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Principales intérpretes del tan- go canción fueron los artistas· es- pañoles que hacían parte de las compañías de comedias, esas que recorrían el continente con revis- tas musicales y con canciones dramatizadas. Por eso el tango tomó un aire zarzuelero, un cierto sabor cupletero del estilo propio de sus cantores como Juan Puli- do, Pilar Arcos o José Moriche. Esa es la razón para que el tango no sólo cupiera en los gustos de la franja popular de obreros, coteros y choferes, sino también en las clases medias de artesanos, em- pleados del estado y los servicios, amas de casa, profesionales y aún en la'pequeña nata culta, algunos de cuyos miembros practicaban la bohemia. El disco de 78 r.p.m. y la radio, que se echara al vuelo en la déca- da del treinta y se consolidara en la siguiente, terminó de hacer el resto. Por eso a la llegada de Car- los Gardel en 1935,cuando Mede- llin tenía ciento sesenta mil habi- tantes, estaban dadas las condi- ciones para su articulación con el gusto y la simpatía popular. El cine también habria colaborado en la apertura de un camino al tango y a Gardel, filmes que toda- via se repiten en junio cuando se conmemoran los aniversarios de su muerte, en un ritúal que no está excento del impacto que cau- só su muerte accidental en aquel 24 de junio. No es Gardel sin embargo, el cantante más amado por el pue- blo; aunque el más respetado sí. Otros nombres calaron profunda- mente: Magaldi, Alberto Gómez, lrusta, Corsini, Libertad Lamar- que. Con el tiempo y los Festiva- les anuales del tango, otros artis- tas se apoderarían del alma popu- lar: Larroca, Valdés, Godoy-Man- cini, Armando Moreno, Famá. Efecto de este peregrinaje del tango entre nosotros es el surgi- miento de cantantes, bailarines y músicos dedicados a los géneros ciudadanos. Desde el legendario Gordo Aníbal Mancada hasta vo- ces muy jóvenes como OvidioBa- rreiro o Enith Palacio. Disminuida como está la amplia cobertura que alcanzó durante tantos años, el tango se conserva en lugares especializados, en bares de vieja tradición, entre coleccionistas y en los festivales que se progra- man con embajadores itinerantes venidos desde Buenos Aires y que se combinan con artistas lo- cales. Quizás el hecho que más entusiasmo despierta es la "tan- go-vía". Así se denomina el es- pectáculo de amplia participación popular en la avenida Carlos Gar- del, arteria central del barrio Man- rique, que se dedica una noche al mes, exclusivamente, a la recrea- ción de sus habitantes alrededor del tango y de manifestaciones artísticas similares. Rack Nacianal 11 ,1 !'I' Bogotá, Mayo-Junio 1989 EDUARDO ARIAS 55

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Principales intérpretes del tan-go canción fueron los artistas· es-pañoles que hacían parte de lascompañías de comedias, esas querecorrían el continente con revis-tas musicales y con cancionesdramatizadas. Por eso el tangotomó un aire zarzuelero, un ciertosabor cupletero del estilo propiode sus cantores como Juan Puli-do, Pilar Arcos o José Moriche.Esa es la razón para que el tangono sólo cupiera en los gustos de lafranja popular de obreros, coterosy choferes, sino también en lasclases medias de artesanos, em-pleados del estado y los servicios,amas de casa, profesionales y aúnen la'pequeña nata culta, algunosde cuyosmiembros practicaban labohemia.

El disco de 78 r.p.m. y la radio,que se echara al vuelo en la déca-da del treinta y se consolidara enla siguiente, terminó de hacer elresto. Por eso a la llegada de Car-

los Gardel en 1935,cuando Mede-llin tenía ciento sesenta mil habi-tantes, estaban dadas las condi-ciones para su articulación con elgusto y la simpatía popular. Elcine también habria colaboradoen la apertura de un camino altango y a Gardel, filmes que toda-via se repiten en junio cuando seconmemoran los aniversarios desu muerte, en un ritúal que noestá excento del impacto que cau-só su muerte accidental en aquel24 de junio.

No es Gardel sin embargo, elcantante más amado por el pue-blo; aunque el más respetado sí.Otros nombres calaron profunda-mente: Magaldi, Alberto Gómez,lrusta, Corsini, Libertad Lamar-que. Con el tiempo y los Festiva-les anuales del tango, otros artis-tas se apoderarían del alma popu-lar: Larroca, Valdés, Godoy-Man-cini,Armando Moreno, Famá.

Efecto de este peregrinaje del

tango entre nosotros es el surgi-miento de cantantes, bailarines ymúsicos dedicados a los génerosciudadanos. Desde el legendarioGordo Aníbal Mancada hasta vo-ces muy jóvenes como OvidioBa-rreiro o Enith Palacio.Disminuidacomo está la amplia coberturaque alcanzó durante tantos años,el tango se conserva en lugaresespecializados, en bares de viejatradición, entre coleccionistas yen los festivales que se progra-man con embajadores itinerantesvenidos desde Buenos Aires yque se combinan con artistas lo-cales. Quizás el hecho que másentusiasmo despierta es la "tan-go-vía". Así se denomina el es-pectáculo de amplia participaciónpopular en la avenida Carlos Gar-del, arteria central del barrioMan-rique, que se dedica una noche almes, exclusivamente, a la recrea-ción de sus habitantes alrededordel tango y de manifestacionesartísticas similares.

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E 1rock hecho en Colombia, a diferencia deotras manifestaciones de nuestra cultu-ra popular, no ha tenido quién lo defien-

da. En la época de los sesentas y los setentasdeambuló por las calles de nuestras ciudades, aveces pudo entrar a algún teatro y de vez encuando logró culminar la aún hoy en día épicaempresa de aparecer publicado bajo forma dedisco. Pero nunca tuvo una voz o una pluma quelo ubicara dentro del "contexto". Todo lo con-trario. El primer gran auge del rock colombianocoincidió con el auge mundial del hippismo, quea su vez coincidió con la edad dorada de los mo-vimientos estudiantiles, los que por lo generaldespreciaron el rock ("penetración del imperia-lismo yankee" , decían) y buscaron la identidadpor los lados de la salsa y la música andina. Laprimera, que viéndolo con el mismo prisma noera otra cosa que una influencia portorriqueña,tenía la ventaja de ser Caribe. La música andinatenía un atractivo adicional: además de ser algolatino, traía un mensaje: "dame tu mano, her-mano americano". Ante tal avalancha de evi-dencias en contra, nuestro rock no tuvo más re-medio que diluirse: lo que había sido una verda-dera manifestación cultural que involucró alnuevo proletariado urbano (nuestros hippies,salvo excepciones, no eran niños bien educa-dos en Inglaterra o California sino jóvenes de laclase media baja y baja), fue catalogado comouna moda, una basura, escapismo y demás pe-cados capitales que tanto detestaba Karl Marx.

Un concierto como el de Ancón de Medellin,al que asistieron unas 300 mil personas, fue vis-to, en el mejor de los casos, como un detalle cu-rioso digno de las páginas femeninas de losdiarios de aquel entonces. Pero muy poca genteajena al rock se tomó la molestia de escuchar yconocer la música que se hizo en aquel enton-ces.

Hoy en día, algo queda de aquella rebeldíahippie-proletaria en los barrios de ciudadescomo Bogotá y Medellín. El heavy metal y elpunk-rock, sus hijos y derivados speed metal,trash metal, hardcore y otros ritmos del folclorurbano desafían con lujo de detalles las tonadi-llas pop de Andrés Calamaro, Los Prisioneros yLa Trinca. Nuestros barrios periféricos no sehan sometido y en ellos sobrevive esa rebeldíaque, en teoría, ha perdido el rock de nuestrosdias.

Intentar una historia del rock colombiano noes fácil. Por un lado, ninguno de sus protagonis-tas lo ha escrito. Existen reseñas dispersas, al-guna que otra noticia de prensa interesada másque todo en señalar el lugar común del escán-

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dalo y, lo que es más grave, muy pocos proyec-tos musicales terminaron en un disco, de loscuales solamente se consiguen dos en el merca-do nacional: Contacto, de Compañía Ilimitada,el LP de Pasaporte, el de Kronos, el de Kraken ...es decir, lo último del catálogo. Quien desee es-cuchar lo que hacía La Banda Nueva, Génesis olos Speakers tiene que averiguar por su cuentadónde conseguir una grabación prestada. Paracolmo, algunos de esos discos pasaron desa-percibidos y prácticamente nadie los tiene.De las Discotecas a la Calle

El rock colombiano nació a mediados de losaños sesentas, aunque tuvo un antecedente in-mediato que en una u otra forma puede asimi-larse al movimiento. Se trata de las cancionci-llas de Enrique Guzmán y César Costa, algunasde ellas versiones en español de canciones delos Beatles, Paul Anka, Frankie Avalon, etc.Pero la influencia de los Beatles fue demasiadogrande en todo el mundo. Por eso, los primerosrockeros (si se puede emplear el término) lleva-ban el pelo como los Beatles, usaban corbatitascomo los Dave Clark Five, el boom de Liverpoolse reproducía en todas las capitales. Bogotá,Medellin o Cali no fueron excepciones. Comen-zaron a aparecer las primeras discotecas bogo-tanas. La Gioconda, Las Mazmorras, La Bam-ba ... allí era posible, hacia 1965 o 66 escucharlas primeras bandas: Danger Twist, los Spea-kers, los Caminantes, era la moda del ye ye y delgo go, dos etiquetas que nadie entendió muybien lo que significaban. Go go era un términoseguramente tomado de locales norteamerica-nos e ingleses como el Whisky a Go Go, que de-rivó en un tipo de baile que llevaba ese nombre.Ye ye es un término proveniente del casi queobligatorio yeah yeah de las canciones de co-mienzos de los sesentas. En aquellas primerasbandas, que alternaban con grupos de otrasciudades, como los Yetis de Medellin o los Cric-kets de México, comenzaron a forjarse los pri-meros músicos. A pesar de la euforia existente,era muy difícil armar un grupo, lograr que sona-ra bien. La tecnología de hoy en día no existía.pero el entusiasmo duró un rato, hasta que lafiebre de las discotecas comenzó a decaer. En-tre 1967 y 1968 hubo una pausa.

Los músicos comenzaron a reunirse para verqué se podia hacer, para tratar de rescatar loque hasta ahora se había hecho y que estaba apunto de sucumbir por culpa de la comercializa-ción que había acabado con el go go.

Entre 1967 y 1968 el hippismo comenzó a di-fundirse por todo el mundo y las grandes ciuda-

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des colombianas no fueron la excepciónAunque, en términos generales, puede decirseque el hippismo californiano exportó una seriede elementos (pelo largo, vestimentas muy vis-tosas, búsqueda de la vida comunitaria, consu-mo de cierto tipo de drogas, etc.), el hippismocolombiano tuvo propuestas propias que en sumomento nadie vió, pues eran vistas como algoexótico y sucio por un lado y como una penetra-ción imperialista que alienaba la verdadera lu-cha popular, en manos de los distintos movi-mientos de izquierda que comenzaban a conso-lidarse.

El hippismo colombiano fue mucho más queuna copia. Aunque estuvo muy lejos de lograren la práctica un cambio (este es un pecado co-mún al hippismo en general) si fue un movi-miento de cierta importancia que giraba alrede-dor de la música. Con los hippies llegó elllama-do rack ácido y muchos de los músicos de la eradel go go se alienaron en nuevas bandas. Elmo-de lo básico no eran los Beatles sino las nuevasagrupaciones británicas de blues rack (Cream,John Mayall, Traffic) y el rock norteamericanoque renacía gracias a las bandas californianas(Doors, Jefferson Airplane y un largo etcétera)y, por encima de todos, Jimi Hendrix, el formi-dable guitarrista de Seattle que exploró las po-sibilidades de la guitarra hasta sus límites má-ximos.

Los nuevos grupos que dominaron el panora-ma del 69-71 fueron Siglo Cero, Los Flippers,Columna de Fuego y muchos otros grupos demenor importancia (entre ellos los Wall FlowerComplexion, un grupo integrado por hijos denorteamericanos residentes en la ciudad) yotras agrupaciones efímeras, creadas para to-car en un concierto y que luego desaparecían.En aquel entonces se hicieron conocer músicoscomo Humberto Monroy (Speakers, Siglo Cero,Génesis), Ferdie (uno de los grandes guitarris-

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tas y, a la vez, líder del hippismo), Arturo Astu-dillo,Líder de los Flippers a lo largo de su dilata-da carrera que aún no termina, Miguel Durier...

El ejemplo de los grandes festivales de músi-ca rack, especialmente el que se realizó en el es-tado de Nueva York con el nombre de Woods-tock, calaron muy hondo en el sentimiento demuchos grupos y empresarios, quienes quisie-ron imitar el ambiente de los grandes festiva-les. En 1970 se hizo uno en el Parque Nacionalde Bogotá y, un año más tarde, el parque Ancónde Medellín fue escenario del principal eventode la historia del rack colombiano. Se calculaque en los tres días que duró el festival circula-ron unas trescientas mil personas. Además deestos conciertos hubo otro tipo de eventos quegiraban alrededor del ambiente digamos sico-délico de la calle 60,que era el epicentro de todaesta actividad. Aún se recuerdan los conciertosen el teatro Comedia (hoyTeatro Libre de Cha-pinero) y los conciertos de Lijacá.

La llegada de los setentas, con todas sus trá-gicas noticias (separación de los Beatles, muer-te de Jimi Hendrix y Janis Joplin, decadenciadel hippismo en los países industrializados),coincidió con el auge del llamado rock latino.Los músicos colombianos, guiados por el ejem-plo de Carlos Santana, comenzaron a explorareste nuevo sonido. Fuera de eso descubrieronnuestro folk de tiples, bandolas y requintos,descubrieron también los bosques de niebla yla naturaleza exhuberante de nuestros trópi-cos. Este regreso a la madre tierra hizo posibleel auge de agrupaciones comoGénesis, que ha-cia 1972173 logró mucha notoriedad con cancio-nes basadas en la música folclórica colom-biana y una versión muy local y muy bien logra-da del tema de Cat Stevens lO How can 1tell you:cómo decirte").

En esta época también existían grupos comoLa Banda del Marciano, La Banda Nueva y Ma-langa, que dejaron algunas grabaciones para laposteridad, hoy verdaderos incunables denuestra cultura.

Pero los setentas fueron la década de la dis-persión. Los llamados hippies se vieron obliga-dos a sacar adelante sus familias. Nohabía mu-cho campo para continuar la revolución de lospelos largos y, fuera de eso, nadie podía vivirexclusivamente de la música. Algunos se fue-ron al campo, otros al exterior, otros buscaronempleo en el periodismo o la publicidad.

Hablar de una crisis del rock resulta inevita-ble. Salvolas presentaciones de las películas deWoodstock, Gimme Shelter, el concierto deBangla Desh y otras ,cintas, de pronto algún

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concierto aislado, todo parecía haber muerto.En.los Estados Unidos se vivía la fiebre del dis-co, lo que desanimaba aún más a los rockeros.Se hablaba de la muerte inminente de este gé-nero musical.

Pero una nueva generación de músicos co-menzaba a formarse. Quienes habían crecidooyendo los programas de radio (en los setentas,emisoras como Radio 15,Radio Latina y la mis-misima HJCK contribuyeron grandemente aeducar a las nuevas generaciones de oyentes)querían, cada cual en su género, emular a susídolos: desde Led Zeppelin hasta Génesis oYespasando por Elton John y los ex-Beatles. Aun-que el ambiente no era propicio, se creaban ydesaparecían grupos que eran la imagen per-fecta de esa época de espejismos en los quenunca se perdió la esperanza. Hubo discos(Tribu 3, Ship) que pasaron desapercibidos apesar de su buena calidad. Ya en los ochentas,la televisión comenzó a darle la oportunidad alos nuevos grupos. En algunos bares y localesde la ciudad era posible presentarse. Medellintomó la delantera con agrupaciones comoNas oKraken. En Bogotá, la única institución con algode nombre era Compañía Dimitada, un grupoformado por estudiantes del Gimnasio Moder-no y el Campestre, acostumbrados a ganarsetodas las murgas de los colegios bogotanos. Lamayoría de sus integrantes desertaron entre1979y 1983,pero Camilo Jaramillo (hoyPyyo)yJuancho Pulido se adaptaron a las condicionesde la ciudad: públicos minoritarios, desinfor-mación y aún así, en 1985 lanzaron un sencillo.En aquel momento los músicos de lo que hoy seconoce como Pasaporte, Zona Postal y otrosgrupos iban de un lado a otro. En los barrios pe-riféricos, el punk rock y el heavy metal, una mú-sica mucho más violenta y contestaría que la delos grupos del norte, era un lenguaje ideal paraexpresar la inconformidad y la vida dura de losbarrios pesados de Bogotá y Medellin.

Todo estaba dado. Pero, salvo intentos muytímidos por parte de algunos empresarios, elrock era algo inédito y marginal. La radio teniade sobra con el hit parade norteamericano y latelevisión con los videos de la MTV o progra-mas bastante mediocres como Oro Sólido,made in Hollywood.

Es muy aventurado lanzar teorías, pero todoindica que una de las razones que permitieronel renacer del rock nacional fueron los concier-tos del grupo argentino Soda Stereo, el primeroa finales del 86y el segundo, mucho más impor-tante, a mediados del 87. En aquel entonces sehabían realizado algunos conciertos (Inderena

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organizó uno en el parque Nacional con YagéBanda, Calarcá y Compañía Dimitada, el de laMedia Torta que terminó muy mal, la mismaUniversidad Nacional fue testigo del paso deADN,Hora Local, Gusano y Yagé Banda). Perolode Soda Stéreo sirviópara que el rock cantadoen español entrara a las emisoras. Un año mástarde fue el delirio del concierto del Campín.

Pero, contrariamente a lo que se ha hechocreer, la llegada masiva del rock proveniente deArgentina, España y otros paises ha creado unasituación confusa para el rock nacional. Es cier-to que ahora le prestan mucha más atención alos grupos locales en todos los niveles: público,promotores de las casas disqueras, empresa-rios, etc. Pero la competencia de los grupos ex-tranjeros es bastante grande. Por un lado, ven-den más discos. Fuera de eso, en sus presenta-ciones (especialmente Soda Stéreo, Miguel Ma-teos y los Toreros Muertos) muestran más pro-fesionalismo y recursos técnicos. Por otro lado,muchos grupos nacionales están por fuera delcircuito de los conciertos y nunca se oyen por laradio. Las casas disqueras tampoco puedendarse el lujo de invertir entre dos y tres millonesde pesos en producir un LPcuyo nivel de ventasno está asegurado y que, en el mejor de los ca-sos, apenas alcanza para recuperar parte de lainversión. Esto hace que los grupos, concienteo inconcientemente, busquen un sonido quepegue por la radio, llegando incluso a traicionarsus convicciones musicales. Aunque todo indi-ca que el llamado fenómeno del rock en españolse ha consolidado en Colombia, esto no signifi-ca que los grupos colombianos estén" del otrolado" y que puedan asumir posturas de estre-llas. Aunque varios grupos de rock ya han gana-do un nombre en las estaciones de radio y entreel público, deben luchar contra una constantehistórica; las ventas. El público joven no, siem-pre está en capacidad de comprar discos, lo quelos obliga y luego los acostumbra a grabar encassette o simplemente escuchar la radio. Fue-ra de eso, las pugnas que hay entre algunosgrupos nacionales y quienes los rodean nocrean un clima propicio para el progreso. Perotal vez el inconveniente .más notable es la faltade una cultura rockera profunda entre el granpúblico. Porque una cosa en que cinco mil oveinte milbogotanos sepan de un poco a muchoacerca de la historia del rock y otra muy distintaque un público masivo reciba por la radio unoséxitos sin historia, cuyos únicos antecedentesson pegar en las listas de éxito. Elhecho de quelos Prisioneros, Los Hombres G o La Trinca lle-guen a los primeros lugares de popularidad en

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las listas de las emisoras de balada o músicatropical no significa que sus' oyentes se hallantransformado, de la noche a la mañana, en in-condicionales del rack and roll y mucho menosdel rock nacional. Esto, que aparentemente noes más que una queja sin importancia, es enrealidad un punto básico si se quiere hablar delfuturo del rack nacional.

Si regresamos a la edad dorada del rack co-lombiano de finales de los sesentas, segura-mente encontraremos un material humano porlo menos tan valioso como la actual legión deCompañías ilimitadas, Pasaportes y demásavanzadillas del rack nacional. Personalmenteestoy seguro que la Banda Nueva, con cancio-nes como Emiliano Pinilla o Rumba 1, que fue-ron éxitos en circunstancias realmente adver-sas, al igual que Don Simón de Génesis o la So-nata Número 7 a la Revolución de Malanga, dehaber sido publicadas en nuestros días con lascorrecciones técnicas del caso, estarían en ca-pacidad de competir en cualquiera de losmercados de América Latina, como segura-mente pronto lo harán Pasaporte, SociedadAnónima, Compañía ilimitada, Zona Postal yotros. Pero la falta de divulgación y de mediosimpidió que aquello fuera un movimiento quetrascendiera lo puramente musical y marginal.Nadie podía vivir de la música, ninguna casadisquera estaba dispuesta a darle salida a losgrupos de aquel entonces y todo se quedó comoun recuerdo muy grato para los pocos omuchosque lo vivieron.

En los ochentas han mejorado muchos aspec-tos, pero tal vez falla uno que sí fue fundamen-tal en los sesentas: la posibilidad de que losgrupos musicales, ingenuamente si se quiere,fueran los voceros de algo que se palpaba en lascalles, de un movimiento que trataba de hacer-se conocer. Esto ocurre hoy en día, en parte, en-tre los exponentes del heavy metal y el punkrock de los barrios peméricos. Pero el rack máscomercial no es más que un nuevo hábito deconsumo, independientemente de que algunaspropuestas musicales como la de Soda Stéreopor ejemplo, sean realmente valiosas. Detrásde las palabras vacías ("fenómeno", "rack can-tado en tu idioma", "el nuevo lenguaje de la ju-ventud" y otras por el estilo) no se esconde ma-yor cosa. El mensaje falsamente contestatariode Los Prisioneros se nivela por lo bajo con loschistes idiotas de la Trinca (una especie de tunajaveriana made in Catalunya) y los lamentos ri-dículos de Andrés Calamaro. Las únicas medi-das válidas son las ventas. Las llamadas a unaemisora pidiendo tal o cual canción de moda.

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Muchos grupos importantes en sus países deorigen siguen inédítos en nuestro país. Ysi bienes cierto que la juventud muestra un interés porconocer algo más acerca de sus ídolos, por logeneral la respuesta que han recibido ha sidotrivial y pobre: vendió tantos discos en talespaíses, admira a MickeyMouse y a Madonna, legustan las cosas sencillas, etc. etc. etc ...

¿De dónde viene el rack españolo el argenti-no? ¿Cómo fue nuestro rock de los sesentas?Son preguntas que aquí nadie se ha hecho y, loque es más grave, nadie ha hablado de los ver-daderos creadores a ambos lados del Atlántico:LuisAlberto Spinetta, el Charlie García anteriora "No quiero volverme tan loco", los grandesrockeros españoles de los setentas. No se tratade hacer del rock en español un post-grado nimucho menos. Pero, para el rack colombiano,visto como algo a mediano plazo, será muy im-portante que los grupos nuevos tengan oportu-nidades para subir poco a poco. Saber que esnecesario tener algo qué decir, de alguna ma-nera ser los intérpretes de lo que los rodea, yasea en el barrio o en el planeta que habitan.También es muy importante que la gente bus-que a los grupos nacionales no solamente en laradio.

Las casas disqueras y la radio, por razones detodo tipo, trabajan mucho más fácil con el pro-ducto que llega de afuera. Las disqueras invier-ten menos prensando un disco grabado en Es-paña o Argentina que produciendo un grupocolombiano. Las emisoras de radio no tienenpor qué matarse con los grupos nacionales siles llega un producto internacional que ha certi-ficado ventas, lo que se traduce en una mayoraudiencia. El rocknacional, por lotanto, no pue-de quedarse esperando a que la radio o las ca-sas disqueras loconsagren. Es necesario adqui-rir un público que de alguna manera se identifi-que con la música hecha en Colombia.Deno serasí, el llamado fenómeno quedará en manosde los empresarios quienes, de la misma mane-ra que comenzaron a invertir de la noche a lamañana en los grandes espectáculos, puedendecir "Nova más" y, de un plumazo, acabar conlo que hasta ahora ha sido un fenómeno única-mente desde el punto de vista de la moda.

El rack, al igual que la salsa, elmerengue y lassonatas para piano, no ha cambiado ni cambia-rá al mundo. El rack es diversión. Pero tambiénes una actitud ante la vida. Latarea de nuestrosrockeros, si quieren aprovechar este boomyha-cer algo que perdure, es asumir una actitud yuna propuesta musical que trascienda la huecabanalidad de los listados de éxitos.

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