El caracter histórico de la familia

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El carácter histórico de la familia y las transformaciones sociales contemporáneas * Sergio Reuben Soto Escuela de Antropología y Sociología Universidad de Costa Rica. [email protected] Tabla de Contenidos Resumen ................................................................................................................................... 1 Abstract ..................................................................................................................................... 1 1. La familia como forma de adaptar las necesidades de la reproducción de la especie a las necesidades de la sociedad. ................................................................................................................. 2 2. La familia nuclear como relación de parentesco en la acumulación de capital. ........................ 11 3. La transformación contemporánea de la acumulación de capital y los efectos en la familia. ... 15 4. Algunas conclusiones................................................................................................................. 18 5. Bibliografía.................................................................................................................................. 22 Resumen El trabajo propone la existencia de dos tipos de relaciones entre los hombres, las primigenias surgidas sobre la base de los sentimientos elementales de cariño y protección, y las propia- mente sociales, surgidas de la cooperación; la institución familiar supone ambas. Como re- sultado de las condiciones que consolidan al capital aparece la familia nuclear y se propone la discusión de su crisis desde la perspectiva de las transformaciones contemporáneas de la acumulación de capital en escala mundial. Concluye presentándola como una forma familiar altamente permeable a las relaciones primigenias y a las sociales, lo que constituye su debili- dad y su fortaleza. Abstract This work proposes two different types of relationships between human beings, those primi- genial, appearing from the most elementary feelings of care and protection, and those merely ArtFamVerEspañola.doc

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El carácter histórico de la familia y las transformaciones sociales contemporáneas *

Sergio Reuben Soto

Escuela de Antropología y Sociología

Universidad de Costa Rica.

[email protected]

Tabla de Contenidos

Resumen ................................................................................................................................... 1 Abstract ..................................................................................................................................... 1

1. La familia como forma de adaptar las necesidades de la reproducción de la especie a las necesidades de la sociedad. ................................................................................................................. 2 2. La familia nuclear como relación de parentesco en la acumulación de capital. ........................ 11 3. La transformación contemporánea de la acumulación de capital y los efectos en la familia. ... 15 4. Algunas conclusiones................................................................................................................. 18 5. Bibliografía.................................................................................................................................. 22

Resumen

El trabajo propone la existencia de dos tipos de relaciones entre los hombres, las primigenias

surgidas sobre la base de los sentimientos elementales de cariño y protección, y las propia-

mente sociales, surgidas de la cooperación; la institución familiar supone ambas. Como re-

sultado de las condiciones que consolidan al capital aparece la familia nuclear y se propone

la discusión de su crisis desde la perspectiva de las transformaciones contemporáneas de la

acumulación de capital en escala mundial. Concluye presentándola como una forma familiar

altamente permeable a las relaciones primigenias y a las sociales, lo que constituye su debili-

dad y su fortaleza.

Abstract

This work proposes two different types of relationships between human beings, those primi-

genial, appearing from the most elementary feelings of care and protection, and those merely

ArtFamVerEspañola.doc

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social, resulting from the need for cooperation. Family is the expression of both. Nuclear fam-

ily is the result of conditions that consolidate capital; the discussion on its crisis appears under

the perspective of modern transformations on accumulation of capital on a world scale. The

conclusion presents the nuclear family as one highly permeable to the primigenial as well as

to the merely social relationships, there its weakness and at the same time, its strength.

― o0o ―

1. La familia como forma de adaptar las necesidades de la reproducción de la espe-

cie a las necesidades de la sociedad.

En un reciente trabajo señalábamos que la relación entre familia y sociedad no siempre

se ha presentado clara para el análisis social; la usual concepción de ésta como pertenecien-

te al espacio “privado” ha enturbiado el vínculo. Tal concepción ha ocultado las relaciones de

la familia con la actividad social en general y con la acción del Estado en particular. Sin em-

bargo, las rupturas y cambios en los planos de las relaciones económicas, de las relaciones

socioculturales y políticas de las naciones que se han llevado a cabo en los últimos quince

años, por su profundidad y velocidad, han realzado este vínculo presentándolo desde una

nueva perspectiva. Como que esos cambios han extremado el conflicto existente entre las

relaciones sociales propiamente dichas y las relaciones familiares, desnudando de manera

más bien dramática los conflictos existentes entre ellas.1

Ante esta constatación hemos pensado en la necesidad de revisar el análisis de estas

relaciones siguiendo la propuesta epistemológica de Marx según la cual, no obstante haberse

ideado las categoría sociales para expresar y representar, cada una de ellas, determinados

hechos sociales, en toda su concreción histórica; las más abstractas…

* - Este artículo es una ampliación y revisión del publicado en la revista reflexiones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, Vol. 81, No.2, San José, 2002. 1 - Puede verse un primer señalamiento de este fenómeno en Reuben, Sergio, “Política Social y fami-lia”, Contrapunto, No.8, SINART, 2000, San José, pp15-22. También publicado en Rosero B., Luis, Edtr. Población del Istmo 2000: Familia, migración, violencia y medio ambiente, Edt. Centro centroame-ricano de población, San José, 2001.pp. 25-41.

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“… surgen únicamente allí donde existe el desarrollo concreto más rico, donde un elemento

aparece como lo común a muchos, como común a todos los elementos. Entonces, deja de po-

der ser pensado solamente bajo una forma particular”.2

Partiendo de esta concepción del proceso de conocimiento, la “familia”, concebida como una

categoría abstracta, adquiere su forma particular contemporánea en respuesta a las condi-

ciones y requisitos fundamentales de la sociedad burguesa, y al concebirse esta última como

la sociedad dominante en la actualidad, la familia nuclear (la conformada por los progenitores

y sus hijos solteros3) presenta circunstancias desarrolladas que permiten mirar con perspecti-

va más enriquecida las relaciones que fundamentan la institución familiar. Pero no sustitu-

yendo el sentido moderno en el marco de la cultura tradicional como lo señala Hocart 4, sino,

por el contrario, interpretando éste último en su marco con los contenidos enriquecidos por el

devenir histórico de la categoría.

Sin duda, uno de los quid pro quo que más ha contribuido con la formación de una vi-

sión prejuiciosa sobre la familia ha sido precisamente el entendido de una conexión armónica

entre la sociedad y la familia, y la correspondencia funcional de esta con la sociedad y vice-

versa.5 Pero lo que comienza a surgir del análisis que hemos venido realizando sobre las

2 - Marx, Karl, 1982, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858, duodécima edición, Siglo XXI editores, México, p. 25). 3 - Desde luego, con el aumento del divorcio y la separación conyugal los arreglos que consideramos como “nucleares” contemplan la existencia de hijos solteros de uno y otro cónyuge e hijos comunes, véase Reuben, S., “Características familiares de los hogares costarricenses”, Mimeografiado, Instituto Mixto de Ayuda Social, Vol. I, 1992, San José, puede verse también una versión resumida, en Contri-buciones No.28, Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad de Costa Rica, San José y en Cris-tina Gomes, Edtra. Procesos Sociales, población y familia, Edtl. FLACSO-México y Miguel Ángel Po-rrua, México, 2001, pp.147-197. 4 - Con relación a este proceso de conocimiento es interesante considerar el trabajo de Arthur M. Hocart, Mito, ritual y costumbres: Ensayos heterodoxos, Ed. Siglo XXI,1975, Madrid, donde nos ad-vierte precisamente sobre el error de confundir los sentidos que el investigador puede darle a un “tér-mino clasificatorio” (categoría) con los sentidos reales o propios que la propia cultura le da: así, “Una breve revisión de los hechos nos lleva a suponer que los términos clasificatorios no son fruto de una extensión, sino que, por el contrario, nuestro hábito de denotar la proximidad de parentesco es más bien el resultado de una contracción.”, (p.256). Con este juicio, Hocart expresa la idea de que las ca-tegorías del parentesco, propias de lenguajes enriquecidos como los contemporáneos, son más espe-cíficas y concretas (restrictivas) que las usadas por las culturas estudiadas, y que es un error pensar que los sentidos más abarcadores que tienen en tales culturas son el resultado de una “extensión” del “original” el cual es el sentido restrictivo y concreto (moderno) que dicha categoría tiene para el etnó-grafo, (p.243-44). De esa manera se confunde el sentido contemporáneo con el primitivo y se entram-pa la historia. El concepto de “familia” parece haber tenido esa suerte con el sentido de “familia nu-clear” como trataremos de mostrar en este trabajo. 5 - En estudios relativamente próximos como los de Talcott Parsons, se llega a concebir la familia con-yugal no solo como la más apropiada a la estructura social contemporánea, sino que se la concibe como la forma más apropiada para responder a las necesidades que presupone una sociedad libre:

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formas familiares es una visión más bien de confrontación interesada entre ella, un equilibrio

por oposición cuyo rompimiento perjudica a ambos términos de la ecuación.

Para poder exponer consistentemente esta idea es necesario establecer la perspectiva

desde donde concebimos la sociedad y la formación de la cultura.

Pensamos el origen de la sociedad como una asociación de individuos que se integran

para enfrentar retos y ejecutar tareas conjuntas. Así, suponemos que las necesidades más

elementales de la supervivencia y la reproducción habían sido atendidas, antes del surgi-

miento de estos grupos mayores, por grupos más pequeños, tales como la progenitora y sus

hijos, los progenitores y la prole, o grupos un poco más grandes con varias hembras y ma-

chos adultos y sus proles.6 Y que, por tanto, son otras tareas y retos, precisamente inalcan-

zables para tales grupos pequeños, los que se buscan enfrentar con la integración voluntaria

de dos o más de ellos en comunidades mayores. Así, se puede suponer razonablemente que

la conformación de tales entidades implicó el surgimiento de nuevas formas de relacionarse y

de vincularse; relaciones que implicaron independencia de los sentimientos de afecto, de ter-

nura, de pasión, de las inclinaciones instintivas asociadas al estro sexual, que determinaban

la conformación de los grupos primigenios, para dar paso a relaciones fundadas en la conve-

niencia y el interés, establecidas para atender retos y alcanzar objetivos que iban más allá,

por la envergadura de la actividad, por el número de individuos requeridos, por el grado de

especialización y subdivisión de las tareas, etc., de los que se podían alcanzar con los grupos

“Todo parece indicar, que a pesar de las tensiones y dificultades que comporta, nuestro sistema fami-liar es más apto que la mayoría de los restantes para desarrollar los rasgos temperamentales adecua-do a dichas exigencias. También concede un grado de libertad para el desarrollo de los sentimiento y de las vinculaciones personales que raramente se encuentra en los sistema más estrictamente contro-lados de otras sociedades. En sus forma más perfectas, parece constituir, en la esfera privada, una pauta muy apropiada para la vida de los ciudadanos cultos de una sociedad libre.”, Parsons, Talcott, “La estructura social de la familia”, en Fromm, E., Horkhiemer, M., Parsons, T., et al, La familia, Edtl. Península, Barcelona, 1978, pp. 64-65. Selección de artículos del libro de Anshen, Ruth Nanda, The Family, Edt. Harper & Brothers, New York, s.f. 6 - Una visión complementaria del origen de la familia humana la encontramos en Linton, Sally, “La mujer recolectora: sesgos machistas en Antropología” (en Harris, O., y Young, K., comp., Antropología y Feminismo, Edt. Anagrama, Barcelona, 1979), donde se discute la visión machistas de ver en la caza el principal origen de las condiciones generadoras de los rasgos humanos. Desde la perspectiva le-vantada por la autora, el nacimiento inmaduro y la dependencia de las crías habrían sido unos de los principales factores en el surgimiento de condiciones para el desarrollo cultural y social; y la repartición de alimentos, uno de los rasgos humanos ―aunque también presente en algunos primates―, habría surgido en la díada madre-hijo (Idem, p.42 y ss.). Asimismo, la relación macho-hembra, de acuerdo con la autora, debe redimensionarse en la visión tradicional, dándole al estro sexual de la hembra una importancia mayor como para hacer pensar que la familia nuclear no fue sino el resultado de un largo proceso histórico: “La monogamia a largo plazo es claramente un modelo bastante raro, incluido entre los humanos modernos, y pienso que es un sesgo típico del varón occidental suponer su existencia en

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básicos y en el marco de las relaciones elementales. 7 El tipo de relaciones que estas activi-

dades demandan son totalmente distintas a las que se originaron en el ámbito de las necesi-

dades primordiales del apareamiento y acompañamiento, cuido de la prole y su enseñanza

de prácticas para la supervivencia, porque implican, al menos, planeamiento y organización,

comunicación y orden, jerarquía y disciplina, límites a la libertad individual en pos de alcanzar

objetivos colectivos, todo ello entre personas adultas del mismo sexo y edad, indistinguibles

jerárquicamente y sin que medien entre ellas los sentimientos de empatía que suponen las

relaciones originadas en el apareamiento, cuido y acompañamiento.

De esta manera, con el surgimiento del homo sapiens, conviven dos tipos de relaciones

distintas entre individuos, las originadas en las necesidades elementales de la supervivencia,

la reproducción y el acompañamiento, asociadas a formas instintivas y elementales de vincu-

lación (relaciones para el cuido primordial), y las originadas en las nuevas necesidades de la

apropiación colectiva, conciente y calculada de la naturaleza, que dan pie al surgimiento de la

la sociedad protohumana.” (Idem, p.41). El concepto de familia propuesto por nosotros es consistente con la visión más amplia que surge de la crítica feminista del concepto “androcéntrico”. 7 - Para el lector interesado sobre estudios en la dirección de los elementos sustantivos con que se cuentan para la reconstrucción de los orígenes de las relaciones de parentesco recomiendo el trabajo de Kathleen Gough, “El origen de la familia” (en Polémica sobre el origen y la universalidad de la fami-lia, Edt. Anagrama, 1976, Barcelona), en el que la autora analiza el comportamiento de los primates, los restos materiales del hombre prehistórico y en tercer lugar la vida familiar de los grupos recolecto-res y cazadores de la actualidad para elaborar una propuesta sobre este origen. No obstante la con-clusión de la autora relacionada con la formación de los vínculos familiares y sociales, y que muestra la confusión con respecto a la familia que precisamente en este trabajo intentamos discutir, su propuesta general establece los conceptos centrales y básicos sobre los cuales podemos confiar las teorías so-bre el origen de la familia. Ilustramos la confusión transcribiendo un párrafo que nos parece típico: “La familia proporcionó el armazón para todas las sociedades anteriores a la aparición del estado y la fuen-te de toda creatividad. Al agruparse para la supervivencia de su especie y el desarrollo del conoci-miento, los humanos aprendieron a controlar sus deseos sexuales y a suprimir su egoísmo individual, su agresividad y su rivalidad. La otra cara de este autocontrol fue una capacidad creciente para el amor. No solo el amor de la madre por su hijo ―lo que se da ya entre los simios― sino del macho por la hembra (que establecen relaciones duraderas) y entre miembros del mismo sexo hasta llegar a gru-pos cada vez más amplios de seres humanos. Sin este autocontrol inicial, que se manifiesta en la pro-hibición del incesto y en la generosidad y orden moral de la vida familiar primitiva, la civilización no hubiera sido posible.”, (Idem p.150). Lo que nosotros planteamos es de alguna manera lo contrario, no cabe duda que los grupos primigenios formaron el andamiaje de las sociedades, pero una vez consti-tuidas estas sobre relaciones utilitarias entre individuos, transformaron las relaciones primigenias en las relaciones que hoy conocemos propiamente como familiares (o relaciones de parentesco). Los sentimientos de empatía, de cariño y amor, de ternura, están asociados a la maternidad, a la depen-dencia filial, a la protección, y acompañamiento frecuentes, al reconocimiento mutuo al compartir acti-vidades elementales y hasta a la presencia misma de rasgos neotónicos, todas situaciones que se presentan en formas elementales de existencia e incluso en los mismos simios y en algunos mamífe-ros. Por lo que endilgarle a la “familia”, como hecho cultural o civilizado, tales virtudes es invertir ideo-lógicamente los términos de la realidad. Más bien, desde nuestro punto de vista, el reto de la civiliza-ción es precisamente lograr tales sentimientos primarios ―para decirlo en términos bíblicos― “… para con nuestro prójimo”, esto es, para con nuestros conciudadanos y compatriotas...

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cultura.8 Estas últimas son las relaciones sociales propiamente dichas, que por su extraordi-

nario poder de transformación y apropiación colectiva del entorno (y dominio de la contingen-

cia), una vez constituidas y consolidadas, comienzan a desplegarse y a ganar espacios en

forma de instituciones, y comienzan a incidir en las relaciones de cuido primordial y sus cos-

tumbres conforme muestran su eficacia para alcanzar objetivos, enfrentar retos y conseguir

tareas propuestas que benefician al individuo.

Se delimitan así dos ámbitos que definen una parte de la dinámica social, a saber, el ám-

bito de las relaciones que podríamos ahora denominar primigenias asociadas al cuido pri-

mordial y el ámbito de las relaciones de cooperación interesada que podríamos denominar

sociales (o públicas).9 El resultado es una comunidad de individuos que se ven en la necesi-

dad de relacionarse en forma interesada, “utilitaria”, en la busca de su bienestar por medio de

la asociación y, por otra parte, en forma afectiva y solidaria, en pos del llenado de las necesi-

dades elementales e instintivas de socialización que no atiende, ni resuelve, la asociación,

pero que no solo son necesarias para el bienestar individual, sino que son fundamentales

para la reproducción de los grupos y de la sociedad.10

8 - Para los puristas teóricos la diferenciación propuesta seguramente no es suficiente porque siempre se podrá argumentar que el mismo instinto materno, o los mismos sentimientos de ternura engendra-dos por rasgos neotónicos, presentes en los mamíferos, podrían haberse originado en una voluntad de apropiación consciente de la naturaleza y por tanto indistinguible del fundamento de las relaciones sociales propiamente dichas. No obstante, nos parece totalmente razonable pensar que, mientras tales relaciones elementales se pueden encontrar en la mayoría de los mamíferos y ciertamente en todos los grandes simios, las otras, las que hemos definido como sociales propiamente dichas, sólo en el zoon politikon como define al hombre Aristóteles en De Republica, libro I, cap. 2. 9 - Desde luego, que con el surgimiento y extensión de las relaciones sociales, no obstante ser estas de naturaleza interesada, el contacto y la comunicación frecuente entre los individuos para la coopera-ción, darán pie, entre algunos de ellos, al surgimiento de relaciones determinadas por sentimientos de solidariedad y afecto similares a los que fundamentan las relaciones primigenias. Pero la tónica gene-ral que guía a las relaciones públicas será, entonces, fundamentalmente distinta a la que guía las pri-vadas. Al lector no se le escapará que, de manera general, uno de los principios fundamentales de las principales religiones es precisamente el establecimiento de relaciones tipo primigenias (como las hemos definido), entre sus prosélitos, y las más universalistas, entre todo el género humano, como hacíamos ver en nota 7. 10 - La contradicción que propone el psicoanálisis entre super-ego y cultura es la expresión, desde una perspectiva individualista, de esta oposición entre tipos de relaciones distintas (entre individuos), que procuran resolver problemas y necesidades de naturaleza distinta; las primordiales, asociadas por el psicoanálisis con la formación del super-ego y la personalidad básica del individuo y las sociales, aso-ciadas con la represión y la frustración (véase Benedek, Theresa, “Estructura emocional de la familia”, en Fromm, E., Horkhiemer, M., Parsons, T., et al, La familia, Edt. Península, Barcelona 1977, pp.149-176). La cultura, sin embargo, viéndola como el resultado de la sociedad de individuos propuestos a alcanzar objetivos comunes, es la proveedora del conjunto de bienes colectivos para el bienestar de los individuos, por tanto, más que una contradicción propiamente dicha, lo que existe es una oposición en la busca del objetivo general del bienestar individual. La inconsistencia reside en la misma natura-

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De esa especie de oposición entre los dos tipos de relaciones implicadas en la organiza-

ción humana se puede entender la relación antiperistática entre las instituciones que regulan

y conforman los dos ámbitos: Por una parte, las unidades menores requieren de la asocia-

ción con otras como medio de apropiación creciente de los recursos del entorno, pero la

apropiación de tales recursos implica la integración de los miembros de esas unidades meno-

res con otros miembros por medio de relaciones independientes y distintas de las que las ri-

gen, mientras que, por otra, la marcha de la asociación requiere del adecuado funcionamiento

de las unidades menores (en tanto que proveedoras de los individuos capaces de insertarse

en los procesos sociales de apropiación de la naturaleza), pero esa asociación se rige por

relaciones distintas a las de las unidades menores. El resultado de este vínculo antiperistáti-

co es un ente social integrado en forma compleja y hasta cierto punto encontrada que requie-

re, para llenar las expectativas de los individuos interesados, de la racionalización de las rela-

ciones implícitas a los dos ámbitos. Y de aquí surge, como se podrá entender, la necesidad

de establecer regulaciones para las relaciones primigenias. 11

Pero la implicación y preponderancia que las relaciones sociales van adquiriendo en la

vida del individuo ejercen una influencia creciente en tales relaciones primigenias, de forma

tal que conforme se extienden las relaciones sociales en el acontecer cotidiano, se van alte-

rando en la vida del individuo tales relaciones elementales y se van supeditando a las socia-

les.12 La confusión entre las relaciones primigenias y las sociales y la incomprensión de la

leza humana, el hombre como Zoon Politikon expresa en última instancia la oposición entre una natu-raleza individual por su origen biológico y una naturaleza social por su nuevo destino colectivo. 11 - Sin duda es este vínculo complejo el que Levy-Strauss (1976), en un artículo ya clásico, busca explicar recurriendo al análisis de los estudios etnográficos. Pero no obstante lograr expresar con pre-cisión los términos de la ecuación, cae en la tentación ideológica de privilegiar la civilización contra el instinto, lo que lo lleva a expresar la idea sibilina: “En conclusión, la existencia de familia es, al mismo tiempo, la condición y la negación de la sociedad” (Levy-Strauss, Claude, “La familia”, en Polémica sobre la universalidad y origen de la familia, Edt. Anagrama, Barcelona 1976, p.49). El problema que constatamos en el trabajo de este autor es el no haber identificado la naturaleza distinta de las relacio-nes que constituyen y dominan los dos tipos de actividades en que se ve envuelto el homo sapiens. El autor formula correctamente el problema cuando dice: “La sociedad pertenece al reino de la cultura, mientras que la familia es la emanación, al nivel social, de aquellos requisitos naturales sin los cuales no podría existir la sociedad y, en consecuencia tampoco la humanidad.” (Idem, p.48), pero su postura ideológica no le permite invertir los términos en el sentido de reconocer que esos requisitos naturales, esas relaciones primigenias son una parte constitutiva del ser humano y por tanto de la civilización, que no puede ser sacrificada por la integración social para el dominio de la contingencia. Así, para Levy-Strauss, la familia es una institución social pero no las necesidades del apareamiento, de la re-producción, del acompañamiento y del cuido… Confundir estos términos conduce a ver familias en donde no las hay; como entre muchas especies de mamíferos, o, viceversa, a ver en la familia o la expresión del instinto, o la mano del Creador. 12 - De las consideraciones anteriores, se puede identificar una oposición entre ambos tipos de relacio-nes, que aparecerá cada vez que la una o la otra demande mayor tiempo y esfuerzo del individuo de

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dinámica implícita a ellas, son las que han producido el quid pro quo que ha impedido un aná-

lisis sistemático y consistente del fenómeno del parentesco y la familia.

El parentesco es pues un arreglo meta-social para formalizar las relaciones primordiales y

atender las necesidades (ahora transformadas y enmarcadas por la asociación) de reproduc-

ción y supervivencia elementales.13 Y la familia, pues, puede definirse como el conjunto de

individuos que lleva a cabo esas relaciones de parentesco, y, por tanto, como institución, no

solo define quiénes sino qué tipo de necesidades deben estos individuos atender. En ella se

tramitan, así, dos tipos de situaciones: las originadas en las relaciones elementales y primiti-

vas por las que se administran los acoplamientos y maridajes, las paternidades y cuidos de la

prole, la transmisión de los “conocimientos patrimoniales” para la supervivencia y el acompa-

ñamiento, entre otros, y por otra parte, las situaciones originadas por la definición social del

parentesco: cuáles papeles y funciones debe desempeñar y por quiénes precisamente. La

familia es pues, desde esta perspectiva, un engendro de relaciones de naturaleza distinta: las

originadas en las necesidades primordiales básicas y las originadas en las necesidades de la

organización social para regular tales inclinaciones y el “buen funcionamiento” ─para los fines

de la asociación─ de esas unidades.14 En ese sentido, más que una sociedad en miniatura,

se antoja concebirla como un meta-individuo (o individuo expandido).

Más aún, las relaciones e instituciones sociales en la actividad cotidiana real, en los dis-

tintos momentos de la actividad productiva (material, cultural, institucional) y conforme los

retos y objetivos propuestos, implican relaciones sociales extendidas; requieren de los indivi-

duos un desempeño cada vez más colectivo, socializado, externo y desligado de las relacio-

nes primigenias. Esta contradicción es pues la que modela las relaciones de parentesco, la

que las constituye con formas particulares e históricas correspondientes a las necesidades

los que demandaba el equilibrio previo, porque los usos y costumbres asociados a una de ellas se de-bilitarán (p.ej., el amamantamiento), mientras que serán insuficientes o se verán superados aquellos donde la otra se concentre (p.ej., trabajo externo a la familia), generándose así condiciones disfuncio-nales entre ellas e inestabilidad de la organización total. 13 - Meta-social porque es un segundo nivel de organización en tanto que implica reglas para preservar la asociación independientemente de los objetivos y metas propuestos con ella. Así como el primer nivel de organización implica el interés por ciertas metas y objetivos, el segundo nivel implica el interés por la asociación independientemente de sus objetivos y metas: la asociación por la asociación. 14 - Es importante destacar aquí la perspectiva de Hocart, según la cual tales sistemas, en última ins-tancia, obedecen a una necesidad de orden público, tanto en los sistemas de “primos cruzados” (Ob. Cit. p.249) como en los “europeos” (Idem, p.250), son las necesidades de reproducción social las que determinan las relaciones de parentesco.

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del cuido primordial y a las necesidades de la organización social; dentro de las condiciones

de conocimiento y dominio técnico de cada momento.15

Así, conforme la acción individual se va haciendo más dependiente de la asociación, y

por tanto, menos del grupo primigenio; más tiende a vincularse en su actividad diaria el indi-

viduo con grupos e individuos externos por medio de relaciones interesadas, y menos con los

parientes en relaciones primordiales básicas. La “historia de la familia”, esto es, tanto como

proceso de acumulación de condiciones que condujo hasta la familia nuclear que hoy domina

el panorama de la mayoría de las sociedades, cuanto como constatación hecha por los etnó-

logos de las distintas formas de familia que han dominado las variadas organizaciones socia-

les reportadas por sus estudios, esa historia de la familia ha sido determinada por esta oposi-

ción.

Y aún más, conforme se consolida esa vida colectiva y asociada, es de sentido común

pensar que la supervivencia comienza a depender más de la capacidad de los individuos a

integrarse en la sociedad (para recibir su amparo) que en aprender a sortear individualmente

la contingencia. Ese aprendizaje, esa adaptación, esa integración social, comenzarán enton-

ces a formar parte de conocimientos patrimoniales transmitidos y del proceso de adiestra-

miento para el comportamiento social, procesos que requieren “familiares” o parientes res-

ponsables. Debe advertirse que los miembros del grupo más amplio querrán hacer perdurar

la asociación, también formalizando o haciendo regular y normal el comportamiento que ha

permitido la cohesión social (o introduciendo nuevas prácticas que suponen la mejoren). Así,

por el lado de los grupos que podríamos denominar primordiales como por el del grupo más

amplio que hemos denominado asociación, se generan las condiciones para el surgimiento

de las relaciones de parentesco y de la familia.

15 - Pueden verse los trabajos de Malinowsky, Bronislaw, (Estudios de Psicología primitiva, el complejo de Edipo, Edt. Paidos Ibérica, Barcelona, 1982), el ya citado de Levy-Strauss y el de Kathleen Gough (“Los Nayar y la definición del matrimonio”, en Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia, Edt. Anagrama, Barcelona, 1976) en los que se describen con cuidado los distintos arreglos en las relaciones de parentesco descubiertos entre los pueblos marginados y aislados de la “civilización”. Otra fuente interesante de comprobación de estas ideas se encuentra en los estudios realizados en los Estados Unidos de América alrededor del fenómeno de las comunidades hippies durante los años 60 y parte de los 70 del siglo pasado. El análisis de los procesos de construcción, con proyecto de supervi-vencia fundamentalmente anarquista, de estas comunidades hippies (véase Benjamin Zablocki “A mo-del for Utopia?”, en Shultz, D. y Wilson, R., Edit. Readings on the Changing Family, Prentice-Hall, New Jersey, 1973, pp.248-253, passim), sus dificultades relacionadas con el aprendizaje de los medios de producción y finalmente de su disolución por la dificultad de articular la libertad individual con las obli-gaciones de la vida en comunidad (Idem, pp.256-262, passim), ofrecen una extraordinaria visión que, como el mismo autor lo reconoce, pueden ilustrar ―con todas las salvedades metódicas del caso, agregamos nosotros― el proceso primitivo de formación social.

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Y por tanto, es razonable pensar que las relaciones primigenias por su parte, afectasen

los procesos de asociación: ciertas desigualdades entre grupos primordiales seguramente

dieran origen a celos y enfrentamientos entre ellos poniendo en dificultad la perpetuación de

la asociación. El esfuerzo por evitar este tipo de pugnas originadas en las predilecciones en-

tre hembras y machos, por ejemplo, probablemente diera origen a la institución del matrimo-

nio; una manera de formalizar (sacralizando) las relaciones de protección, reconocimiento,

cuido, etc., entre individuos determinados. Las condiciones generales dentro de las que el

grupo mayor se desenvolviera, tales como feracidad del terreno, clima, presencia de enemi-

gos o incluso de otros grupos mayores de humanos, etc., determinaran así la forma que

asumiera ese matrimonio.16 Asimismo, mientras las relaciones sociales no implicaran, en

cuanto a tiempo y atención, compromisos mayores para los miembros de la asociación, es

natural pensar que la actividad de alimentación por ejemplo, u otras de tal naturaleza, se lle-

varan a cabo en forma individual (desde luego, para las crías, con la ayuda de la madre) y

que esporádicamente se presentaran comportamientos solidarios y empáticos entre los

miembros de los grupos primordiales en estas actividades. Pero conforme las tareas colecti-

vas se extendieran y comprometieran más las actividades individuales privadas y la especia-

lización obligase al recurso de la ayuda de otros para esos menesteres, las relaciones primi-

genias, en tales condiciones, pudieran haber servido de base para la constitución de esta

ayuda solidaria entre los miembros del grupo primordial. Y con estos actos, como se podrá

comprender, este grupo primordial comenzó a contribuir en la consolidación de una asocia-

ción más duradera y eficaz y a desempeñar funciones propiamente dichas de familia.

Vemos entonces, cómo las relaciones primigenias se “familiarizan” por medio de la ac-

ción ejercida por la asociación; no obstante continuar llenando necesidades individuales ele-

mentales asociadas con el acompañamiento, el cuido, el apareamiento, el cariño, la empatía

y el auto-reconocimiento etc. Mientras que, por su parte, la asociación, requiere de las rela-

ciones primordiales para la reproducción adecuada de sus individuos y de buena parte de sus

costumbres y medios de organización.

16 - Desde luego que una vez establecida la relación entre apareamiento y reproducción el incesto ge-neró nuevas condiciones sobre las que regular el matrimonio. El lector interesado en la discusión clá-sica sobre los orígenes de esta institución, puede consultar los dos textos de Cathleen Gough antes citados.

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2. La familia nuclear como relación de parentesco en la acumulación de capital.

De la discusión sobre el origen de la familia llevada a cabo en el apartado anterior, sur-

ge la cuestión sobre la relación existente entre familia nuclear y las características de la orga-

nización social que la acoge. Cuestión que puede expresarse también, en los términos gene-

rales correspondientes al momento histórico, como el resultado de la oposición entre las ne-

cesidades del cuido primordial y las necesidades de la sociedad de asegurar el logro de tales

objetivos en el marco de una división social del trabajo altamente extendida y determinada

por las reglas del mercado y la acumulación de capital.

El desarrollo conceptual de esta relación se origina en el siglo XVIII cuando se plantea

la discusión sistemática sobre el origen y función de la familia en el marco ya de sociedades

orientadas por la relación capitalista. Desde la perspectiva burguesa, las sociedades occi-

dentales se presentan como culminación de la civilización, la familia nuclear (asociada al ma-

trimonio monogámico) aparecía consecuentemente como la forma más desarrollada y acaba-

da. Con la crítica a la sociedad burguesa iniciada a finales del siglo XIX, comienzan a poner-

se en perspectiva histórica las características fundamentales de esta forma de organización

social y a denunciarse sus limitaciones, sus contradicciones y sus ausencias con respecto al

ideal que la había inspirado y los ideales que pretendía alcanzar. La familia nuclear aparece

así, históricamente determinada, esto es como producto histórico de ciertas relaciones socia-

les antagónicas, relaciones sociales inmersas en un todo social dinámico; carga, así, las con-

tradicciones implícitas en la sociedad. Por eso Marx la ve conteniendo “[…] en germen, no solo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre, y desde el co-mienzo mismo guarda relación con las cargas en la agricultura. Encierra in miniature, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado.”17

La síntesis de la confrontación entre la visión burguesa y su crítica, sin embargo, no se pro-

duce en el siglo XX, pero sí surgen dos perspectivas de la sociedad que contienen, a nuestro

entender, elementos de esa síntesis.18 Nos referimos a perspectivas micro-interaccionistas

que privilegian las relaciones interpersonales sobre las estructurales para explicar el compor-

tamiento social, y perspectivas originadas en los estudios semióticos, que privilegian las rela-

ciones de comunicación antes que las productivas como fundamento de la organización so-

17 - Cf. Engels Frederich, “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, en Marx y Engels, Obras Escogidas, Edt. Progreso, Moscú.1970, p. 247. 18 - En el marco de esta visión general, el siglo XX aparece entonces como el momento histórico en el que se enfrentan ambas perspectivas, pero en el que no logran resolverse. Las condiciones generales de las sociedades no están lo suficientemente maduras como para parir una solución que implique la

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cial. Así, ganados estos elementos, el concepto de familia adquiere una dimensión nueva.

Ya no es la fórmula natural o el designio divino, pero tampoco es solo el resultado de las

fuerzas estructurales y los intereses de la producción social, de la reproducción de la fuerza

de trabajo como lo había señalado la crítica estructuralista, sino que en ella se llevan a cabo

relaciones personales que tienen que ver con la comunicación, con las necesidades psico-

sociales del individuo: como el reconocimiento, la identificación personal, la formación e inte-

gración social, que son fundamentales tener en cuenta en la explicación del comportamiento

social y del papel de la familia en el ordenamiento social.

A partir de esta propuesta de relacionamiento entre familia y capital, una primera conclu-

sión que inevitablemente surge es la que hacíamos para poner de relieve la naturaleza “histó-

rica” de la familia nuclear, llamando la atención en que esta responde a las condiciones socia-

les, económicas y políticas de la sociedad burguesa: “No cabe duda que la familia como hoy la conocemos no ha existido siempre, esa forma fami-

liar ‘nuclear’ típica de nuestra sociedad ya había sido señalada en su carácter histórico por

Marx y Engels, […]. Su origen habría que irlo a buscar en las condiciones sociales y económi-

cas que van consolidando, lentamente, la relación social (o el conjunto de relaciones) que per-

mite el reconocimiento y legitimación social del valor de cambio en los productos, y su acumu-

lación individual.” 19

señalábamos que estas condiciones que permiten asociarle un valor de cambio a cada pro-

ducto para su intercambio, se conforman en un proceso histórico que podríamos denominar

“acumulativo” que signa una buena parte de la historia de la civilización y adquiere distintas

formas según las condiciones históricas de las sociedades.20 En uno de sus trabajos funda-

mentales, Norbert Elias asocia este proceso con un proceso de “control emotivo”21 que no

corresponde analizar aquí, pero que su referencia es obligada por la estrecha relación que

esta idea tiene con la discusión sobre las relaciones primigenias y el origen de la familia que

abolición del capital y desde luego del mercado como medios de creación de riqueza y bienestar gene-ral; no obstante la presencia de fallas flagrantes en estos medios para el logro de tales objetivos. 19 - Reuben, Sergio, Ob. Cit., p.16. 20 - Por procesos históricos acumulativos entendemos aquellos cambios en el sistema de relaciones sociales cuyos efectos implican a las condiciones del mismo sistema, por lo que favorecen la genera-ción de nuevos cambios. Véase la formalización de este concepto hecha por Raymond Boudon (La lógica de lo social, introducción al análisis sociológico, Ediciones Rialp S. A., Madrid, 1981, particular-mente caps. V y VI) que, no obstante estar marcada por una perspectiva ideológica individualista que oculta lamentablemente la realidad estructural de la acción social, logra con ella limpiar de imprecisio-nes al concepto. 21 - Elias, Norbert, El proceso de la civilización, investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, véase particularmente Introducción.

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hemos propuesto. Pero lo que sí parece oportuno aclarar aquí es que ese proceso es un

proceso lento que culmina, de acuerdo con nuestro fundamento teórico, con el surgimiento y

posterior consolidación del capital. Por eso es que vemos también el origen y posterior con-

solidación de la familia burguesa, la forma “nuclear” de familia, como resultado de la trans-

formación de costumbres, usos y comportamientos, generada por las nuevas condiciones

sociales y económicas que le abren paso a dicho principio; y por tanto tan lento como este.

La familia asume entonces formas distintas en el cumplimiento de esas funciones según

las condiciones sociales, económicas y políticas existentes. La familia nuclear (padre, madre

e hijos solteros) a la que hoy asociamos con el concepto de familia, se habría configurado

entonces, alrededor de la propiedad privada individual (esto es no estamentaria o familiar de

la organización señorial), que hiciera posible a “cualquier individuo” forjar fortuna suficiente

como para “asentar familia”, esto es, constituir un grupo que pudiera desempeñar las funcio-

nes que venían desempeñando otros grupos más complejos o extensos en el llenado de las

necesidades de la reproducción social y del cuido primordial; y esa “familia individual” se pre-

senta como familia nuclear. El que esta forma responda a determinadas condiciones sociales

e históricas no impide que las relaciones a su interior sean de naturaleza distinta, según la

oposición propuesta en el apartado anterior, a las que dominan la sociedad. 22

Ahora bien, esta familia, siguiendo nuestra propuesta teórica, podría pensarse que es la

forma más cercana, de las hasta ahora experimentadas, a las relaciones originarias que con-

formaron al grupo primordial. Esto se habría podido alcanzar gracias al alto grado de produc-

tividad individual que se logra con el capitalismo, como se explicó arriba, y al mismo tiempo,

debido a la individualización que las relaciones capitalistas imponen sobre el individuo.23 Pe-

22 - Sobre este “contrapunto”, para no plantearlo en términos de “contradicción”, entre la racionalidad de las relaciones de “competencia” y la surgida del cariño y la “atracción emocional”, es importante recordar a T. Parsons: “Si el tipo de sistema familiar que resulta compatible con nuestro tipo particular de sistema ocupacional está sujeto a exigencias funcionales claramente definidas, también puede de-cirse, a la inversa, que dentro de la amplia pauta estructural del sistema de parentesco existen una serie de exigencias funcionales para la conservación de la solidaridad de su unidad esencial: la familia conyugal.”, y continúa más adelante: “Constituye [la familia conyugal] una relación sin ningún apoyo estructural y sin más base, prácticamente, que la atracción emocional: por ello se la ha de proteger contra las tensiones que provoca la competencia por el prestigio entre sus miembros.”, Ob. Cit., p. 54. Más recientemente en un trabajo interesante, Eva Illouz analiza un conjunto de hechos presentes en las familias norteamericanas que asocia con un proceso de dominio capitalista (apropiación y acumu-lación privada individual de bienes) de las relaciones familiares, que, como luego señalaremos, habían quedado impolutas de la racionalidad de la acumulación de capital (Illouz, Eva, Consuming the Roman-tic Utopia: Love and the Cultural Contradictions of Capitalism, Berkeley: University of California Press, 1997, (Introduction y Cap. I). Puede consultarse en: http://www.familydiscussions.com/books/illouz.htm. 23 - Sobre esta relación puede verse como Norbert Elias (Ob Cit., pp.10 y 11) plantea el proceso de la civilización en la dirección “… de un grado superior de diferenciación e integración [social]“ que puede

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ro las particularidades que plantea esta asimilación como puede deducirse sencillamente, es

que ahora, por una parte, la institución se va a ver afectada por las relaciones primigenias en

forma directa: las variaciones en tales relaciones asociadas a predilecciones, gustos, relacio-

nes sentimentales entre los miembros del grupo primordial tienen un efecto inmediato y direc-

to sobre la familia y su funcionamiento, cosas que, en otras formas organizadas, por el tama-

ño y la complejidad de sus estructuras, se veían mediadas. Así, nunca como ahora, las rela-

ciones entre hembra y macho, entre esposa y esposo, entre madre e hijos, entre padre e

hijos y viceversa, van a afectar de manera tan directa y determinante la formación, socializa-

ción, culturización y demás acciones desempeñadas por las relaciones de parentesco entre

los individuos. Y por otra parte, de acuerdo a la relación antiperistáticas definida; nunca co-

mo ahora, tampoco, la cultura, las relaciones de producción, la organización social en gene-

ral, van a ejercer una influencia tan activa y efectiva en las relaciones primigenias y en el cui-

do primordial.

El fetiche de la mercancía y de la explotación que Marx descubre y devela a la base de

las relaciones sociales burguesas son responsables de la visión individualista generada en el

individuo y su incapacidad de concebirse como sujeto de las relaciones sociales en estas so-

ciedades. El primero porque la independencia de la determinación señorial (de la servidum-

bre), que el productor individual logra por medio del intercambio de sus producto-mercancías

con los otros productores en el mercado, le hace ver su actividad individual como si fuera su-

ficiente para producir por sí solo todo lo que la sociedad le demanda poseer para su debida

integración a ella: Porque su producto vale cuanto valen los productos necesarios (y en las

cantidades requeridas) para asegurar ese abastecimiento, el individuo se ve, a sí mismo, co-

mo independiente del resto de los miembros de la sociedad.24 Queda así, borrando todo vín-

culo de cooperación de una realidad que, por el contrario, el intercambio y el mercado han

convertido en un complejísimo sistema de relaciones económicas, de relaciones productivas,

de relaciones técnicas que hacen posible, precisamente, los altos niveles de productividad

individual que permiten, paradójicamente, tal visión individualista.

asociarse con la individualización. Más adelante completamos esta idea asociando tal individualiza-ción con la naturaleza de las relaciones sociales bajo el capital. 24 - “A estos [los productores], por ende, las relaciones sociales entre los trabajos privados se les po-nen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en su trabajos, sino por el contrario como relaciones propia de cosas entre las personas y relaciones sociales entre las cosas” Marx, K., El capital, Tomo I, quinta edición en es-pañol, Edt. Siglo XXI, México, 1977, p.89, las cursivas en el original.

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Y la segunda porque esas mismas relaciones le impiden percibir y controlar el monto

real del valor de su trabajo que aporta para la acumulación de capital social y le imposibilitan

administrar el uso de ese excedente, cediéndoselo prácticamente íntegro a la iniciativa de los

dueños de los medios de producción.

Estas condiciones van a ejercer una influencia notable sobre el grupo familiar que se va

a encontrar ya no sólo a merced de las relaciones primigenias, como se señaló arriba, sino,

además, inconscientemente a merced de las determinaciones que “el mercado y el capital”

establezcan en relación con la distribución del producto social y los tiempos de sus miembros

destinados a la actividad colectiva (y por diferencia, a la familiar).

3. La transformación contemporánea de la acumulación de capital y los efectos en la

familia.

En la perspectiva de esta realidad dual de la familia, las transformaciones en las relacio-

nes sociales, económicas y políticas contemporáneas la afectan de una manera compleja.

No en forma de una determinación directa, sino en forma de oposiciones entre su comporta-

miento concreto y el comportamiento esperado. Oposiciones que en momentos límites se

expresan como crisis, esto es, como la cúspide de una continuidad y su ruptura. La situación

actual de la familia, en la que destacan entre otros elementos su dificultad para llenar algunas

de sus funciones fundamentales, las nuevas formas de organización interna, la transforma-

ción de los roles de sus miembros, la reducción y simplificación de su estructura y la hetero-

geneización de sus formas, son la expresión de esa ruptura.

Tratemos de construir por medio de los instrumentos que el análisis social contemporá-

neo nos ofrece, los procesos por medio de los cuales se lleva a cavo la determinación de las

relaciones sociales señaladas sobre las formas y relaciones familiares.

Para esto partimos de la constatación de que las aspiraciones de bienestar material aso-

ciadas a la acumulación de capital (y la producción de mercancías) en las nuevas condicio-

nes globales ─con todo lo que esta forma particular de producción implica en términos de

explotación de recursos naturales y humanos y de distribución desigual del ingreso social─

han comenzado a hacer socialmente significativos sus efectos sobre las relaciones familiares;

antes eran efectos meramente episódicos o propios de algunos sectores sociales pequeños.

Más aún, muchas de estas que hemos denominado “aspiraciones”, por medio de típicos pro-

cesos sociales, se han convertido en “necesidades” que requiere la propia integración ciuda-

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dana: Para poder ser considerado ciudadano y poder actuar como tal se requiere de un con-

junto mínimo de bienes cuya posesión se hace así socialmente necesaria.25

Las implicaciones laborales que estas aspiraciones imponen, las relaciones entre el tra-

bajador y los medios de producción, y entre éste y el producto, tienen consecuencias impor-

tantes en las funciones y en las características familiares. La necesidad de acumulación de

riqueza asociada a estas aspiraciones requieren de un ingreso creciente que sólo el aumento

de productividad y el traslado creciente de excedente al salario pueden satisfacer sin que

arrastre la necesidad de incorporar otros miembros de la unidad familiar al trabajo remunera-

do o al sometimiento de jornadas e intensidades de trabajo extenuantes normalmente fuera

del hogar (del ámbito familiar). Sabemos que el primer proceso de redistribución requiere de

un conjunto de condiciones económicas y políticas que no siempre están presentes en una

sociedad o región, y ciertamente, si atendemos las manifestaciones de algunos estudiosos

del ciclo económico, éstas han comenzado rápidamente a menguar para el capitalismo mun-

dial desde finales de los años 80.26 Y desde luego, el aumento del salario, sobre el traslado

de una parte del excedente a éste, no es tampoco una situación normal en el capitalismo. De

esta manera, nuestra presunción es que la forma en que se han venido atendiendo tales aspi-

raciones y necesidades es por medio de la incorporación de otros miembro de la familia al

trabajo remunerado, de la ampliación de las jornadas laborales y de la intensificación del tra-

bajo.27 Todas situaciones que, como el lector podrá adivinar, se confabulan con el buen des-

empeño de la familia nuclear como institución familiar.

Por otra parte, la vía de la acumulación de capital en escala mundial ha seguido un sen-

dero de reducción del aparato institucional desarrollado por las sociedades nacionales para

fortalecer las condiciones de la cohesión social, sendero que ha reducido substancialmente la

provisión de asignaciones y servicios sociales asumidos por el Estado Nacional para que, en

los países con bajos niveles de acumulación de capital, las familias pudieran desembarazarse

de algunas funciones tradicionales que impedían o limitaban su incorporación a la moderni-

25 - Recomendamos al lector interesado en esta idea leer el artículo de Maxine Molyneoux, “Ciudadanía y política socia en perspectiva comparada”, en Reuben, S. Edt., Política Social: Vínculo entre Estado y Sociedad, Edt. Universidad de Costa Rica, FLACSO, UNICEF, San José, 2000. 26 - ¿Y qué no podríamos decir para nuestra región latinoamericana que aún no ha logrado alcanzar tasas de crecimiento de la riqueza per capita en los últimos 10 o 15 años? 27 - El lector no podrá inadvertir que, de alguna manera, en este tira y encoge entre el capital y el traba-jo, aún los individuos y grupos familiares menos favorecidos por la economía (y por tanto cuyas aspira-ciones son reducidas), ya porque sus salarios son los menores o porque no tienen siquiera ingresos estables, se verán obligados, por la imposición de necesidades para la participación en sociedad, a redoblar sus esfuerzos por completar el ingreso mínimo que los haga “ciudadanos”.

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dad, o bien, en países con niveles altos de acumulación, para atender los efectos que el “asa-

lariamiento” de la fuerza de trabajo y las necesidades sociales del consumo habían venido

ejerciendo sobre las funciones familiares de la familia nuclear.28

Esta es la contradicción que se está presentando; por una parte la necesidad de “asala-

riar-informalizar” a la gran mayoría de la población con las consecuencias que este proceso

trae para las familias, precisamente obstaculizando el desempeño de su papel de formar-

socializar al individuo, y a la par, paradójicamente, la pauperización de sus miembros por

medio de la reducción de los salarios e ingresos informalizados.29 Y por otro lado, además,

ha significado la eliminación de las condiciones creadas por el Estado para cubrir las funcio-

nes que la familia nuclear, inhabilitada por la proletarización de sus miembros, ya no podía

cumplir pero que ─desde el Estado de Bienestar y Desarrollista─ se concebían necesarias

para la formación ciudadana y, de ahí, para la cohesión social.30

Otro elemento que ha surgido como producto de la integración capitalista mundial es el

despliegue del movimiento de liberación femenina y que tiene también implicaciones impor-

tantes en las características familiares, pero que no vamos a desarrollar aquí por lo discutido

del asunto y por sus efectos obvios en la familia nuclear y en las funciones del parentesco.

Por eso es que los rompimientos que hoy observamos de las continuidades sociales a

las que estábamos acostumbrados tienen repercusiones múltiples, en variadas esferas del

acontecer social, porque comprometen instituciones fundamentales del ordenamiento: institu-

ciones que venían desempeñando calladamente (privadamente o, como se llegó a decir, “na-

turalmente”) funciones básicas de la reproducción del orden social. Es así como el debilita-

miento de las acciones socializadoras del estado, tales como la educación pública, las institu-

ciones de promoción cultural, deportiva, patriótica, los centros de atención a la niñez y a los

28 - Pueden verse Muñoz de Bustillo, Rafael, “La ‘crisis’ del Estado de Bienestar: elementos comunes”, Molyneux, Maxine, Ob. Cit, y Reuben S., “Política Social, bienestar y ejercicio del poder”, en Reuben, S. Edt., Política Social: Vínculo entre Estado y Sociedad, Edt. Universidad de Costa Rica, FLACSO, UNICEF, San José, 2000. 29 -Desde luego siempre cabría la posibilidad de “capitalizar” en vez de “asalariar” a la población, que ha sido el sueño y meta-discurso de la socialdemocracia internacional, si no fuera porque ese proyecto es esencialmente contradictorio con la naturaleza excluyente de la acumulación de capital, como ha quedado demostrado en estos días de revelaciones con la tragedia en que devino el proceso de infor-malización del trabajo —y el “cuenta-propismo”— en América Latina (que de acuerdo con los Hernan-do de Soto ─Cf. The other Path, Harper & Row, New York, 1989─ de los años 80 se presentaba como un mecanismo de desproletarización de las relaciones laborales y de nuevo desarrollo social). 30 - Véase Ayala, Roberto y Reuben, Sergio, “Estado, Globalización y Política Social en América Lati-na”, en Fernández, Oscar Edt. Política Social y Descentralización en Costa Rica, UNICEF, San José, 1998, pp127-171.

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ancianos, etc., y más aún el deterioro de los servicios suministrado por las instituciones públi-

cas en general, el empobrecimiento de los regímenes de pensiones y de salud, tienen un

efecto deletéreo sobre la conciencia y la participación ciudadanas al coincidir con la intensifi-

cación del rompimiento de la familia nuclear y su debilitamiento para cumplir los roles asigna-

dos.

4. Algunas conclusiones.

El papel que había venido desempeñando la familia nuclear en el marco incluso de la

acumulación a escala nacional, era, no obstante su contradicción con el sino del capital, el de

constituir ciertas condiciones de la reproducción de la fuerza de trabajo fuera de la lógica de

la acumulación de capital; en el corro de las relaciones del trabajo no remunerado, de las re-

laciones fundadas en valores y principios simpáticos y solidarios. La razón por la que “la acu-

mulación de capital en escala nacional”, aún en los países en que logró los niveles más altos,

no “alcanzó” la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo en su espacio familiar pro-

piamente dicho,31 no la vamos a discutir aquí, baste pensar que ese fenómeno estaría conce-

bido por el método en la dimensión más general del “ejército industrial de reserva” y su rela-

ción con la dinámica de la acumulación.32 Pero la extensión internacional de la acumulación,

31 - Reproducción de la fuerza de trabajo como proceso de socialización general, de aprendizaje de habilidades y destrezas físicas, intelectuales y psicológicas requeridas para la integración plena del individuo en la sociedad. 32 - Implícita está en esta aseveración la hipótesis de que el grado de acumulación de capital logrado por el “capitalismo nacional” (o sea, en el marco de una nación) no fue lo suficiente como para “alcan-zar” a toda su población, porque las limitaciones impuestas por las relaciones de explotación en ese marco nacional impidieron su extensión hasta eliminar el Ejercito Industrial de Reserva, del que la ma-yoría de los miembros de la familia nuclear, proponemos nosotros, forman parte, y que no es sino cuando esa acumulación se extiende urbi et orbi que tal relación puede alcanzar a todos los miembros de la familia e influir en sus relaciones. El concepto de Ejército Industrial de Reserva lo utiliza Marx para comprender las poblaciones cuya dinámica laboral ─si no social─ no se ve afectada por la diná-mica de la acumulación de capital; particularmente las poblaciones campesinas del siglo XIX en la ma-yoría de los países europeos (véase particularmente Marx, Karl, El capital, Ob. Cit., Vol. I, T.III, cap. XXIII), sin embargo, cuando analiza los informes de “The Children’s Employment Commission” en In-glaterra, hace una referencia que conviene transcribir por la pertinencia con el tema de este trabajo: “Por el contrario, toda regulación de la llamada industria domiciliaria, se presenta de inmediato como usurpación de la patria potestas ─esto es, interpretándola modernamente, de la autoridad paterna─, un paso ante el cual el remilgado, tierno parlamento inglés fingió titubear durante largo tiempo. No obs-tante, la fuerza de los hechos forzó por último a reconocer que la gran industria había disuelto, junto al fundamento económico de la familia tradicional y al trabajo familiar correspondiente a esa, incluso los antiguos vínculos familiares. Era necesario proclamar el derecho a los hijos.”, (Ob. Cit., T. II, p. 595). Porque como lo transcribe el autor de los mismos expedientes de la Comisión, “[…] ‘de la totalidad de las declaraciones testimoniales surge que contra quienes es más necesario proteger a los niños de uno u otro sexo es contra los padres”, (Ibidem). Y continúa más adelante la Comisión: ‘Porque los padres no deben detentar el poder absoluto de convertir a sus hijos en simples máquinas, con la mira

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y particularmente su integración ya no como capitales nacionales que marginalmente liquidan

sus deficits-excedentes ─sus discordancias para la realización y acumulación domésticas─

en el mercado internacional, sino como capitales que se realizan y acumulan en escala inter-

nacional, ha significado un nuevo impulso en la dirección de la dominación del conjunto de

relaciones sociales por la lógica capitalista. Ya no solo en términos de su extensión geográfi-

ca en el mapa nacional sino en el mapamundi, y a profundidad hasta la esfera de las relacio-

nes íntimas.

Esta integración capitalista está extendiendo, pues, las relaciones capitalistas de manera

que están ejerciendo creciente influencia en relaciones sociales que se habían mantenido

hasta hace poco “impolutas” ─o rezagadas─, tales como las que rigen o norman la vida fami-

liar.

Otra conclusión de este trabajo es que con el progreso de las transformaciones sociales

originadas en la profundización local e integración mundial de las relaciones capitalistas, más

el conjunto de hechos asociados o correlacionados con estos movimientos, tales como la in-

corporación de la mujer al trabajo remunerado y su lucha por la igualdad, la integración de las

comunicaciones y la extensión del transporte internacional con la correspondiente divulgación

de “culturas” y mercancías, se han ido consolidando algunas situaciones sociales, políticas y

económicas que se enfrentan abiertamente con la estructura y los papeles que la familia nu-

clear había venido desempeñando. Situaciones que son vistas por algunos como un fenó-

meno de “relevado de funciones” para la familia, funciones que habían venido siendo asumi-

das por distintas instituciones públicas, primero asociadas al Estado de Bienestar, y luego, en

el marco de la reciente privatización y reducción del aparato estatal, instituciones privadas,

ciertamente independientes de las familias.33 Funciones que, sin embargo, observamos no-

sotros, la familia no puede reasumir en las nuevas condiciones sociales, cuando el achica-

miento estatal y la ineficacia privada en este tipo de actividades impiden su debida atención,

de extraer de ellos tanto o cuanto salario semanal… Los niños y adolescentes tienen el derecho de que la legislación los proteja contra ese abuso de la autoridad paterna que destruye prematuramente su fuerza física y los degrada en la escala de los seres morales e intelectuales.’ (Idem, p.596). Y con-cluye Marx, “No es sin embargo, el abuso de la autoridad paterna lo que creó la explotación directa o indirecta de fuerzas de trabajo inmaduras por el capital, sino que, a la inversa, es el modo capitalista de explotación el que convirtió a la autoridad paterna en un abuso, al abolir la base económica corres-pondiente a la misma. Ahora bien, por terrible y repugnante que parezca la disolución del viejo régi-men familiar dentro del sistema capitalista, no deja de ser cierto que la gran industria, al asignar a las mujeres, los adolescentes y los niños de uno u otro sexo, fuera de la esfera doméstica, un papel deci-sivo en los procesos socialmente organizados de la producción, crea el nuevo fundamento económico en que descansará una forma superior de la familia y de la relación entre ambos sexos.”, (Idem).

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pero cuando, al mismo tiempo, las nuevas necesidades sociales requieren de los miembros

de la familia nuclear una dedicación exclusiva al trabajo remunerado fuera del hogar; creán-

dose así un vacío funcional sustantivo en las sociedades contemporáneas.34

Estas conclusiones asocian algunas transformaciones estructurales de la sociedad con

las transformaciones en las relaciones de parentesco en el marco de la familia nuclear, sin

que, con ellas, pretendamos formular una relación de determinación fuerte y unívoca. En el

seno de la familia, como relación primigenia, por su parte, los procesos de desarrollo de la

conciencia ─a lo Elias─ contribuyen también en ese proceso de rompimiento de usos y cos-

tumbres que servían a los intereses de relaciones de dominación, posesión y explotación ne-

fastas para la formación de los individuos.

El problema que se presenta finalmente, a esta altura del razonamiento, es que “la mo-

dernización” de la sociedad, o sea, la liberación del ser humano de las limitaciones impuestas

por su ignorancia, su debilidad y vulnerabilidad (tanto materiales como psicológicas), se lleva

a cabo hoy día en el marco de las relaciones capitalistas, en el marco de la propiedad priva-

da, en el marco de las relaciones de explotación y dominación propias de la sociedad bur-

guesa y bajo la égida de la acumulación de capital. Y hasta que tal vía de progreso y libera-

ción no se vea cerrada o angostada por estas relaciones, no habrán condiciones históricas

para su reemplazo. La contradicción fundamental del capital formulada por Marx, la que sur-

ge entre el carácter privado de la acumulación y el carácter colectivo de la producción y la

demanda, que sería la que precisamente desencadenase las contradicciones internas al capi-

talismo, se debilita y fortalece en el marco de un progreso técnico que le ofrece a la acumula-

ción privada medios para su conservación. Pero adentro de este proceso de “acumulación de

condiciones históricas”, la tendencia natural hacia la igualdad y la equidad, deberá conducir al

agrupamiento de condiciones favorables a la integración social, a la incorporación consciente

y comprometida de más individuos en los procesos sociales de producción social y adminis-

tración del poder, entre otros; lo que hace pensar en procedimientos más racionales o efica-

ces, más democráticos o participativos que los concebidos en el marco de la democracia re-

presentativa. El perfeccionamiento, por su parte, de la institucionalidad, el mejoramiento de

los mecanismos e instrumentos puestos a disposición de las instituciones públicas (como ex-

33 - López, María de la Paz, “Familia y Política pública”, en La familia: Investigación y Política pública, El Colegio de México, México D.F, 1996, p. 27. 34 - Reuben, Sergio, “Política Social, bienestar y ejercicio del poder”, en Reuben Sergio Edt., Política social: Vínculo entre Estado y Sociedad, Edtl. Universidad de Costa Rica, FLACSO, UNICEF, San Jo-sé, 2000.

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presiones del Estado), la acumulación de medios y conocimiento por ellas, va generando

condiciones favorables para que su gestión pueda ser más eficaz y hasta competir con los

resultados obtenidos con el mercado y la distribución del ingreso social llevada a cabo por el

capital. Vemos pues que es totalmente razonable imaginar una gestión pública de los recur-

sos sociales más eficaz ─mejorada tanto por la acumulación de medios a su disposición co-

mo por las ganancias en el nivel de conciencia y participación ciudadana─ que la gestión de

tales recursos por las instituciones de una organización social determinada por el azar y la

explotación.

En el marco de estas transformaciones, la familia nuclear se encuentra en una encruci-

jada que describíamos de la manera siguiente en un trabajo recientemente publicado: “Así, la familia, como uno de los principales elementos de ese entorno, se ve sometida a fuer-

tes presiones por esas transformaciones, y no se sabe bien si podrá enfrentarlas ejerciendo in-

fluencia sobre ellas de suerte tal que se transformen o atenúen para que esta institución pueda

conservar su estructura y sus papeles actuales, o bien, que ella misma se modifique adaptán-

dose a las nuevas condiciones sociales. O, bien, finalmente, está por verse si las nuevas con-

diciones sobre las que se levanta lo que hoy se conoce como la “sociedad de la información”, la

“sociedad individualizada”, o el creciente dominio en el ámbito social de la lógica de la “acumu-

lación de capital”, terminarán por hacerla desaparecer...; en un paradójico movimiento por el

que, su defensor ante el Comunismo, enemigo “número uno” de la familia en los años de gue-

rra fría, termine apuñalándola por la espalda ahora que se ha desembarazado del incómodo

acompañante.” 35

Los procesos de socialización de los individuos se han fundamentado en las relaciones

de parentesco y estas han asumido formas distintas de acuerdo a las condiciones naturales e

históricas que han encontrado las sociedades. Estas, tal y como hoy las concebimos, requie-

ren de esa socialización para su mejoramiento y reproducción. La familia sin embargo, como

relación de parentesco normalizada, en tanto que constituida sobre la base de lazos y unio-

nes simpáticos y solidarios, se ve amenazada por las relaciones utilitario-instrumentales im-

puestas por las exigencias de la cooperación social. Pero lo que se presentaría desde esta

perspectiva como una inevitable aniquilación por la preeminencia de las relaciones de coope-

ración, el análisis cuidadoso de la condición humana nos advierte sobre las características

particulares de los procesos de acoplamiento y acompañamiento, sobre las necesidades

afectivas de la formación de la personalidad, de la socialización, del aprendizaje de prácticas

y costumbres elementales para la comunicación social, de la integración y la cohesión socia-

35 - Reuben, Sergio, “Política Social y familia”, Loc. Cit. p.15.

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les que no son sencillas de alcanzar fuera de las relaciones familiares. Tal condición requiere

de cuidos, atenciones, relaciones de empatía y de cariño, comportamientos extraños a las

relaciones sociales construidas sobre la base de lazos y uniones originadas en la coopera-

ción instrumental e institucional; no obstante que, bajo ciertas circunstancias, algunos de

esos requisitos puedan haber sido parcialmente alcanzados por medio de tales relaciones.

Esa es la fuerza de la familia y, al mismo tiempo, su debilidad: mientras las relaciones de pa-

rentesco (como relaciones primigenias normalizadas) sean más eficaces en el logro de la re-

producción del individuo, de su acompañamiento, de su formación como ciudadano y de su

integración social que las relaciones institucionales creadas en esos ámbitos, la familia (cual-

quiera que llegue a ser su forma) dispondrá de aliento suficiente como para curvar las ten-

dencias hacia su desaparición. Sobre esta fundación teórica deben elaborarse las políticas

públicas que busquen fortalecer el logro de tales objetivos por parte de la sociedad.

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