Hacia la Asamblea de parlamentarios.
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Hacia la Asamblea de parlamentarios. Acuerdos entre republicanos y regionalistas en
la crisis de la Restauración.
Miguel Mangas Gago TFM del Máster España contemporánea en el contexto internacional
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Agradecimientos
A la profesora Dra. Mª Soledad Gómez de las Heras,
por su paciencia y apoyo
Al profesor Dr. Juan Avilés Farré,
por su claridad al exponer los argumentos y precisión con los términos
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Resumen
La Asamblea de parlamentarios se gestó en la primavera de 1917, precipitada la
situación por la caída de Romanones y el cierre del Parlamento. Sin embargo, si bien el
planteamiento de los partidos no dinásticos era la democratización del régimen, tras esto
subyacían otras motivaciones partidistas como la autonomía catalana, en el caso de la
Lliga, o una inclinación aliadófila por parte de los republicanos, con vistas al
reconocimiento del nuevo régimen por parte de las potencias de la Entente. En Francia
se organizó una campaña de prensa, auspiciada por el propio Gobierno francés, y en la
que también pudieron intervenir los partidos republicanos y la masonería, para apoyar
la revolución en España. Alejandro Lerroux y Melquiades Álvarez viajaron a París
invitados por el Dr. Simarro: sus intenciones parecen revelar la búsqueda de apoyos
financieros para la causa española. El 27 de mayo se celebró el gran mitin de las
izquierdas en la plaza de toros de Madrid, en la que se proclamó la necesidad de un
posicionamiento aliadófilo, y con este planteamiento, y días después, toda la izquierda
no dinástica se reunía en el Congreso y acordaba un manifiesto en el que daban por
finiquitado el régimen y pedían la convocatoria de elecciones. Unos días después, los
regionalistas también exigían mayor autonomía y la convocatoria de Cortes
constituyentes. Tras estas dos reuniones, Francesc Cambó logró que republicanos y
socialistas hicieran suys un propósito común de regeneración, mediante la convocatoria
de elecciones y cambios en el régimen, convocándoles a todos a una Asamblea de
parlamentarios españoles en Barcelona, pero desde el Gobierno se sembró la duda de
que previamente se pactaron las condiciones: se aceptaría un régimen republicano
aliadófilo en el que Cataluña sería independiente. ¿Verdaderamente existió tal pacto y
acordó dichas condiciones?
Índice
1. Introducción
1.1. Tema, relevancia y cronología.
1.2. Objetivos del ensayo: verdades y mentiras de republicanos y regionalistas ante la
crisis de la Restauración
1.3. Hipótesis
1.4. Estado de la cuestión
1.5. Estructura, metodología y fuentes utilizadas
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2. Marco conceptual: contexto histórico
2.1. Del regeneracionismo fallido al frustrado
2.2. El detonante
3. Perspectivas para una revolución
3.1. Desde el republicanismo
3.2. La oportunidad de la Lliga
3.3. Los socialistas: “para cuando la ocasión se presente”
4. La revolución se prepara
4.1. La campaña de prensa en Francia
4.2. Los viajes a París de Melquiades y Lerroux y el papel de Simarro
4.3. El gran mitin de las izquierdas
4.4. La reunión de los republicanos en el Congreso
4.5. El acuerdo entre Lerroux y Cambó: la autonomía para Cataluña en el marco de
una república aliadófila
5. La Asamblea de parlamentarios
5.1. La reunión del 19 de julio en Barcelona: declarativa y sin efecto
5.2. La huida de Cambó y Lerroux a Francia
6. Conclusiones
1. Introducción 1.1. Tema, relevancia y cronología
El tema del trabajo son los pactos que condujeron a la celebración de la Asamblea
de parlamentarios, unos ciertos y documentados, otros intuidos, pero no probados. La
relevancia de la investigación se centra en utilizar los pactos como punto de partida de la
Asamblea de parlamentarios y no los hechos previos, como el cierre del parlamento o la
falta de democracia en el sistema. La cronología se centra en los meses de junio y julio
de 1917.
1.2. Objetivos: verdades y mentiras sobre los republicanos y regionalistas ante
la crisis de la Restauración
Con la inauguración del reinado de Alfonso XIII en 1902 nacían las esperanzas
regeneracionistas de un régimen que, si bien había eliminado problemas seculares como
el recurso continuo a los pronunciamientos militares y golpes de Estado, alejando así al
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Ejército de la política, había creado otros nuevos y no menos graves. El nuevo edificio
político diseñado por Cánovas se basaba en un sistema bipartidista en el que
conservadores y liberales se alternaban ordenadamente en el poder mediante un resorte
que, a la larga, acabaría siendo la carcoma del edificio. Las redes clientelares de los
partidos dinásticas eran controladas por los caciques locales que aseguraban el turno de
cada uno, sin embargo, el sistema condenaba a la marginalidad a los partidos no
dinásticos, mayoritariamente republicanos y formaciones periféricas (nacionalistas), que
tenían una exigua representación en Cortes.
Los intentos regeneracionistas desde dentro del sistema nunca fueron valientes
porque los propios intereses de los partidos lo hacían inviable. Desde fuera, los grupos
republicanos y periféricos tenían escasa presencia institucional como para intentarlo
desde el parlamento, pero a medida que la división entre ellos se fue reconduciendo y
consiguieron una mayor notoriedad, su voz fue haciéndose oír cada vez más. Por otro
lado, el estallido de la Gran Guerra puso a España frente a la tesitura de participar o
mantenerse neutral. La decisión adoptada por Eduardo Dato sobre la neutralidad no cerró
el debate y los partidos no dinásticos, ante el anquilosamiento del sistema tomaron
posiciones, que se precipitaron ante la propia crisis política del régimen, los partidos
dinásticos y la actitud del Rey. En 1916 los socialistas iniciaron los primeros movimientos
claros y ante la descomposición evidente de los primeros meses de 1917, los intereses de
los republicanos y los regionalistas de la Lliga confluyeron. A partir de marzo la situación
se enconó y a finales de mayo, declarada ya la crisis institucional desatada por las Juntas
de defensa, ambos grupos exhibieron músculo: la solución pasaba ya por una
democratización real del régimen y ésta no era posible en el marco de la monarquía.
I) Los republicanos estaban decididos a avanzar hacia la república con el
apoyo de Francia y Gran Bretaña
II) La Lliga, que había visto aprobada la Mancomunitat en 1914, deseaba
avanzar hacia un mayor desarrollo autonómico de competencias, que la
situación política impedía
En este contexto, la Lliga convocó una reunión de parlamentarios catalanes en
Barcelona el 5 de junio, en la que se concluyó que había que avanzar hacia una mayor
autonomía y no cesar en el empeño. Por su parte, las izquierdas no dinásticas, que habían
aprobado ya un manifiesto con su compromiso de forzar la convocatoria de elecciones a
unas Cortes constituyentes en las que se aprobaría la República, fueron atraídos por la
Lliga hacia una estrategia conjunta que habría de cristalizar el 19 de julio en una
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Asamblea de parlamentarios españoles en Barcelona, a la que también se convocaba a los
partidos dinásticos.
Poca novedad aportaría a la investigación si el ensayo se centrase en las causas de
la Asamblea, sin embargo, aquí lo que se plantea es cuestionar la veracidad del pacto
difundido en medios conservadores entre Lerroux y Cambó para constituir una
república aliadófila y la independencia de Cataluña excepto en lo económico.
Asimismo, se trabaja sobre una serie de hipótesis para dar solidez a la cuestión planteada:
la reafirmación aliadófila republicana y la campaña de prensa en Francia, con atención
particular al viaje a París de Lerroux y Melquiades Álvarez; la actitud de Alfonso XIII
y sus movimientos para frenar la Asamblea y los movimientos de los partidos no
dinásticos para derrocar el régimen.
La relevancia del enfoque planteado se basa en que ningún estudio realizado hasta
el momento se ha cuestionado si la Asamblea surgió como consecuencia de un pacto entre
republicanos y regionalistas.
1.3. Hipótesis
“Y nosotros sabemos estas cosas, que al Gobierno le constan documentalmente,
como nos constan también a nosotros, que no somos Gobierno (…) Que en el último
conciliábulo masónico celebrado en París, con asistencia de los delegados fanceses,
italianos, argentinos, suizos, noruegos y españoles (el Dr. Simarro), uno de los acuerdos
fue secundar la asamblea del 19 y la huelga general de que aquélla fue prólogo (…) Que
antes de la Asamblea del 19 de julio se firmó un pacto en que, por un lado se apoyaba
la República federal aliadófila y, del otro, una Cataluña independiente, menos en lo
económico” 1
Sobre este artículo publicado en El Correo Español y al que, en su análisis de los
sucesos de 1917, Manuel de Burgos y Mazo, ministro del Gobierno durante los hechos,
da total credibilidad planteo la siguiente hipótesis: La Asamblea de parlamentarios del
19 de julio de 1917 no fue resultado de un pacto entre Cambó y Lerroux en los términos
que señala el diario y que reafirma De Burgos, sino la consecuencia de la necesidad
común que tenían los partidos no dinásticos de construir un nuevo marco institucional en
el que poder desarrollar sus pretensiones (democracia, laicismo, desarrollo autonómico,
etc.)
1 La Lliga Catalanista y la Liga Revolucionaria. EL CORREO ESPAÑOL (18/8/1917), p. 1
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Por tanto, el desarrollo del ensayo versará en demostrar que no existió tal pacto,
aunque sí hubo acuerdos y pactos en cada uno de los bloques, republicanos y
regionalistas, pero no entre sí. También demostraré la conexión masónica y hasta qué
punto ésta tuvo alcance, unida a la campaña de prensa en Francia y el viaje a París de los
republicanos. Igualmente, explicaré por qué Cambó no viajó a París con Lerroux y
Melquiades.
1.4. Estado de la cuestión
Desde el mismo momento en que se produjeron los acontecimientos que
analizamos, se han vertido ríos de tinta sobre la cuestión, aportando diferentes enfoques,
sin embargo, sólo uno, el de Manuel de Burgos, coetáneo a los hechos, trabaja sobre la
hipótesis de la existencia de un pacto previo entre republicanos y la Lliga. Ni siquiera en
tiempos actuales se da validez a esta hipótesis como prioritaria, pues se centra el enfoque
en otras cuestiones, desde cómo se fraguó la Asamblea hasta sus consecuencias. Ni
siquiera uno de los mayores expertos en la Lliga, Borja de Riquer, centra su hipótesis en
ello, sino en la figura de Cambó, como auténtico arquitecto de la Asamblea, que se atrajo
a las restantes fuerzas hacia su propósito. La cuestión fue analizada desde todos los diarios
de la época, con mayor o menos interés, y el que lo recogió de forma más amplia fue el
comentarista político y periodista Fernando Soldevilla, no sólo en su publicación
recurrente El año político, sino también en el análisis que hizo en Tres Revoluciones. Sin
embargo, el primero que verdaderamente se atrevió a hacer un análisis crítico, utilizando
fuentes primarias y hemerográficas, fue Manuel de Burgos, que era ministro de Gracia y
Justicia durante el periodo. Ni que decir tiene que su visión es totalmente parcial y que se
basa en la actuación del Ejecutivo al que pertenecía. Además, cuando recurre a los
periódicos, lo hace citando principalmente los afines a los partidos dinásticos.
Asimismo, el estudio se ha abordado desde muy diversas perspectivas, desde las
más generalistas, con una visión de conjunto, hasta las más restrictivas centrándose en
cualquiera de los actores que intervinieron. No obstante, cualquier estudio sobre la Lliga
se aproxima siempre más a la cuestión que si el objeto de análisis se centra en el régimen
de la Restauración, la figura de Alfonso XIII o los partidos republicanos y el socialista.
Por otro lado, resulta curioso que, sin embargo, cuando se trata la figura de Lerroux, el
otro gran protagonista, este periodo resulte de poco interés y la mayor parte de los estudios
se concentren en su época inicial en el republicanismo o su papel en la Segunda
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República. Tampoco sobre la figura de Melquiades Álvarez tenemos grandes estudios
específicos durante su actuación en aquellos momentos.
Sí que habría que destacar la obra de Virgili i Rovira “Nacionalisme i
federalisme”, que es contemporánea a los hechos y que aborda ideológicamente el asunto
clave de éstos. Por otro lado, aunque no son propiamente obras cuyo objeto sea asimilar
una comprensión razonada de lo que ocurrió, sí que resultan sumamente interesantes tanto
los discursos en el Congreso en la primavera de 1918, cuyos protagonistas tuvieron que
documentarse abundantemente en fuentes primarias para poder llegar a tal nivel de
detalle, como las defensas de Marcelino Domingo o del Comité de huelga, que para
justificar su acción en el marco legal (particularmente como lo entendían los convocantes
de la Asamblea) bucearon en la prensa, las leyes y su propia visión de los hechos, para
después elaborar sus propios comentarios críticos, de los que resultan particularmente
valiosos los de Marcelino Domingo.
La propia evolución del régimen hizo prácticamente olvidar la crisis de 1917 y ni
durante el resto del reinado de Alfonso XIII ni durante la Segunda República tenemos
referencias de interés, como tampoco ocurrirá, como es obvio, durante los primeros años
del franquismo, cuando la intelectualidad está centrada en otras metas, pero a partir de
1960 se retoma el interés por lo acontecido antes de 1936 con perspectivas encontradas,
desde los historiadores afines al régimen hasta los que estaban fuera. No obstante, durante
el franquismo, tanto Lerroux como Cambó escribieron sus memorias. En el caso del
primero, parece que este episodio no existió para él, pues hace escasísimas referencias al
periodo. No ocurre lo mismo con Cambó, que las escribió para, de alguna manera,
justificar su actuación, ofreciendo detalles que ayudan a la comprensión; sin embargo, las
Memorias del líder regionalistas no se publicaron hasta bien entrada la democracia. En
1970 fue de los primeros en tratar la Crisis de 1917 y tres años después, aunque sin
abordar, ni con la profundidad ni el rigor que requieren, Eduardo Comín publicó en la
Revista de la Guardia Civil, bajo el título “1917, un año digno de estudio: Juntas
militares de defensa, Asamblea de parlamentarios, huelga general”. Este autor, que fue
comisario de policía, tuvo acceso a fondos documentales originales requisados por la
censura y por el régimen franquista desde el fin de la Guerra Civil. Este legado fue donado
a la Biblioteca Nacional de España.
Con la transición y la vuelta a la democracia y con un régimen monárquico
parlamentario, vuelve el interés por los estudios sobre lo acontecido inmediatamente
antes del franquismo, no sólo la República, sino también la figura de Alfonso XIII, abuelo
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del nuevo monarca. En esos momentos ya se destaca como un gran estudioso del tema
Borja de Riquer i Permanyer, con una vasta producción crítica sobre Francesc Cambó y
el regionalismo catalán. Igualmente, tratan el tema historiadores como Francisco Romero
Salvadó, que ahonda en el enfoque no sólo desde la perspectiva de la Lliga sino también
de los partidos dinásticos o de Alfonso XIII como mediador en el conflicto. Es el
momento en el que empieza a abordarse la cuestión en tesis doctorales. La primera de
ellas, la de Ignacio de Alós, profundiza en el programa político de la Asamblea, si bien
desde una perspectiva más jurídica que histórica, aunque interesante para comprender
mejor el fracaso de la misma. El ámbito de estudio empieza a salir de las universidades
catalanes y el interés se extiende a todo el país. Historiadores de la talla de Javier Tusell
o Carlos Seco abordan la figura de Alfonso XIII. En el primer caso no profundiza,
empero, en la Asamblea sino que se enfoca más en la descripción del reinado. Seco, por
el contrario, abunda más en aspectos como el regeneracionismo que son los que
fallidamente, a la postre, llevaron a la crisis de 1917.
No se puede disociar de la crisis uno de los aspectos clave que intervinieron en
ella, como es el debate sobre la neutralidad española en la Gran Guerra. En este caso,
contamos con obras monográficas, como la de Fernando Díaz-Plaja o Andreu Navarra, a
la vez que ha sido objeto de varias tesis doctorales.
Igualmente, en cuanto al estudio más específico tanto de la Lliga como de la figura
de Cambó, destaca, como ya se ha señalado, el profesor Borja de Riquer y también Isidre
Molás, que, a mi juicio, son los dos mayores expertos en la cuestión desde la perspectiva
catalanista, si bien no hemos de olvidar la aproximación de los profesores De la Granja,
Berastegui o Anguera, expertos en el nacionalismo. Aunque de una manera más
monográfica, pero también incidiendo en la cuestión, Charles E. Ehrlich estudió la
trayectoria de la Lliga desde su fundación hasta su desaparición, con interesantes aportes
al respecto.
En el siglo XXI se ha especializado más la cuestión, y en lugar de las grandes
monografías sobre el tema, se han publicado numerosos ensayos y artículos
contextualizando la cuestión en asuntos como la neutralidad, el nacionalismo, la crisis de
la Restauración, el modelo de Estado, el republicanismo, etc., o bien con un enfoque
político, jurídico o que trascienda lo histórico. Las revistas de Historia, generalmente
asociadas a universidades e instituciones han sido el soporte más habitual para la
publicación de artículos. En este ámbito, es abundante la bibliografía que podemos
encontrar, destacando, aparte de autores ya mencionados, a Josep Lluís Martín i Berbois,
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Miquel Ferrer, Miguel Ángel Martorell, Antoni Moliner i Prada o Albert Balcells, que
han estudiado aspectos muy concretos de la Lliga ligados a la cuestión. En lo relativo a
la crisis del régimen de la Restauración, no han faltado tampoco estudios tanto generales
como más específicos. Es cierto que éste es un tema muy amplio, pero es inevitable que
no toquen la crisis, como también todo lo que la originó, lo cual lo convierte en un aspecto
muy estudiado: Javier Moreno Luzón, Miguel Martínez Cuadrado, Miguel Artola, Carlos
Seco o José María Marín Arce han estudiado los partidos y sus crisis, así como el sistema
parlamentario. No deja de tener relevancia la recopilación de documentos de archivo
coordinada por el profesor Hipólito de la Torre, que ofrece una perspectiva de la crisis
española desde el exterior. Ni que decir tiene que tampoco faltan las tesis sobre la
Restauración y la crisis, como tampoco los artículos en revistas especializadas y ensayos
sobre ambos temas.
En los últimos años se ha dotado de una perspectiva más crítica a los ensayos que
se han publicado sobre la Restauración, confrontándolos con otras épocas históricas y a
partir de investigaciones que han permitido ir complementando lo que ya se conocía,
como la figura de Alfonso XIII, la participación militar y la violencia política, la prensa
en la época de la Restauración, etc.
Y, por abarcar, podemos extendernos también al ámbito de los partidos
republicanos y socialistas, así como a las biografías de sus líderes. En este sentido
destacar la interesante biografía que el profesor Álvarez Junco hizo sobre Alejandro
Lerroux, en la que centrándose en la figura del líder republicano, cubre los años que van
desde su juventud hasta la fundación del partido republicano radical y los sucesos de la
Semana Trágica, con un interesante retrato del panorama republicano del momento. Sobre
Cambó hay muchas biografías y estudios, para las que el profesor De Riquer llega a hacer
un estudio de la cuestión específico, sin embargo, es el propio Riquer el que mejor ha
estudiado su figura y ha publicado las biografías más interesantes, centrándose incluso en
periodos concretos. También Ignasi Buqueras escribió recientemente una obra sobre el
líder de la Lliga. Enric Ucelay también le ha dedicado varios capítulos. No podemos
prescindir de otros protagonistas, como Melquiades Álvarez, estudiado por el exministro
franquista Fernando Suárez González, aunque también se han referido otros estudiosos a
su faceta como profesor universitario (Justo García), político durante la Segunda
República o en el ámbito del reformismo (Carlos Larinaga). Creo que, aunque aquí
tratamos también al partido socialista porque fue un elemento que intervino, no debemos
extender el estado de la cuestión a éste porque sería como hacerlo con lo relativo a las
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Juntas de defensa: forman parte de la crisis de 1917, pero en este ensayo las tocamos
tangencialmente, por lo que sería extender innecesariamente los estudios y autores a
cuestiones que no están directamente involucradas en el objeto de análisis, como tampoco
lo son el partido conservador, el liberal o el maurismo, a los que también hacemos
referencia y que, en cualquier obra sobre ellos, acabará aflorando la cuestión del 17.
1.5. Fuentes utilizadas, metodología y estructura del trabajo
Este ensayo se ha basado en fuentes primarias, pero la hipótesis de partida surge
de la consulta del libro “Páginas históricas de 1917”, de Manuel de Burgos y en el diario
El Correo Español de fecha 18 de agosto de 1917, por lo que se ha recurrido con asiduidad
a la consulta de la hemeroteca para, sobre todo, confrontar puntos de vista y poder trabajar
las hipótesis de forma más objetiva.
Entre los archivos consultados, sin duda los que arrojan mayor información sobre
la Asamblea son el Arxiu Nacional de Catalunya y la Fundación Cambó, pero en el
contexto de los partidos dinásticos y de la actuación del Gobierno, tanto el Archivo
General de la Administración, como el del Vaticano (acceso a los documentos por cortesía
del profesor Avilés) arrojan información más interesante, particularmente en lo referido
a la campaña de prensa en Francia, el elemento masónico y los viajes a París de Lerroux
y Melquiades. El Archivo de Joaquín Sorolla ha sido clave para documentarse sobre la
evolución de la postura del partido reformista, a través de la figura de Gumersindo de
Azcárate, así como las relaciones entre Melquiades Álvarez y el Dr. Simarro. Un
documento de gran valor es el citado por Paul Aubert2, al que no he accedido
directamente, y que prueba el viaje a París de Lerroux y Melquiades. La consulta del
Archivo de Antonio Maura aporta una visión desde fuera, muy útil por los círculos en que
se movían los Maura, sin embargo, las opiniones vertidas requieren cautela, aunque sean
de personas relevantes. La consulta de abundante bibliografía del reinado de Alfonso XIII
me ha servido para contextualizar mejor, cuestiones como el regeneracionismo o la
posición neutral de España. Al final del trabajo se expone una relación detallada de todas
2 AUBERT, P.: L’influence ideeologique et politique de la France en Espagne de la fin du XIXe à la fin de la Première Guerre Mondiale (1875-1918), en España, Francia y la Comunidad Europea. Actas del Segundo Coloquio Hispano Francés celebrado en Aix-en-Provence del 16 al 18 de junio de 1986. Edición a cargo de Jean-Pierre Etienvre y José Ramón Urquijo Goitia. p. 19
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las fuentes consultadas, tanto bibliografía, como hemerografía y fuentes primarias, con
todos los documentos de archivo consultados.
Estructura del trabajo
El trabajo, además de la introducción, consta de cuatro capítulos y unas
conclusiones. El primero de ellos se dedica al contexto histórico en el marco del
regeneracionismo, así como el detonante de los hechos analizados, con especial atención
a los hechos que se produjeron en los meses de mayo y junio de 1917, que sumieron al
país en una gran crisis. El siguiente capítulo bucea en las motivaciones de los bloques
asistentes a la Asamblea para, a continuación, pasar al análisis de hechos más concretos,
como la campaña de prensa en Francia, el Mitin de las izquierdas, los viajes a París de
Lerroux y Melquiades Álvarez o la reunión de las izquierdas en el Congreso. Finalmente,
llegamos a la Asamblea, pero no para analizarla sino como conclusión de los capítulos
previos y, a modo de epílogo, documentar lo que ocurrió con los protagonistas después
de la reunión para confirmar la hipótesis de partida.
2. Marco conceptual: contexto histórico 2.1. Del regeneracionismo fallido al forzado
El reinado de Alfonso XIII se inauguraba con la esperanza de un
regeneracionismo que ya se antojaba difícil. A pesar de ello, los historiadores coinciden
en considerar la primera etapa de la monarquía alfonsina como regeneracionista. Para
Carlos Seco, a partir del 98 el término escapa “del círculo de determinadas minorías
conscientes, para convertirse en expresión de un anhelo generalizado en todos los
estratos de la sociedad española”3 No sobran circunstancias en las que se trató de romper
con los vicios del sistema, particularmente el mecanismo que permitía la alternancia
ordenada en el poder. Maura fue el primero que lo planteó, pero la excesiva dependencia
de los partidos frente a las redes clientelares lo hacia inviable. Por ello, cuando en 1913
trató de romperlo, renunciando al turno, se produjo la escisión en el partido Conservador,
la misma que también se produciría en el Liberal, si bien por otros motivos. En ese
momento es cuando, a mi juicio, se inicia la descomposición del sistema.
3 SECO SERRANO, C., Regeneracionismo y tensiones sociales en torno al Gobierno Silvela (1899-1900) en SECO, C., Estudios sobre el reinado de Alfonso XIII, Madrid, Real Academia de la Historia, 1998
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¿Cómo se le iba a pedir al Conde de Romanones que renunciase al turno si él era
el mayor cacique de Guadalajara?4 En los años comprendidos entre el asesinato de
Canalejas en 1912 y la Asamblea de parlamentarios de julio de 1917, hubo intentos
regeneracionistas, pero siempre fueron tímidos y se encontraron de frente con los resortes
caciquiles y la resistencia de los propios partidos.
Resulta significativo, no obstante, entender cómo la Lliga había conseguido
erradicar el caciquismo de Barcelona en la primera década del siglo. En aquel momento
contó con la ayuda de un joven Lerroux, que pronto entendió que la lucha de clases era
inevitable y se propuso liderar a aquellos explotados por la burguesía, convirtiéndose en
aquel momento en azote de la Lliga. En sus memorias así se refería a ésta: “señoritos de
universidad”; “hijos de la burguesía catalana que no tienen nada mejor que hacer”; “se
dedicaban a balcanizar… resucitando nacionalismos que la historia y el tiempo, en lenta,
paciente y constante labor, había venido defumando”5 Lerroux trató de movilizar a los
trabajadores contra los patronos, pero acabó cooperando con los regionalistas para
derrotar al caciquismo. A partir de las elecciones generales de 1901 se convertirán en
eternos rivales: Para Ruíz Monjón6, cuando los liberales no podían controlar ya
Barcelona, establecían alianzas con Lerroux.
En 1902 la llegada de Antonio Maura al ministerio de Gobernación, lo convertía
en un aliado de la Lliga, y Prat de la Riba, después de escuchar un discurso de Maura
comentó: “He quedado muy satisfecho con Maura; si lo hace como ha dicho, creo que
hemos de alegrarnos”7. Curiosamente, a pesar de las esperanzas que los regionalistas
pusieron en Maura, los republicanos, que tampoco lo veían con malos ojos, fueron los
principales beneficiarios de la política maurista, al doblar su representación en las Cortes.
Pero no nos engañemos, estamos hablando de 27 escaños de 406, es decir, menos
de un 7% del total. Por eso, en un Parlamento en el que entraban republicanos, socialistas,
regionalistas, tradicionalistas, todos sumados representaban menos del 14% del
hemiciclo, lo que daba muestras de que se vivía un bipartidismo con una representación
4 MORENO LUZÓN, J., El conde de Romanones y el caciquismo en Castilla (1888-1923), revista IH 16, Madrid, 1996, pp. 145-166 5 LERROUX, A., Mis memorias. Madrid, Afrodísio Aguado editor, 1963, pp. 415-422 6 RUÍZ MONJÓN, O., El Partido Republicano Radical, 1908-1936. Madrid, ed. Tebas, 1976 7 PRAT DE LA RIBA, E., Carta a Durán i Ventosa, 13/12/1902. Archivo Nacional de Cataluña. Fondo Durán i Ventosa. Caja 2.
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testimonial para los partidos que no eran dinásticos. Pero en las elecciones de 1916 la
ecuación tampoco había cambiado: el partido Liberal y los liberales-demócratas, el
partido Conservador (datista o idóneos) y los conservadores mauristas, sumaban 308
escaños de 379, es decir, un 81%, y si incluimos también a los conservadores ciervistas,
la cifra es del 84%. ¿Cómo podía considerarse democracia un sistema en el que ya todo
estaba decidido entre dos bloques?
Aunque republicanos, socialistas, reformistas, etc., habían ido ganando masa
social desde las elecciones de 1910, sus resultados no se traducían en una verdadera
representación en el Parlamento y su objeto de conquista será un sistema en el que se
asegure la limpieza en las elecciones y las mayorías correspondan a la base social que
representan. Para ellos, este sistema se corresponde con una república, principalmente
por dos motivos. El primero es porque la Monarquía representa ese sistema viciado y es
difícil disociarla de él; el segundo responde a una forma de Estado democrática en la que
hasta el jefe debería ser elegido por sufragio. Podríamos añadir otros elementos, como el
laicismo, si bien éste se asocia a la idea establecida de confesionalidad de la monarquía.
Por su parte, los regionalistas de la Lliga, que parecían afines a los gobiernos
conservadores, habían conseguido erradicar el caciquismo de Barcelona, pero más que
por convicción, era porque perjudicaba a la que era su base social, la burguesía catalana.
Si en España se primaba a los terratenientes, en Cataluña había un signo de modernidad
que se concretaba en la industria y el textil. De esta manera se hicieron con la hegemonía
en el Principado y su objetivo no sería otro que avanzar en el autogobierno, porque, como
conservadores que eran, la Lliga se mostrará muchas veces del lado los dinásticos. No en
vano compartían muchas perspectivas, una base social acaudalada y dirigente (aunque
con importantes diferencias) y también eran claramente germanófilos. Por tanto ¿qué hizo
que la Lliga no se sintiese cómoda en 1917 para acercar a la izquierda no dinástica y
compartir objetivos?
En 1914 se aprobaba la Mancomunitat catalana, una unión de las diputaciones
cuyo objetivo era avanzar hacia un autogobierno, es decir, hacia una autonomía. En contra
de lo que pueda parecer, esto lo consiguieron de los conservadores. Los debates
empezaron con Maura y la aprobación llegó con Dato. Pero cada vez que había que
debatir algo sobre la Mancomunitat, el proyecto se estancaba, no había avances o los
regionalistas bloqueaban las iniciativas legislativas en el Parlamento, lo que llevaba a que
los gobiernos dinásticos, indefensos ante un mecanismo previsto en el Reglamento del
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Congreso (1847), recurriesen sistemáticamente al cierre de las Cortes y al bloqueo del
sistema.
Con esta situación, en 1917 tanto los regionalistas como los republicanos, lo
tenían claro. No se podía seguir así y había que actuar. Pero una serie de acontecimientos
precipitará todo y favorecerá que remen en la misma dirección incluso quienes eran
enemigos declarados (Lerroux y Cambó).
2.2. El detonante
El sistema empezó a hacer aguas por muchos sitios. El contexto de la neutralidad
española durante la Gran Guerra había viciado los debates, existiendo dos grandes
bloques: los aliadófilos, partidarios de Francia y Gran Bretaña, y los germanófilos,
simpatizantes con los imperios centrales. En general, la izquierda no dinástica, se
posicionó como aliadófila por lo que Francia y Gran Bretaña representaban en los valores
democráticos y parlamentarios. Los conservadores fueron más germanófilos, sin que ello
excluya personas que en cualquiera de los dos bloques expresasen simpatía por otras
posturas. Y también hubo neutrales. En 1915 el debate ya estaba polarizado y cada vez
eran más las voces proclives para buscar una postura más activa en cualquiera de los dos
bandos, por lo que los republicanos hicieron exhibición de fuerza uniéndose para
proclamar su voluntad de trabajar por una república aliadófila, y la Lliga se pronunció
hacia una neutralidad activa.
En 1917 estalló la crisis de las Juntas de defensa. El gobierno de Romanones cayó
en marzo cuando se frustró una de las medidas regeneracionistas que podrían haber
enderezado el sistema, la reforma fiscal, que cayó por falta de apoyo, entre otros, de la
Lliga. Cuando el nuevo Ejecutivo de García-Prieto decidió plantar cara a las Juntas, el
conflicto se enconó y los militares acudieron al Rey. Alfonso XIII acababa de destituir a
su cuarto militar, lo que le había restado popularidad en el Ejército por lo que se posicionó
a favor de las Juntas, desautorizando al Gobierno, que dimitió, abriéndose una crisis. A
partir de ese momento, se abre un mes crítico para la Restauración: junio de 1917, cuando
todo está a punto de dar al traste: el Rey se ve abocado a nombrar a Dato como nuevo
jefe de Gobierno, se plantea abdicar, se suspenden las garantías constitucionales, la
izquierda se une y se manifiesta abiertamente a favor de una república, los regionalistas
convocan una Asamblea de parlamentarios catalanes en Barcelona…
Todo puede resumirse en estas palabras que Gumersindo de Azcárate dirigió a
Joaquín Sorolla:
16
“El Rey pidió mi opinión respecto de todos los asuntos de actualidad. Yo respondí
que, a mi juicio, la situación creada respondía a los desaciertos y errores de la
Monarquía, que ya no tienen remedio dentro del régimen actual. La última equivocación
de la Monarquía fue desaprovechar la generosa evolución de los Reformistas hacia el
campo monárquico (…) después de esta entrevista, el Rey mostróse dispuesto a abdicar,
pero sus mas allegados le aconsejan que dimita de sus propósitos.”8
El partido Reformista, que hasta entonces había considerado la Monarquía como
algo accidental, defendiendo como objetivo la democracia, dejaba clara su postura y se
abría así a la unión con otras fuerzas para presionar por la convocatoria de unas elecciones
constituyentes que desembocasen en una República.
3. Perspectivas para una revolución
3.1. Desde el republicanismo
La experiencia de la I República resultó fallida, pero sembró la semilla
republicana, aunque ésta tardaría en germinar con formaciones que representasen aquel
espíritu. Por un lado, en Cataluña es la región donde arraigó más, con Salmerón como
guía espiritual. Por otro, en el resto de España, el sistema turnista no favoreció la
expansión de las ideas republicanas, al obstaculizarse su entrada en el Parlamento o
hacerlo con escasa representación. Sin embargo, el panorama había empezado a cambiar
a partir de las elecciones de 1907 en las que la Unión Republicana de Salmerón había
conseguido 16 escaños, si bien, parte del republicanismo nacionalista se había integrado
en Solidaridad Catalana, junto a la Lliga y Unió Nacionalista, obteniendo otros 41
escaños. En las elecciones de 1910 los republicanos perdieron fuelle, recuperándose a
partir de 1916 cuando llegaron al Parlamento el Partido Reformista de Melquiades
Álvarez, la Conjunción Republicano-Socialista de Roberto Castrovido, la Coalición
Republicana Radical de Lerroux, y el Bloc Republicà Autonomista de Marcelino
Domingo. Como vemos, un panorama muy fragmentado que, no obstante, ya pujaba por
expulsar a las fuerzas dinásticas del régimen. Sin embargo, la forma de combatir de cada
partido fue muy diferente; desde el derrocamiento del sistema, ansiado por los de Lerroux
8 AZCÁRATE, G., Notas sobre una reunión de Alfonso XIII con republicanos y reformistas (junio 1917). Archivo Joaquín Sorolla, CS0227
17
y Domingo, hasta el accidentalismo del Partido Reformista, dispuesto a convivir con la
monarquía si se realizaban las reformas democráticas que el país necesitaba.
Este hecho de que los republicanos estuviesen tan divididos explica que en la
propia concepción de la revolución hubiese discrepancias y que sólo el inmovilismo del
régimen consiguiese unirles en una causa común. El primer paso sería la proclamación
de la unidad en el Gran Mitin de las izquierdas (27/5/1917), un acto que, desde el punto
de vista intelectual resultó inequívoco respecto a la dirección en la que debían de remar
los grupos de izquierdas y republicanos, pero que mostró, una vez más, la desunión entre
ellas a tenor de cómo se disolvió el acto. Seguidamente, vendría la Asamblea de
parlamentarios, si bien, intervinieron más factores que contribuyeron a fraguar esa unión
desde la que poder atacar los cimientos del régimen. Figura clave en este proceso es el
Dr. Simarro, quien conectaría a Lerroux y Melquiades Álvarez para financiar sus
propósitos desde la vecina Francia, país que veía con simpatía el incipiente
republicanismo español. ¿Existió una conexión masónica? Todo parece que éste fue un
elemento que intervino, si bien la importancia que tuvo la analizaremos más adelante. Lo
que sí parece claro es el apoyo francés a la causa de los republicanos españoles y que la
masonería habría actuado como catalizador de fondos a la misma. El Dr. Simarro, tiene
un papel más intelectual que público, aunque su intervención en el mitin de las izquierdas
pone de manifiesto que su relevancia en el proyecto era tan elevada como la de Lerroux
o Álvarez, a pesar de no ser un político.
Tras el mitin había que oficializar el acuerdo e incluir a otras fuerzas del Congreso,
como los socialistas y tratar de atraerse a liberales disidentes y catalanistas. Esta reunión
sería el germen hacia un acuerdo de todas las fuerzas republicanas, unidas ya en un
manifiesto, y la Lliga. La ocasión de hacer una causa común y hacer saltar el régimen por
los aires parecía más cerca que nunca.
3.2. La oportunidad de la Lliga
La Lliga Regionalista había conseguido notables logros de los gobiernos liberales
y conservadores, sin embargo, su mayor conquista había sido la Manconunidad, que se
hallaba ahora encallada sin poder avanzar hacia una cesión de competencias mayor. Ya
en 1915 esta cuestión había llevado al cierre del Parlamento por parte de Dato, para evitar
tener que debatir los asuntos que reclamaba la Lliga.
Los catalanistas, no obstante, no deben de ser contemplados como un grupo
nacionalista que mediante el accidentalismo buscaba el interés de Cataluña porque sería
18
una concepción muy simplista. Al contrario, la Lliga había sido en su fundación el partido
político más moderno de España y había buscado siempre un regeneracionismo de la vida
política española desde la periferia. Su entendimiento con los conservadores de Maura
había sido clave durante el primer decenio del siglo, pero al apartarse Maura del poder,
la Lliga, que se había convertido ya en la tercera fuerza política en el Parlamento, había
tenido que entenderse con los datistas y los liberales. A Dato le había arrancado la
Mancomunidad, mientras que la relación con los liberales había sido más compleja,
porque, en un momento dado, Alba había urdido una estrategia para arrebatar a los
regionalistas el espacio electoral perdido y que la Lliga había sabido ocupar, prometiendo
favores y tratando de volver al viejo sistema en Cataluña, lo que le convertía en enemigo
natural de los regionalistas. A Cambó, por otro lado, no le preocupaba que Alba pactase
con los otros partidos porque confiaba en las bases de la Lliga. Sin embargo, Alba no
calculó bien el poder de los regionalistas cuando Prat de la Riba, de cara a las elecciones
de 1916 planteó la campaña “Per Catalunya i l’Espanya Gran”, a la que se dedicó a atacar
y obtuvo el resultado contrario: La Lliga amplió su influencia, no sólo en Cataluña, sino
en toda España.
Cambó se dio cuenta de la necesidad de combatir a Alba, porque si los industriales
se ponían de su lado, la Lliga perdería influencia en Madrid, por lo que se lanzó al ataque,
apoyado por buena parte de la oposición e, incluso, por elementos del propio Partido
Liberal. Así, Alba no consiguió aprobar el presupuesto y los regionalistas se dieron cuenta
de su influencia sobre aquellas facciones. Y, precisamente, esa confrontación entre
liberales y regionalistas traerá uno de los problemas más importantes del periodo: el cierre
de las Cortes. Durante los catorce meses que Romanones estuvo en el poder, el
parlamento sólo estuvo abierto seis meses.
Con García-Prieto tampoco las cosas mejoraron porque era el mismo perro con
distinto collar por lo que el bloqueo continuó y la Lliga avanzaba en sus planes.
Conscientes ya de que con las fuerzas dinásticas no se podía pactar, el Gran Mitin de las
izquierdas puso de relieve que los elementos no dinásticos podrían ser un vehículo para
canalizar sus aspiraciones. Dos semanas después se reunían en el Congreso los
republicanos y los socialistas y tratarían de acercar a la Lliga a sus posiciones, pero el
astuto Cambó no se dejó arrastrar hacia aquel acuerdo sino que tomaría él mismo la
iniciativa y buscaría el apoyo de los republicanos para convocar la Asamblea de
parlamentarios españoles en julio, después de la celebrada entre parlamentarios catalanes
en junio.
19
La Lliga tomaba la iniciativa, a pesar de que haya autores que defiendan lo
contrario. Para Martí de Riquer no hay dudas de que Cambó fue quien arrastró a los
republicanos hacia la Asamblea y no al revés. Pero ¿existió un acuerdo entre la Lliga y
los republicanos en los términos descrito por El Correo Español y recogidos por Manuel
de Burgos y Mazo en su análisis de los acontecimientos? En mi opinión no hubo un
acuerdo como tal, pero sí uno (y documentado) de todas las fuerzas republicanas y
socialistas proclamando la voluntad de caminar hacia una república aliadófila y, desde
luego, una voluntad de la Lliga de evolucionar en su accidentalismo hacia una mayor
autonomía, sin desvincularse de España, porque éstos eran un partido que actuó siempre
con sentido de Estado y porque, como sabemos, la entrada de los regionalistas en los
gobiernos de concentración a partir de 1918 así lo atestiguan. Creo que existe una
voluntad de vincular a ambos por parte de De Burgos y convencer al lector de que se
plasmó en un acuerdo que no existió. Lo que sí está claro es que para la Lliga ésta era la
oportunidad de evolucionar hacia un cambio de Estado en el que hubiese un marco
democrático en el que desarrollar sus propuestas y avanzar. No necesariamente su
objetivo era la autonomía en aquel momento, sino la reforma del Estado para dotar de
mayores competencias a la encallada cuestión de la Mancomunidad.
3.3. Los socialistas: “para cuando la ocasión se presente”
La tercera fuerza en cuestión eran los socialistas. Éstos eran numéricamente
inferiores a los republicanos y su poder estaba, sobre todo, en la calle. Su representación
en el Parlamento era ínfima, pero había sido constante desde 1910 y su líder, Pablo
Iglesias, era una persona con autoridad moral sobre las masas. Precisamente con la
entrada de Iglesias en el sistema como diputado, la postura de los socialistas frente a la
revolución quedó registrada ante una pregunta de Canalejas, que le recriminaba no estar
en equilibrio con su voluntad y conciencia de aquellos tiempos en los que era director de
los elementos socialistas y se había convertido en propagandista, agitador y perturbador
revolucionario del país, a lo que Iglesias respondió que cuando él pretendía convencer a
las organizaciones obreras de que debían tener interés en derribar la Monarquía, no las
excitaba al crimen ni a la perturbación, sino a que se preparasen “para cuando la ocasión
se presente”9. Dos años después, Canalejas de nuevo acusó a Iglesias de no ser
9 JULIÁ, S., Preparados para cuando la ocasión se presente. Los socialistas y la revolución, en JULIÁ, S. (coord.), Violencia política en la España del siglo XX. Madrid, Ed. Taurus, 2000, pp. 145-189
20
revolucionario, a lo que el líder socialista respondió: “en cuanto a las ideas, claro está
que el Partido Socialista es revolucionario, la revolución hay que hacerla por que la
impone la fuerza de los hechos.”10 Para los socialistas el asalto al poder vendría tras la
revolución, pero ésta no se concebía tanto como la planteaban los republicanos y
regionalistas sino como una victoria del proletariado. No obstante, a los socialistas les
resultaría más fácil iniciar aquella revolución en un clima más democrático que en un
sistema donde las fuerzas dinásticas se turnaban, sin dejar margen a los demás partidos.
Por esta razón, no hubo presencia socialista en el Gran Mitin de las izquierdas sino a título
particular por parte de Andrés Ovejero. La revolución que el PSOE proponía ya se había
anunciado mucho antes de que los republicanos pidiesen su turno: la huelga general
revolucionaria que había tenido sus prolegómenos en 1916 y que, tras el fracaso de las
sucesivas huelgas, desde marzo de 1917 ya se contemplaba una huelga indefinida y con
carácter revolucionario. Para los socialistas, el momento se acercaba, pero no estaba
definido aún; la singularidad de la revolución socialista venía marcada por la crisis de
subsistencias y el empobrecimiento del proletariado y culminaría en la huelga general de
agosto que sería tratada de una forma desigual respecto a las otras dos crisis, la política y
la militar.
Los socialistas justificaban su aliadofilia en la lucha por la democracia contra el
despotismo y, en palabras de Julián Besteiro, “el imperialismo ha sido derrotado por la
revolución y, aunque España no haya participado en la contienda, a los países neutrales
tiene que llegarles también su hora.” 11A pesar de lo anterior, los socialistas iniciaron los
contactos con los dirigentes republicanos teniendo ambos la común convicción de que la
situación del país requería la transformación del régimen monárquico en uno republicano
burgués. Los comités nacionales del PSOE y la UGT, tras los hechos de las Juntas de
defensa, se reunieron en junio con los reformistas de Melquiades Álvarez y acordaron
“constituir un gobierno provisional que, representando la soberanía nacional, convocase
elecciones”, 12 lo que excluía cualquier solución de significación monárquica.
Los socialistas apoyaron la celebración de la Asamblea de parlamentarios y, como
primer paso, firmaron el manifiesto de las izquierdas en el Parlamento. Pablo Iglesias
10 Cit. por JULIÁ, S., Diario de Sesiones del Congreso (6/12/1910), pp. 2.701-2.702 y (20/1/1912), pp. 1.826-1.827 11 BESTEIRO, J., El mitin de anoche, EL SOCIALISTA (28/3/1917), p. 1 12 Memoria que la comisión ejecutiva presentó al XI Congreso del PSOE. EL SOCIALISTA (16/10/1918)
21
asistiría a la Asamblea del 19 de julio en Barcelona, sin embargo, el objetivo fundamental
del PSOE era la huelga general revolucionaria que se desató en agosto y que no contaría
con el apoyo ni de la Lliga ni de los partidos republicanos que habían reclamado las
libertades en mayo. Cambó no había buscado a los socialistas como lo hizo con los
republicanos, consciente de que la fuerza de éstos estaba en la calle y no en el Parlamento.
Los invitó a la Asamblea porque quería el quorum máximo en la reunión, pero
desconfiaba de una fuerza que pondría contra las cuerdas a los patronos, que eran el apoyo
principal de los regionalistas en Cataluña. Por eso, cuando llegó el momento de la huelga,
se desmarcó, como también lo hicieron otras fuerzas políticas y los militares, que
inmediatamente olvidaron el conflicto con el Gobierno para ponerse a su servicio y
reprimirla.
El papel de los socialistas en la Asamblea fue casi accidentalista, si bien su
participación se dio porque compartían los mismos anhelos de democracia que las fuerzas
republicanas y no puede cuestionarse que hubiese una simple participación interesada,
cuando Pablo Iglesias había firmado el Manifiesto de los republicanos con voluntad de
unir a las fuerzas de la izquierda.
4. La revolución se prepara 4.1. La campaña de prensa en Francia
No cabe duda de que una crisis como la que se vivió en 1917 no tuvo un origen
espontáneo y tampoco un foco único. Habitualmente asociamos la Asamblea de
parlamentarios a una decisión de los regionalistas catalanes y se atribuyen unas
consecuencias a ello, pero esta asamblea se habría quedado en una mera reunión de
diputados y senadores catalanes, con una repercusión periférica, si no hubiesen
participado parlamentarios españoles de otras formaciones y regiones. Cambó sabía que
sumando a los republicanos a su causa harían juntos una causa común en la que ambos se
repartirían sus reivindicaciones: el deseo del advenimiento de una república aliadófila y
de una mayor autonomía para Cataluña, tal como reflejaba La Veu de Catalunya al día
siguiente de la Asamblea de parlamentarios catalanes: “Pel règim autonòmic i les Corts
constituients”13.
13 L’Assemblea dels parlamentaris catalans. LA VEU DE CATALUNYA (6/7/1917), p. 1
22
Respecto a los republicanos, después de muchos avatares parecían organizados y
con capacidad de inclinar el sistema que les impedía tener una mayor representación hacia
un nuevo modelo de Estado en el que la democracia fuese real. Pero, tal como había
caracterizado a las fuerzas pro-república, la unión no existía, dándose muchos
grupúsculos entre los que había algunas fuerzas hegemónicas. En 1916 ya destacaban los
radicales de Lerroux y los reformistas moderados de Melquiades Álvarez. La unión, al
menos de forma visible para la opinión pública, se escenificaría en el Gran Mitin de las
izquierdas de mayo de 1917, sin embargo, estas fuerzas no se verían con el apoyo moral
ni financiero suficiente de no haberles sido insuflados desde la vecina Francia, cuna de
un liberalismo laico que irradiaba hacia toda Europa. No en vano, la monarquía española
siempre sintió respeto por los vientos de cambio que pudiesen llegar del país vecino.
Como quiera que sea, la aceleración de la unidad del republicanismo experimentó
un gran empuje desde Francia, donde muchos republicanos españoles esperaban la
oportunidad de que la República volviese a España. Asimismo, la idea apoyar la causa
republicana tenía un claro origen gubernamental pues la campaña de prensa que, a pesar
de la censura impuesta, surgió a favor de la causa española, tenía su origen en la Casa de
la Prensa, de competencia directa de la Presidencia del Consejo de Ministros. Este hecho
trajo de cabeza a las autoridades españolas durante meses, y las protestas de los
embajadores españoles, primero Quiñones y luego León y Castillo, no lograron apaciguar
una campaña que iba en aumento y que alentaba la causa.
La actitud gala fue, en general, de simpatía a los republicanos y críticas a los
sucesivos gobiernos. La caída de Romanones dio pie a multitud de artículos y comentarios
que ponen en entredicho la supuesta aliadofilia del líder liberal. Ya lo sugería el nuncio
en Madrid y también lo probaba su propia actuación como jefe de Gobierno con la tibia
actuación ante Alemania. Pero la prensa también se ocupó de resaltar todo lo que denotase
que la situación podría cambiar en España, desde cancelaciones de actos de los Reyes
hasta las últimas novedades, suministradas casi siempre por la agencia Havas y, en
algunos casos, por sus corresponsales.
El diario que más quebraderos de cabeza dio a los gobiernos liberales y
conservadores fue Le Temps, que actuó como un verdadero azote contra el régimen
español, pero también una publicación sostenida por republicanos españoles, El Obrero
Español, lanzaba duros ataques contra la monarquía con la aquiescencia de las
autoridades francesas, que apenas escuchaban las protestas de los embajadores españoles:
“Acabo de dejarle el último número de un periódico publicado en París en lengua
23
española, “El Obrero Español” que usted ya conoce. Como verá por los huecos que
brillan en sus columnas, la censura se ha despachado bien, tanto que no sabría acusarle
de no haber leído atenta y completamente este número. Entonces ¿cómo es posible que
en estas condiciones se hayan dejado varios artículos que contienen ataques no
disimulados contra S.M el Rey? ¿Es posible que no lo haya entendido? Siempre aparecen
los artículos”14
La prensa francesa parecía eludir la censura o contar con la aquiescencia de ésta
para publicar noticias sobre España. Igualmente, se había creado un estado de opinión
que partía de la prensa. El plan republicano habría comenzado, precisamente, por difundir
todas las noticias sobre la situación de lo que acontecía en España con ayuda del Quai
d’Orsay, que miraría hacia otro lado con el fin de crear dicho estado de opinión. La
presencia de artículos en algunos medios de personas afines al Gobierno causó algunos
enfrentamientos entre Madrid y París, llegando a pedir explicaciones al propio Presidente
del Consejo de Ministros, A. Ribot, quien, como no podía ser de otra manera, desmintió
tales acusaciones y ofreció la colaboración del Gobierno francés para evitar inmiscuirse
en los asuntos de España. De nuevo, el embajador hubo de emplearse a fondo: “Ayer vi
dos veces a M. Cambon. Le hablé claro diciéndole que habiendo censura eran
intolerables los ataques de estos periódicos al régimen y al Rey, así como el cuadro que
a diario trazan de la situación de España. Señalé la campaña del periódico “El Obrero
Español” y la carta de Breal al “Temps”, más grave por pertenecer Breal a la Casa de
la Prensa, que depende de negocios extranjeros. Después de hablarme de las dificultades
con que luchan para impedir todo eso por el estado de opinión que aquí hay con relación
a España, me dijo que se habían dado órdenes a la censura a fin de impedir los
mencionados ataques.”15
No cabe duda de que, a pesar de las negaciones por parte del premier francés,
desde Francia se estaba haciendo una campaña contra España para favorecer la causa
republicana y que la prensa era su instrumento más efectivo para crear opinión, pero no
el único. “Como M. Cambon me ha indicado las dificultades con que lucha el Gobierno
para contrarrestar el estado de opinión que se ha formado respecto a los asuntos de
14 LEÓN Y CASTILLO, F. (Embajador de España en París), Carta a Jules Cambon, Secretario General del Ministerio de Negocios Extranjeros (16/7/1917) AGA 54/5960, Leg. 1031-3 15 LEÓN Y CASTILLO, F. (Embajador de España en París), Telegrama al Ministro de Estado, Marqués de Lema (8/7/1917) AGA 54/5960, Leg. 1031-3
24
España, diciéndome que llegan aquí los rumores más alarmantes. Me ha asegurado* que
el Gobierno francés no hará cosa alguna que pueda contribuir a esa agitación, porque
desea vivamente que España y el Rey no tropiecen con dificultades. Me ha confirmado
las órdenes dadas a la censura, de que me habló M. Cambon”16 (*Ribot). En el país
vecino existía, como en todos los países en guerra, la censura de prensa, sin embargo, el
papel que desde la Casa de la Prensa hizo Auguste Bréal, canalizando ayudas a España
resulta representativo de lo que fue el rol francés. La tibieza con la que el gobierno
republicano despachaba el asunto de la injerencia pudo responder a decisiones
estratégicas. A mi juicio, documentadas como están las ayudas extranjeras a los diarios
españoles, no hay duda de que Francia actuó de contrapeso de Alemania, que financiaba
ciertos medios. Sin embargo, tampoco hay que excluir la posibilidad de que desde
Alemania se hubiese financiado medios pacifistas, en la creencia de que si se propagaba
esta tendencia entre las clases obreras, se producirían huelgas que paralizarían la actividad
industrial que producía bienes para los aliados.
Francia se mostraba decidida a seguir “ayudando” a España porque sería un firme
enemigo de Alemania. No olvidemos que Bréal era de la Liga Antigermanófila y que
desde la Comisión de Asuntos Extranjeros de la Asamblea Nacional, Chaumié había
decidido que “había llegado el momento de tener, por fin, una política para España”17 y
Léon Geoffray, embajador en España, decía que había que “detener la influencia alemana
en España y asentar la nuestra”18 y se preguntaba si acaso era una tarea más compleja
que la llevada a cabo con los italianos, tradicionales aliados alemanes, para retirarlos de
su vera.
El que los diarios recibieran financiación del extranjero no era nada nuevo.
Álvarez Junco lo relata en su biografía sobre Lerroux19, cuando era director de El País y
de El Progreso, cómo recibió dinero francés para sacar adelante en momento de
dificultades la redacción y poder proseguir con la aventura republicana. Más
controvertida resulta la afirmación de que Marcelino Domingo habría sido financiado por
Alemania, a la razón de 150 pesetas por cada artículo que publicaba. Nadie cuestiona que
16 Ibidem 17 Cit. CHAUMIÉ, J., conclusiones de la Comisión de Asuntos Extranjeros de la Asamblea Nacional (1917) 18 Cit. GEOFFRAY, L., carta al Ministro de Asuntos Extranjeros (15/7/1917) 19 ÁLVAREZ JUNCO, J., Alejandro Lerroux. El Emperador del Paralelo. Madrid, ed. Síntesis, 2005
25
Domingo era anti germanófilo, pero si esto fuese cierto (y esta documentado en los
archivos del ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia),20 podría probarse la tesis de
que Alemania financiaría a periodistas pacifistas para generar un estado de opinión que
provocase huelgas y generase un bloqueo de la producción.
Por otra parte, no parece haber dudas de que la campaña de prensa se habría
organizado desde medios republicanos españoles, pero, como ocurre habitualmente, los
afines al régimen se empeñan en exagerar más los hechos y la connivencia gubernamental
francesa con tales elementos la habría hecho posible. Igualmente, el hecho de que el
origen de las noticias partiese de España habría conseguido que los periodistas les
concediesen credibilidad, de tal manera que algunos medios que, no siendo afines a la
ideología republicana, las publicaron igualmente. Los esfuerzos de León y Castillo por
desmentirlo en prensa no sirvieron de nada y al final hubo de elevar su protesta a Cambon
y Ribot: “Ante esa realidad que fui palpando al ver la ineficacia de mis esfuerzos para
publicar determinados artículos en los periódicos franceses y para contrarrestar la
campaña estos llevaban a cabo, decidí hablar mucho más claro que hasta entonces lo
había hecho, viendo nuevamente, a este efecto, a M. Ribot y a M. Cambon* y acudiendo
a altos elementos influyentes en esta política.”21
En conclusión, desde Francia se orquestó una gran campaña en prensa, pero, como
veremos a continuación, no fue algo espontáneo: confluyeron los intereses de los
republicanos españoles y la necesidad francesa de crear una política para España y
desarmar la opinión pública germanófila que, a pesar de la neutralidad, sentía buena parte
de las fuerzas dinásticas. Igualmente, también se cuestiona la supuesta aliadofilia del
Conde de Romanones. Si ésta fue una de las causas de su desalojo del Gobierno, quedaría
en entredicho, no sólo por las tibias notas de protesta a Alemania ante los torpedeos de
los submarinos, sino porque tampoco los franceses lo veían un aliadófilo convencido,
como tampoco lo había visto el Nuncio.
20 AUBERT, P., La propagande étrangère en Espagne pendant la Première Guerre Mondiale, Madrid, CSIC, 1986, pp. 357-407 21 LEÓN Y CASTILLO, F. (Embajador en París), Carta al Ministro de Estado, Marqués de Lema (11/7/1917) AGA 54/5960, Leg. 1031-3
26
4.2. Los viajes a París de Melquiades y Lerroux. El papel del Dr. Simarro.
No podemos aislar los viajes a París de Melquiades Álvarez y Lerroux de la
campaña de prensa francesa ni de la participación de la masonería en la causa republicana
española. La cuestión durante tiempo ha sido el debate sobre si tales viajes se produjeron,
en qué momento y por qué razón. Asimismo, hubo quien, como Manuel de Burgos los
relacionó con un acuerdo secreto con Cambó, que incluso ilustró con la noticia aparecida
en el Correo Español sobre tal acuerdo. Lo curioso es que De Burgos ignora la masonería
y el papel que debió de cumplir que, no obstante, no conviene ser exagerado. La primera
noticia de un viaje de Melquiades y Lerroux a París aparece en prensa y causa gran alarma
a los miembros del gabinete Dato, que entienden que los republicanos conspiran contra
el sistema. Empero, cuando el viaje tiene lugar (9/7/1917) el Gobierno Dato no estaba
aún en el poder, por lo que la alarma la causa el hecho de relacionar los acontecimientos
que se producen en el verano con lo que de aquel viaje hubiese podido trascender.
Por otro lado, aquella visita no pasó desapercibida a la diplomacia española en su
momento, pero no le concedieron la importancia que tuvo hasta el mes de julio. Lo que
resulta curioso es que no haya registros de salida ni entrada de estas dos personas en los
archivos del Ministerio de Exteriores español, cuando en aquella época “se fichaba” a
todo aquel cuya actividad podría resultar peligrosa para el régimen. Claro ejemplo de ello
es la trazabilidad existente de los movimientos de Lerroux y Cambó cuando tras la
Asamblea de parlamentarios huyen a Francia (bueno, en el caso de Cambó esto es
cuestionable). Sin embargo, el historiador e hispanista Paul Aubert encontró los registros
de entrada de ambos en la Prefectura de París22, permitiéndonos situarlos en fechas y
lugares de esta manera.
Aquí hay dos cuestiones a plantearse, la primera es si el viaje tuvo lugar y qué
objeto tuvo o quién lo planteó. La segunda es si coincidieron con Cambó y si se pudo
fraguar un acuerdo en aquel momento o si éste fue en el Congreso. Respecto a la primera
cuestión, parece probado que el viaje se dio, no sólo por la cantidad de fuentes que lo
citan sino porque hay registro de la Prefectura, lo que en sí constituye una prueba
fehaciente. En mi opinión, la validación de la hipótesis en base a comentarios no sería
consistente porque habría que depurarlos mucho, dada la tendencia a novelar y exagerar
más de la cuenta los movimientos de los enemigos políticos. Por lo que puedo comprobar
22 Rapport des Renseignements Généraux (9/7/1917). Archives de la Préfecture de Police de Paris. Série B.A. dossier nº 205
27
en la investigación de este periodo, tenemos muchos testimonios de políticos que nos
informan de cosas que suceden, pero no podemos otorgarles credibilidad por el mero
hecho de que el portador de la noticia sea alguien solvente. La solvencia ha de provenir
del origen de la noticia. Los juicios nos ayudan a construir un estado de la opinión, pero
no necesariamente a dar por válidas las cosas. Por ejemplo, al respecto de lo que
analizamos, Eduardo Dato afirma que existieron los viajes de Lerroux y Melquiades a
París, e incluye también a Cambó en la terna. Estas declaraciones las publica el diario La
Época23, sin embargo, en un rifirrafe con Cambó, Dato se desdice y afirma que sus
declaraciones han sido manipuladas. Esto no añade credibilidad a las palabras del
presidente del Consejo porque tras las declaraciones del viaje después hace otras en la
prensa francesa, afirmando que la Asamblea sería germanófila. El desmentido se produce
en un telegrama que, como sabemos, tiene un espacio limitado para los comentarios y en
ese ahorro de texto no queda claro qué parte está desmintiendo. Cambó lo da por buena,
acepta las disculpas del jefe del Gobierno, pero, a mi juicio, no acepta las disculpas por
el desaire sino por no enfrentarse a Dato y que la Asamblea transcurra sin incidentes.
Parece que existía ya un acuerdo entre ambos para poder celebrar la Asamblea y encauzar
la situación de esta manera, evitando la vía revolucionaria.
Como quiera que sea, no sólo Eduardo Dato afirmó la existencia de los viajes, la
prensa se hizo eco de ello y Manuel de Burgos concedió veracidad a la noticia, tal vez
porque venía de su jefe en el Gobierno y por la tendencia, ya expresada anteriormente, de
otorgar credibilidad a cualquier afirmación en función de quién fuese el emisor. Conviene
analizar siempre el origen de la noticia, sin embargo, este hecho tan habitual en la época
fue el causante de un embrollo político con la prensa francesa que, como ya hemos
señalado, motivó las protestas del Gobierno español ante el Quai d’Orsay y el propio
presidente del Consejo de ministros galo.
La prensa francesa se hacía eco también de la conexión de los republicanos
españoles con la masonería francesa e inglesa y esto causaba temor entre los políticos
dinásticos españoles, que temían una secularización del Estado. No hemos de olvidar que,
entre los dinásticos, los principios de monarquía y catolicismo eran la base del sistema,
si bien, los liberales se mostraban más proclives a relajar los términos de la
confesionalidad del Estado y caminar hacia una laicidad como la francesa. Entre los
republicanos no había la menor duda de que, al margen de convicciones personales, la
23 El día político. Un artículo del Sr. Cambó. LA ÉPOCA (15/7/1917), p. 1
28
libertad debía permitir cualquier culto sin que el Estado se posicionase por ninguno en
concreto. Y como ya ocurría desde el siglo XIX, entre el republicanismo español la
masonería había actuado como un elemento cohesionador de las ideas y también como
financiador de propósitos. El fracaso de la I República se había puesto de manifiesto en
la división que existió desde el primer momento, con cuatro líderes que ni siquiera
alcanzaron a ser llamados presidentes. Empero, hablar de fracaso es desmesurado, porque
lo que falló fue el ensayo de un sistema político para el que España no estaba preparada
aún. La intervención militar en la vida pública era constante y un nuevo pronunciamiento
acabaría con la efímera República, pero no con la simiente que ya habían plantado. Las
desavenencias entre los republicanos continuaron, destacando la figura de Ruíz Zorrilla
junto a la de Pi i Margall y Salmerón. Aunque Ruíz Zorrilla no abrazó el republicanismo
en su origen, sí lo hizo tras su expulsión de España con la Restauración borbónica e,
igualmente, aunque tuvo sus diferencias con Salmerón, al final unieron sus fuerzas, a
pesar de la concepción zorrillista del asalto al poder mediante la revolución. Ruiz Zorrilla
fue Gran Maestro del Gran Oriente Español, pero, sobre todo, fue figura de referencia
para el líder republicano Alejandro Lerroux, quien cuando era director de El País,
financió una campaña para traer al viejo líder republicano a España a morir. El entonces
diario republicano, sirvió para la publicación de una carta de Zorrilla en la que
manifestaba que su regreso no se contradecía con su voluntad de no volver a España hasta
que la bandera republicana no ondease de nuevo. Tras verse obligado a exiliarse en París
y luego en Londres, Ruíz Zorrilla fue un referente para buena parte de los republicanos
españoles, aunque no para todos, pues la división entre ellos respecto a la concepción de
la República había creado corrientes irreconciliables.
El joven Alejandro Lerroux, había llegado a Madrid en la década de los ochenta
y fue en aquella época cuando Lerroux se inició en la masonería, concretamente en 1886.
Poco sabemos de los motivos que llevaron al político republicano a adentrarse en este
mundo porque está acreditada su inactividad durante años y no parece que la condición
de guía intelectual que para él tuvo Ruíz Zorrilla fuese algo relevante a este respecto. Por
el contrario, cuando se produjo el cisma entre Lerroux y Salmerón (1906), al rechazar el
primero unirse a la coalición Solidaridad Catalana y fundar dos años después el Partido
Republicano Radical, llamó de nuevo a las puertas de la Logia de Barcelona, sin que aquel
contacto trascendiese hacia una intención de involucrarse. Sería finalmente en 1916
cuando Lerroux se incorporó de forma activa al Gran Oriente español que, un año
después, sería dirigido por Luis Simarro.
29
¿Verdaderamente era Lerroux un masón convencido? Muy probablemente no,
casi podríamos afirmar que actuó por oportunismo político, como lo hará a lo largo de
toda su vida; su ruptura con Salmerón le llevó a enfrentarse con el nacionalismo catalán
y los anarquistas, lanzando un mensaje populista que cuajó entre las masas obreras
barcelonesas, llevándole a ser conocido como el Emperador del Paralelo. Lerroux siempre
supo sacar provecho del oportunismo y canalizar su popularidad hacia el nuevo partido
recién creado, que se convertirá en ese momento en el gran referente del republicanismo
en España.
Ahora bien ¿podría atribuirse a Lerroux su vuelta a la masonería a un lanzamiento
del ideal republicano? En mi opinión, el hecho de que esto no ocurra hasta 1916 sólo
denota un olfato por un instrumento que sabe le va a ser útil. En 1916 ya se percibe que
una revolución puede llegar antes o después y Lerroux pudo ver una oportunidad en la
organización para convertirse en el líder de la nueva República. Tratar de vincular
republicanismo a masonería no sería correcto, pues hubo muchos diputados monárquicos
(por ejemplo, Salvador Samá, Marqués de Marianao), liberales (el propio Sagasta llegó a
ser Gran Maestre) y conservadores, que abrazaron la masonería. Otra cuestión bien
distinta es que hubiese una mayor tendencia entre los republicanos a ser masones.
El caso de Melquiades Álvarez es menos novelesco porque la personalidad del
asturiano siempre fue acorde con unos principios que demostró a lo largo de toda su vida.
El político gijonés abrazó la masonería en 1912, justo el mismo año que fundó el partido
Reformista, tras haberse unido años antes al republicanismo de Salmerón para formar este
partido en el que también militarían Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Fernando de los
Ríos o Gumersindo de Azcárate. A finales de 1917 alcanzaría el grado de Maestro.
El tercer personaje en este viaje es Luis Simarro, el Doctor Simarro, un prestigioso
neurólogo republicano que entre 1917 y 1921 sería el Gran Maestre del Oriente Español.
Simarro fue rival de Ramón y Cajal en la universidad y a él se enfrentó por la Catedra de
Histología, que ganó el Premio Nobel, quien también era masón. No tenemos certeza de
en que momento se inició Simarro, pero lo que sí sabemos es que a él se debe la gran
influencia del filósofo Friedrich Krause, también masón, en la Institución Libre de
Enseñanza. El Dr. Simarro ya había aparecido en los medios años antes, en 1910, y no
por su actividad en el campo de la medicina y la psiquiatría, sino como defensor de la
causa de Francisco Ferrer i Guardia, que puso contra las cuerdas al Gobierno español en
1910 por la gestión del asunto. No en vano, el fusilamiento del anarquista causó una gran
conmoción y protesta internacional, que puso a España en el punto de mira de todas las
30
grandes potencias y motivó la caída del Gobierno Largo de Maura. El Dr. Simarro, gran
defensor de los derechos humanos, a raíz de la muerte de Ferrer, publicó dos volúmenes
sobre el proceso y también fundó la Liga para la Defensa de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano, a la que se incorporarían notables personalidades del ámbito del
republicanismo español.
En junio de 1917, el Dr. Simarro, ya Gran Maestre tras la muerte del histórico
Miguel Morayta, organizó una visita de Melquiades Álvarez y Alejandro Lerroux a París,
donde se entrevistaría con conocidos masones que apoyarían la causa republicana
española en una doble dirección: crear un clima propicio en España a favor de Francia y,
por otro lado, favorecer la instauración de una democracia que bajo la forma de una
república, mantendría los valores liberales que se estaban cuestionando en aquel
momento. Sabemos que el apoyo masón no fue sólo francés, sino también inglés, como
atestiguaba la prensa francesa en su momento:
“No se ignora en París que un importante movimiento revolucionario para
derribar el régimen se prepara desde hace tiempo en España con la complicidad, el
apoyo moral y financiero de la masonería francesa e inglesa. Se habla de ello por todas
partes abiertamente y los radicales no ocultan su alegría y sus esperanzas. Se trata, pues,
de preparar en ese sentido a la opinión pública. Al mismo tiempo que se crea en el
extranjero una atmósfera hostil al Gobierno Dato y que se le representa débil, vacilante
y temeroso hacia los germanófilos cuya acción no puede contrarrestar, se esfuerzan en
atraer la simpatía pública hacia “nuestros amigos de España” que son los Melquiades
Álvarez, los Lerroux, los Simarro, los Salmerón, todos los adversarios más o menos
declarados y más o menos activos de las instituciones actuales.
Los viajes recientes de algunos de esos individuos a Francia no han tenido otro
objeto que solicitar el apoyo del Gobierno y de la Prensa, así como importantes
concursos financieros a favor de la revolución inminente. En cambio, han hecho toda
clase de promesas ilusorias comprometiendo el porvenir de España, sus intereses en
Marruecos y su acción en el conflicto. Se ha asegurado a la masonería francesa que una
vez hecha la revolución en España ésta uniría su ejército al de los aliados.
(…) En los centros opuestos al radicalismo, entre los adversarios de la
masonería y los enemigos personales de Caillaux -que es en Francia el principal sostén
31
de la revolución española- hay una tendencia manifiesta a resistir la consigna del
Ministerio de Negocios Extranjeros.”24
Como hemos visto anteriormente, es cierto que hubo una campaña en la prensa
francesa contra el Gobierno español y sobre la situación de España y que, muy
probablemente, estuvo financiada por los republicanos, sin embargo, es más que probable
que no sólo por los españoles, sino también por los franceses y que aquí entre en juego la
masonería. Además, el Gobierno francés, también favoreció la campaña relajando la
censura. Por otro lado, sin dicha campaña, de la que hay abundante documentación en los
archivos de la Embajada de España en París, no hubiese habido un clima propicio para
impulsar la causa republicana, por más que la capital francesa fuese refugio y destino de
exilio tradicional de los republicanos españoles. En este sentido, para Lerroux no era la
primera visita a París, pues en aquellos años en los que coqueteó con el anarquismo, se
había exiliado durante unos meses allí, donde tuvo ocasión de coincidir con otros notables
republicanos españoles. También acudió a París tras el atentado fallido contra Alfonso
XIII durante su visita al Presidente Lubet en 1905, del que fueron acusados Vallina y
Malato, a pesar de que fueron detenidos preventivamente. Lerroux, que había participado
en la preparación del atentado, se desplazó a París y, “en vez de hablar sobre lo que sabía
del atentado, se dedicó a elogiar a Vallina, como una “radical” más que un anarquista
de acción, que si recibía este apelativo era porque en España se llamaba anarquista a
cualquiera.”25 Lerroux, como otros muchos republicanos españoles atribuyeron el
atentado a la policía española, para así acusar a aquella oposición exiliada. Nada más lejos
de la verdad, porque aunque Lerroux creyese que la policía todavía se comportaba como
había hecho en el castillo de Montjuic con los detenidos tras el atentado del Corpus en
Barcelona en 1896, lo cierto que su presencia en la capital gala no estuvo desligada de las
organizaciones masónicas, librepensadoras o sindicales que se habían adherido a la causa
de Vallina y Malato, quienes, tras una decisiva intervención del diputado radical,
resultarían absueltos.
Como vemos, aunque desconocemos hasta qué punto se implicó la masonería en
aquel momento, lo que sí sabemos es que apoyaba ya la causa republicana española. No
24 Informe sobre artículos de la prensa francesa sobre lo que se publica en España. Embajada de España en París (10/7/1917) AGA 54/5960, Leg. 1031-3 25 ÁLVAREZ JUNCO, J., Alejandro Lerroux. El Emperador del Paralelo. Madrid, ed. Síntesis, pp. 260-262
32
obstante, el escenario era muy distinto; en aquel momento las autoridades francesas se
mostraban poco condescendientes con los subversivos españoles dada la proximidad de
la Conferencia de Algeciras, de la que esperaban decisiones favorables para los intereses
franceses en Marruecos. Aquel atentado, por otro lado, daño al partido Republicano,
convirtiéndose en realidad en un enfrentamiento personal entre Lerroux y la familia real.
Esto quedaría corroborado por las declaraciones de la policía francesa sobre la conducta
de Lerroux ante el atentado: “Lerroux a affirmé dernierèrement à Paris que le mariage
de sa majesté avec une princesse anglaise serait la mort du parti révolutionnaire; il faut,
a tout Prix, a dit Lerroux, empêcher ce mariage par un mouvement très vite préparé, ou
une agitation durable; refaire ce qu’il n’a pu reussir”26 En 1905 la idea de que el Rey se
casase con una princesa inglesa, país con una monarquía de gran prestigio y liberal, hacía
concebir esperanzas a los reformistas, pero levantaba grandes recelos entre los
revolucionarios.
En aquel viaje de 1917 había un reformista y un revolucionario (radical), con una
pretensión de la que todavía no hemos hablado y que sería obtener fondos y apoyos para
el proyecto republicano, que podría salir adelante en medio de aquel clima revolucionario.
No obstante, las posturas de ambos sólo coincidían en el advenimiento de un nuevo
régimen democrático. Es probable que Melquiades ya estuviese desilusionado del
accidentalismo que le caracterizaba y que la monarquía no fuese ya solución. Sin
embargo, no creo que la postura de Lerroux fuese muy distinta a la de aquel viaje en 1905:
no hay dudas de que el Rey no le gustaba y el problema no era sólo el modelo de Estado
sino también quién estaba al frente.
Por otro lado, tampoco conviene exagerar el papel que la masonería tuvo en estos
encuentros. Si los republicanos solían ser masones, vemos que Lerroux no era uno
convencido, a pesar de estar iniciado. El papel masónico en este caso sería el de canalizar
financieramente la ayuda que necesitaba el plan español y colaborar ideológicamente en
la campaña francesa, principalmente a través de la prensa.
Lo que sí resulta curioso es cómo fue novelada aquella visita: según Paul Aubert,
Simarro les puso en contacto con una “misteriosa dama” que también financiaba a
Rusia27. No sabemos quién era aquella mujer, pero es muy probable que esta afirmación
26 Cit. ÁLVAREZ JUNCO 27 AUBERT, P.: L’influence ideeologique et politique de la France en Espagne de la fin du XIXe à la fin de la Première Guerre Mondiale (1875-1918), en España, Francia y la Comunidad Europea. Actas del
33
sea cierta porque el viaje no tendría valor por sí mismo si no hubiesen conseguido apoyo
para su proyecto. La masonería no se habría implicado políticamente, tan sólo si hubiese
sido necesario, habría apoyado una causa política que apoyase los derechos
fundamentales del hombre, de ahí que pudiese haberles conferido dicho apoyo, pero,
sobre todo, el papel que jugó fue el de aunar a los intelectuales republicanos españoles y
franceses para apoyar la causa española a través de la campaña de prensa. Ésta no era la
primera vez que los republicanos españoles buscaban financiación fuera de las fronteras:
en aquel viaje de 1905, un republicano notable como Ricardo Fuente, consiguió en
Buenos Aires la cifra de 35.000 francos, que después incrementaría en envíos posteriores
y que servirían para financiar operaciones que desestabilizasen al Gobierno español.
Respecto a Cambó, nada indica que acudiese a este viaje. En aquellas fechas
estaba entre Barcelona y Madrid recabando apoyos para la Asamblea de parlamentarios.
Queda pues excluida cualquier ligazón de aquel viaje a París con ningún pacto entre
Cambó y Lerroux. Si éste se produjo, no fue en la capital francesa sino antes o después
del viaje.
4.3. El Gran Mitin de las izquierdas
Los republicanos no habían mostrado unidad en ningún momento. A principios
de siglo había diferentes corrientes que, aún teniendo un objetivo común, diferían en los
medios para alcanzarlas. Desde los más radicales y proclives a la violencia, que
coquetearon con el anarquismo y vieron con simpatía cualquier atentado que
desestabilizase el Estado, a los moderados que entendían que el camino a seguir pasaba
por las instituciones hasta conseguir cambiar el sistema desde dentro. Así, hubo varias
sensibilidades: Ruíz Zorrilla, Pi i Margall, Salmerón y Lerroux. Este último, que no había
dudado en acercarse al anarquismo desde su posición más radical, enfrentado a Salmerón,
una vez desaparecidos Zorrilla y Pi, había moderado sus posiciones desde su entrada en
las Cortes en 1901. A partir de aquel momento Lerroux evolucionaría hacia un populismo
que le situaría frente al nacionalismo catalán y con un gran sostén popular entre las clases
obreras catalanas, principalmente barcelonesas, de donde le vendría su apodo de El
Emperador del Paralelo. A pesar de su popularidad, Lerroux no había conseguido
desbancar a Cambó en el Parlamento, que se había convertido en la cuarta fuerza política.
Segundo Coloquio Hispano Francés celebrado en Aix-en-Provence del 16 al 18 de junio de 1986. Edición a cargo de Jean-Pierre Etienvre y José Ramón Urquijo Goitia. p. 19
34
El éxito regionalista se debió, primero a la coalición conocida como Solidaridad Catalana
y después la Lliga por sí misma, con un apoyo ya estable. En 1907 obtuvieron 14 escaños
y en 1918 ya superaban la veintena; En el caso de Lerroux, tardaría en despegar y no fue
hasta las elecciones de 1910 cuando los partidos republicanos y el socialista convergerían
en una coalición que los situaría en tercer puesto con 27 escaños, de los cuales sólo 8
corresponderían a los republicanos radicales lerrouxistas. En las elecciones posteriores
de la monarquía el PRR apenas superaría los 5 escaños y siempre en coalición.
En 1914 la Lliga ya superaba en escaños al partido Republicano Radical (PRR),
al igual que los reformistas de Melquiades Álvarez, ya que el PRR convergía en coalición
mientras que los reformistas acudían solos. Aún así, los republicanos seguían sin unirse:
por un lado, estaba el PRR, por otro la Unión Federal Nacionalista Republicana y por otro
el partido Reformista. Los socialistas seguían en coalición, pero no para ellos su ideal
primario no era la república sino la defensa de la creciente clase proletaria. No obstante,
si hubo un punto en común que unía a todas estas formaciones era el laicismo. De hecho,
éste fue uno de los aspectos clave recogido en los estatutos del partido Reformista:
propugnaban la reforma del artículo 11 de la Constitución de 1876 donde se consagraba
la confesionalidad del Estado. Para los reformistas, el sistema era corrupto porque
consagraba las prácticas clientelares del caciquismo. No obstante, eran neutrales en la
forma del Estado, esto es, no renunciaban a la llegada de una república, pero su objetivo
era la democratización del sistema, que empezaba por aportar a la Monarquía de los
asuntos políticos y convertirla en una servidora del Pueblo. No encajaba en ellos el
precepto constitucional de una soberanía nacional compartida por el Rey y las Cortes
porque ésta debía de residir en el pueblo representado en las Cortes. Mientras aquellas
Cortes no fuesen más que una ficción, con dos partidos que se repartían el poder mediante
los mecanismos del turno, dejando como meros espectadores a las fuerzas no dinásticas.
Asimismo, la postura del partido Reformista, como ya hemos avanzado, era accidentalista
frente a la Monarquía, sin embargo, esto se va a replantear en 1917 cuando Melquiades
se implica directamente en la causa republicana. La proximidad de Alfonso XIII con otro
reformista, Gumersindo de Azcárate, no impidió que éste se dirigiese con dureza al Rey
para reprenderle frente a una actitud que ponía en peligro el sistema y que éste
consideraba ya un mal irreversible. Sorprende la actitud del siempre prudente Azcárate
cuando le dice esto a Alfonso XIII; no es de extrañar que, en el partido, movidos por su
líder, estén abiertos a mostrar unidad con el resto de los republicanos e, incluso, aceptar
ya unas Cortes constituyentes que redacten una Constitución republicana.
35
En mayo de 1917 se daban todas las condiciones para mostrar músculo
públicamente y hacer una gran demostración. El diario republicano El País convocaba al
acto con un anuncio que lo definía como “Mitin monstruo: las izquierdas españolas ante
los problemas actuales”28 y todos los diarios de Madrid se hicieron eco de la
convocatoria, incluso los dinásticos, como el palaciego La Época, aunque con la desgana
del titular de las palabras de García-Prieto: “Meeting sí, manifestación no”29. El Dr.
Simarro en una entrevista en El País explicaba los motivos de la celebración del mitin:
proclamar el apoyo moral de España a los aliados. En su convencimiento, como en el de
buena parte de la clase política española, el país había quedado aislado por no
posicionarse por ningún bando, reconocía que, dada la situación de España, ni Francia ni
Inglaterra nos necesitaban económicamente, pero sí nuestro apoyo moral.
El argumento de Simarro no carecía de fundamento, el papel de España como
grande entre los neutrales no le reportaba nada y había dividido a la opinión pública entre
germanófilos y aliadófilos. Cierto es que había surgido una oportunidad de oro para
modernizar el país mediante el incremento de la producción industrial, pero, una vez más,
la clase burguesa española dio muestras de su aislamiento y falta de miras y no reinvirtió
los beneficios obtenidos en bienes de equipo, mejora de los salarios y las condiciones de
los obreros y, en definitiva, en la modernización del tejido productivo. Paralelamente,
tenemos el ejemplo de Portugal, arrastrado por la crisis de credibilidad de la recién
inaugurada República a participar en un conflicto para ganar prestigio. Como sabemos
esto no ocurrió así, y el país se depauperó aún más, entrando en una crisis que bien podía
anticipar lo que también ocurriría en España. No obstante, el argumento portugués se
asemejaba mucho al de Simarro: había que estar en aquella guerra para ser alguien en el
tablero internacional. En un artículo que publicaba el diario O Mundo en 1916 se decía
“Tras la guerra se producirá en Europa un nuevo reajuste de fronteras en base
a la nacionalidad como promesa hecha por Inglaterra a Galicia, que es más portuguesa
que española y, en consecuencia, Galicia sería transferida a Portugal inmediatamente
tras la última victoria”.
Es decir, en Portugal había una expectativa de que la participación en la contienda
le podría hacer ganar territorios, aunque en realidad los portugueses pensaban más en
ultramar. España, como señala el profesor De la Torre no había jugado nunca una política
28 El País (26/5/1917), p. 1 29 La Época (26/5/1917), p. 1
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de alianzas que, aunque le hubiese llevado a perder territorios, habría conseguido
mantener otros y ganar influencia. Eso lo tenían claro los republicanos, pero también eran
conscientes de que la situación en la que se hallaba España poco podía ayudar a sus
tradicionales aliados de la Entente. De ahí que Simarro hable de mostrar un apoyo moral:
“aparte de lo expuesto, es decir, dejando a un lado lo moral y lo material, es
preciso meditar si, aunque nosotros no queramos podremos dejar de entrar en la guerra
(…) que se está formando un mundo nuevo es incontrastable ¿cómo vamos a entrar en
él? ¿quedándonos quietos? ¿no moviéndonos? Esto es absurdo, y yo creo firmemente que
si no tomamos parte en la guerra quedaremos aislados de él y en la categoría que está
hoy Abisinia respecto a la Europa occidental (…) Los aliados no han pedido nunca a
España una intervención armada. Materialmente no nos necesitan. Lo que piden, y es
preciso darles para evitar nuestra exclusión del mundo que se está formando, por propia
conveniencia es nuestro apoyo moral”30
Clara quedaba pues la finalidad del mitin y unir a las izquierdas para ello no era
más que una demostración de que no todo el país pensaba igual. Hasta ese momento había
actuado por libre cada partido, ahora sacarían todos pecho, además de hacer una oposición
conjunta al pensamiento de buena parte de la clase dinástica, más proclive a los imperios
centrales o, al menos, tibios en su posición.
El 27 de mayo amaneció despejado en Madrid y con un calor que ya a primera
hora hacía necesario el uso de abanicos. La hoy desaparecida plaza de toros de la carretera
de Aragón ya registraba colas desde una hora antes del mitin. Gran parte del ruedo se
había reservado para un estrado enorme en el que se dispondrían los numerosos oradores.
El variopinto público llenaba las sillas dispuestas en el albero, los tendidos, la grada,
palcos y andanadas. Los corresponsales extranjeros se contaban por decenas y a las diez
en punto tomó la palabra el Dr. Simarro, que lo hacía en nombre de la comisión
organizadora y no de la Liga Antigermanófila, que había sido prohibida por el Gobierno.
A su discurso siguieron los de Álvaro de Albornoz, Andrés Ovejero, Roberto Castrovido,
Emilio Menéndez Pallarés, Miguel de Unamuno, Melquiades Álvarez y Alejandro
Lerroux. Andrés Ovejero fue el único socialista presente en el mitin, pero no habló en
nombre del partido, del que dijo “no tenía la representación”. Todos los discursos duraron
diez minutos, excepto el de Unamuno, a quien se le concedieron veinte y los de
Melquiades y Lerroux, de media hora cada uno.
30 SIMARRO, L., España y la guerra europea. El País (26/5/1917), p. 1
37
Todo transcurrió con normalidad hasta que intervino Melquiades Álvarez y se
iniciaron los abucheos. También hubo tumulto cuando Lerroux indicó que había sido de
los primeros en oponerse a la neutralidad y que fue agredido por ello. Al final se firmó
un manifiesto que fue leído por el Dr. Simarro y que decía:
“Declaración de Madrid: Las personas congregadas en este magno comicio
nacional, como síntesis de sus aspiraciones, declaran:
Primero. Que España no puede permanecer indiferente y aislada en la actual
contienda de las naciones.
Segundo. Que por conveniencia de los intereses de España, ésta debe orientar
su política internacional en la dirección de Francia e Inglaterra y sus aliados.
Tercero. Que por los atropellos de Alemania a nuestra neutralidad, debemos
romper las relaciones diplomáticas con dicha nación, aceptando las consecuencias que
se deriven de esta actitud en que España se ve obligada a colocarse para defender su
decoro.”31
Al término del mitin, ya pasado el mediodía, una comisión formada por
integrantes de los partidos que habían intervenido llevó el manifiesto al ministerio de la
Gobernación para entregarlo al ministro, el liberal Julio Burrell. A la salida de Lerroux,
cuando subía al vehículo la emprendieron a bastonazos con él y se escuchó un disparo,
cuyo autor luego fue identificado como Eugenio Moriones Bautista.
La opinión de muchos autores es que el mitin no mostró unidad porque hubo y
terminó con incidentes, sin embargo, éstos siempre pueden ser atribuibles a elementos
aislados. Yo no comparto dicha afirmación, baste leer los discursos de todos los
intervinientes y el hecho de que se saldó con un manifiesto y todos los partidos
convinieron entregarlo al ministro. Es más, fue un primer paso y decisivo hacia una
declaración más institucional como la que tuvo lugar unos días después en el Congreso.
Además, sirvió para unir al pacto al partido socialista, que no había asistido al mitin. Por
otro lado, sentaba las bases de una unidad hacia la democracia y no tanto de una simple
proclama de aliadofilia, porque en el trasfondo de esto se haya el hecho de que, tanto
Francia e Inglaterra como sus aliados eran regímenes plenamente democráticos.
No obstante, no puede decirse que la celebración del mitin fuese el origen de un
acuerdo entre Cambó y Lerroux por aceptar el primero la propuesta aliadófila del
segundo. De hecho, en el mitin no se habló de constituir una república aún, fue un primer
31 SIMARRO, L., Conclusiones del mitin. EL PAÍS (28/5/1917), p. 3
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paso hacia una unión de las izquierdas. Por otro lado, bajo el lema de “Per l’Espanya
Gran”, la Lliga convocó otro multitudinario mitin junto a los nacionalistas vascos en
Barcelona. Este hecho hizo que la noticia del mitin de Madrid quedase relegada a un
segundo plano, pero, sin embargo, La Veu de Catalunya, el órgano de prensa de la Lliga,
hizo una crónica pormenorizada sobre el acto, los discursos e, incluso, fue más precisa en
los incidentes que siguieron al mitin. Pero, vayamos por partes; Cambó y los regionalistas
de la Lliga se habían atraído a los nacionalistas vascos para mostrar músculo frente a un
Estado centralista. El concepto de la Espanya Gran con el que Prat de la Riba se había
adelantado a Alba en las elecciones de 1916 con gran éxito en Cataluña, se servía de una
eliminación del centralismo y un concepto de apertura hacia las regiones periféricas para
que la voz de éstas se sintiese. No se habla de independencia en ningún caso sino de
mayores cuotas de representatividad y, si cabe, de autonomía. Por esta razón, fueron muy
criticadas las palabras del discurso de Unamuno cuando dijo “Porque hay regiones
españolas que quieren ser europeas, viriles, humanas, y, si no se les da los medios de
serlo tendrían, acaso, para conseguirlo que dejar de ser españoles al cabo. Y no se hable
de separatismos. El separatismo sería el resto de España, que se separa de la Humanidad
civilizada”32 En todo caso, ni la Lliga ni Cambó se harán eco aún del mitin de Madrid,
pero no tardarán en aprovechar la coyuntura para sumar a los republicanos a su causa.
En conclusión, el Gran Mitin fue un acto de afirmación de la unidad de las
izquierdas frente al inmovilismo de los partidos dinásticos. No fue el germen de un
acuerdo con los regionalistas, pero sí el de una unidad institucionalizada después en el
Congreso que, a partir de ese momento sí que daría origen a acuerdos que tendrían gran
trascendencia política en la crisis de la Restauración.
4.4. La reunión de los republicanos en el Congreso
Tras el Gran Mitin, y a pesar de los incidentes, la izquierda se mostró unida ante
lo que era un deterioro palpable de la vida democrática. No cabe duda de que quienes la
emprendieron a golpes y con abucheos eran elementos descontrolados y no mostraban el
sentimiento mayoritario de aquellos partidos reunidos con un fin común. Por otro lado,
los acontecimientos avanzaban más rápido de lo que parecía. La crisis se instalaba en el
Gobierno y en Palacio y el país se veía sumido en la parálisis. El 11 de junio, incapaz de
resolver la crisis de las Juntas de defensa, el marqués de Alhúcemas presentaba la
32 UNAMUNO, M., Discurso en el Mitin de las izquierdas. EL PAÍS (28/5/1917), p. 2; La diada patriótica d’ahir. LA VEU DE CATALUNYA (28/5/1917), p. 3
39
dimisión. En realidad, se veía forzado a ello: el sistema no estaba preparado para asumir
un desafío militar de tales características. Los mecanismos de alternancia de los partidos
no sirvieron en ningún momento para enfrentarse a circunstancias que se salieran de un
esquema en el que imperaría el orden. Cánovas había evitado que los pronunciamientos
militares fuesen el instrumento para la alternancia, pero no había conseguido dejar a los
militares al margen. Alfonso XIII ya había hecho una concesión al Ejército con la Ley de
jurisdicciones, a raíz de la escalada anti militar en Cataluña que desembocó en los sucesos
del Cu-Cut! en 1905. Y la Lliga había tenido buena parte de culpa de aquello.
La situación ahora no era diferente: el Ejército volvía a levantar la mano para
exigir y el Rey volvió a comportarse de modo similar, desautorizando al Gobierno, que
había plantado cara a los militares. No es probable que, de haber seguido con su negativa
a negociar, la suerte de García-Prieto hubiese sido mejor, pero sí es cierto que Alfonso
XIII volvía de nuevo a inmiscuirse en política y se ponía del lado de los militares. Así, la
dimisión del Ejecutivo era inevitable y el Rey se veía abocado a proponer un sucesor, que
no sería del partido Liberal, porque Alba, que podría haber sido la opción, formaba parte
de aquel ejecutivo dimitido. Descartado Antonio Maura, que no había considerado aún
volver a la primera línea y, probablemente, consciente de la gravedad del momento, el
Monarca se había visto obligado a proponer a Dato como jefe de Gobierno, lo que a ojos
de la izquierda agravaba más aún la situación.
El inmovilismo no serviría en esta ocasión porque la izquierda estaba determinada
a plantarle cara. Pensaba que había llegado el momento de la revolución; una revolución
de la que se hablaba desde hacía décadas pero que nunca había alcanzado una dimensión
de adeptos como hasta ahora, en que, incluso los más moderados ya percibían que la
monarquía era un problema que combatir. Sólo faltaba unir a los socialistas a este marco
y concretar definitivamente la unión de todas las fuerzas contrarias a la monarquía,
excepto a los nacionalismos periféricos.
El mes de junio es clave y decisivo en esta cita porque cada uno de los actores
involucrados en ella toman sus posiciones y juegan sus cartas. Alfonso XIII cometió tres
errores que pusieron a la izquierda en su contra. El primero fue despedir a su cuarto
militar, personas leales que utilizó como cabeza de turco en lugar de favorecer una
revisión en profundidad de los fallos del sistema, lo que le granjeó muchas antipatías en
el Ejército; el segundo fue posicionarse a favor de los militares en el asunto de las Juntas
de defensa y, por ende, actuar a espaldas del Gobierno, actitud que repetirá de nuevo y
con frecuencia; el segundo fue; y el tercero fue elegir a Dato como jefe de Gobierno. Los
40
dos primeros la historia ha demostrado que así fueron, errores. Respecto al tercero, habrá
quien diga que no tuvo alternativa, pero pudo haber probado ya la fórmula de un gobierno
de concentración, como el que planeaba en 1915, con Cambó y Melquiades en el mismo
ya que, a fin y a cuentas, eran opciones moderadas. Sin embargo, los reformistas de
Melquiades ya habían perdido su fe en la monarquía, y ya hemos visto el tono duro con
el que Azcárate se dirigió al Rey. La huida hacia delante que planteaba el Monarca, con
su renuncia al trono era un ejemplo de alguien a quien la situación se le había ido de las
manos. Lo que sí es cierto es que, a partir de este momento, ningún gobierno tendrá ya el
control del poder, que pasará a manos del Rey y los militares, cada vez más
intervencionistas en la política.
Así las cosas, la izquierda concretaba por fin lo que no había hecho en el mitin: su
unión, su propósito y dejaba claro la preservación de la identidad de cada grupo, lo que
venía mostrar una fragilidad en dicha unión que se pondría en evidencia con el
advenimiento de la República. El acuerdo era un éxito porque atraía también a los
socialistas al acuerdo que, hasta ese momento habían esperado el momento de la
revolución. Esto había sido posible por dos motivos; por un lado, por la propia
predisposición socialista a encontrar un marco democrático en el que desarrollar sus
objetivos; por otro, el compromiso de los reformistas de Melquiades Álvarez a la
convocatoria electoral para unas cortes constituyentes, vetando cualquier opción
monárquica, algo que hasta ese momento no era un pilar clave si se producía una
regeneración. El encuentro entre Melquiades e Iglesias, previo a la reunión en el
Congreso, está documentado en prensa.
El 14 de junio se reunían en el Congreso de los diputados todas las fuerzas de la
izquierda no dinástica, con presencia de algún liberal, como Felipe Rodés, que dijo asistir
en representación de Romanones. No se trataba ahora de fijar posiciones frente al
neutralismo sino sobre la situación de España y la actuación de los poderes públicos,
empezando por el Rey. Los allí reunidos debatieron durante más de dos horas el
manifiesto conjunto que, finalmente, se entregó a la prensa y que firmarían Melquiades
Álvarez, Lerroux, Pablo Iglesias, Rodés, Castrovido, Marcelino Domingo y Miguel
Morayta entre otros. En dicho manifiesto se recogía que todos los grupos de izquierda se
unían, sin renunciar ninguno a su propio carácter, “coincidiendo en una aspiración: en el
41
triunfo de la soberanía popular para salvar a España”33 Por otro lado, llama la atención
el que la situación se considere ya irreversible, tal como Azcárate le había dicho a Alfonso
XIII, por lo que el manifiesto concluye así:
“No cabe, pues, abrigar esperanza alguna de que con el actual régimen se
corrijan los males cada vez más hondos que padece el país. Por tal motivo, los que
suscriben, fieles a su propósito de servir con entusiasmo al interés y el progreso de su
patria, adquieren el compromiso de utilizar la representación que ostentan y su
influencia en los partidos a que pertenecen para hacer que prevalezcan por encima de
toda clase de poderes la voluntad soberana de la nación española”34 (Ver el manifiesto
completo en el anexo).
Este manifiesto sella el único pacto del que sí tenemos constancia se produjo en
el marco de la crisis política pues se hizo con luz y taquígrafos y se concretó en un
manifiesto que fue distribuido a toda la prensa y firmado por 26 personalidades de la
izquierda entre líderes de los partidos, diputados, directores de periódicos, catedráticos,
periodistas y políticos. La izquierda había fijado su posición de forma abierta, ahora
quedaba saber cómo llevaría adelante el plan. La revolución estaba anunciada, pero no su
ejecución.
4.5. El acuerdo entre Lerroux y Cambó: la autonomía para Cataluña en el marco
de una república aliadófila
En la misma fecha que en Madrid se reunían los republicanos, los diputados y
senadores de la Lliga hacían lo mismo en Barcelona y también publicaban un manifiesto.
Cambó tomaba la iniciativa denunciando la falta de efectividad del régimen ante los
problemas actuales y exigiendo la reforma de la Constitución. Un nuevo paralelismo en
fechas y fondo entre Republicanos y la Lliga, que aproximaría sus posturas. No obstante,
es muy importante destacar que los regionalistas hablaban de una reforma de la
Constitución, no planteaban en su manifiesto un cambio de régimen. Al Gobierno de
Eduardo Dato tanto el manifiesto de los republicanos como el de la Lliga, debieron
parecerle una afrenta mayor que el desafío de las Juntas de defensa, con quienes se había
33 De política. La reunión de los republicanos (15/6/1917). EL CORREO ESPAÑOL, p.1
34 ÁLVAREZ, M., LERROUX, A., IGLESIAS, P., CASTROVIDO, DOMINGO, M., y otros, Manifiesto de los republicanos. EL PAÍS (17/6/1917)
42
avenido a hablar. El 25 de junio, ante la inminente situación de revolución, Alfonso XIII
firmaba el Decreto de Suspensión de Garantías Constitucionales, que sería efectivo dos
días después. Esto no haría sino enconar la situación y aproximar las posturas de unos y
otros para reivindicar un objetivo común. El fondo sería motivo de otra discusión.
En este contexto surge la afirmación de la existencia de un pacto entre la Lliga y
los republicanos radicales. Concretamente, todas las informaciones sobre el supuesto
pacto apuntan a Cambó y Lerroux, partiendo, en primer lugar, del propio Eduardo Dato.
Hay que señalar que con la suspensión de Garantías iba aparejada la censura de prensa, y
esto contribuyó de manera más significativa a crear confusión sobre afirmaciones vertidas
o no. Por otro lado, la información sobre la existencia de un pacto es posterior a los
hechos, si bien, estarían fundamentada en opiniones y comentarios de personas próximas
a los dos líderes o también podría haber partido del propio Gobierno, con intención de
sembrar desunión entre los políticos no dinásticos, que se disponían ya a celebrar la
Asamblea de parlamentarios en Barcelona en el mes de julio.
De esta manera, en su análisis de los sucesos del verano de 1917, el ministro de
Gracia y Justicia también se cierne a afirmaciones de terceros y les confiere credibilidad
por el hecho que nadie las desmienta:
“Hay más. Circuló por España entera, y muchos periódicos la recogieron, sin
que nadie creyera conveniente desmentirla, la noticia de un pacto celebrado entre los
Sres. Lerroux y Cambó, sobre las bases fundamentalmente expuestas en esta forma por
El Correo Español:
“6º Que antes de la Asamblea de 19 de Julio se firmó un pacto en que por un lado se
apoyaba la República federal aliadófila, y del otro la independencia de Cataluña, menos
en lo económico.”
Éstos son hechos, y ya pueden Abadal y Cambó revolverse contra ellos. Las pruebas
terminantes existen y saldrán a la luz cuando la algarada termine y se establezca la
normalidad, porque, aunque no lo hiciese el Gobierno, no faltará quien lo haga”35
Una lectura atenta a esa frase que publicaba El Correo Español el 18 de agosto, no nos
permite deducir que hubiese un pacto que necesariamente relacionase a republicanos,
cuya pretensión sería la proclamación de una república y cuya aliadofilia no estaba
tampoco en cuestión, con los regionalistas que querrían la independencia de Cataluña.
35 DE BURGOS Y MAZO, M., Páginas históricas de 1917, Madrid, Casa editorial de M. Núñez Samper, 1917
43
Efectivamente, hubo un pacto de apoyo a una república aliadófila entre las fuerzas
de izquierda, y está claro que los regionalistas aspiraban a una mayor autonomía, pero no
a la independencia. No obstante, no podemos descartar que entre la Lliga y fuerzas afines
en Cataluña no se diese un pacto que se hubiese puesto como meta la independencia. Esto,
en mi opinión es muy cuestionable, porque los movimientos de Cambó no parecen ir en
la dirección de la independencia sino de buscar un marco institucional de mayor libertad
en el que una mayor autonomía catalana no fuese un impedimento. Si hubiese sido así, el
manifiesto de la Lliga del 14 de junio no tendría sentido. La información sería
interpretable en el sentido de que se firmó un pacto entre los republicanos y otro entre los
regionalistas, pero no entre ellos porque la aspiración de los republicanos en aquel
momento sería la proclamación de una república, mientras que los catalanistas
simplemente buscaban un nuevo marco constitucional en el que poder desarrollar la
autonomía. Empero, lo que resulta llamativo es que no se utilice ya la palabra
regeneracionismo por ningún lado, como si éste fuese un concepto superado y se hubiese
ido un paso más allá. En tal caso, Cambó, que tan buena relación había guardado siempre
con Maura, podría haberle convocado a establecer un pacto con alguien con el que
coincidía más que con los republicanos y, sin embargo, Maura prefirió apoyar al Gobierno
porque el mero hecho de pensar en un sistema que no fuese la monarquía le producía
contrariedad. Por supuesto, el político mallorquín no escatimaba críticas en privado a
Dato, pero públicamente prefirió seguir defendiendo un sistema que él mismo había
atacado tratando de romper el turno y aniquilar el caciquismo.
Igualmente, resulta llamativo que Cambó no llamase a un moderado como
Melquiades Álvarez para buscar un acuerdo y sí lo hubiese hecho con su eterno enemigo.
Los reformistas y la Lliga compartían un interés común por la regeneración, pero la
monarquía había sido hasta ese momento una cuestión accidentalista para ambos. Si se
hubiese dado un pacto con Lerroux, quizá el interés de Cambó podría haber sido la
supremacía de la Lliga en Cataluña y quitarse de encima al Emperador del Paralelo. Por
otro lado, los radicales tenían menos diputados que los reformistas, lo cual no les
convertía en una fuerza clave en el Parlamento, si bien sí sería útil el poder lerrouxista
sobre las masas, como gran líder populista que era. Está claro que a los burgueses de la
Lliga tampoco les interesaba mezclarse con los socialistas y dejar que éstos hiciesen su
propia revolución. Asimismo, creo que resultaría prematuro en este momento hacer un
gran pacto, pero es evidente que quien tomaba la iniciativa era Cambó, que arrastraba a
su terreno a los republicanos. Por otra parte, si se hubiese firmado un pacto en tales
44
condiciones, la Asamblea de parlamentarios de julio habría estado condicionada por ello,
pues existiría una base para el debate y, en ningún momento aparecieron cuestiones tan
claras como república aliadófila y Cataluña independiente excepto en lo económico.
Si consideramos que un pacto fue ponerse de acuerdo para acudir a la Asamblea,
desde luego existió, pero no parece serio considerarlo en estos términos. Además, autores
de tanto prestigio como Borja de Riquer han estudiado la cuestión y afirma sin ninguna
vacilación que fue Cambó el que atrajo a los republicanos a su terreno. Él fue el artífice
de la Asamblea, el que tomó la iniciativa. Ni siquiera en La Veu, órgano periodístico de
la Lliga se plantea la cuestión de la independencia.
Paralelamente, hay que señalar que Cambó no permaneció quieto durante todo
este periodo y se reunió con políticos de todas las tendencias para atraerlos a la causa.
Estas reuniones salieron a la luz en unos casos y fueron secretas en otros, pero la adhesión
de otras fuerzas a la Asamblea de parlamentarios lo fue por motivos muy diferentes y no
coetáneamente.
No cabe duda de que Lerroux no tardó en ver oportunidad en una eventual alianza
con la Lliga, como atestiguan las declaraciones recogidas por terceros:
“ Silió habló antes de ayer con Giner de los Ríos que salía con Lerroux para
Barcelona de donde vendrá el 15 de julio según le dijo “de ministro de la República” se
dio tales seguridades respecto al éxito del movimiento en Barcelona que el bueno de Silió
quedó aterrado”36
Muy seguro parecería Lerroux de lo que iba a ocurrir porque otro testimonio
recoge: “Le contó Giner que Lerroux celebró la noche antes de salir para Barcelona su
despedida con un banquete a los amigos y la brindar dijo que el 15 de julio brindarían
en el Palacio de Oriente.”37 Esto, empero, no prueba que hubiese un pacto, a pesar del
triunfalismo de Lerroux, porque hay elementos posteriores para pensar que Cambó era el
que dominaba el juego y que la reunión del 19 fracasaría. Podría pensarse en una traición,
pero no empezaría bien una supuesta revolución que partía de la traición entre sus socios.
Pero, por el contrario sí que alentaría una medida ambigüedad tanto del diario
tradicionalista como de Burgos, para llevar a la opinión a creer en la existencia de un
pacto.
36 MAURA, M., Carta a Antonio Maura (2/7/1917). Archivo Antonio Maura. Leg. 362/18 37 Ibidem
45
Otro argumento que excluye la celebración de un pacto es la no existencia de
mención alguna en ninguno de los diarios afines a los republicanos y a la Lliga, máxime
cuando todas las reuniones celebradas por los republicanos habían concluido con un
manifiesto. Tampoco podría hablarse de pacto en este sentido sobre la reunión celebrada
entre el PSOE y los reformistas, porque no implicaba a ninguna de las dos formaciones
en algo que fuese más allá de la celebración de unas elecciones a Cortes constituyentes,
que no suponían garantía alguna para ninguna de las dos formaciones, más allá de sus
propias expectativas electorales. No obstante, sí que existe un acta de tal reunión y se
puede ver en El Socialista del 16 de octubre de 1918
Cambó, que había tomado la iniciativa, buscó acuerdos con el mayor número
posible de fuerzas políticas con el objetivo de que la Asamblea de parlamentarios contase
con la mayor representación de fuerzas posible, incluyendo a los partidos dinásticos.
Personalmente se encargó de enviar la invitación a los políticos, para asegurarse su
presencia (ver anexo III)
En conclusión, hubo pactos previos a la Asamblea de parlamentarios en la
dirección de decidir el fin y la dirección de ésta. Existe constancia documental del
celebrado por las izquierdas. Igualmente, conocemos la existencia de reuniones entre los
diferentes grupos políticos y la suma del PSOE al pacto de las izquierdas con la
intermediación del partido Reformista. No cabe duda de que existió un consenso en
determinar medidas democráticas que pasarían por la celebración de elecciones
constituyentes, sin embargo, nada nos permite aventura que los republicanos radicales
impusieran como consecuencia de ello una republica aliadófila y que la Lliga la apoyase
a cambio de la independencia de Cataluña. Poco podemos discutir sobre el carácter
aliadófilo de republicanos y socialistas (que, en absoluto, era compartido por la Lliga,
más afín a los imperios centrales), sin embargo, es más difícil de mantener el argumento
de que la Lliga buscase en aquel momento la independencia de Cataluña; primero porque
su trayectoria había sido la de un partido de Estado y, segundo, porque las conclusiones
de la Asamblea del 19 de julio no hicieron mención a ello en ningún caso, como veremos
a continuación.
46
5. La Asamblea de parlamentarios se celebra 5.1. La reunión del 19 de julio en Barcelona: declarativa y sin efecto
A pesar del convulso mes de junio, no era tan evidente que la Asamblea de
parlamentarios españoles se fuese a celebrar en julio. Los intentos por evitarla desde el
Gobierno y Palacio fueron numerosos, lo que multiplicó los contactos de los líderes
políticos, particularmente entre los republicanos y la Lliga. No obstante, podemos decir
que el mes de junio de 1917 marcó un cambio en los equilibrios de la Restauración, que
se desplazaron desde los partidos dinásticos hacia el Ejército y el Rey. Hasta aquel
momento, a pesar de que el sistema de turnos ya se había roto años atrás, de alguna manera
se había mantenido una alternancia en el poder entre los partidos Liberal y Conservador,
a pesar de hallarse ambos divididos en facciones. Entonces, Alfonso XIII, que nunca
había ocultado su favoritismo por el Ejército ni se había mantenido alejado de la política,
cometió un error que sellaba definitivamente el fin de su reinado, aunque éste se retrasase
aún algunos años. Con el apoyo del Monarca a las Juntas de defensa, el Ejecutivo había
perdido su autoridad y ésta se trasladaba al Rey y al Ejército, teniendo ambos a su merced
al Gobierno.
La elección de Eduardo Dato, por más que se le pudiese considerar con más
autoridad para dirigir la operación de lo que habían sido capaces los liberales, no era más
que una ficción porque el Ejército ya se había convertido en árbitro de la situación. Así,
cuando en agosto los militares se pusieron al servicio del Ejecutivo para acabar con la
huelga general, quedaba claro que era el Ejército el que decidía lo que era bueno o no
para España. Retomaban la idea de garantes de la Ley y unidad de la patria y defensa de
la Monarquía que los había llevado ejercer la violencia al considerar que el Estado era
incapaz de mantener el orden a través de los cuerpos y fuerzas de seguridad. Se iniciaba
así lo que Caroline P. Boyd38 denomina la segunda fase de la violencia pretoriana, que
culminaría con el golpe de Estado del general Primo de Rivera en 1923. Gabriel Maura
se lo relataba así a su padre desde Vitoria: “Los militares que aquí tanto abundan están
en plena exaltación. Se consideran seguros del porvenir y toda represión les parece
pequeña, claro que no encomendada a los gobernantes de hoy.”39
38 BOYD, C. P., Violencia pretoriana, del ¡Cu-Cut! al 23-F., en JULIÁ, S. (coord.), Violencia política en la España del siglo XX, Madrid, ed. Taurus, 2000, pp. 289-325 39 MAURA, G., Carta a Antonio Maura, (20/7/1917). Archivo Antonio Maura, Leg. 362/18
47
Dato dotó a su ministerio con una figura muy discutida en la cartera de
Gobernación: José Sánchez Guerra, que sería el azote de republicanos, socialistas y de la
Lliga durante los meses siguientes. Policía bueno y policía malo, Sánchez Guerra hacía
el trabajo sucio mientras que Dato aparentaría ser la cara amable de un Ejecutivo que
gozaba de pocas simpatías, incluso entre la otra facción conservadora, los mauristas, que
afearían continuamente a uno y a otro: “El Gobierno muy ufano de su triunfo de
Barcelona y dicen que Sánchez Guarro (no puedo llamarle de otro modo) está
insoportable.”40
Parece, sin embargo, que a pesar de que trató de mantener el control de la situación
en manos del Gobierno y limitar el acceso de cualquier persona a Alfonso XIII, no pudo
evitar que el Rey hiciese sus gestiones por detrás. Las noticias, no obstante, son confusas
sobre si el Gobierno pensaba que controlaba la situación o no y, como viene ocurriendo,
depende quién fuese el interlocutor, se atribuía un estado de ánimo u otro. Así por
ejemplo, el 2 de julio Miguel Maura escribe a su padre:
“El Gobierno preocupadísimo y ya ni camelos se permite D. Rizos.- Gavilán me
dijo que Dato está horrorizado y que dice que jamás ha visto mayor anarquía.”41 y unos
días después, “El Gobierno tranquilo porque está creído que compra a Lerroux”42
Son días en los que reinaba la confusión porque todos actuaban en todas las
direcciones y nadie estaba seguro del resultado. Probablemente fue el momento en que
más diálogo hubo entre todos los partidos durante la Restauración, si bien el único
objetivo en el que coincidían todos los actores era salvar la situación: Alfonso XIII tenía
por su trono; Cambó necesitaba asegurarse la presencia de los parlamentarios españoles
para que la Asamblea tuviese éxito; los republicanos eran requeridos a un lado y a otro y
Lerroux se veía ya de ministro; los socialistas estaban expectantes; los mauristas
observaban con atención al Gobierno, esperando el fracaso de Dato para reclamar su
momento; los liberales se hallaban inmersos en una lucha interna por el liderazgo entre
Alba y García Prieto.
Mientras, Alfonso XIII, descartada ya la idea de la abdicación, buscada el apoyo
de los reformistas a través de Azcárate, llegando a decir que aceptaría las demandas de
40 LÓPEZ DE CARRIZOSA Y GILES, A., Carta a Antonio Maura (23/7/1917). Archivo Antonio Maura, Leg. 362/18 41 MAURA, M., Carta a Antonio Maura, (2/7/1917). Archivo Antonio Maura, Leg. 362/18 42 MAURA, M., Carta a Antonio Maura, (17/7/1917). Archivo Antonio Maura, Leg. 362/18
48
los obreros: “Alfonso XIII intentó conseguir el apoyo de Azcárate para convencer a los
reformistas de que desistieran de sus intenciones revolucionarias. El Rey llegó incluso a
insinuar que estaba dispuesto a aprobar por real decreto algunas de las peticiones
fundamentales del movimiento obrero.”43 Aislado como estaba en La Granja, y con las
visitas controladas por Dato, el Monarca movió los hilos a través de terceros. Parece que
llegó a enviar emisarios a la otra parte en cuestión, la Lliga, con el fin de convencer a
Cambó de que la Asamblea no se celebrase: “Unos pocos días más tarde, probablemente
a requerimiento del Rey, se organizó una reunión entre varios oficiales, Cambó y dos
sacerdotes. Márquez escribió más tarde contando cómo se encontró con Cambó para
almorzar en el Convento Pompeya en Barcelona. Estuvieron acompañados por otros dos
oficiales, los capitanes Herrero y Villar, y dos sacerdotes, el padre Planas y el padre
Ruperto, que representaban al Rey.”44
El maurismo es un espectador muy interesante en este momento porque interviene
observando y nos deja interesantes testimonios. Esperan la caída de los idóneos para
reclamar su liderazgo entre los conservadores, pero no a cualquier precio: entre los
convocantes de la Asamblea se piensa que Maura pueda acudir por el carácter
regeneracionista que se le quiere dar, empero, la presencia de los republicanos y los
socialistas y la posibilidad de una solución que excluya la monarquía, los aparta de la
convocatoria (Cambó se encargó de hacer llegar invitaciones personalizadas a los Maura).
Alfonso XIII estaba convencido de que así ocurriría: “Aseguró el Rey que no irían a la
Asamblea ni los mauristas, ni ninguna de las ramas liberales, ni siquiera todos los
republicanos (en lo de los liberales puede que acierto, pero aparte de los que antes dejo
dicho referente a Alba, conviene advertir que Romanones dijo que iría, encargó al
Diputado Carlos Maristany que lo hiciera presenta y por eso Maristany es uno de los
Diputados que firman la convocatoria)”45
A pesar de todos los movimientos y de los movimientos del Gobierno, el 19 de
julio se celebró la Asamblea de parlamentarios en el Pabellón del Gobernador del Parque
de la Ciutadella de Barcelona. Hubo un viraje en la posición de la Lliga hacia una postura
más templada, de hecho, Alfonso XIII se lamentaba de que Dato no le hubiese informado
43 ROMERO SALVADÓ, F. J., España 1914-1918. Entre la guerra y la revolución. Barcelona, Ed. Crítica, 2002, p 132 44 Ibídem 45 OSSORIO Y GALLARDO, A., Carta a Antonio Maura (13/7/1917). Archivo Antonio Maura, Leg. 362/18
49
de la marcha atrás en las posiciones nacionalistas de la Lliga. Los diputados acudieron en
tren a Barcelona desde toda España para asistir a la reunión. Parece que podría probarse
que Cambó esperaba el fracaso de esta convocatoria para dar un paso más allá
convocando otra en la que impondría su criterio sobre Lerroux:
“el plan de Cambó es ir a una tercera asamblea, después del fracaso (que
descuenta y apetece) de la del 19. En esa tercera reunión deberán estar representados
todos los ayuntamientos de Cataluña y de allí surgiría la nacionalidad separada.”46
Este comentario lo hacía el que después sería ministro de Estado, González-
Hontoria a Gabriel Maura. Si concediésemos credibilidad a esta frase, el pacto de los
regionalistas sobre una Cataluña independiente sería cierto, sin embargo, lo que seguimos
sin poder afirmar es si entraría en el marco de un hipotético acuerdo con Lerroux, como
es la base de este ensayo, porque la idea nacionalista en la Lliga había cobrado fuerza
durante la celebración de la Asamblea de parlamentarios catalanes en el mes de junio, y
Cambó había ido moderando su discurso para atraerse a los republicanos de cara a la
Asamblea de parlamentarios españoles de julio. Si Lerroux era un antinacionalista, de
haber existido este plan, es probable que no hubiese acudido a la Asamblea. De nuevo,
insistiendo en la idea de que para la Lliga la monarquía también era accidentalista y que
también aspiraba a la república, creo poco probable que un pacto con Lerroux se basase
en apoyar una reivindicación que era común para ambos. Lo que sí se pondría de
manifiesto era claramente, como muchos coetáneos manifestaron y afirman historiadores
como Borja de Riquer, que la iniciativa correspondió a Cambó y que, si Lerroux participó
de forma tan visible, probablemente no fue por el interés republicano, que ya se presumía
en la convocatoria, sino por los réditos que pudiese obtener de cara a un hipotético
gobierno. A mi juicio, un pacto Lerroux-Cambó, pasaría más por un reparto de carteras
en el Ejecutivo, que por apoyar una república aliadófila por parte de los regionalistas, y
la independencia por parte de Lerroux, siempre contrario a esta cuestión.
Reforzando esta tesis está el acuerdo tomado por los parlamentarios catalanes,
mayoritariamente de la Lliga, en cuyo manifiesto determinan:
“Los representantes en Cortes de Cataluña ante la gravedad y trascendencia de
los momentos actuales, sin quebranto de las particulares convicciones políticas que
íntegramente mantienen, coinciden en afirmar:
46 MAURA, G., Carta a Antonio Maura (8/7/1917). Archivo Antonio Maura, Leg. 362/18
50
A.-Que es voluntad general de Cataluña la obtención de un régimen de
amplia autonomía
B.-Que es de gran conveniencia para España la transformación de la
organización del Estado basándola en un régimen de autonomías que adaptando su
estructura a la realidad de la vida española aumente su cohesión orgánica y facilite el
libre desenvolvimiento de sus energías colectivas.”47 (texto completo en anexo II).
Es decir, Cambó y Lerroux suscribieron en junio un documento en el que hablaban
de autonomía, no de independencia. Carecería de sentido que Cambó después hubiese
pactado con Lerroux la independencia cuando ni a éste le gustaba la idea ni contaba con
fuerza institucional suficiente para apoyarlo, habida cuenta de que muy difícilmente
reformistas, socialistas y liberales no adscritos a la línea oficial, tampoco lo apoyarían.
A las negociaciones entre la convocatoria de los parlamentarios catalanes y la
Asamblea de parlamentarios españoles para garantizar el máximo quorum de la segunda,
ya nos hemos referido. Sería interminable mencionar la cantidad de movimientos que
hubo en todas las direcciones, aunque, básicamente, los podemos resumir en los que iban
a favor de la celebración (Lliga, republicanos, socialistas, liberales, nacionalistas…) y los
que trataban de impedirla (Gobierno, el Rey, conservadores datistas o idóneos, liberales
albistas y garcíaprietistas…). Es discutible el papel que ejercieron los conservadores
mauristas y el grueso de los romanonistas, pues no olvidemos que entre los liberales hubo
división al respecto, como ya la había habido respecto a las posiciones de neutralidad o
aliadofilia.
La Asamblea se celebró finalmente en Barcelona, a pesar de las reservas de unos
y otros. El propio Cambó tenía sus dudas sobre si la policía intuiría sus planes y abortaría
la reunión, tal como expresó a Durán i Ventosa en un mensaje:
“Amic Lluis: Estém al Restaurant del Parch tots reunits.- Si, dintre un rato, sabem
que están vigilats els altres llocs que tenim pensats, ens constituirém en Assamblea. Com
ens convé que hi hagi prempsa i els periodistes seran a Ca la Ciutat, convindrà que tu lis
avisis pera que , discretament, vinguin al Restaurant.”48
47 CAMBÓ, F., LERROUX, A., ROIG I BERGADÁ, J., LLOSAS, P., RODÉS, F., ZULUETA, J., NOUGUES, J., SEDÓ, L., Manifiesto de la Asamblea de parlamentarios catalanes en Barcelona (5/6/1917), en Renovación o Revolución: Historia documentada de un periodo (junio a octubre de 1917), Barcelona, Librería Granada (Félix Costa, impresor), 1917 48 CAMBÓ, F., Mensaje a Lluis Durán i Ventosa con motivo de la reunión de parlamentarios en Barcelona (19/7/1917). Arxiu Nacional de Catalunya. Fondo Durán i Ventosa. Caja 2
51
Los parlamentarios estuvieron reunidos durante tres horas pero no se cerró ningún
acuerdo, tan sólo se emitió un comunicado en el que se exponía el descontento con la
situación política del momento, así como las medidas adoptadas por el Gobierno y se
elevaba la protesta por el hecho de que el Gobierno hubiese considerado que las
aspiraciones autonomistas de la Lliga eran independentistas (otro punto más para reforzar
la tesis de que no hubo pacto con Lerroux en los términos planteados de independencia).
La Asamblea acordó constituir tres comisiones para desarrollar el programa debatido en
ella. Estuvieron presididas por Abadal, que también presidió la Asamblea, Giner de los
Ríos y Roig i Bergadá. Después fue disuelta por orden del gobernador Matos, que ordenó
al teniente Riquelme, de la Guardia civil y al inspector de policía Brabo, que detuviese
uno a uno a los diputados.
.
5.2. La huida de Cambó y Lerroux a Francia
El propósito de Cambó se habría conseguido: que la Asamblea fracasase para
poder celebrar otra en la que ya se proclamaría la independencia, según las fuentes
gubernativas y las noticias relatadas por dirigentes mauristas, sin embargo, dudo mucho
de que fuese así; la Asamblea estaba condenada al fracaso desde antes de empezar. La
situación había cambiado mucho desde que estalló la crisis. Probablemente podría haber
funcionado si los militares se hubiesen sumado a la protesta parlamentaria, pero no fue
así. Al igual que ocurrió con la huelga general de agosto, las Juntas de defensa se
consideraron garantes del orden constitucional y, aunque compartiesen reivindicaciones
comunes, es difícil imaginar al Ejército participando en una revolución. El modelo ruso
no se iba a repetir en España.
Durante el verano la actividad continuaría y, de hecho, habría una nueva reunión
en Oviedo, con el patrocinio de Melquiades Álvarez y otra en Madrid en octubre, aunque
en esta ocasión para condenar la sentencia del consejo de guerra que acaba de mandar al
comité de huelgue a la cadena perpetua. Sin embargo, aunque ambas reuniones son
conocidas, sólo la celebrada aquel 19 de julio en Barcelona ha quedado en la memoria de
la mayoría por el ambiente revolucionario que precedió a su celebración. Y, aunque la
Asamblea se celebró en julio, no hemos de olvidar que el mes crítico en toda esta crisis
fue el de junio. El ambiente ya se había empezado a caldear en abril con la huelga general;
se sabía que en algún momento se iniciaría una indefinida, lo que, en cierto modo, la
condenaba ya al fracaso, al estar prevenido el Estado de ello); en mayo había llegado el
Gran Mitin de las izquierdas y el de los nacionalistas catalanes y vascos Per la Espanya
52
Gran; las Juntas de defensa fueron el detonante cuando el gobierno de García-Prieto se
enfrentó a ellas y Alfonso XIII lo desautorizó al ponerse del lado de los junteros. Por su
parte, el Rey, había despedido a su cuarto militar y había creado un gran malestar entre
los militares, había hecho concesiones y había dejado caer un gabinete: se encontraba
entre la espada y la pared y al borde de la abdicación. La entrada de Dato no convenció a
los no dinásticos; el tándem Dato-Sánchez Guerra no parecía la mejor opción para dar
salida negociada a los problemas. Y, efectivamente, aunque no hubo violencia, o al menos
en los términos en los que podríamos entenderla según había ocurrido en ocasiones
anteriores, el Estado se impuso y dejó sin efecto la reunión de parlamentarios, por mucho
que se reuniesen después para intentar continuar con el espíritu de regeneración y
convocatoria de Cortes constituyentes.
La gran pregunta que viene a continuación es ¿qué sucedió con los dos grandes
protagonistas, Cambó y Lerroux? Sabemos que durante el verano Cambó estuvo viajando
por el norte de España y preparando la reunión de Oviedo, sin embargo, no hay noticias
de Lerroux, que no reaparece hasta que la situación se ha tranquilizó. No parece que
Cambó tuviese miedo de ser detenido, como le ocurrió a Marcelino Domingo por sus
ataques a las Juntas, ya que se pasó todo el verano sumando apoyos para la causa. Sin
embargo, para agosto, cuando la situación se tornó revolucionaria a raíz de la huelga
general, Cambó desapareció del foco mediático. La crisis había llegado a su momento
sublime con la huelga que, sin embargo, fue duramente reprimida por el Ejército (un
ejemplo más del pretorianismo, porque el Estado encomendó a éste la represión y no a
las fuerzas de seguridad, lo que, no obstante, no implica violencia pretoriana, aunque sí
desproporción) y Cambó debió de temer, aunque, probablemente de manera infundada,
pues la Lliga se había desmarcado de la protesta obrera.
El Gobierno, a través de su red de informadores en embajadas y consulados, puso
mucho empeño en tener localizados a ambos y, en este sentido, fue clave la embajada
española en París que, a través de los consulados de Perpiñán, Marsella, Tolosa y Biarriz
consiguió tener noticias de Lerroux y trató de mantenerlo alejado de España para evitar
su influencia en los revolucionarios:
“Alejandro Lerroux y Maciá, huyendo de autoridades españolas han atravesado
frontera, al parecer por Hendaya y Cerbere respectivamente. Ruego a V.E. se sirva
53
interesar con toda eficacia del Gobierno francés que sean alejado departamentos
fronterizos, internándolos cuanto sea posible.”49
El rastreo que de ambos políticos se hace es intenso, empezando por pasos
fronterizos, estaciones de ferrocarril u hoteles. Unos días después, el embajador Quiñones
responde a Lema (ministro de Estado):
“Me dicen que Macià se encuentra cerca de Burdeos. De Lerroux nada concreto
he podido saber. Persona que suele estar bien informada me ha dicho que no debe estar
en Francia, porque de estar lo sabría. Según parece, hace diez días persona muy allegada
Lerroux recibió carta de éste diciéndole que no estuviera intranquilo pues estaba en
lugar seguro. No habiendo podido aún conseguir autorización para comunicar en cifra
con los Cónsules, les he escrito de tenerme al corriente de lo que sepan sobre los
refugiados en sus respectivas jurisdicciones. Hasta ahora, el único que me ha informado
es el de Hendaya. Quiñones”50
La pista de Lerroux se sigue por varias localidades, hasta que se confirma que
cruzó por Cerbère y que se alojó en Perpiñán y Tolouse, sin embargo, lo más significativo
es que cuando le buscaban en Francia, se hallaba oculto en Barcelona, temeroso de que
la policía lo detuviese. Preguntó qué por qué lo querían detener y, gracias a una gestión
del Coronel Márquez
“supo que se le creía en connivencia con Francia para provocar un movimiento
revolucionario con fondos recibidos previamente, y que cuantas investigaciones se
habían practicado en los Bancos de Barcelona y de Madrid habían resultado negativas.
Naturalmente, añade Lerroux, como que no había nada de esto; primero porque no me
prestaría a ello y después porque los franceses son incapaces de dar un céntimo.
No obstante esto último, a principios de junio, un Mr. Quilisi estuvo en Barcelona,
conferenció con Lerroux y le hizo ofertas para fundar un periódico, ofertas que
emanaban del Quai d’Orsay. Hay más que motivos para creer que no andan Lerroux y
sus inmediatos, sobradísimos de dinero. Dice Lerroux que no cree que haya de estar en
la emigración más de un mes, pero que si se ve obligado a estar más tiempo, tendrá que
instalarse modestamente para hacer frente a la situación.”51
49 BERMÚDEZ DE CASTRO, S (Ministro de Estado), Telegrama a la Embajada de España en París (22/8/1917). AGA, Leg. 54/960 (Archivo Embajada España en París, 1032, Política 4, Orden Publico 11) 50 QUIÑONES, J.M., Telegrama al Ministro de Estado (28/8/1917) AGA, Leg. 54/960 (Archivo Embajada España en París, 1032, Política 4, Orden Publico 11) 51 QUIÑONES, J.M., Carta al Ministro de Estado (19/9/1917) AGA, Leg. 54/960 (Archivo Embajada España en París, 1032, Política 4, Orden Publico 11)
54
Lo más llamativo de esta conversación es la insistencia en la conexión francesa y
en cómo es negada por Lerroux. No puede probarse si en el viaje que, auspiciado por el
Dr. Simarro, hizo a París con Melquiades Álvarez, consiguieron los fondos para la causa
republicana. Según esta información, no habría recibido dinero, lo que desconocemos es
si llegó por otra vía y a otros elementos del partido. Sin embargo, la concesión de una
entrevista a Le Petit Parisien, publicación dirigida por el ministro de Estado francés, M.
Dupuy, la única que concedió a los medios, prueba que la campaña de prensa en Francia
continuaba y seguía actuando contra el gobierno español.
No hay constancia, sin embargo, de que Cambó se ocultase en Francia durante
aquellos días. Las suposiciones del ministro de Estado no parecen tener fundamento y,
según algunos testigos, habría permanecido en Barcelona. Francesc Cambó era un
hombre cultivado y tuvo éxito en los negocios, lo que le permitió mantener un nivel de
vida muy alto para la época, con viajes a destinos exóticos y a países europeos, donde se
relacionó con las más altas instancias políticas. La mayor parte de estos viajes están
documentados en el fondo Durán i Ventosa del Archivo Nacional de Cataluña, pues en
cada escapada, el político regionalista solía enviar una o varias cartas o postales desde
donde estuviese a su amigo Lluis Durán i Ventosa, pero no existe ninguna de este periodo.
No habría razón alguna para que Cambó hubiese ocultado que estaba en Francia cuando
no tenía nada que temer en el país vecino y, por otro lado, sabemos por la biografía de
Cambó, que sus amigos siempre le ayudaron a mantener la discreción sobre sus
movimientos, incluso estando en Barcelona, por lo que nada induce a pensar que hubiese
huido a Francia, tal como dice Quiñones.
CONCLUSIONES
Si hubo un pacto entre Lerroux y Cambó, o entre republicanos y la Lliga, no
parece que se plasmase en ningún documento, no obstante, creo que hay razones
suficientes para pensar que un acuerdo de semejantes características no era posible y, por
tanto, no existió.
En cambio, sí que tenemos constancia de acuerdos en el seno de los bloques, por
ejemplo, las fuerzas de izquierda mostraron por primera vez en su historia una unidad de
la que hicieron gala en un gran mitin en la plaza de toros de Madrid el 27 de mayo, en la
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que acordaron un manifiesto en el que proclamaba que España no podía permanecer al
margen de la guerra y manifestaban su aliadofilia, lo cual se concretaría en una república,
que era su aspiración. El partido reformista de Melquiades Álvarez abandonaba su
posición accidentalista sobre la Monarquía y se mostraba abiertamente favorable a luchar
por la llegada de dicha república. Esto también permitió un acuerdo con los socialistas
para atraerlos hacia el gran acuerdo de las izquierdas, que quedó plasmado en un
manifiesto.
Por su parte, los diputados y senadores de la Lliga también hicieron público un
manifiesto el 14 de junio en el que denunciaban la falta de representatividad del régimen
de la Restauración y pedían la reforma de la Constitución de 1876. Como no consiguieron
su propósito, el 5 de julio se reunieron los parlamentarios catalanes en Barcelona y
también manifestaron en una sesión pública que “es voluntat de Catalunya la obtenció
de un régimen d’amplia autonomía”52, es decir, no mencionan el concepto independencia
en ningún momento. No obstante, aparte de la validación de la hipótesis de partida, la
investigación nos permite concluir también que:
I. A partir de la crisis de 1917 queda de manifiesto que los centros de decisión se
desplazan desde el gobierno hacia el Rey y los militares, lo que pone de manifiesto
la descomposición del sistema. El Rey va por libre, celebra entrevistas sin
informar al Gobierno y actúa a través de intermediarios para mediar en el conflicto
movido exclusivamente por su temor a perder la corona, manifestado en su intento
de abdicación. Éste será un gran error por parte de Alfonso XIII que, a la larga
acabará costándole la corona, pues ignora al Ejecutivo y se apoya en los militares.
II. La elección de Dato como jefe de gobierno fue un error al que se vio abocado
Alfonso XIII, pero el error, como le dijo Azcárate, ya lo había cometido antes y
la situación no tenía solución. El gobierno datista aplastó todas las protestas (con
los militares fue más condescendiente haciéndoles concesiones), pero sólo fue un
triunfo cortoplacista, pues sólo era cuestión de tiempo que el sistema cayese. El
Rey fue pues, el que aceleró la descomposición con la ayuda del inmovilismo en
los partidos dinásticos, cada vez más divididos
III. De todas las fuentes que podemos tomar de aquella época, hemos de hacerlo con
prudencia, pues gran parte de lo que se decía eran opiniones vertidas por terceros,
por lo que sólo hemos de agarrarnos con más firmeza a aquella referidas a
52 L’Assemblea dels parlamentaris catalans. LA VEU DE CATALUNYA (6/7/1917), p. 1
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personas que se han reunido con políticos o el Rey, aunque estén narradas por
terceros. La confusión que reinaba en el momento da poco crédito a los balances
personales, aunque sean de personas notorias o con prestigio.
IV. Sobre la acusación de un pacto entre Cambó y Lerroux nos cabe decir que fue una
interpretación intencionada del Gobierno, basada en fuentes no concretas, como
se señala en el punto anterior. A este respecto sólo tenemos la certeza de un pacto
entre las fuerzas de izquierda, sellado con un manifiesto en el Parlamento y un
acuerdo entre el PSOE y los reformistas, también recogido en un acto de los
primeros. Las razones por las que no creo existiese un pacto como tal serían:
a. La Lliga había dejado muy claro en la reunión de parlamentarios del 5 de julio
en un manifiesto publicado por la prensa, que sus pretensiones eran
autonomistas, de ganar más competencias.
b. El comportamiento de la Lliga había sido habitualmente el de un partido de
Estado, por lo que no parece creíble que el marco de la independencia
estuviese ya en esa fase. Es el único partido que había buscado el
regeneracionismo junto con Maura, excluido del poder desde 1910.
c. Los republicanos radicales siempre habían sido enemigos acérrimos de la
Lliga y más aún de la independencia, lo que había llevado a Lerroux a
separarse de los republicanos que sí apoyaban esta vía. No tiene sentido que,
a cambio de apoyar una república, objetivo con el que coincidía la Lliga, que
siempre vio la monarquía como algo accidentalista, los radicales accedieran a
apoyar la independencia.
d. Sobre la existencia de este pacto, Cambó lo niega y pide a Eduardo Dato, que
lo había difundido en declaraciones a La Época y ABC, que se disculpe, lo que
el político conservador hace, si bien de una forma poco convincente.
e. No existe constancia de ningún acuerdo por escrito ni se hace referencia a ello
en ningún medio y menos aún en los afines a los republicanos, como El País
o a los regionalistas, como La Veu de Catalunya.
f. Si nos atenemos a las palabras de Unamuno en el Mitin de las izquierdas, tan
criticadas por la Lliga, los grupos allí presentes, que asumían lo que los
oradores decían para elaborar un manifiesto conjunto, los republicanos no
hubiesen aceptado la independencia de ninguna región.
g. Como mucho, puede concluirse que hubo un pacto por una república aliadófila
y no está tan claro si, separadamente la Lliga, apostó en algún momento por
57
la independencia, lo cual lleva a pensar en una interpretación maliciosa de lo
publicado en El Correo Español por parte de Manuel de Burgos, que habría
unido los dos pactos en uno.
V. Sobre el viaje de Lerroux y Melquiades Álvarez a París, tenemos certeza de ello
por los archivos de la prefectura, que constatan su estancia, sin embargo, hay que
matizar:
a. La participación de la masonería en una supuesta financiación no está
probada. Sí que hubo contactos y parece que las logias actuaron como
elementos catalizadores en su búsqueda de soluciones para favorecer los
derechos humanos, lo que en España se conseguiría sólo mediante la
instauración de una república de inspiración francesa o inglesa (aliadófila). La
masonería no se inmiscuyó en cuestiones políticas, aunque es posible que
ayudase a través de la campaña de prensa (oficial) de apoyo a los republicanos.
No obstante, hay que ser prudente en la valoración de la implicación masónica,
es decir, parece que existió, pero no fue un elemento financiador
b. Si obtuvieron los fondos para la financiación del proyecto republicano no es
algo que podamos saberlo con certitud, sin embargo, cuando a Lerroux se le
acusa de haber recibido fondos de Francia y canalizarlos a través de un banco,
él lo niega todo y parece que su situación personal no hace verosímil que los
hubiese recibido.
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60
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-Conversación entre Ventosa y Cambó con Eduardo Dato en el entreacto de La Traviata el 27 de abril de 1917 (Teatre del Liceu) -Taulas (diario de anotaciones de Cambó) -Al respecto de la huelga general de agosto
IC. CAMBÓ, F., Carta para entregar a Alfonso XIII si le llama a consulta (1917) Archivo General de la Administración (AGA) AGA 54/5960, Leg. 1031-3 LEÓN Y CASTILLO, F., Carta a Jules Cambon, Secretario General del Ministerio de Negocios Extranjeros. París 16/7/1917 AGA 54/5960, Leg. 1031-3 LEÓN Y CASTILLO, F., Telegrama al Ministro de Estado, Marqués de Lema, París, 8/7/1917 AGA 54/5960, Leg. 1031-3 LEÓN Y CASTILLO, F., Carta al Ministro de Estado, Marqués de Lema París, 11/7/1917 AGA 54/5960, Leg. 1031-3 Embajada de España en París. Informe sobre artículos de la prensa francesa sobre lo que se publica en España. París, 10/7/1917
61
AGA, Leg. 54/960 (Archivo Embajada España en París, 1032, Política 4, Orden Publico 11 BERMÚDEZ DE CASTRO, S. (Ministro de Estado), Telegrama a la Embajada de España en París. Madrid, 22/8/1917 AGA, Leg. 54/960 (Archivo Embajada España en París, 1032, Política 4, Orden Publico 11) QUIÑONES, J.M., Telegrama al Ministro de Estado. París, 28/8/1917 AGA, Leg. 54/960 (Archivo Embajada España en París, 1032, Política 4, Orden Publico 11) QUIÑONES, J.M., Carta al Ministro de Estado. París, 19/9/1917) AGA, Presidencia del Gobierno. DATO, E., ALFONSO XIII, Decreto de suspensión de Garantías constitucionales. Madrid, 25/6/1917 Archivo Antonio Maura (AAM) AAM. Leg. 362/18 MAURA Y GAMAZO, M., Carta a Antonio Maura. Madrid, 8/6/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA Y GAMAZO, M., Carta a Antonio Maura. Madrid, 2/6/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA Y GAMAZO, M., Carta a Antonio Maura, San Rafael, 17/7/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA, M., Carta a Antonio Maura, San Rafael, 2/7/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA, G., Carta a Antonio Maura. San Sebastián, 20/7/1917 AAM. Leg. 362/18 LÓPEZ DE CARRIZOSA Y GILES, A., Carta a Antonio Maura. Madrid, 23/7/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA, M., Carta a Antonio Maura. San Rafael, 2/7/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA, M., Carta a Antonio Maura. San Rafael, 17/7/1917 AAM. Leg. 362/18 OSSORIO Y GALLARDO, A., Carta a Antonio Maura. Madrid, 13/7/1917 AAM. Leg. 362/18 MAURA, G., Carta a Antonio Maura. Vitoria, 8/7/1917 Archivo Vaticano. Nunciatura de Madrid (ANM) ANM 755, ESP 1917-03 RAGONESI, F. (NUNCIO DE SS.), Informe al Card. Pietro Gasparri, Secretario de Estado de SS. Madrid, 29/6/1917 Archivo de Joaquín Sorolla (AJS) AJS CS0227 AZCÁRATE, G., Notas sobre una reunión de Alfonso XIII con republicanos y reformistas. Madrid, junio 1917
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Real Academia de la Historia. Archivo Conde de Romanones (RAH) RAH, Leg 1/1 Archivo Conde de Romanones FIGUEROA Y TORRES, A., Nota, p. 398, Madrid, 10/6/1917 Archivo de la Fundación Pablo Iglesias (AFPI) AFPI. Archivo particular de Ricardo Gasset. La Fulla nº 5. Hoja de los regionalistas. Barcelona, 16//1917 AFPI. Archivo particular de Ricardo Gasset. La Fulla nº 6. Hoja de los regionalistas. Barcelona, 16/7/1917
62
ANEXOS
I. Manifiesto de los republicanos
Después de dos horas de estar reunidos socialistas y republicanos radicales y el señor Rodés, que alguien
dice que llevaba la representación de Romanones, los Sres. Lerroux, lglesias y Melquiades Álvarez, han
empleado cerca de una hora en redactar una nota, que bien pudiera no reflejar los acuerdos de los
reunidos, desde el momento que alguno de los asistentes así lo expresó, negándose a facilitar un avance
en referencia a los periodistas.
La nota, en síntesis, dice así:
Los últimos acontecimientos indican una crisis nacional que no puede ser resuelta con la conducta y la
actuación que ha venido desarrollando el régimen. Por eso se establece la unión de las extremas
izquierdas, sin prescindir cada grupo de su carácter especial, pero coincidiendo en una aspiración: en el
triunfo de la soberanía popular para salvar a España. Sólo la voluntad del pueblo puede ser norma de las
aspiraciones de la extrema izquierda, pues ya se ha perdido toda esperanza en el actual régimen. Los
reunidos adquieren este compromiso y trabajarán para que prevalezca la voluntad soberana de la nación
por encima de todos los poderes.
De política. La reunión de los republicanos (15 de junio 1917). EL CORREO ESPAÑOL, Nº 8.804 p.1
MANIFIESTO DE LOS REPUBLICANOS
Los últimos acontecimientos ocurridos en nuestro país, reveladores por cierto de una grave crisis nacional
en la que han sucumbido, entre otras cosas, la esperanza por algunos soñada de hacer compatible la
democracia con el actual régimen, evidencia una vez más la necesidad y la urgencia de que todas las
izquierdas de la política española, sin perder su significación respectiva, mantengan con toda firmeza la
unión que hoy se establece, inspirándose al efecto, en el anhelo patriótico de salvar a España y de
conseguir al propio tiempo el triunfo de la soberanía popular, sin la cual no se concibe la vida en los
Estados modernos.
Sólo, pues, rindiendo acatamiento a la voluntad soberana del pueblo y exigiendo esta norma reguladora y
fundamental de todas las instituciones cabe restablecer aquí el imperio de la normalidad y de la justicia
por la que claman inútilmente todas las clases sociales.
No cabe, pues, abrigar esperanza alguna de que con el actual régimen se corrijan los males cada vez más
hondos que padece el país. Por tal motivo, los que suscriben, fieles a su propósito de servir con
entusiasmo al interés y el progreso de su patria, adquieren el compromiso de utilizar la representación que
ostentan y su influencia en los partidos a que pertenecen para hacer que prevalezcan por encima de toda
clase de poderes la voluntad soberana de la nación española.
63
Pablo Iglesias. Melquiades Álvarez. Alejandro Lerroux. Hermenegildo Giner de los Ríos. Felipe Rodés.
Indalecio Corujedo. Leopoldo Palacios. Augusto Barcia. José María Rodríguez. Roberto Castrovido.
Candido Lamana. Miguel Moya Gastón. Juan Uña. Horacio Echevarreta. Aureliano Albert. Juan Salas
Antón. Darío Pérez. Eduardo Fernández del Pozo. Aniceto Llorente. Emilio Santacruz. Marcelino
Domingo. Ramón Álvarez Valdés. Miguel Morayta y Serrano. Miguel Hilario Ayuso. Ambrosio Hurtado.
Julián Nougués.
El País, 17 de junio de 1917. Núm. 10.858
II. Manifiesto de la Asamblea de parlamentarios catalanes (5/6/1917) y
telegrama enviado al Gobierno
“El día 5 en el Salón nuevo del Consistorio se reunieron los parlamentarios elegidos por los distritos de
Cataluña. Cada uno recibió en sobre cerrado una hoja con el manifiesto que publicó la Junta de Defensa
de Infantería.
Presidieron la Asamblea los señores Abadal, Giner de los Ríos y Marqués de Marinao. Estaban
presentes los señores Abadal y Calderó, Balcells y Cortada, Benet y Colom, conde de Fígols, conde de
Vinatesa, Collaso y Gil, Daurella y Rull, duque de Solferino, Elías de Molins, Forgas y Frigola, Garriga
y Massó, marqués de Marianao, marqués de Sentmenat, Milá y Camps, Rahola y Molinas, Rahola y
Tremols, Roig Y Bergadà, Sedó y Guichard, Soler y March, Vallés y Pujals; y los diputados a Cortes
señores Albafull y Vidal, Albert y Pey, Ballbé y de Gallard, Bertrán y Musitu, Bertrand y Serra, Bosch y
Catarineu, Cambó y Batlle, Clarte y Assols, Cusí y de Miquelet, Dasca y Boada, Domingo y Sanjuán,
Farguell y de Magarola, Fernández del Pozo, Ferrer Vidal y Soler, Fournier y Cuadros, Giner de los Ríos,
González y Vilart, Jansana y Llopart, Lerroux y García, Llari y Areny, Llosas y Badía, Maristany y Benito,
Matheu Ferrer, marqués de Camps, Morera y Galicia, Maciá y Llusá, Nougués y Subirá, Plaja y Tapis,
Riu y Periquet (D.), Riu y Periquet (E.), Rodés y Barldrich, Rusiñol y Prats, Sagnier y Villavecchia, Salas
y Antón, Salas y Mussoles, Samá de Sarriera, Ventosa y Calvell, Veciana y Llari, Zulueta y Gomis.
Se leyó esta proposición subscrita por los señores Cambó, Lerroux, Roig y Bergadá, Llosas,
Rodés, Zulueta, Nougues y Sedó:
“Los representantes en Cortes de Cataluña ante la gravedad y trascendencia de los momentos
actuales, sin quebranto de las particulares convicciones políticas que íntegramente mantienen, coinciden
en afirmar:
A.-Que es voluntad general de Cataluña la obtención de un régimen de amplia autonomía
B.-Que es de gran conveniencia para España la transformación de la organización del Estado
basándola en un régimen de autonomías que adaptando su estructura a al realidad de la vida española
aumente su cohesión orgánica y facilite el libre desenvolvimiento de sus energías colectivas.
Y en adoptar los siguientes acuerdos:
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Primero: Pedir al Gobierno la inmediata reunión de las Cortes para que las mismas, en funciones
de constituyentes, deliberen y resuelvan sobre la organización del Estado y la autonomía de los Municipios
y den solución inmediata al problema militar y a los que las circunstancias actuales plantean con apremio
inaplazable para la vida económica de España.
Segundo: Comunicar el anterior acuerdo al Gobierno y, en caso de no obtener la inmediata
convocatoria de las Cortes, invitar a todos los senadores y diputados españoles para que concurran a una
Asamblea extraoficial en que se delibere sobre los extremos consignados en el acuerdo anterior, y cuya
primera reunión tendrá lugar en esta ciudad el día 19 del corriente.”
Proposicion de los datistas y romanonistas:
“Los senadores y diputados que subscriben someten a la aprobación de sus compañeros las
conclusiones siguientes:
Primero: Proclamar la necesidad de establecer un régimen de amplia autonomía administrativa
de los Municipios españoles para que puedan desenvolverse con libertad y responder a sus fines naturales.
Segundo: Proclamar asimismo la necesidad de establecer un régimen de amplia autonomía
administrativa y de las demás regiones españolas que asegure el desenvolvimiento de todos sus elementos
componentes sin mengua de la unidad nacional.
Tercero: Declarar que el Parlamento español debe reunirse cuanto antes para dar efectividad
legal a las anteriores conclusiones y resolver los demás problemas planteados actualmente. En
consecuencia, esperan que el Gobierno compenetrado con este deseo, hará la convocatoria en el momento
que a su juicio las circunstancias lo consientan.
Francisco Benet y Colom, el marqués de Setmenat, el conde de Fígols, Antonio de Veciana,
Joaquín Sagnier, M. González Vilart, José Elías de Molins, José Collaso, José Daurella y Rull, Juan María
Forgas y Frigola, Julio Forunier, José Balcells.”
(…)
El señor Lerroux preguntó si se estaba dispuesta la asamblea a sostener a todo trance las
conclusiones votadas, en el caso de que el Gobierno se negase a dar satisfacción a sus peticiones,
contestando el señor Abadal que sí, siendo la respueta de este último coreada y aplaudida por los
asambleístas, dándose con ello por terminado el acto.
Seguidamente se envió este telegrama:
“Excmo. Señor don Eduardo Dato, presidente del Consejo de ministros.
Junta representantes en Cortes por Cataluña ha tomado el acuerdo de pedir al Gobierno
inmediata reunión de Cortes para que en funciones de constituyentes deliberen y resuelvan sobre la
organización del Estado y la autonomía de los Municipios y den solución inmediata al problema militar y
a los que las circunstancias actuales plantean con apremio inaplazable para la vida económica de España.
Han delegado a los subscritos para hacer directamente la petición, a cuyo fin salimos en expreso mañana
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viernes y pedimos a V.E. hora para recibirnos el próximo sábado.- Abadal, Giner de los Ríos, Marqués de
Marianao.”
III. Carta de Francesc Cambó a Gabriel Maura invitándole a la Asamblea
del 19 de julio Sr. D. Gabriel Maura Gamazo
Mi distinguido amigo: Dada la actitud del Gobierno al declarar sediciosa una reunión extraoficial de
parlamentarios españoles hay que suponer que se haya intentado interceptar las convocatorias. Por si ello
ha ocurrido, le incluyo una convocatoria para la Asamblea del día 19. Por ella verá Ud. cuál es su finalidad
y su propósito y formará Ud. el juicio que le merezca sobre la insensata conducta del Gobierno de declarar
sedicioso el ejercicio de un derecho que hoy entendemos es el cumplimiento de un deber.
Yo le ruego piense Ud. en la gravedad y trascendencia de los momentos actuales y en las consecuencias de
que la Asamblea del día 19 sea disuelta por la violencia. Ello sólo sería posible en el caso de que abstuvieran
de concurrir los que con su asistencia, pueden quitarle todo carácter de exclusivismo y de sedición.
Le estimaré quiera comunicarme si piensa asistir a la Asamblea.
De V. affmo. s. s. y a. q. e. s. m.
F. Cambó.
(Adjunta el manifiesto de convocatoria de la Asamblea del 19, con fecha 10/7/1917)
IV. Listado de diputados y senadores asistentes a la Asamblea de
parlamentarios del 19 de julio de 1917 en Barcelona Senadores: R. De Abadal Calderó, J. Garriga Massó, B. Rengrifo, P. Rahola Molinas, F. Rahola Tremols,
J. Roig y Bergadá, L. Sedó Guichard, L. Soler y March, J. Vallés y Pujadas, G. Pou Magraner, A. Landeta,
E. Junoy y P. Milá y Camps.
Diputados: A. Albafull Vidal, S. Albert Pey, L. Ballbé de Gallart, J. Bertrán Musitu, E. Bertrand Serra, F.
Cambó Batlle, J. Claret Asols, C. Cusí de Miquelet, A. Dasca Boada, M. Domingo Sanjuán, M. Farguell
de Magarola, E. Fernández del Pozo, L. Ferrer-Vidal Soler, H. Giner de los Ríos, A. Jansana Llopart, A.
Lerroux, J. Llari Areny, C. Maristany Benito, J. Matheu Ferrer, marqués de Camps, M. Morera Galicia, F.
Macià Llusà, J. Nougués Subirà, B. M. Plaja, D. Riu Periquet, F. Rodés Baldrich, M. Álvarez, F. Llansò,
A. Rusiñol Prats, J. Salas Antón, V. Sales Mussoles, J. Ventosa Calvell, S. Samá de Sarriera, J. Zulueta
Gomis, J. Salvatella, M. Morayta, A. Llorente, F. Azzati, R. Castrovido, P. Gómez Chaix, D. Pérez, L.
Palacios, M. Pedregal, J. Uña Sarthou, C. Lamaña, M. Baselga, C. Pacheco, S. Cánovas Cervantes, M.
Moreno Mendoza, H. Echevarrieta, B. Santacruz, C. Padrós Rubio, P. Iglesias, A. Zumárraga e I. Corugedo.
Adheridos: L. García Guijarro, A. Careaga, J. de Monte Sierra, J. M. Rodríguez González, R. Álvarez
Valdés, J.P. de Acillona, E. Riu, H. Ayuso, marqués de Marianao y conde de Vinatesa.