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FAMILIA, CULTURA MATERIAL Y FORMAS DE PODER EN LA ESPAÑA MODERNA III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna. Universidad de Valladolid 2 y 3 de julio del 2015 MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR)

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FAMILIA, CULTURA MATERIAL

Y FORMAS DE PODER

EN LA ESPAÑA MODERNA

III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna.

Universidad de Valladolid 2 y 3 de julio del 2015

MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR)

III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna

FAMILIA, CULTURA MATERIAL

Y FORMAS DE PODER

EN LA ESPAÑA MODERNA

Valladolid 2 y 3 de julio del 2015

MÁXIMO GARCÍA FERNÁNDEZ (EDITOR)

2

ISBN: 978-84-938044-6-6

© Los autores

© De esta edición Fundación Española de Historia Moderna, Madrid, 2016.

Editor: Máximo García Fernández.

Colaboradores: Francisco Fernández Izquierdo, Mª José López-Cózar Pita, Fundación

Española de Historia Moderna.

[email protected]

Fotografía de cubierta: Biblioteca Histórica Santa Cruz, Universidad de Valladolid.

Entidades colaboradoras en la convocatoria y celebración del Encuentro:

III Encuentro de Jóvenes Investigadores en Historia Moderna

Universidad de Valladolid - Fundación Española de Historia Moderna. 2015

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En remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor… y… para

alumbrar el Sanctíssimo Sacramento…. Cultura material en

torno a las procesiones barrocas en la ciudad de Palencia

En remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor… y … para alumbrar el

Sanctíssimo Sacramento…. Material culture around baroque processions

in the city of Palencia

Carlos LOZANO RUIZ

Universidad de Valladolid

Resumen:

Muchas fueron las procesiones que, por distintos motivos, recorrieron las calles de las ciudades

y pueblos de Castilla durante el Barroco. Entre ellas destacaron, sin duda, aquellas que,

mediante toda una simbología y una puesta en escena, buscaban rememorar la pasión de Cristo,

así como aquellas otras que buscaban estimular la adoración eucarística entre los fieles. En esta

comunicación se analizará la presencia de toda una serie de elementos de cultura material

(estandartes, varas, cera, instrumentos musicales, etc.) que estuvieron presentes en las

procesiones que, con motivo de la Semana Santa y la octava del Corpus, fueron organizadas

por las cofradías penitenciales y sacramentales en la ciudad de Palencia. Aun tratándose de

cortejos procesionales de distinta naturaleza, la búsqueda del efectismo, la dramatización y la

teatralidad permiten detectar toda una serie de elementos comunes a unas y otras, al igual que

otros que permitieron dotar a cada una de ellas de una idiosincrasia propia. Por otra parte, el

instituto para el que fueron creadas las hermandades que se encontraban detrás de esos desfiles,

así como los deseos de ostentación y boato, permiten explicar el desempeño económico que

supusieron para dichas asociaciones.

Palabras clave: Cultura material, procesiones, Semana Santa, funciones sacramentales,

Barroco.

Abstract:

Many were the processions that, by various reasons, went through the streets of the cities and

towns of Castile during the Baroque period. These certainly include the ones that by means of

symbols and staging wanted to remember the Passion of Christ, as well as those others that

aimed at encouraging the Eucharistic adoration among the worshippers. This communication

will address the presence of a wide set of elements of material culture (banners, rods, wax,

musical instruments, ...) that were present in the processions that because of Easter and the

eighth day of Corpus, were organized by the penitential and sacramental brotherhoods of the

city of Palencia. Even when the processions were of different nature, the search of

sensationalism, dramatization and theatricality allow detecting elements in common in each

other, but at the same time, other elements gave each one of them their own idiosyncrasy.

Furthermore, the institute for which the brotherhoods participating in those processions were

created, as well as the wishes for showing off, explain the economic performance that meant

for those associations.

Keywords: Material culture, processions, Easter, sacramental functions, Baroque.

Beneficiario del Programa de Formación del Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de

Educación, Cultura y Deporte. Referencia 2010/0154. Miembro del Proyecto HAR2012-31909,

financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Proyectos de Investigación Fundamental. VI

Programa Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica, 2008-2011.

Carlos LOZANO RUIZ

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1. Introducción

La cultura barroca, una cultura “eminentemente urbana, en la que se prima lo gestual, lo

simbólico, y en la que la puesta en escena, la manifestación pública, marca

especialmente la vida del hombre de la época”1, favoreció el desarrollo de toda una serie

de funciones y procesiones religiosas en numerosas localidades. Mientras que una

plétora de estas tuvieron un carácter ordinario, en tanto en cuanto su celebración se

encontraba convenientemente fijada dentro del calendario festivo de aquellos

momentos, otras tuvieron un carácter extraordinario, ya que su realización dependía de

acontecimientos no previstos inicialmente (desastres naturales, nacimiento de príncipes,

surgimiento de conflictos bélicos, etc.). En todo caso, tanto en unas como en otras,

ambas manifestaciones de la religiosidad popular, “la exteriorización de las creencias

religiosas alcanzaba su cénit, contribuyendo sobremanera a acentuar, siquiera

momentáneamente, el citado proceso de sacralización del espacio urbano”2.

En un buen número de ellas, las cofradías y hermandades, cuya proliferación

durante el Barroco fue espectacular, jugaron un papel sobresaliente. Estas asociaciones,

en muchas de las cuales confluían individuos de los diferentes estamentos sociales,

tuvieron entre sus principales objetivos, además de poner en práctica una labor

benéfico-asistencial, favorecer el culto público. Es por ello por lo que las cofradías

durante el Barroco, así como también durante toda la Edad Moderna, “invaden las calles

con sus actos de culto público bajo fórmulas procesionales muy aquilatadas y a la vez

sorprendentes, llamadas en todo caso a conmover”3. Esos cortejos procesionales,

elementos constitutivos de la denominada fiesta religiosa barroca, se encontraban

perfectamente estructurados y organizados, de modo que, como analizaremos a

continuación, gracias a toda una serie de componentes de la cultura material, y también

de la inmaterial, cada uno de estos desfiles procesionales tuvieron un lenguaje propio y

una significación singular4. Y es que, si la fiesta religiosa era “la lexis del fenómeno

religioso, su expresión ordenada y construida según reglas retóricas que no son solo

1 Federico Fernández Basurte, “Las capillas callejeras y la sacralización del espacio urbano. Un aspecto

de la mentalidad religiosa de la Málaga Moderna”, en Jesús Pradells Nadal y José Ramón Hinojosa

Montalvo (coords.), 1490: en el umbral de la modernidad: el Mediterráneo europeo y las ciudades en el

tránsito de los siglos XV-XVI, Valencia, Generalitat Valenciana, 1994, vol. 2, p. 336. Sobre la dimensión

urbana, vid. José Antonio Maravall, La cultura del Barroco: análisis de una estructura histórica,

Barcelona, Ariel, 2012. 2 Miguel L. López Muñoz, Las cofradías de la parroquia de Santa María Magdalena de Granada en los

siglos XVII y XVIII, Granada, Universidad de Granada, 1992, p. 192. 3 Inmaculada Arias de Saavedra Alías y Miguel L. López-Guadalupe Muñoz, “Fiesta y sociabilidad en

Andalucía en el siglo XVIII”, en Máximo García Fernández (dir.), Cultura material y vida cotidiana

moderna: escenarios, Madrid, Sílex, 2013, p. 217. 4 Son numerosos los estudios que han centrado su interés en analizar el significado e importancia de

dichos elementos de la cultura material en las procesiones, así como sus implicaciones en distintos

niveles: vid. Vicente Montojo Montojo, “Formación de la procesión barroca murciana de Nuestro Padre

Jesús: adscripción gremial y reorganización escénica en las cofradías de Murcia, Cartagena y Mazarrón

(ss. XVII-XVIII)”, Murgetana, 92 (1996), pp. 45-59; María Ángeles Novoa Gómez, “Una procesión

barroca en la tarde de Viernes Santo. La Cofradía del Rosario de Santiago”, Archivo Dominicano, 21

(2000), pp. 259-297; Juan J. López-Guadalupe Muñoz, “Fiesta y litigio en la Granada barroca. A

propósito de un dibujo de la procesión del Corpus en 1695”, Cuadernos de Arte de la Universidad de

Granada, 39 (2008), pp. 49-64, etc. Tampoco faltan aquellos estudios que, mediante la transcripción de

inventarios, nos permiten conocer la cultura material de dichos cortejos, vid. José Seguí Cantos, “El

barroco valenciano a través de sus fiestas: el inventario de la procesión del Corpus de 1589”, Anals de la

Real Acadèmia de Cultura Valenciana, 69 (1991), pp. 153-165.

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reglas de presentación sino también argumentales y expresivas”5, algo idéntico sucedió

con las procesiones, que pretendieron traer a la memoria de aquellos hombres y mujeres

los episodios de la Pasión de Cristo, así como estimular la adoración eucarística en la

ciudad de Palencia6.

2. Análisis de la cultura material en los cortejos procesionales

Cada primavera, los hermanos de las cofradías que manifestaron una clara dimensión

penitencial, y así lo recogieron en sus reglas, como fueron los casos de la Cofradía de la

Santa Vera Cruz, la Cofradía de San Francisco, o la Cofradía de Jesús Nazareno, salían

a recorrer las calles de la ciudad dando muestras de penitencia pública a todos los fieles

que acudían como espectadores. El objetivo era, en todo caso, conmemorar la Pasión de

Cristo, recorriendo para ello un duro camino en que no faltaba la propia disciplina u

otras formas de penitencia, siendo la idea principal el realizar la procesión “a ymitación

suya según nuestra fragilidad pues aquesta noche pasó tantos tormentos y anduuo tantos

pasos penosos por nuestra salud y redención”. Aunque con un tono totalmente distinto,

las procesiones que las sacramentales organizaron con motivo de la octava se

caracterizaron, al igual que las propias de la Semana Santa, por la dramatización, el

efectismo y la teatralidad. Esto se debió, en buena medida, a la concurrencia, tanto en

unas como en otras, de diversos objetos materiales con un calado significativo en dichos

cortejos.

3. Estandartes, pendones y varas

Así podemos señalar, tanto en un caso como en otro, la existencia, por ejemplo, de los

estandartes, pendones, óvalos y banderas, sobre los que existía un auténtico protocolo

acerca de quién debía llevarlos en las distintas procesiones. Mientras que en algunos

casos debía ser el cofrade más antiguo el que los portase, en otros eran los alcaldes, los

nombrados, o, incluso, trascendiendo más allá del ámbito de la cofradía, el corregidor.

Pero si, por ejemplo, llevar un estandarte era importante, también lo era el portar sus

puntas. En dichos estandartes, muchos de ellos hechos a base de tafetán, y otros tantos

de chamelote, quedaba representada la Cofradía, no solamente en las procesiones

penitenciales o sacramentales sino también en las procesiones generales o, incluso, en

los actos sin una dimensión estrictamente religiosa. El valor señalado de estos

elementos materiales permite entender cómo lo habitual era que las cofradías

convidadas por la organizadora asistiesen a la misma, al menos, con su estandarte. En

todo caso, no había lugar para la improvisación respecto a quiénes debían llevarlos

(oficiales, cofrades…), de qué modo debían portarlos (arrastrándolos, levantados…), de

5 León C. Álvarez y Santaló, “La fiesta religiosa barroca y la ciudad mental”, en Valeriano Sánchez

Ramos y José Ruiz Fernández (coords.), Actas de las primeras jornadas de religiosidad popular,

Almería, 1996, p. 16. 6 De entre todas las funciones destinadas a la adoración eucarística, aquí solo se analizarán las que las

cuatro cofradías sacramentales principales de la ciudad organizaban, con gran boato, en la octava del

Corpus, siendo importante señalar que, según la concordia alcanzada por todas ellas en 1640, su

organización corrió cada año a cargo de una. No obstante, estas cofradías, tanto en el ámbito urbano como

rural, contaron con numerosos cultos destinados a dicho fin, como se puede comprobar en Valeriano

Sánchez Ramos, “La diversidad de funciones de las cofradías sacramentales de la diócesis de Almería

durante el Antiguo Régimen: más allá del Corpus Christi”, en Fermín Labarga García (ed.), Festivas

demostraciones. Estudios sobre las cofradías del Santísimo y la fiesta del Corpus Christi, Logroño,

Instituto de Estudios Riojanos, 2010, pp. 291-320.

Carlos LOZANO RUIZ

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qué colores debían ser (especial predilección por el negro y morado en los desfiles de la

Semana Santa) y en qué lugar exacto debían ir.

Otro elemento de significativa presencia, tanto en unos cortejos como en otros,

fueron las varas. Su uso estuvo relacionado, sobre todo, con el ejercicio de la autoridad

en los desfiles procesionales, aunque también era habitual que estas se empleasen en el

momento en que los cofrades solicitaban por las calles limosnas o demandas para la

cofradía. Distintos fueron los materiales que se emplearon en su elaboración,

pudiéndose identificar, en este período, varas de madera, plata y latón. En cuanto a su

talla, se han detectado dos tipos distintos: la vara lisa y la vara entorchada. Unas varas

que, por otro lado, solían rematarse, generalmente, mediante las denominadas tarjetas o

bien mediante otras fórmulas menos documentadas, como era el caso de aquellas “que

tienen cruçes de yherro plateadas”7

o “cruçes... de bronçe para las baras de los

nombrados de limosna”8.

Si bien ambos elementos, estandartes y varas, adquirieron una significativa

importancia en las procesiones barrocas, para las cofradías tuvieron como contrapartida

los gastos de adquisición y mantenimiento de los mismos. Y es que el uso de dichos

objetos, las inclemencias meteorológicas, así como el paso del tiempo, repercutían,

como no podía ser de otra manera, en todos ellos, de modo que, tanto en unas cofradías

como en otras, lo habitual era que los receptores, anualmente, tuviesen que desembolsar

alguna cantidad destinada a dicho fin. La reparación de las astas de los estandartes, el

aderezo general de los mismos, así como platear, dorar o pintar las varas, eran acciones

prácticamente cotidianas en estas asociaciones. Se hacía así necesario que las cofradías

tuviesen que recurrir a sastres, plateros, pintores e incluso escultores, con el fin de que

todos esos objetos de cultura material lucieran en las procesiones lo mejor posible. Se

trataba de elementos en los que, tal y como han reflejado algunos investigadores,

subyacía un cierto significado autócrata y una mezcla de aspectos civiles, militares y

religiosos9.

4. La cera

Otro de los protagonistas de las procesiones barrocas en Palencia fue la cera. A pesar de

su importancia en los múltiples cultos de estas asociaciones, las referencias

documentales de cara a su uso en las procesiones aquí analizadas, aun siendo

abundantes, no ahondan en grandes detalles. Las fuentes permiten comprobar, eso sí,

cómo habitualmente los distintos receptores acudían a los cereros de la ciudad para

solicitarles la cera que necesitaban para sus distintos cultos. Así frente a gastos de “cera

menuda” y bujías (sobre todo destinadas al Monumento de Semana Santa) encontramos

otros más cuantiosos, relativos a cirios y hachas que sirvieron para iluminar a

disciplinantes, estandartes, imágenes y, cómo no, también al Santísimo Sacramento, en

su recorrido por las calles de la urbe. El uso de faroles como tal no se ha documentando,

en principio, para el Barroco, si bien durante el siglo XVIII existen varias referencias al

respecto.

7 Archivo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Palencia [ACSVCP], caja 1, Libro de Cuentas (1654-

1708), f. 86v. 8 Ibidem, f. 73r.

9 Vid. Francisco J. Abarquero Moras, El Carnaval de Vertabillo y las Cofradías de Ánimas en el Cerrato

Palentino, Palencia, Institución Tello Téllez de Meneses, 2009.

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La cera obtenida por las cofradías, sin embargo, no solo provino del dinero

pagado a los cereros, sino que también debemos contemplar la importancia que adquirió

el pago de toda una serie de multas de las que debían hacerse cargo los cofrades, que

estaban estipuladas en cera (libras, cuarterones…) y no en dinero. También sobre este

punto las cofradías buscaron una regulación, y así convinieron, por ejemplo, el color de

las hachas o quiénes debían portarlas, siendo habitual que fuesen personas con “hábito

decente”10

. El almacenamiento de dicha cera originó, además, que las cofradías tuviesen

que adquirir otros elementos de cultura material complementarios, como arcas o cestas.

5. Instrumentos musicales

No menos relevante fue el acompañamiento musical en estas procesiones. Y es que la

música fue un elemento festivo “significativo y valorado, y al mismo tiempo, un

ingrediente primordial en el auge y boato de la liturgia, dentro y fuera del templo”11

.

Entre los instrumentos utilizados encontramos, en primer lugar, las trompetas. Estas

fueron utilizadas tanto en los cortejos penitenciales de la Semana Santa como en las

fiestas de la octava. En el primer caso, hay constancia sobre cómo los encargados de

tocar dichas trompetas recibían un dinero en compensación por la labor realizada

durante la procesión. Pero ese no fue el único gasto derivado de las trompetas pues,

cada cierto tiempo, también era necesario adquirir una nueva o, sobre todo, aderezar las

existentes, siendo protagonistas en ello los latoneros12

. También existen testimonios, en

este caso muy puntuales, sobre el alquiler de trompetas cuando la cofradía lo

consideraba necesario13

.

Asimismo, en la procesión del Domingo de Ramos, sabemos que, al menos en

determinados años del periodo aquí estudiado, se contó con el clarín de la ciudad, que

asistía a la misma recibiendo una compensación económica por ello por parte de la

Cofradía de San Francisco.

La percusión también estuvo presente en las procesiones aquí analizadas, ya bien

fuese en las funciones de octava, con los atables, o en procesiones como la del Entierro

de Cristo, el Viernes Santo, mediante tambores. Precisamente estos originaron otros

gastos complementarios, como por ejemplo los relacionados con la adquisición de

10

En una fecha tan temprana como 1538, encontramos ya cómo la Sacramental de San Miguel, de cara a

las procesiones que se celebraban en honor del Santísimo Sacramento, estipuló, entre otras cuestiones,

que se hiciesen “doze achas de zera blanca para que en las procesiones las den los alcaldes o manden dar

a las personas más principales que a la sazón se hallaren y que los cofrades no tomen acha alguna

llevando solo los cirios para que así sean conocidos”. Archivo Diocesano de Palencia [ADP], Palencia,

Parroquia de San Miguel, Cofradías, 4918-2130, f. 11r. 11

Miguel Ventura García, Las cofradías cordobesas del Santísimo Sacramento: el caso de Espejo en la

Edad Moderna, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2010, p. 135. 12

En las cuentas tomadas del ejercicio económico 1679-1680 a Francisco Rodríguez, receptor de la

Cofradía de San Francisco, figura entre las partidas de gastos “yten se le bajan diez reales que pagó a

Matheo Sancta Clara, latonero, por adereçar la trompeta de la cofradía”, Archivo de la Cofradía del Santo

Sepulcro de Palencia [ACSSP], caja 5, libro nº 6, s.f., cuentas ejercicio 1679-1680. Curiosamente,

algunos años después, en 1703, entre los gastos figura cómo a Bartolomé Moreno se le bajaban “quarentta

reales que por otra libranza pagó a Roque Sanctta Clara, latonero, por el prezio de una trompetta que se

compró para la prozession de estta Cofradía quedándose con la vieja conforme un ajuste y libranza”.

ACSSP, caja 6, libro nº 7, f. 88r. 13

Eusebio Álvarez, receptor de la Cofradía de la Vera Cruz durante el ejercicio 1660-1661, indicó que

“bajanse doçe reales que pagó a Christóbal Álbarez de alquiler de una tronpeta que faltó para la quadrilla

de San Miguel”. ACSVCP, caja 1, Libro de Cuentas (1654-1708), f. 73v.

Carlos LOZANO RUIZ

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baquetas14

, además de los esperados gastos de mantenimiento15

. Los mayordomos eran

los responsables de buscar aquellas personas más idóneas para que fuesen tocando el

tambor, de modo que si optaban por personas no aptas para ello, y se originaban así

desperfectos, podían llegar, incluso, a ser multados y correr con parte de los gastos de

reparación16

.

Entre los instrumentos más peculiares presentes en estos cortejos cabe

mencionar el organillo que la Cofradía del Santísimo Sacramento de la parroquia de San

Miguel adquirió “porque fuese con la mayor solemnidad celebrada la función de la

Octava del Corpus, y que en su procesión nada faltase que contribuyese al culto

divino”17

. Según parece, la Cofradía se hizo con él a comienzos del siglo XVII,

trayéndolo de la localidad de Herrera de Pisuerga (Palencia), y su adquisición no les

sorprendió a los cofrades de dicha sacramental a finales de la siguiente centuria pues

“no es increíble ver el celo, y actividad con que en todos tiempos ha mirado y

aumentado los obsequios al Santíssimo Sacramento”18

. La puesta a punto del mismo, así

como el llevarle en las procesiones de octava, implicó el pago de determinadas

cantidades de reales a varias personas19

.

En lo musical, todo este panorama se completaba con la presencia, en las

procesiones de octava, de ministriles, danzantes, cantores, etc. y en las procesiones de

Semana Santa, especial mención requiere el acompañamiento vocal por parte de algunas

comunidades de frailes, destacando la presencia el Viernes Santo por la mañana, detrás

de la última insignia, del “conuento de rreligiosos de San Pablo cantando el Miserere

mei Deus”20

. Un tono distinto tuvo siempre la procesión de la mañana de Pascua, en la

que los danzantes tuvieron un protagonismo significativo.

6. La vestimenta

Conviene, una vez analizados todos estos elementos de la cultura material, intentar

acercarnos a la vestimenta que los cofrades usaron en dichas procesiones.

Pocas son las noticias que han llegado a nosotros respecto a la vestimenta que

utilizaban los hermanos de las sacramentales en las funciones aquí analizadas. La

mayoría de ellas vinieron a incidir, simplemente y de un modo general, en la necesidad

de que asistiesen, tanto a ellas como al resto de cultos, memorias y cabildos, con hábito

14

“Más se le bajan diez y ocho rreales que pagó a Juan de Ciança Tornero por quatro baquetas que hiço

de nogal para los tambores…”. ACSSP, caja 5, libro nº 6, s.f., cuentas del ejercicio 1677-1678. 15

Así, a Miguel Salvador, receptor de la Cofradía de San Francisco durante el ejercicio 1696-1697, se le

pasaron en cuenta “nuebe reales de vna vara de bayeta negro que de horden de los alcaldes se sacó para

forro de vna caxa del tanbor para la prozesion por estar muy biejo el que tenía”, ACSSP, caja 6, libro nº

7, f. 47r. Poco tiempo después, el receptor Pedro Lozano (1698-1699), tuvo que hacer frente al pago de

14 reales al cedadero Alonso Hermosa, debido a cuatro parches y aros destinados a los tambores de la

Cofradía. Ibidem, f. 60r. 16

Aunque en una fecha algo tardía, en 1717, se puso de manifiesto cómo se habían hecho pedazos los

tambores a causa de que los mayordomos los dieron “a mozos de poco reparo y deuoción”, ACSSP, caja

2, libro nº 3, f. 187r. Además de la multa económica que la cofradía impuso a los mayordomos, se acordó

que estos “lleuen personas decentes y que no agan daño ninguno pena de que serán por su quentta lo que

causaren”. Ibidem, f. 187v. 17

ADP, Palencia, Parroquia de San Miguel, Cofradías, 4918-2130, f. 140r. 18

Ibidem, ff. 140r-v. 19

Se registraron partidas de gastos “al que entonaba los fuelles del órgano” y no faltaron aquellas que

hacían referencia a los reales que pagaron “a los quatro hombres que llevaron el órgano por las calles en

la procesión”. Ibidem, f. 142r. 20

Archivo de la Cofradía de Jesús Nazareno de Palencia [ACJNP], Regla, f. 12v.

EN REMENBRANZA DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR …

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decente. Así se señaló, por citar un ejemplo, por parte de los cofrades de la Sacramental

de la parroquia de San Lázaro en el cabildo celebrado el 17 de julio de 1695,

acordándose asistiesen, “con su bestido negro con golilla y no de otra manera… salbo

en los días de trauajo se les premite (sic) vaian y asistan como asta aquí por ser gente

que asiste a su trauajo y no poder andarse mudando”21

. Entre las sanciones que se

contemplaban en caso de incumplimiento, se encontraba el privar al cofrade de la

correspondiente vela, algo que, de otro modo, estaba en vigor años antes, en 1667,

cuando en la misma cofradía, se acordó que la cera en la procesión de octava se diese “a

personas de buen abito y que no sea de color”22

.

Mucha más información y detalles ofrece la documentación de las cofradías

penitenciales a este respecto. El primer aspecto que debe valorarse a la hora de tratar

esta cuestión es la existencia de una tipología respecto a los hermanos que las

componían, pudiéndose hablar así de: hermanos de penitencia o disciplina, los más

valorados durante el Barroco, pues dicha disciplina pública era “lo que más se pretende

en esta sancta hermandad en sacrificio de nuestras culpas y en Remenbranza de la

sangre que Nuestro Señor derramó por todos”23

; hermanos de luz, cuyo fin fue iluminar

a los disciplinantes, así como a las insignias; y hermanos apóstoles, cuyo fin era cargar

las imágenes durante dichos cortejos. En función de dicha tipología, además de tener

que pagar un determinado importe por la entrada y adquirir así unas determinadas

obligaciones, la vestimenta fue distinta en cada caso.

En el caso de los hermanos de disciplina, en la Cofradía de la Santa Vera Cruz

las túnicas empleadas fueron de color blanco y, mientras que en la Regla de 1524 se

señala que todas serían “de brite o angeo por curar”, en la de 1572 se indica que todas

deberían ser de lienzo24

. En el caso de la Cofradía de Jesús Nazareno, estas y los

capirotes deberían ser, según el capítulo XXIII de su Regla, de bocací o lienzo negro,

aunque a los pocos años después de su redacción se planteó cambiar su color por el

morado. En cuanto a los capirotes, por decisión acordada en el cabildo de 6 de febrero

de 1605, y tras la oportuna votación, fueron bajos25

. En todo caso, las túnicas deberían ir

ceñidas con una soga de esparto y se daba la posibilidad de que se pudiese ir descalzo o

con soga al cuello. Todo se completaba con la obligatoriedad de que los cofrades,

durante la procesión de penitencia del Viernes Santo, “llebaran todos rrosarios en las

manos”26

. Esta cofradía veló especialmente, desde su fundación, por acomodar todo su

vestuario a la austeridad que, en principio, requerían todas las procesiones penitenciales.

Y es que, además de insistir continuamente en la necesidad de guardar en dichos actos

silencio, en varias ocasiones se hizo un llamamiento a que los cofrades no portasen

elementos relacionados con la vanidad27

.

Tanto en el caso de los hermanos disciplinantes como en el de los hermanos de

luz, estos, además de pagar una determinada cantidad de dinero de cara a su admisión

21

ADP, Palencia, Parroquia de San Lázaro, Cofradías, 4803-2128, f. 324r. 22

Ibidem, f. 156r. 23

ACSVCP, Regla 1572, ff. 8r-v. 24

ACSVCP, Regla 1572, f. 30r. 25

No fue esta la única decisión que se tomó en los días inmediatos a la aprobación de la Regla pues, el 20

de marzo de 1605, se acordó que las túnicas no irían abiertas, permitiéndose como mucho que lo fueran

hasta la cintura, pudiendo poner los hermanos botones de seda en la abertura. 26

ACJNP, Regla, f. 11r. 27

Ya en la Regla se estipulaba, en el capítulo XXVII, que “no lleuen chinelas almoadilla ni medias de

color ni curiosidad exterior que se parezca ni tenga olor de vanidad en vestido ni calçado”, Ibidem, f. 11v.

Carlos LOZANO RUIZ

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en la cofradía, estaban obligados a costearse su túnica, así como su vela o hacha.

Mientras que los hermanos de disciplina de las cofradías de la Vera Cruz y San

Francisco debían costearse una vela de cera, verde en el caso de la primera penitencial,

y amarilla en el segundo caso, los de luz debían costearse, tanto en una cofradía como

en otra, un hacha de tres o cuatro pábilos.

Una vestimenta distinta era, al parecer, la que portaban los denominados como

apóstoles, cuya misión era cargar y acompañar las imágenes de las cofradías28

. En este

caso, cada una de las tres penitenciales estipuló aquello que debían costearse, junto con

su entrada, estos hermanos. Así, en el caso de la Vera Cruz, además de pagar tres

ducados, debía correr de su cuenta la adquisición de alba, diadema, cabelleras y demás

enseres necesarios para su función. Algo similar se contemplaba para los apóstoles de la

Cofradía de San Francisco que quisiesen entrar para cargar el paso de Cristo y la Quinta

Angustia, mientras que los que debían llevar la imagen de San Francisco deberían ir con

túnica y capirote pardo. El caso de Jesús Nazareno difería algo respecto al resto, pues

los apóstoles de dicha hermandad irían con túnica negra y capirote. Especial mención

refiere, por su detallismo en relación con el vestuario de los apóstoles, la Cofradía de

San Francisco, la cual, a finales del siglo XVII, adquirió todo el material necesario para

poder vestir 12 cofrades de apóstoles y otros 4 de evangelistas, con el fin de que

llevasen el paso del Señor en la procesión del Domingo de Ramos. Una vestimenta que

junto con túnicas y bandas, cuyos colores dependían del apóstol representado (ver Tabla

I), se completaba con diademas, de hojalata, y cabelleras, de cáñamo y otros materiales.

Tabla 1. Asignación de vestimenta de apóstoles en la Cofradía de San Francisco (1693)

Nombre del apóstol Color de túnica Color de banda

Nombre y apellido

del hermano al que

le fue asignado

San Matías Carmesí Dorada Phelipe Escudero

San Felipe Azul Carmesí Thomas Doncel

San Pedro Morado Encarnada Juan Conde

Santiago Verde Azul Blas Miguel

San Bartolomé Dorado Morada Thomas Martínez

San Mateo Encarnado Verde Juan Martín

Montero

San Simón Azul Carmesí Antonio Salvador

San Judas Tadeo Morado Azul Manuel Corral

San Andrés Carmesí Dorada Francisco Tenorio

Menor.

Santo Tomás Verde Encarnada Manuel de Çea

San Juan Encarnado Verde Gaspar Ruiz

Judas Iscariote Pajizo Morado Francisco

Rodríguez Fuente: ACSSP, caja 2, libro nº 3, f.57v.

Más allá de cada caso concreto, es necesario señalar la importancia que, en general,

llegaron a adquirir las túnicas en el día a día de estas cofradías durante el Barroco. Las

28

La existencia de estos también se encuentra documentada en otras localidades como Medina de

Rioseco, vid. José L. Alonso Ponga et al. La Semana Santa en la Tierra de Campos vallisoletana,

Valladolid, Grupo Página, 2003, p. 260.

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hermandades contaron con un determinado número de túnicas con el fin de poder

prestarlas o alquilarlas a sus hermanos en caso de que fuese necesario. Así sucedió, por

ejemplo, en la Cofradía de Jesús Nazareno en 1615, cuando, en el cabildo celebrado el

Domingo de Lázaro, se acordó que, debido a la gran necesidad que había aquel año de

apóstoles, se les diese de balde las túnicas. Más habitual fue, a lo largo del período

estudiado, encontrar cómo algunos hermanos justificaban su ausencia en la procesión de

disciplina argumentando que carecían de túnica. En todo caso, como se puede

comprobar en los libros de cabildos, las túnicas jugaron un papel protagonista e

implicaron la existencia de personas encargadas no solo de repartirlas sino también de

conservarlas lo más decentemente posible, y de recuperarlas una vez pasada la

procesión. Era entonces el momento de guardarlas para la siguiente ocasión en el lugar

correspondiente, habitualmente arcas de gran tamaño.

7. Otros elementos. De la sangre al regocijo

Conviene hacer alusión, en este repaso a los elementos de cultura material presentes en

las procesiones, a otros elementos que dotaron de una idiosincrasia propia a estos

desfiles.

La flagelación pública fue, sin duda, un rasgo fundamental a la hora de abordar

los rasgos definitorios de los desfiles procesionales de la Semana Santa del Barroco.

Una práctica que, en la lógica cristiana de aquellos momentos, “aparecía como un

medio para lograr el equilibrio en las relaciones entre el feligrés y Dios, así como entre

la comunidad de pecadores y la divinidad, un equilibrio que había sido roto por el

pecado”29

. Las cofradías penitenciales, en su afán por llevar a cabo dicha práctica,

fundamental en su propia razón de ser, pues “este acto y obra de disciplina es la que

principalmente profesamos en esta sancta cofradía”30

, adquirieron toda una serie de

aparejos destinados a dicho fin. En primer lugar podemos señalar las disciplinas,

empleadas por los disciplinantes, sobre las que no conocemos muchos datos salvo por la

Regla de la Vera Cruz, en la que se indica cómo don Luis Cabeza de Vaca, obispo de

Palencia entre 1537 y 1550, incitó a los cofrades de dicha penitencial a que “dexasemos

las diciplinas de vidrio e otras que sacan sangre e tomásemos las de cuerdas”31

. Esos

elementos de cultura material vinculados con la penitencia pública los encontramos

también, explícita o implícitamente, en otros momentos, como el de la limpieza de las

disciplinas, señalándose así que cuatro personas nombradas por el alcalde “den abasto

para labar las dichas diziplinas en sus gaxas o ollas con su bino”32

, o como el momento

final, cuando se efectuaba la limpieza de las heridas con vino y, en ocasiones, también

con romero. Situación algo diferente fue la existente en la Cofradía de Jesús Nazareno,

donde el ejercicio de la penitencia pública se practicó cargando en la procesión del

Viernes Santo una cruz. Esta, según se estipuló desde su fundación, debería hacerse a

costa del hermano y, además de ser de pino bien labrada, sería “de dos varas y media de

largo y vna ochaba de ancho y media de grueso, y el que quisiere la podrá hacer de tabla

hueca con que no exceda de lo dicho y que estén teñidas de negro con su Jesús en el

29

Tomás A. Mantecón Movellán, “Las Cofradías de la Vera Cruz y la proscripción de la flagelación

pública en la España Moderna”, en José Andrés Casquero Fernández, Actas del IV Congreso

Internacional de Hermandades y Cofradías de la Santa Vera Cruz, Zamora, 2009, p. 558. 30

ACSVCP, Regla 1572, f. 30v. 31

Ibidem, f. 39r. Esto mismo aparece ya señalado en la Regla de 1524 de dicha cofradía, si bien como un

añadido posterior. 32

ACSSP, Regla, f. 26r.

Carlos LOZANO RUIZ

546

título”33

. Estos desfiles procesionales penitenciales contaron, además, con otros

elementos singulares, como los famosos conjuntos escultóricos que, portados a andas,

para las que continuamente eran necesarias las denominadas orquillas, acompañaban el

devenir de los flagelantes por las calles o como los denominados instrumentos de la

Pasión.

Pero, mientras todos esos elementos protagonizaban los desfiles de la Semana

Santa, la alegría y el regocijo marcaban la pauta en las procesiones de la octava del

Corpus, organizadas por las sacramentales. Estas cofradías, no lo olvidemos,

impulsadas de un modo especial a raíz de Trento, y que debido a su fin cultual, para el

que habían sido creadas, se ubicaban en un “estrato privilegiado en el conjunto de las

cofradías que todos aceptaban”34

, no se quedaron atrás, como hemos venido viendo, a la

hora de escenificar en las calles palentinas sus fiestas, ya bien fuese mediante actos

religiosos o profanos, destacando entre estos últimos, las corridas de toros y novillos

que organizaban con motivo de las mismas. Esto explica que en estas procesiones

encontremos algunos elementos de cultura material difíciles de hallar en otros cortejos

procesionales.

Sin duda, en este caso el centro de la fiesta religiosa radicaba en el Santísimo

Sacramento, que portado en la custodia recorría las calles bajo palio “con aquella

obstentación acompañamiento que es debido a tan Soberano Dueño”35

, siendo habitual

en algunas sacramentales, según parece, que, al igual que sucedía de cara a su salida con

motivo del viático, en las procesiones de octava “las varas del Palio las lleven

sacerdotes vestidos con sobrepelliz y que se les de la limosna acostumbrada”36

. Junto a

todo ello no faltaron otros elementos que, con seguridad, también alcanzaron un

protagonismo destacado. Entre ellos destacan los gigantes y la tarasca. Tal y como se

puede comprobar en los libros de acuerdos de la Sacramental de San Lázaro, y como si

de la propia procesión del Corpus se tratara, en ocasiones esta solicitaba, de cara a la

celebración de la procesión de octava, cuando le correspondía, “que se conuide a la

çiudad y se la pida jigantes y tarasca para que baya en la proçession”37

. Finalmente,

habría que tener en cuenta el protagonismo de otra serie de elementos, como las

colgaduras de ricos materiales, que también buscarían realzar el boato de aquellas

fiestas en los espacios neurálgicos de la celebración38

.

8. Epílogo

El análisis de la cultura material en torno a las procesiones organizadas por las cofradías

en Semana Santa y la octava del Corpus ha permitido constatar distintas realidades. En

primer lugar, se han identificado toda una serie de objetos, coincidentes en unas y en

otras, que estuvieron dotados de determinados significados de cara a aquellos hombres y

mujeres que formaban parte de una sociedad de por sí sacralizada. Significados que, en

buena medida, se encontraban implícitos y arraigados en la mentalidad del hombre

33

ACJNP, Regla, f. 5r. 34

M. Ventura Gracia, Las cofradías cordobesas… p. 46. 35

ADP, Palencia, Parroquia de San Miguel, Cofradías, 4918-2130, f. 66v. 36

Ibidem, f. 28v. 37

ADP, Palencia, Parroquia de San Lázaro, Cofradías, 4803-2128, f. 180v. 38

Esto explica las numerosas peticiones que las distintas sacramentales presentaron ante el cabildo

catedralicio solicitándole “les haga merced de mandar que para la festiuidad de su octauario se les preste

la colgadura de damascos, plata, ornamentos, paño de púlpito, frontales del carro y lo demás necessario

para el adorno de la fiesta”. Archivo de la Catedral de Palencia, Actas Capitulares, 1656-1659, f. 31v.

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barroco. Algunos de esos elementos fueron utilizados tanto en unas como en otras

procesiones mientras que otros, como los aparejos de la disciplina o las colgaduras, los

gigantes o la tarasca, solo formaban parte de uno de los dos tipos de cortejos. Especial

interés han suscitado aquellos artefactos de cultura material que, aun siendo comunes en

ambos desfiles procesionales, revistieron distintas apariencias con distintos

significados; es el caso, por ejemplo, de los estandartes que, como hemos visto, en el

caso de las penitenciales tendieron a ser principalmente negros o morados, recordando

así a los que los visualizaban el carácter penitencial de las procesiones en que salían; o

el de los instrumentos musicales, que eran elegidos en función, también, de la

naturaleza de la procesión.

Estos elementos de cultura material, como también se ha visto, exigían, sin duda,

un compromiso y un desembolso por parte de las cofradías propietarias de los mismos

pues, distintos factores, llevaban a que fuese necesaria la adquisición de algunos nuevos

o su reparo. Las cofradías tuvieron así que contar con el trabajo de distintos artesanos,

como sastres, cereros, plateros, pintores, etc. para conseguir que pudiesen salir “a sus

funziones con el luzimiento que requiere”. Y es que estos objetos, que bien podrían

considerarse como elementos propios de la vida cotidiana de dichas asociaciones, y que

tuvieron un protagonismo esencial en la religiosidad popular barroca, debían siempre

lucirse del mejor modo posible en remenbranza de la Pasión de Nuestro Señor y para

alumbrar el Sanctísssimo Sacramento, instituto fundamental de esas cofradías.