Resumen General

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Resumen: Rey y Patria en el Mundo Hispánico (J. H. Elliott) El mundo hispánico entre los siglos XVI y XVIII era un mundo de múltiples lealtades. Lazos de parentesco y de obligación ligaban al individuo y su familia inmediata a la familia extensa. Estas redes familiares se entrelazaban y se esperaba que la lealtad fuera recompensada con favores y «mercedes». La lealtad al patrón, real o supuesto, coexistía con la lealtad a las asociaciones corporativas a las que el individuo pudiera estar afiliado (gremios y cofradías, instituciones civiles y eclesiásticas) en una sociedad estructurada en un conglomerado de corporaciones, todas con sus propios estatutos y privilegios. Existía, además de las lealtades corporativas, la lealtad a la comunidad. Sin embargo, la lealtad suprema era la que regulaba todo: la lealtad debida por los súbditos a su monarca, guardián y garante del orden en una sociedad jerárquica. El rey era presentado constantemente como «una semejanza de Dios, que administra y gobierna todas las cosas».La Monarquía, de corte paternalista, presentaba al soberano como padre severo pero que vela por sus pueblos, los gobierna y administra imparcialmente justicia, a imitación del Padre divino que rige el cielo y la tierra. En toda sociedad monárquica de la Europa moderna existía siempre un delicado equilibrio que mantener entre la necesidad de afirmar la autoridad regia y los peligros de adoptar medidas que pudieran alienar el afecto de los súbditos hacia sus gobernantes. El Gobernante era un funámbulo que andaba sobre una cuerda floja en un ejercicio de equilibrio entre «rigor» y «blandura». Existia un dilema especialmente agudo en la monarquía española: la distancia entre el centro y los reinos más distantes. Durante tres siglos los dirigentes de la monarquía española se vieron obligados a encontrar un camino para rodear o atajar tales problemas logísticos, que inevitablemente obstaculizaban la ejecución eficaz de la política regia. Existen varias explicaciones a esta capacidad de la monarquía española de evitar la fragmentación y superar tantos desafíos internos y externos. A pesar de sus limitaciones, la fuerza coercitiva desempeñó su papel, aunque el poderío militar español, por muy impresionante que pareciera a los ojos contemporáneos, siguió siendo pequeño con relación a la vastedad de la monarquía. La conciencia de que, tarde o temprano, el rey podía ejercer un poder arrollador servía como obvia disuasión contra el estallido de revueltas. El hecho de que durante gran parte de los siglos XVI y XVII el Rey de España dispusiera de mayores recursos fiscales y militares que cualquier otro soberano ofrecía un aliciente a las unidades menores de la monarquía para permanecer detrás de su amplio escudo protector. Con todo, la amenaza, y en algunos casos la esperanza, de la intervención de las fuerzas armadas era sólo uno de los muchos elementos que contribuían a mantener unida esta dispersa monarquía en contra de los desafíos del tiempo y el espacio. Si tuviese que proponer una única explicación global de la supervivencia de la monarquía española, diría que se derivó del paulatino desarrollo de una comunidad de intereses culturales y económicos, ideológicos y sectoriales) que mantenían unido el núcleo de la 1

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Historia argentina - de la colonia al rosismo

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Resumen: Rey y Patria en el Mundo Hispnico (J

Resumen: Rey y Patria en el Mundo Hispnico (J. H. Elliott)

El mundo hispnico entre los siglos XVI y XVIII era un mundo de mltiples lealtades. Lazos de parentesco y de obligacin ligaban al individuo y su familia inmediata a la familia extensa. Estas redes familiares se entrelazaban y se esperaba que la lealtad fuera recompensada con favores y mercedes.

La lealtad al patrn, real o supuesto, coexista con la lealtad a las asociaciones corporativas a las que el individuo pudiera estar afiliado (gremios y cofradas, instituciones civiles y eclesisticas) en una sociedad estructurada en un conglomerado de corporaciones, todas con sus propios estatutos y privilegios. Exista, adems de las lealtades corporativas, la lealtad a la comunidad. Sin embargo, la lealtad suprema era la que regulaba todo: la lealtad debida por los sbditos a su monarca, guardin y garante del orden en una sociedad jerrquica. El rey era presentado constantemente como una semejanza de Dios, que administra y gobierna todas las cosas.La Monarqua, de corte paternalista, presentaba al soberano como padre severo pero que vela por sus pueblos, los gobierna y administra imparcialmente justicia, a imitacin del Padre divino que rige el cielo y la tierra.

En toda sociedad monrquica de la Europa moderna exista siempre un delicado equilibrio que mantener entre la necesidad de afirmar la autoridad regia y los peligros de adoptar medidas que pudieran alienar el afecto de los sbditos hacia sus gobernantes. El Gobernante era un funmbulo que andaba sobre una cuerda floja en un ejercicio de equilibrio entre rigor y blandura.

Existia un dilema especialmente agudo en la monarqua espaola: la distancia entre el centro y los reinos ms distantes. Durante tres siglos los dirigentes de la monarqua espaola se vieron obligados a encontrar un camino para rodear o atajar tales problemas logsticos, que inevitablemente obstaculizaban la ejecucin eficaz de la poltica regia.

Existen varias explicaciones a esta capacidad de la monarqua espaola de evitar la fragmentacin y superar tantos desafos internos y externos. A pesar de sus limitaciones, la fuerza coercitiva desempe su papel, aunque el podero militar espaol, por muy impresionante que pareciera a los ojos contemporneos, sigui siendo pequeo con relacin a la vastedad de la monarqua. La conciencia de que, tarde o temprano, el rey poda ejercer un poder arrollador serva como obvia disuasin contra el estallido de revueltas.

El hecho de que durante gran parte de los siglos XVI y XVII el Rey de Espaa dispusiera de mayores recursos fiscales y militares que cualquier otro soberano ofreca un aliciente a las unidades menores de la monarqua para permanecer detrs de su amplio escudo protector.

Con todo, la amenaza, y en algunos casos la esperanza, de la intervencin de las fuerzas armadas era slo uno de los muchos elementos que contribuan a mantener unida esta dispersa monarqua en contra de los desafos del tiempo y el espacio. Si tuviese que proponer una nica explicacin global de la supervivencia de la monarqua espaola, dira que se deriv del paulatino desarrollo de una comunidad de intereses culturales y econmicos, ideolgicos y sectoriales) que mantenan unido el ncleo de la monarqua y sus partes componentes. La formacin de tal comunidad de intereses se produjo a pesar de, y a causa de, una estructura constitutiva que, al menos superficialmente, parece la frmula perfecta para la fragmentacin poltica.

Monarqua compuesta: principio que inspiraba el gobierno de la monarqua espaola, conocida frmula enunciada por Juan de Solrzano y Pereira en su Poltica indiana (1647): los Reynos se han de regir y governar como si el Rey que los tiene juntos, lo fuera solamente de cada uno de ellos.La mayor parte de los reinos y provincias constituyentes de la monarqua se haban integrado en ella por medio de una unin dinstica bajo la cual tenan el derecho de conservar sus leyes, fueros y privilegios tradicionales. Cada uno de ellos lleg en la prctica a disfrutar de una forma de tratamiento diferenciada, determinada en mayor o menor grado por las circunstancias locales. La monarqua haba llegado a ser gobernada a ambos lados del Atlntico como si el Rey que los tiene juntos, lo fuera solamente de cada uno de ellos.La aceptacin de la diversidad inherente de la monarqua reforz la importancia de los pocos elementos internos que favorecan su unidad. En el centro estaba el monarca, elevado y fortalecido por una religin que era tambin patrimonio comn de todos sus numerosos sbditos. A su disposicin estaba un complejo aparato burocrtico dotado de ministros y funcionarios, muchos de ellos, letrados con formacin universitaria.

Funcionarios como estos contribuan a mantener unida una monarqua fragmentada. Lo mismo hacan muchos otros sbditos del rey de diferentes esferas de la sociedad: los soldados, miembros de ordenes religiosas, mercaderes, emigrantes atlnticos (que trataban de permanecer en contacto lo mejor que podan con los parientes que se haban quedado en Castilla o Extremadura). Estas personas mantenan la monarqua "entrecosida" por redes de parentesco y contactos personales, las cuales haran surgir grupos con intereses especficos.

La monarqua, por lo tanto, puede ser vista como un vasto complejo de grupos de presin e intereses, todos en rivalidad entre s por la atencin y el favor del monarca. Estos intereses tendan a acumularse con el tiempo, trabando grupos y regiones dispares en lo que era en la realidad un sistema global, capaz de ofrecer beneficios sustanciales a quienes se encontrasen en posicin de sacar partido. Sin embargo, es importante no exagerar la dicotoma entre el centro y la periferia como falla de desgarramiento en la estructura de la monarqua espaola.Si mucho separaba el centro y la periferia, tambin mucho los una, y aunque los lazos eran a menudo invisibles e intangibles, no dejaban de constituir una fuerte atadura.Estaba implicado ms que el mero inters personal o sectorial. En todos los dominios del Rey de Espaa se hallaba hondamente arraigado el concepto orgnico de realeza: el concepto de que el rey y su pueblo constituan conjuntamente un cuerpo poltico, donde cada parte era esencial para su correcto funcionamiento, pero cuya cabeza era el rey. La lealtad era componente esencial de tal concepto.

Resulta imposible comprender la supervivencia de la monarqua sin tener en cuenta esta lealtad profunda e instintiva. Que Obedezco pero no cumplo fuera el grito universal de los sublevados es prueba de la persistencia en los dominios del Rey de Espaa de la conveniente ilusin de que los responsables de los actos de injusticia eran los malos consejeros y los malos ministros, y de que si el rey fuera informado adecuadamente de lo que sus subordinados estaban haciendo en su nombre intervendra de inmediato para remediar los agravios.El supuesto previo de estas frmulas e ilusiones era que la relacin entre el rey y el pueblo no estaba guiada slo por los trminos de la relacin natural entre el padre y sus hijos, sino tambin, en muchos casos, por los de un pacto mutuamente acordado. Tal frmula legitimizaba la resistencia y, como ltimo recurso, la rebelin, y tambin cruz el Atlntico, a pesar de la negativa de Fernando e Isabel a permitir que se establecieran Cortes en sus reinos de las Indias.

La coincidencia entre la revuelta de los comuneros en Castilla y la conquista de Mjico por Hernn Corts dio un impulso adicional, y tal vez decisivo, al traslado de ideas contractualistas del Viejo al Nuevo Mundo. Corts y otros conquistadores eminentes estaban familiarizados con las Siete Partidas y los principios polticos que las inspiraban. De acuerdo con estas premisas el prncipe y los sbditos formaban juntos un corpus mysticum, concebido para permitir a sus miembros llevar una buena vida dentro de la comunidad en conformidad con sus respectivas posiciones sociales, bajo la direccin benevolente de un monarca que, siguiendo los dictados de su conciencia, gobernaba de acuerdo con la ley natural y divina. Se esperaba que el prncipe no cayera en la tirana, mientras que por su parte los sbditos deban servirle, obedecerle y aconsejarle lo mejor que podan.

A medida que los conquistadores se transformaban en pobladores, no se mostraban ms inclinados a abandonar estos principios. A pesar de la ausencia de asambleas representativas, se desarroll poco a poco un conjunto de reglas no escritas que eran bien entendidas por ambas partes del contrato. Sobre la base de la desgraciada experiencia construyeron juntos por medio de un compromiso mutuo, aunque no reconocido, un sistema estatal patrimonial para el Imperio espaol de las Indias, que cumpla su propsito de preservar un grado razonable de estabilidad social y poltica a travs de enormes distancias y a lo largo de vastos territorios a miles de kilmetros de Madrid.

En un sistema de gobierno patrimonial el absentismo real presenta un problema perpetuo. El sistema de consejos y el establecimiento de virreinatos, gobernaciones y audiencias de una parte a otra de la monarqua contribuan a mantener la ilusin de que el rey en persona estaba presente en cada uno de sus reinos y en persona se ocupaba de sus problemas y necesidades. En este sentido, el gobierno de las Indias no era diferente. Fuera de la Corona de Castilla, el gobierno real era un gobierno absentista ejercido a distancia. El ejercicio de la realeza personal en las Indias estaba descartado desde el principio.

El absentismo real de las Indias estaba contrarrestado por la compleja estructura institucional que la Corona logr imponer en los virreinatos americanos y el mayor margen de maniobra de que disfrutaba como consecuencia de la falta de aquellas instituciones representativas que tendan a estorbar la afirmacin de su poder en los territorios europeos. Esto haca posible, al menos en teora, que el soberano desplegase en su gobierno de Amrica aquel podero real absoluto que los juristas de la Corona haban defendido en Castilla desde el siglo xv28. Tambin poda acudir, por medio del Patronato Real, al apoyo y a los recursos de lo que era en la prctica una iglesia estatal, sin riesgos de interferencia por parte de los nuncios papales. El valioso refuerzo del poder real que suministraba una iglesia subordinada se vea acompaado de un despliegue impresionante de smbolos de majestad.

Las representaciones de majestad pblicas y ceremoniosas indican cmo la realeza invisible se haba elevado al rango de arte sublime en la monarqua espaola. Lo que no resulta del todo claro, y merece ser investigado, es si exista una correlacin entre el esplendor del ceremonial y la distancia con Madrid.

Con todo, ni siquiera el ceremonial ms sofisticado poda ocultar por completo las tensiones latentes en la monarqua compuesta de la Casa de Austria. Este era un sistema sometido a presiones constantes para cambiar y adaptarse a un mundo en transformacin. El principal motor de cambio fue la fiscalidad real. Mantener los onerosos gastos, defender sus dominios y seguir una serie de directrices cuyos costos no guardaban relacin con los recursos que podan movilizar se solventaron mediante una cadena interminable de medidas fiscales, adems de propiciar La introduccin de nuevos impuestos e inventivos expedientes fiscales, la enajenacin de propiedades de la Corona, y la venta de cargos y honores. En trminos econmicos, contribuyeron durante el curso de los siglos XVI y XVII al cambio del equilibrio de fuerzas dentro de la monarqua. En trminos sociales, fortalecieron a aquellos grupos de la sociedad que podan sacar partido de las necesidades de la Corona, a aquellos enemigos de la patria, los poderosos de los lugares, y los perversos ministros de V. Majd. inferiores. El resultado fue el afianzamiento de las fuerzas de la oligarqua a ambos lados del Atlntico durante el siglo XVII. La consolidacin de las oligarquas representara a largo plazo un grave debilitamiento de la Corona y su autoridad, a corto plazo tuvo el paradjico efecto de fortalecer los lazos que ligaban las lites provinciales a Madrid.

Los constantes esfuerzos de la Corona por movilizar con mayor eficacia los recursos financieros y humanos de sus dominios introdujeron inevitablemente tensiones en su relacin. Si el monarca faltaba a sus obligaciones contractuales y se comportaba no como rey, sino como tirano, aquellos reinos y provincias cuyos convenios constitucionales estaban basados en nociones de contrato podan declararlo cancelado en casos extremos. Esto supona un foco de lealtad alternativo, que sera representado en el concepto de Patria. En propiedad, naturalmente, la patria era una entidad constituida por el rey y el pueblo unidos, con el rey como caput communitatis. En estos trminos tambin tenda a pensar todava la mayora del pueblo.

En principio no se consideraba que la lealtad al rey estuviera en juego, pero a partir de 1647 se comenz a concebir la idea de una patria sin rey.

Las presiones ejercidas por Madrid contribuyeron a reforzar y ahondar la nocin de patria como comunidad territorial e histrica, cuyos intereses fundamentales no eran necesariamente compatibles con aquellos del aparato estatal que pretenda estar llevando a cabo los deseos del monarca.

La patria era una comunidad tan imaginada como idealizada. Para empezar local: el lugar donde uno haba nacido o vivido siempre. Inclua la comunidad ms amplia de aquellos nacidos y educados en el territorio, que compartan una misma dedicacin a las leyes y libertades ganadas durante siglos de lucha contra opresores autctonos y enemigos extranjeros. El concepto de nacionalidad, si bien no estaba claramente definido, tena un fuerte basamento en el sentimiento de identidad colectiva.

La amarga divisin social no anulaba por s misma todo el sentido de una comunidad ideal, ni siquiera entre los menos privilegiados y los desposedos. En las sociedades del Viejo Mundo la idea de la patria, alimentada por los ideales de la antigedad clsica transmitidos por los humanistas, haba tenido largo tiempo para arraigar. En las sociedades del Nuevo Mundo, la nocin de patria se desarrollo rpidamente. Una nueva patria comenz a ser tanto inventada como imaginada. Esta comunidad imaginada iba a ser construida sobre los agravios de los conquistadores y sus descendientes, quienes crean que no haban recibido las mercedes a las que sus propios servicios y los de sus antepasados les hacan acreedores. La patria en el Nuevo Mundo iba as a adquirir una firme base constitucional, en este caso las leyes y derechos de que disfrutaban los sbditos castellanos del rey. El orgullo del lugar -un lugar bendecido por Dios como ningn otro- iba a ser la piedra angular el edificio cada vez ms complejo del patriotismo criollo.

Las municipalidades, y poco a poco tambin las reas jurisdiccionales ms amplias de audiencias y gobernaciones, llegaron a proporcionarles un marco territorial.

Ms problemtico fue dotar a los nuevos territorios de una dimensin histrica. Para los criollos que se enorgullecan de ser espaoles, los orgenes y la inferioridad natural de los indios constitua una barrera insuperable para su inclusin dentro de la patria. Por consiguiente, en su determinacin de guardar las distancias con sus poblaciones indgenas, los criollos se vieron obligados a desarrollar su propia forma distintiva de patriotismo, ms jerrquica y ms exclusivista que su equivalente en la Espaa metropolitana. Su ansiosa bsqueda de una identidad colectiva iba a acarrearles diversas contorsiones intelectuales para modelar una imagen conveniente de s mismos. A medida que se desarrollaban las nuevas sociedades coloniales y aumentaba el elemento mestizo de la poblacin, se haca menos fcil establecer quin era espaol y quin no. La creciente obsesin con la denominacin y la diferenciacin de castas era en s misma un intento ftil y desesperado por preservar distinciones que ya se estaban haciendo borrosas.

El resultado del constante desprecio por parte de los espaoles metropolitanos iba a reforzar no slo la insistencia de los criollos en su abolengo espaol, sino tambin su deseo de identificacin con el mundo americano que haban hecho propio.

Hacia el siglo XVIII, por lo tanto, las patrias criollas de Nueva Espaa y el Per haban adquirido pasados idealizados o legendarios que les otorgaban una respetabilidad comparable, al menos a sus propios ojos, a la de las patrias de los dominios europeos del Rey de Espaa. Las divisiones tnicas podan hacer estas patrias todava ms frgiles que las de los territorios europeos, donde las agudas divisiones sociales subvertan a menudo el ideal de comunidad, pero las sociedades que se estaban formando en la Amrica espaola haban alcanzado un sentimiento de identidad colectiva suficiente para proporcionar un foco potencial de lealtad alternativa en momentos en que se haca tirante la elacin entre el rey y los sbditos.

El advenimiento de los Borbones y la imposicin de los decretos de Nueva Planta en la Corona de Aragn marcaron con contundencia, tanto en la teora como en la prctica, el fin en la pennsula ibrica de la monarqua compuesta que la nueva dinasta haba heredado de la Casa de Austria. La nueva Espaa metropolitana, una Espaa vertical, iba a ser, al menos tal era el propsito, un estado uniforme y centralizado, donde no hubiera barreras institucionales, legales o eclesisticas para el ejercicio de la voluntad soberana del rey y donde la lealtad a las patrias individuales iba a estar encajada dentro de la lealtad inclusiva a Espaa como estado-nacin. Es seal de su cambio de actitud que los ministros comenzaran a usar bajo Carlos III, al menos entre ellos mismos, la palabra colonias para lo que hasta entonces haba sido conocido como los reinos de Indias. La misma terminologa indica en qu medida la burocracia de Madrid haba vuelto sus espaldas a las formas de pensar asociadas con la monarqua compuesta de los Austrias. Con la rpida escalada de los gastos de defensa de los territorios ultramarinos los argumentos en favor de una reforma fiscal radical en los virreinatos americanos se estaban haciendo abrumadores. Sin embargo, era difcil ver cmo una reforma profunda podra ser introducida eficazmente en sociedades que en la prctica haban cado en manos de las lites criollas. El resultado de su acuerdo tcito era que los funcionarios reales, en lugar de ser agentes y ejecutores eficaces del gobierno central, tendan a adoptar el papel de intermediarios entre las lites y Madrid. Los acontecimientos de 1808 y la crisis constitucional que provocaron lo que rompi fatalmente el delicado equilibrio entre rey y patria. En ausencia de un rey, el poder volvi al pueblo y las juntas formadas en el Nuevo Mundo se vieron a s mismas como a una con la nacin espaola en su lucha contra los franceses. Los diputados americanos en las Cortes de Cdiz no llegaron a la pennsula con aspiraciones de independencia, sino con esperanzas en la restauracin de una monarqua compuesta en que los reinos de las Indias fueran miembros plenos e iguales. Sus esperanzas, claro est, se vieron amargamente defraudadas.

En tales circunstancias, no es extrao que las lites de las Indias se volvieran hacia el republicanismo, un republicanismo que yuxtapona en una combinacin incmoda el patriotismo criollo que se haba desarrollado en el curso de los tres siglos precedentes y el republicanismo virtuoso y clasicista de la Francia y las colonias britnicas de Amrica de finales del siglo XVIII, con su rechazo de los derechos histricos en nombre de la libertad y los derechos naturales del hombre. Entre 1810 y 1830 el republicanismo iba a triunfar sobre la monarqua, y la nacin-estado iba a tomar paulatinamente el lugar de la patria criolla. Los habitantes del Nuevo Mundo dejaron de ser americanos espaoles. En su lugar, eran ya americanos, pero eran tambin mexicanos, peruanos, venezolanos y chilenos . En cuanto monarqua universal, la monarqua espaola haba expirado finalmente, vctima de los ataques combinados del racionalismo, el liberalismo y el nacionalismo de nuevo cuo.

Resumen: La vecindad: entre condicin formal y negociacin continua. Reflexiones en torno a las categoras sociales y las redes personales (Tamar Herzog)Cul era la relacin entre las categoras jurdicas v las redes personales en el Antiguo Rgimen? La autora va a analizar este problema utilizando un ejemplo conocido: el de la vecindad, es decir, el de la pertenencia a una corporacin urbana, tanto en Castilla como en el virreinato del Per, durante la edad moderna.El debate que opone la utilizacin de categoras formales al recurso del anlisis de redes sociales es de enfoque bastante restringido. Por un lado, se sostiene que la forma de identificarse y de tener acceso a derechos y privilegios en una sociedad corporativa, como lo era la hispana de la edad moderna dependa de definiciones jurdicas que clasificaban a los individuos en grupos (corporaciones). Estas definiciones determinaban la condicin no slo legal, sino tambin social y personal de cada miembro del grupo. Esto daba una certeza de merecer un trato diferencial: era atribuir a cada uno lo suyo, segn el grupo (corporacin) al que se perteneca.

Mientras el manejo de categoras formales insista tanto en el papel del derecho en la formacin del ordenamiento social como en las identidades corporativas, el anlisis de las redes sociales, al destacar la libertad de accin de los individuos, haca aparentemente lo contrario. Segn ste, aunque las personas podan estar clasificadas en grupos de acuerdo a definiciones jurdicas, stos, aunque condicionando sus actividades, no las determinaban del todo. El hecho que ms influa en el ordenamiento social era otro, y se relacionaba con factores de solidaridad y colaboracin humana. Por lo tanto, al margen de las corporaciones (aunque sin contradecirlas necesariamente), los individuos estaban atados los unos a los otros mediante redes basadas en relaciones de parentesco, amistad o inters mutuo y, a raz de estas relaciones, tomaban sus decisiones, formaban sus identidades y, en general, forjaban su lugar dentro de las estructuras sociales.

Segn considera la autora, las categoras jurdicas, formalmente definidas no rechazaban el anlisis de las redes sociales, sino que, al contrario, lo integraban y lo utilizaban a fin de clasificar a las personas.

La necesidad de esclarecer las formas por las cuales los individuos se clasificaban en grupos (corporaciones) motiv a algunos historiadores a considerar necesario el estudio de la prctica administrativa y judicial. Estos historiadores pensaban que, si las mencionadas etiquetas daban acceso a derechos y obligaciones, deba haber casos en los que su aplicacin provocaba debate. As, estos historiadores identificaban los privilegios o deberes de grupos concretos y, posteriormente, buscaban pleitos legales en los que el acceso a los mismos fuera debatido. Esta prctica, sin embargo, provoc rechazo por parte de otros historiadores, quienes alegaban que el mtodo utilizado reduca las categoras legales a instrumentos burocrticos y las vaciaba de contenido. Pero, cul era la diferencia, dentro de las estructuras del Antiguo Rgimen, entre "categoras fiscales" y "categoras legales"? Cul era el sentido de las corporaciones y de sus derechos y obligaciones, sentido que se vaciaba segn alegaban los oponentes?

La autora cree que la distincin propuesta entre derechos y obligaciones, por una parte, v la existencia de corporaciones, por otra, es producto de nuestras concepciones actuales. El sistema poltico y social del Antiguo Rgimen presuma que la divisin de la sociedad en grupos discretos y la atribucin de un rgimen distinto a cada uno de ellos reproduca un orden natural, de origen divino. Segn ste, la pertenencia al grupo supona derechos y obligaciones porque la misma colocaba a la persona dentro del ordenamiento social, v le otorgaba una funcin determinada en el seno de una comunidad regida, supuestamente, por la armona y caracterizada por la coordinacin entre sus distintas partes.Y la vecindad?La vecindad se insertaba en el marco de este debate a medida que era, como "militar", "indio" y "espaol", una categora legal con consecuencias jurdicas. El vecino era miembro de una comunidad poltica (corporacin) local. La historiografa sobre esta cuestin se acoga a los criterios y mtodos tradicionales, ya descritos. Algunas veces pareca que no haba duda de quin era vecino. Otras, se buscaban definiciones legales para la vecindad. Esta segunda vertiente tena cierto xito en la Pennsula, donde algunos fueros explicaban quin podra considerarse vecino para el goce de algunos derechos especiales. Los historiadores que adoptaban estas "definiciones" solan ignorar el hecho de que las mismas slo englobaban algunos casos especficos y slo enumeraban las condiciones de acceso a ciertos derechos particulares. En vez de preguntarse por la forma en que la comunidad (corporacin) se constitua y sus miembros se identificaban, se presuma simplemente que la lista de caractersticas necesarias para gozar de un derecho bastaba tambin para gozar de otro.En el caso hispanoamericano, la bsqueda de definiciones legales era incluso menos til. Los que queran entender el significado de la vecindad en Hispanoamrica buscaban definiciones peninsulares o recurran a los textos de la Recopilacin de Indias.

Tanto "vecino", como "militar", "indio" y "espaol", eran categoras de orden tanto social como legal, v que su contenido y significado no eran evidentes, ni tena sentido dentro de la lgica del sistema jurdico del Antiguo Rgimen buscar su definicin terica y general. Su aplicacin a ciertas personas responda a una visin de la sociedad, una visin que inclua tales consideraciones como su organizacin interna y su divisin en grupos, y que no dejaba de considerar tampoco las relaciones personales que unan a los miembros de la corporacin.

La teora de la vecindad, al contrario, no proceda de la ley, sino de un comn acuerdo sobre lo que significaba la existencia de la comunidad poltica y sobre lo que supona pertenecer a ella. Este acuerdo formaba parte de la costumbre local, pero tambin estaba influido por la teora del derecho de inspiracin romana (el ius commune). Esta indicaba, en trminos generales, que el nico criterio para incluir a una persona dentro de la comunidad era su insercin en la misma y su "lealtad" a ella y a sus miembros. Los vecinos tenan una relacin privilegiada con un grupo humano (la comunidad) y esta relacin era la que permita, posteriormente, atribuirles derechos y obligaciones. Para responder a la pregunta de quin era vecino, por lo tanto, era necesario verificar si esta relacin exista.

Las "definiciones" enumeradas en los fueros, por lo tanto, no eran ms que ejemplos concretos de una regla general cuya aplicacin se requera en cada caso particular. En realidad, la clasificacin de las personas en "vecinas" o "no vecinas" no era sino el resultado legal de una situacin real y emotiva precedente.

En Hispanoamrica, al parecer, la vecindad segua las mismas pautas. En la primera poca el sistema peninsular rega con pocas alteraciones. Despus de esta primera poca, sin embargo, las declaraciones formales de "vecindad" poco a poco desaparecieron. En vez de recurrir a un sistema formal, en el que el cabildo declaraba la vecindad, como ocurra en la Pennsula, a partir de mediados del siglo XVII la vecindad hispanoamericana dependa, ante todo, de la "opinin comn" y de la reputacicon del aspirante. Las personas seguan considerndose "vecinas" (o "no vecinas"), pero esta clasificacin ya no era el resultado de un proceso administrativo-judicial, sino que expresaba la posicin tomada por cada persona respecto a la sociedad y su reconocimiento por los dems miembros.

El abandono de la vecindad jurdica en favor de una vecindad basada en la apropiacin y la reputacin poda deberse a muchos factores. En Hispanoamrica la utilidad jurdica, poltica e incluso econmica de la vecindad disminua, y con esta disminucin desapareca la prctica de pedir la vecindad. Adems, la misma movilidad geogrfica y la precariedad de ciertas poblaciones americanas favorecan la dependencia de criterios reales, en vez de ficciones jurdicas.

La prctica desarrollada en Hispanoamrica y el abandono del proceso formal, sin embargo, no modificaron el contenido de lo que era la vecindad, que segua examinando el grado de insercin de las personas en la comunidad.

La autora considera que la vecindad permite reflexionar sobre el valor histricamente atribuido a las categoras socio-legales que marcaban la pertenencia de ciertas personas a unas corporaciones tradicionalmente definidas por una serie de derechos y obligaciones. Estas categoras, vistas sin el prejuicio del siglo XX, aparecen como clasificaciones sociales con un significado legal v no, como se las suele entender, como categoras legales con un significado social. Es decir, la clasificacin de las personas en vecinas o no vecinas se basaba en una cierta visin de la sociedad y en una cierta creencia sobre las formas en las que se constituan los grupos humanos y las diferentes comunidades. Slo el que formaba parte de la comunidad, porque actuaba como tal y se reconoca como tal, poda disfrutar de ciertos bienes y honores que pertenecan a aquella. Es decir, al margen de cuestiones genealgicas y de criterios relacionados con la apariencia fsica, aparece en los pleitos un discurso que insista en la importancia de factores de sociabilidad a la hora de clasificar a las personas como "indias" o "no indias".

Es evidente, sin embargo, que entre todas las corporaciones, el ejemplo de la vecindad es muy esclarecedor, va que a pesar de la ausencia de procesos formales para su constitucin en Hispanoamrica a partir de mediados del siglo XVII, su esencia segua siendo la misma que en la Pennsula. Era evidente que la vecindad se rega ante todo por criterios sociales y no por categoras legales.Y las redes sociales?La aparente contradiccin entre un estudio basado en categoras tales como "indio", "militar", "espaol" o "vecino", y otro que se acoge al anlisis de las redes, desaparece cuando se considera que las mencionadas categoras, tal como he intentado demostrar, recogen en su seno no slo consideraciones tnicas y profesionales, sino tambin factores de sociabilidad. Las redes sociales operan en muchos niveles y no se limitan, necesariamente, a unos espacios polticos o geogrficos determinados. Sin embargo, es evidente tambin, que las categoras jurdico-sociales tampoco son tan estrechas como se pretenda, y que tampoco ignoran las relaciones que unen a los seres humanos los unos con los otros. Despus de todo, lo que est en juego no son categoras vacas de contenido, sino designaciones que se constituyen en virtud de actuaciones sociales y a raz de relaciones personales. Por lo tanto, la autora propone que, en vez de abandonar las categoras para adoptar nuevos instrumentos de anlisis tales como el anlisis de redes, lo que tenemos que hacer primero es volver a revisar las categoras y repensar las formas en las que han sido tratadas, devolvindoles su sentido original, el social.

Resumen: Gobierno y Sociedad en el Tucumn y el Ro de la Plata (Moutoukias, Z.)Desde S XVI se ve la emergencia de las formaciones estatales propias del periodo colonial, en las gobernaciones del Tucumn y del Ro de la Plata. Nacieron condicionadas por una situacin doblemente perifrica (respecto al reino del Per y a la corona de castilla). Ambas dependan del mismo tribunal de apelacin: audiencia de charcas. La existencia de un cabildo distingua una ciudad de un simple pueblo, por la posibilidad de reunin de los vecinos (ver categora de Vecino, Herzog). El hecho de que haya vecinos implicaba un cierto mercado y una vida social, aunque nfima, concentrada en algunas familias con podero econmico.

Se fue constituyendo en esas minsculas comunidades el tupido tejido social compuesto de individuos que, unidos entre si por lazos de sangre, alianza y lealtad personal, que controlaban simultneamente la direccin de los asuntos polticos y la explotacin de los recursos econmicos. En la articulacin de esa configuracin, la venta de oficios y cargos desempeo un papel fundamental. La propia organizacin del aparato estatal en la regin naci de una interaccin entre agentes de la monarqua y recursos locales.

Carlos III estableci un plan de reformas de modificacin de equilibrios polticos y sociales, por ejemplo, la creacin del virreinato del Ro de la Plata, que genero importante concentracin de recursos militares y administrativos en Bs. As, pasando la zona de influencia que tena el norte del actual territorio argentino, hacia la zona del litoral. La creacin del virreinato no constituyo una revolucin ya que mantuvo los equilibrios sociales existentes.

En 1781 se puede ver el sistema de intendentes, una suerte de jueces comisionados quienes al frente de su jurisdiccin reciban amplios poderes para orientar el funcionamiento de la justicia, el gobierno, las finanzas y la guerra.

Por un lado miembros de los grupos dominantes que se esmeraban en servir al rey, y por el otro, los agentes de la monarqua se consagraban a toda suerte de actividades empresariales, al tiempo que la tenue brecha entre unos y otros se cerraba por una multiplicidad de vnculos primarios de consanguinidad, alianza y amistad.

Resumen: Revolucin Y Guerra I. El Ro De La Plata Al Comenzar El Siglo XIX (Halpern Donghi, T.)El virreinato tena una estructura heterognea. Del territorio controlaban los espaoles tan slo lo preciso para mantener las comunicaciones entre el Paraguay, el Interior y el Litoral. A esta estructura territorial corresponda una estructura econmica orientada hacia el norte. Esa estructura demogrfica y econmica entr en crisis en el siglo XVIII. La decadencia del Alto Per como centro argentfero, la decadencia de la plata misma frente al oro cuando ste volvi a ser el medio de pago predominante, la aparicin de nuevas metrpolis econmicas y financieras en Europa y la acrecida presin europea dislocaron esta estructura. En el siglo XVIII comenzaba ya la disgregacin de las Indias en zonas de monocultivo, relativamente aisladas entre s, con mercado a la vez consumidor y productor en Europa.

Las tierras costeras eran las ms adecuadas para prosperar en ese nueva clima econmico y conocieron un progreso vertiginoso. El Interior era en cambio menos capaz de adaptarse. Su produccin diversificada y atrasada hallaba desemboque cada vez menos fcil en el Alto Per; y el otro mercado que haba venido a complementar al tradicional [Buenos Aires] no resultaba suficiente ya que desde 1778 se encontraba all la competencia de la economa mediterrnea y pronto aparecera tambin la nueva industria europea. La etapa final del siglo XVIII est signada entonces por un rpido avance del Litoral; un avance parcial en medio de fuertes ajustes para el comercio y la artesana del Interior; y crisis irremediable para su agricultura.a) La Estabilidad del Interior.La estructura del Interior es bastante heterognea. Salta presenta una estructura social de rasgos nicos en el rea rioplatense. Sobre una plebe mestiza gobierna una aristocracia rica, duea de la tierra repartida en grandes estancias, dedicadas en las zonas bajas a la agricultura del trigo y de la vid y en las altas al pastoreo. En las laderas que se abren al Chaco, se dan cultivos tropicales, en primer trmino, el azcar.

Esa aristocracia domina tambin el comercio salteo [de gran importancia el de mulas] y concentra un poder econmico sin igual en el Ro de la Plata. Ha sido la reorientacin atlntica de todo el sur de Amrica la que aument la importancia comercial de Salta. Para el grupo dominante, la hegemona econmica va acompaada de prestigio social y aqu la diferenciacin social se apoya en diferencias de sangre. Por ello en Salta, antes que en ninguna otra regin y con ms intensidad que en ninguna, la revolucin contra el rey adquiere el carcter de lucha social.Tucumn es un oasis subtropical de antigua prosperidad. Se apoya sobre todo en el comercio y la artesana. La ciudad es un centro vital de la ruta entre Buenos Aires y el Per. Un grupo de mercaderes debe su riqueza a este hecho y alcanzan mayor prestigio en una regin en que la propiedad de la tierra est relativamente dividida. Son numerosos los artesanos dedicados al trabajo de maderas duras, sobre todo para la fabricacin de carretas. En la campaa se desarrollan la tenera y las curtiembres. La ganadera y la agricultura [arroz] se orientaban hacia el comercio, al igual que una pequea industria de sebo y jabn. La tejedura domstica no alcanzaba a satisfacer la demanda local ni aun en lienzos ordinarios. Toda esta estructura econmica garantiza la hegemona social de quienes gobiernan la comercializacin.Santiago del Estero es una regin extremadamente pobre. En el equilibrio demogrfico es una suerte de centro de alta presin, base humana indispensable de emigrantes temporarios o definitivos, para las empresas agrcolas del Litoral. En la ciudad y en las tierras de huerta las actividades dominantes son el comercio y la agricultura, compartida entre maz de consumo local y trigo destinado a mejores mercados. Contaba con una ganadera muy pobre y una tejedura floreciente. Esta ltima abasteca a los consumidores locales y al Litoral. Esa produccin se hallaba dominada por los comerciantes de la ciudad, frecuentemente propietarios, en una zona donde la propiedad estaba demasiado dividida para que emerja una clase rural hegemnica.Crdoba cuenta con un largo pasado agrcola, pero a principios del siglo XIX es alcanzada por la expansin ganadera que est transformando al Litoral. La clase alta est muy vinculada a esta nueva actividad. Este ascenso ganadero, no implica una discontinuidad dentro de la oligarqua, sino que se trata ms bien de una reorientacin de las actividades econmicas que favorece a la ganadera frente el tradicional comercio urbano. Florece aqu tambin la tejedura domstica.

La sierra cordobesa es -como Santiago- tierra de emigracin. La clase alta que domina con su actividad mercantil la serrana y es duea de las mejores tierras ganaderas en la llanura, domina tambin en la ciudad, donde se disputa entre sus miembros las magistraturas laicas y eclesisticas. Esa hegemona se ha afirmado sobre todo luego de la expulsin de los jesuitas. Es una clase dominante rica en tierras pero pobre en dinero.

Cada vez ms el Interior mercantil es intermediario entre el Per y el puerto. La exportacin y comercializacin de los productos locales son dejadas en segundo plano y el comercio libre [desde 1778] es en parte el responsable de la aceleracin de este proceso. Pero a la vez esto intensifica el comercio interregional y con ello asegura en lo inmediato un nuevo plazo de vida para el Interior. No conviene exagerar las consecuencias negativas del nuevo rgimen comercial, ya que no parece que este haya amenazado la estructura artesanal de la regin. Por el momento la importacin ultramarina no entraba en concurrencia con la tejedura local. Distintas eran las consecuencias del libre comercio en la zona occidental del Interior.

En Cuyo la colonizacin espaola haba creado pequeas rplicas de la agricultura mediterrnea: vid, trigo y frutas secas. Slo el trigo quedara relativamente abrigado de las consecuencias del nuevo rgimen comercial [esto se debe a los costos de transporte del grano]. En cambio tuvo efectos devastadores la entrada de vino de Catalua y frutas secas de toda Espaa.Catamarca sustentaba una poblacin excepcionalmente densa, dedicada a la huerta y el viedo. En los valles menores y a medida que aumentaba la altura, el trigo y la crianza de ganado o su invernada, adquira creciente importancia. No obstante, Catamarca encuentra casi mercado nico en Tucumn. El aguardiente es el nico producto que no tiene rival y alcanza mercados lejanos. Se conserva aqu tambin el cultivo del algodn, que en el resto del Interior no ha sobrevivido a los derrumbes demogrficos del siglo XVII, bajo formas de tejidos de uso cotidiano para los ms pobres. Hasta 1810 encuentra salida en el Interior y el Litoral. La crisis del algodn llegar luego, la del vino y el aguardiente es treinta aos anterior y con ella sucumbe la estructura comercial tradicional.

La desaparicin del viejo sector hegemnico no abre aqu paso a un grupo propietario de tierras, ya que la propiedad se halla demasiado dividida. En la vida catamarquea domina la orden franciscana.La Rioja est formada por multitud de pequeos oasis consagrados a la ganadera. Los Llanos de La Rioja se benefician desde principios del siglo XIX del ascenso ganadero y an ms con la intensificacin del trfico en el Interior. Al ganado menor se agrega ahora el mular, exportado en parte a Per y Chile.

En La Rioja Occidental, los diminutos oasis se dedican a la agricultura y los alfalfares de invernada. Es socialmente ms arcaica esta regin que la de Los Llanos: sus valles agrcolas estn poblados aun en buena parte por indios, agrupados en pueblos de tributarios. Toda la regin es de gran propiedad aunque en Los Llanos, un ritmo ms vivo de la economa hace ms soportable el dominio seorial que en la zona occidental. Slo la modesta riqueza de la clase seorial impide que se den aqu los contrastes de Salta, pero todava a mediados del siglo XIX la suerte de los campesinos del oeste riojano parecer ms dura que la de los salteos. Las posibilidades de avance del oeste riojano estn vinculadas con Famatina y slo lentamente ir surgiendo a lo largo del siglo XIX un centro de actividad minera en Chilecito.San Luis, provee de carnes a San Juan y Mendoza y enva algunos cueros al Litoral. La tejedura domstica y los reducidos huertos completan el censo de actividades de la regin, insuficientes para sustentar a una poblacin en descenso. Tambin San Luis proporciona su contingente humano al Litoral en ascenso.San Juan y Mendoza estn destinadas a ser las dos nicas provincias agrcolas del pas con sus oasis consagrados al cultivo de regado.

Mendoza en la ruta entre Buenos Aires y Chile es un centro comercial importante que resiste mejor la crisis viatera. Pero el vino no es el nico rubro, hay tambin una agricultura de cereal y explotacin ganadera dedicada al engorde para el consumo local y para Chile, todo bajo direccin de un grupo de comerciantes y transportistas.

San Juan por su parte entra en decadencia acelerada desde 1778. Cerrado al aguardiente y el vino, slo era posible all el comercio a pequea escala. En medio del derrumbe general, la vieja aristocracia viatera y comerciante, conserva su relativa preeminencia. Lentamente se prepara una alternativa a la vid; la forrajera para el ganado trashumante, pero de todos modos, el cambio no lograr devolver a San Juan la prosperidad perdida.

b) El Ascenso del Litoral.Tampoco el Litoral formaba un bloque homogneo. Antes de la expulsin el centro de gravedad se desplazaba de las tierras de los algodonales y yerbatales a las estancias de ganados del Uruguay. Una estructura compleja y diversificada dejaba lugar a una ms simple y primitiva dominada por la ganadera. Este proceso abarca a todo el Litoral.

De los distintos centros del Litoral, el ms pobre y rstico era Corrientes. Toda su historia de comienzos del siglo XIX se resume en el esfuerzo intil de la ciudad por dominar el territorio que le estaba subordinado. ste tena su propia vida. Mientras los grandes propietarios de tierras vivan en la ciudad, en sus estancias los capataces, los peones, los esclavos, comerciaban con ganado que creca rpidamente. Los mercaderes de cueros recorran la campaa correntinas y frgiles embarcaciones los transportaban luego hasta Buenos Aires. La ciudad viva sobre todo del comercio y la navegacin.

La expulsin de los jesuitas no implic un cambio de rgimen [respecto a los indios por ejemplo] El sistema de comunidades elaborado por ellos fue mantenido para impedir el dominio individual de los indios sobre tierras y cosechas. Al mismo tiempo fue cediendo su aislamiento ya que traficantes asunceos y correntinos se constituan en monopolistas para adquirir los tejidos de algodn. En ese contacto los indios se europeizaban rpidamente.

En Misiones la poblacin se derrumbaba mientras iba a volcarse en las tierras ganaderas que acababan de abrirse al sur. A pesar de todas las prohibiciones, las tierras misioneras eran pobladas por hacendados de Buenos Aires y Montevideo.Santa Fe era otro de los factores del sistema jesutico y haban entrado en crisis a mediados del siglo XVIII. En decadencia como centro de comercio terrestre y fluvial, conoce una prosperidad creciente gracias a la ganadera. En la ciudad no hay ya actividad artesanal y pese a los altos precios no hay casi agricultura y el comercio no da excesiva ganancia. Este es un aspecto de la ruralizacin creciente de la vida santafesina; otro aspecto radica en que los santafesinos estn cada vez menos dispuestos a gastar dinero en la educacin de sus hijos. Santa Fe aprovechando su relativa cercana del Interior se enriquece con la cra y el comercio de mulas.

Respecto de la vida santafesina, la Iglesia ocupa un lugar central que no tendr en el Litoral de colonizacin ms reciente. Otro elemento de peso en la vida santafesina es la fuerza militar que defiende al norte una lnea de fortines contra los indgenas. [De esa fuerza militar y esos fortines por ejemplo, surgirn los principales caudillos santafesinos como Estanislao Lopez]

Al sur, est Buenos Aires a la que un esfuerzo reciente ha limpiado de indgenas hasta el Salado. Al norte de su campaa se han formado estancias medianas en las que la agricultura combina con la ganadera. La zona oeste es predominantemente agrcola y de propiedad ms dividida. Al suroeste, se da la transicin hacia formas de explotacin mixta, en unidades ms extensas y al sur el predominio claro es ganadero. Un esfuerzo oficial a partir de 1782, estableci poblaciones destinadas a la agricultura, pero estos pueblos no tienen ni an en sus comienzos carcter agrcola. Los labradores luchan con dificultades graves. Por un lado no todos eran propietarios y aun los propietarios deban entregar parte importante de sus ingresos como diezmo y primicia. Necesitaban adems del auxilio temporario de mano de obra, ya de por s escasa y cara. Un rasgo distintivo entonces de la campaa litoral es la mano de obra asalariada como elemento necesario de la produccin. Otra caracterstica es la falta de tierra junto con la de fuerza de trabajo, pero ms grave aun es la caresta de dinero. Esto se debe a que el Litoral vive precozmente un rgimen de economa de mercado, en el que slo el alimento diario escapa a los circuitos comerciales.

Los pueblos agrcolas del oeste son principalmente de carreteros y esto se debe fundamentalmente a los escasos rendimientos de la agricultura.

La agricultura no obstante sobrevive aunque las medidas estabilizadoras del Cabildo, para defenderla, tienen un limitado xito. El trigo rioplatense es demasiado caro en parte por que los salarios son demasiado altos y esto hace casi imposible exportarlo. Slo podr reservrsele un lugar en el mercado local mediante prohibiciones de importacin.

La explotacin ganadera, por su parte, haba sido al principio destructiva; hacia 1750, el xito mismo obligar a un nuevo tipo de explotacin sobre la base de rodeos de estancia. Pero a partir del comercio libre es el ganado manso el que tambin sufre un proceso de explotacin destructiva que hacia 1795 har temer la falta de ganado en Buenos Aires. Si bien esta era una poltica suicida, haba razones para su prosecucin: la ganadera de la campaa de Buenos Aires comenzaba a sufrir la dura competencia de la entrerriana y oriental.

Luego de 1795 la guerra desordena la explotacin de cueros y frena la expansin ganadera. En Buenos Aires como en Santa Fe, la cra de mulas, menos necesitada de mano de obra y tierras, tiende a expandirse. Pese a esa coyuntura desfavorable, la ganadera segua siendo el centro de la vida econmica de la campaa portea. La estancia es el ncleo de la produccin ganadera, que se combina en casi todas partes con la agricultura cerealera. En la estancia, las tareas especiales como doma o yerra, estn a cargo de especialistas que recorren la campaa y reciben salarios sin proporcin con los de los peones permanentes. Junto con la estancia se da una ms reducida explotacin ganadera de dueos de tropillas y majadas, slo parcialmente sustentadas en tierras propias. Se manifiesta aqu tambin un rasgo duradero de la vida rural rioplatense; el hambre de tierras de los grandes propietarios, su tendencia al monopolio, cierra el cuadro.

Ms all del Paran perduran las circunstancias que reinaban en Buenos Aires hasta 1750 por lo que conviven la ganadera de rodeo con la caza de cimarrn. Por otra parte, entre ambas costas entrerrianas, slo lentamente se introduce la ganadera.

La Banda Oriental presenta un cuadro ms complejo. Al sur. Montevideo domina una zona de quintas, granjas y estancias de ganado manso. Al oeste se mantiene un tipo de explotacin ms primitivo, con inmensa matanza de cimarrn. Al revs de lo que ocurre en Buenos Aires, donde slo los pequeos ganaderos sobreviven penosamente gracias a una economa destructiva, en la Banda Oriental sta enriquece a grandes hacendados del norte y mercaderes importantes de Montevideo. Este proceso perdurar y ni siquiera la guerra detendr las matanzas. El primitivismo de la vida ganadera oriental va acompaada por un progreso tcnico superior al de Buenos Aires: surge aqu el primer saladero y esta industria ser beneficiada por la coyuntura de guerra.

Su aparicin es un nuevo estmulo para esa arcaica ganadera destructiva y la prosperidad establece nuevos lazos entre las zonas ms primitivas de la campaa oriental y los comerciantes que domina la vida montevideana. Surge de esto una tensin larvada entre ciudad y campaa que perdurar mucho tiempo.

En plena guerra napolenica, el comercio clandestino con el Brasil se haba constituido en una de las bases de la economa oriental rural.

El relativo aislamiento de Montevideo, encuentra su explicacin en parte a la instalacin de la base que concentraba las fuerzas navales espaolas del Atlntico Sur, a lo que la ciudad deba su desarrollo.

Un problema central para el gobierno colonial era la defensa de la frontera desde Buenos Aires hasta Mendoza. Para efectivizarla se reforma la organizacin militar de la campaa. Hacia comienzos del siglo XIX se puede decir que la situacin se ha estabilizado, pero el robo de ganado para los indios sigue siendo el modo de vida. Lo que es ms grave, la amenaza indgena no disminuye al progresar la asimilacin de los indios a usos culturales recibidos de los colonos. Esos usos implican nuevas necesidades que slo el robo puede satisfacer, pero, adems, esta amenaza se apoya en la complicidad de sectores de la poblacin cristiana. As se organiza en la frontera un sistema hostil al mantenimiento del orden productivo en las estancias. Al lado de las relaciones hostiles, los indgenas mantienen con las tierras cristianas otras que no lo son. Adems, junto con el fruto del saqueo, los indios venden los de su cacera y no todos los cueros que comercian son robados, ya que en tierras de indios tambin hay rodeos. Por ltimo, el campesino del Litoral, estima entre todas las telas el poncho pampa, que no slo es preferido primero al del Interior, sino posteriormente al de lana inglesa.C) Buenos Aires y el Auge Mercantil.Desde principios del siglo, Buenos Aires es comparable a ciudades espaolas de segundo orden. La prosperidad del centro porteo est vinculada al mantenimiento de la estructura imperial. Buenos Aires es una ciudad comercial y burocrtica. Las reformas del 70 (libre internacin a Chile y Per; comercio libre con los ms importantes puertos peninsulares), consolidan el ascenso comercial de Buenos Aires. La economa metropolitana en expansin [esto se da en la segunda mitad del siglo XVIII]; la aparicin de islotes de industria moderna acompaado de una traslacin del centro de gravedad econmico del sur al norte, etc., [hacia el Cantbrico y Catalua] ayudan este proceso de ascenso. La mayor parte de los mercaderes porteos son consignatarios de casas espaolas. Pero estos mercaderes no participan de modo importante en el proceso de acumulacin de capitales que es punto de partida indispensable para los posteriores desarrollos de la economa local.

El comercio de consignacin renda altas ganancias a sus agentes locales. La libre relacin con los mandantes peninsulares, acompaada por un control estricto con respecto a los agentes en el Interior, refuerzan el enriquecimiento de los mercaderes porteos. De este modo la distribucin de los lucros comerciales favorece al ncleo porteo tanto frente a la pennsula cuanto frente a los centros menores del Interior. La mayor parte del giro de estos mercaderes consiste en la distribucin de importaciones europeas cuyos retornos se hacen en metlico.

El carcter relativamente poco dinmico de la economa colonial se refleja en las bajas tasas de inters. El comercio, no constituye un dinamizador y la produccin de cueros cumple mal ese papel. Las exportaciones de este producto suben y rpidamente, pero ese ascenso no es regular. Durante un periodo largo esas exportaciones viven las consecuencias de la coyuntura de guerra. A su vez los productos de la agricultura litoral escapan a la comercializacin entablada por los grandes mercaderes. Los principios de este arte de comerciar colonial se basan en los grandes beneficios y estos principios no son afectados por la expansin ganadera orientada a la exportacin de cueros. Ms inmediatamente afectados resultan a causa de la guerra y el desorden que sta introduce, los comerciantes que estn dispuestos a abandonar el estilo rutinario tradicional. Al lado de los comerciantes de la ruta gaditana, la guerra eleva a la prosperidad a otros dispuestos a utilizar rutas ms variadas como Cuba, Brasil, Estados Unidos, el norte de Europa o el ndico.

El ascenso comercial de Buenos Aires fue no obstante efmero. La fragilidad de su fortuna se vincula con la de la coyuntura guerrera. En guerra primero con Francia y luego con Inglaterra, Espaa vea amenazada y luego cortada, su vinculacin con las colonias. Toda una legislacin surgi entonces como paliativo, concediendo libertades comerciales antes negadas. Esta legislacin vena a reconocer la rpida disolucin en que haba entrado la unidad econmica del imperio. Esa coyuntura no slo disminuy la presin metropolitana sino que alej tambin del escenario rioplatense a las potencias comerciales mejor consolidadas, sustituyndolas por otras. Pero esas nuevas potencias reemplazan mal a las que no pueden ya cumplir su funcin tradicional y Buenos Aires, ante la necesidad, llega a tener su flota mercante. Para la ciudad es esta una experiencia embriagadora y Buenos Aires pasa a ocupar un lugar de cierta importancia. El proceso es acelerado porque el semiaislamiento comercial viene acompaado del aislamiento financiero.

La reconciliacin de Espaa e Inglaterra en 1808 deba dar a las Indias una metrpoli comercial y financiera. Las repercusiones de esa nueva situacin llegaran al Ro de la Plata ya en 1809 al ser autorizado el comercio con la nueva aliada. [Para analizar esta situacin tener en cuenta no slo las consecuencias de las invasiones inglesas sino tambin lo que expresan los integrantes de las elites econmicas a travs de la Representacin de los Hacendados de la Banda Oriental de Mariano Moreno]

Entre los aspectos centrales del comercio en los ltimos aos virreinales podemos citar en primer trmino, que pese a la expansin ganadera, el principal rubro de exportacin sigue siendo el metal precioso. La industria del salado en expansin cubre una parte nfima de las exportaciones y aun menos cuentan las exportaciones agrcolas. La mayor parte del metal altoperuano deba ser atrado hacia Buenos Aires mediante mecanismos comerciales. La hegemona del sector comercial es entonces un aspecto necesario del orden colonial. Una de las razones del recelo con que los sectores mercantiles enfrentarn la crisis revolucionaria radica en ello.

Los aos de dislocacin del comercio mundial no abren entonces una nueva prosperidad para Buenos Aires; las perspectivas de independencia mercantil que abre la revolucin a su vez, no son una alternativa vlida para las seguras ganancias que aseguraba la estructura imperial, su monopolio y el sistema de consignatarios.d) Una sociedad menos renovada que su economa.La sociedad y el estilo de vida aparecen sustancialmente sin cambios aun en Buenos Aires. Esta sociedad se ve aun a s misma dividida por lneas tnicas. En el Litoral la esclavitud coloca a casi todos los pobladores de origen africano dentro de un grupo sometido a un rgimen jurdico especial. Pero aun aqu donde la poblacin negra es de ms reciente migracin, aparecen hombres de color que han logrado ubicarse en niveles sociales ms altos. Son artesanos y comerciantes, muchas veces ellos mismos dueos de esclavos. En el Interior, una parte muy importante de esclavos a logrado emanciparse. No por eso los negros ingresan a una sociedad abierta a nuevos ascensos. Una vez libres son incorporados a una estructura social dividida en castas.

Por una parte estaban los espaoles, descendientes de conquistadores; por otra los indios. Unos y otros se hallaban exentos por derecho de las limitaciones a que estaban sometidas las dems castas. El resto de la poblacin vive sometida a limitaciones jurdicas de gravedad variable.

En el virreinato, pureza de sangre [pureza entre comillas incluso] se confunda con la condicin de hidalgo, esto se basaba en la exencin de tributo. Otro elemento que apareci tambin fue la desvalorizacin del don. Toda esta concepcin ubica en el nivel ms alto de la sociedad a un nmero muy grande de gente. Este sector se denomina a s mismo noble y se tiene por tal.

Esta lnea divisoria, no aparece amenazada por la presin ascendente de los que legalmente son considerados indios. La divisin entre pueblos de indios y pueblos de espaoles, aunque rica en consecuencias jurdicas, corresponde bastante mal con la reparticin tnica de la poblacin.

La crisis de los pueblos de indios se presentar en dos etapas. Primero su incorporacin a los circuitos comerciales de los espaoles y luego la emigracin de parte de sus pobladores. Pero los indios que abandonan sus pueblos no tienen posibilidades muy precisas de ascenso. La frontera de la nobleza no obstante est menos defendida contra los africanos emancipados. La causa es que los negros desarrollan un conjunto de actividades ms propicias al ascenso social. Primero forman un grupo predominantemente urbano, sus tareas son, adems, sobre todo artesanales. Y as los mulatos terminan por ser la amenaza externa ms grave.

Pero tambin hay amenazas internas entre esos nobles. Ellos que se llamaban a s mismos gente decente, incluyen entre sus filas a un vasto sector semi-indigente, cuyo mantenimiento era juzgado como una necesidad social y tenda a ser asegurado por el poder pblico y los cuerpos eclesisticos. En el Interior, la solidaridad de la gente decente es muy intensa. Ellos forman un grupo escasamente heterogneo; cerrado a las presiones ascendentes, pero muy abierto a nuevas incorporaciones de peninsulares y aun de extranjeros.

La hegemona de la gente decente, all donde sus bases materiales son endebles, depende sobre todo de la solidez del orden administrativo heredado de la colonia y por ello no es de extraar que resista mal este grupo a la crisis revolucionaria. Los rasgos arcaicos de esta sociedad corresponden al carcter menos dinmico que la realidad del Interior revela. En el Litoral, ya antes de la revolucin las innovaciones econmicas comienzan a cambiar lentamente las relaciones sociales.

La divisin entre castas e indios no tena en el Litoral la relevancia que conservaba en el Interior: aqu los espaoles formaban la mayora de la poblacin y adems, casi todos los africanos estaban separados del resto por la esclavitud. Hasta aqu el esquema se repite bastante respecto del Interior. La diferencia comienza a ser sensible a travs de la importancia numrica del sector dependiente. Otra diferencia sobre todo en Buenos Aires, est dada por la presencia de un abundante sector medio independiente formado por artesanos. En Buenos Aires, gracias a un mercado local ms vasto y diferenciado, el sector artesanal puede subsistir mediante el contacto directo con su pblico consumidor. Igualmente es mayor la complejidad de los sectores altos.

El alto comercio en Buenos Aires necesita menos que el del Interior del complemento del ejercicio directo del poder poltico. La clase comercial portea encuentra otro modo de afirmar su presencia en otro plano: sus hijos se vuelcan a las carreras liberales. Al mismo tiempo las borlas doctorales atraen tambin a los grupos intermedios como instrumento de movilidad social.

Resulta tambin original en Buenos Aires la estructura de los sectores bajos: la proporcin de esclavos es abrumadoramente alta. La gravitacin de la esclavitud se hace sentir tambin sobre los sectores medios artesanales. Esa masa esclava contribuye a mantener un sector marginal de blancos pobres y sin oficio. Pese a una ms dinmica economa, las ciudades litorales aparecen menos capaces de asegurar trabajo a sus pobladores. Toda esta plebe sin oficio no es productora.

La sociedad urbana conserva fuertes caracteres estamentarios. Los elementos nuevos que se incorporan a los sectores altos tienen su origen principalmente en el exterior. El ascenso econmico y social dentro de la estructura local es muy difcil.

A pesar del dbil impacto de los cambios econmicos, la sociedad que surge en la campaa litoral, se ve ms tocada. Entre los pastores de las pampas, hay una total indiferencia por las variedades tnicas. Esto es inevitable teniendo en cuenta que no es infrecuente que en ausencia del patrn, la autoridad ms alta en la estancia es un capataz mulato o negro liberto. En esa zona, la riqueza y el prestigio personal, superan a las condiciones de linaje.

Las zonas cerealeras y de pequea ganadera aparecen mucho ms ordenadas y ms tradicionales. A su vez, el sector hegemnico rural [residente en las ciudades] contribuye a dar a la sociedad de las zonas rurales un carcter ms urbano y tradicional de lo que podra esperarse. Por lo tanto, aqu las diferenciaciones sociales se distribuyen sin seguir rigurosamente las lneas de castas lo cual es bastante distinto en el Interior.

En las zonas de ms vieja colonizacin, el orden social est marcado por la existencia de desigualdades que alimentan tensiones crecientes. Se ve gravitar all de un modo que comienza a parecer insoportable la oposicin entre espaoles europeos y americanos. A los primeros se los acusa de monopolizar los oficios de repblica. Al mismo tiempo el resurgimiento econmico en Espaa tuvo como eco el establecimiento de nuevos grupos comerciales rpidamente enriquecidos, muy ligados en sus intereses al mantenimiento del lazo colonial. He aqu buenos motivos para que las clases altas locales coincidiesen en el aborrecimiento creciente a los peninsulares. Al mismo tiempo en ese odio al peninsular, comulgan diversos sectores sociales y se manifiesta con particular intensidad en los sectores bajos que no tienen en el mantenimiento del orden colonial inters alguno.

La cultura y el estilo de vida, tambin se ve poco afectado por la renovacin econmica. Un laberinto de ceremonias rituales que reflejan gran gusto por la representacin, revelan que sta es una sociedad que conserva mucho de lo barroco. Por un lado la Iglesia juega un papel central, entre otras cosas asegurando el contacto entre lo ms alto y lo ms bajo de la jerarqua social, pero por otra parte, la falta de poblacin densa, lleva a la disolucin de lazos sociales. Esto termina incidiendo en las costumbres sexuales del Litoral ganadero. Las mujeres, en cuanto a sus actividades econmicas, tienen ms incidencia en el Interior que en el Litoral, pero tambin son ms numerosas en el primero.

No obstante los grados de promiscuidad de los que hablan algunos observadores contemporneos, no hay que confundir el primitivismo de la zona ganadera litoral con barbarie, como lo hace Sarmiento. Esto es as porque los grandes seores de la Pampa provienen de la ciudad donde se ha originado la riqueza que les ha permitido el acceso a la tierra.

En sntesis la sociedad rioplatense se nos muestra menos afectada por las corrientes renovadoras de la economa de lo que a menudo se gusta presentar; por otra parte, el influjo renovador es sobre todo destructivo; est lejos de haber surgido el esbozo de una ordenacin social ms moderna. Pero a la vez, el orden tradicional aparece asediado por todas partes; su carta de triunfo radica en el mantenimiento del orden colonial. La revolucin va a significar el fin de ese pacto colonial. En cuarenta aos, se pasar de la hegemona mercantil a la terrateniente, de la importacin de productos de lujo a la de artculos de consumo perecedero de masas, de una exportacin dominada por el metal precioso a otra marcada por el predominio absoluto de los productos pecuarios. Esa transformacin no puede darse sin cambios sociales. El aporte que la revolucin har, aparece como un empobrecimiento del orden social de la colonia.

Resumen: Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas (Guerra, F. X.)La idea de que las ideas de la revolucin francesa provocaron la independencia en Hispanoamrica es hoy insostenible. Para el autor, existen dos fenmenos: la independencia de las metrpolis y la revolucin, es decir, la adopcin brusca de un sistema de nuevas referencias polticas y sociales que intentan hacer tabula rasa del pasado. La Independencia: crisis poltica que afecta a una unidad poltica hasta entonces de una extraordinaria coherencia

Los Borbones marcan avance del absolutismo: las cortes de los reinos de la corona de Aragn son suprimidas. El Siglo XVIII tambin coincide con el avance de la ilustracin: es la victoria del individuo considerado como valor supremo

Las Elites encuentran nuevas formas de sociabilidad y su nueva cultura se construyen el margen del ejercicio del poder. Aparece imagen de una sociedad contractual e igualitaria, una nacin homognea formada por individuos libremente asociados. Esta imagen se encuentra en contradiccin con la realidad, es necesario un nuevo pacto.

Las Elites prefirieron durante buena parte del siglo XVIII escudarse en la autoridad del rey para realizar sus proyectos reformistas (adictas a un absolutismo que constitua para ellas el instrumento fundamental de las reformas). Hay por eso, en el campo social, una continuidad evidente entre el reformismo de la monarqua y el liberalismo posrevolucionario. Esa alianza comenz a quebrarse porque el estado absolutista no poda llegar hasta los ltimos lmites de la reforma ya que buena parte de su legitimidad perteneca al registro tradicional. No comenz a ser discutido el rey mismo pero si el despotismo ministerial.

Existe cierta ambigedad en el lenguaje poltico: libertad, nacin, constitucin. Hay acuerdo en la necesidad de una representacin de la sociedad ante el estado, pero difieren en la imagen de la sociedad representada (la aspiracin a la restauracin de las instituciones representativas es comn a ambos grupos). La alianza entre modernos y constitucionalistas histricos, fundamental en los orgenes de la revolucin, estaba llamada a durar muy poco.

La Revolucin es una mutacin cultural: en las ideas, en el imaginario, en los valores, en los comportamientos, en las prcticas polticas, pero tambin en los lenguajes que los expresan. Aparecen nuevos lenguajes que manifiesta una nueva visin del hombre y de la sociedad, pero que son tambin una pedagoga.

Existen diferencias entre Francia y Espaa, sobretodo en el campo religioso. La revolucin en Espaa se hizo en buena parte en ausencia del rey y combatiendo en su nombre. La sociedad espaola, y an ms la americana, se muestra mas corporativas y tradicionales y con menos elites modernas que la francesa. Los Revolucionarios espaoles tienen referencias previas y buscaran cortar por lo sano todo lo que pudiese llevar al jacobinismo.

El impacto de la revolucin francesa en Espaa fue inmediato y muy grande. Los ms atentos primero fueron las elites culturales. Esa simpata inicial va a tornarse luego desconfianza y hostilidad (por la ejecucin del rey y la persecucin religiosa). Las reacciones fueron las mismas en Amrica. Esto lleva las elites a la prudencia y a una reflexin de tipo constitucionalista. Sin embargo, la revolucin no empezara en el mundo hispnico por maduracin interna sino por la crisis de la monarqua provocada por la invasin de Espaa por napolen.

Salvo una porcin de la elite, la sociedad rechaza la abdicacin forzada de Fernando VII. En 1808 se producen los levantamientos contra los franceses y la formacin de juntas insurreccionales en Espaa. Al desaparecer la legitimidad real y al rechazar la del intruso, no quedaba a la resistencia espaola y a la lealtad americana ms camino para justificar su accin que apelar a la soberana del reino, del pueblo o de la nacin. Las JUNTAS sern la forma improvisada de la representacin de la sociedad.

Se desarrolla un debate pblico sobre la representacin y se intensifica y adquiere un carcter oficial. El rechazo prctico por parte de los peninsulares de la igualdad proclamada ser la causa esencial de la independencia americana. El debate peninsular atraviesa el atlntico gracias a los folletos y gacetas llegados de la pennsula y es as como la mutacin cultural de la Francia revolucionaria llega masivamente a ella. Los miembros ms jvenes de las elites culturales sern el motor de la revolucin.

Regiones Insurgentes De America La ruptura se justifica primero con un discurso pactista en el que se encuentran muchos de los elementos del constitucionalismo histrico. A fin de fundar cuanto antes una nueva identidad con ritmos que son especficos en cada regin, se adoptan rpidamente el lenguaje, los smbolos y la iconografa de la Francia revolucionaria. Al romper el vnculo con el rey, no quedaba ms va para legitimar el poder que la moderna soberana del pueblo.Existen dos Problemas: Desintegracin territorial. La independencia se basaba ciertamente en la soberana nacional, pero qu hacer cuando todava no existe una nacin moderna?

Por su imaginario, sus valores, etc., la sociedad sigue siendo tradicional. Solo los hombres de la elite que participan de los nuevos mbitos de sociabilidad han hecho suyas las referencias modernas.

En1808 se producen las abdicaciones de Bayona, las cuales llevan a levantamientos peninsulares. En 1810 se produce la disolucin de la junta central

America sigue la evolucin ideolgica de la pennsula y pasa al mismo tipo en 2 aos de un patriotismo hispnico unnime y exaltado a una explosin de agravios hacia los peninsulares. Las coyunturas polticas peninsulares son las que marcan entonces los ritmos de la evolucin americana.Los reinos y provincias de Amrica participan de lejos pero con idntica pasin que los peninsulares en el mismo debate poltico y por lo tanto en el mismo proceso revolucionario. Los asuntos locales cuentan pero son contemplados y definidos con relacin al conjunto de la monarqua.

Con las abdicaciones de Bayona se producen levantamientos populares. Buena parte de la elite ya haba aceptado al nuevo monarca. Se da una difusin bastante amplia de noticias y opinin publica.

Los valores del conjunto de la monarqua llevaban a la exaltacin patritica: se debe fidelidad al rey, se debe defender la religin, la patria. Si el rey desaparece el poder vuelve a su fuente primera (el pueblo). Para la gran mayora no se trata mas que de algo provisional, pero la poltica se abre a todos los actores sociales. Esto llevar a la formacin de la suprema junta central gobernativa del reino.

En Amrica se da el mismo problema. Ausente el rey, cesaban todas las autoridades delegadas y haba que constituir juntas que encarnaran la soberana reasumida por el pueblo. Para el autor, esta postura no es independentista, sino que es una manifestacin del patriotismo hispnico, con el que buscan librarse de la dominacin francesa. En Amrica no esta el mismo contexto que permiti la formacin de juntas en 1808 en la pennsula. La distancia se constituye como problema, ya que genera informacin confusa y desordenada, noticias falsas, etc.

Amrica reconoce a la junta central pero su legitimidad es precaria. Los americanos queran ejercer los mismos derechos que los otros espaoles. En bastantes medios peninsulares se los tiende a considerar como colonias o reinos subordinados. Esta desigualdad desencadeno problemas, que terminarn llevando a la independencia americana.

Existan 3 grandes grupos en Espaa:

1) absolutistas ilustrados (junta central como poder provisional encargado nicamente de suplir al rey y dirigir la guerra)

2) constitucionalistas histricos (reforma de la monarqua y la instauracin de un sistema constitucional mediante la restauracin de las antiguas cortes)

3) liberales partidarios de la soberana del pueblo y de una constitucin inspirada en la francesa.

Las mismas corrientes se encuentran en Amrica, aunque an encubiertas. Los constitucionalistas son mayora, aunque los liberales van ganando terreno

Amrica aparece en estos aos desfasada en relacin con la intensidad del debate peninsular y con la profundidad de las mutaciones ideolgicas de la pennsula. Sin embargo, el debate atraviesa el atlntico gracias a los folletos y gacetas llegados de la pennsula. Resumen: Revolucin en ambos hemisferios comn, diversa(s), confrontada(s) (Piqueras, Jos A.)

La distancia, las comunicaciones y la cercana de intereses locales proporcionaron en Amrica a los delegados del poder soberano un margen de maniobra que se traduca en flexibilidad en la aplicacin de las disposiciones dictadas en la pennsula. Sin embargo, dos instituciones reunieron en los dominios americanos a la poblacin local: ayuntamientos y milicias.

En 1808 se vino abajo la representacin del poder tradicional y el poder del estado espaol. La instauracin de una dinasta percibida como intrusa fue muy fuerte entre el pueblo, aunque la mayora de la jerarqua civil, institucional y eclesistica comenz por aceptarla.

Las protestas que conducen a la insurreccin convierten a la transmisin de autoridad en un vaco de poder. Las Juntas eran a un tiempo la respuesta a la autoridad usurpadora y a la revuelta anrquica, buscaron reorientar la voluntad popular, de la que se reconocieron depositaria.

En 1808 se desencaden una revolucin social antes que poltica, lo que amenaza los privilegios de la sociedad estamental. Las acciones antiseoriales que lograron ser contenidas en las ciudades, pero persistieron en la Espaa rural. Exista una fuerte desconfianza popular hacia cualquier autoridad. En mayo vinieron los levantamientos antifranceses. Salvo sealadas excepciones, los promotores e integrantes de las juntas no haban participado directamente en las revueltas aunque algunos las haban alentado y hasta conducido con aportacin de personal armado.

Convergencia De AgentesHaba reducidos grupos urbanos acomodados, dispuestos a aprovechar oportunidades, algunos de los cuales pertenecan al llamado partido aristocrtico, fernandinos y bastante reaccionarios. El pueblo estaba desconcertado, predispuesto a la protesta. La protesta misma, exaltada, de grupos que por su tamao difcilmente pueden ser pagados. Se ignora la accin colectiva de 1808 y se reducen los sucesos a episodios patriticos irracionales y a intrigas de elites, se pierde la medida de lo social y resultan inexplicables muchas actitudes de los de arriba y los de abajo.

Las Juntas declararon la guerra a Francia. El patriotismo haba trado la militarizacin y con esta ceso la autonoma de la protesta. La guerra y la movilizacin, producidas antes de que la revuelta deviniera en revolucin, alejaron la perspectiva de que si esta llegaba a producirse, obedeciera a un movimiento popular.

Varios sectores coincidan en el rechazo a la ocupacin extranjera y en dotar a la lucha de un eminente sentido patritico, que adems de inducir al combate contra un enemigo externo, permita revestir la diversidad de aspiraciones bajo un manto nico. Las juntas afirman actuar en ausencia del rey cautivo pero de conformidad con el pueblo soberano, formula destinada a aplacar a la multitud (Transmisin de soberana) . La formacin de juntas en definitiva era posible gracias a la revuelta previa de la multitud que ignorando la autoridad de los representantes reales, la destitua de facto. En 1808, la monarqua se descubre carente de la capacidad coercitiva prevista para sostener el gobierno real y sus delegaciones.

En Amrica, por el contrario, las instituciones y las fuerzas armadas se conservan intactas. Los oficiales americanos del ejercito espaol (San Martn, Alvear) han sido testigos de la revuelta popular y aspiran a trasladar el espritu revolucionario hacia Amrica, pero controlado desde arriba para evitar que se repita el disturbio.

En Amrica, llegan noticias de la cada de Fernando VII y todos se declaran partidarios del rey destituido y acatan la autoridad de la junta de Sevilla. En la cuestin de la legitimidad, los americanos vean que se los dejaba afuera en ciertas cuestiones. El naciente pensamiento criollo reivindicaba el corpus normativo y las practicas consuetudinarias que haban generado su aplicacin como rasgo distintivo que de algn modo los equiparaba al rgimen europeo de la monarqua. El lugar que en Espaa ocupara la apelacin a la historia y la tradicin redescubierta, correspondi en Amrica al derecho. Este no era nico y admita lecturas distintas. A partir del momento en que las elites hispanoamericanas deben cubrir el vaco de legitimidad que desata la crisis de la monarqua, el derecho natural y de gentes proporcionara las bases doctrinales para eso, y adems los conceptos y argumentos de la vida poltica independiente.

El vaco de legitimidad no proviene directamente de la Vacatio Regis, sino del modo seguido para suplirla, el procedimiento poltico adoptado por las juntas provinciales y la junta central para asumir la soberana prescindiendo de las elites americanas.

Para Surez, el pueblo espaol se alzo en 1808 por la patria, la religin, el rey y hasta contra el ideario de la revolucin que se identificaba con Francia

Para Guerra, el patriotismo desempeo un gran papel, pero tuvo una considerable significacin el rechazo de la Francia revolucionaria en su desprecia hacia la legitimidad del rey y su anticlericalismo. Asimismo, considera a la religin como parte esencial de la identidad nacional espaola y americana.

Para el autor, no exista un ordenamiento legal articulado en derecho positivo, sino doctrinas jurdicas distintas, a las que se recurri en 1808-1810 a ambos lados del atlntico. Curiosamente, la teora pactista entre rey-reino formaba parte de la corona de Aragn. La construccin de monarqua fuerte y centralizada minimizo la consideracin pactista.

Las Juntas reunieron personas del ms variado origen social, que fueron designados en su mayora por las personas influyentes del momento, a veces de extraccin plebeya o modesta. La cuestin no era tanto quien estaba sino quien diriga. Las Juntas fueron escenarios de controversia y lucha poltica de implicaciones sociales. Esta ausencia de poltica unificada explica tambin las inconsecuencias y la ruptura del pequeo, pero activo ncleo liberal situado en los aledaos de la junta central en torno del problema americano.

Resumen: Revolucin Y Guerra. La Crisis Del Orden Colonial (Halpern Donghi, T.)a. La guerra y el debilitamiento del vinculo imperialLa guerra a escala mundial se instala en la estructura imperial a lo largo del siglo XVIII. La Espaa renaciente, se fija objetivos ms vastos que las posibilidades que tiene abiertas. Si bien el orden imperial en su conjunto sufre pronto las consecuencias de esta poltica ambiciosa, en el sector rioplatense, sta comienza por consolidarlo. En esta zona el esfuerzo de renovacin administrativa, econmica, militar, se ejerce con intensidad. Simultneamente con la creacin del virreinato, cae en manos espaolas la Colonia del sacramento que durante un siglo ha sido amenaza militar y elemento disgregador del orden mercantil espaol. Por todo esto, la crisis del sistema colonial tendr en el Ro de la Plata un curso ms abrupto que en otras partes y son las innovaciones introducidas en el sistema mercantil para adaptar al virreinato a la coyuntura de guerra, las que anticipan esta crisis.

Esto necesariamente provocara tensiones entre los que se disponan a aprovechar las ventajas y los emisarios locales del orden imperial, temerosos de las consecuencias que les acarreara cualquier atenuacin de la hegemona metropolitana. La nocin de que Buenos Aires es el centro del mundo comercial, no pone en entredicho la supervivencia del vnculo poltico, aunque s va transformando la imagen que de l se tiene en el rea colonial. Este orden colonial, no era, luego de tres siglos de dominacin, una fuerza de ocupacin.

El poder poltico se presenta como instrumento de trasformacin de un orden econmico que no parece capaz de elaborar espontneamente fuerzas renovadoras de suficiente gravitacin. Ese instrumento es, no obstante, escasamente ineficaz y comienza a mostrar que la coyuntura lo debilita cada vez ms.

Si el enriquecimiento de mercaderes que trafican al margen de la ruta de Cdiz es un hecho polticamente importante, las consecuencias econmicas de esta novedad, sern efmeras y no habrn de durar ms de lo que dure el vnculo con Espaa. Para entonces, Vieytes y Belgrano ven avanzar con aprehensin la monoproduccin ganadera y proponen remedios polticos. Sin embargo ambos advierten que si el desplazamiento ganadero avanza, es porque est inscrito en las cosas mismas.

Flix de Azara por su parte, postula un porvenir ganadero con todas sus consecuencias: poblacin escasa, sobre todo en las reas rurales, inestabilidad familiar y social. Cuando aos de experiencia revelen la incapacidad creciente de la corona para cumplir su papel director, cuando el poder monrquico se desvanezca en la crisis de 1808, la adaptacin al nuevo clima poltico impondr un acercamiento creciente a las posiciones de un liberalismo econmico ortodoxo. Los instrumentos de cambio pasan a ser entonces, los que se insertan en las lneas de intereses de las fuerzas econmicamente dominantes. La adopcin de criterios para elegir dichos instrumentos, se vincula con el derrumbe de la autoridad monrquica.

Aun mejor que en cualquier texto de Belgrano, la huella de esa nueva situacin, se encontrar en la Representacin de los Hacendados de la Banda Oriental de 1809. Aqu la conversin al liberalismo econmico es total, donde la Corona no es sino un fantasma. El primer plano lo ocupan los comitentes de Mariano Moreno, hacendados seguros de su derecho, y aun ms seguros de su poder. Se cierra as un captulo de la historia econmica rioplatense y del pensamiento econmico. Es la confianza en la posibilidad de un dominio de las fuerzas econmicas con medios polticos, la que se debilita progresivamente. Frente a una menor autonoma en cuanto a decisiones en materia econmica de los gobiernos revolucionarios, no es de extraar que la actitud de nuestros economistas ilustrados haya sido hasta el final ambigua.

Se afianza efmeramente el avance de sectores mercantiles especulativos, favorecidos por el debilitamiento del lazo colonial debido a la coyuntura guerrera, pero de ningn modo destinados a beneficiarse por la ruina total de ese vnculo y su reemplazo por otro. Sera abusivo ver en Vieytes y sobre todo en Belgrano los voceros de esos mercaderes audaces. La coyuntura guerrera debilitaba el vnculo econmico, pero ese debilitamiento no incitaba necesariamente a una crisis ms radical de la relacin colonial.

Sin embargo, existe ya antes de su pblico estallido, una crisis ms secreta del orden colonial. Un aspecto de esa crisis larvada es el que registran nuestros manuales bajo el rubro de las nuevas influencias ideolgicas; a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, la curiosidad por las novedades poltico-ideolgicas se difunde por todos los rincones. Sanos permitido poner esto en duda. Antes de que los aportes ideolgicos ilustrados contribuyeran a socavar el sistema de ideas en que se apoyaba la monarqua absoluta, ste ya tena algo de incongruente que no haba restado nada al vigor de la institucin. Desde la Contrarreforma, las virtudes republicanas fueron largamente veneradas durante la monarqua absoluta. La creciente difusin de innovaciones ideolgicas, supuesto antecedente de la revolucin, adquiere relevancia prctica una vez desencadenada la revolucin.

En 1790 Espaa no ha hecho ms que comenzar a sufrir el impacto de la coyuntura revolucionaria; lo que sta le va a deparar es la alianza con Francia, ya republicana. El desprestigio en las reas coloniales, viene del hecho de ser Espaa es eslabn ms dbil de la alianza y que el vnculo con sus territorios se revelase particularmente vulnerable.

De dnde provena entonces la desafeccin? Habra que mencionar en primer lugar la crisis en el equilibrio de las castas, representada por las rebeliones peruanas. En el Litoral, esa desafeccin al rgimen colonial era sobre todo alimentada por los contactos con ultramar. El desarrollo de la economa local y la dislocacin de las rutas comerciales normales contribuan a intensificar la presencia de extranjeros en Buenos Aires. Con esto se vinculan las primeras organizaciones masnicas.

El poder colonial no tiene no obstante, en lo inmediato, nada que temer de ese sector, ocupado sobre todo en especulaciones que requieren el favor del poder poltico; pero apenas el orden colonial se debilite, ese sector podr acelerar su disolucin.b) Las invasiones inglesas abren la crisis institucional.Espaa y Francia haban perdido en Trafalgar hasta la esperanza de disputar el dominio ocenico a su gran enemiga. En Buenos Aires, la escasez de tropas regulares era mal compensada por las milicias locales. La ineficacia de stas no era mal vista por las autoridades. Por aadidura lo ms importante de esta esculida organizacin militar haba sido volcado hacia la frontera indgena. Todo eso, bien conocido en Madrid, lo era menos en el propio Ro de la Plata. La prdida de la ciudad el 27 de junio de 1806, se revela como un escndalo que espera ser explicado. La fragilidad del orden colonial se ve bruscamente revelada. Las corporaciones de la ciudad no tienen reparos en avanzar en la sumisin. [Desde que se invent la plvora se acabaron los machos y entonces...] El Cabildo civil, los altos funcionarios, las dignidades eclesisticas, se apresuran a jurar fidelidad a Inglaterra, aunque posteriormente su actitud no les ser reprochada.

Desde junio de 1806 las instituciones coloniales han adquirido un podero que ya no perdern en manos de la Corona. La conquista britnica ense adems, a magistrados y funcionarios, un nuevo tipo de relacin con la metrpoli en la que sta debe solicitar adhesin cuando antes ni siquiera era discutida.

Desde 1806 hasta 1810 la poltica seguida por la Audiencia de Buenos Aires se orientaba sobre todo a detener el deterioro del lazo imperial. En la administracin civil, es sobre todo el Cabildo, el que cree llegada la hora de una reivindicacin esperada. Mientras el esfuerzo de la administracin borbnica lo supedita progresivamente al control de los funcionarios de designacin regia, la prosperidad creciente transforma a la corporacin mendiga del siglo XVIII en un cuerpo capaz de apoyar en ciertos respaldos financieros sus nada modestas ambiciones polticas.

Es la iniciativa de Liniers, pasado a Montevideo primero en busca de tropas, la que doblega la resistencia britnica en Buenos Aires. Una vasta popularidad rodea desde ese momento a su persona. El Cabildo delegar en l el mando militar de la capital y encontrar en la preparacin de la Banda Oriental para enfrentar una nueva ofensiva britnica, una tarea alternativa para la cual no est particularmente bien preparado. Contar con el aval de la Audiencia a quien la delegacin parcial por parte del Virrey le parece preferible al derrocamiento. Los vencedores son los capitulares y Liniers que emprenden la empresa de preparar una nueva resistencia. Cuando esta empresa avance bajo la rivalidad entre capitulares y Liniers, se sealar el comienzo de una suerte de revolucin social, provocada por el vencedor de los ingleses, para mejor afirmar su poder personal.

Todo esto inicia un proceso ampliado de militarizacin, que implica un cambio muy serio en el equilibrio social de Buenos Aires. En primer lugar la creacin de mil doscientos nuevos puestos militares entre oficiales y clases, en una sociedad en que el comercio y la administracin pblica son la fuente por excelencia de las ocupaciones honorables, lo cual acrece el costo local de la administracin. Una redistribucin de recursos comenzaba as entre metrpoli y colonia, y dentro de la colonia misma, que ser acentuada luego por la revolucin.

El modo en que esos oficiales fueron designados -por eleccin de los propios milicianos- pareca ofrecer posibilidades para un rpido ascenso de figuras antes desconocidas. Sin embargo, se trat de limitar este riesgo. La eleccin por voto universal oculta mal la ampliacin por cooptacin de los sectores dominantes. La mayor parte de los elegidos son comerciantes, y en segundo trmino los que tienen ocupacin en niveles altos y medios d