de la redacción . Por supuesto, los errores y confusiones restantes son responsabilidad del autor .

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los atributos de responsabilidad social y ambiental . Las experiencias de estos actores del medio rural nos enseñan algo muy significativo: para que las sociedades “tradicionales” sobrevivan, para que puedan definir y realizar sus propios modelos de progreso, tendrán que seguir innovando . como hemos aprendido de la milenaria expe-riencia de innumerables pueblos, la tradición sólo puede mantener-se viva a través de un proceso de cuidadosa y continua innovación . Para explicar este proceso, invitamos a los lectores a reflexionar so-bre sus propias actitudes y acciones, sus relaciones con estos prota-gonistas y sus nuevas propuestas . Esta es, por lo tanto, una invita-ción implícita para acompañarlos a construir nuevos ámbitos de solidaridad y respeto mutuo .

Ya han pasado muchos lustros desde que terminó “el milagro mexicano”, al final de la década de los sesenta (siglo xx), con sus promesas de una vida mejor, de apoyos para cumplir con las reivin-dicaciones que simbolizaron los mejores ideales de la Revolución mexicana . El campo mexicano sufrió más que otros sectores, ya que los gobiernos de la Revolución extrajeron más que “un kilo de car-ne” de la mayoría de sus moradores —los campesinos e indígenas— para financiar sus proyectos desarrollistas, los cimientos del apa-rato productivo sobre los cuales se pretendió construir la grandeza del nuevo orden . con sus reservas humanas y productivas —y una orgullosa resistencia a algunos de sus peores excesos— los campe-sinos colaboraron con el “proyecto de nación”, haciendo producir las tierras que la Revolución les entregó y aceptando los limitados beneficios de sus encomiables esfuerzos para elevar la productivi-dad del campo y alimentar a los mexicanos .

son pocos los que todavía creen las más recientes promesas del Estado, de levantarlos de la marginalidad que él mismo creó . A la vez, se han dado cuenta de la falsedad de la posibilidad de mejorar sus condiciones mediante su incorporación a la fuerza de trabajo proletario o a la economía informal, las rutas ofrecidas por la polí-tica oficial. Por eso, están implementando nuevas propuestas para producir las condiciones necesarias para su propio progreso social y económico —un progreso alejado de los valores de un mundo de

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consumo y derroche— fincado en una vida comunitaria y un res-peto hacia los ecosistemas de los que dependemos todos . sus pro-yectos son parte de una respuesta reciente para forjar un mundo campesino mejor . son resultado de ambiciosos esfuerzos de impor-tantes grupos de comunidades colaborando entre sí y construyen-do alianzas para enfrentar las diversas formas de represión que el Estado ha ejercido —y ejerce— durante más de un cuarto de siglo en búsqueda de apropiarse de los territorios de estos pueblos y de sus recursos .

En este capítulo examinaremos los principios que sostienen este nuevo movimiento y visitaremos varios de los proyectos indi-viduales que ilustran las promesas que ofrecen para los campesinos . En el camino, quedará claro cómo los demás pueden beneficiarse, ya que estos proyectos traen consigo una mejor calidad ambiental y nuevos productos y servicios para el disfrute de otros pueblos dispuestos a entrar en relaciones solidarias de apoyo e intercambio .

Los esfuerzos actuales de estos grupos rurales son una conse-cuencia del quebranto del pacto social de la Revolución . El brusco cambio impuesto por las élites políticas y económicas en la sociedad mexicana durante las últimas décadas del siglo xx hizo añicos el pacto de colaboración entre estos campesinos e indígenas y el pro-yecto revolucionario, sustituyendo el compromiso de promover el bienestar rural por un nuevo proyecto de integración internacional, un mundo donde el modelo urbano-industrial entregaría los bene-ficios para afianzar sus propios privilegios. Ante este nuevo esce-nario, algunos sectores de la población rural se reorganizaron para redoblar sus exigencias de “justicia social” y repudiar los repetidos embates a que han sido sometidos . Transformaron sus intentos de negociar mayores presupuestos o mejores programas para el desa-rrollo rural con el gobierno en una nueva estrategia para tomar el control de las riendas que determinan su bienestar: sus gritos de “¡Basta!”, “sin Maíz no Hay País”, y “El campo no Aguanta Más” transformaron a importantes segmentos de la población rural de empobrecidos productores de alimentos, agroexportaciones e in-sumos agroindustriales en aguerridos promotores de otra forma de

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organizar la sociedad . Esta nueva sociedad atendería sus propias necesidades y las de la mayoría de los mexicanos . Promovería la expansión productiva, mientras que buscaría formas de asegurar la rehabilitación y la conservación de sus ecosistemas . de esta ma-nera, contribuiría no solamente a su propio bienestar, sino también al de la sociedad en su conjunto .

En este capítulo, se ofrece una interpretación de este proceso de reconstrucción social y productiva que difiere mucho de las ver-siones oficiales, tanto nacionales como internacionales, y algunas académicas . Los trovadores del desastre pintan al México rural como un campo de batalla, donde las fuerzas campesinas serán derrota-das: solamente subsistirán pequeñas escaramuzas de retaguardia de algunos grupos que defienden un estilo de vida y un modelo de sociedad que están condenados a la extinción. Según éstos, la crisis que aqueja a la sociedad mexicana es mucho más profunda en el campo . Más que ofrecer soluciones, sus desesperados esfuerzos para la supervivencia están hundiendo a estos campesinos en un repliegue inexorable hacia la “sub-proletarización”, conduciendo al desmoronamiento de sus sociedades, la degradación de sus eco-sistemas y el abandono de sus tierras .

En nuestro análisis se puede observar la construcción o recons-trucción de otro mundo, uno en el cual importantes grupos sociales rechazan ser condenados a la marginalización, a la extinción, y están insistiendo en implantar sus variados modelos de mejores mundos, capaces de contribuir a un nuevo estilo de progreso social y económico que ofrece frutos materiales e inmateriales sin amena-zar al medio ambiente . Este mundo alternativo es uno de resisten-cia contra los esfuerzos de expoliación, de organización activa; un ámbito donde exigen sus derechos y superan los ataques para avan-zar en sus propias propuestas . se incluye aquí a los de Atenco, de La Parota, de Huentitlán en Guadalajara, por mencionar sólo algu-nos de los centenares de pueblos que se han reunido en el Movi-miento de Afectados Ambientales, junto con los participantes en la coalición Mexicana para el derecho al Agua y los que se han re-unido en torno a los zapatistas y La otra campaña . Este mundo

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dejaría de depender de la integración económica y política interna-cional para su existencia y viabilidad; más bien se está tornando hacia la construcción de alianzas nacionales e internacionales, una solidaridad con pueblos comprometidos con proyectos afines para asegurar sus necesidades básicas y su progreso .

Antecedentes históricos

La problemática actual del campo mexicano no puede aislarse de su larga y orgullosa historia de lucha por retomar el control del terri-torio nacional y la gestión de la producción . Aunque sería apropia-do regresar a las épocas precolombinas y la trágica experiencia de los pueblos rurales durante la colonia, empezamos escuetamente con una remembranza de la reforma agraria mexicana, generalmen-te considerada como una de las más exitosas del siglo xx en términos de elevar el bienestar campesino, remitiendo a los lectores a la abul-tada literatura sobre el tema .2 Basta decir que la distribución de la tierra durante la administración cardenista (1934-1940) inició un proceso de transformación de la estructura social y productiva del país que marcó indeleblemente la dinámica de la sociedad; contri-buyó a forjar un camino de progreso económico y reorganización social, estableciendo las bases para el “milagro mexicano”, un pe-riodo de crecimiento económico sin precedentes en la historia del capitalismo moderno, con tres decenios de avances materiales y sociales, que condujo a un proceso de integración nacional bajo el liderato de un Estado (aparentemente) todopoderoso que brindó beneficios a todos los sectores de la sociedad. Es cierto que no debe celebrarse toda esta herencia, ya que, aun cuando se distribuyeron las tierras, la acción gubernamental de construir grandes obras hi-dráulicas y promover la revolución verde asentó las bases para pro-fundizar la lacerante desigualdad social, los desequilibrios regiona-

2 Véanse entre otros, Florescano, Memoria mexicana y Eckstein, El marco ma-croeconómico del problema agrario mexicano .

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les y los crecientes problemas sociales que aquejan hoy al país . Más aún, la celeridad con que los “regímenes de la Revolución” trans-formaron la reforma agraria en una medida clientelar, distribuyen-do cuantas tierras pudieran a cambio de votos y lealtades pecunia-rias, convirtiendo a demasiadas comunidades rurales en grupos de choque contra las fuerzas sociales que siguieron exigiendo “justicia social”, provocó un deterioro ambiental, a raíz de una ocupación desmesurada de ecosistemas frágiles . Asimismo, la ausencia de una política de reservas territoriales y la práctica de convertir los recur-sos naturales en privados, mediante de concesiones que transgreden toda normatividad legal, tuvo graves consecuencias para la salud humana y ambiental, ya ni se diga para la estabilidad social .

A pesar de sus deficiencias, la transformación agraria condujo a una notable reconquista de la autosuficiencia alimentaria, lograda a principios de los años sesenta del siglo pasado, con base en la aportación productiva de los campesinos, quienes cultivaron las tierras distribuidas por la reforma agraria .3 A diferencia de las ten-dencias mundiales, donde privaba la creciente dependencia alimen-taria, a raíz de transformaciones en la dieta y programas para im-pulsar el desarrollo industrial, México resultó ser uno de sólo dos países en el mundo que logró la autosuficiencia en sus alimentos básicos (el otro fue Indonesia), el maíz y el frijol.4 Este hito fue posible por la capacidad de los campesinos de aumentar la productividad de sus milpas, a pesar de la falta de programas gubernamentales de apoyo, y su persistencia en rescatar y aplicar los conocimientos mile-narios de sus antecesores para el cultivo y la conservación . como veremos más adelante, los campesinos repitieron esta historia a fi-nales del siglo xx, esta vez contraviniendo la política oficial, ensan-chando y profundizando su capacidad de gestionar sus sociedades y proveerse de mayores elementos que contribuyeran a su progreso social y material, mientras que defendían sus ecosistemas contra la

3 Véanse Barkin y Suárez San Román, El fin de la autosuficiencia alimentaria, cap . 2 .

4 Véase Barkin et al ., Alimentos versus forrajes .

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rapiña oficial plasmada en distribuir concesiones para la explota-ción de los recursos naturales, a toda costa y contra toda lógica .

sin embargo, este breve momento de éxito en la historia agrí-cola del país se desvaneció rápidamente a medida que el gobierno intensificó su ayuda a la infraestructura hidroagrícola y a la inves-tigación, para apoyar la modernización del sector con énfasis en la producción comercial, sobre todo, para la exportación . El control estatal de los precios en los mercados nacionales y la progresiva imposición de limitaciones en la capacidad de los campesinos para seguir con sus propias estrategias de mejoramiento productivo y organización social, iniciaron un segundo periodo de repliegue que marcó el fin de la capacidad del sector de fungir como motor del desarrollo nacional . La dependencia alimentaria llegó a casi 40% de las necesidades nacionales, a finales de de la década de 1960, obligando a la implantación de nuevos intentos oficiales de resuci-tar al sector rural con programas asistenciales y de promoción pro-ductiva que fracasaron, debido a la corrupción y al paternalismo que caracterizó la intervención social durante los siguientes 15 años .

Aun cuando el país estaba (re)descubriendo su riqueza petro-lera a finales de los años setenta del siglo pasado, la población cam-pesina enfrentaba el retiro gubernamental con dificultad y sin ex-periencia para responder de manera concertada a los embates de la política oficial. La Confederación Nacional Campesina (cnc), creada en la década de 1930 para darles voz a los campesinos y generar un conducto para que el gobierno canalizara el apoyo estatal para la reforma agraria, se transformó en un organismo para limitar la di-sensión entre los campesinos y transformarla en movilizaciones, controladas mediante concesiones limitadas a grupos particulares que se convirtieron en clientes en el cambiante contexto institucio-nal . durante las décadas de 1970 y 1980, se distribuyeron generosas prebendas para estos grupos privilegiados y se aplicó una notable dosis de represión cuando la negociación no resultaba —como la remoción de individuos y grupos rebeldes a las nuevas áreas de colonización, o su exterminio, tildándolos de guerrilleros . se logra-ron subyugar así los brotes de inconformidad rural, en aras de una

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política de industrialización y urbanización que pronto transforma-ría a la sociedad en su conjunto . Esta transformación comenzó con los “pactos tripartitas”, a finales de los años ochenta que revirtieron las victorias salariales logradas durante cinco lustros del “milagro”; luego, reorientaron la política oficial para ponerla al servicio del capital nacional e internacional, con políticas de privatización y de desmembramiento del aparato productivo, a través de la rápida e incoherente integración de la economía mexicana a la internacio-nal, en el último lustro del siglo, mediante la firma de los tratados de libre comercio con los países de norteamérica, con los euro-peos, y con muchos otros . El deterioro del nivel material y de la calidad de vida comenzó lentamente en la década de 1980 con las políticas de contención salarial, sólo para acelerarse con los exitosos esfuerzos del sector financiero de apoderarse del erario público con sus manipulaciones políticas y franca corrupción que tomaron la forma de un “rescate bancario” sin precedentes a escala mundial (Fobaproa) y la austeridad impuesta por los gobiernos de la alter-nancia que surgieron con la victoria electoral del pan en 2000 .

campesinos e indígenas aprendieron rápidamente que los es-fuerzos para negociar con las instancias oficiales no serían respeta-dos o, más aún, se verían traicionados. Sufrieron importantes reve-ses con la desregulación de los mercados, que provocó la caída de los precios de sus productos, y la apertura de los mercados nacio-nales a importaciones oficiales y comerciales, oportunidad que apro-vecharon los “mercaderes del grano”, en contubernio con la buro-cracia, para intensificar su control sobre los mercados y exprimir a los pequeños productores aún más. Por el camino, el país perdió su capacidad de abastecerse de un creciente número de productos básicos que fueron ofrecidos por estas mismas empresas . como respuesta, numerosas organizaciones y coaliciones emergieron para plantear políticas agrícolas y de desarrollo rural que ayudarían a reencauzar el desarrollo, en beneficio de los cuantiosos contingen-tes que estaban quedando marginados . A la vez que se reconocía la futilidad de una salida negociada con un Estado comprometido con sus bases empresariales y financieras, los actores rurales estaban

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buscando proponer alternativas propias para atender sus necesi-dades y las de sus comunidades . Aunque no abandonaron la tarea de defender sus consignas en los foros políticos y participar en las movilizaciones nacionales, también comenzaron a activar nuevos mecanismos de acción para consolidar su capacidad productiva y asegurar la posibilidad de su comercialización . organizaciones cam-pesinas como la unorca, la cioac y la anec, e indígenas como la cni, empezaron a buscar diferentes estrategias para explorar y afir-mar sus capacidades . Asimismo, emprendieron acciones para in-corporarse a los grupos activos en otros países que se estaban con-gregando en coaliciones internacionales como Vía Campesina para enfrentar la misma dinámica que estaba generalizándose a escala global. Al comentar sobre Vía Campesina un analista autorizado notó: “La alternativa más sistemática y comprensiva a las hegemo-nías existentes viene no de las torres de marfil o de las fábricas sino de los campos” .5

Los nuevos inicios del movimiento campesino

Es revelador trazar los inicios de los esfuerzos campesinos para enfrentar la política neoliberal a escala nacional e internacional . son sumamente diversificadas las formas que tomaron las iniciativas para montar esta resistencia y los terrenos en que escogieron inter-venir . Una de las más tempranas fue la unorca, que surgió a raíz de las batallas para defender los avances de los ejidatarios benefi-ciados con uno de los más grandes repartos de tierras en la última fase de la reforma agraria, en 1976, en la zona conocida como Mayo-Yaqui en el noroeste del país . Formada en 1985 para unir más de un centenar de organizaciones, su originalidad radica en “su pro-puesta de que sí es viable una economía rural basada en la comu-nidad campesina y en sus capacidades organizativas, productivas

5 Patel, “International Agrarian Restructuring and the Practical Ethics of Peasant Movement solidarity”, p . 90 .

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y culturales [ . . .] su estrategia económica se basa en la retención de los excedentes del núcleo ejidal para elevar la productividad y el bienestar social de los campesinos” .6 Igualmente, en la misma re-gión, surgió la Asociación Mexicana de Uniones de crédito del Sector Social, para ofrecer alternativas financieras frente a los orga-nismos estatales que sistemáticamente canalizaban sus recursos hacia los individuos más acomodados, los más influyentes del sec-tor agropecuario, fomentando la creciente polarización a que nos referíamos anteriormente .

Al mismo tiempo, emergieron grupos de comunidades foresta-les que tomaban control de sus tierras como consecuencia de luchas en contra de la práctica gubernamental de otorgar concesiones fores-tales privadas, de bosques previamente dotados a las comunidades como parte de la reforma agraria . como veremos más adelante, este movimiento asumió proporciones significativas que convirtieron a México en el país con mayores extensiones forestales de control co-munitario, sujetas a reglas que contribuirían a un manejo congruente con la rehabilitación y conservación, mientras que ofrecían importan-tes ingresos a sus miembros . Tan importantes parecían estos movi-mientos (y otros tantos, como los de cultivadores de café campesino, grupos ambientalistas) en sus inicios, que una dependencia del con-greso estaduniense, la Fundación Interamericana, patrocinó un con-junto de estudios de los “nuevos sujetos del desarrollo rural”, que preveía un papel importante para los movimientos sociales del cam-po mexicano en contraste con el desdén por parte del gobierno mexi-cano .7 Esta colección, y una multitud de otros escritos sobre el tema (muchos con análisis de los mismos protagonistas), identificaron un cambio importante en los actores que tomaron un nuevo papel en sus regiones y en la política nacional, transformándose en proponentes activos de nuevas estrategias para su propio progreso y en defensores

6 Harvey, “Nuevas formas de representación en el campo mexicano”, pp . 241-242 .

7 Fundación Interamericana, Los nuevos sujetos del desarrollo rural .

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de un nuevo estilo de gobernanza, fincado en el control propio de sus comunidades y recursos .

Menos evidentes en los escenarios nacionales, pero igualmen-te importantes, fueron los avances entre grupos indígenas de todo el país . En los siguientes años, el reconocimiento de la importancia de esos nuevos actores se difundió ampliamente en México . En 1994, la nación despertaría para descubrir la insatisfacción expre-sada por el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación na-cional (ezln), fruto de más de un decenio de organización y años de capacitación . Estos tzotziles y tzetzales de chiapas gritaron “¡Basta!”, advirtiendo a la nación sobre los profundos desequili-brios que ocasionaría la entrada en vigor del Tratado de Libre co-mercio de América del norte (tlcan) . se encontraron con el amplio apoyo de una considerable base popular que los acompañaba en sus demandas por el reconocimiento de su derecho a la gestión autonómica en sus territorios, así como a un trato digno e igualita-rio en el plano político . Estos principios fueron plasmados en los Acuerdos de San Andrés, nunca ratificados por la parte guberna-mental a pesar de reiterados compromisos para hacerlo . En los si-guientes años, otros pueblos indígenas se animaron co este levan-tamiento, y crearon el congreso nacional Indígena, en el que se agruparon comunidades con unos 15 millones de habitantes de las etnias participantes .8

En los años subsecuentes surgieron nuevas iniciativas de la sociedad civil de organizar sus propias alternativas productivas y políticas . En las zonas rurales, las organizaciones de productores —fueran comunidades campesinas o indígenas, cooperativas o alian-

8 Es notable comparar el número de asociados que cuenta el cni con los 8 millones de indígenas reportados por Bonfil Batalla en la dedicatoria de su libro México Profundo, y los 6 millones registrados por el censo nacional de Población de 1990. Las diferencias reflejan el renovado sentido de orgullo aso-ciado con el estatus de “indígena”, que se observó en México en el periodo posterior al levantamiento zapatista . La centralidad de la demanda por auto-nomía no se limitaba a los zapatistas o a México, como se muestra claramente en la colección compilada por Gabriel y López y Rivas, El universo autonómico .

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zas de diversa índole— exploraron propuestas para entrar en mer-cados internacionales protegidos con los sellos de “comercio justo” o ventas “solidarias”, así como para participar en los esfuerzos para certificar su producción como “orgánica”. Asimismo, comenzaron a experimentar con otras formas de aprovechar sus conocimientos y sus recursos, emprendiendo iniciativas para abrirse al ecoturismo, y la extensión de sus tradiciones de producción artesanal a nuevas líneas o, inclusive, a emplear nuevos insumos con qué fabricar pro-ductos que pudieran tener éxito, sin amenazar la integridad de sus ecosistemas . Estas iniciativas generaron los recursos y la experien-cia necesaria para avanzar en la consolidación de las comunidades, y llevaron a sus participantes a entrar en nuevas alianzas y formas de cooperación, que contribuyeron a robustecer sus propias capa-cidades de negociar con el Estado, así como sus posibilidades de auto-gobierno .

sin embargo, el caso más emblemático de la renovada fuerza productiva en el campo mexicano hacia finales del siglo xx giraba en torno al maíz . como se sugirió arriba, después del éxito del impulso inicial para consolidar la economía y sociedad campesinas, a raíz de las tierras distribuidas en el contexto de la reforma agraria mexicana, que contribuyó a lograr la autosuficiencia maicera, México sufrió un muy repentino revés con la imposición de una política agrícola que empobrecía a los productores mediante la manipulación de la diná-mica del mercado nacional . A pesar de diversos intentos de revertir el deterioro de la agricultura campesina en la década de 1970, y el muy celebrado esfuerzo del sistema Alimentario Mexicano, iniciado en 1979, que proponía la “reconquista” de la autosuficiencia, la caída en los precios mundiales del petróleo, en 1979-1980, generó el pretex-to para que un nuevo grupo de tecnócratas neoliberales, que tomaron el control de la política económica, empezaran el proceso de desman-telar el sistema de apoyos para los campesinos, proceso que tardó un decenio, por el vigor e intensidad de la protesta social que desató . Lo sorprendente fue la eficacia con la cual los productores de temporal respondieron una vez más, desmintiendo los malos augurios de un sector y un grupo social en crisis terminal, resucitando la producción

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maicera y llevándola a nuevas alturas, devolviendo el país a la auto-suficiencia del grano para el consumo humano nuevamente, a partir del segundo lustro de los años noventa . Más que el resultado de una campaña concertada de los millones de campesinos que participaron en este esfuerzo, este resurgimiento de la producción maicera que continúa en el siglo xxi, es producto de la búsqueda activa de los productores por mantener la calidad de sus propias dietas, y su creciente capacidad de eliminar a los intermediarios en su comer-cialización, a veces con venta directa del grano, pero también a tra-vés de nuevos canales, controlados por ellos mismos .9

A diferencia de la época anterior, este resurgimiento de la pro-ducción de subsistencia ocurrió en medio de un embate deliberado y sostenido en contra de los campesinos y sus sistemas producti-vos. A la firma del tlcan, con el compromiso implícito de reducir los apoyos internos para la producción temporalera, se añadió la retirada de la red de asistencia técnica y los créditos oficiales para los productores. Los “científicos” de las filas gubernamentales de hoy, los responsables de trazar el camino de modernización de la agricultura mexicana, y de la integración económica internacional, fueron explícitos en su desdén por el cultivo del maíz y la cultura que lo engendró . Para ellos, es una mercancía más, cuyas caracte-rísticas idiosincráticas son propias del pasado . Es un cultivo de los pobres, una gramínea para los marginados, los indígenas y, para-dójicamente, un lujo para los consumidores acomodados o con aprecio por la tradición . como tal, es herencia de un pasado so-brevalorado, una mercancía que no merece subsidio, ni mucho menos el apoyo político; producto de una estructura social y cul-tural que obstaculiza la modernización del país . El subsecretario de Planeación Agropecuaria hizo explícito este rechazo en 1991: “Es la política de este régimen, remover del México rural a la mitad de su población en los siguientes cinco años .”10 Por si fuera poco, se

9 Véase Barkin “The Reconstruction of a Modern Mexican Peasantry”.10 Pronunciado por el entonces subsecretario de Planeación Agropecua-

ria, doctor Luis Téllez, en inglés, en la Universidad de california, san diego, en La Jolla, el 24 de mayo de 1991. Este sentimiento fue confirmado en varias

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ideó una nueva política de transferencias a los campesinos, en forma de becas o despensas, la cual dependía directamente de sus carac-terísticas individuales (como padres de familia, con hijos que asisten a la escuela, y dueños de parcelas de tierra) más que como recom-pensa por sus actividades productivas . El retiro de los programas de apoyo directo a la producción fue justificado por el compromiso adquirido en las negociaciones internacionales (la ronda de Uruguay del Acuerdo General de Tarifas y Comercio, gatt, ahora transforma-do en la organización Mundial del comercio) de promover el libre comercio eliminando estos subsidios, y reafirmado como parte de las negociaciones de la transición hacia la liberación del comercio del maíz en el contexto del tlcan, realizado en 2008 .

Entonces, insistir en el cultivo del maíz y reforzar la capacidad de la comunidad rural, campesina e indígena de sobrevivir es con-trariar la política nacional . se podría entender como una acción hasta antipatriótica, que dificulta las negociaciones internacionales y encarece los programas locales de política social orientados a integrar a esta población en localidades de mayor tamaño, para subsanar sus carencias sociales e institucionales .

¿será que los campesinos y los indígenas no escucharon este discurso, en sí muy difundido durante más de 15 años, o no sintie-ron sus efectos empobrecedores? ¿será que no conocen las inten-ciones oficiales de implementar una nueva política social, con base en estrategias de modernización productiva? o, ¿será que, efectiva-mente, se han puesto la camiseta de una terca oposición —aparti-dista— a todos los gobiernos nacionales y locales, en aras de la de-fensa de un tradicionalismo ilógico? En el resto de este ensayo nos dirigimos a estas interrogantes, que cada día toman más relevancia dentro de la sociedad mexicana .

Hasta ahora, hemos insistido en que las decisiones plasmadas en la realidad del campo mexicano son consecuencia de una con-

ocasiones por el propio secretario en la época, el profesor Hank González. Fue ratificado por las nuevas autoridades sectoriales en las dos administraciones subsecuentes .

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ducta cuidadosamente pensada por sus protagonistas, campesinos e indígenas, quienes están empeñados en construir nuevos ámbitos de convivencia entre ellos y con sus entornos . La población rural es pobre, y se ha visto obligada a implementar nuevas estrategias para adaptarse a las exigencias del momento . como es el caso de cada sociedad humana, insistir en no variar comportamientos tradi-cionales frente al dinamismo del mundo en que existimos o de los cambios naturales fuera de nuestro control, es una receta para la aniquilación social . En contraste, defender ciertos rasgos fundamen-tales de nuestras herencias, mientras que modificamos otros, ha sido siempre la responsabilidad principal de los líderes espirituales y sociales, manifestación de una solidez institucional que permite la supervivencia .11 Tildar de irracionales o antipatrióticos a estos gru-pos sociales es negar su capacidad de defenderse y de contribuir a forjar la nación; es no tomar en cuenta los tremendos daños que los “desarrollistas” han ocasionado en sus sociedades . desentenderse de las reacciones de los pueblos rurales, de ignorar sus importantes transformaciones para defenderse, es desconocer parte importante de la realidad nacional e internacional . Es, como lo expresan los globalifóbicos en el escenario internacional, un acto de soberbia con costos sociales inimaginables .12

En el México rural de hoy, la persistencia de la cultura del maíz y el crecimiento de las poblaciones campesinas son evidencia de la incapacidad de la modernización y la integración para respon-

11 Quizá sea ésta la lección más importante de la magistral compilación y reinterpretación de los miles de estudios utilizados para analizar el im-pacto de la colonización europea en las sociedades del “tercer mundo” he-cha por Wolf en Europa y la gente sin historia . Wolf documentó la extraordina-ria habilidad de “los pueblos sin historia” de desechar ciertas prácticas para mejor defender la integridad de sus sociedades, concentrándose en conser-var sus estructuras productivas y relaciones sociales esenciales a medida que se adaptan a las presiones y requerimientos de un mundo en cambio perpetuo . Por eso, apuntó, la tradición no es algo estático, sino un proceso social dinámico que anima a la comunidad a modificar sus costumbres para guardar su esencia .

12 Véase Mander y Goldsmith, The Case Against the Global Economy .

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der a las necesidades más básicas de gran parte de los mexicanos . Frente a un decidido compromiso con el modelo urbano-industrial del capital internacional, es sorprendente descubrir que el porcen-taje de la población mexicana que se define en términos de activi-dades y ámbitos como rurales, no ha mermado en los últimos decenios . si bien, muchos viven en poblaciones más grandes y emprenden actividades que son parte de este mundo, no por eso han abandonado su apego a la tierra y a las formas de relación social que caracterizan a las sociedades rurales . Esta realidad, esta compleja estructura social, emergió con base en decisiones explíci-tas y acciones deliberadas para defender un estilo de vida, un mun-do que les sigue prometiendo oportunidades que el modelo inter-nacionalizado les niega . Adoptar estos caminos de enfrentamiento no es una decisión fácil y no es la primera opción escogida por los pueblos como respuesta a las transformaciones en las políticas na-cionales o sectoriales .

Repensar lo rural: ¿El campo está en crisis?

La política de apertura internacional agudizó el empobrecimiento y la marginación en todas partes de la sociedad . El país se ha vuel-to urbano, no sólo por la transición demográfica, sino también por el vuelco hacia una agricultura industrializada . sin embargo, la imagen oficial de un México urbano-industrial sigue siendo una equivocación idealista: mientras que las cifras registran una pobla-ción rural de 16-18%, una apreciación más apegada a la realidad funcional sugiere que sería más correcto ubicarla en 35-40%, ya que un importante número de habitantes “urbanos” mantiene un estilo de vida apegado a las formas rurales, y partes importantes de sus ingresos también provienen de actividades agropecuarias, inclu-yendo muchas en la propia capital del país .13 de la misma manera,

13 Quizá los más notables ejemplos de este patrón de poblaciones rurales en asentamientos urbanos son los productores de nopal en la delegación Mil-

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la estadística oficial que reporta un reducido número de personas en la fuerza de trabajo agropecuaria es engañosa y encubre la verdadera importancia del sector; muchos campesinos son capta-dos como albañiles por sus labores en la construcción, o como sirvientes o vendedores, por sus actividades en los servicios, a pesar de que siguen sus actividades tradicionales de cultivo como parte de su terca insistencia en defender sus comunidades y las tradiciones que las definen.

como ya se ha sugerido, estas respuestas campesinas frente a los cambios nacionales y en los mercados internacionales han re-sultado mucho más creativas de lo esperado . Lejos de aceptar su suerte y abandonar sus comunidades y sus tradiciones, han impre-so un nuevo dinamismo en el campo, una nueva actitud hacia el cambio, que se manifiesta de muchas formas. Quizá la más notoria es el número de personas que salen en busca de trabajo con la in-tención de apoyar a la familia, a la comunidad, en sus esfuerzos no sólo por sobrevivir —por subsistir—, sino para mejorar las condi-ciones físicas e infraestructurales que enfrentan .14 Estimaciones muy gruesas sugieren que el monto de estas transferencias (sumando las del extranjero y desde otras partes del propio país, incluyendo el valor de los productos traídos de afuera) supera con mucho la magnitud de los programas asistenciales federales, llegando a más de 40% del valor total de la producción primaria del país;15 antes

pa Alta de la capital del país, mucho del cual se exporta, y los chinamperos de xochimilco, quienes siguen manteniendo y cultivando sus “jardines flotan-tes”, aprovechando su carácter social e histórico para asegurar un estilo de vida y la fortaleza de muchas de sus comunidades tradicionales .

14 Tan importante ha sido este esfuerzo que algunos gobernadores han tra-tado de utilizar de manera oportunista los “clubes” organizados por “paisa-nos”, en los Estados Unidos para financiar obras en sus localidades. No es mera coincidencia que estos esfuerzos políticos coincidan con la inminencia de ha-cer efectivo el cambio constitucional que concede el voto a los mexicanos en el extranjero . sin embargo, éstos se han mostrado reticentes a participar en los programas oficiales de movilización de ahorros, frente a las frecuentes denun-cias de su intencionalidad partidista .

15 Véase Hamilton, DeWalt y Barkin, “Household Welfare in Four Rural Mexican communities” .

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de la actual crisis mundial (2008-2009), llegaron a representar la segunda fuente más importante de divisas, después del petróleo y antes del turismo .

como se ha visto en los acápites anteriores, las respuestas no han sido totalmente productivas . Parte importante del esfuerzo rural ha descansado en defender o elevar su propia calidad de vida, como es el caso de la producción para el consumo local .16 Por su-puesto, sobra mencionar la importancia de los flujos temporales de migración laboral como parte de esta misma dinámica . sin embar-go, no habría que menospreciar la importancia del proceso de di-versificación dentro de la economía rural en el último periodo. Se ha visto una amplia participación campesina en la producción pro-pia y por contrato de nuevos productos para mercados de nicho o con destinos agroindustriales, y la proliferación de pequeños talleres para la confección artesanal o como parte de cadenas de producción de maquila de prendas de vestir y juguetes, por mencionar los más comunes . Recientemente, estos esfuerzos se han multiplicado, esti-mulados por las oportunidades creadas con la expansión del sistema oficial de áreas naturales protegidas y otros programas de protección ambiental, de turismo indígena y cultural y de conservación pro-ductiva. Hay un sinnúmero de iniciativas funcionando en diversas partes de México y en otras partes del mundo que merecen mayor reconocimiento para entender el verdadero alcance de las posibili-dades para que los campesinos construyan mundos alternativos que beneficien a todos.17

16 Véase Appendini, De la milpa a los tortibonos; Appendini, García Barrios y Tejera, “¿Por qué los campesinos mexicanos siguen cultivando maíz?” .

17 Por ejemplo, véase Borrini-Feyerabend, Kothari y oviedo, Indigenous and Local Communities and Protected Areas; cepal y Fundación W .K . Kellogg, “Expe-riencias en innovación social”; López, chanfon y segura, La riqueza de los bos-ques mexicanos . Una dinámica introducción a estas iniciativas puede encontrar-se en las páginas electrónicas del sitio de turismo sustentable Planeta (www .planeta .com) y en la abundante literatura que se encuentra citada allí . Para des-tacados ejemplos de iniciativas locales que combinan la conservación con la generación de nuevas oportunidades productivas, con sus beneficios en em-pleos e ingresos, se recomienda examinar las experiencias en las siguientes

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Es en este tenor, entonces, que se ha vuelto incongruente el viejo debate político sobre la autosuficiencia versus las ventajas comparativas como sostén para el diseño de la política alimentaria nacional o un análisis de la economía del maíz, si es que tuvieron sentido en algún momento. La política oficial ha hecho su dictamen, y los productores hacen caso omiso . Parafraseando a otro analista de otra época, “el maíz es asunto demasiado importante para de-jarlo en manos de agrónomos o políticos” .18 Este maíz es importan-te no sólo para los campesinos y los indígenas; también lo es para grandes contingentes de mexicanos no rurales quienes valoramos las tradiciones culinarias y culturales que dependen del maíz, de la milpa, y de las sociedades que lo cultivan . Efectivamente, es más barato comprarlo en el mercado internacional, si lo que se quiere es el “amarillo núm. 2;” pero el grano blanco, y más el colorado, son más caros en el vecino país del norte que en los mercados na-

regiones. Para Tehuacán, véase Hernández Garcíadiego y Herrerías, “Agua para siempre”; Toledo y solís, “ciencia para los pobres” . Para chimalapas, véase sa-las Morales, schibli, y Torres Bahena, Chimalapas . Y para Huatulco, véase Barkin y Paillés, “Water and Forests as Instruments for sustainable Regional develop-ment” . Para el impacto de la apertura de un mercado protegido para el café or-gánico, véanse González y Linck, “El comercio de los valores éticos: Las reglas del juego del café solidario”; y Hernández Castillo y Nigh, “Global Processes and Local Identity among Mayan Coffee Growers in Chiapas”. Para otros pro-ductos campesinos ofrecidos bajo los términos de comercio justo, véase www .artinoaxaca .addr .com . Aun en el distrito Federal, hay numerosos ejemplos de comunidades “rurales” que están implementando sus propias propuestas para fortalecer sus comunidades y su producción; dos muy notables son: 1) el caso del ejido san nicolás Totoloapan, que ha convertido sus reservas forestales en un parque “natural” donde acudan decenas de miles de personas para disfru-tar del espacio, el ambiente de conservación y las actividades de ecuación am-biental que allá se realizan por los propios comuneros; y 2) las comunidades de chinamperos en xochimilco, que se están dedicando a la protección y repro-ducción del axolotl como mecanismo para generar nuevos empleos y para for-talecer sus comunidades sin depredar sus ecosistemas .

18 En su libro Sobre la Guerra (1832), carl von clausewitz escribió que “la guerra es demasiado importante para dejarla en manos de los generales” (o los políticos); lo hizo famoso el Primer Ministro de Francia hacia finales de la primera guerra mundial (1917), cuando retomó esta expresión, interviniendo directamente en su manejo .

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cionales . Resulta que no sólo es que la teoría ortodoxa de las ven-tajas comparativas del comercio internacional esté equivocada, sino que los políticos tampoco han entendido cómo usar correctamente su caja de herramientas . Tiene lógica producir maíz campesino, no sólo por su calidad y para defender un estilo de vida y una estra-tegia de organización social y productiva; también la tiene porque el mercado lo sabe valorar, porque los consumidores lo queremos y estamos dispuestos a pagar su precio .

Reconstruyendo el mundo rural

Hoy en día son muchos los que han condenado a los campesinos a la extinción . Recordemos el debate de una generación anterior —campesinistas versus descampesinistas— cuando los eruditos del momento rechazaron su posibilidad de supervivencia porque re-presentaban los rezagos de un modo de producción del pasado .19 La discusión actual vira en torno a la cuestión de la forma y las repercusiones de las estrategias que están diseñando ahora los cam-pesinos para su supervivencia . con base en el estudio del impacto de las políticas neoliberales y su tendencia a la supuesta desapari-ción de los campesinos, algunos han dictaminado su creciente hun-dimiento en crisis .20 Esto contrasta con la visión ofrecida aquí, que plantea a los campesinos como actores caracterizados por sus es-fuerzos para desplegar estrategias de innovación tecnológica y or-ganización social, que los están conduciendo a la construcción de un futuro distinto a aquel limitado por las estructuras dominantes de un mundo capitalista que los condenaría a la subyugación pro-letaria . Estas innovaciones sociales y tecnológicas han generado una amplia gama de nuevos productos que logran dar mayor valor a los espacios productivos tradicionales, nuevos sistemas para la ges-

19 Para algunos detalles sobre este debate, véase Esteva y Barkin, La Batalla en el México Rural y las referencias allí mencionadas .

20 Por ejemplo, Cartón de Grammont.

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tión de sus recursos sociales y naturales y nuevas formas para su gobernanza. Las innovaciones abarcan nuevos espacios geográficos y nuevos grupos sociales, generando nuevas oportunidades socia-les y económicas, retirando estos mismos del dominio del capital o de la posibilidad para su futura expansión .

Hemos denominado esta visión como la nueva ruralidad comuni-taria, una realidad donde dominan las ideas de comunalidad (basada en cohesión social, democracia participativa, trabajo comunitario, y la centralidad de territorio), autonomía (formación político-social), autosuficiencia, formación político cultural, redes de apoyo, diversificación productiva y de mercado (desarrollo de fuerzas productivas comuni-tarias, generación de excedentes), y finalmente, gestión sustentable de recursos regionales (ordenamiento, restauración, conservación, apro-vechamiento) . La práctica real de las comunidades es fuente de enorme fuerza social, dando contenido a estos criterios metodoló-gicos, vinculados con una contribución fundamental en la orienta-ción de los procesos de innovación tecnológica para la construcción de la sustentabilidad: la articulación de la responsabilidad social (equidad intergeneracional, justicia social) y la responsabilidad am-biental (gestión sustentable de recursos regionales) . se destaca, en ese sentido, la emergencia de la asociación comunitaria (comunalidad) como un mecanismo alterno a las funciones desempeñadas por el mercado y por el Estado en la asignación de los recursos y en el de-sarrollo de capacidades tecnológicas, incluyendo la orientación ha-cia la innovación tecnológica . El despliegue de tal reorientación de los procesos innovadores tiene como sustento la instrumentación de procesos de acumulación no capitalista .21 Este planteamiento supo-ne la posibilidad de desarrollar procesos de innovación tecnológica desde la construcción de otras racionalidades; de que otros mundos son posibles, guiados por los principios de la justicia social, la equidad intergeneracional y la gestión sustentable de recursos regionales, con una reorientación hacia lo colectivo (en oposición a lo individual), al

21 Véase, Barkin y Rosas, “Es posible un modelo de acumulación alternati-vo”, y Rosas Baños, “Actividades No-proletarias Generadoras de Excedentes”.

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desarrollo del bienestar (en oposición al crecimiento); y el respeto a la explotación de los recursos naturales (en oposición al capital) . Lejos de ser ideas emanadas de una torre de marfil, el planteamien-to es una síntesis de la praxis y de las aspiraciones de las organiza-ciones sociales actualmente en marcha, encaminadas en las múltiples rutas de su propia transformación .

La innovación tecnológica juega un papel fundamental en los proyectos productivos para los que trabajamos con las comunida-des . Es parte central del compromiso para la construcción de una verdadera sustentabilidad, un modelo propio de progreso social y económico que contribuye a reafirmar y profundizar los tres prin-cipios mencionados arriba . de manera similar, Toledo destaca cin-co aspectos como parte medular del proceso de apropiación social de la naturaleza: 1) defensa de los valores culturales tradicionales, 2) mantenimiento y/o reproducción de la estructura comunal basa-da en la equidad entre los miembros de la comunidad y el consenso a través de la asamblea comunitaria, 3) la alta eficiencia tecnológica y administrativa, 4) el control colectivo de los procesos económicos, e intercambios basados en un cierto “equilibrio productivo” y 5) uso conservacionista de los recursos naturales .22 Por su parte, Leff reabre el debate en el plano epistemológico, reposicionando los saberes locales en la creación de la ciencia y de una sociedad basa-da en una racionalidad ambiental, una racionalidad que conjuga las exigencias planetarias con las aspiraciones de los pueblos que emprenden diversos caminos para su liberación .23 Los que camina-mos por estas veredas reconocemos de manera especial el papel protagónico de las prácticas campesinas con ascendencia mesoame-ricana para enfrentar el carácter excluyente de la globalización eco-nómica . A continuación se destacan algunas de las experiencias de trabajo desplegadas por comunidades campesinas:24

22 Toledo, La paz en Chiapas, p . 77 .23 Leff, Aventuras de la epistemología ambiental .24 Véase Barkin,”Una estrategia para crear nuevos beneficiarios del comer-

cio mundial”; Barón y Barkin, “Innovations in Indigenous Production systems to Maintain Tradition”; santiago Jiménez, “La participación local en procesos

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• La reserva campesina de la biosfera en los Chimalapas. La co-munidad indígena Zoque maneja la reserva y canaliza los recur-sos para el sustento de la comunidad, y asume la responsabilidad del entrenamiento profesional para colaborar con investigadores extranjeros; algunos miembros de la comunidad se formaron como biólogos y se entrenaron en el manejo de recursos fores-tales e hidráulicos en escuelas técnicas nacionales e internacio-nales . se inició la siembra selectiva de viveros para ciertas es-pecies de árboles que se encuentran en peligro de extinción, y se implementó un pequeño programa de ecoturismo . Este logro de la comunidad no fue fácil, pero se hizo posible con el apoyo de grupos ambientalistas, y la temprana asistencia financiera del gobierno inglés en la década de los ochenta .

• Algunas alternativas locales para el istmo de Tehuantepec. La cruel polarización social ha llevado a las comunidades a reali-zar una serie de alianzas entre ellas para fortalecer el potencial natural de la región, respaldadas por la planta cementera de propiedad cooperativa . se asociaron con un Fideicomiso para la Infraestructura Ambiental del Istmo, que está gestando un programa de desarrollo sustentable de los recursos naturales, basado en la organización de las cuencas de los ríos . Las pro-puestas incluyen un ambicioso programa para la rehabilitación de los cauces de los ríos, y el manejo del agua y la tierra, con lo que se generarán nuevas oportunidades a través de la reha-bilitación de los bosques, cierta producción de exportación agrícola y el mejoramiento y la expansión del sector artesanal . Esta experiencia contrasta marcadamente con los conflictos suscitados por la expoliación que están sufriendo otras comu-nidades en la región (La Ventosa), por la instalación de grandes “granjas” de aeroturbinas para generar energía eólica, mayor-mente con inversión española .

productivos sustentables; y Fuente Carrasco, Interculturalidad y conflictos am-bientales distributivos” .

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• La revalorización de la producción tradicional de la crianza de cerdos en las unidades domésticas es una actividad relevante en las comunidades purépechas frente a las tendencias nacio-nales y globales hacia la desaparición de la economía de tras-patio . con base en el conocimiento vernáculo y un experimen-to controlado, se definieron los parámetros de una dieta especial para los cerdos, con base en aguacate, para producir “carne de puerco baja en grasa” o puercos “lite” . Esta producción de tras-patio ha aumentado en las comunidades a medida que crece la demanda por un producto de calidad . Esta calidad de la carne permite obtener un sobreprecio en el mercado .

La colaboración que generó esta dinámica productiva pudo concretarse después de una investigación realizada en universida-des públicas y un hospital público; se concretó con la incorporación de la organización indígena regional .25 En primer lugar, se identi-ficó una actividad que tradicionalmente era practicada por las co-munidades: la crianza de animales en traspatio; el trabajo de cam-po también sirvió para hacer de nuestro conocimiento algo de lo que la gente se había dado cuenta hacía ya bastante tiempo: los puercos a los que comúnmente se dejaba libres en las huertas de aguacate no producían manteca . Este conocimiento vernáculo fue acompañado de investigaciones de laboratorio para determinar la composición de la carne de esos puercos; se encontró que tenían niveles de colesterol sanguíneo más bajos y producían carne con una composición de grasa diferente . A la vez, se advirtió la dispo-nibilidad de volúmenes importantes de fruta que no tenían valor comercial y que podrían aprovecharse, terminando con la conta-minación ocasionada por su pudrición en las barrancas de la re-gión . La colaboración hizo posible el diseño de una dieta distinta a la tradicional para crear un producto con mayor valor agregado,

25 Para mayores detalles sobre el avance de este proyecto, véase Barón y Barkin, “Innovations in Indigenous Production”, y Barkin, Barón León y Alvi-zouri Muñoz, “Producción de carne de Puerco ‘Lite’ como Estrategia de de-sarrollo sustentable para campesinos Michoacanos” .

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a fin de fortalecer la economía de la región y el papel de la mujer dentro de las comunidades, ya que esta actividad es realizada prin-cipalmente por mujeres .

Asimismo, la producción de huevos enriquecidos con omega-3 (un ácido graso benéfico para la salud humana), en condiciones periurbanas, ha resultado eficaz como alternativa para atender pro-blemas ambientales, generar ingresos adicionales y arraigar a las familias a sus comunidades en mejores condiciones sociales y ma-teriales, ya que la venta de los huevos ha encontrado una demanda mucho mayor que la esperada . Este proyecto presenta pasos de investigación parecidos al de los “puercos lite” . no obstante, el huevo es un producto que actualmente está controlado por grandes compañías avícolas . El reto para éste sería crear un sistema de pro-ducción que permita a las productoras captar una mayor parte del valor agregado, disminuyendo los costos en la producción de los huevos, al mismo tiempo que presentan estándares de calidad su-periores a los de esas compañías, con el fin nuevamente de fortale-cer la economía comunitaria . Aquí también, las protagonistas son mayormente mujeres . Estos proyectos tienen características simila-res: identificar actividades productivas en las que las mujeres tienen vastos conocimientos; conjuntar estos conocimientos con la investi-gación tecnológica para crear productos con mayor valor agregado; generar cadenas de comercialización para captar el valor agregado de un producto de calidad producido en condiciones campesinas . En este aspecto, la tecnología que se utilizó tuvo que reducir costos para generar ganancias . Para ello, se organizó la colaboración de investigadores de distintos institutos y centros de investigación, unidos por el compromiso común de que los participantes aprove-charan sus capacidades y las de sus instituciones para el beneficio de estos nuevos sujetos sociales .

Estas experiencias son evidencia de la puesta en práctica de la ciencia posnormal,26 de profundizar y ampliar el diálogo de saberes . su premisa es la necesidad de tomar en cuenta a la gente en la im-

26 Véase Funtowicz y Ravetz, “The Worth of a Songbird”.

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plementación de la solución de problemas, reconocer como válidos sus conocimientos y colaborar con ellos en la construcción de solu-ciones . La sinergia tecnológica entre saberes y conocimientos ha sido clave en el desarrollo de estos proyectos, pero la diferencia funda-mental con respecto a otros proyectos impulsados por ongs y orga-nismos multilaterales ha sido su diferente orientación ética: la cons-trucción de una verdadera sustentabilidad desde los atributos de responsabilidad social y ambiental . Esto es, la puesta en marcha de procesos de una nueva ruralidad comunitaria .

de esta manera, las sociedades en proceso de esta construcción social alternativa están también reconociendo su compromiso con otra forma de “contrato social”: una asociación comunitaria here-dada de la cultura mesoamericana .27 Es una perspectiva ética dife-rente de la racionalidad económica fincada en intereses individua-les para la asignación de recursos; descansa en los procesos de apropiación social de la naturaleza y, por lo tanto, en los procesos de innovación tecnológica guiados por los compromisos de una verdadera sustentabilidad . Requiere un compromiso colectivo, una aceptación de sujetar la voluntad individual a las decisiones colec-tivas .28 La construcción de otros mundos ofrece un tajante contras-te a las visiones dominantes que otorgan al individuo el derecho de resguardar su interés particular rechazando su participación con la comunidad, en función de su interés egoísta, si no le conviene .29

Las comunidades rurales como agentes de una política ambientalista

no podemos concluir este ensayo sin insistir en las aportaciones de las visiones campesinas para el medio ambiente . Quizás una de los

27 Robles Hernández y Cardoso Jiménez, Floriberto Díaz; Martínez Luna, Comunalidad y desarrollo .

28 Plasmado con fuerza artística en la película “Corazón del tiempo” (Cor-tés, 2009) .

29 Villoro, De la libertad a la comunidad, pp . 48-49 .

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más significativas, es su incidencia en la distribución geográfica de la población . En este asunto existen dos efectos en contienda . Por un lado, se asevera que es más costoso instalar la infraestructura urbana, educativa y asistencial en lugares apartados; por el otro, se hacen notar las importantes “deseconomías” de escala (costos ne-gativos a raíz de este crecimiento) que acompañan la urbanización salvaje . Pero la realidad mexicana claramente explica por qué los campesinos no prestan tanta importancia a la carencia relativa de servicios en sus regiones, ya que la discriminación social que impi-de su acceso a esos servicios se ha agudizado con los recortes al gasto público, ya detallados en este texto. Para asegurar niveles adecuados de servicios educativos y asistenciales (médicos), muchas comunidades están emprendiendo sus propios programas de mejo-ramiento de las instalaciones, con apoyo de sus maestros y enferme-ras, con recursos propios, a veces provenientes de los miembros de la comunidad en el extranjero . desde un punto de vista social, ayu-dar a arraigar a estas personas en sus regiones de origen podría ofrecer un camino importante para reducir las presiones de creci-miento urbano, con amplios beneficios, reduciendo los costos de una infraestructura acorde con sus propios lugares, con sistemas alternativos y nuevas tecnologías para asegurar niveles adecuados de servicios de agua y alcantarillado, así como un mejor desempe-ño del personal educativo y médico .

En el plano de la gestión del territorio, ampliamente modifica-do por siglos de ocupación humana, es evidente, entre los conoce-dores, que, en los ecosistemas actuales, el abandono de la tierra agrícola y la falta de mantenimiento de la infraestructura local para el manejo de suelo y agua acarrean importantes daños ambientales . Éstos incluyen la deforestación y el deterioro de obras menores de caminos, de canales, de represas y de terrazas . El abandono del cultivo conduce a la incursión de especies invasoras y a la prolife-ración de plagas en estas zonas, así como a un aumento en el riesgo de incendios . Muchos de los abusos actuales, resultado de un ma-nejo inadecuado de los cultivos y de la ausencia de un apoyo de la autoridad para realizar las labores comunales tradicionales de obra

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colectiva, tienen como resultado condiciones que provocan una mayor velocidad superficial del agua, intensificando la erosión y reduciendo la recarga de los acuíferos .

Conclusión

La construcción de alternativas reales para “otros mundos mejores” está en proceso . Los materiales recopilados en la literatura alrede-dor del mundo (citados a lo largo del texto) reafirman la importancia de las experiencias mexicanas mencionadas en esta contribución . A diferencia de la presentación ortodoxa de la multidisciplinariedad y la interculturalidad, el diálogo de saberes incorpora de manera explí-cita las implicaciones de la concentración del poder sobre la posibi-lidad de la “negociación” y “democratización del conocimiento .”30 Presenta, entonces, el reconocimiento de los saberes —autóctonos, tradicionales, locales— que aportan sus experiencias y se suman al conocimiento científico y experto;

pero implica, a su vez, el disenso y la ruptura de una vía homogénea hacia la sustentabilidad; es la apertura hacia la diversidad que rompe la hegemonía de una lógica unitaria y va más allá de una estrategia de in-clusión y participación de visiones alternativas y racionalidades diversas [...] .31 Esta construcción de otros mundos —¡ofrece esperanzas in-sospechadas!

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Notas sobre los autores

David Barkin . Recibió su doctorado en Yale University y es profe-sor distinguido de economía en la Universidad Autónoma Metro-politana, xochimilco. En 1974 participó en la creación del Centro de Ecodesarrollo, como parte del conacyt; sigue como miembro de su organismo sucesor, el centro de Ecología y desarrollo . Recibió el Premio nacional de Economía Política en 1979 y es miembro de la Academia Mexicana de ciencias y del sistema nacional de In-vestigadores (nivel III) . Ha publicado numerosos libros y artículos sobre problemas relacionados con el desarrollo económico en Méxi-co, sistemas alimentarios y la sustentabilidad . Uno de sus libros, Riqueza, Pobreza y Desarrollo Sustentable, un ensayo bilingüe, circula ampliamente y está disponible para bajar gratis en Internet . En años recientes, ha acompañado a comunidades en diversas partes de México, orientándolas en el manejo sustentable de sus recursos . da asesoría en la creación de capacidades para la autogestión y pro-moción de la autosuficiencia en un contexto donde la diversificación productiva genera algunos ingresos complementarios para elevar los niveles materiales de vida .

Gisela Espinosa Damián . Es doctora en antropología por la Escue-la nacional de Antropología e Historia, y desde hace 13 años, es profesora investigadora en la Universidad Autónoma Metropoli-tana, unidad xochimilco. En el campo de los estudios de género, ha privilegiado el análisis de la participación social y política de

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mujeres de clases subalternas, así como el uso de metodologías participativas o en colaboración . Entre sus publicaciones recientes se hallan: La Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas: Constru-yendo la equidad y la ciudadanía (2010); Cuatro vertientes del feminismo en México: Diversidad de rutas y cruce de caminos (2009) y Desarrollo rural desde la mirada local (2009) .

Heather Fowler-Salamini. Es profesora emérita en Historia Lati-noamericana en la Universidad de Bradley . Es autora de Agrarian Radicalism in Veracruz, 1920-1938 (Universidad de nebraska, 1978), publicado en español por siglo xxi (1979) . coeditó, con Mary Kay Vaughan, Women of the Mexican Countryside, 1850-1980 (University of Arizona Press, 1994), publicado en español por El colegio de Michoacán (2003) . sus artículos sobre los campesinos, movimientos sociales, caudillos y la revolución agraria en la Revolución mexica-na fueron publicados en los volúmenes Caudillo and Peasant in the Mexican Revolution, coordinado por david Brading (cambridge University Press, 1980) y Provinces of the Revolution, coordinado por Thomas Benjamin y Mark Wasserman (University of new Mexico Press, 1990) . Tiene capítulos sobre trabajo femenino, sindicatos, género y la agroindustria cafetalera en Sex in Revolution, coordina-do por Jocelyn olcott, Mary Kay Vaughan y Gabriela Cano (Duke University Press, 2006), publicado en español por el Fondo de cul-tura Económica (2009), e Integrados y marginados en el México posre-volucionario, coordinado por Nicolás Cárdenas García y Enrique Guerra Manzo (uam/Porrúa, 2009).

Jonathan Fox . Es profesor en la Universidad de california, santa cruz, en la Facultad de Estudios Latinoamericanos y Latinos . Hizo su primer trabajo de campo en México en 1982, y desde entonces ha colaborado con una amplia gama de organizaciones sociales y civiles mexicanas, tanto dentro del país como en la sociedad mi-grante de los Estados Unidos . sus libros publicados en español, como autor o coordinador, incluyen: Subsidios para la desigualdad: Las políticas públicas del maíz en México a partir del libre comercio (2010),

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La importancia del contexto: El compromiso cívico de los inmigrantes latinos en nueve ciudades de los Estados Unidos (2010), Derecho a saber: Balance y perspectivas cívicas (2007), Derecho a exigir respuestas: Recla-mos de la sociedad civil ante el Panel de Inspección del Banco Mundial (2005) e Indígenas mexicanos migrantes en los Estados Unidos (2004) . También ha publicado sus artículos en español en diversas revistas académicas, como Gestión y Política Pública, Migración y Desarrollo, Perfiles Latinoamericanos, Foro Internacional, Política y Gobierno, Inves-tigación Económica, Desarrollo de Base y la Revista Mexicana de Socio-logía, además de La Jornada del Campo y Tequio.

Mario Enrique Fuente Carrasco . Es biólogo y doctor en ciencias Ambientales egresado del Posgrado Regional sur-sureste (anuies) con sede en la Universidad Autónoma de Tlaxcala . Es Profesor-Investigador de tiempo completo, Titular “A” adscrito al Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad de la sierra Juárez-oaxaca (suneo) . Actualmente es el director del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad de la sierra Juárez-oaxaca y miem-bro del sistema nacional de Investigadores nivel I .

Neil Harvey . Es profesor e investigador en el departamento de ciencias Políticas de la Universidad Estatal de nuevo México . Re-cibió su doctorado en ciencias políticas de la Universidad de Essex, en Inglaterra, en 1990 . Ha realizado diversos proyectos de investi-gación en chiapas y México desde los años ochenta del siglo xx, y ha publicado varios artículos sobre movimientos campesinos . Es autor del libro La Rebelión de Chiapas (México: Ediciones era, 2000) el cual fue originalmente publicado en inglés por duke University Press, en 1998 . Es coautor, con Joe Foweraker y Todd Landman, del libro Governing Latin America (cambridge: Polity Press 2003) y fue el coordinador del libro México: Dilemmas of Transition (Londres: British Academic Press, 1993) .

Rosalva Aída Hernández Castillo . Es doctora en antropología por la Universidad de stanford . Actualmente es Profesora Investigadora

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Titular “c” del centro de Investigaciones y Estudios superiores en Antropología social (ciesas) en la ciudad de México . Ha vivido y realizado investigación de campo en comunidades indígenas mexi-canas, con refugiados guatemaltecos en México y con migrantes norafricanos en España . Entre sus publicaciones se encuentran: Descolonizando el Feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes (cátedra, 2009), Etnografías e Historias de Resistencias: Mujeres Indí-genas, Identidades Políticas y Organización Colectiva (unam/pueg/cie-sas, 2009) Dissident Women: Gender and Cultural Politics in Chiapas (Univerisity of Texas Press, 2006); El Estado y los indígenas en tiempos del pan: neoindigenismo, identidad y legalidad (Porrúa, 2004); Mayan Lives, Mayan Utopias: the Indigenous Peoples of Chiapas and the Zapa-tista Rebellion (Rowman & Littlefield, 2003); La Otra Palabra, Mujeres y Violencia en Chiapas Antes y Después de Acteal (ciesas, 2008, publi-cado en inglés por iwgia) y La Otra Frontera: Identidades Múltiples en el Chiapas Postcolonial (Porrúa, 2001) que recibió el Premio Fray Ber-nardino de Sahagún y fue publicado en inglés por University of Texas Press .

Elena Lazos Chavero . Investigadora Titular del Instituto de In-vestigaciones sociales, unam . obtuvo el doctorado en antropología y socioeconomía del desarrollo por la École des Hautes Études en sciences sociales, París, Francia . Recibió el premio Fray Bernardi-no de Sahagún, del , y distinción Universidad a Jóvenes Académi-cos en Investigación en ciencias sociales, otorgada por la unam . Fue becada por la clacso senior, cátedra Latinoamericana en sui-za y cátedra México en la Universidad de Montreal en canadá . Es autora y coautora de tres libros publicados, dos libros en prensa y 55 artículos de investigación y capítulos en libros . sus líneas de investigación incluyen conservación de la agrodiversidad y sobe-ranía alimentaria, conservación y manejo de recursos naturales; percepciones sociales y riesgos sobre la introducción del maíz transgénico en México; género y desarrollo sustentable; servicios ecosistémicos y ecología política en torno a la conservación de la biodiversidad .

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Luis E. Murillo. Es doctor en historia por la Universidad de cali-fornia, san diego . su tesis se intituló: “The Politics of the Miracu-lous: Popular Religious Practice in Porfirian Michoacan, 1876-1910”. Ha publicado artículos sobre La Vela Perpetua y grupos religiosos transnacionales . Es profesor en el departamento de Historia en la Universidad de Texas, san Antonio .

Tanalís Padilla . Es profesora e investigadora en el departamento de Historia en la Universidad de dartmouth . Recibió su doctorado en historia latinoamericana de la Universidad de california, san diego, en 2001 . sus temas principales de investigación son los mo-vimientos campesinos posrevolucionarios en México . su libro Ru-ral Resistance in the Land of Zapata: the Jaramillista Movement and the Myth of the Pax-Priísta, 1940-1962, fue publicado por duke Univer-sity Press en 2008 . sobre el Jaramillismo ha publicado en español: “‘Por las buenas no se puede:’ La experiencia electoral de los jara-millistas”, en La guerrilla en las regiones de México, coordinado por Verónica oikión y Marta Eugenia García Ugarte (México: Colegio de Michoacán, 2006) . Actualmente escribe un libro sobre las nor-males rurales en México . sobre este tema ha publicado un artículo en El Cotidiano, intitulado, “Las normales rurales: historia y proyec-to de nación” (núm. 154, año 24, marzo-abril, 2009) y “Rural Edu-cation, Political Radicalism and Normalista Identity in post-1940 Mexico” en La Dictablanda: Soft Authoritarianism in Mexico, 1940-1968, eds. Paul Gillingham and Benjamin Smith (Duke University Press, 2013) . También ha escrito artículos en La Jornada .

Ricardo Pérez Montfort. Es doctor en historia por la unam . inves-tigador titular en el centro de Investigaciones y Estudios superio-res en Antropología social (ciesas) y Profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam . Es miembro de la Academia Mexica-na de ciencias y del sistema nacional de Investigadores (nivel III) . sus temas de especialidad han sido la historia y la cultura de Méxi-co y América Latina durante los siglos xix y xx . sus libros más re-cientes son: Expresiones populares y estereotipos culturales en México,

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Siglos xix y xx (México: ciesas, 2007) y Cotidianidades, Imaginarios y Contextos. Ensayos de Historia y Cultura en México 1850-1950 (México: ciesas, 2009) . Ha hecho estudios de cine y participado en diversas producciones de documentales, entre las que destacan Siglo xx, La vida en México (sep-utec) y 20 Lustros de la Historia de México (unam) . Ha sido director de la revista Desacatos del ciesas (1998-2000) y de la Revista de la Universidad de México (2002—2004) . desde 1984 es colaborador de Radio unam, y actualmente es coordinador del La-boratorio Audiovisual del ciesas .

Mara Rosas Baños . doctora en ciencias económicas egresada de la uam . Es profesora-investigadora del centro de Investigación Inter-disciplinaria de desarrollo Integral Rural del Instituto Politécnico nacional, unidad oaxaca . Es candidata al sistema nacional de In-vestigadores en México . sus líneas de investigación son economía ecológica y las formas alternas de desarrollo local basadas en la identificación de elementos para la construcción de una propuesta teórica que posibilite una relación entre sociedad-naturaleza-cien-cia que no esté sustentada en la explotación .

Victor Hugo Sánchez Reséndiz . sociólogo egresado de la Facultad de ciencias Políticas y sociales de la unam . Es maestro en desarro-llo rural por la uam-xochimilco, donde actualmente cursa el doc-torado . Es autor de los libros De rebeldes fe. Identidad y formación de la conciencia zapatista (Instituto de cultura de Morelos y Editorial La Rana del sur, [2003] 2006) y La Revolución zapatista en Jiuetpec (Ediciones de La cartonera, 2010) . Ha realizado guiones museoló-gicos para el Museo Virtual de la Caña en Tlalquitenango, “Zapata Vive: Chinameca un espacio de reflexión” y el Museo la Revolución del Sur, en el Cuartel General de Tlaltizapán. Ha ejercido labor editorial en revistas y publicaciones periódicas, como Librepensa-miento Ciudadano, suplemento de La Jornada Morelos, y El Cuexcoma-te, suplemento de las culturas populares, en El Regional del Sur .

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Benjamin T. Smith . Es profesor de historia mexicana en la Univer-sidad del Estado de Michigan, Estados Unidos . Estudió su doctora-do en la Universidad de cambridge, R .U . su primer libro, Pistoleros and Popular Movements: The Politics of State Formation in postrevolu-tionary Oaxaca, fue publicado en 2009 por la Universidad de nebras-ka . dos libros próximos a salir (2012) son: Provincial Conservatism in Mexico: Religion, Society and Politics in the Mixteca Baja, 1750-1962 y La Dictablanda: Soft Authoritarianism in Mexico, 1940-1968 (coordina-do con Paul Gillingham). También ha escrito más de 10 artículos sobre el cardenismo, indigenismo, catolicismo y la consolidación del Estado en México . su próximo proyecto es una historia del de-sarrollo socio-económico y cultural durante las décadas de 1940 y 1950 .

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Este libro se terminó de imprimir y encua-dernar en el mes de xxx de 2012 en Impre sora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V. (iepsa), Calz. de San Lorenzo núm. 244; 09830,

México, D.F. Se tiraron 2 000 ejem plares.

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