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LA IGLESIA COMO COMUNIDAD SANADORAPsic. Martn Perales A.

CONEPDIRECCION DE PROMOCION Y ACCION SOCIAL

PRESENTACINEl presente material pretende ser un documento de trabajo para la tarea de formacin y capacitacin de los pastores y lderes interesados en abordar el tema de la Salud Mental en las iglesias, as como formas de desarrollarlas al interior de las mismas.

Es el primero de una serie de tres artculos que se caracteriza por el privilegio dado al enfoque psicolgico del tema; por ello las citas y referencias que se presentan.

Comprendemos que el tema de Salud Mental se haya desarrollado en diversos espacios, pero la riqueza que encierra el mismo hace necesario su constante acercamiento, mucho ms si ste involucra al ministerio eclesial. El sentirnos parte y partcipes de una comunidad de fe, y nuestras experiencias en ella, no siempre saludables emocionalmente, despiertan el inters de aportar al tema.

El ministerio que venimos desarrollando en el CONEP con nuestras sufrientes Iglesias del Ande, que han venido soportando el impacto directo de la situacin de violencia, hacen necesaria la pronta respuesta de acompaamiento y consolacin emocional del Cuerpo de Cristo, presencia que no siempre se encuentra, por lo que nos sentimos en el compromiso de formar "Bernabs" (Hch.4:36) que quieran asumir la enorme tarea de consolacin y restauracin de nuestros hermanos.

Estos documentos buscan brindar el marco terico, as como herramientas clnicas bsicas, que permitan el mejor cumplimiento de nuestra tarea anhelando ser "obreros preparados para toda buena obra".

I. EL HOMBRE, UN SER EN SOCIEDAD"Y dijo Jehov Dios: no es bueno que el hombre est solo, le har ayuda idnea para l." (Gn.2:18) Con esta afirmacin corta y precisa se determina una de las caractersticas bsicas del hombre: su necesidad de convivir con otros hombres. Slo despus de darle una pareja se llega a la conclusin final de toda la creacin:"Y vio Dios todo lo que haba hecho y he aqu que era bueno en gran manera".(Gn.2:31) El reconocer esta necesidad humana no es patrimonio de teora cientfica alguna, sino que sta trasciende hasta el Creador mismo, quien ve la soledad de su criatura como una situacin inconclusa. El mandato universal, como se le ha dado en llamar, de "fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla..."(Gn. 1:28) tiene implcito no slo la necesidad de subsistencia y continuidad de la especie humana, sino tambin los beneficios que implica el vivir en comunidad. Esta afirmacin es corroborada por las investigaciones realizadas por la Psicologa que, como ciencia estudiosa de la conducta humana, nos permite tener mayores elementos para un anlisis mas completo de la naturaleza y necesidades humanas. Y si bien es cierto que durante mucho tiempo hubo un divorcio entre la Religin y la Psicologa, sta no ha podido ignorar ms las evidencias de un elemento espiritual en el ser humano, teniendo que aceptarlas como una realidad no comprendida en su verdadera dimensin bajo sus propios parmetros; vindose en la necesidad de tender nuevamente un canal de comunicacin con la Religin, recuperando as elementos fundamentales para la comprensin del ser humano. La Religin tambin se ha visto enriquecida en su trabajo pues la informacin que obtiene de la Psicologa le ha permitido ampliar su visin del mismo sujeto de inters, as como tener mayores elementos cientficos que han confirmado en forma categrica lo que venan planteando durante muchos siglos, y que no eran aceptados por no contar con "elementos de juicio aceptables cientficamente". Ahora la Psicologa le permite confirmar y aclarar sus propias posturas asegurando la confiabilidad de las Escrituras mismas. El ejemplo especfico es el tema tratado: la necesidad del hombre de vivir en compaa. Siendo una postura bblica es ampliamente confirmada por las investigaciones psicolgicas que, deseando realizar estudios del desarrollo humano, su desenvolvimiento en el mundo que le rodea y la interdependencia que se da entre el hombre y el mundo externo, se encontraron ante la enorme dificultad que representa hacer este anlisis prescindiendo de las relaciones del individuo con sus semejantes, pues en la vida anmica de todo individuo siempre aparece integrado "el otro" como modelo, haciendo de este modo que todo estudio de lo individual tenga que terminar en un estudio de lo social. Cientficos de la talla de S. Freud no pueden concebir alguna otra forma cmo el hombre puede asumirse como individuo sin la presencia del "otro". Una persona llega al conocimiento de s mismo en la medida que cuente con otros parmetros

externos a l: se puede asumir como varn a medida que halle en su entorno personas que no manifiesten caractersticas semejantes a las de l; de igual forma se da en la mujer, si tomamos el aspecto de gnero. Y podramos continuar describiendo cada una de las caractersticas y rasgos que presenta el individuo: se considera "alto" en la medida que puede compararse con otro "menos alto". No es difcil imaginarnos lo que pasara si perdiramos esta capacidad: despersonalizacin, desestructuracin de la personalidad, prdida de la capacidad de trascendencia, de percepcin individual. Dicho en trminos clnicos estaramos ante un cuadro psiquitrico. Podemos afirmar entonces, que lo dicho en Gn. 2:18 no slo tiene implicaciones fisiolgicas, sino tambin emocionales, psicolgicas. La "ayuda idnea" no la podemos limitar al nivel de llenar la soledad del hombre, es necesario rescatar los elementos psicolgicos fundamentales y remarcarlos en su importancia. Uno se asume y reconoce como ser humano, como "ser", solamente ante la presencia de otro ser humano. Si nos imaginsemos a un individuo que se "desarrolla" en soledad (paradjico y contradictorio en s mismo) aislado de toda compaa humana, simplemente desaparecera como individuo; no tendra conciencia de s mismo, de su propia existencia y no se dara cuenta que est vivo y viviendo. E. Fromm (1956) en un extenso anlisis que realiza del hombre y de su sociedad en la que vive, hace especial nfasis en la necesidad que el hombre tiene de relacionarse con otros para poder conservar y mejorar su propia salud mental. Al respecto dice: "Aunque fueran satisfechas todas sus necesidades fisiolgicas (el hombre), sentira su situacin de soledad e individuacin como una crcel de la que tiene que escapar para conservar su equilibrio mental. En realidad, la persona perturbada es la que ha fracasado por completo en el establecimiento de alguna clase de unin y se siente prisionera, aunque no est detrs de ventanas enrejadas. La necesidad de vincularse con otros seres vivos, de relacionarse con ellos es imperiosa y de su satisfaccin depende la salud mental del hombre".(1) Al respecto, se hace necesario recordar que uno de los indicadores de buena salud mental es la capacidad de no slo poder vivir en comunidad, sino saber y poder vivir BIEN en comunidad. Esta idea es central en el concepto de Salud Mental, pues hace nfasis en la propia capacidad del sujeto, en comparacin con otras definiciones que basan sus criterios de salud en las condiciones externas del sujeto: modelo econmico adecuado, sistema poltico, social y cultural que puedan facilitar el desarrollo pleno de las potencialidades del sujeto. Si tan slo uno de estos aspectos pierde de vista la dimensin humana de su quehacer, se pierden las esperanzas de lograr alcanzar la Salud Mental. Si tomamos stas referencias para nuestro pas, nadie gozara de una adecuada salud mental. Resulta interesante la relacin que se da entre el primer criterio y el texto de 2 Co.4:8-9 donde se privilegia la disposicin personal del individuo frente a cualquier contingencia externa, independientemente de su naturaleza y no en sentido inverso.

Podemos entonces decir que la Salud Mental es la capacidad de dar solucin creativa a situaciones conflictivas y ante la ausencia de stas, el poder disfrutar de las diversas experiencias diarias pudiendo compartirlas dentro de una comunidad de referencia. La capacidad de poder compartir las diversas experiencias personales es un criterio final para considerar el nivel de salud en una persona. Existe una extensa bibliografa relacionada con las consecuencias que genera el vivir en soledad o aislamiento. Los estudios ms serios son los desarrollados por J. Bowlby (1985) relacionados con la Separacin Afectiva en nios, describiendo en forma detallada los efectos que se dan con la separacin del beb de su madre, la descompensacin fisiolgica y emocional que se producen en el infante. Esta y otras investigaciones no hacen sino confirmar la afirmacin inicial: "No es bueno que el hombre est solo..." Es necesario recalcar lo importante que es para una persona su integracin a una comunidad donde adquirir elementos fundamentales para su formacin: idioma, valores, costumbres, etc., por lo que no basta que una persona se incorpore a una comunidad cualquiera, sino que si se espera formar al individuo de una forma adecuada, se requiere que esa comunidad tambin sea la adecuada para el tipo de formacin que se quiere. La comunidad que se plantea en Gn.2 se caracteriza por la presencia misma de Dios en medio de ella, una comunidad donde la santidad se plantea en forma total "Y estaban ambos desnudos Adn y su mujer, y no se avergonzaban."(v.25) y donde Jehov Dios se paseaba al aire del da. Con la cada del hombre se pierde esta comunidad, y asistimos ahora no slo a la decadencia de la condicin moral y espiritual del hombre, sino tambin de las comunidades que fueron formando a lo largo de su historia. Nuestra sociedad actual es la suma de todo este largo proceso y su anlisis nos permitir reconocer algunos elementos que distinguen nuestra vida comunitaria en relacin al modelo inicial.

II. NUESTRA SOCIEDAD HOYEs imposible pretender entender al ser humano en abstracto, sin considerar la interrelacin ntima que se da con el medio externo a l; es necesario hacerlo tomando en consideracin el entorno social en el que se desenvuelve. Si la naturaleza del hombre es el ser social, entonces tambin debemos analizar ese entorno social para la mejor comprensin de aquel. La relacin que se produce entre el hombre y su entorno social es de vital importancia puesto que el uno depende de la presencia del otro no slo para su subsistencia sino tambin para su propio desarrollo. La estructura social moldea el carcter del hombre; esto visto desde un polo. En el otro extremo, encontramos a la naturaleza humana moldeando a la estructura social de acuerdo a sus propias necesidades. Nuestro sistema social busca por medio de mltiples estructuras incorporar valores en el hombre, que tiendan a formar en ste la necesidad de ajustarse al estilo que le es planteado, creando mecanismos de convencimiento y coercin que puedan asegurar la participacin del individuo en las diversas actividades propias del sistema social. A su vez, el hombre intenta ajustarse a todos estos valores y estilos de vida si no quiere correr el riesgo de ser considerado marginal, y en el ms puro estilo psiquitrico "enfermo mental", digno de recibir los "mejores tratamientos" teraputicos que buscan justamente prepararlo y capacitarlo para que pueda incorporarse a la estructura social sin que signifique una amenaza para la sociedad. En reciprocidad, el hombre puede sentirse satisfecho de poder llenar su necesidad gregaria, de pertenencia social. Pero, de qu hablamos? no decamos que la sociedad sirve para el adecuado desarrollo del hombre?, para que ste tenga un medio propicio en el cual desarrolle todas sus capacidades y potencialidades propias del ser creado por Dios? Qu fue lo que realmente pas con el modelo divino que ha devenido en un sistema en el que el hombre ha dejado de ser el actor principal, llamado a cumplir un rol protagnico ("... llenad la tierra, y sojuzgadla, y seoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra"), para verse convertido en un simple elemento prescindible de toda la maquinaria socioeconmica que l mismo ha ayudado a construir? No podemos menos que volver a referirnos a los primeros captulos del Gnesis para encontrar la respuesta a lo planteado anteriormente, y en ella nuevamente surge la desobediencia del hombre a la voluntad de Dios, "Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos".(Ro.1:25), es la opinin categrica de Pablo al respecto. Si hacemos un detallado anlisis de nuestra sociedad contempornea y de lo que se espera de ella en la prxima dcada tendremos que reconocer que la falta de una correcta visin del futuro caracteriza a nuestra generacin. Se nos ha vendido la idea que la prxima dcada significar la realizacin de todas las aspiraciones que el hombre tiene; dcada en la que el hombre podr disfrutar de todas las facilidades y comodidades gracias a la enorme tecnologa que la caracterizar, y que, gracias a ella, el nivel de vida ser muy elevado y el disfrute y placer lo cotidiano, no

percibiendo que lo ms probable sea la deshumanizacin total del hombre y que ste se transforme en una mquina sin sentimientos ni ideas propias. El costo que debemos pagar por el avance tecnolgico es realmente impresionante y bsicamente deshumanizante en su desarrollo, encontrndonos ante una situacin realmente paradjica, ya que este avance se da en funcin del anhelo de poder brindar mayores y mejores comodidades al ser humano, hacindose evidente en ello un grave error de principio, pues se parte de la premisa de creer que la comodidad es sinnimo de felicidad. Fcilmente podemos ver esta relacin en algunos elementos externos de control de nuestro sistema: la prensa y propaganda, que en sus diversas formas hace evidente este mensaje: La felicidad del hombre depende de las cosas materiales que pueda adquirir. Resulta ms determinante en la valoracin de una persona la marca de ropa o zapatillas que use; el modelo y ao de auto que tenga, que la posibilidad de valorarnos como simples creaturas hechas a imagen y semejanza de Dios. Estamos inmersos en una comunidad donde los valores humanos se han convertido en un simple producto de mercado y que son ofrecidos al mejor postor. Una comunidad como la descrita es poco probable que pueda significar una garanta de desarrollo humano para las generaciones venideras. Grandes pensadores vieron el peligro que representaba para el hombre un sistema social donde se privilegia el crecimiento incontrolable de la produccin y el consumismo, tan propio de nuestra era, planteando posibles soluciones dentro de sus propios conceptos ideolgicos. Disraeli, conservador, plantea como solucin el refrenar el poder de la nueva burguesa; mientras que Marx crea, como socialista, que la sociedad altamente industrializada tendra como caracterstica fundamental el ser una sociedad humanizada, en la cual el hombre, sobre los bienes materiales, sera la meta de todos los esfuerzos sociales. Resulta sumamente interesante lo planteado por uno de los principales pensadores de nuestro siglo, Stuart Mill, que refirindose a nuestra sociedad, menciona: "Confieso que no me seduce el ideal de vida que defienden aquellos que piensan que el estado normal de los seres humanos es luchar por estar adelante; y que el pisotear, el empujar, el abrirse camino a codazos y a pisarse los talones, que constituyen el tipo actual de vida social, sean el destino ms deseable para el gnero humano, no siendo otra cosa que los sntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial... Pero el mejor estado para la naturaleza humana es aquel en que en tanto nadie es pobre, nadie desea ser ms rico ni tiene motivo alguno para temer que lo desplacen los esfuerzos de otros por ponerse en la delantera."(2). Resulta pues evidente el enorme giro que ha tomado el medio social de su modelo y finalidad original, y que lejos de ser un medio de desarrollo por excelencia es hoy un medio de desestructuracin no slo del ser humano, sino tambin del sistema mismo, envueltos ambos en una espiral de deshumanizacin ante el cual muchos autores han realizado diversos estudios de los niveles de descomposicin y caractersticas de ellos en cada una de las esferas del hombre Rogers,1979;

Fromm,1970; Perls,1969); tema que amerita ser tratado en forma ms extensa y profunda, y que desborda los objetivos del presente documento. La presencia de Jesucristo no slo significa la irrupcin histrica del Hijo de Dios en la tierra, sino tambin el cumplimiento de una promesa de antao: el inicio de una nueva humanidad y nueva sociedad (Rom.5:12-21) con valores y caractersticas totalmente distintos a los que distinguen a la nuestra, siendo muy bien descrita en el Sermn del Monte (Mt.5:1-12; Lc.6:20-23). En estos pasajes encontramos las caractersticas que ha de presentar y distinguir a esta nueva comunidad pudiendo as cumplir las funciones para la que fue concebida: servir de marco propicio para el desarrollo integral del individuo. Esta comunidad, que llegar a su mxima expresin con Su segunda venida, con "cielo nuevo y tierra nueva"(Is.65:17-25; 66:22; 2Pe.3:13) se caracteriza por las relaciones interpersonales que se dan entre las personas que comparten la misma fe, de estar conformando el cuerpo de Cristo (1Co.6:15; 12:27) y que en las Escrituras recibe el nombre de Iglesia. Se hace necesario determinar y recordar que la Iglesia no se concepta por la estructura material donde se renen los miembros de ella o el lugar geogrfico que este local pueda estar ocupando en determinado sector de la ciudad, sino por el carcter espiritual que la define. En tal sentido, se hace evidente lo sealado por Pablo cuando menciona que nuestro cuerpo es Templo del Espritu Santo, "el cual est en nosotros".(Ro.6:19). La Iglesia no se puede definir por cosas materiales, como locales o lugares pblicos, sino que la propia experiencia personal del individuo lo lleva a la firme conviccin de considerarse templo del Espritu asumiendo as, que l mismo es parte de la Iglesia pues es el Espritu quien est morando en l. De tal manera que la comunidad de fe cristiana se hace evidente en la interrelacin de un cristiano, templo del Espritu Santo, con otro cristiano, tambin templo del Espritu Santo. "Porque donde estn dos o tres congregados en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos".(Mt.18:20) donde finalmente, la Iglesia es una comunidad de creyentes unidos por medio de Jesucristo (Ef.1:22-23).

III. LA IGLESIA. COMUNIDAD PSICOLOGICA O ESPIRITUAL?Es necesario tomar en cuenta algunos aspectos previos que puedan ayudarnos a tener ms en claro el concepto de Comunidad. Esto nos permitir reconocer las caractersticas que los definen. Una comunidad es una institucin especfica que existe dentro de un pueblo con funciones especficas. Bajo esta definicin bien podemos decir que la comunidad religiosa puede ser considerada como un grupo de personas que conviven por causa del mismo ideal de vida. Con esta definicin no es nuestra intensin el reducir a la comunidad cristiana a una simple dimensin humana con caractersticas propias de las instituciones creadas por el hombre, sino, incidir en la necesidad de considerar los elementos comunes que se dan entre ellas, puesto que la comunidad espiritual es tambin un grupo y por lo tanto muchos aspectos de la vida al interior de esta comunidad tendrn que regirse por los principios de las relaciones humanas comunes a todo grupo o comunidad. Slo con el conocimiento claro de ello podemos estar seguros de no estar distrayendo la construccin de una verdadera comunidad cristiana, en la idea de creer que si se tienen ciertas caractersticas psicolgicas, propias de todo grupo comunal, se est formando una comunidad espiritual. Y no es que exista contradiccin alguna entre ambas; tenemos que comprender la complementariedad que se da, donde lo espiritual sustenta a lo psicolgico, pero donde lo psicolgico forma parte importante de la experiencia espiritual. La comunidad eclesial como todo grupo humano presenta aspectos psicolgicos en su formacin, dinmica e interrelacin, caractersticos de todo proceso interpersonal, pues sin este aspecto no se dara lo comunitario en ninguna forma. Lo psicolgico permite la integracin del grupo humano en comunidad. En la liturgia eclesial se hace evidente la importancia de lo psicolgico: en el uso de la msica en las alabanzas, la presencia de instrumentos que ayuden a crear el clima propicio de adoracin; el orden del programa obedece tambin a la necesidad de realizar una tarea psicolgica con la congregacin; la entonacin y acompaamiento corporal durante el mensaje, el tono de la prdica y la invitacin acompaada por una msica suave de fondo crean el ambiente adecuado para el recogimiento. La suma de todos estos elementos apunta a la sensibilizacin emocional de tal manera que los asistentes no encuentren mayores obstculos para sentir y reconocer la presencia misma del Seor en medio de ellos. El uso adecuado de los conocimientos psicolgicos facilita la experiencia espiritual en comunidad, pero su mal uso puede tambin generar distorsiones, cayendo en un simple psicologismo que, si bien puede generar beneficios inherentes a la misma tcnica, sta se da slo a este nivel, pero no logra la trascendencia a lo espiritual. Reparemos un poco en las caractersticas de una comunidad psicolgica para comprender por qu se puede caer fcilmente en confusin.

Existen algunos elementos que distinguen a una comunidad psicolgica. Flinker (1984) distingue tres aspectos bsicos: - intercomunicacin profunda - interaccin dependiente - comunidad de objetivos Siendo caracterstica principal, para que un conjunto de personas se constituya en grupo, la integracin de los miembros en una unidad funcional. Por Intercomunicacin Profunda se entiende el intercambio de elementos en la intimidad personal de los "individuos en situacin". Es aquella comunicacin que no se limita a la simple percepcin fsica cotidiana, sino al intercambio de los elementos ms ntimos de la persona. La Interaccin Dependiente se hace evidente en la abdicacin de lo individual, para asumir como verdades absolutas las premisas que son expuestas y presentadas por el grupo. En la teora grupal se da importancia especial a este punto, pues significa el factor de cohesin grupal, la que permitir la subsistencia del sistema grupal. Con el concepto de Comunidad de Objetivos se quiere indicar que el grupo encuentra su principio teleolgico en los objetivos que se plantea; si no tienen objetivos comunes entre los miembros de la comunidad, sta no existira; o si lo perdiera de vista en su proceso, asistiramos a la disolucin del grupo. Flinker dice al respecto: "Los miembros de la comunidad que no tienen suficiente luz al respecto de su actividad religiosa, apostlica o profesional, comprensiblemente tampoco pueden ser verdaderos participantes en la edificacin permanente de su comunidad. Su trabajo se transforma en actividad por la actividad, sin las puras alegras que acompaan a una autntica creatividad."(3) Rogers (1984), importante psicoterapeuta norteamericano, trabaja tambin algunas caractersticas que merecen ser consideradas pues amplan ms las condiciones bsicas que deben ser cumplidas dentro de la comunidad teraputica, vista como proceso, a lo largo de la relacin teraputica. Un primer aspecto es la necesidad de que exista una apertura y actitud acogedora que hagan posible la armona, que a su vez permita una relacin afectiva ms profunda entre los miembros del grupo teraputico. Segundo, permisividad en lo que concierne a la expresin de los sentimientos; esto significa la aceptacin de todas las expresiones sin mostrar una actitud moralista o de enjuiciamiento, sino por el contrario, mostrando una comprensin que se hace evidente a lo largo del proceso grupal. Una tercera caracterstica est dada por la ausencia de cualquier tipo de presin o coaccin donde los lderes o conductores evitan introducir sus propios deseos, reacciones o prejuicios a los miembros del grupo. Como podemos observar, las caractersticas que plantean estos autores no pueden

ser obviadas, sino por el contrario, representan elementos que cualquier lder deseara desarrollar en sus propias iglesias: que en ellas exista una intercomunicacin profunda, dirase estrecha hermandad, entre cada uno de sus miembros; que se pueda dar una interaccin dependiente, que los unos dependan de los otros, permitiendo la cohesin de la institucin sin que alguno se crea superior o por encima de los dems; y que todos los miembros estn abocados en conjunto a conseguir los objetivos propuestos por los lderes, donde la dinmica que se da al interior de la comunidad se caracterice por la armona fraterna, sin actitudes moralistas o de enjuiciamiento; sin chismes ni rumores, menos an rencillas y malos deseos; esto es el paraso hecho realidad. Por todas estas caractersticas, no es difcil entender la confusin que se pueda presentar entre los lderes eclesiales en la continua bsqueda de modelos a seguir para el desarrollo de sus comunidades religiosas; pero con ello va el riesgo de quedarse estancados slo en una etapa intermedia, la psicolgica, enfrascndose en un sistema que si bien es cierto significa el desarrollo de un mejor ambiente para sus miembros, pierde las riquezas an mayores que se encuentran en el objetivo final: la comunidad espiritual. Pero no podemos quedarnos en un simple anlisis de estas caractersticas, que por muy buenas que parezcan, encierran en s mismas algunas limitaciones necesarias de tomarlas en cuenta, cuando de buscar alternativas se trata. Una primera limitacin est referida a los cambios que se producen en el individuo; estos cambios se producen por la participacin en una comunidad psicolgica y no son necesariamente permanentes. Estas experiencias suelen ser slo puntos de referencia, as como los mismos cambios experimentados. La experiencia clnica nos confirma que los cambios conductuales suelen presentarse cuando el individuo se halla en contacto continuo con personas partcipes del grupo de referencia, pero que tiende a reasumir pautas anteriores al encontrarse en un grupo que no ha participado de la misma experiencia. Los cambios se dan como vivencias que llegan a ser slo puntos referenciales a los cuales se anhela retornar, pero que no forman parta de un estilo de vida permanente. Asimismo, estas experiencias no pueden ser compartidas sino slo con personas con igual vivencia psicolgica. Si una persona encuentra que en un grupo teraputico puede ser "autntica", mostrar libremente sus alegras, y frustraciones, encontrar que no puede hacerlo en un medio ajeno al de su grupo psicolgico. Otro de los puntos de inters que es necesario tomar en cuenta, es que si bien es cierto que una comunidad psicolgica ayuda a descubrirse a s mismo, esto no necesariamente significa encontrar el meollo de su propia existencia y mucho menos tener las herramientas necesarias para resolver de manera adecuada las situaciones inconclusas que pueda hallar en este autodescubrimiento. En esta situacin la persona se encuentra en un mayor problema, puesto que la angustia y el sentimiento de culpabilidad que se puedan originar a partir de la incapacidad del individuo de resolver sus propios problemas descubiertos, pueden muy bien dar paso a mayores cuadros patolgicos de personalidad. La cura resultara peor que la enfermedad. Al respecto, no es aventurado plantear que ste es uno de los principales riesgos que se corre en una comunidad de fe donde se busca como principal elemento

exaltar el aspecto emocional de la comunidad, en el que la persona logra descubrir y darse cuenta de su verdadera situacin emocional y espiritual, pero se ve hurfana de elementos que le ayuden en la resolucin de las mismas. Las consecuencias se evidencian en manifestaciones neurticas que lejos de ayudar en el crecimiento individual lo limita y, en el peor de los casos, lo lleva hacia una desestructuracin de la personalidad. Una comunidad donde encontremos miembros con tales caractersticas no representa ciertamente una garanta de ayuda para los integrantes del grupo, necesitando s atencin especial para su adecuada recuperacin e incorporacin a la comunidad de fe. De no ser as, se corre el riesgo de convertirse en una subcultura o comunidad mediocre. "Una subcultura define su propio estilo de vida, tiene su propio lenguaje y propende a exteriorizar sus cualidades espirituales bsicas. Forma asimismo su propia comunidad. Cuando una iglesia se convierte en subcultura llega a ser, como lo dijera cierto escritor, "una isla de impertinencia en un mar de desesperacin".(4) Un inconveniente final en el trabajo netamente psicolgico est relacionado con las parejas. Si es uno solo el que asiste al grupo, corre el riesgo que se d una crisis al interior de la relacin, puesto que la pareja no podr competir con el grupo y se ver desplazada de la atencin del miembro que forma parte de la comunidad psicolgica. El no participar en unidad implica el desarrollo psicolgico de un solo miembro, mientras que el otro permanece an en su propio esquema, rompindose as el equilibrio logrado en la relacin. Lo ideal es el cambio en conjunto, la participacin en comunidades psicolgicas como pareja, de modo tal que ambos tengan posibilidades de cambio y juntos asistan a experiencias nuevas, limitando as los riesgos que se puedan presentar en la relacin. Como se podr ver luego de este rpido anlisis, es muy alto el costo final de quedarse slo en un nivel comunal psicolgico. Es necesario recordar que no se est rechazando esta propuesta, pero s se est advirtiendo de los riesgos que implican el desarrollarla como un fin en s misma. El aspecto psicolgico, como se seal, no es excluyente del espiritual, sino complementario, pues comparten espacios comunes y tambin aspectos particulares que se irn sealando a medida que se desarrolle el tema. La diferencia fundamental entre una comunidad psicolgica y otra espiritual es que sta se basa en la persona de Jesucristo (Mt.21:42; Mr.12:10;Ef.2:20). Esta diferencia marca la trascendencia de la comunidad espiritual sobre la psicolgica, como menciona D. Gandini: "Cuesta creerlo, pero la restauracin humana se efecta por medio de la comunidad cristiana, y por basarse en la persona de Jesucristo se transforma en una comunidad espiritual y no slo psicolgica."(4)

Desde esta perspectiva, la comunidad cristiana no es una utopa o ideal humano,

sino una realidad donde un grupo de personas reunidas en Jesucristo pueden compartir sus experiencias de vida, dones y proyectos, entendiendo que la comunin entre tan dismil variedad de personalidades se da slo por el don del Espritu Santo. La posibilidad de poder convivir como hermanos est dada por la misma presencia de Dios en medio de ellos. La Biblia ensea que la Iglesia es el cuerpo de Cristo (Ef.1:22,23). Entonces la comunidad espiritual slo es posible cuando sus miembros se vinculan por la fe con Jesucristo y se comprometen a vivir bajo la gua del Espritu Santo. Pero aqu se da un elemento fundamental: la forma como se vincula por la fe con Jesucristo no slo se da a un nivel espiritual, etreo, sino que se evidencia en el nuevo compromiso que se asume con el prjimo. Uno de los aspectos ms resaltantes en las enseanzas bblicas es la compasin para con el que sufre aqu y ahora. El mayor ejemplo es Jesucristo que sanaba y alimentaba a multitudes. Mt.25:35,36 nos seala que la naturaleza del cristiano es ver a Jesucristo en su prjimo y como tal buscar su restitucin en su dolor y promover su dignidad, por lo que la Iglesia tiene el deber de facilitar estas relaciones; si no lo hace pierde la esencia misma de comunidad en Jesucristo. Al realizar un trabajo psicolgico se entiende que el desarrollo se da slo a un nivel individual; independientemente del mundo externo. Se da un crecimiento personal; pero al acercarnos al concepto de desarrollo a nivel espiritual no se le puede entender sin tener en cuenta al prjimo. Con esto el aspecto psicolgico se ve complementado por lo espiritual, pues ste trasciende lo individual para incluir al entorno, al prjimo, y la calidad de esta relacin llega a ser la medida del desarrollo espiritual. La Biblia abunda en textos que hacen recordar la importancia de esta relacin: Lev.19:18; Dt.10:19; Mt.19:19; 22:39; Ro.12:10; 13:9; G.5:14; Stg.2:8; 1Pe.1:22. Si decimos ser templos del Espritu Santo estamos asumiendo el carcter que lo distingue: el Amor (Jn.4:8,16) dado al hombre por pura gracia de El, porque Dios no ama lo que ya es por s mismo merecedor de amor, sino que, por el contrario, aquello que, por s mismo no tiene merecimiento; lo adquiere al hacerse objeto del amor de Dios. Al decir de un autor:"El hombre que es amado por Dios, no tiene valor por s mismo; lo que le da valor precisamente es el hecho de que Dios lo ame". Y este amor depositado en el hombre busca hacerse visible en las relaciones interpersonales, sin distingo en particular (Lv.19:33,34; Dt.10:19) incluyendo a los mismos enemigos (Ex.23:4,5; Pr.25:21; Lv.11:19). El amor cristiano es pues, un amor pleno, amor que al extenderse a todos y en todas las circunstancias se convierte en la verdadera razn de vivir y en la esperanza de la salvacin. Kierkergard nos da una mejor idea del amor que estamos hablando: "En tanto que ames a tu amado, no eres como Dios, porque en Dios no existe parcialidad, algo que has mostrado, para tu humillacin, muchas veces y tambin otras para tu rehabilitacin.

En tanto que ames a tu amigo, no eres como Dios porque ante Dios no hay distinciones. Pero cuando ames a tu prjimo, entonces eres como Dios... El amor ertico est determinado por el objeto; la amistad est determinada por el objeto; solamente el amor al prjimo est determinada por el amor".(5)

Siendo nuestro prjimo todo aquel que necesite de nosotros. Esto es, todo hombre, pues no hay quien no necesite de los dems, incluso para ser hombres. Podemos concluir diciendo que una comunidad espiritual es aquella que est fundamentada en Jesucristo, cuya caracterstica bsica es el amor agape que produce el desarrollo del individuo en comunidad, en un ambiente de reciprocidad y armona, por la sola presencia del Espritu Santo en medio de ella. Prueba de ello la tenemos en los resultados emocionales que se dan en los creyentes en plena comunin, aspectos que trataremos en el siguiente captulo.

IV. LA IGLESIA. COMUNIDAD SANADORA"En los ltimos aos la Psiquiatra ha estado descubriendo lo que la religin siempre ha sostenido: que no hay curacin fuera del amor. As se fusionan los conceptos de la terapia y de la salvacin. La curacin sigue la senda del amor salvador, ya sea humano o divino".(6) El amor es el elemento fundamental en todo proceso teraputico y de desarrollo en todo individuo. Los profesionales dedicados al trabajo de consejera y teraputica confirman que el amor es muy importante para las personas de todas las edades, para que los nios aseguren la salud de sus personalidades y para que los ancianos encuentren significado en cada nuevo da. S. Freud seal que el amor y el trabajo, junto con el juego, son seales fundamentales de la madurez y de la personalidad saludable. El amor es definido como un sentimiento y una conducta dirigida hacia una persona que incluye el deseo intenso y los actos en pro del bienestar de esa persona o de su nivel de existencia ms alto. En el amor la existencia del ser amado se valora tanto como la del propio amante y en su realizacin ms completa se experimenta una correspondencia en la que el ser amado muestra sentimientos y acciones similares hacia el amante. No puede encontrarse contradiccin alguna entre amarse a s mismo con amar al prjimo, pues slo una persona que logra reconocer los elementos emocionales propios, sus caractersticas, aspectos positivos y negativos; podr reconocerlos y aceptarlos en los dems. Cuando describimos a una persona madura se menciona como principal caracterstica el profundo amor al prjimo el cual se manifiesta como una preocupacin activa por la vida y entrega hacia el objeto de amor. As pues, la persona religiosamente madura se siente ms ligada a su semejante que a su propia vida o al universo. Con estas apreciaciones bastara para reconocer el carcter teraputico de la comunidad cristiana ya que el amor es su elemento fundamental, y no el amor humano, sino el divino, la esencia del amor, el amor mismo (1Jn.4:8). Dios puede satisfacer a cabalidad la sed de amor en el ser humano ya que El es amor y es la fuente del amor. Es necesario precisar que la tarea teraputica de la iglesia no es un fin en s mismo; es un medio para ayudar al creyente en su proceso de desarrollo hacia el modelo cristiano: que el ser humano llegue a ser santo en su consagracin y servicio al Seor y segundo, que llegue a ser "sin mancha ni arruga"(Ef.5:27). El presente documento no pretende desarrollar una reflexin teolgica sobre el amor, sino las implicaciones que tiene en el desarrollo integral adecuado del cristiano. Por esto nos limitamos a desarrollarlo desde esa perspectiva. El individuo que inicia su profesin de fe se encuentra entonces con un clima

propicio que le permitir sanar sus heridas emocionales que an permanecen y afecta su vida en el presente. Si bien es cierto que al aceptar a Jesucristo iniciamos una nueva vida, "He aqu todas son hechas nuevas" (2Co.5:17), no significa esto que los conflictos emocionales y situaciones inconclusas sean resueltas. Iniciamos as una situacin nueva que nos permitir tener una visin diferente de nuestra propia problemtica, y lo que es ms, en este nuevo estado se nos brinda tambin mayores recursos apropiados para su pronta y correcta solucin; y si esta solucin tarda en llegar, existe la conviccin que tendremos las fuerzas necesarias para sobrellevar las situaciones que se presentan de la mejor manera, asumiendo esta fase como parte de la propia solucin. La vida cultica tiene elementos valiosos para esto. El sentirse partcipe de una comunidad le da al individuo el sentido de pertenencia a un grupo de referencia con quienes puede desarrollar actitudes y valores que lo distingue en esta nueva experiencia. Puede encontrar en ella el soporte emocional que requiere. No es en vano el consejo de "no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortndonos..."(He.10:25). El poder disfrutar de un espacio de tiempo en comunin con personas que comparten las mismas experiencias luego de toda una agotadora jornada, trae consigo no slo las bendiciones que proceden de la comunidad, sino tambin la posibilidad de ser canal de edificacin para el resto del grupo, al compartir la forma cmo Dios lo ha usado mientras se encontraba fuera del grupo de fe. Esta unidad le da la suficiente fuerza para poder enfrentarse nuevamente al sistema de vida de la sociedad. Otro elemento no menos importante es la oracin, que no slo tiene como fin la confesin de los pecados cometidos. En ella encontramos una de las mejores herramientas teraputicas: la catarsis, la expresin y liberacin de los problemas y conflictos que encierra el individuo. La catarsis es reconocida como una de las metas ms significativas de cualquier trabajo de ayuda psicolgica. En la oracin autntica y sincera, el individuo logra reconocerse en su propia naturaleza sin ningn fingimiento o apariencia y solamente a partir de este punto se pueden dar cambios permanentes. El Salmo 51 es una experiencia autntica de ese reconocimiento de la naturaleza humana, experiencia a la que no se llega en soledad, sino con la presencia misma del Seor que "escudria lo ms profundo de nuestro corazn" (Pv.20:27; Ro.8:27), y del Espritu que nos "ayuda en nuestras debilidades, pues qu hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles"(Ro.8:26). F. Perls, importante terapeuta, menciona que una persona que ha logrado asumirse en integridad como individuo, en un encuentro total consigo mismo, hace evidente esta experiencia a travs de tres expresiones conductuales: llanto, xtasis o por medio de la risa. Luego de una oracin sincera es natural que dichas conductas sean manifiestas en la experiencia de fe del individuo, y que se faciliten en la vida cltica, con las alabanzas que lo acompaan. Debemos reconocer la importancia que tiene la

msica de alabanza, pues permite la justa expresin de los sentimientos y emociones que no podran ser descritas en distinta forma. Las letras de una cancin muchas veces expresan el verdadero sentido de una idea o sentimiento facilitando la catarsis total del individuo. La experiencia que tiene el verdadero adorador se convierte, al decir de un autor, en un "epifenmeno" cuando se encuentra compartiendo en un grupo numeroso. El creyente trasciende la vivencia individual, la contagia, y cuando la mayor parte del grupo se encuentra en esa situacin las otras personas que participan de la reunin tambin se benefician de ella. Menciona que para el hombre oprimido por las masas urbanas y competitivas, el culto de autntica adoracin a Dios tiene un inmenso valor teraputico. La adoracin en forma grupal facilita el encuentro entre las personas que se han encontrado con Dios, sabiendo que la persona que adora se siente amada por Dios, pero que tambin necesita pertenecer a una agrupacin donde se sienta amada por seres humanos. El creyente que se desarrolla en el seno de una comunidad cristiana puede ver reflejado lo teraputico de su comunidad en cuatro aspectos de su vida: fsica, social, espiritual y mental. En lo fsico el ejemplo ms claro lo tenemos en Hch.4:32-35. Las necesidades materiales fueron cubiertas con las ofrendas que daban los dems hermanos. Se seala la importancia de darse cuenta primeramente de la necesidad del prjimo, no era dar por dar lo que posean, sino que fue el resultado del darse cuenta en la interrelacin que se daba entre ellos, y por esta razn vendan sus posesiones. Se pude asumir que lo sucedido por Ananas y Safira fue consecuencia del querer hacer lo que los dems hacan sin tener en claro el verdadero sentido del acto de compartir en el Seor. El psicologismo anteponindose a lo espiritual. Encontramos muchos versos en las Escrituras que nos sealan como medida de comunin del hombre con Dios la atencin que aquel da a los pobres, nios, hurfanos, viudas y extranjeros; personas sin mayor amparo ni refugio, todas ellas necesitadas de atencin especial (Is.1:15-18; 3:14, 15;58:6-12; Sal.113:7,8; Am.8:4; Zc.7:10; Stg.1:27; etc.). En lo Social, el desarrollo del cristiano se da a dos niveles: Primero, hacia el interior de la comunidad de fe, donde no se da la divisin de clase o estructura que tienda a la divisin de los miembros. Todos son iguales a los ojos de Dios "pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jess...Ya no hay Judo ni Griego, no hay esclavo ni libre; ni hay varn ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jess" (G.3:26,28). La comunidad cristiana se basa en el respeto mximo del prjimo "estimando cada uno a los dems como superiores a l mismo, no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual tambin por lo de los otros" (Fil.2:3,4). Segundo, hacia la sociedad, donde se convierte en un modelo a distinguirse como sal y luz en medio de ella (Mt.5:13-16; Hch.22:15). Un cristiano no puede pasar desapercibido en un mundo que se caracteriza por su forma de vida opuesta. Pablo lo recuerda al decir que "Por tanto, nosotros tambin, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojmonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante" (He.12:1).

En el aspecto Espiritual, es innegable la importancia que tiene los Diez Mandamientos as como las enseanzas del Sermn del Monte para la formacin de un nuevo sistema de valores para la humanidad, que puedan guiar sus acciones y pensamientos. Fromm es claro en sealar que: "En la sociedad industrial, los valores oficiales, conscientes, son los de la tradicin religiosa y humanista: la individualidad, el amor, la compasin, la esperanza, etc. Pero estos valores se han convertido en ideologas para la mayor parte de la gente y no intervienen en la motivacin de la conducta humana".(7) Toda sociedad que no acepte la autoridad de Dios como fundamento de los valores cae en un completo relativismo, donde los valores se dan de acuerdo a las diferencias individuales. El cristiano tiene la oportunidad de asumir y practicar el valor final, nico, que es compartido con la comunidad de fe en medio de una generacin diferente (Ro. 12:12). La repercusin que se da a nivel mental se ve tambin reflejada en la comunidad primitiva, donde encontramos a cristianos "hijos de consolacin" (Hch. 4:36). Personas dedicadas a la tarea de consolacin y recuperacin emocional, sin olvidar que el carcter de la comunidad est dado por la presencia del Espritu Santo, el Consolador por excelencia (Jn.14:16, 26; 15:26; 16:7). La consolacin se da tambin a travs de los dems miembros de la comunidad de fe (2 Co. 7:4-7). El. v.7 es interesante, pues resume la dinmica que se da al interior de la comunidad (... y no con su venida, (de Tito) sino tambin con la consolacin con que l haba sido consolado en cuanto a vosotros ..."). El sentido que da Pablo a la Iglesia como cuerpo, nos seala el grado de interdependencia entre los miembros del grupo y la necesidad de cuidado que debe tener cada uno por el otro, "para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos de los otros" (2 Co. 12:25). Si bien la funcin de la comunidad de fe no es la de dedicarse a un proceso teraputico en cada uno de sus miembros, no podemos negar las implicancias teraputicas que esta tiene, sobre todo a nivel de prevencin de la salud mental, al promover un estilo de vida saludable. Tambin tiene la capacidad de generar la recuperacin de algunos sntomas de neurosis, entendindose por tal la discapacidad del individuo de distinguir sus propias necesidades actuales, fijndose pautas de comportamiento basadas en experiencias pasadas que no se ajustan a los requerimientos presente. Al no poder discriminar cul es la necesidad ms importante, cuando no puede tomar una decisin o sentirse satisfecho, surge la angustia que caracteriza a la neurosis. Se llega a describir a un neurtico como un sujeto amarrado a su pasado y a sus modos anticuados de actuar, vago acerca del presente, porque lo ve oscuramente a travs de su cristal, torturado por el futuro, porque el presente est fuera del alcance de sus manos. En las Escrituras encontramos una invitacin continua a llevar un estilo de vida diferente, gozando de la experiencias diarias, presentes, asumiendo las

posibilidades de desarrollo que se presenten en l, y no torturarnos por cosas pasadas o futuras, que ya no podemos recuperarlas ni tenemos la certeza que se harn realidad (Ecl.3:1; 3:15; 8:6; Mt.6:25-34; Lc.12:27-31; Stg.4:13-15; Lc.9:62). Llegar a este nivel de vida slo se logra en la medida que se d una continua comunin con el Seor, pues slo as se tiene la firme seguridad de saber que alguien superior a uno va guardando y guiando sus pasos, descansando la esperanza del futuro no en situaciones variables e inciertas, sino basada en la confianza que se establece en la relacin presente (Dt.12:10; Ex.33:14; Jer.6:16; Jos.21:44; Is.32:17; Ez.20:12; He.4:3,9,11). Otro sentimiento, que tambin deviene en un cuadro de neurosis, es el de la culpabilidad. Al respecto, la psicologa no niega la presencia de este sentimiento, sino que lo confirma como un sentimiento universal, pero al mismo tiempo incide en que es un fenmeno subjetivo y la presencia de l no indica que haya pecado contra Dios, sino que hemos sido condicionados por nuestra crianza a creer que algunas acciones son errneas, y por consiguiente cuando realizamos esas acciones nos sentimos culpables, precisamente porque hemos sido condicionados para experimentar ese sentimiento. Lo que el humanismo plantea es que el sentimiento de culpa es una respuesta condicionada y que sentirse culpable no necesariamente lo hace a uno culpable. Es necesario poner en alerta a nuestras iglesias, pues en ellas tambin se tiende a relajar el concepto de culpabilidad y se asiste a una peligrosa permisividad, aduciendo que al paso del tiempo muchas conductas que eran fuertemente sealadas como pecado no son ahora otra cosa que sntomas a ser trabajadas desde una simple perspectiva emocional, evidenciando la lenta penetracin de ideas y filosofas errneas, abandonando la creencia en lo correcto e incorrecto, virtud y pecado. Un autor menciona que existe un muy tangible y real infierno en la tierra. Es ste: el infierno de la neurosis y la psicosis, hacia los cuales nos llevan el pecado y la culpa no expiada. Si es cierto que algunas formas de conducta dan como resultado inestabilidad emocional tendremos que sealar a tales conductas como destructivas, autodestructivas y pecaminosas y al pensar en su tratamiento ser necesario considerar la culpa, la confesin y la expiacin en forma mucho ms seria. Hoy ms que nunca se hace necesario el conocimiento de aspectos psicolgicos de parte del pastor o lder, as como el conocimiento teolgico de toda persona con quehaceres teraputicos y de consejera. El ignorar tal situacin supone una falta de visin correcta a la problemtica del hombre moderno.

CONCLUSIONSi aceptamos la propuesta de considerar a la Iglesia como comunidad sanadora, es necesario que asumamos la responsabilidad que nos compete a cada uno para que esto sea realidad en la vida de sus miembros. Si bien al alcanzar este modelo de comunidad descansa en la presencia y fuerza de Dios en medio de ella, corresponde a sus lderes y pastores el desarrollarlo bajo la direccin divina. No es ajena a nosotros la triste experiencia de iglesias que lejos de ser sanadoras tienden a alejarse de ese modo por la direccin que es dada por sus lderes, quienes han formando creyentes inmaduros, llenos de sentimientos de culpa y rencor entre ellos, no pudiendo sentir el gozo de vivir en armona. Es innegable la importancia de una continua preparacin de nuestro pastorado y liderazgo sobre la tarea que viene desarrollando, mucho ms en esta poca donde la despersonalizacin y desvaloracin de la condicin humana exige una respuesta y alternativa real de la Iglesia Cristiana. Por esta razn se hace necesario el anlisis crtico de nuestras iglesias en relacin a la calidad de miembros que van formando. Es claro, finalmente, que si no se recupera la verdadera dimensin de la comunidad cristiana no seremos partcipes en la construccin del Reino y habremos cado en el error de asumir como real nuestras propias fantasas de la iglesia ideal.

" No todo el que me dice: Seor, entrar en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que est en los cielos". Mt. 7:21

BIBLIOGRAFIA(1) PRINCIPIOS DE ECONOMIA POLITICA. MILL, Stuart. Fondo de Cultura Econmica. Mxico, 1951. p.641 UNIFICACION DE LA VIDA EN LA COMUNIDAD RELIGIOSA. FINKLER, Pedro. Ediciones Paulinas. Espaa, 1984. p.24 APUNTES PASTORALES, COOK, Jeremas. Vol. IV No.4 Dic. 1986-Ene. 1987 Artculo: "La Iglesia, qu es?. LA IGLESIA COMO COMUNIDAD SANADORA. GANDINI, Alberto Daniel. Casa Bautista de Publicaciones. USA, 1989. AMOR, SEXO Y MATRIMONIO, SEGUIN, Carlos Alberto. Ed. ERMAR, Lima 1979, p.39.

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