Lecturas sobre el Vargueño

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Algunas lectura s crítica s sobre El Vargueñ o (1932) Recepción Inmediata Mariana Libertad Suárez

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¿Cómo fue leída la obra de Luisa Martínez en su momento?

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Algunas lecturas críticas sobre El Vargueño (1932)

Recepción Inmediata

Mariana Libertad Suárez

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INVITACIONES AL BAUTIZO:

El Heraldo. Año XI.- Caracas: miércoles 25 de enero de 1933. Nº 3.250 (S/N)“Bautizo de un libro de Luisa Martínez”Breve nota editorializada

Esta tarde se efectuará en la Redacción de la revista “Nos- Otras”, el bautizo del ensayo de novela “El Vargueño”, original de la distinguida escritora venezolana Luisa Martínez directora de la prestigiosa publicación antes mencionada.

Al anticipar a la autora de “El Vargueño” nuestros cordiales y sinceros parabienes, agradecémosle la invitación que nos ha hecho para este acto.

***

El Nuevo Diario. Año XXI. –Caracas, jueves 26 de enero de 1933. Nº 8.132 (página 1)“Bautizo literario. El Vargueño, de Luisa Martínez”Breve nota editorializada

En la tarde de ayer, por invitación de la gentilísima directora de “Nos- Otras”, Srta. Luisa Martínez, congregose en la Redacción de la simpática revista caraqueña un grupo de periodistas, escritores, artistas y distinguidas personalidades de nuestros diferentes círculos culturales, para asistir al bautizo literario de “El Vargueño”, ensayo de novela nacional, de la que es autora la Srta. Martínez, y del cual nos ocuparemos en breve.

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La Srta. Martínez con la cultura que le es característica atendió gentilmente a todos sus invitados, transcurriendo el rato en un franco ambiente de cordialidad.

Este ensayo de novela con que la joven y culta periodista nacional robustece su personalidad de escritora, implica un noble esfuerzo que evidencia la evolución de la mujer venezolana, así como también su definitiva orientación por fecundos y nuevos derroteros.

EL NUEVO DIARIO al saludar cordialmente la aparición de “El Vargueño”, presenta sus congratulaciones a su autora, augurándole largos y merecidos triunfos.

Billiken Revista. Año XIV. –Caracas, sábado 28 de enero de 1933. Nº 689.(S/N)Notas de la semana: “El Vargueño1”

El miércoles de la actual semana, un selecto grupo de intelectuales y de las cultas amistades de la distinguida escritora señorita Luisa Martínez, Directora de “Nos-Otras”, asistió al bautizo de “El Vargueño”, aplaudida obra de la talentosa escritora señorita Martínez.

En medio al más cordial ambiente, la señorita Martínez atendió, con su gentileza proverbial, a sus invitados, de los cuales escuchó los más cálidos y justísimos elogios acerca de “El Vargueño”, libro que constituye un alto triunfo de la Directora de nuestro prestigioso colega “Nos- Otras”, con cuyas producciones se honró de continuo, “Billiken”.

Reciba la inspirada escritora señorita Martínez nuestros más cordiales parabienes por el triunfo literario de “El Vargueño” así como nuestras gracias por el interesante envío de su aplaudida obra.

1 En esta nota, todas las veces que fue referida la obra, se le llamó “El Vergueño”

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COMENTARIOS CRÍTICOS:

El Universal. Año XXIV.- Caracas, Lunes 30 de enero de 1933. Nº 8.530 (Comienza en la página 1 y sigue en la 5)

“Mirador: Al Margen de El Vargueño”José Nucete-Sardi

Luisa Martínez raro caso de actividad intelectual femenina. El mar muerto de nuestro mundo intelectual y la ausencia de la crítica.

Caracas, enero, 1933.- “El Vargueño” de Luisa Martínez, me llega en bella edición, con ilustraciones que recuerdan los libros de gran marco actual de España, el magro don Ramón, descontento y anárquico, cuyo brazo, según una de las tantas leyendas surgidas, fué echado al puchero un día de escasez en las despensas.

Este ensayo de novela venezolana que publica Luisa Martínez, tiene, en la brevedad de sus ciento treinta y una páginas, un sabor propio, cierta originalidad y un desafío natural, sin poses, fácil en quienes, como Luisa Martínez, se han adiestrado en la faena periodística. Literatura femenina, pero sin almíbares empalagosos, es la que gasta la autora a través de este primer libro suyo, de cuyas páginas saltan los personajes con naturalidad de cosa viva, de entes de todos los días, que trafican por las calles llevando consigo el drama que viven.

Es difícil en Venezuela, la aventura del libro, y más aún para nuestras mujeres intelectuales, quienes, antes de lanzarse a ella, han de dubitar mucho y vencer escrúpulos y prejuicios. Ellas miran con temor no sólo la crítica literaria, sino también la crítica de sociedad, de familia, podríamos decir. Luego, nuestro ambiente intelectual, pesado, mar muerto casi, no es muy propicio para el desarrollo cultural de nuestras mujeres. Tampoco es muy generoso para el de los hombres.

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La función crítica en Venezuela, puede decirse que casi no existe, y cuando surge, rompiendo los convencionalismos, es tara disgustosa, por cuanto la mayoría espera siempre el elogio desmedido y nunca la crítica serena. De allí que frecuentemente se confundan nuestros verdaderos valores intelectuales con los baratijeros de las letras, seudo escritores, ayunos de preparación y anchos de intolerancia y vanidad.

Y si en el mundo intelectual masculino la crítica encuentra ceños arrugados, en el sector de letras femenino, ésta se hace mucho más difícil, porque confundimos muchas veces los deberes de la galantería, y creemos que ellos nos impiden emitir juicios serenos e imparciales. En el mundo femenino de nuestras letras —como en el masculino— existe pues una confusión de valores y falla la sinceridad crítica. “La sinceridad, en Venezuela, es algo que raras veces se otorga”—dice con verdad, la autora, en una de las páginas de este libro que comento.

Lamentables casos de escritores y escritoras tenemos, y por un exceso de galantería —para con las mujeres— y de convencionalismos —para con los hombres— llénanse muchas de nuestras publicaciones de ridículos abalorios literarios, que avergüenzan al más común de los sentidos, y son pecado capital contra la estética.

La falta de preparación, el asalto permitido, el “compadrazgo” literario, son las causas que originan esta malandanza de nuestras letras.

Y así, nuestro mundo intelectual —desorientado en mucho— ha logrado, sin embargo, bellas realizaciones. De las damas —ya muchas— dedicadas a las faenas de las letras, sólo un reducido número es el que puede tomarse en cuenta. En este número, con orgullo, puede destacarse el grupo de “Nos-otras”, que bajo la dirección de Luisa Martínez ha hecho labor eficiente y responsable.

Tenemos pues, a la autora de hoy, precedida de renombre periodístico; es en el periodismo donde luisa Martínez ha trabajado con mayor eficacia, sosteniendo, con sus compañeras, esa revista femenina

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de Venezuela, que está en el escasísimo número de las que verdaderamente significan algo. Y junto a la labor periodística, ha desarrollado la autora de “El Vargueño” labor útil, de ancho espíritu social, en otros sectores de la actividad humana. Conferencista, escritora, periodista, Luisa Martínez es un raro caso de actividad intelectual femenina, en nuestros medios, y, sin duda, que a ella se debe buena parte del impulso adquirido en el desarrollo de la labor intelectual de la mujer en los últimos tiempos, por el estímulo brindado desde su revista, por ella y sus compañeras.

Ahora, aparece este libro de Luisa Martínez, afirmando su personalidad de escritora; libro lleno de inquietud, de movimiento, no escaso de originalidad, cuyos personajes vienen raudamente, modernamente —Nat, los Ribas, Berta Regina, Vicenta Campos, Francisco Villarroel, andan por esas calles- y en cuyas páginas perfuma una exquisita sensibilidad de mujer, que sabe observar y darnos una emoción a través de su temperamento.

Humanidad bastante hay en este libro, ligero, breve, raudo, que se lee con interés y en el cual, lógicamente, como en todo lo humano, se encuentra algún defecto de técnica o de expresión, pero que, sin duda, es libro que nos deja una sensación de vida, de vida plena, consecuente con la leyenda gótica del vargueño: “Apura el vino de la vida mientras dure”…

Y junto a esa sensación, a ese vaivén del pasado y del presente que florece en las páginas de “El Vargueño”, se define y afirma el sutil y fino temperamento literario de la autora. Cuya obra primigenia es promesa franca de más completas realizaciones intelectuales.

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El Universal. Año XXIV.- Caracas, Lunes 6 de febrero de 1933. Nº 8.537 (Página 1 sigue en la 5)

“Libros del día: al Margen de El Vargueño”Chela Reyes de Meléndez

Caracas, enero de 1933.- Vengo saliendo de su libro, querida Luisa. Saliendo, digo, porque su lectura emocionada me adentró en la parte presentida de su alma, ese rincón que usted esconde de muchos, pero que a otros, con una mirada o una palabra, señala. No le diré entonces: “Es usted mucho más mujer de lo que pensé”. Sólo esta palabra ambigua ridículamente dulce: “Gracias”.

¿De qué? — Me dirá su mirada limpia y sorprendida. “Por la emoción” — le dirá mi voz un tanto opaca.

Este libro nació de su desbordante cosecha de tristezas. No se podía ir así no más por la vida con esa alma suya en diaria contemplación de otras almas, sin sentir la imperiosa necesidad de plasmar en una vida, el sufrimiento de muchas. Esa cosa dulcemente deshilvanada que hay en sus páginas, indica la plenitud de imágenes que la llevaron a escribir el tiempo relato.

No importa para la emoción, que los personajes hayan vivido o nó: sólo nos basta la aguda sensación del “recuento de un amor que era como una gota de agua perdida en la sed insaciable de la tierra”. Tampoco, Luisa, le hablaré sobre su estilo. No me interesa y aún más, creo que dentro de la novela de hoy eso es secundario. Sensación de vida total, sentir vibrar el alma o aullar el instinto del protagonista, eso es todo.

¡Y esa Nat, dulce como su vida tan breve! Al sentirla nacer de sus páginas con ese corazón, la sentí morir, porque él era más grande que sus frágiles manos de mujer amante, y frente a lo que fué su vida, pienso que fatalmente su alma apasionada se hubiese quemado en cualquier llama del mundo, ¡Seres indefensos, vestidos de ternura y

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comprensión! Al verlos, se sueña con la luz de un planeta mejor, en que un ambiente distinto, les diese la plenitud de las orquídeas en la tibieza del invernadero. Siempre hubiese sido consecuencia de una fatalidad.

Berta Regina nace grave, profunda, emotiva hasta la tortura, mirándola vivir con sus ojos abiertos y su cuerpo frágil, a pesar de su nombre “evocador de realeza y de mando”. Es la amiga, no la confidente, porque Nat no podía tenerla. Demasiado sabía que eso no era necesario para que Regina la “sintiese” vivir.

Por eso se fue sin decirle adiós, dejándole el horrible dolor de no haber podido evitarlo, y llevándose con ello su alma.

Matrimonios, fiestas, costumbres sociales, pasan, pasan por el camino de la suave ironía. “¡Luisa es usted terrible! ¿Por qué me abandona a Nat?”

Francisco era un hombre como muchos o mejor que muchos. Vanidoso — ¿no lo son todos? — quiso a Nat, pero ni ella ni él tuvieron la culpa de que esa cosa terrible que se llama Destino los atara a ellos, tan esencialmente diferentes. ¿Qué resulta de la yesca y el pedernal? —Una chispa… y ¿después? —Ceniza.

Ella adoraba el amor y Francisco fue el amor. Más tarde el amor se rompió en ambos, pero Nat puso todo su corazón en ese juego; jugó su única carta y… perdió.

¿Qué quedaba entonces de los hombres y del sentimiento? Miró hacia adelante: ni una luz. Y se echó en el camino a morir. No podía decirse como otras almas fuertes: “el camino, último refugio de los desamparados”.

¿Y Francisco? —Con un sentido más pagano del amor, siguió viviendo, pero lleva dormida en el corazón la dulce imagen de la muerta, para siempre.

¡Irresponsable del dolor de Nat, como también ella del eterno de Francisco! Vidas que no debieron ir juntas, pero el Destino lo quiso así.

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Los días ruedan para Berta Regina y para Francisco con lentitud agobiadora, separados por el rencor de ella y por el recuerdo de él que al verla siente los ojos de Nat abiertos sobre su vida.

En esta hora tibia del atardecer, dejo su libro en las rodillas, y pienso en usted, Luisa, en usted y en todos los seres comprensivos que sintieron el íntimo gozo de escribir cosas análogas, y de leer con la unción que yo he leído, y otros leerán, la maravillosa historia de Nat, la dulce, de Regina, la buena, de Francisco, el amor…

¿Y la Señora Doña Vida, qué hace en este juego? Tejer y destejer.Gracias, Luisa, por… la emoción.

El Universal. Año XXIV.- Caracas, Martes 7 de febrero de 1933. Nº 8.538 (Comienza en la 1 sigue en la 5)

“Al margen de El Vargueño”Rafael Angarita Arvelo.

Caracas, febrero de 1933. — Este ensayo de novela debe tomarse tal como así lo califica su autora. Como una intención de novela. No ofrece presunciones de genialidad, de creación extraordinaria o de intemperancia literaria. Simplemente es una aventura intelectual de sumo interés para cuantos vigilamos y pesamos con lealtad los valores femeninos venezolanos.

La señorita Martínez concibe su ensayo de novela bajo un signo epicúreo. “Apura el vino de la vida mientras dure”, leyenda del

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vargueño hallado en una casa de artistas, cerca de Caracas, le sirve de divisa para el libro, pequeño colmado de la más amable inconexión dentro del cual pugnan la rebeldía del idioma, las aspiraciones feministas y el indiscutible sentido artístico de la autora. Está escrito a cuadros, procedimiento contemporáneo que, a pesar de su no dominio en el caso concreto, insinúa en ella cierto notable afán renovador, cierta inquietud espiritual, cierto ímpetu vigoroso suficientes a situarlo como un aporte cultural femenino diferente a las publicaciones son colorido de tarde en tarde cometidas por algunas de nuestras mujeres.

Examinada como escritora descriptiva, objetiva, la señorita Martínez da en su libro una impresión periodística. Y sentimental. Su evocación —de claro carácter autobiográfico— de la casa colonial, devotamente señalada, una de aquellas casas pobladas de recuerdos familiares, de suspiros, de ayes, de radiantes alegrías, de tradiciones santificadas, de tragedias mínimas y silenciosas, donde las abuelas danzaron con los capitanes generales o escucharon jubilosas voces galantes de los libertadores; donde la mujer y la flor crecían, perfumaban y morían sin cambio de ambiente; donde la fuente del patio y el alma femenina sucedida y trasmitida repetían perennes la misma música heredada e impuesta, y donde fue siempre la mujer ánima en pena, chiquita, pasiva y escondida: su evocación de esa casa —quizás ahora sitio de algún moderno paisaje urbano —, transida de recuerdos, es también un soporte para la exposición de su ideología femenina —feminista— nueva, formal, impulsiva, estimulada por la voluntad de una mujer al día que defiende con brío y con espíritu —y con autoridad— los derechos de la mujer contemporánea.

Porque su libro es, en parte, una sucesión indisciplinada de ideas y de avisos útiles a la actual mujer venezolana. Aparecen incrustadas en cada uno de los cuadros —al corazón— como en el vargueño la leyenda ya referida. Me complazco al indicar que interesan mucho más estas ideas, manifestadas con absoluta independencia, que la trama

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novelesca de la obra. Su plan inordenado de ideas sociales desconecta acaso intencionalmente la novela. Las expresa con tan laudable sinceridad que su desorden resulta artístico. Cuando se decide por la observación filosófica pura resulta pueril. Cuando trata sus ideas —ideas de mujer nueva— es importante. Cuando intervienen la prosa apuntes costumbristas o informaciones de intimidad femenina, se hace deliciosa. Hay notas experimentales curiosas: “Cuando un alma dulce nos ame es necesario ser imperioso y cruel y duro; inflexible y egoísta; con violencias repentinas y extrañas debilidades; con generosidades inesperadas y cobardías inexplicables”. “… pues según mis observaciones he comprobado que lo vitalmente importante para la novia y su familia, en la primera noche de bodas, es la regia camisa blanca”.

La vida y la tragedia descritas en “El Vargueño” son tan comunes y corrientes —tan familiares: de todos los días— que por su sencillez descartan lo espectacular. La complacencia sensual de las evocaciones y el sistema a cuadros separados utilizado, indican el predominio de lo cerebral y lo imaginativo. Quizás se acerquen en algo a la técnica novelística de algunos autores como el Cocteau de “Les enfants terribles”. Por sobre los méritos y deméritos de este ensayo de novela, justo es asignar a la señorita Luisa Martínez un lugar prominente en la evolución cultural femenina de nuestro país.

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El Heraldo. Año XI.- Mes V. Caracas, miércoles 1º de febrero de 1933. Nº 3.256 (página 1).“Libros: Luisa Martínez. — “El Vargueño”. —Ensayo de novela. —Tipografía Universal. —Caracas, 1933”.J.M.F.

Luisa Martínez, periodista, acaba de lanzar un ensayo de novela. La etiqueta de “ensayo” puesta en el umbral de este pequeño volumen, acredita los apuntes —rasgos, mejor— de tres existencias que palpitan fragmentariamente en las páginas de “El Vargueño”. La leyenda fatalista escrita en góticos caracteres en el mueble antiguo: “Apura el vino de la vida mientras dure”, sirve a Luisa Martínez para desatar sus inquietudes en pos de algo turbio, incoloro, misterioso y terrible que pasa por las páginas como el aleteo de una mariposa atormentada.

Carece de época, de clima y hasta de paisaje este libro que revela una honda intranquilidad intelectual. Sus tres personajes, —Francisco, Nat, Regina— son apenas sombras desgarradoras que avanzan, retroceden o permanecen extáticas ante un abstracto fatalismo, deshilachándose dentro de una misma pesadumbre.

El tono literario de “El Vargueño” denota la calidad elástica y ágil del estilo de la autora. En cada capítulo está palpitando la tonalidad intelectual de Luisa Martínez, cronista de sentimentalidades. Esbozo de un palpitante problema social es la médula de este libro; pero se deslíe, se pierde, se dispersa la trascendencia del tema entre no sabemos qué afán torturante puesto al servicio de la expresión emocional.

Con el título de “El Azabache” fue publicado en “El Universal” un esbozo de este tema que ahora Luisa Martínez ha llevado hasta el ensayo novelesco, ampliando la manifestación vital de sus personajes, pero sin lograr destacarlos precisa y concretamente. “El Vargueño” da la impresión de unos pocos retratos borrosos, ajados por el tiempo,

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traídos y llevados al compás de una evocadora melodía literaria, como las sombras vacilantes que aletean entre la quejumbre de las músicas tziganas. Esto es el libro que ha lanzado Luisa Martínez, cronista de sentimentalidades. Aguardemos “Las Piedras Preciosas”, libro que está preparando la autora de “El Vargueño”.

J.M.F.

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EL NUEVO DIARIO. Año XXI – Número 8.139 Caracas, jueves 2 de febrero de 1933. “El Vargueño”, de Luisa Martínez(Página 1)

Caracas, 1º de febrero. —Luisa Martínez, la gentilísima directora de “Nos- Otras” acaba de recoger en un volumen, artísticamente editado, si primer ensayo de novela: “El Vargueño”, que ya la crítica ha saludado con elogiosos comentarios.

No vamos a extremar el ditirambo con la dinámica escritora y periodista; ya se sabe que en la literatura, el adjetivo va de capa caída; ya no hay quien seriamente rea en él; tampoco a título de cortesía vamos a pergeñarle esta nota bibliográfica, porque el libro en conjunto, bien se merece un aplauso que aquí le tributamos sin reservas.

Luisa Martínez se nos revela en “El Vargueño” como toda una mujer moderna. Su temperamento esencialmente femenino, se ha enfrentado a la realidad sin poses ni exotismo para ofrecernos una serie de cuadros de la vida caraqueña, tipos y siluetas enmarcadas en un ambiente fatalista, a ratos turbio y hasta sombrío.

“El Vargueño” que da título al libro, no pasa de ser “un mueble antiguo” alrededor del cual se mueven los personajes, que desde luego no son aguafuertes de Goya sino más bien esbozos, simples calcomanías siluetadas con acierto: tales se nos presentan Nat, Francisco y Regina, héroes de la trama novelesca.

En cuanto al estilo, este refleja la psicología de la autora que escribe en castellano pensando tal vez en otra lengua.

En síntesis “El Vargueño” lo hemos gustado a sorbos: es decir paladeándolo, porque verdaderamente ofrece una literatura animada por finas observaciones donde la ironía florece a menudo en frases certeras reveladoras de un espíritu cultivado, prometedor de obra más amplia y de mayores alientos.

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Luisa Martínez ha triunfado con su primer “ensayo” de novela nacional.

Cordial congratulación para la gentilísima escritora.J.A. Cova

Billiken. Año XIV.- Caracas, sábado 4 de febrero de 1933. Nº 690 (S/N)“El Libro de Luisa Martínez”Nota editorializada

Demostración de sus dotes de aplaudida inteligencia es la obra en que estudia la conspicua periodista señorita Luisa Martínez, Directora de nuestro apreciado colega “Nos- Otras”, personajes de la vida corriente cuyas características traza la ulta autora con atildada justicia.

Luisa Martínez pertenece a la falange de los periodistas modernos: entusiasta y por lo tanto plena de dinamismo ha logrado situar a “Nos-Otras” en el señalado lugar que por derecho propio ocupa en la prensa nacional. Allí, bajo su digna dirección, labora un núcleo de talentosas damas que forman con ella, prestigio encumbrado de la revista.

A su labor de periodista, Luisa Martínez suma la de escritora: a “Billiken” le es en sumo grado placentero recordar que fue en sus páginas donde inició la publicación de sus escritos la señorita Luisa Martínez, acogidos desde temprano, favorablemente, por la crítica literaria.

Los personajes de “El Vargueño” son tipos de nuestra vida, que exprésanse por el valioso intermedio de la distinguida dama escritora, cuya actuación literaria refleja la seriedad de su devoción a las letras.

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Luisa Martínez nos ofrece en “El Vargueño” trazos humorísticos que hacen de su obra espiritual regalo; ironía que salta con sutileza de la pluma de la genial escritora, no obstante el aspecto de fatalidad en que se desenvuelven sus personajes, sobre cuyas vidas discurre en incesante interés, con sobrada competencia, la aplaudida periodista.

Ella constituye un valor apreciabilísimo en nuestros círculos literarios y sociales: en las conferencias que ha leído ha tratado temas interesantes que han destacado su actuación. En síntesis, que el nombre de Luisa Martínez es justo orgullo de la intelectualidad. Su obra “El Vargueño” reafirma ese concepto por lo que ha sido saludado por la crítica, entusiastamente.

“Billiken” se enorgullece del triunfo de Luisa Martínez y le expresa su respetuosa gratitud por el amable envío de su libro.