LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

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Los textos utilizados en esta guía son para uso estrictamente académico

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Índice

EDAD ANTIGUA

pág.

Rougier, Louis. (2005) El Genio de Occidente: RACIONALISMO GRIEGO: DEMOCRACIA, UNA ECONOMÍA MONETARIA Y LA CIENCIA DE LA ETICA

6

La Oración Fúnebre de Pericles (Reconstruida por Tucídides) 14

El Imperio Romano en relación con su cultura 18

Marco Tulio Cicerón. La Ley Suprema

27

EDAD MEDIA

Gombrich, Ernst (1998) Breve Historia del Mundo “COMIENZA LA NOCHE

ESTRELLADA”

29

Rougier, Louis. (2005) El Genio de Occidente “La Revolución social del

Cristianismo”

39

EDAD MODERNA

Schmitt, Carl. (2002) “Libro Tierra y Mar. ¿QUÉ ES UNA REVOLUCIÓN ESPACIAL?

45

Sábato, Ernesto. (2001). “El despertar el hombre laico” 52

René Descartes. Fragmento del Discurso del método. 60

Gombrich, Ernst (1998) Breve Historia del Mundo “LA VERDADERA

EDAD MODERNA”

61

Brom, Juan (1977): Esbozo de Historia Universal. El Absolutismo y el Despotismo

Ilustrado

66

Hobbes. T. El Corporeísmo y la Teoría del Absolutismo Político 68

Lazo, A. (1980). Revoluciones del Mundo Moderno, “Junto al Rey, el Parlamento” 74

Chevallier, J. (1980). Los grandes textos políticos, “El ensayo sobre el Gobierno

Civil de John Locke”(1690)

76

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4

Stearns, Peter N. (2005) Influencia mundial de la Revolución Industrial

81

EDAD CONTEMPORANEA

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano 88

Enciclopedia Encarta. La Revolución Francesa. 90

Enciclopedia Encarta. Discurso de Robespierre del 7 de febrero de 1794

Sabine, George H. (1996) Historia de la teoría política “Las ideologías”

101

103

Marx, Karl. (1848) Manifiesto del Partido Comunista

Pimlott, John. (1989) Los Conflictos del siglo XX. La Primera Guerra Mundial. (Ver

en Anexos)

Messenger, Charles. (1989) Los Conflictos del Siglo XX. La Segunda Guerra

Mundial (Ver en Anexos)

109

Dossier. La Caída del Muro de Berlín. (Ver en Anexos)

Méndez, Marco. (2003). Postmodernismo 121

Enciclopedia Encarta. Globalización y Desarrollo

ANEXOS

128

Ilustración 133

Empirismo 136

Libertad 139

Razón 143

Estado 145

Gobierno 146

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6

Selección de textos para Lenguaje y Universalidad,

Unimet 2010.

El Genio de Occidente: Louis Rougier

CAPITULO II

RACIONALISMO GRIEGO: DEMOCRACIA, UNA ECONOMÍA MONETARIA Y LA

CIENCIA DE LA ETICA

La democracia y el imperio de la ley

La revolución que los griegos iniciaron en las ciencias y las artes afectó también a sus

relaciones sociales. Tanto la democracia ateniense como la geometría deductiva son productos

del racionalismo griego.

La democracia puede definirse como gobierno de leyes, a diferencia del concepto de un

gobierno de hombres. Puesto que vivían bajo el imperio de la ley, los griegos decían que eran

hombres libres. A diferencia de los persas y los bárbaros, los griegos no estaban sujetos a la

voluntad arbitraria de déspotas.

Las leyes de Solón garantizaban la libertad civil de los griegos a lo largo de su historia al

prohibir la esclavitud de deudores insolventes;1as 1eyes de Pericles garantizaron la igualdad

política al inaugurar el pago de honorarios por servicios públicos, lo que permitió a 1os

ciudadanos de condición humilde acceder al ejercicio de cualquier cargo civil excepto

aquellos relacionados con la seguridad de la ciudad. En lo concerniente a la ley, cada uno era

libre de vivir como quisiera. Aquí tenemos una de las más grandes innovaciones sociales en la

larga historia de la sociedad humana.

En un régimen oligárquico o aristocrático el poder se limita a una pequeña clase de gente rica

que explota a las masas. La democracia, por otro lado, significa igualdad ante la ley; es un

gobierno para ricos y pobres. Aristóteles, al igual que Platón antes de él, declaró que “la

democracia se basa en la libertad”, lo que sólo es posible “donde todos son iguales”.

El concepto griego de democracia fue admirablemente expresado en el discurso, que

Tucidides atribuye a Pericles, pronunciado ante la tumba de los soldados que perecieron en la

Guerra del Peloponeso:

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Nuestro gobierno se llama una democracia porque su control está en las manos

de muchos, no de unos pocos. Todos los hombres son iguales ante la ley en

el arreglo de sus pleitos privados, y los honores públicos se otorgan a un hombre

según su mérito, y no porque pertenezca a una clase determinada... Nadie queda

marginado de cargos públicos en razón de su pobreza o su rango; se espera que

sirvan al estado todos los que están en condiciones de hacerlo. Tucidides,Historia,

II, 37.

Los griegos reservaban el término polis para una ciudad gobernada por la ley. Desde su

aparición en algún momento en los siglos séptimo u octavo antes de Cristo, el imperio de las

leyes sancionadas por la Asamblea de los ciudadanos modificó toda relación humana y creó

una forma de vida social completamente nueva. La simple obediencia a una autoridad

superior fue reemplazada por la discusión entre iguales; la solidaridad no provenía de la

fuerza sino de la persuasión.

Una nueva fuerza hizo en este momento su aparición: el poder de la palabra hablada. Los

griegos hicieron de ella una divinidad… Pero ya no se trataba de palabras provistas de algún

sentido mágico o religioso. Tampoco era igual que los edictos de los reyes de las leyendas

homéricas. El nuevo concepto de ley se fundamentaba en discusiones libres y razonadas que

generaban convicción, que a su vez generaba decisiones. Todas aquellas cuestiones que antes

eran decididas por sacerdotes y reyes sin posibilidad de apelación ahora eran planteadas ante

la asamblea, que ponderaba los diferentes argumentos y decidía el asunto por medio del voto.

Una segunda característica de la polis griega era la publicidad que se otorgaba a todas las más

importantes manifestaciones de la vida civil. En lugar del decreto del rey, producto del

examen de su propia conciencia o luego de consultar con sus consejeros privados, todo asunto

importante de interés general era discutido abiertamente y en público. Poco a poco, la

participación en todos los asuntos serios relacionados con la ciudad en su conjunto,

inicialmente limitada a pequeños grupos aristocráticos, religiosos o militares, fue

extendiéndose a los miembros de todas las clases reconocidas como poseedoras de las

cualidades requeridas para la ciudadanía.

Una tercera característica era el continuo control popular de las acciones de los magistrados.

Aquí encontramos por primera vez la noción de “responsabilidad” (tener que rendir cuentas),

a diferencia del “capricho” del rey que afirma que gobierna por derecho divino, o del tirano

que no responde a nadie.

Una cuarta característica era el sentimiento que los griegos describían como isonomía (en

ninguna lengua occidental existe equivalente exacto): la idea de que, ante la ley, cada

ciudadano es igual a cualquier otro. Los lazos de subordinación fueron reemplazados por

lazos de reciprocidad. Cualquiera que participara en asuntos de estado se declaraba, y se

sentía, un igual , entre iguales.

Todas estas características se combinaban para secularizar la vida política. La religión oficial,

que en un tiempo estuvo íntimamente ligada a los asuntos humanos, se tornó completamente

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formal; decoraba la vida social, pero no la determinaba. Sus ritos, tales como los sacrificios o

el juramento que los magistrados aún debían realizar al asumir sus cargos, no eran más que

un marco de referencia formal para la vida pública. El sacerdote se convirtió en un

funcionario público que ya no enseñaba dogma; su trabajo consistía en manejar asuntos

prácticos.

Con la democracia nació una nueva fuerza -—el patriotismo—- entendido no como lealtad

hacia la persona de un príncipe sino como un amor por la ciudad, el sentimiento de que al

defender la ciudad uno defendía una parte de sí mismo. Los griegos estaban convencidos de

que mientras más libres fueran los hombres, más fuertes serían. Las guerras persas

confirmaron esta convicción. ¿Cómo podría ser de otra manera, si el pequeño ejército de la

democrática Atenas había aplastado la enorme maquinaria de guerra persa? Al volverse

ciudadano, el griego se convirtió en patriota, un luchador mucho más formidable que los

mercenarios enviados a la batalla por déspotas asiáticos. Unos mercenarios jamás habrían

lanzado el grito de los marinos griegos en Salamina: “Adelante, hijos de Grecia, salven su

tierra natal, salven a sus hijos, sus esposas, sus templos y las tumbas de sus antepasados” El

griego luchaba con un propósito porque luchaba por su hogar.

Una economía monetaria

El racionalismo griego, que llegó a crear las ciencias demostrativas y condujo a la democracia

ateniense, también condujo a una radical reorganización de la vida económica. Hacia el siglo

V antes de Cristo, Pireo se había convertido en el gran almacén de Grecia, desempeñando en

el mundo mediterráneo el papel que la City de Londres habría de desempeñar en la vida

comercial y económica del siglo XIX de la era moderna. Esta primacía se debió, ante todo, al

escrupuloso respeto por la propiedad privada. Cada año, al asumir su cargo, el arconte

ateniense enumeraba las posesiones de cada ciudadano y le garantizaba su propiedad y sus

derechos para disponer de ella. Esta primacía también se debió en buena medida a una fuerte

disciplina monetaria. Según la tradición, fue en Lidia, en la encrucijada de los mundos

asiático y mediterráneo, donde el rey Giges emitió las primeras monedas acuñadas. Pero

fueron las ciudades griegas —Argos, Egina, Corinto y Atenas — las que difundieron su uso.

Las minas de Laurio proporcionaban a los atenienses la plata para sus famosos dracmas. Y

nunca en su larga historia, a pesar de las dificultades que pudieran tener, cambiaron los

atenienses el titulo legal o el peso de su moneda.

Por eso los “búhos” atenienses —los tetradracmas aticos— se convirtieron en una moneda

internacional, como la libra esterlina en el siglo XIX, hasta el momento en que Alejandro

introdujo una única moneda valorada según la unidad ética y que fue la base del denario

romano.

En una época en que la mayoría de las otras ciudades griegas aún vivían de los frutos de sus

tierras y de la producción casera, los atenienses habían desarrollado una economía de

intercambio basada en el dinero. Los corredores de cambios se convirtieron en banqueros que

aceptaban depósitos, efectuaban préstamos con garantías, y emitían cartas de crédito. Atenas

creó el derecho comercial, inauguró un sistema de pesas y medidas, y estableció un sistema de

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inspectores, llamados agoranomoi y metronomoi, para verificar la precisión de las pesas y la

calidad de la mercancía.

Hacia 450 a.C., Atenas constituía el primer ejemplo de un estado dispuesto a confiar en

regiones de ultramar para su abastecimiento de alimentos, pagando por éstos mediante la

producción de unos pocos cultivos especiales (vino y aceite) y bienes manufacturados

adecuados a sus recursos y aptitudes naturales (plata, mármol, cerámica fina). Hacia el siglo

cuarto, Atenas importaba cuatro veces más grano que lo que producía, y gozaba de lo que hoy

en día llamaríamos una balanza comercial favorable — pagando con bienes terminados, tales

como jarrones, joyería, armas y telas finas, por sus importaciones de materias primas,

alimentos, metales, oro de Tracia, tintes de Fenicia, cueros de Siria, y trigo de Egipto y

Escitia.

Se han encontrado cerámicas áticas en las remotas estepas de Rusia, en la cuenca del

Danubio, y en el sur de Alemania. Estos intercambios tan distantes fueron facilitados por la

ausencia de las barreras aduaneras que caracterizan a épocas posteriores. Por lo general, los

únicos gravámenes sobre el comercio eran ligeros cobros efectuados en los puntos de origen y

destino.

Progresos en el arte de la navegación dieron a los atenienses el dominio del mar, debido en

parte al mayor tamaño de los barcos veleros y al uso intensivo de remos, y en parte a mejores

conocimientos sobre las rutas comerciales. Este dominio proporcionó una fuente adicional de

ingresos —— el tributo pagado por aliados para la protección.

Por último, y a diferencia de las otras ciudades aristocráticas de Grecia, la democrática Atenas

no despreciaba el trabajo manual o artesanal. Los mercaderes y los artesanos eran ciudadanos;

los artesanos extranjeros eran bienvenidos. El gobierno contrataba las obras públicas con

hombres libres o incluso con extranjeros residentes en la ciudad. Las minas de Laurio

dependieron por mucho tiempo del trabajo de hombres libres.

En resumen, Atenas tuvo en el periodo de su grandeza lo que hoy llamaríamos una economía

de mercado libre, y esto fue lo que le dio su liderazgo indiscutido en riqueza y cultura,

liderazgo que sobreviviría a la derrota militar y la pérdida de su imperio. Su consuelo fue que,

al perder su imperio, no perdió por ello su riqueza.

La ética como ciencia

El racionalismo no sólo gobernó el pensamiento griego; también tendía a gobernar la

conducta, proporcionando así un fundamento intelectual a las opiniones morales. Sócrates

enseñaba que la virtud es una ciencia y que conocer lo bueno es desear lo bueno. El pecado

mortal era el juicio erróneo. Por tanto, para citar a Epicteto, “Debe uno procurar nunca

equivocarse, nunca actuar impetuosamente, en una palabra, nunca asentir a nada sino después

de una justa deliberación. (Epicteto, Discursos, III 2 y I,7) Por esto los estoicos vinculaban la

ética tan estrechamente a la lógica. Puesto que errar era hacer el mal, era esencial, para evitar

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el mal, razonar correctamente, dedicarse al estudio de silogismos, a la solución de aporías, y

dominar la dialéctica.

Puesto que la moralidad se consideraba una ciencia, siempre era encomiable enseñarla y tratar

de reencauzar a los malvados hacia el buen camino.

La meta de la ética es la realización del mayor bien posible, al vivir en conformidad con la

naturaleza. Puesto que el hombre es por naturaleza razonable, se deduce que vivir la vida en

conformidad con la razón es moral. La virtud más altamente estimada era la moderación-

controlar las propias pasiones, subordinación de las facultades al control de la razón. La

moderación era un arte: ejercer tacto y medida y evitar los extremos. Sócrates enseñaba que

las más grandes virtudes eran la moderación, el justo medio, y la palabra o la acción oportuna.

Poseer belleza interior, ser dueño de su propio destino, nunca ser sorprendido por los eventos,

poder gozar de “calma” hasta el último día de la propia existencia, todo esto es haber vivido

la buena vida guiada por la sabiduría. Todo lo demás constituía arrogancia, insensatez e

hipérbole. El pecado imperdonable era el extremismo, la hybris homérica que lleva a los

necios a pensar que pueden igualar a los dioses. El primer obsequio irónico que Zeus

otorgaba a los que deseaba destruir era la imprudencia que proviene de la vanidad.

Así como la moderación era la primera virtud para el individuo, la justicia era la primera

virtud del ciudadano. Platón definía la justicia apelando a otras tres virtudes: templanza, valor

y prudencia. La justicia es el principio unificador que los une en perfecta armonía. La armonía

es belleza, sea del alma o del cuerpo. Para los griegos, la belleza era una manifestación de lo

bueno. Su humanismo se resumía en la frase: “Alma hermosa en un cuerpo hermoso”

(República, 443D-E)

Escritura fonética y la democratización de la cultura griega

La singularidad de Grecia se explica por una serie de accidentes afortunados. Uno de los más

notables fue la fonetización de la escritura en los siglos XII y XI a.C.

El alfabeto fenicio, creado por las necesidades del comercio, enriquecido con vocales por los

sutiles griegos, se convirtió en el instrumento necesario y perfecto para la comunicación de

ideas. Veinticuatro letras, más unas pocas tildes, bastaban para transcribir todas las

modulaciones de la palabra hablada. Desde entonces, y sin un esfuerzo excesivo, la lectura

estuvo al alcance de cada vez más personas; y por medio de la palabra escrita, el

conocimiento pudo preservarse y difundirse con facilidad.

Un constante fermento de ideas se propagaba de una ciudad a otra; los académicos planteaban

problemas y los intelectuales lanzaban desafíos. Poco sorprende que la ciencia griega haya

progresado rápidamente para tornarse verdaderamente internacional; la medición de la Tierra

por Eratóstenes, el mapa de los cielos de Hiparco, y el mapa de la Tierra de Tolomeo —

todos estos logros requirieron colaboración a grandes distancias, lo que ayudó a diseminar el

griego como la lengua internacional de la ·ciencia e hizo posible la creación en Alejandría de

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la célebre Biblioteca y Museo, donde poetas, matemáticos, astrónomos, médicos, filósofos y

filólogos convivían y trabajaban juntos.

El conocimiento ya no era la posesión privada de una pequeña clase conservadora de

sacerdotes y escribas; se hizo asequible a círculos cada vez más amplios. De no haber sido por

la revolución en la escritura, la ciencia necesariamente habría consistido en una acumulación

de técnicas obsoletas basadas en fórmulas mágicas y reservadas a sacerdotes y escribas. El

mundo nunca habría presenciado lo que sucedió en Grecia; comunidades de ciudadanos que

rechazan los decretos de dioses y reyes en favor de leyes de su propia confección. Sin esa

revolución en la escritura, la civilización occidental nunca habría sido posible.

Libertad de pensamiento y ausencia de dogmatismo religioso

En Grecia, como después en Roma, y contrariamente a lo que sucedió en las diferentes

civilizaciones orientales y en la Europa cristiana hasta el siglo XVIII el pensamiento nunca

estuvo sujeto a ninguna ortodoxia religiosa por un clero con suficiente poder temporal como

para imponer su voluntad. Las indefinidas y cambiantes mitologías y ritos arcaicos de las

religiones paganas no contenían ningún mensaje de carácter dogmático que pudiera

amordazar el libre desarrollo del pensamiento. En las ciudades griegas la religión era un mero

ritual y su observancia no era más que una simple función municipal. Es cierto que ocurrían

de cuando en cuando brotes impulsivos de intolerancia religiosa. Pero estos juicios por

herejías religiosas de hecho no fueron más que estallidos xenófobos dirigidos contra filósofos,

quienes, con la única excepción de Sócrates, eran extranjeros. Si bien a veces se promulgaban

severas leyes contra la libertad de pensamiento, la opinión pública rara vez las imponía.

Los sabios griegos fundamentaban su rechazo del antropomorfismo de los dioses del Olimpo

en un concepto más elevado de la divinidad y en los imperativos de la ética como ciencia.

Después de viajar durante 67 años por toda Grecia, Jenófanes de Colofón observó que los

hombres en todas partes representaban a sus dioses según su propia imagen.

`

“Los etíopes tienen dioses con narices achatadas y pelo negro;

los tracios tienen dioses con ojos grises y pelo rojo... Si los bue-

yes, caballos y leones tuvieran manos y pudieran pintar y es-

culpir como los hombres, representarían a sus dioses según

sus propias formas; los caballos harían dioses en forma de ca— `

ballos, y los bueyes los harían como bueyes. “

El hombre primitivo no sólo dio a sus dioses forma mortal; también les dotó de sentimientos,

pasiones y vicios. Jenofanes dirigía sus sátiras contra Homero y Hesíodo, quienes “han

atribuido a los dioses todas aquellas cosas que son vergonzosas y criticables en los humanos:

robo, adulterio y traición mutua”

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Sobre este punto, estuvieron de acuerdo filósofos, dramaturgos e historiadores. Las fábulas de

los poetas, dijo Píndaro, eran brillantes fantasías “gracias al encanto de la poesía, lo único que

tiene el poder para tornar creíble aquello que es poco plausible”. Píndaro pensaba que de los

dioses “solo deben decirse cosas hermosas”

Pero aun despojándolos de sus atributos humanos, ¿realmente existían los dioses? Demócrito

consideraba que no eran más que productos del temor del hombre primitivo por los eventos

naturales, que le parecían terroríficos únicamente por su incapacidad para explicarlos.

“Nuestros antepasados, al observar extraños eventos en los cielos, el rayo y el trueno, cometas

y eclipses del Sol y la Luna, sentían temor. Pensaban que los dioses eran los causantes de

estos fenómenos.”Los sofistas, al observar la diversidad de dioses adorados en diferentes

partes de Grecia y entre los bárbaros, no dudaron en concluir que eran meros productos de la

convención y que no existían en la naturaleza. Los primeros legisladores, según los sofistas,

crearon estos dioses en sus imaginaciones a fin de asegurar la santidad de los contratos, el

respeto a los juramentos, y el mantenimiento del orden público.

Un siglo y medio de reflexión había convertido en escépticas a todas las mejores mentes en

Grecia.

El balance del helenismo

Los griegos estaban convencidos de que sus conocimientos eran ampliamente superiores a los

de los bárbaros del Este. Eran conscientes de sus deudas para con el Oriente, pero sabían que

habían hecho buen uso del préstamo. Nadie lo ha expresado mejor que el emperador romano

Juliano, quien observó:

“El conocimiento de los fenómenos celestes fue perfeccionado

por los griegos sobre la base de anteriores observaciones efec-

tuadas por los bárbaros en Babilonia. La geometría, que des-

ciende de la geodesia egipcia, produjo las enormes mejoras

que hemos presenciado. Fueron nuevamente los griegos quie-

nes elevaron la aritmética de los mercaderes fenicios al rango

de ciencia. Por último, fueron también los griegos quienes, al

unir estas tres disciplinas, aplicaron la geometría a la astro-

nomía, combinaron la aritmética con ambas, y descubrieron

las relaciones armónicas que en ellas se fundamentan" ( Juliano, Obras

Completas, 1963)

Hemos dedicado todo este espacio al racionalismo griego porque es el fundamento de nuestra

civilización occidental. Sin él, las revoluciones científicas, industriales y técnicas de los siglos

XVII, XVIII, XIX no habrían sido posibles; la idea misma de gobierno mediante leyes

públicamente discutidas y adoptadas por medio de procedimientos generalmente aceptados no

habría surgido. Sin él, el concepto de la autonomía de la persona humana, destinada a

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desarrollar sus facultades y moldear su destino, quizá nunca habría prevalecido.. Sin este

racionalismo griego quizá nunca habríamos escapado del mito y la magia con todas sus

supersticiones, tabúes y restricciones. Perseo matando a la Medusa es el símbolo del genio

griego: la razón que se libera del hechizo y la fábula.

El racionalismo no era, por supuesto, la única corriente que operaba en el mundo griego.

Junto al espíritu de Apolo estaba el espíritu de Dionisio. Las restricciones impuestas por la

sabiduría iban acompañadas por arrebatos de insensatez. Los osados vuelos del pensamiento

de los jónicos se contrapesaban con la sobria y práctica moralidad de Sócrates. Junto a la

Academia y al Liceo, que se ocupaban del mundo de las ideas y de la naturaleza, estaba el

Eleusinio, donde los hombres trataban de descifrar los misterios del más allá. En oposición a

la sociedad abierta de Pericles estaba la sociedad cerrada de Platón

Para nuestros propósitos, es suficiente recordar aquellos aspectos de la mente griega sin los

cuales nunca se habría producido la civilización occidental. Otras civilizaciones hicieron

importantes contribuciones a su manera. Pero fueron los griegos quienes dieron sentido a la

palabra logos, una característica del comportamiento humano altamente valorada por ellos:

razón y raciocinio, palabra y discurso, relación y proporción.

“Nuestra ciencia, nuestras artes, nuestra literatura, nuestra filosofía, nuestro código

moral, nuestro código político, nuestra diplomacia, nuestro derecho marítimo e

internacional, son de origen griego. El marco de referencia cultural creado por Grecia

es susceptible de incremento indefinido, pero es en sí completo en sus diversos

componentes.

El progreso consistirá en desarrollar constantemente aquello que Grecia ha

engendrado,en ejecutar el diseño, podríamos decir, que ella nos trazó”

(Ernest Renan, History of de People of Israel)

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La Oración Fúnebre de Pericles

(Reconstruida por Tucídides)

La mayoría de mis predecesores en este sitio nos ha dicho que es honesto pronunciar algunas

palabras, exigidas por la ley durante el entierro de aquéllos que han muerto en batalla.

Por lo que se refiere a mí mismo, me inclino a pensar que el valor que se ha mostrado en

hechos concretos ya ha sido saldado suficientemente mediante los honores, también

mostrados en hechos concretos. Ustedes mismos pueden apreciar lo que ellos significan ya

que están participando de este funeral solventado por el pueblo.

Debiera también yo desear que las reputaciones de tantos hombres valientes no estuvieran en

peligro en boca de un orador único, de tal manera que ellas suban o bajen según si habla bien

o mal.

Puesto que es duro hablar adecuadamente, cuando ya de entrada se presenta la dificultad de

convencer al auditorio que se está diciendo la verdad.

Por un lado, el amigo a quien le son familiares algunos hechos de la vida de estos muertos

puede pensar que varios aspectos no han sido destacados con la dedicación que desea y que

sabe que merecen.

Por otro, aquél que no los ha conocido puede sospechar por envidia, que hay exageración,

cuando escucha mencionar virtudes que están por encima de su propia naturaleza. (Porque los

hombres aceptan que se ensalce a otros en tanto en cuanto ellos se puedan persuadir que las

mismas acciones recordadas las podrían haber vivido ellos mismos como protagonistas.

Cuando ese limite se traspasa, surge la envidia y con ella la incredulidad). Sin embargo como

nuestros antecesores han establecido esta costumbre y la han aprobado, la obediencia a la ley

pasa a constituir para mí un deber.

Intentaré satisfacer las opiniones y deseos de todos ustedes de la mejor manera que pueda.

Tendría que comenzar con nuestros antepasados. Es tan adecuado como prudente, que ellos

reciban el honor de ser mencionados en primer lugar, en una ocasión como la de ahora, ellos

vivieron en esta comarca sin interrupción de generación en generación; y nos la entregaron

libre como resultado de su bravura. Y si nuestros antepasados más lejanos merecen alabanza,

mucho más son merecedores de ella nuestros padres directos. Ellos sumaron a nuestra

herencia el imperio que hoy poseemos y no escatimaron esfuerzo alguno para transmitir esa

adquisición a la generación presente.

Por último, hay muy pocas partes de nuestro dominio que no hayan sido aumentadas por

aquellos de entre nosotros que han llegado a la madurez de sus vidas. Por su esfuerzo la patria

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se encuentra provista con todo lo que le permite depender de sus propios recursos, tanto en la

guerra como en la paz.

Aquella parte de nuestra historia que muestra cómo nuestras hazañas bélicas trajeron como

consecuencia nuestras diversas posesiones, así como también la que muestra cómo tanto

nosotros como nuestros padres pudimos frenar la marea de la agresión extranjera,

valerosamente y sin dobleces, constituye un capítulo demasiado conocido por todos los que

me escuchan.

No necesito extenderme en el tema que, por consiguiente, dejo de lado. Pero cuál fue el

camino por el que llegamos a nuestra posición; cuál es la forma de gobierno que permitió

volver más evidente nuestra grandeza; cuáles los hábitos nacionales a partir de los cuales ella

se originó; éstos son los problemas máximos que intento dejar en claro, antes de proseguir con

el panegírico de todos estos muertos.

Pienso que el tema es adecuado para una ocasión como la presente y que ha de resultar

ventajoso escucharlo con atención tanto por los nativos como por los extranjeros. Nuestra

constitución no copia leyes de los estados vecinos. Más bien somos patrón de referencia para

los demás, en lugar de ser imitadores de otros. Su gestión favorece a la pluralidad en lugar de

preferir a unos pocos. De ahí que la llamamos democracia.

Otra diferencia entre nuestros usos y los de nuestros antagonistas se aprecia con nuestra

política militar. Abrimos nuestra ciudad al mundo. No les prohibimos a los extranjeros que

nos observen y aprendan de nosotros, aunque ocasionalmente los ojos del enemigo han de

sacar provecho de esta falta de trabas. Nuestra confianza en los sistemas y en las políticas es

mucho menor que nuestra confianza en el espíritu nativo de nuestros conciudadanos.

En lo que se refiere a la educación, mientras nuestros rivales ponen énfasis en la virilidad

desde la cuna misma y a través de una penosa disciplina, en Atenas vivimos exactamente

como nos gusta; y sin embargo nos alistamos de inmediato frente a cualquier peligro real.

Una prueba de que esto en así se aprecia con los lacedemonios quienes por sí solos no invaden

nuestras comarcas, sino que traen consigo a todos sus confederados; mientras nosotros,

atenienses, avanzamos sin aliados hacia el territorio de un vecino y luchando en tierra

extranjera derrotamos usualmente con facilidad a los mismos que están defendiendo sus

hogares.

No hubo aún un enemigo que se opusiera a toda nuestra fuerza unida, puesto que nos

empeñamos al mismo tiempo, no sólo en alistar a nuestra marina, si no también en despachar

por tierra a nuestros conciudadanos en cien servicios diferentes. Y así resulta que a menudo

entra en lucha alguna de estas fracciones de nuestro poderío total. Si el encuentro resulta

victorioso para el enemigo, su triunfo lo exageran como si fuera la victoria sobre toda la

nación. Si en cambio cae derrotado, el contraste se presenta como sufrido con el concurso de

un pueblo entero.

Y, sin embargo, con hábitos que son más bien de tranquilidad que de esfuerzo y con coraje

que es más bien naturaleza que arte, estamos preparados para enfrentar cualquier peligro con

esta doble ventaja: escapamos de la experiencia de una vida dura, obsesionada por la aversión

al riesgo; y sin embargo, en la hora de la necesidad, enfrentamos dicho riesgo con la misma

falta de temor de aquellos otros que nunca se ven libres de una permanente dureza de vida.

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Pero con estos puntos no finaliza la lista de los motivos que causan admiración en nuestra

ciudad.

Cultivamos el refinamiento sin extravagancia; la comodidad la apremiamos sin

afeminamiento; la riqueza la usamos en cosas útiles más que en fastuosidades, y le

atribuimos a la pobreza una única desgracia real.

La pobreza es desgraciada no por la ausencia de posesiones sino porque invita al desánimo en

la lucha por salir de ella. Nuestros hombres públicos tienen que atender a sus negocios

privados al mismo tiempo que a la política y nuestros ciudadanos ordinarios, aunque

ocupados en sus industrias, de todos modos son jueces adecuados cuando el tema es el de los

negocios públicos.

Puesto que discrepando con cualquier otra nación donde no existe la ambición de participar en

esos deberes, considerados inútiles, nosotros los atenienses somos todos capaces de juzgar los

acontecimientos, aunque no todos seamos capaces de dirigirlos.

En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro

camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabía. De nuevo

presentamos el espectáculo singular de atrevimiento irracional y de deliberación racional en

nuestras empresas: cada uno de ellos llevado hasta su valor extremo y ambos unidos en una

misma persona, mientras que, por igual caso, en otros pueblos, las decisiones son el resultado

solamente de la ignorancia o solamente del espíritu de aventura o solamente de la reflexión.

La palma del valor corresponde ser entregada en justicia a aquellos que no ignoran, por

haberlo experimentado en carne propia, la diferencia entre la dureza de la vida y el placer de

la vida; y que, sin embargo, no ceden a la tentación de escapar frente al peligro.

Si nos referimos a nuestras leyes, ellas garantizan igual justicia a todos, en sus diferencias

privadas. En lo que respecta a las diferencias sociales, el progreso en la vida pública se vuelca

en favor de los que exhiben el prestigio de la capacidad. Las consideraciones de clase no

pueden interferir con el mérito. Aún más, la pobreza, no es óbice para el ascenso. Si un

ciudadano es útil para servir al Estado, no es obstáculo la oscuridad de su condición, la

libertad de la cual gozamos en nuestro gobierno, la extendemos así mismo a nuestra vida

cotidiana. En ella, lejos de ejercer una supervisión celosa de unos sobre otros, no

manifestamos tendencia a enojarnos con el vecino, por hacer lo que le place. Y puesto que

nada está haciendo, opuesto a la ley, nos cuidamos muy bien de permitirnos a nosotros

mismos exhibir esas miradas críticas que sin duda resultan molestas.

Pero esta liberalidad en nuestras relaciones privadas no nos transforma en ciudadanos sin ley.

Nuestras principales preocupaciones tratan de evitar dicho riesgo, por lo cual nos educamos

en la obediencia de los magistrados y de las leyes, un ejemplo de lo expresado es el referente

a la protección a los inválidos, sean los inscritos en el padrón del estatuto, ya sean los

amparados por ese otro código que, a pesar de no estar escrito, no puede ser violado sin

condena.

Más aún, disponemos de recursos numerosos conque la mente se pueda distraer del negocio.

Celebramos juegos y sacrificios a lo largo del año. La elegancia de nuestras construcciones

forman una fuente diaria de placer y nos ayudan a desterrar el aburrimiento, mientras esa

magnificencia de nuestra ciudad atrae a los productos del mundo hacia nuestro puerto.

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17

En lo referente a la generosidad destacamos asimismo en forma singular ya que nos forjamos

amigos dando, en lugar de recibiendo favores. Pero por supuesto, quien hace los favores es el

más firme amigo de ambos, de manera de mantener al amigo en su deuda, mediante una

amabilidad continuada. Mientras que el deudor se siente menos atraído puesto que se da

cuenta que la devolución que él ofrece es un pago casi obligado pero no una libre dádiva.

Y son solamente los atenienses quienes sin temor por las consecuencias abren su amistad, no

por cálculos de una cuenta por saldar, sino en la confianza de la liberalidad. En pocas

palabras resumo que nuestra ciudad es la escuela de Grecia y que dudo que el mundo pueda

producir otro hombre que dependiendo sólo de sí mismo llegue a su altura en tantas

emergencias y resulte agraciado por tamaña versatilidad como el ateniense.

Y ésta no es una mera bravata lanzada en esta ocasión favorable, sino que es la realidad de los

hechos, considerando el presente poder de Atenas que esos hábitos conquistaron. Porque

solamente Atenas ha llegado a ser superior a su fama y es la única que, en ocasión de ser

asaltada, no ocasiona pudor en sus antagonistas cuando ellos resultan derrotados. Ni sus

mismos enemigos cuestionan su derecho, obtenido por mérito, de poner de manifiesto su

imperio.

Más bien la admiración de la edad presente y de la futura estará dirigida hacia nosotros dado

que no hemos dejado nuestro poder sin testigos. Antes bien, han quedado de él testimonios

gigantescos.

Lejos de necesitar a un Homero como panegirista ni otro con habilidades artísticas tales, que

sus versos puedan encantar por un momento (aunque la impresión que dejan se derrite luego

frente a la realidad), nosotros hemos obligado a cada tierra y a cada agua que se transforme en

la ruta de nuestro valor. Y hemos dejado en todo sitio monumentos imperecederos, de una

índole o de otra, detrás de nosotros.

Ésta es la Atenas por la cual estos hombres han luchado y muerto noblemente, en la seguridad

de contribuir a que no desfallezca. De la misma manera que cualquiera de los sobrevivientes

está dispuesto a morir por la misma causa. Por supuesto, si es que me he detenido con cierto

detalle en señalar el carácter de nuestra comarca, ha sido para mostrar que nuestra disposición

en la lucha no es la misma que la de aquellos que no tienen ese tipo de bendiciones que se

pueden llegar a perder si no se defienden; y también para demostrar que el panegírico de los

hombres a quienes me refiero puede ser construido sobre la base de pruebas establecidas.

Casi está completo este panegírico. Pues la Atenas que he celebrado, es solamente la que ha

conquistado el heroísmo de éstos y de sus émulos. Al fin estos hombres, apartándose del resto

de los helenos, han de llegar a tener una fama solamente comparable a sus merecimientos.

Pero si hace falta prueba definitiva de su bravura intrínseca, es fácil encontrarla en esta escena

terminal.

No es solamente el caso de aquéllos a quienes la muerte puso el sello final atestiguando el

mérito que tenían sino también el otro caso, en que coincidió con la primera señal de que

tuvieran mérito. Hay justicia en la aseveración de que el valor en las batallas por su nación

puede ocultar muy bien otras imperfecciones del hombre, dado que la buena acción ha

ocultado a la mala; y su mérito como ciudadano más que sobradamente ha balanceado a su

demérito como individuo. Pero ninguno de éstos permitió que su bienestar económico, si ya lo

conocía, o que la esperanza, aún sin realidad, de una futura situación de bienestar,

Page 18: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

18

disminuyera su solidario espíritu de lucha; así como la pobreza, en otros casos, pese a la

esperanza de un día de riqueza, a nadie tentó a que se escapara del peligro.

Sintiendo que la bravura frente al enemigo es más deseable que sus personales venturas; y

dándose cuenta que en esta ocasión surge el más glorioso de los azares, ellos se determinaron

gozosamente a aceptar el riesgo, a confirmar su altivez, y a postergar sus deseos; y mientras

se arrojaban hacia la esperanza de volcar la incertidumbre de la victoria, en la empresa que

estaba frente a ellos, prefirieron morir resistiendo, en lugar de vivir sometiéndose. Huyeron

solamente del deshonor. Luego de un breve momento, que resultó la crisis de su fortuna,

durante el cual pensaron en escapar, no de su miedo, sino de su gloria, enfrentaron la muerte

cara a cara.

Y así murieron estos hombres como es honesto de un ateniense. Ustedes, los sobrevivientes,

se tienen que determinar, en el campo de batalla, a la misma resolución inalterable, pese a que

es lícito que oren por un desenlace más feliz. Y sin contentarse con ideas solamente inspiradas

en palabras, con respecto a las ventajas de defender nuestro país (aunque esas palabras serían

un arma de importancia para cualquier orador frente a un auditorio tan sensible como el

presente) ustedes mismos, con su acción, deben exaltar el poder de Atenas y alimentar los

ojos con su visión, día a día, hasta que el amor por ella llene el corazón de ustedes; y luego,

cuando su grandeza se derrame hacia ustedes, deben reflexionar que fue el coraje, el

sentimiento del deber y una sensibilidad especial del honor en acción, los que permitieron al

hombre ganar todo esto.

A pesar de que existieran las fallas de carácter, o las defecciones previas en la vida personal,

ellas no fueron suficientes como para privar a la patria de su valor, puesto a sus pies como

homenaje, como la contribución más gloriosa entre las que ellos podían ofrecer.

Por esta ofrenda de sus vidas hecha en común por todos ellos, individualmente, cada uno de

ellos, se hizo acreedor de un renombre que no se vuelve caduco, así como se hizo acreedor de

un sepulcro, mucho más que el receptáculo de sus huesos: ya que es el más noble de los

altares.

Altar donde se deposita la gloria por ellos alcanzada para ser recordada cuando las

eventualidades inviten a su conmemoración. Porque los héroes tienen al mundo entero por

tumba y en países alejados del que los vio nacer (único sitio donde un epitafio lo atestigua)

tienen su ara en cada pecho y un recordatorio no escrito en cada corazón que como mármol lo

preserva, adopten ustedes estos hombres como modelo y juzgando que la felicidad es el fruto

de la libertad y que la libertad es el fruto de la bravura, nunca declinen la exaltación de sus

valores.

No son desgraciados quienes no ahorran su vida en aras de lo justo; nada tienen que perder, si

no más bien, lo son aquéllos quienes ahorran sus vidas a costa de una caída que si sobreviene,

ha de tener tremenda consecuencia. Y sin duda, para un hombre de espíritu, la degradación de

la cobardía debe ser inmensamente más triste que la muerte que no se siente, pues lo golpea

en la plenitud de sus fuerzas y de su patriotismo.

Puedo ofrecer ayuda, pero no condolencias, a los parientes de los muertos. Son innumerables

los azares a los cuales el hombre está sujeto, como ustedes saben muy bien. Pero son

afortunados aquellos a quienes el azar ofrece una muerte gloriosa, la misma que hoy nos

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19

enluta. Aquellos cuya vida ha sido tan bien medida que pudiera acabar en la felicidad de

servir de modelo.

A pesar de ello reconozco que es una dura manera de decir, especialmente cuando está

involucrado aquel que ha de ser recordado por ustedes, que ven continuar en otros hogares la

bendición que alguna vez también han tenido, porque la pena se siente más por la pérdida de

algo a lo cual estábamos acostumbrados, que por el deseo de algo que nunca fue nuestro.

Aquellos entre los deudos que estén en edad de procrear hijos, deben consolarse con la

esperanza detener otros en su lugar.

No solamente van a ayudar a que no olvide a quien se ha perdido, sino que para el mismo

estado ha de ser un refuerzo y un reaseguro. Porque nunca un ciudadano ha de buscar tanto

una política justa y honesta cuanto que lo motiven, siendo padre, los intereses y las

aprehensiones de tal bendición. Los que ya han sobrepasado la edad madura, dejen que los

convenza la idea de que la mayor parte de la vida les fue afortunada y que el breve intervalo

que falta, ha de ser iluminado con la fama del que ya no está. Porque lo único que no se

vuelve viejo es el amor al honor.

No son las riquezas, como algunos quisieran. Es el honor lo que reconforta al corazón, con la

edad y la falta de ayuda.

Me dirijo a los hijos y a los hermanos de los difuntos. Veo una ardua lucha en ustedes.

Cuando un ser humano se va, todos tienden a alabarlo y pese a que el mérito de ustedes ha de

ir creciendo, difícil que se acerque a su renombre. Los vivientes se ven expuestos a la

envidia. En cambio los muertos están libres de ella y honrados con la buena voluntad de

quienes los recuerdan.

He de decir algo sobre la excelencia femenina de aquéllas, entre ustedes, que se encuentran

hoy en la viudez. Grande ha de ser la gloria de ustedes, si es que no permiten que decaiga el

ánimo por debajo del carácter natural de cada una. Pero más grande ha de ser todavía, entre

los atenienses, la de aquella que consiga no ser mencionada, ni para bien, ni para mal.

Mí tarea ha acabado. He cumplido con lo mejor de mi habilidad y por lo menos, en lo

referente a la intención, con lo dispuesto por la ley. Si es trata de hechos concretos, aquellos

que han sido enterrados han recibido los honores que los corresponde; en lo que se refiere a

sus hijos, han de ser mantenidos hasta la adultez, por los caudales públicos.

El estado ofrece así una recompensa de valía como guirnalda de victoria para esta raza de

bravos, recompensando tanto a los caídos como a sus descendientes. Allí donde la

recompensa al mérito es máxima, allí se encuentran los mejores ciudadanos. Terminando las

lamentaciones por sus parientes, pueden ustedes partir.

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20

El Imperio romano en relación con la cultura

Capítulo XXIX

El Imperio romano afectó a la historia de la

cultura de varios modos más o menos

separados.

Primero: hay el efecto directo de Roma

sobre el pensamiento helenístico. Este no es

muy importante ni profundo.

Segundo: el efecto de Grecia y el Oriente

sobre la mitad occidental del Imperio. Este

fue profundo y duradero, puesto que

incluyó a la religión cristiana.

Tercero: la importancia de la larga paz

romana en la difusión de la cultura y en el

acostumbrar a los hombres a la idea de una

civilización única asociada con un solo

gobierno.

Cuarto: la transmisión de la civilización

helenística a los mahometanos, y de aquí

finalmente al oeste de Europa.

Antes de considerar estas influencias de

Roma, será útil una brevísima sinopsis de la

historia política.

Las conquistas de Alejandro habían dejado

intacto el Mediterráneo occidental; se

hallaba dominado, a comienzos del Siglo III

antes de Cristo, por dos poderosos Estados

ciudades, Cartago y Siracusa. En la primera

y segunda guerras púnicas (264-241 y 218-

201), Roma conquistó Siracusa y redujo a

Cartago a la insignificancia, Durante el

siglo II, Roma conquistó las monarquías

macedónicas; Egipto, es cierto, perduró

como un Estado vasallo hasta la muerte de

Cleopatra (30 a. de C.). España fue

conquistada como un incidente en la guerra

con Aníbal; Francia fue sojuzgada por

César a mediados del siglo I antes de

Cristo, e Inglaterra fue sometida unos cien

años más tarde. Las fronteras del Imperio,

en sus días de esplendor, eran el Rin y el

Danubio en Europa, el Éufrates en Asia, y

el desierto en el Norte de África.

El imperialismo romano fue, quizá, lo

mejor posible en África del Norte

(importante en la historia cristiana como la

patria de san Cipriano y San Agustín), en

donde grandes áreas, incultas antes y

después de la época romana, fueron

fertilizadas y abastecieron a populosas

ciudades. El Imperio romano fue en general

estable y tranquilo durante más de

doscientos años, desde el advenimiento de

Augusto (30 a. de C.) hasta los desastres del

siglo III.

Entre tanto, la constitución del Estado

romano había experimentado importantes

trasformaciones. Originalmente Roma era

una pequeña ciudad estado, no muy

desemejante a las de Grecia, especialmente

las que, como Esparta, no dependían del

comercio exterior. A los reyes, como a los

de la Grecia homérica, había sucedido una

república aristocrática. Paulatinamente,

aunque el elemento aristocrático, encarnado

en el Senado, permanecía poderoso, se

añadieron ingredientes democráticos; el

compromiso resultante fue reputado por

Panecio el estoico (cuyas opiniones son

reproducidas por Polibio y Cicerón) como

una combinación ideal de elementos

monárquicos, aristocráticos y democráticos.

Pero las conquistas desquiciaron el precario

equilibrio; llevó una inmensa opulencia

nueva a la clase senatorial, y, en un grado

levemente menor, a los ‘caballeros’, como

se llamaba a la alta clase media La

agricultura italiana, que había estado en

manos de pequeños labradores, que

obtenían el trigo con su propio trabajo y el

de sus familias, acabó por ser un negocio de

enormes fincas pertenecientes a la

Page 21: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

21

aristocracia romana, en las que se

cultivaban viñas y olivos mediante el

trabajo de los esclavos El resultado fue la

virtual omnipotencia del Senado, que fue

usada descaradamente para el

enriquecimiento de los individuos, sin

miramiento a los intereses del Estado ni al

bienestar de sus súbditos.

Un movimiento democrático, inaugurado

por los Gracos en la segunda mitad del

siglo II antes de Cristo, condujo a una serie

de guerras civiles, y finalmente—como tan

a menudo en Grecia—al establecimiento de

una tiranía. Es curioso observar la

repetición, en tan vasta escala, de

desenvolvimientos que, en Grecia, se

habían limitado a áreas diminutas. Augusto,

el heredero e hijo adoptivo de Julio César,

que reinó desde el 30 antes de Cristo al 14

después de Cristo, puso término a la

contienda civil, y (con escasas excepciones)

a las guerras externas de conquista. Por

primera vez desde los inicios de la

civilización griega, el mundo antiguo gozó

de paz y seguridad.

Dos cosas habían arruinado el sistema

político griego: en primer lugar, la

pretensión de cada ciudad a la soberanía

absoluta; en segundo lugar, la acerba y

sangrienta lucha entre ricos y pobres en la

mayoría de las ciudades, Después de la

conquista de Cartago y de los reinos

helenísticos, la primera de estas causas ya

no afligió al mundo, puesto que ninguna

resistencia efectiva a Roma era posible.

Pero la segunda causa permaneció. En las

guerras civiles, un general se proclamaba el

campeón del Senado, el otro el del pueblo.

La victoria se inclinaba hacia el que ofrecía

las más elevadas recompensas a los

soldados. Los soldados no solo querían

pagas y pillaje, sino concesiones de tierras;

por eso cada guerra civil terminaba en la

expulsión formalmente legal de muchos

terratenientes existentes, que eran

nominalmente arrendatarios del Estado,

para dejar el puesto a los legionarios del

vencedor. Los gastos de la guerra, aunque

progresivos, eran costeados ejecutando a

hombres ricos y confiscando sus bienes.

Este sistema, desastroso como era, no podía

acabar fácilmente; por último, ante la

sorpresa de todos, Augusto salió tan

completamente victorioso que no quedó

ningún competidor para alegar su derecho

al poder.

Para el mundo romano, el descubrimiento

de que el periodo de la guerra civil había

concluido llegó como una sorpresa, lo cual

fue una causa del regocijo para todos, sa1vo

para un pequeño partido senatorial. Para los

demás, fue un profundo alivio cuando

Roma, bajo Augusto, logró al fin la

estabilidad y el orden que griegos y

macedonios habían buscado en vano, y que

Roma, antes de Augusto, tampoco había

conseguido producir. En Grecia, de

conformidad con Rostovtseff, la Roma

republicana no había «introducido nada

nuevo, excepto la pauperización, la

bancarrota, y la obstrucción de toda

actividad política independiente»

El reinado de Augusto fue un periodo de

felicidad para el Imperio romano. La

administración de las provincias estaba por

fin organizada con algún miramiento hacia

el bienestar de la población, y no según un

sistema puramente depredatorio. Augusto

no fue solo oficialmente divinizado después

de su muerte, sino que fue espontáneamente

estimado como un dios en varias ciudades

provinciales. Los poetas lo elogiaron, las

clases comerciantes encontraron

conveniente la paz universal, e incluso el

Senado, al que trató con todas las formas

exteriores de respeto, no perdió ninguna

ocasión de acumular honores y cargos sobre

su cabeza.

Pero si bien el mundo era feliz, la vida

había perdido cierto sabor, ya que la

seguridad había sido preferida al riesgo. En

los tiempos anteriores, todo griego libre

había tenido la oportunidad de la aventura;

Filipo y Alejandro pusieron término a este

estado de cosas, y en el mundo helenístico

solo las dinastías macedonias disfrutaban de

una libertad anárquica. El mundo griego

Page 22: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

22

perdió su juventud, y se volvió o cínico o

religioso. La esperanza de encarnar ideales

en instituciones terrenas se desvaneció, y

con ella los mejores hombres perdieron su

ímpetu. El cielo, para Sócrates, era un lugar

donde podía proseguir discutiendo; para los

filósofos posteriores a Alejandro, era algo

muy diferente de su existencia aquí abajo.

En Roma, una evolución similar llegó más

tarde y en una forma menos dolorosa.

Roma no fue conquistada, como lo fue

Grecia, sino que tuvo, por el contrario, el

estímulo de un imperialismo afortunado. A

lo largo del periodo de las guerras civiles,

era en los romanos en quienes recaía la

responsabilidad de los desórdenes. Los

griegos no habían asegurado la paz y el

orden sometiéndose a los macedonios,

mientras que tanto los griegos como los

romanos alcanzaron ambas cosas al

someterse a Augusto, Augusto fue un

romano a quien los romanos se sometieron

voluntariamente, no solo en razón de su

poderío superior; además, se tomó el

cuidado de disfrazar el origen militar de su

gobierno, y de basarlo sobre decretos del

Senado. La adulación expresada por el

Senado era, sin duda, en gran parte

insincera, pero aparte de la clase senatorial

nadie se sintió humillado.

El talante de los romanos era parecido al de

un jeune homme rangé de la Francia

ochocentista, que, tras de una vida de

aventuras amatorias, se decide a un

matrimonio de conveniencia. Esta

mentalidad, aunque satisfecha, no es

creadora. Los grandes poetas del siglo de

Augusto se habían formado en tiempos más

turbulentos. Horacio huyó en Filipos, y

tanto él como Virgilio perdieron sus fincas

en confiscaciones a beneficio de soldados

victoriosos. Augusto, en gracia de la

estabilidad, se aplicó, un tanto

insinceramente, a restaurar la antigua

piedad, y fue por ende necesariamente

bastante hostil a la libre investigación. El

mundo romano empezó a quedar

estereotipado, y el proceso continuó bajo

los emperadores posteriores.

Los inmediatos sucesores de Augusto se

entregaron a espantosas crueldades para con

los senadores y los posibles competidores a

la púrpura. Hasta cierto punto, el

desgobierno de este periodo se extendió a

las provincias; pero en lo esencial, la

máquina administrativa creada por Augusto

siguió funcionando medianamente bien.

Un periodo mejor se inició con la subida al

trono de Trajano en el 98 después de Cristo,

y se prolongó hasta la muerte de Marco

Aurelio en el 180 después de Cristo.

Durante este tiempo, el gobierno del

Imperio fue tan bueno como pueda serlo

cualquier gobierno despótico. El siglo III,

por el contrario, fue de horrendos desastres.

El ejército se dio cuenta de su poder, hizo y

deshizo emperadores a cambio de dinero y

con la promesa de una vida sin guerras, y

cesó, en consecuencia, de ser una fuerza

aguerrida eficaz. Los bárbaros, del Norte y

del Este, invadieron y saquearon el

territorio romano. El ejército, preocupado

con las ganancias privadas y la discordia

civil, fue incompetente en la defensa. Todo

el sistema fiscal se derrumbó, ya que hubo

una inmensa merma de recursos y, al

mismo tiempo, un vasto incremento de

gastos en guerras desgraciadas en el

soborno del ejército. La peste, además de la

guerra, disminuyó grandemente la

población. Parecía corno si el Imperio

estuviera a punto de caer.

Este resultado fue advertido por dos

hombres enérgicos, Diocleciano (286-305)

y, Constantino, cuyo indiscutible reinado

duró desde el 312 al 337 después de Cristo.

Por ellos fue dividido el Imperio en una

mitad oriental y otra occidental,

correspondientes, aproximadamente, a la

división entre las lenguas griega y latina. La

capital de la parte oriental fue establecida

por Constantino en Bizancio, a la que dio el

nuevo nombre de Constantinopla.

Diocleciano refrenó al ejército por algún

tiempo, alterando su carácter; desde su

época en adelante, las fuerzas guerreras más

efectivas estuvieron compuestas de

bárbaros, principalmente germanos, a los se

Page 23: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

23

abrieron todos los mandos más elevados.

Esto era evidentemente un expediente

peligroso, y a comienzos del siglo y

produjo su fruto natural. Los bárbaros

resolvieron que era más provechoso luchar

por sí mismos que por un amo romano. No

obstante, cumplió su propósito durante más

de un siglo. Las reformas administrativas de

Diocleciano tuvieron igualmente éxito por

cierto tiempo, y fueron igualmente

desastrosas a la larga. El sistema romano

tenía que permitir el autogobierno local a

las ciudades, y dejar sus funcionarios la

recaudación de impuestos, de los cuales

solo la cantidad total debida por cada

ciudad era fijada por las autoridades

centrales. Este sistema había ido bastante

bien en los tiempos prósperos, pero ahora,

en la situación exhausta del Imperio, las

rentas exigidas eran más de lo que podía

soportarse sin excesiva opresión. Las

autoridades municipales eran

personalmente responsables de los

impuestos, y huían para eludir el pago.

Diocleciano obligó a los ciudadanos

acomodados a aceptar el cargo municipal, y

declaró ilegal la huida. Por motivos

similares convirtió a las poblaciones rurales

en siervos, adscritos al suelo, e impedidos

de emigrar. Este sistema fue mantenido por

los emperadores posteriores.

La más importante innovación de

Constantino fue la adopción del

cristianismo como religión del Estado, al

parecer porque una gran proporción de los

soldados eran cristianos. El resultado de

esto fue que cuando, durante el siglo V, los

germanos destruyeron el Imperio de

Occidente, su prestigio les hizo abrazar la

religión cristiana, preservando con ello para

la Europa occidental tanto de la civilización

antigua como había sido absorbido por la

Iglesia.

El desenvolvimiento del territorio asignado

a la mitad oriental del Imperio fue diferente.

El Imperio de Oriente, aunque

continuamente decreciendo en extensión

(salvo las transitorias conquistas de

Justiniano en el siglo VI), sobrevivió hasta

1453, en que Constantinopla fue

conquistada por los turcos. Pero la mayor

parte de lo que habían sido provincias

romanas en el Este, incluyendo también

África y España en el Oeste, se hicieron

mahometanas. Los árabes, a diferencia de

los germanos, rechazaron la religión, pero

adoptaron la civilización, de aquellos a

quienes habían vencido. El Imperio oriental

era griego, no latino, en su civilización; en

consecuencia, desde el siglo VII al XI, fue

él y los árabes quienes conservaron la

literatura griega y cuanto sobrevivió de la

civilización griega, en oposición a la latina.

Desde el siglo XI en adelante, al principio a

través de la influencia mora, el Occidente

recuperó gradualmente lo que había perdido

de la herencia griega.

Paso ahora a los cuatro modos en que el

Imperio romano afecto a la historia de la

cultura.

I. El efecto directo de Roma sobre el

pensamiento griego. Este empieza en el

siglo II antes de Cristo, con dos hombres, el

historiador Polibio y el filósofo estoico

Panecio. La actitud natural del griego hacia

el romano era de desprecio mezclado con

temor; el griego se sentía más civilizado,

pero políticamente menos poderoso. Si los

romanos tuvieron más éxito en la política,

eso únicamente mostraba que la política era

una tarea innoble. El griego medio del siglo

III antes de Cristo era amante de los

placeres, de inteligencia viva, experto en

loa negocios, y sin escrúpulos en todas las

cosas. Sin embargo, aún quedaban hombres

de capacidad filosófica. Algunos de ellos—

notablemente los escépticos, tales como

Carnéades—habían consentido que la

destreza destruyera la seriedad. Otros, como

los epicúreos, y un sector de los estoicos, se

habían retirado completamente a una

tranquila vida privada. Pero unos pocos,

con más visión de la que había manifestado

Aristóteles en relación con Alejandro, se

percataron de que la grandeza de Roma se

debía a ciertos méritos de que carecían los

griegos.

Page 24: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

24

El historiador Polibio, nacido en Arcadia

hacia el 200 antes de Cristo, fue enviado a

Roma como prisionero, y allí tuvo la buena

fortuna de hacerse amigo de Escipión el

menor, a quien acompañó en muchas de sus

campañas. Era poco común entre los

griegos saber latín, aunque la mayoría de

los romanos instruidos sabía griego; las

circunstancias de Polibio, sin embargo, lo

condujeron a una perfecta familiaridad con

el latín. Escribió, para provecho de los

griegos, la historia de las últimas guerras

púnicas, que permitieron a Roma conquistar

el mundo. Su admiración por la

constitución romana se estaba, quedando

anticuada mientras escribía, pero hasta su

tiempo había competido ésta muy

favorablemente, en estabilidad y en

eficacia, con las constituciones

continuamente cambiantes de la mayoría de

las ciudades griegas. Los romanos

naturalmente leían su historia con placer;

que los griegos lo hicieran así, es más

dudoso.

Panecio el estoico ya ha sido considerado

en el capítulo precedente. Fue amigo de

Polibio, y, como él, un protegido de

Escipión el joven. Mientras vivió Escipión,

fue con frecuencia a Roma, pero a raíz de la

muerte de Escipión en el 129 antes de

Cristo, permaneció en Atenas como jefe de

la escuela estoica. Roma tenía todavía, lo

que Grecia había perdido, la confianza

ligada a la oportunidad de la actividad

política. De conformidad con ello, las

doctrinas de Panecio eran más políticas, y

menos afines a las de los cínicos, que lo

fueron las de los estoicos anteriores.

Probablemente la admiración hacia Platón

sentida por los romanos cultos lo indujo a

abandonar la estrechez dogmática de sus

predecesores estoicos. En la forma más

amplia dada por él y por su sucesor

Posidonio, el estoicismo atrajo

poderosamente a los más serios de los

romanos.

En una fecha posterior, Epicteto, aunque

griego, pasó la mayor parte de su vida en

Roma. Roma le proporcionó la mayoría de

sus ilustraciones; siempre estuvo

exhortando al sabio a no temblar en

presencia del emperador. Conocemos la

influencia de Epicteto sobre Marco Aurelio,

pero su influencia sobre los griegos es

difícil de rastrear.

Plutarco (ca. 46-120 d. de C.), en sus Vidas

de los griegos y romanos nobles, trazó un

paralelismo entre los más eminentes

hombres de los dos países. Pasó un tiempo

considerable en Roma, y fue honrado por

los emperadores Adriano y Trajano.

Además de sus Vidas escribió numerosas

obras sobre filosofía, religión, historia

natural, y ética. Sus Vidas se interesan

evidentemente en conciliar a Grecia y

Roma en el pensamiento de los hombres.

En su conjunto, aparte de tales hombres

excepcionales, Roma actuó como un

obstáculo en la parte de habla griega del

Imperio. El pensamiento y el arte decayeron

a la vez. Hasta finales del siglo II después

de Cristo, la vida, para los acomodados, era

agradable y fácil; no había incentivo alguno

para el esfuerzo, y pocas oportunidades

para grandes logros. Las escuelas de

filosofía reconocidas—la Academia, los

peripatéticos, los epicúreos y los estoicos –

continuaron existiendo hasta que fueron

cerradas por Justiniano. Ninguna de ellas,

sin embargo, mostró vitalidad en todo el

tiempo después de Marco Aurelio, excepto

los neoplatónicos en el siglo III después de

Cristo; y estos hombres, en todo caso,

apenas fueron influidos por Roma. Las

mitades griega y latina del Imperio se

volvieron cada vez más divergentes; el

conocimiento del griego se hizo raro en el

Oeste, y a partir de Constantino el latín, en

el Este, sobrevivió solamente en la ley y en

el ejército.

II. La influencia de Grecia y del Oriente

sobre Roma. Hay aquí dos cosas muy

diferentes a considerar: primera, la

influencia del arte, la literatura y la filosofía

helénicas sobre la mayoría de los romanos

cultivados, segunda, la propagación de las

Page 25: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

25

religiones y supersticiones no helénicas en

todo el mundo occidental.

1) Cuando los romanos entraron por

primera vez en contacto con los griegos, se

dieron cuenta de ser ellos mismos

comparativamente bárbaros y toscos. Los

griegos eran inconmensurablemente

superiores en muchos aspectos: en las

manufacturas, y en la técnica de la

agricultura; en los tipos de conocimientos

que son necesarios para un buen

funcionario; en la conversación y en el arte

de gozar la vida; en el arte y la literatura y

la filosofía. Las únicas cosas en que los

romanos eran superiores eran la táctica

militar y la cohesión social. La relación de

los romanos con los griegos fue algo

parecido a la de los prusianos con los

franceses en 1814 y 1815; pero esta última

fue pasajera, mientras que aquella duró

largo tiempo. Tras de las guerras púnicas,

los jóvenes romanos concibieron una gran

admiración por los griegos. Aprendieron el

idioma griego, copiaron la arquitectura

griega, emplearon escultores griegos. Los

dioses romanos fueron identificados con los

dioses griegos. Se forjó el origen troyano de

los romanos para crear una conexión con

los mitos homéricos. Los poetas latinos

adoptaron los metros griegos, los filósofos

latinos se apropiaron de las teorías griegas.

En fin, Roma fue culturalmente parásita de

Grecia. Los romanos no inventaron ninguna

forma artística, no erigieron ningún sistema

original de filosofía, ni hicieron

descubrimientos científicos. Construyeron

buenas carreteras, códigos legales

sistemáticos, y ejércitos eficientes; en

cuanto al resto, imitaron a Grecia.

La helenización de Roma trajo consigo

cierto reblandecimiento de las costumbres,

aborrecido por Catón el viejo. Hasta las

guerras púnicas, los romanos habían sido un

pueblo bucólico, con las virtudes y los

vicios de los labriegos: austeros,

industriosos, brutales, obstinados y

estúpidos. Su vida familiar había sido

estable y edificada sólidamente sobre la

patria potestad: las mujeres y los jóvenes

estaban completamente subordinados. Todo

esto cambió con el influjo de la opulencia

repentina. Las pequeñas fincas

desaparecieron, y fueron gradualmente

reemplazadas por enormes haciendas en las

que el trabajo esclavo se empleaba para

llevar a cabo nuevos métodos científicos de

agricultura. Surgió una extensa clase de

comerciantes, y un gran número de

hombres se enriquecieron con el pillaje,

como los nababs en la Inglaterra del siglo

XVIII. Las mujeres, que habían sido

esclavas virtuosas, se volvieron libres y

disolutas; el divorcio se hizo corriente; los

ricos dejaron de tener hijos. Los griegos,

que habían experimentado una evolución

similar hacía siglos, fomentaron, con su

ejemplo, lo que los historiadores llaman la

decadencia de la moral. Aun en los tiempos

más licenciosos del Imperio, el romano

medio todavía pensaba en Roma como en la

sostenedora de una norma ética más pura

frente a la decadente corrupción de Grecia.

La influencia cultural de Grecia sobre el

Imperio occidental disminuyó rápidamente

desde el siglo III después de Cristo en

adelante, principalmente porque la cultura

en general decayó. Para esto hubo muchas

causas, pero una en particular debe ser

mencionada. En los últimos tiempos del

Imperio de Occidente, el gobierno fue una

tiranía militar mucho menos disfrazada de

lo que había sido, y el ejército usualmente

elegía como emperador a un general

afortunado; pero el ejército, incluso en sus

puestos más elevados, ya no estaba

compuesto de romanos cultos, sino de

semibárbaros de la frontera. Estos burdos

soldados no precisaban de la cultura y

consideraban a los ciudadanos civilizados

exclusivamente como una fuente de

ingresos. Las personas privadas estaban

demasiado empobrecidas para sostenerse

mucho tiempo en la senda de la educación,

y el Estado consideraba la educación

innecesaria. En consecuencia, en Occidente,

solo unos pocos hombres de excepcional

erudición continuaron leyendo en griego.

Page 26: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

26

2) La religión y la superstición no

helénicas, por el contrario adquirieron a

medida que pasaba el tiempo, un

predominio cada vez más firme en

Occidente. Ya hemos visto cómo las

conquistas de Alejandro introdujeron en el

mundo griego las creencias de babilonios,

persas egipcios. Análogamente las

conquistas romanas familiarizaron al

mundo occidental con estas doctrinas, y

también con las de los judíos y cristianos..

En Roma, cada secta y cada profeta estaban

representados, y a veces alcanzaron el favor

de las altas esferas del gobierno. Luciano,

que mantenía un sano escepticismo a pesar

de la credulidad de la época, cuenta una

historia divertida, generalmente aceptada

como en gran parte verdadera, acerca de un

profeta milagrero llamado Alejandro el

paflagonio. Este hombre curaba a los

enfermos y predecía el futuro, con

excursiones al chantaje. Su fama llegó a

oídos de Marco Aurelio, a la sazón

combatiendo a los marcomanos en el

Danubio El emperador lo consultó sobre

cómo ganar la guerra, y se le informó que si

arrojaba dos leones al Danubio resultaría

una gran victoria. Siguió el consejo del

adivino, pero fueron los marcomanos los

que obtuvieron la gran victoria. A despecho

de este desastre, la fama de Alejandro

continuó creciendo. Un conspicuo romano

de rango consular, Rutiliano, después de

consultarlo sobre muchos asuntos, solicitó

su consejo respecto a la elección de una

esposa. Alejandro, como Endimión había

gozado de los favores de la luna, y tuvo de

ella una hija, la cual recomendó el oráculo a

Rutiliano. «Rutiliano que tenía entonces

sesenta años de edad, obedeció el mandato

divino, y celebró su matrimonio

sacrificando hecatombes enteras a su suegra

celestial».

Más importante que la carrera de Alejandro

de Paflagonia fue el reinado del emperador

Elegábalo o Heliogábalo (218-22 d. de C.),

que fue, hasta su elevación por la elección

del ejército, un sacerdote sirio del sol. En su

lento viaje desde Siria a Roma fue

precedido por su retrato, enviado como un

presente al Senado. «Se mostraba en sus

vestiduras sacerdotales de seda y oro, a la

manera flojamente ondulante de los medas

y fenicios; su cabeza estaba cubierta con

una alta tiara, sus numerosos collares y

brazaletes se hallaban adornados con gemas

de inestimable valor. Sus cejas estaban

teñidas de negro, y sus mejillas pintadas

con un rojo y un blanco artificiales. Los

graves senadores confesaron con un suspiro

que, tras de haber experimentado largo

tiempo la rígida tiranía de sus compatriotas,

Roma se humillaba finalmente bajo el lujo

afeminado del despotismo oriental»

Apoyado por un gran sector del ejército,

procedió, con celo fanático, a introducir en

Roma las prácticas religiosas del Oriente;

su nombre era el del dios-sol adorado en

Emesa, donde había sido sumo sacerdote.

Su madre, o su abuela, que era la auténtica

gobernante, percibió que él había ido

demasiado lejos, y lo destronó ci favor de

su sobrino Alejandro (222-35), cuyas

inclinaciones orientales eran más

moderadas. La mezcla de credos que fue

posible en su época se ilustraba en su

capilla privada, en la que colocó las estatuas

de Abrahán, Orfeo, Apolonio de Tiana y

Cristo.

La religión de Mitra, que era de origen

persa, fue un firme competidor del

cristianismo, especialmente durante la

segunda mitad del siglo III después de

Cristo. Los emperadores, que estaban

haciendo desesperadas tentativas por

controlar al ejército, advirtieron que la

religión podía proporcionar la estabilidad

tan necesitada; pero tendría que ser una de

las nuevas religiones, ya que eran estas las

que los soldados favorecían. El culto fue

introducido en Roma, y tuvo mucho que

agradecer a la mentalidad militar, Mitra era

un dios solar, pero no tan afeminado como

su colega sirio; era un dios relacionado con

la guerra, la gran guerra entre el bien y el

mal que había formado parte del credo

persa desde Zoroastro. Rostovtseff6

reproduce un bajorrelieve que representa su

Page 27: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

27

culto, el cual fue encontrado en

Heddernheim, en Alemania, y muestra que

sus adeptos debieron ser numerosos entre

los soldados, no solo en Oriente, sino

también en Occidente.

La adopción del cristianismo por

Constantino fue políticamente un éxito,

mientras que los intentos anteriores por

introducir una nueva religión fracasaron;

pero los conatos precedentes fueron, desde

un punto de vista gubernamental, muy

similares al suyo. Todos derivaban por

igual su posibilidad de triunfo de las

calamidades y el cansancio del orbe

romano. Las religiones tradicionales de

Grecia y Roma eran adecuadas para

hombres interesados en el mundo terrenal, y

esperanzados en la felicidad sobre la tierra.

Asia, con una experiencia más larga de la

desesperación, había desarrollado antídotos

más eficaces en la forma de esperanzas

ultramundanas; de todas ellas, el

cristianismo fue la más efectiva para traer la

consolación. Pero el cristianismo, para el

tiempo en que se convirtió en la religión del

Estado, había absorbido mucho de Grecia, y

transmitió esto, junto con el elemento

judaico, a las edades subsiguientes en el

Occidente.

III. La unificación del gobierno y la cultura.

Somos deudores, en primer lugar a

Alejandro y luego a Roma, de que los

logros de la gran época de Grecia no se

perdieran para el mundo, como los del

periodo minoano. En el siglo I antes de

Cristo, un Gengis Kan, si por casualidad

hubiera surgido uno, podría haber asolado

todo lo que era importante en el mundo

helénico; Jerjes, con un poco más de

competencia, habría hecho de la

civilización griega algo enormemente

inferior a lo que fue después de ser

rechazado. Consideremos el periodo desde

Esquilo a Platón: todo lo que se hizo en este

tiempo fue realizado por una minoría de la

población de unas pocas ciudades

comerciales. Estas ciudades, según mostró

el futuro, no tenían gran capacidad para

resistir a la conquista extranjera, más por un

extraordinario golpe de buena suerte, sus

conquistadores, macedonios y romanos,

eran helenófilos, y no destruyeron lo que

conquistaron, como Jerjes o Cartago

hubieran hecho. La circunstancia de que

hayamos conocido lo que llevaron a cabo

los griegos en arte, literatura, filosofía y

ciencia, se debe a la estabilidad introducida

por los conquistadores occidentales, que

tuvieron el buen sentido de admirar la

civilización a la que sojuzgaron pero a la

que hicieron lo posible por conservar.

En ciertos aspectos, políticos y éticos,

Alejandro y los romanos fueron la causa de

una filosofía mejor que cualquiera de las

profesadas por los griegos en sus días de

libertad. Los estoicos, como hemos visto,

creían en la fraternidad del hombre y no

limitaron sus simpatías a los griegos. El

prolongado dominio de Roma habituó a los

hombres a la idea de una sola civilización

bajo un solo gobierno. Nosotros sabemos

que había importantes partes del mundo que

no estaban sometidas a Roma: la India y la

China, más especialmente. Pero a los

romanos les parecía que fuera del Imperio

únicamente había tribus más o menos

bárbaras, que podrían ser conquistadas

cuando quiera que mereciese la pena hacer

el esfuerzo. Esencial e idealmente, el

Imperio, en la mente de los romanos, era

mundial. Esta concepción pasó a la Iglesia,

que fue ‘católica’ a pesar de los budistas,

los confucianos y (más tarde) los

mahometanos. Securus judicat orbis

terrarum es una máxima de san Agustín,

que encarna la doctrina de los últimos

estoicos; debe su atractivo a la aparente

universalidad del Imperio romano A lo

largo de la Edad Media, después de la

época de Carlomagno, la Iglesia y el Sacro

Imperio Romano fueron mundiales en idea,

aunque todos sabían que no lo eran de

hecho. La concepción de una familia

humana, una religión católica, una cultura

universal y un Estado mundial, ha

obsesionado el pensamiento de los hombres

desde su realización aproximada por Roma.

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28

El papel desempeñado por Roma en la

ampliación del área de la civilización fue de

inmensa importancia, La Italia

septentrional, España, Francia y partes del

oeste de Alemania, fueron civilizadas como

consecuencia de su conquista violenta por

las legiones romanas. Todas estas regiones

resultaron tan capaces de alcanzar alto nivel

de cultura como Roma misma. En los

momentos finales del Imperio de Occidente,

la Galia produjo hombres que fueron por lo

menos iguales a sus contemporáneos de

zonas de más antigua civilización. Fue

merced a la difusión de la cultura por Roma

por lo que los bárbaros solo ocasionaron un

eclipse temporal, no una oscuridad

permanente. Cabe argüir que la calidad de

la civilización nunca volvió a ser tan buena

como en la Atenas de Pericles; pero en un

mundo de guerra y destrucción, la cantidad

es, a la larga, casi tan importante como la

calidad, y la cantidad fue debida a Roma.

IV. Los mahometanos como vehículo del

helenismo. En el siglo VII, los discípulos

del Profeta conquistaron Siria, Egipto y

África del Norte; en el siglo siguiente,

conquistaron España. Sus victorias fueron

fáciles, y la lucha ligera. Salvo

posiblemente durante los escasos años

iniciales, no fueron fanáticos; los cristianos

y los judíos no fueron molestados mientras

pagaron el tributo. Muy pronto los árabes

adquirieron la civilización del Imperio de

Oriente, pero con la perspectiva de una

política ascendente en lugar del tedio de la

decadencia. Sus hombres instruidos leyeron

a los autores griegos en traducción, o

escribieron comentarios. La reputación de

Aristóteles es principalmente debida a ellos;

en la antigüedad no fue estimado al nivel de

Platón.

Es instructivo considerar algunas palabras

que derivan del árabe, tales como: álgebra,

alcohol, alquimia, alambique, álcali,

acimut, cenit. Con la excepción de

‘alcohol—que significaba, no una bebida,

sino una sustancia usada en la química—,

estas palabras darían una buena descripción

de algunas de las cosas que debemos a los

árabes. El álgebra había sido inventada por

los griegos alejandrinos, pero fue

proseguida por los mahometanos.

‘Alquimia’, ‘alambique’, ‘álcali’ son

vocablos conectados con el intento de

convertir los metales bajos en oro, que los

árabes tomaron de los griegos, y en cuya

búsqueda recurrieron a la filosofía griega.

‘Acimut’ o ‘cenit’ son términos

astronómicos, principalmente útiles a los

árabes en relación con la astrología.

El método etimológico oculta lo que

debemos a los árabes en lo que atañe al

conocimiento de la filosofía griega, porque,

cuando fue de nuevo estudiada ésta en

Europa, los vocablos técnicos requeridos se

tomaron del griego y del latín. En filosofía,

los árabes fueron mejores como

comentadores que como pensadores

originales, Su importancia, para nosotros,

radica en que fueron ellos, y no los

cristianos, los inmediatos herederos de

aquellas partes de la tradición griega que

solo el Imperio de Oriente había mantenido

vivas, El contacto con los mahometanos, en

España y en menor extensión en Sicilia,

hizo que Occidente supiera de Aristóteles; y

también de los guarismos arábigos, del

álgebra y de la química. Fue este contacto

el que inició el resurgimiento de la

erudición en el siglo XI, que condujo a la

filosofía escolástica, Fue más tarde, desde

el siglo XIII en adelante, cuando el estudio

del griego capacitó a los hombres para ir

directamente a las obras de Platón, de

Aristóteles y de otros escritores griegos de

la antigüedad. Pero si los árabes no

hubieran conservado la tradición, los

hombres del Renacimiento podrían no

haber sospechado cuánto había de ganarse

con la renovación de las letras clásicas.

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La ley suprema

Marco Tulio Cicerón gran escritor, orador y político romano define, en este fragmento de su obra De la República, la ley

suprema, entendida como el imperio de la recta razón.

Fragmento de De la República.

De Cicerón.

La ley suprema.

III.

La ley verdadera es la recta razón, á la naturaleza conforme, á todos infundida, constante,

sempiterna; que llame al deber, mandando; que, prohibiendo y aterrando, aleje del mal. La

que, sin embargo, ni manda ó prohíbe en vano á los probos, ni, mandando ó prohibiendo,

mueve á los ímprobos. Esta ley ni es permitido substituir; ni quitar de ella es lícito, ni dable

derogarla; ni senado ni pueblo exentarnos de ella pueden; ni de comentadores ó intérpretes

extraños necesita. Ni habrá una ley en Roma, otra en Atenas; hoy una, otra mañana; sino que

á las gentes todas, en todos los tiempos comprenderá una ley sola, eterna, inmutable; y todos

tendrán un solo como maestro y soberano. Dios, de esta ley autor, juez, dador. Cuyos

contraventores huirán de sí propios, y ultrajando la naturaleza humana, padecerán, por lo

mismo, las mayores penas; aun cuando evadir logren todos los imaginables suplicios.

Fuente: Jünemann, Guillermo. Antología universal. Friburgo: Herder, 1910.

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EDAD MEDIA

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El Genio de Occidente:Louis Rougier

CAPITULO V

LA REVOLUCION SOCIAL DEL CRISTIANISMO

El genio griego creó el homo sapiens, quien inventó la ciencia demostrativa y organizó la

ciudad racionalmente. No fue capaz de crear el homo faber, el artesano, quien, por medio de

las artes mecánicas, sometió las fuerzas de la naturaleza y las puso al servicio de los hombres.

Antes de que éste pudiera aparecer tuvo que ocurrir una revolución moral y social que acabara

con la esclavitud y rehabilitara el trabajo manual y las arles mecánicas. Esto fue logrado por el

cristianismo.

La rehabilitación moral del esclavo

La intención del mensaje cristiano no era reformar la sociedad. Su propósito era anunciar la

inminencia del Reino de Dios y la necesidad de prepararse por medio de la penitencia.

Mientras esperaba el gran juicio, cada persona debía permanecer en la condición en que Dios

la había colocado. San Pablo recomendaba a los esclavos obedecer a sus amos, y a los amos

que trataran bien a sus esclavos.

Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de

Dios. ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes.

Y aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condi-

ción de esclavo. Pues el que recibió la llamada del Señor sien-

do esclavo, es un liberto del Señor sienclo esclavo; igualmen- :

te, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo

cle Cristo} ( Biblia de Jerusalén)

La Carta a los Efesios recomienda: ”Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las

amenazas; teniendo presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en él no

hay acepción de personas” Nunca se les ocurrió a los Padres de la Iglesia, como tampoco se

les ocurría a los filósofos y jurisconsultos paganos, contemplar la desaparición de la

esclavitud. San Juan Crisóstomo se contentaba con recomendar moderación: “ ¿Por qué

tantos esclavos? Al igual que con el vestido y con la mesa, deben limitarse al número

necesario de esclavos. “Séneca trataba a sus esclavos como “amigos humildes”

Jurídicamente, el esclavo en la antigüedad era una cosa, una mezcla para ser objeto de uso y

abuso a discreción. Aristóteles había definido un esclavo como una “herramienta viviente”. –

Los esclavos se clasificaban, para propósitos tributarios, en la misma categoría que los

caballos y las mulas. El esclavo no tenia voluntad propia; era un cuerpo sin la facultad `de

decir no; no tenla derechos; no tenía familia, ni matrimonio legal, ni paternidad reconocida.

Para él, nada que le pidiera su amo podía ser vergonzoso. Su religión no era reconocida; los

dioses no se ocupaban de esclavos. El amo podía castigarle, encadenarle, encarcelarle,

mutilarle y torturarle, incluso darle muerte.

Hasta la época de los Antoninos no se creó una dependencia encargada de proporcionar a los

esclavos un recurso de apelación contra los peores excesos. Los grandes jurisconsultos, los

cínicos y los estoicos, decían que todos los hombres nacen libres; justificaban la esclavitud,

sin embargo, citando los diversos orígenes de la familia humana. Algunos descendían de

dioses y héroes y tenían el derecho de mandar. Otros eran hombres libres que gozaban de

derechos civiles y políticos, distinguiendo el Imperio tardío entre hombres de noble cuna y

hombres de humilde cuna . Otros por naturaleza, conquista, o nacimiento— eran esclavos.

La legislación relativa a los esclavos fue humanizada bajo los emperadores paganos, pero bajo

los primeros emperadores cristianos hubo un retroceso. Constantino restableció una antigua

ley según la cual una mujer libre que cohabitara con un esclavo caería bajo la servidumbre del

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amo de dicho esclavo, y cualquier mujer que viviera en concubinaje con sus propios esclavos

debía ser quemada en la hoguera. El orden social se fundamentaba en la esclavitud. -

No obstante, el cristianismo, al declarar que todos los hombres descienden de la misma

pareja, que todos son hijos de Dios, que todos fueron igualmente redimidos por la pasión de

Cristo, y que como hermanos todos son igualmente valiosos, establecía la dignidad de los

hombres sin excepción de raza, condición o nacionalidad. “Ya no hay judío ni griego; ni

esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”,

proclamó San Pablo. El esclavo cristiano es, ante Dios, el igual de un hombre rico, de un

hombre libre, y de su propio amo. Es admitido en pie de completa igualdad en la Iglesia, en

las fiestas de confraternidad, en los sacramentos, en los rangos de la jerarquía eclesiástica, y

por último, en el sepelio en las catacumbas. Si fuera bautizado, podría incluso ser superior a

su propio amo, si el amo fuera un iniciado (catecúmeno) o si estuviera bajo alguna penitencia

pública. Un esclavo puede convertirse en sacerdote, en obispo, incluso en papa como sucedió

Con Calixto, un esclavo fugitivo. Su matrimonio es válido; su paternidad es reconocida; su

castidad es defendida. Se establece la familia cristiana.

La Iglesia recomendó la liberación de esclavos Como la forma más allá de caridad y la forma

más aceptable de penitencia; condenó la esclavitud de prisioneros; comprometía sus recursos

para el rescate de los cautivos; y adoptaba a los niños abandonados. Enseñó un nuevo respeto

por la persona humana, y los emperadores cristianos, si bien es cierto que muchas veces

vacilaban, finalmente suprimieron los combates de gladiadores y los abominables circos

donde había fluido tan libremente la sangre de los mártires. El cristianismo revolucionó las

posiciones sociales de esclavos y humiliores al proporcionar una ratificación religiosa de su

dignidad individual; todo hombre, creado a imagen de Dios, posee un alma libre.

La rehabilitación del trabajo manual y de las artes mecánicas

La proclamación de la dignidad por igual de todos los hombres condujo inevitablemente a la

rehabilitación del trabajo manual y de las artes mecánicas. ¿No fue Jesús un carpintero, no

fueron los primeros discípulos humildes pescadores, y San Pablo un fabricante de tiendas de

campaña? Poco sorprende que los primeros grandes éxitos del Cristianismo hayan sido entre

los esclavos y las masas de pobres labradores. El término operarius (obrero) aparece

frecuentemente en los epitafios de los cristianos. Una reiterada recomendación de la Iglesia

era que el artesano realizara su trabajo con entusiasmo y diligencia.

Los antiguos creían que un hombre libre debía ser un hombre de medios que no tuviera que

trabajar, a fin de que pudiera dedicar sus energías a los asuntos de estado. Este era un tipo de

ocio muy diferente al de las masas de libertos atestados en las grandes ciudades de la Roma

Imperial. La competencia de la mano de obra esclava había desplazado del campo a un gran

ejército de empobrecidos campesinos, labradores y artesanos. Sin raíces y sin trabajo, vivían

de la caridad pública, de distribuciones gratuitas, y de los réditos de la corrupción política,

pasando sus días en el teatro, el circo o el anfiteatro, reclamando panem et circenses. Los

primeros cristianos se oponían a este ocio corruptor, declarando, en las palabras de San Pablo,

que” si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma”

Obispos y sacerdotes daban ejemplo. La disciplina primitiva los obligaba a trabajar con sus

manos. Los monjes de Occidente, al incorporar el trabajo manual en sus reglas monásticas,

hacían del trabajo parte del opus Dei, la obra de Dios. Los vemos desmontando bosques,

drenando pantanos, transformando cenagosas selvas en campos de cultivo y abadías que a su

vez se convirtieron en los sitios de aldeas, pueblos, y eventualmente grandes ciudades.

Durante toda la Edad Media, el trabajo de obreros y artesanos fue borrado en pie de igualdad

con el de otros funcionarios públicos. Sus organizaciones — sus gremios y corporaciones-

tenían sus propios estandartes, y tenían el derecho de exhibirlos durante las solemnes misas

dedicadas a sus santos patronos. Con sus propias tierras y recursos, construían las iglesias,

salones gremiales y otras estructuras que relataban en ladrillo, piedra y mármol los grandes

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eventos de sus ciudades. Con el tiempo se volvieron suficientemente poderosos como para

obtener de reyes, señores feudales y dignatarios eclesiásticos privilegios políticos para sí

mismos. En algunas partes, especialmente en Flandes, Alemania e Italia, gobernaban de

hecho las ciudades. Venecia en el siglo XIII fue gobernada por una aristocracia de

comerciantes. Esto hubiera sido algo inconcebible para los hombres de la antigüedad —

ciudades gobernadas por artesanos y mercaderes.

lnvenciones en la Edad Media,

Esta glorificación de la mano de obra cualificada fue uno de los factores responsables de la

larga serie de útiles inventos perfeccionados durante la Edad Media. `

Al comienzo aparecieron el molino de agua y el molino de viento. Estas dos formas de

energía —de agua y de viento—dominaron la evolución técnica hasta el siglo XVIII Durante

los siglos X y XI las corrientes de agua fueron aprovechadas para obtener energía hidráulica,

generando una verdadera revolución industrial. El desarrollo del eje de levas, que convertía el

movimiento circular en movimiento lineal —proceso conocido por los antiguos pero no

utilizado—, permitió a los hombres realizar una gran diversidad de tareas. Los martillos

hidráulicos no solo reemplazaron el ancestral uso de manos y pies, sino que también

mejoraron enormemente la calidad de los objetos fraguados. La industria textil, en particular,

se beneficio de las nuevas maquinarias. Un telar mecánico para tejer seda apareció en el norte

de Italia a fines del siglo XII. Los molinos de viento, ampliamente usados por los árabes, se

desarrollaron rápidamente después del siglo XI. No solo se usaban para moler trigo, sino

además, y especialmente en los Países Bajos, para drenar pantanos y extraer carbón de turba.

Cuando Europa empezó a cubrirse de una blanca capa de catedrales y cuando los grandes

nobles empezaron a construir sus castillos fortificados, se plantearon nuevos desafíos para los

constructores. Se desarrollaron sofisticadas herramientas para levantar materiales, usando

poleas, contrapesas y pasadores. El gato mecánico data de esta época. En los cuadernos de

apuntes de Villard de Honnecourt se encuentra un diseño para un gato de rosca.

Gracias a máquinas que permitían levantar pesas y drenar agua se hicieron grandes progresos

en el arte de la minería. La agricultura también fue mejorada mediante el desarrollo de arados

con ruedas, vertederas y rejas, todo lo cual permitió cultivar el suelo más profundamente y

con mayor eficiencia. La práctica de rotar los cultivos cada tres años incrementó

enormemente la producción de vegetales ricos en proteínas. Estas mejoras liberaban cada vez

más personas de la necesidad de trabajar la tierra e incrementó el número de pobladores que

podían vivir en pueblos y ciudades. Además de todo esto, hubo una revolución en el

transporte de personas y productos gracias a dos innovaciones: la hombrera para caballos, que

incrementó la fuerza motriz de los animales, y el timón fijo, que revolucionó la navegación.

De este modo, se realizaron considerables progresos en agricultura, minería, ganadería,

metalurgia, química, armamentos y construcción. Se estaba formando una civilización técnica

destinada a transformar la vida económico-social y la cosmovisión del hombre. Este

desarrollo fue facilitado enormemente por la gradual desaparición de la esclavitud por el

establecimiento de una relativa seguridad contra invasiones a medida que surgían las grandes

monarquías feudales a partir del siglo XI.

Las órdenes religiosas tuvieron un papel importante en estos cambios. La regla de San

Benito, por ejemplo, decía lo siguiente con relación al trabajo: ”Si los hermanos, sea por

necesidad o por pobreza, son obligados a salir a cosechar ellos mismos los cultivos, que esto

no los perturbe, porque cuando vivan del trabajo de sus manos serán monjes de verdad,

siguiendo el ejemplo de nuestros padres (del desierto) y de los Apóstoles.” ( Regla N° 48 de la

Orden) La elaborada liturgia a la que debían dedicar mucho de su tiempo los monjes

benedictinos los obligaba a transferir a las espaldas de sus arrendatarios la mayor parte del

trabajo pesado que tendría que haber sido una fuente de satisfacción para ellos. Esto dio lugar

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42

a las reformas cistercienses a comienzos del siglo XII, y la decisión de San Bernardo de

exaltar el trabajo manual y la auto—suficiencia de los monasterios para todas sus necesidades.

A pesar de las interminables guerras y desastres como la Peste Negra, los Siglos VIV y XV

presenciaron desarrollos técnicos que habrían de revolucionar la vida industrial y comercial.

Durante estos dos siglos el consumo de metal para la agricultura, la industria, y nuevas formas

de artillería (tras la introducción, por parte de los árabes, de la pólvora proveniente de China)

se incrementó enormemente. Aparecieron fundiciones y fraguas hidráulicas que duplicaron la

producción de hierro y devoraron los bosques de donde se obtenía el combustible para las

nuevas industrias metalúrgicas. Esta industria no podía realmente desarrollarse, sin embargo,

mientras el carbón de leña no fuera reemplazado por el carbón mineral, lo que comenzó en

Inglaterra en 1570.

Cómo el desarrollo de In tecnología medieval fomentó la investigación científica

El desarrollo de la tecnología promovió la investigación científica. La construcción de

catedrales planteó problemas de geometría y física estética. Mientras que los planos para las

catedrales de Reims y Estrasburgo (siglo XIII) no son más que elevaciones frontales, el de la

catedral de Siena (siglo XIV) es lateral; pero ninguno es geométrico. La construcción de

fortificaciones y catapultas obligaban a los ingenieros a realizar ciertos cálculos numéricos,

aunque seguían siendo muy inferiores a la balística de Galileo y Tartaglia.

Cuadernos de la época, tales como los de Villard de Honnecourt, muestran mejoras en la

investigación, pero fue en Oxford, con Robert Grossteste, Roger Bacon y Pierre de Maricourt,

donde nació el espíritu científico basado en la experimentación. Bacon y Maricourt se

jactaban de haber dominado las artes más diversas a fin de penetrar en los secretos de la

naturaleza. Ellos proponían el método inductivo, oponiéndose a la mentalidad escolástica que

se basaba exclusivamente en la razón y desconfiaba de los sentidos Más aún, ellos enfatizaban

el importante papel de la matemática en el estudio de la naturaleza.

El nuevo espíritu de empresa también ejerció su influencia en el ámbito científico. Del

comercio con continentes distantes, de los estudios geográficos, y de las transacciones

bancarias y financieras surgieron tratados sobre navegación, contabilidad y economía política.

Estos desarrollos, sin embargo, no fueron resultado deliberado de adelantos en la ciencia pura,

sino producto de necesidades inmediatas y prácticas. La ciencia tuvo que desarrollarse por su

propia cuenta por medio del contacto con las recientemente descubiertas obras de los

filósofos griegos. Simultáneamente, se tuvo que ganar la batalla contra lo que ahora se conoce

como Escolástica —las enseñanzas de la Iglesia basadas en las Sagradas Escrituras y los

escritos de Aristóteles. . .

¿Es justificado hablar de una revolución tecnológica medieval? ¿O es cierto, como afirman

muchos, que no hubo mejora significativa en los métodos de producción entre los siglos V y

XVIII? Los desarrollos en este periodo fueron numerosos: la montura ecuestre, la hombrera

para los animales de tiro, la herradura, la carretilla de mano, los molinos de agua y de viento,

la sierra mecánica, la fragua con sus martillos, vidrio para ventanas, el caño de chimenea, la

vela de cera y el papel encerado, el arado con ruedas y la vertedera, el cepillo de carpintería,

calles pavimentadas, el timón, anteojos, relojes mecánicos — todos los cuales se combinaban

para hacer la vida algo más fácil y placentera. -

A pesar de las guerras, epidemias y hambrunas, la condición de los campesinos mejoraba de

un siglo a otro. El esclavo se convirtió en un siervo que podía plantear demandas en los

tribunales y, bajo ciertas circunstancias, casarse según su voluntad y disponer de sus

posesiones. El siervo a su vez se convirtió en arrendatario, con obligaciones expresadas en

dinero en lugar de servicios específicos. En las ciudades, los artesanos y mercaderes se

asociaban en corporaciones que protegían sus intereses por medio de precios y salarios

“justos” Si bien eran frecuentes las rebeliones, ello se debía a que los siervos estaban

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deseosos de formar parte de sus sociedades, económica y socialmente, y compartir la

creciente abundancia, Hacia el siglo XV, las ciudades se habían convertido en centros de

civilizaciones populares que afectaban a la vida del pueblo en lo espiritual, en lo artístico y en

lo recreativo. Ya no podían ser ignorados. Cuando la ciencia reinició su marcha progresiva en

los siglos XVI XVII se orientó hacia la mejora en la condición del hombre común.

A medida que se desarrollaban el comercio y la especialización, la vida se tornaba cada vez

más mundana y racional. Esta tendencia se aprecia en una típica publicación de la época,

Práctica del comercio, que describe las mercancías, especifica pesos y medidas, monedas y

tipos de cambio, aranceles, primas de seguro y rutas marítimas, y proporciona fórmulas para

el cálculo de calendarios perpetuos. En los siglos XIV y XV hubo grandes adelantos en las

técnicas comerciales y financieras, tales como los inicios de la contabilidad de partida doble,

el uso del cheque y cartas de crédito, depósitos bancarios y transferencias mediante endoso,

dinero bancario y un uso más generalizado del crédito y de las bolsas de valores. En pocas

palabras, los comienzos del capitalismo moderno.

Estos desarrollos orientaron el pensamiento humano en nuevas direcciones, diferentes a las

direcciones favorecidas por la Iglesia. El interés por la otra vida y la preocupación por lo

universal y lo sobrenatural cedió el terreno a la preocupación ·por entender las realidades de la

vida presente; las lenguas vernáculas del pueblo empezaron a reemplazar al latín de los

intelectuales. La vida dejó de estar dominada por la liturgia. El año religioso empezaba en

una fecha que variaba entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Los comerciantes preferían

fechas fijas, y con frecuencia, cada vez mayor, iniciaban sus cuentas el 1 de enero o el 1 de

julio. La Iglesia anunciaba las horas y las estaciones según los movimientos del sol. Para los

comerciantes era más conveniente dividir el día en 12 o 24 partes iguales. Los relojes

automáticos que marcaban las horas reemplazaron a las campanas de las iglesias, que eran

tocadas manualmente y reguladas por relojes de sol o de arena.

El siglo XVI fue el siglo de los Fugger —una nueva clase de comerciantes y banqueros. Ellos

coronaban emperadores, colocaban papas en el trono de San Pedro, y arreglaban matrimonios

reales. Competían entre sí para patrocinar artistas y embellecer ciudades, como lo demuestran

las ciudades de Augsburgo, Nuremberg, Brujas, Gante, Génova, Florencia y Venecia. El

artista buscaba nuevas fuentes de inspiración que no fueran la Biblia y las actas de los

mártires. Ambrogio Lorenzetti decoró la Sala della Pace en la plaza pública de Siena con seis

alegorías que representaban el buen y el mal gobierno. Una nueva escala de valores

transformaba las formas de pensar de los hombres, sus costumbres y sus ideas sobre el

universo. Se iniciaba una nueva primavera humanista tras el largo y frío invierno de la Edad

Media —-el Renacimiento.

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EDAD MODERNA

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Libro Tierra y Mar de Carl Schmitt

QUÉ ES UNA REVOLUCIÓN ESPACIAL?

¿Qué es eso de una revolución espacial?

El hombre tiene una determinada conciencia del «espacio», sujeta a grandes cambios históricos. A la diversidad de formas de vida corresponden otros tantos espacios diversos. Incluso dentro de una misma época, en la práctica de la vida diaria, el medio ambiente en que se desenvuelve cada individuo está ya determinado en forma diversa, según la profesión que ejerce. El habitante de una gran ciudad ve el mundo de modo muy diferente que un campesino; el cazador de ballenas tiene otro «espacio vital» que el cantante de ópera; para un aviador el mundo y la vida se manifiestan no sólo bajo otra luz, sino también con diferentes proporciones, profundidades y horizontes. Mayores y más hondas aún son las diferencias entre las imágenes del espacio cuando se trata de diferentes pueblos y de diferentes épocas de la historia humana.

Las doctrinas científicas sobre el espacio pueden entonces en la práctica significar mucho o muy poca cosa. Durante varios siglos fueron tenidos por dementes y peligrosos los pocos sabios que se percataron de la redondez de la tierra. En la Edad Moderna, las distintas ciencias han elaborado con creciente especialización sus propios conceptos del espacio. Geometría, física, psicología y biología siguen en esto caminos propios y bastante distanciados entre sí. Si preguntas a los sabios te contestarán que el espacio matemático es algo completamente distinto del de los campos de fuerzas electromagnéticas, y éste, a su vez, por completo diferente del espacio en sentido psicológico o biológico. Resultan así media docena de conceptos de espacio. Falta, pues, toda unidad y amenaza el peligro de que la deshilvanada coexistencia de esos diferentes

conceptos descomponga y saque de quicio el gran problema. La filosofía y la teorìa del conocimiento decimonónicas tampoco nos dan una respuesta sencilla y aplicable a todos los casos; nos dejan prácticamente en la estacada. Falta, pues, toda unidad y amenaza el peligro de que la deshilvanada

coexistencia de esos diferentes conceptos descomponga y saque de quicio el gran problema. La filosofía y la teoría del conocimiento decimonónicas tampoco nos dan una respuesta sencilla y aplicable a todos los casos; nos dejan prácticamente en la estacada.

Las fuerzas y energías históricas no aguardan, sin embargo, a la ciencia, como no espera tampoco Cristóbal Colón a Copérnico. Cada vez que mediante un nuevo impulso de ellas son incorporadas nuevas tierras y mares al ámbito visual de la conciencia colectiva de los hombres, se transforman también los espacios de su existencia histórica. Surgen entonces nuevas proporciones y dimensiones de la actividad histórico-política, nuevas ciencias, nuevas ordenaciones, vida nueva de pueblos nuevos o que vuelven a nacer. El ensanchamiento puede ser tan grande, tan sorprendente, que cambien no solo proporciones y medidas, no únicamente el horizonte externo del hombre, sino también la estructura del concepto mismo de espacio. Se puede hablar entonces de revolución espacial. Las grandes transformaciones históricas suelen ir acompañadas, en verdad, de una mutación de la imagen del espacio. En ella radica la verdadera médula de la amplia transformación política, económica y cultural que entonces se lleva a cabo. Tres ejemplos nos permitirán comprender rápidamente este hecho de carácter general: la repercusión de las conquistas de Alejandro Magno, el Imperio romano en los primeros siglos de nuestra era y las consecuencias de las cruzadas en la evolución de Europa.

TRES EJEMPLOS EN LA HISTORIA DEL MUNDO

Con las conquistas de Alejandro se abre a los griegos un nuevo, enorme horizonte espacial. La cultura y el arte del helenismo son sus consecuencias. Aristóteles, el gran filósofo contemporáneo de aquella transformación espacial, advirtió en seguida cómo se unían cada vez los mundos habitados de Oriente y Occidente. Aristarco de Samos, que vivió poco después (310-230 a.C,), sospechaba ya que el sol era una estrella fija colocada en medio de la órbita terrestre. La ciudad de Alejandría, fundada por Alejandro junto al Nilo, fue centro de asombrosos descubrimientos e invenciones en la técnica, la física y las matemáticas. Allí enseñó Euclides, el fundador de la geometría euclidiana; allí realizó Herón asombrosos descubrimientos técnicos; Arquímedes de Siracusa, un inventor de grandes máquinas de guerra y formulador de leyes naturales,

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estudió allí. Eratóstenes (275-195 A.C), director de la biblioteca de Alejandría, calculó ya con exactitud el Ecuador y probó científicamente que la tierra era redonda; se adelantó así a las doctrinas de 'Copérnico. Ello no obstante, el mundo helenístico no estaba suficientemente maduro para una revolución espacial planetaria. Sus conocimientos no trascendieron de un núcleo de sabios, porque aún no había incorporado ningún océano del mundo a su realidad existencial. Cuando César, trescientos años más tarde, conquistó, partiendo de Roma, las Galias e Inglaterra, extendióse la mirada hacia el noroeste y se alcanzó el Atlántico. Éste fue el primer paso para llegar al actual concepto espacial «Europa». Durante el primer siglo del Imperio romano, en tiempos de Nerón sobre todo, se hizo tan fuerte y notoria la conciencia de una honda transformación, que, al menos en las cabezas rectoras, cabe hablar ya de mutaciones que casi suponen una revolución Este momento histórico se hunde con el primer siglo de nuestra era y merece por ello especial consideración. El horizonte visual se dilató por los cuatro puntos cardinales. Conquistas y guerras civiles habían trastocado el espacio desde España a Persia, de Inglaterra a Egipto. Lejanas comarcas y pueblos se pusieron en relación y sintieron la unidad de un destino político común. De todas las partes del Imperio, de Germania como de Siria, de África como de Iliria, podía un general ser elevado por sus soldados a emperador. Se había cruzado el istmo de Corinto y se había circunnavegado ya Arabia por el sur. Nerón enviaba una expedición a las fuentes del Nilo. El mapamundi de Agripa y. la Geografía de Estrabón son documentos que registran esa dilatación espacial. El que la tierra tuviese la forma de una esfera no era cosa que supiesen tan sólo unos pocos astrónomos y matemáticos. Un célebre filósofo de aquel tiempo: Séneca, maestro, educador y víctima de Nerón, expresó en espléndidas frases y versos lo que podría denominarse ya sentido planetario de aquella situación. Con toda claridad dice que con viento en popa -viento de Levante en este caso- no son precisos muchos días de navegación hacia Poniente para alcanzar, desde las últimas costas de España, las Indias situadas en Oriente. En otro lugar, en su tragedia Medea, expresa en hermosos versos una singular profecía:

El cálido lndo y el frígido Araxes se tocan; beben los persas del Elba y del Rin; Tetis' desvelará nuevos orbes, y Tule no será ya el confín de la tierra ". *

He citado estos versos porque expresan el vasto sentimiento del espacio existente en el primer siglo de nuestra era. Su comienzo significa ya realmente un giro de los tiempos, al que van aparejados no sólo la conciencia de plenitud temporal, sino también la de un espacio terrestre y un horizonte planetario colmados.

Pero además, las palabras de Séneca tienden un misterioso puente hacia la Edad Moderna y la época de los descubrimientos, ya que sobrevivieron al secular oscurantismo espacial del Medievo europeo y a su vocación terrestre. Ellas transmitieron a los hombres capaces de pensar la noción de un espacio mayor y de una universalidad, contribuyendo asimismo al descubrimiento de América. Cristóbal Colón conocía, como muchos de sus contemporáneos, las palabras de Séneca y halló en ellas acicate y estímulo para su travesía, para el arriesgado viaje en que, navegando hacia Occidente, pretendía alcanzar y alcanzó las costas del Oriente. La expresión Nuevo Mundo, Novus Orbis, que Séneca empleara, fue aplicada en'1492 inmediatamente a la recién descubierta América.

*Tetis, madre de Aquiles, aparece aquí como diosa de los mares. Según otra versión se habla de Tiphys, el piloto del Argo, buque en que marcharon los argonautas al mar Negro, a la búsqueda de un tesoro de oro. • Séneca, Medea, vv. 372-379; trad. española de V. García Yebra, Gredos, Ma- drid, 1982. [N. del E

La caída del Imperio romano, la expansión del islam, las irrupciones de árabes y turcos,

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trajeron consigo la territorialización de Europa y el oscurecimiento del sentido del espacio por varios siglos. El apartamiento del mar, la falta de flota y la territorialización plena son características de la temprana Edad Media y su sistema feudal. Del 500 al año 1100, Europa se había convertido en una masa feudal agraria de territorio, cuya capa dominante, los señores feudales, abandonaba el cultivo del espíritu, incluso el leer y escribir, a la Iglesia y al clero. Señores y héroes famosos de este tiempo no sabían leer ni escribir y se ayudaban para este menester de un monje o capellán. En un Imperio marítimo no es probable que los gobernantes hubiesen podido seguir largo tiempo ignorantes, sin saber leer ni escribir, como lo fue en un complejo de poder puramente territorial y de economía basada en las tierras. Pero a consecuencia de las cruzadas, los caballeros y comerciantes franceses, ingleses y alemanes conocieron el Próximo Oriente. La expansión de la Hansa alemana y de la Orden Teutónica abrió en el norte un nuevo horizonte; surgió aquí un sistema de tráfico y de comercio que ha sido llamado la «economía mundial de la Edad Media». También este ensanchamiento del espacio fue a la vez un cambio muy profundo desde el punto de vista de la cultura. En Europa surgen por doquier nuevas formas de vida política. En Francia, Inglaterra y Sicilia se establecen administraciones centralizadas, que anuncian ya, en algunas cosas, el Estado moderno. En la Italia central y septentrional brota una nueva cultura urbana. Surgen universidades con nueva teología y ciencia jurídica hasta entonces desconocidas. El renacer del derecho romano engendra una nueva clase intelectual, los juristas, que destruye el monopolio cultural del clero, típico de la época feudal. En el nuevo período, el del gótico, un poderoso ritmo de movimiento sacude el espacio estático del arte románico precedente y le reemplaza en arquitectura, pintura y escultura por un dinámico campo de fuerzas, por un espacio en movimiento. La nave gótica es un ensamblaje en el que las diversas piezas se mantienen en equilibrio y sostienen mutuamente en virtud de su peso. Frente a las sólidas y pesadas masas de los edificios románicos, supone esto un sentido totalmente nuevo del espacio. Pero también se advierte en el arte gótico, en comparación con el espacio del templo antiguo y con el de la arquitectura renacentista posterior, la expresión de una fuerza y un movimiento peculiares, que entrañan una evolución espacial.

LA PRIMERA REVOLUCIÓN ESPACIAL PLANETARIA

Podrían hallarse aún otros ejemplos históricos, pero todos palidecen ante la más honda y trascendental transformación de la imagen planetaria del mundo de que tenemos noticia en la historia universal. Acaece en los siglos XVI y XVII, en la época del descubrimiento de América y de la primera circunnavegación de la tierra. En este periodo nace un mundo nuevo en el sentido más audaz de la palabra y la conciencia colectiva de los pueblos de Europa central y occidental primero y, finalmente, de toda la humanidad fue cambiada de raíz. Es ésta la primera revolución espacial propiamente dicha y en el más amplio sentido de la palabra, extensible a tierra y mundo. Es una revolución que no es comparable con ninguna otra. No fue una mera dilatación, singularmente amplia en términos cuantitativos, del horizonte geográfico producida a raíz del descubrimiento de nuevos continentes y de nuevos mares. Lo que se transformaba, para la conciencia colectiva de los hombres, era, más bien, la imagen global de nuestro planeta, y, más todavía, la concepción astronómica de todo el universo, con la consiguiente total eliminación de la concepciones de la Antigüedad y de la Edad Media. Por vez primera en su historia tuvo el hombre en su mano, como si fuera una bola, la esfera terrestre entera y verdadera. El hombre medieval, incluso Martín Lutero, hubiera tenido por ridícula fantasía indigna de ser tomada en serio el que la tierra fuese redonda. Ahora, la redondez de la tierra era un hecho palpable, una irrecusable experiencia y una verdad científica indiscutible. Nuestro planeta, inmóvil hasta entonces, se movía ahora alrededor del sol. Pero tampoco era eso, con ser mucho, la verdadera y más honda transformación espacial que entonces se lleva a cabo. El agrandamiento del cosmos en sí y la idea de un infinito espacio vacío fueron lo decisivo. Copérnico fue el primero que demostró científicamente que la tierra gira alrededor del sol. Su obra sobre las rotaciones de los cuerpos celestes, De revolutionibus orbium coelestium,

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aparece en 1543. Transforma así en verdad nuestro sistema solar, pero sigue manteniendo todavía, no obstante, que el universo en su conjunto, el cosmos, es un espacio limitado. El mundo, en su amplio sentido cósmico, y con él el propio concepto de espacio, no se habían alterado aún por consiguiente. Pocas décadas más tarde desaparecen estos límites. En el sistema filosófico de Giordano Bruno, nuestro sistema solar, en que la tierra se mueve como planeta alrededor del sol, es tan sólo uno de los muchos sistemas solares de la infinita bóveda estrellada. A consecuencia de los experimentos científicos de Galileo, se convirtieron tales especulaciones filosóficas en verdad demostrable matemáticamente. Kepler llegó a calcular las órbitas de los planetas, aunque él mismo se estremeciese al pensar en la infinitud de esos espacios, en que, sin límites imaginables y sin centro alguno, se mueven los sistemas planetarios. Con la teoría de Newton se consolida definitivamente para toda la Europa de la Ilustración la nueva concepción espacial. Equilibradas las fuerzas de atracción y de repulsión, los astros se mueven según las leyes de la gravedad en un infinito espacio vacío. Los hombres pueden, pues, imaginar ahora un espacio vacío, cosa que antes no podían, aunque algunos filósofos hubiesen hablado ya del «vacío». Antes, los hombres tenían miedo al vacío; sentían el llamado horror vacui. Ahora olvidan su temor y acaban por aceptar que tanto ellos como su mundo existen en el vacío. En el siglo XVIII los escritores de la Ilustración, con Voltaire a la cabeza, se sienten incluso muy orgullosos de ese concepto científicamente demostrable de un mundo suspendido en un infinito espacio vacío. Intenta, sin embargo, concebir realmente en tu imaginación un auténtico espacio vacío! Un espacio que se encuentre no sólo privado de aire, sino completamente huero de las más sutiles y volatilizadas materias. Trata de diferenciar realmente en tu pensamiento espacio y materia, de separados entre sí y de pensar en el uno sin el otro! De igual manera puedes pensar en la nada absoluta. Los escritores de la Ilustración se dieron mucho de aquel horror vacui. Pero tal vez su risa era tan sólo un explicable estremecimiento ante la nada y el vacío de la muerte, ante una concepción nihilista y, en suma, ante el nihilismo. No es posible explicar el cambio que supone la idea de un infinito espacio vacío como simple consecuencia de una mera prolongación geográfica de la tierra conocida. Es tan esencial y revolucionaria que puede decirse, por el contrario, que el descubrimiento de nuevos continentes y la circunnavegación de la tierra son simplemente aspectos y consecuencias de cambios más profundos. Sólo así podía llevar el desembarco en una isla desconocida a toda una época de descubrimientos. Varias veces habían pisado tierra americana hombres procedentes de Oriente y Occidente. Los vikingos, desde Groenlandia, hallaron, como es sabido, hacia el año 1000, la América del Norte, y los indios que halló Colón debieron llegar a América de alguna parte. Pero América no fue «descubierta», sin embargo, hasta 1492 por Colón. Los descubrimientos precolombinos ni produjeron una revolución espacial planetaria ni tuvieron parte en dicho proceso. De lo contrario, no hubieran permanecido en México los aztecas y en el Perú los incas. Un buen día hubieran hecho, mapa en mano, una visita a Europa y, en vez de que los descubriéramos, nos habrían descubierto ellos a nosotros. Una revolución espacial no se limita solamente a un desembarco en parajes hasta entonces desconocidos. Supone además una transformación de los conceptos espaciales que abarca todos los aspectos y ámbitos de la existencia humana. La prodigiosa transformación que tuvo lugar al filo de los siglos XVI y XVII permite conocer su verdadero significado. En esos siglos de cambio, las gentes de Europa imponen simultáneamente en todos los ámbitos de su genio creador un nuevo concepto espacial. La pintura del Renacimiento sustituye el espacio de la pintura gótica medieval; los pintores colocan ahora objetos y personas en un espacio, cuya perspectiva presenta un fondo vacío. Hombres y cosas están ahora y se mueven en un espacio. En comparación con la estructura espacial de un cuadro gótico esto significa, de hecho, un mundo distinto. El que los pintores vean ahora de otra manera, el que su retina haya cambiado, es para nosotros muy significativo. Los grandes pintores no son tan sólo gentes que nos muestran cosas bellas. El arte acusa en cada momento la conciencia espacial de la época, y el verdadero pintor es un hombre que ve las cosas y las personas mejor y con más exactitud que los demás hombres, con mayor exactitud sobre todo en el sentido de la realidad histórica de su tiempo. Pero no sólo en la pintura aparece un nuevo espacio. La arquitectura renacentista crea sus edificios de estructura geométrica, clásica, separados por todo un mundo de ideas del espacio gótico.

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La nueva escultura coloca las estatuas de figura humana aisladas en el espacio, en tanto que las figuras del Medievo aparecen adosadas a muros y columnas. La arquitectura barroca, por su parte, imprime de nuevo un dinámico movimiento y guarda por ello mayor cohesión con el gótico, aunque sigue manteniéndose dentro de la nueva y moderna idea de espacio, surgida con la revolución espacial, a la que ella misma contribuye decisivamente. La música toma sus melodías y armonías de los tonos antiguos y se coloca en el ámbito auditivo de nuestro llamado sistema ton al. El teatro y la ópera mueven sus personajes en el fondo vacío de un espacio escénico, que es separado mediante un telón de la sala o espacio destinado a los espectadores. Todas las corrientes intelectuales de estos dos siglos: Renacimiento, Humanismo, Reforma, Contrarreforma y Barroco han contribuido, por consiguiente, a que esta revolución espacial sea de signo total. No es excesivo afirmar que todas las esferas vitales, todas las formas de existencia, toda clase de fuerzas creadoras humanas, arte, ciencia y técnica, han participado de aquel nuevo sentido espacial. Los grandes cambios de la tierra en lo geográfico no son sino el aspecto externo de la honda transformación que expresa la trascendental palabra «revolución espacial». Todo lo que se ha caracterizado como supremacía racional del europeo y del racionalismo occidental, surge entonces con impulso irresistible. Se desarrolla en los pueblos de la Europa central y occidental, rompe las formas medievales de comunidad humana, crea nuevos estados, flotas y ejércitos, inventa nuevas máquinas, somete a los pueblos no europeos y los coloca ante el dilema de aceptar la civilización de Europa o caer en simple pueblo colonial.

LA CONQUISTA EUROPEA DEL NUEVO MUNDO

Todo ordenamiento fundamental es un ordenamiento espacial. Se habla de la constitución de un país o de un continente como de su ordenamiento fundamental, de su nomos'*, Ahora bien, el propio y verdadero ordenamiento fundamental en su esencia está basado en unas determinadas fronteras y divisiones espaciales. En dimensiones determinadas y en una determinada distribución de la tierra. Por eso el comienzo de los grandes períodos históricos va precedido de grandes conquistas territoriales. En especial, todo cambio o variación notable de la imagen de la tierra va unido a cambios políticos universales, a una nueva distribución del globo, a una nueva conquista de territorios. Una revolución espacial tan asombrosa y única como la de los siglos XVI y XVII tenía que llevar forzosamente a una conquista igualmente asombrosa y única. Los pueblos europeos, ante quienes se abrieron entonces nuevos espacios sin límites visibles y que se desparramaron en ellos, trataban a los pueblos y países no europeos y no cristianos que descubrían como bienes sin dueño, pertenecientes al primer ocupante europeo. Todos los conquistadores, tanto católicos como protestantes, invocaron para justificarse la misión de propagar el cristianismo entre los pueblos no cristianos. Esto bien podía haberse intentado también sin conquista y sin saqueos. Pero no había otra legitimación ni argumento. Algunos frailes, como el teólogo español Francisco de Vitoria, en sus lecciones sobre los indios",

*El sustantivo griego nomos deriva del verbo griego nemein y posee, como

éste, tres significados. Nemein, en primer lugar, tiene el mismo significado que el tér- mino alemán nehmen, «tomar, conquistar»; por tanto nomas significa en primer lugar «toma de posesión, conquista» (Nahme). Como, por ejemplo, de la misma forma que

en griego legein-logos corresponden a los alemanes sprecben-Sprache (hablar-lengua- je), los términos griegos nemein-nomos corresponden a los alemanes nehmen-Nahrne. La toma de posesión es al principio «conquista de la tierra» (Landnahme) y más tarde

también «conquista del mar» (Seenahme) -sobre la que se habla ampliamente en nues-

tra reflexión sobre la historia universal-, mientras que en el ámbito industrial se habla de la «conquista de la industria» (Industrienahme), es decir, la conquista de los medios

industriales de producción. En segundo lugar, nemein significa «dividir» (teilen) y «dis- tribuir» (verteilen) aquello de lo que se ha tomado posesión. El nomos, consiguiente-

mente, es, en segundo lugar, el modo fundamental de división y distribución del terre-

no, así como del ordenamiento de la propiedad basado en ello. El tercer significado de nemein es «pastar» (weiden), es decir, el uso, el cultivo y la explotación del terreno

obtenido mediante la división, por tanto, la producción y consumo. «Tomar», «dividir»

y «explotar» son, en este orden, los tres conceptos fundamentales de todo ordena-

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miento concreto. Especificaciones ulteriores sobre el significado de nomos se encuen-

tran en el volumen Der Nomos der Erde, Greven, K61n, 1950; 2." edición,

expusieron que el derecho de los pueblos sobre su suelo es independiente de sus creencias religiosas y defendieron, con asombrosa franqueza, los derechos de los indios. Ello no varía en un punto el aspecto histórico general de la conquista europea. Más tarde, en los siglos XVIII y XIX, la tarea de la misión cristiana se convirtió en la tarea de extender la civilización europea a los pueblos no civilizados. De tales legitimaciones surgió un derecho internacional cristiano-europeo, es decir, el de una comunidad de pueblos cristianos de Europa contrapuesta al resto del mundo. Formaron éstos una «familia de naciones», un orden interestatal. Su derecho de gentes se basaba en la diferenciación entre pueblos cristianos y no cristianos o, un siglo más tarde, entre pueblos civilizados (en el sentido cristiano-europeo) y no civilizados.

Un pueblo no civilizado, en tal sentido, no podía ser miembro de aquella comunidad jurídica internacional; no era sujeto, sino simple objeto de aquel derecho internacional; es decir, pertenecía como colonia o protectorado colonial a las posesiones de uno de esos pueblos civilizados.

Por supuesto que no has de imaginar la «comunidad de pueblos cristiano-europeos» como rebaño de pacíficas ovejas. Mantuvieron entre sí sangrientas guerras. Pero eso no excluye el hecho histórico de una comunidad y un orden cristiano-europeo civilizado. La historia universal es una historia de conquistas territoriales y en cada conquista no siempre se han entendido los conquistadores entre sí, sino que han disputado a menudo y, a menudo también, en sangrientas luchas fratricidas. Los conquistadores tenían, sin embargo, entre sí, frente a los antiguos poseedores y a terceros extraños, una causa común. Luchas intestinas, guerras fratricidas y guerras civiles son, como es sabido, las más cruentas de todas las luchas. Esto rige de ordinario en las conquistas en común. Y las guerras son tanto más duras cuanto más valioso es el objeto de la lucha. Se trataba aquí de la conquista de un mundo nuevo. En Florida, por ejemplo, durante el siglo XVI, se mataron ferozmente durante años españoles y franceses, sin respetar a mujeres y niños. Españoles e ingleses sostuvieron una encarnizada, centenaria guerra, en la que pareció alcanzar su más alto grado la brutal enemistad que los hombres son capaces de tener entre sí. No sintieron algunos de estos pueblos escrúpulo alguno en utilizar a no europeos, indios o musulmanes, como auxiliares declarados o encubiertos e incluso como aliados. . El comienzo de las hostilidades era siempre tremendo: se calificaban mutuamente de asesinos, ladrones, piratas y violadores de mujeres. Un solo reproche omitían, que era empleado con singular predilección contra los indios: entre europeos-cristianos no se echaban en cara la antropofagia. Por lo demás, nada faltó en el léxico de su encarnizada y mortal enemistad. Todo esto desaparecía, sin embargo, ante el hecho predominante de la común conquista europea del Nuevo Mundo. El sentido y la esencia del derecho internacional cristiano-europeo, su ordenamiento fundamental radican precisamente en el reparto de las nuevas tierras Los pueblos de Europa estaban de acuerdo, sin excesivas consideraciones metódicas, en considerar el territorio no europeo como suelo colonial, es decir, como objeto de conquista y explotación. Este aspecto del desarrollo histórico es tan importante que la época de los descubrimientos puede ser considerada igualmente, y acaso con mayor exactitud, como la época de las conquistas europeas de tierra. «La guerra une -dice Heráclito- y el derecho es lucha» ". *

* Relectiones de Indis recenter inventis et de jure belli Hispanorum in barbaros (1539), en Relationes tbeologicae XII, apud Iacobum Boyerium, Lugduni, 1557; trad. castellana La libertad de los indios, CSIC, Madrid, 1967. [N. del E.] *Heráclito, 22 80,enLos filósofos presocráticos 1, trad. y ed. de C. Eggers Lan y V. E. Juliá, Gredos, Madrid, 1981. [N. del E.]

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“El despertar del hombre laico” Ernesto Sábato (2001): “El despertar el hombre laico”, Hombres. Argentina, s.d.e.

Cuando por primera vez estudié la historia

mundial, en el colegio secundario, fui

sorprendido por las extrañas virtudes del

ejército turco, que más o menos se

sintetizaban así: en 1453 tomaba a

Constantinopla y ponía fin, de tal manera, a

la Edad Media; inmediatamente, una

cantidad de señores se ponían a refutar

Aristóteles con pesas que caían de una torre

y planos inclinados, o mirando a través del

tubo de un telescopio.

Esta doctrina sobre las propiedades del

ejército turco es bastante popular y, aunque

no sea con tal nitidez, figura en muchos

textos escolares. Y hasta tal punto domina

en la enseñanza que al doblar el cabo del

año 1453 se pasa a otro volumen y a otro

año de estudios.

Cuando ya de grande me interesé por la

historia de la ciencia, encontré que en

aquella época tenebrosa que antecedió a la

caída de Constantinopla los europeos

habían inventado o reinventado la pólvora,

la imprenta, las armas de fuego, la brújula,

la pintura al óleo, las catedrales, el molino

de viento, el molino de agua, las lentes, el

tim6n, la esclusa, la forja de fuelle, la

medicina y la cirugía, el reloj mecánico, los

fundamentos de la ciencia experimental, los

vitrales, los esmaltes, los mapas mate-

máticos, la navegación de altura, la

industria de los tejidos y del vidrio.

¿Quiénes habían elaborado todo eso?

En general, es peligroso cortar la historia en

pedazos. Pero, si debemos buscar el viraje

que originó nuestra civilización, hay que

buscarlo en la época de las Cruzadas. Es

ahí, en las comunas burguesas, donde

verdaderamente se inician los Tiempos

Modernos, con una nueva concepción del

hombre y su destino.

Entre el derrumbe del Imperio Romano y el

despertar del siglo XII el mundo occidental

se sume en lo que propiamente debería

llamarse «edad media». El hombre se

sumerge en los valores espirituales y sólo

vive para Dios: el dinero y la razón emigran

hacia mejores territorios, refugiándose en

Bizancio, en el imperio musulmán, entre los

judíos. Bajo la doble presión de la ética

cristiana y del aislamiento militar, el

hombre de Occidente renunció durante seis

siglos a las dos potencias que mejor parecen

representar los halagos de la materia y del

pensamiento, la tentación del espíritu

mundano.

Es difícil precisar por qué despierta

Occidente. Lo que sucede es el resultado de

infinitos factores, desde una ética hasta la

belleza de una mujer, desde una estructura

económica hasta el poder de convicción de

un fanático a caballo. Es muy difícil, y a

menudo muy bizantino, establecer las

causas últimas de un acontecer histórico;

parece mejor tomar el hecho en su totalidad,

como una estructura cerrada. Hacia la época

de las Cruzadas comienza el despertar de

Occidente, gracias a un conjunto de factores

concomitantes: el debilitamiento del poder

musulmán, la relativa tranquilidad de las

ciudades después de tantos siglos de lucha y

destrucción, la pérdida de las esperanzas en

el advenimiento del reino de Dios sobre la

tierra, la reapertura del comercio

mediterráneo. ¿Cuál de todos ellos es el

factor último? No es fácil discriminarlo.

Pero en cambio es fácil advertir que debajo

de todos ellos actúan dos fuerzas

fundamentales: la razón y el dinero.

El levantamiento de la razón comienza en el

seno de la teología hacia el siglo XI, con

Berengario de Tours. San Pedro Damián

combate esta tentativa, manifestando su

desconfianza por la ciencia y la filosofía,

poniendo en duda la validez de las leyes del

pensamiento y, en particular, la validez

absoluta del principio de contradicción, que

aunque rige en el mundo de lo finito -

afirma- no rige para el ser divino.

Page 53: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

53

La polémica se agudiza con Abelardo,

quien sostiene que no se debe creer sin

pruebas: sólo la razón debe decidir en pro o

en contra. Es silenciado por San Bernardo,

pero representa, en pleno siglo XII, el

heraldo de los tiempos nuevos, en que la

inteligencia, ya desenfrenada, no

reconocerá otra soberanía que la de la

razón. «¡Oh, Jesús! –exclamará un teólogo

en estado de embriaguez racionalista-

¡Cuánto he reforzado y ensalzado Tu doc-

trina! En verdad, si fuera Tu enemigo,

podría invalidarla y refutarla con

argumentos todavía más poderosos.»

Pero para que esa soberanía de la razón se

estableciera, era menester el afianzamiento

de su aliado el dinero. Entonces, toda la

gigantesca estructura de la Iglesia y de la

Feudalidad se vendrá abajo.

El dinero había aumentado silenciosamente

su poderío en las comunas italianas desde

las Cruzadas. La Primera Cruzada, la

Cruzada por antonomasia; fue la obra de la

fe cristiana y del espíritu de aventura de un

mundo caballeresco, algo grande y

romántico, ajeno a la idea de lucro. Pero la

historia es tortuosa y era el destino de este

ejército señorial servir casi exclusivamente

al resurgimiento mercantil de Europa: no se

conservaron ni el Santo Sepulcro ni

Constantinopla, pero se reiniciaron las rutas

comerciales con Oriente. Las Cruzadas

promovieron el lujo y la riqueza y, con

ellos, el ocio propicio a la meditación

profana, el humanismo, la admiración por

las ciudades de la antigüedad.

Así comenzó el poderío de las comunas

italianas y de la clase burguesa. Durante los

siglos XII y XIII, esta clase triunfa por

todos lados. Sus luchas y su ascenso provo-

caron transformaciones de tan largo alcance

que hoy sentimos sus últimas

consecuencias. Ya que nuestra crisis es la

reducción al absurdo de aquella irrupción

de la clase mercantil.

Del naturalismo a la máquina

Al despertar del largo ensueño del

Medioevo, el hombre redescubre al mundo

natural y al hombre natural, el paisaje y su

propio cuerpo. Su realidad será ahora

secular y profana, o tenderá a serlo cada vez

más, pues una visión del mundo no cambia

instantáneamente. Pero lo que importa es

ver las líneas de fuerza que ocultamente

empiezan a dirigir la orientación de una

sociedad, la inquietud de sus hombres, la

dirección de sus miradas; sólo así puede

saberse lo que va a acontecer visiblemente

varios siglos después. La profanidad de

Rafael no se explica sin esa oculta tensión

de las líneas de fuerza que empiezan a

actuar en el siglo XII. Entre un Giotto y un

Rafael -comienzo y fin de un proceso- hay

toda la distancia que media entre un

pequeño burgués profundamente cristiano,

todavía sumergido hasta la cintura en la

Edad Media, y un artista mundano,

emancipado de toda religiosidad.

La vuelta a la naturaleza es un rasgo

esencial de los comienzos renacentistas y se

manifiesta tanto en el lenguaje popular

como en las artes plásticas, en la literatura

satírica como en la ciencia experimental.

Los pintores y escultores descubren el

paisaje y el desnudo. Y en el

redescubrimiento del desnudo no sólo

influye la tendencia general hacia la

naturaleza, sino el auge de los estudios

anatómicos y el espíritu igualitario de la

pequeña burguesía: porque el desnudo,

como la muerte, es democrático.

La primera actitud del hombre hacia a

naturaleza fue de candoroso amor, como en

San Francisco. Pero dice Max Scheler, amar

y dominar son dos actitudes comple-

mentarias y a ese amor desinteresado y

panteístico siguió el deseo de dominaci6n,

que había de caracterizar al hombre

moderno. De este deseo nace la ciencia

positiva, que no es ya mero conocimiento

contemplativo, sino el instrumento para la

dominación del universo. Actitud arrogante

que termina con la hegemonía teológica,

libera a la filosofía y enfrenta a la ciencia

con el libro sagrado.

Page 54: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

54

El hombre secularizado -animal

instrumenticum- lanza finalmente la

máquina contra la naturaleza, para

conquistarla. Pero dialécticamente ella

terminará dominando a su creador.

El diablo reemplaza a la metafísica

El fundamento del mundo feudal era la

tierra; como consecuencia, esta sociedad es

estática, conservadora y espacial. En

cambio, el fundamento del mundo moderno

es la ciudad; la sociedad resultante es

dinámica, liberal y temporal. En este nuevo

orden prevalece el tiempo sobre el espacio,

porque la ciudad está dominada por el

dinero y la razón, fuerzas móviles por

excelencia. La dinámica es una rama

moderna de la física, contemporánea de la

industria y de la balística del Renacimiento;

los antiguos sólo habían desarrollado la

estática.

La característica de la nueva sociedad es la

cantidad. El mundo feudal era un mundo

cualitativo: el tiempo no se medía, se vivía

en términos de eternidad y el tiempo era el

natural de los pastores, del despertar y del

descanso, del hambre y del comer, del amor

y del crecimiento de los hijos, el pulso de la

eternidad; era un tiempo cualitativo, el que

corresponde a una comunidad que no

conoce el dinero.

Tampoco se medía el espacio, y las

dimensiones de las figuras en una

ilustración no correspondían a las distancias

ni a la perspectiva: eran expresión de la

jerarquía. . Pero cuando irrumpe la

mentalidad utilitaria, todo se cuantifica. En

una sociedad en que el simple transcurso

del tiempo multiplica los ducados, en que

«el tiempo es oro», es natural que se lo

mida, y que se mida minuciosamente.

Desde el siglo XV los relojes mecánicos

invaden a Europa y el tiempo se convierte

en una entidad abstracta y objetiva,

numéricamente divisible. Habrá que llegar

hasta la novela actual para que el viejo

tiempo intuitivo sea recuperado por el

hombre.

El espacio también se cuantifica. La

empresa que fleta un barco cargado de

valiosas mercancías no va a confiar en esos

dibujos de una ecumene rodeada de grifos y

sirenas: necesita cartógrafos, no poetas. El

artillero que debe atacar una plaza fuerte

necesita que el matemático le calcule el

ángulo de tiro. El ingeniero civil que cons-

truye canales y diques, máquinas de hilar y

de tejer, bombas para minas; el constructor

de barcos, el cambista, el ingeniero militar,

todos ellos tienen necesidad de matemática

y de un espacio cuadriculado.

El artista de aquel tiempo surge del artesano

–en realidad es la misma persona- y es

lógico que lleve al arte sus preocupaciones

técnicas. Piero della Francesca, creador de

la geometría descriptiva, introduce la

perspectiva en la pintura. Entusiasmados

con la novedad, los pintores italianos

comienzan a emplear una perspectiva abun-

dante y muy visible, como nuevos ricos de

este arte geométrico. El viejo Ucello se

extasía tanto ante el invento, que su mujer

tiene que reclamarlo repetidas veces para la

comida. Leonardo escribe en su Tratado:

«Dispón luego las figuras de hombres

vestidos o desnudos de la manera que te has

propuesto hacer efectiva, sometiendo a la

perspectiva las magnitudes y medidas, para

que ningún detalle de tu trabajo resulte

contrario a lo que aconsejan la razón y los

efectos naturales.» Y en otro aforismo

agrega: «La perspectiva, por consiguiente,

debe ocupar el primer puesto entre todos los

discursos y disciplinas del hombre. En su

dominio, la línea luminosa se combina con

las variedades de la demostración y se

adorna gloriosamente con las flores de las

matemáticas y más aún con las de la

física.»

Según Alberti, el artista es ante todo un

matemático, un técnico, un investigador de

la naturaleza.

Y así, también, irrumpe la proporción. El

intercambio comercial de las ciudades

italianas con Oriente facilitó el retorno de

las ideas pitagóricas, que habían sido

corrientes en la arquitectura romana. Pero

Page 55: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

55

es con la emigración de los eruditos griegos

de Constantinopla cuando en Italia

comienza el real resurgimiento de Platón y,

a través de él, de Pitágoras. Cosimo recoge

a los sabios y él mismo sigue sus

enseñanzas en la Academia de Florencia.

De este modo, el misticismo numerológico

de Pitágoras celebra matrimonio con el de

los florines, ya que la aritmética regía - por

igual el mundo de los poliedros y el de los

negocios. Con razón sostiene Simmel que

los negocios introdujeron en Occidente el

concepto de exactitud numérica, que será la

condición del desarrollo científico. El viejo

tirano dejaba su:; múltiples preocupaciones

para asistir, embelesado, a las discusiones

académicas; y, por un complicado

mecanismo, Sócrates lo aliviaba del último

envenenado. Lo mismo, más tarde, su nieto

Lorenzo: «Sin Platón, me sentiría incapaz

de ser buen ciudadano y buen cristiano»,

aforismo paradojal que no le impedía

degollar o ahorcar a sus enemigos políticos.

Nada muestra mejor el espíritu del tiempo

que las obras de Luca Pacioli, especie de

almacén en que se encuentran desde los

inevitables elogios al Duque hasta las

proporciones del cuerpo humano, desde

contabilidad por partida doble hasta la

trascendencia metafísica de la Divina

Proporción: «Esta nuestra proporción, oh

excelso Duque, es tan digna de prerrogativa

y excelencia como la que más, con respecto

a su infinita potencia, puesto que sin su

conocimiento muchísimas cosas muy

dignas de admiración, ni en filosofía ni en

otra ciencia alguna, podrían venir a luz.»

Sucesivamente la califica de divina

exquisita, inefable, singular, esencial,

admirable, innominable, inestimable,

excelsa, suprema, excelentísima,

incomprensible y dignísima. Parece como si

hablara del propio Duque de Milán.

Este concepto pitagórico tuvo influencia en

casi todos los artistas de] Renacimiento

italiano, así como en Durero. Pero también

se extendió al campo de las ciencias, como

puede observarse en los trabajos de

Cardano, Tartaglia y Stevin. Finalmente,

reaparece. en la mística de la armonía

kepleriana y en las hipótesis estético-

metafísicas que sirvieron de base a las

investigaciones de Galileo. Porque los que

piensan que los hombres de ciencia

investigan sin prejuicios estético-

metafísicos tienen una idea bastante

singular de lo que es la investigación cien-

tífica.

Este es el hombre moderno. Conoce las

fuerzas que gobiernan al mundo, las tiene a

su servicio, es el dios de la tierra: es el

diablo. Su lema es: todo puede hacerse. Sus

armas son el oro y la inteligencia. Su

procedimiento es el cálculo.

Jacobo Loredano asienta en su Libro

Mayor: «Al Dux Foscari, por la muerte de

mi hijo y de mi tío.» Después de haber

eliminado a Foscari y a su hijo, agrega:

«Pagado.» Gianozzo Minnetti ve en Dios

algo así como el maestro d’uno traffico.

Villani considera que las donaciones y

limosnas son una forma contractual de

asegurarse la ayuda divina. Inocencio VIII

instaura un banco de indulgencias, en donde

se venden absoluciones por asesinatos. Esta

mentalidad calculadora de los mercaderes

se extiende en todas direcciones. Empieza

por dominar la navegación, la arquitectura y

la industria. Con las armas de fuego invade

el arte de la guerra, a través de la balística y

la fortificación. Se desvalorizan la lanza y

la espada del caballero, a la bravura

individual del señor a caballo sucede /a

eficacia del ejército mercenario.

A estos ingenieros no les interesa la Causa

Primera. El saber técnico toma el lugar de

la preocupación metafísica, la eficacia y la

precisión reemplazan a la angustia religiosa.

Para juzgar hasta qué punto esto es en

esencia del espíritu burgués, véase la crítica

que Valéry hace a la metafísica en

Leonardo y los filósofos: aunque falaz, es la

misma que hace Leonardo, la misma que

hacen los pragmatistas y positivistas, esos

ingenieros de la filosofía.

La mentalidad calculadora invade

finalmente la política: Maquiavelo es el

Page 56: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

56

ingeniero del poder estatal. Se impone una

concepción dinámica e inescrupulosa, que

no reconoce honor, ni derechos de sangre,

ni tradición. ¡Qué lejos estamos de aquella

cristiandad unida en su fe contra los

infieles! El papa Alejandro VI intenta la

alianza de los turcos contra los venecianos.

Las dinastías se levantan y se liquidan

mediante el puñal de asesinos a sueldo, a

tantos ducados por cabeza. El poder es el

ídolo máximo y no hay fuerzas que puedan

impedir el desarrollo de los planes

humanos. Leonardo, en sus laboriosas

noches del hospital Santa María, inclinado

sobre el pecho abierto de los cadáveres,

busca el secreto de la vida y de la muerte,

quiere ver cómo Dios crea seres vivos,

ansía suplantarlo, exclama: «Voglio fare

miracoli!»

Complejidad y drama del hombre

renacentista

Estamos hablando de las fuerzas

dominantes, pero es necesario que ahora

consideremos las contrafuerzas. El

Renacimiento, como cualquier época, sólo

puede ser profundamente juzgado si se lo

piensa como la lucha y la síntesis de fuerzas

encontradas. La afirmación (provisoria y

parcial) de que el Renacimiento es un

proceso de secularización no implica negar

el misticismo de Savonarola, o de Miguel

Ángel. Bastaría sentir por un instante, en el

Palazzo del Bargello, la tierna y

estremecida actitud del San Giovannino, de

Donatello, para comprender hasta qué punto

es trivial aquella creencia sobre la mera

profanidad del Renacimiento.

Una doctrina no traduce unívocamente una

época, sino se forma de manera compleja;

en parte por el desarrollo autónomo y

puramente intelectual de las ideas anteriores

-por o en contra de esas ideas-, en parte

como manifestación del espíritu de su

tiempo. Y también esto de manera

polémica: al espíritu religioso de la Edad

Media sucede el espíritu profano de la

burguesía; pero, al asumir éste sus formas

más groseras, suscita la reacción mística de

Savonarola. Artistas como Miguel Angel y

Botticelli fueron intensamente conmovidos

por esta reacción y no sólo no contradicen

la profanidad del Renacimiento, sino que

son su consecuencia.

Por eso es falso afirmar que «el

Renacimiento es una vuelta a la

antigüedad». La historia no retorna jamás.

Lo que hay es un retorno de ciertas

características del espíritu greca-latino, en

la medida en que también había sido un

espíritu ciudadano, el producto de una

cultura de ciudades, una civilizaci6n.

Más las ciudades renacentistas eran

ciudades distintas a las antiguas y bastaría

la sola existencia del cristianismo para

diferenciar radicalmente esta nueva

civilización de la antigua. ¿Cómo sería

posible comparar el realismo de un espíritu

cristiano como Donatello con el realismo de

un escultor griego?

La importancia del cristianismo se revela

hasta en aquella actividad del espíritu que,

por su naturaleza, parece más alejada: la

ciencia positiva. Mucho se sorprenderían

los anticlericales de barrio si se les dijese

que la ciencia occidental nació gracias a la

Iglesia, y no obstante es así. .

Creo posible explicar aquel proceso de la

siguiente manera:

Durante la Edad Media, la Iglesia está

caracterizada por dos temas: el dogma y la

abstracción. La burguesía aparece

caracterizada por los dos temas

contrapuestos: la libertad y el realismo.

Entre los clérigos y los burgueses están los

humanistas. El sentido naturalista, concreto,

vivo del humanismo, frente a la aridez

escolástica, lo hace un aliado de la

burguesía: con su paganismo, conmueve los

fundamentos de la Iglesia, es

revolucionario, ayuda al ascenso de la

nueva clase; los dos temas de la burguesía -

libertad y realismo- son los suyos propios; y

no es extraño, en consecuencia, que la

mayor parte de los humanistas proviniesen

de la clase mercantil. Al otorgar a los

Page 57: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

57

escritos de los antiguos tanto valor como a

la Biblia, el cristianismo se hizo

irreconocible en estos hombres; la

yuxtaposición de ambos cultos tenía que

conducir a la indiferencia y finalmente al

ataque de la moral cristiana y de las

instituciones eclesiásticas, paso que dio

Lorenzo Valla, esa especie de protestante

avant la lettre. Pero en el momento en que

el humanismo se extasía con la antigüedad,

en el momento en que hace de su culto un

juego cortesano y exquisito, se vuelve

conservador y reaccionario: técnicos como

Leonardo, los hombres que mejor

representan el espíritu de la modernidad,

mirarán como a charlatanes a los señores

que se pasaban el día discutiendo en la

Academia, a esos pedantes que habían

vuelto la espalda al lenguaje popular para

entregarse a la vana resurrección del latín, a

esos presuntuosos que habían dejado de

llamarse Fortiguerra o Wolfgang Schenk

para convertirse, grandiosamente, en

Carteromachus y Lupambulus Ganimedes.

De esta manera, el humanismo pasa del

tema de la libertad al tema del dogma, al

dogma de la antigüedad. Y de la revolución

pasa a la reacción.

En cuanto al burgués, había insurgido como

realista, preocupándose solamente por lo

que tenía delante de las narices,

desconfiando de toda suerte de

abstracciones. Pero con palancas y ruedas

no se hace 1a ciencia moderna: es necesario

unir los hechos en un esquema racional y

abstracto. Por eso, paradojalmente, la

ciencia positiva no pudo surgir sin la ayuda

de la Iglesia, pues mientras su faz técnica y

utilitaria proviene de la burguesía, su lado

teórico, la idea de una racionalidad del

Universo (sin la cual ninguna ciencia es

posible) proviene de la escolástica. De este

modo, apenas la burguesía ha llegado a la

etapa de la ciencia, hace suyo el tema de la

abstracción, que caracterizaba a la

escolástica, pero lo instrumenta a su modo,

uniéndolo al saber concreto y utilitario,

entrelazándolo a los poderes temporales de

la máquina y el capitalismo y, a través del

número, al tema de la belleza en la

proporción, que era típico del humanismo.

Y así, en este fugaz reinado pitagórico,

oímos la última parte de una compleja

partitura, en que todos los temas iniciales

aparecen complicados y entrelazados de tal

manera que apenas puede distinguirse a

Platón de Aristóteles, a las preocupaciones

prácticas de las metafísicas, a la aridez

escolástica de la intuición concreta.

Pero esto no es todo. Además del

cristianismo, hay dos fuerzas que

complican aún más el proceso renacentista.

Como dice Jung, el proceso cultural

consiste en una dominación progresiva de

lo animal en el hombre, un proceso de

domesticación que no puede llevarse a cabo

sin rebeldía por parte de la naturaleza

animal, ansiosa de libertad. De tiempo en

tiempo, una especie de embriaguez acomete

a la humanidad, que ha ido entrando por las

vías de la cultura. La antigüedad

experimentó esa embriaguez en las orgías

dionisíacas, desbordadas de Oriente, y que

constituyeron un elemento esencial y

característico de la cultura clásica. Según la

ley ya establecida por Heráclito de la

enantiodromía, o contracorriente, todo

marcha hacia su contrario, y a la orgía

dionisíaca tenía que seguir, fatalmente, el

ideal estoico y luego el ascetismo de Mitra

y de Cristo; hasta que, con el Renacimiento,

un nuevo tumultuoso y adolescente

entusiasmo intenta el dominio del espíritu

humano.

Este espíritu dionisíaco explica la

duplicidad de muchos grandes hombres del

Renacimiento, que en ciertos casos llevará

hasta la neurosis. Un ejemplo sencillo lo

tenemos en la ciencia: ni Leonardo, ni

ninguno de los precursores, tuvieron una

idea sistemática de la racionalidad. En todo

el Renacimiento se asiste a una lucha entre

la magia y la ciencia, entre el deseo de

violar el orden natural - ¡Y qué sexual es

hasta la misma expresión! y la convicción

de que el poder sólo puede adquirirse en el

respeto de ese orden. En uno de sus

Page 58: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

58

aforismos, dice Leonardo: «La naturaleza

no quebranta jamás sus leyes»; pero en uno

de sus arrebatos demiúrgicos, exclama con

soberbia: «¡Quiero hacer milagros! » Es

probable que su conciencia pensara en ese

instante en milagros «científicos), pero es

seguro que su inconsciencia soñaba con

milagros genuinos. El Renacimiento está

saturado de brujerías. La obra de los

alquimistas y astrólogos es eminentemente

renacentista, y no poco de la química y de

la astrología de nuestro tiempo tiene origen

en aquellas desaforadas investigaciones. El

Renacimiento es demoníaco, por lo mismo

que busca el dominio de la tierra. Roger

Bacon, el doctor mirabilis, padre de nuestra

ciencia experimental, era tenido por un

poderoso mago: condensando el aire, había

construido un puente de treinta millas entre

Inglaterra y el continente, y por él había

pasado con toda su comitiva,

desvaneciéndolo detrás de sí.

Con el arte pasan cosas similares: la

duplicidad del espíritu renacentista nos

explica esa especie de insatisfacción

neurótica que nos parece intuir en la obra de

tantos artistas renacentistas, y quizá en los

más grandes: ya en la angustiosa y

romántica escultura de Miguel Ángel, como

en la melancólica pintura de Botticelli.

Como ha señalado Berdiaeff, el' hombre

occidental ya no podía volver ingenuamente

a la naturaleza, en el estado de ánimo del

griego, porque de por medio estaba el

cristianismo; y así, mientras los antiguos

lograron la perfección en el arte, el

Renacimiento sufrió siempre los efectos de

ese radical desdoblamiento del espíritu:

ímpetu profano, herencia cristiana. En los

hombres del cuatrocientos se siente la

añoranza por la perfección clásica, que ya

nunca más será alcanzable: la disociación

que la conciencia cristiana ha establecido

entre la vida divina y la terrena, entre lo

eterno y lo perecedero, no podrá ser

superada más en el curso de nuestra

historia.

Esa disociación es más intensa en los países

germánicos que en Italia, porque éste era un

país antiguo, y no es asombroso que en ella

hasta los mismos papas hayan sucumbido a

la actitud profana. La irrupción gótica es la

otra y potente fuerza de la modernidad,

fuerza que ya oculta, ya aparente, hará que

el conflicto básico de nuestra civilización

sea más dramático, hasta terminar primero

con la rebelión protestante y más tarde con

la rebelión romántica y existencial. En la

arquitectura gótica, angustiosamente

estirada hacia arriba, incapaz de la medida y

de la perfección grecolatina, ve Berdiaeff la

materialización de ese conflicto del alma

europea, de ese carácter de imposible que es

el rasgo característico de toda la cultura

cristiana.

En suma, si por Renacimiento

consideramos no el mero, estrecho y falso

concepto de los humanistas, sino el

comienzo de los tiempos modernos, hay

que tomarlo como el despertar del hombre

profano, pero en un mundo profundamente

transformado por lo gótico y lo cristiano.

Como una civilización que

simultáneamente produce palacios en estilo

antiguo y catedrales góticas, pequeños

burgueses anticlericales como Valla y

espíritus religiosos como Miguel Ángel,

literatura realista y satírica como Boccaccio

y un vasto drama cristiano como La Divina

Comedia. Olvidemos de una vez por todas

las viejas fórmulas de los humanistas, para

quienes el Renacimiento no era sino una

vuelta a la antigüedad, como si jamás

semejante milagro se hubiera producido;

olvidemos sus teorías sobre la aberración

del arte gótico y pensemos que justamente

fueron las catedrales góticas el corazón de

muchísimas comunas burguesas que se

desarrollaron a partir de la primera

Cruzada. Sólo podremos entender la

complejidad del Renacimiento y el

dramático dualismo de nuestro tiempo si

admitimos que ese tiempo nuestro nació

como interacción de los pueblos de distinta

raza y tradición. Italia nunca perdió del todo

la noción de ser un pueblo antiguo, ni

olvidó jamás el esplendor grecolatino, que

perduraba en las ruinas de sus foros, en sus

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59

acueductos y estatuas semiderruidas; y así

como muchos soñamos con los

irrecuperables instantes de la infancia, así

los italianos imaginaban que de ese

melancólico universo de ruinas podía

realmente resurgir el portentoso pasado. En

tanto que en aquellas ciudades nórdicas,

formadas en torno de las fortalezas

feudales, el surgimiento de la nueva

civilización se iba a realizar con atributos

más bárbaros y modernos, en ciudades

esencialmente mercantiles, con las más

típicas características del capitalismo

moderno. Pero, al mismo tiempo,

paradojalmente en apariencia, serían la cuna

de las reacciones más vio lentas contra la

nueva civilización: el romanticismo y el

existencialismo.

Page 60: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

60

Fragmento del Discurso del método. René Descartes.

En el siguiente fragmento del Discurso del método, René Descartes analiza detalladamente los

cuatro preceptos fundamentales que, según él, debían regir el método de análisis filosófico.

Segunda parte.

Había estudiado un poco, cuando era más joven, de entre las partes de la filosofía, la lógica, y

de las matemáticas, el análisis de los geómetras y el álgebra, tres artes o ciencias que al

parecer debían contribuir en algo a mi propósito. Pero, al examinarlas atentamente, advertí

con relación a la lógica que sus silogismos y la mayor parte de sus preceptos sirven más para

explicar a otro cuestiones ya sabidas o incluso, como el arte de Lulio, para hablar sin juicio de

las que se ignoran, que para investigar las que desconocemos. Y si bien contiene, en efecto,

muchos preceptos que son muy buenos y verdaderos, hay sin embargo, mezclados con ellos,

tantos otros perjudiciales o bien superfluos, que es casi tan difícil separarlos como sacar una

Diana o una Minerva de un bloque de mármol en el que ni siquiera hay algo esbozado. En lo

que concierne, por otra parte, al análisis de los antiguos y al álgebra de los modernos, además

de que no se refieren sino a materias muy abstractas, que parecen carecer de todo uso, el

primero está siempre tan circunscrito a la consideración de las figuras, que no permite

ejercitar el entendimiento sin fatigar excesivamente la imaginación; y en la segunda, hay que

sujetarse tanto a ciertas reglas y cifras, que se ha convertido en un arte confuso y oscuro,

bueno para enredar el ingenio, en lugar de una ciencia que lo cultive. Tal fue la causa por la

que pensé que había que buscar algún otro método que, reuniendo las ventajas de los otros

tres, estuviera exento de sus defectos. Y como la multiplicidad de leyes a menudo sirve de

excusa para los vicios, de tal forma que un Estado está mucho mejor regido cuando no existen

más que unas pocas, pero muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran

número de preceptos de los que la lógica está repleta, estimé que tendría suficiente con los

cuatro siguientes, con tal de que tomase la firme y constante resolución de no dejar de

observarlos ni una sola vez.

El primero consistía en no admitir jamás cosa alguna como verdadera sin haber conocido con

evidencia que así era; es decir, evitar con sumo cuidado la precipitación y la prevención, y no

admitir en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi

espíritu, que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda.

El segundo, en dividir cada una de las dificultades a examinar en tantas partes como fuera

posible y necesario para su mejor solución.

El tercero, en conducir con orden mis pensamientos, empezando por los objetos más simples

y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de

los más complejos, y suponiendo incluso un orden entre aquéllos que no se preceden

naturalmente unos a otros.

Y el último, en hacer en todas enumeraciones tan completas y revisiones tan amplias, que

llegase a estar seguro de no haber omitido nada.

Fuente: Descartes, René. Discurso del método. Estudio preliminar, traducción y notas de

Eduardo Bello Reguera. Madrid: Editorial Tecnos, 1987.

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61

Breve Historia del Mundo. Ernst Gombrich (anterior al artículo precedente)

“LA VERDADERA EDAD MODERNA”

Si pudieras hablar con una persona que hubiera vivido en el tiempo en que los turcos sitiaron

Viena, te llevarías una gran sorpresa por su manera de hablar alemán, por el gran número de

palabras francesas y latinas utilizadas por ella, por el complicado y retorcido amaneramiento y

formalismo de sus expresiones, por el modo en que se inclinaría ceremoniosamente y por

como ensartaría con cualquier motivo una cita en latín cuya procedencia desconoceríamos

tanto tú como yo. Sin embargo, es probable que tuvieras la impresión de que bajo aquella

respetable peluca había una cabeza a la que le gustaba pensar en comer y beber bien, y que

todo aquel señor, con sus encajes, puntillas y sedas y bien perfumado, apestaba—con permiso

de vuecencia—, pues no se lavaba casi nunca.

Pero, tu asombro sería mayúsculo cuando comenzara a exponer sus opiniones: que se debe

pegar a los niños; que las muchachas deben casarse casi niñas con hombres a quienes

prácticamente no conocen; que los campesinos están en el mundo solo para el trabajo y no les

está permitido rechistar; que los mendigos y vagabundos tienen que ser azotados en público

para, luego, encadenarlos y someterlos al escarnio en la plaza mayor; que los ladrones deben

ser ahorcados y los asesinos troceados públicamente; que se ha de quemar a las brujas y

demás magos dañinos que practican tan a menudo sus peligrosas actividades; que se ha de

perseguir, desterrar o arrojar a una oscura mazmorra a quienes pertenecen a otra fe; que el

cometa recién visto en el cielo significa malos tiempos; que para la inminente peste que se ha

cobrado ya en Viena muchas victima debe de ser bueno llevar un brazalete rojo; que el señor

F ulano, un amigo inglés, lleva mucho tiempo haciendo magníficos negocios con la venta en

América de negros traídos de África como esclavos, lo cual es una buena ocurrencia del

honorable señor, pues los indios cautivos no valen para trabajar.

Es probable que esas opiniones no las escucharas de boca de un patán, sino, incluso, de las

personas más razonables y hasta piadosas de cualquier condición y país y Las cosas

comenzaron a cambiar poco a poco a partir de 1700. Las numerosas y atroces miserias

provocadas en Europa por las tristes guerras de religión hicieron pensar a mucha gente: ¿Es,

realmente, importante que artículos del catecismo se consideran verdaderos? ¿No tiene mayor

importancia ser una persona buena y decente? ¿No sería mejor que los seres humanos, incluso

quienes tienen opiniones diferentes y una fe distinta, se soportasen, que se respetaran

mutuamente y tolerasen las convicciones de los demás? Esta fue la idea primera y más

importante que entonces se expuso: la idea de la tolerancia. La diversidad de opiniones,

pensaba la gente que hablaba así, sólo se puede dar en cuestiones de fe. Mientras que todas las

personas razonables están de acuerdo en que 2 X 2 = 4. Por eso, lo que puede y debe unir a

todos los seres humanos es la razón (el sentido común, como se decía también entonces). En

el reino de la razón se puede combatir con argumentos para convencer al otro que se deberá

respetar y tolerar la fe del prójimo, que queda más allá de cualquier principio de razón.

Para aquella gente, lo segundo en importancia era, pues, la razón, El pensamiento claro y

consciente acerca de las personas y la naturaleza. Sobre este asunto volvieron a encontrar

muchas observaciones en las obras de los antiguos griegos y romanos y en las de los

florentinos de la época del Renacimiento. Pero, sobre todo, las que encontraron en las obras

de hombres inteligentes que, como Galileo, habían partido en busca de la fórmula mágica

del cálculo de la naturaleza. En estos asuntos no había diferencia de creencias. Sólo existían

el experimento y la prueba. La razón decidía cuál era el aspecto de la naturaleza y que ocurría

en el mundo de los astros. La razón, dada por igual a todos los humanos, pobres y ricos,

blancos, amarillos o rojos.

Page 62: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

62

Pero, como la razón se ha dado a todos, todos tienen en el fondo el mismo valor, seguían

enseñando aquellas personas. Sabes, sin duda, que ésta había sido ya la doctrina del

cristianismo: que todos los seres humanos son iguales ante Dios. Pero los predicadores de la

tolerancia y de la razón fueron más allá: no sólo enseñaron que los humanos son iguales en

principio, sino que exigieron además que se trataran a todos por igual. Dijeron que toda

persona, en cuanto ser creado y dotado de razón por Dios, posee derechos que nadie puede ni

debe arrebatarle. Que todos tienen derecho a decidir por sí mismos su profesión y su vida;

que todos deben ser libres para hacer y dejar de hacer lo que les aconsejen su razón y su

conciencia. Que, además, no se ha de educar a los niños con la vara, sino con la razón

enseñándoles a entender por qué una cosa es buena y otra mala. Que también los criminales

son personas que, aunque hayan errado, pueden ser mejorados. Que es terrible grabar con un

hierro candente una marca imborrable en la frente o en la mejilla de una persona que ha

cometido un delito para que quede siempre a la vista su condición de criminal. Que existe una

dignidad humana que prohíbe, por ejemplo, burlarse públicamente de otro.

Todas estas ideas difundidas a partir de 1 700, ante todo en Inglaterra y, luego, en Francia,

se llaman “ Ilustración”, porque pretendían luchar contra la gran tiniebla de la superstición

mediante la claridad de la razón.

A algunos les parece que esta Ilustración sólo enseñaba obviedades y que la gente de entonces

imaginaba muchos de los grandes secretos de la naturaleza y el mundo de manera

excesivamente simple. Eso es cierto, pero debes pensar que esas obviedades no eran entonces

aún tan evidentes y que se necesitó mucho valor, sacrificio y constancia para exponer a los

demás esos pensarnient0s de forma tan reiterada que hoy nos resultan realmente obvios.

También has de pensar que, si bien la razón no puede resolver ni resolverá los enigmas, ha

rastreado la solución de muchos.

En los últimos 200 años a partir de la Ilustración se ha investigado y sabido más acerca de los

secretos de la naturaleza que en los 2.000 anteriores. Pero, sobre todo, no debes olvidar qué

significan para la vida la tolerancia, la razón y el sentimiento de humanidad, los tres

principales artículos de fe de la ilustración. Que una persona es sospechosa de haber cometido

un crimen, no ha de ser ya torturada de forma inhumana por esa mera sospecha hasta que,

inconsciente, admita todo cuanto se desee; que la razón nos ha enseñado que la brujería es

imposible y que, por tanto, no se han de quemar más brujas (la última fue llevada a la

hoguera en Alemania en 1783). Que las enfermedades se combaten no con trucos

supersticiosos sino, ante todo, con la limpieza y la investigación científica de sus causas. Que

ya no hay más siervos o campesinos sujetos a la tierra ni esclavos. Que todas las personas de

un Estado han de ser tratadas con las mismas leves y que también las mujeres poseen

idénticos derechos que los hombres. Todo ello es obra de los valerosos burgueses y escritores

que se atrevieron a tomar partido por estas ideas. Y fue, realmente, una audacia. Es cierto que,

en la lucha contra lo antiguo v tradicional, se mostraron a veces irrazonables e injustos, pero

también es cierto que su lucha a favor de la tolerancia, la razón y la humanidad fue difícil e

imponente.

Esta lucha habría durado mucho más tiempo y habría costado muchas más víctimas de no

haber existido entonces en Europa algunos soberanos que combatieron en primera línea en

favor de las ideas de la Ilustración. Uno de los primeros fue Federico el Grande, rey de Prusia.

Ya sabes que el título imperial hereditario de los Habsburgo era entonces casi únicamente

honorífico. En realidad, los Habsburgo gobernaban sólo sobre Austria, Hungría y Bohemia

mientras que en Alemania mandaban los distintos príncipes territoriales de Baviera, Sajonia y

muchos otros Estados, grandes v pequeños. Desde la Guerra de los Treinta Años, los

territorios protestantes del norte no se preocuparon ya casi nada por el emperador católico de

Viena. El Estado más poderoso entre todos estos territorios alemanes regidos por príncipes

protestantes era Prusia, que desde le reinado de su gran soberano Federico Guillermo I, que

Page 63: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

63

gobernó de 1640 a 1688, había arrebatado continuamente tierras a los suecos en el norte de

Alemania. En 1701, los príncipes prusianos se habían declarado, incluso, reyes. Prusia era un

riguroso Estado de guerreros cuyos nobles no conocían mayor honor que ser oficiales en el

excelente ejército del rey.

Pues bien, desde 1740 reinaba en Prusia, como tercer rey, Federico II, de la familia de los

Hohenzollern. Se le conoce con el nombre de Federico el Grande. Y realmente, fue uno de los

hombres más, instruidos de su tiempo Mantenía amistad con muchos ciudadanos franceses

que predicaban en sus escritos las ideas de la Ilustración y el mismo escribió también esa

clase de obras en francés, pues, aunque era rey de Prusia, despreciaba el idioma y las

costumbres alemanas, muy decaídas, sin duda, por la desgracia de la Guerra de los Treinta

Anos. No obstante, se sentía obligado a hacer de su Estado alemán un Estado modélico y

demostrar el valor de las ideas de sus amigos franceses. Como dijo en muchas ocasiones, se

consideraba el primer servidor, más aún, el primer funcionario de su Estado, y no su dueño.

Como tal, se preocupaba por todos los detalles e intentaba imponer en todas partes las nuevas

ideas. Uno de sus primeros actos fue suprimir el horror de la tortura. También alivio las

pesadas servidumbres de los campesinos al servicio de los terratenientes. Siempre procuró que

todas las personas de su Estado, tanto los más pobres como los más poderosos, fueran tratados

por igual ante los tribunales. Aquello no era entonces ninguna obviedad.

Pero, sobre todo, quiso hacer de Prusia el Estado más poderoso de Alemania y acabar por

completo con el poder del emperador austríaco. Estaba convencido de que aquello no sería

difícil, pues desde 1740 reinaba en Austria una mujer, la emperatriz María Teresa. Cuando

María Teresa llegó al poder, con solo 23 años, Federico pensó que era una buena oportunidad

para arrebatar un territorio al imperio. Invadió con su excelente ejército la provincia de

Silesia y la conquistó. Desde entonces luchó durante casi toda su vida contra la soberana

alemana de Austria, Sus tropas eran para él lo más importante. Las entrenó sin

contemplaciones e hizo de ellas el mejor ejército del mundo.

Pero María Teresa fue una enemiga mayor de lo que había creído al principio. Es cierto que

no era belicosa sino una mujer de una especial piedad y una auténtica madre de familia que

tuvo 16 hijos Aunque Federico era su adversario, lo tomó no obstante como modelo en

muchos asuntos e introdujo así mismo sus mejoras en Austria. Suprimió también la tortura,

alivio la vida de los campesinos y procuró, sobre todo, que se diera una buena instrucción en

el campo. Se consideraba, realmente, una madre de todo su país y no tuvo la falsa vanidad de

pretender saberlo todo mejor que nadie. Nombró consejeros a las personas más laboriosas,

entre ellas algunas que estuvieron a la altura del gran Federico, incluso en las prolongadas

guerras. Pero no sólo en el campo de batalla, pues la emperatriz supo ganarse además todas

las cortes de Europa por medio de sus embajadores, incluida la propia Francia que, sin

embargo, había luchado desde hacía siglos contra el imperio alemán aprovechando cualquier

ocasión. En prenda de la nueva amistad, María Teresa entregó a su hija María Antonieta por

esposa al sucesor del trono francés.

Así pues, Federico se vio rodeado de enemigos por todas partes: Austria, Francia, Suecia y la

poderosa y gigantesca Rusia. Pero no esperó a que le declararan la guerra, sino que ocupó

Sajonia, que también le era hostil, y mantuvo durante siete años una guerra implacable en la

que sólo le apoyaron los ingleses. Pero sus dotes le permitieron llegar a tanto que no perdió la

guerra contra aquella superpotencia y hubo que entregarle Silesia.

Desde 1765, María Teresa no fue ya la única soberana de Austria. Su hijo José gobernó junto

con ella como emperador (José II) y, tras su muerte, pasó a ser soberano de Austria. Fue un

luchador aún más celoso que Federico, e incluso que su madre, en favor de las ideas de la

Ilustración. La tolerancia, la razón y la humanidad eran, realmente, lo único que le importaba.

Suprimió la pena de muerte y la servidumbre de los campesinos. Permitió a los protestantes

de Austria volver a celebrar los servicios divinos y arrebató, incluso, a la iglesia católica parte

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64

de sus tierras y sus riquezas, aunque era un buen católico. Estaba enfermo y tenía la sensación

de que no podría gobernar mucho tiempo. Por eso lo hizo todo con tanto empeño, con tal

impaciencia y prisa, que sus súbditos consideraron sus iniciativas excesivamente rápidas y

repentinas, y demasiadas para una sola vez. Muchos le admiraban, pero el pueblo le quiso

menos que a su sosegada y piadosa madre.

Por las fechas en que las ideas de la Ilustración habían triunfado en Austria y Alemania, los

burgueses de muchas colonias inglesas de América se negaron a seguir siendo súbditos de

Inglaterra y a pagarle impuestos. Su jefe en la lucha por la independencia fue Benjamin

Franklin, un simple ciudadano muy dedicado al estudio de las ciencias de la naturaleza,

descubridor del pararrayos. Era un pensador honrado como pocos, pero también un hombre

sensato y sencillo. Bajo su dirección y la de otro americano, George Washington, las

colonias inglesas y ciudades comerciales de América constituyeron una federación de Estados

y, tras largas luchas, expulsaron a las tropas inglesas del país. A continuación, quisieron vivir

enteramente según los principios de la nueva orientación del pensamiento y declararon en

1776 como Constitución para su nuevo Estado los sagrados derechos humanos de la libertad y

la igualdad. Pero permitieron que en sus plantaciones siguieran trabajando esclavos negros.

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65

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66

El Absolutismo y el Despotismo Ilustrado Juan Brom (1977): Esbozo de Historia Universal. Editorial Grijalbo; México (Síntesis)

Aunque hay grandes diferencias en la

situación particular de cada uno de los

países, se distinguen con claridad algunas

características generales en los

acontecimientos que tienen lugar a partir

del siglo XVI. Los reyes fortalecen su

alianza con las ciudades, basada en la

coincidencia de intereses. A ambos

conviene un Estado centralizado, que

permita el comercio y facilite las

comunicaciones sobre un territorio extenso.

Quedan abolidos o restringidos

severamente los derechos de soberanía de

los señores feudales, como los tributos al

tráfico, el derecho de justicia mayor, el de

acuñar moneda, el de mantener ejércitos

propios. Muchos nobles obtienen

importantes puestos, junto con elementos

de la burguesía, pero como representantes

del rey y ya no simplemente por su

procedencia feudal. La alta nobleza se

transforma en nobleza palaciega, cuya

función ya no es política sino

fundamentalmente decorativa. Donde más

claramente se puede apreciar este desarrollo

es en la corte de Luís XIV en Francia.

La Edad Media no conocía los Estados

nacionales. Existía un enorme número de

feudos más o menos soberanos, que

formaban una unidad nominal bajo la

dirección del Emperador y del Papa. En la

época del absolutismo, aparecen o se

consolidan más los Estados nacionales que,

por una parte,"" absorben la soberanía de

los feudos que los integran y, por otra, se

independizan del gobierno imperial y papal.

Esto se expresa en la teoría del "derecho

divino" de los reyes, según el cual los

soberanos responden directamente ante dios

y no están sujetos ni al Papa ni al

emperador, ni tampoco deben rendir

cuentas a sus propios vasallos feudales. La

frase atribuida a Luís XIV, "el Estado soy

yo", simboliza perfectamente la

concentración del poder en el monarca.

A pesar de sus grandes transformaciones, la

estructura básica de la sociedad no había

cambiado. Los campesinos seguían en la

servidumbre, lo que limitaba la fuerza de

trabajo y el mercado disponible para la

nueva burguesía, y dificultaba su desarrollo.

Además, esta situación perpetuaba y

acentuaba la miseria de las capas explotadas

de la población.

La sociedad está estructurada en varias

capas. La nobleza, a pesar de haber perdido

su poderío político, conserva gran parte de

sus privilegios económicos. De sus filas

proviene la mayor parte de los altos

funcionarios de la monarquía absoluta. El

clero, estrechamente relacionado con la

nobleza, tiene una organización semejante a

la de ésta. Después de la moralización

parcial provocada por la Reforma, había

vuelto a introducirse una gran dispersión y

se iba debilitando nuevamente el espíritu

religioso entre los propios eclesiásticos

católicos. Los dos estados privilegiados, la

nobleza y el clero, se dividían en alta

nobleza y alto clero por un lado y baja

nobleza y bajo clero por el otro. Los

primeros vivían en la corte, disfrutando de

privilegios, mientras que los segundos

llevaban una vida modesta. Sobre todo el

bajo clero muchas veces se identificaba con

las masas pobres de las ciudades y también

del campo.

El "Tercer Estado" o "Estado Llano" estaba

integrado por toda la población que no

gozaba de privilegios. Su clase más

importante era la burguesía, comercial e

incipientemente industrial. La alianza entre

ésta y la monarquía era la base fundamental

del régimen absolutista. Sin embargo, su

desarrollo chocaba con el régimen de

servidumbre y con los numerosos

Page 67: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

67

privilegios feudales que subsistían. Cada

vez más, la burguesía exige participar en el

gobierno. Esto se expresa sobre todo en el

movimiento de la "Ilustración", en que la

razón humana desplaza la antigua fe en el

dogma. Es un movimiento ideológico, que

abarca sobre todo a la filosofía; prepara la

gran revolución burguesa, que da fin a esta

época e inaugura la siguiente.

El período de la Ilustración corresponde al

"Despotismo Ilustrado". En éste los

gobernantes conservan su poder absoluto,

pero pretenden ya gobernar paternalmente a

favor de sus pueblos. El régimen podría

simbolizarse en el lema acuñado por José II

de Austria: "todo para el pueblo, pero sin el

pueblo"; o sea, el gobierno actúa a favor del

pueblo, pero no permite la intervención de

éste en las decisiones.

Page 68: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

68

Thomas Hobbes: El Corporeísmo y la Teoría del Absolutismo

Político

Capítulo XI

1. SU VIDA Y SUS OBRAS

Thomas Hobbes nació en Malmesbury en

1588. Su madre lo dio a luz antes de

tiempo, dominada por el terror que había

suscitado la noticia de la llegada de la

Armada invencible, por lo que en su

Autobiografía Hobbes —en son de

broma— afirma que su madre, junto con él

había dado a luz un hermano gemelo: el

miedo. Más allá de la broma, esto

constituye un indicio claro de manera de

pensar: su meditación acerca del

absolutismo hunde sus raíces sobre todo en

el terror ante las guerras que ensangrentaron

su época. Aprendió con gran corrección, y

con mucha rapidez, el latín y el griego,

hasta el punto de que antes de cumplir los

quince años ya era capaz de traducir Medea

de Eurípides, del original griego a versos

latinos. Este amor por las lenguas clásicas

fue una constante en él: la primera obra de

Hobbes que se imprimió fue una traducción

de la Guerra del Peloponeso de Tucídides, y

la última, una traducción de los poemas de

Homero. Además, muchos escritos suyos

(sus principales obras) están escritos en

latín y a menudo con una prosa magnífica.

El propio Bacon, hacia el final de su vida,

apeló a la ayuda de Hobbes para traducir

algunas de sus obras al latín.

Después de realizar sus estudios superiores

en Oxford, apartir de 1608 fue nombrado

preceptor de la poderosa casa de los

Cavendish, condes de Devonshire, a la que

estuvo vinculado durante mucho tiempo.

También fue preceptor de Carlos Estuardo

(el futuro Rey Carlos II), en 1646, esto es,

durante el período en que la corte se había

exiliado en Paris, al haber asumido

Cromwell poderes dictatoriales en Londres.

Al producirse la restauración de los

Estuardo, Hobbes obtuvo una pensión del

rey Carlos II (de quien, como sabemos,

había sido preceptor) y pudo así dedicarse

con tranquilidad a sus estudios. Sin

embargo, los últimos años de su vida se

vieron amargados por las polémicas que

suscitó su pensamiento tan audaz y, sobre

todo, por las acusaciones de ateísmo y

herejía, de las que tuvo que defenderse,

dedicándose a profundos estudios en

materia de jurisprudencia inglesa relativa a

los delitos de herejía. Murió a los 91 años,

en diciembre de 1679.

Hobbes pasó gran parte de su larga vida en

Europa continental y, en especial, en su

amada Francia. En 1610 realizó el primer

viaje, al que siguieron otros dos en 1629 y

1634. Este último tuvo una importancia

particular, ya que en él conoció

personalmente a Galileo en Italia (sobre el

cual, sin embargo, ya había tenido noticias

en su primer viaje) y a Mersenne en

Francia, quien le introdujo en el círculo de

los cartesianos. Desde 1640 hasta 1651

vivió en Paris, en un exilio voluntario.

Entre sus obras, las fundamentales son las

Objectiones ad cartesii Mediationes (1641),

el De cive (1642), el De corpore (1655), el

De homine (1658) y sobre todo el Leviatán,

publicado en inglés en 1651, y en 1670 en

latín, en Amsterdam (fue en especial esta

redacción latina la que aseguró a Hobbes su

fama más notable). Recordemos también

Sobre la libertad y la necesidad (1654) y

las Cuestiones concernientes a la libertad,

la necesidad y el movimiento (1660). Entre

sus ultimas obras hay que mencionar una

historia de la Iglesia en verso titulada

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69

Historia eclesiástica carmine elegiaco

concinnata (publicada póstumamente en

1688) y una autobiografía. Thomae

Hobbesii vita (publicada en el mismo año

de su muerte).

5. LA TEORÍA DEL ESTADO

ABSOLUTISTA

En la base del enfoque que Hobbes nos

brinda acerca de la sociedad y del Estado

hay dos supuestos fundamentales. 1) En

primer lugar, nuestro filósofo admite que,

aunque todos los bienes sean relativos,

existe entre ellos un bien primero y

originario, que es la vida y su conservación

(por lo tanto, hay asimismo un primer mal,

la muerte). 2) En segundo lugar. niega que

existan una justicia y una injusticia

naturales, puesto que no hay «valores»

absolutos: éstos no son otra cosa que el

fruto de convenciones establecidas por

nosotros mismos, cognoscibles de manera

perfecta y a priori, junto con todo lo que

surge de ellas. Egoísmo y

convencionalismo son, por lo tanto, los dos

quicios de la nueva ciencia política que,

según Hobbes, podrá desplegarse en cuanto

sistema deductivo perfecto, al igual que el

de la geometría euclidiana.

Para comprender de forma adecuada la

nueva concepción política de Hobbes,

conviene recordar que constituye la

inversión más radical de la postura

aristotélica clásica. El Estagirita, en efecto,

sostenía que el hombre es un animal

político, constituido de un modo tal que por

su misma naturaleza está hecho para vivir

junto con los demás en una sociedad

políticamente estructurada. Además,

Aristóteles asimilaba el hecho de que el

hombre fuese animal político con el estado

propio de otros animales también, por

ejemplo las abejas y las hormigas, que al

desear (y huir de) cosas semejantes y

dirigiendo sus acciones hacia fines

compartidos, forman agregados de manera

espontánea. Hobbes discute con mucha

viveza la proposición aristotélica y la

comparación correspondiente. Para él, cada

hombre es profundamente distinto de los

demás hombres y en consecuencia está

separado de ellos (es un átomo de

egoísmo). Por lo tanto, cada hombre no se

halla en absoluto ligado con los demás

hombres por un consenso espontáneo como

el de los animales, que se basa en un apetito

natural. En efecto, a) en primer lugar, entre

los hombres hay motivos de disputas,

envidias, odios, sediciones, que no existen

entre los animales; b) en segundo lugar, el

bien de los animales individuales que viven

en sociedad no difiere del bien común,

mientras que en el hombre el bien privado

se distingue del bien publico; e) en tercer

lugar, los animales no encuentran defectos

en sus sociedades, mientras que el ser

humano si cae en la cuenta de ellos y quiere

introducir continuas novedades, que

constituyen causas de discordias y de

guerras: d) en cuarto lugar, los animales no

poseen el don de la palabra, que con

frecuencia en el hombre es un «clarín de

guerra y de sedición»; e) en quinto lugar,

los animales no se acusan entre sí, cosa que

sí hacen los hombres; f) por último, en los

animales existe un consenso natural,

mientras que entre los hombres no es así.

El Estado, pues, no es algo natural sino

artificial. Nace de la forma que veremos a

continuación. Naturalmente, los hombres se

hallan en una condición de guerra de todos

contra todos. Cada uno tiende a apropiarse

de todo lo que le sirve para su propia

supervivencia y conservación. Como todos

tienen derecho sobre todo y la naturaleza no

ha colocado ningún límite, de aquí surge el

inevitable predominio de unos sobre otros.

En este contexto Hobbes utiliza la frase de

Plauto homo homini lupus, «el hombre es

un lobo para el hombre», cosa que sin

embargo no posee aquel pesimismo moral,

radical y lúgubre, que muchos han

detectado, porque se limita a ser un mero

calificativo estructural, que indica una

situación a la que hay que poner remedio.

Estas son sus palabras:

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70

Ciertamente, se afirma con verdad

que el hombre es un dios para el

hombre y que el hombre es un lobo

para el hombre Aquello, si

comparamos entre sí a los

conciudadanos, esto, si

compararnos entre si a los Estados.

En el primer caso, llega a

asemejarse a Dios por la justicia y

la caridad, las virtudes de la paz En

el segundo. debido a la perversidad

de los malvados, también los buenos

han de recurrir —si quieren

defenderse- a la fuerza y al engaño,

las virtudes de la guerra; esto es, a

la ferocidad de las bestias salvajes.

Y aunque los hombres se reprochen

mutuamente tal ferocidad, porque

debido a una costumbre innata

consideran que las propias

acciones, en los demás, se hallan

reflejadas como en un espejo,

cambiando la izquierda por la

derecha y la derecha por la

izquierda; sin embargo, no puede

ser un vicio aquello que constituye

un derecho natural, derivado de la

necesidad de la propia

conservación.

En estas circunstancias, el hombre se

arriesga a perder el bien primario, la vida, al

hallarse expuesto en todo momento al

peligro de una muerte violenta. Además,

tampoco puede dedicarse a ninguna

actividad industrial o comercial, ya que sus

frutos resultarían siempre inseguros. No

puede cultivar las artes ni dedicarse a

ninguna otra actividad placentera. En suma:

cada hombre permanece solitario, en su

miedo a perder de manera violenta su vida,

en cualquier momento. El hombre puede

superar tal situación gracias a dos

elementos básicos: a) determinados

instintos y b) la razón.

a) Los instintos son el deseo de evitar la

guerra continua, para salvar la vida, y la

necesidad de procurarse lo necesario para la

subsistencia.

b) La razón se entiende aquí no como un

valor en sí, sitio como un instrumento apto

para realizar aquellos deseos

fundamentales.

Nacen así las leyes de naturaleza, que no

son más que la racionalización del egoísmo,

las normas que permiten satisfacer el

instinto de autoconservación. Hobbes

escribe: «Una ley de naturaleza (lex

naturali) es un precepto o una regla general

descubierta por la razón, que prohíbe al

hombre hacer aquello que resulte lesivo

para su vida o que le quite los medios para

preservarla, y omitir aquello que le sirva

para conservarla mejor.»

Por lo general se mencionan las tres

primeras, que son las principales. Sin

embargo, en el Leviatán Hobbes enumera

diecinueve. El modo en que las afirma y las

deduce es una muestra excelente de cómo

utilizaba el método geométrico aplicándolo

a la ética, y cómo pretendía reintroducir con

nuevos ropajes aquellos mismos valores

que había excluido y sin los cuales se hace

imposible edificar una sociedad.

1) La primera regla, de carácter

fundamental, ordena esforzarse por buscar

la paz. Hobhes sostiene: «Constituye un

precepto o regla general el que todos los

hombres deben esforzarse por la paz,

siempre que haya esperanza de obtenerla, y

cuando no se la pueda obtener, busque

todas las ayudas y ventajas de la guerra. La

primera parte de esta regla contiene la

primera y fundamental ley de naturaleza,

que es buscar la paz y conseguirla. La

segunda, la culminación del derecho de

naturaleza, que es defenderse con todos los

medios posibles.»

2) La segunda regla impone renunciar al

derecho sobre todo, a aquel derecho que se

posee en el estado de naturaleza y que es el

que desencadena todos los enfrentamientos.

La regla prescribe «que un hombre esté

dispuesto —siempre que los otros también

lo estén, en lo que considere necesario para

su propia paz y defensa— a abdicar de este

derecho a todas las cosas; y que se contente

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71

con poseer tanta libertad en contra de los

demás hombres, como la que él les

concedería a los otros hombres en contra de

él». Nuestro filósofo comenta que ésta «es

la ley del Evangelio: todo lo que quieres

que los otros te hagan, házselo a ellos; es la

ley de todos los hombres: quod tibi fieri

non vis, alteri ne feceris»

3) La tercera ley manda, una vez que se ha

renunciado al derecho sobre todo. «que se

cumplan los pactos establecidos». De aquí

nace la justicia y la injusticia (la justicia es

atenerse a los pactos realizados; la injusticia

consiste en transgredirlos).

A estas tres leyes básicas les siguen otras

dieciséis, que resumimos brevemente.

4) La cuarta ley prescribe devolver los

beneficios recibidos, de manera que los

otros no se arrepientan de haberlos hecho y

continúen haciéndolos; de aquí nacen la

gratitud y la ingratitud.

5) La quinta prescribe que cada hombre

tienda a adaptarse a los demás; de aquí

surgen la sociabilidad y su opuesto.

6) La sexta prescribe que, cuando se posean

las garantías debidas, hay que perdonar a

aquellos que, arrepintiéndose, lo deseen.

7) La séptima prescribe que en las

venganzas (o castigos) no se tenga en

cuenta el mal recibido en el pasado, sino el

bien futuro; el no observar esta ley da lugar

a la crueldad.

8) La octava ley prescribe que no se

manifieste odio o desprecio hacia los

demás, a través de palabras, gestos o actos;

la infracción de esta ley recibe el nombre de

contumelia.

9) La novena ley prescribe que todos los

hombres reconozcan a los demás como

iguales a ellos por naturaleza: la infracción

de esta ley es el orgullo.

10) La décima ley prescribe que nadie

pretende que se le adjudique un derecho

que no este dispuesto a adjudicar a todos

los demás hombres; de aquí nacen la

modestia y la arrogancia.

11) La undécima ley prescribe que, aquel a

quien se confíe la tarea de juzgar entre un

hombre y otro, debe comportarse de una

manera equitativa entre los dos; de aquí

nacen la equidad y la parcialidad.

Las ocho leyes restantes prescriben el uso

compartido de las cosas indivisibles, la

regla de confiar a la suerte (natural o

establecida de manera convencional) el

disfrute de los bienes indivisibles, el

salvoconducto para los mediadores de la

paz, el arbitraje, las condiciones de

idoneidad para juzgar de forma equitativa y

la validez de los testimonios.

Estas leyes, empero, no son suficiente por

sí mismas para constituir la sociedad, ya

que es preciso que también exista un poder

que obligue a respetarla.: los «pactos sin la

espada que imponga que se respeten» no

sirven para lograr el objetivo deseado. Por

consiguiente, según Hobbes es preciso que

todos los hombres encarguen a un único

hombre (o a una asamblea) su

representación.

Téngase en cuenta, sin embargo, que el

pacto social no lo establecen los súbditos

con su soberano, sino los súbditos entre sí.

(El pacto social propuesto por Rousseau

tendrá un carácter muy distinto; cf. p.

645ss.) El soberano permanece fuera del

pacto, es el único depositario de las

renuncias a los derechos que poseían antes

los súbditos y, por lo tanto, el único que

conserva todos los derechos originarios. Si

también el soberano entrase en el pacto, no

podrían eliminarse las guerras civiles, ya

que muy pronto aparecerían diferentes

enfrentamientos en la gestión del poder. El

poder del soberano (o de la asamblea) es

indivisible y absoluto. Se trata de la teoría

más radical del Estado absolutista, que no

se deduce del derecho divino (como había

ocurrido en el pasado), sino del pacto social

antes descrito.

Puesto que el soberano no entra en el juego

de los pactos, una vez que ha recibido en

sus manos todos los derechos de los

ciudadanos, los detenta de manera

Page 72: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

72

irrevocable. Se halla por encima de la

justicia (porque la tercera g1rtéual que las

demás-- se aplica a los ciudadanos, pero no

al soberano). También puede intervenir en

cuestión de opiniones, juzgando, aprobando

o prohibiendo determinadas ideas. Todos

los poderes deben concentrarse en sus

manos. La Iglesia misma debe estarle

sometida. Por lo tanto, el Estado también

intervendrá en materia de religión. Y como

Hobbes cree en la revelación y en la Biblia,

el Estado al que se refiere deberá arbitrar en

materias de interpretación de las Escrituras

y de dogmática religiosa, evitando así todo

motivo de discordia. El absolutismo de este

Estado es, realmente, total. —

6. EL LEVIATÁN. CONCLUSIONES

ACERCA DE HOBBES

En la Biblia, en el libro de Job (caps. 40—

41) se describe al Leviatán (que significa

literalmente «cocodrilo») como un

monstruo invencible. La larga descripción

finaliza en estos términos:

Si lo despiertan, furioso se levanta,

¿y quién podrá aguantar delante de el?

Lo alcanza a espada sin clavarse,

lo mismo la lanza, jabalina o dardo.

Para él el hierro es sólo paja,

el bronce, madera carcomida.

No lo ahuyentan los disparos del arco,

cual polvillo le llegan las piedras de la

honda.

Un junco la maza le parece,

se ríe del venablo que silba.

Debajo de él tejas puntiagudas:

un trillo que va pasando por el lodo.

Hace del abismo una olla borbotante,

cambia el mar en pebetero.

Deja iras de si una estela luminosa.

el abismo diríase una melena blanca.

No hay en la tierra semejante a él,

que ha sido hecho intrépido.

Mira a la cara a los más altos,

es rey de todos los hijos del orgullo

Hobbes utiliza el nombre de «Leviatán»

para designar al Estado y como título de la

obra que sintetiza todo su pensamiento. Al

mismo tiempo, sin embargo, lo designa

como «dios mortal», porque a él —por

debajo del Dios inmortal— le debemos la

paz y la defensa de nuestra vida. Esta doble

denominación resulta sumamente

significativa: el Estado absolutista que

Hobbes edificó es, en realidad, mitad

monstruo y mitad dios mortal, como se

afirma en el texto siguiente, de forma

paradigmática:

El único camino para erigir un

poder común que logre defender a

¡os hombres de las agresiones

extranjeras y de las injurias

reciprocas —asegurándoles así el

que puedan alimentarse y vivir

satisfechos con su propia industria y

con los frutos de la tierra— reside

en conferir todos sus poderes y toda

su fuerza a un hombre o a una

asamblea de hombres que pueda

reducir todas sus voluntades

mediante la pluralidad de las voces

a una sola voluntad; esto equivale a

designar a un hombre o una

asamblea de hombres para que

represente a su persona, de modo

que cada uno acepte y se reconozca

así mismo como autor de todo

aquello que defiende el

representante de su persona, de lo

que haga o de lo que cause, en

aquellas cosas que conciernen a la

paz y a la seguridad comunes,

sometiendo todas sus voluntades a

la voluntad de él y todos sus juicios

al juicio de él. Esto es más que el

consentimiento o la concordia; es

una unidad real de todos ellos en

una sola y la misma persona,

realizada mediante el pacto de cada

hombre con todos los demás, de una

forma que implica que cada hombre

diga a todos los otros: autorizo y

cedo mi derecho de gobernarme a

mí mismo, a este hombre o a esta

asamblea de hombres, con la

Page 73: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

73

condición de que tú le cedas tu

derecho y autorices todas sus

acciones de una manera similar.

Cuando esto se lleva a cabo, a la

multitud que se une así en una

persona se la llama «Estado» en

latín «civitas,». Así se origina aquel

gran Leviatán, o más bien

(hablando con mayor reverencia)

aquel dios mortal al que debemos —

bajo el Dios inmortal— nuestra paz

y nuestra defensa. En efecto,

mediante la autoridad que cada

individuo ha concedido al Estado,

es tan grande la fuerza y la potencia

que le han sido conferidas y cuyo

uso posee, que el terror que

provocan es suficiente para

conducir las voluntades de todos

hacia la paz interior y hacia la

ayuda recíproca en contra de los

enemigos externos. En esto consiste

la esencia del Estado que (Si

queremos definirlo) es una persona

de cuyos actos cada miembro de

una gran multitud —mediante

pactos recíprocos, cada uno en

relación con el otro, y viceversa—

se ha reconocido como autor, para

que pueda utilizar la fuerza y los

medios de todos en la forma que

considere beneficioso para la paz y

para la defensa común.

A Hobbes se le acusó de haber escrito el

Leviatán para ganarse las simpatías de

Cromwell, legitimando teóricamente la

dictadura de éste, y poder así regresar a su

patria. Sin embargo, se trata de una

acusación infundada en gran parte, porque

las raíces del pensamiento político de

nuestro filósofo se hallan en las premisas

características del corporeísmo ontológico,

que niegan la dimensión espiritual y, por lo

tanto, la libertad y los valores morales

objetivos y absolutos, y también en su

convencionalismo lógico.

También Hobbes fue acusado de ateísmo.

Sin embargo, no fue ateo. La mitad de su

Leviatán está dedicada a temas en los que la

religión y el cristianismo ocupan el primer

plano. En cambio, es cierto que su postura

corporeísta —en contra de sus propias

intenciones y afirmaciones— si llega hasta

sus últimas consecuencias acaba por negar a

Dios o, al menos, por convertir en

problemática su existencia. El origen de las

dificultades que aparecen en el pensamiento

de Hobbes consiste en haber tomado a la

ciencia geométrica y física como modelos

que la filosofía debía imitar. No obstante,

los métodos de las ciencias matemáticas y

naturales no pueden transferirse a la

filosofía sin provocar unas limitaciones

muy drásticas, que generan una serie de

aporías indeseadas, cosa que en parte ya

ocurre en Descartes, y que se constatará de

un modo paradigmático en Kant. En

cualquier caso, empero, éste es el signo

distintivo de gran parte de la filosofía

moderna, debido al influjo de la revolución

científica de Galileo.

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74

“Junto al Rey, el Parlamento”

Alfonso Lazo (1980). Revoluciones del Mundo Moderno, Salvat Editores, Barcelona.

La burguesía inglesa había hecho una

revolución que tenía entre sus objetivos

principales acabar con el absolutismo, pero,

paradójicamente vino a parar en otro

sistema de poder personal y absoluto. Salir

de semejante contradicción, es decir,

mantener las conquistas burguesas y al

mismo tiempo evitar la tiranía, fue algo que

consiguieron los ingleses tras otra

revolución, que en este caso resultó

incruenta.

A la muerte de Cromwell, en 1658, el

país estuvo a punto de sumirse de nuevo en

la guerra civil a causa de los choques

habidos entre los partidarios de la república

y los que aspiraban a restablecer la

monarquía. Afortunadamente, la crisis pudo

ser superada. La alta burguesía inglesa, que

necesitaba paz y orden para sus negocios y

sentía pánico ante la anarquía, logró llegar a

un pacto con la nobleza, y en 1660 la

monarquía fue restaurada en la persona de

Carlos II. A cambio de ello, el rey aceptaba

que correspondía al Parlamento la

elaboración de las leyes y la fijación de los

impuestos, al tiempo que quedaban

suprimidos los monopolios y privilegios de

la aristocracia. Se había alcanzado así una

situación de equilibrio entre el poder real y

el parlamentario. Lo que ocurrió, sin

embargo, fue que al morir Carlos II, su

sucesor, el rey Jacobo II, de mentalidad

absolutista y católico en un país de

reformistas casi al cien por cien, provocó

una situación en extremo delicada.

En teoría, el nuevo monarca podía

haberse apoyado en la nobleza para

restablecer la monarquía absoluta. Pero la

nobleza no era católica, sino anglicana, y

vio con gran disgusto que Jacobo

permitiese la entrada de misioneros jesuitas

en el reino. Por otra parte. lo nobles eran ya

conscientes de que el país no aceptaría sin

resistencia una vuelta al absolutismo. Este

estado de cosas fue lo que llevó a un nuevo

acuerdo entre la aristocracia y la burguesía:

ambas coincidieron en la necesidad de

destronar al rey, acto que precisaba una

justificación.

Toda revolución parte de una ideología

previa, y esta existía ya en Inglaterra,

extendida entre amplios sectores de la

sociedad burguesa. Su mejor exponente fue

el filósofo John Locke (1632-1704), que

partía del principio de que el hombre, por

su propia naturaleza, tenía derecho a la

vida, la libertad y la propiedad, y que, por

tanto, todo Gobierno debía respetar y

proteger tales derechos. Es más, el mismo

Estado había surgido de un acuerdo libre

entre los hombres para proteger,

precisamente, esos derechos fundamentales.

De aquí se seguía una consecuencia

importante: al surgir el Estado de un pacto

previo entre los seres humanos, todo

gobernante quedaba sometido a la decisión

de la mayoría de los ciudadanos y no podía

comportarse de manera dictatorial o

despótica.

Convencidos, pues, de la licitud moral e

intelectual de su intento de destronamiento,

los enemigos del rey Jacobo II ofrecieron,

en 1688, la corona de Inglaterra al príncipe

holandés Guillermo de Orange, con la

condición de que mantuviese el

protestantismo y dejase gobernar al

Parlamento, condición que aceptó,

desembarcando seguidamente en tierras

Page 75: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

75

inglesas. Jacobo II, abandonado de todos,

hubo de dejar el trono. Así, sin violencia,

triunfaba una revolución que abolía

definitivamente la monarquía absoluta e

iniciaba la era del parlamentarismo inglés.

El nuevo régimen resultaba distinto a

todo lo anterior. De hecho, el poder íntegro

residía en el Parlamento: dictaba las leyes,

recaudaba los impuestos y elegía, en la

práctica, al primer ministro, que ostentaba

el poder ejecutivo; por su parte, el Rey

reinaba pero no gobernaba. Con todo, no

cabe llamarse a engaño: el triunfo de la

revolución de 1688 no supuso el

advenimiento de la democracia, que tardaría

en llegar, pues solo tenían derecho al voto

la nobleza y los burgueses ricos. Pese a

todo, y dado que en el resto de Europa

continuaba imperando el absolutismo más

puro, Inglaterra aparecía a Finales del siglo

XVII como un faro de libertad, que atraía la

mirada de los burgueses del continente.

Page 76: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

76

“El ensayo sobre el Gobierno Civil de John Locke”

(1690)

J.J. Chevallier (1979). Los grandes textos políticos; Editorial, Aguilar. Madrid

Inglaterra que, en medio del siglo XVII,

había dado a la literatura política el

Leviathan, la muy grande obra del

individualista autoritario que fue Tomás

Hobbes, le da ahora, al final del mismo

siglo, el Ensayo sobre el gobierno civil,

debido a John Locke, individualista liberal.

Hay, comenzando por el Leviathan, obras

políticas más potentes que el Ensayo, pero

apenas hay una cuya influencia haya sido

tan profunda y tan durable sobre el

pensamiento político. La obra de Locke le

da al absolutismo los primeros golpes

serios, si no los más furiosos,

correspondiendo el mérito de estos últimos

al pastor francés Jurieu en sus Cartas

pastorales, refutadas por Bossuet. Estos

golpes comienzan a estremecer el edificio

absolutista, a abrir en él amplias fisuras,

que vendrán a ensanchar los demoledores

del siglo siguiente.

* * *

Siguiendo la moda intelectual de la

época, Locke parte, pues, del estado de

naturaleza y del contrato originario, que dio

nacimiento a la sociedad política, al

gobierno civil. Todo el problema está, para

él, en fundar la libertad política sobre esas

mismas nociones, de las que Hobbes extraía

una justificación del absolutismo. Es la

existencia de los derechos naturales del

individuo en el estado de naturaleza la que

va a proteger a este individuo de los abusos

del poder en el estado de sociedad. ¿Cómo

es esto posible? Pues porque, en primer

lugar, el estado de naturaleza de Locke,

contrariamente al de Hobbes, está regulado

por la razón. Porque, en segundo lugar,

contrariamente a Hobbes, los derechos

naturales, lejos de ser objeto de una

renuncia total por el contrato originario,

lejos de desaparecer barridos por la

soberanía en el estado de sociedad

subsisten. Y subsisten para fundar

precisamente la libertad.

El estado de naturaleza es un estado de

perfecta libertad y también un estado de

igualdad (Hobbes también lo veía así). Pero

el dulce Locke nos tranquiliza en seguida:

este estado de libertad no es, en modo

alguno, un estado de licencia y no implica,

como tampoco el estado de igualdad, la

guerra de todos contra todos que Hobbes

nos pintaba con espantosos rasgos. Porque

la razón natural «enseña a todos los

hombres, si quieren consultarla, que siendo

todos iguales e independientes nadie debe

perjudicar a otro en su vida, en su salud, en

su libertad, en su bien». Y, para que nadie

intente invadir los derechos de otro, la

naturaleza autorizó a todos a proteger y

defender al inocente y a reprimir a los que

hacen mal: es el derecho natural de castigar.

Bien entendido, no se trata de algo

«absoluto y arbitrario» (se ve cómo para

Locke los dos términos son sinónimos);

excluye en su ejercicio todos los furores de

un corazón irritado y vindicativo; autoriza

solamente las penas que la razón tranquila y

la pura conciencia dictan y ordenan

naturalmente, penas proporcionadas a la

falta, que no tienden sino a reparar el daño

que ha sido causado y a impedir que ocurra

otro semejante en el porvenir. ¿Cómo ha

podido confundir Hobbes estado de

naturaleza y estado de guerra?

En el número de los derechos que

pertenecen a los hombres en ese estado de

naturaleza, pintado por un autor lleno de

afabilidad, coloca Locke con insistencia la

propiedad privada. Sin duda. Dios dio la

tierra a los hombres en común; pero la

razón, que también les dio, quiere que

hagan de la tierra el uso más ventajoso y

Page 77: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

77

más cómodo. Esta comodidad exige cierta

apropiación individual de los frutos de la

tierra, primero, y de la tierra misma,

después.

Esta apropiación está fundada en el

trabajo del hombre y limitada por su

capacidad de consumo: «tantas yugadas de

tierra como el hombre puede labrar,

sembrar y cultivar, y cuyos frutos puede

consumir para su mantenimiento, son las

que le pertenecen en propiedad».

Justificación natural de la propiedad,

anterior a toda invención social. La

aparición del oro y de la plata cambiaría

¡todo esto, permitiendo la acumulación

capitalista; pero no estamos todavía en esta

etapa; estamos en ese estado de naturaleza

idílico, según Locke, en que no puede, al

parecer, haber disputas sobre la propiedad

de otro, porque cada uno ve, sobre poco

más o menos, qué porción de tierra le es

necesaria y suficiente.

Pero si el estado de naturaleza no es el

infierno de Hobbes, si reinan en él tanta

gentileza y benevolencia, comprendemos

mal por qué los hombres, gozando de tantas

ventajas, se han despojado de ellas

voluntariamente. Sí —nos dice en sustancia

Locke para responder a la objeción—, los

hombres estaban bien en el estado de

naturaleza, pero se encontraban, no

obstante, expuestos a ciertos inconvenientes

que, sobre todo, corrían peligro de

agravarse; y si prefirieron el estado de

sociedad fue para estar mejor.

Cada uno, en el estado de naturaleza, es

juez de su propia causa; cada uno, igual al

otro. es, en cierto modo, rey; puede verse

tentado a observar poco exactamente la

equidad, a ser parcial en provecho propio y

en el de sus amigos, por interés, amor

propio, debilidad; puede sentirse tentado a

castigar por pasión y venganza He aquí

otras tantas graves amenazas para el

mantenimiento de la libertad, de la igualdad

natural, para el goce pacífico de la pro-

piedad. En suma, el hombre, en ese estado

de naturaleza a primera vista idílico, carece:

de las leyes establecidas, conocidas,

recibidas y aprobadas por consentimiento

común; de los jueces reconocidos,

imparciales, cuyo fundamento estriba en la

resolución de todas las diferencias

conforme a esas leyes establecidas; en fin,

de un poder coactivo capaz de asegurar la

ejecución de los juicios fallados. Ahora

bien: todo esto se encuentra en el estado de

sociedad y, precisamente, caracteriza a este

estado. Para beneficiarse de tales mejoras es

para lo que los hombres cambiaron.

Los hombres -escribe sutilmente P.

Haxard—eran naturalmente libres, pero

para afirmar esta libertad eran jueces y

partes, y para la defensa, ¿a quién apelar?

Los hombres eran naturalmente iguales,

pero para mantener esta igualdad contra

las usurpaciones posibles, ¿qué recursos

tenían? habrían caído en un perpetuo

estado de guerra si no hubiesen delegado

sus poderes en un gobierno capaz de

salvaguardar la libertad y la igualdad

primitivas; no formaban una horda, pero se

habrían convertido en una horda si no se

hubiesen precavido de ello.

Este cambio de estado—henos aquí en

el corazón de la doctrina de Locke—no

pudo operarse sino por consentimiento.

Solo este consentimiento pudo fundar el

cuerpo político.

Siendo los hombres naturalmente libres,

iguales e independientes, ninguno puede ser

sacado de este estado y ser sometido al

poder político de otro sin su propio

consentimiento, por el cual puede él

convenir con otros hombres juntarse y

unirse en sociedad para su conservación,

para su seguridad mutua, para la

tranquilidad de su vida, para gozar

pacíficamente de lo que les pertenece en

propiedad y para estar más al abrigo de los

insultos de quienes pretendiesen

perjudicarles v hacerles daño.

Locke insiste, se repite, para que ningún

equívoco pueda reinar sobre este punto: «de

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78

tal manera que lo que dio nacimiento a una

sociedad política y la estableció no fue otra

cosa que el consentimiento de cierto

número de hombres libres capaces de ser

representados por el mayor número de

ellos; y esto, y solo esto, fue lo que pudo

dar comienzo en el mundo a un gobierno

legítimo».

Esto, solo esto, y no—como enseñaban

los absolutistas el poder paternal, del cual el

poder real no habría sido sino la

prolongación. No hay ninguna relación

entre el poder paternal y el poder político.

El niño nace libre, como nace racional, pero

no ejercita inmediatamente ni su razón, ni

su libertad; el gobierno del padre no tiene

otra justificación que preparar al niño para

ejercitar convenientemente, llegado el

momento, esta razón y esta libertad, ponerle

en estado de dar conscientemente su

consentimiento (por lo menos, tácito) a la

sociedad política.

Esto, solo esto, el consentimiento, y no

la conquista (otra tesis absolutista):

Algunos tomaron la fuerza de las armas

por el consentimiento del pueblo y

consideraron las conquistas como la fuente

y origen de los gobiernos. Pero las

conquistas están lejos de ser el origen y el

fundamento de los Estados como lo está la

demolición de una casa do ser la verdadera

causa de la construcción de otra en el

mismo lugar. Es verdad que la destrucción

de la forma de un Estado prepara

frecuentemente el camino para otra nueva;

pero sigue siendo cierto que sin el

consentimiento del pueblo no se puede

erigir jamás ninguna nueva forma de

gobierno.

De ahí se sigue que el gobierno absoluto

no puede ser legítimo, no puede ser

considerado como un gobierno civil, pues el

consentimiento de los hombres en el

gobierno absoluto es inconcebible. ¿Cómo

puede imaginarse que los hombres quieran

colocarse en una situación peor que lo era la

del estado de naturaleza y que puedan

convenir en que:

Todos, a excepción de uno solo, se

someterán exacta y rigurosamente a las

leyes, y que este único privilegiado

retendrá siempre toda la libertad del estado

de naturaleza, aumentada por el poder y

hecha licenciosa por la impunidad. Esto

equivaldría a imaginarse que los hombres

son bastante locos para cuidarse mucho de

remediar los males que pudiesen causarles

tuinas y zorras y para aceptar, en cambio—

y hasta creer que sería muy dulce para

ellos—, ser devorados por leones,

(Hobbes y su Leviathan están aquí

visiblemente en el banquillo.)

¿Cabe imaginar, con los absolutistas,

que el poder absoluto purifica la sangre de

los hombres y eleva la naturaleza humana?

¡Basta, protesta Locke—en quien

advertimos una mofa amarga—, haber leído

la historia de este siglo o de cualquier otro

para estar perfectamente convencido de lo

contrario!

* * *

Admiremos ahora la ingeniosidad con

que Locke va a injertar, sobre esta

explicación del origen del gobierno civil, la

distinción de los poderes, distinción que la

lucha entre los reyes y el Parlamento había

grabado en todos los espíritus ingleses.

El hombre en el estado de naturaleza

tiene dos clases de poderes. Al entrar en el

estado civil se despoja de ellos en provecho

de lo sociedad, que los hereda. El hombre

tiene el poder de hacer todo lo que juzgue a

propósito para su conservación y para la

conservación del resto de los hombres; se

despoja de él a fin de que este poder sea

regulado y administrado por las leyes de la

sociedad, “las cuales reducen en varias

cosas la libertad que se tiene por las leyes

de la naturaleza” El hombre tiene, en

segundo lugar, el poder castigar los

Page 79: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

79

crímenes cometidos contra las leyes

naturales, es decir, el poder de emplear su

fuerza natural en hacer ejecutar estas leyes

como bien le parezca; se despoja de él para

asistir y fortificar el poder ejecutivo de una

sociedad política.

Así, la sociedad, heredera de los

hombres libres del estado de naturaleza,

posee, a su vez, dos poderes esenciales.

Uno es el legislativo, que regula cómo las

fuerzas de un Estado deben ser empleadas

para la conservación de la sociedad y de sus

miembros. El otro es el ejecutivo, que

asegura la ejecución de las leyes positivas

en el interior. En cuanto al exterior, los

tratados, la paz y la guerra constituyen un

tercer poder, ligado, por lo demás,

normalmente al ejecutivo, y que Locke

llama federativo.

El poder legislativo y el poder

ejecutivo, en todas las Monarquías

moderadas y en todos los gobiernos bien

regulados, deben estar en diferentes manos.

Hay para ello una primera razón puramente

práctica, y es que el poder ejecutivo debe

estar siempre dispuesto para hacer ejecutar

las leyes; el poder legislativo no tiene

necesidad de estar siempre en acción, pues

no hay lugar para legislar constantemente:

«No es siempre necesario hacer leyes, pero

siempre lo es hacer ejecutar las que han

sido hechas.» Una segunda razón,

puramente psicológica, se agrega a esta: la

tentación de abusar del poder se apoderaría

de aquellos en cuyas manos se reuniesen los

dos poderes. La manera deductiva, rica y

clara con que nuestro autor desarrolla esta

idea forma un contraste perfecto con la

manera elíptica con que Montesquieu

tratará más tarde el mismo tema,

inspirándose, por lo demás, directamente en

Locke.

Estos dos poderes distintos no son

iguales entre sí, pues la primera y

fundamental ley positiva de todos los

Estados es la que establece el poder

legislativo, el cual, tanto como las leyes

funda-mentales de la naturaleza, debe

tender a conservar la sociedad. El

legislativo es, pues, el supremo poder; es

sagrado; «no puede ser arrebatado a

aquellos a quienes una vez fue confiado».

Es el alma del cuerpo político, de la que

todos los miembros del Estado sacan todo

lo que les es necesario para su

conservación, su unión, su felicidad.

Inevitable supremacía del poder que hace la

ley, y a quien, por la fuerza de las cosas,

corresponde la última palabra.

El poder ejecutivo es, pues,

subordinado; pero guardémonos de ver en

él un simple dependiente a las órdenes del

legislativo, y confinado por él a un

cometido subalterno de pura y simple

ejecución. El bien de la sociedad exige que

se dejen muchas cosas a la discreción de

aquel que tiene el poder ejecutivo, pues el

legislador no puede preverlo todo ni

proveer a todo, y hasta hay casos en que

una observancia estrecha y rígida de las

leyes es capaz de causar «mucho perjuicio».

* * *

Pero ¿va a reconstituir Locke en

provecho del Parlamento, legislativo

supremo, sagrado, ese poder soberano, sin

límites humanos, frenado solamente por el

poder de Dios, que los absolutistas atribuían

al monarca, sagrado también? El

absolutismo no habría hecho entonces más

que cambiar de manos, el derecho divino de

depositario, y la corona, de cabeza.

No ocurre así, pues es aquí donde

adquiere todo su alcance la anunciada

diferencia entre la teoría de Hobbes y la de

Locke, a saber: que los derechos naturales

de los hombres, según Locke, no

desaparecen a consecuencia del

consentimiento dado a la sociedad, sino

que, por el contrario, subsisten. Y subsisten

para limitar el poder social y fundar la

libertad.

Locke no se cansará de repetirlo: si los

hombres salieron del estado de naturaleza,

que estaba lejos de ser un infierno, pero que

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80

presentaba los inconvenientes que

conocemos, fue para estar mejor; fue para

estar más seguros de conservar mejor sus

personas, su libertad, su propiedad, mal

garantizadas en el estado de naturaleza. Por

eso, el poder de la sociedad, encarnado en

el primer jefe a través del legislativo, no

puede suponerse jamás que deba extenderse

más allá de lo que el bien público exige. No

puede ser «absolutamente arbitrario», en

cuanto a la vida y a los bienes del pueblo.

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81

Influencia mundial de la Revolución Industrial

Por Peter N. Stearns

En el presente ensayo, Peter N. Stearns, de la Universidad Carnegie Mellon, analiza la naturaleza de la industrialización mundial desde sus comienzos en el siglo XVIII en Inglaterra. Compara asimismo las diferentes revoluciones industriales para

medir el impacto que cada una de ellas tuvo en la vida diaria de las respectivas zonas.

El fenómeno económico conocido como Revolución Industrial es una de las dos

transformaciones fundamentales del ámbito económico de la civilización (la otra fue la

introducción de la agricultura). La industrialización tomó forma inicialmente a finales del

siglo XVIII en el occidente de Europa, en particular en Gran Bretaña. Durante las primeras

décadas del siglo XIX, sus rasgos distintivos se extendieron rápidamente a lugares como

Francia, Alemania, Bélgica y Estados Unidos. En los primeros años del siglo XX, llega a

lugares fuera de Europa y Norteamérica, especialmente a Japón. A finales del siglo XX, la

industrialización o sus efectos habían alcanzado prácticamente a todos los rincones del globo.

La industrialización ha acarreado consecuencias abrumadoras. No sólo cambió radicalmente

la vida laboral, sino también la vida familiar y el ocio personal. De alguna manera, redefinió

los motivos por los que se tenían hijos. Incrementó claramente el poder del estado,

especialmente en lo que se refiere a la producción militar. El proceso alteró incluso a

sociedades que no estaban directamente inmersas en la industrialización. Las economías

industriales adquirieron ventaja sobre las sociedades que seguían basándose en la agricultura,

un desequilibrio que todavía afecta a las relaciones económicas mundiales.

Cualquier proceso tan arrebatador como la Revolución Industrial obliga inevitablemente a los

historiadores a hacerse un montón de preguntas. El término en sí mismo ha estado siempre en

discusión: ¿Es revolución una palabra adecuada para designar un proceso que dura varias

décadas y que en su fase inicial no transforma la economía como un todo? (Dado el ulterior

impacto del proceso, la mayoría de los historiadores dirían que sí). Por otra parte, ¿qué

significa ser una sociedad industrial no sólo en términos tecnológicos sino también de valores

culturales e individuales? ¿Cuáles son las dimensiones globales de la Revolución Industrial?

Pero por encima de todo ¿qué lo puso en marcha, y dónde nos ha llevado?

Causas iniciales Para empezar, es necesario definir la industrialización. La industrialización implica la

mecanización de los procesos de manufacturación y una mayor importancia de las

manufacturas en la economía en su totalidad. Normalmente, suele suceder en economías que

han sido previamente agrícolas y a menudo incluye también importantes cambios en la

producción alimentaria. Antes de la Revolución Industrial, los bienes eran mayoritariamente

fabricados de forma manual, lo que a menudo requería destrezas específicas de los

trabajadores. La producción de bienes estaba descentralizada, lo que otorgaba a pequeños

grupos de trabajadores participación activa y control sobre su propio trabajo. Los costes sin

embargo eran elevados, y el volumen de la producción relativamente bajo. La

industrialización los elevó notablemente e hizo más accesibles los bienes de consumo.

Sin embargo, la industrialización no sucedió de forma instantánea. Mientras la Revolución

Industrial progresaba, innovadores métodos de producción convivían con los tradicionales,

creando a menudo una tensión importante entre los tradicionalistas y los defensores de la

Page 82: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

82

mecanización. No obstante, al final del proceso de industrialización, los nuevos métodos de

trabajo y las nuevas máquinas habían triunfado plenamente. Partiendo de los centros

industriales iniciales, los nuevos métodos se extendieron a otras ramas de la producción, así

como al transporte (expansión de los ferrocarriles), la comunicación (invención del telégrafo)

y el comercio (el nacimiento de los grandes almacenes).

Antes de examinar el impacto de la industrialización y sus dimensiones globales, debemos

examinar sus causas. Comprender por qué sucedió un fenómeno histórico concreto ayuda a

los historiadores a comprender la naturaleza del fenómeno y sus consecuencias posteriores.

Pero ni las causas ni las consecuencias son generalmente fáciles de entender. Los

historiadores deben buscar indicios razonables.

El papel que Europa desempeñaba en la economía mundial con anterioridad proporciona los

primeros indicios de por qué fue allí donde primero tuvo lugar. Alrededor del año 1700,

países como Gran Bretaña lograban beneficios del comercio por todo el mundo. Estos

beneficios podían convertirse en capital para inversiones industriales. El comercio mundial

creó también la conciencia de que los mercados mundiales eran capaces de absorber bienes

manufacturados más baratos, además de aumentar los beneficios domésticos todavía más.

En Europa, los cambios en la demanda del mercado interior y en la población, fueron vitales

para precipitar la Revolución Industrial. En el siglo XVIII, el consumismo crecía. La gente

buscaba nuevos tipos de ropa y enseres domésticos. Este nuevo mercado estimuló a los

primeros fabricantes que pronto encontraron formas de estimular aún más los gustos del

público. Al mismo tiempo, el crecimiento de la producción alimentaria en Europa en el primer

estadio de su transformación agrícola (especialmente el creciente cultivo de la patata,

importada de América en el siglo XVI) generó un masivo crecimiento de la población. La

población de Europa occidental creció entre el 50 y el 100% entre 1730 y 1800. Aquí estaba

un nuevo y masivo mercado de bienes, pero también una fuente de mano de obra.

Los factores culturales y políticos fueron los causantes en parte de la Revolución Industrial.

Los valores definidos por un movimiento intelectual europeo del siglo XVIII conocido como

la Ilustración, especialmente la confianza en la ciencia y el aprecio por el trabajo duro y el

éxito material, orientaron a los primeros inventores y fabricantes. El trabajo histórico reciente

ha demostrado que tanto los intelectuales como la gente de la calle habían cambiado su visión

del mundo en torno a 1750 debido a la influencia de la filosofía ilustrada. La creencia en que

la naturaleza y la sociedad se podían comprender y manipular racionalmente, crearon un

contexto totalmente nuevo para la producción y la tecnología. Los gobiernos, que perseguían

el beneficio económico para mantener su posición diplomática y militar, promovieron

también cambios que facilitaran la innovación. Animaban a que se construyeran carreteras,

canales y vías de ferrocarril. Limitaron o abolieron los oficios gremiales que protegían los

métodos de trabajo tradicionales. Atacaban las protestas de los trabajadores que podrían

estorbar a las nuevas fábricas.

Se puede realizar un análisis más preciso de las causas y efectos en relación a la pregunta de

por qué Gran Bretaña fue la pionera del nuevo crecimiento industrial. Razones importantes

fueron los recursos de acero y carbón y la aceptación general de la innovación técnica en Gran

Bretaña. Una vez establecida, el poder de la industria británica (la primera demostración de

ello fue durante las Guerras Napoleónicas) inspiró la imitación en otras partes.

Impacto

La industrialización cambió muchos aspectos de la vida. El primer cambio claro afectó a la

naturaleza de la fabricación. Como se explicaba más arriba, la Revolución Industrial se basaba

en la aplicación del poder mecánico para la fabricación. Al principio este poder venía de las

norias, pero la introducción de la moderna máquina de vapor en 1770 en Gran Bretaña, generó

un poder mecánico mayor. Mediante bombas más potentes, las máquinas de vapor permitían

excavar minas más profundas, además de incrementar de forma importante la cantidad de

Page 83: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

83

hulla que se podía extraer. Las máquinas de vapor pronto y pusieron en funcionamiento

martillos y rodillos en el proceso de formación de metales. La productividad en la metalurgia

creció mucho debido a la sustitución del tradicional carbón vegetal utilizado para fundir y

refinar por la hulla y el coque más baratos. Mediante la combinación de estas mejoras técnicas

la producción de acero se incrementó considerablemente. Paradójicamente, el uso

generalizado de máquinas de vapor provocó una necesidad creciente de hulla y acero para

construirlos e impulsarlos.

La temprana Revolución Industrial no sólo cambió la fabricación en su parte técnica, sino que

introdujo una nueva organización de la industria. Estas innovaciones derivadas de la nueva

maquinaria tuvieron ventajas por sí mismas. Juntos, estos cambios constituyen su impacto

económico.

Primero, los trabajadores se concentraron en una fábrica. El uso del agua o la máquina de

vapor precisaba que los trabajadores se agruparan en torno a una noria o una máquina. Como

estaban juntos, era posible una mayor supervisión que cuando los trabajadores estaban en

pequeñas tiendas o en sus casas. Además especializar a un trabajador en una pequeña tarea del

proceso productivo podía hacer crecer sustancialmente la productividad. El sistema fabril

también concentraba el capital al igual que a los trabajadores en unidades de un tamaño sin

precedentes. Cuando el proceso productivo se producía en casa de los trabajadores, los

propios trabajadores normalmente compraban el equipamiento y las viviendas, el fabricante

suplió solamente el movimiento de capital para comprar los materiales en bruto y pagar los

salarios iniciales. Con las nuevas máquinas y fábricas, sin embargo, era necesaria una

inversión mucho mayor. En la metalurgia y la minería, por ejemplo, donde las máquinas eran

especialmente costosas, se pusieron en marcha nuevas firmas mediante la participación de un

cierto número de personas ricas mediante una sociedad por acciones.

La combinación de la nueva tecnología y la nueva organización tuvo inevitablemente un gran

impacto sobre los antiguos métodos productivos. Los artesanos, que se basaban en los

métodos y destrezas manuales, podían gozar de cierta prosperidad antes de que los nuevos

métodos llegaran a su sector, pero su economía tradicional estaba condenada. Algunos de los

pasajes más agonizantes de la historia industrial sucedieron durante la lucha de los artesanos

entre resistir o adaptarse al nuevo sistema económico. El ludismo, la destrucción deliberada

de la nueva maquinaria, era un resultado común, aunque siempre fue breve e infructuoso.

El impacto del industrialismo sobre la agricultura fue más complejo, especialmente debido a

la dependencia de la Revolución Industrial de algunos cambios independientes que se

produjeron al principio en la agricultura. La mejora de la producción alimentaria, por ejemplo,

era necesaria por ejemplo para enviar más trabajadores a las ciudades, a las fábricas y a las

minas. Los cambios sucedieron en dos fases. Desde finales del siglo XVII en adelante, los

países de Europa occidental introdujeron innovaciones en la agricultura por primera vez desde

la edad media. Los nuevos métodos de drenaje abrieron nuevas tierras. La ganadería mejoró.

Los nuevos cultivos, especialmente la patata, hizo crecer considerablemente la producción de

comidas de alto contenido calórico. El uso de cultivos nitrogenados, como el nabo, permitió

que los campos fueran cultivados permanentemente, en lugar de dejarlos en barbecho una vez

cada tres años. Por último, simples mejoras en los aperos, como el uso de la guadaña en lugar

de la hoz para la recolección, aumentó la productividad. Estos cambios fueron suficientes para

generar más alimentos, complementados por las importaciones, para liberar fuerza de trabajo

para la industria.

El segundo estadio de la transformación de la agricultura comenzó en torno a 1830, como

resultado de la temprana industrialización. Las nuevas máquinas, como segadoras mecánicas

y arados más grandes se utilizaban en las granjas. La investigación industrial desarrolló los

fertilizantes químicos. Las máquinas para procesar los alimentos, como los separadores de

nata, revolucionaron la producción lechera. Lo que podría llamarse agricultura industrial se

desarrolló especialmente en las extensas tierras de Norteamérica, donde los nuevos canales,

Page 84: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

84

vías y el barco de vapor facilitaban el comercio de bienes agrícolas. Alrededor de 1870, las

exportaciones masivas de Estados Unidos, Canadá y Australia, Nueva Zelanda y Argentina

proporcionaron alimentos a la Europa industrial y a sus propios centros industriales. En

Europa, los estados comerciales ganaron terrenos a las granjas tradicionales, mientras en

algunas zonas, como Gran Bretaña, confiaron mucho en la importación de alimentos,

encontrando más beneficios en concentrarse en los nuevos sectores industriales.

Impactos sociales Incluso más allá de los cambios en los oficios y las tradiciones rurales, la industrialización

modificó gradualmente la naturaleza de la vida. Durante la primera época, más de la mitad de

la población del país vivía en las ciudades. En Gran Bretaña alcanzaron este hito en 1850.

Otro cambio clave afectaba a las familias. Con un trabajo que se realizaba fuera de casa, se

requerían nuevas especializaciones entre los miembros de la familia. En muchas sociedades

industriales, las mujeres casadas eran retiradas a menudo del mercado laboral para ocuparse

del trabajo doméstico. Los niños eran utilizados en ocasiones en la industria primaria, pero

con la introducción de maquinaria moderna, su trabajo ya no era necesario. Al mismo tiempo,

los nuevos niveles educativos parecían útiles para crear trabajadores adultos expertos. Desde

este momento, la educación, más que el trabajo, definía la infancia en las sociedades

industriales.

Fuera de casa, la industrialización creó nuevas, y a menudo agudizó las divisiones sociales. La

brecha entre los propietarios de las fábricas y la creciente masa de trabajadores, incapaces de

mejorar sus condiciones de trabajo, aumentó. Nuevas formas de protesta, en particular huelgas

y otros tipos de acción política se desarrollaron en paralelo al avance de la industrialización.

La mayoría de los historiadores está de acuerdo en que la calidad del trabajo se deterioró en

muchos aspectos como resultado de la Revolución Industrial. Las presiones del ritmo más

rápido y la supervisión estricta por parte de los supervisores y encargados, afectó

negativamente a la calidad. En suma, trabajar fuera de casa y la creciente especialización a

menudo redujeron la identificación de los trabajadores con los productos que elaboraban.

Desde luego, había compensaciones. Aunque los salarios a menudo eran bajos en los primeros

años de la industrialización, al final mejoraron, creando nuevas oportunidades para consumir.

Un pequeño número de trabajadores podía llegar a un alto grado de especialización, incluso

podían acceder a los puestos de supervisor. Avances más sustanciales sin embargo, eran

infrecuentes. La mayoría de los trabajadores finalmente perdían su confianza en la

satisfacción que proporcionaba el trabajo y buscaban trabajar menos horas y un mayor salario.

Pero la vida fuera del ámbito laboral no siempre mejoraba rápidamente. Las familias de clase

trabajadora podían estar fuertemente unidas, pero aparecían nuevas tensiones. Muchos

trabajadores descargaban sus frustraciones sobre otros miembros de la familia. Y la alegría de

vivir inicialmente se deterioró con la industrialización. La presión del trabajo cortó el tiempo

de ocio. Incluso en Japón, que es rico en actividades lúdicas populares, los festivales

tradicionales fueron atacados por los patronos que los veían como pérdidas de tiempo. Los

patronos atacaban cualquier otra actividad lúdica, como la bebida, aunque con menos éxito.

Sin embargo, surgieron nuevas formas de ocio, espectáculos comerciales como los deportes

profesionalizados, el teatro popular y más tarde el cine.

Industrialización mundial La industrialización cambió el mundo. Pocos lugares escaparon a su impacto. Sin embargo, la

naturaleza del impacto varía de unos lugares a otros. Comprender las consecuencias globales

de la industrialización precisa que se entienda cómo fue la industrialización en cada lugar.

La industrialización al principio siempre es un fenómeno que se produce a nivel regional, no

nacional, como lo demostró el gran retraso industrial de Sudamérica. Muchas zonas de Europa

occidental y Estados Unidos siguieron a Gran Bretaña a principios del siglo XIX. Unas pocas

regiones europeas (Suecia, los Países Bajos, el norte de Italia) no comenzaron su verdadera

Page 85: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

85

industrialización hasta mediados del siglo. La siguiente gran oleada de nueva

industrialización, que comenzó en torno a 1880, llegó también a Rusia y Japón. Una última

ronda (hasta hoy día) incluyó la rápida industrialización del resto del borde del Pacífico

(concretamente Corea del Sur y Taiwan) en torno a 1960.

Varios factores configuraron la naturaleza de la industrialización en cada sitio. En Gran

Bretaña, por ejemplo, la industrialización triunfó cuando dependía de inventores individuales

y de compañías relativamente pequeñas. Sin embargo, comenzó a rezagarse en el clima

corporativo de finales del siglo XIX. Por el contrario en Alemania avanzó cuando la

industrialización provocó la creación de organizaciones mayores, estructuras organizativas

más impersonales, e investigación colectiva más que artesanos hojalateros. En Alemania, el

Estado estaba también más implicado en la industrialización que en Gran Bretaña.

La industrialización francesa puso el énfasis en la modernización de los productos artesanales.

Esto no solamente reflejaba unas especialidades nacionales más tempranas, sino también

menos adecuación de recursos en el carbón, un factor que mantuvo muy retrasada la industria

pesada. Francia también tenía que presionar a los trabajadores especializados para que

trabajaran según las nuevas formas, generando algunas tensiones. Los carpinteros, por

ejemplo, utilizaban diseños prefabricados para hacer la carpintería rápidamente, pero como se

sentían ofendidos por las adulteraciones de sus destrezas artísticas, conservaron algunos

métodos manuales. La industrialización en Estados Unidos dependía de la mano de obra

inmigrante. Esto explica en parte por qué los Estados Unidos, pese a su régimen político

democrático, fue el pionero en una organización particularmente despiadada de los

trabajadores, que culminó en la cadena de montaje. Al contrario que Alemania, en Estados

Unidos se pusieron en marcha leyes que combatían los negocios demasiado grandes que

incurrieran en competencia desleal, aunque el impacto de estas leyes fue desigual. Estados

Unidos, con su enorme mercado, fue el pionero del nuevo estadio económico de la sociedad

de consumo que ha tenido en los últimos tiempos un impacto mundial. En concreto, Estados

Unidos encabezó la creación de moda popular y de entretenimientos de masas.

Las industrializaciones tardías también variaron. La industrialización rusa comenzó antes de

la Revolución Rusa de 1917, pero el comunismo la aceleró considerablemente, sustituyendo

la economía de mercado por la planificación estatal en el diseño de las políticas industriales.

La industrialización japonesa adoptó una estrecha colaboración entre las grandes empresas y

el gobierno. Japón, como todas las naciones que se han industrializado más tarde, al principio

tuvieron que importar el equipamiento básico. También carecían de recursos básicos, incluido

el combustible. Por eso, el estado rápidamente animó a las industrias que produjeran bienes

para exportar aunque limitando las importaciones. Esta política aún afecta a Japón, pese a

estar entre las mayores economías mundiales. En suma, la herencia confuciana de Japón, que

pone el énfasis en la colaboración, se refleja en la forma de gestionar la industria. De hecho, a

finales del siglo XX, muchos observadores señalaban que la industrialización había ganado

terreno en dos contextos culturales concretos: occidental y confuciano. Sin embargo, en cada

contexto los resultados eran distintos.

No obstante, hay una complicación para describir la industrialización global como sucesivas

oleadas, en aquellos casos en que las sociedades están parcialmente industrializadas y no ha

habido una auténtica revolución. Países como México, Brasil, India y China han llegado a una

cierta producción industrial para reducir la necesidad de importar algunos bienes de consumo

como la ropa y los coches. También desarrollaron industrias claves en torno a ciertos bienes

para exportar, como la industria informática brasileña (una de las mayores de todo el mundo)

y los sectores aeroespacial y de software informático.

El modelo de innovación y diversidad industrial sigue en vigor. El colapso del comunismo

europeo a finales de la década de 1980 obligó a los gobiernos de Europa del Este a convertirse

a la economía de mercado para acelerar el crecimiento industrial. Algunos que habían

prosperado mucho bajo el sistema comunista se encontraron con la dureza de esta nueva

Page 86: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

86

forma de funcionar. De hecho, en la historia de la industrial no se había intentado un cambio

de sistema económico de esta envergadura. En China, se produjo otra experiencia novedosa

en 1978, cuando el país se embarcó en lo que parecía ser el primer estadio de una

industrialización rápida, pero con una economía de mercado parcial combinada con un

estricto y autoritario control gubernamental.

Es complejo establecer un modelo de industrialización global cuando la industrialización que

ha durado décadas es tan distinta de unos lugares a otros. Algunos países, como Francia,

Alemania y Estados Unidos, siguieron inmediatamente el modelo británico. Campañas

comerciales, gobiernos deseosos de conseguir las ventajas de la industrialización para el

ejército, y desde luego recursos naturales favorables, fueron importantes factores para su

industrialización. Otras regiones quedaron muy rezagadas. Aquí las causas diferían. Algunos

lugares carecían de fuentes de energía adecuadas. Muchos más eran dependientes de la

economía occidental, demasiado pobres para conseguir el capital que les permitiera adquirir

equipamiento industrial costoso y a menudo dependía de los capitalistas occidentales. Egipto,

por ejemplo, intentó industrializarse bajo una líder reformista a principios del siglo XIX pero

fue bloqueado. En lugar de eso, se convirtió en productor de materias primas (especialmente

algodón) para los fabricantes occidentales. En algunos lugares, para acabar, se resistieron a la

industrialización por motivos culturales. En 1870, el gobierno tradicionalista chino destruyó

deliberadamente las primeras vías de tren construidas en el gigantesco país.

Las consecuencias de la industrialización son, en última instancia, globales. A principios del

siglo XIX, las fábricas europeas empujaron hacia la fabricación tradicional a zonas como

América Latina y la India. Al mismo tiempo, los centros industriales buscaban recursos

alimentarios y materias primas, ayudando a estos sectores a expandirse en lugares como Chile

y Brasil. La búsqueda de dinero mediante las exportaciones con el objetivo de comprar bienes

de lujo y maquinaria de las sociedades industriales, ayudó a provocar grandes cambios en los

modelos laborales en lugares como América Latina, o en 1900, África. Los bajos salarios, a

menudo forzados mediante medidas coercitivas, se generalizaron.

El poderío industrial y la búsqueda de mercados y materias primas yacen tras la expansión

imperialista europea del siglo XIX. Sin embargo, de forma gradual, otras sociedades copiaron

la industrialización o cuando menos desarrollaron un sector industrial independiente. Gran

parte de la historia del mundo en el siglo XX, recoge los esfuerzos de sociedades como la

India, China, Irán o Brasil para reducir su dependencia de las importaciones y organizar una

forma selectiva de exportación a través de la industria. El impacto medioambiental de la

industrialización también ha sido internacional. La industrialización afectó rápidamente a la

calidad del agua y del aire cerca de las fábricas. Las demandas industriales de productos

agrícolas, como el caucho, provocaron la deforestación y cambios climáticos en lugares como

Brasil. Estos modelos se han acelerado, mientras el crecimiento industrial se ha generalizado,

creando temas de actualidad, como el calentamiento global. El impacto mundial de la

industrialización, en este sentido, permanece como una historia inacabada cuando comienza el

siglo XXI.

Dado el impacto global de la industrialización, es creciente la importancia de que entendamos

su naturaleza y sus consecuencias. Aunque es fácil entender el impacto de la industrialización

desde el nivel personal, es más difícil comprender su naturaleza a nivel global, especialmente

cuando el modelo global es tan complejo. La historia proporciona un medio para llegar a

comprenderlo. Comprendiendo las causas, las variaciones y las consecuencias históricas de la

Revolución Industrial, podemos entender mejor nuestras circunstancias actuales y, con

optimismo, diseñar mejor las industrializaciones futuras.

Acerca del autor: Peter N. Stearns es profesor de Historia en la Universidad Carnegie

Mellon. Ha escrito The Industrial Revolution in World History, así como otras obras, entre las

que destaca Millennium II, Century XXI: A Retrospective on the Future.

Page 87: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

87

EDAD CONTEMPORÁNEA

Page 88: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

88

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano

26 de agosto de 1789

Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional, considerando que

la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de

las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una

declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que

esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les

recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del

poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política,

sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en

principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la

Constitución y de la felicidad de todos.

En consecuencia, la Asamblea nacional reconoce y declara, en presencia del Ser Supremo y

bajo sus auspicios, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano:

Artículo primero.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las

distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.

Artículo 2.- La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos

naturales e imprescriptibles de¡ hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la

seguridad y la resistencia a la opresión.

Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo,

ningún individuo, pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente de ella.

Artículo 4.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro: por

eso, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que

garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales

límites sólo pueden

ser determinados por la ley.

Artículo 5.- La ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la sociedad. Nada

que no esté prohibido por la ley puede ser impedido, y nadie puede ser constreñido a hacer

algo que ésta no ordene.

Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen

derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus representantes. Debe

ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione. Como todos los ciudadanos son

iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en toda dignidad, cargo o empleo públicos,

según sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos.

Artículo 7.- Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, como no sea en los

casos determinados por la ley y con arreglo a las formas que ésta ha prescrito. Quienes

soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deberán ser castigados; pero

Page 89: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

89

todo ciudadano convocado o aprehendido en virtud de la ley debe obedecer de inmediato; es

culpable si opone resistencia.

Artículo 8.- La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y nadie

puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al

delito, y aplicada legalmente.

Artículo 9.- Puesto que todo hombre se presume inocente mientras no sea declarado culpable,

si se juzga indispensable detenerlo, todo rigor que no sea necesario para apoderarse de su

persona debe ser severamente reprimido por la ley.

Artículo 10.- Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a condición

de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley.

Articulo 11.- La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos

más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir

libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la

ley.

Artículo 12.- La garantía de los derechos de¡ hombre y del ciudadano necesita de una fuerza

pública; por lo tanto, esta fuerza ha sido instituida en beneficio de todos, y no para el

provecho particular de aquéllos a quienes ha sido encomendada.

Articulo 13.- Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración.

resulta indispensable una contribución común; ésta debe repartiese equitativamente entre los'

ciudadanos, proporcionalmente a su capacidad.

Articulo 14.- Los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o a través de sus

representantes, la necesidad de la contribución pública, de aceptarla libremente, de vigilar su

empleo y de determinar su prorrata, su base, su recaudación y su duración.

Articulo 15.- La sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a todo agente público.

Articulo 16.- Toda sociedad en la cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni

determinada la separación de los poderes, carece de Constitución.

Articulo 17.- Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado

de ella, salvo cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija de modo

evidente, y a condición de una

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90

LA REVOLUCIÓN FRANCESA

1. INTRODUCCIÓN

Revolución Francesa, proceso social y político acaecido en Francia entre 1789 y 1799, cuyas

principales consecuencias fueron el derrocamiento de Luis XVI, perteneciente a la Casa real

de los Borbones, la abolición de la monarquía en Francia y la proclamación de la I República,

con lo que se pudo poner fin al Antiguo Régimen en este país. Aunque las causas que

generaron la Revolución fueron diversas y complejas, éstas son algunas de las más

influyentes: la incapacidad de las clases gobernantes —nobleza, clero y burguesía— para

hacer frente a los problemas de Estado, la indecisión de la monarquía, los excesivos

impuestos que recaían sobre el campesinado, el empobrecimiento de los trabajadores, la

agitación intelectual alentada por el Siglo de las Luces y el ejemplo de la guerra de la

Independencia estadounidense. Las teorías actuales tienden a minimizar la relevancia de la

lucha de clases y a poner de relieve los factores políticos, culturales e ideológicos que

intervinieron en el origen y desarrollo de este acontecimiento.

2. LAS RAZONES HISTÓRICAS DE LA REVOLUCIÓN

Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había

sufrido periódicas crisis económicas motivadas por las largas guerras emprendidas durante el

reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos nacionales en el reinado de Luis

XV, las cuantiosas pérdidas que acarreó la Guerra Francesa e India (1754-1763) y el aumento

de la deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de Norteamérica durante la

guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783). Los defensores de la aplicación de

reformas fiscales, sociales y políticas comenzaron a reclamar con insistencia la satisfacción de

sus reivindicaciones durante el reinado de Luis XVI. En agosto de 1774, el rey nombró

controlador general de Finanzas a Anne Robert Jacques Turgot, un hombre de ideas liberales

que instituyó una política rigurosa en lo referente a los gastos del Estado. No obstante, la

mayor parte de su política restrictiva fue abandonada al cabo de dos años y Turgot se vio

obligado a dimitir por las presiones de los sectores reaccionarios de la nobleza y el clero,

apoyados por la reina, María Antonieta de Austria. Su sucesor, el financiero y político Jacques

Necker tampoco consiguió realizar grandes cambios antes de abandonar su cargo en 1781,

debido asimismo a la oposición de los grupos reaccionarios. Sin embargo, fue aclamado por el

pueblo por hacer público un extracto de las finanzas reales en el que se podía apreciar el

gravoso coste que suponían para el Estado los estamentos privilegiados. La crisis empeoró

durante los años siguientes. El pueblo exigía la convocatoria de los Estados Generales (una

asamblea formada por representantes del clero, la nobleza y el tercer estado), cuya última

reunión se había producido en 1614, y el rey Luis XVI accedió finalmente a celebrar unas

elecciones nacionales en 1788. La censura quedó abolida durante la campaña y multitud de

escritos que recogían las ideas de la Ilustración circularon por toda Francia. Necker, a quien el

monarca había vuelto a nombrar interventor general de Finanzas en 1788, estaba de acuerdo

con Luis XVI en que el número de representantes del tercer estado (el pueblo) en los Estados

Generales fuera igual al del primer estado (el clero) y el segundo estado (la nobleza) juntos,

pero ninguno de los dos llegó a establecer un método de votación.

Primera sesión de los Estados Generales

Page 91: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

91

A pesar de que los tres estados estaban de acuerdo en que la estabilidad de la nación requería

una transformación fundamental de la situación, los antagonismos estamentales

imposibilitaron la unidad de acción en los Estados Generales, que se reunieron en Versalles el

5 de mayo de 1789. Las delegaciones que representaban a los estamentos privilegiados de la

sociedad francesa se enfrentaron inmediatamente a la cámara rechazando los nuevos métodos

de votación presentados. El objetivo de tales propuestas era conseguir el voto por individuo y

no por estamento, con lo que el tercer estado, que disponía del mayor número de

representantes, podría controlar los Estados Generales. Las discusiones relativas al

procedimiento se prolongaron durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido por

Emmanuel Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau se constituyó en Asamblea Nacional el 17

de junio. Este abierto desafío al gobierno monárquico, que había apoyado al clero y la

nobleza, fue seguido de la aprobación de una medida que otorgaba únicamente a la Asamblea

Nacional el poder de legislar en materia fiscal. Luis XVI se apresuró a privar a la Asamblea

de su sala de reuniones como represalia. Ésta respondió realizando el 20 de junio el

denominado Juramento del Juego de la Pelota, por el que se comprometía a no disolverse

hasta que se hubiera redactado una constitución para Francia. En ese momento, las profundas

disensiones existentes en los dos estamentos superiores provocaron una ruptura en sus filas, y

numerosos representantes del bajo clero y algunos nobles liberales abandonaron sus

respectivos estamentos para integrarse en la Asamblea Nacional.

3.

EL INICIO DE LA REVOLUCIÓN

El rey se vio obligado a ceder ante la continua oposición a los decretos reales y la

predisposición al amotinamiento del propio Ejército real. El 27 de junio ordenó a la nobleza y

al clero que se unieran a la autoproclamada Asamblea Nacional Constituyente. Luis XVI

cedió a las presiones de la reina María Antonieta y del conde de Artois (futuro rey de Francia

con el nombre de Carlos X) y dio instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales

se concentraran en París y Versalles. Al mismo tiempo, Necker fue nuevamente destituido. El

pueblo de París respondió con la insurrección ante estos actos de provocación; los disturbios

comenzaron el 12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron La Bastilla —una prisión real

que simbolizaba el despotismo de los Borbones— el 14 de julio.

Antes de que estallara la revolución en París, ya se habían producido en muchos lugares de

Francia esporádicos y violentos disturbios locales y revueltas campesinas contra los nobles

opresores que alarmaron a los burgueses no menos que a los monárquicos. El conde de Artois

y otros destacados líderes reaccionarios, sintiéndose amenazados por estos sucesos, huyeron

del país, convirtiéndose en el grupo de los llamados émigrés. La burguesía parisina, temerosa

de que la muchedumbre de la ciudad aprovechara el derrumbamiento del antiguo sistema de

gobierno y recurriera a la acción directa, se apresuró a establecer un gobierno provisional

local y organizó una milicia popular, denominada oficialmente Guardia Nacional. El

estandarte de los Borbones fue sustituido por la escarapela tricolor (azul, blanca y roja),

símbolo de los revolucionarios que pasó a ser la bandera nacional. No tardaron en constituirse

en toda Francia gobiernos provisionales locales y unidades de la milicia. El mando de la

Guardia Nacional se le entregó al marqués de La Fayette, héroe de la guerra de la

Independencia estadounidense. Luis XVI, incapaz de contener la corriente revolucionaria,

ordenó a las tropas leales retirarse. Volvió a solicitar los servicios de Necker y legalizó

Page 92: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

92

oficialmente las medidas adoptadas por la Asamblea y los diversos gobiernos provisionales de

las provincias.

4. LA REDACCIÓN DE UNA

CONSTITUCIÓN

La Asamblea Nacional Constituyente comenzó su actividad movida por los desórdenes y

disturbios que estaban produciéndose en las provincias (el periodo del 'Gran Miedo'). El clero

y la nobleza hubieron de renunciar a sus privilegios en la sesión celebrada durante la noche

del 4 de agosto de 1789; la Asamblea aprobó una legislación por la que quedaba abolido el

régimen feudal y señorial y se suprimía el diezmo, aunque se otorgaban compensaciones en

ciertos casos. En otras leyes se prohibía la venta de cargos públicos y la exención tributaria de

los estamentos privilegiados.

A continuación, la Asamblea Nacional Constituyente se dispuso a comenzar su principal

tarea, la redacción de una Constitución. En el preámbulo, denominado Declaración de los

Derechos del hombre y del ciudadano, los delegados formularon los ideales de la Revolución,

sintetizados más tarde en tres principios, 'Liberté, Égalité, Fraternité' ('Libertad, Igualdad,

Fraternidad'). Mientras la Asamblea deliberaba, la hambrienta población de París, irritada por

los rumores de conspiraciones monárquicas, reclamaba alimentos y soluciones. El 5 y el 6 de

octubre, la población parisina, especialmente sus mujeres, marchó hacia Versalles y sitió el

palacio real. Luis XVI y su familia fueron rescatados por La Fayette, quien les escoltó hasta

París a petición del pueblo. Tras este suceso, algunos miembros conservadores de la

Asamblea Constituyente, que acompañaron al rey a París, presentaron su dimisión. En la

capital, la presión de los ciudadanos ejercía una influencia cada vez mayor en la corte y la

Asamblea. El radicalismo se apoderó de la cámara, pero el objetivo original, la implantación

de una monarquía constitucional como régimen político, aún se mantenía.

El primer borrador de la Constitución recibió la aprobación del monarca francés en unas

fastuosas ceremonias, a las que acudieron delegados de todos los lugares del país, el 14 de

julio de 1790. Este documento suprimía la división provincial de Francia y establecía un

sistema administrativo cuyas unidades eran los departamentos, que dispondrían de

organismos locales elegibles. Se ilegalizaron los títulos hereditarios, se crearon los juicios con

jurado en las causas penales y se propuso una modificación fundamental de la legislación

francesa. Con respecto a la institución que establecía requisitos de propiedad para acceder al

voto, la Constitución disponía que el electorado quedara limitado a la clases alta y media. El

nuevo estatuto confería el poder legislativo a la Asamblea Nacional, compuesta por 745

miembros elegidos por un sistema de votación indirecto. Aunque el rey seguía ejerciendo el

poder ejecutivo, se le impusieron estrictas limitaciones. Su poder de veto tenía un carácter

meramente suspensivo, y era la Asamblea quien tenía el control efectivo de la dirección de la

política exterior. Se impusieron importantes restricciones al poder de la Iglesia católica

mediante una serie de artículos denominados Constitución civil del Clero, el más importante

de los cuales suponía la confiscación de los bienes eclesiásticos. A fin de aliviar la crisis

financiera, se permitió al Estado emitir un nuevo tipo de papel moneda, los asignados,

garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo, la Constitución estipulaba que los

sacerdotes y obispos fueran elegidos por los votantes, recibieran una remuneración del

Estado, prestaran un juramento de lealtad al Estado y las órdenes monásticas fueran disueltas.

Page 93: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

93

Durante los quince meses que transcurrieron entre la aprobación del primer borrador

constitucional por parte de Luis XVI y la redacción del documento definitivo, las relaciones

entre las fuerzas de la Francia revolucionaria experimentaron profundas transformaciones.

Éstas fueron motivadas, en primer lugar, por el resentimiento y el descontento del grupo de

ciudadanos que había quedado excluido del electorado. Las clases sociales que carecían de

propiedades deseaban acceder al voto y liberarse de la miseria económica y social, y no

tardaron en adoptar posiciones radicales. Este proceso, que se extendió rápidamente por toda

Francia gracias a los clubes de los jacobinos, y de los cordeliers, adquirió gran impulso

cuando se supo que María Antonieta estaba en constante comunicación con su hermano

Leopoldo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Al igual que la mayoría de

los monarcas europeos, Leopoldo había dado refugio a gran número de émigrés y no había

ocultado su oposición a los acontecimientos revolucionarios que se habían producido en

Francia. El recelo popular con respecto a las actividades de la reina y la complicidad de

Luis XVI quedó confirmado cuando la familia real fue detenida mientras intentaba huir de

Francia en un carruaje con destino a Varennes el 21 de junio.

5.

RADICALIZACIÓN DEL GOBIERNO

El 17 de julio de 1791 los sans-culottes (miembros de una tendencia revolucionaria radical

que exigía la proclamación de la república) se reunieron en el Campo de Marte y exigieron

que se depusiera al monarca. La Guardia Nacional abrió fuego contra los manifestantes y los

dispersó siguiendo las órdenes de La Fayette, vinculado políticamente a los feuillants, un

grupo formado por monárquicos moderados. Estos hechos incrementaron de forma

irreversible las diferencias existentes entre el sector burgués y republicano de la población. El

rey fue privado de sus poderes durante un breve periodo, pero la mayoría moderada de la

Asamblea Constituyente, que temía que se incrementaran los disturbios, restituyó a Luis XVI

con la esperanza de frenar el ascenso del radicalismo y evitar una intervención de las

potencias extranjeras. El 14 de septiembre, el rey juró respetar la Constitución modificada.

Dos semanas después, se disolvió la Asamblea Constituyente para dar paso a las elecciones

sancionadas por la Constitución. Durante este tiempo, Leopoldo II y Federico Guillermo II,

rey de Prusia, emitieron el 27 de agosto una declaración conjunta referente a Francia en la que

se amenazaba veladamente con una intervención armada. La Asamblea Legislativa, que

comenzó sus sesiones el 1 de octubre de 1791, estaba formada por 750 miembros que no

tenían experiencia alguna en la vida política, dado que los propios integrantes de la Asamblea

Constituyente habían votado en contra de su elegibilidad como diputados de la nueva cámara.

Ésta se hallaba dividida en facciones divergentes. La más moderada era la de los feuillants,

partidaria de la monarquía constitucional tal como se establecía en la Constitución de 1791. El

centro de la cámara acogía al grupo mayoritario, conocido como el Llano, que carecía de

opiniones políticas definidas pero que se oponía unánimemente al sector radical que se

sentaba en el ala izquierda, compuesto principalmente por los girondinos, que defendían la

transformación de la monarquía constitucional en una república federal, un proyecto similar al

de los montagnards (grupo que por ocupar la parte superior de la cámara, recibió el apelativo

de La Montaña) integrados por los jacobinos y los cordeliers, que abogaban por la

implantación de una república centralizada. Antes de que estas disensiones abrieran una

profunda brecha en las relaciones entre los girondinos y los montagnards, el sector

republicano de la Asamblea consiguió la aprobación de varios proyectos de ley importantes,

entre los que se incluían severas medidas contra los miembros del clero que se negaran a jurar

Page 94: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

94

lealtad al nuevo régimen. Sin embargo, Luis XVI ejerció su derecho a veto sobre estos

decretos, provocando así una crisis parlamentaria que llevó al poder a los girondinos. A pesar

de la oposición de los más destacados montagnards, el gabinete girondino, presidido por Jean

Marie Roland de la Platière, adoptó una actitud beligerante hacia Federico Guillermo II y

Francisco II, el nuevo emperador del Sacro Imperio Romano, que había sucedido a su padre,

Leopoldo II, el 1 de marzo de 1792. Ambos soberanos apoyaban abiertamente las actividades

de los émigrés y secundaban el rechazo de la aristocracia de Alsacia a la legislación

revolucionaria. El deseo de entablar una guerra se extendió rápidamente entre los

monárquicos, que confiaban en la derrota del gobierno revolucionario y en la restauración del

Antiguo Régimen, y entre los girondinos, que anhelaban un triunfo definitivo sobre los

sectores reaccionarios tanto en el interior como en el exterior. El 20 de abril de 1792 la

Asamblea Legislativa declaró la guerra al Sacro Imperio Romano.

6. LA LUCHA POR LA LIBERTAD

Los ejércitos austriacos obtuvieron varias victorias en los Países Bajos austriacos gracias a

ciertos errores del alto mando francés, formado mayoritariamente por monárquicos. La

posterior invasión de Francia provocó importantes desórdenes en París. El gabinete de Roland

cayó el 13 de junio, y la intranquilidad de la población se canalizó en un asalto a las Tullerías,

la residencia de la familia real, una semana después. La Asamblea Legislativa declaró el

estado de excepción el 11 de julio, después de que Cerdeña y Prusia se unieran a la guerra

contra Francia. Se enviaron fuerzas de reserva para aliviar la difícil situación en el frente, y se

solicitaron voluntarios de todo el país en la capital. Cuando los refuerzos procedentes de

Marsella llegaron a París, iban cantando un himno patriótico conocido desde entonces como

La Marsellesa. El descontento popular provocado por la gestión de los girondinos, que habían

expresado su apoyo a la monarquía y habían rechazado la acusación de deserción presentada

contra La Fayette, hizo aumentar la tensión. El malestar social, unido al efecto que generó el

manifiesto del comandante aliado, Charles William de Ferdinand, duque de Brunswick, en el

que amenazaba con destruir la capital si la familia real era maltratada, provocó una

insurrección en París el 10 de agosto. Los insurgentes, dirigidos por elementos radicales de la

capital y voluntarios nacionales que se dirigían al frente, asaltaron las Tullerías y asesinaron a

la Guardia suiza del rey. Luis XVI y su familia se refugiaron en la cercana sala de reuniones

de la Asamblea Legislativa, que no tardó en suspender en sus funciones al monarca y ponerle

bajo arresto. A su vez, los insurrectos derrocaron al consejo de gobierno parisino, que fue

reemplazado por un nuevo consejo ejecutivo provisional, la denominada Comuna de París.

Los montagnards, liderados por el abogado Georges Jacques Danton, dominaron el nuevo

gobierno parisino y pronto se hicieron con el control de la Asamblea Legislativa. Esta cámara

aprobó la celebración de elecciones en un breve plazo con vistas a la constitución de una

nueva Convención Nacional, en la que tendrían derecho a voto todos los ciudadanos varones.

Entre el 2 y el 7 de septiembre, más de mil monárquicos y presuntos traidores apresados en

diversos lugares de Francia, fueron sometidos a juicio y ejecutados. Los elementos

desencadenantes de las denominadas 'Matanzas de Septiembre' fueron el temor de la

población al avance de los ejércitos aliados contra Francia y los rumores sobre conspiraciones

para derrocar al gobierno revolucionario. Un ejército francés, dirigido por el general Charles

François Dumouriez, obtuvo una importante victoria en la batalla de Valmy frente a las tropas

prusianas que avanzaban hacia París el 20 de septiembre.

Un día después de la victoria de Valmy se reunió en París la Convención Nacional recién

elegida. La primera decisión oficial adoptada por esta cámara fue la abolición de la monarquía

Page 95: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

95

y la proclamación de la I República. El consenso entre los principales grupos integrantes de la

Convención no fue más allá de la aprobación de estas medidas iniciales. Sin embargo,

ninguna facción se opuso al decreto presentado por los girondinos y promulgado el 19 de

noviembre, por el cual Francia se comprometía a apoyar a todos los pueblos oprimidos de

Europa. Las noticias que llegaban del frente semanalmente eran alentadoras: las tropas

francesas habían pasado al ataque después de la batalla de Valmy y habían conquistado

Maguncia, Frankfurt del Main, Niza, Saboya y los Países Bajos austriacos. Sin embargo, las

disensiones se habían intensificado seriamente en el seno de la convención, donde el Llano

dudaba entre conceder su apoyo a los conservadores girondinos o a los radicales

montagnards. La primera gran prueba de fuerza se decidió en favor de estos últimos, que

solicitaban que la Convención juzgara al rey por el cargo de traición y consiguieron que su

propuesta fuera aprobada por mayoría. El monarca fue declarado culpable de la acusación

imputada con el voto casi unánime de la Cámara el 15 de enero de 1793, pero no se produjo el

mismo acuerdo al día siguiente, cuando había de decidirse la pena del acusado. Finalmente el

rey fue condenado a muerte por 387 votos a favor frente a 334 votos en contra. Luis XVI fue

guillotinado el 21 de enero.

La influencia de los girondinos en la Convención Nacional disminuyó enormemente tras la

ejecución del rey. La falta de unidad mostrada por el grupo durante el juicio había dañado

irreparablemente su prestigio nacional, bastante mermado desde hacía tiempo entre la

población de París, más favorable a las tendencias jacobinas. Otro factor que determinó la

caída girondina fueron las derrotas sufridas por los ejércitos franceses tras declarar la guerra a

Gran Bretaña, las Provincias Unidas (actuales Países Bajos) el 1 de febrero de 1793, y a

España el 7 de marzo, que se habían unido a la Primera Coalición contra Francia. Las

propuestas de los jacobinos para fortalecer al gobierno ante las cruciales luchas a las que

Francia debería enfrentarse desde ese momento fueron firmemente rechazadas por los

girondinos. No obstante, a comienzos de marzo, la Convención votó a favor del reclutamiento

de 300.000 hombres y envió comisionados especiales a varios departamentos para organizar

la leva. Los sectores clericales y monárquicos enemigos de la Revolución incitaron a la

rebelión a los campesinos de La Vendée, contrarios a tal medida. La guerra civil no tardó en

extenderse a los departamentos vecinos. Los austriacos derrotaron al ejército de Dumouriez en

Neerwinden el 18 de marzo, y éste desertó al enemigo. La huida del jefe del ejército, la guerra

civil y el avance de las fuerzas enemigas a través de las fronteras de Francia provocó en la

Convención una crisis entre los girondinos y los montagnards, en la que estos últimos

pusieron de relieve la necesidad de emprender una acción contundente en defensa de la

Revolución.

7. EL REINADO DEL

TERROR

El 6 de abril, la Convención creó el Comité de Salvación Pública, que habría de ser el órgano

ejecutivo de la República, y reestructuró el Comité de Seguridad General y el Tribunal

Revolucionario. Se enviaron representantes a los departamentos para supervisar el

cumplimiento de las leyes, el reclutamiento y la requisa de municiones. La rivalidad existente

entre los girondinos y los montagnards se había agudizado durante este periodo. La rebelión

parisina, organizada por el periodista radical Jacques René Hébert, obligó a la Convención a

ordenar el 2 de junio la detención de veintinueve delegados girondinos y de los ministros de

este grupo, Pierre Henri Hélène Marie Lebrun-Tondu y Étienne Clavière. A partir de ese

momento, la facción jacobina radical que asumió el control del gobierno desempeñó un papel

decisivo en el posterior desarrollo de la Revolución. La Convención promulgó una nueva

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96

Constitución el 24 de junio en la que se ampliaba el carácter democrático de la República. Sin

embargo, este estatuto nunca llegó a entrar en vigor. El 10 de julio, la presidencia del Comité

de Salvación Pública fue transferida a los jacobinos, que reorganizaron completamente las

funciones de este nuevo organismo. Tres días después, el político radical Jean-Paul Marat,

destacado líder de los jacobinos, fue asesinado por Charlotte de Corday, simpatizante de los

girondinos. La indignación pública ante este crimen hizo aumentar considerablemente la

influencia de los jacobinos en todo el país. El dirigente jacobino Maximilien de Robespierre

pasó a ser miembro del Comité de Salvación Pública el 27 de julio y se convirtió en su figura

más destacada en poco tiempo. Robespierre, apoyado por Louis Saint-Just, Lazare Carnot,

Georges Couthon y otros significados jacobinos, implantó medidas policiales extremas para

impedir cualquier acción contrarrevolucionaria. Los poderes del Comité fueron renovados

mensualmente por la Convención Nacional desde abril de 1793 hasta julio de 1794, un

periodo que pasó a denominarse Reinado del Terror.

Desde el punto de vista militar, la situación era extremadamente peligrosa para la República.

Las potencias enemigas habían reanudado la ofensiva en todos los frentes. Los prusianos

habían recuperado Maguncia, Condé-Sur-L'Escaut y Valenciennes, y los británicos mantenían

sitiado Tolón. Los insurgentes monárquicos y católicos controlaban gran parte de La Vendée

y Bretaña. Caen, Lyon, Marsella, Burdeos y otras importantes localidades se hallaban bajo el

poder de los girondinos. El 23 de agosto se emitió un nuevo decreto de reclutamiento para

toda la población masculina de Francia en buen estado de salud. Se formaron en poco tiempo

catorce nuevos ejércitos —alrededor de 750.000 hombres—, que fueron equipados y enviados

al frente rápidamente. Además de estas medidas, el Comité reprimió violentamente la

oposición interna.

María Antonieta fue ejecutada el 16 de octubre, y 21 destacados girondinos murieron

guillotinados el 31 del mismo mes. Tras estas represalias iniciales, miles de monárquicos,

sacerdotes, girondinos y otros sectores acusados de realizar actividades contrarrevolucionarias

o de simpatizar con esta causa fueron juzgados por los tribunales revolucionarios, declarados

culpables y condenados a morir en la guillotina. El número de personas condenadas a muerte

en París ascendió a 2.639, más de la mitad de las cuales (1.515) perecieron durante los meses

de junio y julio de 1794. Las penas infligidas a los traidores o presuntos insurgentes fueron

más severas en muchos departamentos periféricos, especialmente en los principales centros de

la insurrección monárquica. El tribunal de Nantes, presidido por Jean-Baptiste Carrier, el más

severo con los cómplices de los rebeldes de La Vendée, ordenó la ejecución de más de 8.000

personas en un periodo de tres meses. Los tribunales y los comités revolucionarios fueron

responsables de la ejecución de casi 17 mil ciudadanos en toda Francia. El número total de

víctimas durante el Reinado del Terror llegó a 40.000. Entre los condenados por los tribunales

revolucionarios, aproximadamente el 8% eran nobles, el 6% eran miembros del clero, el 14%

pertenecía a la clase media y el 70% eran trabajadores o campesinos acusados de eludir el

reclutamiento, de deserción, acaparamiento, rebelión u otros delitos. Fue el clero católico el

que sufrió proporcionalmente las mayores pérdidas entre todos estos grupos sociales. El odio

anticlerical se puso de manifiesto también en la abolición del calendario juliano en octubre de

1793, que fue reemplazado por el calendario republicano. El Comité de Salvación Pública,

presidido por Robespierre, intentó reformar Francia basándose de forma fanática en sus

propios conceptos de humanitarismo, idealismo social y patriotismo. El Comité, movido por

el deseo de establecer una República de la Virtud, alentó la devoción por la república y la

victoria y adoptó medidas contra la corrupción y el acaparamiento. Asimismo, el 23 de

noviembre de 1793, la Comuna de París ordenó cerrar todas las iglesias de la ciudad —esta

Page 97: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

97

decisión fue seguida posteriormente por las autoridades locales de toda Francia— y comenzó

a promover la religión revolucionaria, conocida como el Culto a la Razón. Esta actitud,

auspiciada por el jacobino Pierre Gaspard Chaumette y sus seguidores extremistas (entre ellos

Hébert), acentuó las diferencias entre los jacobinos centristas, liderados por Robespierre, y los

fanáticos seguidores de Hébert, una fuerza poderosa en la Convención y en la Comuna de

París.

Durante este tiempo, el signo de la guerra se había vuelto favorable para Francia. El general

Jean Baptiste Jourdan derrotó a los austriacos el 16 de octubre de 1793, iniciándose así una

serie de importantes victorias francesas. A finales de ese año, se había iniciado la ofensiva

contra las fuerzas de invasión del Este en el Rin, y Tolón había sido liberado. También era de

gran relevancia el hecho de que el Comité de Salvación Pública hubiera aplastado la mayor

parte de las insurrecciones de los monárquicos y girondinos.

8. LA LUCHA POR EL PODER

La disputa entre el Comité de Salvación Pública y el grupo extremista liderado por Hébert,

concluyó con la ejecución de éste y sus principales acólitos el 24 de marzo de 1794. Dos

semanas después, Robespierre emprendió acciones contra los seguidores de Danton, que

habían comenzado a solicitar la paz y el fin del reinado del Terror. Georges-Jacques Danton y

sus principales correligionarios fueron decapitados el 6 de abril. Robespierre perdió el apoyo

de muchos miembros importantes del grupo de los jacobinos —especialmente de aquéllos que

temían por sus propias vidas— a causa de estas represalias masivas contra los partidarios de

ambas facciones. Las victorias de los ejércitos franceses, entre las que cabe destacar la batalla

de Fleurus (Bélgica) del 26 de junio, que facilitó la reconquista de los Países Bajos austriacos,

incrementó la confianza del pueblo en el triunfo final. Por este motivo, comenzó a extenderse

el rechazo a las medidas de seguridad impuestas por Robespierre. El descontento general con

el líder del Comité de Salvación Pública no tardó en transformarse en una auténtica

conspiración. Robespierre, Saint-Just, Couthon y 98 de sus seguidores fueron apresados el 27

de julio de 1794 (el 9 de termidor del año III según el calendario republicano) y decapitados al

día siguiente. Se considera que el 9 de termidor fue el día en el que se puso fin a la República

de la Virtud.

La Convención Nacional estuvo controlada hasta finales de 1794 por el 'grupo termidoriano'

que derrocó a Robespierre y puso fin al Reinado del Terror. Se clausuraron los clubes

jacobinos de toda Francia, fueron abolidos los tribunales revolucionarios y revocados varios

decretos de carácter extremista, incluido aquél por el cual el Estado fijaba los salarios y

precios de los productos. Después de que la Convención volviera a estar dominada por los

girondinos, el conservadurismo termidoriano se transformó en un fuerte movimiento

reaccionario. Durante la primavera de 1795, se produjeron en París varios tumultos, en los que

el pueblo reclamaba alimentos, y manifestaciones de protesta que se extendieron a otros

lugares de Francia. Estas rebeliones fueron sofocadas y se adoptaron severas represalias

contra los jacobinos y sans-culottes que los protagonizaron.

La moral de los ejércitos franceses permaneció inalterable ante los acontecimientos ocurridos

en el interior. Durante el invierno de 1794-1795, las fuerzas francesas dirigidas por el general

Charles Pichegru invadieron los Países Bajos austriacos, ocuparon las Provincias Unidas

instituyendo la República Bátava y vencieron a las tropas aliadas del Rin. Esta sucesión de

derrotas provocó la desintegración de la coalición antifrancesa. Prusia y varios estados

Page 98: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

98

alemanes firmaron la paz con el gobierno francés en el Tratado de Basilea el 5 de abril de

1795; España también se retiró de la guerra el 22 de julio, con lo que las únicas naciones que

seguían en lucha con Francia eran Gran Bretaña, Cerdeña y Austria. Sin embargo, no se

produjo ningún cambio en los frentes bélicos durante casi un año. La siguiente fase de este

conflicto se inició con las Guerras Napoleónicas.

Se restableció la paz en las fronteras, y un ejército invasor formado por émigrés fue derrotado

en Bretaña en el mes de julio. La Convención Nacional finalizó la redacción de una nueva

Constitución, que se aprobó oficialmente el 22 de agosto de 1795. La nueva legislación

confería el poder ejecutivo a un Directorio, formado por cinco miembros llamados directores.

El poder legislativo sería ejercido por una asamblea bicameral, compuesta por el Consejo de

Ancianos (250 miembros) y el Consejo de los Quinientos. El mandato de un director y de un

tercio de la asamblea se renovaría anualmente a partir de mayo de 1797, y el derecho al

sufragio quedaba limitado a los contribuyentes que pudieran acreditar un año de residencia en

su distrito electoral. La nueva Constitución incluía otras disposiciones que demostraban el

distanciamiento de la democracia defendida por los jacobinos. Este régimen no consiguió

establecer un medio para impedir que el órgano ejecutivo entorpeciera el gobierno del

ejecutivo y viceversa, lo que provocó constantes luchas por el poder entre los miembros del

gobierno, sucesivos golpes de Estado y fue la causa de la ineficacia en la dirección de los

asuntos del país. Sin embargo, la Convención Nacional, que seguía siendo anticlerical y

antimonárquica a pesar de su oposición a los jacobinos, tomó precauciones para evitar la

restauración de la monarquía. Promulgó un decreto especial que establecía que los primeros

directores y dos tercios del cuerpo legislativo habían de ser elegidos entre los miembros de la

Convención. Los monárquicos parisinos reaccionaron violentamente contra este decreto y

organizaron una insurrección el 5 de octubre de 1795. Este levantamiento fue reprimido con

rapidez por las tropas mandadas por el general Napoleón Bonaparte, jefe militar de los

ejércitos revolucionarios de escaso renombre, que más tarde sería emperador de Francia con

el nombre de Napoleón I Bonaparte. El régimen de la Convención concluyó el 26 de octubre y

el nuevo gobierno formado de acuerdo con la Constitución entró en funciones el 2 de

noviembre.

Desde sus primeros momentos, el Directorio tropezó con diversas dificultades, a pesar de la

gran labor que realizaron políticos como Charles Maurice de Talleyrand-Périgord y Joseph

Fouché. Muchos de estos problemas surgieron a causa de los defectos estructurales inherentes

al aparato de gobierno; otros, por la confusión económica y política generada por el triunfo

del conservadurismo. El Directorio heredó una grave crisis financiera, que se vio agravada por

la depreciación de los asignados (casi en un 99% de su valor). Aunque la mayoría de los

líderes jacobinos habían fallecido, se encontraban en el extranjero u ocultos, su espíritu

pervivía aún entre las clases bajas. En los círculos de la alta sociedad, muchos de sus

miembros hacían campaña abiertamente en favor de la restauración monárquica. Las

agrupaciones políticas burguesas, decididas a conservar su situación de predominio en

Francia, por la que tanto habían luchado, no tardaron en apreciar las ventajas que representaba

reconducir la energía desatada por la población durante la Revolución hacia fines militares.

Existían aún asuntos pendientes que resolver con el Sacro Imperio Romano. Además, el

absolutismo, que por naturaleza representaba una amenaza para la Revolución, continuaba

dominando la mayor parte de Europa.

9. EL ASCENSO DE NAPOLEÓN AL PODER

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99

No habían pasado aún cinco meses desde que el Directorio asumiera el poder, cuando

comenzó la primera fase (de marzo de 1796 a octubre de 1797) de las Guerras Napoleónicas.

Los tres golpes de Estado que se produjeron durante este periodo —el 4 de septiembre de

1797 (18 de fructidor), el 11 de mayo de 1798 (22 de floreal) y el 18 de junio de 1799 (30 de

pradial)—, reflejaban simplemente el reagrupamiento de las facciones políticas burguesas.

Las derrotas militares sufridas por los ejércitos franceses en el verano de 1799, las dificultades

económicas y los desórdenes sociales pusieron en peligro la supremacía política burguesa en

Francia. Los ataques de la izquierda culminaron en una conspiración iniciada por el reformista

agrario radical François Nöel Babeuf, que defendía una distribución equitativa de las tierras y

los ingresos. Esta insurrección, que recibió el nombre de 'Conspiración de los Iguales', no

llegó a producirse debido a que Babeuf fue traicionado por uno de sus compañeros y

ejecutado el 28 de mayo de 1797 (8 de pradial). Luciano Bonaparte, presidente del Consejo de

los Quinientos; Fouché, ministro de Policía; Sieyès, miembro del Directorio y Talleyrand-

Périgord consideraban que esta crisis sólo podría superarse mediante una acción drástica. El

golpe de Estado que tuvo lugar el 9 y 10 de noviembre (18 y 19 de brumario) derrocó al

Directorio. El general Napoleón Bonaparte, en aquellos momentos héroe de las últimas

campañas, fue la figura central del golpe y de los acontecimientos que se produjeron

posteriormente y que desembocaron en la Constitución del 24 de diciembre de 1799 que

estableció el Consulado. Bonaparte, investido con poderes dictatoriales, utilizó el entusiasmo

y el idealismo revolucionario de Francia para satisfacer sus propios intereses. Sin embargo, la

involución parcial de la transformación del país se vio compensada por el hecho de que la

Revolución se extendió a casi todos los rincones de Europa durante el periodo de las

conquistas napoleónicas.

10.

LAS TRANSFORMACIONES PRODUCIDAS POR LA REVOLUCIÓN

Una consecuencia directa de la Revolución fue la abolición de la monarquía absoluta en

Francia. Asimismo, este proceso puso fin a los privilegios de la aristocracia y el clero. La

servidumbre, los derechos feudales y los diezmos fueron eliminados; las propiedades se

disgregaron y se introdujo el principio de distribución equitativa en el pago de impuestos.

Gracias a la redistribución de la riqueza y de la propiedad de la tierra, Francia pasó a ser el

país europeo con mayor proporción de pequeños propietarios independientes. Otras de las

transformaciones sociales y económicas iniciadas durante este periodo fueron la supresión de

la pena de prisión por deudas, la introducción del sistema métrico y la abolición del carácter

prevaleciente de la primogenitura en la herencia de la propiedad territorial.

Napoleón instituyó durante el Consulado una serie de reformas que ya habían comenzado a

aplicarse en el periodo revolucionario. Fundó el Banco de Francia, que en la actualidad

continúa desempeñando prácticamente la misma función: banco nacional casi independiente y

representante del Estado francés en lo referente a la política monetaria, empréstitos y

depósitos de fondos públicos. La implantación del sistema educativo —secular y muy

centralizado—, que se halla en vigor en Francia en estos momentos, comenzó durante el

Reinado del Terror y concluyó durante el gobierno de Napoleón; la Universidad de Francia y

el Institut de France fueron creados también en este periodo. Todos los ciudadanos,

independientemente de su origen o fortuna, podían acceder a un puesto en la enseñanza, cuya

consecución dependía de exámenes de concurso. La reforma y codificación de las diversas

legislaciones provinciales y locales, que quedó plasmada en el Código Napoleónico, ponía de

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100

manifiesto muchos de los principios y cambios propugnados por la Revolución: la igualdad

ante la ley, el derecho de habeas corpus y disposiciones para la celebración de juicios justos.

El procedimiento judicial establecía la existencia de un tribunal de jueces y un jurado en las

causas penales, se respetaba la presunción de inocencia del acusado y éste recibía asistencia

letrada.

La Revolución también desempeñó un importante papel en el campo de la religión. Los

principios de la libertad de culto y la libertad de expresión tal y como fueron enunciados en la

Declaración de Derechos del hombre y del ciudadano, pese a no aplicarse en todo momento

en el periodo revolucionario, condujeron a la concesión de la libertad de conciencia y de

derechos civiles para los protestantes y los judíos. La Revolución inició el camino hacia la

separación de la Iglesia y el Estado.

Los ideales revolucionarios pasaron a integrar la plataforma de las reformas liberales de

Francia y Europa en el siglo XIX, así como sirvieron de motor ideológico a las naciones

latinoamericanas independizadas en ese mismo siglo, y continúan siendo hoy las claves de la

democracia. No obstante, los historiadores revisionistas atribuyen a la Revolución unos

resultados menos encomiables, tales como la aparición del Estado centralizado (en ocasiones

totalitario) y los conflictos violentos que desencadenó.

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101

Discurso de Robespierre del 7 de febrero de 1794.

Maximilien de Robespierre fue una de las principales figuras radicales de la Revolución

Francesa. El siguiente discurso es obra suya, fue pronunciado el 7 de febrero de 1794 ante la

Convención Nacional y en él expone la necesaria unión de la virtud y la política

revolucionaria para lograr la igualdad.

La democracia es un Estado en el que el pueblo soberano, guiado por leyes que son de obra

suya, actúa por sí mismo siempre que le es posible, y por sus delegados cuando no puede

obrar por sí mismo.

Es, pues, en los principios del gobierno democrático donde debéis buscar las reglas de vuestra

conducta política.

Pero para fundar y consolidar entre nosotros la democracia, para llegar al reinado apacible de

las leyes constitucionales, es preciso terminar la guerra de la libertad contra la tiranía y

atravesar con éxito las tormentas de la Revolución; tal es el fin del sistema revolucionario que

habéis organizado. Debéis aún regir vuestra conducta según las tormentosas circunstancias en

que se encuentra la República, y el plan de vuestra administración debe ser el resultado del

espíritu del gobierno revolucionario combinado con los principios generales de la democracia.

Pero ¿cuál es el principio fundamental del gobierno democrático o popular, es decir, el resorte

esencial que lo sostiene y que le hace moverse? Es la virtud. Hablo de la virtud pública, que

obró tantos prodigios en Grecia y Roma, y que producirá otros aún más asombrosos en la

Francia republicana; de esa virtud que no es otra cosa que el amor a la Patria y a sus leyes.

Pero como la esencia de la República o la democracia es la igualdad, el amor a la patria

incluye necesariamente el amor a la igualdad.

En verdad, ese sentimiento sublime supone la preferencia del interés público ante todos los

intereses particulares, de lo que resulta que el amor a la patria supone también o produce todas

las virtudes, pues ¿acaso son éstas otra cosa sino la fuerza del alma, que se vuelve capaz de

tales sacrificios? ¿Y cómo podría el esclavo de la avaricia o de la ambición, por ejemplo,

inmolar su ídolo a la Patria?

No sólo es la virtud el alma de la democracia, sino que, además, solamente puede existir con

este tipo de gobierno. En la monarquía, sólo conozco un individuo que pueda amar a la Patria,

y que para ello no necesita siquiera virtud: el monarca. La causa de ello es que, de todos los

habitantes de sus estados, el monarca es el único que tiene una patria. ¿Acaso no es el

soberano, al menos de hecho. ¿No está en el lugar del Pueblo? ¿Y qué es la Patria sino el país

del que se es ciudadano y partícipe de la soberanía?

Por una consecuencia del mismo principio, en los Estados aristocráticos, la palabra «patria»

sólo tiene algún significado para quienes han acaparado la soberanía.

Sólo en la democracia es el Estado verdaderamente la Patria de todos los individuos que lo

componen, y puede contar con tantos defensores interesados en su causa como ciudadanos

tenga. Si Atenas y Esparta triunfaron de los tiranos de Asia y los suizos de los tiranos de

Austria y España, no hay que buscar otra causa que ésta. Pero los franceses son el primer

pueblo del mundo que ha establecido una verdadera democracia, llamando a todos los

hombres a la igualdad y a la plenitud de los derechos de ciudadanía; ésta es, a mi juicio, la

verdadera razón por la cual todos los tiranos coaligados contra la República serán vencidos.

Es el momento de sacar grandes consecuencias de los principios que acabamos de exponer.

Puesto que el alma de la República es la virtud, la igualdad, y vuestra finalidad es fundar y

consolidar la República, la primera regla de vuestra conducta política debe ser encaminar

todas vuestras medidas al mantenimiento de la igualdad y al desarrollo de la virtud, pues el

Page 102: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

102

primer cuidado del legislador debe ser el fortalecimiento del principio del gobierno. Así, todo

aquello que sirva para excitar el amor a la patria, purificar las costumbres, elevar los espíritus,

dirigir las pasiones del corazón humano hacia el interés público, debe ser adoptado o

establecido por vosotros; todo lo que tiende a concentrarlas en la abyección del yo personal, a

despertar el gusto por las pequeñas cosas y el desprecio de las grandes, debéis eliminarlo o

reprimirlo. En el sistema de la Revolución francesa, lo que es inmoral es impolítico, lo que es

corruptor es contrarrevolucionario. La debilidad, los vicios, los prejuicios, son el camino de la

monarquía.

Fuente: La Revolución Francesa en sus textos. Estudio preliminar, traducción y notas de Ana

Martínez Arancón. Madrid: Editorial Tecnos, 1989.

Page 103: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

103

George H. Sabine. Historia de la teoría política Las ideologías

Idealismo.

Como una reacción al empirismo y al racionalismo que dominaron la filosofía europea entre

los siglos XVII y XVIII, a finales de este último se desarrolló un pensamiento idealista en

Alemania que adquirió gran importancia en los círculos intelectuales durante las primeras

décadas del siglo XIX.

La filosofía de Emmanuel Kant (1724-1804), conocida como idealismo critico y expresada en

su obra Crítica de la Razón Pura (1781), consideraba el conocimiento como producto de la

aplicación de ciertos principios a priori de la razón sobre los datos de la experiencia, y afirmó

que no se puede, por tanto, averiguar lo que las cosas son en sí mismas, sino solamente se

pueden conocer los fenómenos de la realidad como se presentan al entendimiento humano.

George Wilhelm Friedrich Hegel, discípulo de Kant, fue el más destacado idealista de

principios del siglo XIX y un destacado defensor del nacionalismo alemán.

1. La obra de Hegel se centra en dos aspectos principales relacionados entre sí: la

Filosofía de la Historia y el Estado nacional. El propósito de Hegel al interpretar la

historia era exhibir, mediante el método dialéctico, las realizaciones de cada nación en

un camino evolutivo hacia el progreso. El espíritu de la nación (volksgeist), era

considerado por Hegel como el verdadero creador del arte, el derecho, la moral y la

religión. De ahí que la historia de la civilización sea para Hegel una sucesión de

culturas nacionales en la que cada nación aporta su contribución peculiar y oportuna a

la totalidad del esfuerzo humano. Es en el estado nacional y solo en la historia

moderna de Europa Occidental donde este impulso innato de la nación para crear

alcanza su expresión autoconsciente y racional.

2. Hegel entendía el progreso como el absoluto, la meta más alta y última, que se alcanza

como resultado del mejoramiento continuo en el conocimiento de la conducta humana;

su propósito era demostrar las etapas históricas mediante las cuales la razón humana se

aproxima al absoluto y creía haberlo conseguido mediante el método dialéctico,

basado en la idea de que el progreso es el resultado del conflicto entre opuestos. De

forma tradicional, este aspecto del pensamiento de Hegel se ha analizado en términos

de tesis, antítesis y síntesis, pues a pesar de que él no utilizó estos términos, su uso ha

permitido aclarar esta visión de la dialéctica. La tesis puede ser una idea o un

movimiento histórico que contiene en sí mismo elementos de contradicción que dan

lugar a una oposición o antítesis, la cual, a su vez, genera un conflicto interno. Como

resultado de este conflicto aparece un tercer punto de vista una síntesis que supera el

conflicto conciliando en un plano superior la verdad contenida en la tesis y la antítesis.

Esta síntesis se convierte en una nueva tesis que genera otra antítesis, dando lugar a

una nueva síntesis conformándose así el proceso del desarrollo intelectual o histórico.

La influencia de Hegel fue esencial para el pensamiento filosófico del siglo XIX en

Europa, en particular para el nacionalismo alemán y para el socialismo marxista, que

tomo de Hegel el método dialéctico.

Page 104: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

104

El positivismo, nueva tendencia racionalista

Hacia mediados del siglo XIX, la filosofía tendió de nuevo hacia el racionalismo materialista.

En estrecha relación con el progreso técnico, la sociedad burguesa europea había generado

nuevas ideas, en contacto con una realidad de cambios rápidos transmitidos por todo el mundo

gracias a los nuevos medios de comunicación que habían acortado las distancias y dado, como

nunca antes, un sentido verdaderamente universal a las relaciones entre los pueblos. Estas

nuevas ideas, surgidas en Gran Bretaña y Francia, estaban fundamentadas en una mentalidad

amante de la ciencia Y firme creyente de que el progreso constituía el único camino posible

hacia la felicidad humana; por ello, dieron paso a nuevas filosofías materialistas que

paulatinamente desplazaron al idealismo y al romanticismo característico de la primera

mitad del siglo XIX.

Las nuevas corrientes ideológicas, compenetradas con el afán de progreso material,

consideraban a este como la meta que la sociedad occidental, y solo ella, había alcanzado a

través de un largo proceso evolutivo iniciado en la prehistoria de la humanidad. La idea de

evolución hacia el progreso, también expresada por el idealismo hegeliano, encontraba ahora

su fuente materialista en la teoría biológica de Charles Darwin expuesta en su obra El origen

de las especies por medio de la selección natural (1859), que enmarcó el pensamiento

filosófico del siglo XIX con importantes resulta-dos para el desarrollo de las ciencias, tanto

las naturales, cimentadas en los descubrimientos de siglos anteriores, como de las sociales que

surgieron en ese tiempo.

En estrecha relación con esta nueva versión del evolucionismo surgieron otras corrientes de

pensamiento influidas por el materialismo. Estas corrientes postulaban la ciencia como el

único medio para continuar con el desarrollo tecnológico al estudiar las cosas palpables de la

realidad física, al tiempo que, en contra del idealismo. Se negaba de nuevo la posibilidad de

tomar como objeto de conocimiento científico cualquier elemento que no pudiera ser

sometido a comprobación experimental. Bajo este enfoque surgió el positivismo, filosofía

creada por Auguste Comte, pensador francés considerado como padre de la sociología, quien

en 1842 publicó su obra Curso de filosofía positiva, utilizando el término con el que entonces

se designaba al método científico.

El positivismo de Comte exalta a la ciencia como única guía para arribar al conocimiento de

la realidad natural y humana, en los diversos aspectos que la componen, y para el que se han

establecido varias ciencias; postula además, con clara influencia del evolucionismo, su ley de

los tres estadios o etapas por los que la humanidad atraviesa, sucesivamente, desde la

prehistoria ——cuando los hombres daban explicaciones religiosas de los fenómenos de la

realidad-—, pasando luego por la etapa metafísica -cuando atribuían a fuerzas ocultas el

origen y movimiento de las masas-— hasta llegar a la tercera y última etapa, en la que se llega

a la utilización del método científico y gracias a lo cual deviene la era del progreso. A este

estadio, supuestamente, solo habían llegado los europeos, puesto que éstos consideraban a las

otras sociedades situadas aún en estadios inferiores. El positivismo se difundió por toda

Europa, y después por todo el mundo, a medida que se extendía la industrialización, y fue

adoptado con gran éxito en los medios educativos con objeto de estimular el espíritu

innovador en los jóvenes mediante conocimientos científicos que alentaran la creación de

nuevos inventos para acelerar el progreso industrial.

Page 105: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

105

Las ideologías socialistas

Los movimientos sindicales ocurridos en Gran Bretaña impulsaron el desarrollo de las

ideologías socialistas reivindicadoras de los derechos de la clase trabajadora, que buscaba el

acceso al poder político corno único medio posible de transformar las estructuras de la

sociedad. El término socialismo apareció en forma casi simultánea en Francia y en Gran

Bretaña entre 1830 y 1840, aunque en esa época tuvo un sentido bastante vago, utilizado en

relación con las reformas sociales que se creían necesarias para acabar con los problemas

surgidos como consecuencia de la Revolución Industrial.

El socialismo utópico.

El primer conjunto de ideas socialistas constituyó la corriente de pensamiento que

posteriormente se conoció como socialismo utópico, y cuyos representantes, tanto ingleses

como franceses, proponían una nueva organización económica y social que fuera mas

humanizada, justa y equitativa, en beneficio de toda la sociedad; pero las soluciones que

aportaban, aunque estaban llenas y de buenas intenciones y algunas de ellas tuvieron

aplicación temporal, no fueron suficientes para cambiar la realidad social de forma integral.

Los socialistas utópicos eran intelectuales idealistas que intentaban combatir la explotación

del hombre por el hombre valiéndose de propuestas que la mayoría de las veces no pasaron

del nivel teórico, pero que en su momento sirvieron para reflejar la preocupación, surgida de

la misma burguesía, por realizar las reformas sociales que exigía la clase trabajadora,

indispensable para la existencia de la economía industrial.

Los principales representantes del socialismo utópico son:

• Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825),

• Charles Fourier (1772-1837),

• Pierre—Josepl1 Proudhonn (1809-1865),

• R0bert Owen (1771-1858),

El socialismo científico.

Las presiones de la clase obrera por transformar de manera sustancial la situación

socioeconómica, condujeron a la búsqueda de un conocimiento científico de la realidad cuyo

fin era descubrir los lineamientos universales que han influido en l0s cambios sociales

ocurridos a lo largo de la historia humana, y que podrían incidir, obviamente, en la

transformación de la sociedad capitalista. De esta manera, a mediados del siglo XIX surgió

el socialismo científico, nombre que se aplicó a la teoría de la historia creada por Karl Marx,

en colaboración con Friedrich Engels.

Karl Marx (1818-1883), filósofo alemán, principal teórico y organizador del socialismo

científico, nació en el seno de una familia de burgueses de origen judío. Bajo influencia de

Hegel, Marx adoptó el método dialéctico para hacer un análisis económico y político de los

sistemas sociales con el propósito de descubrir las fuerzas que influyen y han influido siempre

en los procesos de cambio social. Su enfoque, expresado a través de varios escritos entre los

que destaca su obra cumbre en varios tomos, El Capital, y cuyo primer libro se publicó en

1867, se aboca especialmente al análisis del Capitalismo, entendido éste como un aspecto

específico y actual de la evolución histórica universal de las sociedades humanas.

Para Marx, el factor clave del capitalismo es la plusvalía, la cual se refiere a la apropiación de

trabajo no retribuido; pues el capitalista, aunque compra la fuerza de trabajo de un obrero por

todo el valor que representa como mercancía en el mercado , obtiene siempre de ella más

valor de lo que le cuesta. Porque el trabajo, considerado como mercancía, tiene un valor que

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106

corresponde al "tiempo socialmente necesario" que se emplea para producir las cosas que

consume el obrero, tales como alimento, ropa, etc., indispensables para mantenerlo en

condiciones de producir trabajo; dicho tiempo equivale al salario mínimo de subsistencia del

obrero. Así, por ejemplo, si las cosas mínimas necesarias para mantener con vida a un obrero

pueden fabricarse en cinco horas, el empresario solamente pagara al trabajador el valor de

esas cinco horas, en virtud de que ése es el verdadero valor de la mercancía que el obrero le

vende, y, además, porque el trabajo, como todas las mercancías, está sometido a la ley de la

oferta y la demanda.

La teoría de Marx sobre la plusvalía, derivada del principio del valor-trabajo postulado por los

teóricos de la llamada Economía clásica, busca explicar el mecanismo de acumulación de

riquezas en manos de una clase social a costa del trabajo no pagado a la otra, la cual habría de

tomar conciencia de su situación, sobre todo, cuando ocurrieran las crisis periódicas del

capitalismo causadas por la concentración monopolista que genera un exceso de producción

sin que aumente la capacidad de compra. Marx predijo que comenzaría entonces una lucha

revolucionaria, por medio de la cual el proletariado habría de tomar el control del Estado y

convertir los medios de producción en propiedad de éste únicamente para que, en una fase

socialista transitoria —la dictadura del proletariado-, se procediera a una distribución

equitativa de la riqueza. Y así se llegaría a la meta de una sociedad comunista sin división de

clases en la que incluso el Estado, al desaparecer la lucha de contrarios, ya no tendría razón de

ser.

El socialismo científico o marxismo tuvo una gran trascendencia para las ciencias sociales —

especialmente la economía y la historia— como método de análisis, al punto que llegó a

establecer toda una escuela teórica cuya influencia se extendió por el mundo en oposición al

positivismo creado por Comte. En la práctica, el marxismo inspiró las luchas revolucionarias

que estallaron en varias regiones del mundo en el siglo XX, aunque, curiosamente, no

surgieron en países capitalistas como Marx había predicho. En los países industrializados, el

capitalismo no se destruyo ni surgió en él una lucha de clases que le diera el poder al

proletariado, debido quizá a que las contradicciones de este sistema se mantuvieron en

equilibrio gracias a las reformas sociales decretadas por los gobiernos en beneficio de los

trabajadores. Así pues, la predicción de Marx no se cumplió, por el contrario, el capitalismo

siguió desarrollándose a medida que la industrialización entraba en nuevas fases de progreso.

Además, los países en donde se implantó el socialismo no alcanzaron la meta del comunismo,

entendido como sistema social perfecto sin diferencia de clases, y la fase transitoria no llegó a

ser la dictadura del proletariado prevista por Marx.

El socialismo cristiano.

Las injusticias sociales provocadas por el capitalismo individualista causaron la preocupación

de las instituciones religiosas, tanto católicas como protestantes, que se propusieron organizar

una cruzada para llamar la atención a los empresarios quienes, ávidos de acumular riqueza,

habían caído en un excesivo y deshumanizado materialismo, contrario a las enseñanzas de los

evangelios. Por otra parte, los representantes de las religiones cristianas se opusieron al

materialismo marxista porque incitaba a los trabajadores a levantarse en contra da la clase

empresarial por medio de una lucha violenta. Para contrarrestar ambas posiciones

materialistas ——el capitalismo y el marxismo-—, las iglesias cristianas propusieron tomar

varias medidas, algunas de las cuales fueron llevadas a la práctica por medio de campañas

destinadas a despertar en los capitalistas sentimientos de amor al prójimo, así como para

infundir el espíritu cristiano entre los trabajadores atraídos por el marxismo.

Dentro del mundo católico, la preocupación por las condiciones de vida y de trabajo en que se

encontraban los obreros llego al más alto nivel de la jerarquía eclesiástica; el papa León XIII

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promulgó, en 1891, la Encíclica Rerum Novurum, en la cual criticaba severamente a los

empresarios capitalistas a causa de la explotación inhumana de que habían hecho objeto a los

obreros, en su afán individualista por acumular riquezas. El pontífice proclamaba el derecho

de los trabajadores a recibir una justa retribución por sus labores, así como otro tipo de

compensaciones tanto materiales como espirituales.

El socialismo cristiano de ambas iglesias, católica y protestante, ejerció una considerable

influencia en el logro de las reformas sociales promulgadas en los países capitalistas, así como

en las transformaciones que se dieron en la ideología del liberalismo, la cual adoptó una

tendencia hacia la revalorización de los derechos humanos pretendiendo que abarcaran a la

sociedad en su conjunto, incluyendo, de manera explícita, a las clases trabajadoras que el

liberalismo individualista de años atrás había dejado al margen de los beneficios obtenidos

por el progreso capitalista. A su vez, esta orientación hacia un liberalismo social influyó en las

teorías democráticas creadas en Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo XIX

El anarquismo.

En términos generales, el anarquismo es una doctrina que considera como innecesaria —e

incluso nociva— toda forma de poder; ya sea político religioso, judicial o de cualquier otra

índole, y promulga que las relaciones de dominación establecidas a través de las

organizaciones estatales, deben ser sustituidas por la libre colaboración entre individuos y

grupos sociales, en virtud de que los hombres pueden vivir en armonía sin la injerencia de

gobierno alguno, dadas las características de solidaridad propias de la naturaleza humana.

Las ideas anarquistas del siglo XIX surgieron en relación con los movimientos de protesta

sindical, los cuales se enmarcaban en las corrientes ideológicas defensoras de los derechos de

los trabajadores contra las acciones represivas del Estado, que favorecía los intereses

capitalistas. A este respecto, fue muy importante la aportación de Proudhon, quien era

partidario de un anarquismo ajeno a la violencia, proponía medidas de resistencia pasiva

individual como medio eficaz para derrocar al Estado, y se oponía al marxismo, él

consideraba que la dictadura del proletariado seria tan nefasta para la sociedad como cualquier

otra forma de gobierno.

Además del anarquismo individualista de Proudhon, surgió una corriente colectivista que

aspiraba al establecimiento de una sociedad sin clases sociales, integrada por hombres

absolutamente libres que no obedecieran más que a su propia razón, y en la que hubiera una

completa colectivización de la propiedad. En esa sociedad ideal no existirían Estado ni

instituciones, y se organizaría de tal modo que autoridad sería delegada en representantes, que

ejercerían durante periodos muy breves y podrían ser sustituidos en cualquier momento si la

sociedad lo estimara conveniente.

· Por último, el anarquismo postuló un sindicalismo puro que, a diferencia de los sindicatos

comunistas o socialistas, se mantuviera alejado de toda pretensión de integrarse en partidos

políticos o de participar en elecciones, ya que, en esencia, el anarquismo postula la negación

de toda forma de gobierno.

El desarrollo de las ideas socialistas y anarquistas significó un importante respaldo para el

sindicalismo inglés, que a mediados del siglo XIX había experimentado un retroceso al

fracasar el cartismo; aunadas a la experiencia que a pesar de todo este movimiento representó

para la organización de los obreros, las nuevas ideologías proporcionaron una base para la

fundación de un organismo internacional de solidaridad obrera, la que se llevó a cabo en

Londres, en 1864, con la participación de representantes de las Trade unions y de los

sindicatos de Francia y Bélgica. Intervinieron también algunas personas de diversas

nacionalidades que por entonces se encontraban exiliadas en Gran Bretaña, entre ellas Karl

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Marx, a quien se encargó la redacción de los estatutos de la Asociación Internacional de

Trabajadores, que más tarde se conocería como la Primera Internacional Socialista.

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Manifiesto del Partido Comunista. Karl Marx

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa

se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y

Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.

¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el

Poder? ¿Qué partido de oposición a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes más

avanzados de la oposición como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de

comunista?

De este hecho resulta una doble enseñanza:

Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.

Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos,

sus fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un

manifiesto del propio Partido.

Con este fin, comunistas de diversas nacionalidades se han reunido en Londres y han

redactado el siguiente Manifiesto, que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano,

flamenco y danés.

I Burgueses y Proletarios

La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es las luchas de

clases.

Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en

una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante,

velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación

revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.

En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa

división de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones

sociales. En la antigua Roma hallamos patricios caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad

Media señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas

clases todavía encontramos gradaciones especiales.

La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no

ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas

condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.

Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado

las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más en dos grandes

campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el

proletariado.

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De los siervos de la Edad Media surgieron los villanos libres de las primeras ciudades; de

este estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía.

El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía

en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de las Indias y de China, la

colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de

cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la

industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron, con ello, el desarrollo del

elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.

El antiguo modo de explotación feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la

demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la

manufactura. La clase media industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división del

trabajo entre las diferentes corporaciones desapareció ante la división del trabajo en el seno

del mismo taller.

Pero los mercados crecían sin cesar la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba

tampoco la manufactura. El vapor y la máquina revolucionaron entonces la producción

industrial. La gran industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar de la clase media

industrial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios jefes de verdaderos ejércitos

industriales, —los burgueses modernos.

La gran industria ha creado el mercado mundial ya preparado por el descubrimiento de

América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la

navegación y de todos los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó a su vez en

el auge de la industria, y a medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la

navegación y los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, multiplicando sus capitales y

relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.

La burguesía moderna, como vemos, es por sí misma fruto de un largo proceso de

desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.

(…) La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.

Dondequiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones

feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus

“superiores naturales” las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre

los hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”. Ha ahogado el sagrado éxtasis del

fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las

aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple - valor de

cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y bien adquiridas por la única y

desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por

ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y

brutal.

La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se

tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al

poeta, al sabio, los ha convertido en sus servidores asalariados.

La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las

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relaciones familiares, y las redujo a simples relaciones de dinero.

(…) Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la

burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecer en todas partes,

crear vínculos en todas partes.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a

la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha

quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas

y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya

introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias

que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas

regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas

las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos

nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los

países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las

regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una

interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción intelectual

de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo

nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y

locales se forma una literatura universal.

Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante

progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización

a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los bajos precios de sus mercancías

constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de China y hace capitular a

los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones si no

quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la

llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra: se forja un mundo a su

imagen y semejanza.

La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha

aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo,

substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo

que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a

los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al

Occidente.

La burguesía suprime cada vez más el fraccionamiento de los medios de producción, de la

propiedad y de la población. Ha aglomerado la población, centralizado los medios de

producción y concentrado la propiedad en manos de unos pocos. La consecuencia obligada de

ello ha sido la centralización política. Las provincias independientes, ligadas entre sí casi

únicamente por lazos federales, con intereses, leyes, gobiernos y tarifas aduaneras diferentes,

han sido consolidadas en una sola nación, bajo un solo gobierno, una sola ley, un solo interés

nacional de clase y una sola línea aduanera.

La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha

creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones

pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la

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112

aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril,

el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los

ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo por encanto, como si salieran de la tierra.

¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas

dormitasen en el seno del trabajo social?

Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha

formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de

desarrollo estos medios de producción y de cambio, las condiciones en que la sociedad feudal

producía y cambiaba, toda la organización feudal de la agricultura y de la industria

manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder

a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de impulsarla. Se

transformaron en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y se rompieron.

En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y política

adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase burguesa.

Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las relaciones burguesas

de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad

burguesa moderna, que ha hecho surgir tan potentes medios de producción y de cambio, se

asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha

desencadenado con sus conjuros.

(…) Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo se vuelven ahora

contra la propia burguesía.

Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido

también los hombres que empuñaron esas armas: los obreros modernos, los proletarios.

En la misma proporción en que se desarrollo la burguesía, es decir, el capital, se desarrolla

también el proletariado, la clase de los obreros modernos, que no viven sino a condición de

encontrar trabajo, y lo encuentran únicamente mientras su trabajo acrecienta el capital. Estos

obreros, obligados a venderse al detal, son una mercancía como cualquier otro artículo de

comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones

del mercado.

El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del

proletario todo carácter substantivo y le hacen perder con ello atractivo para el obrero. Este se

convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen las operaciones más

sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por tanto, lo que cuesta hoy día al obrero

se reduce poco más o menos a los medios de subsistencia indispensables para vivir y para

perpetuar su linaje. Pero el precio del trabajo, como el de toda mercancía, es igual a su coste

de producción por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajos los

salarios. Más aún, cuanto más se desenvuelven el maquinismo y la división del trabajo, más

aumenta la cantidad de trabajo bien mediante la prolongación de la jornada, bien por el

aumento de trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del movimiento de las

máquinas, etcétera

La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran

fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, están organizados

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113

en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de

una jerarquía completa de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase

burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del

capataz y, sobre todo, del patrón de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino,

odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza con que se proclama que no tiene otro fin

que el lucro.

Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el

desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es

suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las

diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de

trabajo, cuyo costo varía según la edad y el sexo.

Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en

metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el

prestamista, etcétera.

Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas. Artesanos y campesinos, toda la

escala inferior de las clases medias de otro tiempo, caen en las filas del proletariado; unos,

porque sus pequeños capitales no les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y

sucumben en la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad

profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De tal suerte, el

proletariado se recluta entre todas las clases de la población. El proletariado pasa por

diferentes etapas de desarrollo. Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento.

Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de una

misma fábrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués

aislado que los explota directamente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las

relaciones burguesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de

producción: destruyen las mercancías extranjeras que les hacen competencia, rompen las

máquinas, incendian las fábricas, intentan reconquistar por la fuerza la posición perdida del

trabajador de la Edad Media.

(…) De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una

clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el

desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.

Las capas medias —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el

campesino—, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como

tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son

reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarias

únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado,

defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus

propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.

El lumpen proletariado, ese producto pasivo de la putrefacción de las capas más bajas de

la vieja sociedad. Puede a veces ser arrastrado al movimiento por una revolución proletaria;

sin embargo, en virtud de todas sus condiciones de vida está más bien dispuesto a venderse a

la reacción para servir a sus maniobras.

Page 114: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

114

Las condiciones de existencia de la vieja sociedad están ya abolidas en las condiciones de

existencia del proletariado. El proletariado no tiene propiedad; sus relaciones con la mujer y

con los hijos no tienen nada de común con las relaciones familiares burguesas; el trabajo

industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en

Francia, en Norteamérica que en Alemania, despoja al proletariado de todo carácter nacional.

Las leyes, la moral, la religión, son para él meros prejuicios burgueses, detrás de los cuales se

ocultan otros tantos intereses de la burguesía.

(…) Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en provecho de

minorías. El movimiento proletario es el movimiento independiente1[16]

de la inmensa

mayoría en provecho de la inmensa mayoría.

El proletariado, capa inferior de la sociedad actual; no puede levantarse, no puede

enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad

oficial.

Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado contra la burguesía es

primeramente una lucha nacional. Es natural que el proletariado de cada país debe acabar en

primer lugar con su propia burguesía.

Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso

de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente,

hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado,

derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.

Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado en el antagonismo

entre clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas

condiciones que le permitan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud.

(…) La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase burguesa es la

acumulación de la riqueza en manos de particulares la formación y el acrecentamiento del

capital. La condición de existencia del capital es el trabajo asalariado. El trabajo asalariado

descansa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la

industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el

aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante

la asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las

bases sobre las que ésta produce y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo,

sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente

inevitables.

II Proletarios y Comunistas

¿Qué relación mantienen los comunistas con respecto a los proletarios en general?

Los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. No

tienen intereses algunos que no sean los intereses del conjunto del proletariado. No proclaman

Page 115: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

115

principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario.

Los comunistas sólo se distinguen de los de más partidos proletarios en que, por una parte,

en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses

comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en

que, en las diferentes fases de desarrollo porque pasa la lucha entre el proletariado y la

burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.

Prácticamente, los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de

todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen

sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y

de los resultados generales del movimiento proletario.

El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los demás partidos

proletarios: constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa,

conquista del Poder político por el proletariado.

Las tesis teóricas de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y principios

inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.

No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases

existentes, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos. La

abolición de las relaciones de propiedad existentes desde antes no es una característica

peculiar y exclusiva del comunismo.

(…) En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula única:

abolición de la propiedad privada.

Se nos ha reprochado a los comunistas el querer abolir la propiedad personalmente

adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma la base de toda libertad, de toda

actividad, de toda independencia individual.

(…) En consecuencia, si el capital es transformado en propiedad colectiva, perteneciente a

todos los miembros de la sociedad, no es la propiedad personal la que se transforma en

propiedad social. Sólo habrá cambiado el carácter social de la propiedad. Esta perderá su

carácter de clase.

(…) Se ha objetado que con la abolición de la propiedad privada cesaría toda actividad y

sobrevendría una indolencia general.

Si así fuese, hace ya mucho tiempo que la sociedad burguesa habría sucumbido a manos

de la holgazanería, puesto que en ella los que trabajan no adquieren y los que adquieren no

trabajan. Toda objeción se reduce a esta tautología: no hay trabajo asalariado donde no hay

capital.

(…) La cultura, cuya pérdida deplora, no es para la inmensa mayoría de los hombres más

que el adiestramiento que los transforma en máquinas.

(…) Vuestras ideas son en sí mismas producto de las relaciones de producción y de

propiedad burguesas, como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase

Page 116: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

116

dirigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones materiales de

existencia de vuestra clase.

(…) Y vuestra educación, ¿no está también determinada por la sociedad, por las

condiciones sociales en que educáis a vuestros hijos, por la intervención directa o indirecta de

la sociedad a través de la escuela, etcétera? Los comunistas no han intentado esta injerencia

de la sociedad en la educación, no hacen más que cambiar su carácter y arrancar la educación

a la influencia de la clase dominante.

(…) Se acusa también a los comunistas de querer abolir la patria, la nacionalidad.

Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Mas, por cuanto

el proletariado debe en primer lugar conquistar el Poder político, elevarse a la condición de

clase nacional2[22]

, constituirse en nación todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el

sentido burgués.

El aislamiento nacional y los antagonismos entre los pueblos desaparecen de día en día

con el desarrollo de la burguesía, la libertad de comercio y el mercado mundial con la

uniformidad de la producción industrial y las condiciones de existencia que le corresponden.

El dominio del proletariado los hará desaparecer más de prisa todavía. La acción común

del proletariado, al menos el de los países civilizados; es una de las primeras condiciones de

su emancipación.

(…) ¿Qué demuestra la historia de las ideas sino que la producción intelectual se

transforma con la producción material? Las ideas dominantes en cualquier época no han sido

nunca más que las ideas de la clase dominante.

Cuando se habla de ideas que revolucionan toda una sociedad, se expresa solamente el

hecho de que en el seno de la vieja sociedad se han formado los elementos de una nueva, y la

disolución de las viejas ideas marcha a la par con la disolución de las antiguas condiciones de

vida.

En el ocaso del mundo, las viejas religiones fueron vencidas por la religión cristiana.

Cuando en el siglo XVIII las ideas cristianas fueron vencidas por las ideas de la ilustración, la

sociedad feudal libraba una lucha a muerte contra la burguesía, entonces revolucionaria. Las

ideas de libertad religiosa y de libertad de conciencia no hicieron más que reflejar el reinado

de la libre concurrencia en el dominio de la conciencia.

(…) La historia de todas las sociedades que han existido hasta hoy se desenvuelve en

medio de contradicciones de clase, de contradicciones que revisten formas diversas en las

diferentes épocas.

(…) Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera, es la

elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia. El proletariado se

valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el

capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir,

Page 117: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

117

del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez

posible la suma de las fuerzas productivas.

Esto, naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación despótica

del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción, es decir, por la

adopción de medidas que desde el punto de vista económico parecerán insuficientes e

insostenibles, pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas3[25]

y serán

indispensables como medio para transformar radicalmente todo el modo de producción.

Estas medidas, naturalmente, serán diferentes en los diversos países.

Sin embargo, en los países más avanzados podrán ser puestas en práctica casi en todas

partes las siguientes medidas:

1º Expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de la tierra para los gastos

del Estado.

2º. Fuerte impuesto progresivo.

3º. Abolición del derecho de herencia.

4º. Confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos.

5º. Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un Banco nacional con

capital del Estado y monopolio exclusivo.

6º. Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte.

7º. Multiplicación de las empresas fabriles pertenecientes al Estado y de los instrumentos

de producción, roturación de los terrenos incultos y mejoramiento de las tierras, según un plan

general.

8º. Obligación de trabajar para todos; organización de ejércitos industriales,

particularmente para la agricultura.

9º. Combinación de la agricultura y la industria; medidas encaminadas a hacer desaparecer

gradualmente la oposición4[26]

entre la ciudad y el campo.

10º. Educación pública y gratuita de todos los niños; abolición del trabajo de éstos en las

fábricas tal como se practica hoy, régimen de educación combinado con la producción

material, etcétera.

Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se

haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el Poder público

perderá su carácter político. El poder político, hablando propiamente, es violencia organizada

Page 118: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

118

de una clase para la opresión de otra. Si en la lucha contra la burguesía el proletariado se

constituye indefectiblemente en clase, si mediante la revolución se convierte en clase

dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de

producción, suprime al mismo tiempo que estas relaciones de producción las condiciones para

la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y, por tanto, su propia

dominación como clase.

En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de

clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición

del libre desenvolvimiento de todos.

(…)

3. El Socialismo y el Comunismo Crítico-Utópicos.

No se trata aquí de la literatura que en todas las grandes revoluciones modernas, ha

formulado las reivindicaciones del proletariado (los escritos de Babeuf, etcétera).

Las primeras tentativas directas del proletariado para hacer prevalecer sus propios

intereses de clase, realizadas en tiempos de efervescencia general, en el periodo del

derrumbamiento de la sociedad feudal, fracasaron necesariamente, tanto por el débil

desarrollo del mismo proletariado como por la ausencia de las condiciones materiales de su

emancipación, condiciones que surgen sólo como producto del advenimiento de la época

burguesa. La literatura revolucionaria que acompaña a estos primeros movimientos del

proletariado, era forzosamente, por su contenido, reaccionario. Preconizaba un ascetismo

general y un burdo igualitarismo.

Los sistemas socialistas y comunistas propiamente dichos, los sistemas de Saint -Simón, de

Fourier, de Owen, etcétera, hacen su aparición en el periodo inicial y rudimentario de la lucha

entre el proletariado y la burguesía, periodo descrito anteriormente.

Los inventores de estos sistemas, por cierto se dan cuenta del antagonismo de las clases,

así como de la acción de los elementos destructores dentro de la misma sociedad dominante.

Pero no advierten del lado del proletariado ninguna iniciativa histórica, ningún movimiento

político que le sea propio.

Como el desarrollo del antagonismo de clases va a la par con el desarrollo de la industria,

ellos tampoco pueden encontrar las condiciones materiales de la emancipación del

proletariado, y se lanzan en busca de una ciencia social de unas leyes sociales que permitan

crear esas condiciones.

En lugar de la acción social tienen que poner la acción de su propio ingenio; en lugar de

las condiciones históricas de la emancipación, condiciones fantásticas; en lugar de la

organización gradual del proletariado en clase, una organización de la sociedad inventada por

ellos. La futura historia del mundo se reduce para ellos a la propaganda y ejecución práctica

de sus planes sociales.

En la confección de sus planes tienen conciencia, por cierto, de defender ante todo los

intereses de la clase obrera, por ser la clase que más sufre. El proletariado no existe para ellos

sino bajo el aspecto de la clase que más padece.

Page 119: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

119

Pero la forma rudimentaria de la lucha de clases, así como, su propia posición social, les

lleva a considerarse muy por encima de todo antagonismo de clase. Desean mejorar las

condiciones de vida de todos los miembros de la sociedad, incluso de los más privilegiados.

Por eso, no cesan de apelar a toda la sociedad sin distinción, e incluso se dirigen con

preferencia a la clase dominante. Porque basta con comprender su sistema, para reconocer que

es el mejor de todos los planes posibles de la mejor de todas las sociedad posibles.

Repudian, por eso, toda acción política, y en particular toda acción revolucionaria; se

proponen alcanzar su objetivo por medios pacíficos, intentando abrir camino al nuevo

evangelio social valiéndose de la fuerza del ejemplo, por medio de pequeños experimentos,

que, naturalmente fracasan siempre.

(…) La importancia del socialismo y del comunismo crítico utópicos está en razón inversa

al desarrollo histórico. A medida que la lucha de clases se acentúa y toma formas más

definidas, el fantástico afán de abstraerse de ella, esa fantástica oposición que se le hace,

pierde todo valor práctico, toda justificación teórica. He ahí por qué si en muchos aspectos los

autores de esos sistemas eran revolucionarios, las sectas formadas por sus discípulos son

siempre reaccionarias, pues se aferran a las viejas concepciones de sus maestros, a pesar del

ulterior desarrollo histórico del proletariado. Buscan, pues, y en eso son consecuentes,

embotar la lucha de clases y conciliar los antagonismos. Continúan soñando con la

experimentación de sus utopías sociales; con establecer falansterios aislados, crear colonias

interiores en sus países o fundar una pequeña Icaria, edición en dozavo de la nueva Jerusalén.

Y para la construcción de todos estos castillos en el aire se ven forzados a apelar a la

filantropía de los corazones y de los bolsillos burgueses. Poco a poco van cayendo en la

categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores descritos más arriba y sólo se

distinguen de ellos por una pedantería más sistemática y una fe supersticiosa y fanática en la

eficacia milagrosa de su ciencia social.

Por eso, se oponen con encarnizamiento a todo movimiento político de la clase obrera,

pues no ven en él sino el resultado de una ciega falta de fe en el nuevo Evangelio.

Los owenistas, en Inglaterra, reaccionan contra los cartistas, y los fourieristas, en Francia,

contra los reformistas.

IV Actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de oposición

(…) En resumen, los comunistas apoyan por doquier todo movimiento revolucionario

contra el régimen social y político existente. En todos estos movimientos ponen en primer

término como cuestión fundamental del movimiento, la cuestión de la propiedad, cualquiera

que sea la forma más o menos desarrollada que ésta revista.

En fin, los comunistas trabajan en todas partes por la unión y el acuerdo entre los partidos

democráticos de todos los países.

Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman

abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el

orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante una Revolución Comunista.

Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen en cambio un

mundo que ganar.

Page 120: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

120

¡Proletarios de Todos los Países, Unidos!

Page 121: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

121

Marco Tulio Méndez Ríos, Postmodernismo,

INTRODUCCIÓN

El postmodernismo es uno de los movimientos más importantes de nuestros tiempos.

Es el fin de la razón como guía absoluta, la convicción de que ésta carecía de capacidad

para abrir nuevos caminos al progreso humano, en tanto se da una conciencia generalizada

de su agotamiento como fuerza innovadora. Es una crítica al pensamiento moderno.

Esta crítica se da en tres ejes principales: el postestructuralismo francés, la teoría crítica

alemana y la literatura artística americana. Así el postmodernismo se convierte en un

discurso de varias lecturas, donde cada quien recorre el camino que mejor le parece. Se

convierte en un espacio donde las seguridades se pierden, los discursos se confunden e

incluso se contradicen, en un lugar donde los conceptos son escurridizos y en el que no se

consigue lograr un consenso unitario.

Sin embargo, se coincide en el intento de reconstruir el universo cultural, y ahí se da

cuenta de que los modelos para el análisis de la cultura son defectuosos, inconclusos. Es

hora de romper con ellos y con el modelo de pensamiento que los sustenta: el modernismo.

Es tiempo de repensarnos, de ver hacia atrás en busca de las respuestas que evidentemente

no puede generar el presente, y que el progreso ha demostrado ser incapaz de lograr en un

futuro.

Para poder entender cómo es que el postmodernismo se genera es necesario entender el

modernismo y cómo se va modificando con el paso del tiempo. Hagamos un breve

recorrido a través del pensamiento moderno que nos permita sentar las bases necesarias del

postmodernismo.

Modernismo

Existen dos versiones principales de modernismo, una representada por el iluminismo

burgués y otra por la crítica marxista a la misma. La primera surge de los preceptos de la

revolución francesa, las doctrinas sociales del liberalismo inglés y del idealismo alemán.

Por su parte la segunda, tiene su origen en la economía política de Marx y avanza de ahí

hacia el neomarxismo y la teoría crítica alemana.

Para la razón ilustrada burguesa la modernidad es un reclamo de libertad individual y el

derecho de igualdad ante la ley contra la presión ejercida por el Estado. Su función es

construir un mundo inteligible donde la razón sea el instrumento para institucionalizar a las

fuerzas políticas, económicas y sociales. Donde el Estado solamente sea un árbitro

conciliador, un mediador entre los intereses particulares y los de la comunidad. Así la razón

será el eje principal sobre el que se irá construyendo el proceso liberador de la humanidad,

conjugado la libertad con la necesidad.

El fracaso de esta razón burguesa se pone de manifiesto con todos los aspectos

deshumanizante y alienantes de la sociedad capitalista, lo que da paso a la economía

Page 122: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

122

política de Marx. Para éste, la noción del Estado moderno hegeliano, en tanto manifestación

más alta de la razón, es una formulación ideal, una reconciliación entre lo particular y lo

general, pero es utópica, no real. En su versión real, la razón ilustrada burguesa, se

encuentra llena de contradicciones y es generadora de progreso y destrucción en igual

medida. La única forma de reconstruir la futura liberación de la sociedad es descubriendo

estas contradicciones, haciéndolas explicitas y destruyéndolas. A esto se dedicará en

adelante toda la tradición marxista.

Más adelante, a comienzos del siglo XX, Weber es el primero en mostrar desconfianza

hacia ambas perspectivas, sin embargo, continúa interpretando el proceso histórico como

un proceso progresivo de la racionalización. A través de un análisis de las instituciones

correspondientes a esta racionalización progresiva, como la economía capitalista, la

burocracia y la ciencia empírica profesionalizada, muestra que este proceso de

racionalización de la sociedad no es utópico, sino que más bien conduce a un

aprisionamiento del hombre moderno en una sociedad deshumanizante.

Para Weber, la esperanza de los pensadores ilustrados de que existía un vínculo fuerte y

necesario entre el desarrollo de la ciencia, la racionalidad y la libertad humana es una

ilusión. Cuando la Ilustración se extiende, deja al descubierto el triunfo de la razón

instrumental, la cual se extiende a toda la vida social y cultural, abarcando todas las

estructuras económicas, jurídicas, administrativas y artísticas. Este tipo de razón no

conduce a la libertad universal, sino a la creación de una prisión de racionalidad

burocrática.

Así mismo, Weber no considera al socialismo como una alternativa viable a la sociedad

capitalista, ni capaz de resolver el problema de la razón, ya que surgía de la misma raíz y

por lo tanto lleva implícita la misma paradoja de la racionalización como emancipación y

reificación.

La escuela de Frankfurt confronta por una parte, la razón ilustrada de la cual el estado

fascista es su última expresión; y por otra el fracaso del sujeto histórico y la revolución de

Octubre. De igual forma, consideran erróneo tanto el esfuerzo Kantiano por fundar la ética

únicamente en la racionalidad práctica, como el énfasis Marxista sobre la importancia

central del trabajo como forma de autorrealización humana.

Sin embargo, consideran que la realización de la razón todavía es posible, siempre y

cuando se logre una reconciliación entre la razón instrumental y la razón objetiva. Así se

dedican a realizar una crítica de ambas para lograr su reconciliación.

De esta forma, Adorno y Horkheimer emprenden un esfuerzo analítico conceptual contra

ambas tendencias, en un intento de superar la visión dicotómica del idealismo-

materialismo. Pero esta teoría crítica se muestra incapaz de sugerir una praxis. Así, la

realización racional pensada como una ruptura del progreso y una revolución radical, no

deja de ser utópica.

Es así como el proyecto ilustrado de la liberación humana queda frustrado y en su lugar se

da un proceso de racionalización, burocratización y cientifización de la vida social.

Page 123: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

123

La estética moderna

La estética moderna adquirió principios bien definidos con Baudelaire y de ahí se

desarrolló en diversas direcciones encontrado su clímax en el dadaísmo y el surrealismo.

La modernidad estética se caracteriza por actitudes que encuentran un rasgo común: la

conciencia transformada del tiempo.

Toma la forma de la vanguardia, se considera a sí misma como invadiendo un espacio

desconocido, conquistando un futuro todavía no ocupado, avanzando en un paisaje donde

nadie se ha aventurado todavía (Habermas, 1981).

La modernidad se rebela contra todo lo que es normativo, rompe con las tradiciones, tiene

la misión de ser siempre innovadora y es en ese sentido donde es efímera ya que necesita

reinventarse constantemente o perder su sentido de originalidad, y por lo tanto perder su

validez.

La negación es su fuerza creadora, negación como ruptura con lo ya establecido, negación

como rechazo a lo anterior. Moverse siempre hacia delante, dejando atrás lo que ya se ha

hecho antes, lo único realmente valiosos es aquello que innova, que es original.

“Lo más curioso es que el furor modernista descalifica, al mismo tiempo, las obras más

modernas: las obras de vanguardia, tan pronto como han sido realizadas, pasan a la

retaguardia y se hunden en lo ya visto” (Lipovetsky, 1988, p. 81)

La vanguardia ha perdido su poder creativo, la negación ha agotado sus posibilidades y

aunque el modernismo predomine está muerto como fuerza creativa.

Postmodernismo

Como hemos visto, hablar de una teoría del postmodernismo es poco más que difícil, las

diferencias conceptuales entre los distintos ejes del pensamiento postmoderno, son incluso

contradictorios y opuestos.

Sin embargo, es necesario lograr una plataforma común que nos permita englobar las

distintas concepciones que forman el postmodernismo. Para este efecto, retomaremos a

Cahoone (1996) quien nos ayudará a sentar las bases comunes del pensamiento

postmoderno.

Podemos encontrar 5 elementos comunes al postmodernismo, 4 críticas y un método;

presencia contra representación, origen contra fenómeno, unidad contra pluralidad,

trascendencia de las normas contra su inmanencia y el método de la otredad constitutiva.

De igual forma, podemos encontrar tres vertientes diferentes: Histórico, Metodológico y

Positivo.

Presencia vs Representación.- La presencia se refiere a la calidad de experiencia inmediata

y de los objetos que son presentados de ese modo. Aquello que es dado a conocer por su

presencia siempre ha sido contrastado por lo que se adquiere a través de signos, conceptos y

Page 124: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

124

construcción, es decir donde interviene el factor humano. Por ejemplo, las sensaciones o los

datos obtenidos por los sentidos han sido considerados como conductores directos de la

realidad, y por lo tanto más confiables y certeros que los contenidos mentales modificados

a partir de ellos.

El postmodernismo cuestiona e incluso rechaza esta distinción. Niega que cualquier cosa

pueda ser inmediatamente presente, y por lo tanto independiente de signos, lenguaje,

pensamiento, desacuerdo, etc., argumenta que la presentación en realidad presupone

representación.

Origen vs Fenómeno.- El origen es la fuente de cualquier cosa que se encuentre bajo

consideración. Usualmente es entendido como la meta de la búsqueda racional, la búsqueda

por encontrar lo que se encuentra detrás o más allá del fenómeno, la búsqueda de sus

fundamentos últimos. Para las filosofías modernas del Yo (existencialismo, psicoanálisis,

fenomenología e incluso el marxismo) el intento de descubrir el origen del yo es el camino

hacia la autenticidad.

El postmodernismo por su parte, niega en el sentido estricto esta posibilidad. Niega la

posibilidad de regresar, recapturar e incluso representar el origen, la fuente, o cualquier

realidad más profunda que el fenómeno en si mismo. En este aspecto se puede decir que el

postmodernismo es superficial, ya que no profundiza, para el pensamiento postmoderno la

superficie del fenómeno es lo importante, no hace falta un conocimiento más profundo o

fundamental.

Unidad vs Pluralidad.- El pensamiento postmoderno trata de mostrar que lo que

generalmente es concebido como unidad, singular, existencia integral o concepto, es en

realidad plural. Todo está constituido a partir de sus relaciones con otras cosas, por lo tanto

nada es simple, inmediato o totalmente presente y ningún análisis puede, en consecuencia,

ser final o completo.

Trascendencia de las normas vs Inmanencia de las normas.- La negación de la

trascendencia es un punto crucial en el postmodernismo. Normas como verdad, bondad,

belleza, racionalidad, no son consideradas como independientes de los procesos que juzgan

y gobiernan, más bien se les considera como productos inmanentes a esos mismos

procesos.

Por ejemplo, mientras que usualmente tomamos la idea de justicia para juzgar un orden

social. Los posmodernistas, parten de que el concepto de justicia es producto en si misma

de las relaciones sociales que juzga. Es decir, el concepto fue creado en cierto tiempo y

lugar, atendiendo a intereses determinados y dependiente de un contexto social e

intelectual.

La otredad constitutiva.- Esta es un sistema de análisis común al pensamiento postmoderno

que es utilizado para analizar cualquier sistema cultural. Lo que parecen unidades

culturales, como seres humanos, palabras, significados, ideas, sistemas filosóficos,

organizaciones sociales, en realidad se mantienen en su unidad aparente solo a través de un

proceso activo de exclusión, jerarquización y oposición.

Page 125: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

125

Metafóricamente se puede decir que son los márgenes los que construyen el texto, las

unidades son constituidas por sus relaciones de dependencia y represión con otros. En

consecuencia, el analista informado pondrá atención en aquellos elementos aparentemente

excluidos o marginados de cualquier sistema o texto. Los posmodernistas cambiarán su

atención de los temas anunciados y bien conocidos de un texto, hacia aquellos que rara vez

se mencionan, los virtualmente ausentes, aquellos temas devaluados explicita e

implícitamente.

Tipos de postmodernismo

Siguiendo con el análisis de Cahoone sobre el postmodernismo, encontramos que una vez

sentadas las bases comunes para lo que se ha denominado postmodernismo podemos

dividir a este en tres grandes grupos:

Histórico.- Este postmodernismo argumenta que la organización social, política y/o cultural

de la modernidad ha cambiado fundamentalmente, por lo que ahora enfrentamos un nuevo

mundo. Es el reclamo histórico del postmodernismo, o mejor aún es el postmodernismo

como reclamo histórico. La modernidad se encuentra en su fin o está sufriendo un proceso

de transformación profunda. Este puede ser aplicado a cualquier clase de asunto, social,

cultural, artístico o teórico. No necesita hacer declaraciones normativas, es decir, no

necesita decir que la modernidad estaba equivocada. Podemos ubicar a Daniel Bell dentro

de esta línea.

Metodológico.- En esta variedad de postmodernismo se rechaza la posibilidad de

establecer las bases del conocimiento, y por lo tanto su confiabilidad, entendiendo a éste

como válido en un sentido realista, es decir, conocimiento como representante de la verdad,

independiente de la naturaleza real de los objetos.

Es antirealista, sostiene que el conocimiento es válido no por sus relaciones con los

objetos, sino por su relación con nuestros intereses pragmáticos, nuestras perspectivas

comunes, nuestras necesidades, nuestra retórica.

El postmodernismo metodológico es esencialmente negativo, es decir, muestra las

deficiencias y problemáticas de otras formas de escritura, habla y teorización, pero no

ofrece ninguna alternativa explícitamente. Como ejemplo de este postmodernismo

encontramos a Jean Francoise Lyotard

Positivo.- Este es una reinterpretación positiva de cualquier fenómeno bajo la forma de una

crítica metodológica, en cualquier tema. Puede tratar del yo, de Dios, la naturaleza, el

conocimiento. Esta categoría se refiere a escritos que se aplican a temas postmodernos

generales, así como a materias particulares para ofrecer una nueva visión de los mismos.

Ofrecen una alternativa a la modernidad. Dentro de esta corriente podemos ubicar a Jürgen

Habermas.

Por supuesto, estas diferencias entre los pensadores posmodernos crean tensiones entre

ellos, llegando incluso a descalificarse unos a otros. Sobre todo en el caso de los positivos y

los metodológicos. Todo esto sólo ayuda a aumentar la confusión existente alrededor del

postmodernismo.

Page 126: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

126

Estética del postmodernismo

Como hemos visto el postmodernismo más que un bloque teórico, es una serie de caminos

que sólo tienen como punto común la crítica a la modernidad. Así, no debe extrañarnos que

no exista una estética postmoderna, sino diversos enfoques y acercamientos hacia la misma.

Sin embargo, todas estas nociones diversas de estética postmoderna parten de un punto

común, la estética del modernismo ha llegado a un punto muerto, ha perdido su fuerza

creadora y su papel de innovadora. Es necesario replantearse los caminos o por lo menos

ser conscientes del fracaso de la propuesta de la estética del modernismo.

Una vez entendido lo anterior, comencemos por el principio. Hagamos un recuento de las

que, sin duda, son las tres vertientes más importantes del postmodernismo y de las que

hemos venido a lo largo de este ensayo para explicar sus posturas estéticas o por lo menos

sus cuestionamientos hacia la misma.

En la corriente neoconservadora, Bell considera que la cultura postmoderna es del todo

incompatible con los principios morales de una conducta de vida racional y propositiva.

Se disuelve la ética puritana dando paso al hedonismo, con el uso de los medios masivos

de comunicación y las instituciones como el crédito que, por una parte llevan hacia la gran

mayoría lo que antes era de competencia exclusiva de una elite, y por otra socava los

principios mismos de la ética protestante como el ahorro. Se da en las culturas occidentales

un cambio en el rumbo de las sociedades. Pasamos de la búsqueda del bienestar social, a la

búsqueda del hedonismo individual. El individuo sólo tiene ojos para si mismo o para su

grupo.

El postmodernismo es de esta forma la continuación de la modernidad ya que prolonga y

generaliza una de sus tendencias constitutivas: el proceso de personalización. Sin embargo,

al ser la modernidad un ente muerto debido a que el hedonismo ha terminado con sus

aspiraciones de razón ilustrada se produce una crisis cultural. Bell piensa que la salida a esa

crisis es el retorno a lo tradicional.

Así los neoconservadores voltean hacia las etapas anteriores a la modernidad para

encontrar los elementos que les permitan superar a ésta. Es en la tradición donde se

encuentra la alternativa al postmodernismo vacío. Bell hace hincapié principal a la

necesidad de un resurgimiento religioso.

Por su parte, Habermas, opina que en lugar de renunciar a la modernidad y a su proyecto

como causa perdida, deberíamos aprender de los errores de los programas extravagantes

que han intentado negarla.

Así, Habermas, considera que es en el ámbito de la recepción y apropiación del arte donde

podemos encontrar una alternativa que nos permita por un lado superar la crisis moderna y

por el otro saltar el vació que genera el postmodernismo.

El que un espectador no experto, un lego en materia de arte, adquiera el conocimiento

necesario para entenderlo y trasladarlo a su vida cotidiana para que sea éste el referente que

le permita iluminarlo. Es una de las posibilidades de retomar el proyecto modernista. Sin

embargo, es consciente de que esto es sólo un aspecto, el proyecto pretende reconectar

diferenciadamente a la cultura moderna con la praxis cotidiana que todavía depende de las

herencias culturales. Pero esta conexión sólo puede darse si la cultura modernista toma un

Page 127: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

127

rumbo diferente al que lleva, es decir, el mundo de la vida debe ser capaz de desarrollar a

partir de si mismo instituciones que pongan límites a la dinámica interna y los imperativos

de un supuesto económico casi autónomo y sus complementos administrativos.

Finalmente, Lyotard considera que la entrada, por si misma, de los aspectos tecnológicos

en el arte no es mala ni indeseable, pero el uso que se ha hecho de ellos sí lo es. El hecho de

que éstos permitan producir representaciones tan similares al mundo real, multiplica las

ilusiones de realidad.

Además, cuando no se hace un intento por reexaminar las reglas del arte, dentro de este

nueva lógica de creación, y se limita a seguir las “buenas reglas” y un deseo endémico de la

realidad con objetos y situaciones capaces de satisfacerla se cae en lo que le da por llamar

la pornografía. “La pornografía se convierte en un modelo general para las artes de la

imagen y la narración que no han valorado cabalmente el desafío más mediático”

(Lyotard, 1992, p.16)

Para Lyotard, el elemento principal del arte postmoderno es el eclecticismo, al cual llama

el grado cero de la cultura contemporánea. Es fácil encontrar público para las obras

eclécticas, ya que este halaga el caos que rige al aficionado.

Por otro lado, al no tener el arte una capacidad real de ser valorado por sus contenidos

estéticos, siempre le queda el refugio, ilusión provocada por el realismo, de medir su valor

por el dinero. Es decir, a falta de criterios estéticos, sigue siendo útil medir el valor de las

obras por la ganancia que se puede sacar de ellas.

CONCLUSIONES

Como hemos podido ver, el postmodernismo se encuentra muy lejos de ser una teoría

cohesiva y consistente, y tal vez eso va en contra de su misma lógica interna. Sin embargo,

aún dentro de toda la confusión que se pueda generar por las diversas lógicas que el

postmodernismo abarca, tiene elementos valiosos y las criticas que plantea hacia a la

modernidad no dejan de ser importantes.

Difícil de saber cuál será el nuevo rumbo que se tome, es importante sin embargo, darnos

cuenta de que el postmodernismo habrá sido factor clave en el mismo, ya sea como

elemento de transición o como nuevo paradigma cultural.

Para concluir podríamos decir que hoy día la discusión postmodernista sobre la estética se

desplaza de la pregunta ¿qué es lo bello? a ¿qué es el arte? El postmodernismo, es en sí

mismo, una redefinición de todos los valores y creencias que habíamos seguido hasta ahora,

o por lo menos un intento de redefinición

Page 128: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

128

Globalización y desarrollo

Los países en vías de desarrollo de Centroamérica, América del Sur, África y Asia

exportaban materias primas y cultivos comerciales (para su venta al otro lado del océano), y

compraban bienes manufacturados. La gente de esos países cubría sus necesidades diarias

mediante una agricultura de subsistencia y la manufactura a pequeña escala. Poco a poco,

su población se hizo cada vez más dependiente de la economía global, porque las

manufacturas locales no podían competir con los baratos productos industriales exportados

por las naciones desarrolladas (de Europa occidental, Estados Unidos, Canadá, Australia,

Nueva Zelanda y Japón). Para reducir su dependencia, numerosos países en vías de

desarrollo intentaron fortalecer sus economías creando industrias, obras hidráulicas y

carreteras entre los años sesenta y setenta. Algunos impusieron altas tarifas aduaneras y

otras barreras comerciales con el fin de proteger a su industria de la competencia de las

manufacturas importadas. Sin embargo, los gobiernos, con frecuencia, efectuaron unas

inadecuadas elecciones financieras; los proyectos de infraestructura hidráulica y para el

tráfico rodado, a menudo, excedieron las necesidades locales; los intereses de los dirigentes

políticos prevalecieron, en ocasiones, sobre los del país en cuestiones industriales; y la

protección comercial degeneró en la producción de bienes de peor calidad. Como

consecuencia, estos productos no podían competir en el mercado mundial con los de los

países industrializados, de mayor calidad. Así, numerosos países en vías de desarrollo

tenían ingresos reducidos con los que pagar los créditos pedidos para sufragar su expansión.

Un número reducido de países tuvo éxito en su camino hacia la industrialización durante el

siglo XX. Los más notables fueron Corea del Sur, Taiwan, Singapur y Hong Kong (RAE).

Al igual que Japón en el siglo XIX, establecieron tasas aduaneras y otras barreras para

proteger los productos locales de la competencia foránea e invirtieron en desarrollo

industrial. Como Japón, se centraron en la venta exterior de sus productos para crear

riqueza en sus países. A finales del siglo XX, algunos expertos consideraron a esas

economías más bien como desarrolladas que en vías de desarrollo, aunque Corea del Sur ha

sufrido un fuerte revés por la crisis financiera de 1997. Siguiendo pautas similares, China

ha avanzado rápidamente gracias a un fuerte crecimiento de la exportación de sus

manufacturas industriales a finales del siglo XX.

Mientras tanto, las multinacionales del mundo desarrollado se asentaban en ciertos países

en vías de desarrollo, donde la mano de obra era barata, en especial en el Sureste asiático,

Centroamérica y América del Sur. Estas plantas generaban pocos beneficios a largo plazo

para las economías locales. Los beneficios salían del país hacia los accionistas

multinacionales. Además, los países en vías de desarrollo se vieron forzados a participar en

una 'subasta a la baja' para atraer al capital multinacional inversor. Si un país en vías de

desarrollo o su población exigían mayores salarios, mejoras en las condiciones de trabajo o

en la protección ambiental, las multinacionales a menudo trasladaban la producción a otro

país con menores costes.

A finales del siglo XX, numerosos países en vías de desarrollo, en especial en África,

todavía carecían de un sector industrial fuerte. Estas naciones continuaban con la

exportación de cultivos comerciales y materias primas, cuyos ingresos les permitían

importar los bienes manufacturados y servicios de los que carecían. Un énfasis en la

exportación de esos productos provocó incrementos en la producción. Con las mejoras en el

Page 129: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

129

transporte, los países comenzaron a competir en la venta de los mismos productos, por lo

que más bienes y una competencia creciente hundieron los precios. Este ciclo perpetuó la

pobreza.

Ante la imposibilidad de atraer la inversión y de pagar las importaciones, numerosas

naciones deudoras apelaron al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional en las

décadas de 1980 y 1990 para ampliar los plazos de amortización de los créditos y solicitar

otros nuevos. Como contrapartida, estos países debían presentar un plan de reforma que

incluyera programas de privatización y una reducción de los gastos públicos. Estas medidas

tendían a asegurar el pago de la deuda, pero fueron, a menudo, penosas.

El destino de las economías socialistas

A principios del siglo XX, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) creó una

economía estatalizada, libre de la presión competitiva del mercado mundial. El Estado

impuso fuertes limitaciones a la libertad individual. Este sistema, denominado socialismo

de Estado, al principio elevó el nivel de vida de la población y, tras la victoria soviética en

la II Guerra Mundial, este modelo económico se introdujo tanto en Europa oriental como en

otras partes del mundo.

La falta de competencia del mercado y de libertad intelectual hizo que los países socialistas

estuvieran menos evolucionados desde un punto de vista económico que los países

desarrollados tecnológicamente. La URSS y la Europa oriental encaminaron sus recursos

hacia una carrera armamentística con los Estados Unidos y otras naciones. El nivel de vida

se estancó y la economía entró en retroceso. A finales de los años ochenta, sus habitantes

exigieron el fin del socialismo, entrando en la economía global de mercado.

Tras medio siglo sin competencia, en general, la industria de los antiguos países socialistas

no podía competir en el mercado mundial. Sólo los países que habían mantenido algunas

formas de propiedad privada, que tenían unas buenas infraestructuras, y que sus gobiernos

poscomunistas regularon las reformas económicas —como Polonia y Hungría— parecían

acercarse a la categoría de países desarrollados. Otros, en especial los de Asia central,

seguían los esquemas de las naciones en vías de desarrollo.

La globalización de la agricultura

Con el desarrollo de la refrigeración y el abaratamiento del transporte a larga distancia a

finales del siglo XX, cada vez son más numerosos los agricultores que compiten en el

mercado global. La harina de panificación, por ejemplo, puede provenir de trigo cultivado

en América del Norte, América del Sur, Europa o Australia, indistintamente, con las

premisas de buena calidad y bajo precio. Con tractores y otros medios mecánicos, un

agricultor puede producir igual que docenas de trabajadores manuales. Esto hace posible

que la agricultura mecanizada de América del Norte, Europa y Australia, donde los costes

laborales son elevados, venda más en el mercado mundial que los productores a pequeña

escala de los países en vías de desarrollo, con menores costes de mano de obra. Además,

los países desarrollados, en especial los Estados Unidos, exportan excedentes agrícolas —

básicamente trigo, con dificultades para su cultivo en los países de clima tropical— a países

en vías de desarrollo de África y otros lugares, con fuertes subsidios o incluso gratis, como

ayuda alimentaria.

Page 130: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

130

En el ámbito local, los cultivos alimentarios no pueden competir con esas baratas

importaciones de alimentos. Los cultivadores a pequeña escala de muchos países en vías de

desarrollo, incapaces de sobrevivir, se vieron obligados a vender sus tierras a productores

mayores que podían afrontar la mecanización. Otros, redujeron los cultivos destinados al

mercado local en beneficio de productos comerciales, como bananas, café, cacao y caña de

azúcar, que no pueden ser cultivados en los climas más fríos de los países industrializados.

Por ello, fueron numerosos los países en vías de desarrollo, en especial de África, que

pasaron a depender de los alimentos importados.

La globalización de la industria y los servicios

A finales del siglo XX, los departamentos de investigación, desarrollo, comercialización y

gestión financiera de una empresa no precisaban localizarse en el mismo lugar o, incluso,

en el mismo país. El incremento de las actividades terciarias o de servicios dominaba la

economía de los países más desarrollados, mientras que la industria perdía importancia.

Con el fin de reducir costes, las compañías trasladaron algunas labores de manufactura a

países en vías de desarrollo, donde los salarios eran inferiores. Esto ocurría especialmente

con las actividades dedicadas al textil o al ensamblaje de piezas.

Otras actividades continuaban realizándose en los países desarrollados, porque requerían

una mano de obra especializada o una proximidad al mercado. Como ejemplos, cabe citar

todas aquellas ligadas a la sanidad, los servicios financieros, la venta al detalle, la

ingeniería y el software, consideradas actividades de servicios. Este sector crecía en

importancia en las economías desarrolladas de América del Norte, Europa, Australia,

Nueva Zelanda y Japón, mientras que la industria lo hacía con rapidez en los países en vías

de desarrollo. Las clases de manufacturas que permanecían en los países más desarrollados

incluían la construcción, el tratamiento de alimentos y actividades tecnológicas que

comprendían la maquinaria o la elaboración de ciertos productos químicos.

Muchos de los países desarrollados se agruparon formando grandes bloques comerciales, o

uniones económicas, para promover su prosperidad mutua. Como ejemplos, cabe

mencionar a la Unión Europea (UE) y a la zona de libre comercio establecida por el

Tratado de Libre Comercio Norteamericano (TLC). Estos bloques comerciales ampliaron

así sus áreas de mercado, dentro de las cuales las compañías podían operar sin tasas

aduaneras u otra clase de barreras.

Un mundo único

Los hechos acontecidos en un país pueden repercutir en cualquier otro lugar del mundo.

Como muestra, a finales de la década de 1990, una notable recesión económica en Japón se

difundió al Sureste asiático. Los países de esta región contaban con los bancos japoneses

para hacer crecer sus economías y con sus consumidores, que constituían un mercado

fundamental para sus productos. La recesión obligó a los bancos japoneses a restringir sus

inversiones y compras, lo que hizo vacilar a otras economías asiáticas. Además, otros

inversores extranjeros se asustaron y retiraron sus capitales del Sureste asiático, por lo que

miles de tailandeses, indonesios y de otros países vecinos perdieron sus empleos al

contraerse sus economías.

Mientras tanto, la economía de los Estados Unidos crecía constantemente. A la vez que

caían las economías asiáticas, sus monedas perdían valor frente al dólar estadounidense y

Page 131: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

131

sus exportaciones eran más competitivas. Numerosas compañías asiáticas buscaron mejorar

sus resultados mediante la exportación de bienes a los Estados Unidos, y, a finales de años

noventa, los consumidores estadounidenses adquirieron numerosos productos asiáticos

baratos. Esto terminó por resultar positivo para los inversores y trabajadores asiáticos, que

confiaron en el poderoso mercado estadounidense para sanear sus hundidas economías. De

hecho, en 1999, la larga recesión japonesa dio señales de finalizar.

Sin embargo, estas aparentes buenas noticias tuvieron su aspecto negativo. La economía

japonesa en crecimiento atrajo inversores extranjeros que alzaron el valor del yen japonés

frente al dólar y, con ello, el precio de los bienes japoneses en los mercados internacionales.

Un yen poderoso trajo dos peligros. Primero, que las exportaciones japonesas fueran

demasiado caras, posibilitando una caída de sus ventas y una nueva recesión en Japón.

Segundo, que mientras los bienes japoneses subían su precio en dólares, el peligro de

inflación en los Estados Unidos aumentaba. Una creciente inflación en los Estados Unidos

conllevaría el incremento de la tasa de interés y provocaría una caída de la bolsa,

deteniendo su expansión económica. Si flaqueara la economía estadounidense, sus efectos

negativos afectarían a inversores y exportadores de todo el planeta.

Por todo el mundo, tanto los países ricos como los pobres se han vuelto más

interdependientes económicamente y se enfrentan a problemas que afectan a todos ellos. El

último ejemplo de un reto conjunto es el ecológico. Altos niveles de consumo y un

desarrollo económico muy rápido han provocado graves impactos medioambientales, como

el agotamiento de los recursos, la contaminación y la transformación de los hábitats

naturales para su aprovechamiento económico. A largo plazo, el éxito de la globalización

depende de su habilidad para llevar la prosperidad económica a toda la población mundial

sin originar mayor daño ambiental.

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132

ANEXOS

Page 133: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

133

Ilustración. Término que se aplica a un conjunto sistemático de ideas filosóficas y políticas que se

extiende por países de Europa -Inglaterra, Francia y Alemania, principalmente- desde

mediados del s. XVII al XVIII, y que se considera como uno de los períodos más

intelectualmente revolucionarios de la historia. Se caracteriza fundamentalmente por una

confianza plena en la razón, la ciencia y la educación, para mejorar la vida humana, y una

visión optimista de la vida, la naturaleza y la historia, contempladas dentro de una

perspectiva de progreso de la humanidad, junto con la difusión de posturas de tolerancia

ética y religiosa y de defensa de la libertad del hombre y de sus derechos como ciudadano.

La importancia de la razón crítica, que es pensar con libertad, y que ha de ser como la luz

de la humanidad, se deja ver en la misma raíz de las palabras con que, en los distintos

idiomas, se significa este período: «Siglo de las luces», o «siglo de la razón»,

«illuminismo» (en Italia), «Enlightenment» (en Inglaterra), o «Aufklärung» (en Alemania).

Todo cuanto se oponga, como rincón oscuro y escondido, a la iluminación de la luz de la

razón -las supersticiones, las religiones reveladas y la intolerancia- es rechazado como

irracional e indigno del hombre ilustrado, como «oscurantismo». Kant, con la frase «Sapere

aude!» -¡atrévete a saber!- (ver cita), expresa acertadamente la labor que cada ser humano

ha de ser capaz de emprender y llevar a cabo por propia iniciativa, una vez alcanzada ya,

por historia y por cultura, la mayoría de edad del hombre. Las ideas ilustradas constituyen

el depósito conceptual sobre el que se funda la manera moderna de pensar.

El conjunto de ideas ilustradas comunes se diversifica en cada país según la circunstancia

filosófica y política en que se encuentra. La Ilustración comienza en Inglaterra con el

empirismo de Locke y de Hume y el deísmo de muchos moralistas ingleses, ideas que,

junto con el espíritu científico de Newton y de la revolución científica, se divulgan por la

misma época en Francia gracias a la labor de ilustración que llevan a cabo los que se llaman

a sí mismos philosophes y enciclopedistas. En Alemania la Aufkärung llega con cierto

retraso y se convierte en un proceso de difusión de las ideas inglesas y francesas, cuyo

efecto inmediato es la crítica a los valores defendidos por el feudalismo, convirtiéndose en

despotismo ilustrado, en el aspecto político y, en el filosófico, en crítica de la razón, esto es

aquella que no se fundamenta ni en la revelación ni en las ideas innatas, sino en la

experiencia y los resultados de las ciencias, y no busca sacralizar lo que es natural y

profano. En otros países, al sur y al este de Europa, España, Portugal e Italia, por ejemplo,

la difusión y el eco de las ideas ilustradas fue menor.

Los representantes de la Ilustración francesa son sobre todo, pero no únicamente, los

redactores de la Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios

(diecisiete volúmenes de 1751 a 1765): Diderot y d´Alembert (ambos también directores),

Voltaire, d´Holbach, Rousseau, entre los principales, y otros como Chevalier de Jacourt,

Quesnay, Turgot, Grimm, Helvétius, Toussaint, etc. El antecedente inmediato de esta obra

lo constituye el Diccionario histórico-crítico (1695-1697) de Pierre Bayle, obra

eminentemente escéptica y crítica con toda clase de errores. Con él empieza una nueva

orientación en la filosofía francesa que consiste en interesarse más por problemas de

importancia práctica que por cuestiones abstractas del origen de las ideas. Les philosophes

es el nombre con que se distingue a estos espíritus ilustrados, en especial al grupo de

pensadores vinculados con la dirección o la redacción de la Enciclopedia.

Page 134: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

134

La Ilustración inglesa, menos espectacular en resultados y representantes, es no obstante

fuente de inspiración de la francesa, y sus filósofos y pensadores son aquellos que los

enciclopedistas y les philosophes tienen en mente: los resultados científicos de Newton y

Robert Boyle y los principios filosóficos y políticos de Locke. Pero, junto con el empirismo

y la renovación de la ciencia, los ilustrados ingleses se interesan por cuestiones como el

deísmo y la moral. La discusión sobre el deísmo o la religión natural surge

fundamentalmente con Cristianismo sin misterios (1696), obra de John Toland. En estas

discusión participan Peter Browne, John Norris, Samuel Clarke, Anthony Collins, y sobre

todo Matthew Tindal (a favor), con El cristianismo, tan viejo como la creación (1730) y

Joseph Butler (en contra), con Quince sermones sobre la naturaleza humana (1726). La

discusión en torno a la moral, o propiamente en torno a la autonomía de la moral, en la que

participan autores como Anthony Ashley Cooper, conde de Shaftesbury, Francis

Hutcheson, David Hartley, Bernard Mandeville, da lugar a las diversas teorías sobre el

sentimiento moral como fuente de moralidad. David Hume, a quien cabe considerar como

el representante más cualificado de la ilustración inglesa, participa en ambas discusiones

sosteniendo tanto el deísmo, en Diálogos sobre la religión natural (1779), como la moral

basada en el sentimiento, en Ensayo sobre los principios de la moral (1751). El utilitarismo,

como doctrina ética basada en «el mayor bien para el mayor número», y la doctrina política

del liberalismo basada en el «interés general» -ambas tributarias de la doctrina del

«sentimiento moral»- son frutos sazonados de la ilustración inglesa.

La Ilustración alemana presenta asimismo sus propias características. La crítica a la

superstición, al dogmatismo y al oscurantismo toman en Alemania la forma de estudio

analítico de las posibilidades y límites de la misma razón. Esta orientación, que comienza

con Ch. Wolff, culmina brillantemente en la filosofía de Kant, que dedica al estudio

sistemático de la razón tres Críticas. Antecedentes de la filosofía alemana en esta época son

las teorías racionalistas de Leibniz, el espíritu científico de Newton, la crítica escéptica de

Hume y las ideas ilustradas de los franceses. Los grandes representantes de la Ilustración

alemana son Christian Wolff, en quien confluyen todas estas tendencias como en una

enciclopedia del saber, y Kant, quien con su apriorismo sostiene una forma de síntesis entre

empirismo y racionalismo. El análisis de la razón lleva, en cambio, al wolffiano

Baumgarten a considerar un tipo especial de conocimiento: el obtenido por las cualidades

sensibles de las cosas, el conocimiento estético, o la percepción de lo bello. El deísmo tiene

también sus seguidores en Alemania: Hermann Samuel Reimarus (1694-1768) escribe una

justificación de la religión racional en Tratado sobre las principales verdades de la religión

cristiana (1754), y un ataque contra la religión revelada y el poder en Fragmentos de un

anónimo (parte de Apología de los adoradores racionales de Dios, y obra publicada entre

1774 y 1777). Moses Mendelssohn, en cambio, argumenta contra la mera religión natural,

pero es un verdadero ilustrado que defiende el valor de la difusión de la filosofía (pertenece

al grupo de la Populärphilosophie, filosofía popular, de la que Christoph Friedrich Nicolai

[1733-1811] es el miembro más notable) y la tolerancia. En Gotthold Ephraim Lessing,

poeta, polemista y filósofo, autor de Laocoonte o las fronteras de la pintura y de la poesía

(1766), obra en que distingue la pintura (espacial) de la poesía (temporal), de un poema

sobre la tolerancia, Nathan el sabio (1779), y de Educación del género humano (1780),

donde trata de la relación, más que de la oposición, entre religión natural y religión

revelada, la religión ha de entenderse como un fenómeno histórico visto desde la

perspectiva del progreso humano; cada religión positiva (revelada) es una nueva y más

madura etapa que completa a la anterior, la verdadera, no obstante, es la natural, la de la

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135

conciencia, que consiste en la actuación moral racionalmente fundada. Auténtico ilustrado,

defensor de la tolerancia y autor de obras sobre crítica de la religión, ya que -según afirma-

no puede criticar el poder político, se constituye en centro de la discusión sobre religión en

Alemania por dos razones: por el llamado «problema de Lessing», publicado en Sobre la

prueba del espíritu y de la fuerza (1777), con el que plantea la cuestión de cómo un hecho

histórico (la vida de Jesús que cuentan los Evangelios) puede ser el fundamento de una

religión que se considera trascendente, y por su supuesto panteísmo, origen de la polémica

religiosa conocida con el nombre de Pantheismusstreit.

Las ideas de Locke, Hume, Newton y las de los philosophes llegan a Italia con algo más de

retraso, pero hacia 1750 Milán y Nápoles se constituyen en centros difusores de ideas

ilustradas. En 1761 Pietro Verri (1728-1797), economista y filósofo, organiza en Milán la

«Società dei Pugni» (sociedad de los puños), a la que se adhieren también, entre otros, su

hermano Alessandro Verri (1741-1816), crítico literario, y Cesare Beccaria, cuya obra De

los delitos y de las penas (1764) -la obra cumbre de la ilustración italiana- pronto le

proporciona fama mundial. En torno a la universidad de Nápoles, que, tras la expulsión de

los jesuitas en 1767, se orienta hacia el derecho y la economía, destacan Antonio Genovesi

(1713-1769), alumno de G. Vico, Ferdinando Galiani (1728-1787) y Gaetano Filangeri

(1752-1788), teóricos de la economía política y de la jurisprudencia.

En España el movimiento ilustrado llega a su máximo esplendor durante el reinado de

Carlos III (1759-1788), período que se califica de «despotismo ilustrado». Los ministros de

ese monarca, Ensenada, Aranda, Campomanes, Jovellanos Floridablanca, etc., son

personajes imbuidos de ideas ilustradas y promotores de reformas sociales y educativas.

Los pensadores -que no se muestran ni radicales ni extremistas, como en otros países-

orientan sus críticas contra la tradición en general y, en particular, contra la religión

tradicional y las instituciones católicas en cuanto portadoras del espíritu de la

Contrarreforma, y se muestran a favor de una secularización de la cultura y la sociedad. Las

obras del benedictino Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) -Teatro crítico universal,

subtitulado Discursos varios en todo género de materias para desengaño de errores comunes

(1726-1739), y Cartas eruditas y curiosas en que por la mayor parte se continúa el designio

del «Teatro crítico universal» impugnando o reduciendo a dudosas varias opiniones

comunes (1742-1760)- difunden los ideales de la ilustración: lucha contra las supersticiones

y el oscurantismo y difusión de temas científicos, filosóficos y culturales. Francisco

Cabarrús (1752-1810), comerciante de origen francés que llegó a altos cargos en la

Administración, propone en sus escritos -sobre todo en Cartas sobre los obstáculos que la

naturaleza, la opinión y las Leyes oponen a la felicidad pública (escritas en 1792 pero

publicadas en 1808)- una educación elemental laica y común para todos, ataca duramente la

enseñanza religiosa, critica la organización de las universidades, sostiene los principios

liberales y defiende la armonía entre razón y naturaleza.

Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811) es el ilustrado por excelencia de la corte de

Carlos III, cuya política ilustrada ensalza a su muerte en Elogio de Carlos III (1788).

Entiende la ilustración como una reforma general de todos los aspectos de la sociedad,

desde la agricultura y la cría de ganados hasta el comercio, la industria, y la enseñanza;

todo ha de organizarse según principios racionales, que tengan en cuenta los adelantos de

las ciencias, nunca impuestos arbitrariamente, sino debidamente adquiridos por todos

mediante la educación. A ésta dedica algunos de sus escritos principales: Memoria sobre la

educación publica o tratado teórico-práctico de enseñanza, Bases para la formación de un

plan general de instrucción pública y Curso de humanidades castellanas. Reglamento

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136

literario e institucional del Colegio imperial de Calatrava. Su defensa entusiasta del

igualitarismo le lleva a atacar el concepto de propiedad privada y a propugnar un futuro

social en que «todo será común».

Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.

Empirismo.

(del griego ¦:B,4D\", empeiría, experiencia, de ¨:B,4D@H, empeiros, experimentado;

referido especialmente a las prácticas médicas que no se apoyaban en teorías, sentido en

que todavía se usa en la Enciclopedia francesa) La doctrina filosófica que sostiene que las

ideas y el conocimiento en general provienen de la experiencia, tanto en sentido psicológico

(o temporal: el conocimiento nace con la experiencia) como en sentido epistemológico(o

lógico: el conocimiento se justifica por la experiencia). A Kant se debe su uso en filosofía

en el sentido actual: llama a Aristóteles «principal representante de los empiristas» y, a

Locke, uno de sus seguidores actuales al referirse a la teoría que deriva de la experiencia

los conocimientos que posee la razón.

A Aristóteles se debe la primera línea de pensamiento que vincula de manera sistemática el

conocer a la experiencia sensible, pero el empirismo, como doctrina filosófica sistemática,

se supone característica de la filosofía inglesa; indicios de este tipo de pensamiento se ven

incluso en la actitud teórica de algunos escolásticos, como Roger Bacon y Guillermo de

Occam, si bien los verdaderos precursores del empirismo teórico son, en realidad, Francis

Bacon (1561-1626) y Hobbes (1588-1679); el primero destaca la necesidad de recurrir a la

inducción y a la observación para hacer ciencia y el supuesto del segundo -racionalista en

algunos de sus planteamientos- de que «todo es cuerpo» no permite comenzar y justificar el

conocimiento si no es a partir de la sensación. Quienes dan forma sistemática al empirismo

son, sin embargo, Locke (1632-1704), Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-1776). A ellos

se debe la versión clásica del empirismo, cuyos puntos fundamentales son: 1) la afirmación

de que no existen ideas innatas y 2) que el conocimiento procede de la sensación, o

experiencia interna o externa; de este modo afirma tanto la prioridad temporal del

conocimiento sensible (el conocimiento empieza con la experiencia) como su prioridad

epistemológica o lógica (el conocimiento requiere de la experiencia como justificación).Los

textos más fundamentales del empirismo clásico pertenecen a J. Locke, en especial a su

obra Ensayo del entendimiento humano (1690) (ver texto 1 y texto 2 ).El libro I de esta

obra es una crítica cerrada a la doctrina de las ideas innatas, tal como las entendían los

cartesianos; no hay ideas innatas ni principios teóricos o morales. El entendimiento, antes

de toda experiencia, no es más que una tabula rasa.

El libro II trata del origen de las ideas a partir de la experiencia sensible, interna o externa;

nacidas las ideas simples de la sensación o de la reflexión, el entendimiento puede a partir

de ellas componer ideas complejas. En una de estas ideas complejas, la sustancia, pueden

distinguirse cualidades primarias (objetivas) y cualidades secundarias (subjetivas).El libro

III estudia el lenguaje y el IV el conocimiento (si bien de un modo que no está en plena

consonancia con el libro I).La influencia de esta obra en los ilustrados franceses fue

enorme; éstos vieron en Locke la superación del racionalismo que dominaba en el

continente europeo desde Descartes a Leibniz, y fundaron en ella su modelo de razón

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137

empírica. Leibniz criticó el empirismo de Locke en su obra Nuevos ensayos sobre el

entendimiento humano (1703-1704).Las ideas simples de Locke se agrupan en cuatro

clases:1) las que provienen de un solo sentido; «amarillo», por ejemplo.2) las que

provienen de varios sentidos; la «forma», por ejemplo.3) las que provienen de la reflexión

interna, por pensar sobre ideas simples de los sentidos; el «pensamiento» y la «voluntad»,

por ejemplo.4) las que proceden, de forma combinada, de la sensación y la reflexión a un

mismo tiempo a manera de síntesis; la percepción de la «existencia» de un objeto externo,

por ejemplo, o el «dolor».La mente, combinando, relacionando y abstrayendo, puede

formar ideas complejas -«la belleza, la gratitud, un hombre, un ejército, el universo»-,

relaciones y abstracciones. Las ideas complejas se dividen en modos, sustancias y

relaciones. Una sustancia es una idea compleja con la que concebimos un ser particular; la

idea de «hombre», por ejemplo. Un modo es la idea compleja con la que pensamos, por

abstracción, conjuntos de ideas simples -referibles a diversas sustancias- que no subsisten

como un ser particular; la «danza», por ejemplo, o la «belleza».Una relación es una idea

compleja que surge de la comparación de ideas; Caio, por ejemplo, pensado como hombre

no dice más relación que a sí mismo, pero pensado como «marido», o como «padre» entra

en relación con otra idea. La distinción entre cualidades primarias y secundarias, divulgada

por Locke, pero utilizada ya por Descartes, divide las cualidades de las cosas sensibles

entre las que son objetivas y, por tanto, cualidades sustanciales de los cuerpos (extensión,

figura, número, movimiento y solidez), y las que son subjetivas, que sólo indirectamente

podemos atribuir a la sustancia porque las producen en nosotros las cualidades primarias

(color, sabor, sonido, temperatura, etc.). Cualidades primarias y secundarias son ideas con

las que pensamos los cuerpos. l punto de partida de Berkeley es la crítica a la distinción,

hecha por Locke, entre cualidades primarias y secundarias; la conciencia no hace distinción

entre primarias y secundarias: toda idea es un fenómeno (subjetivo) de la conciencia y todo

cuanto sabemos de las cosas es sólo lo que percibimos (subjetivamente). Por ello «ser es ser

percibido» o «percibir». Hume, a su vez, admite la crítica de Berkeley y asume como punto

de partida que las ideas son fenómenos de la conciencia, pero critica no sólo la idea de

sustancia externa, sino también la de sustancia interna, o yo. De ahí procede su

escepticismo, por cuanto lo que pensamos supera con creces lo percibido, pero sólo hay

certeza de lo percibido, y su fenomenismo. En tiempos de Hume, el modelo científico

newtoniano es una ciencia empírica con pleno derecho; el empirismo de Hume dirige su

atención, no sólo hacia la manera y el fundamento de nuestro conocer, sino también hacia

una ciencia empírica del hombre: el Tratado de la naturaleza humana (1739) no confiesa

otro objetivo que el de lograr en el mundo de la moral lo que Newton ha logrado en el

mundo de la física. Las investigaciones de Hume se centran, no sólo en el estudio del

entendimiento (Libro I del Tratado de la naturaleza humana, e Investigación sobre el

entendimiento huma-no ), sino también en el de las pasiones (Libro II del Tratado) y la

moral (Libro III del Tratado e Investigación sobre los principios de la moral).La innovación

fundamental de Hume en la teoría del conocimiento es su distinción entre impresiones e

ideas, la relación que existe entre unas y otras y la posibilidad de que las ideas se asocien

entre sí. Una impresión es una percepción que, por ser inmediata y actual, es viva e intensa,

mientras que una idea es una copia de una impresión, y por lo mismo no es más que una

percepción menos viva e intensa, que consiste en la reflexión de la mente sobre una

impresión; tal reflexión se hace por la memoria o la imaginación. Pero, además, las ideas se

relacionan entre sí por una especie de atracción mutua necesaria entre ellas: por semejanza,

por contigüidad y por causalidad. Igual como en el universo de Newton la atracción explica

Page 138: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

138

el movimiento de las partículas, en el sistema filosófico de Hume las ideas simples se

relacionan -se asocian- entre sí por una triple ley que las une. En el conocimiento de lo que

él denomina cuestiones de hecho, la relación de causalidad ejerce una función fundamental:

síntesis de las dos leyes anteriores, semejanza y contiguïdad, es ambas cosas a la vez (ha de

haber semejanza entre causa y efecto, y es necesaria una contigüidad en el espacio y el

tiempo entre causa y efecto) más la costumbre, o hábito, de generalizar en forma de ley, o

enunciado universal, las sucesiones de fenómenos que suceden regularmente en el

tiempo.La exigencia básica de que a toda idea ha de corresponderle una impresión para que

tenga sentido, o para que a la palabra le corresponda una idea con un contenido verdadero,

se constituye en el instrumento ineludible de la crítica que instituye a todos los conceptos

fundamentales de la filosofía tradicional: causalidad, sustancia, alma, Dios y libertad. ¿A

qué impresión -se pregunta- corresponde cada una de estas ideas? La crítica que instaura el

empirismo clásico acaba en el fenomenismo y el escepticismo. Frente a la dogmática

seguridad que exige y pretende haber hallado el racionalismo, el empirismo oferta la

razonabilidad del conocimiento probable y de los límites del conocimiento. El valor

histórico del empirismo está en su crítica; pero no en la empresa no lograda de fundar

suficientemente el conocimiento científico. Ofrece una alternativa, pero no una síntesis y,

por lo mismo, no una superación del racionalismo y el dogmatismo. Asociacionismo de

ideas y perspectiva fenomenista son los dos ejes sobre los que han girado los sucesivos

sistemas empiristas posteriores, en J.S. Mill, H. Spencer, F. Brentano, E. Mach y otros,

pero también son empiristas otros sistemas filosóficos que deben sus presupuestos más bien

al positivismo del s. XIX, como son los de Duhem, James, Peirce, Dewey o Russell. El

empirismo por excelencia de la edad contemporánea recibe el nombre de empirismo lógico

o neopositivismo. Sus dos principios empiristas fundamentales son: el problema de la

verificabilidad, con sus diversas soluciones más o menos radicales, y el reduccionismo de

los conceptos no lógicos o no matemáticos de las teorías a enunciados observacionales o a

conceptos, en última instancia, reducibles a ellos. Los escritos de Karl R. Popper

representan una crítica dirigida al neopositivismo en general desde un punto de vista

empirista crítico, que su autor llamó racionalismo crítico. Su principio de falsabilidad se

opone diametralmente al inductivismo que supone el principio de verificación.La nueva

filosofía de la ciencia, esto es, aquella que se opone a la concepción estándar de la ciencia,

insiste sobre cuestiones que parecen minar los puntos fundamentales en que se sostiene el

empirismo: la importancia de la teoría en la misma observación (observaciones «cargadas

de teoría») y la crítica dirigida hacia la excesiva distinción ente lo teórico y lo

observacional. W.V.O. Quine, que ha puesto en evidencia los dos denominados «dogmas

del empirismo», a saber, el reduccionismo y la distinción entre analítico y sintético,

también ha destacado que sólo «lo sensorial» es suficiente fundamento para la ciencia o

para el significado de las palabras (ver cita).

Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.

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139

Libertad. (del latín libertas, condición del hombre que es liber, libre, no esclavo) Término susceptible

de diversos sentidos, según el ámbito a que se aplica, significa en general capacidad de

actuar según la propia decisión. Según el ámbito en donde se ejerce la decisión, puede

hablarse de diversas clases de libertad.

La libertad sociológica, que es el sentido originario de libertad, se refiere, en la antigüedad

griega y romana, a que el individuo no se halla en la condición de esclavo, mientras que, en

la actualidad alude a la autonomía de que goza el individuo frente a la sociedad, y se refiere

a la libertad política o civil, garantizada por los derechos y libertades que amparan al

ciudadano en las sociedades democráticas. La libertad psicológica es, normalmente, la

capacidad que posee el individuo, «dueño de sí mismo», de no sentirse obligado a actuar a

instancias de la motivación más fuerte. La libertad moral es la capacidad del hombre de

decidirse a actuar de acuerdo con la razón, sin dejarse dominar por los impulsos y las

inclinaciones espontáneas de la sensibilidad. Tanto la libertad psicológica como la moral

pueden reducirse simplemente a la libertad de la voluntad, que puede definirse como la

facultad de decidirse por una determinada conducta mejor que por otra igualmente posible,

o simplemente como la capacidad de autodeterminarse o escoger el motivo por el que uno

se decide a obrar de una u otra manera, o a no obrar. Ésta es la libertad que la tradición

llama liberum arbitrium, o libre albedrío, «libertad de elección», o «libertad de decisión».

La idea de libertad moral no añade a este concepto más que la libre aceptación de los

valores morales como motivos suficientes para obrar. A la capacidad de autodeterminación

en el obrar, se la llama también «espontaneidad» de la voluntad.

HIST. Históricamente, la libertad en el mundo griego y romano es la condición en que se

halla el hombre libre, eléutheros o liber, y se caracteriza por la autonomía y autarquía, o

autosuficiencia, del Estado a que pertenece y de las que participa. El cristianismo añade al

sentido primario de libertad sociológica el de «libertad interior», por el doble motivo

fundamental de que el mensaje cristiano se acepta por conversión interior, esto es, por libre

decisión, y porque el destino final del creyente (predestinación) es obra conjunta -y

conflictiva- de la voluntad de Dios, omnipotente, y de la cooperación y decisión humanas.

En este proceso creciente de interiorización de la libertad, entendida como libre ejercicio de

la propia decisión, intervino con anterioridad la filosofía helenista, el estoicismo, sobre

todo. Apartados por la circunstancia política de la plena participación en la vida ciudadana,

y admiradores del ideal del sabio que se retrae hacia su propia vida interior, los estoicos

dejan de entender la libertad como autonomía y autarquía política del ciudadano y pasan a

entenderla como la autonomía e independencia internas del hombre que persigue el

dominio de las pasiones y el ejercicio de una racionalidad, que identifican con el vivir de

acuerdo con la naturaleza.

La filosofía escolástica elabora el concepto de libertad interior según los principios del

análisis del acto voluntario que hace Aristóteles en la Ética a Nicómaco (libro III), y define

(en su época tardía) el libre albedrío como libertad de indiferencia, que se explica en un

doble sentido: como ausencia de coacción interna a querer una cosa más bien que otra

(sentido negativo), y como capacidad de decidirse por una cosa u otra (sentido positivo), o

simplemente de decidirse a no obrar. La teoría con que la Escolástica justificó tal capacidad

de indiferencia interna es que el bien, motivo de la acción humana, nunca se presenta al

hombre como un bien sumo y necesario, sino como bien o valor finito, frente al cual el

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140

entendimiento no se siente totalmente obligado y se mantiene indiferente. Por esto Tomás

de Aquino define la libertad como el «dictamen libre de la razón».

Tras la revolución científica que instaura un modelo mecanicista de universo, la filosofía

moderna desarrolla un concepto de libertad relacionado con la idea de necesidad. Para

Descartes, que separa radicalmente el mundo de la necesidad (la res extensa), del mundo

del pensamiento (res cogitans), la libertad no es indiferencia ante la fuerza de los motivos

internos, como es en los escolásticos, sino la voluntad que se deja llevar por el

entendimiento y es, paradójicamente, tanto más libre cuanto más obligada por el

entendimiento (ver texto ). Spinoza acentúa aún más este intelectualismo (ver cita) e

identifica, como en los estoicos, libertad, razón y naturaleza (ver texto y ver cita ). En el

empirismo domina la idea de que la libertad no está dentro de la voluntad humana, sino

fuera, en la conducta: libre es aquel que hace lo que decide hacer, esto es, el que no se

siente externamente coaccionado. Y se argumenta que, si la voluntad es una causa, ha de

ser necesaria, es decir, ha de hallarse internamente determinada a obrar en un determinado

sentido, pero esta necesidad interna no impide que el hombre sea libre si éste puede obrar,

en lo tocante al exterior, de acuerdo con las determinaciones de la voluntad (ver texto ).

Kant no puede por menos de reconocer el problema que supone hablar de libertad en un

mundo dominado por la necesidad, y de lo obligado que resulta hacerlo para fundamentar la

existencia moral del hombre; a este conflicto se refiere la tercera de las antinomias

kantianas. En el mundo de la experiencia no hay libertad, porque todo obedece a causas;

pero en el plano del pensamiento, nada impide que veamos la libertad como una exigencia

de la moralidad, un postulado de la razón práctica.

Con la llegada de la edad contemporánea, el interés por aclarar la noción de libertad se

desplaza, volviendo a sus orígenes, hacia lo exterior, ya sea aludiendo a un desarrollo

abstracto del espíritu libre a lo largo de la historia, como en el idealismo alemán, o como un

producto o resultado de la transformación de las estructuras económicas de la sociedad,

como en el marxismo, o en la proclamación y defensa de los derechos del hombre y del

ciudadano, afirmadas por las constituciones de algunas naciones (EE.UU, Francia) o por la

Asamblea de las Naciones Unidas (1948).

Esta breve resumen histórico basta para observar que, para el análisis de la noción de

libertad, se adoptan a lo largo de la historia dos actitudes: la de contemplar la libertad como

algo interior a la persona humana o la de contemplarla como algo exterior a ella; la que

hace de la libertad un problema metafísico, y la que la considera como una cuestión social,

en su sentido más amplio; la que habla de libertad de la voluntad, y la que habla de libertad

del hombre. La historia de la libertad interna de la voluntad como problema metafísico, y

hasta religioso, arranca del cristianismo, con sus antecedentes estoicos, y llega hasta las

negaciones «metafísicas» de la metafísica, como el existencialismo -«el hombre está

condenado a ser libre» (Sartre)-, mientras que la historia de la libertad exterior del hombre,

como cuestión social, surge con Hobbes -«la libertad del súbdito»- (ver cita) y la tradición

empirista, y llega hasta los actuales autores denominados «compatibilistas». En medio de

esta historia de la libertad, la advertencia de Hume acerca de si no se trata más bien de «una

mera cuestión de palabras» y la de Kant, con su antinomia irresoluble: el hombre de la

experiencia no es libre; el hombre que podemos pensar, lo es.

Entre los autores procedentes de la filosofía analítica suele plantearse la cuestión de la

voluntad libre como un análisis del sentido de los términos «libertad» y «determinismo»:

nueva manera de presentar la cuestión entre «libertad y necesidad» de la filosofía moderna.

Page 141: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

141

Se distingue entre «libertarismo», que afirma que el hombre no está sometido a ninguna

necesidad de tipo causal, «determinismo duro», que sostiene que la acciones humanas están

sometidas, como todo en la naturaleza, a la necesidad de las leyes causales, y

«determinismo suave», que es el punto de vista de quienes defienden que la libertad

humana y el determinismo causal no son incompatibles entre sí; éstos son los denominados

«compatibilistas», y la doctrina que sostienen es llamada «compatibilismo», mientras que el

«incompatibilismo» sostiene que libertad y determinismo son inconciliables.

Compatibilizar la libertad con la necesidad es lo que hace la tradición empirista desde

Hobbes, y a esta postura se la denomina también teoría de Hume-Mill, por ser los autores

más significativos que la han propuesto. En esta teoría, ser libre no significa obrar sin

motivo o sin causa alguna, sino no sentirse coaccionado, «porque no es a la causalidad a lo

que la libertad se debe contraponer, sino a la constricción», externa o interna (ver texto). La

teoría admite que una acción puede ser libre, aunque esté en todo caso causada por

motivaciones, impulsos, circunstancias, etc., siempre y cuando ninguna de estas cosas

pueda considerarse una causa que predetermine necesariamente el curso de la acción (que

coaccione internamente).

La distinción hecha por el filósofo británico, Isaiah Berlin, en Dos conceptos de libertad

(1969), entre libertad de lo que coacciona, y libertad para conseguir los objetivos que se

desean, lleva a la distinción entre «libertad negativa» y «libertad positiva». Los partidarios

de la primera clase de libertad la conciben en términos de ausencia de coacción y es libre,

en este sentido, quien actúa sin que vea obstaculizada o impedida su actuación por los

demás, pero sin que esta noción de libertad imponga una manera concreta de actuar. Los

partidarios de la segunda clase de libertad la conciben más bien como una autonomía del

individuo, dueño de sí mismo, pero consciente también de los deberes de racionalidad y

moralidad que le impone esta autonomía. Ambas concepciones se refieren al ámbito de lo

politicosocial.

Otro planteamiento del problema (ver cita), clarificador y simplificador a la vez, distingue

entre la concepción positiva o intrapersonal del concepto de libertad y su concepción

negativa o interpersonal. Según la primera, cuyo origen puede retrotraerse a Platón, que

concibe la libertad, o la moralidad, como el sometimiento de la parte sensitiva e irascible

del hombre a su parte racional, «A no es libre, si A es esclavo de sus pasiones». Entre los

que sostienen esta libertad positiva pueden enumerarse Descartes, Spinoza, Rousseau, Kant

y Hegel, entre otros muchos autores clásicos. Según la concepción negativa, expresión que

se debe a Bentham, o según el concepto de libertad interpersonal, equivalente al de

ausencia de coacción, «B coacciona a A, si B obliga a A a hacer X o impide que A haga

X».

Dado que el concepto de libertad es un derecho moral, y que los derechos se tienen respecto

de otra persona, no respecto de sí mismo, el concepto de libertad intrapersonal resulta

inadecuado; si acaso, se identifica con las condiciones psicológicas que ha de tener un acto

para que pueda llamarse voluntario. El verdadero concepto de libertad es el de libertad

interpersonal.

El iniciador del concepto negativo de la libertad individual es Hobbes, que lo toma

analógicamente de su noción misma de cuerpo: materia en movimiento; la libertad

corresponde a la esencia misma de los cuerpos. Él es también el iniciador de la postura

empirista, ya mencionada, de hacer compatible la libertad negativa (libertad de coacción)

con la necesidad de obrar regulada por leyes. De ahí se sigue la posibilidad de explicar y

Page 142: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

142

predecir la conducta humana (en las ciencias sociales) de un modo parecido a como se

explica o predice un suceso natural (en las ciencias de la naturaleza).

La libertad debe diferenciarse de las libertades. La idea de «libertad» remite a un derecho

moral, que poseen individualmente todos los ciudadanos, de no ser coaccionados en su

acción. Las «libertades» son derechos de hacer X o Y, o Z, donde X,Y y Z son clases de

acciones, no acciones concretas; libertad de expresión, de asociación, de presunción de

inocencia, de libre circulación, etc.

El gran argumento tradicional en favor de la libertad es la existencia de la responsabilidad

moral, por la misma razón que «deber» implica «poder».Todo el mundo, deterministas e

indeterministas, está de acuerdo en que sólo si el hombre es libre es también moralmente

responsable de sus actos. A veces se concluye del argumento que, puesto que el hombre no

es libre, tampoco es moralmente responsable, pero lo habitual es admitir que la

responsabilidad es un hecho universalmente admitido. El argumento parece que debe

matizarse: hay relación entre responsabilidad y libertad (y a una persona que ha actuado

compulsivamente no se la considera libre, y no se le piden responsabilidades), pero esta

relación es la que debe precisarse. En el supuesto imaginario de que fuera verdad el

determinismo, nadie abogaría por una anulación universal de la responsabilidad moral. Esto

muestra que responsabilidad moral y libertad pertenecen a distintos órdenes de cosas: la

primera es una cuestión moral y apela a las relaciones que rigen entre humanos, y la

segunda es una cuestión que la tradición denomina ontológica: si el hombre es o no es libre.

Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.

Page 143: LENGUAJE Y UNIVERSALIDAD

143

Razón. (del latín ratio, cálculo y, en sentido derivado, razón, explicación, justificación,

argumentación, teoría) Es el término con que la tradición filosófica latina ha traducido el

griego logos (8`(@H), que fundamentalmente significa justificación o explicación

(mientras que el logos que pasó a la tradición teológica fue traducido como Verbum: «Al

principio ya existía la Palabra»: Juan 1,1). Básicamente, su sentido lo determina la

definición aristotélica de hombre como «animal racional» (ver texto ). Razón es, así, la

característica definitoria que distingue al hombre del ser viviente sensible (animal). La

expresión que utiliza Aristóteles posee cierta vaguedad que permite traducirla también

como «animal dotado de lenguaje», o «animal que da razón de las cosas»; la referencia al

lenguaje hace suponer, ya en el mismo Aristóteles, que la racionalidad humana tiene

relación con la naturaleza comunitaria del hombre, por lo que es también un «animal

social» o «animal político» (zoon politikon). El poder dar cuenta de las cosas, porque se las

comprende y porque se posee palabra para expresarlo, apunta hacia la naturaleza social de

la razón humana y a la característica interna de la razón, que consiste en la comprensión de

algo que está más allá del conocer inmediato de lo sensible, para llegar a saber de todo ello

a través de los conceptos, las ideas y los razonamientos; esto es, a través del pensamiento.

Como núcleo de la racionalidad y expresión de la naturaleza humana, los distintos sistemas

filosóficos han dejado en su manera de entender la razón la huella peculiar de sus ideas

centrales o problemas fundamentales.

Heráclito señala por vez primera el carácter universal de la razón (ver texto ); Platón y

Aristóteles distinguen en ella una doble función: la discursiva (diánoia) y la intuitiva

(nous), y Aristóteles, además, pone en la razón, como capacidad del animal social que

habla, la definición de hombre (ver texto ); los estoicos fundan su ética en la consonancia

entre razón, virtud y naturaleza (ver texto ); la filosofía escolástica sigue, por un lado, la

distinción clásica entre razón y entendimiento y, por el otro, se esfuerza trabajosamente por

armonizar la fe con la razón y viceversa (ver texto ). La filosofía moderna, con Descartes,

ve en ella, identificada con el pensar, la esencia misma del hombre, y la capacidad de

penetrar en la esencia oculta de las cosas, incluida la del mismo sujeto que piensa (ver

texto). Los empiristas ingleses se interesan por los límites de la razón humana, que hacen

coincidir con la experiencia, hasta el límite de no ver en ella ninguna sustancia: la razón es

la capacidad de interpretar la observación y la experiencia (ver texto). La distinción que

establece Kant entre razón teórica, razón pura y razón práctica y la propiedad que atribuye

al sujeto de participar activamente en la constitución (a priori) de aquello mismo que

conoce (ver texto ), supone una orientación y un giro radical a la filosofía. El idealismo

alemán, del que la dialéctica de Hegel es el principal exponente, aprovechando la idea

romántica del devenir, constituye a la razón -idea o pensamiento- en origen y sustancia de

la historia; es razón, sujeto que piensa y al mismo tiempo cosa pensada, idea, sustancia,

naturaleza e historia, y hasta sistema completo del todo; las palabras de Hegel, «lo que es

racional es real, y lo que es real es racional» (ver cita), son eco de aquellas de Parménides,

según las cuales «ser y pensar son lo mismo». El marxismo recurre a la razón dialéctica no

para entender la lógica abstracta de las ideas, sino para comprender las contradicciones de

la realidad, y con ellas la marcha y el sentido de la historia y la sociedad. Al idealismo

absoluto de Hegel suceden, en contra o al margen del mismo, por un lado la razón que ha

de construirse sobre la ciencia y, por el otro, la razón que ha de integrar lo «irracional»: el

positivismo de Comte, el vitalismo de Nietzsche y el inconsciente de Freud. La «crítica a la

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144

razón histórica», de Dilthey, que establece un distingo entre razón científica y razón

histórica, entre entender y comprender, es también un intento de integrar en lo racional las

vivencias humanas, y la vida misma, menos penetrables por el entendimiento (en este

mismo contexto, ha de verse la razón vital, de Ortega y Gasset). A comienzo de los años

treinta del presente siglo, el neopositivismo, movido por los recientes cambios científicos

de la física, insta a una nueva comprensión de la razón, basándose en el empirismo y la

lógica moderna. La racionalidad neopositivista excluye del alcance de la razón la

metafísica, la mística, la teología, el sentimiento, etc., y reduce lo que tiene sentido a lo que

es expresable en enunciados tautológicos o verificables.

Frente a esta «razón científica» y a la importancia que ha de darse a los «hechos», surge,

en el panorama filosófico europeo, la reacción de la fenomenología de Husserl, y luego del

existencialismo. En ambos casos, la razón es ante todo «conciencia»: la fenomenología

insiste en la intencionalidad de la conciencia y el existencialismo en la vivencia de la

propia existencia como dato primordial de la conciencia.

Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.

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145

Estado Estado, denominación que reciben las entidades políticas soberanas sobre un determinado

territorio, su conjunto de organizaciones de gobierno y, por extensión, su propio territorio.

La característica distintiva del Estado moderno es la soberanía, reconocimiento efectivo,

tanto dentro del propio Estado como por parte de los demás, de que su autoridad

gubernativa es suprema. En los estados federales, este principio se ve modificado en el

sentido de que ciertos derechos y autoridades de las entidades federadas, como los lander

en Alemania, los estados en Estados Unidos, Venezuela, Brasil o México, no son delegados

por un gobierno federal central, sino que se derivan de una constitución. El gobierno

federal, sin embargo, esta reconocido como soberano a escala internacional, por lo que las

constituciones suelen delegar todos los derechos de actuación externa a la autoridad central.

Aunque el siglo XX ha sido escenario del nacimiento de muchas instituciones

internacionales, el Estado soberano sigue siendo el componente principal del sistema

político internacional. Desde esta perspectiva, un Estado nace cuando un numero suficiente

de otros estados lo reconocen como tal. En época moderna, la admisión en la Organización

de las Naciones Unidas (ONU) y en otros organismos internacionales proporciona una

constancia eficiente de que se ha alcanzado la categoría de Estado.

La ONU es una de las muchas instituciones que han surgido de la creciente

interdependencia de los estados. El Derecho internacional ha proporcionado durante siglos

un modo de introducir cierto margen de pronóstico y orden en lo que, en un sentido técnico,

constituye todavía un sistema anárquico de relaciones internacionales. Otros vínculos

internacionales son posibles gracias a tratados, tanto bilaterales como multilaterales,

alianzas, uniones aduaneras, y otras uniones voluntarias realizadas para mutuo beneficio de

las partes implicadas. No obstante, los estados disponen de libertad para anular estos

vínculos, y solo el poder de otros estados puede impedírselo.

En el piano nacional, el papel del Estado es proporcionar un marco de ley y orden en el que

su población pueda vivir de manera segura, y administrar todos los aspectos que considere

de su responsabilidad. Todos los estados tienden hasta tener ciertas instituciones

(legislativas, ejecutivas, judiciales) para uso interno, además de fuerzas armadas para su

seguridad externa, funciones que requieren un sistema destinado a recabar ingresos. En

varios momentos de la historia, la presencia del Estado en la vida de los ciudadanos ha sido

mayor que en otros. En los siglos XIX y XX la mayoría de los estados aceptó su

responsabilidad en una amplia gama de asuntos sociales, dando con esto origen al concepto

de Estado de bienestar. Los estados totalitarios, como la Unión de Repúblicas Socialistas

Soviéticas y la Alemania nacionalsocialista, se atribuyeron un derecho, a menudo

compartido con un partido hegemónico y único, de regular y controlar pensamientos y

opiniones. Estas prácticas plantean cuestiones importantes en lo que a la legitimidad de los

estados se refiere. Desde la aparición de las ciudades Estado en la antigua Grecia,

pensadores políticos y filósofos han discutido la verdadera naturaleza y fines reales del

Estado. Con el paso de los siglos, y en la medida en que la tecnología y la evolución

administrativa lo fueron permitiendo, estos pequeños estados, concebidos por Platón y

Aristóteles más como una comunidad pequeña que como el marco donde se desarrolla la

actividad política de la vida humana, fueron sustituidos por entidades territoriales cada vez

mayores.

Los requisitos militares de crear y mantener dichas entidades se inclinaron hacia el

desarrollo de sistemas autoritarios, y algunos autores enfatizaron acerca del necesario

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146

sacrificio de la libertad individual en beneficio de las necesidades del orden colectivo,

ejercido con el respeto hacia el bienestar de todos los grupos de la sociedad. A partir de los

siglos XVI y XVII, la tendencia a identificar al Estado con pueblos dotados de un cierto

grado de identidad cultural común corrió pareja con una búsqueda de la legitimidad

derivada de la voluntad e intereses de esos pueblos. Así la aparición de facto del

nacionalismo, identificado con la consecución del Estado nacional fue fundamental durante

la Revolución Francesa. La contribución ideológica en este aspecto de Jean-Jacques

Rousseau y Georg Wilhelm Friedrich Hegel produjo a su vez una cierta sacralización de la

nación como entidad moral capaz de conferir legitimidad tanto a si misma como a sus

acciones. La reacción a algunos de los excesos surgidos del conflicto entre estados

nacionales que esta postura inspiró durante los siglos XIX y XX preparó por su parte un

substrato ideológico para el internacionalismo de finales del siglo XX y para los conceptos

de seguridad colectiva, comunidades internacionales económicas y políticas, además de

diversas formas de trasnacionalismo. Esto ha supuesto un desafío al propio concepto de

Estado como forma preferida de organización política.

En las postrimerías del siglo XX la globalización de la economía mundial, la movilidad de

personas y capital, y la penetración mundial de los medios de comunicación se han

combinado con el propósito de Iimitar la libertad de acción de los estados. Estas

tendencias han estimulado un vivo debate sobre si el Estado puede retener algo de esa

Iibertad de acción que se asociaba en otros tiempos a la soberanía. Estas limitaciones

informales a la independencia vienen acompañadas en algunas áreas, en especial Europa

occidental, de proyectos de integración interestatal, caso de la Unión Europea, considerado

por unos como una alternativa al Estado nacional y por otros como la evolución de nuevos

y mayores estados. Sea cual sea el efecto de este proceso, el concepto clásico de Estado

como entidad en cierto modo cerrada, cuyas transacciones internas son mucho más intensas

que sus actividades interestatales, ha pasado a la historia conforme han ido surgiendo

nuevas formas de colaboración e integración interestatal más flexibles. .

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Gobiemo

1 INTRODUCCICN

Gobierno, organización política que engloba a los individuos y a las instituciones

autorizadas para formular la política publica y dirigir los asuntos del Estado. Los gobiernos

están autorizados a establecer y regular las interrelaciones de las personas dentro de su

territorio, las relaciones de éstas con Ia comunidad como un todo, y las relaciones de la

comunidad con otras entidades políticas. Gobierno se aplica en este sentido tanto a los

gobiernos de Estados nacionales como a los gobiernos de subdivisiones de Estados

nacionales, por ejemplo condados y municipios.

Organizaciones tales como universidades, sindicatos e iglesias, son en general también

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147

gubernamentales en muchas de sus funciones. La palabra Gobierno puede referirse a las

personas que forman el órgano supremo administrativo de un país, como en la expresión

"el gobierno del presidente Ernesto ZedilIo".

2 CLASIFICACIONES

Los gobiernos se clasifican de diversas maneras y según distintos puntos de vista; muchas

de las categorías inevitablemente se solapan. Una clasificación familiar es la que distingue

la monarquíade los gobiernos republicanos. Los estudiosos de la época contemporánea, en

particular del siglo XX, han subrayado las características que distinguen a los gobiernos

democráticos de las dictaduras. En una clasificación de gobiernos, los gobiernos federales

se diferencian de los estados unitarios. Los estados federales, como Estados Unidos y

Suiza, son uniones de estados en los que Ia autoridad del Gobierno central o nacional esta

limitada constitucionalmente por los poderes establecidos legalmente en las subdivisiones

que los constituyen. En México, república federal, se repite el esquema organizativo del

gobierno central en los 31 estados del país: el poder ejecutivo Io ejerce el presidente (o el

gobernador), el Iegislativo reside en el Congreso (o Cámara de diputados), y el judicial la

Suprema Corte de Justicia (o Tribunales Superiores). En los estados unitarios, como Gran

Bretaña y España, las subdivisiones constituyentes del Estado están subordinadas a la

autoridad del gobierno nacional. EI grado de subordinación varía de país en país.

Puede variar también dentro de un mismo país de una época a otra y según las

circunstancias; por ejemplo, la autoridad central del gobierno nacional en Italia creció

mucho de 1922 a 1945, durante el periodo de Ia dictadura fascista. En una clasificación de

naciones democráticas, los gobiernos parlamentarios o consejos de ministros difieren de los

sistemas presidencialistas, En los gobiernos parlamentarios, de los que son ejemplo Gran

Bretaña, India y Canadá, el poder ejecutivo está subordinado al Parlamento. En gobiernos

presidencialistas, como Francia, Estados Unidos y la mayoría de los países de América

Latina, el ejecutivo es independiente del Iegislativo, aunque algunas de las acciones del

ejecutivo se someten a una revisión del legislativo. Otras clasificaciones dependen de las

diversas formas gubernamentales y poderes entre las naciones del mundo.

Según Ia teoría de ciencia política que prevalece, la función del gobierno es asegurar el

bienestar común de los miembros de los grupos sociales sobre los que ejerce control. En

diferentes épocas históricas, los gobiernos han procurado Iograr el bienestar común por

diferentes métodos. Entre los pueblos primitivos, los sistemas de control social eran

rudimentarios; surgían directamente de las ideas del bien y el mal comunes a los miembros

de un grupo social y se imponían a los individuos principalmente a través de la presión del

grupo. En pueblos más desarrollados, los gobiernos asumían formas institucionales;

descansaban sobre bases legales definidas, imponían castigos a los que violaban la ley y

empleaban la fuerza para consolidarse y desempeñar sus funciones.

3 Historia

Los imperios despóticos de Egipto, Sumer, Asiria, Persia y Macedonia fueron seguidos por

el V nacimiento d e las ciudades—estados, las primeras comunidades autogobernadas, en

las que el gobierno de la ley predominaba y los funcionarios estatales eran responsables

frente a los ciudadanos que los elegían. Las ciudades—estados de Grecia, como Atenas,

Corinto y Esparta, y de la parte de Asia Menor dominada o influenciada por los griegos,

proporcionaron el material para las teorías políticas especulativas de Platón y Aristóteles.

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El sistema aristotélico de clasificación de Estados, que influyó en el pensamiento político

posterior durante siglos, se basaba en un criterio simple: los buenos gobiernos son aquellos

que mejor sirven al bien general; los malos gobiernos son los que subordinan el bien

general al bien de las personas en el poder. Aristóteles establecía tres categorías de

gobiernos: monarquía, gobierno de una sola persona; aristocracia, gobierno de una minoría

selecta, y democracia, gobierno de muchos. Los filósofos griegos posteriores, influenciados

por Aristóteles diferenciaban tres formas degeneradas de las clases de gobierno definidas

por él. Distinguían, por tanto, la tiranía, el gobierno de una persona en su propio interés;

oligarquía, el gobierno de unos pocos en su propio interés y la odocracia (democracia

radical), gobierno de la multitud o de la plebe. Otras categorías de trascendencia histórica

son la teocracia, gobierno de líderes religiosos como en los primeros califatos islámicos y

la burocracia, el dominio del gobierno por funcionarios de la administración, como en la

China imperial.

La Roma clásica, que evolucionó de una ciudad-república a núcleo de un imperio mundial,

también tuvo gran influencia en el desarrollo del gobierno en el mundo occidental. Esta

influencia derivó en parte del gran Iogro romano en la formulación precisa por primera vez

del principio de que la ley constitucional, que establece la soberanía del Estado, es superior

a la ley común, que es originada por decretos legislativos. /

Después de la caída de Roma, la idea romana de un dominio universal sobrevivió durante

la Edad Media con la formación del Sacro Imperio Romano Germánico; y también, en

parte, por el establecimiento, a través del Derecho canónico y los tribunales eclesiásticos

con jurisdicción sobre los asuntos seculares, del órgano rector de la Iglesia católica

romana. El efecto de estas influencias fue retrasar el desarrollo de territorios nacionales y

gobiernos después de las tendencias en esa dirección que se habían manifestado entre los

principados feudales de Europa.

Por otro lado, la lucha de los señores feudales por imitar el poder absoluto de sus monarcas

produjo, finalmente ,numerosas contribuciones a Ia teoría e instituciones del gobierno

representativo. Durante la Edad Media surgieron las ciudades—estado mercantiles de

Europa que formaron la Liga Hanseática y las poderosas ciudades—repúblicas italianas o

comunas.

La definitiva aparición de gobiernos nacionales se atribuye a dos causas principales. Una

comprende un numero de causas económicas subyacentes, una gran expansión del comercio

y el desarrollo de las manufacturas. Estas condiciones empezaron a minar el sistema feudal,

que se basaba en unidades económicas aisladas y autosuficientes, y a hacer necesaria la

creación de grandes unidades políticas. La otra causa fue la Reforma, que logró eliminar la

influencia de la Iglesia católica que frenaba el desarrollo político en algunos países

europeos.

La nación-estado moderna se convirtió en una forma definitiva de gobierno en el siglo XVI.

Era casi dinástica y autocrática en su integridad. La voluntad del monarca relnante, en

teoría y a menudo en la práctica, era ilimitada; el famoso aforismo del rey Luis XIV de

Francia, "L'Etat, c'est moi" ("El Estado soy yo"), no era una jactancia infundada, slno una

expresión de la realidad existente. Con el tiempo, sin embargo, la demanda de la burguesía

de un gobierno constitucional y representativo se hizo sentir, y los poderes ilimitados de los

monarcas empezaron a ponerse en duda. En Inglaterra, la Revolución Gloriosa de 1688

restringió tales poderes y estableció la preeminencia del Parlamento. Esta tendencia

culminó en dos acontecimientos de importancia

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hlstórica, la guerra de Independencia estadounidense, que comenzó en 1775, y la

Revolución Francesa, en 1789. Por lo común los historiadores datan el origen del gobierno

democrático moderno a partir de estos hechos.

La historia del gobierno en el siglo XIX y parte del XX es importante para la ampliación de

la base política del ejecutivo mediante la extensión del sufragio y otras reformas. Una

tendencia que se ha acentuado en el siglo XX ha sido el desarrollo y realización del

concepto de que el gobierno, además de mantener el orden y la administración de justicia,

debe ser un instrumento de administración de los servicios públicos y sociales incluidos,

entre muchos otros, la conservación de los recursos naturales, la investigación científica, la

educación y la seguridad social. Entre 1945 y 1951, el gobierno laborista de Gran Bretaña

amplió las responsabilidades del Gobierno al incluir la nacionalización de un número de

industrias básicas en la necesidad de una planificación económica rigurosa. Otros avances

relevantes del siglo XX fueron la aparición del Estado corporativo y de los gobiernos

totalitarios en diversos países, y de la primera, así llamada, dictadura del proletariado de la

historia, la de la Unión Soviética (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). De finales

de la década de 1940 a flnales de la de 1980, la mayoría de los países de Europa del Este,

adyacentes o próximos a Ia URSS, tuvieron gobiernos en muchos aspectos similares. En

América Latina, una de las experiencias más sugestivas en la reformulación del Gobierno

conformado por vías institucionales es la que se desarrollo en Chile entre 1970 y 1973.

Inspirada en el programa de la coalición de Unidad Popular, encabezada por el doctor

Salvador Allende, activó la nacionalización de Ia banca y la limitación de los beneficios de

los monopolios multinacionales en campos como el de la minería y la industria. Propulsó

así mismo proyectos de reforma agraria y de servicios sociales, malogrados por el golpe de

Estado que dirigió el general Pinochet, que implantó una dictadura militar que se

prolongaría hasta las elecciones presidenciales de diciembre de 1989, en que una coalición

de partidos democráticos impulsó el proceso de transición hacia la recuperación del

régimen de libertades.

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