Mandala: Filosofías Underground

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¡Vacaciones!

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Surtido

omo un pequeño receso volvemos al formato de antología, donde sin restricciones dejamos que quienes colaboran en esta edición, estallen en pro de sus propias propuestas.

Surtido

Editorial

C

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Índice

Portada

Diseño

Número 5429 de Julio del 2014

- Ricardo Cruz: Pintor emergente

- Historias en papel

- De cómo me enamoré del Dark Side Of The Moon

. Magnolia Blues

-Una bomba de tiempo

- Elegía en prosa

- Naturaleza humana

- Y en el principio el hombre creo a Dios

Uriel Vazquez Zamora

Mowgli420

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El pasado 19 de julio, Ricardo Cruz, artis-ta mexicano, visitó la ciudad de Tulancingo para inaugurar la exposición de sus obras pictóricas más recientes, que se exhiben a partir de dicha fecha, hasta el 9 de agosto en “El Café”.

Posterior a la inauguración que dio la bien-venida a obras que proyectan el sentido del humor de Cruz, que en sus propias pala-bras, define como “sarcástico y simplista”, a través de color, contrastes, movimiento y alegría; el artista nos platicó lo siguiente:

Bueno, es básicamente una muestra de lo que hago, no tiene un tema en particular, no tiene un título, porque no siento que estén relacionadas con un tema en específico; las pinturas que hago prácticamente son momentos, son instantes, son cosas que me causan alguna gracia, alguna simpatía y trato de reflejarlo.

¿Cuándo inició tu gusto o tu pasión por pintar?

Gusto por esto de dibujar, desde que tengo uso de razón; ahorita pintar, ya dedicándo-me a esto tiene como 4 – 5 años.Ric

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Por: Meli Vera

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Cuéntanos, ¿cuáles han sido tus in-fluencias a lo largo de toda esta tra-yectoria?

Fíjate que a pesar de que me dedico a esto, estoy muy alejado del mundo del arte, no tengo alguna influencia di-recta, no soy fanático de un artista en particular, me gusta mucho la Escuela Impresionista… Para tenerlo más pro-pio, más mío, me mantengo un poco a distancia (de exposiciones).

Y entonces, ¿quién te inspira o qué te inspira a la hora de pintar?

Realmente no hay alguien en sí que me inspire, es básicamente la sensa-ción de que me divierte hacerlo, no hay otro trasfondo, es el gusto de hacerlo, el que me divierte es el resultado final del cuadro.

¿Qué quieres transmitir o expresar con tus cuadros?

Esa gracia que a veces nos encontra-mos en la cotidianeidad, algo curioso que viste o escuchaste, entonces trato de plasmar eso, te trato de transmitir esa gracia, esa alegría que te causó.

¿En dónde crees que resida la impor-tancia del arte para las personas?

La función en sí, siento yo que como el deporte, son dos cosas que ayudan a for-mar a la gente en muchos sentidos… y el arte te hace un persona, que si ves que algo está mal, te puedas poner en los zapatos de alguien más, puedas entender mejor las cosas, incluso dan-do solución a algún problema, porque te vuelve más despierto.

¿Crees que en el país hagan falta lu-gares para difundir este tipo de even-tos?

Más que lugares, creo que lugares hay muchos, pero a lo mejor estaría bueno lugares que se tomaran más en serio el asunto; creo que usualmente es el problema… más allá del lugar en sí, la gente, muchas veces los mismos invo-lucrados no se lo toman muy en serio, entonces creo que eso es lo que falta, el compromiso de hacerlo.

Además, Cruz nos compartió que a fina-les de octubre, participará en el Festival IKUS, visitando así la ciudad de Guadalajara para comenzar con sus exposiciones.

https://www.facebook.com/rcf.elacer

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Por: Moisés Lozada

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Historias en papel,sonidos tristes al viento,lejos, ufano aquel tiempo

cuando pensaba que podría ser.

Historias al viento, sueños coloidales tirados al suelo,letargo amoroso cicatrizado en mi cuerpo…

lágrimas humedeciendo el papel y los sueños.

Historias en papel, tiradas al fuego,abatido, cubierto de hielo me quedo,la noche se larga y al sol no lo veo.

Historias ligeras, mareas de recuerdos,la cosa esta hecha y ya no me aferro.

Historias en papel, otras manos acariciando tu cuerpo,tu vientre ocupado y yo… y yo no lo creo.

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Para qué les miento y les digo “La primera vez que escuché el Dark side of the moon fue una expe-riencia mágica” o “desde que escuché el dark side

por primera vez mi vida cambio”, la neta a mí no me sucedió ninguna epifanía o alguna señal de Dios al termi-nar de escuchar tan bello disco, y para ser honestos, esa vez hasta me aburrió, pero denme chance, estaba chavo, iba en la prepa, y muchas veces a esa edad estamos más influenciados por música más punk, porque va más ad hoc con el desmadre: Mi soundtrack era más Ramones y The Clash, mucho garage rock y sí, algunas bandas pedorras de México.

Pero regresando al tema, y como modo de presun-ción, yo solito me fui metiendo en las aguas panta-nosas del rock y de los discos clásicos. Muchos di-cen tener un tío pacheco que les dice “escucha este disco sobrino, te va a volar las neuronas” pero yo no, me chutaba los programas de radio de “rock” y algunos programas de videos que salían en la tele, y pues también gastaba todos mis guardaditos en comprar revistas y discos piratas para alimentarme de esa música que generó un cambio en mí.

Quizás tenía muy altas expectativas del álbum, y es porque en todas las reseñas no lo bajan del top “faiv” y pues la neta, si pensaba que en el momen-to de ponerle play por primera vez, mi vida cam-biaría, pero no. Dejé pasar el tiempo y me olvidé del disco que todos aman. Pensé que era algo pa-recido a enamorarte de tu maestra: inalcanzable, lejana, imposible, y que pues nunca nos corres-ponderíamos.

Pero todo era mentira y todo es posible, con el tiempo vas madurando, y también consumes dro-gas, y no falta el amigo que te da el típico consejo: es que no lo escuchaste como debe de ser, tienes que estar pacheco. Y aunque ese consejo es un cli-ché entre los cliché, su boca estaba llena de razón.Así que me propuse darle su tiempo, ser pacien-te con el disco y esperar que un día no estuviera nadie en mi casa para poder ejecutar el ritual de

De cómo me enamoré del

DARK SIDE OF

THE MOONPor: Mowgli420

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escuchar el Dark Side Of The Moon como se debe: tirado en la cama, con los ojos rojos, la boca seca y los oídos lo más abiertos posible, porque ésa, es la mejor manera de comenzar el viaje.

Cuando pasaron los 43 minutos que dura el disco, un hermoso silencio inundó mi habitación, pensaba que el disco se repetiría mágicamente, o que ese silencio era parte del disco, porque me pareció de lo más perfecto. Pero no, el viaje había terminado y fue hermoso. Nunca antes un disco completo me había llama-do tanto la atención, es más, nunca había escuchado un disco completo, antes si me aburría una canción ¡NEXT! Pero con

este magnífico disco no paso eso. Pensé que el Dark Side era una cancionzota, que el disco de 43 minutos era una rola que duraba 3 o 4 minutos a lo mucho, y es que este disco tiene todo: gritos, solos de guitarra, ruidos locos, letras profundas y quesque filosóficas, frases escondidas, secretos y misterios.

Después de escuchar este disco, todo cambio, me comenzaron a gustar las canciones largas –las cuales antes me aburrían a madres-, comencé a escuchar discos completos, y no sólo sencillos de las bandas, el jazz empezó a entrar en mis gustos musicales, em-pecé a ver los discos como si fueran películas o li-bros, y obvio, me convertí en un fan más de Pink Floyd.

Esta es la historia de cómo un disco que lleva más de 30 años desde su lanzamiento cambio la vida de un chamaco de 17 años, un chamaco que al escuchar un disco completo se dio cuenta de que el mundo está muy acelerado, que ya nadie se toma el tiempo para ver una película, escuchar un disco, ver un cuadro, leer un libro con la atención debida, que vivimos en una sociedad acelerada en donde las canciones duran un promedio de 3 minutos, donde las imágenes que vemos son memes que hoy están de moda y maña-na son olvidados, que no existen bandas que llenen vacíos existenciales, y que lo poco que leen las per-sonas, son los estados de Facebook de sus amigos.

Y recuerden: There is no dark side of the moon really. Mat-ter of fact it’s all dark.

De cómo me enamoré del

DARK SIDE OF

THE MOONPor: Mowgli420

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No tenía miedo de nada. Magnolia era de la noche. La oscuridad la cobija-ba, le hacía un vestido enigmático y poderoso, excéntrico, de lentejuelas temblorosas que le coqueteaban al viendo de esa ciudad. Magnolia siempre

tuvo contenida esa energía femenina que sólo entiende alguien que la añora. Siem-pre quiso esculpir en su cuerpo lo que le gritaba el alma. Magnolia era mujer y eso siempre la haría peligrosa.

Esa noche era especial. Era una noche de facturas, de cobros, el fin de los meses sin intereses, el momento de pagar un viejo favor, de esos que dibujan nuestro paso por la vida, de esos favores que significaron vender el alma, la carne y los huesos. Esos que nos regresaron ritmo a la respiración, pero que nos quitaron todo. Una extensión de la vida que de a poco se convierte en muerte.

Magnolia salió serpenteando ese cuerpo que le ha costado tanto. Tomó un taxi en la esquina de la calle No me olvides, escuchaba el sonido de las sirenas del cuartel de bomberos, una ambulancia que apresuraba su paso para llegar al hospital y ella imaginó mil historias antes de subir al coche. Cerró los ojos y subió.

Pensaba en ese cuerpo tendido en el asfalto, lleno de sangre y vómito de alcantari-lla, lleno de muerte, lleno de culpa. Sus lágrimas se pintaron del negro de ese rímel barato. El taxista miraba de reojo por el retrovisor, sus ojos se clavaron en el llanto de aquella débil mujer de un.metro.noventa. Agachó la mirada.

Se bajó del taxi siendo otra, empapada de los recuerdos que la condenaron y cami-nó como si la calle fuera suya. Lo era. Entró a ese bar que la recibió como familia. Todo se hizo lento, oscuro, nebuloso. Llevaba esa bolsa de charol naranja, vestida como una reina, con ese olor a rosas en su escote de plástico que le regalaba tantita feminidad.

Un recuerdo congeló el tiempo unos segundos:

El cuerpo de Tito estaba en esa vieja calle de barrio, apuñalado por su propio her-

Magnolia Blues Por: Enid Adrianna

Carrillo Moedano

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mano: Manuel. Esa fue la última vez que se burlaron de él, la última vez que le recorda-ron quién era y para qué había nacido. Sólo Darío, el amante de Manuel, estaba allí. Bor-ja, un borracho de vecindad y cantina pasa-ba por allí tambaleándose entre la escena.

Manuel y Darío se miraron. Sus miradas encendieron en sus almas una aberrante decisión. Le dijeron a la policía que Borja había matado a Tito para robarle, para seguir alimentando su inmunda adicción. El mundo se acabó para siempre por un momento, sin lógica.

Manuel se convirtió en esta bella mujer que hoy va a terminarlo todo.

Había matado a su propio hermano y habían culpado a alguien más. Pero no vieron venir la astucia de la oscuridad en una noche peli-grosa. Félix lo había visto todo, pero en ese tiempo era un niño. Ahora tenía muchos más años, había retorcido sus caminos y era el tipo más respetado de esta puesta en escena. Era un tipo de temerse, “gallo negro”, le decían. Le dirían por última vez.

Félix había olvidado muchas cosas, por lealtad subterránea, por conveniencia, para expandir su negocio, para ser el cabrón más peligroso de la ciudad. Todo hasta que Darío se interpuso en su camino. Nuestros perso-najes no van a la policía a acusar al otro, no. Ellos tienen códigos propios para cobrarse las traiciones. Para destapar las cloacas sobre las que su oponente se hizo leyenda. Darío lo pagaría porque Borja había sido un buen amigo y un tipo sin culpa. Darío paga-ría mientras encontraban a Manuel, de quién no se ha sabido nada desde entonces.

Pero no puede tenerse todo en la vida, una cosa le hacía falta a Félix: una mujer como Magnolia. Ella lo conocía, sabía quién era, quién fue. Se burló de él con ese cuerpo

que escondía lo que él buscaba, venganza. Siguió al gallo negro a los baños, caminó como flotando en esos enormes tacones, cerró la puerta con seguro, se puso junto a él e hizo del baño como el hombre al que esconde frente a la incomodidad de Félix, que se sintió asqueado.

Sin esperar y sin avisar, Magnolia sacó de su bolsa una navaja y se la enterró en el corazón. Igualito que a su hermano. Sus ojos eran enormes y hermosos. Al tenerlo tan cerca en ese momento revelador que era la antesala de su muerte, lo supo: ella era Manuel. Ella es Manuel. Ella fue Manuel. Manuel.

Nuestra mujer salió de allí con más clase de la que entró. Darío la esperaba en un coche en la esquina del bar. Avanzaron lento, como tentando a la suerte, bajaron los vidrios del coche y sacaron las manos, toca-ron al viento con lentitud. Eran culpables, pero se fueron libres. Libres, aferrados, perdidos entre las luces de la ciudad.

Por: Enid Adrianna Carrillo Moedano

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Una bomba de tiempo

Por: Viko del Real

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Eso de estar de ocioso le deja a uno demasiadas dudas, hace algunos días, después de dejar a un lado la

fiebre futbolera, me puse a pensar “¿Aho-ra qué hago?” y aunque en realidad ten-go cosas que hacer, la hueva siempre me invade. Un día, mientras me encontraba consultando las noticias me entro una especie de duda, inquietud o algo por el estilo. Y es que la verdad estamos he-chos un desmadre. No importa el lugar del mundo en donde nos encontramos, la verdad es que el panorama pinta muy culero.

Empecemos por nuestro México, somos testigos de una crisis política muy mar-cada. Bajo la bandera del “progreso” los políticos día a día nos despojan de una manera por demás descarada de los bie-nes del país. Las muy comentadas y sobre todo cuestionadas reformas en materia de telecomunicaciones y energética son el más claro ejemplo. Entre dimes y dire-tes, pero sobre todo con una complicidad cupular, faltan a un principio básico de su puesto, que es velar por el bien público.

Por otro lado, hemos sido testigos de una creciente deshumanización terrible por parte de los Estados Unidos. El ya bien conocido problema de los migrantes ha recaído en seres humanos que en nada son culpables de las condiciones repro-bables en las que viven, los niños. Ellos a los que se les condena como si fueran

criminales, han sido tema de debate y sobre todo omisión por parte de aque-llos que se hacen llamar lideres. Cuando todos sabemos que son producto de un gran rezago en oportunidades laborales, educación, vivienda y nutrición.

Por otra parte el gran tema que acapara reflectores y portadas es el conflicto en la Franja de Gaza, el cual más allá de las “diferencias” políticas la realidad es que ha dejado miles de muertos y sobre todo un dañado tejido social. Esto aunado a las innumerables sospechas referentes a los ataques aéreos en todo el mundo. Los grandes conflictos de intereses entre dos país por demás poderosos como lo son Estados Unidos y Rusia. Aunque para la realidad económica lo sean Alemania y China.

Y así, podríamos seguir párrafo tras pá-rrafo y los problemas nunca terminarían, somos una bomba de tiempo. Tres, dos, uno, ¿quién será el próximo en estallar? No lo sé, pero por más que volteo no digo otra cosa que no sea un “vale madre”. Es-tamos, como diría mi abuelo, hechos un estuche, no de monerías, de pendejadas. El descontento social es latente, pero el poder sigue siendo de los mismos. ¿Qué viene?, ¿una revolución?, ah cierto, lo ol-vidaba, encontrar su nombre en una lata de Coca Cola.

Una bomba de tiempo

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Existe un momento entre las doce de la noche y la una de la mañana en que las letras se crean, crecen y ge-

neran la necesidad de salir a través de las manos y las hojas, es entonces cuan-do los sueños sirven para algo más que para ser contados, cuando los amores y los odios alcanzan un objetivo mayor al deparado por el olvido; es durante esos minutos cuando el artista, aún sin caer en el cansancio del día, posee la facultad de dar vida, crear personajes y sucesos; reflejos de su propia vida.

Conforme avanzan los minutos, las ho-ras, los segundos, esta desesperación por escribir desaparece bajo la desgracia del cansancio, así fallece una noche más, ahogada bajo una falta de tiempo que ni la más triste canción de amor puede postergar. Así la noche y la Luna se van en busca de un insolente que las utilice y las bote y las quiera y las necesite para morir con él, a lado de nuestro cuerpo dormido y las historias que las almoha-das guardan, por siempre.

Ahora que no estás sino allá lejos de mí y de mi vida, que durante días no he teni-do más presencia tuya que las letras en tu carta, que guardo como regalo de los dioses, como obsequio de los besos que la piel de mis mejillas recuerdan como bendición divina. En noches como ésta no se vale tener miedo, no es necesario

siquiera pensar lo que se escribe, de ha-cerlo se prostituiría la idea, así como tu memoria, no, ni tú ni mi arte merecen tan cruel destino, no a tan tempranas horas de la mañana.

Escribir es el oficio más triste, creas mundos, personajes y sentimientos para después matarlos, dejarlos libres y em-pezar de nuevo olvidando todo aquello por lo que nos desvelamos y morimos, todo por lo que perdemos el tiempo. Nos arriesgamos mostrándole al mundo nuestro corazón, nuestra vida y nuestra agonía, el alma nuestra queda expuesta en las letras de las oraciones que forman las páginas de nuestras vidas en los per-sonajes y las anécdotas, convertimos al lector en el espectador principal de nues-tra muerte. Es poco imaginable para el individuo cero nuestra desesperación de querer sin saber, sin poder, porque aun-que sea intentado vez tras vez, minuto tras minuto, día tras día, semana tras de sí; si no se crea no hay nada para hacer. Los escritores estamos solos, más solos que cualquier otro, por eso escribimos, porque queremos querer que nos quie-ran, porque no hay nada más que hacer que dar sonrisas y lágrimas y letras que sean nuestra memoria, la de vidas con-denadas por su existir a llevar la memo-ria del corazón del hombre, a costa del nuestro.

Elegía en prosaPor: Andrés Demetrio

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Habrá quienes nieguen triste al triste ofi-cio de escribir, habrá quienes crean que su fin es denostar la felicidad, ellos no saben lo que es escribir. Hasta los que narran his-torias para niños hablan de muerte. Somos humanos, por más que cueste creerse, te-nemos derecho a la decepción y el gozo.

Conozco gente que desea escribir, que han sufrido desamores y necesitan redimir-se, lamentarse, desechar todas las culpas y penas que todavía han de cargar tras la partida de su amor, entre esas está aque-lla mujer bella que antaño quise, que luego fue muerta por su novio, que escribe desde el más allá y cuyas letras llegan hasta a mis manos, ellos son los buenos; conozco tam-bién gente que piensa escribir, aquellos que sin idea alguna lanza palabras com-plicadas con el fin de que confundamos calidad con dificultad, que por moda, pre-sión u otra causa falta de razón, mezclan sus ideas con lo que consideran la forma correcta de escribir; ellos no merecen ben-dición, son quienes destruyen y acaban con esta que es para nosotros una necesidad más que un deseo pero que cumplimos con un placer incomparable, el gozo de quien hace algo por amor. No hay otra manera de escribir.

Una vez que se está encarrilado, que llevas poco más de una página con letra del nú-mero once te sientes ya cómodo para con-

tinuar, o así es hasta que checas el reloj y pronto darán las tres de la mañana, recor-dando que en la tarde de ese mismo día debes ir a tomar tus clases de Inglés, que el carro no circula y el metro es un desastre; entonces debes tomar una decisión muy importante, si seguir escribiendo unos minutos más o detenerte, dormir un poco y continuar al día siguiente so peligro de perder el ritmo, la idea y la continuidad del texto, parar sin un final contundente, poder, incluso, robarte la oportunidad de crear algo maravilloso. Sabes que tarde o temprano te perderás entre la noche y la cama, no podrás acabarlo el día de hoy, tal vez la siguiente noche una vez que la hora de las ideas vuelva a ti, decides como aca-bar el presente párrafo, oprimes las teclas por última vez durante largo rato y pien-sas en tu chica, deseando soñar con ella, con la esperanza de que venga junto con las letras que a su amor y a sus vidas dan nombre.

De esa forma mueren las vidas y la espe-ranza, y las noches y sus vástagos, que en-tregados al compulsivo deseo de habitar el edén de la inmortalidad, sufren la pérdi-da de su alma en pos del regalo de placer a quienes no entienden ni entenderán nun-ca que a pesar de nuestra Humanidad no somos ellos, no, nosotros escribimos.

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L os platos estaban sobre la mesa, la comida estaba a punto de ser servida y los más esperaban sentados frente a

un televisor viejo y polvoso. Sobre la cama una abuela agotada y cansada de la vida dormitaba al calor del verano. Por fin es-taban en casa, llenos de sueño y malestar mental. Esos tres meses habían sido como tres largos años, sufrieron desvelo, ham-bre, angustia. La más cruel, angustia de sobrevivencia. Estar en la duda,en la zozo-bra. Estar en la cuerda floja, la más corta y delgada: la de la vida.

Pronto las charlas pasaron de re-zos y petición de milagros a temas sobre programas de televisión y chismes mediá-ticos; los cuerpos fueron relajando su masa muscular sobre coloridos sillones antiguos, al mismo tiempo que los dientes iban mostrándose en un acto de simpatía: las sonrisas emergían de rostros debilitados. Estaban hambrientos, no habían comido nada desde muy temprano. Uno por uno caminaban por el pasillo y se asomaban sigilosamente en la cocina, olfateando los ingredientes, descubriendo el menú. La co-mida aún no estaba lista. Frente a la estufa y de espaldas a los curiosos se encontraba una mujer de corto cabello y fina silueta. Se movía ágilmente entre cucharas, fuego, cazuelas y carne. Parecía despreocupada, como si alimentar a casi un batallón fue-ra sencilla labor, tenía una asistente, con poco entusiasmo en la actividad, pero soli-daria con la misión.

El abuelo había fallecido unos diez años antes cuando la mujer de corto cabello apenas tenía treinta años, sufrió un infarto doloroso para los allegados, pero rápido para él. La abuela estaba desconsolada pero continuó. Después de diez años la abuela debía someter-se a dos operaciones riesgosas, como esa cuerda, corta y delgada. Tres meses hospitalizada donde el batallón de hijos y nueras se comprometieron a cuidarla día y noche, pero hubo alguien que no se separó de ella ninguno de los 90 días, 2016 horas y 2700 inyecciones: la mujer de corto cabello y fina silueta.

La abuela era columna fundamen-tal en la estructura familiar, en su casa se reunían para festejar cumpleaños, bo-das, nacimientos, graduaciones y logros personales. Desde la muerte del abuelo ella se convirtió en el libro histórico de todos y todas. Contaba historias, relatos y chismes. Eso sí, por ese cargo se me-tía cautelosamente en la vida de todos para opinar y sentenciar. Al parecer a na-die le importaba, vivían tranquilos mien-tras la abuela siguiera viviendo. En dos ocasiones durante los tres meses estuvo más allá de la cuerda floja, más allá del sereno matutino, de la caída de hojas en otoño, de su próximo cumpleaños y de sus telenovelas por la noche pero salió

NATURALEZA HUMANA

Por: Karen Rodríguez Camacho

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en la lucha avante. Vivió para contarlo, y ese día se encontraba convaleciente en su cama de siempre, donde había pro-creado a sus siete hijos y donde dormía sola desde diez años atrás. Era tiem-po de júbilo, con setenta y tres años la abuela seguía vivita y coleando.

Los últimos hervores salían de la cazuela, las tortillas comenzaban a ser calentadas y la ensalada pedía a gritos un aderezo; la mujer de corto cabello y fina silueta quedó inmóvil como detenida en el tiempo y el espacio, su mirada se perdió en la lumbre azul de la estufa, su mano se apoyaba en la mesa y un par de lágrimas rodaban por su mejilla, la asistente se dio cuenta inmediatamente. –Mamá, mamá, ¿qué te pasa?- Decía la asistente a su madre, mientras la toma-ba de las manos y buscaba la dirección de su mirada. La mujer de corto cabello y fina silueta, la madre, tardó unos minutos en reaccionar, las lágrimas eran numerosas y abun-dantes. La asistente, la hija, seguía preguntan-do, sin hacer mucho alboroto, sin llamar la atención a los presen-tes. La sentó y se aga-chó frente a ella, espe-rando.

Se abalanzó so-bre la chica, la abrazó fuertemente mientras las lágrimas caían como lluvia de mayo, pero sin ruido, sin sollozos, sólo lágrimas. –Estoy asus-tada, pensé que esta

vez perdía a mi madre, pensé que no iba a salir de ese hospital viva, pensé que nunca la volvería a ver, tengo miedo, ella ahora está bien pero no quiero que mue-ra nunca-. Hablaba como una pequeña niña, indefensa, sabedora de la reali-dad, de la naturaleza del ser humano: la muerte. La asistente no sabía qué hacer, qué decir, la dejaba llorar en su hombro, la abrazaba fuertemente, le proporciona-ba refugio, nunca había visto a su madre así, o tal vez sí, pero no lo recordaba. Ya lloraba con ella.

-La abuela se pondrá bien, le dijo, tú has hecho mucho por ella, has estado cuidándola y ella estará más tiempo con nosotras, pero ahora debes cuidarte tú, –la mujer de cabello corto y fina silueta había bajado de peso y vuelto a fumar en esos tres meses, su aspecto no era el mejor- soy yo ahora quien te digo que no

te quiero perder, y siem-pre quiero estar contigo. Los platos estaban lle-nos de comida, se no-taba satisfacción en los rostros y armonía en el comedor. La abuela es-taba en recuperación, pero en un mes sería la de antes. Así fue, en un mes ya caminaba y en tres años recayó. La mujer de corto cabello y fina silueta, había fa-llecido, para ella su ma-dre nunca murió, porque murió ella primero. Y la asistente, ya no quiere saber quién muere pri-mero o después.

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No se sabe ni cuándo ni dónde es que el ser humano apareció, al me-nos no con entera exactitud. Pero

es así, por cosas como el origen de la misma humanidad, que el ser humano al cuestio-narse y no saber, ha atribuido a un ente, la magnificencia de la naturaleza, esto debido a una característica intrínseca, que es su gran defecto: creer, imaginar, y pensar cosas que no existen.

Al principio la mayor parte de lo que nos rodeaba, era desconocido y dejaba una gran cantidad de preguntas por responder. En-tonces se creó algo para corresponder a las necesidades de compresión de las generacio-nes siguientes: Dios. Fue la explicación de lo misterioso en el mundo, por ejemplo, si no se sabía de dónde venían los rayos, se le atribuía a un dios en un lugar del mundo, y a otro en otra parte, así también sucedía con la lluvia. La palabra “dios” fue un sinónimo de “no sé”.

Con el paso del tiempo y la aceptación de un solo dios en las religiones modernas, la so-ciedad adoptó una alienación colectiva que se propagaba en todo el mundo, aún se le conoce como “religión”. La religión en cada una de sus presentaciones define lo inexpli-cable con un sentido divino pero todavía improbable. La religión ha traído consigo

muerte y disturbios a lo largo de la historia, derramando sangre en cada cruzada o acto inquisitivo, azotando a la humanidad desde que el ser humano se cuestionó y errónea-mente eligió la ruta fácil de la creencia y no de la razón.

Sin embargo, el camino no fue demasiado fácil para esta gigantesca y creciente masa, en su camino apareció algo tan antiguo como ella y que fue castigada en sus manos por expresar ideas contrarias a su doctrina: La ciencia. El conocimiento científico dio pauta a que la ingeniosa religión comenzará su declive como saber único y verdadero, la hizo caer con ayuda de la duda y de nuevas maneras de pensar.

La controversia razón vs fe es una paradoja que se anula a sí misma, poniendo en un lado a Dios como el creador del ser humano

Y en el principio el hombre creó a

DIOS

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y expositor de lo inexplicable y por el otro a la ciencia que demuestra las cosas de acuer-do con la realidad y diciendo no explicado lo que está por conocerse; el contraste que ello implica en estos días se debe a la evolu-ción de la humanidad, al pensamiento crítico que de una manera u otra se da, exhibiendo así el daño o el beneficio de la religión en sus vidas y en las de sus antepasados.

La concepción de Dios, cabe mencionar, ha cambiado, no es el mismo después de tan-tos descubrimientos, avances tecnológicos y científicos, o después de la influencia del mismo sentido común. La concepción de dios se ciñe a distintos lapsos de tiempo en la historia, donde se registró a grandes mentes muy brillantes que se vieron en difi-cultades por declararse fuera de la religión, basándose en el conocimiento empírico y siendo silenciados, algunos de manera bru-tal por las instituciones más poderosas de la religión, mentes que fueron perseguidas y a las que se les debe mucho del conocimiento de nuestros días.

Es importante mencionar que la autoridad de las grandes instituciones religiosas ha decaído en cuanto a control de estos mal llamados lo-cos o herejes, pues en nuestros días la libertad de no creer en un dios favorece el constante retroceder del pensamiento dogmático

Con el paso de los años el personaje llamado Dios se quedara muy pequeño en compara-ción del llamado Ciencia. Si bien un ateísmo forma parte ya de las culturas de países de-sarrollados, como Holanda, Estonia o Re-publica Checa, solo por mencionar algunos, aún se está muy lejos de que la gran mayoría de la población dé un salto sobre sí mismos y logren alcanzar esa meta filosófica de un

pensamiento libre, porque es cuestión de educación y de evolución cultural, decidir si esto de la religión nos satisface o nos sirve todavía, ya que la etapa de descubrir cosas tan básicas como la lluvia y el viento, los ra-yos y la manera en que funciona el universo, han quedado atrás con el avance tecnológico que nos muestran las cosas como son.

Luego de reflexionar acerca de si alguna vez nos ha servido la religión, es tiempo de dejar a un lado el sentido retrograda de las grandes masas que a su vez no hacen más que ensanchar de manera descomunal a los diligentes de las mismas, con ello logramos mantener este imperio de tiranía mental y fí-sica de rodillas y errantes.

La religión (como un juguete viejo que nos dejó tanta enseñanza con sangre, degrada-ción femenina y mental), debe existir sola-mente como una mala borrasca; debe existir única y exclusivamente en la cabeza humana, como un pensamiento antiguo, de una men-te primitiva; y debe quedar sólo como un rastro de lo que un día fue la humanidad con religión. Al final podremos decir con gracia: “después de todo, hoy sabemos que en el principio el hombre creo a Dios”.

Por: Victor Omar Rangel Ramirez

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