INSOMNIO

3
INSOMNIO L. M. Bascones, 28/02/13 El llanto de un niño rompe la oscuridad. Una planta más abajo, una mujer se incorpora de la cama y sin encender la luz por no despertar al hombre que duerme junto a ella, se dirige al baño y ordena los botes de champú, las cremas antiedad, acerca la mano al altillo donde guardaba años atrás las compresas y de pronto la baja, como la mirada. Se dirige a la cocina y prepara un café. Entretanto, él se ha levantado, le pregunta algo en voz apagada, señalando a lo alto. Toma un libro y se sienta en el sofá bajo la lámpara. Una agrura le recorre la garganta. A escasos metros el policía sentado al borde de la cama desplaza las manos una y otra vez como si sostuviera el cargador de una pistola invisible. A tientas rebusca metales en el cajón de la mesilla. Sus dos hijos también han batido las sábanas. Uno juega en el pasillo con un pequeño balón, que mantiene en el aire a patadas desde hace minutos, ha perdido la cuenta. El otro joven, lampiño, botonea la Play con los pulgares y un vértigo de colores sobresalta la pantalla, colisionan en un crujir sordo ora los coches, ora puños y empeines. Chirridos por el suelo de un mover de sillas, la mesa, la base del televisor… la vecina del tercero limpia el cuartito de estar. Barre la pelusa que se acumula sin saber de dónde viene, pero siempre vuelve. El cristal crepita en las figuras de la vitrina mientras les pasa un paño seco. Caballos, fuentes y peces de transparencia verde y acabado en lágrimas de vidrio. Viuda, mueve las fotografías de su

description

Relato breve

Transcript of INSOMNIO

INSOMNIO

L. M. Bascones, 28/02/13

El llanto de un nio rompe la oscuridad. Una planta ms abajo, una mujer se incorpora de la cama y sin encender la luz por no despertar al hombre que duerme junto a ella, se dirige al bao y ordena los botes de champ, las cremas antiedad, acerca la mano al altillo donde guardaba aos atrs las compresas y de pronto la baja, como la mirada. Se dirige a la cocina y prepara un caf. Entretanto, l se ha levantado, le pregunta algo en voz apagada, sealando a lo alto. Toma un libro y se sienta en el sof bajo la lmpara. Una agrura le recorre la garganta.

A escasos metros el polica sentado al borde de la cama desplaza las manos una y otra vez como si sostuviera el cargador de una pistola invisible. A tientas rebusca metales en el cajn de la mesilla. Sus dos hijos tambin han batido las sbanas. Uno juega en el pasillo con un pequeo baln, que mantiene en el aire a patadas desde hace minutos, ha perdido la cuenta. El otro joven, lampio, botonea la Play con los pulgares y un vrtigo de colores sobresalta la pantalla, colisionan en un crujir sordo ora los coches, ora puos y empeines.

Chirridos por el suelo de un mover de sillas, la mesa, la base del televisor la vecina del tercero limpia el cuartito de estar. Barre la pelusa que se acumula sin saber de dnde viene, pero siempre vuelve. El cristal crepita en las figuras de la vitrina mientras les pasa un pao seco. Caballos, fuentes y peces de transparencia verde y acabado en lgrimas de vidrio. Viuda, mueve las fotografas de su Pepe, retira el polvo que tambin vuelve a su rostro, en el que se mira como si fuera un espejo. Va recuperando calor mientras limpia y cambia de lugar los objetos.

La calle es blanca de nieve, de un blanco sucio y refulgente a la luz de las farolas. El motor del camin que esparce sal ruge por las vas principales; el pequeo tractor con su cepillo metlico raspa el hielo y la grasa del pavimento. No dejan de pasar los coches entre las luces de los semforos. El maestro de primaria cruza calle arriba calle abajo el barrio. Los pies helados, se sienta en un pub y abre su tableta. Encuentra tuiteando a colegas y conocidos, a periodistas que sigue, a crticos de cine. Circula sus ocurrencias en el formato del ingenio lacnico. La red arde desvelada.

Las luces de las viviendas se encienden, se apagan, siguiendo un comps irregular, como si un hilo nervioso atravesara la fachada de las torres, un trigmino irritado entre los ojos y las bocas del ladrillo. Paredes adentro se escucha aullar a los pequeos perros domsticos. Sigue nevando. Grupos de mirlos revolotean de rbol en rbol, cruzan con los murcilagos. Escarabajos acorazados, fuera de temporada, estrellan con las ventanas.

Un sueo reparador, los ojos enrojecidos bajo los prpados claros, le envuelve ajeno. La lengua recupera fuerzas guarecida en paladar dorado. En la mesa cercana, reposan las hojas con la previsin del da, las bajas y las altas, el reparto de cruces sorteadas junto al listado de nombres, los nombres seguidos por filas interminables de celdas habitadas por nmeros. Los diagramas se multiplican entre las pginas del informe que tira la impresora, cuyo trasiego mecnico monta con la respiracin profunda, casi ronquido, del que duerme. La mano, uas bien recortadas, cae del borde de la cama. El traje cuelga en la madera. Despuntan los brillos del amanecer.