Nuevo pacto social

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1 Nuevo Pacto Social O esperar que la historia nos alcance… o nos atropelle El nuevo pacto social que requiere nuestro país tiene la misma dimensión histórica de la Independencia, la Reforma o la propia Revolución. Una reflexión en voz alta

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Nuevo Pacto Social

O esperar que la historia nos alcance… o nos atropelle

El nuevo pacto social que requiere nuestro país tiene la misma dimensión histórica

de la Independencia, la Reforma o la propia Revolución.

Una reflexión en voz alta

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Índice Los problemas a los que nos enfrentamos……………………………… Desprestigio legislativo: el propio y el que le endilgan………………… Centralismo y cortoplacismo: lacras del trabajo legislativo…………….. La línea desfondó al PRI…………………………………………………… Vicente Fox y la frustración social………………………………………… México para los mexicanos (con dinero)………………………………… Televisa: de cachorro de la revolución a minino de Marthita…………… Televisa: critica a los legisladores y alaba o calla -de acuerdo ………… a sus intereses- ante el Presidente. La democracia a modo de las cúpulas…………………………………….. Las campañas, convertidas en mercado electoral………………………. No todo está podrido………………………………………………………… El PRD, AMLO y el fraude electoral……………………………………….. ¿Libertad de expresión, o libertinaje para calumniar?............................. No hay justificación para nuestros errores………………………………… Un dirigente está para entender, no para que lo entiendan…………….. El voto nulo no sólo es Televisa……………………………………………. ¿Y qué después del 5 de Julio?.............................................................. Nuevo pacto social, como resultado de un diálogo nacional…………….

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Los problemas a los que nos enfrentamos Los graves problemas del país trascienden el ruido de las televisoras, la clase política y los grupos de poder. Estamos sumidos en la más espantosa crisis económica, política y social de la que se tenga memoria en el México contemporáneo. La realidad nacional demanda un nuevo pacto republicano en lo económico, en lo político y en lo social. La creciente inseguridad pública, la pobreza de decenas de millones de mexicanos, la falta de expectativas para los jóvenes y de esperanza para los adultos mayores, el deterioro del medio ambiente y de los recursos naturales, la desigual e inequitativa distribución de la riqueza nacional, la desintegración y violencia intrafamiliar, la ruptura del tejido social, el narcotráfico, la existencia de grupos armados en varios Estados, la falta de conciencia colectiva, la opresión hacia la mujer, la discriminación a las minorías, la pérdida de confianza en las instituciones y la falta de credibilidad de éstas, la amenaza de una mayor devaluación, forman parte de una más amplia y compleja problemática que es necesario enfrentar en un marco institucional y con una estrategia que sume la voz y la acción de todas las fuerzas políticas y sociales de la nación, en la búsqueda de un México mejor y más justo para todos. El desempleo, la inseguridad, las adicciones y la incompetencia flagelan a la sociedad mexicana. Producto del modelito económico que nos han impuesto, México no tiene el control de sus fronteras. Puertos y Aeropuertos son administrados por gerentes de medio pelo nombrados en España, Dinamarca, Francia, China, Estados Unidos y Alemania. Los puertos y aeropuertos mexicanos constituyen parte del entramado de las acciones ilícitas del crimen organizado. Estos importantes espacios de seguridad nacional no fueron los únicos que se entregaron a las transnacionales que los administran, recibieron también empresas que eran rentables para los ingresos del país. La entrega de puertos y aeropuertos a extranjeros se hizo ante la complacencia y el silencio de los críticos televisivos. Ni una sola expresión de inconformidad en este tema. ¡Los mariachis callaron! El Puerto de Lázaro Cárdenas está en manos de la Empresa China Hutchinson Hampoa, que se hizo de la concesión mediante una acción ilegal permitida por el Gobierno de Fox; curiosamente por ese puerto entraba la efedrina proveniente de Oriente que le fue decomisada a Zhenli Ye Gon, a quien le encontraron 205 millones de dólares en una casa ubicada en Lomas de Chapultepec. No dudemos que al igual que Ahumada, dentro de tres

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años hará su libro para ejercer “su derecho de réplica” y embarrar a quienes lo apoyaron o extorsionaron. Las adicciones son un cáncer que crece y se disemina a lo largo y ancho del territorio nacional. Las oportunidades de estudio se reducen en la medida que la crisis impacta las finanzas familiares y del Estado. Sólo 2 de cada 10 jóvenes pueden acceder a una opción educativa, los restantes oscilan entre el subempleo, la maquila, la migración, las adicciones o su incorporación a bandas delictivas con el espejismo de un rápido ascenso social o conseguir dinero fácil. El futuro no promete mucho para los jóvenes mexicanos. El crimen organizado ha desbordado la capacidad de las instituciones para controlarlo, siendo la inseguridad pública, hoy por hoy, uno de los principales problemas de México. El avance de la inseguridad pública es reflejo de la existencia de un poder criminal paralelo, producto de la impunidad con la que opera la delincuencia organizada. Por su magnitud, este problema es ya un asunto de Estado y de seguridad nacional. El reto para todos, es extraordinario. El llamado crimen organizado dispone de armamento sofisticado y tecnología de punta, tiene a su servicio a profesionistas experimentados que trabajan en muy diversos campos y que se encargan, desde el lavado de dinero hasta la defensa y organización de vastas redes ilícitas donde se trafica con drogas, armas, autos robados, trabajadores indocumentados; y ocurre la trata de blancas. Cuenta también con recursos que le permiten comprar funcionarios, organizaciones y ciudadanos. El narcotráfico ha sido capaz de infiltrarse y utilizar cualquier estructura partidaria, política y organizacional. Negar esta característica -consustancial de este tipo de hampa- para poner a salvo supuestos o reales honores políticos y/o partidarios, es un grave error. El crecimiento de la delincuencia es un fenómeno complejo. Requiere de múltiples iniciativas y suma de esfuerzos encaminados a que nuestros conciudadanos retomen la seguridad de vivir y desarrollarse en un marco de justicia y paz social. Hacer de este tema un asunto de campaña no sólo es deleznable, sino demagógico; con resultados contrarios a lo que se predica.

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Desprestigio legislativo: el propio y el que le endilgan. En amplios segmentos de la sociedad mexicana existe una marcada irritación social en contra de la clase política mexicana. Cuentan con fundados motivos para desconfiar de quienes nos gobiernan. Hasta hoy no existe una respuesta coherente, articulada y convincente por parte de los dirigentes partidarios, mucho menos una reflexión autocrítica que confronte el desprestigio ganado a pulso y la campaña de linchamiento que -aprovechando la ocasión para el ajuste de cuentas- realizan los medios electrónicos, en contra de los partidos políticos. La concentración del poder en las burocracias de los partidos grandes y chicos, la banalización del debate nacional y los magros resultados en todas las materias de la vida pública, han abonado para la creación del mayor descrédito que se tenga memoria de la llamada clase política mexicana, en especial de los legisladores y dirigentes partidarios. Sin embargo un tema tan complejo y delicado, amerita establecer una serie de precisiones, que nos permitan aclarar paradas. El comportamiento de muchos legisladores y dirigentes partidarios ha contribuido en gran medida a socavar la credibilidad de esa representación popular y el sistema de partidos. Tampoco se puede soslayar la agresiva campaña de descalificación al Poder Legislativo, sobre todo en los tiempos en que se han sometido a la consideración del Congreso de la Unión, diversas iniciativas de ley con afanes privatizadores o relacionadas con el control de los medios electrónicos. Vicente Fox no dudó en poner contra la pared a los legisladores cuando intentó privatizar la CFE, cuando pretendió se le avalara sus activismo contra Cuba o cuando quiso imponer el IVA a alimentos y medicinas. Televisa y TV Azteca lo acompañaron con singular alegría, denostando a cuanto legislador pudieron, las más de las veces con mentiras o información distorsionada. En la campaña para la renovación del poder legislativo de la segunda mitad del gobierno de Fox, el lema del PAN fue, “¡Quítale el freno al cambio!”, en una clara alusión a que el freno a su gobierno lo constituían los legisladores, quienes en la primera mitad del sexenio foxista habían estado bajo la metralla de las televisoras. En cambio, la chambonería de Fox y su señora era festinada en exageración por los dueños de las concesiones televisivas. ¿Quién no recuerda a Bernardo Gómez besando la mano de la señora Sahagún? El ridículo era la constante, no la excepción.

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Al igual que aquella, la actual legislatura se vio sometida a un incesante bombardeo de descalificaciones, en los temas de la reforma de PEMEX y los relacionados con los medios electrónicos. La urgencia por continuar con la entrega de activos nacionales a empresas extranjeras fue contenida por una mezcla de movilización popular y acción legislativa, que impidió la privatización energética y enmendó la iniciativa original presidencial. No obstante, esta campaña de linchamiento mediático tendría un impacto menor, si el poder legislativo contara una organización diferente y un sistema de trabajo que permitiera a la ciudadanía ver expresados sus anhelos y demandas en la actuación del poder legislativo. Centralismo y cortoplacismo: lacras del trabajo legislativo Las principales decisiones de ambas Cámaras se concentran en los Coordinadores de los Grupos Parlamentarios, lo que desmotiva la iniciativa del conjunto de los legisladores. Si bien muchos de ellos realizan esfuerzos importantes en torno a los temas de sus Distritos o de la ciudadanía, las prioridades están marcadas por las agendas de sus Coordinadores y de los intereses que representan. Con cierto sarcasmo, algunos compañeros comentábamos que la Cámara de Diputados debería llamarse Cámara de Coordinadores de los Grupos Parlamentarios. La centralización en la toma de decisiones es una de las mayores debilidades del Poder legislativo. Puede incrementarse o disminuirse el número de legisladores, pero mientras persista el centralismo que caracteriza al Poder legislativo y los procedimientos arcaicos para el desarrollo de sus tareas, éste seguirá sin la fortaleza necesaria para convertirse no sólo en un contrapeso con los otros Poderes, sino también en un órgano republicano cuyas iniciativas puedan marcar rumbo y contenido a los asuntos nacionales. Otra práctica que debe desaparecer en el Poder legislativo, es la lectura de extensos “chorizos”, donde el legislador se convierte en un lector y en ocasiones mal lector, de iniciativas o puntos de acuerdo que le formulan sus asesores. El Congreso de la Unión es, o mejor dicho debiera ser, el lugar para parlamentar, para debatir, para formular ideas y propuestas, el lugar de encuentro de los intereses nacionales. El legislador que intenta llamar la atención momentánea con una manta, una mentada de madre o cualquier acción indebida, expresa de esa manera su incapacidad para convencer, o cuando menos debatir aquellos asuntos que son de su interés.

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En una legislatura moderna, democrática y auténticamente representativa del interés nacional, la camorra, el insulto y la lectura de textos kilométricos, deben desaparecer. Quien no acepte estas reglas que ni se inscriba, porque su única aportación será el ridículo y la demostración pública de su ignorancia. Esto no será posible hasta en tanto no exista un acuerdo nacional que limite a las cúpulas partidarias de estar proponiendo como legisladores a verdaderos papanatas, cuya única virtud es el lazo familiar, el amiguismo o la incondicionalidad. A los pocos que se salvan, la aplanadora los aplasta. No cito ejemplos porque no terminaría, pero ningún partido está exento de este tipo de prácticas, que han contribuido en gran medida al deterioro de la imagen del Poder legislativo. La línea desfondó al PRI Antes era el PRI el que acataba en forma acrítica la agenda del Presidente en turno -la que en ocasiones incluso chocaba con la propia plataforma política partidaria- y la imponía a las demás fracciones parlamentarias. De ahí mucho del desdibujo de ese partido, cuando por una disciplina mal entendida a las indicaciones presidenciales, empezó a retirarse de las preocupaciones de sus bases sociales. De esta manera se privatizó y pauperizó el campo mexicano, primero se vendieron barato los bancos y luego se “rescataron” a precio de oro con el FOBAPROA. La deuda mexicana se duplicó, el dólar se fue a las nubes, la gente quintuplicó sus deudas, y el dinero del gobierno lo disfrutaron banqueros y empresarios. Se vendieron los satélites y los ferrocarriles, se entregaron puertos y aeropuertos a empresas extranjeras. La política económica generó a los pobres, a quienes nunca alcanzó a atender una disminuida política social. El pacto social que se consolidó con posterioridad a la Revolución de 1917 estaba basado en un eje: incorporar a la totalidad de los mexicanos a los beneficios del desarrollo. Los gobiernos pos revolucionarios asumieron tres compromisos ante la sociedad: en lo político, paz social y estabilidad; en lo social, elevación gradual de las condiciones de vida de la población; y en lo económico, crecimiento sostenido. Los tres confluían en el espíritu social que animaba toda política trascendente de los gobiernos emanados de la Revolución. Con sus particularidades, cada gobernante obedecía la regla fundamental de atender las demandas más sentidas de la población.

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A la par, la estructura política tendió a sustituir la voluntad popular, nulificar las muestras de inconformidad política y a corporativizar a la sociedad, a tal grado que la denominada sociedad civil apenas fue un apéndice escenográfico que en los hechos sirvió para justificar todos y cada uno de los actos de gobierno. Los cambios políticos que se sucedieron durante la década de los ochenta no sólo significaron un intento de refuncionalizar al país en lo económico, sino una alteración completa de las bases que hasta entonces sustentaron la vida de la Nación. Se buscaron nuevos equilibrios sustentados en la eficiencia económica per se, el libre mercado como valor supremo, la reducción radical de la presencia del Estado en todo proceso económico y en gran parte de la obligaciones sociales establecidas en la Constitución de 1917, y el apoyo a la iniciativa privada bajo la concepción de que ésta sustituiría adecuadamente aquellos campos que abandonaba el gobierno. Luego de tres décadas de instrumentación, los resultados están a la vista. Sea por fallas implícitas al modelo o por equivocaciones en su integración, la realidad es que no se han logrado los propósitos que animaban la citada propuesta; se ha perdido buena parte de lo logrado durante décadas, se ha minado la credibilidad en las instituciones y los espacios de la gobernabilidad y se enfrenta el futuro con incertidumbre. Estos son los hechos. La política social fue desmantelada, los destinatarios de la misma se convirtieron en objeto no en sujeto, el paternalismo -criticado por los dueños del poder económico- persistió pero con cambio de orientación; en lugar de apoyar a campesinos, indígenas y colonos, los banqueros y empresarios se convirtieron en los nuevos usufructuarios. La ausencia de participación ciudadana, la corrupción y la connivencia de organizaciones sociales corporativas, influyeron en la deformación de las instituciones encargadas de atender las necesidades sociales, al grado de volverlas ineficientes y burocráticas. Los legisladores del PRI confundieron abyección con lealtad partidaria. Como Partido surgido desde el poder su fortaleza se convirtió en debilidad, y a partir de Miguel de La Madrid permitieron el desmantelamiento de muchos de los activos del Estado Mexicano. En el pecado llevaron la penitencia. Lo peor para el PRI es que el operador de los gobiernos de ese partido para imponer las directrices presidenciales, es ahora un flamante colaborador de los gobiernos panistas, el ínclito y cínico, Luis Téllez Kuenzler.

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Vicente Fox y la frustración social Desfondado en sus bases sociales y las políticas que sustentaban su plataforma electoral, el PRI llegó a las elecciones del 2000 con el desgaste de 70 años de gobierno, un gran hartazgo ciudadano y una base social que no se sentía representada por sus dirigentes, circunstancia que fue aprovechada por Vicente Fox, que sobre la base de “echar al PRI de los Pinos” encontró las condiciones que le permitieron acceder a la Presidencia, ante la esperanza de muchos mexicanos, entre ellos los promotores del “Voto Nulo”, que en aquel momento llamaron a “Voto Útil”. Hartos de los políticos y sin ninguna carta de navegación, se concluía que cualquier ciudadano podría sustituir la labor de los políticos. La llegada de Vicente Fox al Gobierno, alentó las esperanzas en un sector de la población, para la construcción de un México diferente. Dicha esperanza se disipó de inmediato ante la chabacanería de la pareja presidencial, el cobijo y respaldo a las organizaciones corporativas que criticaban como oposición pero que usaron como gobierno, pero sobre todo la ambición desmedida, los negocios particulares de los familiares de Fox y su esposa, así como su entrega a la política del Presidente Bush echaron por tierra cualquier posibilidad de una transformación democrática del país. Los intelectuales que lo acompañaron se quedaron con un palmo de narices. Los quince minutos para resolver el tema indígena se convirtieron en una eternidad, y México se convirtió en el esquirol que Bush requería para confrontar los gobiernos progresistas de América Latina. Fox, no fue más de lo mismo, sino peor. México para los mexicanos (con dinero) Ante esta situación, los medios electrónicos no solo guardaron silencio sino que festinaron además el desbarajuste presidencial de un gobierno que les dio todo lo que quisieron.

Los dueños de los medios electrónicos -con razón o sin ella- linchan a los políticos, pero esconden debajo de la alfombra su política canalla.

Con la agudeza que caracteriza a Denisse Dresser desnuda al “demócrata” Salinas Pliego y le pregunta: ¿No es cierto que linchó en el noticiero de TV Azteca a José Esteban Chidiac, el diputado que luego frenó la iniciativa en contra de la competencia que Usted había logrado impulsar? ¿No es cierto que se usa la pantalla para intimidar a los legisladores y así vetar leyes que afectan sus intereses? En la misma carta, la escritora le

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recuerda a Salinas Pliego la devolución de 550 millones de pesos que la SCT le hizo el último día del Gobierno de Vicente Fox, por supuestos intereses mal cobrados y la forma en que se hizo de la concesión de TV Azteca: con 25 millones de dólares enviados por Raúl Salinas de Gortari a tres cuentas en Suiza controladas por el propio Salinas Pliego. Televisa: de cachorro de la revolución a minino de Marthita En el otro lado del espectro, ante las presiones de Televisa para que las reformas a las leyes de comunicación concuerden con sus intereses, la misma analista política señala tal como se vio al final del sexenio de Fox, donde ante la eventual llegada de AMLO a la Presidencia de la República, presionaron al legislativo para la creación de una ley que atara de manos al que se suponía sería el nuevo Presidente.

Ante ello, Denisse Dresser preguntó en esos tiempos ¿es México administrado por las empresas privadas o por el Estado?

Televisa logró con Fox lo que quiso, saneó sus finanzas que arrastraban adeudos por más de mil millones de dólares; consiguió la eliminación del 12.5 por ciento de los tiempos oficiales a través de un decreto presidencial; estableció una alianza informal con TV Azteca para evitar cualquier otra opción televisiva; frustró desde el 2004 una nueva ley de medios electrónicos; garantizó hasta el 2030 su dominio y concentración sobre un bien público concesionado como son las señales de radio y televisión; consiguió 165 permisos para abrir centros de apuestas y salas de juego remotas y va por más. ¿Y todavía llora?

Las decisiones legislativas que debieran ser cuestionadas por su incorrecto procesamiento, a los ojos de Televisa aparecen como una acto de responsabilidad republicana, como cuando el 1º de diciembre de 2005 -un mes antes de que iniciaran las campañas presidenciales- en una extraña votación unánime de 321 diputados de todos los partidos políticos representados en la Cámara de Diputados, en menos de 7 minutos aprobaron reformas a las leyes de telecomunicaciones y de radio y televisión que le permitirán a Televisa una apropiación del espectro radioeléctrico por 30 años, sin necesidad de licitar y menos de pagar contraprestación alguna al Estado mexicano. Ese es el Congreso responsable con el que les encantaría tratar.

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Televisa: critica a los legisladores y alaba o calla -de acuerdo a sus intereses- ante el Presidente Por ejemplo, Televisa insiste en la necesidad de la rendición de cuentas de los legisladores ¿existe alguien que esté en contra de esto? No creo que algún ciudadano responsable se oponga a esta demanda. Sin embargo la exigencia y dureza que mantienen frente a los legisladores se convierte en amnesia frente a Felipe Calderón. ¿Han escuchado a un comentarista de las televisoras que cuestione sobre la cantidad de empleos que prometió el que se autodenominó el Presidente del Empleo? En lo que él llama la guerra contra las drogas ¿Cuánto ha disminuido el consumo de droga durante los últimos 8 años? Es por ello que para Televisa uno de los objetivo fundamentales del la Campaña por el Voto Blanco es restarle fuerza política al Congreso, evitar que el “voto de castigo” o “voto útil” se manifieste en contra del gobierno, así como sentar a negociar al Congreso una nueva Reforma Electoral que permita la contratación de propaganda política en medios electrónicos, aprovechando la precaria legitimidad con la que va a ser electo. El rechazo hacia la clase gobernante no tiene los mismos orígenes ni las mismas aspiraciones. Si así fuera por ejemplo ¿Televisa y TV Azteca, estarían dispuestas a renunciar las ventajas adquiridas por ese sistema execrable que dicen les molesta, a través de su representante Vicente Fox? El asco manifiesto por hacia los políticos se le quita cuando le acercan ganancias millonarias, como ahora que Elba Esther Gordillo firma con ellos un convenio de 150 millones de pesos para un programa dizque con fines educativos. La indignación televisiva se resuelve con signo de pesos. La democracia a modo de las cúpulas Muchos de quienes hoy promueven la anulación del voto, festinaron el nombramiento del primer Consejo Electoral con José Woldenberg a la cabeza. Razones había para ello, el colectivo de los primeros consejeros tenía un alto perfil, pero dejaron de lado un aspecto fundamental: la revisión del procedimiento para el nombramiento de los futuros consejeros, en circunstancias distintas a las que se produjeron en 1996 a la hora del acuerdo para la conformación de una autoridad electoral, conformada por el consenso de las dirigencia partidarias. Los subsecuentes consejeros han sido nombrados en condiciones de inequidad, mayoriteo, y con un desaseo que ha generado inconformidad y malestar ciudadano. El menosprecio a los temas que se discutían en San Andrés por parte de intelectuales que hoy promueven la anulación de voto,

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contribuyó a tener una reforma electoral insuficiente, manipulable por las dirigencias partidarias y excluyente en materia de la representación indígena. Las campañas, convertidas en mercado electoral. Las campañas adolecen de mecanismos de control, no para fiscalizar los recursos públicos, sino los que provienen de la ilegalidad, ya sea del gobierno o de los grupos mafiosos. La estructura territorial se aceita con dinero y sin necesidad de recibos oficiales. Representantes seccionales, por manzana, por cuadra, despensas, favores, canonjías etc., son parte de un entramado electoral, convertido en mercado, donde el que traga mas pinole, es el que tiene más saliva. ¡Qué programa, que ideas, que argumentos, qué propuestas, ni que ocho cuartos! En el seccional, la ley la impone quien tiene más recursos, humanos, materiales y financieros. Esa es la realidad que se vive en las elecciones, y el partido que esté libre de culpa que tire la primera piedra. Hace lo mismo el PAN en Jalisco, que el PRD en el DF o el PRI en Veracruz. Es una pena ver el repartidero de despensas por todos lados. Sumado a lo anterior, en cada uno de los Estados los medios de comunicación apoyan -mediante propaganda disfrazada de noticieros- a aquellos candidatos que resulten afines a sus intereses o con quienes hayan logrado establecer convenios por debajo del agua. Una red impresionante de empresas de marketing electoral deambula por las oficinas de los partidos políticos, un día apoyan a uno y a la siguiente campaña a otro; o aun en una misma campaña, en un Estado trabajan para un partido y en otro para los contrarios. Se gastan ríos de dinero en carteles, llaveros, camisetas, propaganda, promocionales, producción de videos o spots que repiten frases huecas, la mayoría insustanciales. ¡Vota por el Cambio! ¡Cambio con Rumbo! ¡Cambio Responsable! ¡No cambies por cambiar! ¡Pena de Muerte! ¡Con nosotros si estás seguro! Los asesores publicitarios felices con el mercado electoral. Gane quien gane, ellos nunca pierden. En este tipo de campañas no tienen cabida los programas, las plataformas y las ideas de fondo. La reflexión, la argumentación y el razonamiento quedan en un segundo plano. Tiene mayor impacto buscar la forma para desacreditar al contrario. ¡Cuánto dinero tirado en tanta estupidez!

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Los organismos electorales -en apariencia ciudadanos- siguen bajo el control de las dirigencias partidarias y actúan en consecuencia. En cada Estado o a nivel nacional, dejan de ser árbitros para convertirse abierta o subrepticiamente en paleros del Gobierno o de algún partido. El control territorial se adquiere controlando los programas de gobierno, que establecen clientelas electorales y son por lo tanto los que garantizan posibilidades de triunfo a los partidos en el poder. En cada Estado, los partidos en el gobierno le apuestan a ganar sus respectivas elecciones en escenarios de baja participación electoral. Por ello los gobiernos a través de sus aliados de toda la vida- promueve el desaliento de la población para ir a votar; entre menos vayan, mayores son sus posibilidades de ganar con el voto cautivo de sus padrones de beneficiarios de los programas sociales a su disposición. No todo está podrido Sin embargo, más allá de los procesos electorales, a partir de diciembre de 1994 el dinamismo de la vida política nacional es impresionante. Su efecto más directo es que las tareas de desarrollo político se han extendido hasta involucrar a nuevos agentes, quienes ahora resultan indispensables protagonistas en el diseño de soluciones de alcance nacional. Para estos efectos la representatividad que ya se alcanza con la vigencia de los partidos tiene que enriquecerse con las contribuciones de otros foros y agrupaciones que reúnen voluntades y consensos gremiales, regionales y sectoriales, de incuestionable capacidad de convocatoria e importancia. La fórmula constitucional garantiza la integración democrática de las representaciones federal y estatal con base en criterios territoriales. Esta no debe ser exclusiva, sino debe entenderse como un espacio inicial para el diseño creativo de fórmulas que incorporen expresiones y propuestas de otros segmentos del Estado y de la sociedad; en el caso de agrupaciones sociales, asumiendo las formas orgánicas que han decidido darse a sí mismas y reconociéndoles legitimidad sin objetar su diversidad y autonomía, ni condicionar autoritariamente su incorporación al diálogo nacional, o a que adopten formatos reglamentarios de participación que parecieran caducos.

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El PRD, AMLO y el fraude electoral Podemos establecer que el gran desprestigio del sistema político mexicano va de la mano del enriquecimiento de unos cuantos y la pobreza de millones de ciudadanos. El desprestigio del sistema no llegó solo, ha tenido compinches, principalmente los grupos de poder económico y político. Fueron ellos quienes no solo avalaron el mayor fraude electoral, sino que -desde sus empresas concesionadas- permitieron y promovieron la campaña de descrédito e infundios en contra de Andrés Manuel López Obrador. Hoy se quejan de que el sistema político actual es inservible, pero se olvidan que ellos fueron sus principales apoyadores. El fraude contra AMLO no solo se produjo el día de la elección, sino en una serie de acontecimientos donde se utilizó el poder el Estado, a través de sus medios electrónicos concesionados a particulares, para ponerlos a disposición de los enemigos del candidato de la izquierda mexicana y ser utilizados como vehículos de difamación.

¿Libertad de expresión o libertinaje para calumniar? La calumnia, difundida vía spot y pagada por particulares, es según los dueños de los medios de comunicación, “un ejercicio de la libertad de expresión”. Esta acción que contribuyó a la alteración del proceso electoral, es con mucho, una acción que ha contribuido a trastocar los débiles equilibrios de la sociedad mexicana y la que nunca aparece en la desmemoria de comentaristas de las televisoras mexicanas, convertidos hoy en enjundiosos críticos del sistema político mexicano, mismo que les permitió, mediante un sistema de complicidades, usufructuar las concesiones que tienen en su poder. Suponen que la estupidez de la que hacen gala y presumen es patrimonio colectivo. El hartazgo ciudadano con los setenta años del PRI y la decepción que generaba la presidencia de Fox, fue consolidando la figura de Andrés Manuel López Obrador como opción de gobierno. El crecimiento exponencial de su figura en el plano social, contrastaba con las formas artesanales de trabajo que sus simpatizantes elaborábamos. El entusiasmo nos impedía vislumbrar el tamaño de la acción canalla que se orquestaba en contra de su candidatura. Como pudimos enfrentamos el tema del desafuero, cuya promoción se realizaba desde los Pinos.

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La tentación y el desparpajo no es patrimonio del PRI o del PAN. Compañeros y compañeras del PRD fueron atrapados en prácticas de ilegalidad, corrupción y deslealtad. No hay justificación para nuestros errores Nuestros adversarios fueron inmisericordes. Con el tiempo se ha comprobado la teoría del Complot o la confabulación de intereses entre personajes del PRI, del PAN y Televisa en esta maniobra; sin embargo, debemos reconocer que no tuvimos la capacidad para deslindarnos públicamente frente a este tipo de personajes, hoy de regreso en posiciones de poder dentro de las estructuras partidarias. No hay duda que el complot existió, como tampoco de que éste se produjo porque hubo compañeros que con sus acciones, permitieron que nos pusieran contra la pared. Hoy mismo ante la crisis del sistema de partidos, amplios sectores de la sociedad nos reclaman y ubican junto a los demás partidos. La autocomplacencia nos hizo mucho daño. La lucha post electoral ha estado impregnada de decisiones unilaterales que han servido de pasto para que los promotores del fraude, las utilicen en contra nuestra. Suponer que la plaza pública lo es todo. Enfrentar las triquiñuelas es un error táctico que impide desarrollar el potencial de los sectores que apoyaron la candidatura de AMLO. Al mismo tiempo, no hemos sabido reconocer que el fraude se pudo cometer no solo por una operación facciosa del Estado y los grupos de poder que lo apoyan. Nosotros contribuimos a crear las condiciones para que eso sucediera. AMLO no es la excepción. La exclusión de las estructurales electorales de los partidos de la Coalición por el Bien de Todos y la concentración de las mismas en personajes leales al candidato, pero con un tamaño mucho menor al que las condiciones reclamaban, fue un elemento que sin duda contribuyó al resultado final. Operadores electorales bien intencionados pero neófitos en la materia, abrieron un hueco que fue llenado por las trapacerías del gobierno y el PAN. He participado en muchas elecciones y nunca había sido testigo de la enorme incompetencia de quienes coordinaban las estructuras electorales y de promoción del voto. Parecía que estaban de acuerdo con nuestros adversarios, o cuando menos eso parecía. Se omitió el registro de representantes en cientos o miles de casillas y muchos de los que se nombraron no asistieron a desempeñar su

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responsabilidad, no obstante que ésta estructura estaba pagada con recursos de los partidos de la Coalición, manejados directamente por los operadores de AMLO. El fraude existió, es imperdonable e injustificable, pero nuestra incompetencia fue del mismo tamaño y mientras no lo aceptemos, no estaremos en posibilidad de construir las estructuras electorales necesarias para acceder al poder político. Un dirigente esta para entender, no para que lo entiendan. Es hora de que en la izquierda dejemos de lamentarnos o buscar justificaciones en nuestras acciones, que nos han alejado de amplios sectores ciudadanos. Hemos confundido ser democráticos con el libertinaje para denostar a nuestros propios compañeros. A quien duda de nosotros -si es posible- lo linchamos en la plaza pública. Nuestra aportación de elementos para el debate de las preocupaciones ciudadanas es pobre, irrelevante y marginal. Nos hemos olvidado de las luchas del pueblo, de los obreros, los colonos, los indígenas, los intelectuales y de todo lo que no sea un cargo de representación popular, con el agravante de que en el PRD se reproducen las mismas prácticas de nepotismo y amiguismo del PRI y del PAN, en donde al haber menos espacios posibles, la monopolización de los cargos de representación genera mayores niveles de crispación. Por ello y aunque tengamos plataformas distintas a las de otros partidos, ante los ojos de la población aparecemos como iguales a los demás. Reconocer esta situación es el primer paso para superar esta etapa crítica y estar en posibilidades de dar las próximas batallas. No es mi propósito debatir quién tuvo la razón para que los partidos del Frente Amplio Progresista saliéramos cada quien por nuestro lado, lo cierto es que al margen de las razones, el espectáculo que damos es lamentable, alimento para el escarnio público y la burla popular. Si no reconocemos esta equivocación, debemos que estar claros que no tenemos futuro. No puede haber una nueva izquierda con las viejas prácticas del pasado, tan criticadas, pero tan socorridas. Los dirigentes formales deberían recordar aquel viejo adagio popular que dice “un dirigente está para entender, no para que lo entiendan”.

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El voto nulo no sólo es Televisa Para quienes entienden la política únicamente como una actividad para mantenerse en el poder, sin preocuparse por la forma en que se obtiene, el “no votar” debe ser un fenómeno absolutamente normal, incluso hasta festejan este hecho reprobable desde un punto de vista republicano, porque un alto grado de abstencionismo generalmente beneficia al partido en el poder, pues es quien tiene la información y la capacidad de movilizar su “voto duro” durante el proceso electoral. Muchos de ellos, realizan su crítica desde una perspectiva ciudadana, honesta y genuina, les molesta el dispendio, el desparpajo legislativo. Más allá de las campañas de desprestigio promovidas por los grupos de poder, el poder legislativo y las dirigencia partidarias no han formulado propuestas de talla histórica o cuando menos que perfilen opciones a las situaciones críticas del país. Al PRD le ha importado menos que un cacahuate el tema indígena. La COCOPA es una entelequia, los Acuerdos de San Andrés una reliquia guardada en algún archivo. La elección de los Consejeros Electorales se convirtió en una burda y grotesca acción de reparto de cuotas partidarias donde la experiencia y la formación profesional de los aspirantes son elementos sin ningún valor a la hora de las definiciones. El cuatismo, el arreglo subterráneo, dejaron de lado a prospectos de gran valía. Por ello, es necesario reconocer que no solo los grupos de poder alientan la campaña para la anulación del voto, sino también muchos ciudadanos que no se ven representados en los partidos y decepcionados por el papel de la izquierda mexicana. Sus razones son de fondo y nada tienen que ver con las intenciones de Televisa, de Slim o de los grupos de poder. Argumentan cada una de sus razones para anular su voto, votar en blanco o votar por todos. Coincido con este sector en su desesperanza, pero tengo claro que esta acción -genuina y nacida de una realidad palpable- será aprovechada por quienes tienen en sus manos la capacidad de maniobrar en términos mediáticos. En términos de legalidad, su acción en nada alterará la próxima legislatura. En todo caso -de tener éxito el llamado- quienes se verían beneficiados con un Congreso deslegitimado serían, Televisa, TV Azteca, las trasnacionales, Calderón y la ultra derecha mexicana.

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La justa indignación ciudadana será aprovechada por los grupos de poder para llevar agua a su molino. No votar, anular, o votar en blanco es un respaldo indirecto al autoritarismo. Quizá muchos electores no tengan ese intención pero al final de cuentas, esa será la consecuencia de su actitud. ¿Y qué después del 5 de Julio? Suponga usted que el 6 de Julio amanecemos con la noticia de que tenemos un Congreso de la Unión votado por una minoría. ¿Qué va a pasar? ¿Los nuevos legisladores no tomarán posesión de sus cargos? ¿México entero saldrá a la calle y les impedirá tomar posesión? ¿Habrá un nuevo levantamiento armado?, ¿de quién contra quién? si el pueblo ni a resorteras llega. En este terreno hay más preguntas que respuestas, pero sin lugar a dudas cualquier acción ciudadana que no tenga como objetivo el desprestigio del legislativo, no será apoyada. Ahora bien, si por el propio desarrollo de las movilizaciones, éstas se dirigieran contra el ejecutivo, serían desprestigiadas de inmediato por la maquinaria mediática de aquél. ¿O ya se nos olvidó el silencio de Televisa y de los medios en el 68? Recuerdo con tristeza, el casi fusilamiento de Elín Santiago Muñoz y José Luis Martínez Pérez, a dos cuadras de mi casa en Torreón el 9 de Abril de 1979, por parte de la miserable Brigada Blanca. Como ellos, muchos jóvenes y luchadores sociales dieron la vida por una nueva sociedad. Hoy no tenemos el sistema al que aspiramos, la situación actual dista mucho de nuestros anhelos, pero cancelar la vía política por los motivos que sean, justificados o no, es una acción ingrata contra la propia historia de nuestro país. Bien harían los dirigentes partidarios, si en verdad tienen un genuino interés por recuperar la honra y el decoro para la actividad política, en firmar un acuerdo -al margen de la composición de la próxima legislatura- para la construcción de un Nuevo Pacto Social, donde la profundidad del mismo llegue hasta donde la sociedad demande. No se trata de que en este trecho final de la campaña, se pongan de acuerdo en cada uno de los temas nacionales, sino que se establezca un compromiso para convocar a la realización de un gran diálogo nacional, que incluya e invite a todos los actores sociales, incluidas las fuerzas insurgentes, para la construcción de un pacto refundacional de la República. Esta es una de las pocas posibilidades para detener una conflagración nacional que parece avecinarse, ante el deterioro de la vida política en México.

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Quienes desde abajo estamos en desacuerdo con la forma en que se ha gobernado este país tenemos claro que nada tiene que ver la inconformidad que manifiestan los poderes fácticos y sus voceros, los temas que enarbolan son insustanciales para la vida del país o en el mejor de los casos, lo hacen con el propósito de tener un Congreso pelele y deslegitimado, incapaz de promover reformas que afecten sus intereses. Nuevo Pacto social, como resultado de un diálogo nacional. El Nuevo pacto social tiene la misma dimensión histórica de la Independencia, la Reforma o la propia Revolución. Ni más ni menos. La orientación, profundidad y extensión de los cambios que habrán de impulsarse, son el punto de inicio de coincidencias y controversias. Introducir modificaciones puramente cosméticas para eludir la acusación de radicalismo, o exigir la demolición inmediata del viejo orden para demostrar firmeza política, conforman el paralelismo de los radicalismos, que finalmente comparten la misma intolerancia. Por fortuna, la influencia social de esta intolerancia es insignificante. La construcción de un Nuevo Pacto Social es imprescindible, constituye una necesidad de cuya satisfacción dependen la paz interna, la unidad nacional, la soberanía y la integridad territorial. Este diálogo deberá ser convocado una vez integrada la próxima Legislatura del Congreso de la Unión, toda vez que en su seno convergen todas las fuerzas políticas que integran la representación nacional, y constituye el escenario natural en el que deben discutirse los grandes temas de interés nacional. Este es el compromiso que deben asumir todas las formaciones partidarias, mezquindad ni regateos. Lo que está en juego no son sus triunfos o derrotas, sino el destino del país. Para ello, la gobernabilidad deberá dejar de ser considerada como un asunto de conducción administrativa y técnica de los recursos del país, para convertirse en un verdadero asunto de Estado, donde lo importante sean las personas; y donde, a partir de una participación democrática, plural e incluyente, se puedan alcanzar acuerdos políticos del más alto nivel en los que participen las fuerzas políticas y la sociedad misma, bajo la premisa de que es el momento de darle a la sociedad el peso político que realmente le corresponde.

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El nuevo pacto debe ser construido a través de un proceso de diálogo nacional en el que participen los partidos, las organizaciones y agrupaciones sociales y políticas, los organismos no gubernamentales, el sector productivo y de servicios, las instituciones educativas, artistas e intelectuales, los medios de comunicación, los trabajadores de la ciudad y del campo, los Ayuntamientos, los Congresos y gobiernos locales, los poderes de la Federación y los ciudadanos que, sin importar su filiación partidista o credo religioso, quieran participar y comprometerse en la solución de los problemas nacionales. Si alguno de ellos piensa que pude sobrevivir sin los demás o maniobrar para seguir jugando con ventaja, se equivoca. La única posibilidad de que nuestro país trascienda la actual circunstancia, es en un México incluyente, justo y democrático. Cualquier otro escenario nos llevará a la confrontación social, sin descartar la armada, que sería el peor de los escenarios, pero cuyas posibilidades se amplían en la misma medida de la sordera de los grupos de poder económico y político. Antes estos hechos, en medio de una sociedad incrédula con el sistema de partidos y una estrategia apuntalada por los grupos de poder para tener un Congreso de la Unión debilitado, deslegitimado y fácilmente manipulable, tenemos la obligación de construir esquemas que nos permitan no solo a la izquierda, sino al país en primera instancia, salir adelante. Para ello se requiere generosidad, tolerancia, compromiso, inteligencia y disposición para formular una iniciativa de talla histórica, que permita a todas las fuerzas sociales y a la sociedad en su conjunto, salir del tobogán donde nos encontramos. A medida que los acontecimientos se presentan surgen nuevas demandas, se revelan problemáticas desconocidas para la opinión pública, pero latentes por años; emergen fuerzas que reclaman un lugar -aún indefinido- en el concierto nacional. Muchos de estos actores se han desarrollado al margen de las estructuras partidistas, con demandas y alcances que trascienden un ámbito geográfico específico. Igualmente, sectores sociales y económicos otrora discretos y poco participativos, hoy demandan que se modifiquen los rumbos y proyectos seguidos en los últimos años. Evaluar la magnitud de esta situación debe ser el punto de partida para reflexionar sobre el tamaño de las transformaciones que habrán de acometerse.

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El Estado, las instituciones y los tres Poderes de la Unión deben crear las condiciones para que el ciudadano rescate el derecho de ejercer cabalmente su dimensión original, como protagonista de los procesos de búsqueda del bienestar y desarrollo político. El Nuevo Pacto Social debe trascender cúpulas y élites para convertirse en un ejercicio profundamente democrático, cuyo requisito es la presencia activa de la sociedad en la reformulación de sus relaciones con el Estado, concebido éste como entidad subordinada a la voluntad colectiva. La transición de nuestro país hacia una democracia moderna no podrá omitir esta sentencia. Al Gobierno de la República, al Congreso de la Unión, a los Partidos y corrientes políticas como suma y en particular a cada uno, tocará decidir el carácter de su participación: como compañero de viaje en el gran curso nacional o como escollo avasallado.