Exposicion Cap. 13 La Muerte

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Capítulo 13 La muerte: sin-sentido y sentido «El ser humano cuenta con la inmortalidad y olvida contar con la muerte 1. Carácter antiutópico de la muerte: Comencemos por explicitar algo que parece una obviedad: la muerte debe ser tomada en serio. Las interpretaciones filosóficas o religiosas que excluyen la muerte de su ámbito de reflexión o de su horizonte de inquietud carecen de crédito. Y la teología no es una excepción al respecto: también ella debe mirar a la muerte de frente en toda su crudeza y tomarla en serio, si no quiere ser acusada de irrelevante vital o intelectualmente hablando. Hay una segunda obviedad que se nos impone por su evidencia y contundencia: la universalidad de la muerte: todos los seres humanos sin excepción han de morir. Se trata de un hecho de experiencia irrefutable, si bien es también, según Rahner, una afirmación de hondo calado teológico, sobre la que volveremos más adelante. Tomarse en serio la muerte sin dulcificaciones previas significa, en primer lugar, reconocer su carácter antiutópico y trágico, su capacidad destructiva absoluta. La muerte es la mayor certeza, el fenómeno más inesquivable y la más radical antiutopía, el enemigo central, «el hacha de la nada», observa E. Bloch; lo invade todo: «et in Arcadia ego». Aniquila toda dicha humana y disuelve todo brote o desarrollo comunitario. El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá, así, se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás.

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Captulo 13La muerte:sin-sentido y sentido El ser humano cuenta con lainmortalidad y olvida contar con la muerte

1. Carcter antiutpico de la muerte: Comencemos por explicitar algo que parece una obviedad: la muerte debe ser tomada en serio. Las interpretaciones filosficas o religiosas que excluyen la muerte de su mbito de reflexin o de su horizonte de inquietud carecen de crdito. Y la teologa no es una excepcin al respecto: tambin ella debe mirar a la muerte de frente en toda su crudeza y tomarla en serio, si no quiere ser acusada de irrelevante vital o intelectualmente hablando. Hay una segunda obviedad que se nos impone por su evidencia y contundencia: la universalidad de la muerte: todos los seres humanos sin excepcin han de morir. Se trata de un hecho de experiencia irrefutable, si bien es tambin, segn Rahner, una afirmacin de hondo calado teolgico, sobre la que volveremos ms adelante.

Tomarse en serio la muerte sin dulcificaciones previas significa, en primer lugar, reconocer su carcter antiutpico y trgico, su capacidad destructiva absoluta. La muerte es la mayor certeza, el fenmeno ms inesquivable y la ms radical antiutopa, el enemigo central, el hacha de la nada, observa E. Bloch; lo invade todo: et in Arcadia ego. Aniquila toda dicha humana y disuelve todo brote o desarrollo comunitario.

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la seal de que la esperanza ser pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberacin de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojal, as, se convencieran de que perdern su tiempo. Un obispo morir, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecer jams.

La muerte en el Tercer Mundo tiene muchos rostros, y todos ellos desfigurados. Es muerte fsica por hambre, infra alimentacin, inanicin, enfermedad, violencia, represin. Es muerte cultural, como nos recuerdan los telogos de la liberacin, en cuanto negacin de la identidad propia de los negros, de los indgenas. Los pobres no mueren colmados de aos como los viejos patriarcas bblicos, sino en la infancia, en la flor de la vida. La muerte ronda la vida de los pobres, de los profetas, de los testigos, hasta destruirla.

2.- Muerte y sentido o sin-sentido de la vida:Sentido de la vida y sentido de la muerte no pueden disociarse. Muerte y sentido de la vida, observa J. Sdaba, son como dos caras de una misma moneda. El problema de fondo es cmo conciliar la negatividad que implica la muerte con el sentido de la vida.Si tenemos en cuenta la dimensin antiutpica y destructiva antes sealada, la muerte se nos presenta como la ms despiadada negacin del sentido de la vida, como la disolucin de la consistencia de la existencia humana.

Cincuenta aos de sacrificios, de bregar, ah!... Y de tantas otras cosas! Y cuando el hombre est hecho, cuando nada le queda ya de su niez, cuando, por fin, llega a ser persona a carta cabal, no sirve sino a la muerte

Pero si es verdad que la muerte incide derechamente en la vida y hace valer su fuerza destructiva, quiz no sea menos verdad tambin que, por paradjico que parezca, torna ms humana la vida, da a sta su forma ltima, su carcter definitivo, la lleva a su plenitud. Ante la ausencia de la frontera de la muerte, la vida podra terminar por caer en la superficialidad, en la rutina, en la monotona, en la arbitrariedad, en la revocabilidad; se perdera el sentido de la responsabilidad. Sin la muerte desembocaramos en el hasto de la vida.

3. Respuestas al problema de la muerte:

A partir de aqu, plurales y divergentes han sido las respuestas ofrecidas por los telogos, los filsofos, los pensadores y la humanidad en general al problema de la muerte. Epicuro y sus seguidores insistieron en la necesidad de mirar a la muerte cara a cara, sin miedo, pues el ser humano nunca logra encontrarse con la muerte de frente. Segn el conocido razonamiento del filsofo griego, mientras se vive no se tiene sensacin alguna de la muerte, y cuando se est muerto no se tiene sensacin alguna de la vida. Vida y muerte no llegan a encontrarse nunca cara a cara. De ah que la actitud ms certera del ser humano hacia la muerte sea la indiferencia. La tesis epicrea ha sido retomada, aunque con nuevos matices, por Bloch, para quien la muerte pertenece al proceso y a lo que es transitorio en l, pero no a los sujetos que hacen posible el proceso (enseguida volveremos sobre las respuestas de Bloch al problema de la Muerte).

El dualismo antropolgico de procedencia platnica responde al problema de la muerte con la doctrina de la inmortalidad del alma, restando importancia a la muerte y considerndola como la autntica liberacin del ser humano, al sentirse el alma libre de la crcel del cuerpo y vivir separada e independiente, como corresponde a su estado natural. Hablando con propiedad, en el marxismo no encontramos una respuesta, sino varias, al problema de la muerte, ya que se trata de una teora plural y no monoltica. Hay quienes piensan que Marx y el marxismo ortodoxo subsiguiente apenas mostraron inters por el problema de la muerte, al que despacharon con unas cuantas frases simples e irrelevantes, como tampoco por el problema del sentido de la vida, inseparable del anterior, como acabamos de ver. Se recuerda como nica referencia al respecto el texto del joven Marx de los Manuscritos de economa y filosofa: La muerte 4.- Respuesta cristiana al problema de la muerte:

Llegamos as a la peculiaridad de la respuesta cristiana al problema de la muerte, que se apoya en dos ideas: el cristianismo entendido como mensaje y camino de salvacin integral, que logra vencer a la muerte, y la muerte de Cristo, que modifica radicalmente el sentido de la muerte, cambiando su dimensin frustrante para la existencia humana por la dimensin salvadora.La salvacin que adviene con la llegada del reino de Dios, anunciado por Jess, comporta no tanto la vida eterna cuanto la liberacin de los sufrimientos y penares presentes. Jess no revela la superacin general, definitiva, de la muerte. La manifestacin del reino anuncia el fin de los males del presente, si bien Jess deja la puerta abierta a la respuesta de la resurreccin.La muerte como fenmeno humano, existencial, religioso, no es lo que preocupa al cristianismo de los orgenes. Este tuvo que enfrentarse con las muertes de los cristianos, que se sucedan antes de la segunda venida de Cristo. Vase nuestra reflexin sobre 1 Tesalonicenses y 2 Corintios en el captulo siguiente.

a) Fenmeno natural

La muerte es un fenmeno natural que afecta a todos. Seala el fin de la fiesta de la naturaleza, de la que participa el ser humano y con la que ste est en comunin. Se trata de una necesidad intrnseca a la vida biolgica, que no deja de reconocer la propia Biblia.

b) Acto personal

Junto a la idea de la muerte como fenmeno natural, la Biblia nos la presenta igualmente como acto personal. La muerte, provoca un desgarro personal. El ser humano se dirige a la muerte por un movimiento interior, observa atinadamente P. Ricoeur. La muerte revela el carcter kentico de la vida, en cuanto explicita el carcter inseguro, angustiado, del ser humano. El cristianismo no desconoce la capacidad destructiva del ser humano en su totalidad.

c) La muerte afecta a todo el ser humano

Conforme a su visin antropolgica unitaria, la teologa cristiana afirma que la muerte afecta a todo el ser humano en su unidad inseparable, y no slo al cuerpo. Es toda la persona en su multidimensionalidad la que se siente afectada radicalmente por la muerte. Esta toca de lleno a la sociabilidad y capacidad comunicativa del ser humano, a su relacin con el mundo y con los seres humanos, a su corporeidad, a su interioridad ms profunda.

d) Padecer y hacer la muerte:Hay todava otro elemento que no puede descuidarse cuando nos las habernos con la idea cristiana de la muerte: el cristiano hace la muerte, adems de padecerla. Aqu radica una de las bases para hablar con fundamento de la esperanza cristiana.Ha sido Rahner quien ha llamado la atencin expresamente sobre la dialctica real-ontolgica padecer- hacer la muerte. La muerte -afirma- es accin y pasin en uno. Por una parte, es rotura desde fuera, destruccin, siega de las parcas, acontecimiento que imprevisiblemente alcanza al hombre desde fuera. Por otra, e indisolublemente, es consumacin activa desde dentro

5. La muerte, momento de la opcin definitiva?

Boros introdujo en la dcada de los aos sesenta de nuestro siglo una problemtica nueva al intentar dar respuesta a la pregunta por lo que sucede en el interior del ser humano no antes o despus de la muerte, sino en el momento mismo de la muerte, haciendo depender de tal investigacin lo que pueda suceder despus de la muerte. La hiptesis de Boros es que en el momento de la muerte tiene lugar la opcin definitiva del ser humano, al liberarse el espritu del principio material. Es en ese momento cuando logra la persona su primer acto de conocimiento pleno. El momento de la muerte es el lugar del presente total, de la percepcin total de lo real, del encuentro con el pasado, el lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Es entonces cuando el ser humano tiene capacidad para hacer su opcin global, para decidirse de manera definitiva en lo concerniente al destino humano, para interiorizar el mundo. En el acto de la muerte surge la plena estructura del universo, y el hombre est en el hontanar mismo de su vida indivisa. Ahora, y slo- desde ahora, es capaz de tomar una decisin total, poniendo en juego su ser total.

La propuesta de Boros tiene su base en la filosofa de la existencia, que considera la muerte como componente bsico de la vida humana, como realidad que se injerta en la estructura del ser humano, como momento privilegiado de la libertad humana, y a priori de toda experiencia. Ninguna de las decisiones que tomamos en la vida, razona Boros, es irrenunciable. Todas son relativas, provisionales y, por tanto, revisables. Significa esto que en el momento de la muerte se minusvalora la importancia de las opciones tomadas durante la vida? En absoluto, responde nuestro autor. Existe una estrecha relacin entre la ltima opcin y las opciones parciales tomadas durante la vida. La ltima opcin no slo tiene que ver con las opciones precedentes, sino que est condicionada por ellas. Se anticipa en cada uno de los actos de la vida.Estos, por muy insignificantes que parezcan, tienen mucha importancia de cara a la ltima opcin. Es verdad que tales opciones pueden revisarse -y corregirse- en el momento final, pero no parece normal que se produzca un giro radical. Difcilmente puede darse un cambio tan brusco en el momento de la muerte, que lleve a una modificacin sustancial de las opciones anteriores. La ltima opcin es fruto y consecuencia de las opciones anteriores, pero, a su vez, emite un juicio sobre dichas opciones. El momento de la muerte, sigue argumentando Boros, constituye el lugar del encuentro plenamente personal con Cristo. La salvacin se sita en una relacin personal con Cristo y en una toma de posicin explcita ante l, y se logra solamente en un momento vital y explcito dirigido a Cristo. Boros intenta fundamentar su hiptesis en argumentos filosficos y teolgicos. Por lo que se refiere a los primeros, reconoce con Blondel que la muerte es el nacimiento de la voluntad. El momento de la muerte es el lugar de la intuicin total, de la percepcin y del recuerdo cabales, el lugar donde se tiene la primera posibilidad de realizacin plena del amor, la transformacin suprema y decisiva La hiptesis de la opcin definitiva cont con un elevado grado de adhesin entre los telogos a lo largo de toda la dcada de los sesenta y parte de los setenta de nuestro siglo. Hoy, sin embargo, es objeto de crticas generalizadas y slidamente fundadas, y apenas es tomada en consideracin. Cuatro son las objeciones que plantea G. Greshake a dicha hiptesis: a) El peso de la hiptesis descansa en la explicacin de un fenmeno no verificable empricamente: lo que sucede en el instante mismo de la muerte. De ah que se mueva en un terreno resbaladizo, donde apenas puede hacer pie. Descuida la configuracin concreta del morir en sus diversas formas.b) No resulta fcil justificar la unidad dialctica entre acto libre-pasividad en el momento de la muerte, apelando a la estructura constitutiva de la vida humana: libertad-necesidad, pues, segn E. Jngel, hay una pasividad sin la que el hombre no sera humano. A esta pasividad pertenece el nacer... y el morir c) No parece del todo conforme con la reflexin bblica la afirmacin implcita de que la vida llega a su perfeccin intrnseca justamente cuando se produce la muerte.d) Carga el acento en el instante de la muerte, al que concede una importancia desmedida: es el momento nico y privilegiado para tomar la decisin personal definitiva en libertad.

Durante los primeros siglos de la Edad Media, la imagen predominante es la de la muerte amaestrada. La gente vive familiarizada con la muerte; muertos y vivos coexisten, conviven sin dificultad. Dicha familiaridad es una manera de aceptar el orden de la naturaleza en el que se inscribe la muerte. Esta aparece como una de las leyes naturales fijas que se cumple inexorablemente. De ah que ni se la exaltara, ni se la evitara; ni se la considerara espantosa ni produjera obsesin alguna; simplemente se la aceptaba. La actitud es de resignacin ante ella en cuanto se impone como destino colectivo de la especie.A partir del siglo XI se produce un cambio significativo en la experiencia de la muerte, que pone el acento en la muerte propia. Ello se explica por el descubrimiento del secreto de la individualidad de cada persona. Hay una estrecha relacin entre la muerte de cada uno y la conciencia de la propia individualidad: En el espejo de su propia muerte, cada individuo redescubra el secreto de su individualidad Se pone el acento en los mritos propios.Hay una cuarta imagen, que corresponde a la poca contempornea: la muerte prohibida. La muerte se esfuma, resulta algo vergonzoso. Se prohibe hablar de ella para preservar la felicidad del presente. Hay una tendencia a suprimir de manera casi radical las cosas que pueden recordar la muerte. La muerte se convierte as en la prohibicin principal, en el tab por excelencia, que sustituye al tab del sexo. Se evita que la sociedad advierta el paso de la muerte. Hay una actitud de huida ante la muerte, que no debe interpretarse como indiferencia hacia los muertos. Muy al contrario: el querer alejar estpidamente la muerte de la vida humana se salda, como bien advierte J. Sdaba, con una venganza: la de soportar la angustia por dicha expulsin.