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ESTUDIOS DE HISTORIA MODERNA EN HOMENAJE A LA PROFESORA EMILIA SALVADOR ESTEBAN VOLUMEN I I ECONOMÍA - SOCIEDAD - CULTURA Editores Ricardo Franch Benavent Rafael Benítez Sánchez-Blanco UNIVERSITAT DE VALÈNCIA 2008

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ESTUDIOS DE

HISTORIA MODERNAEN HOMENAJE A LA PROFESORA

EMILIA SALVADOR ESTEBAN

VOLUMEN II

ECONOMÍA - SOCIEDAD - CULTURA

Editores

Ricardo Franch BenaventRafael Benítez Sánchez-Blanco

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA2008

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TESTIMONIOS DE LA GERMANÍA DE MALLORCA: EXILIADOSMASCARATS Y REALISTAS EN VALENCIA (1521-1523)*

Pablo Pérez García - Sergio Urzainqui SánchezUniversitat de València - Arxiu del Regne de València

DOS historiadores de edades bien distintas hemos unido nuestras fuerzas para rendireste pequeño tributo académico a la profesora Emilia Salvador Esteban con motivode su jubilación. Prescribe el rito universitario que el tránsito entre la actividad do-cente y la docencia más activa –que nada muy distinto cabe esperar de la prof.ª Sal-vador– vaya acompañado de obsequios de sus compañeros y discípulos en forma depequeños estudios. Y cada quien –según su gusto, disposición y posibilidades– tratade ofrecer un trabajo digno de la ocasión. Esto mismo hemos procurado nosotros.En nuestra contribución hemos intentado guiarnos por la deontología que EmiliaSalvador –perdón, queríamos decir Dª Emilia– siempre se impuso a sí misma: amoral archivo, entrega, escrupulosidad, rigor, mesura, equilibrio, voluntad de explicar–no de juzgar. Ella, a su vez, fue diligentemente encauzada en su vocación por sumaestro, el prof. Juan Reglà Campistol. Gracias, de una manera muy especial, a DªEmilia, el recuerdo y el ejemplo de Reglà han permanecido vivos en la memoria co-lectiva del Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Valencia. Y enesa fuente de agua cristalina hemos bebido todos los que hemos ido llegando des-pués.

La prof.ª Salvador ha practicado siempre un estilo historiográfico caracterizado–a nuestro entender– por dos grandes rasgos: una sobriedad verdaderamente admi-rable y un sentido de la innovación nada alharaquiento que le ha llevado a abrir ca-minos por los que después otros hemos podido transitar con mayor comodidad y se-guridad. Sin duda alguna, el de la Germanía de Valencia ha sido uno de ellos.1

Aquí, sin embargo, la autoridad pertenece a otro de sus discípulos: Vicent VallésBorrás.2 Nosotros, valiéndonos de la riqueza documental de los archivos valencia-nos,3 hemos intentado imitar, siquiera sea de una manera parcial, gris y fragmenta-ria, a Emilia Salvador, y nos hemos atrevido con un tema nuevo y apasionante: el

* Este trabajo ha sido elaborado dentro del proyecto de investigación titulado El Reino de Valenciaen el marco de la Monarquía Compuesta: un modelo de gobierno y de sociedad desde una perspectivacomparada (HUM 205-5254), financiado con Fondos FEDER y dirigido por el Prof. Rafael BenítezSánchez-Blanco.

1 Emilia Salvador Esteban, “La Germanía de Valencia. Una aproximación interpretativa”, Juan L.Castellano-Francisco Sánchez-Montes (eds.). Carlos V, europeísmo y universalidad. La organización delpoder. Vol. II, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V-Universidad de Granada, 2001, pp. 537-551.

2 Vicent Vallés Borrás, La Germanía, Valencia, Alfons el Magnànim, 2002.3 Ya subrayada hace casi 40 años por Álvaro Santamaría Arández, “Sobre los orígenes de la Germa-

nía de Mallorca”, en Mayurqua, 5 (1971), p. 27.

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exilio no agermanado mallorquín en Valencia. Esperamos y deseamos que su conte-nido sea digno de este homenaje a la maestra de tantas promociones de modernistasvalencianos.

1. VALENCIA Y LA DEFENSA DE MISSÈR JAUME ROCA: EL ECO DE ALGUNOS

ACONTECIMIENTOS TEMPRANOS DE LA GERMANÍA DE MALLORCA

El jueves 8 de octubre de 1523, missèr Jaume Roca se presentó ante D. Lluís deCabanyelles. El Portant-veus de General Governador del Reino de Valencia recibía aun compatriota, a un valenciano cuyo prestigio como jurista le había franqueado en1517 la Regencia de la Cancillería del Reino de Mallorca.4 Roca había permanecidoal frente de aquella magistratura apenas tres años, entre marzo del año 1518 y mayode 1521. Su mandato, iniciado bajo los mejores augurios, había concluido abrupta-mente poco después de que los agermanados mallorquines trataran de lincharlo el día18 de mayo de 1521.5 Poco después, el Regente consiguió abandonar la isla sin des-pertar recelos, y se reunió en Ibiza con el depuesto D. Miguel Gurrea. Tras un mes deseparación, el exiliado Virrey y su antiguo asesor volvían a estar juntos.6 Y así per-manecieron hasta comienzos del año 1522. El Dr. Roca resolvió entonces abandonarIbiza y viajó hasta Zaragoza. Todo indica que las primeras notas de tibieza –de faltade lealtad, incluso– habían comenzado a manchar el expediente del ilustre jurista. Ladefensa ante acusaciones tan graves no era asunto que admitiera demora. De unapronta reacción dependía, no ya la continuidad de su brillante cursus, sino la salva-guarda misma de su propia hacienda y vida. El antiguo Regente de la Cancillería ma-llorquina debió comenzar a reunir testimonios favorables muy temprano. El esfuerzoresultó arduo. De hecho, su dilatado peregrinar todavía no había acabado en octubrede 1523. Fue entonces cuando Roca, probablemente acompañado por el notario va-lenciano Miquel Valero, solicitó audiencia al gobernador Cabanyelles.

El ex-Regente portaba consigo dos documentos. El primero era el traslado deuna patente real firmada por el emperador Carlos V en Valladolid el 5 de marzo de1523. El texto original había sido registrado el día 2 de octubre del año en curso anteMiquel Marchant, justicia de la villa de Alcoy, y la copia venía autentificada por Pe-re Benavent, escribano de aquel tribunal.7 El segundo era una plica cerrada y selladaque contenía un total de cuarenta y nueve artículos o descargos, en cuya ratificaciónhabía cifrado el Dr. Roca la definitiva disipación de las sospechas que pesaban sobresu persona.8 El Emperador le había autorizado a presentar testigos neutrales que pu-

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4 Carlos I firmó el nombramiento de Jaume Roca como regente de la Cancillería mallorquina el 24-XII-1517 en Valladolid. La llegada del jurista valenciano a la isla se produjo el 25-III-1518. Vide JosepJuan Vidal, “El Regne de Mallorca en temps de Carles V: balanç i perspectives”, Mayurqa, 26 (2000), p. 18 (n. 21).

5 Eulàlia Duran, Les Germanies als Països Catalans, Barcelona, Curial, 1982, p. 292.6 Tras haber sido depuesto por los agermanados el 16-III-1521, Gurrea abandonó Mallorca a finales

del mes de abril siguiente. Ibidem, p. 286.7 Archivo del Reino de Valencia (ARV). Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, ff. 26

r-26 v.8 Ibidem, ff. 23 r-26 r.

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dieran favorecer su causa, y había ordenado al gobernador Cabanyelles –en general, atodos los altos magistrados de sus dominios– tomar y dar curso a las deposiciones rea-lizadas por los testigos convocados a petición del acusado.9 Fueron éstos un total deseis: dos valencianos y cuatro mallorquines. En un plazo de veinte días todos ellosprestaron declaración ante Cabanyelles y el procurador fiscal Francesc Joan Córdoba.

El primero de los comparecientes fue Miquel Valero, ciudadano y notario de laciudad de Valencia. Valero prestó declaración el mismo 8 de octubre y demostró serun testigo fiable. No parecía tener una relación de parentesco o amistad con el ex-Regente. Además, había presenciado acontecimientos tan cruciales como el sitio dela Torre del Ángel del Castillo de la Almudaina (18-V-1521) en el que a punto estu-vo de perecer missèr Roca.10 Nuestro notario se hallaba entonces en Mallorca, “hons’en era anat e fogit de la present ciutat de València p[er] la junta y prava Germaniaque en la p[rese]nt ciutat de València era suscitada”.11

Valenciano era también el panadero Martí Navarro, que, en aquellos primerosmeses de 1521, se encontraba en Mallorca al servicio de cierto gentilhombre delconsejo del virrey Gurrea, y que prestó declaración el sábado 17 de octubre. Dosmercaderes mallorquines, Joan de Illescas y Pere Torres, fueron llamados a testificarel viernes 16 y el lunes 19 de octubre, respectivamente. Ambos se hallaban en Ma-llorca en mayo de 1521. Los dos supieron del intento de asesinato del Dr. Roca. Porotra parte, ninguno de ellos –como comprobaremos más adelante– se hallaba involu-crado en las operaciones de aprovisionamiento de las armadas y tropas destinadas areducir a los agermanados y recuperar Mallorca. Todas estas circunstancias avalabanla neutralidad de su relato. Prestaron declaración, por último, dos notables mallor-quines residentes entonces por Valencia. El ciudadano Joanot Cros respondió a veintede los cuarenta y nueve apartados de la defensa del Dr. Roca el sábado 17 de octu-bre. El notario Joan Crespí, antiguo regente del tribunal de la Gobernación mallor-quina cuando estalló la sedición, fue el último testigo en comparecer. Su declaracióntuvo lugar el martes 27 de octubre de 1523.

La plica de descargos del Dr. Jaume Roca y las declaraciones de los seis testigosde su defensa conforman una cantera de datos de enorme interés. Éstos nos permitendescubrir, por un lado, que los vencedores no únicamente estuvieron atentos al casti-go de los rebeldes. También hubo tiempo para ocuparse de los gestos de ambigüedaddentro de las propias filas anti-agermanadas, y hasta para dirimir viejas rencillas.Por otro, ofrecen un sinfín de detalles –menores, algunos; extraordinarios, otros–que, a buen seguro, contribuirán a perfilar los sucesos de febrero a mayo de 1521.

La estrategia defensiva del Dr. Roca se desplegó en cinco grandes frentes. Antetodo, el ex-Regente quiso demostrar que las motivaciones de cuantos habían puestoen duda su fidelidad al monarca y al virrey Gurrea eran puramente personales. Noignoraba Roca que sus principales acusadores eran dos conocidos exiliados masca-rats: el ciudadano mallorquín Joan Antoni Bertomeu y un antiguo colega, el aboga-

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9 Ibidem, ff. 22 r-22 v.10 Sobre lo acontecido, vide Duran, Les Germanies, pp. 292-293.11 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, f. 27 v.

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do fiscal Pere Joan Safortesa, respaldado por el primo hermano de este último, An-toni Exaló.12 El primero –afirmaba Roca en los capítulos 1º y 2º de su defensa– ha-bía pleiteado contra un tal Tornamira y había recibido varias sentencias desfavora-bles en la Regencia de la Curia de la Gobernación.13 En Mallorca –proseguía elex-Regente– había podido escucharse a Bertomeu amenazar públicamente con “queell faria trencar les dites sentències, mostrant [e]star agreujat de aquelles e del ditmestre Roqua”.14

Resulta sorprendente que ninguno de los seis testigos de la defensa fuera interro-gado acerca de este ciudadano, dado que su presencia en Valencia –tal vez fugaz–está documentada a comienzos del año 1522. Su nombre figura en el reconocimien-to colectivo de una deuda de 700 libras contraída por el noble Pere de Santjoan y porel ciudadano ibicenco Melchior Francolí, en nombre de los caballeros, de los ciuda-danos y de los acreedores censalistas de la consignación mallorquina, con los here-deros del difunto mercader florentino Cesare de Barzi el día 21 de enero de 1522.15

A diferencia del magistrado Safortesa, Bertomeu no parece haber representado unpapel destacado dentro de la comunidad de exiliados mascarats en la ciudad de Va-lencia. Sin embargo, tampoco fueron muchos los testigos que ratificaron la existen-cia de malas relaciones entre el Regente y el Abogado Fiscal. Únicamente Valero,Illescas y Navarro precisaron que el capítulo 22º, donde se afirmaba que Safortesahabía manifestado siempre mala voluntad hacia Roca, contenía verdad. Sólo Valeroafirmó tener por cierto que Safortesa había tratado de desautorizar a Roca en el ejer-cicio de sus atribuciones (cap. 23º), aunque no pudo confirmar, desde luego, el pa-rentesco entre Safortesa y Exaló (cap. 24º).16

El segundo de los grandes ejes de su defensa se hallaba orientado a desmentirsus supuestas desavenencias con el virrey Miguel de Gurrea.17 Aunque en este puntohubiera bastado el testimonio del político aragonés,18 a Roca le preocupaba poderdemostrar que, si en un momento determinado había existido algún roce con el Lu-garteniente General,19 la sintonía –la amistad, incluso– entre ambos había prevaleci-do y era del dominio público. De ahí que nada menos 12 capítulos de la defensa–desde el 9º hasta el 20º– tuvieran como objetivo demostrar tales extremos. En ge-neral, la escritura de descargo trató de establecer que las relaciones entre Gurrea yRoca habían sido muy estrechas y cordiales desde la llegada a la Isla del Virrey pro-

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12 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, f. 24 v.13 Máximo tribunal del Reino de Mallorca hasta la instauración de la Real Audiencia el año 1571.

Josep Juan Vidal, Mallorca en tiempos del Descubrimiento de América, Palma de Mallorca, El Tall Edi-torial, 1991, pp. 79-80.

14 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, f. 23 r.15 APPV. Protocolos de Guillem Ramon Florença, núm. 13.790, pp. s/n.16 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, ff. 30 r-31 r.17 Duran, Les Germanies, p. 272 (n. 40).18 Gurrea había sido repuesto al frente de la Lugartenencia General mallorquina por el rey Carlos I y

no abandonó su cargo hasta la primavera de 1525. Vide Vidal, “El Regne”, p. 24.19 El enfrentamiento entre Gurrea y Roca debió producirse en torno del mes de marzo de 1519. Du-

ran, Les Germanies, pp. 271-272 (n. 40).

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cedente de Barcelona, en una fecha indeterminada que podemos suponer comprendi-da entre septiembre de 1519 y agosto de 1520.20 El Regente frecuentaba el aparta-mento del Virrey, cabalgaba a menudo junto a él e, incluso, había procurado cultivarel favor de la virreina, Dª Aldonza Sánchez de Gurrea.21 Y esto no sólo podrían con-firmarlo los seis testigos convocados por D. Lluís de Cabanyelles. En su declara-ción, Miquel Valero dejó caer que mosén Fernando y mosén Martín de la Cavalleria22

–entre otros– celebraban aquella amistad franca que, tras el levantamiento agerma-nado, había devenido intimidad. Así se desprende de las palabras pronunciadas porValero, Illescas, Cros, Navarro y Crespí. Después del jueves lardero de 1521, lasreuniones comunes en el apartamento de Gurrea menudearon. Virrey y Regente lle-garon a patrullar juntos por Mallorca intentando apaciguar los soliviantados áni-mos.23 Pusieron en riesgo sus vidas en múltiples ocasiones. Unidos consiguieronsortear numerosos peligros e, incluso, obtuvieron alguna victoria moral, como la li-beración del pelaire Jordi Botí –un hombre de confianza de Gurrea– justo cuandoestaba a punto de ser degollado por los agermanados.24 Ningún testigo pudo ratificar,sin embargo, que semejante intimidad hubiese continuado en Ibiza, durante el exiliode ambos magistrados en las Pitiusas.25 Ninguno pudo confirmar tampoco la existen-cia de ciertas cartas de recomendación a favor del Regente enviadas por Gurrea al te-sorero Luis Sanchis Dalmau –una de ellas, por cierto, valiéndose del propio Roca– aun cierto missèr Bordaltra y a los propios hermanos del Virrey.26 Únicamente el ciu-dadano Cros y el notario Crespí reconocieron la letra autógrafa de D. Miguel Gurreaen sendas misivas dirigidas a Jaume Roca. Estas dos epístolas, fechadas en Ibiza el 23de junio de 1521 y el 18 de junio de 1521 respectivamente, podrían ser las menciona-das en la plica de defensa del ex-Regente, aunque no podemos asegurarlo.27

Pero al Dr. Roca no sólo le preocupaba establecer que D. Miguel y él habían sidobuenos amigos. Por encima de esto, le acuciaba esclarecer que, a tenor de las cir-

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20 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, cap. 9º, f. 24 r. Las alusiones de laplica de defensa y de los testigos a los morbers que acompañaban a Roca cuando este subió a presentarsus respetos a Gurrea en alta mar, indican que en Barcelona ya se había declarado el contagio de 1519,cuya cronología es la que acabamos de señalar. Vide José Luis Betrán, La peste en la Barcelona de losAustrias, Lleida, Editorial Milenio, 1996, pp. 122-123.

21 El notario Miquel Valero recordaba, sopant alguna nit ell dit testimoni a[m]b aquell (Roca), comla senyora Vir[r]eyna li enviava presents de coses de menjar. Ibidem, f. 29 r.

22 De las palabras del ciudadano Miquel Valero parece desprenderse que estos dos caballeros arago-neses y él compartieron jornada en alguna de las galeras que participó en la reducción de la revueltaagermanada de Mallorca. Ibidem, f. 29 r.

23 Así sucedió, al parecer, el 8 de febrero de 1521. Ibidem, cap. 12º, f. 29 v.24 Ibidem, ff. 36 v (testimonio de J. Illescas sobre el cap. 13º) y 41 v (t. de J. Cros). Asimismo, Ar-

chivo de la Corona de Aragón (ACA), Real Cancillería, núm. 3.905, ff. 44 v-46 r. Vide Duran, Les Ger-manies, pp. 278-279 (nn. 74 a 76).

25 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, caps. 14º a 17º, ff. 24 r. Según el item17º de su defensa, Roca permaneció en Ibiza durante 8 ó 10 meses antes de partir hacia Zaragoza, lle-gando a celebrar la Navidad en compañía de D. Miguel Gurrea.

26 Ibidem, caps. 18º a 21º, ff. 24 r-24 v.27 Ibidem, ff. 41 v-42 r (t. de J. Cros sobre el cap. 20º) y, 2ª mano, ff. 7 r-8 r (t. de J. Crespí sobre el

mismo cap.).

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cunstancias concurrentes en cada momento, su actitud pública y sus decisiones ha-bían sido las correctas, es decir, respetuosas con la autoridad y la soberanía real. Aello dedicó dos grandes bloques dentro de su estrategia de defensa. En el primero seabordaba su reacción ante la destitución del virrey Gurrea el día 16 de marzo de1521, mientras que el segundo concernía al pulso que el propio Regente sostuvo conlos agermanados el 18 de mayo del mismo año y que a punto estuvo de costarle lavida.28

La destitución de Gurrea y su sustitución por el alcaide del Castillo de Bellver ybaile de la ciudad de Mallorca, Pere de Pachs, es uno de los episodios más conocidosde la Germanía mallorquina. Enarbolando un viejo privilegio o franquicia (1344) dePedro el Ceremonioso que disponía que ningún natural de Aragón, Rosellón o Cerda-ña pudiera ser Gobernador de Mallorca,29 el notario Jaume Romaguera y el zapateroPere Begur –procurador del pueblo y futuro miembro de los Trece, respectivamente–exigieron a los jurados de la ciudad que depusieran al odiado D. Miguel. Los juradosse presentaron en la Almudaina e interrumpieron una audiencia presidida por Gurrea,en la que también se hallaba presente el regente Roca y otros magistrados. Presiona-do por el sonido atronador de los timbales y por el griterío amenazador de un coro demás de 400 hombres armados con espadas, espingardas, alabardas y escopetas, Gu-rrea cedió, dejando en manos de los jurados y de tres juristas –el propio Roca, JoanAndreu y Pere Malferit– la redacción de un documento que diese cumplida cuenta delo acontecido. El acta de suspensión –como no podía ser de otro modo– dejaba claroque Gurrea consentía en abandonar su puesto debido a la coerción y violencia que seejercía sobre él. Pero esta letra, por supuesto, no podía ser entonada por el coro quedirigía Begur. El líder agermanado y el mismo Romaguera exigieron una explícitamención de la franquicia de 1344, ya que su escrupuloso –e interesado– cumplimien-to resultaba incompatible con la continuidad de Gurrea en su cargo.30

Si la versión del Dr. Roca acerca de los sucesos del 16 de marzo31 hubiera sidocorroborada por alguno de los testigos, estaríamos en condiciones de matizar unoshechos sobradamente conocidos. Sin embargo, ninguno confirmó explícitamenteque hubiese sido el pueblo –y no Romaguera o los jurados– quien exigió la destitu-ción de Gurrea, o que el abogado fiscal Pere Joan Safortesa, preso del pánico, hubie-ra sido el responsable de la claudicación de los oficiales reales. Todos –especialmen-te quienes estaban presentes aquel día en la Almudaina: Valero, Cros, Navarro eIllescas–32 coincidieron en afirmar que, si Gurrea y sus consejeros se hubieran nega-

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28 Duran, Les Germanies, pp. 278-296.29 Vidal, “El Regne”, p. 20.30 Duran, Les Germanies, pp. 283-285.31 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, caps. 25º a 32º, ff. 24 v-25 r.32 Entre los detalles aportados por estos cuatro testigos presenciales de los acontecimientos del 16 de

marzo, no queremos pasar por alto la presencia de Valero, Cros y Navarro entre los espectadores del motíny la de Crespí entre el grupo de oficiales que acompañaba al Virrey. Entre los oficiales mencionados, ade-más del propio Gurrea, de Roca y de Safortesa, figuraba el procurador fiscal Francesc Burguès y el notarioJaume Armengol que fue quien levantó el acta de suspensión. Entre los dirigentes agermanados menciona-dos por los testigos, además de Begur, figura el tintorero Jordi Moranta. Ibidem, ff. 32 r (t. de M. Valero),38 r (t. de J. Illescas), 43 r (t. de J. Cros), 46 v (t. de M. Navarro) y 2ª mano, 9 v (t. de J. Crespí).

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do a firmar el acta de suspensión, en aquel mismo instante hubieran perdido la vida.Pero nadie sostuvo –como pretendía la defensa– que el motín hubiese persistido trasel cese del Virrey o que Safortesa hubiera sido el primero de los miembros de la Cu-ria de la Gobernación en desfallecer.33

En lo esencial, no obstante, Roca llevaba razón. Los oficiales reales habían sidointimidados con amenazas de muerte no precisamente vanas, y, desde entonces, estetipo de coerción se había convertido en moneda de curso corriente. La cuarta vérte-bra de la defensa debía, pues, perfilar este crescendo de violencia con absoluta clari-dad. Tres capítulos postreros (33º a 35º)34 y seis iniciales (3º a 8º)35 se ocuparon deello. Valero, Illescas, Cros y Navarro no vacilaron al afirmar que si el Dr. Roca sehubiera negado a firmar el nombramiento de Pere de Pacs como nuevo virrey, elmismo Romaguera hubiera dado la orden de matarlo.36 Pero el notario Joan Crespíobjetó que, en su opinión, antes de arrancarle la vida, los agermanados, sencillamen-te, lo hubieran depuesto.37 Al menos en un punto la coincidencia entre los testigosfue completa: los agermanados nunca cesaron de presionar al Regente a lo largo delos dos meses comprendidos entre el 16 de marzo y el 18 de mayo de 1521.

Las Informacions judicials estudiadas por Eulàlia Duran y el testimonio del mer-cader Pere Torres coinciden en señalar que el nombramiento o revocación de pro-hombres –sobreposats– de los oficios por parte del Regente desencadenó una enor-me tensión entre este y los agermanados.38 Sin embargo, la discrepancia entre itertumultuum que culminó, la mañana del 18 de mayo de 1521, con el sitio de la Torredel Ángel, resulta ser prácticamente absoluta cuando contrastamos la versión recogi-da por la historiadora catalana y los items 3º a 8º de la defensa del ex-regente JaumeRoca. Según la versión de la que se hace eco Eulàlia Duran, la designación de sobre-posats habría desencadenado el asalto contra la Torre del Ángel y el intento de lin-chamiento del Regente. Pero el Dr. Roca y los testigos de su defensa trazan un cua-dro muy distinto de los hechos. Por otra parte, como Valero, Illescas y Crespíacompañaban aquella tarde a Jaume Roca, y la coincidencia entre ellos es plena, elgrado de autenticidad de cuanto allí se narra podría ser, en principio, muy elevado.

Ningún oficial real ignoraba que el lunes siguiente al domingo de Pentecostés, 18de mayo, iba a resultar crucial. Acababan de recibirse ciertas cartas del Emperadorfirmadas el 15 de marzo pasado en las que se conminaba a los mallorquines a laobediencia y se hacían públicos los nombramientos de los nuevos batlles, veguers ysus assessors, así como la designación de Joanot Onís de Santjoan como nuevo vi-rrey en substitución de Pere de Pacs.39 El Regente de la Cancillería y el ProcuradorFiscal, junto con un grupo de oficiales reales entre los que se hallaba el notario y re-

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33 Ibidem, ff. 32 r (t. de M. Valero) y 43 r (t. de J. Cros).34 Ibidem, ff. 25 r-25 v.35 Ibidem, ff. 23 r-23 v.36 Ibidem, ff. 32 v, 38 r-38 v, 43 r-43 v y 47 r.37 Ibidem, 2ª mano, f. 10 r.38 Torres recordaba haber contemplado cómo el nuevo Sobreposat dels Paraires había exigido a Ro-

ca que sentenciase contra el antiguo sobreposat, Antoni Restello, suspendido en sus funciones por elpueblo. Ibidem, 2ª mano, f. 4 r. Vide Duran, Les Germanies, p. 292.

39 Vidal, “El Regne”, p. 20.

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gente del Tribunal de la Gobernación, Joan Crespí, acordaron los pasos a seguir. Ha-cia las 6 de la mañana hora solar, aproximadamente, diversos notarios, escribanos delos distintos tribunales mallorquines, debían abandonar discretamente la capital yencaminarse hacia las villas de la Part Forana –el agro mallorquín– para dar a cono-cer las órdenes del Rey.40 Tras haberse cumplido el margen de una hora concedido alos emisarios para que pudiesen alejarse de Mallorca sin contratiempos, más o me-nos hacia las 7 de la mañana, Roca y Burguès convocaron a los jurados y a los diri-gentes de la Germanía. Éstos, capitaneados por el zapatero Pere Begur y acompaña-dos por el abogado del pueblo missèr Joanot Gual, permanecieron en silencio mientrasse procedía a la lectura de las cartas. Concluida esta, tomó la palabra Gual y dijo

que ells stave[n] p[ro]mtes e aparellats de obehir los reals maname[n]ts, e que no volien p[er]dre labona fama que lo rey don Jua[n], de inmortal memòria, havia fet al dit Regne de Mallorqua en la revo-lució de Catalunya.41

A continuación, los convocados abandonaron el estudio del Regente. Los juradosy el Dr. Gual abandonaron la Almudaina, pero Begur y algunos síndicos y capitanesde los oficios se quedaron dentro.42 Los agermanados comenzaron a proferir gritosque muy pronto se trocaron en actos de violencia. Creyendo que los oficiales realesse hallaban todavía en el entresuelo de la Torre del Ángel, derribaron la puerta deaquella estancia y penetraron en tropel dispuestos a acabar con la vida del Dr. Rocay sus acompañantes. Illescas y Crespí aprovecharon el desconcierto para huir: el pri-mero hacia su casa y el segundo al Monasterio de la Merced.43 El notario Miquel Va-lero no tuvo tanta suerte. Junto con Roca, Burguès, diversos oficiales reales, sus hi-jos y algunos caballeros, quedó confinado en la estancia alta de la Torre del Ángeldesde las 8 de la mañana hasta el anochecer.

La angustia de los sitiados fue inmensa. Durante las primeras 3 horas creyeronque serían asesinados en cualquier momento.44 Los gritos de los atacantes llegaban alos sitiados a través de la puerta. Los ruegos de éstos también era escuchados poraquellos. Pese a las súplicas, ningún alguacil o sacerdote fue autorizado a transponerel cerco. Poco a poco los ánimos se fueron sosegando y la vía de la negociación co-menzó a abrirse camino. Al atardecer ya se había alcanzado un acuerdo. Ahora bien,dado que su resultado difiere tanto de esa ausencia de incidentes que algunas fuentesatribuyen a la elección de Joanot Onís de Sant Joan,45 dejemos que sea el propio Mi-quel Valero quien narre lo sucedido:

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40 Gracias al testimonio de J. Illescas conocemos la identidad de uno de estos escribanos: AntoniJaume. ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, f. 35 r.

41 Ibidem, f. 27 v.42 Entre éstos debía hallarse también el tintorero Jordi Moranta. Ibidem, f. 36 r (t. de J. Illescas).43 Ibidem, f. 35 v (t. de J. Illescas) y, 2ª mano, f. 5 v (t. de J. Crespí).44 Ibidem, f. 28 v (t. de M. Valero).45 Duran, Les Germanies, p. 292.

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E axí, de fet, lo dit Regent, los officials, sos fills, e alguns hòmens de condició, e ell dit testimoni, en-semps a[m]b alguns de la voluntat del Rey n[ost]re senyor, se retraguere[n] a més de devant en una torre quis diu vulgarme[n]t la Torre del Àngel, la qual [e]stà construhida en lo dit Castell, en la qual, lodit Regent tenia pres a mossé[n] Perot de Sent Joan a instància dels de la Germania; en la qual Torre,los dits Regent, e altres qui ha dit dessús, [e]stiguere[n] sitiats p[er] [e]spay de tres hores fins e no a tantque pactejare[n] a[m]b lo dit poble qu’ens donàs lo dit Regent lo dit mossé[n] Perot de Sent Joan,p[er]ò aquell, volent posar en les presons comunes de la dita ciutat, lo qual reffusa[n]t molt de anar fi-nalme[n]t, fonch forçat, a[m]b algunes seguretats que donare[n] al dit magnífich Regent, e p[er] acam-par la vida, liurar-los lo dit mossé[n] Perot de Sent Joan, lo qual, en mig de tota la gent, anant-li al cos-tat lo dit Regent la Canselleria, lo portare[n] a les presons comunes de la dita ciutat, e [e]stigué moltmaravillat ell dit testimoni com aquell dia, lo dit poble, no matare[n] al dit magnífich micer Jaume Ro-qua, regent, a sos fills, e a tots los qui a[m]b ell se retraguere[n].46

El estado de necesidad había quedado probado. También la dignidad –la heroici-dad, incluso– del Dr. Jaume Roca había sido destacada por varios testigos. Pero elhecho de que tuviera preso a Onís de Santjoan a instancia de los Trece y que, de al-guna manera, lo hubiera puesto a los pies de los caballos con su traslado a las prisio-nes comunes ¿beneficiaba o, más bien, podía perjudicar la causa del ex-Regente?Sea como fuere, todavía quedaba por abordar un último cabo de la estrategia defen-siva no exento de aristas afiladas y cortantes: ¿por qué missèr Roca permaneció enMallorca hasta que vio peligrar su vida y la de los suyos? Aunque los últimos cator-ce puntos de la plica de descargo estaban orientados a probar que el Regente no ha-bía podido abandonar su puesto –primero por fidelidad al Rey, segundo por no habersido depuesto por los agermanados y tercero porque, cuando la situación devino in-soportable, las medidas de vigilancia impuestas por los rebeldes lo impidieron– tam-bién pretendían establecer que, tras un primer intento fallido por alcanzar el Castillode Felanitx, Roca y sus hijos habían conseguido penetrar en secreto en una nave ge-novesa que los depositó en Ibiza.47 En realidad, ninguno de los testigos convocadospor el gobernador Cabanyelles dijo saber nada de los planes de fuga de Roca. Todosellos coincidieron en afirmar que abandonar Mallorca era poco menos que imposi-ble debido al férreo cerco de seguridad impuesto por los agermanados. Sus guardiasregistraban hasta las mercancías embarcadas. Así pudieron descubrir el arcón de via-je del notario Joan Crespí y consiguieron abortar su huida.48 Pero, de la fuga del Re-gente, ningún testigo pudo puntualizar algo más que el tremendo revuelo causado enla ciudad de Mallorca por su desaparición.49

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46 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.817, año 1523, 1ª mano, f. 28 r.47 Ibidem (caps. 36º a 49º), ff. 25 v-26 r.48 Ibidem, 2ª mano, f. 10 v.49 Únicamente Crespí dijo haber sabido que Roca pretendía marcharse al Castillo de Palamós. Ibi-

dem, 2ª mano, f. 10 v.

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2. EL EXILIO REALISTA EN VALENCIA Y LA ORGANIZACIÓN DE UNA ARMADA DOBLE BAJO

LAS ÓRDENES DE D. RAMON CARRÓS

Durante los últimos días de julio y primeros de agosto de 1521 tuvieron lugardos gravísimos acontecimientos en Mallorca. El asalto a sangre y fuego del Castillode Bellver fue el primero (29-VII-1521). Entre los refugiados que murieron o fueronejecutados aquel día figuraba el hasta hacía poco virrey interino Pere de Pacs.50 Elsegundo se produjo poco después, cuando un numeroso grupo de agermanados tratóde forzar a los notarios y mercaderes reunidos en la Lonja para que participasen enlos alardes agermanados. En el enfrentamiento resultaron heridas varias personas ymurió el mercader Perot Armengol.51 Ambos sucesos conmovieron a los mallorqui-nes. Missèr Joanot Gual, presente en la Lonja, puso sobre la mesa su renuncia comoabogado del instador Joan Crespí y de los Trece. La dimisión no fue aceptada, pero,de alguna manera, el gesto simboliza la ruptura entre aquella facción de la oligar-quía mallorquina que había contemporizado con la Germanía y los representantesdel pueblo. A partir de entonces, el éxodo de personas y de familias enteras hacia elcampo, y, en muchos casos, hacia el exilio, se convirtió en un hecho tan frecuentecomo preocupante.

Para ponerse a salvo de la coerción y de la violencia, muchos mallorquines opta-ron por refugiarse en Ibiza y Menorca.52 Allí, sin embargo, la situación no era senci-lla, ni resultaba cómoda. A los problemas de alojamiento y provisión de alimentos,se añadía la dificultad para coadyuvar eficazmente al restablecimiento del orden y ala derrota de los agermanados. De ahí que una porción significativa del exilio –yafuera por iniciativa propia, ya a instancias de Miguel Gurrea, ya obedeciendo a Die-go Hurtado de Mendoza, lugarteniente general del Reino de Valencia y del Principa-do de Cataluña– decidiera trasladarse a la Península. Aprovechando la tupida mallade relaciones mercantiles y personales existente entre la capital mallorquina y el Le-vante español,53 unos cuantos artesanos, mercaderes, notarios, ciudadanos y donce-les viajaron hasta Valencia y Barcelona, y comenzaron a organizarse.

El exilio mascarat ha dejado interesantes vestigios documentales en la Valenciadel trienio 1522 a 1524. Ahora no podemos ocuparnos de aquellos asuntos estricta-mente privados o particulares que afectaron a los componentes de la comunidad ma-llorquina en la ciudad del Turia. Nos centraremos en aquellos otros en los que losexiliados actuaron de una manera conjunta y solidaria con la intención explícita deallegar fondos, provisiones, pertrechos, armas y hombres para neutralizar la Germa-nía y colocar la Isla bajo la obediencia del rey Carlos de Habsburgo. El primero delos documentos que hemos conseguido localizar data del 21 de enero de 1522. Se

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50 Vidal, “El Regne”, p. 20.51 Duran, Les Germanies, p. 294.52 Ibidem, p. 295.53 Emilia Salvador Esteban, La economía valenciana en el siglo XVI (comercio de importación), Va-

lencia, Departamento de Historia Moderna, 1972. Onofre Vaquer Bennasar, El comerç marítim de Ma-llorca (1448-1531), Mallorca, El Tall Editorial, 2001.

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trata del reconocimiento de una deuda de 700 ducados de oro contraída por el don-cel mallorquín Pere de Santjoan y el ciudadano ibicenco Melchior Francolí con lafirma del difunto mercader florentino Césare de Barzi, que entonces representaba enValencia su heredero, Constancio de Barzi. La constitución del préstamo, las condi-ciones para su devolución y la indemnidad de los dos actores principales del mismo–Francolí y Santjoan– aparece avalada por un total de 14 exiliados mallorquinesmás, que afirman representar a los caballeros, a los ciudadanos y los acreedores cen-salistas de la consignación mallorquina. Entre ellos figuraban Joanot Gual y el síndi-co de Llucmajor, Gaspar Vidal.54 Sin duda alguna, este protocolo debe hallarse estre-chamente relacionado con otro que data del 8 de febrero de 1521 y que EulàliaDuran halla regestado en los papeles de José Mª Quadrado. El número de gentilhom-bres mallorquines se eleva aquí hasta un total de 24. Ante Francisco Gurrea, hijo delVirrey, todos ellos dieron poderes al procurador Francesc Burguès, al ciudadano An-toni Gual y al doctor en leyes Joan García para organizar la ayuda militar a la ciudadde Alcúdia55 y se comprometieron a aportar un total de 20.000 ducados.56

Desde luego, si se toma en consideración la suma que los 24 firmantes estabandispuestos a reunir, este documento podría constituir una de las piezas principalesdel complejo fenómeno que estudiamos. Ahora bien, apenas nada permite afirmarque aquella iniciativa tuviera éxito. Por el contrario, transcurridos 7 meses, un grupode 57 prominentes exiliados volvía a reunirse en casa del doncel mallorquín RamonSafortesa para tomar decisiones nuevas y transcendentales. Los acuerdos adoptadosel día 4 de septiembre de 1522 fueron básicamente tres. En primer lugar, el propioRamon Safortesa, el ciudadano Miquel Termens57 y el mercader Joan Ribes –mallor-quines todos ellos– fueron designados unánimemente procuradores, síndicos y ecó-nomos de aquel nutrido grupo. Ante un total de 12 testigos valencianos, los exilia-dos quisieron dejar clara su voluntad reppellendi Babiloniam magnam qu[a]e inpr[a]edicta civitate Maioricar[um] floritur, coadyuvando a ponerla de nuevos a lospies del Emperador, tanto por fidelidad a la Corona, cuanto por el derecho que lesasistía a recuperar sus propiedades. En segundo término, se comprometían a reunirhasta un máximo de 10.000 quarters mallorquines de trigo para el aprovisionamien-to de tropas. En este sentido, los síndicos Safortesa, Termens y Ribes quedaron obli-gados a negociar el precio más ventajoso posible, sirviéndose de cualquier interme-diario, y, si fuera menester, de los mismos Jurados, Racional y Síndico de la Ciudad.Por último, los reunidos ofrecieron sus propios bienes como garantía de los gastos arealizar; unos desembolsos que, en cualquier caso, no debían superar los 10.000 du-cados de oro.58

Testimonios de la Germanía de Mallorca 875

54 Este documento fue ratificado y ampliado el mismo día 21 de enero y también el día 24 del mis-mo mes. APPV. Protocolos de Guillem Ramon Florença, núm. 13.790, pp. s/n.

55 Antoni Mayol i Llompart, “La concessió del títol de Ciutat a Alcúdia (1523-1525) i les seves fran-quícies al llarg del segle XVI”, Mayurqa, 25 (1999), pp. 187-196.

56 Duran, Les Germanies, p. 309 (n. 268).57 El año 1522, antes de establecerse en Valencia, Termens había ocupado una de las plazas de regen-

te de los hospitales de Mallorca. APPV. Protocolos de Guillem Ramon Florença, núm. 13.790, pp. s/n. 58 Ibidem.

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Los síndicos se pusieron manos a la obra de inmediato. Entre los días 4 y 10 deseptiembre cerraron varios tratos con el panadero mallorquín Cristòfol Blanquer pa-ra un primer aprovisionamiento de harina.59 Durante los días 11 a 19 del mismo mes,consiguieron que un total de 5 proveedores más recibieran autorización del Baile deValencia para avituallar la armada real en Mallorca y Menorca. Por último, entre el16 y el 19 del mismo mes, un mínimo de 75 mallorquines –algunos de los cuales ha-bían sido firmantes del documento del día 4– obtuvieron permiso para reunirse conlas fuerzas del Rey convenientemente armados y pertrechados.60 Acompañandosiempre a los tres síndicos en todos sus movimientos se hallaba el apotecario y fi-nanciero valenciano Pere Doménech. Las gestiones llevadas a cabo por Doménech–primero como comisionado de Safortesa, Termens y Ribes, y luego como procura-dor de éstos y del propio abogado fiscal Pere Joan Safortesa– fueron extraordina-riamente importantes.61 De aquellos días finales del año 1522 e iniciales de 1523,únicamente parece haberse conservado el testimonio notarial de los desembolsosefectivamente satisfechos por el exilio mascarat, esto es, unas 1.094 libras.62 Ahorabien, la rendición definitiva de cuentas presentada por Doménech ante el notario An-dreu Martí de Pineda el 11 de marzo de 1524, demuestra que los gastos globales as-cendieron a cerca de 4.000 libras.63 Tales sumas, garantizadas con los bienes de losexiliados realistas, habían sido adelantadas por Pere Doménech, por el mercader Je-roni Egual,64 y, posiblemente también, por la firma Burgarini. Aquellas cantidades,en parte, ya se habían abonado, pero otras, sin embargo, todavía se adeudaban en-tonces, y aun debían ser canceladas. Este balance final fue confeccionado bajo elasesoramiento del magnífic Jeroni Dassió,65 y del mercader y prestamista sienés Bat-tista Burgarini.66 Su contenido demuestra que durante el último trimestre del año1522, el exilio realista mallorquín contrajo deudas por un valor aproximado de 3.278libras (83’2 %) con cerca de 50 proveedores y oficiales. Por el contrario, a lo largodel año 1523, la deuda reconocida con unas 6 personas no llegó a rebasar las 662 li-bras (16’8 %).67

Aquella frenética actividad de los mascarats mallorquines durante el último tri-mestre de 1522 tenía un único fin. Los exiliados deseaban armarse y aprovisionarselo mejor y lo más rápidamente posible para poder unirse a las fuerzas de D. MiguelGurrea en Mallorca, entre las que ya se contaba la flota que el comandante Juan de

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59 Ibidem.60 ARV. Bailía, Coses Vedades, núm. 274, ff. 629 v-634 r.61 ARV. Protocolos de Andreu Martí de Pineda, núm. 1.828, ff. s/n.62 Ibidem e Ibidem, núm. 1.829, ff. s/n. 63 ACA. Real Cancillería, núm. 3.905, ff. 88 r-89 r (Carta real. Madrid, 3-III-1525).64 APPV. Protocolos de Guillem Ramon Florença, núm. 12.616, ff. s/n (declaración de Oliver Ter-

mens, hijo de Rafel Termens, el 25-II-1523).65 Catedrático del Estudi General que en aquellos momentos desempeñaba una plaza extraordinaria

como oidor de la Audiencia a causa del procesamiento de los rebeldes agermanados valencianos. TeresaCanet Aparisi, La magistratura valenciana (s. XVI-XVII), Valencia, Departamento de Historia Moderna,1990, p. 155.

66 Sobre Burgarini y, en general, la comunidad italiana en Valencia, vide Emilia Salvador Esteban,“Presencia italiana en la Valencia del siglo XVI”, en Saitabi, 36 (1986), pp. 167-186.

67 ARV. Protocolos de Andreu Martí de Pineda, núm. 1.828, ff. s/n.

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Velasco tenía fondeada en Porto Pí desde el 13 de octubre de 1522.68 En efecto, co-mo averiguaremos gracias a documentos fechados algunos meses después, de Valen-cia partieron, no uno, sino dos contingentes armados o flotas con destino a Mallorca.En realidad, no es posible determinar con exactitud en qué momento preciso lo hi-cieron y, por tanto, si estas dos armadas se unieron al virrey Gurrea y al comandanteJuan de Velasco en octubre de 1522 o, como parece más probable, algún tiempo des-pués. La primera, compuesta básicamente por exiliados realistas de origen mallor-quín y aprovisionada a sus expensas, salió del puerto de Valencia.69 La segunda flota,comandada por el alcaide de Burgía, D. Ramon Carrós de Vilaragut y de Castellví, yfinanciada básicamente por el Real Patrimonio valenciano, partió del puerto de Sa-gunto posiblemente algo después.70 Conocemos la existencia del grupo de tropas ybarcos mallorquines no sólo merced a las licencias para la saca de armas otorgadaspor el Baile, sino también gracias a la última de las disputas documentadas entre Mi-quel Termens, por un lado, y Ramon Safortesa y Joan Ribes, por otro.

Las relaciones entre los tres síndicos y ecónomos del exilio mascarat siemprehabían sido tirantes. La tensión, sin embargo, no afloró abiertamente hasta comien-zos de febrero del año 1523, poco después del regreso de Ribes y Safortesa de Ma-llorca.71 El primer golpe lo asestó Termens. El día 9 de febrero de 1523 se presentóante el notario Guillem Ramon Florença e hizo registrar una protesta formal contralos otros dos triunviros por haber retirado la denuncia que los tres habían presentadoante el tribunal de la Gobernación solicitando el encarcelamiento y procesamientodel sucrer Pau Gilabert, antiguo oficial de la Germanía mallorquina.72 Poco después,el día 13 de febrero, Safortesa y Termens comparecían ante el mismo notario paradeclarar que, como síndicos y ecónomos de los caballeros, gentilhombres, ciudada-nos y, en general, exiliados mallorquines en Valencia, sólo gozaban de poderes paraaprovisionar armadas y de ninguno legal para acusar penalmente a nadie.73 Cierto esque ambos habían aceptado solicitar el interrogatorio de Gilabert por los magistra-dos de la Gobernación, pero cuando supieron que Gilabert se hallaba bajo la protec-ción del virrey Gurrea, desistieron de su intención.74 Lejos de dar por concluida suversión de los hechos en este punto, Ribes y Safortesa comenzaron a sacar todos lostrapos sucios que guardaban en el coleto. El tono contenido del texto notarial no im-pide apreciar la gravedad de lo expuesto en él.

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68 La armada que acudió a socorrer al virrey Gurrea tenía un triple origen: Barcelona, Valencia y Sa-gunto. Resulta muy difícil discernir cuántas naves procedían de cada puerto. Vide Duran, Les Germa-nies, pp. 307, 310 y 340.

69 Los testimonios que hemos reunido aluden a una “primera” y a una “segunda” armada –el uso delordinal sugiere sucesión– y no simplemente a “una” y a “otra” –el uso del adjetivo denotaría simultaneidad.

70 Las fechas que figuran en la documentación notarial y contable sobre la armada real no son signi-ficativas, ya que recogen los días en que se satisficieron las cantidades adeudadas, circunstancia que, enno pocos casos, se produjo entre finales de febrero y finales de marzo de 1523, es decir, mientras las tro-pas realistas luchaban en Mallorca al lado del virrey Gurrea.

71 Aunque la capitulación de la ciudad de Mallorca no se produjo hasta el 7-III-1523 [Duran, LesGermanies, p. 313], es seguro que Ribes y Safortesa se hallaban en Valencia el 14-II-1523.

72 APPV. Protocolos de Guillem Ramon Florença, núm. 12.616, ff. s/n.73 Ibidem.74 ARV. Bailía, Lletres i Privilegis, núm. 1.169, f. 176 v.

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Según los declarantes, Termens se había opuesto de manera contumaz a la adqui-sición de más cereal para la “primera” armada –la mallorquina– de modo que elloshabían tenido que gastar 100 libras de su propio bolsillo para conseguir más trigo.También había impedido que se comprara más pólvora de escopeta que unos escasos4 ó 5 quintales, por lo que Ribes y Safortesa habían tenido que agenciarse otros 9quintales para poder satisfacer así las órdenes de Gurrea. Termens –añadían– no sólohabía sembrado la discordia entre los síndicos, sino que había perjudicado con suactitud la organización de esta primera flota, integrada, al menos, por dos barcos: lanave Vizcaína, en la que había viajado Safortesa, y la carabela de Bernat Coharrasa,en la que Ribes se habría trasladado a Mallorca.75 Termens debió caer enfermo cuan-do supo lo que en su contra había sido registrado. Fue su hijo Oliver quien, el día 25de febrero, compareció ante Florença para defender la gestión de su padre. Su testi-monio ratifica la existencia de este primer contingente armado de mascarats –en elque Termens, al parecer, deseaba ardientemente que su hijo Oliver quedara enrolado,sin ningún éxito, por cierto– y añade nuevos detalles sobre la gestión económica delexilio realista, con el fin de subrayar, en definitiva, que su padre se había comporta-do correcta y fielmente, permaneciendo en Valencia para adquirir más caballos y ar-mas, así como para continuar con la organización de la ofensiva anti-agermanada.76

Pese a la fuerte tensión que se adivina en todas estas declaraciones, parece que, fi-nalmente, la sangre no llegó al río. En el mes de abril de 1523, los tres síndicos–juntos de nuevo– reanudaban el pago de vituallas y servicios para la real armada, y,en marzo de 1524, la dación de cuentas de Pere Doménech –como hemos visto– sellevó a cabo en representación de este mismo triunvirato, sin que quepa vislumbrarseen ella atisbo alguno de antiguas desavenencias.

De la armada real poseíamos cierta información ya gracias a los trabajos deEulàlia Duran y Josep Juan Vidal.77 Las naves que la compusieron, su contingente,sus pertrechos y los gastos ocasionados constan en dos fuentes distintas: los regis-tros contables del Maestre Racional de Valencia y los protocolos del notario JeroniAlceruch.78 Analizado este conjunto documental, el primer aspecto destacable es lasemejanza entre las cantidades aportadas por el exilio mascarat (alrededor de 4.000libras) y por el Real Patrimonio valenciano (3.442 libras) para la reducción de la islade Mallorca. De estas 3.442 libras, 2.573 (74’8 %) se destinaron al pago de unamensualidad completa a un total de 526 oficiales e infantes.79 Aunque el Emperadorhabía ordenado reunir un total de mil hombres, los capitanes Andrés Sedano, Juan

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75 APPV. Protocolos de Guillem Ramon Florença, núm. 12.616, ff. s/n.76 Ibidem. 77 Duran, Les Germanies, p. 310. Josep Juan Vidal, Un estudio acerca de las Germanías de Mallor-

ca, Valencia, Tesis de Licenciatura inédita, Facultad de Filosofía y Letras, 1972.78 ARV. Maestre Racional, núm. 8.848, ff. 462 v-502 v. APPV. Protocolos de Jeroni Alceruch, núm.

21.266, ff. s/n.79 Dentro de la estructura de mando de la armada se hallaba, por una parte, el capitán y gobernador

Ramon Carrós del que directamente dependían un maestre de campo (Tristán Duarte), un sargento ma-yor (D. Ramón Lladró), un barrichelo (Mariano de Milán), 6 soldados (4 de ellos donceles) y 4 capita-nes. Bajo las órdenes de estos 4 capitanes había un total de 4 alféreces, 4 cancilleres, 3 sargentos, 8atambores, 83 escopeteros y 420 alabarderos y piqueros.

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Pérez de Marquina, Fernando de Aguilera y D. Alonso Enríquez no consiguieronalistar finalmente más que este medio millar de soldados. Para evitar incidentes gra-ves, los soldados habían sido acantonados en el puerto de Sagunto y colocados du-rante un total de 22 días bajo la no tan férrea jurisdicción militar del alguacil realfrey Lluís Pelegrí, comendador de la Orden de Montesa.80 El acopio de alimentos,botas de vino y agua, sarrias, madera y demás fue encomendado a un total de 16proveedores. El coste de las vituallas se elevó a un total de 569 libras (16’5 %). Parael transporte de los soldados a Mallorca fueron contratadas 2 naves: la Rentería–también conocida como Marieta– patroneada por Juan de Arrieta y Martín Tolosa,y la carabela de mosén Miquel Benet Gualbes, patroneada por catalán BaltasarBlanch, vecino de Sant Feliu. Ambos navíos se hallaban fondeados en el puerto deAlicante, de modo que fue necesario enviar alguaciles para dar la orden de trasladoal puerto de Sagunto. Aunque el Real Patrimonio no parece haber pagado más alláde 211 libras (6’1 %) por estos dos barcos, todo indica que esta cifra no representósino un adelanto sobre la suma total a satisfacer.81 Es probable, incluso, que hubieraalguna nave más en Sagunto a disposición de Carrós, como el bergantín del patrónmallorquín Francesc Prats o la Bayona del catalán Antoni Sastre.82 Por último, todauna serie de gastos menores –contabilidad, correos, etc.– supusieron el desembolsode otras 88 libras más (2’6 %).

3. LOS EMBAJADORES DE JOANOT COLOM Y LA REDUCCIÓN MILITAR DE MALLORCA A

TRAVÉS DE NUEVOS TESTIMONIOS DEL EXILIO NO AGERMANADO EN VALENCIA

No todos los exiliados pertenecían a la elite mallorquina. En Valencia tambiénhubo artesanos no comprometidos con la Germanía, o, cuanto menos, no hasta susúltimas consecuencias. Su presencia no parece anecdótica. Que entre los trece testi-gos convocados por el gobernador Cabanyelles para declarar contra varios agerma-nados mallorquines hubiera nueve artesanos, además de manifestación de una ciertaneutralidad procesal, podría ser un buen indicio de lo dicho.83 Los testimonios fue-ron recogidos entre los días 7 y 17 de diciembre de 1522, cumpliendo una real ordendada en Valladolid el 28 de noviembre del mismo año.84 El Emperador había urgido

Testimonios de la Germanía de Mallorca 879

80 Hubo un motín y una fuga de varios soldados hacia el interior del Valle del Palancia, del que sedio cumplida noticia al duque de Segorbe. ARV. Maestre Racional, núm. 8.848, f. 494 v.

81 El contrato por un mes completo de servicio de estas dos naves había quedado cifrado en 170 du-cados de oro en ambos casos. APPV. Protocolos de Jeroni Alceruch, núm. 21.266, ff. s/n.

82 ARV. Bailía, Lletres i Privilegis, núm. 1.169, ff. 175 r-176 v.83 Los testigos convocados fueron 6 pelaires (Jaume Picornell, Rafel Nadal, Guillem Perelló, Jaume

Soler, Martí Faria, de Muro, Miquel Pellicer, de Manacor), 2 notarios (Antoni Valero y Pere Antich), 1labrador (Antoni Antich, de Sineu), 1 zapatero (Jaume Gibert, de Inca), 1 tejedor de mantas (Joan Ar-nau), 1 vihuelista o guitarrista (Joan Ferrer) y 1 jurista (Pere Joan Safortesa). Entre ellos había 3 viejosconocidos nuestros: missèr Safortesa, el tejedor de mantas Joan Arnau, uno de los firmantes de la desig-nación del triunvirato Ribes-Termens-Safortesa (4-IX-1522) y el pelaire-mercader Jaume Picornell, pro-veedor del campo real en Mallorca (11-XI-1522).

84 ARV. Gobernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, f. 454 r.

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a D. Lluís de Cabanyelles a reunir pruebas testificales contra Pau Casesnoves,85 Gui-llem Colom y Antoni Tomás alias Tirich, encarcelados tras haber partido de Sóllercon destino a Barcelona el 20 de junio pasado.86 Su condición de embajadores de laGermanía no les había servido de protección.87 Antes al contrario, Carlos I estabadispuesto a dar un escarmiento con los tres,88 y con todos aquellos contra quienespudieran obtenerse cargos.89 Lo demuestran un listado de 27 capítulos –compañerosinseparables de aquella epístola– a través de los cuales se pretendía determinar laresponsabilidad de los tres acusados en hechos de la mayor gravedad y concretar,por último, el papel desempeñado por missèr Jordi Miquel Alber,90 abogado fiscalpromovido por el pueblo en substitución de Pere Joan Safortesa. Sólo dos de loscomparecientes respondieron a las 27 cuestiones: el pelaire Rafel Nadal y el notarioPere Antich. Las restantes declaraciones son parciales, aunque, en general, abordanbloques más o menos recurrentes formados por los items 1º a 7º ó 9º –sobre la actua-ción de los Colom–, el 13º –asalto al castillo de Bellver–, 15º a 19º –proceder de Ca-sesnoves– y 21º a 22º –los hechos de Antoni Tomás.

Pese a que la figura del instador Joanot Colom no era el objeto principal del inte-rrogatorio, dada su condición de máximo dirigente de la Germanía desde fines de1521, dado su parentesco con el acusado Guillem Colom y también su estrechísimarelación personal e ideológica con Pau Casesnoves, no resulta extraño que sea él unode los principales actores del drama narrado a coro por los trece testigos. Gran partede lo declarado es perfectamente conocido: la deposición y muerte de Joanot Crespí,la tiranía de los Colom, la marginación política experimentada por los Trece a partirde septiembre de 1521, el enfrentamiento de Joanot Colom y Pau Casesnoves conlos oficios de la ciudad de Mallorca, su apoyo a la causa de los labradores de la PartForana, la aplicación a rajatabla de la sentencia arbitral de 1512, la luición espasmó-dica de la deuda censal, etc.91 Las vivencias de los declarantes marcan, sin embargo,ciertos hitos que entendemos cruciales para el desarrollo ulterior de la Germanía yque no siempre coinciden con el ritmo de la historiografía.

Uno de los acontecimientos de mayor relieve para nuestros testigos fue el conse-

880 Pablo Pérez García - Sergio Urzainqui Sánchez

85 Jaume Serra i Barceló, Pau Casesnoves i les Germanies a Inca, Mallorca, Papers de l’Institutd’Ensenyament Secundari Pau Casesnoves, 2001.

86 Duran, Les Germanies, p. 308.87 Jaume Serra i Barceló, “El bandolerisme mallorquí post-agermanat”, en Mayurqa, 26 (2000),

p. 79.88 Los tres, en efecto, serían ejecutados: Casesnoves en la Corte, y Colom y Tomás en Mallorca. Du-

rán, Les Germanies, pp. 335 (n. 117), 340 y 345.89 De hecho, la real misiva ordenaba indagar si entre los mallorquines presentes en Valencia había

quien supiera de las andanzas de Pere Tarrasa y su hijo Guillem –ambos de las Farçes de Binissalem–,del zapatero Martí menorquí, de un tal Marronxo o Morranxo de Llucmajor, pastor que había sido delasesinado doncel Salvador Sureda, y de Guillem Sastre. Las pesquisas resultaron infructuosas. ARV. Go-bernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, f. 484 v.

90 Duran, Les Germanies, p. 302. Gracias a missèr Safortesa sabemos que Jordi Miquel Alber,acompañado por el abogado Joan Andreu, viajó a Valencia y se entrevistó con él. Safortesa lamentó vi-vamente el proceder de Alber en la sentencia contra el joven Salvador Sureda. ARV. Gobernación,Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, f. 482 r.

91 Duran, Les Germanies, pp. 295-297.

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jo general de la Part Forana convocado en la villa de Sineu a comienzos de septiem-bre de 1521.92 El zapatero de Inca Jaume Gibert estuvo presente en aquella reuniónjunto con un paisano suyo llamado Trobat. El notario Pere Antich también fue testi-go presencial de los hechos. Había acudido a Sineu acompañado de Antoni Remiro,escribano de la Casa del Sindicat, que, ante el cariz de los acontecimientos, habíapreferido poner tierra de por medio antes de celebrarse el consell. El pelaire RafelNadal había oído hablar de lo sucedido a su suegro, electo por las villas de Andratxy Estallencs para la reunión de Sineu. Lo mismo sucedía con el pelaire de Muro,Martí Faria, quien conocía todos los detalles por su paisano Jaume Sofres. Los testi-gos difieren a la hora de repartir las responsabilidades. Para Antich y Faria el mayorculpable de lo acontecido en Sineu había sido Pau Casesnoves. Nadal y Gibert, sinembargo, apuntaban hacia el propio Joanot Crespí, hacia Joanot Colom y Pau Cases-noves, e, incluso, hacia Antoni Tomás que, según Gibert, habría llegado a Sineu con200 hombres armados procedentes de Llucmajor.93 A pesar de las discrepancias, loscuatro coinciden en un aspecto esencial: el consell de Sineu ni era favorable a laGermanía, ni partidario de abordar el espinoso asunto de la quitación de la abruma-dora deuda censal bajo la presión de las armas. Si los dirigentes agermanados no hu-bieran presionado a los síndicos y electos, si no hubieran arremetido contra los másrenuentes y, finalmente, si no hubieran reventado el consell de Sineu con una mezclade argucia formal y de coerción, jamás hubieran conseguido la adhesión de la PartForana a la Germanía.94

Para algún que otro testigo más, los sucesos de la noche del 24 de enero de 1522,conducidos prudentemente, también podrían haber supuesto el fin de la Germanía.Eso pensaban al menos el pelaire Jaume Picornell y el notario Antich. Las autorida-des habían conseguido detener y procesar a siete cabecillas de la Germanía que sehabían distinguido por su encono y crueldad en el saco del castillo de Bellver (29-VII-1521) y en el motín contra los mercaderes y notarios de la Lonja (primeros días-VIII-1521). Contaban, además, con el apoyo de los oficios de la ciudad, cuya ruptu-ra con Joanot Colom se había consumado ya.95 Únicamente restaba prender a loshermanos Colom y ponerlos a disposición del verdugo. Probablemente el regente dela Cancillería y gobernador en funciones Berenguer Esbert confiaba en que missèrAlber actuara responsablemente, pero el abogado fiscal del pueblo, a última hora, sevolvió atrás y los hermanos Colom salvaron la vida.96 Conozcamos el juicio de An-tich sobre lo sucedido:

e lo dit micer Alber, qui ja era contrari, refusà, e no anà a pendre dits Coloms, los quals, si fossen statspresos e sentenciats, creu ell dit testimoni que no’s foren seguits los mals que se són seguts enMallorqua.97

Testimonios de la Germanía de Mallorca 881

92 Ibidem, p. 295. 93 ARV. Gobernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, ff. 469 v-470 r.94 Ibidem, ff. 461 v-462 r (t. de R. Nadal), f. 472 r (t. de M. Faria) y f. 477 v (t. de P. Antich).95 Ibidem, f. 459 r (t. de J. Picornell).96 Para E. Duran, las ejecuciones ordenadas por Esbert habrían constituido un “intento contrarrevo-

lucionario” en toda regla que pudo ser neutralizado gracias a missèr Alber. Les Germanies, p. 302.97 ARV. Gobernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, ff. 477 r y 478 r.

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La violencia y la crueldad con que se habían conducido los agermanados mallor-quines es otro de los grandes leitmotiv de los testimonios. En este sentido, los Co-lom aparecen como consumados maestros en el arte de la tortura y de la guerra psi-cológica. Para doblegar la voluntad de algunos caballeros como mosén Gual ymissèr Safortesa, no habían dudado en confinar a sus esposas e hijos en sus propiosdomicilios, en hacerles pagar las guardias que los custodiaban y –tras largas sema-nas de prisión– en asesinarlos despiadadamente, cortándoles la garganta.98 Con todo,no era este el asunto que más inquietaba a los fiscales, sino más bien lo sucedidocon el joven Salvador Sureda, hijo de Pau Sureda, batle de la ciudad de Mallorca elaño 1522. El asunto revestía la mayor gravedad, puesto que, en esta ocasión, no ha-bían sido los agermanados, sino los oficiales reales –bien que designados por laGermanía– los responsables de una ejecución a todas luces ilegal e injusta. Entre losexiliados mallorquines en Valencia era del dominio público que missèr Alber habíasido el responsable del ahogamiento de este joven gentilhombre de unos 18 ó 19años a comienzos del año 1522.99 Pere Antich, sin embargo, había estado refugiadoen la catedral de Mallorca con el joven Sureda y decía saber muy bien que, tras unintento frustrado de fuga, este había sido capturado y ejecutado tras un proceso gro-tesco instado por las autoridades pro-agermanadas: el gobernador Pere Joan Albertí,su lugarteniente Antoni de Verí y el abogado fiscal Jordi Miquel Alber.100 Pere JoanSafortesa manifestó exactamente la misma versión de los hechos, aunque con unadiferencia sustancial y, a la postre, definitivamente incriminatoria: había sido el pro-pio missèr Alber quien le había confesado, casi entre sollozos, su participación entan monstruoso crimen.101

Difícilmente iba a poder excusarse Alber con las amenazas recibidas de los Co-lom o de Casesnoves. Las declaraciones de los pelaires Rafel Nadal y Miquel Pelli-cer –este último, natural de Manacor– apuntaban hacia Alber y hacia un tal mosénTogores, no como marionetas de los agermanados, sino como responsables y hastadirigentes de la Germanía. Por boca del batle de Manacor, Francesc Andreu, pudoaveriguar Nadal que Alber y Togores habían ordenado a los soldados que los acom-pañaban acabar con la resistencia realista de Manacor. El abogado fiscal no cejó ensu empeño hasta que los sitiados en la iglesia de la villa se rindieron. Pellicer, por suparte, había sido testigo de los hechos. Pudo precisar, pues, que, durante el asalto ala parroquia, la guardia de Alber acabó con la vida de tres miembros de la familiaBallester –los donceles Miquel, Pere y Joan– y dio muerte también a un tal Sansalonio Santaloni.102

Pero missèr Alber no era el principal acusado, sino los tres embajadores agerma-nados Guillem Colom, Pau Casesnoves y Antoni Tomás. De una manera u otra, con-

882 Pablo Pérez García - Sergio Urzainqui Sánchez

98 Ibidem, f. 458 v (t. de J. Picornell) y f. 461 r (t. de R. Nadal). El asesinato de la esposa y de loshijos de missèr Safortesa es mencionado en otro proceso: vide ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.473,año 1522, 19ª mano, f . 311 r (t. de J. Frígola).

99 ARV. Gobernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, f. 463 r (t. de R. Nadal).100 Ibidem, f. 479 r.101 Ibidem, ff. 482 r-482 v.102 Ibidem, ff. 463 v (t. de R. Nadal) y 484 r-484 v (t. de M. Pellicer).

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tra todos ellos declararon los trece testigos. Ahora bien, contra Tomás, alias Tirich,sólo siete –Nadal, Perelló, Gibert, Valero, Antich, Soler y Safortesa– aportaron datosconcretos. Gracias a Pere Antich averiguamos que Tomás era suegro del notario Mi-quel Puig y que había conseguido ascender a la sindicatura de Llucmajor y de todala Part Forana gracias a la huida del síndico Gaspar Vidal y al apoyo explícito dePau Casesnoves y Antoni Ferrer.103 Tomás había destacado muy pronto por sus dotescomo organizador: había sido muy eficaz requisando todo tipo de armas entre la po-blación –especialmente escopetas–, había sabido dirigir diligentemente la milicia deLlucmajor y había protagonizado varias de las jornadas del asedio a la Alcúdia.104

De su compromiso político con la Germanía da cumplida cuenta el notario AntoniValero. No en vano, en su calidad de escribano del Real Patrimonio de la ciudad deMallorca y en compañía del oficial Gaspar Sala, había tenido que enfrentarse con eldecidido Tirich. Este no sólo había impedido que se publicaran en Llucmajor las car-tas reales en las que se conminaba a abandonar la sedición, sino que había ordenadoprender a Sala. Únicamente cuando el batle de la villa se lo aconsejó, Tomás moderósu actitud y ordenó excarcelar al oficial.105

El retrato que de Guillem Colom trazan los trece testigos mallorquines temporal-mente residentes en Valencia es muy semejante. Toda una variada gama de detallescontribuye, sin embargo, a hacer su figura algo más insidiosa que la de su compañe-ro de embajada. Hacia finales de 1521, Guillem Colom había logrado ascender des-de la condición de simple miembro de la milicia de la parroquia de Santa Eulàlia–cinquantener– hasta la de capitán gracias al apoyo de sus primos Joanot y Fran-cesc.106 Los hermanos Colom tenían mucho que agradecerle. No en vano, Rafel Na-dal le consideraba uno de los principales instigadores de la caída y muerte de JoanotCrespí.107 Durante las elecciones locales celebradas el 20 de diciembre de 1521 fueelegido conseller,108 pero tuvo que renunciar de inmediato a su cargo por incompati-bilidad, ya que era deudor de la ciudad.109 Pero sus parientes no estaban dispuestos aconsentir tamaña afrenta. Días después presentaron una acusación formal comomascarat contra el pelaire Bertomeu Osona, le despojaron violentamente de sus in-signias y se las entregaron a su primo.110 Al igual que Tomás, durante el primer se-mestre de 1522 Guillem Colom compatibilizó sus responsabilidades políticas –jura-do de Mallorca y líder de la Germanía– con sus obligaciones militares. Dirigió lamilicia de Santa Eulàlia con mano de hierro e intervino en diferentes ocasiones en elcerco de Alcúdia, antes de abandonar la Isla en calidad de embajador de la Germa-nía.111

Testimonios de la Germanía de Mallorca 883

103 Ibidem, f. 478 v.104 Ibidem, ff. 480 v (t. de J. Soler) y 481 r-481 v (t. de P. J. Safortesa).105 Ibidem, f. 473 v.106 Ibidem, ff. 460 r (t. de R. Nadal) y 467 v (t. de P. Antich).107 Ibidem, f. 460 r.108 Duran, Les Germanies, p. 301.109 ARV. Gobernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, f. 476 r (t. de P. Antich).110 Ibidem, ff. 460 v-bis (t. de R. Nadal), 465 r (t. de G. Perelló), 476 r (t. de P. Antich), 480 v (t. de J.

Soler).111 Ibidem, ff. 480 r-480 v (t. de J. Soler) y 482 v-483 r (t. de J. Ferrer).

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Como vemos, Antoni Tomás y Guillem Colom no eran ese tipo de hombres sinbiografía que –a decir de Montesquieu– toda gran conmoción social empuja a la pri-mera fila de la Historia. Antes al contrario, ambos habían sido personajes destacadosdentro de su propio ámbito mucho antes del estallido del conflicto agermanado. Enla persona de Pau Casesnoves se cumple exactamente el mismo rasgo, aunque deuna manera superlativa. No en vano, él mismo –como síndico de los llamados fo-rans– y Joanot Gual –como procurador de la ciudad de Mallorca– habían pactado elacuerdo fiscal que Fernando el Católico sancionaría a través de la sentencia arbitralde 1512.112 De aquel pacto –y de sus causas remotas, es decir, de la llamada revueltaforánea (1450-52)–113 apenas quedaba sino un papel muy mojado a comienzos de latercera década del siglo XVI. Muchos ciudadanos de la capital habían adquirido pre-dios rurales por toda Mallorca y, alegando privilegios y exenciones –els drets– explí-citamente privados de vigencia por el texto de 1512, habían vuelto a desequilibrar encontra del campesinado la pesada carga fiscal y financiera que la Isla soportaba.114

Así pues, que Casesnoves y Joanot Colom denominasen “santa” a la quitación de loscensales no tiene, en absoluto, nada de extraño. Y mucho menos lo es que la políticaatropelladamente amortizadora de la deuda censal emprendida por la Germanía apartir de noviembre de 1521 tuviera tanto eco en toda la Mallorca rural.115 Tampoconos debe asombrar que los dirigentes agermanados convirtiesen cada uno de los qui-tamientos en un espectáculo público: la cantidad amortizada era anotada en un grantablón de madera que se exhibía por toda la ciudad entre cánticos y bailes de regoci-jo de la comparsa.116

El protagonismo de Casesnoves dentro de las expeditivas reformas financieras yfiscales emprendidas por la Germanía queda perfectamente perfilado a través de lasdeclaraciones de Pere Antich, Rafel Nadal, Jaume Gibert, Guillem Perelló, JaumeSoler y Joan Arnau. Según este último, en octubre de 1521 Casesnoves se había pre-sentado en casa de su padre, el jurado Arnau, y le había pedido su apoyo dentro delConsell para poder aplicar la sentencia arbitral de 1512. Ante la perplejidad mani-festada por el munícipe, Casesnoves

tragué hun p[er]gamí gra[n] scrit, lo qual, dix, havia pres de la casa del Sindicat dels Pagesos, e queallò era la sentència. Y lo dit Casesnoves legí aq[ue]lla, dona[n]t a entendre que ells ho podien fer dellevar los drets. E lo pare dell dit testimoni, jurat, respós e dix: guardau que aqueixa sentència nos sténal que vos dieu! veritat és que lo rey don Ferrando la donà p[er] una qüestió que era entre los hòme[n]sde bé y la Part Forana! E lo dit Casesnoves respós e dix que ans era bé donada p[er]què’s poguessenllevar los drets. E vehent lo dit Casesnoves que lo dit jurat li contradia que nos podia fer lo que ell deya,aq[ue]ll dit Casesnoves dix: mirau no us iactau en torn, que si nos fa p[er] grat, p[er] força se haurà defer, y veureu demà tota la terra en armes.117

884 Pablo Pérez García - Sergio Urzainqui Sánchez

112 Duran, Les Germanies, p. 102.113 Eduardo Pascual Ramos, “Consideraciones sobre la revuelta foránea de Mallorca (1450-52) y las

insurrecciones campesinas en la Península durante la segunda mitad del XV”, en Mayurqua, 28 (2002),pp. 271-285.

114 Josep Juan Vidal, “La problemática de los censales: su incidencia en las Germanías (1521-1523)”, en Mayurqua, 13 (1975), pp. 101-158.

115 Duran, Les Germanies, pp. 298-299.116 Ibidem, p. 291.117 ARV. Gobernación, Litium, núm. 3.473, año 1522, 20ª mano, ff. 475 r-475 v.

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Ahora bien, más allá incluso de su traición a la Corona, los fiscales estaban inte-resados en sobrepujar los ya de por sí gravísimos cargos contra Casesnoves conotros no menos enormes por herejía. De ahí que sean muchos los testigos –Antich,Faria, Gibert, Nadal, Picornell– concordes en el hecho de que Joanot Colom y PauCasesnoves solían “sermonear” a su auditorio, compuesto de labradores y campesi-nos por lo general. Podría pensarse que el uso de este verbo por parte de los de-clarantes no pasaba de ser algo puramente metafórico. Sin embargo, dos detalles demuestran que detrás de la expresión se escondían indicios verosímiles de hetero-doxia religiosa. El zapatero de Inca Jaume Gibert y el notario Pere Antich informa-ron a D. Lluís de Cabanyelles del primero. Ambos coincidieron en señalar que Ca-sesnoves y Colom, al exaltar el carácter “sacro” que atribuían a la quitación –la“santa quitación”– habían comparado a Cristo con la piel de los tambores que en aquelmomento sonaban cadenciosamente y su Pasión con el cordaje del instrumento.118

El segundo hecho queda ilustrado por el testimonio del notario Antich. Tras habersedescubierto los cadáveres de los siete agermanados ajusticiados por orden de missèrEsbert la noche del 24 de enero de 1522 –dijo Antich– “Casesnoves era pugat en lopedrís de Sent Andreu e havia predicat a molt poble qui era allí present, prenentp[er] thema dispone Domine qui a morietis et no[n] vives”.119

Predicador laico, rebelde y hereje... demasiados cargos para que Casesnoves pu-diera escapar con vida del proceso que se le había abierto nada más presentarse anteel Emperador.

Aproximadamente un mes antes de que estos trece testigos mallorquines compa-recieran ante el tribunal de la Gobernación, otras tres personas habían prestado de-claración ante Cabanyelles bajo juramento, como era preceptivo. El 13 de noviembrede 1522, un mallorquín –el mercader Joan Frígola–, un valenciano –el platero GasparGarcia– y un genovés natural de Saona –Francesco Nazell o Nazello– dejaron cons-tancia de todo cuanto habían visto y oído en Mallorca desde el momento de produ-cirse la arribada de la escuadra real a Porto Pí (13-X-1522) hasta el instante mismoen que los tres decidieron abandonar la Isla ante el cariz que tomaban los aconteci-mientos. Nada estaba decidido entonces y todo era aún muy incierto. Los combatespara reducir Mallorca a la obediencia del Rey continuaban y todavía se prolongaríanhasta el 7 de marzo de 1523.120 El dramatismo de las escenas contempladas perdura-ba con toda su intensidad en la memoria del platero Garcia:

e creu ell, dit testimoni, e té p[er] cert que, si a les dites coses no s’[h]i dona remey, e no [h]y proveheixsa Magestat, que no [h]y restarà ninguna dona de bé, ni de aq[ue]lls qui són en la armada del Vir[r]ey,que no la maten, e los infants.121

No parece que ninguno de estos tres testigos estuviera involucrado con el grupo deexiliados mallorquines que se había enrolado en Valencia para reforzar la armada

Testimonios de la Germanía de Mallorca 885

118 Ibidem, ff. 470 r-470 v (t. de J. Gibert) y 478 r (t. de P. Antich).119 Ibidem, ff. 477 v-478 r.120 Duran, Les Germanies, p. 313.121 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.473, año 1522, 17ª mano, f. 314 r.

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de D. Ramón Carrós. Más aun, fuera cual fuese el motivo que los había llevado a laIsla, no parece que ninguno de ellos haya estado involucrado en los hechos que serelatan.

El hilo de los acontecimientos comienza con la llegada de la armada real a PortoPí. Sobre su composición, será Nazell el más preciso de todos los testigos: 14 barcos–entre naves y navíos–, 4 galeras y 1 fusta de veintidós.122 Nada más avistarse la flo-ta, todos los dirigentes políticos de la ciudad se reunieron en la Lonja. Desde allí elgobernador Pere Joan Albertí, los hermanos Joanot y Francesc Colom, los jurados ylos electos podían contemplar lo que sucedía y discutir las medidas a adoptar. Loscongregados estaban convencidos de que se trataba de la flota armada y compuestapor mascarats procedentes de Valencia y Barcelona.123 La comunicación entre el ca-pitán Velasco y los agermanados se inició a gritos. Desde el puente de la galera capi-tana exigió D. Juan poder hablar con algún responsable, mientras se le respondía–dando voces también– que pronto se le enviaría un embajador. El elegido fue un talMiquel Guerau.124 Guerau subió a la nave y supuestamente leyó las cartas del Reyque portaba Velasco. Antes de abandonar la nave, D. Miguel Gurrea –que estaba pre-sente– y Guerau se enzarzaron en una agria discusión. Si aquello fue el resultado dela imprudencia del Virrey o de la ingeniosa habilidad del embajador agermanado pa-ra no verse obligado a reconocer la autoridad de los capitanes del Rey, nuestros testi-gos no se pronuncian. Sea como fuere, tras el desembarco de Guerau el muelle co-menzó a hervir y estalló en una pura algarada.

Tras haber informado, Albertí, Colom y los restantes dirigentes decidieron en-viar una segunda embajada. Aunque nuestros declarantes sólo mencionan a Guerauy al mercader Bertomeu Ventallol, Eulàlia Duran precisa que el apotecario Joan Oli-ver y los pelaires Bertomeu Reiés y Joanot Ferrer también formaban parte de la mis-ma.125 Los emisarios dejaron claro que Mallorca no reconocía la autoridad del virreyGurrea ni estaba dispuesta a permitir desembarco ninguno. Sin embargo, se mostra-ron de acuerdo en acompañar al Veedor de las Galeras del Rey a la Lonja para quepudiera entrevistarse con el gobernador Albertí.126 Nada firme, salvo la posibilidadde colocar banderas blancas en las galeras y en la ciudad para asegurar la integridadfísica de los emisarios, resultó de aquel parlamento.127 Dada la inviabilidad del de-sembarco, el comandante Velasco decidió abandonar Porto Pí esa misma noche paraevitar ser bombardeado. La armada viajó unas 12 leguas y recaló en la Punta Sa Porrasa. Varios hombres bajaron a tierra para conseguir agua y comida, pero fueronatacados por pastores de Andratx. En esta refriega murieron diez o doce hombres deVelasco.128

886 Pablo Pérez García - Sergio Urzainqui Sánchez

122 Ibidem, f. 311 v.123 Ibidem, f. 309 r (t. de J. Frígola).124 Duran, Les Germanies, p. 310.125 Ibidem, p. 310.126 Ibidem, p. 311. Vidal, “El Regne”, p. 21. ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.473, año 1522, 17ª

mano, f. 313 v (t. de G. Garcia).127 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.473, año 1522, 17ª mano, f. 310 r (t. de J. Frígola).128 Ibidem, ff. 312 r (t. de F. Nazell) y 313 r (t. de G. Garcia).

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Finalmente, la armada pudo alcanzar Alcúdia, la única población mallorquinaque permanecía fiel a la Corona. Desde allí pudo organizar Gurrea una ofensiva a lavez política y militar cuyo primer gran objetivo fue la villa de Pollença. Los cruen-tos sucesos de la toma de Pollença por las fuerzas realistas (29-X-1522) son narra-dos de muy distinta manera por nuestros tres testigos.129 Gaspar Garcia afirmó, enefecto, que Gurrea había hecho sentenciar a unos cuantos agermanados. Sin embar-go, consideraba un rumor malintencionado que el Virrey hubiera hecho ajusticiar ados sacerdotes y permitido el asesinato de muchas mujeres y niños.130 También Frí-gola había oído decir que en Pollença habían muerto muchas mujeres y niños dentrode una iglesia, pero creía que habían perecido asfixiados a causa del humo.131 Mu-cho más trágico era lo que había escuchado contar Nazell. Según la versión que co-nocía, el Virrey había dado Pollença a saco y sus soldados habían asesinado a másde 500 de sus habitantes, incluyendo mujeres y niños refugiados dentro de la parro-quia.132 Al día siguiente comenzó el sitio de Sa Pobla que cayó pocas horas después,la fiesta de Todos los Santos de 1522. La batalla de Sa Pobla –si concedemos créditoa lo dicho por Nazell– debió ser sencillamente descomunal:

los del poble de Mallorqua ixquere[n] a[m]b tres o quatre milia hòme[n]s, e lo dit don Miguel a[m]bdos milia hòmens envestí a la dita gent del poble e rompé aq[ue]lls, en la qual batalla morire[n] p[ro]pde mil p[er]sones de una p[ar]t y de altra.133

Los agermanados no tardaron en vengar la matanza de Pollença y la toma de SaPobla. En el Monasterio de Sant Domènec hallaron a trece mascarats. Se trataba demissèr Batiste de Bonapart, mosén Espanyol, Joan Englada y su yerno, Jordi Sitgesy su hijo, Jaume Castelló, el hijo de mosén Biondo, un cerrajero llamado Sala, unherrero apellidado Roig,134 Arnau Garcia y Hércules Najello (¿Nazello?).135 El día deTodos los Santos de 1522 fueron sacados a empellones, desvestidos y degollados enla puerta del cenobio. Su ropa y la de los refugiados mascarats en los conventos deSanta Eulàlia y Sant Jaume fue conducida a Mallorca por los agermanados. En la ca-pital, la orgía de sangre continuó con el asesinato de la esposa y los cuatro hijos–dos varones y dos mujeres– de Pere Joan Safortesa, la esposa e hijos de Jordi Botí,las esposas de los donceles Pere Espanyol y Ramon Vinot, así como de la hija delnotario Avinyó.136 El relato de nuestros testigos finaliza cuando se estaba preparandoel asalto a Inca –primera semana de noviembre de 1522–, es decir, justo cuando lostres, horrorizados por lo que habían contemplado, decidieron abandonar Mallorca.

Testimonios de la Germanía de Mallorca 887

129 Duran, Les Germanies, p. 311.130 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.473, año 1522, 17ª mano, f. 313 v.131 Ibidem, f. 310 v.132 Ibidem, f. 312 r.133 Ibidem, f. 312 v.134 Ibidem, ff. 310 v-311 r (t. de J. Frígola) y 312 r (t. de F. Nazell).135 ACA. Real Cancillería, núm. 3.904, ff. 282 v-283 v (Carta Real. Burgos, 13-VI-1524).136 ARV. Gobernación, Litium, núm. 2.473, año 1522, 17ª mano, ff. 311 r (t. de J. Frígola: añade la

muerte de otras 30 mujeres en un monasterio situado a una legua de Mallorca que tal vez sea el de SantaEulàlia), 312 v (t. de F. Nazell) y 314 r (t. de G. Garcia).

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