Ferrater Mora Jose - Fundamentos de Filosofía

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    Fundamentos de Filosofa

    Jos Ferrater Mora

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    Jos Ferrater MoraAlianza Editorial, S. A., Madrid, 1985

    Calle Miln, 38; Tel. 200 00 45ISBN: 84-206-2412-8Depsito legal: M. 37.028-1984Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polgono IgarsaParacuellos del Jarama (Madrid)Printed in Spain

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    Para Priscila,veinticinco aos despus

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    NOTA INICIAL

    La base de este libro es una obra ma tituladaEl ser y elsentido, publicada en 1967 y tiempo ha agotada.

    Aunque bastantes de las ideas directrices de esa obrapersisten en la presente, las expongo ahora en una forma mseficaz y directa. He introducido asimismo una dosisconsiderable de materiales nuevos por lo que este libro merece,y lleva, otro ttulo. El deFundamentos de la filosofia tiene laventaja de ser muy simple y de anunciar precisamente de quse trata: de los cimientos de un pensamiento filosfico.

    Para facilitar la lectura, no he puesto notas a pie depgina. En el cuerpo del libro se mencionan los nombres delos autores citados o discutidos.

    Los datos bibliogrficos correspondientes constan alfinal del volumen. He agregado un Indice de nombres y unIndice de materias.

    J. M. F.

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    Captulo ISOBRE EL DAR POR SUPUESTO

    1. Mi anfitrin, el mundo

    Ser Filsofo, se ha dicho a veces, consiste enno dar nada por supuesto. Todos los seres humanos, incluidoslos filsofos, habitan el mismo mundo -un mundo que albergaestrellas, montaas, rboles, palomas-, pero los filsofos, ocuando menos algunos de ellos, se empean en preguntar si talmundo realmente existe, y caso de existir qu, o quin, noslo garantiza. Los rganos de los sentidos no son siempre defiar. Tampoco lo son los vecinos, ni las autoridades msrespetables. Puesto que ni la razn ni la imaginacin nos sacande apuros, se ha apelado en ocasiones a Dios como garantade toda existencia. Pero si no hay que dar nada por supuesto,

    cabe preguntar por qu se da por supuesto nada menos que elAlfa y el Omega.

    Se alegar que Dios es un caso excepcional envirtud de que su existencia es necesaria. Pero el alegato esdebatible, y como todo lo que no cabe demostrar sin lugar adudas, no se puede dar por supuesto lo que presupone.

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    Los filsofos no suelen arredrarse ante estasdificultades. Una posible reaccin a ellas es la siguiente:supuesto que no haya que dar nada por supuesto, no damos

    por supuesto justa y precisamente que no hay que dar nada porsupuesto? Pero, qu ocurre cuando as se discurre? Por lopronto, que lo discurre alguien, o algo, pero aun si no haynadie, ni nada, que tal haga, sigue habiendo un discurrir, o unpensar. Algo permanece, pues, en medio del universal naufragioexistencial. Mientras tena lugar la pregunta acerca de si habarealmente estrellas, montaas, rboles o palomas, se estaba

    pensando en ellos. Esas dudosas entidades pueden no existirrealmente, pero existen como pensamientos. Por fin parecehaberse topado con algo fiable: el pensar.

    Lo malo es que el pensar -caso que sepamos enqu consiste- lleva de un pensamiento a otro, pero ah se queda.Las estrellas y las montaas siguen siendo algo acerca de locual cabe preguntar si realmente existe. De la montaapensada a la real no hay slo un gran trecho: hay un abismo, alparecer infranqueable. Por ms que le demos vueltas a lamontaa pensando en ella, no podremos todava asegurar queexiste. Al no dar nada por supuesto, habremos salvado el pensar-o,en todo caso, una actitud intencional-, pero eso es todo.Imaginamos por un momento que el pensar podra servir depunto de partida, y descubrimos que si lo es, se asemeja

    sospechosamente a uno de llegada. El mundo sigue sin aparecerpor ninguna parte. Para llegar a l hay que retrotraerse almomento en que se haba empezado por no dar nada porsupuesto y advertir que se estaba ya in medias res -que las res,las cosas, la realidad es donde est todo, incluyendo el pensar.

    Tantas lucubraciones en vano. No vala la pena

    drselas de filsofo para arribar al mismo punto donde todos,

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    filsofos o no, estamos. Todos estamos en un mundo que albergamuchas cosas -estrellas, montaas, rboles, palomas, y nosotrosmismos-. No necesitamos ni siquiera una garanta de que el

    mundo existe. Ms que escaprsenos de las manos, en el cursode excogitaciones filosficas, el mundo nos acosa, persigue, yhasta agobia. El mundo (o la realidad) es, desde luego, unnombre incoloro para referirse a una malla tupida y complejade cosas de toda clase y condici6n. Hasta ahora me helimitado a dar ejemplos de cosas naturales -que son lascosas bsicas, sin las cuales ninguna otra realidad existira-

    . Pero hay otras cosas, u otros aspectos del mundo, que sehan desarrollado a partir de las realidades naturales y que noson naturales en senido estricto. Estoy tecleando sobre untablero que enva seales electrnias codificadas a unprocesador central; de ste pasarn a un disco flexible, e1 cualoportunamente los transmitir en forma de letras al papel, dondese leer: Estoy tecleando sobre un tablero ... . Tablero,procesador central, disco flexible, hoja de papel, etc., sonproductos elaborados -inventados y proucidos- por sereshumanos, que se han valido al efecto de aparatos, ellos mismosfabricados. Todo ha sido acarreado hasta mi lugar de residenciapor otros seres humanos que se han servido de vehculosrodantes o volantes, los cuales no crecen en los rboles ni sonresultado de aluviones. La mayor parte de estas y otras cosassimilares han sido expedidas en tiendas o en centros de

    distribucin establecidos en poblaciones donde hay casas,aceras, semforos. Sobre el tablero formo, y sobre el papelaparecen inscritas, palabras que han sido forjadas porgeneraciones de hablantes y escribentes dentro del marco deun sistema de reglas y de un vocabulario que constituyen unlenguaje. A los artefactos materiales producidos se unen lossignos y a stos los significados. Todo eso son artefactos o

    productos artificiales, y hasta a veces artificiosos, que no

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    se hallan desligados de lo que hemos llamado, para abreviar,la Naturaleza, pero que no solemos calificar deNaturaleza, sino de cultura. Cuando digo que los seres

    humanos viven en un mundo -realidades en medio derealidades- estoy hablando tanto de objetos naturales como deproductos culturales. En rigor, decir, o escribir, que los sereshumanos viven en un mundo real presupone la existencia de ununiverso cultural del que forman parte el lenguaje y las ideaspor l expresadas o expresables.

    Me he limitado a sacar a relucir objetos,naturales y culturales, que saltan, por as decirlo, a la vista.Pero la malla de cosas que llamamos el mundo es muchoms tupida y compleja de lo que sugieren nuestra percepcin yexperiencia comunes. Hay realidades que, como las galaxiasdistantes y las fuentes de radiacin cuasi-estelares, slo secaptan por medio de potentes instrumentos. Muchas finastexturas aparecen slo bajo el foco de afinados microscopios.Ciertos elementos se patentizan nicamente por sus huellas.Podemos hablar inclusive de entidades inferidas sin que el sertales las confine a una regin especial del mundo. Productosmanufacturados, como el papel en el que estn impresas estaslneas, se hallan presentes al lector. No lo est del mismo modoel sistema econmico que ha hecho posible su produccin,distribucin, venta y consumo, porque un sistema econmico

    no es una cosa, ni siquiera un conjunto de cosas, sino una seriede normas, acuerdos, hbitos y tradiciones. Ello no impideque los sistemas econmicos formen parte del mundo siempreque no se conciban como independientes de los objetosmateriales de que se ocupan.

    Muchas cosas, incluyendo no pocas que no son,

    estrictamente hablando, cosas amueblan, para emplear la

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    expresin de Locke, el mundo. Mi vecino me divierte o meamarga la vida; cuando termine este libro, enviar el texto ami editor, y cuando se publique me enfrentar con un pblico

    parte del cual conozco por mantener con l relacionespersonales o profesionales, mas parte del cual no conozco niposiblemente conocer jams. El mundo o, en todo caso, elmundo en que vivimos contiene asimismo personas,sentimientos y relaciones humanas. Mi vinculacin con talmundo, o con lo que de l pueda quedar sin m -pues soyasimismo parte de l- no se limita a actos de percepcin, de

    inferencia y, en general, de conocimiento; estoy asimismo enel mundo en tanto que me preocupo por l (o por ciertasporciones o aspectos del mismo), o me tiene sin cifidado, ome comprometo a aceptar algunos de sus rasgos, o me dispongoa rechazarlos. Estar en la realidad es tambin -algunos opinanque sobre todo- tratar con ella. Las acciones que se ejecutanen el contacto con el mundo forman asimismo parte de l.

    Y no hay que tener tambin en cuenta la posibilidad decolumbrar cosas, o aspectos de cosas, en muy distintos modosy maneras? Inclusive los objetos ms mostrencos pueden brindarperspectivas mltiples. El mundo parece estar preado deposibilidades. El pintor no se limita a ver un color, vislumbralo que podra dar de s en la tela. A las sensaciones comunesse sobreponen, o sotoponen, otras menos slidas. A lo real

    cabe agregar no slo lo actual, sino tambin lo posible, y loimaginado; este ltimo existe por lo menos en la medida enque constituye un proceso mental -o neural-. Mi anfitrin, elmundo, se caracteriza por su generosa abundancia.

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    2. Idealismo, escepticismo, realismo crtico

    En vez de no dar nada por supuesto, se darn

    aqu por supuestas muchas cosas -lo que significa, para empezar,contar, y habrselas, con ellas. De este modo parece adoptarseuna actitud ingenua, incompatible con las cautelas a que losfilsofos nos tienen acostumbrados.

    En vista de que no parece poder conocerse nadacon entera certidumbre, muchos filsofos han abrazado una de

    las dos posiciones siguientes: (1) El idealismo, en la medidaen que incluye un escepticismo metdico, o metodolgico,destinado a dar con alguna verdad absolutamente indudableque sirva de inconmovible cimiento a cualesquiera otrasposibles verdades; (2) El escepticismo respecto a la posibilidadde conocer ninguna cosa o, en general, de conocer el mundo,incluyendo la posibilidad de saber a ciencia cierta si existe ono.

    La posicin que adoptar -que cabe llamar (3)realismo crtico, unido a un realismo semntico- implicael rechazo de (1) y (2). Apuntar algunas razones para esterechazo.

    1. El idealismo de que aqu me ocupo es

    primariamente el idealismo epistemolgico -a veces, aunqueno necesariamente, unido al metafsico-. Segn el mismo, existiro, como a menudo se ha dicho, ser real (y en ocasionessimplemente ser) aparece ante todo como ser pensado, opensable. Tanto si x existe como si no, se supone que esprimariamente objeto del pensar -o, en general, de un actointencional-. En el primer caso, x es pensado como existente y

    en el segundo es pensado como no existente. Pero inclusive si

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    se piensa que x existe cuando no existe o que x no existe cuandoexiste, estas falsedades son juzgadas asimismo como objetosdel pensar. Y puesto que se equipara normalmente Pensar

    con tener en la conciencia (o ser enfocado por laconciencia); y ser pensado con ser contenido de laconciencia, la nocin de conciencia ocupa en la posicinque describo un lugar prominente. Desde el punto de vistaepistemolgico cuando menos, cabe decir que la concienciaprecede [lgicamente] a la existencia.

    De qu conciencia se trata? No, pordescontado, de una conciencia emprica -o del estado neuralllamado ser consciente de-, sino de alguna otra especie deconciencia. En las varias formas posibles de sta se handestacado dos: (a) la trascendental y (b) la puramenteintencional.

    (a) La conciencia trascendental puedeentenderse, a su vez, en dos sentidos: dbil y fuerte.Repudiar, en ltimo trmino, ambos, pero por razonesdiferentes.

    El sentido dbil de trascendental se manifiesta cuandose acepta como vlido, o aplicable, el enunciado -que esms bien una regla-: lo que hay est presente, o puede estar

    presente, a la conciencia sigue fielmente todas lasproposiciones sobre realidades. Se trata entonces del Yopienso que, segn Kant, acompaa a todas nuestrasrepresentaciones. Se afirma, as, que cualquier conocimientode cualquier entidad o grupo de entidades, est subsumido enla actividad llamada conocimiento en general.

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    Si con ello slo se quiere decir que laconciencia trascendental no conoce propiamente nada y selimita a poner de relieve que todo conocimiento digno de este

    nombre no es el paso tanteante de una proposicin a otra sinms generalidad que la muy hipottica -y seguramenteinfrtil- engendrada por la mera yuxtaposicin deproposiciones, no hay inconveniente en admitirlo. Tampocohay inconveniente en admitir el sentido dbil de trascendentalsi ste consiste en destacar lo que cabra llamarcondicionamientos epistemolgicos normalmente revelados

    en la influencia que ejercen los conceptos y en particular lasconstrucciones tericas sobre lo que cabe entender porhechos.

    Pero entonces el sentido dbil detrascendental lo es tanto que la propia voz trascendental y,afortiori, el trmino conciencia sobran. Es mejor, pues, poneren cuarentena la nocin de conciencia trascendental.

    Tanto ms cabe rechazar el sentido fuerte detrascendental. Segn el mismo, la conciencia no se limita aconstituir la realidad lo dado y especficamente lo dadoa la sensacin como objeto de conocimiento -y no digamosa servir nicamente de abreviatura para poner de relieve elantes mencionado condicionamiento epistemolgico (o

    conceptual, o terico). Aspira ms bien a constituir larealidad como tal realidad. Con ello se llega a identificar elpensar con el construir. La consecuencia es que la tituladaconciencia trascendental, lejos de ser un compaero de viajese convierte en el gua: no slo se empieza con el ser comoconciencia, sino que del principio al fin se marcha bajo lainspiracin de la conciencia como ser. Al convertirse tal

    conciencia, adems, en una constante actividad constructiva y,

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    por as decirlo, imperativa, se transfieren al mundo real lascaractersticas que se suponen constituir el mundo moral. Estohace que los idealistas extremados hayan reducido, a la postre,

    la realidad a la actividad y sta a la accin moral (oconsiderada tal). sta no fue la intencin de Kant, que, ademsde hablar de la ley moral en m, habl del cielo estrelladosobre mi cabeza. Pero fue la intencin de quienes liquidarontoda tensin entre lo moral y lo fsico, lo notimnico y lofenomnico y, quemando rpidamente las etapas, impusieronlas que entendieron como puras leyes morales equiparadas

    con la incesante actividad de un Yo, sobre todas las demsleyes, incluyendo las naturales. Pero con esto nos hallamos yafuera del mbito del conocimiento posible. En suma, para seguirmanteniendo el sentido fuerte de conciencia trascendental hayque admitir que la realidad no es primariamente lo que es,sino lo que debe ser.

    (b) Las dificultades que ofrece la nocin deconciencia, especialmente cuando es entendida, al modo demuchos fenomenlogos, como conciencia intencional, sondistintas.

    La intencionalidad de que se habla no es, enefecto, la de los actos mentales, o la de las actitudesproposicionales. De acuerdo con el mtodo fenomenolgico,

    tales actos y actividades son suspendidos o puestos entreparntesis. Lo que queda como residuo tras estasoperaciones es la conciencia, ya sea como un puro haz deintenciones o bien como un ncleo en el cual se hace residirtoda posible intencionalidad.

    De buenas a primeras, las perspectivas abiertas

    parecen alentadoras. La conciencia intencional

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    fenomenolgica no sustrae nada de la realidad. Tampoco leagrega nada. Es pura apertura a lo que se da, sin pretenderalterarlo o siquiera organizarlo. Al dejar a la realidad ser lo

    que es, la conciencia intencional de referencia deja de serespectacular, y no digamos especular o especulativa.Cede toda espectacularidad a la realidad, la cual se convierteen una serie de las llamadas presentaciones -aspectos oespectculos. No parece, as, que haya mucho que alegarcontra una idea de conciencia hasta tal extremo transparenteque, no permitiendo nada entre ella y las cosas, se superpone

    punto por punto a stas. En tal caso no empezamos con nada, yno empezamos tampoco con lo que hay: nos limitamos a dejarque lo haya.

    Pero entonces no veo por qu apelar a ningunaconciencia como punto de partida -como el residuo quequeda tras haber eliminado todos los otros, supuestamentedudosos, puntos de partida. Si la conciencia es absolutamentepura, no desempear ningn papel y no cabr decir de ellaque constituye el fundamento de un saber eidtico absoluto.Y si no es completamente pura, no tendr ms remedio queconvertirse o en real o en trascendental. Lo primero es, dentrode la concepcin filosfica a que aqu aludo, inconcebible,pues si es real ser objeto de posible intencin y no un actointencional puro, o sede de puros actos intencionales. Lo

    segundo es factible, pero a cambio de modificar sustancialmentela idea de intencionalidad. Resulta, pues, que la nocin depura conciencia intencional se halla en una situacin precaria.No es unprimum, ni siquiera unprimum inter pares: es sloun modo de poner de relieve que todo acto se encamina haciaalgo o es acerca de algo -que todo pensar es pensar algo, opensar en

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    algo; todo querer es querer algo, etc.- y que todo aquelloa que el acto apunta es objeto del acto. Pero as se desembocaen la inocua idea de que hay una correlacin sujeto-objeto -

    idea inobjetable, pero slo porque es poco, o nada, informativa.

    Una cosa, aceptable, es que los actos mentales-equiparados, si se quiere, con actos de conciencia- seanintencionales, en el sentido de apuntar hacia un contenido. Otracosa, muy dudosa, es que haya una intencionalidad -equiparadaa la conciencia- que constituya el fundamento de un saber

    absoluto frente al saber relativo propio de toda concienciaemprica. 0 bien tal saber lo ser de un objeto igualmenteabsoluto, en cuyo caso ste ser inmanente a la conciencia; obien el pretendido saber absoluto tendr que justificarse frentea la realidad y no slo frente a sus propios contenidos. Loprimero es consecuente, pero con ello estamos ya lejos de laconciencia como haz de actos intencionales. Lo segundo seratentador si, y slo si, fuera realmente justificable. Pero no loes a menos de ejecutarse una operacin que la conciencia encuestin no puede, por su propia naturaleza, llevar a cabo:instalarse en la realidad como una parte de ella. Si se entiendelo que hay no como posible objeto de puros actos intencionales,sino simplemente como lo que existe, el mundo, etc., laintencionalidad aparecer como la correlacin entre el actocognoscente y lo conocido. Esta correlacin ser slo un modo

    general de entender las complejas operaciones llamadasnombrar, designar, denotar, referirse a, serverdadero de etc., etc., de modo que si se sigue conservandola nocin de intencionalidad habr que convenir en que puedeadoptar muchas formas. Y convenir, por aadidura, en que lavariedad de estas formas refleja la variedad de las realidadesintendidas.

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    As, pues, la nocin de intencionalidad y,afortiori, la de conciencia intencional tienen sentido slo dentrode la realidad, o de lo que hay, o del mundo, y

    especficamente dentro de los modos concretos como los sujetoscognoscentes reales -los organismos biolgicos con capacidadcerebral suficiente- llevan a cabo actos intencionales. Todoesto es ms de lo que la idea de pura conciencia intencionalconlleva, y menos de lo que la nocin de concienciafenomenolgica trascendental pretende.

    2. Los argumentos escpticos sobre laposibilidad o, mejor dicho, imposibilidad de alcanzar ningnconocimiento o saber (trminos que usar desde ahora, parasimplificar las cosas, como equivalentes) parecen irrefutables.Por lo pronto, no hay ninguna garanta absoluta de que sepamoslo que afirmamos saber, y ello no slo con respecto a tales ocuales entidades particulares, sino tambin, y especialmente,con respecto al mundo en general, incluyendo su existencia.Podemos pretender saber que el mundo existe, pero nada nosgarantiza de un modo plenamente convincente su existencia.Luego, si alguien aventura que s algo, siempre cabrresponderle con el perpetuo interrogante de Montaigne: Quesais-je?.

    El escepticismo radical del tipo indicado suele

    refutarse mediante el argumento segn el cual proclamar queno se puede saber nada con entera certidumbre es proclamarque se sabe algo, esto es, que no se puede saber nada conentera certidumbre; y, en general, que proclamar que no sesabe nada es proclamar que se sabe algo, a saber, que se sabeque no se sabe nada. Al tradicional Quod nihil stitur, o Quenada se sabe, de Francisco Snchez, se ha opuesto a menudo

    un S que no se sabe nada.

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    Por desgracia, este tipo de refutacin no va muylejos por dos razones: una, que si el saber que no se puede

    saber nada con entera certidumbre es saber algo, lo que conello se sabe es tan poco que es prcticamente nada, y es siemprelo mismo; la otra, que en puridad no se trata de un saber, sinode una regla concerniente al saber, que resulta ser el no sabernada.

    La va ms adecuada para desembarazarse de

    la posicin escptica consiste en destacar dos puntos: primero,la concepcin -inadecuada- que el escptico propone delconocimiento, o saber; segundo, el reconocimiento de la partede razn que le asiste en su actitud epistemolgica cautelosa.

    El escptico mantiene, ms o menossubrepticiamente, una idea, o mejor un ideal, inapropiado desaber o conocimiento: o se conoce algo con absolutacertidumbre o no se conoce en absoluto. Pero no hay raznpara admitir que conocer y conocer absolutamente (oconocer con plenaria certidumbre) sean expresionessinnimas. Cabe conocer (o saber) ms o menos, hasta ciertopunto, con tal o cual grado de certidumbre, etc. No se descartasimplemente una teora porque se presume que algn da sufrircambios o inclusive ser descartada. De haberse procedido

    de este modo no habra habido historia ni desenvolvimientode las ciencias. Adems, ocurre a veces que la mayorcertidumbre de un conocimiento se halla en razn inversa a lacantidad de informacin que proporciona. Conocer con entera(absoluta) certidumbre puede ser equivalente a poseer unacantidad de informacin muy escasa.

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    Con ello los argumentos escpticos pierden granparte de su peso. Desde el instante en que se renuncia al idealde un saber absoluto, no es menester ya renunciar a todo el

    saber; basta con renunciar a toda fundacin absoluta del saber.ste se hace relativo en el sentido de convertirse en falibley rectificable.

    Algunos escpticos han reconocido estacondicin del saber y ms bien que de imposibilidad deconocimiento han hablado de falibilidad. sta puede ser mayor

    o menor, lo cual equivale a presuponer grados de probabilidad,o de certidumbre. Es cierto que si hay tales grados se hallarnentre un mnimo, que podra ser cero, y un mximo, que podraser infinito, pero ni el cero ni el infinito necesitan (o siquierapueden) ser ejemplificados; son ms bien casos lmites entrelos cuales oscila el conocimiento efectivo.

    Este ltimo tipo de escepticismo es tan moderado queapenas merece este nombre. Consiste fundamentalmente enadoptar una actitud en muchos respectos similar a la queresear acto seguido.

    3. Esta actitud puede rotularse realismocrtico -antes distinguido del realismo ingenuo- que, comosuger, va acompaado de un realismo semntico. No pueden

    darse argumentos definitivos en favor de la misma. No puedeconsiderarse, en consecuencia, como la tesis verdadera,porque ello estara en contradiccin con sus propios postulados.

    Esta actitud comporta aceptar las crticas deWilfrid Sellars y varios otros autores al mito de lo dado entanto que lo puramente dado. Pero el que no haya lo

    puramente dado no quiere decir que haya nicamente lo

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    puesto y menos an lo puramente puesto. Si se quiere, elque no haya datos ltimos no quiere decir que hayanicamente textos, slo cotejables con otros textos. Si es

    cierto que los titulados hechos se hallan, como se ha dichotan a menudo, cargados de teora, ello no afecta a los hechosmismos, que no estn cargados de nada, sino nicamente alos enunciados sobre ellos. Lo que se llama lo puesto -comoen general, las doctrinas o teoras-, son productos culturales,que se originan en el curso de procesos bio-sociales. Porconsiguiente, es dentro de un proceso biosocial e histrico -y

    especialmente en la trama que forman los resultadosobjetivados de tal proceso- que los hechos estn cargadosde teora. Curiosamente, la carga terica de los hechos es, asu vez, un hecho con el que hay que contar, y que ocasionalmentehay que descontar.

    El realismo crtico y semntico aqu propuestoes consecuencia de dos posiciones.

    Una de ellas es metodolgica. Se trata delmtodo integracionista que la obraEl ser y la muerte y buenaparte de la presente ejemplifican. Segn el mismo, ciertasnociones son usables dentro de una lnea en cada uno de cuyosextremos funcionan conceptos-lmites. Para el problema quenos ha ocupado en esta seccin se ha operado dentro de dos

    conceptos lmites tradicionales: los de lo puramente dado ylo puramente puesto entendidos en sus sentidosexclusivamente epistemolgicos. La tesis de la primaca de lopuramente dado, o de los pretendidos puros hechos ohechos ltimos, desemboca en el realismo ingenuo. La tesisde la primaca de lo puramente dado desemboca en elidealismo. Es comprensible que cuando dichos realismos e

    idealismos se atenan o moderan se aproximen a la posicin

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    aqu defendida. Ello hace posible no slo abrazar el realismocrtico, sino tambin ciertas formas del llamado, no siempremuy adecuadamente, idealismo conceptual (N. Rescher). En

    efecto, este ltimo no es ms que la expresin de la idea deque todo conocimiento se vale de construcciones conceptuales.

    La otra posicin consiste en la renuncia aadoptar un punto de partida. Es cierto que el realismo crticoy semntico parece ser un punto de partida, y especficamenteuno de ndole epistemolgica. En efecto, este realismo

    constituye uno de los modos de evitar tanto una teoraingenuamente fotogrfica del conocimiento, o sea un puroreprentacionismo como cualquier gnero de idealismo, sea enla forma tradicional del constructivismo postkantiano sea enlas versiones ms modernas del pragmatismo o del textualismo.Ello es cierto sobre todo en el realismo en cuanto realismosemntico por cuanto se admite la posibilidad de describir yexplicar las cosas mediante marcos conceptuales. Lasdescripciones y explicaciones resultantes tienen, pordescontado, que alcanzar el mayor xito posible, y en estesentido son pragmticas. Pero no hay razn para pensar que elxito consiste nicamente en la utilidad o satisfaccin quebrindan en quienes las producen. El xito en las descripcionesy explicaciones se mide con varios raseros: la prediccinregular de hechos, el establecimiento de relaciones entre

    estados de cosas que parecan aislados entre s, eldescubrimiento de nuevos enlaces causales repetidamentecomprobables, etc. Nada de esto, sin embargo, sera posiblede no poderse corregir las descripciones y las explicacionesmediante confrontacin, en algn momento u otro, con losestados de cosas que se trate de describir y explicar. Sinembargo, esto no es, propiamente hablando, un punto de partida,

    sino una exigencia metodolgica. Punto de partida no hay

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    ninguno si por l se entiende algn principio, o conjunto deprincipios, que hayan de servir de fundamento, o de supuestabase inconmovible, de todas y cualesquiera proposiciones

    admitidas como verdaderas. Lo que hay no es un punto departida, en tanto que principio o supuesto, porque los principiosy los supuestos aspiran a ser conocimientos oportunamentejustificados o declarados injustificables. En otros trminos,partir de lo que hay -si se quiere usar esta discutibleexpresin- no es sentar, proposicionalmente o no, lo que hay yproceder en consecuencia, derivando de ello ulteriores

    proposiciones. Lo que hay es primario no en tanto que principiode ninguna cosa, o de ningn acto o enunciado, sino pura ysimplemente en cuanto que toda cosa, acto o enunciadopertenecen a lo que hay.

    Si todo esto encaja con lo que se ha venidollamando antifundacionismo -la idea de que no es necesario,ni acaso posible, partir de fundamentos, o tratar de fundamentarel conocimiento en bases ltimas y radicales-, entonces no hayreparo en suscribir este ismo en boga. Sospecho, no obstante,que quienes han abogado en favor de esta posicin lo han hechocon intenciones muy distintas de las que aqu abrigo. Lo msprobable es que el nombre antifundacionismo rotulemercancas que nuestras aduanas filosficas procederaninmediatamente a confiscar.

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    Capftu1o IIEL CONOCER Y EL CONOCIMIENTO

    1. El conocer

    En lo que tradicionalmente se llamaconocimiento pueden distinguirse dos aspectos: el acto deconocer y el contenido de este acto, es decir, lo que se conoce,por lo comn expresado proposicionalmente. Cabe poner derelieve esta distincin, y evitar as algunas confusiones,recurriendo a los nombres conoce y conocimientorespectivamente. Ambos forman parte del mundo, o de lo quehay -el conocer, en la medida en que es un acto, o serie deactos, llevados a cabo por algn agente; y el conocimiento, entanto que es lo que luego se considerar como una objetivacin,o serie de objetivaciones, es decir, como un objeto cultural.

    Pero conviene tratarlos aparte en virtud de las funcionesespeciales que ejercen; al fin y al cabo, puesto que nos interesalo que hay ha de interesarnos asimismo si, y cmo, se puedeconocer.

    Empecemos por el conocer y consideremos elejemplo ms accesible de realidad cognoscente -el sujeto

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    humano. Lo que ste hace es, por lo pronto, vivir, queprimariamente consiste en estar en el mundo.

    El sujeto humano est en el mundo de diversosmodos: ocupando un espacio, o sucesivamente varios espacios;persistiendo en el tiempo como el mismo sujeto; siendo partede un conjunto y, sobre todo, funcionando como un elementoactivo del mismo: adaptndose a un medio hostil, o favorable,o indiferente; percibiendo objetos y sus cualidades,manipulndolos, transformndolos; relacionndose con otros

    sujetos de muchas maneras, personal, interpersonal ysocialmente; en suma, haciendo toda clase de cosas: mandando,protestando, rogando, deliberando, creyendo, pensando,dibujando, etc., etc. De todos estos, y otros muy diversosmodos, de comportarse el sujeto humano, uno es el que se llamaconocer, o tratar de conocer.

    Destacar una operacin, o un conjunto deoperaciones, humanas no implica suponer que se ejecutenaisladamente. Conocer no es una excepcin. No constituye unaoperacin netamente desgajada de otras. Para empezar, el actode conocer tiene lugar en condiciones concretas: presuponesujetos reales -sea de carne y hueso, sea de cualesquieraotros materiales organizados en forma apropiada- ensituaciones reales. En el caso de los seres humanos, estas

    situaciones implican el estar en un mundo natural, con todaslas compulsiones biolgicas del caso, y el vivir con otrossemejantes dentro de estructuras sociales, marcos culturales yniveles histricos. Se ha hablado a este respecto del carctersituacional del conocer.

    Esta concepcin del conocer se parece en varios

    puntos -salvo en lo que toca al reconocimiento de las aludidas

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    compulsiones naturales o biolgicas- a la aportada por algunosfilsofos que han tratado de superar tanto el idealismo comoel realismo, disolviendo de paso el llamado problema del

    mundo externo, que se convierte entonces en unpseudoproblema. Pero aunque haya cierto parecido entre ambasconcepciones, hay asimismo diferencias apreciables.

    Segn los filsofos de referencia, mundo nodesigna un complejo de realidades, o cosas, frente al cual seyergue un sujeto cognoscente. No es, pues, un conjunto de cosas,

    o de realidades, dentro del cual se halle una entidad ms omenos privilegiada cuya funcin primaria sea representarlo yreflejarlo, esto es, conocerlo. Mundo, en suma, no designa niun objeto contrapuesto al sujeto ni algo que contenga, por asdecirlo, sujetos; es ms bien una dimensin de una realidadpretendidamente ms bsica llamada de varios modos -Dasein(Heidegger), mi vida, mi vivir, nuestra vida (Ortega yGasset), el Para-s (Sartre)- y entendida primariamente comoun estar, normalmente, aunque no necesariamente,ejemplificado por el estar humano. No hay, pues, mundoexterno (objeto) en contraste, y a la vez en relacin con, unmundo interno (sujeto). El mundo no est en el sujeto, pero noest tampoco fuera de l: sujeto, vida humana, existencia,conciencia, etc., son, al igual que el mundo, aspectos odimensiones de una situacin primaria y supuestamente ms

    radical.

    Estas ideas chocan con varias dificultades. Paraempezar, al suponerse que el estar de que se habla es unestar en el mundo, se incluye ya el mundo en semejanteestar. La cuestin no se resuelve con un artificio lingstico,o con lo que se quiere dar a entender con l cuando se

    distribuyen a profusin guiones del tipo de los inscritos en la

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    expresin estar-en-el-mundo. Pero supongamos que losguiones, o lo que tratan de dar a entender, despejen la cuestino que, en todo caso, la nocin de estar-en-el-mundo sea

    realmente bsica, de modo que no quepa empezar con nadaprevio a ella. Los obstculos que de este modo se vencendesembocan inmediatamente en varios callejones sin salida.

    Si se mantiene, por ejemplo, que el susodichoestar-en-el-mundo no es un hecho, por bsico y radical quese imagine, y no es, por tanto, comprobable o falsable -ya que

    todos los hechos, y sus correspondientes comprobaciones yfalsaciones aparecen dentro del horizonte del estar-en-elmundo- nos encontraremos ante una de esas doctrinas queno hay modo de refutar porque inclusive su refutacinpresupone, o inclusive es exhibida como prueba de, su verdad:para rechazar la doctrina lo primero que hay que hacer esabrazarla. Esta caracterstica basta para hacer sospechosa todadoctrina de esta ndole.

    Si se mantiene congruentemente que el estar-en-el-mundo no es, propiamente hablando, una realidad, sinoalgo as como el horizonte (marco) de todas las realidades,ser legtimo preguntar en qu consiste semejante horizonte(o marco). Si no es una realidad, lo ms razonable serabstenerse de hablar de ella. Si lo es, ser parte de lo que

    hay. Es, por lo dems, lo que ocurre. Aunque el horizonte dereferencia fuese entendido como la condicin que hace posiblehablar de todas las realidades, esta condicin no estara fuerade ellas.

    Las nociones del Dasein, del estar-en-el-mundo, o de la vida humana en cuanto realidad radical

    en la cual todas las dems realidades se hallan radicadas,

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    etc., tienen el mrito de no ser meras reformulaciones ms omenos sutiles de una posicin idealista y dos mritossuplementarios: el de no caer en la trampa de un realismo

    ingenuo y el de poner de relieve que el llamado sujeto no esuna pura actividad cognoscente, ya que el conocer es una delas formas del trato con el mundo. Por desgracia, ninguna deellas logra engranar con explicaciones concretas del procesode conocimiento -por ejemplo, y eminentemente, de lasexplicaciones proporcionadas por el de conocimientocientfico-. No se trata de que no permitan dar cuenta cabal de

    la naturaleza de tales explicaciones -esto no lo haceprobablemente ninguna teora epistemolgica-, sinosimplemente de que no son congruentes con ellas.

    Al sostener que el estar-en-el-mundo, elvivir humano, etc., forman parte de lo que hay no sugiero,sin embargo, que haya que partir de lo que hay, o del mundo,como bases a la vez epistemolgicas y ontolgicas. Como sevio (1, 2), lo que hay, o el mundo, no es algo de que se parta;es simplemente aquello dentro de lo cual pueden tener lugarcualesquiera puntos de partida. Con ello se vuelve a rechazarla propia idea de punto de partida y la nocin de fundamentoradical de un tipo de realidad en otra.

    Que el conocer sea un proceso real, pocos

    filsofos lo han puesto en duda. Aun los ms propensos asubrayar el carcter puramente intelectual del conocimientotienen que reconocer que las operaciones intelectuales sonejecutadas por seres cognoscentes efectivos. Por mucho quese insista en que -en trminos tradicionales- la concienciadetermina la realidad en cuanto objeto de conocimiento o -en trminos ms modernos- que los hechos estn cargados de

    teora o que la estructura del conocimiento no es real, sino

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    conceptual, lingstica, categorial, trascendental, etc., resultadifcil negar que esta estructura se halla siempre organizadadentro de determinadas y muy concretas situaciones

    cognoscitivas. El conocer es, por consiguiente, un procesoreal.

    2. El conocimiento

    El problema es si, adems de ser real elconocer, lo es asimismo el resultado de los actos y procesos

    cognoscitivos, esto es, lo que se ha llamado conocimiento.

    Me inclino por la afirmativa, y no porque algoreal apodado conocimiento se agregue a algo real tituladoconocer, sino porque presupongo que hay una continuidadentre el conocer y el conocimiento. En este sentido, el procesodel conocimiento es comparable al de la visin. sta se haceposible mediante (entre otros factores) la operacin del nervioptico. Y ste es, como los mecanismos mediante los cuales seconoce, a la vez condicin y causa de la visin. Pero al mismotiempo no hay diferencia entre la operacin del nervio y elresultado de la misma; como dira Aristteles, ver y haber vistoson una y la misma cosa. Hay, por supuesto, diferencias entrela percepcin visual y el conocimiento; en este ltimo seobjetivan los resultados en proposiciones por medio de las

    cuales se aspira a describir o explicar algo con independencia(siquiera relativa) de la utilidad o perjuicio, placer o sinsaborque ello pueda proporcionar. Pero estas proposiciones expresanlo que se conoce en el acto del conocer, de modo que conocery conocimiento estn ligados.

    Se ha dicho a veces que la diferencia entre el

    conocer y el conocimiento es equiparable o paralela a la

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    existente entre la subjetividad y la objetividad; que mientrasel conocer es, o puede ser, relativo -al sujeto y a la situacincognoscitiva-, el conocimiento no lo es, o aspira a no serlo;

    que sean cuales fueren los motivos que desencadenen los actosdel conocer, el conocimiento tiene que hacer caso omiso deellos y atenerse a las cosas tal como son. Con ello se haseparado netamente el conocimiento del conocer; slo elprimero puede alcanzar la objetividad debida.

    Esta separacin se funda en una idea de

    objetividad que en modo alguno se cae de suyo. Por lo pronto,no es lcito identificar sin ms la subjetividad con una serie deestados puramente internos (tampoco lo es, como a veces seha propuesto, corrindose entonces al otro extremo, mantenerque no hay realmente posibilidad de objetividad, sino slo deuna subjetividad profunda o de un conocimiento que essiempre conocimiento personal), (R. Poole, M. Polnyi).Identificar la subjetividad con estados puramente internosequivale a equipararla con una especie de actitud personala merced de los humores del sujeto. Pero la propia actitudpersonal puede entenderse de otro modo: por ejemplo, comoel aspecto que ofrece una afirmacin cuando la persona que lamantiene se compromete no slo a aceptar un enunciado comoverdadero, sino tambin a someterlo a escrutinio para ver sipuede mostrarse que es falso. En este caso, lo que haya de

    personal en la afirmacin se subordina a la verdad (asumida)del enunciado. En este sentido, el componente personalindicado, y a fortiori la llamada subjetividad, no se oponennecesariamente a la objetividad. El conocimiento queda asintegrado en la situacin cognoscitiva.

    Por otro lado, aun si se identifica la subjetividad

    con una serie de estados internos, es debatible que stos

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    sean siempre relativos: todo depende de que haya o nocoincidencia entre el estado subjetivo y la situacinobjetiva. En todo caso, lo que llam antes situacin

    cognoscitiva no se reduce slo a una serie de circunstancias(aun si stas son un ingrediente fundamental en tal situacin)ni tampoco a una serie de estados subjetivos cambiantes conlas alteraciones mentales (bioneurales) del sujeto (aun si talesestados forman asimismo parte de la situacin dereferencia). Incluye otros elementos, entre ellos la expresinde creencias, opiniones, etc., que, cuando se trata de procesos

    cognoscitivos se manifiestan mediante expresiones de la formaCreo que p Opino que p, donde p simboliza un enunciadocuya (posible) verdad se declara. As, pues, en la propiasituacin cognoscitiva, manifestada subjetivamente ypersonalmente se encuentran algunas de las races de laobjetividad.

    Por su lado, la propia objetividad asumediversas formas y opera en distintos niveles. No hayposiblemente una objetividad pura -que sera algo as comouna idea platnica o, mejor dicho, la supuesta completaaprehensin intuitiva de tal idea-, pero no hay posiblementetampoco una objetividad hasta tal punto impura que esfumepor completo cualquier diferencia entre ella y la llamadasubjetividad. No hay tampoco seguramente un completo

    nivel pblico del conocimiento, que fuerce a la aceptacinpor todo el mundo en todas las circunstancias de tales o cualesproposiciones o teoras, pero no hay tampoco un conocimientoabsoluta y completamente privado. Las diversas formas yvariados niveles del conocimiento operan en las anchas zonasintermedias entre la objetividad pura y la purasubjetividad, as como entre lo completamente pblico y

    lo enteramente privado. El que un determinado conocimiento,

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    o supuesto tal, exhiba tal o cual forma o se halle en tal o cualnivel depende de varios factores, entre ellos el tipo de realidadque se aspire a conocer o el nivel alcanzado por una ciencia.

    En todo caso, ciertos conocimientos son msamplios, o ms universales, que otros, y hasta, si se quiere,ms puros que otros en determinados respectos, pero nonecesariamente en todos. En un sentido, el conocimiento fsicoes ms universal que el antropolgico, pero en otro sentidoste exhibe un tipo de universalidad de que aqul carece. El

    mundo fsico incluye los seres humanos, pero los seres humanosconocen el mundo fsico. Ciertos conocimientos requierencuantiosas dosis de experiencia mientras que otros se apoyanen la experiencia slo en ciertas zonas fronterizas. Todocuerpo de conocimiento (por ejemplo, el de una ciencia einclusive el de una determinada rama de una ciencia) es unaintrincada amalgama que slo por razn de claridad, o decomodidad, se procede a descomponer en elementosconstitutivos. Sucede al respecto algo similar a lo que ocurreen la epistemologa kantiana: el que se puedan examinarseparada, o sucesivamente, las sensaciones, las percepciones,los conceptos, etc., no presupone que estos elementos estnmontados unos sobre otros; todos ellos constituyen un bloque,luego epistemolgicamente analizable o descomponible. Elconocimiento revela facetas ms bien que capas.

    Se examinar acto seguido un grupo de estasfacetas, especialmente interesantes desde el punto de vistaepistemolgico. Puesto que todo conocimiento ser consideradobajo el aspecto de su representatividad, tales facetasaparecern como otras tantas dimensiones de sta. Parasimplificar, las llamar simplemente representaciones.

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    3. Las representaciones

    Entre algunos filsofos est en boga atacar y, ala postre, descartar por entero la idea de representacin.No es menester plegarse a esta moda por dos razones. Una,que cuando se alcanza el paroxismo en los ataquesantirepresentacionistas se cae en una nueva forma de idealismo,que he rechazado en 1, 2. La otra, que ninguna forma deantirepresentacionismo puede prescindir de los problemas que

    suscita el tipo o grado de referencialidad de ciertos enunciadosen las ciencias. Aun si la filosofa fuese - meramente o no-un modo de escribir o un gnero literario, sus cultivadoresno tendran ms remedio que confrontar tarde o temprano losproblemas indicados. El vocabulario de la filosofa puede noser referencial -o ser, segn se apuntar (IV, 4), transreferencial-, pero esto no le lleva necesariamente a desentenderse de lascuestiones concernientes a la referencia y a fortiori larepresentacin.

    Entiendo por representar (algo) el presentar(o presentarse) algo de nuevo -sea o no, como Derrida y otrosinsisten, diferidamente- en tanto que objeto de conocimiento.En este sentido cabe considerar como representacionesnumerosas experiencias de realidades, as como diagramas,

    modelos, nociones, descripciones, teoras, etc. Por lo pronto,cabe preguntar si las tituladas experiencias de realidades -como el conocimiento directo de una cosa o de un estado decosas no ser tan distinto de las otras representaciones queapenas merezca este nombre. La pregunta es legtimaespecialmente en tanto que en muchos casos las experienciasen cuestin no tienen carcter, o alcance, cognoscitivo salvo

    en una acepcin muy amplia de este vocablo. Con el fin de

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    poder adscribirles dicho carcter o alcance es menester quedesemboquen en ciertos actos, tales como reconocer, identificar,diferenciar, comparar, etc. Pero como aqu me interesan

    justamente las experiencias que sirven de base, o punto departida, para dichos actos, las incluir dentro de lasrepresentaciones en general.

    Examinemos ahora cmo se van constituyendoesas experiencias en estructuras cognoscitivas.

    Por un lado, la experiencia puedesolidificarse, por as decirlo, en modos de comportamiento.Consideremos la percepcin -tomada aqu como experiencia-de un lago. El que se perciba algo como un lago indica quese ha adoptado un modo de comportamiento dentro del cualresulta posible reconocer o identificar lagos y distinguirlos deotras masas de agua que no lo son. Estimo que este modo decomportamiento es una forma de representacin por cuantoconstituye un saber a qu atenerse respecto a un determinadotipo de cosas. Los propios modos de comportamiento puedenconvertirse, a su vez, en objetos de conocimiento y dar origena enunciados, descriptivos o explicativos, pero entonces ya seest en otro nivel, o forma, de representacin.

    Por otro lado, las experiencias se manifiestan

    en el cumplimiento de determinadas reglas o normas paraconseguir tales o cuales resultados. Consideremos una puertacerrada. Se trata de conocer (saber) cmo puede abrirse. Cabehacerlo de varios modos: empujndola, usando una llaveapropiada, atravesando la zona donde un dispositivo electrnicopermite que la puerta se abra automticamente, etc. En todosestos casos se llega a saber tambin a qu atenerse respecto a

    la puerta y en todos ellos se manifiestan asimismo determinados

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    modos de comportamiento. Pero aqu, adems, cabe obedecerciertas normas, las cuales desempean una funcin cognoscitivay son, en este sentido, representaciones.

    Tenemos, por lo pronto, dos modos deconocimiento: el conocer algo (conocer x) y el conocer(saber) cmo hay que proceder en tales o cualescircunstancias. Agreguemos un tercer modo: el conocimiento(o saber) acerca de algo (conocer [o saber] que p). Es el quese manifiesta normalmente por medio de enunciados -

    proposiciones simples o complejas, descripciones (noconfinadas a frases descriptivas), narraciones, explicaciones,etc.

    El conocimiento de y el saber cmo puedenconsiderarse juntamente bajo la muy amplia nocin deexperiencia. El conocimiento acerca de (o el saber que)puede estudiarse bajo la no menos amplia nocin deenunciados.

    1. La experiencia -o experiencias- a que merefiero tienen en comn el no ser puros estados subjetivos.Desde el punto de vista cognoscitivo, las experiencias seconstituyen con vistas a obtener informacin acerca de algo.En muchos casos consisten en reacciones a situaciones. Una

    vez el sujeto ha sido afectado -o estimulado-, reobra sobrela situacin, prestando atencin a tales o cuales aspectos de lamisma. En todo caso, las experiencias de que hablo no consistennicamente en meros reflejos pasivos -caso que los hayaentre los organismos vivientes-. Esto es lo que hace que elconocimiento est a menudo ligado a la accin, y hasta quepueda ser considerado como una especie de accin sobre el

    mundo.

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    El vocablo experiencia designa casi siempreuna pluralidad de actos y reacciones. Lo que suele llamarse

    una experiencia es normalmente una compleja estructuracompuesta de muy diversas experiencias -que puedenmodificarse o desplazarse y un contorno o periferia.Consideremos un ejemplo aparentemente simple deexperiencia: la percepcin de un objeto fsicamente presente.Lo experimentado es una cosa directamente vista (u oda, etc.),rodeada de objetos no aprehendidos directa e inmediatamente,

    pero constituyendo el contorno o periferia de lapercepcin. La hoja blanca con caracteres negros impresosque el lector recorre ahora con sus ojos es, por lo pronto, unasuperficie blanca con signos negros. Pero esto no es lo quenicamente ve, y experimenta, el lector. Ve, y experimenta,palabras que tienen tal o cual significado, que van a sercontinuadas por otras palabras inscritas en anlogas hojasblancas constituyendo algo tambin directamenteexperimentado: un libro. La pgina de referencia es, as,experiementada como un objeto, centro de atencin, rodeadade otros objetos que lo soportan. Es, adems,experimentada de varios otros modos: como un objeto similara otros vistos anteriormente y, cuando menos numricamente,distinto de ellos; como recuerdo de otras hojas similares enlas cuales hay otras palabras, o algunas de las mismas palabras

    dentro de un contexto distinto, etc. Si tal es la complejidad deuna experiencia relativamente simple, puede imaginarsefcilmente hasta qu punto la complejidad aumenta ensituaciones en que muchas experiencias se agrupanconstituyendo una aparentemente sola y nica respuesta a unasituacin.

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    En la medida en que las experiencias seincorporan principalmente a estados subjetivos, sucomponente representativo es minimo -aunque jams nulo. En

    tanto que pueden ser consideradas como un modo de habrselascon el mundo con vistas a adquirir, filtrar (o procesar)informacin oportunamente expresable mediante smbolos, sucomponente representativo es mximo o, en todo caso,considerable. No todas las experiencias representativas sonnecesariamente perceptivas, pero es razonable pensar que mso menos representativas.

    Se admite usualmente que las experiencias, yespecficamente las de ndole perceptiva, pueden serilusorias, erradas, falsas, etc. Pero esto no equivale aeliminar por completo su carcter representativo. Por lo dems,el que una representacin sea parcial no la hacenecesariamente engaosa o ilusoria. Cuando se habla delos engaos o de las ilusiones de la percepcin, se olvidaque en numerosos casos se trata de la percepcin de una cosaen distintas perspectivas, enfoques, medios, etc. Si se disponeuna moneda de suerte que forme a cierta distancia un ngulo decuarenta y cinco grados en relacin con nuestro ojo, no parecerredonda, sino aproximadamente ovalada. Ser, pues, la formaovalada un engao? No necesariamente. Esta forma no descansaen una percepcin errada, sino en una propiedad que tiene el

    ojo de ver la moneda como ovalada cuando se dan ciertascondiciones, las cuales no son funcin nicamente de lafisiologa de la visin, sino tambin de la situacin de lamoneda en la perspectiva espacial. Estas condiciones no son,pues, meramente subjetivas. No es que la moneda aparezcaora redonda, ora aproximadamente ovalada, sin otra razn queel capricho de la percepcin. Se puede alegar que la moneda

    misma no es ovalada, sino redonda: cuando se le toman las

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    medidas se averigua que hay prcticamente siempre la mismadistancia entre el centro y cualesquiera puntos en la periferia.Pero el que la moneda misma revele su redondez al tomrsele

    las medidas no impide que sea propio de ella aparecer comoaproximadamente ovalada a cierta distancia y dentro de ciertaperspectiva. Lo extraordinario sera que desde cualquierdistancia y perspectiva se viera siempre redonda. La distanciay perspectiva desde la cual la moneda aparece como ovaladahace que su forma sea tal en tanto que se ocultan a la percepcinvisual ciertas partes de ella que contribuan a que se viera

    como redonda. Cosa muy distinta sera contentarse con unasola perspectiva visual y declarar que es la nica verdadera.Sostener la representabilidad de la experiencia llamadapercepcin visual no es mantener que para cada objeto hayuna sola perspectiva visual posible o verdadera.

    Algo parecido sucede cuando se considera laimagen de un objeto -por ejemplo, el propio cuerpo- en unespejo no plano. La imagen del cuerpo en el espejo aparececomo una deformacin. Es sta meramente ilusoria? Nonecesariamente: es justa y precisamente la imagen que tieneque darse a la percepcin visual humana en virtud de lascaractersticas del espejo, la distancia entre l y el cuerpo,etc. Mientras no se modifiquen estas condiciones, la imagenque se ver en el espejo ser la misma, esto es, exhibir idntica

    deformacin. La ilusin consistira ms bien en ver un cuerponormal en un espejo no plano. No cabe decir, pues, ni que laimagen resultante sea una deformacin de la percepcin ni queel cuerpo vaya cambiando de forma. No se habla aqu delcuerpo, sino de tales o cuales formas visuales en tales o cualescondiciones.

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    Generalizando, puede concluirse que laexperiencia es un proceso (bioneural) real que, cuando tiendeal conocimiento, es capaz de engendrar representaciones.

    Estas no son, sin embargo, duplicaciones de las realidades.No hay nada -especies inteligibles, datos sensibles, etc.-entre el acto de conocer y lo conocido. Las representacionesson modos como se organizan los actos cognoscitivos.Representacin equivale aproximadamente a informacin.sta se incorpora en modos de actuar, reglas, etc. y, a la postre,en enunciados.

    2. El problema que plantean los enunciados esen ciertos respectos menos engorroso que el suscitado por lasexperiencias. Aunque estn trabados con stas y no son, entodo caso, independientes de situaciones cognoscitivas, losenunciados y, en general, todo sistema simblico capaz dealmacenar informacin se hallan ms precisamenterecortados. En otros respectos, sin embargo, las cuestionessuscitadas por los enunciados son ms arduas. En primer lugar,llamamos enunciados a muy diversas formas de expresin,desde las referencias directas (incluyendo las puramenteostensivas) a un objeto particular hasta las redes conceptualesque constituyen, o, segn algunos, sirven de marcos para lasteoras. En segundo lugar, los modos de representacin de losenunciados son distintos de los de las experiencias.

    Simplificar la cuestin haciendo caso omisode los problemas aludidos y atenindome casi exclusivamenteal rasgo que estimo comn a todos los enunciados: elrepresentar en la forma acerca de.

    El que los enunciados tengan primariamente

    la citada forma no les impide albergar elementos cuyo modo

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    de representacin es el de. Tal sucede con las que llamarnociones. La nocin caballo representa, a su modo, loscaballos en tanto que es una nocin de stos. Cualquier

    especificacin de esta nocin sigue poseyendo la forma de.Por ejemplo, se puede cualificar la nocin caballo, y hasta,como Kant propona, aunque con propsito distinto,esquematizarla, representndola en la imaginacin, seamediante un dibujo o bien por medio de una regla de formacindel correspondiente concepto. En todo caso, la nocin decaballo lo es de los caballos -sin que sea menester ahora

    discutir si lo es o no de la clase de los mismos.

    Aunque los enunciados exhiben diversasformas, stas se hallan confinadas dentro de ciertos lmites.Por lo pronto, un enunciado no identifica lo que enuncia.Tampoco lo muestra o exhibe. No est en relacin isomrficacon su objeto. Los enunciados permiten circunscribir aquellode que tratan: lo ponen de relieve, lo describen, definen,explican; sealan lo que es, cmo es, de qu modo se comporta;formulan leyes relativas a su comportamiento, etc. A talesefectos se valen de observaciones, inferencias, deducciones,confirmaciones, falsaciones, conjeturas, etc. -que a su vez, sonenunciados o series de enunciados.

    Al igual que sucede con lo que llam

    experiencias (con propsito cognoscitivo), no hay nadaintermedio entre los enunciados y sus objetos. Por otro lado,los enunciados no son tampoco reproducciones, a otra escala,o en diferente registro, de los objetos. Qu tipo de relacinhay, pues, entre los enunciados y lo que enuncian?

    Es una relacin que puede ser llamada (echando

    mano de un feo neologismo) concernimiento, como accin y

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    efecto de concernir a -aproximadamente equivalente aataer, tocar a, etc. Pero concernimiento es slo unnombre que resume varios tipos posibles de relaciones. stas

    son fundamentalmente las siguientes: el significar, elreferirse a y -relacin a menudo equiparada a la ltimamencionada- el ser verdadero de.

    Ninguna de estas relaciones por s misma agota la funcinresumida con el nombre de concernimiento. sta tiene unaconsiderable latitud, aunque, por otro lado, opera slo dentro

    del contexto de expresiones estrictamente indicativas odeclarativas. Dentro, y slo dentro de este contexto,significar es un modo de poner de manifiesto que un enunciadoapunta a aquello de que trata; as, significar que algunos liriosson blancos es meramente poner de manifiesto que algunoslirios son blancos. Referirse a es un modo de hacer constarque algunos lirios son blancos. Cuando efectivamente es as,el enunciado correspondiente es juzgado verdadero.

    La relacin llamada, para abreviar, concernimiento,y sus varias formas -significaciones, designaciones,denotaciones, referencias, verdades, etc.- no posee unaexistencia propia aparte de los trminos relacionados.

    No hay nada que pueda ser calificado de designacin,denotacin, referencia, verdad y as sucesivamente; la

    relacin se agota en sus relata.

    Un enunciado no concierne a su objeto deuna manera simple. Ello ocurrira slo si cada enunciadodescribiera, a ser posible isomrficamente, un hechosupuestamente ltimo o un estado de cosas supuestamenteirreductible, lo que sta lejos de ser cierto. Enunciados como

    Est lloviendo a cntaros, Los momentos magnticos

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    orbitales de los electrones de helio se compensan mutuamente,La distancia entre el polo Norte de la Tierra y el polo Sur deJpiter en el instante t es x kilmetros, Calgula sucedi a

    Tiberio son muy distintos y ninguno de ellos es simple y, comoa veces se ha pretendido, directo -o referencialmentedirecto. Son tambin muy distintos y no son nada simples lossupuestos hechos, situaciones o comportamientos deque tratan. Para empezar, es muy posible que ciertos enunciados-tal vez todos- conciernan a su pretendido objeto del modoglobal que tocar acto seguido y de que hablo asimismo en

    VI, 2. Dicho todo esto, cabe admitir que la tarea de un enunciadoes decir algo acerca de algo -inclusive cuando el enunciado esexplicativo dice lo que dice acerca de algo. En este sentido,los enunciados son representativos, aun cuandorepresenten aquello de que hablan por diversas vas y atravs de proposiciones, por as decirlo, intermediarias. As,enunciados concernientes, por ejemplo, a la distribucin mediade los astros en nuestra galaxia, al comportamiento decristales lquidos, a la estructura y funcin de las enzimas,etc., pueden ser considerados como representativos por incluirobservaciones, inferencias, transdicciones, deducciones deprevios enunciados admitidos como vlidos, o probables, oplausibles, y as sucesivamente. Desde este punto de vista, esrepresentativa asimismo una teora; slo ocurre entonces quela representacin es no slo ms compleja, sino tambin mucho

    menos directa. Con ello se plantea la cuestin de laposibilidad de varios niveles de representatividad enunciativa.En muchas de las representaciones que cabe llamarcomplejas no hay una relacin univoca, o de uno a uno, dehecho a enunciado; la relacin es de uno a varios, o a muchos -que habitualmente es de muchos hechos a un enunciado, peroque podra ser, en principio, de muchos enunciados a un hecho-

    , y de muchos a muchos. En los tres ltimos casos tenemos lo

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    que se ha calificado de representacin global y que cabracalificar asimismo de estructural.

    La doctrina defendida puede contrastarserpidamente con las de varios filsofos o escuelas. Cuatro sonespecialmente pertinentes.

    Ciertos autores estn de acuerdo en queconocer, por lo menos a nivel de enunciado, equivale arepresentar, pero confan en que ello no comporta dificultades

    mayores, porque una vez deshechos los nudos lingsticos msembarazosos puede accederse simple y directamente a lasrealidades de que se trate. Otros autores mantienen que lasrealidades que se aspira a conocer -incluyendo pretendidoshechos bsicos o irreductibles- no son nunca accesibles,o no lo son nunca por completo en forma enunciativa y, engeneral, en forma terica. Estos autores se dividen en dos grupospor lo dems antagnicos: el de quienes consideran que debede haber alguna facultad intuitiva especial que accede a lasrealidades ltimas, ms all, o ms ac, de los enunciados;y el de quienes estiman que una teora que puede tener modelosmatemticos no tiene necesariamente modelos reales, pero ellono justifica postular ninguna facultad especial -que pueda hacerlo que las teoras son incapaces de hacer. Otros autores ponende relieve que cuanto pueda decirse de las realidades se funda

    en previas convenciones conceptuales, o lingsticas, o ambasa un tiempo; cabe admitir, a lo sumo, que ciertos enunciadosson (casi siempre slo aproximadamente) observacionales,pero su explicacin se basa en supuestos o postulados en smismos inverificables. Finalmente, algunos juzgan que la propiaexperiencia, cuando menos la declaradamente cognoscitiva,se halla constituida por la actividad de la conciencia

    cognoscente y es, en ltimo trmino, construida por tal

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    conciencia. Estas doctrinas pueden calificarse respectivamentede realismo ingenuo, inaccesibilismo (el cual adopta dosformas: la intuitivista y la moderadamente escptica),

    convencionalismo y constructivismo.

    Cada una de estas opiniones tiene, como sueleocurrir con doctrinas epistemolgicas de carcter muy general,mritos y fallas, pero algunas opiniones son, a mi entender,ms aceptables que otras; creo, por ejemplo, que una ciertadosis de inaccesibilismo del tipo designado como

    moderadamente escptico es casi inevitable. Es tambininevitable el reconocirniento del carcter convencional demuchos marcos conceptuales. Sin embargo, una vez se ha hechojusticia a estos aspectos del conocimiento hay que poner derelieve una falla comn a todas las doctrinas reseadas.Consiste en que no prestan atencin suficiente a dos condicionesque slo en apariencia son incompatibles: una, que larepresentacin y las realidades que sta representa, o aspiraa representar, se hallan correlacionadas; la otra, que no porello hay que suponer que se identifican o que una puedereducirse a la otra. El realismo ingenuo suprime prcticamentela correlaci6n en beneficio de una especie de reproduccinfotogrfica; el intuitivismo la descuida. Elconvencionalismo, cuando menos en su forma extrema,elimina la correlacin a cuenta de la simple manipulabilidad;

    el construccionismo identifica la realidad representada con surepresentacin. Estimo, en cambio, que no es legtimo suprimirla correlacin ni lo es fundarla en uno solo de los trminoscorrelacionados. La representacin concierne, o aspira aconcernir, efectivamente a aquello que trata de representar,pero los rasgos de la primera no son los de lo segundo.Concepto, teoras, etc., son de algo, pero no son este algo -

    de un modo similar a lo que ocurre con la muy aireada relacin

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    (o falta de ella) entre el lenguaje declarativo y lo que stedeclara, o entre las significaciones y las cosas significadas.

    A esta doble condicin de correlacin real yde diferencia fundamental se debe el que haya modos diversosde representacin de las realidades sin que sea forzosodesembocar o en un pluralismo epistemolgico completo o enun escepticismo radical. A tal doble condicin se debe asimismoque los modos llamados descripcin y explicacin no seannecesariamente incompatibles con una dosis, por modesta que

    sea, de interpretacin.

    4. Verdad y realidad

    No habra conocimiento de no haber actividadcognoscitiva, pero no lo habra tampoco de no haber algoconocido o cognoscible. En algn sentido, por consiguiente, elconocimiento se funda en la realidad. Congruentemente, lasrepresentaciones se fundan en realidades representadas orepresentables, las cuales son tales en virtud del rasgoestructural que llamar presencia (X, 2). Cabra decircumgrano salis que las realidades son posibilidadespermanentes de representacin.

    Fundar el conocimiento en la actividad del

    conocer parece razonable; fundarlo en la realidad que seconoce, o se puede conocer, parece menos plausible. En efecto,se da con ello la impresin de que lo conocido acarrea supropio conocimiento y de que, por tanto, la realidad misma seautorepresenta. Esto sera absurdo, porque supondra admitirque lo que hay se refleja a s mismo, o habla acerca de smismo.

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    El absurdo se desvanece cuando se tiene encuenta lo siguiente: sostener que el conocimiento (el acto deconocer y sus productos) son funcin de las cosas conocidas,

    o cognoscibles, es slo afirmar que todo conocimiento lo esde algo (o que todo saber es saber acerca de algo). Si aquellode que se habla no existe o si no tiene las propiedades que sele atribuyen, lo enunciado no contiene conocimiento. No hayconocimientos falsos; hay slo o saberes (que pueden ser, desdeluego, parciales, aproximados, etc.) o ignorancias.

    La afirmacin de la realidad de losconocimientos como conocimientos de realidades permiteentender que sea legtimo hablar de conocimiento slo cuandose han producido las objetivaciones correspondientes. Dichode otro modo: no hay representaciones eternas -o verdadeseternas y tampoco, por tanto, ideas eternas-. Las habraslo en el caso de que el conocimiento consistiera en una auto-representacin de las realidades.

    Confinmonos ahora a las representaciones dela forma acerca de, o enunciados. De haber un mundo deeternos posibles -del cual podra haber emergido, por creacin,emanacin o como fuera, el llamado mundo real- habraasimismo un mundo de representaciones eternas posibles -delas cuales se desprenderan, y se haran oportunamente

    manifiestas, las correspondientes al mundo real, las que seranasimismo, a su vez, eternas. Pero aunque no hay inconvenienteen admitir que no todas las cosas son actuales, y que las hayasimismo posibles, ello no equivale a sancionar la idea de ununiverso de puros posibles que anteceda, lgica ycronolgicamente, un mundo de efectivas realidades. Quedaan la posibilidad de un mundo de representaciones eternas

    correspondientes a proposiciones que se juzguen siempre

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    verdaderas -lo cual quiere decir simplemente que es posible,y segn algunos necesario, que si p es verdadero, lo sea sinrestricciones, esto es, (1) no sea relativo a ninguna condicin

    que no sea, a su vez, condicin de verdad, y (2) sea verdaderoindependientemente de que se haya o no descubierto, o de quese haya o no formulado. Entre los ejemplos que pueden darsede p figuran (a) un determinado estado de cosas, que si es E nopuede dejar de ser E; (b) una ley natural que es tal ley, sea o noconocida.

    Puesto que (a) concierne a una situacinparticular que ha llegado a producirse slo en un momentodeterminado, lo ms que cabe decir acerca de un enunciadoverdadero relativo a (a) es que es cierto desde el momento elque tiene lugar (a), pero que no es cierto (ni no cierto) antes de(a). Por tanto, en el mejor de los casos (para los partidariosde las representaciones, o de las verdades, eternas) la verdadsobre (a) es slo eterna a medias. Si se logra mostrar que nolo es, ni a medias ni por entero, todava quedar la posibilidadde que lo sea un ejemplo del tipo (b). Por otro lado, si se logramostrar que ni siquiera (b) da origen a representaciones overdades eternas, ello valdr a fortiori para (a). Es mejor, pues,empezar con (b).

    Considrese una ley natural estimada exhypothesei verdadera o que, en todo caso, haya resistido todoslos intentos de falsacin dentro de condiciones especificadas.Considrese, adems, que, por lo menos dentro de talescondiciones, no hay cambios en las leyes naturales, de modoque la ley expresa el modo como ciertos fenmenos se hancomportado, se comportan y seguirn comportndose en elfuturo. Un ejemplo es la segunda ley, o axioma, del movimiento,

    de Newton: El cambio de movimiento es proporcional a la

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    fuerza motriz que se imprime, y tiene lugar en la direccin dela lnea recta en la que se imprime tal fuerza. Se asume quecon respecto a los fenmenos para los que se declara vlida, y

    dentro de condiciones previamente determinadas (opresupuestas) -las condiciones de un universo newtoniano-,esta ley es (expresa) la verdad, toda la verdad y nada ms quela verdad. Se asume, por tanto, que desde siempre y parasiempre la ley es verdadera. Pues bien, aunque as sea, no porello nos las habemos con una representacin eterna o una verdadeterna.

    La razn de ello es que no es justificado equiparareterno con absolutamente verdadero y, congruentemente,temporal con relativo. La segunda ley de Newton puedemuy bien expresar un estado de cosas que no ha cambiado nicambiar jams, pero el conocimiento llamado segunda leyde Newton no existe sino desde el momento en que se formula.La Naturaleza no contiene cuerpos en movimiento y, adems,leyes que regulan su movimiento. No es que los cuerpos semuevan segn tales o cuales leyes naturales; se mueven enformas tales que, cuando son enunciadas (y formuladasmatemticamente) dan lugar a lo que se llaman leyesnaturales.

    La verdad de una ley natural es funcin del

    estado de cosas correspondiente (de lo que para abreviar sellama a veces la realidad), pero slo en la medida en queuna ley concierne a, o es sobre, la realidad. La verdad de laley es asimismo funcin del pertinente enunciado (o de lapertinente frmula). La teora de la verdad como adecuacin ocorrespondencia del enunciado con la cosa ha sido objetode ataques persistentes, muchos de ellos diestramente dirigidos.

    Pero ha sido asimismo objeto de constantes tergiversaciones.

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    En efecto, se ha insistido demasiado en una sola de dos cosas:(1) que la verdad es una propiedad del enunciado, y (2) que laverdad es una propiedad de la realidad. Pero cuando se habla

    de correspondencia o adecuacin hay que tener en cuenta porigual los dos trminos ligados por ellas. Si no hubiese larealidad, y si no estuviese estructurada en determinada forma,el enunciado no sera verdadero. A la vez, no habra verdadsin el pertinente enunciado. El predicado es verdaderocorresponde a enunciados, no a cosas, pero slo cuando lascosas son, y se comportan, segn los enunciados proponen. Si

    las cosas de que se trata se han comportado siempre en undeterminado modo, el enunciado de que as es se aplica alpasado comportamiento de tales cosas, pero slo desde elmomento en que el enunciado se formula.

    Cabra objetar que si la ley de que hablamosno es relativa -en el sentido de ser relativa a las condicionesdentro de las cuales se formula-, entonces se aplica sinrestricciones de ninguna clase, y aun si no hay las cosas cuyocomportamiento describe o explica. Pero ello supondra afirmarque tiene sentido enunciar una ley vlida para realidadesmeramente posibles, lo que viola una de las tesis fundamentalesde la ontologa expuesta en esta obra y enEl ser y la muerte(especialmente, 1, 4): la tesis segn la cual lo que hay, lo hayen realidad y no en principio. A lo sumo, cabe admitir

    que podra formularse el condicional siguiente: Si hubieracuerpos [en movimiento, dentro de un espacio, impulsados porfuerzas, etc.], el cambio de movimiento de tales cuerpos seraproporcional a la fuerza motriz que se imprimiera, y tendralugar en la direccin de la lnea recta en la que se imprimieradicha fuerza. Pero este condicional no es, por lo pronto, niverdadero ni falso. No se aplica a nada si no hay cuerpos

    [movindose en un espacio, impulsados por fuerzas, etc.], y si

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    los hay deja de ser un condicional. En ello radica, dicho seade paso, la diferencia entre un condicional como el citado yotro del tipo de: Si se deja caer este vaso, se romper (lo

    que sustituye a la frase disposicional: Este vaso esquebradizo). En efecto, este ltimo condicional presupone laexistencia de cuerpos y se aplica a ellos. Cabra, por supuesto,reformular el condicional-ley antedicho como sigue: Paratodos los cuerpos, los haya o no, el cambio de movimientoser proporcional a la fuerza motriz que se imprima, y tendrlugar en la direccin de la lnea recta en la que se imprima tal

    fuerza, que ya no es -por lo menos gramaticalmente- uncondicional. Pero no es tampoco una verdad o una falsedad:es una hiptesis que de ser comprobada, o no falsada, resultarverdadera, y que slo podr ser comprobada, o no falsada, sihay cuerpos y se comportan en la forma propuesta. Y tiene quepoder ser comprobada, o refutada, porque una hiptesis quepor principio no pudiese ser nunca comprobada o refutadadejara de ser una hiptesis. Una hiptesis eterna es uncontrasentido. Cosa distinta es formular enunciados acerca derealidades que han dejado de existir, o de comportamientos derealidades que ya no tienen lugar. En estos casos, los enunciadossern verdaderos en tanto que especifiquen la condicin pasadade las realidades, o del comportamiento de las realidades, encuestin, siendo la verdad de los correspondientes enunciadosfuncin del conocimiento adecuado de lo que fueron y de cmo

    se comportaron.

    Si los conocimientos son reales slo en cuanto los hay -especficamente, en tanto que se objetivan mediante enunciadosde la forma acerca de-, se puede preguntar si dejan de serlocuando deja de haberlos o, ms precisamente, cuando no hayya sujetos cognoscentes que los tengan o mantengan.

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    Si los conocimientos fueran nicamenteprocesos mentales (bioneurales), los habra slo en la medidaen que tuvieran lugar tales procesos. Pero esto sera reducir al

    conocimiento al acto de conocer. En la medida en que losconocimientos se manifiestan en las objetivaciones apuntadas,constijuyen una trama que integra lo que se llama cultura.Estn, pues, de alguna manera ah, dispuestos a ser recogidos,escrutados, adaptados, refutados, interpretados, etc. y poseenuna permanencia mayor o menor, pero en todo caso nocoincidente exactamente con la de los procesos mentales

    (bioneurales). La segunda ley de Newton no es una verdadeterna, sino un conocimiento que ha empezado a ser real desdeque se ha formulado. Este conocimiento se ha incorporado auna red de productos culturales, como una tradicin o herenciaa mantener, recoger, discutir, transformar, etc. Si no hubieraningn sujeto cognoscente capaz de ejecutar estas y otrasoperaciones similares, el conocimiento de referencia dejarade ser tal para convertirse en un sistema de marcas osignos, cintas magnetofnicas, etc. Los conocimientos noconsisten slo en actividades cognoscitivas, pero sin stas nohabra conocimientos y, estrictamente hablando, verdades.

    He hablado hasta ahora indiscriminadamente deproposiciones, representaciones, ideas y verdadessupuestamente eternas. Cabe argir que no deben confundirse

    con ciertos principios tambin supuestamente eternos y dendole distinta, como, por ejemplo, el llamado principio deidentidad. Pero este principio no es, propiamente hablando,una verdad o una proposicin verdadera; es una ley lgica (ometalgica), es decir, un tipo de regla que permite llevar acabo operaciones en una serie deductiva. Llamarlo verdadeterna es estirar el sentido de esta expresin hasta un lmite

    intolerable.

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    5. Interpretacin y decisin

    Considerar los conocimientos como la acciny el efecto de actos cognoscitivos permite entender por qupuede haber no slo representaciones parciales, inadecuadas,impropias, etc., sino tambin representaciones alternativas.stas se dan en toda la gama del conocimiento, peroespecialmente dentro de los llamados enunciados a los queseguir limitndome. Dar a cualquier trama de enunciados

    razonablemente completa el nombre de conceptuacin y avarias conceptuaciones posibles el de interpretacin, peroesta distincin no es tajante porque en algunos casos laconceptuacin puede ser a su vez una interpretacin.

    Se ha puesto a menudo de relieve que el merohecho de describir es ya seleccionar. Esto es cierto siempreque por seleccionar no se entienda necesariamente falsear.No hay razn para pensar que se falsea la naturaleza cuando sela examina mediante el sistema de representaciones llamadofsica. Pero otras selecciones de objetos y estados de cosasen la Naturaleza son posibles -por ejemplo, la que se funda enel titulado sentido comn. En la medida en que estos diversossistemas de representaciones no sean falsos, cabra, enprincipio, coordinarlos. Esto no quiere decir que con una

    (hipottica) completa coordinacin de tales sistemastendramos una sola y nica representacin total de la realidadde que se tratara. Podran darse an varias interpretaciones decada uno de los sistemas y de la (hipottica) totalidad de losmismos -interpretaciones que, aunque no necesariamenteincompatibles, no podran coordinarse en el modo antessugerido. En suma, no parece haber ningn puesto

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    privilegiado desde el cual se pueda ver todo lo que quepadecir de un conjunto relativamente complejo

    de realidades.

    No slo caben diversas conceptuaciones einterpretaciones, sino tambin los que podran titularse modosde hablar. As, por ejemplo, se puede hablar de una realidadcompleja en trminos simples; de una realidad (supuestamente)irracional en trminos racionales, etc. Paradjicamente, ciertosmodos de hablar son tanto ms apropiados cuanto menos las

    caractersticas de las representaciones se asemejen a las cosasrepresentadas. Ocurre en este respecto algo similar a lo que seobserva en ciertas representaciones no estrictamentecognoscitivas. A veces se ha dado en creer que una novela queaspire a dar la impresin de acciones ejecutadassimultneamente en diversos lugares tiene que emplear, en lamedida de lo factible, lenguajes simultneos -compuestos,por ejemplo, de episodios brevsimos y rpidamente sucesivos.No es as, porque la simultaneidad de las acciones no es la dellenguaje en que se describen. De hecho, la discontinuidadtemporal puede en ocasiones revelarse en una novela mscabalmente con una narracin continuada y despaciosa que enuna con un lenguaje nervioso y cortante. Para describir elaburrimiento, no es menester provocarlo.

    Como, en ltimo trmino, tanto lasconceptuaciones como las interpretaciones son funcin de lasrealidades que se aspira a conceptuar y a interpretar, no seest siempre inerme ante el problema de elegir unaconceptuacin o interpretacin determinadas. Pero la eleccindepende asimismo de ciertos fines. No es lo mismo un sistemade representaciones regido por la coherencia que otro orientado

    hacia la simplicidad o que otro encaminado a conseguir la

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    inclusividad mxima. Para complicar las cosas, aun estos finespueden ser entendidos de varios modos. Como se ha observadoa veces, la propia simplicidad tiene su peculiar complejidad.

    Si tratamos de ser lo ms inclusives posible, podemos entenderser inclusive en el sentido de abarcar la mayor cantidadposible de hechos, pero tambin en el sentido de unificar losms hechos posibles. Etc., etc.

    Estos problemas se hacen particularmenteagudos cuando las representaciones, conceptuaciones e

    interpretaciones que nos conciernen son de naturalezafilosfica, y especficamente ontolgica. Siendo entoncesmenos fcilmente comprobables, contrastables o refutables, lossistemas conceptuales que se proponen son an ms variadosy alternativos que lo usual. Esto proporciona un mayor margende maniobra, pero aumenta a la vez el carcter problemticode estos sistemas. En efecto, dependen en buena parte de losfines que se persigan, pero consisten asimismo en dilucidar elcarcter y las consecuencias de estos fines -que, a su vez,dependen probablemente de otros fines, y as sucesivamente.

    Cabe evadir estas dificultades adoptando unaposicin filosfica resuelta y arguyendo que se trata de unaeleccin puramente existencial -del tipo de la proclamadapor Fichte al mantener que la filosofa que se elige depende

    de la clase de ser humano que se es. Pero aunque la decisin-especialmente, aunque no nicamente, en forma de uncompromiso ontolgico (V, l)- es inevitable, ello no quieredecir que haya de ser enteramente injustificada, o que no puedandarse razones de ella.

    Las razones de las varias decisiones ontolgicas

    adoptadas en esta obra se hallan repartidas a lo largo de ella,

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    pero pueden aqu destacarse dos: las ideas ofrecidas aspiran aconstituir un marco conceptual que permita, por un lado, reflejarlo ms pulcramente posible el mundo, y por otro lado engranar

    lo ms efectivamente que se pueda con l -y,en particular, conlo que de l se pueda saber gracias a la investigacin cientfica.Lo primero tiene un fuerte componente racional; lo segundo,un subido color pragmtico. Ontologa pragmtico-racionalno es un nombre totalmente inadecuado para el tipo de estudioque esta obra ejemplifica.

    6. Comprender y situar

    Los enunciados ontolgicos son de la formaacerca de. En este sentido presuponen continuidad entre elpensamiento ontolgico y el cientfico. Sin embargo, el modusoperandi ontolgico, tal como lo entiendo, exhibe ciertaspeculiaridades. Una de ellas, consistentemente destacada eneste libro, estriba en la operacin que llamo situar.

    Entiendo por situar realidades, o tipos de realidades,poner de relieve

    su posicin ontolgica dentro del continuo de lo que hay-en la serie de

    las realidades que van de las estructuras fsicas a losproductos y sistemas

    culturales. Esta posicin se determina, con auxilio delas correspondientes descripciones, por medio de los llamadosconceptos-lmites, que, como se ver (X, 3), sonconfluyentes, en tanto que a la vez opuestos ycomplementarios. Una realidad, o tipo de realidad, quedasituada cuando se precisan una o ms dobles y contrapuestasdirecciones ontolgicas. Ocurre como si una realidad, o tipo

    de realidad tendiera hacia un cierto polo, por un lado, a la

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    vez que hacia el polo contrapuesto, por el otro. Cada uno deestos polos, expresable p