Las Palabras Vivas - Pedro Miguel Lamet

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    Qu sinti Jua n, el discpulo .mu- !la ltima cena, reclin su cabi/.i n i |-n

    A esta pregun ta intenta responde i l

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    Las palabras vivas

    1La isla

    Hoy he vuelto a pescar. Me he sentado en la roca que miraal poniente, mientras la brisa me acariciaba la barba y elmar cobraba tonos de sangre entre las nubes. He lanzadoel aparejo como hace aos me ense Pedro all en Galilea, cuando ramos una pia y desconocamos el tumulto

    interior que iba a transformar nuestras vidas:

    - Hoy pescaremos con anzuelo, uno a uno, para queaprendas a hablar con el pez. No, as no, hombre! Lanzalejos y luego espera, espera sin miedo y sin prisa. Como sino dependiera de ti, como si t no fueras el pescador. As,ves? Deja al mar hacer.

    Aqu el mar, el Mediterrneo, es bien distinto; te puede. En Tiberades -nunca lo olvidar- el agua era las ms delas veces mansa, espejeante, amigable, y el mar de tamao

    humano, a vista de la otra orilla. Conocamos cada palmo deaquel gran lago, sus pequeas ensenadas y acantilados, sus

    bancos de peces, las lomas verdes y redondas como senosde mujer que desde l se divisaban, los puertos toscos conolor a madera mojada, las playas como lechos blandos de

    beduinos, y el viento que silbaba por las noches entre losolivos hasta peinar las lejanas mieses, entre caminos quesiempre nos devolvan a nuestra casa de adobe despus dela brega.

    11w u m m m m m m a m m

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    w u m m m m m m a m m

    Aqu en P%tmos el mar se desmelena, salta sobrelas rocas hasta mojarme los pies, con riesgo incluso dederribarme, corr10 ]0 ha intentado ms de una vez. Desdemi destierro poi- razones de mi fe y mi testimonio, esta

    pequea isla es mi celda, y tambin mi templo, mi casay mi atalaya desude la que pierdo estos ojos cansados de

    leer pergaminos 0 e escribirlos da y noche. El clamo esahora mi consumo He escrito miles de palabras sobre laPalabra. He volado ej alma, con los recuerdos de Jessiluminados por iuna sabidura que alarga en el amor y el

    pensamiento , tO(0 iGaprendido por aquellos caminos depolvo y esperanza

    Pero esta nc^he, despus de meditar todo el da en lacueva que mira aSamos y contemplar una vez ms cmoel mar engulle e;se so] de oro a rodajas, entre nubes san

    guinolentas, te hie preguntado:- Seor: Yra he escrito todo cuanto me dictaste, esa

    palabra de fuegct) qUe eres t mismo desde que te conoc,la luz, la vida, ej agUa que beb de tus labios. Se acercael fin de mis d%s L as escasas familias que habi tan estadiminuta isla me icen que no me acerque al mar a solas,que tienen miedos de qUe^a mj edad, me despee por cualquier acantilado. pero yQno pUedo alejarme de l, que memantiene sumerg ido en ti y me ayuda a cerrar los ojos. Yahe escrito esbozcos de mi testimonio, he vertido desde mi

    cntaro recuerdo)Sy visiones, tu buena noticia y cuanto enmis sueos y rap^os msticos he visto cada noche. Casi sindarme cuenta ham ido pasando semanas y meses enterossin dormir con l at fiebre de volcar lo que rebosaba mi alm a.Dime ahora, Se|orj dime: qu quieres de m?

    El silencio die Dios abroncaba con un bramido de marbajo mis pies. Em prend ia vuelta como cada atardecerentre las primera^ sombras con cuidado de no resbalarme,

    avpalabras vivas Las palabras vivas

    y fijando mi cayado en pedazos firmes de roca, sorte loscharcos que haba dejado en huecos la marea. Me ech elhatillo al hombro con solo tres peces, fruto de mi pesca,y, dejando detrs la baha con forma de abrazo, sub a lacolina de mi casa vislumbrada entre jirones de luna. Mefrot las manos, encend el fuego, as un pescado en la

    humilde lumbre, beb un trago de vino y me tumb sobreel lecho de piel de camello.

    El viento grua en los travesaos mal claveteados demi ventana. No consegua perderme en los brazos del sueo.De tanto escribir a veces no acabo de diferenciar bien el dade la noche y me desvelo largas horas a la escucha de mianciano corazn, que a veces se desboca como los corcelesromanos de Sforis que me entusiasmaban de nio, cuandomis padres me llevaban al mercado.

    - Seor, qu quieres de m?Tu silencio es ms espeso que tus palabras. Cuando

    nos prometiste el Parclito, yo pensaba que iba a ser comoun sol cegador que apartara para siempre las sombras dela vida. Pero al hombre solo le es dado asaltar el no-tiempo

    por rfagas instantneas, relmpagos de luz. Luego vuelvela noche con su oscuridad y la fe no pasa entonces de serun candil titilante para no tropezar. Los aos encorvanmi cuerpo y el miedo golpea en ocasiones a tu puerta conel sinsentido, como a ti mismo te ocurri aquella terriblenoche de Getseman. Como a m en los ltimos tiemposen Roma y feso con las amenazas de Domiciano. Apuntoestuve del martirio, del que me libraste. Ahora me duelenlos huesos en esta casucha hmeda y la fiebre arde en mifrente mientras me habla tu silencio.

    Cmo es el silencio? Como una copa vaca, una cuevadonde grita la noche, una barca sin velas. El silencio es elhueco abisal donde habla la vida. Me acurruco en l cuando

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    andas ausente. Entonces no pareces t, el amigo, sino el Diosgrave del Sina, el de las tablas, las plagas, el desierto, laesclavitud de Egipto, el interminable xodo de Moiss.

    - Ah, Dios mo, qu quieres de m?

    Ya he cumplido mi misin. Estuve contigo desde los

    alegres inicios galileos hasta el pie mismo de tu cruz. Heseguido tus pasos por valles y montaas. He curado entu nombre, he predicado tu Palabra, he luchado contralas primeras herejas. Me han encarcelado y azotado por

    proclamarte hasta que di con mis huesos en este destierro,donde has querido que escriba a tu dictado. Viene ya mimuerte? El descanso en ti? Qu pretendes ahora de este

    pobre viejo enamorado?

    De pronto un trueno zarande la cabaa. Las toscasventanas crujieron estremecidas y pareca que iban a esta

    llar. Me levant. Abr la puerta. La sucesin de relmpagosesclarecieron la noche como fantasmagricas serpientes deluz. La isla era una aparicin discontinua de ascuas de plata,y el mar, como la hoja bien bruida de la espada de Pedro enel Huerto. Al instante rompi a llover un diluvio copioso deverano que asustaba y bendeca la tierra al mismo tiempo.

    Levant mis enrojecidos ojos al cielo y dej que elagua resbalara por las canas de mi barba y cabeza hastaempaparme como una bendicin. La lluvia, no era el beso

    de Dios para los campesinos hambrientos, esquilmadospor los impuestos romanos? Para los pescadores, das sinnavegar y un antecedente de las repentinas tempestades deGalilea. La lluvia es la humedad dulce que lava la tierracomo lengua de vaca, que arrastra el polvo como limpia

    ba losbaiTos de aquel Jordn inolvidable, junto al que teconoc y te am como a nadie he vuelto a amar en la vida.Qu lejos y cerca me parece ahora todo aquello! Y sinembargo, cuntas veces te he sentido caminar a mi lado,

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    no como los de Emas, no, que no te conocieron, sino comola energa que andaba con mis pies, habla en mis palabrasan y mueve mi clamo en la noche!

    Con la misma rapidez que se inici, call la lluvia ydej a la luna recin aseada encandilar los campos, queolan a bendita tierra generosa. Tena el paisaje entonces

    la quietud de un nio que acaba de salir del bao. El mar,de lejos, se haba amansado, lobo dormido, y la isla deSamos era en lontananza un monstruo marino flotando enel horizonte.

    Fue entonces cuando el silencio se hizo poblado. Sedistingua cada pequeo ruido amplificado por la noche,la cada de las gotas del parral de la entrada o el ladridolastimero de un perro lejano. Fue entonces cuando me senten el poyete junto a la puerta y me qued exttico, colgado

    de ti, como tantas veces. Se suspendieron mis potenciasy flotaba en el aire fresco de la noche, cuando, como unsusurro se despert la palabra interior:

    - Hola, Joannes. Cmo ests, amigo mo? Qu teentristece? No sabes que siempre estoy a tu lado? Nosignifica tu nombre el Seor es misericordioso?

    Sent el fuego de dentro y la luz inundando mi alma.

    - Te queda algo por escribir. Contars cuanto te mostr,durante tu estancia en feso, mi vida de una manera distinta

    de los dems, desde el Logos abrasador. Has transcrito misrevelaciones, tu libro proftico. Esos textos iluminarn amis hermanos a travs de los siglos. Junto a los escritosde Marcos, Lucas y Mateo abrirn el alma de muchos a mireino, desde la Palabra que te ha sido revelada. Tus misivas les irn recordando la supremaca del amor, y tu obra

    proftica, el Libro de la Revelacin los resplandores deun presente que es futuro en Dios. Pero t eres mi amigo yyo no me contento con eso. Ahora, Joannes, necesito que

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    abras tu corazn y escribas tu ltimos secretos, el diariode nuestra amistad.

    - Seor: He dicho todo cuanto s y me has revelado.En feso le los tres relatos que mencionas. Pens queellos ya haban escrito tu vida, tu biografa. Cre aadirsabor y saber. No renunci al detalle, puse mucho amor

    y revelacin en aquel escrito, al saltar de la ancdota a lacontemplacin, del hecho al smbolo. Nadie como t sabequ sabor tienen los vocablos agua, pastor, luz, camino,

    paloma, palabra, pan y vino. Que es tu evangelio escritodesde otro plano, desde la luz del Espritu que nos enviaste.Qu quieres ahora?

    - Te acuerdas de aquella noche, cuando reclinaste tucabeza sobre mi pecho, Joannes? Lo que sentiste, lo queviste entonces?

    Mi corazn comenz a latir, se desbocaba al evocarlo.

    - Oh, Seor!, cmo no lo voy a recordar? Es el momento ms sublime de toda mi vida, grabado y conservadocomo el mayor tesoro en el arca de mi alma. Est fueradel tiempo.

    - Pues bien, amigo, escrbelo.

    Un trueno rezagado irrumpi en la isla y el cielo seabri partido por un rayo.

    Cuando volv en m, estaba llorando.

    f La baha de Patmos se extenda abierta y serena a mispies y abrazaba un mar surcado de espejuelos de luna, mientras una paz sin nombre acunaba el paisaje de mi alma.

    Jess, mi amigo, una vez ms haba estado conmigo,su predilecto.

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    El plpito

    Si ahora soy impresionable, entonces, joven incauto, sensible y barbilampio, lo era mucho ms. Los das nubladosme dejaban tan melanclico que casi me entraban ganasde llorar y cuando Andrs tocaba la flauta todo me bailaba

    por dentro.

    - Pareces una damisela, Juan, no s cmo el Maestronos llama a ti y a m los hijos del trueno. Debe referirsea m, pues lo que es por ti -me deca mi hermano Santiago-.

    Yo tambin he tenido siempre mucho carcter, comose ver. Lo debemos haber heredado de nuestro padre, un

    bronco pescador que, cuando se enfadaba lograba despertara los vecinos, pero eso no me ha impedido nunca que meestremeciera con un jilguero, ante el rosa desperezarse

    de un amanecer, el chisporroteo de un leo ardiendo y elcanto de una mujer.

    Pero los das oscuros que precedieron a la traicintodo pareca distinto, caminaba junto a los doce como unsonmbulo. Los discpulos murmuraban preguntndose quera aquello y por qu Jess haba subido a Jerusaln conlo que se le vena encima. Pedro, que era un impulsivo ya veces ms ingenuo que un cubo, rea como una catarata

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    Las pala bras vivas

    despus de aquella entrada triunfal. Funcionaba por arrebatos. Poda ser un ro que se despeaba de pronto. Crea queal instante haba cambiado el panorama y que asistamosa los inicios de algo nuevo. Pero los dems sabamos queno, que Jerusaln aquellos das era una trampa para Jess.Estbamos como alelados, sin entender sus latigazos en

    el templo, sus maldiciones a la higuera, sus prediccionesfunestas en una poca en que hasta el ms tonto saba queno era tiempo de cosechar higos, y menos sus palabras,ms enigmticas que nunca.

    De todas formas me toc como siempre arrimar elhombro, junto a los ms ntimos, para preparar la cena.Pedro me grit un par de veces, nervioso, como cuandome quedaba alelado en la barca contemplando los maticesdel mar.

    - Espabila, Juan, que es para hoy.Santiago discuti con las mujeres sobre cmo aderezar

    el cordero. Todo pareca irreal aquella noche.

    La recuerdo baada de un claroscuro tibio, con olor aprimavera, casi de da bajo la luna de Nisn. Las conversaciones fueron apagndose cuando entramos en el comedor,que ola a limpio, bien dispuesto por las mujeres al mando

    primoroso de Mara. Ella le sonri en el umbral, aunque susojos denunciaban una honda preocupacin nada ms verloentrar. Cuando l pidi la jofaina y comenz a lavamos los

    pies, nos miramos sorprendidos. Cambi una mirada deinteligencia con Pedro, que rojo de indignacin, se encogide hombros como preguntando de qu iba aquello. Yayamesas, pensara. Yo, conocindole, estaba seguro de que laiba a organizar, lo que el Maestro aprovech para darle unaleccin mirndolo a los ojos con aquel par de tizones hondos como el infinito. Me dej hacer ensimismado y, cuandolevant la cabeza, me sonri. Verle as de rodillas delante

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    de m era tan nuevo! Nos haba dicho muchas veces queestbamos en este mundo para servir, no para ser servidos,y que nuestro estilo no era el de amos, reyes o seores, sinoel de los esclavos. Pero la gente no quera comprenderle.Los esclavos estn muy mal vistos entre los judos, siemprezafndonos de los imperialistas. No poda entender que el

    mesas se abajara as y no fuera a disfrutar de poder y mando,como habamos esperado y comentado en nuestros corrilloscuando l no estaba delante. A esas alturas los doce seguancon la tabarra de verse ministros o consejeros de un reinofeliz, un reino mesinico de este mundo que iba a acabar conla dominacin romana.

    Luego nos distribuimos por los triclinios. Fue entonces cuando Jess hizo un gesto para que me acercara yme sentara en el lectus tertins,como dicen los romanos,

    el divn a su derecha. A Pedro le indic el segundo a suizquierda. Los dems se distribuyeron junto a la mesaindiscriminadamente. Nadie saba de qu iba aquellacena ntima. Pero mi sensibilidad penda del Iscariote,que emita turbadas vibraciones.

    Cuanto dijo e hizo Jess en aquella hora emocionadade despedidas quedar escrito detalladamente. Pero ahorame toca expresar, si es que lo logro, qu es lo que en aquellos momentos sent.

    Desde el ventanal del cenculo se recortaba un pedazode luna con un resplandor quieto e inquietante a la vez, comode noche de enamorados que estn lejos, o de despedida delnovio, un sentir de alma desnuda con el ser desgarrado y a laintemperie. Las mujeres no abran la boca, segn costumbre,cuando sirvieron la comida. Se haban deslizado entre lasmesas con una delicadeza femenina que dispone los ltimosdetalles sin querer estorbar. El vino pareca ms rojo y el panola a tierno, recin cocido. De los fogones venan oleadas de

    Las palabras v ivas

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    olor a asado y salsa horoset.Los rostros de mis compaerosreflejaban una seriedad contenida, expectante. Pero lo quellenaba la sala era la voz, su voz.

    Cmo describir la voz de Jess? La haba escuchadotantas veces! Siempre era nueva y distinta. Sonaba a roen los campos de Galilea, a ola y brisa sobre la barca; acopla cuando nos explicaba en la intimidad sus misteriosas

    parbolas; a poder y firmeza, cuando echaba los demoniosy curaba a los enfermos. Era una bien timbrada voz dehombre, acariciante, joven y madura, azogada de temple yfragilidad. Sonaba a padre, a amigo, a enamorado, a profeta,a discpulo, a pescador, a campesino. Tena algo a la vezde muchacho y paterfamilias.

    Aquella noche revesta una extraa fuerza y un temblordesusado. Era la del testamento de un condenado y la de

    una carta escrita en la intimidad. Atravesaba la estancia silenciosa desde una vibracin nueva y tocaba fibras secretasy dormidas del corazn. Luego recorr los rostros uno auno, que conoca tan bien. Hombres rudos, acostumbradosa la recia faena y curtidos por el sol y la brisa, del colordel cuero. Aunque all casi todos rezumaban una mezclade arrobo enrojecido, miedo y amor. Pedro no entenda,la mirada ausente. Judas, la cabeza baja, fija en la mesa,fruncido, arrebujado en su angustia. Felipe, las cejas levantadas. Santiago, con los ojos brillantes. De pronto Jess se

    puso el manto y rompi el sortilegio.- Escrito est: El que come mi pan me ha puesto la

    zancadilla... Lo digo para que cuando suceda creis queyo soy.

    Yo soy. Nunca olvidar la fuerza de aquel yosoy, un aldabonazo de su unidad con el Padre. La mismaenerga del yo soy el camino y la verdad y la vida, queme atraves.

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    - Quien recibe al que yo enve me recibe a m y quienme recibe a m recibe al que me envi.

    Su unidad con el Padre. Sent que ese fuego era mifuego y que aquel yo soy era tambin mo.

    La conciencia de mi ser en Dios.

    Entonces se estremeci. Lo dijo con voz quebrada. Aadi que uno de los presentes le iba a entregar. La descarga deinquietud recorri todo el grupo de discpulos apiados.

    Yo apoyaba mi brazo izquierdo en el divn. No pudecontenerme y reclin mi cabeza sobre su pecho, comoacostumbraba. Entonces el tiempo se detuvo. Senta elcalor infinito de su piel y su corazn latir como un corceldesbocado. Me encontraba en la cena de despedida y noestaba al mismo tiempo en el cenculo. Poda or las pala

    bras, contemplar los gestos, pero mi alma volaba alto en

    volandas de un amor sin medida, fundido como hierro confuego, gota en el mar, lluvia en la tierra, lejos de todo ycerca de nada, arrebatado por el comps ardiente de aquelinfinito corazn de amigo.

    Hasta que Simn me llam por detrs y me toc enel hombro.

    - Juan, averigua quin es.

    Despert. Me bast alzar la mirada.

    - Seor, quin es?

    Jess, con el rostro encendido, me dijo que mojara unpedazo de pan en la salsa y se lo dara, un ges to de amistady cercana, una deferencia irnica.

    Lo de Judas lo sabis: cmo se hundi en la noche, elestremecido testamento de Jess, su promesa del Espritu,sus palabras sobre la vida, su oracin al Padre. Basta quedespleguis los rollos de pergamino que he escrito inspirado

    por la bel leza y el resplandor de sus palabras.

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    Ahora debo seguir respondiendo a su pregunta:

    Qu sinti el discpulo predilecto cuando tena sucabeza reclinada sobre el pecho de Jess?

    Dicen que a la hora de la muerte transcurren en uninstante ante nuestra vista todos los acontecimientos de

    nuestra vida. Algo as me ocurri a m en aquel nomento.Pero no como la sucesin cronolgica de hechos de unabiografa, paso a paso desde el nacimiento has ta hoy, sinocomo si bebiera toda mi existencia en un solo trago o comosi sobre la superficie de una hoja verde se concentra todoel sol que se contiene en una gota de agua. Como si, desdeuna cima, pudiera contemplar todos los caminos que confluyen en subidas y bajadas, valles y abismos en ese solo

    punto donde ya no hay caminos, sino solo presencia, soloamor sin medida.

    Oa perfectamente la voz de Jess; distingua las reacciones de los discpulos, su desconcierto, su expectacinemocionada, su sorpresa cuando tom en sus manos el pany el vino. Entonces me di cuenta de que yo no era un meroespectador. No s lo que era. Quizs tambin aquella voz,aquel pan y aquel vino. Yo bogaba dentro del corazn delSeor hacia un templo sin paredes que contena todo elmar, los paisajes del universo, un camino de estrellas que se

    perda en la noche sin tiempo hacia simas insondables.

    He aqu lo que vi.

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    La barca

    Con los primeros latidos apareci ante m la vieja barca.Se balanceaba como una cuna en la orilla de un amaneceren el que las aguas transparentes dejaban ver en todo sucolorido las piedras redondas de la playa. Mi padre, el Ze-

    bedeo, disfrutaba metiendo los pies en el agua. Me llevabaen volandas de nio a una de la media docena de barcas quetenamos en la familia, pues poco a poco se haba hechocon un pequeo negocio de pesca, incluso con jornalerosa sueldo, lo que supona en medio de un poblado pobre

    pertenecer a una familia rica.

    Betsaida, donde vivamos, significa casa de pesca.Para m, un nombre que rezuma frescura, redes, pies descalzos, noches junto al fuego, gritos de faenar y arriar velas, lacasa y los hermanos, el olor a pescado a la brasa. Riberea,

    blanca y asomada al mar de Tiberades, resplandeca al solcuando la contemplbamos desde la barca, sobre todo alregreso de la faena como una bendicin.

    Con el tiempo para m la barca se fue convirtiendo enun smbolo de la vida, un extrao cruce de temor y confianza. Ni era un bote pequeo ni una barcaza grande, sino unaembarcacin tpica de una sociedad pobre, lo suficientemente grande como para que pudieran navegar en ella diez

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    o doce personas. Solo la quilla de la proa estaba hecha decedro del Lbano. El resto del casco proceda de\ maderasde pino y sauce, unidas con perforaciones y enganchadascon cuas de roble, mientras que las junturas iban selladascon resina de pino. Se deslizaba bien dejando tras su quillacual corte de cuchillo las azuladas aguas.

    Vaca, anclada en la playa, era el receptculo que espera el trabajo y la casa de los peces revoltosos. En alta mar,cuando arreciaban esas tempestades repentinas de nuestromar, sinnimo de riesgo y salvacin. La tengo asociada alos compaeros de la primera hora: mi hermano Santiago,Andrs y su hermano Pedro. Pero sobre todo a Pedro. La

    barba mojada de gotas relucientes, los ojos algo saltones, lascejas pobladas, la voz ronca y la tez curtida de sol, pareca unrostro labrado en roca perfilndose sobre el azul del mar.

    - Suelta esa maroma, Andrs, que vas a volcar lapesca!

    Tena un carcter fuerte, apasionado, un poco mandny cascarrabias. Poda pasar de las lgrimas a las carcajadasen un instante y hacer saltar la barca sobre una gran olaa golpe de remo. Recuerdo aquella ocasin en que Jesshaba pronunciado un discurso muy duro en Cafarnam, alda siguiente de la multiplicacin de los panes y los peces.La mayora de los discpulos quera echarse atrs. Por unmomento Jess pens que la nave se iba a pique, que iba a

    quedarse solo en el gobernalle. Entonces nos pregunt:- Tambin vosotros queris iros?

    - A dnde iremos Seor?, solo t tienes palabras devida eterna -dijo Pedro.

    En momentos as Pedro era el nico en tomar la palabra, pues tena madera de lder, hecho a mandar en lamar y en la vida. Se le encenda el rostro. Cuando Jess le

    pregunt que quin pensbamos era l, Simn le dijo sin

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    dudarlo que era el Mesas. A borbotones, igual que nosordenaba recoger el aparejo. En su brusquedad primariahaba un entusiasmo por el que hablaba el espritu.

    Pero, como suele suceder a los hombres grandotes yfuertes, era al mismo tiempo frgil como un nio. Mandaba

    en la barca y acab mandando en la comunidad. Algunosdiscpulos con los aos me preguntaron:

    - Pero, Juan, si t eras el discpulo amado, el predilecto, por qu no te hizo a ti el jefe, eh? T estuviste hastael final al pie de la cruz. Acaso Pedro no le neg? No hayquien lo entienda.

    Yo siempre les contestaba:

    -N o conocis a Pedro. No lo habis visto dar rdenesen la popa, empuar el timn y arriar velas. Siempre fue

    el patrn. Adems, Jess quera demostrar que su barcasurca mares de este mundo y que su timonel es un hombre,cargado de defectos, no un dios. Adems los ntimos nuncason buenos sucesores, no os parece?

    Mi ms entraable imagen de barca, la que me acompaa en las noches de soledad y miedo, es aquella en laque faenbamos mientras Jess dorma sobre los rollos decuerda de popa. Cuando Jess dorma lo haca profundamente, excepto los ltimos das cuando saba que iban amatarle. Dorma como un nio, apaciblemente, con media

    sonrisa en los labios. El viento agitaba su cabello y se estabahaciendo de noche. De pronto se encresparon las aguas yl, nada, ni los truenos ni relmpagos lo despertaban. Nosestaba poniendo nerviosos. Pero este hombre, es que nose da cuenta? Tuvimos que zarandearle para despertarle ycon un gesto apacigu las aguas.

    Despus de la muerte de Jess, en Jerusaln, en Roma,en feso, he temido por mi vida, sobre todo en los ltimos

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    tiempos, que se han puesto tan mal las cosas hasta desterrarme a esta isla. Cuando vuelven a soplar los viento^ ycreo que voy a perecer tragado por nuevas tormentas, ciejrrolos ojos y veo a Jess plcidamente reclinado al fondo demi barca. Entonces no grito:

    - Seor, slvanos, que perecemos. '

    Prefiero dejarle dormir acunado por el balanceo dela barca, convencido de que el oleaje y la galerna siem

    pre agitan las aguas de la superficie, nunca el mar de lasprofundidades. All siempre est Jess recostado en popa,reclinado en lo ms secreto de m mismo, donde el tiempoy el espacio no existen, donde mi ser es uno con el ser deDios. Por lo general flotamos sobre los mares, nos dejamos llevar del oleaje, el vaivn de la vida y no le vemoso creemos que nunca va a despertar. Y en realidad somos

    nosotros los que nunca despertamos, sin enteramos de quela enfermedad, el dolor, la muerte en realidad no existenpues son olas que zarandean, no hunden.

    La barca nos sirvi a veces como plpito. Cuandoestaba a la orilla del lago, se agolpaba tanta gente que ledeca a Simn que alejara un poco la barca para predicardesde el mar y que todo el mundo le viera. Era una deliciacontemplarle con los cabellos movidos por la brisa y sutnica blanca, la que le teji Mara, silueteada por el solsobre el horizonte azul.

    Pedro estaba fuera de s aquel da, despus de haberfaenado toda la noche sin conseguir pescar. Jess le mand

    bogar mar adentro (~Duc in altum- dicen los latinos) yechar las redes. Conseguimos tal captura de peces que elaparejo se rompa y tuvieron que pedir ayuda a otra barca.Aquello era muy fuerte para un pescador que, como nosotros, conocamos los secretos del mar de Tiberades, las

    bancadas mejores, y acab por rendir le del todo, a l y a

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    Las palabras vivas

    los dems, que dejamos definitivamente barcas y redes ynos fuimos tras l.

    Entonces, ms que el mar, fueron los caminos de polvoentre sembrados, las calles de los pueblos y ciudades, lascasas que nos hospedaban, los escenarios de nuestra vida:cojos, lisiados, nios, mujeres, hombres de turbante o cas

    co, prostitutas y recaudadores, gente y ms gente en buscade un agujero para abrirse a la esperanza. La mayora desus discpulos, exceptuando algn agricultor, ramos pescadores y tenamos la querencia del mar. A Pedro, cuandotena la ocasin, le gustaba decir:

    - Me voy a pescar.

    Y todos nos bamos tras l. O le llevbamos a Jess de costa a costa a predicar y curar enfermos por los

    pueb los ribereos. Entonces Pedro se creca y tomaba

    el mando. Jess apoyaba su brazo en la amurada de labarca y hunda sus ojos en el horizonte. Era una miradaluminosa, mezcla de penetracin y un deje de tristezainfinitos. Como si nadie ni nada de este mundo pudierallenarla, como si su hermoso cuerpo de hombre joven nofuera suficiente para contener ese no s qu que trasluca.Entonces yo me acercaba a l y me apoyaba en su pechoy l se dejaba hacer. Al principio pens que mis compaeros iban a tener celos. Pero yo era el benjamn, el msmuchacho de todos, una especie de mascota del grupo, y

    todos me queran a su manera. Tambin me esforzaba enser servicial y simptico con todos y cada uno.

    Por eso he de confesar que pocas cosas me gustan tantocomo mirar al mar. Me recuerda a Galilea. Le veo caminarsobre las aguas en medio de la noche y tomar de la manoa Pedro para que no se hundiera. Ahora que, dadas las calamidades por las que atraviesa la Iglesia, se dice que estcerca el fin del mundo, me agarro de la mano de mi amigo

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    y me siento con l en la popa de la barca, los ojos perdidosen nuestro infinito que es l mismo. S que vamos a zozo

    brar y sufrir calamidades, crceles, interrogatorios, torturas,martirios, persecuciones. Pero con una sonrisa en los labios,como Esteban cuando lo apedrearon en Jerusaln.

    Por eso, repito mucho el salmo 39: No me abandones,

    Seor, no te quedes a distancia.Pido cercana para sentirle al lado y luz interior para

    verle.

    No deja de ser curioso que, por deseo de l, despusde la aparente tragedia de su muerte, nos reuniramos denuevo en Galilea a pescar bajo estos cielos serenos y co

    bijarnos como antao entre las sencillas paredes de la casade Pedro. Sentados en el patio, donde vacibamos las redesy contbamos los peces o en las largas noches de espera,a la luz de la lumbre desgranbamos lo que haba sido suvida, sus palabras, sus prodigios. Despus de aquella largavelada en que no habamos pescado nada -lo peor para unexperto como Pedro-, un plido amanecer nos sorprendiexhaustos y descorazonados, cuando alguien nos pregunten la playa si habamos pescado algo. Le respondimos queno, sin disimular nuestro enfado. Encima con bromas demal gusto? Pedro mascull entre dientes una palabrota. No

    pareca nadie conocido, sino el tpico gracioso que se cebaen la desgracia ajena. Nos dijo que echramos la red a laderecha de la barca. Lo hicimos de mala gana. Se rompade tanto como pescamos; ciento cincuenta peces.

    Todos aguzaron la mirada. No era alguien que nosfuera familiar en la apariencia. Pero yo me qued contem

    plndolo desde la barca y sent un plpito semejante al queme encendi en el cenculo. El corazn tiene ojos.

    Grit:

    - Es el Seor!

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    Entre las multitudes de un mercado, en la aglomeracin de un circo o un estadio, en las calles abarrotadas deJerusaln durante las fiestas, le hubiera reconocido. Subidoa una torre, en lo ms hondo de un abismo, desfigurado porlos golpes y latigazos siempre lo reconoc, porque siem

    pre lo senta ms que verlo. Uno entre millares. Como el

    nombre pronunciado por la persona amada.Como dice El mejor cantar:

    Grbame como un sello en tu brazo,

    como un sello en tu corazn,

    porque es fue rte el amor como la muerte

    es cruel la pasin como el abismo;

    es centella de fuego , llamarada divina;

    las aguas torrenciales no podrn apagar el amor

    ni anegarlo los ros.

    (Cant 8,6)El amor adivina, escruta, percibe, toca sin tocar, des

    truye distancias, une ms all del tiempo. Fuerte comola muerte.

    Se desboc mi corazn, mientras el impulsivo Pedro selanz al agua. Aquel desayuno en la playa de rostros cansados de la noche y empapados de mar sera inolvidable.

    No s de dnde sac Jess el pescado. l, despus dela resurreccin, pareca distinto. Por eso ni Pedro, ni los

    dems pudieron reconocerlo. Pero yo vea ms all de losropajes y de ese aire etreo aunque corporal con que se nospresentaba entonces.

    Los que se aman siguen unidos en las vibracionesde la misma cancin. Cantan juntos incluso despus de lamuerte.

    A Pedro le someti a un tercer grado con sus preguntas.Por tres veces le interrog sobre la sinceridad de su amor y

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    Las palabras vivas

    le profetiz su final. Fue entonces cuando mi amigo Pedropregunt por m.

    - Y de este, qu?

    - Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, a tiqu? T sgueme.

    Los doce se quedaron intrigados con esta frase deJess. Incluso los miembros de mi comunidad de feso sehan hecho la misma pregunta, sobre todo cuando escapde las torturas de Domiciano. Acaso quiso dar a entenderJess que yo no morira?

    Qu es morir? Qu es vivir? El que se sita en elamor nunca muere. S que, segn las apariencias y losesquemas usados por los hombres, morir. Pero tambins que desde que amo vivo en otro plano. La noche de lacena escuch en el pecho de Jess la cancin de la vida.

    Entend qu era aquello de saltar a la vida eterna.Vi claro que esta vida es una sucesin de pasos, comolos que adelant Jess a Pedro en aquella conversacin:

    joven, viejo, ceido por la ancianidad y la muerte. PeroJess estaba ms all de esa vida y ese martirio. Estabasimplemente.

    Yo an vivo con l reclinado en la barca.

    No hay mar que me pueda ni noche que oscurezca deltodo mi alma. Ms que con l vivo en l. Como en la fiesta

    junto al lago. Aquella maana Pedro record otro fuego en

    el patio de Ans, donde le neg. Yo le record dormido enla popa de mi barca, una barca ahora vaca que se estremecea solas en este puerto de Patmos. Me percibo como un nioen brazos de su madre. 1

    Como un nio en brazos de su madre, as est mialma dentro de m (Sal 131,2).

    Cierro los ojos y la barca de Pedro me sigue meciendoen el mismo soar despierto de Jess.

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    Las palabras vivas

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    La noche

    Los latidos me condujeron suavemente a un vaco insondable, ms all del paso de las horas y los aos, a una zonadonde ni el pasado ni el futuro tienen cabida, un lugar sinnombre en el que me senta suspendido, como colgadode una nube y feliz. Era la vuelta al seno materno? Era

    aquello el cielo en forma de inmensa nada?Era la noche.

    Me vi en la pequea azotea de mi casa de Betsaida,sentado y jugando con un barquito de vela que me hizomi to, gateando a los pies de mis padres mientras tombamos el fresco bajo las estrellas. Salom, mi madre,cosa o limpiaba lentejas. Mi padre remendaba redes. Lasnoches galileas son como mantos de terciopelo, suavesy tibias, acariciadoras para el alma, ensanchadoras del

    espritu. Un perfume a alea y romero ascenda de loscampos. Desde all se divisaba entre dos palmeras nuestromar partido en pedazos de luna. Las noches de veranoacrecentaban los sonidos: el zumbido de un insecto, el

    balido de una oveja, el cruj ir de una barca o las oleadasde una copla lejana.

    O bien las noches clidas con Jess a la luz de lalumbre.

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    Mientras es de da, tenis que trabajar en las obrasdel que me envi. Llegar la noche, cuando nadie puedetrabajar (9,4).

    A qu noche se refera el Maestro? Su noche deGetseman? \

    ^ \Ambivalente noche que, como dice el salmo, permite

    mirar a travs de ella. Porque en ella habla el Seor, quecustodia nuestros pasos como columna de fuego. Nochede muchachas vigilantes a las puertas de la fiesta de bodamientras llega el esposo, noche a la espera del amado deEl Mejor Cantar, noche honda de la madre Mara, muertoJess, noche iluminada del abrazo del recin resucitado.

    De pronto volv a ver a Nicodemo, amparado tambinen su noche, su perfil judo de nariz pronunciada bajo elshofary las filacterias al aire. Era un fariseo distinguido

    y distinto, un buen hombre, honesto, buscador. Recuerdoque yo haba acompaado a Jess entre las sombras de lascallejuelas descoyuntadas de los suburbios de Jerusaln,a la cita clandestina en una azotea con aquel hombre quequera conocerle. Algo percibi el Maestro, pues camin a su encuentro con aire decidido para charlar con unexperto en la ley, para aceptar una conversacin con undestacado representante de los fariseos, uno de aquellosseparados, los adalides laicos y poderosos del pensamiento oficial vigente, que en principio odiaban al Seor,

    porque les desbara taba su tinglado de prescripciones, ydominantes exclusivos de Dios y del Templo, tambinun productivo negocio, a los que l haba atacado msferozmente. 7

    Tena la barba doblemente emblanquecida por lascanas y la luna, la mirada inteligente y escrutadora, noexenta de la desconfianza del hombre de estudios. Jess sedescubri el manto y se adentr en sus ojos como sola.

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    Las palabras vivas

    Un viejo fariseo frente a un Jess joven y sereno.

    El predicador de pueblo junto al sabio de la ley. Qucontraste! La paz soberana del Maestro sobrecogi a Nicodemo. El jefe judo le sonri y lo reconoci como tal:Has venido de Dios, porque nadie puede hacer los signosque t haces.

    Jess le habl de nacer de nuevo, nacer de arriba.Muchas veces me he preguntado qu es nacer de nue

    vo. Para renacer hay que morir, para llegar al da hay queatravesar la noche, para alcanzarlo todo hay que perderlotodo, para rer hay que llorar, y para estar lleno es necesariohaber estado vaco. Hay que venderlo todo, cuanto unotiene, y comprar la perla rara, el tesoro escondido.

    Nicodemo no entenda. Volver al seno materno?Aquello era una locura, una estupidez, si se entiende en

    sentido literal. Pero a Jess le gustaba, como a los poetas,hablar por sugerencia, romper el lenguaje, disparar enigmasque daban en la diana de la verdad ms ntima y provoca

    ban la capacidad de desarmar los cdigos de la lgica y elcomn entender.

    Hay que nacer de arriba, del agua y el espritu.

    Del agua hablar ms adelante.

    El hombre es un ser efmero: nace, se afana y muere. No es el nacimiento del que habla Jess. Lo que ha

    nacido de carne es carne (3,6). Comes para alimentar lasclulas, duermes para recuperar las fuerzas, te apareas paraengendrar al hombre. Pero cuando nace un nio, qu ves?

    No solo hay un pedazo de carne viva, sino un no s quindescriptible que brilla en sus pupilas:

    Ves el Espritu, que est all.

    Cuando en la ribera del lago se levanta el viento, selleva la hojarasca. El viento en la noche me daba miedo

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    de nio. Con Jess aprend a amar al viento. Sus palabraseran y son para siempre ventolera que arrastra lo viejo ytrae lo nuevo.

    Lo vimos en el Jordn descender sobre Jess en eltrueno, el viento, la paloma cuando lo mostr el Bautist

    1 1 1 s,a los soldados, prostitutas, artesanos, campesinos, gente

    del pueblo que iba en busca de libertad.

    Yo os he bautizado con agua, pero l os bautizarcon Espritu Santo ( l ,26).

    Ya aleteaba antao sobre las aguas, hablaba consabidura en los profetas por encima de la prudencia delos hombres. Pero ellos siempre estaban esperando queviniera de veras en forma de regeneracin y vida nueva.Su viento-aliento (ruah) cambia el mundo. Es ms que elque se apoder de Sansn para despedazar a los leones, y

    que revisti a Otniel, Geden, Yeft y Sal para alcanzarvictorias inesperadas, o se pos sobre Elseo y otros grandeshombres de Yahv. Aunque la plenitud anunciada solo vendra luego, con el esperado rey mesinico, sobre el siervoque mediara para sellar la nueva alianza, que traera elderecho y la justicia y transformara a los hombres, segnanunciaba Ezequiel.

    Ahora el Espritu tena gestos de hombre, sonrisa dehombre, lgrimas de hombre, sudor de hombre, hambre y

    sed de hombre, mirada de hombre. Estaba all en mediode la noche, nuestra noche -las aguas sucias con todainmundicia humana del Jordn-, mirndole a los ojos a

    Nicodemo.\

    El viento sopla donde quiere; oyes su silbido, perono sabes de dnde viene ni a dnde va.

    As sucede tambin con el viento del Espritu. Nicodemo no poda comprenderle porque se mova con par

    Las palabras vivas Las palabras vivas

    metros lgicos, y la experiencia de nacer de nuevo rompecdigos racionalistas, cambia hbitos, descompone planes,desbarata proyectos de los grandes estrategas y gente bienordenada y segura.

    - Cmo puede ser esto?

    La pregunta salt por la baranda de la azotea, cruzlos tejados, lleg a las paredes del inmenso templo deJerusaln. La noche responda con su pastoso silenciode vspera trgica. No llegaba la respuesta, pues Jessarga siempre con palabras rompedoras, de las quedescolocan.

    - Y t, maestro de Israel, no lo entiendes?

    Jess le echa en cara que se mueve de tejas para abajo,habla de cosas de la tierra, cmo va a poder entender lasdel cielo?

    La respuesta es una serpiente.

    Nicodemo frunci el ceo. Entenda an menos.

    La serpiente que levant Moiss. Cuando el Hombresea levantado en medio del desierto, en medio de nuestranoche, en medio de las guerras, del miedo, de la muerte delos nios, del odio de los asesinos, de las mujeres abofeteadas, de la explotacin de los dbiles, del poder de estemundo, podremos despertar y ver claro.

    Para que quien crea en l tenga vida eterna.

    Jess como la serpiente del xodo? No para juzgaral mundo, ciertamente.

    El latido iluminaba dentro de mis entraas mi propianoche.

    Sino para que se salve por medio de l.

    Mis pobres fuerzas nada pueden. Creer es poder. Lafe, la mirada sobre aquella bandera del Glgota. El juicio

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    versa sobre esto: que la luz vino al mundo y los hombresprefirieron las t inieblas a la luz (3,19).

    Luego, pasados pocos das, Nicodemo podra quizsatar cabos en el monte de la Calavera.

    La nochq invita al dilogo y acab por iluminar a

    Nicodemo. Pero la noche es tambin oscuridad.Ah, la tiniebla!

    Cmo entr la noche en el corazn de mi amigoJudas? Era de los nuestros, desgran las mismas espigas,camin los mismos caminos, juntos dormimos al rasomientras deletrebamos las mismas parpadeantes estrellas,contbamos sucedidos cerca del fuego o departamos sobreel tiempo, la pesca y la labranza. Escuch como nosotroslas palabras de su boca. Es cierto que aquellas vsperas demuerte ninguno de nosotros entenda lo que estaba pasando.Por qu subir a Jerusaln cuando saba que conspirabancontra l? No podamos alcanzar a este mesas camino delmatadero. Pero seguimos apiados junto al gua, hasta queherido el pastor se dispersaron las ovejas. En cambio,cuando Judas sali del cenculo yo escrib: Era de noche.Dije ms de lo que deca.

    Ser hombre es caminar en la noche. Es llorar cuandonaces, conquistarte a codazos un lugar en el mundo a base deesfuerzo, sufrimiento y superacin, para luego morir. Hom

    bre es noche, es fragilidad, miedo, incertidumbre, continuo. preguntarse por un absurdo y un senti do. Por qu muere m imadre, por qu me deja mi esposa o esposo, por qu surgenlos problemas con los hijos, los sudores para obtener el pan,las enfermedades? Por qu, por qu l oscuridad?

    Pero esa no era la noche de Judas.

    Nuestras noches pueden llenarse de luz cuando seprofundiza en ellas. Judas opt por otra noche que es

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    Las palabras vivas

    enfermedad del alma. Pudo acercarse a uno de nosotros ypreguntar. Pudo acudir a Mara para implorar perdn. Pudoecharse a los pies de Jess llorando. El prefiri cristalizarlaen su conciencia, cosificar la noche de la desesperacin.

    An con el rescoldo de las palabras de Jess, quecontinuaba derramndose en palabras, caminamos haciaGetseman. Lo hacamos con una mezcla de intimidad ymiedo, rodendole mientras hablaba de vid y sarmientos,de conservamos unidos a l. El camino se iba encendiendocon sus palabras de despedida. Los olivos, como monstruosagazapados vestidos de gris metlico bajo la luna, nosmiraban inmviles cuando l se retir a orar.

    Me voy a orar, sola decimos despus de una jornada agotadora por los polvorientos caminos y tras unafrugal colacin, sentados en la hierba o bajo un sicmoro.

    Durante el da apenas tenamos tiempo para ir de ac paraall, ordenar la cola de los enfermos, sacudimos el polvo,limpiarnos el sudor y orle predicar de modo incansable.Cuando era noche cerrada y el momento de descansar un

    poco, l en vez de dormir se levantaba, enfilaba la veredahacia lo alto de la montaa u otros lugares solitarios y seretiraba a orar, a veces la noche entera. Siempre me he

    preguntado qu pasaba all arriba, cuando se echaba enbrazos del Padre.

    Despus de una noche en que se haba retirado, uno

    de los doce, intrigado por aquel misterio, le pidi que nosenseara a orar como Juan haba enseado a sus discpulos. No hay que olvidar que muchos habamos sido antesdiscpulos del Bautista.

    Haba amanecido sobre las landas verdes de Galileay el mar, como una piedra preciosa, entonaba abajo sucancin azul. Nos sentamos en tomo a l como un rebao,vido de sus palabras. Fue en aquella ocasin cuando nos

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    ense a llamar a Dios Padre, a aceptar su voluntad, asantificar su nombre, a pedirle que se establezca en estemundo su reinado, un pedazo de pan para cada da, oentraas de misericordia, como tiene Dios mismo parasaber perdonar sin medida y a liberarnos de todo mal.Supimos entnces que Jess no era un jefe, ni un pacfre,

    ni siquiera un maestro, como le llambamos, pues sedefini como nuestro hermano, hijo de un Padre que esnuestro Padre.

    Entonces aprend que orar es entrar en el silencio de lanoche para intentar desde nuestra pequeez copiar el rostrode Dios. Un modo de silenciar el yo para que pase por mla infinita bondad y que mis manos se muevan con su energa; no con mis titubeantes y egocntricos pensamientos.Por eso cuando anochece, en ese momento ntimo en que

    se descoyuntan las sombras y aparecen los fantasmas delmiedo y la angustia, cuando los pensamientos se agrandany revolotean como murcilagos insuperables, desvelados

    por la mente con la intencin de hundirnos, miro a la nochede un Jess acurrucado en su Padre y me pregunto: Noestaba siempre con l, no era l? Ese es el gran misterioinsondable de la conciencia de Jess.

    Sobre todo en la ltima noche oscura, la de las traiciones y los interrogatorios. Necesit orar, pues en aquellaocasin el Padre no apareca, se ocult hasta el fondo, se

    hizo oscuridad, noche.Yo no poda soportar verlo as. Cuando bamos a

    Jerusaln nos gustaba cobijarnos en una cueva del huertode Getseman. All charlbamos, dormamos y orbamos,sobre todo Jess, que se iba como a un tiro de piedra bajoun aoso olivo a intercambiar amor con el Padre. Perola vspera de su tragedia nos sentimos agotados, porquecuando viene el miedo uno no tiene ganas sino de dormir,

    Las palabras vivas Las palabras vivas

    cobijarse en el sueo que devana la madeja de los recuerdosy cura los pensamientos tristes. No supimos velar con l.

    El Padre no vena a su noche con un poco de luz.

    Se conect con una nube de sombras, una lluvia dedolor. De pronto se descargaron sobre l todo el cmulo del

    mal y la angustia humana: Nios muertos por sus propiospadres, muones sangrantes en batallas, traiciones entreesposos y amigos, torrentes de odio, agresividad, violencia,depresin, terror, amargura, explotacin de los dbiles y

    pobres. Era un ro negro que le anegaba. Y qu hago yoaqu? A qu he venido? He pasado haciendo el bien, devolviendo salud y vida, predicando palabras de salvacin.De qu sirve? Soy un puro fracaso, me van a dejar tiradoincluso mis mejores amigos.

    Cuando volvi una y otra vez a despertarnos, vimos a

    un Jess de cera, con la frente entintada de un sudor sanguinolento que nos recriminaba el no haber velado ni unahora junto a l. La ltima vez apareci ms sereno, pueshaba pedido al Padre aceptar su voluntad. Tan sereno queno le perturbaron los gritos que se escucharon pronto enmedio de la oscuridad, ni las antorchas que parpadeabanentre los olivos.

    Entonces una noche bes a otra noche. El glido besode Judas choc con la clida mejilla anochecida del Maes

    tro. Qu noches tan distintas! La de la traicin desesperaday la noche oscura del alma que engendra la luz.

    Refulgi el relmpago de la espada de Pedro. Pero noera eso. El que a hierro mata a hierro morir.

    Se lo llevaron atado y a empellones como a un delincuente hacia lo hondo de su noche: la del Sanedrn, lanegacin de Pedro junto al chisporrotear del fuego, lashumillaciones de los tribunales y los esbirros, vejado en

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    lo ms ntimo de su ser sensible y alma solitaria. Hasta eldefinitivo desenlace de la noche en pleno medioda delGlgota.

    As fue la noche que vislumbr apoyado en su pecho,hasta que surgi la luz, como escrib en mi Libro de lasRevelaciones: Noche no habr all. All no habr noche.

    No les har falta luz de lmpara ni luz del sol, porque losilumina el Seor Dios, y reinarn por los siglos de lossiglos. Como el amanecer en que Pedro y yo corrimos

    juntos hacia el sepulcro. Desde entonces he aprendido aclamar con el salmista:

    Tuyo es el da, tuya la noche, t colocaste la luna yel sol (Sal 74,16).

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    Las palabras vivas

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    El agua

    Me encontraba como sumergido bajo el torrente. Verdeabanlos helechos y el cielo intensamente azul me devolva a lainocencia de los primeros aos, buceador de la vida. Haba

    brotado en mi recostada alma un manantial, la cataratafresca de la vida.

    Mi madre me lavaba encaramada sobre el poyete dela puerta, vertiendo sobre mi cabeza un par de cntaroscon una gran sonrisa en los labios, como si derramara uncristalino mundo de alegra. Yo, desnudo, temblando, rea ylloraba al mismo tiempo. Desde entonces el agua ha acom

    paado mi vida como el reverso del desierto, la sequedady la pobreza del pueblo judo. Haca florecer las landas deGalilea, corra en el Jordn, espinazo vital de nuestra tierra,y era el paisaje, al fin y al cabo agua dulce, que llen mis

    pupilas desde nio, el lago de Genesaret.Bendita agua. No poda imaginar cun refrescante

    y reparadora era la que se ocultaba en el corazn de miamigo.

    Primero fue la del Bautista. El agua de Juan en lasorillas del Jordn simbolizaba para nuestra mentalidad uncambio. ramos jvenes cuando corrimos hacia l. Yo,el que ms, desde luego, que frisara los diecisiete aos.

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    Hartos de una vida rutinaria y una poca de explotacinromana, cuando, a travs de los publicanos, nos sangrabanlos ahorros, Juan pareca arrancado de uno de los pergaminos enrollados que nos lean en las sinagogas.

    - Conoces al profeta del Jordn? -m e dijo mi hermano Santiago un da en la barca con ojos desorbitados-.

    Dicen que estuvo en el desierto con los esenios y ahorabautiza en el ro. Multitudes le buscan. Por qu no vamosa verlo?

    Sumergido en las aguas hasta la rodilla, el primo deJess atraa a gentes de todo pelaje y condicin. La inmersin para aquellas cabezas barbudas, calvas, de rizadasmelenas y negros o castaos cabellos, era un cambio, algoas como hacerlas penetrar en el olvido.

    Olvido, cmo buscaban ellos el olvido! Cmo bus

    camos todos el olvido!Tras la cabeza iba el cuerpo entero y el alma con sus

    pesares, miedos, recuerdos , angustias, amores frustrados,enfermedades, noches sin dormir, tristes experiencias deinfancia, hurtos, violaciones, cuchilladas, asaltos, huidas,desamores, abandonos. Todo se empapaba de ella cuandoJuan agarraba aquellas cabezas de soldados, prostitutas,buhoneros, esclavos, cambistas, publicanos, levitas, criadas, pajes, pastores, peregrinos, bandidos, curtidores, amasde casa, pescadores, beduinos, carpinteros, agricultores,

    albailes, nios o adolescentes, y los tumbaba enteros parazambullirlos.

    Con el agua se hunda el pasado y emerga lo nuevo. Lainmersin en el agua para un israelita viene a ser un cambiode orientacin, ideas, religin, libertad para el esclavo, purificacin de los novios antes de l boda. Expresa la ruptura conel pasado mientras la culpa se queda sepultada para siempreen el agua. Tanto como morir a la esclavitud e introducirse

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    Las pala bras vivas

    de nuevo en el Pueblo elegido, el pueblo de Dios. Quedarandetrs sometimientos, hambrunas, esclavitudes, ataduras a

    potencias extranjeras. Aunque Juan era solo uno que vadelante, el que precede y prepara.

    Pues aquella agua no produca el renacimiento delagua-espritu que anunci el propio Juan, cuando seal

    luego a Jess.Voy a derramar agua sobre el sequedal y torrentes en

    el pramo; voy a derramar mi aliento sobre tu estirpe y mibendicin sobre tus vstagos. Crecern como hierba juntoa la fuente, como sauces junto a las acequias, anunciabaIsaas (44,33). De este modo el espritu es agua que calahasta el interior del hombre y le trae la vida.

    O lo que contempl Joel: Despus derramar miespritu sobre todos: vuestros hijos e hijas profetizarn,

    vuestros ancianos soarn sueos, vuestros jvenes vernvisiones. Tambin sobre siervos y siervas derramar miespritu aquel da (3,1).

    O cuanto leamos en el intertestamentario libro deHenoc:

    Porque ante l, la Sabidura est brotando como aguay la Gloria no decae por los siglos de los siglos. Como tiene poder sobre todos los secretos de justicia, la injusticiadesaparecer como la sombra y no tendr refugio, porqueel Elegido est de pie ante el Seor de los espritus y sugloria permanece por los siglos de los siglos y su poder

    por todas las generaciones. En l habita el espritu de lasabidura, el espritu que ilumina y da discernimiento, elespritu de entendimiento y de poder, el espritu de quieneshan dormido en justicia. l es quien juzga las cosas secretas y nadie puede pronunciar palabras vanas frente a l,

    porque es el Elegido ante el Seor de los espritus, segnsu voluntad (lHen 49,1-4).

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    Henoc haba hablado del Elegido. Y Juan sealaba:Este es el Elegido de Dios.

    Era tanto como decir Mesas, ungido, restauradorescatolgico y profeta. Para m el pre-existente, el Logos.Cuando los delegados, entre ellos algunos fariseos, fuerona ver a Juan se encontraron con una silueta de roca, piel de

    camello, barba recortada en el azul.- Eres el elegido, el Mesas, el profeta?

    - No, no soy yo. Yo soy la voz que llama en el desierto.

    - Y por qu bautizas si no eres el mesas, ni Elias elprofeta?

    - Yo bautizo con agua. Mirad entre vosotros, no loconocis. Viene detrs de m. No soy digno ni de desatarlela sandalia.

    La embajada de Jerusaln se qued boquiabierta.

    Y otro da le seal: Era el agua que iba a venir, elagua-Espritu.

    Dios, que haba enviado a Juan a bautizar con agua,le haba dicho que diera testimonio. Juan estaba unido conDios, pero al que sealaba era la misma agua-Dios.

    Al principio ramos discpulos de Juan, hasta queJess se separ de l y comenz a predicar otro bautizo

    que remova la mente y trastocaba las entraas. El aguade su palabra no solo limpiaba, remova el mundo interior, descompona lo compuesto, quitaba la sed de formadefinitiva. '

    Aqu, en mi tierra caliente, el agua alivia de la solana.Un manantial, un pozo es un descubrimiento en el camino.Hay que atravesar sembrados, empinar caminos de polvo,sentir el fuego en la fuente para comprenderlo.

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    Andbamos un da agotados bajo un sol quemante,de retorno de Judea, que abandonamos cuando Jess seenter de que los fariseos saban que estaba bautizandocon ms xito y ms discpulos que Juan el Bautista.Regresbamos a nuestra regin preferida, la de los alegres comienzos, la de los verdes praderas y manantiales

    frescos de Galilea.Entramos con tiento en Samara -la ruta ms breve-

    por lo que todo el mundo sabe, la ojeriza entre judos ysamaritanos. Adems no sabamos por qu Jess quera

    pasar por all.

    - Mejor damos un rodeo -dijo alguien.

    En la mente de todos estaba que los judos habamosdestruido el templo samaritano del monte Garizn. Todovena de los colonos asirios que se mezclaron con la pobla

    cin hebrea y originaron una explosiva mezcla de creencias.Siqun, la ciudad ms prxima, haba sido destruida. Ahorase llamaba Sicar.

    - Yo tengo hambre y una sed que me muero -argyotro discpulo.

    El medioda agrietaba como a cuchillo los campos.Desbrozamos matas y caizares para llegar al pozo. El deJacob era tosco, protegido por una cisterna y con el brocaltapado con una madera, cerca de la parcela que hered

    Jacob a su hijo Jos, un selecto territorio siquemita, dondefueron enterrados los huesos de ste y donde las doce tribusadoptaron a Yahv como el Dios de Israel. Un sitio sagrado

    para nuestra historia.

    El pozo se abre a una corriente subterrnea de aguade lluvia, entre los montes de Garizn y Ebal. Rene al

    pueblo y les dar agua, le dijo el Seor a Moiss. Y enlos corros, desde nio cantbamos:

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    Brota, brota, pozo. Cantadle. Pozo que cavaron prn

    cipes, que abrieron jefes del pueblo con sus cetros, consus bastones.

    Era la algaraba del agua, y el pozo evocaba la ley, eltemplo, la sinagoga, incluso la ciudad santa de Jerusaln.

    Jess sudaba. Gotas de luz nimbaban su frente. Sesent en el brocal bajo un sol meridiano, en contraste conla noche de Nicodemo. Con intencin, acaso no era ldescendiente de Jos?

    Entonces nos fuimos al pueblo a buscar comida ydejamos a Jess solo.

    Jess solo, sentado en un pozo. Se qued sentadoescribir en mi evangelio (4,6).

    Jess a la hora sexta, a plena luz, sentado tranquila

    mente. Jess a la espera del que tiene sed. As lo he sentidosiempre, as lo veo ahora.

    Y apareci una mujer.

    Los rabinos insistan: No hables mucho con la mujer,aunque sea la tuya. Cuando el hombre habla mucho con lamujer se distrae de la Ley y se prepara para el infierno.

    Para un judo, que un hombre hablase en pblico conuna mujer resultaba impensable. Y encima samaritana. Elcolmo. Los judos decan: La mujer samaritana es mens-

    truante desde la cuna, que era tanto como decir impurade nacimiento, nada menos.

    Apareci pues una mujer en busca de agua, algo habitual en nuestro pueblo dos veces al da, por la maana ypor la tarde. A veces tambin para abrevar el ganado. Dehecho la fuente es un buen sitio para espiar de cerca a las

    judas, que se venden caro; los jvenes suelen ir al pozo ola fuente para echar una ojeada a las chicas de buen ver.

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    Por eso la conversacin que se entabl en aquel medioda era una conversacin prohibida.

    Entr con su cntaro en la cabeza de entre los matorrales. Se qued parada. La mujer no levant la vista.Seguro que se dio cuenta de que era un judo. Directamentese dirigi al pozo y ech el cubo, que al caer chapote en

    el agua. Haca calor, un calor pegajoso. Fue Jess quienrompi el embarazoso silencio.

    - Dame de beber!

    Ella se volvi sorprendida. Bajo el manto asom su tezmorena, un perfecto perfil judo. Era guapa, por eso habatenido tanto xito con los hombres, y se tropez con unamirada nica, desarmante, poderosa, atractiva, profundacomo el mar, limpia como la fuente. Le contest que noentenda cmo un judo se diriga a ella.

    Entonces la mujer y Jess comenzaron a hablar delagua.

    Pero de dos aguas diferentes . La samaritana de aquelpozo milenario, el agua que ella acarrea dos veces al dapara saciar la sed, cocinar, lavar los cacharros, regar lasplantas, refrescar la casa, dejarla sobre el alfizar en elcntaro transpirado para baar la garganta seca tras eltrabajo del arado, ese agua que se vierte y que se pierde,un agua esencial para la vida del hombre, pero escurridiza, fiingible. Para la mujer el agua es el equivalentea un esfuerzo humano cotidiano por subsistir, tirar delcordel, acarrear cntaros sobre la cabeza, fregar, limpiar,guisar.

    Jess habla de un agua gratis, que salta sola, que liberapor dentro.

    - Si conocieras el don de Dios y quin es el que te pidede beber, t le pediras a l, y l te dara agua viva.

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    Qu don es ese, qu agua es esa?

    Jess mismo es el agua. Pero ella no entiende.

    - Seor, no tienes cubo y el pozo es profundo, dednde sacas agua viva? Eres, acaso, ms poderoso quenuestro padre Jacob, que nos leg este pozo, del que bebanl, sus hijos y sus rebaos?

    Nuestros pozos nos dan de beber y vivimos pendientesde ellos, tanto que nos obsesionan. Beber abrazos, bebermiradas, beber seguridad, casas, graneros, denarios, aosde vida, vino y rosas. Beber que no sacia al fin.

    Le contest Jess:

    - El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; quienbeba del agua que yo le dar no tendr sed jams, pues elagua que le dar se convertir dentro de l en manantialque brota dando vida eterna.

    No es un manantial exterior, ni una acequia que abrir agolpe de azada, ni la que sacas a vueltas de noria o cubo.

    Ests bien hecho. Dios te cre con la fuente dentro.Mana de tus propias entraas.

    Reclinado sobre el pecho de Jess, -no s cmo expresarlo - beb de ese agua, me sumerga en ella, flotabacomo un hoja de laurel mecido por sus olas, la oa cantaren mi alma y refrescar mi vida situndola ms all de todolo visible.

    El agua inundaba los montes y los valles, fecundabael universo, rociaba mi pequeo yo, convertido de prontoen Yo soy, caa como una bendicin sobre los hombres,negros, blancos, rojos, morenos, amarillos, amos, esclavos,ricos y pobres, hacindolos iguales. El agua me convertaen lago y manantial al mismo tiempo, en barco y ocano,en nio y anciano.

    Le dice la mujer:

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    - Seor, dame de esa agua, para que no tenga sed yno tenga que venir ac a sacarla.

    Desde que andamos con uso de razn vamos en buscade agua, la deseamos con sufrimientos, sentimos su carencia con frustracin. Lo ltimo que queda cuando morimosy nos desintegramos es un charco de agua. Y as seguimos

    por los siglos. El Maestro le mir a los ojos. Y provoc elsalto, hurgando en su intimidad, como hierro ardiente quehiende las entraas, all donde su sed secreta era mayor.Le dice que vaya por su marido y vuelva. Ella respondique no tena. Y Jess saca su verdad. Seis hombres en lavida de esta mujer y segua teniendo sed. De ah que laconversacin entre ambos retornara al agua, aunque de otramanera, es decir a Dios y la forma de encontrarlo.

    La samaritana corri a contarlo a su pueblo y la organiz. Por qu? Jess le haba adivinado las circunstanciasde su vida, su sed interior, por tanto era un profeta. Nosera l el agua viva?

    Pero la mujer se difumin. Otra imagen se superpusoa la del pozo y la samaritana.

    Estbamos en Jerusaln a principios de otoo durantela famosa fiesta de las Tiendas. Las laderas de la ciudad,cuajadas de chozas y tenderetes con luminarias, ante lasque se coma y beba alegremente. Diariamente desde la

    piscina de Silo serpeaba una jubilosa procesin hasta el

    altar del templo. Avanzaba desde la ciudad baja, por elvalle de Tiropen hacia arriba, hasta el altar del Templo

    para conducir una jarra de oro llena de agua, destinada ahacer libaciones.

    El ltimo da de la fiesta era el ms solemne. Conramos de palma, mirto y sauce, con limn y cidra en lasmanos, el cortejo sacerdotal avanzaba por las calles entreel gritero de los nios, el alborozo de las gentes y el canto

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    de los salmos. Los sacerdotes daban siete vueltas al altargolpendolo con ramos. Recordaban que Abraham habarecuperado vivo a Isaac a los siete das.

    Entonces vertan el agua sobre el vaso occidental delaltar, de modo que sala por uno de los cuernos del mismo.Con este rito pedamos lluvia para vivificar los campos. El

    profeta Zacaras haba hablado de la fiesta de las chozas(14,16-19). Y Ezequiel de una abundancia de agua:

    Me hizo volver a la entrada del templo. Del zagndel templo manaba agua hacia levante... El agua iba

    bajando por el lado derecho del templo, al medioda delaltar. Agua hasta los tobillos, hasta las rodillas, por lacintura. Era un torrente que no pude cruzar, pues habancrecido las aguas y no se haca pie; era un torrente que nose poda vadear. Se convierte en un ro, desemboca enel mar, el mar Muerto, hasta sanearlo y engendrar vida.

    A la vera del ro, en sus dos riberas crecern toda clasede frutales; no se marchitarn sus hojas ni sus frutos seacabarn; darn cosecha nueva cada luna, porque losriegan aguas que manan del santuario (47,1-11). Unmilagro de fecundidad.

    El agua de la fiesta significaba liberacin del pueblo,excitaba a la esperanza mesinica, la figura de Moisshendiendo en la roca. Le dio a beber raudales de agua.Sac agua de la pea.

    Este ambiente festivo contrastaba con el odio quecreca en la ciudad hacia Jess. Mediaron discusiones muysperas entre el Maestro y los dirigentes judos sobre suorigen y enseanzas.

    Fue entonces, el ltimo y ms solemne da de la fiesta,cuando dio un salto y se encaram en una piedra del tem

    plo. Flaco, con los cabellos al viento y los brazos en alto,comenz a gritar:

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    Quien tenga sed, que venga a m y que beba el quecree en m. Como dice la Escritura: De su seno manarncorrientes de agua viva.

    Pegado al pecho de Jess sent que Jess no solo es elnuevo Moiss, la roca de la que brota el agua. Comprendcabalmente su ltima frase. Una vez que se bebe la Palabra,

    una vez que se cree en Jess ms que saciar la fe, uno seconvierte en fuente, en pozo, en manantial, en ro caminodel mar.

    Jess es el agua. Pero yo tambin soy agua que saltaa la vida eterna.

    Las miradas de odio se afilaron como cuchillos haciaaquel osado predicador de pueblo que pretenda convertirseen manantial frente al agua del templo y las instituciones.Otros murmuraban:

    - Este es el Mesas, el Profeta!- Qu decs? Vamos hombre, como que el Mesas va

    a venir de Galilea. Vendr de Beln, del linaje de David.

    Queran prenderlo, pero en aquella ocasin no le pusieron las manos encima.

    Mi Jess agua, mi amigo manantial se transformara enun hombre lacerado y colgado en una cruz: Tengo sed,dira desangrndose. Record su peticin a la samaritana:Dame de beber. Oh, qu cansado del camino, qu

    agotado de la brega estaba all, despreciado, crucificado,varn de dolores!

    Yo estaba abajo, junto a Mara su madre y Mara lade Magdala, los nicos que quedamos. Era de noche en

    pleno medioda, tambin la hora sexta. En aquel momentosupremo peda agua. Y despus de exhalar el espritu -yolo vi-, cuando uno de los soldados le traspas el costado,

    brot inmediatamente de l sangre y agua. La sangre de la

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    muerte, de la entrega del pastor, del amigo que da la vidapor sus amigos.

    Y el agua de la vida.

    Alzado como la serpiente de Nicodemo, o como aquelda de fiesta eti el templo, ante las miradas de todos:

    De su seno manarn corrientes de agua viva.l, mi amigo, es el nuevo templo de donde brotan los

    ros que regeneran el mundo, para que el hombre nazca,denuevo y de arriba. El agua-Espritu que transforma al hom

    bre dndole capacidad de amar y hacerse hijo de Dios.

    Oh agua del costado de Jess, oh torrente de libertady vida, inndame y empapa mi tierra reseca. Oh agua,escondida en mis entraas como el amor de mi amigo,desparrmate para refrescar el mundo y rescatarlo de lamuerte, del engao de lo efmero.

    Oh Jess, tengo tu sed y tengo tu agua, que inundatambin las pginas de mi Apocalipsis, donde tu voz escomo el fragor de muchas aguas; el cntico de los ngeles como el murmullo de muchas aguas y el rodar detormentas poderosas; los himnos de los elegidos, el rugirde muchas aguas y el rodar de los truenos. En aquellasvisiones el Angel me mostr una corriente de agua vivaque se deslizaba clara, como el cristal manado del tronode Dios y del Cordero.

    Dame de beber en tu noche-da, descbremela escondido en tu pecho, revlame manndote siempre desde mis

    propias entraas.

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    6La hora

    Apoyado en Jess y en su plpito no exista el tiempo. Lashoras, los das y los aos transcurran en un presente eterno,como sin duda experimentaremos algn da en el seno delPadre, tras la muerte, o como algunos han logrado sentiren este mundo en un xtasis o rapto, cuando la Unidaddeshace la multiplicidad que nos rodea y por momentos

    descubrimos nuestra verdad en la luz que en realidad somosy aqu solo se nos muestra en plidos reflejos. Pablo mecont que haba sido arrebatado as.

    Pero la vida, de tejas para abajo, es una sucesin deinstantes, un pasar que, sobre todo, se revela en el envejecimiento de nuestro cuerpo y en el continuo cambio de cuantonos rodea: la taberna de Samuel es ahora una alquera ylos hijos del herrero Asclepio no han querido seguir conel negocio de su padre. Las barcas del Zebedeo, mi padre,se habrn convertido en esqueletos de madera cubiertos de

    liqenes en la playa de Betsaida. Nios nuevos jugarn ensus calles y quin sabe quin habita hoy la querida y destartalada casa de Pedro en Cafaman. Todo fluye. Tambintuvo una duracin la vida de Jess en este mundo, aunquedesde que resucit lo sentimos vivo, presente en el instanteeterno del no-tiempo.

    Nuestra vida est hecha de una cadena de recuerdos.Las guedejas blancas de mi abuela me hacen an cosquillas

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    en la frente. Es mi primer recuerdo. El segundo, cuando mipadre me ense a lanzar el aparejo bajo la atenta miradade mi madre.

    - Hijo, aprende bien. Aqu vivimos de la pesca.

    Y un metlico pececillo brinc en mis pupilas comouna proeza.

    Mientras escuchaba los latidos de Jess, emergieronmomentos, horas que se han quedado nimbadas por la luzen el recuerdo.

    La primera hora que tengo clavada en el alma es la horadcima (como las cuatro de la tarde). Estbamos sentados

    junto a la ribera del ro, donde el Jordn besa campos msverdes en suaves meandros, y algunos discpulos del Bautista departamos alegremente descascarillando almendras.Juan haba predicado una vez ms con su voz de trueno

    y las gentes retornaban a sus casas: campesinos con susaperos, algn soldado rezagado, un buhonero tirando delasno. El sol comenzaba a rascar con cario la copa de losrboles y un vientecillo benfico aliviaba nuestras frentescansadas.

    Andrs y yo, a la sazn discpulos del Bautista, bamosa buscar algo ms de comer, cuando de pronto aparecil.

    Se abri paso entre los juncos y sonri.

    Nadie se fij, pero yo sent que aquella figura blancase diriga hacia nosotros. Caminaba con una distincinnatural, mezcla de sencillez y gallarda. Sus pies se posa

    ban sobre la tierra como quien tae un instrumento. Era unhombre joven de unos treinta aos, la cabeza cubierta porun manto marrn que caa sobre la tnica blanca hasta sumano, mano larga que siempre recuerdo como la mano deun msico a punto de iniciar una meloda. No s si me lo

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    invento, percib que me miraba a m y que en aquel instanteme desnudaba el alma; la vida se me encaramaba a unaestrella y el paisaje se evaporaba a mi lado.

    Entonces el Bautista se puso de pie con el rostro msserio que de costumbre, que ya es decir, porque Juan erauna hombre serio, vamos, un profeta a la antigua. Y sea

    lndole con el dedo dijo imperioso:- Mirad, el cordero de Dios.

    Lo dijo como el que est seguro, como quien no puededudar. Saba que era tanto como decir el Mesas y en ara-meo tambin la palabra. Pero era ms: El fogoso Juan sequitaba humildemente de en medio ante el paso de Jess,como ante el esposo que se lleva a la novia y deja mudo al

    pretendiente, como cuando aparece el nuevo y verdaderopatrn del barco.

    Entonces Andrs y yo, seducidos por aquella figura,nos levantamos como un solo hombre. Qu sent? No s,una atraccin irreprimible, una seguridad del seguimientoimposible de constreir, una certeza sin lgica que movamis pies. Como El mejor cantar:

    Od que llega mi amadosaltando sobre los montes,brincando por los collados!

    Es mi amado como un gamo,

    es mi amado un cervatillo.Mirad: se para detrs de la tapia,atisba por las ventanas,mira por las celosas.

    Habla mi amado y me dice:

    Levntate, amada ma,hermosa ma, ven a m!

    Porque ha pasado el invierno,

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    las lluvias han cesado y se han ido,

    brotan flores en la vega...

    Levntate, amada ma,

    hermosa ma, ven a m!

    (Cant 2,8)

    l caminaba deprisa sin mirar atrs, haciendo crujirlos helechos de la ribera. Andrs y yo le seguamos acelerando el paso. Entonces no poda comprender el enterosignificado de la palabra seguir: estar a su lado, bebersu palabra, comer con l y tambin llorar, sangrar con l.Entonces, como en el primer enamoramiento, me sentacaminar en volandas del entusiasmo.

    Fue entonces cuando Jess se volvi.

    Sin duda l se haba dado cuenta antes de que le seguamos. Pero esper un rato, quizs para acrecentar nuestro

    anhelo. Su rostro despeda energa y bondad. Dijo:- Qu buscis?

    Qu bamos a responder? Cmo bamos a sintetizar en pocas palabras lo que buscaba nuestro corazn, elagujero de dentro, el vaco que es ser hombre, el miedo avivir, la desazn del paso del tiempo, el ideal de llenar unavida no de leche y miel, campos o peces, o de lucha parasubsistir, de esfuerzo para encontrar un lugar en el mundo,de dar cabal respuesta, sentido al sinsentido?

    Andrs y yo nos miramos.- Rabb, dnde habitas? -preguntamos como un solo

    hombre.

    Fue la primera vez que pronunci la palabra rabb,Maestro. No poda imaginar entonces todo su contenido

    preado de otras palabras y enseanzas, iluminado por lacompaa, de caminar a su lado, de dormir al raso bajo lasestrellas, de comer en su plato, de asistir a su jbilo, sus

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    curaciones, sus milagros, sus enfrentamientos, sus choquescon los fariseos, su entremezclarse con los ms pobres yenfermos, su viento y su calma, su dolor, su angustia, su

    pasin, su muerte y su gloria.

    Ahora, con los aos, sigo preguntndole:

    Dnde habitas? Dnde vives, Jess? De parte

    de quin ests? Cul es hoy tu casa? Un templo, unachoza, una mansin? Solo quiero estar a tu lado. Dndehabitas? El mar de Galilea, la casa de Pedro, los techos delos humildes, el Templo de Jerusaln, los valles verdes ylos desiertos vacos, la barca y el puerto, el patio de Pila-to, la corte de Herodes, el hogar de Lzaro, las calles, loscollados, el monte Tabor, los caminos de polvo y polvo,todo iba a ser tu casa y nada de eso, porque a partir de esemomento mi casa ibas a ser t.

    l se volvi de nuevo y sonri:- Venid y lo veris.

    Record sus palabras ms tarde:

    Quiero que tambin ellos estn conmigo donde estoyyo, para que contemplen mi gloria (17,24).

    Jess nunca tuvo casa ni dnde reclinar su cabeza,a diferencia de los pjaros y las zorras. En aquella ocasindorma en una choza improvisada con matorrales junto alro. Cuando llegamos, ya era la hora duodcima, no lejos

    de la puesta del sol. Encendimos fuego y nos quedamos,para siempre, a vivir con Jess. Andrs llam a su hermanoPedro y as comenz todo, nuestra primavera de Galilea,en aquella tarde bendita, que se ha quedado fuera del tiem

    po, como la gran hora de mi existencia.

    Desde entonces mi vida fue estar con Jess, una mezcla de seguridad y riesgo, una nube de arrobo que engendraamor y sufrimiento, y en todo caso deviene en gloria.

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    Un sol tibio color naranja bes las aguas del Jordn,mientras las sombras amparaban el chisporroteo de aquelhogar de hierba y junco y yo senta por primera vez que lafelicidad es algo parecido a la paz y la certeza de estar conl. Por primera vez Andrs y yo dormimos junto a Jess.Sus palabras de aquella tarde estaban envueltas en la luzirrepetible del primer encuentro. Hoy las puedo resumir enuna sola: presencia.

    Era como la hora dcima.

    Luego, a partir de entonces, poco a poco mis horas seconvirtieron en su hora.

    La primera vez que l mencion su hora fue en Can,cuando Mara, su madre y mi madre de ella hablar msadelante-, le pidi el primer milagro. Jess, en un primermomento se resisti. Mujer, an no ha llegado mi hora.Los discpulos, entonces primerizos e ingenuos seguidores,

    no entendimos aquello. Pedro y los dems mascullabanlo de siempre, que se refera a la hora mesinica, la del

    poder y el triunfo. Pero la hora no llegaba. Cuando lamuchedumbre le segua entusiasmada, despus de ver lascuraciones y otros prodigios, e intentaba proclamarlo rey,Jess se escabulla. Tambin cuando sus paisanos y otrosintentaron apedrearle o despearle, como tras hablar en lasinagoga de Nazaret, su pueblo.

    Qu hora era esa?

    Comenc a entenderlo cuando el Sanedrn tom ladecisin de darle muerte. Cuando Caifs dijo aquella fraselapidara sin darse cuenta de su alcance:

    -N o entendis nada. No veis que es mejor que muerauno solo por el pueblo y no que no muera toda la nacin?

    En aquel momento Jess volvi a quitarse de en medioy se fue a Efran, una ciudad cerca del desierto. En corrillossus enemigos se preguntaban si Jess ira a Jerusaln para

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    las fiestas, y haban dado orden de que si alguno conociesesu paradero lo denunciara para poder arrestarlo. Entonces,cuando la uncin en Betania, hizo alusin a su sepultura.Todos nos estremecimos. Luego con ocasin de que unosgriegos que haban subido para los cultos de la fiesta, seacercaron a mi paisano Felipe, tambin de Betsaida, y le

    dijeron que queran ver a Jess, l con Andrs acudieronal Maestro. l respondi:

    - Ha llegado la hora en que este Hombre sea glorificado.

    La hora. Entonces aclar el significado de su hora.Habl del grano de trigo que cado en tierra queda solo,pero si muere, da mucho fruto. Y aadi:

    - El que se aferra a la vida la pierde, el que despreciala vida en este mundo la conserva para una vida eterna.

    Me pregunt entonces y me pregunto ahora qu significado tiene la vida y la muerte para Jess. Como el aguade la samaritana son dos, el agua que corre y buscamos consed y el agua que la quita definitivamente, hay dos vidas:una que fluye con el despertar de cada da y se afana en mil

    pequeas cosas, que es lo nico, segn creemos, tener entrelas manos. Sabemos que vamos a morir, pero preferimosno acordamos mucho. La otra vida es una corriente en apariencia subterrnea que en silencio subyace a este tiempo,estas horas que consumimos con tanto afn y cansancio.

    Despreciar la vida no es minusvalorar cuanto nos rodea: lamar, los ros, las montaas, los seres animados y menos anlos hombres y mujeres. Es situarlos en su lugar. Si agarrasel miedo al paso del tiempo y a morir, si lo desprecias, site sitas en la corriente de vida que salta a la vida eterna,te liberas. Si das poder a la muerte, ests muerto en vida;si das poder a la vida, no solo resitas tu muerte, sino quete colocas para siempre en la vida.

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    Pero, cuando estn a punto de matarte, aunque veasclaro, no puedes dejar de sentir el rechazo. Jess era elhombre ms entero y ms sensible que he conocido. Poreso, despus de recordar que el que le sirviera y siguierasiempre estara con l, aadi:

    - Ahora mi espritu est agitado y, qu voy a decir?

    Qu mi Padre me libere de este trance? No, para eso hellegado a este trance. Padre, da gloria a tu nombre.

    Esa tentacin de escapar de su hora la volvi a sentiren el huerto -aparta de m este cliz- y la sentimos todoscuando llega la hora de la verdad. Pero no se haga mivoluntad, sino la tuya. Hemos nacido para vivir, nuestroinstinto se aferra a lo visible. Solo si, como Jess, hemosvisto la corriente interior de vida y el tiempo, nuestra horatriunfar sobre lo caduco. Por eso el plpito que escuchde Jess sigue vivo.

    Han pasado los aos. Sus amigos hemos sufrido crceles y persecuciones. Los que defienden esta hora transitoriacomo definitiva, se aferran al poder y las cosas no soportanesta manera de ver. Mientras estaba posado sobre el pechode Jess, nos dijo:

    - Si el mundo os odia, sabed que primero me odi am. Si fuerais del mundo, el mundo amara lo suyo. Perocomo no sois del mundo, sino que yo os eleg sacndoosdel mundo, por eso el mundo os odia.

    Y nos profetiz una hora semejante en la que nosexpulsaran de las sinagogas, que nos mataran pensandoque con ello estarn dando gloria a Dios. Con una comparacin liberadora: la mujer que va a dar a luz y est triste

    porque ha llegado su hora, pero cuando ha dado a luzsu criatura, no se acuerda de la angustia, por la alegra dehaber trado un hombre al mundo: el hombre nuevo.

    Hora del tiempo junto a la hora sin tiempo.

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    En los momentos tristes de mi vida he conectado conla hora de Jess y su promesa de que nuestra tristeza seconvertir en alegra. Nos lo haba dicho el da aquel quesan a un tullido en la piscina de Betesda y los judos ledijeron al recin sanado que como era sbado no podatransportar su camilla y estaban indignados porque seigualaba a Dios. Nos dijo que el que oye su palabra tienevida eterna y no es sometido ajuicio, sino que ha pasadode la muerte a la vida y aadi:

    - Os aseguro que llega la hora, ya ha llegado, en quelos muertos oirn la voz del Hijo de Dios y los que la oiganvivirn.

    Mientras escribo estas palabras pienso en los hombresy mujeres que pierden la vida a pedazos, no solo en guerras,tormentos y enfermedades, sino en el gastarse da a da trasun arado, un yunque o una red; en las madres que pierden

    a sus hijos, y en los hijos que ven esfumarse la vida de suspadres; en las ancianas sin luz en los ojos y los que sufrenla angustia de vivir en el alma, que nunca se sabe cul es

    peor muerte.

    Yo les digo:

    Despertad a la vida, dejando ahora mismo vuestroapego a la vida. Superad esta hora con la hora de Jess.Su corazn, el que yo escuch, sigue latiendo. No comouna viscera de carne perecedera, sino en la hora sin hora y

    el tiempo sin tiempo. Que cmo escucharlo? Arrimar elodo al sonido oculto del mar. Detrs de su bramido hayun susurro. Od la cancin secreta de todas las cosas. Elgorrin, la lombriz, el sicmoro, el saltamontes, la palmeragritan sin ser odas. Atended la voz que arropa en el sueode un nio y en la mirada de los enamorados. Todos sequedan en la apariencia, en su debilidad que pasa. Miradel mirar. Detrs est la corriente de vida. Si sois capaces

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    de captar ese susurro, estaris escuchando al Hijo de Diosy nunca ms tendris miedo.

    Dame, Seor, el tiempo sin tiempo dentro de mitiempo.

    Dame, Jess, tu hora para que sea desde ahora mihora.

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    La mujer

    - Cmo te llamas? -le pregunt, sorprendido ante su belleza la primera vez que se present sudorosa despus porla ladera del monte.

    Vena de Magdala, la ms nutrida poblacin ribereadedicada al salazn del pescado, que se transporta por la

    Via Maris hasta el puerto de Cesarea para la exportacin.Haba odo hablar de Jess y quera conocerle. Tena ojosgrandes color miel y un cuerpo exuberante que concitabamiradas y cuchicheos.

    - No hables con ella -m e dijo Andrs al odo.

    - Por qu?

    - Tiene mala fama. No lo sabes? En Magdala serumorea. Dicen que est endemoniada, que tiene sietedemonios dentro.

    - Bueno, la gente habla, ya sabes. Sobre todo de lasmujeres. Qu mujer tiene buena fama en Galilea o Judeasolo por ser mujer? Cul de ellas puede hablar en pblicoy ni siquiera contestarle a su marido?

    Pues Jess, ya has visto, deja que varias mujeres lesigan e incluso que nos ayuden. Sin ir ms lejos, Salommi madre, o Juana la mujer del panadero de Antipas. Paral no hay griego ni judo, libre o esclavo, hombre o mujer.

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    Ya has visto cmo no tuvo ninguna dificultad de echarseunas parrafadas con la samaritana.

    Mujer.

    Con Jess tuvimos que cambiar nuestro modo deentender la vida. De hombres que las mirbamos por encima, con suficiencia, si no con deseo, por el solo hecho

    de ser hombres, a convertimos en hermanos suyos. ParaJess todos ramos iguales, hijos del Padre, renacidos porel agua y el espritu. Solo con su mirada haca recuperarla dignidad.

    Mara se uni al grupo. Con el tiempo aquella hermosamujer inquieta que disimulaba sus nervios, Dios sabe cuntos problemas, con diligencia en el servicio, se convirtien exttica. Solo tena ojos para Jess.

    - Se ha enamorado! -dec an algunos. Quin se cree

    sta?A Jess no le era indiferente. Le sonrea y aceptaba

    con gusto sus atenciones.

    Celos de Mara? Nunca los tuve. Me fui convenciendo de que el amor de Jess era ms grande que el mar y lanoche estrellada. En su corazn cabamos todos, aunquetuviera predilecciones, porque l no era una esfinge, sinoun hombre extremadamente sensible y justo.

    Cmo hemos reducido el amor a una posesin, a

    puras nupcias! El amor propiedad frente al amor csmicode Jess. Con l he aprendido que a travs de una miradaa unos ojos concretos, se puede otear el infinito y que loscelos son un invento del egosmo. Cuando Jess abrazabaa otro me abrazaba a m, y cuando lloraba por un amigo lohaca tambin por m.

    Qu raquticos amores hemos inventado los hombrescon certificados y exclusividades! Qu me decs de la in

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    justa ley juda del repudio? Un hombre puede repudiar a unamujer si le es infiel, una mujer, no. Ellas siempre cargandocon el haz de lea y con las imposiciones del marido.

    A Mara la liber Jess con una mirada. Sus viejosdemonios se disolvieron como la sal en el agua. Se convirtien una joven alegre, transformada por el amor.

    S, porque Jess era el novio. El novio?Lo cierto es que se identific en muchas ocasiones

    y parbolas con la figura vestida de fiesta del joven enamorado que acude al encuentro de la amada. No solo paraella, sino para todos. Nos ense a esperar su llegada conalgaraba y la tensin de una cita amorosa, las alcuzasencendidas y bien despiertos. El amor no tiene medida,ni miedos, ni exclusividades. El amor ya estaba en las Escrituras, pero con l he aprendido algo ms, su completagratuidad. No son las leyes de la carne y la sangre, ni lafamilia concebida como seguridad, como muro protector;es vivir a la intemperie desde el momento en que se hadescubierto que todo es transitorio y que no hay ni muerteni vida, pues en el reinado de Jess ya anticipamos la noposesin, la mesa comn del cielo.

    Ay, Mara! Cmo te fuiste haciendo mi buena amigaen el amor gratis de Jess. Solo yo entre los doce adivinabala vibracin de tus solcitos ojos; cmo palpitaba tu coraznal verle venir de lejos, despus de que al amanecer regre

    saba de sus nocturnos coloquios con el Padre, o al lavar suropa, cocinar y servirle la comida. Se encenda tu rostro ala luz de la hoguera cuando escuchbamos su palabra, laexplicacin de sus enigmticas narraciones simblicas. Volaba su corazn junto al mo en volandas del mismo amor,llorbamos con el mismo llanto, reamos con el cascabeleode aquella risa varonil del Maestro y cantbamos con l lossalmos que hablan de la misericordia de Dios.

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    No era extrao que con aquella fuerza y atractivocasi todas las mujeres se prendaran de l. Tal le ocurritambin a Mara, la hermana de Lzaro. Si Mara de Mag-dala representaba la vida a la intemperie, la otra Maray su hermana Marta evocaban el calor y la intimidad delhogar, aquello de que carecamos ms en nuestra vidaitinerante. Ambas se desvivan cuando llegaba Jess arefugiarse en Betania, quizs su nica verdadera casa, almenos de forma intermitente. All estaba el Maestro a susanchas. Marta corra a lavarle los pies y guisar lo mejorde la huerta y el cordero ms suculento de su rebao.Mara tena alma de poeta, era una mstica. Se colgabade la mirada y los labios de Jess en un embeleso. Y esoal nazareno le gustaba.

    Aprend entonces que, aunque hay que afanarse mucho en esta vida, trastear con las cosas que nos rodean,

    y si se quiere cambiar las instituciones, las naciones, losimperios, el mundo a la luz de la nueva ley, nada de esoes tan necesario como sumergirse en la mirada de Jess,saltar aunque sea unos minutos a la vida eterna mediant