La pena de muerte en el derecho romano

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1 “LA PENA DE MUERTE EN EL DERECHO ROMANO Y SU VINCULACIÓN CON LA GLOBALIZACIÓN ACTUAL”, La pena de muerte a lo largo de la Historia del derecho Penal, ha tenido un desarrollo que está marcado como característica la polarización de opiniones en todo momento, pues, mientras que siempre existe la escuela de Doctrinas del Derecho que están a favor de su aplicación en los sistemas jurídicos del mundo con sus diversas razones que mas adelante analizaremos, igualmente existe la otra escuela de Doctrinas del Derecho que se opone a que exista la pena de muerte en las legislaciones, en nuestra opinión, quien mejor representó dicha corriente y trascendió es Cesare Beccaria, de quien mas adelante citaremos sus argumentos que esgrimió para estar en contra de la pena de muerte. Ahora bien, el tema de la pena de muerte y su vinculación con la globalización resulta importante en estos momentos, ya que para algunos como un servidor tristemente observamos que la globalización ha sido planteada mundialmente como una forma disfrazada de desarrollo mundial, para en la realidad ser pretexto perfecto para intervenir directamente en la economía, en la cultura y desde luego en las reformas a las leyes que gobiernan a los países más débiles, así, la globalización en mi concepto con su influencia que tiene bien pudiera pretextando la globalización sugerir a los países mas débiles que introduzca la pena de muerte en sus Códigos Penales, desde luego, teniendo como bandera, el combatir los altos índices delictivos que existen en los diferentes países, empero, creemos que no hay mayor mentira que eso, pues, la delincuencia con penas más duras jamás va a ser combatida, son otras maneras de combatir que mas adelante

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“LA PENA DE MUERTE EN EL DERECHO ROMANO Y SU

VINCULACIÓN CON LA GLOBALIZACIÓN ACTUAL”,

La pena de muerte a lo largo de la Historia del derecho Penal, ha tenido

un desarrollo que está marcado como característica la polarización de

opiniones en todo momento, pues, mientras que siempre existe la

escuela de Doctrinas del Derecho que están a favor de su aplicación en

los sistemas jurídicos del mundo con sus diversas razones que mas

adelante analizaremos, igualmente existe la otra escuela de Doctrinas

del Derecho que se opone a que exista la pena de muerte en las

legislaciones, en nuestra opinión, quien mejor representó dicha

corriente y trascendió es Cesare Beccaria, de quien mas adelante

citaremos sus argumentos que esgrimió para estar en contra de la pena

de muerte.

Ahora bien, el tema de la pena de muerte y su vinculación con la

globalización resulta importante en estos momentos, ya que para

algunos como un servidor tristemente observamos que la globalización

ha sido planteada mundialmente como una forma disfrazada de

desarrollo mundial, para en la realidad ser pretexto perfecto para

intervenir directamente en la economía, en la cultura y desde luego en

las reformas a las leyes que gobiernan a los países más débiles, así, la

globalización en mi concepto con su influencia que tiene bien pudiera

pretextando la globalización sugerir a los países mas débiles que

introduzca la pena de muerte en sus Códigos Penales, desde luego,

teniendo como bandera, el combatir los altos índices delictivos que

existen en los diferentes países, empero, creemos que no hay mayor

mentira que eso, pues, la delincuencia con penas más duras jamás va a

ser combatida, son otras maneras de combatir que mas adelante

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veremos, pero que reiteramos es un excelente pretexto para introducir

en los Códigos Penales de las relaciones la cultura del Derecho Penal

que existen en los gobiernos norteamericanos.

Por otra parte, en el Derecho Romano la pena de muerte en si no era

importante, lo trascendente era la forma en que se aplicaba la pena de

muerte, el caso típico citado por diversos estudiosos del Derecho

Romano es la del parricida que está señalado en Digesto 48 9.9

textualmente señala lo siguiente:

DIGESTO – LIBRO 48º - TITULO 10. 9.9. Modestino; Pandectas, libro XII.- La pena del parricidio por

costumbre antigua es que el parricida sea azotado con vaquetas de sangre, y después se entre en un cuero cosido con un perro, un gallo, una víbora y una mona, y se eche el cuero al mar, si estuviese inmediato; y si no, es echado a las bestias, según una constitución del

Emperador Adriano. Así todo el libro 48 y 49 del Digesto señalan diversos casos en que se

aplique la pena de muerte sobre todo en los delitos que atentan la

seguridad del estado, donde la pena de muerte normalmente era el ser

quemados o arrojados a las fieras de igual manera, tenemos los

siguientes ejemplos en Digesto 48 19. 11. 12. y 15.

DIGESTO – LIBRO 48º - TITULO 19.

11. Muchas veces son quemados los siervos que hicieron

asechanzas contra la vida de sus señores; y algunas veces los hombres libres plebeyos y de humilde nacimiento.

12. Los incendiarios que incendiaron dentro de poblado, por

enemistad ó por hurtar, las mas veces son quemados vivos; pero los que incendiaron la casa de campo, son castigados con pena menos grave; porque los incendios fortuitos, si pudieron evitarlos son aquellos

por cuyo descuido sucedieron, y causaron daño a los vecinos; y se

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conoce de ellos civilmente para que el que causó el daño se satisfaga, o será castigado moderadamente.

15. Es opinión común que los ladrones famosos han de ser ahorcados en los lugares donde cometieron los hurtos, para que a su vista se abstengan otros de semejantes delitos, y sirviese de consuelo a los parientes de los que fueron muertos en el mismo lugar en que los

ladrones cometieron el homicidio: algunos los condenaron a que fuesen echados a las bestias. DIGESTO – LIBRO 48 – TITULO 19.

38. El mismo, Sentencia, libro V.- Si alguno hurtase moneda del

Príncipe, o la que estaba dedicada para usos sagrados, ha de ser

condenado a las minas de metal y a destierro. 1. Los que se pasaron a los enemigos, o les manifestaron nuestros

consejos, o son quemados vivos, o ahorcados. 2. Los autores de sedición o tumulto que movieron el pueblo, o

son ahorcados, o echados a las bestias, o deportados a una isla, según fuese su dignidad. Por otro lado en forma clásica quien mejor hizo la defensa en nuestra

opinión para abolir la pena de muerte fue Cesare Beccaria Bonesana en

su libro De Los Delitos y De Las Penas publicado en 1764 basa su

defensa en demostrar que la muerte de un ciudadano no es útil ni

necesario para una nación y específicamente en síntesis señala lo

siguiente:

Donde la riquezas compran placeres y no autoridad, no veo yo

necesidad alguna de destruir a un ciudadano, sino cuando su muerte

fuese el verdadero y único freno para disuadir a los demás de cometer

delitos; lo que constituye el segundo motivo por el que puede

considerarse justa y necesaria la pena de muerte.

Si la experiencia de todos los siglos, en los que el último suplicio jamás

ha contenido a los hombres decididos a ofender a la sociedad; si el

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ejemplo de los ciudadanos romanos y el de veinte años de reinado; si

todo esto no persuadiese a los hombres, para quienes el lenguaje de la

razón es siempre sospechoso, y eficaz el de la autoridad.

No es la intensidad de la pena lo que hace mayor efecto sobre el ánimo

humano, sino su duración; porque nuestra sensibilidad es más fácil y

establemente movida por mínimas pero repetidas impresiones, que por

un fuerte pero pasajero impulso. Así las ideas morales no se graban en

la mente sino por duraderas y reiteradas impresiones. No es el terrible

pero pasajero espectáculo de la muerte de un criminal, sino el largo

penoso ejemplo de un hombre privado de libertad, que convertido en

bestia de servicio recompensa con sus fatigas a la sociedad que ha

ofendido, lo que constituye el freno más fuerte contra los delitos.

La pena de muerte produce una impresión que con su fuerza no suple

al rápido olvido, natural en el hombre incluso en relación con las cosas

más esenciales, y acelerado por las pasiones. Pero en un libre y

tranquilo gobierno las impresiones deben ser más frecuentes que

fuertes.

La pena de muerte llega a ser un espectáculo para la mayor parte, y un

objeto de compasión mezclada con desdén para algunos: estos dos

sentimientos ocupan el ánimo de los espectadores mas que saludable

terror que la ley pretende inspirar. Pero en las penas moderadas y

continuas el sentimiento predominante es el último, porque es el único

que inspiran.

Para que una pena sea justa no debe tener más grados de intensidad

que los suficientes para apartar de los delitos a los hombres. La

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intensidad de la pena de esclavitud perpetua sustituyendo a la pena de

muerte, basta para disuadir a cualquier ánimo resuelto. Muchísimos

miran la muerte con rostro tranquilo y firme; algunos por fanatismo,

otros por vanidad, que casi siempre acompaña al hombre más allá de la

tumba, otros por un último y desesperado intento de o no vivir más o

salir de la miseria; pero ni el fanatismo ni la vanidad permanecen entre

los grillos o las cadenas bajo el palo, bajo el yugo, en una jaula de

hierro; el desesperado no termina sus males, sino que los empieza.

Nuestro ánimo resiste mejor a la violencia y a los dolores extremados

pero pasajeros, que al tiempo y a la incesante molestia; con la pena de

muerte, cada ejemplo que se da a la nación supone un delito; en la

pena de esclavitud perpetua un solo delito da muchísimos y duraderos

ejemplos: y puesto que es importante que los hombres vean a menudo

el poder de las leyes, las penas de muerte no debieran ser muy

distantes entre sí. A quien dijese que la esclavitud perpetua es tan

dolorosa como la muerte y, por tanto igualmente cruel, le respondería

que quizá incluso lo sea más sumando todos los momentos infelices de

la esclavitud; pero estos están repartidos durante toda la vida y aquella

ejerce toda su fuerza en un momento.

Sé bien que el desarrollar los sentimientos del propio ánimo es un arte

que se aprende con la educación; pero porque un ladrón no sepa

expresar bien sus principios, no por eso obran menos en él. ¿Qué leyes

son estas que debo yo respetar, pero que dejan una tan gran distancia

entre el rico y yo? El me niega el salario que yo le pido y se excusa con

encomendarme un trabajo que no conoce. ¿Quién ha hecho estas leyes?

Hombres ricos y poderosos que no se han dignado nunca visitar las

tristes cabañas del pobre, que nunca han repartido un pan enmohecido

entre los gritos inocentes de los hambrientos hijitos y las lagrimas de la

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esposa. Rompamos estos vínculos fatales para la mayoría y útiles para

unos pocos e indolentes tiranos; ataquemos la injusticia en su origen.

Regresaré a mi estado de independencia natural, viviré libre y feliz

durante algún tiempo con los frutos de mi valor y de mi ingenio: llegará

tal vez el día del dolor y del arrepentimiento; pero será breve ese tiempo

y tendré un día de pena a cambio de muchos años de libertad y de

placeres. Convertido en rey de unos pocos, corregiré los errores de la

fortuna y veré a estos tiranos palidecer y temblar en presencia de quien

con un insultante fausto posponían a sus caballos, a sus perros.

Entonces la religión se presenta a la mente del criminal que de todo

abusa y ofreciéndole un fácil arrepentimiento y una casi certidumbre

de eterna felicidad, disminuye en mucho el horror de aquella última

tragedia.

Pero quien ve ante sus ojos un gran número de años o incluso todo el

transcurso de la vida que pasaría en la esclavitud y en el dolor en

presencia de sus conciudadanos con los cuales vive libre y sociable,

esclavo de aquellas leyes por las cuales era protegido, hace una útil

comparación de todo eso con la incertidumbre del éxito de sus delitos y

con la brevedad del tiempo en que gozaría de sus frutos. El ejemplo

continuo de los que actualmente ve víctimas de la propia irreflexión, le

produce una impresión mucho más fuerte que el espectáculo de un

suplicio que lo endurece más que lo corrige.

Si las pasiones o la necesidad de la guerra han enseñado a derramar la

sangre humana, las leyes, moderadoras de la conducta de los hombres,

no debieran aumentar el fiero ejemplo, tanto más funesto cuanto que la

muerte legal se da con estudio y con formalidades. Me parece un

absurdo que las leyes, que son la expresión de la voluntad pública, que

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detestan y, para alejar a los ciudadanos del asesinato, ordenen uno

público.

El asesinato, que nos es predicado como un terrible crimen, lo vemos,

sin embargo, empleado por ellos sin repugnancia y sin furor.

Sin duda en lo fundamental coincidimos con Beccaria y de igual

manera estamos en desacuerdo de que se aplique la pena de muerte

también la consideramos inútil e innecesaria no solamente por las

razones recurrentes que en todos los foros se esgrimen, que son

razones de moral y religión sino, consideramos que al contrario el matar

al ciudadano de ninguna manera resuelve el frenar los índices delictivos

que van en aumento la forma mejor de evitar los crecientes índices

delictivos, los consideramos que serán con la pena perpetua y además

con invertir en mayor educación y cultura hacia los pueblos, pues las

misiones entre mas altos índices de cultura tengan serán menos

propicio a cometer delitos.

David Oscar Castrejón Rivas

Profesor de Derecho Romano De la Universidad Autónoma De Chihuahua, México.