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EDUARDO REMOR PILAR ARRANZ Y SARA ULLA (Eds.) EL PSICÓLOGO EN EL ÁMBITO HOSPITALARIO BIBLIOTECA DE PSICOLOGÍA DESCLÉE DE BROUWER

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  • EDUARDO REMORPILAR ARRANZ

    Y SARA ULLA (Eds.)

    EL PSICLOGO EN EL MBITO HOSPITALARIO

    BIBLIOTECA DE PSICOLOGADESCLE DE BROUWER

  • Relacin de Autores..............................................................................11

    Prlogo....................................................................................................17Ramn Bays

    Presentacin..........................................................................................25

    I. ASPECTOS TRANSVERSALESDE LA PSICOLOGA HOSPITALARIA

    Aspectos psicolgicos asociados a la hospitalizacin ......................31Sofa Lpez Roig, Mara ngeles Pastor y Mara del Carmen Neipp

    Aportaciones de la Psiconeuroinmunologa a la Psicologa Hospitalaria ................................................................49Sara Ulla

    La evaluacin psicolgica en el mbito hospitalario......................75Manel Salamero; Josep Mara Peri y Fernando Gutirrez

    Una herramienta bsica del psiclogo hospitalario: el counselling................................................93Pilar Arranz y Hernn Cancio

    La formacin de los profesionales de la salud: la contribucin del psiclogo hospitalario ....................121Elvira Martnez Besteiro y M. Pilar Barreto

    Procesos de evaluacin y mejora de la calidad de la psicologa hospitalaria ......................................................................139Jos Joaqun Mira

    ndice

  • La investigacin en el hospital: tendiendo puentes entre la teora y la prctica ............................161Sara Ulla y Eduardo Remor

    Psicologa y biotica: un dilogo necesario en el mbito hospitalario ..................................................................179Javier Barbero

    II. EL PSICLOGO EN ACCIN

    Intervencin psicolgica en trastornos del comportamiento alimentario y obesidad ....................................................................209Elena Font y Esteban Martnez

    Intervencin psicolgica en un servicio de psiquiatra ................241Aurora Jorquera y Joana Guarch

    Intervencin psicolgica en los pacientes con demencia ..............277Juan Manuel Muoz Cspedes y Javier Tirapu

    Intervencin del psiclogo en una unidad de tratamiento de pacientes con infeccin por VIH y SIDA ................................309Eduardo Remor

    Intervencin Psicolgica en un Servicio de Cardiologa ..............349Mara Jos Martn

    La intervencin del psiclogo en el proceso de trasplante ..........371Gonzalo Martnez Sande

    Intervencin psicolgica en pacientes con insuficiencia renal crnica ........................................................395Eva Mara Vidal

    El psiclogo en un centro de rehabilitacin de afectados por accidentes de trabajo y/o trfico ..............................................421ngel Ruano

    Intervencin psicolgica en pacientes amputados ........................463Bernard Martorell y Montserrat Daniel

    La rehabilitacin psicolgica en el lesionado medular................489M. Dolores Soler y M. Lluisa Curcoll

    Intervencin neuropsicolgica en el accidente vascular cerebral (AVC) ..................................................................519Teresa Roig y Antonia Enseat

    EL PSICLOGO EN EL MBITO HOSPITALARIO8

  • Intervencin psicolgica en una unidad de reumatologa ..........547M ngeles Pastor, Maite Martn-Aragn, Nieves Pons y Ana Lled

    Intervencin psicolgica en una unidad de dolor ........................569Enrique Bazako

    Intervencin en pacientes con hemofilia: un modelo de intervencin en enfermedad crnica ....................591Hernn Cancio, Carolina del Rincn y Jos Luis Ramos

    Intervencin psicolgica en un servicio de oncologa ..................621Mara Die Trill

    Intervencin psicolgica en un servicio de hemato-oncologa ....641Pilar Arranz y Cristina Coca

    Gestin de una unidad de psico-oncologa. Asesoramiento gentico ....................................................................679Francisco Luis Gil y Jorge Mat

    Intervencin psicolgica en la psoriasis: Un prototipo entre las alteraciones dermatolgicas ....................703Mercedes Denia y Miguel Moreno

    Intervencin psicolgica en una unidad de trastornos de la identidad de gnero: un desafo sanitario............................729Guadalupe Cano y Trinidad Bergero

    Intervencin en nios en el contexto hospitalario: un modelo general ............................................................................747Inmaculada Palazn

    Intervencin psicolgica en urgencias ............................................769Fernando A. Muoz y Ana Lillo

    Intervencin psicolgica en una unidad de cuidados paliativos 777Manel-Dions Comas, Marta Schrder y Olga Villaba

    Trabajo interdisciplinar en los pacientes al final de la vida ......815Josefina Mateos

    En busca de un modelo de integracin del psiclogo en el hospital: Pasado, presente y futuro del psiclogo hospitalario ..831Jess Rodrguez Marn

    NDICE 9

  • Cuando Pilar Arranz me pidi que escribiera un prlogo para el libro queel lector tiene entre las manos, no lo pens un solo instante. De forma inme-diata, casi pavloviana, le dije que s. Cmo iba a negar algo fuera lo quefuese a uno de los seres humanos ms generosos que he conocido a lo lar-go de mi ya dilatada vida?

    Pero ahora, en el momento en que lpiz en ristre me encuentro frente auna hoja de papel en blanco, me pregunto, con un poco de ansiedad, quepuedo decir como prtico a un libro que trata de abarcar de forma casiexhaustiva el papel del psiclogo en el hospital. Me siento desconcertado,desprotegido, vulnerable. Y no s qu camino tomar. Este libro es oportunoqu duda cabe! tras la promulgacin, de la Orden Ministerial (Ministeriode la Presidencia, 2002) por la que se regulan las vas de acceso al ttulo depsiclogo especialista en psicologa clnica, pero debe el autor de un prlo-go limitarse a comentar esta oportunidad y las caractersticas de las aporta-ciones que constan en el libro?

    La tentacin vive arriba, me sugiere, en un susurro, una de las inolvi-dables pelculas de Marylin Monroe. En efecto, una de las ventajas o privi-legios de escribir un prlogo, como el de presidir un tribunal de tesis doc-toral, es que siempre puedes mencionar que tus colegas del tribunal ya handicho todo lo interesante de lo que se poda hablar y que, por tanto, comono quieres ser reiterativo ni aburrir al auditorio, prefieres dar la sesin porconcluida. Normalmente, ante tales palabras, tanto el doctorando o la doc-

    PrlogoRamn Bays

  • toranda como los otros miembros del tribunal y las personas que estn enla sala, suspiran aliviados pues de acuerdo con los usos y costumbres denuestras universidades son ya ms de las tres de la tarde y, a pesar delamor insobornable que todos los presentes sienten por la ciencia, suelenprestar atencin prioritaria a las punzadas del hambre y a los sntomas dehipoglucemia; por otra parte, es por lo menos dudoso que a un acadmicodesfallecido se le ocurran ideas brillantes. Con los prlogos sucede algoparecido ya que, aun cuando se inicie su lectura tras un copioso almuerzo,la mayora de los lectores entre los que me cuento los suelen pasar de lar-go por lo que se agradece que sean cortos, enanos, difuminados, casi ine-xistentes, y que se limiten a cumplir discretamente su funcin de adorno, ala vez que de complicidad y apoyo implcito, a la obra a la que, con notableesfuerzo, han dado culminacin los autores o responsables de la coordina-cin del libro.

    Pero, a pesar de que siempre he sentido debilidad por Marylin desde ml-tiples puntos de vista, admiro todava ms al maestro, iconoclasta y libre,Billy Wilder (Nadie es perfecto!). Por ello y porque s que, aunque seanpocos seguramente los viejos amigos de siempre los que van a leer esteprlogo, por lo menos voy a intentar no defraudar a tan querida minora,confiando en que sabrn perdonar mi estilo aparentemente light y su aromaalgo trasgresor y heterodoxo, en contraste con la solidez estructural del libro.

    Hace algunos das, uno de estos amigos con alta probabilidad de leer elprlogo Javier Barbero llamaba la atencin a un grupo de psiclogos sobreel anuncio publicitario de un hospital privado reproducido por la prensa bar-celonesa. En l aparece un nio echado en una cama de hospital que res-ponde con una sonrisa, amplia y confiada, a la sonrisa llena de ternura quele dirige un mdico. En el texto puede leerse: Existe un tratamiento al quetodo paciente responde: el afecto. Da qu pensar, no les parece?

    Adems, por si fuera poco, la semana pasada particip en el hospitalTxagorritxu de Vitoria en una Jornada sobre cuidados paliativos y en una delas intervenciones, una enfermera del Hospital de la Santa Creu de Vic condilatada experiencia en la atencin a los enfermos al final de la vida NriaGorchs habl sobre la importancia de los pequeos detalles en la atencinque prestan los profesionales sanitarios a los pacientes.

    Estas dos experiencias me han conducido, casi sin darme cuenta, al temadel que me gustara hablar en este espacio que se me ha confiado y al quepienso dedicar unas horas de mi tiempo de vida: la importancia de lospequeos detalles en la prctica clnica diaria de los agentes de salud quetrabajan en nuestros hospitales.

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  • Sin embargo, que no se engae el lector, ya que tanto si consigo plasmarmi pensamiento en el papel como si no, estos pequeos detalles a los quepienso referirme, desgraciadamente, slo son pequeos, incluso inexistentes,para un nmero indeterminado pero posiblemente importante de profe-sionales sanitarios. A menudo, son grandes, importantes, trascendentales,inolvidables episodios para los enfermos involucrados.

    Estos pequeos detalles, que se traducen en una sonrisa, una palabrade aliento, una informacin adicional, una caricia o un gesto de ternura, for-man parte de la comunicacin emocional y los psiclogos que lean este librodeberan convertirse en expertos en: detectar su necesidad en los enfermoshospitalizados y en sus acompaantes; en promover su uso; en sensibilizara los otros profesionales sanitarios en su manejo; y en tratar de implantarslidamente, caso de que no lo estn, primero en s mismos y luego en todoslos dems mdicos, personal de enfermera, trabajadores sociales, fisiote-rapeutas, etc. las actitudes de acogida y solidaridad humana, que constitu-yen el substrato nutriente que les permite salir a la luz en forma de expre-siones, gestos, palabras y silencios repletos de humanidad y de consuelo.

    Iniciar mi andadura hacia la maravillosa ciudad de los pequeos deta-lles con una pequea historia extrada de mi vida acadmica. Hace unostres aos, junto con una estudiante que estaba terminando su licenciatura enpsicologa Mireia Morera, llevamos a cabo un modesto trabajo de inves-tigacin sobre el caso de una mujer joven que haba sufrido un embarazocomplicado y que deba dar a luz en un gran hospital universitario deBarcelona a un primer hijo muy deseado. Contamos, desde el primermomento, con la colaboracin tanto de la parturienta como con la de supareja y lo que les solicitamos fue que, durante su estancia en el hospital,ambos llevaran un diario de todos los acontecimientos buenos y malos queles sucedieran desde el momento del ingreso hasta el da en que se produ-jera el alta hospitalaria.

    El parto fue normal pero la mujer tuvo diversas complicaciones y per-maneci hospitalizada varios das. El diario de su estancia en el hospital fuemuy detallado y sistemtico, y ofreca muchos aspectos de inters por lo que,posteriormente, solicitamos a los protagonistas que valoraran cada uno delos acontecimientos positivos entre 0 y +10 y cada uno de los negativos entre0 y 10. Ms tarde, agrupamos, por una parte, los episodios que haban obte-nido las mejores puntuaciones y, por otra, los que haban obtenido las peo-res. Los resultados obtenidos dieron lugar a una publicacin (Bays yMorera, 2000) que, como vamos a ver, ofrece muchos puntos de reflexinsobre el tema que nos ocupa.

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  • Cul es el acontecimiento que obtiene la mxima puntuacin positiva?Obviamente, el nacimiento del hijo y, ms concretamente, el momento enque, acabado de nacer, colocan el beb encima del vientre de la madre. Esteepisodio obtuvo una puntuacin de +9. Hasta aqu nada inesperado. Pero, enmi opinin, el segundo acontecimiento positivo s nos ofrece una sorpresa. Elcaso es que, a la maana que sigui al parto, le sobrevino a la mujer unacopiosa hemorragia y hubo que trasladarla urgentemente a un cubculo parasometerla a una intervencin quirrgica. Desgraciadamente, en aquelmomento, no haba ningn quirfano disponible y tuvo que permanecer enel cubculo durante varias horas, sin saber que le pasaba. Tras la intervencin,una estudiante de auxiliar de enfermera que se encontraba casualmente all yque nada tena que ver con la atencin a la interesada, se dio cuenta de lasituacin de aquella mujer, solitaria y desvalida en una camilla, se le acerc yse interes por ella. Este pequeo detalle fue valorado por la interesadacomo +8, slo un punto menos que el asignado al nacimiento de su hijo.

    Y a qu acontecimientos se atribuyeron las valoraciones ms negativas?Es instructivo conocerlo. Utilicemos sus propias palabras: La falta de infor-macin durante la espera, en especial desde las 10 de la maana que me lle-varon a un cubculo hasta la intervencin quirrgica 6 horas ms tarde yUn grupo de mdicos y estudiantes vinieron a hablar sobre mi caso, sepusieron a mi alrededor y actuaron como si no estuviera. Ni siquiera mesaludaron. Me hicieron sentir como un objeto. Valoracin por la interesadade ambos episodios: 10.

    En cuanto a su pareja, destaca como positivo: La persona que le hizo lasutura despus del parto fue muy amable y nos explic cosas sobre el parto(Valoracin +8) y como negativo: Los tiempos de espera sin informacin,desde el momento en que desapareci mi esposa de la habitacin coincidicon un instante en que haba ido a la cafetera hasta que una mdica jovenme la proporcion varias horas ms tarde (Valoracin 10).

    Hace algunos aos, un antiguo compaero que trabajaba como psiclogoen un servicio de gerontologa de un gran hospital cercano a Barcelona mecont que su institucin quera montar una unidad de cuidados paliativos ydecidi enviarle a Inglaterra para que estudiara in situ el funcionamiento deun hospice. Mi amigo tena un problema: no saba ingls, pero en el hospicetrabajaba una enfermera portuguesa que hablaba muy bien el castellano yque le serva de intrprete. Una tarde que se encontraba solo, al pasar cercade la cama de un enfermo, ste musit unas palabras que, obviamente, noentendi. Pero, de forma intuitiva, se le ocurri sentarse al lado de su camay apretarle la mano. Al hacerlo se dio cuenta de que el enfermo le devolva

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  • la presin. Y as permanecieron varios minutos con las manos enlazadas has-ta que acert a pasar la enfermera portuguesa y al verlos se les acerc; enton-ces, el enfermo pronunci otras palabras que la enfermera tradujo a mi ami-go. Lo que dijo el enfermo esbozando una sonrisa fue: Qu agradable hasido estar con Ud. este rato!. Entre ambos, la incomunicacin verbal habasido total pero, por el contrario, la comunicacin no verbal fue absoluta.

    Otro pequeo detalle que recuerdo es que, encontrndome en el servi-cio de urgencias de un gran hospital en una de estas jornadas de diciembreen las que los enfermos de gripe saturan en oleadas todas las posibilidadesde asistencia y los pacientes guardan largas colas en los pasillos, una enfer-mera iba pasando de cuando en cuando, y mirando a los ojos y sonriendo acada uno de los pacientes les iba diciendo: No nos olvidamos de Ud. Leatenderemos en cuanto podamos.

    Los tiempos de espera son muy duros para los pacientes que estn pen-dientes de un diagnstico, de un tratamiento, del resultado de una analtica,de la visita del mdico, de que cese su dolor. Pero si estos tiempos de esperason inciertos o si el paciente piensa que pueden haberse olvidado de l, sontodava peores, son tiempos interminables de sufrimiento. Es necesario quelos profesionales sanitarios sean conscientes de que aunque los relojes y loscalendarios sean los mismos para ellos y para los enfermos, la percepcin dela duracin del tiempo que transcurre es muy diferente para ambos. Para losprofesionales sanitarios, absortos en sus tareas de establecer diagnsticos, dedar o administrar tratamientos, de atender a los enfermos, la percepcin deltiempo se acorta; para los enfermos que esperan, el tiempo se alarga. Y laduracin parece todava mayor si la espera es incierta; en este caso se con-vierte en tiempo interminable de sufrimiento (Bays, 2001). Con base en estefenmeno me permitira aconsejar a los clnicos que, por lo menos una vezal da, sean conscientes de que, para los enfermos hospitalizados, el tiempopasa de un modo diferente que para ellos y que, ante esta realidad, tengancon los enfermos a los que estn atendiendo algn pequeo detalle.

    En el relato de la vida de su hija Alba, aquejada de un tumor cerebral ymuerta a los 22 aos de edad tras largas idas y venidas por los hospitales bar-celoneses, Carlos Garrido (2002) nos explica sus impresiones ante la pro-puesta de una ltima oportunidad de tratamiento: Empezaba a conocer laescenografa mdica, y tena la impresin de que faltaba algo. Entraban losnuevos mdicos y repetan invariablemente las mismas preguntas. Como sihicieran unos pasos ensayados de ballet. Iban rpido, nunca parecan estudiarla situacin a fondo. Siempre tenan prisa. No perdan el tiempo sentndosecon el paciente. Escuchndole. No ocupaban esa otra parte del espacio mdi-

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  • co que es comprender al enfermo como persona, y no como estadstica. Talvez discutieran mucho en sus sesiones y reuniones. Pero cara al exterior, erancomo un alumno que recita una poesa en un festival de final de curso. Salandetrs del teln, hablaban apresuradamente, y hacan mutis por el foro.

    Y en una entrevista que le hicieron con motivo de la publicacin del libroen el que cuenta el ltimo periodo de la vida de su hija, Garrido resume suexperiencia con los profesionales sanitarios con las siguientes palabras: Laconclusin es que los mdicos son tanto ms eficaces cuanto ms afectivos yms se implican. Cuanto ms fros y ms miedo tienen a involucrarse menosfuncionan (Cfr. Manresa, 2002).

    Y otra enferma joven, Elisabeth, muerta de cncer de hgado a los vein-ticuatro aos, al tiempo que, en la autobiografa de su enfermedad (Gili,2002), nos muestra su lucha, tambin nos descubre algunas de las carenciasy virtudes de nuestros hospitales. En la misma lnea de Garrido (2002),escribe sobre el mdico que la recibe en el servicio de urgencias: Mientrasme exploraba, le di las gracias y le pregunt qu tena. No me contest. Nome dirigi la palabra, estaba demasiado ocupado con la pantalla, y yo, msque asustada. Aquellos ojos me daban miedo. Cuando acab, llam a cincomdicos a la habitacin. Se quedaron atnitos ante la pantalla de la eco: oesperaba quintillizos o me haba tragado una fotografa de PamelaAnderson. No me dijeron nada de nada, simplemente decidieron ingresar-me de inmediato y, obviamente, no era para darme una fiesta sorpresa.Ms adelante, le administran quimioterapia, la cual le produce una reaccinterrible: El martes, como pude, me arrastr hasta la puerta del doctor (quele administraba la quimio). Crea que era, sin exagerar, mi ltimo soplo devida. l, estresadsimo, me dijo que subiera al hospital de da y que ense-guida estara conmigo. An lo estoy esperando. Nunca se lo perdonar. Ensu organismo se haba producido una intensa toxicidad y el mdico de guar-dia le suprimi la quimio. Cuando al cabo de pocos das volvi a ver almdico responsable, ste ni siquiera se acordaba de cmo entr a pedirleauxilio.

    Afortunadamente, tambin encontramos en el relato de Elisabeth la men-cin de algn pequeo detalle: Sal de la puncin (de hgado) con unaspecto deplorable. Tanto, que me llevaron a una sala de reanimacin. Lasenfermeras me hablaban pero yo ya no estaba en mi cuerpo. Estaba total-mente ausente. Cuando mi rostro recobr el color, un camillero me condujohasta mi habitacin. No me dijo nada, se limit a pasearme lentamente porlos pasillos para que sintiera el aire en mis mejillas. Tras dejarme en la camame dedic una sonrisa. Eso no se paga con dinero.

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  • Como guinda final me gustara ofrecer una historia que procede del mbi-to hospitalario de la hermosa ciudad noruega de Bergen (Husebo, 1998), esla siguiente. Poco antes de morir, un anciano comenta a su mdico: Lamujer que viene cada da a limpiar las habitaciones se comporta de un modoextrao. Qu quiere decir?, le pregunta el mdico. Viene cada da perono limpia nada. Entonces, qu es lo que hace?. Simplemente se sienta ycoge mi mano La quiero mucho. Y el mdico comenta este hecho de laforma siguiente: Esta mujer de la limpieza es el principal reto a nuestromoderno sistema sanitario. Probablemente se encuentra entre aquellosempleados del hospital con menor educacin y salario. No hace el trabajopor el que se le paga. Y, sin embargo, ms que cualquier otro profesional,demuestra competencia, ya que da al paciente que se est muriendo lo quems necesita.

    Algunos lectores, ante los relatos anteriores, pensarn: meras ancdotas,datos aislados sin significacin estadstica, dnde est el grupo control? Enuna poca en que, como seala Richardson (1999) en un comentario sobre lareunin auspiciada en Londres por el British Medical Journal en 1999 sobreel papel de la narracin en la medicina, pocos trabajos son tomados en seriopor las revistas especializadas sin la correspondiente genuflexin ante la medi-cina basada en la evidencia y el ensayo clnico aleatorizado, muchos clnicosperciben que tales prcticas, aun siendo loables en muchos aspectos, puedencaer fcilmente en el fundamentalismo y restringir el mbito de investigacinde aspectos relevantes. Los relatos sistemticos, cuando describen situacionesautnticas, tambin incrementan nuestro conocimiento y ayudan a mejorar elcampo de la salud (Hurwitz, 2000). De hecho, en este momento se est elabo-rando una base de datos internacional con historias proporcionadas por lasexperiencias de los pacientes (Herxheimer et al., 2000).

    Una ltima reflexin: los pequeos detalles no cuestan un solo euro.Como todo lo que vale la pena en este mundo, son gratis.

    Ramon BaysProfesor Emrito de la Universidad Autnoma de Barcelona

    Referencias bibliogrficas

    Bays, R. (2001). Psicologa del sufrimiento y de la muerte. Barcelona: MartnezRoca.

    Bays, R. y Morera, M. (2000). El punto de vista del paciente en la prcticaclnica hospitalaria. Medicina Clnica, 115 (4), 141-144.

    Garrido, C. (2002). Te lo contar en un viaje. Barcelona: Crtica.

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  • Gil, E. (2002). La sonrisa de Elisabeth. Barcelona: Martnez Roca.Herxheimer, A., McPherson, A., Miller, R., Shepperd, S. y Ziebland, S.

    (2000). Database of patients experiences (DIPEx): a multi-media appro-ach to sharing experiences and information. The Lancet, 355, 1540-1543.

    Hurwitz, B. (2000). Narrative and the practice of medicine. The Lancet, 356,2086.

    Husebo, S. (1998). Is there hope, doctor? Journal of Palliative Care, 14 (1), 43-48.

    Manresa, A. (2002). El libro sobre la muerte de mi hija es un reportaje delalma. El Pas, 7 de mayo, 41.

    Ministerio de la Presidencia (2002). Orden PRE/1107/2002, de 10 de Mayo,por la que se regulan las vas transitorias de acceso al ttulo de PsiclogoEspecialista en Psicologa Clnica en desarrollo de lo dispuesto en el RealDecreto 2490/1998, de 20 de noviembre. Boletn Oficial del Estado 119/02de 13 de Mayo de 2002.

    Richardson, R. (1999). Narrative-based medicine. The Lancet, 354, 2088.

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  • Presentacin

    Cuando empezamos esta empresa, que ahora se refleja en el libro que tie-ne en sus manos, tenamos claro que queramos contribuir al reconocimien-to de la labor del psiclogo en el mbito hospitalario en Espaa. Queramosdivulgar en los distintos mbitos de la salud, tanto aplicados como acadmi-cos, que la psicologa lleva una importante trayectoria de intervencin en elhospital, y que ya no se deba concebir la asistencia, en el hospital o en otroscentros sanitarios, sin la figura del psiclogo. Ahora, al escribir esta presen-tacin, nos sentimos sorprendidos de poder visualizar el camino que hemosrecorrido guiados por la brjula de los ideales; sta nos permiti la llegada aldestino que habamos sealado inicialmente en el mapa. En el trayecto;hemos fotografiado distintos paisajes y, lo ms importante, hemos encontra-do a otros viajeros que nos han regalado su conocimiento sobre el camino;ello nos ha permitido seguir adelante y poder ahora transmitir a otros viaje-ros noveles algunos caminos seguros por donde emprender la jornada. Encada paraje notbamos que la mochila iba cogiendo peso y que nuestro dia-rio de viaje contaba una historia indita.

    La oportunidad de hacer este viaje nos la ofrecieron desde la SubdireccinGeneral de Investigacin Sanitaria (Fondo de Investigacin Sanitaria, FIS), atravs de la convocatoria de acciones especiales, y la Editorial Descle deBrouwer. Para seleccionar a los autores de este volumen no hemos dudadoen acudir a los mejores y ms experimentados psiclogos hospitalarios ydocentes del mbito acadmico. No obstante, quisiramos poner de mani-

  • fiesto que son todos los que estn, pero no estn todos los que son. Muchosotros psiclogos, igualmente experimentados, tambin deberan haber for-mado parte de este proyecto, desde aqu nuestras ms sinceras disculpas.

    Los hospitales y centros de salud son, a nuestro juicio, algunas de las ins-tituciones de nuestra sociedad en las que se producen las situaciones ms dif-ciles que deben afrontar las personas a lo largo de su vida. La enfermedad,el dolor, la incapacidad, las prdidas, la supervivencia tanto propias como delos seres queridos son circunstancias que movilizan emociones de tal intensi-dad que pueden derivar en importantes problemas de adaptacin e, induda-blemente, en enorme sufrimiento. Es el equilibrio, la adaptacin lo que sebusca y no slo una mquina arreglada. Si se pretende una intervencin efi-caz es fundamental un abordaje integral, multidimensional e interdisciplinar.

    Por qu y para quin hemos escrito este libro

    Como ya sabis, la presencia del psiclogo en el mbito sanitario y hos-pitalario es frecuente en muchos pases y es, cada vez ms, una realidad enEspaa. Si repasamos las estanteras de las libreras espaolas podemosencontrar manuales dedicados a la psicologa clnica y de la salud, aunque,en general, de corte claramente acadmico. Constatamos, sin embargo, laausencia de libros y recursos de consulta con finalidad plenamente clnicaque informen, orienten y entrenen a los psiclogos que se incorporan almbito hospitalario sobre las caractersticas y desarrollo de sus actividades,que puedan servirles de modelo y que cumplan con los criterios de calidad,eficacia y eficiencia demandados por los servicios de salud. ste es quizsuno de los principales vectores que diferencian este libro de la mayora de losexistentes. Nuestra modesta intencin es que este libro contribuya a subsa-nar la laguna existente en el conjunto de herramientas y recursos disponiblespara la formacin de aquellos psiclogos que desarrollan o desean desarro-llar su actividad en el mbito hospitalario. Para ello, hemos dividido los con-tenidos del libro en dos partes.

    Parte I: Aspectos generales de la psicologa hospitalaria

    La primera parte est encaminada al abordaje y descripcin detallada deaspectos transversales o generales, relacionados con el trabajo del psiclogoen un hospital, con cierta independencia de la poblacin diana o del servicioen los que desarrolle su trabajo.

    En este apartado figuran captulos relacionados con los aspectos formati-vos del psiclogo hospitalario y del psiclogo como formador de otros pro-fesionales de la salud. Entre ellos se encuentran: los aspectos psicolgicos

    EL PSICLOGO EN EL MBITO HOSPITALARIO26

  • asociados a la hospitalizacin; consideraciones fundamentales sobre la eva-luacin, la intervencin, la investigacin y la bsqueda de la calidad de laasistencia en la actividad psicolgica. Finalmente, cierra esta parte algo tanesencial como el anlisis de los dilemas ticos que debe afrontar el psiclogoen el hospital y los criterios ticos que debe tener en cuenta en toda activi-dad que realice.

    Parte II: El psiclogo hospitalario en accin

    En la segunda parte se realiza una revisin de las funciones ms relevan-tes del trabajo de los psiclogos en servicios, unidades o secciones especficas.Se pone especial nfasis en las distintas intervenciones que se llevan a cabo enel abordaje de cada patologa, teniendo como meta la prctica en el hospital,de modo que el lector pueda, no slo conocer la base terica de la que pro-cede, sino tambin cules son los elementos aplicables en cada contexto.

    El conjunto de captulos que integran esta seccin, permite obtener infor-macin y formacin especfica sobre terrenos concretos de actuacin. Ello,sin duda, ofrece la posibilidad de llegar al conocimiento de tcnicas especfi-cas y consideraciones particulares sobre las necesidades de cada tipo depaciente, de la mano de profesionales experimentados que da a da desarro-llan intervenciones psicolgicas en el entorno hospitalario.

    Le invitamos a que se siga la lectura de las prximas pginas teniendo encuenta algunas consideraciones a nivel general: a) la labor del clnico esmediar entre el conocimiento tcnico-cientfico que proporciona la cienciapsicolgica y la realidad individual, y adaptarlo en base a criterios sistemti-cos y bien definidos, pero dctiles a la realidad individual de la persona quenecesita ayuda; b) no confundir lo que es mejor para la ciencia, con lo quees mejor para el paciente; c) no tratar de repetir la misma secuencia paso apaso en cada patologa ya que, para ser eficaz, es preciso personalizar la rela-cin teraputica; d) una terapia efectiva debe actualizarse continuamente,para lo que es necesario un estudio continuado y la incorporacin de losconocimientos que va proporcionando la investigacin; e) es preciso seguirinvestigando en lneas de causacin circular, ms que lineal; f) acabar con losnosotros excluyentes, que con sus signos de identidad nos separan en gruposy nos hacen trabajar en paralelo. Atreverse a construir un equipo donde lasdiferencias enriquecen y en el que el enfermo sea el protagonista; g) el psi-clogo, en el mbito hospitalario, ha de tener claro lo que son sus funcionesy lo que no son sus funciones, reconociendo el equilibrio entre ayudar y nomolestar; h) cuando uno llega a un sitio nuevo, aunque se sienta como unelefante en una cacharrera, es importante observar sin juzgar, escuchar,

    PRESENTACIN 27

  • entenderse y entender, y motivar al cambio actuando con delicadeza y aser-tividad. Sin olvidar nunca que el rigor no ha de ahogar la imaginacin; i) laciencia ser nuestra aliada siempre si la basamos en valores que hagan socie-dades ms justas, ms saludables y ms solidarias. Ello se reflejar en la cali-dad, eficacia y eficiencia de nuestra actividad diaria con las personas a las quededicamos nuestro esfuerzo profesional.

    No quisiramos cerrar esta seccin de presentacin del libro sin mostrarnuestro ms sincero agradecimiento a las personas que han posibilitado quenuestro esfuerzo hoy sea el libro que tiene entre las manos. De manera espe-cial vaya nuestra gratitud para todos los autores que nos han regalado sutiempo, su esfuerzo, su conocimiento, su experiencia y su pluma. De formaparticular quisiramos expresar nuestra gratitud a las personas que nos ani-maron a embarcarnos en esta empresa y que, de un modo u otro, nos hanido impulsando a llegar a la consecucin de este proyecto. Entre ellos no que-remos dejar de mencionar a todos los miembros de la Seccin de Psicologadel Servicio de Hematologa del Hospital Universitario La Paz, as como aljefe de Servicio el Dr. Fernando Hernndez Navarro que, con su apoyo ycomprensin diaria, hace posible lo que pensbamos que era imposible: untrabajo interdisciplinar compartiendo reas de conocimiento. Quisiramostambin mencionar a nuestro editor Manuel Guerrero, quien desde el prin-cipio crey en este trabajo, y ha mostrado su infinita paciencia con nuestraflexibilidad en los plazos. Nos permitiremos tambin la mencin explcita delprofesor Ramn Bays, que ha estado siempre apoyando y siguiendo nues-tro proyecto. Muchas veces podemos hablar de profesores, pero pocas demaestros; en este caso es un placer y un privilegio poder afirmar que Ramnha sido y es nuestro maestro. Por ltimo queremos tambin mostrar nuestragratitud a todos los que desde nuestras esferas ms personales y cercanas noshan animado y apoyado en todo el proceso. A todos ellos gracias.

    Eduardo Remor, Pilar Arranz y Sara Ulla

    EL PSICLOGO EN EL MBITO HOSPITALARIO28