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    ENTRE LA IDENTIDAD

    Y LA GLOBALIZACION

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    Hugo E. Biagini

    ENTRE LAIDENTIDAD

    Y LAGLOBALIZACION

    LEVIATAN

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    COLECCIONEL HILO DE ARIADNA

    I.S.B.N. 987-514-035-X

    LIBRO DE EDICION ARGENTINA- QUEDA HECHO EL DEPOSITOQUE PREVIENE LA LEY 11.723 - BY EDITORIAL LEVIATAN -

    CORDOBA 4773 - BUENOS AIRES -

    IMPRESO EN LA ARGENTINA -PRINTED IN ARGENTINA

    PRESENTACIN

    En este volumen se examinan trminos como"identidad" y "globalizacin" junto al papel prepon-derante que los mismos desempean tanto en elambito acadmico como en la existencia cotidiana,en la propia realidad contempornea o en su mis-ma dilucidacin. El primero de ellos, con su reitera-tiva idea de unidad en la diversidad y de afirmacinindividual y colectiva, ha permitido trascender no-ciones autoritarias y discriminantes (ser o carcter

    nacional, etc) ms all de la crisis identitaria olas tipologasad hoc. El otro concepto, asociado ala mundializacin y a la transnacionalizacin, ha si-do dotado de una fuerza omnmoda en las ms di-versas interpretaciones, las cuales son debatidas yreplanteadas en esta ocasin a la luz de los dife-rentes focos de resistencia suscitados por la mis-ma globalizacin, que emerge as ms como un in-menso desafo que como una tendencia irreversi-ble, en especial si se diferencia entre proceso e

    ideologa de la globalizacin. Un asunto colateral,pero sugestivo por su cromtica polivalencia, serelaciona con la implementacin y el devenir de losnombres propios en nuestra Amrica latina. En elcaptulo Expresiones finiseculares se encara lapresuntiva ausencia de cosmovisiones slidamen-te estructuradas a travs de quienes defienden ocondenan los tiempos presentes y sus principalesindicadores: individualismo, liberalismo, multicultu-ralismo, telemtica, movimientos sociales, la lla-

    mada Tercera Va y otras manifestaciones del ca-pitalismo tardo y de la posmodernidad.

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    En la segunda parte del libro se aborda el dile-ma que gira en torno a la filosofa latinoamerica-na y la nacionalidad. Desde que Alberdi se refirial filosofar americano, un siglo y medio atrs, di-

    cha expresin ha acumulado una densa cargaideatoria que ha inducido a que todava hoy sesospeche de quienes cultivan esa preocupacinpor abocarse a un quehacer escasamente serio yriguroso. Con todo, no cabe negar las frecuentesaportaciones del pensamiento latinoamericano ala cultura filosfica universal. Sin embargo, talesadelantos no parecen haber franqueado notoria-mente el estado de cosas descripto por el mismoAlberdi cuando le imputaba a los americanos una

    actitud pasiva y subalterna ante la tradicin inte-lectual europea. Contina pendiente una reflexinque, como hemos enfatizado, nos permita dirimirnuestra propia realidad, desmitificar las afirmacio-nes que la subordinan inexorablemente a un ni-co sistema socioeconmico o resolver antinomiascomo la de racionalidad nordatlntica-emotividadsudamericana. Ms all de los cambios estructu-rales bsicos, subsiste el mandato especulativode perfilar una Amrica Latina sin tantas contra-

    dicciones y padecimientos. Se encara por ltimoel ensayo sobre la identidad argentina que ha se-guido ocupando el escenario nacional durante laltima mitad del siglo: desde 1945 a 1995.

    Se trata de trabajos que, con una mayor expli-citacin de fuentes, han sido expuestos y discuti-dos en variados mbitos acadmicos: Centro deEstudios Constitucionales (Madrid), Doctoradosen Estudios Americanos (Universidad de Santiagode Chile) y en Pensamiento Latinoamericano (Uni-

    versidad Nacional de Costa Rica), I Congreso Ibe-roamericano de Filosofa (Cceres), II Encuentro

    del Corredor de las Ideas en UNISINOS (So Leo-poldo), Fundacin ICALA (Ro Cuarto), Universi-dad de Aalborg (Dinamarca). El texto desarrollaalgunas ideas que he adelantado en otros libros

    propios:Historia ideolgica y poder social, Panora-ma filosfico argentino y sobre todo enFines de si-glo, fin de milenio y enFilosofa americana e iden-tidad. Los comentarios recibidos sobre esos vol-menes me han incitado a continuar indagando enla misma lnea temtica, parte de los cuales se ex-tractan al final de la presente edicin.

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    IPANORAMA MUNDIAL

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    EL PROBLEMA IDENTITARIO

    Resulta cada vez ms notoria la gravitacin que

    ha adquirido el concepto de identidad junto asus mltiples significados para el conocimientocrtico y para el llamado saber vulgar, tanto en loconcerniente a la vida individual y colectiva comoa los intereses disciplinarios expuestos por las hu-manidades y las ciencias empricas. En el presen-te contexto se incursiona en ambas perspectivasgnoseolgicas: la sistemtica y la espontnea.

    Cuestiones nominales

    Para que cada uno pueda ser identificado conrelacin a los dems se ha recurrido a los nombrespropios y a las variadas opciones que trae apare- jada su misma implementacin. Entre tales tradi-ciones y cargas terminolgicas se hallan cuatro fi-liaciones principales que, durante muchos siglos yen diversos idiomas, han apuntado explcitamentehacia el nombre agregado o apellido:

    la carta geogrfica, el locusoriginario (Tales deMileto, Alejandro de Macedonia, Escipin elAfricano, Jess de Nazareth, Francisco deAss, Antonio de Padua, Leonardo Da Vinci,Ruy Daz de Vivar, Arcipreste de Hita, Lazarillode Tormes, Isabel de Castilla, Pedro de Mendo-za, Cyrano de Bergerac, Erasmo de Rotterdam,Jaime de Mora y Aragn, Madre Teresa de Cal-cuta, Carolina de Mnaco). Idem: Costa, Mon-

    taa, Serrano, etc. el enrolamiento familiar (los sufijos ez, son,sen, ian, ich u ova, as como el prefijo ben,

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    como equivalentes a hijo o hija de lvarez,Johnson, Andersen, Kalpakian, Blascovich,Pablova, Ben Gurin). Vocablos como junior oibn tambin se usan para indicar descenden-

    cia. la actividad laboral (San Juan Bautista, MarcosSastre, Kuno Fischer, Marc-Antoine Charpen-tier. Idem: Escudero, Ferrer (herrero), Caldern(calderero), Piquer (picapedrero), Barber (bar-bero).

    los rasgos morfolgicos o temperamentales (Ri-cardo Corazn de Len, Enrique el Navegante,Federico Barbarroja, Ivn el Terrible, Juana laLoca, Felipe el Hermoso, El Manco de Lepanto,

    Solimn el Magnfico, Tarquino el Soberbio, Ca-talina la Grande, Guillermo el Taciturno, El Tigrede los Llanos, El Zorro del Desierto, Juan elBueno).

    En cuanto al primer nombre el de pila, bblicoo cristiano emergen acepciones vinculadas amotivos religiosos o polticos, v.gr., la tendencia ve-rificable en pases como el Uruguay, de fuerte tra-dicin laicista y masnica que, para diferenciarse

    de las orientaciones ultracatlicas, han evitado elsantoral recurriendo a vocablos indgenas o sajo-nes: Yamand, Tabar, Walter, Washington, Nel-son en lugar de nombres como Salvador, Pedro,Nazareno, Mara, Magdalena, ngeles, Beln, F-tima, Natividad, Buenaventura, Encarnacin, Esco-lstica, Concepcin, Misericordia, Purificacin, Ca-ridad, Resurreccin, etc. Se han dado situacionesjocosas al adoptar las alusiones diarias que acom-paan el calendario y poner nombres tales como

    Piovepapa(por Po V, papa), Circuncisin(por Cir-cuncisin de Nuestro Seor Jesucristo), Diadif(Dade los Difuntos), Inri (por Viernes Santo), FiestaPatria, Degollacin de los Santos Inocentes, Ayu-noy Abstinencia(a dos mellizos que nacieron en elda homnimo) Mercrdi(nombre puesto por cam-

    pesinos en una maternidad francesa creyendo quecorresponda al santo ocasional).

    Se han adoptado apelativos insospechable-mente cannicos para eludir las cazas de brujas

    desatadas por la Inquisicin o el nazismo (San oSanta... Cruz). Entre los ncleos de izquierda y es-pecialmente en el campo anarquista ha sido muyfrecuente el empleo de nombres emblemticos co-mo Giordano Bruno, Sol Libertario, Luz, Lumen,Idea, o quien ha puesto a sus ocho hijos las mis-mas iniciales, por ejemplo, R.D. para alentar lacausa de una Revolucin Democrtica (RicardoDante, Rosa Delia...). El escritor Antonio Tabucchi,en su novela Piazza DItalia, traza una zaga fami-

    liar en torno a tres generaciones de anarquistasitalianos desde las luchas garibaldinas y el exiliofinisecular en Amrica (E. Unidos y Argentina)hasta el nacimiento de la repblica hacia 1946,donde los protagonistas heredan el nombre de suantecesor en conexin con Garibaldi y su campa-a libertadora (Garibaldos, Volturnos, Quartos).

    En situaciones de conquista o evangelizacin,se han aplicado nombres que reflejan imgenesserviles, tal cual sucede con el apelativo Viernes

    usado para designar a ese personaje autctonoencontrado por Robinson Crusoe en la obra deDefoe durante dicho da de la semana, o anterior-mente al Calibn sometido por Prspero en LaTempestadde Shakespeare, o como lo ha patenti-zado Nicols Guilln en el poema donde alude a latrata de negros y al despojo identitario que estecomercio trajo aparejado para todos los descen-dientes cuando se disolvi en tinta inmemorial elapellido primigenio de quien pas sobre el mar en-

    tre cadenas. Aun en la dcada de 1920, ciertos mi-sioneros llamaban a los aborgenes chaqueos en definitiva a los percibidos como naturalescon referentes cosificadores tomados del mediocircundante: Margarito, Azucena, Rosita, Selva.Tambin se ha recurrido a los prceres para re-

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    bautizar a esclavos manumitidos (Simn Bolvar,Jos de San Martn), mientras que en Roma seagregaba la expresin puer al nombre del amopara trasuntar el grado de sumisin (Lucipuer,

    siervo de Lucio). En otros encuadres se ha acudi-do a los elementos de la naturaleza, con una car-ga menos vasalltica, para indicar correlato espa-cial o anhelos de belleza, tal como sucede por an-tonomasia en japons: Sasajima (isla de bamb),Yamamato (montaa), Kikuyo (jazmn, hermosacomo esa flor).

    El nombre y el apellido por separado o unacombinacin de ambos sirven a veces para refle-jar modas, estado civil, condicin social, migracio-

    nes, dolos pblicos, situaciones lmites o ritos deiniciacin. As en Costa Rica puede observarse,junto con apellidos bien castizos, nombres de pilacomo Grace o Jacqueline (por G. Kelly y J. Ken-nedy). En Argentina, los nombres Eva y Juan Do-mingo, por los dos adalides del peronismo; Malvi-na, Soledad o Victoria, por las islas que desenca-denaron la guerra con los ingleses; Carlos, porGardel; Diego Armando, por Maradona, o Ernesto,al igual que en muchos otros pases, por el Che

    Guevara. As como en el mundo hispano-parlantese ha empleado el nombre Expsito para desig-nar a los nios hurfanos abandonados en un lu-gar pblico, en Estados Unidos se ha utilizado elJohn Doe y en Francia se ha recurrido al nombrede la ciudad o poblado con idntico propsito.

    Segn lo ha registrado Jos Nasta, nos topa-mos con una ristra de nombres peculiares por pa-ses afines: Ecuador (Emporio Musical, ExquisitaPilsener, Eveready Pilar, Len Febres Cordero ex presidente de larga melena, Obras PblicasCardozo dirigente sindical); Bolivia (Condor-mallcy, Gefasio, Glodoaldo, Akosky, Zorka, Fabri-que), Puerto Rico (Vase al Dorso Prez, Usmail-

    Usnavy y Nevido, por U.S.Mail-U.S.Navy-Navy II);Brasil (Lotus MacLaren, Chevrolet, Amrica doBrasil Republicano, Maia Vitoria Ordem e Progres-so), Filipinas (Iluminada Incompetente, Lorito Lava-

    platos, Amor Completo, Clnica Dental Espanto,Edificio de la Torre, Marcelina Huyendo Joven). EnUruguay, nombres como Pearol Aurinegro, Escu-do de la Patria, Neome (por mquina de coser NewHome), Uno... Dos... Tres... Cuatro... (ocho herma-nos), Ugenio Con (en el Registro Civil: Quieroponerle Ugenio Vd querr decir Eugenio. Noseor, Ugenio. Con e, con e! Est bien, inscr-balo Ugenio Con Gonzlez). En Paraguay: Clito-fonte Prematuro Violoncello y Mara Natalia Man-

    dolina (dos hijos de una misma familia), Arpiano(tomado de un baile donde tocaban dos msicosagraciados, un arpista y un acordoneonista a pia-no); un descendiente de italianos quera un hijo va-rn, despus de varias mujeres (Esperanza, Siga yAvanti, Paciencia contra el Destino), y cuando lle-g lo llama Por Fin Bienvenido Carajo; en la guerradel Chaco (con Bolivia 1932-1935), un soldado deapellido Segura se casa con una seorita llamadaVictoria Paraguaya, la cual qued as como Victo-

    ria Paraguaya Segura. Cuba viene a representar elfestival de la desregulacin y la liberacin, pues,junto a los insorteables efectos del ingls y sus de-formaciones nominales (Sheila, Madeinsusa, One-dolar), aparecen tambin los Carlos Marx, Federi-co Engels, Kruskaia Prez, Maiuska Daz, Igor Az-cuy, Liurka Rodrguez; los nombres poliglotas (Ui-dayesis, por s en varios idiomas); nombres de expresidentes (Batista, Pro); nombres invertidos(Nasasu, Doaredu, Luar), capica (Ener), apco-pes (Norelis, por Noris y Eliseo), apcrifos (Leonvir-madre Virtudes, padre Leoni).

    Entre los nombres evocativos se encuentran al-gunos como Restituto de Alczar(impuesto a un

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    nio que se salv de morir en el ataque a esa for-tificacin toledana), Amricalee (nombre de unaeditorial porque Amrica la esposa del dueoaprendi a leer), Atlnticoy Pacfico(dos hijos de

    un industrial), Litigio(hijo de ecuatorianos que vi-ven en la frontera beligerante con Per), Csar(hi-jo de una seora que dio a luz por cesrea), ItaliaRoma Liberata Bella Giornata(un romano a su hi-ja nacida el da en que Vctor Manuel entra en Ro-ma y expulsa a los austracos). En sectores humil-des se han adoptado nombres exticos provenien-tes de los culebrones televisivos para aplicarlos asu prole (Emmanuel, Axel, Jonatahn, Abigail, Jes-sica, Jennifer, Brian). Al cruzar la lnea ecuatorial,

    se acostumbra rebautizar a los marinos con nom-bres como Delfn, Orca, Mojarrita y otros smbolosacuticos semejantes. Como curiosidades puedencitarse un sinnmero de casos: Juan Ante Portan-te Latinante, Generoso Maana, Dolores de Cue-llo, Carlos Vinagre y Mara Lechuga (dueos derestaurante), Boca de Porco (papa Sergio II), Rei-na Reynal de Rey (una ganadora concurso de be-lleza); un seor Lamar que puso a sus hijos Mari-na, Ondina y Perla; un matrimonio de nombre

    Stanford y Loyola tambin pusieron a sus hijosnombre de universidades estadounidenses (Stan-ford, Duke, Harvard, Princeton, Cornell); entre losms largos, el de una nena nortamericana regis-trada con un nombre por cada letra del abecedarioo el mas conocido de Picasso (Pablo Diego JosFrancisco de Paula Crispn Crispiniano Juan Ne-pomuceno de la Santsima Trinidad Ruiz Picasso).Por ltimo, as como se apela a los nmeros ordi-nales para establecer sucesiones dinsticas Oc-tavio Augusto, Sptimo Severo, Humberto Pri-mo, tambin se los aplica a otros casos ms co-rrientes: Primo de Rivera, Sixto Palavecino, Se-gundo Sombra.

    Por diversas razones, el recurso a los nombrespropios si bien no ha perdido su importancia, se haido vaciando en buena medida el sentido primige-nio que exhiba cuando se acentuaba la pertenen-

    cia a un grupo, lugar o profesin, por encima de loestrictamente personal, sin dejarse de pagar porello un cierto costo identitario.

    La crisis contempornea

    En nuestros das, con tanto desamparo y tantas

    inclinaciones individualistas, se evidencia una do-ble preocupacin. Por un lado, el afn de autoco-nocimiento, de responder al quines somos, paralo cual se acude a las variantes ms heterog-neas: desde el psicoanlisis y los tests hasta elexamen de las cartas astrales, los naipes, el sue-o, la letra, las manos, la borra del caf y otros su-cedneos. Por otra parte, existe el impulso a reali-zarse, encontrarse uno mismo, lograr una satisfac-toria estimacin tanto corprea como mental, sin

    que en este terreno tampoco se repare demasiadoen la disparidad de los procedimientos en juego: f-sico-culturismo, dietologa, adipometra y lipoes-cultura, aerobics, gemoterapia, juegos de azar,orientacin vocacional, tcnicas orientales, drogasalucingenas, amuletos, meditacin trascenden-tal, autoayuda, New Age, sectas mesinicas, igle-sias electrnicas y carismticas, comunidades na-turistas, clubes sociales, cafs filosficos o hincha-das deportivas. (En la Argentina existe el Sindica-to nico de Terapeutas Alternativos, que cuentacon miles de miembros). Entre los cambios msobvios y rotundos experimentados por los modelosde realizacin personal o grupal se halla el rol que

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    ha asumido la mujer media frente a sus clsicasfunciones maternas y domsticas, junto al esfuer-zo de readecuacin que ello le demanda a los va-rones.

    A veces tales comportamientos, con su mayor omenor grado de estereotipia y presin social, ca-ben ser interpretados como frvolas expresionesdel narcisismo y el hedonismo contemporneos,de la falta de objetivos e ideales; en otras circuns-tancias se insinan como dispositivos o estrate-gias posmodernas de filiacin en un tiempo donde,si bien cuesta adquirir slidas identidades, se ob-servan en cambio una miscelnea de medios plu-rales de personalizacin que antes cumplan la po-

    ltica o los sistemas holsticos de creencias para elgrueso de la poblacin mundial. Segn lo puso demanifiesto Gilles Lipovetsky en La era del vaco,la gente quiere vivir en seguida, aqu y ahora,conservarse joven y no ya forjar el hombre nuevo.

    Se trata efectivamente del pasaje de una so-ciedad disciplinaria y homogeneizadora a otra pos-modernista donde mueren las ideologas, se aci-catea lo heterogneo y las bsquedas reales deautoconciencia o ms bien nos hallamos frente a

    nuevos condicionamientos para fragmentar o de-sintegrar las identidades existentes? Asistimos alnacimiento del hombre light, que sustituye a losantiguos dioses por el mercado, el celular, el autoimportado y la educacin privada; ese personajeque no conoce para cambiar o rectificar rumbos yque slo acta bulmicamente bajo el efecto delsndrome de la cebolla, por el cual termina identifi-cndose con la vestimenta, los tatuajes o la colo-racin estridente del cabello? Representan mera-mente casos aislados las declaraciones de unapoltica argentina, madre de un desaparecido,

    cuando, al preguntarle por qu no se operaba lasprofundas ojeras de su rostro para mejorar su ima-gen ante los medios, contest que no pensaba ha-cerlo porque dichas huellas correspondan a sus

    muchos desvelos en el enfrentamiento contra laviolacin de los derechos humanos? Habr cesa-do la alienacin desmenuzada por Marcuse cuan-do atribua la misma al exceso de consumo y a lasfalsas necesidades que llevan a organizar nuestraexistencia en funcin de los anuncios, a amar yodiar lo que otros aman y odian?

    A la inveterada crisis de la adolescencia y la se-nectud, se aade la de la mediana edad, con mu-chos sujetos disconformes por no haber seguido

    una vocacin o porque, pese a cumplimentarse lasinclinaciones bsicas, su efecto no fue tan valede-ro como se aguardaba. A tanto conflicto identitariose aade el que adviene ya desde la niez, no s-lo ante fenmenos tan extremos como la prostitu-cin infantil sino frente a realidades ms cotidia-nas en las cuales se aceleran los procesos evolu-tivos de maduracin cuando los chicos entre ochoo diez aos empiezan a actuar como adultos, vis-tindose de grandes y concurriendo a los mismos

    salones de entretenimiento que sus mayores.No en vano se ha considerado la crisis de iden-tidad como uno de los indicadores ms represen-tativos de este siglo, con su tendencia a la deshu-manizacin, con el predominio del utilitarismo so-bre la solidaridad. Si el desempleo, segn lo hanplanteado autores como Vivianne Forrester, vienea cancelar hasta el mismo horizonte de posibilida-des caracterstico de la juventud, el exilio y los mo-vimientos migratorios no slo han alterado el sen-timiento de pertenencia sino que han producido unfuerte desarraigo. Para otras apreciaciones, el la-

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    vado de cerebros ya no es imputable exclusiva-mente a los regmenes represivos y cabe imaginaruna nueva distopa en la cual no se puede apartarla mirada del escenario simbitico de la TV ni li-

    brarse del bombardeo informtico que nos lleva asuponer que navegamos por todos lados mientrasapenas rozamos las cosas. Hasta los enfoquesmorigerados no dejan de adherir al balance pesi-mista que nos muestra a la gente atrincherada ensu propio bunker, saturada por la cultura de los de-liveries, donde se recibe desde la comida y los ele-mentos recreativos hasta la misma educacin for-mal en todos sus niveles:

    La afirmacin ms fuerte de la moderni-dad era que somos lo que hacemos; nues-tra vivencia ms intensa es que ya no esas, sino que somos cada vez ms ajenosa las conductas que nos hacen represen-tar los aparatos econmicos, polticos oculturales que organizan nuestra experien-cia [...] Vivimos en una mezcla de sumi-sin a la cultura de masas y repliegue so-bre nuestra vida privada (A. Touraine,Podremos vivir juntos?)

    Conceptuaciones menos refractarias hacia elproceso de globalizacin se perfilan, por ejemplo,en los trabajos de Fernando Ainsa, quien, sin ad-mitir el pernicioso saldo econmico de ese proce-so y sin renegar del valor operativo de la utopa,recupera en cambio diferentes aspectos implcitosen nuestra actualidad, como el hecho de que elmundo contemporneo agudiza la multiculturali-dad y la propensin errante del ser humano, la

    apertura y atraccin hacia el otro, o favorece elbilingismo que se ha configurado en numerosascomunidades, a consecuencia de los exilios, mi-

    graciones y otros fenmenos similares. En definiti-va, para pensadores como Ainsa, dicha globaliza-cin, al albergar grandes caudales identitarios, connacionalidades compartidas y otros factores simi-

    lares puede llegar a constituir un verdadero desa-fo ms que un obstculo insalvable. Si por un la-do existen fuertes tendencias a establecer perso-nalidades inducidas, mediticamente o por otrasvas diversas, no debe desestimarse la alternativade que se forjen nuevas identidades desde la so-ciedad civil y los propios individuos.

    En sntesis metafrica, a la luz de la globaliza-cin no slo cabe replantear la subsistencia de otrosndrome conocido: el del estornudo, segn el cual,

    ni bien el Norte comienza a manifestar signos deresfro, el Sur debe someterse a terapia intensiva.Adems puede constatarse que, cuando el primerogoza de buena salud, el otro frecuentemente man-tiene o incluso refuerza sus padecimientos. Sin em-bargo, no deja de resultar un ingrediente novedosola existencia de crecientes malestares propios de laperiferia dentro del seno mismo de las metrpolisms avanzadas.

    Conceptuacin

    Para comprender la identidad en toda su ampli-tud deben manejarse dos criterios fundamentales.Un parmetro clave atiende las diferencias entregeneraciones y los derechos o peculiaridades quevan del reino inorgnico al mundo animado, de laniez a la ancianidad, de los sanos a los minusv-lidos, de la hetero a la homosexualidad. Se inten-ta aproximarse aqu a todo aquello que ha sido ex-presado en distintas ocasiones con afirmaciones

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    como las siguientes: Per tanto variare Natura bella (Renacimiento), Hasta el pelo ms delgadohace su sombra en el suelo (refranero gauches-co), Small is beautiful (hippies), Estamos aqu

    porque ustedes estuvieron antes all, ocupandonuestras tierras (dichos actuales de los africanosal procurar instalarse en suelo europeo). Cabeevocar entonces los enfoques que explican el de-venir de la identidad cultural como producto delchoque con un mundo colonial en el cual gruposmuy dismiles se amalgaman para reivindicar unanacionalidad en comn.

    La otra variable resalta el polo de la unidad y lapermanencia, el complemento ineludible de perci-

    bir y salvaguardar todo lo humano ms all de lasparticularidades, sin que a ningn pas o grupo so-cial le corresponda abrogarse la facultad de encar-nar a la civilizacin o la cultura subestimando alresto de la poblacin mundial. Ni siquiera el propiopueblo tantas veces concebido como unamuchedumbre desdeable y amorfa puede exi-gir las mximas reparaciones y erigirse en motorprivilegiado de la historia, ante las reservas conque hoy deben juzgarse las categoras sustancia-

    listas. Aqu se est recuperando en definitiva la im-pronta que testimonian ciertas proclamas antirra-cistas (Somos todos judos o... mestizos) y dereivindicacin ocupacional (Somos todos inmi-grantes o... docentes).

    Aunando esa doble vertiente, podr entoncespostularse la identidad como una nocin que, sos-layando el fundamentalismo, implique la idea deunidad en medio de la diversidad, un sostenido im-pulso humanizador y democrtico que, promovien-do condiciones ms equitativas de vida, incluya laafirmacin individual y comunitaria. Se trata deuna tnica que cabe ser ilustrada, por ejemplo,con algunas declaraciones recogidas en el En-

    cuentro Intercontinental por la Humanidad y contrael Neoliberalismo celebrado en Chiapas hacia1996. En ese evento no slo se denunciaron, co-mo mitos neoconservadores, el compite y triunfa-

    rs o el consumir es existir; tambin se articulall una plataforma principista a favor de la inter-subjetividad y renuente a los axiomas sobre la to-ma compulsiva del poder:

    El precio de nuestra vida no es una alcal-da, una gobernatura, la presidencia deMxico o la presidencia de la ONU o cual-quier equivalente [sino] un mundo dondepuedan caber todos los mundos [...] De-trs de nosotros estamos ustedes. Somos

    los mismos ustedes. Detras de nuestrospasamontaas est el rostro de todas lasmujeres excludas. De todos los indgenasolvidados. De todos los homosexualesperseguidos. De todos los jvenes despre-ciados. De todos los migrantes golpeados.De todos los presos por su palabra y pen-samiento. De todos los trabajadores humi-llados. De todos los muertos de olvido. Detodos los hombres y mujeres simples y or-

    dinarios que no cuentan, que no son vis-tos, que no son nombrados, que no tienenmaana.

    Semejante visin de la identidad, como presu-puesto regulador y como una complejsima cons-truccin histrica, tiende tanto a fomentar la perte-nencia a una comunidad como a defender la sin-gularidad de la persona; apunta hacia una relacinmenos conflictiva del individuo en su medio social

    y hacia una capacidad de definicin que sobrepa-se el rubro cuasi mayoritario del no sabe o el noresponde de las encuestas al uso. Sin descartarla relevancia que ha cobrado el mundo interior tras

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    las oleadas colectivistas, subsiste la necesidad dedesempear otros papeles fuera del mbito ntimoo familiar si nos proponemos alcanzar un desarro-llo menos pasivo de nuestra identidad.

    Tipologas

    Si se asume el carcter metodolgico, directrizy virtual que contiene la cuestin identitaria, puederefrendarse la distincin entre una faceta encubri-dora y un perfil ms legtimo de la misma.

    As se han planteado identidades negativas, alincorporar parmetros enajenantes como los quese han dado en nuestro continente desde la Esco-lstica al determinismo geogrfico y racial, desdelas prerrogativas oficiales para el cristiano viejo sin mcula de moro o judo hasta la condena po-sitivista del arte y la religin, desde la reaccincontra la ciencia y la racionalidad hasta el entroni-zamiento econmico de los Chicago Boys. Ya seaen nombre del Evangelio ya en aras del Progresose ha ido propagando una concepcin distorsio-nante de lo americano, reforzada tanto por dicoto-mas que celebran la inteligencia y rectitud de laslites ante la instintividad y la amoralidad de lasmasas como por postulaciones que invalidannuestras aptitudes civiles para justificar as la do-minacin transnacional y el hegemonismo de intramuros. Resulta casi un lugar comn referirse aque no slo en los textos de historia y geografa si-no en la misma filosofa occidental conside-rada como el saber crtico por excelencia se haintentado demostrar a pie juntillas la superioridadde los pases de clima fro y nevado aso-

    ciados con el ejercicio de la libertad frente a lasregiones prximas a los trpicos, donde impera laanarqua, la sensualidad y la indolencia.

    De similares argumentos se han munido diver-

    sos intelectuales latinoamericanos que fueron im-pugnados por sufrir de parasitismo y daltonismoeuropeos. As, a comienzos de siglo, un influyenteensayista, Agustn Alvarez, en su Manual de Pato-loga Poltica, mientras pone por las nubes a losanglosajones como enrgicos y honestos, tilda alos sudamericanos de farsantes y embusteros na-tos que escudan su inconducta en manifiestos oprotestas: El bien por el bien [...] no ha tenido cul-tores ni admiradores en estos pueblos. Durante

    pocas ms cercanas, en el Chile aislacionista dePinochet, un profesor de ese pas Joaqun Bar-cel rechaz la existencia misma de una filosofay hasta una visin de la realidad propiamente lati-noamericanas, hacindose eco de los planteostrasnochados sostenidos por Ernesto Grassi sobreel carcter ahistrico, primitivo y demonaco denuestra Amrica sinnino de materia y naturale-za frente a una Europa en tanto eptome de cul-tura y civilizacin. Siguiendo el triunfalismo neoli-beral, han surgido diversas voces que vuelven aerigir a Occidente en el nico agente inspirador devalores para la humanidad, mientras se aseguraque se ha reiniciado la era del avance indefinido.

    Al mismo tiempo, se suele aludir a otra varianteidentitaria anloga, de carcter difuso, que consis-te no tanto en adoptar paradigmas antagnicos al estilo del malinchismo cultural, sino en deba-tirse en una bsqueda interminable de alternati-vas, mutando permanentemente los modelos iden-tificatorios en juego, tal como ha ocurrido con lahistoria de Bolivia, cuando la gente se acostabaall con un gobierno y se levantaba con otro.

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    Finalmente, otra modalidad problemtica, vol-cada hacia el escepticismo, viene a poner en telade juicio el mismo concepto de identidad, invali-dando los paradigmas generales y la psicologa

    colectiva. Durante los aos sesenta pueden sea-larse algunas embestidas frontales contra la ca-racterizacin global de los pueblos que, para estu-diosos como Jos Antonio Maravall en polmicacon Salvador de Madariaga desde la Revista deOccidente, no contena sino proposiciones irrea-les, una empresa quimrica fuera del orden litera-rio y de la contienda poltica, especialmente cuan-do se reduce en un slo haz de cualidades a na-ciones tan complejas como las actuales. Poco

    despus, en un simposio sobre Sociologa de losIntelectuales organizado por el Instituto Di Tella enBuenos Aires, Csar Graa consider las tesisidentitarias como ilusorias y engaosas, pues, pa-ra l, quienes aluden a la americanidad y a la me-xicanidad slo emiten un gesto retrico y caen enuna falacia antropolgica por enfocar a las cultu-ras con cristal organicista. Segn Graa, desdeBilbao, Mart, Daro y Garca Prada hasta RicardoRojas, Vasconcelos, Haya de la Torre, Mallea uOctavio Paz, todos han trasuntado una excesivapasin ontologicista hacia lo arquetpico y hacialos pronunciamentos, sin poder captar las transfor-maciones desencadenadas por la modernizacin:

    abocados a esenciales problemas del in-telecto y de la sensibilidad que, a causa desu misma profundidad, pueden ser con-siderados, en cierto sentido, insolubles.Desde esta ventajosa posicin, el proble-ma de la identidad se transforma en un

    instrumento natural de legitimacin paraaquellas formas de imaginacin intelectual

    que se autodesignan guardianas y propie-tarias de los aspectos ms inaccesibles dela experiencia humana

    Ocasionalmente, no se ha cuestionado tanto laposible existencia de una idiosincrasia nacionalcomo su reiterada aplicacin con fines autoritariosy demaggicos, admitindose entonces la alterna-tiva de que una nacin se halle en condiciones pa-ra elegir su propia va de desarrollo. As se objetanlas formulaciones ideolgicas sin desestimar lasconcepciones basadas en la produccin cultural yla defensa de patrones espirituales que, junto consus portadores, se encuentran en peligro de extin-guirse ante los mecanismos desequilibrados demodernizacin. Ello da pie para introducirse enuna imagen ms genuina sobre la identidad.

    Por el contrario, una presunta identidad autn-tica o ideal debe tender hacia un proceso activo dehumanizacin y democratizacin, junto a una do-ble estimativa: de diferenciacin y continuidad, deunidad en la diversidad, ms all de barreras tni-cas, geogrficas o sociales.

    Asimismo, la temtica identitaria no puede des-ligarse de los problemas polticos o econmicos,de la tenencia del poder y la distribucin de la ri-queza, pues se halla ntimamente ligada a la tomade conciencia nacional y a las realizaciones socia-les. Primordialmente, la identidad, en su facetams positiva, implica un aprehender la realidad,con su cmulo de contradicciones, para mejorarsensiblemente las condiciones y la calidad de vi-da, para readecuar estrategias como los que es-bozara Gandhi La India tiene que vivir en un cli-ma, dentro de un marco y segn una literatura que

    sean propias suyas, aun cuando no valieran tan-to; sin suponer por ello el imperativo de cerrar-

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    se a todo lo exgeno. Aqu el proceso identitariose asemeja a la utopa, en tanto ambas represen-tan intentos o aspiraciones para modificar el ordenexistente.

    La gnesis de esas formas identitarias en nues-tra Amrica ha contado con diversas expresiones:desde los movimientos insurreccionales previos alas guerras emancipadoras y campaas como lasde Bolvar para que constituyamos un pequeognero humano hasta los empeos finisecularespara diferenciarnos de los poderes opresivos, em-peos retomados por las vanguardias artsticas ypor el prodigioso ideario de la Reforma Universita-ria y, ulteriormente, por algunas corrientes tercer-

    mundistas .Tales exigencias son replanteadas hoy por lossectores populares en relacin con los nuevosproyectos de integracin regional o a partir de lasdemandas sustentadas por los movimientos cvi-cos emergentes. Entre esas agrupaciones auto-gestionarias se alternan aquellas ms tradiciona-les como el sindicalismo independiente, las entida-des cooperativas y las organizaciones estudianti-les, junto a los nucleamientos feministas o de g-nero, indgenas, ecolgicos, pacifistas, de dere-chos humanos, las ONGs, las PYMES y tantosotros agentes sociales que han convertido los re-clamos identitarios en un asunto plenamente vitalque trasciende con holgura los estrechos plantea-mientos discursivos de la intelligentsia, donde pa-reca centrarse toda la cuestin.

    De ese vasto arsenal protagnico, extraemosun hito del campesinado en Costa Rica: una movi-lizacin que en la dcada de 1980 llevan a cabolos productores de alimentos bsicos (arroz, frijo-les, maz) para preservar su trabajo y su participa-

    cin en los programas tecnolgicos ante el ajusteestructural impuesto por las privatizaciones y lasimportaciones. En dicha circunstancia pudo obser-varse, en una de las mantas que se llevaron a la

    marcha rural, ciertas proposiciones que compen-dian lo que se ha pretendido sugerir sobre unaconcepcin afirmativa de identidad:

    No somos aves para vivir del aire.No somos peces para vivir del mar.Somos hombres para vivir de la tierra.

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    LA GLOBALIZACIN Y SU MAGNETISMO

    Una fuerza arrolladora

    Al estilo de lo que ha sucedido con la palabraidentidad, el trmino globalizacin que alude aun hito culminante dentro del largo camino de lamundializacin ha venido a ocupar un papel pre-ponderante tanto en el mbito acadmico como enla existencia cotidiana, en la propia realidad o ensu misma dilucidacin. As no slo se habla deteoras o ideologas de la globalizacin sino tam-

    bin de tiempos y de una conciencia de globaliza-cin. Paralelamente, se recurre a un sinnmero deexpresiones como globalismo, globalidad y rgi-men globalitario; civilizacin, mundo, sociedad,Estado, gobierno, aldea, tribu, administracin,mercado, moneda, empresa, fbrica y hasta casi-no global(es); modernizacin globalizadora; cultu-ra global de masas; nuevo orden capitalista global;globolocalizacin, globalizacin regional o global,globocolonizacin; etctera. Por aadidura, se ha

    llegado a proponer una ciencia emergente quese ocupara de toda esa mirada de cuestiones: laglobologa.

    Asociada habitualmente con el neoliberalismo,con el nico discurso estructurado entre la crisisde las concepciones omnicomprensivas, diversosenfoques le han atribudo a la globalizacin unavariedad de propiedades y consecuencias ms omenos paradjicas, entre ellas:

    sustitucin de la poltica por la economa, im-plantacin ecumnica del mercado, librecam-bismo, privatizaciones y transnacionalizacin

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    del capital; crecimiento material sin beneficio colectivo

    equivalente; recolonizacin del planeta va emprstitos ex-

    tranjeros y manipulacin de la opinin pblica; exaltacin del individuo como sujeto actuante,con su podero real mermado por el auge de losmonopolios;

    extincin de los Estados nacionales soberanos,de los espacios aislados y las identidades re-gionales;

    multiplicacin de las barreras fronterizas, xeno-fobia, fundamentalismo, estallidos separatistasy segmentacin comunitaria;

    eclipse de los derechos y conquistas laborales,aumento de la explotacin y el desempleo;

    divisin de la humanidad en solventes e insol-ventes, en info-ricos e info-pobres dentro de larbita comunicacional, donde todos acceden atodo potencialmente;

    Tercera Revolucin Industrial y Cientfica mer-ced a la informtica y la telecomunicacin quepermiten a los mercados ms distantes operaral unsono;

    persistentes derrumbes en las bolsas mundia-les y peligro de colapso integral;

    predominio de la razn tecnocrtica, competiti-va y utilitaria;

    incremento de prcticas esotricas y domesti-cacin de universitarios e intelectuales;

    neoccidentalismo y neoeurocentrismo, aplasta-miento de las culturas locales, macdonalizacinde la existencia.

    Mas all de la sistemtica validez de tales apre-ciaciones, parece revertirse la tendencia originariaa equiparar la globalizacin con una panacea uni-

    versal que radica en supeditarse a los interesesdominantes y reducir el Estado seguridad socialy costos laborales a su mnima expresin, so pe-na de generar regmenes democrticos ingoberna-

    bles. Por lo contrario, recrudecen las crticas a ta-les planteos. Mientras se le adjudica al neolibera-lismo la pretensin de erigirse en un pensamientonico, se concibe al capitalismo tardo globalizadocomo una variante totalitaria, productora de enor-mes desigualdades, vinculada al trfico de armas yde drogas, a la destruccin del medio ambiente yde los recursos no renovables.

    En asuntos puntuales, se han expedido categ-ricamente distintas orientaciones. El Papa, en suExhortacin Apostlica a todos los pueblos deAmrica, ha lanzado un duro repudio a la globaliza-cin, al valor absoluto impreso a la economa y a ladeuda externa como fruto de la corrupcin y las ma-las administraciones. Dentro del amplio espectro li-beral, hasta un Fukuyama admite que la globaliza-cin representa lisa y llanamente un eufemismo dela norteamericanizacin, mientras Guy Sorman re-conoce que nuestras economas son dirigidas porla Bolsa de Nueva York. Mario Bunge tampocoahorra sus ataques:

    La libertad de comercio favorece principal-mente a los exportadores ms poderosos[...]casi todas las barreras internacionales pa-ra el trnsito de personas siguen en pie.Ms an, muchos estados las estn refor-zando[...]La basura cultural que exportan los Esta-dos Unidos est desplazando a la buena

    produccin nacional[...]la globalizacin de que tanto se habla esparcial y unilateral. Habra que hablar ms

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    bien de inundacin de las naciones perif-ricas por las centrales[...]En resumen, lo nico que atraviesan libre-mente las fronteras son el capital financie-ro, las malas costumbres y los grmenespatgenos(La Prensa, 1 setiembre 1996)

    En un libro emanado del sector empresario, conel sugestivo ttulo de La trampa global y medianterotundas estadsticas, se alude al neocapitalismoque edifica un modelo expoliador de perfiles biendefinidos, a un colonialismo en que los gobiernosde las naciones tienen poco ms que un papel decomparsas instrumentalizadas. El premio Nobelde Literatura, Jos Saramago, hablando de facha-

    da democrtica y de un neoliberalismo irresistibleque ha privado de voz a la misma gente, concluyepreguntndose: Para qu elegir dirigentes polti-cos si los financistas tienen todo el poder.

    Desde perspectivas muy radicalizadas, se hanido reforzando las condenas. Ernesto Cardenalnos adverta en uno de sus poemas: Igual que sise dice rosa o se dice Rusia / eso lo influencia laoficina 5600, aludiendo con ello al enclave que enel rascacielos del Rockefeller Center arma los prin-

    cipales negocios y conspiraciones del planeta. De-nunciando la excluyente poltica neoliberal,Chomsky ha sealado que el gobierno mundial sehalla en manos de los organismos crediticios y lasgrandes corporaciones, que violan la misma disci-plina del mercado, manejan la propaganda y elcontrol de la mente, se valen de los Estados paraextraer altsimos beneficios y sojuzgar a los de-ms, internacionalizan la produccin para obtenermano de obra cuasi impaga y vuelcan sus inver-

    siones bsicamente hacia la especulacin. La es-critora Vivianne Forrester llega a sostener que seha establecido una ruptura civilizatoria fundamen-

    tal, pues por primera vez en la historia un vastoconglomerado de seres humanos ya no resulta in-dispensable para la nfima minora que rige la eco-noma mundial, la rentabilidad otorga el derecho a

    vivir, mientras la miseria es lo que verdaderamen-te se globaliza. Con respecto a Amrica Latina, Mi-chael Lwy ha argido en similar direccin:

    el FMI y el Banco Mundial ejercen tal con-trol [...] sobre las polticas econmicas ysociales de los pases del continente quela independencia de stos, a menudo, sereduce a una ficcin. Los asesores y ex-pertos de las instituciones financieras in-ternacionales imponen a los gobiernos la-

    tinoamericanos sus tasas de inflacin, susrecortes presupuestarios en educacin ysalud, su poltica salarial y fiscal(Patriaso planeta?)

    Otros analistas, como Slavoj Zizek, terminanaseverando que la dinmica extra e intraterritorialde las empresas globales ha eliminado la oposi-cin entre metrpolis y pases dependientes, queslo hay colonias y que todos viviremos en rep-

    blicas bananeras. Si bien Zizek se sorprende deque los socialdemcratas le aseguran al sector ca-pitalista que respetarn el modelo y que harn lamisma gestin que los conservadores pero sintanto sufrimiento para la poblacin, no deja desostener que, en medio de la globalizacin actual,resulta de hecho imposible cuestionar la lgica delcapital, ni siquiera con una modesta tentativa pararedistribuir la riqueza en un mundo donde laquinta parte ms acaudalada de la poblacin

    cuenta con el 80% de los recursos y la quinta par-te ms indigente con apenas un 0,5 % de ellos,donde 500 millones de pudientes se enfrentan a

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    5.000 millones de carenciados prcticamenteexentos de los beneficios de la produccin y elconsumo, donde los ingresos diarios oscilan de2,5 dlares en el rea asitica del Pacfico a unos

    200 dlares en naciones como Alemania.Nos hallaramos en definitiva asistiendo a lagestacin del llamado sistema PPII, con sus cua-tro caracteres planetario, permanente, inmedia-to e inmaterial que pueden evocar atributos pri-mordiales de una divinidad modernosa guiada porvalores monetarios, multimediticos y cibercultura-les, pero dotada como tal de facultades absolutasmalignas o bienhechoras segn resulte del mira-je en juego.

    Discutiendo la nueva deidad

    En lneas generales, estamos ante una pticafrrea que, de modos dismiles, concluye presen-tndonos un cuadro terminal. No se trata mayor-mente de una incorreccin en los diagnsticos si-no de una sobrecarga determinista que tiende aclausurar las salidas y opciones alternativas. Ental sentido, diferentes versiones sobre el pesoabrumador de la globalizacin y el neoliberalismotransmiten, por ejemplo, un concepto de Amricalatina similar al de muchos encuadres elitistas que,visualizndola como masa catica y vaco espiri-tual, le negaban carnadura ontolgica y favorecansu sometimiento.

    Sin embargo, no deben descartarse los tenacesesfuerzos de humanizacin y democratizacin que

    emanan de nuestras prolongadas tradiciones reno-vadoras o de distintos sectores y movimientos rei-vindicativos contemporneos, incluso de organis-

    mos como la UNESCO con su impugnada prdicacontra la discriminacin. En consecuencia, puedeapostarse por la capacidad de un pensamiento ut-pico enraizado, ms all de los purismos culturales

    que pretenden sustraernos a toda forma de globa-lizacin y modernizacin bajo la supuesta fuerzaomnmoda del giro conservador, de la concentra-cin financiera, del fervor consumista y la mentali-dad hednica.

    Diversos indicadores, con motivaciones muyheterognas permiten mantener una actitud me-nos fatalista. Entre ellos, la preocupacin que in-sinan los directivos del Banco Mundial, el FondoMonetario y el Banco Interamericano para fortale-cer el Estado y amortiguar las grandes disparida-des sociales, la crisis educativa, la drogadiccin,la violencia y la criminalidad; el estado de alarmaque afrontan las propias empresas por no asumirla pauperizacin, el desempleo o las agudas ten-siones entre poseedores y posedos; la percep-cin de que el libre mercado no asegura en smismo el crecimiento ni la estabilidad; el temorexhibido por magnates como David Rockefellerde que los gobiernos recuperen su rol proteccio-nista ante una sociedad civil ajena a la maximiza-cin de las ganancias, o la advertencia de uno delos principales responsables de la derrota comu-nista, Lech Walesa, sobre que las injusticias delcapitalismo amenazan con provocar nuevas revo-luciones, pues para Walesa el dinero es la auto-ridad suprema, las mquinas echan a la gente ala calle, los empresarios llevan una vida muy c-moda mientras sus obreros pasan hambre. Ensuma, crecen las dudas en torno a la ortodoxiamonetarista y se infiere que la misma, lejos de im-

    plicar un mayor adelanto, condena a la gente a ladesnutricin y a peores condiciones de vida, esti-mndose, por ejemplo, que con la aplicacin de

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    esas polticas de ajuste los adolescentes mexica-nos han perdido casi dos centmetros de estaturadurante los ltimos quince aos.

    Simultneamente, autores como Touraine hanproblematizado el alcance de la globalizacin fue-ra de sus ya centenarios efectos sobre el sistemaeconmico internacional y dejan de atribuirle unaincidencia significativa en el campo cultural, por elgiro que, ms all de sus distintos componentesideolgicos, se verifica actualmente de la nacin ala etnia, junto con la vuelta a Dios y a la religin.Revindicando la hibridez, desde una postura queha sido calificada como un intento por conciliar losgrandes nucleamientos del capitalismo mundial,Garca Canclini tambin ha relativizado el impactoen cuestin:

    la modernizacin, la actual globalizaciny en general toda poltica hegemnicano pueden ser entendidas slo como im-posicin de los fuertes sobre los dbiles.Los estudios sobre hibridacin han desa-creditado a los enfoques maniqueos queoponan frontalmente a dominadores y do-minados, metropolitanos y perifricos,

    emisores y receptores, y, en cambio,muestran la multipolaridad de las iniciati-vas sociales, el carcter oblicuo de los po-deres y los prstamos recprocos que seefectan en medio de las diferencias y de-sigualdades (Revista de Crtica Cultural15, 1997)

    Por otro lado, cabe redimensionar la importanciaque ha adquirido en estos tiempos planetarios la

    sempiterna lucha por los derechos humanos que seviene librando desde distintos frentes o escenarios,v.gr.:

    jvenes y viejos, desamparados y discapacita-

    dos;quienes aspiran a disponer de aire, agua y

    alimentos incontaminados;la ONU y su Convencin ante las Desapari-

    ciones como crmenes imprescriptibles contra lahumanidad;

    la cesin de soberana estatal para el biencomn bajo la tesis de la corresponsabilidad de lasnaciones y el arresto o enjuiciamiento de genoci-das (Klaus Barbie, Videla, Pinochet);

    las sanciones a las brutales prcticas racistascometidas en Sudfrica durante el dilatado imperiodel apartheid.

    Estaramos as frente a lo que se ha dado en

    llamar un ajuste de cuentas con el pasado, no aje-no al acceso al gobierno, en Europa o Latinoam-rica, de integrantes de la generacin sesentistaque combatieron las dictaduras militares y se pro-nunciaron por un mundo mejor.

    Mientras se denuncia la creciente existencia deltrabajo infantil, de los nios de la calle y de 300.000chicos reclutados para matar y morir, en Brasil,dentro del Movimiento de los Sin Tierra, que nucleaa cinco millones de campesinos, unos 70.000 alum-

    nos aprenden nociones de reforma agraria y con-flictividad social en el millar de escuelas que poseedicho movimiento dentro de sus regiones ocupa-das. Existen por consiguiente varias caras de laglobalizacin: mientras que la India produce la ma-yor cantidad de largometrajes en el mundo entero yen cambio el 85% de las imgenes cinematogrfi-cas que se proyectan son de origen estadouniden-se, las Madres de la Plaza de Mayo y otros gruposinsurgentes, se han hecho ver y escuchar por todo

    el orbe. An ms, mientras los grandes consorciosmultinacionales parecen aduearse del globo enforma unilateral, se expanden bancos populares co-mo el Grameen fundado por el bengal Muhammad

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    Yunus y las entidades cooperativas Mondragn,COLACOT, Credicop construyen una relevantealianza por la batalla de los mercados, sin renegarde la eficiencia y el capital pero proveyendo susservicios a zonas de baja rentabilidad.

    Corresponde hablar entonces de las dismilesmodalidades que adopta la resistencia civil acordecon las circunstancias. Por una parte, ha contribui-do al derrocamiento de variadas dictaduras y, conel auxilio de otra base poltica y econmica, podraneutralizar o impedir un mundo de pesadillas, contodas las reservas y esperanzas que han puestode manifiesto veteranos militantes como MichaelRandle en su libro Resistencia civil:

    Nunca existe una garanta de que la resis-tencia civil vaya a tener xito en cualquiercaso dado, incluso bajo las circunstanciasms favorables[...] La justicia de la causa,el equilibrio de fuerzas existente entre loscontendientes, la perspicacia poltica delos resistentes esos y los dems facto-res existentes desempean su papel. Perolas comunicaciones modernas han facilita-do la organizacin de las redes de ciuda-

    danos para ejercer la resistencia civil, y laprensa y los medios de masas, especial-mente donde se puede contar democrti-camente con ellos, pueden suscitarle ungran costo poltico a cualquier gobiernoque recurra a una represin extrema paraaplastarla. Tal estado de cosas nos expli-ca, por lo menos en bastante medida, laextraordinaria proliferacin de la resisten-cia civil durante ms o menos la ltima d-cada, y su decisiva contribucin a la crea-

    cin de una nueva fase de las relacionesinternacionales tras la Segunda guerraMundial.

    Conclusiones

    En nuestro exhausto siglo XX, pese a las inn-meras experiencias igualitaristas que se dieron enl, no parece haberse cumplido el viejo sueo deuna humanidad verdaderamente fusionada. Fuerade los planteos catastrficos, la mentada globali-zacin se alterna con los ms diversos separatis-mos, con trastornos ecolgicos abismales, con larecolonizacin del planeta mediante emprstitosinternacionales, con el retroceso de costossimasconquistas sociales, con un Estado ultramnimo omacrobitico que reduce impuestos a los adinera-dos y ajusta a los carenciados, con el hombre co-mo lobbydel hombre, con conatos restauradorespara privar de legitimidad a las expresiones cultu-rales del Tercer Mundo mediante un travestismomental donde lo exgeno siempre resulta profun-damente superior a lo autctono. Vuelve a impo-nerse el dogma del modelo eterno y excluyente delcapitalismo, fundado ahora mucho ms en la pro-saica sacralizacin del mercado autorregulableque en el ritmo fascinante de la evolucin csmicay la mano invisible.

    Qu hacer frente a ese Estado de Malestar yal gobierno de Hood Robin, frente a los nuevoscantos de sirena que sostienen, por ejemplo, quela multiplicacin de vendedores ambulantes enAmrica Latina evidencia una innata cultura em-presarial?

    Cmo lograr esa reconstruccin del tejido so-cial sino es mediante una utopa democrtica y lareorganizacin popular! Adems de las alianzaspolticas de los sectores progresistas junto con las

    PYMES, aludo a la alternativa autogestionaria delos movimientos cvicos: desde las reivindicacio-nes que sustenta habitualmente el estudiantado y

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    el sindicalismo autnomo hasta las ms novedo-sas demandas de quienes luchan por el reconoci-miento del gnero, la proteccin de los derechoshumanos y de la misma naturaleza.

    Segn insino en mi libro Fines de siglo, fin demilenio, la verdadera novedad histrica que debeaguardarse consiste en no seguir prendado a nin-gn sistema en particular, por perfecto que parez-ca, para que pueda emerger una atmsfera dondese atienda ms cabalmente a la libertad, a la justi-cia social y a las diversidades culturales.

    Si no terminan por convencer demasiado lassimples expresiones de deseo, apelemos al mis-mo peso de la historia, en la cual ha sido una acti-tud permanente de los grupos dominantes la ne-gacin de las obvias fluctuaciones que se produ-cen en el campo econmico, creyendo en vanoque siempre podrn mantener su situacin de usu-fructuarios del poder, as como del goce y la acu-mulacin continua.

    EXPRESIONES FINISECULARES

    Narciso o Ariel

    Pese al mentado derrumbe de las grandes con-cepciones mundanas, pueden extrapolarse dosfuertes perspectivas sobre nuestra actualidad.

    Por un lado, celebrando la existencia de unaautntica revolucin individualista, se diviniza lasociedad de consumo centrada como la modaen el presente por haberse legitimado en ella elplacer y las libertades personales frente al controlestatal, familiar y religioso. La competitividad y eltriunfo de los valores privados han hecho eclipsarlas posturas nacionalistas o revolucionarias y lasconsiguientes actitudes sacrificiales. Las estrellasmediticas son los nicos hroes posibles en lacultura contempornea de la felicidad y el self-ser-vice, con su propensin a elegir entre mltiples op-ciones como ante los canales de TV. Hoy se pien-sa en trminos econmicos y empresariales, la ti-ca se emparenta con los negocios y el anhelo prin-cipal consiste en tener trabajo y vivir holgadamen-te. En definitiva, hay una apuesta por el egosmovirtuoso, que entroniza el yo como pasaporte albienestar, mientras se estima que la palabra noso-tros equivalente a servidumbre, miseria y false-dad designa la raz de todos los males. Por lti-mo, se aplaude la implantacin del liberalismo ennuestro continente y que se haya sobrepasado losaos 60 y 70, la poca dorada del perfecto idiotalatinoamericano.

    Por otra parte, enfoques menos complacientes

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    se lamentan por el quiebre de la matriz comunita-ria y asctica de las ideologas progresistas juntoal avance del arribismo, el fetichismo y el esprituposesivo, cuestionndose la exaltacin de los ri-cos y famosos en medio de enormes diferenciassociales. Otras aproximaciones discordantes con-denan la vertiente hedonista en nombre de la cul-tura burguesa ahorrativa, moderada y previso-ra o apelan a la moral cristiana y a su vocacinde trascendencia. Tambin se objeta el vaco con-formista por el que atraviesan las nuevas genera-ciones, la falta de futuro para los jvenes, la vio-lencia escolar y el pulular de las tribus urbanas.Asimismo, se enfatiza el hecho de que las polticasneoconsevadoras, lejos de haber sacado a Amri-ca Latina del estancamiento, han contribuido a en-sanchar la delincuencia, la inseguridad y los bolso-nes de pobreza.

    El podero meditico

    Autores de nota, sin distinguir entre diferentestipos de modernizacin excluyente o inclusiva, han llegado a bendecir la tecnologa capitalista ysu influencia en la cultura popular. Los mass me-diapasan aqu a cumplir un papel simblico tan re-levante para el desenvolvimiento de la personali-dad que vienen a superar la funcin llevada a ca-bo por los intelectuales y por la misma escuela. Ental sentido, se considera que los tiempos mediti-cos y las teletecnologas han aportado ms a lademocratizacin que todos las prdicas por los de-

    rechos humanos, en tanto ningn sistema autorita-

    rio estara en condiciones de soslayar y sobrevivira dichos elementos comunicativos. Los medios noslo que no adoctrinan ni fabrican la opinin pbli-ca sino que adems permiten emancipar a los in-dividuos de los sucesos, segn ocurri con Clintonen el affaire del sexgate, cuando los medianortea-mericanos se mostraron hostiles y la poblacinrespald mayoritariamente a su presidente.

    Desde otra orilla, se han extremado las denun-cias. Adems de representar una cultura de la ato-mizacin y de lo efmero, los medios como lasiglesias carismticas que exhortan a someterse alpatrn recluyen y domestican a la gente, minanla democracia y se alinean en la defensa del siste-ma, siendo manejados por empresas mercantilesy corporaciones internacionales. Un encuadre an-tropolgico opone el homo videns al homo sa-piens, mientras censura a la sociedad teledirigida:por atrofiar el saber y la naturaleza humana; porpropiciar una cultura juvenil grafa, apegada a laimagen y al sonido; por inducir un primitivismo po-ltico de la mano del Gran Hermano electrnico;por fomentar la truculencia, el localismo y hasta lapropia desinformacin. As el progreso tecno-cien-tfico termina incrementando el oscurantismo y elanonimato, por lo cual debera proscribirse la TV ylas PC del mbito escolar. La primera lleva la peorparte, por resultar ms pasiva que el Internet, porconstituir un sostn de la publicidad y ser un me-canismo de concentracin del poder. A los intelec-tuales que aparecen en ella se los ha estigmatiza-do como colaboracionistas de la dominacin y almejor programa literario televisivo como la antilite-ratura. Pese al fatalismo con que se evala la TV,como una inhibicin fundamental para concientizar

    a las masas, no deja de sealarse que otros apa-

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    ratos opresores el feudalismo y la inquisicinfueron finalmente doblegados.

    Una combinacin de ambas posturas plantea lapelcula The Truman Show, en la cual un canal te-levisivo trasmite en vivo 24 horas por da lo queocurre en el estudio ms grande del mundo unaciudad entera, llamada Seahaven, con 5000 c-maras escondidas el mismo espectculo quenadie puede dejar de ver durante 30 aos conti-nuos: la vida de Truman Burbank, un hombre queen todo ese tiempo haba hecho de actor sin sa-berlo. Finalmente, el personaje toma concienciade que su existencia era una pura actuacin y re-suelve huir del escenario. La temtica ofrece cier-tos paralelismos con los realities shows, donde seregistran todas las cuitas que padece la gente co-mn y hasta damas de la realeza como Lady Dicon los mnimos pormenores de su brutal acciden-te. En el film citado, si bien se subraya el climadeshumanizante de la televisin, subsiste la posi-bilidad de romper tantas ataduras y miedos induci-dos para concebir al menos el carcter viable deuna salida utpica individual nunca colocasteuna cmara dentro de mi cabeza, alega el prota-gonista que permite a su vez la liberacin de los

    espectadores, quienes festejan el no seguir vivien-do a travs de otro. En suma, la televisin en smisma no es caperucita y tampoco el lobo: ni gatoni ratn, constituye un mecanismo bsico de so-cializacin y uno de los responsables de la cons-truccin de la idea del mundo, pero su adiccinpuede retrasar la evolucin emotiva e intelectual.

    Cultura e identidad

    Una de las posiciones en juego, desde un per-fil etnocntrico, restringe o subordina los valores

    humanos principales a un determinado ncleogeogrfico o nacional, por ejemplo, a la luz deltriunfalismo occidental, al legado europeo y norda-tlntico, cuya supremaca se sostiene rotunda-mente. Dentro de este conglomerado ideolgicose acenta la nocin de extranjera y el intento delevantar murallas ante lo desconocido o diferente;un prejuicio que sigue subsistiendo v.gr. en Chilehasta con los pueblos fronterizos tras la intensacampaa antiamericanista que lanz all la dicta-dura militar durante tantos aos o en los proyec-tos oficiales de la Argentina para entorpecer la in-migracin regional, retomando la prejuiciosa con-signa de ser el nico pas blanco al sur del Cana-d. El racismo y la mentalidad fascista han visto alotro como un enemigo a exterminar: desde los he-rejes al indgena y desde los judos al subversivo.Diversas sectas apocalpticas surgidas en las dosltimas dcadas sustentan postulaciones xenfo-bas y se arman para combatir la sociedad mundial,el multiculturalismo o la proteccin de las minorasy los desposedos. A los inveterados estereotiposcaracterolgicos sobre la ineptitud e instintividaddel latinoamericano y sobre la ausencia en l deuna verdadera singularidad cultural, se han aadi-

    do las crticas al macondismo por considerar quetrasunta una ptica fundamentalista y un telurismoirracional; mientras se aduce que el mercado, losmedia, video clipsy Televisa en especial han he-cho mucho ms por nuestra integracin y porafianzar nuestra raigambre colectiva que todos losforos y tratados juntos.

    Ante esas miradas usualmente hegemnicas,otra visin asume la ndole conflictiva y tensionalde la misma cuestin identitaria, sobre todo en re-

    giones problemticas como las de Amrica Latina,donde se puede aludir a una modernidad incom-pleta y al mismo tiempo hablarse de un continenteposmoderno, dada la mezcla y la variedad culturalall imperante. Por otro lado, se plantea la identi-

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    dad positivamente, como un proceso dinmico deafirmacin democrtica, que responde a expecta-tivas compartidas, supone el reconocimiento de losemejante ms all de las filiaciones particulares yse emparenta con la utopa por aspirar a la modi-ficacin del orden existente. Se revaloriza al mi-grante como una nueva figura metropolitana que,en lugar de afectar el orden social y la ocupacin,moviliza el espacio urbano y favorece el desarro-llo. Paralelamente, el exilio, ese desgarrador casti-go, se transmuta en la posibilidad de sentirse par-te de una gran familia humana. La otra cara de laglobalizacin permite trascender artificiales fronte-ras patriticas que limitan el accionar conjunto delos jvenes, las mujeres, los ancianos y otros ac-tores identitarios. Se resignifican trminos comodesaparecidos, entendiendo por ello a quienesse amoldan y pierden la capacidad de soar, lu-char o rerse. Con la creciente crisis de las aspira-ciones comunitarias renacen dolos como el CheGuevara, se acenta la necesidad de reescribir elpasado y elaborar una memoria especfica se-gn testimonia por ejemplo la plasmacin de expe-riencias que hemos patrocinado como las del Co-rredor de las Ideas.

    Adems de las clsicas polticas redistributivasen franco retroceso y de quienes siguen bre-gando por ellas, hoy se patentiza otro modo decombatir la injusticia social basado en el reclamopor las peculiaridades culturales de gnero, et-nia, lengua, culto, etc.; una demanda que ha si-do traducida como el derecho a la visibilidad y seenlaza con las identidades colectivas, cuya com-posicin puede dividirse en dos grandes bloques: identidades microgrupales, de base o restringi-

    das con un origen precapitalista o tradicional

    (familia, vecindario, comuna) identidades amplias, conformadas en la moder-

    na sociedad de masas (clases, profesiones,edades, naciones, supranacionalidades)

    En sus rasgos primordiales, dichas identidadesse definen como intercambiantes, variables y con-textuales, lo cual supone que no existe una identi-dad fija, nica o verdadera y que tambin la mis-ma puede pasar de exhibir un talante valioso aotro con derivaciones negativas, como en algunasmanifestaciones de la negritud o del poder juvenilque surgen para oponerse a la discriminacin ra-cial o etaria y a veces han desembocado en la sa-tanizacin del hombre blanco, los adultos o los an-

    cianos.

    La correntada social

    Los nuevos movimientos sociales se perfilancomo antiautoritarios, carecen de enrolamientopoltico-partidista pero sobresalen por su esponta-

    neidad y compromiso personal. No les preocupaen demasa el desarrollo y la modernizacin deLatinoamrica, cuestionan frecuentemente la so-ciedad industrial sin apuntar a una transformacintotal de estructuras. Tales emergentes han sidodenominados simblicos o testimoniales, cuandorenen una mayor carga ideolgica y persiguenobjetivos fundamentales derechos humanos,defensa del gnero y el medio ambiente, comolas comunidades eclesiales, el movimiento estu-

    diantil y nominalmente, las Madres de Plaza de

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    Mayo o las feministas chilenas con su exigenciade democracia en el pas y en la casa. En general,se trata de modalidades que han contribuido a for-mar una nueva cultura poltica en Amrica Latina.Por otro lado, aunque sin poder establecerse uncorte profundo, se encuentran los movimientos co-munitarios o instrumentales, con sus demandasms concretas por agua, abastecimiento, esco-laridad, transporte, comedores populares quesuelen potenciarse frente a las polticas de ajustey a las democracias elitistas o corruptas.

    Ms all de los diversos grados de organi-zacin que ostentan los agrupamientos civiles,nuestro fin de siglo nos revela una nutrida presen-cia suya en la escena cotidiana. La resistencia delos pueblos indgenas se verifica en todo nuestrocontinente: desde el Norte con las sostenidas mo-vilizaciones zapatistas, pasando por los indios delEcuador que toman tres provincias andinas su-mndose al levantamiento social masivo en esepas hasta llegar a los mapuches australes,quienes buscan reconquistar las mismas tierrasque les fueron arrebatadas con argucias legales ymantener coherencia con el espritu insurgente desu propio refranero:

    La rana en el agua,el sapo en la arenacada cual en su sitioese es el problema.

    Un documento coetneo ejemplar, Guatemala.Memoria del Silencio, emana de las Conclusionesy recomendaciones del Informe de la Comisin pa-ra el Esclarecimiento Histrico en torno a los 34

    aos de masacres y violaciones a los derechoshumanos cometidas por el ejrcito guatemaltecocontra el pueblo maya; lo cual ha facilitado la re-

    conciliacin nacional, invocndose una asevera-cin de Miguel ngel Asturias: Los ojos de los en-terrados se cerrarn juntos el da de la justicia, ono los cerrarn. Hasta en el mismo Internet (http-://home.bip.net/rodrigo80) se descubren piezasreivindicativas como Cumbre Inaugural de los Ori-ginarios y los Suyos, firmada con el seudnimoPuelche de la Greda, donde se recrea una fabulo-sa asamblea amerindiana y se anticipa el siguien-te escenario:

    Venidos desde tiempos inmemoriales,conjugando telricos espacios, reuniendovoces y sones, contando y cantando lopropio, arribarn hoy etnias, tribus, pue-

    blos con sus cntaros, caciques, conos,reyes, mitos, crianas, escribidores, pe-rros, ritos, toquis, jergas, relatores, pro-puestas, senhoras, perlas, hierbas, jue-gos, alimentos, metales, instrumentos,magos, petacas, mazorcas, hechiceras,ritmos, indumentarias, pericos, almana-ques, taitas, hamacas, nios, machetes,squitos, puetas, mscaras, flores, pecesy, sobre todo, ilusiones

    A ello debe aadirse la multitudinaria lucha porla reforma agraria de los campesinos sin tierra enel Brasil, al tiempo que en Buenos Aires se vieneregistrando un promedio de seis marchas diariasprotagonizadas por los ms diversos sectores.Mientras que los premios Nobel de la Paz efectanun llamamiento contra la violencia ejercida sobrelos nios por doquier, en el Primer Mundo se pro-ducen grandes revueltas frente a los efectos perni-ciosos de la globalizacin, como las que se lleva-ron a cabo en Francia ante los recortes sociales ocon la imponente cadena humana que acaba de

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    formarse en Alemania ante los lderes de Occiden-te para derogar la deuda externa y bajo el lema noa la pobreza, al racismo y a la guerra con lasubsiguiente condonacin por parte de los pasesms ricos del 35% del endeudamiento contradopor las naciones indigentes.

    Tampoco puede omitirse la extraordinaria re-percusin que ha tenido en Europa el enjuicia-miento efectuado a Pinochet, con lo cual se san-ciona no slo a uno de los mayores criminales deestado de Amrica Latina sino tambin al ltimosistema reglamentariamente fascista que ha dadoel mundo (Umbral). Se resquebraja con ello el mi-to sobre la necesidad de mano dura y de un ma-cho que ponga en su lugar a los ciudadanos ds-colos y a los trabajadores sediciosos (Dorfman).Otro adelanto no menos importante result el fallodel juez britnico al extender el concepto de tortu-ra y aplicarlo a los familiares de los desaparecidosporque sufrieron la privacin de sus parientes sinser notificados sobre su paradero.

    Del conservadorismo a la Tercera Va

    En nuestro incierto fin de siglo, si bien parecedesestimarse, por utpicas, la apelacin a formula-ciones que han tenido un reiterado consenso, co-mo las de nuevo hombre o nueva sociedad, no de-ja en cambio de recurrirse a otras analogas con-ceptuales ms acotadas: New Age, nuevas identi-dades, nuevo individualismo, nueva economa, et-ctera. Al mismo tiempo, ha ido cobrando realidad

    institucional un fenmeno que se presenta comoinnovador el neoliberalismo pero con muchosrasgos que nos retrotraen al pasado: exitismo, li-

    bertad de empresa, privatizaciones, concentracinde riqueza, equiparacin de crecimiento productivocon modernizacin y desarrollo, o el realismo pol-tico y perifrico de alinearse con el poder domsti-co e internacional, mientras se restringen al mxi-mo por decadentes las conquistas sociales y labo-rales, el pluralismo cultural y sexual, hasta tirar porla borda el mismo derecho a la equidad.

    Se trata de un modelo que, pese a erigirse enla nica variante que asegura la gobernabilidad yel progreso, ha sido impugnado como inhumanopor definicin, pues, segn se plante en distintosencuentros de la Internacional Socialista, concibey plasma la sociedad a imagen y semejanza delmercado, reproduciendo las desigualdades de losconsumidores. Se propicia en cambio una socie-dad edificada a partir de la poltica y de los ciuda-danos, donde se regule la globalizacin y se glo-balice la regulacin, se combatan las propias incli-naciones eurocntricas, se reforme el funciona-miento de los grandes organismos crediticios y delas mismas Naciones Unidas. Surge tambin co-mo respuesta la idea de un nuevo centro que sebase a su vez en los nuevos valores predominan-tes: la llamada Tercera Va.

    Para uno de sus principales teorizadores, Ant-hony Giddens, la Tercera Va, denota una supera-cin tanto del neoliberalismo como de la socialde-mocracia antigua que reduce la globalizacin auna variante conservadora del libre comercio, sinpercatarse de que constituye una nueva realidad,donde la interdependencia econmica ha transfor-mado la misma cotidianeidad. Para Giddens dichava mantiene una actitud positiva hacia la globali-zacin, como emergencia de la sociedad civil, fren-

    te a la extrema derecha creciente en los pasesindustrializados que ve en ese proceso una ame-naza a la integridad nacional y a los valores tradi-

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    cionales. Teniendo como mira la justicia social y elamparo a los dbiles, el programa de la nueva vacontiene las siguientes instancias: democracia po-ltica, ciudadana cosmopolita, activismo civil, refor-ma gubernamental y reconstruccin del WelfareState, economa mixta con equilibrio entre regula-cin y desregulacin, prioridad en la inversin edu-cativa, respeto a las ambivalencias e hibridecesidentitarias, aceptacin de las ventajas bilateralesocasionadas por la inmigracin.

    Desde los mismos ncleos progresistas se hanefectuado una serie de observaciones y reparos alas terceras vas por asignarles un estilo eminen-temente defensivo y poco renovador que no per-mite neutralizar la hibris capitalista y no toma encuenta las fuerzas que se resisten a ella como lade los encuentros latinoamericanos por la humani-dad y contra el neoliberalismo ni las premisasconsensuadas por los propios partidos socialistas.La tercera va, rebautizada como va muerta por elex ministro alemn Oskar Lafontaine en su libro Elcorazn late a la izquierda, tampoco superara elplano de una sntesis chirle entre liberalismo y so-cialdemocracia, que viene a coincidir mucho mscon el primero en cuanto al agotamiento absoluto

    de la variable distributiva, del radicalismo y delmarxismo para convertirse en una readaptacinpaternalista a las condiciones impuestas por losmercados burstiles y a su resquemor ante los es-tallidos sociales. En otro orden de cosas, se hapuesto en tela de juicio a los lderes polticos de laTercera Va Blair, Schroeder y Clinton por ha-ber declinado sus convicciones juveniles pacifistasy potenciar la capacidad blica de la OTAN parabombardear grandes objetivos urbanos a discre-

    cin.

    Variacin final

    As como hace unas dcadas resultaba incon-cebible la adopcin de las desacreditadas tesisneoliberales que terminaron por impactar en elmundo anglosajn y en Amrica Latina, cabe pre-guntarse en este imprevisto panorama finisecularsi existen obstculos tan insalvables para alentaropciones genuinamente renovadoras que se atre-van a enfrentarse en serio al establishmenty per-mitan transferir la grandes decisiones y el poderpblico, ejercido de hecho por las finanzas priva-das, a los legtimos representantes de la sociedadcivil: los distintos gobiernos y otros organismos au-torizados como las mismas universidades, simplesespectadores en el juego inmisericorde de los bigbusiness.

    Mientras se agolpan las sospechas y las de-nuncias contra el alto monto de condicionamientoy corrupcin que acompaa al statu quo, no pare-ce darse el paso sucesivo de admitir reformas enprofundidad que tiendan a la globalizacin de losingresos y de los bienes culturales, a normativizar

    polticamente el mercado por su incapacidad deautocontrol y por los efectos dislocadores que aca-rrea el flujo de capitales para la sociedad. Podrancontribuir a ello desde los consorcios nacionalescomo el Mercosur inspirado por una economapopular hasta la misma izquierda si recupera supropia identidad, sin permanecer maniatada porlas cuestiones coyunturales y proponindose la ur-dimbre de nuevas utopas que desplacen a la os-tentacin como el modus vivendiideal.

    Para revertir el dilatado sentimiento de impo-

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    tencia que ha provocado el peso ciclpeo de lareaccin y para estar en mejores condiciones deoponrsele, otro corolario significativo radica encomplementar el aporte de los movimientos socia-les y las pequeas historias excluyentementerevalidadas por la posmodernidad con un res-cate crtico de proyectos universalistas e integra-dores como el de la Ilustracin que, frente al dog-matismo, han permitido concebir la posibilidad deun mundo para todos, cuya efectivizacin siguesiendo una asignatura pendiente contrarrestadapor quienes desde el unicato ideolgico pretendenhaber eliminado el pensamiento alternativo.

    II

    DIMENSIONES REGIONALES

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    LA FILOSOFIA LATINOAMERICANAEN CUESTION

    Caracteres

    As como resulta casi absurdo obtener unacomprensin ntima de la filosofa a travs de me-ras frmulas, la expresin filosofa latinoamerica-na encierra un dilema que elude las divisorias ta-jantes, al estilo de la naturaleza que avanza y seentremezcla ms all de las demarcaciones carto-grficas.

    Desde que Alberdi empez a referirse esperan-zadamente al filosofar americano, un largo siglo ymedio atrs, dicha expresin ha acumulado unadensa carga ideatoria y ocupacional. Un sentidotemtico apunta a desentraar nuestras realida-des configurativas, tanto en el dominio de los pro -cesos histricos cuanto en su compleja dimensinantropolgica. Otro significado atiende a los ras-gos e inquietudes fundamentales que distinguennuestra reflexin, ya sea como una cosmovisin

    informal ya sea bajo un encuadre de mayor siste-maticidad. Se alude tambin al decurso, periodiza-cin y proyecciones de las corrientes que hanarraigado en nuestro suelo, junto a la marcha y po-sibilidades de la enseanza filosfica dentro de lasinstituciones o crculos pertinentes. Paralelamen-te, hay quienes la conciben como el mdulo situa-cional mediante el cual es asumido y apropiado elpensamiento universal o la tradicin occidental enparticular. A partir de una perspectiva teleolgica,

    se levanta como un programa de accin ante cir-

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    cunstancias consideradas deficitarias. Una ltimaacepcin se remite al sujeto latinoamericano queencarna la cuestin (filsofos, grandes maestros,ensayistas, pensadores, el pueblo en su conjuntou otros agentes personales y sectoriales). Habra

    que tener en cuenta adems las distintas orienta-ciones y variantes que aparecen en cada una delas seis pticas mencionadas (filosofa sobre, de,en, desdey paraAmrica Latina o porlatinoame-ricanos).

    Por aadidura, se discute la legitimidad de laproblemtica misma y el arsenal metodolgico enjuego, i. e., su alcance metaterico, hasta plan-tearse una filosofa de la filosofa latinoamericanabajo el imperativo de esclarecer asuntos como s-

    tos: universalidad del conocimiento junto a la dife-

    renciacin entre filosofa, ideologa y Weltans-chauung;

    emancipacin tcnica de la filosofa ante otrasreas del saber o rechazo a las actitudes aca-demicistas;

    mentada unidad de Amrica Latina y sus lazosideales con el resto del orbe (Tercer Mundo, Eu-

    ropa, Estados Unidos, Espaa, Portugal, India-nidad, etc.).

    Fiscales y defensores

    Un campo tan intrincado con autores, obras ycuestiones que comparten a su vez diversos tipos

    y subgneros analticos ha inducido a que toda-va hoy se sospeche de quienes cultivan la filoso-fa latinoamericana como si estuvieran abocados aun quehacer escasamente serio y riguroso. Pese a

    la ostensible carta de ciudadana que esa formamentisha ido adquiriendo en las ltimas dcadas,mediante su presencia en los foros mundiales ypese a la alta competencia que por su parte ha evi-denciado nuestra comunidad filosfica en las ver-

    tientes ms variadas, subsiste la desconfianza ha-cia las filosofas nacionales y hacia el pensamien-to regionalista, por estimarse que tales expresio-nes son ajenas o se hallan reidas con los clsicospostulados de la universalidad y la objetividad.Adems, el triunfalismo neoliberal y la crisis de lasutopas han venido a reforzar las tesis sobre la ine-xistencia de un pensamiento filosfico singular deAmrica Latina, de una conceptuacin especficadel ser, el mundo o la vida, revigorizndose la p-

    tica decimonnica sobre la irrelevancia de las ex-teriorizaciones culturales que no provengan delhemisferio norte. Todo ello ha dado pie para quese haya llegado a hablar de la declinacin y hastadel fracaso de la filosofa latinoamericana, por ha-llarse presa de una obsesin injustificada, de unsentimiento y de una visin nostlgicas hacia algoque nunca pudo ni podr materializarse.

    Con todo, no cabe desconocer el espacio aca-dmico que se ha ganado el pensar latinoamerica-

    no ni sus frecuentes aportaciones a la cultura filo-sfica universal. Adems de las importantes contri -buciones efectuadas a los distintos ismos y ramasde la filosofa sin ms tanto especulativa comoprctica, desde nuestro continente se puede ur-dir una alternancia constructiva frente a los signosde agotamiento o debilidad emanados de tantasmanifestaciones negativistas del pensamiento pos-modernizante y afines, tal como se insinu en otrosmomentos de nuestra historia, cuando Europa se

    encontraba subsumida por las monarquas absolu-tas, el belicismo, el totalitarismo o las doctrinasirracionales y, ms recientemente, por el hedonis-

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    mo y el consumismo.Ello supone una apelacin a reasumir nuestros

    mejores legados culturales y su fecunda raigam-bre parafilosfica, con la esttica modernista fra-guada por Mart y Daro, con las premonitorias for-

    mulaciones sobre una integracin continentalatenta a los requerimientos comunitarios, con elensayismo que ha hurgado crticamente en la rea-lidad sin recurrir a estrechos espritus de sistema,con un pensamiento indigenista que ha podido de-sembarazarse de sus lastres etnocntricos paraacentuar la reivindicacin social del aborigen, conun movimiento reformista que ha escrito miles depginas desde un amplsimo espectro ideolgico,adelantndose con creces a la plasmacin de una

    cultura juvenil y de un modelo universitario que hasido sostenido por connotados exponentes filos-ficos (Korn, Ingenieros, Vasconcelos, Taborda,Cossio, Maritegui, Ponce, Frondizi, Roig, Ricaur-te Soler) junto a representativos intelectuales y es-tadistas (Palacios, Yrigoyen, Mella, Haya de la To-rre, Luis Alberto Snchez, Orrego, Ugarte, Arcinie-gas, Asturias, Henrquez Urea, Rmulo Betan-court). A todo ese caudal creador se le aaden,entre otras irradiaciones ms actuales, una matriz

    provista de un fuerte bagaje conceptual teorade la dependencia, pedagoga del oprimido, filoso-fa y teologa de la liberacin cuyo contenido hasido objeto de dilatadas polmicas e interpretacio-nes.

    Last but not least, cabe puntualizar la asunciny problematizacin que ha llegado a ejercer la filo-sofa latinoamericana de su propio contexto, comono siempre pudo hacerlo la filosofa europea que,violentando su misma ndole notica, ha pontifica-

    do desde una presunta subespecies aeternitatisyha solido adoptar actitudes ingenuas o ideolgica-mente interesadas. Frente a quienes como Kempf

    Mercado en su Historia de la filosofa en Lati-noamrica reclaman olvidarnos de nuestra si-tuacin de americanos y de nacionales para ac-ceder a una filosofa perenne, un viejo estudiosodel pensamiento iberoamericano, Alain Guy, ha

    exaltado nuestra produccin filosfica ante el des-dn que mantuvo Europa hacia ella, destacando lacapacidad de esa produccin para transmitir unsentido original de la existencia mediante tres ras-gos capitales: el gusto por la vida y lo concreto in-tegral, lejos de las logomaquias y los abusos de laabstraccin; un amor apasionado por la libertad,que proyecta alcanzar la emancipacin econmicay social tras haber logrado la independencia polti-ca; una inclinacin esttica fundamental y, a me-

    nudo, un don de expresin estilstica de primeracalidad sin que nunca la forma disfrace u obnubileel fondo (La filosofa en Amrica Latina).

    Historia y compromiso

    La filosofa de Latinoamrica, en su sentido con-

    ceptual, no slo se halla entraablemente ligada ala cuestin social sino que esta misma, tomada ensu amplia extensin desde la tica y el derechohasta la educacin y la economa, ha sido perci-bida como su clave reflexiva y su atributo esencial.As se ha ido apartando deliberadamente de su-puestos ascetismos gnoseolgicos y axiolgicos,de prescindentes mecnicas notariales, frente a laconflictividad humana o a perdurables estructurasde dominacin y nuevas formas de explotacin. Se

    trata de un modus cognoscendique Carlos Ossan-dn, en Hacia una filosofa latinoamericana, lo lleva sus mximas consecuencias:

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    tiene su nutricin (lugar de su hermenuti-ca) no en las Facultades ni en sus curricu-la, sino para escndalo de los filsofosacadmicos en la calle, en las poblacio-nes obreras, en el sindicato, en los pliegos

    de peticiones, en la proclama, en el parti-do, en las callampas, en la oficina, en lasfestividades religiosas campesinas, en lasreducciones indgenas, etc. Es pues, lacultura popular, y no cualquier otra motiva-cin intrafilosfica o quien sabe cul mala -barismo sicolgico, la exterioridad que, anuestro juicio, debe constituir, prefigurar ydeterminar la sabidura filosfica de estastierras americanas.

    Se procura sortear aqu la inveterada escisinentre conocer y obrar, entre lo universal y lo parti-cular, entre razn y sensibilidad, entre saber erudi-to y vulgar que se halla presente en perspectivasy orientaciones muy dismiles. Est lejos entoncesde preconizarse, como en las versiones cerrada-mente espiritualistas, que el ms autntico filoso-far consiste en replegarse dentro de s mismo yque la libertad pertenece siempre a un dominio re-cndito sustrado a la esfera pblica. Por ende, nodeja de tenerse en cuenta la necesidad de instituirun orden equitativo, con lo cual se rescata la varia-ble poltica sin contraponerla ineluctablemente a lafigura del pensador, el moralista o el cientfico co-mo si fuese una faena en s misma deleznable yperturbadora.

    Otro aspecto liminar, el de los vnculos del pen-samiento filosfico latinoamericano con las moda-lidades reflexivas del planeta puede enunciarsedesde diversas tendencias y matices. Algunas po-

    siciones se han prolongado en el tiempo, lograndouna mayor o menor relevancia acorde con las

    eventuales coyunturas histricas. Una de ellas,propulsada por figuras como Lastarria o Sarmien-to y alentada por numerosos filsofos contempor-neos (Emilio Oribe, Risieri Frondizi, ngel Cappe-lletti, Alberto Rosales et alia), ha enfatizado los en-

    tronques indisolubles con el Occidente europeoy/o los Estados Unidos. El acercamiento hacia lohispnico se observa no slo en el ortodoxo enal-tecimiento de la Cristiandad (Wagner de Reyna,Agustn Basave, Alberto Caturelli) sino en postu-ras menos convergentes como las que han propi-ciado Gaos o Maras y Jorge Gracia en la actuali-dad. Otros intrpretes, por distintos caminos, hanreconocido o acentuado el ascendiente precolom-bino, desde Ricardo Rojas y Maritegui hasta Ro-

    dolfo Kusch o Len-Portilla. Los liberacionistas co-mo Enrique Dussel resaltan el parentesco visceralque mantendramos con los pases perifricos porsufrir anlogos padecimientos nacionales y socie-tales, con todos aquellos que tienen un pasadocomn de lucha contra el mismo enemigo se-gn planteara Ernesto Guevara en su gravitantediscurso de Argel. No han faltado quienes, sin de-jar de sostener nuestra propia especificidad filos-fica, hemos adherido a una configuracin mltiple

    de la cultura y el pensamiento latinoamericanos,en los cuales se amalgaman, avasallantes o enal-tecedores, el contenido aborigen junto con las filia-ciones afro-asiticas y euro-norteamericanas. A fi-nes de los ochenta despunta una ambiciosa filoso-fa intercultural en Alemania, retomada para nues-tra Amrica por Ral Fornet Betancourt y otros,que procura superar cualquier teorizacin previamonopolizada por una nica tradicin cultural laautctona inclusive para abrirse dialgicamente

    a las diversidades ecumnicas y mundanas. El l-timo estallido intelectual, asimilando la trasnacio-

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    nalizacin capitalista y los procesos migratorios,cuestiona los encuadres sobre la diferencia entita-tiva de las culturas y el mismsimo latinoamerica-nismo, que debe replantearse desde una pticaposcolonial.

    En cuanto al corpus historiogrfico, el mismo seremonta al siglo pasado en pases donde existitempranamente la preocupacin por rendir cuentade su propio devenir filosfico, como Cuba, Mxi-co y Brasil. No obstante, la produccin principal entorno a la filosofa latinoamericana como tal e