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r- II MUNDO, SAN JUAN, K-li - DOMINGO » DC NOVIEMMf M 1»& V Las mujeres tío nacen, se hacen bellas Por Patricia Lindeay El inestimable valor de la gratitud Mima Loy non proporción» un ejemplo de lo que espera la mujer moderna que atiende debidamente a au aalud. au helleta >• MI trabajo. Estar contenta de lo que uno bace, mirar haría la vida eon optimismo, ea todo lo que haré falta para que llegue a la meta de sus aspiraciones. Alguien ha dicho que las mujeres bellas no nacen, sino se hacen. Lo que consti'uye una afirmación que debe estimular a todas las muje- res. La verdad es qii" poras de nos Otras nacemos bellas. Sin embargo. 'cuando sabemos rúale» son los en cantos mas atractivos de que ncs ha dotado la Naturaleza ^-que to das las mujeres lo saben-- les sa- camos partido y no salimos mal li- bradas. No hay que olvidar que en la mujer moderna, la belleza pura mente flsira no es tan Importante como el ínteres que sepa despertar. Han pasado los tiempos ruando el uso de los artículos de bellezas le era prohibido a las mujeres,' In- cluso por los médicos. Actualmente es un deber de la mujer haría la sociedad mantenerse tan bonita, atractiva y arreglada como le sea posible. Y los médicos no se mez j clan, en absoluto, en sus "affaires", J lno que estiman que la mujer sa- ludable y betla debe todavía proru rar serlo mis recurriendo * todos lo» procedimientos. Lo que dehe importar más No importa cual sea su edad, au ocupación o las circunstancias en que se desenvuelve, la .mujer debe «entirse sipmpre romo tal y actuar en consecuencias. Tanto los mari- dos como los hijos ae alenten sa tlsfechos de la esposa y de la ma- dre que ha sabido mantenerse en una situación airosa a través de todas las vicisitudes. Cuando un ni- ño trae per primera vez a su casa a su amlguito del colegio, y nota la buena impresión que su madre ha ¿Om* rrror hay nqní? causado en él. no puede ocultar su orgullo y su contento. Por supuesto, al decir que la mu- ! Jer debe cultivar su beUeza, no quiero decir que en ello deba gas tarse el dinero del alquiler o el de la tienda de comestibles. Hay tra- bamientos de belleza que son eos I osos y que sólo deben ser recibi- dos por aquellas mujeres ruya si- tuación económica les permita tal gasto sin peligro para el equilibrio de las finanzas familiares. Por lo demás, para recibir el heneficlo de ciertos tratamientos embellecedo- res, no se n»eesita acudir a los sa Iones de belleza mes costosos, sino que usted misma, en su casa, se los puede proporcionar a poco eos to. Todo lo que llene que har»r es seguir cuidadosamente las normss y pautas que le recomiendan las secciones de belleza de algunos día ría*. Las mujeres, eso si. deben acudir de tarde en larde al médico, pa ra que éste las reconozca y Infor me sobre el estado general de su salud, la dlela que deben seguir etc. Las mujeres, para lucir hlen, no deben depender solamente del ar- tificio. Su naturaleza les proporcio- na, también, muchos encantos, so- bre lodo cuando se sienten alegres y contentas, dispuestas n ser una inspiración para la sociedad en lu- ear de una carga. Mire siempre ha- cia la vida con optimismo, no Im- porta cuales sean laa circunstan- cie.» por que atraviese, y tendrá ga- nada más de la mitad de 1* bata- lla. Con pimienta 81 no encuentra el error busque la solución en los Clasificado» Por Diógenes El más grande especulador fué ; Noé que monopolizó las especies de su tiempo y del futuro. Una cosa no entiendo. Si el amor es ciego, ¿cómo puede haber amor a primera vtata? * No hay seguro contra los Incen- dios que causan los ojos de una mu- jer. Puede que el vencido tenga la razón, pero nada le importa eso al vencedor. Lo peor no está en dejar para mañana lo que se puede hacer hoy, sino en no hacer hoy lo que #e de- de hacer ayer. No hay tonto que no sea vanido- so. «• «•a ».* V°íl J °'* Q Ó n •'* ¿'•o'o ,0 « ¿tP^.s» 1 L WAJ i Por Angelo Patri 81 la gente se diera cuenta del calor y el ánimo que Infunden unas sinceras "(radas" en el cora- ion de loa que laj reciben induda- blemente todo el mundo andarla buscando su. alrededor algún miv tlvo para dar las gracias expre- sando la apreciación que siente. Esto se aplica especialmente a la apreciación de loa niños por cualquier acto bondadoso de que son receptores ya de la madre del padre o de cualquier otro miembro de la familia. Desgraciadamente, con harta frecuencia toman lo que ae les di sin pronunciar la menor palabra de reconocimiento. Si son demasiado nmos, no comprenden que hay que dar gracias por lo que ae recibe, y por tanto, nuestro de- ber es ensenarles a darlas. Esto no quiere decir que ae les debe Im- buir con una ¡dea de reconocimien- to personal por cosas materiales, aunque en parte esto no estarla de más. Pero hay que enseñarles a'.go más profundo, más espiritual, la expresión de apreciación por »1 amor, el cariño y los sacrificios que se hacen para que sus vidas transcurran felices. Enseñemos al niño a dar por lo menos una sonrisa de apreciación por cualquier pequeño sen-icio que podamos rendirles romo rapara* uno de sus juguetes, abrir una puerta o cubrirles, cariñosamente si tienen frío. Esa sonrisa hará que su espíritu se s'enta más di- choso, al mismo tiempo que fomen- tará el cariño que los demás están deseosos de ofrecerle. El mejor modo de enseñar a un niño a sonreír demostrando «u apreciación, en sonriendo nosotros mismos, elogiando al pequeño por sus sonrientes gracias. No es ne- cesario que pronuncie una pala- bra, pues eon una sola sonrisa puede expresarse más apreciación que con todas las frases de formu- lismo. No obstante, la fórmula es igual- menie necesaria; debemos ense- ñarle a decir "gracias" después que sonría. A medida que crezca y que su vocabulario se enriquez- ca, debe hacérsele añadir el nom- bre de la persona que se ha fijado en é y le ha ayudado o favoreci- do. El "gracias, abuela", acomp»- ftado de una aonrlsa. tiene mucho más peso que un "gracias" pro- nunciado distraídamente y como dirigiéndose al vacio. Esta forma no atañe a nadie, ni siquiera al niño que da las gracias, y no vale realmente la energía que se gasta en pronunciarlas. Tan pronto como el niño pueda garrapatear una palabra, ésta de he ser "graclaa"... seguida de su nombre, de modo que sea capaz de enviar una nota de agradecimien- to a los que le recuerdan y se to- man el trabajo de demostrarlo. A este respecto es una excelente idea enseñar al niño a no usar ningún regalo hasta que no haya ragua su nota de "gracia*". De escrm'r- la cuando su entusiasmo esté toda- vía vivo, pues asi es mucho más fácil obtenerla y el espíritu ,-on que la escribe en aún de más va- lor. Debiera darse a todo niño un bloc de papel rayado, con una viñeta a colores y más abajo su nombre y dirección. El bloc debe propor- cionársele cuando pueda ya escri- bir su nota después de una o dos" pruebas más o menos halagado- ras. El mensaje puede consistir sola palabra y sus inicia» les. Ea seguro que lanío "ahueii- ta" como "tía Leonor" apreciarán esta primera nota más que ningu- na otra rosa. Enseñados desde la tierna infan- cia a dar las gracias, se forma el hábito, uno de loa más reveíanles y de más fuerza moral que pode- mos adquirir durante nuestra esta- día en esta tierra, ya que debiéra- mos dar las gracias por todo: por la belleza del mundo, por la noble- za de los humanos, por nuestros amigos y por la gracia de Dloa. IA CASA DE LOWELL THOMAS ' Por EL1ZABETH M. BOYKW ~ UN CUENTO BREVE Una gata extraordinaria Por K/VTHERINE BIJCHMAN Una eliclosa alcoba de paredes decoradas en papel blanco, ron florea plateadas y cortinas, cubrecama y cabecera de zaraza blanca eon motivos magenta y azul brillante. 1.a alfombra ea también azul. I.os visillos son de organdí blanco. Obsérvese la franja blanca pintada en el plao alrededor de la alfombra y el ceeto de papelea forrado con la misma sarasa. Si eslá ualed leyendo una novela de la campiña inglesa, puede darse una excelente idea de la vida deli- ciosa que se lleva en la casa de Lowell Thomas, cerca de Pawling, Estado de Nueva York. Se trata de una antigua cas» convidados pasan las horas de !a I La alcoba de Lowell Jr. eslá de- noche. Las paredes, cubiertas de corada en rojo, blanco y azu'. con pino apandado, tiene estantes pa- ¡ muebles muy sencillos que dejan ra loa libros; la alfombra es co-¡ amplio espacio para su colección Inr de herrumbre, cobriza; las cor i de trofeos, retratos y curiosidades, tinas de un color casi adéntico. i De las otras alcobas, la más a mi Dos n¡''.ines, tapizados en coral cía-'gusto es de paredes blancas con blanca que reluce alegremente en ¡ ro y otras dos sillas subiertas con , pequeñas. flores plantadas, rertl e| sol de otoño >• que parece exten-1 zaraza color de madera, con moti- ñas de zaraza de fondo blanco y derse como ofreciendo lugar para vos aepia y amarillo crema, rom motivos florales magenta y azul cuantos visitantes lleguen a gazor pletan el mobiliario. Sobre la ch!- brillante. La cabecera del lecho es de la generosa y confortable hnspl-| menea hay un gran retrato del i de zaraza igual a la de la oubreca- talldad de sus dueños; una casa i hijo de los dueños. | ma. El locador eslá forrado de que parece hecha solamente para y t \ comedor es muy claro, cas! transparente organdí, material em- solaz. pero en la que la teletipo íntpr amente lihre de sombras, muy picado también en las cortinas. La constantemente golpetea trayendo tjegre, a pesar de sus muebles alfombra es azul oscuro y el sillón al perlodlstn las últimas noticias •Chippenriale" v de sus platas an >•«'* tapizado en ehartreuse. Otra liguas. Laa paredes son amarillas; I alcoba tiene muebles de maple, pa- la alfombra rojo turquí y las cor redes amarillas adornadas eon flo- tlnas, tamWén de zaraza, son de|res. alfombra sepia oscuro y eort! colores, haciendo juego. El conjun ñas de organdí amarillo rematadas del mundo. Una familia deportiva Además de cultivar en la granja prácticamente cuanto se requiere para el sustento, los miembro* de ' to es de gran atracción, siempre con encajes. Las cortinas de la* OPTIMISMO Por Carmelina Vizcarrondo Esta noche me «ha traído un revuelo de ilusión. La culpa la tiene un lirio que rompió su floración. Esta noche se han volcado las estrellas en el mar. y ae ha roto en luna nueva la maraña del parral. Esta noche huele a novia por los caminos en flor, y se ha roto en trinos albos el sueño del ruiseñor. Esta noche toda boca abierta para el cantar, no hay pena que me acobarde ni que m# haga llorar. Laa paredes de la biblioteca están cubierta» de pino: la alfombra ea color de cobre la sarasa de laa cor- tinas preaenta tonos sepia, verde y crema. la familia son todos entusiastas de los deportes, practicándose allí, además del consabido base-ball, la natación, la equitación, el tennis, los esquís y la pesca. En lo que respecta a la agricul- tura, en la finca ae produce cas todo lo que viene a la mantequilla, hecha all lleno de sol. El piso superior está dispuesto de modo que cada grupo de habitado nes es enteramente privado, con un equeño vestíbulo que puede aislar- se del resto del pasillo, y sobre él están la alcoba principal, el cuar- mesa: la | to tocador y el baño. En el pasillo, mismo; que termina en una escalera secun- camas y la que cubre el tocador, son de este mismo material. Las cubrecamas son de crochet tejido a mano, de rolor blanquecino. La terrera alcoba tiene un magnifico lecho de caoba, de altas columnas, con cubrecama y dosel de zaraza plegada, rosa oscuro; las cortinas son también de zaraza rosa y Ja alfombra es color borgona. El pa peí de las paredes ea de ramajes huevos en abundancia, leche a dis-j darla, está la habitación de Lowel creción. crema y todos los pollos jThomas Jr. Otras tres alcoba* dan que puedan desearse. El Jamón y i al vestíbulo principal. La disposl- j sobre fondo marfil. Las sillas están carnes de puerco curadas an ; casa, i clon es muy cómoda para una ea-j forradas en algodón rosa oscuro. se depositan en grande* anaqueles,; sa como ésta, en la que siempre j gj so SU p e rior Junto con toda clase de compotas y hay Invitados. La gran alcoba •* jaleas. Igualmente, se producen (de hermoso color ante, rosado y granos romo la cebada, el maiz y | gris azulado, con dos grandes ven- otro* para forraje de las vacas, ea- j tanas. El cuarto de vestir es de ballos de silla y ganado para la paredes azules, alfombra de Igual color, con vivos blancos en las ven- tanas; llene guardarropas en dos lados y lo completa una cómoda con un gran espejo. Breve» muv breves Lo único La única manera, Manuel, de evi- tar que tu mujer te abra las carta* matanza. La decoración Al entrar en la casa se ve un gran vestíbulo muy ancho, que lle- ga hasta el otro extremo. Sus pa- redes están cubiertas de papel blan- co con dibujos verdes, la alfombra es verde claro y la* cortinas de za- raza parecen del mismo patrón que el papel de las paredes, aunque n" es exacto, pero son blancas y ver des. El salón es de paredes azul muy pálido, con alfombras sepia, tam- IHIT l.nlila es hacer que tus amigos te escrl- ' bien muy clara. En sus numerosas ban en tarjetas postales. (Mademoi- | ventanas se ve en profusión una —Me gustaría separarme de mi compañero. —¿Es usted capitana? —No, paro me quiero separar de mi marido. —Ea que por la gorra crai que vivía ea un recta* entra loa número») (Vasa traxando línea* selle). •S upersticiones Claudette Colbert siempre sale por la misma puerta cuando entra por primera vez a un edificio. Cree que salir por otra trae mala suer- te. Alice Marble juega siempre con una misma gorra blanca; cree que sólo esa le trae buena suerte en los torneo*. Norma Shearer jamás duerme en una pieza donde se oye el tlc-tac de un reloj. Le ha traído mala suer- te Jarle Dempsey sueña frecuente- mente que está peleando con un esq'ueleto. Entonces no emprende nada porque le trae mala suerte. Joa Louis tiene un anillo de la ton ordinario da su* ipecas de po- encantadora zarazna con motivos florales en fondo blanco, cuyos co- lores hacen juego con el azul páli- do y con el *epia claro, viéndose en las flores ligeros tintes color gro- sella, tonos que se repiten en la ta- picería del confite y e n la de.varias sillas. Un par de sillas de brazos. en damascos azul francés y un có- saoslo sillón, tapizado en un sepia polvoriento, completan la gama de colores. Estos muebles, en su ma- yoría, son del siglo XVIII, y con varios cuadros de flore* y un deli- cado pastel, el salón es de aspecto muv apacible y bucólico. En el pi*o bajo hay una peque fla biblioteca, donde la familia y ~" —¿ün «dejo penaarlro al lado de \ brazas que Jamás se separa de é! ana chica guapa*. . Está cavilan- Las pocas veces que perdió lo ha bla dejado antes de subir al ring. do sobro lo distintas que eran laa muchachas da SO años antas... En el piso tercero hay un gran es'tudlo y despacho, en el que, ro- deado de las curiosidades recogidas en sus largos viajes, trabaja Mr Thomas. En el sótano está lo que podría llamarse cuarto de los es- quís y después de él una sallta que tiene todo el aspecto de un peque- ño café europeo, con mesltas cu- biertas de tela a cuadros blancos y rojos, antigüedades y curiosida- des, fotografía* autografladas y. principalmente, ese aire remoto en que los amigos gustan de reunirse ¡ a saborear cerveza o café en ale gte charla. Ciertamente que en esta casa *e vive con placer, en un verdadero hogar, como lo demuestra el he- cho de que sus dueños la habitan desde hace dos años, sin echar en absoluto de menos la* pechera* al- ba*, el ruido o la vida afanosa de la ciudad. La niña del carbonero Por Carmen Alicia Cadilla La niña del carbonero con su camisita blanca —negra de humo y ceniza— está a la puerta sentada. La niña del carbonero tiene los ojos azules, tiene las manos rosadas. La niña del carbonero. --•ola en su puerta sentada— negra de humo y ceniza, con su camisita blanca, de tarde cuando a banana se parees a las nlñitas que hay en los cuantos da hadas. La joven bibliotecarla de la es- cuela de medicina, sentada ante su amplia mess, levantó ia vista al abrirse la puerta y sonrió al var la pareja que entraba. Esta sonrisa tranquilizó un tanto a Peters, pero Sarah estaba demasiado agitada para notarlo. En este hombre y es- ta mujer de edad avanzada, il ro- tundo y ella muy seca, la joven creyó ver una pareja de solterones amigos y esta idea ia divertía. —¿En qui puedo servirles? --pre- guntó bondadosamente. —¡Oh, por favor! exclamó Sn- rah —¡Se trata de Zapaquilda! La joven les miró perpleja. —Zapaquilda —explicó Peters con cierta impaciencia —es nuestra ga- ta y sabemos que está aquí. —¡Una gata! —exclamó la b:- bliotecaria mirando sorprendida en derredor de la limpia y bien orde- nada biblioteca. —Oh, señor. ;oh. señor! - -repetía Sarah al borde de las ligrimas —¡Ojalá no sea demasiado tard»! ¡MI pobre Zapaquilda! —¡Vamos, Sarah. ten calma! —y volviéndose a la muchacha. Peters dijo. —Vea usted, señorita, Zapa- quilda ha desaparecido. —Los muchachos se apoderaron de ella. I«o sé, estoy segura. ¡Y Za- paquilda era una gata tan distinta, de carita tan linda! - y Sarah, ya llorando, huscaha torpemenle su pañuelo. —Nosotros nunca la de Jábamos sola. Peters siempre la llevaba al patio y yo la sacaba a la calle con una correa. ¡Teníamos tanto cuidado con ella! —¡Eso* muchachos! - e X clamó Peters después de sonarse. -Y pen- sar que sólo por cincuenta centa- vos! Dígales que yo les doy cin- cuenta centavos si me la devuelven. ¡Dígaselo! ¡Dígales que necesita mos a Zapaquilda! —¡Oh, Peters. no como pudo escaparse vlgilándola yo tanto! - Hagan el favor. . . —comenzó 'a hibllolecaria ante aquella avalan cha de sentimiento. —Un momento. Expliquenme qué muchachos son los de ¡os cincuenta centavos. —¡Oh, esos muchachos, los mu- chachos del vecindario! exclamó Sarah impaciente ante aquella fal- ta de comprensión. —Los muchachos del vecindario - explicó Peters. - Se roban los ga- tos y los venden a la escuela de medicina por cincuenta centavos para uso de los estudiantes. —¡Oh. no! -protestó con energía la muchacha. —¡Pobre Zapaquilda! - gimió Sa- rah. ¡Pues si! —replicó Peters in dignado. Ciertamente que si; ¡to- do el mundo lo sabe! Estoy segura de que »» equtvo can: aquí no compramos gatos - protestó la bibliotecarla. - Yo que no se les compran a los mu- chachos. SI quieren llamo al de- partamento de animales y pregun to, pero estoy segura de que usté des se equivocan. —¡Tenia una carita tan linda! —dijo Sarah algo más calmada. La muchacha tomó el telefono. —Departamento de animales... Ah ¿es cierto que ustedes com pran gatos a los muchachos por cincuenta centavos? Aquí tengo una pareja que ha perdido su ga- to y ere» que los muchachos lo ro- baron para vendárselo a ustedes. El departamento de animales se Indignó. Su seriedad estaba ultra- jada. La muchacha siguió escu- chando por el teléfono y después colgó el auricular. Volviéndose a Peters y a Sarah dijo: —El departamento de animales no compra ningún gato a los mu- chachos. --¿Está usted segura? - inquirió Sarah temblorosa. - Perfectamente segura respon- dió la hibliotecaria con dignidad. Sarah y Peters se miraron con profundo dolor. Sarah tomó el hrs zo de su compañero y apoyándos» pesadamente en él. los dos salieron de la biblioteca. No pronunció pa- I labra hasta hallarse fuera del edl- Hato. —¡Pero. Peters! SI no está ahí. ¿dónde puede estar" sabes que¡ yo siempre he sido tan cuidadosa. | La casa parece tan vacia sin ella y cuando veo su plato, su cesta o su taza, no lo que siento. ¡Cómo Ju jaba eon su ratoncillo de caucho! —y Sarah trataba de sonreír ante aquellos recuerdos. Peters lo recordsba todo muy bien, hasta el modo que tenia de limpiarse el hocico, por un solo la- do; su predilección por el cojín es- carlata, como si se diera cuanta do que su brillante belleza negra re- saltaba mejor en aquel fondo chi- llón. De este modo pasaron por las soleadas calles bordeadas do árbo- les, Sarah siempre apoyada en al brazo de Peters, sin podar olvidar la desaparición de Zapaquilda. Una ardilla bajó velozmente por el tron- co de un árbol y atravesó la acara directamente frente a ellos. En cualquier otra ocasión Peters to habría detenido para sacar una da las nueces que parecía tener eter- namenle en el bolsillo y persuadir "Venimos por nuestra Zapaquilda, Sabemos que catán aquí". suavemente a 'a ardilla a que vinie- se a tomarla. Pero aquel día SU pena era muy profunda. No podía Jugar con ningún otro animal mientras Zapaquilda pasara ham- bre, frío o... SintiiS un nudo en la garganta sólo de pensarlo. Asi pasaron la abaceria donde Sarah compraha siempre la carne para conservar el hermoso brillo de la piel de Zapaquilda. Algo más adelante estaba la tienda da animales donde Zapaquilda comen- su vida regalada. Peters y Ss- rah, de común acuerdo, volvieron sin cruzar palabra la esquina para evitarla. Esta ralle la conocían muy bien aunque rara vez pasaban por ella. Estaba llena de chicos y chicas da todas las edades, que corrían, gri- taban, se empujaban, iban y ve- nían en patines o en cajones con ruedas; entre ellos corrían y ladra- ban perros de todas clases, de fal- deros a sanhernardn*. Era un con- junto chillón, abigarrado, que sa estrujaba en estruendoso vocerío; una calle imposible para una ga- ta, aunque fuera llevada en brazos. Al pensar que Zapaquilda hubiese pasado por allí. Sarah se extreme- rió violentamente. Al fin, lanzando ambos un pro- fundo suspiro de alivio, llegaron a la otra esquina y pronto estuvieron lejos de 1 A chiquillería y de los pe- rros. -Peters comenzó Sarah —«1 Zapaquilda fuera una gata cual- quiera no me inquietarla tanto, pe- ro se que ella sabe cuidarse, que no sabe nada... —y su vos se extinguió. Peters la consoló como pudo, dándole golpecitos. --Vamos, querida, no debemos pensar tanto en ella. No dudemos de que alguien, alguna persona buena la recoja y ia trate bien. sabes que ella se gana a todo el mundo. Volvieron una esquina y se detu- vieron asombrados. Allí, frente a ellos, estaba Zapaquilda. Su hermo- sa piel negra, tan brillante, esta- ba algo polvorienta, pero de todos modos era Zapaquilda que les mi- con tanta sorpresa como la que denotaban ellos mismos. En semicírculo slrededor de ella habla tres grandes gatos. Sarah la llamó: --¡Zapaquilda, ven Zapaquilda! Mlsu. mlsu! Pero Zapaquilda la dirigió una mirada profunda, que paseó des- pués sobre los tres gstos. Estos es- peraban imperturbables. Zapaquil- da también. Peters la llamó. Zapaquilda le (Continúa en la página 10 col. 4) Conocimientos y curiosidades SUS HUEVO*». SON COtAO VJO*OE t-OS s^etTOS. .. SU H.atV D* \.c*s «ur*»n\jss, EL CO- CODRJUO, A PesMIOE so a-Nosit-va -TAMAAO pseocfgTJti oa VJK MUCV/O fws^uciqo o»rPe»t,n-e\Do o* L^^asajsjw,. r>w«*>»>© o* VAí> NW*«, SITUAt>*\S A, IA OfeJUUK OC co«jw«r«Trax?* ><• *>»^é>>*0%, V -\j|t! El CAi-OR. OCX DESTCRXO. CU SUKUO ATOtKttOaO DCV DWSsrcSCxO A<VCeMs.XAv UNA. -TErAPRRACTUR*N Dtt ZOO dieApOs» «*r^M1•x^4H»l^T* , . UNAPAELQUtEI EL TOO© «v. cuasj^o «»©«• roao» e»aj sur-roaos.^ t.hitar* l-vq-taa * *> > h f. I»-* ^¿>¿tmm¿J¡m}m _*L>. a,***. >' > s - - -

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    II MUNDO, SAN JUAN, K-li - DOMINGO DC NOVIEMMf M 1& V

    Las mujeres to nacen, se hacen bellas Por Patricia Lindeay

    El inestimable valor

    de la gratitud

    Mima Loy non proporcin un ejemplo de lo que espera la mujer moderna que atiende debidamente a au aalud. au helleta > MI trabajo. Estar contenta de lo que uno bace, mirar hara la vida eon optimismo, ea todo lo que har falta para que llegue a la meta de sus aspiraciones.

    Alguien ha dicho que las mujeres bellas no nacen, sino se hacen. Lo que consti'uye una afirmacin que debe estimular a todas las muje- res.

    La verdad es qii" poras de nos Otras nacemos bellas. Sin embargo.

    'cuando sabemos rale son los en cantos mas atractivos de que ncs ha dotado la Naturaleza ^-que to das las mujeres lo saben-- les sa- camos partido y no salimos mal li- bradas. No hay que olvidar que en la mujer moderna, la belleza pura mente flsira no es tan Importante como el nteres que sepa despertar.

    Han pasado los tiempos ruando el uso de los artculos de bellezas le era prohibido a las mujeres,' In- cluso por los mdicos. Actualmente es un deber de la mujer hara la sociedad mantenerse tan bonita, atractiva y arreglada como le sea posible. Y los mdicos no se mez j clan, en absoluto, en sus "affaires", J lno que estiman que la mujer sa- ludable y betla debe todava proru rar serlo mis recurriendo * todos lo procedimientos.

    Lo que dehe importar ms No importa cual sea su edad, au

    ocupacin o las circunstancias en que se desenvuelve, la .mujer debe entirse sipmpre romo tal y actuar en consecuencias. Tanto los mari- dos como los hijos ae alenten sa tlsfechos de la esposa y de la ma- dre que ha sabido mantenerse en una situacin airosa a travs de todas las vicisitudes. Cuando un ni- o trae per primera vez a su casa a su amlguito del colegio, y nota la buena impresin que su madre ha

    Om* rrror hay nqn?

    causado en l. no puede ocultar su orgullo y su contento.

    Por supuesto, al decir que la mu- ! Jer debe cultivar su beUeza, no quiero decir que en ello deba gas tarse el dinero del alquiler o el de la tienda de comestibles. Hay tra-

    bamientos de belleza que son eos I osos y que slo deben ser recibi- dos por aquellas mujeres ruya si- tuacin econmica les permita tal gasto sin peligro para el equilibrio de las finanzas familiares. Por lo dems, para recibir el heneficlo de ciertos tratamientos embellecedo- res, no se neesita acudir a los sa Iones de belleza mes costosos, sino que usted misma, en su casa, se los puede proporcionar a poco eos to. Todo lo que llene que harr es seguir cuidadosamente las normss y pautas que le recomiendan las secciones de belleza de algunos da ra*.

    Las mujeres, eso si. deben acudir de tarde en larde al mdico, pa ra que ste las reconozca y Infor me sobre el estado general de su salud, la dlela que deben seguir etc.

    Las mujeres, para lucir hlen, no deben depender solamente del ar- tificio. Su naturaleza les proporcio- na, tambin, muchos encantos, so- bre lodo cuando se sienten alegres y contentas, dispuestas n ser una inspiracin para la sociedad en lu- ear de una carga. Mire siempre ha- cia la vida con optimismo, no Im- porta cuales sean laa circunstan- cie. por que atraviese, y tendr ga- nada ms de la mitad de 1* bata- lla.

    Con pimienta

    81 no encuentra el error busque la solucin en los Clasificado

    Por Digenes El ms grande especulador fu

    ; No que monopoliz las especies de su tiempo y del futuro.

    Una cosa no entiendo. Si el amor

    es ciego, cmo puede haber amor a primera vtata?

    * No hay seguro contra los Incen-

    dios que causan los ojos de una mu- jer.

    Puede que el vencido tenga la

    razn, pero nada le importa eso al vencedor.

    Lo peor no est en dejar para maana lo que se puede hacer hoy, sino en no hacer hoy lo que #e de- j de hacer ayer.

    No hay tonto que no sea vanido-

    so.

    a

    .* VlJ'*Q n '* 'o'o ,0 tP^.s1

    L WAJ i

    Por Angelo Patri 81 la gente se diera cuenta del

    calor y el nimo que Infunden unas sinceras "(radas" en el cora- ion de loa que laj reciben induda- blemente todo el mundo andarla buscando su. alrededor algn miv tlvo para dar las gracias expre- sando la apreciacin que siente.

    Esto se aplica especialmente a la apreciacin de loa nios por cualquier acto bondadoso de que son receptores ya de la madre del padre o de cualquier otro miembro de la familia. Desgraciadamente, con harta frecuencia toman lo que ae les di sin pronunciar la menor palabra de reconocimiento. Si son demasiado nmos, no comprenden que hay que dar gracias por lo que ae recibe, y por tanto, nuestro de- ber es ensenarles a darlas. Esto no quiere decir que ae les debe Im- buir con una dea de reconocimien- to personal por cosas materiales, aunque en parte esto no estarla de ms. Pero hay que ensearles a'.go ms profundo, ms espiritual, la expresin de apreciacin por 1 amor, el cario y los sacrificios que se hacen para que sus vidas transcurran felices.

    Enseemos al nio a dar por lo menos una sonrisa de apreciacin por cualquier pequeo sen-icio que podamos rendirles romo rapara* uno de sus juguetes, abrir una puerta o cubrirles, cariosamente si tienen fro. Esa sonrisa har que su espritu se s'enta ms di- choso, al mismo tiempo que fomen- tar el cario que los dems estn deseosos de ofrecerle.

    El mejor modo de ensear a un nio a sonrer demostrando u apreciacin, en sonriendo nosotros mismos, elogiando al pequeo por sus sonrientes gracias. No es ne- cesario que pronuncie una pala- bra, pues eon una sola sonrisa puede expresarse ms apreciacin que con todas las frases de formu- lismo.

    No obstante, la frmula es igual- menie necesaria; debemos ense- arle a decir "gracias" despus que sonra. A medida que crezca y que su vocabulario se enriquez- ca, debe hacrsele aadir el nom- bre de la persona que se ha fijado en y le ha ayudado o favoreci- do. El "gracias, abuela", acomp- ftado de una aonrlsa. tiene mucho ms peso que un "gracias" pro- nunciado distradamente y como dirigindose al vacio. Esta forma no atae a nadie, ni siquiera al nio que da las gracias, y no vale realmente la energa que se gasta en pronunciarlas.

    Tan pronto como el nio pueda garrapatear una palabra, sta de he ser "graclaa"... seguida de su nombre, de modo que sea capaz de enviar una nota de agradecimien- to a los que le recuerdan y se to- man el trabajo de demostrarlo. A este respecto es una excelente idea ensear al nio a no usar ningn regalo hasta que no haya ragua su nota de "gracia*". De escrm'r- la cuando su entusiasmo est toda- va vivo, pues asi es mucho ms fcil obtenerla y el espritu ,-on que la escribe en an de ms va- lor.

    Debiera darse a todo nio un bloc de papel rayado, con una vieta a colores y ms abajo su nombre y direccin. El bloc debe propor- cionrsele cuando pueda ya escri- bir su nota despus de una o dos" pruebas ms o menos halagado- ras. El mensaje puede consistir sola palabra y sus inicia les. Ea seguro que lano "ahueii- ta" como "ta Leonor" apreciarn esta primera nota ms que ningu- na otra rosa.

    Enseados desde la tierna infan- cia a dar las gracias, se forma el hbito, uno de loa ms reveanles y de ms fuerza moral que pode- mos adquirir durante nuestra esta- da en esta tierra, ya que debira- mos dar las gracias por todo: por la belleza del mundo, por la noble- za de los humanos, por nuestros amigos y por la gracia de Dloa.

    IA CASA DE LOWELL THOMAS ' Por EL1ZABETH M. BOYKW ~

    UN CUENTO BREVE

    Una gata extraordinaria Por K/VTHERINE BIJCHMAN

    Una eliclosa alcoba de paredes decoradas en papel blanco, ron florea plateadas y cortinas, cubrecama y cabecera de zaraza blanca eon motivos magenta y azul brillante. 1.a alfombra ea tambin azul. I.os visillos son de organd blanco. Obsrvese la franja blanca pintada en el plao alrededor de la alfombra y el ceeto

    de papelea forrado con la misma sarasa.

    Si esl ualed leyendo una novela de la campia inglesa, puede darse una excelente idea de la vida deli- ciosa que se lleva en la casa de Lowell Thomas, cerca de Pawling, Estado de Nueva York.

    Se trata de una antigua cas

    convidados pasan las horas de !a I La alcoba de Lowell Jr. esl de- noche. Las paredes, cubiertas de corada en rojo, blanco y azu'. con pino apandado, tiene estantes pa- muebles muy sencillos que dejan ra loa libros; la alfombra es co- amplio espacio para su coleccin Inr de herrumbre, cobriza; las cor i de trofeos, retratos y curiosidades, tinas de un color casi adntico. i De las otras alcobas, la ms a mi Dos n''.ines, tapizados en coral ca-'gusto es de paredes blancas con

    blanca que reluce alegremente en ro y otras dos sillas subiertas con , pequeas. flores plantadas, rertl e| sol de otoo > que parece exten-1 zaraza color de madera, con moti- as de zaraza de fondo blanco y derse como ofreciendo lugar para vos aepia y amarillo crema, rom motivos florales magenta y azul cuantos visitantes lleguen a gazor pletan el mobiliario. Sobre la ch!- brillante. La cabecera del lecho es de la generosa y confortable hnspl-| menea hay un gran retrato del i de zaraza igual a la de la oubreca- talldad de sus dueos; una casa i hijo de los dueos. | ma. El locador esl forrado de que parece hecha solamente para yt\ comedor es muy claro, cas! transparente organd, material em- solaz. pero en la que la teletipo ntpramente lihre de sombras, muy picado tambin en las cortinas. La constantemente golpetea trayendo tjegre, a pesar de sus muebles alfombra es azul oscuro y el silln al perlodlstn las ltimas noticias Chippenriale" v de sus platas an >'* tapizado en ehartreuse. Otra

    liguas. Laa paredes son amarillas; I alcoba tiene muebles de maple, pa- la alfombra rojo turqu y las cor redes amarillas adornadas eon flo- tlnas, tamWn de zaraza, son de|res. alfombra sepia oscuro y eort! colores, haciendo juego. El conjun as de organd amarillo rematadas

    del mundo.

    Una familia deportiva Adems de cultivar en la granja

    prcticamente cuanto se requiere para el sustento, los miembro* de ' to es de gran atraccin, siempre con encajes. Las cortinas de la*

    OPTIMISMO

    Por Carmelina Vizcarrondo Esta noche me ha trado un revuelo de ilusin. La culpa la tiene un lirio que rompi su floracin. Esta noche se han volcado las estrellas en el mar. y ae ha roto en luna nueva la maraa del parral. Esta noche huele a novia por los caminos en flor, y se ha roto en trinos albos el sueo del ruiseor. Esta noche toda boca abierta para el cantar, no hay pena que me acobarde ni que m# haga llorar.

    Laa paredes de la biblioteca estn cubierta de pino: la alfombra ea color de cobre la sarasa de laa cor- tinas preaenta tonos sepia, verde y crema.

    la familia son todos entusiastas de los deportes, practicndose all, adems del consabido base-ball, la natacin, la equitacin, el tennis, los esqus y la pesca.

    En lo que respecta a la agricul- tura, en la finca ae produce cas todo lo que viene a la mantequilla, hecha all

    lleno de sol. El piso superior est dispuesto de

    modo que cada grupo de habitado nes es enteramente privado, con un equeo vestbulo que puede aislar- se del resto del pasillo, y sobre l estn la alcoba principal, el cuar-

    mesa: la | to tocador y el bao. En el pasillo, mismo; que termina en una escalera secun-

    camas y la que cubre el tocador, son de este mismo material. Las cubrecamas son de crochet tejido a mano, de rolor blanquecino. La terrera alcoba tiene un magnifico lecho de caoba, de altas columnas, con cubrecama y dosel de zaraza plegada, rosa oscuro; las cortinas son tambin de zaraza rosa y Ja alfombra es color borgona. El pa pe de las paredes ea de ramajes

    huevos en abundancia, leche a dis-j darla, est la habitacin de Lowel crecin. crema y todos los pollos jThomas Jr. Otras tres alcoba* dan que puedan desearse. El Jamn y i al vestbulo principal. La disposl- j sobre fondo marfil. Las sillas estn carnes de puerco curadas an ; casa, i clon es muy cmoda para una ea-j forradas en algodn rosa oscuro. se depositan en grande* anaqueles,; sa como sta, en la que siempre j g gjso SUperior Junto con toda clase de compotas y hay Invitados. La gran alcoba * jaleas. Igualmente, se producen (de hermoso color ante, rosado y granos romo la cebada, el maiz y | gris azulado, con dos grandes ven- otro* para forraje de las vacas, ea- j tanas. El cuarto de vestir es de ballos de silla y ganado para la paredes azules, alfombra de Igual

    color, con vivos blancos en las ven- tanas; llene guardarropas en dos lados y lo completa una cmoda con un gran espejo.

    Breve muv breves

    Lo nico La nica manera, Manuel, de evi-

    tar que tu mujer te abra las carta*

    matanza.

    La decoracin Al entrar en la casa se ve un

    gran vestbulo muy ancho, que lle- ga hasta el otro extremo. Sus pa- redes estn cubiertas de papel blan- co con dibujos verdes, la alfombra es verde claro y la* cortinas de za- raza parecen del mismo patrn que el papel de las paredes, aunque n" es exacto, pero son blancas y ver des.

    El saln es de paredes azul muy plido, con alfombras sepia, tam-

    IHIT l.nlila

    es hacer que tus amigos te escrl- ' bien muy clara. En sus numerosas ban en tarjetas postales. (Mademoi- | ventanas se ve en profusin una

    Me gustara separarme de mi compaero. Es usted capitana? No, paro me quiero separar de mi marido. Ea que por la gorra crai que viva ea un recta* entra loa nmero)

    (Vasa traxando lnea*

    selle).

    S upersticiones Claudette Colbert siempre sale

    por la misma puerta cuando entra por primera vez a un edificio. Cree que salir por otra trae mala suer- te.

    Alice Marble juega siempre con una misma gorra blanca; cree que slo esa le trae buena suerte en los torneo*.

    Norma Shearer jams duerme en una pieza donde se oye el tlc-tac de un reloj. Le ha trado mala suer- te

    Jarle Dempsey suea frecuente- mente que est peleando con un esq'ueleto. Entonces no emprende nada porque le trae mala suerte.

    Joa Louis tiene un anillo de la ton ordinario da su* ipecas de po-

    encantadora zarazna con motivos florales en fondo blanco, cuyos co- lores hacen juego con el azul pli- do y con el *epia claro, vindose en las flores ligeros tintes color gro- sella, tonos que se repiten en la ta- picera del confite y en la de.varias sillas. Un par de sillas de brazos. en damascos azul francs y un c- saoslo silln, tapizado en un sepia polvoriento, completan la gama de colores. Estos muebles, en su ma- yora, son del siglo XVIII, y con varios cuadros de flore* y un deli- cado pastel, el saln es de aspecto muv apacible y buclico.

    En el pi*o bajo hay una peque fla biblioteca, donde la familia y ~" n dejo penaarlro al lado de \

    brazas que Jams se separa de ! ana chica guapa*. . Est cavilan- Las pocas veces que perdi lo ha bla dejado antes de subir al ring.

    do sobro lo distintas que eran laa muchachas da SO aos antas...

    En el piso tercero hay un gran es'tudlo y despacho, en el que, ro- deado de las curiosidades recogidas en sus largos viajes, trabaja Mr Thomas. En el stano est lo que podra llamarse cuarto de los es- qus y despus de l una sallta que tiene todo el aspecto de un peque- o caf europeo, con mesltas cu- biertas de tela a cuadros blancos y rojos, antigedades y curiosida- des, fotografa* autografladas y. principalmente, ese aire remoto en que los amigos gustan de reunirse

    a saborear cerveza o caf en ale gte charla.

    Ciertamente que en esta casa *e vive con placer, en un verdadero hogar, como lo demuestra el he- cho de que sus dueos la habitan desde hace dos aos, sin echar en absoluto de menos la* pechera* al- ba*, el ruido o la vida afanosa de la ciudad.

    La nia del carbonero

    Por Carmen Alicia Cadilla La nia del carbonero con su camisita blanca negra de humo y ceniza est a la puerta sentada. La nia del carbonero tiene los ojos azules, tiene las manos rosadas. La nia del carbonero. --ola en su puerta sentada negra de humo y ceniza, con su camisita blanca, de tarde cuando a banana se parees a las nlitas que hay en los cuantos da hadas.

    La joven bibliotecarla de la es- cuela de medicina, sentada ante su amplia mess, levant ia vista al abrirse la puerta y sonri al var la pareja que entraba. Esta sonrisa tranquiliz un tanto a Peters, pero Sarah estaba demasiado agitada para notarlo. En este hombre y es- ta mujer de edad avanzada, il ro- tundo y ella muy seca, la joven crey ver una pareja de solterones amigos y esta idea ia diverta.

    En qui puedo servirles? --pre- gunt bondadosamente.

    Oh, por favor! exclam Sn- rah Se trata de Zapaquilda!

    La joven les mir perpleja. Zapaquilda explic Peters con

    cierta impaciencia es nuestra ga- ta y sabemos que est aqu.

    Una gata! exclam la b:- bliotecaria mirando sorprendida en derredor de la limpia y bien orde- nada biblioteca.

    Oh, seor. ;oh. seor! - -repeta Sarah al borde de las ligrimas Ojal no sea demasiado tard! MI pobre Zapaquilda!

    Vamos, Sarah. ten calma! y volvindose a la muchacha. Peters dijo. Vea usted, seorita, Zapa- quilda ha desaparecido.

    Los muchachos se apoderaron de ella. Io s, estoy segura. Y Za- paquilda era una gata tan distinta, de carita tan linda! - y Sarah, ya llorando, huscaha torpemenle su pauelo. Nosotros nunca la de Jbamos sola. Peters siempre la llevaba al patio y yo la sacaba a la calle con una correa. Tenamos tanto cuidado con ella!

    Eso* muchachos! - eXclam Peters despus de sonarse. -Y pen- sar que slo por cincuenta centa- vos! Dgales que yo les doy cin- cuenta centavos si me la devuelven. Dgaselo! Dgales que necesita mos a Zapaquilda!

    Oh, Peters. no s como pudo escaparse vlgilndola yo tanto!

    - Hagan el favor. . . comenz 'a hibllolecaria ante aquella avalan cha de sentimiento. Un momento. Expliquenme qu muchachos son los de os cincuenta centavos.

    Oh, esos muchachos, los mu- chachos del vecindario! exclam Sarah impaciente ante aquella fal- ta de comprensin.

    Los muchachos del vecindario - explic Peters. - Se roban los ga- tos y los venden a la escuela de medicina por cincuenta centavos para uso de los estudiantes.

    Oh. no! -protest con energa la muchacha.

    Pobre Zapaquilda! - gimi Sa- rah.

    Pues si! replic Peters in dignado. Ciertamente que si; to- do el mundo lo sabe!

    Estoy segura de que equtvo can: aqu no compramos gatos - protest la bibliotecarla. - Yo s que no se les compran a los mu- chachos. SI quieren llamo al de- partamento de animales y pregun to, pero estoy segura de que ust des se equivocan.

    Tenia una carita tan linda! dijo Sarah algo ms calmada.

    La muchacha tom el telefono. Departamento de animales...

    Ah es cierto que ustedes com pran gatos a los muchachos por cincuenta centavos? Aqu tengo una pareja que ha perdido su ga- to y ere que los muchachos lo ro- baron para vendrselo a ustedes.

    El departamento de animales se Indign. Su seriedad estaba ultra- jada. La muchacha sigui escu- chando por el telfono y despus colg el auricular. Volvindose a Peters y a Sarah dijo:

    El departamento de animales no compra ningn gato a los mu- chachos.

    --Est usted segura? - inquiri Sarah temblorosa.

    - Perfectamente segura respon- di la hibliotecaria con dignidad.

    Sarah y Peters se miraron con profundo dolor. Sarah tom el hrs zo de su compaero y apoyndos pesadamente en l. los dos salieron de la biblioteca. No pronunci pa- I labra hasta hallarse fuera del edl- Hato.

    Pero. Peters! SI no est ah. dnde puede estar" T sabes que yo siempre he sido tan cuidadosa. | La casa parece tan vacia sin ella y cuando veo su plato, su cesta o su taza, no s lo que siento. Cmo Ju jaba eon su ratoncillo de caucho! y Sarah trataba de sonrer ante aquellos recuerdos.

    Peters lo recordsba todo muy bien, hasta el modo que tenia de limpiarse el hocico, por un solo la- do; su predileccin por el cojn es- carlata, como si se diera cuanta do que su brillante belleza negra re- saltaba mejor en aquel fondo chi- lln.

    De este modo pasaron por las soleadas calles bordeadas do rbo- les, Sarah siempre apoyada en al brazo de Peters, sin podar olvidar la desaparicin de Zapaquilda. Una ardilla baj velozmente por el tron- co de un rbol y atraves la acara directamente frente a ellos. En cualquier otra ocasin Peters to habra detenido para sacar una da las nueces que pareca tener eter- namenle en el bolsillo y persuadir

    "Venimos por nuestra Zapaquilda, Sabemos que catn aqu".

    suavemente a 'a ardilla a que vinie- se a tomarla. Pero aquel da SU pena era muy profunda. No poda Jugar con ningn otro animal mientras Zapaquilda pasara ham- bre, fro o... SintiiS un nudo en la garganta slo de pensarlo.

    Asi pasaron la abaceria donde Sarah compraha siempre la carne para conservar el hermoso brillo de la piel de Zapaquilda. Algo ms adelante estaba la tienda da animales donde Zapaquilda comen- z su vida regalada. Peters y Ss- rah, de comn acuerdo, volvieron sin cruzar palabra la esquina para evitarla.

    Esta ralle la conocan muy bien aunque rara vez pasaban por ella. Estaba llena de chicos y chicas da todas las edades, que corran, gri- taban, se empujaban, iban y ve- nan en patines o en cajones con ruedas; entre ellos corran y ladra- ban perros de todas clases, de fal- deros a sanhernardn*. Era un con- junto chilln, abigarrado, que sa estrujaba en estruendoso vocero; una calle imposible para una ga- ta, aunque fuera llevada en brazos. Al pensar que Zapaquilda hubiese pasado por all. Sarah se extreme- ri violentamente.

    Al fin, lanzando ambos un pro- fundo suspiro de alivio, llegaron a la otra esquina y pronto estuvieron lejos de 1A chiquillera y de los pe- rros.

    -Peters comenz Sarah 1 Zapaquilda fuera una gata cual- quiera no me inquietarla tanto, pe- ro se que ella n sabe cuidarse, que no sabe nada... y su vos se extingui.

    Peters la consol como pudo, dndole golpecitos.

    --Vamos, querida, no debemos pensar tanto en ella. No dudemos de que alguien, alguna persona buena la recoja y ia trate bien. T sabes que ella se gana a todo el mundo.

    Volvieron una esquina y se detu- vieron asombrados. All, frente a ellos, estaba Zapaquilda. Su hermo- sa piel negra, tan brillante, esta- ba algo polvorienta, pero de todos modos era Zapaquilda que les mi- r con tanta sorpresa como la que denotaban ellos mismos.

    En semicrculo slrededor de ella habla tres grandes gatos. Sarah la llam:

    --Zapaquilda, ven Zapaquilda! Mlsu. mlsu!

    Pero Zapaquilda la dirigi una mirada profunda, que pase des- pus sobre los tres gstos. Estos es- peraban imperturbables. Zapaquil- da tambin.

    Peters la llam. Zapaquilda le (Contina en la pgina 10 col. 4)

    Conocimientos y curiosidades

    SUS HUEVO*. SON COtAO VJO*OE t-OS s^etTOS. .. SU H.atV D*

    \.c*s ur*n\jss, EL CO- CODRJUO, A PesMIOE so

    a-Nosit-va -TAMAAO pseocfgTJti oa VJK MUCV/O fws^uciqo orPet,n-e\Do o* L^^asajsjw,. r>w*>> o* VA> NW*, SITUAt>*\S A, IA OfeJUUK OC cojwrTrax?* >^>>*0%,

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    El CAi-OR. OCX DESTCRXO. CU SUKUO ATOtKttOaO DCV

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