Levi-Strauss - Estructuras del Parentesco

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44 INTRODUCCION fuerzas naturales a las que, por sus características propias, se opone a la vez que se identifica en cuanto al campo de aplicación, la prohibición del incesto se presenta a la reflexión sociológica como un terrible misterio. En el seno mismo de nuestra sociedad son pocas las prescripciones sociales que preser- varon de tal modo la aureola de terror respetuoso que se asocia con las cosas sagradas. De modo significativo, que luego deberemos comentar y explicar, el incesto, en su forma propia y en la forma metafórica del abuso del menor ("del que", dice la expresión popular, "podría ser el padre"), se une en algunos países con su antítesis: las relaciones sexuales interraciales, por otra parte forma extrema de la exogamia, como los dos estimulantes más poderosos del horror y de la venganza colectivas. Pero este ambiente de temor mágico no sólo define el clima en el seno del cual, aun en la sociedad moderna, evo- luciona la institución sino que también envuelve, en el nivel teórico, los deba- tes a los que la sociología se dedicó desde sus origenes con una tenacidad ambigua: "La famosa cuestión de la prohibición del incesto" --escribe Lévy- Bruhl- "esta vexata qurestio para la cual los etnógrafos y los sociólogos tanto buscaron la solución, no requiere solución alguna. No hay por qué plantear el problema. Respecto de las sociedades de las que terminamos de hablar, no hay por qué preguntarse la razón de que el incesto esté prohibido: esta prohibición no existe ... ; no se piensa en prohibir el incesto. Es algo que no sucede. O bien, si por imposible esto sucede, es algo asombroso, un monstrum, una transgresión que despierta horror y espanto. ¿Acaso las so- ciedades primitivas conocen una prohibición para la autofagia o el fratri. cidio? No tienen ni más ni menos razones para prohibir el incesto". 25 No debe asombrarnos encontrar tanta timidez en un autor que, sin em. bargo, no vaciló frente a las hipótesis más audaces, si se considera que los sociólogos están casi todos de acuerdo en manifestar ante este problema la misma repugnancia y la misma timidez. 25 L. Lévy·Bruhl, Le Surnaturel et la Nature dans la mentalité primitive, París, 1931, pág. 247. CAPÍTULO 11 EL PROBLEMA DEL INCESTO 1':1. PROBLEMA de la prohibición del incesto se presenta a nuestra reflexión ('0/1 toda la ambigüedad que, en un plano diferente, explica sin duda el carác- kr sagrado de la prohibición misma. Esta regla, que por serlo es social, es 111 mismo tiempo presocial en dos sentidos: en primer lugar por su universa- lidad, luego por el tipo de relaciones a las que impone su norma. La vida en sí es externa al grupo en un doble sentido. Expresa el grado má· ximo de la naturaleza animal del hombre y atestigua, en el seno de la humani- dad, la supervivencia más característica de los instintos; en segundo lugar, y de nuevo en un doble sentido, sus fines son trascendentes: satisface sea deseos individuales que, como bien se sabe, se cuentan entre los menos respe· luosos de las convenciones sociales,' sea tendencias específicas que sobrepasan ip;ualmente, aunque en otro sentido, los fines propios de la sociedad. Por olra parte, señalemos que si bien la reglamentación de las relaciones entre los sexos constituye un desborde de la cultura en el seno de la naturaleza, por su parte la vida sexual es, en el seno de la naturaleza, un indicio de la vida social, ya que, de todos los instintos, el sexual es el único que para definirse necesita del estímulo de otro. Deberemos volver sobre este punto; el instinto sexual, por ser él mismo natural, no constituye el paso de la natu- raleza a la cultura, ya que eso sería inconcebible, pero explica una de las razones por las cuales en el terreno de la vida sexual, con preferencia a cual- quier otro, es donde puede y debe operarse, forzosamente, el tránsito entre los dos órdenes. Regla que en la sociedad abarca lo que le es más extraño pero, al mismo tiempo, regla social que retiene en la naturaleza aquellouue es susceptible de superarla, la prohibición del incesto se encuentra, a la vez, en el umbral de la cultura, en la cultura y, en cierto sentido, como tratare- mos de mostrarlo, es la cultura misma. Por el momento basta señalar a qué dualidad debe su carácter ambiguo y equívoco. Eri vez de dar cuenta de esta ambigüedad los sociólogos se preocuparon casi exclusivamente por reducirla a otra cosa. Sus tentativas de explicaciones pueden resumirse en tres tipos principales, que aquí nos limitaremos a caracterizar y a analizar en sus rasgos esenciales. El primer tipo de explicación -que sigue por otra parte la creencia popular vigente en muchas sociedades, incluso la nuestra- intenta mantener el doble l:arácter de la prohibición, disociándola en dos fases distintas: por ejemplo,

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  • 44 INTRODUCCION

    fuerzas naturales a las que, por sus caractersticas propias, se opone a la vez que se identifica en cuanto al campo de aplicacin, la prohibicin del incesto se presenta a la reflexin sociolgica como un terrible misterio. En el seno mismo de nuestra sociedad son pocas las prescripciones sociales que preservaron de tal modo la aureola de terror respetuoso que se asocia con las cosas sagradas. De modo significativo, que luego deberemos comentar y explicar, el incesto, en su forma propia y en la forma metafrica del abuso del menor ("del que", dice la expresin popular, "podra ser el padre"), se une en algunos pases con su anttesis: las relaciones sexuales interraciales, por otra parte forma extrema de la exogamia, como los dos estimulantes ms poderosos del horror y de la venganza colectivas. Pero este ambiente de temor mgico no slo define el clima en el seno del cual, aun en la sociedad moderna, evoluciona la institucin sino que tambin envuelve, en el nivel terico, los debates a los que la sociologa se dedic desde sus origenes con una tenacidad ambigua: "La famosa cuestin de la prohibicin del incesto" --escribe LvyBruhl- "esta vexata qurestio para la cual los etngrafos y los socilogos tanto buscaron la solucin, no requiere solucin alguna. No hay por qu plantear el problema. Respecto de las sociedades de las que terminamos de hablar, no hay por qu preguntarse la razn de que el incesto est prohibido: esta prohibicin no existe ... ; no se piensa en prohibir el incesto. Es algo que no sucede. O bien, si por imposible esto sucede, es algo asombroso, un monstrum, una transgresin que despierta horror y espanto. Acaso las sociedades primitivas conocen una prohibicin para la autofagia o el fratri. cidio? No tienen ni ms ni menos razones para prohibir el incesto".25

    No debe asombrarnos encontrar tanta timidez en un autor que, sin em. bargo, no vacil frente a las hiptesis ms audaces, si se considera que los socilogos estn casi todos de acuerdo en manifestar ante este problema la misma repugnancia y la misma timidez.

    25 L. LvyBruhl, Le Surnaturel et la Nature dans la mentalit primitive, Pars, 1931, pg. 247.

    CAPTULO 11

    EL PROBLEMA DEL INCESTO

    1':1. PROBLEMA de la prohibicin del incesto se presenta a nuestra reflexin ('0/1 toda la ambigedad que, en un plano diferente, explica sin duda el carckr sagrado de la prohibicin misma. Esta regla, que por serlo es social, es 111 mismo tiempo presocial en dos sentidos: en primer lugar por su universalidad, luego por el tipo de relaciones a las que impone su norma. La vida :,\(~xual en s es externa al grupo en un doble sentido. Expresa el grado m ximo de la naturaleza animal del hombre y atestigua, en el seno de la humanidad, la supervivencia ms caracterstica de los instintos; en segundo lugar, y de nuevo en un doble sentido, sus fines son trascendentes: satisface sea deseos individuales que, como bien se sabe, se cuentan entre los menos respe luosos de las convenciones sociales,' sea tendencias especficas que sobrepasan ip;ualmente, aunque en otro sentido, los fines propios de la sociedad. Por olra parte, sealemos que si bien la reglamentacin de las relaciones entre los sexos constituye un desborde de la cultura en el seno de la naturaleza, por su parte la vida sexual es, en el seno de la naturaleza, un indicio de la vida social, ya que, de todos los instintos, el sexual es el nico que para definirse necesita del estmulo de otro. Deberemos volver sobre este punto; el instinto sexual, por ser l mismo natural, no constituye el paso de la naturaleza a la cultura, ya que eso sera inconcebible, pero explica una de las razones por las cuales en el terreno de la vida sexual, con preferencia a cualquier otro, es donde puede y debe operarse, forzosamente, el trnsito entre los dos rdenes. Regla que en la sociedad abarca lo que le es ms extrao pero, al mismo tiempo, regla social que retiene en la naturaleza aquellouue es susceptible de superarla, la prohibicin del incesto se encuentra, a la vez, en el umbral de la cultura, en la cultura y, en cierto sentido, como trataremos de mostrarlo, es la cultura misma. Por el momento basta sealar a qu dualidad debe su carcter ambiguo y equvoco. Eri vez de dar cuenta de esta ambigedad los socilogos se preocuparon casi exclusivamente por reducirla a otra cosa. Sus tentativas de explicaciones pueden resumirse en tres tipos principales, que aqu nos limitaremos a caracterizar y a analizar en sus rasgos esenciales.

    El primer tipo de explicacin -que sigue por otra parte la creencia popular vigente en muchas sociedades, incluso la nuestra- intenta mantener el doble l:arcter de la prohibicin, disocindola en dos fases distintas: por ejemplo,

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    para Lewis H. Morgan y sir Henry Maine 1 el origen de la prohibicin del incesto es natural y social al mismo tiempo, pero en el sentido de ser el resultado de una reflexin social sobre un fenmeno natural. La prohibicin del incesto sera una medida de proteccin destinada a proteger a la especie de los resultados nefastos de los matrimonios consanguneos. Esta teora presenta un carcter sorprendente: se encuentra obligada, por su mismo enunciado, a extender el privilegio sensacional de la revelacin de las pretendidas consecuencias de las uniones endgamas a todas las sociedades humanas, incluso a las ms primitivas, las que en otros dominios no dan prueba de tal clarividencia eugensica. Ahora bien, esta justificacin de la prohibicin del incesto es de origen reciente; antes del siglo XVI no aparece en parte alguna de nuestra sociedad. Plutarco, quien, de acuerdo eon el plan general de las Moralia enumera todas las hiptesis posibles sin optar por una de ellas, propone tres que son todas de naturaleza sociolgica y de las cuales ninguna se refiere a las taras posibles de la descendencia.2 En el sentido contrario slo puede citarse un texto de Gregorio el Grande,3 que no parece haber despertado eco alguno en el pensamiento de los contemporneos ni de los comentaristas ulteriores.4

    Se invocan, es cierto, las diversas monstruosidades que en el folklore de diversos pueblos primitivos, y sobre todo en los australianos, amenazan a la descendencia de parientes incestuosos. Pero, adems de que el tab concebido a la australiana es probablemente el que menos se preocupa por la proximidad biolgica (que por otra parte permite muchas uniones, tales como las del to segundo con la sobrina segunda, cuyos efectos no pueden ser particularmente favorables), ser suficiente sealar que semej antes castigos por lo comn estn previstos por la tradicin primitiva para todos aquellos que transgredan las reglas, y no se reservan en absoluto al dominio particular de la reproduccin. El siguiente testimonio de ]ochelson muestra, con claridad, hasta qu punto debemos desconfiar de observaciones apresuradas: "Los yakut me dijeron que haban observado que los nios nacidos de uniones consanguneas no tienen buena salud. De este modo Dolganoff, mi intrprete, cuenta de los yukaghir que practican el matrimonio entre primos a pesar de la prohibicin acostumbrada llamada n exiii. " que los nios nacidos de tales matrimonios mueren, o que aun los padres son atacados por enfermedades a menudo mortales." 5 Esto en lo que respecta a las sanciones naturales. En

    1 Sir H. S. Maine, Dissertations on Early Law and Custom, Nueva York, 1886, pg. 228.

    2 Plutarco, Quaestiones romanae, en Oeuvres, trad. Amyot, Lyon, 1615, t. 2, pgs. 369370.

    ~ H. F. Muller, A Chronological Note on the Physiological Explanation of the Prohibition of Incest, Journal of Religious Psychology, vol. 6, 1913, pgs. 294295.

    4 J. M. Cooper, Incest Prohibition in Primitive Culture, Primitive Man, vol. 5, nI' 1, 1932.

    5 W. Jochelson, The Yukaghir and the Yukaghirized Tungus, Jesup North Pacific Expedition, vol. 9 (Memoirs of the American Museum of Natural History, vol. 13, 1926), pg. 80. Los nuer llaman al incesto "sfilis", porque en una ven el castigo del otro. Cf. E. E. EvansPritchard, Exogamous Rules among the Nuer, Man, vol. 35, nI' 7, 1935.

    EL PROBLEMA DEL INCESTO 47

    cuanto a las de orden social, estn tan poco fundamentadas en consideracioIll~S fisiolgicas que, entre los kenyah y los kayan de Borneo, que condenan (,1 matrimonio con la madre, la hermana, la hija, la hermana del padre o de la madre y la hija del hermano o de la hermana, "en el caso de las mujeres '1 ue mantienen con el sujeto la misma relacin de parentesco, pero por adopcin, estas prohibiciones, con sus consiguientes castigos, son aun ms severos, si ello es posible".6

    Por otra parte, no debe olvidarse que desde el fin del paleoltico el hombre utiliza procedimientos endogmicos de reproduccin que llevaron a las especies cultivadas o domsticas a un grado cada vez mayor de perfeccin. Suponiendo que el hombre haya tenido conciencia de los resultados

    dl~ semejantes mtodos y que haya juzgado, como tambin se supone, sobre d tema de modo racional, cmo es posible; entonces, explicar que en el dominio de las relaciones humanas llegue a conclusiones opuestas a las que su ,:x:periencia verificaba todos los das en el dominio animal o vegetal y de las que dependa su bienestar? Sobre todo, si el hombre primitivo hubiera sido sensible a consideraciones de este orden: cmo comprender que se haya detenido en las prohibiciones y no haya pasado a las prescripciones, cuyo resultado experimental -por lo menos en ciertos casos-- hubiese mostrado dectos benficos? No slo no lo hizo, sino que aun hoy rechazamos una tentativa de esa ndole y ha sido necesario esperar la aparicin de teoras sociales recientes -las que, por otra parte, se denuncian como irraciona

    II~S- para que se preconizara para el hombre la reproduccin orientada. Las prescripciones positivas que encontramos muy a menudo en las sociedades primitivas en relacin con la prohibicin del incesto son las que tienden a multiplicar las uniones entre primos cruzados (provenientes respectivamente de un hermano y de una hermana); entonces sitlan en los dos polos extremos de la reglamentacin social tipos de uniones idnticas desde el punto de vista de la proximidad: la unin entre primos paralelos (provenientes respectivamente de dos hermanos o de dos hermanas) identificada con el incesto fraterno, y la unin entre primos cruzados, que se considera como ideal matrimonial a pesar del grado muy estrecho de consanguinidad existente t:ntre los cnyuges.

    Por otra parte, es sorprendente el vgor con que el pensamiento contemporneo se muestra renuente a abandonar la idea de que la prohibicin de las relaciones entre consanguneos o colateraies inmediatos se justifica por razones eugensicas;. sin duda ello se debe a que -y nos lo dice nuestra experiencia de los ltimos diez aos- los ltimos vestigios de trascendencia de que dispone el pensamiento moderno se encuentran en los conceptos biolgicos. Un ejemplo particularmente significativo lo proporciona un autor cuya obra (:ientfica contribuy, en primer lugar, a dsipar los prejuicios acerca de las uniones consanguneas. En efecto, E. M. East mostr, mediante trabajos admirables sobre la reproduccin del maz, que la creacin de un linaje endo

    a Ch. Hose y W. McDougall, The Pagan Tribes of Borneo, Londres, 1912, vol. 1, pg. 73. Como lo hacen nolur los autores de esta observacin, ponen de manifiesto la rzrtijidosidad de las re~luH 1)110 Il[odun nI incesto (ibd., vol. 2, pg. 197).

  • 48 INTRODUCCION

    gmico tiene como primer resultado un perodo de fluctuaciones durante el cual el tipo est sujeto a variaciones extremas, que sin duda se deben al resurgimiento de caracteres recesivos habitualmente enmascarados. Luego, las variaciones disminuyen en forma progresiva para desembocar en un tipo constante e invariable. Ahora bien, en una obra destinada a un pblico mayor, el autor, despus de revelar estos resultados, llega a la conclusin de que las creencias populares sobre los matrimonios entre parientes prximos estn ampliamente fundamentadas; el trabajo del laboratorio no hara ms que confirmar los. prejuicios del folklore; segn las palabras de un viejo autor: Superstition iz often awake when reezon iz asleep.7 Ello se debe a que los "caracteres recesivos poco deseables son tan frecuentes en la familia humana como en el maz". Pero esta reaparicin enojosa de los caracteres recesivos slo es explicable -si se excluyen las mutaciones-- segn la hiptesis de que se trabaja con tipos ya seleccionados: los caracteres que reaparecen son precisamente los que el cultivador haba logrado hacer desaparecer mediante sus propios esfuerzos. Esta situacin no es posible en el caso del hombre puesto que -se acaba de ver- la exogamia tal como la practican las sociedades humanas es ciega. Pero, antes que nada, lo que East estableci indirectamente con sus trabajos es que estos supuestos peligros jams se habran manifestado si la humanidad hubiera sido endgama desde su origen: en este caso nos encontraramos, sin duda, en presencia de razas humanas tan constantes y definitivamente fijadas como los linajes endgamos del maz despus de la eliminacin de los factores de variabilidad. El peligro temporario de !Jls uniones endgamas, suponiendo que existe, es en verdad el resultado de una tradicin de exogamia o pangamia y no su causa.

    En efecto, los matrimonios consanguneos slo combinan genes del mismo tipo, mientras que un sistema en el cual la unin de los sexos slo estuviera determinada por la ley de probabilidades (la "panmixia" de Dahlberg) los mezclara al azar. Pero la naturaleza de los genes y sus caractersticas indio viduales son las mismas en ambos casos. Basta que se interrumpan las uniones consanguneas para que la composicin general de la poblacin se restablezca tal como se poda prever sobre la base de una "panmixia". Entonces los matrimonios consanguneos arcaicos no tienen influencia; slo actan sobre las generaciones inmediatamente consecutivas. Pero esta influencia es, en s misma, funcin de las dimensiones absolutas del grupo. Para una poblacin de una cifra dada siempre se puede definir un estado de equilibrio en el que la frecuencia de los matrimonios consanguneos sea igual a la probabilidad de tales matrimonios en un rgimen de "panmixia". En el caso de que la poblacin pase este estado de equilibrio y si la frecuencia de los matri. monios consanguneos permanece igual, el nmero de portadores de caracteres recesivos aumenta: "El incremento del grupo implica un aumento de heterocigotismo a expensas del homocigotismo." 8 En el caso de que la poblacin

    7 E. M. East, Heredity and Human Affairs, Nueva York, 1938, pg. 156. 8 Gunnar Dahlberg, On Rare Defects in Human Populations with Particular Re

    gard to Inbreeding and Isalate Effects, Proceedings 01 the Royal Society 01 Edinburgh, vol. 58, 1937-1938, pg. 224.

    EL PROBLEMA DEl INCESTO 49

    He site por debajo del estado de equilibrio, y si la frecuencia de los matriIlIonios consanguneos permanece "normal" en relacin con ese estado, los ('lIl'acteres recesivos se reducen segn una tasa progresiva: 0,0572 % en una poblacin de 500 personas con dos hijos por familia; 0,1697 % si la misma po"'acin decae a 200 personas. Dahlberg puede entonces concluir que, desde c1 punto de vista de la teora de la herencia, "las prohibiciones del matrimo11 io no parecen justificadas".9

    Es cierto que las mutaciones que determinan la aparicin de una tara I'(~eesiva son ms peligrosas en las poblaciones pequeas que en las grandes. 1-:11 efecto, en las primeras, las probabilidades de paso al homocigotismo son rllS elevadas. Por lo contrario, este mismo pasaje rpido y completo al horno('jgotismo debe, en mayor o menor plazo, asegurar la eliminacin del carcter 'emido. Puede, entonces, considerarse que en una pequea poblacin endgama de composicin estable cuyo modelo se encuentra en muchas sociedades primitivas, el nico riesgo del matrimonio entre consanguneos proviene de la aparicin de nuevas mutaciones, riesgo que puede calcularse, puesto que t~Ha tasa de aparicin se conoce; sin embargo, la probabilidad de encontrar, (~n el seno del grupo, un heterocigota recesivo es menor que la que acarreara el matrimonio con un extranjero. Aun en lo que concierne a los caracteres rccesivos que surgen por mutacin en una poblacin dada, Dahlberg estima que la gravitacin de los matrimonios consanguneos es muy dbil respecto ele la produccin de homocigotas. Ello se debe a que, para un homocigota proveniente de un matrimonio consanguneo, existe un nmero enorme de hcterocigotas que --en el caso de que la poblacin sea lo bastante pequeascrn necesariamente llevados a reproducirse entre ellos. De este modo, en IIna poblacin de 80 personas la prohibicin del matrimonio entre parientes prximos, incluyendo primos en primer grado, no disminuira el nmero de los portadores de caracteres recesivos raros ms que del 10 al 15 %.10 Estas eonsideraciones son importantes porque hacen intervenir la nocin cuantitaLiva de la cifra de la poblacin. Ahora bien, ciertas sociedades primitivas o arcaicas estn limitadas, por su rgimen econmico, a una cifra de pobla(~in muy restringida, y precisamente para cifras semejantes la reglamentacin de los matrimonios consanguneos slo puede tener consecuencias genticas desdeables. Sin profundizar este problema -respecto del cual los tericos modernos slo se atreven a proporcionar soluciones provisionales y muy matizadas- 11 puede, entonces, considerarse que la humanidad primitiva no se encontraba en una situacin demogrfica tal como para recoger los datos llue le proporcionaba la realidad.

    9 Id., Inbreeding in Man, Genetics, vol. 14, 1929, pg. 454. 10 Id., On Rare Defects in Human Papulations with Particular Regard to Inbreed ill~ and Isolate Effects, op. cit., pg. 220.

    11 E. Baur, E. Fischer, P. Lenz, Menschliche Erblichkeitslehre, Munich, 1927. (;. Dahlberg, Inzucht bei Polyhybriditit bei Menschen, Hereditas, vol. 14, 1930. L. Hoghcn, Genetic Principles in Medicine and Social Sciences, Londres, 1931. J. B. S. Haldanc. lfaedity and Politics, Loncln'H, 19:1B. Cf. tambin ms adelante captulo VIII.

  • El PROBLEMA DEL INCESTO 51 50 INTRODUCCION

    Un segundo tipo de explicacin tiende a eliminar uno de los trminos de la antinomia entre los caracteres, natural y social, de la institucin. Para muchos socilogos y psiclogos, cuyos principales representantes son Westermarck y Havelock Ellis, la prohibicin del incesto no es ms que la proyeccin o el reflejo, sobre el plano social, de sentimientos o tendencias para cuya explicacin slo es necesario considerar la naturaleza del hombre. Puede observarse un buen nmero de variaciones importantes entre los defensores de esta posicin; algunos hacen derivar el horror al incesto, postulado en el origen de la prohibicin, de la naturaleza fisiolgica del hombre; otros ms bien de sus tendencias psquicas. De hecho, todos se limitan a retomar el viejo prejuicio de la "voz de la sangre", que se encuentra expresado aqu en forma ms negativa que positiva. Ahora bien, est perfectamente establecido que el supuesto horror al incesto no puede derivarse de una fuente instintiva, puesto que para que se manifieste es preciso suponer un conocimiento previo o establecido posteriormente de la relacin de parentesco entre los culpables. Queda por considerar la interpretacin por estimulacin actual, o ms bien por carencia de la misma. De este modo, para Havelock Ellis, la repugnancia frente al incesto se explica por la influencia negativa de las costumbres cotidianas sobre la excitabilidad ertica, mientras que Westermarck adopta una interpretacin del mismo tipo pero transpuesta a un plano ms estrictamente psicolgico.12

    Se podra objetar a estos autores que confunden dos tipos de acostumbramiento: el que se desarrolla entre dos individuos sexualmente unidos y del que se sabe que lleva, por lo general, al debilitamiento del deseo (hasta el punto, declara un bilogo contemporneo, "de introducir un elemento de desorden en todo sistema social") 18 y el que reina entre parientes prximos, al que se adjudica el mismo resultado, si bien el uso sexual, que en el primer caso desempea una funcin determinante, est manifiestamente ausente en el segundo. La interpretacin propuesta conduce, pues, a una peticin de principio: en ausencia de toda verificacin experimental no se puede saber si la supuesta observacin sobre la que uno se apoya -la menor frecuencia de los deseos sexuales entre parientes prximos- se explica por el acostumbra miento fsico o psicolgico o como consecuencia de los tabes que constitu

    12 Havelock EIlis, Sexual Selection in Man, Filadelfia, 1906. E. Westermarck, The History 01 Human Marriage, vol. 1, pg. 250 y sigs.; vol. 2, pg. 207 Y sigs. La posicin deWestermarck presenta curiosas fluctuaciones. Parti de una interpretacin de base instintiva -muy prxima a la de Havelock EIlis-- en la primera edicin de su History 01 Human Marriage y evolucion hacia una concepcin ms psicolgica que puede encono trarse en la segunda edicin de la misma obra. Al fin de su vida (E. Westermarck, Recent Theories of Exogamy, Sociological Review, vol. 26, 1934), sin embargo, en contra de B. Z. Seligman y Malinowski retorn no slo a su posicin de 1891, sino hasta a la creencia de que el origen ltimo de la prohibicin debe buscarse en una conciencia con fusa de las consecuencias nocivas de las uniones consanguneas. (E. Westermarck, Three Essays on Sex and Marriage, Londres, 1934, pg. 53 y sigs.)

    13 G. S. MilIer, The Primate Basis .of Human Sexual Behavior, Quarterly Review 01 Biology, vol. 6, nQ 4, 1931, pg. 398. El hombre tiene en comn con los monos supe. riores esta tendencia innata a cansarse de su pareja sexual (ibid., pg. 386).

    yl:n la prohibicin misma. De este modo se la postula, cuando lo que se prctende es explicarla.

    Pero nada ms sospechoso que esta supuesta repugnancia instintiva, ya que el incesto, si bien prohibido por la ley y las costumbres, existe y, sin duda, es ms frecuente que lo que deja suponer la convencin colectiva de Hilenciarlo. Explicar la universalidad terica de la regla por la universalidad .Id sentimiento o de la tendencia es abrir un nuevo problema, puesto que d hecho que se supone universal no lo es en manera alguna. Por lo tanto, Hi se desea tratar las muchas excepciones como perversiones o anomalas, se deber definir en qu consisten estas anomalas en el nico nivel en que He las puede invocar sin tautologa, vale decir, sobre el plano fisiolgico; I'sto ser, sin duda, ms difcil en la medida en que una importante escuela contempornea tom -respecto de este problema- una actitud que se en I'uentra en contradiccin total con la de Havelock Ellis y la de Westermarck: 1'1 psicoanlisis descubre un fenmeno universal no en la repulsin frente a ndaciones incestuosas sino, por lo contrario, en su bsqueda.

    Tampoco es cierto que el hbito siempre deba considerarse fatal para d matrimonio. Muchas sociedades piensan de modo diferente. "El deseo de mujer comienza con el deseo de la hermana" dice el proverbio azande. Los hche justifican su prctica del matrimonio entre primos cruzados por la larga intimidad que reina entre los futuros cnyuges, verdadera causa -segn dIos-- de la atraccin sentimental y sexual.14 El mismo tipo de relaciones 'lile Westermarck y Havelock Ellis consideran como el origen del horror del incesto las ven los chukchis como modelo del matrimonio exogmico: "La mayora de los matrimonios entre parientes (vale decir, entre primos) se realiza a edad muy temprana, a veces cuando el novio y la novia se encuentran en la primer infancia. Se celebra la ceremonia y los nios crecen jugando juntos. Un poco ms tarde comienzan a formar un grupo aparte. Naturalmente entre ellos se desarrolla un vnculo muy profundo, ms fuerte, a menudo, que la muerte; si uno muere, el otro tambin muere, de tristeza o por(Iue se suicida ... Los matrimonios entre familias unidas por lazos de amistad pero sin parentesco entre ellas siguen el mismo modelo. Estas familias a veces se ponen de acuerdo para casar a sus respectivos hijos, aun antes de que ~stos hayan nacido." 15 Incluso en los indios del ro Thompson, de la Colomhia Britnica, donde el matrimonio entre primos de segundo grado se considera incesto y es objeto de burlas, esta hostilidad a los matrimonios conHllllguneos, incluso entre parientes lejanos, no impide que algunos hombres se prometan en matrimonio con muchachas veinte aos ms jvenes que dlos.16 Podran citarse una infinidad de hechos semejantes.

    14 G. Gordon Brown, HeheCrosscousin Marriage, en Essays Presented to C. G. ""'!igman ... Londres, 1934, pg. 33.

    Ui W. Bogoras, The Chukchee. Jesup North Pacific Expedition, vol. 9 (Memoirs 01 the American Museum 01 Natural History, vol. 11, 19041909), pg. 577.

    16 James Teit, The Thompson Indians of British Columbia, Memoirs 01 the Ame,.imll Muscum 01 Natural History, vol. 2, parte 4: Anthropology 1, pgs. 321 y 325.

  • 52 INTRODUCCION

    Sin embargo detrs de la actitud a que nos referimos existe una confusin infinitamente ms grave. Si el horror al incesto resultase de tendencias fisiolgicas o psicolgicas congnitas por qu se expresara con la forma de una prohibicin que es al mismo tiempo tan solemne y tan esencial como para que se la encuentre en todas las sociedades humanas con la misma aureola de prestigio sagrado? No habra razn alguna para prohibir lo que, sin prohibicin, no correra el riesgo de ejecutarse. Se pueden formular dos respuestas a este argumento: la primera consiste en decir que la prohibicin no est destinada ms que a casos excepcionales en los que la naturaleza falla en su misin. Pero, cul es la proporcin existente entre esas excepciones que la hiptesis obliga a considerar como raras en extremo y la importancia de la reglamentacin que apunta hacia ellas? Y sobre todo, si no se las concibiera como posibles y peligrosas, por qu en muchas sociedades los desvos seran prohibidos y, aun ms, castigados con el rigor extremo que se conoce? Sea que el peligro exista para el grupo, para los individuos interesados o para su descendencia, en el grupo -o en la realidad que SR le otorgue- es donde debe buscarse el origen de la prohibicin. AS, de morlo inevitable, volvemos a la explicacin anterior. Es cierto que se podra invocar una comparacin con el suicidio, al que combaten mediante mltiples sanciones las costumbres y, a menudo, la ley, por ms que la tendencia a la preservacin sea natural para todo ser viviente. Pero la analoga entre incesto y suicidio no es ms que aparente. Si en ambos casos la sociedad prohbe, esta prohibicin se aplica, en el primero, a un fenmeno natural, que se realiza comnmente entre los animales y, en el segundo, a un fenmeno extrao por completo a la vida animal y que debe considerarse como una funcin de la vida social. La sociedad no prohbe ms que lo que ella misma suscita. Adems, y por encima de todo, la sociedad condena el suicidio por considerarlo perjudicial para sus intereses, y no porque constituya la negacin de una tendencia congnita. La mejor prueba de ello es que, mientras que toda sociedad prohbe el incesto, no hay ninguna que no haga lugar al suicidio y deje de reconocer su legitimidad en ciertas circunstancias o para ciertos motivos: aquellos en los cuales la actitud individual coincide accidentalmente con un inters social. Por lo tanto, an tenemos que descubrir las razones por las que el incesto implica un perjuicio para el orden social.

    Las explicaciones del tercer tipo y las que acabamos de presentar tienen en comn la presuncin de eliminar uno de los trminos de la antinomia. En este sentido ambas se oponen a las explicaciones del primer tipo, que mantiene los dos trminos al mismo tiempo que intenta disociarlos. Pero mientras que los partidarios del segundo tipo de explicacin quieren reducir la prohibicin del incesto a un fenmeno psicolgico o fisiolgico de carcter instintivo, el tercer grupo adopta una posicin simtrica, pero inversa: ve en la prohibicin del incesto una regla de origen puramente. social cuya expresin en trminos biolgicos es un rasgo accidental y secundario. La exposicin de

    EL PROBLEMA DEL INCESTO 53

    l"Mta concepcin, de mayor diversidad segn los distintos autores, debe hacerse ,'on un poco ms de detalle que las precedentes.

    La prohibicin del incesto, considerada como institucin social, aparece I'ajo dos aspectos diferentes. En ocasiones, slo estamos en presencia de la pI'ohibicin de la unin sexual entre consanguneos prximos o colaterales; 1\ veces, esta forma de prohibiciones, fundada en un criterio biolgico defilIi(lo, no es ms que un aspecto de un sistema ms amplio que parece carecer

    c1(~ toda base biolgica: en muchas sociedades la regla de la exogamia prohbe d matrimonio entre categoras sociales que incluyen parientes prximos pero, j IInto con ellos, incluye un nmero considerable de individuos entre los que 110 es posible establecer relacin alguna de consanguinidad o de colateralidad o, en todo caso, slo relaciones muy lejanas. En este ltimo caso, es el capriI'ho aparente de la nomenclatura el que lleva a considerar como parientes Iliolgicos a los individuos afectados por la prohibicin.

    Los partidarios de las interpretaciones del tercer tipo conceden gran importancia a esta forma amplia y socializada de la prohibicin del incesto. I>escartemos ya algunas sugestiones de Morgan y de Frazer que ven en los Kistemas exogmicos mtodos destinados para impedir las uniones incestuoMas: vale decir, una pequea fraccin de todas las uniones que de hecho prohben. Se podra obtener, en efecto, el mismo resultado (el ejemplo de las sociedades sin clanes ni mitades lo prueba) sin el edificio embarazoso de las reglas exogmicas. Si esta primer hiptesis explica la exogamia de modo poco satisfactorio, no proporciona explicacin alguna para la prohihicin del incesto. Desde nuestro punto de vista son teoras mucho ms importantes que, al mismo tiempo que aportan una interpretacin sociolgica de la exogamia, dejan abierta la posibilidad de hacer de la prohibicin del incesto una derivacin de la exogamia, o bien afirman categricamente la l:xistencia de esta derivacin.

    En el primer grupo ubicaremos las ideas de McLennan, de Spencer y de Lubbock,17 en el segundo las de Durkheim. McLennan y Spencer vieron en las prcticas exogmicas la fijacin por la costumbre de los hbitos de las tribus guerreras cuyo medio normal de obtener esposas era el rapto. Lubbock 'raza el esquema de una evolucin que habra consagrado el pasaje de un matrimonio de grupo, de carcter endogmico, al matrimonio exogmico por rapto. Las esposas obtenidas por este ltimo procedimiento, en oposidn con las precedentes, slo habran posedo el status de bienes individuales y de este modo seran el prototipo del matrimonio individualista moderno. Todas estas concepciones pueden descartarse por una razn muy simple: si no quieren establecer conexin alguna entre la exogamia y la prohibicin del incesto son extraas a nuestro estudio; si, por lo contrario, ofrecen solucio/les aplicables no slo a las reglas de exogamia sino a esta forma particular

    17 J. F. McLennan, An Inquiry into the Origin o/ Exogamy, Londres, 1896. H. Sl'encer, Principles o/ Sociology, 3 vo1s., Londres, 1882-1896. Sir John Lubbock, Lord t\VCrllUry, The Origin o/ Civilization and the Primitive Condition o/ Man, Londres, 1870, I'iz;. 83 Y sigs.; Marriage, Tol/!mi,11n and Religion, Londres 1911.

  • 54 INTRODUCCION

    de exogamia que constituye la prohibicin del incesto, son del todo rechazabIes, ya que pretenderan derivar una ley general -la prohibicin del incesto- de tal o cual fenmeno especial de carcter, a menudo anecdtico, propio sin duda de ciertas sociedades pero cuya presuncin no puede consi derarse universal. Este vicio metodolgico, junto con algunos otros, tambin corresponde a la teora de Durkheim, forma ms consciente y ms sistemtica de interpretacin por causas puramente sociales.

    La hiptesis presentada por Durkheim en el importante trabajo que inaugura el primer volumen del Anne Sociologique 18 tiene un triple carcter: en primer lugar, se basa sobre la universalizacin de los hechos que se observaron en un grupo limitado de sociedades; luego, hace de la prohibicin del incesto una consecuencia lejana de las reglas de exogamia. Estas lti mas, por fin, se interpretan en funcin de fenmenos de otro orden. Segn Durkheim, la observacin de las sociedades australianas, consideradas como la ilustracin de un tipo primitivo de organizacin que antes era comn a todas las sociedades humanas, proporciona la solucin del problema del incesto. La vida religiosa de estas sociedades est, como se sabe, dominada por creencias que afirman una identidad sustancial entre el clan y el ttem epnimo. La creencia en esta identidad sustancial explica las prohibiciones especiales que afectan a la sangre considerada como smbolo sagrado y el origen de la comunidad mgico-biolgica que une a los miembros de un mismo clan. Este temor por la sangre del dan es particularmente intenso en el caso de la sangre menstrual y explica por qu, en la mayora de las sociedades primitivas, las mujeres son, en principio a causa de sus menstruaciones y luego de una manera ms general, objeto de creencias mgicas y de prohibiciones especiales. Las prohibiciones que afectan a las mujeres y a su segregacin, tal como se expresa en la regla de la exogamia, no seran otra cosa que la repercusin lej ana de creencias religiosas que primitivamente no haran discriminacin entre los sexos, pero que se transforman bajo la influencia del acercamiento que se establece, en la mente de los hombres, entre la sangre y el sexo femenino. En ltimo anlisis, si de acuerdo con la regla de la exogamia un hombre no puede contraer matrimonio en el seno de su propio clan, ello se debe a que si actuara de otra manera entrara en contacto, o correra el riesgo de hacerlo, con esta sangre que es el signo visible y la expresin sustancial del parentesco con su ttem. Tal peligro no existe para los miembros de otro clan, ya que al ttem de otro no lo afecta prohibicin alguna, no es el depositario de ninguna fuerza mgica; de ah la doble regla del matrimonio interclnico y de la prohibicin del matrimonio en. el interior del clan. La prohibicin del incesto, tal como la concebimos en la actualidad, no sera entonces ms que el vestigio, la supervivencia, de este conjunto complejo de creencias y prohibiciones cuyas races se hunden en un sistema mgico religioso donde, en definitiva, reside la explicacin. As pues, al seguir un camino analtico, vemos que para Durkheim la prohibicin del incesto es un residuo de la exogamia; que sta se

    18 E. Durkheim, La prohibition de l'inceste. L'Anne Soeiologique, vol. 1, 1898.

    EL PROBLEMA DEL INCESTO 55

    "X plica por las prohibiciones especiales que afectan a las mujeres, y que ,'~lll~, por fin, slo expresan ciertos sentimientos que provienen de la creencia "11 la consustancialidad del individuo miembro de un clan con su ttem.

    La fuerza de esta interpretacin radica en su capacidad para organizar, "11 \ln mismo y nico sistema, fenmenos muy diferentes que, tomados cada 11110 en particular, parecen difciles de entender. Su debilidad reside en el II/dlO de que las conexiones que se establecen de esta manera son frgiles v arbitrarias. Dejemos de lado la objecin perniciosa extrada de la noIIl1iversalidad de las creencias totmicas: Durkheim, en efecto, postula esta univl'l'salidad y es verosmil suponer que, frente a las observaciones contempoI 'IIH:as que no la justifican de ninguna manera pero que tampoco pueden, V con razn, invalidar esta exigencia terica, mantendra su posicin. Pero illl'lu.so al situarnos por un instante en el marco de la hiptesis, no perciI,imos el paso lgico que permite deducir las diferentes etapas a partir del posLulado inicial. Cada una se encuentra relacionada con la precedente por Hila relacin arbitraria, de la que a priori no puede afirmarse que no se pudo pl'oducir, pero que nada indica que se haya producido efectivamente. Consideramos, en primer lugar, la creencia en la sustancialidad totmica: sabe 11108 que no es obstculo para el consumo del ttem pero que confiere a ste 1'1

  • EL PROBLEMA DEL INCESTO 57 56 INTRODUCCION

    en el suelo. Esconde la sangre a la mirada de tu padre, de tus hermanos y de tus hermanas. Si lo dejas ver, cometes un pecado." 21

    Los aleutes no copulan con sus mujeres durante la menstruacin por temor a tener una mala caza, pero si el padre ve a su hija durante la duracin de sus primeras menstruaciones ella corre el riesgo de volverse muda y ciega. Es ella, no l, quien corre todos los peligros.22 En general una mujer es im pura durante la duracin de su menstruacin, no slo para sus parientes de clan sino tambin para su marido exogmico y, en general, para todo el mundo. Este punto es esencial, puesto que Durkheim pretende derivar la exogamia de un conjunto de costumbres y prohibiciones -las que se refieren a las mujeres- de las que en cierta forma sera la consecuencia y de dificultades a las que ella aportara una solucin. Ahora bien, estas prohibi~iones no se anulan con la aplicacin de la regla de exogamia y afectan, de manera indistinta, tanto a los miembros endogmicos como a los miembros exogmicos del grupo. Por otra parte, si la regla de exogamia debiera derivarse enteramente de prejuicios acerca de la sangre menstrual, cmo habra aparecido? La prohibicin de las relaciones sexuales con la mujer en el perodo menstrual basta para prevenir el riesgo de polucin. Si las reglas de exogamia no tienen otra funcin, su existencia es superflua e incomprensible, sobre todo cuando uno se representa las complicaciones innumerables que introducen en la vida del grupo. Si se crearon estas reglas es porque responden a otras exigencias y cumplen otras funciones.

    Todas las interpretaciones sociolgicas, tanto la de Durkheim como la de McLennan, la de Spencer y la de Lubbock, presentan, en definitiva, un vicio comn y fundamental. Intentan fundar un fenmeno universal sobre una secuencia histrica cuyo desarrollo no es en modo alguno inconcebible en un caso particular, pero cuyos episodios son tan contingentes que debe excluirse por completo la posibilidad de que se haya repetido sin cambio en todas las sociedades humanas. La sucesin durkheimiana, por ser la ms compleja, es, una vez ms, la que resulta principalmente afectada por esta crtica. Puede concebirse que, en una sociedad determinada, el nacimiento de tal institucin particular se explique por transformaciones de carcter muy arbitrario. La historia nos proporciona ejemplos de ello, pero tambin muestra que procesos de este tipo desembocan en instituciones muy diferentes segn la sociedad que se considera y que, en el caso en que instituciones anlogas nacen independientemente en diversos puntos del mundo, las sucesiones histricas que prepararon su aparicin son muy desiguales, Bs lo que se denomina fenmenos de convergencia. Pero si alguna vez nos encontrsemos (como ocurre en las ciencias ,fsicas) con resultados siempre idnticos, se podra concluir con certeza que estos acontecimientos no son la razn de ser del fenmeno sino que manifiestan la existencia de una ley, en la que reside

    21 O. F. Raum, Initiation among the Chaga, American Anthropologist, vol. 41, 1939,

    22 W. Jochelson, Contes aloutes, Ms., en New-York Public Library, comp. por R. Jakobson, nOs. 3435.

    "XI'llIsivamente la explicacin. Ahora bien, Durkheim no propone una ley '1"11 explique el pasaje necesario, para el espritu humano, de la creencia en lu Imstancialidad totmica al horror por la sangre, de ste al temor supersti,'io/'lo a las mujeres y de este ltimo sentimiento, a la instauracin de las 1I'/1,lns de exogamia. La misma crtica puede formularse a las reconstruccio111'1'1 fantasiosas de lord Raglan. Por lo contrario hemos sealado que no hay Iluda ms arbitrario que esta serie de pasajes. Suponiendo que estuviesen I"O~Mcntes slo en el origen de la prohibicin del incesto, hubieran permitido III1H:has otras soluciones de las que por lo menos algunas deberan haberse n'lIlizado por el simple juego del azar. Por ejemplo, las prohibiciones que IIrl~dan a las mujeres durante la duracin de sus menstruaciones proporcio111111 una respuesta muy satisfactoria al problema, y muchas sociedades huIljl'nlll podido contentarse con ella.

    El equvoco es, pues, ms grave de lo que parece. No alcanza, exclusiva lIi principalmente, al valor de los hechos invocados sino tambin a la con""pcin de la prohibicin misma. McLennan, Lubbock, Spencer, Durkheim V"II en la prohibicin del incesto la supervivencia de un pasado enteramente IIl'll~rogneo en relacin con las condiciones actuales de la vida social. A par I jI' de este momento se encuentran situados frente a un dilema: o bien este I'nl'lcter de supervivencia agota el conjunto de la institucin y el modo de ,'olllprender la universalidad y la vitalidad de una regla de la que slo aqu y nll deberan desenterrarse vestigios informes, o bien la prohibicin del illCl'sto responde, en la sociedad moderna, a funciones nuevas y diferentes. I'no en este caso debe reconocerse que la explicacin histrica no agota el prohlema; luego, y por encima de todo, se plantea el problema de saber si ,,1 origen de la institucin no se encuentra en estas funciones siempre actua1,,1'1 y verificables por la experiencia ms que en un esquema histrico vago o' hipottico. El problema de la prohibicin del incesto no consiste tanto "11 huscar qu configuraciones histricas, diferentes segn los grupos, expli1'1111 las modalidades de la institucin en tal o cual sociedad particular. El problema consiste en preguntarse qu causas profundas y omnipresentes hacen 'lile, en todas las sociedades y en todas las pocas, exista una reglamentacin dl' las relaciones entre los sexos. Querer proceder de otra forma sera come11'1' el mismo error que el lingista que creera agotar, por la historia del vocabulario, el conjunto de las leyes fonticas o morfolgicas que presiden ,,) desarrollo ,de la lengua.

    1':1 anlisis decepcionante al cual nos acabamos de dedicar explica, por lo 1II0:110S en parte, por qu la sociologa contempornea prefiri a menudo o'ollfesar su impotencia antes que afanarse en una tarea que, a causa de tantos

    frll/~asos, parece haber obstruido sucesivamente todas las salidas. En vez de ndmitir que sus mtodos son inadecuados pues no permiten enfrentar un pro11l':lIIa de esta importancia e iniciar la revisin y el reajuste de sus principios, proclama que la prohibicin del incesto est fuera de su dominio. De "/'Ila lIIanera, en su Trait(i d(: sor:iologie primitive, al que se debe la renova

    l

  • 58 INTRODUCCION

    cin de tantos problemas, Robert Lowie concluye a propsito del tema que nos ocupa: "No pertenece al etngrafo sino al bilogo y al psiclogo explicar por qu el hombre experimenta tan profundamente el horror hacia el incesto. El observador de una sociedad se contenta con el hecho de que el temor del incesto limita el nmero de las uniones biolgicamente posibles." 23 Respecto de este mismo tema otro especialista escribe: "Tal vez sea imposible explicar una costumbre universal y encontrar su origen; todo lo que podemos hacer es establecer un sistema de correlaciones con hechos de otro tipo",24 lo que equivale a la renuncia de Lowie. Sin embargo, la prohibicin del incesto sera el nico caso en que se pedira a las ciencias naturales la expli cacin de la existencia de una regla sancionada por la autoridad de los hombres.

    Es verdad que, por su universalidad, la prohibicin del incesto tiene que ver ,con la naturaleza, vale decir con la biologa, o con la psicologa, o con ambas; pero no es menos cierto que, como regla, constituye un fen' meno social y ,que proviene del universo de las reglas, vale decir de la cultura, y en consecuencia atae a la sociologa, cuyo objeto es el estudio de la cultura. Lowie percibi bien este hecho, de tal modo que en el Apndice del Trait volvi a considerar la declaracin citada en el prrafo precedente: "Sin embargo, no creo, como crea antes, que el incesto repugne instintivamente al hombre ... Debemos ... considerar la aversin hacia el incesto como una antigua adaptacin cultural." 25 El fracaso casi general de las teoras no autoriza a extraer una conclusin diferente. Por lo contrario, el anlisis de las causas de este fracaso debe permitir el reajuste de los principios y de los mtodos que son los nicos que pueden fundar una etnologa viable. En efecto, cmo pretender analizar e interpretar las reglas si, ante la Regla por excelencia, la nica universal y que asegura poder de la cultura sobre la naturaleza, la etnologa debiera confesarse impotente?

    Mostramos que los antiguos tericos que se dedicaron al problema de la prohibicin del incesto se situaron en uno de los tres puntos de vista siguientes: algunos invocaron el doble carcter, natural y cultural, de la regla, pero se limitaron a establecer entre uno y otro una conexin extrnseca, establecida mediante un procedimiento racional del pensamiento. Los otros, o bien quisieron explicar la prohibicin del incesto exclusiva o predo. minantemente, por causas naturales; o bien vieron en ella, exclusiva o predominantemente, un fenmeno cultural. Se comprob que cada una de estas tres perspectivas conduce a callejones sin salida o a contradicciones. En consecuencia, queda abierta una sola va: la que har pasar del an,J.isis esttico a la sntesis dinmica. La prohibicin del incesto no tiene origen puramente cultural, ni puramente natural, y tampoco es un compuesto de elementos tomados en parte de la naturaleza y en parte de la cultura. Constituye el

    23 R. H. Lowie, TTait de sociologie primitive, trad. por Eva Mtraux, Pars, 1935, pg. 27.

    24 B. Z. Seligman, The Incest Taboo as a Social Regulation, Sociological Review, vol. Tl, nQ 1, 1935, pg. 75.

    25 R. H. Lowie, op. cit., pgs. 446447.

    El PROBLEMA DEl INCESTO 59

    lIIovimiento fundamental gracias al cual, por el cual, pero sobre todo en 0,1 (~ual, se cumple el pasaje de la naturaleza a la cultura. En un sentido I'nl'l.enece a la naturaleza, ya que es una condicin general de la cultura y, 1'''1' Jo tanto, no debe causar asombro comprobar que tiene el carcter formal dn la naturaleza, vale decir, la universalidad. Pero tambin en cierto sen1id" es ya cultura, pues acta e impone su regla en el seno de fenmenos 'I'W no dependen en principio de ella. La relacin entre la existencia bio I"v.ica y la existencia social del hombre nos llev a plantear el problema del

    illl:(~8lo y comprobamos enseguida que la prohibicin no corresponde con o'xnditud ni a una ni a otra. En este trabajo nos proponemos proporcionar 1" Holucin de esta anomala al mostrar que la prohibicin del incesto consI i111 ye precisamente el vnculo de unin entre una y otra.

    Sin embargo, esta unin no es esttica ni arbitraria, y en el momento "11 que se establece modifica por completo la situacin total. En efecto, es IlInllOS una unin que una transformacin o un pasaje; antes de ella, la culo IIII'Il an no existe; con ella, la naturaleza deja de existir, en el hombre, como .. 'uo soberano. La prohibicin del incesto es el proceso por el cual la natuI ,,1(~;I,a se supera a s misma; enciende la chispa bajo cuya accin una estrucIlIra nueva y ms compleja se forma y se superpone -integrndolas- a las o'Hlrueturas ms simples de la vida psquica, as como estas ltimas se superI'0llen -integrndolas -a las estructuras ms simples de la vida animal. ('pcra, y por s misma constituye el advenimiento de un nuevo orden.

  • PRIMERA PARTE

    EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    "Tu propia madre Tu propia hermana Tus pr.opios puercos Tus propios ames que t has apilado No puedes comerlos. Las madres de los dems Las hermanas de los dems Los puercos de los dems Los ames que los dems apilaron Puedes comerlos."

    Aforismos arapesh, citados por M. Mead, Sex and Temperament in Three Primitive Societies, Nueva York, 1935, pg. 83.

    Hay versin custel1unll: 8('XO r temperamento, B. Aires, Puids, 1961. [T.l

    ~.

  • 90 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    nial, el fenmeno fundamental que resulta de la prohibicin del incesto es el mismo: a partir del momento en que me prohbo el uso de una mujer, que as queda disponible para otro hombre, hay, en alguna parte, un hom-bre que renuncia a una mujer que por este hecho se hace disponible para m. El contenido de la prohibicin no se agota en el hecho de la prohibicin; sta se instaura slo para garantizar y fundar, en forma directa o indirecta, inmediata o mediata, un intercambio. Cmo y por qu sucede esto es lo que ahora debemos mostrar.

    CAPTULO V

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD

    ,'iIIN BIEN conocidas las conclusiones del admirable Essai sur le don. En este ,'"llIdio, hoy clsico, Mauss se propuso mostrar, en primer lugar, que en las "''''edades primitivas el intercambio se presenta no tanto en forma de transac-

    l'iIlIH~S como de donaciones recprocas; luego, que estas donaciones recpro-,,111 ocupan un lugar mucho ms importante en estas sociedades que en la IIIII'~I ra; por fin, que esta forma primitiva de los intercambios no slo tiene O'""lIcialmente un carcter econmico, sino que nos pone en presencia de lo '1"0' con acierto denomina "un hecho social total", vale decir, dotado de una "1f',lIificacin a la vez social y religiosa, mgica y econmica, utilitaria y sen-11I1I"lItal, jurdica y moral. Se sabe que en muchas sociedades primitivas, y 1'11 particular en las de las islas del Pacfico y las de la costa noroeste del I'ul'dico, en Canad y en Alaska, todas las ceremonias celebradas en ocasin d.. Ill:ontecimientos importantes se acompaan de una distribucin de rique-

    IU~. De este modo, en Nueva Zelanda la ofrenda ceremonial de vestimentas, ulhlljas, armas, alimento y provisiones diversas era un rasgo comn de la l' idll social de los maores. Estas donaciones se hacan en ocasin de naci-IIli':lItos, matrimonios, defunciones, exhumaciones, tratados de paz, delitos V fllltas, y "de incidentes demasiado numerosos como para que pueda enu-IlIf'I"lrselos".l Del mismo modo Firth, al considerar las ocasiones en las cua-1"/1 se producen los intercambios ceremoniales en Polinesia, enumera "naci-,"i"lItos, iniciaciones, matrimonios, enfermedades, muertes y otros incidentes .1" la vida social o aspectos del ritual".2 Para un sector ms limitado de la lIIisma regin otro observador cita los noviazgos, el matrimonio, la gravi-d.,... , el nacimiento y la muerte, y enumera los presentes ofrecidos por el padre .1"1 joven durante la fiesta de compromiso: diez canastos de pescado seco, diez lllil nueces de coco maduras y seis mil verdes; a su vez l recibe en cambio .10M tortas de cuatro pies cuadrados y seis pulgadas de espesor.3

    Estos regalos se intercambian en el terreno por bienes equivalentes o bien 10M beneficiarios los reciben con la condicin de hacer en una ocasin ulte-Iiol' contra-regalos cuyo valor excede a menudo al de los primeros pero que, u 1'111 vez, dan derecho a recibir ms tarde nuevas donaciones que a su vez

    I E. Best, The Whare Kohanga and its Lore. Dominion Museum Bulletin, Welling-,,,'', 1929, pg. 36.

    ~ R. Firth, Primitive Polynesian Economics, Londres, 1939, pg. 321. a H. Ian Hogbin, Sexual Life of the Natives of Ongtong Java. Joumal 01 the

    {'''{vlwsian Society, vol. 40, pg. 28. Vanse tambin las cifras asombrosas reunidas por R. Vlllh, Primitive Economics 01 the New Zealand Maori, Nueva York, 1929, pg. 317 y sigs.

  • 92 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    superan la suntuosidad de las precedentes. La ms caracterstica de estas instituciones es el potlatch de los indios de Alaska y de la regin de Van- ! couver. Durante el potlatch se transfieren as valores considerables que a veces pueden elevarse a varias decenas de millares de cobertores entregados en forma natural o en la forma simblica de placas de cobre, cuyo valor exterior se acrecienta en funcin de la importancia de las operaciones a que se las , destinar. Estas ceremonias tienen una triple funcin: proceder a una resti-tucin de regalos anteriormente recibidos aumentados con el inters corres-pondiente que puede llegar a un cien por ciento; establecer pblicamente el :' derecho de un grupo familiar o social a un ttulo o a una prerrogativa '1 o anunciar en forma oficial un cambio de status; por fin, superar a un rival en munificencia, aplastarlo, si es posible, bajo la perspectiva de obligaciones de retorno, a las que se espera que no podr satisfacer, de modo de quitarle privilegios, ttulos, rango, autoridad, prestigio.4 Sin duda, el sistema de las donaciones recprocas slo alcanza proporciones tan vastas en los indios de la costa noroeste del Pacfico; esos virtuosos que dan prueba de un genio y de un temperamento excepcionales en el tratamiento de los temas funda-mentales de la cultura primitiva. Pero Mauss pudo establecer la existencia de instituciones anlogas en Melanesia y en Polinesia. Por ejemplo, es cierto ' que las fiestas de alimentacin de varias tribus de Nueva Guinea tienen como funcin principal obtener el reconocimiento de un nuevo pangua por una convencin de testigos,5 vale decir la misma funcin que, segn Barnett, cons-tituye la base fundamental de los potlatch de Alaska. El mismo autor ve, en la puja de un postor con otro, un carcter particular de las ceremonias de los kwakiutl y trata el prstamo con inters como una operacin preliminar al potlatch, ms que como una de sus modalidades.6 Sin duda, hay variaciones locales; pero los diversos aspectos de la institucin forman un todo que se. reencuentra, en forma ms o menos sistematizada, en Amrica del Norte y del Sur, en Asia y en Africa. Se trata aqu de un modelo cultural universal o por lo menos desarrollado igualmente en todas partes.

    Pero debe insistirse en el punto siguiente: esta actitud del pensamiento primitivo frente a la transmisin de los bienes no slo se expresa en institu ciones ntidamente definidas y localizadas. Impregna todas las operaciones, rituales o profanas, durante las cuales se dan o reciben objetos o productos. En todas partes encontramos un doble supuesto implicito o explcito: los regalos recprocos constituyen un modo, normal o privilegiado segn el grup, de transmisin de los bienes, o de ciertos bienes, y estos regalos no se ofre cen, de modo principal o en todo caso esencial, con el fin de recoger un

    4 G. Davy, La Foi jure. Pars, 1922. G. P. Murdock, Rank and PotIatch among the Haida. Yale University Publications in Anthropology, nQ 13, 1936. H. G. Barnett, The Nature of the PotIatch, American Anthropologist, vol. 40, 1938.

    5 Vase ms adelante captulo VI. 6 F. Boas, The Social Organization and the Secret Societies 01 the Kwakiutl

    lndians. Report of the U. S. Museum for 1895, Smithsonian Institution. Washington, 1897. H. G. Barnett, op. cit., pg. 351 y sigs.

    El PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 93

    11I'Ilrricio O ventajas de naturaleza econmica. "Despus de la fiesta del naci 1!1""lo", escribe Turner acerca de la refinada cultura de Samoa, "despus dr rndbir y devolver los oloa y los tonga (vale decir los bienes masculinos V Iml bienes femeninos) el marido y la mujer no salan ms ricos que 1II1I,'~ " 7

    Ilogbin observa que ni uno ni otro de los participantes retira beneficio IIlnlf'rial verdadero de semejantes cambios. "De hecho, en ciertos momentos 1... n,galos que se intercambian son de la misma naturaleza. As puede suce-d.,1' que una pelota de trenza ofrecida durante el ceremonial reclame en re-1"111" una pelota de la misma especie y de la misma importancia y se ofrecer ,'_ndamente con el mismo ceremonial. Lo mismo sucede cuando un paquete d" "Iimento que se da como regalo se reemplaza por un regalo de retorno, ""llIpuesto por un paquete igual del mismo alimento preparado segn la III1.m11 receta." 8 Sobre la costa sur de Nueva Guinea, los indgenas empren-,1"11 largos viajes para dedicarse a una operacin que, desde un punto de vista "1 '''lImico, parece carecer por completo de sentido: intercambian animales vlvw

  • 94 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    hubo que rechazar todo obsequio y recurrir al comercio propiamente dicho." 11 Del mismo modo, Bolm comprueba que un intercambio con un indgena da lugar a una pretensin general, por parte de todos los dems, al mismo regalo: "Los indgenas explicaron que siempre daban a la gente todo lo que pedan." Pero es necesario precisar el verdadero sentido de esta declaracin: "Cuando alguien quiere comenzar un patukhtuk, aporta un objeto cualquiera al kashim (casa de los hombres) y lo da a la persona con la cual desea establecer una relacin de intercambio diciendo: 'es un patukhtuk'. El otro est obligado a aceptar el regalo y a ofrecer un objeto del mismo valor en retribucin; el primero aporta entonces otra cosa y estas operaciones continan a veces hasta que los dos hombres cambian todos sus bienes, ya que el que recibi en pri-mer lugar est obligado a responder hasta que el iniciador quiera detenerse." 12 Esta pasin por regalar, acompaada por la obligacin ritual, para quien recibe el obsequio, de aceptar y devolver, se encuentra en el extremo opuesto Jel continente americano, entre los yaghan.13

    Al problema planteado por Turner en el texto citado ms arriba y que concierne a una cultura altamente desarrollada, responde en forma adecuada una observacin de Radcliffe Brown sobre los intercambios de regalos en un pueblo de uno de los niveles ms primitivos que se conocen, los habitantes de las islas Andamn: "La meta es ante todo moral, el objetivo es producir un sentimiento amistoso entre dos personas en juego ..." 14 La mejor prueba del carcter supraeconmico de estos intercambios es que, en los potlatch, a veces no se duda en destruir valores considerables al romper o al arrojar al mar un "cobre" y que el aniquilamiento de la riqueza confiere un pres-tigio mayor que su distribucin, por ms liberal que sea, puesto que ella supone siempre un retorno. El carcter econmico subsiste, sin embargo, aunque limitado y restringido por los otros aspectos de la institucin. "No es la simple posesin de las riquezas la que confiere el prestigio, sino ms bien su distribucin. .. Slo se juntan riquezas para elevarse en la jerarqua social." En efecto, "la idea de la donacin gratuita es completamente ajena a la cultura de Malekula... una donacin es a lo sumo una aventura, una especulacin y una esperanza de retorno". Sin embargo, "aun al intercam-milr puercos por puercos, o alimento por alimento, las transacciones no pier-den ,del todo su alcance econmico: impulsan al trabajo y estimulan la necesidad de cooperacin a la que dan origen",15

    Pero no slo en la sociedad primitiva parece reinar la idea de que la obten-cin de bienes -o por lo menos la obtencin de algunos bienes- mediante

    11 F. Boas, The Eskimo . , op. cit., pg. 374. 12 E. W. NeIson, The Eskimo about Bering Strait, 18th AnnuaI Report, Bureau

    o American Ethnology, Smithsonian Institution, Washington, pg. 309. 13 M. Gusinde, Die Feuerland lndianer, Viena, 1937, pg. 980 y sigs. 14 Citado por Mauss, op. cit., pg. 62. 15 A. B. Deacon, Malekula ... , pgs. 199 y 202.

    El PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 9S

    t1ollllciones recprocas posee una ventaja misteriosa mayor que la obtencin pOI' medio de la produccin o la adquisicin individuales. Los indios de :\ IIIHka distinguen los objetos de consumo o provisiones que no salen del 1110'1110 de la produccin y del consumo familiares y las riquezas, la pro-pll'dad por excelencia, que los kwakiutl llaman the rich jood. Esta comprende 1". cobertores con blasones, las cucharas de cuerno, las escudillas y otros 1I"'il'ientes ceremoniales, las vestimentas de pompa, etc., todos objetos cuyo "lIlor simblico excede infinitamente al del trabajo o al de la materia prima l' 'lile slo pueden entrar en los ciclos rituales de los intercambios tribales e 11I1'TLribales. Pero tal distincin sigue en vigencia en el seno de la sociedad

    III"dl~rna. Sabemos que existen ciertos tipos de objetos especialmente apro-I'illdos para regalarse las ms de las veces a causa de su carcter no inme-.(illllllp.ente utilitario. En algunos pases ibricos estos objetos slo pueden I'III'Ontrarse, en todo su lujo y en toda su diversidad, en comercios conce-I,idos en funcin de este destino privilegiado: las "casas de regalas" o "casas .1,. presentes" * a las que les corresponden los gijt shops del mundo anglo-."i"11. Ahora bien, apenas es necesario sealar que los regalos, as como las i1lviLaciones, que tambin son, aunque no en forma exclusiva, distribuciones lillt'rales de alimento y de bebida, "se devuelven"; entonces tambin aqu ".llImos de lleno en el dominio de la reciprocidad. En nuestra sociedad todo .lIcede como si se considerara que eiertos bienes que carecen de un valor "HfUlcial de consumo, pero a los que atribuimos un gran precio psicolgico, ".lc'Lico o sensual (tales como las flores, los bombones y los "artculos de IlIjo") deberan adquirirse convenientemente en la forma de donaciones rec-procas ms que en las de la compra y del consumo individuales.

    En nuestra sociedad tambin existen fiestas y ceremonias que regulan ,1 retorno peridico y el estilo tradicional en vastas operaciones de imer-1'lIll1bio. En la sociedad norteamericana, que a menudo da la impresin de I(lW buscara reintegrar a la civilizacin moderna actitudes y procedimientos IIIUY generales de las culturas primitivas, estas ocasiones tienen una amplitud lolulmente excepcional. El intercambio de los regalos de Navidad, al que se d,~dican con una suerte de ardor sagrado, durante un mes de cada ao, todas laH clases sociales, no es otra cosa que un gigantesco potlatch que compromete a millones de individuos y a cuyo trmino muchos presupuestos familiares se "lll:uentran ante desequilibrios bastante prolongados. Las Christmas cards I ",umente ilustradas no alcanzan por cierto el valor de los "cobres", pero ,,1 refinamiento de su eleccin, su singularidad, su precio (que, por ser mo-,1t'HLo, no dej a de multiplicarse a causa de su nmero), la cantidad enviada " recibida, son la prueba, que se exhibe de modo ritual sobre la chimenea ,1" IIuien las recibe en el curso de la semana fatdica de la riqueza de sus vi lIenlos sociales y del grado de su prestigio. Tambin deberan mencionarse laH tcnicas sutiles que gobiernan la forma de envolver los regalos y que Il'Hducen, a su manera, el vnculo personal que existe entre quien hace el "IIHequio y el obsequio mismo, y la funcin mgica del regalo: paquetes espe-

    '" En castellano en el original. [T.]

  • El PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 97 96 El INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    ciales, papeles y cintas consagradas, etiquetas emblemticas, etc. A causa de la vanidad de los regalos, de su repeticin frecuente que resulta del nmero limitado de los objetos adecuados para ese fin, estos intercambios toman tambin la forma de una vasta y colectiva destruccin de riquezas. Sin des-arrollar el tema folklrico moderno, de todos modos tan significativo, del millonario que prende sus cigarros con billetes de banco, nos encontramos aqu frente a cien pequeos hechos que nos recuerdan que, incluso en nuestra sociedad, la destruccin de riqueza es un medio de prestigio. El comer. ciante hbil no sabe acaso atraer a la clientela con la confidencia de que "sacrifica" mercaderas de alto precio? El mvil es econmico pero la ter. minologa preserva un aroma misterioso.

    Sin duda en la sociedad moderna el juego proporciona la imagen ms sorprendente de estas transferencias de riqueza con el nico fin de adquirir prestigio y en s mismo requerira un estudio especial. Aqu nos limitaremos a hacer una breve observacin: en el curso de los ltimos cien aos, el juego tom un desarrollo eX'cepcional cada vez que los medios de pagos excedieron de modo considerable las disponibilidades locales de mercancas: a las fabu-losas historias de juego del Klondyke o de Alaska en el momento de la ex-pansin minera, se suman las de las regiones amaznicas en la gran poca del caucho. Todo sucede como si el dinero, al que solemos considerar como un simple medio de obtencin de bienes econmicos, encontrara, en el mo-mento en que no puede agotarse en semejante papel, otra funcin arcaica que antes se atribua a las cosas preciosas: la de un instrumento de prestigio al precio de la donacin o del sacrificio realmente realizado o simplemente arriesgado. Esta ritualizacin del uso de los "excedentes" responde a la regla. mentacin, que ya estudiamos en el captulo 111, del uso de los "productos escasos". .Entre estos dos extremos se encuentra una especie de zona de indio ferencia y de libertad. Las observaciones de Martius sobre los arawak son conocidas: "Aunque tengan la idea de la propiedad individual, lo que cada uno posee es tan trivial yfdl de procurarse que todos prestan y toman prestado sin preocuparse demasiado por la restitucin." 16 Los yakut se nega. ban a creer que en algn lugar del mundo alguien pudiera morirse de ham-bre, cuando resulta tan fcil ir a compartir la comida de un vecinoP Los refinamientos del reparto o de la distribucin aparecen, pues, junto con la urgencia o con la ausencia de la necesidad.

    Sin embargo, de nuevo nos hallamos aqu en presencia de un modelo general; en el dominio tan caracterstico de las prestaciones alimentarias, cuya actual vigencia atestiguan los banquetes, los t y las soires, el lenguaje mismo en su expresin "dar una recepcin" muestra que, tanto en nuestra sociedad como en Alaska o en Oceana, "recibir" es dar. Este carcter de reciprocidad no es el nico que permite el acercamiento en las comidas y su ritual con las instituciones primitivas que evocamos: "Dentro de las relacio.

    lO C. F. P. von Martius, Beitrage zur Ethnographie, etc., Leipzig, 1867. 17 W. G. Sumncr, The YakutB. Abridged from the Russian of Sieroshevski,

    JO/mllll o/ tllt: Royal Anthropoloffical InstituIr., vol. 31, 1901, pg. 69.

    III:S econmicas y sociales, la expresin fai te kai: 'preparar el alimento', se "lItiende y se refiere a menudo al acto preliminar de la apertura de la rela-l' in, ya que una canasta de alimento constituye el medio comn para intro-dllcir una peticin, para pedir perdn por un mal causado o para cumplir 1'011 una obligacin. En las instrucciones indgenas que se relacionan con la forma de actuar en una cantidad de situaciones, las palabras 've a tu casa, prepara la comida' a menudo son las que aparecen en primer lugar." 18 Se "ofrece" un almuerzo a una persona que se desea honrar y esta clase de invi-lucin constituye el medio que se usa con ms frecuencia para "devolver" IIlIa .cortesa. Cuanto ms toma el aspecto social la va estrictamente alimen-luria, ms se estiliza el tipo de alimento ofrecido, su presentacin: el servicio de porcelana fina, la platera, los manteles bordados, guardados preciosa-IIlcnte en los armarios y en los aparadores familiares son una notable contra-parte de las escudillas y de las cucharas ceremoniales de Alaska sacadas, en ocasiones anlogas, de los cofres pintados y con blasones. Sobre todo, son l'I:veladoras las actitudes frente al alimento. Tambin para nosotros parece que lo que puede denominarse, sin hacer un juego de palabra, las rich food, ,'orresponde a otra funcin adems de la satisfaccin de las necesidades fisio-lgicas. Cuando se "da" una cena no se sirve el men cotidiano, y la litera-lura evoc copiosamente el salmn-mayonesa, el rodaballo-salsa batida., Jos riambres de foie graso Y todo ese folklore de los banquetes. Aun ms; si lus prestaciones alimentarias requieren ciertos alimentos definidos por la tra-dicin, su sola aparicin provoca, segn un significativo retorno, su consumo "11 forma compartida. Una botella de vino aejo, un licor raro, un foie gras, iuvitan al otro a abrir paso a un sordo reclamo en la conciencia del propie-lurio; son alimentos que no se compraran para consumir en soledad sin un vugo sentimiento de culpabilidad. En efecto, el grupo juzga con una dureza Kingular a la persona que "bebe sola". Durante los intercambios ceremonia-1"5 polinesios est prescripto que los bienes no se intercambien, en la medida de lo posible, en el interior del grupo de los parientes prximos sino que vayan a otros grupos y a otros pueblos. No cumplir con este deber se llama .wri tana, "comer de su propia canasta". Y en las danzas de aldea las con venciones solicitan que los dos grupos locales no consuman la comida que "uda uno aport, sino que intercambien sus provisiones y que cada uno coma ,,1 alimento del otro.19 La accin de aquel que -tal como la mujer del pro-verbio maor Kai kino ana Te Arahe- comiera en secreto los platos de la l:,:remonia sin ofrecer una parte de ellos 20 provocara, por parte de sus pr-xmos, sentimientos que, segn las circunstancias y las personas, podran ser .1,: irona, de burla, de repudio, de desprecio y hasta a veces de clera; pero "slos sentimientos, cada uno segn su tipo, despiertan un eco debilitado de "llIociones semejantes a aquellas a las que nos referimos en los captulos I'n:cedentes. Parecera que el grupo percibiera de manera confusa una es-

    18 R. Firth, Primitive Polynesian Economics.. , pg. 372. 19 Ibid., pgs. 311 y 321. 20 E. Best, The Maori, Wellington, 1924, vol. 1, pg. 425.

  • 98 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    pecie de incesto social en el cumplimiento individual de un acto que normal mente requiere la participacin colectiva.21

    El ritual de los intercambios no slo se presenta en las comidas cereo moniales. La cortesa exge que se ofrezca la sal, la manteca, el pan y que -se presente la fuente al vecino antes de servirse uno mismo. Muy a menudo observamos el ceremonial de la comida en restaurantes de baja categora del sur de Francia, sobre todo en aquellas regiones donde el vino, por ser la industria esencial, se halla rodeado de algo semej ante a un respeto mstico que lo transforma en la Tick food por excelencia. En aquellos pequeos esta blecimientos donde el vino est incluido en el precio de la comida, cada comensal encuentra frente a su plato una modesta botella de un lquido la mayora de las veces indigno. Esta botella es semej ante a la del vecino, en la 'misma forma que lo son las porciones de carne y de legumbres que un sirviente distribuye en rueda. Y sin embargo, enseguida se manifiesta una singular diferencia de actitud frente al alimento lquido y al slido: ste representa las servidumbres del cuerpo y aqul su lujo; uno sirve en primer lugar como alimento, el otro para honrar. Cada comensal come, si as puede decirse, para s mismo, y observar que se es servido en forma mnimamente desventajosa despierta amargura frente a los ms favorecidos y una queja celosa al patrn. Pero con el vino sucede otra cosa muy distinta: si una botella estuviera llena de modo insuficiente, su poseedor reclamar con buen humor el juicio del vecino. El patrn se enfrentar, no con la reclamacin ,] de una vctima individual sino con una amonestacin comunitaria: es que en efecto, a diferencia del "plato del da", bien personal, el vino es un bien social. La pequea botella puede contener a lo sumo un vaso; este contenido se volcar no en el vaso del propietario, sino en el de su vecino, y ste cum plir enseguida un gesto correspondiente de reciprocidad.

    Qu sucedi? Las dos botellas son idnticas en el volumen, su conteo nido es semejante en cuanto a calidad. En fin de cuentas, cada participante de esta escena reveladora no recibi ms de lo que le hubiera correspondido encaso de haber consumido su parte personal. Desde un punto de vista eco-nmico, nadie gan ni nadie perdi. Pero en un intercambio hay algo ms que las cosas cambiadas.

    La situacin de dos extraos que se enfrentan a menos de un metro de

    21 Vanse las versiones griega y camboyana de Piel de Asno, en el cual el rey presenta en forma simblica sus deseos incestuosos para con su hija: "Un hombre tiene un cordero que l mismo educ y aliment. Qu es mejor, que se lo coma l mismo o que sea otro quien 'se lo coma?" y en la versin Khmer: "Al convocar un da a sus mandarines, les pregunt si el hombre deba comer o vender los frutos del rbol que l plant" (E. Cosquin, Etudes Folkloriques, Pars, 1922, pg. 9). Inversamente, en los baiga de la India central el incesto se expa ofreciendo grandes festines. (V. Elwin, A Note on the Theory and Symbolism of Dreams among the Baiga, British Joumal of Me-dical Psychology, 1939); y los indgenas de las islas Trobriand justifican su condena cin indignada del incesto entre padre e hija -que en un rgimen matrilineal no es una infraccin a la ley de exogamia y no est sancionado por las enfermedades ritua-les-- diciendo: "Est muy mal, porque ya se cas con la madre; ya se apropi de los primeros regalos" (B. Malinowski, The Sexual Life ... , vol. 2, pgs. 530-531).

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 99

    .l1.IIIIII:ia, a ambos lados de la mesa de un restaurante barato (puesto que In I'0H'~Rin de una mesa individual es un privilegio que se paga, y que no

    I'""dl~ concederse por debajo de cierta tarifa) es trivial y accesoria. Sin "IIi1,,,rgo, resulta eminentemente reveladora puesto que ofrece un ejemplo, I nt o 1~1I nuestra sociedad (pero cuyas ocasiones se multiplican en las formas 1" 1111 i1ivas de la vida social), de la formacin de un grupo para el cual, sin .111.111 II causa de su carcter temporario, no se dispone de una frmula ya 1'11'1'11 rada de integracin. La costumbre de nuestra sociedad es ignorar a "'lIl1'lIos cuyo apellido, ocupaciones y rango social no se conocen. Sin em-11111 f',O, en el pequeo restaurante las personas se encuentran en esas condi ,I"II"H durante una hora u hora y media, ubicadas en una promiscuidad 1III"IIIIIle estrecha y unidas, de modo momentneo, por una identidad de pre '"l1lll1ciones. Existe un conflicto, sin duda no demasiado agudo pero s real , .,diciente para crear un estado de tensin, entre la norma de la soledad y 1,1 III~eho de la comunidad entre un individuo y otro. Se sienten solos y al lI,iHlllO tiempo juntos, constreidos a mantener la reserva habitual entre ex-'II""'H, mientras que su posicin respectiva en el espacio fsico y su relacin '011 los objetos y utensilios de la comida sugieren, y en cierta medida recla 1111111, la intimidad. Durante un breve lapso estos dos extraos estn expuestos 11 vivir juntos. Sin duda no en forma tan prolongada ni tan estrecha como '"1111110 deben compartir un camarote en un transatlntico o en un coche-'"11111; pero, tambin, por esta razn su cultura se preocup menos por definir '"' protocolo. Nada podra impedir que surgiese una imperceptible ansiedad "11 d estado de los comensales, a causa de la ignorancia de los pequeos "'III'~Htares que la situacin puede anunciar. La distancia social que se mano I 11'1Il~, aunque no se acompae por ninguna manifestacin de desprecio, de IIlHolencia o de agresin, es en s misma un factor de sufrimiento en el sen 1ido de que todo contacto social implica un llamado y que este llamado es 111111 esperanza de respuesta. El intercambio del vino permite solucionar esta .llIncin fugaz pero dificil. Es una expresin de buena disposicin que disipa In incertidumbre recproca; sustituye la yuxtaposicin por un vnculo. Pero I'H tambin ms que esto: al compaero, que tena derecho a mantener re .""va, se lo provoca para que salga de ella; el vino que se ofrece reclama IIIH vino como devolucin, la cordialidad exige la cordialidad. A partir del lI'Olllento en que uno de los comensales decide escapar de ella, la relacin dl~ indiferencia no puede volver a constituirse tal como era; de ah en ade Inlllcl slo puede ser de cordialidad o de hostilidad; no se tiene la posibilidad, .111 eaer en una insolencia, de negar su vaso al ofrecimiento del vecino. Y la nl"'l'lacin del ofrecimiento autoriza a otro ofrecimiento: el de la conversa ,-ji'"'' De este modo, se establece una cantidad de menudos vnculos sociales IIl'l'diante una serie de oscilaciones alternadas, segn las cuales uno se ofrece 1111 derecho al dar y se impone una obligacin al recibir y, siempre en los dOH sentidos, ms all de lo que se dio o acept.

    Aun hay ms. El que abre el ciclo se asegura la iniciativa, y la mayor .oltura social de que dio prueba se convierte en una ventaja, ya que la aper-IlIra implica siempre un riesgo: riesgo de que el compaero responda a la

  • 100 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    lihacin ofrecida con un trago menos generoso o riesgo, por lo contrario, de que se dedique a una puja y los obligue -siendo la botella, no lo olvidemos, lunima- sea a perder, en la forma de la ltima gota, vuestra ltima carta '11 de triunfo, sea a obligar a vuestro prestigio a sacrificar una botella ms. Es cierto entonces que estamos, en escala microscpica, en presencia de un "he-cho social total" cuyas connotaciones son a la vez psicolgicas, sociales y econmicas. Ahora bien, creemos que este drama, ftil en apariencia, al que tal vez piense el lector que damos una importancia despropor.cionada, ofrece al pensamiento sociolgico, por lo contrario, material para reflexiones inago tables. Ya sealamos el inters que, en nuestra opinin, presentan las formas no cristalizadas de la vida social; 22 junto con los agregados espontneos que resultan de crisis o (como en el ej emplo que se acaba de discutir) en los simples subproductos de la vida colectiva, tal vez encontremos vestigios an frescos de experiencias psicosociales muy primitivas y de las que buscaramos en vano el equivalente en la escala, irremediablemente inferior, de la vida animal o en la otra, muy superior, de las instituciones arcaicas o salvajes. En este sentido, las actitudes respectivas de los desconocidos del restaurante se nos presentan como la proyeccin infinitamente lejana, apenas perceptible, pero no obstante reconocible, de una situacin fundamental: aquella en la que se encuentran individuos o bandas primitivas al entrar en contacto, por primera vez o en forma excepcional, con desconocidos. En otra parte mos-tramos 23 las caractersticas angustiantes de esta experiencia de la vida pri mitiva. Los primitivos no conocen ms que dos medios de clasificar a los grupos extranjeros: "buenos" o "malos". Pero la traduccin ingenua de los tr-minos indgenas no debe crear una ilusin. Un grupo "bueno" es aquel al cual se otorga hospitalidad sin discusin, aquel por el cual uno se despoja de los bienes ms preciosos, mientras que el grupo "malo" es aquel del cual se espera y al cual se promete, en la primera ocasin, el sufrimiento o la muerte. Con uno se lucha, con el otro se intercambia. A la luz de esto debe comprenderse la leyenda chukchi de los "Invisibles" en la que los bienes, misteriosamente vehiculizados, se intercambian por s mismos; nada la aclara mej or que la descripcin de sus antiguos mercados: Los hombres llegaban a ellos armados y los productos se ofrecan en la punta de las lanzas; a veces en una mano se sostena un fardo de pieles y en la otra un cuchillo para cortar pan y as se estaba preparado para la lucha a la menor provocacin. Pe este modo, el mercado se designaba antes con una sola palabra: elpu'r. ikln, "intercambiar" que tambin se aplicaba para las venganzas. La lengua moderna introdujo un nuevo verbo: uili'urkln, "hacer comercio", que corres-ponde al koryak uili'uikIn, "hacer la paz". El autor a quien debemos tales observaciones aade: "La diferencia de significacin entre el antiguo y el nuevo trmino es sorprendente." 24

    22 Pgs. 79 y sigs. 23 C. Lvi-Strauss, La Vie familiale et sociale des Indiens Nambikwara. 24 W. Bogoras, The Chukchee ... , pgs. 5355.

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 101

    Ahora bien, el intercambio, fenmeno total, es en primer lugar un intercam-I,io integral que incluye el alimento, objetos fabricados, y esa categora de I"M hienes ms preciosos: las mujeres. Sin duda, estamos bien lejos de los

    "~ I ralos del restaurante y tal vez nos sobresaltaremos frente a la sugestin .1" que la repugnancia que experimenta un campesino meridional al beber de "u propia botella de vino proporciona el modelo segn el cual se construy 111 prohibicin del incesto. Por cierto, sta no proviene de aqulla. Sin em-1'lIrgo, creemos que ambas constituyen fenmenos del mismo tipo, que son /,I,'uH:ntos de un mismo complejo cultural o, ms exactamente, del complejo luudamental de la cultura. Esta identidad fundamental es, por otra parte, ,'vidc:nte en Polinesia. Firth distingue all tres esferas de intercambio en fun-'I"JI de la movilidad relativa de los artculos que intervienen. En la primera "Mrl'ra se incluye sobre todo el alimento en formas diversas; la segunda .tl,arca la cuerda trenzada y el gnero de corteza; en la tercera se sitan los nllzuelos de concha y de caracoles, el cable, los panes de turmeric y las pira-fI,lIaK. Agrega: "Adems de estas tres esferas de intercambio, debe agregarse 111111 cuarta cuando se trata de bienes cuya calidad es individual. As, por "jr'mplo, la transferencia de una mujer por parte de un hombre que no puede 11/1/-';111' su canoa de otra forma. Las transferencias de tierra pueden situarse 1'11 lu misma categora. Las mujeres y las tierras se entregan en pago por "hl igaciones individuales." 25

    Tal vez se nos opondr una objecin que es indispensable disipar antes .1" llevar ms lejos la demostracin. Se dir: as se aproximan dos fenme-1I0K que no son de la misma naturaleza. Sin duda, la donacin constituye IIl1n forma primitiva del intercambio. Pero precisamente desapareci en pro-vC'c'110 del intercambio, salvo en el caso de algunas supervivencias tales como Inll invitaciones, las fiestas y los regalos, que usted puso, en forma abusiva, .ohre el tapete, ya que en nuestra sociedad la proporcin de los bienes que ." transfieren segn estas modalidades arcaicas representa un porcentaje irri-.orio, si se los compara con los que son objeto de comercio y de regateo. I.IIK donaciones recprocas son vestigios atractivos que pueden despertar la ,'uriosidad del anticuario, pero no es admisible derivar, a partir de un tipo ,1,1 fenmeno hoy anormal y excepcional y de inters puramente anecdtico, UIIII institucin como la prohibicin del incesto, tan general e importante en rllwstra sociedad como en cualquier otra. En otras palabras, se nos repro-"lIIr, como nosotros mismos lo hicimos a McLennan, Spencer, Lubbock y I)lIrkheim, que derivemos la regla de la excepcin, lo general de lo especial.. lu funcin de la supervivencia. Tal vez se agregar que la prohibicin del ir ...esto y la donacin recproca no tienen ms que un carcter comn: la "'III)sin individual y la reprobacin social dirigida contra el consumo uni Juleral de ciertos bienes, pero que el carcter esencial de las donaciones recio "lIleUS, vale decir el aspecto positivo de reciprocidad, est totalmente ausente "11 el primer caso de tal manera que a lo sumo nuestra interpretacin podra .,... vlida para los sistemas exogmicos (y, en particular, para las organiza-

    25 R. Firth, Primitive Polrnesian Economics, pg. 344.

  • 102 EL INTERCAMBIO RESTRICTIVO

    ciones dualistas) que presentan este carcter de reciprocidad, pero no para la prohibicin del incesto tal como la practica nuestra sociedad.

    Comenzaremos por la segunda objecin a la cual hicimos referencia en el captulo anterior. Afirmamos, en efecto, que la prohibicin del incesto ' y la exogamia constituyen reglas sustancialmente idnticas y que difieren entre s slo por un carcter secundario: la reciprocidad, presente en ambos casos, slo es inorgnica en el primero, mientras que est organizada en el segundo. Como la exogamia, la prohibicin del incesto es una regla de recio 11 procidad ya que nicamente renuncio a mi hija o a mi hermana con la con dicin de que mi vecino tambin renuncie a las suyas; la violenta reaccin de la comunidad frente al incesto es la reaccin de una comunidad daada; el intercambio -a diferencia de la exogamia- puede no ser ni explcito ni inmediato: pero el hecho de que pueda obtener una mujer es, en ltimo an lisis, la consecuencia de que un hermano o un padre hayan renunciado a ella. Slo que la regla no dice en provecho de quin se renuncia; el beneficiario, o en todo caso la clase beneficiada, est, por lo contrario, delimitada en el caso de la exogamia. Entonces la nica diferencia es que, en la exogamia, se expresa la creencia de que es ne~esario definir las clases para que sea posi. ble establecer una relacin entre ellas, mientras que en la prohibicin del incesto la relacin es suficiente para definir, en cada instante de la vida social, una multiplicidad compleja y renovada sin cesar de trminos directa o indirectamente solidarios. Esta transformacin plantea por s misma un problema que deberemos resolver; lo haremos al mostrar que la exogamia y la prohibicin del incesto deben interpretarse ambas en funcin del modelo ms simple, proporcionado por el matrimonio entre primos cruzados. Pero, sea cual fuere la solucin propuesta, se ve que la prohibicin del incesto no difiere de la exogamia y de los intercambios de prestaciones de otro orden.

    La otra objecin se refiere a un punto igualmente esencial, ya que se trata de elegir entre dos interpretaciones posibles del trmino "arcaico". La supervivencia de una costumbre o de una creencia, en efecto, puede explicarse de dos. maneras: o bien la costumbre o creencia constituye un vestigio sin otra significacin que la de residuo histrico, conservado por azar o en razn de causas extrnsecas, o bien sobrevivi porque, a travs de los siglos, conti na desempeando un papel que no difiere, en esencia, de aquel que explica su aparicin inicial. Una institucin puede ser arcaica porque perdi su razn de ser o, por lo contrario, porque esta razn de ser es tan fundamental que la transformacin de sus medios de accin no fue posible ni necesaria.

    Tal es el caso del intercambio. Su papel en la sociedad primitiva es esen cial, puesto que abarca al mismo tiempo ciertos objetos materiales, valores sociales y tambin a las mujeres; pero mientras que en relacin con las mero caderas fue perdiendo importancia en provecho de otros modos de adquisi. cin, por lo contrario, en lo que respecta a las mujeres, conserv su funcin fundamental: por una parte, porque stas constituyen el bien por excelencia, y en el captulo III justificamos el lugar excepcional que ocupan en el sistema primitivo de valores; pero sobre todo porque las mujeres no son, en primer lugar, un signo de valor social sino un estimulante natural y el estmulo del

    EL PRINCIPIO DE RECIPROCIDAD 103

    IllIil'O instinto cuya satisfaccin puedfl diferirse: el nico, en consecuencia, 1'''' d cual, en el acto de intercambio y por la percepcin de la reciprocidad, 1""'e1,, operarse la transformacin del estmulo en signo y, al definir por este 1""'" fundamental el pasaje de la naturaleza a la cultura, florecer como 11I"lilllcin.

    I.a inclusin de las mujeres en el nmero de las prestaciones !,ecprocas 01" grupo a grupo y de tribu a tribu es una costumbre tan general que un \ "llIIlIcn no alcanzara para enumerar los ejemplos. En primer lugar, obser \ "IIIOS que el matrimonio se considera en todas partes como una ocasin par 'illilllrmente favorable para la apertura o el desenvolvimiento de un ciclo de 111 I"I'l:ambios. Es evidente que los "regalos de casamiento" de nuestra socie .11101 .:ntran en el grupo de los fenmenos que estudiamos ms arriba.

    I':n Alaska y en Colombia Britnica, el matrimonio de una muchacha ',""",~ariamente es acompaado por un potlatch; hasta tal punto que los aris-I,',,'ralas comox organizan seudoceremonias de matrimonio en las que, por ,,1111 parte, no hay novia, con el nico fin de adquirir privilegios en el curso .1" 108 ritos de intercambio.26 Pero la relacin existente entre el matrimonio \ 1,,1'1 regalos no es arbitraria: el matrimonio es parte inherente de las presta ""IH:S que lo acompaan: constituye slo su motivo central (fig. 3). No 1.11"" mucho en nuestra sociedad exista la costumbre de "pedir" a una muo .llIlI'lIa en matrimonio y el padre de la novia "daba" su hija en casamiento; "11 ingls siempre se dice to give up the bride. Y de la mujer que toma un 11 11111 lite se dice que "se entrega". El trmino gift en las lenguas germnicas .'lIlpre posee el doble sentido de "regalo" y de "noviazgo"; de la misma III111H:ra, en rabe, sadaqa significa al mismo tiempo limosna, el precio de la II11Viu, la justicia y el impuesto. Sin duda, en este ltimo caso la identifica "iII puede explicarse por el hbito de comprar esposas. Pero el matrimonio 1'" r compra es una institucin especial slo por su forma; en realidad, no I'~ ms que una modalidad de ese sistema fundamental que analiz Mauss,

    ."~"Ill el cual, en la sociedad primitiva y parcialmente an en la nuestra, los (1(, rc:ehos, los bienes y las personas circulan en el seno del grupo segn un 1Ii1','mismo continuo de prestaciones y contraprestaciones. Malinowski mostr '1I1C', aun despus del matrimonio, en las islas Trobriand el pago de mapula lt'pl'l:senta, por parte del hombre, una contraprestacin destinada a compen .,"' los servicios que la mujer proporciona en forma de gratificaciones se Wlllcs. Esa parece ser todava la funcin del anillo de boda en nuestra """iedad, ya que la costumbre es dejarlo a la mujer en caso de divorcio, \' 110 incluirlo en el reparto de los bienes comunes.

    Aunque menos importantes que los que se realizan en ocasin de los IlIIlI'rales, los intercambios matrimoniales que ilustra la figura 3 merecen 1l1l ...~lra atencin por su sorprendente complejidad. Esta se expresa, al mismo '"IIIPO, en el nmero de las prestaciones y en el de los vnculos sociales que IIl1plican. De hecho, el matrimonio pone en juego cinco tipos diferentes de

    26 H. G. Barnett,