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e rreb Orgapo äe sa Veperable Oräer) Cercen y (ofraäías Dirección y Administración: Silva, 39,-Madrid (12),-Teléf. 12803 15 DE ABRIL DE 1932 <> NÚM. 4 S II M A 1 =l, 10 JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS, por Fr. Ricardo Delgado.— LOS VIAJES DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, por Fr. Serafín Solaegui.—¡,Qué, ERAN LOS FARISEOS?, por Fr. JOSé MigUaeZ.--CONTEMPLACIÓN DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. J. Gilabert.--EL ILUS- TRÍSIMO FR. ALONSO ENRÍQUEZ, por Fr. Guillermo Vázquez.—LAS INJUSTICIAS SOCIALES, por García.—PROPAGAD LA BUENA PRENSA, por Fr. Emilio Silva.—MUNDO CATÓLICO, por Fr. Fernando Vázquez.—NOTAS RÁPIDAS. LA BUENA ALEGRÍA, por Sergio M. DUrll.— PROVIDENCIA, por Julia G. Herreros.—OBERTURA, por Fr. José S. Crespo.—MUERTE DE ELENA, por Fr. Gurnersindo Placer. —NOTICIAS.—NECROLOGÍA.—BIBLIOGRAFÍA. JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS En los anales del mundo hay un hecho de inmortal memoria que, des- pués de veinte siglos, al celebrar su conmemoración, tiene aún el poder de llenar de inmensa alegría el cora- zón y de arrancar a los ojos lágrimas de gratitud y de amor. Es el misterio de la Resurrección de Jesucristo, Sal- vador del mundo. Veinte siglos han transcurrido, y lejos de amortiguarse el recuerdo de la escena de infinita bondad que hizo conmover a la Naturaleza y al mundo entero, perdura y perdurará eterna- mente en las conciencias y en las almas. ¿Por qué? ¡Ah! Es que aque- lla dulce y sublime escena domingue- ra en que el Cristo, aquel Jesús que, tres días antes había subido volunta- riamente a la Cruz para derramar su sangre y dar su vida por la salvación del género humano, ha resucitado de entre los muertos, es verdadero Dios. ¿Y quién es Jesucristo? Sus enemigos lo califican de muy diversas maneras; para unos es un hombre extraordinario, el más grande de los hombres; otros—dicen—, es un ser ideal, imaginario, sin persona- lidad histórica. Voltaire le llama in- fame; Renán, un hábil impostor; Estrauss, proclama a todos los vien- tos que es un mito, y la época con- temporánea, un gran revolucionario. Pero la humanidad de todos los tiempos, iluminada por la fe, confiesa y proclama en alta voz que Jesucristo es verdaderamente Dios.

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e rrebOrgapo äe sa VeperableOräer) Cercen y (ofraäías

Dirección y Administración:Silva, 39,-Madrid (12),-Teléf. 12803

15 DE ABRIL DE 1932 <> NÚM. 4

S II M A 1=l, 10JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS, por Fr. Ricardo Delgado.— LOS VIAJES DE NUESTRO

SEÑOR JESUCRISTO, por Fr. Serafín Solaegui.—¡,Qué, ERAN LOS FARISEOS?, por Fr. JOSé

MigUaeZ.--CONTEMPLACIÓN DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. J. Gilabert.--EL ILUS-

TRÍSIMO FR. ALONSO ENRÍQUEZ, por Fr. Guillermo Vázquez.—LAS INJUSTICIAS SOCIALES,

por García.—PROPAGAD LA BUENA PRENSA, por Fr. Emilio Silva.—MUNDO CATÓLICO, porFr. Fernando Vázquez.—NOTAS RÁPIDAS. — LA BUENA ALEGRÍA, por Sergio M. DUrll.—

PROVIDENCIA, por Julia G. Herreros.—OBERTURA, por Fr. José S. Crespo.—MUERTE DE

ELENA, por Fr. Gurnersindo Placer. —NOTICIAS.—NECROLOGÍA.—BIBLIOGRAFÍA.

JESUCRISTO ES VERDADERO DIOSEn los anales del mundo hay un

hecho de inmortal memoria que, des-pués de veinte siglos, al celebrar suconmemoración, tiene aún el poderde llenar de inmensa alegría el cora-zón y de arrancar a los ojos lágrimasde gratitud y de amor. Es el misteriode la Resurrección de Jesucristo, Sal-vador del mundo.

Veinte siglos han transcurrido, ylejos de amortiguarse el recuerdo dela escena de infinita bondad que hizoconmover a la Naturaleza y al mundoentero, perdura y perdurará eterna-mente en las conciencias y en lasalmas. ¿Por qué? ¡Ah! Es que aque-lla dulce y sublime escena domingue-ra en que el Cristo, aquel Jesús que,tres días antes había subido volunta-riamente a la Cruz para derramar su

sangre y dar su vida por la salvacióndel género humano, ha resucitadode entre los muertos, es verdaderoDios.

¿Y quién es Jesucristo?

Sus enemigos lo califican de muydiversas maneras; para unos es unhombre extraordinario, el más grandede los hombres; otros—dicen—, esun ser ideal, imaginario, sin persona-lidad histórica. Voltaire le llama in-fame; Renán, un hábil impostor;Estrauss, proclama a todos los vien-tos que es un mito, y la época con-temporánea, un gran revolucionario.

Pero la humanidad de todos lostiempos, iluminada por la fe, confiesay proclama en alta voz que Jesucristoes verdaderamente Dios.

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Jesucristo vino al mundo a fundarun nuevo reino, que llamó «reinode Dios», y era necesario dictaseuna ley moral que fuese aceptada portodos los que quisieran pertenecer aeste reino. Por consiguiente, era pre-ciso que declarase quién era y mani-nifestase a los hombres los títulosque tenia para llamar a todos a for-mar parte de ese reino.

Jesucristo dió cumplida respuesta alas preguntas, todas las que sobre sudivinidad pudieran hacerle los hom-bres.

La primera interrogante que loshombres hacen a Jesús, es aquella queenviaron a Juan los sacerdotes deJerusalén: «¿Quién eres tú, y qué dicesde ti mismo?» ¿Y qué dijo de símismo?

Un día interrogó Jesús a sus discí-pulos diciéndoles: «¿Qué dicen de mílos hombres? Y ellos le respondie-ron: Unos dicen que eres Juan Bau-tista, otros que Jeremías, otros queElías o alguno de los Profetas. ¿Yvosotros, replica Jesús, ¿quién creéisque soy? Y Simón Pedro, adelantán-dose a los demás discípulos, le dijo;Tú eres el Cristo, Hijo de Dios».Jesucristo acepta y confirma esta ro-tunda afirmación, diciendo: «Bien-aventurado eres, Simón, hijo de Juan,porque ni la carne ni la sangre te lohan revelado, sino mi Padre que estáen el cielo». Y premia al apóstol SanPedro por esta declaración de fe,cuando le dice: «Y yo te digo a mi vezque tú eres Pedro, y sobre esta piedraedificaré mi Iglesia».

Estaba Jesús rodeado de sus discí-pulos aleccionándoles en la ciencia

del «reino de Dios», y uno de ellos,Felipe, le dice: «Señor, haznos ver alPadre, y esto nos basta». EntoncesJesús, un tanto condolido de la súplicade su apóstol, le contesta: «Tantotiempo que estoy con vosotros y aúnno me conocéis. Felipe, el que me vea mí, ve también a mi Padre... ¿Nocreéis que yo estoy en mi Padre ymi Padre está en mi?»

Jesucristo confiesa delante del pue-blo que es Dios y ese mismo pueblodice que lo condena porque se hacehijo de Dios. «¿Hasta cuándo—le di-jeron un día—nos tenéis indecisos? Sisois el Cristo. decídnoslo francamen-te». Y Jesús les responde: «Os habloy no me creéis; sin embargo, lasobras que yo he ejecutado en nombrede mi Padre dan testimonio de mí—Mi Padre y yo somos uno». Ante estaafirmación del Divino Maestro, losjudíos cogieron piedras para lapidar-io; pero Jesús, sereno, pleno de ma-jestad y de grandeza, les dice: «Oshe mostrado muchas obras de miPadre, ¿por cuál de ellas me ape-dreáis?» Entonces ellos dan la razónde su modo de obrar, haciendo unacto de reconocimiento de la divini-dad de Jesucristo, cuando le contes-tan: «Por ninguna de vuestras obrasbuenas, sino por la blasfemia, puessiendo hombre, os haceis Dios».

¡Bella y sublime declaración!

Jesucristo y el apóstol incrédulo

En los días que siguieron a la Re-surrección del Salvador y a las apari-ciones a Magdalena y a los discípulosde Emmaús, llegó al Cenáculo el

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apóstol incrédulo Tomas. Pedro y losdemás discípulos de Jesús narran lasapariciones del Señor y todo cuantoel Divino Resucitado les había dichoTomás protesta de todo ello y declaraque no creerá hasta que no nieta losdedos en las llagas de sus manos ypies y la mano en la herida de su cos-tado. En la tarde del octavo día de laResurrección, Jesús, rodeado de luz,se le aparece. Tomas se conmueve,teme, quiere huir..., pero el Señor sele acerca, le enseña las llagas de suspies y manos y la herida de su costa-do, lo reprende amorosamente, y en-tonces Tomas cae de rodillas, excla-mando: ¡Señor mío y Dios mío! jesúsno rechaza este sublime homenaje deadoración; no rehusa esta bella con-fesión de su divinidad; antes bien,declara bienaventurados a los que,menos desconfiados que el apóstol,creen y adoran sin haber visto.

Felices, Vos dijisteis, quienes sin ver han creído.Y yo, yo que la profunda palabra sabía,-Al oiros en aquellos días, en la parábolaUn pasaje obscuro y breve, yo podíaDudar que Vos sólo mi fuerza guardaba fueraY exclamar como en la tarde trágica de JudeaVuestro apóstol Tomás: Yo quiero ver... Y ¡he visto!

Benévolo lector: Mezcla tu voz conla voz del humilde y dulce poeta, aba-ja tu frente que tal vez se obstina aún,y luego cayendo de rodillas a los piesde Jesucristo, aclámale en un belloarranque de fe, de esperanza y deamor, diciendo: «¡Señor mío y Diosmío!»

Jesucristo es juzgado como Diospor los altos Tribunales

«Si la vida y muerte de Sócrates sonlas de un hombre, la vida y muerte de

Jesucristo son las de un Dios». Estadeclaración la ha hecho uno de losimpíos más grande de estos últimostiempos, impulsado, sin duda, por laverdad clara y evidente de los hechos,por J. J. Rousseau.

El proceso y la muerte de Jesús deNazareth son algo único en los ana-les de la humanidad. Después de re-cordar las tristes y trágicas escenasdel Jardín de las Olivas, en las queJesucristo luchando con las supremasagonías en aquella noche del amor ydel dolor por excelencia, se nos reve-la como el hombre más extraordina-rio. Pero vedle maniatado, sin dejarpor eso los esplendores de su gran-deza ante un Tribunal, encargadoespecialmente de velar por el dogmalundamental de la unidad de Dios.Jesucristo, sin temores, sin reticen-cias, declara ante la faz del mundoquién es y por quién se tiene. Condu-cido ante ese supremo Tribunal, elSumo Sacerdote, Cans e le dirigeesta solemne interrogación: «Te con-juro por el Dios vivo que me digas sieres tú el Cristo, Hijo de Dios ' . YJesús, conocedor de quién era Elmismo y también del momento so-lemne que se le ofrecía para afirmaruna vez mas su divinidad, responde;EGO SUM. «Tú lo has dicho». Y que-riendo todavía dar una prueba mássu divinidad, añade: .Y un día ve-réis al Hijo del Hombre sentado a ladiestra del poder de Dios, viniendoa la tierra sobre las nubes del cielo».

No se le ocultaba a Jesús que surespuesta había de escandalizar a losjudíos, y, sin embargo, dice la ver-dad; y como no puede ocultarla, esco-

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ge morir en una cruz, para desde allí es Hijo de Dios. Una sola palabra devolver a proclamar a la faz de todo el retractación habría podido salvarlo;mundo su divinidad. pero El, firme en su declaración, ca-

mina silencioso hacia el Calvario,todo ensangrentado, se abraza a lacruz y muere en ella, confesando quees Dios. A la muerte del Salvador delmundo, el velo del templo se rasga,los muertos resucitan, la tierra tiem-bla, el sol se eclipsa, en lontananzase oye el retumbar del trueno, a la luzestridente del relámpago se ve al Di-vino Ajusticiado luchando con las supremas agonías de su supremo dolor,las tinieblas envuelven la montañadel Gólgata. En esa hora suprema,Jesús pronuncia estas palabras, quesólo podían pronunciar los labios deun Dios: Todo está consumado».

Ya no me extraño que San Pablopredique a Cristo crucificado, viendoen él la manifestación del poder y dela sabiduría de Dios. Ya se explicaperfectamente que las muchedumbresque habían presenciado la muerte deJesús se volviesen a Jerusalén gol-peándose el pecho, y que el centuriónexclamase: «¡En verdad que este hom-bre era Dios!» Y que Dionisio el Areo-pagita pronunciase aquellas célebrespalabras en el Areopago de Atenas:«O el autor de la naturaleza padece, ola máquina del mundo se descompo-ne». Y que Napoleón, confinado en laroca solitaria de Santa Elena, des-pués de contemplar la colosal figurade Jesucristo, escribiese: «No hayDios en el cielo, si un hombre ha po-dido concebir y ejecutar con éxito tancompleto el designio gigantesco dearrebatarle el culto supremo, usur-pando el nombre de Dios».

Jesucristo es Dios; toma todos lostítulos que sólo corresponden a Dios;reclama todos los homenajes que con-vienen a Dios, y ejerce todos los po-deres propios de Dios; habla comoDios, perdona y juzga como Dios.

P. DELGADO CAPEANS

Los viajes de NuestroSeñor

(CONTINUACIÓN)

Al volver de Jerusalén después decelebrar la tercera Pascua de su vidapública, Jesús se retira a Cafarnaún,de donde salió también pronto parahacer uno de los viajes más largosde que nos dan cuenta los Evangelis-tas, a saber, a Tiro y Sidón Así,pues, saliendo de Cafarnaún se diri-gió hacia el noroeste por el caminoque conducía al mar, tocando primeroen Tiro, distante 60 kilómetros deTiberíades, pasando por Sarepta, lle-gó a Sidön, límite extremo del viajeque se había propuesto. No sabemosel tiempo que se detuvo en esta re-gión, que de todos modos debió serbastante breve. Después por el surdel Líbano, atravesando el alto Jordánsin penetrar en la Galilea, se refugiaen la región de la Decápolis, a la parte sudoriental del lago de Genesaret.Durante este viaje, cuyos motivos nosson completamente desconocidos yque no debió de bajar de 200 kilóme-tros de recorrido, curó el Señor a lahija de ia mujer cananea, que eraatormentada del demonio.

Al llegar a la Decápolis se ve Jesús

rodeado de una inmensa multitud, engran parte paganos. Viendo, pues,entre ellos al gran taumaturgo, lleva-ron a sus pies a toda clase de enfer-mos y él los curaba, y decían todaslas gentes: Bien hizo todas las cosas.¡Magnífica canonización popular! Atodo esto hacía tres días que le se-guían las turbas a lugares despobla-dos, no lejos del mar de Tiberíades.Allí, mirando a los que olvidándosede sí mismos y hasta de su sustento,se apiñaban para escuchar su doctri-na, se mueven a compasión las entra-ñas del Salvador y verifica la segundamultipli 'cación de los panes, saciandoa cuatro mil hombres sin contar lasmujeres y niños, con siete panes.Después de haber despachado a lagente, Jesús y los discípulos subierona una barca y se trasladaron a Mage-dán, probablemente Magdala, en laribera occidental del lago. Luego quehubo desembarcado, se encontró conun grupo de fariseos que empezarona disputar con él y pedirle una señalextraordinaria. La envidia y pésimavoluntad de esos hombres, arrancódel pecho del Señor un suspiro pro-fundo, y dijo: «Esta generación pideseñales y no se les dará más señalque la del Profeta Jonás», y dejándo-los volvió a embarcar, y atravesandoel lago fueron a Betsaida, cerca dellugar de las dos multiplicaciones delos panes, curando allí a un ciego.

Durante este último año de la vidade Nuestro Señor, los viajes fuera dela Galilea son frecuentes: pero lo quepuede extrañar aún más, es que nohabiendo venido, como él dijo, a pre-dicar el Reino de Dios más que a los

Jesucristo muere como DiosJesucristo no murió como mueren

los demás hombres. Murió «porquequiso morir, cuando quiso y comoquiso»—dice San Agustín—. La muer-te de Jesús de Nazareth es una muer-te más serena que la del justo, másnoble que la del héroe y más sublimeque la del mártir, porque es la muertede un Dios.

Jesucristo sabía perfectamente queal proclamar su divinidad, los judioslevantarían hasta el cielo el grito desu indignación; sabía que, creyendo-sele blasfemo, le aplicarían todo elrigor de la ley; sabía que le condena-rían a muerte. Y, sin embargo. pro-clama su divinidad, no en secreto,sino públicamente, ante la sociedad,ante los Tribunales y en las confiden-cias intimas con sus discípulos; notímidamente, sino con toda la ente-reza de un convencido. Y Jesucristoes condenado a muerte por los supre-mos Tribunales de la nación comoblasfemo, y el populacho amotinadopide su muerte ante el tribunal políti-co, exclamando: «Tenemos una ley, ysegún esa ley debe morir, porque seha hecho hijo de Dios». Jesucristo vedelante de sí la muchedumbre de susatormentadores; en torno suyo no oyemás que los rugidos del odio y rencorpopular; la muerte se levanta delantede El; siente los dolores de los azo-tes; ve su cabeza traspasada con lasespinas de la corona; y Jesucristopersevera en su declaración de que

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de la casa de Israel, se retire a paíseshabitados por paganos y fuera de loslímites de la Tierra Santa. Despiiésde la curación del ciego de Betsaida,reune a los doce y emprende la mar-cha al norte, siguiendo el curso delJordán hasta cerca de sus fuentes enlos confines de la Palestina, a Ce-sárea de Filipo, llamada así para dis-tinguirla de la otra Cesarea, situada alas orillas del Mediterráneo, entreJoppe y San Juan de Acre. Aquélla sehallaba emplazada al pie del granHermón, a 60 kilómetros del Tibería-des. ¿Cuáles fueron ¡os motivos deeste retiro del Señor? Desde luego seve de parte de Jesús un empeño estu-diado de evitar todo encuentro conlos fariseos; muchos de éstos le ha-bían seguido desde Jerusalén, sin másobjeto que el de espiar sus pasos ypoderlo acusar ante los tribunales deellos, quitándolo así de enmedio.Jesús, marchándose a donde sabía nole seguirían, quería desbaratar esasperversas intenciones. Por otra parte,veía que el pueblo le buscaba y leseguía a donde quiera que fuese poroir su palabra divina y gozar de losmuchos beneficios. Permitiendo alre-dedor de sí este entusiasmo popular,no quería dar más motivos de animo-sidad a los fariseos, porque no seprecipitasen los acontecimientos. Portodo ello, a fines de julio del año 30,o sea el tercero de su vida pública, seencuentra solo con los discípulos enlas cercanías de la dicha ciudad deCesarea de Filipo, donde tuvo lugarla magnífica confesión de su divinidadhecha por San Pedro: «Tú eres Cris-to, Hijo de Dios vivo», y la sublime

promesa de Jesús al mismo apóstol:«Tú eres Pedro, y sobre esta piedraedificaré mi Iglesia».

Jesús presiente ya cercano el tiem-po de su inmolación y encarga a losapóstoles no digan que es el Mesías,porque conviene que padezca y mue-ra. No se puede precisar el tiempoque pasó en aquellos contornos; loque sabemos es que a los seis días dela confesión de Pedro tuvo lugar laTransfiguración en un monte. ¿Q uémonte era éste? Existen opinionespara todos los gustos. La tradicióncristiana lo ha identificado con elTabor, donde actualmente tienen losPadres Franciscanos un maravillosoSantuario en recuerdo de aquellaescena. No obstante, no deja de te-ner sus dificultades esta creencia,y la principal es que en menos deseis días, Jesús y los suyos tendríanque recorrer arriba de 100 kilómetros,que aunque no sea imposible ni mu-cho menos, habría que suponer quehicieron el viaje en jornadas pocomenos que forzadas. Otra dificultadconsiste en que San Marcos dice quedespués de la Transfiguración «atra-vesando Galilea llegaron a Cafar-naún». Estando el Tabor en esa pro-vincia, ¿cómo la podrían atravesar?Hay que confesar, sin embargo, queno son suficientes estas dificultadespara quitar al Tabor la gloria de ha-ber sido el lugar escogido por el Se-ñor para manifestar toda la hermosuraque le era debida. Estaba situado esemonte al sudeste de Nazaret, a pocomás de 10 kilómetros, teniendo unaelevación de 562 metros sobre el Me-

ditei ráneo; existía una aldea sobre la

cumbre. Allí, ante los tres discípulosmás amados: Pedro, Juan y Santiago,muestra Jesús toda su gloria.

Al día siguiente, al bajar del monte,vieron una gran turba rodeando a losnueve restantes apóstoles y a losfariseos disputando con ellos. Antela multitud asombrada, curó Jesús aun joven endemoniado a petición desu padre.

Saliendo de allí emprendieron elviaje hacia el norte, a Cafarnaün,donde durante una brevísima estan-cia, pronuncia las parábolas de laoveja y dracma perdidas, la del hijopródigo. Instruye a los apóstoles enla verdadera humildad, el escándalo,la corrección fraterna, el perdón delas injurias, etc.

Se acercaba ya la fiesta de los Ta-bernáculos, fines de septiembre del30, y los paisanos de Jesús le invita-ron a acompañarles a subir a Jerusa-lén, más por vanidad que por otracosa; el Señor se, excusó de ir conellos, aunque después los siguióocultamente. Pero antes de dejar porúltima vez los ciudades donde tantohabía trabajado, quiere darles el últi-mo adiós con una terrible amenaza;«Ay de tí, Corozain. Ay de tí, Betsai-da..., y tú, Cafarnaún, ya que te hasensoberbecido, serás humillada hastael infierno».

La fiesta de los Tabernáculos o delas Tiendas, duraba ocho días; Jesúsllegó a Jerusalén cuando habían pasa-do cuatro o cinco días de la octava.Como se había atrasado mucho, paraevitar el rodeo que suponía el hacerel viaje por la Perea, y por ganartiempo, decidió hacerlo atravesando la

Samaria, en una de cuyas ciudadesno le quisieron conceder el hospedaje,«porque conocieron que se dirigía aJerusalén». Los apóstoles, indigna-dos por aquel desacato, piden quebaje fuego del cielo y abrase a sushabitantes. El Salvador, apaciguandolos ánimos, les instruye en el nuevoespíritu de que deben revestirse. Du-rante el camino se encuentra con trescasos de vocación al apostolado: dosque espontáneamente le piden ser ad-mitidos en su compañía y son recha-zados por el Señor, y otro que esllamado y se excusa. Así llegó aJerusalén y halló que los maestros dela ley enseñaban al pueblo como eracostumbre durante las fiestas, y éltambién se puso a enseñar. Prontolos Príncipes de los sacerdotes y losfariseos comenzaron a alborotarse ybuscaban la manera de matarlo, masno se atrevían por temor al pueblo,pues éste le quería.

El último día de la octava, que erael más solemne, tornando como basede su peroración la rogativa que aca-baban de celebrar pidiendo la abun-dante agua para fecundizar los cam-pos (no hay que olvidar que era otoñoy solían estar muy secas las tierras),se levantó, y poniéndose en pie enmedio del templo, gritaba: «Si algunotiene sed venga a mí y beba... y delseno del que cree en mí manarán ríosde agua viva». Al atardecer salió dela ciudad y se dirigió al monte de losolivos, a poca distancia fuera de lasmurallas, del que hablaremos más tar-de. A la mañana siguiente muy tem-prano, vuelve al templo y se puso aenseñar al pueblo que había acudido

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a escucharle. Después de una violentadisputa suscitada por los fariseos, seve obligado a salir del templo y es-conderse porque querían apedrearlo.

Los ánimos se hallaban excitadísi-mos; Jesús habla más clara y termi-nantemente de su divina misión. Losfariseos, no pudiendo sufrir sus cer-teros ataques, y viéndose descubier-tos ante el pueblo, se dedican a exci-tar sospechas y odios contra él. Porfin, el milagro de la curación del cie-go de nacimiento, obrado a las mismas puertas de la ciudad, acaba porexasperarlos de tal modo, que Jesústiene que ausentarse de allí.

A los pocos días lo encontramosen Bethania en casa de Marta y María,a cuatro kilómetros de Jerusalén. Losdos meses y medio siguientes a lafiesta de los Tabernáculos, los empleóen la instrucción de los apóstolesprincipalmente, sin salirse de las cer •canías de la Ciudad Santa. En el ca-mino que baja de esta ciudad a Jericó,pronuncia las parábolas del buen sa-maritano, del rico avariento, de la hi-guera estéril, etc.

FR. SERAFÍN SOLAEGLII

Monasterio de San Juan de Poyo.

(Concluirá.)

¿Qué eran los fariseos?Eran los fariseos, que tantas ve-

ces aparecen nombrados en el SantoEvangelio, un partido político-religio-so del pueblo de Israel, una clase dehombres llenos de orgullo y muy pa-gados de si mismos, pasión vergon-zosa que los tenía habitualmente cie-gos para que no vieran los extremosterriblemente ridículos y crueles a quetodos los días llegaban.

El nombre con que se los distinguíaes lo mismo que separatista, nombreque, como que lleva en sí un conceptoodioso, no se lo habían dado ellosmismos, sino que se lo aplicó el pue-blo, de manera semejante a lo queacaeció a los protestantes, quienestuvieron que aceptar, aunque de malgrado, este nombre que ellos pugna-ban por hacer desaparecer. Ellos en-tre sí solían llamarse hasebin, estoes, asociados, compañeros.

Sin embargo el nombre les cuadra-ba admirablemente, por cuanto procu-raban vivir separados de los demás a

fin de no mancharse con el trato delos demás mortales.

¡Pobres fatuos!Su origen parece haber tenido lugar

en el primer tercio del siglo II antesde Jesucristo, cuando Antíoco Epí-fanes se propuso exterminar el cono-cimiento y el culto del Dios de Israel.No faltaron hombres, pertenecientesal sacerdocio, que, siendo por unaparte influyentes, y teniendo por otraparte sus corazones completamentecorrompidos por la envidia y la ambi-ción, se prestaron de buen talante asecundar los planes del griego, espe-rando así ver colmados sus propiosdeseos, aunque ello redundara engravísimo perjuicio para la religiónsanta que debían defender. Esto, juntocon varios decretos del perseguidor,dió margen a que en el pueblo deDios se organizara un partido paraoponer decidida resistencia a la hele-nización cultural y religiosa intentadapor Antioco, partido que se puso fer-

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vorosamente del lado de los Macabeos cuando éstos se decidieron a alzarse en contra del tirano. Asideoseran llamados (acaso ellos mismosse hubieran dado tal denominación,que equivale a hombres piadosos) losmiembros de aquel partido. De esepartido es, según hoy es cosa admi-tida, de donde procedieron esta razade hombres perversos.

Los saduceos, a quienes odiabande muerte los fariseos, y que de losmismos eran correspondidos de idén-tica forma, eran materialistas, a lamanera de nuestros racionalistas con-temporáneos, negando por tanto lainmortalidad del alma y la existenciade los ángeles y espíritus, cosas ambas que admitían los fariseos.

Toda vez que para los saduceos elalma no era inmortal, lógico es elsuponer que negaban también la resu-rrección que los fariseos defendían yenseñaban, aunque limitándola a losjustos y sin perjuicio de los castigoseternos para los impíos.

Estos respetaban la tradición oral,que en ocasiones interpretaba, enotras completaba la Ley escrita, mien-tras los saduceos, precursores de losp rotestantes, rechazaban toda tradi-ción, contentos únicamente con laletra de la Ley.

Para los fariseos, celosos guarda-dores de la religión, por lo menos ensu parte exterior, a ella debía subor-dinarse todo lo demás.

En relación con la dominación ex-traniera hubo siempre entre ellos unacorriente que la aceptaba como cas-tigo de Dios, disponiéndose a soportara hasta que la Providencia quisierahacerla cesar, y la segunda, que, auncontra el parecer de los prudentes,aprovechaba toda ocasión para su-b levarse en busca de la independenciaPerdida, grupo que, como se puedesuponer, contaba con todos los espí-ritus exaltados.

Ganosos de conservar la populari-

dad e influencia de que venían gozan-do, pronto se exacerbaban sus ánimosen contra de quien quiera que comen-zaba a insinuarse en el ánimo delpueblo. Por eso, en cuanto Jesús deNazaret comenzó a llamar sobre sí laatención de las gentes, y particular-mente cuando el Bautista dió a sufavor aquel testimonio tan elevado,ha debido causarles una impresiónharto desagradable, por lo que desdeluego se dispusieron a espiar los di-chos y hechos de quien desde aquelentonces consideraron enemigo peli-groso.

Tampoco el Divino Maestro les re-gateó las más terribles censuras quesalieron de su boca, ya condenandosu falta absoluta de virtud interior, yadesenmascarando su sobrada hipo-cresía, unas veces llamándoles razade víboras, sepulcros blanqueadosotras veces, en forma tal que ya nopodían dudar respecto de la disposi-ción del ánimo del Nazareno para conellos.

En muchas ocasiones se acercaronal Maestro celestial proponiéndolecuestiones que ellos juzgaban com-prometedoras y pensando que, cual-quiera que fuese la solución que aque-lla Sabiduría del Padre les diese, ten-drían manera de enredarle en los lazosque su propia perfidia e ignorancia letendían. ¡Vanas ilusiones! Han tenidoque llegar a convencerse de que susmañas nada podían contra el Señor, yasí se decidieron a ocultarse, no atre-viéndose ya más a tentarle personal-mente, hasta el punto de que los evan-gelistas vuelvan apenas a nombrarles;pero prueban fortuna haciéndolo me-diante los escribas, sus representan-tes en el seno del sanhedrín, y últi-mamente lanzando a los príncipes delos sacerdotes y a los ancianos de larespetable asamblea. Pero.., non estconsiliurn contra Dom/mini; el fraca-so de éstos es tan manifiesto como elde los primeros.

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Hemos dicho que entre saduceos y•

fariseos existía un odio feroz; peroéste desapareció para que pudieranconstituir el frente único contra el co-mún adversario.

También Herodes y Pilatos, siendocontrarios, «se han hecho amigosdesde aquel día».

Parece que con la muerte de Jesússe apaciguaron ya los fariseos. Noasí los saduceos, que emprendieronuna campaña violentísima contra los

Su contemplación

Como ofrenda de mi devoción de-dico a mis lectores estos recuerdosde la contemplación de la Beata Ma-riana de Jesús, alguno de ellos toma-dos del resumen del proceso que nun-ca se han publicado.

Doy a la contemplación sentido am-plísimo que comprende todo cono-cimiento amoroso de Dios, desde elelemental que puede tener un niño,pasando por el de las profundas me-ditaciones, hasta el de la contempla-ción mística.

La contemplación es el más altoejercicio de la vida espiritual. Es elacto de la facultad del alma más no-ble, la inteligencia, y versa sobreDios, el más excelente de los seres.Nace generalmente de la caridad, lareina de las virtudes, que inclina apensar siempre y ahincadamente enDios a quien ama, y acaba en acto oactos de caridad, tanto más encendi-dos cuanto la contemplación es másprofunda.

apóstoles, siendo un fariseo, pornombre Gamaliel, quien hace públi-camente uso de la palabra en defensade ellos.

Según leemos en los Hechos de losApóstoles, a esa secta pertenecían en-tonces los príncipes de los sacerdotes.

Malos eran, muy malos, los fari-seos; pero todavía les sobrepujabanen malicia los saduceos.

FR. JOSe MIGUeLEZMercedario.

Es necesaria para la vida espiritual,cuyos grados de perfección se midenpor los de la oración o contempla-ción. Es metafísicamente imposible elacto de caridad si la contemplaciónpor los ojos de la fe no presenta a lavoluntad la amabilidad de Dios, y nopuede ser mayor, en el orden de losafectos, el amor divino que lo ha sido,en el orden del conocimiento, la con-templación, porque amamos en tantoy según conocemos. Y así los estadosafectuosos de nuestra alma para conDios suponen los correspondientesestados de conocimiento, y los ano-nadamientos y pasmos de la voluntaden el amor divino proceden de losanonadamientos y pasmos del enten-dimiento en el conocimiento de la ma-jestad de Dios.

De aquí que la contemplación con lacaridad, de la cual es disposición ne-cesaria e inmediata, debe ser el ejer-cicio por excelencia de la vida de pie-dad. A la adquisición del hábito y dela perfección de la contemplación se

han de dirigir todos los otros ejerci-cios de las virtudes morales, que oquitan estorbos o infunden hábitos,que hacen posible y fácil el de la con-templación, Y como éste es el fin dela vida espiritual, ha de ser, por lomismo, la regla de las reglas en elgobierno de las almas; ver las mayo-res o menores disposiciones para lacontemplación, y según ellas dispo-ner los ejercicios piadosos, llegandohasla la exclusión o máxima reduc-ción de la oración vocal, con tal queno esté mandada, en las almas mejordispuestas.

La contemplación, conocimientocada vez más elevado de lo que serávisión facial en la eternidad, acrecen-tamiento del amor, que en la eternidadserá intensísimo y sin límites, gozoque sera en el cielo piélago insonda-ble, es incoación de la gloria y bien-aventuranza en la tierra, aunque im-perfecta. No hay confesor que nohaya tropezado en, el corto o largoejercicio de su ministerio con algunade estas almas que pueden llamarseen cierta manera bienaventuradas.

La Beata Mariana es una de ellas;lo reflejaba en su semblante. ¡Lástimaque haya sido tan corta en contarnossus ejercicios de oración y en descri-birnos los estados de su alma! Locierto es que la contemplación fué elprincipio, el medio y el término de sugran santidad.

El espíritu de oración se manifestóen ella con el uso de la razón. A losseis años le era habitual el ejerciciode la oración mental. Fué sorprendidapor sus padres inmóvil ante un altar-

cito, que ella misma había levantado,y los criados la vieron maravillosa-mente elevada del suelo. El P. Barto-lomé de San José, que la confesóalgunas veces y lo hizo cuando estabapara morir, en su declaración dice:«Desde niña esta Sierva de Dios fuémuy dada a la oración, y cuando es-taba en casa de su padre hacia queuna de sus hermanas le leyese en ellibrito de San Pedro de Alcántara, yluego se retiraba a un desván a dige-rir en la oración lo que le habíanleído; y así llamaba a la oración man-jar del alma, diciendo que sin ella nopuede el alma medrar en la vida espi-ritual.»

Por otro testigo sabemos que cuan-do estaba en su casa pidió a su padreque le señalase un rincón a donderecogerse, y que allí le enviase sumadrastra la labor y la comida paradarse de todo punto a Dios. No loconsiguió, y así cualquiera parte enque se hallaba era solitaria para ella,y allí se ponía en oración, tropezandocon ella la gente de casa por momen-tos, y solían decir sus hermanas: Mihermana Mariana, donde quiera quele coge la oración, allí se queda, pa-semos o no pasemos, haya ruido ono le haya; nada la inquieta.

Siendo ya vecina de nuestros reli-giosos, y seguramente ya con el há-bito de la Merced, «asistía, dice unade los testigos en el proceso, doñaMarta Martínez, a la oración cuandolos frailes la tienen, y en esto era tanatenta, que no admitía visita alguna,aunque fuese de señoras, mientrasduraba la hora de la oración». Perono se contentaba con este tiempo,

La fiesta de la Beata Mariana de Jesús,17 de marzo de 1932

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que es el mínimum que a ella puedededicarse, y así, según Francisca deArellano, «tenía la venerable Madrecostumbre de estar en oración en laiglesia y en ella gastaba tres horas derodillas», en lo que coincide la Mar-quesa de la Laguna, D. María deVillena.

Además de este tiempo de oraciónintensa «era tan continua, afirma Mel-chora de los Reyes, que en todo lugarla tenía, y la hallaba este testigo ordi-nariamente de rodillas en oración enla iglesia, en su celda en un rincón yen el huerto, al pie de la cruz». PorCasandra de Alba, testigo 123 en elproceso apostólico, sabemos que«una persona amiga deseaba hablara la Sierva de Dios, y le dijo: ¡Ay!,amiga, si supiese cuán falta ando detiempo, no me ocuparía. Y la mujerentendió que la falta de tiempo erapara darse a la contemplación y tratocon Dios». Por donde llegó a tal per-fección «que aun cuando estaba tra-tando con la gente estaba en altísimaelevación espiritual» (su director, tes-tigo 108).

Oraba «echado el manto sobre elrostro» (testigo 49, Francisca de Are-llano). «Estaba en ella (en la oración)tres y cuatro horas de rodillas, sinpestañear, sin menear pie, mano ocabeza, y esto todo sin arrobarse,cosa que notó como grande y admira-ble» (Marquesa de la Laguna, testigo180). «La común postura que la santausaba para orar era estar de rodillasy trabados los dedos de las manosunos con otros, y tenía grandes seña-les y hoyos de apretar cuando orabay rogaba a Dios pidiendo alguna cosa,

o lastimándose de culpas ajenas yofensas de Dios» (D.' María de Menay Barrionuevo).

«Los días que estaba descubiertoNuestro Señor en el convento deSanta Bárbara, estaba tan absorta yelevada, que no había de hablarlenadie, y se quedaba con los ojosabiertos y fijos en el Sacramento San-tísimo» (Dña. Elvira Manrique de'Lara, testigo 44).

«De noche eran muy frecuentes susraptos y éxtasis» (Catalina de Cristo,su criada, testigo 173). También lostenía de día haciendo por ocultarlos alos religiosos, pero como no estabaen su mano, «perdió el empacho queal principio tenía y no se le daba nadaque la viesen o no» (Francisca deCastro, testigo 68).

Esta misma testigo afirma que «lavieron muchas personas en un pro-fundo éxtasis; tenía la boca abierta,los ojos llorosos, las manos elevadasy las rodillas en tierra, causando ad-miración y moviendo a devoción tantierno espectáculo. Duró así algúntiempo».

Con todo, sus raptos, por lo me-nos en los últimos años de su vida,que son los más conocidos, teníanmás de gloriosos que de dolorosos.Su criada, compañera inseparable du-rante diecinueve años, dice que pocasveces la vió llorar, y Juana de SanPablo afirma era «su tranquilidad deánimo y paz interior tan maravillosa,que jamas mudó semblante».

«La continua oración de esta Siervade Dios, o casi continua, es una sus-pensión y quietud interior en Dios,con grande paz, sin que las potencias

y sentidos la impidan, por estar todoen gran silencio interior, y como enun cielo muy sereno y pacífico inte-rior, quedando ordinariamente enafectos muy íntimos de amor, y algu-nas veces con una fragancia extra-ordinaria y una unción en el corazón,que aun algunas veces redunda en suvirginal cuerpo. Como una vez queestando acabada de cómulgar en lasgradas del altar, pidiendo a nuestroSeñor afectuosísimamente que, puesSu Majestad es fuego, que consumie-se en ella todo lo que le desagradaba,y la abrasase toda en su divino amor,sintióse luego tan sabrosa y recogidainteriormente, que no se podía casiaparte del altar, y aun juntamente elcuerpo todo encendido, que se pudomuy bien decir: Cor meum et caromea exultarerunt in Deum vivum.

«En la oración tenía el rostro her-moso y venerable» (Dña. Elvira Man-rique de Lara). «En una ocasión salióde la oración alegre, risueño y en-cendido el rostro y una cara como unángel» (Juan de la Serna). «Experi-mentó ordinariamente que cuando lahallaba orando, la preguntaba: ¿Quéhace?, y ella se estremecía y tem-blaba volviéndose en sí». (Su últimodirector Padre San José). El PadreTomas de Santa María dice que mu-chas veces la halló arrobada en latribuna, y que llamada una y dosveces no respondía.

«En los arrobos rebosaba hermo-sura celestial» (Catalina de Cristo).« Cuando se suspendía la sierva deDios, y era muy frecuente, quedabasu rostro hermoso y resplandeciente,como un espejo herido del sol, que

causaba gran consuelo mirarle». (Dña.Bernarda Ferrari, testigo 18). Un pajede Da. Elvira halló a la sierva de Diospuesta en oración, y vió su rostromuy resplandeciente y hermoso, demanera que los rayos de luz que de élsalían, alumbraban el aposento dondeestaba, que era bien oscuro, y ordi-nariamente cerraba la ventana cuandohabía de ponerse en oración. Lo mis-mo vió María del Zureo que atestiguaen el folio 97 (la anterior declaraciónestá entre los folios 330 y 358, biendistinta de la que cito ahora), que «es-tando la santa orando en un aposentooscuro vió resplandecer su rostro demanera que alumbraba todo el apo-sento». «Ha experimentado en estasocasiones (las de ponerse en formade cruz en una grande que tenía en suhuerto), darle en el rostro una grandey extraordinaria luz». (Su confesorPadre Juan Bautista del Santísimo Sa-cramento, en la adición a la autobio-grafía de la Beata, incluida tambiénen el proceso).

Isabel Montero y Francisco Hem,natural de Flandes, hicieron a muchacosta un retrato extático de la SantaMadre, por ser en ella muy frecuenteslos éxtasis y raptos, y afirman quecausó admiración en la Corte y movióa grandísima devoción a todos.

«¡Oh, exclama la Beata, bendita seala bondad y grandeza de este Señor!¡Y con qué amor tan ternísimo nosama! ¡Y que se pierdan los hombrespor no gastar la dulzura de este divi-no amor! Si la gustasen, ¡cuán dife-rentes serían sus ejercicios y ocupa-ciones!»

FR. J. GILABERT

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El Ilmo. Fray Alonso Enríquez 1- en 1628

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Aunque de ilustre familia sevillana,el P. Enríquez debió nacer en Améri-ca, donde su padre, D. Francisco deCastellanos, desempeñó un papel im-portante. Tuvo un hermano Merceda-rio llamado Fray Francisco de Vea-monte (Beaumont), y varios otrosseglares que usaban los apellidos deCastellanos, Orozco, Armendáriz yToledo, que en varios documentoshonran también al Mercedario.

Tal vez con el propósito de hacercarrera universitaria, vinieron a Es-paña los dos hermanos y tomaron elhábito de la Merced en el Convento deSevilla, profesando Fray Francisco el1.° de abril y Fray Alonso el 17 delmismo mes del año 1566 en manosdel Maestro Peñaranda, Provincial yComendador.

No debía pasar Fray Alonso de losdieciséis años reglamentarios, puespor la edad que él mismo se atribuyeen múltiples documentos, debió naceren 1550. Consta que el P. Veamontehizo su carrera en Salamanca, peroignoramos dónde estudió Fray Alon-so, cuyo talento y cultura tanto brilla-ron luego.

Pronto regresó a América, puessegún una información de 1579 hechaen Cali, para esa fecha había desem-peñado ya, durante cuatro o cincoaños, una doctrina en Chuquiavo (LaPaz, Bolivia) y otra en Manta (Ecua-

dor), utilizando tal vez el quéchuaaprendido en su infancia.

El Obispo de Quito le nombró Visi-tador de Porto Viejo, donde fue Co-mendador y doctrinero y quitó mu-chos ídolos de los indios. A principiosde 1579, fué nombrado Comendadorde Cali (Colombia), que entoncespertenecía a la provincia mercedariade Lima.

Allí, como en todas partes, des-arrolló grande actividad, mejorandosu Convento y las doctrinas o parro-quias de los indios, y obtuvo senten-cia de la Audiencia de Quito, mante-niendo a los Mercedarios en la pose-sión de que pretendía despojarlos elnuevo Obispo de Popayán, FrayAgustín de Coruña. La sentencialleva la fecha de 3 de abril de 1580 (1).

Diéronle a continuación la enco-mienda de Trujillo en el Perú, dondeen febrero de 1585 se disponía a venira España como representante de laProvincia en el Capítulo general. Di-firióse éste dos años más, a causadel pleito que hubo sobre el lugar desu celebración, pues los catalanespretendían que fuera siempre en Bar-celona. El P. Enríquez aprovechó eltiempo en reclutar misioneros que lle-varan adelante la conversión de losindios, cosa que le importaba más.

(1) Monroy (Joel). El Convento de la Mercedde la ciudad de Cali. 57.

que la elección de General. En agos-to de 1586 tenía reunidos ya en Sevi-lla 18 religiosos, entre ellos el vene-rable P. Juan Bautista González, quemás tarde fundó nuestra Recolec-ción (1).

Después de alguna espera salieronde Sanlúcar a principios de 1587,pues el 4 de marzo escribe ya el Pa-dre Enríquez a Felipe II desde Pa-namá:

«Con próspero viaje fue nuestroSeñor servido traer esta flota, y delos religiosos que por mandado deV. M. se trajeron, sólo ha faltadouno, que llevó a su santa gloria. Losdemás partimos con salud y muy par-ticular deseo de que en estas partesseamos útiles, en bien universal de losnaturales y vasallos de V. M.»

«Yo, como más obligado, por laconfianza que de mí se ha hecho y dela estrecha cuenta que me ha de sertornada en aquel gran día, con toda lasolicitud y vigilancia posibles, y sinperdonar trabajos y largos caminos,cumpliré mi oficio de visita y reforma-ción de estas provincias de nuestraOrden sagrada de Nuestra Señora dela Merced, y tengo confianza que agloria de Dios y por los buenos Pre-lados y religiosos, se ha de hacer estocon suavidad espiritual» (2).

Por donde se ve que el P. Enríquezllevaba el título de Visitador generalde aquellas provincias expedido porel Maestro Zumel, Provincial de Cas-tilla, que en la vacante del generalato

(1) Pérez: Religiosos de la Merced que pasarona América. 220.

(2) 'bid. 229.

gobernaba casi con entera indepen-dencia. Sin embargo, la jurisdicciónde Castilla sobre las provincias ame-ricanas había sido abolida en el Ca-pítulo general de 1574 y los peruanosse negaron a reconocerla.

El P. Francisco de Salazar, elegido

Ilmo. Fr. Alonso Enríquez.

General en mayo de 1587, dió nuevospoderes al P. Enríquez, y para infor-marle mejor de su voluntad le ordenóvolver a España, quedando en su lu-gar su hermano el P. Veamonte.Bien estudiado el asunto el Reveren-dísimo Salazar el 5 de junio de 1579le comete sus veces con facultadesamplísimas en la isla de Santo Do-mingo y en toda la América del Surdesde Panamá.

Con estas patentes, firmadas enMadrid, el Rey le da licencia para embarcarse en Sevilla el 30 de marzo de1590, en compañía del P. Juan de

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Vega; el P. Veamonte volvió a Espa-ña para ocupar el cargo de secretariogeneral.

Los religiosos más notables y lasautoridades de América dieron repe-tidos testimonios de que el P. Enrí-quez desempeñó con acierto su mi-sión, fomentando la observancia y losestudios, muy particularmente el de lalengua quechua, indispensable para eltrato con los indios. El mismo dabacuenta a Felipe II de sus pasos en 30de abril de 1592:

«Yo habrá un año y medio que lle-gué a estas provincias, en el cualtiempo he visitado personalmente laprovincia del Cuzco, Charcas y Poto-sí y parte de esta provincia de losReyes, con tanto trabajo de los maloscaminos y diversidad de temples, que,aunque tengo más de quince años deexperiencia de la tierra, cosa impor-tantísima, y cuarenta y dos de edad(que no es de menos importancia) mehallo muy quebrantado, aunque nodesistiré de la obra hasta acabarla.'

«Sólo a Chile no podré ir personal-mente por la mucha distancia y porno dejar acá esto, que es de más im-portancia para el servicio de V. M.;enviaré a ello religioso de ciencia,conciencia y experiencia, de quien sepueden confiar cosas mayores, delos cuales hay muchos en estas par-tes...»

«Llevo muy bien entablada la refor-mación y para perfeccionarla he man-dado juntar los Provinciales de estasprovincias, que son tres, para conellos y los definidores dar tal asientoen todo que después no sea menestermás que saber cómo se cumple lo que

aquí quedará ordenado.., para quecon poco trabajo se puedan gobernartan largas provincias, que son desdelo último de Chile y desde el Para-guay hasta Panamá y hasta Cali en lagobernación de Popayán (1).

Gran parte de este programa estabaya realizado en 1594, en que el Virrey,Marqués de Cañete, escribía a Fe-lipe II:

«Habiendo Fray Alonso Henríquezde Armendáriz visitado las casas quede su religión hay en estas provinciasy administrado su cargo con muchaaprobación y buen ejemplo, vuelve aesos reinos a dar cuenta dello, y ten-go por cierto será tan buena como sepodía esperar de persona de sus cali-dades y partes, y que obligará a queV. M. se sirva de hacerle merced deuno de los obispados, que al presentehay vacos en estos reinos, como enotras ocasiones le he propuesto paraello, por emplearse tan bien en élcualquiera gran merced que fuereV. M. servido hacerle» (2).

Entre tanto, fué elegido MaestroGeneral en 1593 el P. Zumel, que diezaños antes había depositado ya suconfianza en el P. Enríquez y premiócon elogios su acierto en el Capítulogeneral de 1596, celebrado en Valla-dolid. No faltaron, sin embargo, que-josos, y para contrarrestar sus cen-suras, doce Padres de los más gravesdel Convento de Lima, dieron en 1598un manifiesto en el que se lee, entreotras cosas:

«Fué hombre tan recto en su oficio

(1) Pérez: Ob. cit. 232.(2) Ibid. 234.

cuanto calumniado en él, de los quecastigó. Este reformó las doctrinas delos indios, reedificó los conventos,dándoles muy grandes limosnas, pusograndísima claridad en las cosas de laredención y administró justicia contodo recogimiento y ejemplo, tan aje-no de intereses, que antes acrecentólas provincias y ayudó a los conven-tos con lo que deudos y amigos suyosle dieron, que no se aprovechase de loque en ellos había (1).

Siguiendo la corriente de separarlos conventos de las casas de estu-dios, el P. Veamonte y su hermanoconcibieron la idea de fundar en Se-villa el colegio de San Laureano,cerca de la Puerta Real, proyecto quefué aceptado por el Rvmo. Zumel ypor el Capítulo general, dándose elpatronato a Don Juan de Castellanos,hermano de los fundadores. El cole-gio prestó buenos servicios a la Or-den y su edificio subsiste todavía, nolejos del convento grande de la Mer-ced.

En los años siguientes permaneceel P. Enríquez en España honrado conel título de Maestro en su provincia deAndalucía, de la que fue" Vicario en1600, por haber sido llamado el PadreHeredia, que era Provincial, a gober-nar la Orden interinamente.

El Arzobispo de Burgos, Don Alon-so Manrique, le pidió para auxiliarsuyo, y el Nuncio dió su conformidadel 15 de junio de 1604. Sin embargo,por la muerte de Clemente VIII, sedifirió su nombramiento hasta el 27 dejunio de 1605 en que Paulo V lo pre-

(1) Ibid. 236.

conizó Obispo de Sidonia, recibiendoluego la consagración en Burgos demanos del Arzobispo, a quien ayudódurante cinco años en el cuidado pas-toral con su actividad acostumbrada.

Felipe III le presentó para el Obis-pado de Cuba, y fue preconizado el 30de agosto de 1610. Dirigióse allá in-mediatamente, y aunque luchando conla escasez de personal apto, logróimprimir a aquella diócesis, que en-tonces comprendía toda la isla y laFlorida, un vigoroso impulso.

Quiso trasladar la Sede a la ciudadde la Habana, que ya entonces teníamás vida que Santiago, pero tropezócon los intereses creados que se am-paraban en el incorregible expedien-teo de nuestra administración, metro-politana y colonial.

Son muchos los documentos queatestiguan su celo y energía indoma-ble para el mejoramiento de la vidacristiana; el P. Pérez ha incluido bas-tantes cartas suyas en su obra: «LosObispos Mercedarios en América».Escribió también una Relación de lotemporal y espiritual de la isla" deCuba, y una carta al Maestro Remónen defensa de la Concepción In-maculada. Sus visitas pastorales eranverdaderas misiones.

En 1624 fué trasladado a la impor-tante diócesis de Mechoacän, en Mé-xico. A pesar de su avanzada edad, elP. Enríquez trabajó allí durante cuatroaños, y trazó la fundación de un cole-gio en la Universidad de México parala formación de canonistas de las dió-cesis de Cuba y Mechoacán, dondehabía echado de menos un buen Pro-visor y otros curiales.

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El colegio debía titularse de SanRamón Nonato y estar bajo la direc-ción de los Mercedarios que, en efec-to, llevaron adelante la obra despuésde los días del P. Enríquez, a quien laOrden debía muchos favores, entreellos la fundación en San Luis dePotosí.

Dios Nuestro Señor le llevó al des-canso eterno el 5 de diciembre de 1628en 'limbo, recibiendo su cadáver hon-rosa sepultura en la Catedral de Me-choacán.

FR. GUILLERMO VÁZQUEZ

LAS INJUSTICIASSOCIALES

A mi amigo don X.

Querido amigo: Le veo a usteddemasiado indignado con las des-igualdades sociales y propenso al co-munismo como posible reparador deellas; un comunismo cristiano, desdeluego, muy diverso del ateo y salvajeque los anarquistas propagan conpetardos y bombas. No es nueva enusted esta tendencia, que juzgo sinembargo peligrosa.

Digo, pues, en primer lugar, quelas injusticias en nuestra sociedadespañola son mucho menores de loque usted se imagina. No niego enabsoluto que existan, pero en la mediaEspaña en que yo he vivido, que es ladel Noroeste, el reparto de los frutosdel trabajo es bastante equitativo.

No existen grandes capitales, y los

pocos vecinos que han llegado al mi-llón siguen trabajando y viviendo conmodestia igual o superior a la clasemedia. Yo he observado, muy de cer-ca, a algunos que pasaban por gran-des capitalistas, los más ricos de suprovincia, y puedo asegurar que tra-bajaban tanto como muchos de susempleados, gozando quizá menos queellos.

Las fortunas, buenas y rápidas, sonmás bien de algunas gentes de la cla-se media, ciertos médicos y abogados,por ejemplo, (con frecuencia muy de-mócratas y aun revolucionarios) cuyohaber diario se puede cifrar arriba de500 pesetas. Y no hablo de los enchu-fes, que se han puesto tan de modaen el nuevo régimen: ser embajador,diputado, profesor y alguna cosillamás, cobrando por todos esos con-ceptos, no es cosa muy extraordina-ria. A bien que el Sr. Azaña ha pre-sentado un proyecto de ley de incom-patibilidades que va a cortar de raízesos abusos.., si se cumple.

La indignación de usted contra lospropietarios, fabricantes y demás em-presarios, me parece tan injustificadacomo su deseo mal disimulado de quefueran atacados los bancos y no losconventos. Ni unos ni otros deben serquemados ni saqueados.

Yo no tengo nada en los bancos ymuy poco en el convento, y puedojuzgar de unos y otros con bastanteindiferencia: considero a los conven-tos como focos de cultura y de mora-lidad, pero juzgo que los bancos sonelementos importantes de civiliza-ción.

¿Qué hay en los bancos? El ahorro

de los ciudadanos que trabajan y procuran mejorar su suerte, asegurando lo necesario para la vejez y epan de sus hijos, que pueden encon-trarse abandonados en cualquier mo-mento.

Esos ahorros son una necesidad dela civilización, que los utiliza en losempréstitos para llevar a cabo obrasy mejoras, que de otro modo seríanimposibles. Harto nos lo ha demos-trado la experiencia •de estos mesesen que, por no haber crédito, tenemosque suspender obras, que eran el pande muchos miles de familias y la ilu-sión de toda España.

Los rusos se apoderaron de losbancos y acabaron alegremente conlos ahorros allí acumulados, peroahora andan mendigando empréstitosen las naciones extranjeras, que nolos facilitan sino a muy caro interés ycon difíciles garantías, como es natu-ral. Ante la imposibilidhd de obtenercréditos, el gobierno comunista se veobligado a mal vender los productosrusos para obtener dinero a cualquierprecio.

Las gentes que se indignan contralos ahorros de los demás deben exa-minar seriamente el fondo de su pro-pia conciencia, donde tal vez encuen-tren la explicación sencilla de su aver-sión. ¿Será porque ellos no supieronnunca ahorrar una peseta? ¿Habrán,quizá, malgastado las que recibieronde sus padres? La Psicología encuen-tra a veces en los fenómenos de la

subconsciencia, la explicación de mu-chas simpatías y odios que nos pare-cían inexplicables.

No creo, por lo dicho, que la Igle-sia, los clérigos y frailes, hayan pe-cado gravemente, inclinándose a losricos en daño de los pobres. Lo queme parece es que usted padece enesto una ilusión, que es también fre-cuente en otros. La Iglesia es demo-crática; el clero, en su inmensa ma-yoría, procede de las clases media yhumilde, y sus recursos salen tambiénde esas clases. Sobre la riqueza ygenerosidad de los ricos, se fantaseasin medida; la verdad es que ni tienenlo que se dice, ni dan lo que se supone.

¿Por qué, pues, el clero es deferen-te y obsequioso con ellos? ¿Por quéno los aborrece como los revolucio-narios? Porque no creemos que esoconduzca a nada bueno. Algunos clé-rigos despechados, cansados de lainfluencia de la aristocracia (y de co-brar mil pesetas al año) dieron susvotos a la democracia, esperando deella más justicia. ¡Bien caras han pa-gado sus ilusiones!

En resumen, amigo mío, milicia esla vida del hombre sobre la tierra ydebemos resignarnos a luchar en lomaterial como en lo espiritual, procu-rando el bien de la mejor manera po-sible, sin desmayos ni grandes ilusio-nes. De unas y otras nos libre Dios, ysobre todo de la ilusión comunista,que a tantos seduce hoy día.

GARCÍA

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¡Propagad la buena Prensa!

Muy oportunamente escribió el Car-denal Mercier, al comienzo de su granobra pastoral «La vida interior», lapalabra recristianización de la socie-dad, como ideal de aspiración en lasobras de apostolado católico.

Este debiera ser el lema y el gritode todos los católicos españoles hoydía: ¡La recristianización de España!Volver a ingerir en nuestra sociedadlos vivificantes principios del Cristia-nismo que un tiempo lo hicieron gran-de y que hoy por olvidarlos amenazaresquebrajarse hasta sus cimientos.

Vamos a ocuparnos ahora de unmedio, quizá el más poderoso y eficazjunto con la oración, para realizar esanecesaria recristianización. Nos refe-rimos a la buena Prensa y a la luchahasta el exterminio contra la irreli-giosa.

Ya lo dijo el poeta latino, mens agi-tat molem. No lo olvidemos, el mun-do será siempre movido por la inteli-gencia, el imperio de las ideas esuniversal, omnímodo y despótico; siencauzamos rectamente la inteligen-cia de nuestros semejantes, si enella sembramos abundancia de ideassanas y cristianas, pronto se harásentir intensa la renovación. He aquí,por qué la prensa es tan eficaz parael bien y para el mal.

Hoy es tal el predominio de laprensa que para un considerable nú-mero de personas constituye su únicalectura. ¿Y qué sucederá si ésta esmala?

Toda idea en nuestra mente tiendea realizar aquello que representa ysignifica; sólo la presencia de otraopuesta puede impedir su realización.Ahora bien; ¿cuál será el procederde aquel en cuya mente se han sem-brado casi exclusivamente ideas fal-sas, sin las buenas que pudieran in-

hibir la acción de las primeras? Cuan-do a alguno le oigamos decir que a élno le hace daño el mal periódico, queen esto no busca formar su ideologíareligiosa o social, sino tan sólo lainformación política o financiera, nole creamos jamás, pues esto, es unadefensa de su defección, si es queya el periódico le ha dominado, ocuando menos es un iluso el que talcree.

Una niña de pocos arios le dice asu papá:

—Papá, por Dios, no leas tal periódico, que me han dicho que era irre-ligioso y te va a dañar mucho.

—No, hija mía, no; yo no lo leocon el fin de estudiar religión, que yala sé, yo no presto atención más quea lo que me interesa, y no a lo dereligión.

—Papá, ¿recuerdas qué comimosayer noche?

—Por más que pienso en ello, nosoy capaz de recordarlo.

—Pues mira, papá, aunque no re-cuerdes qué comiste, el alimento, contodo, sigue en tu interior nutriéndote,y así te pasa con el periódico, nopones atención a lo irreligioso quelees, pero las ideas que has ingerido,no dejarán de obrar en tu alma a sutiempo.

Así es, en efecto; nadie es capaz deponerse a cubierto de la influencia delas ideas que asimila; todo lo máspuede darse un asunto en el que ellector, siendo muy versado, no cedaal error, pero al lado de eso existenen el periódico otros mil asuntos, enlos que por no estar tan versado niprevenido, no está inmunizado y ad-mitirá inconsciente y gradualmentemuchos errores que se manifestaránal tiempo oportuno. Por eso, con mu-cha verdad, dice un refrán: «Calan-

nia, calumnia, que algo queda». Sí, esindudable, de toda idea que se apo-senta en nosotros algo queda siem-pre. Por eso, ¡sembremos ideas bue-nas!, que algo ha de quedar; no noscansemos nunca de esto, que es unapostolado fecundísimo.

Las grandes y pequeñas revolucio-nes no tienen otro origen. Cuandouna revolución ha estallado con vio-lencia, candidez suma sería el supo-ner dile tal o cual hecho reciente queha sido motivo del estallido, fue tam-bién la causa de la revolución; no, larevolución ha tenido su período degestación más o menos largo en elque se sembraron a granel las ideasque luego al llegar a la madurez laprodujeron.

No de otro modo ha sido la revo-lución social que el Cristianismo pri-mitivo, oculto en las catacumbas, haefectuado en la sociedad pagana, Y

ésta fué también la trayectoria de ges-tación de la revolución francesa y dela última rusa, por no hablar sino delas mayores. ¡Y tal ha de ser tambiénel camino que ha de seguir la revolu-ción social cristiana que es precisoefectuar en la actual sociedad europea,si queremos eficazmente reeristiani-zarla!

Pues bien. No olvidemos un mo-mento que la Prensa es el medio máseficaz e indispensable para hacer lasiembra de ideas que hayan de hacerel milagro. Y que de dejar el mono-polio a la Prensa mala nos vendríandaños incalculables e irreparables.

¡Triste espectáculo, por cierto, elque ofrecen los católicos españolessosteniendo la Prensa anticatólica,que sin su cooperación no pudieravivir y que sólo debido a ellos puedesostener su exuberancia y vigor! Estoes peor que el mismo suicidio, pueséste nos acabarla la vida temporal,pero tal situación equivale a retribuiry aplaudir al que haya de quitarnos

la eterna a nosotros y a nuestroshijos.

En nombre, pues, de Cristo, agoni-zando constantemente en su cuerpomístico por los pecados de sus miem-bros, declaremos ¡guerra sin cuartelal periódico irreligioso! Miremoscuánto vale un alma, y por ahí pode-mos calcular el valor de nuestra ac-tuación, si logramos retirar de unasola el veneno que había de arruinarsu vida eterna. Esgrimamos con va-lentía toda suerte de armas y persua-siones para convencer a tantos ino-centes del daña que a sí mismos seirrogan con tales lecturas y tal coope-ración.

No desmayemos nunca en nuestraactuación, pues sabido es que el éxitova ordinariamente unido a la conti-nuidad del esfuerzo; seamos constan-tes y sepamos esperar que lo que nose logra en un día se logra en un meso en un año, y, sobre todo, nosotrosmenos que nadie debemos cejar ennuestro empeño, sabiendo que notrabajamos solos, que cuanto haga-mos será recompensado ya se vea elfruto o no, y que a nuestras palabrasy a todos nuestros esfuerzos acom-paña siempre la gracia de Dios aquien no tenemos derecho algunopara señalarle plazo en sus victorias.

Si alguno de mis lectores usa elperiódico anticatólico, ¡por la gloriade Dios que se lo pido!, ¡por compa-sión de su propia alma!, renunciedesde este momento a cogerlo másen su mano y coja y lea en público elperiódico católico; ¡el no hacerlo asíno será más que una vergonzosa co-bardía! Si cada uno de mis lectoreslograse una suscripción al periódicocatólico y una menos al que no lo es,¡ya sería una conquista! No seamostan cándidos que con nuestro propiodinero paguemos al verdugo de nues-tras almas.

Fl2. EMILIO SILVA

MUNDO CATÓLICO'77(

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ROMAEl Papa da trabajo en la Ciudad

del Vaticano, a pesar de ser tan pe-queña, a 8.000 obreros.

Canonizaciones simpáticas. — Loson todas. Pero las que aquí ponemostendrán, sin duda, simpatías especia-les. Como consecuencia de una re-unión de la S. Con gr. de Ritos celebrada en el mes de marzo del corrienteaño en el Palacio Vaticano, se da yacomo un hecho que para el año queviene veamos:

La canonización de la Beata Ver-nadette, la de Lourdes.

La beatificación de la VenerableCatalina Labouré, la de la MedallaMilagrosa; y

La beatificación también de GemmaGalgani (así se la llama, sin cumpli-dos).

Jesultas.—Al llegar a Irún variosgrupos de Padres y estudiantes, losempleados de la Aduana requisaroncuidadosamente sus destartaladasmaletas, casi todas atadas con cuer-das, pues las cerraduras hacía yalargo tiempo que no funcionaban, ytambién sus cestos en que llevabanfrugales meriendas. Todo tuvieron quedesatarlo los religiosos, hasta el másmiserable paquete. Sin duda creyeronque se llevaban sus fabulosos millo-nes._ Y después en los andenes,vuelta a liarlo todo con gran trabajo.A todo se prestaron sonrientes... Seponen en marcha. Un Padre cogeequivocadamente un maletín muy pa-recido al suyo. Detrás de sí siente una

bronca de un obrero, muy española(pobre España!):--Oiga usted, ladrón,no lleve lo que no es suyo.—Perdón,replica humildemente el Padre, mehabía equivocado.—Nada de equivo-caciones, insiste el desgraciado; ra-terías y sólo raterías. Por, ladroneslos echan de España.

Ya en Francia.—Orden terminantedel jefe de la Aduana de Hendaya:¡Que nadie les estorbe el paso ni serequise un solo bulto!... Los sanos ysimpáticos mozos vascofranceses sedesviven por cogerles los bultos delas manos y evitarles molestias. Lessaludan, les besan la mano. Ya en eltren los Jesuitas, los empleados agi-tan alborozados y santamente venga-tivos sus gorros, al grito de ¡VivaCristo Rey!... ¡Viva San Ignacio!... Yel tren rueda en marcha triunfal portierras extranjeras...

¡Hurra, irrompible Vanguardia dela Madre Iglesia!... ¡Hasta luego!...

Sabio humilde.--¿Es cosa tan rara?No lo es, por la gracia de Dios. Aun-que el caso siguiente no abunda, pordesgracia. A Mr. Eduardo Le Roy,célebre profesor de la Universidad deParís, acaba de condenarle varios desus libros la S. Congregación delSanto Oficio. El ilustre sabio ha diri-gido una carta al Card. Verdier, so-metiéndose humildemente a cuanto sele ordene. ¡Dios se lo premie!

MEJICO

Continúa, a pesar del malsano op-timismo de ciertos simplones de la

prensa, la persecución. No se derra-ma tanta sangre corno en tiempo deCalles. Cambio de táctica nada más.Antes se perseguía en caliente; ahoraen frío. Siempre con la sañuda inten-ción de borrar todo lo que sepa aCristo, como se ha expresado pocoha el Santo Padre.

El simpático y heroico ArzobispoOrozco, el apóstol de Jalisco duranteel sangriento período de Calles, fuésecuestrado por agentes gubernativosel 24 de enero último, cuando salía desu residencia de Guadalajara. Llevadoen automóvil custodiado por solda-

-dos, .a un campo de aviación, fuédeportado en aeroplano a California.Actualmente se halla en Los Angeles.¡Segunda edición de nuestro queridí-simo Cardenal Segura!.,. A los que lollevaban dijo que mejor quería milveces la muerte antes que el destierro.Al preguntar la causa, se le respondióque se le deportaba por sedición.¡Qué poca originalidad tienen estasmolleras de anticlericales en todas laslatitudes!...

Durante la persecución de Calles elintrépido Prelado se mantuvo en suDiócesis, a pesar de todas las ase-chanzas puestas a su vida. Abandonósu palacio y vivió en cavernas por lasierra, administrando su diócesis concelo admirable. Es, pues, un caver-nícola por partida doble... Una vezun ejército de 25.000 federales se pusoen marcha con el solo fin de darlecaza. Quedaron con las ganas. Hizoimposibles por mantener la religiónentre los suyos. Cuando el arregloúltimo entre las autoridades de laIglesia y del Estado, el clero pudo

volver a oficiar en sus templos; peroel Gobierno insistió en el destierro delsanto Prelado. Sin embargo, pocodespués recibió permiso de ese mis-mo Gobierno para volver libremente asu diócesis. Y ahora tuvo lugar estafelonía o indecencia, muy propia denuestros Miguelillos o Rafaelillos. Sinduda los del mandil y de la escuadrade Nueva España quisieron quitar deenmedio el apoyo más firme del pue-blo católico mejicano, para hacer mása gusto todas sus hombradas.

Una lección más, entre otras mil,para los que creen que estos grandesmales se curan con paños calientes.

FRANCIA

Briand. —Unos datos de sus últi-mos momentos, de gran fuerza apolo-gética y más consoladores que los denuestra prensa a raíz de su muerte.

En su última enfermedad fue visita-do varias veces por un Prelado muynotable, y a éste expresó con todalibertad y claridad que quería hacertodo lo necesario para morir bien (encatólico, se entiende). La privación delsentido y después la muerte le sor-prendieron, sin dar tiempo a dichoPrelado para administrarle y hacer loque el finado había deseado. Unidoesto a los esfuerzos por él hechospara reanudar las relaciones diplo-máticas con el Vaticano y la vuelta demuchas congregaciones religiosas,etcétera, todo ello logrado, justificansobradamente la conducta del vene-rable Card. Verdier, al acudir al Mi-nisterio de Negocios Extranjeros, concruz alzada y varios ayudantes reves-tidos con hábitos de funciones litúr-

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gicas, para bendecir los restos mor-tales del célebre estadista. Su Santi-dad Pío XI envió un sentido pésame.

En Cocherel, pueblecillo de Normandía en donde Briand tenía su re-sidencia de descanso, se celebraronsolemnes funerales católicos, al sertrasladados sus restos desde París.¡Que Dios lo haya acogido misericor-diosamente!

Palabras que consuelan.—Los re-publicanos de Belfort han proclamadoa Tardieu candidato para las eleccio-nes legislativas. Al mitin de procla-mación asistió, representándole, suamigo el Dr. Péchin. Dijo, interpre-tando el título de republicanos deizquierda que ostentan: Somos repu-blicanos que buscamos la solución delos problemas sociales dentro del or-den y de la legalidad. Profesamosarraigadamente las ideas laicas y res-petamos las ideas religiosas, porquelas creernos necesarias. Se nos re-procha que estarnos aliados con hom-bres que tienen profundas conviccio-nes religiosas. Pero estos hombresson buenos patriotas, son buenosfranceses y estamos satisfechos detenerlos con nosotros. Si la uniónnacional con los radicales no se hapodido realizar, a nosotros no nosincumbe la culpa.

Nota.-- Llevan los católicos france-ses muchos años de trabajo admirablepor la Iglesia y por la Patria, y hanhecho así la apología mas eficaz quepuede hacerse del catolicismo. Tienenhoy en su contra los de Herriot, a quealude Pechin, y también los comunis-tas, enemigos de todo el género hu-mano. Todos los antiguos anticleri-cales los admiran y los aman.

Curiosidad.— En Wisques, Paso-de-Calais, ha sido elegido por unvoto de calidad (el de su Abad) elP. Boudoux de Hautefeuille para des-empeñar el cargo de concejal. Repre-sentará en el Ayuntamiento a los mon-jes de su abadía.

Monseñor Baudrillart. - Está cele-brando este ilustre Prelado su 25.°aniversario de Rector del InstitutoCatólico de París. De todo el mundole han llegado felicitaciones, muy me-recidas. Fué elegido en tiempos hartodifíciles para el Instituto, seriamentecomprometido por la persecución re-ligiosa, y más aún por el modernis-mo. De todo ha triunfado con suvirtud, talento y tenacidad. Dejandoaparte sus méritos como sacerdote ysu acendrado catolicismo, baste saberque el Instituto Católico cuenta alpresente 2.500 estudiantes; hace vein-ticinco arios tenía 700. El cuadro deprofesores se ha duplicado, y de 57que contaba al empezar la guerraeuropea ha subido a 118. Por estaúltima cifra podrán apreciarse algolas múltiples actividades del Instituto.Actualmente están terminándose otrosdos departamentos: uno para residen-cia de estudiantes seminaristas y otropara señoritas estudiantes. El Institutoestá patrocinado por el Episcopadofrancés, que elige al Rector.

Música.—El simpático y amableBonnet acaba de celebrar una granfiesta religioso-musical, con motivode la transformación del órgano deSan Eustaquio. Todo amante del artesagrado que pasa por París no dejade ver a este legítimo heredero deFrank, y dicen que supera al maestro.

A cualquier hora que tenga que tocarsu órgano, se pone antes de rodillasa orar, y lo hace de manera tan ange-lical, que ha ganado ya muchos cora-zones para Dios. Recuerdo la sem-blanza que de él hizo nuestro P. Otañoen su viaje a Londres. Cuando acabael Sanctus en la Misa, no toca ya unanota más y se arrodilla para adorarcon todo fervor la Sagrada Hostiadurante la Elevación. Siempre dagracias invariablemente después detocar, sea a la hora que sea. Se meolvidaba decir que es un seglar.

Un buen ejemplo.—Los estudiantessostenidos con las aportaciones pri-vadas de los católicos estadouniden-ses en escuelas primarias, liceos(higher schools), colegios y univer-sidades, ascienden a 2.662.000. Gas-tan con ellos, sin ayuda alguna delEstado, 290.000.000 de dólares.

Descansen en paz. —El P. Delattre.de los Blancos del Card. Lavigerie,murió el 12 de enero último a la edadde ochenta y un años. Durante cin-cuenta arios dirigió las excavacionesen Cartago, descubriendo un arte queya se creía perdido: el romano y elcristiano. En 1929 dió cuenta del des-cubrimiento de una basílica cristiana.Opinaba que era la erigida en el lugardel martirio de San Ciprianc. Dichabasílica fue usada para la Misa Ponti-fical del Congreso Eucarístico allícelebrado.

—En París, el 21 de febrero del ariocorriente, ha pasado a mejor vida elP. Adolfo Tanquerey, cuya Sinopsisdogmática tantos estudiamos y estu-dian en todo el mundo. Tenía setentay ocho arios. Había sido ordenado

sacerdote en 1878. Enseñó en Rodez,Baltimore y por fin en San Sulpicio(París). Era muy apreciado por susanta vida.

— Una de las figuras benedictinasque hacen época, el Obispo Gerardovan Caben, acaba de morir en VillaS. Benoit, en la Costa Azul. El soloresumen de su obra es algo muy dincil para estas cortas noticias. Fue unode aquellos grandes hombres que laprovidencia pu ,io a disposición deLeón XIII para sus grandes empresas.Era belga. Entró de benedictino enBeuron en 1874. Toda su vida fue-fundador. Mareds o u s, St. André,S. Anselmo (Roma), el movimientolitúrgico belga, le deben todo o casitodo. Sus viajes a Rusia y demásdisidentes orientales; la titánica im-plantación de los benedictinos en elBrasil; las misiones del Congo belga,etcétera, etc., son obras todas que lerecordarán siempre. Su cuerpo hasido trasladado a Bélgica con todoslos honores.

— El celebérrimo historiador de Lu-tero, Hartmann Grisar, ha muerto alos ochenta y siete años de edad. Es-taba en la Compañía de Jesús desde1868. Publicó su celebérrimo libroLutero en 1911, seguido de algunasmonografías documentadas, acaban-do en 1926 con Vida y Obras de Mar-tín Latero. El daño hecho al lutera-nismo ha sido inmenso, pues con unadocumentación inédita y asombrosava siguiendo paso a paso la vida delheresiarca, cínica en alto grado entodos los Mandamientos.

FR. FERNANDO VÁZQUEZ

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NOTAS RÁPIDAS— 147 —

El Crucifijo

Otros años, estos días benditos(los de la Semana Santa), el Crucifi-jo, en apoteosis triunfal del arte es-pañol, de la piedad y del culto espa-ñoles, que no tienen rival en el mundo,era gloriosamente paseado y levanta-do sobre ingentes multitudes comojamás se hizo con ningún Rey: Vexi-Ila Pegis.., Era una explosión delalma española, que en estos díassantos manifestaba clamorosamentesu fe perenne en Cristo Crucificado,y recordaba ario tras año las leccio-nes de la Cruz.

Ahora, no. Decretada oficialmentela eliminación de la Cruz y del Cristobendito que de ella pende, en el cultopúblico, en escuelas y cementerios, yabolida de nuestra Constitución lareligión del Crucificado, se ha supri-mido, en derecho, el polo que haorientado durante siglos toda la acti-vidad de este gran pueblo; se ha pre-tendido cortar el hilo de nuestra his-toria, que es el hilo de nuestra vida;se ha arriado la bandera de nuestroscombates por la conquista de todoprogreso; y, cuanto está del legisla-dor, se ha arrancado del alma popularalgo consustanciado con ella, causán-dola profunda herida.

Esperemos con serenidad. San Pa-blo lloraba emocionado al ver entrelos de Filipos que había quienes obra-ban en enemigos de la Cruz de Cristo:(Su fin, añadía, es la perdición; tie-

nen por Dios a su vientre, y por glorialo que es su vergüenza; sus pensa-mientos terrenales.»

Esperemos y sigamos con ardornuestra historia de amor al Crucifi-cado. Los símbolos tienen gran fuer-za, pero no son la fuerza del alma.Mientras el alma española se vacíepor los labios de millares de españo-les y en forma de besos ardientes querozan y desgastan los pies del Cristode Medinaceli, en Madrid; y en Barce-lona se cobijen otros millares bajolas bóvedas de su catedral para glori-ficar al Cristo de Lepanto; y mientraséste, mi pueblo de Tarragona, indem-nice al Crucificado del agravio quepor la ley se le ha inferido, lanzándolede sus escuelas, colgando más de milcrucifijos en otros tantos pechos cre-yentes; y mientras en otro pueblo demi jurisdicción obliguen las mujeresal alcalde a besar y reponer el Cruci-fijo quitado de las Escuelas y paguen,gaudentes, las seis mil pesetas demulta en que por tal acción incurrie-ron; y mientras se alce en toda Espa-ña este clamor, como de pueblo lasti-mado en sus entrañas, que hemosoído estos días, podemos confiar enlos futuros triunfos del Crucifijo en lavida pública, y que seguirá siendoentre nosotros lo que es en el sistemay en la historia del Cristianismo: unhecho colosal, que no se anula conuna ley; una síntesis de nuestrascreencias, que no desarraigarán losodios sectarios; y una profesión a

cuya verificación, aun no queriéndolo,colaboran sus mismos enemigos.

ISIDRO, OBISPO DE TARAZONA

El Gobierno de la República fran-cesa ha rendido un magnífico ho-

menaje a nuestros misioneros

En la inauguración del Pabellón delas Misiones católicas, Mr. Paul Rey-naud, Ministro de las Colonias, enrepresentación del Gobierno, ha he-cho un magnífico elogio de los Misio-neros.

«¡Maravillosa historia la de las Mi-siones! Costas de Berbería, dondeSan Vicente de Paul y los Padres dela Merced acuden conmovidos por eldolor de los cautivos cristianos.

»¡Canadá, de donde parte el PadreMarquette al descubrimiento del Misisipí y de Lousiana!

»¡Brasil, donde un Franciscano esel primer operario de la Francia equi-nocial!

»¡China, donde enfrente a una civi-lización milenaria, los Jesuitas se im-ponen por su ciencia, reciben los ho-nores del mandarinato, y en tiemposde Luis XIV obtienen de Rusia quehaga la paz con la China haciéndolever las ventajas económicas de abrirel mercado chino!

»¡Indo-China, en donde el Obispode Adrán, Pigneau de Béhaine, mereceque el inglés Macortney diga de él:«No faltó nada para que fundase enAsia un imperio superior al nuestro»,y de quien hablaban con las lágrimasen los ojos los indígenas quince añosdespués de su muerte!

»¡En medio del Islan, Lavigierie y

sus Padres Blancos; Foucauld, cuyosepulcro al lado del de Laperrine, esuno de los lugares santos del patrio-tismo francés!...

›¡Y las mujeres!...»¡Cuando, allá abajo, lejos, bajo el

sol implacable del Ecuador, un jovenfrancés está para morir, ve frecuente-mente a su lado una Hermana de laCaridad (une cornette blanche) y oyela melodía familiar de una voz de lossuyos!

»¡Hermanita lejana, que con vuestrohumilde equipaje, os habéis llevadode Francia lo que tenemos de máspuro, el Gobierno de la República osrinde el homenaje de su reconoci-miento y de su respeto!...

»¡Qué de historias no nos cuentanestos mur os!... ¡Descubridores, colo-nizadores, educadores, geógrafos,lingüistas, astrónomos, diplomáticos,los Misioneros son todo esto a travésde tantos siglos y de todos los paí-ses!...»

Esto es España

Los oficios de Semana Santa, mássolemnes que nunca; las iglesias, in-capaces para contener a los fieles; lascomuniones del Jueves Santo, inter-minables; la visita de los monumen-tos, más fervorosa y concurrida; lasprocesiones, donde las sacaron, im-ponentes manifestaciones de fe, ydonde gente desalmada quiso impe-dirlas, no lo lograron y tuvieron quehuir como alma que lleva el diablocon las manos en la cabeza y buscarseguridad para sus vidas en las cár-celes, sus propios hogares.

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— 148 — — 149 —

En fin, España es lo que era, yahora más que antes: ni era católicaporque lo fuesen sus instituciones, nideja de serio porque su Estado seantodeclare laico.

UJÁN

¡Es todo un símbolo!

Acabo de ver en un periódico lainformación gráfica de un fausto su-ceso; la solución de un pleito viejo.

En Oviedo, el Instituto de SegundaEnseñanza ocupaba el antiguo con-vento de Santo Domingo, arrebatadoa sus dueños, que con inmenso esfuer-zo lo habían levantado hace 300 años.

Es una mole imponente, pero yaruinosa y destartalada. Era precisoconstruir un edificio nuevo, pero nohabía dinero; ¡son tan caras las obrasdel Estado!

Pero se ha encontrado una soluciónfeliz: El Instituto se trasladará al Co-legio de los Jesuitas, del que han sidoarrojados ahora sus dueños. Es mag-nífico, nuevo, con todos los adelantosde la arquitectura y de la pedagogía.¡Estamos de enhorabuena!

Lo que hace falta es que los nuevosocupantes no se contenten con el edi-ficio, sino que se apropien tambiénlos métodos y la abnegación de losfundadores del colegio; de lo contra-rio, éste dará pronto la impresión deruina inevitable.

Pronto se verán los vidrios rotos,las goteras por todas partes y losmuros agrietados.

A bien que no faltará otra Ordenreligiosa que levante un nuevo cole-gio al que pueda trasladarse el Insti-

tuto dentro de cincuenta años, o an-tes, pues el mundo camina cada díamás a prisa y las cosas envejecenmás pronto.

Así el Estado irá viviendo de lasiniciativas y de los edificios que losfrailes construyeron echando las en-trañas para ello. ¡Y todavía hablaránmal de ellos! ¡Ingratos!

Sepan al menos que esos edificios,de que tan alegremente se apoderan,han costado terribles esfuerzos aquienes los construyeron. Muchosfrailes envejecieron antes de tiempoen las obras, otros perdieron tal vezla vida. Tengo de ello ejemplos muyrecientes.

GUILLERMO

La mayor necesidad de España

Se puso bien de manifiesto al prin-cipio de la revolución: la cobardía entodos los órdenes de la sociedad fuenuestro pecado capital. Mucho hemosadelantado en estos meses, pero que-da todavía algo y aun mucho que co-rregir.

Los frailes y los sacerdotes, despe-gados del mundo, somos los másobligados a dar el ejemplo. No deja-mos atrás quien nos llore y debemosdespreciar los peligros. Nuestra co-bardía es de pésimo efecto para elpueblo cristiano. Si nosotros no noscorregimos, la generación que ahorase forma sería aún más encogida quela presente. Los enemigos de la civi-lización la arruinarían fácilmente, co-mo los bárbaros destruyeron el Im-perio Romano.

Virtud se dijo de vir (varón); lavirtud es siempre varonil. Hasta la

mujer para ser virtuosa ha de serfuerte. Por eso sin duda, porque sonvirtuosas muchas mujeres, son másvaroniles que los hombres.

Lo diré claramente, aunque nos due-la: los confesores, predicadores yeducadores cobardes hacen un malservicio a la Iglesia y a la sociedad.No eran de ese temple los que forma-ron las generaciones de mártires enlos primeros siglos.

GUILLERMO

La fuerza de la costumbreEra en la sesión nocturna de las

Constituyentes el 16 de marzo último.

•n1111M.P.

A los pocos meses de nacida nues-tra República, todos los españolessintieron el vacío de algo mejor, ydieron en la flor de amoscarse y sen-tirse tediosos. No había derecho aeso, y necesariamente debía rectifi-carse el perfil agrio que iban tomandolas cosas. Entonces surgió uno deesos pavos reales Narcisos enamo•rados de su hermosura, y capaces deofrecer la panacea de todo lo humanoy divino en una fórmula intranscen-dente.

Se quiso organizar la alegría de laRepública y... ¡ca, hombre! ¿para quéqueríamos más alegría de la que nosda Gracia y fascia en cada una de susdósis semanales? ¡ahí es, nada, die-ciséis páginas de chiste por arrobasy con más sal que el Atlántico! ¿Quiénha dicho que la República necesita ale-gría..., más alegría..., mücha alegría?

Se discuten los enchufes y mientrashabla el leader católico señor Gil Ro-bles, los socialistas interrumpen fu-riosamente. El Sr. Alonso y otrosdiputados desafían al orador y leinvitan a salir a la calle. El presidentede la Cámara acoge estas manifesta-ciones con sonrisa.

¿Por qué sonríe el señor Besteiro?Probablemente recordando escenasclásicas de taberna. Pero al fin tieneque ponerse enérgico y a duras penaslogra convencer a los valientes deque están en el Parlamento.

GUILLERMO

Sin embargo me väis a permitirque dude un poco. Son tantas las ve-ces que oigo decir a toda clase degentes, que andamos mal, son tantaslas opiniones pesimistas esparcidasen el ambiente, que lo confieso, medan escalofríos y temo.

Pero me acuerdo de un paisano míodel siglo IV, llamado Paulo Orosio, yme tonifico y respiro a pulmón abier-to. ¿Sabéis lo que pasaba entoncesdentro de las fronteras españolas? Elpoder del emperador se vió usurpadopor gentes desconocidas que salíande la selva; pueblos bárbaros enarde-cidos por un afan de pillaje y de re-vancha, se apoderaban de cuanto to-paban a su paso. Nadie osaba resis-tirles de frente, porque había (comohay hoy), crisis de virilidad; los pu-dientes, causantes de tal invasión,huyeron como conejos asustadizos,

LA BUENA ALEGRIA

PPOVIDENCIA— 150 —

y fué ancho el campo para las haza-ñas de los invasores. Mientas tanto lamoral, la propiedad, el orden y la re-ligión cristiana, recibían los ataquesdirectos de aquellos hombres empe-ñados en subvertir todo lo estable yeterno. Dominó en España la máscompleta anarquía.

Pues bien, entre tanta catástrofe le-vantó su voz Paulo Orosio y dijo queaquello era nada, comparado con losucedido en épocas anteriores. Des-virtuó, cuanto pudo y supo, los malescontemporáneos, y organizó debida ycristianamente la alegría del imperio.Ayudábale en esta empresa un pobreobispo africano, San Agustín. Al prin-cipio nadie le creía. ¡Pensar que aque-llo era obra de la mano de Dios, sólopodía ocurrírsele a Paulo Orosio!¡No! Tales desgracias y castigos,tantas invasiones y muertes, no erancausadas por los pecados de loshombres, ni por haberse desviado delcamino de la verdad, ni por dormirsebeatíficamente en una vida regalona,afeminada y descreída. Aquello eraobra del genio del mal, enemigo delmundo.

Y Paulo Orosio decía: «Haced pe-nitencia y recibiréis el don del Espí-ritu Santo», y la alegría verdadera osserá añadida. Ese era el resumen detodas sus predicaciones. Dios esquien castiga, Dios es quien devuelvela salud. El es quien envía la muerte yEl mismo puede traer la resurrección.¿Quién lo duda? aposentad a Dios envuestras almas y en vuestras concien-cias y os le daré conservando vuestrocuerpo, vuestra vida, vuestra hacien-da y tranquilidad y alegría y todo.

Preguntemos ahora: ¿será esto loque al presente necesitarnos? Yo, si-guiendo la opinión de mi paisano, osdigo que sí. Trabajemos en pro delcristianismo, de la fe y de las buenascostumbres. No podemos dejar la or-ganización de la alegría de la Repú-blica en manos de quien no sabe loque trae entre ellas.

Glosando una página de Von Kep-pler, les diría yo a todos esos maso-nes, liberales utópicos y energúme-nos de nuevo cuño: Luchar contranosotros los verdaderos cristianoscatólicos, es una insensatez que des-truye las alegrías. No os empeñéis enluchar contra Dios, en derribar lo quees eterno. Si vosotros no halláis yagusto en los deleites del alma, en lasdelicias de la religión, y no podéislevantar las fuerzas del espíritu y dela voluntad para volver a la fe y a lavida cristiana, por lo menos dejadtodo esto al pueblo, no le quitéis susalegrías. No emponzoñéis su cuet pocon vuestro vino artificial y veneno-so, causa de engañadores gozos;porque ese narcótico trastorna al pue-blo la cabeza y el corazón y le hacemás infortunado que antes era.

Guardad para vosotros ese tóxicoletal, pero dejad al pueblo sus ale-grías y dejadnos a nosotros que selas procuremos... nosotros podemoshacerlo, vosotros no.

;Católicos, a trabajar por Cristo!Devolvamos a Dios las ovejas que sehan descarriado. ¡Alerta!

SERGIO M. DUN

Poyo-11-111-1932.

Gonzalo de Alvear, con los codosapoyados en su mesa de trabajo y lafrente entre las manos, parecía muyabismado en la lectura de un pleitodel que esperaba alcanzar gran nom-bradía; sin embargo, de vez en cuando, levantaba la cabeza y su miradaiba a fijarse en el grácil perfil de lamecanógrafa que resaltaba sobre elfondo luminoso del balcón como unasilueta de virgencita bizantina.

Poco tiempo antes, el joven aboga-do, que ya había adquirido algún re-nombre, gracias a su rectitud y rele-vantes dotes oratorios, pensó que lesería muy útil una mecanógrafa, ade-más de los pasantes que en su estudiotenía y, en consecuencia, puso unanuncio en «A 13 C».

El mismo día que esto se publicó,.acudieron un centenar de muchachasa la puerta del bufete.

Gonzalo se vió un poco perplejoante aquel desfile de lindas personillasla mayoría, más o menos pintadas, ybajo cuyo airecito modernista se des-cubría en muchas la triste huella de lamiseria; rechazó con disgusto a al-gunas que le dirigieron miradas ysonrisas provocativas y hasta algunafrasecilla de doble sentido, y estabaya cansado, y sin saber a cuál elegir,cuando entró en el despacho unacompletamente distinta de las demás.

Vestía un trajecito de luto muy lim-pio y cepillado, pero que revelaballevar bastante tiempo de uso, unsombrero de crespón con una anchacaída del mismo género que rodeabagraciosamente su cuello esbelto comoel de las estatuas clásicas; aquel ne--gro marco hacía resaltar la palidezde su rostro sin el menor color, y suslabios exangües, pero de finísimo di-

bujo, y que temblaban ligeramente aimpulsos de una emoción contenida.Sus ojos no necesitaban del lápizpara ser rasgados, de admirable for-ma y mirada luminosa, que templabael largo velo de sus pestañas natural-mente rizadas.

En vez de empezar a hablar comosus predecesoras, enumerando susméritos, guardó silencio acobardada,esperando que Gonzalo la interroga-ra, y sin atreverse a alzar hasta el ellargo velo de sus pestañas.

Gonzalo, algo admirado ante aque-lla silueta triste y hermosa, la señalóel sillón colocado al otro lado de lamesa, y entre ellos se entabló el diá-logo siguiente:

—¿Es usted mecanógrafa, señorita?.— Sí, señor; taqui-meca.- ¿Tendrá usted referencias de los

sitios en que haya practicado?La joven movió tristemente la ca-

beza, y un ligero rubor la embellecióaún más.

—No, señor; no he practicado enparte ninguna.

—Pero está usted bien impuesta...—Creo que sí, señor; escribo con

bastante rapidez y...—Al menos, tendrá usted el certifi-

cado de la Academia...Nuevo movimiento negativo.—No he ido a ninguna academia;

me enseñó una amiga, por caridad...,cuando murió mi madre.

Y la joven enjugó furtivamente doslágrimas que se desprendieron de susojos.

Gonzalo sintió también que los su-yos se humedecían.

— No se aflija, señorita, dijo dulce-mente—. Va usted a demostrarme loque sabe. Y levantándose, descubrióla máquina que estaba colocada juntoal balcón.

— 152 —

La joven le siguió, y quitándose susguantes raídos por la punta de losdedos, se sentó ante la máquina, quepreparó con destreza, empezando aescribir con gran rapidez.

—Basta—dijo Gonzalo, que la con-templaba dominado de una singularemoción.

La mecanógrafa quitó el papel de lamáquina y se lo alargó tímidamente.

Gonzalo le leyó de una ojeada ypudo advertir que la joven había es-cogido palabras de difícil ortografíapara demostrar su instrucción.

—Muy bien, señorita - dijo son-riendo—. Veo que no sólo dominausted la máquina, sino también lagramática. Ahora sólo falta que fijeusted sus honorarios.

Esta vez la joven se puso roja comouna cereza.

—Lo que usted diga—murmuró.-Pero yo no voy a poner precio a

su trabajo...—Señor; ya lo he dicho que no he

trabajado en parte alguna... usted verámi trabajo y...

—Bien; pondremos por el prontociento cincuenta pesetas... luego, se-gún aumente el trabajo, aumentará elsueldo; ¿le parece?

La joven juntó sus manos blancas ydiáfanas como el marfil y no pudocontener el llanto que corrió libremen-te por sus pálidas mejillas,

—¡Qué bueno es usted, señor ! —murmuró—. ¡Y qué bueno es Dios! Medecían que no viniera sin referencias,pues no me admitirían. ¡Usted me haadmitido sin dificultad! ¡Dios se lo pa-gue!

—Dios es el bueno; señorita... ¿Cuáles su nombre?

—Providencia, María de la Provi-dencia.

--A ver si es la Providencia quienhasta aquí la ha encaminado; empeza-remos mañana; a las diez en punto;saldrá usted a la una para irse a co-mer y volverá a las cinco, la hora de

salida por la tarde, dependerá delltrabajo, pero nunca será muy avan-zada.

Y Gonzalo acompañó hasta la puer-ta a la joven, diciendo al criado:

—Despida a las demás; queda ad-mitida esta señorita.

Pero cuando Providencia salió y eljoven se encontró solo, quedó un mo-mento confuso y como disgustado.

—He sido bien poco cauto en admi-tir a esa muchacha que no sé quiénes—se dijo—mi tía me reñirá con ra-zón; parezco un colegial impresiona-ble, que se deja cautivar por la prime-ra mujer a quien ve llorar.

No obstante, Providencia acudiópuntualmente a la hora convenida y laprimera mirada del joven abogado alentrar en su bufete todas las mañanas,era para el hueco del balcón en que sedestacaba sobre el fondo luminoso lagrácil silueta semejante al perfil deuna Virgencita bizantina.

II

Hemos oído hablar a Gonzalo de su.tía; ésta era una excelente señora jo-ven aún, aunque sus cabellos fueranblancos como la nieve, y que debíahaber sido admirablemente bella.

Gonzalo vivía anteriormente con su:padre; hombre de carácter raro y ex-tremadamente rico al parecer, auncuando su hijo jamás le oyera hablarde la cuantía de su fortuna.

Tres arios antes de los sucesos quenarramos, cuando el joven terminara,su carrera, fué su padre atacado deuna congestión que le incapacitó paraseguir ocupándose de sus asuntos,teniendo que recluirle en una casa desalud.

Gonzalo a fuer de buen hijo y hom-bre ordenado, se hizo cargo de lospapeles de su padre, encontrando en-tre sus apuntaciones una que acusabala pensión de una parienta que deno-minaba, mi cuñada María, en el mani-comio de Leganés.

— 153 —

Gonzalo nunca había oído hablarde aquello. Era hombre de concienciay de hermosos sentimientos y decidióconocer a la desgraciada tía María,que suponía sería hermana de su ma-dre.

Se dirigió al manicomio, quedan-do sorprendido ante el aspecto de lareclusa.

Era una señora que no revelaba, enmanera alguna, la triste dolencia quela condujera a aquel sitio; lo recibióamablemente, y al saber que era susobrino, lo abrazó conmovido.

—¡Qué bueno has sido al venir averme!—dijo tristemente —. Es la pri-mera visita que recibo hace tresaños.

—¿Pero mi padre?...—Tu padre tendría mucho que ha -

cer...--¿Y hace tres años que está usted

aquí?—Sí; hace más, desde que murió

mi marido; le perdí en un accidente deautomóvil y estuve loca.

Y los ojos de la enferma se llenaronde lágrimas.

—Pero ahora está usted bien—dijoel joven cuya alma ,se estremecía antela sospecha de una horrible iniqui-dad.

Tía María sonrió con amargura.—Todos los locos dicen que están

cuerdos—respondió . . Yo creo estar-lo realmente.

—Yo veré al médico dijo Gonza-lo—. Y si él lo permite, se vendrá us-ted conmigo.

En efecto; fué a ver al director delmanicomio, que le dijo:

—Esa señora está curada. Se lo he

manifestado repetidas veces al señorque paga su pensión; pero siempredice que la retuviéramos algún tiempomás; que teme una recaída.

usted, doctor, no la teme?—En manera alguna; su locura ha

sido muy violenta, pero de corta du-ración.

En vista de aquellos informes,Gonzalo no volvió solo a su casa; tíaMaría le acompañaba. Desde aquelmomento, Gonzalo tuvo una madre.

Madre amante y solícita que se es-forzaba en adivinar los menores de-seos del joven a quien considerabacorno su salvador.

Este tenía para ella el alma traspa-rente. ¡Era tan semejante a su madrea quien vagamente recordaba!

En cambio, en el corazón de tíaMaría parecía haber un secreto quevarias veces estaba a punto de esca-pársele... Cuando esto sucedía, lapobre señora cogía entre las suyaslas manos del joven, le miraba fija -mente a los ojos, pareciendo próximaa hablar.

Pero las palabras expiraban en suslabios y soltando las manos de susobrino con un ademán de desaliento,se reclinaba en su sillón, cerrando losojos.

En cambio, seguía como en un libroabierto todas las emociones del jovenabogado en su mirada franca y leal; yno tardó en advertir que una preocu-pación dolorosa turbaba la limpidezde aquella mirada y la franca joviali-dad de su sonrisa.

J. G. HEIMEROS

(Continuará.)

ESTUDIOSGALLEGOS ROMANCES

1

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0 o

OBERTURA(1)Solían en Atenas las doncellas

tejer un peplo del más rico pañoque luego todo el añoMinerva viera en sus espaldas bellas.Con arte primorosabordaban en el peplo alguna escenadel mito de la diosa:tal vez se viera a la marc ial Ateascon lanza, escudo y yelmo centellantesatiendo belicosala raza nunca fiel de los gigantes.

(También las musas mías,graciosas zurcidorasde artísticos engaños,llegados estos días,se tejen con amor todos los añosel peplo de sus odas más sonoras,bordando en él con arte peregrinolas glorias de Tomás, el sol de Aquino).

Allí venido el día del festejo,sin número el gentíolanzábase a la Acrópolis sagrada;formábase un espléndido cortejo,y al frente, con la forma de un navío,marchaba una carroza engalanada:Atando en ella como vela airosapodía verse el peplo de la diosa.Seguía un pelotón de caballerosmontados en solípedos corceles,seguían sacerdotes y agorerosllevando de las manoscorderos que lozanossonaban los alegres cascabeles.

(1) Con esta composición se abrió la veladacon que los Coristas de Poyo solemnizaron el díade Santo Tomás, del ario pasado.

Aquellos afamados generalesque en Salamina, Maratón, PlateacubKéranse de lauros inmortalesluciendo van sus clámides marcialesen esta procesión panatenea.Y aquellos campeonesque dieran de valor pública muestravenciendo en la carrera y la regata,colmaron sus mayores ambicionesllevando en tan lucida cabalgata,patente de la diestra,la copa bien ganada en la palestra...Se ven ya los relievesde frisos y frontones cinceladosen mármoles pentélicos:envueltos en plegados mantos levesallí se ven los dioses congregados,allí los héroes con sus gestos bélicos...Ya sube los sagrados propileos,ya va la cabalgatapisando la marmórea escalinatadel templo de Minerva y de Hereeteos.

(También en esta fiesta aniversaria,también en este alardede pompa musical y literaria,vereis cómo desfilan esta tardecon aire de aguerridos vencedoresen lides de la pluma,valientes seguidoresdel santo y sabio que forjó la Suma.Pero así como el peplo de la diosa,flotando al viento como vela airosa,solía ir siempre al frente del cortejo,yo suelo abrir también este festejo,yo suelo caminar también delantelanzando al viento mi canción constante).

FR. 1. SANTIAGO CRESPO

5.—Muerte de Elena( Versión de Moniferrol - Coruña )

Estando una niñabordando en corbata,vino un caballeropedindo pousada.--Si papá Iba deraa min mc gustaba.Puxdronlle mesano medio da sala,con cochino d'ourocubierto y cuchara.Fixéronlle a caman'un cuarto da Si la,con cortinas verdes,sábana d'Holanda.De las tres hermanasa mí me escogió,montó en el caballoy conmigo marchó.Lh-gando a la sierraallí preguntara:—¡,caórne le llamaste,niña namorada?—En mi casa Pena,aquí desgraciada.Cogiera el cochilloy alií la mató,con tierra por riba,allí la dejó.Al cabo de siete añospor allí volviópastorcitos nuevosya los encontró.—¿,Qué face3 pastores,qué hice ahí?—Coidando de llena,que mataches lf.—Levante, llena,y vente conmigo.

—Anda carniceiro,que do meu pescozofixcche un pandeiro.

Este romance, como otros simila-res portugueses y castellanos, estáen versos de seis sílabas. Por razónde su origen portugués no se hallamuy difundido en el resto de la pen-ínsula. Sólo conozco dos versionescastellanas y otra gallega: ésta que lapublicó Murguia y aquéllas recogidas,una en Curueria (León) y la otra enMontevideo.

Las lecciones corrientes en Portu-gal y sus islas complementan la queyo doy aquí, y la que Menéndez Pidalrecogió en Montevideo tiene un sor-prendente parecido con ella, y hacepensar si acaso emigrantes gallegosfueron los que lo llevaron a aquellastierras.

Murguía (1) titula este romance:Romance de Santa Irene. Y, en efec-to, se trata de una leyenda hagiográ-fica, cuya fuente puede verse leyendoel tomo XIV de la España Sagrada (2).llena es Santa Irene, patrona de San-tarem.

El metro es de romancillo, y mudael asonante de a-a en -ó, e -í, al final,donde se hallan los tres últimos ver-sos que un mal avisado juglar zurció,desfigurando además el ritmo con iló-

(1) Historia de Galicia. T. I, pág. 579, de la pri-mera edición.

(2) Edición de Antonio Martín, páginas 389-391(Madrid 1758).

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gico asonante. Los conservo así paraser fiel en la trascripción.

Lleno como está de un suave infan-tilismo, este romance pertenece algrupo de los que no vacilo en llamarprecursores del tipo legendario delTenorio; aquel personaje sin moral,que profana el derecho de hospitali-dad, embauca a sus víctimas y luegose deshace de ellas por un métodoexpeditivo cualquiera.

Son muchas las palabras gallegas

ROMA

Erección de parroquia y nombra-miento de párroco.—En la suntuosaiglesia argentina, residencia de nuestroRvdmo. P. Maestro General, la SantaSede acaba de erigir una parroquia paraatender a la cura de almas en uno de losmás poblados barrios de Roma, y el Vi-cario nombró párroco al muy reverendoP. Eugenio Marianecci, Provincial de laMerced de la provincia romana. A la cere-monia de lectura de la bula de erección ydel nombramiento de párroco y a darleposesión, fué el Excmo. Sr. Obispo dePalica, Arzobispo de Filipos, Vicegerente.Pronunció una hermosa plática, y el nue-vo párroco, después de tomar posesiónde la Iglesia, celebró la Santa Misa y diri-gió la palabra a sus nuevos feligreses quellenaban la vasta Iglesia. Esta nueva pa-rroquia, hace el número setenta de las deRoma.

Felicitamos a nuestro Rvdmo. P. Maes-tro General por el nuevo campo que abrea la actividad de los Mercedarios en laCiudad Eterna y también al nuevo párro-

conservadas en esta versión y algu-nas de ellas en la forma contracta,como el facés de los últimos versos,que debe entenderse facea'es.

Por fin debo consignar que estaversión la hallé entre los manuscritosdel poeta D. Francisco María de laIglesia.

FR. GLIMERSINDO PLACER

Mercedario.

Poyo-Febrero-1932.

co, a quien auguramos ápimos frutos ensu nuevo ministerio.

MADRID

Durante la semana cuarta de Cuaresmay concluyendo el 5 de marzo, hicieron enesta Iglesia de la Buena Dicha los SantosEjercicios, la Orden Tercera de la Mercedy la Congregación de los Jueves Eucarís-ticos, bajo la dirección de los PP. FrayAntonio Rodríguez y José lynguélez. Laasistencia fué grande y el fervor también.

Del 11 al 19 del mismo mes, como decostumbre, se celebró la novena de SanJosé, con pláticas todos los días sobre lasprincipales parábolas evangélicas.

El mismo día 19, a las siete de la tarde,el P. Ricardo Delgado dió una tanda deejercicios para caballeros, que concluye-ron con una comunión general el JuevesSanto antes de la de los oficios. En laspláticas trató el tema del apostolado se-glar.

La asistencia a los Oficios, mayor ymás fervorosa que nunca. El M. R. PadreProvincial, dirigió la Hora Santa el JuevesSanto.

SARRIA

Conferencias para hombres.—El nl-venario anterior a la solemnidad de SanJosé, tuvo lugar en esta Iglesia una seriede conferencias para caballeros dadas porel P. Comendador Fr. Fernando Díez, queeligió temas actuales y oportunísimos, conlo que resultaron de muy vivo interés,aumentando cada día el número de iosque venían a escucharle.

Comunión general.—La hubo el díade San José, a la que, además de la genteque de costumbre se acerca ese dft queya es mucha, juntóse este año la comu-nión de los caballeros de la villa, resultan-do por esto a'go extraordinario y emocio-nante.

En honor de N. P. S. Pedro Nolas.co.—Desde hace algún tiempo ce!ébraseen esta Iglesia el último jueves el ejerciciomensual en honor de N. P. S. Pedro No-lasco, ejercicio que la gente llama de labuena muerte, implorándola tal del santoPatriarca.

A pesar de hacerse muy de madrugada,son bastantes las personas que a é n asis-ten, comulgando en el mismo.

Semana Santa.—No solamente ftié no-table este ario por la mayor concurrenciade fieles a todos los oficios, sino que ade-más notóse mucho más fervor y recogi-miento que en años anteriores. El sermónde las Siete palabras, el de la Soledad,como también la Hora Santa celebrada elJueves a la noche, predicado todo por elP. Comendador, fueron todos exponentede la fe y pi:dad que este pueblo conservaviva e intacta.—EI corresponsal.

FERROL

El día 7 terminaron en nuestra iglesialos santos ejercicios dirigidos por los Pa-dres Rector y Fermín. Hubo buena concu-rrencia, mucho recogimiento y numerosas

comuniones. E! P. Fermín preparó tam-bién a los obreros de la Escuela Nocturnapara la comunión pascual en la capilla delHospital.

El día 19 tuvimos la comunión generaldel Colegio, que, según buenos testigos,fui la más numerosa hasta hoy conocida,siendo muchos los niños que por VEZ pri-mera recibieron a Jesús.

Tampoco en Ferrol hubo procesionesesta Semana Santa, aunque pudo haber-las. En cambio la gente se concentró enlas iglesias, donde laz comuniones fueronnumerosísimas y no pocas inesperadas.¡Bendito sea Dios! No estará demás quetomen nota los que afirmaron que Españadejó de ser católica.

En nuestra iglesia se estrenó un monu-mento nuevo formado por tres pirámidesluminosas. Todo lo nuevo place, pero siha de repetirse es preciso que el Sagrarioquede más visible. ¡Queremos ver a Jesús!Mientras tanto, diremos que eran más her-mosos los monumentos de Dolores, SanJuaän y cualquier otro.

POYO

El 14 de febrero de este año 1932, apa-reció el primer número de «El Amigo delFeligrés», revista parroquial de San Juande Poyo.

Es una publicación quincenal redactadapor nuestros Padres del convento de Poyo.

Con motivo de la festividad de SantoTomás de Aquino los coristas obsequia-ron a la Rvda. Comunidad con una veladaliterario-musical.

Al final de la velada, el Rvdo. P. Co-mendador agradeció a los coristas el ob-sequio, en nombre de la Comunidad, feli-citándolos por el éxito logrado.

Semana Santa.— La celebramos enPoyo con la máxima solemnidad. Todoslos oficios litúrgicos, como es costumbre,se cantaron en gregoriano por la Scholadel convento.

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NOTICIAS

— 158 — — 159 —

El domingo de Remos predicó el PadreR Sanjurjo

El jueves Santo hizo la Hora Santa elP. Gumersindo Placer. Este día los sociosde los Jueves Eucarísticos velaron al San-tif5imo en Hora Santa perpetua.

A Tos Oficios del Viernes Santo asistie-ron, presididos por su director don A. de

las Casas, catedrático del Instituto deNoya, los jóvenes rcgiona:istas gallegos«U treyas», a quienes acompañaba donJosé F. Filgueira, catedrático del Institutode Pontevedra. Devotamente se acercarontodos a adorar la Cruz.

El 26 llegó de predicar el R. P. NolascoGaita. Lleva fuera de casa dos meses detrabajo intenso, preparando y confesandoa parroquias enteras. Viene complacido

de la religiosidad y fe cada día más cre-ciente en el pueblo.

El domingo de Pasión predicó el Ser-món de Dolores en Ribadurnia, el Reverm-

do P. Fr. M. Penedo.El mismo día, en San Bartolome de

Pontevedra, ei Rvdo. P. José S. Crespo.El Jueves Santo, en la misma iglesia,

predicó el Sermón del Mandato e hizo laHora Santa el Rvdo. P. Nolasco Vázquez,

El Rvdo. P. Armengol Fernández salióen la Dominica de Pasión y predicó envarios puntos de Galicia.

Me pidió para Cee (Mugia) material parafundar los Jueves Eucarísticos. ¡30 coros!

Espera aviso para ir pronto a fundarlosen Finisterre y Vinianzo.—FR. R. SAN-

JURJO.

la, como esperamos, en los brazos de suamor misericordioso. Su vida fue prepa-ración para este trance. A su apreciadafamilia nuestro pésame.

El 6 de marzo falleció en Ferro! donJacobo Rodríguez Sanmartín, capitán denavío retirado, Terciario de la Merced,hab'endo recibido los Santos Sacramen-tos con gran fervor y extraordinaria so-lemnidad.

Muy cristianamente también el día 12,doña Concepción Merino, viuda de Mac-Mahon, consiliaria de nuestra Orden Ter-cera.

El día 18 entregó su alma a Dios doña

Vicenta Orjales, madre de nuestro hermano el P. José Rodríguez O r jales, fervoro-sísima cristiana. A las familias respecti-vas y muy particularmente al P. Orjales,acompañamos en el sentimiento.

En Herencia, la piadosa señora doñaDominga Mendaiio, recibidos todos losSacramentos.

En Herencia, los Terciarios D. CríspulaPalmero, Dolores Manso, Gzrarda Calce-rrada, Francisca García Escribano, Maríade los Angeles G 'llego, Isabel Mora, !si-dora García Hidalgo, Lina Almoguera,Marta García Calvillo, Cecilia Díaz Flörez,D. Abelardo Rodríguez Corrales y PatricioTorres.

NECROLOGIA BIBLIOGRAFIAEn Laza, después de larga y penosa

enfermedad sufrida con cristiana resigna-ción, entregó santamente su alma al Se-ñor el 12 de febrero, confortado con todoslos Santos Sacramentos, el que fue mo-delo de padres cristianos don Carlos Fer-náadez Besteiro.

A su hijo el R. P. Manuel FernándezPaz, Mercedario, y demás familia, envia-mos el Más sentido pésame, suplicando alos lectores de LA MERCED una oraciónpor el eterno descanso de su alma.

Ea Bilbao, el mismo día, doña PetraFernández de Martínez, después de recibi-dos los Santos Sacramentos y BendiciónPapal, hermana del R. P. Superior de Jun-quera de Ambia, a quien damos nuestrosentido pésame.

En Escoriaza, el 3 de febrero, santa-mente en el Señor el reverendo P. Cape-llán de nuestras religiosas, don Gregorio

5. de Zaitegu i . Le aquejó una dolorosísi-ma enfermedad que soportó con res'gna-ción edificante sin haberse apenas queja-do. No soltó de las manos el crucifijo, nien los momentos que los fuertes doloresde cabeza le hacían contestar desacorde.Su muerte santa edificó a todos. Acudie-ron a su entierro unos cuarenta sacerdo-tes y toda la villa, testimonio del aprecioen que le tenían. Fue muy devoto de Nues-tra Santísima Madre y celoso de su culto.

En Herencia, a las once de la noche del21 de marzo, la fervorosa terciaria de laMERCED, doña Carmen Cobos Aragonés.Era una de las personas más adictas yfavorecedoras de la Orden, con haberlasen aquel pueblo tan buenas, desde losmismos días de su fundación. Se diócuenta que se moría, pero tal vez que se-ría tan pronto. Dios se la llevó algo porsorpre: a, como suele hacerlo, recibiéndo-

Luz DE LA PE «Discursos y Sermones»,del Ilmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francis-co Pierini, Arzobispo de Sucre, Pri-mado de Bolivia.--sVolumen XVII de 'LaPredicación contemporánea». Madrid,1932. Bruno del Amo. Editor. Ap3rtado5.003. Precio, 5 pesetas.

El editor dz esta estimada publicación,titulada =La Predicación Contemporánea»,fiel a sus propósitos de dar a conocerlos más renombrados oradores sagradosde la América española, nos ofrece hoyen el volumen XVII de la citada colecciónel primero de les obras oratorias del ilus-trísimo Sr. Arzobispo de Sucre. Catorcediscursos y sermones componen este nue-vo volumen, y por la sola enumeración deSUS iftulos se dará cuenta el lector de queesta obra no desmerece de las publicadasanteriormente en la misma serie; estos tí-tulos son:

I. El problema social. II. Santa Teresa

o la misión social de la mujer católica.III. La concepción cristiana de la vida.IV. El corazón de la madre de la huma-nidad. V. Jesucristo y la infancia. VI.¡Hemos de morir! VII. ¡Somos inmorta-les! VIII. Religión. IX. Culto externo. X.La Providencia. XI. Combates y triun-fos. XII. La bandera de las conquistascristiauas„ XIII. La Pasión del Señor.XIV. La Aurora.

Un nuevo éxito auguramos a la casaeditora con este volumen, que viene a en-riquecer la ya respetable colección de la«Predicación Contemporánea», única se-rie de obras en las que no figura ningunatraducida de idiomas extranjeros.

« EL CARDENAL SEGURA '>, prólogo del exce-lentísimo Sr. D. Ramiro de Maeztu.

Los productos de la venta se destinanal sostenimiento del culto, clero y ense-ñanza religiosa.

En todos los hogares españoles debe

- 160 —

ser éste el libro predilecto, que ha de con-servarse como homenaje al insigne Pur-purado, como ofrenda a la Iglesia por elalto destino de sus productos y como re-cuerdo de tan emotivo episodio de la His-toria contemporánea.

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- que el cristiano debe observar para cum-plir con sus dE beres religiosos.

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Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfono 211