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I Generación y memoria: El Monumento del Holocausto en Berlín como proyecto conmemoratwo propiamente generacional* Ulrike Jureit bl "Monumento para los judíos asesinados de Europa" fue inaugurado el 10 de mayo de 2005 en Berlín.' Sin duda pertenece a los proyectos conmemorativos más ambiciosos, y también más controvertidos, de la República Federal Alema- na. Ubicado en el centro de Berlín, en vecindad inmediata con el edificio del parlamento (ReicAstag) y la Puerta de Brandeburgo {Brandenburger Tor), preten- de ser, siguiendo la tradición de los monumentos nacionales del siglo XIX, el monumento conmemorativo del Holocausto, central para toda Alemania. Exis- ten razones buenas para esta pretensión, dado que el parlamento {Bundesta¿) alemán decidió el 25 de junio de 1999, después de un debate extraordinaria- mente amplio,^ que había durado más de diez años, después de concursos artís- * Traducción del alemán al español por Andreas Kurz. (N. del T. Traduzco "Mahnmal" como monu- mento conmemorativo, "Denkmal" como monumento. "Mahnmal" implica una advertencia, un recuerdo negativo, traumático.) ' Este texto es una versión corregida y ampliada de mi artículo "Generationen ais Erinnerungs- gemeinschaften" (Generaciones como comunidades conmemorativas) en Ulrike Jureit y Michael Wildt (eds.), Generationen. Zur Relevanz eines wissefischaftlkhen Grundbegriffs (Generaciones. Acerca de la relevancia de un término científico básico), Hamburgo 200,S, p. 244-265. ^ Cf. Ute Heimrod, Günter Schlusche, Horst Seferens (eds.), Der Denkmatstmt - das Denkmal? Die Debatte um das "Denkmalfür die ermordeten luden Europas". Eine Dokumentation (¿La disputa por el monu- mento - el monumento.' El debate por el "Monumento para los judíos asesinados de Europa". Una do- cumentación), Berlín 1999; Michael S. Cullen (ed.). Das Holocausl-Mahnmal. Dokumentation einer Debatte (El monumento conmemorativo del Hokxausto. Documentación de un debate), Zurich 1999; Michael Jeismann (ed.), MahnmalMitte. Eine Kontroverse (Monumento Centro. Una controversia), Colonia 1999; Claus Leggewie y Erik Meyer, "Ein Ort, an den man gerne gekl". Das Holoraust-Maknmat und die deutsrhe Geschichtspolitik nadi 1989 ("Un lugar al que se va con gusto". El monumento conmemorativo del Holocausto y la política histórica alemana después de 1989), Munich 2005. 50

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    Generación y memoria: El Monumento del Holocausto en Berlín como proyecto

    conmemoratwo propiamente generacional*

    Ulrike Jureit

    bl "Monumento para los judíos asesinados de Europa" fue inaugurado el 10 de mayo de 2005 en Berlín.' Sin duda pertenece a los proyectos conmemorativos más ambiciosos, y también más controvertidos, de la República Federal Alema- na. Ubicado en el centro de Berlín, en vecindad inmediata con el edificio del parlamento (ReicAstag) y la Puerta de Brandeburgo {Brandenburger Tor), preten- de ser, siguiendo la tradición de los monumentos nacionales del siglo XIX, el monumento conmemorativo del Holocausto, central para toda Alemania. Exis- ten razones buenas para esta pretensión, dado que el parlamento {Bundesta¿) alemán decidió el 25 de junio de 1999, después de un debate extraordinaria- mente amplio,^ que había durado más de diez años, después de concursos artís-

    * Traducción del alemán al español por Andreas Kurz. (N. del T. Traduzco "Mahnmal" como monu- mento conmemorativo, "Denkmal" como monumento. "Mahnmal" implica una advertencia, un recuerdo negativo, traumático.)

    ' Este texto es una versión corregida y ampliada de mi artículo "Generationen ais Erinnerungs- gemeinschaften" (Generaciones como comunidades conmemorativas) en Ulrike Jureit y Michael Wildt (eds.), Generationen. Zur Relevanz eines wissefischaftlkhen Grundbegriffs (Generaciones. Acerca de la relevancia de un término científico básico), Hamburgo 200,S, p. 244-265.

    ^ Cf. Ute Heimrod, Günter Schlusche, Horst Seferens (eds.), Der Denkmatstmt - das Denkmal? Die Debatte um das "Denkmalfür die ermordeten luden Europas". Eine Dokumentation (¿La disputa por el monu- mento - el monumento.' El debate por el "Monumento para los judíos asesinados de Europa". Una do- cumentación), Berlín 1999; Michael S. Cullen (ed.). Das Holocausl-Mahnmal. Dokumentation einer Debatte (El monumento conmemorativo del Hokxausto. Documentación de un debate), Zurich 1999; Michael Jeismann

    (ed.), MahnmalMitte. Eine Kontroverse (Monumento Centro. Una controversia), Colonia 1999; Claus Leggewie y Erik Meyer, "Ein Ort, an den man gerne gekl". Das Holoraust-Maknmat und die deutsrhe Geschichtspolitik nadi 1989 ("Un lugar al que se va con gusto". El monumento conmemorativo del Holocausto y la política histórica alemana después de 1989), Munich 2005.

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    ticos y coloquios de expertos, después de un cambio de ubicación y una decla- ración del canciller, realizar el esbozo corregido del arquitecto Peter Eisenman. La decisión del parlamento concretó después de una discusión de cinco ho- ras: "La República Federal Alemana erige en Berlín un monumento para los judíos asesinados de Europa. Con este monumento queremos honrar a las víc- timas asesinadas, conservar vivo el recuerdo de los acontecimientos inimagina- bles de la historia alemana, y advertir a todas las generaciones futuras a nunca jamás violar los derechos humanos, siempre defender el estado de derecho de- mocrático, mantener el principio de la igualdad del ser humano ante la ley, y oponerse a cualquier dictadura o gobierno basado en la violencia." Asimismo, el parlamento opinó que "la República Federal Alemana [...] tiene la obliga- ción de conmemorar a las otras víctimas del nacionalsocialismo de manera digna"."' Sin embargo, el parlamento rechazó mayoritariamente su inclusión en el monumento de Berlín. Aunque los iniciadores y promotores del monumento conmemorativo berlinés insistían en que no se trataba de un monumento esta- tal sino ciudadano, la obra de arte, que consiste de 2711 estelas de concreto y de un lugar de información subterráneo, obtuvo su consagración nacional, tanto por la decisión del parlamento como por la creación de una fundación responsa- ble para su constmcción y del mantenimiento y, no lo menos importante, por la presencia del presidente y canciller en la inauguración.

    Actualmente, el monumento es el lugar conmemorativo central en Alema- nia sobre la historia del Holocausto."* No sólo simboliza una interpretación es- pecífica de los crímenes nacionalsocialistas, también ofrece una propuesta de

    '' Recomendación de decisión y reporte del comité para cultura y medios, del 23 de junio de 1999, Bundestagsdrucksache 14/1238, en línea: http://dip.bundesrag.de/btd/14/012/1401238.pdf [7.5.07); cf. también el protocolo de la sesión plenaria 14/48 del 25 de junio de 1999.

    * Cf. Hans-Georg Sttavginski, Das HolMaust-Dmkmal. DerStreil um das "DmJtmalfiir die ermordoen luden Ettropas"i^ Monumento Holocausto. La disputa por el "Monumento para los judíos asesinados de Europa"), Paderbom 2002; Jan-Holger Kirsch, NationaUr Mythos oder kistoriscke Trauer? Der Stnil um ein xentraUs "Holocamt-MahnmaT'fUrduBerünerRepuM('^\\D nacional o luto histórico.'' La disputa por un Monumento Conmemorativo del Holocausto central para la República Berlinesa), Colonia 2003; Michael Schmitz, "Die Kunst des Erinnems. Das Berliner Holocaust-Denkmal im Fokus von nationaler Identitat und univcrsaler Abstrakaon" (El arte de la memoria. El Monumento Holocausto berlinés en el foco de identidad nacional y abstracción universal), en GesdikkU in WisseHsdiaft und Unlerridu 55 (2004). p. 726-743.

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    identidad que se entiende como válida para una mayoría, ya que fue capaz de imponerse política y socialmente. Lea Rosh, publicista e iniciadora del monu- mento, se acuerda del comienzo de este proyecto: "La idea surgió en 1988. Eberhard Jáckel y yo filmábamos un documental en cuatro partes para la tele- visión sobre el asesinato de los judíos europeos. En Jerusalén estábamos para- dos frente a Yad Vashem, el gran lugar conmemorativo israelí para los judíos asesinados. Jáckel me dijo que pensaba desde hacía mucho, desde 1972, cuando había estado por primera vez ahí, que debería haber en el país de los autores de los crímenes algo así, un monumento, un lugar conmemorativo, algo que conmemorara ESTE HECHO. Yo le contesté que entendía bien por qué en el país de los responsables aún no teníamos un monumento parecido, un lugar conmemorativo parecido. ESTE HECHO era demasiado grande, estaba dema- siado cerca, la culpa era demasiado pesada, los responsables estaban todavía entre nosotros. Pero también le dije: NOSOTROS lo vamos a cambiar. NOSOTROS vamos a construir un monumento parecido."^

    Este mito originario ya remite a algunos elementos básicos de la posterior creación del símbolo: la relación con las víctimas, el trabajo de identifícación y el discurso de la culpa caracterizan una interpretación del pasado que, 60 años después del Holocausto, exige ser una norma generalizada. En lo siguiente se pretende describir esta interpretación de los crímenes masivos nacionalsocialis- tas, materializados en el monumento y la exposición, así como la creación de un significado propiamente generacional. Para ello explicaré primero el término "memoria colectiva" (I), para relacionado posteriormente con el concepto ge- neracional. "Generación", aquí, no sólo se entiende como un factor de i>eriodi- zación y dinamización sino, además, como una categoría de la memoria. Se muestra con el ejemplo del "Monumento para los judíos asesinados de Euro- pa" que unos procesos específicamente grupales para la creación de significado y memoria no sólo pueden orientarse hacia lo social, sino también -como en este caso- hacia lo generacional. La identificación con la víctima y la tesis de la

    * Lea Rosh, "Ein Denkmal im Lande der Tater" (Un monumento en el país de los autores de los crímenes), en Bürgerimtiative Perspekt'we Berlín e. V., Ein Denkmalfür die ermordeten Juden Europas. Dotumentalion 1988-1995, Berlín 1995, p. 3-7, cita p. 3 (Las mayúsculas son del original.) Cf. también la exposición idéntica, en su discurso inaugural en Berlín, el 10 de mayo de 2005.

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  • I I singularidad representan un proyecto del pasado propiamente generacional que fue aceptado con el monumento de Berlín, a pesar de conflictos importantes que abarcaron a toda la sociedad (II). Si se describe a las generaciones como comunidades de la memoria, entonces, en el caso del monumento de Berlín, es posible marcar también la dimensión artístico-estética como propiamente

    generacional y trazar la socialización de una interpretación del pasado depen- diente de la edad biológica (III). Este proceso cobra un significado especial, ya que con él se establece en Alemania definitivamente una perspectiva de la me- moria identificada con las víctimas (IV).

    La cognición de que nuestra memoria es social tiene una importancia relevante para el entendimiento de procesos de memoria.^ El ser humano adquiere una memoria en el marco de su socialización. Los recuerdos se producen y se esta- blecen mediante procesos interactivos y comunicativos. Se memoriza lo que se comunica. Nuestra memoria tiene un marco social; se relaciona con los dife- rentes grupos y medios a los que pertenecemos. No hay memoria "fuera de los marcos referenciales de los que los seres humanos ubicados en la sociedad se sirven para fijar y reencontrar sus recuerdos".'

    Si este marco cambia, si dejamos atrás un grupo social específico, las relacio- nes relevantes se pierden y los recuerdos se desvanecen; u olvidamos cosas y acontecimientos ya conocidos. Si un grupo cambia, si sus condiciones de vida cambian, entonces se deshace de ciertos recuerdos y agrega nuevos que corres- ponden mejor al nuevo marco social. Tales reestructuraciones se relacionan con la referencia fuerte de nuestra memoria al presente. Además, subrayan que no reconstruimos nuestro pasado, más bien nos formamos una imagen de él. A diferencia de la idea anticuada según la cual nuestro cerebro archiva todo lo percibido y lo hace disponible, hoy en día predomina una concepción interdis-

    ' Maurice Halbwachs, La cadra soaaux de la mémoin, París, Akan, 1925; Halbwachs, La mémoitt colkc- /nr.Paris, PUF, 1951.

    ' \\3&íV2iA&, La memoria y sus dOerminantessoáaks, p. 121.

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    ciplinaria y constructivista. Si tratamos procesos de la memoria, también hay que hablar de una creación de sentido y de un trabajo de identificación. El que

    se acuerda quiere saber quién es. Eso no sólo es válido para el individuo sino también para el grupo social. La relación entre la memoria individual y la colec- tiva no se acaba con la idea del todo y de sus partes. Sí es cierto que sólo los in-

    dividuos disponemos de una memoria neuronal; al mismo tiempo, empero, "cada memoria colectiva [...] tiene como portador a un grupo temporal y espa- cialmente limitado".** No obstante, frecuentemente surge la impresión de que también los colectivos pueden ser sujetos de recuerdos. Esta tendencia se muestra especialmente intensa cuando se trata de monumentos nacionales con un potencial de identificación muy alto. Pero los colectivos no pueden pensar, ni actuar, ni tampoco se acuerdan, como los individuos, de acontecimientos pa- sados. Más allá de la metafórica de una memoria colectiva, se trata de entender la memoria individual como una memoria producida socialmente y en cambio constante debido al enfrentamiento con las relaciones sociales. La pertenencia a diferentes grupos, siempre en movimiento, otorga una signatura colectiva a nuestra memoria y, a la vez, la unión única entre las distintas influencias colecti- vas determina su individualidad. "Cada memoria individual", señala Maurice Halbwachs, "es un 'mirador' hacia la memoria colectiva; este mirador se trans- forma según la posición que ocupamos en él, y esta posición se transforma se- gún las relaciones que yo mantengo con los otros medios."^ Cada grupo social tiende a desarrollar formas de cultura conmemorativa.'" Hasta unas relaciones relativamente sueltas constituyen comunidades de la memoria más o menos desarrolladas. El hacer presente el pasado hay que interpretarlo como una fic- ción de continuidad específicamente grupal (Maurice Halbwachs); un grupo crea mediante la referencia al pasado una oferta de identidad colectiva." Pre- tende "construir y asegurar lugares que no sólo sirven como escenarios de sus

    * Halbwachs, IM memoria colectiva, p. 73. V¿¿/.,p.31. '" Cf. Jan Assmann, La memoria cultural. Escritura, memoria e identidad política en las culturas altas antipas

    (Das kulcurelle Gedachtnis. Schrift, Erinnerung und politische Identitat in frühen Hochkulturen), Munich 2002, p. 30.

    '' Cf. John R. Gillis, "Memory and Identity: The History of a Relationship", en: Gillis (ed.), Commemo- rations. The Polines of National Identity, Princeton 1994, p. 3-24.

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  • I i formas de interacción, sino también como símbolos de su identidad y como puntos fijos para su memoria. La memoria necesita lugares, tiende a la espacia- lización. [...] La memoria colectiva se aferra a sus portadores y no es transferi-

    ble. Quien participa en ella testimonia de este modo su pertenencia al grupo".'^ La memoria colectiva no es ninguna entidad fija. Surge y se transforma en

    medio del proceso de la praxis cultural. Se sirve para ello de comunidades de técnicas específicas; en primer lugar, el almacenamiento lingüístico. Pero a pesar de su importancia fundamental para la creación de sentido e identidad, también las culturas escritas se caracterizan por mnemotécnicas "orales", como el rito y la fiesta. Ya existe -sobre todo gracias a la recepción de estudios de la antropología cultural y social-'-* una investigación bastante extensa y analítica-

    mente exigente acerca de la cultura de los monumentos y las fiestas,''* la que ilustra que cada sociedad necesita un "coherente sistema expresivo" simbólico, para desarrollar y mantener relaciones sociales estables.''' Los actos simbólicos y el trazado de fronteras tienen como objetivo ordenar las experiencias del ser

    '^ Assmann, La memoria cultural, p. 39. '■' Cf. Marx Douglas, Ritual, Tabú und Korpenymbolit. Soáalantkropoloffsckt Studim in Indmtrie^sellschaft

    undStamtmsMturiKao, tabú y simbolismo corporal. Estudios socio-antropológicos en sociedad industrial y cultura tribal), edición de bolsillo alemana, Frankfurt, 1986; Víctor Turner, Das Ritual. Struktur und\nti- Struttur(^\ rito. Estructura y ami-estructura), edición alemana, Frankfurt, 1989.

    '■' Cf. por ejemplo: Manfred Hettiing y Paul Nolte (eds.), Biirgpliche Feste. Symbolische Formenpolitischen Handeins im 19. Jahrhundert (Fiestas burguesas. Formas simbólicas del actuar político en el siglo XIX), Gotínga, 1993; Reinhan Koselleck y Michael Jeismann (eds.), Derpolitische Totmtult. Kriegmknhndlerin der hiodeme (El culto a la muerte político. Monumentos al soldado en la modernidad), Munich, 1994; Andreas Dorner, PolittséerMythos und symbolische Politik. Der Hermannmydios: ¡sur Entstehungdes Nationalbeviusstseins der Deutsdien (Mito político y política simbólica. El mito de Hermann: acerca del surgimiento de la conciencia nacional de los alemanes), Reinbek cerca de Hamburgo, 19%; Fríedmann Schmoll, Verewigfe Nation. Studien zur Erinneninpkulturvon Reich und Einzelstaat im württembergjschen Denkmalkult des 19. Jahrhunderts (Nación inmortalizada. Estudios acerca de la cultura de la memoria de Imperio y Estado en el culto de los monu- mentos wurtcnberguense en el siglo XDC), Tubinga y Stuttgart, 1995; Ute Schneider, Festkultur im 19, Jahrhundert. Die Rheinprovinz von derfranzosischen Zeit bis zum Ende des Ersten WeMriegfs 1806- /?/

  • I I humano. Sin este sistema de orden la comunidad se desharía o se encontraría en medio de una discusión continua acerca de la imagen de sí misma. Al lado de la fiesta, el rito o el baile, el monumento es una forma de expresar la memo- ria colectiva. Bajo el término monumento se entiende, según Nipperdey, un símbolo que "hace tangible un estado cognitivo político, religioso, cultural e histórico". Los monumentos son "obras que surgen de una gran cantídad de propuestas rivales y decisiones; son productos que esencialmente pretenden poseer un tipo especial de publicidad y continuidad".'^ Los monumentos se dedican, frecuentemente desde la Ilustración, a seres humanos que encontra- ron una muerte violenta, por ejemplo las víctimas de la guerra o los soldados "caídos". El culto político a la muerte es una parte esencial del repertorio cul- tural y, con ello, de nuestra memoria colectiva. Los monumentos conmemoran la victoria o la muerte violenta; pretenden que los acontecimientos obtengan continuidad imaginativa. Reinhart Koselleck habla, en relación con los monu- mentos a los soldados, de "creaciones de identidad de los sobrevivientes". A pesar del gran número de motivos y acontecimientos históricos, de cambios en la comunidad y de revoluciones sociales, las formas y la iconografía del culto político a la muerte han permanecido relativamente inmutables en el transcur- so de los siglos. "Siempre se muere de manera violenta, las formas de la memo- ria permanecen limitadas", así lo dice Koselleck sobriamente.'^ Los monumen- tos no dependen de un lugar histórico. Por el contrario: ellos producen el lugar conmemorativo y, de esta manera, crean un aura propia de lo auténtico. Es deci- sivo que un monumento no se represente a sí mismo. El monumento, el rito y el mito se refieren uno al otro y constituyen un "espacio vital".'* No se trata de lo específico del lenguaje simbólico, sino también de "lo que da vida al símbolo

    '*Thomas Nippendey, "Nationalidce und Nationaldenkmal in Dcutschland im 19. Jahrhunden" (Idea nacional y monumento nacional en el siglo XDC en Alemania), en Nippendey Gesellschaft, Kultur, Theorie (Sociedad, cultura, teoría), Gotinga, 1976, p. 133-173, cita p. 133.

    " Reinhart Koselleck, "Einleitung" (Introducción), en Koselleck y Jeismann, El culto a la muerte política, p. 10.

    " Cf. Manfred Hettiing, "Erlebnisraum und Ritual, Die Geschichte des 18. MSrz 1848 im Jahrhunden bis 1948" (Espacio vital y rito. La historia del 18 de marzo de 1848 durante el siglo hasta 1948), en Historische AnAropohgjuS (1997), cuaderno 3, p. 417-434.

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  • I i y su uso"." El acontecimiento referencial se hace presente de manera especí- fica cuando se visita el monumento y se participa en fiestas conmemorativas y anuarios; se hace presente en la comunidad y, además, públicamente; por ende también cada uno lo vive y experimenta ritualmente. El individuo no recuerda un acontecimiento pasado que él, recuerda normalmente, ni siquiera ha vivido; el rito comunitario de la memoria es el meollo. Se trata de una experiencia co- munitaria relacionada con el presente y con una referencia al pasado, la que, mediante la repetición regular, debe hacer experimentabas la continuidad y la identidad. El actuar ritualmente produce una conexión emocional, o la actua- liza, y, al mismo tiempo, la pasa a los que nacieron después. Por ende, la memo- ria colectiva no sólo abarca los actos simbólicos, se caracteriza también por la experiencia comunitaria y la conexión afectiva.

    Los colectivos no tienen memoria propiamente dicha, ya que carecen de una base neuronal. Sin embargo, surge la pregunta acerca de los portadores de los procesos conmemorativos sobre-individuales, es decir, los actores sociales. El discurso casi estereotipado de la memoria colectiva o cultural fomenta muchas veces la impresión de que toda la sociedad participa en ella, erigiendo mo- numentos, celebrando fiestas u organizando procesiones. En caso de duda, los sujetos involucrados permanecen anónimos, como masa. Sin embargo, el pro- cedimiento de la representación simbólica es mucho más complicado y, a final de cuentas, sólo puede describirse como proceso discursivo. Tiene que ver con una actuación social en la que participan grupos diferentes con intereses y ta- reas distintos. El número y la profesionalidad de los portadores de la memoria varían; a veces son especialistas o élites, a veces unidades sociales más peque- ñas que resultan ser especialmente capacitadas, o piensan sedo, para iniciar u organizar el memorizar colectivo. Probablemente disponen de un saber espe- cial, o de capacidades extraordinarias, los que justifican su rol destacado. Puede

    '* Cf. Cltfford Gecnz, Didu BesánibuHg. BeitrSge XMm Verstehen kuUunUer Sysumt (Descripción densa. Contribuciones para entender los sistemas culturales), 2* edición, Frankñirt, 1991, p. 193.

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    tratarse de un museo o de un grupo folclórico; normalmente son pocos actores y tienen formas múltiples de participación, especialmente en los medios masivos. Por ende, la memoria colectiva es básicamente un acontecimiento

    comunicativo. Mientras que la "clase" y la "capa social" ya son aceptadas como categorías

    conmemorativas, poco se ha recurrido, en este contexto, al concepto generacio- nal. En la investigación sobre las generaciones se distingue generalmente entre generaciones políticas y familiares. Estas últimas denominan la generacionali- dad progresiva y, con ello, marcan una medida temporal "en el proceso de re- producción de la especie humana".^" Las generaciones políticas, por otro lado, remiten a actores sociales unidos gracias a un efecto supuestamente idéntico producido por las condiciones de socialización, por una manifestación específica del pensar, sentir y actuar. Se trata de modelos de sentido, actuación e inter- pretación específicos para cierta edad biológica, los que se aceptan como con- dición para el surgimiento de la comunidad. Los investigadores de las ge- neraciones ven en "su" categoría -trátese de una de diferenciación, o de una herramienta para la periodización- la clave para el aceleramiento de la Historia y, por ende, afirman que pueden explicar el desarrollo histórico mediante la conexión reversa con los modelos de comportamiento de los actores sociales.

    El término "generación" satisface, además, la necesidad individual de una orientación social, de una espacialidad temporal y de una conexión colectiva. La coordinación generacional refleja una identidad concreta, ya que ofrece un lugar definido en medio de la sociedad, el cual, adicionalmente, abarca un re- pertorio específico de actitudes y comportamientos. Si, en este sentido, se parte de una estructura uniforme de percepción y conciencia de los miembros de una generación, entonces esta signatura compartida incluye una interpretación del pasado propia de un grupo de edad. Por ende, las generaciones también pueden entenderse como comunidades del memorizar y del narrar, las cuales tienen una perspectiva específicamente grupal ante los acontecimientos pa- sados, y la comunican a toda la sociedad, en competencia con o como suple-

    ^" Cf. Manfred Riedel, "Generarion" (Generación), en Historisdes Wortertmch der Philosopkie (Diccionario histórico de la filosofía), tomo 3, Basilea, 1974, columnas llA-Zn.

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    mentó de otras propuestas. Esta perspectiva se relaciona estrechamente con la secuencia de las generaciones, es decir, con un concepto generacional familiar. Algunos psicoanalistas subrayan, refiriéndose a Sigmund Freud, la "herencia sentimental", el así llamado "encajar una con otra de las generaciones" {Ineinanderrückung der Generationen)}^ Se trata de identificaciones que consti- tuyen una conexión negativa entre ellas. "Ninguna generación" -señala la psicoanalista Erika Krejci- "es capaz de esconder acontecimientos psíquicos importantes ante la siguiente."^^ Transgeneracionalidad quiere decir el pasar contenidos conflictivos, no asimilados, a la siguiente generación debido a una des-identificación no practicada. Los modelos de la memoria y los esbozos del pasado se ven involucrados en ello.

    Desde hace algunos años existe, en este contexto, un interés continuo en la generación del 68. El núcleo de este grupo lo forman los que nacieron durante y después de la guerra (aprox. 1935-1950), los que se etiquetan -según la orien- tación científica- como "hijos de los delincuentes" (.Táterkinder) o "hijos de la guerra" {Kriegskinder)P Ambas denominaciones se escogieron de manera in- feliz. Sin embargo, parece haber un acuerdo acerca del hecho de que en la era bélica y posbélica existían condiciones estructuralmente similares para el deve- nir del sujeto. A esta constelación específica de condiciones pertenecen, entre

    ■' Cf. Haydée Faimberg, "Die Ineinanderriickung (telescoping) der Gencrationen. Zur Genealogie gewisser Idcnüflzierungcn" (El encajar una con otra de las generaciones. Acerca de la genealogía de ciertas identificaciones), en Jahrimch der Psychoanahfse 20 (1987), p. 114-142.

    ^^ Erika Krejci, "Innerc Objekte. Über Generationenfolge und Subjektwerdung. Ein psychoana- lytischer Beitrag" (Objetos interiores. Sobre la secuencia de las generaciones y el devenir del sujeto. Una aportación psicoanalítica), en Jureit y Wildt, Gmeraáotus, p. 80-107, cita p. 103.

    " Cf. Martin S. Bergmann, Milton E. Jucory, Judith Kestenberg (eds.). Hijos de las víctimas-hijos de los delinauntes. ft///o/ora

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    otras, la muerte o la ausencia de personas cercanas, especialmente de los pa- dres; una masiva experimentación de violencia, propia o imaginaría; una falta existencial de aprovisionamiento económico, emocional y social; y la desvalo- rización de modelos familiares y comunitarios. La lista podría continuar. Parece evidente, en este contexto, que tales constelaciones influyan en el desarrollo de la identidad, dado que limitan la separación de la representación interior paterna. Se trata obviamente de un proceso que, desde una perspectiva psico- analítica, no es específico en absoluto de este gmpo. No obstante, es significa- tivo que se relacionen con unos padres que habían pertenecido a los actores sociales y, con ello, a los agentes responsables durante el nacionalsocialismo. Se trata de formas múltiples de participación o cooperación. Una importancia destacada recae, sin embargo, sobre la cuestión de la violencia practicada, tole- rada o imaginada. La política destructiva, el terror y la guerra marcan un grado de destructividad que se había separado de cualquier convención social, que apenas conocía, o aceptaba, limitaciones; y todo ello independientemente de las barreras generacionales. La herencia de la violencia desenfrenada es una catástrofe, tanto individual como institucionalmente. No importa cómo haya sido, de caso en caso, el comportamiento concreto de la "primera" generación; sus hijos los experimentaron o imaginaron frecuentemente como preparados para la violencia; la negación de los crímenes cometidos parecía exclusivamente servir para rechazar la propia culpa y, con ello, reafirmar el pasado violento. Cuanto menos se conocía sobre las situaciones vitales concretas, sobre la orga- nización y la práctica del terror y de la persecución, cuanto menos la nueva ge- neración sabía sobre el Holocausto y sus actores responsables, tanto más se sos- pechaba de la "generación involucrada" {Erlebnisgeneration). "No confíes en nadie de más de 30" -eso también habla de un miedo profundo ante los pro- pios padres-.

    Quien se identifica con unos padres de este modo sospechosos, se enfrenta a conflictos internos enormes. La ocupación con las víctimas constituye un

    intento de alejar a los delincuentes reales e imaginados y, al mismo tiempo, de calmar las propias ambivalencias respecto a unos padres odiados y amados a la vez. Sin duda, la reconstrucción del pasado nacionalsocialista y el reconoci-

    miento de millones de víctimas de la política destructiva pertenecen a los logros

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    destacados de los hijos de la guerra, aunque también otros hayan participado en esto. De este modo se expresa también, aparte de la importancia política y so- cial de romper el silencio acerca de los asesinatos masivos y los campos de des- trucción, el intento de escapar de las propias conexiones emocionales con la generación involucrada. Christian Schneider denominó el acercamiento a las víctimas convincentemente como "contra-identificación".^"* Esta relación con las víctimas fue más que un reconocimiento y un homenaje atrasados a los ase- sinados; no sólo se trató de "solidaridad" como los estudiantes lo denominaban; se sentían ellos mismos como víctimas. La fórmula delincuentes-víctimas se refirió, en los años 60 y 70 del siglo XX, no sólo al pasado; la generación nueva se imaginaba como víctima de un sistema fascista en la ahora República Fede- ral Alemana, en el cual ellos eran los perseguidos y se sentían como "judíos".

    Aparte de esta identíficación con las víctimas, cuya dramática casi no puede superarse, también la "tesis de la singularidad", defendida con rigorismo moral, puede leerse como una estrategia psicológica para rechazar la herencia de la violencia desenfrenada.^^ Para escapar a la identificación con los padres, perci- bidos como "delincuentes", la "segunda" generación escenificó la ruptura ge- nealógica. Dado que se pensaba que sólo así sería posible delimitarse y consti- tuirse como generación nueva y, por ende, inocente, tal reinicio necesitó de una legitimación muy especial. El que quiere lo imposible, es decir, salirse de la secuencia de las generaciones, tiene que argumentar con la singularidad de Auschwitz. El asesinato masivo de judíos europeos no sólo marca una ruptura civilizadora, sino también, en la percepción de los que nacieron después, una ruptura generacional o, mejor dicho, un final genealógico con un reinício mo- ral. Christian Schneider describió esta relación convincentemente: "La 'tesis de la singularidad' tiene importancia porque sólo con su ayuda puede cobrarse la suma moral completa que asegura la importancia de la segunda generación como cohorte fundadora de un reinicio generacional surgido del conocimiento

    ^* Cf. Christian Schneidct, "Der Hokxaust aU Gcnciadonsobjekc" (El Holocausto como objeto genera- cional), en Mitteheeg 36,13 (20O4), cuaderno 4, p. 56-73, especialmente p. 68ss.

    " No se trata de la cuestión acerca de si el supuesto de la singularidad puede justificarse científica o motalroente, o acerca de si es adecuado. Se trata, al contrario, de saber qué ñinciones puede llevar a cabo y para qué puede ser usado.

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    y del sufrimiento. Si se cayera el supuesto de la singularidad, faltaría al mismo tiempo una condición referencial decisiva para su auto-ubicación."^''

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    Entonces, la obligatoria identificación con las víctimas y el supuesto de la sin- gularidad, defendido de manera dogmática, pueden entenderse como dos figu- ras conmemorativas de los nacidos durante y después de la guerra. Sigue siendo necesario explicar, ante las relaciones transgeneracionales, cómo tal concepto conmemorativo identificado con las víctimas había sido política y socialmente competitivo en los años 90.

    El debate público acerca de la construcción del monumento no estuvo, en absoluto, libre de contradicciones; aun así, se logró arraigar la identidad de un contexto generacional intensamente afectado, aunque, gracias a una ruptura generacional, moralmente intachable, más allá del propio grupo referencial.^'' Si se entiende esta discusión como proceso comunicativo colectivo, se entenderá que a través de ella se realizó la socialización de un esbozo generacional del pasado. Fue característico de este proceso el conflicto acerca del uso del terreno Príncipe Albrecht en Berlín, donde, durante el nacionalsocialismo, tuvieron su sede la central de la Gestapo, la dirección de las SS y la Oficina Principal para la Seguridad Nacional {Reichssicherhátshauptamf). Desde 1987 se podía ver ahí la exposición provisional "Topografía del Terror", y se esperaba una decisión acerca de cómo usar a largo plazo este lugar, tan emblemático para las instancias de terror del "Tercer Reich". La propuesta de construir precisamente allí un monumento para los judíos asesinados de Europa causó polémica. El antiguo terreno de la Gestapo tenía que "convertirse en un lugar, donde pueda reflexio- narse sobre los delincuentes, sobre las estructuras en medio de las cuales traba-

    ^'' Schneider, El Holocausto como objeto gpieraáonah p. 71. " No es necesario, por ende, aunque sí de un interés especial, que todos los actores, que habían apo-

    yado la realización del monumento, se entiendan o puedan interpretarse mayoritariamente como "genera-

    ción del 68". Mucho más importante es mostrar que las figuras conmemorativas mencionadas no son especí- ficamente generacionales, sino que están arraigadas en toda la sociedad.

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    jaban y sobre la supervivencia de esas estructuras. Un monumento no puede resolver esta tarea".^** El conflicto alrededor del sitio fue, hasta la caída del Mu- ro, cuando surgieron, finalmente, otras posibilidades, la cuestión central acerca de cómo se debía manejar la historia de los delincuentes, muy presente en Berlín.

    La intención de construir en semejante lugar un monumento, sin integrar las instancias centrales del terror y los diversos grupos de delincuentes y, de este modo, sin tomar en cuenta la responsabilidad específicamente alemana, aclara el lado problemático de una identidad victimaría sólo prestada. El monu- mento "puro" para las víctimas judías, como lo habían exigido los iniciadores, en el "país de los delincuentes" sólo podría obtenerse si una parte esencial del pasado nacionalsocialista se escondiera. En Alemania puede pensarse en las víctimas del nacionalsocialismo sólo a manera de un recuerdo negativo.^^

    Otro conflicto central en medio del debate alrededor del monumento lo constituyeron los enfrentamientos entre la Iniciativa ciudadana/Fundación y el Consejo Central de los Sinti y Roma alemanes {Zentralrat deutscher Sinti und Roma), así como otras representaciones de víctimas. Se trataba de la exigencia de la Iniciativa de construir un monumento conmemorativo sólo para los judíos asesinados de Europa, sin incluir a los otros perseguidos y asesinados. Esto se justificaba con el argumento de que un monumento debe ser lo suficientemen- te especificado y diferenciado. El conflicto hizo del supuesto de singularidad el objeto de una amplia discusión pública, la cual aclaró las connotaciones emocio- nales del debate alrededor del monumento, debido tanto a su intransigencia e histeria como a sus exageraciones. La tesis de la singularidad formaba el núcleo emocional de una generación tardía que deducía de ella la imagen de sí misma y que, intrínsecamente, creía poseer el monopolio interpretativo del Holocausto.

    ™ Toma de posición del Museo Activo acerca de la propuesta de un Monumento conmemorativo del Holocausto sobre el área de la Gestapo, del 28 de abril de 1989, en: Iniaativa áudadana, documenUuión, p. 54- 58, cita p. 56.

    " Cf. Rcinhan Koselleck, "Formen und Tradionen des negativen Gedáchtnisscs" (Formas y tradicio- nes de la memoria negativa), en V'olkhard Knigge y Norbert Frei (cds.), Verbnchen erinium. Dit Auseinan- dersetzungmit Holocaust und Voy>or>/(Memorizar los crímenes. El enfrcntamienio con el Holocausto y el genocidio), Munich, 2002, p. 21-32.

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    La identificación con las víctimas y la tesis de la singularidad no sólo influ- yeron en el debate social acerca del monumento, también lo hicieron en la decisión estética. El cómo se refleja la interpretación del pasado específicamen- te generacional en el esbozo, escogido y ahora ya realizado, del arquitecto Peter Eisenman, es instructivo. En la descripción del proyecto, realizada en 1997/98 por Eisenman y Richard Serra, se puede leen "Nuestro Monumento está en el contexto de lo inimaginable, de lo banal. El esbozo sugiere que un sistema supuestamente racional y ordenado pierde la conexión con la razón humana cuando pierde sus medidas y su proporción respecto al objetivo intencionado. [...] Nuestro proyecto manifiesta la inestabilidad inherente a un sistema, en este caso a un rasero racional y su disolución a través del tiempo. [...] Con ello se crea un lugar de la pérdida y de la devoción, que es recuerdo."^"

    El "campo ondulante de estelas" {wogende Stelenfeld) se había planeado ori- ginalmente con aproximadamente 4000 columnas de concreto, cada una de 0.92 m de ancho y 2.30 m de longitud. La altura variaba hasta un máximo de 7.50 m. Las columnas que, en la primera versión, tenían una inclinación ver- tical de hasta 3 grados, debían estar a 0.92 m de distancia una de otra, de modo que "sólo permitieran el paseo individual a través del rasero". Eisenman y Serra relacionaron su obra con un cementerio judío, especialmente con el de Praga. Sin embargo, el campo de las tumbas aumentaba y se exageraba, ya que, ante el asesinato masivo, el recuerdo de una muerte individual se anula. Un gran número de expertos, comentadores y observadores juzgó el esbozo del proyecto como abstracto, abierto y arquitectónicamente innovador. Era un "reto atrevi- do" (James Young) que no reconciliaba a millones de judíos con el asesinato masivo sino que los hacía perder la orientación. Mientras que la descripción del proyecto podía leerse como un intento convincente de no sólo expresar simbólicamente una sacudida y una confusión civilizatorias sino de hacerlas espacialmente experimentables, en la recepción dominaba una percepción diferente. Esto también tiene que ver con los comentarios del arquitecto.

    *" Peter Eisenman y Richard Serra, "ProjektentwurT (Esbozo del proyecto), en Heimrod, El debate sobre el Monummio, p. 881-882.

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  • I i En 1998, Eisenman declaró en una entrevista: "La gente se dará cuenta de que esto ofrece una experiencia espacial diferente a todos los otros lugares que co- noce. Lo que quisimos hacer era, quizá, dar a las personas por un momento la idea de cómo podría ser estar sobre un puesto perdido, cuando el piso tambalea bajo los pies, cuando se está aislado del entorno."""

    El visitante debe atravesar por una experiencia sensitiva, debe sentir en el propio cuerpo "el terror de la soledad", debe percibir cómo se siente ser una víctima. Eisenman fue más claro: "Si dentro de 50 años viene un turista japo- nés que no sabe nada del Holocausto, sentirá algo cuando pise el Monumento: quizá percibirá cómo se siente entrar en la cámara de gas."^^ Esta declaración no podría ser más representativa para todo el proyecto del monumento. La "se- gunda" generación elige como expresión simbólica la simulación arquitectónica de la muerte en Auschwitz. Aquí se revela todo el potencial minimizador de este concepto memorativo generacional. Y aquí inicia la crítica, para muchos sorprendentemente clara, de Paul Spiegel, el entonces presidente del Consejo Central de los Judíos en Alemania. En su discurso inaugural del 10 de mayo de 2005 Spiegel declaró que "hubiera sido deseable tematizar los motivos de los delincuentes en el Monumento para, de este modo, posibilitar un enfrenta- miento inmediato con el hecho y sus responsables".•'•' Ya antes el "campo on- dulante de estelas" había recibido críticas. Los cambios debidos al debate político y social habían previsto, entre otras cosas, unos árboles al margen del terreno, así como un espacio libre para acontecimientos conmemorativos y, durante cierto tiempo, un centro para exposiciones e investigaciones, inclusive una biblioteca. No todo lo que se había propuesto, efectivamente, se realizó. Resulta obvio que se pensaba que era necesario suavizar significativamente la sacudida escenificada: el visitante sí debía sentirse, al pasar por el campo de estelas, como víctima, mas no debía experimentar miedo.

    ^' Cf. "Entrevisu con Peter Eisenman y Richard Serra", en Taz del 20 de enero de 1998. ^' Cit en Robert von Rimscha, "Ich will einen Runden" (Quiero a un cliente), en Tag^sspi^láe\ 14 de

    junio de 1998. -" El discurso de Paul Spiegel puede leerse en la página web del Consejo Central de los Judíos en

    Alemania: http://www.zentralratdjuden.de/de/atTicle/289.html [7.5.07]

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    IV

    Con el Monumento de Berlín se concretizó -literalmente- una perspectiva me- morativa identificada con las víctimas. Representa una cultura conmemorativa que apenas se enfrenta a los aspectos contradictorios y emocionalmente ambiguos del recordar, que se concentra en un memorizar orientado hacia la reconciliación. Esta perspectiva provoca un malestar muy marcado. ¿Qué tene- mos que recordar y cómo; qué no debemos olvidar.-' Friedrich Nietzsche califi- caba el recordar como una carga para el ser humano, el cual no está atado a "la estaquilla del momento" sino que corre ligado a la larga cadena de la memoria. Un ser humano que no puede olvidar es como alguien privado del sueño: "Hay un grado de insomnio, de rumiar, de sentido histórico que hace daño a lo vivo y, finalmente, lo acaba, trátese de un ser humano, de un pueblo o de una cul- tura.""^ Sin duda tiene razón Heinz D. Kittsteiner cuando subraya que Nietzs- che condenaba así una experiencia específica del siglo XIX.^^ No obstante, la reflexión de Kittsteiner sobre la memoria está bajo la impresión de un debate tipo borrón y cuenta nueva que remite a Nietzsche, por lo cual su rechazo pro- bablemente resulta demasiado generalizado, ya que no es necesario suscribir el himno nietzscheano al olvido para sacar provecho de sus reflexiones sobre el inconveniente de memorizar. Lo que le importa es cierta calibración, una can- tidad del memorizar que le parece dañina. Se trata de un memorizar nivelado y estereotípico, del rumiar permanente, de tapar la historia con el pathos y el sentimentalismo, de demasiado sentido y moral. El agotamiento y el aburri- miento caracterizan la cultura memorativa alemana, la cual actualmente se encuentra en medio de algo así como un detenimiento veloz.

    En una ocasión Jürgen Habermas denominó la función del memorizar como la refutación de la "normalidad sin grietas de lo que se ha impuesto".^ En este

    ■" Cf. Friedrich Nietzsche, Xom Nutaen und Naditheil der Historie fiir das Leben (Sobre el provecho y el inconveniente de la Historia para la vida). Edición crítica, Munich, 1988, p. 250.

    ■" Cf. Heinz D. Kittsteiner, "Vom Nutzen und Nachteil des Vergessens ftir die Geschichte" (Sobre el pro- vecho y el inconveniente del olvidar para la Historia), en Kittsteiner, Out of control. Üherdie Umxrfü^rkeitdes Ustorischen Prozesses (Out of control. Sobre la indisponibilidad del proceso histórico), Berlín, 2(K)4, p. 217-251.

    ^ Jütgen Habermas, Eine ArtSdadensabmctlungi,\}n tipo de liquidación de daños), Frankfurt, 1987, p. 175.

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    sentido, la memoria ocuparía un papel reacio en el proceso de historización, dado que cuestiona la nivelación racional de rupturas y contradicciones histó- ricas, insiste en que cualquier historización y cosificación exitosas pierden de vista ciertos aspectos de la historia porque generalizan y racionalizan; pregunta por el excedente emocional, por lo que no puede ordenarse, ni objetivarse, ni clasificarse. Con ello no se genera un derecho al veto, tampoco un diagnóstico del presente en reversa, sino un potencial innovador que, gracias a la multipli- cidad y heterogeneidad de las experiencias históricas, formula preguntas incó- modas. Preguntas que no sólo memorizan a los vencidos de la historia y sus sufrimientos, las desgracias cometidas en nombre de la civilización, sino que también insisten en lo que no pudo incorporarse durante el ordenamiento ne- cesario, pero siempre retrospectivo, de la historia, en lo que fue excluido de las narraciones y argumentaciones porque no cabía en las categorías interpretativas y parámetros conceptuales escogidos, o porque éstos ya no eran adecuados. Me- moria en el sentido de una "tradición peligrosa" (Johann Baptist Metz) porque cuestiona nuestras evidencias y construcciones identitarias obtenidas penosa- mente: de una memoria de este ú^ hacia delante, más irritante que moralizante, está muy lejos nuestra cultura conmemorativa actual. En ésta predomina la abs- tracción de una retórica de la indignación y consternación, se reproduce y ru- mia; la ruptura, que supuestamente se memoriza, ya ha sido nivelada, hace mu- cho, por la confesión de un convencimiento moralmente intachable. No en balde los alemanes tienen, mientras tanto en todo el mundo, la fama de ser los campeones olímpicos de la consternación.

    Mientras que las advertencias de un olvido inminente del Holocausto, del peligro de una represión y de un ocultamiento colectivos tuvieron importancia en la historia alemana de la posguerra, la problemática actual ya no consiste en una amnesia colectiva. Desde hace más de veinte años, el nacionalsocialismo y, muy especialmente, el Holocausto forman parte de los acontecimientos refe- renciales centrales, a los que una auto-tematización colectiva puede recurrir cuando se trata de describirse a sí misma. La idenrificación retroactiva con las víctimas, el reconocimiento de y el comprender sus sufrimientos ha sido un paso irrenunciable en la multicitada asimilación del propio pasado. Ha sido y es necesaria tal emotividad para reconocer lo acaecido como crimen, para respon-

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    sabilizar a los involucrados por sus acciones. Sin embargo, esta empatia y esta compasión parecen motivadas por la necesidad, especialmente de la "segunda generación", de pertenecer a los buenos de la historia. Se ha desarrollado de eso, no sólo individualmente, sino también socialmente, un tipo de identidad prestada, una identidad que sí abraza a las víctimas, pero que, al mismo tiempo, relega al anonimato a los delincuentes y sus acciones, o los aleja mediante ge- neralizaciones. Así, esta cultura conmemorativa ha perdido su potencial peli- groso y subversivo, es precisamente "un lugar al que se va con gusto" (Gerhard Schróder). Una cultura conmemorativa identificada con las víctimas sirve, en primer lugar, para definirse a sí mismo ubicado en el lado correcto, no duele a nadie, menos a uno mismo.

    Este callejón sin salida de la política conmemorativa tiene como consecuen- cia no sólo un malestar masivo, sino también la pérdida de nuestra sensibilidad para las diferencias entre historiografía y actos conmemorativos. Dado que la investigación histórica pretende el conocimiento y tiene que enfrentarse a las condiciones del saber y de su realización, dado que, de este modo, debe subor- dinarse a ciertas estandarizaciones del conocimiento sistemático, normado y comprobable, un factor constitutivo básico del pensar científico consiste preci- samente en dudar de manera sistemática de la validez ilimitada de las afirma- ciones.^^ Su normatividad y el cuestionamiento discursivo de puntos de vista científicos caracterizan el acercamiento historiográfico al pasado, por lo menos en teoría. La memoria en el sentido de conmemorar, por otro lado, no pretende el conocimiento, sino la identidad y la existencia. Peter Novick aclaró esta dife- rencia, recurriendo a Maurice Halbwachs, de manera clara: "En cierto sentido, la memoria colectiva es más bien ahistórica o inclusive antihistóríca. Entender algo históricamente significa estar consciente de su complejidad, tener la dis- tancia suficiente para verlo desde varias perspectivas, aceptar la ambigüedad (también la ambigüedad moral) de los motivos y las actitudes de los protagonis- tas." La historiografía, según Novick, toma en serio la dimensión temporal.

    " Cf. Jóm RUsen, Historische Vemunft. Grundxüge liner Historik 1: Die Grundlagen der Gesckiditsmssensckaft

    (Razón histórica. Los delineamientos de una Historia I: Las bases de la historiografía), Gotinga, 1983; Wolfgang Hardtwig, GesdiidttskulturundWtsstnsckaftif^wXwa^ histórica y ciencia), Munich, 1990.

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    reconoce la historicidad de las condiciones que se diferencian de las que valen actualmente. La memoria, por otro lado, simplifica, sólo se interesa por una perspectiva, escoge del material histórico sólo lo que necesita, y no acepta la ambigüedad. Además, rechaza la diferenciación temporal, niega el pasado de los objetos e insiste en su presente continuo.^^

    No es necesario juzgar los actos conmemorativos tan escépticamente como

    Novick, pero su crítica aclara una cosa: la historiografía y los actos conmemora- tivos tienen una relación esencialmente distinta con el pasado. Se puede dudar tanto de la primera como de la segunda manera de tratar los acontecimientos históricos; pero el problema actual es que la investigación histórica cada vez es menos capaz de diferenciarse de una cultura conmemorativa desbordante. Henry Rousso, conocido sobre todo por sus investigaciones sobre Vichy, agudi- zó esta tendencia:-*^ "Cuando la conmemoración se convierte en un sustituto de religión y exige transformar en dogma la conciencia permanente, ilimitada y universal del crimen cometido, entonces se topa con un callejón sin salida. (...) La moral, mejor dicho el moralismo, no armoniza muy bien con la verdad his- tórica. Para mantener su fuerza constitutiva, manipulará, a final de cuentas, los hechos."

    La cultura conmemorativa alemana tiende a transformarse en una cultura del olvido, la cual, paradójicamente, se caracteriza por su memorizar obligato- rio. Pero, ¿es posible eso: olvidar mediante el recordar.'' Esta pregunta -si el ser humano realmente puede olvidar algo, o sólo se puede hablar de olvidar cuando algo no se había percibido; si, en todo lo demás, tenemos que ver sólo formas de represión, transgresión y transformación- esta pregunta tampoco sabe contestarla de manera sarisfactoria la psicología neuronal, en su papel de ciencia guiadora del siglo XXI. Por eso tenemos que seguir partiendo de la suposición de que el recordar y el olvidar son procesos idénticos. Cuando nos acordamos de algo, escogemos de la variedad ilimitada de lo percibido, lo cual implica que

    '* Cf. Pcter Novick, Nadi dem Holocaust. Der Umgang mi/ dem jVossmmo/atDespués del Holocausto. El manejo del asesinato masivo), edición alemana, Stuttgart, 2001, p. 14.

    ^ Cf. Henry Rousso, The HamntiiigPasl: Hislorj, Memory amlJustia in Contemporarj Frena, Filadelfia. 2002.

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    nuestra atención se aleja de lo que no se actualiza. Si describimos el olvidar como la incapacidad o el fracaso de la memoria, entonces reproducimos la idea popular de que la memoria es por antonomasia un bien valioso. Surge, también aquí, la cuestión del balance: ¿cuánto se necesita olvidar para no volverse loco, cuánto es demasiado.'' Si se trata de la asimilación social después de guerras, revoluciones y asesinatos masivos, la oferta memorativa moral de no olvidar los crímenes, la violencia, las crueldades y el sufrimiento cometidos es una idea decididamente moderna.'**^ Hasta la época moderna había predominado la idea de que un contrato de paz eficiente no funcionaba sin amnistía ni amnesia. Semejante "perdonar y olvidar" como forma de la asimilación del pasado, a más tardar a partir de Auschwitz, es inimaginable. El olvido ha perdido su ino- cencia, pero un recordar decretado de crímenes puede ser, al mismo tiempo, una sutil estrategia de descargo. Es necesario superar la tendencia obsesiva ha- cia el recuerdo directo; entender la historia, también la historia alemana, como un proceso histórico que hubiera podido desarrollarse de otra manera, y, con ayuda de esta ampliación de horizontes, volver a medir el alcance de la memo- ria, si se pretende integrar el asesinato de los judíos europeos en una imagen total {Gesamtbild), en lugar de "calmarlo" mediante la identificación con las vícrimas."" f¿

    *' Cf. Christian Meier, "Erinnem - Verdrángen - Vergessen" (Recordar-reprimir-olvidar), en Meier, Das Versdncinden der Gegfnwart. Vber GeschicJite undPolitik (La desaparición del presente. Sobre historia y política), Munich, 2001, p. 70-95.

    '" Cf. Karl Heinz Bohrer, "Erinnerungslosigkeit" (Ausencia de memoria), en Bohrer, Eistasm der Zeit. Augmblict- Ge^imart- Erinnerung(Éxtasis del tiempo. Momento-presente-recuerdo), Munich, 2003, p. 10-29.

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