Psicologia Social Del Desempleo

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Ana María Vázquez Becerra Psicología social del desempleo Para Jahoda (1979-1987) el empleo no solo cumple la función de proporcionar a la persona unos recursos económicos sino que, además, cumple una serie de funciones latentes como imponer una estructura temporal a los días, proporcionar la oportunidad de establecer relaciones personales fuera del contexto familiar, unir al individuo con metas y objetivos colectivos, definir el estatus personal y la identidad forzar el desarrollo de una actividad. El acceso a estas categorías de experiencia, que satisfacen necesidades humanas básicas, adquiere en el contexto de un puesto de trabajo, un carácter impositivo, ya que si bien el proporcionarlas no es la finalidad del trabajo como institución social, “el empleo, como una consecuencia no intencionada aunque inevitable de sus propios propósitos y organización, viene a imponer estas categorías de experiencia a todos aquellos que toman parte en el” (Jahoda, 1987; p. 63) En este marco interpretativo, la experiencia del desempleo es concebida, básicamente, como una privación de las categorías de experiencia impuestas por el empleo. La falta de un puesto de trabajo supone tanto una privación económica, derivada de la reducción de ingresos asociada a la pérdida del salario, como una privación psicológica, derivada de la imposibilidad de acceder a las categorías de experiencia anteriormente señaladas. El deterioro psicológico

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Ana María Vázquez Becerra

Psicología social del desempleo

Para Jahoda (1979-1987) el empleo no solo cumple la función de proporcionar a la

persona unos recursos económicos sino que, además, cumple una serie de funciones

latentes como imponer una estructura temporal a los días, proporcionar la oportunidad de

establecer relaciones personales fuera del contexto familiar, unir al individuo con metas y

objetivos colectivos, definir el estatus personal y la identidad forzar el desarrollo de una

actividad.

El acceso a estas categorías de experiencia, que satisfacen necesidades humanas

básicas, adquiere en el contexto de un puesto de trabajo, un carácter impositivo, ya que si

bien el proporcionarlas no es la finalidad del trabajo como institución social, “el empleo,

como una consecuencia no intencionada aunque inevitable de sus propios propósitos y

organización, viene a imponer estas categorías de experiencia a todos aquellos que toman

parte en el” (Jahoda, 1987; p. 63)

En este marco interpretativo, la experiencia del desempleo es concebida,

básicamente, como una privación de las categorías de experiencia impuestas por el empleo.

La falta de un puesto de trabajo supone tanto una privación económica, derivada de la

reducción de ingresos asociada a la pérdida del salario, como una privación psicológica,

derivada de la imposibilidad de acceder a las categorías de experiencia anteriormente

señaladas. El deterioro psicológico de los desempleados vendría explicado, no solo por la

pérdida de las consecuencias manifiestas de empleo, sino también, y fundamentalmente,

por la desaparición de las categorías de experiencia impuestas por sus funciones latentes, es

decir, por la pérdida de una estructura temporal, la disminución de contactos sociales, la

falta de participación en metas colectivas, la perdida de estatus y la falta de actividad

regular.

En la medida que dichas categorías de experiencia se han convertido en necesidades

psicológicas en el mundo moderno, la carencia de las mismas desembocará en un deterioro

de la salud mental de los desempleados, a no ser que estos encuentren alguna forma

alternativa de satisfacerlas.

Algunos autores han señalado la necesidad de tener en cuenta la influencia de la

disminución de ingresos económicos derivada del desempleo en la determinación de la

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respuesta emocional a la situación (Alvaro, 1992; Fraser, 1980; Kelvin y Jarret, 1985). Pese

a que la investigación sobre el impacto del desempleo se ha desarrollado ignorando, en

cierta medida, dicha influencia, los resultados de algunos estudios señalan la existencia de

una asociación significativa entre las dificultades económicas derivadas del desempleo y la

magnitud del deterioro psicológico asociado al mismo (Alvaro, 1992; Buendía, 1988;

Jackson y Warr, 1985).

Las investigaciones en las que se ha evaluado el impacto del desempleo en la salud

mental han servido para poner de manifiesto que las personas desempleadas muestran,

cuando se las compara con aquellas que tienen un empleo, menor nivel de bienestar

psicológico general, mayor nivel de depresión, mayor ansiedad, menor grado de

satisfacción con la vida y menor autoestima. Los estudios longitudinales muestran que el

menor nivel de salud mental que muestran las personas desempleadas debe ser interpretado

como una consecuencia de su situación en el mercado de trabajo más que como un

antecedente de la misma.

Como señala Alvaro (1992), “la aportación de la psicología social no debería

quedarse en una reiterada constatación empírica delos efectos negativos del desempleo,

sino que ese conocimiento debería sentar las bases de un diseño interventivo orientado a

minimizar las consecuencias derivadas de la actual situación económica”. Los resultados de

la investigación psicosocial sobre el desempleo muestran la conveniencia de que en este

diseño interventivo se contemple la integración de medidas de carácter psicológico,

dirigidas a amortiguar el impacto del desempleo y a aumentar la competencia de la persona

dentro del mercado laboral, con medidas de carácter político y social, encaminadas a

posibilitar la reincorporación al mundo laboral.