Mi maestro el humedal de Córdoba - Luz María Gómez

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Los aprendizajes en los espacios no escolarizados. La ciudad, el campo, la naturaleza y el territorio como espacio de aprendizaje." Mi maestro, el humedal de Córdoba Luz María Esperanza Gómez Acevedo Me invitaron el sábado pasado a un foro sobre la película Matrix. Quien dirigía el proceso paraba la película en ciertos momentos y nos ponía en contexto sobre si lo mostrado era la realidad virtual o la real, de lo que ocurre en el año 2190. Su intención era enfocar nuestra atención y hacer que nos preguntáramos si lo que nos ocurre y percibimos es real o no. Resultó una actividad muy interesante porque utilizó la alegoría de Platón para hacer que pensáramos si estábamos tan seguros de si lo percibido era la realidad real o eran sólo sombras proyectadas por alguien o algo. En ese momento vino a mi memoria el proceso en el cual he colaborado por más de quince años, el de la recuperación y protección del Humedal de Córdoba, aquí en Bogotá. Se estarán preguntando y ¿Qué tienen que ver asuntos tan disímiles como Matrix, el humedal de Córdoba y el tema del Congreso? Lo van a ver. Cuando se trata de proteger un ecosistema dentro de una ciudad, los patrones de comportamiento de los ciudadanos en general, legisladores, empresarios, autoridades y algunos vecinos, no resultan coherentes entre sí la mayor parte de las veces. Cada uno de estos elementos parece vivir diferentes realidades y ¿cuál es la real y, como en Matrix, qué tan importante resulta poder saberlo y por qué? Aquí entra el asunto que nos interesa en este encuentro. Un ser vivo, según el maestro Jorge Wagensberg, es aquel ser del universo que busca, hasta donde le sea posible, mantenerse independiente de la incertidumbre; para conseguirlo, se ha inventado un proceso que puede aumentarle dichas posibilidades, aprendió a aprender, también debe aprender a desaprender, es decir, debe saber aprovechar la experiencia y ésta se vive en una

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Los aprendizajes en los espacios no escolarizados. La ciudad, el campo, la naturaleza y el territorio como espacio de aprendizaje."

Mi maestro, el humedal de Córdoba

Luz María Esperanza Gómez Acevedo

Me invitaron el sábado pasado a un foro sobre la película Matrix. Quien dirigía el proceso paraba la película en ciertos momentos y nos ponía en contexto sobre si lo mostrado era la realidad virtual o la real, de lo que ocurre en el año 2190. Su intención era enfocar nuestra atención y hacer que nos preguntáramos si lo que nos ocurre y percibimos es real o no. Resultó una actividad muy interesante porque utilizó la alegoría de Platón para hacer que pensáramos si estábamos tan seguros de si lo percibido era la realidad real o eran sólo sombras proyectadas por alguien o algo. En ese momento vino a mi memoria el proceso en el cual he colaborado por más de quince años, el de la recuperación y protección del Humedal de Córdoba, aquí en Bogotá. Se estarán preguntando y ¿Qué tienen que ver asuntos tan disímiles como Matrix, el humedal de Córdoba y el tema del Congreso? Lo van a ver.

Cuando se trata de proteger un ecosistema dentro de una ciudad, los patrones de comportamiento de los ciudadanos en general, legisladores, empresarios, autoridades y algunos vecinos, no resultan coherentes entre sí la mayor parte de las veces. Cada uno de estos elementos parece vivir diferentes realidades y ¿cuál es la real y, como en Matrix, qué tan importante resulta poder saberlo y por qué? Aquí entra el asunto que nos interesa en este encuentro. Un ser vivo, según el maestro Jorge Wagensberg, es aquel ser del universo que busca, hasta donde le sea posible, mantenerse independiente de la incertidumbre; para conseguirlo, se ha inventado un proceso que puede aumentarle dichas posibilidades, aprendió a aprender, también debe aprender a desaprender, es decir, debe saber aprovechar la experiencia y ésta se vive en una determinada realidad, he aquí el problema ¿Qué es la realidad? Algo es real si su esencia se hace explícita y hay manera de percibirla y no estoy hablando sólo de los seres humanos.

Para empezar a compartir mi experiencia de aprendizaje con el humedal, pensemos en el ciudadano común y corriente para quien un humedal es un caño de aguas malolientes que debería secarse para aislar el olor y los zancudos y, si ese ciudadano es dueño de una constructora secarlo, aumentaría sus posibilidades de incrementar sus ingresos, dado el valor que tiene el suelo en la ciudad, otros, podrían considerarlo un sitio para atrapar pájaros, enjaularlos y venderlos en este sistema de libre empresa que es la calle; los transportadores pensarán en lo útil que resultará poder descongestionar sus vehículos a través de nuevas vías, así lo atraviesen como puñales y ni hablar de las autoridades, pueden haber tantas regulaciones al respecto que, cuando entramos en los laberintos legislativos, cualquiera de ellas es válida, sobre todo cuando hay, además, otros intereses entretejidos. ¿Significa eso que según los intereses será la percepción de la realidad? ¿Es la realidad asunto sólo de intereses? He aquí un serio problema porque, según esto, habría tantas realidades como interesados con sus intereses ¿Y si el asunto es tan personal de qué serviría

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compartir lo aprendido? ¿Hay algo más significativo intrínseco a eso que llamamos realidad? ¿Hay algo “real” en común que subyace a los casi infinitos intereses personales y que debe ser tenido en cuenta cuando de aprender a vivir se trata, la esencia de la educación?

Educada desde la adolescencia como maestra en la Escuela Normal, cuarenta años como profesional de la Psicología y quince años trabajando con el humedal de Córdoba y apoyando los procesos en otros humedales, hagan la suma, han orientado mi interés para tratar de comprender ¿Quiénes somos, cómo aprendemos, para qué? ¡Vaya sorpresa! Somos seres vivos. La escuela me había enseñado que un ser vivo es el que nace crece, se reproduce y muere. Esas son funciones, me dijo el tiempo, los seres vivos son una realidad inmersa y relacionada con otras realidades, de las cuales se diferencian por su capacidad para mantenerse independientes de la incertidumbre, ya les conté quien me lo enseñó. Para conseguir dicha independencia los seres vivos deben ser capaces de percibir no sólo su propia esencia y la forma como se expresa, sino la esencia de los otros seres que hacen parte de su realidad interior y exterior, las tramas de relaciones que se entretejen entre esas mucha realidades, sus efectos, consecuencias e impactos, principio de realidad, lo denomino yo, no muy precisamente de acuerdo con el de Freud.

Cuando en Matrix, el orientador del foro nos llama la atención para que identifiquemos si la película nos está mostrando en un determinado momento la realidad real o la virtual y qué sentido tenía la lucha de Morfeo, Neo y su equipo, caí en cuenta que algo de la película hace parte de nuestra propia realidad, claro, hay una realidad virtual. Evoqué la experiencia escolar en salones de clase casi iguales, con horarios preestablecidos para aprender contenidos que no elegíamos, donde la experiencia estaba relegada a darnos la espalda, percibir la autoridad como relevante y a evitar, sin dudas, la incertidumbre. Me acordé de mi papá y su lucha por evitarnos a mí y a mis hermanos la calle, mi mamá algo alcahueta, nos dejaba salir y mi padre cumplía sus amenazas, sin embargo, la calle ejercía un poder muy grande, irresistible, valía la pena la pela. La calle, la realidad real, como en Matrix, nos mostraba lo dura que era. Aprendimos a sobrevivir. La calle nos brindaba experiencias que ponían a prueba nuestra esencia de seres vivos. Acabo de recordar a la hijita de una amiga, de sólo seis años que reflexionando, decía a su mamá, las niñas lo sabemos todo, luego vamos a la escuela y se nos olvida. Y tiene mucha razón.

¿Qué saben los niños y las niñas y lo han olvidado? Ser lo que son en esencia, una esencia que sólo se puede expresar en la interrelación con todo lo demás, con la incertidumbre ¿Vendrá mamá con su seno a darme leche, me abrazará cuando tenga miedo, me secará la colita cuando esté mojado, me aseará? ¡Dios quiera que si! Ella es mi garantía ante la incertidumbre, la naturaleza sabe lo que hace. Ella es parte de mi realidad y yo lo soy de la de ella, ese conocimiento mutuo surge de la interrelación que nace cuando mi padre fecunda su vientre, otra realidad en juego y así, poco a poco a lo largo de los años voy aprendiendo con ella, él y muchos otros, certezas que me apoyarán cuando mis fuerzas sean puestas a prueba por lo incierto. Si, la familia, la escuela, la calle, el territorio, el universo, tienen una gran responsabilidad frente a la vida. Yo, también. La experiencia hará de nuestra naturaleza, un aporte sustancial a la inmortalidad de la vida.

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Y la experiencia comienza por la capacidad de darnos cuenta de la realidad real, tanto interna como externa, esas que ponen en juego a cada momento la esencia de nuestro ser ¡Y vaya, si se ignora en las realidades virtuales construidas! Justo ayer, un amigo me cuenta que luego de cuatro meses de licencia de maternidad, la mamá de su bebé debe regresar al trabajo, la abuela generosa, se ofrece a cuidarlo, yo pregunto si se había preparado al bebé para cambio tan drástico. Cara de sorpresa ¿Necesitaba la preparación? ¿Sabría el bebé como resolver la amenaza? Claro, lloró todo el día, hasta que mamá apareció. Tal vez es esa realidad real, con las tramas de relaciones entretejidas, la que les permitirá, cuando regresen a casa, mamá, papá y bebé reflexionar sobre la experiencia vivida, empezar por saber reconocer las señales emitidas por el cambio. El bebé, seguro que hizo bien su tarea, mamá y papá evaluarán si estuvieron a su altura.

Darse cuenta es vivir en y por la experiencia que ofrece una determinada realidad y así aprovechar la comprensión de las tramas de relaciones que facilitan predecir y hacer elecciones que favorezcan la independencia de la incertidumbre. ¿Qué favorece dicha independencia? El tejido de relaciones que se puede establecer entre las diferentes naturalezas y la nuestra debe permitirnos aprovechar lo que nos facilita mantenernos vivos, conservar nuestra esencia explicitada, ser lo que somos, aprender. La naturaleza es sabia, sabe lo que hace, cuarto principio de la ecología. Un ejemplo, el oxigeno debe ser algo real para que podamos quemar glucosa y producir la energía necesaria para realizar las acciones que nos permiten conservarnos vivos, la palabra oxígeno no nos basta, pero puede ser una señal para alentar su búsqueda si se hace escaso. Todo está relacionado con todo, dice el primer principio de la ecología. Si pasa un minuto sin oxígeno nos desmayamos, no hay acción, si pasan más de cinco minutos, morimos. Aunque el récord Guinnes está en 17 minutos, vaya a saber cómo, quien lo detenta, aprendió a hacer esa proeza, qué realidades se lo permitieron. No hay límites absolutos para la naturaleza, siempre habrá la posibilidad de ensayar aproximaciones creativas a través de la experiencia directa para responder ante la incertidumbre. Esa ha sido la más importante lección aprendida con mi maestro, el humedal de Córdoba, la experiencia es la consecuencia directa de una relación establecida con una realidad.

La calle, la casa de la abuela, el humedal, la ciudad, el pueblo, la finca, el territorio que habitamos es el campo de prueba que fortalece nuestra naturaleza de ser seres vivos. El entorno nos ofrece la oportunidad de establecer tejidos relacionales que nos ayudan a comprender la realidad, la naturaleza explicitada de aquello con lo cual nos relacionamos, para saber cómo aprovecharnos de la experiencia para seguir vivos, somos egoístamente altruistas, sin lugar a dudas, si nos esforzamos por seguir vivos mucho tiempo, aportaremos lo que de único tenemos para encontrar, frente a una determinada incertidumbre, una respuesta capaz de mantener la vida. Son esas experiencias de realidad, lo que fortalecerá aquello que la vida en su sabiduría descubrió al hacernos sutil y esencialmente diferentes. Sabia ella, nos necesita así, tal vez, a la educación le hace falta aprender de la vida, saber reconocer que la naturaleza de lo otro y cómo se relaciona con la nuestra, es el acto que da origen a la inteligencia, la respuesta seleccionada evolutivamente como óptima para conservar la vida y su calidad, la nuestra y la de toda realidad que la hace posible, si no somos inteligentes, desaparecemos.

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Debemos empezar por nosotros, los demás seres vivos no lo han olvidado, como decía la niña, la razón, ellos saben ser lo que son, un árbol sabe ser árbol, se lo dijo la semilla. La sociedad humana debería tomarse el tiempo de reflexionar al respecto, no es inteligencia lo que ha demostrado a lo largo de la historia con sus guerras y la violencia ejercida contra sí misma y la naturaleza. Rota la trama con la realidad, nos ponemos en peligro y lo estamos. Alguien podría decir que los que han detentado el poder han sido inteligentes, siento disentir al respecto, si la realidad creada no favorece en colectivo a todo lo demás, no hace parte de la respuesta considerada inteligencia, ésta no existe y la realidad somos todas, todos y todo en digna interacción, eso me lo enseñó mi maestro el humedal.

Un ecosistema de humedal se alimenta de agua limpia, un alto contenido de oxígeno le es indispensable para alimentar la vida a la cual da origen, algas, peces, microorganismos. Cuando por falta de principio de realidad y poca inteligencia, lo agredimos con las aguas servidas que le botamos: la de los inodoros llenas de materia orgánica y microorganismos dañinos para la vida; la de la lavadora repleta de detergentes; las de desechos de procesos industriales y agrícolas cargadas con metales pesados, químicos, colorantes, antibióticos, éste hace lo posible por enterrar en sus lodos los elementos que lo agreden, metales pesados, plásticos, entre otros. Con la materia orgánica se fusiona y las semillas de plantas invasoras proliferan porque hemos cambiado la naturaleza del ser “humedal” sus bordes se han eutroficado, se han endurecido y lo poroso de su naturaleza se pierde, ya no filtrará el agua al subsuelo y su función se hará imposible de cumplir ¿Y de nosotros qué?

¿Cuál es la lección que debemos aprender de las tramas de relaciones interrumpidas y maltratadas? En este caso, seco el suelo del humedal, eliminadas las plantas que filtran el agua y le devuelven su calidad, la vida acuática desparece, con ello el alimento de otras especies que deben migrar, las cavernas subterráneas vacías y frágiles se desmoronan más fácilmente ante un terremoto y al agua en tiempos de lluvia sólo le quedará un camino, inundar a quienes viven cerca de sus orillas. Las consecuencias de las tramas rotas son muchas, la incertidumbre aumenta pero tal vez nuestra experiencia no. Ahí radica otro serio problema, tal vez se nos está acabando el tiempo de aprender o tal vez, es el momento de comprender cómo los espacios en los cuales transcurren nuestras experiencias, deben empezar a ser espacios para aprender de manera conscientes.

Reconocer el espacio donde se expresan nuestras relaciones con todo lo demás que constituye nuestra realidad, debería ser labor que no da espera, los niños y las niñas lo saben. Cuánta lógica hay en las reflexiones infantiles. Dejamos de percibir el mundo, la realidad tal cómo es, de hecho, lo primero que ocurre en el aula es que nos exigen darle la espalda a los iguales, sólo la autoridad es percibida, el salón de clase es igual a todo lo demás, seis u ocho horas adentro nos habrá quitado la oportunidad de percibir la compleja realidad de la que hacemos parte, si además nos exigen silencio y quedarnos quietos, las tramas relacionales se reducen a su mínima expresión, la experiencia, también, y ¿Qué va a ser de nosotros cuando salgamos a la calle, al parque, al vecindario, cómo manejar la incertidumbre, cómo expresar la inteligencia?

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Tenemos que recuperar los espacios no escolarizados, la calle, el parque, el campo, la naturaleza, el territorio, como espacios de aprendizaje. Recuperar lo que allá en el fondo hace parte de cada cual, la herencia de nuestros ancestros. Recordar que sabemos vivir. Volver a experimentar lo que esas realidades reales nos ofrecen, esos espacios que saben enseñarnos: Hacer que nuestros sentidos recuperen su capacidad de percibir posibilidades de relaciones que favorezcan nuestra independencia de la incertidumbre. Reconocer con inteligencia y humildad que no somos los reyes de la creación, que esa larga soberbia debe desaparecer y por último aceptar que romper o descuidar las relaciones con la realidad, no es asunto de poca monta, que afectar la realidad es afectar muestra naturaleza, ojala cada decisión tomada sea para bien.

Podemos seguir votando nuestras aguas servidas, contaminadas al río, éste siempre las llevará al humedal, sabe cómo hacerlo, podemos seguir haciendo lo que nos parezca con la naturaleza e ignorar la experiencia, evitar aprender. Ojalá, cuando lo hagamos, estemos conscientes de las consecuencias de alterar la realidad de la cual hacemos parte integral, así podremos actuar en absoluta libertad, es decir, una vez conocidas las consecuencias, aceptarlas cuando se presenten, la libertad es la esencia de la responsabilidad, como lo hacen los ecosistemas. Este es el eje central del proceso de aprender, saber percibir, saber asimilar, saber comprender la realidad de la cual somos parte constitutiva, responder por las afectaciones, el territorio es un buen maestro. Emma la gatica de mi hijo, acaba de llamar mi atención, está sentada mirando por la ventana en el mismo escritorio donde yo trabajo, de pronto siento que me toca el brazo, como buscando algo que debe resultar del contacto, sólo ella lo sabe, interpreto la señal cómo ¡quiero jugar!. Mi realidad es distinta a la de ella, sin embargo, la interpretación de las señales que hacemos en una dirección o en la otra nos permite tejer una relación. Cuando ella con la acción de tocarme hace posible que yo le siga el juego está siendo inteligente, consigue lo que quiere, en eso se parece a los que detentan el poder, sin embargo, ella no me hace daño, es una propuesta decente, ella sabe que soy un ser diferente a ella y que depende de mí aceptar o no la relación propuesta. Atiendo su requerimiento, jugamos un rato y como quiero seguir escribiendo esta nota, se me ocurre ofrecerle un juguete, una bolita metálica iridiscente que emite sonidos al moverla, acepta el trato, ambas ganamos, somos libres, responsables y colaborativos, la naturaleza es la maestra.

¿Qué pasa cuando se sojuzga al otro, se le ignora, se le esclaviza, yo gano, el otro pierde o viceversa? El tejido relacional se rompe, la realidad se transforma, exige nuevas percepciones, nuevas acciones. La independencia de la incertidumbre se pone en riesgo, por tanto la vida misma. Aparecen el miedo, la venganza, el odio, la agresión, el temor, ahora la realidad es otra, exige nuevas respuestas, otra vez la inteligencia en juego. Esa es la dinámica de las relaciones, la dinámica de la realidad real. En la realidad virtual, estas tramas de relaciones están controladas, subordinadas, no se sabe por qué, ni por quien, algunos patrones culturales se reproducen, nada ni nadie es libre para ser lo que es en el frágil mundo virtual. Sólo basta romper una relación o algunas y el mundo virtual desparece, como pasa en Matrix. Todo está relacionado con todo, segundo principio de la ecología. Eso me lo enseñó mi maestro el humedal de Córdoba.

Si volvemos al ejemplo de la gatica, saber proponer relaciones que favorezcan la vida, hacer posible el juego amoroso. Si, amoroso, algunas realidades culturales han posicionado lo amoroso

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sólo enfocado en el acto sexual, me alegra decirles que va más allá que, como decía Pierre Teilhart de Chardin, el amor es la fuerza que une todo en el universo, lo cual le concede su nombre: Unidad en la diversidad. Podemos estar unidos amorosamente con la realidad y la mejor lección está en comprender las tramas de relaciones de las que hacemos parte, tejer como la araña para cuidar, mantener, conservar, proteger, mejorar la naturaleza. Sabemos cómo hacerlo, así que basta llamarle la atención a nuestros sentidos para que recupere lo que sabe.

Qué bueno fuera que reaprendiéramos a interactuar con la naturaleza, los humanos incluidos y las realidades que se nos ofrecen, para hacer un tejido relacional sincero, profundo y amoroso que nos soporte con inteligencia ante la incertidumbre, qué bueno fuera agradecer a los ancestros, todos, su esfuerzo por aprender y por la vida que pusieron a nuestra disposición, para ahorrarnos el costo energético de ser nosotros quienes debamos aprender muchas cosas útiles y provechosas, a respirar, por ejemplo. No hay desayuno gratis en el universo, ninguna opción para mejorar puede resultar gratuita, tercer principio de la ecología. Gracias a la vida, como dice la inolvidable Mercedes Sosa.