FRIEDRICH HÖLDERLIN: UNA VIDA, UNA OBRA · aquel es el país y el paisaje de su infancia y allí...

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FRIEDRICH HÖLDERLIN: UNA VIDA, UNA OBRA ángel repáraz 1

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F R I E D R I C H H Ö L D E R L I N : U N A V I D A , U N A O B R A

ángel repáraz

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F R I E D R I C H H Ö L D E R L I N : S UP R O L O N G A D O Y D R A M ÁT I C O PA S O P O RL A T I E R R A

1.1 altibajos en la recepción de una poesía atí-pica

Hölderlin (1770-1843), un poeta, pensador y novelista sobre-saliente que compuso casi toda su obra madura en unos 15

años, es todavía una figura de filiación algo imprecisa en lasclasificaciones recibidas. Como en el caso de su compatrio-ta Heinrich von Kleist, su obra y su trayectoria presentancoincidencias, pero también importantes disimilitudes conel canon que define a los románticos, sus contemporáneos,sin que por ello sea sin más adscribible a los ideales estético-políticos del clasicismo de un Schiller, por citar a una perso-nalidad decisiva en su vida. En Hölderlin tenemos, ademásde eso, como realidad biográfica que lo singulariza el he-cho de que muy pocas veces hizo pie en un empleo establey satisfactoriamente remunerado y que la segunda mitadde su vida estuvo ensombrecida por el desorden mental;pues bien, ambas cosas han de ponerse en relación con laincondicionalidad de su vocación poética. Por lo demás, losaños que median entre su comienzo de los estudios en elseminario protestante de Tubinga (1788) y su adopción co-

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mo enfermo incurable por parte de la familia del maestroebanista Zimmer, en la misma ciudad (1807), son los de laeclosión, primero, y del declinar y el definitivo derrumbe,después, de las ilusiones que, también en algunos sectoressociales de su Württemberg natal, había despertado la re-volución francesa. Si había roto los puentes con el mundocomo muy tarde al ser internado muy contra su voluntaden el Clinicum del Dr. Autenrieth, siempre en Tubinga (sep-tiembre de 1806), el siglo XIX, sin embargo, presta prontoatención a la calidad de su poesía. Y aquí la también es-critora Bettina von Arnim (1775-1859) ha hecho mucho pordarlo a conocer, no olvidándose nunca, hay que añadir, deasociar el rango, reconocidamente egregio, de su obra en-tonces publicada con la perturbación mental que le aquejó,e introduciendo así un sesgo en su futura recepción quecostará rectificar.

Aunque se siguen publicando partes relativamente exten-sas de su obra lírica –sin su autorización, por supuesto, ycasi siempre con modificaciones sensibles de los originales–y se reedita su Hiperión, viene luego un paréntesis de rela-tivo olvido hasta que Hölderlin es redescubierto a comien-zos del XX por el grupo en torno al poeta Stefan George(1868-1933); así, N. von Hellingrath (1888-1916), que cuidóla primer edición fiable de sus escritos, estaba próximo aGeorge. Después de lo que se llamó Gran Guerra, de sulegado se apropiaron de un modo parcial o completamen-te fraudulento el llamado Jugendbewegung y el nacionalso-cialismo1. Martin Heidegger, que, como ha recordado con-venientemente Wackwitz, en un tiempo presentaba comodestino aconsejable a la juventud universitaria la entrega alFührer, llega a interpretar la obra de Hölderlin como “para-digma poético de su propia filosofía” (Wackwitz 1997: 99);con ello no se está en absoluto negando que sus análisis

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1.1 altibajos en la recepción de una poesía atípica

de la poesía hölderliniana carezcan de cierto brillo, muyen particular los del poema “Andenken”, aunque a menu-do derive hacia una mitologización algo descontrolada delos contenidos. La posguerra en la República Federal impo-ne un comprensible recorte a los vuelos especulativos; esel momento del trabajo filológico y artesanal, tan necesa-rio en la obra manuscrita de nuestro autor. Pero desde lossesenta y más o menos reconocibles y paralelas discurrenvarias corrientes críticas que vuelven a Hölderlin: filólogosy filósofos alemanes en primer término (Beissner, Adorno,etc.), pero también fue muy leído el marxista húngaro G.Lukács (1885-1970), sin que podamos pasar por alto tampo-co la importante filología hölderliniana de Francia (Laplan-che, Bertaux, etc.). Asimismo suscitó una intensa polémicaentre los interesados por la literatura la pieza teatral Hölder-lin, de Peter Weiss (Weiss 1971), que presenta al poeta endiálogo político, algo irreal, con el joven Karl Marx; la no-vela biográfica de Peter Härtling Hölderlin (Härtling 1986),que conoció un gran éxito, aunque también ha sido some-tida a críticas de detalle, se muestra muy sensible con elpersonaje. La convulsión, ya más académica en su alcance,llegaría propiamente algo más tarde con Pierre Bertaux, queen sus trabajos pone muy razonadamente en tela de juicioopiniones durante mucho tiempo incuestionadas. Así, queHölderlin estuviera realmente loco antes o después de 1806.No lo estaba, podemos adelantar ya, a juicio del germanistafrancés; otra cosa ya muy distinta fueron los efectos dañinosque la permanencia de algunos meses en el citado Clinicumtuvo sobre su personalidad, a la sazón amenazada en suintegridad por causas que veremos. Las tesis de Bertaux,discutibles hasta donde se quiera, tienen cuando menos depositivo que nos alertan contra el peligro de hacer de Höl-derlin sin más un “caso” de disputa entre especialistas. Por-

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que ya conocemos más sobre el papel que pueden desempe-ñar algunas instituciones médicas desde la revolución queen la conceptualización y el tratamiento de las enfermeda-des mentales tuvo lugar desde los sesenta del siglo anterior(Laing, Battaglia, y muy particularmente Szasz). Y Hölder-lin, insistamos, fue tratado más de siglo y medio antes.

1.2 estaciones de la biografía exterior (1770-1788)

Johann Christian Friedrich Hölderlin nace en Lauffen, Würt-temberg, el 20 de marzo de 1770, hijo de Heinrich FriedrichHölderlin, un hombre de formación jurídica al servicio dela iglesia evangélica como administrador del convento dellugar, y de Johanna Christiana Heyn. Por ambas ramas, enespecial por la materna, procedía de la Ehrbarkeit (literal-mente: honestidad, honradez) suaba, una capa o clase socialde cierto rango y de intensa impregnación pietista –en lafamilia de Hölderlin, sobre todo por parte de la madre, ad-quiría una coloración muy exigente de religiosidad interior–, que en Württemberg ha sido determinante de la historiadel país. A ella pertenecían las jerarquías de la iglesia yde la administración o el clero rural. Por la rama maternasu ascendencia se remontaba a la llamada “madre espiri-tual suaba”, Regina Bardili (1599-1669), y una de las abue-las de la madre de Hölderlin tenía ese apellido de soltera.En 1772, él tiene poco más de dos años, muere su padre;es una desaparición cuyos efectos apenas cabe sobrevalorar,puesto que puede pensarse razonablemente que viviendoel padre Hölderlin habría abrazado su profesión para suce-derle. Heinrich Friedrich, de origen más bien acomodado,legó a mujer e hijos –sobrevivirían dos, Hölderlin y se her-mana Heinrike– un patrimonio de cierta entidad. En otoño

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de 1774 la madre se establece en Nürtingen, siempre en elvalle del Neckar, para contraer segundo matrimonio conJohann Christian Gok, un hombre apreciado en el lugar; lle-gó a ser alcalde en 1776. Se suceden las muertes de los hijosde Johanna al poco de nacer: una hermana de Friedrichy cuatro semihermanos, hijos de Gok. Éste, para Hölderlinniño “un segundo padre”, que compartía con un socio la di-rección de un negocio de vinos floreciente un tiempo, sólopudo ver crecer como hijo suyo a Karl, nacido en 1776 y porquien durante muchos años el poeta profesaría una intensainclinación. Gok también murió como consecuencia de unaccidente en 1779. En 1798 la madre cambió de domicilio,en el mismo pueblo, a la casa donde volvería periódicamen-te el poeta tras sus descalabros en la vida.

Decenios después, muerta ya la madre común (1828), seproducirán desatenciones y emergerán inquinas antiguasen los litigios por la herencia; los hermanos no lo visitaránuna sola vez en su torre de Tubinga. Pero por lo prontoaquel es el país y el paisaje de su infancia y allí se sen-tía integrado, y muchos decenios después aquellos paisajesvuelven transfigurados en sus poemas últimos, que se quie-ren de armonía y plenitud y que puntualmente recuerdanmucho a Trakl. Ahora Hölderlin se ha quedado huérfanode padre por segunda vez, por así decirlo, justo cuandocumple nueve años. Lo grave es que el niño queda ahora amerced de la madre, una mujer muy laboriosa, pero calcula-dora y depresiva. Un papel importante como recambio sim-bólico del padre lo desempeñó aquí el diácono N. Köstlin–tío de Schelling, además–, destinado en Nürtingen, que en-tre 1780 y 1784 dio al muchacho clases de refuerzo de latíny griego (y religión). No es que Hölderlin, buen estudiantesiempre, las necesitara, pero aquel suplemento a la escuelaque visitaba desde los cinco años era más que aconsejable

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para afrontar los exámenes a que habría de someterse anteel llamado Consistorio de Stuttgart. Se somete a ellos, y lossupera con creces.

Así puede entrar en el otoño de 1784 en el primero delos centros religiosos que fecuentó, la escuela conventualde Denkendorf, a siete kilómetros de Nürtingen. La escuelafunciona bien, y la enseñanza es gratuita, pero a los estu-diantes se les deja claro que la reciben a condición de quese dediquen en su momento al ministerio religioso (se lorecordarán en Tubinga). La disciplina es severa, la regla-mentación del curso diario casi total. Los muchachos se le-vantan a las cinco, y luego se suceden las clases, las horasde retiro o meditación, las comidas; tiempo para sí, o parael esparcimiento tienen muy poco, y la lectura o la pose-sión de libros considerados perjudiciales está estrictamenteprohibida. A partir de esta época en que Hölderlin cursabaestudios en Denkendorf, la madre llevó en una libreta un re-gistro puntual de todos los gastos del hijo, que incorporabala observación, expresamente recogida en la primera pági-na, de que los mismos no le serán detraidos de la herencia–nunca le hará efectiva al hijo la parte que le correspondía–sólo si Fritz, el hipocorístico común que emplea para el hi-jo, cumplía su deseo de madre y obedientemente se hacíaPfarrer, párroco. Hölderlin cumple y en 1786 está listo pa-ra pasar al siguiente nivel. No ha dejado de la mano entretanto su pasión poética, desde luego, lee y escribe poesía apesar de todo.

En octubre 1786 pasa a otra escuela conventual, la deMaulbronn. Aquí los estudiantes gozaban de una holguraalgo mayor para sus menesteres diarios, pero la alimenta-ción y el alojamiento eran igual de deficientes que en Den-kendorf. Hölderlin le habla en carta a la madre de la “cruzde los conventos” que debe soportar. Tampoco aquí descui-

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da sus lecturas nutricias de poesía, y, sin que decrezca sudevoción por Klopstock, ahora hierve con Schiller; tambiénlee a Ossian en traducción. En Maulbronn está otros dosaños, al cabo de los cuales obtiene unas notas en que predo-mina el notable. Fue elogiado por su aprovechamiento enlatín y en griego, y el sobresaliente lo obtuvo en Poesie. Yaquí aparece un punto de inflexión en su vida, porque Höl-derlin, internamente ya bastante distanciado de las estruc-turas eclesiásticas, no reune arrestos para decir claramentea la madre que la carrera eclesiástica, es decir, el Stift de Tu-binga que le esperaba, no es lo que quiere, y esta no eleccióngravitará sobre él por el resto de sus días. De todos modos,hay amor en sus días, el de Louise Nast, la hija menor deladministrador de la escuela, que para él fue lo más próximoal noviazgo que conoció nunca.

Y subterráneamente ha comenzado ya el borboteo de laoposición contra unos estudios de teología a los que no aca-ba de ver sentido. Al mismo tiempo esa rebeldía causa uncierto disgusto en sus relaciones con la madre, de momentolimitado, o encubierto, porque todavía le manda unas cartasde tono despreocupado. Va cristalizando un estilo de vivir;nos llegan noticias de sus arrebatos de cólera, que puedenpresentarse por menudencias; inocultable es su tendenciaa la tristeza. Aún así, el vínculo con su madre tiene quehaber incluido elementos positivos, de verdadera proximi-dad; se lee alguna vez del estilo simbiótico-parasitario deesa relación. A finales de 1786 tiene ya un amigo epistolar,Immanuel Nast, primo de Louise, y las cartas que le escribeson muy útiles para nuestra exploración. Así, por ejemplo,su notable discreción sobre los propios estados emotivos.¿Pudor, educación, principio de patología. . . ?

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1.3 alimentando una vocación : las lecturas de

klopstock y schiller

Sabemos de sus lecturas adolescentes de Klopstock, y de suentusiasmo por el drama La batalla de Arminio del gran ilus-trado, que contagiaba a su hermano Karl: Arminio o Her-mann, el cabecilla tribal germano (querusco) que deshizolas tres legiones romanas de Varo en el bosque de Teuto-burgo en el año 9, estaba ya sólidamente asentado como unvalor nacional. La variante ilustrada del patriotismo que elmuy popular Klopstock (1724-1803) representaba como po-cos hacia 1770 o 1780 –por oposición a Goethe, tibio siemprefrente a los patriotas alemanes– tiene bastante de desplaza-miento o secularización de los valores de las varias con-fesiones evangélicas, también del pietismo, y por eso esaslecturas resultaron muy formativas para Hölderlin. Porquesobre todo en su lírica se nota el influjo de esta corrientepiadosa del luteranismo, insistente siempre en la vivenciasubjetiva o íntima de lo religioso. No tardaría el término“patriota” en cargarse de emoción política y antiabsolutis-ta, muy en especial en los años siguientes a los sucesos deParís de 1789, y en esta corriente se inscribe el Hölderlinjuvenil. Klopstock es, así pues, el poeta por quien suspiraentonces y del que lee todo lo que encuentra: el Mesías, laRepública de los eruditos, los dramas de Arminio y muy sin-gularmente los himnos y odas, de cuyo lenguaje solemne ydeliberadamente despegado del uso comunicativo habitualasimilará mucho (todavá leía a Klopstock en su época finalen casa de Zimmer). En paralelo irá adquiriendo Hölderlinuna fortísima formación en poesía grecolatina, y el alientoheroico de los himnos de Píndaro y las odas de Horacio em-piezan ya a prestar figura definida a los ambiciosos sueñospoéticos del adolescente. El profetismo del Hölderlin de la

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madurez, el de los himnos, tiene incuestionablemente raícesreligiosas comunes con Klopstock, pero también asimiladasa través de él. Se ha buscado también origen barroco a laretórica, el patetismo y las metáforas de Klopstock, que enparte pasan asimismo a Hölderlin, y elementos de la tradi-ción neoplatónica en su concepción religiosa del combateentre dos principios últimos y enfrentados. De todas for-mas, pronto se amplia la gama de los intereses intelectualesdel joven, que da muy pronto con los dramas de Schiller.Tenemos abundantes testimonios de su ocupación con Losbandidos, el Don Carlos, el Fiesko.

Antes ya de ingresar en el seminario de Tubinga en otoñode 1788 ha compuesto invectivas en verso contra la cleriga-lla o Pfaffen, es decir, contra la religiosidad acomodaticia yrutinaria que despreciaba. Puede darnos una cierta idea delambiente en que se movía su poema temprano “Nostalgiairacunda”, al que se alude en el Capítulo 2, que revela ras-gos de inconformismo en su carácter que no depuso mien-tras fue dueño de sí (y que explican su negativa obstinadaa incorporarse como pastor a una iglesia). En junio de 1788

emprende por vez primera un viaje fuera de Suabia; nosinforma muy en detalle de ello el diario que envió a la ma-dre. Le atrae el espectáculo del Rin, los castillos y ciudadesde sus orillas, le arrebata su primer encuentro con Heidel-berg. Y visita con devoción casi religiosa Oggersheim, don-de Schiller tuvo que refugiarse en 1782 para ponerse fueradel alcance del duque Eugenio.

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El 21 de octubre de 1788 Hölderlin se incorporó al semina-rio teológico protestante de Tubinga –también tenía algo de

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colegio mayor– con una beca, que, como se ha dicho, im-plicaba una obligación de cuyas consecuencias no se zafóhasta su derrumbamiento de 1806. Y en ese seminario pro-testante, fundado, ya con la Reforma protestante en marcha,en 1536, acabó con holgura sus estudios cinco años después,en 1723. El panorama político, dentro y fuera del seminarioo Stift no era por entonces muy estimulante para el joven; elpoder supremo de Württemberg estaba en las firmes manosdel duque Carlos Eugenio, despótico en sus métodos contralos opositores y muy lógicamente preocupado por la exten-sión de las ideas que recibían amenazante concreción enFrancia desde el verano de 1789. El duque, que engendrónada menos que once hijos naturales (Pau 2008: 27), conce-día por ello un valor muy alto a la salud espiritual de sussúbditos, administrada por un clero formado precisamenteen Tubinga. Con el enclave francés y francohablante del otrolado del Rin que estaba bajo su jurisdicción, Montbéliard oMömpelgard, tenía ya más problemas, puesto que los jóve-nes de allí que deseaban cursar estudios religiosos habíande dirigirse a Tubinga, donde informaban y aleccionaban asus comilitones, Hölderlin entre ellos, sobre lo que ocurríaen Francia. Carlos Eugenio falleció en 1793, y le sucedie-ron uno tras otro dos de sus hermanos –uno de los cualescruzó abundantes cartas con Rousseau: Württemberg estácercana, no sólo en la geografía, de Francia y Suiza–, hastaque en 1797 se hace con la maxima magistratura un sobrinode Carlos Eugenio, Federico I, por lo menos tan vesánico ycruel como su tío. El pacto de sumisión que suscribió conNapoleón en 1805 le reportaría además la dignidad real.

No hay muchas instituciones educativas en Alemania encondiciones de exhibir entre sus licenciados un plantel co-mo el formado por Kepler, Hölderlin, Hegel, Schelling oMörike, todos estudiantes del seminario de Tubinga. El edi-

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ficio estaba entonces en muy mal estado, y hasta la direc-ción –el director era el Ephorus– consideraba que las nor-mas de régimen interno se encontraban de todo punto an-ticuadas. Los becarios recibían la asistencia, que tambiénera control, de los llamados Repetenten, jóvenes licenciados;existían también unos Famuli o criados. El Stift era antes quenada un seminario religioso, pero también dotaba a sus es-tudiantes de una muy sólida formación en la cultura de laantigüedad clásica (griego y latín, y también hebreo) y enmúsica. Hölderlin, que tiene ya de compañero de curso aHegel, está enamorado, o seguramente es más ajustado alos hechos decir que se ha enamorado muy cumplidamen-te de él Louise, a quien escribe algunos versos. Pero pocosmeses después le está dirigiendo ya una curiosa carta dedespedida; la amistad con Immanuel Nast la deja caer a lospocos meses: Hölderlin es persona de apegos selectivos. Enlos cinco años de estudios serán una constante los altibajosen su estado de ánimo, si bien podía ser resuelto, y hastairacundo; así, cuando llevaba ya un año en el seminario letira al suelo de un manotazo el sombrero al profesor deun colegio femenino que no le había hecho el preceptivosaludo. El airado joven lo pagó con seis horas de arresto.A los mencionadas inestabilidades él las llama en sus car-tas “manías” o alternancias de “flujo y reflujo”: ya tiene yauna conciencia clara de su ser “periódico”, ciclotímico. Pe-ro sabe también relacionarse; en septiembre de 1789 vistaen Stuttgart a Neuffer, y éste, que tenía buenas relacionesentre los escritores locales, le lleva a casa de Schubart, unpublicista que había sido liberado poco antes del inhumanopenal de Hohensperg. Allí había permanecido largos añosde prisión sin proceso previo, por la sola voluntad de CarlosEugenio, que no perdonaba a Schubart la actividad críticay denunciatoria en la revista Crónica alemana. Herder había

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expresado su admiración por él, y Schiller; a Hölderlin leenorgullezce de “ser amigo de un hombre así”.

Al poco de comenzar los estudios el joven queda expues-to a nuevas influencias. Uno de los Repetenten, Conz, induceen el joven con sus clases y con los Cuadros de Grecia que yahabía publicado una experiencia menos libresca, más sen-sual de lo griego, que Hölderlin completa con la lectura deHomero, Safo, Sófocles, Píndaro y Platón. Con los compa-ñeros y más o menos de tapadillo se está abriendo en otradirección también a la filosofía reciente, y leen y discutentextos de Kant, Leibniz, Spinoza o Rousseau. A Hölderlin leinteresan asimismo los escritos de un autor que debe de ha-berle resultado congenial, el místico Jakob Böhme. Su des-tino futuro como pastor es lo que le causa más quebrantos,y en una carta que escribe a la madre días después del inci-dente que le costó el arresto solicita piedad para su estado,porque ya no puede con el desprecio o los malos tratos. Enrelación con esto hay que ver la necesidad que siente estosaños de alejarse físicamente del seminario, porque solicitapermisos por motivos de salud, que pasaba en Nürtingen,a 30 km. de Tubinga. A destacar también el cuidado quepresta a su presencia física, que siempre había de ser irre-prochable.

En marzo de 1790 funda en el seminario con otros dosamigos –Ch. L. Neuffer, el animador del grupo, y R. Mage-nau – una liga o alianza según el modelo de la Repúblicade los eruditos de Klopstock y muy en la línea de una ciertasensibilidad de época; y celebran “tardes poéticas” regula-res con un rito estricto. Neuffer, hijo de una griega que aHölderlin imponía, puso también en contacto al poeta enciernes con Stäudlin (1758-1796); éste, también ex–alumnode Tubinga, abogado en Stuttgart y con considerable talen-to poético, había tenido algún conflicto literario con Schiller,

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si bien al final se impuso la admiración. Tras la muerte deSchubart (1791) se hizo él cargo de la Crónica alemana, de-finitivamente prohibida en 1793 por su orientación políticarepublicana. Stäudlin es importante porque en 1791 publi-có cuatro poemas de Hölderlin en la revista que editaba,el Almanaque suabo de las musas; un hombre de 21 años espresentado así a un público literario no tan insignificante(Schubart en su Crónica alemana: “La musa de Hölderlin esuna musa seria”). Stäudlin, en fin, es parte de la tragediaalemana de la época. Simpatizante de la revolución france-sa incluso con el Terror, fue perdiendo todas sus fuentesde ingresos; luego, perseguido y al fin desterrado, acabóvoluntariamente en el Rin. Por Pascua de 1791 hace Hölder-lin una amplia excursión hasta Suiza, y en su curso tieneoportunidad de saludar a Lavater, el autor de los Fragmen-tos fisiognómicos. También ve el estruendoso Rin al poco denacer.

Magenau se va del seminario antes de tiempo y Neuf-fer se incorpora a una vicaría de Stuttgart; la liga de lostres queda disuelta. Los amoríos de Hölderlin con Elise Le-bret, la hija del canciller –la Lyda de algún poema– tampocoprosperan; el poeta no tiene madera para hacer de espo-so convencional, no la tendrá nunca. Es entonces cuandoahonda en la amistad con Hegel y Schelling, que ademásse sustenta en elementos comunes de entidad: el amor porlos griegos, el estudio de la filosofía crítica. Hegel es consu solidez personal y su calma el contrapeso que necesitaHölderlin; la amistad con Schelling no resistirá más adelan-te los embates de la vida. En septiembre de 1790 Hölderlintuvo que presentar dos trabajos escritos para la obtencióndel grado de Magister: una Representación de la historia de lasbellas artes entre los griegos hasta el final de la época de Pericles,lógicamente atenta a Winckelmann, y Paralelo entre los pro-

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verbios de Salomón y ‘Los trabajos y los días’ de Hesíodo. Luegopasó por un debate y al final defendió tesis de cinco mate-rias. El 22 de ese mes ya era Magister en filosofía; pero elexamen final de su promoción ante el Consistorio, el queles facultaría para el ejercicio del ministerio religioso, notuvo lugar hasta junio de 1793. De momento en Stuttgarttrata a Stäudlin, que, aunque es abogado en ejercicio, y sa-be justipreciar su poesía. Los desplazamientos a esa ciudadmenudean en los años que siguen. En 1973 le visita en elseminario un antiguo compañero de Maulbronn, Hiemer,que le hace el retrato que Hölderlin regalará a la hermana.Es el más conocido, y en él destacan de inmediato los ojos,claros, cristalinos, distantes.

1.5 hölderlin y el jacobinismo

Las noticias que llegaban de Francia desde 1789 traían pa-ra muchos el aura de la esperanza; nacía un tiempo nue-vo, y en Alemania había muchos que así lo creían, escrito-res y hombres de letras muy en especial. En junio de 1789

los diputados del tercer estado se habían constituido comoAsamblea Nacional, en julio es asaltada la Bastilla, en agos-to se proclama la declaración universal de los derechos delhombre y del ciudadano. En las ciudades universitarias, enWeimar o Tubinga se seguían los acontecimientos con un oí-do muy fino; Hegel participará durante toda su vida de lasilusiones que abrieran las primeras fases de la revolución,y ya maduro, en Berlín, la considerará como un momentoparticularmente relevante en el proceso de la historia, quepara él es decir lo mismo que teodicea o despliegue de Dios.Württemberg, donde se había desarrollado una clase bur-guesa relativamente independiente de los duques, era de

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1.5 hölderlin y el jacobinismo

las pocas regiones alemanas que conocían un cierto desa-rrollo, y desde antes de 1789 eran perceptibles avances enla formación de espacios públicos de opinión antiabsolu-tista: Schubart, protector y amigo de Hölderlin, y Schiller,cada uno a su modo, pagaron un precio elevado por ello.Por descontado que los estudiantes del seminario resulta-ron galvanizados pronto por la ola revolucionaria, en la quecreían entrever, pietistas como eran tantos de ellos por ori-gen familiar, elementos de sus esperanzas quiliásticas – “elreino de Dios” era la consigna que compartía con Hegel: elreino venidero. Pero ya desde ese mismo año el duque Car-los Eugenio visita regularmente el seminario y hasta estápresente en los exámenes; para los aplicados había buenospuestos en la Lokation, la lista pública que recogía los ren-dimientos académicos de los estudiantes, para los díscolosla expulsión. Los estatutos del centro, de acuerdo con ello,se modificaron en 1790 en un sentido regresivo. Suele se-ñalarse como punto de inflexión en el fervor de Hölderlinpor el proceso revolucionario en Francia el año del Terror,que irrumpe hacia junio de 1793, cuando él esta a punto deabandonar el seminario. Naturalmente que Hölderlin tieneque haber oído muchas cosas sobre la conducta, vandálicaa menudo, de los ejércitos franceses en suelo alemán; a Ro-bespierre y Marat no duda en juzgarlos meros ejecutorestiránicos y sanguinarios. Pero mantendrá una cierta dispo-nibilidad abstracta, y todavía en julio de 1799 puede escri-bir a Neuffer una cosa así (Hölderlin 1990b: 445): “Si nosllaman deberes que nos resultan verdaderamente sagradosa los dos, entonces le ofreceremos a la necesidad un her-moso sacrificio rechazando el amor a las musas, al menosdurante un tiempo.”

El término “jacobino” adquiere al poco en alemán armó-nicos que se desplazan hacia lo insultante o lo políticamente

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peligroso. Para hablar de sí al parecer Hölderlin no empleónunca esa palabra –aunque se lee alguna vez en sus cartas–, que aplicado a él se emplea por vez primera en la bre-ve nota biográfica (Capítulo 2) de 1846 de Ch. Th. Schwab(Ferrer 1993: 110 y s.); también es conocido que entre losestudiantes del seminario Hegel y Schelling eran los másfervientes miembros del “club” de simpatizantes de la re-volución. Que haya tenido alguna participación política di-recta es algo que se duda, aunque es indudable que tuvoconocimiento de los planes revolucionarios para Suabia deSinclair y sus amigos, un episodio que tuvo serias repercu-siones para él, como se dirá; ahora bien, incluso sin ser ac-tivo políticamente, Hölderlin estaba contra el absolutismodesde antes de Tubinga, como lo prueban algunos versoscontra la tiranía y las arbitrariedades de los príncipes quese han conservado, y los propios himnos de Tubinga; en elseminario, tampoco hay que olvidarlo, tuvo contacto dia-rio con los becarios de Mömpelgard, que por las razonesya dichas –el condado era geográficamente francés, pero enlo político formaba parte de Württemberg– se manteníanal día de los acontecimientos de París; en una carta a suhermana Rike (Heinrike) de junio de 1792 declara su te-mor a una victoria de la coalición de prusianos y austríacoscontra Francia, y le pide que rece por los ejércitos republi-canos franceses, “los defensores de los derechos humanos”(Hölderlin 1990b: 135). Hay que denunciar, así, como falsi-ficación que el redescubrimiento de la poesía de Hölderlinpor Stefan George y su círculo se produjera ignorando otergiversando en buena medida datos de su obra y su vidaque dejan fuera de discusión su acuerdo con actitudes debuena parte de la inteligencia alemana del momento, cuan-do menos en la primera fase revolucionaria –se puede citar,estudiantes del Stift aparte, el entusiasmo de Novalis, y a

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1.5 hölderlin y el jacobinismo

Tieck, F. Schlegel, Schleiermacher, etc., hasta Schiller la sa-ludó inicialmente–, y de la funcionalización “patriótica” delpoeta por los nacionalsocialistas no merece la pena hablar.

No coinciden en los detalles los relatos de la escena deunos siete u ocho estudiantes entusiastas del seminario, apunto de licenciarse bastantes de ellos, por lo demás, queerigen en Tubinga un “árbol de la libertad” con la gorra fri-gia en la cima el 14 de julio de 1793, el día de la república,y que cantan luego por dos veces la Marsellesa –la segundaen la traducción alemana de Schelling–; fue muy de madru-gada, pero cambia según los autores la localización, que al-gunos sitúan en la cercana pradera de Lustnau y otros en laPlaza del Mercado de Tubinga. Y ni siquiera es seguro deltodo que Hölderlin participara (o Hegel), pese a lo muchoque ha sido repetido. Como quiere que sea, Hölderlin hasido una cabeza política, en traducción a terminología másreciente algo así como un demócrata radical. De la acciónpolítica se mantuvo, como se ha dicho, casi siempre aparta-do, y su novela Hiperión es, además de muchas cosas más,una crónica de sucesivas decepciones políticas; y bien, sonlas personas en ella, los intransigentes y maximalistas losque degradan o manipulan los ideales –sin que falten losdelincuentes, claro está. También Napoleón lo decepciona-rá, pero todavía en 1797/8 saluda en un poema su energíaexpansiva (“no puede vivir y perdurar/ en el poema/ vivey perdura/ en el mundo”). Después de todo el idealismofilosófico tiene como uno de sus principales veneros preci-samente el seminario donde estudia, y Hölderlin aprovechómuy bien sus lecturas filosóficas de juventud, así que no sor-prende que para él, que por otra parte se había desprendidopronto de las esperanzas de la trascendencia cristiana, el or-den cismundano de la regeneración y conciliación finalesentre los hombres se sitúe en un más allá impreciso de lo

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

concreto histórico-político (pero no en ultratumba). No poreso renegó del impulso liberador a que, a pesar de la sangrevertida, obedecieron los acontecimientos de Francia –en larecta final de su vida en la torre de Tubinga ponía a vecesbajo sus poemas el nombre Buonarotti, uno de los compa-ñeros de Babeuf en la desdichada “conjura de los iguales”(1796) contra el Directorio.

1.6 preceptor en waltershausen

Deja el seminario en septiembre de 1793, y a principios dediciembre supera el examen de Stuttgart, el del Consistorio.Pero sabemos que los becarios estaban obligados a ejercerel ministerio religioso; Hölderlin, ni dotado ni con gusto pa-ra ello, empieza a solicitar dilaciones. La salida provisional,a que recurrirán por un tiempo también Hegel y Schelling,será un puesto como preceptor. Stäudlin ha contactado conSchiller, que casualmente deseaba ayudar en la búsquedade un preceptor para el hijo de su amiga Charlotte von Kalb,la esposa de un militar que vivía retirado en el castillo Wal-tershausen (Baja Franconia). Charlotte von Kalb (1761-1843)es una figura tan desconocida como interesante de la litera-tura alemana, amiga de escritores –Schiller, al que idolatra-ba, o Jean Paul– y escritora ella misma de algunas novelas(de publicación póstuma). A Schiller en cualquier caso leviene pues muy bien la recomendación; en septiembre, re-cién casado, está en Ludwigsburg, y se entrevista durantemedia hora con Hölderlin, al que recomienda (no sin re-servas). Hölderlin llega a finales de diciembre de 1793 alcastillo, una residencia nobiliaria alejada de cualquier nú-cleo urbano; la situación creada es algo extraña, porque lavon Kalb no estaba allí, sino en Jena, de posparto. Quien se

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1.6 preceptor en waltershausen

encontraba era el preceptor anterior, desconocedor de quellegaba un sustituto. Al igual que en los otros empleos, lascartas primeras a la madre son muy animosas. De momen-to Hölderlin se encuentra bien, y en los primeros meses,además de atender al muchacho, Fritz, puede dedicarse aun bastante intenso programa de estudios, sin abandonar elHiperión, que había empezado en 1782 en Tubinga. Lee conprovecho a Herder, a Fichte, y vuelve a Schiller y a Kant, ya su amado Platón. Charlotte es además una persona gene-rosa e informada que estimula la formación del preceptor, yque reconoce mucho antes que otros la dimensión de su ta-lento poético. Además, Jena y Weimar están bastante cerca-nas, y algo después propiciará ella el contacto de Hölderlincon las grandes figuras: Schiller, Herder, Goethe. Tambiénes Charlotte quien hacia septiembre descubre la crecienteinsatisfacción del preceptor. Tiene motivos.

En una carta a Neuffer de octubre tiene que reconocerpor primera vez que los talentos del pupilo, sobre los que,da la impresión, se había hecho ilusiones, son “más que me-diocres”, al tiempo que declara el sinsentido de la empresa.Al empeoramiento de las cosas contribuyó el hábito mastur-batorio de Fritz, que Hölderlin –como la familia Kalb y lapedagogía de la época en la creencia de su catastrófica no-cividad para el organismo– intentó corregir por todos losmedios: con un control creciente, con guardias nocturnasque lo inutilizaban para su trabajo personal al día siguien-te, no se excluye en absoluto que también a golpes. PeroHölderlin tenía los ojos en Jena; en noviembre Schiller, porsugerencia de Charlotte von Kalb, le publicará en su NuevaTalía (Neue Thalia) el conocido como Fragmento de Hiperión–no encontró mucho eco en la crítica–, y, con todo y sus tancaracterísticas dudas sobre sí mismo, quería probar suerte.En noviembre está en Jena, y visita a Schiller, y allí se origi-

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

nará la situación que describe muy precisamente a Neufferpor carta y que ha tenido que recordar mucho tiempo conalgún rubor. Schiller no está en la sala solo, sino que alfondo hay un desconocido. Antes de salir de la habitacionpara recoger algo, Schiller le dice su nombre, que Hölderlinno entiende bien. En una mesa está la revista con su cola-boración reciente, y el desconocido la ojea sin decir nada;luego se interesa por Charlotte von Kalb, pero Hölderlin nole presta mucha atención. Un velo se cae de pronto ante losojos del joven, que enrojece intensamente porque ha recono-cido a Goethe. Aún así, después de despedirse de los vonKalb algunas semanas mas tarde será recibido en Weimarpor el olímpico.

Pese a los problemas, continúa dedicando atención a lafilosofía de Fichte. Y con objeto de introducir un cambioquizá beneficioso para el hijo, también para el preceptor,Charlotte decide que pasarán el invierno en Jena y Weimar.Las primeras semanas son muy agradables, Hölderlin tie-ne cerca unas cuantas de las personalidades más notablesdel firmamento alemán de entonces: Schiller y Goethe, pe-ro también Herder y Wieland (la poesía de éste ni le decíagran cosa). Y, sin embargo, pronto aparecen grietas en elhielo que pisa: “La proximidad de los espíritus verdadera-mente grandes me abate”, participa a Neuffer. La señoravon Kalb va a recogerlos a Weimar, y se los lleva a Jena. Alpoco dejará el empleo el puesto de preceptor de Fritz.

1.7 jena (1785)

Desde tiempo antes se sentía tentado por lo que llamabajenaisches Projekt, el proyecto de una Jena que él suponía,con razón, sede de bastantes de las mejores cabezas de la

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1.7 jena (1785)

Alemania de la época y donde veía perspectivas reales pa-ra sus planes de escritor. En Waltershausen había dedicadocon este objeto cierto tiempo a los escritos de Fichte. Asíque en enero de 1795, y de amistoso acuerdo con Charlottevon Kalb, abandonó el puesto de preceptor y con el sueldode otro trimestre que ella puso gentilmente a su disposi-ción, volvió Hölderlin a Jena, ahora para establecerse, y yafuera provisionalmente. Las complicaciones vendrán por ellado de su relación con Schiller, que ciertamente se habíamostrado muy solícito con él, ofreciéndole la colaboraciónpoética en sus revistas y recomendándole al editor Cottapara la publicación de la versión completa del Hiperión. Pe-ro Hölderlin no da con el registro adecuado ante él, a veceshasta parece extrañamente sumiso.

Jena, el “espacio para el pensamiento” de Schiller, porlos años en que aparece Hölderlin es efectivamente el cen-tro simbólico en que se encuentra en elaboración una ter-minología conceptual y una metafórica que den razón demuchos problemas de un tiempo de conmociones. La bi-blioteca de la universidad contenía 50.000 volúmenes, y laciudad contaba además con siete importantes librerías. Allíse editaba el Periódico literario general (Allgemeine Literatur-Zeitung), considerado como la primera publicación del paíspara las recensiones, y nada menos que Schiller solía es-perar con cierto respeto las críticas que se hacían allí desus trabajos. Fichte, que sucede a Reinhold, había empeza-do con sus clases en la universidad local en el semestre deverano de 1794. Un considerable prestigio entre los republi-canos lo aureolaba como el campeón intelectual de la luchapor las libertades; sus escritos de 1793, que argumentan larazón filosófica que asistía a los revolucionarios franceses,son tan valerosos como los Discursos a la nación alemana quedesarrollará Fichte en el Berlín de 1807/8 ocupado por las

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

tropas napoleónicas. Las clases de Fichte las oye Hölderlintodos los días, y ninguna más; se trata del curso sobre losFundamentos de toda la doctrina de la ciencia; a veces habla conel maestro, y por algún tiempo hasta vive junto a su casa.Schiller por su parte, que está poniendo en funcionamientosu revista Las Horas, intenta estimularle para que siga conel Hiperión; a Cotta le escribe en marzo que Hölderlin tiene“mucho de genial”. Pero Hölderlin siente que se bloquea.Con todo, el horizonte de sus relaciones en la ciudad esmás amplio; en enero refiere en carta a la madre del interésque ha despertado en Herder, al que visitó en la cercanaWeimar.

Tiene hasta planes de examinarse allí en otoño porqueacaricia la idea de dedicarse a la enseñanza universitaria.También trata a Niethammer, suabo como él y Schiller yprofesor de filosofía, por quien se siente tratado muy afec-tuosamente (Hölderlin le ve como su “mentor”); en casade Niethammer se desarrolla una intensa vida de relaciónsocial y por allí aparecen Schiller o Fichte regularmente,también más tarde representantes del primer romanticismoliterario, y coincidió con Novalis en alguna velada. En elcontagio por el pensamiento de Fichte, como era de espe-rar, no estaba solo nuestro poeta; los románticos o Hegel loestaban igualmente. En algún momento, sin embargo, Höl-derlin descubre que la abstraccción del yo absoluto fichteano–Fichte, lo que era inevitable en su generación, surge de unenfrentamiento fecundo con Kant– no iba del todo con él;Fichte tiene gran importancia para él, pero no tanto por suinterés filosófico en las hiperbólicas especulaciones del pen-sador como por el estímulo que un método de pensamientopulcro aportó a su propio camino poético. Las cosas, sin em-bargo, tienen una mayor complejidad, puesto que aunquetiempo después descubre que “la filosofía”, a la que había

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1.7 jena (1785)

dedicado mucha atención, propiamente no iba con su na-turaleza –pero su prosa filosófica lo desmiente–, en algunacarta de Jena exponía al hermano una verdadera síntesis dela filosofía fichteana de la ciencia. El humor de todos mo-dos le da para emprender una de sus grandes caminataspor Sajonia en abril, con visitas a Leipzig, Halle y Dessau.

Todavía en abril visita a Schiller en su casa, donde sueleencontrarse con Goethe. Seguramente para proporcionarlealgún dinero, Schiller le encarga la traducción de unos cien-tos de versos de las Metamorfosis ovidianas. Y algo está pa-sando en la relojería interna de Hölderlin porque tambiéneste trabajo, que dice haber acometido con gusto, se para(lo acaba en Nürtingen, pero Schiller ha decidido no publi-carlo). Hay que imaginar su desesperación: la traducciónbloqueada, el Hiperión interrumpido. Con un estudiante desu tierra a quien ya conocía, Isaac von Sinclair, ocupa unacasa con jardín en una colina de las afueras de la ciudad;también es probable que conociera a miembros de la “Ligade los hombres libres”, un grupo estudiantil radical próxi-mo a Fichte. Porque además la ciudad estaba bastante agi-tada por aquellos días, y en los años anteriores se habíanproducido tumultos, que en el verano de 1792 alcanzaronun máximo cuando una buena porción de los alumnos ame-naza con irse a Erfurt. Así que los estudiantes levantiscosse organizaban en sociedades más o menos secretas, “órde-nes” y “logias” que cultivaban algunas supersticiones juntoa las simpatías jacobinas del momento.

En sus cartas leemos mucho de oscilaciones del ánimo yde soledad. El escollo se llama siempre Schiller; todas lasdeferencias de éste no pueden contra su emoción interna:ante él está aniquilado. El hecho es que a fin de mayo Höl-derlin deja sin dar explicaciones la ciudad. Se han hechomuchas conjeturas sobre esto; desde el brote psicótico a los

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

riesgos que eventualmente también para él podrían habersederivado de las revueltas estudiantiles de entonces, que aSinclair le reportaron la expulsión o consilium abeundi. Peroaquí suele descuidarse otra posible explicación: WilhelmineMarianna Kirms, una joven viuda empleada como ama dellaves en Waltershausen en el período de Hölderlin comopreceptor, dio a luz poco después, a mediados de julio, auna niña que moriría al año siguiente y cuyo padre, conprobabilidad elevada, era Hölderlin, que por la fecha de laconcepción de la niña mantenía buenas relaciones amisto-sas con Wilhelmine. Como fuera, de vuelta a casa visita enHeidelberg al médico J. G. Ebel, amigo de Sinclair, que pro-mete que intercederá por él para que se haga cargo de unmuchacho en Fráncfort con una de cuyas tías está prometi-do. El resto del año lo pasa sobre todo en Nürtingen, en lacasa de la madre, y en un estado personal ya crítico.

1.8 fráncfort : susette

En diciembre de 1795 llega la conformidad de la familiaGontard de Fráncfort. En buena hora, porque Hölderlin sesentía abatido en Nürtingen. Y antes de ponerse en caminoa Fráncfort –por la región pasaban de vez en cuando unida-des militares nada amistosas, también francesas– se detieneen Stuttgart para comprar buena ropa. Va a hacer su entra-da en un mundo que le es completamente ajeno, la ciudadlibre del Reich de Fráncfort, donde se empleará de nuevocomo preceptor. Se presenta allí el 28 de diciembre, aunqueen la casa se instala días después; después de París, dondemás adelante (1802) permanecerá unos pocos días, es la ciu-dad más grande que verá; tiene entonces unos cuarenta milhabitantes y es uno de los centros comerciales más flore-

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1.8 fráncfort : susette

cientes del área lingüístico-cultural alemana. Con el pupilo,Henry Gontard, de ocho años, hará muy buenas migas. Pe-ro lo mejor viene por otro lado; en la figura de Melita de laprimera versión del Hiperión había proyectado su ideal fe-menino, y ahora experimenta la revelación de encontrarloencarnado en un ser viviente. Además, el azar le favorece.Porque Susette Gontard, la madre de Henry, había recibi-do durante 1794 en su casa pruebas del amor apenas disi-mulado de un joven banquero zuriqués, Ludwig Zeerleder–nieto del biólogo y poeta Albrecht von Haller–, que habíacopiado de su puño y letra el citado fragmento, del para élignorado Hölderlin, para su adorada. Ella estaba por tantotambién preparada. Para poner las cosas mejor, Hölderlinmostraba además un parecido notable con el hermano deella; el acuerdo entre ambos fue inmediato. En la para estosefectos muy informativa carta a Neuffer de julio de 1796 te-nemos constancia del desarrollo de su amor, porque ha en-contrado “un ser en el mundo en el que mi espíritu puededetenerse y se detendrá durante siglos” (Hölderlin 1990a:300).

Pero a una sentimentalidad educada en el pietismo sua-bo, con un perfil clerical muy dibujado en la familia deHölderlin, la gran ciudad tenía que serle ajena. Su patrón,Jacob Friedrich Gontard, descendiente de hugonotes enri-quecidos con la banca y el comercio de la lana, fue objetopronto de invectivas en cartas que el preceptor dirige a suhermana (revelador que, de momento, éstas no vayan a lamadre), puesto que lo ve representante de la clase contra laque se disparan sus resentimientos. Le encocora la “irrefle-xiva superficialidad” de aquel ambiente, formado “sin máspor criaturas monstruosas”; el compromiso contractual quehabía adquirido de estar presente en las reuniones socialesno le era precisamente grato al independiente preceptor. En

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

casi todos los miembros de aquella clase, además, la riquezaactuaba “como entre los campesinos el vino nuevo, puestoque son justo igual de necios, embusteros, groseros e inso-lentes”. Hölderlin, el gran outsider de la literatura alemanade este tiempo, tiene juicios derogatorios sobre las clasespoderosas que alguna vez recuerdan mucho a Karl Marx,un escritor formado en la estela del romanticismo2.

A principios de julio de las tropas francesas están sufi-cientemente cerca para que se oigan sus cañones, y todoel que puede hacerlo abandona la ciudad. Gontard saca dela ciudad con destino a Hamburgo a la familia al comple-to, es decir, su esposa con los cuatro hijos, su madre, suhermana –novia del Dr. Ebel–, la gobernanta y persona deconfianza de Susette, Marie Rätzer, y el preceptor; él se que-da. El 6 de agosto comunica Hölderlin a su hermano queson felices en Kassel. Heinse, muy apreciado entre la ju-ventud por su novela Ardinghello o las islas afortundas (1787),que Hölderlin conocía bien –había incluido un paso de ellacomo motto de su “Himno a la diosa de la armonía”–, esel competente maestro de ceremonias que los introduce enla ciudad. Además allí había abierto sus puertas al públi-co en 1779 un museo de arte, el Fridericianum, el primerode Alemania, y en un edificio de elegante pórtico clasicis-ta que también fue el primero construido para albergar unmuseo. Heinse, un gran conocedor de pintura, hizo de ci-cerone para las estatuas del museo y la galería de cuadros,y Hölderlin tuvo ocasión de ver las telas de los maestrosholandeses (Rubens, van Dyck, Hals, Rembrandt), italianos(Tiziano, Tintoretto, El Veronés), o las cuatro “Horas del día”de Claude Lorrain. Susette menciona más tarde en una car-ta “nuestra querida Cassel” –allí ha tenido que pasar algo.Desde Kassel regresan a Fráncfort el 9 de agosto la suegray la cuñada de Susette, y el resto continúa viaje a Bad Dri-

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1.8 fráncfort : susette

burg (Westfalia), ciudad termal; el 13 de septiembre le tocael regreso a Kassel a Heinse. Estos meses que pasan juntosSusette y Hölderlin son decisivos; y en el balneario son losúnicos huéspedes desde finales de agosto. Von Sierstorff, eladministrador, escribe a su mujer que a los Gontard –se su-pone aquí incluido a Hölderlin– casi no se los ve porquesiempre están en sus habitaciones, y también: “sobre estouna anécdota personalmente”.

En la primavera siguiente, de 1797, a Hegel y Hölderlinvuelven a unirlos en la ciudad los azares políticos (Hegeles también Hofmeister en casa de otra familia pudiente deFráncfort, y el propio Hölderlin ha mediado para ello). Élno escribe apenas poesía, pero conoce durante todo el añoalgo muy parecido a la dicha, lo que, si se recuerda el abis-mo en que lo hundió la fuga de 1795, dice mucho de su plas-ticidad interna. Cotta le publica en abril la primera partedel Hiperión (la llamada versión definitiva), y envía algunosejemplares al autor. Uno de ellos, el que entrega a Susette3,recibe la dedicatoria: “A ti. ¿A quién si no?” Gusta muchoentre los amigos, pero Schiller, al que manda un ejemplar,de momento no le contesta. En la crítica el eco es muy re-ducido. Con algún retraso acaba contestando Schiller, queademás va a publicarle en su revista Las Horas dos poemasde alguna extensión, Al éter y El caminante. Pero aquí hayuna historia que oblicuamente nos informa de la posiciónmarginal de Hölderlin. El 20 de junio de 1797 Hölderlin re-mite los poemas, que Schiller, una vez recibidos, envía a suvez a Goethe porque quiere conocer su juicio experto. Perono le indica el nombre del autor. Goethe opina que el autortiene talento, y hasta una “mirada serena” para el mundonatural, pero también ve en ellos las adherencias precisa-mente schillerianas. Schiller desvela entonces la identidaddel poeta, y también agrega: “Su estado es peligroso”. Los

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poemas se publican. Y bien, si puede ser objeto de discusiónel grado en que hacia 1797 un autor relativamente precozcomo Hölderlin había alcanzado su voz propia, también hade serlo la idoneidad de Schiller y Goethe para percibir lanovedad radical de ese decir poético. La impresión, de to-das maneras, es favorable, y, por indicación de Schiller, Höl-derlin visitó a Goethe –por última vez–, que se encontrabaen Fráncfort, en agosto.

Hölderlin sabe ya bien que en casa de los Gontard no haysitio para él, sólo hay que leer sus cartas de los meses últi-mos de esta etapa (aunque a la madre sigue ocultándole susproblemas). Hay allí quejas ácidas sobre el trato que se ledispensa; al marido, por muchas que fueran sus ausencias,tiene que haber llamado la atención la inclinación entre sumujer y el preceptor, aunque hay que pensar que también eldesdén clasista está detrás de sus malos modos. El veranoque Hölderlin pasó con ellos en la residencia de las proxi-midades de la ciudad, el llamado Adlerflychtscher Hof, fuede un ambiente enrarecido, y la tarde del 25 de septiembredescargó la tormenta. Se produce una observación hirien-te de Jakob Gontard –en francés, la lengua de los círculoseducados, y en Gontard, parcialmente en Susette también,la de sus ancestros–, dirigida a Susette pero con Hölderlinpresente, que aludía un tanto cínicamente a la confianza ex-cesiva que ella dispensaba al servicio. Hölderlin reaccionó,hubo voces que se oyeron en la casa y una mirada alarmadade Susette que detuvo a Hölderlin. La separación que, antela imposibilidad de vivir con alguna dignidad su amor, ha-bían estado considerando el año anterior, era ya un hecho.Hölderlin abandonó la casa esa misma noche (para sorpre-sa del marido, que preguntó extrañado por él después). Alos dos días le llega a Hölderlin una carta de Henry, el hijo,emocionante porque el muchacho, desgarrado, no entendía

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1.9 homburg : la revista frustrada y el peligro, suiza (1798-1801)

bien lo que estaba pasando. El intercambio en secreto decartas con Susette empieza al poco; de ella se han conser-vado diecisiete, que guardó su enamorado; es imaginableque alguna mano interesada introdujera alteraciones en lasmismas una vez muertos ambos. De las de él sólo tenemosesbozos. Susette, se cree, jugó con la idea de dejar al ma-rido y establecerse en Hamburgo, con su hermano, perono dio el paso; con Hölderlin lo habría tenido más difícil,financieramente en primer lugar, pero es que además cues-ta imaginar al poeta, demasiado ocupado consigo mismo,conviviendo con una mujer.

1.9 homburg : la revista frustrada y el peligro,suiza (1798-1801)

Hölderlin se instala en Homburg, junto a Sinclair; mientrastanto, en febrero y marzo de 1798 ha quedado en nada elproyecto de constituir una república independiente por par-te de los “patriotas” locales, que ahora consideran más rea-lista la incorporación directa a Francia. En Homburg, a po-cos kilómetros de Fráncfort, Hölderlin dedica sus energíassobre todo a la tragedia Empédocles. Y ahora acaricia la ideade fundar una revista literaria, para la que tiene ya el nom-bre: Iduna4, sin descuidar el trabajo paralelo en ensayos yartículos, algunos de lectura muy difícil, que desarrollansus ideas sobre “el espíritu poético”. Al poco de haberseestablecido allí se anunció la celebración de un congreso enRastatt, Baden, que creó expectativas en la población de laAlemania cercana a las fronteras francesas, ya cansada delas guerras; en Campo Formio, en octubre de 1797, se habíaacordado un futuro encuentro entre alemanes y francesespara establecer las condiciones de la paz (que estipulaban

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la cesión a la república francesa de la orilla izquierda delRin e indemnizaciones a los príncipes alemanes). El conde,que tenía sus exigencias territoriales, envió a Sinclair comodiputado, que por su parte invitó a Hölderlin. Éste accedió,y, de vuelta a Homburg, escribió a Sinclair, que quedó mástiempo en Rastatt, un mensaje confiado, que hizo pensar aéste en una recuperación del amigo. En 1799, y por si toda-vía a los republicanos suabos les quedaban dudas, Jourdan,el general francés, hace saber que las tropas francesas da-rían buena cuenta de cualquier veleidad revolucionaria. El12 de marzo, Francia había declarado la guerra a Austria;Jourdan, que ha recibido de París la orden de pasar al ata-que, es derrotado en Stockach por los austríacos, que ahoradominan por completo el Sur de Alemania. Los francesestienen que replegarse al otro lado del Rin. Hölderlin ve esaderrota de los alemanes como sintomática de su inmadurezpolítica (en esto coincidente con Schiller, que considerabaque la índole moral de los alemanes por entonces era elobstáculo insuperable para erigir un estado a la altura delos tiempos).

Fue entonces cuando su amigo Böhlendorff le sugirió laidea de sacar una revista, y éste se dirige a Neuffer, que pu-blicaba su Almanaque en la editorial (y librería) Steinkopf,de Stuttgart. Neuffer los pone en contacto, y para juniohay acuerdo para la publicación de una “revista poética”mensual; es notable la claridad que tenía Hölderlin sobre laorientación del proyecto, que verosímilmente quería alter-nativo a la revista romántica Athäneum (1798-1800), de losSchlegel en Jena, y quizá también a Las Horas de Schiller.Las pocas líneas que nos han llegado del “Proyecto parala revista Iduna” descartan las “críticas doctas y biografías,así como toda especulación que pertenece sólo a la polé-mica” (Hölderlin 2008: 34), y quiere oponer Bonhomie a la

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1.9 homburg : la revista frustrada y el peligro, suiza (1798-1801)

“fría frivolidad” de lo que es sencillo interpretar como unaalusión a los románticos de Jena; tampoco estaba por los“afectados, petulantes brincos”. Hölderlin quería una revis-ta literaria de altura, no filosófica, la mitad de la cual estaríaintegrada por colaboraciones poéticas, y con “ensayos sobrela historia y juicio del arte” la otra mitad (para los primerosnúmeros ya tenía previsto publicar La muerte de Empédocles,que pretendía acabar en breve, “y poemas líricos y elegías”).Dedicó a ello unos dos meses de mucho trabajo.

Steinkopf tardó poco en llamar la atención de Hölderlinsobre lo importante que sería para la revista contar con lapresencia en sus páginas de las figuras más relevantes de laAlemania literaria del momento, vale decir los inevitablesSchiller, Goethe, Herder, etc. A Steinkopf había declaradoque su objetivo es “la unión y conciliación de la cienciacon la vida, del arte y el gusto con el genio”, pero tambiénse aplica a dirigir cartas de ofrecimiento a Sophie Mereau(que se casaría con el poeta romántico Clemens Brentanoen 1803), Heinse, Schelling, A. W. Schlegel, y, aunque ten-ga que hacer de tripas corazón, también a Goethe y Schil-ler. Las contestaciones: silencio o evasivas corteses (Schiller).Cuando han pasado algunos meses Steinkopf ve claro que,en ausencia de los grandes, la empresa es inviable. Hölder-lin tiene que haber sentido que el suelo se le abría bajo lospies. Se va de Homburg –desde donde podía ver el Fránc-fort de su amada–, y por el momento vuelve derrotado acasa de la madre.

A Hölderlin, es fácil conjeturarlo, le desgarra la lejanía deSusette, con quien conserva un contacto que no se romperáen los veinte meses que siguieron al estrepitoso incidentecon Jakob Gontard. Y la clandestinidad de los complicadosencuentros fugaces con ella tiene que haber pesado sobre suautoestima, aquellas “estratagemas a las que tienen que re-

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

currir los amantes para estar juntos, intercambiar misivas. . .o miradas” (Cortés 1996: 10 y s.), ocultándose y temiendo,a veces tan sólo para verse de lejos. Entre tanto, el 9 de no-viembre de 1799 el golpe de estado de Napoleón se llevapor delante el Directorio, y a Hölderlin, aunque ya tienebastante con sus dificultades personales, le ilusiona lo que,en ese cambio de siglo y aunque cueste creerlo, quiere inter-pretar como el camino a una convivencia pacífica entre lasnaciones. Pero solamente cuatro años antes (1795) un Kantya anciano había publicado un escrito breve que dio pie agrandes discusiones, La paz perpetua.

Aunque no pueda establecerse con seguridad plena, el8 de mayo de 1800 los amantes pueden haberse visto porúltima vez. Fue, también en esta ocasión, en la residenciade verano de los Gontard, y todo con prisas, entre los se-tos del jardín (la precisión con que establecían por escri-to el punto exacto del encuentro resulta sorprendente). Seintercambiaron sus notas; la de ella, que conservamos, esmemorable, también en su angustia contenida (Hölderlin1989a: 131 y s.). Las dos variantes del poema “La despedi-da” son informativas sobre el ánimo del poeta a la sazón. Yunas cuantas semanas después Hölderlin abandona Hom-burg. Pero ya en el otoño anterior, de 1799, había pedidopor carta5 a amigo Ebel que atendiera a Susette; después deabandonar la casa de los Gontard, y su actividad en ella, enefecto, ella padecía lo que no es exagerado considerar unaseria depresión, que se agregaba a alguna afección anterior,probablemente tuberculosis pulmonar. Hölderlin, en cual-quier caso, después de permanecer diez días en Nürtingense establece en casa de un amigo en Stuttgart el 20 de junio;Christian Landauer, un hombre de negocios ilustrado conquien tenía cierta amistad, le había encargado más o me-nos nominalmente el cuidado de su hijo. La instalación en

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1.9 homburg : la revista frustrada y el peligro, suiza (1798-1801)

la ciudad le resultaba muy grata, y allí fue productivo co-mo pocas veces en su vida; la generosa cosecha comprendevarias elegías (con variantes), odas y el extenso poema “Elarchipiélago”. Se diría que es la última gran fulguración desu conciencia, anterior a los seísmos que se anunciarán a lavuelta de Burdeos y que preanuncian el apagón final.

El clima favorable para el trabajo le resultó, pues, muyestimulante durante esa segunda mitad de 1800, y hasta sehizo instalar un elegante escritorio en su habitación (en labuhardilla). Pero las clases particulares que da en la ciudadle reportan unos ingresos muy limitados, y el Consistorio yla madre le recuerdan lo que sabe demasiado bien, es decir,que debe incorporarse al servicio eclesiástico. Tiene, pues,que pulsar la tecla de siempre, y esta vez son contratadossus servicios como preceptor en Hauptwil, cerca de St. Ga-llen (Suiza), donde en febrero de 1801 está ya. Es muy pocolo que nos ha llegado de estos meses suizos en casa del co-merciante Gonzenbach, donde tenía que dar clases a dosmuchachos, tan poco como sobre los motivos reales de larescisión, que se produce en abril y muy cortésmente porambas partes. Una carta de marzo a Landauer revela su in-quietud por su estado personal: “En general, desde haceun par de semanas, siento bastante agitación en la cabeza.”(Hölderlin 1990b: 535). Hölderlin vuelve a casa, andando, ydurante el verano escribe a Schiller tanteando la posibilidadde conseguir un puesto de profesor de literatura griega enJena. No hay respuesta. En otoño sabe de un nuevo puestode preceptor; esta vez en casa del cónsul de Hamburgo enBurdeos, Daniel Christoph Meyer.

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

1.10 excurso : hölderlin frente a schiller o los

costes de la inadaptación

La carta a Friedrich Schiller del 20 de marzo de 1794 desdeWaltershausen en que Hölderlin desarrolla sus ideas peda-gógicas, muy rousseaunianas –aunque ya empezaba a con-trastarlas, muy amargamente sorprendido, con su pupilo–,la primera de las varias que le dirigió, nos orienta ya bas-tante sobre lo complicadas y costosas que han tenido queresultarle siempre a Hölderlin sus aproximaciones al mo-delo. Una opinión bastante común juzga el tenor de estascartas como “sumiso, penoso, lleno de autodisvaloraciones”(Joppien 1998: 86), y hay que decir que los pasos que lo do-cumentan son numerosos. Pero un lector atento de su co-rrespondencia, Bertaux, ha sugerido que por así decir en elsubtexto intencional de esas cartas, y a contrapelo del conte-nido manifiesto, pueden detectarse repuntes del orgullo deHölderlin, de un muy legítimo orgullo que en ellas está ma-nifestando al mismo tiempo la alta conciencia que tiene desu valía. A un hombre así no podía escapársele, por ejem-plo, que su potencia lírica y elegíaca tenía cada vez menosque envidiar al lirismo más convencional de Schiller, o asus cantos algo abstractos al empeño heroico. Como en lascartas ulteriores a la propia madre, imposible no percibirlos subtonos de quien, ciertamente pretendiendo ser cortés,en la exageración de las expresiones de subordinación estátrazando el dibujo de una ironía desgarrada, se está auto-saboteando. Estas cartas son la conciencia desgraciada, odespechada, de quien sabe irreversiblemente que no se estáconduciendo a derechas.

Es esclarecedor aquí el contraste del proceder de Hölder-lin con un noble de cuna como Novalis, en un tiempo estu-diante asimismo en Jena, y que atendió desinteresadamente

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1.10 excurso : hölderlin frente a schiller o los costes de la inadaptación

día y noche a Schiller en una de las graves crisis de saludde éste. Pero Novalis, que también es parte de la cohortede admiradores de Schiller, al contrario que Hölderlin ac-túa siempre con naturalidad; ahora bien, Novalis es noble,y ese origen, y la educación en las formas consecutiva, leproporcionó sin duda alguna esa autoconfianza que a Höl-derlin en algún momento le dejó en la estacada. El rigoris-mo pietista pudo armar la personalidad moral del poeta,pero con déficits inocultables en el capítulo de las habilida-des sociales. Establecido en Nürtingen después de la fugade Jena, arrancan las cartas autoinculpadoras a Schiller, fre-cuentemente con un equívoco punto de servilismo, queján-dose de sus estados depresivos, del frío interno que siente.Schiller no contesta a la carta de julio, tampoco a la de sep-tiembre. Más de un año después, en noviembre de 1796,Hölderlin, más confiado y ya fortalecido por su experien-cia en Fráncfort, está en condiciones de ensayar otro tono.Schiller contesta ahora de inmediato: “De ninguna maneralo he olvidado, querido amigo, en contra de lo que ustedpiensa.” Hölderlin hace un intento más tarde, como se hadicho, con su plan para una revista –y nos intriga un pocoque en estos casos no parece haber pensado en personar-se allí, en Jena. También se ha mencionado su llamada desocorro en junio de 1801, cuando se ofrece como profesor.El silencio de Schiller –y el de Niethammer– es el final detodo intercambio. Hölderlin tiene que jugar otra vez la car-ta del trabajo como preceptor, que le asquea. A través deLandauer toma noticia de la oferta de Burdeos, y acepta.

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

1.11 burdeos , la vuelta a casa , el internamien-to (1801-1807)

Hacia el 10 de diciembre de 1801 parte de Nürtungen apie con dirección a Burdeos; el gran caminante nunca habíaemprendido un viaje así de largo. Las precipitaciones y elfrío son ya invernales. Atravesar Francia en solitario –en lafrontera de Estrasburgo no se le autoriza a entrar en el paíshasta el 30 de diciembre–, en aquel momento y en aquellascondiciones entrañaba un alto riesgo. Hay indicios de quevio a Napoleón en Lyon. Las caminatas fueron agotadoras,y en las posadas o las casas de labor en que lo admitíantenía que dormir con las pistolas cargadas al alcance de lamano. El 28 de enero, al límite ya, llega a Burdeos. El padrede los alumnos, Daniel Christoph Mayer, el cónsul, vinateroy comerciante, está casado en segundas nupcias y tiene untotal de ocho hijos; no está claro de cuántos de ellos se ocu-paba Hölderlin. También ignoramos casi todo de su estan-cia en la ciudad; el 16 de abril Hölderlin participa epistolar-mente a su madre que se encuentra muy bien, pero menosde un mes después ya ha solicitado el visado para regresara Alemania. ¿Ha sentido el ruido de fondo de su enferme-dad latente? Las decisiones súbitas de partir, por otra parte,no son novedad para él. . . Con un informe favorable deMayer vuelve a su patria, esta vez en parte en diligencia ypasando por París, donde visita algunos museos. Atraviesael Rin el 7 de junio. Y aquí desaparece la pista del poetadurante tres o cuatro semanas, porque en casa de los ami-gos de Stuttgart y en Nürtingen no se presentó antes de finde mes –y los cambios que había experimentado espantana cuantos lo ven. Es atractiva la hipótesis de Bertaux: esaausencia de algunas semanas puede asociarse a la muerte

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1.11 burdeos , la vuelta a casa , el internamiento (1801-1807)

por rubéola de Susette Gontard, ocurrida en Fráncfort el 22

de junio.

Porque hasta hace pocas décadas se daba como naturalque Hölderlin había sabido de esa muerte por la carta quele envió Sinclair a casa de Landauer, en Stuttgart (Sinclairno tenía la dirección en Burdeos del amigo). Ahora sabemosmás; Susette, que se sabía seriamente enferma, había escri-to a Hölderlin a Burdeos comunicándole sus temores. Éste,en consecuencia, puede perfectamente haberse dirigido aFráncfort desde Estrasburgo/Kehl, y la perturbación de suestado al reaparecer semanas después en Stuttgart, por tan-to, podría ser consecuencia de lo que viviera en Fráncfort.¿Ha tenido ocasión de ver a Susette antes de su muerte?Bertaux sugiere que Gontard, el marido, pudo haber hechola vista gorda. “Después de todo era un aristócrata, o setenía por tal.” (Bertaux 2000: 592). Además, extrañamenteGontard dejó la ciudad en cuanto se produjo la muerte yno estuvo en las exequias. Que Hölderlin, de ser todo estocierto, estuviera después próximo al colapso, es más quecomprensible. Como quiera que haya sido, Waiblinger y unsobrino de Hölderlin relatan que al llegar éste a casa enNürtingen arrojó de allí a la madre y demás familiares enun acceso de furor descontrolado. Y conocemos la causa:en un compartimento del baúl que Hölderlin había envia-do desde Burdeos antes de su partida se encontraban lascartas de Susette, que la madre encontró y leyó indebida-mente. Pero, con visita a Fráncfort o sin ella, a la situaciónpersonal, ya más que lábil, del poeta se añadía ahora la gra-ve conmoción que tiene que haber sido para él la pérdidade Susette, de cuyo abandono se sentía en alguna maneraculpable; y justo entonces descubre que la madre ha violen-tado lo que le quedaba de ella. El incidente, claro es, intro-ducuría una grave distorsión en las relaciones futuras entre

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

madre e hijo, y de seguro que emergieron por ambas partesviejos resentimientos. A pesar de todo Hölderlin permane-ció todavía dos años allí, en casa de la madre, sumido enunos estados de honda tristeza que, interesantemente, nole impedían la actividad intelectual. A veces recibía asisten-cia médica, sin mucho éxito, de, entre otros, el Dr. Planck(un vástago de la familia, el físico Max Planck, dará relum-bre más de un siglo después al apellido). Sería su últimapermanencia en Nürtingen, y aquella convivencia entre ca-si extraños –Hölderlin, que entonces descuidaba mucho supersona, no hablaba con casi nadie– tiene que haber sidogravosa para todos. El 2 de diciembre de ese 1802 envía asu amigo Böhlendorff la conocidísima carta, que es confe-sión en parte, pero que en clave poética contiene asimismomuchos datos sobre las condiciones de su regreso de Bur-deos. La carta debe ser asociada con otra dirigida al mismodestinatario un año antes, cuando se despedía al partir pa-ra Francia lamentándose de que en su patria no había sitiopara él. Ahora, casi exactamente un año más tarde, un nue-vo fracaso como preceptor y la muerte de Susette habíanpuesto las cosas mucho peor. La trampa se estaba cerrando.

En el otoño de 1802 vive probablemente el último repun-te de sus energías y del gusto por vivir con ocasión delviaje que hace a Ratisbona con su amigo Sinclair –el Sa-cro Imperio Romano-Germánico, ya en el tramo final de sumultisecular vida, reordena sus fronteras–, por más que aéste no se le ocultara el estado en que había entrado el poe-ta. Que, no obstante todo ello, seguía escribiendo himnos; yentre las notabilidades que encontró y trató en Ratisbona seencontraba el patrono y protector de Sinclair, el conde Fe-derico V de Hessen-Homburg –era masón, por cierto–, quele encarga un himno religioso (será “Patmos”). No muchodespués, en julio de 1803, y desde casa, hace una camina-

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1.11 burdeos , la vuelta a casa , el internamiento (1801-1807)

ta hasta Murrhardt, en Württemberg, donde el padre deSchelling es vicario, y visita a su antiguo compañero de se-minario, que se acaba de casar; en el informe que éste rindea Hegel, que ya está en Jena, dos semanas después, descri-be este encuentro con Hölderlin como “el espectáculo mástriste” de aquel viaje. Llega entonces un ofrecimiento deleditor Wilmans, de Fráncfort, que tiene interés en publicarlas traducciones de Sófocles que le ocupan, y que tambiénle solicita poemas propios. Lo enigmático es que Hölderlinsaca energías de no se sabe dónde y, en una situación de no-table excitación, emprende la labor, al tiempo que elaboraalgunos de esos himnos tardíos que ahora, más de doscien-tos años después, sorprenden por la divergencia que supo-nen con las formas literarias de la época. Pero en abril de1804, con los dos volúmenes de la traducción ya editadosen la mano, no parece muy interesado en ellos. Dos mesesmás tarde, en junio y acompañado por Sinclair, se va deNürtingen. Esta vez es para siempre, y no verá nunca mása su madre.

Entre tanto, el conde Federico I, desde 1803 príncipe elec-tor, daba otra vuelta de tuerca a sus prácticas despóticasal disolver la dieta o parlamento de Württemberg. Y detodo ello se discutió en dos reuniones que celebraron enStuttgart Sinclair y sus amigos radicales, a la segunda delas cuales asistió Hölderlin (el 19 de junio de 1804). Por-que Sinclair se llevó consigo a Hölderlin antes de llegar asu destino, Homburg. En la reunión, que tuvo bastante deconjura, participaron, además de Sinclair y Hölderlin, ami-gos –Baz, Weisshaar, Seckendorf–, pero también el Hofkom-misar o comisario de corte Alexander Blankenstein. Ya enBad Homburg, de Hölderlin se hicieron cargo Sinclair y sumadre, y en el grupo de amigos allí congregados encon-tró distracción y estímulo; Sinclair interviene para que se

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

nombre a Hölderlin muy simbólicamente bibliotecario dela corte y que se le asigne un sueldo (en la realidad se lodescuenta del suyo). En la biblioteca Hölderlin hizo pocomás que hojear libros de viajes franceses. A principio denoviembre se marcha Sinclair a París para asistir a la co-ronación de Napoleón en representación de su duque; dosmeses después, cuando está de vuelta, se destapa lo queya barruntaba: el fraude que Blankenstein había perpetra-do con la organización de la lotería del ducado, que se lehabía encomendado. Despedido, Blankenstein elige el con-trataque, y denuncia ante el gobierno de Württemberg asu antiguo protector indicando que en las conversacionesdel verano anterior se había estado tramando un atentadocontra Federico I. Sinclair es trasladado a Stuttgart y acusa-do de alta traición, pero hacia julio su jefe, Federico V, habíaconseguido que la instrucción quedara en nada, y fue libera-do. Perdidos todos los asideros, en aquellos meses el estadode Hölderlin cae en picado, circunstancia ésta que tambiénmenciona el denunciador (y que “maldice continuamente aSinclair y a los jacobinos”). En los protocolos policiales quese conservan se encuentra abundante corroboración de ello,de sus enfrentamientos con Sinclair y de su rabiosa abjura-ción del jacobinismo. Se ha especulado mucho sobre el gra-do de sinrazón, o de simulación, de la conducta adoptadapor Hölderlin en su catastrófica situación. La comisión in-vestigadora solicita al gobierno de Homburg detalles sobrela perturbación del poeta, y el procedimiento del príncipeelector sólo se detiene cuando llega un informe médico queestablece la locura del bibliotecario. Hölderlin es excluidodel proceso y el buen nombre de la familia no sufre me-noscabo. Se ha puesto en relación esta benevolencia de lasautoridades (Joppien 1998: 167) con los orígenes sociales de

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1.11 burdeos , la vuelta a casa , el internamiento (1801-1807)

Hölderlin y la densa red de relaciones en el interior de laEhrbarkeit del Württemberg de entonces.

Cuando en julio se produce el reencuentro, a los cuatromeses de la separación, las cosas han cambiado mucho. Höl-derlin acusa ya un grave desarreglo mental, pero lo peorestá por llegar. Con Sinclair discute acaloradamente; en lacalle se oyen gritos procedentes de la ventana de la habita-ción que ocupan. Entonces Sinclair decide cambiar de airesy se va a Berlín en viaje oficial, dejando por tanto a Hölder-lin en un total abandono unos meses más. Ese mes de julio,para ponerlo peor, la creada Confederación del Rin anulala existencia de Hessen-Homburg, y Hölderlin se queda sinsu puesto de bibliotecario. Y al poco y desde Berlín escribeSinclair a la madre una carta donde ya no hay amabilidad,sino el ruego, expresado con el estilo distante y correcto delalto funcionario que es, de que se lleve a su hijo de Hom-burg. No pasan cuatro semanas y el 11 de septiembre de1806 y por encargo probado de la madre va a buscarlo untal Hammelmann, curtidor, que con alguna ayuda lo intro-duce malamente en un coche y se lo lleva. Hölderlin, unhombre alto para la época y en absoluto un alfeñique, opo-ne una resistencia enconada, en la seguridad de que eratrasladado a una mazmorra. Pero el destino era el Clinicumdel Dr. Authenrieth, en Tubinga, algo así como una clínicauniversitaria con un departamento para los casos mentales.Hölderlin ha tocado fondo.

Autenrieth se había hecho con técnicas de la psiquiatríadel momento en América del Norte, lo que quizá confieraun aire falsamente modernizador a la institución que diri-gía, por lo menos en lo que respecta al trato de que fueobjeto Hölderlin en los 231 días de su internamiento. Fueconfinado en una celda muy parecida a una jaula (Pau 2009:325), donde se lo sometió a vigilancia estricta. Es muy pro-

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

bable que le aplicaran la camisa de fuerza; menos seguroes que se ensayara con él la llamada máscara de Autenrieth,creación del director, una especie de capucha de cuero quesofocaba los gritos del paciente al bloquear por completoel juego de la mandíbula inferior. Hoy nadie duda de queaquellos meses empeoraron su situación; se han conserva-do las recetas, pero los especialistas discuten al interpretarlas dosis que se le administraron y la eficacia real de lamedicación. Pero merece una cita el balance de un especia-lista, Uffhausen (citado en Joppien 1998: 175): “Hölderlin loha padecido [el tiempo en el Clinicum] como una tortura,afectado de un diagnóstico incorrecto, confrontado a unaterapia que fracasa y despedido con un pronóstico equivo-cado. Al final de los esfuerzos de los médicos estamos anteun hombre roto.” Fue declarado incurable cuando ya, enefecto, estaba discapacitado de por vida.

1.12 el largo final de la torre (1807-1843)

El Hiperión actuó otra vez de talismán. Primero fue con Su-sette, luego con la princesa Auguste de Homburg, que co-nocía casi de memoria la novela y que adoraba al autor (élle compuso un poema en 1799 y le dedicó su traducción deSófocles, y ella correspondió regalándole un piano). Aho-ra tocaba a un ebanista, Zimmer, que recibía encargos dela clínica y que alquilaba habitaciones a estudiantes del se-minario; también, y esto es lo importante, era un rendidoadmirador del Hiperión. Estamos en mayo de 1807, y a Höl-derlin le han calculado como mucho tres años de vida; esentonces cuando, de acuerdo con la madre, Zimmer lo aco-ge en una habitación del primer piso de su casa, situada enun ala del edificio de perfil torreado. El futuro de Hölder-

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1.12 el largo final de la torre (1807-1843)

lin son ahora 36 años, hasta su muerte, en esa habitaciónfrente al Neckar; pudiera bien ser que no la haya abando-nado ni para una sola noche durante esa etapa de su vida.Allí fuma –en pipa–, toca la espineta, el piano o la flauta–recordaremos que Hölderlin tuvo una formación musicalenvidiable; de niño había recibido clases de clavicordio, ydespués adquirió una reconocida perfección con la flauta,con la que después acompañó a Susette cuando esta tocabael piano y cantaba–, come solo y con rapidez, vuelve portemporadas obsesivamente a su Hiperión, da paseos regula-res por el camino que bordea el río o se revuelve inquietode un lado a otro de la casa, al principio también de noche.Y escribe mucho, poesía y en cierta época la posible conti-nuación del Hiperión. Una vez se le ocurrió la idea de ir aFráncfort, y el disgusto le duró cinco días de cama porquele escondieron las botas. A veces acompañaba a la familiaZimmer en sus excursiones campestres.

La familia Zimmer le dispensó en esos años un cuidadoque admira; no era un huésped fácil, y menos al principio,cuando su intranquilidad era indomeñable. A la madre nohabía escrito una sola carta en unos cuantos años; empu-jado por Zimmer, en 1812 reanuda la correspondencia conunas misivas cortas que ahora son formalistas y práctica-mente sin contenido informativo. Las repeticiones son deuna rigidez que abruma, pero entre líneas leemos que esasfórmulas de cortesía, tampoco tan inusuales en la época –“venerabilísima madre”, “su exquisita bondad”– están mar-cando una distancia, se diría que una distancia en la ironía.Hölderlin no podía ignorar que su madre, que nunca apa-reció por la torre, estaba detrás del espantoso intenamientoen el psiquiátrico. Y esas cartas, a propósito, llevan siem-pre como firma “Hölderlin”; la muerte de ella en 1828 noparece haberle hecho la más mínima impresión.

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

Es poco plausible una explicación monocausal del tras-torno mental de Friedrich Hölderlin, como quiera que se loclasifique. Entre las disposiciones individuales está su sen-sibilidad, muy fina, y su vulnerabilidad de carácter; entrelos accidentes del azar, la temprana muerte del padre, quelo arrojó a la simbiosis con una madre de carácter laborioso,pero también cicatero. No hay que pasar por alto tampocosu necesidad de reconocimiento, que no le llegó, o apenas,aunque empezó a publicar pronto, ni los golpes del des-tino, que él tendía a metabolizar destructivamente. Centrode gravedad de todo es sin duda el porvenir profesionalque le preparó e impuso sin su aquiescencia la madre, sibien el seminario le proporcionó también una formaciónfilológica muy por encima de la de Schiller, por ejemplo.Joppien, basándose en resultados de investigaciones recien-tes, resume pregnantemente la cuestión central del pacienteborder-line: ¿se me permite y puedo ser yo? Que Hölderlinha estado en el borde o límite desde ciertas crisis de la eta-pa de Tubinga es algo que puede establecerse sin gran error;ahora bien, más que el riesgo político, grave en ciertos mo-mentos, o el amor irrealizado, o quebrado, o la simple malasuerte, la autonomía de la persona Hölderlin ha sufrido losprimeros, graves y duraderos recortes con su madre. Quizáno sea del todo impertinente una lectura distinta, pagana,de su destino: “. . . para los griegos (y para Hölderlin) latheia mania, la locura divina, no tiene nada que ver con unaenfermedad [. . . ]. Es una enajenación con que los diosesgolpean, una ofuscación o idea fija que le envían, pero nonecesariamente un castigo. [. . . ]. El amor fati queda reser-vado a muy pocos. A ellos pertenece Hölderlin.” (Bertaux2000: 642)

Abstrayendo de los períodos, iniciales sobre todo, de gra-ve perturbación de la conducta, tendría también indudable-

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mente interés un estudio de las actitudes –de las estrategias–adoptadas por Hölderlin en esta extensísima etapa, que,aunque introducen deformaciones en la personalidad delgran creador artístico que fue, también nos la iluminan ines-peradamente. De algún modo Hölderlin se ha calado unamáscara en su insólita emigración interior; Bachelard ha tra-tado la cuestión de la disimulación y de las distorsionesen la persona que la ejecuta, “la sinceridad de la locura”6.¿Le es posible a un humano abdicar por completo de laconciencia refleja de las propias manifestaciones, no habrásiempre alguna conciencia de ese desdoblamiento? Hölder-lin ha querido abolir áreas extensas de su pasado personal,pero lo reprimido tendía a retornar. Vulnerable, y mucho,siguió siendo siempre (en carta a su hermano de 1799 ha-blaba de “los bárbaros que nos rodean” y que ”destrozannuestras mejores fuerzas”). Desde pronto había sido obser-vable en él una cierta tendencia a la soledad (pero tambiénfrecuentes lamentos por ello), verosímilmente una manerade minimizar las intromisiones de un mundo hostil. De loque siempre tuvo una gran claridad era de su valía comopoeta, por grandes que hayan sido los obstáculos externosque se interpusieron. En esto son muy llamativos algunosparalelos con el destino de Franz Kafka: una madre (un pa-dre) que amenaza con bloquear de por vida al personaje,que sin embargo se siente intensamente culpable. La fuga,o la rebelión final, o el compromiso, fue en un caso la esqui-zofrenia, en el otro la tuberculosis.

Waiblinger, que durante algunos años prestó alguna aten-ción al poeta enfermo, nos ha dejado un testimonio estreme-cedor del primer encuentro –de 1822–, de aquella “espanto-sa figura” que lo trataba de “su majestad real” y que emi-tía sonidos poco comprensibles, en parte entreverados defrancés. Con los años se produjo una mejora en su estado

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hölderlin : su prolongado y dramático paso por la tierra

general, hasta leemos de una larga fase de relativo restable-cimiento de sus funciones mentales; ciertamente, seguiríadedicando a veces días enteros a la espineta, o al Hiperión,que leía y recitaba con cierto énfasis, como atestiguan va-rios visitantes. No recibió demasiadas visitas, y ninguna delos antiguos amigos, con la excepción de Immanuel Nast(1928), al parecer con un encargo de Gok, que a la muer-te de la madre común había impugnado el testamento quedejó y pretendía tener derechos sobre parte de lo que co-rrespondió a Hölderlin. Nast se deshacía en lágrimas, peroel poeta fingió no conocerlo. Alguna vez aparecían curio-sos, probablemente atraídos por la leyenda que en torno aél había tejido Sinclair. Hölderlin, avergonzado a veces depresentar aquel estado, distante siempre, al final preferíaimaginarse (¿fingirse?) Scardanelli, o Buonarotti.

Conocemos la mareante aceleración que cobra la histo-ria europea en los años productivos del poeta y después:de 1789, Hölderlin todavía es seminarista en Tubinga, es elasalto a la Bastilla, en 1804 Napoleón es (auto)coronado em-perador en Nôtre-Dame; antes y después se despliegan porEuropa sus ejércitos, que luego refluyen. Las fronteras an-tiguas se desvanecen, surgen nuevas; Napoleón consuma yliquida al mismo tiempo la revolución –de la egalité de loscomienzos se acuerdan ya pocos, porque cuando el corsonavega a Santa Elena hay grandes fortunas en París–, con-sumado hegeliano sin saberlo. Entre tanto ha habido unaejecución pública del rey de Francia, luego el Terror, la apli-cación recíproca de la guillotina entre las varias faccionesde la revolución y la novedad política del código napoleóni-co, que las guerras han llevado a parte de Alemania, a unaAlemania cuya estructura política básica, el absolutismo delos principados territoriales, empieza a deshilacharse. Handesaparecido de la tierra los amigos antiguos: Hegel, Sin-

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1.12 el largo final de la torre (1807-1843)

clair, Böhlendorff, también Schiller y Goethe. Los años quesiguen, y cuando ya Hölderlin parece haberse sustraído aldevenir exterior, contemplan el comienzo del salto indus-trializador de su país, en el Rin y en Silesia, donde ya seemplean máquinas de vapor en la producción industrial.En 1835 circula ya un ferrocarril, también de vapor, entreNúremberg y Fürth. Tenemos un relieve en cera de hacia1840 del poeta anciano, y un dibujo, también de perfil ymás vivo, de 1842. ¿Vencido, desgastado? “Alegre vuelve acasa el navegante”, había cantado al comienzo de un poemade 1797/8, “La patria chica”: el 7 de junio de 1843 FriedrichHölderlin ha arribado a puerto. Parece que la tarde de esedía se entretuvo, como tantas veces, haciendo música; ha-cia las 23 horas, afectado por un catarro reciente, moría sindolores. Fue inhumado el día 10 en el cementerio de Tubin-ga: le acompañaronn unos cien estudiantes del seminario(pero sólo tres profesores) y Christoph Schwab dijo unaspalabras ante la tumba. Ni su hermana ni su hermano apa-recieron; Karl Gok se excusó con una indisposición. Indignasaber que Hölderlin, a quien hasta el final se mantuvo enun mínimo de subsistencia, murió como propietario legíti-mo de un patrimonio de cuyos réditos habría podido vivircómodamente. Como tutora de los dos hijos del primer ma-trimonio, Johanna Hölderlin administró hasta su muerte suparte de la herencia y la de los hijos; el poeta, que sepa-mos, nunca se atrevió a reclamar su parte: seguramente loimpidieron la insania del vínculo con ella, y la culpa queexperimentaba por haber roto la obediencia prometida. Pe-ro Bertaux ha señalado muy atinadamente (2000: 377) queen el fondo Hölderlin no recusó su oficio teológico, para elque se formó en Tubinga, sino que desplazó los acentos, yen lugar de ejercerlo como pastor rural prefirió otro sacer-

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NOTAS

docio, el de la palabra, para él sagrada. Engastada en unamitología muy personal, la sirvió eminentemente.

En la torre junto al Neckar no admitía Hölderlin pregun-tas sobre su vida anterior. Se sabe que al efecto se servía deun registro expresivo arcaizante, “cortesano”, muy eficazpara anular cualquier aproximación, alguna vez tambiénde la exageración grotesca; cuando no experimentaba ac-cesos de ira, con ese formalismo creaba el aislamiento quebuscaba. La alternancia ciclotímica del ánimo, ese flujo y re-flujo que, como él bien sabía, estaba en su constitución, nolo abandonó. Tampoco el recuerdo de Susette, que siempreestaría presente en él en una especie de juventud inaltera-da (en su probable última cita, en 1800, ella tenía 31 años).Con ella había vivido una auténtica identificación amorosa.En cuanto al mundo exterior, Hölderlin había sido borra-do de sus registros casi por completo largo tiempo atrás.De los antiguos compañeros del seminario –Schelling, muyprecoz, había optado a tiempo por un reaccionarismo algoconfuso, y Hegel, que hasta su muerte en 1831 fue el pres-tigioso pensador de la corte berlinesa– no supo nada. Enparticular, Hegel había sido el cómplice con el que, bajo ellema “El reino de Dios”, trasoñó una nueva comunidad hu-mana en la tierra. La vida los había dispersado: fueron, enefecto, tres realizaciones muy divergentes de las líneas dela vida, die Linien des Lebens7.

notas

1En Lukács (1968: 223): “. . . el período imperialista lo redescubre deun modo abiertamente reaccionario y lo utiliza para los fines ideológicosde la reacción.” La instrumentalización política que se operó con la obrade Hölderlin es conocida, en especial desde 1933; ya más vagos son loslímites del “período imperialista”. Y Farías (1989: 370): “El centenario desu muerte (1943) sivió como motivo concreto para realizar una campaña

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NOTAS

que, en todo el Reich, promovió más de trescientos actos festivos.” Entrelas coronas enviadas a la tumba el día del centenario se encontraba la deAdolf Hitler.

2Sobre Hölderlin y Marx puede verse (Fernández Buey 1995). En elCapítulo 2 aludimos a un conocido paso de Thomas Mann que vinculaambos nombres. Pero, con todo y la lamentable historia de la publicaciónde los textos de Hölderlin en el XIX, Marx (1818-1883), tiene que haberleído algo de lo que circulaba entonces.

3Se conserva el ejemplar.4Ya es significativa la elección del nombre. Iduna, en efecto, es una

deidad de la mitología nórdica, esposa del bardo Bragi y custodia de lasmanzanas doradas que confieren juventud e inmortalidad a los dioses.

5Ni siquiera es seguro que la carta fuera enviada, pero cuando menosconservamos un borrador muy preciso con sus intenciones.

6Gaston Bachelard, El derecho de soñar, FCE, Madrid, 1997, trad. deJorge Ferreiro, p. 125.

7“Las líneas de la vida”, un poema corto escrito en la torre, se comen-ta en el Capítulo 3.

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2

L A O B R A

2.1 una transmisión con disfunciones

Hölderlin es un poeta citable, si bien suelen revolotear losequívocos en la intención de las citas. Sobre el grado de sen-cillez de su obra (poética) no hay acuerdo entre los filólogos,tan poco como sobre la de Georg Trakl o Paul Celan, dosautores que le han seguido, a veces de cerca. De importan-cia para entrar en su mundo es algún conocimiento de sususos idiomáticos, muy ligados a su formación helenista, enun doble e importante sentido: por una parte el plano idio-mático, con las violencias que suele aplicar al registro escri-to de la lengua alemana –con calcos sintácticos del griegoincluso–, y por otra su selección, mucho antes que Nietzs-che, de ciertos contenidos de la tradición del pensamientogriego con exclusión de otros, de lo que a su vez se derivauna terminología.

A una carrera literaria bastante atípica, incluso para aque-lla Alemania, ha correspondido luego, desde los albores delXX, el desarrollo de una filología hölderliniana que ya esabrumadora. Los problemas suelen complicarse cuando setrata de situar a Hölderlin en las taxonomías usuales, em-pezando por la filiación de escuela, porque hay motivos im-portantes de sensibilidad artística que lo aproximan a los

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la obra

románticos de su generación –Novalis, Tieck, los Brentano,los Schlegel, von Arnim–, si bien su formación, orígenesliterarios y mundo conceptual lo vinculan a Schiller o Goet-he, representantes por excelencia del clasicismo. Las cosassuben de temperatura cuando se lo pretende capitalizar po-líticamente, y Thomas Mann en un artículo de 1928 ha es-crito una frase muy equívoca, si no falsa, porque hace deHölderlin un conservador1. El festival de su sacralizaciónpartidista en el restante XX ha continuado en un sentido yotro; también la germanística de la antigua RDA echó aquísu cuarto a espadas, un tanto empeñada en recolectar prue-bas sobre lo democrático-burgués de la trayectoria artísticay política de Hölderlin2.

La parcialidad y las distorsiones en la difusión efectivade su obra están en necesaria relación con la historia desu transmisión. De 1791 es su primera colaboración poéti-ca en el Almanaque de Stäublin, en 1806 lo internan; entretanto él vive alguna vez del favor de los amigos, o del di-nero que le pasa la madre, otorgado parsimoniosamente, ycon trabajos de preceptor de desenlace cada vez más cala-mitoso. En vida publica sólo unas cuantas poesías, la novelalírica Hiperión y su traducción de Sófocles. Del Hiperión hu-bo una reedición en 1822; la primera había sido de escasatirada y se vendió mal, por más que un muy importantecrítico, A. W. Schlegel, la apadrinara. Puede parecer para-dójico que las cosas comiencen a cambiar después de suinternamiento. En 1807 y 1808 von Seckendorf le publicavarios poemas en su almanaque, que un Hölderlin no tanenfermo como para haber perdido el sentido del valor delo que escribía rechaza con indignación (Pau 2009: 343). Eloficial prusiano Heinrich von Diest, admirador de lo queconocía de Hölderlin, proyecta publicar una antología conel acuerdo del editor Cotta y la colaboración de L. Uhland

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2.1 una transmisión con disfunciones

y G. Schwab, escritores suabos, pero el proyecto acaba consu muerte de von Diest. Uhland y Schwab determinan algodespués publicar la obra completa, y de momento publicanlas Poesías (1826), que, si bien es abiertamente chapucera ensu tratamiento del material –no distinguen entre versionesintermedias y versión final de bastantes poemas, e introdu-cen “mejoras” según su discutible criterio–, constituye unprimer paso en la presencia pública de Hölderlin. No tardaentre tanto en ponerse manos a la obra Waiblinger, el jovenvisitante del poeta en la torre desde 1822, y en Roma, dondese ha establecido, escribe una biografía breve de Hölderlin,la primera, pero muy tendenciosa, Vida, poesía y locura deFriedrich Hölderlin (1831); en fechas recientes se han pues-to en cuestión algunas afirmaciones de Waiblinger. Bettinavon Brentano, que nunca vio a Hölderlin aunque fantasea-ra con ello, contacta con Sinclair en 1806 y adivina prontosu importancia literaria –y con ella su hermano Clemens,su futuro marido A. von Arnim y Görres–; La Günderrode(1840) tiene excursos atendibles sobre él, y en Ilius Pamp-hilius y la Ambrosía (1848), incluye algunos de sus poemas.Algo después (1842) Uhland y Christoph Theodor Schwab,hijo de Gustav, dan a la luz una breve nota biográfica (16 pá-ginas) de Hölderlin; el mismo Ch. Th. Schwab reunió unasmuy incompletas Obras Completas, Stuttgart/Tubinga, 1846.Aquí se produce un hueco, interrumpido por una curiosaatención a las odas hölderlinieanas en la primera novela delalemán Th. Fontane, Antes de la tormenta (1878) y unos va-liosos comentarios escolares de Nietzsche que no verían laluz hasta mucho después.

A fin de siglo ya hay Poesías completas y unas Obras com-pletas en el mercado (1896 y 1905), también deficitarias, porlo demás. La estimación de Hölderlin por parte de la acade-mia no salta hasta que el también poeta Stefan George en su

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antología El siglo de Goethe (1902) y su Discurso encomiásticosobre Hölderlin (1919)3 eleva al poeta al solio de “renovadorde la lengua”, abriendo camino con ello a su integración enla institución universitaria alemana, que subraya desde elprincipio el “mesianismo” del poeta (ecos de todo esto con-vergen en Heidegger). La puesta de largo de las edicionesestá vinculada al nombre de Norbert von Hellingrath; loscinco volúmenes de la edición histórico-crítica, con varian-tes, de las Obras completas por él acometidos en 1913 –vonHellingrath cayó como oficial en Verdún en 1916, y Hei-degger le dedicaría sus comentarios al poeta mucho másadelante– serían completados por F. Seebass y L. v. Pige-not. Entre cien y ciento veinte años después de la actividadpoética de Hölderlin puede hablarse ya de una recepciónmoderna y suficientemente amplia; sólo el tomo de Poesías1800-1806da a la luz unos 1500 versos hasta entonces des-conocidos. El resto han sido afinamientos en el método deedición de von Hellingrath y sucesores, cuya restitución tex-tual no siempre se libró de resabios mitológicos. De entrelas varias y competentes ediciones aparecidas después esde justicia citar la de F. Beissner (Obras completas,1943-1985,en 8 tomos, y con la colaboración parcial de A. Beck), queen parte hemos utilizado nosotros.

2.2 hölderlin poeta : fase primera y los “him-nos de tubinga”

Por poesía temprana o lírica de juventud de Hölderlin sue-le entenderse lo que nos queda de su actividad poética enlas esculas monacales y del comienzo del seminario. Pocoantes de ingresar en Tubinga pasó a limpio en un cuadernoen cuarto unos cuantos poemas; esta primera fase es hete-

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2.2 hölderlin poeta : fase primera y los “himnos de tubinga”

rogénea en lo formal, porque el poeta en cierne ensaya. Sonpoemas en hexámetros y otros metros griegos, estrofas ri-madas de cuatro versos, o de ocho, algunas aproximacionesa los himnos eclesiásticos. Temas y formas tienen que vercon sus lecturas: los autores de los almanaques de Stäudlin–entre ellos K. Ph. Conz, Repetent del seminario–, el Sturmund Drang y la poderosa figura de Klopstock; no se han ras-treado influjos de Goethe todavía. Klopstock le adentra enuna estilística para él novedosa; lo que deja en él poso esel himno, que en él Klopstock es cristiano y pietista, perotambién patriótico. Sus horizontes se amplían cuando en-tra en el Stift: la pasión que ya no lo abandona es Grecia.Admirará siempre el Banquete de Platón –una interlocutora,como se sabe, es Diótima–, y las marcas de Schiller se hacenya reconocibles, y no solamente de su poesía y su poética:Schiller imponía con su personalidad. Es útil asociar estaspoesías tempranas con algunas cartas de la época. En abrilde 1792 hace a Neuffer esta curiosa observación (Hölderlin1990b: 132): “Pero lo cierto es que estoy sentado entre misoscuros muros calculando lo mísero que soy en alegrías ín-timas y admirándome de mi resignación.”

La forma privilegiada suele ser la estrofa rimada, toma-da de los llamados himnos de ideas schillerianos, con casisiempre ocho versos yámbicos o trocaicos según el esquemaABAB; himnos rimados ha hecho también más tarde, perola mayoría proceden de la etapa del seminario. Hay asimis-mo un cambio en el objeto de los intereses, porque ya no seocupa de la divinidad cristiana, y lo que está emergiendoson ideales de carácter estético, y, si pensamos que Hölder-lin tiene muy recientes los 19 años cuando las jornadas dejulio de París en 1789, también las utopías políticas del mo-mento. Porque Hölderlin, como tantos jóvenes ilustrados,está muy atento a los sucesos de Francia, que él tiende a in-

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terpretar según las formas religiosas que lo han ahormado.En una oda de estos años, “Nostalgia iracunda”, en versorítmico ya, está muy presente la vena rebelde contra la dis-ciplina que se le imponía:

¡No lo soportaré nunca!, así, eternamente, unavez y otra,

dar los pasos de muchacho, como un prisionerodar a diario los cortos pasos ya establecidos,¡no lo soportaré nunca!

[Ich duld’ es nimmer! Ewig und ewig so/ Die Knabenschritte,wie ein Gekerkerter/ Die kurzen vorgemeßnen Schritte/ Täglichzu wandeln, ich duld es nimmer! (Hölderlin 2000: 33)].

En otra, “Antaño y ahora”, algo anterior seguramente asu incorporación a Tubinga, hace balance contrastivo y rea-lista de la niñez, lejana e idealizada, contra su vida actual,que ha conocido noches en que lloraba “por la sed de amory laureles”; la reiteración final de sus penalidades suena unpoco insincera, pero también retrata al Hölderlin del mo-mento:

¡Que os vaya bien, horas doradas del tiempo pa-sado,

queridos sueños infantiles de grandeza y fama,que os vaya bien, que os vaya bien, compañeros

de juegos,llorad por el joven, que es despreciado!

[Lebt wohl, ihr güldenen Stunden vergangner Zeit,/ Ihr liebenKinderträume von Größ’ und Ruhm,/ Lebt wohl, lebt wohl ihrSpielgenossen,/ Weint um den Jüngling er ist verachtet! (Höl-derlin 2000: 37)].

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2.2 hölderlin poeta : fase primera y los “himnos de tubinga”

Pero en general, entre los 18 y los 23 años ha hecho unapoesía de tono optimista, porque vive en un medio y en untiempo que presiente la cercanía de unos ideales que eman-ciparán a “la humanidad”. Él no siempre lleva el paso, peroestá aprendiendo mucho. La “Canción del amor” acaba conesta estrofa, muy próxima al himno “A la alegría” de Schil-ler:

¡Ya puede sonar para nosotros la hora,y que se emita ahora el último suspiro!¡Hermanos!, arriba amanecerá,¡hermanas!, allí se producirá el reencuentro;aclamad al más sagrado de los impulsos,los que dio el dios de los dioses,¡hermanos!, ¡hermanas!, ¡aclamad al amorque vence el tiempo y la tumba!

[Mag uns jetzt die Stunde schlagen/ Jetzt der letzte Odem weh’n!/Brüder! Drüben wird es tagen,/ Schwestern! Dort ist Wieder-sehen;/ Jauchzt dem heiligsten der Triebe,/ Die der Gott der Göt-ter gab,/ Brüder! Schwestern! Jauchzt der Liebe!/ Sie besieget Zeitund Grab! (Hölderlin 1946 SW 1,1: 111)].

Estos himnos marcan seguramente el perihelio de su apro-ximación a Schiller; son también una etapa intermedia, en elfondo poco conforme con el poeta que habría de ser. Unoscuantos de ellos aparecieron en las dos revistas de Stäud-lin, en Stuttgart; por inducción de éste, otros en la Talía deSchiller. La acogida no fue lo que se dice calurosa; en laprimera carta que remite a Schiller, en marzo de 1794 y yadesde Waltershausen, necesita acompañar al poema “El des-tino” que le adjunta con estas palabras: “. . . cuya falta devalor [de la hoja con el poema] no es tan grande a mis ojoscomo para tener que considerar una insolencia importunar-le con ella” (Hölderlin 1990b: 182). Pero en algunos de los

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poemas ya despunta el protagonismo “sacerdotal” del poe-ta, que desarrollará más adelante; Hölderlin está haciendoya sus elecciones. Mientras tanto a veces se dejar llevar porlos automatismos de las formas de la poesía que se haceen torno a él; sentimos que en el patetismo de los himnoshay todavía poca voz auténtica. No hay huella tampoco delas reflexiones y los debates, que deben de haber sido muyvivos en el seminario, de esa época de estudios filosóficos.Kant, por ejemplo, era discutido intensamente en sus impli-caciones para los contenidos de la fe que se les transmitíaen las aulas. Nos consta que los becarios en torno a Hölder-lin se estaban distanciando de la iglesia oficial suaba. La fecon que se suponía que habían de ser confortados estabasiendo minada en el germen mismo. De todo eso no escribemucho Hölderlin.

2.3 hiperión o el eremita en grecia

A principios de noviembre de 1799 Hölderlin remite a Su-sette la segunda parte de su novela Hiperión, resultado deltrabajo de más de siete años y de unas cuantas versiones in-termedias. Y a la distancia de más de un año desde la sepa-ración le escribe unas palabras algo inquietadoras: “¡Aquínuestro Hiperión, querida! Este fruto de nuestros días ins-pirados te procurará sin duda algo de alegría. Perdónameque muera Diótima. [. . . ]. Me parecía que sería necesario,habida cuenta de todo el planteamiento.” (Hölderlin 1989b:47). Hiperión, un texto de difícil ordenación tipológica, fueelaborado con algo más que el impulso de los “días inspira-dos”. De esta gran novela lírica se editaron 360 ejemplares,y se vendieron pocos de ellos.

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2.3 hiperión o el eremita en grecia

La sociedad inglesa y la francesa habían avanzado ya bas-tante como pioneras en el desarrollo de la épica urbana ymoderna que, según el modelo lukácsiano, es la novela. Afinales del XVIII también Alemania había dado algunos pa-sos notables en esa dirección con Wieland, Goethe después,el importantísimo Anton Reiser (1783) de K. Ph. Moritz, elmismo Heinse o los románticos de la edad de Hölderlin.Él empieza en el verano de 1792, todavía seminarista, aten-diendo un consejo de Stäudlin de incorporar en el proyectoel “espíritu de los tiempos”. Al cabo de un año puede yaelegir un fragmento que somete a Städlin; en Waltershau-sen rehace todo lo que tenía escrito y confía en su publica-ción próxima en la revista de Schiller, como ocurre (es laque recibió Susette en copia manuscrita antes de conocer aHölderlin). Aunque la definitiva es considerablemente máslarga, la versión de Waltershausen es ya un todo narrativa-mente cerrado. Ferrer (1993: 36) ha hecho una síntesis de lasseis versiones que reproducimos aquí por su manejabilidad:1) la primera es la del seminario de Tubinga, que no acabó,pero se conserva en manuscrito; 2) sigue la que completódurante su primer empleo como preceptor en Waltershau-sen (1794) y que apareció en la Nueva Talía (es el Fragmen-to Thalia de la bibliografía); 3) después intentó una versiónmétrica, a finales de 1794, en plena fiebre de la filosofía fich-teana, que no terminó; 4) regresa a la prosa con la tambiéninacabada La juventud de Hiperión, de 1795; son unas cua-renta páginas y Melita ya es Diótima; 5) la segunda partede 1795 la pasa sobre todo en Nürtingen, donde vuelve amodificar las versiones anteriores: es la penúltima versión,dotada de un prólogo, y 6) la versión definitiva (1796-98),Hiperión o el eremita en Grecia. Está escrita4 y completada encasa de los Gontard, y es fácil imaginar el efecto estimulan-

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la obra

te que tiene que haber ejercido la presencia de Susette. Losdos volúmenes aparecieron en abril 1797 y octubre de 1799.

En sus distintas versiones la novela presenta una ciertahomología con los accidentes históricos de la época, la deldesmoronamiento del Antiguo Régimen, que reacciona confiereza por todas partes. En el verano de 1794 se acaba elsueño de la república jacobina de Maguncia, pero en 1798,cuando existen de nuevo preparativos para proclamar unarepública de Baden-Suabia, el Directorio de París ha archi-vado los proyectos de una república paneuropea y hacepolítica francesa, es decir, hace lo que puede por impedirrepúblicas en suelo alemán. Ya en los meses del Terror seha tenido que plantear Hölderlin serias preguntas sobre larealidad y pertinencia de los cambios revolucionarios. Nodebe engañarnos, pues, el desplazamiento de la acción aGrecia. La creciente claridad política de Hölderlin sobre laactuación de los jacobinos se objetiva aquí en la orientaciónopuesta de los dos amigos. Alabanda, con rasgos de Sin-clair –a quien trata no antes de 1795, no se olvide–, tambiénde Fichte, es el hombre resuelto que ve la necesidad y lajustificación de la violencia política y por eso se asocia enla Liga de la Némesis para preparar el alzamiento antiturcocon personajes poco recomendables. Hiperión cree en otrasvías para el cambio cambio. La oposición la sitúa Hölderlinen los temperamentos:

Él [Alabanda], expulsado por el destino y la bar-barie de los hombres de su propia casa, vivien-do entre extranjeros, lleno de amargura y fierezadesde su temprana juventud y, sin embargo, enlo profundo de su corazón lleno de amor, llenode deseo de atravesar su dura corteza para ac-ceder a un elemento más amigo; yo [Hiperión],

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2.3 hiperión o el eremita en grecia

tan alejado en mi interior ya de todo, tan extrañoy solitario con toda mi alma entre los hombres,tan ridículamente acompañado en las más que-ridas melodías de mi corazón por el sonar de loscascabeles del mundo [. . . ].

(Hölderlin 2000: 47)

Los hombres manchados por el mundo de la enajenación,vendrá a decir la novela, deformados por tanto por las es-tructura del orden antiguo, están imposibilitados para fun-dar la ciudad nueva. Hölderlin a veces es un poco agusti-niano.

En síntesis, Hiperión es la peripecia de un joven de la islagriega de Tina, educado en una infancia rousseauniana bajola amorosa conducción de un maestro. Más tarde llegan lasexperiencias agridulces de la amistad y el empeño por parti-cipar en lo que en los inicios toma por un combate liberador.Hay riesgo en sus andanzas, y al final sobre todo hay decep-ción por la inhumanidad que muestran los pretendidos libe-radores; es entonces cuando Hiperión se retira del mundo.Y desde ese atalaya hace sus informes epistolares, con unaperspectiva narrativa un tanto compleja. Es, efectivamente,una novela epistolar, con una distribución desigual en losdos volúmenes de las sesenta y dos cartas. La mayoría deellas las dirige Hiperión a su amigo Belarmino; más tarde,Hiperión y Diótima intercambian trece cartas (sólo dos deella), siempre con el fondo de las tentativas de griegos pa-ra sacudirse el yugo turco. Las cartas no sólo recuperan elpasado reciente, puesto que la experiencia anterior es am-pliada y enriquecida con reflexiones de la persona que esHiperión cuando escribe. Su vida diaria como eremita reci-be escasa atención.

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la obra

Veladamente, Hiperión es asimismo un análisis valorativode la historia reciente. Corre el año 1770, y los rusos handesplegado su armada por el Mediterráneo. Hiperión, quese ha trasladado a Esmirna, conoce a Alabanda, que a nomucho tardar resultará ser, cuando el éxtasis de la amis-tad primera remita, el otro polo de la oposición en punto ala puesta en práctica de la utopía transformadora. Al finalDiótima, de algún modo representante de la Ilustración to-lerante, convencerá a Hiperión para que se haga educadordel pueblo: un viejo sueño de Friedrich Hölderlin. Avanza-da la primera parte de la novela, el radicalismo jacobino deAlabanda y sus amigos se acerca a su realización; recuérde-se que en su fugaz variante robespierriana, el instrumentodel jacobinismo era el terror, un totalitarismo no por prein-dustrial menos desgarrador para el cuerpo social. Aquí elchoque con Alabanda es frontal, porque a Hiperión sien-te que sin una transformación previa de los individuos nohabrá modificaciones políticas reales.

Retirado ya en “los brazos de la naturaleza” como ere-mita, Hiperión le escribe al amigo Belarmino. El momentoprimero había sido de escisión: su fervor por “el mundo he-roico de Plutarco” tenía muy poco que ver con la miseria desu tiempo y de sus contemporáneos. Después del reconoci-miento en la amistad con Alabanda viene la distancia enaje-nada; la primera parte acaba en el punto cero. Tras rompercon Alabanda regresa Hiperión a Tina, donde pretende lle-var una vida sencilla. El segundo libro registra una actitudya diferenciada en el narrador y exprotagonista, más forta-lecido contra las disonancias del mundo; el avance gradualen la autoconciencia, y en la percepción de la belleza, lo es-tán situando en el camino al amor: a Diótima. Seguramentepor esa fuerza adquirida la muerte de ella no lo arroja a ladesesperación. Hiperión viaja luego a Alemania –Hölderlin

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2.3 hiperión o el eremita en grecia

necesita este contrapunto algo postizo para la crítica–, y allíconstata los daños que su civilización irroga a los alema-nes; de vuelta ya, puede lanzarse al cumplimiento de sumisión. Pero ya está animado por una nueva seguridad; esuna filosofía confiada, conciliatoria, armónica con “el almadel mundo”. Un poco antes del final ha escrito un resumeninmejorable de esa filosofía de la esperanza:

Tampoco nosotros, Diotima, tampoco nosotrosestamos separados, y llorar por ti es no com-prenderlo. Nosotros somos notas vivas sonandoconjuntamente en tu armonía, ¡oh, naturaleza!¿Y quién podría romperla?, ¿quién puede sepa-rar a los que se aman?

¡Oh alma, alma! ¡Belleza del mundo, indestructi-ble, fascinante, en tu eterna juventud! Tú existes;¿qué son, pues, la muerte y todo el sufrimientode los hombres? ¡Ah, cuántas palabras huecas ycuántas extravagancias se han dicho! Sin embar-go, todo nace del deseo y todo acaba en la paz.

Como riñas entre amantes son las discordanciasdel mundo. En la disputa está latente la reconci-liación, y todo lo que se separa vuelve a encon-trarse.

Las arterias se separan, pero vuelven al corazóny todo es una única, eterna y ardiente vida.”

(Hölderlin 2000: 212/213)Los paralelos de la filosofía subyacente en Hiperión con

líneas que en Hegel madurarían después son llamativos,pero también con principios de las formas de religiosidaden que creció Hólderlin. Un supuesto bastante explícito en

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la obra

Hölderlin es que la vida en la tierra tiene por cometido el ac-ceso al “ser en el único sentido de la palabra”; pero duranteel camino ha de superar esa vida la alienación o el extraña-miento con relación a los objetivos, porque a los humanosse les impone el recorrido de lo que, con tecnicismo astro-nómico, llama la “órbita excéntrica”, que viene después dela armonía del origen y que al parecer es condición de laperfección final. El término “trayectoria” se presenta con al-guna frecuencia en Hölderlin desde un poema de juventuddedicado a Kepler. Pues bien, en la biblioteca del semina-rio de Tubinga se encuentra todavía hoy un volumen de Deadmirabili proportione orbium coelestium. . . a M. Ioanne Keple-ro, Tubingae 1596, y resulta tentador imaginar que fue deeste texto de donde sacó la fecunda metáfora; ciertos plane-tas, había descubierto Kepler, se aproximan o alejan segúntrayectorias irregulares del cuerpo celeste en torno al quegravitan (Hegel también tuvo un marcado interés por la as-tronomía, y Kant, nada menos, se había doctorado en 1755

con una tesis en latín sobre esa misma disciplina, De igne).También el camino de Hiperión describe una órbita que cir-cunstancialmente le aleja, porque cae, del “ser”, del Seynque es armonía consigo y unidad con la naturaleza.

La coincidencia es casi total entre muchas miradas críti-cas: estamos ante un poema extenso, con prosa de una ex-cepcional calidad poética; téngase presente además que enun sentido estricto el Hiperión prácticamente no tiene pro-gresión narrativa. Pero también ha sido frecuente la reduc-ción elementalizadora de la novela a lo histórico-político–los análisis de Lukács, por ejemplo, por lo demás con unascuantas intuiciones valiosas–, a veces con el descubrimientode lo inevitable que, en aquella Alemania que acabó yugu-lando todo movimiento antiabsolutista, resultaba el refugioque busca Hiperión en “una nueva religión.” Lo cierto es

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2.3 hiperión o el eremita en grecia

que esas idea de una nueva comunidad utópica, muy deépoca también –la “iglesia invisible”–, ya habían hecho apa-rición bastante antes entre los amigos de Tubinga, y, antesaún, entre ciertos ambientes ilustrados; en el capítulo quin-to de la versión conocida como Juventud de Hiperión se hablade una “religión poética”.

Algunas críticas adversas están sin lugar a dudas en elorigen del disfavor del público por el Hiperión durante mu-chas décadas (Pau 2008: 205 y ss.). Tan temprano como en1798 y a cargo de un filólogo, J. K. F. Manso, apareció enuna revista literaria alemana muy leída una recensión incle-mente de la novela, que fue igual de feroz con el segundotomo tres años después. Por lo demás, el silencio fue casicompleto. La reedición de 1822 encontró críticas igual de ne-gativas, y con la edición de Schwab de 1846 las vestimentasde algunos críticos vuelven a rasgarse, hasta se denuncia(Pau 2008: 206) la ceguera de Hölderlin por “la belleza delcristianismo”. La Santa Alianza se acercaba a su liquidacióncon los levantamientos de 1848, pero todavía mantenía el vi-gor de antaño. Cerraremos la historia de la recepción de lanovela con tres comentaristas destacados.

En 1861 Nietzsche (1844-1900), con 17 años e interno enPforta, redacta un ejercicio sobre Hölderlin que sólo se co-nocería en las ediciones de su obra que siguieron a la muer-te del filósofo. Hölderlin, declara, es su “poeta preferido”;en el trabajo demuestra un buen conocimiento de su lírica,del Empédocles y del Hiperión. Es una aproximación admira-tiva, y encuentra que “su prosa es música”5; el Hiperión leparece alta poesía y aplaude que diga “verdades amargasa los alemanes”. Pero la novela le resulta al cabo “insatis-factoria”: Nietzsche ha visto que la novela se queda corta(Koberstein, el profesor, puso aquí un aprobado al alumnosobresaliente, y añadió la recomendación de que se ocupa-

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se de autores más sanos, etc.: también eso es parte de larecepción del Hiperión). Dilthey, un filósofo de nota, hacedespués una crítica empática de la filosofía de base de Höl-derlin; por cierto que su justipreciación del escritor tampo-co era tan lejana de la que llevará a cabo Lukács. Reveladoraes la ausencia que percibe asimismo en el Hiperión:

Pero Hölderlin, al igual que Nietzsche, sabe ha-cernos ver con relieve sensible, rápidamente, losestados del alma, como iluminados por el res-plandor de un rayo; en cambio, tampoco él escapaz de presentarnos a un hombre a la serenaluz del día. Todas las figuras que desfilan por sunovela son como sombras.

(Dilthey 1978: 383)La nota por completo disonante es la lectura algo apresu-

rada de St. Zweig, que sólo veía en el Hiperión, en su esti-mación únicamente valioso como música, un zurcido com-puesto poco menos que con el saqueo de materiales. Nadaes de Hölderlin excepto “un ritmo en la palabra que noshace saltar, un ritmo que es reflejo del infinito.”

2.4 la prosa y los ensayos

Hölderlin ha tenido que leer y discutir las Críticas kantia-nas ya en sus años de Tubinga –la tercera, la Crítica del juicio,es de 1790–, y ha adquirido un conocimiento amplio de Pla-tón, Herder, Rousseau, Jacobi, Spinoza, etc. Se formó en elseminario en la convivencia inmediata con compañeros deexcepción, pero conviene decir además que el medio añoque pasa posteriormente en Jena, donde alcanza una pri-mera madurez filosófica, es un tiempo de fermentación in-telectual en la ciudad y en el país, y que él le ha sido testigo

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2.4 la prosa y los ensayos

de privilegio por cuanto que estuvo directa y personalmen-te asociado con los protagonistas; más o menos durante susmeses de Jena está rematando Schiller las Cartas sobre la edu-cación estética del hombre, Niethammer empieza a publicar suRevista filosófica, y le ofrece sus páginas, y Fichte se presentaya al público con la Doctrina de la ciencia acabada. Todo estodefine un perfil preciso del orbe de cuestiones estéticas yfilosóficas en que participa, y que por necesidad han tenidoefectos también sobre su actividad lírica y elegíaca; los tra-bajos en prosa conexos con ella –reflexiones estéticas sobreSófocles y el mundo cultural del gran trágico, ensayos y es-bozos, notas sobre teoría de la composición poética, sobrela religión o el juicio lógico– ponen asimismo en evidenciacuáles son sus focos de interés. Cierta leyenda sin embargohace de él como mucho un representante algo anodino enla segunda fila de un idealismo filosófico indiferenciado.

Desde los años 60 del siglo XX existe ya una crítica filo-sófica que subraya la importancia que han tenido los múl-tiples aportes filosóficos de su formación no sólo para laconstitución de su poetología y su labor de creación artís-tica (poética), sino asimismo en los primeros pasos de lafilosofía que por eminencia suele asociarse a Hegel, el idea-lismo; son aquí de cita obligada, entre otros, Ryan y Prignitzy, entre nosotros, Martínez Marzoa. También se han hechoavances en el conocimiento más exacto de las influencias in-ternas entre Hölderlin, Schelling y Fichte. En Tubinga, y adespecho de la severidad de los controles que reclamaba elrégimen del centro, el panteísmo y la doctrina de Spinozaeran discutidos acaloradamente cuando menos en el grupoen torno a los tres amigos; el principio spinoziano del deussive natura levantaba sospechas sobre el ateísmo del autor, yel libro de Jacobi (de 1785, véase Jacobi 1995), que los estu-diantes conocían bien y lo habían debatido a fondo, sugería

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la obra

que el propio Lessing profesaba alguna forma de ateísmo.Unas notas de Hölderlin de 1790 o 1791 atestiguan una pri-mera aproximación del joven a Spinoza: “Lessing era spi-nozista. [. . . ] Los conceptos ortodoxos de la divinidad noeran para él. No podía gozar de ellos. En kaì Pan!, otra co-sa no sabía.” (Hölderlin 2008: 17). En esa fórmula griega,“uno y todo”, adaptada al latín por Cicerón y recuperadaposteriormente en Inglaterra, común luego a ciertas corrien-tes místicas alemanas (Böhme, Angelus Silesius) y, en fin,adoptada por Lessing, se cifraban ideas emparentadas conla concepción panteísta o spinozista de la naturaleza. Tam-bién lo utiliza con frecuencia Heinse en el Ardinghello, unautor y una novela que dejaron una impronta profunda enHölderlin. Las citadas notas contienen asimismo un brevepárrafo que pone de manifiesto que el seminarista poseíaya un conocimiento muy fino de la filosofía de entonces (yde la aristotélica):

En Leibniz, como en Spinoza, toda causa finalpresupone una causa eficiente. No el pensar esla fuente de la sustancia, sino que la sustanciaes la fuente del pensar.

(Hölderlin 2008: 20).Aún así, a Hölderlin no parece que le interese demasiado

capturar o determinar el mundo mediante un gran sistemade redes conceptuales al estilo de la filosofía ulterior de He-gel, y si le aplicáramos el modelo restrictivo que se ha idocreando sobre la figura filosófica de su amigo, el de la re-flexión teorética, Hölderlin quedaría más o menos como unvisionario interesado en la elaboración de una metafóricapara su misión de transposición poética de un mundo. Aho-ra bien, Hölderlin, como decimos, viene de una formaciónfilosófica que integra mucho de lo mejor de la antigüedad

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2.4 la prosa y los ensayos

y del pensamiento del XVII y el XVIII (para la Edad Medianunca tuvo un oído atento). Tanto que cuando se estableceen Jena ya advierte que la moral estética de Schiller no re-siste el embate de la filosofía de Fichte, “el alma de Jena”,como lo llama en una carta a Neuffer; Fichte, procedentecomo todos ellos de Kant, ofrecía una filosofía mucho másnítida de la actuación y la responsabilidad personal.

Si no la gran idea central de un sistema elaborado, porlo menos puede establecerse que un motivo que da articu-lación a sus creencias, y a su poesía, es el de un mundonatural o naturaleza viva (Bodei 2008: 34) “en la que la vi-da y la muerte se generan una de la otra incesantemente,y en la que los principios opuestos, de formación y de des-trucción, están en perpetua lucha entre sí.” Nos consta suinterés por el debate de Jacobi en torno al spinozismo deLessing, y la atención que dedicó a las tradiciones del pan-teísmo herético o a Giordano Bruno6. El párrafo siguiente,de “El devenir en el perecer”, un escrito de Homburg, serefiere a ello:

La nueva vida es ahora efectivamente real; loque debía disolverse, y se ha disuelto, es aho-ra posible (idealmente antiguo), la disolución esahora necesaria y porta un carácter peculiar en-tre ser y no-ser. Ahora bien, en el estado entreser y no-ser, por todas partes lo posible se hacereal, y lo efectivamente real se hace ideal, y esto,en la libre imitación artística, es un terrible, pe-ro divino sueño. Por lo tanto, la disolución, encuanto necesaria, desde el punto de vista del re-cuerdo ideal, llega a ser, como tal, objeto idealde la vida que ahora acaba de desplegarse, unamirada atrás sobre el camino que tuvo que ser

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la obra

dejado atrás desde el comienzo de la disoluciónhasta allí donde a partir de la nueva vida pue-de producirse un recuerdo de lo disuelto y, deahí, como explicación y unificación del vacío ydel contraste que tiene lugar entre lo nuevo y lopasado, el recuerdo de la disolución. Esta diso-lución no encierra temor.

(Hölderlin 2008: 106 y s.).El temor y el dolor por la disolución y la desaparición

que observamos en el mundo natural, se diría, no tienenauténtica razón de ser puesto que en la naturaleza absolu-tizada todo se resuelve o reintegra en el seno celestial (eladjetivo en Hölderlin tiene poco que ver con las representa-ciones cristianas). Hay muchas corrientes de pensamientoconvergentes en este complejo de ideas, desde los órficosy los presocráticos a los neoplatónicos, Goethe y sus meta-morfosis, o la sabia indiferencia de Spinoza ante el devenir,puesto que la substancia eterna nos incluye; el hecho es quepara Hölderlin correspondían a realidades efectivas.

En la determinación más concreta del lugar de Hölderlinen la filosofía del idealismo alemán proporcionan ayudados documentos breves pero importantes. Por una parte unmanuscrito de dos páginas que no se conoció hasta 1961,Ser y juicio, probablemente redactado en la primavera de1795 y muy en la línea del vocabulario de Fichte. Empiezaasí:

Juicio es en el más alto y estricto sentido la ori-ginaria separación del objeto y el sujeto unidosdel modo más íntimo en la intuición intelectual,es aquella separacion mediante la cual –y sólomediante ella– se hacen posibles objeto y suje-to, es la partición originaria. En el concepo de

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2.4 la prosa y los ensayos

la partición se encuentra ya el concepto de larecíproca relación del objeto y el sujeto, y la ne-cesaria presuposición de un todo del cual objetoy sujeto son las partes. ‘Yo soy yo’ es el ejemplomás adecuado de este concepto de la particiónoriginaria en cuanto partición teorética, porqueen la partición originaria práctica hay contrapo-sición al no-yo, no a sí mismo.

(Hölderlin 2008: 27).

Ocurre que el recurso aquí a la etimología para funda-mentar la partición “originaria” entre sujeto y predicadoses parcialmente falsa, aunque esto no podían saberlo toda-vía Fichte ni Hölderlin. En efecto, el prefijo alemán ur-, queremite al origen o lo antiguo (uralt,“viejísimo”), sin embar-go en el verbo urteilen, “juzgar”, y en su forma substantivaUrteil,“juicio”, y por causas de fonética histórica, coincidefuncionalmente con un prefijo próximo, er-, de valor causa-tivo o resultativo (Teil es “parte”) y que, por su parte, dael verbo erteilen,“conferir, conceder”. En cualquier caso, laspartes en su origen disjuntas están en la base de la teoríaidealista del juicio, e intervienen en la configuración de laautoconciencia; el fragmento trata después las determina-ciones modales de posibilidad, realidad y necesidad. ParaHeinrich, que en el tratamiento hölderliniano del ser “comotal” reconoce influjos de Aristóteles y Platón, estaríamosaquí ante una ontología in nuce.

Ha resultado siempre llamativo que los tres amigos quedurante un tiempo compartieron habitacion en el Stift deTubinga hayan producido después obras de rango excep-cional, por más que Nietzsche emitiera después a propósitodel centro una pulla algo injusta7.

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la obra

Los debates eran cosa de profesores y Repetenten, pero losseminaristas con interés por los temas expuestos podían in-tervenir, y lo hacían vivamente. Con Schelling y Hegel hatenido Hölderlin muchas conversaciones en el seminarioy después sobre filosofía, con los inevitables desacuerdos,bien entendido. Esas conversaciones se han plasmado enun documento breve que es de importancia capital en laevolución de los amigos y al que Franz Rosenzweig en suedición de 1917 llamó Programa sistemático más antiguo delidealismo alemán. El texto del documento, de una sola pági-na y escrito por ambas caras, comienza a mitad de una fra-se y nos ha llegado de puño y letra de Hegel, que, se cree,pudo haberlo escrito en el verano de 1796. Tras deceniosde enconadas discusiones entre especialistas, hoy se admi-te que el redactor originario fue Schelling, que lo hizo en1795 por sugerencia inmediata de Hölderlin; para MartínezMarzoa (Hölderlin 2008: 10, “Presentación”), el texto es másobra de Hölderlin “que de cualquier otro”. Lo sorprenden-te es que el condensadísimo texto representa la matriz deun buen porcentaje de los temas que desarrollará el idealis-mo filosófico. Más en general, las aportaciones de Hölderlinal nacimiento del mismo están de todos modos entrevera-das de elementos de la llamada filosofía de la unificación,una corriente de remotos orígenes platónicos que reactiva-ron Shaftesbury con el neoplatonismo de la “simpatía” yHemsterhuis en el continente.

Por aquellos años fijaba Friedrich Schlegel en el fragmen-to 216 de la revista romántica Athäneum su muy conoci-da caracterización del momento histórico: “La RevoluciónFrancesa, la Doctrina de la Ciencia [de Fichte] y el Meister deGoethe son las grandes tendencias de la época”8.

(Merecería la pena investigar posibles raíces comunes delfragmentarismo del romanticismo literario inicial y el de

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2.4 la prosa y los ensayos

Hölderlin). Y bien, Hölderlin ha descollado en el conoci-miento de las tres notas definitorias; esos ingredientes, auncuando Kant esté extrañamente ausente, son también unconcentrado de los afanes y la rebelión –también Goethe hatenido una juventud rebelde, desde el Götz von Berlichingen–de los tres filósofos amigos que están detrás del borrador.El “Programa sistemático” es un balance de los años deformación conjunta antes de la separación; también es untemprano alegato contra los efectos indeseables de la faseprimera de la revolución industrial en las condiciones políti-cas del absolutismo –hay que atender al uso que se hace de“máquina”, “mecánico”, “engranaje”, etc. Sus frases finalesestán tintadas por los ideales educativos del antiabsolutis-mo, pero también ensayan otra dirección:

Mientras no hagamos estéticas, es decir, mitoló-gicas, las ideas, ningún interés tienen para el pue-blo, e inversamente: mientras la mitología no searacional, el filósofo tiene que avergonzarse deella. [. . . ]. Entonces reinará entre nosotros per-petua unidad. Nunca la mirada desdeñosa, nun-ca el ciego temblor del pueblo ante sus sabios ysacerdotes. Sólo entonces nos espera igual culti-vo de todas las fuerzas, las del singular como lasde todos los individuos. Ninguna fuerza será yaoprimida, ¡entonces reinará universal libertad eigualdad en los espíritus! – Un más alto espíritu,enviado del cielo, tiene que fundar entre noso-tros esta nueva Religión; será la última obra, lamas grande, de la humanidad.

(Hölderlin 2008: 31).Marx no conoció el texto, pero el lenguaje de estos pá-

rrafos recuerda mucho al del anuncio de una escatología

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la obra

intramundana en el Manifiesto Comunista (1848), del que leseparan 53 años.

Tanto en el Hiperión como el Empédocles fracasan los pla-nes de humanizar las formas sociales de los hombres, sibien ello no parece imputable a los programas ideales. Ensu gran poesía, por otra parte, encontramos el hueco silen-cioso que unos poderes divinos han dejado tras de sí y queestá en el origen del desvarío de los humanos; quedan, sí,indicios, señales de la actividad de otrora de esos poderes.Las muchas corrientes filosóficas y políticas rastreables entodo esto han sido dotadas por Hölderlin con una rara ener-gía presentizadora. Es sin duda uno de sus grandes activosfilosóficos esa fuerza suya para fagocitar revitalizando lo“extranjero”, lo procedente de otras áreas de la memoria co-lectiva de los hombres; al fin y al cabo Sófocles era ya un“oriental”. El error de partida lo han cometido quienes re-clamaban de él un sistema acabado propio, algo que nuncaentró en sus propósitos. “La fuerza de la poesía y del pen-samiento de Hölderlin reside precisamente en su capacidadde ‘apropiarse de lo ajeno’, de nombrar, como Empédocles,lo ‘ignoto’, de decir lo nefas, [. . . ].” (Bodei 2008: 90).

La poesía recibe de este modo una más alta dig-nidad, vuelve a ser al final lo que era al principio– maestra de la humanidad, pues ya no hay filoso-fía, ya no hay historia, sólo la poesía sobreviviráa todas las demás ciencias y artes.

(Hölderlin 2008: 30).El misterioso esbozo, redactado en primera persona, sub-

raya pues el momento estético como prevaleciente en lafutura humanidad postulada. Exámenes textuales precisosdan como verosímil que esos párrafos sobre estética proce-dan de Hölderin. Sea de ello lo que quiera, si ese párrafo

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2.5 las odas

y otros afines –“Estoy convencido de que el más alto actode la Razón [. . . ] es un acto estético, y de que la verdad yel bien sólo en la belleza están hermanados”– no son de él,lo menos que se puede decir es que en aquel momento degracia los otros dos filósofos estaban muy cercanos a Höl-derlin, al Hölderlin un día heredero de Goethe y de Schillerque ha decidido su mayoridad arística y filosófica. Sujeto ymoralidad, objeto y sensualidad han sido significantes deunos lenguajes que tuvo que asimilar para llegar hasta suvoz irrepetible. No sólo la muchedumbre, se lee en otro pa-so del escrito, también el filósofo tiene necesidad de unareligión sensible. El tributo debido a los dioses es compatiblecon la preparación de un mundo donde sea posible “restau-rar al ser humano en su totalidad”, con términos de Hegel,coautor del texto9.

2.5 las odas

Hasta la etapa de Fráncfort se ha servido Hölderlin delhimno rimado. Por causas complejas, sin duda también porla dirección que estaba tomando su vida en la proximidadde Susette, hacia 1797 Hölderlin experimentaba ya un ciertocansancio con la que está haciendo y empieza a tantear for-mas y metros nuevos. La oda es en Alemania un género querecupera la Ilustración, y a Klopstock lo había leído desdepronto, quizá en la primera colección de sus Odas, publica-da en 1771 en Hamburgo (y que llegó muy cerca a los jóve-nes de entonces, como a Goethe). El género, que el presti-gioso Klopstock cultivó hasta la ancianidad, podía contenercasi todo: propuestas para un mejor gobierno, la patria, lareligión (ilustrada), el amor. El arrebato entusiasta, tambiénsujeto a convencionalizaciones, solía mantener el carácter

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la obra

unitario del producto resultante; como modelo Klopstocktenía ante los ojos el hexámetro y demás metros griegos.Hölderlin elige la estructura estrófica de la oda de Horaciodespués de traducir dos de ellas, aunque simplificando lavariedad de tipos presentes en Horacio y Klopstock y redu-ciéndolas a dos (Ferrer 2004: 96 y s.), las llamadas asclepia-dea y la alcaica. Al mismo tiempo tiene que hacer reajustesen la forma elegida, de intención y de contenido, porqueasí lo exige la implosión amorosa que está viviendo; para la“filosofía de la unificación” que profesa, inocultablementepresocrática en su preeminencia de los poderes elementalesque juntan o disgregan, es el amor la potencia unificadorapor excelencia. La brevísima oda “Curso de la vida” (pri-mera versión) representa muy bien todo esto porque estoscuatro versos sugieren, junto con algún reflejo del amor cor-tés, toda una idea de la función poética y el reconocimientodel poder educador de los siameses amor/dolor:

Mi espíritu era impulsado hacia arriba, pero elamor tiró de él

hermosamente hacia abajo; el dolor lo dobla conmás violencia;

así voy recorriendo el arcode la vida y vuelvo allí de donde vine.

[Hoch auf strebte mein Geist, aber die Liebe zog/ Schön ihn nie-der; das Leid beugt ihn gewaltiger;/ So durchlauf ich des Lebens/Bogen und kehre, woher ich kam. (Hölderlin 2000: 143)].

Diótima que era meramente una figura de ficción, luegoes trasposición poética de Susette Gontard; está en el centrodel Hiperión y en múltiples odas. Hacia 1798 ya ha compues-to Hölderlin unas cuantas odas cortas y de estructura polarpor cuanto responden, como la anterior, a la oposición quequiere marcar entre un plano “ideal” y las constricciones de

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2.5 las odas

la vida; estas odas cortas se convierten en base de las am-pliaciones y reelaboraciones que seguirán. En su encuentrode Fráncfort de agosto de 1797 Goethe le había recomen-dado el empleo de formas breves –“pequeñas”–, y en unade sus escasas contestaciones epistolares Schiller le habíadicho algo parecido. Pero Hölderlin está creciendo, y en sucrecimiento va ganando la convicción de que esas formas lí-ricas breves no son del todo conformes con el largo alientoartístico para el que se siente dotado, aunque la adquisiciónde esa autonomía tiene que haber sido dolorosa. Una poe-sía de esa época, “A los avispados que aconsejan”, parecereflejar esta conciencia acrecida del propio valor; tambiénes una prueba de que por debajo del tono sumiso de susmanifestaciones ante Schiller, sabía afirmar su independen-cia:

¿[Decís que] no debería combatir en el campode la vida

en tanto mi corazón aspira a la máxima belleza,y que tengo que entonar el canto del cisne junto

a la tumba,mientras vosotros tan gustosamente nos enterráis

vivos?

[Ich sollte nicht im Lebensfelde ringen,/ So lang mein Herz nachhöchster Schöne strebt,/ Ich soll mein Schwanenlied am Grabesingen,/ Wo ihr so gern lebendig uns begräbt? (Hölderlin 200:126)].

Se ha sugerido que para una interpretación rigurosa deestas odas habría que estar familiarizado con la teoría delcambio de tonos de Hölderlin; pero los distingos concep-tuales de algunos de sus trabajos poetológicos –los tonosheroico, ideal e ingenuo10— suelen ser algo confusos, in-cluso para quien conozca los escritos estéticos de Schiller,

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la obra

y tampoco queda muy claro, como dice Wackwitz, en quégrado aplica el poeta su propia clasificación a los poemasen función del objeto. En los ”cantos nocturnos” –así llamaHölderlin en una carta al editor Wilmans de diciembre de1803 a un grupo de poesías– se encuentran tres odas que re-configuran, en ciertos pasos con modificaciones profundas,poesías anteriores: “Quirón”, “Apocamiento” y “Ganime-des”.

Estas odas, varias de las cuales también temporalmentese cubren con el acabado del Hiperión, son quizá menos he-roicas, pero son más cercanas a la vida. Concurre ademásuna circunstancia a considerar, que ha sido señalado algunavez y que tiene que ver con la autonomía creadora que lateen la estrofa anterior, y es que ni Schiller ni Goethe hacenuso de esa forma poética, de modo que puede sentirse másseguro en el terreno que pisa; las que vieron la luz, comolos grandes himnos –de publicación no siempre completa–,hallaron un público indiferente, y las cosas no cambiaronhasta comienzos del XX. También puede atraerle el paisajecircundante, las vías fluviales, el Meno, el Neckar, que es elrío de su infancia, y al que dedica una de ellas; pero Höl-derlin no es exactamente un romántico, y apenas su pupilase ha detenido en el río que tiene delante –“En tus valles seme despertó el corazón/ a la vida”–, y tras una alusión a lospadecimientos de su época de “servidumbre”, se dispara yasu mecanismo de proyección histórica hacia sus nostalgiasde Grecia, la patria del corazón, con la contenida apoteosisde la estrofa última: “A vosotras, ¡oh islas!, me llevará aca-so, a vosotras/ algún día mi dios protector”. O la política,en que ve la actuación de un espíritu de la época al que él,como Hegel, considera muy poco interesado en los anhelosde los seres humanos –“Demasiado tiempo has imperadopor encima de mi cabeza/ en tu oscura nube, ¡oh espíritu

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2.5 las odas

del tiempo!”, en la oda a que dio ese título, “Espíritu dela época”–; de la etapa de su primera estancia en Homburgcon Sinclair y los amigos (1798-1800) son algunas odas alcai-cas de especial armonía, como “Por la mañana” o “Fantasíade la tarde”. En esta última mientras observa, o imagina,los ritmos fecundos y satisfactorios de la actividad laboralde los hombres –los labriegos que ha terminado la jornadacon el arado, los marinos que en lejanas ciudades vuelvenal puerto– experimenta la punzada del desarraigo:

¿Y yo adónde voy? Los mortales vivendel salario y el trabajo; en la alternancia de afán

y descansoes todo placentero; ¿por qué entoncesno se me duerme nunca el aguijón en el [pecho?

[Wohin denn ich? Es leben die Sterblichen/ Von Lohn und Arbeit;wechselnd in Müh’ und Ruh’/ Ist alles freudig; warum schläftdenn/ Nimmer nur mir in der Brust der Stachel? (Hölderlin2000: 180)].

Tienen que haber sido años de grandes variaciones ensu estado personal, agravado por los repetidos fiascos desus proyectos. Una recuperación episódica son los meses deStuttgart (1800), en conjunto plácidos y productivos si “Elamor”, “Oficio de poeta” o “La despedida” son un retra-to fidedigo; vuelve a las reelaboraciones con, por ejemplo,“Coraje de poeta” (segunda versión, y esta insistencia en laorientación central de su vida dice mucho). Pero asimismose está haciendo a la idea de que con Susette ha tocado te-cho en la felicidad alcanzable en la tierra, y una de estasodas breves, “Diótima”, es interesante porque en ella, co-mo en “Si desde lo lejos. . . ”, que analizaremos después, losactantes, es decir, el poeta y la amada, son intercambiables:

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Callas y soportas, y no te entienden,¡tú, vida sagrada!, te vas marchitando y callas,pues, ay, en vano buscas entre bárbarosa los tuyos a la luz del sol, . . .

[Du schweigst und duldest, und sie versteh’n dich nicht,/ Du hei-lig Leben! Welkest hinweg und schweigst,/ Denn ach, vergebensbei Barbaren/ Suchst du die Deinen im Sonnenlichte, . . . (Höl-derlin 2000: 141)].

En alguna ocasión Hölderlin evoca una infancia mágica-mente protegido por los dioses:

Cuando era un niñoa menudo un dios me salvabadel griterío y de la férula de los hombres,entonces jugaba segura y gratamentecon las flores del bosquecilloy las brisas del cielojugaban conmigo.

[Als ich ein Kind war,/ Rettet’ ein Gott mir oft/ Vom Geschreiund der Rute der Menschen,/ Da spielt’ ich sicher und gut/ Mitden Blumen des Hains,/ Und die Lüftchen des Himmels/ Spieltenmit mir. (Hölderlin 2000: 150)].

(El último verso de esa misma oda es la declaración dealguien que sabe de su origen celestial: “En brazos de losdioses me hice grande.”) También dedica tiempo en esosmeses a las elegías, o a algún canto de alto vuelo (“Stutt-gart”, “Como cuando en día de fiesta. . . ”). Todavía hay unaaceptación confiada de la vida.

En los títulos de estas odas fermenta ya un interés nacio-nal bastante determinado en Hölderlin. Pero la emoción po-lítica que explica sus cantos patrióticos han de entenderseen su contexto: el medio y la persona. Aunque su situación

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2.5 las odas

material es igual de incierta que siempre –está por los trein-ta años y como publicista o escritor hasta el momento sigueen la indefinicion–, hacia el cambio de siglo en Alemania,distante como está todavía de constituirse en un todo polí-tico, la historia está también forzando el paso; así, la ilusióndel cosmopolitismo filantrópico de los ilustrados lleva yaaños sometida a la prueba del paso en todas las direcciones,cuando menos en el sur del país, de ejércitos extranjeros, losde la expansión francesa muy en especial, y está naciendoya el sentimiento nacional que se extenderá con la organiza-ción de las guerras antinapoleónicas. No era tan irrealistapor parte de Hölderlin entonces la idea de que quizá a élpodría corresponderle algún papel en el reparto. Fichte, ypoco después los románticos, empezaban a galvanizar lasenergías nacionales, y en Prusia había estadistas, militaresy filósofos que tampoco tardaron mucho en elevarse comoportavoces del conjunto del país. ¿Y si Alemania a su mo-do llevaba a término la obra de la revolución. . . ? Hölderlin,como en el Hiperión, empieza las obras del amor por suscompatriotas con la crítica; así, en la oda “A los alemanes”:

No hagáis burla del niño cuando con látigo yespuelas

sobre el corcel de madera se siente valeroso ygrande,

pues vosotros, alemanes, también vosotros soispobres en hechos y ricos de pensamientos.

[Spottet ja nicht des Kindes, wenn es mit Peitsch’ uns Sporn/Auf dem Rosse von Holz mutig und groß sich dünkt,/ Denn, ihrDeutschen, auch ihr seid/ Tatenarm und gedankenvoll. (Hölder-lin 2000: 146)].

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la obra

Una crítica que, reveladoramente, en una versión de po-cos años después del mismo poema abre con generosidadlas puertas de la esperanza:

Genio creador de nuestro pueblo, oh cuándo,cuándo apareces tú del todo, alma de la patria,para que yo me incline más. . .

[Schöpferischer, o wann, Genius unsers Volks,/ wann erscheinstdu ganz, Seele des Vaterlandes,/ Daß ich tiefer mich beuge. . .(Hölderlin 2000: 200)].

2.6 emilie ante su boda

Un remanso en la actividad del poeta es este breve relatoepistolar en algo más de 600 versos rítmicos que escribióen Homburg en junio de 1799 y en no más de dos semanas,lo que revela que el perfeccionista Hölderlin podía tenertambién la mano rápida. Como el Hiperión, está asentadoen un presente histórico cercano. Fue un trabajo de encargopara la revista El libro de bolsillo para mujeres cultivadas, quepublicaba su amigo Neuffer en la editorial de Steinkopf, elmismo con quien Hölderlin ya había estado en tratos parael proyecto de revista; apareció en la entrega de 1800. Locomponen las siete cartas de Emilia, que va acasarse, a suamiga Klara.

El idilio es un género de gran popularidad en el XVIII,y ofrecía la posibilidad de ejercer crítica a aspectos de lasociedad del absolutismo –los matrimonios impuestos sontípicos– desde la perspectiva a menudo de una pequeñaburguesía (ilustrada) que ya apuntaba en ciertas áreas ur-banas del imperio. El propio Hölderlin ha dejado escritoque la tragedia y el idilio dan expresión al “ideal de un

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2.6 emilie ante su boda

todo vivo”, y según esto se ha visto en la Emilie la contra-parte amable del trágico Hiperión. Emilie, su protagonista,no muere como Diótima; el desenlace es aquí la promesade matrimonio. El ideal, inasible en la elegía o en el Hi-perión, prefiere por consiguiente el compromiso domésticodel hogar que se quiere establecer desde unas esperanzasrazonables:

Dos genios nos acompañan de un sitio para otroa nosotros, los vivos, la esperanza y la gratitud.

[Zwei Genien geleiten auf und ab/ Uns Lebende, die Hoffnungund der Dank. (Hölderlin 2000: 177)].

Emilie emprende un viaje con su padre con la intenciónde sobreponerse a la muerte de su hermano, Eduard, queha caído en Córcega cuando se había incorporado a la in-surreccción de Pasquale Paoli. Y en el bosque de la Teu-toburgo da con un desconocido, Armenion (prácticamenteun anagrama de Arminio, es decir, Hermann), que acusaun gran parecido con el hermano desaparecido. No habráque decir que Emilie se enamora; él más tarde viaja trasella, le confiesa asimismo su amor por carta y se cierra asíel compromiso. La última de las misivas de Emilie a Klaracomunica la confiada seguridad de quien ha encontrado sucamino sometiendo su voluntad a un poder reconocido:

Así era yo; pero la orgullosa y bella corrientese ha hecho cargo de la fugitiva,y tranquila avanzo ahora hacia donde la segura

[corrientequiera llevarme, descendiendo por la orilla ri-

sueña.

[So war ich; aber liebend hat der stolze,/ der schöne Strom dieflüchtige genommen,/ Und ruhig wall’ ich nun, wohin der siche-

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re/ Mich bringen will, hinab am heiteren Ufer. (Hölderlin 2000:179)].

En Emilie ante su boda ha distribuido Hölderlin muchas se-millas de la propia vida. El parecido físico del inicialmentedesconocido con el hermano muerto, que activa el enamo-ramiento, corresponde claramente al de Hölderlin con elhermano de Hamburgo de Susette; Eduard tiene que vercon Sinclair, a quien Hölderlin se había dirigido con la oda“A Eduard”; el bosque de Teutoburgo lo conocía Hölderlindel viaje dichoso de 1796, cuando pudo permanecer juntoa Susette sin restricciones de tiempo, y parece que Heinseproporcionó el modelo para el padre de Emilia. Si por lavía del sueño, de acuerdo con el freudismo, el deseo buscaencontrar la satisfacción, este idilio sentimental, equilibra-do y noble como Emilia, la figura central, es el breve sueñooptimista a que se entregó Hölderlin para la solución ideal,retrospectiva, de lo que para él había encallado sin remedioen Fráncfort.

La elección de Córcega para la insurreccción fracasadatambién estaría de acuerdo con la fantasía desiderativa aquíensayada, parcialmente cumplida (Wackwitz). El levanta-miento corso contra el ocupante fracasa al término comofracasó el de los griegos de Hiperión, con la diferencia deque a Paoli (Wackwitz 1997: 118) le dio tiempo a poneren práctica su ideario ilustrado, que admiraron Rousseauy Voltaire. La pátina de idealidad, en fin, con que se revistea Emilia entra también en el cuadro de los escritos de Schil-ler de aquellos años sobre la dignidad femenina, condiciónde la cual era el cultivo del espíritu: bellas letras, educaciónmusical, galantería. Como programa emancipatorio no ibatodavía muy allá, y de eso sabía mucho Susette Gontard,mujer real.

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2.7 la muerte de empédocles

2.7 la muerte de empédocles

En el Empédocles trabaja Hölderlin desde el otoño de 1798

en Homburg; su momento personal tiene que haber sido deauténtico abatimiento, a lo que se añadía la agitación queno tardaría en apoderarse de personas próximas al poeta,puesto que en ciertos grupos antiabsolutistas había planesde crear una república filofrancesa en Württemberg, y sesospecha que Hölderlin contaba con alguna informacion so-bre ello. El Empédocles, de todas maneras, era su ocupacióncentral, y el asunto tiene que haberle interesado antes por-que de 1797 es el esbozo de una oda sobre el personaje. Deldrama han quedado tres versiones, la primera y la terceraen versos blancos y la segunda en ritmos libres: todas frag-mentarias, y en ninguna consuma Empédocles el propósitode poner fin a su vida. Ni siquiera en la más extensa, laprimera, de 1891 versos. Puede suponerse que del Empédo-cles histórico, o mítico-histórico, le ha atraído la disoluciónque perseguía en lo absoluto del fuego; el personaje real,un ciudadano de Agrigento en el siglo V antes de nuestraera, médico, poeta y político, fue expulsado de su ciudad,y parece que falleció en el Peloponeso. Pero una tradicióntenaz ha querido que su pulsión de fundirse con la natura-leza lo llevara al Etna, algo que iba muy bien con la místicade Hölderlin11.

Dramáticamente el Empédocles no se sostiene, porque nose ve un desarrollo de las personas con los conflictos, sinouna instantánea (crítica) en el devenir de una sola. Es unhimno, o fragmentos hilvanados de himnos, se ha dicho,de carácter dramático; las tentativas de llevarlo a las tablasse han visto frustradas, de hecho (leemos (Pau 2008: 212)que durante la primera guerra mundial (1916), seguramen-te con el objetivo espúreo de manipular las voluntades ju-

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veniles, llegó a hacerse una representación en Stuttgart acargo de Wilhelm von Scholz titulada Muerte de Empédocles,que en realidad refundía las tres versiones). Los personajes,y más que nadie Empédocles, se manifiestan sin encontrarresistencia en antagonistas, pero no dialogan (algo más enla tercera versión); no hay contradictores para Empédocles,ni siquiera Hermógenes, con quien está enemistado. Segu-ramente la imposibilidad de dar auténtica justificación a lamuerte voluntaria de Empédocles ha sido fatal para la pie-za desde el principio. Lo que intriga un poco es saber queHölderlin se ha identificado con el filósofo suicida; perodio a tiempo con el antídoto. De 1797 es un poema de tresestrofas, “Empédocles”, y la tercera es ésta:

Pero me eres sagrado, como el poder de la tierraque te arrebató, ¡oh intrépido al que mataron!Y quisiera seguir a las profundidadessi no me retuviera el amor, al héroe.

[Doch heilig bist du mir, wie der Erde Macht,/ Die dich hinweg-nahm, kühner Getöteter!/ Und folgen möcht’ ich in die Tiefe,/Hielte die Liebe mich nicht, dem Helden. (Hölderlin 2000: 209)].

El poeta no sigue a Empédocles solamente porque el amorlo ata a la tierra. Más por debajo de las nubes especulativassobre las razones que determinan a Empédocles a acabarconsigo, desde hace tiempo algunos estudiosos han estable-cido un nexo de relación entre ese propósito y la muertede Diótima en el Hiperión. Diótima zozobra y se deja morircuando ve que sus ilusiones para mejorar a los humanos sehan hecho añicos.

Empédocles está también por las reformas políticas. Y deinmediato percibe que la batalla a dar se encuentra en el pe-so muerto de las tradiciones enajenantes en las conciencias

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2.7 la muerte de empédocles

de sus conciudadanos. Así que la emprende con quienes ad-ministran esas provincias de la oscuridad y de los temoresentre aquellos a quienes quiere ciudadanos, los agrigenti-nos. Y esos administradores forman la casta sacerdotal (Höl-derlin y Hegel, dos jovenes filósofos ilustrados, han tenidoque tener ocasión de hablar de estas cosas en Fráncfort).Cuando descubre lo baldío del propósito, o, más con sustérminos, cuando va descubriendo el potencial de disgre-gación del odio en sus conciudadanos, es cuando empiezaa barajar otras soluciones, también para sí, y juega con laidea de la inmolación (romántica) de su individualidad. Laclarividencia de Hölderlin está en que esa destrucción dela individualidad del sujeto es al mismo tiempo liberacióncontra las afrentas de la vida, porque se adelanta a ellas.Empédocles a los agrigentinos (II, 4):

Dejad morir a esos bienhadados,antes que en lo arbitrario y lo fútil y lo ultrajantese pierdan, dejad que los libres se inmolena los dioses con amor: todo lo primogénitodel tiempo les es sagrado. Éste es mi caso.Y bien consciente soy de mi destino, y en los

lejanosdías de la juventud ya me lo habíaaugurado; ¡honrádmelo!, y si mañanano me halláis, decid: no debía envejecer,ni contar los días, ni ser esclavode enfermedades y afanes; sin ser visto,se marchó, y ninguna mano de hombre le ente-

rró,y ningun ojo sabe de sus cenizas [. . . ]

(Hölderlin 1997: 187).

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la obra

Empédocles enlaza en su pensamiento político todo loque se quiera con la revolución como condición ideal de laliberación de todos, pero los ultrajes y las arbitrariedadesque se presentan en la vida empírica son también atenta-torias contra la dignidad de los mortales que la revoluciónproclama, y un corolario de esa dignidad, viene a decir Em-pédocles, es el de poner fin a la propia vida: inmolarse conamor a los dioses.

La encrucijada en que se encuentra el filósofo modelizaen abstracto conflictos de conducta que conocemos. La ciu-dad (la clase, la patria) es declarada en peligro de sucumbir.Empédocles no había leído a Kant, pero Hölderlin sí, asíque sólo hay un leve desplazamiento de las preguntas exigi-das: ¿qué debo hacer?, ¿qué debo esperar? Pues bien, en unpoema de la época en que empezó con la primera versiónde esta pieza, “La muerte por la patria”, puede leerse en elverso final: “Para ti, querida [patria], ninguno ha muerto demás”. Esto es admitir la ineluctabilidad de lo que se estable-ce como históricamente necesario, de lo que es (vale decir,de lo que exigen quienes han tomado en arriendo la patria).Está, muy visible, el precio a pagar, en Empédocles por lavía del sacrificio personal, está la idealidad de una decisiónque más o menos kantianamente podría considerarse uni-versalizable; pero no acabamos de ver cómo se llena el hia-to que lleve hasta las instancias cuyo favor hay que ganar, oconservar: los dioses. Empédocles quizá esté convencido deque su sacrificio es perfecto como acción, pero en el poemacitado también figura el verso: “Morir inútilmente (umsonst)es algo que no amo”, que ensancha un poco más el hiato.Y ahora sospechamos que la pieza no es tan griega, que losagrigentinos se parecen mucho a los parisinos poderososdel Directorio, por ejemplo, porque gestionan fraudulenta-mente un legado de gloria que no merecen. Hölderlin está

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2.8 las elegías

por tanto hablando de un tiempo político, y también de supersona y su destino en ese tiempo político. En (I, 4) de laprimera versión Empédocles se dirige así a Pausanias:

Ahoro lloro como un pariay no puedo quedarme en parte alguna, ay, y a titambién te arrancan de mí. . . ¡No digas nada!Muere el amor cuando los dioses huyen,tú bien lo sabes, déjame ahora, no volveréa ser el mismo, y nada tengo ya que ver contigo.

(Hölderlin 1997: 73).Privación, tristeza, desarraigo, exclusión, un horizonte per-

sonal obturado: la declaración de Empédocles consuena conlo que canta el poeta Hölderlin por el lado de sombra de supoesía, que por esta época está ganando terreno. Pero no sepuede ignorar tampoco el elevado valor simbólico que pa-ra él tiene que haber poseído el sacrificio del filósofo, muypróximo a sus fantasías de unión con el todo y que reapare-cerán con fuerza en su gran poesía de la época tardía. Cabepensar que ese movimiento antagónico ha contribuido a im-pedir que concluyera el drama.

2.8 las elegías

Por su carácter se ha sentido Hölderlin afín al género ele-gíaco, algo que vio muy bien Achim von Arnim cuando en1828 habla de él como de “el mayor de todos los poetas ele-gíacos”12 de la Alemania de entonces, y el elogio incorporael Hiperión, “la más preciosa de las elegías” (lo que de pa-so nos hace pensar que seguramente no fue recibido comouna novela al uso). En alguna carta a Neuffer ha distingui-do Hölderlin teóricamente, sobre la base del objeto tratado,

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la obra

entre los géneros “sublimes” y otros, como la elegía y elidilio, que no renuncian a lo “accidental”. Lo “accidental”que caracteriza la elegía se encuentra en experiencias huma-nas fundamentales como el lamento por los muertos, o porla pérdida del amor, que habían recibido formas ya canóni-cas en Catulo o Propercio. También canónicas formalmente,con el llamado dístico elegíaco, que une un hexámetro conun pentámetro. Hölderlin sigue un esquema bastante rígi-do en sus elegías, con estrofas de un número variable, peroreducido, de dísticos, que luego se agrupan en unidades decontenido como triadas. Antes de 1800 también ha hechoalgunas incursiones en un género igualmente heredado dela antigüedad (helenística), menos solemne pero próximo,también en la forma del dístico, el epigrama (Ferrer 2004:99). Estos dísticos y poemas cortos pueden haber sido res-puesta a los de Schiller y Goethe, en algunos de los cualesacaso se vio aludido; a referir que hacia esa fecha, y en lavecindad de las invectivas a los pedantes o a los que pre-tenden conocer a los humanos, todavía se permite algunatirada de odio a los “déspotas” (y al clero hipócrita): “En loprofundo del corazón odio a la ralea de los déspotas y loscuras”.

Los límites, sin embargo, son fluidos: “Lo que verdade-ramente son los poemas de Hölderlin no lo sabemos hastael momento a pesar de nombres como ‘elegía’ e ‘himno’.”(Heidegger 1971: 47). El poeta tiene muchos versos que ge-néricamente serían clasificables como elegíacos sin dificul-tad, aunque su patrón métrico sea otro, y ahí está “El Archi-piélago”; algunas elegías, por otra parte, tienen desarrollosde aliento hímnico manifiesto. Las elegías de Hölderlin notienen la energía o la altura didáctica, incluso doctrinariade las de Schiller, siempre algo abstracta; para Schiller, quenos ha dejado también reflexiones sobre los (sub)géneros

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2.8 las elegías

literarios, en la elegía el artista por así decir naufraga enla realidad donde tiene lugar la pérdida, pero sin perderde vista el ideal inalcanzable. Pero el dolor y la ausenciason más punzantes en Hölderlin, a quien no siempre que-da espacio para idealidades regulativas; tampoco le cieganpara un mundo natural en torno que puede ser descrito conel intenso lirismo de estos versos de “La vuelta al hogar”,de 1801 (y con la imagen de la plenitud de las rosas quereaparece en “Mitad de la vida”):

Tranquilos brillan sin embargo los picos de platapor encima,

llena de rosas está ya arriba la nieve radiante.

[Ruhig glänzen indes die silbernen Höhen darüber,/ Voll mit Ro-sen ist schon droben der leuchtende Schnee. (Hölderlin 2000:302)].

De sus seis grandes elegías cinco son de 1800, entre ellasla importantísima “Pan y vino”, que condensa buena partedel ideario del Hölderlin poéticamente maduro. Nueve es-trofas solemnes dibujan en ella el acontecimiento que parael autor es decisivo desde que la forma griega de humani-dad es sólo recuerdo: la vida desviada que han adoptadolas sociedades que han venido luego, privadas sin saberlodel contacto con lo divino.

Pero, ¡amigo!, llegamos demasiado tarde. Cierta-mente los dioses viven,

pero por encima de nuestra cabeza, por arriba,en otro mundo.

Actúan allá incesantemente y parecen prestarpoca atención

a si seguimos vivos, así nos cuidan los celestia-les.

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la obra

[Aber Freund! Wir kommen zu spät. Zwar leben die Götter,/ Aberüber dem Haupt droben in anderer Welt./ Endlos wirken sie daund scheinens wenig zu achten,/ Ob wir leben, so sehr schonendie Himmlischen uns. (Hölderlin 2000: 237)

El vate no cede completamente a la desesperación, sinembargo, sus ojos proféticos entreven algún amanecer trasla noche de la actualidad, “sagrada” después de todo. Lasinusoide de esos sentimientos encontrados tiene una for-mulación acabada en los baches sintácticos de los versosfinales de esa estrofa (la séptima):

. . . No obstante, a veces me pareceque es mejor dormir, como si uno estuviera sin

compañeros,perseverar a la espera y qué hacer y qué decir

entre tantoyo no lo sé y para qué poetas en tiempos de

menesterosidad.Pero son, dices tú, como los santos sacerdotes

del dios del vino,que iban de una tierra a otra en la noche sagra-

da.

[Indessen dünket mir öfters/ Bessser zu schlafen, wie so ohne Ge-nossen zu sein,/ So zu harren und was zu tun indes und zu sa-gen,/ Weiß ich nicht und wozu Dichter in dürftiger Zeit?/ Abersie sind, sagst du, wie des Weingottes heilige Priester,/ Welchevon Lande zu Land zogen in heiliger Nacht. (Hölderlin 2000:237)].

“Stuttgart” o “El caminante” son asimismo elegías nota-bles; esta segunda, que había sido publicada en 1797 conalgún retoque de Schiller, fue sometida luego a modifica-ciones profundas, como tantas veces con nuestro poeta. Aveces encontramos en ellas unas figuras, Diótima entre ellas,

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2.8 las elegías

que a modo de mensajeros (“portadores de antorcha”) insu-flan ánimo en el poeta cuando las fuerzas le fallan en esanoche. La desesperación por el amor que se pierde adquiereauténtica grandeza en “Lamentos de Menon por Diótima”,que había empezado mucho antes y que fue clasificada co-mo elegía ya desde el principio por el autor; recordemosque de mayo de 1800 es el probable último encuentro conSusette:

. . . ¿ y nadiepuede quitarme de la frente el triste sueño?

[. . . und niemand/ kann von der Stirne mir nehmen den traurigenTraum? (Hölderlin 2000: 239)].

Nadie, en efecto, podrá aliviarle del sueño de la privacióndefinitiva del amor, que de momento aquí se presiente; uninstinto certero le dice a Hölderlin que las separaciones nohan hecho más que empezar. En ocasiones encuentra toda-vía consuelo en esa dicha desaparecida, que se evoca con elmejor timbre del género elegíaco:

¡Luz del amor!, pues brillas también a los muer-tos, ¡oh dorada!13

¿Me alumbráis con imágenes de un tiempo másclaro al ir hacia la noche?

¡Jardines amantes, sed, vosotras montañas al solponiente,

sed bienvenidos y vosotros, senderos silenciososde la floresta,

testigos de dicha celestial, y vosotras, estrellasque mirás de lo alto,

que en tiempos tan a menudo me otorgasteis mi-radas de [bendición!

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la obra

[Licht der Liebe! scheinest du denn auch Toten, du goldnes!/ Bil-der aus hellerer Zeit leichtet ihr mir in die Nacht?/ Liebliche Gär-ten seid, ihr abendrötlichen Berge,/ Seid willkommen und ihr, sch-weigende Pfade des Hains,/ Zeugen himmlischen Glücks, und ihr,hochschauende Sterne,/ Die mir damals so oft segnende Blicke ge-gönnt! (Hölderlin 2000: 240)].

Por su temática y por su coincidencia en el tiempo se harelacionado a menudo esta elegía con el desenlace de Hiper-ión, que entraña la muerte de Diótima, como sabemos. Perotambién tenemos información de la amorosa discrepanciaque se dio entre los amantes reales, Susette y Hölderlin,por esa solución narrativa, que para el autor correspondíaa una necesidad interna (hubo de disculparse por ello en elenvío que le hizo de la segunda parte de la novela, publi-cada después de abandonar el preceptor el domicilio de losGontard).

2.9 hölderlin como traductor

La antigüedad clásica, la griega con preferencia, ha ocupa-do a Hölderlin desde la infancia y hasta el final de su vidaautónoma. Ha sentido pronto como congenial la filosofía dePlatón, pero no menos la obra hímnica de Píndaro y Sóflo-cles, que parcialmente traduciría en los meses más críticos.Propiamente tradujo ya desde antes de Tubinga y no lo de-jaría hasta que algo explotó en su interior. Su primera tra-ducción de Sóflocles, un fragmento de Edipo en Colonos, esde 1896; en 1797, abandonado el Empédocles, vuelve con cier-to sistema a Sófocles, para continuar con él en 1800 y 1801.En el otoño de 1803 da una revisión a sus traducciones yles añade unas observaciones en que intenta determinar latragedia como punto de contacto de lo absoluto y el ser hu-

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2.9 hölderlin como traductor

mano. Ya antes había hecho gestiones Sinclair para buscarleeditor; las esperanzas que Hölderlin depositó en su antiguocompañero Schelling para que éste movilizara sus contactosal efecto resultaron defraudadas. El hecho es que en los últi-mos meses de su estancia en Nürtingen (1802/03) desplegóuna energía enorme para dar remate a sus proyectos, lastraducciones de Sófocles en primer término, y junto a ellaslo que llamaba los “cantos”. Finalmente aparecen en dostomos en abril de 1804 sus dos versiones de las tragediassofocleas, Edipo tirano y Antígona. La edición iba acompa-ñada de unas Observaciones sobre Edipo y Observaciones sobreAntígona, sobre cuyo valor ha habido después opiniones di-vergentes. De cualquier modo, en casa de Landauer habíacompletado antes (1800) la traducción de seis olímpicas ydiez píticas de Píndaro, y más tarde, ya en el declive final,tiene fuerza para verter a su lengua algunos fragmentosmás de Píndaro. Más tarde se reconocería la fundamentalimportancia de este entrenamiento para los himnos tardíosdel propio traductor, y von Hellingrath propuso un términode la retórica helénica para su técnica compositiva, la “cons-trucción (o estructura) dura”, es decir, sin conectivas (harteFügung). Pero la sombra de Píndaro es aún más larga, yse ha visto su modelo en poemas hölderlinianos completos,por no hablar de la actitud hierática que a veces imposta elpoeta griego.

Los helenistas han reiterado que, con una mera aplica-ción de criterios filológicos, las traducciones de Hölderlinno se pueden defender. Ahora bien, si dejamos de lado elvalor literario, indiscutiblemente alto, que tienen para no-sotros esas intromisiones de la poética del traductor en lostextos ajenos, las dos tragedias que virtió eran a sus ojos re-presentativas del carácter “oriental” de la cultura griega, ypudiera perfectamente ser que Hölderlin se esté volviendo

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la obra

contra el canon neoclásico. Además, ha visto muy bien elnervio político de ambas tragedias, y las Observaciones sobreAntígona tienen párrafos de abierta simpatía revolucionaria.¿Y si Hölderlin hubiera entendido la actividad traductorade otra manera, más como actualización, inteligibilizacióndesde la política? Aceptado esto, un autor así no puede serliteral, por muy activo que sea con la operación. SigmundFreud ha hablado a propósito de los sueños de un conteni-do manifiesto, que sube a la superficie de la representaciónonírica desde el latente. Acaso no sea ilegítima la asimila-ción del contenido latente al “carácter artístico” de los grie-gos, sobre el que Hölderlin ha escrito. Hölderlin tiene quehaberse sentido empático con Sófocles, “oriental” para él,que pone en escena personajes cuya tragedia es precisamen-te que los abandonen los dioses, y suelen hacerlo sin avisarmucho. Y para traducir eligió justo a Edipo y a Antígona.

No sorprende que al salir al público las traducciones fue-ran objeto de dura crítica en varias recensiones (por lo me-nos en tres). Es fama el informe que Heinrich Voss, hijo delya célebe traductor de Homero, proporcionó en una cartasobre las risas de Schiller y Goethe con algún paso de la tra-ducción hölderliniana de la Antígona que él les leía. Sche-lling, por su lado, escribía a Hegel en julio de 1804: “Sutraducción [la de Hölderlin] de Sófocles expresa por com-pleto el deterioro de su estado”. Carcajadas por una parte,lamentos compasivos por otra. Luego las cosas se han vistode otra forma.

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2.10 el hölderlin tardío : los himnos , los cantos

2.10 el hölderlin tardío : los himnos , los can-tos

Con Schiller ha echado ya profundas raíces en Alemania elhimno, una forma elevada de la antigüedad griega de usooriginariamente ritual y sin patron métrico fijo que Goet-he y Klopstock habían introducido a imitación de Píndaro,el modelo por excelencia; Hölderlin, como se ha dicho, yala utilizó en la época de Tubinga. Pero a finales de 1800 yprincipios de 1801 vuelve a Píndaro, y traduce un núme-ro apreciable de olímpicas y píticas, que luego pasa a lim-pio. Son estos himnos y fragmentos tardíos, compuestos de1800 a 1803, los que sentarán en buena parte el prestigio deHölderlin en el siglo XX, cuando von Hellingrath los dio aconocer.

Hölderlin atraviesa un momento de gran creatividad poé-tica en la segunda mitad de 1800 en Stuttgart y al año si-guiente en Nürtingen. Los poemas ahora se vuelven másconcretos, también más imperiosos. El poeta está cambian-do, y con él estos poemas que se iluminan con una luz nue-va procedente en parte de la simbiosis de su mitología debase griega y de la libérrima lectura que hace de la figurade Cristo. Pero si en Tubinga pudo haber participado de unimpulso utópico todavía situable en la historia como reali-zación, ya no, y la novedad de estas tentativas, desde el pri-mero, “Como cuando en día de fiesta. . . ”, es la de la ruptu-ra. Entre lo mucho que escribe en estos años se encuentranproyectos de elegías, fragmentos que no acaba, himnos quealguna vez quedan truncados o cantos cuya clasificación aveces nos es misteriosa.

Un testimonio fidedigno de estos ritmos ya forzados esun gran himno compuesto en 1801, “El Rin”, y en él la ter-

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la obra

cera estrofa, que singulariza un lenguaje poético que estácambiando:

Un enigma es lo que procede de la pureza de lafuente. Tampoco

el canto puede apenas desvelarlo. Puestal y como empiezas, así quedarás,ya que por mucho que logre la necesidady la disciplina, casi todolo puede el nacimientoy el rayo del luz con quese encuentra el recién nacido.¿Pero dónde hay alguienque, para permanecer libretoda su vida, y para satisfacer sololos deseos de su corazón, haya nacidode cumbres tan favorables como el Riny de un vientre sagrado,feliz como aquél?

[Ein Rätsel ist Reinentsprungenes. Auch/ Der Gesang kaum darfes enthüllen. Denn/ Wie du anfingst, wirst du bleiben,/ So vielauch wirket die Not,/ Und die Zucht, das meiste nämlich/ Ver-mag die Geburt,/ Und der Lichtstrahl, der/ Dem Neugeborenenbegegnet./ Wo aber ist einer,/ Um frei zu bleiben/ Sein Leben lang,und des Herzens Wunsch/ Allein zu erfüllen, so/ Aus günstigenHöhn, wie der Rhein,/ Und so aus heiligem Schoße/ Glücklichgeboren, wie jener? (Hölderlin 2000: 295)].

En febrero de 1801 Napoleón firma la paz de Lunévillecon los austríacos. A Hölderlin, que está en Suiza, la no-ticia le llega algunas semanas después, y queda sin habla.De inmediato elabora sus esperanzas en un himno de doceestrofas, muy ambicioso, “Fiesta de la paz”. El himno tieneimágenes sensibles nuevas y reflexiones sobre lo que parece

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2.10 el hölderlin tardío : los himnos , los cantos

un futuro por fin armónico en las manos del “príncipe dela fiesta”, un personaje enigmático sobre cuya identidad seha especulado mucho:

. . . por ello te he llamadoal banquete ya preparado,a ti, inolvidable, a ti, a la tarde del tiempo,oh joven, te nombro príncipe de la fiesta. . .

[. . . denn darum rief ich/ Zum Gastmahl, das bereitet ist,/ Dich,Unvergeßlicher, dich, zum Abend der Zeit,/ O Jüngling, dich zumFürsten des Festes. . . (Hölderlin 2000: 323)].

No es sencillo renunciar a la ilusión de que aquí hay unpropósito, de que todo este lenguaje funciona con una clave.También nos llega el rumor sordo del caos que se aproxima.Así, El único (tercera version):

¡Mi dueño y señor!¡Oh tú, mi maestro!¿Cómo es que te has quedadolejos?, y cuandovi, en medio, entre los espíritus y los viejosa los héroes ylos dioses, ¿por quéno acudiste? Y ahora está llenade tristeza mi almacomo si rivalizarais, vosotros celestiales, entre

vosotros,de modo que si sirvo a uno, el otrome falta.

[Mein Meister und Herr!/ O du, mein Lehrer!/ Was bist du fer-ne/ Geblieben? und da/ Ich sahe, mitten, unter den Geistern, denAlten/ Die Helden und/ Die Götter, warum bliebst/ Du aus? Und

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la obra

jetzt ist voll/ Von Trauern meine Seele/ Als eifertet, ihr Himmlis-chen, selbst,/ Daß dien ich einem, mir/ Das andere fehlt. (Hölder-lin 2000: 333)].

Es como si en los poemas y fragmentos de estos añosdel esplendor creativo último estuviera el poeta iluminadopor el contacto con otras realidades; pero quizá no acier-ta con el camino de vuelta. Hölderlin todavía está de estelado de la razón común, pero se está alejando. Las mar-cas ya las hemos entrevisto: las quiebras y las dislocacio-nes discursivas, el anacoluto, la anfibología sintáctica. Enuna de las cartas a Wilmans, de diciembre de 1803, le hablade los “cantos nocturnos” que está “revisando” para el al-manaque del editor, y también de las “canciones de amor”y los “cantos patrios” (en última carta al editor, del 2 deabril de 1804 las amarras se están soltando: “Creo haber es-crito absolutamente en contra del excéntrico entusiasmo yhaber alcanzado con ello la sencillez griega”). Los “cantosnocturnos” resultaron ser nueve, seis odas, en parte ya ci-tadas –“Quirón”, “Lágrimas”, “Ganimedes”, etc.–, y otrostres poemas cortos compuestos en verso libre –la asimismomencionada “Mitad de la vida”, entre otros. Casi todos sonreelaboración de cantos anteriores. Aparecen en la editorialde Wilmans casi coincidiendo con la traducción de Sófocles;crítica y público reaccionan con extrañeza.

El autor, por cierto, como se verá de inmediato era bienconsciente de lo poco “convencional” de estos poco patrio-teros “cantos patrios” –que llamó así en la inteligencia deque la patria alemana debiera emitir luz refleja de la otra, lagriega idealizada. Sólo unos pocos de ellos –“La excursión”,“Stuttgart”, “La noche”, y algunos más– fueron publicadosen vida de su autor; lo hizo von Seckendorf en su Almanaquede 1806 y 1807 y sin su conocimiento. A los demás les daríaacogida Beissner en su gran edición de Stuttgart después

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2.10 el hölderlin tardío : los himnos , los cantos

de la segunda guerra mundial, y entre ellos figuran “Fies-ta de la paz”, “El Rin”, “El único”, “Patmos”, “Recuerdo”,“El Íster”, etc. Lo cierto es que el poeta está profundamen-te desorientado. Hölderlin sigue con sus ritmos de trabajovoluntaristas, pero con los cantos patrióticos está cerrandouna puerta y corre riesgo de quedar dentro. Los años ante-riores han sido los del despliegue de los grandes himnos,todavía vibrantes y confiados; ahora se empieza a advertirque la fe se quiebra. Abandona la disciplina rímica y estró-fica, y adopta el verso libre. Él sabe que está pisando unterreno diferente, y a uno de los primeros de la serie patrió-tica, “Fiesta de la paz”, le antepone una nota que suena adisculpa:

Pido tan sólo que esta hoja se lea con benevo-lencia. [. . . ] Pero si algunos encuentran estelenguaje demasiado poco convencional, ten-go que confesarles que no sé hacerlo de otraforma. (Hölderlin 2000: 319).

Son de mucho interés también los poemas fragmentariosde esa fase de fin de partida, no incorporados habitualmen-te a las clasificaciones pero escenario de la pirotecnia ya al-go descontrolada de una mente. La transición hacia la rup-tura tiene que haber sido gradual, sospechamos, la realidades que ya tenemos que declarar nuestra incapacidad paraseguirle en los saltos asociativos. En estos versos finales de“Lutero” se nos presenta una escena doméstica quizá rural,que, como el resto del poema, se malbarata porque el poetatiene la cabeza en otra parte:

Pero al sembrador le gustaver a una,que duerme durante el día sobre

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la obra

la calceta de punto.

La boca alemanano quiere emitir sonidos melodiosospero gratamenteen la barba punzante crujenlos besos.

[Es liebet aber der Sämann/ Zu sehen eine,/ Des Tages schlafendüber/ Dem Strickstrumpf.// Nichr will wohllauten/ Der deutscheMund/ aber lieblich/ Am stechenden Bart rauschen/ Die Küsse.(Hölderlin 2000: 402)].

2.11 los “poemas de la locura”

Puede dar sorpresas la aproximación invertida a Hölderlin,desde esos poemas del final, casi siempre cortos o muy cor-tos, que va escribiendo desde 1807 y que comportan unasalteraciones tan simplificadoras como sugestivas en su obra.Suelen delimitarse de la obra tardía con denominaciones co-mo poesía de la locura, poemas de la torre, etc. Hölderlin nodejó de ser escritor en todo ese período; más aún, en los pri-meros años del mismo fue poseído de un furor graforreico:cartas, esbozos para una continuación del Hiperión algunavez tentativas de volver a los metros griegos. La parte quenos ha llegado es mínima, unos 50 poemas, lo que la casua-lidad y el imprevisible criterio de visitantes como Kerner,Mörike, Gustav y Christoph Theodor Schwab, Waiblinger,etc., consideraron que merecía ser conservado.

No se ve por qué estas composiciones han de tener mástítulos de legitimidad como “testamento” de Hölderlin –como quiso la euforia de gentes en torno a Stefan George a

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2.11 los “poemas de la locura”

principios del siglo XX– que su poesía de cualquier otra eta-pa; el principio de discriminación puede encontrarse másbien en un lugar inesperado: precisamente en esos cambiosde nombre que el poeta desea adoptar ante sus visitantes enlos últimos años y que Bertaux (2000: 208 y ss.), lejos de in-terpretarlos como índice de la dolencia esquizofrénica deldiagnóstoco usual, considera la prueba de que Hölderlinera muy dolorosamente consciente de las pérdidas en su fa-cultad poética. Aquellos frutos de la improvisación, segúnesto, para él no habrían sido poesía, o no lo habrían sido ala altura de la que había realizado en tiempos –eran traba-jos del otro, o de los otros. Como el que sigue –plagado debuscadas reiteraciones, y de la recta final de su vida–, queatribuye a Scardanelli y que firma como compuesto el 24 demayo de 1748 (cuando faltaban 22 años para su nacimien-to):

El espíritu de los tiempos

Los hombres se encuentran en este mundo paravivir,

son como los años, como los tiempos tiendenhacia lo alto;

así como lo es el cambio, también hay otras co-sas que son verdad,

que la estabilidad llega a los distintos años;la perfección se aúna de tal forma en esta vidaque a ésta se conforma el noble impulso de los

hombres.

[Die Menschen finden sich in dieser Welt zum Leben,/ Wie Jahresind, wie Zeiten höher streben,/ So wie der Wechsel ist, ist übrigvieles Wahre,/ Daß Dauer kommt in die verschied’nen Jahre;/ Voll-

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la obra

kommenheit vereint sich so in diesem Leben,/ Daß diesem sichbequemt der Menschen edles Streben. (Hölderlin 2000: 440)].

Ahora bien, el valor artístico de bastantes de estos poe-mas está fuera de discusión, aunque no resistieran la mira-da exigente de Hölderlin (siempre admitiendo la hipótesisradical de Bertaux). Pero algunos representantes del psicoa-nálisis del siglo pasado y el ejemplo de artistas excepciona-les nos han señalado el peligro que entraña ligar causalmen-te las patologías de la mente con las funciones cognitivas,lingüísticas, etc., de la persona que las sufre. Así, Roman Ja-kobson ha aplicado un bisturí filológico muy afinado paradescubrir complejas legalidades internas en el poema, conla firma de Scardanelli, “El panorama”, el último que escri-bió:

El panorama

Cuando se va a lo lejos la vida habitable de loshombres,

allí donde, hacia lo lejos, resplandece el tiempode los sarmientos,

también están presentes entonces los campos va-cíos del verano,

el bosque aparece con su oscura imagen.

Que la naturaleza complete la imagen de lostiempos,

que ella permanezca y ellos se deslicen rápida-mente

sucede por causa de perfección, la elevación delcielo brilla

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2.11 los “poemas de la locura”

a los hombres entonces como la floración festo-nea los árboles.

[Die AussichtWenn in die Ferne geht der Menschen wohnend Leben,/ Wo

in die Ferne sich erglänzt die Zeit der Reben,/ Ist auch dabeides Sommers leer Gefilde,/ Der Wald erscheint mit seinem dun-klen Bilde.// Daß die Natur ergänzt das Bild der Zeiten,/ Daß dieverweilt, sie schnell vorübergleiten,/ Ist aus Vollkommenheit, desHimmels Höhe glänzet/ Den Menschen dann, wie Bäume Blüt’umkränzet. (Hölderlin 2000: 444)].

Esto dicho, parece claro que las graves crisis, de resul-tados manifiestamente patológicos –no en último lugar losmeses de la clínica–, han tenido que, como poco, introducircambios en la persona; algunos psicólogos, y Jakobson conellos, han hablado de los efectos del cuadro esquizofrénicoque se le atribuye y que se manifestaría en la “geometriza-ción” de estos poemas, y, al parecer en asociación con ella,la progresiva disminución de la actividad deíctica tambiénverificable en los mismos.

La uniformidad tonal de estos curiosos idilios, casi todosyámbicos y rimados, merece una lectura amorosa; el arma-zón estático que los sustenta –el “olvido” de Grecia, com-pleto salvo una excepción, se extiende también a los metrospoéticos– tiene algo de mágico. De los que conservamos sededican a las estaciones del año prácticamente la mitad (conla primavera a la cabeza); parece lógico conjeturar que suformalismo, sus repeticiones machaconas a lo Trakl, son elcorrelato en la expresión de la distancia que Hölderlin inter-pone ante sus emociones: una defensa, por tanto. Detrás seadivina un hombre sencillo, pero quebrado, o asustado. Aveces un buen verso arrastra mecánicamente al resto de unpoema breve; uno piensa en tales casos en la “rima engen-

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la obra

dradora” de Unamuno. A partir de 1838 y hasta su muerteutiliza el nombre de Scardanelli; se conservan veintisiete deestos poemas. Ha llamado la atención desde su publicaciónque en este subgrupo se desvanecen las referencias a unyo protagonista; puede bien tratarse de una regresión enel sentido psicológico. También desaparece, por lo mismo,toda ilusión de diálogo; el antiguo y ardoroso seguidor deFichte nos debe una contestación a la pregunta de quiénpone estos enunciados –pero la facultad para poetizar siguefuncionando. Lo que se llama el contexto de la enunciaciónse somete a una poda gradual de sus ataduras a un quién, aun dónde y a un cuándo (las fechas disparatadas que poneScardanelli). El dolor, un dolor bastante calmo al final, seha escabullido de las determinaciones de tiempo y espacio,se ha deshistorizado.

2.12 las cartas

En el siglo XVIII se producían en las clases cultivadas inter-cambios epistolares de una variedad y una calidad que hoyse desconocen; en el mundo de entonces cubrían, lógica-mente, una paleta de funciones mucho más amplia que enla actualidad. Y si la sensibilidad se formaba y se cultivabacon las cartas acabó siendo inevitable que el uso social reci-biera dignificación literaria, primero en la novela inglesa yfrancesa y después con su consagración en Alemania con elWerther (1774) de Goethe. De Hölderlin, un temprano y apli-cado escritor de cartas, han llegado 315, lo que no es muchosi pensamos en sus contemporáneos célebres; de ellas 143 ala madre, 67 de las cuales a su vez fueron escritas despuésde la cesura del internamiento en el Clinicum. Ninguna delas cartas a Susette se ha conservado; sólo poseemos cuatro

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2.12 las cartas

borradores, dos de ellos relativamente extensos y perfecta-mente correctos en su redacción. Las más tempranas son de1785, de un Hölderlin de quince años que escribe a la madrey a su profesor particular. Las convenciones de su origenpietista y el impulso rebelde del joven que lee a Schiller sonclaros en las de su época de Maulbronn, a la madre o a Im-mnuel Nast; encontramos fórmulas de una sensibilidad deépoca en las cartas de amor a Louise Nast. De sobresalien-te interés biográfico y psicológico son siempre las cartas ala madre; Hölderlin es escrupuloso, pero también notamosun paradójico distanciamiento en la forma como explica yjustifica ante ella sus decisiones. Además, y salvas algunasexplosiones de malestar, suele embellecer la situación enque se encuentra, quitándole dramatismo, y por lo mismorozando la falsedad alguna vez.

Después, las cartas a la madre desde la casa de Zimmerdestapan una dependencia con ribetes destructivos, ya seha dicho; en algún sentido se ha visto la imagen especularde las dirigidas a Nürtingen en las cartas a Schiller, ambi-valentes, desgarradas entre la sumisión filial y el impulsode autonomía. De gran valor informativo son las que tie-nen por destinatario a su hermano Karl Gok, a cuya for-mación Hölderlin quiere muy sinceramente contribuir, y loson porque sus desarrollos filosóficos y estéticos, por mi-méticos que sean a tramos, nos dan pistas numerosas pa-ra trazar la evolución de muchas ideas suyas, que ademástambién contrasta por aquellos años con cartas a Neuffery Hegel. También vemos en las fechas de las cartas queen los meses después de su abandono de Jena se recrude-cen sus esfuerzos por explicitar sus intuiciones filosóficas.Sobre la sinergia de su colaboración intelectual con Hegelpuede permitirse Martínez Marzoa un supuesto imposible,pero revelador, que haría de Hölderlin “quizá el único hi-

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la obra

potético lector competente y destinatario inconfesado de la‘Ciencia de la lógica’, más allá del hecho de que la crono-logía de la incomunicación de Hölderlin impidiese de factoesa lectura.” (Martínez Marzoa 1995b: 13)

2.13 algunas consideraciones adicionales

Hölderlin, el poeta procecedente de las tradiciones religio-sas suabo-luteranas y de formación teológica, se abismó re-lativamente pronto en un mundo incomunicable. Es impen-sable qué podría haber escrito a los 40, a los 50 con un fun-cionamiento normal de la mente. Para “leer” la obra aquíesbozada lo sólito es allegar las herramientas del enfoqueteológico-religioso, psicoanalítico, deconstructivo. No rom-peremos nunca del todo un código que desafía certidum-bres y conocimientos adquiridos. Si los dioses de Schillerse mueven en la representación estética, en Hiperión, en laselegías visionarias, en los poemas de su largo final. . . conHölderlin sentimos que permanecen y son, aunque no se-pamos dónde (Safranski 2007: 166). Es siempre fecundo co-tejar su evolución con la de Hegel, considerablemente másfuerte ante la vida; y aquí nos referimos al hecho de queéste es de los primeros en desprenderse de las concepcio-nes ambientales sobre el mundo cultural clásico (griego) co-mo modélico o rotundo, de Winckelmann en una palabra.Pues bien, casi en paralelo con su compañero Hölderlin tie-ne pronto la intuición de que el cristianismo no está ya ala altura de la tarea de recomponer al ser humano, y en subúsqueda de soluciones emerge una Grecia que es casi yala de Nietzsche, incontenible, oscura, origiástica, contradic-toria, dionisíaca.

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NOTAS

notas

1“Ya dije que las cosas habrían ido mejor en Alemania y que ésta sehabría encontrado a sí misma si Karl Marx hubiera leído a Friedrich Höl-derlin”. Citado en Bertaux (2000). El artículo lleva el título “Socialismoy cultura”, pero no he conseguido verlo. Es una época en que, de todosmodos, ya había comenzado el cortejo de Mann por parte de G. Lukács.

2Véase Mieth (1978). La primera edicion es de Leipzig y de 1977.3Está incluido en Ferrer y Munárriz (1994).4Todas están recogidas en Hölderlin (1989b), al cuidado de Anacleto

Ferrer.5Está en Friedrich Nietzsche, Werke [Obras], ed. por Hans-Joachim

Mette, Beck, Múnich 1994, tomo 1, 1-5.6Un Schelling joven (1802) dedicó un libro dialogado a Bruno o sobre

el principio divino y natural de las cosas.7En El Anticristo: “Sólo hay que pronunciar las palabras ‘seminario

de Tubinga’ para comprender lo que en el fondo es la filosofia alemana–una teología disimulada [o pérfida].”

8¿Una reverencia ante el poderoso de Weimar? En todo caso olvidabaa Kant.

9De 1795 es también un escrito breve que Hegel redactó para usoprivado, una Vida de Jesús que, detalle chocante, no descubre nada so-brenatural en la trayectoria o en la muerte de Jesucristo (la contrafiguraque tenía la admiración de Hegel era Sócrates). Hölderlin no ha ido tanlejos.

10Véase Hölderlin (1976: 55 y ss.) y Hölderlin (1976: 59 y ss.).11B. Brecht trata el episodio con ironía y empatía simultáneamente en

el poema “La sandalia de Empédocles”, en Poemas y canciones, trad. de J.L. López Muñoz, Alianza, Madrid, 1968.

12La palabra es Dichter, que incluye también al autor de ficción narra-tiva.

13Si no fuera porque sabemos bien que Hölderlin fue educado, en casay en los seminarios, en una de las confesiones evangélicas, uno veríaen este verso rotundo el et lux perpetua luceat eis del oficio de difuntoscatólico.

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3

A N Á L I S I S D E A L G U N O S P O E M A S D EH Ö L D E R L I N

3.1 poeta sobre todo

Norbert von Hellingrath dio expresión en una conocida fór-mula a un sentimiento del que muchos lectores que hanllegado después participan: que los poemas tardíos cons-tituyen “el corazón, el núcleo y la cúspide de la obra deHölderlin”. “Tardío” hace referencia a la dinámica internade la producción del poeta, que cuando fue arrastrado a laclínica contaba 36 años. Como quiera, la totalidad de losaquí recogidos son de esa época, o de la etapa final.

Pues bien, todo este tesoro de constelaciones imantadaslos creó Hölderlin desde el déficit, básicamente en los úl-timos tramos conscientes de su vida itinerante. Pero connuestro poeta, como en el caso de sus coetáneos de la pri-mera generación romántica –Brentano, Novalis–, todavía nose dan unas condiciones que ya conoció Heine, 27 años másjoven que él y que puede hacer una lírica para un estilo devida, también el de las relaciones entre los sexos, que enlas ciudades ya acusa los primeros efectos de la revoluciónindustrial. Los poemas de este florilegio respiran por esola atmósfera de la ilustración preindustrial, si se quiere, in-

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análisis de algunos poemas de hölderlin

cluido el aquí seleccionado para representar a una ciudad,Heidelberg. Lo que a su modo no ha ignorado es su mo-mento y su país –que, cuando menos en Suabia, conocióprácticamente sin pausa las ocupaciones y las guerras enlos años anteriores a 1807–, y aquí hay evidencias numero-sas de ello, aunque haya podido decirse un tanto limitati-vamente, es el caso de Lukács, que “la gloria de Hölderlines la del poeta del helenismo” (su helenismo, en todo caso,no es el del clasicismo). También será útil tener en cuentaque su poesía crece sobre el humus de una concepción dela historia humana que parece incorporar algún tipo de sal-vación y en que los individuos quedan como subsumidosen entidades o poderes suprapersonales, llámense pueblo,númenes o grandes personalidades (“Como cuando en díade fiesta. . . ”, “Patmos”, “Recuerdo”).

En uno de sus premiosos análisis poéticos ha citado elfilósofo Heidegger una carta del poeta a la madre, escritaen Homburg en enero de 1799, en que designa el ejerciciopoético como la tarea “más inocente de todas” (Hölderlin1990b: 413). Pero, como en el caso del empleo inflacionario,también por Heidegger y en su hermenéutica hölderliniana,del término “destino” –que es muy de nuestro poeta, aun-que con otras valencias–, lo cierto es que el lector de Höl-derlin no precisa de una casuística muy detallada. Desdeluego que el poeta ha experimentado desde muy tempranoen la biografía la pasión por esa tarea de la expresión poé-tica, y en su obra menudean poemas con títulos referidosa la poesía y los poetas, a veces denunciados como hipócri-tas, por cierto; “Oficio de poeta” o “Coraje de poeta” sonpoemas que uno encuentra en sus antologías fácilmente. Yla inocencia proclamada de esa actividad apasionada se en-tiende plenamente si se la asocia a su otra pasión, o al otronombre de la misma: la búsqueda de la liberadora compa-

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3.2 una aproximación a los poemas

ñía de los dioses, a los que va nombrando en sus poemas,presentándolos. Así de sencillo: he aquí un transmisor, unconocedor de los oráculos.

3.2 una aproximación a los poemas

Hölderlin, por si hiciera falta decirlo, es algo bien distintodel poeta de la exaltación ciega de las glorias del pasadopatrio o de la aceptación fáustica, o germánica, del destino,o, para el caso, de la recuperación auténtica del mensajecristiano. Se trataría simplemente de aceptar la invitaciónque nos está haciendo su poesía, de incorporarnos al círcu-lo mágico de su irradiación. “¡Lea usted! Leer sin más unavez y otra, la comprensión viene por sí misma”, contestóPaul Celan a alguien que le pedía un método introductorioa su poesía; con Hölderlin la comprensión posible no nece-sita esperar tanto. Sus elegías e himnos, desde luego, sitúanal lector actual ante una cantidad apreciable de problemasde “enciclopedia” (U. Eco), debidos muy primeramente almundo cultural en que creció el autor y a la formación querecibió (los problemas pueden ser también de estricta sinta-xis alemana, como se ha señalado); hemos hecho una indi-cación asimismo sobre lo paratáctico como principio estilis-tico, o de pensamiento, en Hölderlin, de los nexos lógicoso discursivos establecidos por la contigüidad, que en estastraducciones hemos respetado escrupulosamente. En gene-ral en su poesía, muy en consonancia con la seguridad quele sustenta sobre la función del poeta como mediador deotras instancias, tenemos la impresión de que Hölderlin só-lo puede encontrar su plenitud en la subordinación a eseotro plano de sustancias o entidades, y aquí es indiferenteque las leamos como reductibles a la “naturaleza” (nunca

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análisis de algunos poemas de hölderlin

tuvo mayor interés por la ciencia natural de su tiempo, alcontrario que Novalis). De ahí el tono elevado de los him-nos; pero también ha ensayado otros.

El poeta ha visto una vez su poesía como ligada al tiempo.Podemos considerar parte de su tiempo también el internode los afectos, que han dejado en sus versos marcas abun-dantes y valiosas. Esto no significa necesariamente que ensus grandes poemas vayamos a encontrar mensajes sobre lahistoria concreta de su época que podrían ser descifradoscon suficiente conocimiento del código; lo habitual es quese eleven pronto a la dimensión cósmica, como en “Comocuando en día de fiesta. . . ” o “Patmos”. Por lo demás, lalírica y la hímnica de Hölderlin es poco política en un senti-do de agitación o partidismo, y cuando su lenguaje poético,pongamos por señalado caso, adopta elementos del idealrepublicano, pronto se remonta por encima de los objetivospolíticos. Preferible es avanzar por lo pronto en la navega-ción por las vías fluviales abiertas de sus versos, tan gene-rosos en agua, sin demasiado cuidado de estar lejos o cercade la intentio operis, o la intentio auctoris. “El único caminoverdadero hacia la grandeza de la poesía hölderliniana nolo hay”, ha afirmado Heidegger en una conferencia de 1959.No hay una hoja de ruta para esta selva oscura que no seala cortesía de cederle la palabra amorosamente: la palabrapoética. Conocemos además un rasgo de carácter de Höl-derlin desde la juventud: su discreción extema, sus silencios.Las personas en torno a él a veces descubrían otra personaque no conocían; en su poesía esto puede proyectarse comomaestría en la elipsis, en “el arte de decir algo sin decirlo”(Bertaux).

De gran utilidad me han sido las notas que Jochen Schmidtincorpora a su edición de las Poesías (Gedichte) de Hölderlin,Insel, Fráncfort, 1984.

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3.3 “como cuando en día de fiesta . . . ”

3.3 “como cuando en día de fiesta . . . ”

La novedad que es este fragmento hímnico en ritmo librey sin título, de 1799/1800, abre la fase de mayor madurezde la poesía hölderliniana, la llamada época tardía. Es tam-bién el primero de los que se han llamado “cantos patrios”,y, aunque es breve –74 versos–, integra ya en buena medidalas coordenadas de posición del poeta maduro: el mundodel mito griego, Occidente, o las Hespérides, una nuevareflexión sobre las condiciones del poetizar. . . Uno de susabundantes motivos de interés es, a más de esto, que con-densa un modus operandi del autor que también es un modode ser. Ya los problemas textuales para su restitucion hansido especialmente serios; se conserva en un manuscrito deocho páginas que contienen, junto a un un esbozo en prosaprevio, un auténtico palimpsesto de variantes, notas y co-rrecciones por todas partes, amén de versos de otro poema,“Mitad de la vida”, y una breve fragmento de traducción delgriego. La descripción poderosa que abre la estrofa inicial,un largo período de comparaciones concatenadas, pareceya preparar el advenimiento de alguna entidad elevada se-guramente asociada a esos “relámpagos” y “truenos” quela anuncian:

Como cuando en día de fiesta, para ver el camposale el campesino, por la mañana, cuandocayeron los relámpagos refrescantes de la noche

cálidasin interrupción y todavía a lo lejos suena el

trueno

[Wie wenn am Feiertage, das Feld zu sehen/ Ein Landmann geht,des Morgens, wenn/ Aus heißer Nacht die kühlenden Blitze fielen/

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análisis de algunos poemas de hölderlin

Die ganze Zeit und fern noch tönet der Donner (Hölderlin 1951

SW 2,1: 118)].

Detrás del poema, como en su producción hímnica com-pleta, están años de trabajo demorado con los cantos dePíndaro, cuya producción había calificado en uno de sustrabajos para el título de magister como “summum del artepoético”. Y para la primavera de 1800 tenemos constanciade que trabajó fuertemente con la traducción de Píndaro;sus formas estróficas y métricas han pasado, así, con todanaturalidad a su propio quehacer artístico. Entre los hele-nistas fue pronto un lugar común la semejanza estructuralexistente entre este himno y uno de los de Píndaro, que, alparecer, llega a la identidad de las dos palabras que abrenla primera estrofa. Pero Holderlin está haciendo dedos conesta forma métrica y estrófica, y por alguna razón no con-cluyó su trabajo. En su contenido esta robusta primicia dela colección de los grandes himnos se ocupa de la apariciónen el mundo de Dioniso, que manifiesta su divinidad conla majestuosidad del relámpago; como ha escrito a Böhlen-dorff, “de entre todo cuanto puedo ver, es su epifanía másevidente.”

Aquí está uno de los puntos nodales de la fantasía poéti-ca de Hölderlin. El poeta iba en serio en su creencia de estarinvestido con la facultad de interpretar las señales de “loscelestiales” –la imagen del poeta celestialmente “inspirado”acompaña además a Hölderlin desde Bettina von Arnim–;pero que ese menester envolvía riesgos él lo sabía bien, ya ello lo sacrificó todo. El profetismo poético-religioso do-minará en los grandes himnos, cuando ya haya cristalizadola forma. Pero ya aquí el absoluto se está abriendo, comoen este redoble que se presenta incontinenti, en una visiónextática:

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3.3 “como cuando en día de fiesta . . . ”

¡Pero ya se hace de día! Esperé perseverante y lovi venir,

y lo que vi, que lo sagrado sea mi palabra.

[Jetzt aber tagts! Ich harrt und sah es kommen,/ Und was ich sah,das Heilige sei mein Wort. (Hölderlin 1951 SW 2,1: 118)].

Porque, en efecto, también en “Como cuando en día defiesta. . . ” hay ocasión para las reflexiones de su autor sobreel lugar y el reconocimiento del oficio del poeta. De momen-to, el idilio del campesino que sale a inspeccionar sus cam-pos, de prosapia clásica, cesa al pronto cuando comienzanlas fulguraciones atmosféricas. Al que se pregunte entoncespor el motivo que serpentea en este poema, las ocurrenciasléxicas le serán de inmediata ayuda. Ya hay “relámpagos”en el tercer verso, que luego reaparecen dos veces más, perotambién bajo avatar de “rayo del padre”, “fuego celestial”,“fuego al hombre” y tres veces “tormenta”; el gran mitólo-go Hölderlin, el Hölderlin pagano dice aquí incesantementedel rayo o fuego divinos como poderes activos, generadoreso destructivos, porque Apolo es impredecible, y no tardarádemasiado en golpearle a él.

Pero ¡ay de mí! cuando de

¡Ay de mí!

Y si digo de inmediato

que me he acercado para ver a los celestiales,ellos mismos, ellos me arrojan a la profundidad,

entre los vivientes,el falso sacerdote, a la oscuridad, para queentone la canción admonitoria a quienes apren-

den con facilidad.Allí

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análisis de algunos poemas de hölderlin

[Doch weh mir! Wenn von// Weh mir!// Und sag ich gleich,// Ichsei genaht, die Himmlischen zu schauen,/ Sie selbst, sie werfenmich tief unter die Lebenden/ Den falschen Priester, ins Dunkel,daß ich/ Das warnende Lied den Gelehrigen singe./ Dort (Höl-derlin 1951 SW 2,1: 120)].

Hölderlin nos ha legado muchos poemas truncos, y ca-da uno de ellos sugiere preguntas sobre su coherencia ycompletitud, o su ausencia; pero, habida cuenta de que elazar no informa sobre las razones del abandono del pro-yecto en cada caso, tendremos que continuar en solitariocon las preguntas. Una de ellas podría tener por objeto la(im)posibilidad de delimitar espaciotemporalmente la obradel arte de la palabra: ¿cuándo está cerrado un texto? Cuan-do menos aquí aceptamos sin más el poema como está,pues así ha sido el veredicto del azar, o lo que creemostal, que también es naturaleza. El poeta se ha aproximadoa los celestiales, que lo arrojan –no lo envían, por ejemplo–entre los vivientes (¿cómo expiación?, y dejaremos de ladola anfibología del texto, el original y el traducido, porque“el falso sacerdote” puede ir en aposición con quien habla,y ser él mismo, por tanto, lo que supondría una seria auto-inculpación) con el encargo (¿el castigo?) de que pronuncieuna adminición. ¿Para advertir a esos aprendices de algúnpeligro? Es el caso que desde los griegos arcaicos y antes, yHölderlin lo sabía como pocos, lo inefable, lo en su sustanciainexpresable, es parte y dignidad de lo santo. Heidegger hapretendido ver en este poema el apocalipsis bajo especie dela aproximación de algo, seguramente espantoso, que corri-ja el olvido o la alienación del ser en que una cultura mile-naria nos sitúa. De momento dejaremos al poema que digasu verdad, hasta donde pueda, sin necesidad de que resba-lemos mucho con la fantasía; el buen círculo hermenéuticono siempre ofrece todas las garantías. Y, en fin, ¿qué es lo

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3.4 “patmos”

que vio el poeta, que necesitó después la protección de losanto?

3.4 “patmos”

“Patmos”, se dijo, es un poema de encargo; responde ala petición que le dirigió en Ratisbona el conde Federicode Hessen-Homburg, que anteriormente había tanteado aKlopstock con la solicitud de una oda de carácter religioso;éste, ya mayor, declinó. El título lo impuso el propio condey está atestiguado que Sinclair en persona se lo llevó al des-tinatario en Homburg a fin de enero de 1803. Es el últimode los himnos “cristológicos” o cristianos –para el autor eradel grupo de los “himnos patrios”–, aunque en Hölderlinno se sepa nunca muy bien qué significa eso. El autor no vi-vió la publicación de este himno intrigante y complejo, queBeissner sacó a la luz bastante más de un siglo después decompuesto. Es probable que su primera versión, de quinceestrofas con quince versos cada una en la definitiva, sea delos meses previos al viaje al sur de Francia; al regreso ha-bría acometido la reelaboración y el acabado. Las visionesdel inquilino de la isla de Patmos, Juan, se entretejen en élcon motivos recurrentes del ideario poético de Hölderlin,a veces antiguas divisas de su época en común con Hegel,como la curiosa “tarde del tiempo”.

La totalidad poética e histórico-teológica de las visionesque cubre el poema es ambiciosa como pocas veces en laobra del poeta, y la labor de síntesis es necesariamentearriesgada. Aún así, la estructura reconocible puede con-siderarse articulada en tres partes. La primera está dedica-da a la experiencia de la partida y el viaje –propiamenteun secuestro por parte de un genio del yo poético hasta

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análisis de algunos poemas de hölderlin

la mediterránea isla de Patmos–, desde lo alto, como suele,y con metáforas de alto potencial; pindáricos son aquí in-discutiblemente los altos vuelos del arranque del himno ysu solemnidad. Pero antes experimentamos algo así comola inminencia de un dios que no se acaba de hacer presen-te en los versos que abren la primera estrofa, que parecenteología del siglo XX1:

Está cercanoy difícil de captar es el dios.Pero donde hay peligro, crecetambién lo que salva.En lo tenebroso habitanlas águilas, e impávidos caminanlos hijos de los Alpes por sobre el abismosobre puentes ligeramente construidos.Por ello, puesto que se amontonan en tornolas cumbres del tiempo, y los amantesviven cerca, languideciendo sobrelos montes más lejanos,danos agua inocente,oh, danos alas, para, con el más fiel de los senti-

dos,ir al otro lado y después volver.

[Nah ist/ Und schwer zu fassen der Gott./ Wo aber die Gefahrist, wächst/ Das Rettende auch./ Im Finstern wohnen/ Die Adler,und furchtlos gehen/ Die Söhne der Alpen über den Abgrundweg/ Auf leichtgebaueten Brücken./ Drum, da gehäuft sind rings/Die Gipfel der Zeit, und die Liebsten/ Nah wohnen, ermatterndauf/ Getrenntesten Bergen,/ So gib unschuldig Wasser,/ O Fittigegib uns, treuesten Sinns/ Hinüberzugehen und wiederzukehren.(Hölderlin 1951 SW 2,1: 165)].

122

3.4 “patmos”

En este pórtico, construido sin subordinaciones, las agu-paciones de palabras admiten la comparación con “bloquespétreos colocados unos junto a otros y sin mortero” (Ber-taux 2000: 392). En él se nos sitúa ya ante el peligro, en laoscuridad, pero al momento surge la esperanza de salva-ción. Acto seguido se produce un descenso a la concreciónhistórica con la entrada en escena de “los hijos de los Al-pes”, es decir, los alemanes, y una advocación a ese diospara que proporcione alas con que salvar la distancia quesepara a “los amantes”.

La parte central, a partir de la sexta estrofa, introducea Cristo y a sus seguidores, muy centralmente a Juan, eldiscípulo amado y autor en la ancianidad del Apocalipsis,a que cierta tradición, que el poeta adopta aquí, identificacon el autor del cuarto evangelio. Como no es infrecuenteen Hölderlin, hay ecos de la correspondencia de la época enalguno de estos versos; así, una frase de la carta que Höl-derlin dirige a su hermana en febrero de 1801 desde Haupt-wil en plena euforia por la firma de la paz de Lunéville,que ha conocido poco antes –“Creo que ahora empezarán amarchar bien las cosas del mundo” (Hölderlin 1990b: 330)–resuena hacia el final de este fragmento, por lo demás poli-sémico como casi cada línea del mismo:

Cuando, con ocasión del misterio de la vid,estaban reunidos, a la hora de la comida solem-

ne,y en la gran sala, en tranquila premonición, el

Señordeclaró la muerte y el último amor, pues nuncatenía bastante que decir sobre la bondadde las palabras, entonces, o para consolar,cuando lo veía, el enojo del mundo.

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análisis de algunos poemas de hölderlin

Pues todo está bien. Tras esto murió. Muchose podría decir sobre ello.

[Da, beim Geheimnisse des Weinstocks, sie/ Zusammensaßen, zuder Stunde des Gastmahls,/ Und in der großen Seele, ruhigahnendden Tod/ Aussprach der Herr und die letzte Liebe, denn nie genug/Hatt’ er von Güte zu sagen/ Der Worte, damals, und zu erheitern,da/ Ers sahe, das Zürnen der Welt./ Denn alles ist gut. Draufstarb er. Vieles wäre/ Zu sagen davon. (Hölderlin 1951 SW 1,2:167)].

No siempre nos orientamos sobre el valor funcional deesa aparente conformidad de Hölderlin, que aquí pareceaceptar lo peor. “El último amor”, en una lectura bastanteamplia, puede bien referirse al que llevó a su protagonistaa la crucifixión, que aquí es continuada con palabras quede nuevo colocan un velo opaco ante nosotros porque vie-nen después de la validación de “todo” como bueno: “Trasesto murió. Mucho habría que decir sobre ello”. Juan, porsu parte, parece poseer presciencia de lo que advendrá, demodo que su vivir presente es, de algún modo, recordar,también a ese dios que vuelve el rostro. Y como ese sem-brador de la estrofa undécima que va arrojando los granosde trigo “hacia lo claro”, el autor continúa sembrando entodas direcciones unidades de sentido oscuro, a modo depotentes atractores. Destacadísimo entre ellos es ese diosfilosófico del filósofo Hölderlin cuyo ser posibilita o sub-tiende la labor poética; en efecto, Hölderlin, a cuya íntimacolaboración intelectual con Hegel durante cierto tiempono siempre se ha prestado atención, puede muy bien haberpensado como necesario (Wackwitz 145) en esa sustancia di-vina el compromiso de manifestarse de algún modo a los te-rrenales –en lengua alemana el Apocalipsis de Juan se diceOffenbarung, que es lo mismo que nuestro cultismo, aunque

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3.4 “patmos”

más transparente: revelación, manifestación–; los mortalespueden, es claro, incumplir el contrato y ser penalizadoscon la privación de unos dioses que se alejan, pero el otropolo, el poder numinoso o divino, necesita también de losmortales como partícipes de su mensaje2. En caso contrario,cuando las alianzas se quiebran, se producen fisuras en elser y desconcierto, y hasta el Supremo vuelve el rostro

a causa de que ningún inmortalpuede verse ya en el cielo osobre la verde tierra, ¿qué es esto?

[Darob, daß nirgend ein/ Unsterbliches mehr am Himmel zu sehenist oder/ Auf grüner Erde, was ist dies? (Hölderlin 1951 SW 2,1:169)].

Lo novedoso de Hölderlin es que resitúa a Cristo, en con-sonancia otra vez, no se sabe si fortuita, con corrientes depensamiento religioso más recientes. Puede estar en lo cier-to Dilthey (1978: 391) al detectar auténtico odio por parte deHölderlin a “lo que el cristianismo tenía de desdivinizaciónde la naturaleza en la Ilustración cristiana”, pero podría seren tal caso que todo este poema tenga su centro en la pasióndel poeta por reintroducir esa divinización –por obra de laposición mediadora del vate, del cual Juan sería un modeloo un precursor. ¿Una teología que hace tabla rasa, una ar-queología de las vetas no realizadas en la historia cristiana?Cómo si no interpretar el largo camino ascendente que esel poema, cuyo tono se eleva hasta las dos últimas estrofas,donde se encuentra una de sus cumbres: “Pues todavía viveCristo.” O este paso:

Pues ello debiera presentarse de nuevoen el momento oportuno.

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análisis de algunos poemas de hölderlin

[denn wiederkommen sollt es/ zur rechten Zeit. (Hölderlin 1951

SW 2,1: 168)].donde no es ni siquiera clara la referencia del “lo”, el

acontecimiento que se espera. ¿Es ese regreso quizá la resti-tución del reino de la promesa, el sueño febril de Juan?

Se perciben también algunas correspondencias entre unasentidades que intervienen con su presencia contundente ylas elecciones formales; se ha llamado la atención, por ejem-plo, sobre la frecuencia desproporcionada con que apareceen el Hölderlin de los himnos tardíos la conjunción “pe-ro” (aber), que en “Patmos” está presente 14 veces para 195

versos. No se reconocen por tanto subordinaciones o ante-cedentes y consecuentes en un acontecer secuencial, estasrealidades numinosas son simultáneas en su fuerza y sufascinación. Quizá toque esto uno de los núcleos del poema,cual es la irresolución de su autor con la muy presente figu-ra de Cristo. Porque si Cristo, el “eón cristiano”, representalo absolutamente distinto en la historia de los hombres, sumuerte por lo mismo es un unicum histórico, cumplimientode un designio sobre cuyo alcance sólo podemos hacer cá-balas (“habría que decir mucho sobre ello”). Pero Hölderlinse había desprendido pronto de la fe positiva codificada enun credo. El dios (con artículo), a pesar de todo cercano delprimer verso, que en el segundo ya es “difícil de captar”,comanda todo el mar hirviente de las visiones del poema.Y si la coherencia textual nos sugiere que “el padre” de laestrofa quince y última sea coincidente con ese dios de laprimera, el “padre que gobierna sobre todos”, también sa-bemos que esta mención ambigua ha sido leída con buenosargumentos (Beissner) como referida al dedicatario, el con-de (curioso que la extraordinaria densidad de este texto demadurez de un teólogo lo haga pasto de los especialistas enhermenéutica profana).

126

3.4 “patmos”

Pero si admitimos que todo esto es teología cristiana enun sentido más convencional, resultaría que Hölderlin, elenamorado de las deidades griegas, se ha reservado algu-na forma de ilusión en la restitución final del mundo, en laparusía. Una o dos generaciones después de Cristo, la tera-pia que Juan desarrollaba en su isla estaba constituida porvisiones escatológicas. ¿Puede el poeta elegido hacer algode todo esto ahora? ¿Y dependerá el éxito de esa empresade la observancia correcta del mensaje, de “la letra” de losversos que siguen?, ¿qué, cuánto de “lo existente” ha de sercultivado para contentar al padre . . . ?:

pero el padreque gobierna sobre todoslo que más ama es que se cuidela letra fija, y lo existente sea bieninterpretado.

[Der Vater aber liebt,/ Der über allen waltet,/ Am meisten, daßgepflegt werde/ Der feste Buchstab, und bestehendes gut/ Gedeu-tet. (Hölderlin 1951 SW 2,1: 172)].

Una hebra del hilo continuo que atraviesa “Patmos” serefiere a la figura del conde. Y no parece tan disparatada lalectura que hace Beissner de este paso en el sentido de quela dedicatoria es bastante más alargada que el “al conde deHomburg” de la entrada, que quien lo encargó está muypresente en toda la composición por consiguiente. Así lascosas, esta reverencia final valdría para el conde, amado de“los celestiales”:

Y si ahora los celestiales,tal como creo, me aman,cuánto más a ti,pues una cosa sé,

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análisis de algunos poemas de hölderlin

que la voluntaddel padre eterno muchova contigo. . .

[Und wenn die Himmlischen jetz/ So, wie ich glaube, mich lieben/Wie viel mehr Dich,/ Denn eines weiss ich,/ Dass nämlich derWille/ Des ewigen Vaters viel/ Dir gilt. . . (Hölderlin 1951 SW2,1: 171)].

Lo que plantea una cuestión algo inquietadora. Servil noha sido Hölderlin, en todas las estaciones de su trayecto-ria se ha resistido a doblar el espinazo, y esta resistencia loha empujado a una marginalidad creciente. ¿Pudo el mie-do con él al final. . . ? Federico era todo lo ilustrado que sedesee, pero era un mandatario del absolutismo, que Höl-derlin aborreció desde jovencísimo. ¿Y Hölderlin en 1802

transmitiendo sus buenos deseos a un personaje así. . . ?

3.5 “recuerdo”

Hacia la primavera de 1803 las pausas de calma y lucidezdel poeta ceden cada vez más al desorden creciente al queal final sucumbe; con un vistazo a los índices de su episto-lario se comprueba que por esta época prácticamente ya noescribe cartas. Pero su producción poética no sufre interrup-ciones, otra prueba de que, pese a todo, poseía una robustezmental de sorprende. La experiencia del sur de Francia, sinduda muy intensa para él, está todavía muy viva en su me-moria, y a ella dedica en parte “Recuerdo”, el poema muyjustamente considerado como la joya de los himnos tardíos:las imágenes, como bajo un cristal de aumento, construyenun todo de extraña armonía donde no quedan fisuras. Pe-ro no siempre ha sido admitido, éste o sus pares, en suexcelencia; Dilthey, a quien sabemos que cabe el honor de

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3.5 “recuerdo”

encontrarse en primera fila de entre quienes a principiosdel XX dieron la alerta sobre la importancia de Hölderlin–y bastante antes de la edición de sus obras por von Hellin-grath, que por otra parte no incluye “Recuerdo”–, tampocotiene empacho en sentar que en el lenguaje poético hölderli-niano, al que reconoce de todos modos “vigor metafórico”,hay “una mezcla especial de rasgos enfermizos y de senti-miento del genio lírico por un nuevo estilo” (Dilthey 1978:411). Es probable que, de haberlo conocido, también el pre-sente poema habría caído en la columna de los afectadospor los “rasgos patológicos”.

El poema es lírica de la vivencia, y también más cosas. Suritmo grácil resiste la traducción:

Se levanta el Nordeste,el más querido de los vientospara mí, pues promete a los marinosespíritu fogoso y buena travesía.Anda, y saluda ahoraal hermoso Garonay los jardines de Burdeos,allí, donde en la abrupta orillaavanza la vereda y en la honduradel río cae el arroyo, y por encimaatisba un noble parde encinas y álamos de plata;

Aún recuerdo aquello,y cómo inclina las amplias copas,sobre el molino, el soto de olmos,y una higuera que crece en el patio.En los días de fiesta se encaminanlas morenas mujeres por allí,sobre sedoso suelo,

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análisis de algunos poemas de hölderlin

en el tiempo de marzo,cuando el día y la noche son iguales,y por senderos perezosos,grávidos de dorados sueños,arrulladoras brisas van pasando.

Pero que alguien me alcance,plena de oscura luz,la copa perfumada,para que anhele descansar, pues dulcesería dormitar bajo la sombra.No es bueno estar carenteen el alma de pensamientos terrenales.Pero es bueno el diálogoy expresar lo que sienteel corazón, y oíracerca de los días del amor,y de hechos que ocurrieron.

Mas ¿dónde están ahora los amigos?¿y Belarmino con su compañero?Muchos no se aventuran a acercarse a la fuente;sin embargo, el origende la riqueza está en el mar.Ellos, como pintores, recolectanlo bello de la tierra;no desdeñan la guerra aladani el vivir solitarios largos añosbajo el mástil sin hojas, donde los días de fiestade la ciudad no brillan por las noches,ni música de cuerda ni la danza del país.

Pero ahora los hombresse han marchado a las Indias;Desde allí, en el ventoso promontorio,

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3.5 “recuerdo”

junto a los cerros con viñedos, desdedonde fluye el Dordoña,y unido al hermosísimoGarona, desembocan sus corrientes,anchas como el mar.Pero el mar quita y da memoria;también el amor fija las atentas miradas;mas lo que permanece, lo fundan los poetas.

[Der Nordost wehet,/ Der liebste unter den Winden/ Mir, weiler feurigen Geist/ Und gute Fahrt verheißet den Schiffern./ Gehaber und grüße/ Die schöne Garonne,/ Und die Gärten von Bor-deaux/ Dort, wo am schafen Uhr/ Hingeht der Steg und in denStrom/ Tief fällt der Bach, darüber aber/ Hinschauet ein edel Paar/Von Eichen und Silberpappeln;// Noch denket das mir wohl undwie/ Die breiten Gipfel neiget/ Der Ulmwald, über die Mühl’/Im Hofe aber wächst ein Feigenbaum./ An Feiertagen gehn/ Diebraunen Frauen daselbst/ Auf seidnen Boden,/ Zur Märzenzeit,/Wenn gleich ist Nacht und Tag,/ Und über langsamen Stegen,/Von goldenen Träumen schwer,/ Einwiegende Lüfte ziehen.// Esreiche aber,/ Des dunklen Lichtes voll,/ Mir einer den duftendenBecher,/ Damit ich ruhen möge; denn süß/ Wär’ unter Schattender Schlummer. Nicht ist es gut,/ Seellos von sterblichen/ Gedan-ken zu sein. Doch gut/ Ist ein Gespräch und zu sagen/ Des Her-zens Meinung, zu hören viel/ Von Tagen der Lieb’,/ Und Taten,welche geschehen.// Wo aber sind die Freunde? Bellarmin/ Mitdem Gefährten? Mancher/ Trägt Scheue, an die Quelle zu gehen;/Es beginnet nämlich der Reichtum/ im Meere. Sie,/ Wie Maler,bringen zusammen/ Das Schöne der Erd’ und verschmähn/ Dengeflügelten Krieg nicht, und/ Zu wohnen einsam, jahrlang, un-ter/ Dem entlaubten Mast, wo nicht die Nacht durchglänzen/Die Feiertage der Stadt,/ Und Saitenspiel und eingeborener Tanznicht.// Nun aber sind zu Indiern/ Die Männer gegangen,/ Dort

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análisis de algunos poemas de hölderlin

an der luftigen Spitz’/ An Traubenbergen, wo herab/ Die Dordog-ne kommt,/ Und zusammen mit der prächt’gen/ Garonne meer-breit/ Ausgeht der Strom. Es nehmet aber/ Und gibt Gedächtnisdie See,/ Und die Lieb’ auch heftet fleißig die Augen,/ Was bleibtaber, stiften die Dichter. (Hölderlin 1951 SW 2, 1: 188 y s.),traducción de Federico Bermúdez-Cañete, con alguna mo-dificación del autor].

Aquí se impone una especial prudencia en la operaciónde hacer aflorar un sentido vertebrador al poema. El hilorojo, en todo caso, es la línea asociativa que pasa revistaal amplio fragmento de la vida en Francia, que con seguri-dad observó con mirada muy atenta –Hölderlin tiene quehaber sido una persona con muy buena memoria para lascomposiciones espaciales. Las diversas corrientes fluviales,las encinas y los álamos plateados, los olmos que se incli-nan o el atavío festivo de las campesinas (“morenas” paraeste hombre del norte) componen las figuras del diorama,porque simultáneamente es visible el poeta. De improviso,encastradas sin violencia en la carpintería del poema, unasastillas de literatura sapiencial –ya se habló de su trabajoen el seminario sobre los proverbios atribuidos a Salomón–,o acaso se trate de una confesión deliberadamente borrosade su experiencia interna en los días en que se batía en reti-rada y emprendía el camino de vuelta –“No es bueno estarvacío/ de pensamientos terrenales”. Y acto seguido viene elencomio de la conversación franca y abierta, y de lo buenoque es “oír acerca de los días del amor”: no del amor o suobjeto, sino del tiempo que fue nimbado por él.

En el poema “Si desde la lejanía”, incluido más abajo,para hablar (con cautelas) de sí mismo recurre Hölderlinal expediente de utilizar a otra persona, Susette, que hablade él. Aquí sucede algo parecido, porque en la siguienteestrofa a la pregunta de entrada “¿Pero dónde están los

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3.5 “recuerdo”

amigos?” –el lector algo aplicado de Hölderlin y por tantoavezado en estos saltos, está ya a estas alturas a salvo dela falacia del post hoc ergo propter hoc, de ver por tanto cau-sación en la simple continuidad–, el yo lírico enjareta unasegunda: “¿y [dónde está] Belarmino con su compañero?”Recordemos por un momento el Hiperión: Belarmino es eldestinatario de muchas cartas de Hiperión, su compañero.Y bien, si se nos autoriza la doble operación de abstraer dela impostación de autoría en la novela y en la poesía pre-sente, convendremos en que tanto Hiperión como el autorde este poema han sido voces de la persona Friedrich Höl-derlin. “De modo que Hölderlin se pregunta en el poemapor su propia existencia” (Pau 2008: 293). En los versos fina-les del poema parece que confluyen las varias líneas hastaentonces separadas, que, seguramente más que motivos adesarrollar argumentalmente, en la cabeza de Hölderlin de-ben de haber sido entidades, ámbitos del ser. La vida fran-cesa que ha dejado atrás: los viajes a las Indias –¿desde elpuerto de Burdeos. . . ?–, los viñedos y el curso de los ríosde nuevo, que bajan henchidos de aguas fertilizadoras, y elmar, que misteriosamente puede desproveernos de memo-ria, pero también darla, y el amor, que laboriosamente seadhiere a los ojos. Pero lo contingente pasa y hay que afian-zarse en lo permanente por necesario, así que acaso nos seapreciso orientarnos con la voz del poeta, que aquí suscribeuna fortísima profesion de fe en su misión como portadorde lo sagrado. Se produzca lo que se produzca, si algo sesalva, el último resto será el don de los poetas. Quizá el tí-tulo aluda a esto, se ha dicho, a este último verso gnómico:“mas lo que permanece, lo fundan los poetas”. Por “fundan”el original registra stiften, que es “estatuir”, “fundar” o “fi-nanciar”, pero también “causar” o “provocar”. ¿Los poetasfundan u originan? ¿Será que la experiencia humana, el de-

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análisis de algunos poemas de hölderlin

pósito de lo vivido por la especie no recibe dignidad depermanencia hasta tanto no haya sido sido puesto bajo lajurisdicción de los dadores de sentido, hasta que no haya si-do elevado, ennoblecido por los poetas? Adorno (2003: 461)ha sometido a crítica la lectura atemporalizadora de Höl-derlin por parte de Heidegger y el afán de éste de sustraeral tiempo el contenido (histórico) de verdad de esta poesía,que tuvo un momento, un contexto, un sujeto. ¿Qué preten-día entonces fundar, u originar, Friedrich Hölderlin, poeta,con sus visiones de hacia 1803 en su soledad de Homburgan der Höhe, una pequeña ciudad de Hessen. . . ?

3.6 “heidelberg”

“Heidelberg”, una oda intimista, es un homenaje a la memo-ria, a la de lo vivido y lo soñado. Hölderlin había conocidola ciudad universitaria en el curso del viaje de varios díasque emprendió en junio de 1788 y desde Maulbronn por lazona del Rin, y quedó prendado de su imagen urbana, delcastillo en lo alto, del río y del puente (entonces único ycon las obras de ampliación recién acabadas). A la madre lehizo una descripción entusiasta: “La ciudad me ha gustadoextraordinariamente. El emplazamiento es todo lo hermosoque uno pudiera pensar. [. . . ] y en ellos [los montes] estáel viejo, memorable castillo. . . ”. Seguramente es de esa fe-cha el “hechizo” que experimentó, cuando acudió allí comouna especie de mensajero de los dioses:

Como enviado por los dioses, en tiempos meencadenó un hechizo

al puente

[Wie von Göttern gesandt, fesselt’ ein Zauber einst/ Auf die Brükemich an (Hölderlin 1951 SW 2,1: 14)].

134

3.6 “heidelberg”

Luego regresó en varias ocasiones, siempre de paso, yaquí es de especial relevancia su llegada a la ciudad en juniode 1795, cuando deja Jena. El poema lo componen ochoestrofas de verso libre que se inician con el reconocimientode ese amor antiguo. Porque el símil que como la cosa másnatural viene a la cabeza del poeta es el amoroso vínculodel hijo con su madre:

Hace ya largo tiempo que te amo, y me resulta-ría muy grato

llamarte madre. . .

[Lange lieb’ ich dich schon, möchte dich, mir zur Lust,/ Mutternennen . . . (Hölderlin 1951 SW 2,1: 14)].

El primer esbozo del poema, de 1798, es más preciso enla asociación personal, ya que antes de la tercera estrofaincluía un verso (“como un caminante a quien han expul-sado”) transparentemente alusivo a su situación personalen mayo/junio de 1795. Aquí continúan luego las estrofascon algunas notas del tráfago urbano, que sin embargo noproporcionan ni con mucho una descripción: los carros, elpuente, el castillo entre bosques, las callejas y los jardinesurbanos, pero ni una mención a la vida estudiantil, porejemplo. Sabemos el lugar de que se trata por el título, pe-ro la presentación, que es amorosa, sin embargo está pocoindividualizada; el centro de gravedad del poema lo señalaaquí la emoción persistente que lo recorre. No es difícil adi-vinar que el “fugitivo” que emerge al comienzo de la quintaestrofa sea el “caminante” mencionado:

Manantiales le habías regalado a él, al fugitivo,sombras frescas

[Quellen hattest du ihm, hattest dem Flüchtling/ Kühle Schattengeschenkt (Hölderlin 1951 SW 2,1: 14)].

135

análisis de algunos poemas de hölderlin

Ahora bien, allí, y cuando se sentía tal, contactó con JohannGottfried Ebel, naturalista y médico establecido en Fránc-fort –asistiría allí a Susette Gontard en su enfermedad– yrepublicano de convicción, a quien conocía bien Sinclair;Hölderlin sintió por él la viva simpatía que se trasluce enlas cartas. Para el poeta aquel contacto fue providencialpuesto que allí se le abrió la perspetiva de emplearse co-mo preceptor en Fráncfort, en casa de Susette Gontard, conlas consecuencias conocidas. Por eso, puede pensarse, des-realiza la ciudad, adensando la referencia simbólica de suselementos naturales (el río que fluye, etc.). Tampoco faltauno de los característicos elementos gnómicos, esos miste-riosos carbunclos que sabe engastar Hölderlin:

. . . como el corazón, cuando, demasiado hermo-so ante sí mismo

para sucumbir amorosamente,se arroja en las olas del tiempo.

[. . . wie das Herz, wenn es, sich selbst zu schön,/ liebend unter-zugehen,/ in die Fluten der Zeit sich wirft. (Hölderlin 1951 SW2,1: 14)].

Retengamos la imagen: un corazón que se arroja a lasolas del tiempo. En el recuerdo de lo que fue el prólogo dela felicidad de su vida queda un “sol eterno” derramandosu luz rejuvenecedora y el murmullo final de sus callejasadornadas de flores:

Las matas descendían al florecer, hasta dondeen el plácido valle,

recostadas en la colina, o plácidamente junto ala orilla,

tus alegres callejasdescansan bajo el aroma de los jardines.

136

3.7 “mitad de la vida”

[Sträuche blühten herab, bis wo im heitern Tal/ An den Hügel ge-lehnt, oder dem Ufer hold,/ Deine fröhlichen Gassen/ Unter duf-tenden Gärten ruhn. (Hölderlin 1951 SW 2,1: 15)].

3.7 “mitad de la vida”

En la edición de 1916 de von Hellingrath apareció por vezprimera este poema (y muchos más). Y el editor no pudoevitar una disculpable expresión de desprecio para los res-ponsables de la caprichosa edición de 1826, que ya sólo poresta ausencia eran juzgados “más locos de lo que nunca es-tuvo Hölderlin”. Ayudado por su brevedad, “Mitad de lavida” se consagró al poco como uno de los más conocidosde Hölderlin, y está presente en libros de texto, antologías,etc.

El autor había pasado por pruebas agotadoras. Vuelto yade Burdeos e internamente al límite de la aniquilación porla muerte de Susette, que puede haber vivido de cerca, demomento ha encontrado un provisional y muy incómodoacomodo en casa de la madre, en Nürtingen. Como se hadicho, Sinclair tuvo la atención de llevarlo en otoño de 1802

por dos semanas a Ratisbona; de nuevo en casa, el poetase atrinchera para trabajar febrilmente. Es entonces cuandoescribe unas cartas breves al editor Wilmans, de Fráncfort;para esta pequeña obra maestra ha elegido versos libres ybreves que le dan una concisión de haiku, como en las 7

/ 7 / 5 sílabas de los tres primeros versos alemanes de laestrofa incial:

Con peras doradas se inclinay repleta de rosas silvestresla campiña sobre el lago,vosotros encantadores cisnes,

137

análisis de algunos poemas de hölderlin

y ebrios de besossumergís la cabezaen el agua sobria y sagrada.

[Mit gelben Birnen hänget/ Und voll mit wilden Rosen/ DasLand in den See,/ Ihr holden Schwäne,/ Und trunken von Küs-sen/ Tunkt ihr das Haupt/ Ins heilignüchterne Wasser. (Hölder-lin 1951 SW 2,1: 117)].

Si estos siete versos de la primera estrofa, encerrada enuna atmósfera de ensueño, se detienen en el idilio de loscisnes en un paisaje que parece espejearse en las aguas, enlos siete de la segunda, que irrumpe abruptamente y sin so-lución de continuidad, el frío y la mudez crean condicionesde abierta desolación. Hölderlin, que ha dedicado su tiem-po al estudio de los cambios tonales en Píndaro, elige ahorauna antiestrofa sincopada que contesta a la armonía de laestrofa antecedente:

Ay de mí, ¿donde cojo yo, cuandosea invierno, las flores, y dóndeel brillo del soly las sombras de la tierra?Los muros estánsin habla y fríos, al vientochirrían las veletas.

[Weh mir, wo nehm’ ich, wenn/ Es Winter ist, die Blumen, undwo/ Den Sonnenschein,/ Und Schatten der Erde?/ Die Mauernstehen/ Sprachlos und kalt, im Winde/ Klirren die Fahnen. (Höl-derlin 1951 SW 2,1: 117)].

Para el nivel solemne, el de los himnos en primer lugar,Hölderlin es muy seguro en la selección de una liturgia léxi-ca que nombre el mundo numinoso que evoca, y es cuandose permite variaciones con los elementos de su mitología,

138

3.7 “mitad de la vida”

en la que se encuentra como en casa. Pero aquí no necesitaexordios, y las palabras-guía, ninguna superflua, están paramarcar sin error el trayecto a seguir. El poema es asimismoun muestrario del principio formal hölderliniano de la pa-rataxis, que renuncia a la lógica de la jerarquía tradicionalde las subordinaciones y que Adorno y Bertaux han identi-ficado como elemento estructurador de esta poesía. No sóloestas estrofas son tonalmente y en su contenido disjuntas;la supresión paratáctica de conectivas y elementos coordi-nantes es llamativa también en el plano de cada una de lasestrofas, que es machihembrado de cuando menos dos fra-ses. ¿Estará precisamente en estos contrastes “musicales” elsecreto del efecto poético? La primera estrofa emite la cal-ma de un día vibrátil de verano; como único movimientopercibimos la gracia de los cisnes por el agua (todo con unalto coeficiente simbólico; en las “Lamentaciones de Menónpor Diótima”, del propio Hölderlin, “los deliciosos cisnes”son el término de comparación de la alegría amorosa; aquí,por si fuera poco, están “ebrios de besos”, y sobre las ro-sas como emblema del amor no habrá que añadir nada).En un tiempo como ralentizado agua y tierra, tal parece, seestán aproximando –y súbitamente la segunda estrofa im-pone un cambio completo de escenario, con el temor, o lacerteza amarga, por parte del yo lírico de que el inviernole despojará de las flores y de los destellos del sol, hasta delas sombras, de que ha de prepararse en consecuencia pa-ra entrar en el ámbito desamorado de las ausencias. Algúnautor (Szondi) ve aquí la lejanía desventurada de los dioses.Como quiera que sea, el estado carencial se expresa con laafasia, afasia que es además de poeta: para Bertaux, que seauxilia en su interpretación en otros pasos de Hölderlin, es-tas “flores” remiten a las “flores de la boca”, a las palabras,que teme perder en un futuro de enmudecimiento.

139

análisis de algunos poemas de hölderlin

El fulcro del poema es el lamento repentino del “¡Ay demí!”, nada inusual en el poeta, y que aquí está junto al co-mienzo de la segunda estrofa, a cuyo término una veleta chi-rría (aun cuando intencionalmente se está situando en unfuturo inquietador, la segunda parte tiene el tiempo verbaldel poema entero, el presente que no transcurre). Sin tex-tos paralelos el término Fahne se prestaría a la doble lecturacomo bandera o como veleta (Windfahne o Fahne sin más),pero por suerte disponemos de un fragmento que reprodu-ce Waiblinger en su novela Phaethon (1823) y que, según losespecialistas, en su versión primera fue un himno en versospindáricos de Hölderlin, “En el apacible azul. . . ”, donde selee: “El sol asciende sobre él [sobre el campanario], peroarriba, en el viento, canta [como un gallo] la veleta”. Y si laarticulación interna se encuentra exactamente en el centro,la resolución inesperada se desplaza hasta la aparición inex-plicada del viento en el final, que introduce con el chirridoque origina el único elemento sonoro de contraste con elsilencio elocuente de los muros.

Jochen Schmidt, al que sigo aquí, ha estudiado con exac-titud la disposición de los elementos de esta miniatura. Así,la advocación “vosotros, encantadores cisnes”, única vidaanimal del cuadro, se sitúa justo en el centro de la prime-ra estrofa; “lago” (See) y “agua” (Wasser) –Hölderlin y elagua. . . – marcan el final de los tres versos que antecedeny siguen. Las cosas cambian en la segunda estrofa, en lamitad invernal de la vida, donde todo parece haberse re-plegado sobre sí. El agua desaparece cuando irrumpen yalas marcas del invierno que se teme: el viento, la frialdad,el aislamiento. Schmidt observa además que los sustanti-vos de la primera parte van acompañados de epítetos depositividad (adjetivos en función atributiva: “dorado”, “sil-vestre”, “encantador”, hasta las aguas son, un tanto atrevi-

140

3.8 “el archipiélago”

damente, “sobrias y sagradas”), en tanto que en la segundano hay uno solo; aquí los muros se yerguen con los predi-cados “sin habla” y “fríos” (en función predicativa). En elritmo de la primera estrofa hay como una oscilación, perola segunda avanza a trompicones en los encabalgamientos.Es un áspero y desgarrador poema de buscada asimetría,seguramente porque es un poema de premoniciones. EnBurdeos y después había ido recibiendo Hölderlin señalesde que algo ominoso advendría a la altura de lo que, curio-samente, para él resultó ser en efecto y con mucha precisiónla mitad de la vida. Si, en general, en su lenguaje poéticoresulta a primera vista algo “anacrónico”, la arquitecturade este poema se desvía por completo de su tiempo, peroporque lo sobrepasa –nadie hacía poemas así cuando em-pezaba el XIX–; es moderno en el sentido de que resultainmediatamente inteligible para nuestra educación en lasasociaciones, aunque cuesta imaginar a un Hölderlin cons-ciente de estar abriendo caminos a la modernidad. Muyposteriormente los versos últimos han servido de ambiva-lente consuelo a un escritor, Jean Améry, que los conservabaen la memoria cuando fue confinado en Auschwitz.

3.8 “el archipiélago”

Este himno elegíaco en hexámetros es el más extenso decuantos escribió –296 versos–; el comienzo fue acometidoen Homburg y las últimas estrofas verosímilmente en losmeses de Stuttgart. Del himno en hexámetros ya había he-cho uso Hölderlin en producciones más breves como ”Lasencinas” y “Al éter”. Apogeo de su poesía mítico-hímnicadel período de la madurez, “El Archipiélago” es también lasíntesis madura y feliz de su amorosa nostalgia por el país y

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análisis de algunos poemas de hölderlin

por el mar del país que nunca llegó a ver, Grecia. Por la épo-ca de composición, por la métrica utilizada y en sus conteni-dos es un pariente próximo de las elegías, y, desarrollandonúcleos de ideas de alguna de ellas, la civilización griegaes presentada en su plenitud –plenitud conflictiva– y en suunicidad histórica a las sociedades hijas de Occidente, nosiempre dignas sucesoras (lo que él llama las Hespérides).

Contra lo que pudiera pensarse, el substantivo “archipié-lago” (Archipelagus, en actual alemán normativo Archipel)no es término del griego clásico, sino creación de la Italiaposmedieval; además, con su empleo Hölderlin no piensatanto en un conjunto disperso de islas cuanto en el marunificador (“piélago”), animado y vivificante, con rango dedeidad –“dios marino” cuatro veces en el poema, y siem-pre a final de verso– y centro organizador de la totalidaddel orbe poemático. Atenas es destruida (y reconstruida),en Salamina se enfrentan a muerte las flotas de dos poderesterrenales representativos de formas de entender a los mor-tales polarmente opuestas: el mar es lo omniabarcante entodos los casos, testigo y depósito del devenir, del cambio yla permanencia. La intensidad del apóstrofe de despedidadeja como en sordina el vaticinio de un destino aciago:

Pero tú, inmortal, aun cuando el canto de losgriegos ya

no te celebre, como en tiempos, desde tus olas,¡oh dios marino!

resuéname todavía a menudo en el alma, de talmodo que sobre las aguas

activo y sin temor el espíritu, como el nadador,se ejercite

en la fresca felicidad de los fuertes, y entiendala lengua de los dioses, los cambios

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3.8 “el archipiélago”

y el devenir, y si el tiempo impetuosose apodera de mi cabeza con excesiva violencia

y la necesidad y el errarentre mortales me trastorna la vida mortaldeja que reflexione entonces sobre la quietud de

tus profundidades.

[Aber du, unsterblich, wenn auch der Griechengesang schon/ Dichnicht feiert, wie sonst, aus deinen Wogen, o Meergott!/ Töne mirin die Seele noch oft, daß über den Wassern/ Furchtlos rege derGeist, dem Schwimmer gleich, in der Starken/ Frischem Glückesich üb’, und die Göttersprache, das Wechseln/ Und das Werdenversteh’, und wenn die reißende Zeit mir/ Zu gewaltig das Hauptergreift und die Not und das Irrsal/ Unter Sterblichen mir meinsterblich Leben erschüttert,/ Laß der Stille mich dann in deinerTiefe gedenken. (Hölderlin 1951 SW 2,1: 111 y s.)].

El himno consta de un número bastante considerable deestrofas irregulares, que temáticamente admiten una agru-pación aproximada en tres grupos. El primero es un cánticoamoroso al mar y a sus islas de primavera; en la parte cen-tral está la decadencia y la ruina de Atenas, con la decisivabatalla de Salamina frente al intruso persa, un poder natu-ral y desordenado como la lava que escupe el Etna y sin res-peto alguno por los dioses. Se ha escrito certeramente queéste no es un poema épico, y la razón es que no magnificael devenir en la historia de una comunidad; tampoco se dala centralidad de un héroe, mortal o semidivino. Ningunode los esforzados guerreros de Salamina o Maratón llevaaquí nombre, y se condujeron como lo hicieron porque erajusto aquello lo que requería entonces la comunidad con losinmortales, y por eso merecen la piedad:

Coronad con follaje eterno, ¡vosotros, bosquesde laureles!,

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análisis de algunos poemas de hölderlin

las colinas de vuestros muertos, allá junto a Ma-ratón,

donde los jóvenes murieron venciendo [. . . ]

[Kränzt mit ewigem Laub, ihr Lorbeerwälder! die Hügel/ EurerToten umher, bei Marathon dort, wo die Knaben/ Siegend starben[. . . ] (Hölderlin 1951 SW 2,1: 111)].

Lo que a Hölderlin interesa es esa combinación exactaque descubrieron los griegos en su trato con los inmortales.El final del poema se abre a la visión de la fiesta de un oto-ño profético en que los mismos, junto con los mortales y losespíritus del pasado, celebrarán la epifanía de la vida porfin plena de sentido divino. En Hölderlin, en efecto, comoen el siglo XX en el dramaturgo H. Müller, se da una comu-nidad entre los vivos y quienes les han legado en herenciael mundo, los que se fueron.

Hölderlin, el gran andarín, ¿pudo ver el mar en sus mesesde Burdeos, un puerto interior? En la salutación a Creta ySalamina, Tenos, Quíos, Chipre y Calauria de los primerosversos se ha mezclado el aire que ya llega de las islas con elgraznido alegre de las aves que las anunciaban:

¿Vuelven a ti las grullas y buscanlos barcos de nuevo el rumbo hacia tus orillas?,

¿alientanvientos favorables sobre tus olas calmadas. . . ?

[Kehren die Kraniche wieder zu dir, und suchen zu deinen/Ufern wieder die Schiffe den Lauf? Umatmen erwünschte/ Lüftedir die beruhigte Flut. . . ? (Hölderlin 2000: 245)].

El poema se detiene luego en el momento de maximo pe-ligro. Y Hölderlin sabe muy bien que el enfrentamiento amuerte de Salamina fue el pulso que decidió la pervivencia

144

3.8 “el archipiélago”

de nuestra civilización matriz frente a un pueblo que repre-sentaba lo contrario de una comunidad articulada por unavida interior –propiamente siervos–:

Pues el enemigo del genio, el muy imperiosopersa,

durante años estuvo ya contando la multitud delas armas, de los siervos,

haciendo burla del país de los griegos y de suspocas islas,

[Denn des Genius Feind, der vielgebietende Perse,/ Jahrlang zählt’er sie schon, der Waffen Menge, der Knechte,/ Spottend des grie-chischen Lands und seiner wenigen Inseln (Hölderlin 2000: 248)].

y por eso mismo le levanta uno de los exponentes másimponentes y hermosos que se conocen de poesía histórica.Oímos el estruendo de dos armadas que se arremeten y seaniquilan, y la victoria hace posible que Atenas vuelva a flo-recer tras las guerras con los persas. No hay que excluir quela brillante narración de un hecho histórico posea un valorindicativo, quizá los bárbaros entre nosotros, y Hölderlin haemitido dicterios feroces contra sus paisanos alemanes, tanalejados de los dioses, han tenido algo que ver con nuestracultura hespérica degradada.

Por motivos poco claros, una de las inflexiones tonalesdel poema se localiza tras los versos que cantan la vuel-ta a la vida de Atenas a plena satisfacción de los celestes.Hölderlin es oportuno con sus recurrencias: la señal, o laconsecuencia de esas cosas es sin remedio la lejanía o laocultación de los dioses. También aquí nos atrapa uno deesos sobresaltos que son las gemas que Hölderlin sabe dis-poner, porque de pronto y con muy armónica quiebra delflujo narrativo tenemos una declaración que es Virgilio pu-

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análisis de algunos poemas de hölderlin

ro y que “vale como síntesis de toda su Weltanschauung”(Pau 2008: 267):

Pero, ¡ay!, camina en la noche, y habita, como enel Orco

sin lo divino nuestra estirpe.

[Aber weh! es wandelt in Nacht, es wohnt, wie im Orkus/ ohneGöttliches unser Geschlecht. (Hölderlin 2000: 255)].

Pero el lugar geométrico imaginario por eminencia en “ElArchipiélago” son las islas, las madres de los héroes, lasplácidas y acogedoras: sólo hay que leer los epítetos quelas acompañan (“las islas afortunadas”, el sintagma del tí-tulo del Ardinghello de Heinse, tiene que haber sido a susoídos una redundancia). En este punto algo infiel seguidorde Klopstock o de Schiller –pero tanto más fiel a sí–, enel más extenso de los poemas de Hölderlin buscaremos envano la estructura que lo trabe narrativamente, no lo tie-ne, y por tanto tampoco se presta al epítome –a no ser queadmitamos que el listado de los motivos poético-religiososque han impulsado siempre al poeta pueda considerarse tal.Claro que a un nivel superior podemos aseverar que todoel poema, desde el primero al último verso, está permeadopor la pasión de su vida, Grecia (“¿A que parece una grie-ga. . . ?”, pregunta Hölderlin en un aparte a un amigo refi-riéndose a Susette). Hay que insistir en algo muy sabido: latotalidad del dramatis personae del Hiperión y del Empédoclesestá constituido por griegos, y Grecia es nominalmente re-currente en toda su poesía, desde sus veinte años hasta losúltimos de sus himnos tardíos (y aquí se abre el ruidoso si-lencio en que cae lo griego en los poemas del desvalimientofinal, puede que porque ya no se veía a la altura de aquelmundo). Este ditirambo es la más límpida manifestación deun afecto activo:

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3.9 dos poemas de la fase final

. . . pues siempre en primavera,cuando a los vivos se les renueva el corazón y el

primeramor se les despierta a los hombres y el recuer-

do de tiempos doradosvoy a ti. . .

[. . . denn immer im Frühling,/ Wenn den Lebenden sich dasHerz erneut und die erste/ Liebe den Menschen erwacht und gold-ner Zeiten Erinnrung,/ komm’ ich zu dir. . . (Hölderlin 2000:245)].

3.9 dos poemas de la fase final

La ordenación cronológica de estos poemas en las edicionescuidadosas es sólo aproximada; casi con certeza consta queel último que le ocupó fue “El panorama”. Prácticamentetodos componen estrofas rimadas, en lo formal impecables;alguno de los primeros se ajustaba todavía al patrón delas odas, que luego fueron sustituidos por la estrofa yám-bica con rima, de ambos tipos se incluye aquí una mues-tra. Se ha hecho notar un cierto avance de la despersona-lización en los contenidos a medida que pasaba el tiempo–prácticamente no hay conflictos internos, y lo poco queacontece se atribuye a un indeterminado ser humano o per-sona (Mensch), un cuantificador universal, por así decir–;evidente es una gradual reducción del radio de percepcióndel poeta; no hay rastro de la vigorizante presencia delmundo griego de antaño. Una fase relativamente diferen-ciada se abriría más o menos con el poema “El verano”, de1837. De los que siguieron, al final firmados ya con el nom-bre de Scardanelli, como dos tercios tienen por título unaestación del año; pero el curso recurrente de la naturaleza

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análisis de algunos poemas de hölderlin

se hace abstracto, y los paisajes evocados son de un esta-tismo irreal. Lo incuestionable es que Hölderlin, por serioque fuese su cuadro clínico al ser admitido con los Zim-mer tras la arrasadora experiencia del Clinicum, conservó lamaestría verbal del oficio. Por supuesto que la maquinariaacusa también fallos sistémicos, y serios, como si el propioHölderlin se hubiera puesto fenomenológicamente entre pa-réntesis sin camino de vuelta. Pero también tenemos cono-cimiento sobrado de los sentimientos, y muy vivos, que ha-bitaban al poeta: el desdén y el rechazo, la vergüenza, lacólera, en ciertas épocas la alegría.

3.10 “a zimmer”

Zimmer era un hombre de buen gusto literario y un proba-do interés por la obra de Hölderlin; conservaba bajo llave,además, bastantes manuscritos de su huésped (que así seconservaron). En una carta a Johanna Hölderlin del 19 deabril de 1811 nos pone ante los ojos la gestación de uno lospoemas del hijo: “Su espíritu poético sigue mostrándose ac-tivo; así, vio que tenía conmigo un plano de un templo. Medijo que yo debería hacer uno de madera, yo le contestéque tenía que trabajar para ganarme el pan, y que no eratan feliz de vivir como él en una calma filosófica así; inme-diatamente contestó ‘Ah, pero si yo soy un pobre hombre’,y en ese mismo minuto me escribió los versos siguientes enuna tabla . . . ”. Los versos que Zimmer reproduce son estacuarteta de rima ABBA, que el autor le dedicó; también esde las muy pocas de ese período con dedicatario preciso:

Las líneas de la vida son distintascomo sendas son y como divisorias de las mon-

tañas.

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3.10 “a zimmer”

Lo que aquí somos podrá un dios completar allácon armonías y recompensa y paz eternas.

[Die Linien des Lebens sind verschieden/ Wie Wege sind, undwie der Berge Grenzen./ Was hier wir sind, kann dort ein Gottergänzen/ Mit Harmonien und ewigem Lohn und Frieden. (Höl-derlin 1951 SW 2,1: 268)].

Algo abstracto, es un poema de circunstancias; sólo quedos personas distintas cualesquiera harán poemas muy dis-tintos aunque la circunstancia que comparten sea una. YHölderlin, precisamente, era por entonces titular de una cir-cunstancia vital muy dolorosa, eso por limitarnos sólo a losocho o diez años previos. El primer verso es una aserto tri-vial en su contenido referencial y valorativamente neutro.Pero la comparación que ya inmediatamente establece elsegundo es una llamada de atención, porque deja entreveralgo menos grato: esa distribución de los caminos, o desti-nos, quizá no sea ya tan inocente, hay Grenzen entre ellos,vale decir fronteras, estanquidades que los separan: ¿qué haocurrido para que a mí, poeta, me haya correspondido portodo horizonte de existencia esta sala en una casa extraña?En la primera versión publicada del Hiperión había estable-cido Hölderlin que existe una cierta uniformidad en el ca-mino recorrido por los diversos hombres entre la inocenciade partida y la incorporación activa a la obra cultural co-mún. Luego tuvo tiempo para rectificar, cuando intuyó queentre los recodos de la trayectoria excéntrica puede esperar-nos el azar en forma de catástrofe. La frase del tercer versorepresenta un salto en la complejidad gramatical respecto ala copulativa del primero, y la primera lectura puede enga-ñarnos, puesto que “lo que aquí somos” (was hier wir sind)no es el sujeto gramatical, sino el objeto directo de “podráun dios completar” (kann ein Gott ergänzen): es un dios de

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análisis de algunos poemas de hölderlin

los muchos, o varios, quien completa lo que somos o hemosdevenido aquí, o más bien quien puede o podría hacerlo. Aadvertir asimismo que este tercer verso figura sin ningunade las tan frecuentes partículas atenuantes o modificadorasde la lengua alemana (doch, erst): es meramente asertivo enel enunciado de la posibilidad, sin restricciones. E introduceun nuevo quiebro que también es Aufhebung, en el sentidotécnico que el filósofo Hegel desarrollaba por entonces: ele-vación o integración –a pesar de las disonancias o diferen-tes entre las vidas de unos y otros, acaso un dios restablezca“allá” el equilibrio alterado–, luego especificadas con el ver-so último, un verso de cierta majestuosidad formado porun complemento modal a base de tres elementos paratácti-cos. Existe además un buscado paralelismo estructural; losversos impares son las oraciones principales, a que siguenuna subordinada y un complemento. De las cuatro formasfinitas del verbo de la cuarteta tres son plurales del presentede “ser”, “son” y “somos” (en alemán además coincidentes:sind), con predicados existenciales, por tanto (todos los poe-mas del período de la torre emplean exclusivamente el pre-sente gramatical). En este orden como inmóvil la aparentedisfunción es introducida por la voluntad de un dios: perola armonía se restablece, y el poema acaba en la palabra paz.Claro está que no es ni mucho menos la primera vez que enun poema de Hölderlin se alcanza un acuerdo o concordiafinal, acaso impuestos por una exigencia de su carácter. Enun poema anterior, el ya citado “Lamentaciones de Menónpor Diótima”, se percibe algo así como la fe en un “comple-mento” ultraterrenal, un final integrador que, sin duda conelementos de la fe positiva cristiana, también abreva en lasfuentes griegas de Platón y las tradiciones órficas.

De ese mismo año de 1811 es otro poema corto, en pa-reados, que deja entrever lo que conocemos muy bien por

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3.10 “a zimmer”

otras vías: que Hölderlin también experimentaba momen-tos de profundo desaliento. Los ha copiado un estudiante,huésped también en casa de Zimmer, para su hermano, aquien informa de que “el pobre Hölderlin” escribía a diariouna gran cantidad de hojas para un almanaque que proyec-taba:

Lo agradable de esta vida lo he disfrutado,las horas juveniles pasaron ¡hace tanto!, ¡hace

tanto!,abril y mayo y julio están lejos,¡ya no soy nada, no me gusta ya vivir!

[Das Angenehme dieser Welt habe ich genossen,/ Die Jugends-tunden sind, wie lang! wie lang! verflossen,/ April und Mai undJulius sind ferne,/ Ich bin nichts mehr, ich lebe nicht mehr gerne!(Hölderlin 1951 SW 2,1: 267)].

Al quinto año en casa del ebanista, de la vida exteriorde sus meses floridos le llega sólo el murmullo lejano ymonótono que ya presiente como una condena, y en la re-signación del último verso ya no hay esperanza en el auxi-lio de nada ni nadie. Stefan Zweig ha visto en el segundopareado “candidez y ligereza’; quizá, pero quien así se con-fiesa separado de la vida exterior no está instalado en lafalsa conciencia. En el fogonazo doloroso con que reconocehonestamente que las ocasiones de su vida se han ido co-rriente abajo –“ya no soy nada”–, el autor de las grandeselegías ha encontrado su centro. No sabemos bien si a Höl-derlin le ha asaltado la idea del suicidio –pero a Hiperiónsí–; de lucidez no carecía precisamente. Y pudiera bien serque haya empezado a ver con alguna distancia los diversoshorrores que lo habían conducido allí, y que por caminosque no podemos reconstruir haya llegado al punto final del

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análisis de algunos poemas de hölderlin

poema primero: al resignado compromiso interno con sussueños de juventud.

3.11 “si desde la lejanía”

El poema, una oda elegíaca para Jakobson, es sin exagera-ción el mejor de la fase de pretendido ensombrecimientomental del autor, formalmente asimismo el más elaborado.Hay dudas en cuanto a su datación exacta, aunque lo pro-bable es que sea de 1824; fue Waiblinger quien se lo pro-porcionó al también poeta suabo Mörike. Carece de título y,propiamente, de final, si bien la última estrofa, que se quie-bra súbitamente, tiene suficiente autonomía semántica. Esparte de lo que suele llamarse lírica de Diótima, aunque és-ta no es aludida una sola vez –pero sí, en palabras de la mu-jer que habla, como “amiga”, ¡en tercera persona!–, y acasopor vez única en nuestro autor toda la elegía está sostenidapor la voz de la amada, que hace en consecuencia de Höl-derlin el “partícipe” de sus sufrimientos y el “amado”: untú. Trabajos filológicos cuidadosos han podido establecercorrespondencias de varios elementos aquí presentes conlas cartas de Susette a Hölderlin, las que le dirigió entre elotoño de 1798 y mayo de 1800 (y que él supo conservar des-de entonces en condiciones parcialmente atroces). El poemaestá compuesto por doce estrofas de cuatro versos blancos,narrativamente fluidas, pero también estructuradas comouna complejo tejido de movimientos hacia delante y haciaatrás. He aquí las dos primeras:

Si desde lejos, puesto que estamos separados,todavía me reconoces, el pasado,¡oh partícipe de mis sufrimientos!,significa algo hermoso para ti,

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3.11 “si desde la lejanía”

dime entonces, ¿cómo te espera la amigaen aquellos jardines, en que tras una espantosay oscura época nos encontramos?Aquí junto a la corriente del sagrado mundo ori-

ginario.

[Wenn aus der Ferne, da wir geschieden sind,/ Ich dir nochkennbar bin, die Vergangenheit/ O du Teilhaber meiner Leiden!/Einiges Gute bezeichnen kann,// So sage, wie erwartet die Freun-din dich/ In jenen Gärten, da nach entzetzlicher/ Und dunklerZeit wir uns gefunden?/ Hier an den Strömen der heilen Urwelt.(Hölderlin 1951 SW 2,1: 262)].

Susette Gontard, que estaba bajo tierra en un cementeriode Fráncfort desde hacía unos 22 años, parece evocar losjardines –¿los jardines del Adlerflychtscher Hof, que tambiénlo fueron después de las citas clandestinas?, ¿o son los jar-dines de un más allá?– en que se produjo el encuentro des-pués de un tiempo de calamidades, pero donde lo esperaaún, o de nuevo. Pero está hablando una muerta, y se dirigeal amado, cuyo aspecto de entonces, su condición de “per-sona siempre cerrada” describe acto seguido, de maneraque Hölderlin se autorretrata. Sigue una descripción pau-sada del marco físico de aquellas ocasiones, de las cartasque intercambiaban, de la floración de los tulipanes, viole-tas y geranios que los saludaban, los senderos de arena porlos que paseaban, de la yedra que cubría los muros, de losabrazos. . .

El poema es un argumento muy plausible a favor de laconjetura, expresada por más de un estudioso, en el sentidode que Hölderlin, pese a la gravedad de sus crisis cíclicas,conservó una conciencia siquiera parcial, pero clara, de sí yde su condición real durante la segunda parte de su vida(se puede citar aquí la sonrisa resignada con que declinó

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análisis de algunos poemas de hölderlin

una invitación que se le hizo para realizar un viaje; él te-nía que permanecer allí, contestó). Es verosímil que sea laindefinición del imposible dónde del reencuentro propuestola que confiere al poema una coloración feérica e inquietan-te. A los “días hermosos” siguió un “triste oscurecimiento”(estrofa que sigue). ¿Y si Diótima/Susette le está transmi-tiendo algún conocimiento nuevo ahora que está junto a lasaguas del Leteo, o de los ríos del paraíso? Pudiera ser queaquí Hölderlin se esté reintegrando a su verdadero estado,al estado mágico que compartió con ella, a otro nivel. . . Él sesabía de algún modo ya fuera del alcance del turbión de lasdesgracias, aquella “época espantosa” había pasado a tra-vés de él y podía verla ya distante. Al final queda una puer-ta entornada, ¿qué hay al otro lado?, ¿la revocación de esostiempos ominosos, una promesa. . . ? Quizá el final truncadosea sencillamente necesario:

. . . ¡Ah, desgraciada de mí! Fueron días hermo-sos. Pero

un triste oscurecimiento siguió después.

Que estás tan sólo en el hermoso mundome aseguras siempre, ¡querido!, esosin embargo no lo sabes tú,

[. . . Ach! wehe mir! Es waren schöne Tage. Aber/ TraurigeDämmerung folgte nachher.// Du seiest so allein in der schönenWelt/ Behauptest du mir immer, Geliebter! Das/ Weißt aber dunicht, (Hölderlin 1951: 163)].

3.12 coda

“Hölderlin es quizá el único poeta de la época de Goetheque ha servido como espejo al siglo XX a lo largo de todas

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3.12 coda

sus fases” (Böschenstein en Hölderlin 2000: 619). La gale-ría de autores significados que sólo en el área cultural delalemán han recibido de una forma u otra la impregnacióno el estímulo de esta obra insólita y dejado con frecuenciatestimonio expreso de ello, aporta de inmediato la pruebaconcluyente: desde Stefan George a Georg Trakl, de Rilke,Hofmannsthal, Benjamin a Paul Celan. Podría pensarse en-tonces que su destino ha de resultar familiar a quienes deun modo u otro han frecuentado algunos motivos e ideasde la filosofía y la literatura europeas de mitad del sigloXX, las de cuño existencialista en primer lugar, referentesal desarraigo del “hombre moderno”, etc. Pues bien, Höl-derlin no es sólo un destino que impone por su veracidad,es que además quien lo protagonizó era capaz de todo me-nos de exhibirse. Un componente decisivo de la catástrofede su vida viene de la incondicionalidad de su rechazo aejercitar aquello en que no creía; y aquello en que efectiva-mente creía, centralmente su pasión poética, lo abrazó concasi total exclusividad. Y la aversión que experimentó desdelas escuelas monacales a las formas religiosas al uso enton-ces tienen mucho que ver precisamente con su realidad dehombre piadoso, de una religiosidad profunda que invadesus poemas.

También están las complejísimas libertades que se ha to-mado frente al mito, del que hace lecturas que no siempreentendemos del todo; así, el papel en algún poema de latriada formada por Cristo, Heracles y Dioniso. Nuestros in-tentos hermenéuticos con Hölderlin tienen límites, por tan-to, marcados por la enorme multitud de posibles explicacio-nes que nos presenta. Ante la duda de que exista una claveconclusiva a algún nivel de profundidad de esta poesía, losensato puede ser renunciar a la búsqueda de un sentidofinal.

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análisis de algunos poemas de hölderlin

Por muy citado que sea Hölderlin en su poesía –y en sunovela–, no es resumible, y lo es cada vez menos en el cur-so de su obra, tampoco en los poemas breves del final, demisterioso predominio de la función poética. No por ausen-cia de contenido conceptual, hay que añadir, como en lavirtuosidad elaborada del poema mallarmeano; la explica-ción acaso se encuentre en lo irrepetible de la mirada deHölderlin sobre las cosas. Heterodoxo si se quiere, al finy al cabo era un teólogo concienzudamente formado, y yaen sus tiempos no era nueva la definición de las realida-des divinas desde predicados de negatividad; así las cosas,no sorprende leer (de Azúa 1988: 160) que “lo esencial delpoema del Hölderlin tardío es lo propiamente negativo“. Alafirmar esto no debe cederse a la tentación patologizante,en cualquier caso; por supuesto que este artista consuma-do de la palabra era un ser humano de alta especificidad,seguramente condición de su poder creativo. Inestable y ca-si siempre sometido a fortísimas presiones, se ha visto yaque el último eslabón de la cadena de decisiones erróneasy horrores sobrevenidos desde su época de seminarista fuela camisa de fuerza del Clinicum de Tubinga.

Se ha dicho también que Hölderlin piensa eidéticamente;en traducción al estructuralismo vigente todavía hace algu-nos decenios, su poesía estaría en la no linealidad, más en elparadigma que en el eje sintagmático. No está claro que estotenga que plantear mayores dificultades; sí parece exigitivo,por el otro lado, que el “lector ideal” de esta poesía admi-ta la posibilidad del diálogo entre los humanos y algún ti-po de trascendencia. Hay además una tradición lateral quepuede enriquecer la comprensión de nuestro poeta: Hölder-lin, y a fortiori el Hölderlin posterior a 1792/93, no tenía mu-cho interés por proyectos histórico-políticos que no implica-ran alguna revelación escatológica final. Pero esto último,

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NOTAS

en un sentido lato, es gnosticismo (si bien la esperanza deHölderlin parece más terrenal). A la espera de nuestra incor-poración al pleroma, Hölderlin, como el gnóstico, encuentrapruebas a superar que van despejando el camino hacia lootro, la ciudad del deseo, de la que en ciertos momentos hatenido más que vislumbres platónicos (“Concededme sóloun verano, ¡oh poderosas!”). Los sistemas gnósticos, ade-más, no admiten un salvador, y Hölderlin ha sido siempremuy ambiguo con las formas personificadas que las cultu-ras antiguas exhiben como tales. Con aportes múltiples halevantado un sincretismo del que extrajo verdadera energíaestética en la forma de estas poesías. Él reprodujo lo quetrasoñó, o quizá vio: “y lo que vi, que lo sagrado sea mipalabra”.

notas

1O la poesía misma. Imposible no pensar en el comienzo del poe-ma “Tenebrae” de Paul Celan: “Cercanos estamos, Señor,/ cercanos y alalcance”.

2Algunos desarrollos de la teología actual dicen algo no muy distintosobre esta dependencia recíproca. Muy importante es Hans Jonas, Pensaren Dios y otros ensayos, trad. de Angela Ackermann, Herder, Barcelona1983.

157

4

H Ö L D E R L I N E N E S PA Ñ A : T R A D U C C I O N E S ,I N F L U J O S

4.1 historia breve de una recepción

4.1.1 En castellano

Al contrario que Heine o Goethe, Hölderlin fue recibido tar-de en España; no es de extrañar1 que las literaturas nacio-nales europeas acogieran tarde a quien en su país de origenfue poco considerado, o simplemente mal leído, durantemucho tiempo. De todos modos, se sabe que la recepciónde Hölderlin en España comenzó el mismo año de su muer-te, en 1843, y con una noticia falsa, el óbito que todavía nose había producido. Efectivamente, el 14 de marzo de 1843

daba cabida El Heraldo, un diario conservador de Madridfundado en 1842, a un artículo sin firma que informaba so-bre la muerte del poeta; Ferrer (2004: 182 y ss.) ha podidoestablecer la autoría del artículo, obra de un tal Juan Gri-maldi. Algunos detalles del suelto son incorrectos, pero ladesinformación ya es difamatoria en el corolario que el au-tor se permite (el escarmiento del descarriado: “después dehaber malbaratado, por decirlo así, su sensibilidad y gasta-do su vida en pocos años, cayó en la demencia el infeliz”).

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hölderlin en españa : traducciones , influjos

Lo chusco del caso es que el artículo es traducción casi lite-ral de uno aparecido en el Moniteur universel, de París, esemismo año, también muy impreciso.

La auténtica recepción empieza en Barcelona y tres cuar-tos de siglo después de desaparecer Hölderlin. Manuel Mon-toliu (1877-1961), erudito, crítico, historiador de la literatu-ra, traductor, poeta y filólogo –colaboró con Pompeu Fabra,el artífice de la regulacion ortográfica del catalán–, adjun-ta un prólogo de presentación de una antología de líricaalemana titulada Las cien mejores poesías líricas de la lenguaalemana y aparecida en Valencia (1919, Editorial Cervantes),aunque la traducción había corrido a cuenta de FernandoMaristany. La selección, también de Maristany, al pareceres calco de otra confeccionada años antes por una casa edi-torial de Londres (lo que Maristany admite). Importantees que incluye tres poemas de Hölderlin, que seguramen-te constituyen primicia absoluta de su presencia en lenguacastellana; son la “Canción del destino de Hiperión”, “¿Porqué tan breve?” y “¡Oh ponte, bello sol!”. Dos años después(1921) es Montoliu quien selecciona y traduce, pero ahoraexclusivamente poemas de Hölderlin, para la misma edito-rial, que ha desplazado su sede a Barcelona, y en la colec-ción titulada Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas,tomo 30; ahora son veinte los poemas. También esta vez po-ne Montoliu un prólogo, ahora a su propia traducción, enque trata al autor según una línea de interpretación enton-ces nada inusual: la del romanticismo helenizante, o pagano,de Hölderlin.

La primera mención que se conoce de Hölderlin por partede Unamuno, muy versado en la filosofía y la poesía alema-nas –se inició con Hegel en el original todavía de estudian-te en Madrid–, se encuentra en el Cancionero. Diario poético1928-1936, de publicación póstuma y que cubre su exilio ca-

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4.1 historia breve de una recepción

nario y francés y la etapa de la República. Allí se cita lacarta de Hölderlin a Gok del 4 de junio de 1799, en que elexpansivo escritor vasco reconoce en el poeta a su “desgra-ciado hermano tudesco”; el nombre de Hölderlin aparecetambién en uno de los poemas del mencionado Cancioneroal lado de los de Kleist, Lenau y Nietzsche: suicidas o men-talmente perturbados todos. Perteneciente ya la generaciónsiguiente, Juan Ramón Jiménez pretendió haber tenido co-nocimiento directo de la poesía de Hölderlin en 1905, con24 años, lo que ha provocado ciertas reticencias. El “fondoplatónico de Juan Ramón” (Bermúdez-Cañete) podría estaren alguna relación con el ideal artístico de Hölderlin.

La estación siguiente es Luis Cernuda, que desde el exiliorecordaba en 1959 los años de anteguerra, cuando comen-zó a ocuparse de la lengua alemana y de Hölderlin, “cuyoconocimiento ha sido una de mis mayores experiencias encuanto poeta.” En su trayectoria poética posterior y en el cla-sicismo algo irreal que cultivó, se han visto corresponden-cias con el alemán. Pero el episodio de anteguerra merecemás atención, porque en los años 30 Cernuda da sus pri-meros pasos en los originales de la poesía de Hölderlin conla ayuda de un amigo alemán, también poeta, Hans Gebser–autor por su parte de algún trabajo sobre Rilke en España–,justo en momentos en que la orientación de su propia poe-sía estaba cambiando, y haciéndolo con una revalorizaciónde lo pagano y griego que llama la atención a cualquier co-nocedor de Hölderlin. La colaboración de Hölderlin y Geb-ser se plasmó en los dieciocho poemas traducidos para larevista de Bergamín, Cruz y Raya, en 1935, y reeditados des-pués (Hölderlin 1974, traducción de Luis Cernuda y HansGebser). El poeta andaluz ha insistido después en su deu-da con Hölderlin2; tenemos una actualización dramática yconcretísima de ello: un Luis Cernuda aún joven que, in-

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hölderlin en españa : traducciones , influjos

corporado como voluntario (por muy poco tiempo) a lasmilicias, en el otoño de 1936 se dirige con su columna a lasierra madrileña, con su fusil y un volumen de poesía deHölderlin en el bolsillo. . . En otro gran lírico coetáneo deCernuda, Vicente Aleixandre, se ha detectado asimismo laimpregnación de algunos motivos hölderlinianos, en parti-cular en Sombra del paraíso (1944).

En la posguerra inmediata la revista Escorial, fundada en1940 por Dionisio Ridruejo e inicialmente en plena sinto-nía con el sistema político resultante de la victoria militar,evolucionó hasta su desaparición en 1950 hacia posicionesdel llamado falangismo liberal. Aquí nos importa la sen-sibilidad que mostró con autores extranjeros, alemanes enprimer lugar por razones del momento. Así, el número 28

(1943) presentó en traducción el ensayo de Heidegger Höl-derlin y la esencia de la poesía (de 1937). El número 8, del añoanterior, había incluido la muy conocida traducción de “ElArchipiélago”, de Luis Díez del Corral, al que acompañabaun prólogo que sigue siendo atendible (Hölderlin 1979a).Un miembro más joven del grupo, José María Valverde, dioa la luz en 1949 sus primeras traducciones de Hölderlin,ampliadas luego en Poemas (Hölderlin 1991).

José Ángel Valente incorpora a La memoria y otros signos(1960-1965) un poema titulado “Poeta en tiempo de mise-ria”, variación inocultable de un muy citado verso de laelegía hölderliniana “Pan y vino” (“¿Para qué poetas entiempos menesterosos?”). Y si contamos en Alemania y fue-ra con una impresionante filología sobre Hölderlin, tambiénse está desarrollando otra, de cierta amplitud ya, en el otroextemo creador de la poesía dedicada a nuestro poeta, tam-bién en España. Anacleto Ferrer y Jesús Munárriz (Ferrery Munárriz 1994) han agavillado en un tomo más de me-dio centenar de tales composiciones, donde están presentes

162

4.1 historia breve de una recepción

tanto autores del área cultural alemana poco conocidos to-davía aquí (Rose Ausländer, Erich Fried o Jörg Kowalski)como el inexcusable Borges (“Mis noches están llenas deVirgilio,/ dije una vez; también pude haber dicho/ de Höl-derlin y de Angelus Silesius”). Pero el grueso lo forman lascolaboraciones de autores españoles, con, entre otros, JoséMaría Álvarez (‘Sitio de loco’), Félix de Azúa (“Un bustode Hölderlin”), Pere Gimferrer (“Una sola nota musical pa-ra Hölderlin”), Jesús Munárriz (“Monólogo de Zimmer”) oJenaro Talens (“En el jardín”).

Jesús Munárriz merece mención separada puesto que, ade-más de su propia producción, muy atenta a Hölderlin, co-mo editor de textos de y sobre Hölderlin ha sido y es degran importancia. La editorial Hiperión, por el fundada en1976, inició sus publicaciones con su traducción, sobresa-liente (luego revisada), de la novela de ese título, y su ca-tálogo ofrece la totalidad de la obra del poeta y estudiosnumerosos sobre aspectos de la misma. Un índice de laaceptación por el público de ese esfuerzo editorial lo dalas muchas ediciones que ha tenido ya el propio Hiperión.

4.1.2 En catalán

Barcelona tiene una larga historia de receptividad con lasliteraturas en alemán. A principios del siglo XX Joan Ma-ragall había ido publicando algunas versiones, catalanas ycastellanas, de poemas de Goethe. En 1901 publica un ar-tículo sobre Novalis, y en 1907 su traducción catalana delEnrique de Ofterdingen. También comenzó una traducción delos Himnos a la noche novalisianos. En los años 20 un filólogode formación clásica, Carles Riba (1893-1959), que en 1922

había estudiado en Múnich con el gran romanista Vossler,

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hölderlin en españa : traducciones , influjos

comienza la publicación de la traducción catalana de algu-nos poemas de Hölderlin (siete en 1923). Su segundo librode Estances –que aparece algo después, 1930–, con temasmuy reconocibles como hölderlinianos, representa a juiciode los especialistas una cima de su obra; un amigo de Riba,Joan Crexells, también contribuyó por entonces al conoci-miento de Hölderlin con algún ensayo. Años más tarde Ri-ba, a quien debemos también versiones de los clásicos gre-colatinos, Poe y Kavafis, da a la imprenta en edición muylimitada 24 poemas hölderlinianos (Barcelona, 1944), que,cosas de la época, aparecieron con pie de imprenta falso(Buenos Aires). Son las célebres Versions de Hölderlin (Edi-cions 62, Barcelona 1983).

De modo que Hölderlin es integrado en las literaturashispánicas por dos poetas de rango, Cernuda y Riba –tres,contando a Cunqueiro–, por temperamento interesados enla adaptación del Hölderlin del paganismo helénico, y queademás atienden también a los llamados poemas de la locu-ra. No quedará esa actividad sin huellas entre los propiostraductores, y así lo testimoniarán ellos. En particular, laobra de Riba más afín a la sensibilidad de Hölderlin “da-rá algunos de sus frutos más notables de la lírica catalanacontemporánea” (Ferrer 2004: 190). Se señala también el ma-gisterio ejercido por Riba en un importante poeta posterior,Joan Vinyoli.

4.1.3 En gallego

La revista Nós fue expresión cultural del despertar naciona-lista en Galicia, junto con las Irmandades da Fala, grupos depromoción de la cultura y la lengua gallegas; la revista men-sual da cultura galega contribuyó importante y perseverante-

164

4.1 historia breve de una recepción

mente a la difusión de manifestaciones literarias foráneasde la época, y Castelao o R. Otero Pedrayo son nombresa citar entre sus colaboradores. Un punto central de estaorientación cosmopolita es la “teoría del atlantismo”, conque se quería aludir al vínculo con las culturas celtas (lairlandesa en particular recibió cierta atención, con noticiasy traducciones de Yeats, Joyce, etc.) como pretendido fun-damento de la personalidad gallega. Entre 1920, cuando sefunda en Orense, y su clausura en y por la guerra civil en1936 salieron a la luz 144 números. Un autor pertenecientea una generación más joven que los fundadores y luego cé-lebre como novelista y periodista, Álvaro Cunqueiro (1911-1981), publica en el número 130 de la revista (1933/34) sutraducción de tres poemas de Hölderlin (Idades da vida y Pri-mavera entre ellos). La traducción, algo muy característicode entonces, es de la traducción francesa de P. Klossowskiy P.-J. Jouve (1929); y aunque por fuerza tenía que disponerCunqueiro de escasa información sobre la obra y la vida deHölderlin, le dedicó unas notas atinadas de introducción.Pero todavía se veía en Hölderlin al loco.

Cunqueiro, traductor de muchos poetas, volvió años des-pués a Hölderlin –se piensa que no conoció los grandeshimnos–, alguna vez corrigiendo también sus propias ver-siones anteriores. En 1950 le dedica un poema propio, “AHölderlin”, de intensa impronta surreal3, y en esa mismafecha da a la imprenta un pequeño folleto con diez poemas,la revisión de los tres de los años treinta y siete adicionales;hay que pensar que la difusión del folleto tuvo que ser muylimitada. Pero no se le escapa la “actualidad” y “contem-poraneidad” del poeta. En una carta de carácter privado yliterario que publicó en 1981 la revista Grial hace balanceCunqueiro de las razones que le llevaron a Hölderlin en sujuventud. Y lo que considera clasicismo hölderliniano le pa-

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hölderlin en españa : traducciones , influjos

rece congenial con la mentalidad, o estilo sentimental, delos gallegos (“nos va mejor que Virgilio”).

Es muy conocida la inclemente política cultural en losaños 40 y 50 del régimen imperante con quienes quedaronextramuros. Alguna vez la actuación de los poderes no pasóde lo grotesco. Otro poeta gallego significado, Celso EmilioFerreriro, llevó a cabo una selección y traducción de varioslíricos, con A. Blanco Freijeiro, que titularon Musa Alemá(versión de 6 poetas) y que salió en una pequeña editorialpontevedresa en 1951. Alguien debió atisbar un serio peli-gro político en el pequeño volumen (57 páginas), porquefue retirado inmediatamente de la distribición en libreríaspor decisión gubernativa. Contenía algunos poemas de Höl-derlin, Heine, Dehmel, Rilke, Agnes Miegel y Werfel. Losde Hölderlin eran “As parcas” y “Canzón do destiño”.

Más recientemente (1998), José Ángel Valente ha vueltoal poeta suabo con cinco versiones gallegas de otros tantospoemas (“Brevidade”, “Aos novos poetas”, “Metade da vi-da”, “Gocei xa todo o grato deste mundo. . . ”, “A Zimmer”)para una revista; luego han sido publicados en su Cuadernode versiones (2002).

4.1.4 En vascuence

Que se sepa, la primera traducción de Hölderlin al vascuen-ce o euskara es la de Federico Krutwig (1921-1998) de la“Canción del destino de Hiperión”, aparecida en 1951 enuna revista cultural que el nacionalismo moderado sacabaen San Juan de Luz, Gernika. Revista trimestral al servicio delhumanismo vasco, número 16. El índice del número4 es untotum revolutum de generaciones, tendencias y estilos per-sonales en la cultura vasca del momento, exiliada en parte;

166

4.1 historia breve de una recepción

también una radiografía de ese momento. Porque al lado deautoridades de la lingüística, la lexicografía o la publicísticavasca como H. Gavel (1880-1959), Isaac López Mendizábal(1879-1977) –un escritor por entonces en Argentina, autorademás de un conocido manual (1908) de conversación vas-co (guipuzcoano)–, o N. Ormaetxea, Orixe (1888-1961), seencuentra una representación de jóvenes que despuntaban:hay dos poemas de Jon Mirande (1925-1972, vasco francése importante poeta, si bien de obra cuantitativamente muyexigua; heterodoxo de todas las ortodoxias pensables, mástarde se declaró antisemita y nazi abiertamente), y dos co-laboraciones de Krutwig, su traducción de Hölderlin y unpoema propio, “Zer naiz?” (¿Qué soy?). Este último es re-velador porque su sartrismo de época, aquí algo ingenuo,ilumina al autor y al traductor; en otro número de la revis-ta, también de 1951, incluye un poema titulado Deo ignoto.Después, cuando estaba voluntariamente exiliado, un análi-sis político publicado en 1963 –Vasconia, análisis dialéctico deuna nacionalidad– fue leído con curiosidad en ciertos círcu-los.

En la valoración de la variante de euskara que utilizaKrutwig en su traducción hay discrepancias entre los espe-cialistas. El estándar unificado (batua) para la lengua vascatodavía era en 1951 algo lejano; Krutwig, hijo de alemány como Mirande euskaldunberri –el vasco no fue su lenguanativa–, no permaneció pasivo en el proceso unificador, pa-ra el que proponía la revitalización del dialecto labortanodel XVI, de cierta tradición escrita. Como quiera, su traduc-ción, como su propio poema, suele producir alguna extra-ñeza entre vascólogos. Ciertamente el autor estaba lejanode las posiciones integristas de Sabino Arana, pero las queél fue adoptando, también en lo político, no siempre estu-vieron acompañadas por la claridad.

167

hölderlin en españa : traducciones , influjos

En parte por la polarización que han experimentado al-gunos sectores del público en condiciones de leer en vascodurante los últimos tres o cuatro decenios, las editorialeshan desatendido la poesía de un autor poco funcionaliza-ble como Hölderlin. Es desde hace unos años una buenanoticia la aparición (2001) en traducción de Eduardo Gil Be-ra de una antología de poesía hölderliniana (Poemak) y desu Hiperión (Hyperion), ambas en la editorial Erein.

4.2 destino de un poema

Resulta singular que, más allá de lo fortuito de la informa-ción disponible, los tres traductores de Hölderlin al catalán,gallego y vasco hayan sido atraídos por el poder magnéticode la “Canción del destino de Hiperión”. ¿Será que su fas-cinación reside en la misma oposición violenta que hemosdescrito en la estructura de “Mitad de la vida”? Pero haymás. La canción, a que Brahms puso música (op. 54), comonota Ferrer (2004: 195), y sin contar las versiones a lenguasespañolas distintas de la castellana, “ha sido traducida bajodistintos títulos [. . . ] por Fernando Maristany (1919), Ma-nuel de Montoliu (1921), Carles Riba (1941), Luis Cernuday Hans Gebser (1935), Carmen Bravo-Villasante (1945), JoséMaría Valverde (1949), Ernst-Edmund Keil y Jenaro Talens(1971), José Miguel Mínguez (1975), Jesús Munárriz (1976),Federico Gorbea (1977), Federico Bermúdez-Cañete (2001),Miguel Salmerón (2003) [. . . ]”. Ofrecemos, esta vez sin eloriginal, la traducción de José María Valverde (Hölderlin1991: 45):

Canción del destino de Hiperion

Allá arriba marcháis por la luz,en blando suelo, ¡bienaventurados Genios!

168

4.2 destino de un poema

Fúlgidas brisas de los diosesos tocan ligeras,como los dedos de la artistalas sagradas cuerdas.

Sin hado, como el dormidoniño, respiran los celestiales;castamente guardadoen modesto capullo,florece eternopara ellos el espíritu,y los ojos dichososmiran en tranquilay eterna claridad.

Pero a nosotros no nos es dadodescansar en ningún lugar;desaparecen, caenlos dolientes hombresciegamente de unahora a otracomo agua de peñascoen peñasco arrojada,a través de los años, allá hacia lo incierto.

169

5

B I B L I O G R A F Í A S E L E C C I O N A D A

Las citas originales de Hölderlin se toman de la llamadaGroße Stuttgarter Ausgabe, a cargo de Friedrich Beissner: Frie-drich Hölderlin, Sämtliche Werke (Obras completas, SW cuan-do se cite), 8 volúmenes, Kohlhammer, Stuttgart, 1943 y ss.Los dos volúmenes utilizados (poesía), 1,1 y 2,1 en la orde-nación de Beissner, aparecieron, respectivamente, en 1946 y1951. Alguna vez he hecho uso también de las Gedichte (Poe-sías) de Hölderlin que editó Gerhard Kurz en colaboracióncon Wolfgang Braungart, Philipp Reclam jr., Stuttgart, 2000,y así lo digo en su lugar. Las traducciones parciales o to-tales de los poemas comentados en el Capítulo 3 son míascuando se cita por el texto original de esas dos ediciones(Hölderlin 1946, Hölderlin 1951 y Hölderlin 2000), con lasexcepciones que se indican. Las versiones de la correspon-dencia o los textos en prosa o poéticos del autor correspon-den al traductor indicado en la relación bibliográfica quesigue.

171

bibliografía seleccionada

5.1 textos de friedrich hölderlin en traducción

española

Antología poética, ed., introducción y trad. de FedericoBermúdez-Cañete, Cátedra, Madrid, 2002.

Cartas, trad. de J. L. Rodríguez García, Tecnos, Madrid,1990a.

Cartas a Diótima, trad. Patricia D. Latz, Surco, Barcelona,1972.

Correspondencia amorosa, ed. y trad. de Helena Cortés yArturo Leyte, Hiperión, Madrid, 1989a.

Correspondencia completa, trad. Helena Cortés y A. Leyte,Hiperión, Madrid, 1990b.

El Archipiélago, estudio y trad. de Luis Díez del Corral,Alianza, Madrid, 1979.

Emilia en vísperas de su boda, trad. y notas de AnacletoFerrer, Hiperión, Madrid, 1999.

Empédocles, trad., presentación y notas de Anacleto Ferrer,Hiperión, Madrid, 1997.

Ensayos, trad. de Felipe Martínez Marzoa, Hiperión, Ma-drid, 2008.

Fragmento Thalia, trad. Anacleto Ferrer, Peralta, Pamplo-na, 1986.

Himnos tardíos. Otros poemas, selección, trad. y prólogo deNorberto Silvetti Paz, Editorial Sudamericana, Buenos Ai-res, 1972.

Hiperión o el eremita en Grecia, trad. de Jesús Munárriz,Hiperión, Madrid, 2000.

Hiperión, versiones previas, trad., introducción y notas deAnacleto Ferrer, Hiperión, Madrid, 1989b.

La muerte de Empédocles, trad. de A. Ferrer, Hiperión, Ma-drid, 1988.

172

5.2 bibliografía sobre hölderlin

Las grandes elegías (1800-1801), versión de Jenaro Talens,Hiperión, Madrid, 1983.

Los himnos de Tubinga, trad. Carlos Durán y Daniel Inne-rarity, Hiperión, Madrid 1990c.

Odas, trad. y notas de Txaro Santoro e introducción deAnacleto Ferrer, Hiperión, Madrid, 1999.

Poemas, trad. de Hans Gebser y Luis Cernuda, Visor, Ma-drid, 1974.

Poemas, trad. e introducción de José María Valverde, Ica-ria, Barcelona, 1991.

Poemas de la locura, trad. Txaro Santoro y José María Álva-rez, Hiperión, Madrid, 1979.

Poemas. Las primeras traducciones al castellano, ed. de Anacle-to Ferrer, Hiperión, Madrid 2004.

5.2 bibliografía sobre hölderlin

5.2.1 En alemán

Existe desde 1943 la “sociedad literaria internacional” Hölderlin-Gesellschaft, con sede en el edificio de la torre en que vivióel poeta, Bursagasse 6, D-72070 Tubinga, Alemania. Des-de 1944 y con periodicidad bianual publica su principalórgano, el Hölderlin-Jahrbuch, una revista especializada decalidad. Asimismo de la Hölderlin-Gesellschaft son, desde1995, los volúmenes colectivos Hölderlin-Texturen, dedicadosa estudios de carácter más biográfico y de época.

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Zweig, Stefan, La lucha contra el demonio. Hölderlin - Kleist -Nietzsche, trad. de J. Verdaguer, Acantilado, Barcelona, 1999.

181

Í N D I C E G E N E R A L

1 hölderlin : su prolongado y dramático

paso por la tierra 3

1.1 Altibajos en la recepción de una poesía atípi-ca 3

1.2 Estaciones de la biografía exterior (1770-1788) 6

1.3 Alimentando una vocación: las lecturas deKlopstock y Schiller 10

1.4 La marca del Stift (1788-1793) 11

1.5 Hölderlin y el jacobinismo 16

1.6 Preceptor en Waltershausen 20

1.7 Jena (1785) 22

1.8 Fráncfort: Susette 26

1.9 Homburg: la revista frustrada y el peligro,Suiza (1798-1801) 31

1.10 Excurso: Hölderlin frente a Schiller o los cos-tes de la inadaptación 36

1.11 Burdeos, la vuelta a casa, el internamiento(1801-1807) 38

1.12 El largo final de la torre (1807-1843) 44

2 la obra 53

2.1 Una transmisión con disfunciones 53

2.2 Hölderlin poeta: fase primera y los “himnosde Tubinga” 56

2.3 Hiperión o el eremita en Grecia 60

2.4 La prosa y los ensayos 68

2.5 Las odas 77

2.6 Emilie ante su boda 84

2.7 La muerte de Empédocles 87

183

Índice general

2.8 Las elegías 91

2.9 Hölderlin como traductor 96

2.10 El Hölderlin tardío: los himnos, los cantos 99

2.11 Los “poemas de la locura” 104

2.12 Las cartas 108

2.13 Algunas consideraciones adicionales 110

3 análisis de algunos poemas de hölder-lin 113

3.1 Poeta sobre todo 113

3.2 Una aproximación a los poemas 115

3.3 “Como cuando en día de fiesta. . . ” 117

3.4 “Patmos” 121

3.5 “Recuerdo” 128

3.6 “Heidelberg” 134

3.7 “Mitad de la vida” 137

3.8 “El Archipiélago” 141

3.9 Dos poemas de la fase final 147

3.10 “A Zimmer” 148

3.11 “Si desde la lejanía” 152

3.12 Coda 154

4 hölderlin en españa : traducciones , in-flujos 159

4.1 Historia breve de una recepción 159

4.1.1 En castellano 159

4.1.2 En catalán 163

4.1.3 En gallego 164

4.1.4 En vascuence 166

4.2 Destino de un poema 168

5 bibliografía seleccionada 171

5.1 Textos de Friedrich Hölderlin en traducciónespañola 172

5.2 Bibliografía sobre Hölderlin 173

184

Índice general

5.2.1 En alemán 173

5.2.2 En español 178

185