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E L B A R C O D E VA P O R

El gato asesinoataca de nuevo

Anne FineIlustraciones de Sofía Balzola

115866_gatoasesinoataca 8/11/07 11:30 Página 3

1 Una foto lamentable

VALE, vale. Pues méteme la cabeza enuna mata de acebo.

Le lancé a la madre de Ellie la peorde mis miradas. Era culpa suya. Estabaacaparando mi extremo del sofá. Ya teimaginas: ese rinconcito soleado sobreel blando cojín en el que me gusta sen-tarme porque, desde él, puedo mirar porla ventana.

Contemplar a los polluelos cabeza dechorlito que, en su pretensión de apren-der a volar, se caen de los nidos cada dospor tres…

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Ñam, ñam…Bueno, pues le lancé la mirada esa. Se

la merecía. Yo solo quería que se movieseun poco para poder echar la siesta. Noso-tros, los gatos, necesitamos dormir sies-tas. Si me quedo sin siesta, me pongo demuy malas pulgas.

Así que me quedé allí, mirándola. Esofue TODO LO QUE HICE.

Está bien; también fruncí el entrecejo.Pero es que ella ni siquiera se daba

cuenta. Estaba ocupada hojeando el últi-mo folleto del centro de formación.

–¿Qué curso elijo? –le preguntaba aEllie una y otra vez–. ¿Cuál me vendrámejor? ¿Arte? ¿Música? ¿Obras maes-tras de la literatura? ¿Danza? ¿Yoga?

–¿Enseñan a arreglar coches viejos? –preguntó el padre de Ellie–. Si así fue-ra, ese sería el curso más conveniente.

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Tiene razón. El coche de esta gente esun desastre. Una verdadera desgracia. Unmontón de chatarra que va traquetean-do por la carretera, atronando como unejército de tambores de hojalata y echan-do humo. Y nunca, jamás, tendrán sufi-ciente dinero para comprar uno nuevo.

El curso perfecto para la madre deEllie se llamaría «cómo fabricar un co-che con cuatro cosas». Pero dudo que enel centro de formación ofrezcan algo se-mejante.

Fruncí el ceño aún más, pero, como en-tenderás, no por maldad. Solo para ha-cerle comprender que yo no estaba allípara admirar su belleza. Es que las pier-nas me estaban doliendo.

Ella me miró y dijo:–¡Ay, Rasputín! ¡Pero qué carita enfu-

rruñada tan bonita!

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Soy como tú: me repugna que se me-tan conmigo. Así que seguí con el ceñofruncido un rato más.

Bueno, vale. Por si te interesa, tambiénmaullé un poco.

Y luego bufé.Y… ¿a que no te lo imaginas? De pron-

to, ella metió la mano en su bolso, sacóuna cámara y me hizo una foto.

Tengo que admitir que no es la mejorfoto que me han hecho. Salgo un poco al-terado.

Y, además, se me ven demasiado losdientes.

Y, en fin, las garras están un poco de-masiado largas y afiladas. Y un poco dema siado salidas, como si me dispusie-ra a saltar y morderle la pierna a ciertapersona si continuaba ocupando el rin-cón soleado del sofá.

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Resumiendo: es una foto lamentable.Pero, al parecer, a ella le gustó. Y le dio

una idea.–¡Ya sé! –dijo–. Me apuntaré a arte.

Pintaremos cuadros y moldearemos ba-rro. Pero lo primero que voy a hacer esun retrato de Rasputín a partir de estafoto. ¿No será maravilloso?

Sí, claro. Maravillosísimo. Tan mara-villoso como un gato mojado.

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