Martes 1 de julio - Editorial El Almendro · 2006-01-19 · acaecidos tal y como se cuentan; sin...

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FUNDACIÓN ÉPSILON Julio - 1 - http://www.elalmendro.org [email protected] Martes 1 de julio Esther EVANGELIO Mt 8, 23-27 23 Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. 25 Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: -¡Sálvanos, Señor, que perecemos! 26 E1 les dijo: -¿Por qué sois cobardes? ¡Qué poca fe! Entonces se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27 Aquellos hombres se preguntaban admirados: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? COMENTARIOS I vv. 23-24: Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Los discípulos siguen a Jesús, aceptando el it inerario hacia los paganos. Mt utiliza un término extraño para designar el temporal: «seísmo», que se aplica a los terremotos (cf. 24,7; 27,54; 28,2). Insinúa así el sentido particular de la tempestad. La presencia de la barca que lleva a Jesús y a los discípulos produce el «terremoto»; es como si en el mar temblara la tierra. La barca y sus ocupantes están en peligro. El termino «seísmo/terremoto», que no se aplica al mar, señala la oposición al viaje de Jesús y los discípulos; simboliza la resis tencia del paganismo a la misión. v.25: Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: -¡Sálvanos, Señor, que perecemos! Mateo no ha señalado que Jesús se echara a dormir. Sin embargo, los discípulos lo encuentran dormido. El sueño de Jesús, que simboliza su ausencia, indica solamente que los discípulos no son conscientes de su presencia hasta el momento del peligro. vv. 26-27: E1 les dijo: -¿Por qué sois cobardes? ¡Qué poca fe! Entonces se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27 Aquellos hombres se preguntaban admirados: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen? El miedo de los discípulos ante la resistencia del paganismo muestra su falta de fe. Jesús se dirige a ellos antes que a la tempestad, cuya causa eran «los vientos» y el mar. Se admiran «los hombres», término contrapuesto a «el Hijo del hombre / el Hombre» (v. 20); son los que aún no poseen el Espíritu y, en la estrechez de su experiencia, no pueden comprender al Hombre-Dios. Su pregunta es una puerta para la fe. La perícopa presenta numerosos paralelos con la siguiente, donde Jesús libera a los endemoniados gadarenos. Estos salen a su encuentro como si esperasen su llegada, quieren impedir su acción y le suplican que no los atormente. Todo esto supone que la tierra de los gadarenos sabía ya quién llegaba y para qué. Nótese, además, el paralelo entre «los vientos» (v. 26) y los «demonios» que expulsará Jesús (v. 31). Estos datos confirman que la tempestad que se opone a la ida de Jesús a Gadara representa la resistencia y oposición del paganismo a recibir el mensaje de Jesús. Son «los demonios» del país pagano los que

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Martes 1 de julio Esther EVANGELIO Mt 8, 23-27

23Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24De pronto se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él

dormía. 25Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: -¡Sálvanos, Señor, que perecemos! 26E1 les dijo: -¿Por qué sois cobardes? ¡Qué poca fe! Entonces se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma.

27Aquellos hombres se preguntaban admirados: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

COMENTARIOS I

vv. 23-24: Subió Jesús a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24De pronto se levantó un

temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Los discípulos siguen a Jesús, aceptando el it inerario hacia los paganos. Mt utiliza un

término extraño para designar el temporal: «seísmo», que se aplica a los terremotos (cf. 24,7; 27,54; 28,2). Insinúa así el sentido particular de la tempestad. La presencia de la barca que lleva a Jesús y a los discípulos produce el «terremoto»; es como si en el mar temblara la tierra. La barca y sus ocupantes están en peligro.

El termino «seísmo/terremoto», que no se aplica al mar, señala la oposición al viaje de Jesús y los discípulos; simboliza la resis tencia del paganismo a la misión.

v.25: Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole: -¡Sálvanos, Señor, que perecemos!

Mateo no ha señalado que Jesús se echara a dormir. Sin embargo, los discípulos lo encuentran dormido. El sueño de Jesús, que simboliza su ausencia, indica solamente que los discípulos no son conscientes de su presencia hasta el momento del peligro.

vv. 26-27: E1 les dijo: -¿Por qué sois cobardes? ¡Qué poca fe! Entonces se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. 27Aquellos hombres se preguntaban admirados: -¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

El miedo de los discípulos ante la resistencia del paganismo muestra su falta de fe. Jesús se dirige a ellos antes que a la tempestad, cuya causa eran «los vientos» y el mar. Se admiran «los hombres», término contrapuesto a «el Hijo del hombre / el Hombre» (v. 20); son los que aún no poseen el Espíritu y, en la estrechez de su experiencia, no pueden comprender al Hombre-Dios. Su pregunta es una puerta para la fe.

La perícopa presenta numerosos paralelos con la siguiente, donde Jesús libera a los endemoniados gadarenos. Estos salen a su encuentro como si esperasen su llegada, quieren impedir su acción y le suplican que no los atormente.

Todo esto supone que la tierra de los gadarenos sabía ya quién llegaba y para qué. Nótese, además, el paralelo entre «los vientos» (v. 26) y los «demonios» que expulsará Jesús (v. 31). Estos datos confirman que la tempestad que se opone a la ida de Jesús a Gadara representa la resistencia y oposición del paganismo a recibir el mensaje de Jesús. Son «los demonios» del país pagano los que

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provocan la tempestad para impedirlo. En este enfoque se explica también el pánico de los discípulos, que han seguido a Jesús en la misión (v. 23). Esta les parece superior a sus fuerzas. Ante la hostilidad del paganismo, la comunidad de Jesús (la barca) parece que va a ser destruida. La presencia de Jesús, sin embargo, aunque aparentemente inactivo («dormir» puede significar el tiem-po después de su muerte (cf. 9,24), basta para asegurar la persistencia de la comunidad. La acción de calmar los vientos y el mar está, por tanto, en paralelo, con la expulsión de los demonios en el episodio que sigue. Los discípulos no comprenden aún la calidad del Hombre-Dios.

II

Frecuentemente se suelen entender los textos evangélicos como relatos históricos acaecidos tal y como se cuentan; sin embargo, no es así. El evangelio de hoy hay que entenderlo en clave simbólica. Para la mayor parte de los teólogos, este suceso se denomina "la tempestad calmada" y ha sido considerado uno de los mayores milagros que hizo Jesús, un milagro de naturaleza, decían. Y, sin embargo, no estamos ante un milagro, sino ante un relato simbólico. Las circunstancias que aquí se describen no son reales. Uno no se explica cómo en medio de una fuerte tempestad, Jesús duerma; más aún, en el evangelio de Marcos, se dice que "sobrevino un torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y la barca empezaba ya a llenarse; él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir" (Mc 6,38). Ponerse a dormir en esas circunstancias es poco verosímil. El sueño de Jesús es, por tanto, simbólico e indica la falta de sintonía entre éste y sus discípulos; como en el Huerto significará también la falta de sintonía entre los discípulos y Jesús. También la travesía en barca a la otra orilla del lago tiene carácter simbólico. En el v. 18 Jesús había dado orden a sus discípulos de pasar a la otra orilla en la que habitan los paganos, a los que el pueblo de Israel niega en principio la salvación. Jesús, sin embargo, no acepta ya el privilegio ni la superioridad de Israel sobre los demás pueblos, pues el designio de Dios consiste en unir a la humanidad dividida. Para mostrar este efecto de la salvación de Dios en los paganos, Jesús había dado orden a sus discípulos de pasar a la otra orilla, saliendo de Israel. Esta orden, sin embargo, produce una convulsión tan fuerte en ellos que es descrita a manera de una tempestad en el mar, a la que el evangelista no denomina maremoto, sino seísmo. Pero si la salvación es para todos, si los judíos ya no son los únicos herederos del privilegio divino, ¿qué será de la barca-pueblo representada por los discípulos? ¿Se hundirá? Por eso los discípulos, que otras veces parecen no entender a Jesús, piden auxilio. Y por esto, precisamente, Jesús los recrimina de cobardes y de gente de poca fe. Ellos tendrán que calmar ese torbellino de viento -que equivale a su mal espíritu (=viento), su espíritu exclusivista que les impide llegar a la otra orilla- para poder ir al mundo pagano y anunciar, aunque fuese a la fuerza como Jonás, que el Dios de Jesús es Dios de todos, también de los paganos. Y por si esto no quedase claro, nada más llegar a la otra orilla, Jesús curará a dos endemoniados, que tienen una legión de demonios, imagen con la que describían los judíos el mundo pagano. Así entendido, el relato de hoy adquiere un nuevo y profundo significado, y denuncia al mismo tiempo que nosotros, como los discípulos, tenemos dificultades para considerar al otro a nuestro nivel, para salir de nuestra tierra y atravesar el mar, dejando atrás nuestra ideología, para ofrecer a todos la liberación de Jesús, sin excluir a nadie.

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Miércoles 2 de julio Martiniano EVANGELIO Mateo 8, 28-34

28Llegó él a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde el cementerio dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. 29De pronto empezaron a gritar:

-¿Qué tienes tú contra nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para someternos al suplicio?

30Una gran piara de cerdos estaba hozando a distancia. 31Los demonios le rogaron: -Si nos echas, mándanos a la piara. 32Jesús les dijo: -Id; Salieron y se fueron a los cerdos. De pronto la piara entera se precipitó al mar, acantilado

abajo, y murió ahogada en el agua. 33Los porquerizos salieron huyendo, llegaron a la ciudad y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. 34Entonces la ciudad entera salió adonde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que abandonase su territorio.

COMENTARIOS I

v. 28: Llegó él a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde el cementerio dos

endemoniados salieron a su encuentro; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.

Gadara estaba en el lado oriental del lago, a unos diez kilómetros al sur de la desembocadura del Jordán. Los endemoniados salen al encuentro de Jesús desde el cementerio. Viven con los muertos, están en la condición de muertos en vida. A su impureza como paganos añaden la del contacto con la muerte. Como se ha notado, salen al encuentro de Jesús como si supieran que había de llegar (conexión con la perícopa anterior). Son muy violentos y era peligroso pasar por aquel camino. Este rasgo indica que los endemoniados no representan simplemente al pueblo pagano de Gadara, sino a una parte de él que vive marginada en condición inhumana (en el cementerio) y en rebelión respecto a la sociedad. Representan, pues, a una clase oprimida.

v. 29: De pronto empezaron a gritar: -¿Qué tienes tú contra nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para

someternos al suplicio? Estos endemoniados se resisten a la acción de Jesús, como lo indican sus gritos: «¿Qué

tienes tú contra nosotros?». Reconocen al mismo tiempo su condición divina: «Hijo de Dios», concepto familiar al mundo pagano, aunque no con la dimensión teológica que le atribuye Mt. Saben que Jesús va a atormentarlos «antes de tiempo», cuando aún no se les ha presentado la ocasión propicia. Hablan los hombres, llevados por el espíritu diabólico. El verbo «atormentar» pone a esta perícopa en relación con la del criado del centurión, «que sufría terriblemente» (8,6). Hay un paganismo que está paralizado, es decir, privado de vida, pero que espera la salvación de Jesús (8,6); hay otro que la rechaza, porque está endemoniado. En el primer caso se trataba del criado que habitaba en «la casa» de su amo (el centurión); en el segundo, los sometidos en rebeldía, que habitan «en el cementerio», lugar de muerte.

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Lo que produce la violencia de estos hombres son los demonios que los poseen; éstos pueden identificarse con «el espíritu de violencia». Por eso se resisten a ser liberados de ese espíritu, que mantiene su rebeldía, aunque los reduce a un estado de muerte.

Jesús no pronuncia palabra, pero los demonios («démones», término pagano) conocen su derrota.

v. 30: Una gran piara de cerdos estaba hozando a distancia. 31Los demonios le rogaron: -Si nos echas, mándanos a la piara. 32Jesús les dijo: -Id;

Había allí a distancia una piara de cerdos; se trata evidentemente de país pagano. El cerdo era animal impuro. La piara es numerosa, representa un capital considerable. En el judaísmo del tiempo, el cerdo era símbolo de Roma, el poder pagano que dominaba al pueblo judío (cf. Sal 80,14). La piara representa, pues, al poder político, posesor de la riqueza y opresor del pueblo.

vv. 32b-33: Salieron y se fueron a los cerdos. De pronto la piara entera se precipitó al mar, acantilado abajo, y murió ahogada en el agua. 33Los porquerizos salieron huyendo, llegaron a la ciudad y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.

Los demonios, impuros, vuelven a su lugar natural, los cerdos impuros. El espíritu de violencia de los oprimidos procede de la violencia del sistema opresor. En la liberación que hace Jesús se encuentra la ruina del sistema opresor (los cerdos que perecen en las aguas).

v. 34: Entonces la ciudad entera salió adonde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que abandonase su territorio

Toda la ciudad sale al encuentro de Jesús, frase en paralelo con la del principio (28): los dos endemoniados salieron del cementerio al encuentro de Jesús. El paralelo indica que los habitantes de la ciudad estaban poseídos del mismo espíritu. Ruegan a Jesús que se marche de su territorio. Continúa la oposición expresada por la tempestad (8,24) a la actividad de Jesús en territorio pagano. Era «la ciudad», cuyo orden social se encuentra amenazado por la actividad de Jesús, la que se conmovía hasta sus cimientos (8,24: temporal/terremoto) e intentaba sumergir la barca.

Jesús vuelve a su ciudad. No menciona Mateo el nombre de Cafarnaún. «Su propia ciudad», Israel, se opone a «la ciudad» pagana que le ha pedido que se marche.

II

La escena no puede ser más tétrica. El país de los paganos, ajenos a la salvación de Dios, es el país de la muerte. Los dos primeros habitantes, que Jesús encuentra, viven en un cementerio, lugar de los muertos. No conocen al Dios que se manifiesta en Jesús, que ha cruzado con los suyos a la otra orilla -al mundo pagano- para comunicar vida. Además de vivir en un cementerio, los endemoniados provocan violencia y muerte a su alrededor: "eran tan peligrosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino". Llama la atención que, cuando se encuentran con quien puede salvarlos, creen que se trata de alguien que viene a atormentarlos más: “¿Quién te mete a ti en esto, hijo de Dios?”.

Los demonios sí saben quién es Jesús y, por eso, le piden que los arroje al rebaño de cerdos, animales impuros, que, a su vez, se precipitan en el mar, lugar donde, según las concepciones antiguas, habitaban los demonios. Jesús ha restablecido el orden. Cada uno en su lugar: el endemoniado en su casa, con los suyos, nos dirá Marcos; los cerdos -animales impuros- y los demonios, espíritus inmundos, al mar, la cuna de los demonios.

Pero siempre hay alguien que no está de acuerdo o no entiende. En este caso son los vecinos del pueblo quienes piden a Jesús que deje las cosas como estaban. Ellos prefieren el capital - los cerdos- a Jesús –que devuelve la vida al endemoniado a cambio de precipitar los cerdos al mar. Y le ruegan que se vuelva a la otra orilla. Jesús se va, pero antes ha mostrado la liberación que puede recibir quien se encuentre con él, aunque sea pagano.

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Jueves 3 de julio Tomás EVANGELIO Juan 20, 24-29

24Pero Tomás, es decir, Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25Los otros discípulos le decían:

-Hemos visto al Señor en persona. Pero él les dijo: -Como no vea en sus manos la señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de

los clavos y meta mi mano en su costado, no creo. 26Ocho días después estaban de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos.

Llegó Jesús estando las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo: -Paz con vosotros. 27Luego dijo a Tomás: -Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas

incrédulo, sino fiel. 28Reaccionó Tomás diciendo: -¡Señor mío y Dios mío! 29Le dijo Jesús: -¿Has tenido que verme en persona para acabar de creer? Dichosos los que, sin haber

visto, llegan a creer.

COMENTARIOS I

24-25 Pero Tomás, es decir, Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó

Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor en persona». Pero él les dijo: «Como no vea en sus manos la señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de los clavos y meta mi mano en su costado, no creo».

La traducción del nombre de Tomás (Mellizo) había aparecido en 11,16, donde este discípulo manifestó su parecido con Jesús por su prontitud para acompañarlo en la muerte. Al repetir la traducción, el evangelista recuerda los episodios anteriores en que ha aparecido Tomás.

Es uno de los Doce, denominación que en este evangelio ha designado a la comunidad cristiana en cuanto heredera de las promesas de Israel (6,70), pero que ya no la designa después de la muerte-resurrección de Jesús, cuando las promesas se han cumplido (cf. 21,2 siete discípulos, comunidad abierta a todos los pueblos) y Jesús no es ya “el rey de los judíos”, sino el rey universal (cf. 19,19-24).

Tomás no había entendido el sentido de la muerte de Jesús (14,5); la concebía como un final, no como un encuentro con el Padre. Separado de la comunidad (no estaba con ellos) no ha estado presente en el acto de fundación del pueblo de la nueva alianza, no ha participado de la experiencia común, no ha recibido el Espíritu ni, con él, la misión. Permanece en las categorías del pasado (uno de los Doce).

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Para el evangelista, no existe verdadera adhesión a Jesús mientras no se crea en la victoria de la vida. La resurrección es, por eso, el quicio de la fe cristiana. No se reconoce el alcance del amor del Padre mientras no se crea en la calidad de vida que comunica.

La frase jubilosa de los discípulos (Hemos visto al Señor, cf. 20,18) formula su experiencia de Jesús, que los ha transformado infundiéndoles el Espíritu. Existe ya la nueva comunidad humana, liberada del temor, donde brilla el amor gratuito y generoso. Esta nueva realidad muestra por sí sola que Jesús no es una figura del pasado. La existencia de tal comunidad es la prueba de que Jesús vive.

Pero Tomás no acepta el testimonio de los otros discípulos ni le basta ver a la comunidad transformada por el Espíritu. No admite que el que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la permanencia de la vida. Exige una prueba individual y extraordinaria. Las frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos, meter mi dedo, meter mi mano), subrayan estilísticamente su testarudez. No busca a Jesús fuente de vida, sino una reliquia del pasado.

26 Ocho días después estaban de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos.

Llegó Jesús estando las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo: «Paz con vosotros».

Ocho días después: el día permanente de la nueva creación es “primero” (20,1.19) por su novedad y “octavo” (número que simboliza el mundo futuro) por su plenitud. En él va surgiendo el mundo definitivo.

Los discípulos están dentro, es decir, en el lugar de Jesús, en la esfera del Espíritu. El "dentro" es la tierra prometida, distinta del mundo injusto que la rodea. Tomás se ha reintegrado a la comunidad.

El verbo traducido por llegó está en el texto original en presente (llega Jesús), a diferencia del episodio anterior (20,19: llegó). Entonces llegaba Jesús para constituir su comunidad; ahora, en cambio, se trata de su presencia habitual en la reunión de los suyos. Jesús se hace presente al grupo, en el centro, no a Tomás en particular.

Las puertas atrancadas ya no indican temor; trazan la frontera entre la comunidad y el

mundo, al que Jesús no se manifiesta (14,22s). El evangelista no ofrece descripción alguna del encuentro de la comunidad con Jesús.

Menciona solamente el saludo (Paz con vosotros). En el episodio anterior éste abría cada una de las dos partes de la escena. En la primera (20,19-20), precedía al reconocimiento de Jesús por parte de la comunidad; en la segunda (20,21-23), a la misión y el don del Espíritu. Dado que en esta escena no se trata ya del primer encuentro con Jesús, el saludo remite a la segunda parte de la anterior (20,21). Es decir, cada vez que Jesús se hace presente (la mención del "día octavo" alude a la eucaristía), renueva la misión de los suyos comunicándoles su Espíritu.

27 Luego dice a Tomás: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi

costado, y no seas incrédulo, sino fiel». La indicación de posterioridad (Luego) divide la escena; ahora va a tratarse de Tomás.

Unido al grupo, éste se encontrará con Jesús y hallará solución a su problema. Demostrándole su amor, Jesús toma la iniciativa y lo invita a tocarlo. La insistencia del

evangelista en lo físico (dedo, manos, mano, meter, costado) subraya la continuidad entre el pasado y el presente de Jesús: la resurrección no lo ha despojado de su condición humana anterior ni significa el paso a una condición distinta y superior a ella: muestra la condición humana

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llevada a su cumbre, asumiendo toda su his toria precedente. Ésta no ha sido solamente una etapa preliminar; ella ha realizado el estado presente y definitivo de Jesús.

28-29 Reaccionó Tomás diciendo: «¡Señor mío y Dios mío!» Le dijo Jesús: «¿Has tenido

que verme en persona para acabar de creer? Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer». La respuesta de Tomás es tan extrema como su incredulidad anterior. "Señor" y "Maestro"

eran los apelativos que los discípulos usaban para dirigirse a Jesús (13,13) o designarlo (20,2.13, etc.). El Señor es el que lavó los pies a sus discípulos (13,14), anunciando su muerte por ellos, expresión de su máximo amor (15,13); es así como en Jesús ha culminado la condición humana (19,30). Con la expresión Señor mío, Tomás reconoce el amor de Jesús y lo acepta, expresando al mismo tiempo su total adhesión; ve en Jesús el Hombre en su plenitud (el Hijo del hombre) y lo toma por modelo (mío).

Paralelamente , Jesús, con su muerte en la cruz, ha dado remate a la obra del que lo envió (4,34): realizar en el Hombre el amor total y gratuito propio del Padre (17,1). Se ha cumplido el proyecto creador: “un ser divino era el proyecto” (1,1). Tomás descubre en Jesús la plenitud de la condición divina; él es el Hombre-Dios, identificado con el Padre (14,9.20), la realidad divina accesible al hombre (Dios mío).

La experiencia de Tomás no es modelo. Jesús se la concede para evitar que se pierda uno de los que el Padre le ha entregado (17,12; 18,9). Tomás ha invertido los términos: sin escuchar a los otros discípulos ni prestar atención a la nueva realidad creada por el Espíritu, quiere encontrarse con Jesús. Pero a Jesús no se le encuentra sino en esa nueva realidad de amor mutuo, valentía frente al mundo y dedicación al bien de los seres humanos que existe en la comunidad; ella demuestra que está vivo y presente y, por tanto, que ha vencido la muerte. La existencia de esa nueva realidad (sin haber visto) es la que lleva a la fe en Jesús vivo (llegan a creer; cf. 17,21.23).

II

En el evangelio de Juan (11,16), Tomás comparte con Jesús la voluntad de morir con él si fuese necesario y anima a los otros discípulos a hacerlo; por eso es denominado como "mellizo", esto es, parecido a Jesús. Sin embargo, aunque Tomás se había mostrado decidido a morir con Jesús, no oteaba el horizonte de vida que aguardaba a su maestro después de la muerte. Por esto no cree las palabras de los discípulos, cuando le anuncian que han visto a Jesús e, incrédulo, pone una condición que no llegará a cumplir: verlo y tocarlo para creer. Para Tomás, todo acaba con la muerte; la muerte no es, como para Jesús, un paso (que esto significa "pascua") hacia la vida definitiva que se manifiesta en la resurrección.

Ocho día después, Jesús se muestra a la comunidad, esta vez con Tomás, y se dirige a él para invitarlo a cumplir su deseo de tocarlo; a cambio tendrá que escuchar también un reproche de labios del Maestro. Al oír las palabras de Jesús, Tomás no siente ya necesidad de tocar y pronuncia la exclamación que define mejor a Jesús resucitado: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús es Señor de Tomás, pero su señorío no consiste en dominar al discípulo, sino en servirlo ("Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y con razón, porque lo soy. Pues si yo el Señor y el Maestro os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros, Jn 13,13-14). Jesús también es Dios- la primera vez que se le llama así en el Evangelio-, esto es, el proyecto de ser humano plenamente realizado, el ser humano tan abierto a la divinidad que se funde con Dios mismo, que se hace Dios y es Dios en persona, amor puro que ha entregado su vida por todos, como Dios. Y este es el modelo de Tomás que lo llama “Dios mío”.

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[Pero la experiencia de Tomás no es ejemplar. Una vez muerto Jesús, a él no se llega por la vista o por el tacto, sino viviendo la experiencia del amor mutuo en la comunidad. Éste es el único camino seguro de acceso a él. Por eso Jesús pronuncia una última bienaventuranza: “¡Dichosos los que, sin haber visto, han llegado a creer". Esta bienaventuranza va dirigida a todos nosotros que tenemos que descubrir en la práctica del amor al prójimo la presencia viviente del Dios amor y de su mejor manifestación: Jesús, Señor y Dios nuestro. ] Viernes 4 de julio Eliana EVANGELIO Mateo 9, 9-13

9Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

-Sígueme. Se levantó y lo siguió. 10Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de

recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos. 11Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos:

-¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos? 12Jesús lo oyó y dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. 13Id

mejor a aprender lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6): porque no he venido a invitar justos, sino pecadores.

COMENTARIOS I

vv. 9-10: Cuando se marchó Jesús de allí, vio al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado

al mostrador de los impuestos, y le dijo: -Sígueme. Se levantó y lo siguió. El episodio simbólico del paralítico, en el que se ofrece la salvación a todo hombre sin

distinción, se concreta en la llamada de Mateo, el recaudador. Su profesión, por su reconocida codicia y el abuso que hacían de la gente, lo asimilaba a «los pecadores» o «descreídos» y lo excluía de la comunidad de Israel. Mateo está «sentado», instalado en su oficio (el mostrador de los impuestos). Jesús lo invita con una palabra: «Sígueme». Mateo «se levanta», y sigue a Jesús. El seguimiento es la expresión práctica de la fe / adhesión. Según lo dicho por Jesús al paralítico (9,2), su pasado pecador queda borrado. De hecho, Mateo abandona su profesión (se levantó); como el paralítico, comienza una vida nueva.

v. 10: Sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa acudió un buen grupo de recaudadores y descreídos y se reclinaron con él y sus discípulos.

La solemnidad de la fórmula inicial (lit. «y sucedió que estando él reclinado a la mesa en la casa») aconseja referir la frase a Jesús mejor que a Mateo. Por otra parte, esta casa (en griego, oikía) designa varias veces la de Jesús y sus discípulos (9,28; 13,1.36; 17,25). Puede ser, como en Marcos, símbolo de la comunidad de Jesús. En la casa se encuentran reclinados a la mesa -postura propia de

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los hombres libres- Jesús y sus discípulos, pero llegan muchos recaudadores y pecadores y se reclinan con ellos. La comida-banquete es figura del reino de Dios (cf. 8,11). La escena significa, por tanto, que también los excluidos de Israel van a participar de él. La llamada de Mateo ha abierto a «los pecadores» o impíos la puerta del reino de Dios, actualizado en el banquete mesiánico. La «llegada» de los «recaudadores y pecadores» para estar a la mesa con Jesús y los discípulos en el acto de perfecta amistad y comunión, indica que también ellos han dado su adhesión a Jesús y constituyen un nuevo grupo de discípulos. Su fe / adhesión ha cancelado su pasado, son hombres que van a comenzar una nueva vida. No es condición para el reino la buena conducta en el pasado ni la observancia de la Ley judía. Basta la adhesión a Jesús. Nótese que el término «pecadores / descreídos» no designaba sólo a los judíos irreligiosos, que hacían caso omiso de las prescripciones de la Ley, sino también a los paganos. La escena abre, pues, el futuro horizonte misionero de la comunidad.

vv. 11-13: Al ver aquello preguntaron los fariseos a los discípulos: -¿Por qué razón come vuestro maestro con los recaudadores y descreídos? 12Jesús lo oyó y dijo: -No sienten necesidad de médico los que son fuertes, sino los que se encuentran mal. 13Id mejor a aprender lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6): porque no he venido a invitar justos, sino pecadores.

Oposición de los fariseos, los que profesaban la observancia estricta de la Ley se guardaban escrupulosamente del trato y del contacto con las personas impuras (pecadores). Se dirigen a los discípulos y les piden explicaciones sobre la conducta de su maestro. Responde Jesús mismo con una frase proverbial sobre los que necesitan de médico y denuncia la falta de conocimiento de la Escritura que muestran los fariseos, que no comprenden el texto de Os 6,6 (cf. Mt 12,7). Dios requiere el amor al hombre antes que su propio culto (cf. 5,23-24). Esto invierte las categorías de los fariseos, que cifraban su fidelidad a Dios en el cumplimiento exacto de todas las prescripciones de la Ley, pero condenaban severamente a los que no las cumplían (cf. 7,lss). La frase final de Jesús tiene un sentido irónico. «Los justos», que no van a ser llamados por él, son los que creen que no necesitan salvación. El verbo «llamar / invitar» ha sido usado por Mateo para designar el llamamiento de Santiago y Juan, que no pertenecían a la categoría de «los pecadores / descreídos». «Pecadores», por tanto, tiene un sentido amplio. Son aquellos que no están conformes con la situación en que viven, que desean una salvación. «Los justos», por oposición, son los que están satisfechos de sí mismos y no quieren salir del estado en que viven.

II

La elección de Mateo resulta provocativa. Este nuevo maestro, que enseña con autoridad, parece extralimitarse. Para su grupo de discípulos elige a un hombre que ejerce de recaudador de impuestos, un verdadero colaboracionista con el sistema opresor romano, diríamos hoy. Mateo trabaja en un puesto de aduanas. El Ministerio de Hacienda de entonces otorgaba las aduanas al mejor postor, exigiendo un determinado precio por el puesto aduanero. El recaudador de turno establecía los tributos –con frecuencia excesivos-, considerados por la gente como fruto de la codicia y del abuso. Las gentes de bien de entonces colocaban a los recaudadores entre los pecadores, las prostitutas y los ladrones. Sin embargo, Jesús invita a Mateo a formar parte de un grupo que no sólo no robará, sino que tendrá la capacidad de entregarse por entero a los demás, a cambio de nada, por amor. El recaudador Mateo oye la llamada de Jesús y abandona su profesión, tal vez sin saber, a dónde le llevaría el nuevo camino. Pero Jesús no sólo elige a Mateo, sino que se sienta a la mesa con recaudadores y descreídos provocando el escándalo de los fariseos: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Estos, no atreviéndose a encararse con Jesús, piden explicación a los discípulos: “¿Se puede saber por qué come su maestro con los recaudadores y

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descreídos?”. Y Jesús, que se da cuenta, sale al paso con ironía: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos”. ¿Quiénes son los sanos? ¿Quiénes los enfermos? Los fariseos, que se creen sanos, tal vez no lo sean tanto: centrada su vida en cumplir escrupulosamente la ley se han separado del trato y del contacto con el pueblo sencillo al que consideran impuro; girando su vida en torno al culto, se han separado de quienes más necesitan de su amor y de su solidaridad, los enfermos. Y Jesús les recuerda la frase de Isaías: “corazón quiero, y no sacrificios”, esto es, amor y no ayunos, amor antes que culto, o culto, en todo caso, que sea expresión del amor. [Ta l vez los fariseos y los que entienden la religión como una relación directa con Dios que no pasa por la vida ni por el prójimo, sean los enfermos, los más necesitados de salvación. Los pecadores, los recaudadores, prostitutas y ladrones, que se sientan a la mesa de Jesús, formando comunidad de vida, tal vez estén ya salvados o en el camino de la salvación...] Sábado 5 de julio Berta EVANGELIO Mt 9, 14-17

14Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: -Nosotros y los fariseos ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan? 15Jesús les contestó: -¿Pueden estar de luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día

en que les arrebaten al novio y entonces ayunarán. 16Nadie echa una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado, porque el remiendo tira del manto y deja un roto peor. 17Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, revientan los odres: el vino se derrama y los odres se echan a perder; no, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.

COMENTARIOS I

v. 14: Se acercaron entonces los discípulos de Juan a preguntarle: -Nosotros y los fariseos

ayunamos a menudo, ¿por qué razón tus discípulos no ayunan? Juan Bautista está ya en la cárcel (4,12). Según la presentación que ha hecho Mt, Juan no ha

pretendido hacer discípulos ni fundar escuela; su papel era de mero precursor (3,11). Aparecen ahora, sin embargo, «los discípulos de Juan», que mantienen su adhesión a él. »Discípulos» son los que siguen la doctrina de un maestro; éstos han conferido a Juan ese papel. Éstos quieren perpetuar su figura y doctrina, absolutizándolas, contradiciendo a su carácter de precursor. De hecho, no llaman a Jesús «Maestro».

La práctica religiosa de los discípulos de Juan se ha asimilado a la de los fariseos. El papel renovador de Juan y su oposición a los fariseos, a quienes calificó de «camada de víboras» (3,7), han sido olvidados por sus discípulos. Estos han integrado a Juan en el antiguo sistema. Reprochan a Jesús no atenerse a la tradición ascética de los grupos observantes de Israel. Consideran indiscutible que para formar a los discípulos hay que imponerles una severa disciplina.

v. 15: Jesús les contestó: -¿Pueden estar de luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que les arrebaten al novio y entonces ayunarán.

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La respuesta de Jesús enfoca la cuestión desde un punto de vista completamente distinto. Compara su convivencia con los discípulos a un banquete de bodas, donde él representa al novio / esposo. Los discípulos son «los amigos del Esposo» (lit.: «los hijos del tálamo o de la sala del banquete», modismo semítico para designar a los amigos íntimos del novio, que se ocupaban de todo lo necesario para la celebración de la boda y de animar la fiesta).

La denominación «el Esposo» enlaza con las palabras de Juan Bautista «yo no merezco ni quitarle las sandalias» (3,11). «El Esposo» o marido era designación de Dios en el AT dentro del simbolismo de la alianza como unión nupcial entre Dios y el pueblo (Os 2). Como lo indicaba ya Juan, Jesús asume esa función; nueva transferencia de una función divina a Jesús, «el Dios entre nosotros» (1,23). La imagen del Esposo supone el cambio de alianza (cf. Jr 31,31-34). Características de ésta son la amistad, la intimidad, la alegría y la libertad. «Los amigos del Esposo» no están sujetos a una disciplina; su actividad se ejerce en la libertad, guiada por el amor al amigo. Ésta es la relación del hombre con Dios en la nueva alianza: el alegre servicio guiado por la adhesión a Jesús, que es amistad con él. Siendo el ayuno expresión de tristeza, es incompatible con la presencia de Jesús. Llegarán días, sin embargo, en que el ayuno esté justificado, cuando los discípulos se vean privados de la presencia del amigo («el día en que les arrebaten al novio»).

vv. 16-17: Nadie echa una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado, porque el remiendo tira del manto y deja un roto peor. 17Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque, si no, revientan los odres: el vino se derrama y los odres se echan a perder; no, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.

La pregunta de los discípulos de Juan mostraba su extrañeza y escándalo porque Jesús no imponía a sus discípulos la disciplina ascética tradicional. Jesús les explica ahora la razón usando dos comparaciones, la de la pieza de paño nuevo en un vestido viejo y la de los odres y el vino. Lo viejo y lo nuevo son incompatibles; todo compromiso lleva al fracaso y a la ruina de ambos. Con su presencia comienza una época de novedad radical.

Esta perícopa está íntimamente ligada a las anteriores y cons tituye el centro de esta sección. Jesús llama al reino de Dios a «los pecadores», término que incluye a los paganos en su significado y en la futura realización del reino. Jesús afirma que en la comunidad mesiánica (Mesías-Esposo) no se va a imponer a sus discípulos la praxis religiosa judía. Las antiguas instituciones y prácticas, que pertenecen a la tradición cultural de un pueblo, no pueden adaptarse en absoluto a la universalidad de la comunidad mesiánica. Lo mismo que para entrar en el reino la única condición es la adhesión a Jesús, así lo es también para pertenecer a él. Jesús libera a los futuros discípulos procedentes del paganismo de toda dependencia de la cultura judía. El antiguo Israel ha pasado, y sus instituciones con él.

Es de notar que Jesús considera el ayuno no como una práctica religiosa, sino como expresión personal de tristeza. Es un hecho lo que puede llevar a los discípulos a ayunar: la ausencia del Esposo, que tendrá lugar en su pasión y muerte. Una vez resucitado, su presencia será continua (28,20). El ayuno no tiene relación con Dios: como las lágrimas, es una expresión de la tristeza, que el hombre practicará cuando tenga motivo para ello.

Los fariseos y discípulos del Bautista continúan sus ayunos porque no han reconocido en Jesús al Esposo-Mesías. Su ayuno es señal de su rechazo de Jesús.

II

Decía Santa Teresa que "un santo triste es un triste santo". Santidad y tristeza están reñidas. Para mucha gente, sin embargo, los cristianos han sido verdaderos aguafiestas, gente que veía peligros en todo; que, en lugar de alegrar la vida de los demás, la llenaba de perturbación y preocupación. ¡Qué equivocados estamos! Así eran los fariseos. Con el deseo de agradar a Dios,

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ayunaban mucho más de lo que estaba mandado: dos veces por semana, mientras sólo era obligatorio una vez al año, el día de la purificación (Yom kippur). Jesús parece no estar de acuerdo con esta vida de negación de lo corporal y de mortificación, al no enseñar a sus discípulos estas prácticas religiosas. Él ha venido a celebrar las bodas de Dios con el pueblo; en estas bodas -símbolo de alegría, vida y fecundidad- Jesús es el esposo, y mientras se celebran, no hay lugar para la penitencia y la ascética inútil. La única práctica permitida a los esposos es la del amor sin límite. Y, por esto, Jesús responde a la acusación que le hacen: ¿Pueden estar de luto los amigos del novio mientras dura la boda? Ayunarán cuando pierdan al esposo, el día de su muerte, pero será un día tan pasajero como el tiempo que Jesús estaría en el sepulcro.

Domingo 6 de julio María Goretti

DECIMO CUARTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura: Ez 2, 2-5 Salmo responsorial: 122, 1-4

Segunda lectura: 2 Cor 12, 7-10 EVANGELIO Marcos 6, 1-6 6,1 Y salió de aquel lugar. Fue a su tierra, seguido de sus discípulos. 2Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga; la mayoría, al oírlo, se decía impresionada:

-¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste, y qué portentos son esos que le salen de las manos? 3¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?

Y se escandalizaban de él. 4Jesús les dijo: -Sólo en su tierra, entre sus pan entes y en su casa desprecian a un profeta. No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos enfermos

aplicándoles las manos. 6y estaba sorprendido de su falta de fe. Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.

*Atención: sólo tres comentarios. Falta el de Jesús Peláez, porque no está en el libro.

COMENTARIOS I

Creer en Dios resulta relativamente fácil. Sobre todo si nos hacemos un Dios a nuestra

medida y lo enviamos a un cielo lejano, muy lejano Pero, en Jesús; Dios quiso venirse a nuestro lado, ser uno más, uno del pueblo Pero eso, para creer en el Dios de Jesús, hay que aceptar que a él sólo se puede llegar por el Hombre. Y quizá por eso resulta un poco más difícil creer en el Dios de Jesús.

ZAPATERO, ¡A TUS ZAPATOS! Tanto tienes... tanto vales. La sabiduría popular ha retratado una vez más la realidad social

en la que nos movemos y en la que el valor de cada persona se mide por el peso de su billetero,

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por los títulos académicos o de cualquier otra clase, de los que puede presumir, por el poder que ostenta, por el número de subordinados a los que puede mandar, por la influencia que posee, por la cuna de la que procede...

A quien no tiene nada de eso no se le escucha. No se le tiene en cuenta. ¿Qué puede ofrecer alguien que no ha conseguido triunfar en la vida? ¿Que tiene un corazón que no le cabe en el pecho? ¿Que la vida le ha enseñado a conocer el alma humana? Poco importan la bondad, la experiencia, los argumentos o las razones

Zapatero, ¡a tus zapatos! ¿Y por qué un zapatero no puede hablar de arte.. o de cómo es el

corazón del hombre? También Jesús, hijo del pueblo, tuvo que soportar las consecuencias de esta manera de

pensar.

EL CARPINTERO Fue a su tierra, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la

sinagoga; la mayoría, al oírlo, se decía impresionada: ¿De dónde le vienen a éste estas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste y

qué portentos son esos que salen de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?

Se presentó en su tierra (por el contexto se supone que se trata de Nazaret, su pueblo, pero

Marcos no lo nombra, pues aquí está representando a toda la tierra de Israel, que, a pesar de lo mostrado en el episodio anterior, no acepta a Jesús), donde había pasado la mayor parte de sus años.

Llega como maestro, acompañado de un grupo de discípulos. Antes que él seguramente que había llegado, también allí, la fama de las cosas que decía y que hacía: que se había distanciado de la doctrina oficial (Mc 1,22), que no observaba las tradiciones religiosas (Mc 1,39-45; 2,23-3,6), que trataba con gente poco recomendable (Mc 2,14.15-17), que hablaba de un nue-vo pueblo de Dios al que podrían incorporarse gentes de todas las naciones (Mc 2,1-13.18-21; 3,13-19). Seguro que hasta allí habían llegado las calumnias y las descalificaciones puestas en circulación por los enviados de Jerusalén (Mc 3,22-30), centro del poder religioso... Por eso habían llegado a decir que estaba loco, y por eso habían ido su madre y sus parientes más cercanos a buscarlo (Mc 3,21), y él parece que se había negado a recibirlos (Mc 3,31-35). También había llegado a su tierra la fama de otras cosas que hacía: por donde pasaba brotaba la libertad (Mc 1,21b-28.39; 2,23-27; 5,1-20), los hombres recuperaban su dignidad (Mc 1,40-45; 3,1-6) y sobreabundaba la vida (Mc 1,29-34; 5,24-43). Pero allí, en su tierra, no le hicieron caso.

Primero, le hicieron el vacío: nadie se le acercó hasta que él fue el sábado a la sinagoga, en donde estaban todos reunidos; y, aunque lo que dijo les impresionó, no se lo creyeron: ¡el carpintero, dándoselas de maestro y de profeta! ¿De qué universidad habrá salido? En la sinagoga de Cafarnaún (Mc 1,22.27-28) reconocieron su autoridad en cuanto que lo escucharon. En su tierra no. No tiene títulos, y llegan a insinuar que su actividad, la libertad, la dignidad y la vida que lleva y comunica por dondequiera que pasa, podía provenir de fuerzas inconfesables: «¿... qué portentos son esos que salen de sus manos?» Lo acusan de ser un mago, de practicar la magia negra.

ALLI NO LE FUE POSIBLE Jesús les dijo: -Sólo en su tierra, entre sus parientes y en su casa, desprecian a un profeta.

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No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó unos pocos enfermos aplicándoles las manos. Y estaba sorprendido de su falta de fe.

Jesús iba haciendo el bien, liberando a hombres y mujeres de todas sus esclavitudes, de

todos sus padecimientos. Porque Dios actuaba en él. Pero en su pueblo le fue imposible. Jesús, ante la reacción de los suyos, reafirma, llamándose a sí mismo profeta, que su

enseñanza y su actividad están respaldadas por el mismo Dios en el que dicen creer (están en la sinagoga, recinto religioso). Sus enseñanzas, que acaban de escuchar impresionados, no son un invento suyo: les habla en nombre del Dios que ya había hablado por los profetas en la antigüedad, profetas que fueron rechazados como él por su pueblo (Is 18,7-13; 30,8-12; Jr 12,6; 18,18-20; 20,7-10; Ez 2,2-7; Am 7,10).

Pero no reniega de su origen, de su tierra, de su casa, de sus hermanos; no reniega de su ser de hombre de pueblo que ha trabajado, que ha sudado entre aquellos que acaban de escucharlo y que ahora lo rechazan, no porque no estén de acuerdo con lo que dice, no porque no sea evidente que va por todas partes haciendo el bien, sino porque uno de ellos, con su misma piel, con los mismos callos en sus manos..., porque es el carpintero.

No, no pudo hacer nada en su pueblo; sólo alguna curación. Porque les faltaba la primera condición para poder recibir algo de Dios: la fe. Y ellos, aunque decían que tenían fe en Dios, no podían tener fe en el Dios de Jesús porque les faltaba... fe en el hombre.

II

v. l b: Fue a su tierra, seguido de sus discípulos. Por primera vez después de la constitución del nuevo Israel (3,13-19) va a reanudar Jesús el

contacto con el público de las sinagogas de Galilea. En la primera ocasión en que tuvo ese contacto la reacción fue favorable (1,21b-28); en la segunda intentó liberar al pueblo de la opresión legalista (3,1-7a). Ahora, cuando ya ha propuesto su alternativa para los oprimidos paganos y los de Israel, vuelve al ámbito de la sinagoga para exponer esa alternativa a los integrados en ella, esperando que le den su adhesión.

No se nombra a Nazaret, porque su tierra / su patria es el pueblo judío y, en particular, Galilea: esta sinagoga representa todas las de esa región, donde Jesús ha ejercido su actividad (1,39). Cuando llega a «su tierra», sin embargo, nadie acude a él (cf. 2,ls; 4,1; 5,20), insinuándose ya el rechazo que va a experimentar.

v. 2: Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga: la mayoría, al oírlo, decían impresionados: «¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste, y qué clase de fuerzas son esas que le salen de las manos?»

El primer contacto con la gente lo tiene el día de precepto, en el que todos están obligados a asistir al culto sinagogal. La escena tipifica la actitud hacia Jesús de la mayoría del pueblo practicante, que está identificado con la postura de los letrados (3,22).

Están de nuevo impresionados por su enseñanza, pero no reconocen que su autoridad sea la del Espíritu. Cuando hablan de él, no pronuncian su nombre, lo designan sólo con pronombres despectivos para su persona y su actividad (éste, eso). Si ahora no ven que su autoridad provenga de Dios (¿De dónde le vienen a éste esas cosas?), se deduce que no puede ser más que del demonio (c£ 3,22: agente de Belcebú); por eso dan sentido peyorativo a su saber (magia) y lo mismo a su actividad (no «hace» prodigios, le salen, como instrumento de otro).

v. 3 «¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?» Y se escandalizaban de él.

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Lo llaman entre ellos el hijo de María, como si fuese indigno de llamarse hijo de un padre, y lo equiparan a sus parientes más próximos (sus hermanos, sus hermanas); les resulta intolerable que uno como ellos, sin títulos reconocidos, se erija en maestro y actúe como lo hace. El rechazo de los judíos practicantes es así total.

El cambio de actitud respecto al pasado se debe a que, en el interva lo, el centro de la institución religiosa ha emanado sentencia contra Jesús (3,22.30), y los que una vez habían reconocido en él la autoridad del Espíritu (1,22), se han plegado a esta sentencia. Los fieles de la sinagoga se han identificado de nuevo con los letrados, sus opresores; la institución religiosa, a la que ellos mismos inicialmente habían negado crédito (1,22), ha vuelto a imponerles su autoridad. Se les ha dicho taxativamente que, a pesar de las acciones que realiza, Jesús, que integra en su co-munidad a los «impuros» y niega validez a las instituciones y a los ideales de Israel, no puede ser un enviado de Dios, sino un enemigo suyo (3,22). En consecuencia, el que al principio habían visto como un profeta no es ahora para ellos más que un impostor, un agente del demonio.

vv. 4-5: Jesús les dijo: «No hay profeta despreciado, excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados aplicándoles las manos.

Jesús, por su parte, se presenta como profeta, es decir, como inspirado por el Espíritu de Dios, desmintiendo la acusación de magia, pero la falta de fe impide casi completamente su actividad (curó a unos pocos postrados).

v. 6: Y estaba sorprendido de su falta de fe. Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.

Queda sorprendido ante semejante retroceso. No volverá a pisar una sinagoga. No hay nada que hacer con los sometidos a la institución religiosa: han estado tanto tiempo sin criterio propio (infantilismo) que no se fían de sí mismos ni de su experiencia y, en cuanto sus dirigentes emiten un juicio contrario a ella, los siguen sin vacilar.

Sin embargo, no todo está perdido: hay mucha gente del pueblo alejada de la institución religiosa; de hecho, los que están en la «periferia» siguen escuchando su enseñanza.

III

Cuando me habló, un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba. Él me dijo: “Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: «Así habla el Señor». Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.

Comentario En Israel es característica la relación entre el profeta y el “espíritu de Yahvé”. La ruah de

Dios es la que da fuerzas al elegido para poder desempeñar su misión. Es el espíritu, en este caso, el que lo fortifica para mantenerse de pie en este momento tan sublime. Nadie es profeta por su cuenta. Ese espíritu es lo que no tienen los falsos profetas. En este caso nos encontramos con la vocación de uno de los más grandes profetas de Israel, Ezequiel. Elegido y enviado a un pueblo rebelde.

El relato de la vocación de Ezequiel, propiamente, lo encontramos en los capítulos 1 al 3. Este relato es sólo un fragmento. El capítulo primero presenta una visión y los dos segundos un

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discurso de Dios al profeta, centrado en el espíritu. El término “hijo de hombre” parece marcar los ritmos de la unidad.

Para ser precisos, Ezequiel no es enviado “al pueblo” sino a la élite que se encuentra en el destierro en Babilonia, ya que los pobres, la “gente de la tierra” (término que progresivamente se irá utilizando de un modo cada vez más despectivo, ver Jn 7,49) permanecía en Palestina, y un grupo había huido a Egipto.

Como es frecuente en Ezequiel, Dios lo llama “hijo de hombre” (lit. “hijo de Adan”). Como tal es un término sencillo para decir simplemente “hombre”, pero el término irá siendo utilizado más tardíamente por la literatura apocalíptica para referir a un personaje celestial o simbólico: en Daniel 7,13 el “hijo de hombre” es una figura simbólica, como lo son las bestias. En este caso el contraste es evidente, entre figuras que simbolizan el mal, y simbolizan pueblos, y este “hombre” que también simboliza “el pueblo de los santos del Altísimo” (7,27), es decir Israel. Pero esa figura se irá “personalizando” y en libros apócrifos apocalípticos como el 1 de Henoc dirá: “Me respondió así: -Este es el Hijo del hombre, de quien era la justicia y la justicia moraba con él. El revelará todos los tesoros de lo oculto, pues el Señor de los espíritus lo ha elegido, y es aquel cuya suerte es superior a todos eternamente por su rectitud ante el Señor de los espíritus. Este Hijo del hombre que has visto levantará a los reyes y poderosos de sus lechos y a los fuertes de sus asientos, aflojará las bridas de los poderosos y destrozará los dientes de los pecadores. Echará a los reyes de sus tronos y reinos, porque no lo exaltan ni alaban, ni dan gracias porque se les ha dado el reino. Humillará el rostro de los poderosos y los llenará de vergüenza: la tiniebla será su morada; gusanos, su lecho; y no tendrán esperanza de levantarse de él, porque no exaltan el nombre del Señor de los espíritus” (46,3-6). Por eso, con el tiempo la imagen del “hijo de hombre” se irá identificando, en algunos círculos, con el Mesías esperado. El relato, en este caso, marca un contraste interesante entre la fragilidad de la humanidad y la gloria eminente de Dios que acaba de presentar en la visión en la que se nos ha introducido luminosamente (cap.1).

También es importante notar que el llamado profético es para “hablar en nombre de Dios”. En relato no nos dice qué debe predicar Ezequiel, sino simplemente decir “así habla Yahvé”. El profeta no es uno que habla por su cuenta, sino uno que habla de aquello que Dios le ha encargado predicar. En este sentido, el hijo de hombre ya no lleva el apellido de su padre, Buzí sino que ahora “lleva el apellido de los hombres” (Sicre), débil y mortal que habla en nombre de Dios, conciente que “no quieren escucharte a ti porque no quieren escucharme a mí” (3,7) pero movido por la fuerza de la ruah, el espíritu de Dios.

Finalmente, señalemos que la vocación, como lo será la de Isaías (cap.6)y la de Jeremías (cap.1) (los otros dos relatos de vocación que conservamos, aunque ver también Amós 7,14-17) es una vocación “al fracaso”. Ezequiel debe hablar lo “escuchen o no lo escuchen”. Y, sabiendo que es una “casa de rebeldía”, “escorpiones” (v.6), ciertamente será más probable lo segundo. Pero lo que importa del profeta no es él mismo sino su misión: hablar en nombre de Yahvé, y si él lo hace, aunque no le presten atención, “sabrán que hay un profeta”. Hay uno que habla en nombre de Dios, y de ese modo es evidente y patente la desobediencia.

Las palabras contra Israel son muy duras: son “la nación de los rebeldes”, “se han rebelado”, “son contumaces”, de “cabeza dura y corazón empedernido”, “casa de rebeldía”. La acumulación de críticas por un lado no da esperanza a la misión del profeta, pero por otra parte adelantan un juicio sobre el pueblo. Más adelante se nos dirá que el profeta es como un centinela en una torre. Siempre está latente la posibilidad de que lo escuchen o no, pero la responsabilidad del vigía es avisar. En este caso de parte de Dios (3,16-21). El pueblo juega su suerte según escuche o no al profeta.

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Salmo responsorial: 122, 1-4 Texto: “Nuestros ojos miran al Señor” Levanto mis ojos hacia ti, que habitas en el cielo. Como los ojos de los servidores están

fijos en las manos de su señor, y los ojos de la servidora en las manos de su dueña: así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, hasta que se apiade de nosotros. ¡Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros, porque estamos hartos de desprecios! Nuestra alma está saturada de la burla de los arrogantes, del desprecio de los orgullosos.

Comentario El salmo se divide claramente en tres partes. La primera, centrada en los ojos y las manos,

la segunda centrada en la piedad que se espera y la tercera en la hartura de los desprecios. El eje está puesto en el “hasta que” donde se pone un límite a la situación.

Los arrogantes y orgullosos -quizá los pueblos que oprimen a Israel; de hecho así fue leído más tarde: “los orgullosos griegos”- oprimen al pueblo (notar el paso de “mis ojos” a “nuestros ojos”). El orante habla en nombre del pueblo. Sabe que en nadie le queda confiar, sólo en Dios. Con esa confianza en Dios dirige la oración, presentada como ojos que se levantan. Él mismo se revela como un siervo (palabra que puede significar “esclavo”, pero también los fieles; la idea fundamental es la de la obediencia) que tiene la mirada fija en las manos del Señor esperando que las abra derramando sus dones.

El salmo pone en movimiento la espiritualidad de los pobres de Yahvé que saben que de las manos de Dios pueden esperar liberación y justicia, y la aniquilación de los soberbios y los poderosos. Las manos de Dios se caracterizan por su fuerza y su obra liberadora (Ex 3,20; Sal 21,9; aunque generalmente se refiere a “mano” en singular, salvo Ex 15,17 y Sal 8,7 donde usa el prural creador y liberador); es en ellas que pone su esperanza el siervo.

Es interesante la paradoja entre la “piedad” o “misericordia” de Dios y el “orgullo” de los opresores. La raíz hebrea de “orgullo” es g’h que supone “ensalzarse”, “elevarse”, en cambio la raíz de “piedad” es hnn que indica “plegarse, abajarse”. Así, mientras los poderosos se elevan por sobre el pueblo de Dios, Yahvé se abaja hacia él. Este abajamiento es “la raíz de la liberación, porque el hombre sobre el cual Dios ‘se ha abajado’ puede alzarse glorioso y vencedor” (Ravasi). Dios se abaja hacia el hombre para alzarlo, esa es la característica de la gracia (“gracia” -en griego járis- traduce la Biblia griega el término hnn). Es característico que Dios se abaja (51 veces en los Salmos, de las 56 veces que lo encontramos en la Biblia) sobre la debilidad e impotencia del orante.

La saciedad, no es en este caso la de los “satisfechos” (ver Is 32,9; Am 6,1; Zac 1,15 donde se repite esta idea: los que están satisfechos, confiados de su situación y nada les queda esperar) sino la de los oprimidos. Una saciedad nauseabunda (hartos) por lo que los siervos, amigos de Dios sólo pueden esperar su intervención liberadora. La confianza de los pobres de Yahvé radica en la certeza de que llegará pronto el momento (“hasta que”) en que Dios abrirá su mano y derramará sus bienes, sus dones liberadores sobre los justos y pobres, que son sus protegidos.

2 Cor 12, 7-10 Texto: “Mi fuerza triunfa en la debilidad” Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en

mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me

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respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad». Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Comentario Dios se abaja sobre el débil. El potente corre el riesgo, siempre idolátrico, de confiar en su

capacidad, de creer que puede, de enorgullecerse. Al débil sólo le queda confiar en Dios. Ese es su motivo de orgullo. “Enorgullecerse” o “gloriarse” es un tema muy importante en esta carta; Pablo quiere evitar todo enorgullecimiento, pero si por algún motivo, o en alguna circunstancia debemos gloriarnos que sea “en el Señor” (10,17; ver 1 Cor 1,31).

La pedagogía de Dios se manifiesta claramente en la cruz, y Pablo se revela como un “apóstol crucificado”. Es en la cruz de Cristo donde la gracia de Dios se manifiesta plenamente, y es en la “cruz de Pablo” donde puede “enorgullecerse”, porque no corre riesgo alguno de poner la confianza donde no debiera, de “envanecerse”. Toda la pequeña lista de dolores, que resume la más ampliada de 11,21b-12,6, no son sino una “participación” de los dolores de Cristo. Y la fuerza absoluta del Señor, que se manifiesta en la cruz, donde “la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” (1 Cor 1,25), permite que Pablo sea Apóstol (otro tema central de la carta, especialmente en esta parte), y no falso apóstol, como los que se jactan de sus capacidades, los milagros o las revelaciones.

No sabemos a qué se refiere con “aguijón de la carne”: se ha pensado en algo físico (una enfermedad evidente y desagradable, como la epilepsia, o que obstaculiza la predicación, como la tartamudez, o cosa semejante) o algo simbólico (la no conversión del pueblo judío, por ejemplo). Ese aguijón es responsabilidad de “un ángel de Satanás” (la voz pasiva hace pensar en Dios, pero posiblemente aquí refiera a Satanás), por lo que debe pensarse en algo concreto. El uso del tiempo aoristo (que hace referencia a un momento puntual) invita a pensar en una circunstancia concreta. Es la expresión de la debilidad de Pablo -su cruz- y es allí donde se manifiesta la fuerza divina.

Ciertamente esto no es fácil para el mismo Pablo. Tres veces se vio ante la angustia, o la necesidad de pedir que su situación cambie, pero el llamado no es para Pablo, sino para el pueblo, y al servicio de Cristo. El apóstol es simplemente un intermediario. Y para que el mensaje llegue en toda su fidelidad, es importante que no “aparezca” demasiado el mensajero. Al fin y al cabo, todas estas manifestaciones de la cruz son un “fruto” de su amor a Cristo. Como ocurre con el mismo Cristo, muchos se oponen al anuncio del Evangelio, y esa oposición es signo de la fidelidad, es consecuencia del amor.

Es importante la insistencia en la “debilidad” (asthéneia) de Pablo; esa debilidad es evidente, conocida de todos (“aguijón”). Pablo, sin embargo, no teme en manifestarla ya que sabe que es ocasión para que Dios se abaje hacia él, y hacia su ministerio, y lo eleve. El éxito apostólico de Pablo no radica en los kilómetros recorridos, las comunidades fundadas o las personas convertidas: su éxito es su debilidad, el resto es obra de Dios, “poder de Cristo”, y la evidente debilidad de Pablo -sea esta lo que fuere- lo revela. Las comunidades, y la evangelización no son “éxito” de Pablo, sino de Cristo.

Mc 6, 1-6 Texto: “Un profeta es despreciado en su pueblo y en su casa” Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el

sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y

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decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

Comentario Toda la primera parte del Evangelio de Marcos, hasta la “gran crisis” (8,27-30) se suele

dividir en tres partes. Cada una de ellas es comenzada por un resumen de la actividad de Jesús, y después por una referencia a los discípulos; luego, cada unidad va mostrando cómo se desencadena el conflicto que conducirá a Jesús a la cruz; de ese conflicto hablará claramente, “abiertamente”, la segunda parte (8,31 en adelante). La primera revela que la dirigencia judía no puede comprenderlo, y “fariseos y herodianos se confabularon para matarle” (3,6). En la segunda, el conflicto tiene que ver con “los suyos”, “su patria”, “su casa” (ver 3,20-21 y 6,4). La tercera ya nos preparará a su muerte, anticipada por la ejecución del Bautista. El relato que hoy comentamos es la unidad conclusiva de esta segunda parte (y se agrega el breve resumen que da comienzo a la tercera: “Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente” [6,6b]).

Si a “este” lo conocemos bien, ¿de dónde le viene la capacidad? Pero la pregunta no es para saber el origen, sino para poner en duda esa autoridad, el origen de la palabra que él pronuncia. Es una pregunta de descreimiento (falta de fe), y por eso “no puede” hacer allí milagros (el texto en griego juega de un modo muy interesante con las palabras: podría traducirse por “no podía [edúnato] hacer su poder [dúnamin]”).

Es evidente que los signos de Jesús (frecuentemente conocidos como “milagros”, pero en realidad “expresiones de poder”) manifiestan su misión, es decir, su predicación del Reino (ver Lc 11,20), y por ello están en relación directa con la fe. Jesús va por los pueblos predicando, “enseñando” (didaskein). Este verbo es interesante en Marcos ya que siempre tiene a Jesús por sujeto salvo en dos oportunidades: en una (6,30), enseñan los Doce, enviados por Jesús con autoridad (exousía), en la otra (7,7) Jesús se dirige a los fariseos como “hipócritas” y cita a Isaías (29,13) diciéndoles que honran a Dios con los labios, no con el corazón ya que “enseñan doctrinas que son preceptos de hombres”. Sólo Jesús, el enviado de Dios, puede enseñar, o también quienes se dejan a su vez enseñar por él, los demás enseñan palabras huecas, se apartan del camino de Dios.

La lista de la parentela de Jesús revela, fundamentalmente, que es una persona conocida en su pueblo. Precisamente por ser conocido “no tiene autoridad” para hablar. Es “el carpintero” (o mejor un “trabajador manual”, téktôn), son manos para trabajar materiales sólidos, no para obrar “signos de poder”. Es “de los nuestros “ no puede “enseñar” con “sabiduría”. Por eso es motivo de escándalo, de tropiezo.

Pero el dicho de Jesús, (probablemente una palabra que se remonta al Jesús histórico) no sólo revela que no fue honrado en su “patria”, sino que él mismo lo relaciona con la suerte de los profetas. Es lo más probable que Jesús viera su ministerio como profético, y sus signos en la misma sintonía. Estamos en un tiempo sin profetas, y un profeta era esperado, por muchos, como predecesor del mesías, o de los tiempos mesiánicos. Para Marcos y Mateo especialmente, ese profeta es Juan, pero eso no quita que Jesús se manifieste con características proféticas. Jesús, como muchos, o todos los profetas, es rechazado. Su palabra no es seguida, pero eso no significa que su palabra sea hueca, o palabra de hombres. Jesús predica un Dios que se ha decidido a reinar, que quiere realizar su voluntad entre los hombres. Como los profetas, Jesús anuncia la

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voluntad de Dios, de un Dios que él revela como padre (abbá); como los profetas, Jesús puede hablar “en nombre de Dios” porque está en sintonía con Él; como los profetas, Jesús enseña los caminos de Dios, frecuentemente rechazados por los hombres; y como los profetas, Jesús es frecuentemente rechazado por ello, no es honrado y su vida se encamina al fracaso, y a la cruz. Pero como “más que un profeta”, ante ese fracaso, Dios todavía tiene una palabra por decir, y la dirá en la Pascua.

Reflexión Los estudiosos suelen decir que la primera parte del Evangelio de Marcos (que termina en

la "Confesión de Pedro") se divide en varias partes más pequeñas; cada una de estas partes empieza con un resumen - llamado habitualmente "sumario"- de la vida de Jesús; después de cada una de ellas viene una referencia a los apóstoles. En este esquema, el Evangelio de hoy es el fin de la segunda de las tres pequeñas partes que se caracterizan por un aumento progresivo en el conflicto que Jesús produce al encontrarse con él. El texto marca un punto clave: Jesús -que es presentado aquí como profeta- se encuentra con la absoluta falta de fe de los suyos, sus amigos y parientes. El "fracaso" de Jesús se va acentuando: en la tercera parte ya se empieza a presentir la "derrota" del Señor anticipada en la muerte del Bautista.

Es característico del Evangelio de Marcos presentar a sus destinatarios el aparente fracaso, la soledad, el escándalo de la cruz de Jesús. Esa cruz es la que comparten con él todos los perseguidos a causa de su nombre, como lo es la comunidad de Marcos. En toda la segunda parte de este Evangelio lo encontraremos al Señor tratando -a solas con los suyos- de revelarles el sentido de un "Mesías crucificado" que será plenamente descubierto por el Centurión -en la ausencia de cualquier signo exterior que lo justifique- como el "Hijo de Dios".

Los habitantes de Nazareth no dan crédito a sus oídos: ¿de dónde le viene esto que enseña en la sinagoga? "Si a éste lo conocemos y conocemos a toda su parentela". La sabiduría con la que habla, los signos del Reino que salen de su vida, no parecen coherentes con lo que ellos conocen. Allí está el problema: "con lo que ellos conocen". Es que la novedad de Dios siempre está más allá de lo conocido, siempre más allá de lo aparentemente "sabido"; pero no un más allá “celestial”, sino un “más allá” de lo que esperábamos, pero “más acá” de lo que imaginábamos; no estamos lejos de la alegría de Jesús porque “Dios ocultó estas cosas a los sabios y prudentes y se las reveló a los sencillos”, no estamos lejos de la incomprensión de las parábolas: no por difíciles, sino precisamente por lo contrario, por sencillas. El "Dios siempre mayor" desconcierta, y esto lleva a que falte la fe si no estamos abiertos a la gratuidad y a la eterna novedad de Dios, a su cercanía. Por eso, por la falta de fe, Jesús "no podía hacer allí ningún milagro"; quienes no descubren en Él los signos del Reino no podrán crecer en su fe, y no descubrirán, entonces, que Jesús es el enviado de Dios, el profeta que viene a anunciar un Reino de Buenas Noticias. Esto es escándalo para quienes no pueden aceptar a Jesús, porque "nadie es profeta en su tierra". Y quizás, también nos escandalice a nosotros... ¿o no?

Jesús es mirado con los ojos de los paisanos como “uno más”. No han sabido ver en él a un profeta. Un profeta es uno que habla “en nombre de Dios”, y cuesta mucho escuchar sus palabras como “palabra de Dios”; cuesta mucho reconocer en quien es visto como “uno de nosotros” a uno que Dios ha elegido y enviado. Cuesta pensar que estos tiempos que vivimos son tiempos especiales y preparados por Dios (kairós) desde siempre. Pero en ese momento específico, Dios eligió a un hombre específico, para que pronuncie su palabra de Buenas Noticias para el pueblo cansado y agobiado de malas noticias. No es fácil reconocer el paso de Dios por nuestra vida, especialmente cuando ese paso se reviste de “ropaje común”, como uno de nosotros. A veces quisiéramos que Dios se nos manifieste de maneras espectaculares ‘tipo Hollywood’,

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pero el enviado de Dios, su propio Hijo, come en nuestras mesas, camina nuestros pasos y viste nuestras ropas. Es uno al que conocemos aunque no lo re-conocemos. Su palabra, es una palabra que Dios pronuncia y con la que Dios mismo nos habla. Sus manos de trabajador común son manos que obran signos, pero con mucha frecuencia nuestros ojos no están preparados para ver en esos signos la presencia del paso de Dios por nuestra historia. Muchas veces nosotros tampoco sabemos ver el paso de Dios por nuestra historia, no sabemos reconocer a nuestros profetas. Es siempre más fácil esperar o cosas extraordinarias y espectaculares, o mirar alguien de afuera. Es mucho más “espectacular” mirar un testimonio en Calcuta que uno de los cientos de miles de hermanas y hermanos cotidianos por las tierras de América Latina que trabajan, se “gastan y desgastan” trabajando por la vida, aunque les cueste la vida. Es mucho más maravilloso mirar los milagros que nos anuncian los predicadores itinerantes y televisivos, que aceptar el signo cotidiano de la solidaridad y la fraternidad. Es mucho más fácil esperar y escapar hacia un mañana que ‘quizá vendrá’, que ver el paso de Dios en nuestro tiempo, y sembrar la semilla de vida y esperanza en el tiempo y espacio de nuestra propia historia. Todo esto será más fácil, pero ¿no estaremos dejando a Jesús pasar de largo?

Para la revisión de vida - Ya los profetas del Antiguo Testamento sufrían la incomprensión de los suyos.

La Iglesia, y todos y cada uno de los creyentes, tenemos la misión de seguir anunciando el mensaje del Reino, nos escuchen o no nos escuchen. ¿Cumplo con mi misión de anunciar el Reino? ¿Me desanimo ante las dificultades? ¿Busco el éxito y el reconocimiento de las personas o me basta con saber que en nuestra pobreza y debilidad se hace patente la grandeza de Dios?

- Dios no busca personas superdotadas para su servicios, sino gentes de carne y hueso, con sus grandezas y también con sus limitaciones. Pablo nos indica como aprendió a convivir con una “espina clavada en su cuerpo” de la que el Señor no le libró porque le bastaba con su fuerza para sobrellevarla; ¿confío yo en la fuerza del Señor para afrontar mis limitaciones, o las empleo como excusa para eludir responsabilidades y tareas en la empresa de construir el Reino de Dios?

- A menudo alabamos a las personas “muy religiosas” por su estilo de vida, por sus convicciones, por su fe; pero en ocasiones esas personas “muy religiosas” viven muy seguras de sí mismas, de sus prácticas, de su religiosidad y, a la hora de la verdad, están cerradas a Dios. Aunque a veces las confundimos, lo cierto es que fe y religiosidad no sólo no son lo mismo, sino que incluso pueden ser posturas antagónicas. Jesús, en su tierra, fue en una ocasión a la sinagoga (con la “gente religiosa”, lógicamente), pero no pudo hacer milagros allí por la falta de fe de aquella gente. Y yo ¿qué soy: muy religioso o persona de fe?

Para la reunión de grupo - Hoy día, en estos años últimos, se está diciendo en los círculos religiosos, incluso de la

vida religiosa -de la que se dice que por naturaleza es profética- que ésta no es hora de profecía, sino de sabiduría; que ahora no estamos como los israelitas en el éxodo, sino como en el exilio, que lo que corresponde no es la denuncia, sino la sabiduría de quien en silencio sabe resistir... Esa sería la máxima profecía ahora posible... ¿Qué piensan ustedes de ello?

- En el año del Jubileo, la Iglesia ha pedido perdón sinceramente por algunos pecados del pasado. Los profetas deberían decirnos por qué pecados de hoy (no del pasado) debemos arrepent irnos, cambiar y pedir perdón...

- Todos reconocen que estamos en tiempos poco propicios para la utopía, para la militancia, para la profecía... Dos preguntas: primera, ¿por qué ocurre esto?, segunda, ¿será que, precisamente porque el ambiente está tan en contra de la utopía y de la profecía, necesitamos ahora más que nunca profetas que nos despierten y sacudan?

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- La profecía no es un deber para personas especiales, prodigiosas, extraordinarias... sino deber todo bautizado, por participar en Jesucristo Sacerdote, Profeta y Rey. ¿Cómo debería vivir ese ministerio profético una comunidad cristiana "cualquiera", como la nuestra, tanto hacia la Sociedad como hacia la Iglesia?

Para la oración de los fieles - Por toda la Iglesia, para que al anunciar el mensaje evangélico haga vida la verdad que

proclama con las palabras, roguemos al Señor. - Por todas las naciones de nuestro mundo, para que se unan en la defensa de la justicia, la

libertad y los derechos de todos y cada uno de los ciudadanos de este mundo, roguemos... - Por todos los que en su tiempo de juventud fueron utópicos luchadores por un mundo

mejor y hoy son personas acomodadas y resignadas al mundo tal cual está, para que Dios haga revivir en ellas lo mejor que todavía habita el rescoldo de su corazón, roguemos...

- Para los profetas de nuestro tiempo, tan escasos, los que denuncian las injusticias, la mentira y el carácter excluidor de nuestra sociedad, para que su mensaje sea escuchado, roguemos...

- Por la profecía al interior de la Iglesia: para que haya un ambiente que posibilite la confianza, la opinión pública fraternamente compartida, el diálogo franco y sincero, la libertad de investigación teológica... roguemos...

- Por los "profetas laicos", hombres y mujeres pensadores libres que con su voz o su pluma dan cuerpo en la opinión pública a los mejores sentimientos que los demás no sabemos expresar hasta que nos vemos reflejados en sus palabras, para que nunca falten entre nosotros, roguemos...

Oración comunitaria Dios, Padre nuestro, que continuamente nos llamas a la conversión con

llamamientos que con frecuencia nos pasan desapercibidos; te pedimos que abras nuestros oídos y nuestros corazones para que estemos siempre atentos a acoger tu Palabra, sea cual sea el ropaje con el que venga envuelta, para que nos dejemos transformar por ella y la llevemos a la práctica con entusiasmo. Por Jesucristo N.S.

O bien: Oh Dios, que "de muchas maneras hablaste en otro tiempo a nuestros padres por medio de

los profetas"; te pedimos que no abandones a la humanidad a las solas fuerzas del egoísmo individualista y del mercado, sino que nos envíes nuevos profetas que nos hagan revivir con pasión lo mejor que tú pusiste en nuestro corazón: el amor universal, la fuerza inclaudicable de la utopía y la inconformidad con todo lo que contradice tu Proyecto. Por J.N.S. Lunes 7 de julio Fermín EVANGELIO Mateo 9, 18-26

18Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a suplicarle diciendo:

-Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

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20En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

22Jesús se volvió, y al verla le dijo: -¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer. 23Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: 24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está durmiendo! Ellos se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la

mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella comarca.

COMENTARIOS I

vv. 18-19: Mientras Jesús les hablaba de esto se presentó un personaje que se puso a

suplicarle diciendo: -Mi hija acaba de morir; pero ven tú, aplícale tu mano y vivirá. 19Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

La fórmula inicial «mientras Jesús les hablaba» indica la unión temática entre esta perícopa y la anterior. El personaje o jefe que llega manifiesta una fe en la acción de Jesús comparable a la del centurión (8,5-13). La situación es semejante, pero su caso es más grave: la hija acaba de morir. Jesús no responde palabra, simplemente se levanta y lo sigue con sus discípulos.

vv. 20-21: En esto una mujer que sufría de flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando: «Con sólo tocarle el manto, me salvaré».

Una mujer enferma se mezcla al grupo de discípulos que sigue a Jesús. Padece una enfermedad (flujos de sangre) que la hace impura. La Ley le prohibía terminantemente tocar a cualquier persona, para no comunicar su impureza. El número «doce», aplicado a los años de su enfermedad, es una clara alusión a Israel. La mujer enferma representa al pueblo, cuya única posibilidad de curación se encuentra en renunciar a la Ley que le impide el contacto con Jesús. Con su doctrina y acción universalista, por su contacto con los «pecadores» (9,10-13), Jesús se ha salido de la ortodoxia de Israel. Técnicamente, Jesús sería el «impuro», pero, realmente, el «impuro», es decir, el que no tiene acceso a Dios, presente en Jesús (1,25), es Israel. Para encontrar salvación ha de darle su adhesión y mostrarle su confianza renunciando al exclusivismo y separación que le impone la Ley.

La fe de la mujer es comparable a la del jefe; su certeza de curación es total. En ambos casos, Israel ve que su única salvación está en Jesús. El vestido equivale a la persona. Jesús había curado con su contacto al leproso (8,3) y a la suegra de Pedro (8,15). La unión de estas dos figuras muestra de nuevo que la enfermedad de esta mujer es, como en 8,15, el nacionalismo exclusivista y éste es el que causa su impureza (8,3).

v. 22: Jesús se volvió, y al verla le dijo: -¡Animo, hija! Tu fe te ha salvado. Y desde aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús se dirige a ella como antes al paralítico (22; cf. 9,2), figura de todo hombre: « ¡Animo! » Como a aquél lo llamó «hijo», a ésta la llama «hija». Israel reconoce su situación de pecado. La frase «tu fe te ha salvado/curado» incluye la liberación afirmada por Jesús para el paralítico (9,2).

El término «hija», que se aplica figuradamente al pueblo personificado en su capital (Zac 2,11 LXX; 9,9), pone a esta mujer en relación con «la hija» del jefe. Ambas son figuras de Israel; la primera describe la causa de su mal, su exclusivismo; la segunda, simboliza que ese mal lleva al

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pueblo a la ruina definitiva, a la muerte. El «padre / jefe» ha sido incapaz de mantenerla en vida. Para Jesús, sin embargo, esa muerte no es necesariamente definitiva. Utiliza para designar a la hija el término «muchacha» o «mocita» (korasion), que designa a la jovencita apta ya para el matri-monio. Con esa denominación Jesús la hace pasar de la situación dependiente (18: «mi hija») a la de independencia (24.25: «muchacha»). En su nueva condición puede volver a la vida por el contacto con Jesús. Ahí está la única esperanza para Israel; se requiere el acercamiento de Israel a Jesús (mujer con flujos), renunciando a su sometimiento a la Ley, que le impide hacerlo.

vv. 23-26:Jesús llegó a casa del personaje y al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: 24-¡Fuera, que la muchacha no ha muerto, está durmiendo! Ellos se reían de él. 25Cuando echaron a la gente, entró Jesús, cogió a la muchacha de la mano y ella se levantó. 26La noticia del hecho se divulgó por toda aquella comarca.

Hay una multitud que se ríe de la esperanza que abre Jesús. Israel vuelve a la vida como futura esposa («muchacha»). Jesús es «el esposo» (9,15) a quien está destinada y que le ofrece su alianza (26,28). La fama de Jesús se extiende.

II

En toda la unidad que sigue a continuación, Mateo sigue el relato de Marcos. Como es frecuente en Mc ha construido un relato en forma de “emparedado”, es decir, introduce un relato en medio de otro que, de ese modo, lo abarca. En este caso, comienza con el llamado del jefe de la sinagoga para curar a su hija, se introduce el relato de la mujer con hemorragias y concluye con el relato de la curación de la hija. Posiblemente, la referencia a los 12 años haya influido para esta atracción mutua. Omitiendo detalles de Mc (como los 12 años de la niña, o el nombre del padre), Mateo mantiene el “emparedado”, aunque el relato intermedio es sensiblemente abreviado. También omite la referencia a la multitud, por lo que no indica que la gente “oprime” a Jesús, y omite la pregunta de Jesús. Él, directamente se dirige a la mujer. En Mc, el flujo de sangre se detiene en cuanto la mujer toca el manto del Señor. Jesús nota que una fuerza ha salido de él. En Mt, la mujer sana por la palabra de Jesús. En el relato de la niña, Jesús no pronuncia palabra, ésta se “despertó” cuando Jesús le tomó de la mano.

La reducción que Mt obra en el relato que ha recibido de su fuente, permite descubrir un Jesús más soberano, con conocimiento sobrenatural, su presencia va marcando los tiempos. Podríamos decir que parece “menos mágico” que Mc. Jesús es el que “ve” (vv.21 y 22), la niña (a diferencia de su fuente Mc) está muerta desde el principio, con lo que el milagro cobra más fuerza (y también la fe del jefe, ciertamente). Omitiendo a los discípulos, la multitud, la gente y la familia de la muerta, Jesús -y sólo él- ocupa el centro de la escena.

Pero es característico de Mateo agrupar. En este caso tenemos dos capítulos (8 y 9) donde ha agrupado una serie de milagros. Lo característico de esto es la “palabra” (8,16; ver 8,8). Después de los tres primeros milagros encontramos un resumen donde se nos da el sentido de esto: Jesús no es un “hacedor de milagros” para espectáculo de los hombres, estos signos son “para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías: él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (8,17). Después de esto tenemos un pequeño bloque de dos relatos vocacionales (8,18-22). Luego tenemos un nuevo grupo de tres milagros y un nuevo relato vocacional, la de Mateo (9,9). La vocación de Mateo le da pie para una discusión en un banquete donde nuevamente señala un texto de la Escritura y destaca la novedad que viene a predicar. Tenemos luego un tercer bloque de tres milagros (o cuatro si separamos en dos el relato unido por el “emparedado”). La unidad termina con un resumen de la obra de Jesús (“proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia”; 9,36) y un nuevo llamado vocacional para colaborar en esta tarea. Pero de esto hablará en el próximo capítulo (10).

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Como se ve, la unidad destaca que el Reino que Jesús predica tiene una fuerza interna que le permite enfrentar las fuerzas del anti-Reino: demonios, enfermedades, tempestad, la muerte. Y eso lo hace con la palabra (la misma que llama a Mateo y lo hace abandonar su pasado, o que llama a los demás).

Jesús se encuentra, probablemente, en una casa y se levanta para acceder al pedido del jefe. Su respuesta es práxica (y curiosamente nos dice que Jesús “lo seguía”, verbo usado con Jesús como objeto, y no como sujeto en el resto del Evangelio; cf. 2 Re 4,30 como relato semejante).

La mujer, con hemorragias (cf. Lev 15,19-33) es impura, y hace impura a quien ella toca (15,19b). Quizá por eso ella se acerca por detrás, con la intención de no ser vista. Pero a diferencia de eso, lo que se ha comunicado es “salvación”. La curación no fue un acto de magia, sino motivada por la fe de la mujer (ver Mt 8,10), y no fue causada por “tocar” sino por la “palabra” de Jesús. Este relato termina de un modo clásico (8,13; 15,28; 17,18) que Mt prefiere al “vete en paz”.

Al llegar a casa del jefe, Jesús observa los que tocan flautas. Esto es característico de los funerales judíos: “Se dijo que Josefo había muerto en la destrucción de la ciudad, noticia que afligió hondamente a los de Jerusalén. Los demás muertos fueron llorados por sus parientes o sus amigos; pero la muerte del general fue un duelo público. Unos lloraban a un huésped, otros a un pariente, a un amigo, o un hermano; pero todos derramaron lágrimas por Josefo. Durante treinta días, no cesaron las lágrimas y los lamentos; muchos se disputaban a los tocadores de flautas para acompañar los cánticos fúnebres” (Flavio Josefo, Guerra de los judíos III, 9,5; ver Ap 18,22). La gente puede estar conformada por las plañideras profesionales, los que se ocupan de la comida y los que van a consolar a los parientes de la difunta. Sin decirnos la edad, como dijimos, Mt corrige a Mc y donde decía “niña” precisa: “muchacha”.

La frase de que “duerme” ha servido a muchos para afirmar que la joven todavía no había muerto. Algunos piensan que la muerte fue introducida en una segunda etapa redaccional (es evidente que a medida que pasan los años la tradición muestra una clara tendencia a magnificar el poder de Jesús). De hecho, la idea de “dormir” -como sinónimo de muerte- es frecuente (ver Jn 11,11-14; Dn 12,2; Hch 7,60; 13,36; 1 Cor 7,39; 11,30; 15,6.18.51; Ef 5,14; etc.), y 11,5 indica que Jesús resucitó muertos. Ciertamente Mateo piensa que la niña estaba realmente muerta.

Es común que se busque la intimidad ante el milagro, especialmente frente a una resurrección (1 Re 17,19; 2 Re 4,4.33; Hch 9,40. Ante la burla, Jesús no quiere dar “perlas a los cerdos” (Mt 7,6). La palabra aramea que Mc conserva “talitá kum” podía entenderse de un modo mágico, y probablemente por eso Mt la omite. Al tomarla de la mano, la muchacha se “levantó”, término que suele usarse para levantarse de una cama o para levantarse de la muerte (= resucitar). Mateo termina el relato abruptamente evitando toda curiosidad, pero concluye indicando la difusión del hecho por toda la tierra (quizá entendiendo sólo Cafarnaún). Jesús sigue derramando salvación con su presencia y su palabra.

Reflexión: La fama de Jesús se extiende, un hombre va a buscarlo por la muerte de su hija, una mujer

se aproxima para tocarlo. Jesús no se desentiende de los dolores de la gente: lo conmueven, vino a cargar con nuestras debilidades y enfermedades. Por eso se dirige a la casa del jefe, y se preocupa por la mujer. Pero todo esto no es “magia”, no es una “fuerza que sale de adentro” del “sanador”, sino el encuentro entre el amor de uno y la fe de otro o de otra. Este encuentro de fe y amor viene provocado por la palabra que sale de la boca de Jesús, palabra capaz de obrar signos y de transformar corazones, capaz de calmar una tormenta y convertir un publicano, capaz de sanar un flujo de sangre y de llamar a su seguimiento.

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También por nuestras vidas circula la “fama” de Jesús, pero corremos siempre el riesgo de verlo como algo distinto a lo que él mismo se quiere presentar. También en nuestras comunidades Jesús pronuncia su palabra, y con frecuencia la meditamos y la dejamos resonar en nuestros corazones, pero también con frecuencia la dejamos resonar como un eco que no modifica nuestra historia. Nuestros países de América Latina han escuchado la palabra de Jesús, su fama abarca desde México a Chile, desde la cordillera al Atlántico, pero las venas siguen abiertas, y el flujo de sangre no se ha detenido, el Continente parece muerto, o quizás dormido. Esa palabra que Jesús pronuncia es la palabra del Reino, palabra capaz de lo que parece imposible y es motivo de burlas. Quizá debamos reconocer - los cristianos de nuestro Continente- que muchas veces no hemos escuchado con fe la palabra de Jesús y no hemos dejado que se produzca ese encuentro de fe y amor que pondría de pié a los caídos, secaría el derrame de sangre y vida de los que desde hace siglos esperan que en ese encuentro todos y todas podamos sentarnos como hermanos y hermanas a la misma mesa de la vida. Martes 8 de julio Eugenio EVANGELIO Mateo 9, 32-38

32Mientras salían los ciegos, le presentaron a un endemoniado mudo. 33Echó al demonio y el mudo habló. La multitud decía admirada:

-Jamás se ha visto cosa semejante en Israel. 34-En cambio, los fariseos decían: -Echa a los demonios con poder del jefe de los demonios. 35Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos,

proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad. 36Viendo a las multitudes, se conmovió, porque andaban maltrechas y derrengadas como

ovejas sin pastor. 37Entonces dijo a sus discípulos: -La mies es abundante y los braceros pocos; por eso, 38rogad al dueño que mande braceros

a su mies.

COMENTARIOS I

vv. 32-33a: Mientras salían los ciegos, le presentaron a un endemoniado mudo. 33Echó al

demonio y el mudo habló. Estrecha conexión de esta perícopa con la anterior y, a través de ella, con el episodio de la

mujer y la hija del jefe. Sigue el contexto de la liberación de Israel de la muerte. El término griego kôphos significa sordo, mudo y sordomudo; aquí se subraya la mudez. Este hombre es incapaz de comunicación. Su enfermedad no es física, sino causada por un demonio.

En el episodio de los gadarenos (8,28-9,1), único en que se ha descrito la liberación de endemoniados, el demonio equivalía al espíritu de violencia. Aquí, «estar endemoniado» significa cerrarse a la comunicación. Nuevo símbolo de Israel, que se cierra en sí mismo. La curación del sordomudo (cf. 11,5), como la de los ciegos, alude a Is 35,5, texto profético que anuncia el éxodo definitivo, la vuelta de los rescatados por el Señor (Is 35,10). Como la causa de la ceguera era la

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concepción del Mesías como Hijo de David, la mudez se debe a la mentalidad exclusivista, consecuencia del nacionalismo que implica esa concepción del Mesías.

Para el éxodo definitivo, en el que Jesús, el «Dios entre nosotros» (1,23), toma el puesto atribuido a Yahvé en el AT, se requiere, por tanto, renunciar al nacionalismo exclusivista. Israel tiene que abrirse a la humanidad. Pero esta exigencia de Jesús a Israel vale igualmente para cualquier otro pueblo.

v. 33a-34: -En cambio, los fariseos decían: -Echa a los demonios con poder del jefe de los demonios.

Dos son las reacciones al hecho. La primera, de las multitudes, que han sido testigos de la enseñanza de Jesús (7,28) y han alabado a Dios por la autoridad que comunica a los hombres (9,8) para liberar de los pecados. Su admiración se expresa reconociendo que las acciones de Jesús no tienen precedente en Israel. No están lejos de la fe. Los fariseos, en cambio, defensores fanáticos de la superioridad y exclusivismo de Israel, afirman que la liberación que hace no procede de Dios, sino que su acción y su designio destruyen el plan de Dios.

v. 35: Recorría Jesús todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la buena noticia del Reino y curando todo achaque y enfermedad.

En paralelo con 4,23, comienza aquí una nueva sección del evangelio (9,38-11,1), constituida sobre todo por la instrucción a los Doce para la misión. 9,35-38 constituye la introducción a la misión y al discurso y describe la lastimosa situación de Israel a los ojos de Jesús.

Se abre con un sumario de la actividad de Jesús (35), que describe su labor incansable (cf. 4,23). En las sinagogas enseña, es decir, expone su mensaje apoyándose en la Escritura; fuera de las sinagogas proclama la buena noticia de la cercanía del reinado de Dios (4,17); además, cura a todos los enfermos, como señal de la plena salvación que el reino ofrece al hombre.

v. 36:Viendo a las multitudes, se conmovió, porque andaban maltrechas y derrengadas como ovejas sin pastor.

«Las multitudes están como ovejas sin pastor». La frase alude a Nm 27,17, donde Moisés nombra a Josué precisamente para que el pueblo no se disperse. Nadie se ocupa de este pueblo que se encuentra en situación desesperada.

v: 37: Entonces dijo a sus discípulos: -La mies es abundante y los braceros pocos... Ante este espectáculo, Jesús expone la situación a sus discípulos. Usa un término (gr.

therismos) que significa «mies» y «siega». Se usa en 13,30.39, aplicado a la separación final entre buenos y malvados, y «la siega» se atribuye a los ángeles. «Los braceros» u obreros de que habla Jesús ejercen, pues, en la historia la misma actividad que «los ángeles» harán en el momento final. Se ve ahora el sentido de «los ángeles» que servían a Jesús, es decir, colaboraban con él, en la escena del desierto: eran figura de los que colaboran en su misión. La alusión indica que comienza el tiempo escatológico, la etapa final de la historia, inaugurada con la presencia de Jesús y la cercanía del reinado de Dios.

v. 38: por eso, rogad al dueño que mande braceros a su mies. La petición se dirige al dueño de la mies, el Padre. Jesús no pide al Padre que envíe

segadores, pero recomienda a los discípulos que lo hagan. Es una manera de prepararlos a la misión que sigue. La petición les hará tomar conciencia de la necesidad y los dispondrá a responder a la llamada de Jesús.

II

Texto: “Jesús recorría todas las ciudades proclamando la Buena Noticia del Reino”

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En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel». Pero los fariseos decían: «El expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

Comentario El relato se relaciona narrativamente con el episodio anterior, de los ciegos; aquí nos

presenta un exorcismo muy brevemente relatado. El acento no está, en este caso, en el milagro sino en la declaración de la multitud: Israel, tierra donde Dios obró “signos y prodigios”, “maravillas”, “nunca vio nada igual”; la obra de Jesús es inmensamente superior a todo lo obrado por los que fueron antes que él. Algo totalmente novedoso ha comenzado.

Pero esta proclamación de la multitud también prepara lo que dirán los fariseos: la atribución al “príncipe de los demonios” del poder manifestado por Jesús. Sin embargo, no tenemos respuestas del Señor a esta acusación. Aquí termina este relato y se da paso a la conclusión que queda abierta a la larga narración de la obra y palabra de los misioneros, “trabajadores de la cosecha”.

Como desde el principio, Jesús predica “la Buena Noticia del Reino” (la Buena Noticia que es el Reino) y a su vez manifiesta esa Buena Noticia y ese Reino con los signos de la misericordia, que revelan que Dios se ha acercado para “cargar con los dolores” de los que sufren. La compasión es el signo distintivo de los “signos de poder”. No son manifestaciones de fuerza autoritaria, sino compasiva. Las enfermedades y dolencias que curará Jesús son las mismas que podrán sanar los suyos en la unidad discursiva que viene a continuación. Es interesante notar que el par “enfermedades” y “dolencias” no los encontramos en los evangelios sino en Mateo, y concretamente al comienzo de la predicación de Jesús, en esta unidad y -como lo veremos- en el envío de los Doce. Es una síntesis del ministerio de Jesús y de sus seguidores para el evangelista. Pero otra característica de la compasión de Jesús es el abandono que tiene el pueblo de sus dirigentes: son como ovejas sin pastor (Num 27,17; 1 Re 22,17; 2 Cr 18,16; Ez 34,5; Jdt 11,19). La compasión es una actitud interior que mueve activamente ante la necesidad del otro que sufre (Mt 9,36; 14,14; 15,32; 18,27; 20,34), hace salir al encuentro del otro, del necesitado. Es interesante que ese verbo: compadecerse, en todo el NT se encuentra sólo en los Evangelios Sinópticos y se aplica exclusivamente a Jesús salvo en las parábolas del “Buen Samaritano” y del “Hijo pródigo”, donde lo aplica al Samaritano y al padre respectivamente. Por el contrario, la actitud de los dirigentes los lleva a estar fatigados o cansados y por el piso (abatidos, arrojados). El contraste entre la actitud de los pastores y la de Jesús es evidente.

La predicación de la “Buena Noticia del Reino” es abundante, porque es un reino universal, no un reino que se dirige a unos pocos, a los “dueños de las llaves”, “pastores”, sino a todos, y especialmente a los abandonados y sufrientes (enfermos y dolientes). Precisamente por la universalidad de la predicación de Jesús, es importante -¡y urgente!- que llegue a todos, y cuánto antes, por eso es necesario pedir trabajadores... No son pocas las veces que la predicación e instauración del Reino se expresa en una imagen de siembra (el grano de mostaza, el sembrador, el trigo y cizaña, la viña y los frutos...), y si bien el reino ya fue sembrado por la predicación, la vida y los signos de Jesús, ese Reino necesita desarrollarse, manifestarse, necesita ser cosechado. Para ello hacen falta trabajadores. Pero como todas las cosas de Dios, no “funcionan” por la

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capacidad y la fuerza humanas, sino que parten de la iniciativa divina. Sólo puede trabajar para el reino quien primero fue llamado. Como los profetas, como los apóstoles, la vocación no es un signo de dignidad, sino una iniciativa gratuita de Dios que da el primer paso y cuenta con nuestra colaboración. Pero de él depende ser puestos en la cosecha para trabajarla.

Reflexión: La situación del pueblo es de angustia y dolor generalizado, y de abandono de sus clases

dirigentes; precisamente los que deberían dedicarse intensivamente a su cuidado. La imagen de las ovejas y los pastores, que es muy frecuente en el Medio Oriente de estos tiempos, muestra la distancia -escandalosa por cierto- entre las necesidades del pueblo y la actitud de la dirigencia religiosa y política. Los dirigentes se aprovechan del pueblo en su provecho, pero en lugar de conducirlos a la vida frecuentemente los conducen a la muerte, o los abandonan a su suerte, a merced de los lobos, precisamente.

Los seguidores de Jesús, como su mismo maestro, deben estar movidos por “entrañas” de compasión. Desde lo más profundo de su ser deben estar preocupados por la salud y la vida del pueblo. Deben ser todo lo contrario de estos pastores ausentes. Y, para poder comunicar una vida como la que el mismo Jesús comunicó en su paso por nuestra historia, como Buen Pastor, los seguidores del Señor deben pedir ser llamados por Dios, a fin de tener, de parte del Dios de la vida, la capacidad de comunicar esa vida regalada.

Ante un pueblo abandonado por sus dirigentes, o librado a su suerte, u oprimido, o desentendidos de sus “enfermedades y dolencias”, los seguidores de Jesús, movidos a compasión deben trabajar para aliviar los dolores, para orientar a los desorientados, para “bajar de la cruz a los pueblos crucificados”. Así seguiremos las huellas de Jesús y así seremos fieles al llamado que nos hizo desde el Bautismo. Y sólo así, los “pastores” de hoy, dedicados a calmar los dolores del pueblo, seguirán verdaderamente las huellas de Aquel que movido por la compasión predicaba el Reino, y lo mostraba con sus actitudes de solidaridad con los que sufren. Miércoles 9 de julio Verónica Juliani EVANGELIO Mateo 10, 1-7

10 1Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad.

2Los nombres de los doce apóstoles son éstos: en primer lugar, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el recaudador, Santiago Alfeo y Tadeo, 4Simón el fanático y Judas Iscariote el mismo que lo entregó.

5A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -No toméis el camino de los paganos ni entréis en ciudad de samaritanos; 6mejor es que

vayáis a las ovejas descarriadas de Israel. 7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios.

COMENTARIOS I

v. 1: Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y curar todo achaque y enfermedad.

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Mateo no describe la institución de los Doce. Su puesto lo ocupan las bienaventuranzas, donde establece el estatuto de la nueva alianza y, por tanto, funda el nuevo Israel. «Sus doce dis-cípulos», nombrados por primera vez, son, por tanto, la figura representativa del Israel mesiánico. El número doce alude a la plenitud escatológica de Israel. En su estadio final, el pueblo elegido comprende tanto a israelitas como a «pecadores» e incluirá también a los paganos.

Para la misión, los hace participar de su autoridad sobre «los espíritus inmundos». Es la primera vez que aparece en Mt esta expresión, aunque se ha mencionado a los «espíritus» que Jesús expulsaba en 8,16. Se repetirá en 12,43.45. El texto de 8,16 prueba que estos espíritus equivalen a «los demonios».

Jesús capacita a los discípulos para vencer la resistencia al mensaje opuesta por las ideologías que dominan al hombre. Según la construcción del texto, parece que los espíritus inmundos están también en relación con las enfermedades. Esto mostraría que estas enfermedades son efecto de la adhesión a ideologías contrarias al plan de Dios.

v. 2: Los nombres de los doce apóstoles son éstos: en primer lugar, Simón, el llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el recaudador, Santiago Alfeo y Tadeo, 4Simón el fanático y Judas Iscariote el mismo que lo entregó.

Los doce discípulos son llamados ahora los doce apóstoles o enviados (sólo aquí en Mt). Esto significa que la misión es propia de todo discípulo de Jesús, y que todo el Israel mesiánico está llamado a la misión de «pescadores de hombres», anunciada a Simón y Andrés en 4,19.

El Israel mesiánico se concreta en doce nombres, entre los cuales, como primero, destaca Simón, al que llamaban Piedra / Pedro. De nuevo aparece esta cláusula (cf. 4,18) que menciona el sobrenombre de Simón, sin que se explique su origen. Pedro y los tres siguientes se mencionan en el mismo orden de 4,18-22, explicitando también el parentesco que los une.

Sigue un grupo de siete, de los cuales el único conocido es Mateo el recaudador (9,9). La inclusión de este «pecador» en la lista de los doce anuncia la integración de los paganos en el Israel mesiánico; para Mt, la comunidad cristiana universal es la plenitud de Israel. Los demás de este grupo de siete no han sido nombrados antes ni lo serán después en el relato evangélico. Representan el pueblo anónimo que da su adhesión a Jesús. El último de los siete se llama, como Pedro, Simón, y está caracterizado por el calificativo «el fanático» o «zelota», por pertenecer, como Simón Pedro (8,14s), a círculos nacionalistas exaltados. El último de la lista es Judas Iscariote, el traidor. Su figura volverá a aparecer en el relato de la pasión (26,14.25.47; 27,3).

vv. 5-7: A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: -No toméis el camino de los paganos ni entréis en ciudad de samaritanos; 6mejor es que vayáis a las ovejas descarriadas de Israel. 7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios.

Jesús envía a los «Doce», es decir, al Israel mesiánico que representa a todos sus discípulos, dándoles instrucciones para la misión. Por el momento, limita ésta a Israel, que se encuentra en situación lastimosa (cf. 9,36; 15,24; Ez 34). No ha llegado aún la hora de la misión universal (26,13; 28,19). La proclamación de los Doce tiene el mismo contenido que la de Jesús (4,17), pero sin la exhortación a la enmienda. Dan escuetamente la buena noticia. Su proclamación va acompañada de toda clase de señales. El significado de éstas es el mismo que el de las realizadas por Jesús. El ha resucitado a la hija del jefe (9,18-26), ha limpiado a un leproso (8,2-4), ha curado enfermos (8,16; 9,35), ha expulsado demonios (9,32s). El significado es liberar a los habitantes de Galilea de las doctrinas que los tienen postrados y privados de vida. Estas obras se realizan con «las ovejas descarriadas de Israel»; son, por tanto, una expresión de la ayuda que el discípulo debe prestar (5,7).

II Texto: “Por el camino, proclamen que el Reino de los cielos está cerca”

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Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.

Comentario El llamado, que Jesús había anticipado en el Evangelio anterior, se concreta en este caso

con “nombres y apellidos”: los llamados son mencionados por su nombre. Son convocados para continuar la misma obra de Jesús: expulsar demonios, sanar “toda enfermedad y dolencia”. No se trata de una jerarquía, sino un servicio. Los elige al servicio del Reino, y para anunciar la cercanía del Reino. Como es frecuente en Mateo -y a la comunidad de Antioquía-, Pedro es destacado como “primero”, luego le siguen los otros; como es obvio, el último es Judas. Y porque son llamados es que reciben el “poder” de acercar el Reino, y manifestarlo en los signos.

La elección, por otra parte, tiene una relación con Israel, relación que se presenta como exclusiva (“no vayan...”) no solamente porque el envío es a “las ovejas perdidas” - las mismas que antes no tenían pastor- del pueblo de Israel, sino que los elegidos son “doce”, número que evidentemente representa las Tribus del pueblo. Ese pueblo disperso, desmembrado, desaparecido, quiere ser reunido, congregado. Jesús no eligió “doce” porque eran los únicos que tenía, sino que eligió -de entre los que tenía- “doce” para mostrar que no viene a un “grupo”, sino que el ideal de pueblo, de sociedad alternativa que Moisés insinuó y la alianza del Sinaí (y otras, como la de Siquem) reflejó, todavía “sigue en pie”; no es una cosa muerta del pasado, sino un “sueño de Dios” que sigue vivo, más vivo que nunca. Está cerca, al alcance de la mano, y los signos que Jesús y los suyos realizan (“poder”), manifiestan visiblemente esa cercanía sobre toda “enfermedad y dolencia”.

La idea de “ovejas”, “pastor”, no hace sino confirmar esta imagen de pueblo. Pueblo del que Dios es el pastor (Sal 23,1; 28,9; 78,71.72; 80,2; Sir 18,13; Is 40,41), y que ha llamado a muchos para que “pastoreen” (Jer 3,15; 23,4-5; 49,19). Estos - los dirigentes (Ez 34,1-31)- no han sabido o querido dedicarse al rebaño de Dios (Jer 2,8; 50,44; Ez 34,8) han sido pastores de la muerte (Sal 49,15), se apacentaron a sí mismos (Ez 34,2), han sido salteadores y bandidos (Jn 10,8), se alimentaron del rebaño (Zac 11,4), al cual destruyeron (Jer 12,10; 50,6), y dejaron abatido (Zac 10,2). Olvidar o no atender a las ovejas sufrientes es el colmo del mal pastor (Zac 11,16-17). Y el pueblo se ha dispersado (Jer 10,21; 23,1-2; Ez 34,5; Jl 1,18).

De las doce tribus sólo queda una y parte de otra. Pero muchos de esa tribu se creen los únicos, “los verdaderos”. Jesús viene para todos, como único pastor (Ez 34,23; Mi 5,3; Jn 10,16). El universalismo es una característica evidente de la predicación del Reino de Jesús. Por eso todos los que hacen “exclusión de personas” no pueden entender su mensaje, y por eso las primeras comunidades muy pronto comprendieron que eso incluía también a los no judíos a los que había que invitar a participar del único rebaño de Dios.

Reflexión: El número “Doce” no es cualquier número en Israel. Es un número que representa a un

pueblo. Es un número que representa un “sueño de Dios”. Él se eligió un pueblo, representado en las “Doce tribus de Israel”, y quiere que ese pueblo muestre una sociedad alternativa de

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fraternidad, de solidaridad, de servicio a Dios, de rechazo a los ídolos de la muerte, un pueblo que dé frutos de justicia y derecho. Pero el pueblo no supo, o no quiso seguir ese camino y se fue dispersando. La gran mayoría de esas tribus terminó desapareciendo y su memoria se había perdido. El número Doce elegido por Jesús en estrecha relación con el Reino, no es “por casualidad”. La tarea de este “nuevo Israel” es “restaurar las tribus”, buscar “las ovejas perdidas del pueblo de Israel”, es predicar el Reino que no es sino fraternidad de hermanos bajo un único Dios y padre.

Jesús se eligió Doce, aunque no todos ellos fueron fieles a su proyecto -como Judas-, y elegidos los puso confiados en las manos de Dios para que sepan dejarse conducir por él. Y, como su maestro, se manifiesten compasivos con los dolores y angustias de las “ovejas” del pueblo.

Todos los que fuimos elegidos por Jesús para seguirlo, y fuimos llamados por nuestro nombre desde el Bautismo, estamos -como los Doce- llamados a manifestar que una sociedad diferente a este mundo de injusticia y corrupción, de modernas esclavitudes y viejas muertes, un mundo diferente es posible. Ese mundo debemos empezar a mostrarlo visiblemente en la Iglesia, y en nuestra capacidad de conmovernos frente a los dolores de la humanidad. Ciertamente estamos muy lejos de esto, tanto en la Iglesia como en la historia, pero de nosotros depende que el sueño de Jesús no sea simplemente eso, un sueño. Jueves 10 de julio Amelia EVANGELIO Mateo 10, 7-15

7Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde.

9No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; 10ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sustento.

11Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis.

12A1 entrar en una casa, saludad. 13Si la casa se lo merece, que la paz que le deseáis se pose sobre ella; si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros.

14Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudíos el polvo de los pies. 15Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.

COMENTARIOS I

vv. 7-8: Por el camino proclamad que está cerca el reinado de Dios, 8curad enfermos,

resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. De balde lo recibisteis, dadlo de balde. Jesús añade ahora un aviso: la idea de lucro ha de estar ausente de esta actividad. Se hace,

por tanto, con «limpieza de corazón» (5,8), sin segundas intenciones. vv. 9-10: No os procuréis oro, plata ni calderilla para llevarlo en la faja; 10ni tampoco

alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, que el bracero merece su sustento.

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La opción por la pobreza que ha hecho el discípulo (5,3) ha de ser bien visible. No deben llevar dinero alguno, tampoco provisiones (alforja), ni dos túnicas o sandalias, como la gente acomodada. La prohibición de llevar bastón simboliza la renuncia a toda violencia, incluso en defensa propia (cf. 5,39). El desprendimiento absoluto del discípulo se funda en su confianza de que no faltará el sustento. Jesús los exhorta a la confianza que había de tener el discípulo en el Padre del cielo (6,25-34). La misión es un trabajo por el que se busca que reine la justicia del Padre (6,33); éste se ocupará de lo demás.

vv.11: Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí que se lo merezca y quedaos en su casa hasta que os vayáis. 12A1 entrar en una casa, saludad. 13Si la casa se lo merece, que la paz que le deseáis se pose sobre ella; si no se lo merece, vuestra paz vuelva a vosotros. 14Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo sacudíos el polvo de los pies. 15Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.

«Se merece» recibir al enviado quien está abierto al mensaje del reino, es decir, los que no se conforman con la situación existente. Los Doce enviados son mensajeros de paz (cf. 5,9) y trabajar por ella es su labor. Esto se refleja en su saludo. Hay, sin embargo, quienes rechazan este mensaje. En tal caso los enviados deben desentenderse de ellos con un gesto simbólico, usado al abandonar tierra pagana. Jesús anuncia un juicio que será más severo para los que no acogen el anuncio del reino, que para las ciudades paganas proverbialmente malditas.

II

Texto: “No lleven oro, ni plata, ni monedas...” Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos,

resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento. Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

Comentario Los doce continúan la palabra y obra de Jesús en relación al Reino; lo que deben hacer y

decir no es diferente de los que el mismo Jesús hace y dice. La cercanía inminente del Reino fue predicada por el Bautista (3,2) y es el comienzo de la predicación de Jesús (4,17); por eso también es la predicación de los discípulos; lo mismo ocurre con el “poder”: Lc solo dice que los envía a “predicar... y sanar”, Mt especifica: curar, resucitar, purificar, exorcizar. Pero ese “poder” no debe utilizarse en beneficio propio. La gratuidad es la característica que lo marca. Ese “poder” es don de Dios, y como tal no deben ni creerse sus dueños, ni lucrar, ni sacar beneficio de él. Para ser precisos: una cosa es que generosamente la comunidad agradezca al misionero y lo alimente y hospede, y otra que éste lucre con su ministerio...

Pero esto también sirvió para que muchos se aprovecharan de este poder. Ya el mismo Pablo, desde los comienzos de la predicación, prefirió trabajar con sus manos para sostenerse y no ser mantenido por la comunidad. Esto le mereció crítica de algunos “fundamentalistas”: “-no

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es discípulo de Jesús, ya que el Señor dijo que el que trabaja merece su sustento” (1 Cor 9,14 parece estar citando Mt 10,10 en una de sus escasas referencias paulinas a dichos de Jesús). Pablo les dirá que libremente ha renunciado a eso, para manifestar con su vida la gracia como don de Dios y evangelizar gratuitamente (1 Cor 9; ver 2 Cor 11,13). Tiempo después, el mismo evangelio de Mateo sabe que hay falsos profetas (7,15; 24,11.24, y por eso insiste -es exclusivo de él este dicho de Jesús- en la gratuidad (¿pedían algo a cambio los “falsos profetas”?). También los escritos tardíos, como Hch 20,29-30; 1 Jn 4,1; Ap 16,13; 19,20; 20,10 y 2 Pe 2,1 nos hablan de los falsos predicadores. Y también lo encontramos en los escritos de los primeros padres de la Iglesia (‘Pastor’ de Hermas 11,16, Didajé 11,3.4.8.11; Ignacio a los Efesios 9,1). Por ejemplo, se trata de regular la actividad para garantizar la fidelidad al mensaje del mensajero: “En cuanto a los Apóstoles y profetas obren así, según la enseñanza del evangelio. Todo apóstol que vaya a ustedes sea recibido como el Señor. No permanecerá más que un día, pero si tuviera necesidad, puede quedarse otro día. Si permanece tres, es un falso profeta. El apóstol, a su partida, no recibirá nada más que pan hasta que se hospede (de nuevo). Si pide dinero, es un falso profeta” (Didajé 11,3-6). Lo interesante en este breve resumen es que lo que nunca estuvo en duda es que el anuncio debe darse gratuitamente, y que deben eliminarse todos los obstáculos que hagan pensar que no se está predicando el verdadero anuncio de Jesús: su Reino, o que se está lucrando con el anuncio o con el “poder” recibido.

En la misma línea debe ubicarse la referencia a que no se ha de llevar “oro” (sólo se encuentra en Mateo), “plata” (también en Lc), moneda de “bronce” (también en Mc) y “alforja” (sólo en Mt). Evidentemente, tomando de dos fuentes distintas (Mc y Q) Mt destaca el desinterés y la confianza en el cuidado de Dios a los que se dedican a la predicación del Reino. Precisamente porque no llevan nada de valor, no necesitan tampoco llevar bastón, pues no deben defenderse de nadie. El obrero es digno de su alimento (Mt) o de su jornal (Lc).

La paz, como fruto del reino es un signo evidente: es el fruto de la presencia de Dios y la realización de su voluntad (= su Reino). Esa “paz” (shalom) es una armonía, un “estar bien”, es el fruto y don que reciben los que hospedan a los misioneros. Pero, y siguiendo con la suerte de su maestro, los discípulos pueden esperar lo mismo para ellos: el rechazo. Con esto, Mt prepara el terreno para el párrafo que sigue: el anuncio de las persecuciones.

Reflexión: Toda capacidad para predicar, y todo signo que la acompaña, se caracteriza por ser don de

Dios. Regalo del Señor para que la sociedad alternativa -el Reino- con la que él ha soñado pueda ser una realidad; anunciada y concretada. Esa sociedad de fraternidad tiene en la gratuidad un signo muy decisivo, porque quiebra de raíz la mentalidad mercantil de “dar para recibir”. Acá se trata, expresamente, de dar sin esperar recibir. Será Dios el que se encargará de la respuesta a los que acogen o no al misionero: con la paz o con un trato semejante al de Sodoma y Gomorra. La confianza en lo que suele llamarse “providencia” radica en la fraternidad, en la que se supone que el evangelizador será recibido y sustentado por la comunidad, es “ser providentes” de los hermanos.

Pero ese don gratuito de todo lo que el mismo Dios ha dado e invita a compartir (su Buena Noticia del Reino, sus signos...) debe darse gratuitamente. Porque no le pertenece al misionero, sino que pertenece a Dios.

Llevar esa riqueza, del mensaje del Reino, es llevar el mensaje de la paz. Llevarlo con paz. Es llevar, confiados en Dios y los hermanos y hermanas, la vida al servicio del Reino. En no necesitar más nada: “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” dirá Jesús en Juan.

Es sabido cómo impactó este texto en Francisco de Asís y su compromiso con la “dama pobreza”. Se le atribuye haber dicho que no debemos tener bienes porque, si no, después

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necesitaremos armas para defenderlos. Es una buena comprensión de este texto. Gratuidad y pobreza son dos palabras muy importantes para enfrentar esta sociedad de mercado donde “tanto tienes tanto vales”. Gratuidad y pobreza son buena medida para conocer al verdadero discípulo. Y, por casa ¿cómo andamos? Viernes 11 de julio Benito EVANGELIO Mateo 10, 16-23

16 Mirad que yo os mando como ovejas entre lobos: por tanto, sed cautos como serpientes e ingenuos como palomas. 17Pero tened cuidado con la gente, porque os llevarán a Ios tribunales, os azotarán en sus sinagogas 18y os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa, como prueba contra ellos y contra los paganos.

19Cuando os entreguen no os preocupéis por lo que vais a decir o por cómo lo diréis, pues lo que tenéis que decir se os inspirará en aquel momento; 20porque no seréis vosotros los que habléis, será el Espíritu de vuestro Padre quien hable por vuestro medio.

21Un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre a su hijo; se levantarán en el juicio hijos contra padres y los harán morir, 22y seréis odiados de todos por razón de mi persona; pero aquel que resista hasta el final, ése se salvará.

23Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, porque os aseguro que no habréis acabado con las ciudades de Israel antes que vuelva el Hombre.

COMENTARIOS

I

v. 16: Mirad que yo os mando como ovejas entre lobos: por tanto, sed cautos como

serpientes e ingenuos como palomas. . La situación de los discípulos en medio de la sociedad será como la de hombres inermes

ante enemigos despiadados. Así como la perícopa anterior trataba de la actitud de los discípulos y su trabajo por la paz (cf. 5,3.7-10), en ésta se describe la persecución de que van a ser objeto (5,10). El programa de las bienaventuranzas se verifica en la vida del discípulo. La actitud de éstos ante la sociedad hostil es, por una parte, de prudencia y cautela, sin meterse en la boca del lobo; por otra, de ingenuidad y sencillez, sin ser intrigantes ni retorcidos (16). Jesús desarrolla el aspecto de la cautela: no fiarse de cualquiera, porque hay muchos dispuestos a traicionarlos y entregarlos a los tribunales. Es un aviso equivalente al dado en 7,6. No tienen por qué manifestar a cualquiera el contenido del mensaje que llevan. La sociedad no tolera ese mensaje, que pone en cuestión sus mismos cimientos.

vv. 17-20: Pero tened cuidado con la gente, porque os llevarán a Ios tribunales, os azotarán en sus sinagogas 18y os conducirán ante gobernadores y reyes por mi causa, como prueba contra ellos y contra los paganos. 19Cuando os entreguen no os preocupéis por lo que vais a decir o por cómo lo diréis, pues lo que tenéis que decir se os inspirará en aquel momento; 20porque no seréis vosotros los que habléis, será el Espíritu de vuestro Padre quien hable por vuestro medio.

De ahí la acción de los tribunales, lo mismo judíos que paganos, que será la prueba de su injusticia. En esta circunstancia difícil no deben preocuparse de lo que van a declarar ante el

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tribunal, pues tendrán una ayuda particular del Padre por medio del Espíritu. Se verificará lo anunciado en la bienaventuranza sobre la persecución (5,10); el rey de los perseguidos es el Padre, y su amor no les faltará un momento.

vv.21-22: Un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre a su hijo; se levantarán en el juicio hijos contra padres y los harán morir, 22y seréis odiados de todos por razón de mi persona; pero aquel que resista hasta el final, ése se salvará.

El mensaje causará divisiones tremendas en la misma familia. Unos delatarán a otros, y harán que sean condenados a muerte. La sociedad no soportará a los discípulos. La salvación está en mantenerse firmes hasta el final. Para el discípulo, esta clase de muerte no es un fracaso, sino un éxito que corona toda su vida.

v. 23: Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, porque os aseguro que no habréis acabado con las ciudades de Israel antes que vuelva el Hijo del hombre.

Si se encuentran perseguidos en una ciudad, deben huir a otra. No faltarán ciudades antes de «la llegada del Hijo del Hombre».

II

Texto: “Los envío como ovejas en medio de lobos” Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y

sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra, y si los persiguen en esta, huyan a una tercera. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes que llegue el Hijo del hombre.

Comentario Los predicadores del Evangelio, deben esperar para ellos la misma suerte de su Señor.

“Lobos”, “entrega”, “azotes”, “conducidos ante gobernadores y reyes”, “entregados a la muerte”, “serán odiados”, “perseguidos”... Ciertamente los anuncios son duros. Por ello se invita a una serie de actitudes: “prudencia”, “sencillez”, “testimonio”, “no preocuparse”, “perseverancia”, e incluso “huir”. Y tienen garantizada la presencia del “Espíritu del Padre” que hablará por ellos en el juicio.

Como es de esperar en Mateo, los perseguidores están relacionados a Israel: “sinagogas y sanedrines”, “azotes” (los 39 azotes). Es interesante notar el cambio que opera Mt al texto de Mc: en éste el acento está en que se debe predicar “a todas las naciones”. En cambio, Mt señala que el testimonio (martirio) de los perseguidos es “para ellos” (los judíos) y “para las naciones” (los no judíos). Cuando se compone el Evangelio de Mateo, la comunidad cristiana tiene serias dificultades con la comunidad judía, y el principal conflicto entre ellos es saber quién es el verdaderamente fiel a Dios, quién es el pueblo fiel. “La dirigencia de Israel es la principal responsable del crimen del Nazareno, son hipócritas, y la sangre del crucificado cae sobre ellos”; así lo ve Mateo (ciertamente los judíos lo ven de un modo muy diferente). Siendo, como es,

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“responsable de la muerte de Jesús”, el pueblo judío será también responsable de su actitud hacia la comunidad cristiana. “Si los judíos persiguieron, juzgaron, condenaron y mataron a Jesús, lo mismo harán con los cristianos”. La referencia a “gobernadores y reyes” parece referir probablemente a Jesús, en ese caso, lo que ocurre a los cristianos de la comunidad de Mateo (sinagogas y sanedrines) es continuación de lo que ocurrió a Jesús (reyes y gobernadores).

El esquema de la persecución es judicial: se supone a los discípulos ante tribunales, como el mismo Jesús. Es interesante que ideas muy semejantes, e incluso idénticas se repiten al final del Evangelio, terminando con la misma idea: “el que persevere hasta el fin, se salvará” (24,9-14). Como en Marcos, este último texto aparece en el discurso final. Pero Mt lo ha adelantado poniéndolo también aquí; el discurso conclusivo (“escatológico”) relaciona el fin de los tiempos de Jesús, con el fin de los tiempos de Israel. Lo que ha hecho Mt en este caso es relacionar esto con el futuro, la casi segura persecución de los cristianos (aunque en tiempos de Mateo ya era algo que se experimentaba).

Ciertamente las persecuciones que esperan a los seguidores de Jesús (“en mi nombre”) son anticipo de los tiempos finales y definitivos (escatológicos). El principio de la predicación de la Iglesia es ya parte de los tiempos finales. El martirio no es sino confirmación de esto. Los cristianos, continuadores de Jesús, deben continuar su palabra y obra. Los adversarios, continuadores de la obra del “anti-Reino” serán siempre opositores de la obra de Dios. Y los testigos (mártires), continuadores de la predicación, persecución y muerte de Jesús, son -lógicamente- seguidores del camino abierto con la resurrección.

El último versículo presenta varias dificultades, especialmente con respecto a su origen (¿es un texto que se remonta a Jesús? ¿es de la fuente que usa el Evangelista? ¿es propio de Mt?). Más allá de esta cuestión, lo importante es que el Jesús de Mateo pretende comunicar aliento a la comunidad perseguida. ¿A qué se refiere con la llegada del Hijo del hombre? ¿a la caída de Jerusalén? ¿a la resurrección de Jesús? ¿a Pentecostés? ¿a la venida del Reino? Sea como fuere, la comunidad de Mateo no debe olvidar que también a los judíos, aunque tengan una actitud belicosa con la comunidad cristiana, también a ellos se debe predicar el Reino.

Reflexión: Mateo sabe adaptar a su tiempo y sus destinatarios el mensaje de Jesús. El Señor había

invitado a sus seguidores a continuar su predicación, pero esto, en tiempos de Mateo tenía “otro color”. Como al mismo Maestro, los judíos los rechazaban, y denunciaban. Eran hermanos que entregaban a hermanos. Predicar a Jesús suponía entrar en conflicto con los mismos que lo habían matado, y la muerte de los cristianos -o ser sometidos a juicio- no era algo lejano. Mateo sabe mostrar a sus compañeros que los seguidores de Jesús deben esperar correr su misma suerte.

Claro que eso no supone el masoquismo de buscar y desear seguir esa suerte. Lo que se debe desear es predicar el Reino; por eso propone, si es necesario, huir; hacen falta predicadores, fieles no mártires; aunque si llegara el momento debamos dar testimonio -con la vida y con la muerte- de ese reino que predicamos.

Ciertamente algunas cosas han cambiado: hoy no son sanedrines y sinagogas, pero siempre hay poderes con los que se enfrenta el mensaje del Evangelio: el poder político, el poder del dinero, el poder de la muerte. Precisamente este poder no soporta que se predique un mundo diferente, donde reine la gratuidad, la fraternidad, la solidaridad. Si hubiera gratuidad el mercado se derrumbaría, si hubiera solidaridad la competencia quebraría, si hubiera fraternidad se derretiría el muro nuevo edificado sobre el egoísmo. “¡¡¡Si los hubiera...!!!”

Quizá debamos preguntarnos -frente a una sociedad armada sobre esos anti-valores- ¿por qué no molesta a los poderes la comunidad cristiana? ¿Habremos perdido la capacidad de ser

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levadura? ¿Habremos perdido la fuerza del testimonio? o ¿habremos domesticado el mensaje del Evangelio? ¿Somos ovejas en medio de lobos o nos hemos mimetizado con la jauría? Sábado 12 de julio Filomena – Juan Gualberto EVANGELIO Mateo 10, 24-33

24Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. 25Ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza de familia le han puesto de mote Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!

26Conque no les cojáis miedo, porque nada hay cubierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.

28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

29¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos. 32En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Padre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo.

COMENTARIOS I

v.v. 24-25: Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. 25Ya le

basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Y si al cabeza de familia le han puesto de mote Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!

Esta llegada se refiere sin duda a la destrucción de Jerusalén, cuando terminará el plazo para la proclamación del mensaje a Israel como pueblo.

El destino del discípulo es el mismo de su maestro. Si éste ha sido rechazado por los círculos fariseos como enemigo del orden querido por Dios (agente del demonio), lo mismo y más sucederá con ellos (24s) La sociedad se defenderá del mensaje de Jesús con toda clase de insultos y calumnias (cf. 5,11).

vv. 26-28: Conque no les cojáis miedo, porque nada hay cubierto que no deba descubrirse ni nada escondido que no deba saberse; 27lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que escucháis al oído, pregonadlo desde la azotea.28Tampoco tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar la vida; temed si acaso al que puede acabar con vida y cuerpo en el fuego.

Instrucción sobre el temor, que desarrolla la última bienaventuranza (5,10). Ante la amenaza que supone la sociedad, no hay que amedrentarse. El mensaje no puede ocultarse, y proclamarlo es la labor de los discípulos. No les recomienda Jesús que se enfrenten con los perseguidores, pero si que no cesen por ningún motivo de propagar el mensaje. Lo que un tiempo ha estado escondido, tiene que llegar a saberse en todas partes. No hay motivo para vivir en el miedo, pues los hombres pueden suprimir la vida física (el cuerpo), pero no la persona (psykhê = el yo vivo, consciente y libre). Jesús vuelve a insistir en que la muerte no es una derrota (28; cf. 10,22).

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En caso de que hubiese que temer a alguien, ese temor estaría justificado sólo respecto a Dios Creador, el único que podría destruir al hombre.

vv. 29-31: ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo caerá al suelo sin que lo sepa vuestro Padre. 30Pues, de vosotros, hasta los pelos de la cabeza están contados. 31Conque no tengáis miedo, que vosotros valéis más que todos los gorriones juntos.

Pero para los discípulos Dios es Padre (5,9) y Jesús exhorta a la confianza en él; nada de lo que sucede se le esconde, ni siquiera las cosas más mínimas, como la muerte de los pajarillos. Su amor abraza la creación entera. De la vida de los que trabajan con Jesús, la solicitud de su amor («vuestro Padre») hace que no se les escape nada (cabellos); por eso, la confianza en él ha de ser total. Explica Jesús qué significa «tener a Dios por Rey» en medio de la persecución (5,10).

v.v. 32-33: En conclusión: Por todo el que se pronuncie por mí ante los hombres, me pronunciaré también yo ante mi Padre del cielo, 33pero al que me niegue ante los hombres, lo negaré yo a mi vez ante mi Padre del cielo. Concluye la exhortación.

De la postura que tome el discípulo ante los hombres depende su suerte final. El que, sin miedo, se pronuncia por Jesús es quien resiste hasta el fin y corona su vida con éxito (se salva). Quien se acobarda y niega a Jesús, está abocado a la ruina, acaba en el fracaso. Mt presenta la doble suerte del discípulo en términos de una declaración de Jesús ante el Padre. La fidelidad del discípulo a Jesús en la persecución (5,10.11) es la que lo salva a través de la muerte.

II

Texto: “No temas a los que matan el cuerpo” El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le

basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra sin el consentimiento del Padre que está en el cielo. Ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo los reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.

Comentario El clima de persecución parece brevemente interrumpido por una explicación: no debe

extrañar que a los seguidores les depara idéntica suerte que a su maestro. Pero así dicho el esquema nos ubica en la “lógica” del sufrimiento, con una ligera tendencia a la resignación; aunque aquí no termina el discurso.

Después de esto, un cuadro en el que se repite al principio y final “no teman” nos ubica en el ánimo que debe guiar a los seguidores de Jesús ante el conflicto desatado. Las dificultades arrecian, y el evangelista no las oculta, pero invita a “no temer” en medio de esa situación. Dios es el soberano, y aunque esas cosas terribles ocurran, los discípulos deben buscar la realización de su voluntad en los tiempos finales, que las persecuciones manifiestan. La mirada escatológica, y en el más allá de la vida, es lo que debe dar razón principal al aliento con el que debemos seguir fieles al Maestro.

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Finalmente un refrán antitético nos habla del futuro positivo o negativo de aquel que reniega y de aquel que reconoce a Jesús en el presente, en una especie de “ley del Talión” escatológica.

El centro de la unidad reside en el sin-sentido del temor cuando Dios es garante de un futuro de vida definitiva para quienes lo anuncian y reconocen.

El v. 30 probablemente sea un agregado tardío al texto: de hecho la referencia a los cabellos interrumpe la mención de los pajaritos. De todos modos, el problema de fondo es la cuestión de la presencia del mal en el mundo: si Dios es creador, el soberano de la historia, ¿cómo es posible la presencia del mal?

Los seguidores de Jesús son multiplicadores de su mensaje, anunciadores públicos de lo que el Señor les ha comunicado; y este anuncio no debe ni ser hecho con temor -al fin y al cabo no hay motivos definitivos: lo máximo que pueden hacer es algo superficial (“cuerpo”)- ni tampoco hecho con incertidumbre: la muerte no tiene la última palabra. El testimonio de Jesús resucitado -que los lectores de Mateo conocen bien- revela que lo fundamental de la existencia no está dado por lo circunstancial sino por lo que conduce la existencia a la vida definitiva. Los tiempos últimos terminan en la resurrección, y por lo tanto no tiene sentido el temor. Precisamente por esto, anunciar como Jesús el Reino de Dios es garantía de ser -como él- conducidos por Dios a la vida. El temor no tiene sentido. Ya lo ha dicho: la identificación del anuncio del Reino lleva a una identificación con el mensajero: les espera la misma cruz, persecución y muerte. Pero también, la esperanza en el Dios que conduce la historia permite creer que la resurrección, y no la muerte, es la última palabra de la historia.

Reflexión: La confianza en la resurrección puede ser peligrosa si la entendemos mal, pero puede ser

el motor más fuerte de la vida si nos dejamos conducir por el Espíritu. Sería terrible comprenderla como “no hay que buscar que las cosas cambien” porque cambiarán en el cielo, como una especie de tortilla. Así se entendió por un tiempo la idea de que los pobres serán felices “en el cielo” y los ricos “castigados”. Con eso, los ricos permanecían seguros de seguir “pasándola bien”, y los pobres eran invitados a una “resignación” que les garantizaba un futuro feliz “en la otra vida”. ¡Nada de eso dice Jesús! Trabajar por el reino es buscar la voluntad de Dios “en la tierra como (se hace) en el cielo”, y por lo tanto trabajar para que las cosas cambien, para que los pobres sean felices ¡ya aquí! La confianza, el “no teman”, no apunta a “paralizar” sino a “dinamizar”, a saber que nuestros esfuerzos por el reino no caen en saco roto, que no serán sin sentido. Que aunque no veamos los resultados “Dios se hace cargo”, que aunque la vida termine -aun violentamente- Dios está del lado del Reino, y dará su fruto. La confianza en la resurrección da fuerza a la lucha por un mundo fraterno y solidario. La predicación del Reino no debe hacernos temer, porque la vida tiene su triunfo garantizado sobre la vida, como la luz vence las tinieblas. La resurrección de Jesús, y la de los cristianos, es garantía de que la predicación del reino no es estéril, y que -por movernos sin temor- podemos gastar todo, incluso la vida misma para que la vida crezca y dé frutos. Si la vida y no la muerte tienen la última palabra, ¡tiene sentido dar vida! ¡tiene sentido dar la vida!

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Domingo 13 de julio Enrique – Teresa de los Andes

DECIMO QUINTO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura: Am 7, 12-15 Salmo responsorial: 84, 9-14 Segunda lectura: Ef 3, 1-14

EVANGELIO Marcos 6, 7-13

7Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando. Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los

espíritus inmundos. 8Les prohibió coger nada para el camino, sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; 9llevar sandalias, sí, pero no ponerse dos túnicas. 10Además les dijo:

-Cuando en algún sitió os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis del lugar. 11Y si un lugar no os acoge ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de las suelas, como prueba contra ellos.

12Ellos se marcharon y se pusieron a predicar que se enmendaran; 13expulsaban muchos demonios y, además, aplicaban unturas de aceite a muchos enfermos y los curaban.

COMENTARIOS I

Son muchos los que hablan en nombre de Jesús de Nazaret, y, a veces, lo que dicen unos y

otros resulta incompatible; ¿como podemos saber quién anuncia el verdadero evangelio? ¿Cómo distinguir el mensajero de la Buena Noticia de Jesús ante tantos que de modos tan diversos dicen anunciarla?

EL SACERDOTE CONTRA EL PROFETA

La primera lectura nos da cuenta del conflicto entre Amós, profeta del siglo VIII a. C., y Amasías, sacerdote, responsable del templo de Betel.

Desde hacía más de ciento cincuenta años, el reino de David estaba dividido en dos: Israel al norte y Judá al sur. Amós había nacido en el sur; pero su actividad la desarrolló en el reino de Israel.

De los profetas del Antiguo Testamento, Amós es el que tiene palabras más duras contra la injusticia, el abuso de los poderosos, la opresión de los pobres, el derroche y la insolidaridad de los ricos..., y la hipocresía de todos ellos, que daban culto a Dios antes y después de practicar la injusticia. Por eso, pronto resultó demasiado incómodo. Y para quitárselo de encima, Amasías le ordena volver a su tierra: «Vidente, vete, escapa al territorio de Judá; allí te ganarás la vida y profetizarás; pero en Betel no vuelvas a profetizar, porque es el templo real, el santuario nacional.»

No le importa que sus denuncias respondan a la verdad, ni cree que sus palabras estén autorizadas por el Señor; ¿cómo podría ser así si él, sacerdote del templo nacional, intermediario entre Dios y los hombres, no le ha dado ninguna autorización oficial? Además de echarle en cara que es extranjero, Amasías insinúa que la actividad profética de Amós no es más que un medio para ganarse la vida. Y Amós le responde: «Yo no era profeta ni de un gremio profético; era ganadero y

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cultivaba higueras. Pero el Señor me arrancó de mi ganado y me mandó ir a profetizar a su pueblo, Israel.»

¿De parte de quién se pondría el pueblo? ¿De parte de aquel extranjero que se atrevía a lanzar graves acusaciones contra sus dirigentes o de parte del máximo responsable del santuario nacional?

LA PRIMERA MISION

Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les prohibió coger nada para el camino, sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; llevar sandalias sí, pero no ponerse dos túnicas.

Después de que estuvieran una buena temporada con él, Jesús envió a los Doce, por primera

vez, a predicar. No se trata de un envío definitivo; todavía no van a anunciar la Buena Noticia: sólo predican la necesidad de enmendarse, de cambiar de vida, para poder recibir, con fruto, el anuncio del evangelio. Pero al enviarlos, Jesús les da unas instrucciones que también serán válidas en el futuro, cuando la misión sea definitiva.

La iniciativa es de Jesús, como lo fue de Dios en el caso del profeta Amós: ir por el mundo diciéndole a la gente que hay que cambiar de manera de vivir, denunciando abusos e injusticias que impiden la fraternidad, es una tarea difícil y, para decidirse a emprenderla, es necesario un empujón, una llamada, una invitación a abandonar el cómodo conformismo o el egoísmo insolidario.

Los envía de dos en dos: el proyecto de Jesús no es cosa de piedad individual, sino un proyecto para organizar la convivencia; dar a conocer ese proyecto tampoco es asunto de uno solo; aunque alguno sienta una particular inclinación o esté especialmente dotado para algún aspecto de la misma, la misión es responsabilidad de toda la comunidad, es un asunto comunitario.

Para que puedan realizar su tarea, Jesús les da autoridad sobre los espíritus inmundos: los capacita para liberar a los hombres de todas las ideologías, especialmente las religiosas, que esclavizan al hombre, convirtiéndolo en un fanático, incapaz de aceptar, por tanto, un proyecto de libertad.

La riqueza debe estar ausente de la misión: primero porque su eficacia depende sólo de Dios y de la libre aceptación del mensaje por los hombres: no será el derroche de medios económicos lo que haga eficaz el anuncio del evangelio. Les deberá bastar con lo más imprescindible: un bastón y el calzado necesario para caminar. Y, además, los signos externos de riqueza («dos túnicas») son incompatibles con la misión de quienes se han de presentar como seguidores de quien anuncia libertad, justicia e igualdad para toda la humanidad.

INVITACION A LA LIBERTAD Y A LA VIDA

Cuando en algún sitio os alojéis en una casa, quedaos hasta que os vayáis del lugar. Y si un lugar no os acoge ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de las suelas como prueba contra ellos.

Naturalmente que los enviados de Jesús tendrán que satisfacer sus necesidades más elementales, pero eso se resolverá gracias a la solidaridad humana, en la que confía Jesús y en la que han de confiar los que le siguen. En cualquier caso, el mensaje que se anuncia nunca podrá ser objeto de intercambio, nunca podrá ser objeto de negocio: el mensaje de Jesús es totalmente gratuito.

Mensaje que, por otra parte, se ofrece a quien libremente lo quiera aceptar. No será la espada lo que avale a los enviados de Jesús, como a veces ha sucedido; si alguien se niega a aceptar la invitación, bastará con dejar constancia de que el anuncio se hizo, pero fue rechazado.

El último rasgo de los mensajeros de Jesús será el efecto que produzca su mensaje en aquellos que lo acepten: un cambio en la manera de vivir, libertad de toda esclavitud y victoria de la

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vida: «Ellos se marcharon y se pusieron a predicar que se enmendaran; expulsaban muchos demonios y, además, aplicaban unturas de aceite a muchos enfermos y los curaban.»

Estos son algunos rasgos que nos ayudarán a reconocer a los auténticos mensajeros: su mensaje deberá estar respaldado por la comunidad que lo vive y por la opción por la pobreza que su propia vida debe manifestar, sin olvidar el efecto, libertad y alegría de vivir que producirá en nosotros.

II

v. 7: Convocó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

Jesús convoca a los Doce como había hecho antes con los que iban a constituir el grupo (3,13), pero no les encarga proclamar (cf.3,14) lo que no han asimilado todavía. Toda labor de proclamación hecha por estos individuos falsearía el mensaje.

Lo que hace es enviarlos de dos en dos, como los había llamado al principio (1,16-21a). Como en aquel pasaje, ir de dos en dos implica la afirmación de la igualdad y excluye la subordinación de uno a otro; es, además, testimonio de ayuda y solidaridad mutuas.

Tampoco les confiere «autoridad para expulsar los demonios» (3,15), sino solamente autoridad sobre los espíritus inmundos, para dominarlos, sin atribuirlos a otros individuos ni mencionar expulsión alguna. Parece referirse a los mismos enviados; son ellos los que tienen que tener a raya su fanatismo judaizante, que sería un obstáculo insuperable para el trato con la gente. Jesús les hace posible acercarse a todo hombre sin pretensiones de superioridad.

vv. 8-9: Les ordenó que no cogiesen nada para el camino, excepto sólo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; «calzaos sandalias, pero no os pongáis dos túnicas».

Les da a continuación minuciosas instrucciones sobre el modo como deben comportarse: no deben llevar provisiones (pan), tampoco una aljorja, propia de los mendigos, para guardar lo que pudieran recibir por el camino; tampoco dinero, que les daría la seguridad de no quedarse desprovistos en caso de no recibir nada. Por una parte, el despego del dinero permite la libertad; por otra, la confianza en los hombres es la traducción en la conducta del mensaje de la fraternidad.

Jesús los envía, pues, para que, con su modo de proceder, den un testimonio de igualdad entre los hombres (de dos en dos); al mismo tiempo, la carencia de provisiones y dinero debe mostrar a todos que esperan solidaridad humana y que confían en la gente; pero que no van a apro-vecharse de la solidaridad ajena, pues no van a pedir limosna ni a aceptar nada para guardarlo (ni alforja); no van a presentarse como mendigos, sino con plena dignidad. Pero, al ser dependientes de la buena voluntad de los demás, se elimina toda posible pretensión de superioridad.

El bastón y las sandalias eran imprescindibles para los viajes largos; eso sí deben llevarlo. Por el contrario, llevar puestas dos túnicas era señal de riqueza, por eso no deben hacerlo. El vestido refleja la clase social a la que se pertenece; ellos deben estar al nivel de la gente modesta o pobre.

Igualdad, solidaridad humana, confianza mutua, dignidad, carencia total de ambición, sencillez en el vestir: tal es el mensaje que han de transmitir con su modo de proceder.

Puede verse ya el propósito de Jesús con este envío de los Doce; al no poder convencerlos con su ejemplo y palabra, quiere ponerlos en contacto con hombres de otros pueblos, para que sea la experiencia lo que les haga cambiar de mentalidad. Es una especie de terapia de choque. No los envía a predicar, sino a aprender por el contacto humano. No señala duración ni traza itinerario para el viaje, pero, desde luego, no lo limita al pueblo judío. Deberán convencerse de que la frontera entre la bondad y la maldad humana no coincide con la frontera étnica de Israel.

v. 10: Además les dijo: «Dondequiera que os alojéis en una casa, quedaos en ella hasta que os vayáis de allí».

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Añade después Jesús otras instrucciones sobre el contacto con la gente que van a encontrar y cuál ha de ser su reacción según la acogida que reciban. No menciona el ir a las sinagogas, institución judía, lo que sería contrario a la finalidad del envío. Menciona solamente «el lugar» y «la casa / familia», que pueden encontrarse en cualquier país. Han de aceptar la hospitalidad que se les ofrece, sin cambiar de casa, para no desairar la buena voluntad de la gente ni afrentar la hospitalidad ofrecida. No tienen que informarse sobre quién los acoge; deben aceptar lo que les ofrecen sin mostrarse reacios a los usos del lugar.

Para los Doce, el nuevo Israel, esta instrucción implica un cambio radical de mentalidad: entrar en casa de paganos, despreciados por los judíos, y depender de ellos para la supervivencia. Jesús pretende que olviden su identidad judía para colocarse en el plano de la humanidad.

v. 11: «Y si un lugar no os acoge, ni os escuchan, marchaos de allí y sacudios el polvo de los pies, como prueba contra ellos».

Puede darse el caso de que un grupo humano (un lugar) se niegue a aceptar la presencia de los enviados. El rechazo delata una postura xenófoba: lo que viene de fuera no tiene nada que aportarnos. Se expresa de dos maneras: la falta de solidaridad (no os acoge) y la cerrazón completa al diálogo o a la comunicación humana (ni os escuchan). Han erigido una barrera que impide el acercamiento entre los hombres. Es lo mismo que hacían los judíos con los que no pertenecían a su nación.

Si eso sucede, deben abandonar el lugar, pero, al marcharse, tienen que hacer un gesto de acusación, el que hacían los judíos al salir de tierra pagana; ahora significa que los verdaderos paganos, los que no conocen al verdadero Dios, son los que se oponen a la igualdad y solidaridad humanas: ser pagano no se define por las creencias, sino por el modo de actuar; lo es quien no refleja en su conducta el amor universal de Dios.

v. 12: Ellos se fueron y se pusieron a predicar que se enmendaran. Recibidas las instrucciones, los Doce se ponen en marcha. No se precisa adónde van ni

cuánto dura el viaje. Pero la actividad que desarrollan no coincide en absoluto con la encargada por Jesús. En primer lugar, se dedican a «proclamar», exhortando a la enmienda, de lo que Jesús no ha hecho mención; es decir, hacen suyo el mensaje del Bautista al pueblo judío (1,4), exhortando a un cambio individual, sin proponer un ideal alternativo de sociedad; para Jesús, la enmienda era solamente condición para construir la sociedad nueva o reino de Dios (1,15).

v. 13: ... expulsaban muchos demonios y, además, ungían con aceite a muchos postrados y los curaban.

La expulsión de demonios y las curaciones están en paralelo con las efectuadas por Jesús en Cafarnaún antes de que expusiera el programa universalista y rompiera con la institución judía (2,1-3,7a). Los Doce, por una parte, liberan de la adhesión fanática al sistema judío (expulsión de demonios); por otra, suscitan en el pueblo abatido la esperanza de un mesías davídico restaurador de la gloria de la nación (el ungir con aceite recuerda la unción de los reyes de Israel); así remedian momentáneamente (curaban) el estado de postración de muchos. Todo indica que se dirigen solamente a judíos y que siguen en su mentalidad reformista; no proponen la alternativa de Jesús, sino la renovación de Israel. Tienen gran éxito: con esta propuesta no experimentan rechazo alguno.

III

El santuario de Betel tenía también su significación política para el Reino del Norte. Por eso el sacerdote Amasías tiene que cuidar su puesto defendiendo los intereses del rey. Amós, en el comienzo de su misión profética, encuentra rechazo de parte de la estructura religiosa, esto le augura problemas y dificultades pero está dispuesto a enfrentarlos. Vive de lo que hace, su vida no depende de su labor profética, de ahí que puede actuar con libertad tanto frente a la estructura

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religiosa como a la estructura política. Yahvéh mismo le ha pedido que vaya a profetizar a Betel, así que Amasías va a tener que escucharlo aunque se incomode y aunque él no sea del Reino del Norte.

El papel político e ideológico (justificativo) que toda religión juega –en un sentido o en otro- en el contexto sociológico en el que se mueve, es ya un descubrimiento de la conciencia moderna que a nadie se le escapa. Ya nadie es tan igenuo como para pretender que su discurso o su práctica religiosa no hagan ninguna referencia a lo social, a lo político o a lo económico. El apoliticismo de la religión es simplemente imposible, o bien ilusorio o ingenuo. La religión hace política de alguna manera, inevitablemente, como Jesús asumió definidamente su postura social y política frente a la realidad de su momento. No se trata de negar las implicaciones sociales y políticas de nuestra práctica cristiana: lo que es necesario es que esa política sea secundum Marcum, secundum Matheum, secundum Lucam. O sea, «según el Evangelio». Es el Evangelio mismo el que nos obliga a hacer política. Pero no unapolítica según los intereses del rey, o los intereses de los poderosos, sino según el interés del amor, de la fraternidad, de la justicia, de la opción por los pobres.

Aparte de los casos individuales locales (cada templo, cada comunidad cristiana…) ¿qué papel ideológico-político está jugando el cristianismo respecto al capitalismo occidental y su sistema explotador? Algunas posiciones superficiales afirman que están claras las críticas que las Iglesias cristianas hacen al capitalismo… En el catolicismo muchos se tranquilizan con las críticas que el Papa hace en este mismo sentido. Pero el asunto es mucho más complejo. Y la visión «de los otros» puede ayudarnos: el mundo musulmán, por ejemplo, mira al sistema económico occidental capitalista, explotador, invasor, imperialísticamente globalizador y actualmente fuera de todo derecho internacional y del mínimo respeto a la convivencia entre los pueblos, como «el sistema cristiano». Para muchos pensadores musulmanes, el cristianismo es el sistema religioso ideológico justificador del capitalismo mundial. El cristianismo como conjunto hace política y economía, y no precisamente «según el Evangelio».

Por su parte, los movimientos populares emancipatorios, la izquierda mundial, sabe que, excepto la gloriosa excepción de la teología de la liberación y sus comunidades eclesiales y sus mártires, en la gran mayoría de los casos el cristianismo ha «justificado» a la derecha, al capital, al poder, al patriarcalismo… Lo contrario ha sido –y sigue siendo- minoritario y excepcional. Veinte siglos de historia están para demostrarlo. El cristianismo como conjunto es un «santuario de Betel», en el que Amasías tiene como punto de referencia al Rey, y Amós no es acogido en él. Amós –que no era sacerdote, que ni siquiera era «profeta profesional»- es la personificación de los individuos y grupos de base de corazón sencillo, que sienten la exigencia de la Justicia de Yahvéh y denuncian la complicidad del Santuario. Los representados aquí por Amós no son los teólogos críticos, ni los obispos proféticos, sino todos los cristianos de a pie de corazón limpio de intereses y sensibles a las exigencias del Evangelio.

Ef 3, 1-14: El misterio que no fue dado a conocer en tiempos pasados… Para Pablo es claro que no sólo los judíos sino también los gentiles están ahora en Cristo y

participan de la bendición de Dios que tiene lugar también en Cristo. La gran dificultad en el comienzo de la Iglesia fue aceptar a los gentiles. Pablo se esfuerza

en esta alabanza de bendición a Dios por mostrar que quien se bautiza participa también de la elección, de la gracia o remisión de los pecados y de la iniciación en el misterio de Dios. Los miembros de la Iglesia somos, según el apóstol, los que hemos recibido la bendición: elegidos desde siempre y antes de todas las cosas, elegidos y destinados por Cristo para la condición santa de hijos y para que lleguemos a la plenitud de nuestro ser al transformarnos en imágenes de su Hijo, gracias a la acción del Espíritu y al haber sido agraciados en el Amado con el perdón de los

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pecados mediante la sangre de Cristo, elegidos para que mediante la sabiduría y la prudencia que, proceden del mismo Espíritu, penetremos en el misterio de Dios.

En el misterio de la voluntad de Dios, de su propósito y realización en Cristo, nos hallamos incluidos también nosotros los cristianos procedentes tanto del judaísmo como de la gentilidad, porque en él está definida nuestra esencia, en él experimentamos el perdón de los pecados.

Pablo siente que esta realidad terrena tiene que evolucionar, que el plan de Dios es recapitular todas las cosas en Cristo y que los cristianos no debemos permanecer al margen de las transformaciones sociales. Hemos sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo para ser sensibles a la acción transformadora de Dios, acción transformadora que tampoco es exclusiva de los cristianos. El compromiso del cristiano es hacer que este mundo de injusticia se transforme en una sociedad de hermanos pues se supone que entendemos cuál es la voluntad y el plan de Dios sobre la humanidad y el cosmos. Esta tarea no es fácil porque no vivimos aislados de los demás y porque el mal ha sido institucionalizado por el ser humano.

Mc 6, 7-13: Jesús envía a los doce. Comienza una nueva etapa en el proceso del seguimiento, la etapa de la misión. Ahora les

corresponde a los Doce proclamar lo que han visto y oído. Jesús es consciente de que tendrán que enfrentar el mal en todas sus dimensiones por eso les da poder para hacerlo y les da algunas recomendaciones, les indica que es necesario un cierto estilo de pobreza, tener capacidad para acomodarse a las circunstancias y saber que van a ser aceptados o rechazados. La proclamación de la Buena Nueva debe hacerse en libertad, a nadie se puede obligar a aceptarla. Jesús les está hablando desde su propia vida, les está aportando desde su práctica pastoral.

Todos los comienzos tienen sus dificultades -así lo vemos también en la experiencia de Amós-, pero además están llenos de esperanza y de alegría porque se tiene la motivación de sacar a adelante un proceso. Jesús les advierte a los discípulos cómo son las cosas, para que nada los tome por sorpresa. Sin embargo, la experiencia para cada evangelizador será siempre diferente y a veces donde creemos que nos va a ir bien quizá no logramos nada. Quien evangeliza debe tener presente que es Dios quien hace que surja el fruto, pero también debe disponerse para que el mensaje que transmita motive, inquiete y sea más creíble.

Jesús sabe lo que les espera a los Doce. Los envía de dos en dos. La compañía es apoyo, fuerza y motivación para cumplir mejor con la misión y para resistir a las dificultades. La tarea que van a realizar es una tarea liberadora pero, ¿están capacitados para hacerla? Al final del texto se nos dice cómo los discípulos expulsaron muchos demonios y curaron muchos enfermos. De esta forma los Doce van adquiriendo autonomía y confianza en sí mismos, se dan cuenta de que son capaces de hacer lo mismo que hace Jesús.

El que es enviado sabe que debe permanecer en el lugar hasta que cumpla con su misión, así lo vemos en Amós y en las indicaciones que Jesús les da a los Doce. El enviado no va a nombre personal, va en nombre de quien lo envió. Además Jesús cuenta con la buena voluntad de muchos hombres y mujeres que son solidarios, que abren la puerta de su casa para compartir, de ahí que se atreva a decirles que se queden en la casa donde entren hasta que vayan a otro lugar. Pero también les dice que donde no los reciban ni los escuchen, al marcharse sacudan el polvo de los pies. El gesto de sacudir los pies se hacía públicamente y expresaba condena y separación. Este gesto lo podemos leer también como señal de intolerancia de parte del evangelizador que no soporta que lo rechacen y que no lo reciban. No se puede obligar al otro a que reciba la Buena Nueva, también los demás tienen derecho a disentir, a manifestar que no están de acuerdo y el evangelizador debe tener una actitud más tolerante y comprensiva, debe esperar una nueva oportunidad.

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Contrariamentea lo que fue la práctica de Jesús, el anuncio del Evangelio, en la mayoría de los casos y de los tiempos, se ha impuesto a los demás, unas veces en forma violenta empleando la fuerza del poder o de las armas, otras veces con las leyes o con la presión social o la presión psicológica, manejando el miedo por la amenaza de la condenación. También ejercemos una cierta violencia cuando insistimos en la costumbre de bautizar a los niños en vez de arriesgarnos a que sean ellos quienes elijan hacerse cristianos libremente cuando sean adultos. Entre las grandes religiones, el cristianismo por lo menos tiene una historia que desacredita mucho la supremacía numérica mundial de la que está tan orgulloso. Su gran magnitud cuantitativa deja mucho que desear y suscita muchas dudas sobre su futuro en un mundo cada vez menos susceptible de coerción religiosa. Se adivina un futuro –que ya es presente en regiones de vieja cristiandad- de disminución y abandono, una situación que no debería interpretarse catastróficamente, sino como la oportunidad de recuperar la calidad que se sacrificó a la cantidad.

Jesús dice a sus enviados que si no es recibido el mensaje, sacudan el polvo de sus pies y se vayan, y es claro que no quiere que obliguen a nadie a aceptar el mensaje. Es más coherente con la «política de Dios» ser menos por ser celosamente respetuosos de la libertad religiosa, que ser más cuantitativamente a base de bajar el nivel de la calidad evangélica de los métodos evangelizadores.

Para la revisión de vida - Jesús siempre llamó a la conversión, no entendiendo ésta cómo una cuestión

meramente moral, sino como la transformación de nuestra manera de entender y vivir la vida; convertirse no es tanto cambiar algunas cosas que hacemos cuanto dejar de vivir la vida sin esperanza, sin confianza en la realidad de la presencia del Reino ya entre nosotros, aquí y ahora. ¿Cómo entiendo yo la conversión a la que me llama Jesús? ¿De qué tengo que convertirme?

- ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? El misterio ha quedado revelado: no somos fruto de la casualidad ni del azar, ni de un ciego destino: Dios tiene un plan para nosotros, y no caminamos a la deriva sino hacia la meta de la fraternidad universal y la vida plena y para siempre junto a El. ¿Esta es mi fe, o me muevo en el miedo de no saber qué me deparará el destino?

Para la reunión de grupo - Amós no fue un profeta "profesional" sino guiado realmente por Dios; por eso

proclamaba su mensaje sin miedos y sin acepción de personas; eso le llevó a denunciar incluso a los propios sacerdotes del templo, a la religión institucionalizada que sólo busca agradar a los poderosos y se olvida del respeto al derecho y la justicia. ¿Pueden ser "buenas" las relaciones entre las instituciones - incluso religiosas- y los profetas? Llegar a unas conclusiones en el grupo y después poner ejemplos del mundo de hoy.

- A lo largo de su vida, Jesús se dedicó con insistencia y prioridad al anuncio de Reino; el Reino fue el tema prioritario, el fundamental en su vida, su Causa, su Utopía. Todas las demás cosas que hizo y dijo no fueron sino explicitaciones y explicaciones acerca de ese Reino. La profecía en la Iglesia no proviene de voces misteriosas interiores que puedan escuchar sólo algunos espíritus exquisitos, sino de la confrontación del cristiano con la utopía del Reino. Porque la Iglesia debe reconocer al Reino también como su Causa y lo que le da sentido, es posible que sus miembros -individuales o en comunidad- puedan "criticar" a la Iglesia al confrontarla con el ideal al que ella misma debe servir. ¿Sería ése un fundamento claro de la profecía al interior de la Iglesia?

Para la oración de los fieles

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- Por la Iglesia, para que no caiga en la trampa de callarse ante las injusticias por conseguir riquezas, honor, poderes o tranquilidad. Oremos.

- Por los gobiernos de los pueblos, para que estén al servicio de las personas, buscando el bien común, especialmente el de los pobres y marginados. Oremos.

- Para que cada día haya más personas dispuestas a decir las verdades que duelen pero ayudan. y a no dejarse comprar por los que están interesados en acallar sus voces. Oremos.

- Para que los medios de comunicación social sean informadores veraces y no estén al servicio de los intereses de las fuerzas dominantes. Oremos.

- Por todos nosotros, para que seamos más consecuentes con nuestra misión como cristianos y estemos dispuestos a vivirla con todas sus consecuencias. Oremos.

Oración comunitaria Dios, Padre nuestro, que continuamente nos llamas a anunciar a todas las personas

tu Reino, la utopía de justicia y en fraternidad que Tú nos darás; ayúdanos a caminar por la vida anunciando a todos la Buena Noticia de tu amor materno y paternal, y nuestra condición de hijos tuyos destinados a la Vida plena. Te lo pedimos por Jesucristo N.S. Lunes 14 de julio Camilo de Lelis – Francisco Solano EVANGELIO Mateo 10,34-11,1

34No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espadas; 35porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6).

37E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.

40E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. 41E1 que recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro.

COMENTARIOS I

vv 34-36: No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz,

sino espadas; 35porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6).

Jesús disipa un malentendido (cf. 5,17). La paz que él trae (cf. 5,9) se basa sobre la opción contra la riqueza, el prestigio y el poder (5,3) y establece la justicia entre los hombres (5,6). Es una paz por la que hay que trabajar (5,9), pero cuya propuesta suscita una tremenda oposición (5,10.11). El efecto de su misión se indica con el texto de Miq 7,6. El profeta describe la corrupción de la

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sociedad (Miq 7,1-7): las insidias, el soborno, la ambición de los poderosos. Estas son las razones de la división que produce el mensaje. Este no se propone en un mundo que lo desee, sino en una sociedad que niega la paz en todas sus acciones (16: «lobos»).

vv. 37-39: E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que

quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.

En este ambiente de división, la primera lealtad ha de ser para Jesús; no puede uno renunciar a ella por fidelidad a vínculos familiares. Lo mismo pasa respecto a la sociedad: quien desafía sus principios será considerado como un criminal digno de muerte. Hay que aceptar también esa eventualidad.

Enuncia Jesús el principio general con una paradoja basada en la oposición encontrar-perder. Hallar, encontrar = apropiarse, hacer suya. «Encontrar» significa reservarse, tener para sí. El discípulo no debe tener un apego a su persona que lo lleve a reservarse su vida, debe saber darla. El que se desentiende de la necesidad del mundo y busca su comodidad o seguridad, ése se pierde. El que se arriesga, ése se encuentra. Son nuevas formulaciones de la salvación (22.32) y del peligro de perderse por el miedo (26.28.33).

vv. 40-42: E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mi, y el que me recibe a mí recibe al que

me ha enviado. 41E1 que recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su calidad de discípulo, no se quedará sin recompensa, os lo aseguro.

La fidelidad de los discípulos los hace ser portadores, para el que los acoge, de la presencia de Jesús y del Padre (40). La bendición que obtiene el que los acoge está en proporción con la clase de acogida que les haga. Acoger significa compartir lo que se tiene con la persona a quien se acoge; es la generosidad la que da valor a la persona (6,22s). Jesús se remite al AT; el dicho «quien recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta» se refiere a los ejemplos de Elías y Eliseo narrados en 1 Re 17,9-24 y 2 Re 4,8-37. «La recompensa de profeta» consiste en el beneficio que se puede recibir de un profeta; paralelamente, «la recompensa de justo». En cambio, la que se recibe por acoger a un discípulo no es una «recompensa de discípulo», sino la expresada al principio, la presencia de Jesús y del Padre con la persona que acoge.

La última afirmación de Jesús presenta una aparente incongruencia por el paso de la tercera persona a la segunda, que debería estar incluida en ella: «Quien da de beber a uno de estos pequeños... en calidad de discípulo.. os lo aseguro.» Lo normal sería que dijese «a uno de vosotros, que sois pequeños», pues ellos son los doce discípulos de Jesús (10,1; 11,1). Con esto indica Mt que los discípulos no son realmente doce ni se limitan a los que vivían de hecho con Jesús, sino que esa categoría es más numerosa y que Jesús habla de toda época. Los doce mencionados por sus nombres representan a la entera comunidad de Jesús, pero no la agotan. Lo característico del discípulo es ser «un pequeño», uno que no pretende la grandeza mundana según el contenido de la primera bienaventuranza (5,3).

Dar un vaso de agua fresca, en el clima caliente y seco de Palestina, era una muestra de verdadera hospitalidad.

v.11,1: Cuando terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús se marchó de allí,

para enseñar y predicar por aquellos pueblos.

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Cierra Mt el discurso de Jesús con un epílogo semejante al que cerraba el discurso en el monte (7,28). Vuelve a mencionar a «los doce discípulos», con lo que clausura la sección comenzada en 10,1. La misión de los Doce no impide que Jesús continúe su actividad (enseñanza y proclamación).

II

Mateo teniendo presente el problema de su comunidad cristiana, le recuerda que el discípulo aprende en su propia experiencia que la vivencia del mensaje es contradictoria y engendra división. Jesús había experimentado esto mismo y tenía fresca la memoria de los profetas anteriores. El primer rompimiento es con los más cercanos, con la propia familia: los lazos de la sangre se ponen en contra de la realización del Reino. La familia como institución es la célula que propaga el esquema social: recibimos por la sangre la ideología de nuestros mayores.

Para Jesús es claro que por encima del amor a la familia está el amor a la Causa. Por eso dice que el que quiera a su padre o a su madre, a su hijo o a su hija más que a él, no es digno de él. Suenan duras estas palabras, pero para poder seguir a Jesús es necesario un rompimiento serio y radical con todo aquello que impida que el Reino de Dios sea una realidad.

El Reino de Dios es universal rompe con los límites de la familia, de la raza, de la religión, de la patria. El Reino de Dios sólo lo hacen realidad hombres y mujeres libres y autónomos en su corazón y que son capaces de amar sin límites y sin barreras. En un mundo donde se enseña a defender lo propio, a ser cada vez más individualistas, a amar sólo al hijo o a la hija, al padre o a la madre, al marido o a la esposa, a defender la vida y los bienes, este mensaje será causa de problema y de división. Pero también en un mundo global donde la injusticia y la explotación se justifican para aumentar el capital este mensaje chocará contra las prácticas de exclusión y de aprovechamiento de los demás.

El cristiano por vocación está llamado a ser universal, a reconocer lo bueno en los demás y no solamente en la gente de su grupo. Las condiciones para seguir a Jesús convierten al discípulo en signo de contradicción, no se puede ser discípulo sino se aprende a amar sin excluir a nadie, sino se aprende a pasar por el camino de la cruz que purifica el corazón y la mente y si no se aprende a entregar la vida por la vida de los demás. Martes 15 de julio Buenaventura EVANGELIO Mateo 11, 20-24

20Se puso entonces a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todas sus potentes obras, por no haberse enmendado.

21-¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que habrían mostrado su arrepentimiento con sayal y ceniza. 22Pero os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. 23y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo (Is 14,13-15); porque si en Sodoma se hubieran hecho las potentes obras que se han hecho en ti, habría durado hasta hoy. 24Pero os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.

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COMENTARIOS

I

20Se puso entonces a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todas sus potentes obras, por no haberse enmendado. 21-¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que habrían mostrado su arrepentimiento con sayal y ceniza. 22Pero os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

La palabra "entonces" enlaza esta invectiva de Jesús con la escena anterior. Jesús se dirige a las ciudades cercanas para reprocharles su indiferencia al mensaje que han oído. "Las ciudades" son sedes de escuelas rabínicas y centros de cultura religiosa. Su indiferencia está en relación con la descrita antes bajo la imagen de los niños que no hacen caso a sus compañeros (11,16s). Ambos datos indican que la invectiva a las ciudades mira, sobre todo, a los círculos intelectuales que van a mencionarse a continuación (11,25).

La enmienda fue la exigencia expresada por él ante la cercanía del reinado de Dios (4,17). A pesar de los hechos que acreditan la cercanía del reinado, esas ciudades no han cambiado de vida. «Enmendarse» (metanoeô) significa cesar de practicar la injusticia y comenzar una vida justa. Debe cambiar la calidad de las relaciones humanas; pero nada ha cambiado en esas ciudades. No han dado el paso preliminar para el reinado de Dios (20). No han hecho caso de los hechos objetivos (20-21: egenonto) que han podido presenciar, fruto de la actividad de Jesús.

Corozaín estaba a unos 3 km. al norte de Cafarnaún; Betsaida, a unos 10 km., en la desembocadura del Jordán. La comparación que hace Jesús acusa a estas ciudades de ser más rebeldes a Dios que las ciudades paganas del Norte, bien conocidas. Isaías había predicho la ruina de Tiro y Sidón. Usando la imagen del «día del juicio», afirma Jesús que el destino de las ciudades paganas será más llevadero que el de las judías (21-22). «El sayal y la ceniza» eran símbolos de arrepentimiento.

vv. 23-24: y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo (Is 14,13-15); porque si en Sodoma se hubieran hecho las potentes obras que se han hecho en ti, habría durado hasta hoy. 24Pero os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti.

El caso de Cafarnaún, ciudad donde Jesús se había instalado (4,13), es aún más grave. No sólo es más rebelde que los paganos; Jesús la considera peor que Sodoma, prototipo de ciudad maldita (cf. 10,15), por haber ignorado la nueva realidad que en ella se ha manifestado (23-24). Para describir su ruina usa Jesús unos versículos de la sátira de Isaías por la caída de Nabucodonosor. Éste es precipitado del vértice de la gloria al vértice de la miseria (Is 14, 13.15). Se deduce de esta perícopa que Mt ve en Galilea una resis tencia encarnizada al mensaje de Jesús. La buena noticia encontrará más eco en los países paganos.

Las acciones de Jesús narradas por el evangelista (8,2-9,28) tenían que ver, sobre todo, con la apertura a los paganos y con la curación del nacionalismo exclusivista de Israel. Estas ciudades, situadas en la orilla del lago o cerca de ella, con tráfico comercial y población mezclada, habrían debido aceptar la universalidad de la salvación. Sin embargo, siguen en su mentalidad anterior. Renunciar a la propia superioridad y al exclusivismo es parte de la enmienda.

II

Como antítesis de los "macarismos" o Bienaventuranzas (5, 3ss), también forman parte del repertorio de Jesús las sentencias caracterizadas por la interjección "ay" que expresa una

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"maldición", y que pertenece, como la "bendición" a la esfera de los valores religiosos. Este texto está construido teniendo en cuenta los oráculos y lamentaciones de los grandes profetas contra las ciudades pecadoras y resumen el juicio del Mesías sobre el pueblo que no ha aceptado su mensaje de conversión al Reino de Dios. Convertirse significa dejar de practicar la injusticia y comenzar una vida justa. La conversión debe cambiar la calidad de las relaciones humanas; pero nada ha cambiado en esas ciudades porque no han aceptado el mensaje del Reino.

Estas tres ciudades: Corozaín, Betsaida y Cafarnaún estaban situadas a orillas del lago de Galilea y fueron testigos privilegiadas de las grandes obras del Mesías; han oído la proclamación a los pobres del Reino de los cielos y su llamado a la conversión; han visto con sus ojos las señales de los tiempos mesiánicos; han recibido la visita de los apóstoles. Pero no se han convertido.

Los versículos que conforman este texto se corresponden entre sí: a) reproche y amenaza a las ciudades galileas (vv. 21a y 23a); b) si estas obras se hubieran realizado en ciudades paganas, éstas habrían reconocido la mano de Dios (vv. 21b y 23b); c) por eso el día del juicio serán tratadas con más misericordia (vv. 22 y 24).

Los prodigios de Jesús son signos que anuncian la llegada del Reino. La respuesta del ser humano debe ser la conversión y la fe. Tiro y Sidón, las dos grandes ciudades fenicias Sodoma y Gomorra, son el ejemplo típico de ciudades paganas y pecadoras. Pero si estas ciudades hubieran sido testigos de las obras de Dios se habrían convertido con saco y ceniza (eran símbolos de arrepentimiento).

En cambio, aquellas ciudades galileas son maldecidas por Jesús porque han encarnado la prepotencia de la estructura de poder, elevándose hasta el cielo y presumiendo de su sabiduría, que les impide reconocer a Jesús como la verdadera sabiduría a través de sus obras. Por eso el "juicio" escatológico-histórico de Jesús sobre las ciudades es figura y signo del juicio escatológico sobre los "ciudadanos" que hayan asumido la mentalidad de la estructura social, generando la desigualdad y la muerte. Miércoles 16 de julio Carmen EVANGELIO Mateo 11, 25-27

25En aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, has escondido estas cosas a los sabios

y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

27Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

COMENTARIOS I

v.25: En aquella ocasión exclamó Jesús: -Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra,

porque, has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; 26sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

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La expresión introductoria «por aquel entonces» enlaza de algún modo esta perícopa con la anterior. Después de la recriminación a las ciudades que no responden aparece la respuesta favorable de la gente sencilla. Por contraste con la invectiva anterior, en esta perícopa Jesús alaba al Padre por lo que está sucediendo. Aparece el Padre como el Señor del universo.

Jesús bendice al Padre por una decisión: los intelectuales no van a entender esas cosas; los sencillos, sí. «Esas cosas» puede referirse a «las obras» del Mesías (11,2.19). La revelación de que habla Jesús respecto a los sencillos tiene un paralelo en la que recibe Simón Pedro para reconocer en Jesús al Mesías, después de los episodios de los panes (16,17). Se trata, pues, de comprender el sentido de las obras de Jesús, de ver en ellas la actividad del Mesías. La revelación del Mesías podía haberse hecho de manera deslumbradora y autoritaria. Sin embargo, el Padre ha querido hacerla depender de la disposición del hombre. Es la limpieza de corazón, la ausencia de todo interés torcido, la que permite discernir en las obras que realiza Jesús la mano de Dios.

Precisamente, la denominación «los sabios y entendidos» alude a Is 29,14. En el texto profético, Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él: lo honra con los labios, pero su corazón está lejos (cf. Mt 15,8s). A eso se debe que fracase la sabiduría de los sabios y se eclipse el entender de los entendidos. En el trasfondo del dicho de Jesús se encuentra, por tanto, esta reali-dad: los sabios y entendidos no captan el sentido de las obras de Jesús porque su insinceridad inutiliza su ciencia, impidiéndoles aceptar las conclusiones a las que su saber debería llevarlos. Los «sencillos» no tienen ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les revela. El hecho de que Dios «oculta» ese saber no se debe a su designio, sino al obstáculo humano; se atribuye a Dios lo que es culpa del hombre. De hecho, la realidad de Jesús está patente a todos, viene para ser conocido de todos. El pasaje está en relación con el aserto de Jesús en 9,13: «No he venido a llamar justos, sino pecadores.» El «justo» es el que se cierra a la llamada por estar conforme con la situación en que vive. No es culpa de Jesús, sino del hombre. El que se tiene por «justo», sin reconocer su necesidad de salvación, se cierra a la llamada de Jesús. Lo mismo el «sabio y entendido», cuyo corazón está lejos de Dios, está cerrado a la revelación del Padre (25s).

v. 27: Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

La frase de Jesús «mi Padre me lo ha entregado todo» está en relación con la designación «Dios entre nosotros»: Jesús es la presencia de Dios en la tierra. También con la escena del bautis-mo, donde el Espíritu baja sobre Jesús y el Padre lo declara Hijo suyo. La posesión de la autoridad divina fue afirmada por Jesús en el episodio del paralítico (9,6). La relación íntima entre Jesús y el Padre la establece la comunidad de Espíritu. Por eso nadie puede conocer al Padre, sino aquel a quien el Hijo comunique el Espíritu, que establecerá una relación con el Padre semejante a la suya. Es decir, el conocimiento de Dios de que se glorían los sabios y entendidos, que se adquiriría a través del estudio de la Ley, no es verdadero conocimiento. Este consiste en conocerlo como Padre, experimentando su amor, y sólo se consigue esta experiencia por la comunicación que hace Jesús del Espíritu que recibió. De ahí que invite a todos los que están cansados y agobiados por la enseñanza de esos sabios y entendidos. El se presenta como maestro, pero no como los letrados, dominando al discípulo; él no es violento, sino humilde, en contraposición al orgullo de los maestros de Israel. Su enseñanza es el descanso, después de la fatiga del pasado (11,28s).

II

La sencillez y la humildad son la puerta entrada al conocimiento de Dios. Si no damos este primer paso avanzamos en falso y nos llenamos de vanagloria, el crecimiento interior lo realiza el Espíritu cuando le permitimos que actúe en nosotros.

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El ser humano por su capacidad de razonar tendría muchos motivos para encontrar a Dios, pero precisamente la razón lo ha alejado más. La comprensión del mundo y de la naturaleza, el conocimiento de las leyes que rigen el universo, hacen sentirse al ser humano un ser prepotente. Así como al hombre o a la mujer que practican la religión no les es suficiente el cumplimiento estricto de las normas y necesitan descubrir el espíritu que anima y da vida a las normas, necesitan practicar la justicia, así al hombre o a la mujer que se dedican a la ciencia y al conocimiento no les basta este solo conocimiento: deben aprender también la sabiduría para poder penetrar en la esencia del cristianismo y participar de la experiencia de Dios. Sólo los pequeños, los que se sienten necesitados de Dios, reciben la revelación del misterio divino que se oculta en toda los seres de la creación, ellos son capaces de descubrir las huellas y la presencia divina en todo lo que existe y en todo lo que acontece. Pero cuando el ser humano está lleno de su propio conocimiento tiene dificultades para encontrar la presencia amorosa del Padre en la creación. La generación de Jesús pretendía conocerlo porque sabían quiénes eran sus padres y sus hermanos y dónde vivía, pero en su mayoría y principalmente los que manejaban la religión, no fueron capaces de descubrir en Jesús al Hijo de Dios, por eso el mismo Jesús les dice que nadie conoce bien al Padre sino el hijo y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar, creer en Jesús es un don del Espíritu, nadie puede darse ese don si Dios mismo no se lo da. En sus mismos discípulos vemos con cuánta dificultad van descubriendo y aceptando que ese Jesús, de carne y hueso, es el Señor, el Hijo de Dios. El conocimiento de Dios es vida y no teoría, entre los cristianos encontramos muchos que saben demasiado de Dios, conocen bastante las Escrituras… pero eso no pasa de ser un simple conocimiento teológico o bíblico, inflados en su propio conocimiento pierden hasta la fe. Jueves 17 de julio Alejo EVANGELIO Mateo 11, 28-30

28Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro,. 29Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontrareis vuestro respiro, 30pues mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

COMENTARIOS I

Jesús invita a aceptar su yugo, imagen de las exigencias que se derivan de su mensaje; su

yugo es llevadero, no como el de la Ley propuesta por los letrados, y su carga es ligera (cf. 23,4). Estudiar la Ley debía servir para acercarse a Dios; Jesús invita a acercarse a él directamente; su persona es el medio (la Ley) y el término (Dios). Invita a romper con otros maestros y a aceptar su enseñanza. El legalismo judío era abrumador, una moral sin alegría. Jesús propone, en cambio, el servicio en la alegría de la amistad (9,15). Propone sus exigencias prometiendo la felicidad (bienaventuranzas).

II

Los sistemas políticos de este mundo en lugar de dignificar la vida de los seres humanos se constituyen en sistemas de opresión y de exclusión, porque están hechos para mantener y

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perpetuar el egoísmo y la ambición. Los pobres con su trabajo y con los impuestos que deben pagar ayudan a mantener la burocracia política y administrativa, por eso los sistemas políticos se convierten en cargas que agobian cada vez más al ser humano. Jesús hablando de los jefes de las naciones dice que las gobiernan como señores absolutos y las oprimen con su poder (Mt 20,25); ésta es la experiencia que tiene de los gobernantes de su tiempo y de la historia de su pueblo. En la época de Jesús la presencia del Imperio Romano era el peor yugo que tenía que soportar el pueblo de Israel, era una cultura extranjera que tenía otra forma de mirar la vida, el régimen tributario era demasiado minucioso y a esto había que añadir el sistema religioso que le hacía juego al régimen político.

La religión que debía ser signo de esperanza y de liberación, se constituía en una carga más para el pueblo. La peor carga es la que se lleva en la conciencia: muchos que estaban excluidos de la práctica religiosa del templo por no tener cómo purificarse, al escuchar las enseñanzas de Jesús se sienten más livianos porque a través de sus palabras descubren que Dios nunca ha dejado de amarlos así no hayan ido nunca al templo. Jesús al hablar de los jefes religiosos de su tiempo dice a sus oyentes: “hagan lo que ellos dicen pero no hagan lo que ellos hacen, pues atan cargas pesadas a las espaldas de los demás pero ellos ni con el dedo quieren moverlas” Mt 23,3...

El Reino que Jesús proclama se basa en una propuesta nueva en la que la que las relaciones sociales se fundamentan en la justicia y la fraternidad, que defienden y dignifican la vida en todas sus formas; su norma fundamental es el amor que crea y produce vida. Jesús invita a sus oyentes a que formen parte de ese Reino de Dios en el que nadie estará agobiado ni cansado por el peso de la injusticia y de la opresión, que es fruto de la ambición y del desequilibrio social. Viernes 18 de julio Arnulfo EVANGELIO Mateo 12, 1-8

12 1En aquella ocasión, un sábado echó Jesús a andar por lo sembrado; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer. 2Los fariseos, al verlo, le dijeron:

-Mira, tus discípulos están haciendo lo que no esta permitido en día de precepto. 3E1 les replicó: -¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? 4Entró en

la casa de Dios y comieron de los panes y de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus hombres, sino sólo a los sacerdotes. 5y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo sin incurrir en culpa? 6Pues os digo que hay algo más que el templo aquí.

7Si comprendierais lo que significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no condenaríais a los que no tienen culpa. 8Porque el Hombre es señor del precepto.

COMENTARIOS I

v. 1: En aquella ocasión, un sábado echó Jesús a andar por lo sembrado; los discípulos

sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer.

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Jesús marcha por los sembrados Los discípulos son mencionados sólo a continuación El itinerario de Jesús es el de los suyos. Al contrario que Mc y Lc, Mt señala que los discípulos sienten hambre. El cambio se debe a estar situada la narración en un contexto diferente. En Mc 2 23 y Le 6 1 sigue a la perícopa del esposo, donde Jesús ha expuesto el principio que invalida toda la institución judía. No hacía falta poner otra motivación para la libertad que muestran los discípulos. Mt, en cambio, al situar esta narración en contexto diferente, necesitaba expresar un motivo para la acción.

vv. 2-4: Los fariseos, al verlo, le dijeron: -Mira, tus discípulos están haciendo lo que no esta

permitido en día de precepto. 3E1 les replicó: -¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus hombres sintieron hambre? 4Entró en la casa de Dios y comieron de los panes y de la ofrenda, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus hombres, sino sólo a los sacerdotes.

«Arrancar espigas» estaba permitido por Dt 23,26 para proteger los derechos de los pobres. Los fariseos, sin embargo, consideraban el arrancar espigas como equivalente a la recolección, trabajo prohibido en sábado (cf. Ex 34,21). Señalan el hecho a Jesús, esperando que éste corrija la conducta de los discípulos. Se dirigen a él sin ninguna fórmula de cortesía o respeto. Jesús, en vez de corregir a los discípulos, defiende su conducta. A la manera de la controversia rabínica, comienza su respuesta con la frase: «¿No habéis leído?» Cita a continuación un episodio bien conocido de la historia de David (1 Sm 21,1ss), quien, ante la necesidad propia y la de sus hombres, se permitió contravenir a lo expresamente prescrito en la Ley (Lv 24,9).

«Panes de la ofrenda», cf. Ex 25,30; 40,4; Lv 24,5s; 1 Sm 21,1; 1 Re 7,48; 2 Cr 4,19. La argumentación de Jesús se basa hasta este momento en que la necesidad del hombre es razón suficiente para ignorar ocasionalmente un precepto de la Ley. Con esta comparación pone la obligación del sábado, que para los rabinos era la máxima, a la altura de un precepto ritual secundario.

v. 5: y ¿no habéis leído en la Ley que los sábados los sacerdotes violan el precepto en el

templo sin incurrir en culpa? Jesús añade otro argumento («¿No habéis leído?»), ahora a partir de la Ley, es decir, de los

libros de Moisés. En la frase distingue entre el día de sábado y el precepto del descanso. No sólo el hombre puede eximirse de la obligación en caso de necesidad; la Ley misma relativiza el precepto del descanso. De hecho, el trabajo en el templo era mayor en los días festivos que en los días ordinarios, pues aumentaba el número de ofrendas (Nm 28,9s).

La obligación del culto a Dios prevalece sobre la del descanso. La ley del descanso -y, en consecuencia, la Ley entera- no es un absoluto.

vv. 6-8: Pues os digo que hay algo más que el templo aquí. 7Si comprendierais lo que

significa «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6) no condenaríais a los que no tienen culpa. 8Porque el Hombre es señor del precepto.

Conclusión del argumento anterior. Si el templo exime de la obligación del descanso, hay aún una realidad superior al templo, Jesús mismo. Reprochando a los fariseos no saber interpretar la Escritura («si comprendierais»), confirma lo dicho con una cita de Oseas (6,6): es Dios mismo quien relativiza la obligación del culto, anteponiendo al mismo el servicio al hombre. «Miseri-cordia» (en griego, éleos) significa el amor que se traduce en ayuda (cf. 5,7). «Sacrificio», las prescripciones cultuales en general y las del sábado en particular. En consecuencia, la censura hecha por los fariseos carece de fundamento. Opone Jesús la ayuda al hombre a la piedad orgullosa y despectiva de los fariseos, empeñados en condenar.

Da Jesús la razón última: el Hombre es señor del precepto y, por lo tanto, de la Ley, que, según los fariseos, se compendia en ese precepto. El trabajo en el templo era una excepción a la Ley

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del descanso, que no por eso perdía su validez. Pero «el Hombre» no tiene por qué invocar excepciones. «Señor» significa superior al precepto y libre de él. «El Hombre» es designación de Jesús, pero no exclusiva, sino extensiva. Designa al que posee el Espíritu de Dios (3,16) y podrá aplicarse en su medida a todos aquellos que de Jesús lo reciban. Mt, por tanto, explica por qué los discípulos son inocentes, porque participan de la libertad y del señorío de Jesús mismo.

El que practica la misericordia, es decir, la ayuda a los hombres, está por encima del culto, que, a su vez, tiene la precedencia sobre el precepto del descanso. Es él quien realiza el designio de Dios, no los que subordinan el bien del hombre a los preceptos legales.

II

Lo que se absolutiza produce muerte. El tiempo, los lugares y las cosas sagradas tienen su razón de ser. Están dotadas de

misterio y de tabú y pueden producir en nosotros actitudes esclavizantes. Si hay algo que vuelve falso a los seres humanos es el cumplimiento estricto de las normas religiosas por sí mismas. Cumplir con una norma es fácil, lo difícil es descubrir el espíritu que la anima y nos da vida, nos contentamos con el cumplimiento de las formalidades y con eso tranquilizamos nuestra conciencia, mientras tanto en nuestra vida interior no se produce crecimiento. Muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia han dedicado su vida al cumplimiento de las normas y se vuelven estrictos y disciplinados, pero se olvidan del amor y de la misericordia; se vuelven intolerantes frente a los demás hermanos y hermanas porque se creen religiosamente superiores.

La ley del sábado no debe estar por encima de la vida, el tiempo sagrado es también un tiempo para reponer las fuerzas invertidas en el trabajo, pero el tiempo sagrado no debe llevarnos a olvidar que nuestra relación con Dioses se prolonga en el tiempo ordinario. No debemos ser solamente buenos cuando llegue el día de descanso; ser buenos es un imperativo que abarca toda la vida. El peligro de lo religioso es la separación que se hace entre fe y vida, Jesús se mantuvo en constante relación con su Padre, no necesitó de un tiempo para hacerlo, su vida transcurría en su presencia, por eso rompía la ley del sábado con facilidad, para indicarnos que el verdadero adorador, adora a Dios «en espíritu y en verdad» y no necesita de espacios ni de tiempos especialmente consagrados, Él mismo se reconoce como el Señor del Sábado.

El templo es el lugar sagrado por excelencia y sin embargo, los sacerdotes quebrantan en el templo la ley del Sábado sin incurrir en culpa. Se supone entonces, que si hay excepciones, las normas no son tan rigurosas, ni hay que cumplirlas ciegamente. No es el templo el que santifica el Sábado.

Las cosas sagradas se vuelven intocables para quien no tiene el poder de hacerlo. David con sus compañeros cuando sintieron hambre entraron en el templo y comieron de los panes de la proposición que sólo era permitido a los sacerdotes y sin embargo, nada les pasó, calmaron el hambre y pudieron siguieron para adelante.

Jesús nos enseña que ni el tiempo, ni los lugares ni las cosas se pueden colocar por encima de la vida, ellos existen en función de servir y de mejorar la vida y no para disminuirla y oprimirla. Nada en este mundo debe ser absolutizado, lo que se absolutiza produce muerte. El cumplimiento de las normas religiosas no debe ser mirado como un parámetro ético, nadie se hace más bueno o más malo por cumplir o dejar de cumplir con las prescripciones religiosas, la medida del cristiano es su capacidad de tener misericordia y de ser justo con los demás.

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Sábado 19 de julio Arsenio – Natacha EVANGELIO Mateo 12, 14-21

14Al salir de la sinagoga, los fariseos planearon el modo de acabar con él. 15Jesús se enteró y se marchó de allí. Lo siguieron muchos y él los curó a todos,

16mandándoles que no lo descubrieran. 17Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:

18Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, en quien he puesto mi favor. Sobre él pondré mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. 19No altercará, no gritará, no voceará por las calles. 20La caña cascada no la quebrará hasta que haga triunfar el derecho. 21É1 será la esperanza de las naciones (Is 42,1-4).

COMENTARIOS I

vv. 14-16. Enterado del propósito de sus adversarios, Jesús se retira. Muchos lo siguen. La

curación de éstos está en paralelo con la del hombre del episodio anterior y tiene su mismo significado. De hecho, cambia la localización, pero Mt no señala el cambio de día. Sigue, por tanto, la actividad en sábado. Jesús libera a los hombres del yugo de la Ley. Presta ayuda a todo el que lo necesita, y, según

este pasaje, todo hombre necesita ayuda (cf. 5,7; 12,7). Les prohibe hacer pública su actividad.

vv. 17-21. Mt ve en esta actitud de Jesús el cumplimiento de un texto de Isaías (42,1-4) que

trata de la figura del Servidor de Dios. No utiliza el texto griego (LXX) ni traduce exactamente el hebreo. Adapta el texto del profeta a su propia teología. El término griego país, «chico», significa lo mismo «hijo» que «siervo». El paralelo de las escenas del bautismo (3,16s) y la transfiguración (17,5) hacen prevalecer el sentido de «hijo». El Padre lo presenta al mundo («Mirad»). «El elegido» es también titulo mesianico de Jesús (cf. Lc 9,35; 23,35). «Mi amado», «mi predilecto» corresponden a las designaciones dadas por la voz del cielo en el bautismo (3,17: «a quien yo quiero, mi predilecto»). «Mi amado» es prácticamente sinónimo de «hijo único» (cf. Gn 22,2). El Espíritu de Dios, en perspectiva de AT, es Dios mismo en cuanto fuente de vida y energía. Se comunica al hombre paya capacitarlo en vista de una determinada misión. El paso de tiempos pasados (v. 18a, en cast. presente intemporal) a futuro (1 8b-21) muestra dos tiempos: el de la elec-ción de Jesús y el de su investidura para la misión. También en la escena del bautismo llega Jesús al Jordán dispuesto a hacer su compromiso hasta la muerte y, por tanto, consciente de su misión mesiánica. Es al salir del agua cuando recibe la investidura.

La misión para la que lo capacita y a la que lo impulsa el Espíritu es anunciar el derecho a las naciones. La obra salvadora del Mesías no se circunscribe al pueblo de Israel.

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v. 18. Relacionando este dicho con las curaciones narradas antes, que son el cumplimiento

de este texto profético, aparece que «el derecho» o nueva norma de justicia resume el principio de Jesús: la ayuda al hombre está por encima de la Ley. La relativización o abolición de la Ley mosaica va a permitir a las naciones aceptar el mensaje de Jesús. El mensaje de libertad en él contenido es el nuevo «derecho» o norma que puede encontrar eco en el mundo entero.

v. 19. El Mesías no será un agitador ni un líder de masas. Así justifica Mt con la Escritura

la actitud de Jesús, su retirada y la prohibición de divulgar su actividad (12,15s). Busca en cambio a los que necesitan su ayuda (cf. 5,7; 8,17; 9,12s.36; 11,5s.28).

vv. 20-21. Su empresa no se realizará, pues, con las armas o con la fuerza, sino con un

nuevo estilo, el del Espíritu: suavidad y mansedumbre (cf. 11,29) con lo débil y vacilante. Lo que está para extinguirse no acabará de apagarlo. La justicia no se implanta arrollando lo débil. Su ayuda consiste en curar, enderezar, hacer revivir. Este es el modo como el derecho predicado por él a las naciones penetrará y llegará a la victoria. Este derecho es designio de Dios; Dios no quiere al hombre para sí, sino para la humanidad (12,7); el derecho que Jesús propugna coincide con las relaciones ideales entre los hombres. La aspiración universal por una sociedad justa encontrará su fundada esperanza en este Mesías.

Mt describe en este pasaje su idea del Mesías. Es aquel que, gracias a la abolición de la Ley mosaica, que paraliza al hombre y crea el obstáculo entre Israel y los demás pueblos, llega a esta-blecer una humanidad justa. Esto se hace por la fuerza del Espíritu que en él habita y actúa. Mt responde aquí a la tercera tentación del desierto. No será el Mesías un ambicioso que busca el litigio y usando la fuerza se disputa con otros el poder ni que pretenda apoyarse en la popularidad con las masas (19); su labor será paciente y buscará promover el bien de los débiles, sin perder nunca la esperanza (20). Su camino será el del amor desinteresado que cura y ayuda al hombre. La descripción de Mt, respuesta a la tercera tentación, previene a los discípulos sobre cómo han de promover también ellos el reinado de Dios (cf. 6,10.13).

II

Una referencia al profeta Isaías constituye el vértice doctrinal del texto que nos presenta la liturgia de hoy. Isaías 42, 1-4 es la cita bíblica más extensa del evangelio de Mateo. Ella nos presenta una de las ideas más fuertes en la teología de este Evangelio como es la pregunta sobre ¿Quién es Jesús? Lo que hoy en Teología Bíblica se podría llamar "la cuestión cristológica" y que para la comunidad de Mateo se constituyó en uno de los más grandes temas de reflexión porque, no pudiendo ignorar lo que Jesús hacía, tenían que sentirse obligados a aceptar la responsabilidad de saber quien era.

Las primeras comunidades cristianas hicieron un gran esfuerzo por definir a Jesús y en

este cometido surgen una serie de títulos sobre Jesús, de los cuales algunos pasaron a las Profesiones de Fe, otros han quedado recogidos en los textos litúrgicos, en la piedad y en la literatura. Uno de estos "títulos" es el de "Siervo de Yahveh" con el que llamamos convencionalmente a Jesús. Este título está recogido en el libro del profeta Isaías, en la segunda parte, donde presenta la misteriosa figura de un "servidor" de Dios, cuya misión de magisterio y de sacrificio expiatorio ha de aportar al mundo la luz y la salvación. Jesús tuvo clara conciencia de que, en la figura de este "Siervo", se proclamaba su vocación mesiánica. Y los judeocristianos reconocieron en él al auténtico "Siervo de Yahveh". Mateo, que escribe dentro de esta atmósfera

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religiosa, reafirma en la presente reflexión el sentido cristiano de las palabras del profeta Isaías. Ahora miremos con detalle el texto.

En la primera estrofa, Dios presenta a su "Siervo", elegido y amado por él. Por la unción del Espíritu, será el maestro de todos los pueblos:

"He aquí mi siervo, a quien elegí, mi amado, en quien mi alma se complace. Pondré mi Espíritu sobre él, y anunciará el juicio a las naciones" (v.18).

"He aquí mi Siervo": La palabra hebrea 'ebed ("Siervo") tiene la connotación del que es "servidor" y este servidor es presentado al mundo como el elegido por Dios y al cual Dios mismo presenta. La institución en el oficio se realiza por el don del Espíritu que acompañará al "Siervo" en su empresa. Será un mediador carismático. La misión del "Siervo" es implantar el derecho y la ley de Dios, es decir, difundir la revelación de su voluntad que es justicia y orden entre los hombres y mujeres. El ámbito de la misión del "Siervo" será universal y realizará su misión, no con las armas o por la fuerza, sino con la presencia del Espíritu.

En el texto nos encontramos con que la misión del "Siervo" es "anunciar el juicio a las naciones", proclamando con verdad el derecho y establecer la justicia en la tierra. "Anunciar el juicio a las naciones" indica el juicio o proceso entre Yahveh y el pueblo. Isaías anuncia la justa decisión que Dios tiene de establecer el derecho indicando que sólo Dios hace un juicio recto; de esta manera establecer el derecho se convierte en misión del "Siervo". El Siervo, a través de su camino de sufrimiento en medio del pueblo, debe llevar el derecho a las naciones y por eso se hace luz de las mismas.

La estrofa siguiente: "No disputará ni gritará, ni oirá nadie en las plazas su voz" (v.19), caracteriza la amable suavidad humilde, no propagandística, del "Siervo de Yahveh". Las manifestaciones del derecho mediante el "Siervo" no vendrán como se esperaban normalmente, con fuertes gritos o con un gran despliegue publicitario. El "Siervo de Yahveh" anunciará su misión salvífica con el testimonio de su propia vida, respaldado con acciones concretas en favor de los más pobres y desvalidos de la sociedad. Es precisamente en favor de ellos que instaurará el derecho y la justicia entre las naciones.

Domingo 20 de Julio Elías

DECIMOSEXTO DE TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura: Jeremías 23, 1-6 Salmo responsorial: 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6

Segunda lectura: Efesios 2, 13-18 EVANGELIO Marcos 6, 30-34

30Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y todo lo que habían enseñado. 31Él les dijo:

-Venid vosotros solos aparte, a un lugar despoblado, y descansad un poco. Es que eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. 32y se marcharon en la barca, aparte, a un lugar despoblado. 33Los vieron marcharse y muchos los reconocieron; entonces, desde todos los pueblos

fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. 34A1 desembarcar vio una gran multitud; se conmovió, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñar es muchas cosas.

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COMENTARIOS I

El domingo pasado el evangelio nos hablaba de la Buena Noticia de Jesús. Ese mensaje va

destinado a todos los hombres; el evangelio de hoy precisa cuáles son sus principales destinatarios.

REVISAR EL TRABAJO REALIZADO Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y

todo lo que habían enseñado. El les dijo: -Venid vosotros solos aparte, a un lugar despoblado y descansad un poco. Haber sido llamado por Jesús y enviado por él a anunciar su mensaje, haber escuchado sus

instrucciones y recibido la fuerza necesaria para la misión son condiciones imprescindibles para el mensajero, pero no le aseguran el acierto. Sigue siendo un ser limitado, que se equivoca, condicionado por su mentalidad y sus prejuicios. Por eso es necesario revisar con atención el trabajo realizado. Eso es lo que pretende hacer Jesús con sus discípulos.

Ellos se habían pasado, habían hecho algo para lo que todavía no estaban preparados y que Jesús no les había encomendado: enseñar, que, según el uso que hace de esta palabra el evangelio de Marcos, significa proponer el mensaje de Jesús tomando como punto de partida el Antiguo Testamento. Jesús lo hacía porque tenía bien claro qué contenidos de aquellos antiguos escritos seguían siendo válidos y cuáles no. Pero los discípulos, que todavía no habían comprendido la novedad radical de la Buena Noticia -seguirán durante mucho tiempo atados a sus tradiciones (véase, por ejemplo, Mc 6,48; 7,32; 8,22-26.27-38; 9,1 - 13.32.38; 10,35-45.46-52)- seguro que mezclaron lo que ya estaba a punto de cumplirse, perdiendo su vigencia, con lo que iba a ocupar su lugar, y llenaron, con el vino nuevo, los odres viejos (Mc 2,22).

Como «eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer», Jesús se los lleva «en la barca, aparte, a un lugar despoblado». Pero esta vez la gente no los va a dejar hacer la revisión de su actividad.

COMO OVEJAS SIN PASTOR

Los vieron marcharse, y muchos los reconocieron; entonces, desde todos los pueblos, fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas.

Marcos señala, al hilo de la narración, dos consecuencias de la predicación de los Doce: una parece negativa y otra positiva.

La gente ha escuchado a los Doce. Y reacciona buscándolos. Pero, y esto sería lo negativo, no busca a Jesús, sino a todo el grupo. Esto podría indicar que, en efecto, no han sido capaces de mostrar la radical novedad del mensaje de Jesús y lo han mezclado, confundiéndolo, con sus esperanzas y tradiciones, que, en su mayor parte, se verán modificadas o simplemente perderán su vigencia como consecuencia de la actividad y la predicación de Jesús. Dicho con otras palabras: se han predicado a sí mismos en lugar de anunciar la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios (Mc 1,1).

El aspecto positivo es, sin duda, que han conseguido despertar el interés de sus oyentes. Como son gente del pueblo, han atinado al tocar las fibras más sensibles de sus paisanos.

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Y es vivo ese interés: los ven alejarse en barca, y a pie, bordeando el lago, se encaminan hacia el lugar al que se dirigen Jesús y los discípulos, corriendo tanto que llegan antes que ellos. De este modo, el interés despertado por los Doce será la causa de que muchos puedan escuchar directamente la enseñanza de Jesús.

Al llegar, Jesús ve que se les han adelantado, y en lugar de sentirse molesto porque no podrá hacer lo que pretendía, se siente solidario con ellos, abandona su plan y se pone «a enseñarles muchas cosas»; él conoce perfectamente la causa de su ansiedad, la circunstancia que ha favorecido el, llamémoslo así, éxito de los discípulos: están desorientados y, por eso, deseosos de encontrar alguien que les muestre la dirección adecuada en la que deben marchar para hacer más feliz su vida; Jesús lo ve y comprende que están extraviados, «como ovejas sin pastor».

UNA CRITICA POLÍTICA Los antepasados más antiguos que Israel conoce eran pastores nómadas, que debían cuidar

con mucha atención de sus rebaños para que no perecieran por falta de pastos o por el ataque de los animales salvajes. Esta imagen sirvió a los escritores del Antiguo Testamento para representar el cuidado de Dios por su pueblo (Gn 48,15; 49,24; Is 40,11; Jr 23,3; 31,10; Ez 34,11-22, Sal 23,1, 28,9, 74,1, 77,21, 78,52.72, 79,13, 80,2) y la tarea propia del rey y de los dirigentes políticos del país (2 Sm 5,2; 7,7; Is 56, 11; Jr 2,8; 3,15; 10,21; 22,22; 23,1-4, 50,6; Miq 5,4-5; Sal 78,70). Los profetas, cuando quieren denunciar la corrupción de los dirigentes, usan esta misma imagen del pastor, pero indicando que en lugar de cuidar de las ovejas las dispersan y extravían: «Mi pueblo era un rebaño perdido que los pastores extraviaban por los montes... » Jr 50,6; (véase la primera lectura de hoy; Is 56,9-12; Jr 10,21; 25,34-38; Ez 34).

Cuando el evangelio dice que Jesús «se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor», está repitiendo la crítica hacia los dirigentes políticos de Israel. Lo que hará después mostrará que él va a realizar el anuncio de los profetas: él es el pastor que, según está anunciado, va a sustituir a aquellos corruptos (Ez 34,23s; cf. Jr 23,5; Sal 2,9). Cierto que su manera de ser pastor será muy distinta de la de los antiguos y los modernos pastores.

Sigue habiendo hoy muchas ovejas sin pastor, ya que sigue habiendo muchas ovejas desperdigadas, vagando sin rumbo, porque aún hay muchos pastores que se apacientan a sí mismos (véase Ez 34,6.8). Los cristianos debemos tener claras dos cosas: primera, que es misión nuestra denunciar la corrupción de esos pastores, y en segundo lugar, que los principales destinatarios del mensaje de Jesús son, también hoy, todos los que los pastores de este mundo han dejado «como ovejas sin pastor».

II

v. 30 Los enviados se congregaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y todo lo que habían enseñado.

Para cerrar esta unidad, Mc retoma el tema del envío de los Doce (6,7-13). El mal enfoque de la actividad que éstos han ejercido, contraria a lo encargado por Jesús, se refleja en el informe que le dan, que no omite nada (todo lo que habían hecho): proclamar la enmienda, expulsar los demonios y, como complemento, curar ungiendo con aceite (alusión al mesías davídico) (6,12-13), fomentando con ello la esperanza de la restauración nacional, sin tener en cuenta la alternativa del Reino.

Pero añaden un dato nuevo: han enseñado, actividad que no sólo no les había encomendado Jesús, sino que en este evangelio es exclusiva suya y que él ejerce solamente con oyentes judíos (enseñar proponer el mensaje tomando pie del AT: 1,21b; 2,13; 4,1; 6,2, etc.). Ellos se han arro-

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gado el derecho a enseñar, pero como no han hecho suya la enseñanza de Jesús, la que han propuesto no puede ser otra que la nacionalista judía, opuesta a ella.

v. 31 El les dijo: «Venid vosotros solos aparte, a un lugar despoblado, y descansad un poco». Es que eran muchos los que iban y venían y ni para comer encontraban tiempo.

Oído el informe, y sin darles ninguna señal de aprobación, Jesús tiene una reacción inmediata: quiere hablar a solas con ellos (vosotros solos). Veníos recuerda la primera llamada al seguimiento (1,17); el lugar despoblado/desierto alude a la ruptura con los valores de la sociedad (1,35.45); el término aparte indica que Jesús pretende de nuevo subsanar la incomprensión de los discípulos (cf. 4,34). El verbo «descansar» se usa en Is 14,3 LXX para significar la liberación que hizo Dios de la esclavitud de Babilonia; Mc alude a este pasaje para indicar que Jesús quiere libe-rarlos de la ideología que los domina, impidiéndoles el seguimiento.

La circunstancia que motiva la invitación de Jesús es la mucha gente que los visita para tomar contacto con el grupo. Por su espíritu reformista y nacionalista, la actividad de los Doce ha causado gran revuelo y suscitado falsas esperanzas. Esta gente no va a ver a Jesús (cf. 1,32.45; 3,7; 4,1; 5,21), es el grupo como tal el que recibe numerosas adhesiones (eran muchos). La necesidad que tienen los discípulos de asimilar el mensaje (comer, cf. 3,20) se ve frustrada por el tráfago de gente; ellos posponen el «comer», es decir, la instrucción de Jesús, para atender a los que acuden; absorbidos por esa actividad, no tienen tiempo para estar con Jesús. El entusiasmo que los circunda los ciega. Jesús interrumpe la euforia.

v. 32 Se marcharon en la barca a un lugar despoblado, aparte... Se marcharon: Jesús va integrado en el grupo; no se menciona su nombre, no aparece como

centro ni se dice que los discípulos lo sigan. Mc repite la mención del lugar despoblado y del aparte, subrayando la necesidad de corregir la incomprensión.

v. 33 ... pero los vieron marcharse y muchos los reconocieron; entonces, desde todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.

Aquellos hombres no se resignan a perder el contacto. La expresión los vieron marcharse integra de nuevo a Jesús en el grupo: a los ojos de esta gente, Jesús y el grupo aparecen como una unidad, es decir, piensan que Jesús pretende los mismos objetivos que han expuesto los Doce Muchos los reconocieron: son los testigos antes mencionados (31b) de la actividad de los enviados (muchos, cf. 6,13). Quedan, sin embargo, otros muchos que desean expresarles su acuerdo; la expectación se ha extendido: van corriendo por tierra al lugar desploblado / desierto donde, como había sucedido con varios líderes de masas, podría dar comienzo el movimiento reformista.

34 Al desembarcar vio una gran multitud; se conmovió, porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

El propósito de Jesús se frustra de nuevo por la presencia 4e la multitud que lo espera: no podrá instruir en particular a sus discípulos, quienes, por tanto, seguirán apegados a su ideal de renovación de Israel. La gran multitud está formada por los muchos que fueron por tierra a este lugar desde todos los pueblos (6,33) para encontrarse con el grupo. Continúa la reacción popular favorable a la actividad de los Doce.

III

En el Antiguo Testamento los guías políticos y religiosos son presentados con frecuencia como pastores y al pueblo como el rebaño. La figura del jefe como pastor cobró vigencia a partir de David, el pastor convertido en rey. El rebaño no es propiedad de los pastores sino del Señor, ante el cual ellos son sus representantes, por eso él mismo les tomará cuentas. El oficio de los jefes se ha pervertido y esto ha permitido la dispersión y el extravío del rebaño. El rey Joaquín con su política desatinada provocó la intervención de Babilonia. La expulsión que se menciona

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aquí parece referirse a la primera deportación. La intervención del Señor se justifica por tratarse de su rebaño, está desarrollada en tres tiempos: repatriación de los deportados, nombramiento de pastores ejemplares y resonancia escatológica. Se pasa de los pastores al Pastor-Jefe, al rey davídico en quien los judíos ponen su confianza.

Jeremías es consciente de que el desorden, la situación de injusticia y el desplazamiento que tiene que soportar y sufrir el pueblo, se debe a los mandatarios que no han sabido gobernar en función del bien público sino en función de sus intereses personales y de clase, por eso han fracasado como gobernantes y es necesario entonces que Dios suscite nuevos pastores. Los pueblos viven añorando el cambio de la situación cada vez que se presenta la oportunidad de un nuevo gobierno. La esperanza y la ilusión de que algún día haya oportunidad para vivir en la justicia no se acaban aunque los hechos nos muestren que las situaciones siguen iguales. En este momento el problema de injusticia se ha agudizado más, porque los dirigentes de los pueblos tienen que obedecer al orden económico internacional, aunque haya esperanza no se encuentran las salidas, porque se requiere de la voluntad política de los grandes dirigentes del mundo y principalmente de quienes manejan la economía mundial. Hoy encontramos en el mundo más desorden, más injusticia, más desplazamiento. Que la palabra de Jeremías nos ayude a seguir creyendo que es posible la justicia.

Ef 2, 13-18 Este texto parece ser una inserción dentro de la carta a los Efesios, es diferente en el

lenguaje, en las ideas y en la forma. Inserción en forma de himno sobre Cristo: la paz y la persona que nos trae la paz. Cristo derribó la pared divisoria, hizo de los dos ámbitos: judíos y gentiles, uno solo y destruyó por medio de su carne la enemistad.

El convertir la ley en una norma absoluta trae como consecuencias el casuismo y el legalismo; destruyendo este carácter de la ley, se elimina la enemistad. La gran acción de Cristo por la cual se demostró que es nuestra paz fue la eliminación de la ley como dogma, como norma absoluta y suprema que separaba a Dios y a los seres humanos, y a judíos y gentiles. Si los jefes dispersan, Jesús tiene la capacidad de reunir y de acabar con todo aquello que separa y divide a hombres y mujeres.

A Pablo le tocó enfrentar el problema cultural en la Iglesia primitiva entre cristianos judaizantes y gentiles, y luchó hasta conseguir que los gentiles fueran admitidos también dentro de la comunidad cristiana. En el texto de hoy nos recuerda que en Cristo Jesús desaparecen todo antagonismo y toda situación de injusticia que hacen que hombres y mujeres de la misma cultura y de culturas diferentes, no se entiendan entre sí... El evangelio es un mensaje de carácter universal, derriba los muros sociales, políticos, económicos, culturales y hermana a todos los hombres y mujeres.

Mc 6, 30-34 Dice el texto de Marcos hoy que a Jesús le dio lástima de la multitud porque andaban

como ovejas sin pastor. Los discípulos han llegado de su labor apostólica a contarle a Jesús todo lo que les había pasado, Jesús entonces los invita a descansar en un lugar apartado pero cuando llegan allí fue imposible porque una gran multitud ya estaba en el lugar esperándolos. Jesús comprendió que más urgente que comer y descansar era atender a la multitud.

Si Jeremías en su tiempo se queja de los guías políticos mucha más aguda es la situación en tiempos de Jesús. En la época de Jesús los jefes políticos y religiosos dispersaban cada vez más al pueblo. El régimen político, militar y económico impuesto por Roma era una carga que pesaba sobre el pueblo y que se hacía más gravosa porque había gente que le hacía el juego a los romanos, entre ellos los saduceos, que administraban el Templo. El rey y los cobradores de impuestos eran nombrados por Roma y las fuerzas militares romanas tenían su fortaleza junto al templo de Jerusalén. Esta situación además de oprimir ofendía la dignidad del pueblo. El régimen

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tributario era demasiado minucioso y había que cumplir con el diezmo para el templo. La situación económica era crítica.

La sociedad se encontraba dividida y se atomizaba cada vez más tratando de buscar solución al problema del momento, unos creían en la fuerza de las armas, otros se aislaban y vivían en forma independiente. Se esperaba una irrupción de Dios que pusiera fin a esta situación y diera oportunidad al pueblo de Israel. Por otro lado después de la reconstrucción del templo al regresar del exilio, las leyes de purificación dominaron la religión judía hasta convertirla en un simple cumplimiento de normas, actitud con la cual Jesús no está de acuerdo porque se ha desligado totalmente de la vida haciendo falta la práctica de la justicia, del amor y de la misericordia. En una situación de estas hay más desorientación y desconcierto en el pueblo, por eso Jesús es la alternativa de Dios en ese momento. Muchos se encuentran marginados del templo, han sido desplazados de allí por no cumplir con las normas rituales de purificación, cuando oyen hablar a Jesús se sienten identificados con su enseñanza y con su práctica, descubren que no están tan lejos de los caminos de Dios, encuentran en él al pastor que en vez de dispersar, congrega y reúne. Por eso, mientras los guías políticos y religiosos encuentran tiempo suficiente para descansar y comer, Jesús y los suyos tienen que inventar tiempo para satisfacer estas necesidades vitales. Marcos reconoce que Jesús, movido por la compasión de ver a la multitud que andaba como oveja sin pastor, se pone a enseñarles. Es la causa del Reino la que le consume su tiempo y su vida. Para esto ha venido, su pasión y su locura es el Reino, en otro pasaje del evangelio cuando María y los familiares de Jesús se enteran de que no les queda tiempo de comer por andar en los trabajos del Reino, vienen a buscarlo porque creen que se está enloqueciendo. Sólo quien ha andado en la vida motivado por una Causa entiende estas actitudes de Jesús, no siente hambre ni fatiga por andar haciendo lo que le gusta y motiva.

Para la revisión de vida Los guías espirituales de Israel son presentados frecuentemente como pastores.

Pero Dios se queja frecuentemente de ellos, porque, llamados a guiar, con frecuencia desorientan; y aunque es cierto que a veces el pueblo busca a Dios, más lo hace por interés que por deseo de seguir su voluntad. Si soy pastor: ¿sirvo y guío de corazón a los que están encomendados a mi cuidado hacia un encuentro cada vez mayor y mejor con Dios? Si no soy pastor: ¿respeto y amo a mis guías o los sigo con servilismo y por la comodidad de que piensen ellos por mí?

- Dios promete a su pueblo que le dará pastores que realmente lo guíen por los caminos de la paz, la justicia y la libertad. Y, aunque nosotros solemos repartir los papeles, haciendo “pastores” a unos y a otros “ovejas”, tenemos que reconocer que todos debemos ser “pastores amorosos” de todos. ¿Reconozco mi responsabilidad por la suerte de mis hermanos, me siento responsable de su vida, de su paz, de su felicidad, o dejo siempre el bien de los demás como tarea para otros?

- Jesús trae la paz a todos sin excepción, porque viene de parte de Dios y Dios nos tiene a todos por sus hijos; la división judíos y paganos, o creyentes y no creyentes, o blancos y negros, o cualquier otra división no puede tener cabida entre nosotros. ¿Me siento hermano de todos, o caigo en el clasismo, el sexismo, el racismo…?

Para la reunión de grupo - Que Jesús diga “Vengn a un sitio tranquilo, a descansar un poco” se les antojaría a

muchos como un detalle que desentona del resto del evangelio... Parecería que en el cristianismo el descanso, y mucho más el recreo o el placer... no tendrían carta de ciudadanía, serían siempre extraños y mal acogidos... El cristianismo de calidad siempre se llevaría mejor con preceptos,

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normas, obligaciones, oraciones, devociones, abstinencias, ayunos, limosnas… ¿De dónde viene esta sensación? ¿Qué imagen de Dios lo fundamenta? ¿Es ésa la imagen de Dios que tiene Jesús?

- Aunque todo debemos ser en la Iglesia "pastores unos de otros", el tema bíblico de los pastores puede ser referido legítimamente al tema capital -y de tanta actualidad- de los ministerios en la comunidad cristiana: ¿cómo sentimos ese tema? Muchos cristianos "de a pie" se desentienden del tema, como si eso fuera responsabilidad sólo de los "pastores" precisamente... Una buena reunión del grupo de reflexión puede ser estudiar el tema en cualquiera de sus aspectos. Se puede llamar a alguien que lo introduzca con una exposición. Se puede partir de un artículo. Por ejemplo, de éste: http://servicioskoinonia.org/relat/201.htm

Para la oración de los fieles - Por los responsables de las comunidades cristianas, para que sirvan con generosidad y

entrega a todos sus miembros, sin acepción de personas, y atentos a sus necesidades, siendo los primeros en afrontar los problemas de la comunidad. Oremos.

- Por los gobiernos de las naciones, para que no busquen sus propios intereses sino que sirvan al bien común. Oremos.

- Para que en este mundo en que vivimos haya cada día más posibilidades para que las personas puedan desarrollarse en toda su integridad y con toda su dignidad. Oremos.

- Por todos los que sufren las consecuencias de una sociedad clasista, racista y egoísta, para que obtengan la ayuda que necesitan. Oremos.

- Por nuestra Iglesia, para que sepa afrontar con creatividad la contínua reforma y mejora de los modelos ministeriales, como forma creativa de servir al pueblo de Dios que peregrina siempre por contextos históricos diversos. Oremos.

- Por esta nuestra comunidad, para que, después de reflexionar su fe, la traduzca en generosidad, en entrega a los demás y en cuidado amoroso hacia todos. Oremos.

Oración comunitaria Dios, Padre nuestro, míranos con amor, pues somos hijos tuyos, y aunque nosotros

no siempre nos comportemos como los hermanos que somos, no dejes nunca de guiarnos como buen pastor, para que podamos transformar nuestro corazón a semejanza del tuyo y ser también nosotros buenos pastores unos de otros. Por Jesucristo nuestro Señor. Lunes 21 de julio Lorenzo de Brindisi EVANGELIO Mateo 12, 38-42

38Entonces, en respuesta, algunos de los letrados y fariseos le dijeron: -Maestro, queremos ver una señal tuya personal. 39El les contestó: -¡Una generación perversa e idólatra, y exigiendo señales! Pues señal no se le dará excepto

la señal de Jonás profeta. 40Porque si tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del monstruo (Jon 2,1), también tres días y tres noches estará el Hombre en el seno de la tierra.

41Los habitantes de Nínive se alzarán a carearse con esta generación y la condenarán, pues ellos se enmendaron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí.

42La reina del Sur se pondrá en pie para carearse con esta generación y la condenará, pues ella vino desde los confines de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay más que Salomón aquí.

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COMENTARIOS I

v. 38: Entonces, en respuesta, algunos de los letrados y fariseos le dijeron: -Maestro,

queremos ver una señal tuya personal. Al lado de los fariseos aparecen nuevos personajes, los letrados, que vienen en ayuda de los

derrotados fariseos. Se dirigen a Jesús con cortesía, para pedirle una señal. Esto supone que niegan valor teológico a las que ha realizado anteriormente, lo mismo a «las obras del Mesías» (11,2) que a la liberación del endemoniado (12,22). Para ellos, lo que Jesús dice y hace carece aún del refrendo divino. La señal daría ese refrendo a las obras y a la autoridad de Jesús. Conexión con la segunda tentación del desierto (4,5-7). Implícitamente afirman que en tal caso estarían dispuestos a creer en él.

vv. 39-40: El les contestó: -¡Una generación perversa e idólatra, y exigiendo señales! Pues señal no se le dará excepto la señal de Jonás profeta. 40Porque si tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del monstruo (Jon 2,1), también tres días y tres noches estará el Hombre en el seno de la tierra.

Jesús rechaza de plano su petición. Los increpa. «Esta gente» designa ante todo a los fariseos y letrados, pero detrás de ellos al pueblo que está bajo su influjo y acepta su doctrina (11,16). «Malvada/perversa», palabra usada en v. 34 y que alude a Satanás: son enemigos de Dios. «Idólatra» (lit. «adúltera»), cf. Os 2,1ss; 5,3s; Jr 3,6ss; Ez 23; Sal 73,27; etc., donde la infidelidad de Israel a Dios y a su alianza por seguir falsos dioses se expresa bajo la imagen del adulterio.

«No se le dará», la indeterminación es teológica, es Dios mismo quien no les dará la señal. Una salvedad hace Jesús. Se les dará la de Jonás profeta. Compara el tiempo que media entre su muerte física y su manifestación vivo a los discípulos a los tres días y noches que estuvo Jonás en el vientre del monstruo. No se menciona la vuelta a la vida, pero está insinuada. Jesús habla a los que buscan acabar con él (12,14); no todo acabará con su muerte.

Es «el Hombre» quien va a estar en el seno de la tierra, pero por un brevísimo período. «El Hombre» posee una calidad de vida que no puede ser vencida por la muerte.

vv. 41-42: Los habitantes de Nínive se alzarán a carearse con esta generación y la condenarán, pues ellos se enmendaron con la predicación de Jonás, y hay más que Jonás aquí. 42La reina del Sur se pondrá en pie para carearse con esta generación y la condenará, pues ella vino desde los confines de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay más que Salomón aquí.

«Para carearse», lit. «en el juicio (junto) con». Una de las formas de juicio en la cultura judía era el careo (rib): dos antagonistas, enfrentados, exponían cada uno sus argumentos, venciendo el que los presentara más fuertes. La sentencia no era más que la ratificación del resultado. La frase siguiente («y la condenarán» o «la dejarán convicta») indica que se trata de esta clase de juicio.

El libro de Jonás era uno de los más populares del AT. Contenía un mensaje a la vez de esperanza y de aviso. Los otros profetas habían encontrado resistencia, incredulidad e incluso decidido rechazo; a la predicación de Jonás, en cambio, toda la ciudad de Nínive había hecho caso y se había arrepentido. Este era el aspecto esperanzador del libro: la enmienda es siempre posible. Pero Nínive era una ciudad pagana: en esto estaba el aviso. No había nada en la historia de los judíos que pudiera compararse con el arrepentimiento de Nínive. De esto toma pie Jesús para su amenazadora predicción. La moraleja es la misma para el segundo ejemplo. La reina del Sur era también pagana. Ambos ejemplos se terminan con un colofón que marca la diferencia entre aquellas circunstancias y la presente: «hay más que Jonás aquí», «hay más que Salomón aquí» (cf. 12,6). El Mesías es un profeta muy superior a Jonás y un rey mucho más sabio que Salomón. La culpa de-

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«esta clase de gente» es mayor que la de sus antepasados. El ejemplo de Salomón y la reina compara lo sucedido entonces con lo que sucede con Jesús: los paganos muestran mayor sensibilidad que los judíos y dan mejor respuesta a la invitación de Dios.

El pasaje está en relación con varios anteriores, en primer lugar con el del centurión, donde se comparaba la fe de un pagano con la de Israel (8,5-13). También con la invectiva contra las ciudades galileas, comparándolas con las paganas (11,20-24). Finalmente, con la acción de gracias de Jesús (11,25-30): los «sabios y entendidos» de aquel pasaje están representados aquí por los fariseos y, en particular, por los letrados. Estos constituyen «la gente malvada e idólatra». La «sabiduría» es la mencionada en 11,19.

II

La muerte y la resurrección de Jesús serán la señal. Muchas personas seguían a Jesús por sus enseñanzas, pero también hay que reconocer que

una gran mayoría acudía por las señales que hacía. En varias ocasiones le exigieron señales, cuando estuvo en su tierra natal querían que hiciera allí los milagros que habían escuchado hacía en otras partes, en el texto de hoy encontramos la misma exigencia, pero Jesús tiene bien claro que él no es un taumaturgo que monta espectáculos para mostrar su poder, sus acciones confirman su palabra y si él cura a alguien, lo hace para sanarlo también interiormente.

La señal que les va a dar es su propia persona, señal que será difícil de comprender porque muchos no acaban de creer en él. Se pone en comparación con Jonás: así como Jonás estuvo tres días en el vientre del cetáceo y con su predicación logró cambiar las actitudes de una gran parte de los ninivitas, así también él estará tres días en el seno de la tierra y resucitará y ese proceso de muerte y de resurrección. Se convertirá en señal de cambio interior para sus seguidores.

Jesús supone que sus oyentes ya han aceptado a Jonás, mas a él no; por eso les dice que él es más que Jonás. La sabiduría de Jesús es más que la sabiduría de Salomón. La Reina del Sur vino expresamente a visitar a Salomón porque había escuchado su fama; sin embargo, aunque Jesús es más que Salomón sus contemporáneos no han sido capaces de creer en él. Nos deslumbra lo que sucede hacia fuera, pero no nos deslumbra lo que sucede hacia el interior; los escribas y fariseos no quieren ver la señal en el cambio de actitud de los discípulos y discípulas de Jesús, pero sí quieren ver a un hombre obrando milagros. Las señales externas al propio Jesús, son señales pasajeras, limitadas; son señales que necesitan ser repetidas constantemente porque se agotan en el tiempo y en el espacio; mas la señal de su muerte y resurrección permanece para siempre en la conciencia de los verdaderos discípulos que no necesitan que su maestro haga cosas extraordinarias. Las actitudes de Jesús cuestionan también nuestra manera de entenderlo: hoy en torno a Jesús se montan espectáculos de sanación, se llenan templos y estadios... Ese Jesús obrador de milagros no es el que necesita la iglesia de nuestro tiempo: necesitamos la señal de su propia persona que transforma nuestra conciencia individual y colectiva. Martes 22 de julio María Magdalena EVANGELIO Juan 20, 1-2. 11-18

20 1El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas fue María Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada. 2Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo:

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-Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.

11Maria se había quedado junto al sepulcro, fuera, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro 12y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados uno a la cabecera y otro a los pies, en el lugar donde había estado puesto el cuerpo de Jesús.

13Le preguntaron ellos: -Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: -Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. 14Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. 15Jesús le preguntó: -Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Ellá, pensando que era el hortelano, le dice: -Señor; si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré. 16Le dice Jesús: -María. Volviéndose ella, le dijo en su lengua: -Rabbuni (que equivale a "Maestro"). 17Le dijo Jesús: -Suéltame, que aún no he subido con el Padre para quedarme. En cambio, ve a decirles a

mis hermanos: “Subo a mi Padre, que es vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios". 18María fue anunciando a los discípulos: -He visto al Señor en persona, y me ha dicho esto y esto.

COMENTARIOS I

20,1 El primer día de la semana, por la mañana temprano, todavía en tinieblas, fue María

Magdalena al sepulcro y vio la losa quitada. Terminada la creación del Hombre (19,30) y preparada la verdadera Pascua (19,31-42),

comienza sin interrupción el nuevo ciclo: el de la creación nueva y la Pascua definitiva. No señala el evangelista intervalo de días entre la muerte-sepultura de Jesús y la llegada del día primero; subraya así que uno y otro hecho son inseparables. “El último día”, que alboreó en la cruz, viene presentado ahora como “el primer día”, que inaugura la nueva época de la humanidad.

Por la mañana temprano indica un momento en que ya hay luz (18,28), dato difícil de conciliar con el que sigue: todavía en tinieblas. Como en este evangelio “la tiniebla” significa una ideología contraria a la verdad de la vida (1,5; 3,19; 6,17; 12,35), esto quiere decir que María va al sepulcro poseída por la falsa concepción de la muerte y no se da cuenta de que el nuevo día ha comenzado ya. Es clara la alusión al Cantar (3,1: “Por la noche, buscaba al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré”). María es figura de la comunidad-esposa.

Ella cree que la muerte ha triunfado. Va únicamente a visitar el sepulcro, sin llevar nada. La comunidad ha olvidado la recomendación de Jesús en Betania: guardar aquel perfume, que lo honraba como dador de vida, para el día de su sepultura (12,7). Pero la fe en la vida, simbolizada allí por el perfume, está ausente de María y de los discípulos que aparecerán a continuación. Buscan al dador de vida como a un cadáver.

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Al llegar, vio la losa quitada del sepulcro. La losa puesta habría sido el sello de la muerte definitiva (cf. 11,38s.41); pero la vida de Jesús no se ha interrumpido, su historia no se ha cerrado.

2 Fue entonces corriendo a ver a Simón Pedro y también al otro discípulo, el predilecto

de Jesús, y les dijo: «Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto». La reacción de María es de alarma. Avisa a los dos discípulos por separado. Como lo

había anunciado Jesús, su muerte ha provocado la dispersión de los suyos (16,32). En vez de anunciarles el dato objetivo, que la losa estaba quitada, María les propone su

propia interpretación del hecho: se han llevado al Señor. Lo que era señal de vida (el sepulcro abierto) no lo ve como tal. Llama a Jesús "el Señor", pero para ella es un Señor impotente, que está a merced de lo que quieran hacer con él. El plural no sabemos indica la desorientación de la comunidad.

Ésta se siente perdida sin Jesús. Hay una actitud de búsqueda, pero buscan a un Señor muerto. Él era su fuerza y su punto de referenc ia; al creerlo reducido a la impotencia, la comunidad queda ella misma sin ánimos y sin norte.

11-13 María se había quedado junto al sepulcro, fuera, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, en el lugar donde había estado puesto el cuerpo de Jesús. 3Le preguntaron ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les dijo: «Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Jesús había anunciado a los suyos la tristeza por su muerte, pero asegurándoles la brevedad de la prueba y la alegría que les produciría su vuelta (16,16-23a). María, en cambio, llora sin esperanza (cf. 11,33); ha olvidado las palabras de Jesús. No se separa del sepulcro, donde ya no puede encontrarlo.

Sin interrumpir su llanto, se asoma al interior del sepulcro. En los extremos del lecho ve dos ángeles o mensajeros de Dios; son los testigos de la resurrección y están dispuestos a anunciarla. Van vestidos de blanco, color de la gloria divina; su presencia es un anuncio de vida. Están sentados: su testimonio del sepulcro vacío es el término de su misión. Colocados a un lado y a otro, como los querubines del arca de la alianza (Éx 25,18), custodian el lugar donde ha brillado la gloria de Dios.

El vestido de los ángeles indica que no hay razón para el llanto. Siendo mensajeros, si ella les preguntara (cf. Cant 3,2s: "¿Habéis visto al amor de mi alma"?) le darían la información que poseen. Pero no es María la que les pregunta, sino ellos a María («Mujer, ¿por qué lloras?»).

La llaman Mujer, apelativo usado por Jesús con su madre (2,4 y 19,6), la esposa fiel de Dios en la antigua alianza, y con la samaritana (4,21), la esposa infiel. Los ángeles ven en María a la esposa de la nueva alianza, que busca desolada al esposo, pensando haberlo perdido. María, de hecho, llama a Jesús mi Señor, como mujer al marido, según el uso de entonces.

La respuesta de María delata su estado de ánimo. Es el mismo que tenía cuando llegó al sepulcro por primera vez (20,2): sigue pensando que todo ha terminado con la muerte.

14-15a Dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.

15Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Mientras siga mirando al sepulcro, lugar de muerte, María no encontrará a Jesús. En

cuanto se vuelve, lo ve de pie, como corresponde a una persona viva, pero la idea de la muerte la domina y no lo reconoce. Habría reconocido a un Jesús yacente, pero no lo reconoce vivo.

La pregunta de Jesús repite en primer lugar la de los ángeles; como ellos, insinúa a María que no hay motivo para llorar. Añade ¿A quién buscas?, como preguntó a los que iban a

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prenderlo (18,4.7), y espera la misma respuesta que aquéllos dieron entonces: "A Jesús el Nazoreo". Quiere darse a conocer. Pero María no pronuncia su nombre.

15b Ella, pensando que era el hortelano, le dice: «Señor, si te lo has llevado tú, dime

dónde lo has puesto y yo me lo llevaré». Al no reconocer a Jesús, su presencia en el huerto le hace pensar que sea el hortelano. Con

esta palabra reintroduce el evangelista la idea del huerto-jardín (19,41), volviendo al lenguaje del Cantar. Se prepara el encuentro de la esposa (Mujer) con el esposo (3,29). María no se da cuenta aún, pero ya está presente la primera pareja del mundo nuevo, el comienzo de la nueva humanidad.

Jesús, como los ángeles, la ha llamado “mujer” (esposa); ella, expresando sin saberlo la realidad de Jesús, lo llama “Señor” (esposo, marido).

Sin embargo, obsesionada con su idea, piensa que si Jesús no está en el sepulcro se debe a la acción de otros (si te lo has llevado tú). No sabe que, al dar su vida libremente, Jesús tenía en su mano recobrarla (10,18). Cree también María que la presencia de Jesús está vinculada a un lugar preciso (dime dónde lo has puesto), donde ella podría encontrarlo. Quiere asegurarse la cercanía a Jesús, aunque sea muerto (y yo me lo llevaré).

16-17a Le dice Jesús: «María». Volviéndose ella, le dijo en su lengua: «Rabbuni» (que

equivale a “Maestro”). Le dijo Jesús: «Suéltame, que aún no he subido con el Padre para quedarme».

Jesús la llama por su nombre y ella reconoce su voz (10,3; cf. Cant 5,2). Se vuelve del todo, sin mirar más al sepulcro, que es el pasado. Al esposo responde la esposa (cf. Jr 33,11: "Se oirán la voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia"; Jn 3,29): se establece la nueva alianza por medio del Mesías.

Rabbuni, “Señor mío”, era tratamiento dado a los maestros, como lo hace notar el evangelista; pero lo usaba también la mujer para dirigirse al marido. Se combinan así los dos aspectos de la escena. Como término del lenguaje conyugal, Rabbuni expresa la relación de amor y fidelidad que une la comunidad a Jesús. Como tratamiento para el maestro, indica que ese amor se concibe en términos de discipulado, es decir, de seguimiento, de práctica de un amor como el suyo (1,16; cf. 13,34: Igual que yo os he amado).

Hay un gesto implícito de María respecto a Jesús (Cant 3,4: “Encontré al amor de mi alma; lo agarraré y ya no lo soltaré”). A ese gesto responde Jesús al decir a María: Suéltame. Da la razón (aún no he subido al Padre para quedarme). No es aún el momento de la subida definitiva de Jesús al Padre (para quedarme) ni de la fiesta nupcial.

Con este detalle de la narración, el evange lista llama a la realidad a las comunidades cristianas. Aún no se encuentran en el estadio final. No pueden centrarse en la unión gozosa con el resucitado, olvidando la misión. Hay que continuar la de Jesús, realizando las obras del que lo envió (9,4) y mostrando hasta el fin el amor de Dios al ser humano.

17b «En cambio, ve a decirles a mis hermanos: “Subo a mi Padre, que es vuestro Padre,

mi Dios y vuestro Dios”». Jesús interrumpe el deseo de unión definitiva para enviar a María con un mensaje para los

discípulos, a los que por primera vez llama “sus hermanos”: amor fraterno, comunidad de iguales. Antes de la definitiva hay otra subida de Jesús al Padre (Subo a mi Padre), que dará

comienzo a la nueva historia. Después volverá con los discípulos (14,18), estará presente con los suyos y seguirá “llegando” a la comunidad. Cuando deje de “llegar” será el momento de la subida definitiva, a la que se incorporará la nueva humanidad, formada a lo largo de la historia y

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representada aquí en su primicia por María Magdalena. Será la entrada del reino de Dios en su estadio final; la creación habrá quedado plenamente realizada.

La mención del Padre de Jesús como Padre de los discípulos responde a la promesa de 14,2-3: “En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos, etc.”. Jesús sube ahora para dar a los suyos la condición de hijos de Dios (mis hermanos), mediante la infusión de su Espíritu (14,16s).

Esta experiencia les hará conocer a Dios como Padre (17,3); será su primera experiencia verdadera de Dios. No van a llamar Padre al que ya creen conocer como Dios, sino al contrario: llamarán Dios al que experimentan pro primera vez como Padre. No reconocerán a otro Dios más que al que ha manifestado en la cruz de Jesús su amor gratuito y generoso por el hombre, comunicándole su propia vida. Es el único Dios verdadero (17,3).

18 María fue anunciando a los discípulos: «He visto al Señor en persona, y me ha dicho

esto y esto». Por boca de su representante, la comunidad recibe noticia de la resurrección de Jesús.

María, que lo ha visto, se convierte en mensajera. Su anuncio parte de la experiencia personal de Jesús y del mensaje que él le comunica. Con este mensaje va a comenzar la nueva comunidad de hermanos, cuyo centro será Jesús.

II

Cuando María Magdalena escucha en su conciencia descubre que el Maestro está vivo. En el corazón de María Magdalena todavía hay oscuridad, la invade la tristeza y la

angustia y Juan lo expresa diciendo que ella va de madrugada al sepulcro cuando todavía está oscuro. Sin embargo, los obstáculos para reconocer al Resucitado empiezan a desparecer: Su tristeza se convierte en asombro, la piedra que tapaba la tumba ha dejado la entrada libre, el sepulcro está vacío. Siente la necesidad de compartir esta primera experiencia por eso va a contarla a sus compañeros y se regresa nuevamente al sepulcro y vio que Jesús estaba allí pero no lo reconoció, cuando cae en la cuenta que el sepulcro está vacío, llora. Jesús viéndola llorar le pregunta: ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Pero ella necesita desahogarse, llora a un cadáver, llora un pasado del cual no ha podido desprenderse, ella le responde al que cree que es el encargado del huerto: Dime dónde lo has puesto y yo me lo llevaré, está dispuesta a seguir arrastrando su pasado, pero Jesús la hace reaccionar, con su tono acostumbrado la llama por su nombre y con esa clave ella reconoce al resucitado, volvió a escuchar en su conciencia esa palabra que un día la había liberado y la había hecho encontrase consigo misma, esa palabra que la había sacado de su muerte espiritual y la había trasladado a la vida, ahora ante el sepulcro vacío, experimenta la nueva forma de vida de su maestro, la experiencia con el resucitado complementa el cambio interior de María Magdalena y aunque siente el deseo de tocarlo, ya no necesita la presencia física de Jesús, ya lo experimenta viviendo dentro de ella porque también la piedra que tapaba la entrada de su corazón ha sido derribada, la luz del resucitado ha transformado totalmente su vida, tendrá que comunicarlo, anunciarlo a los demás, a aquellos que todavía sienten la oscuridad de lo que ha pasado y que les queda difícil dar el paso a descubrirlo resucitado.

Mt 12, 46-50 El que cumple con la voluntad del Padre ese es mi hermano, mi hermana y mi madre. La familia cumple un papel importante en nuestra vida nos brinda seguridad, refugio,

apoyo, pero a veces nos volvemos demasiado dependientes de esa seguridad y no maduramos

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como personas, permitimos que el cariño mal entendido de la familia incida tanto en nosotros que al final resultamos haciendo lo que nuestros padres quieren de nosotros y no lo que nosotros sentimos y debemos ser. A María, como madre, le costó mucho trabajo entender que Jesús tenía una misión que cumplir, una misión que lo llevaba a renunciar al apoyo y a la confianza que le brindaban en su casa, en su familia. Jesús rompía con los lazos de la sangre y empezaba a participar de una familia que cada vez era más extensa, la familia de aquellos que habían aceptado la voluntad de Dios en sus vidas. Los lazos familiares son estrechos y en muchos momentos opuestos a nuestra propia realización como seres humanos, Jesús no siente miedo de romper con ellos, el Reino que Él anuncia es una gran familia en la cual Dios es el Padre y el principio y motivo de toda fraternidad. Cuando a Jesús le dan la razón de que sus familiares están fuera y lo preguntan aprovecha la oportunidad para hacerles caer en cuenta a los que lo están escuchando que ellos ya hacen parte de su familia porque han aceptado y sobre todo porque cumplen con la voluntad del Padre. Las causas unen y hermanan a los hombres y mujeres porque fomentan y establecen lazos de solidaridad, a veces llega uno a sentirse más familia con alguien, con el cual no se tiene ningún vínculo de sangre que con quienes verdaderamente hacen parte de la familia de uno. La experiencia que Jesús tiene de la paternidad universal de Dios le hace romper, en su práctica pastoral, con los vínculos de la sangre y con los límites de su raza y de su pueblo. Miércoles 23 de julio Brigida EVANGELIO Mateo 13, 1-9

13 1Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. 2Se congregaron alrededor de él grandes multitudes; él entonces se subió a una barca y

se quedó sentado allí; toda la multitud se quedó en la playa. 3Les habló de muchas cosas en parábolas:

-Salió el sembrador a sembrar. 4Al sembrar, unos granos cayeron junto al camino; vinieron los pájaros y se los comieron. 5Otros cayeron en terreno rocoso, donde apenas tenían tierra; como la tierra no era profunda, brotaron en seguida; 6pero en cuanto salió el sol se abrasaron y, por falta de raíz, se secaron. 7Otros cayeron entre zarzas; las zarzas crecieron y los ahogaron. 8Otros cayeron en tierra buena y fueron dando fruto: unos, ciento; otros, sesenta; otros treinta. 9¡Quien tenga oídos, que escuche!

COMENTARIOS I

vv. 1-9. Mt sitúa el discurso de las parábolas el mismo día de los sucesos anteriores;

quiere, por tanto, enlazarlo con ellos. De hecho, la mención del reinado de Dios que sufre violencia se halla en 11,12, y el tema central de las parábolas será precisamente el reinado de Dios. Puede decirse, por tanto, que el discurso (13,1-52) y la escena de Nazaret (13,53-58) terminan la sección.

«La casa» de la que sale Jesús representa el círculo de sus discípulos de la escena anterior (cf. 13,36). Su salida está en relación con la del sembrador (3b). Sale a la orilla del mar, que es la

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frontera entre Israel y los pueblos paganos, el lugar donde había llamado a los primeros discípulos (4,18). La subida a la barca para enseñar («se quedó sentado», cf. 5,1) es paralela a la de Mc 4,1. La enseñanza comienza directamente con las parábolas (en Mc 4,12 hay dos comienzos de enseñanza). La parábola del sembrador o de los cuatro terrenos presenta mínimas diferencias de redacción con la de Mc 4,3-9.

II

Para cosechar algo es necesario sembrar mucho. Encontramos a Jesús sentado a la orilla del mar, quizás contemplando su inmensidad.

Cuando se dan cuenta de que él está allí, acuden en masa y tiene que subirse a una barca para hablar. Este escenario es como el símbolo de lo que Jesús va a hacer: va a descubrir su interior, va a hablar desde el fondo, desde la vivencia que tiene del Padre; por ello, el lenguaje más apropiado es de las parábolas.

Hoy el texto trae la parábola del sembrador. No podemos olvidar que está de fondo la comunidad de Mateo. El escritor refleja aquí las actitudes de los miembros de su grupo. Encuentra grandes diferencias en cuanto a la respuestas y al compromiso. En la comunidad de Mateo hay muchos judaizantes, que, por estar atentos a las tradiciones de sus antepasados, hacen resistencia a la novedad del evangelio. Pero la parábola refleja también el fracaso: sólo una mínima parte de la semilla produjo fruto, y de esa mínima parte, la producción fue según la calidad.

Jesús es consciente de que para poder cosechar algo, es necesario sembrar mucho. El misterio del Reino se acomoda al misterio del ser humano. Aunque nos unamos en las causas, la pertenencia y el compromiso con el grupo va estar mediatizado por las motivaciones y los intereses individuales y colectivos. Cada uno da su propia respuesta y produce calidad en su vida interior de acuerdo con su propio ritmo. A veces queremos obligar a los demás a caminar y a producir según nuestro propio ritmo; eso es violentar la acción del Espíritu. La experiencia de la predicación del Reino y la respuesta humana enseñaron a Jesús que el Reino no se puede construir sin tener en cuenta la libertad y el fracaso. A veces es más el esfuerzo, el empeño, la fatiga… para obtener al final una respuesta cuantitativamente insignificante pero cualitativamente significativa. Jueves 24 de julio Cristina EVANGELIO Mateo 13, 10-17

10Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: -¿Por qué razón les habías en parábolas? 11E1 les contestó: -A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reinado de Dios; a ellos, en cambio,

no sé les han dado; 12y al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que ha recibido. 13Por esa razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Se cumple en ellos la profecía de Isaías:

Por mucho que oigáis no entenderéis,

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por mucho que veáis no percibiréis: 15Porque está embotada la mente de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is 6,9-10). 16¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os

aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

COMENTARIOS I

v. 10: Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: -¿Por qué razón les habías en

parábolas? Aparte con los discípulos. La pregunta de éstos es explícita (cf. Mc 4,10). No ven la razón

de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan, por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos.

v. 11: El les contestó: -A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reinado de Dios; a ellos, en cambio, no sé les han dado;

La razón de la diferencia entre los discípulos y la gente es que aquéllos han recibido un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado» indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor, a Jesús mismo, que ejerce en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23; 9,6). La palabra «secreto/misterio», usada en el AT a partir de Daniel, denotaba una realidad de los tiem-pos finales (escatológico-mesiánica) que Dios sólo puede revelar (Dn 2,27-30.47), la de un reino eterno (Dn 2,44). No es que Jesús discrimine entre discípulos y gente, sino que la distinta situación de unos y otros con relación a él hace que el conocimiento y la experiencia del reinado de Dios sean diferentes en ambos: los discípulos, que han seguido a Jesús, tienen la clave para interpretar su enseñanza y actividad, en las que se manifiestan los secretos del reinado de Dios, es decir, el modo como el reinado se instaura: supresión del exclusivismo israelita, llamada de todos los pueblos al reinado de Dios, reino basado en opciones (5,3.10) contrarias a la doctrina del Mesías triunfador (el hijo de David, cf. 9,27), señorío del hombre sobre la Ley (12,1-11). Las multitudes siguen aferradas a su espíritu nacionalista, según la tradic ión de los letrados; aunque escuchan a Jesús, presencian su actividad y la admiran, no acaban de darle su adhesión; por ello no entienden. El mensaje no puede entenderse por la mera exposición; para captarlo hay que romper con la ideología oficial del judaísmo. La gente es impotente para hacerlo. La doctrina propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús.

v. 12: y al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que ha recibido.

Dicho proverbial: ante el mensaje, hay quienes lo asimilan y producen los frutos correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado la enseñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o «Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,8-10), encarnado para la gente que lo escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo su posible asimilación (13,19).

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En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos: «obtener», «ga-nar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir» (cf. 16,7.8; 25,29). En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a la correspondencia a la invitación hecha en las bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido.

vv. 13-15: Por esa razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Se cumple en ellos la profecía de Isaías: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que veáis no percibiréis: 15Porque está embotada la mente de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is 6,9-10).

Jesús manifiesta la razón de su enseñanza en parábolas. Responde a un hecho: que las multitudes no perciben ni comprenden. Jesús no las fuerza. Hasta ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido; falta así la base para continuar la exposición del mensaje en toda su amplitud y radicalidad. Lo propone por eso en forma velada; las parábolas deben estimularlos a pensar por sí mismos, a ver si de este modo llegan a cuestiona rse los principios ideológicos que les impiden entender. Se repiten las circunstancias del tiempo del Isaías: el pueblo está cerrado al mensaje (cf. Dt 29,4).

vv. 16-17: ¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

También los discípulos ven y oyen, y deben saber apreciar el privilegio que supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los justos. Es tas dos categorías integran el verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los profetas y compartieron su expectación (cf. 1,19).

Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a ellos a veces hable en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las parábolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los discípulos (13,36-43), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ello s algún obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza contenida en ellas (13,31s.33.44.45).

II

Viendo, no ven; oyendo, no oyen. Jesús conoce el misterio del Reino, Él sabe que las cosas del Espíritu necesitan una cierta

sensibilidad para poderlas captar. Las parábolas reflejan nuestro mundo simbólico, son expresión de lo que sucede al interior del ser humano, son la forma más apropiada que Jesús ha encontrado para transmitirnos su propia vivencia de Dios. A todos no les es dado conocer el lenguaje del Espíritu. Pudiéramos pensar que Dios es selectivo, que Dios excluye porque sólo da su Espíritu a quienes El quiere. Pero hay algo que debemos tener en cuenta y es la libertad humana: Dios no nos puede obligar a aceptarlo. Los hombres y mujeres se excluyen libremente de participar en la propuesta que Dios hace, pero también, cuando abren su corazón y se disponen a la acción de Dios, Dios mismo hace que lo comprendan con más facilidad.

En este mundo encontramos hombres y mujeres a quienes no les importa lo espiritual y voluntariamente han roto su relación con la trascendencia. Hay otros que aunque aceptan esa

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relación, no están en condiciones de escuchar y descubrir por dónde va el movimiento y la acción del Espíritu, porque se han aferrado a las tradiciones y a las normas religiosas y se les hace difícil situarse en el horizonte de Dios. Dentro de sus grupos religiosos pueden ser más ateos que los mismos que dicen que no creen en Dios. Sacerdotes, pastores y hombres y mujeres de religión que predican a Dios pero con su vida lo niegan totalmente, sus ojos y sus oídos están cerrados para las acciones del Espíritu. Por eso, por más que oigan, no oyen y por más que vean, no ven.

Poder disfrutar de lo espiritual es un don de Dios, de tal manera que si Dios no nos regala esa sensibilidad, por más que veamos y oigamos estamos ciegos y sordos. A los que les es dado conocer los misterios del Reino tienen capacidad para reconocerlo en cualquier circunstancia. Viernes 25 de julio Santiago el Mayor EVANGELIO Mateo 20, 20-28

20Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle homenaje y pedirle algo. 21El le preguntó:

-¿Qué deseas? Contestó ella: -Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu

izquierda. 22Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. 23É1 les dijo: -Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano

concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado. 24Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. 25Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones las dominan y que los grandes les imponen su

autoridad. 26No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro 27y el que quiera ser primero sea siervo vuestro. 28Igual que el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

COMENTARIOS I

vv. 20-21: Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para rendirle

homenaje y pedirle algo. 21El le preguntó: -¿Qué deseas? Contestó ella: -Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

Aunque es la madre quien se acerca a Jesús, la petición es de los Zebedeos mismos (22: «no sabéis lo que pedís»). Esto muestra que el deseo de preeminencia expresado en la petición les viene por herencia, es propio de la tradición del judaísmo.

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«Cuando tú reines / seas rey»: sentido activo de basileia, «ser rey», «ejercer la realeza» (cf. 3,2). A pesar de las repetidas predicciones de Jesús, los discípulos no pierden la esperanza de verlo como monarca davídico en Jerusalén. La primera predicción ocasionó la oposición de Pedro (16,21ss) y el correspondiente aviso de Jesús (16,24-28). Después de la segunda vuelve a retoñar la ambición (18,1) y Jesús les da otra lección (18,2-10). A la tercera predicción sigue la petición descarada de preeminencia (20,21). Los dos discípulos siguen interpretando la subida de Jesús a Jerusalén como un acontecimiento triunfal y quieren ser asociados al ejercicio del poder, ocupando los primeros puestos en el reino. Se ve el distinto sentido que tiene la subida a Jerusalén para Jesús y para los discípulos: para él es subir a la gloria (cf. 26,64) a través de su muerte por los hombres (26,28); para ellos, subir hacia la gloria humana.

vv. 22-23: Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que

voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. 23É1 les dijo: -Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado.

La respuesta de Jesús a los dos hermanos hace ver que éstos no habían comprendido el sentido de su realeza ni, por tanto, de su mesianismo. La manera de estar asociados a ella es parti-cipar de su pasión y muerte.

«Pasar el trago», lit. «beber la copa», locución semítica figurativa (cf. Is 51,17; Lam 4,21) que, como la castellana, denota una prueba dolorosa. Conceptualmente, bastaría traducir «pasar la prueba», pero la frase idiomática «pasar un trago» es más fiel, por inspirarse en la misma metáfora de «beber».

La copa o trago volverá a aparecer en Getsemaní, donde Jesús experimentará gran dificultad en aceptar la prueba (26,39). Esta copa será la que ofrezca a los suyos en la cena (26,27). El será rey en la cruz, a través de su pasión y muerte, y ellos deben asociarse a su suerte; se manifiesta el sentido extensivo de la expresión «el Hombre»/«el Hijo del hombre» (17,22; 20,18).

Los dos discípulos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder, como los antiguos israelitas daban la vida por conquistar la tierra prometida. Jesús, en cambio, va a hablarles de dar la vida como servicio (20,28), y esto ellos no lo aceptarán (cf. 26,40s.43).

Jesús les asegura que pasarán por su misma prueba, según el compromiso que todo discípulo hace al seguirlo (16,24). Sin embargo, ocupar los primeros puestos no depende de él, sino del Padre. No es que éste tenga a algunos predestinados para ello, la razón es otra. Seguir a Jesús significa para el discípulo avanzar en la condición de hijo de Dios; siguiendo a Jesús va recibiendo el Espíritu que lo va convirtiendo en hijo. Solamente el Padre puede apreciar el punto en que se encuentra cada uno en esta relación bilateral con él; por eso los puestos están preparados para aquellos que él sólo conoce.

v. 24: Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Fuerte reacción de los otros diez. La mención de dos (v. 21) y diez (v. 24) recuerda el cisma

de Israel (1 Re 12). El deseo de poder causa división en el Israel mesiánico, como la había cansado en el antiguo Israel.

vv. 25-28: Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones las dominan y

que los grandes les imponen su autoridad. 26No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro 27y el que quiera ser primero sea siervo vuestro. 28Igual que el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.

Instrucción de Jesús. La alusión a los jefes de la s naciones puede aludir a la petición hecha por Israel de «un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones» (1 Sm 8,5). Tal es la concepción mesiánica de los discípulos. Por eso Jesús los previene contra ella. El dominio y la

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opresión que ejercen los jefes y grandes del mundo están desterradas de la comunidad mesiánica. La grandeza o la primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio (cf. 18,4). Jesús va a demostrar su realeza dando su vida para liberar a los hombres; aquel cuyo servicio se parece más al de Jesús es el que está más cerca de ese rey y ocupa el primer puesto en su comunidad. El mismo se pone por modelo. La realización de «el Hombre» no se verifica porque someta a otros y sea servido por ellos, sino porque él mismo sirve dando su vida en ese servicio. Vuelve a aparecer la segunda condición del seguimiento: «cargar con la cruz» (16,24). El fruto de este servicio y muerte es liberador para la humanidad.

II

No son nuestros méritos sino la gracia de Dios la que funciona. Las madres creen que sus hijos son siempre los mejores y que merecen todos los honores

y los primeros puestos. El cariño mal entendido nos hace mirar todo desde nuestros propios intereses y nos hace cometer injusticias con los demás. Esta mujer tenía que haber escuchado a Jesús en muchas oportunidades y, si no ella, por lo menos sus hijos, deberían haber aprendido la lección que el Maestro les había ido dando al compartir con ellos la vida. Cuando la madre hace la petición los hijos la secundan y le responden a Jesús que son capaces de beber del cáliz que Él va a beber. Con esta respuesta se colocan por encima de los demás, creen que los otros compañeros no están en condición de hacer lo mismo y demuestran su ansias de poder, su ambición.

La respuesta de Jesús es muy simple: aunque ustedes beban mi cáliz, esos honores no me corresponde a mí concederlos; son para aquellos a quienes el Padre los tiene reservados. La salvación es un don gratuito no se gana por los esfuerzos que hagamos, por eso no debemos colocarnos en el lugar de la madre ni de los hijos del Zebedeo, porque terminamos despreciando a los demás y creyendo que somos los más dignos de salvación. En el Reino de los Cielos no hay tráfico de influencias, allí no se va a tener en cuenta quiénes somos, de qué familia venimos, qué esfuerzos hicimos ni de quién somos amigos; allí reina la pura gratuidad de Dios. Estamos acostumbrados a utilizar «palancas» o «influencias» para alcanzar nuestras metas y objetivos en la sociedad. Ante el Padre ni siquiera Jesús nos sirve de palanca.

Jesús invierte la forma de pensar de sus discípulos: no es haciendo méritos ni buscando los puestos importantes ni los primeros asientos como crecemos según la perspectiva del Reino, sino buscando el último lugar, sirviendo a los demás, entregando la vida para que los otros tengan vida. Jesús les pone entonces el ejemplo de los jefes y de los grandes de este mundo que oprimen y gobiernan las naciones como señores absolutos, y les dice que entre ellos no ha de ser así.

Cuando emprendemos el camino espiritual es necesario reconocer que aún seguimos inmersos en la mentalidad del mundo que nos rodea. El hecho de ser cristianos no nos aísla del ambiente en que nos movemos. Por eso no es infrecuente encontrar en las comunidades cristianas hombres y mujeres con deseo de poder para aplastar a los demás, como hacen los grandes y poderosos de este mundo.

Mt 13, 18-23 Dificultades en la comunidad de Mateo. La explicación de la parábola del sembrador nos muestra las dificultades que atravesaba la

comunidad de Mateo. La mayoría de sus miembros eran hombre y mujeres que habían sido formados dentro de la tradición religiosa judía, además con el transcurso del tiempo otras personas con diferente formación y manera de pensar y de diferentes estratos sociales, fueron agregándose también.

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Los judaizantes marcaron la ética y la práctica pastoral y litúrgica de la comunidad, su espíritu judaizante era un obstáculo para la comprensión del mensaje y podía arrancar de raíz lo sembrado en el corazón. Es muy difícil sacar de la mente y del corazón el aferramiento a la tradición judía marcada expresamente por el legalismo y el formalismo ritual que se enfrentaba con el espíritu de Jesús abierto a la justicia, al amor y a la misericordia. Podemos entonces imaginarnos los choques con quienes no procedían de esta tradición.

Otra dificultad era la falta de formación, de personalidad y de firmeza en la fe de algunos de la comunidad que cualquier viento de doctrina los podía zarandear fácilmente y en el momento de la dificultad y de la prueba podían sucumbir con facilidad. Además los ricos y algunos nobles habían comenzado a hacer parte de la comunidad cristiana de Mateo y como era de esperar, iban a sentirse fuertemente las diferencias con los más pobres, el interrogante era entonces: cómo seguir a Jesús sin dejar de ser rico? Interrogante que hasta hoy no ha tenido ninguna respuesta, aunque el evangelio mismo la propone cuando habla del joven rico. La explicación de la parábola refleja en parte esta situación cuando dice la seducción de las riquezas ahoga la palabra. Pero también encontramos hombres y mujeres comprometidos con el mensaje de Jesús, respondiendo sinceramente desde sus capacidades y produciendo el treinta, el sesenta o el ciento por ciento. Sábado 26 de julio Joaquín – Ana EVANGELIO Mateo 13, 24-30

24Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios á un hombre que sembró semilla buena en su campo; 25mientras

todos dormían llegó su enemigo, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. 26Cuando brotaron los tallos y se formó la espiga apareció también la cizaña. 27Los obreros

fueron a decirle al propietario: -Señor, ¿no sembraste en tu campo semilla buena? ¿Cómo resulta entonces que sale

cizaña? 28É1 les declaró: -Es obra de un enemigo. Los obreros le preguntaron: -¿Quieres que vayamos a escardaría? 29Respondió él: -No, por si acaso al escardar la cizaña arrancáis con ella el trigo. 30Dejadlos crecer juntos

hasta la siega. Al tiempo de la siega diré a los segadores: Entresacad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, almacenadlo en mi granero.

COMENTARIOS I

vv. 24-30. Terminado el aparte con sus discípulos, vuelve Jesús a dirigirse a las multitudes

(cf. 13,34). El término con que Mt introduce esta parábola y la siguiente («propuso», gr. paretheken) se encuentra en Ex 19,7 y Dt 4,44, donde Moisés propone al pueblo la Ley que lo obliga. Se trata, pues, de principios fundamentales para el reinado de Dios.

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Mt omite la parábola de la «tierra automática» de Mc 4,26-29 y la sustituye por la del trigo y la cizaña. Al decir «otra parábola» la pone en conexión con la del sembrador. Pero así como ésta no trataba directamente del reino, sino de las actitudes del hombre ante el mensaje del reino, en la de la cizaña, en cambio, trata directamente del reinado de Dios.

La presencia de malas hierbas en un campo es cosa normal. El rasgo peculiar de la parábola es que se atribuya a un enemigo, también sembrador, que actúa clandestinamente («mientras dor-mían»). La cizaña tiene fuertes raíces, entrelazadas con las del trigo, y, al arrancarla, podría arrancarse él trigo al mismo tiempo; Es imposible eliminar lo malo sin daño de lo bueno. En el reino hay que tolerar la presencia de lo bueno y lo malo, como Dios la tolera én su creación (5,45), respetando la libertad de los hombres. Hasta la cosecha hay que tener paciencia y dejar que crezcan juntas. La cizaña se manifiesta cuando el trigo da fruto (cf. 3,8.10; 7,17-19; 12,33; 21,43). correspondencias entre 3,12 y 13,30: uso del verbo «quemar» (katakaiô) y de «granero» (apothêkê). Jesús corrige, pues, la visión del judaísmo, formulada por Juan Bautista, de un juicio inmediato y definitivo. Este no se verificará en la época histórica del reinó. Los obreros, en cambio, pretenden que el juicio se realice inmediatamente.

II

El bien y el mal, dos realidades con las cuales debemos contar. La parábola comienza diciendo que un hombre sembró buena semilla en su campo y que

mientras su gente dormía vino su enemigo sembró cizaña y se fue. Los que maquinan el mal tienen más sagacidad y más capacidad de organizarse que los que hacen el bien. El mal actúa en forma sutil sin que nadie se de cuenta, por eso tiene mil maneras de manifestarse; a veces nos despista porque aparece camuflado entre lo que tenemos por bueno.

El bien y el mal son dos realidades que aparecen juntas en nuestra vida porque brotan de la misma fuente: el corazón. De la abundancia del corazón habla la boca, lo que sale de adentro es lo que hace bueno o malo a la persona. Esto mismo nos hace vivir en constante contradicción interna y, como reconoce Pablo, “queriendo hacer el bien, resulto haciendo el mal”. No hay nadie tan bueno que no tenga algo malo, ni nadie tan malo que no tenga algo bueno. Quien opta por hacer el bien sabe que tiene que enfrentar el mal en todas sus formas.

Jesús conoció la maldad y la corrupción de la sociedad de su tiempo pero jamás enseñó que hubiera que acabar con los que oprimían o causaban injusticias… En esta parábola su consejo es que dejemos crecer juntos el trigo y la cizaña, y que al tiempo de la cosecha ya habrá oportunidad para separarlos.

Algunos, creyéndose mejores o superiores, han pretendido organizar el mundo desde sus propios intereses o motivaciones raciales, religiosas, políticas… excluyendo y a veces hasta eliminando a los «otros». Existe siempre la tentación de organizarse en secta o en partido ideológico; la tentación de pensar que los «otros» son por sí mismos malos, porque no ven la vida como nosotros la vemos y por tanto amenazan nuestra identidad singular. El cristiano sabe que tiene el compromiso de luchar contra el mal pero no de excluir a los demás por creerse mejor. La acción de juzgar es propia de Dios, Él es el único que conoce nuestras intenciones. Nosotros, por lo general, nos equivocamos cuando señalamos a los demás como malos, porque en esas mismas personas encontramos también actitudes y comportamientos de bondad.

Por lo general las plantas en el jardín o en la huerta tienen que enfrentarse con otras más fuertes que ellas, pero esta fortaleza se convierte en reto de superación. Buenos y malos se complementan; la capacidad de vivir juntos, de soportarnos, de sobrellevarnos… nos hace ser fuertes. La bondad y la maldad son parte del equilibrio social, las fuerzas sociales andan siempre

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en tensión… La misma realidad ecológica no es sino un equilibrio de fuerzas, muchas de ellas antagónicas, pero, finalmente, felizmente equilibradas.

Domingo 27 de julio Celestino

DECIMOSÉPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO

Primera lectura: 2 Reyes 4, 42-44 Salmo responsorial: 144, 10-11. 15-16. 17-18

Segunda lectura: Efesios 4, 1-6 EVANGELIO Juan 6, 1-15

6 1Algún tiempo después se fue Jesús al otro lado del mar de Galilea (de Tiberíades). 2Solía seguirlo una gran multitud porque percibían las señales que realizaba con los enfermos.

3Subió Jesús al monte y se quedó sentado allí con sus discípulos. 4Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los Judíos. 5Jesús levantó los ojos y, al ver que una gran multitud se le acercaba, se dirigió a Felipe:

-¿Con qué podríamos comprar pan para que coman éstos? 6(Lo decía para ponerlo a prueba, pues él ya sabía lo que iba a hacer.)

7Felipe le contesto: -Doscientos denarios de plata no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo. 8Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: 9-Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso

para tantos? 10Jesús les dijo: -Haced que esos hombres se recuesten. Había mucha hierba en el lugar. Se recostaron aquellos hombres, adultos, que eran unos cinco mil. 11Jesús tomó los panes,

pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los que estaban recostados, y pescado igual, todo lo que querían.

12Cuando quedaron satisfechos dijo a sus discípulos: -Recoged los trozos que han sobrado, que nada se eche a perder. 13Los recogieron y llenaron doce cestos con trozos de los cinco panes de cebada, que

habían sobrado a los que habían comido. 14Aquellos hombres, al ver la señal que había realizado, decían: -Ciertamente éste es el Profeta, el que tenía que venir al mundo. 15Jesús entonces, dándose cuenta de que iban a llevárselo por la fuerza para hacerlo rey, se

retiró de nuevo al monte, él solo.

COMENTARIOS I

El hambre es la enfermedad que causa más muertes: decenas de millares de niños cada día, decenas de millones de seres humanos cada año. Pero el hambre no es sólo una enfermedad: para el que todavía no ha muerto, es la primera esclavitud. Jesús nos indica el camino para salir de ella. No es una revolución más, es más que cualquier revolución.

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UN NUEVO EXODO

Subió Jesús al monte y se quedó sentado allí, con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús levantó los ojos, y al ver que una gran multitud se le acercaba...

La Pascua era la fiesta de la liberación de Israel. En ella se recordaba la ultima noche de esclavitud pasada en Egipto, con la certeza de que ya la libertad estaba cerca (Ex 12,1-14). Pero la Pascua que se iba a celebrar había perdido gran parte de su valor al ser integrada por un sistema religioso que, aunque seguía invocando con la boca al Dios liberador, se había convertido en instrumento de opresión y de esclavitud del pueblo. Por eso Juan la llama la Pascua, la fiesta de los judíos; es la fiesta oficial de aquel sistema que, recordando las palabras del evangelio del domingo pasado, había extraviado al pueblo, que vagaba desamparado «como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). Son, el del domingo pasado y el de éste, dos textos en los que se muestra el camino para salir definitivamente de la esclavitud, en los que se propone un nuevo éxodo, un nuevo proceso de liberación, abierto ahora para toda la humanidad y en el que, por supuesto, también participa, por medio de Jesús, el Señor que liberó a los israelitas de aquella antigua, pero aún no vencida, esclavitud.

La dirección ahora es la contraria a la del primer éxodo: entonces las tribus de esclavos se encaminaron hacia la tierra de Canaán; ahora sale (éxodo significa salida) de esa tierra una gran multitud, que busca, al otro lado del mar, en tierra de paganos, a Jesús, quien, sentado en el monte (lugar de la presencia de Dios; véase Ex 3,1; 4,27; 18,5; 24,1.9.12-13.15.18; Nm 10,33; 1 Re 19,8; Is 2,2-5; 11,9; Ez 28,14.16; Sal 24,3; 68,16-17), les va a enseñar el camino de la definitiva libertad.

ROMPER CON ESTE SISTEMA

...se dirigió a Felipe: -¿Con qué podríamos comprar pan para que coman ésos? (Lo decía para ponerlo a prueba, pues él ya sabía lo que iba a hacer.) Felipe le contestó: -Doscientos denarios de plata no bastarán para que a cada uno le tocase un pedazo.

Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: -Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es eso para

tantos? La plata, el dinero, no resuelve el problema. Felipe no sale bien de la prueba a que lo somete

Jesús. No encuentra el camino para saciar el hambre de aquella gente. No conoce otro medio que la compraventa, y por ese camino sólo se soluciona el hambre de unos pocos a costa del hambre de la mayoría. Y hoy, ya casi en el siglo XXI, está más que probado que el hambre de los países pobres no es sino la consecuencia del empacho de los países ricos. Más aún: el bienestar de las clases trabajadoras de estos países ricos no se debe a que haya más justicia, sino que es efecto de la injusticia que sufren los pueblos del Tercer Mundo; el capital sigue explotando, aunque la mayoría de las víctimas queden algo más lejos. Hay, por tanto, que romper con este sistema.

Andrés, sin embargo, parece que sí conoce la solución: que los que, siguiendo a Jesús, han decidido ponerse al servicio de la humanidad (a ellos, al grupo de Jesús, a la comunidad cristiana, representa el muchacho que tiene los panes y los peces), compartan todo lo que tienen, aunque sea poco, aunque sólo sean cinco panes y un par de pescados. Pero a Andrés le falta confianza, no está seguro de que sólo compartiendo se pueda resolver completamente el problema: «¿qué es eso para tantos?»

EL SEÑOR, EL UNICO DUEÑO

Jesús les dijo: -Haced que esos hombres se recuesten. Había mucha hierba en el lugar. Se recostaron aquellos hombres, adultos, que eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los que estaban recostados, y pescado igual, todo lo que querían.

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El nuevo éxodo empieza con una comida, como el antiguo. Pero en éste la libertad ya se empieza a gozar. Ahora los que comen lo hacen recostados, como los hombres libres: silos hombres, en lugar de acumular lo que a otros les falta, lo comparten como manifestación de amor, nadie tendrá que convertirse en esclavo para poder ver satisfechas sus necesidades más primarias. El amor y la solidaridad son siempre fuente de libertad.

Pero para que esto sea posible es necesario aceptar que el Señor es el único dueño de lo que los hombres necesitan para vivir. Eso es lo que reconoce Jesús cuando, con el pan y los pescados en la mano, pronuncia una acción de gracias: la vida y el alimento necesario para la vida del hombre son regalos de Dios. Los panes y los peces no son de aquel muchacho, no son propiedad de la comunidad: son fruto del amor de Dios, y el amor de Dios, si no se comparte, se rechaza.

La tierra entera es un regalo de Dios a toda la humanidad. El la entregó a los hombres para que todos disfrutaran de sus frutos. Por eso nadie tiene derecho a acumular lo que a otros les falta.

¿Verdad que silos cristianos nos tomáramos esto en serio sería algo más, mucho más, que cualquier revolución? Y, además, debemos hacerlo sin triunfalismos, sin convertirnos en líderes de masas. Después de repartir panes y peces, Jesús, «dándose cuenta de que iban a llevárselo por la fuerza para hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo».

II

1-2 Algún tiempo después se fue Jesús al otro lado del mar de Galilea (de Tiberíades). Lo fue siguiendo una gran multitud, porque percibían las señales que realizaba con los enfermos.

La sección anterior había terminado con la apelación de Jesús a sus obras como testimonio del Padre en su favor (5,36); ellas ponían de manifiesto su sintonía con el Padre en una actividad rehabilitadora del hombre que no conoce descanso (5,17). Estas obras han provocado la ruptura entre Jesús y los dirigentes, quienes se han propuesto darle muerte (5,18). La salida del territorio de Israel escenifica esta ruptura por parte de Jesús.

Jesús va al otro lado del mar. Se alude aquí al mar que atravesaron los judíos en el antiguo éxodo. El lago-mar lleva un doble nombre (de Galilea, de Tiberíades, cf. 21,1), uno tradicional hebreo; el otro, reciente, de sabor pagano. Con esto indica el evangelista la mezcla de población judía y pagana en la región. El éxodo de Jesús está abierto a todos.

El punto de partida del éxodo de Jesús es el territorio de Israel, antigua tierra prometida, que, dominada ahora por los dirigentes, se ha convertido en tierra de esclavitud. Pero, al pasar el mar, Jesús no se lleva detrás a las multitudes. No es un caudillo que arrastra. Los hombres tendrán que dar el paso también ellos si quieren estar con Jesús. La nueva comunidad se funda en una opción libre.

Por primera vez en este evangelio una multitud sigue a Jesús, porque ve en él un liberador: la acción de Jesús con el hijo del funcionario (4,46b-51) y con el paralítico de la piscina (5,3-9), ambos figuras del pueblo oprimido, ha despertado en muchos (una gran multitud) la esperanza de que pueda llevarlos a una vida más humana. Lo que no fueron capaces de entender los dirigentes lo ha entendido la multitud maltrecha: que las obras de Jesús con los enfermos eran señales de algo más decisivo, y eso los mueve a seguirlo. Aunque los que forman la multitud no están enfermos, son también ellos débiles.

3-7 Subió Jesús al monte y se quedó sentado allí con sus discípulos. Estaba cerca la

Pascua, la fiesta de los Judíos. Jesús levantó los ojos y, al ver que una gran multitud se le acercaba, se dirigió a Felipe: «¿Con qué podríamos comprar pan para que coman éstos?» (Lo decía para ponerlo a prueba, pues él ya sabía lo que iba a hacer.) Felipe le contestó: «Doscientos denarios no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo».

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Jesús sube al monte, como Moisés (Éx 24,l-2.9.12). El monte es símbolo de la esfera divina; representa el lugar donde reside la gloria de Dios, que en este evangelio se identifica con su amor fiel, manifestado en Jesús. Jesús se queda sentado en el monte, su lugar propio. Los discípulos están con él: la esfera de Dios está abierta a los hombres.

Aparece de nuevo la Pascua como fiesta de los dirigentes (de los Judíos, cf. 2,13; 5,1). Su sentido primigenio como fiesta de la liberación del pueblo, es ya un sarcasmo; no es más que una fiesta del régimen. Para celebrarla, la gente debía subir a Jerusalén; esta multitud, sin embargo, en vez de ir en peregrinación a la capital, sigue a Jesús; comienza a zafarse del yugo de sus dirigentes. Jesús, situado al otro lado del mar, representa una alternativa frente al sistema judío.

La presencia de la multitud da pie al diálogo con Felipe, el discípulo que Jesús fue a buscar (1,43) y que seguía aferrado a las categorías de la tradición judía (1,45). Jesús prevé la necesidad del pueblo, no espera a que le rueguen (cf. Éx 16,1-4). El dador de vida se preocupa de lo necesario para vivir.

Enfrenta a Felipe con la realidad que tiene delante. La multitud ha optado por Jesús, deseando verse libre de la opresión: se presenta el problema de la subsistencia de estas personas. Se esperaba la justicia y la abundancia para el tiempo del Mesías y Jesús ya ha sido reconocido como tal (cf. 1,41.45.49). Jesús pone a prueba a Felipe (cf. Éx 15,25; 16,4; Dt 33,8) para ver cómo reacciona.

Felipe muestra su desaliento: en la economía del dinero, única que comprende, no hay solución para el hambre; ateniéndose a los principios de la sociedad, resulta imposible a los discípulos satisfacer la necesidad de los pobres. Confiesa su impotencia: no se puede hacer nada. Además, la cantidad de dinero que él ha calculado (doscientos denarios, más de medio año de jornal) no bastaría para cubrir la necesidad, sino solamente para engañar el hambre (un pedazo). Para Felipe, el éxodo fracasa.

8-9 Uno de los discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Hay aquí un

muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Interviene Andrés. Es el hermano de Simón Pedro, quien, aunque está presente, no toma

la palabra ni propone iniciativa alguna. Se mencionan así los representantes de los tres grupos que siguieron a Jesús o se encontraron con él al principio del evangelio: Felipe, representante de los israelitas fieles a la tradic ión, llamado por Jesús (1,43); Andrés, el discípulo de Juan Bautista que oyó su declaración sobre Jesús y espontáneamente lo siguió para quedarse a vivir con él (1,39), y Simón Pedro, quien, al contrario de los dos anteriores, no mostró entusiasmo alguno al encontrarse con Jesús (1,42).

La intervención de Andrés no es respuesta a una pregunta de Jesús, habla espontáneamente. Ve la situación y quiere informar sobre los medios de que se dispone. El muchacho, que se encuentra en el mismo lugar de los discípulos (aquí), es figura de éstos en cuanto servidores de la multitud. Así se explica que Andrés hable de los panes y peces como de algo de lo que puede disponer.

El número cinco de los panes puede aludir a los libros de Moisés, a los que se llamaba "la Ley". La mayoría de los discípulos están aún en la línea de la Ley, siguen los principios del judaísmo. La precisión: panes de cebada, alude a un episodio de Eliseo, quien, con veinte panes de cebada, satisfizo el hambre de cien personas (2 Re 4,42-44). Los dos peces completan el número de siete, que indica la totalidad de las provisiones de que dispone la comunidad.

Andrés, representando al grupo, está dispuesto a poner a disposición de la multitud los recursos de su pobreza. Vislumbra que la solución del problema está en el amor-solidaridad y querría mostrarlo compartiendo lo que tienen, pero está seguro de que no basta. Tampoco Andrés ve posible que el éxodo de Jesús pueda tener éxito.

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10 Jesús les dijo: «Haced que esos hombres se recuesten». Había mucha hierba en el lugar.

Jesús no hace caso del pesimismo de los discípulos y les da una orden. Los que antes eran multitud (v. 5) indiferenciada, son llamados ahora hombres, es decir, individuos, personas con rostro propio. Comer recostado era propio de hombres libres. Particularmente en la cena pascual, se veía en ello el paso de la esclavitud a la libertad. La orden de Jesús a sus discípulos tiene, por tanto, ese significado. En el éxodo-Pascua de Jesús, los oprimidos han de tomar conciencia de su libertad y dignidad; éste es el primer efecto de la acción de Jesús.

La nueva Pascua no se come de pie y deprisa como la antigua (Éx 12,11); ésta es la de los hombres libres, no la de los esclavos, y no hay largo camino que recorrer para llegar a la nueva tierra prometida.

La mucha hierba representa la promesa de fecundidad propia del tiempo mesiánico (cf. Sal 72,16), que va a traducirse muy pronto en abundancia. La nueva comunidad no va a errar en un desierto; está desde el principio en un lugar de vida.

10b Se recostaron aquellos hombres, adultos, que eran unos cinco mil. Los que se recuestan, al adoptar la postura de los hombres libres, son hombres adultos. De

la masa de gente que se le había acercado, Jesús hace personas independientes y emancipadas, responsables de sí mismas. Este es el primer paso, presupuesto para toda la labor subsiguiente.

El número cinco mil (cf. Mt 14,21; Mc 6,44; Lc 9,14; Hch 4,4) es múltiplo de cinco (número de los panes/Ley) y de cincuenta (número de los miembros de una comunidad de profetas, cf. 1Re 18,4.13; 2Re 2,7.15-17). Con esta doble correspondencia indica el evangelista que la Ley queda sustituida por el Espíritu. El espíritu de Moisés se comunicó a los jefes (Nm 11,25); Jesús comunica el Espíritu de Dios a todo el que responde a su llamada (1,33: el que va a bautizar con Espíritu Santo).

11 Jesús tomó los panes, pronunció una acción de gracias y se puso a repartirlos a los

que estaban recostados, y pescado igual, todo lo que querían. Jesús va a poner remedio a la escasez con un signo que explicará cómo se produce la

abundancia mesiánica. No busca panes fuera, toma los de la comunidad: ésta ha de encontrar la solución por sí misma, sin depender de estructuras explotadoras que, al controlar los medios de vida, privan de la libertad.

La acción de gracias de Jesús introduce un nuevo personaje, Dios Creador-Padre. Pronunciar la acción de gracias significa reconocer que algo que se posee es don del amor de Dios y alabarlo por ello. Y al reconocer que el origen de los panes está radicalmente en Dios, quedan desvinculados de su poseedor humano para convertirse en bien de todos, como la creación misma.

La señal que da Jesús o el prodigio que cumple consiste precisamente en liberar los bienes creados del acaparamiento egoísta, para que recuperen su sentido de don gratuito y universal de Dios. Al reconocer el hombre el amor que se manifiesta en ellos, debe disponerse a compartir para manifestar su propio amor: compartiendo prolonga hacia otros el amor de Dios, multiplicando el acto creador. El milagro es el amor, por parte de Dios y por parte de los hombres: ofrecerlo todo sin reservarse nada.

Frente a la confianza en el dinero está la confianza en el amor- solidaridad. Los comensales reciben todo lo que querían: se subraya la abundancia. El maná del desierto estaba tasado (Éx 16,16: “lo que pueda comer, dos litros por cabeza”). Jesús no traza reglas; él responde a la necesidad humana hasta la satisfacción total.

Jesús mismo distribuye el pan y los peces, se hace servidor de los que están recostados. No se trata de un reparto asistencial: el pan va acompañado del servicio, que es el don de la

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persona. Jesús no da limosna, expresa solidaridad. Con su acción, enseña a los discípulos cuál es la misión de la comunidad: la de manifestar la generosidad del Padre, compartiendo los dones que de él ha recibido.

12-13 Cuando quedaron satisfechos dijo a sus discípulos: «Recoged los trozos que han

sobrado, que nada se desperdicie». Los recogieron y llenaron doce cestos con trozos de los cinco panes de cebada, que habían sobrado a los que habían comido.

Todos quedan satisfechos: se ha superado la imposibilidad; el límite lo han puesto los mismos comensales. Hay muchas sobras que no deben desperdiciarse: deberán dar principio a otras abundancias. Los discípulos recogen los trozos que han sobrado. Los dones de Dios son copiosos, pero no superfluos.

El núnero doce de los cestos alude a Israel (las doce tribus) e indica que compartiendo puede satisfacerse el hambre de la nación entera. Vuelven a mencionarse los panes de cebada. El motivo de la repetición es claro: en los comentarios del tiempo a Sal 72,16: "que abunden las mieses del campo, etc.", se afirmaba que en tiempos del Mesías, como señal de abundancia, estaría el suelo cubierto de panes de cebada. Esta alusión hace ver que lo sucedido no es sólo un signo profético, como el de Eliseo, sino mesiánico. Lo perciben los discípulos, que recogen los trozos. Jesús les hace ver cómo él realiza la abundancia mesiánica.

14-15 Aquellos hombres, al ver la señal que había realizado, decían: «Ciertamente éste

es el Profeta, el que tenía que venir al mundo». Jesús entonces, dándose cuenta de que iban a llevárselo por la fuerza para hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.

Los que habían comido, al ver la abundancia (la señal), llegan a una conclusión: Jesús es más que Eliseo, es el Profeta (cf. 1,22, pregunta a Juan Bautista) que tenía que venir al mundo. Hay en estas palabras una alusión a las de Moisés en Dt 18,15.18 (“un profeta como yo”). Para ellos, Jesús es, como lo fue Moisés, un enviado de Dios destinado a Israel.

Pero la señal que ha dado Jesús no era sólo profética; tenía un claro sentido mesiánico, pues al dar de comer a la multitud ha renovado los signos del éxodo, en particular el del maná, y, según se pensaba, el nuevo y definitivo éxodo había de ser obra del Mesías.

Por eso, además de la reacción general, surge otra manera de concebir la figura de Jesús: hay quienes piensan en hacerlo rey, sin duda los que han percibido el sentido mesiánico de su acción, entre ellos los discípulos. Pretenden conferirle el poder, imponerle el programa mesiánico propio de la mentalidad judía.

Pero este propósito está en abierta contradicción con la actitud que Jesús ha adoptado antes, poniéndose a servir a los que estaban recostados. En vez de aceptarlo como servidor del hombre, quieren darle una posición de superioridad y de fuerza. Jesús pretendía hacer al pueblo libre; éstos quieren renunciar a su propia libertad. Jesús les pedía generosidad y amor; ellos eligen rendirle obediencia. No aceptan la condición de adultos; prefieren continuar siendo súbditos pasivos.

Ante esa perspectiva, Jesús, como Moisés después de la idolatría (Ex 34,3-4), se retira o huye solo al monte. La situación es el reverso de la que presentaba el principio de la perícopa, cuando aparecían Jesús y los discípulos en el monte y la multitud se les acercaba. Ahora, la soledad de Jesús expresa una ruptura. Es la crisis.

III

La actividad profética de Eliseo tuvo lugar en el Reino del Norte. Eliseo es un profeta taumaturgo, a través de sus milagros intentó conducir al pueblo a Dios. En la liturgia de hoy se

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nos presenta la multiplicación de los panes. Aunque parece que no van a alcanzar para tanta gente, sin embargo, al repartirlos alcanza y sobra. La fuerza de este pan es más de orden espiritual: basta un poco de pan compartido con gusto y con alegría, para sentir su fuerza y su energía.

Ef 4, 1-6 Este texto es una exhortación a la unidad. Pablo desde la prisión suplica a los Efesios que

vivan de acuerdo con la vocación a la que han sido llamados y se esfuercen por mantener la unidad, ya que han recibido un mismo bautismo. El reconocimiento de la paternidad de Dios nos lleva a reconocer en los demás a nuestros hermanos.

Una intachable conducta de vida corresponde a la vocación que han recibido los que antes eran gentiles. La vida digna del llamamiento a la esperanza se muestra en el hecho de que los miembros de la Iglesia guarden la unidad obrada por el Espíritu en el único cuerpo.

Se habla de la relación con la Iglesia y en la Iglesia como comunión que los abraza. La desintegración de la unidad es señal de desesperanza de los miembros de la Iglesia. Presupuestos internos para la unidad son: tener en más estima a los otros que a sí mismo, saber apreciar los dones que Dios ha dado a los demás, pensar y sentir unánimemente… Todo esto presupone apartarse de todas las formas de ambición. La humildad y la modestia desempeñan un gran papel donde hay amenaza contra la unidad. La mansedumbre, la apacibilidad, la dulzura son comportamientos con el prójimo que alejan toda clase de riñas, evitan la acritud y el sentimiento de superioridad. La paciencia es un rasgo esencial del amor, hace posible y salvaguarda la unidad de la paz.

El llamamiento que se hace a los que antes eran gentiles es un llamamiento hacia los otros, a respetar el espacio interno y externo, a permitirles que sean ellos mismos y a poderles apreciar en el amor. El Espíritu es el poder que crea y conserva la unidad y esta unidad es la que hay que guardar.

Jn 6, 1-15 Mucha gente acudía a escuchar a Jesús. A veces venían de lejos, y era lógico que vinieran

preparados para pasar unos días. Venían atraídos por la fama de los milagros y señales que realizaba. Jesús aprovecha el momento para dar una lección a sus oyentes. Comienza preguntándole a Felipe que con qué comprarían panes para dar de comer a la multitud. Felipe le dice que no bastarían doscientos denarios. Andrés le dice que hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero que eso no es nada para tanta gente. Es la misma pregunta que el criado le hace a Eliseo.

Jesús enseña que la dinámica del Reino es el arte de compartir. Quizá todo el dinero del mundo no fuese suficiente para comprar el alimento necesario para los que pasan hambre… El problema no se soluciona comprando, el problema se soluciona compartiendo.

La dinámica del mundo capitalista es precisamente el dinero. Creemos que sin dinero nada se puede hacer y tratamos de convertirlo todo en papel moneda, no sólo los recursos naturales sino también los recursos humanos y los valores: el amor, la amistad, el servicio, la justicia, la fraternidad, la fe, etc. En el mundo capitalista nada se nos da gratuitamente, todo tiene su precio. Se nos ha olvidado que la vida acontece por pura gratuidad, por puro don de Dios.

Jesús en esta multiplicación de los panes y de los peces parte de lo que la gente tiene en el momento. El milagro no es tanto la multiplicación del alimento, sino lo que ocurre en el interior de sus oyentes: se sintieron interpelados por la palabra de Jesús y, dejando a un lado el egoísmo, cada cual colocó lo poco que aún le quedaba, y se maravillaron después de que vieron que al alimento se multiplicó y sobró. Comprendieron entonces que si el pueblo pasaba hambre y necesidad, no era tanto por la situación de pobreza, sino por el egoísmo de los hombres y mujeres

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que conformados con lo que tenían, no les importaba que los demás pasaran necesidad. El gesto de compartir marca profundamente la vida de la primeras comunidades que siguieron a Jesús. Compartir el pan se convierte en un gesto que prolonga y mantiene la vida, un gesto de pascua y de resurrección. Al partir el pan se descubre la presencia nueva del resucitado.

Si somos hijos de un mismo Padre como reconoce Pablo en la lectura que hemos hecho, no se entiende por qué tantos hombres y mujeres viven en extrema pobreza mientras unos cuantos viven en abundancia y no saben qué hacer con lo que tienen. En el mundo actual es mucho el dinero que se invierte en guerra, en viajes extraterrestres, en tratamientos para adelgazar. Los que tienen el capital crean condiciones cada vez más injustas y pretenden hacer más dinero, explotando los recursos que quedan, aunque destruyan todo y acaben con las condiciones de vida sobre la tierra. Ningún ser humano debiera morir de hambre, pues la tierra tiene suficiente para albergarnos a todos. Los cristianos no debemos olvidar el compartir: ésta es la clave para hacer realidad la fraternidad, para reconocernos hijos de un mismo Padre. Cuando se comparte con gusto y con alegría el alimento se multiplica y sobra. La multitud, al ver lo que Jesús ha hecho, intenta llevárselo para proclamarlo rey pero Jesús huye solo a la montaña.

Para la revisión de vida - Dios está por encima de todas nuestras divisiones; nosotros estamos guiados,

movidos y animados por un mismo y único Espíritu. ¿Veo las diferencias que pueda haber entre nosotros como las riquezas que el Espíritu nos da para que construyamos juntos la unidad, o prefiero la uniformidad que mata la pluralidad de carismas?

- Moisés, en el desierto, fue incapaz de alimentar al pueblo y tuvo que recurrir a Yahvé. Jesús, él solo es capaz de alimentar a la multitud, a cuantos tienen hambre, de modo que “todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga una vida imperecedera”. ¿Con qué “pan” alimento yo mi vida: el del afán de dinero, o de fama, o de comodidad… o con el pan del servicio?

Para la reunión de grupo - Eliseo, siervo del Señor, aprovecha el pan que le es ofrecido para que haga un sacrificio

al Señor y lo emplea para dar de comer, en época de carestía, a la gente que busca al Señor pero que no tiene con qué alimentarse. Y es que el profeta de Dios tiene que llevar la palabra a las gentes, pero lo primero de todo es que las gentes tengan qué comer para estar vivas. ¿Qué es más importante que demos a los demás: el pan de la palabra o la palabra del pan? Profundizar en es dialéctica entre el hambre material y el hambre espiritual... ¿Se puede establecer divisiones y contraposiciones? ¿Qué pensar, en ese sentido, del "materialismo" de Mt 25, 31ss?

Para la oración de los fieles - Por toda la Iglesia, para que seamos capaces de alimentar a cuantos tienen hambre y sed

de justicia. Oremos. - Por todos los gobernantes del mundo, para que en sus gestiones sea cuestión primordial

la atención a los indigentes. Oremos. - Por todos los niños que siguen muriendo de hambre, para que su sacrificio sea estímulo

que nos una a todos en la lucha contra el hambre. Oremos. - Por todos los cristianos, para que nunca olvidemos nuestra vocación de animadores y

propagadores de la vida, el amor, la justicia y la esperanza. Oremos. - Por nuestra comunidad, para que se mantenga siempre fiel al ejemplo de Jesús a la hora

de comprometerse en la lucha por resolver las necesidades de las personas. Oremos. Oración comunitaria

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Dios, Padre nuestro, protector de todos los que en ti confían; danos el pan de cada día, que alimenta nuestro cuerpo para seguir esforzándonos en la construcción de tu Reino; y danos el pan de tu palabra, que nos da luz y sentido para nuestras vidas. Te lo pedimos por Jesucristo N.S. Lunes 28 de Julio Inocencio EVANGELIO Mateo 13, 31-35

31Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios al grano de mostaza que un hombre sembró en s~ campo;

32siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

33Les dijo otra parábola: -Se parece el reino de Dios a la levadura que metió una mujer en medio quintal de harina

todo acabo por fermentar. 34Todo eso se lo expuso Jesús a las multitudes en para bolas; sin parábolas no les exponía

nada, 35para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré mis labios para decir parábolas, proclamaré cosas escondidas desde que empezó el mundo (Sal 78,2).

COMENTARIOS I

vv. 31-32: Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios al grano de mostaza que

un hombre sembró en su campo; 32siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece sale por encima de las hortalizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Segunda parábola preceptiva que corresponde a Mc 4,30-32. Comparada con la profecía de Ez 17,23, a la que se enlaza por la mención de los pájaros, muestra su sentido polémico: El reinado de Dios no será un gran cedro que domina a todos los árboles del bosque, sino un modesto arbolito que sube por encima de las legumbres de un huerto. No procederá de lo ya existente (cogollo del cedro, Ez 17,22); es una planta nueva. Para ponderar la pequeñez de algo se comparaba con el grano de mostaza. Contraste entre la pequeñez de la semilla y el árbol que resulta. A este modesto árbol confluirán los pueblos paganos (los pájaros).

Jesús se opone así frontalmente a la esperanza de grandeza y de dominio universal propia del mesianismo nacionalista. Israel no dominará a las demás naciones ni el reinado de Dios tendrá en la historia la figura de un gran imperio. Por eso habla en parábolas, porque la multitud, imbuida de nacionalismo, no podría aceptar la exposición abierta de esta realidad.

vv.33: Les dijo otra parábola: -Se parece el reino de Dios a la levadura que metió una

mujer en medio quintal de harina todo acabo por fermentar. «Medio quintal»: lit. «tres sata». El saton era una medida de unos 14 kilos; en total, unos 42

kilos de harina, cantidad enorme para un pellizco de levadura. En la traducción se ha buscado un

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equivalente aproximado que dé la sensación de gran cantidad. «Tres medidas», sin indicar de algún modo su gran capacidad, no expresaría la oposición que establece el texto, paralela a la del grano de mostaza con el árbol que resulta.

Eficacia de la levadura en la masa. Todo acabará por realizarse. La pequeñez del grano de mostaza y la levadura y su efecto desproporcionado coinciden con lo expresado en 5,17s. Todo se realizará a partir de los mandamientos mínimos. La levadura no se confunde con la masa, pero actúa sobre ella. Esta parábola completa la del grano de mostaza. No solamente hay hombres que acuden al reino, sino que la presencia de éste influye en toda la humanidad, hasta llevarla a su madurez. La mujer «mete» (lit. «ocultó») la levadura en la masa; el reinado de Dios actúa desde dentro de la humanidad misma, desde lo más profundo de ella. Así como la parábola anterior se fijaba sobre todo en su aspecto externo y visible, ésta considera su acción invisible, a la que no se puede poner límite y que no puede constatarse hasta el final. Re fleja un poco la situación y el optimismo de la parábola de la semilla y la tierra de Mc 4,26-29, pero a nivel global.

vv. 34-35: Todo eso se lo expuso Jesús a las multitudes en para bolas; sin parábolas no les

exponía nada, 35para que se cumpliese el oráculo del profeta: Abriré mis labios para decir parábolas, proclamaré cosas escondidas desde que empezó el mundo (Sal 78,2).. En el hecho de que Jesús hable en parábolas a las multitudes ve Mt el cumplimiento de Sal

78,2; para él, todo el AT tiene valor profético (cf. 5,17; 11,13). La mención de las parábolas y de las multitudes cierra ]a inclusión abierta en 13,3. La razón de este hecho es la aducida antes por Jesús mismo: las multitudes están incapacitadas para recibir el mensaje claramente, debido a la ideología mesiánica nacionalista que espera la restauración gloriosa del reino de Israel.

"Las cosas escondidas" corresponden al secreto del reino (13,10). Nunca se había dado una revelación semejante del reinado de Dios.

Estas parábolas revelan un concepto de Dios muy diferente del que aparece en el AT. No es el Dios triunfador, sino el Dios humilde; dentro de la historia su obra no es esplendorosa, sino mo-desta (mostaza); no se hace sin obstáculos, sino entre ellos (cizaña). El amor es al mismo tiempo fuerte y débil. Termina aquí la instrucción a las multitudes.

II

La dinámica de Dios es distinta a la dinámica de los seres humanos. Estamos acostumbrados a deslumbrarnos ante los grandes acontecimientos y las cosas

extraordinarias y despreciamos la fuerza de lo pequeño. En cambio el proceder de Dios es diferente: se manifiesta siempre en lo que no cuenta, en lo que es insignificante, en lo cotidiano, en lo pequeño. De ahí que al ser humano le cuesta mucho descubrir por dónde va Dios, y pretende encontrarlo aplicando sus propios criterios.

El profeta, en el Antiguo Testamento, buscaba a Dios en la tormenta o en una manifestación fuerte de la naturaleza, pero sólo lo encontró en la brisa suave. Un gran edificio comienza en la base, un gran discurso comienza con una palabra, los grandes movimientos sociales empiezan por ser la idea de unos cuantos que poco a poco van contagiando a otros. Jesús sabe que el Reino no se instaura a partir de un acontecimiento extraordinario, sino a partir de la vida cotidiana vivida en la dimensión de la justicia y del amor.

El grano de mostaza es insignificante pero tiene por dentro la capacidad de producir la vida. Al estar dentro de la tierra tiene la fuerza suficiente para irrumpir, brotar hacia arriba y convertirse en árbol y poder abrigar a los pájaros del cielo. Pero este proceso requiere de tiempo.

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A veces somos demasiado impacientes y más aún en estos nuestros días en que se espera eficiencia, rendimiento y utilidad en el menor tiempo posible. Los avances tecnológicos han encontrado la forma de acelerar muchos procesos. Nos hemos vuelto más impacientes, hemos ido perdiendo la capacidad de esperar.

Quien acepta el Reino de los Cielos debe comenzar desde lo de simple e insignificante, pero apuntando con fuerza hacia el ideal de mejorar la capacidad de producir, de mantener y de recrear la vida en el amor y en la justicia. La comparación de la levadura es semejante a la del grano de mostaza aunque también tiene sus diferencias. Ambos nos indican lo que sucede al interior de las personas, recordándonos que la fuerza que transforma y hace crecer viene de adentro. Pero también es un reto para los cristianos, que deben ser como el grano de mostaza y la levadura, para el mundo. Martes 29 de julio Marta EVANGELIO Juan 11, 19-27

19y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el

hermano. 20Al enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la

casa). 21Dijo Marta a Jesús: - Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano; 22pero, incluso ahora, sé

que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará. 23Jesús le dijo: - Tu hermano resucitará. 24Respondió Marta: - Ya sé que resucitará en la resurrección del último día. 25Le dijo Jesús: - Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque muera vivirá, 26pues

todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto? 27Ella le contestó: - Sí, Señor; yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir

al mundo.

COMENTARIOS I

18-20 Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos habían

ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por el hermano. A1 enterarse Marta de que llegaba Jesús, le salió al encuentro (María estaba sentada en la casa).

El nombre de Betania, como se ha visto, designa figuradamente la comunidad de Jesús (11,1) y el lugar se ha situado hasta ahora más allá del Jordán, fuera de los límites de Israel (1,28; 10,40). Esta otra Betania, sin embargo, está muy cerca de Jerusalén; existe, pues, una comunidad de discípulos, personificada en los tres hermanos, que vive aún dentro de la frontera de Israel. La

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doble localización de Betania simboliza así dos estados en las comunidades cristianas: el de aquellos que han creído saliendo de la antigua institución, y el de otros que, habiendo dado la adhesión a Jesús y siendo, por tanto, discípulos, aún no han roto con su pasado y modo de pensar judíos. De ahí nacen las falsas concepciones sobre la muerte y la resurrección y sobre la obra del Mesías.

Los judíos que han acudido a Betania pertenecen a la institución enemiga de Jesús; sin embargo, dan muestras de amistad a esta comunidad de discípulos; no han visto en ellos una ruptura semejante a la de su Maestro.

Jesús está llegando, Marta tiene que salir a su encuentro. María, que no se entera de que Jesús llega, sigue en la casa donde se expresa la solidaridad con la muerte. Allí no entra Jesús. María está sentada: la muerte de su hermano, que para ella ha significado el término de su vida, la reduce a la inactividad. La idea de la muerte como final paraliza a la comunidad y la hace permanecer en el ambiente del dolor, mezclada con los que no tienen fe en Jesús.

21-24 Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi

hermano; pero, incluso ahora, sé que todo lo que le pidas a Dios, Dios te lo dará». Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Respondió Marta: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día».

La frase de Marta muestra su pena e insinúa un reproche; podía haberse evitado el dolor de la muerte. Piensa que Jesús debería haber venido a Betania para impedir la muerte de su hermano; cree que esta muerte ha interrumpido la vida de Lázaro. Esperaba una curación, sin darse cuenta de que la vida que Jesús les ha comunicado ha curado ya el mal radical del hombre: su esclavitud a la muerte.

Marta sabe dos cosas, ambas por debajo del nivel de fe propio del discípulo. En primer lugar, ve en Jesús un mediador infalible ante Dios (sé que todo lo que le pidas a Dios, etc.). No comprende que Jesús y el Padre son uno (10,30) y que las obras de Jesús son las del Padre (10,32.37). Espera una intervención milagrosa de Jesús, como la del profeta Eliseo, que había resucitado a un muerto (2Re 4,18-37).

Jesús responde a Marta restituyéndole la esperanza: la muerte de su hermano no es definitiva. Contra lo que ella habría deseado, no le dice "yo resucitaré a tu hermano", sino simplemente tu hermano resucitará. No atribuye la resurrección a una nueva acción suya personal, pues la resurrección no es más que la persistencia de la vida definitiva comunicada con el Espíritu.

Marta interpreta las palabras de Jesús según la creencia farisea y popular. Éste es, sin duda, el consuelo que le han ofrecido los que han ido a visitarla. Es la segunda cosa que sabe Marta (ya sé), pero tampoco en ella llega a la calidad de fe propia de un discípulo. Sus palabras delatan una decepción; ha oído lo mismo muchas veces. Esperaba que Jesús pidiera a Dios que resucitara a su hermano, pero ve que no va a hacerlo y cree que la consuela con la frase que dicen todos. Para ella, como para los judíos, el último día está lejos. No comprende la novedad de Jesús.

25-27 Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que me presta adhesión, aunque

muera vivirá, pues todo el que vive y me presta adhesión, no morirá nunca. ¿Crees esto?» Ella le contestó: «Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Jesús no viene a prolongar la vida física que el hombre posee, suprimiendo o retrasando indefinidamente la muerte; no es un médico ni un taumaturgo; viene a comunicar la vida que él mismo posee y de la que dispone (5,26). Esa vida es su mismo Espíritu, la presencia suya y del

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Padre en el que lo acepta y se atiene a su mensaje; y esa vida despoja a la muerte de su carácter de extinción.

En la frase de Jesús (yo soy la resurrección y la vida) el primer término depende del segundo: él es la resurrección por ser la vida (14,6). La vida que él comunica, al encontrarse con la muerte, la supera; a esto se llama resurrección. El evangelista usa un lenguaje de su época, dándole un sentido distinto.

Marta se había imaginado una resurrección lejana. Jesús, en cambio, se identifica él mismo con la resurrección, que ya no está relegada a un futuro, porque él, que es la vida, está presente.

Para que la realidad de vida invencible que es Jesús llegue al hombre, se requiere la adhesión a él, que incluye la aceptación de su vida y muerte como norma de la propia vida (6,53s). A esta adhesión responde él con el don del Espíritu, nuevo nacimiento a una vida nueva y perenne (3,3s; cf. 5,24), que la muerte no interrumpe; esa vida continúa por sí misma.

Inmediatamente después expone Jesús el principio (todo el que) que funda la afirmación anterior: para el que le da su adhesión, la muerte física no tiene realidad de muerte. Esta segunda formulación precisa y, de algún modo, corrige la primera: la muerte, de hecho, no existe. Ésta es la fe que Jesús espera de Marta (¿Crees esto?). No bastan para ser discípulo las antiguas creencias judías.

Marta responde con la perfecta profesión de fe cristiana (20,31); para ella, Jesús no es ya el Profeta (6,14), sino el Mesías, el Ungido, el Consagrado por Dios con el Espíritu, el Hijo de Dios, la presencia del Padre entre los hombres.

II

Si hubieras estado aquí. La amistad de Marta con Jesús es una amistad fuerte. Tan pronto siente ella que Jesús ha

llegado sale a su encuentro y le reclama el no haber venido cuando Lázaro estaba enfe rmo, Marta estaba segura de que Jesús lo hubiera curado.

En nuestra vida acudimos a las suposiciones para ir encontrando justificación a lo que hicimos o dejamos de hacer. La muerte de Lázaro era una realidad inevitable y Jesús lo sabía, por eso no se hizo presente antes. A veces para solucionar un problema es necesario que llegue a su clímax, porque parece que es allí cuando nos hacemos más conscientes de la realidad y sentimos la necesidad de enfrentarla y de buscar salidas.

En la vida hay realidades que nos cuesta mucho aceptar y decimos: “si hubieras estado aquí...”, “si se hubiera hecho esto...”, “si no hubiera ido...”, “si no hubiera dicho...”. Encontramos la solución a los problemas cuando ya no hay nada que hacer. Pero la pregunta es: ¿por qué en ese momento no se nos ocurrió?. Lo que tiene que suceder, sucede.

Un cristiano debe formarse para sobrellevar los acontecimientos de la vida, principalmente los que más nos afectan y nos duelen. Marta es consciente también de aunque su hermano esté muerto, Dios le concederá a Jesús lo que él le pida. Sin embargo cuando Jesús le dice que su hermano resucitará ella le responde que en el último día. Jesús le dice que quien cree en El aunque muera , vivirá y que todo el que vive y cree en El no morirá jamás. La muerte de Lázaro es un símbolo de nuestra vida espiritual. Es necesario que la palabra de Jesús nos saque de la tumba en que vivimos, nos libere de nuestras ataduras interiores, para poder tener actitudes de vida con los demás.

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Miércoles 30 de julio Pedro Crisologo EVANGELIO Mateo 13, 44-45

44Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél.

45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas;

COMENTARIOS I

vv. 44-45: Se parece el reino de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo

encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél.

45Se parece también el reino de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; Las parábolas del tesoro y de la perla contienen una misma enseñanza: que el compromiso

total que exige el reino no se hace por un esfuerzo de voluntad, sino llevados por la alegría de haber descubierto un valor insospechado e incomparable. La renuncia a todo lo que se posee no es, por tanto, un acto ascético, sino espontáneo. El mensaje y la experiencia del reino relativizan todo valor hasta entonces conocido. Ambas parábolas se inspiran en el lenguaje sapiencial (cf. Prov 2,4; 3,14s; 8,18s; Job 28,18; Is 33,6).

El reinado de Dios está escondido en el mensaje y la actividad de Jesús; en ellos anuncia su cercanía; quien los comprende entrega a ese mensaje su entera existencia, porque descubre en él el tesoro que puede enriquecer toda su vida.

Estas dos parábolas proponen de nuevo la opción por la pobreza expresada en 5,3, como lo muestra ]a frase repetida «va a vender todo lo que tiene» (vv. 44.46; cf. 19,21); el tesoro y la perla son la experiencia del amor de Dios (5,3: «ésos tienen a Dios por rey»; cf. 6,20; 19,21), que causa una profunda alegría.

II

Sacrificarlo todo por quedarse con lo mejor. El hombre de esta parábola, al encontrar un tesoro de gran valor, no dudó en dejar todo lo

que tenía por quedarse con el tesoro. Hizo un cambio radical de vida, pero supo hacerlo en el momento oportuno. No hubo vacilación en lo que debía hacer pues tenía la suficiente conciencia para actuar y para dejar de lado todo aquello que le hubiera impedido lograr su objetivo. Esta parábola nos indica que no debemos pasar todo el tiempo de nuestra vida en búsqueda: quien se mantiene en búsqueda vive en insatisfacción. Una vez encontrado lo que buscamos debemos comenzar a disfrutarlo.

La ascesis es un elemento importante en el seguimiento de cualquier religión, pero por lo general suele ser de tipo negativo: no toques, no comas, no bebas... En esta parábola encontramos un ejemplo de ascesis positiva: el hombre es capaz de vender todo lo que tiene por quedarse solamente con el tesoro. La ascesis positiva es dejar lo bueno por lo mejor. La vida cotidiana está llena de esta clase de ascesis: un futbolista se somete a disciplina y entrenamiento para rendir en

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los desafíos con otros equipos; una bailarina hace ejercicio constante para mantener la agilidad y el ritmo en el movimiento; un músico se ejercita constantemente en la digitación de su instrumento para tener precisión a la hora de leer la partitura; una modelo mantiene su cuerpo en forma para llenar las exigencias de su oficio…

La ascesis negativa es un mundo de prohibiciones que en la medida en que cumplimos con ellas nos llenamos de insatisfacciones personales y a veces de amargura, porque no nos conducen a disfrutar de lo que verdaderamente queremos. En cambio el hombre de esta parábola encontró que su vida estaba en ese tesoro, e hizo todo lo que pudo por adquirirlo, sin fijarse en el precio que pagaba por él.

Muchos hombres y mujeres han pensado que seguir a Jesús es sacrificarse, es negarse muchas satisfacciones en el plano material… pero haciendo esto no consiguen el verdadero crecimiento espiritual; crecen con vanagloria, se sienten superiores a los demás y creen que el único camino que conduce hacia Dios es por donde ellos van, y desprecian y se hacen intolerantes con los que buscan a Dios por otros caminos...

Si he descubierto que Jesús es como ese tesoro de la parábola, más que estar sufriendo, debo disfrutar de Él. Jueves 31 de julio Ignacio de Loyola EVANGELIO Mateo 13, 47-53

47Se parece también el reino de Dios a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: 48cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestos y tiran los malos. 49Lo mismo sucederá al fin de esta edad: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 50y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

51-¿Habéis entendido todo esto? Contestaron ellos: -Sí. 52Él les dijo: -De modo que todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de casa que

saca de su arcón cosas nuevas y antiguas. 53Cuando acabó estas parábolas se marchó Jesús de allí.

COMENTARIOS I

vv. 47-48: Se parece también el reino de Dios a la red que echan en el mar y recoge toda

clase de peces: 48cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, reúnen los buenos en cestos y tiran los malos.

La última parábola lleva también su explicación. El contenido coincide con la del trigo y la cizaña. La oposición de «buenos» y «malos» corresponde a la de los árboles buenos y malos de 7,15-19 (cf. 12,33); los malos son los falsos profetas, los lobos con piel de oveja, los que siguen a Jesús sólo en la apariencia, pero persiguen objetivos inconfesables.

En la explicación son llamados «los malos/malvados», siempre en relación con «el Malo».

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vv. 49-50: Lo mismo sucederá al fin de esta edad: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos 50y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

El destino de los malos es también el fuego destructor (50; cf. 13,42). La frustración definitiva del hombre («llanto y rechinar de dientes») es perder la vida para siempre.

La parábola propone a los discípulos la suerte final, para orientarlos en la decisión presente. Los únicos que llegan a la vida son los que producen fruto.

vv. 51-53: -¿Habéis entendido todo esto? Contestaron ellos: -Sí. 52Él les dijo: -De modo que todo letrado instruido en el reino de Dios se parece al dueño de casa que saca de su arcón cosas nuevas y antiguas. 53Cuando acabó estas parábolas se marchó Jesús de allí.

. Termina la instrucción a los discípulos en privado. Vuelve el tema del «entender» que ha dado el tono de todo el capítulo (13,13.14.15.19.23.51). Recibido el conocimiento, han de exponerlo a los demás.

Mt establece una oposición entre los «letrados» cristianos y los de Israel. Estos tenían detrás una inmensa tradición interpretativa que pretendía no salirse de los límites de lo antiguo. El letrado que ha comprendido el secreto del reino ya no depende de su antigua tradición, sino que en él «lo nuevo» tiene el primer lugar; «lo antiguo» está subordinado a lo nuevo. No se basa en primer lugar en lo que han dicho o hecho Moisés o los Profetas, sino que comienza con el mensaje de Jesús. Este es la clave de lectura de todo el AT.

El modelo de este letrado es el mismo evangelista.

II

No todos los que aceptan el Reino son dignos de él. La invitación a formar parte del Reino es para todos. En la red de pesca entran libremente

todos los peces que quieran; igualmente, en principio, todos los hombres y mujeres están en capacidad de aceptar la propuesta de Jesús, pero cada uno entra o se excluye libremente. La primera selección depende de la libertad humana. No todos los que aceptan pertenecer al Reino son dignos de él, porque no cumplen con los requisitos o las exigencias. Se necesita entonces una segunda selección que debe hacer Dios, ya que es El quien hace la invitación y quien coloca las exigencias. Una vez que la red está llena de peces es necesario traerla a la orilla: esto significa soportar, cargar, sobrellevar, tolerar hasta que llegue el momento oportuno para la selección.

Si no hay una verdadera intención de cambiar, de nada nos sirve decir que aceptamos las enseñanzas de Jesús. Hay muchos hombres y mujeres que han aceptado la propuesta de Jesús, el hecho de vivir una fe común y tener que caminar con los demás nos ayuda a volvernos más tolerantes, a tener paciencia para no echar a perder a aquellos que no llevan nuestro propio ritmo. Tener una misma fe no significa que debamos vivir un mismo estilo de vida: en la red quedaron atrapados toda clase de peces cada uno con sus diferencias individuales, y aunque estaban en la misma red, se hizo necesaria una última selección. La vida cristiana no es de uniformidad sino de unidad en la diversidad.

También coloca Jesús la comparación del escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos que es como el dueño de la casa que sabe aprovechar lo nuevo y lo viejo. Tenemos la tentación de rechazar lo viejo porque es viejo y de aceptar lo novedoso. La sabiduría está precisamente en saber aprovechar todo aquello que nos ayude a nuestro crecimiento interior, sea que lo encontremos en lo antiguo o en lo nuevo, lo que debemos evitar son los absolutismos que nos hacen demasiado daño y nos vuelven intolerantes.