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ese a su innegable im-portancia, la Bibliote-

ca Nacional del Perú (BNP)no tiene el monopolio de lacultura, que es un campovasto, casi inabarcable y nomonopolizable por institu-ción alguna. Ni siquiera mo-nopoliza todo lo que tieneque ver con la escritura. Dehecho, un sector importan-te de ésta se le escapa: losescritos oficiales y oficio-sos, cuya custodia está enmanos del Archivo de la Na-ción. Esto no impide, sinembargo, que desde la BNPreflexionemos sobre la cul-tura peruana y sus diversasmanifestaciones: las cien-cias, las artes, la literatura,la filosofía e, incluso, so-bre la misma cultura popu-lar. Por esa razón, hemosdecidido editar Libros y Ar-tes, una revista que invita atodos los intelectuales delpaís a reflexionar no sólosobre su propia prácticasino también sobre las di-versas manifestaciones de lacultura peruana en un con-texto de profundos cambiosglobales.

El tratamiento intelec-tual es, desde luego, abier-to en temas, disciplinas, en-foques y autores. Interesatanto la coyuntura intelec-tual como las reflexiones delargo aliento. La revista bus-ca estimular el diálogo en-tre las diversas generacio-nes de los intelectuales pe-ruanos, tender puentes en-tre las distintas corrientes depensamiento, de arte y desensibilidades, compartirpreocupaciones y esperan-zas sobre el Perú y AméricaLatina y sobre los difícilesy al mismo tiempo prome-tedores tiempos que nos hatocado vivir.

Por razones de oficio,en esta presentación voy areferirme en forma muy ge-neral sólo a la producción ydifusión de las ciencias so-ciales. Esta revista invita alos especialistas a hacer lopropio en lo que se refiere aotras disciplinas científicas,al arte, a la literatura, a lafilosofía y a las diversas ma-nifestaciones culturales.

LOS 70: AGOTAMIENTODEL POPULISMO

Independientemente desu calidad, la producción in-

telectual de las dos últimasdécadas del siglo XX hasido menor si se comparacada una de ellas con la del70. Esta, la del 70, fue unadécada de agitada eferves-cencia intelectual y de cul-minación de vastos cambiossociales que los partidospolíticos, los movimientossociales y los intelectualesvenían impulsando desdelos años 30. Ante la incapa-cidad reiterada de los par-tidos políticos populistas decancelar la dominaciónoligárquica y de concretarsus viejos sueños, lasFF.AA. asumieron el poderen 1968, acabaron con laoligarquía y el gamona-lismo, buscaron integrar alos grupos sociales exclui-dos y realizaron en formaautoritaria las propuestasnacional populares. De esemodo, el populismo quedóagotado en sus programas,

pero sobrevivió y sobreviveen la cultura política y en lospartidos. La producción in-telectual de los 70 estuvomarcada por los profundos,aunque tardíos, cambioseconómicos, sociales y po-líticos que el gobierno mi-litar impulsó, por los lími-tes y las posibilidades queellos ofrecían y por las ten-siones y contradiccionesque ellos suscitaron. La po-lítica, la economía, la socie-dad y los movimientos so-ciales constituyeron las pre-ocupaciones centrales delos intelectuales de esa dé-cada. Salvo el caso de losantropólogos, por obviasrazones, el estudio de la cul-tura casi estuvo ausente enlas otras disciplinas socia-les. Las orientaciones teó-ricas y metodológicas y elclima cultural en su conjun-to estuvieron marcados porla influencia creciente del

marxismo. Se prefirieron,por eso, los enfoques macroy estructurales a los análi-sis micro e individualistas.El horizonte ideológico ypolítico se movía hacia laizquierda y la revolución.

LOS 80: POPULISMO YNEOLIBERALISMO

Culminado y agotado elpopulismo en los años 70,el Perú entró rápidamenteen una década difícil en laque coexistieron dos situa-ciones contradictorias en uncontexto de agotamiento delpopulismo, especialmentede su modelo económico yde su sistema de partidos: laconsolidación democráticay la violencia política. Todoeso hizo del 80 una décadade transición compleja ytraumática. Ella fue una es-pecie de bisagra que cerra-ba la época populista,

instaurada en los años 30 yagotada en los 70, y abríauna nueva época neoliberalbajo la presión de los orga-nismos internacionales queexigían el pago de la deuday el cambio del modelo dedesarrollo. Ante la concien-cia de la gente y de los mis-mos intelectuales esa tran-sición no apareció, sin em-bargo, muy clara. Es ciertoque se percibía borrosamen-te el agotamiento de los ac-tores políticos y sociales, lasideas, las instituciones, elmodelo de desarrollo y uncierto tipo de moderniza-ción que tuvieron que vercon el horizonte populistainstaurado en los años 30,pero no se tenía plena con-ciencia de los alcances deese agotamiento. Sólo al fi-nal de la década, con la caí-da del muro de Berlín, al-gunos pudimos percibir, aúnsin claridad plena, que es-taba muriendo una épocahistórica y estaba naciendootra. Pero, para la mayoríade los intelectuales, el cam-bio era aún confuso y nebu-loso. A comienzos de los 90,cuando el Perú y el mundoya estaban en plena y evi-dente transformación, ungrupo de intelectuales dis-cutíamos acerca de la natu-raleza, la profundidad y laamplitud de los cambiosque se estaban produciendoen el Perú y en el mundo.Por esa razón quizás la ma-yor parte de la producciónintelectual de la década del80 tuvo, en gran medida, elmismo sentido de la del 70,aunque recogía las peculia-ridades de los fenómenosque le eran propios comolos análisis y debates de laviolencia política y de laconsolidación democráticaque, junto con el agotamien-to del populismo y la pre-sión internacional por ins-taurar un nuevo modelo dedesarrollo, caracterizaron ala década crítica y violentadel 80. Ello no obstante, al-gunos sectores sociales,como los jóvenes y algunosinvestigadores sociales, co-menzaron a cultivar y a ex-presar una cierta sensibili-dad con respecto a los temasculturales y al desarrollo dela subjetividad. Esas pre-ocupaciones se tradujeronen los curricula de estudiosde algunas universidades y

UN ESPACIO PARALA REFLEXIÓN

SOBRE LA CULTURA

LIBROS & ARTES

Sinesio López Jiménez

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en algunos temas de debatee investigación. Por esomismo, coexistieron en laproducción intelectual losenfoques macro y micro asícomo los enfoques estruc-turales y los de actoresinstitucionales e individua-listas.

La década del 80 se ca-racterizó también, como yaha sido señalado, por la re-aparición de otro fenómenoque incidió igualmente en laproducción intelectual: la de-mocracia. Luego de la tran-sición democrática (1977-1980), la del 80 fue tambiénla década de la consolidacióndemocrática en el Perú y enAmérica Latina. Eso trajoconsigo un cambio en la pro-blemática intelectual, comobien lo ha precisado NorbertLechner. De los trabajado-res se pasó a los ciudadanos;de las clases y los movimien-tos sociales, a la sociedadcivil; y de la revolución, a lademocracia. En el Perú, sinembargo, la coexistencia dela violencia política con losintentos de consolidacióndemocrática dio origen a doslecturas del país y a dosapuestas políticas en el cam-po de los intelectuales de iz-quierda: El paradigma de larevolución y el de la demo-cratización. Las publicacio-nes de esa década y algunasposteriores han dado cuentade esas opciones intelectua-les y políticas.

AUTORITARISMO EINDIVIDUALISMO

La del 90 ha sido unadécada de profundos y des-iguales cambios en las di-versas dimensiones de lavida social. Se instauró laeconomía de mercado, elEstado perdió centralidad,las clases sociales sufrieronun acelerado proceso deinformalización, la sociedadcivil se bifurcó en dos frac-ciones (la sociedad civil depobres y la mesocrática),los partidos políticos co-lapsaron, las institucionesfueron debilitadas, el auto-ritarismo y la corrupciónimperaron a sus anchas,pero la cultura política man-tuvo sus rasgos básicos: es-tatismo pragmático y patri-monial que entraba en ten-sión con una incipiente cul-tura cívica.

La producción intelec-tual y el mercado de lecto-res se redujeron en esta dé-cada. La orientación de losdiversos estudios y publica-ciones asumió un carácterliberal cuando no conserva-dor. Intelectuales liberales(viejos y nuevos) y conser-vadores emergieron en elescenario intelectual. Elmarxismo abandonó las au-las, el campo de la investi-gación y la política y la so-ciedad misma. Se profundi-zaron los estudios culturalescombinados con el psicoa-nálisis. Predominaron losenfoques micro sobre losmacro y los enfoquesinstitucionales e individua-listas sobre los enfoquesholísticos y estructurales.Esta fue la década de he-gemonía del individualismometodológico y del atomis-mo y de crisis y abandonodel holismo, del marxismo ydel mismo estructuralfuncionalismo. Se asumióque la complejidad social einstitucional puede reducir-se a las acciones simples

con sentido de los individuos.Se pasó del reduccionismoholístico, que negaba todacapacidad creativa y expli-cativa a los individuos en lasdécadas anteriores, al re-duccionismo individualista,que negaba toda capacidadcreativa y explicativa a losgrupos y a las colectivida-des sociales. En los mejo-res trabajos de la década, sinembargo, se pueden encon-trar análisis, que Olin Wrigtha llamado antirreduccio-nistas, que intentan combi-nar el enfoque macro con elmicro, la capacidad creativade colectividades sociales yde individuos. Esta ha sidojustamente la propuestametodológica de Jon Elster,pensador sueco-norteameri-cano que ha buscado com-binar el marxismo con el in-dividualismo metodológico.

Las publicaciones deesta década revelan tam-bién salidas de síntesis enla tensión histórica entre losenfoques basados en los sis-temas y las estructuras ylos basados en los actores.

Eso explica quizás el altonivel de aceptación que hantenido en las ciencias socia-les peruanas la teoría de laestructuración de Giddensy la acción comunicativade Habermas que combi-nan el mundo de los siste-mas y de las funciones conel mundo de la vida y de laacción.

El colapso de los parti-dos en esta década hizo po-sible la emergencia de losoutsiders, que terminarondominando la política ycontrolando el gobierno yel poder del Estado. Se im-puso el fujimorismo comoforma de representaciónpolítica y como régimenpolítico. Los tecnopolí-ticos, la cúpula militar conel apoyo de los empresa-rios y de los organismos in-ternacionales desplazaron,en consecuencia, a los in-telectuales vinculados a lapolítica y los mantuvieronen la hibernación durantela década del autoritaris-mo fujimorista.

REVISTA DE CULTURA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

Sinesio López JiménezDirector de la Biblioteca Nacional

Osmar GonzalesDirector Técnico

Luis Valera DíazEditor

DiseñoÍTACA

Todos los grabados de esta edición correspondena Grandville (Das Gesamte Werk, München).

DiagramaciónJosé Luis Portocarrero Blaha

SecretariaMaría Elena Chachi Gambini

CoordinaciónEnrique Arriola Requena

© Biblioteca Nacional del Perú Lima, 2002

Reservados todos los derechos.

Depósito Legal: 2002-2127

Los autores son los únicos responsables de los artículos publicadosy el contenido de éstos no refleja necesariamente el criterio de la revista.

Biblioteca Nacional del Perú - Av. Abancay cuadra 4, Lima 1. Teléfono: 428-7690.Fax: 427-7331 http: //www.binape.gob.pe Correo electrónico: [email protected]

RATONES DE BIBLIO-TECA Y ÁGUILAS

Siguiendo la conocidaclasificación de Isaiah Ber-lín sobre los intelectualesrusos, los intelectuales pe-ruanos de las décadas del 80y del 90, a diferencia de losdel 70, han sido más zorrosque erizos, vale decir, lesinteresó más el análisis quela síntesis, prefirieron losenfoques parciales a los to-tales, optaron por las durasincomodidades de las inves-tigaciones empíricas dejan-do de lado la comodidadensayística del escritorio yquisieron ser ratones de bi-blioteca más que águilas.Esta perspectiva analíticapresenta, sin embargo, unaseria limitación: ofrece unconjunto de miradas parcia-les y desarticuladas delPerú, impidiendo la formu-lación de una propuesta po-lítica integral. Pero ella pre-senta también algunas vir-tudes. En primer lugar, per-mite conocer aspectos de larealidad social con detalle yen profundidad. En segun-do lugar, elabora los ladri-llos necesarios para que losintelectuales erizos puedanconstruir con ellos un sóli-do edificio intelectual: unavisión coherente, integral yfundada del Perú.

El predominio de laperspectiva de análisis so-bre la de síntesis explica laausencia actual de visionesglobales del Perú como lasque formularon los intelec-tuales de las décadas del 60y del 70 y también los delos años 30. Esta ausenciaincide en la carencia de pro-yectos y alternativas políti-cas al neoliberalismo vigen-te. Las publicaciones de los80 y los 90 constituyen es-tudios especializados sobrediversos aspectos de la rea-lidad económica, social,política y cultural. Pero al-gunos autores que han rea-lizado ensayos parciales demucho éxito editorial lospresentan como estudiostotales. Se presentan comoáguilas cuando en realidadson ratones de biblioteca. Yalgunas de estas publicacio-nes exitosas ni siquiera tie-nen el status de una investi-gación científica, puesconstituyen manifiestos depoca calidad científica, perode mucho éxito político.

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os definimos por loque no somos, o no te-

nemos, o por lo que nos fal-tó para ser. El país de lasoportunidades perdidas, enla línea del ensayo del ma-yor Julio César Guerrero Laguerra de las oportunida-des perdidas, sobre la gue-rra con Chile, o La baladadel gol perdido –una me-táfora futbolística de nues-tra historia contemporánea–de Abelardo Sánchez León.Ni siquiera los apocalípticosson ya lo que eran. Quienesdenunciaban al Perú comoun burdel terminaron pi-diendo chamba en el esta-blecimiento, como ironizarael caricaturista AlfredoMarcos en el diario La Re-pública.

“¿En qué momento sejodió el Perú?”. La apesa-dumbrada pregunta delZavalita de Conversaciónen La Catedral de VargasLlosa ronda el imaginarionacional porque cristaliza

esa secreta convicción, tanperuana, de que efectiva-mente en un momento de-terminado el país se desvióde su trayectoria ideal. Lapromesa de la vida peruana(para retomar el título delcélebre ensayo de JorgeBasadre) quedó suspendidaen el aire. Una promesa in-cumplida –según un comen-tario que leí hace algún tiem-po– por ser la promesa deun peruano.

Sin embargo, hubo untiempo en que, a pesar deque no faltaban enormesproblemas, se creía que elpaís tenía un destino y erala misión de los peruanosrealizarlo. ¿En qué momen-to pensaron los peruanosque se había jodido el Perú?

En los años veinte secreyó que verdaderamenteera posible refundar el país.Los indigenistas, Mariáte-gui, Haya y una extraordi-naria generación de intelec-tuales concibieron un país

vuelto hacia sus raíces, re-conciliado consigo mismo.La oligarquía usó a los mili-tares para frustrar ese sue-ño, con el telón de fondo dela gran crisis capitalista delos años treinta. Ante la im-posibilidad de convencer, lafuerza pura y simple: el ter-cer militarismo. La fuerzaarmada como perro guar-dián de la oligarquía, comodiría décadas después elgeneral Juan VelascoAlvarado.

Jorge Basadre conden-só y prolongó lo mejor de lareflexión de esos años ge-nerosos. Su visión del Perúcomo un problema por re-solver y una posibilidadabierta al futuro contienedos ideas-fuerza que hanatravesado la reflexión so-cial del siglo XX. Por unaparte, que somos una socie-dad nacional que no ha com-pletado su proceso de cons-titución; Mariátegui afirma-ba que somos una nación en

formación y Luis AlbertoSánchez nos definía comoun país adolescente. Por laotra, que tenemos un desti-no por realizar: una prome-sa llamada Perú. La re-flexión de Basadre estabanutrida por el optimismo delprincipio-esperanza, deMarc Bloch, uno de los fun-dadores de la escuela de losAnnales. Esa es la tónica dela reflexión de quienes re-cusarán a la oligarquía alpromediar el siglo XX.

Al iniciarse la segundamitad del siglo el país en-frenta sus hipotecas históri-cas: es la época de la crisisdel gamonalismo y ellatifundismo, de las grandesmigraciones de la sierra a lacosta y del campo a la ciu-dad, de las tomas de tierras.“Tierra o muerte”. La indig-nación ante la prepotenciade la International Petrole-um Company, que alcanzóhasta a El Comercio, por en-tonces el vocero de la oli-garquía. Época de la funda-ción de los partidosreformistas, como AcciónPopular y la DemocraciaCristiana, y de intelectualestratando de imaginar unnuevo país, como aquellosnucleados en el Movimien-to Social Progresista. Épo-ca, en fin, de sacerdotescrecientemente desconten-tos con el papel de la Igle-sia como valedora de un or-den social injusto y de jó-venes militares que desde elCentro de Altos EstudiosMilitares concluyen que elpaís no puede seguir así,porque el Estado empíricoy el abismo económico sonla más segura garantía deque la tragedia vivida du-rante la Guerra del Pacíficose repetirá. Las bases de laTeología de la Liberación yde la revolución militar es-tán sembradas.

La revolución cubana yla desilusión de los jóvenesidealistas que creyeron queel Apra salvaría al Perú–como lo había prometidoantes de aliarse con los ba-rones del azúcar y el algo-dón y con Odría, el generalmasacrador de apristas–abrieron las compuertas a laviolencia: la fugaz guerrilladel alférez Vallejos en 1963y las más consistentes delMovimiento de IzquierdaRevolucionaria (MIR) y del

Ejército de Liberación Na-cional (ELN) en 1965. Jó-venes idealistas citadinos,sin raíces entre los campe-sinos indígenas que habla-ban en quechua y que res-pondían a sus proclamas:“sí tayta” (“sí papá”, o, máspropiamente, “sí patrón”),como lo recordaría añosdespués Héctor Béjar en sulúcido testimonio, fueron alsacrificio. Fueron derrota-dos militarmente pero triun-faron sobre las concienciasde quienes los reprimieron.Verdaderamente el país nopodía seguir como estaba.La frustración del reformis-mo civil abrió el camino alos militares reformistas.

Reforma Agraria, “Cam-pesino, el patrón no comerámás de tu pobreza”, anti-imperialismo, expropiaciónde la IPC, soberanía, desa-rrollo y doctrina de la segu-ridad nacional, ni capitalis-mo ni comunismo, socialis-mo y participación (encua-drada). Nada fuera de losparámetros de la revoluciónperuana (“¡Apra, ultra yCía, la misma porquería!”).La revolución abortada: esmás difícil cambiar el paísque levantar expectativas,que el fracaso del proyectofrustrará. Quienes por unmomento vislumbraron laposibilidad de una sociedadinclusiva y del anhelado as-censo social descubren quetienen que retornar al viejoorden. El camino de la vio-lencia está nuevamente abo-nado. Basadre no llegará aver sus amargos frutos.

Varias cosas cambiaronluego de la muerte del granhistoriador de la República.Él apenas llegó a ver el ini-cio de la gran crisis de finesdel siglo XX. Nuevo retor-no de los civiles al poder:la democracia como circo.Ciudad Constitución, lanueva capital de la Repúbli-ca. Los nativos que protes-tan por la construcción dela alucinada urbe en la jun-gla no pueden oponerse a laindetenible marcha de laAmazonía hacia el progre-so; bala con ellos (¿suenaconocido?). Al final, algomás modesto: las callesasfaltadas del pueblo fantas-ma convertidas en aeró-dromos para las avionetasde los narcos; la coexisten-cia de los funcionarios es-

Perú: problema y posibilidad

EL PAÍS DE LASOPORTUNIDADESPERDIDAS

Nelson Manrique

Existe una visión de sentido común, firmemente arraigada en laconciencia de los peruanos, según la cual nuestra historia ha sido,es, y será, siempre defectiva.

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tatales, civiles y militares,con el nuevo poder econó-mico (los capos de la dro-ga). Una vieja historia: gua-no, caucho, coca. El Perú esun mendigo sentado sobreun banco de pasta básica decocaína. La época reclamasu hombre. Bienvenido,Vladimiro.

Por fin llega al poder elpartido más importante dela historia peruana. Fin deun trauma histórico. Solo elApra salvará al Perú. El fu-turo diferente. Dos millonespor ciento de inflación encinco años. Adiós Sol deOro, bienvenido Inti. AdiósInti, bienvenido Nuevo Sol.Depreciación de la monedanacional: mil millones deveces (1,000’000,000) entre1986 y 1991. Fin de fiestadel alegre carnaval populis-ta: la gasolina a 9 centavosel galón; un mes de electri-cidad por 50 centavos desol, dólar MUC para recom-pensar a los amigos, pape-les de la deuda, tren eléctri-co, reservas nacionales en elBCCI... Pero sigo siendo elRey.

Por detrás, exultante, elPresidente Gonzalo. El po-drido estado de vieja demo-cracia se derrumba. A des-plegar la guerra de cienaños. La guerra popular quedebe llevar al mar de lasmasas en armas al poder,derrocando al capitalismo anivel mundial. Ayacucho, elnuevo faro de la revoluciónmundial. El individuo no esnada. Las masas lo son todo.Los revolucionarios estándispuestos a atravesar el ríode sangre que lleva a la So-ciedad de la Gran Armonía.A ajusticiar a los perrosrevisionistas. Huaychao,Accosmarca, Uchuraccay,Umaru, Bellavista, los pe-nales; la geografía de la in-famia. (Barrios Altos, LaCantuta, la embajada delJapón; Fujimori tambiénreclama sus créditos). Lademocracia es autoridad,¿no lo sabían?

Derrotar la hiperinfla-ción y el terrorismo (graciaspor el presente, Alan). Res-tituir la estabilidad políticay económica (y acabar condemocracia y honradez). Elfin de la mazamorra negrade los partidos tradiciona-les; el advenimiento de lasMarthas. La era del expedi-

tivo grupo Colina. El precioa pagar es aceptable, por-que lo pagan otros (los desiempre). Todo se compray se vende. El reino de ElChino y La Chuchi. Ladécada infame.

¿Es viable el Perú? Pri-mero fueron los jóvenes.Crecen las movilizaciones.En la resistencia volvemosa encontrar una antiguafuerza. El Perú no tiene porqué ser el burdel en que loquieren convertir. Evitar latentación de la violencia. Elpoder de un pueblo en mo-vimiento. Vladivideos y fin

de fiesta. A reconstruir elpaís. La reserva de coraje,fuerza y dignidad está allí,lo estuvo siempre. Aunquelo niegue la historia oficial.

EL CAMBIO DE ÉPOCA

La globalización, el co-lapso de la Unión Soviéti-ca, el fin de la Guerra Fría,la crisis del marxismo y eltriunfo del neoliberalismocomo nuevo sentido común.La revolución científicotecnológica en curso –lade las redes y compu-tadoras, las tecnologíasbiomoleculares y la aplica-ción extensiva de los des-cubrimientos de la físicacuántica– viene transfor-mando radicalmente la eco-nomía mundial, agravandolos problemas de inserciónde los países primariosexportadores en el nuevoorden internacional. El cho-lo barato como ventajacompetitiva no va más.

Para complicar las co-

sas, afirmar hoy que hayuna promesa por realizarchoca con el sentido comúnimperante. El pensamientoposmoderno se proclamaprofundamente hostil fren-te a las teleologías. Una pro-mesa por realizar generadesconfianza: diríase quecontiene un final predeter-minado, lo cual evoca lossospechosísimos relatos, delos cuales debe huirse comode la peste. Todos los rela-tos son sospechosos, salvo,claro está, los propios relatosposmodernos, que –comotoda ideología proclama so-

bre sí misma– no son ideo-logías sino la pura y simpleexposición de los hechos; laverdad encarnada. Pero si-gue en pie la pregunta: adónde va el país. ¿Hay unapromesa en la vida perua-na?

En la fundación de laRepública se quería cons-tituir una nación firme y fe-liz por la unión, y se pre-tendía conseguir tales do-nes para los peruanos, o,más propiamente, paraquienes eran reputados portales. Por sucesivos recor-tes éstos eran cada vez me-nos. Los esclavos, a quie-nes se prometió la libertadpara sus vástagos, fueronpuestos bajo tutela por 20años, primero, y por 50,después (es decir, toda unavida). A los indios, a quie-nes San Martín decidió queen adelante se les debía lla-mar únicamente “perua-nos”, volvió a cargárselescon el tributo y los trabajosforzados coloniales, con

apenas un ligero cambio denombres. Los peruanos ter-minaron siendo menos deuna décima parte de la po-blación, mientras que lagran mayoría fue excluídadel proyecto nacional. Lacuadratura del círculo, unaRepública sin ciudadanos.El resto es historia: laagotadora gesta de mante-ner privilegios coloniales yal mismo tiempo tratar deser modernos, según la pau-ta de Madrid, primero, Pa-rís, después, y, más recien-temente, Miami. Todo re-vestido por un majestuoso

edificio de leyes y debatesdoctrinarios sin mayor sig-nificación, porque hablan deuna sociedad ideal que noes el Perú.

DE NUEVO ALPRINCIPIO

¿Podemos ensayar algonuevo? Una primera ideasería que no hay más cami-no si lo que se propone esmás de lo mismo. El autori-tarismo, dominante a lo lar-go de nuestra historia repu-blicana, ha fracasado una yotra vez. La catástrofe quenos dejaron de regaloFujimori y Montesinos no esmás que un capítulo, pormás que sintamos la tenta-ción de verla como toda lahistoria.

En segundo lugar, sólopodremos ser libres y feli-ces por la unión si somos ca-paces de construir una so-ciedad incluyente. Durantelos últimos 50 años se haavanzado más en esa direc-

“La promesa de la vida peruana quedó suspendida en el aire.Una promesa incumplida –según un comentario que leí hace

algún tiempo– por ser la promesa de un peruano”.

ción que en toda la historiarepublicana anterior. Perono bastan los cambios obje-tivos. Mientras no cambienlas mentalidades, la amena-za de las fracturas, las bru-tales guerras de peruanoscontra peruanos, seguirápresente. Las múltiplesformas de discriminación–étnicas, de género, racia-les, regionales–, cuyos có-digos aprendemos concien-zudamente desde la niñez, sereproducen en las subjetivi-dades. Es allí donde debenoperarse los mayores cam-bios. Y esa es una lucha dia-ria que se debe operar, enprimer lugar, en nosotrosmismos.

En tercer lugar, debebuscarse una salida a la cri-sis económica. Tres décadasde crisis, cuyo término noparece cercano, son deses-tabilizantes para cualquierproyecto. Todos los avancesen afirmar la democracia yla institucionalización esta-rán condenados al fracaso sino se cuenta con un míni-mo nivel de estabilidad eco-nómica. El hambre es el me-jor propagandista del auto-ritarismo. La transiciónplanetaria en curso, de lasociedad industrial de ma-sas a la sociedad de la in-formación, plantea proble-mas, pero abre también po-sibilidades. La heterogenei-dad cultural, tan problemá-tica para la masificación,brinda una reserva de crea-tividad, de capacidad de asi-milar y desarrollar innova-ciones, que bien cultivadapuede constituirse en nues-tra principal ventaja compa-rativa. La vocación prima-rio exportadora no es másla promesa de la vida perua-na. El Perú es un mendigoque tiene que aprender adesarrollar capacidades.

Hemos demostrado quetenemos la capacidad de re-belarnos frente a la iniqui-dad. Se trata ahora de apren-der a construir democracia.Vivir, según la precisa fór-mula de uno de los colecti-vos creados en la lucha con-tra la dictadura, una ciuda-danía activa. Las promesasalimentan ilusiones. Perolas verdaderamente bellasson aquellas que nos impul-san a comprometernos y aactuar.

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de la frase reside posible-mente en la fina distanciaque toma respecto de otrasigualmente emblemáticas,agudas y populares, utiliza-das para referirse de mane-ra sarcástica al incoherentey “radicalmente heterogé-neo” conglomerado de for-mas de vida que muestra lasociedad peruana. Por

ejemplo, aquellas adscritasa una tradición crítica nihi-lista o políticamente radical,tales como “El Perú es unburdel” (Macera), o “en elPerú es increíble lo que nosucede” (Casós), o “¿en quémomento se jodió el Perú?”(Zavalita en Conversaciónen La Catedral de VargasLlosa), o aquella frase anó-

nima citada por el propioBasadre que dice “El Perúes un país imposible”.

Pero la frase deBasadre parece también to-mar distancia del otro extre-mo existente en nuestra tra-dición narrativa sobre elPerú, el de aquella narrativacomplaciente, con “la mira-da nostálgica hacia atrás”,que busca la “coherencia”del Perú a partir de la “su-per-estimación” unilateral dealgún componente geográfi-co, racial o histórico de la so-ciedad peruana. Tal es elcaso de las narrativas ads-critas a las tradiciones queBasadre llamó “incaistas”,“colonialistas” o“proceristas”, las cualescomparten “en el fondo, idén-tico espíritu estático, nostál-gico, retrógrado”; un fondocomún de “provincia-nismo”que no es sino el mismo errorinverso del “cosmopolitismosin matices”.

SÍNTESIS

El afán de Basadre porencontrar una lectura másintegral y coherente delPerú como una “síntesis vi-viente” (Belaunde) se pue-de decir que es, lato sensu,un rasgo característico dela llamada “generación delcentenario”. Esta genera-ción realizó un gran esfuer-zo intelectual durante laprimera mitad del siglo XXpor superar la amarga dis-puta en la que se encontra-ba entrampada la compren-sión de nuestra identidadnacional, luego de un siglode vida republicana queculminó en el desastre dela guerra del Pacífico a fi-nes del siglo XIX.

Para decirlo en pocaspalabras: la “generación delnovecientos”, en sus diver-sas vertientes —GonzálezPrada, Barreda y Laos, Ja-vier Prado, Manuel VicenteVillarán y García Calde-rón—, sembró una sensibi-lidad irritante en el “sentidocomún” de la elite intelec-tual y política peruana deinicios del siglo XX. Paraellos, la desintegración y laheterogeneidad eran la cau-sa fundamental del fracasode todos los proyectos portransformar al Perú en unarepública moderna desde suindependencia.

La llamada generacióndel centenario —desdeBelaunde hasta Mariáte-gui— si bien compartió eldiagnóstico novecentista ycombatió la “repúblicaaristocrática”, no participóde su “método de lectura”crítico sobre el país. Comoinsistirá una y otra vezBasadre, las radicales nega-ciones nihilistas o lossobredimensionamientosunilaterales con que confun-dían segmentos parciales delPerú con el todo, conducíana nuevas exclusiones auto-ritarias que terminaban porreforzar —o apenas remo-zar— el viejo régimen here-dado de la época colonialcompuesto de castas, jerar-quías inamovibles y exclu-siones desintegradoras queimposibilitaban todo progre-so material y la unificaciónespiritual de la nación en unsentido moderno.

COMPLEJIDAD

Basadre intentó uno delos más extensos y eruditosesfuerzos por lograr unasíntesis holística en la com-prensión del Perú, apoyadoen una permanente re-flexión epistemológica so-bre los procedimientoshistoriográficos utilizadosen su investigación —sen-tido en el que continúa ydesborda el trabajo iniciadopor Riva Agüero en La his-toria en el Perú— y en unaabrumadora informaciónempírica que le servía parafrenar los desvaríos unilate-rales de toda interpretaciónpuramente especulativa yapresurada.

Su obra se orienta adevelar la inmensa comple-jidad o heterogeneidad de loreal, inaccesible a los este-reotipos con los que se in-tentaba hasta entonces sim-plificar la caracterización delos sujetos, las instituciones,las categorías conceptualesy los sentidos comunes dela vida peruana, cuya escan-dalosa incoherencia gobier-na este incomprensible y

Perú: problema y posibilidad

BASADRE SETENTAAÑOS DESPUÉSJosé Carlos Ballón

ara decirlo en palabrasdel propio Basadre:

“La síntesis social perua-na… no se ha realizadoaún… y el Perú sigue sien-do una serie de comparti-mentos estancos, de estra-tos superpuestos o coinci-dentes, con solución de con-tinuidad”.

El atractivo simbólico

Setenta y un años después de que Jorge Basadre escribiera Perú:problema y posibilidad, el título no sólo nos remite a uno de lospocos libros paradigmáticos escritos en el siglo XX sobre laevolución histórica del Perú como un todo* , sino que además por símismo ha pasado a constituir una frase autónoma y emblemáticapara cualquier esfuerzo intelectual por iniciar una nueva lecturacrítica de las inmensas inconsistencias que caracterizan a nuestracomunidad nacional.

* Basadre, Jorge; Perú: proble-ma y posibilidad. (Ensayo de unasíntesis de la evolución histórica delPerú, con algunas reconsidera-ciones, cuarentisiete años después).Lima, Fundación Manuel J. Bus-tamante De La Fuente, 1994, Cuar-ta Edición, 386 pp.

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frustrante conglomerado deformas de vida. En ello con-sistirá el plantearse el Perúcomo “problema”.

Los infinitos detalles y“matices” de este irritanteconglomerado incoherenteque es el Perú, son recorri-dos, tratando de abarcar to-dos los puntos de vista.Basadre no se limita a lomeramente dado –comoaconsejaba el positivismo–,es decir, no ve sólo el “pa-sado” sino también “el por-venir”; y “no sólo lo quehemos sido, sino lo que nohemos sido”. Con tal proce-dimiento comparativo yucrónico-especulat ivo–pensaba Basadre– podría-mos evitar ser dominadospor las retóricas falsamente“modernizadoras” de unpolítico radical como Gon-zález Prada o falsamente“cosmopolitas” de un políti-co conservador como Gar-cía Calderón.

Basadre se refería al ori-gen paradójicamente aristo-crático y no modernista dela tradición crítica nihilistadel radicalismo político pe-ruano: “La primera literatu-ra de la desilusión sobre lascosas peruanas la hicieronhombres reaccionarios. Quelas cosas marchan muy malen el Perú, que todo está co-rrompido, que lo que no darisa da asco, dicen el maris-cal Riva-Agüero (…) en1857, José María de Pando(…) en 1835, el generalManuel I. de Vivanco (…)después de 1851, FelipePardo y Aliaga en múltiplescomposiciones poéticas(…), Bartolomé Herrera ensus prédicas de tribuno ymaestro (…). Estas quejasy denuncias se refirieronsobre todo a la realidad po-lítica, ya que todos los re-presentantes, directos o in-directos, de las tendenciasregresivas de la aristocraciacolonial cayeron en el fra-caso, ante el predominio, node los liberales sino del mi-litarismo, de la politiqueríay del desorden… no es ar-bitrario establecer algunavinculación entre la obra decondena y de protesta de losúltimos supérstites o defen-sores de las llamadas clasessuperiores, con la obra decondena y de protesta dedon Manuel GonzálezPrada (…) Hay en él algo

de la antigua nobleza, sobretodo la de origen provincia-no, que, descontenta con lanueva oligarquía, busca elapoyo popular”.

No muy distinto fuepara Basadre el caso deFrancisco García Calderón,quien al mismo tiempo quemostraba una impecable re-tórica liberal y democráticamoderno-europea, propug-naba -sin hacerse mayoresproblemas de consistenciaintelectual- formar “una oli-garquía ilustrada y benéfi-ca para el Perú”. Basadredesentrañó con gran agude-za la contradictoria estruc-tura discursiva que subyacíaa su lectura “modernista”del Perú: “Algún día podráestudiarse las característicasde esta mentalidad sudame-ricana… Algunas facetas tí-picas de aquella se mues-tran, a veces, en García Cal-derón: la agilidad mental, larapidez en la asimilación, laamplitud cosmopolita en lacuriosidad, el gusto por lasideas nuevas. Es difícil serun sudamericano porque nohay, hasta hoy, código, gra-mática, decálogo, paraorientarlo como tal (...).Cualquier corriente culturalque tenga vigencia puedeser sentida por nosotros (...)sabemos absorber con faci-lidad ideas ajenas, nos ins-piramos en las fuentes másvariadas, improvisamosadmirablemente y a todoeso solemos darle un aire deelegancia y, en cierto senti-do, hasta de originalidad porla mezcla de elementos tancontradictorios...”1.

Basadre cuestionó tam-bién la supuesta “moderni-dad” que se pretendió atri-buir a la narrativa indige-

nista o “incaista”, tras en-volverla con una retóricasocialista moderna que, ensu opinión, se basaba en una“comparación engañosa”completamente unilateral yarbitraria.

INDIGENISMO

Basadre desentrañó lasunilateralidades y las con-tradicciones históricas ytextuales insalvables de di-cho discurso metafórico:“La realidad peruana pre-hispánica esencialmente ru-ral y las doctrinas socialis-tas nacidas del industrialis-mo, están separadas por po-derosos factores de ordentécnico y de civilización; elIncario era un gobierno dedominadores y el socialis-mo en sus más extremas for-mas quiere crear un gobier-no de productores; el régi-men incaico estaba basadoen una diferenciación rígi-da y por ello en una des-igualdad efectiva (…) resul-tando el trabajo y el bienes-tar del pueblo producto deconveniencias administrati-vas y políticas y no de unanorma genérica de justiciacomo quiere el socialismo;la casta de los incas, de losorejones, de los curacas, delos sacerdotes, formabanuna gran cantidad de zán-ganos incompatibles con losideales del socialismo; laabsorción absoluta del indi-viduo llegaba hasta privarlode su libertad para escogersu trabajo, libertad que escapital dentro del socialis-mo, cuyo afán es la igual-dad en la iniciación (…) elsocialismo es un productoesencialmente científico ytécnico, la mentalidad indí-

gena estaba muy alejada dela mentalidad moderna”.2

En efecto, a primeravista el discurso indigenistade los años veinte aparecíacomo una reivindicaciónigualitarista moderna de tiposocialista contra la discrimi-nación étnica o racial. Noobstante, un estudio más de-tenido de la estructura eintencionalidad pragmáticade dicho discurso mostrabaun procedimiento anacróni-co similar al de los Comen-tarios reales de Garcilaso,quien describió al imperioincaico prácticamente comoun régimen análogo a lasmonarquías absolutistasilustradas europeas del sigloXVII. No muy distinto fueel caso de Guamán Poma deAyala, en su Nueva coró-nica y buen gobierno, quienreclamó al poder colonial larestitución de las jerarquíasperdidas por la casta aristo-crática indígena frente a laemergente presencia de los“mestizos” y “caciques im-provisados”.

MILITARISMO

De igual factura fueronpara Basadre las disputaspor el poder político duran-te el primer militarismo(1827-1841). La guerra ci-vil entre Santa Cruz yGamarra tenía poco que vercon la constitución de unrégimen republicano mo-derno y, menos aún, con launificación de una naciona-lidad andina en la llamadaConfederación Perú-Boli-viana. Un estudio más de-tenido y minucioso mostra-ba la presencia de viejas dis-putas hegemónicas entrepoderes étnicos locales, en-

tre dos “viejos camaradasde colegio”, verdaderos ca-ciques provincianos; “Riva-lidad del aimara frente alquechua, del paceño y elcuzqueño (…). Rivalidad dedos ambiciosos, análoga-mente expertos en la intri-ga, en el disimulo y la vio-lencia. Más grande, másclarividente, mejor adminis-trador, Santa Cruz. Más po-lítico, más astuto, más mi-litar Gamarra”.

No muy distinta fue lalectura que Basadre realizódel principal caudillo “libe-ral” del “segundo militaris-mo”, don Ramón Castilla,cuyo desenvolvimiento po-lítico resultaba inexplicable–por incoherente– a partirde dichos patrones ideológi-cos discursivos: “… porejemplo, la libertad de los es-clavos y la supresión del tri-buto de los indios las enca-ró como simples situacio-nes, pues dejó de realizartanto la emancipación de losesclavos como la abolicióndel tributo en todo el perio-do de seis años que gober-nó entre 1845 y 1851 y pro-clamó ambos principioscuando lo creyó convenien-te; y más tarde quiso resta-blecer el tributo”. Basadreconcluye citando al escritorchileno contemporáneoLastarria: “En el Perú y enBolivia no ha habido parti-do liberal ni conservador, noha habido retrógrados ni re-accionarios, demócratas nimonarquistas, unitarios nifederales, sino por acciden-te”.

LIBERALISMO

Así, por ejemplo, másque por expandir los dere-chos ciudadanos y consoli-dar una sociedad civil, elCongreso Constituyente de1822 —dominado por losliberales— se preocupófundamentalmente por deli-mitar “… la iniciativa delEjecutivo en lo que respec-ta a las leyes, su falta depoder para nombramientos,la elección del Presidente

1. Basadre, Jorge; Historia de laRepública del Perú 1822-1933,Lima, Editorial Universitaria,1970 (sexta edición corregida y au-mentada), tomo XVI, pp. 16-17.2. Basadre, Jorge; La multitud, la ciu-dad y el campo en la Historia delPerú. Lima, UNMSM, 1929, p. 21.

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por el Congreso, la autono-mía de las autoridades y cor-poraciones locales, el sufra-gio… indirecto… la intole-rancia religiosa… y según laflamante Constitución queaprobó esta asamblea (‘libe-ral’), el que no fuera religio-so debía perder la calidad deperuano”. De ahí queBasadre no deje de aconse-jar que: “No nos hagamosmuchas ilusiones (…) sobreel doctrinarismo de aquellaépoca”.

Ante la ausencia de unafuerte sociedad civil hege-mónicamente compuestapor productores individua-les independientes, la “de-mocracia” no es la apertu-ra de un espacio públicopara garantizar los dere-chos de los individuos, sinola impunidad de los gruposde poder local a la caza delas arcas fiscales, las inter-minables disputas entre losnuevos caciques locales ylos antiguos, la anarquíageneralizada, que recurren-temente origina en el Perúla conclusión de que sóloun Estado central autorita-rio puede traer la moderni-dad.

Es curioso, peroBasadre se acercó con estaconsideración a la radicalcaracterización gonzalez-pradista de la lucha política

peruana, cuando a inicios delsiglo XX afirmaba que:“Casi toda revolución en elPerú ha sido una guerra ci-vil entre dos reacciones…”.

Es posiblemente ésta larazón de su evaluación fi-nal del liberalismo peruano:“Las innovaciones que losliberales quisieron implan-tar en el Perú se relaciona-ron con el Estado y no conla Nación, salvo el aisladocaso del tributo, la esclavi-tud y algún otro. El Estadopudo variar más o menos lasconstituciones, las leyes ylos proyectos de ellas; perola nación siguió igual (…)hubo la misma arbitrariedaden el poder ejecutivo. Conuna u otra orientación, en elparlamento hubo la mismacorrupción e inmoralidad yla misma falta de genui-nidad en las elecciones y enlos diputados”.

PLEBEYIZACIÓN

La misma complejidady heterogeneidad se mues-tra en el caso del autorita-rismo. Una lectura socioló-gica coherentista ha lleva-do a interpretarlo como unfenómeno representativo delos estratos sociales altosque conformaban la oligar-quía peruana, particular-mente limeña.

Pero Basadre desmitifi-có también esta simplifica-ción simbólica: “Desde elprincipio, el militarismo, apesar de haber albergado ensu seno a representantes delas clases altas –en mayorproporción de lo que ocu-rre en la época actual– cum-plió aquí una misión demo-crática al encumbrar a in-dios y mestizos, dándoles laúnica válvula de ascensiónsocial que podía existir enaquella sociedad”. Esta fun-ción se hace particularmen-te evidente cuando a partirde 1842 “empieza la loteríadel guano”. La riqueza co-mienza a ser administradadirectamente por el poderpolítico y con éste el acce-so directo a la riqueza, el as-censo social y la adquisi-ción de privilegios cliente-lísticos a partir del Estadoy no de la actividad produc-tiva en la sociedad civil.

No obstante, el fenóme-no político de la plebeyi-zación del Estado no pare-ce respaldar la hipótesis delinicio de un proceso demo-cratizador (en el sentidomoderno del término) de lasociedad peruana. De he-cho, el propio Basadre larectificará cuarenta y sieteaños después, en sus“Reconsideraciones”, a pro-pósito de los debates sobre

el llamado “modo de pro-ducción asiático”.

En su ensayo de 1931,Basadre reparó en que “laprosperidad fiscal aparentemarcada por el guano” sólo“favoreció a la empleoma-nía”, para luego añadir otraaguda observación: “El ca-pitalismo hizo su aparicióntardíamente (…) con (…)empresas públicas más quecon las empresas privadas(…) hizo su aparición conlos empréstitos (…) fue fu-nesto en esta forma finan-ciera por (…) las especula-ciones a que dio lugar”.

¿DEMOCRATIZACIÓN?

Es por ello que el acce-so directo de capas plebe-yas al poder político no ori-ginó una democratizacióncapitalista en el sentido deuna desoligarquización dela riqueza; sólo cambió o sesustituyó una oligarquía porotra. En este sentido, la ca-racterización de la luchapolítica peruana por Gonzá-lez Prada se acercó más alos hechos.

Los cambios en la com-posición individual o grupaldel Estado —al igual quelos recurrentes cambiosconstitucionales— no trans-formaron el sentido comúnde nuestra población haciauna “ética de la responsabi-lidad individual” como laque moviliza a la sociedadcivil moderna, es decir, laadquisición de riqueza ex-clusivamente por el trabajoindividual. La vinculaciónorgánica al poder políticopor relaciones de parentes-co o clientelaje siguió sien-do, desde los “enriquecidosdel guano” hasta nuestrosdías, la fuente fundamentaldel enriquecimiento mate-rial y espiritual.

No es —como ocurre enlos países capitalistas mo-dernos— la fortuna obteni-da mediante el trabajo pri-vado la que da acceso alpoder público, sino a la in-versa: el poder público, elorigen de toda fortuna pri-vada. Los llamados “vladi-videos”, que tanto han es-candalizado en estos últi-mos tiempos a toda suertede institutrices morales, sonapenas una visualizaciónanecdótica reciente de esteproblema profundo y anti-

guo del Estado en el Perú,por lo menos desde los le-janos “enriquecidos delguano”.

Más aún, en el Perú, laplebeyización del Estadoacentuó hasta la locura lapopularidad del mito de lacreación de una nación mo-derna a partir de éste, lo queha terminado por devaluarcompletamente todo escrú-pulo ético respecto del ca-rácter de “servicio” que tie-ne la función pública. Nin-gún político ni funcionariopúblico piensa que su labores un “servicio público”sino, más bien, que es unejercicio de “autoridad”para vigilar y castigar aladversario y de impunidadpara disponer de un botínque hay que repartir entresus seguidores partidarios ofamiliares.

Esto, a su vez, genera enlas capas populares una lec-tura oportunista de sus “de-rechos”, pues los ven des-gajados de todo “deber”. Enotras palabras, los entiendencomo “privilegios cliente-lísticos”, “favores” o “rega-los” que otorga la cercaníaal poder que no conllevanninguna obligación repro-ductiva de la contraparte,como la tradicional pleberomana.

ESTADO

Cuando escasean losfondos públicos por el roboy el gasto improductivo (po-pulista o decoratista, depen-diendo de si la clientela gu-bernamental es plebeya oaristocrática), los políticosapelan de manera recurren-te a gravar con nuevos im-puestos a los que producencon su trabajo o a incremen-tar indefinidamente la deu-da pública, cuyo facturacaerá sobre los productoresde riqueza en una inconte-nible espiral que parecierabuscar la desmoralizaciónexpresa de todos aquellosempeñados en aumentar lariqueza social.

Esto va acompañado deuna perversa campaña po-pulista de idealizaciónevangélica de “los pobres”para poder castigar a todotrabajador que ha alcanza-do el éxito gracias a su efi-ciencia. Así, se desprestigiala ética social productiva y

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meritocrática mientras para-lelamente se promueve unaética del privilegio, en uncírculo infernal que sólo re-crea la pobreza y el atraso.

De esta manera, los po-líticos refuerzan ante el pue-blo una imagen paternalistay sagrada del Estado –con-traria a todo proceso moder-no de desacralización delpoder político– como si fue-ra el divino creador y no elprofano dilapidador de lariqueza social. Es imposibleque en tal contexto funcio-ne la ley del valor, recono-cida desde Adam Smith has-ta Carlos Marx, cuya formu-lación popular reza: “a cadaquién según su trabajo”.Aquí funciona exactamen-te la ley inversa, expresadaen aquel viejo proverbiopopular que dice: “el vivovive del zonzo y el zonzode su trabajo”. He ahí lafuente última de toda co-rrupción aristocrática o ple-beya.

Tal fue quizá el motivoque llevó a Basadre a subti-tular los acápites finales delcapítulo VI con las siguien-tes palabras extraídas deldiscurso de Piérola del 19de junio de 1904: “Institu-ciones, hombres y cosas:todo ha sido falsificado, noson verdad aquí”; y luegodel 14 de julio de 1912: “Se-

guimos al abismo con ce-guedad inconcebible”.

¿MODERNIZACIÓN?

El proceso de plebeyi-zación del poder culminócon el ascenso de Leguía,cuando se desmoronó el ré-gimen civilista que denomi-nara “república aristocráti-ca” y –parafraseando al pro-pio Basadre– “el mayordo-mo se quedó con la casa”.

“Sin trabas éticas ni decasta, una vez satisfecha suambición, aceptaba a quienhabiendo sido su enemigode ayer, quisiera acomodar-se bajo su égida”. “De ahíresultó el dominio de los ca-ciques provinciales en elparlamento y un descensoen su nivel espiritual… in-tervenir en la vida adminis-trativa no para fiscalizarlasino para obtener nombra-mientos y prebendas… to-dos los males se acentuaroncon el gobierno de Leguía”.Pero fue sobre todo la ilu-sión de un desarrollo capi-talista moderno a partir delEstado, sin productores in-dividuales libres y sin socie-dad civil, regida por una éti-ca productivista, el más per-nicioso legado con que di-cho gobierno inauguró demanera paradigmática elPerú “moderno” del siglo

XX, el cual finalizará paté-ticamente con un régimenanálogo al leguiísta: el deAlberto Fujimori.

Tal como describeBasadre: “La penetracióncapitalista realizada engrande escala durante elgobierno de Leguía no tuvoprimordialmente un carác-ter privado (industrias, em-presas particulares, etc.)sino fue en gran parte decarácter financiero o conconexión presupuestal: em-préstitos, concesiones,obras públicas, moderniza-ción de la capital, urbaniza-ciones, etc. En ella intervi-no (…) aparte de algunoscontratistas privilegiadosnacionales, parientes muycercanos, relacionados oadeptos del señor Leguía.Aludiendo a la política delos empréstitos, base paraesta exaltación del progre-so material, de la ‘prosperi-dad’ nacional, el financistaamericano señor Dennis hahecho su exégesis en un ar-tículo lapidario: Si ser granfinancista consiste en pedirprestado para gastar, el se-ñor Leguía lo era (…)”.

La consecuencia inevi-table de tal “modernidad”plebeya fue, una vez más, lade siempre: “Se fue forman-do una nueva oligarquía”.

LOCALISMO

Finalmente —comopara completar la compleji-dad de “la cuestión so-cial”—, la obra de Basadreconcluyó de manera solita-ria pero lapidaria con el aná-lisis de dos aspectos centra-les del discurso en torno delproblema social peruano enlas primeras décadas del si-glo XX: el indigenismo y elagrarismo puro.

Según Basadre, desdelos “levantamientos indíge-nas” de Tupac Amaru yPumacahua a fines del sigloXVIII y comienzos del XIXhasta los ocurridos en“nuestra época en Huaraz,Huancané, La Mar, Ayacu-cho, Parcona, Puno, etc.(…) todos estos movimien-tos no son sino rebeliones”—que él diferenció de las“revoluciones” sociales—;es decir, meras “… vengan-zas colectivas, producto dela desesperación, estallidoslocos, regionales o locales,campesinos, antiurbanos,anticriollos; en el fondo,pese a la visión de dos o treshombres admirables, ‘rebel-días contra la civilización’.Muy justicieros en su origeny muy elocuentes en su sig-nificación; pero (…) conuna orientación regresiva”.

Para Basadre, uno delos factores fundamentalesde nuestra desintegraciónnacional y de la inviabilidadde la modernización socialreside no sólo en esta abru-madora hegemonía econó-mica del mundo rural, sinoen el sobredimensiona-miento cultural del aldea-nismo que plantean elindigenismo y el agrarismopuro, de clara raigambrefeudal y firme soporte localdel caudillismo militarista.

“El separatismo, elindigenismo puro y antici-vilizado, el antilimeñismoenvidioso, el limeñismopedante y ensimismado,todo lo que hay de aldea-no y de lugareño aquí, en-venenan más nuestra vidaestrecha”.

En pocas palabras, el lo-calismo aldeano no sólodesintegra sino que hace in-viable la vida nacional:“Elementos no ya fusiona-dos —lo que sería imposi-ble y tal vez inconvenien-te— sino carentes aún de la

mera armonización, formannuestra realidad sociológi-ca. El país no marcha en unadirección ya fijada, sino os-cila entre la dictadura y laanarquía, entre la atonía yel estallido”. Todo un con-glomerado incoherente que,según Basadre, origina en lapsicología nacional un“complejo de inferioridad”,un sentimiento de impoten-cia y una opción por elausentismo, “mal endémicocuyo exponente es la frase:Este es un país imposible”.

CONCLUSIÓN

Son, qué duda cabe,más numerosos que losaquí señalados los proble-mas que Basadre logró in-dividualizar a lo largo de suextensa investigación his-tórica con su método demultiplicar los ángulos devisión, las circunstanciascontingentes y los múlti-ples elementos que rodeancada uno de los eventossociales.

Apenas hemos rozadoalgunos problemas; abar-carlos todos desbordaríalos límites de un ensayocomo el presente, cuyo ob-jetivo es apenas examinarlos alcances y límites de suparadigma de investiga-ción.

Lo mismo podríamosdecir de sus intentos de su-gerir respuestas o solucio-nes a los problemas anali-zados. Si examinamos sumétodo, resulta evidenteque no existe algo así comouna “solución general” a losproblemas descritos —quetanto gusta a los demagogospolíticos— sino múltiplessoluciones parciales, cuyasuma no puede formularseen un algoritmo universal.Sólo los diecisiete tomos dela última edición de su His-toria de la República delPerú constituyen una mues-tra de la magnitud de la rea-lización del paradigma deinvestigación que formula-ra en 1931.

Basadre propone aban-donar la pretensión de en-tender el Perú como una en-tidad metafísica ideal o apartir de un modelo ideal-mente consistente (tal comoaparece en las lecturas denuestros pensadores del no-vecientos y, antes de ellos,

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en nuestros “proyectistas”de fines del siglo XVIII),cuyo desacuerdo con la ex-periencia histórica peruananos impide individualizarlos problemas y resolverlosy nos conduce, más bien, auna condena moralista y to-tal de nuestra comunidad,característica de la críticanihilista radical.

En la crítica nihilista elsujeto emisor del discursoaparece como una suerte de“profeta” ubicado —sin jus-tificación alguna— en algún“lugar” epistemológica-mente privilegiado que lepermite enunciar un discur-so pragmáticamente mono-lógico, en la medida en queel lugar privilegiado queocupa convierte en inferiora todo interlocutor. Moral-mente, dicho discurso resul-ta tan autoritario como elsistema que dice criticar.

Por el contrario, Basadrepropuso entender el Perúcomo una totalidad incohe-rente de acontecimientoshistóricos, delimitando asíempíricamente su universodiscursivo, pero no como unconjunto de individuos físi-cos o instituciones genéri-cas sino como un conjuntode contradicciones (“pro-blemas”) individuales y deopciones disponibles (“po-sibilidades”) o “distintossenderos abiertos a la ac-ción, muchos de ellos com-plejos y difíciles”. Tal es, enmi modesta opinión, el sen-tido del título Perú: proble-ma y posibilidad.

PROBLEMAS

No obstante la riquezay superioridad de la pro-puesta de Basadre respectode todos los intentos que leprecedieron para entenderla racionalidad de la vidaperuana, queda sin embar-go al final de su lectura lasensación de que la hetero-geneidad e incoherencia dela vida peruana que su pa-radigma de investigación harecuperado y analizado, leproduce un profundo males-tar.

En efecto, trata la hete-rogeneidad como si fuera unrasgo intrínsecamente per-verso de nuestra idiosincra-sia nacional o, en el mejorde los casos, como un su-puesto metodológico transi-torio, necesario para enten-

der las carencias o ausen-cias de nuestra sociedadsubdesarrollada, pero final-mente no deseable sino su-perable en alguna apeteci-ble homogeneidad futura.

Esta actitud parece mar-car su propia apreciaciónsobre la importancia de lahistoria: “…en el Perú ellaes lo único que poseemos encomún; todo lo que no ema-na de lo histórico es, en elPerú, radicalmente hetero-géneo”.

Su caracterización delPerú como “una serie decompartimientos estancos,de estratos superpuestos ocoincidentes, con soluciónde continuidad” es, para él,resultado de un pasado que“no es algo colmado ni ad-mirable”. Y la meta —queBasadre comparte con sugeneración— de hacer una“síntesis social peruana”, esalgo que “no se ha realiza-do aún”; es decir, un vacíoque hay que llenar. En suscomentarios finales sobreGarcía Calderón encontra-mos la misma insatisfaccióncoherentista: “no somos un

todo sino un uno más uno,más uno, más uno…”.

Esta es una insatisfac-ción que Basadre parececompartir con otros miem-bros de su generación inte-lectual como Mariátegui yVíctor Andrés Belaunde.Para el primero, “El pensa-miento hispano-americanono es generalmente sino unarapsodia compuesta conmotivos y elementos (dis-persos) del pensamiento eu-ropeo”. Belaunde es todavíamás radical: “Es la incohe-rencia la que nos explica lainferioridad de nuestra vidacolectiva (…) consideradaen conjunto”.

La pregunta es: ¿quéocurrió con estos hombresde la generación del cente-nario que bajo el influjo fi-losófico de Bergson o

Nietzsche (y en muchos ca-sos de la fenomenología yel pragmatismo) viraron al“mundo de la vida” cam-biante e incoherente y des-estimaron el enfoquesistémico, coherentista yfisicalista de la sociologíapositivista decimonónica,para terminar finalmenteadoptando un punto de vis-ta coherentista y deva-luando la heterogeneidad e

incoherencia de la vida pe-ruana?

No se trata, por supues-to, de exigirle al pensamien-to crítico que tenga algúntipo de actitud complacien-te con las inconsistenciasque se manifiestan en nues-tra vida nacional, sino de serreflexivos sobre los límitesde validez de la misma no-ción de “coherencia” para elejercicio del pensamientocrítico.

Quisiera sugerir una hi-pótesis. Tengo la impresiónde que los pensadores de lageneración del centenariono abandonaron —a pesarde sus grandes esfuerzos—una visión coherentista de lasociedad peruana, porquetampoco abandonaron sucomprensión metafísica deésta como una “entidad”,

una especie de “hombregrande” a quien se le exigecoherencia y finalidad in-tencional en sus actos. Enotras palabras, no vieron lasociedad como un conglo-merado circunstancial yconvencional en el que con-viven poblaciones muy di-ferentes y contradictorias(en la que por tanto no hayun problema único o funda-mental sino múltiples con-tradicciones) y que la solu-ción de dichas contradiccio-nes tampoco es única ni esexpresable en algún algorit-mo o receta universal, quesólo nos lleva a discriminaro extirpar las diferencias deuna manera coherentista yautoritaria, sino que consis-te en coordinar su conviven-cia y tolerancia en infinidadde aspectos puntuales que laentrampan. El todo no esuna entidad distinta a lasuma de sus partes. No hayun problema sino múltiplesproblemas ni una posibili-dad sino múltiples posibili-dades, ninguna de las cua-les es total.

En general, creo que los

pensadores de la generaciónde Basadre preservaron laconcepción clásica de lasociedad —de origenaristotélico-tomista yneotomista—, en la cualésta es una entidad de natu-raleza orgánica, idea quetambién encontramos ennuestros pensadores colo-niales (p.e., el padreAcosta), en nuestros pre-cursores de la independen-cia (p.e., Vizcardo) y ennuestros pensadores posi-tivistas decimonónicos(como González Prada yJavier Prado), a la que me-tafóricamente denomina-ron “cuerpo de nación”,proceso ideológico que hasido minuciosamente estu-diado por el historiadorsanmarquino MiguelMaticorena.

Podemos encontraresta metáfora organicista enMariátegui y, por supuesto,en un pensador católicocomo Víctor AndrésBelaunde, pero su presenciano resultaba evidente en laobra de Jorge Basadre ymerece una investigaciónmás detenida que la presen-te. Él mismo reparó —cua-renta y siete años después—que la persistencia de estaconcepción tomista de lasociedad en la cultura na-cional no es algo arbitrario,cuando incorporó en sus“Reconsideraciones” las in-vestigaciones de RichardM. Morse sobre el pensa-miento político colonial.

En el prólogo a la se-gunda edición de Perú:problema y posibilidad, es-crito en 1978, es decir enun texto de madurez,Basadre deslizó esta metá-fora organicista precisa-mente para graficar su en-foque problemático y elmotivo de sus insatisfa-cciones frente a las incohe-rencias y heterogeneidadesde la vida peruana: “Cadaindividuo está envuelto enproblemas (…) cabe no lacerteza, no la seguridad, nisiquiera la probabilidad,pero sí, al menos la posibi-lidad de encontrar solucio-nes a corto, mediano o lar-go plazo. Trasladando estasecuela de pensamientos aun plan colectivo, resultaaplicable a los pueblos envía de desarrollo. No sonuna realidad definitivamen-te consumada, no han llega-do a constituirse en todosorgánicos (…)”.

Se nos plantea en estecontexto una pregunta: ¿Noes esta lectura organicista dela sociedad –tan profunda-mente enraizada en nuestrosentido común– una fuentepermanente de la lecturacoherentista de nuestraselites culturales y de la ad-miración popular por lassoluciones autoritarias ydiscriminatorias frente a lasincoherencias y heteroge-neidades de la vida perua-na? Tras la traumática ex-periencia fujimorista, meparece que esta visiónorganicista existente en lacultura política peruanacontemporánea debería serobjeto de crítica, debate einvestigación particular-mente urgente.

“Basadre mostró también un sinnúmero de elemen-tos del discurso y la acción política del liberalismorepublicano que se aproximaban más a una defensa

de los poderes despóticos del caciquismo local contrael poder despótico central, que a una oposición

‘democrática moderna’ al despotismo”.

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os escritores debencuidar el estilo así

como las misses cuidan lasuñas; en cada caso, lo me-nor de sí mismos. Claroestá, las misses llevan ven-taja porque se nace conuñas, no con estilo. Hay quetrabajárselo. Al estilo se as-ciende tras pesadas recaídasen la sencillez, de modo queel estilo es una montaña quese sube rodando hacia aba-jo. Cuesta sangre hacerse deuno; y la confirmación deque importa esta batalla esla alegría con la cual dema-siados escritores afirmanque el mejor estilo es el cla-ro y sencillo, como si la cla-ridad y la sencillez fuesenlo mismo. No es así. Siem-pre hay que ser claros; sen-cillos, nunca.

La literatura creció por-que algunos aburridos sejugaron la vida a nuevas for-mas de decir las mismascosas. Por ello, ya no hay

marcha atrás: después de losdelirios barrocos, románti-cos y vanguardistas, escri-bir con sencillez es comobrindar con agua en mediodel banquete de la literatu-ra. Importa qué se dice, peromucho más cómo se dice.Así, Emilio Salgari es argu-mento; Francisco Umbral esestilo; Gabriel GarcíaMárquez, el honrado pro-medio para quienes gustande las “doradas medianías”.¿Qué elegir: argumento oestilo?; en lo posible, am-bos; si no se puede, enton-ces siempre el estilo.

En las novelas, el argu-mento es lo que queda cuan-do se quita el estilo –es de-cir, cuando se mata la mú-sica personal de las pala-bras–. Si no se cometieraeste asesinato parcial de unaobra, sería imposible tradu-cirla. Se traducen argumen-tos, no estilos. “Infame tur-ba de nocturnas aves, / gi-

miendo tristes y volando gra-ves”, escribió Luis deGóngora. Puede decirse lomismo en chino, en inglésy en ruso, pero se perderála inquietante repetición deuna sílaba (‘tur’) que es elaleteo negro de los murcié-lagos de los que habla elverso.

Sin embargo, el estilono es todo: hace falta eltema. Todas las galas delarte, toda esa fronda de mi-lagros que se ha elevadocon los siglos, es tambiénuna corta baraja de asuntosque vuelven y vuelven encírculos perpetuos, comohalcones a la mano del poe-ta: los temas de la fugaci-dad del amor, del héroe hu-millado, de la muerte inevi-table, de la eternidad de lamemoria... Así pues, cadaobra de arte es hija y ma-dre de una estirpe: los ras-cacielos son pirámides di-sueltas en obeliscos; Lasseñoritas de Aviñón resul-tan ser Las meninaspurgadas de reyes y prin-cesas (bien por eso), y lasescarnecidas andanzas dedon Quijote son el evangé-lico ascenso al Gólgotacontado en dos mil páginas.El mundo y el arte dan tan-tas vueltas, que a veces nosdejan en el mismo sitio.

Hace unos 350 años(entonces no había becariosque anotasen las fechas),Francisco de Quevedo ter-minó lo que sería –segúnDámaso Alonso– el sonetomás perfecto construido conla lengua española. Que-vedo no lo publicó. Pareceque, abrumado por la famade Góngora y por la exube-rancia amazónica de diosesgriegos en los versos de donLuis, Quevedo eligió dis-traerse y dejar, al afán deun amigo, la edición póstu-ma de sus poemas. JoséGonzález de Salas los pu-blicó, incluido aquel celebé-rrimo soneto, que don José

tituló Amor constante másallá de la muerte y que co-mienza así: “Cerrar podrámis ojos la postrera...”.

El tema del soneto eseste: aunque yo muera, miamor, que ha sido tan inten-so, me sobrevivirá de algúnmodo misterioso cuando yamis venas sean cenizas, ymis médulas, polvo. Bastaleer aquel poema a fin decomprender cómo el ángelminucioso de la perfecciónobsequiaba a Quevedo plu-mas de sus alas para que elpatizambo y miope poetamaldiciente escribiese obrasque han atravesado la nie-bla del tiempo y han mejo-rado con cada imitador.

Nada se le escapa aQuevedo: los relojes le pre-guntan qué hora es, los dic-cionarios le suplican porpalabras, y, para mantener-se en forma, la perfecciónestudia sus poemas. Empe-ro, su orgullo de hidalgo se-gundón que no se permiteuna flaqueza, intoxica defrialdad a la mayor parte desus versos. Salvo susabismales poemas de pesa-dumbre religiosa, enQuevedo, los hijos de lapasión (el amor, el elogio,la ira...) habitan un zooló-gico de cristal: pulido y re-luciente, frío y duro.

La idea de que el amorpervive a la muerte es tanantigua como el amor y lamuerte. Ya Orfeo –Penélopevarón y apasionado– habíadescendido al infierno grie-go para rescatar a su espo-sa. Así, el tema de que miamor sobrevive a tu muerteha girado en todas las lite-raturas, y hasta ha dado, eneste siglo agónico, el bole-ro Boda negra, impresenta-ble caso policial denecrofilia y de un horror queno es para contarlo.

Lo perturbadoramenteoriginal de Quevedo es queél invierte el sentido del re-cuerdo. Los otros poetasproclaman la continuidaddel propio amor después dela muerte del amado; encambio, con una insolenciaque ronda la herejía,Quevedo anuncia que suamor humano sobrevivirápaganamente fuera del cie-

Víctor Hurtado

NO TODO MORIRÁLos poetas saben que ya podemos conocer la eternidad

AMOR CONSTANTEMÁS ALLÁ DE LA MUERTE

Cerrar podrá mis ojos la postrerasombra, que me llevare el blanco día;y podrá desatar esta alma míahora a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte en la riberadejará la memoria en donde ardía;nadar sabe mi llama la agua fría,y perder el respeto a ley severa;

alma a quien todo un Dios prisión ha sido,venas que humor a tanto fuego han dado,medulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;serán ceniza, mas tendrá sentido;polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco de Quevedo

L

lo y del infierno –en cual-quier parte–, aun cuando nohaya cuerpos ni mundos, ycontra la misma voluntadde Dios, quien ha dispues-to nuestra alineación finalen las postrimerías. Esta esla grandiosa soberbiaquevediana, el giro nuevoque le dio al viejo tema clá-sico de “non omnis moriar”(no del todo moriré).

Nadie más se atrevió atanto en punto a una rebel-de permanencia (y es lásti-ma porque los rebeldes sonnecesarios para reafirmar laautoridad). En los siglosposteriores, la audacia deaquel soneto ha engendra-do otros poemas, pero solocomo ejercicio magnífico yretórico; por ejemplos, unsoneto del peruano Gusta-vo Valcárcel (“de estemodo, el amor en que mo-ría / en polvo enamoradoreverbera”) y los poemas deHomenaje y profanaciones(1960), de Octavio Paz.

Empero, ¿cree alguienque una vieja idea no pue-de abrir flores intensas?Existe una, espléndida, delargentino Macedonio Fer-nández (1874-1953), hom-bre tenue y siemprecavilante –el silencio fue elruido de su pensamiento–.Borges dijo de él: “No dejaque la realidad lo distraiga”.A la muerte de su esposa,Macedonio escribió un poe-ma de un sinceridad deasombro, que desprecia aldilatado egoísmo de preten-der la eternidad en la me-moria de las generaciones.Apenas tocado por el vien-to de la rima, pero de unamúsica y de una verdad con-movedora, el corazón latepoema. Es este: Creía yo:“No a todo alcanza Amorporque no puede / romperel gajo con que Muerte toca. /Mas poco Muerte logra /si en corazón de Amor sumiedo muere./ Mas pocoMuerte logra pues no pue-de / entrar su miedo en pe-cho donde Amor./ QueMuerte rige a vida; Amor, aMuerte”.

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l semáforo se pone enverde. Miles de bicicle-

tas cortan el aire de otoño enuna gran avenida de Pekín.Allí está el ciclista Polanco,su blusón de algodón acol-chado y una gorra, rumbo ala Escuela de Bellas Artes,adonde fue becado por el go-bierno chino en 1984. Tresaños vivió en China. Cele-bró los ritos del dragón y elenigma de la vida cotidiana.

“Viajé mucho y pudeapreciar buena parte de lo queese pueblo produjo en los úl-timos cinco mil años. Viajédías de días para llegar hastael inmenso Buda de 30 me-tros esculpido en una monta-ña y fui hasta los confines dela Gran Muralla, en dondetodas las dinastías están pre-sentes, pintadas en las cuevas.Quedé, además, muy impre-sionado con la pintura tradi-cional china. Largos periplosque me sirvieron para incor-porar a mi trabajo varias co-

sas, sobre todo el concepto delsilencio”.

Si hay algo que retumbaen la obra de Polanco es el si-lencio. Un mirador de estir-pe colonial, una calleja delantiguo Cercado de Lima, lasazoteas con sus teatinas,cinemas desolados, vitrinasalumbradas con algún res-plandor a media caña, los ca-minos costeros que bordeanel mar. Todo es silencio. Nohay viento o animal, ningúnhumano, que sea testimoniodel sonido. El aire estático seinstala sin moverse entre loscielos rojos o amarillos.

Más aún, el pintor tieneen su haber (artístico, porcierto) un bar, una discotecay alguna suerte de parque dediversiones. Temas que, encierta forma, podrían ser unaconvocatoria a la algarabía.Imposible. El bar está cerra-do (sabrá Dios desde cuándo),la discoteca muerta, el parque

de diversiones es sólo el TrenFantasma detenido para siem-pre y solitario.

Enrique Polanco es, antesque nada, un pintor del univer-so urbano. Es verdad, sin em-bargo, que durante algún pe-ríodo se dedicó a trabajos, casicircunstanciales, de sátira po-lítica. (“Que me gusta muchí-simo. Total, al fin y al cabo,se puede pintar de todo, lo im-portante es que trascienda”).Y a mitad de camino, entre lamordacidad y la compasión,también es dueño de una ga-lería de grotescos retratos ciu-dadanos con reinas de bellezasin encanto y bodas de paco-tilla. Por lo demás, tal vez in-evitable, ofrece algunos lien-zos y papeles que se nutren detemas, más que de formas, quenos recuerdan los tres años desu temporada china.

“A mí me fascina el pai-saje urbano, los personajesque habitan esa ciudad que yo

E

represento, las cosas que es-tán dentro de esa ciudad, quepuede ser cualquier ciudad”.Y aunque la ciudad podría sertenida, al simple tacto, por laciudad de Lima, creo que al

mismo tiempo, y sobre todo, esun arquetipo metafísico. Unarquetipo de la desolación.

Los temas son, en aparien-cia, los decrépitos barrios de

EL REINO ESPDEL C

Polanco, pintor de

Antonio

A partir de su obra más difundida, daría la impresviejo de la ciudad de Lima. Sin embargo, a mi ve

inventar otra ciudad. Una ciudad que luce compertenecen al alma del pintor (y a todas nuestras a

manejan la paleta con tan libre albedrío. Y ningubrillantes estridencias para

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la vieja Lima. Y, sin embargo,toda esa arquitectura ha sidoedificada en un lugar del alma,imposible de fijar en el tiem-po o el espacio. La ciudad dePolanco está vacía. Es, en

cualquier caso, un escenarioterrible y hermoso donde darienda suelta a los arcanos.

Nadie sienta sus realesentre aquellos recovecos o

plazuelas. El trono de la mo-desta reina de belleza, un ce-tro y la corona de papelplatina, está vacío. Vacíos loslocales entreabiertos bajo lassombras de la noche. Losúnicos personajes son unoscuantos maniquíes, un disfrazde esqueleto, alguna virgen,instalados en las vitrinas ba-ratas, la vía pública o la vi-driera opaca de un museo. Esel reino sobrecogedor de losmisterios.

El tiempo ha hecho pol-vo, de algún modo, todosaquellos rostros que, con fre-cuencia, solemos llamar vida.No el tiempo cronológico quenos engulle día tras día. Aquíse trata de un tiempo anteriorque jamás ha empezado ni ha-brá de terminar. Y, sin embar-go, el pintor devuelve a la ciu-dad (a la ciudad inventada)una existencia (una existen-cia metafísica por cierto) conlos usos del silencio y del co-lor.

“Creo que lo más impor-tante es esa realidad expresio-nista-surrealista de Lima. Ahíes donde me interesa meter-me. Una arquitectura deterio-rada por el tiempo y el hom-bre, tan desolada y donde,pese a todo, al mismo tiempoestán presentes todos los se-res y las cosas que habitaneste mundo, todo el Perú queestá en esa Lima del viejoCentro. Centro que, por su-puesto, hace casi medio sigloes tan sólo marginal”.

Sin abandonar esos si-lencios espaciales y la cons-tante desolación, en sus últi-mas dos exposiciones Po-lanco ha introducido entre suscuadros, aunque de maneratangencial, algunos persona-jes que yo me atrevo a lla-mar literarios. Los pintoresVíctor Humareda y VanGogh, el poeta Martín Adán,los novelistas MalcolmLowry y Juan Rulfo o, enevidente referencia pictórica,

un fragmento de ‘La nave delos locos’.

“Los cuadros donde apa-recen imágenes de personajesfueron hechos pensando que,en algún momento, alberga-rían a alguien. No sabía aquién, pero mientras avanza-ba con el cuadro, el cuadro mepedía a ese alguien. Y termi-né introduciendo a ese alguiencuando yo consideraba que eltrabajo pictórico estaba listo.A Martín Adán lo coloqué enuna calle de colores embria-gados. A Vincent van Gogh,más que en un arrozal de lacosta peruana, en un paisajeuniversal. Y así fueron tenien-do cabida todos los demás”.

Sin embargo, a pesar deeste desfile de personajes(como dije, tangenciales) nohay saltos o cambios bruscosen su obra. Todo sigue siendoun pretexto para una búsque-da cromática perpetua. El rei-no esplendoroso del color.

1. Víctor Humareda (70x50 cms.).2. «Angel» (Marlene Dietrich) (50x70).3. Marinero en tierra (50x70).4. Bajo el volcán (Malcolm Lowry) (70x50).5. La nave de los locos (70x50).

Fotografías de Herman Schwarz.

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PLENDOROSOCOLOR

el universo urbano

Cisneros

sión de que Enrique Polanco es el pintor del Centroer y entender, este notable artista ha terminado pormo Lima, es verdad, pero cuyos contenidos realesalmas desoladas). Maestro del color, pocos como éluno como él se arroja de cabeza en ese mundo de

a, artista mayor, salir airoso.

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a expectativa era lo-grar un atajo hacia el

progreso. En realidad, el ré-gimen no se propuso laconstrucción de una demo-cracia liberal moderna. Ar-ticuló el neoliberalismo conprácticas políticas arcaicascomo el patrimonialismo yel clientelismo, todo ello enuna perspectiva crecien-temente dictatorial y auto-ritaria. Los protagonistas deeste proyecto fueron unaelite encabezada porFujimori y Montesinos, ycompuesta por militares,empresarios y políticos. Porun período prolongado el ré-gimen gozó de una acepta-ción muy alta, sobre todo enel mundo popular. En efec-to, el gobierno parecía res-ponder a las expectativas deprogreso y orden, tan senti-das después de años de es-tancamiento económico yviolencia política. Existía elreclamo de “mano dura”, ladisponibilidad de sacrificarmucho de la libertad y losderechos a cambio de segu-ridad y desarrollo. No obs-tante, en todo ese tiempo sefue gestando, a espaldas dela sociedad, una “maquina-ria de corrupción” que al sersúbitamente visibilizada lle-vó a que el régimen se hun-diera en su propio charco.

El régimen Fujimori-Montesinos obtuvo logrosimportantes que le permitie-ron fundamentar una legiti-midad inicial. En efecto, losgrandes éxitos se concentra-ron en los primeros años(1990-1996). Se trata delcontrol de la inflación, de laderrota de la insurrecciónsenderista y del arreglo delos problemas fronterizosaún vigentes con Ecuador yChile. Gracias a estos logrosla mayoría de la gente tuvofe y confianza en el régi-men. El respaldo institu-cional de las Fuerzas Arma-das fue también muy impor-tante. No obstante, el mis-mo éxito tentó al régimen auna aventura de control to-tal del Estado. Se impuso

entonces una dinámica cadavez más dictatorial ycorrupta. A pesar de ello, sinembargo, el apoyo de la po-blación continuó. En todocaso es claro que el régimense consolidó gracias a la ar-ticulación de la ideologíaneoliberal con prácticas po-líticas arcaicas.

- El neoliberalismo fueel discurso público del ré-gimen. El fundamento de sulegitimidad. La idea básicadel neoliberalismo es que elmercado, librado a su pro-pia lógica, funciona a la per-fección y que por tanto elEstado y la política debenreducirse a la administracióny vigilancia del orden so-cial. Dentro de esta narrati-va los “malos” son los “po-líticos tradicionales”, puesson narcisistas y corruptosy están a la búsqueda depeculados y popularidad.Entonces generan disensosartificiales; crean problemasgratuitos a cuya sombra pue-den medrar. La abolición dela política a favor de la téc-nica sería una garantía para

el desarrollo. De esta ma-nera, “pragmática”, se lo-graría un consenso que per-mitiera una “goberna-bilidad” cuyos resultadosserían la estabilidad social yel desarrollo económico. Asílas cosas, los «políticos tra-dicionales» terminarían pordesaparecer. Durante algu-nos años, especialmenteentre 1994 y 1997, el paísobtuvo altas tasas de creci-miento del producto brutointerno y de la inversión, deforma que la propuesta delrégimen parecía convertir-se en realidad.

PATRIMONIALISMO

- El patrimonialismofue una tendencia cada vezmás gravitante en el régi-men Fujimori-Montesinos.Conforme se concentró elpoder en manos del ejecuti-vo, los fondos públicos fue-ron usados de manera cadavez más discrecional paragarantizar la lealtad de laelite política y militar querespaldaba al régimen. La

prebenda fue el equivalentefuncional de la ideologíacomo forma de cimentacióndel grupo de civiles y mili-tares que apoyaba al régi-men. Progresivamente, elrespaldo de las Fuerzas Ar-madas fue cada vez menosinstitucional y cada vez másdependiente de la coopta-ción de los altos mandos enbase a prebendas.

El concepto de patrimo-nialismo fue elaborado porMax Weber. El patrimo-nialismo es una forma dedominación tradicional quesupone, a diferencia delpatriarcalismo, un cuadroburocrático permanente. Lasociedad patrimonializadaestá integrada por súbditosy lo que cuenta como vir-tud es la “devoción perso-nal al señor”. El señor con-sidera la economía del Es-tado como su oikos privadoy la maneja sin dar cuentasa nadie. La cualidad másimportante del burócrata esla lealtad al señor, que es re-compensada con prebendasy ascensos. El mérito y la

eficiencia no son por sí mis-mos suficientes para garan-tizar el avance en la carreraburocrática. La adulación yel servilismo hacia el señorcunden en el Estado patri-monial. Muchas veces sur-ge la figura del “favorito”,de un funcionario en quienel señor delega la marchacotidiana del gobierno, re-servándose para sí las fun-ciones más espectaculares.Weber considera que el“sultanismo” es la formaextrema del “patrimo-nialismo”, aquí la ley es eldeseo del sultán. Todo el or-denamiento legal puede sermodificado por el señor. Elrégimen patrimonialistapuede entenderse mejor sise lo compara con la buro-cracia moderna de los esta-dos democráticos. En estecaso existe un orden legalal que nadie escapa. La ca-rrera burocrática se basa enel mérito y no en la lealtad.La transparencia en el usode los fondos públicos re-emplaza a la discrecio-nalidad del señor. Weberanota que la racionalidadpatrimonial se infiltra en elEstado moderno, de mane-ra que prácticas como el ne-potismo y la prebenda so-breviven en las democraciasmodernas. Pero ya no comohechos normales sino comodelitos que se ocultan. (Verde Max Weber Economía ySociedad).

- El clientelismo permi-tió ganar la buena voluntadde mucha gente en el mun-do popular. La política so-cial de apoyo alimenticio ypequeñas obras públicas fuepresentada como una dádi-va de la magnanimidad delpresidente. A cambio se es-peraba la gratitud espontá-nea de la gente. Hasta el 40% de la población recibióalgún tipo de apoyo del Es-tado. El régimen hacía sen-tir, cada vez con más fuer-za, que este apoyo signifi-caba para los beneficiariosun compromiso que no sepodría deshonrar, pues de lo

Razón y sinrazón del régimen Fujimori-Montesinos

EL OSCURO DIOS DEL PODERGonzalo Portocarrero

L La tesis que sostendré en este artículo es que el régimen Fujimori-Montesinos no logró producir una modernización sustentable tal

como se lo había propuesto. Iniciado sobre la base de una legitimi-dad plebiscitaria centrada en la popularidad del presidente, el ré-gimen fue construyendo lo que puede llamarse un «proyecto nacio-

nal autoritario».

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contrario la ayuda podríaperderse.

- La influencia sobre losmedios de comunicaciónfue un recurso cada vez másimportante para la estabili-dad del régimen. A travésdel control de la TV y de losperiódicos populares, se tra-taba de despolitizar a la po-blación y desarmar la capa-cidad de crítica. Se fomen-tó la pornografía, el sensa-cionalismo y la obsecuenciacon el régimen. Por momen-tos el debate político des-apareció de las preocupa-ciones de las mayorías.

- Finalmente, el ame-drentamiento fue otra for-ma de atemorizar y reducira la oposición. Lo hubo devarias tipos: chantajes tri-butarios, filmaciones deactos licenciosos, chuponeotelefónico, amenazas anó-nimas.

PROYECTO AUTORITARIO

En síntesis: el régimenFujimori-Montesinos pre-tendió articular un proyec-to nacional autoritario. Unasuerte de vía corta al pro-greso y a la consolidacióndel país. Una fórmula queresultó muy persuasiva yque se basó en la combina-ción del neoliberalismo enel campo económico con elclientelismo autoritario enel campo político. El régi-men buscó, y obtuvo apo-yo, en las Fuerzas Armadas,el empresariado nacional, elcapital extranjero y el mun-do popular, cooptado, esteúltimo, por dádivas y por laimagen de eficiencia y pro-greso que el gobierno supocrearse. La oposición estu-vo en los sectores mediosintelectualizados, que sefueron indignando con elabuso y la arbitrariedadcrecientes del régimen, y enla parte del mundo popularque rechazó el clientelismocomo pauta de relación conel Estado.

Las críticas comenzarona arreciar conforme se fuehaciendo visible la vocacióndictatorial del régimen, yconforme el crecimientoeconómico fue disminuyen-do. No obstante, la respues-ta a los cuestionamientosdesde la sociedad civil fuela radicalización de las prác-ticas prebendarias, cliente-

listas y amedrentadoras, es-pecialmente desde 1999,cuando lo único que le inte-resaba al gobierno era lograrla segunda reelección deFujimori. La desestabiliza-ción del régimen fue posi-ble gracias a una conjunciónde factores.

- La movilización popu-lar fue un hecho decisivo. Elrégimen perdió las calles.La oposición hablaba fuer-te y estaba a la ofensiva. Enun inicio la crítica se diri-gía a las medidas dictatoria-les, a la poca transparenciaen el obrar del régimen.Desde 1998-99 la crítica seextendió a la política eco-nómica: la pobreza y la fal-ta de empleo serían resulta-do del modelo neoliberal o,en todo caso, de la falta depolíticas más específicas. Apartir del año 2000 se mul-tiplicaron los movimientosde la sociedad civil que de-nunciaban la podredumbremoral del gobierno. La cam-paña de “lava la bandera”tuvo una acogida muy am-plia, y en Lima y las princi-pales ciudades del país to-dos los días viernes se re-producía el ritual cívico delavar el emblema nacionalcomo un acto de denunciay de toma de distancia de lainmoralidad del régimen.

- La libertad de prensasubsistió pese a la perma-nente labor de zapa de losorganismos de inteligencia.La supervivencia de espa-cios de libertad en el perio-dismo hizo posible que sefiltraran informaciones queponían en evidencia la pes-tilencia de la corrupción yla vocación dictatorial delrégimen. La crítica, si bien

arrinconada, nunca dejó dehacerse presente.

- El aislamiento interna-cional del gobierno fueprofundizándose hasta lle-gar a ser prácticamente to-tal el año 2000. Las conce-siones hechas para aliviar lapresión internacional garan-tizaron la libertad de pren-sa y estimularon la movili-zación popular.

- La crisis económica apartir de 1998 contribuyó adesacreditar al régimen. Elmilagro económico ofreci-do no se concretaba... Larecesión y el desempleofueron creando una atmós-fera de pesimismo que minóla confianza en la promesaneoliberal.

Analizando con ciertaperspectiva el régimenFujimori-Montesinos, sehace evidente una contra-dicción o conflicto funda-mental: tratar de sacar ade-lante un “proyecto nacionalautoritario” en un contextodemocrático. En realidad el“proyecto nacional autorita-rio” nunca fue formuladocomo tal. Es decir, el gobier-no no explicitó una doctri-na política que inspirara sucomportamiento. La con-centración del poder en elEjecutivo y la voluntad depermanencia en el gobiernoeran realidades ocultas, pormuchos sospechadas y de-nunciadas pero siempredesde el oficialismo nega-das. Es evidente que el go-bierno no podía propalar losprincipios autoritarios puesla base de su legitimidaderan las elecciones y la de-mocracia. El gobierno tratópues de ocultar su entrañadictatorial, tratando de pre-

sentarse como respetuosode la institucionalidad demo-crática. Incluso la carenciade una ideología política ex-plícita fue celebrada comovirtud, como “pragma-tismo”. El gobierno se en-orgullecía de no atarse a nin-gún principio, ni compromi-so, y de hacer las cosas se-gún lo aconsejaran las cir-cunstancias, aunque siem-pre en función de buscar elcrecimiento económico y elconsenso político.

No obstante, en el tras-fondo del “proyecto nacio-nal autoritario” no existía unmito movilizador, un espírituépico o heroico. Un senti-miento del deber que funda-mentara un orden y unamoralidad. En efecto, el pro-yecto nacional autoritarioestaba protagonizado poruna elite político-empresa-rial-militar cimentada antetodo en conveniencias recí-procas y en mucho menormedida en la fidelidad a unproyecto ideológico. Paraser más precisos es muyimportante preguntarse so-bre las motivaciones de estaelite. Es decir, en qué medi-da sus integrantes colabora-ron por un acuerdo de prin-cipios con el régimen, poruna afinidad ideológica pro-funda con sus metas y pro-cedimientos, o, alternativa-mente, hasta qué punto secomprometieron en funciónde las prebendas que ha-brían de obtener. Desde lue-go que es difícil dar una res-puesta general. Es un hechoque las clases privilegiadasen el Perú siempre han des-confiado de la democracia.Simpatizaron con Fujimoripor representar ese nacio-

nalismo autoritario a laPinochet, que parecía tenermuchas probabilidades defuncionar. No obstante, esclaro que la mayoría de losprotagonistas del régimenobtuvieron grandes preben-das, se enriquecieron gra-cias a una multiplicaciónexponencial de actoscorruptos.

Entonces, si ello es así,se tiene todo el derecho desuponer que el proyecto na-cional autoritario fue sobretodo una coartada, un pre-texto para acceder a gocesilegítimos. Es decir, robar yabusar, transgredir la ley,tratando sin embargo decreer que su contribución aldesarrollo del país excedíasus delitos, y que el saldode su actuación era final-mente positivo. La (im)pro-bable eficacia del autoen-gaño no es desde luego unatenuante. En cualquier for-ma es claro que la entrañadel régimen estaba podrida.Muy pocos de los prohom-bres del régimen podríanexhibir limpias sus manos.Era una asociación políticapor sus fines pero delincuen-cial por sus medios. Unamafia. Una maquinariacorrupta. Empleo la palabramáquina en un sentido de-liberado, como metáfora deun sistema que funciona porsí solo. Quizá también sepodría hablar de cáncer enel sentido de que la corrup-ción tiende a hacer metás-tasis, a desbordarse sin con-trol. El principio que siguesu desarrollo podría ser for-mulado de la siguiente ma-nera: la corrupción o dege-neración de la legalidad y elorden moral que permite laconcentración ilegítima delpoder requiere conseguiraliados para delinquir, y és-tos, los cómplices, se ob-tienen repartiendo preben-das: coimas, sobornos, car-gos públicos. Se tendrá quecorromper a un número tan-to mayor de gente cuantomenor es el apoyo con quecuenta el régimen en cues-tión. También está, desdeluego, el camino alternati-vo, y más barato, del ame-drentamiento y la violencia.No se consiguen cómplicespero sí se logra el silencio,una aquiescencia pasiva. Enbreve, la complicidad sus-tituyó al consenso. La pre-

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benda al convencimiento.Esto es precisamente lo quesucede en el gobierno deFujimori. A medida que dis-minuye el apoyo es necesa-rio multiplicar las coimas yamenazas. Se compran ge-nerales, jueces, diputados,empresarios, hasta señorasamas de casa. Algunos re-ciben millones, otros unaslatas de leche o unos pocossoles.

El proyecto de Fuji-mori-Montesinos no puedeentenderse cabalmente des-de una perspectiva que sólotoma en cuenta lo conscien-te y deliberado, que a la ma-nera del utilitarismo valoraen los actores políticos cal-culadores racionales de suinterés personal o colectivo.En realidad, la misma co-rrupción remite a una di-mensión perversa e irracio-nal. La corrupción puedetener sentidos muy clarospara el corrupto pero es muyprobable que lo decisivo ensu comportamiento son cau-sas que él ignora. La corrup-ción se convierte en un vi-cio, en un hábito que nopuede dejarse pues crea de-pendencia y destruye la li-bertad de la persona que ter-mina prisionera del malmoral. Paul Ricoeur ha teo-rizado esta situación con lafórmula paradójica de sier-vo albedrío; es decir, unavoluntad que ha escogido laesclavitud, que se ha enca-denado a goces ilegítimos,y a la larga mortíferos, peroque de todas maneras resul-tan intensos y seductores.Montesinos obtuvo encoimas más de 100 millonesde dólares. No obstante, tra-bajaba todo el día y poco fuelo que disfrutó de ese dine-ro. En realidad, los goces deMontesinos estaban en lasensación de ser el «padri-no», de manejar a su antojoel poder, viéndose a sí mis-mo como el servidorsupereficiente que le arreglatodos los problemas a su“jefe”. Mientras tanto, losgoces de Fujimori estabanen el abandonarse a un sen-timiento embriagador deomnipotencia, de sentirsepor encima de todos, usan-do a la gente según sus con-veniencias, y en el ser ad-mirado y querido por el pue-blo. Es evidente que ambos,Fujimori y Montesinos, pu-

sieron su goce por encimade la ley. El Perú estuvoentonces cerca del “sulta-nismo”.

Sea como fuere, el des-caro y la corrupción fueroncada vez más evidentes. Laoposición era arrollada sin

miramientos. La entraña delrégimen exudaba una pes-tilencia que la sonrisa delpresidente Fujimori no po-día ocultar.

UNA LÓGICA PERVERSA

Este dejar la ley por elgoce desenfrenado, esta“lógica perversa” no es unhecho singular. En realidadesta actitud se nutre de lacultura criolla y en el casodel régimen Fujimori-Montesinos implicó radica-lizar una pauta muy presen-te en la cultura criolla: merefiero al goce de la trans-gresión, al gusto por el en-gaño y por burlar la ley.La sensación de estar porencima de todos, de ser su-perior. Entonces el viejoculto a la “viveza”, o

“pendejada”, típico de lacultura criolla, es llevado aun extremo desconocido.En efecto, el deleite portransgredir debe ser enten-dido como una excitaciónque escapa a toda lógica uti-litarista y racional, que per-

mite acceder a un goce per-verso.

Quizá un ejemplo per-mita aclarar lo que preten-do decir. No fue de ningunamanera inocente que el ré-gimen desde su inicio esco-giera a la «yuca» como suemblema y que, en más deuna ocasión, el presidenteblandiera, juguetón y orgu-lloso, estos tubérculos engestos verdaderamenteequívocos. En esos gestosdesafiantes se condensaban,básicamente, dos actitudes.Primero, un alarde de mas-culinidad y de poder, puesen la cultura popular la yucaes uno de los símbolos delfalo, del pene erecto y po-deroso. Y, segundo, dar aentender que la potencia yefectividad del falo-yuca sebasa en la fuerza y la sor-

presa. A los “lornas” o ton-tos se les puede meter layuca en el momento menospensado. Entonces la lectu-ra popular del gesto fue queel presidente es un hombreviril y decidido que habríade imponerse sobre los po-

líticos tradicionales que di-ficultaban el desarrollo delpaís. Les «metería la yuca»,los sodomizaría convirtién-dolos en subordinados im-potentes. Es manifiesto quede estas demostraciones deviveza-virilidad-fuerzaFujimori derivaba un cáli-do sentimiento de poder. Elpaís se ponía a sus órdenespara lo que él quisiera.

La asociación conMontesinos llevó a una di-visión del trabajo. El presi-dente Fujimori ponía lacara, su gran talento decomunicador, su imagen dehombre resuelto. De otrolado, Montesinos organiza-ba el apoyo al régimen. Tan-to de la elite civil-militarcomo del propio respaldopopular. Y todo este trabajolo hacía desde las sombras,

desde el Servicio de Inteli-gencia Nacional. La preben-da, la dádiva y el amedren-tamiento fueron sus princi-pales armas.

La subjetividad deMontesinos –su manera desentir, pensar y actuar–puede ser vista como una“encrucijada cultural”, comoun producto social donde secondensan muchas de lastradiciones característicasde la sociedad peruana. Qui-zá el hecho que más sor-prenda en el sentir-actuarde Montesinos es el cinis-mo y el maquiavelismo. Elcínico, dice Lacan, sólo creeen su propio goce. Los com-promisos y las palabras nosignifican nada para él. Entodo caso son sólo instru-mentos para acceder a la ex-citación gozosa. El senti-miento cínico se proyectaen un comportamiento ma-quiavélico que significa unuso irrespetuoso de losotros. Jugar con sus expec-tativas, tentarlos, aliarse consus aspectos más negros,seducirlos para apoyar alrégimen.

Así definido, el cinis-mo tiene más probabilida-des de presentarse en unasociedad donde las jerar-quías han comenzado adiluirse y, de hecho, no es-tán consagradas por la ley,pero donde el sentimientode conciudadanía y dehorizontalidad tampocoestá suficientemente arrai-gado; es decir, una sociedaddonde el otro es visto verti-calmente, como alguien su-perior o inferior, aunqueesta visión no esté respalda-da por la ley. Entonces elotro, quien–no–es–como–uno, es alguien a quien sepuede ignorar o utilizar enfunción de un juego perso-nal. Mediante el halago o laimposición, por ejemplo . Escomo si en el Perú la moralkantiana de individuos quese comportan de acuerdo al“imperativo categórico” nofuncionara del todo, o que lohiciera sólo en círculos de“gente como uno”. Con losdemás suele funcionar la “leydel embudo”: lo ancho paramí, lo delgado para los de-más. El cinismo supone ladebilidad del orden moral.Los valores y normas querigen la vida colectiva no soninternalizados y no producen

“Los goces de Fujimori estaban en el abandonarse a un sentimientoembriagador de omnipotencia, de sentirse por encima de todos,

usando a la gente según sus conveniencias”.

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un sentimiento de obliga-ción.

La debilidad del ordenmoral y la ley pública tienehondas raíces en la historiadel Perú. Remite a la resis-tencia a la autoridad colo-nial, cuyos mandatos sonignorados en tanto es senti-da como injusta e ilegitima.En efecto, el mundo criolloresistió con la transgresiónde las leyes coloniales lamarginación a la que fuesometido. Hay una variedadde expresiones que registranesta actitud. “Las leyes sonhostias sin consagrar”, “Laley es papel mojado”, “He-cha la ley, hecha la trampa”.Sea como fuere, desde en-tonces se inaugura un divor-cio entre la ley y las costum-bres. En el mundo criollosurge una institucio-nalidadpeculiar. El orden social ylos procedimientos efecti-vos de las distintas organi-zaciones no son los que fi-guran en las leyes y los có-digos. El funcionamientoreal tiene que ver con elconflicto y la acomodaciónentre la ley y la resistenciaa la ley. En la actuación deun policía, por ejemplo, laley y los reglamentos sonsólo una referencia más. Ladiscrecionalidad es muyamplia de manera que lascoimas y la indulgencia sonmonedas corrientes. Noobstante, este funciona-miento institucional no estádebidamente conceptuali-zado en su positividad. Pri-man los acercamientos quedenuncian que las cosas noson lo que deberían ser, perose presta poca atención a lamanera en que efectivamen-te son y a las razones de porqué son así.

EL DIOS OSCURO

La tolerancia a la trans-gresión recorre el mundocriollo. En realidad es elsuelo nutricio sobre el quepudo surgir un régimencomo el de Fujimori yMontesinos. Pese a la seme-janza, sin embargo, es muydiferente pasarse una luzroja, o recibir una pequeñacoima, que organizar unaasociación cívico-militarque controla el Estado enfunción de mantenerse inde-finidamente en el poder.Robando cientos de millo-

nes de dólares por lo bajopero afirmando, por todo loalto, proporcionar una con-ducción eficaz para el desa-rrollo del país. Aquí el con-cepto de lo “perverso” nospuede resultar de muchaayuda. La perversión resti-tuye el goce allí donde la leylo prohibe. El perverso, diceLacan, es alguien con unamisión, es un cruzado, unmilitante. Quiere convencera quienes lo rodean de queno se goza lo suficiente, deque hay que gozar más.Entonces el perverso traba-ja para un dios, un dios os-curo al que se sacrifica paraproducir ese plus de goceque falta. La satisfacción delperverso está en ser instru-mento del goce del Otro, deese dios oscuro que impulsaa un goce fuera de la ley, auna excitación que cada vezpuede ser menos placenteray más mortífera. Una satis-facción que deteriora o des-truye los lazos sociales y quese vuelve en contra del pro-pio instigador de la transgre-sión. Ese dios oscuro delgoce desenfrenado y (auto)destructivo, cuyo sacerdotees el perverso, predica queel ser humano es esencial-mente corrupto y que su rea-lización es su entrega al goceexcesivo, mortífero. Monte-sinos fue uno de sus paladi-nes, de allí su complacenciaen la corrupción de la gentey su prédica del goce comoel mejor revelador de la hu-manidad profunda de la gen-te. El dios oscuro de quienMontesinos era sacerdoteera ese proyecto “nacionalautoritario” que exigía traba-jo y sacrificio sin quejas.Pero desde luego solo paralos demás.

Finalmente quisiera decirque el gobierno de Fujimorituvo muchos aciertos peroque todas sus victorias fue-ron malogradas por su esca-sa o nula vocación democrá-tica; en definitiva, por no re-sistir la tentación perversaque lo convocó a escoger elcamino de la prebenda y ladádiva, la mafia y el clientelismo, como formas de garan-tizar su continuidad en el po-der; en última instancia, porsubordinar el interés del paísa una expectativa de gocedesenfrenado de él y sus alle-gados.

EL DESTINODEL LIBROItalo Calvino

e habla de los libroscomo algo que siem-

pre ha sido y siempre serápero, ¿acaso estamos se-guros de que el libro tieneante sí un porvenir?, ¿so-brevivirá a la competenciade los medios electrónicosaudio-visuales?, ¿cómo setransformará o qué le sus-tituirá?, ¿en qué se conver-tirá el escritor?

Pues bien, mi respues-ta puede ser sólo una, defidelidad al libro, pase loque pase. Introduzcámo-nos en la perspectiva delos siglos. Los libros cir-cularon durante muchossiglos antes de la inven-ción de Gutenberg y en lospróximos siglos cierta-mente encontrarán nuevasformas de sobrevivir.

La primera casa edito-rial de cuyas actividadestenemos noticias detalla-das, a través de las cartasde Cicerón, es la fundadaen Roma hacia el año 50 aC. por Tito PamponioÁttico para la difusión delos clásicos griegos y delas novedades latinas; es-taba organizada de mane-ra no muy distinta a lascasas editoriales de nues-tros días, con la diferenciade que en lugar de tipógra-fos había un gran númerode escribanos.

Es cierto, en aqueltiempo el número de lecto-res no era el de las tiradasde los best-sellers actuales,pero si pensamos que toda-vía hoy una gran cantidadde libros fundamentalescontinúan teniendo una cir-culación limitada, vemosque aún las comparacionesnuméricas son menos des-alentadoras de lo que pu-diera pensarse. Lo importante es que elhilo ideal que recorre la es-critura no se interrumpa.Pensar que aun durante lossiglos de guerra del medie-vo los libros encontraronen los conventos un espa-cio donde conservarse ymultiplicarse, me conforta

por una parte; por la otra mepreocupa. Podría inclusosonreír ante la idea de reti-rarnos a conventos con to-das las comodidades parahacer ediciones de calidad,abandonando las metrópo-lis a las invasiones bárba-ras de los video tapes; sinembargo, lamentaría que elresto del mundo quedaraprivado de libros, de su si-lencio pleno de murmullos,de su calma reconfortanteo de su sutil inquietud.

Existe una continuidaden la soledad que el escri-tor lleva dentro de sí comoun destino inherente a suvocación, pero a partir deesta soledad se desarrollauna voluntad y una capaci-dad de comunicar: esa co-municación especial de laliteratura que se establecede individuo a individuo yque sólo en alguna época yen alguna ocasión puedeverse amplificada por la co-municación de masas. Sa-ber que Petrarca y Boccaciose intercambiaban códicesde pergamino en los cualeshabían copiado de su puñoy letra y con fina eleganciagráfica las obras propias olas de Dante, me convencede que los periodos de es-plendor de la literatura pue-den producirse cualesquie-ra que sean las condicionesexternas.

Sabemos que la formade los libros ha cambiadomuchas veces en la histo-ria y ciertamente seguirácambiando. No es que estome alegre; pues sientoafecto por los libros comoobjetos en la forma que tie-nen actualmente, aun sicada vez es más raro en-contrar ediciones que ex-presan amor por el libro-objeto, que para acompa-ñar nuestra vida deberánhacerse a la perfección.

Ciertamente cambia-rán muchas cosas si es ver-dad que con los “procesa-dores de palabras” nuestroslibros serán formados di-rectamente por nuestras

manos, sin pasar por la ti-pografía, así como cam-biarán las bibliotecas, quecontendrán quizás única-mente microfilmes. Estome entristece un pocopues ya no escucharemosel rumor de las páginas alpasar.

¿Cambiará nuestromodo de leer? Quizás,pero no podemos preverde qué manera.

Quizás en el futuro ha-brá otras maneras de leerque nosotros no imagina-mos. Me parece que es unerror desdeñar toda nove-dad tecnológica en nombrede los valores humanísti-cos en peligro. Pienso quecualquier nuevo medio decomunicación y difusiónde las palabras, de las imá-genes y de los sonidos pue-de fomentar nuevos desa-rrollos creativos, nuevasformas de expresión; ypienso que una sociedadmás desarrollada tecnoló-gicamente podría ser másrica en estímulos, eleccio-nes, posibilidades, instru-mentos diversos y tendrásiempre necesidad de leer,de cosas que leer y de per-sonas que lean. Pienso que la lecturano es comparable con nin-gún otro medio de apren-dizaje y de comunicación,ya que la lectura tiene unritmo propio, gobernadopor la voluntad del lector;la lectura abre espacios deinterrogación, de medita-ción y de examen crítico,en suma, de libertad; la lec-tura es una relación con no-sotros mismos y no única-mente con el libro, connuestro mundo interior através del mundo que el li-bro nos abre. Quizás el tiempo quepodría destinarse a la lec-tura estará siempre ocupa-do por otras cosas; esto yaes verdad hoy en día, perolo era quizás más en el pa-sado para la mayoría delos seres humanos. Seacomo sea, aquel que tienenecesidad de leer, el queencuentra placer en la lec-tura (y leer es ciertamenteuna necesidad—placer),continuará recurriendo alos libros, a los del pasa-do y a los del futuro.

S

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ector ascético y exi-gente de una empresa

que se extiende desde lasprimicias herméticamentesimbolistas de El morador,en los años 40, hasta la pre-cisa inquisición existencialde Un trino en la ventanavacía, a principios de la dé-cada del 90, Sologuren -quees, sin lugar a dudas, una delas figuras centrales de laGeneración del 50- muestralas transformaciones y lasconstantes de su identidadcomo creador. Esa identidadescrita no se presenta bajolas formas más obvias deltestimonio y la confidencia,sino de una enunciación líri-ca a la cual distingue el tem-ple contemplativo y una poé-tica que se interroga sobrelas condiciones mismas delquehacer y el devenir delpoeta.

Los primeros poemasde Sologuren sugieren consu imaginería onírica yacuática un espacio previoa las operaciones de la ra-zón instrumental; el aura demisterio y extrañeza que en-vuelve los versos -en su ma-yoría endecasílabos, organi-zados a veces en sonetos- noremite al surrealismo, sinomás bien al hermetismoautorreflexivo de Valery y,en el canon peruano, al es-tadio posvanguardista deMartín Adán. A la manerasimbolista, los textos inicia-les de Sologuren proponen,veladamente, una mitologíade la poiesis. Así, el poema«El morador», cuyo título esuna figuración del sujeto lí-rico, identifica en el incons-ciente al surtidor primariode la experiencia artística:«Desde esa fuente que si-lencia el quieto/ peso de lamarea; caed, caed,/lentoscaed glomérulos, desiertos/seres bermejos entre tenueverde» (33). La visión delyo lírico no remite ni a lacotidianeidad ni a la histo-ria, sino al ámbito de lo ima-ginario, que significativa-mente encuentra su asientoy su objeto no en las alturasdel espíritu, sino en la inte-rioridad del cuerpo. Los«lentos glomérulos» estánasociados a la circulaciónsanguínea, que en la mismacolección vuelve a asociar-se con el misterio originalde la creación poetica: «Laoscura enredadera de mi

sangre/ardiendo está en si-lencio/ antiguo» (31) dicenlos primeros versos de«Semblante», oblicuo auto-rretrato que prescinde porcompleto de la aparienciaexterna del poeta. El signode lo líquido –expresado enambientes amnióticos, dereminiscencias uterinas, oen el flujo sanguíneo– inun-da estos poemas. El yo poé-tico entiende la escrituracomo una ceremonia casi li-teralmente introspectiva,como un buceo en las pro-fundidades del propio ser:«Cava la interna fiesta de lasangre/su cautiva azucena,su dulzura,/ en pura sedlevántase terrestre/y acérca-me la cárdena palabra/ a lacerteza lívida de un verso»(29) señala la estrofa finaldel primer poema de El

morador, que es también elprimer poema de Vida con-tinua.

La dicción entre rena-centista y hermética de losprimeros poemas se prolon-ga en Detenimientos (1945-1947). «Hallo la transparen-cia del aire en la sonrisa»(37), declara la primera ora-ción del poema en prosa queabre la sección, cifrandouno de los rasgos centralesdel lenguaje de Sologuren:la transfiguración de lo im-perceptible en la imagenpoética. Así, el poeta no as-pira a la representación,sino a la revelación: su ofi-cio consiste en hacer visi-ble (o, si se quiere, percep-tible) lo antes ignorado odesconocido. No hay, sinembargo, afán esotérico enesta manera de concebir el

trabajo de la palabra, pueslo oculto no tiene que vercon la esfera de lo sobrena-tural, sino con los dominiosde la naturaleza y la expe-riencia humana. «Voy de tumano entre los limpios jun-cos/, entre nubes ligeras,entre espacios/ de tiernasombra. Voy en tus ojos»(45), dice en «Noción de lamañana», que en su celebra-ción de la presencia y suserena fe en el contacto hu-mano recuerda a Juan Ra-món Jiménez. En dos de losepígrafes se cita a Rimbaudy Apollinaire, mientras queel vértigo anafórico y laimaginería visionaria de«Morir» vinculan al poemacon el surrealismo y, en par-ticular, con Cesar Moro; sinembargo, el ánimo que enDetenimientos predomina

no es en absoluto vanguar-dista, pues la voluntad deprovocación le es del todoajena.

Los sonetos de Diariode Perseo (1946-1948), lospoemas en versos de artemayor que conforman Dé-dalo dormido (1948) y losde la colección Vida conti-nua (1948-1950) ahondanla impronta simbolista y sonafines a la vertiente rilkeanapor la que discurrieron du-rante esos años varios de lospoetas del 50, entre los cua-les destaca el Eielson deReinos (1944). Los persona-jes de la mitología griegaque dan título a dos de losvolúmenes ilustran, demodo paradigmático, la op-ción y la circunstancia delpoeta: «He de volver a loque fue, perdido,/ingenua-mente dulce en la mirada,/he de volver a quien me diosentido» (49), afirma la per-sona poética en «La tarde»,indicando la importancia dela memoria y la nostalgia enla aventura del conocimien-to poético. El héroe de lapalabra -ese Perseo que es,sobre todo, un exiliado- sebusca en el tiempo y, cons-ciente del devenir en el cualexiste, reconoce la ambiguariqueza de su identidad:«Soy soledad de ser, derama y viento,/de arenadetenida en el momento/ enque un dorado brazo no setiene» (54), dice la estrofafinal del último soneto. Dé-dalo, el arquitecto del labe-rinto de Creta, cifra en sunombre las perplejidades yproblemas de la creaciónartística; la elección de unafigura mítica para reflexio-nar en imágenes verbalessobre el proceso de la escri-tura vincula a Dédalo dor-mido con «Muerte de Nar-ciso», el barroco poema delcubano José Lezama Lima.El Dédalo de Sologuren esun par y un interlocutor tá-cito del yo poético, quien loapostrofa en los siguientesversos, destinados a re-flexionar sobre la distanciaentre los proyectos y las rea-lizaciones: «Una idea, Dé-dalo, una idea que iba a aca-rrear nuestro/ futuro,/ (unsueño como un agua amar-

LVIDA DE POETA

Javier Sologuren

Vida continua. Nueva antología* (1999), de Javier Sologuren, esuna forma particular de autobiografía poética, pues a través de la

selección de la propia obra el poeta define las escalas de suescritura y traza el sentido de su trayectoria.

Peter Elmore

*Valencia, Ed. Pre-textos, Colec-ción La cruz del sur, 1999, 311 pp.

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ga que mana/ desde la bocadel sol) los planos hechos aperfección, la elocuenciadel /número/, el ingeniosoresorte para suplantar losojos de la vida,/todo era unainocente flecha en tránsitode lucidez/ y muerte» (68-9). La introspección se re-suelve en desdoblamiento,pues el yo poético se reco-noce habitado por una ínti-ma otredad, por la certidum-bre de que su identidad noes simple y rotunda. En lapresencia de la naturaleza,el sujeto confiesa: «No es-toy en mí, no soy mío, vien-to son mis ojos,/mar, ahoraque te miran, ahora que turostro/me alza largamentedespierto en el vacío, blan-co corcel yo mismo, inma-terial, desnudo» («La visitadel mar», 57). La única cer-teza plena proviene de lavocación, del llamado queel poeta sigue: «Sepan queestoy viviendo, nubes, se-pan que canto,/bajo la glo-ria confusa de la tarde, soli-tario», dice en uno de lospoemas de Vida continua, ellibro de fines de los 40 quemás adelante le dará su tí-tulo a la antología personal. Bajo los ojos del amor,de 1950, entrega a la selec-ción un solo poema enversículos, al cual distin-guen tanto el fervor eróticocomo una imaginería sun-tuosamente sensual de estir-pe surrealista: al leerlo, sereconocen los vasos comu-nicantes entre Abolición dela muerte y Las insulas ex-trañas, de Westphalen, yparte de la obra deSologuren. Del mismo añoes Regalo de lo profundo,que reúne poemas en loscuales se reconoce la sínte-sis del lirismo clásico espa-ñol con la lección simbolis-ta. De ahí que algunos de lospoemas hagan recordar aAntonio Machado, JuanRamón Jiménez o, aún másestrechamente, Jorge Gui-llen: «Frente al mantel sil-vestre y a la orilla/de tucuerpo la luz nace tanquieta/que no encuentropalabra para dicha» (95),apunta con temple serenoy dicción sencilla el yo poé-tico en el poema «A lápizsuelto». Nombrar el instan-te, capturar la temporali-dad en la precisión de laimagen, es lo que el poeta

consigue sin alardes, conun cauto virtuosismo. Aun-que a inicios de la décadadel 50 todavía Sologurenno muestra en su escrituralos rastros de la poesía ja-ponesa clásica, ya es evi-dente que será receptivo aella.

Un silencio editorial denueve años, que no se co-rresponde con un hiato dela escritura, separa lospoemarios de 1950 de la si-guiente escala en la obra deJavier Sologuren. Otoño,endechas (1959) muestrauna acusada tendencia ahacer de los poemas espa-

cios de reflexión sobre elmismo quehacer poético. En«Palabras», la voz lírica pro-pone con exacta lucidez unaparábola sobre la creaciónverbal y, en particular, sobreel vínculo entre el poeta ysu texto: «De tu boca hapartido/ en instantánea síla-ba/-con su nivel de luz/y suhondura nocturna-/el pájaroque ya/no volverás a ver,/que agitará otras ramas,/yotro sol y otras nieves/ ha-brán de desvelarlo./ De tuboca ha partido/ y en su ór-bita de sangre/-diminuto pla-neta/ de perpetuo latido-/tendrá aún de tus labios/elcalor y el sentido» (103). Lameditación en torno a la poe-sía involucra también al yomismo del poeta, que es rei-teradamente materia del dis-

curso. «A veces la mitad demí mismo está sin mí» (105),dice en «Acontecimientos»;y en «No, todo no ha de serceniza de mi nombre» seña-la: «No. Mi rostro busco, mimúsica en la niebla,/mi ci-fra a la deriva en mar y sue-ños» (100). La extrañezaante la propia identidad, lasensación de hallarse escin-dido, se resuelve (sin, para-dójicamente, desaparecer)en las vivencias de la comu-nión amorosa y el trabajopoético: «Yo escribía conti-go,/contigo y en silencio»(101), dice el sujeto, evo-cando lacónicamente un

instante pleno. Otro instan-te pleno, en el cual se fun-den la contemplación de lanaturaleza con la visiónmítica, se vierte en «Paisa-je», que juzgo entre los me-jores poemas de Sologuren:«Todo invita al descenso ya la ofrenda:/el bosque cre-pitante, la resaca,/y el dul-ce, el hechizado/ crepúscu-lo de hojas que se encien-de/entre mi corazón y eltuyo» (99). No es la leccióndel romanticismo declama-torio y epigonal la que si-gue aquí el poeta, sino aque-lla de Keats y Wordsworth,enriquecida por el lenguajedel simbolismo.

Estancias (1960) secompone de interpela-ciones, invocaciones yapóstrofes a elementos na-

turales o humanos transfi-gurados en símbolos. Lanoche, el sueño, la muerte,la mañana, el árbol o el pen-samiento, pero también loshijos del poeta son celebra-dos en la ceremoniametafórica de nombrarlos:es evidente la índolefiguradamente ritual delejercicio, que pone de relie-ve el núcleo mítico ynuminoso de la imaginaciónde Sologuren. «Giro, Mar,sobre tu aliento/De ti sal,hacia ti vuelvo» (112) nosolo expresa una sensibili-dad que exalta la majestaddel mundo natural, sino algo

más: una mirada panteístapara la cual lo sagrado tie-ne su residencia en la tie-rra. En Estancias los ver-sos son de métrica breve (dehecho, a veces el poeta re-curre, minimalista, ahemistiquios de octosílabos),pero en La gruta de la si-rena (1961) el poeta prefie-re formas regulares clási-cas, como el soneto al modorenacentista que rinde ho-menaje a Garcilaso de laVega. De otro lado, los poe-mas proponen una sutil in-versión de las simetrías yparadojas del conceptismobarroco, cuyo eje no es otroque la oposición entre la fal-sedad de la apariencia y laverdad moral de la esencia.El contraste metafísico en-tre lo aparente y lo esencial

encuentra su síntesis –comopropuso Mallarme– en lasuperficie de la página y enla práctica de la escritura:«Espejo es el papel dondenavegan/apresurados signosy llamadas;/y oscuras mu-taciones surgen claras/porlas breves corolas de las le-tras» («La aventura», 121).Por cierto, la maestría deSologuren en la construc-ción del soneto se muestratanto en La gruta de la si-rena como en una entregamuy posterior –Catorceversos dicen (1985-1988)–en la que también es reco-nocible el diálogo con lostópicos y los núcleos temá-ticos del barroco queve-diano.

Recinto (1967) es unpoema extenso, polifónico,que constituye uno de loshitos de la obra de Sologu-ren. Como «Himno entreruinas», el celebre poema deOctavio Paz, Recinto sitúaal sujeto en un espacio físi-co –simultáneamente natu-ral y cultural– trabajado porla arqueología. La excava-ción es el correlato de la re-flexión sobre la búsquedadel sentido: hacia el final, lavertiginosa enumeración dedatos y vivencias parece elequivalente existencial deun catálogo de tesoros des-enterrados, pero es precisomencionar que el valor deesa enumeración heterogé-nea radica fundamental-mente en la transfiguraciónverbal de los materiales dela memoria y la experien-cia. La modalidad ensaya-da en Recinto reaparece,potenciada y aún más cabal,en el estupendo poema Lahora (1980), que es un ri-guroso balance ético, esté-tico y existencial. La mis-ma envergadura y similaraliento se encuentran en«Escalas», del conjunto ti-tulado Torna-viaje (1989);ese poema, rapsódico y almismo tiempo meditabun-do, traza el itinerario delpoeta –o, lo que es casi lomismo, las estaciones de sumanera de concebir la escri-tura de poesía–.

Retorno al orden crono-lógico de las entregas, quela digresión anterior trans-gredía. A Recinto, donde lapalabra de Sologuren en-cuentra en la Historia una delas facetas de la problemá-

“Vida continua testimonia, con disciplinada pasión y lúcida fe,la convicción de que la práctica de escribir y la aventura de laexistencia son parte de un mismo impulso moral y estético”.

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poemarios mayores de la lí-rica moderna del Perú.Sologuren, por su parte, ha-bía escrito: «¿Cómo es elmundo?/Sencilla gota deagua/inagotable» (147).

Folios del enamorado yla muerte (1974-1978),conjunto orgánico y sutil-mente complejo, constituyeuna de las cimas de la obrade Sologuren. Al poemariolo define el encuentro ima-ginario entre las solicitacio-

nes del deseo erótico y laseducción ambigua del re-torno a lo inorgánico. El yopoético, en «Epitalamio»,conjuga sin patetismo nigusto macabro las ceremo-nias del matrimonio y la se-pultura; luego, en «A lasombra de las primicias delverano», la realidad naturalparece convertirse en la pro-yección a la vez mítica ytangible de las pulsionesque desde el inconscienteagitan al sujeto: «copula enun oscuro baile la medusa/intermitentes/brillan viole-tas perversas turbadorasfucsias/ en tanto el mar cu-bre infatigable a su frígidahembra» (166). La fusión delos contrarios se da en unámbito que no es el de lavigilia y que no resulta in-teligible con los instrumen-tos de la razón; por ello diceel hablante lírico que «me-dir es un necio pasatiempo»(168) y, más bien, proponela experiencia poética –ana-

lógica, intuitiva y epifá-nica– como modelo del co-nocimiento. AbelardoOquendo ha escrito, a pro-pósito de Sologuren, que enla obra de éste se detecta untránsito de una ética de laforma a una ética del senti-do. La adhesión a esa se-gunda postura se ilustra,ejemplarmente, en la últimasección. Para conocer la«almendra triturada de loreal» -esa metáfora del

devenir—, el yo poético nopropone la vía del análisis,sino el camino casi místicode un decir lírico que es tam-bién un hacer simbólico: «poreso/ trituro la almendra/en-tre mis lentos dientes/e ingie-ro/finalment e/el transcurso/como este/aire/fresco y cá-lido/de enero» (168).

Buena parte de los poe-mas que conforman Foliosdel enamorado y la muertese ciernen, de maneraautorreflexiva, sobre lapráctica misma de la escri-tura. El más logrado y den-so de estos textos es, meparece, «Cosmos», en elque al modo mallarmeano elpoeta propone un mito de lapalabra poética, situándolaentre los límites de la crea-ción y el fin. A semejanzade Mallarme, además,Sologuren entiende el silen-cio no como la negación deldiscurso, sino como su utó-pico horizonte. El silencio,escribió alguna vez Francis

Bacon, contiene todas laspalabras; sospecho queSologuren suscribiría esadefinición, pues su poéticaconcibe a los signos de lalengua como manifestacio-nes de una materia sutil, dealguna manera análoga a lamateria viva de los cuerpos.No extraña, entonces, que lasiguiente escala de la poe-sía de Sologuren sea Elamor y los cuerpos (1978-1982). El erotismo deSologuren es, como la poe-sía misma, un modo de co-nocimiento no racional, unavía que conduce más allá delas fáciles certidumbres delego: de ahí que el momentodel goce ponga en cuestiónla ilusoria solidez de la iden-tidad cartesiana: «instanteen que/soy/todo yo/en queya/ no soy/yo», dice, para-dójico y lacónico, en el poe-ma que le da título al con-junto, donde están incluidospoemas intensamente luci-dos e inquisitivos, como«¿Alguien sabe la horaexacta?». De ahí parecebrotar el impulso que seplasmará en la siguienteentrega, La hora (1980),constituida por un solo vas-to poema en el cual, comoseñalaba en un párrafo an-terior, Sologuren juzga losfundamentos de su propiamirada como hombre ycreador: «en verdad no sé aquién sirvo/si a la razón oal sueño/ si al sueño de larazón que crea monstruos/si a la razón del sueño queemblemas engendra» (209).Las disyuntivas expresadaspor el quiasmo tienen la es-tructura de enunciados ba-rrocos (y a Quevedo, preci-samente, dedica Sologurenuno de los poemas de Ho-menajes); los términosopuestos, sin embargo, co-rresponden a la era que seabre con la revolución in-dustrial y su antagonista enel plano cultural, el roman-ticismo. Es mucho lo quepuede decirse sobre Lahora: baste señalar, provi-sionalmente, que se trata deuna inquisición aguda yapasionada en los proble-mas centrales de la voca-ción y la práctica artísticas.

Catorce versos dicen(1985-1988) y Poemas1988 (1985-1988) retoman,sin repetirlos, formas y te-mas ya antes explorados por

el poeta. Las modulacionesbarrocas o simbolistas delos sonetos incluidos en Ca-torce versos dicen revelanal poeta en clave de artesa-no, luciendo su destreza enel uso de un molde con unatradición tan larga comorica. En Poemas 1988, porotra parte, se encuentranpoemas como «Cementeriode gentiles», que prolongay ahonda, casi a la manerade una puesta al día, el asun-to de Recinto. Hacia el fi-nal de Vida continua, el poe-ta incluye Homenajes(1963-1989) y El rayo es-pecial, conjuntos en los cua-les da testimonio de su ad-miración por el trabajo depoetas y artistas plásticos,respectivamente.

Aunque en la antologíapersonal de Sologuren no sehallan una tras otra, Torna-viaje (1989) y Un trino enla ventana vacía (1990-1991) son las escalas de laconclusión, las estacionesdonde un largo itinerariopoético alcanza su destino.En ambas se advierte el ges-to de la síntesis, el propósitode anudar simbólicamente elsentido de una obra desarro-llada a lo largo de medio si-glo. La memorable primeraestrofa de «Escalas» decla-ra: «No fui auriga de las fu-rias en mi pecho/ ni descen-dí en mi sombra a los infier-nos/ni canté el canto queprovoca/el insomnio de losmuertos/pero batallo día ynoche/contra el áureo lega-do/y sus promociones muer-tas/recibo duro castigo/perosigo firme en mis piernas/ygolpeo golpeo golpeo»(254). La voz que en estosversos habla no entiende lapoesía como una ocupaciónelegante y plácida, sinocomo una tenaz contiendacontra las trampas del lugarcomún y contra la falsa se-guridad de los clisés ideoló-gicos. Vida continua testi-monia, con disciplinada pa-sión y lúcida fe, la convic-ción de que la práctica deescribir y la aventura de laexistencia son parte de unmismo impulso moral y es-tético. En la poesía peruana,que constituye una de las tra-diciones más ricas en el ám-bito de la lengua castellana,Javier Sologuren se cuentasin duda en el número de losimprescindibles.

“En la poesía peruana, que constituye una de las tradicionesmás ricas en el ámbito de la lengua castellana, Javier Sologuren

se cuenta sin duda en el número de los imprescindibles”.

tica de lo temporal, le sigueSurcando el aire oscuro(1970), en el cual la lecciónde la poesía clásica japone-sa se hace notoria, aunqueSologuren no desciende alpastiche, pues a diferenciade los maestros japonesessu indagación es sobre todointrospectiva y centrada enel pasado; los poemas tien-den a la concisión y regis-tran, con ascética sencillez,la vivencia de la nostalgia

y la comprobación del dis-currir temporal. Si por unlado la falta de las personasamadas marca como una ci-catriz al presente («veo elperro en la casa/y de ellos/solo me alcanza el rumor/como un sollozo»), por elotro se advierte la despro-porción entre las escalas deltiempo histórico y el indi-vidual («que batalla/ entreel tiempo/y nuestro/oscuro/minuto/esperanzado»). Trasla estela de Surcando el aireoscuro viene Corola parva(1973-1975), al que distin-guen los experimentos tipo-gráficos a la manera de losconcretistas brasileños yOctavio Paz; la poesía ja-ponesa acentúa su huella enestos poemas. Uno de ellos,por cierto, parece una ver-sión personal del haiku queJosé Watanabe evocó paraAbelardo Sánchez León yque éste habría de citar enel título de En una inmensagota de rocío, uno de los

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usto es preguntarse porlo que se llama en la len-

gua común la vigencia deCisneros, aquella misterio-sa razón que mantiene a supoesía no solamente en elgusto de sus coetáneos de-dicados a la misma tarea,sino en el corazón de loslectores que desde distintasópticas, edades y circuns-tancias se acercan al fenó-meno poético.

En los años 70, cuandoescribió sus Prosas apá-tridas, Julio Ramón Ribeyrose preguntaba por qué au-tores como Gide o Camus,que habían gozado de gran

popularidad dos décadasatrás, eran preteridos en elgusto del público. En cam-bio otros, como Villon, y unpuñado de clásicos, se leíancon fervor.

Estas líneas se propo-nen acercarse a la poesía deCisneros desde esa pregun-ta. Han pasado más de cua-renta años desde su prime-ra publicación, y su poesíasin caídas goza del respetode los lectores en muchaspartes del mundo.

Se ha insistido muchoen el carácter innovador dela poesía de Cisneros. Esecarácter proteico, que se

advertía en sus primeros li-bros, de expresar los cam-bios en la percepción lite-raria de la realidad, de en-cabezar y propiciar los cam-bios, no sólo en la escritu-ra, sino en el corazón y elintelecto de los lectores.Aceptando este punto devista, también es posibleseñalar las virtudes de supoesía desde otras ópticas.

Empezaremos diciendoque la poesía de Cisneros seinserta primero que nada endos tradiciones verdadera-mente notables: aquella dela poesía peruana, con susgrandes creadores, Vallejo,

Eguren, Adán, Moro,Westphalen, Eielson, Va-rela, Delgado, Sologu-ren, yla otra, la poesía hispano-americana, con sus grandesfundadores, Neruda, Paz,Huidobro, Borges, LezamaLima, y su afán exploratoriovinculado a la lectura deotras tradiciones, como enJosé Emilio Pacheco, Enri-que Lihn, Ernesto Cardenal.Insertarse en profundidad enesa doble tradición dio a lapoesía de Cisneros ese airede familia que tiene cuandose le coloca junto a la escri-tura de cualquiera de estosgrandes poetas. Dicho demanera metafórica, el ros-tro de Cisneros encaja bienal lado de estos grandes. Loseternos abogados del diablopueden decir que si es ver-dad todo lo que dice estepárrafo, todavía se mantie-ne en el campo de las gene-ralidades. Puede ser, peronos parece indispensabledejarlo sentado.

AROMA DE ORALIDAD

Los afanes metodológi-cos de los profesores de li-teratura han señalado confrecuencia una clásica divi-sión entre poetas clérigos ypoetas juglares que nos pue-de ser de utilidad en ladisquisición que emprende-mos. Cisneros tuvo, desdesus inicios, todas las posi-bilidades que la sociedad leofrecía de ser un poeta clé-rigo: instrucción, educa-ción, amistades, cátedrauniversitaria, etcétera. Eli-gió ser un juglar. Entre leeruna novela o conversar enuna esquina con el grupo debarrio, siempre le pareciómás atractiva la conversa-ción. Y esa es la primeramarca de su escritura, la deser una poesía conver-sacional que abandona lavoz bronca de alguno de lospoetas de los años cincuen-ta, para elegir el tono de al-guien que se dirige a susamigos. Esa voluntad dediálogo va de la confiden-cia amorosa a la preocupa-ción hondamente social.Haríamos mal en conside-rar a esta poesía, en algunode sus «tempos», como unapoesía rebelde o revolucio-naria, como se decía a prin-cipios de los años sesenta.Más adecuado parece rotu-

larla como una poesía cívi-ca, como lo es la de WaltWhitman. La poesía deCisneros se apodera de laparafernalia de la poesíaculta occidental, pero pre-fiere ocultarla en una dic-ción de apariencia sencillaque facilita el contacto emo-cional de lectores de forma-ción dispar. Es decir, estaescritura y sus formas ora-les de difusión llegan a lec-tores y oyentes, muy dife-rentes entre sí. Es una escri-tura con aroma de oralidad.Por eso mismo, y esto res-ponde a la inquietud deRibeyro, se le puede vincu-lar a poetas muy diferentes,con los que tiene un aire defamilia: Villon, el cantor delas nieves de antaño,Verlaine viendo caer lashojas del otoño, Eluard ado-rando la libertad, Aragonelogiando los ojos de Elsa.¿Qué tienen estos poetas encomún con Cisneros? Lasensación de naturalidadque emana de sus poesías.La divisa literaria deCisneros parece ser que, in-dependientemente de los ri-gores de la creación paraquien escribe, su poesía pro-duce en el lector un impac-to emocional que no nece-sita de grandes complejida-des interpretativas. Ha pa-sado la época de las recetasen literatura. No estamosdiciendo que el camino deCisneros sea mejor que otro,pero sí afirmamos que ele-gir ese modo de expresión,amén de la destreza, la in-teligencia, el virtuosismo desu dicción, le garantiza lacomunicación con muchísi-mos lectores. Un clásico, lodijo Italo Calvino, está he-cho de múltiples lecturas, denumerosas personas, disí-miles entre sí, a lo largo deltiempo.

FACTURA EJEMPLAR

Los lectores primerosde Cisneros, entre los queestamos sus amigos y alle-gados, hemos asistido a lacreciente popularidad delpoeta. Conocemos sus pri-meras publicaciones en re-vistas universitarias, las pri-

Cisneros total

LA ESCRITURADEL JUGLARMarco Martos

La publicación reciente de la poesía de Antonio Cisneros en tresmagníficos tomos de la Editorial Peisa pone al alcance de nuevoslectores una escritura a ratos lírica, a veces narrativa, de uno de lospoetas más característicos de la tradición peruana del siglo XX.*

J

*Antonio Cisneros. Poe-sía. Lima, Peisa, 2001.Tres tomos.

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meras reseñas colmadas deelogios y de expectativas, leadmiramos sus dotescomunicativas en recitalespúblicos o en cenáculos pri-vados, hemos visto tambiénel triste desfilar de la aldea-na envidia limeña con susromos dardos. Y es curioso,a través de este sentimien-to universal que tanto daño

hace a quien lo incuba, he-mos tenido la sensación pri-mera de la proyección con-tinental y planetaria de lapoesía de Cisneros. Dichode manera directa: toda esafauna de antagonistasemboscados que le ha toca-do soportar a Cisneros du-rante décadas, con sus ob-jeciones nimias y susdecires gárrulos, no ha he-cho sino avisar a los lecto-res, que reconocían de ma-nera sesgada, la importan-cia y la plenitud de una poe-sía de gran calidad. En otraslatitudes, alejada del espíri-tu parroquial limeño, la poe-sía de Cisneros se ha abier-to paso con mucha facili-dad. La sucesión de edicio-nes parciales o totales de suobra poética es clara mues-tra del interés que existe enotras partes por una poesíade factura ejemplar.

La poesía de Cisneros,publicada a lo largo de losúltimos cuarenta años, no

tiene desmayos. AbelardoOquendo, en una de sus cró-nicas homeopáticas, ha di-cho que la inspira una musaparca. Nos alegramos de esaaparente exigüidad. Es es-casa si la comparamos conla de Neruda o la de Carde-nal, pero está dentro de losmárgenes de producciónpoética peruana. Esa apa-

rente poquedad propicia algoque es una virtud: Cisnerosno tiene poemas malos. Yeso es mucho decir, en unpaís donde el gusano de lavanidad hace que muchospubliquen todo lo quepergeña su pluma, sin ma-yor corrección.

Cuando Antonio Cisne-ros empezó su trayectoriapoética, la dicción pública-mente predominante era lade Romualdo y la de otrosvates que seguían su huella,Corcuera, Razetto, Naranjo,entre los más jóvenes.Cisneros participó de algu-na manera en ese olor amultitud de los recitales uni-versitarios, pero recogióuna varia lección. Probable-mente no se ha dicho nun-ca, pero hay un vínculo se-creto y una recíproca in-fluencia entre la poesía deJuan Gonzalo Rose y la deAntonio Cisneros. CuandoCisneros comenzó a publi-car, Rose se hallaba sólida-

mente instalado en el canonperuano, principalmentepor sus poemas tan finos deSimple canción. Ese tonodelicado, esa precisión de lapalabra exacta, ejerció unmagisterio en la poesía ini-cial de Cisneros. Pero añosmás tarde, en Informe al rey,Rose muestra que Cisneros,a través de Comentariosreales, había sensibilizado aun poeta mayor que él, enun tema que desde entoncesse ha incorporado natural-mente a la producción poé-tica peruana: la relación en-tre poesía e historia. De otrolado, nuestro poeta, proba-blemente a través de su re-lación con Wáshington Del-gado, conoció pronto aBertolt Brecht y su afán dedistanciamiento de lo que senarra o dramatiza. De estamanera quedó interiorizadoen la poesía de Cisneros elafán de contrastar todo su-frimiento, todo romanticis-mo, todo edulcoramiento,con una dicción sobria, neu-tra a veces, en otras, corro-siva y sarcástica. Un buenejemplo de lo que decimos se

puede hallar en los “Cuatroboleros maroqueros” quetanta fortuna han tenido enlas antologías. En la situa-ción extrema de sufrimientopor la separación de la mu-jer amada, el poeta se expre-sa de manera indirecta, y, sinexhibir su dolor, evita los ex-cesos verbales y sentimen-tales, aludiendo a situacionesconcretas: la ausencia de unapersona hace que duren másel café instantáneo y las ho-jas de afeitar.

Simultáneamente, y apartir de exploraciones per-sonales, Cisneros se va inte-resando en la tradición de lapoesía inglesa. Esto se hadicho muchas veces, tantode él mismo como de otrospoetas. Poco se recuerda queCisneros es el poeta que máscaracterizadamente se ha in-teresado en los poetas ingle-ses de generaciones poste-riores a la de Eliot y Poundy que esa afición lo ha lle-vado a hacer traducciones

que ha publicado en la An-tología de la poesía inglesade 1975. ¿Pero cómo ir másallá de esa generalidad? DeRobert Lowell y de otros es-critores de lengua inglesa,Cisneros tiene el desenfado,la utilización del versículo,y, sobre todo, algo que haconvertido en su peculiari-dad: la posibilidad de tratarlíricamente todos los asun-tos imaginables. Puede de-cirse, pues, que Cisnerosamplía la realidad de lo poé-tico, como en otras circuns-tancias lo han hecho otrosgrandes poetas.

La trayectoria poéticade Cisneros señala, de unmodo emblemático, algoque trasciende lo personal,y atañe al género poesía. Simiramos a la poesía occi-dental, podemos advertirque hay en los últimos cin-co siglos un paulatino pasarde los grandes temas, quevinculan al poeta con losmitos fundacionales, liber-tad, justicia, fraternidad,hasta la aceptación de la in-dividualidad solitaria delpoeta, semejante a la deotros individuos. Cisnerosreproduce en su acción poé-tica lo que en la poesía oc-cidental ha pasado en variossiglos. También fue porta-dor de los mitos, como enaquella celebración deMarx, el aguafiestas, perotambién ha sido portador delas decepciones y del refu-giarse en la vida cotidianacon sus sinsabores y sus re-lámpagos de hermosura. Laúltima poesía de Cisnerosconocida, la del libro Lasinmensas preguntas celes-tes (1992), señala este cami-no. El poema que tiene elmismo título del libro es unaclara muestra de lo que de-cimos. Así mismo, aquelotro que se titula “Perro ne-gro” y que ha sido escogi-do como epílogo de su poe-sía publicada hasta ahora.

La poesía de Cisnerosha llegado a una cima, peroahora nuevas abras yserpenteantes caminos ig-notos se abren a esa musadesconocida que hablacuando quiere y como quie-re y que calla cuando tienegana. Nos sentimos satisfe-chos de estar entre sus nu-merosos lectores.

s probable que la ima-gen que ahora tene-

mos de José María Argue-das sea la de un hombre tris-te y atormentado. Y estaimagen pudo haber sido ali-mentada por las circunstan-cias que rodearon su trági-ca desaparición. Sin embar-go, hubo una época en laque Arguedas, en aparentearmonía con la existencia,asistía a los coliseos y solíacantar en reuniones conamigos folkloristas y escri-tores. De esa faceta da cuentael disco compacto Argue-das canta y habla* que consingular acierto ha editadola Escuela Nacional Supe-rior de Folklore “José Ma-ría Arguedas”, que reúneocho temas musicales in-terpretados por el autor deTodas las sangres y, ade-más, dos conferencias. Con el aporte de la nue-va tecnología, las grabacio-nes originales –caseras, enlo que atañe a las cancio-nes– han sido digitalizadasy masterizadas, y gracias aello podemos escuchar, en-tre el asombro y la emo-ción, la conmovedora vozde Arguedas cantandohuaynos y carnavales deApurímac, Cuzco, Ayacu-cho y Huancavelica. Completan el disco laconferencia que, a modo detestimonio autobiográfico,Arguedas dio en 1965 en elprimer Encuentro de Na-rradores de Arequipa, y unacharla sobre la importanciadel folklore en la educaciónque ese mismo año ofrecióen la Escuela Nacional deFolklore. La edición de este discoes, sin duda, un aconteci-miento cultural de primeraimportancia en el que, sinestridencias, sin afanesprotagónicos ni presuntosherederos, la estrella, la úni-ca estrella, es José MaríaArguedas, quien desde elfondo del tiempo nos recuer-da que no ha muerto, queestá más vivo que nunca.

ARGUEDASCANTA YHABLA

E

*Arguedas canta y habla.Lima, Escuela Nacional Superior deFolklore “José María Arguedas”,2001.

“La sucesión de ediciones parciales o totales de suobra poética es clara muestra del interés que existe

en otras partes por una poesía de factura ejemplar”.

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n su ensayo En el cas-tillo de Barba Azul, us-

ted señala que el “abrirpuertas, es el trágico méri-to de nuestra condición”.¿Hemos llegado a ese pun-to en la historia en que, másbien, estamos comenzandoa cerrar las puertas, espe-cialmente en lo que toca alpensamiento humanístico?

-No. Seguimos abrien-do puertas. Más en las cien-cias que en las humanida-des. Las puertas de las cien-cias, que están conectadascon la creación artificial dela vida, con el rediseñogenético de la persona hu-mana, o con la posibilidadde destruir el planeta pormedios nucleares o por lavía de la guerra bacteri-ológica, son puertas que, deabrirse, realmente podríanllevarnos al aniquilamientode la humanidad. Es la pri-mera vez en la historia delhombre que esa terrible fan-tasía apocalíptica se puedeconvertir en una realidad,una realidad práctica y em-pírica.

En las humanidades, encambio, yo me atrevería adecir que hay varios temastabú, muy peligrosos. Porejemplo, la relación entreraza y ciertas facultades ocapacidades humanas. Des-de luego es una preguntaque tiene una orientacióncientífica, pero también tie-ne un lado humanístico yfilosófico. Pero recuérdese,las humanidades hoy estánprácticamente abocadas ensu totalidad a ver hacía elpasado. Nunca antes en lahistoria del pensamientohumanístico había sido estotan cierto como hoy.

Con base en los datosmás recientes, observamosque en la radio de calidadde los Estados Unidos y deGran Bretaña, por ejemplo,96% de la música que seprograma fue compuestaantes de 1900... ¡96%!Nuestros museos hoy sonmás grandes que nunca, re-pletos con obras del pasa-do, nuestras ediciones sobrelos grandes clásicos del pa-sado son más voluminosasy están mejor informadas;vamos, yo lo he planteadode la siguiente forma:intuitivamente, en la cultu-ra occidental, presupone-mos que ya no habrá un

nuevo Mozart, o un nuevoShakespeare o Dante oGoethe.

Ésta es un lógica idiota,porque mañana mismo po-dríamos tener un nuevo ge-nio de esa estirpe. Pero, enel fondo, realmente no pen-samos que esto sea posible.Y este escepticismo autoa-

sumido significa que noso-tros los humanistas siempreestamos caminando con lacabeza vuelta hacia atrás,nuestra mirada fija en lapuesta del sol. Somos, enrealidad, archivistas de mu-seo. Eso, por supuesto, esuna diferencia fundamentalcon los científicos.

-Usted ha tocado eltema del arte. ¿Puede de-cirse que la producción artís-tica contemporánea se en-cuentra divorciada del granpúblico, de lo que la gentepor lo general consideraríaalgo valioso y con sentido?

-Permítame ser muycuidadoso en esto. Tenemosque plantear una distinción.Cualquier niño hoy respon-de ante un Picasso. Y la for-ma en que esto sucede esmuy interesante. CuandoPicasso comenzó a exponersu obra, gente como ustedo como yo señalábamos quehabía siete narices, ocho

ojos, que era algo absurdo.El niño dice, en cambio, escomo un programa de tele-visión; esa mujer está giran-do su cabeza. El niño no tie-ne problema alguno paracomprender esa forma demovimiento «congelado»,para relacionarse con lamultidimensionalidad si-

multánea en la obra dePicasso. Por ello, es difícildecir que el arte que hoy senos presenta como proble-mática en cuanto a su signi-ficado o su forma no puedaconvertirse, en un lapso bre-ve, en algo clásico. Para lamayoría del público hoy,Stravinsky ya no represen-ta ningún problema. Quizásno guste, pero desde luegose admite su grandiosidad.

Yo plantearía el proble-ma en otros términos.Picasso utiliza mil formaspictóricas del pasado:Velásquez y Manet, Goya yFra Angélico. Picasso es laantología más grande delarte occidental. Es como siun artista dijera: «yo seré elmuseo del pasado total. Através de mis obras, se po-drá conocer la historia detoda la pintura, desde lo ru-pestre y los altorrelievesgriegos, hasta lo más ac-tual». Si se ha dado alguna

obra realmente nueva, real-mente distinta... no lo sé, talvez esté equivocado, peropienso en Bacon. Posible-mente la obra de Bacon seaalgo realmente terrible ynuevo. Es un tipo de pintu-ra horrorizante que no se en-cuentra prefigurada o expre-sada en Picasso. Bacon ha

dado un paso diferente.Sin embargo, si usted

me preguntara cuáles sonlas grandes formas crea-tivas, plásticas, de la actua-lidad, seguramente son elcine y la televisión. Es de-cir, estamos ante una situa-ción completamente distin-ta. Yo siempre le señalo amis alumnos que Shakes-peare habría sido el guionis-ta de televisión más gran-dioso. No habría tenido re-paro alguno ni ningún temoren utilizar ese medio, trans-formándolo, llevándolo auna metamorfosis comple-ta. Somos un tanto esnobsen este asunto, pero en rea-lidad la gran pregunta quenos queda es si la produc-ción mediática es efímera...Si la más grande produccióntelevisual resulta efímera.

Esa es la pregunta.¿Puede verse una películamás de tres o cuatro vecesantes de que pierda un va-

lor significativo para nues-tra percepción interna? Unopuede leer un poema milesde veces, uno puede vermuchas veces una obra deteatro determinada, o apre-ciar un Rembrandt sin queéste agote todas sus posibi-lidades significativas.

Nuestra relación tradi-cional con la muerte estácambiando. Hoy en día lamayor parte de los artistasy quizás de un vasto públi-co no podría sino reírse antela pretensión, propia de losartistas de antaño, de que laobra trascienda al creador,que permanezca en el tiem-po o en el espacio más alládel momento mismo de sucreación. Mis alumnos sim-plemente dirían ¿a quiéndemonios le importa eso?Nosotros queremos estar yagotarnos en el presente, enel ahora.

Por eso me atrevo aaventurar que quien mejorejemplifica la ruptura radi-cal en el arte contemporá-neo es Marcel Duchamp yel artista francés de laautodestrucción, Tanguy,que elabora esas grandesestatuas en metal, diseña-das específicamente paracolapsarse, es decir, paraser efímeras. Son unhappening y Tanguy dice«no quiero ser inmortal.Quiero ser ahorita, una solavez. Me importa tener unprofundo gozo metafísicoinmediato y para nada meinteresa terminar, en un fu-turo, como parte del ce-menterio de un museo».

-¿No es ésa una posi-ción semejante a la quevaticinó Warhol respecto delos medios electrónicos, enel sentido de que éstos per-mitirán a todo el mundo al-canzar 15 minutos de famamundial instantánea?

-Por supuesto. Y eso esalgo muy difícil de refutar.Sin una teología religiosauno realmente no puede re-futar esa posición. Despuésde todo, quizás estos artis-tas y estos jóvenes tenganrazón. Pero los últimos doso tres mil años, el arte occi-dental ha operado con baseen la ambición de ser eter-no, de sobrevivir y tal vez

Felipe López Veneroni

EN LA FRONTERADE UNA NUEVA

ÉPOCA

Entrevista a George Steiner*E

George Steiner es uno de los intelectuales más importantes de laactualidad. Son fundamentales sus libros Lengua y silencio,

Antígona, La muerte de la tragedia y, sobre todo, su espléndidoensayo Tolstoy y Dostoievski.

Tomado de La Gaceta del Fondode Cultura Económica n.° 332,agosto de 1998.

“Intuitivamente, en la cultura occidental, presuponemosque ya no habrá un nuevo Mozart, o un nuevo Shakespeare o Dante oGoethe. Esa es una lógica idiota, porque mañana mismo podríamos

tener un nuevo genio de esa estirpe. Pero, en el fondo, realmenteno pensamos que esto sea posible”.

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mucho menos los sociólo-gos o antropólogos, sino lospublicistas. Los publicistasy la gente que trabaja en losmedios electrónicos de en-tretenimiento masivo real-mente captan el sentir colec-tivo actual, los deseos delpúblico. Tal vez porqueellos mismos ayudan a mol-dear esos deseos, o tal vezporque han sido capaces dehurgar en los rincones másoscuros, más infantiles, dela percepción. Lo cierto esque, ante una transmisión detelevisión, ante una serie decaricaturas o de comedias,la literatura, el arte o la mú-sica formal han perdido te-rreno. Poco o nada tienenque proponer.

Lo que estoy tratandode decir es que probable-mente hoy no sólo haya tan-to talento en el mundo comoen otras grandes épocas,sino que ese talento ha en-contrado una vía de canali-zación preocupante. Lo queasusta, en efecto, es la for-ma en que ese talento seaplica. Y qué duda cabe quelos medios electrónicos sonuno de los puntos de refe-rencia más contundentes decómo se aplican las nuevasformas de talento.

Me parece incluso quealguien como Shakespeare,de vivir hoy, no tendría nin-gún reparo en utilizar losmedios electrónicos, en va-lerse de ellos para crear. Talvez las líneas que escribiópara Romeo y Julieta ten-drían un efecto extraordina-rio en la venta de perfumes.Bueno, en realidad, se estánutilizando parlamentos deRomeo y Julieta para ven-der perfumes. Y es que, afinal de cuentas, el arte va adonde haya dinero. No sepuede vivir del aire. ¿Pue-den las humanidades, pue-de la literatura, ofrecer algopara comprender o paliaresta situación, este desequi-librio? Creo que no. Creoque estamos ya en la fron-tera de una nueva época, enla que no habrá mucho es-pacio para la cultura occi-dental tal y como la enten-demos ahora. ¿Qué va apasar, adónde nos dirigi-mos? Repito, no lo sé. Ten-go 69 años y todavía hoy,a mi edad, es algo para loque no puedo encontrarsino silencio.

eso ha sido un gran error...No lo podemos saber.

-Más allá de ser uncampo académico, el pen-samiento humanístico pre-supone una forma de con-cebir el mundo y de estable-cer, por así decirlo, una re-lación peculiar con el tiem-po y la comunicación. En suartículo-conferencia sobreEl fin de la cultura libresca,usted argumenta que lascondiciones actuales devida hacen poco menos queimposible establecer esa re-lación con el silencio, laconcentración y el tiempode reflexión propios de lalectura. ¿Se ha modificadoen ese sentido el carácterdel pensamiento o de la ac-titud humanística respectode la cultura?

-Sí. La noción de cultu-ra vigente se ha volcadohacia lo público, hacía locolectivo, como algo másbien social. Cada vez haymenos intimidad, sólo aque-llos que gozan de una posi-ción económica desahoga-da pueden aspirar a ciertavida privada, el silencio, ala propiedad de sus libros ysu espacio. La consecuen-cia de esto es la concepciónde que ese tipo de relacióncon la cultura –encarnadaen el acto de leer, por ejem-plo, bajo ciertas condicio-nes de silencio y con eltiempo suficiente– corres-ponde a un mundo fenecido,propio de una élite cada díamás reducida, y supone unaperspectiva de cultura queya no opera en nuestro mun-do.

Los jóvenes hoy quie-ren estar juntos. Se asumencomo tales en la multitud deun concierto de rock, de unrave. Estos son práctica-mente idénticos, no impor-ta si se dan en Valparaíso oMurmansk, en Estocolmo oJohannesburgo. Aun sincompartir la misma lengua,estos jóvenes se entiendenmutuamente, cosa que nopodrían hacer a partir de untexto.

Es decir, sus espacios derelación y comunicación sedan en el contexto del éxta-sis colectivo, propio de estaépoca del posjazz, inclusodel posrock; se identificanen el mundo del heavy me-tal, del rave y del éxtasis.Decir que lo detesto, que

más que música se trata delruido de animales, no cons-tituye una respuesta. Porquepara muchos de estos jóve-nes nada podría ser másaburrido que un conciertode Bach o una sinfonía deMahler.

-¿Podría pensarse en-tonces que nos estamos mo-viendo hacia formas deinterrelación cultural máshorizontales, más democrá-ticas?

-La democracia es unapalabra complicada. Yo di-ría, más bien, formas popu-listas y colectivas. Prefieroesos términos, porque danuna idea más exacta de queel principio, profundamen-te político, subyacente enesta actitud contemporáneaes que cualquiera tiene elderecho –en el sentidowarholiano del término alque nos referíamos antes– aacceder a ocupar un lugar (ya los medios para lograrlo)en el espectáculo público.

Ahora bien, uno de losaspectos más interesantesrespecto de los raves es que,en otras formas de expre-sión cultural, por ejemplo,en un concierto de Tosca-nini, uno por lo general sesienta, se calla y escucha.Vamos, se trata de no hacerruido, de no interrumpir lainterpretación, ni siquieracon un ligero carraspeo. Enel rave, en cambio, el pú-blico responde a y se mue-ve con cada nota. Es unasuerte de colaboración ac-tiva que influye en (y se re-quiere para) el resultado fi-nal.

Los participantes ac-túan dentro de un rito queellos mismos ayudan aplantear y a ejecutar. No esel caso de un concierto demúsica clásica, o aun dejazz, en el que la suposiciónbásica es que el especta-dor sea precisamente eso;alguien que no interviene,que debe guardar silencio.Para mí ésta es una dife-rencia política, una diferen-cia que está en el centromismo de la política. No ol-videmos que las formas es-téticas son la expresión vi-sible de las crisis políticas.

-No quisiera adentrar-me mucho en este asuntopero, de acuerdo con lo queusted señala, ¿no hay cier-ta relación entre estas ex-presiones colectivas comoel rave y los mítines propiosde los fascistas o los nacio-nal-socialistas?

-O tal vez estamos pre-senciando actos rituales pa-recidos a los que se daban enla Grecia clásica... ¡cuidado!Vamos, entiendo el sentidode la pregunta y compartoesa inquietud, pero no qui-siera ser tan contundente enesta apreciación. Quizásmuchas de las formas artís-ticas más representativas deOccidente han tenido su ori-gen en formas parecidas deabandono colectivo, en elque, para bien o para mal,existía un cuerpo común,una unidad corpórea. En losúltimos dos mil años, la cul-tura occidental ha perdidoesa corporeidad. Creo queeso ha terminado.

-Muchos de los escrito-

res de mediados de este si-glo –pienso en Camus oMiller– presentan unaimagen del hombre con-temporáneo como alguienprofundamente solo, inca-paz de relacionarse consus semejantes o de cons-truir un espacio de signi-ficación para su vida.

-Sí, como en La caídao en La muerte de un ven-dedor. Pero yo soy un tantoescéptico sobre esta imagendel hombre moderno. Siem-pre ha habido una enormesoledad. Rilke anduvo solopor el mundo, Kierkegaardno podía relacionarse connadie... La soledad deRimbaud o de Baudelaire...Hubo una gran soledad enGóngora. Lo que sí es nue-vo es que autores como losque menciona vieron que,en el contexto de las dosgrandes guerras de este si-glo y ante el Holocausto ylos campos de exterminiomasivo, alguien que se con-sidera como un ser profun-damente moralista necesa-riamente es un solitario. Yesos dos escritores eran, enrealidad, moralistas. Siem-pre he creído que inclusoHenry Miller es uno de lospuritanos norteamericanosmás moralistas, en ese sen-tido tradicional de la cultu-ra anglosajona.

Ahora bien, quieneshoy en día realmente entien-den las motivaciones de laconducta humana, quienesmejor comprenden cómoestá compuesto y estructu-rado el mundo, no son losescritores, los poetas, ni