Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

Esta publicación constituye la memoria del VII Congreso sobre la Trujillanidad:

“Pasado y presente de un lugar llamado Trujillo”, realizado en homenaje al pueblo

de Santa Ana de Trujillo, el 31 de mayo de 2013. Evento Organizado por el Centro

de Desarrollo Humano Sustentable

Universidad Valle del Momboy

Fondo Editorial Universidad Valle del Momboy

Año 7/ 2013

Depósito Legal: lf94620073004147

Universidad Valle del Momboy

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Valera, Estado Trujillo

Coordinadora del Fondo Editorial: Domitila Peña Bastidas

Producción: Fondo Editorial UVM

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Contenido

Pág.

Notas sobre el Proceso Histórico de Trujillo 5

Francisco González Cruz

Proceso Histórico de Trujillo 18

Manuel Núñez Gil

Trujillo: cultura, memoria e identidad. Desde la memoria del pasado hacia 25

la voz del futuro

Yesica Rubio

La Cultura … ¡ Sabiduría de los Pueblos ! 34

Marlene Briceño

Para un análisis histórico de la educación en Trujillo 42

Alí Medina Machado

Religiosidad en el Estado Trujillo 68

Monseñor Oswaldo Azuaje

Análisis del turismo y gastronomía trujillana 76

María Briceño Pacheco de Gil

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Encuentro con los jóvenes:

La Historia de Trujillo como espacio de reflexión 81

Lucía Parra

Pasado, Presente y Futuro de un lugar llamado Trujillo 88

Jesús Alejandro Segovia

Visión de los Egresados de un Trujillo en el Futuro: La Preparación Hacia 93

el Trujillo de Nuestras Querencias

Orlando Peña

Ángel Fuenmayor 97

Karla Dunn 100

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Notas sobre el Proceso Histórico de Trujillo

Francisco González Cruz

“Volvemos al núcleo histórico de nuestros comienzos,

no para ejercitar nostalgias formales, sino buscando la

huella de la esperanza. Hacemos memoria del camino

andado para abrir espacios al futuro. Como nos

enseña nuestra fe: de la memoria de la plenitud se

hace posible vislumbrar los nuevos caminos. Cuando

la memoria no está abierta al futuro es un simple

recuerdo que, si totaliza el ambiente, nos puede

atrapar en una nebulosa proustiana. Si, en cambio, se

intelectualiza, configura el caldo de cultivo para toda

clase de fundamentalismos. La memoria conlleva

siempre la dimensión de promesa que la proyecta

hacia el futuro. Cuando, en el presente, hacemos

memoria, entonces afirmamos lo real de nuestra

pertenencia a un pueblo que camina y - a la vez - la

proyección hacia adelante de ese camino”. “EL

CAMINO HACIA EL FUTURO: Llevando consigo la

memoria de las raíces”.

Jorge Ma. Bergoglio, Papa Francisco

TRES DE ARENA Y TRES DE CAL (o “tres de vacas gordas y tres de vacas

flacas”)

Tres etapas de prosperidad y tres de decadencia ha vivido Trujillo desde

1557. En total de 456 años desde su fundación han sido unos 201 años de

despliegue, de sueños y realizaciones, y 225 de marcha lenta, o de retroceso, aun

cuando siempre con determinadas señales de grandeza. El primer ciclo de “arena”

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se cumplió en los 121 años que van desde su fundación el 9 de octubre de 1557

hasta la invasión del corsario francés Francisco Grammont de la Mote a finales de

1678. El otro muy corto se vivió entre finales de 1800 y 1810 cuando se alimentan

los aires de libertad y autonomía, y el tercer ciclo de “arena” o de prosperidad se

vivió desde la llegada de las primeras oleadas de inmigrantes italianos alrededor

de 1850 hasta 1950 aproximadamente.

Tres han sido las etapas negativas o de “cal” en el proceso histórico del

estado Trujillo. La primera de unos 122 años va desde la invasión de Grammont

en 1678 hasta 1800. Pero poco tiempo después, a partir de 1810 se inicia lo que

puede ser la peor etapa, de guerra, muerte y ruina, que se prolonga hasta 1850.

Luego se extiende otro período de atraso que comienza en 1920 con la

explotación petrolera, pero que se acentúa en Trujillo a partir de 1950 y que aún

perdura.

Son fechas referenciales, no exactas. La historia se construye en procesos

que van madurando las situaciones, pero a veces un evento específico

desencadena una serie de acontecimientos que acelera el progreso, de ascenso

o de declive. Son incidentes que producen enormes efectos multiplicadores que

cambian todo, incluso por muchos años.

DE ARENA…

Fueron años dorados los primeros 121 de la historia trujillana. Hervían los

sueños y los trujillanos se dedicaron a concretarlos. Se fundaron pueblos,

levantaron templos, se crearon haciendas y se conformaron instituciones. Se

edificaron sólidas casonas y exigentes monasterios. Trujillo tuvo intelectuales,

sabios y santos sacerdotes, maestros, productores, religiosas. Sus honorables

familias se consolidaban. Todo bajo unas autoridades locales que daban

muestras de sabiduría y de audacia, como Sancho Briceño para señalar alguno.

Se crearon las instituciones políticas locales y provinciales, el municipio y el

cabildo como la más importante de todas. Y la provincia con sus instancias

ejecutivas, judiciales y de hacienda. Se crearon instituciones educativas y de

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atención a la salud. El cabildo fue uno de los más importantes del territorio que

luego sería Venezuela y sus líderes tuvieron impacto en todo el territorio español,

tanto de la Península como de ultramar.

Son muchas las evidencias de la importancia de este período fundacional,

basta señalar las diligencias que desde Trujillo se hicieron ante el Rey para que a

la falta del Gobernador fuesen los alcaldes los gobernantes provisionales, el asilo

– el primero en América – que dio el fundador Diego García de Paredes al

fundador de Mérida Juan Rodríguez Suarez, la presencia en Trujillo del segundo

Obispo de Venezuela donde ejerció ese cargo hasta morir y ser sepultado en su

Templo, también el tercer Obispo de Venezuela y fundador de la Universidad de

Caracas está enterrado en el templo trujillano, la publicación del primer libro de

filosofía de América por Alonso de Briceño. La primera gran fortuna de la que hoy

es Venezuela – el Mayorazgo de Cornieles - estaba en territorio trujillano. En fin

Trujillo era seguramente uno de los más importantes “Partidos Capitulares” de la

Provincia de Venezuela. “El de Trujillo es el primer cabildo de la Cordillera” afirma

Don Mario Briceño Perozo.

La gente trujillana, no sólo de la capital provincial o capitular sino de todos

sus confines, ganaron buena fama de honestos trabajadores, gente de palabra y

de familias honorables. Como testimonio están las palabras escritas por Oviedo y

Baños en su “Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela

(1723)”: “basta saber, que uno ha nacido en Trujillo, para que en la común

estimación sea reputado por de afable natural, de noble trato y de una intención

sana y sin malicia”.

Una cita de Don Andrés Bello puede dejar un claro testimonio de esta tesis:

“Pocas ciudades de América pueden gloriarse de haber hecho tan rápidos

progresos como los que hizo Trujillo en el primer siglo de su establecimiento. El

espíritu de rivalidad de sus primitivos habitantes se mudó con el suelo en una

industriosa actividad, que prometía a Trujillo todas las ventajas de la aplicación de

sus actuales vecinos; pero las incursiones del filibustero Grammont, asolando su

territorio, sofocando el germen de su prosperidad, dejando en las ruinas de sus

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edificios motivos para inferir por su pasada grandeza lo que hubiera llegado a ser

en nuestros días.(Bello,

Está claro que hubo unos perdedores: los Cuicas. Ni los indígenas ni los

conquistadores estaban dispuestos a integrarse como iguales al proceso. Cultura,

tecnología y - sobre todo - los fines diferentes lo hacían imposible. Los primeros

estaban interesados en mantener su cultura y su territorio. Los segundos en

conquistar y apoderarse de la riqueza para llevársela primero o para enriquecerse

aquí luego. Hubo mestizaje como consecuencia de la escasez de mujeres en los

conquistadores que venían a llevarse lo que pudieran y no trajeron sus familias.

De esa época anterior a la conquista solo quedan de recuerdo los nombres de

muchas de nuestras comarcas, algunas leyendas y costumbres.

DE CAL…

Fue tal la prosperidad de la ciudad que atrajo la avaricia de los piratas y

corsarios. En realidad venían por Gibraltar, la próspera ciudad al sur del Lago de

Maracaibo que servía de puerto de entrada y salida a una dilatada área de

influencia que se extendía desde Maracaibo y Trujillo hasta Pamplona y

Bucaramanga. En 1641 la asaltó el holandés Heydrick Gerritsz conocido como

“Henry Gerard”; en 1642 el británico William Jackson; en 1666 Jean-David Nau,

conocido como el Francés El Olonais (por su lugar natal) y quien fue un feroz y

cruel filibustero, la asalta y la deja en ruinas; tres años después, en 1669 el pirata

John Harry-Henry Morgan y por último en 1678 el corsario francés Francois

Grammont De La Motte, llamado Agramont por los españoles. (Villalobos León.

2001).

Todos amenazaron con asaltar a Mérida o a Trujillo. El Olonés casi lo

concreta pero es rechazado por los valerosos trujillanos; pero Grammont lo

consigue cuando decide avanzar hacia el noreste por el camino de Escuque –

Motatán - Sabana Larga (La Cejita) hasta Trujillo.

Lo peor que le ha pasado a Trujillo en todos sus años fue esta desgracia de

Grammont. En agosto de 1678 entró a la ciudad y por cinco largos y funestos

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meses se dedica saquearla, incendiarla y destruirla con particular crueldad. Lo

mismo hace con haciendas y pueblos vecinos. (Urdaneta, 1997). Su crueldad no

tiene límites y no hay familia que no sufra, sea porque emigra espantada dejando

todos sus bienes, sea por que fue atrapada por los caminos y sometida a todos loe

vejámenes, sea por que no pudo irse y quedó para ser víctima de este sanguinario

y sus secuaces.

Nada quedó en pié del esplendor inicial. Ni familias, ni edificios, ni

bibliotecas, ni colegios, ni templos, ni instituciones, ni plantaciones, ni nada.

Apenas algo se salvó del convento de San Francisco porque su superior era

francés. Grammont también destruyó el sueño, la energía, el impulso de los años

iniciales. Y hasta hoy – a 335 años de distancia - no han logrado los trujillanos

reunir las energías positivas de aquellos tiempos febriles.

DE ARENA…

Para los años cuando se inicia la gesta de la independencia la entidad

había recuperado algo de su aliento y aquí encuentran terreno fértil los aires de

libertad. Desde todas partes surgen los líderes, hombres y mujeres, sacerdotes y

seglares, que van a participar activamente en la construcción de las nuevas

realidades. Los sueños se activan y todos trabajan por llevarlas a cabo.

El 9 de octubre de 1810 se reunieron en la ciudad de Trujillo un grupo de

personas representativas de los diversos sectores y lugares de lo que hasta ese

día sería el Distrito Municipal Trujillo de la provincia de Maracaibo. Convocados a

Cabildo Abierto por el Ilustre Ayuntamiento en la Sala Capitular y con la presencia

de numerosos asistentes, debaten sobre la situación presentada en la península

Ibérica con la abdicación del Rey Fernando VII, la constitución de la Regencia de

Cádiz, la creación de la Junta Superior de Caracas y la de otras juntas en

Cumaná, Barinas, Mérida, Barcelona y otras ciudades en todo el continente.

Ese día, luego de diversas exposiciones y debates, se toman al menos diez

decisiones fundamentales para el devenir trujillano. Primero: se separa el Distrito

Municipal Trujillo de la Provincia de Maracaibo; segundo: se crea la Provincia de

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Trujillo; tercero: se establece que el Pueblo asume los derechos y las

jurisdicciones y que las centralizaría en una Junta de Gobierno; cuarto: el

Ayuntamiento designa unos electores que se encargaría de supervisar la elección

de los integrantes de una Junta Superior de Gobierno; quinto: se elige y se

juramenta la Junta Superior de la Provincia de Trujillo; sexto: juran obedecer a la

Junta el Vicario de Trujillo y el clero secular, los administradores, funcionarios

diversos y el pueblo en general; séptimo: se ratifican algunos y se designan otros

nuevos administradores de justicia y diversos funcionarios provinciales; octavo: se

ratifican a todos los Oficiales de Milicia; noveno: se acuerdo notificar de estos

actos a las Juntas de Mérida, Santa Fe (de Bogotá), Pamplona, el Socorro, Quito y

La Paz, así como a Caracas y Maracaibo; y décimo: se llama a la paz, a guardar la

religión y los legítimos intereses del Rey.

Igualmente los trujillanos deciden sumarse al proceso iniciado en Caracas

el 19 de abril de 1810 y el 11 de junio de ese mismo año la Junta Suprema de

Caracas reconoce a Trujillo como Provincia.

El primer Congreso Provincial de Trujillo se instala en el mes de agosto de

1811 y el 2 de septiembre de ese mismo año se proclama la “Constitución

Provincial de Trujillo”, tres meses antes que la primera Constitución Nacional.

Trujillo se rebela, renace, se inspira y vive días febriles. Un mes después eligen al

Diputado que representará a la nueva Provincia en el primer Congreso

Constituyente de Venezuela y allí Trujillo se gana la estrella que ostenta en la

Bandera Nacional.

En todos los lugares del territorio trujillano se lee la nueva Constitución y su

proclama y existe una inusitada animación por la autonomía de la nueva Provincia,

por su entusiasta participación por su participación en el nacimiento de la nueva

República Venezolana. Son centenares los que se incorporan a estos importantes

procesos del parto de la nueva provincia y de la nueva patria.

Se destaca en este proceso iniciado años antes porque fue un movimiento

animado y protagonizado por personas civiles y religiosas, provenientes de los

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cuatro puntos cardinales de la geografía trujillana, animados por las ideas de

autonomía provincial, de libertad y de justicia. “Una Ley suave, un Gobierno justo,

unos Magistrados benéficos y equitativos que aseguren vuestra quietud y vuestros

derechos…” reza la proclama que acompañaba al texto constitucional.

El 2 de marzo de 1811 se instala el primer Congreso de Venezuela, donde

asisten varios trujillanos: el Diputado por Trujillo el Dr. Juan Pablo Briceño

Pacheco, el Dr. Cristóbal Mendoza Diputado por San Fernando, dos de sus

hermanos: el Presbítero Luis Ignacio Mendoza, Diputado por Obispos y el

Presbítero Juan José Mendoza, Diputado por Guadualito y el Dr. Antonio Nicolás

Briceño Diputado por Mérida.

Aquella provincia de unos treinta mil habitantes, repartidos en unos pocos

centros poblados de muy modesto tamaño, casi todos campesinos, con algunos

líderes muy bien formados integrados por sacerdotes católicos o modestos

empresarios, entendió los tiempos que se vivían y tomó decisiones que

cambiarían para siempre su futuro.

Para que esos sucesos tuvieran lugar tenía que haber existido en Trujillo

una intensa vida social, con gente preparada, de vanguardia, bien enterada de los

ideas libertarias y de las informaciones de Caracas, de la península Ibérica y de

otras ciudades de América. Su economía era modesta pero suficiente para

sostener una ciudadanía activa.

DE CAL…

Pero como doscientos treinta y tres años antes, cae de nuevo en la

desgracia. Los trujillanos pagaron muy caro su adhesión a la causa

independentista y en los primeros años de la guerra ya cuenta con numerosos

mártires, la mayoría de ellos protagonistas de los sucesos de octubre de 1810. En

marzo de 1812 llega Manuel Geraldino, Comandante de la División de las tropas

de Coro de la Provincia de Maracaibo a someter a los trujillanos. Llamado el "El

Terremoto de Trujillo" su crueldad, cometió atropellos y vejaciones, removió cielo

y tierra para hallar a los revolucionarios trujillanos y fusilar a algunos, poner presos

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a otros en las mazmorras de San Carlos y desterrar a otros. (Olivar, 1974). Luego

envían como Jefe Militar al Coronel Pedro Fernández a quien Trujillo sufrió “como

una epidemia letal, como una hecatombe, como un cataclismo” (Briceño Perozo,

1984)

Todos los lugares se ensangrentan con numerosos combates, entre los

cuales están los de Ponemesa (1811 y 1813), Agua Santa, Los Amadores, La

Ceibita, El Cequión, El Colorado (Escuque), Carache, Agua de Obispo, Niquitao,

Motatán entre otros. Todo es un desastre, las familias se desintegran, su

economía se arruina.

Trujillo es escenario de grandes acontecimientos y el propio Libertador

General Simón Bolívar lo visita en cuatro oportunidades: en 1813, en 1820 y dos

veces en 1821. El día 15 de junio de 1813 Bolívar dicta la terrible “Proclama de

Guerra a Muerte” y es el territorio trujillano uno de los peores escenarios de esta

cruel conflagración. En noviembre de 1820, son suscritos los Tratados de Trujillo,

el día 25 el de Armisticio y el día 26 el de Regularización de la Guerra, ratificados

por Bolívar y Morillo en Santa Ana el día 27. (Carrillo, 1968). “En Santa Ana nació

Colombia” diría Bolívar.

El Libertador advierte en octubre del año 20 el “aspecto de desolación y

miseria que le impresionaron profundamente” (Liévano Aguirre, 1988). “El hambre

y el empobrecimiento - anota el autor colombiano – florecían con fecundidad

tropical y el recuerdo de horribles venganzas mantenían vivas las esperanzas de

futuras represalias. Padres y hermanos, hijos y madres, estaban divididos por

terribles odios y ante la deidad misteriosa del Talión, la sociedad había regresado

a legendarias épocas primitivas”.

En 1821 se reúnen en la ciudad de Trujillo el General Bolívar y el obispo de

Mérida Dr. Rafael Lasso de la Vega, en la primera reunión oficial entre la jerarquía

de la Iglesia Católica y el líder de la independencia. Trujillo es protagonista, a

pesar de su lamentable situación.

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No terminan aquí los sufrimientos, pues por todas partes comienzan sus

andanzas los nuevos caudillos y sus montoneras. Coroneles y Generales surgían

por todas partes sacando los peones de las haciendas para lidiar en pleitos que no

eran suyos, atrás de otros caudillos mayores que se disputaban el poder nacional

para disfrutar del tesoro público.

“La guerra llegaba a todos los pueblos trujillanos con una regularidad

sorprendente. Por entregas: con etiquetas diversas: “La Guerra de los Cinco

Años", "La Revolución Amarilla", "La Revolución Azul”, etc. Llegaba bajo nombres

ingenuos y hasta románticos. Sin embargo todas eran la misma cosa; todas traían

destrucción y muerte. Lo único que las diferenciaba a unas de otras, era la época

en que ellas ocurrían. A lo largo de los caminos polvorientos, en cada aldea gris y

silenciosa, no se oyó durante muchos años, en boca de las gentes de los pueblos,

sino quejas y lamentos lanzados como protesta, burla o sutil ironía reveladora de

la tragedia por la que atravesó nuestra región. (Andara Olivar, 1974)

DE ARENA…

Trujillo recupera su condición de Provincia a partir de la separación de

Venezuela de la Gran Colombia y la Constitución de 1830. El 20 de noviembre de

1831 el Gobierno Nacional crea el Colegio Federal de Varones, de dilatada

trayectoria y en cuyas aulas se formaron buena parte de los intelectuales que dan

brillo al gentilicio trujillano. Lamentablemente fue cerrado por órdenes del

Gobierno de Cipriano Castro en el año de 1900.

Algunos gobernantes progresistas como Ricardo Labastida y Cruz Carrillo

construyen vías y obras públicas importantes, además de promover la economía.

Mientras tanto y a pesar de los caudillos, hombres y mujeres serios, que no han

pasado a la posteridad como se debe, se fajaron a cubrir de café las faldas de

todas las montañas, a sembrar los páramos de trigo, avena, papas y garbanzos, a

cubrir de cañamelares o de pastos las tierras planas. Y construyen molinos de

trigo, ingenios de café, trapiches para producir panela, curtiembres y van

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surgiendo fábricas artesanales que junto a la agricultura y los negocios van

conformado una incipiente pero sólido sector productivo.

En 1850 los precios internacionales del café experimentan una importante

alza y Trujillo mejora sustantivamente. Todo esto atrajo esa maravilla que fue la

inmigración italiana y que se incorpora a acrecentar esta prosperidad económica,

pero también a enriquecer la cultura, las artes, la artesanía y a crear nuevas

generaciones de trujillanos en un crisol que es parte de la identidad trujillana.

Trujillo exporta y vuelve el optimismo. Crece la educación, se fundan las bandas

municipales y los grupos culturales, se crean escuelas, se construyen carreteras y

caminos, se extiende el telégrafo. La iniciativa privada hace un ferrocarril y llena

de plantas eléctricas los pueblos, y se tienden líneas telefónicas. Se edifican

hospitales, escuelas. La iglesia produce sacerdotes sabios y santos y de las

familias trujillanas empiezan a salir mujeres y hombres que le dan lustre al

gentilicio en las ciencias y en las artes.

Valera toma cuerpo como la principal ciudad comercial del Estado y en su

desarrollo se cuenta el impulso creador del General Juan Ignacio Montilla. Y de la

colonia italiana. El Colegio Federal de Varones continúa su fecunda labor

educativa y gradúa bachilleres y licenciados de alta calidad profesional y humana.

Se fundan algunos colegios para niñas y señoritas. Se instalan imprentas, se

publican libros y circulan periódicos. Se fundan sociedades culturales y científicas.

Hasta la primera mitad del siglo XX Trujillo despliega un potencial que

estaba dormido, esperando el aliento de los nuevos tiempos. Solo ciertos caudillos

estaban en el pasado.

DE CAL…

El Siglo XX no comenzó bien en Trujillo. En 1900 es designada la ciudad de

Valera como la capital del estado y se cierra el Colegio Federal de Varones. La

capital regresa a su lugar natural poco después, pero el Colegio no vuelve a

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abrirse con la misma fuerza de antes. Sin embargo el progreso continúa y se

fundan más escuelas, hospitales, clubes sociales, etc.

Pero un nuevo “Corsario Grammont” se presenta y comienza su demoledor

trabajo, esta vez encarnado en la explotación petrolera y su consecuencia: la

cultura del rentismo, el estatismo y el proceso concentrador. A partir de 1818 se

comienzan a abandonar los campos. Por el puerto de La Ceiba parten

mensualmente centenares de campesinos y artesanos en pos de la aventura

petrolera” (Cardozo, 1963). También se van muchos de sus intelectuales y

hombres de empresa. El periodismo decae

El mismo Cardozo anota que “la marcha del progreso en el Estado se hace

lenta”. Para 1930 “El Estado Trujillo ha visto emigrar a los más audaces e

inconformes de sus hijos y disminuir su producción agropecuaria, Las ciudades,

pueblos y aldeas están aletargadas; se capta así como un sonambulismo

colectivo. Exceptuado a Valera que ha crecido en habitantes, a expensas de los

pueblos vecinos, todas las demás poblaciones presentan acentuado síntomas de

decaimiento. Muy trillado está ya el camino del éxodo”.

Mucha de su mejor gente pasa de ser principal en su comarca a ser parte

del lumpen en las grandes ciudades del centro del país. Los trujillanos pasan de

ser dueños de sus sementeras, sus negocios o sus pequeñas factorías a ser

empleados del gobierno. Crecen los cinturones de miseria en Valera y Trujillo.

De la grandeza trujillana habla fundamentalmente la cultura, con hombres y

mujeres que citar sería muy largo. Y con instituciones como los Ateneos y el

Centro de Historia (que sin duda recuperarán su esplendor), el Núcleo

Universitario “Rafael Rangel” de la Universidad de los Andes, la Universidad Valle

del Momboy, el Diario de los Andes, los colegios católicos y algunos otros, sus

artistas e intelectuales. También algunos productores que a pesar de tener casi

todo en contra cosechan rubros agrícolas, café de alta calidad, frutales, carne y

leche, pollos y huevos, algunas industrias que sobreviven, cooperativas exitosas.

Hay en nuestro Estado algunas posadas turísticas que son referencia de calidad

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en el país, y hay diversas organizaciones autónomas que algunas sobreviven a

duras penas, no sólo a la mezquina actuación de los gobiernos, si no a la cicatería

de muchos de sus hombres de negocios.

A pesar de estas y otras muestras de la potencialidad trujillana, el proceso

general del estado Trujillo es de deterioro. Y sus hijos continúan yéndose. En el

Censo Nacional de Población del año 2011 se registró una población de 686.367

habitantes de los cuales 163.347 (el 24 %) viven en otros estados del país, la

mayoría en Caracas y en los estados Miranda, Aragua, Carabobo, Zulia, Lara y

Mérida. Trujillo dolorosamente no es atractivo para muchos de sus hijos. (INE

Censo 2011)

¿DE ARENA?

Trujillo espera aún sus mejores años. Espera el “Trujillo Posible”. Un

proceso de desarrollo que solo llegará si los propios trujillanos así lo decidimos. El

Trujillo Posible Lo alcanzaremos si se levantan las energías telúricas acumuladas

con el fin de diseñar nuevos sueños, desafiantes, creativos, innovadores, audaces

y lanzarnos a lograrlos, cada quien desde su posición, desde su lugar, con sus

talentos y sus ideas. Porque el sueño de un Trujillo Posible es colectivo y diverso.

No llegará de manera espontánea, por obra y gracia de algún fenómeno

casual, o por un mesías que nos venga a hacer algunos milagros. Vendrá de la

voluntad de los propios trujillanos y de un liderazgo responsable, honesto,

trabajador y solidario. De un liderazgo que desde lo mejor de la Trujillanidad y de

los trujillanos sea capaz de entusiasmar a la mayoría que no quiere seguirse

calando este presente inmerecido.

El método está muy claro y lo propone el Papa Francisco en sus tiempos de

Cardenal y profesor universitario:

Primero, la memoria de sus raíces. Un pueblo que no tiene memoria de sus raíces y que vive importando programas de supervivencia, de acción, de crecimiento desde otro lado, está perdiendo uno de los pilares más importantes de su identidad como pueblo.

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Segundo, el coraje frente al futuro. Un pueblo sin coraje es un pueblo fácilmente dominable, sumiso en el mal sentido de la palabra. Cuando un pueblo no tiene coraje se hace sumiso de los poderes de turno, de los imperios de turno, o de las modas de turno, imperios culturales, políticos, económicos, cualquier cosa que hegemoniza e impide crecer en la pluriformidad.

Tercero, la captación de la realidad del presente. Un pueblo que no sabe hacer un análisis de la realidad que está viviendo, se atomiza, se fragmenta”.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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BIBLIOGRAFÍA

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ULA. Mérida.

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PROCESO HISTÓRICO DE TRUJILLO

Manuel Núñez Gil.

Nuestro Trujillo a través del devenir del tiempo ha tenido su larga historia,

que necesitaríamos muchas páginas para el logro de unos cuantos volúmenes que

puedan permitir el conocimiento cabal de la realidad que ha existido en la

conformación de lo que hoy tenemos ante sí como entidad, dentro del federalismo

de la República de Venezuela; es por ello, que de manera sucinta y para ustedes,

la ponencia que como aporte al VII CONGRESO SOBRE LA TRUJILLANIDAD,

nombrado “PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE UN LUGAR LLAMADO

TRUJILLO” bajo la denominación “PROCESO HISTÓRICO DE TRUJILLO”.

Como algo obligante, antes de imbuirnos dentro de lo que concierne a la

trujillanidad, es inmensamente necesario, irnos en retrospectiva hacia más allá de

la entrada a nuestra región de aquellos venidos de ultramar; y que considerado así

desglosaremos someramente el presente trabajo en: La Gran Nación Cuicas,

Fundación de Trujillo, Colonialismo Español, Independencia, Republicanismo y

Trujillanismo.

Al realizarse el descubrimiento de Cristóbal Colón al final y principio de los

siglos XV y XVI; para él y toda Europa era inconcebible la existencia de otras

tierras distintas a la de ellos, donde había lo humano, una flora, una fauna y una

riqueza inmensa. Pasan los días, meses y los años y por ende la admiración de

aquel hallazgo, y se permite la penetración de tierra adentro, en el afán de

búsqueda de la atrayente mina que satisfaga la codicia y el ansia de poseer en

totalidad el volumen de aquellos tesoros escondidos en las entrañas de nuestros

suelos.

Estando La Gran Nación Cuicas o Coycas desparramada a lo largo y ancho

de las cuencas hidrográficas del Motatán, del Boconó y del Burate, conformada

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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por una diversidad de tribus asentadas en cualquier lugar de ésta quebrada

geografía; desde allá, a orillas del bello lago hasta bien arriba sobre los 1500

metros por encima del nivel del mar. Individuos de características comunes como

nosotros, a lo que Fray Pedro Simón y Fray Pedro de Aguado afirman, que

aquellos son: “gente bien dispuesta y de buen parecer, muy lucida y bien

agestada”.

Siendo gobernador de la Provincia de Venezuela Juan de Villegas con

asiento en la población del Tocuyo se interesó en la incursión a la jurisdicción de

los Coycas y organiza una expedición al mando del Maestre de Campo Licenciado

Diego Ruíz de Vallejo, con instrucciones precisas sobre el descubrimiento de

minas de oro. Éste recorre toda la región encontrando grandes poblaciones y gran

cantidad de indígenas con los cuales guardó amistad; esta expedición con Ruíz de

Vallejo al frente se inicia el 11 de Octubre de 1548 y corresponde a él la gloria de

haber sido el autentico descubridor del territorio de los Coycas o Cuicas.

Una vez penetrada la región ignorada por las huestes hispanas y teniendo

conocimiento de lo encontrado por Ruíz de Vallejo, el Gobernador interino de la

Provincia de Venezuela Gutierre de la Peña, el año 1557 le dio comisión a Diego

García Paredes para que fundara y poblara en la Provincia de los Coycas; siendo

así, el extremeño penetra el espacio ordenado, llegando al Valle de Boconó y

luego recorre todo el territorio, cumpliendo el compromiso de fundar una ciudad,

haciéndolo en el lugar denominado por los nativos “ESCUQUE” operación que

duró poco tiempo, a consecuencia de la ausencia del fundador, donde los

pobladores de origen español cometieron algunas fechorías vergonzosas, por lo

que los nativos se llenaron de ira, cobrando con firme valentía tal acción. Varios

fueron los intentos para establecer definitivamente el asiento de la ciudad y por

ello se anduvo por diversos lugares, donde cualquier adversidad era motivo de

desechar la iniciativa, hasta que la pequeña meseta entre el rio Castán y la

quebrada de Los Cedros permite el acomodo de lo que hoy es “TRUJILLO DE

NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ”.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Es la segunda mitad de la década de 1550 cuando la gran nación Cuicas,

comienza a transitar por nuevos derroteros, a partir de aquel entonces, los venidos

comenzaron a poner en práctica lo que les convenía, convirtiéndose en dueños de

cuanto podían: tierras, esclavos, riquezas, entre otros; lo que al cabo de 35 a 38

años, obliga a que el Gobernador de Venezuela Don Diego de Osorio en 1595

visitara la recién fundada ciudad en nombre de Su Majestad Católica. Poner orden

fue su propósito, principalmente en lo denominado “DERECHO DE TIERRAS”,

aspecto de muchos litigios y tantas injusticias. Osorio, como gobernante le

corresponde el inicio de algo bastante difícil, como era corregir el abuso en los

repartos de tierras, cuando las grandes ambiciones se abrían paso hacia el

latifundio, ya que éste era el mejor privilegio que los que ofrecía una anhelada

casta de hidalguía. Dotó de amplios ejidos a la naciente Trujillo, a través de un

extenso espacio abierto para el desarrollo de sí misma y de las futuras

generaciones; inmenso territorio para que aquel colectivo tuviera acceso a todo lo

necesario, el cual comprendía: “desde El Empalado hasta la Estancia de Marcos

Valera en Pampán y más desde La boca de la Quebrada donde se juntan los

caminos que van a La Laguna y vienen del Tocuyo para arriba toda La Loma por

donde el camino real va hasta La Ensillada de una banda a otra de la dicha Loma

y así mismo le señalaron la Sabanas de Monay, altas y bajas desde los Cerrillos

de Pampán para allá y las Sabanas de Escuque vertiente al Motatán hasta la

Ceiba y otro pedazo de tierra que está entre el camino que va a Burrusay hasta

La Quebrada de Buce y la quebrada abajo vertientes a una banda y a otra, desde

que salen del atajo del camino que dicen de Hernán Velásquez por toda La Loma

hasta caer al rio Carache por el camino viejo que va a Carora alta, hasta los

términos de la dicha ciudad de Carora”.

La fundación de la ciudad “TRUJILLO DE NUESTRA SEÑORA DE LA

PAZ”, por el nativo de Trujillo de Extremadura de España, en principio fue centro

del territorio Cuicas, es decir, su capital; luego este nombre (Trujillo) fue llevado a

toda la región, olvidándonos casi por completo de la Gran Nación Cuicas o de los

Coycas.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Aún después de la visita de Don Diego de Osorio, la Provincia de Trujillo

por largos años vivió etapas de decadencia. Para el año 1687, el Alférez Real Don

Diego Jacinto Valera y Messa, Alcalde Ordinario de la ciudad de Nuestra Señora

de la Paz de Trujillo recorre el territorio de los Cuicas para participar a todos los

súbditos que por “Real Cédula quedaba para siempre abolida la esclavitud

indígena y que por lo tanto desde ese momento todos los naturales pasaban a

gozar de libertad”. Este recorrido es repetido 110 años después por el Obispo

Mariano Martí, levantándose en ambos casos, primeramente un censo de 37

encomiendas trujillanas distribuidas en la región en 12 doctrinas, y luego informes

pormenorizados de situaciones encontradas en los diversos pueblos.

Calamidades de distinto orden se volcaban a lo largo y ancho de la región:

los naturales diezmaban lo construido; el abandono ante la ausencia de vías de

comunicación y de puertos no permitió ningún movimiento de desarrollo

económico. Luego la presencia de la corriente independentista a pesar del apoyo

trujillano a la causa, el estancamiento, la pobreza y el dolor se hicieron sentir por

todos; no obstante, las glorias y los laureles llegaron, aunque “LA PROCLAMA DE

GUERRA A MUERTE” era algo de exterminio humano, desde luego, necesario

para el momento; pero, considerando que la feroz y encarnizada lucha no fue en

nuestro espacio aparte de los encuentros de Ponemesa, Carache, Agua de

Obispos y Niquitao, el famoso “DECRETO” firmado por el Libertador el 15 de Junio

de 1813 nos coloca en situación de desventaja y que por causa del destino el

encuentro “COLOMBO-ESPAÑOL” del mes de Noviembre de 1820, cubre lo

anterior con el manto de la piedad y la confraternidad al colocarse en evidencia

los “TRATADOS DE ARMISTICIO Y REGULARIZACIÓN DE LA GUERRA” y

engrandecidos con la derrota a la furia encarnizada, al celebrarse en esta Santa

Ana la gloriosa entrevista de Bolívar y Morillo.

Una vez terminada la contienda fratricida y conquistada con el

derramamiento de mucha sangre la soberanía republicana, no fue posible ver en

lo inmediato coronadas tantas aspiraciones por la adversidad que gravitaba sobre

el futuro de la querida región, pues el desorden anárquico de gobernantes aunado

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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a la ausencia de población y la pobreza extrema como consecuencia de 10 años

de interminable guerra, sumado todo a la alteración, la agitación de tipo político

combinado con la intervención armada que diezmaban a la nación de modo

continuo, lo que era para la Provincia trujillana sentir sobre sí el aislamiento y la

despreocupación de los Gobiernos de carácter Central.

El 1859 es el año en que nuestro país toma el camino federativo, y Trujillo

en su condición provincial de idéntico modo se constituye en entidad con

soberanía propia y autónoma. Con su rango, en 1863 adquiere denominación

distinta y en vez de continuar llamándose “TRUJILLO” toma el nombre de “LOS

ANDES” (algo totalmente distinto a lo que se llamó el Gran Estado de los Andes)

luego poco antes de promulgarse la Constitución Nacional de 1874, el calificativo

heroico es retomado, para quedarse hasta nuestros días, distinguiéndose como

“TRUJILLO”

Es condición de singularidad, la que adoptó nuestra región en la última

mitad del siglo XIX, pues los caudillos asentados en diversos lugares de la

geografía trujillana tenían sus propios intereses individualizados, y a través de la

política entendida como tal por cada uno de éstos, fueron capaces de crear sus

propios estamentos que le permitieron la conformación de jefaturas en las cuales

se impuso el poderío, la alianza condicionada, las refriegas armadas intestinas,

que sólo le permitieron al espacio: atraso, miedo y terror. Y qué decir, de todo lo

acontecido a lo largo de todo el siglo XX donde las dictaduras y gobiernos

montados en el poder, algunos utilizando el golpe certero, han hecho de las suyas,

y donde Trujillo solo ha sido pasivo, esperanzado, aislado y por qué no olvidado; y

que integrando un trío con Yaracuy y Sucre conformaron territorios de inmenso

atraso con estadísticas que encabezaron situaciones altamente negativas como

analfabetismo, mala salud, economías paupérrimas y pobreza extrema.

“DE TRUJILLO ES TAN ALTA LA GLORIA” – “DE TRUJILLO ES TAN

ALTO EL HONOR”. Estrofas que inician nuestro himno regional, que evidencian la

más pura realidad del legado adquirido de la actuación valiente y responsable de

sus preclaros hijos en los momentos más difíciles de la patria, al tomar decisiones

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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justas para el avance definitivo de la independencia después de 300 años de

opresión. El grito del colectivo caraqueño el 19 de Abril de 1810 es luz que permite

alumbrar caminos hacia la libertad y en tal sentido no se hizo esperar el apoyo

irrestricto de las provincias andinas a la Junta Suprema de Caracas. Al entrar en

sus funciones el primer Congreso Nacional para luego lanzar la Declaración de la

Independencia, Trujillo en las personas de los Doctores Juan Pablo Pacheco como

Diputado más Antonio Nicolás Briceño y Cristóbal Mendoza como oriundos de

éstas vecindades, estampan sus reveladoras y decisivas firmas, para demostrar al

mundo que este país es libre, independiente y soberano. Así mismo, una vez

perdida la inmensa ganancia, ese mismo Trujillo no escatimó esfuerzo alguno para

apoyar el rescate de la misma, por lo que su suelo y su gente se presta para la

efectividad de uno de los procedimientos más contundentes de la historia

americana, tiempo de entrega sin vacilaciones, con firmeza y valentía; hombres

como el Presbítero Francisco Antonio Rosario, el escocés Jacobo Antonio Roth,

Cruz Carrillo, Pedro Miguel Chipia, Manuel Gogorza, Andrés Linares, entre otros,

se alistan para hacer posible la gran cruzada que culminaría el 7 de Agosto de

1813 en Caracas. Humildad y gesto heroico lo del Indígena “JOSÉ GUARIMAN”,

nativo de este rincón santanero, quién, al tener conocimiento de los padecimientos

de la patria, con inmensa valentía decide adherirse al ejercito patriota que

comandaba Atanasio Girardot en su paso por Santa Ana hacia Carache a combatir

al Coronel Manuel Cañas. Guarimán hombre emanado de la estirpe Coyca,

combatiente a la orden del General Manuel Carlos Piar participa en la batalla del

“Juncal” y muere en el “Callao” en 1817.

Altísimo honor es la presencia al paso de los días de hombres y mujeres

que con su esfuerzo, voluntad y profesionalismo han logrado que este TRUJILLO

adquiera renombre honorífico, y que al transitar por la vida con entera rectitud de

grandeza han dejado manifestaciones de progreso y bienestar para este Estado

cordillerano. Hombres y mujeres que a través del intelecto, lo político, el arte

militar; el magisterio, las ciencias, las artes y lo industrial; la entrega vocacional al

sacerdocio hasta el obrero y la madre abnegada, es plausible reconocer que todos

ellos han sido creadores y formadores de la entidad que hoy como generación nos

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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pertenece y que como tal debemos transmitirla a las venideras, más amplia, más

organizada, dirigida al desarrollo integral donde todas y todos compartan una

existencia a plenitud, libres de negativismos que siempre tienen el sentido de la

coacción.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Trujillo: cultura, memoria e identidad.

Desde la memoria del pasado hacia la voz del futuro

Yesica Rubio

La cultura es considerada semióticamente un proceso en el cual se

interrelacionan, confluyen y se intercomunican estructuras internas que poseen

diversidad de sentidos, esto permite definirla como un todo organizado en el cual

“no existen por sí solos en forma aislada sistemas precisos y funcionalmente

unívocos que funcionan realmente” (Lotman, 1996:22).

Es considerable la integración de los distintos elementos que convergen

dentro del proceso cultural, para con ello establecer relaciones con otros sistemas

ya que “tomado por separado ninguno de ellos tiene, en realidad, capacidad de

trabajar; sólo funcionan estando sumergidos en un continuum semiótico” (Lotman,

1996:22). Que es el espacio sígnico en el cual se desenvuelven y con quien

interactúan constantemente.

De esta manera, la cultura es el espacio donde todos los componentes se

encuentran interrelacionados entre sí, y donde convergen cada uno de ellos a

pesar de la disimilitud que poseen, en ella, están presentes tanto signos, símbolos,

textos e individuos que se intercomunican y dan significatividad al espacio

circundante.

Es necesario resaltar que la cultura como espacio sígnico, guarda

información de una generación a otra, hecho que alude a un proceso de

intercambio e interacción, que genera nuevos sentidos dentro del espacio

circundante. Por ello, Ricoeur (1994) plantea que la cultura nos llega como una

herencia admitida, transmitida y llevada por una tradición, es decir existen tres

elementos fundamentales dentro de la cultura: herencia-transmisión-tradición.

En el primer término, la cultura funciona en calidad de reemplazo de una

generación a otra, permitiendo la aceptación del pasado. En el segundo término la

transmisión, se encuentra la función del texto como ente generador de sentido,

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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porque permite el intercambio textual dentro del contexto cultural, utilizándose de

textos anteriores para comprender el pasado y generar nuevas ideas a partir de la

situación del presente. “De este modo la transmisión es asegurada por los

“documentos” de la cultura -obras de arte y de discursos- brindados a la

interpretación de las generaciones siguientes” (Ricoeur, 1994:21).

El sentido generacional del texto indica su condición de transmisión.

Funciona como un dispositivo que transmite un mensaje inicial a través de un

conjunto de símbolos y signos, que deben ser descifrados por un auditorio, por lo

tanto, se encuentra expuesto a la diversidad de interpretaciones que la

reactualizan convirtiéndola en una pieza clave para la memoria cultural.

Cabe resaltar que Trujillo cuenta con documentos históricos que realzan el

valor de nuestra cultura, cada texto en su comprensión amplia da una imagen de

un pueblo que cultiva la palabra para expresarla al mundo, si los texto son esa

parte de la cultura y la trasmite, contamos con una gran herencia cultural, que va

más allá de la trasmisión porque pretende alcanzar nuevos espíritus avivados por

el deseo de la escritura para trazar las páginas del hoy que serán el legado del

mañana.

Otro elemento importante para la cultura es la tradición. Como lo expresa

Ricoeur está asociado a “la idea de un contexto cultural transmitido por una

autoridad especifica, la autoridad del pasado” (1994: 21). Para ello, se debe tomar

en cuenta no sólo la producción textual, sino también la producción oral

representada por la presencia de las sociedades ágrafas, que igualmente tienen

una cultura pero que su memoria cultural se mantiene mediante la oralidad.

La tradición cumple en nuestra cultura un papel fundamental, porque

representa una memoria, que antepone los valores culturales contra lo que atente

a los intereses patrimoniales. Sin embargo “el problema consiste en no repetir

simplemente el pasado sino en echar raíces en él para inventar sin cesar”

(Ricoeur, 1994: 54).

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Con base en estas consideraciones, cabe resaltar que tanto transmisión

como tradición, son elementos intrínsecos dentro de la cultura, porque mientras

una permite el intercambio y el acceso de un pensamiento a otro constituyendo su

propia heterogeneidad y diversidad, la otra mantiene su sentido generacional,

llevando implícitamente el orden ético y su función de conciencia histórica, que

permite su participación a lo largo del tiempo, logrando con ello la reactivación de

un pasado que se proyecta hacia el futuro.

Para la amplia geografía trujillana, la cultura enraíza largos siglos de trabajo

donde están fraguado el espíritu de un pueblo motivado por el amor a lo autóctono

y la constante de un pasado que dirige las acciones del presente, Trujillo ha

mantenido el vigor de una tradición que encuba los más fervientes deseos del

pasado y que despiertan las más oscuras pasiones en el presente, al joven

trujillano se le han enseñado el valor de una cultura, pero no se le ha mostrado

que ese acervo cultural forma parte de sí mismo tanto como lo fue de todos

aquellos que le han precedido, el valor de lo nuestro ha quedado en los hechos

festivos, y la tradición reiterante está marcada por lo magnifico y lo mágico que

convierte el hecho histórico en algo intocable.

Si la cultura se ve representada por la diversidad de: hechos, textos,

interacciones e interpretaciones entre los individuos, y todas esas partes confluyen

para definirla, entonces tenemos una tarea y es enseñar a nuestros jóvenes a

palpar la historia como cuando se enseña a tocar algún instrumento musical, el

primer paso es partir del conocimiento de lo que se tiene, por ejemplo: aquí en

nuestra tierra trujillana se vivieron hechos históricos que marcan un largo recorrido

ancestral como lo fue: el decreto de guerra a muerte, que representa la visión

más atroz y necesaria para llegar a ser lo que somos y posteriormente el tratado

de armisticio, que simboliza después de trágicos momentos la fecundación de la

paz, estos símbolo constituyen un legado histórico, pertenecemos a ellos al mismo

tiempo que formamos parte de ese pasado que siempre será un eterno presente.

Pero creo que nuestra tierra no sólo guarda la imagen del hecho, en ella aun vive

el espíritu de lucha que permite que en cada aurora renazca un nuevo

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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pensamiento. Es decir, la historia no ha muerto siempre esta viva para un

colectivo, solo hay que sentirla desde lo cercano, para poder interpretarla y

reinterpretarla mediante las nuevas construcciones.

En este sentido, toda cultura por su propia condición permite el intercambio

que es, el encuentro entre los diferentes elementos de la cultura, como lo son:

texto, tradición, pensamientos, valores, e ideologías que generan la producción de

nuevos mensajes, adquiriendo la capacidad de liberarse del contexto para ser

transmitido hacia las generaciones del futuro.

La memoria viva del pasado

La memoria es el espacio de la conciencia del pasado, desde donde se

reconstruyen capas enteras de la cultura. En ella intervienen e interfieren un

conjunto de elementos que nutren a las colectividades sobre los acontecimientos

del pasado, para solidificar las bases de la cultura. Porque “la memoria no es un

depósito de información, sino un mecanismo de regeneración de la misma”

(Lotman, 1998:157).

La memoria como parte de la cultura, se encuentra representada por los

códigos verbales, bien sea lengua oral o escrita que la mantienen y la conservan

del olvido: “Esto significa que su unidad solo existe en cierto nivel y supone la

presencia de “dialectos de la memoria” (Lotman, 1996:157). Es decir, el espacio

de la cultura dada, desde donde existe cierta “memoria común”, que permite el

intercambio comunicacional entre el texto y el auditorio, para descifrar los códigos

lingüísticos actualizándolos y convirtiéndolos en un nuevo espacio.

Para hablar de los hechos históricos consumados en nuestro Trujillo, es

necesario hablar del acervo cultural, de la importancia que tiene este en la

construcción del presente, por ello, tenemos que ver la historia desde el pasado

para formar una idea del presente y fundamentar el futuro; significa, que para

cualquier pueblo la fuente primordial de su superación histórica es la memoria, la

memoria como principio para el desarrollo de su propia conciencia.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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La historia como memoria viva reclama su vigencia, y proclama su

continuidad, siempre y cuando este regida por la función crítica reflexiva que en

todo momento debe presidir el transcurso histórico. Por ello, debemos ver la

historia para recordar fechas, hombres, batallas y hechos que nos ubiquen

históricamente en el tiempo, pero a su vez, es de igual importancia lo que plantea

Mario Briceño Iragorry, mirar la historia como fuente cultural que constituye la

formación de valores, para construir la conciencia futura encaminada a fomentar la

participación y la transformación de hechos históricos regidos por la concordancia

y la significatividad que amerite las circunstancias.

Una historia que construye, proclama su continuidad, ya que, es imposible

remarcar la historia en un punto estático, todo lo contrario la historia se prolonga

en el registro del tiempo, y por ella encontramos nuestras raíces.

La historia viene a darnos la respuesta de nuestra propia existencia y nos

explica el ritmo de nuestra vida presente. Sin conocer los hechos pasados, no

podemos valorar nuestro propio momento. Por ello, más que disciplina científica y

literaria, la historia es una disciplina moral. Señala el tono de nuestra vida actual

(Briceño M, 1985: 143).

Hay que ver la historia como eje central, eje que implica el cambio e

involucra la participación y vinculación de un pueblo ante ciertas condiciones, es

mirar a Trujillo en ese amplio andar histórico y fijarse primeramente en aquello

que nos identifica como lo es, nuestro lenguaje, nuestras costumbres, las

ideologías políticas-religiosas la libertad de pensamiento, y hasta podría decirse

la actitud como cada trujillano responde ante ciertas circunstancias críticas, desde

allí es importante abordar la historia como una fuente que nos da las armas

necesarias para encontrar nuestro concepto de ciudadanía y regir de esta manera

los valores tanto morales como culturales que precederán ese largo andar

histórico.

La historia es la mayor fuente para la estabilidad política económica y

sociocultural de un país, esto implica que para ello es significativo realzar nuestros

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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valores históricos-culturales, y a su vez, enaltecer, y reconocer que por los

hombres del pasado hemos logrado nuestro presente, quién mejor que ellos para

hacernos saber quiénes somos y de dónde venimos, teniendo en cuenta que sus

escritos, y sus hechos son armas fundamentales para la construcción de nuestra

propia historia.

Nuestra historia hoy día sufre una decapitación, está quedando en los

viejos anaqueles del tiempo y está terminando por acabar con nuestra identidad

cultural. Por ello, debemos tomar en cuenta primero que nada, los hechos del

pasado, afianzarnos desde allí, y encontrar la veracidad de lo ocurrido, para

fundamentar críticas reflexivas que generen el cambio y permitan el ejercicio

participativo del colectivo. Cabe destacar que el principal punto de partida para

emprender este nuevo camino es: la lectura, la investigación la crítica y la

participación, porque sólo con ello encontramos las herramientas necesarias para

sustituir el olvido histórico, y conseguir un amplio sentido de pertenencia que

permita arraigarnos a nuestra historia hasta hacer posible la creación de nuestro

concepto de ciudadanía.

Identidad cultural

Era oportuno hablar de cultura, memoria e historia para abordar la

identidad cultural, porque sólo aquel que sea capaz de reconocerse en el pasado

puede ser digno de llamarse hijo de la patria, el reconocimiento hace la identidad.

Recordemos que, en términos regionales, identidad es sinónimo de arraigo,

pertenencia y memoria. Por esta razón, pertenecer significa saberse parte de esa

especificidad que le caracteriza y le da al individuo una modesta posición de

miembro y participe en el espacio de la cultura.

Trujillo es cuna de grandes pensamientos, en su amplio recorrido histórico

hemos visto resaltar el espíritu de un pueblo movilizado por el amor a lo propio y

por el compromiso para preservar los valores culturales que mantienen despierta

la conciencia. Este espíritu que vive dentro de la cultura crea esperanzas tanto en

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el presente como en el futuro, y renace a la luz del día cuando se presentan

nuevas ideas para contribuir en la construcción de nuestra historia.

Hemos sido llamados para avivar la llama de un espíritu creciente en el

sentido cultural, la amplia geografía trujillana reclama para el presente nuevas

voces que realcen el valor patriótico y la ansiada labor de la escritura, que reafirma

el poder creador de la historia.

La historia no ha muerto pero la estamos matando por omisión en la

conciencia colectiva. La matan quienes temen su juicio inexorable. La ocultan

quienes sienten culpa de una tradición inconfesable. Es una pedagogía del olvido.

La amnesia absuelve y hasta indulta. El borrón y cuenta nueva es inversión

rentable para cierta forma de lucro político (Domingo M, 2006: 3).

La historia ha sido creada para ser contada una y otra vez, ella nos define

como proceso cultural y da cimiente para las generaciones del futuro, sin historia

somos simplemente esclavos del presente, seres bajo la tutela del instante y un

grupo indefinido para el después, sólo la identidad permite el acercamiento a los

modelos de la cultura para dar origen a una nueva historia que realce el valor de

los hechos pasados y resguardarlos para el futuro, en este preciso momento se

está escribiendo un capítulo de nuestra historia, en tanto que el presente fue un

antiguo futuro “(…) y el futuro es un `pasado para después” (Briceño, 1999:211).

A tan solo algunos años de los hechos históricos ocurridos en nuestro

territorio, aun vive en nuestra memoria el recuerdo del pasado para consolidarnos

en las acciones del presente. Si a Bolívar le mantuvo despierto el deseo de

libertad, ¿qué nos motiva hoy a las nuevas generaciones? Habría que revisar las

conductas y las acciones de los jóvenes y no tardaríamos mucho en descubrir que

el consumismo y el despilfarre hace que tan sólo unos pocos se ocupen de los

problemas que atañen a nuestra cultura. Sin embargo, esos pocos se atreven a

decir más que los que tienen por oficio el olvido y el ocio. Lo malo gana ventaja en

la sociedad pero son mayores las cosas buenas aunque se vean poco.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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En Trujillo han surgido grandes pensamientos, que cristalizan el espíritu de

la sociedad, aunque su sonido sea entorpecido por las grandes olas de las

civilizaciones, su voz resonará en el colectivo como un eco que realza el valor de

libertad para consumar los deseos del pasado. De este modo resuena la voz de

quien encontró en la palabra el vehículo para guiar al mundo:

Contra la agresividad del mundo colocado frente a nosotros, y en el cual

estamos a la vez objetivamente implantados, y contra el mundo de instintos y

voliciones que llevamos instalado al mismo tiempo en nuestra interioridad, nos

toca librar la batalla perenne de la superación y de la creación, por donde tanto se

hacen grandes los pueblos, como ganan egregia eminencia los individuos

(Briceño, 1999:226).

Es la expresión que trasciende mediante la palabra para instalarse en el

tiempo y orientar a las colectividades tanto intelectual como moralmente. A esa

voz podemos agregarle el ánimo de indesviable sacrificio, que guarda las

potencialidades del ser, para engrandecer tanto el espíritu como a la sociedad.

El hecho creador que plantea Don Mario está dirigido a la producción y al

compromiso moral a que estamos expuestos las nuevas y no tan nuevas

generaciones, dicha responsabilidad conlleva a reafirmarnos como parte de ese

todo que conforma la diversidad cultural, donde la historia y la cultura ganan un

valor imponderable para mantener despierta la conciencia del colectivo.

La necesidad que existe actualmente de conocer la historia trujillana es

primordial, porque orienta a los individuos a sentirse comprometidos y vinculados

dentro del entorno social con el cual conviven e interactúan constantemente

“puesto que sólo identificándose con las normas constantes de su memoria la

cultura se percibe a sí misma como existente (Lotman, 2000:173). Hoy Trujillo

realza el valor de la memoria del pasado para irrumpir en los espacios cotidianos y

dar paso a la reflexión y la participación como pleno desarrollo del ejercicio moral.

Si existe en estos momentos una característica para definir la cultura trujillana yo

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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diría que es la originalidad: principio que trasciende para subsistir más allá del

tiempo.

Referencias bibliográficas

BRICEÑO, Mario. 2004. Mensaje sin destino. Fondo editorial Arturo Cardozo.

Trujillo.

_______________. 1985. La historia como elemento creador d la cultura.

Academia Nacional de la historia. Caracas.

_____________.1999. Mario Briceño Iragorry y otros Ensayos. Biblioteca

Ayacucho. Caracas Venezuela.

LOTMAN, Iuri. 1996. Semiosfera I. semiótica de la cultura y del texto (selección y

traducción del ruso de Desiderio Navarro). Editorial Cátedra. S.A, Madrid.

MILIANI, Domingo. 2006. El mal de pensar y otros ensayos. Editorial Venezolana.

Mérida

RICOEUR, Paul. 1994. Ética y Cultura.Editorial docencia. Buenos Aires.

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LA CULTURA… ¡SABIDURÍA DE LOS PUEBLOS!

Marlene Briceño

La cultura es el cultivo de los pueblos. Es conceptuada como un conjunto

de rasgos distintivos, espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que

caracterizan a los grupos humanos.

Está comprendida por un sistema de valores, tradiciones y creencias, por lo

cual afirmo que “ La cultura es la gran sinfonía de paz que atesora en su seno con

vigencia las voces del pasado, enriquece el presente y moldea con filigrana el

rostro esperanzador del futuro”.

A través de los años el hombre ha comprendido la importancia de la

actividad cultural y su connotación en el aquilatado proceso, y constituye por

excelencia el elemento indispensable que permite el logro del verdadero desarrollo

integral del ser humano.

El ilustre trujillano Dr. Víctor Valera Martínez sobre la cultura en el Estado,

señala que “Trujillo no es improvisado en el área cultural” En efecto el patrimonio

más preciado de nuestra patria chica radica en la exquisita y sublime creatividad,

por el talento de sus hombres y mujeres como don divino traducido en música,

poesía, canto, pintura, libros, ensayos, tallas, escultura, danza, artesanía y todo

ese caleidoscopio que encierra la obra humana de la trujillanía , a lo largo y ancho

de su hermosa geografía con preclara existencia.

Don Antonio Pérez Carmona en la magnífica prosa de su obra “ Los Cuicas

y sus Herederos Poéticos”, nos dice: “Trujillo permanece fiel a su pasado, a los

ritos, a su herencia indígena” y afirmo que como dignos herederos seguimos

cultivando la cultura en todas sus manifestaciones, enalteciendo el gentilicio

heredado, cimentando las divinas raíces de nuestra identidad y pertenencia… ¡loa

a los divinos ancestros!

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

36

Una de las regiones de nuestro país que ha parido mas creadores

populares es nuestro amado terruño… ¡somos privilegiados al contar con un

universo de creatividad infinita! coterráneos maravillosos quienes con estudio,

dedicación y esfuerzo tesonero lograron sobresalir, inscribiendo sus nombres en la

cúspide del triunfo junto a Trujillo y Venezuela. Son auténticos trujillanos que

simbolizan el aporte de esta tierra a la grandeza nacional, sin tregua alguna

salvaron los límites de la estrechez que el marginamiento produce, volando muy

alto, lo que significa el sagrado grito cultural en la tierra de García de Paredes.

Es el grito que proclama la vigencia de lo regional hacia lo nacional y

extender el pensamiento y la acción hacia lo universal, lo que indica que se puede

ser, cuando se vive en permanente contacto con la tierra natal, como bien lo

afirma el trujillano universal de las letras Don Mario Briceño Iragorry, cuando en su

inmortal obra “Mi Infancia y mi Pueblo Evocación de Trujillo”, expresa con infinita

sabiduría: “Para saber quién soy, y para saber lo que es la gran patria

venezolana, tuve que empezar por buscarme a mí, y por buscar mis raíces

venezolanas en el suelo y en la historia de Trujillo”.

Trujillo es tradición y señorío cultural, es referencia a nivel nacional e

internacional, categoría que se evidencia en el brillante y extenso abanico de

artistas y creadores populares, merecedores de múltiples galardones, señalando

con profundo sentimiento de identidad a los ya trascendidos al valle de los justos:

Salvador Valero; Antonio José Fernández, mejor conocido como “el hombre del

anillo”; Josefa Sulbarán; Montillana; Eloísa Torres, entre otros.

Es preciso señalar a Rafaela Baroni; Nabor Terán; Asdrúbal Colmenares;

Adhemar González, a quienes Dios guarde su existencia y tantos otros artistas

plásticos que han logrado destacarse y dejar muy en alto el gentilicio que nos

identifica.

Los paisanos destacados en el área que nos ocupa son la fuente verdadera

de nuestra identidad regional, razón más que valedera para impulsar la creación

de mecanismos que permitan lograr la conservación, investigación, difusión,

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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promoción y defensa de la noble y determinante actividad cultural, que nos

hermana a todos sin distingo de raza, credo e ideología.

En el orden académico Trujillo ha hecho un gigantesco aporte con hombres

y mujeres formados para servir en las diversas áreas que el desarrollo y

progreso requiere. Vaya desde este Congreso de la Trujillanidad nuestra

reverencia para ellos y ellas, hacedores de cultura, sin poder nombrarlos a todos,

pues requeriría un espacio mayor, y de hacerlo cometería injustas e involuntarias

omisiones; sin embargo con esta salvedad es menester señalar a un grupo que ha

dado alimento al espíritu que es lo que fortalece el alma nacional, y es allí donde

justamente Trujillo se hace grande, señalando con profundo orgullo a Mario

Briceño Iragorry, máximo representante de las letras venezolanas, al “Chino”

Valera Mora; Adriano González León; Ramón Palomares; Ana Enriqueta Terán;

Oscar Zambrano Urdaneta; Mario Briceño Perozo; Domingo Miliani; Francisco

Pérez Perdomo; David Aliso; Pepe Barrueta; Antonio Pérez Carmona…todos

representantes de las letras y sensibles al arte de Euterpe, por cuanto la música

es considerada el arte más completo, al guardar en su seno la inspiración de

todas las demás manifestaciones artísticas integradoras a plenitud de la cultura…

sabiduría de los pueblos.

Es importante destacar que la música es el arte que más nucleó a la

sociedad trujillana, y se vino fortaleciendo lentamente desde finales del siglo XIX,

todo el siglo XX y lo que va del siglo XXI. La historia de nuestro Trujillo ancestral

sería huérfana de sonidos cromáticos sino hubiese tenido el calor y el color en

cada rincón de nuestra geografía de las siempre admiradas y alegres Bandas

Musicales, los conjuntos populares con sus compositores y cantantes al frente, y

en general todo ese conjunto de seres privilegiados con una visión estética de la

vida, bien llamados hijos de Euterpe, la diosa de la música.

Del glorioso pasado musical no se puede dejar de señalar acontecimientos

que significaron mucho para el desarrollo de la música regional, como fue el

surgimiento en Monte Carmelo de una Banda Filarmónica, - llamada

cariñosamente la banda del Carmelo - formada por gente llegada de otras

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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latitudes, de la tierra de Giusepe Verdi, bajo la dirección de Don Tonino Anselmi

Berti, actividad que realizó el laureado director por más de treinta años, con

extraordinario éxito, entrando todos ellos con gloria a la cátedra de historia de la

música regional.

Otro personaje gigante inscrito en el pentagrama musical trujillano es el

Presbítero Esteban Rázquin, docente, músico, compositor y barítono, funda la

escuela de música y la Banda Filarmónica, que mas tarde fue transformada en la

Banda Sucre, hoy Banda de Conciertos Laudelino Mejías, patrimonio histórico

musical con sus 100 años de brillante trayectoria. El ilustre levita es el autor de la

música del himno del Estado Trujillo- nuestro primer himno - entrando con ello al

templo de la inmortalidad de la trujillanía. Fue maestro de Laudelino Mejías, autor

del inmortal vals Conticinio, bien llamado –nuestro segundo himno- y carta de

presentación musical de los trujillanos.

La histórica región trujillana ha sido bendecida por su santa patrona Nuestra

Señora de la Paz, cuando de sus entrañas han surgido hombres insignes que han

dado brillo nacional e internacional a la idiosincrasia trujillana, con

inconmensurable orgullo y satisfacción hoy Trujillo con su gente maravillosa,

,cuenta con un movimiento musical de alta factura con referencia mundial, como

son las Orquestas Nacionales Juveniles e Infantiles, regadas en núcleos

musicales por toda la geografía regional y nacional; movimiento artístico-musical

sembrado en el sentimiento del gran colectivo, de la mano del extraordinario

músico trujillano José Antonio Abreu, erigido como máximo representante del

aquilatado universo musical venezolano y orgullo del pentagrama nacional.

Para ser más denso el pentagrama regional , es imposible dejar a un lado la

gloria que Trujillo alcanzó con el Canto Polifónico… ¡ las corales ¡ como

popularmente han sido bautizadas por el gran colectivo trujillano, que cuando

eran anunciados los grandes conciertos sinfónico corales por el desaparecido

Movimiento Coral del Estado Trujillo, identificado por las siglas MOCET, los

espacios escogidos se llenaban desde tempranas horas por nuestro pueblo

amante de la cultura, del arte, de las cosas bellas que alimentan el espíritu, para

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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aplaudir a cientos de coralistas cuando hacían su entrada, accionaban sus

cuerdas vocales lanzando las notas al viento bajo la conducción de los maestros

Luciano Maccaferri, Jorge Carrillo Braschi, Gregory Carreño, Beatriz Lozada,

Alberto Sandoval, Leonel Méndez, Rodriguez Lira, entre otros .

Un grato e inolvidable recuerdo cargado de fusas, semifusas, de lágrimas,

tristezas plenas de emoción, a su vez de profundas alegrías, y lo más grande ¡de

cultura!. Recuerdo que nos impulsa a retomar, a luchar porque esas divinas

actividades vuelvan a realizarse para alimentar el alma trujillana, por cuanto las

notas musicales están sembradas en el sentir del colectivo y eso se llama cultura.

Nuestro folklore tiene sus raíces en las leyendas, en la magia, en ese

caudal imaginario del hombre que se aferra al misterio, a las tradiciones, a la

transculturización religiosa y a la superstición. Es así como en nuestro terruño de

manera muy especial nace la veneración a San Benito , y digo especial por la

amalgama de culturas española, indígena y africana que allí se dieron,

urdiéndose la leyenda, el impulso al culto con decoración ingenua y pintoresca, el

baile frenético estimulado por bebidas aromáticas acompañando al santo negro.

En las zonas altas poéticamente llamadas parameras, el folklore se ha

circunscrito especialmente al robo, búsqueda y paradura del Niño Jesús, donde

las coplas y los versos improvisados, los trajes típicos y los instrumentos

musicales, le dan en los diferentes pueblos características peculiares a las fiestas

tradicionales también llamadas patronales.

Al respecto, todas estas tradiciones han dado origen al gran movimiento

dancístico existente en el Estado; acotando que actualmente se han organizado y

existe para beneplácito el” Movimiento de Danzas Trujillano”, integrado por

diferentes grupos que hacen vida activa en la región trujillana.

En lo folclórico y dancístico han estado presentes ¡tierra y gente! que

permanecen atados a los encantos, a ese mundo maravilloso de la magia, donde

lo fabuloso, lo misterioso y la pureza de lo autóctono, reflejan la permanencia de la

inventiva, dando permanencia a los mitos con su incandescente luz.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Es lamentable que en nuestra entidad regional como en el resto del país no

existan políticas culturales definidas, lo que ha traído como consecuencia, que

nuestros artistas en todas sus manifestaciones no cuenten con proyectos, en los

que su trabajo sea valorado, admirado, preservado, aún cuando hayan logrado

alcanzar premios nacionales, y en Trujillo no ocupan el sitial que les

corresponde…perfectamente cabe la conseja bíblica que reza: “nadie es profeta

en su tierra”

Razón valedera para que nuestros creadores procedentes de sectores de la

ciudad, de sus parroquias, de las comunidades rurales, con su exquisita gama de

expresiones culturales se han venido organizando, cobrando cada día mayor

vitalidad y presencia.

Este interesante y fundamental proceso socio-cultural existe y se lleva a

cabo gracias a los grandes esfuerzos de las propias comunidades, que con

nobleza, ejemplo y esperanza lo desarrollan en medio de gigantes fragilidades

financieras, deficiente infraestructura y sin un eficiente programa formativo.

Frente a esta situación surge en el país el gran Movimiento Ateneísta

Venezolano, el cual se inicia con “El Salón de Lectura”, creado en 1902 en San

Cristóbal, y surge como una oferta para la creación de un “Centro Cultural”. Fue la

idea patentizada para contar con espacios para el desarrollo integral, cultivo de

las letras, las artes, las ciencias y conseguir la elevación del nivel cultural de los

ciudadanos y sobre esta plataforma surgen los Ateneos.

La palabra Ateneo, etimológicamente proviene del griego “ Athenaios”,

Atenea, que significa <Santuario de los Diosa Atenea>.; identifica instituciones

científicas y culturales dedicadas a elevar las condiciones intelectuales de los

miembros de la sociedad.

Los Ateneos han servido para impulsar el desarrollo de la creatividad, de la

educación, destacando de manera especial que hasta en los más remotos

confines de nuestro territorio, hombres y mujeres desde la más humilde extracción

social, maestros, profesionales y todo género de gente de la comunidad,

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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encuentran en su Ateneo el espacio por excelencia para socializar, para forjar

proyectos favorables a los jóvenes, niños, adultos, donde todo es propicio para la

conservación del patrimonio histórico, conciertos, conferencias, foros,

conversatorios, danza, teatro, cursos, seminarios de la más variada estructura y

propósitos, programas de acopio, estímulo, muestras artesanales, exposiciones,

en fin un vastísimo espectro de genuina y fecunda acción cultural.

De esta manera los Ateneos y Casas Culturales se presentan como los

baluartes y focos primigenios, donde se manifiesta desde la base misma esa

sociedad comprometida con su gigantesca potencialidad cultural regional, y es allí

donde las autoridades conscientes de su identidad y creyentes, deben entrar en

acción, como en efecto sucedió en la ciudad capital con la creación de una

Institución ícono como es el Centro de Historia, templo dedicado a la investigación,

al estudio, a la difusión y protección de nuestro rico patrimonio y acervo histórico.

La vida, obra, y trabajo tesonero de estas instituciones ha permitido a los

trujillanos una brillante figuración a nivel nacional, como un extraordinario modelo

a la exaltación de su brillante cultura.

Frente a los obstáculos, las serias dificultades y ante las complejas

circunstancias que determinan el crecimiento económico de un país que lucha

para salir adelante, el pueblo debe seguir congregado dando fuerza a sus

instituciones, y es a través de ese binomio pueblo e institución que hace

consolidar el verdadero ideal que los define en términos históricos y que los hace

inviolables hasta el final de los tiempos.

Venezuela atraviesa en estos momentos la más profunda crisis jamás vivida

en toda su historia republicana, cuyo mayor signo de gravedad lo constituye el

descarnado y progresivo proceso de deterioro de la escala de valores éticos y

morales, soporte éste, único e indiscutible que lleva, impulsa y eleva a la sociedad

y sus instituciones a ejecutar su rol protagónico en el desarrollo y progreso del

país.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Con propiedad afirmo que sin valores, sin identidad, sin pertenencia, una

nación es como una nave sin rumbo, para vergüenza y dolor inconmensurable de

las generaciones presentes y venideras. Se siente la imperiosa necesidad de

hacer un serio y contundente llamado a reuniones en asambleas, con depurado

espíritu de lucha, con el fin de promover y perfilar nuevos modelos, para rescatar

lo que con tanto esfuerzo y lucha le ha costado forjar a la sociedad trujillana.

La convocatoria es inmediata a todas las instituciones involucradas en la

acción cultural. A la cultura hay que insuflarle, consagrarle aliento y dispensarle a

ultranza amplio servicio y protección. Las viejas banderas de la cultura y la

espiritualidad trujillana, que si no se creían arriadas para siempre, en estos

aciagos momentos de la vida nacional están arrinconadas y en temporal (quiera

Dios y los trujillanos) olvido y deterioro. Tenemos que recobrarlas a toda costa, es

un deber de todos los hijos de esta noble tierra contribuir para que el pabellón de

la cultura trujillana vuelva a ondear en su alto mástil, lugar de perfección donde

debe mantenerse.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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PARA UN ANÁLISIS HISTÓRICO DE LA EDUCACIÓN EN TRUJILLO

Alí Medina Machado

INTRODUCCIÓN

La educación es connatural al hombre y viceversa, el hombre es connatural

a la educación. Desde los primeros tiempos el individuo ha buscado hacerse,

porque haciéndose es capaz de conocer su destino y su puesto como criatura en

el universo. Solari dice que: “El hombre se forma por la acción concurrente de las

influencias espontáneas e inconscientes y de las influencias diversas y voluntarias

que sobre él se ejercen”. (1959: 11). Durante muchos siglos, a lo mejor, no hubo

educación, escuela ni maestro, como tales, sino un rudimentario aprendizaje. Si

nos atenemos a la razón espiritual cristiana Cristo fue “maestro”. Y así se le

conoce. Maestro porque esta palabra desde siempre nos indica enseñar, guiar,

conducir: el más viejo sobre el más nuevo, la sabiduría natural, el trabajo, la

experiencia. Si, primitivamente el trabajador fue un maestro y enseñaba con el

trabajo; aunque en las comunidades primitivas la educación también hubo de ser

“una función difusa que es ejercida espontánea e inconscientemente por todos los

miembros de la comunidad, especialmente por los padres sobre los hijos y por los

adultos sobre los jóvenes. En tales sociedades el hombre se educa porque es

envuelto y presionado por la totalidad de las acciones y reacciones de la

rudimentaria vida social”. (Ídem, 11-12). Y si primitivamente el trabajador fue un

maestro, en la actualidad el educador es un trabajador, trabajador en el más

severo significado; pero igualmente, en el más leve y dulce de los significados.

¿Cómo fue la educación primitiva? Algunos especialistas hablan de ello.

Sería cuestión de investigar y existe bibliografía sobre el tema. Es lógico pensar

que el concepto de educación no es, no puede ser como el de hoy día, sino

completamente diferente. Todo lo que nos ha precedido sociohistóricamente es

propenso a la investigación y a la indagación; son fuentes ocultas que pueden

brotar ante la búsqueda del investigador.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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De lo universal vamos bajando en escalas para ir reduciendo nuestro

propósito. De lo antiguo a lo moderno podemos transitar por un puente

ininterrumpido, y así estaríamos viendo nuestro viaje desde la perspectiva del

tiempo histórico. Si lo hacemos desde lo universal a lo local, haríamos también un

interesante viaje geográfico hasta llegar a cualquier pequeño espacio llamado

escuela o colegio, y que aún, siendo reducido, como vemos, tiene una inmensa

historia para contar.

Autores como Manuel Horacio Solari o Lorenzo Luzuriaga han tratado en

extenso el tema de la historia de la Educación y la Pedagogía, y nos han ofrecido

con detalles el origen, los primeros estadios y las formas que tuvo la educación en

los primeros tiempos, para decirnos que lo esencial es que la educación es un

proceso humano fundamentalmente, concretándose cada vez más al hombre. Y

es que al decir de Solari: “Con el tiempo este amplio significado del vocablo se fue

restringiendo y, en nuestros días, la palabra educación ha quedado limitada al

ámbito del hombre, reservándose para denominar un fenómeno fundamental y

exclusivo de la existencia humana”. (op. Cit. p9). El mismo Solari cita a Kant, en su

afirmación de que “El hombre es la única criatura que ha de ser educada.

Únicamente por la educación el hombre llega a ser hombre”. (p.11)

Nuestro propósito es hacer un breve inventario histórico de la educación en

Trujillo, fundamentalmente de nuestros educadores y educadoras más

destacados, aunque para ello tenemos que conformarnos con nombrarlos desde

mediados del siglo XIX, porque antes se hace difícil, porque la educación regional,

como toda la de la provincia venezolana fue pobre y escasa, de poca producción y

de escasas fuentes. En tal sentido, centraremos el trabajo en una primera fase, en

ofrecer algunos aspectos que tienen que ver con la educación trujillana en las

últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX, lo que gira en torno a lo

que pudiéramos denominar la Generación de la “Revista Pedagógica”, publicación

que hubo en Trujillo en el lapso de 1911 – 1913, aunque esta etapa

aparentemente breve es óbice para mirar los antecedentes inmediatos y señalar

aspectos del estado educativo nacional y regional en el paso del siglo XIX al siglo

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XX, y nombrar los nombres de los que ayudaron a hacer nuestra educación

durante tan difícil y escabrosa época de nuestra historia.

BREVE RESEÑA DE LA EDUCACIÓN COLONIAL EN TRUJILLO

En la página 54 de la Revista “Truxillo”, volumen I, entrega II del 15 de

Junio de 1927, se lee: “LA PRIMERA ESCUELA PÚBLICA DE TRUJILLO por los

siguientes documentos extraídos de un expediente del Registro Principal de esta

ciudad, consta que el Illmo. Monseñor Fray Juan Ramos de Lora, primer Obispo

de Mérida, recomendó el establecimiento de una escuela de primeras letras en

esta ciudad, el año 1786, (1) para niños blancos y plebeyos, encomendándose su

dirección al Maestro Juan Ant°Portillo y Valera (2) eran la sazón, Teniente de

Gobernador Don José de Luzardo y Alcaldes Ordinarios. Don Sancho Antonio

Briceño (3) y Don Antonio Barroeta”. El número 1 llama a pie la misma página 54 y

dice: “El 11 de septiembre de 1782, había hecho donación el Canónigo Uzcátegui,

célebre en la historia de Mérida, de casa y rentas propias para una escuela de

primeras letras en la ciudad capital de la Diócesis”.(ídem). Lo que indica que hay

una correspondencia entre la educación colonial trujillana y la merideña, y que el

creador del Seminario de San Buenaventura de Mérida, es el mismo que

recomendó la creación de la primera escuela pública de Trujillo, por lo que

siempre en el tiempo han estado emparentadas la educación trujillana y la

merideña.

Indica esta fecha, 1786 que la educación pública se instaló en Trujillo a más

de doscientos años del establecimiento definitivo de la ciudad en el Valle o rincón

del Muka, hecho que había ocurrido a finales del año 1570. Durante ese largo

lapso de dos siglos la educación trujillana había tenido una rectoría esencialmente

religiosa, y ese proceso está suficiente y extensamente analizado en el libro

“Trujillo y la educación en el periodo colonial”, del investigador Benigno Contreras

Briceño. Por otra parte, llama la atención la ocurrencia histórica del lapso de 13 o

14 años entre la fundación de la ciudad de Trujillo en Escuque en 1557 y el último

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traslado o asentamiento en el valle de los Mukas en 1570. Nos preguntamos, ¿qué

pasó en esos años? Y la respuesta nos lleva a decir que prácticamente nada, sino

una serie de mudanzas y traslados de la ciudad de un lugar a otro, y en sitios la

ciudad duraba cuestión de meses o escasos años por lo que no tenía tiempo de

establecerse y mucho menos de organizarse institucionalmente. Ese lapso fue

antes de discordias y desavenencias entre los primeros pobladores que no

lograban ponerse de acuerdo en los asuntos de la ciudad, por demás cargados de

insidias e intereses que dieron al traste con la permanencia de la ciudad e

impidieron su organización como tal, hecho este último que comenzó a hacerse

efectivo 5 o 10 años después de estar en su asiento definitivo.

Es aquí entonces, donde la institucionalidad civil y eclesiástica,

fundamentalmente esta última, comienza a establecer los primeros rudimentos de

una praxis educativa destinada a la enseñanza de las primeras letras

seguramente. Mudarra, en la clasificación que hace de las épocas de la educación

venezolana, dice que esa primera etapa fue justamente: “la comprendida por la

era colonial, que principia, descartando por su primitivismo la acción educativa

indígena, en el siglo XVI y continúa hasta las primeras décadas del siglo XX”.

(1962:p.3). Por su parte, Contreras Briceño en un Capítulo que llama “La

Educación como parte del proceso de integración cultural trujillana”, asienta:

Pero la configuración fundamental del territorio comienza a vincularse con la

proyección de las encomiendas. El desarrollo de las mismas no sólo contribuyó a

sentar las bases de la ocupación del espacio territorial de la nación de los cuicas,

a darle definición a la organización política, económica y social de la región; sino

que viene a ocupar un papel específico en el proceso de integración colonial, pues

fungirá como un mecanismo de proyección política e ideológica en la

conformación de la conciencia social del colonizador, así como también sobre el

indígena a quien somete en condición de vasallo del rey y tributario de la Corona.

De ahí que una de sus tareas fundamentales es la de incorporar al indígena a la

cultura hispana, como parte de la conformación estructural de la región, a través

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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de la formación y adoctrinamiento de los valores y principios cristianos; adquiere

pues un papel integrador como mecanismo educador”. (1198:22)

Lo cierto es que por la preponderancia que tuvo la Iglesia durante todo el

período colonial, influencia notablemente afincada en los primeros siglos de ese

período, y por el conocimiento que se tiene de ese papel sociocultural, en las

ciudades coloniales, Trujillo no escapó a esa permanente influencia eclesial y lo

más resaltante, fue la constitución por las iglesias y los conventos religiosos, de

organismos escolares y de un proceso de atención con el propósito de instruir y

educar, por una parte en su esencia preferencial a los hijos de los jerarcas

españoles, de los representantes y funcionarios del régimen colonizador; objeto

estos estudiantes de una solícita atención por parte de los clérigos y otros

preceptores pertinentes, dejando de un lado seguramente bastante marginal y

epiléptica la atención de los indígenas, de por sí reacios al sometimiento y

abandono de sus prácticas espirituales ancestrales, como se sabe sucedió por los

pormenores cronicales de los que escribieron como testigos de aquellos hechos, o

por los referenciales que también hubo cronistas de este tipo en aquellos tiempos.

Lo cierto es que el proceso estuvo regido por los cánones de la iglesia, por las

disposiciones de acuerdos, y patronatos entre la Corona y el Episcopado romano,

siempre con preeminencia de lo que decía y acordaba la Corona española en sus

legislaciones.

Mudarra sostiene que: Defectuosa e incompleta y éticamente impropia esta

Enseñanza, antes que nada de Primaria, distinguíase en Venezuela por el exiguo

número de planteles existentes, por lo rudimentario de su plan, que era de

elementos de doctrina cristiana, gramática y matemáticas elementales, lectura,

escritura. Finalmente por las muchas dificultades que le salían al paso y en cuya

organización colaboraron algunas veces nuestros Cabildos principales, así como

vecinos notables que, al lado de otras circunstancias –las más desfavorables-,

mantuvieron un estado de languidecimiento en nuestra primera rama de primaria.

Todo ello hacía de esta Enseñanza una actividad muy escasa de interés y que por

la estructura económico-social estaba dirigida más bien a la pervivencia de la

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desigualdad social como necesariamente correspondía al régimen colonialista

imperante, que viciaba esta escuela en su propia base humana. Esta educación,

que comenzó rudimentariamente desde la segunda década del siglo XVI, se

mantuvo la misma en forma, fines y métodos hasta la época de la Independencia.

(ob. Cit. p. 12)

Vistos los anteriores juicios, sin embargo podemos inferir que la vida

religiosa trujillana si tuvo una connotación de importancia resaltada por

historiadores y no historiadores, que vieron aquel proceso con ciertos elementos

positivos, especialmente por un incesante hacer desde las interioridades de los

conventos creados uno a continuación de otro en los años finales del siglo XVI y

principios del siglo XVII. El investigador Contreras B. resalta ese papel que tuvo la

Iglesia y también las congregaciones religiosas en el origen más que todo de la

educación institucional trujillana, pues luego, ya afincado el proceso se instauró

otro tipo de educación, en este caso la pública municipal, que no llegó ciertamente

a alcanzar un grado positivo de educación popular, pero al menos pudo

diferenciarse en algunos pormenores de la que se venía practicando

esencialmente de tipo religioso – privado.

Aquellos de inicio de la colonización fueron centros escolares regidos por

hombres de la Iglesia, curas conventuales y doctrineros, ya que las primeras

escuelas estuvieron regidas por normas y disposiciones religiosas encaminadas a

la educación de los niños hijos de los españoles y de los indígenas, de manera

distinta (posición social, religiosa, cultural, económica, política). Eso se conoce: las

encomiendas, los repartimientos, las doctrinas, el Patronato Regio, bulas y

ordenanzas. La obligación de enseñar, fundamentalmente principios religiosos.

Aquí llegaron sacerdotes y monjas. Hubo tres conventos en Trujillo: El Convento

de San Antonio de Padua de la Recolección fundado por la Orden de San

Francisco de Asís, el Convento de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán y

el Convento de las Monjas Dominicas Regina Angelorum o de las Reginas; el

primero en la parte alta de la ciudad, el segundo en la parte baja y el tercero en

pleno centro, en diagonal con la iglesia Matriz. Sobre la misión del primero de

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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ellos, aunque los otros también tuvieron entre sus fines los asuntos educativos,

dice el historiador Ramón Urdaneta: “Como misión Primaria que trajeron fue la

catequización de los indígenas, pues sabemos que para el año 1574 en la

jurisdicción de Trujillo se podía contar unos 15 ó 16000 indios”. (1956:17)

Aquí estuvieron los jesuitas (poco tiempo) y establecieron escuelas. Los

sacerdotes de estas congregaciones fueron de los primeros maestros, o mejor,

preceptores. “…sólo en 1576 llegaron los franciscanos y dominicos para iniciar sus

labores apostólicas de forma institucional” (Del Rey Fajardo, 34) hacia 1630, el 3l

Padre Baltasar Sanz, jesuita, fundó un colegio en Trujillo, “para que los hijos de los

españoles estudien” (Del Rey Fajardo: 40).

Por encima de vicisitudes y carencias de todo tipo que, sin duda, las hubo,

la educación fue un hecho significativo de la vida colonial trujillana, afincándose y

extendiéndose con los años, no con la rapidez ni la cobertura debidas, al fin y al

cabo casi toda la vida giraba en la extensión geográfica de la ciudad de Trujillo,

bastante amplia, por cierto. Una educación que buscó la humanización del ser, no

con la plena libertad de criterio década, ni con respeto irrestricto a la condición

humana ni al libre albedrío del hombre, pero si al menos para alcanzar luces de

entendimiento y razón de ser persona humana, dentro de una primera

consideración. De su instauración y vigencia habla la investigadora Villalba de

Pinto en estos términos:

En líneas anteriores he mencionado ya el trabajo didáctico que ejecutan los

monjes, a veces en sus centros de clausura, a veces fuera de ellos, y quiero,

aunque a vuela pluma, tocar de nuevo el sugestivo tema para recordar que en la

ciudad de Trujillo, privilegiada cuna de tantos y tan buenos escritores, tuvo su

sede una de las primeras escuelas de Gramática habidas en Venezuela, su

fundador fue el reverendo Obispo Fray Pedro de Agreda, quien se lo participa a su

rey y señor, desde el Tocuyo, el 10 de febrero de 1576, con las siguientes

palabras, dignas de ser conservadas en bronce por la ciudad: “he instruido y

fundado un estudio de gramática en un pueblo de estos que se llama Trujillo, por

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ser más aparejado para ello que otro ninguno, para que los hijos de los españoles

estudien y se apliquen a la virtud”. (1973:305)

Luego, con el correr de los años, a medida que las ciudades se fueron

organizando en su estructura sociopolítica, la educación también sufrió cambios

en su concepción y en su aplicación; hubo la consabida transmutación de los

religiosos, aunque en el fondo no dejó de tener esa dependencia e influencia

conceptual sino muy entrado el siglo XIX. Esa educación conventual y de rasgos

privados fue saliendo de los muros de los conventos hasta hacerse pública, por

mediados del siglo XVIII. Así se ve por lo que asienta el investigador Contreras B.

de que: “la educación pública en Trujillo, viene a diferenciarse en su especificidad

colonial de la educación que, hasta el siglo XVIII, la ocupaba la educación

conventual. Su particularidad es que en ella intervienen los organismos públicos,

especialmente la gobernación y el Ayuntamiento, conjuntamente con las

autoridades eclesiásticas, y se apertura hacia aquellos sectores sociales que

venían privados del beneficio de la educación institucional”. (ob. Cit. p. 88)

Así, Juan Antonio Portillo y Valera se convirtió en el primer precepto de una

escuela pública en Trujillo por acta del 20 de noviembre de 1786, y permaneció en

el cargo hasta finales de septiembre de 1791. En el caso de Boconó, dice José

María Baptista: “cuando se asentaron en Boconó los primeros Doctrineros, es

posible que estos Sacerdotes hubiesen emprendido la tarea de, además de la

Doctrina Cristiana, enseñar a leer, escribir y contar a los naturales agrupados en

las Encomiendas. Quizá fueran Juan Vásquez de Escoto, Primer párroco de la

Iglesia de San Alejo (1621) y los que le sucedieron, quienes impartirían tal

enseñanza” (p. 53). Luego dice: “no es sino en 1810, año inicial de nuestra

Independencia, cuando se menciona lo que sin duda fuera la primera escuela

pública de Boconó, se pagaba a los Maestros Juan José y Juan Ramos

Hernández” (ídem, p.54). en el caso de Valera, Alberto La-Riva Vale dice que los

hijos de los primeros que se avecindaron en los terrenos que luego ocuparía

Valera fueron atendidos escolarmente por una especie de maestro proveniente de

Motatán. Concretamente asienta: “se le pagaba a un sacristán de la Iglesia de

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

51

Motatán para sostener una especie de Escuela, y esta es la primera de que se

tiene noticia, ignorándose también el nombre de este magister y de otros que le

sucedieron en tan simpática labor”. (1957, p.119)

Ya en décadas avanzadas del siglo XIX comenzó a definirse la educación

republicana, lo que ocurrió con la aparición de novedosos códigos de instrucción.

Pero de todas maneras, la educación siguió determinada por una gran influencia

religiosa perdurable en el tiempo y con influencias en legislaciones y en fuentes

doctrinarias. Mudarra sostiene:

Defectuosa e incompleta y éticamente impropia esta Enseñanza, antes que

nada de Primaria, distinguíase en Venezuela por el exiguo número de planteles

existentes, por lo rudimentario de su Plan, que era de elementos de doctrina

cristiana, gramática y matemáticas elementales, lectura, escritura. Finalmente por

las muchas dificultades que le salían al paso y en cuya organización colaboraron

algunas veces nuestros Cabildos principales, así como vecinos notables” (ob. Cit.

p.11)

Breve reseña de la Educación trujillana entre la Independencia y la

República

Aquella educación colonial estuvo presente con caracteres muy definidos

hasta la época independentista, y aun, sobrepasó a ésta hasta bien avanzado el

siglo XIX, cuando comenzó a aparecer otra concepción educativa en el país y por

ende, en los estados.

Hay varias clasificaciones de las distintas épocas o periodos de la

educación venezolana. La más tradicional es la que contempla tres etapas: el

período colonial, la Independencia y la República. Otros autores, entre ellos Miguel

Ángel Mudarra, señalan que la educación venezolana ha tenido cuatro épocas o

periodos, a saber: 1.- Primera época: la comprendida por la era colonial: siglo XVI

hasta las primeras décadas del siglo XIX. 2.- Segunda época: más o menos desde

1821, la mitad del siglo XIX hasta la primera década del siglo XX. 3.- Tercera

época: desde 1914 hasta 1936. 4.- Cuarta época: desde 1936 en adelante.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

52

La vieja educación pública fue auspiciada por las municipalidades. ¿Desde

cuándo se ve orgánicamente a la educación en nuestro país? Desde 1821: Ley

sobre establecimientos de escuelas de primeras letras para niños de ambos sexos

en 1821; Ley sobre el establecimiento de escuelas de Niñas en los Conventos de

religiosos, en 1821; Ley sobre el establecimiento de Colegios o Casas de

Educación en las Provincias; Ley sobre la aplicación a la Enseñanza Pública de

los bienes de los conventos menores, en 1821; Ley sobre Organización y Arreglo

de la Instrucción Pública, en 1826; Decreto Legislativo de 1827, que autoriza al

Poder Ejecutivo para hacer las reformas al Plan de Estudios de acuerdo con la

experiencia y el estudio que se estimen convenientes; Decretos del Libertador –

Presidente de Colombia sobre los Estatutos de la Universidad Central de Caracas,

en 1827. (Mudarra, pf. 20 a 24)

Surgen los colegios nacionales: el de Trujillo, en 1832; luego: Margarita, El

Tocuyo, Carabobo, Coro, Cumaná, Barquisimeto, Guanare, Calabozo, Barcelona.

Estos colegios funcionaron con muchas limitaciones. Acaso el de Trujillo fue el

mejor organizado, con una buena dotación de bienes y una inmejorable

administración, tanto que fue reconocido como de Primera Categoría y dador de

títulos superiores. Los colegios abrían y cerraban por falta de fondos y de lugares

donde funcionar. Otras veces lo hacían por falta de personal docente. Los sueldos

devengados eran irrisorios y los profesores trabajaban más por vocación que por

lucro.

Con respecto a la escuela primaria funcionaba muy mal porque había

muchos factores de incidencia negativa que no la dejaban desarrollar ni prosperar

convenientemente. En 1830 había nada más cien escuelas municipales en todo el

país. En 1840, de las 524 parroquias del país, 404 no tenían un plantel primario.

Sólo se educaba a los hijos de las grandes familias de las llamadas oligarquías

conservadora y liberal. Hacia 1840, refiere Mudarra, la situación de nuestra

educación nacional era desesperante. En tal virtud, José María Vargas propuso: la

dotación de rentas para que la instrucción primaria funcionara, la necesidad de un

mejoramiento general de la instrucción primaria y la gratuidad absoluta de la

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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misma. Con ello se logró la organización de la Dirección General de Instrucción

Primaria, la reforma de los decretos creadores de los colegios nacionales,

eliminando algunos y fortaleciendo los que debían quedar, como el caso del de

Trujillo que se sostenía con sus propias rentas; el establecimiento de escuelas

normales en los colegios de las capitales de provincia para formar a los maestros.

La enseñanza primaria fue dividida en tres clases de escuela: de primer, segundo

y tercer orden. La creación de escuelas de niñas, parroquiales (primeras letras y

labores).

El primer gran Código de Instrucción Pública de Venezuela apareció en

1843. Por primera vez se dotó al Estado venezolano de una legislación escolar

propia. El Código tenía catorce leyes (la segunda y tercera dedicadas a los

colegios nacionales). Apareció una clasificación de los institutos de enseñanza;

escuelas primarias dedicadas a la enseñanza general de las primeras letras,

colegios nacionales destinados a la enseñanza de secundaria y bachillerato,

universidades, escuelas especiales, academias. Aquí es cuando comienza a

prevalecer lo público sobre lo religioso; lo político sobre lo eclesiástico en la

filosofía y contenidos de la educación venezolana hasta entonces regida por la

Iglesia. (Mudarra)

Veamos algunas cifras: en 1839 existían 216 escuelas con una población

escolar de 7945 alumnos. En 1844 había 412 escuelas para una población escolar

de 12997 estudiantes. A mediados del siglo XIX un alto porcentaje de venezolanos

no sabían leer ni escribir. La escuela era totalmente dogmática y muy colonial

todavía. El Ministerio de Instrucción Pública fue creado en 1881. Después vino el

Código de Instrucción Pública en 1897. En lo que corresponde destacar contenía:

las escuelas primarias (conocimiento de las primeras letras). Colegios federales y

escuelas normales para la enseñanza secundaria. Las escuelas normales

funcionaron en el país desde la época de Guzmán Blanco. En 1890 había cuatro

escuelas normales en el país: Cumaná, Valencia, San Cristóbal y Barquisimeto.

Más tarde, fueron apareciendo nuevos Códigos de Instrucción Pública, en 1904,

1910 y 1912. Ya hay más modernización: escuelas primarias de primero y

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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segundo grado; escuelas normales, colegios nacionales, escuelas de artes y

oficios, escuelas de comercio, bibliotecas. Luego aparecen las reformas del

Ministro Felipe Guevara Rojas. Fueron tan importantes que algunos sostienen que

la educación venezolana se clasifica en dos etapas nada más: antes y después de

Guevara Rojas. Aparece el Decreto Orgánico de la Educación Nacional, el

Régimen de Exámenes, la iniciación de la Educación Física. Es la época de la

Educación Primaria Elemental y Superior. Aparece la carrera del Profesorado:

profesor de Secundaria, Normal y Superior. Aparecen los certificados: certificados

oficiales de Instrucción Primaria elemental, certificados de Educación Secundaria.

(datos obtenidos del libro: Historia de la Legislación Escolar Contemporánea en

Venezuela del insigne educador Miguel Ángel Mudarra).

Una mirada histórica contemporánea

Trujillo ha venido siendo una provincia educativamente activa desde los

primeros años en que se dio el paso de lo aborigen al régimen colonial. Sabemos

que hubo formas educativas primitivas en la aborigenía vernácula, desarrollada

por nuestros antecesores cuicas. Aunque eso no es inmanente citarlo en este

caso. Sabemos que hubo un buen nivel educativo en nuestra Provincia durante la

Colonia. Una continuidad educativa, fundamentalmente clerical, atravesó este

territorio desde el siglo XVI hasta las dos primeras décadas del siglo XIX. Sobre

cuyas condiciones generales asienta el investigador Mudarra “Las posibles

diferencias entre la educación colonial, la correspondiente al período emancipista

y la de comienzos de la denominada Cuarta República (1830 en adelante) fueron

apenas visibles y débiles como para dar a cada uno de esos períodos total

autonomía en lo pertinente a Educación. Existían sí, singulares características por

lo común iguales o análogas”. (1962:4)

Si seguimos el proceso de nuestra educación regional, vemos que estaba

localizada básicamente en Trujillo, ciudad capital de la Provincia. Así, existía una

labor escolar más privada que pública, esencialmente de carácter religioso. Al

efecto, Mudarra dice:

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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En la rama de Primaria, se conservó la misma escuela colonial privada y

religiosa. Acerca de esta cualidad última reposan evidencias en las legislaciones

de 1821 confirmadas por la de 1826, que dispuso que los maestros deberán

enseñar a los niños los dogmas de la religión y de la moral cristiana. (p. 17)

Otra del mismo año 21, que ordenaba impartir la enseñanza a las niñas

conforme al breve pontificio inserto en la Real Cédula de 8 de junio de 1816. Otro

tanto sucedió en los Colegios de segunda enseñanza, de donde no podía escapar

tampoco el sabor religioso. Y era lo que había en Trujillo, hasta 1832 cuando se

crea el Colegio Nacional, según decreto del 20 de noviembre de ese año y no

como se dice que se dio en 1823. Sucede que el Congreso de Cúcuta de 1821,

ciertamente creó una ley sobre el establecimiento de las escuelas de primeras

letras para niños de ambos sexos. La ley ordenaba “la creación de por lo menos

una escuela de primeras letras en todas las ciudades, villas, parroquias y pueblos

que cuenten con cien o más vecinos” (idem p. 21). Contemplaba igualmente “la

incorporación de las escuelas establecidas a los Colegios o Casas de Educación

cuando éstas sean creadas” (Ibidem).

Ese mismo congreso de 1821 dictó una Ley sobre el establecimiento de

Escuelas de Niñas en los Conventos de religiosas, con “la finalidad clara de

fomentar la Educación de las niñas” (Ob. cit). La Ley sobre el establecimiento de

Colegios o Casas de Educación en las Provincias, que apareció el 3 de junio de

1823, antecedente más remoto del Colegio de Trujillo. Luego en 1826 apareció la

Ley sobre Organización y Arreglo de la Instrucción Pública que a decir del

investigador Mudarra “Es la principal de estas leyes, por cuanto contiene y

sistematiza ampliamente las distintas ramas de la Enseñanza” (p.23). Tal ley

comprende las escuelas de primeras letras, las de segunda enseñanza elemental

y los Colegios Nacionales, entre otros establecimientos educativos.

En el decreto de creación del Colegio Nacional de Trujillo, el 20 de

noviembre de 1832, en el numeral 4º (Centenario: 12) se lee: Se conservará en el

colegio de Trujillo, la escuela de primeras letras establecida por el decreto del

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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gobierno de Colombia. Y en el numeral 7º dice: “El rector y vice-rector podrán

servir al mismo tiempo la escuela de primeras letras…” (idem)

Aquellas leyes y decretos, a pesar de que varios de estos últimos tuvieron

una larga vigencia, fueron de muy accidentado cumplimiento. En muchos lugares

del país incluyendo capitales y cantones no pudieron funcionar los planteles

mandados a crear, por diversas razones, fundamentalmente por las secuelas de la

larga guerra emancipadora, las precarias condiciones económicas de las

provincias, la casi nula preparación de hombres y mujeres, tal lo enjuicia Mudarra:

En cuanto a la Primaria mal podía ser difundida con calor y efectividad por

las Provincias dada su precaria capacidad económica y acaso de iniciativa, la

ausencia de una tradición escolar que facilitara la realización de planes docentes

de la cuantía e importancia de la asignada a estas administraciones locales, de

suyo raquíticas (p.27).

Asienta más adelante: “cien escuelas municipales contaba el país en 1830 y

diez años después, de las 524 parroquias existentes, 404 no tenían plantel

primario”. (idem)

En nuestro caso, en 1839 la Provincia de Trujillo en su totalidad contaba

con 12 planteles únicamente, con 407 escolares (Cardozo, 2001:71). Para 1840,

sostiene el mismo investigador, “el Colegio de Varones de Trujillo tiene anexa una

escuela de primeras letras” (idem, p.73). Dice luego: “El 26 de noviembre de 1842

se crea la primera escuela de niñas en la ciudad de Trujillo; para regentarla se

contratan en Maracaibo los servicios de la muy ilustrada y meritoria maestra,

señora Josefa Grajales de Dupuy…” (Ibidem p.76). Un año más tarde dice el

mismo Cardozo: “Funcionan tres escuelas en la ciudad de Trujillo y una en las

diferentes parroquias. El Colegio Nacional de Varones tiene apenas doce

alumnos” (Ob. Cit. p. 81)

El investigador Cardozo va anotando, entre otros muchos aspectos, los

referidos a la educación en el estado. Así señala que en 1863 “la meritoria

maestra, para quien todo elogio es pequeño, Srta. Eloísa Fonseca, inicia su labor

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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docente en la escuela municipal de niñas de la ciudad de Trujillo” (2001. p.133) y

el año 1870:

La Jefatura Civil y Militar del Departamento de Trujillo crea la tercera

escuela oficial de la ciudad. En este plantel inicia su labor pedagógica, a los

catorce años de edad, la meritoria maestra Doña Carmen Sánchez de Jelambi,

oriunda de Jajó. Su actividad docente en los diversos pueblos del Estado se

desarrollará durante sesenta y siete años. (Idem p.161).

Un civilista notable, Juan Bautista Carrillo Guerra, consciente de que en

esta entidad la educación tenía que buscar caminos ciertos y no esos laberintos

de oscuridad en que permanecía postrada, luchó arduamente con el fin de romper

con el fantasma de una instrucción que no era tal sino presencias esporádicas y

accidentadas de escuelas mal acondicionadas y de preceptores sin ninguna

formación ni preparación adecuada, a lo que se aunaba “la negligencia de padres

que a su vez determinara una grave y continua inasistencia escolar, habrían sido

entre otros los factores que imposibilitaron no sólo el progreso, sino la existencia

misma de nuestra escuela primaria en los comienzos de la Cuarta República”.

(Mudarra: 27). El año 1864 fue propicio para la cultura regional, por la traída de la

primera imprenta, aunque también porque se logró:

(…) la instalación solemne de la Junta de Instrucción Primaria y Superior

presidida por el propietario de ‘Imprenta Trujillana’, señor Carrillo Guerra. Las

vicisitudes de la ‘Guerra Larga’ habían postrado la instrucción en el Estado, de tal

manera, que para esta fecha sólo cuatro escuelas están prestando servicios. La

Junta se propone estimular las actividades docentes creando nuevos planteles.

(Cardozo: 139)

Un hecho sumamente trascendente y de capital importancia en aras del

mejoramiento y modernización de la instrucción pública, lo constituyó el Decreto

sobre la Instrucción Primaria Obligatoria y Gratuita dictado el 27 de junio de 1870

por Guzmán Blanco. Este decreto vino a ser una profundización eficaz del Código

de 1843, y lo más relevante de su contenido fue el carácter nacional que dio a la

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instrucción primaria, hasta entonces regida por las malas y accidentadas políticas

locales y regionales. La educación provincial cede paso a un tipo de instrucción

mejor regida y reglamentada, además de que tan notable disposición ejerció una

imponderable influencia pedagógica y espiritual en todo el seno de la comunidad

nacional. Fue tal su impacto que trascendió a los tiempos y se perennizó con

fuerza de ley durante los años y siglos venideros hasta hoy, cuando se le

mantiene su vigencia. Este documento total tiene una fortaleza histórica relevante,

por fijar el carácter gratuito y obligatorio de la instrucción primaria, y por el

conjunto total de sus disposiciones, la motivación histórica que lo propugnó, los

acertamientos en el cuerpo de sus considerandos y de sus Títulos que hablan en

profundo de la instrucción. En un juicio sobre el decreto y las circunstancias

vivientes en ese momento histórico, Mudarra analiza las causas y consecuencias

del mismo, y luego de enumerar varias consideraciones, afirma que:

Sorpresa causó y aún causa, por ende, el firme propósito civilizador del

Ilustre Americano que constituyó un acto revolucionario dentro del liberalismo y la

posición conservadora de su tiempo. Naturalmente muy largo camino habría de

recorrer Venezuela para el logro de tan patriótica como humana aspiración. (pp.

59-60)

Una novedosa Ley de Instrucción Pública, sancionada por la Asamblea

Legislativa del Estado Trujillo, en marzo de 1910, regía la educación en la Entidad

Federal, cuando le toca actuar como Superintendente de Instrucción Pública, a

Pedro José Carrillo Márquez, sensitiva personalidad, que proveyó a la escuela de

un trascendente bagaje de normativas, procedimientos didácticos e igualdad de

oportunidades, para que todos los jóvenes que habitaban los principales pueblos

trujillanos, tuvieran acceso al sistema educativo, integrado por la instrucción

primaria, además de la secundaria y la de artes y oficios.

Institutor, Carrillo Márquez poseyó una conformación intelectual y social,

que lo convirtió en fervoroso defensor de las virtudes de la instrucción como

sistema establecido, condiciones vocacionales que seguramente le provenían de

su padre, el Institutor Juan Bautista Carrillo Guerra. Tenazmente luchó Carrillo

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Márquez, para que el Estado mejorara el nivel de su educación, así como por las

posibilidades de abrir nuevos centros, base esencial para la formación de la

juventud necesitada de hacerse intelectualmente. Respaldado por un ideario

educativo, solicita la creación de otros institutos de instrucción primaria, con lo que

se logra en poco tiempo, un cambio sustantivo de las condiciones educacionales

en la región, lo que genera una estructura social relativamente fluida para la

época, ayudado, claro, por la presencia de una generación de educadores, que

junto a él, promueven en la escuela trujillana, una enseñanza realmente

democrática.

Examinamos someramente aquel papel legislativo: el Decreto mismo es un

indicador de la modestia que revisté la instrucción pública, al igual que deja

entrever las condiciones en que se desenvuelve la vida social y cultural de la

población, y del capital humano y económico, de por sí muy reducido, e

igualmente el caudal de posibilidades educativas concretado a unas pocas

escuelas de primaria elemental, la secundaria, y de artes y oficios; estas dos

últimas en menor proporción.

De acuerdo con la citada Ley, el Estado reconoce la obligación que le

incumbe de establecer y fomentar la instrucción primaria, además de la secundaria

y de artes y oficios. La Ley contiene una disposición novedosa en el artículo 10:

determina la aplicación de multas a las personas que, teniendo a su cargo

menores, no cumplan la obligación de enviarlos a la escuela de primer grado.

(1910:118-119).

La escala de grados en la educación de aquella época presentaba notables

diferenciaciones respecto a la de hoy. La instrucción primaria concretada a

escuelas de primero y de segundo grados, mientras que la instrucción secundaria

era impartida en colegios. La instrucción dada en los centros de primer grado era

de carácter obligatorio. En esta escuela se enseñaban las siguientes materias:

Lectura, Escritura, las cuatro primeras reglas de Aritmética y, nociones de Historia

Patria, de Geografía de Venezuela, de Constitución Nacional y Principios de

Moral. Los institutos de primer grado eran de tres tipos: de varones, de niñas y

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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mixtos. La edad requerida para asistir a la escuela, los siete años cumplidos. A

pesar de los pocos locales en funcionamiento, llamaba la atención un parágrafo

del artículo 8º de la Ley, que contemplaba que, “la asistencia a la escuela de

primer grado no podía exigirse cuando la residencia del niño distara más de un

kilómetro de la misma” (idem).

Los centros de primer grado tenían una población escolar entre diez y

treinta alumnos; por su parte, los de segundo grado, tenían las siguientes

características: contemplaba entre las materias, Escritura al dictado, Aritmética

Práctica y Sistema Métrico; Geografía, Historia y Constitución de Venezuela;

Elementos de Gramática Castellana, Geografía e Historia Universales; Elementos

de Higiene, Urbanidad, Moral; Ejercicios Gimnásticos y el Himno Nacional. La

Escuela de segundo grado era para varones y para hembras, separadamente. No

contemplaba las escuelas mixtas. Para que un niño fuera admitido en una escuela

de segundo grado había de comprobar suficiencia en la de primer grado, mediante

un examen que presentaba ante el Director del plantel de segundo grado. Una

vez que el alumno hubiese sido examinado y aprobado en las materias de

instrucción obligatoria, recibiría del Superintendente o de su representante legal,

una boleta de suficiencia con los siguientes datos: el nombre del alumno

examinado, los nombres de los padres, la junta que practicó el examen, la escuela

en que se verificó, la calificación obtenida y cualquier otra circunstancia digna de

particular mención. Esta boleta era el único comprobante válido, a los efectos de

las disposiciones que regían la materia educativa, de acuerdo con las

prescripciones contenidas en el Código Nacional de Instrucción Pública.

Una vez que el alumno obtenía la boleta de suficiencia de la instrucción

obligatoria, podía continuar estudios en los denominados Colegios de Segunda

Categoría, los cuales eran de varones, regidos por los programas de estudios

señalados en el artículo 72 del Código Nacional de Instrucción Pública, y los

Colegios de Niñas, que daban enseñanza de las materias indicadas en el artículo

82 del referido Código. Para ser miembro del personal docente de escuelas o

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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colegios, se necesitaba ser persona de buena salud y de conocida competencia y

honorabilidad:

Por su parte, la enseñanza que se daba en las Escuelas de Artes y Oficios,

era de doble naturaleza: teórica y práctica. La enseñanza teórica reunía las

materias: Aritmética Práctica, Elementos de Geometría Descriptiva y Dibujo,

Elementos de Arquitectura, Sombras y Perspectivas, y Elementos de Economía

Industrial, Agricultura, Principios de Mecánica, Nociones de Física y sus

aplicaciones industriales. En cuanto a la enseñanza práctica, ésta se daba en

talleres, que enseñaban: Albañilería y Preparación de Materiales de Construcción;

Alfarería, Herrería y Cerrajería; Platería, Latonería, Fabricación de sombreros de

paja y fieltro; Zapatería, Talabartería, Tenería, Carpintería, Ebanistería y Sastrería.

Como bien se determina, la instrucción era una enseñanza de mucha importancia

para las condiciones económicas y sociales que ofrecían nuestras comunidades, y

ajustada en sus proporciones a las necesidades reales de nuestros pueblos.

Tal es, en apretada síntesis, el contenido de aquella Ley de Instrucción

Pública que rigió la educación trujillana, por espacio de algunos años del primer

tercio del siglo XX. Sus frutos, aunque pocos, fueron extensos en conformación y

significación intelectual y social. Actuaron personalidades de una generación

trujillana que dio su aporte invalorable a la causa de la cultura e historia de la

nación.

Como hemos visto, la educación permanecía en un estado calamitoso

todavía, a pesar de que indubitablemente aparecieron códigos e instrumentos

legales en procura de su mejoramiento, pero las condiciones sociales no permitían

darle ese impulso necesario, además de no haber instituciones, ni presupuestos

suficientes y acordes a la implantación de una modernización del sistema

educativo. De todas maneras era política de los regímenes instaurados en lo

nacional y regional, hablar de tales modernizaciones y de los grandes adelantos

obtenidos, pero en el fondo la educación seguía estancada, dependiendo mucho

más de la aportación vocacional de los maestros que del propio interés del Estado.

Las políticas educacionales no dimensionaban la importancia que debía tener ante

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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la magnitud del problema. Las exigencias eran crecientes cada vez más, pues la

población del país y de los estados crecía y en esa misma forma exigía atención,

sin obtener respuestas suficientes. A pesar de los códigos modernizadores la

educación no se modernizaba en ningún sentido, lo mismo podemos decir de los

sistemas pedagógicos universales que llegaban ciertamente al país, y los

maestros los asimilaban aunque no con la suficiencia pedagógica ni especializada

necesaria por carecer de la debida preparación académica, como sí la había en

países adelantados, en Norteamérica y Europa, básicamente, y tal vez en algunos

latinoamericanos como Chile y Argentina que habían asimilado y enfrentado las

escuelas de avanzada.

No estuvieron tampoco faltos de métodos, de una metodología eficaz a la

hora de emprender su labor educativa. El ámbito de la escena escolar para

aquellos preceptores estuvo signado por la concurrencia metodológica de

escuelas y postulados venidos de otras partes del país y de más allá, de doctrinas

en boga que recabaron a pesar de las limitaciones comunicacionales, las

estudiaban y aplicaban en la búsqueda de un mayor rendimiento escolar. La

producción intelectual extraña a la escuela trujillana tampoco fue escasa, la

acogieron y analizaron, más que todo y con carácter institucional, dentro del

espacio de la asamblea de institutores, ya que uno de sus fines fue ese

justamente:

Estudiar los distintos textos de enseñanza, tanto nacionales como

extranjeros, según los adelantos de la Pedagogía moderna y someterlos a la

consideración del ilustrado Ministro del ramo, para que se digne, si lo juzgare

conveniente, impartirles su aprobación y que decrete su adopción en la Escuelas

del Estado, a fin de lograr la uniformidad de los estudios en todos los planteles.

(Revista Pedagógica: III)

Aquella gente buscó a todo trance un mejoramiento de la escuela trujillana,

superar la producción escolar, expandirla en sus capacidades e integraciones

físicas y ponerlas en consonancia con los ideales de los maestros, todo ello para

hacer una escuela productiva o escuela nueva que era justamente una de las

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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propuestas más atractivas anotadas en las publicaciones y en los artículos sueltos

que les llegaban, a pesar de las dificultades de circulación existentes, el atraso de

las comunicaciones y los obstáculos presentados.

En el Índice de la Revista Pedagógica están insertos muchos trabajos

metodológicos encaminados al mejoramiento pedagógico y organizativo de la

escuela, a mirarla como una institución destinada a formar seres humanos, a crear

responsabilidades compartidas entre el educador y el alumno, la necesidad de una

formación muy sólida, las interrelaciones institucionales, la continuidad escolar, el

avance progresivo, la escuela como empresa, para que al término de la jornada

tanto docentes como educandos no sintieran el hastío del fracaso sino la felicidad

del triunfo. De esta manera lo plantean sus colaboradores, Julio Castro en su

trabajo “Enseñanza Elemental”. Dice: “En una República como la nuestra, donde

las masas poblacionales no poseen el conocimiento que forma ciudadanos

conscientes, la instrucción eficaz de esas masas debe ser la raíz, el fundamento

de la transformación social que se desea.” (27) Y así en cada número,

encontramos trabajos críticos de este tipo muy bien estructurados, todos escritos

en proyección de una escuela más dinámica y efectiva.

Y consecutivamente, títulos y nombres de maestros y autores tal los

nombra Medina:

(…) aquí en la estancia legitima de Venezuela: El Lector Moderno, Mantilla,

Miguel A, Granados, Marroquín, Appleton, González, Guinán, El Método Garnier.

García Purón, Doña Dolores G. de Ibarra, Francisco La-Bastida, M. A. Rueda,

Ripalda, G.M. Burño, F.T.D., La Gimnasia Sueca, Cuervo, R. de Jericó, Torres

Quintero, Marulanda, Carreño, Mercedes L. de Henriquez, Grimaldi Isaac Vaz,

Manuela Contreras. Teodosio V. Sánchez… y tantos más que es la urgencia de

su calidad y de su angustia, son precisamente eso que fue Carrillo Márquez,

criaturas humanas que tuvieron fe en el hombre como posibilidad educativa, para

hacer con ella, transcendencia del origen biológico al mundo integrador de la

moral, donde el individuo se conjuga con voluntad legitima de persona social.

(Revista Pedagógica. VIII-IX).

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Cómo supieron exprimir aquellos preceptores su formación, mucha o poca, nada

importa para darla como servicio a los necesitados, a los que acudían a los

centros escolares con intenciones de ir buscando luces interiores en su pequeña

niñez y otros ya adolescentes, si vemos que se entraba tarde a la escolaridad, los

pocos que en verdad podían hacerlo por las trabas y las incomprensiones. Hubo

una gran dosis de espiritualidad en aquellos maestros de esos primeros años del

siglo XX. Se habían realizado en el medio mismo, en contacto con un ideario que

venía por ancestros como una clase activa que los ponía en conocimiento de

materias y doctrinas que luego volcaban en aulas improvisadas muchas veces, sin

las condiciones mínimas para la educación, pero como tenían mucha fortaleza

interior y un estado de ánimo dispuesto para lo mejor, hacían la diaria conexión

con sus alumnos y los iban formando, moldeándoles su personalidad, tratando

simple y llanamente de inculcarles lo que mejor sabían, pero siempre ebrios de

una intensa conformación espiritual. Mudarra sostiene que:

En 1880 se instalaron cursos de Pedagogía en las Normales, lo mismo que

en los Colegios Nacionales. Sobremanera importante esta rama docente, sus

repercusiones inmediatas en los resultados y progresos cualitativos en la Primaria

fueron visibles y en cierto modo halagadores por cuanto de inmediato pudo

apreciarse aumento en el nivel cultural y acervo pedagógico de los preceptores.

(1962:62)

Los preceptores trujillanos fueron casi en su totalidad egresados del Colegio

Nacional de Varones de Trujillo.

Para la generación docente de la Revista Pedagógica la educación era un

todo con sentido, queremos decir que supieron sobreponerse a la realidad, a las

vicisitudes de comunidades nada propicias a los fundamentos de la educación, en

medio de condiciones no cónsonas a las labores, en locales inadecuados, sin

respeto alguno a las reglas de la higiene, sobrepuestos a las negaciones de los

representantes políticos que se hacían la vista gorda ante informes que,

“apuntaban con razones de peso esta necesidad que, al ser llenada en la forma y

medida que se requiere, modificaría notablemente en un sentido favorable las

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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condiciones de existencia de los planteles de enseñanza”. (Revista Pedagógica:

29) Y desde el lado contrario, el panegírico al régimen señalando que:

(…) el Gobierno necesita del concurso de todos los ciudadanos (…) en la magna

empresa. Ayudemos todos al Gobierno, cada uno en su esfera, indicando unos,

reformas que corrijan las deficiencias actuales, tratando otros que se cumplan las

leyes escolares, y así habremos todos llenado nuestros deberes de buenos

ciudadanos. (Revista Pedagógica: 28)

El lapso histórico nucleado en torno a la Revista Pedagógica fue una etapa

que pudiéramos calificar de una educación humana espiritual. Los nombres

principales que integraron el consejo de institutores, vendría a ser el equivalente

de una directiva del Colegio de Licenciados de la Federación de Maestros o del

Colegio de Profesores. Aquella vez se llamó Consejo de Institutores,

representativo del magisterio regional. Los nombres dirigentes quedaron

gravitando en el entorno para siempre como epónimos llenos de ejemplaridad.

Esos nombres están regados en toda la geografía regional y hay que abordar su

biografía no sólo en el conocimiento de sus signos vitales, sino en la enunciación

de sus rasgos espirituales, para ver qué hicieron y propusieron, por qué la

eponimia de sus nombres como una nomenclatura moral en los planteles y por

qué constituyeron todos un conjunto magnífico de educadores.

Tantos epónimos eternos en la trujillanía escolar. Vamos nombrándolos y

podemos descubrir el nombre de una escuela de hoy: Pedro Carrillo Márquez y

Tobías Valera Martínez, en Trujillo; Pacífico Segovia y Máximo Saavedra, en

Boconó; Eloísa Fonseca y José Luis Faure, en Valera. Y así, consecutivamente

todos o casi todos los nombres regados por el mapa regional

(…) Hojeando este volumen, que compendia un jirón de historia trujillana,

asentó Pedro Emilio Carrillo, nos percatamos de la febril actividad desplegada con

pasión y celo a favor de la primera enseñanza para el pueblo, del obstinado

empeño por el progreso de los maestros, por la consecución de locales

apropiados para las escuelas, de la higiene corporal y mental del niño. Colaboran

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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en ella el docto gramático y elevado escritor Don Juan Pablo Bustillos, el ilustre

institutor Pbro. Estanislao Carrillo, el insigne educador entonces Pbro. Miguel A.

Mejía, el erudito Dr. Alfredo Baptista Quevedo, Don Tobías Valera Martínez,

apóstol de la enseñanza en Trujillo, Don José Luís Faure, puntal avanzado de la

instrumentación en Valera (…) (Revista Pedagógica: XX)

De aquí, epónimos eternos: en Trujillo, Monseñor Estanislao Carrillo, en

Valera, Monseñor Miguel A. Mejía. Y con esa aureola espiritual tal vez

históricamente hablando, el gran constructor de la educación en el Estado, Juan

Bautista Carrillo Guerra, epónimo también, de quien dijo Amílcar Fonseca, en

rasgos de su biografía:

El que emprenda la luminosa tarea de escribir la historia de la Instrucción

Pública en Venezuela, aunque no lleve en el alma altas aspiraciones de justicia,

tendrá siempre que detener con reverencia la mirada ante la eminente figura de

Carrillo Guerra, que encendió la luz de la instrucción en los horizontes todos de su

país natal. (en, Trujillo Histórico i Gráfico, 1930:69)

Hoy, sólo la Historia sabe el precio moral tan dilatado de aquellos

ciudadanos. Su poder moral tiene la eternidad de las grandes obras. Su ejemplo

rige entre nosotros. Y la Revista Pedagógica, cien años después, refulge

rescatada y mostrada para que todos renovemos con ella nuestros ideales y

nuestros sueños.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Referencias Bibliográficas

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Ediciones de la Fundación John Boulton.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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RELIGIOSIDAD EN EL ESTADO TRUJILLO

Monseñor Oswaldo Azuaje

Obispo de Trujillo

Agradezco la invitación que se me ha hecho a este VII Congreso sobre la

Trujillanidad denominado “Pasado, Presente y Futuro de un lugar llamado Trujillo”.

Es una pena que se me haya avisado con tan poco tiempo para poder ofrecer una

reflexión más ordenada y fundamentada. Sin embargo, intentaré darles, querido

público, una perspectiva general que permita hacer un análisis rápido, pero

interesante, de la religiosidad en el estado Trujillo.

Antes de entrar en el tema, quiero anteponer mi condición de recién

conocedor, como obispo, de la religiosidad del trujillano y su presencia en la vida

diaria. Crecí en la religiosidad andina en Mérida desde muy niño. Creo, por lo que

he visto por experiencia, que hay muchos elementos en común, junto a las

diferencias obvias.

El Concilio Plenario de Venezuela destaca la índole característica de la

religiosidad popular, presente en todo nuestro país, hondamente arraigada en los

orígenes de nuestra identidad como pueblo: “El pueblo venezolano tiene hondas

raíces religiosas. Son muchas las expresiones de esa religiosidad: la devoción al

Nazareno, a la Virgen y a los Santos: el uso de sacramentales, las

peregrinaciones, los viacrucis; el respeto a los ministros sagrados; la petición de la

bendición, entre otras….” (Proclamación Profética del Evangelio de Jesucristo en

Venezuela, 16). La identificación con la realidad cultural en sus diversas

expresiones hace del pueblo venezolano una sociedad profundamente marcada

por la religión. De eso no se escapan los Andes. Más aún, habría que señalar que

los Andes y, específicamente Trujillo, son una tierra de religiosidad muy arraigada

y expresiva. Miraremos al pasado, confluiremos en el presente y pondremos la

mirada en el futuro de nuestra religiosidad.}

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La religiosidad en el estado Trujillo

a. Un pasado presente.

El mundo indígena vive en parte, y a veces fuertemente presente, en el

campesino de los Andes venezolanos. Él posee una mentalidad indígena que ha

sido transformada por otras cosmovisiones, fruto del mestizaje que caracteriza

nuestra región. Así, los espíritus de la naturaleza, los protectores de los ríos y

montes, los dueños de los animales salvajes de la mitología indígena, se

convierten en duendes, hadas y sobre todo en espantos. En ella se encuentra

fuertemente presente el culto a los antepasados, es una manera de ser vertido al

pasado; un pasado que es rico en pensamiento, en hallazgos, en historia, el

presente se convierte de esta manera en lo provisional; generándose así una

cultura de la memoria, fuertemente anclada en los recuerdos, no ven el futuro con

mucho interés, como algo a conquistar; el antropólogo Rafael Carias define los

pueblos con fuertes raíces indígenas como aquellos que: “Siguen siendo

indígenas en su complexión, en su pelo negro liso, perenne y pertinaz en su

cabeza chata, en sus ojos alargados -aún cuando muchas de las veces rechaza

su proveniencia indígena - y esa alma que no sabe olvidar ni sabe perdonar, pero

que tampoco sabe traicionar” . Existe una fuerte valoración de la tierra, la religión,

la familia, el honor; son hombres y mujeres de un gran ideal, no son muy

receptivos a los cambios, son conservadores, amantes de sus tradiciones. A la

descripción anterior Carias agrega: “Es el hombre silencioso y taciturno, no porque

no quiere hablar, no porque no tenga nada que decir, sino porque siente que no

debe expresar, siente que el orgullo de su persona consiste en ocultarse, en no

caer en la puerilidad de manifestar su sentimiento o manifestar sus pensamientos;

entonces se educa para el silencio, para no llorar, para no prestar ni ternura ni

cariño, para que todo sea pasibilidad. La fuerza existencial que los caracteriza

vuelve su mirada hacia atrás, de ahí que sus cantos sean tristes y melancólicos. El

tiempo es el tiempo circular, el del ciclo agrícola, su ritmo es un ritmo que

responde al ritmo de la preparación de la tierra, de la siembra, de la cosecha,

caracterizado por grandes momentos celebrativos a lo largo de él: como en todo

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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mundo rural agrícola sus fiestas están relacionadas de un modo especial con el

solsticio y el equinoccio”.

La enfermedad en el mundo indígena era vista no sólo como un problema

físico, sino también como un problema moral, por eso aún hoy se acude al moján

o al piache para ser liberados del mal que ocasiona dicha enfermedad, causada

muchas veces de la envidia o de los malos sentimientos de los otros

(enfermedades puestas), pero también de las malas acciones (enfermedades

ameritadas). El enfermo y sus familiares van convencidos que los ritos de tipo

mágico realizados por el moján o por el piache conducirán al enfermo al equilibrio

perdido. A él piden amuletos para verse protegidos de los espantos o de las

fuerzas del mal. La Madre de las aguas y de la tierra (Icaque y / o Shía en Trujillo,

Jamasía y / o Shía en Mérida) algunos estudiosos como J. Clarac o A. Pollak-Eltz

la ven presente, de una manera sincrética, en la Virgen de Coromoto, pero

también la han visto renacer en la persona mítica de María Lionza.

En cuanto a la influencia de África hay que señalar que la religiosidad del

trujillano también tiene una raíz importante que apunta hacia aquel continente. La

mayor parte de los africanos venidos a Venezuela provinieron del golfo de Guinea.

La presencia más fuerte hoy de los afroamericanos la encontramos en el Sur del

Lago de Maracaibo, extendiendo por toda la llanura que se prolongará a lo largo

de las parroquias: Motatán, La Ceiba, Santa Isabel, Monte Carmelo, Sabana

Grande, Sabana de Mendoza, Betijoque, Pampán, Monay, El Paradero en el

Estado Trujillo. Se dice que los africanos aparentemente aceptaron el culto

cristiano, pero por debajo persistieron sus creencias religiosas venidas de África.

Entre los aportes africanos a la cultura venezolana adquieren un papel importante

los instrumentos musicales y entre ellos de un modo especial el tambor. La música

venezolana está fuertemente influenciada por África en cuanto a los ritmos y a la

manera de cantar: los tambores de San Benito y los Chimbángueles; los

tamunangues a San Antonio, las fulías a la Cruz de mayo, todos ellos manifiestan

la influencia africana en las manifestaciones religiosas venezolanas y, por ende,

trujillanas.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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El catolicismo barroco español estaba caracterizado por ser un mosaico de

devociones, novenas, rezos, cantares, procesiones. Era muy sacramentalista, y

daba mucha importancia a algunos sacramentales como el agua bendita,

caracterizado por una gran participación popular, y por su espíritu festivo y alegre.

Era una religiosidad de tipo agrícola que consideraba importantes las rogativas de

un modo especial a aquellas que se celebraban a lo largo del mes de mayo,

relacionadas con el agua, algunas veces unidas a supersticiones como la de

colgar del brazo de un San Pedro una canastilla de sardinas o ponerle una sardina

en la boca para que sintiera sed, pidiendo agua para aplacarla. Influyeron algunas

danzas como la judiada, la representación de moros y cristianos y algunas fiestas

como la de los locos, celebrada el día de la Candelaria. El Santo Patrón está

investido de un carácter emblemático para las diversas comunidades españolas.

Una religiosidad caracterizada por su acento mariano, que da gran importancia a

los santuarios y a las peregrinaciones (como aquella a Santa María de Guadalupe

Patrona de los cautivos). Uno de los elementos organizativos dentro del barroco

español que ha tenido gran influencia en Venezuela es el de las cofradías y

hermandades, mediaciones fundamentales para las celebraciones de las fiestas,

para la veneración de Cristo y de los santos, que buscan animar y coordinar las

manifestaciones de la devoción popular, caracterizadas por su gran dinamismo

comunitario y social que conduce a sus miembros a la convivencia, a la

sociabilidad, al intercambio y a la reciprocidad. Esto hace recordar las cofradías de

la edad media. En fin, la llegada de los españoles y africanos a nuestra tierra se

convierte en mestizaje en que se unen diversas culturas y expresiones de lo

religioso.

b. Un presente con pasado.

Uno de los peligros más comunes al estudiar la religiosidad de un pueblo es

la de reducir gran parte de sus manifestaciones a folklore, corriendo el riesgo de

ver el folklore como los restos de los naufragios de la historia, del eco que queda

de las antiguas tradiciones o como un escaparate de reliquias, como segmentos

flotantes a la deriva en la cultura presente de arcaicas tradiciones. El magisterio de

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la Iglesia está consciente de que es una gran misión de la Iglesia integrar los

elementos expresivos de la religiosidad popular cribándolos de cualquier

incrustación extraña a la fe católica: “La fe no puede expresarse sino mediante

manifestaciones culturales: de igual modo, la evangelización debe enunciarse en

un leguaje culturalmente comprensible, no sólo por razones estratégicas de éxito,

sino también por razones teológicas: “la Palabra se hizo carne” (Jn 1,14). De poco

serviría un mensaje que no se entendiese e injertase en la vida de las personas y

los pueblos” (La proclamación…, 83).

El pueblo trujillano tiene un profundo arraigo en diversas tradiciones que

podemos perfectamente identificar, por ejemplo, en la devoción a San Benito (en

la zona baja y en la paramera), la devoción a San Isidro (en casi todos los

pueblos, especialmente los más agrícolas y pecuarios) o la devoción al Niño Jesús

de Escuque. La fiesta tiene un componente especial en la celebración del santo

patrono. Con ella se honra su memoria y se siente la garantía de su intercesión y

protección sobre el pueblo. Las fiestas patronales en Trujillo no se reducen sólo al

día del patrón, ni aún a la novena. Ellas comportan una larga preparación a cargo

de instituciones como las cofradías y las sociedades teniendo a su vez, fuertes

repercusiones en el ámbito social, económico y hasta político. Durante la novena

se realizan velorios, rosarios, procesiones y en los centros parroquiales se

celebran 9 misas en sectores diversos de la comunidad con procesiones de un

sector a otro de la comunidad. La fiesta patronal tiene como días centrales el de

las vísperas, el del santo y el día de agradecimiento.

Las fiestas navideñas populares son más largas que las litúrgicas (van

desde el 16 de diciembre hasta el día de la Candelaria, el dos de febrero) pero es

indudable la riqueza que aportan a la fiesta litúrgica y la interrelación que existe.

Entre las fiestas populares podemos señalar: las novena de misas de aguinaldo y

sus cantos típicos: los aguinaldos, la preparación de pesebres o nacimientos, los

velorios, el robo, búsqueda y paradura del Niño, los bailes de pastores o

pastorelas, la celebración de la Locaina, la Epifanía y los bailes en honor a San

Benito en el Estado Trujillo durante el mes de diciembre.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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En el caso de la religiosidad popular no se parte de cero, sino de una

religiosidad vivida en una cultura específica donde ha sido anunciado el evangelio

de modo escaso, un evangelio que en algunos casos no ha entrado en la

profundidad de la cultura y se ha quedado sólo en la superficialidad. Ella es un

claro índice de la penetración del evangelio y de la validez del método

evangelizador en una determinada cultura, así como de las limitaciones de dicha

penetración (cf. DP 448-456). Por debajo de una evangelización aparentemente

bien realizada, persistieron, muchas veces, las religiones autóctonas de los Andes

venezolanos en un paralelismo de tipo genético que hace aflorar la manifestación

del sincretismo como una estrategia de supervivencia de la religiosidad de un

pueblo compuesto en su raíz por una variedad de culturas a la cual no siempre se

le ha ofrecido la posibilidad de un camino de inculturación evangélica. Dicho

proceso es un derecho de los pueblos que acogen el evangelio y un proceso

presente en el evangelio.

Es importante señalar la actitud de Jesús durante su ministerio público de

frente a la religiosidad judía. Jesús tiene una cosmovisión y usa el lenguaje de los

pequeños, no complica las cosas, va a lo esencial, a lo que es importante. Su

mensaje va dirigido a favor de la vida, de los pequeños (cf. Mt. 12, 1-8; 15, 11-20;

19, 1-9), evoca a lo largo de sus mensajes parábolas populares, utiliza el humor

cuando habla de las cosas de Dios (cf. Mt. 7, 3-10; Mc. 10, 25). Jesús presenta

como lugar de encuentro con Dios la comunidad, donde se adora a Dios en

espíritu y verdad (cf. Mt. 18, 19; Jn. 4, 2-3), su relación con el Padre es una

relación confiada y de Hijo. Jesús se opone a la concepción oficial de santidad

ritual y condena la religiosidad como sólo manifestación exterior, como simple

espectáculo o exhibición, por eso insistirá constantemente en la necesidad de la

conversión y de una fe viva y fiel. Se opone a toda religiosidad antihumana.

c. Un presente que afronta retos y mira al futuro.

Trujillo, comparada con otras regiones no andinas y estados del país, vive

un proceso de evolución peculiar manteniendo en cierta manera una forma de

visión del mundo diferente como consecuencia de su tradición religiosa católica

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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practicante: es un pueblo que va a misa dominical en proporción mayor a otros en

el país, se organiza en torno a formas institucionales de pertenencia, como

movimientos y grupos o comunidades. Es impensable la aparición de un nuevo

barrio sin que surja la necesidad de construir una capilla o templo. Al mismo

tiempo, en estos últimos tiempos hemos visto proliferar nuevos grupos religiosos,

cosa que hace unas décadas era impensable en los Andes. Asimismo los cultos

mágicos chamánicos han sido influenciados o suplantados por la Santería Cubana

u otras prácticas religiosas afines.

La secularización es otro proceso imparable. Por ella el pueblo valora las

realidades terrenas, la organización social, la solución de los problemas

económicos, la política. Todo sin necesariamente mirar la acción de Dios y su

presencia. Es el influjo de una cultura sin Dios que puede llegar a convertirse en

un ateísmo práctico. Por eso es necesario saber valorar equilibradamente la

autonomía de la obra que Dios ha puesto en manos de los hombres. En este

cuadro es necesario integrar la fe y la praxis religiosa y sus manifestaciones

culturales. Llamaríamos a esto una inculturación de la fe.

El documento de Santo Domingo, redactado por los obispos de América

Latina en 1992, señala que la Iglesia “deberá poner una especial atención a la

piedad popular… Si los pastores no nos empeñamos a fondo en acompañar las

expresiones de nuestra religiosidad popular purificándolas y abriéndolas a nuevas

situaciones, el secularismo se impondrá más fuertemente en nuestro pueblo

latinoamericano y será más difícil la inculturación del Evangelio” (n. 53).

Hay otros retos que igualmente influyen en la esencia religiosa de Trujillo

que no podemos examinar ahora, como la relación entre religiosidad y política, los

valores éticos y religiosos como un todo, la familia y la religiosidad, y otros más.

Conclusión

La Iglesia Trujillana, a la cual represento como obispo, es un gran

reservorio de espiritualidad, compuesta por un pueblo profundamente marcado por

una experiencia religiosa que se expresa en formas culturales de honda

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raigambre. Es un pueblo que ama a Dios y celebra su fe, sencillo y respetuoso. En

el corazón de este pueblo convoqué el Martes Santo del presente año al primer

Sínodo Diocesano de la Diócesis de Trujillo. En él nos integraremos todos: el

Obispo, los sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas,

movimientos apostólicos, laicos agentes de pastoral. Será un momento de gracia

en el que el tema de la religiosidad popular estará allí como un gran desafío y una

oportunidad para asumir una iglesia más inculturada y más fiel al evangelio del

Señor.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Análisis del turismo y de la gastronomía trujillana

María Briceño Pacheco de Gil.

Un trabajo literario e histórico referente a la gastronomía y costumbres en

preparación de alimentos, como una miguita de arepa en contribución al

Congreso. En “Memorias y Saberes” como se llama mi librito que en fecha

reciente, bautizó la Escuela “27 de Noviembre de 1820”.

Los tiempos son realidades, no podemos vivir el presente sin conocer el

pasado, ni hablar de un futuro sin la observación presente de algo como fue y es

nuestra alimentación en las diferentes épocas y variadas formas de preparación

desde nuestros ancestros aborígenes hasta la llegada de los blancos época

colonial, colonia italiana y otras procedencias. Santa Ana de Trujillo desde su

fundación fue privilegiada en cuanto a su ubicación geográfica, y los primeros

habitantes como los Vitoraes Vitoroes, Guandaes, vecinos Siquisayes y otros, se

fue haciendo el pueblo a lo largo del camino real que conducía al Tocuyo y

viceversa. Trujillo entrando por Carache fue la puerta de entrada de la conquista

pacífica en la religión católica, con su sede principal en el Tocuyo; donde estaban

los primeros Maestros (dominicos, misioneros, capuchinos y frailes) con sus

múltiples enseñanzas de la religión, idioma crianza de animales, cultivos, escuelas

de elaboración de pinturas vegetales, construcción, etc.

Así se fueron dirigiendo a la gigantesca y en especial a la primera ciudad

fundada: Nuestra Señora de la Paz de Trujillo. Los caminos reales al Tocuyo eran

muchos pero hoy me refiero al de Santa Ana a Trujillo, donde se encontraban los

miserables bohíos y chozas de los Vitoraes que servían de posada y

pernotaban.Santa Ana, específicamente en el Vitoró donde en 1668 comenzó a

poblarse en miserables chozas cubiertas de jayo y paja fueron cambiadas por

bahareque de tierra con puertas y paredes cubiertas de tierra y piedras que

albergabando transeúntes que a veces al quedarse se deleitaban viendo comer a

los indios cozoes (sopas de carnes y verduras) pero la mujer santanera suspicaz

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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miraba el contenido de la marusa de ellos con los mismos productos, pero en

diferente cocción, así se intercambiaban unos con otros y oían algo como esto

cuando los indios decían: machu- cupieni ris jorotí capisque significa pásame el

taparo del ají, a las miserables vajillas les decían ta tu ques . Por eso había una

copla que últimamente enardecía a los Hateros: “Los indios del Hato, Tatuque y

Mazato”

Tatuque= Jícaras, taparas

Mazato= Bebida de maíz salcochado y fermentado para embriagarse.

Por los caminos reales pasaban conquistadores de Caracas a Bogotá,

misioneros, piratas, fundadores, exploradores y otros.

Por uno de estos caminos fue la llegada de la 1era imagen de Santa Ana

como patrona, madre de María hoy Santa Anita. Los religiosos traían a Santa Ana

como bandera para que la mujer como cabeza de familia enseñara y educara a

sus niñas fortaleciendo los hogares y así progresaban pueblos y por supuesto la

provincia, como fue Santa Ana de Coro la primera ciudad con ese nombre y

después muchos santanas.

La mujer fue y es figura importante en la elaboración de alimentos, el cultivo

y mantenimiento de huertos, gallineros, chiqueros, jardines, conucos. Los hombres

con sus caballerizos, alambiques, haciendas, hera (lugar donde se trillaba el trigo,

las arvejas y caraotas, estos eran trillados por animales) también construían

trapiches y hornos.

En la época colonial llegaron variedades de semillas: arvejas, trigo, café,

caña de azúcar; también llegó: ganado vacuno, asnal, caballar, porcino, aves de

corral como: gallinas, pavos, patos, que además de asustarnos, aprendimos a

cuidarlos, servirnos y beneficiarnos de ellos como los becerros de la Becerrera

otro camino real de Tocuyo rumbo a Boconó, al Llano y lugares altos de la

Cordillera Andina.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Al llegar los italianos se casaron con damas santanenses: Mazei-Sáchez,

Talamo-Pacheco, Talamo-Santander Siervo-Barreto, Capozzoli-Vale, Anselmi-

Gonzalez, Cestari-Villegas y de otras lugares como los Cortes, con las bonanzas

del café se enriquecieron, se alimentaban mejor, buscaban formas diferentes de

preparar los alimentos, ya no eran vegetales cocidos, ni carnes de animales del

monte, pescado seco de los puertos de Alta Gracia, salón (chivo seco) de Carora,

panela y aguardiente de Carache, ya se tomaba leche se hacían quesos o

cuajadas, mazamorras de harina o masa de maíz con leche y panela aliñados con

clavos, panela, anís, eneldo, guayabita, conchas de naranja y otros; construyeron

hornos para ayudar a los fogones de 3 topias para cocinar y hornear, usaban

técnicas para secar y ahumar: chorizos, morcillas, tortas de hígado, sobre los

fogones cuerdas para secar carnes de res, cochino, ovejo, pescado en balayes o

manares y joros colgantes para guardarlos quesos y otras comidas, de la res se

utilizaba todo hasta las patas para las sopas y aliados, de la piel del cochino o

cueros se sacaba el tocino.

Para almacenar suficiente agua cristalina y fría se usaban las tinajas

grandes con tapas y fafolles (jarro con oreja larga para servir), el ají era primordial.

Se hacían dulces de higo, majarete, buñuelos de apio y de yuca, colombiano

(dulce de huevo con leche) pasta-flor, delicadas, moras de sidra, dulce de coco

toronja y muchos más… mistelas, aguardiente, san jonero, cocteles como la leche

de burra.

Pero la arepa pura o rellena, el mojo de ají de leche con huevos y ramitas

de olores, sopa de arvejas, de res, de verduras, mojo de sardina con huevos,

arvejas caraotas, café (guarapo) estos fueron y siguen nuestros platos cotidianos.

El arroz y el espagueti hoy en día se consumen bastante. Las recetas

dejaron de ser de familia, hoy los medios audios visuales e impresos ayudan a que

se hagan platillos novedosos con los mismos productos básicos.

En épocas como la Navidad y Semana Santa, se hacen comidas

especiales.

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En Semana Santa se cocina pescado seco frito, sopa de pan, ensaladas, y

algo que no puede faltar en esta época son los dulces: quesillos, tortas, gelatinas,

dulces de coco, piña, cabello de ángel, toronja, higos, lechosa y mucho más.

En Navidad la hallaca la cual ha sufrido transformaciones antes era carne

de res, cochino, garbanzos, chayota, tocino, se envolvían en hojas de cambur

amarradas con tiras de cascaron. Hoy día son masas de harina precocida carne

molida en máquinas, aceitunas, alcaparras, pasas negras y verdes, vinos, carne

de gallina, tocineta, salsas, clavos de olor y una pizca de azúcar. Se bebe whisky,

vinos champanizados, cervezas, ponches y otros.

Turismo

Si estuviéramos preparados o tuviéramos una cultura al turismo

venderíamos hasta el viento, pero por naturaleza propia, nos apena vender,

promocionar, hacer dinero con lo que poco nos ha costado como son las plazas,

monumentos, parques, sitios naturales como miradores.

La posada no ofrece espacios ni los utiliza como exposiciones de platos, ni

trabajos manuales, se hacen muchas cosas pero no somos consecuentes, ni

tenemos espacios para venta diaria.

Contamos con dos monumentos nacionales: Monumento a la Entrevista de

Bolívar y Morillo y la iglesia. Otras plazas: Sucre y Plazoleta del General Tomás

Montilla y la de las Mujeres del Llanito.

El parque el Tanque, mirador piedra del Zamuro, caminos y vista del

Páramo. La Sabanita o el Falcón Crees de Gerardo artigas.

La Posada, La Casa de la Diversidad Cultural del Estado Trujillo con sede

en Santa Ana. La Capilla de la Milagrosa y venerable Santa Anita.

En la Navidad los pesebres, los locos.

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Velorios de San Antonio y la Santa Cruz, casa coloniales con zaguán,

patios centrales y jardines de algunas casas que todavía se conservan en la

población.

Trabajos manuales de bordados, tejidos, diversas manualidades de

hacendosas damas de Santa Ana, lo hacen para su uso mas no para la venta.

Con estos recursos presentados la población de Santa Ana se vislumbra

como un pueblo con potencial para explotar el turismo.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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ENCUENTRO CON LOS JÓVENES

La Historia de Trujillo como espacio de reflexión

Lucía Parra

La Historia explica al ciudadano y por el examen del pasado

le marca el ritmo seguidero.

Mario Briceño Iragorry

La Historia como elemento de creación

Deslindar a Trujillo como isotopía en tres tiempos resulta paradójico cuando

en todo caso se debe considerar la vitalidad de la tradición histórica en movimiento

dialógico entre el ayer y el hoy a manera de base para la construcción de la

cultura. La continuidad histórica establece puntos de conexión entre un pasado

que marca pautas para comprender el presente y permite sentar las bases para

fortalecer la identidad cultural a las generaciones futuras.

La Provincia de Trujillo es espacio de enunciación cargado de signos y

símbolos que metaforizan hechos y personajes históricos como pilares

fundamentales de la causa emancipadora, tierra de la guerra y de la paz,

escenario donde se firmaron importantes documentos de la época independentista

e historia de una singular generación de plurifacultos que dejaron un importante

legado a partir de toda una obra comprometida con su historia cultural y sus

tradiciones. Porque cabe destacar que luego de la época independentista, se

continuo una lucha por la auténtica emancipación fundada como ideal utópico,

esto es, la libertad cultural que se busca alcanzar con la formación ciudadana.

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Si como futuro de ayer nos corresponde interpretar lo que fue Trujillo,

diríamos que fue la tierra de grandes personajes, cuna de próceres luchadores

que hicieron la libertad , tierra de importantes íconos que cultivaron la cultura

trujillana y son ahora nuestra referencia histórica para construir el futuro: Cristóbal

Mendoza, primer presidente de Venezuela; Antonio Nicolás Briceño, insigne

batallador independentista; Mario Briceño Iragorry, icono intelectual para el

pensamiento cultural venezolano; Fabricio Ojeda, luchador por la liberación de

nuestro país; entre otros personajes que representan desde la cultura bélica a la

cultura de las ideas un trascendente legado de valores para resignificar el

momento actual y proyectarnos al futuro, ellos son el mejor soporte para la

garantía de la historia nacional.

La historia de Trujillo está fundamentada en la tradición de utopías

fundacionales de una patria que ha buscado construirse constantemente, Trujillo

es cimiento de la libertad, es plano enunciativo que permite construir el ideal de

nacionalidad, porque lejos de quedarse aislado, este espacio de tierra es

primordial para construir la identidad cultural venezolana; y ello lo vemos

resignificado en los importantes hechos históricos que se gestaron en esta tierra,

la Proclama de Guerra a Muerte y el Tratado de Regularización de la Guerra, el

primero suscitado en el escenario de la Campaña Admirable, circunstancia

histórica que hoy se trae a la memoria en el marco de su bicentenario.

Entonces la tarea de hoy es ver esta circunstancia histórica desde una

conciencia reflexiva; las distintas batallas que en la Campaña Admirable fueron el

medio necesario para lograr la libertad Suramericana y donde Trujillo fue

protagonista, cómo puede ser un elemento de reflexión para construir la cultura

actual y su proyección a futuro, donde se vea la continuidad del pasado con fines

de complementación y proceso creador de cada generación.

Somos herederos de un pasado glorioso, pero no por ello debemos vivir

solo a cuenta de tal pasado, necesario es extraer de allí los valores para

reconstruir el momento actual. Es precisamente el pasado histórico la base para

crear una conciencia de nacionalidad, fundar lo identitario en función de la patria

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con sentido de pertenencia. Por ello, es propicia la ocasión para referir estos

hechos que trascendieron la historia, reinterpretarla y no hacer de ella, como dice

Mario Briceño Iragorry, solo un ritual funesto que conmemore fechas donde unas

epopeyas bélicas se entremezclen con unos pocos nombres sin que se llegue a la

reflexión de tales hechos. El sentido de la tradición está en interpretar y dar

continuidad a la historia para reconocernos desde el arraigo y seguir construyendo

nuestra cultura.

Los pueblos donde solo se conmemoran hechos y personajes sin dar un

significado a los mismos resaltan la fragilidad de su memoria puesto que resulta la

ausencia de la cosa recordada, una separación entre el sujeto y la circunstancia

histórica. Desde lo conmemorativo, en tanto memoria manipulada, el hecho

histórico se hace extraño al sujeto, y a consideración de Ricoeur, consiste en la

recuperación de las tradiciones muertas de fragmentos del pasado del que

estamos separados, no se da desde el presente como consecuencia del pasado y

eso produce un ajenidad en función al hecho histórico.

La necesidad de conocer el pasado mantiene viva la memoria de los

valores como elementos indispensables para la reelaboración de la cultura de

cada generación. A partir del conocimiento de la historia el ser humano se forma

para ser partícipe de la dinámica cultural ya que no permanece aislado sino que

de alguna manera está comprometido con su historia cultural y sus tradiciones.

Pero lamentablemente hoy por hoy las virtudes ciudadanas que son la esencia de

hechos y personajes solo han servido como rituales para el detrimento de la

memoria. Los valores morales que deben ser la base para la formación de

hombres libres de pensamiento y de actuar se han quedado en los anaqueles del

tiempo, por ello, la historia no debe ser solo conmemorativa sino resignificada para

aprehenderla con sentido de pertenencia.

La cultura como tradición está mediada por la idea de una autoridad

específica, la autoridad del pasado, ¿Cuánta importancia puede ejercer el pasado

para la continua construcción y la constante renovación de la cultura?, la tradición

concede un valor positivo a la dependencia que posee el presente respecto del

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pasado, el cual le da la mirada de superioridad porque le aporta cierta enseñanza,

esto es, otorga las bases para interpretarse y construir el futuro.

Por ello, para interpretar el presente que hemos heredado hay que conocer

el pasado, más allá de sucesiones cronológicas, es ver la historia como una

disciplina moral que sea cimiento para la construir la identidad, donde el sujeto se

reconozca y sea capaz de proyectarla, puesto que como referimos en el epígrafe

con don Mario “La Historia forma parte de la educación cívica del pueblo” (Briceño

Iragorry; 177). Nuestro presente sufre de una falta de memoria y con ello se corre

el riesgo de perder la identidad, nuestro presente sufre una crisis de identidad

cultural, hay, para seguir con don Mario, crisis de conciencia. El Trujillo que se

construyó para este futuro ha perdido sentido, se ha perdido el valor de lo histórico

y la memoria tan solo se quebranta continuamente.

Por lo tanto, urge dar valor a la historia, resignificar el hecho de que ser

trujillano implica una particularidad histórica trascendente, como sujetos

pertenecemos a una historia, somos producto de ella, necesario es mirar el

pasado para proyectarse al futuro, dar continuidad al sentido moral, pero también

reactivar el sentido de una moralidad fundada por hechos y hazañas de

personajes trujillanos. Como la historia, urge la moralidad para recuperar el

sentido de la misma que debe transmitirse por una tradición de la historia.

Sin embargo, tampoco basta con solo conocer la historia, no basta conocer

los hechos de hombres y mujeres que glorificaron nuestro terruño por sus

acciones y nos hace enorgullecernos de él, hace falta reconocer nuestros propios

momentos históricos, interpretar el presente que estamos viviendo afectivizando

cada instante desde la memoria que se enraiza a cada hecho de nuestra utopía

histórica, y desde allí comprender el presente mediante una conciencia subjetiva

que permita fundar el reconocimiento y la identidad con el Trujillo que heredamos.

Es establecer lazos de intersubjetividad con nuestra patria chica, de donde

nace el ideal de Trujillanidad , en la identidad de cada sujeto que se reconoce con

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el espacio desde la afectividad para dar continuidad al pasado desde el presente

como mediador entre un pasado vivo en sus tradiciones y un futuro incierto.

La visión de Trujillo como isotopía cultural y tradición histórica no debe

quedarse solo allí, sino acceder a la madurez del juicio. El presente cultural debe

mirar el pasado histórico como algo realmente valioso, porque lo histórico

representa un valor cultural, pero debe proyectarse hacia la construcción de su

propia superioridad, es lo que realmente debe volverse tradición, entonces es esta

la mirada hacia el futuro.

Se reclama la necesidad de ir hacia el pasado para fundar la identidad y ello

crea a su vez un sentido de pertenencia como alma de la conciencia histórica,

pero esta continuidad amerita un distanciamiento que abra paso a la crítica como

fundamento para poder observar las torceduras históricas. Es la oposición entre

pertenencia y distanciación que plantea Ricoeur para establecer el marco en que

se fusione el presente con el pasado a partir de una distancia productiva, que

establezca la comunicación entre dos conciencias para hacer posible la

transmisión de la historia proyectada a las generaciones venideras.

Trujillo es texto que se lee, es espacio de la significancia que permite

comprendernos para construir nuestra historia, nosotros somos el futuro de ayer

que interpretamos sus planos representativos, y nuestro deber es resignificarlos

para las generaciones futuras, debemos dar sentido a la tradición como esencia

creadora y como fuerza identitaria del suelo trujillano. Pero para ello hace falta la

reflexión, no es solo conocer el pasado, aceptarlo y aprehenderlo, también es

necesario trasladarlo al juicio crítico desde donde sea posible observar las

dimensiones históricas y los quebrantos que padece la cultura, en un sentido de

creación constante, puesto que “en el campo de la Historia de los pueblos es

imposible futurizar sin juzgar el alcance y la dimensión de los futuros que ya

fueron” (Briceño Iragorry; 212). Es reinventar la memoria histórica en función de la

libertad, para que la tradición se mantenga vivificada desde una distanciación que

reinterprete y re-cree tal historia desde el reconocimiento que arraiga al sujeto

para interpretarse y construirse a sí mismo.

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En todo caso, la historia son sus hombres, la cultura la construyen los

hombres, la sociedad debe impulsar para que cada hombre alcance desde su

concepción libertaria, humana y cultural, y en el reconocimiento de sus

capacidades y potencialidades, el fundamentar su propia cultura. En este sentido,

“(…) discurre una corriente utópica y visionaria: la de la constitución del individuo

como conciencia reflexiva y autosuperadora, la de su establecimiento ético por el

establecimiento de su libertad, como resultado de su potencia crítica” (Ballesteros,

1990: 40).

Si heredamos esta tierra de la Paz, como insustituible valor que significó en

su momento la vía para conciliar como los pueblos civilizados, es ese el

fundamento ideal para construirnos desde la libertad cultural, siendo ciudadanos

comprometidos con la tierra natal, con la historia y la cultura, conscientes de la

necesidad de pueblo, una patria con sentido de pertenencia. Además de ser tierra

de la Paz, Trujillo es la utopía hacia el futuro que se debe construir para la libertad

mediante la crítica de las distorsiones registradas y encontradas en la historicidad,

porque la historia de Trujillo es y seguirá siendo, la utopía para seguir soñándola

como tierra de grandes y para las grandes hazañas.

Construir la cultura desde la razón sensible, reflexión con sentido de

pertenencia, donde el espíritu sensible sea el impulso hacia la verdadera

emancipación, la soberanía legítima que se debe reflejar en el ser trujillano

considerando la libertad como valor ético, para de esta manera, trascender como

ser autónomo desde una conciencia ética, que alcance a crear en el hombre el

pensamiento reflexivo para la construcción y consolidación de su cultura.

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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Referencias bibliográficas

- Ballesteros, Manuel. (1990). El principio romántico. Barcelona.

ANTHROPOS.

- Briceño Iragorry, M. Mensaje sin Destino y otros ensayos. Caracas.

BIBLIOTECA AYACUCHO.

- Briceño Iragorry, M. (1989). Páginas. Caracas. Instituto de Altos Estudios de

América Latina de la Universidad Simón Bolívar.

- Ricoeur, P. (1986). Ética y Cultura. Buenos Aires. Editorial DOCENCIA.

- _________ (2000). LA MEMORIA, LA HISTORIA, EL OLVIDO. Buenos

Aires. Fondo de Cultura Económica de Argentina.

VII Congreso sobre la Trujillanidad

Pasado, Presente y Futuro de un lugar llamado Trujillo

Santa Ana, Estado Trujillo.

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No le llamemos futuro, ni tampoco porvenir. Es un Trujillo por hacer y por

construir

Jesús Alejandro Segovia

Trujillo, en sus inicios como provincia determinante para el logro de la

independencia de este país, contó con pobladores, que con visión sinérgica y con

metas comunes, comenzaron a construir un Trujillo libre, consciente, educado,

culto y productivo. Un Trujillo que poco a poco como buen diamante comenzaría a

brillar con luz propia. A pesar de los terremotos, invasiones y guerras civiles que

padecimos en nuestro génesis, no se permitió que se crispara esa cohesión que

existía en los trujillanos originarios. Obtuvimos victoria tras victoria, que iban más

allá, incluso, de un deseo de libertad. Nuestros ancestros, siempre pensaron en un

Trujillo con trujillanos de primera categoría y de alto talante. Un Trujillo que

contribuyó a la conquista de la independencia y luego cooperó a la instauración de

la democracia, fue capaz de dejarse resquebrajar por aquellos males que poco a

poco fueron sembrando raíces en el seno de la sociedad, y que hoy permiten que

este estado sea siempre uno de los últimos mencionados en el país y no

precisamente porque su nombre comience por T”. El lenguaje del trujillano

próspero y boyante de siglos atrás, fue cambiado por el argot del clientelismo, la

apatía, el conformismo, gran pesimismo y una nueva dependencia amarrada a

dádivas estatales.

Es así, cuando llegamos al siglo XXI, y en virtud de tantos males

precisados, análisis compartidos y tantas ganas de triunfar de un colectivo, nace y

se cultiva una nueva generación, una camada que percibe al pasado como un

reflejo de aquello que acaba de pasar un minuto atrás, y que se inspira en la

brega por la nueva independencia del Trujillo, la purga de la democracia y la

construcción progresiva de un sentimiento que nos permita a todos, de manera

congruente y armónica, avanzar hacia un estado que cuente con ciudadanos con

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valores, ideales e identidad. Hay tanto por hacer en un Trujillo que vislumbra y que

no ha sido verdaderamente descubierto por los trujillanos.

EL POR HACER

LA NUEVA INDEPENDENCIA DEL TRUJILLANO

Se hace necesario en estos tiempos, rescatar aquellos valores

fundacionales y trascendentales que llevaron a los patriotas del siglo XVIII e inicios

del XIX, a luchar por la liberación de las cadenas opresivas impuestas por los

colonizadores. Aquel, fue un Trujillo que a pesar de las diferencias entre razas e

intereses, decidió anteponer los valores y principios supremos de libertad e

independencia humana. Ese tren libertario, que en principio, nos llevó a recorrer

de manera firme un trayecto republicano de avances, con cero sumisión, donde

cada trujillano se sintió tan libre, que con la articulación de su intelecto, pasión,

sudor y trabajo pudieron ayudar a hacer crecer esta tierra.

Hoy por hoy, hemos olvidado ese sentimiento de unidad y de metas

comunes que como trujillanos un día los patriotas nos sembraron. Fue así y de la

nada, como un siglo y medio después de historia republicana, decidimos subsumir

nuestros intereses sociales a los intereses de una cúpula de poderosos.

Permitimos que nuevamente la dependencia política del poder se inmiscuyera en

la vida social del estado. Se sembró y echó raíces la peor de las criaturas nacidas

en esta bendita tierra, cuyo nombre de pila es “Paternalismo” y se apellida

“Conformismo”. Ese retoño fue creciendo a medida del tiempo, hasta convertirse

en un adolescente con graves vicios, que hoy, hacen estragos en todos nosotros

los trujillanos. Esa anomalía padecida, como todo buen vicio, nos ha creado una

enfermiza dependencia a ciertos factores que no nos han permitido seguir

avanzando en lo individual y en lo colectivo. Fue capaz de corromper todo tipo de

valor de superación, y nos aferró plenamente a limosnas estatales. Fuimos

capaces de permitir que los hombres del poder se convirtieran en maquinas

hegemónicas casi invencibles. Digo casi invencibles, porque es nuestro deber,

como se enuncia al principio, perseverar en el rescate de esa independencia que

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costó tanta sangre a nuestros próceres, que con gallardía un día decidieron

engendrar, desde Trujillo, una patria libre. La independencia plena de los

trujillanos es una de las cosas que tenemos por hacer. Lograr que cada trujillano

se sienta libre y desatado, un ser humano listo para emprender por sí mismo el

mejor de los caminos, desde Trujillo y en beneficio de los trujillanos. Sólo así

quedaremos absueltos por Dios y por la historia en este, nuestro pasar, por esta

tierra andina.

EL CONSTRUIR

UN TRUJILLO CON VALORES INSTITUCIONALES

Tanta importancia tuvo el proceso independentista para Trujillo, como

también lo tuvo el proceso de derrocamiento de la dictadura y la instauración de la

democracia. Ambos períodos representan dos grandes oportunidades para la

evolución de Trujillo.

La democracia trae consigo la instauración y el ejercicio de una

institucionalidad plena, que nazca desde el seno de los poderes del Estado y sus

dependencias, siempre en beneficio de sus ciudadanos. No obstante, hemos

padecido en la larga historia de Venezuela, una grave crisis institucional que data,

en principio, desde la proclamación de la independencia y la instauración de las

primeras instituciones, donde se pregonaron, por primera vez, valores y principios

de una fulana libertad y algunos conceptos de igualdad en una sociedad que

verdaderamente nunca los había practicado. Posterior a eso, sufrimos largos años

de guerra federal y mucha violencia, lo que permitió afianzar la crisis en el país, y

profundizó el desierto institucional. Sin duda alguna, estos hechos y sus secuelas

repercutieron en Trujillo, por ser Trujillo una de esas provincias en pugna. En

consecuencia, nuestra institucionalidad sufrió también ciertos desvíos, con

resultados altamente negativos, como los fueron: la instauración de la anarquía

social; veneración al caudillo; y corrupción del significado y práctica de ciudadanía.

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Este triunvirato (no visto como forma de gobierno, sino por el contrario

como una forma de desgobierno) ha permitido una alianza, tan cohesionada como

tan negativa, de estos tres elementos sociales que han logrado tergiversar el

verdadero concepto y sentido de la institucionalidad. Es por esto que, hoy vemos

como en Trujillo seguimos tolerando, ya de una forma tan común y tan natural, que

se afiancen de manera insostenible las raíces de un caos social avalado por

caudillos, aun existentes, `populacheros` y con sed de poder, que a su vez, han

permitido la consolidación de ciudadanos sin identidad, en su mayoría

inconscientes, con poco interés por cumplir y hacer cumplir las leyes y de igual

manera ciudadanos incapaces de promover y cumplir valores y principios.

Ahora bien, nuestra labor generacional se fomenta esencialmente en

construir un Trujillo con instituciones que laboren de manera efectiva y

transparente, que permitan por primera vez el credo y el respeto hacia la norma

por parte de los ciudadanos. Para esto requerimos un arduo trabajo colectivo y en

equipos, para estimular y promover sin descanso y con absoluta convicción el

renacimiento del nuevo trujillano, no por decreto ni tampoco cambiando de sufijos

como en algún momento se intentó, sino que por el contrario sea un trujillano que

se reencuentre con sus raíces originarias y renazca en un nuevo espíritu que le

permita tener fe que si podemos ser trujillanos con valores y principios, que

trabajemos por la instauración de un verdadero orden social en beneficio de todos

como ciudadanos de esta tierra de grandes oportunidades.

LA OBRA FINAL

UN LUGAR QUE LLAMAREMOS TRUJILLO, CON T MAYÚSCULA

Los trujillanos en lo cotidiano, nos decimos llamar guerreros de la montaña.

Ahora, es momento de transformar ese sentimiento en una gran vivencia. Es hora

para que los verdaderos guerreros ensamblemos nuestros sueños, apuntemos

con precisión hacia el mañana y redescubramos, entre tantas montañas, ese

espíritu que en algún momento movieron a nuestros grandes, esos que parió esta

tierra. Continuemos con la gesta que ellos apenas sembraron en los comienzos de

Trujillo. Imaginemos a un Mario Briceño Iragorry, a un Antonio Nicolás Briceño, al

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venerable José Gregorio Hernández, sólo por citar los más nombrados, sentados

en estas sillas, visionando el Trujillo a partir de hoy, de esta hora. Veamos por los

ojos de esos grandes de la historia, y sintamos que somos capaces proseguir el

legado de esos gigantes. Es hora de materializar el `Por Hacer` y `Por Construir`

de Trujillo, nada de futuros inciertos ni de porvenires, porque nada llega por sí

solo. Necesitamos de un Trujillo con hombres y mujeres comprometidos altamente

con valores ciudadanos, que se sientan verdaderamente libres para emprender un

camino cierto y de desarrollo y que a su vez existan las instituciones que lo

soporten en ese trayecto. Ameritamos de un Trujillo que en lo colectivo

encontremos el norte consagrado a metas comunes y organizadas. Necesitamos

fomentar en los infantes de hoy la educación y conciencia necesaria para ayudar a

re-direccionar el timón de este barco que en algún momento se desorientó. En

medio de esta oscurana, pero circunstancial tormenta, hemos encontrado una

nueva esperanza. ¿Si en el Trujillo de ayer sobrevivimos a terremotos, invasiones

y guerras porqué no podemos, en el Trujillo de hoy, emprender un camino que

venza tantos paradigmas negativos? Nos toca dar la cara o emigrar como el resto

que se ha ido a causa del pesimismo. Es hora de encontrar la excusa perfecta

para fundar el proyecto que cosecharemos mañana cuando logremos todos, el

gran objetivo de conseguir en los libros de Venezuela y el mundo un lugar llamado

Trujillo, con T mayúscula.

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La Trujillanidad es mi identidad

Ángel Fuenmayor

(Estudiante de la carrera de Derecho-UVM)

Un elemento importante de la ciencia ficción es el imaginarse los miles de

posibles futuros, y la manera en que la sociedad estará funcionando en ese

momento; es tal la pasión sobre este tema que nos debe importar el futuro porque

es el sitio donde pasaremos el resto de nuestras vidas.

Referirme a lo que esperamos en un futuro próximo para Trujillo, no es una

tarea fácil; ya que las necesidades son ilimitadas y los recursos parecieran ser

escasos para la consecución de mejoras notables; pero no todo esto es cierto,

claro que existen deficiencias pero estoy seguro que contamos con el capital

humano necesario para dejar de ser un resultado del pasado y convertirnos en la

causa del futuro.

En Trujillo necesitamos urgentemente desarrollar un valor agregado, que

quiere decir, promover la identidad a través de la Marca de la Trujillanidad. En

Derecho Mercantil es la imagen y marca propiamente dicha del producto. Todo lo

que se haga y produzca en Trujillo se le debe crear ese valor agregado;

lamentablemente no se está produciendo en cantidad y en calidad lo que

históricamente producíamos, pero yo veo en Trujillo el compromiso de un equipo

de lideres creando la primera Escuela de Trabajo Agrario, hecha aquí en nuestra

entidad, para formar los nuevos agricultores que recuperarán la economía y el

bienestar del pueblo que en una ocasión estuvo muy cerca de ser la capital de

Venezuela y que incluso fue el primero en declarar su independencia.

La siembra, la cría de ganado, la avicultura debe estar sujeta a un doble

propósito, la producción propiamente dicha que contribuye con los planes

regionales y nacionales de desarrollo y la oportunidad de generar un atractivo

financiero para que las personas que desconocen este tema y tienen recursos

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para invertirlo puedan efectivamente arriesgarse a intentar ser corresponsables de

un mejor Trujillo, y eso se logra, produciendo calidad de vida para satisfacer el

mayor número de necesidades posibles. No todo es culpa de los detentadores del

poder, esa concepción para muchos líderes financieros del mundo es errada, ya

que el desarrollo y el éxito depende de cada uno de nosotros, claro el Estado debe

Garantizar la igualdad de oportunidades para que todos podamos acceder a esos

medios de superación y éxito tanto personales como colectivos.

En este mismo orden de ideas a partir de ahora yo me imagino un Trujillo

potencia en el sector agrícola, en el cual se fusiona la producción con el turismo;

los espacios de siembra entre las caminerías deberán ser más amplios, ya que

vendrán turistas de todas partes de Venezuela a observar la calidad de nuestras

cosechas; de eso se trata también el valor agregado, que el resto de Venezuela

identifique los productos Trujillano. Yo también imagino un Trujillo con mayor

acceso vial y desarrollo habitacional en los páramos; este particularmente es un

sueño compartido que en una ocasión me lo comentó mi mamá y la Dra. Xiomara

González, a su vez se viene estudiando por un equipo multidisciplinario de

profesionales reconocidos con el nombre RIM76. El sueño es crear en cada

páramo una colonia de chalets, con todos los servicios; esta idea novedosa es

similar a la ya concebida como colonia Tovar, yo imagino en un futuro cercano,

cada páramo con más de 20 chalets que identifiquen las casas coloniales de ese

lugar en específico, en un corto plazo, dispuestos para el desarrollo turístico de la

región.

De igual manera establecer a través de nuestros aliados internacionales el

intercambio cultural desde aquí de Trujillo para todo el mundo, para eso también

espero que se concrete el sueño de tener un mejor aeropuerto, que nuestros

invitados lleguen cómodamente a conocer las maravillas que nos regaló un Dios

que fue sumamente noble con el pueblo Venezolano a la hora de otorgarnos

tantos recursos naturales, he aquí entonces el ideal de un joven que crece y se

desarrolla inspirado en los más altos valores de arraigo por este mi pueblo nativo,

bien lo decía Don Mario Briceño Iragorry “Jamás sentirá el neto valor y la

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responsabilidad plena de lo nacional, quien no sienta vigorosamente el amor que

lo une a su tierra nativa” El sentimiento de arraigo por esta geografía andina lo he

percibido desde muy pequeño y se ha consagrado plenamente a partir del día que

pisé los espacios físicos de la Universidad Valle del Momboy; uno de los

principales actores de ese amor por Trujillo: los Congresos sobre la Trujillanidad.

Considerando este arraigo, hace más de dos años cuando conocí al Prof.

Barazarte comenzó una nueva preocupación, en principio pasar mi materia de

Desarrollo Humano Sustentable pero como resultado de ello, nace en mi ser un

interés por capacitarme e invertir más en educación. Hoy día me preocupa

muchísimo la capacitación de la juventud en nuestro Estado, los mejores

egresados del bachillerato están siendo exportados al Zulia, Mérida, Lara y

Caracas. Algunos quedamos acá por otras razones del destino, quizás una de

ellas es comenzar a construir futuro aquí mismo, pero realmente el meollo del

asunto está en que debemos establecer y fijar el andamiaje de una nueva

generación altamente competitiva en todas las aéreas académicas de las ciencias

conocidas y por conocer.

El futuro también se debe concebir con base en una educación Universal,

que promueva valores como la ética, sabiduría, responsabilidad, identidad, que

siendo universales pueden ser compartidos por todas las personas,

independientemente de su edad, cultura, raza, sexo o religión; el objetivo es

educar para una vida con sentido. El mundo necesita una educación renovada

porque la actual ya no conecta con la inteligencia de la sociedad contemporánea.

Imagínense que están caminando por la acera con las bolsas de la compra y

alguien se tropieza aparatosamente con ustedes de modo que se caen y la

compra se dispersa por el suelo. Mientras se levantan entre los huevos aplastados

y la botella de salsa de tomate se preparan para gritarle a quien les tropezó ¿Qué

te pasa? ¿Por qué no miras por dónde andas? Pero mientras recuperan el aliento,

se dan cuenta que la persona que ha tropezado con ustedes es, en realidad,

ciega. Él también está en el suelo, encima de sus comestibles, y sus enfados se

desvanecen en un instante para ser reemplazados por interés y simpatía ¿te has

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hecho daño? ¿Puedo ayudarte?... Señores, nuestra situación es parecida a esto.

Cuando nos damos cuenta de que la desarmonía y la miseria del mundo es la

ignorancia, podemos abrir la puerta de la sabiduría y la compasión. Entonces

estamos en posición de curarnos a nosotros y a los demás.

La educación de calidad para Trujillo es esencialmente necesaria y yo

particularmente con un equipo de amigos nos hemos dado a la tarea de abrir las

puertas de la academia de formación y capacitación multidisciplinaria desde acá

mismo, materializando así un sueño que es urgente para nuestro futuro, este

proyecto tiene nombre y apellido, es la delegación para Modelos de Naciones

Unidas de la Universidad Valle del Momboy. Valiente proyecto que representa la

identidad Trujillana alrededor de toda Venezuela, demuestra en cada ciudad que

llega, la capacitación, calidad y la excelencia del Trujillano; un pequeño ejemplo de

lo que estamos haciendo, se puede comparar con los resultados de las posiciones

de las mejores universidades de Latinoamérica que fueron publicadas hace 3 días:

la UCV ocupa el puesto número 22, la USB el 34, la UCAB 63, ULA 71: nosotros

hace 2 meses representamos a la UVM en una Actividad de debate Académico a

nivel nacional con más de 15 Universidades, incluidas esas mismas Universidades

que son las Mejores de Latinoamérica, y obtuvimos el tercer lugar con menciones

honorificas entonces cabe destacar que la historia no siempre recuerda toda la

verdad, sino que existen restos que quedan dispersos, y digo esto debido a que si

nosotros le ganamos en cuanto a academia a esa universidades que aparecen en

ese ranking, quiere decir que nosotros también deberíamos estar en los primeros

lugares, por esa razón es que la historia recuerda la batalla pero olvida la sangre,

de grandes discursos a hechos silenciosos. Lo que recuerde de mí, si es que

recuerda algo en lo absoluto, recordará que este proyecto académico no es el

resultado del pasado sino una causa de un mejor futuro.

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Karla Alejandra Dunn Díaz

(Estudiante de la carrera de Derecho-UVM)

Buenas tardes, gracias por la invitación al VIII Congreso Sobre la

Trujillanidad “Pasado, Presente y Futuro de un lugar llamado Trujillo” Estado

Trujillo- Trujillo capital “Un lugar de Venezuela” rodeado de montañas en el cual

recibe la frescura que llega del Castán”, sitio histórico de recuerdos, histórica

ciudad. Hoy en un hermoso lugar donde Bolívar y Morillo unieron en abrazo un

lazo de amistad, dichosa tierra andina de monumentos históricos y paisajes que

engalanan su belleza.

Desde pequeños todos aprendemos a soñar dormidos y despiertos. Gracias

a la potencia de nuestra imaginación creemos que somos capaces de cualquier

cosa. Sin embargo, según crecemos perdemos esta maravillosa capacidad que

luego tanta falta nos hace en la vida a la hora de ser creativos, de innovar, de

cambiar nuestras vidas y de aportar algo a la sociedad, pero sobre todo disfrutar

del placer de convertir tus sueños en realidad. ¿Te atreves a soñar? Una

interrogante bastante interesante que debemos responder todos los días.

Quien me conoce sabe que soy optimista y que prefiero ver el lado positivo

de las cosas, desde mi humilde ventana como joven trujillana, que a pocos días

despertaré de un lindo sueño y ver la realidad, (como joven profesional). A mí

como a muchos jóvenes me preocupa la problemática que actualmente vivimos en

nuestro país que igualmente afecta a nuestro Estado. Actualmente la crisis

económica, la falta de empleos, la inseguridad y la falta de valores, son solamente

algunos factores en el cual está envuelta la sociedad y por ende los jóvenes nos

vemos afectados.

Siempre he tenido la idea que la juventud es el futuro de los pueblos, de las

grandes ciudades y de la humanidad, Como joven visionaria sueño con un Trujillo

de oportunidades y trabajo para profesionales que recién se gradúan, con una

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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juventud emprendedora que ponga en práctica los principios de respeto, equidad,

justicia e igualdad y que sus líderes y modelos a seguir sean auténticos, un estado

limpio, un estado digno de los trujillanos. Una región con proyección de todas las

bellezas naturales que ella posee, donde haya mayor seguridad, que exista una

organización tanto política como territorial, un estado más seguro donde haya

cordialidad entre los habitantes. Trujillo hermoso es pensar en paz. Sueño con un

Trujillo próspero, con personas humildes, honestas y trabajadoras, que tengan

muchos pensamientos e ideas positivas para poder crecer, todo esto es posible si

comenzamos por nosotros mismos y decimos “YO SUEÑO-YO CONSTRUYO”

nadie puede construir el futuro de los demás, solo tú construyes tu futuro, Solo yo

construyo mi futuro.

Quiero invitar a todos a que formemos parte de un nuevo Trujillo, a soñar

por un futuro mejor en Trujillo, pero sobre todo a construir un verdadero cambio a

futuro y para la nueva generación, analicemos, no nos dejemos ir solamente por

un color, somos millones de corazones, de conciencias de soñadores, cada uno

de nosotros es responsable que la esperanza no se apague, debemos buscar

espacios para la reflexión, porque mientras hoy vivimos el presente, debemos

visualizar nuestro futuro aunque sea incierto; a lo largo de la vida se toman

muchas decisiones, pero tenemos una opción y es cambiar aquello que no nos

gusta de nosotros mismos o de nuestro entorno. Cada día podemos realizar

cambios, forjar nuestro destino, empezar de nuevo y luchar por lo que queremos.

Nunca es demasiado tarde para hacer que nuestra vida sea diferente, no hay

límites.

Hoy les digo a todos los trujillanos, pero sobre todo a los jóvenes que

mientras hay vida hay esperanza, trabajemos por un futuro mejor en Trujillo y no

hay que temer sí trabajamos en conjunto, pronto comenzara una nueva siembra

para mí, empezaré haciendo lo que me gusta para que algún día florezca y pueda

tener el trabajo que quiero. La vida es así; se necesita empezar por lo básico para

lograr lo que queremos. Cuando nos proponemos un futuro podremos cumplir y

alcanzar grandes metas. La vida me ha enseñado que las grandes metas están

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Memorias del VII Congreso sobre la Trujillanidad

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hechas para grandes personas, partiendo de sus sueños, de sus objetivos y de

ponerse en marcha para lograrlos en la cual dará un giro a su vida, donde aportará

energía, motivación, y muchas ganas de dejar sembrado grandes frutos en su

vida.

Para Finalizar: Hoy me gustaría decirles que cuando estén en ese momento

de sus vidas y sientan que tienen todo lo que han soñado, y están tan cómodos

como siempre han querido, se pregunten ¿y si pudiese tener un trabajo mejor?, ¿y

si hago un esfuerzo, para lograr más cosas?, sientan vergüenza de ustedes

mismos, discutan cuando tengan razón, aprendan a pedir perdón, traten bien a

quienes los trata mal, enseñen con el ejemplo, cuestionen todo, no se conformen

con nada, pero sobre todo no se vayan a dormir sin tener algo en que soñar, está

prohibido que un día se parezca a otro y nunca pero nunca piensen que la

comodidad se encuentra en un lugar, la comodidad se encuentra en el camino.

Dejemos que la vida nos sorprenda. Lo mejor está por venir, estoy segura

que de año en años nuevos días conoceremos.

Bendigo al porvenir y no doy vuelta atrás.

Hacer sólo lo que debe, pero sobre todo de la mejor forma que se pueda,

orgullosa de ser trujillana, orgullosa de estar formada bajo el Desarrollo Humano

Sustentable.

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Visión de los Egresados de un Trujillo en el Futuro.

La Preparación Hacia el Trujillo de Nuestras Querencias

Orlando Peña

Egresado de la carrera de Derecho-UVM

Aun cuando lo que constituye la presente disertación es la idea de visión de

un Trujillo en el futuro, no puedo permitirme de ninguna manera, comenzar ese

punto sin indicar primero como veo al Trujillo del presente; la razón de ello está en

que para poder permitirme visionar tan siquiera algo de mi estado, debo entender

como está concebido éste hoy en día.

Trujillo ha sido un Estado de relevancia histórica nacional, está la ciudad

portátil dada la dificultad de su fundación por las resistencias indígenas, este

testigo eterno de la batalla de Niquitiao, peldaño ineludible para el éxito de la

Campaña Admirable, aquí la proclama de Guerra a Muerte y precisamente aquí

(Santa Ana) el abrazo de Bolívar y Morillo, como muestra real ante el mundo que

la lucha, nuestra lucha, debe ser por la paz, la hermandad, la fraternidad, aun

cuando el Armisticio para la Regularización de la Guerra fue firmado en Trujillo

capital.

Este mismo Estado, quien no solamente acoge aconteceres históricos

independistas, sino que además ha dado al país y al mundo grandes personajes,

es que como no escuchar el Conticinio y recordar al maestro Mejías, o quien no ha

leído alguna sonata de una de las poetisas vivas más importantes del país como

Ana Enriqueta Terán, cuantas veces no hemos escuchado una oración de

cualquier parte dedicada a José Gregorio Hernández, a nuestro José Gregorio

Hernández, quién como trujillano no se identifica con Mario Briceño Iragorry

ensayista épico de la literatura latinoamericana, y así muchos más, Cristóbal

Mendoza, Antonio Nicolás Briceño, Rafael Rangel…

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Tengo que entender como está este estado el mismo, que deslumbra con la

belleza del atardecer en la Mesa de Esnujaque, aquel estado cuyas localidades

desde lo alto se observan como un pequeño pesebre, en recuerdo a una inocente

y un tanto elocuente fe de esperanza, aquel que ante la juventud señorial de los

paisajes boconenses, deja perplejo a cualquier espectador.

Hoy en día nos planteamos en un Trujillo del presente, pero un presente

que particularmente encuentro marcado por el descuido, el desinterés, y el ocio no

sólo de sus gobernantes, aunque ciertas decisiones políticas no niego influyan en

el empeoramiento de la situación, pero en términos generales en esta culpa no

hay distinción, mas allá de eso estamos en un Trujillo lastimado por el olvido, por

el desagradecimiento, un Trujillo cuyo patrimonio solo es resguardado por unos

pocos guardianes como un valioso tesoro olvidado, mientras que la juventud se

pierde, pero no en vicios no hablo de ello, se pierde en el camino hacia el interés

personal, se pierde en la senda del desarrollo individual.

¿Cómo veo el Trujillo del presente?, un Trujillo cuyos habitantes se desligan

de su suerte, un Trujillo donde foráneos han trabajado más por él, se han

preocupado más por él y lo han querido más que muchos otros trujillanos de

nacimiento.

Me veo en el deber de hacer este llamamiento, porque nosotros no le

podemos ser indiferentes a la tierra que nos vio nacer, y que quiero vea nacer a

mis hijos y a los de ellos y a los de ellos… pero hay que aclarar bien el problema,

y este radica en que hemos dejado y me refiero aquí a la juventud, hemos dejado

en manos de un pequeño equipo de personas la batuta de nuestro estado y no la

hemos querido recibir, no hemos querido aceptar esa tarea, y es preocupante

porque llegará un momento en que el espíritu de esos trujillanos guardianes esté

dispuesto pero el cuerpo no tanto, ¿entonces que pasará con nuestro legado?,

seremos trujillanos por nacer en Trujillo pero y nuestra identidad, ¿la

perderemos?.

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Entiendo sobremanera que muchos de aquí notarán el carácter fatalista con

el que al parecer continuo la disertación, pero es que yo veo esto más que una

disertación, una oportunidad para un llamado de atención por una sencilla razón,

si no corregimos el rumbo de nuestro Estado y el de su población, no habrá un

Trujillo en que labrar el futuro seremos sólo una especie de agrupación de

personas asentadas en un territorio.

Particularmente me desmotiva ver como la historia trujillana es para los

jóvenes algo de segundo plano, cómo del himno sólo se saben una estrofa, cómo

el Escudo apenas saben que existe, y mucho menos conocer la historia, entonces

¿cómo querer al estado?, ¿quiénes estarán dispuestos a asumir la herencia de

quienes aun con sus años trabajan por Trujillo?, y hago mención a la segura

preocupación que aborda a los verdaderos trujillanos.

El Profesor Francisco González Cruz cita en su obra “Una Visión

Geohistórica de Trujillo” a Heidegger, quien afirma que “todo comienza por el

futuro”, estoy desde luego consonó con Heidegger, sin embargo el futuro al que

éste hace mención, aplicado a la realidad trujillana, no puede estar permitido a un

Trujillo industrial o futurista, el futuro para Trujillo debe estar identificado o debe

comenzar por un Trujillo con un cambio de población, una nueva población, no

directamente de personas, sino de mentalidad y de espíritu, de allí que esa frase

de Heidegger conlleve al hecho de trabajar un presente en función del futuro, pues

ni los edificios, ni las carreteras, ni los parques harán de Trujillo un mejor Estado si

primero no hacemos de los trujillanos mejores trujillanos.

Y esta es mi propuesta, yo parto de la idea de que debemos enfocarnos en

educar a los trujillanos, hay que hacer de Trujillo, el Trujillo de Nuestras

Querencias, el Trujillo que cuando un habitante venga y se vaya, donde esté no

olvide el Estado, no por su infraestructura…, o si, pero por infraestructura natural,

que a lejos, recuerde la planicie del Cenizo, recuerde la imagen de la neblina

arropando con ternura las tardes chejendinas, que recuerde las bellezas de las

montañas, que aún amorfas alrededor del camino hacia Carache se hacen

identificar desde cualquier lugar que se vean.

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Esa es la educación de la que hago mención, la cual más que llamarla

educar, me refiero a culturizar al trujillano, porque Trujillo tiene potencial, tiene

industria, tiene agricultura, tiene climas tan paradójicos como hermosos, pero

tristemente no tiene quien las trabaje. La calidad de vida propia es indudablemente

importante pero así también lo es el amor por el Estado.

Señalaba anteriormente a la juventud, pues nosotros somos los pilares que

sustituirán en un futuro a los que hoy con esfuerzo sostienen las bases culturales

de nuestro estado, y qué alegría imagino yo… SUEÑO YO, sentirán esas

personas que han sido los actores en mantener el legado de nuestro Estado,

cuando ya en su retiro puedan observar como lejos de ser cuatro, diez, quince o

treinta personas en un Centro de Historia, en un Ateneo, sean todos los trujillanos

quienes trabajen por Trujillo, quienes se organicen pero más que nada quieran a

Trujillo, que el Centro de Historia sea Trujillo, sus municipios sus parroquias, sus

calles; cuantos secretos e historias grandiosas aun hoy guardarán aquellos que

visionan en sus ojos como consecuencia de los años, pasado, presente y

esperanza de un futuro, que orgullosos estaríamos los trujillanos y que bonito seria

Trujillo si éste, como lo propone el profesor Pedro Frailán, fuese un museo al aire

libre, pero esas son las visiones que debemos mantener.

Muy cierto es el hecho de que cada joven nace en el seno de una familia

crece, se desarrolla, ese desarrollo en función de sus logros individuales que lo

ayuden a él y a su logro familiar y muere, pero ¿y Trujillo?. Aquel que entre el

olvido de sus calles coloniales, de recuerdos entrañables de independencia y más

cercanos de nuestros abuelos y padres deja entrever una cara de “no importa”, en

ojos de una esperanza iluminada por el candor del amanecer, y que acompaña

con un beso de roció cada nuevo día generacional, como la enajenada novia del

pasaje de Enrique Rodó en su obra Ariel, que cada mañana se levanta, se viste de

novia, y espera a su prometido, hasta que la noche acompañada del

quebrantamiento de la esperanza de la llegada de su amado, la arropa con su

tristeza; pero que igualmente al día siguiente se levanta con la nueva ilusión en los

ojos, sus ropajes de novia, sale a la espera de su eterno amante y las palabras de

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fe en la boca “es hoy cuando vendrá”. Así mismo es Trujillo en los interminables

giros de la vida, ante el desdén de la mayoría de sus habitantes que poco a poco

quebrantan la esperanza de una tierra que necesita de nosotros, en cada

primavera de la humanidad vuelve a mostrar sus ojos brillantes de esperanza,

vistiendo galas nupciales, esperando la realidad del ideal soñado con nueva fe,

con tenaz y conmovedora locura.

En función de ese “no importa” de nuestro Estado es que visiono su futuro;

digo esas palabras de fatalismo inicial no más que para despertar un sentido

regionalismo necesario, dicen que quien no quiere a la patria no quiere a su

madre, yo reduzco más ese refrán, para mi quien no quiere a su estado no quiere

a su patria, quien no quiere a su patria no quiere a su madre, y conteste a través

de estas palabras he sido con pensamientos como el de Mario Briceño Iragorry

según quien, para amar lo nacional hay que amar lo local.

Entonces allí desgloso el primer punto de mi Trujillo en el futuro, un Trujillo

amado, pero amado por sus trujillanos, y amado por ser Trujillo, amado no porque

aquí se dé la cebolla, amado por las imágenes de montaña que a lo lejos deja

entrever los paisajes majestuosos de cebolla, un Trujillo querido pero no porque se

dé un buen café para el comercio, sino un Trujillo referencia por el aroma de los

sembradíos de café, que al alba y la puesta del sol llena los pulmones de los

trujillanos con un aroma, una fragancia exquisita, un Trujillo amado no por la

calidad de la madera, sino por la gracia con que árboles se mueven desde el tallo

hasta lo alto sus ramas, e irreversiblemente, para nosotros, los trujillanos, como

magia parece que tuvieran vida, y bailaran al son de un viento regionalista, un

Trujillo que se ame, no porque en las montañas puede darse un paseo turístico a

altos costos, sino porque asumimos que en cada una de nuestras montañas, en

cada curva de ellas hay una historia, hay una vida, hay un pasado… y hay un

futuro.

Ahora bien, así como el fatalismo que muchos notaron al inicio, no es a tal

magnitud como parecía, tampoco mi actual utopía es totalmente altruista, puesto

que reconozco el hecho una necesidad de explotación económica en nuestro

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estado, pero, parto de la idea o más de la petición de que consideremos a la

economía y su explotación como parte de nuestro Estado y no al Estado como

parte de la economía y su explotación.

En este sentido se ha notado que mis palabras están dirigidas a la juventud,

y en gran parte es así pues a los verdaderos trujillanos, y me refiero a la cúpula de

guardianes o como llaman en las tribus los ancianos por la sabiduría de

pensamiento y rectitud de actuar, no me queda más que agradecerles haberse

esforzado y aun hacerlo por mantener viva la llama de un Trujillo; pero es la

juventud, o lo que mucho llaman generación de relevo, termino con el que estoy

en desacuerdo pues más que relevo somos o debemos ser generación de

continuidad, quien deben mantener vivo ese legado.

Entonces yo veo a un Trujillo preparando a su juventud y eso no lo veo en

el futuro, eso lo veo en el presente, haciendo que su juventud trujillana, se

identifique con Trujillo, donde en lugar de existir una rayo de luz de esperanza,

exista un día totalmente soleado, donde el entusiasmo y la sed de conocer nuestro

Estado sea insaciable, porque ese conocimiento insaciable, dará pie a un amor

incansable, y ese amor incansable hará que entre todos los trujillanos, exista un

punto de equilibrio, ese punto de encuentro hará de Trujillo no solo un Estado con

trujillanos, sino además de trujillanos unidos, y consecuencialmente de un Trujillo

mejor.

Estas bases que acabo de nombrar, serán en efecto, materia prima para la

construcción del nuevo Estado, el del futuro. JUVENTUD, el cambio que nosotros

como generación nueva afrontamos, es difícil, pero más allá de la dificultad natural

que existe en el camino hacia los logros, su variabilidad en cuanto al nivel

dependerá de acuerdo al desempeño y esfuerzo que nosotros como responsables

asumamos en el camino.

Mi visión de un Trujillo en el futuro, es de un Trujillo en el cual su juventud

este decidida a aprovechar su fuerza y que esa fuerza, se desboque en un

sentimiento de posesión, ardiente eficaz e incansable, donde su espíritu sea el

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terreno para que a través de la cultura se siembren frutos de una inmortal

vegetación; MI SUEÑO es un Trujillo donde la juventud trabaje a tal magnitud por

él, que cuando esa presencia brevemente útil desaparezca en la universalidad del

tiempo deje como una estela en la mar, la fragancia y fecundidad de su acción,

que al desaparecer materialmente dejen vibrante y latente su proceder y seguro

un futuro resultado, en pro no solo de aquellos que quedan, sino de los que

vendrán.

Finalmente debo atreverme a confesarles que yo no sueño a Trujillo en el

futuro, yo me sueño a mí, yo nos sueño a nosotros, trabajando en el futuro por el

Trujillo que queremos, aquel que en cada deficiencia porque las hay, deja entrever

un gran potencial, así pues yo no sueño a Trujillo en el futuro porque tengo la

esperanza y la firme creencia de que si trabajamos juntos, codo a codo, el Trujillo

que soñamos en el futuro será el Trujillo REAL del futuro, aquel Trujillo que tendrá

sus características industriales y tecnológicas por su puesto, porque tienen que

llegar y lo harán, sin embargo será ese Trujillo industrial y tecnológico que

mantenga sus encantos coloniales, a la vez que la sociedad rescate los valores de

humanidad, seamos nosotros alegres, nobles, sinceros y más que nada de espíritu

libre.

Si tendría a responder como sueño yo a Trujillo porque esa fue la propuesta

inicial de la ponencia, me atrevería a decir que yo sueño al Trujillo donde la

Trujillanidad sea verdaderamente lo cotidiano, yo sueño a Trujillo nada más y nada

menos como el Trujillo posible.

Quiero finalizar con unas palabras de Enrique Rodo citándolo nuevamente

en su obra Ariel quien expone: “Grecia, el alma joven, hizo grandes cosas porque

tuvo de la juventud, la alegría, que es el ambiente de la acción, y el entusiasmo,

que es la palanca omnipotente.”.

Agradecimientos:

A la Universidad Valle del Momboy mi casa de estudios, responsable de mi

formación académica.

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A las profesoras Ana Linares, Karelis Paredes, Yamely Torrealba, quienes

se encargaron no solamente de mi formación académica sino que fueron más allá,

se preocuparon por mi preparación y desarrollo personal, en pro a una cultura de

Desarrollo Humano Sustentable.

Al profesor Pedro Frailán, cuyas conversaciones tan amenas como

fructíferas, abren los caminos de la mente hacia nuevos horizontes literarios,

ayudándome a desarrollar nuevas perspectivas ante los paradigmas de la

realidad.

Profesores gracias por su amistad la cual yo llamaría una amistad de

formación.